oa.upm.esoa.upm.es/56487/1/territorio_rural_escenarios.pdf · claro, esto es lo mismo que cuando...

14

Upload: others

Post on 19-Apr-2020

3 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: oa.upm.esoa.upm.es/56487/1/Territorio_rural_escenarios.pdf · Claro, esto es lo mismo que cuando María Antonieta decide hacerse "una aldea" en Versalles, con sus cabañitas, el río,
Page 2: oa.upm.esoa.upm.es/56487/1/Territorio_rural_escenarios.pdf · Claro, esto es lo mismo que cuando María Antonieta decide hacerse "una aldea" en Versalles, con sus cabañitas, el río,
Page 3: oa.upm.esoa.upm.es/56487/1/Territorio_rural_escenarios.pdf · Claro, esto es lo mismo que cuando María Antonieta decide hacerse "una aldea" en Versalles, con sus cabañitas, el río,
Page 4: oa.upm.esoa.upm.es/56487/1/Territorio_rural_escenarios.pdf · Claro, esto es lo mismo que cuando María Antonieta decide hacerse "una aldea" en Versalles, con sus cabañitas, el río,
Page 5: oa.upm.esoa.upm.es/56487/1/Territorio_rural_escenarios.pdf · Claro, esto es lo mismo que cuando María Antonieta decide hacerse "una aldea" en Versalles, con sus cabañitas, el río,

1 A L L E R 3

Cuando se propuso que me encargara de esta charla, tenía la posibilidad, entre otros, de dos planteamientos bastante diferentes. O bien explicar cualquiera de las investigaciones que, acerca de la cuestión había realizado o estaba en curso de realización; es decir, dis­currir por una camino científico y, ciertamen­te, con escasas posibilidades de contestación (¿diálogo, confrontación?), como no fuera por parte de personas muy concretas y directa­mente implicadas en el tema. O por el contra­rio, sumergirme en el mundo mucho más res­baladizo de las hipótesis sin confirmar, de las ideas sin desarrollar, y de la refutación dialéc­tica de los tópicos. Dadas las características del foro en el que iba a ser expuesta no lo dudé: era necesario el riesgo del segundo camino si se pretendía darle una cierta anima­ción y participación al taller.Si algo está cambiando a velocidad vertigi­nosa, aunque desde la perspectiva de las ciudades no lo parezca, es el llamado mundo rural. Probablemente se trata de un fenómeno del que todavía no nos encontra­mos a suficiente distancia como para realizar análisis medianamente fiables del mismo. Además, su escala se aleja de tal manera de la formas de ver el territorio que tiene el pla­neamiento, que los profesionales nos encon­tramos con evidentes dificultades a la hora de abordar su estudio con el objetivo de la intervención, bien se trate de la propuesta del ensanche de una población o de la con­servación de un determinado paraje natural.Y es que, así como en el mundo urbano, el profesional cuenta con las herramientas, las ¡deas y los objetivos, en el mundo rural, en general, se le escapan.Puesto que se habla de territorio rural, pri­mero deberíamos ponernos de acuerdo sobre cuál es el objeto de nuestros intereses.Habría que diferenciar el llamado territorio urbano, el rural e, incluso, una tercera cate­goría ¡el medio natural!. Tradicionalmente, desde el célebre artículo de Louis Wirth titu­lado "El urbanismo como forma de vida", publicado en la Revista Americana de Sociología, en 1938, la distinción entre lo

El territorio rural, dos escenarios posibles y un apéndice sostenible

rural y lo urbano se ha venido basando, esencialmente, en indicadores sociales. Esdecir, que ha hipótesis de diferenciación se refiere esencialmente al modo de vida. Se han utilizado otros, sobre todo el tamaño yel tipo de actividad, aunque con escaso acuerdo entre los diferentes autores. Tres de los indicadores más importantes que atien- den al modo de vida, se refieren a las rela­ciones, y son: la superficialidad, el anónima- to y el carácter transitorio de las relaciones urbanas. Se supone, por tanto, dada la dia­léctica en la que se ha movido tradicional­mente el binomio mundo rural-mundo urba­no, que la vecindad, el conocimiento perso­nal y las relaciones permanentes (incluso a través de generaciones) son características propias del mundo rural. Puede leerse en este artículo1:"Los lazos de parentesco y vecindad, y los sentimientos forjados durante generaciones de vida en común, de acuerdo con una tra­dición popular, probablemente falten -o, en el mejor de los casos, sean débiles- en una agrupación humana cuyos miembros sean de orígenes, antecedentes y niveles educativos tan distintos, como los que se dan en la ciu­dad. En tales circunstancias los mecanismos de la competencia y del control formal susti­tuyen a los vínculos de solidaridad que se establecen en una sociedad tradicional para mantenerla cohesionada".En el fondo, subyacen las teorías russonianas sobre el "buen salvaje". En el año 1539, fray

347

José Far iña TojoE S P A Ñ A

El territorio rural

1 L. Wirth: "Urbanism as a way of life", Am. Journ. Sociol., 44, 1938, pág. 11. Un buen resumen del artículo puede encontrarse en la obra de Reissman, L.: The urban process, traducida al castellano con el nombre de El proceso urbano. Las ciudades en las sociedades industriales (Gustavo Gili, Barcelona, 1970).

2 La edición a la que hago referencia es la de Espasa Calpe publicada en 1947, que sigue directamente la edición de 1539, aunque se publicó otra en 1915 en la colección Clásicos Castellanos, con anotaciones de Matías Martínez. Imagino que, con posterioridad, se habrá reeditado, bien en esta o en otra editorial, y será relativamente sencillo el con­seguirla, ya que merece la pena su lectura.

