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S in ninguna duda el libro From Liberal to Revolutionary Oaxaca de Francie Chassen-López resulta de gran trascendencia, no sólo para la historiografía de Oaxaca, sino para la del siglo XIX mexicano en general. Chassen es profesora de historia en la Universidad de Kentucky y en la actua- lidad funge como directora del Pro- grama de Estudios Latinoamericanos. Con esta obra ganó el premio al mejor libro publicado en 2004 del Rocky Mountain Council for Latin American Studies’ Thomas McGann. Fruto de varios años de investigación y de los entrañables lazos que la unen con esta tierra, el trabajo resulta en una historia global del estado de Oaxaca en los decisivos años de 1867 a 1911. El título “La vista desde el sur” —prestado de un artículo de William Taylor— resulta para ella una herra- mienta metodológica, pues la mirada focalizada en el sur le permite exami- nar, en una región acotada, los proce- sos que se llevaban a cabo en el país para desentrañar sus cambios y sus límites, así como mostrar una imagen independiente del centro. Chassen se inspira en los “Subal- tern Studies” —corriente histórica de- sarrollada en India a partir de fines de la década de 1970, con el propósi- to de reconocer la centralidad y la capacidad (agency ) de los grupos sub- ordinados que habían sido olvidados por las élites en la construcción Nuevas perspectivas de la historia oaxaqueña Francie Chassen y su mirada desde el sur Laura Machuca FRANCIE R. CHASSEN-LÓPEZ, 2004 From Liberal to Revolutionary Oaxaca. The View from the South. Mexico 1867-1911 The Pennsylvania University Press, Pennsylvania, 608 pp. New Perspectives of Oaxaca’s History. Francie Chassen and Her View from the South LAURA MACHUCA: Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social-Peninsular, Mérida, México. <[email protected]> Desacatos, núm. 28, septiembre-diciembre 2008, pp. 191-195. pp. 189-190: Imágenes tomadas del libro de F. J. Ruiz Cervantes y C. Sánchez Silva.

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Page 1: Nuevas perspectivas de la historia oaxaqueña · de Francie Chassen-López resulta de gran trascendencia, no sólo para la historiografía de Oaxaca, sino para la del siglo XIX mexicano

Sin ninguna duda el libro FromLiberal to Revolutionary Oaxaca

de Francie Chassen-López resulta degran trascendencia, no sólo para lahistoriografía de Oaxaca, sino para la del siglo XIX mexicano en general.Chassen es profesora de historia en laUniversidad de Kentucky y en la actua-lidad funge como directora del Pro-grama de Estudios Latinoamericanos.Con esta obra ganó el premio al mejorlibro publicado en 2004 del RockyMountain Council for Latin American

Studies’ Thomas McGann. Fruto devarios años de investigación y de losentrañables lazos que la unen con estatierra, el trabajo resulta en una historiaglobal del estado de Oaxaca en losdecisivos años de 1867 a 1911.

El título “La vista desde el sur”—prestado de un artículo de WilliamTaylor— resulta para ella una herra-mienta metodológica, pues la miradafocalizada en el sur le permite exami-nar, en una región acotada, los proce-sos que se llevaban a cabo en el país

para desentrañar sus cambios y suslímites, así como mostrar una imagenindependiente del centro.

Chassen se inspira en los “Subal-tern Studies” —corriente histórica de-sarrollada en India a partir de fines de la década de 1970, con el propósi-to de reconocer la centralidad y lacapacidad (agency) de los grupos sub-ordinados que habían sido olvidadospor las élites en la construcción

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Nuevas perspectivas de la historia oaxaqueña

Francie Chassen y su mirada desde el sur

Laura Machuca

FRANCIE R. CHASSEN-LÓPEZ, 2004

From Liberal to Revolutionary Oaxaca. TheView from the South. Mexico 1867-1911The Pennsylvania University Press, Pennsylvania, 608 pp.

