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152 153 VOLVER A LA HISTORIA “Si sabes esperar, la gente se olvidará de tu cámara y entonces su alma saldrá a la luz (…) Si encuentro a la persona o el tema oportuno, en ocasiones regreso una, dos, o hasta media docena de veces, siempre esperando el instante justo” (Steve McCurry) Cuando hizo la fotografía en 1984 (se publicó en junio de 1985), McCurry no pensó que iba a ser diferente al resto de las tomadas sobre refugiados afganos aquel día. Pero 17 años después se convirtió en un icono. Los lectores de Nacional Geographic se reencontraron con los ojos verdes en abril de 2002. Entonces, la chica afga- na pasó a tener nombres y apellidos: Sharbat Gula. Ella tenía 12 años cuando McCurry sacó la primera imagen. Nunca le habían hecho una. Y ella se quedó guardada en el objetivo del fotógrafo. En el objetivo de su vida, desde entonces. Por eso, realizó varios viajes a la zona donde había tomado la foto, pero no dio con ella hasta enero de 2002. La niña ya era una mujer de unos 30 años. Unos 30, porque National Geographic no habla de su edad con claridad: “Ella tiene 28, puede que 29 o, incluso, 30. Ni siquiera ella lo sabe con seguridad”. En su cara pesan los años. La guerra. “Sus ojos desafían a los nuestros. A muchos les molestan. No podemos darnos la vuelta”, escribió Cathy Newman, editora de National Geographic. Y el periodismo, menos. La chica afgana es el icono de la continuidad. De no olvidarse de una historia. McCurry (de)mostró con estos ojos el paso del tiempo, de la vida, del relato. El periodismo tiene ese poder de amarrar historias que no terminan. Cada persona guarda una. Por eso los ojos verdes de la chica afgana se traducen en algunas ocasiones en me- dallas o heroicidades. A veces lo más importante en la historia es sólo la vida. El superar una enfermedad. En otras, simplemente el recuerdo. De esto último surgen los reportajes más frecuentes en los que se vuelve a re- tomar al protagonista: los aniversarios. Por ejemplo, el publicado en Diario de Navarra en el 25 aniversario (2010) de los asesinatos del joven Alfredo Aguirre y del Policía Nacional Francisco Miguel Sánchez. Otra bondad de este tipo de seguimiento es el reen- cuentro con héroes locales. Uno de ellos fue Abdeslam Amimar: salvó a una mujer y a un chico del hundimien- to de su apartamento en l’Hospitalet (Barcelona). Al día siguiente su foto irrumpió en las portadas de los perió- dicos catalanes. La Vanguardia se reunió con él cinco meses más tarde y situó de nuevo al protagonista: el héroe en este tiempo había vuelto a ser anónimo. Se- guía viviendo en su piso de treinta metros cuadrados, sin agua corriente y con techos que se derrumban con la lluvia. Nadie se acordaba de él. Pero a veces los héroes no se olvidan. Es el caso del at- leta cántabro José Manuel Abascal, que rememoró para El Correo 25 años después su bronce logrado en los Jue- gos Olímpicos de Los Ángeles en 1994. La medalla de oro, aunque en temas meteorológicos, se la llevó la gran nevada de 1962 en Barcelona. Tan inmensa que en el 2012 La Vanguardia la volvió a publicar en portada. Esto es ejemplo de que las historias se pueden encontrar en la historia, y no sólo en las vidas de las personas. E incluso la continuidad puede darse en relatos cortos. Capítulos pequeños. Diario de Navarra (“Permiso para cuidar a Oier”. 2010 / “El final feliz de la historia de Oier”. 2013) y Heraldo de Aragón (“El niño Galera” 2008. 2013) han presentado a dos niños con enfermedades graves que han tenido final feliz. Aunque, en realidad, ese final es fal- so, ya que todavía sus historias no se han cerrado. Ni si- quiera con el punto final. La vida siempre supera a la tinta.

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176 páginas de buen periodismo

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VOLVER A LA HISTORIA

“Si sabes esperar, la gente se olvidará de tu cámara y entonces su alma saldrá a la luz (…) Si encuentro a la persona o el tema oportuno, en ocasiones regreso una, dos, o hasta media

docena de veces, siempre esperando el instante justo”(Steve McCurry)

Cuando hizo la fotografía en 1984 (se publicó en junio de 1985), McCurry no pensó que iba a ser diferente al resto de las tomadas sobre refugiados afganos aquel día. Pero 17 años después se convirtió en un icono. Los lectores de Nacional Geographic se reencontraron con los ojos verdes en abril de 2002. Entonces, la chica afga-na pasó a tener nombres y apellidos: Sharbat Gula.

Ella tenía 12 años cuando McCurry sacó la primera imagen. Nunca le habían hecho una. Y ella se quedó guardada en el objetivo del fotógrafo. En el objetivo de su vida, desde entonces. Por eso, realizó varios viajes a la zona donde había tomado la foto, pero no dio con ella hasta enero de 2002. La niña ya era una mujer de unos 30 años. Unos 30, porque National Geographic no habla de su edad con claridad: “Ella tiene 28, puede que 29 o, incluso, 30. Ni siquiera ella lo sabe con seguridad”.

En su cara pesan los años. La guerra. “Sus ojos desafían a los nuestros. A muchos les molestan. No podemos darnos la vuelta”, escribió Cathy Newman, editora de National Geographic. Y el periodismo, menos. La chica afgana es el icono de la continuidad. De no olvidarse de una historia. McCurry (de)mostró con estos ojos el paso del tiempo, de la vida, del relato. El periodismo tiene ese poder de amarrar historias que no terminan.