Page 6: oa.upm.esoa.upm.es/56487/1/Territorio_rural_escenarios.pdf · Claro, esto es lo mismo que cuando María Antonieta decide hacerse "una aldea" en Versalles, con sus cabañitas, el río,

T A L L E R 3

348

Antonio de Guevara publica un libro titulado "Menosprecio de corte y alabanza de aldea", donde ya se encuentran muchas de estas ideas. Como buen montañés (nació en Treceño), fray Antonio se decanta claramente por "el buen salvaje". Así, en el capítulo V, que lleva por subtítulo "Que la vida de la aldea es más quieta y más privilegiada que la vida de la corte", puede leerse2:"No tiene poca bienaventuranza el que bive contento en la aldea; porque bive más quie­to y menos importunado, bive en provecho suyo y no en daño de otro, bive como es obligado y no como es inclinado, bive con­forme a razón y no según opinión, bive con lo que gana y no con lo que roba, bive como quien teme morir y no como quien espera siempre bivir. En la aldea no hay ven­tanas que sojuzguen tu casa, no hay gente que te dé codazos, no ay cavallos que te atropellen, no ay pajes que te griten, no ay hachas que te enceren, no hay justizias que te atemoricen, no ay señores que te prece­dan, no ay ruydos que te espanten, no ay alguaciles que te desarmen, y, lo que es mejor de todo, que no ay truhanes que te cohechen ni aun damas que te pelen.Es privilegio de aldea que para todas estas cosas aya en ella tiempo quando el tiempo es bien repartido; y paresce esto ser verdad en que ay tiempo para leer en un libro, para rezar en unas horas, para oyr missa en la iglesia, para ir a visitar los enfermos, para irse a caza a los campos, para holgarse con los amigos, para passearse por las eras, para ir a ver el ganado, para comer, si quisieren, tem­prano, para jugar un rato al triunfo, para dor­mir la siesta y aun para jugar a la ballesta."Claro, esto es lo mismo que cuando María Antonieta decide hacerse "una aldea" en Versalles, con sus cabañitas, el río, las oveji- tas, etc., mientras la Corona explotaba a los campesinos "reales". Digamos que esta es la parte "positiva" del mundo rural, o el mundo rural visto por un urbanita. Luego está el tra­bajo en el campo, con el ganado o en el

monte, la maledicencia, la superstición, la falta de libertad que produce el que todos tus actos estén fiscalizados...Todo esto no es nada más que el comienzo. Es lo que suce­día al principio: la sociedad rural como sociedad de solidaridad, y al sociedad urba­na como sociedad alienada. Para que esta sociedad de solidaridad funcionara era imprescindible que se dieran, entre otras, dos condiciones: la primera, que tuviera un tamaño adecuado para que la mayoría de sus miembros se pudieran conocer; y la segunda, que fuera una sociedad "completa" en la mayor medida posible. Es decir, que la mayor parte de las actividades pudieran rea­lizarse en el círculo cerrado de la aldea, con incursiones esporádicas a centros de mayor nivel. Si alguno de ustedes ha visto la serie de televisión "Doctor en Alaska" puede tener una ¡dea de lo que quiero decir: ochocientos y pico de habitantes, el bar, el maestro, el comercio en el que se puede encontrar de todo, el médico, etc. Mientras tanto los urba­n ítas inventaban el reloj, necesitaban poner señales de tráfico en las calles, etc. Digamos que existían dos culturas: la urbana y la tra­dicional, popular o "folk", que de todas estas formas se la ha denominado.Pero ambas formas de vida han ¡do evolu­cionando y se han trasformado bastante con el tiempo. Un dato: a principios de siglo existían en Galicia más de cien periódicos agrarios, en la actualidad se cuentan con los dedos de una mano3. Aunque sea un tópico, no por ello deja de ser verdad: la forma de vida urbana es expansiva, colonial, y en la actualidad está eliminando progresivamente en todo el mundo la forma de vida rural. Es decir, que la evolución de la forma de vida rural consiste, esencialmente, en su desapari­ción (la aldea donde transcurre la trama de la serie "Doctor en Alaska" está situada, tal y como reza el título de la misma, efectiva­mente en Alaska, a más de trescientos kiló­metros del lugar habitado más cercano, ya que de la contrario no sería creíble su exis­tencia). Sin embargo, no vaya a pensarse que

3 El dato procede del libro de J.A. Durán: Crónicas I: Agitadores, poetas, caciques, bandoleros y reformadores en Galicia, publicado por la editorial Akal en Madrid en el año 1974. En concreto, en el capítulo titulado "Prensa gallega (nomen­clátor de la periódica de Galicia 1907-1916)", y entre las páginas 326 a 352, recoge 157 fichas de prensa que denomina no urbana por editarse en aldeas y lugares de poca población. Además, si se analiza el contenido de estas fichas se verá que en una parte importante de los casos se trata de publicaciones periódicas de muy escasa tirada (alrededor de 300 ó 400 ejemplares), de temática fundamentalmente agrícola-ganadera, en una gran parte de casos portavoz de las socieda­des y hermandades de labradores, y con un ámbito de difusión generalmente parroquial (en Galicia las parroquias suelen estar formadas por un cierto número de aldeas y población dispersa), o incluso menor. En cualquier caso, se trata de un análisis todavía sin hacer y que habría que realizar cuanto antes.

