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Obediencia y libertad la vida religiosa LUCIO DEL BURGO Las páginas que siguen pretenden mostrar la relación entre vida religiosa y libertad. En una segunda parte estudiamos cómo la obediencia .. en cuanto consejo evangélico, despoja al religioso de los condicionamientos que se le presentan y es al mismo tiempo una experiencia de libertad. Es necesaria una relectura de los votos religiosos desde una perspectiva de libertad como criterio inteligible a los hombres de hoy, sensibles en extremo a esta categoría. Igualmente es urgente ampliar los horizontes de la obediencia para que no quede reducida a los mandatos concretos de un superior y al mismo tiempo esté abierta a las necesidades eclesia1es y a la comunidad religiosa. l. LA VIDA RELIGIOSA: UN PROYECTO DE LIBERTAD A simple vista parece una contradicción la afirmación de que la vida religiosa sea un camino para alcanzar la libertad auténtica. De hecho el religioso se somete a unas leyes, a un ritmo comunitario, a un horario, a unas personas, etc. A los ojos de un extraño la entrada en una congregación significa la pérdida de la libertad. La constatación de pérdida de libertad se hace más patente cuando la persona abraza un tipo de vida religiosa encerrada en los muros de una clausura. Sin embargo, lOH protagonistas de esta decisión no tienen esa impresión. Han REVISTA DE ESPIRITUALIDAD, 41 (1982), 351-366 5

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Obediencia y libertad la vida religiosa

LUCIO DEL BURGO

Las páginas que siguen pretenden mostrar la relación entre vida religiosa y libertad. En una segunda parte estudiamos cómo la obediencia .. en cuanto consejo evangélico, despoja al religioso de los condicionamientos que se le presentan y es al mismo tiempo una experiencia de libertad. Es necesaria una relectura de los votos religiosos desde una perspectiva de libertad como criterio inteligible a los hombres de hoy, sensibles en extremo a esta categoría. Igualmente es urgente ampliar los horizontes de la obediencia para que no quede reducida a los mandatos concretos de un superior y al mismo tiempo esté abierta a las necesidades eclesia1es y a la comunidad religiosa.

l. LA VIDA RELIGIOSA: UN PROYECTO DE LIBERTAD

A simple vista parece una contradicción la afirmación de que la vida religiosa sea un camino para alcanzar la libertad auténtica. De hecho el religioso se somete a unas leyes, a un ritmo comunitario, a un horario, a unas personas, etc. A los ojos de un extraño la entrada en una congregación significa la pérdida de la libertad. La constatación de pérdida de libertad se hace más patente cuando la persona abraza un tipo de vida religiosa encerrada en los muros de una clausura. Sin embargo, lOH protagonistas de esta decisión no tienen esa impresión. Han

REVISTA DE ESPIRITUALIDAD, 41 (1982), 351-366

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aceptado este estilo de vida para alcanzar la verdadera libertad que nace d~ vivir el Evangelio: "H~ ingresado en la vida reli­giosa no por evasión ni para hacerme esclava, sino para encon­trar el desarrollo completo de algo que no me había proporcio­nado la vida en el mundo más qu{! como aspiración: la verda­dera libertad, que viene de Clisio Jesús y me permite llegar a ser del todo lo que aspiro yo ser: la sierva del Señor en el amor a mis hermanos los hombres" 1. Esta experiencia de libertad que nace de la vida consagrada se constata en los mismos textos litúrgicos, como fruto d~ seguir a Cristo por la senda de los consejos evangélicos: " ... concede una vida en comunión fra­terna y en libertad de espíritu a 'cuantos se han propuesto seguir con alegría a tu Hijo ... " 2,

Este ideal de libertad queda difuminado ante la dura realidad de la vida. En efecto, ¿cómo hablar de un programa de libertad y realización personal ante personas que están sometidas a un horario agotador de la mañana a la tarde, con escasas posibili­dades para una oración tranquila y sin tiempo matelial para el cultivo de sus capacidades personales? El problema se agudiza cuando los religiosos tienen que realizar trabajos sin entusiasmo e ilusión, ya qu~ los están ejerciendo por la simple lógica de tapar agujeros; su puesto estaría mejor en otra parte donde es­tarían más centrados, contentos y al mismo tiempo desarrolla­rían mejor sus cualidades personales. Pero ante la escasez de personal tienen que renunciar a todo aquello para llevar a cabo empresas en las que se ha embar'cado la comunidad o provincia religiosa.