Cada persona guarda una. Por eso los ojos verdes de la chica afgana se traducen en algunas ocasiones en me-dallas o heroicidades. A veces lo más importante en la historia es sólo la vida. El superar una enfermedad. En otras, simplemente el recuerdo. De esto último surgen los reportajes más frecuentes en los que se vuelve a re-tomar al protagonista: los aniversarios. Por ejemplo,

el publicado en Diario de Navarra en el 25 aniversario (2010) de los asesinatos del joven Alfredo Aguirre y del Policía Nacional Francisco Miguel Sánchez.

Otra bondad de este tipo de seguimiento es el reen-cuentro con héroes locales. Uno de ellos fue Abdeslam Amimar: salvó a una mujer y a un chico del hundimien-to de su apartamento en l’Hospitalet (Barcelona). Al día siguiente su foto irrumpió en las portadas de los perió-dicos catalanes. La Vanguardia se reunió con él cinco meses más tarde y situó de nuevo al protagonista: el héroe en este tiempo había vuelto a ser anónimo. Se-guía viviendo en su piso de treinta metros cuadrados, sin agua corriente y con techos que se derrumban con la lluvia. Nadie se acordaba de él.

Pero a veces los héroes no se olvidan. Es el caso del at-leta cántabro José Manuel Abascal, que rememoró para El Correo 25 años después su bronce logrado en los Jue-gos Olímpicos de Los Ángeles en 1994. La medalla de oro, aunque en temas meteorológicos, se la llevó la gran nevada de 1962 en Barcelona. Tan inmensa que en el 2012 La Vanguardia la volvió a publicar en portada. Esto es ejemplo de que las historias se pueden encontrar en la historia, y no sólo en las vidas de las personas.

E incluso la continuidad puede darse en relatos cortos. Capítulos pequeños. Diario de Navarra (“Permiso para cuidar a Oier”. 2010 / “El final feliz de la historia de Oier”. 2013) y Heraldo de Aragón (“El niño Galera” 2008. 2013) han presentado a dos niños con enfermedades graves que han tenido final feliz. Aunque, en realidad, ese final es fal-so, ya que todavía sus historias no se han cerrado. Ni si-quiera con el punto final. La vida siempre supera a la tinta.

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Alfredo Aguirre y Francisco Miguel Sánchez murieron en Pamplona (España) el 30 de mayo de 1985. El prime-ro tenía 14 años, el segundo, 31 y era Guardia Civil. El atentado conmocionó a la ciudad, especialmente porque fue la primera vez que ETA asesinaba a un niño.

25 años después, los periodistas Ainhoa Piudo, Santia-go Zuza, Noelia Gorbea, Rubén Elizari, Michelle Unzué, Carmen Remírez e Íñigo González, de Diario de Nava-rra, recogieron los pedazos de esa historia que quedaron acallados por el miedo. La madre de Alfredo Aguirre y la hija de Francisco Miguel Sánchez, las víctimas, no ha-bían hablado hasta entonces.

Al principio los periodistas pensaron realizar las entre-vistas en una doble página. Pero Carmen Remírez ex-plica: “Todos los que participamos en el reportaje éra-mos menores de 30 años. Por eso no sabíamos sobre el tema. Al escribirlo, nos volcamos con la historia”. Esto hizo que los periodistas la contaran desde varios puntos de vista: recreación de los hechos; entrevista a las dos familiares por separado y encuentro entre ellas; y una reunión con los antiguos compañeros de clase de Agui-rre. Esto se tradujo en una serie publicada el 30 y 31 de mayo y el 1 de junio de 2010.

Sin embargo, encontrarse una historia pasada como algo nuevo hizo que los periodistas dedicaran “alrede-dor de un mes”, tal y como recuerda Remírez, en do-cumentarse. “Acudimos a gente que sabía del tema, a personas que lo estudiaron después y a la hemeroteca. Javier Marrodán, que entonces trabajaba en Diario de Navarra, fue la persona que más apoyo nos dio. El motor de este proyecto”, afirma.

REENCUENTRO CON EL COLEGIO

Fue costoso documentarse, pero la suerte jugó a favor de los periodistas en otros aspectos. Carmen Remírez recordaba el reencuentro de los compañeros del niño como una de las partes más difíciles de la serie. Sin em-bargo, Íñigo González, quien escribió este reportaje jun-to a Michelle Unzué, reconoce que no lo fue tanto: “Algo que podía ser complicado se nos hizo fácil. Tuvimos suerte porque Javier Iriberri, que también trabajaba en el diario, iba al mismo colegio que Godo (así llamaban a Alfredo Aguirre) y mantenía el contacto con alguno”.

De esta manera pudieron llegar a los que en su día eran los mejores amigos de Aguirre, los gemelos Imanol y Eneko Abril. “Ellos se movilizaron muchísimo para con-seguir que el resto participara en el reportaje”, cuenta

González. Finalmente dieciséis ex compañeros del joven acudieron. Sin embargo, no todos participaron activa-mente. “Algunos directamente se negaron a salir; otros fueron y no quisieron hablar pero, los que lo hicieron, chocaron en algunos momentos por temas ideológicos. Al final esos 25 años pasan para todos, y la vida les ha llevado a algunos a ser políticos y a otros abertzales”, dice. De hecho, un ex compañero que acudió a la cita era uno de los hijos de Tomás Caballero, concejal regiona-lista de Pamplona que fue asesinado por ETA en 1998.

A pesar de las diferentes posturas ideológicas, “dialoga-ron desde el respeto”. Todos, según recuerda González, quisieron cerciorarse antes de la reunión de que la ma-dre de Aguirre daba el visto bueno a que esta se produje-ra. “Ella estaba encantada”, cuenta el periodista.