Page 7: oa.upm.esoa.upm.es/56487/1/Territorio_rural_escenarios.pdf · Claro, esto es lo mismo que cuando María Antonieta decide hacerse "una aldea" en Versalles, con sus cabañitas, el río,

T A L L C R 3

la sociedad urbana no ha sufrido ninguna evolución porque no es verdad. Para acer­carnos progresivamente a los escenarios futuros que pretendo plantear es imprescin­dible ver la situación que se adivina en el estado de la vida urbana.

Una de las carencias más significativas de la ciudad ha sido, evidentemente, el contacto con la naturaleza. Este problema se ha con­cretado específicamente en una de las formas que se han inventado los urbanistas para construir la ciudad. Me estoy refiriendo al movimiento de las "ciudades jardín". Esta orientación, suficientemente conocida y utili­zada hasta la actualidad por muchos urbanis­tas, presenta algunas características que, pro­bablemente pre-figuren lo que empieza a suceder con las ciudades en los países más avanzados, que es hacia donde debemos mirar para anticipar el futuro. La primera, relativa a las bajas densidades: el lema de "las doce casas por acre", al que se referían Parker y Unwin4. En segundo lugar, la descentraliza­ción, con el objeto aparente de relacionar más directamente al urbanita con "el campo". Y, la tercera, aunque no tan específica de este movimiento: la separación de funciones (es decir, la zonificación). Estas tendencias, origi­nadas en el último cuarto del siglo pasado y comienzos del actual, llevadas al límite y deformadas convenientemente con las posibi­lidades producidas por la movilidad han dado lugar a lo que muchos autores llaman "ciudad difusa", "ciudad a trozos" o, simplemente "anti-ciudad". Se trata del último episodio de aniquilación de la cultura rural por la urbana, y no sabemos hasta que punto, la tradicional del urbanita por otra nueva cuyas consecuen­cias no sabemos todavía calibrar suficiente­mente. Hasta ahora, las ciudades se habían limitado a ocupar espacios más o menos con­centrados y, más alia de los últimos bloques o de los más lejanos suburbios, se extendía aquello que genéricamente era "el campo".En esta nueva y perversa modalidad, la ciu­dad tiende a ocuparlo todo apoyándose en las ¡nfraestructuas y basando su supervivencia en la movilidad originada por el automóvil.Son muchos los autores que, últimamente, se vienen ocupando de este fenómeno. Así,

Ramón López de Lucio en un libro publica­do por la Universidad de Valencia en 1993 y titulado Ciudad y urbanismo a finales del siglo XX, dice en las páginas 186 y ss.:"La ciudad tradicional, compacta y densa, claramente delimitada, tenía una forma pre­cisa, reconocible, como atestiguan las nume­rosas vistas generales, representaciaones perspectivas y perfiles urbanos que nos han llegado de ella.La ciudad contemporánea extendida sobre vastos territorios, compuesta de fragmentos umbilicalmente relacionados entre sí por las redes arteriales, cofundida con un campo que, a su vez, ha perdido sus connotaciones peculiares, carece de forma precisa y de límites definidos. Se entra en ella gradual­mente y a gran velocidad; a distancia su representación más fidedigna suele ser la nube tóxica que la envuelve durante el día y el resplandor amarillento-rojizo que la cubre de noche. Por su tamaño, complejidas y dis­persión es casi imposible un conocimiento de conjunto, una comprensión clara de su estructura; nos limitamos a conocer el frag­mento en el que se desarrolla nuestra vida cotidiana, los trayectos hacia nuestras ocu­paciones habituales, determinados itinerarios generales que nos conducen a nuestras esca­padas periódicas o estivales. Los sistemas de tránsito tanto privado (redes arteriales de autovías y autopistas urbanas) com público (sistemas de metro, ferrocarriles suburbanos, etc.), son de una complejidas tal que casi imposibilitan su uso si no se conocen algu­nas claves de su lógica, que siempre varían entre ciudad y ciudad".De tal forma que la tendencia que se adivina es a vivir en pequeñas comunidades residen­ciales, separadas unas de otras, todas habita­das por personas de parecidas categoría eco­nómica y social, que van a trabajar a los grandes centros especializados, compran los fines de semana en grandes hipermercados donde, además, ya pueden ir al cine, bailar en una discoteca o cenar en un restaurante italiano. La ciudad se va haciendo así a tro­zos, ocupando áreas de campo, y dejando espacios libres entre estos trozos. Pero esta progresiva rotura de la ciudad en partes

349

4 Para una mejor comprensión de este tema es altamente recomendable la lectura del libro de Unwin: Town Planning in Practice. An Introduction to the Art of Designing Cities and Suburbs, porque en el mismo se pueden analizar buena parte de los tópicos que están en el origen de las tendencias actuales. Existe una magnífica traducción en castellano, Unwin, R: La práctica del urbanismo. Una introducción al arte de proyectar ciudades y barrios, Gustavo Gili, Barcelona, 1984.

Page 8: oa.upm.esoa.upm.es/56487/1/Territorio_rural_escenarios.pdf · Claro, esto es lo mismo que cuando María Antonieta decide hacerse "una aldea" en Versalles, con sus cabañitas, el río,

pequeñas no dá lugar a espacios de solidari­dad como eran las antiguas aldeas, porque en cada trozo no se integran todas las fun­ciones vitales, si no al contrario, la separa­ción se hace cada vez mayor: entre funcio­nes, entre clases sociales, incluso entre espa­cios. Las tendencias no están todavía conso­lidadas, pero se advierte claramente una mayor fragmentación social, mucho más dura e impermeable que lo hasta ahora conocido, con la población ocupando pequeñas islas de territorio, defendidas en algunos casos incluso por cuerpos de seguri­dad propios, y con un desconocimiento y, en gran medida, desprecio, por todo aquello que no les afecte directamente. Esto no son solo palabras. En un reciente trabajo de investigación que hice con Julio Pozueta para el Ministerio de Obras Públicas, sobre la relación entre tejidos residenciales y for­mas de movilidad, en el área noroeste de Madrid, en torno a un eje de veinte kilóme­tros a lo largo de la N-VI, con más de 2.000 encuestas realizadas, se constata claramente5.Físicamente, el campo se esfuma. En el libro de Ramón López de Lucio que les citaba anteriormente puede leerse en las páginas 183 y 184:

