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Francesca Simon
Pablo Diablo
y los piojosIlustraciones de Tony Ross
Francesca Sim
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Pablo Diablo y los piojos
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EN CASA DE PABLO
DIABLO NO PARAN DE
RASCARSE LA CABEZA.
TODOS SIENTEN UN
PICOR HORROROSO;
BUENO, TODOS MENOS
ROBERTO, EL NIÑO
PERFECTO. ASÍ QUE
PABLO TIENE QUE TO-
MAR MEDIDAS. ¡Y ES
QUE PABLO DIABLO ES
EL TERROR DE SU CASA
Y DEL COLEGIO!
CON LAS DIVERTIDAS
AVENTURAS DE PABLO
DIABLO, ILUSTRADAS
POR EL CONOCIDÍSIMO
TONY ROSS, LA AUTORA
FRANCESCA SIMON HA
ALCANZADO UN GRAN
ÉXITO INTERNACIONAL.
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Para mi querida amiga
Dearbhla Molloy
Primera edición: marzo 2001 Séptima edición: mayo 2006
Dirección editorial: Elsa Aguiar
Traducción del inglés: Miguel AzaolaPublicado por primera vez en Gran Bretaña en 1997 por Orion Children’s Books
Título original: Horrid Henry’s Nits © del texto: Francesca Simon, 1997© de las ilustraciones: Tony Ross, 1997© Ediciones SM, 2001
Impresores, 15Urbanización Prado del Espino 28660 Boadilla del Monte (Madrid) www.grupo-sm.com
CENTRO INTEGRAL DE ATENCIÓN AL CLIENTETel.: 902 12 13 23 Fax: 902 24 12 22e-mail: [email protected]
Queda prohibida, salvo excepción prevista en la Ley, cualquier forma de reproducción, distribución, comunicación pública y transforma-ción de esta obra sin contar con la autorización de los titulares de su propiedad intelectual. La infracción de los derechos de difusión de la obra puede ser constitutiva de delito contra la propiedad intelectual (arts. 270 y ss. del Código Penal). El Centro Español de Derechos Reprográficos vela por el respeto de los citados derechos.
ÍNDICE
1
Pablo Diablo y los piojos, 7
2
Pablo Diablo y el devorampiro, 29
3
Pablo Diablo y la excursión con el colegio, 53
4
Pablo Diablo y los invitados, 75
R as, ras, ras.E l padre de Pablo se rascó la cabez a.— Deja de rascarte, por favor – dijo la
madre de Pablo– . E stamos cenando.L a madre de Pablo se rascó la cabez a.— Deja de rascarte, por favor – dijo el
padre de Pablo– . E stamos cenando.Pablo se rascó la cabez a.— ¡Deja de rascarte, Pablo! – dijeron su
madre y su padre.— ¡ A já ! – exclamó su madre. Dejó el
tenedor y dirigió una severa mirada aPablo.
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1PA BLO DIA BLOY LO S PIO JO S
— Pablo, no tendrá s piojos otra vez ...— C laro q ue no – dijo Pablo.— V en conmigo al lavabo, Pablo – dijo
su madre.— ¿ Para q ué ? – preguntó Pablo.— T engo q ue mirarte la cabez a.Pablo se le acercó arrastrando los pies
lo má s despacio q ue pudo. “ N o h ayderech o” , se dijo. N o era culpa suya si lescaía bien a los piojos. L a cabez a de Pabloera el punto de encuentro favorito de lospiojos q ue h abía en varias leguas a laredonda. S eguramente celebraban fiestasde piojos en ella y h abía piojos q ue lavisitaban cuando estaban de vacaciones.
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RUTADEL PIOJO
S u madre pasó el peine especial parapiojos por la cabez a de Pablo. Puso carade asco y gimió.
— E stá s plagado, Pablo.— ¿ A h , sí? A ver... – dijo Pablo.
S iempre le gustaba contar cuá ntos piojostenía.
— U no, dos, tres... cuarenta y cinco,cuarenta y seis, cuarenta y siete... – contómientras los iba ech ando en un troz o depapel h igié nico.
— C ontar piojos no es de buenaeducación – dijo su h ermano menor,R oberto, el niñ o perfecto, limpiá ndose laboca con su impecable servilleta– ,¿ verdad, mamá ?