Un cuarto de siglo después del suceso, no sólo Diario de Navarra se reencontró con la historia. También ellos. Los protagonistas. Íñigo González lo recuerda: “Miche-lle y yo estábamos en el centro de la clase, sentados en las mesas. Hacía 25 años, al día siguiente del atentado,

“El valor de volver a esta historia es dignificar la memoria de los que estuvieron antes” (Carmen Remírez)

estos señores, entonces niños, pintaron en la pizarra ‘Godo, nunca te olvidaremos’. El día del reportaje uno de los gemelos se levantó para repetirlo. Cuando empe-zó a escribir el nombre, se hizo un gran silencio. Se fue-ron levantando uno a uno para firmar ese mensaje. A mí se me puso la piel de gallina. A partir de ese momento, salieron los temas emotivos en la conversación. Muchos se habían guardado sus sentimientos durante 25 años y algunos no habían vuelto a hablar con sus compañeros. Aunque, sin saberlo, mantenían una relación indirecta. Recuerdo que uno empezó a decir que siempre le llevaba flores a Godo en el aniversario, otro le dijo que él iba el día después, así que veía las flores del otro”.

Los periodistas lograron que se diera esta situación sin intervenir. Por eso, González está orgulloso de la pre-paración de este reportaje. “Michelle y yo teníamos claro que queríamos que hablaran ellos. Sólo teníamos apuntados diez temas generales que queríamos abordar con ellos, pero no un guión preparado. Fueron ellos los que hilaron su recuerdo”, explica. Esta naturalidad de la conversación hizo que el reportaje se escribiera solo, reconoce González. “Por su emotividad, es uno de los mejores reportajes que he hecho en mi vida”.

LA MEMORIA COLECTIVA

“Los años 80 fueron los más duros de ETA. Sus víctimas pasaban desapercibidas, en el más absoluto anonimato.

Por eso este reportaje es un reconocimiento a ese dolor”, sostiene Carmen Remírez. Además, ella opina que es importante que la sociedad actual conozca la “barbarie” de aquella época. “Creo que es necesario para la sociedad saber que en su ciudad, al lado del portal de un amigo o en el bar donde vas a tomar cervezas se han cometido asesinatos. Es imprescindible porque sólo así se pueden desterrar este tipo de atrocidades”, valora la periodista.Íñigo González añade que volver a esta historia es va-lioso para conocer “cómo evolucionó la situación y tam-bién los sentimientos de las familias y de los compañe-ros. Antes del atentado eran chavales que veían todo de color de rosa, pero pasaron de ser niños a ser adultos en un día”.

Así, Diario de Navarra regresó al pasado para acercarlo a un presente en el que la palabra y el recuerdo son ar-mas contra la crueldad.

“Algunos de sus excompañeros habían guardado sus

sentimientos durante 25 años ” Íñigo González

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Los reporteros de La Vanguardia Luis Benvenuti y Silvia Angulo fueron los encargados de tintar las páginas de nuevo con los mismos protagonistas que en el pasado: historias de deshaucidos. Sin embargo, según reconoce Benvenuti, la primera vez que recogieron estos repor-tajes no eran conscientes de la importancia que iba a tener este tema en el futuro. “Este asunto ha pillado a contrapié a los medios de comunicación. Los desahucios se trataban como algo anecdótico. La realidad social se impuso y por eso recuperamos estas historias”, cuenta Benvenuti. También explica que los casos relatados en 2011 eran “una historia más humana que un problema de la sociedad”. Con la generalización de los desahucios, La Vanguardia consideró conveniente actualizar las vi-das de estas personas, a pesar de que, después del pri-mer reportaje, no mantuvieron el contacto con ellos.

Sin embargo, Benvenuti afirma que un periodista “siem-pre tiene en mente sus historias y la posibilidad de reto-marlas. Siempre quiere dar continuidad”. Una continui-dad que pudo haberse mantenido temáticamente y no a través de los protagonistas. Sin embargo, según él, “un desahucio está tan a la orden del día que puede quedar-se en un breve”. Por eso, para La Vanguardia, recuperar estas historias es aportar algo más.

Y no sólo aportan algo más a sus lectores, sino también a los protagonistas del reportaje. “Suelen tener interés en salir en los periódicos porque los desahucios se convier-ten para ellos en una causa mayor. Pasan de tener un in-terés personal a uno general; quieren ayudar a todos los que están en su misma situación”, aclara. Además, se-gún dice, estas personas están predispuestas a conceder entrevistas para que les echen a ellos mismos una mano. El periodista siguió la publicación de los primeros re-portajes y, cuando volvió con los protagonistas, no es-peraba que hubieran cambiado sus vidas. “Pensaba en-contrarme a gente en un limbo”, creía Benvenuti. Pero centrarse en lo oscuro era la manera para él de “demos-trar que el marco legal no funciona porque no permite a los afectados salir de su situación”.

Benvenuti no estima que se haga una tercera entrega de estas historias, “pero en estos temas manda la actuali-dad”. Por eso concluye: “Si se aprueba la ley retroactiva, sería interesante contar sus vidas sin la deuda”. Sin em-bargo, recoger sus historias dentro de un tiempo exigiría un trabajo mucho mayor: “El primer día, la historia se escribe sola. El segundo, requiere maestría: mantener la continuidad y sacarle punto a eso tiene más mérito”.

“Un periodista siempre tiene en mente sus historias y la posibilidad de retomarlas”(Luis Benvenuti)

“Si se aprueba la ley retroactiva sería interesante contar sus vidas

sin la deuda”

Luis Benvenuti

En julio de 2012 se produjo un incendio en la comarca del Ampurdán (Empordá en catalán), en Gerona, en el que murieron tres personas, entre ellas una joven de 15 años. La periodista de La Vanguardia, Silvia Oller estuvo con los protagonistas, con el fuego. Un mes después, con las cenizas.