"Ya no existe esa clara distinción paisajística y funcional entre ciudad -con sus distintos paisajes, épocas y estilos- y el campo. Este, a su vez, se disgrega en fragmentos que, de manera, azarosa, interponen separaciones mayores o menores entre las piezas urbanas. Y con frecuencia pierde su carácter primor­dial de base para las explotaciones agrícolas, hortelanas o forestales, para convertirse en baldíos semi permanentes o en depósito de detritus urbanos, cuya vocación básica pare­ce ser la de esperar que a su vez les llegue el turno para convertirse en nuevos fragmentos de ciudad"6.

Por supuesto, esto afecta también a la vida de las aldeas. Por una parte ha llegado la mecanización. Incluso determinadas labores que requieren aparatos muy especializados y costosos, como la cosecha o el rociado de insecticidas mediante avionetas, las empie­zan a realizar empresas que contratan los

propios interesados para esas labores especí­ficas, con lo que el agricultor, cada vez más se convierte en un empresario. Por otra, el automóvil ha cambiado radicalmente sus posibilidades de movilidad. Ya no compra en el pequeño comercio de la aldea, y le apete­ce cada vez menos "ir a visitar los enfermos, irse de caza a los campos, holgarse con los amigos, passearse por las eras o ir a ver el ganado" o "jugar un rato al triunfo, dormir la siesta o jugar a la ballesta", como nos decía Fray Antonio. Probablemente a menos de cincuenta kilómetros cuente con un gran hipermercado, con cines o salas de baile. Así que el concepto tradicional de aldea tam­bién se va deshaciendo y, los pueblos se van pareciendo cada vez más a las islas urbanas que comentábamos al ver la evolución que se estaba produciendo en las ciudades.Una vez planteados los tópicos, cabría pre­guntarse sobre su significado, y las repercu­siones sobre el planeamiento. Podrían resu­mirse en la frase siguiente: puesto que las diferencias entre ambos mundos se difumi- nan, los estándares requeridos por la civiliza­ción urbana, son ahora también necesarios en el mundo rural. Solo que las dificultades para alcanzarlos en el segundo caso son mucho mayores que en el primero por varias razones. En primer lugar porque, a pesar de todo, los asentamientos rurales (si es que se les puede dar este nombre) están todavía más alejados que los trozos más alejados de las ciudades. Y, además, porque todavía se man­tienen ciertos rasgos de solidaridad que las islas urbanas han eliminado por completo.

Se podría hablar, como ejemplo, del caso de la implantación del segundo ciclo de la enseñanza obligatoria, de la nueva escolari- zación española, en el mundo rural. Por una parte, y concebida la reforma de la enseñan­za desde una perspectiva urbana, la concen­tración no trae más que beneficios: las posi­bilidades de bachilleratos diferentes y de asignaturas optativas son reales, la utiliza­ción de costosos equipos audiovisuales y de máquinas y artilugios que ayuden a la ense­ñanza de calidad es rentable y se puede asu­mir, incluso la posibilidad de montar ayudas complementarias como departamentos de orientación y de actividades extraescolares.

5 Los resultados de esta investigación están publicados, José Fariña y Julio Pozueta: Tejidos residenciales y formas de movi­lidad, Departamento de Publicaciones ETSAM, Madrid, 1995.

6 López de Lucio, Ramón: Ciudad y urbanismo a finales del siglo XX, Universidad de Valencia, Valencia, 1993.

Page 9: oa.upm.esoa.upm.es/56487/1/Territorio_rural_escenarios.pdf · Claro, esto es lo mismo que cuando María Antonieta decide hacerse "una aldea" en Versalles, con sus cabañitas, el río,

T A L L £ R 3

Frente a esto, el mundo rural solo puede ofrecer la escuela unitaria, donde un único enseñante sin ninguna especialización (o tres, o cuatro), hace lo que puede con alum­nos de diferentes edades y niveles. Es evi­dente que, cuando los padres de los alum­nos de las poblaciones rurales, dicen que no quieren que la escuela se marche del pue­blo, se supone que se refieren a la escuela que he descrito en primer lugar, ya lo que lo contrario supondría una discriminación para sus hijos, que habrían de "soportar" una escuela de peor calidad. Pero esto es imposi­ble. ¿Por qué los padres de los alumnos urbanos no protestan?¿Es qué ellos no están concentrados?¿Es que los viajes en autobús de sus hijos para ir a las escuela no son en muchos casos superiores en tiempo, e inclu­so en kilómetros?. Y es que, los vínculos de solidaridad y la cohesión social que todavía exhiben la mayor parte de las aldeas, son muy importantes. Se dan cuenta de lo que supone respecto a la ruptura de estas relacio­nes, y surge la protesta. Además, en la mayor parte de los casos, las distancias son efecti­vamente mayores ya que las densidades son bastante más bajas. Se podría decir que al estar a caballo entre dos situaciones diferen­tes pretenden lo mejor de ambas. El proble­ma es que, con frecuencia, consiguen "lo peor de ambas".