¿Cómo hablar de proyecto de libertad en una comunidad donde no está presente el amor concreto y la aceptación de per­sonas? Es difícil la conquista de la libertad en un clima de ren­cillas y envidias personales, donde cada uno va a lo suyo sin preocuparse por el que está al lado, donde lo importante es la eficacia en el trabajo sin prestar atención a lo más fundamental de la consagración religiosa, porque se considera que lo único válido ~s el trabajo de la jornada para ganarse el sustento de cada día como cualquier obrero. Ciertamente, la comunidad re­ligiosa no puede ser un club de ociosos, de personas que no

1 Testimonio citado por J.-M.-R. TILLARD, Religiosos: un camino de Evangelio, Madrid, Instituto Teológico de Vida Religiosa, 1975, p. 89.

2 Misal Romano, Barcelona, Coeditores Litúrgicos, 1980', p. 843.

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tienen una tarea qu~ desempeñar en su vida, pero el trabajo no justifica de un modo exclusivo la vida del religioso, hay algo más.

1. El seguimiento de Cristo: camino de libertad

El religioso se ha propuesto seguir a Cristo por el camino de los consejos evangélicos, que no es otra cosa sino repetir en su vida los rasgos de la vida de Jesús. Este deseo es la inten­ción que movía su corazón a la hora de optar por la vida re­ligiosa. El camino de Oisto es un camino de libertad. Esto no significa hacer cada uno lo que quiera, lo que el instinto o el capricho le inspire. La libertad de Jesús se realiza en la búsque­da sin descanso del designio de Dios sobre su vida. El Cristo de los Evangelios "es libre porque, habiendo penetrado el sentido de su misión, se da a ella en totalidad, llevando su entrega hasta el fin. Nada le detiene ,cuando se trata de decir sí a cuanto se encuentra en 'la recta de su vocación mesiánica o de optar por lo que se le presenta como voluntad del Padre" 3. El Padre es el centro de su vida y su mensaje, el programa de toda su exis­tencia. No como algo obsesionante, amenazador y opresor, sino como la clave liberadora de todos los poderes opresores de este mundo.

La libertad de Jesús viene dada también por la presencia del Espíritu en su vida y en su misión. "Jesús es libre viviendo como un peregrino conducido por el Espíritu, como un desarrai­gado que pretende arraigar las semillas del Reino en todas par­tes. Jesús no se casa, se emancipa de su familia (Mc 3,31-35), no quiere enrrolarse en ninguna tarea política o religiosa (Jn 6,15; 4,20-24), no quiere vivir preocupado por la comida o el vestido (Mt 6,25-33), ni agobiado por el transcurso del tiempo (Mt 6,34), ni atado al dinero (Mt 6,19-21)" 4.

Jesús es un hombre libre porque no busca su propia libertad, sino la libertad de los demás por medio del servicio desintere­sado y la entrega de su vida como signo de amistad. La solida­ridad con los más pobres le lleva a tomar la condición de es­clavo pasando como un hombre cualquiera (Ef 2,5-8) Y desde

3 J.-M.-R. TlILARD, o. e., p. 93. 4 J.-C. R. GARCfA PAREDES, Religiosos Ubres. Un programa de liberación para

hoy, ((Vida Religiosa», 42 (1977), p. 197.

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esta solidaridad llama a los hombres a una esperanza que se actualiza en hechos concretos: liberación del pecado (Mt 9,26; Luc 7,48; Jn 8,34-36), de los espíritus inmundos (Mt 8,16,28-34), de la enfermedad (Mt 8,2-4), de la muerte (Mt 9,25).

La libertad que proclama Jesús no se realiza en el más allá, sino que empieza en esta vida con las realidades que se ama­san entre los hombres. La experiencia de libertad no empieza en un "reino celeste" en el peor de los sentidos, sino aquí y aho­ra, en este mundo en el que nos movemos. Esta "libertad no la garantizan las coronas, los absolutismos y las dictaduras -cual­quiera que sea la persona que ostenta estos poderes-, sino la enajenación, la solidaridad ~n los débiles, la dignificación de los pobres, en una palabra, el amor" 5.

La contemplación del misterio de Jesús, hombre libre frente a todos los poderes de este mundo, nos hace intuir que todo aquel que sigue sus pasos camina en la libertad y hacia la liber­tad. Jesús es el hombre libre y contagia libertad a todos aque­Uos que viven en su compañía: sus seguidores. En efecto, bas­taría acercarse a los grandes Fundadores de las Ordenes reli­giosas para constatar que el descubrimiento de la persona de Jesús y la aceptación como lo único necesario les ha llevado a la libertad del Evangelio, no a la esclavitud de leyes minuciosas y prohibiciones. Es interesante que las primeras personas, sus­citadas por el Espíritu para formar una nueva familia en la Iglesia, han visto en su vocación religiosa una llamada a la li­bertad. No voy a señalar toda la tradición de la Vida Religiosa para confirmar esta afirmación, pero sí voy a indicar dos tes­tigos: Francisco de Asís y Teresa de Jesús.