New Perspectives of Oaxaca’s History. Francie Chassen and HerView from the South

LAURA MACHUCA: Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en AntropologíaSocial-Peninsular, Mérida, México.<[email protected]>

Desacatos, núm. 28, septiembre-diciembre 2008, pp. 191-195.pp.1

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histórica1—, muy en particular en lostextos de Ranahit Guha y Gyan Pra-kash —este último sugiere una “lec-tura insurgente” de los textos históri-cos—. Como es fácil adivinar, para elcaso oaxaqueño los grupos subalter-nos son los indígenas de las dieciséisetnias del estado, que ella observa enpersistente lucha y negociación, par-ticipando en la formación del Estado,incluyendo además a las mujeres y losgrupos de clases medias y bajas.

Otro concepto fundamental que in-troduce, además de agency, es el de et-nicidad, pues para ella resulta impor-tante discernir los modelos que marcanla diferenciación entre clase, género eidentidad étnica para distinguir lascambiantes relaciones de poder y en-tender los mecanismos de cambio ycontinuidad. Así, entiende por etnici-dad “un proceso histórico de muchascaras, en el cual las identidades étnicasy los grupos étnicos están constituidosdinámicamente en la práctica social”(p. 292), que además cambia y se adap-ta de acuerdo con las circunstanciashistóricas. Se construye en conflictocon el otro; por lo tanto, las etnicidadesindígenas se definen por lo que reco-nocen como cultura prehispánica, lastradiciones y costumbres salvaguarda-das frente al colonialismo español. Elmejor ejemplo de adaptación seríanlos chatinos, que aprendieron a sorteartodas las presiones venidas de fuera.

El libro se divide en tres partes quebuscan contestar tres preguntas: ¿Juá-rez y Díaz descuidaron su estado enaras de la modernización? ¿Los indíge-nas fueron un obstáculo para el pro-greso? ¿Oaxaca permaneció al margendel movimiento revolucionario?

En la primera parte, “Infraestructu-ra y economía”, la autora analiza la basematerial que daba sustento al estado: latierra, sus productos, el comercio, la in-dustria y la minería. En primer lugarse refiere a la entrada del ferrocarril ylas expectativas que abrió en cuanto aque representaba el inicio de una nue-va era de prosperidad y modernizaciónpara Oaxaca. Tuvieron preferencia lasvías con salidas al exterior (como SalinaCruz o Puerto México), que sirvieronpara activar el comercio internacional.En cambio, las líneas Istmo-Oaxaca yMixteca-Puebla nunca vieron la luz,por lo tanto, no se logró la articula-ción económica del estado.

Después, Chassen analiza el tema dela tierra y parte de la idea de que éstaentró a la modernización durante elPorfiriato, pero el proceso no fue ho-mogéneo, fueron más afectadas las re-giones donde llegó el ferrocarril. Lospueblos indios no permanecieron in-diferentes y buscaron todas las vías po-sibles para perder menos tierras; algu-nos lograron retenerlas, sobre todoaquéllos de regiones aisladas alejadasde la agricultura capitalista. Dos proce-sos sucedieron en aras del “progreso”:el primero fue la conversión de variosindígenas en propietarios individuales—lo que dio nacimiento a minifun-dios—, y el segundo, la venta de ejidosy tierras comunales a empresas dedi-cadas a la agricultura comercial.

Otra característica importante delperiodo es que tampoco la haciendalogró imponerse; el porcentaje de lastierras ocupadas por éstas era muybajo. Sin embargo, durante el Porfiria-to surgió, en las regiones donde se im-puso el desarrollo, una propiedad hí-brida: la finca (también conocidacomo plantación, cafetal, ingenio otrapiche, dependiendo de su ubicacióny producción). Chassen utiliza el tér-mino de finca para distinguirla de los minifundios, de las haciendas y delas propiedades rurales en general nosurgidas durante el Porfiriato, y la de-fine como “una empresa agraria dedi-cada al cultivo comercial, agricultura o ganado, integrado dentro del merca-do nacional o internacional durante elPorfiriato” (p. 118), situada en las tie-rras que habían sido comunales y enlas regiones en desarrollo: Papaloapan,Istmo, Cañada y Costa, donde coinci-dentemente también hubo un aumen-to considerable de ranchos (medianospropietarios que aprovecharon la es-peculación de tierras), lo cual hacesugerir a la autora una relación entreéstos y la actividad revolucionaria.