En segundo lugar resulta imprescindible hablar de la ocupación del territorio. Este sentido colonialista del mundo urbano le lleva a ocupar cada vez mayor cantidad de suelo. En realidad, no se debería hablar pro­piamente de ocupación de suelo, sino de urbanización, ya que, tanto el medio natural como el mundo rural están en franca regre­sión frente al avance incontenible de la forma de vida urbana. Incluso en las socie­dades occidentales en las que la población se mantiene estancada, o incluso está en regresión, las necesidades de espacio son cada vez mayores. En vivienda, el número medio de metros cuadrados construidos por persona se ha triplicado en los últimos quin­ce años. Los estándares de equipamientos, y los propios equipamientos aumentan sin cesar. Y eso sin contar con el espacio dedi­cado a las propias comunicaciones y a los aparcamientos para automóviles.

ser escaso. Y, por tanto, deseable económi­camente. En términos de rentabilidad de suelo, y en relación con la mayor o menor urbanización del mismo, se podrían plantear dos enfoques. El primero se refiere a la ren­tabilidad a corto y a medio plazo, en que resulta obvia una relación directa entre renta y urbanización: a mayor urbanización, mayor renta. Sin embargo, la rentabilidad a largo plazo empieza a cambiar de signo. En estos momento, no de forma muy acusada, pero si perceptible, la relación entre renta y urbanización empieza a invertirse: a mayor urbanización menor rentabilidad. Esto quiere decir que la tendencia es a la ocupación "total" del territorio. No se trata ya de un reparto a tres bandas: mundo urbano, mundo rural y mundo natural; sino que la confrontación se plantea entre terreno urba­nizado y no urbanizado. Incluyendo, por supuesto, dentro de los usos del urbanizado tanto los agrícolas y ganaderos como los de ocio y, probablemente, excluyendo los fores­tales.

Este último planteamiento nos ofrece una excusa para introducirnos en la tercera parte del análisis: la progresiva sustitución de los roles tradicionales en parte del territorio. Los avances, realmente espectaculares de la agri­cultura y la ganadería, hacen que cada vez se necesite menos cantidad de suelo para conseguir alimentar a la misma población.De tal forma que, en muchos lugares, la vocación tradicional agrícola o ganadera está empezando a ser sustituida por el turis­mo, o todos aquellos servicios derivados del tiempo libre.

.‘*51

El "continuo" edificado al que se refería Vidal de la Blache, y que entendía como el conjunto de formas de asentamiento que iban desde la gran conurbac ión hasta el caserío aislado, está siendo sustituido por un "continuo" urbanizado que va, desde la cementación total del suelo a las formas antrópicas más leves del paisaje natural. Realizando un ejercicio de prospectiva, pro­pio de la planificación estratégica, y consi­derando las variables anteriores podríamos proponer dos escenarios posibles. El primero a medio plazo y el segundo a largo plazo.

* * *

Lo cierto es que la totalidad del planeta está sometida a niveles cada vez más acusados de entropización, de forma que el medio natural, más o menos "virgen", empieza a

Estamos ya en el primer escenario. Lo rural como forma de vida, ha desaparecido en el planeta. En todas partes los requerimientos de los "terrícolas" son parecidos y corres-

Page 10: oa.upm.esoa.upm.es/56487/1/Territorio_rural_escenarios.pdf · Claro, esto es lo mismo que cuando María Antonieta decide hacerse "una aldea" en Versalles, con sus cabañitas, el río,

ponden a los estándares urbanísticos más o menos consolidados. Esto significa la necesi­dad de llevar los servicios hasta el más humilde de los caseríos. Dado que, por otra parte, la ocupación del territorio es cada vez mayor, se hace necesario extenderlos hasta los lugares más remotos. Por supuesto que ya no existe problema con la natalidad, la civilización urbana la ha conseguido contro­lar, así que el total de la población mundial permanece estable, lo que no quiere decir que ese mismo número no requiera cada vez mayor cantidad de suelo para solucionar las crecientes necesidades de servicios de la civilización urbana. Las tierras "vírgenes" han desaparecido del planeta, o han queda­do reducidas a contadas reservas ante cuyas puertas se agolpan a miles las solicitudes de licencias para poder visitarlas. La ganadería ha desaparecido de los campos, y se localiza en modernos edificios. La agricultura se con­centra en áreas específicas de muy alto ren­dimiento con técnicas muy sofisticadas. El paisaje en gran parte del territorio es muy parecido al de los alrededores de las actua­les ciudades occidentales más avanzadas.

Para la elaboración del escenario a largo plazo es imprescindible hacer determinados (y arriesgados) supuestos sobre la evolución de la variable económica. El anterior escena­rio en realidad era posible debido a la inver­sión de la totalidad de los ahorros consegui­dos en la etapa actual, ya que la consecu­ción de un nivel de equipamiento tan eleva­do es sumamente costoso. Al terminarse estos ahorros, el mantenimiento de este nivel de urbanización y servicios, por una pobla­ción ya muy envejecida, se hace insosteni­ble. La vida empieza a hacerse menos con­fortable. Surgen voces sobre la necesidad de cambiar el modelo. Probablemente es ya tarde. Una gran parte del planeta se encuen­tra cementado. Los niveles de escorrentía son muy elevados y las riadas, virulentas. Riadas que, progresivamente van erosionan­do el escaso suelo que queda libre. La varie­dad en la fauna y la flora es escasa y es pre­ciso recurrir a la mutación artificial de deter­minadas plantas y animales necesarios para la subsistencia humana, con objeto de que puedan resistir las agresiones y las plagas. La evapotranspiración ha disminuido drástica­mente con cambios acusados en la humedad del ambiente y en el régimen de lluvias.