Francisco de Asís fue un hombre libre en todos sus gestos y palabras. De la lectura de los escritos franciscanos se saca la conclusión que el hombre ha alcanzado el mayor grado de liber­tad a través del amor, la senciUez, la pobreza y la humildad. En cuanto al proyecto de vida religiosa Francisco desea el máximo de libertad y el mínimo de ley, más evangelio y menos organi­zación: "Hermanos míos, queridos hermanos míos, el Señor me invitó a seguir el camino de la humildad y me mostró la senda de la simplicidad. No quiero que me habléis de otra Regla. Ni

5 J. MOLTMANN, Esperanza y planificación del futuro, Salamanca, Sigueme, 1971, p. 317.

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de San Agustín, ni de San Benito, ni de San Bernardo. El Señor me comunicó que deseaba hacer de mí una nueva clase de loco en el mundo y no desea llevarnos por otro camino que no sea el de esta sabiduría" 6. Para el "Poverello" lo esencial es Cristo y el Evangelio y esta opción radical le lleva a prescindir de lo superfluo y accesorio. Si Francisco se enamora de la Dama Po­breza es para seguir a Cristo pobre y así saborear el señorío de toda la creación. A la luz de esta libertad dada y conquistada se descubre el papel que juega el Espíritu Santo que es el ver­dadero General de la Orden, el respeto a las personas, la exhor­tación a no juzgarlas, etc. En las relaciones humanas se impone el amor y la bondad como única alternativa para crear una nueva sociedad. Ante la violencia y la injusticia de un consejo que es puro Evangelio: "ama a los que te hacen estas cosas y ni siquiera recabes de ellos que sean mejores cristianos ... ; que jamás se aparte de ti sin tu misericordia, si la hubiere pe­dido, y si no te la pidiere, ruégale tú que te la pida. Y si mil veces volviere a comparecer en tu presencia, ámale más que a mí. .. y ten siempre compasión de los tales" 7. La expresión de la libertad llega a su cumbre en la leyenda de la verdadera y perfecta alegría. La aceptación del dolor, el sufrimiento, el rechazo, todo lo que es negativo en la vida del hombre, con alegría y amor introduce al creyente en la participación del Cristo Crucificado, experiencia máxima de libertad: "si noso­tros sufrimos esto pacientemente y con alegría y amor, en eso está la verdadera alegría, la auténtica virtud y la salvación del alma" 8. El Hermano de Asís ha pasado a la historia de la Vida Religiosa como prototipo de hombre libre y contagiador de libertad a todos los que se han acercado a su vida y obra.

Para Teresa de Jesús la vida religiosa es un proyecto de libertad. El estilo nuevo que intuye Santa Teresa se fundamenta en la opción radical por la persona de Jesús, fuente de toda libertad. "Aquí digo está el todo, porque abrazándonos con solo el Criador y no se nos dando nada por todo lo criado ... ¿Pensáis, hermanas, que es poco bien procurar este bien de

6 Leyenda Perusiana, 114, citado por L. BOFF, San Francisco de Asís: ternura y vigor, Santander, Sal Terrae, 1982, p. 146s.

7 Carta a cierto ministro, «Escritos completos de San Franoisoo de Asís», Ma­drid, BAO, 1945, pp. 59-60, citado por L. BOFF, O. c., p. 149.

8 Florecillas VII, citado por L. BOFF, O. O., p. 149.

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darnos todas al Todo sin hacernos partes? En él están todos los bienes, como digo, y por eso demos muchas gradas al Se­ñor, que nos juntó aquí adonde no se trata de otra cosa sino de esto" 9. Desde esta experiencia Teresa proclama la libertad cris­tiana de todos sus seguidores como fruto de la profesión de los consejos evangélicos:

"No os espantaréis, hermanas, de lo mucho que he puesto en este libro para que procuréis esta libertad. ¿No es linda cosa una pobre monjita de San José que pueda llegar a señorear toda la tierra y elementos?" (CE 31,2). "Libres quiere Dios a sus esposas asidas a sólo El" (Cta. 424,11).

Si el ideal de vida religiosa es un programa de libertad, la pedagogía teresiana discurre por los mismos caminos. Teresa educa desde su propia experiencia y lo que transmite es una vida más que unos principios abstractos. Ella ha descubierto la cercanía, la compañía de la persona de Jesús y desde esta vi­venda liberadora forma a los que pretenden seguir su misma trayectoria. Su pedagogía llena de humanismo, suavidad y com­prensión nace de la libertad que ella misma ha vivido con Jesús, el único Maestro 10.