Cuando se declaró el incendio ella no se enteró. Era su día de fiesta. “Sólo supe lo que había pasado cuando lla-maron desde la sección de Vivir para activarme, porque con la única persona que había de guardia en Girona no iba a ser suficiente. Me encargaron que hiciera la parte más humana de la historia”, recuerda Oller.

Sin embargo, el propio incendió impidió que llegara a los protagonistas. Los Mossos d’Esquadra habían cor-tado las carreteras, así que decidió llamar. “El jefe me comentó que la fotógrafa había tomado imágenes de una pareja de granjeros en medio de la carretera y que les había pedido el teléfono. Así llegué hasta Anne Violaine, una granjera que, junto a su compañero Stéphane, ha-bía comprado una finca entre Cantallops y La Jonquera. Ellos fueron los que salieron en portada”, cuenta. Con el resto de testigos, la periodista también contactó por teléfono: “Empecé por buscar personas conocidas que sabía que tenían casa por la zona. El último recurso fue coger el listín telefónico y hacer varias llamadas al azar a personas que vivían en los pueblos afectados. Con esta información salvamos el primer día”.

Oller reconoce que esta “no es la mejor forma de hacer reportajes”, pero que, de otra manera, no hubieran con-tado con ningún protagonista. Esto lo solventó los tres días siguientes al incendio, en los que se desplazó al pa-bellón municipal de Figueres, donde pasaron la noche muchas de las personas del Alt Empordá. Allí encontró a un grupo de jóvenes voluntarios que le llevó hasta Gica: un ciudadano rumano que se había quedado sin casa. Con el resto, logró contactar paseando entre ceniza. La periodista relata: “Durante esos dos días posteriores al inicio del fuego, estuve recorriendo hasta donde podía la zona quemada y las carreteras cercanas”.

Durante esta búsqueda, Oller no se olvidó de anotar los teléfonos y la dirección de los afectados. Esto fue im-prescindible para ella cuando, un mes después, en la sección le propusieron recuperar el tema para ver cómo habían cambiado sus vidas. “Les llamé y nadie me puso ninguna pega. Algunas personas, cuando les ocurre algo así, buscan exteriorizar sus sentimientos para sentirse

mejor, contarlo para quitarse un poco de pena de en-cima. Al menos, tuve esta sensación. Muchas veces me he puesto en la piel de las personas afectadas y creo que tienen mucha paciencia. Yo no sé si lo haría. La verdad es que por mi parte no actué de forma especial. Les es-cuché, no tuve prisa para terminar el reportaje, les dejé hablar”.

En su periódico también le dejaron hablar a ella. Duran-te todo el mes de julio, el incendio fue uno de los temas claves en Cataluña. Por su relevancia, Oller pudo volver un mes después. No olvidar. “En ocasiones los periodis-tas tendemos a dar carpetazo a los temas y olvidarnos de ellos con demasiada facilidad y puede que el lector se pregunte qué habrá sido de aquellas personas. Los me-dios dejamos de seguir esas historias, ya sea por falta de tiempo o porque han caducado y ya no interesan. En el caso del fuego del Empordà fue diferente. Poder hablar con ellos un mes después fue como dar un paso más”. Sin embargo, un paso acelerado: “Volver allí sólo un mes después del incendio fue demasiado poco tiempo”.

Aún así, en este poco tiempo, los protagonistas de los reportajes cambiaron, si no sus vidas, su manera de en-focarlas. En un solo mes lograron ver el futuro con op-timismo, lo cual transforma, a su vez, el relato negativo a uno más positivo. Por eso Oller piensa que “el lector se pudo quedar con el afán de superación de todas las víctimas”. Esto es la concreción de una idea más gene-ral de Silvia: “Los reportajes en los que se vuelve suelen ser sobre historias tristes o negativas porque en estas se puede reflejar que, por muy mal que se pongan las cosas, cuando parece que todo está perdido y que la persona se va a hundir, siempre hay un punto de esperanza”. Y la esperanza de Oller es la de volver de nuevo: “Creo que si regreso este año en julio, los cambios que percibiré en las personas serán mucho mayores”.

“En ocasiones los periodistas tendemos a dar carpetazo a los temas y olvidarnos de ellos con demasiada facilidad y puede que el lector se pregunte qué habrá sido de aquellas personas”

(Silvia Oller)

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Gervasio Sánchez es periodista independiente y fotógra-fo especializado en coberturas de guerra. Entre sus co-laboraciones más asiduas con medios de comunicación destacan Heraldo de Aragón y El Magazine de La Van-guardia. Ha viajado a diversos países invadidos por las armas y la desolación: ha visitado América Latina. Tam-bién cubrió la Guerra del Golfo desde 1984 hasta 1992 y, posteriormente, la de Bosnia. Igualmente ha estado en África y Asia cubriendo este tipo de conflictos. Entre sus publicaciones destaca, en Heraldo de Aragón, Vidas minadas (1997). Publicó una segunda parte en 2002, y recuperó las historias diez años después bajo el título de Vidas minadas, diez años (2007). Sánchez está seguro de que el mismo diario publicará en 2022 Vidas mina-das, 25años.

Gervasio Sánchez se introdujo en el periodismo de gue-rra en la década de los ochenta. Durante años estuvo fijándose en los desastres más evidentes de la guerra. Los muertos, los heridos, los bombardeos, los combates o los milicianos armados se convirtieron en el foco de su atención. Realizó varios viajes a Sarajevo. Durante el cerco, cubría las informaciones más llamativas. Acudía

a los hospitales o a los entierros, pero en uno de esos encuentros con la realidad, su visión acerca de los con-flictos dio un giro: “Lo más importante de la guerra no eran los muertos, sino la vida cotidiana de los supervi-vientes”, afirma Sánchez. Explica que las informaciones sobre qué hacen las personas durante la guerra o qué sienten mientras escuchan los bombardeos no se cu-brían con profundidad.