Por supuesto que se trata de ciencia-ficción. No hay ningún planteamiento científico en

la propuesta de ambos escenarios. Pero a ella nos ha llevado la simple extrapolación de las líneas de análisis realizadas en la pri­mera parte de la charla. Es casi como una novela. Pero creo que es conveniente, algu­na que otra vez, realizar este ejercicio de pensar en el futuro. Por una parte, puede servirnos como llamada de atención sobre algunas posibilidades no desdeñables. Y por otra, por la capacidad de sugerencia que, para la reflexión sobre determinadas líneas del planteamiento presenta. Sin embargo, se trata de una caricatura. Lo primero que pro­bablemente les llame la atención es que, la dicotomía que tradicionalmente se ha plan­teado entre el mundo rural y el mundo urba­no, parece desplazarse (de hecho ya lo está haciendo en los países más desarrollados) a la confrontación entre el mundo urbano y el medio natural. La progresiva industrializa­ción de los procesos productivos agrícolas.El hecho de que los medios de comunica­ción de masas llegan indistintamente al campo y a las ciudades, imponiendo sus patrones de conducta, sus necesidades de consumo, y dictando ansias y deseos, prácti­camente hasta el rincón más apartado. La cada vez mayor facilidad de transporte, tanto público como privado, que hace que las iso­cronas de una hora aumenten cada vez más su radio para todo tipo de desplazamiento, con unos precios que cada vez repercuten menos en el presupuesto personal. Todo ello hace que las diferencias entre las formas de vida de la "corte" y de la "aldea" sean cada vez menores, y que la tendencia sea a su desaparición. Por supuesto que en el momento actual esto solo se puede decir res­pecto a los países más avanzados del mundo, y con muchas cautelas y restriccio­nes. Pero se trata de una tendencia muy fuerte y muy clara.Cabría preguntarse si hay algo que se pueda hacer. O todavía más difícil, si es convenien­te hacerlo. Puesto que se trata de cuestiones personales (ya que afectan a personas), pro­bablemente habría que dejarlo en manos de los afectados. Sin embargo, y como plantea­miento ético, la colectividad no debería hacer nada al respecto: la única forma de mantener la vida rural, tal y como ahora la entendemos, sería cambiar los presupuesto de la vida urbana para que se convirtiera en otra cosa: no expansiva, no consumista, etc. O bien mantener áreas geográficas reserva­das en las cuales los aldeanos voluntarios vivirían en condiciones muy diferentes a las

Page 11: oa.upm.esoa.upm.es/56487/1/Territorio_rural_escenarios.pdf · Claro, esto es lo mismo que cuando María Antonieta decide hacerse "una aldea" en Versalles, con sus cabañitas, el río,

T A L L E R 3

de los temás "terrícolas-urbanitas". Una especie de comunas hippies de los años sesenta.

Otra cosa muy diferente es la confrontación crecientemente planteada entre el mundo urbano y el medio natural. Aquí la cuestión ya no afecta a personas y a la decisión que deban de tomar sobre su forma de vida. El problema radica en que la colectividad debe tomar conciencia de que el territorio, como el agua, como el oro, o como el aire, no es algo ilimitado. Que su uso para que cumpla una determinada misión, excluye otros alter­nativos. Además existe otro problema añadi­do y es que, algunos de estos usos, condicio­nan una utilización diferente del mismo, no solamente por la sociedad que actualmente está tomando la decisión, sino para bastantes generaciones futuras, que se encuentran con una herencia, muchas veces ¡ndeseada, pero con la que nada pueden hacer. El problema de las decisiones que el medio urbano tome sobre el medio natural, no afectan solamente a personas de "ahora", como en el caso de la forma de vida rural. En determinados casos afecta a generaciones y generaciones de personas "que vendrán". Además con una agravante. Y es que, incluso la posibilidad de mantener en un futuro lo que en la acua­lidad se entiende como mundo rural, pasa necesariamente por la permanencia del medio natural.

* * *

En la tercera parte de la charla, y vistos los planteamientos realizados en las dos partes anteriores, prodrían considerarse algunos tópicos que ya en otros lugares se han some­tido a discusión pero que, desde mi punto de vista, tiene un cierto interés recordarlos:

1 El primero se refiere a la necesidad de controlar la extensión de la urbanización. En algún sitio, alguién, debería de parar el cre­ciente consumo de suelo por habitante que se está produciendo en todo el mundo. De alguna forma deberíamos de ponernos de acuerdo sobre un límite que, probablemente estaría en el punto en que se encuentran ahora los países desarrollados. No es cierto que deba abaratarse el suelo. O por lo menos no es tan simple el objetivo de bajar los precios a toda costa. Al contrario, proba­blemente sea necesario encarecerlo. Esto no significa que no haya que resolver los pro­blemas de vivienda de las clases más desfa­vorecidas. Son problemas distintos.

Probablemente, si en lugar de hablar delsuelo habláramos del agua estaríamos másde acuerdo. Hay que garantizar que todo el mundo tendrá el agua necesaria. Pero todos los pluses de consumo de agua habría que penalizarlos fuertemente. Esto presenta pro- blemas graves y evidentes. El primero seríala determinación de "cuál sería el suelomínimo necesario". Y el segundo, por supuesto, cómo se resolvería el problema ético que se plantearía al favorecer a las per- sonas de mayor capacidad económica y, portanto, aumentar todavía más la diferenciaentre clases. Pero, claro, hablar de socializarel suelo a estas alturas...