En seguida, Chassen se enfoca en elproceso de desarrollo porfirista a ni-vel local, nacional e internacional: poruna parte, examina cada uno de losproductos que demandaban los mer-cados (café, tabaco, hule, plátanos,caña de azúcar, algodón y, en menormedida, cacao, algodón, arroz y añil);por la otra, analiza las diferentes ma-neras empleadas para proveerse demano de obra. La autora distinguecuatro factores que caracterizaron lasrelaciones de trabajo en vísperas de la Revolución: a) la supervivencia

1 Sobre esta corriente véanse los libros deSaurabh Dube, Pasados poscoloniales. Colec-ción de ensayos sobre la nueva historia y etno-grafía de la India, Germán Franco Toriz(trad.), El Colegio de México, México, 1999,y Sujetos subalternos, Germán Franco y AriBartra (trads.), El Colegio de México,México, 2001.

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de los comuneros; b) la baja forma-ción de la fuerza de trabajo que sólodependía de su salario, que por ciertoera uno de los más bajos de todo Mé-xico; c) la existencia de un esclavismoinformal en Tuxtepec, y d) el uso limi-tado del peón acasillado (p. 178). Enzonas como Juquila (Costa) se ha do-cumentado asimismo “el enganche” otrabajo forzado. Para Chassen, estassituaciones de esclavismo o engancheeran producto de las fuerzas naciona-les y locales, y si bien no estaban de-terminadas por el capitalismo global,sí obedecían a la presión exterior.

El último capítulo de la primeraparte está dedicado a la minería, a laindustria y al comercio. Como la auto-ra lo muestra, el auge de la minería es-tá muy ligado también a la introduc-ción del ferrocarril, pues el gobiernocreía que ambos traerían prosperidadal estado, razón por la cual trataron deatraer capitales y tecnología. Sin em-bargo, fue un despertar efímero debidoa la crisis mundial del metal en 1907,que desplomó los precios. La industriani siquiera logró despegar, pues lospueblos seguían teniendo una produc-ción artesanal que satisfacía las nece-sidades y, aunque el comercio era un rubro importante, no se maneja-ban los mismos capitales que en Yu-catán con el henequén, o en More-los, con el azúcar, entre otros casos.

En la segunda parte, “Sociedad: cla-se, etnicidad y género”, la autora secentra en la población indígena y lasrelaciones que establecieron con los“otros”. Durante el periodo estudiado,Oaxaca y sus poblaciones conocieronun aumento demográfico. Además, seobserva la aparición de nuevas clases y

la redefinición de las que ya existían.Las élites se reconfiguran y aceptan(como en la época colonial) a los in-migrantes, que siguen siendo en sumayoría españoles, pero también hayingleses, franceses, italianos, estadou-nidenses y alemanes. Su apertura al-canzó asimismo a los militares y a losnuevos políticos, ambos de cunas hu-mildes. Para Chassen esta situaciónfue fruto de la reforma liberal, puespermitió la compra y acumulación detierras, siendo el mejor ejemplo de es-ta movilidad social el mismo PorfirioDíaz. La clase media se expande en laciudad, así como los rancheros y pe-

queños propietarios en el campo. Laclase trabajadora aumenta en la indus-tria minera, portuaria, fabril y de fe-rrocarriles.

Chassen introduce a las mujeres ensu análisis y observa que su presenciase acrecienta en las actividades econó-micas y productivas: en su mayoríatrabajaban en las fábricas y en el cam-po, pero algunas también estudiaronpara maestras y médicas. Asimismo, elnúmero de propietarias urbanas y ru-rales (poseedoras de haciendas) cre-ció, en parte por haberles favorecidolas leyes de desamortización para lacompra de casas y tierras.

