nueva york y josÉ martÍ: amor difÍcil de ciudad grande

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Jose' Antonio Gonzdez 71

NUEVA YORK Y JOSE MART^: AMOR DIF~CIL DE CIUDAD GRANDE

JosC Antonio Gonzalez Western Illinois University

Keywords: JosC Marti, Modernism0 (Hispanic American), Modern Cities, New York, American Culture

Este trabajo aborda la relaci6n afectiva entre JosC Marti y la ciudad de Nueva York. Las razones para hacerlo son tanto el indiscutible peso cuantitativo y cualitativo que tiene esta ciudad en la biografia y en la escritura martiana, asi como la necesidad de reconsiderar cierta unanimidad en el comlin conocimiento de este tema, que presenta este vinculo entre el m6s universal de 10s cubanos y la gran ciudad norteamericana en tCrminos unilateralmente negativos.

Debido a su explicita antipatia por la ciudad como ente social la relaci6n afectiva de JosC Marti con Nueva York ha sido simplificada poniindola solamente en tCrminos negativos, cuando este lado negativo es tan s6lo una de las facetas de esta compleja y polCmica correspondencia, que va m6s all6 de lo directamente expresado. Dionisio Caiias advierte del error de simplificar la visi6n martiana de Nueva York a ese rechazo explicit0 de su discurso (61) porque tal visi6n engloba tanto 10s rasgos negativos como 10s positivos.

LPor quC es importante redefinir esta relacidn afectiva entre Jose Marti y la ciudad de Nueva York? La respuesta a esta interrogante puede formularse en dos sentidos: En primer lugar, JosC Marti es considerado uno de 10s iniciadores y una de las m6s importantes figuras intelectuales del modernismo hispanoamericano. Es necesario tener en cuenta la actitud asumida por 10s modernistas ante el complejo fen6meno de la ciudad moderna para poder comprender su postura con respecto a la modernidad como un todo. Esto se debe a que lo urban0 es el espacio mismo donde se define y representa la modernidad. Por lo tanto, el reconsiderar la actitud martiana ante NuevaYork-que es el emblema de la modernidad urbana en la NorteamCrica de fines del siglo XIX-implica repensar la posicidn martiana sobre todo el proceso hist6rico y cultural de la modernidad en 10s Estados Unidos.

Por otra parte, JosC Marti no es s6l0 otro destacado

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intelectual hispanoamericano que es testigo del complejo proceso de la modernidad norteamericana, sino que es un mediador entre culturas quien a travts de su discurso establece una visi6n particular de 10s Estados Unidos para la pupila de 10s lectores hispanoamericanos de la Cpoca. Ivan Schulman ha calificado el doble carkter de este discurso que se bifurca segth la intencidn en el discurso informativo cuando revela aspectos de la vida y la sociedad estadounidense; y como discurso del deseo cuando toma aspectos de la cultura norteamericana que pueden aplicarse a1 proyecto fundacional de 10s paises de HispanoamCrica (U provecto 29).

Luego entonces, reevaluar la relacidn emocional martiana con respecto a Nueva York, implica demostrar que su posici6n a1 representar la cultura de la ciudad no fue ni la de un testigo distante ni la de un extraiio y hostil huCsped, sino la actitud de alguien afectivamente implicado en lo que presenciaba, alguien que con 10s aiios comenzd a interesarse tambitn en el futuro bienestar de la misma sociedad citadina que estaba transcribiendo en su escritura. Esto puede significar que en buena medida, su discurso del deseo podria tambitn en estar destinado a la naci6n cuyo proceso de modernizaci6n estaba siendo juzgado a travts de sus textos.

Ademhs, esta revalorizaci6n no s610 es fitil para 10s estudiosos de Jost Marti, o del Modernismo del siglo XIX como proceso cultural, sino que 10s acadCmicos y estudiantes interesados en la historia cultural de Estados Unidos en general y de Nueva Cork en particular, necesitan conocer la actitud de quien produce quizhs una de las mhs importante de las representaciones alternativas de dicha cultura en el proceso de lo moderno.

Con diversas aproximaciones, varios estudiosos de la obra martiana han tratado de establecer su compleja y poltmica relaci6n afectiva con el pais y la ciudad. Esta complejidad no resulta nada extraiio en un ser cuya fina sensibilidad, rfipida capacidad de aprendizaje y extrema creatividad intelectual fue capaz de sopesar todos 10s 6ngulos, matices y modos de evolucionar de 10s fen6menos y procesos de la realidad cultural (Schulman “Un nuevo.. .” 254).