2 En segundo lugar, habría que conseguir una mayor concentración de la población.La progresiva invasión de las periferias, apar­te de implicar un consumo energético cre­ c iente, significa también un consumo de suelo desproporcionado. En el estudio, al que ya he aludido anteriormente, realizado conjuntamente con el ingeniero de caminos Julio Pozueta, en el corredor de la N-VI en las afueras de Madrid, detectamos la multi­plicación hasta por un factor de tres en la movilidad de las áreas extensivas frente a las concentradas. Es imprescindible terminar con la propaganda ecológica, o cambiar a esta de sentido. Lo que desde hace algunos años vengo llamando la paradoja ecológica, viene viciando de raíz, desde el movimiento de la ciudad jardín, los ideales de vida de la población occidental. Las necesidades de consumo medio-ambiental son tales que ahora ya nadie se conforma con vivir en los centros históricos de las ciudades, donde en los reducidos pisos el urbanita tenía una relación muy lejana con la naturaleza. Una maceta de geranios en la ventana y una jaula con un jilguero en el patio de luces.Ahora, como mínimo, necesita un adosado con mini-parcela a 20 ó 30 kilómetros del centro, un 4x4 con el cual llega a los más remotos lugares, y una colección en 20 tomos (¡cuánto papel desperdiciado!) sobre especies protegidas. De esta forma, su gran simpatía por el medio ambiente le convierte en el máximo consumidor de ese medio. En fin, maravillas de la publicidad que se encar­ga de estropear cualquier cosa con tal de vender.

Habría que volver a las propuestas de Ortega para el que la técnica es la esencia del hom­bre. Hay un ensayo suyo llamado "Meditación de la Técnica" que ha sido para

Page 12: oa.upm.esoa.upm.es/56487/1/Territorio_rural_escenarios.pdf · Claro, esto es lo mismo que cuando María Antonieta decide hacerse "una aldea" en Versalles, con sus cabañitas, el río,

T A L L E R 3

354

mí, desde hace muchos años, fuente de muchas reflexiones. En realidad se trata de la transcripción de un curso que dió en el año 1933 en la Universidad de verano de Santander (el año de la inauguración de sus célebres cursos de verano). El curso empieza así: "Sin la técnica el hombre no existiría ni habría existido nunca". Luego, tras una pági­nas tremendas por lo brillantes, nos conduce al siguiente pensamiento que será el punto de partida de mi planteamiento7:"La técnica es lo contrario de la adaptación del sujeto al medio, puesto que es la adapta­ción del medio al sujeto. Ya esto bastaría para hacernos sospechar que se trata de un movimiento en dirección inversa a todos los biológicos. Esta reacción contra su entorno, este no resignarse contentándose con lo que el mundo es, es lo específico del hombre.Por eso, aun estudiado zoológicamente, se reconoce su presencia cuando se encuentra la naturaleza deformada; por ejemplo, cuan­do se encuentran piedras labradas, con puli­mento o sin él, es decir, utensilios. Un hom­bre sin técnica, es decir, sin reacción contra el medio, no es un hombre."Por supuesto que este pensamiento, como muchos otros de Ortega tiene una carga polémica muy fuerte, y nos pone muy direc­tamente en el corazón de la discusión. Ahí radica precisamente su mayor virtud.3 También parece necesaria una reordena­ción espacial de los usos agrícolas. Este es un problema que, debido a las implicaciones de todo tipo que plantea (personales, socia­les y económicas) es difícil de plantear, pero que alguien y en algún momento deberá abordar. Actualmente, y desde el punto agrí­cola, casi todos los suelos son aptos para casi todo, con las necesarias mejoras. Eso no quiere decir que esa sea la vocación del suelo. No pueden seguir dedicándose suelos de alta rentabilidad agrícola a la urbaniza­ción, ni otros al regadío a base de agotar los acuíferos subterráneos, cuando en una gran parte del centro de Europa sobra la lluvia (incluso en España). Es una cuestión compli­cada en la que es fácil caer en la demagogia sino se analiza el problema en su conjunto. Pero lo que parece inevitable es la necesidad de plantear el problema. Además, habría que

poner esta cuestión en relación con la que se plantea a continuación.4 Probablemente sería bueno dejar partes muy importantes del territorio sin uso. Ni agrícola, ni turístico, ningún uso. Ello signifi­ca, obviamente, la penalización de estos sue­los. También significa que habría que inven­tar algún tipo de redistribución de beneficios y cargas a nivel territorial. Y, por supuesto, a nivel municipal incluir en el reparto al no urbanizable. Por supuesto que las presiones sobre este suelo van a ser muy importantes, pero es absolutamente vital el mantener una parte apreciable del territorio sin uso. Incluso diría más, probablemente este suelo habría que sacarlo del circuito comercial de una vez por todas. Esta eliminación de una parte importante del suelo traería consecuencias inmediatas aparentemente no deseables, pero a las que me he referido ya en otras partes de la charla. Por ejemplo, probablemente se encarecería notablemente el precio del suelo. Efecto, que según el razonamiento ya expuesto, lejos de ser perverso, sería benéfi­co. Eso, siempre y cuando, por supuesto se garantizaran los mínimos habitacionales a todos los ciudadanos. Por desgracia, esto es imposible de conseguir con un modelo libe­ral como el que la sociedad occidental pare­ce haber elegido. Se trata de una propuesta de intervención en materia de suelo, más fuerte que cualquiera de las llevadas hasta ahora a la práctica, si se exceptúa el modelo comunista. No sé si con buenas dosis de una imaginación (de la que debo de carecer en buena medida) podría plantearse el mismo objetivo desde una perspectiva liberal y con­sumista, pero aparentemente presenta bastan­tes dificultades.

