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entrevista Setenta años me enseñaron a aceptar la vida con serena humildad Traducida por Miguel Ángel Arce Quien habla es el profesor Sigmund Freud, el gran explorador del alma. El escenario de nuestra conversación fue en su casa de verano en Semmering, una montaña de los Alpes austríacos.Yo había visto el país del psicoanálisis por última vez en su modesta casa de la capital austríaca. Los pocos años transcurridos entre mi última visita y la actual, multiplicaron las arrugas de su frente. Intensificaron la palidez de sabio. Su rostro estaba tenso, como si sintiese dolor. Su mente estaba alerta, su espíritu firme, su cortesía impecable como siempre, pero un ligero impedimento en su habla me perturbó. Parece que un tumor maligno en el maxilar superior tuvo que ser operado. Desde entonces Freud usa una prótesis, lo cual es una constante irritación para él. O VALOR DA VIDA O VALOR DA VIDA

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Page 1: O VALOR DA VIDA VALOR O

entrevista

Setenta años me enseñaron a

aceptar la vida con serena

humildad

Traducida por Miguel Ángel Arce

Quien habla es el profesor Sigmund Freud, el gran explorador delalma. El escenario de nuestra conversación fue en su casa de veranoen Semmering, una montaña de los Alpes austríacos. Yo había vistoel país del psicoanálisis por última vez en su modesta casa de lacapital austríaca. Los pocos años transcurridos entre mi últimavisita y la actual, multiplicaron las arrugas de su frente.Intensificaron la palidez de sabio. Su rostro estaba tenso, como sisintiese dolor. Su mente estaba alerta, su espíritu firme, su cortesíaimpecable como siempre, pero un ligero impedimento en su hablame perturbó. Parece que un tumor maligno en el maxilar superiortuvo que ser operado. Desde entonces Freud usa una prótesis, locual es una constante irritación para él.

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George Sylvester Viereck: ¿Usted cree en la persistencia de lapersonalidad después de la muerte, de la forma que sea?

(Estábamos subiendo y descendiendo una pequeña elevación detierra en el jardín de su casa. Freud acarició tiernamente un arbustoque florecía).

S. Freud: No, no lo soy. No permito que ninguna reflexión filosóficacomplique mi fluidez con las cosas simples de la vida.

S. Freud: Absolutamente nada, es lo mismo que perdure o que nadasea cierto. Estoy más bien preocupado por el destino de mis hijos.Espero que sus vidas no sean difíciles. No puedo ayudarlos mucho.La guerra prácticamente liquidó mis posesiones, lo que habíaadquirido durante mi vida. Pero me puedo dar por satisfecho. Eltrabajo es mi fortuna.

S. Freud: Estoy mucho más interesado en este capullo de lo que mepueda acontecer después de estar muerto.

George Sylvester Viereck: ¿Le gustaría retornar en alguna forma,ser rescatado del polvo? ¿Usted no tiene, en otras palabras, deseo deinmortalidad?

gloria póstuma. Mi virtud no es la modestia.

George Sylvester Viereck: ¿No significa nada el hecho de que sunombre va a perdurar?

George Sylvester Viereck: ¿Entonces, el señor es, al final, unprofundo pesimista?

S. Freud: No pienso en eso. Todo lo que vive perece. ¿Por qué deberíael hombre constituir una excepción?

S. Freud: Sinceramente no. Si la gente reconoce los motivos egoístasdetrás de la conducta humana, no tengo el más mínimo deseo deretornar a la vida; moviéndose en un círculo, sería siempre lamisma. Más allá de eso, si el eterno retorno de las cosas, para usar laexpresión de Nietzsche, nos dotase nuevamente de nuestracarnalidad y lo que involucra, ¿para qué serviría sin memoria? Nohabría vínculo entre el pasado y el futuro. Por lo que me toca, estoyperfectamente satisfecho en saber que el eterno aborrecimiento devivir finalmente pasará. Nuestra vida es necesariamente una serie

George Sylvester Viereck: El señor tieneuna fama. Su obra prima influye en laliteratura de cada país. Los hombresmiran la vida y a sí mismos con otros ojos,por causa de este señor. Recientemente,en el septuagésimo aniversario, el mundos e u n i ó p a r a h o m e n a j e a r l o, c o nexcepción de su propia universidad.