El sendero de libertad trazado por Francisco y Teresa, lo mismo que todos los Fundadores, no ha estado exento de di­ficultades y contratiempos con la Iglesia institucional. Los pri­meros iniciadores de la vida religiosa han sentido la incom­prensión, el rechazo y el conflicto en su propia carne. Todas estas situaciones vienen provocadas por la novedad del carisma que trata de abrirse paso frente a unas instituciones que ahoga­ban y sofocaban el Evangelio. La posición de estos hombres y mujeres que querían vivir de un modo nuevo la vida religiosa se sitúa entre la sumisión y la rebeldía, entre la aceptación y el rompimiento hacia formas nuevas. Un camino difícil porque sentían que la voz de Dios les empujaba y por otro lado los jerarcas y teólogos no veían con claridad esta nueva andadura 11.

9 CE, 12,1. l. Cfr. M. HERRAIZ, Santa Teresa, educadora, «Vida Religiosa», 52 (1982), 102·111. " Cfr. A. GUERRA, Carisma e institución, «Vida Religiosa)), 52 (1982), 112·123.

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2. Consejos evangélicos y libertad

Las dos figuras que acabamos de e:x'poner son unos mode­los de cómo la vida religiosa en los Fundadores ha sido un proyecto evangélico de libertad. El recorrido podía haber sido más extenso, pero es imposible debido a los límites de nuestro trabajo. El acercamiento a los primeros pioneros de las familias religiosas nos hace respirar a pleno pulmón el clima evangélico esperanzador e ilusionado que vivían. El carisma estaba en toda su frescura yes natural que el ambiente de libertad apa­rezca con nitidez. Con el tiempo este carisma se instituciona­liza y viene el desgaste, la monotonía y el aburrimiento. ¿La vida religiosa de nuestros días se puede decir que respira liber­tad? ¿No es verdad que a veces nuestros votos dejan traslucir una sensación de egoísmo, comodidad, aburguesamiento, ins­talación, ambición a distintos niveles? Analizando nuestro co­razón ¿no es cierto que observamos la ausencia de pasión por la persona de Jesús, fuente de toda libertad? El trato con per­sonas que llevan largos años en la vida religiosa ¿no nos hace preguntarnos hasta qué punto los consejos evangélicos son des­humanizantes, alienantes más que liberadores? No lo podemos negar. La historia es clara en este sentido y todos conocemos casos concretos. La actividad humana es ambigua y 10 que para unos puede ser energía liberadora y causa de maduración, para otros origina esclavitud y egoísmo. Si para algunos el vivir religioso ha sido un fracaso y una frustración, para otros (más numerosos y escondidos en el anonimato) ha sido un surtidor de humanismo, plenitud, aceptación personal y camino de es­peranza que ensancha las dimensiones más profundas del ser humano.

Los votos han conseguido esta liberación al situar al reli­gioso frente al no-placer, no-posesión y no-poder, pilares en los que no se fundamenta nuestro mundo y arroyos en los que no apaga su sed nuestra sociedad. Por eso, el religioso de hoy, al vivir su consagración, "proclama no tanto con las palabras cuanto con su persona y su vida -y frente a la sed de rique­zas, de satisfacciones y de poder- la fe en Aquel que puede

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llenar las más profundas aspiraciones del hombre" 12. Esta vi­sión de la profesión religiosa nos hace rechazar aquella pers­pectiva de la vida religiosa centrada en el ascetismo, en 10 mor­tificante, en lo negativo. Esto es propio de una visión morali­zante de la vida 'cristiana. El camino de los consejos evangé­licos es positivo con amplios horizontes que liberan, construyen y nutren a la persona porque la amistad con Jesús de Nazaret, núcleo básico de su origen, despliega la existencia y la llena de todo lo humano. Sólo partiendo de este punto se puede ha­blar de libertad, de lo contrario nos encontraremos con estruc­turas viejas o nuevas, pero estructuras, y por lo tanto parali­zantes y alienantes; sólo desde esta experiencia la vida religiosa no aparecerá ante el mundo como un árbol viejo que no nos sirve para nada y que a la vez rompe el paisaje que contem­plamos.

n. OBEDIENCIA y LIBERTAD

Es imposible hablar de la obediencia sin existir anterior­mente unos presupuestos básicos. El camino de la obediencia se convierte en algo irresistible cuando no se dan en el grupo unas actitudes fundamentales: opción profunda de fe y un cli­ma de amor fraterno. El primero 10 hemos indicado más arri­ba: consiste en fijar los ojos en Cristo Jesús como clave para interpretar la persona humana. El segundo es el amor concreto como expresión de la autenticidad evangélica. Cuando la obe­diencia se vuelve algo negativo engendra individualismo, coac­ción, represión, frustración. Por el contrario, cuando la obe­diencia se realiza en el amor, las relaciones son espontáneas y el grupo camina hacia la madurez, la comunidad, la libertad de los hijos de Dios 13. Una autoridad ejercida en el amor per-

12 J .. M.-R. TILLARD, o. e., p. 102. La misma idea la ha expresado J.-M. CASTILLO: ((oo. sólo puede haber libertad al!! donde Cristo el Señor ha venido a constituirse en el único absoluto, en función del cual todo 10 demás queda relativizado. En la experiencia humana pasa 10 mismo: cuando se quiere de verdad a alguien, todo 10 demás pasa a segundo término y pierde importancia, incluso hasta la propia vida, como lo atestiguan en la literatura y el arte los eternos mitos del amor que es más fuerte que la muerte)). Una espiritualidad a la altura de los tiempos, ((Pro­yección)), 19 (1972), 37.