Comenzó a fotografiar a los supervivientes, y en diciem-bre de 1994 lanzó su primer libro, Cerco de Sarajevo (1994), que acompañaba la inauguración de una expo-sición fotográfica de unas 76 imágenes en las que apa-recían únicamente dos fallecidos descubiertos; el resto eran fotografías de personas con vida. Sánchez revela: “Eran todo fotos de vivos, de supervivientes, de gente batallando por mantener la dignidad en medio de la guerra”. El libro tuvo un gran impacto, dado que no solo narraba lo que había sucedido, sino lo que se estaba vi-viendo en aquel momento.

En abril de 1995 llegó el periodo más terrible de la gue-rra en cuanto a muertos y heridos. El periodista se im-

“Yo creo que las guerras solo terminan cuando las consecuencias se superan, y para eso tie-nen que pasar muchos años”

(Gervasio Sánchez)

presionó al advertir cómo se sorprendía la gente al com-probar que podía contarse a través de sus víctimas.

En septiembre, recibió un encargo de una revista del co-razón: contar la historia de una víctima infantil por la acción de las minas. No se trataba, pues, de un medio de referencia. En aquellos momentos, Sánchez trabaja-ba de forma independiente. O eso pensaba él: “Yo decía: ‘Voy adonde me da la gana’. Pero luego me di cuenta de que yo acudía donde la guerra era noticiosa, mediática. No iba a Angola a pesar de que hubiera una guerra más dura que la de Bosnia. Fui a Bosnia porque era la guerra de portada de los medios de comunicación. Al fin y al cabo, acabas siendo un poco dirigido”.

El periodista pone ejemplos de otras guerras finalizadas como las de El Salvador, Nicaragua y Guatemala, que ya han sido olvidadas: “Como si las guerras terminasen cuando dicen los políticos. Yo creo que sólo terminan cuando las consecuencias se superan, y para eso tienen que pasar muchos años”. Cada 11 de junio Gervasio Sán-chez vuelve a la historia bélica que se desató en Bosnia en los años noventa, y puede observar cómo se continúa enterrando víctimas año tras año, a pesar de que aquella guerra terminara hace dieciocho.

Los conflictos que se llevan a cabo con beligerancia pro-vocan muertos. Sin embargo, es la posguerra la que no cesa de ocasionar cada vez más heridos. Sánchez explica que durante la guerra los civiles se desplazan y acuden a refugiarse a zonas con mayor seguridad. Cuando los combatientes finalizan sus trifulcas, los civiles vuelven a su territorio a reconstruir sus hogares. Y sus vidas. Pero no son conscientes de un detalle grave: los combatientes han minado el territorio por seguridad. Es un arma de posguerra que casi siempre arremete contra los secto-res más humildes de la sociedad, especialmente contra campesinos que han sufrido la parte más terrible del conflicto. El periodista expresa con profundidad: “La guerra deja un poso de dolor. Te golpea. Para transmi-tirla con decencia hay que sentir ese dolor en tu interior. Algo de ti muere en cada guerra”.

Cada vez que Sánchez ha viajado al cerco de Sarajevo, la primera labor que ha desempeñado ha sido informarse sobre quiénes habían fallecido en su ausencia. En innu-merables ocasiones, él conocía a muchos: periodistas, niños, madres de familia… Nunca ha tenido la necesidad de acudir al psicólogo tras una guerra, sin embargo, sí que brota en su interior una urgencia por buscar histo-rias de otro tipo, historias de seguimiento a largo plazo: “Si me encuentro a un niño en el hospital destrozado por la explosión de una mina y sobrevive, sigo a esa perso-na durante cinco, diez o quince años. Eso me compen-sa, porque donde vi dolor, ahora veo alegría”. El fotó-grafo personifica esta continuación en un muchacho de 13 años a punto de morir que conoció en el hospital de Sarajevo. Ahora tiene 31, y es historia. Cuando cumpla los 41, presentará todas sus imágenes desde que era un niño. La historia continúa: “Cubrir el nacimiento de su hijo, ver cómo lo coge por primera vez, ver a su esposa en el quirófano… La historia está viva”, recalca.

DEL SELLO A LA CAPITAL

A Gervasio Sánchez siempre le gustó el mundo del pe-riodismo. Cuando era joven coleccionaba sellos con los que conocía las capitales del mundo. Se aprendió todas de memoria. Él mismo confiesa: “Pienso que eso me hizo creer que el periodismo sería la manera de resolver mi necesidad de viajar. Los únicos que viajan son los pe-riodistas y los pilotos de avión, así que yo quería ser una de las dos cosas. Cuando era pequeño, era el único que iba al colegio con un periódico, y lo compraba todos los días. Era un diario deportivo, y me lo comía entero, y era el único de mis compañeros que tenía claro lo que quería ser de mayor: periodista”.

Llegó a la facultad, y su afán por viajar no se apagó. En septiembre de 1980 sus amigos y él decidieron empren-der un viaje a Turquía. Mientras lo planificaban, hubo un golpe de estado en el país. Sus compañeros se asusta-ron. Querían suspender el viaje por seguridad. Sánchez, sin embargo, con espíritu guerrero y periodístico, trata-ba de seducirles para no cancelar el viaje, y les persuadía utilizando un método particular: “Convencí a mis ami-gos con mentiras. Les conté que había hablado con la em-bajada y me habían respondido que no pasaba nada. Al final fuimos, pero fue complicado, porque estaba todo pa-tas arriba. Había toque de queda, estado de sitio, y como éramos turistas nos quedamos unos días en Estambul”.