(Freud se rehusa a admitir que el destinole reserva algo especial).

S. Freud: Si la Universidad de Viena medemostrase reconocimiento, me sentiríaincómodo. No hay razón en aceptarme amí o a mi obra porque tengo setenta años.Yo no atribuyo importancia insensata alos decimales. La fama llega cuandomorimos y, francamente, lo que vienedespués no me interesa. No aspiro a la

S. Freud: ¿Por qué (dice calmamente)debería yo esperar un tratamientoespecial? La vejez, con sus arrugas, llegapara todos. Yo no me revelo contra elorden universal. Finalmente, después desetenta años, tuve lo bastante para comer.Aprecié muchas cosas -en compañía demi mujer, mis hijos- el calor del sol.Observé las plantas que crecen enprimavera. De vez en cuando tuve unamano amiga para apretar. En otra ocasiónencontré un ser humano que casi mecomprendió. ¿Qué más puedo querer?

S. Freud Detesto mi maxilar mecánico,porque la lucha con este aparato meconsume mucha energía preciosa. Peroprefiero esto a no tener ningún maxilar.Aún así prefiero la existencia a laextinción. Tal vez los dioses sean gentilescon nosotros, tornándonos la vida másdesagradable a medida que envejecemos.Por fin, la muerte nos parece menosintolerable que los fardos que cargamos.

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S. Freud: La humanidad no escoge elsuicidio porque la ley de su serdesaprueba la vía directa para su fin. Lavida tiene que completar su ciclo deexistencia. En todo ser normal, lapulsión de vida es fuerte, lo bastantepara contrabalancear la pulsión demuerte, pero en el final, ésta resulta másfuerte. Podemos entretenernos con la

su voluntad a actuar sobre las fuerzas de la evolución. Él cree que lahumanidad puede recuperar la longevidad de los patriarcas.

S. Freud: Es posible que la muerte en sí no sea una necesidadbiológica. Tal vez morimos porque deseamos morir. Así como elamor o el odio por una persona viven en nuestro pecho al mismotiempo, así también toda la vida conjuga el deseo de la propiadestrucción. Del mismo modo como un pequeño elástico tiende aasumir la forma original, así también toda materia viva, consciente

o inconscientemente, busca readquirirla completa, la absoluta inercia de laexistencia inorgánica. El impulso devida o el impulso de muerte habitan ladoa lado dentro nuestro. La Muerte es lacompañera del Amor. Ellos juntos rigenel mundo. Esto es lo que dice mi libro:“Más allá del principio del placer”. En elcomienzo del psicoanálisis se suponíaque el Amor tenía toda la importancia.Ahora sabemos que la Muerte esi g u a l m e n t e i m p o r t a n t e .Biológicamente, todo ser vivo, noimporta cuán intensamente la vida ardadentro de él, ansía el Nirvana, lacesación de la “fiebre llamada vivir”. Eldeseo puede ser encubier to pordigresiones, no obstante, el objetivoúltimo de la vida es la propia extinción.

George Sylvester Viereck: Esto es lafilosofía de la autodestrucción. Ellajustifica el auto-exterminio. Llevaríalógicamente al suicidio universalimaginado por EduardVon Hartmann.

George Sylvester Viereck: Bernard Shawsustenta que vivimos muy poco. Éle n c u e n t r a q u e e l h o m b re p u e d eprolongar la vida si así lo desea, llevando

de compromisos, una lucha interminableentre el ego y su ambiente. El deseo deprolongar la vida excesivamente meparece absurdo.

Sigmund Freud, en el balcón de su casa de verano en Hohe Warte, 1933.

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George SylvesterViereck: ¿Usted ya se analizó a sí mismo?

Freud, acompañada por su paciente, un muchacho de once años defacciones inconfundiblemente anglosajonas).