Por otra parte debemos reiterar el carhcter tremendamente confuso de la cultura neoyorquina de la modernidad, esa que juzg6 Marti en un largo period0 de tiempo. Para Iris Zavala la ciudad finisecular moderna es ambivalente (280), por tanto es un texto cultural dificil de leer, para algunos, casi ilegible (Sharpe y Wallock 16)’.

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En sintesis, este trabajo aborda un aniilisis de 10s textos martianos en 10s que utilizando herramientas te6ricas de fuentes multidisciplinarias como la pragmkica y la semhntica linguisticas, la teoria de la cultura y todo el instrumental te6rico sobre la modernidad, se demuestra en primer lugar la importancia de la ciudad de Nueva York dentro de la escritura, lo que es decir dentro del pensamiento, de JosC Marti. En segundo lugar se pone en evidencia una gran ambiguedad emotiva en la actitud del sujeto de esta escritura con respecto a la nocidn de ciudad en si.

En tercer lugar se expone c6mo tal ambiguedad obedece tanto a la evoluci6n del pensamiento de Marti como a 10s diversos papeles y funciones que desempefia en su discurso (Ramos 11).

En cuarto lugar se prueba que, en franca contradiccidn sobre el comdn conocimiento del tema, 10s juicios martianos que muestran rechazo por la ciudad no son significativamente predominantes con relaci6n a 10s que muestran aceptaci6n y simpatia, sino que por el contrario, la sumatoria dialtctica de tales contradicciones afecta de manera importante la propia identidad martiana en su evoluci6n intelectual y espiritual.

Dentro del ya mencionado instrumental te6rico utilizado en el trabajo se destaca el concepto de heterotopia enunciado por Michael Foucault en su importante conferencia Los otros espacios, concepto que se explica miis en detalle en el cuerpo mismo del articulo. Otra definici6n importante es la del caricter textual de la ciudad moderna que Angel Rama destaca dentro de su importante ensayo La ciudad letrada. A1 hablar de su doble pluralidad de signos, de su sintaxis propia, Rama indica el carhcter extremo de ciertas tensiones dentro del tejido cultural de la ciudad (37). Para 61, cada ciudad contiene dos entramados de lenguaje intercalados entre si: la ciudad fisica, susceptible de ser andada, y la ciudad simbblica, que la ordena y la interpreta (37), aunque s610 para aquellos espiritus afines capaces de leer como significaciones 10s que no son mfis que significantes sensibles para 10s demhs, y, a merced a esa lectura, reconstruir el orden (37). Para Rama, s610 un tip0 muy especial de “inteligencia razonante” (37) es capaz de leer la pfigina del nivel m’tico citadino.

El comentario de una selecci6n de valoraciones martianas que comprenden en alglin grado direct0 o indirect0 una implicacidn afectiva con Nueva York y su cultura urbana de fines del siglo XIX cumple aqui una funci6n interpretativa del discurso martiano. La interpretaci6n tiene en cuenta tanto su ttica personal como otros elementos de su singular existencia y pensamiento para consolidar una imagen de esta compleja relaci6n.

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Parafraseando a Angel Rama, lo que se busca es comprender no solamente cdmo la “inteligencia razonante”de JosC Marti ley6 el texto cultural de NuevaYork (37), sin0 como esta lectura del texto urban0 no fue por su parte ni un act0 indiferente ni mucho menos la consecuencia de un rechazo total.

El tema se sostiene en un razonamientos principal: la necesidad de una relectura de 10s juicios martianos sobre la ciudad teniendo en cuenta cuhn contradictorios y alin antitkticos son estos juicios dentro de su escritura de acuerdo con 10s distintos contextos y funciones del discurso asi como en 10s roles sociales, personales e hist6ricos del autor. Nueva York fue sumamente importante para JosC Marti a1 punto que en ocasiones es para el la suma expresidn de lo citadino. Por otra parte, lo directamente expresado por 61 en muchos de sus textos parece demostrar, incluso explicitamente, que el cronista detestaba la ciudad. Sin embargo, otros pasajes martianos parecen contradecir tal rechazo considerado como definitivo por la critica al respecto. Finalmente, el hecho de que JosC Marti no solamente residiera en Nueva York por casi 15 aiios ( 1 180- 1 895), sino que se involucrara totalmente, a1 menos como testigo en la vida social de la ciudad por un period0 tan largo e importante de su existencia, no puede menos que dejar huellas en su identidad y en su pensamiento.