13 El Nuevo Breviario expresa la relación entre libertad y amor en un himno de la Hora intermedia:

((Sólo desde el amor la libertad germina, sólo desde la fe van crecléndole alas.))

Liturgia de las Horas, III, Barcelona, Coedltores IJtúrgicos, 1981, p. 655.

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sonal y una obediencia como exepresión de amor fraterno es el ideal para no caer en las antinomias, ¡as estridencias y las ten­siones que plantea la autoridad y la obediencia. Cuando el amor entre los miembros de una comunidad está ausente no se puede hablar de obediencia evangélica, tendremos una obediencia y autoridad meramente sociológica que, en mi forma de ver, dista bastante de la obediencia religiosa. Hoy se escribe de la dis­ponibilidad del religioso 'como camino de libertad. Muchos pro­gramas se quedan en el papel porque no hay personas disponi­bles, obedientes. Esto es una triste realidad, pero nunca se ha de invocar la disponibilidad como trampa para seguir defen­diendo la obediencia ciega y para seguir manejando a los reli­giosos como piezas de ajedrez. Aquí también hemos de decir que sólo el amor es digno de fe y puede sacar a la obediencia y a la autoridad de la encrucijada en la que halla metida.

1. Aproximación a la obediencia

¿Qué significado tiene la obediencia en un mundo que bus­ca la autonomía y la libertad? ¿Se puede hablar de obediencia ante una generación que busca la realización personal como exepresión concreta de responder a Dios? La obediencia va cam­biando con el correr de los tiempos. La vida religiosa ha ido descubriendo distintas formas a través de la historia. De hecho no existe la misma perspectiva en el monaquismo que en las Ordenes Mendicantes. El contexto sociológico ha influido considerable­mente a la hora de concretar las relaciones entre superiores y súbditos. En el momento actual se detectan fenómenos que con­dicionan la mentalidad de los religiosos, hijos de un ambiente sociológico y de una cultura. Estos fenómenos pueden ser: el cambio en las relaciones familiares, la ruptura de los lazos familiares por los jóvenes con la consiguiente independencia en todos los sentidos, la defensa de los derechos del hombre, muy especialmente el derecho a expresar su propia opinión, la eclosión de las democracias, etc. Todas estas realidades crean un modo de ser que configura las relaciones comunitarias y el concepto de obediencia y autoridad.

Ante todo este panorama, "el principio radical de la obe­diencia cristiana está fundado en el descubrimiento y acepta­ción de la voluntad de Dios que se revela en Cristo como fuen-

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te de sentido y poder de libertad para los hombres. Para es­cuchar esa voluntad y realizarla el religioso ha decidido unirse en comunión de vida con otros hombres, sus hermanos" 14. Por­que el religioso ha intuido y experimentado que en las manos de Dios y en su plan salvífico encuentra la libertad y la reali­zación, por eso se entrega a la búsqueda del querer de Dios en una fraternidad. A partir de este descubrimiento, el cristiano quiere seguir las huellas de Jesús que fue el hombre que aceptó la voluntad del Padre como actitud fundamental de su vida.

2. Mediaciones de libertad

La importancia de la teología de las mediaciones es clave. para la interpretación de la Historia de la Salvación. A partir de este concepto puede explicarse toda la teología con base antropológica. "Sólo la Mediación rectamente entendida, logra ofrecernos una visión integrada en la que Dios, el Espíritu, se hacen presentes en la visibilidad, el signo -elevados a catego­ría de mediación-- son la manifestación de la presencia del Espíritu, de la salvación graciosa, del Dios presente que sal­va" 15, De este modo la corporeidad, la visibilidad, el signo, son el vehículo ordinario que Dios emplea para comunicarse con el hombre y éste tiene que abrirse a estas realidades mediado­ras si no quiere quedarse clausurado ante el misterio. He aquí las mediaciones más significativas: a través de la Escritura Dios se nos ha revelado en forma humana, como palabra humana; Cristo es el único mediador entre Dios y los hombres, la Igle­sia es la continuadora de Cristo en la historia y por 10 tanto mediadora de la salvación; los sacramentos son mediaciones de vida entre Dios y el hombre; el hermano como sacramento de Dios y revelador de su rostro ...