S. Freud: Ciertamente. El psicoanalista debe constantementeanalizarse a sí mismo. Analizándonos a nosotros mismos, estamosmás capacitados para analizar a otros. El psicoanalista es como unchivo expiatorio de los hebreos, los otros descargan sus pecadossobre él. El debe practicar su arte a la perfección para liberarse delos fardos cargados sobre él.

George Sylvester Viereck: Mi impresión es de que el psicoanálisis

George Sylvester Viereck: ¿En qué estátrabajando el señor Freud?

(Estaba haciendo frío en el jardín.Continuamos la conversación en elgabinete. Vi una pila de manuscritossobre la mesa, con la caligrafía clara deFreud).

S. Freud: Ciertamente. En este momentoestoy trabajando en un caso muy difícil,intentando desatar conflictos psíquicosde un interesante paciente nuevo. Mi hijatambién es psicoanalista como ustedpuede ver.

fantasía de que la muerte nos llega pornuestra propia voluntad. Sería másposible que no pudiéramos vencer a lamuerte porque en realidad ella es unaliado dentro de nosotros. En este sentido(añadió Freud con una sonrisa) puede serjustificado decir que toda muerte es unsuicidio disfrazado.

George Sylvester Viereck: ¿Usted tuvomucho apoyo de los legos?

S. Freud: Algunos de mis mejoresdiscípulos son legos.

S. Freud: Estoy escribiendo una defensadel análisis lego, del psicoanálisispracticado por los legos. Los doctoresquieren establecer al análisis ilegal paralos no-médicos. La historia, esa viejaplagiadora, se repite después de cadadescubrimiento. Los doctores combatencada nueva verdad en el comienzo.Después procuran monopolizarla.

George Sylvester Viereck: ¿El señor Freudestá practicando mucho psicoanálisis?

(En ese momento apareció Miss Anna

Sigmund Freud tras su llegada a Londres, 1938

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S. Freud: Mi lengua es el alemán. Mi cultura, mi realización, esalemana. Yo me considero un intelectual alemán, hasta que percibíel crecimiento del preconcepto antisemita en Alemania y enAustria. Desde entonces prefiero considerarme judío.

S. Freud: Un análisis serio dura más o menos un año. Puede durarigualmente dos o tres años. Usted está dedicando muchos años desu vida a la “caza de los leones”. Usted procuró siempre a laspersonas destacadas de su generación: Roosevelt, El Emperador,Hindenburgh, Briand, Foch, Joffre, Georg Bernard Shaw….

(Quedé algo desconcertado con esta observación. Me parecía que elespíritu de Freud debería vivir en las alturas más allá de cualquierpreconcepto de razas, que él debería ser inmune a cualquier rencorpersonal. Pero debido precisamente a su indignación, a su honestaira, se volvía más atrayente como ser humano. ¡Aquiles seríaintolerable si no fuese por su talón!)

George Sylvester Viereck: ¡Me pone contento, Herr Profesor, de quetambién el señor tenga sus complejos, de que también el señorFreud demuestre que es un mortal!.

S. Freud: Nuestros complejos son la fuente de nuestra debilidad;pero con frecuencia, son también la fuente de nuestra fuerza.

George Sylvester Viereck: Imagino, observo, ¡cuáles serían miscomplejos!

despierta en todos los que lo practican el espíritu de la caridadcristiana. Nada existe en la vida humana que el psicoanálisis no nospueda hacer comprender. “Tout comprendre cʼest tout pardonner”.

S. Freud: Por el contrario (acusó Freud sus facciones asumiendo laseveridad de un profeta hebreo), comprender todo no es perdonartodo. El análisis nos enseña apenas lo que podemos soportar, perotambién lo que podemos evitar. El análisis nos dice lo que debe sereliminado. La tolerancia con el mal no es de manera algunacorolario del conocimiento.

(Comprendí súbitamente por qué Freud había litigado con susseguidores que lo habían abandonado, por qué él no perdonadisentir del recto camino de la ortodoxia psicoanalítica. Su sentidode lo que es recto es herencia de sus ancestros. Una herencia de laque él se enorgullece como se enorgullece de su raza).