Siempre tuvo claro que quería cubrir información en lu-gares conflictivos. Al principio iba por atracción, porque quería ver con sus propios ojos lo que estaba sucediendo. Sin embargo, posteriormente, empezó a sentir repulsión hacia la guerra: “En el primer y segundo viaje que hice a El Salvador estuve tres meses. También fui a Nicaragua y a Guatemala en 1984. Leí muchos informes sobre los derechos humanos, y al final, empecé a odiar la guerra”.

“Para contar un conflicto con decencia hay que sentir ese dolor en tu interior. Algo de ti muere en

cada guerra ” Gervasio Sánchez

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Hay distintos modos de hablar de las contiendas. Los ojos de la Guerra es un documental en el que aparece Gervasio Sánchez. Tras una larga experiencia en este terreno, ha conocido muchos conflictos bélicos. No le gusta ofrecer una idea fascinante. Al contrario, a los jó-venes suele explicarles que la guerra es horrorosa, algo a lo que él no logra acostumbrarse. Afirma con rotundi-dad que es un fracaso. Sánchez testifica que en este tipo de situaciones hay que tener miedo porque te priva de cualquier estupidez, te ayuda a fijar bien los pasos.

El periodista expone la necesidad de explicar con deta-lle las historias, de volver a las raíces, de profundizar. Los lectores esperan recibir información de calidad. No quieren una réplica de lo que han visto el día anterior en las redes sociales. No quieren titulares. Reclaman algo más: buenas historias.

El corresponsal es partidario de buscar nuevas maneras de contar para llegar a la audiencia, para despertar el inte-rés por la lectura. Esta es una de sus preocupaciones: “Te-nemos que recuperar la necesidad de leer de los estudian-tes universitarios y del instituto. Así crearemos de nuevo un público mejor informado. Unos lectores alejados de la posibilidad de que el poder los manipule”. Sánchez reite-ra la función de las redes sociales, especialmente Twitter: “Hace poco hice un debate en la cadena Ser sobre ello. Hemos crecido mucho con esta red social, porque ade-más de servir para estar informado, obliga a entrenar la capacidad de síntesis”. Él continúa en Twitter porque le exige revisión de lo escrito, economía de palabras.

Sánchez planifica los viajes con un año o año y medio de adelanto. Este tipo de historias hay que gestionarlas con mucha anticipación. Son historias que comienzan con un balance negativo y terminan por convertirse en historias de superación y ejemplo de fortaleza.

El fotógrafo es de los únicos periodistas –si no el úni-co–de España que trabaja de esta manera. Toma la his-toria de una persona y la recupera diez o quince años más tarde. Son años que, evidentemente, también pa-san para el periodista.

Todos los regresos a la historia le han impactado. En cada uno de estos países ha habido personas que le han calado, especialmente aquellas a las que conoció sien-do unos niños y con los que ha seguido manteniendo el contacto en la distancia y en sus viajes de vuelta. En Co-lombia, por ejemplo, conoció a una niña llamada Móni-ca. Cuando la conoció tenía 12 años; ahora, 18. Gervasio Sánchez los ha visto crecer. Muchos han sido los prota-gonistas de sus historias, y eso ha creado entre ellos una relación muy personal.

INOCENCIA MINADA

Cuando la revista del corazón solicitó a Gervasio Sán-chez el encargo de que fuera a hacer una historia sobre un mutilado por una mina, le puso la condición de que debía ser un niño. Sánchez encontró a un adolescente de 15 años llamado Adelino Chimoco que fue herido de gravedad siendo muy pequeño. Su padre murió con la explosión de una mina cuando él tenía en torno a 7. No tenía madre. Estaba a cargo de su madrastra. El periodis-ta estuvo una semana con él en Kuito (Angola). Esta his-toria significó el inicio del proyecto de Vidas de minadas.

Sánchez encuentra a muchas de estas personas por ca-sualidad. Explica que en Sarajevo le sucedió un aconteci-miento muy curioso: se encaminó hacia Bosnia en marzo de 1996, con la guerra concluida. Fue con el equipo de producción de Territorio Comanche: con el director, Ge-

“Tenemos que recuperar la necesidad de leer de los

estudiantes universitarios y de instituto”

Gervasio Sánchez

rardo Herrero, a la cabeza y con todos los actores prin-cipales, Imanol Arias y Carmelo Gómez. Pérez-Reverte, Arias y Gómez estuvieron con el periodista durante una semana buscando escenarios apropiados para grabar.

Al día siguiente de marcharse de Sarajevo, fue al hos-pital de Kosovo a buscar víctimas de minas. Sánchez conocía al director del hospital, el doctor Capitanovich. Le informó de que a la parte infantil acababa de llegar un niño muy malherido. Sánchez explica: “Me dijo: ‘Ve. Puede que todavía esté vivo’. Fui y conocí a Isimai. Y ahí empezó su historia”.

En 1995 viajó a Camboya. Visitó un hospital de Médicos Sin Fronteras con permiso para fotografiar a los muti-lados por las minas. Cuando entró en la habitación, el periodista se encontró con un chico apoyado en su pa-dre con el pie introducido en un cubo con líquido desin-fectante. Era Sokheum Man. Le tomó una fotografía, la única que hizo sin permiso. Dos días después le ampu-taron una pierna.

Otra de las víctimas de Vidas Minadas fue Sofía Alface. Gervasio Sánchez conoció a esta niña en un centro de Mozambique. Tuvieron que amputarle las dos piernas en febrero de 1993. Es una de las más de 6.000 personas que sufren mutilaciones o fallecen a causa de la activi-dad de las minas desde el año 1990.