Descendiendo a la vida religiosa y más en concreto a la obediencia se puede afirmar que este consejo evangélico tiene que abrirse a unas perspectivas más amplias, no puede quedar reducido únicamente a los mandatos inmediatos de un superior.

a. La primera actitud de obediencia sería a la persona de

14 X. PlKAZA, Esquema teológico de la vida religiosa, Salamanca, Sígueme, 1978, p. 168.

15 L. GUTIÉRREZ VEGA, La obediencia religiosa desde la teología de las mediacio­nes, «Vida Religiosa», 42 (1977) ,p. 455.

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Cristo en su Humanidad glorificada 'Como lugar único de acce­so a Dios. Esta Humanidad se hace visible en su Cuerpo, que es la Iglesia. La obediencia a Cristo se concretiza en obediencia a la Iglesia como lugar de encuentro entre Dios y el hombre y hogar donde se gesta y genera la fe.

b. Dentro de la Iglesia, como mediación, aparece la Vida Religiosa como un carisma ofrecido por el Espíritu. El Funda­dor es un modo concreto de seguir a Cristo y vivir el misterio de la Iglesia. Los religiosos de un instituto se han comprome­tido a seguir este proyecto de vida por medio de la profesión.

c. Las Constituciones como forma concreta de seguimien­to de Cristo. Merece una palabra más amplia el explicar esta mediación. Todos sabemos las idas y venidas de Decretos Ca­pitulares, Constituciones, etc., en estos últimos años. No se ha­bía asimilado la legislación anterior y aparecían de nuevo otras leyes. Ante las Nuevas Constituciones hay mucha indiferencia, muchos religiosos las recibirán como un documento más, sin mayor trascendencia. Se necesita redescubrir el significado y la tarea de la nueva legislación. Las Constituciones de una fa­milia religiosa no es un tranquilizador de la conciencia, de tal manera que el que las cumple se puede quedar satisfecho y contento. De ningún modo puede interpretarse así; sería un fariseo quien tuviera esta motivación. Las leyes de un instituto religioso deben ser un memorial ,que nos está recordando el ideal de vida que hemos escogido voluntariamente y que para nosotros es un camino de libertad y realización personal en la Iglesia de hoy. Por eso el cumplimiento de las leyes no tiene que llevar a los individuos a la inflexibilidad, la incomprensión y la lucha. Lo importante no es 'cumplir al pie de la letra los textos que se ofrecen, sino escuchar la llamada del Señor que late en esos mismos textos. Las Constituciones "son medios para oír la voz del Espíritu, voz que no se encuentra encade­nada a ningún elemento humano ... No lo encadenan, describen actitudes en las que la percepción del Espíritu puede ser más nítida, menos engañosa. De ahí que las Constituciones indiquen un proyecto d~ vida. Describen las líneas más salientes que construyen un proyecto de vida en seguimiento de Jesús. En-

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tonces esos textos sirven como reveladores, como catalizadores de una expeliencia, no como objetos de imitación" 16.

d. Los Superiores (General, Provincial y Local) como me­diaciones para seguir el camino de ¡os consejos evangélicos. Durante muchos siglos el superior ha sido el representante de Dios. Hoy la autoridad se halla al servicio de la comunión y la unidad de la fraternidad religiosa. "De tal suerte, el Supe­rior será discípulo con los discípulos, hermano con los herma­nos, madre y padre de todos y siervo suyo, según el ejemplo del Señor, que no vino a ser servido, sino a servir" 17. Un hom­bre de este talante hace brotar la confianza, la comprensión y la libertad. En una reunión de Superiores Mayores para el es­tudio de la figura del Superior se citó un texto de San Francis­co que resume de un modo conciso la tarea de mediación de la autoridad en la vida religiosa: "Yo reconoceré si tú amas al Señor en esto: si hubiere algún fraile que llegase a pecar cuanto pecar se pueda, y que tras haber visto tus ojos, no se marcha ... y si llegase a comparecer ante tus ojos mil veces, ámalo más que a mí, a fin de que lo puedas conquistar para el Señor. Te ruego que tengas siempre compasión de tales frai­les" 18, Es posible que estas palabras suenen a un angelismo trasnochado, pero el situar la autoridad a un nivel de organi­zación y 'competencia puede convertir a los superiores en meros ejecutivos. La autoridad religiosa está mejor situada en la aper­tura al diálogo, en la escucha, comprensión y animación más que en la línea de programación de tareas y trabajos. Estas competencias son de toda la comunidad y de todos los miem­bros que forman el grupo comunitalio.