— Desde luego q ue no – dijo su madre.
S u padre se pasó el peine por la cabez ay puso cara de asco.
— ¡Puaajjjj!S u madre se pasó el peine por el pelo.— ¡Pueejjjj!
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L uego pasó el peine por el pelo deR oberto, el niñ o perfecto. L o h iz o denuevo. Y otra vez . Y otra vez má s.
— N o tienes piojos, R oberto – dijo sumadre, sonriente– . C omo siempre. M uybien, q uerido.
R oberto, el niñ o perfecto, sonriómodestamente.
— E s porq ue me lavo la cabez a y mepeino todas las noch es.
Pablo frunció el ceñ o. E ra cierto q uetenía el pelo muy sucio, pero entonces...
— A los piojos les gusta el pelo limpio– dijo.
— N o es verdad. N o les gusta – replicóR oberto– . Y o no h e tenido piojos nuncajamá s.
“ E so ya lo veremos” , dijo para síPablo.
C uando nadie miraba, rescató unoscuantos piojos del troz o de papel, seacercó despacio a R oberto y le manoseódistraídamente uno de sus bucles.
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¡PL O P!R as, ras. — ¡ M amá ! – ch illó R oberto– . ¡Pablo
está tirá ndome del pelo!— E stá te q uieto, Pablo – dijo su padre.— N o estaba tirá ndole del pelo – dijo
Pablo indignado– . S olo q uería ver lolimpio q ue estaba. Y la verdad es q ue estáde lo má s limpio y cuidado – añ adiómelosamente– . M e gustaría q ue mi peloestuviera tan limpio como el de R oberto.
R oberto sonrió con orgullo. N o erafrecuente q ue Pablo le dijera algo tanagradable.
— M uy bien – dijo su madre condeterminación– . T odo el mundo arriba.E s la h ora del ch ampú .
— ¡ N O ! – gritó Pablo Diablo– .¡ C H A M PÚ N O !
O diaba el apestoso, repugnante yasq ueroso ch ampú much o má s de lo q ueodiaba tener piojos. E se mismo día, suprofesora, la señ orita A gripina
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G uillotina, le h abía entregado una notade aviso de piojos para sus padres.
N aturalmente, Pablo h abía h ech o unapelota con la nota y la h abía tirado. N opensaba volver a soportar nunca elmaloliente ch ampú antipiojos sobre sucabez a. ¡ Q ué mala pata q ue su madre leh ubiera pillado rascá ndose!
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¡ATENCIÓN!PIOJOS PIOJOS PIOJOS PIOJOSSe ha com probado la presencia
de piojos en el colegio.
¡HAY QUEEXTERMINARLOS!
Se ruega lavarse la cabeza conCham pú Exterm inadorSupersónico Antipiojos.
DE LO CONTRARIO...
— E s la ú nica forma de acabar con lospiojos – dijo su padre.
— ¡Pues nunca sirve para nada! – gritóPablo, y salió corriendo h acia la puerta.
S u madre y su padre lo sujetaron y loarrastraron h asta el cuarto de bañ o entrech illidos y pataleos.
— ¡ L os piojos son seres vivos!– bramaba Pablo– . ¿ C ómo sois capaces dematarlos?
— Porq ue... – dijo su madre.— Porq ue... porq ue... los piojos
ch upan la sangre – añ adió su padre.C h upan la sangre. A Pablo nunca se le
h abía ocurrido. Pero, en la fracción desegundo en q ue se q uedó inmóvilmientras reflexionaba sobre tanfascinante información, su madre le vacióen la cabez a la botella de C h ampúE xterminador S upersónico A ntipiojos.
— ¡ N O ! – gritó Pablo, y sacudió lacabez a frené ticamente.
L a puerta se cubrió de ch ampú . E l
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suelo se cubrió de ch ampú . E l padre y lamadre de Pablo se cubrieron de ch ampú .E l ú nico sitio en q ue no h abía ch ampúera la cabez a de Pablo.
— ¡Pablo! ¡ E res insufrible! ¡ Y a estábien! – gritó su padre, sacudié ndose elch ampú de la camisa.
— C uá nto jaleo por una tontería– comentó R oberto.
Pablo se abalanz ó sobre é l. S u madrelo retuvo por el cuello de la camiseta.
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