En Nicaragua el periodista fue a un centro ortopédico y estuvo investigando historiales de todo el mundo. Encon-tró niños mutilados que vivían muy alejados; en pueblos de las montañas. Eran personas con historias imposibles de cubrir.

Tenía que continuar indagando. Después de tres días buscando en historiales, halló un caso de un joven de Ma-nagua, la capital nicaragüense. Se llamaba Joaquín Pérez y tenía 23 años. Era campesino. Había perdido la pierna derecha y su mujer lo había abandonado en el hospital. Nunca más volvió a ver a su hijo.

LA PACIENCIA, LA CLAVE

Son vidas duras. Vidas minadas. Gervasio Sánchez man-tiene el contacto con muchas de estas personas a través de Internet. Algunos tienen correo electrónico o teléfo-no. Afganistán es uno de sus viajes asiduos, de modo que visita a sus protagonistas cada vez que va. Considera que la obligación de un buen periodista es cuidar a aquellas fuentes que regalan su testimonio: “No podemos ser tan arrogantes de creer que somos nosotros los protagonis-tas del mundo en el que vivimos. Hay que acercarse a las personas con respeto y con la dignidad que se merecen”. Para volver a las historias se requiere paciencia, tiempo: “No podemos convertirnos en violadores de la intimidad de las fuentes o en buscadores de sentimientos ajenos. Tenemos que hacer historia, y para eso es necesaria la paciencia”.

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Las historias se producen en un momento determinado, pero los periodistas han de invertir tiempo en conocer a las fuentes, vivir con ellas, cuidarlas y acompañarlas. Sánchez cuenta la historia de Aritz, un chico con el que estuvo una semana completa sacándole fotografías, tra-tándole: “Nuestra relación fue complicada. Hablábamos idiomas diferentes y él estaba muy marcado por la gue-rra. Fue importante crear con él un trato cercano, que llegó a convertirse en una relación casi paternofilial. Cuando su esposa se quedó embarazada, me llamó a mí”. Gervasio Sánchez explica que este oficio exige tra-bajar las 24 horas de cada día, de cada año, de cada vida.

Cada vez que va a Sarajevo llama a Aritz y queda con él. Cuando Territorio Comanche, le explicó: “Va a venir un equipo de televisión conmigo porque quieren ver cómo trabajo. Puede ser interesante”. Aritz le contestó que no había ningún problema. Gracias a la buena relación que guardaban Gervasio Sánchez pudo involucrarse en la historia íntima de Aritz.

Otro ejemplo de contacto de Sánchez con las fuentes es el caso de Mawj Al Obaidi. Conoció a esta muchacha de 18 años cuando era una niña de 9. Fue herida en el brazo durante un bombardeo estadounidense mientras trans-curría la invasión de Iraq. Los americanos bombardea-ban la zona para aniquilar a sus opositores y permitir que sus unidades mecanizadas avanzaran. Sin embargo, en ese bombardeo mataron a civiles e hirieron a esta niña, cuya historia captó el periodista en diversas fotografías: retratos en los que se aprecia el paso de tiempo, y con él, que la historia cambia. “La fotografié por primera vez en un hospital, sin darle más importancia, en el año 2003, porque un doctor español llegó a ese centro y me la pre-sentó”, comenta. Sánchez hizo un seguimiento de sus operaciones. Siguió su historia durante los años 2005, 2006, 2007 y 2008.

El fotógrafo señala que para que su trabajo obtenga un buen resultado le es imprescindible tener instantáneas de sus protagonistas. El inconveniente con el que se cru-zó en Iraq fue el riesgo de acudir a buscarlas: “En algu-nas ocasiones era tan peligroso ir a donde vivían, que tenían que venir ellos al hotel donde estaba yo. Para mí era un suicidio ir a esa zona. Había muchos controles de milicias”.

“Llegó 2013, y el momento en el que me vio Mawj se me lanzó a besarme y abrazarme, algo que en el mundo árabe no se hace. Y menos una chica de 18 años que está en época de casamiento. Me quiere como si fuera un pa-dre”, relata.

DIARIO DE LA INFAMIA

Gervasio Sánchez está recogiendo en su blog Los desas-tres de la guerra un diario que publicó en Heraldo de

Aragón hace diez años: Diario de la infamia. Comenzó a escribirlo porque los iraquíes no le otorgaban el visado para ir a su país. Al principio, le supuso una tragedia, porque en un primer momento le habían prometido un visado y una vez iniciados los bombardeos, no estaban cumpliendo con lo pactado. Sin embargo, más tarde pensó que incluso le hicieron un favor porque así dedi-có tiempo a elaborar Desaparecidos (2011), otra de sus publicaciones.

El reportero explica un episodio que le describía una persona con la que trabajaba en un proyecto de niños soldados sobre una periodista del Sunday Times: tomó a una niña soldado que había sido violada para ha-cerle una entrevista, y sin la más menor delicadeza, le preguntó cuántas veces la violaban cada día y cómo lo hacían. Uno de los misioneros del templo en el que se hospedaba la niña la echó. Sánchez comenta indignado: “Tendrían que haber mandado una nota al periódico en el que trabajase diciendo: <<Esto no es una periodista. Esto es una carroñera>>”.

Él continúa creyendo en lo que hace. Considera que el ser humano tiene comportamientos indecentes, pero también muy buenos. Señala: “El otro día se lo decía a Arturo Pérez-Reverte: el ser humano viola, mata, se di-vierte matando, y hay héroes de verdad que en la gue-rra mueren por no matar. Por eso vale la pena seguir las historias de la gente que ha sufrido. Si posteriormente actúa en la vida de una manera decente, compensa”.