Estos juicios de JosC Marti que se analizan en el presente trabajo fueron tornados de todos 10s gCneros y exponentes de de su escritura, incluidos no s610 el periodismo y su correspondencia personal, sin0 tambitn sus apuntes y sus versos. Sin embargo, el mayor peso de estas valoraciones suyas sobre Nueva York recae por supuesto en las crdnicas modernistas que escribid para distintas publicaciones de paises hispanoamericanos y en las que ofrece su peculiar visidn de la vida social y cultural de 10s Estados Unidos.

En este trabajo se hace una relectura contemporhea del tema. Retomemos, por su gran implicaci6n afectiva, algo ya dicho en este trabajo: Nueva York h e para Marti el resumen de la ciudad moderna con todo lo bueno y lo malo que ello implica. Su compleja identidad incorpord en su experiencia neoyorquina la condici6n de residente, de habitante de la gran ciudad. JosC Marti, sin dejar de ser el cubano mAs universal, un gran latinoamericano cabal de su Cpoca asi como un visionario del futuro y orgulloso defensor de las raices hispanoamericanas fue tambiCn, de una manera dialkctica, un verdadero neoyorquino.

Una revisi6n cuidadosa de la biografia martiana apunta al hecho de que en realidad 61 residid m8s tiempo de su vida

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adulta en otras ciudades diferentes de su Habana natal. Madrid, Mexico, Guatemala y Caracas conformaron su experiencia vital, per0 fue sobre todo en Nueva York donde transcurri6 la mayor y mas importante parte de su vida, en mucha medida cultiv6 alli esa incansable condici6n lucha permanente que fue para C1 la vida y que reflej6 especialmente en algunos de sus poemas (Flores del Destierro. “Pues a vivir venimos.” 9)2. Por ello se puede afirmar que no parece haber estado abrumado por una especial nostalgia de la Habana. La cubania de Marti no era superficial y conectada a ciertos paisajes, sino mucho m5s honda y esencial.

Que no sintiera este tip0 de nostalgia no significa una negaci6n de su dolor inmenso por el destierro forzado, ni mucho menos de su aporte inmenso a la formacidn una nacionalidad que reciCn se consolidaba a partir de 1868, una nacionalidad cuyos perfiles Marti articul6 en un relato fundacional dentro de su escri- tura (Rojas 130); sino que la ciudad de la Habana no fue ni el espacio de su juventud madura, ni el de una fuerte vivencia poste- rior m5s all5 del breve y clandestino plazo de diciembre de 1876 a febrero de 1877, y luego de septiembre de 1878 a septiembre de 1879. Es decir, que la Habana, que le era tan intima y cercana a Juliin del Casal por ejemplo, le era a 61 atmosfkricamente menos familiar y domCstica que otras ciudades como Madrid, Ciudad MCxico, o la misma Nueva York con la que tuviera tan dificil relaci6n ernocional.

A poco m5s de cinco aiios de su estancia en Nueva York declara su fuerte y compleja conexi6n con la ciudad en carta a Manuel Mercado, fechada el 22 de abril de 1886: “Todo me ata a New York, por lo menos durante algunos aiios de mi vida: todo me ata a esta copa de veneno” (20: 90). La enunciaci6n no puede ser m5s explicita en dos sentidos, primer0 el hecho de su innegable nexo con la urbe, en segundo lugar, la metafora con la que va a calificar la ciudad en su poesia “copa de veneno” no parece dejar dudas sobre su sentimiento. A continuaci6n, enumera las razones de su encadenamiento con la ciudad: 10s errores politicos de Cuba, el hecho de estar geogrfificamente cerca de la isla, su aversi6n a la idea de tener que comenzar de nuevo el peregrinaje del dester- rado, especialmente en paises donde las oporhmidades materiales de sobrevivir no eran tan amplias como en esta metr6polis repleta de inmigrantes, donde el talent0 puede encontrar empleo, mien- tras que en otros paises “sobra, y ~610 da de comer cuando se pone en alquiler o en venta para usos de gobierno, que a un extranjero est5n vedados” (20: 90). Esta liltima consideracidn apunta a la compleja situaci6n del intelectual ante la modernidad burguesa

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y alude a la propia experiencia vital de Marti y sus reiterados y firmes rechazos ante exigencias de compromiso intelectual por parte del poder politico en paises de la Amtrica Hispana, como Mtxico, Guatemala y Venezuela.