Francisca María Cisneros, en F. J. Ruiz Cervantes y C. Sánchez Silva (coords.), De oficios yotros menesteres. Imágenes de la vida cotidiana en la ciudad de Oaxaca, UABJO, INAOE,Oaxaca, 2005.

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La élite del Valle de Oaxaca —la va-llistocracia— dominaba a las oligar-quías de las otras regiones, salvo lasistmeñas, que siempre fueron más in-dependientes. Chassen distingue dosgrupos en la clase media: por un lado,el de clase media alta, integrado sobretodo por doctores, abogados y jefes po-líticos, varios formados en el impor-tante Instituto de Ciencias y Artes,todos clientela de la vallistocracia; porel otro, la clase media baja, compuestade maestros, licenciados, pequeñospropietarios, comerciantes, capataces yrancheros. De este grupo salieron losmás radicales opositores políticos.También se ocupa de otros grupos,como los artesanos, obreros, bandi-dos, prostitutas y pordioseros.

Una parte fundamental de su análisislo ocupan las luchas sociales que losindígenas entablaron para hacer res-petar sus tierras contra la embestidaliberal y para frenar las leyes que ibanen contra de sus derechos. Para Cha-ssen, la comunidad, que significa la“representación de las relaciones recí-procas entre los miembros, es un pro-

ceso dinámico. No importa si ellos eranzapotecos, mixtecos, huaves o mazate-cos, es una unidad social y territorial,el común del pueblo, que proveía a lagente con un sentido propio de la iden-tidad, la labor y el derecho” (p. 291).La autora plantea que los pueblospugnaban, resistían, negociaban, y quesus costumbres “inmemoriales” ibancambiando con el paso del tiempo.

Chassen observa que los movimien-tos sociales no podían extenderse másallá de las fronteras de un municipiopues, aunque no cita en esta parte aLuis González, ya se sabe que los habi-tantes se sienten más identificados congente de su pueblo que con otros desu misma etnia. La excepción fue elIstmo, donde sí se logró la unión devarias etnias en las guerras del sigloXIX, lo que representó la emergenciade una identidad multiétnica.

Dos fueron los principales ataquescontra los pueblos: la capitación subióal doble y se aplicaron las leyes de de-samortización. Chassen critica, enparticular, la visión de Carmagnani deuna segunda conquista en el siglo XIX,

y la de Carlos Sánchez Silva, de consi-derar esos años como los de un largoproceso de estancamiento de las éli-tes2. Los pueblos indios no estabansentados llorando su suerte; al contra-rio, integraban a sus usos y costum-bres las nuevas fuerzas económicas ysabían desplegar estrategias para de-fender sus derechos a nivel local, regio-nal, estatal y nacional. En ese sentidocita dos ejemplos importantes: la lu-cha del pueblo de Santa María Yucuiticontra la familia Esperón, y los movi-mientos en el istmo de Tehuantepec.

Los pueblos indios desarrollaronsus formas cotidianas de resistencia.En caso de asuntos más graves empe-zaban negociando, primero informal-mente, después con protestas pacíficas;si lo anterior no funcionaba, entoncesentablaban un proceso judicial. Cuan-do la situación llegaba a un punto in-sostenible surgía la violencia. Chassenidentifica tres grandes rebeliones en elperiodo estudiado: las del Istmo, las dela Mixteca ligadas al movimiento deGuerrero y la de los impuestos, mejorconocida como “la Guerra de los Pan-talones”3. Los indígenas demandaron

2 Marcello Carmagnani, El regreso de los dio-ses. El proceso de reconstitución de la identidadétnica en Oaxaca. Siglos XVII y XVIII, Fondode Cultura Económica, México, 1988, y Car-los Sánchez Silva, Indios, comerciantes y bu-rocracia en la Oaxaca poscolonial, 1786-1860,Instituto Oaxaqueño de las Culturas, FondoEstatal para la Cultura y las Artes, Universi-dad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca(UABJO), México, 1998, pp. 56-57, 185-187.3 “La Guerra de los Pantalones”, desatada porel aumento de la capitación y por una ley quedecretaba que todos debían vestir al estiloeuropeo, es decir, llevar pantalones. Espe-cialmente los chatinos fueron los más ague-rridos y se negaron de manera determinantea cambiar su vestido tradicional.