George Sylvester Viereck: A vecesimagino si no seríamos más felices sisupiésemos menos de los procesos quedan forma a nuestros pensamientos yemociones. El psicoanálisis le roba a lavida su último encanto, al relacionar cada

George Sylvester Viereck: Es parte de mitrabajo.

S. Freud: Pero también es su preferencia.El gran hombre es un símbolo. Subúsqueda es la búsqueda de su corazón.Usted también está procurando al granhombre para tomar el lugar de su padre.Es parte del complejo del padre.

George Sylvester Viereck: Me gustaría,observé después de un momento, poderq u e d a r m e a q u í l o b a s t a n t e p a r avislumbrar mi corazón a través de susojos. ¡Tal vez, como la Medusa, yomuriese de pavor al ver mi propia imagen!Aún cuando no confío en estar muyi n f o r m a d o s o b r e p s i c o a n á l i s i s ,frecuentemente anticiparía o tentaríaanticipar sus intenciones.

S. Freud: La inteligencia en un pacienteno es un impedimento. Por el contrario,muchas veces facilita el trabajo.

(Negué vehementemente la afirmaciónde Freud. Mientras tanto, reflexionandosobre eso, me parece que puede haberuna verdad, no sospechada por mí, en susugestión casual. Puede ser lo mismo queel impulso que me llevó a él).

( E n e s t e p u n t o e l m a e s t r o d e lpsicoanálisis difiere bastante de susseguidores, que no gustan mucho de laseguridad del paciente que tienen bajo susupervisión).

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pudiese ladrar sus opiniones sobre los traumas psíquicos y elcomplejo de Edipo!

George Sylvester Viereck: Aún usted, profesor, sueña la existenciacompleja por demás. En tanto me parece que el señor sea en parteresponsable por las complejidades de la civilización moderna.Antes que usted inventase el psicoanálisis no sabíamos que nuestrapersonalidad es dominada por una hueste beligerante de complejoscuestionables. El psicoanálisis vuelve a la vida como unrompecabezas complicado.

S. Freud: El psicoanálisis, por lo menos, jamás cierra la puerta a unanueva verdad.

George Sylvester Viereck: La estructura científica que ustedlevanta me parece ser mucho más elaborada. Sus fundamentos -lateoría del “desplazamiento”, de la “sexualidad infantil”, de los“simbolismos de los sueños”, etc. – parecen permanentes.

S. Freud: De ninguna manera. El psicoanálisis vuelve a la vida mássimple. Adquirimos una nueva síntesis después del análisis. Elpsicoanálisis reordena el enmarañado de impulsos dispersos,procura enrollarlos en torno a su carretel. O, modificando lametáfora, el psicoanálisis suministra el hilo que conduce a lapersona fuera del laberinto de su propio inconsciente.

S. Freud: Yo repito, pues, que estamos apenas en el inicio. Yo apenassoy un iniciador. Conseguí desenterrar monumentos enterrados enlos substratos de la mente. Pero allí donde yo descubrí algunostemplos, otros podrán descubrir continentes.

George Sylvester Viereck: Algunos de sus discípulos, másortodoxos que usted, se apegan a cada pronunciamiento que sale desu boca.

George Sylvester Viereck: Al menos en la superficie, pues la vidahumana nunca fue más compleja. Cada día una nueva ideapropuesta por usted o por sus discípulos, vuelven un problema de laconducta humana más intrigante y más contradictorio.

S. Freud: La vida cambia. El psicoanálisis también cambia.Estamos apenas en el comienzo de una nueva ciencia.

George Sylvester Viereck: ¿Usted siempre pone el énfasis sobre

sentimiento a su original grupo decomplejos. No nos volvemos más alegresdescubriendo que todos abrigamos alcriminal o al animal.