Todas estas mediaciones no son un freno a la responsabi­lidad y a la espontaneidad, sino que son el cauce de un compro­miso maduro en favor del Reino de Dios, una garantía para adquirir la libertad de espíritu y una superación de los capri­chos personales.

16 M.-A. ASIAIN, S610 es posible la obediencia desde la esperanza, «Conferll, 21 (1982), p. 331.

17 La figura del superior local, «Vida Religiosa. Boletín informativo», 53 (1982), P. 43.

1. Citado en lb., p. 46.

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3. Libertad e institución

Nadie niega que la institución sea necesaria para cualquier grupo humano y por 10 tanto para la comunidad religiosa. El proyecto de vida evangélica sería un sueño si no se encarnara en unas normas concretas, si no se institucionalizara en el m(}­jor sentido ds: la palabra. Es imprescindible que el grupo se ponga de acuerdo en los tiempos de oración comunitaria, en las tareas comunes que se van a realizar, en la vivencia con­creta del carisma del Fundador en el momento presente, en cómo llevar a cabo hoy un estilo sencillo y pobre, etc. La vida comunitm1a que no descienda a la realidad para ser institucio­nalizada no tiene futuro.

Hace unos años tenía una importancia capital la institución, había que salvarla a pesar de todo. Los últimos capítulos han dado un relieve mayor al espíritu, la espontaneidad, la liber­tad y la creatividad. No se ha solucionado todo. Hoy la vida religiosa necesita reconciliar la ~etra y el espíritu, el carisma y la institución, la libertad y la creatividad con la programa­ción 19.

Si defendemos cierta estructuración y programación es para que estas realidades estén al servicio de la vida, no para que la sofoquen; la institución no es un valor en sí misma, sino que está en función de la libertad. Por eso toda institucionaliza­ción tiene que garantizar la salvaguarda de los valores esencia­les y esta tarea se tiene que llevar a cabo con un mínimo de leyes, pocas normas, pero esenciales. Además, ~a institución ha de ser adaptable a los lugares y a los tiempos, teniendo en cuen­ta que las normas son medios y no fines !para encarnar el pro­yecto religioso. Si no es así la institución se convierte en alie­nante, en una gran máquina que resulta difícil mover y que asfixia a la persona, cuando tiene que ser lo contrario: una ayuda para que las personas vivan con mayor plenitud la vida reli­giosa. Por eso es imprescindible tener ideas claras de lo que constituye las líneas esenciales de la vida consagrada y lo que es relativo y cambiante con el correr de la historia.

19 Cfr. J.·M.·R. TILLARD, o. c., PP. 135·138.

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4. Realización personal y obediencia

En la conciencia de todo hombre existe un deseo íntimo de realización personal como vía de acceso a la libertad. En los religiosos, especialmente en la generación joven, este anhelo se hace más acuciante. La vida de consagración no puede ser otra cosa sino la posibilidad de realizarse dentro de unos cauces evangélicos que a veces no coinciden exactamente con los cri­terios d~ nuestra sociedad, criterios formulados dentro de la eficacia y el rendimiento. Según esta mentalidad moderna el hombre realizado es aquel que ha desarrollado todos sus talen­tos y virtualidades. Por eso, la profesionalización y la especiali­zación están adquiriendo la máxima actualidad. Este modelo de realización tiene sus inconvenientes y dificultades. ¿Qué ha­cemos con un religioso enfermo en la flor de la vida? ¿Qué sentido tiene el fracaso en un campo del apostolado? ¿Cómo enjuiciar a tantos religiosos que han sacrificado sus habilidades personales en favor de una congregación religiosa? ¿Cómo juz­gar la marginación de las personas de un grupo humano, aunque éste se llame comunidad religiosa? Las preguntas que se podrían formular serían intenninables, pero se podrían reducir a ésta: ¿qué lugar tiene la cruz dentro de la realización personal, la obediencia y la libertad? Para muchos la única alternativa vá­lida ha sido el abandono de la vida religiosa y la búsqueda de nuevos derroteros para poder rehacer su existencia, un tanto deshilachada por las contrariedades. Para otros, la solución ha sido la amargura y el derrotismo; el encuentro con estas perso­nas rezuma pesimismo y calamidad; se han refugiado en un con­servadurismo como recinto de seguridad y paz. La respuesta a todos estos interrogantes nos la ofrece L. Boff en uno de sus libros, es una palabra clara, iluminadora y realista: "el camino hacia la realización personal es el que estamos ahora recorrien­do y viviendo como jornada de cada día... en nuestro camino está todo, y hay que enfrentarse con todo: con la vida y con la muerte,con la salud y con la enfermedad, con el trabajo y con la oración, con las cosas todas. No es menester abandonar el camino elegido. Ni debemos hacerlo. En caso contrario no