Gregoria Ramírez, en F. J. Ruiz Cervantes y C. Sánchez Silva, op. cit.

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ser reconocidos como ciudadanos ygozar de tal estatus, pero su idea era lade una ciudadanía colectiva, cuya so-beranía residía en el mismo pueblo.

En la tercera parte, “Cultura políticay revolución”, se estudian los persona-jes y las principales características delmovimiento revolucionario en susvísperas. No podía dejar de hablar deJuárez y Díaz, pero más que diferen-cias Chassen encuentra continuidad ysimilitud entre los dos: sus metas, suidea de nación, sus trayectorias e in-cluso sus orígenes. Los dos fueron am-bivalentes en cuanto a su posiciónrespecto a los pueblos indios campe-sinos, algunas veces defendiéndolos,otras atacándolos. Según la autora, sinduda durante el gobierno de EmilioPimentel hubo un mejoramiento de laeconomía (que no acabó sino hasta la crisis de 1907) y de la educación,de la ciencia y de las artes, pero estasmejoras sólo favorecieron a las élites.El gran número de publicaciones, aun-que de aparición efímera, contrastabacon el alto nivel de analfabetismo.

Los caciques siguieron como inter-mediarios políticos, económicos y cul-turales. Sobre todo resalta la importan-cia de los caciques de la Sierra Norte y de algunas mujeres, como sería el ca-so de Juana Catarina Romero, de Te-huantepec, a cuyo estudio Chassen hadedicado también varios años. Oaxacaera un estado políticamente fragmen-tado y la autora opina que al gobiernode Díaz simplemente le faltó la capa-cidad de centralizar todo el poder, por-que los pueblos indios gozaban de cier-ta autonomía que defendían (p. 445).

Otros personajes sobresalientes du-rante este periodo fueron, por un lado,

los luchadores sociales, por lo cual no podía faltar Ricardo Flores Magón—también oaxaqueño— y el estable-cimiento del Partido Liberal Mexicanoen Oaxaca; por el otro, Benito JuárezMaza y su ascenso político. El juaris-mo triunfó sobre el porfirismo, pero elprimero emergió como una nueva li-mitación para la política revoluciona-ria en Oaxaca, que se mantenía bajo elpeso de un doble legado.

Chassen concluye que la ciudadaníay la identidad, lejos de ser una comu-nidad imaginada por las élites, fue re-futada y construida desde abajo porlas clases sociales populares y las etniasde los pueblos y ciudades de toda lanación. Los pueblos indios no eran nitradicionales ni modernos: “traduje-ron nuevas ideas y factores a sus vidas

por medio de una negociación de lamodernidad, más que articular o de-fender modernidades alternativas. Laemergencia de esta creatividad híbrida—cultural, económica y política— nospermite ir más allá de la resistencia”.

El libro de Francie Chassen no sóloviene a llenar un hueco historiográfico—pues el periodo que comprende suestudio había sido un poco olvida-do—, sino que ofrece una visión muynovedosa que abre nuevas líneas deinvestigación y sugiere preguntas di-ferentes para abordar la segunda mi-tad del siglo XIX oaxaqueño. La lecturade sus 600 páginas es muy recomen-dable, así como su traducción al espa-ñol, para que el público interesado entemas oaxaqueños pueda conocerlo.

Agosto 2007

Manuel García, en F. J. Ruiz Cervantes y C. Sánchez Silva, op. cit.