S. Freud: ¿Qué objeción puede habercontra los animales? Yo prefiero lacompañía de los animales a la compañíahumana.

S. Freud: Porque son más simples. Nosufren de una personalidad dividida, dela desintegración del ego, que resulta dela tentativa del hombre de adaptarse a lospatrones de civilización demasiadoelevados para su mecanismo intelectual ypsíquico. El salvaje, como el animal escruel, pero no tiene la maldad del hombrecivilizado. La maldad es la venganza delhombre contra la sociedad, por lasrestricciones que ella impone. Las másdesagradables características del hombreson generadas por ese ajuste precario auna civilización complicada. Es elresultado del conflicto entre nuestrosinstintos y nuestra cultura. Mucho másagradables son las emociones simples ydirectas de un perro, al mover su cola, o alladrar expresando su displacer. Lasemociones del perro (añadió Freudpensativamente), nos recuerdan a loshéroes de la antigüedad. Tal vez sea esa larazón por la que inconscientementedamos a nuestros perros nombres dehéroes como Aquiles o Héctor.

George Sylvester Viereck: Mi cachorro esun doberman Pinscher llamado Ájax.

S. Freud: (sonriendo) Me contenta saberque no pueda leer. ¡Él sería ciertamente,el miembro menos querido de la casa, si

George SylvesterViereck: ¿Por qué?

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Por ser tan fuerte, choca siempre con las convenciones ysalvaguardas de la civilización. La humanidad, en una especie deautodefensa procura su propia importancia. Si usted raspa a unruso, dice el proverbio, aparece el tártaro sobre la piel. Analicecualquier emoción humana, no importa cuán distante esté de laesfera de la sexualidad, y usted encontrará ese impulso primordialal cual la propia vida debe su perpetuidad.

S. Freud: (Sonriendo) Shaw no comprende al sexo. El no tiene ni lamás remota concepción del amor. No hay un verdadero casoamoroso en ninguna de sus piezas. Él hace humoradas del amor deJulio César -tal vez la mayor pasión de la historia. Deliberadamente,tal vez maliciosamente, él despoja a Cleopatra de toda grandeza,relegándola a una simple e insignificante muchacha. La razón parala extraña actitud de Shaw frente al amor, por su negación del móvilde todas las cosas humanas que emanan de sus piezas, el clamoruniversal, a pesar de su enorme alcance intelectual, es inherente asu psicología. En uno de sus prefacios, él mismo enfatiza el rasgoascético de su temperamento. Yo puedo estar errado en muchascosas, pero estoy seguro de que no erré al enfatizar la importanciadel instinto sexual.

George Sylvester Viereck: Usted, sin duda, fue bien seguido al

George Sylvester Viereck: Shaw, como usted, no desea vivir parasiempre, pero a diferencia de usted, él considera al sexo carente deinterés.S. Freud: Respondo con las palabras de su

propio poeta, Walt Whitman: “Más todofaltaría si faltase el sexo” (Yet all werelacking, if sex were lacking). Mientrastanto, ya le expliqué que ahora pongo elénfasis casi igual en aquello que está “másallá” del placer -la muerte, la negociaciónde la vida. ¡Este deseo explica por quéalgunos hombres aman al dolor como unpaso para el aniquilamiento! Explica porqué los poetas agradecen a:

todo en el sexo?

Whatever gods there be,That no life lives foreverAnd even the weariest riverWind somewhere safe to sea.

“Cualesquiera dioses que existanQue la vida ninguna viva para siempreQue los muertos jamás se levantenY también el río más cansadoDesagüe tranquilo en el mar”

Martha Bernays y Sigmund Freud, 1885 en Wandsbek Sigmund Freu con su hija Anna en los Dolomitas, 1913d

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Es sorprendente ver hasta qué punto su intuición preanuncia lasnovedades descubiertas. Ninguno se percató más profundamentede los motivos duales de la conducta humana, y de la insistencia delprincipio del placer en predominar indefinidamente que él. EnZaratustra dice: “El dolor grita: ¡Va! Pero el placer quiere eternidadPura, profundamente eternidad”. El psicoanálisis puede ser menosdiscutido en Austria y en Alemania que en los Estados Unidos, suinfluencia en la literatura es inmensa por lo tanto. Thomas Mann yHugo Von Hofmannsthak mucho nos deben a nosotros. Schnitzlerrecorre un sendero que es, en gran medida, paralelo a mi propiodesarrollo. Él expresa poéticamente lo que yo intento comunicarcientíficamente. Pero el Dr. Schnitzler no es sólo un poeta, estambién un científico.