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tenemos ya camino; no podemos llegar a ninguna parte" 20. La solución es demasiado simplista y llena de candidez hasta la saciedad; sin embargo, este es el mejor servicio que puede ofre­cer el religioso en el momento actual: descubrir y hacer descu­brir a los demás la presencia de Dios incluso en las situaciones más absurdas; el hombre moderno espera de nosotros no tanto el pan material que sacia y deja tranquilo el estómago, sino el des'cubrimiento de un pan esencial que llena las entrañas más íntimas de la existencia humana. Aquí es donde el religioso se juega el papel de su identidad y esta tarea no puede ser suplan­tada por ninguna sociedad humana. La persona consagrada pue­de ser marginada de la enseñanza, de la asistencia sanitaria, de tantos trabajos que han sido asumidos por el Estado y que hace muy pocos años estaban en manos de los religiosos, pero ofrecer hoy a nuestros hermanos los hombres el significado y el sentido de Dios, el convivir con el dolor de Dios en el mundo y la luz que despide la cruz de Cristo es fruto de una experiencia gra­tuita que el religioso está llamado a dar en el momento presente.

Lo que hemos dicho anteriormente nos lleva a la conclu­sión que la realización personal no consiste tanto en la expli­citación de las 'capacidades humanas, en el hacer y saber, sino en el enfrentarse con la vida tal como se nos ha sido ofrecida. Lo primero nos puede evadir de la vida y caer en un indivi­dualismo. Lo segundo alimenta .Y alumbra todo lo que el hom­bre trae entre sus manos en el quehacer diario y le da capaci­dad para enfrentarse con todas las situaciones, incluso las si­tuaciones limites, con una sabiduría que no es propia de este mundo. "La vida, sin duda, nos presentará dificultades, situa­ciones de crisis interior y exterior, dándonos siempre la opor­tunidad de un mayor crecimiento. Saber aprovechar -lo cual está en nuestras manos- la riqueza de todos estos momentos de la vida para crecer en nuestra identidad, en nuestra capaci­dad de aceptación y de acogida de 10 diferente a nosotros mis­mos: ahí reside la realización personal" 21. Esto no es confor-

20 L. BOFF, Testigos de Dios en el corazón del mundo, Madl'id, Instituto Teoló· gico de Vida Religiosa, 1977, p. 181s.

" In., p. 190. «La libertad empieza, paradójicamente, por la aceptación de las Ilmitaciones del propio ser y del propio existir, de otro modo nadie se realiza libremente. El pez sólo puede ser libre en el agua, si acepta su vivir·en·el·agua, la carrasca sólo es libre arraigada y el caballo es libre cuando tiene toda la pam· pa por delante. La carrasca, el pez y el caballo son solamente analoglas de liber­tad. La libertad, realmente, es algo humano. La libertad debe ser, para el hombre, aquella dirección de la vida por la cual desde los condicionamientos inevitables,

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mismo y evasión de la vida, sino realismo cristiano que es cons­ciente que en la cruz de Cristo está la realización del hombre y el principio de la libertad. Sólo el que acepta el desafío del Evangelio de dar la vida y morir para dar fruto (Jn 12,24-26), sólo el que tiene la valentía de perder la vida para ganarla (Le 9,24) ha negado a la entraña auténtica del vivir cristiano. Así lo han entendido los modelos de vida religiosa que antes hemos expuesto. Francisco de Asís en las Florecillas describe que la perfecta alegría, la perfecta libertad, se encuentra en ser recha­zado, en el vaCÍo completo, teniendo como único apoyo a Dios. Santa Teresa pone el ideal de su vida en el Cristo Crucificado: " ... pues no han de ser nuestros deseos descansar, sino pade­cer, por imitar algo a nuestro verdadero Esposo" (F 28,43). Este fue su programa educativo, lleno de realismo y plenitud evangélica que transmitió a los que se educaron en su escuela, como camino hacia la libertad de todos y de todo. De aquÍ sur­gieron personas que estaban dispuestas a afrontar toda clase de contrariedades y que fueron arquetipos de fortaleza cristiana. No en vano la vida religiosa asumió toda la espiritualidad mar­tirial de los primeros tiempos de la Iglesia y le dio una nueva formulación.

Conclusión

La obediencia no se inscribe en la aceptación de un supe­rior, normas y estructuras. Es mucho más amplio su radio de acción y su influjo más profundo: es escuchar la palabra seduc­tora de un Dios que se hace presente en mi vida y en cada si­tuación que se me ha ofrecido. De este modo ¡a obediencia es señorío y libertad que madura y hace crecer en una búsqueda permanente. Es la fuente de todo humanismo cristiano.

se realiza como persona». J.·M. BALLARfN MONSET, Retrato robot de un santo del siglo XX, «Communio», 3 (1981), p. 633.