* * *

Estas reflexiones sobre la forma de compati- bilizar el desarrollo con la conservación en un marco como el de la sociedad actual, me dan la excusa para entrar ya en el apéndice "sostenible". En esencia, la teoría sobre la sostenibilidad es muy sencilla: que cada generación entregue a la siguiente un fondo de capital y un fondo total de recursos natu­rales al menos igual al que han recibido de la anterior (Informe Pearce). Esto significa que la degradación de unos recursos puede

7 Ortega y Gasset, J.: Meditación de la técnica, Ediciones de la Revista de Occidente, Madrid, 7- edición, 1977 (la 1a edi­ción es de 1939). El curso debió de ser algo extraordinario, las doce lecciones que lo componen no tienen desperdicio, y deberían de ser obligada lectura en las escuelas de ingeniería y arquitectura.

Page 13: oa.upm.esoa.upm.es/56487/1/Territorio_rural_escenarios.pdf · Claro, esto es lo mismo que cuando María Antonieta decide hacerse "una aldea" en Versalles, con sus cabañitas, el río,

ser compensada por la mejora o la regenera­ción de otros. La forma concreta de hacerlo se basa en la llamada internalización de los recursos externos. Parte de las ¡deas de Pigou, del más puro clasicismo, que se enfrentó a Keynes en muchas cosas, sobre la diferencia entre el coste privado, el que soporta un agente económico para lograr la producción, posesión o disfrute de un bien.Y el coste social, que es el que soporta la sociedad por la misma operación. Normalmente este coste social, coste externo o externalidad, no se cuantifica, ni siquiera se consideraba hasta que la economía ambiental lo hizo.¿De que se trata entonces?. De darle un valor a los recursos, o elevar su precio en el caso de que ya se le haya dado, con objeto de reducir su consumo, hasta llegar a un punto de equilibrio que se supone "sosteni- ble" desde el punto de vista ambiental (es decir "soportable" por el medio natural) y óptimo desde el punto de vista económico.¿Cómo se consigue?. Mediante la introduc­ción de impuestos, o mediante regulaciones técnicas que, en la práctica, suponen sobre­costes en la producción.¿Qué problemas plantea el sistema?.Las nue­vas formas de ver la "sostenibilidad" parten de dos de los principales problemas que se crean: el primero es que el sistema fomenta la desigualdades entre clases sociales. Veamos lo que dice Antonio Estevan8:"Mediante el mecanismo de los precios, solo modificando sustancialmente el poder adqui­sitivo de la mayoría de la población de los países del Norte, a través de cambios drásti­cos en las estructuras de precios, es posible alcanzar reducciones significativas en los consumos de los principales recursos natura­les. Es obvio que, mediante este procedi­miento, las personas y las clases sociales más prósperas sumarían a sus privilegios actuales el de disfrutar de un acceso más exclusivo a los recursos naturales escasos".Pero quizás el más importante sea el que todavía hace mayor la separación entre paí­ses ricos y pobres. Y sigue este mismo autor:

"Pero además, y sobre todo, los países del Sur que basan sus relaciones con el Norte en la exportación de materias primas y la importación de manufacturas se pueden ver sometidos a una paradoja sangrienta. Continuarían exportando sus materias primas al Norte a precios en descenso, arrastrados a la baja por el descenso de consumo de materias primas en el Norte, acentuándose de hecho una tendencia que ya es observa­ble en la actualidad. Y se verían obligados a comprar productos manufacturados encare­cidos por la aplicación de las tasas ambien­tales establecidas en el Norte precisamente sobre sus materias primas. En definitiva, las relaciones de intercambio Sur-Norte sufrirían un nuevo desplome, y sería de nuevo el Sur el que acabaría pagando la factura del ajuste ambiental, fundamentalmente en beneficio de las clases acomodadas del Norte."

Pero, y sobre todo, no se acepta el sistema básico de asignar valores monetarios a los costes externos. Es un hecho que una buena parte de los recursos ambientales resultan imposibles de evaluar en términos moneta­rios para la generación actual, y no digamos para las generaciones futuras.

Quizás, como resumen de todo lo dicho, habría que plantear nuevas formas de pro­tección del medio natural incluyendo la necesaria redistribución de cargas y benefi­cios. Un mapa de usos del suelo más en consonancia con la verdadera "vocación" del mismo. Una reducción de las superficies urbanizadas, y una penalización al consumo de suelo por habitante. Muchas de las ideas de esta charla simplemente se lanzan al aire con objeto de plantear una cierta polémica que abra la discusión. Otras, son más cientí­ficas y están ya suficientemente contrastadas por la investigación. En cualquier caso, tengo la esperanza de que las intervenciones siguientes las critiquen ferozmente.

Pamplona, 25 de septiembre de 1996 JOSÉ FARIÑA TOJO

Catedrático de Universidad

8 Un primer co ntacto con los temas de la sostenibilidad puede encontrarse en el na 96 de la revista Alfoz, 1993, dedica­do al Desarrollo Sostenible y que incluye una serie de artículos básicos de introducción, firmados por Hermán E. Daly, José Manuel Naredo, David Pearce, Añil Markandya, Edward B. Barbier, Fernando Parra, Alfonso del Val, José Allende y José García Rey. También el artículo de Antonio Estevan titulado "Monetarización del medio ambiente y ecología de mer­cado", donde se pueden ampliar algunas de las ideas que aparecen en este apéndice.

Page 14: oa.upm.esoa.upm.es/56487/1/Territorio_rural_escenarios.pdf · Claro, esto es lo mismo que cuando María Antonieta decide hacerse "una aldea" en Versalles, con sus cabañitas, el río,