S. Freud: También recibí mucho de la literatura y la filosofía.Nietzche fue uno de los primeros psicoanalistas.

transmitir ese punto de vista a los escritores modernos. Elpsicoanálisis dio nuevas intensidades a la literatura.

George Sylvester Viereck: Usted no sólo es un científico, también esun poeta. La literatura americana está impregnada depsicoanálisis. Hupert Hughes, Harvrey OʼHiggins y otros, son susintérpretes. Es casi imposible abrir una nueva novela sin encontraralguna referencia al psicoanálisis. Entre los dramaturgos EugeneOʼNeill y Sydney Howard tienen una gran deuda con usted. “TheSilver Cord” por ejemplo, es simplemente una dramatización del

¡Freud tiene que decir la verdad acualquier precio! Él no puede obligarse así mismo a agradar a Estados Unidosdonde están la mayoría de sus seguidores.A pesar de su rudeza, Freud es lau r b a n i d a d e n p e r s o n a . É l o y epacientemente cada intervención,

La Clark University me concedió undiploma honorario cuando yo siempre fuiignorado en Europa. Mientras tanto,E s t a d o s U n i d o s h a c e p o c a sc o n t r i b u c i o n e s o r i g i n a l e s a lpsicoanálisis. Los americanos sonjugadores inteligentes, raramentepensadores creativos. Los médicos en losEstados Unidos, y ocasionalmentet a m b i é n e n E u r o p a , t r a t a n d emonopolizar para sí al psicoanálisis. Perosería un peligro para el psicoanálisisdejarlo exclusivamente en manos de losm é d i c o s , p u e s u n a f o r m a c i ó nestrictamente médica es con frecuencia,un impedimento para el psicoanálisis. Essiempre un impedimento cuando ciertasconcepciones científicas tradicionalesestán arraigadas en el cerebro.

S. Freud: Yo sé y entiendo el cumplido quehay en esa afirmación. Pero, tengo ciertadesconfianza de mi popularidad en losEstados Unidos. El interés americano porel psicoanálisis no se profundiza. Lapopularización lo lleva a la aceptación sinque se lo estudie seriamente. Laspersonas apenas repiten las frases queaprenden en el teatro o en las revistas.Creen comprender algo del psicoanálisisporque juegan con su argot. Yo prefiero laocupación intensa con el psicoanálisis,tal como ocurre en los centros europeos,aunque Estados Unidos fue el primer paísen reconocerme oficialmente.

complejo de Edipo.

En su escritorio, leyendo "Abriß der Psychoanalyse". Londres, 1938.

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El silbato de mi tren sonó en la noche. El automóvil me conducíarápidamente para la estación. Apenas logro ver ligeramentecurvado y la cabeza grisácea de Sigmund Freud que desaparecen enla distancia…

p r o c u r a n d o n u n c a i n t i m i d a r a lentrevistador. ¡Raro es el visitante que sealeja de su presencia sin un presente,alguna señal de hospitalidad!

Había oscurecido. Era tiempo de tomar eltren de vuelta a la ciudad que una vezcobijara el esplendor imperial de losHabsburgo. Acompañado de su esposa yde su hija, Freud desciende los escalonesque lo alejan de su refugio en la montañaa la calle para verme partir. Él me pareciócansado y triste al darme el adiós.

“No me haga parecer un pesimista”, diceFreud después de un apretón de manos.

¡No, yo no soy un pesimista, en tanto tenga a mis

hijos, mi mujer y mis flores!

No soy infeliz, al menos no más infeliz que otros.

Expresar desdén por el mundo es apenas otra forma

de cortejarlo, de ganar audiencia y aplauso.

Yo no tengo desprecio por el mundo.

Esta entrevista fue concedida al periodista George Sylvester Viereck en 1926 enla casa de Sigmund Freud en los Alpes austríacos. Se creía perdida pero enrealidad se encontró que había sido publicada en el volumen de“Psychoanalysis and the Fut”, en New York en 1957. Fue traducida del inglés alcastellano por Miguel Ángel Arce.

Disposición y montaje: paula.maribondo