Siempre que Sánchez narra la historia de Sokheum Man, el camboyano, explica: “Sokheum con dos piernas sería un campesino que no habría pasado la Educación Pri-maria. Con una pierna ha llegado a la universidad. Tam-bién porque tuvo suerte y encontró a gente que le ayudó. Pero a veces el no perder una pierna te convierte en un personaje anónimo y por perder una pierna te convierte en un personaje público”. Sokheum ha tenido muchas entrevistas de alto nivel: ha estado con Paul McCartney, ha estado en el Parlamento alemán hablando de lo que supone vivir como un niño mutilado por una mina. El periodista argumenta que a veces en la vida se cruzan desgracias que a toda persona le gustaría evitar. Sánchez considera: “La historia de las personas es infinita, es in-conclusa. La vuelta a la historia nunca se acaba”.

“Mawj me quiere como si fuera su padre. Cuando me vio se lanzó

a besarme y abrazarme”

Gervasio Sánchez

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15 MOTIVOS

PARA LA ESPERANZANo se trata se ocultar una realidad complicada. No se trata de obviar que los medios ya no dis-ponen de los recursos —léase periodistas— de hace unos años para hacer periodismo. No se trata de olvidar que esta es una época de des-aliento contagioso. Pero a pesar de este pesi-mismo reinante en las redacciones españolas; a pesar de tener que sacar adelante un diario al tiempo que se vive en la redacción un ERE; a pesar de que en muchos diarios han desapareci-do periodistas veteranos que eran guía y cono-cimiento; a pesar de todos los pesares, hay espe-ranza. La hay porque cientos periodistas siguen empeñados en hacer bien las cosas. Es cierto que los actuales modelos editoriales de muchí-

simos periódicos se han quedado muy anticua-dos. También que menos periodistas tienen que hacer el mismo diario, con el mismo número de páginas. Y que a esas redacciones se les en-carga llenar de contenidos una web. Incluso la versión iPad. Pero no resulta menos cierto que, si se leen con detenimiento los diarios de hoy, se encuentran latidos. No nos vamos a detener, en esta visión esperanzadora del periodismo, en los numerosos medios (en papel y digitales) que han nacido en los años recientes. Aquí se pretende contar que hay muchos motivos para la esperanza. Lo son porque, de un tiempo a esta parte, los periódicos han ido apostando por unos contenidos que los hacen mejores.

Miguel Ángel Jimeno es MAJ y vive sepultado en una cueva, un poco a su bola. De joven —asegura— también vivía sepultado: no bajo toneladas de periódicos y cen-tenares de miles de letras, sino sólo bajo una melena y música a todo trapo, y también iba a su bola. La historia de esta transfiguración pasada por ceniza daría para una crónica formidable que, con la pluma de Ander Izagirre, triunfaría seguro en los próximos premios La Buena Prensa. A mí me gusta que MAJ vaya siempre a su bola. Incluso me gusta que fume a su bola, aunque esto no debería decirlo. Los periódicos deben ir a su bola.

No sé si se lo ha dicho alguien alguna vez, pero MAJ tiene voz de conductor de radio. Hubiera hecho carrera en las ondas porque, además de voz aterciopelada, sabe contar historias con chicha, cadencia y cariño. De esto dan fe muchos periodistas de redacciones de todo el mundo.Yo me lo he llegado a imaginar como cantan-te—melódico más que rockero—. De hecho, trabaja

cantando. Pero elegió la jungla de papel y se adentró en ella para siempre. ¡Qué se perdió la canción ligera!

En la cueva de MAJ el índice de lectura de diarios es el más alto del mundo. Más alto incluso que en Suecia. Un fenómeno digno de estudio que convendría analizar. Algo debe de haber dentro de la cueva porque nadie sale como entra. Yo estuve varias veces y puedo testimoniar que MAJ tiene una mata de pelo canoso que da gusto verla, que por allí circulan diarios tan remotos como El Faro de Ceuta, y sobre todo, que su inquilino es un tipo atento y bienhumorado, cercano y generoso, detallista y conciliador, pero riguroso, infatigable, insobornable... Como debe ser un buen periódico.

Así que no me pidáis que os diga por qué MAJ es el me-jor para hablar de los motivos para creeraún en el perio-dismo. Olvidaos del dichoso Twitter, llamad a su puerta y entrad. A vuestra bola.

Por JAVIER ERREA Periodista más admirado por MAJ

1 APUESTA POR LAS HISTORIAS Suplemento V

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2 APUESTA POR LAS BUENAS NOTICIAS E INICIATIVAS SOLIDARIAS Y PROFESIONALES Diario de Burgos 3 APUESTA POR AYUDAR A LOS CIUDADANOS Diario de Pontevedra

4 APUESTA POR SEGUIR-ESTAR CERCA DE LOS "NUESTROS" Diario de Navarra

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5 APUESTAS CON MAYOR PRESENCIA EN PORTADA El Comercio 6 APUESTA POR COSAS QUE PASAN EN LA CALLE Diari de Tarragona

7 APUESTA POR EL SEGUIMIENTO La Voz de Galicia

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8 APUESTA POR CALIDAD FIN DE SEMANA El Periodico

9 APUESTA POR EL GRAFICO La Vanguardia

10 APUESTA POR UNOS COLORES Sur

11 APUESTA POR LOS ANIVERSARIOS El Correo

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12 APUESTA POR EL DIA DESPUES Las Provincias

13 APUESTA POR LAS PREVIAS Diario de Leon

14 APUESTA POR OTROS MODOS DE CONTAR La Rioja

15 APUESTA POR LAS REDES COMO FUENTE El Periodico + Diario de Cadiz

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