Como argument0 supremo de lo que lo vincula con la ciudad agrega su experiencia de haber residido “en un lugar ctntrico” (20: 90) ya por cinco aiios. Terrnina el p h a f o diciendo: “A otras tierras, ya sabe V. por qut no pienso en ir. [. . .] Morir de esta tierra, es justo, puesto que no la quiero; per0 morir de las m’as, si me seria penoso” (20: 90). Este reconocimiento de la posicidn ctn- trica de la ciudad es otro elemento de gran importancia. Una vez m6s destaca un orden de preferencias entre la tierra natal y esta, que insiste en no querer, per0 que prefiere como destino alterna- tivo, incluso como lugar donde terminar su vida.

Decididamente, afirma una vez m6s que no quiere a esta tierra, que no le gusta estar en la ciudad enorme con todos sus vicios, tan lejana de la naturaleza abierta, tan lejana de su Cuba. Per0 leyendo con cuidado tambitn se puede leer que dice que, ante la imposibilidad de estar en la patria, no hay otro lugar mejor ni posible, ni siquiera ninguna de las nuevas repliblicas hispano- americanas donde ya ha chocado con 10s persistentes vicios coloniales como la corrupci6n, el caudillismo y la falta de visi6n prhctica para solucionar 10s problemas inmediatos de una naci6n moderna. Nueva York fue en realidad a pesar de todo el mejor de 10s espacios posibles, por lo menos hasta que se hiciera realidad su proyecto de la naci6n cubana. Fue tambitn, ademas de un lugar donde pudo sobrevivir, un espacio cultural ctntrico. M6s adelante se ver6 como comienza luego a considerarlo el m6s ctntrico de todos 10s lugares.

Ya en 1880 habia escrito en una cr6nica “Triste si, uno se siente triste en New York-per0 firme tambitn; jse siente uno tan firme que cuando se aleja de estas playas, jen no siendo para las de la patria, donde la roca es dulce!, parece como que se aparta del goce digno de la libertad real, que se aleja de si propio!” (10: 283). La seguridad de la libertad individual, tan especial para quien se duele de una patria sin ella, es uno de 10s lados fascinantes del contradictorio monstruo urbano. Rafael Rojas destaca la respec- tiva condici6n monstruosa del pais y de la ciudad. “Todos 10s monstruos son parad6jicos y ambivalentes, [...I. y esa cualidad 10s hace seductores” (La invenci6n 49). En este caso, el seducido por la ciudad la seduce tambidn a su vez a ella con esa voz con que le habla en sus articulos publicados en inglts.

Enrique L6pez Mesa, concuerda en que nadie como Marti

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entendi6 la ciudad y, sobre todo, nadie la ha retratado como 61 en la lengua de Cervantes (35). De la relaci6n afectiva Marti-Nueva York el autor refiere textos martianos ya usados este trabajo para declarar: “Pero no nos llamemos a engaiio: Marti admir6 e esta ciudad, per0 no la am6. Si vivi6 en ella durante quince aiios fue porque las circunstancias lo obligaron, porque Nueva York era el centro alternativo de la politica cubana y s610 desde aqui podia influir en 10s destinos de la isla” (36). MBs adelante, Mesa men- ciona otros textos martianos donde se puede palpar una cierta sim- patia por la gran urbe por lo sugiere la posibilidad de una actitud contradictoria en Marti que califica de “amor-odio” (36).

Para calibrar mejor esta compleja faceta de la actitud martiana hacia la realidad reflejada en sus textos, parece m6s a prop6sito la afirmaci6n de Rafael Rojas cuando apunta que el pensamiento martiano “desech6 siempre cualquier maniqueismo” (32). En la carta a BartolomC Mitre del 19 de diciembre de 1882 JosC Marti admite que el hecho de que expusiera todo el prag- matismo y 10s defectos de la sociedad norteamericana no signifi- caba que su crdnica fuera en absoluto un retrato destructivo de esta sociedad porque siempre reconoce en ella la existencia de algo limpio y bueno: “todo un pueblo heterogkneo, trabajador, conservador,-entretenido en si, y por sus mismas fuerzas varias, equilibrado; ni cabe de unas cuantas plumadas pretenciosas dar juicio cabal de una naci6n en que se han dado cita, a1 reclamo de la libertad, como todos 10s hombres, todos 10s problemas”(9: 15). Este reconocimiento de la complejidad de esta sociedad es un argument0 explicit0 que declara dentro del discurso martiano que su posici6n hacia la cultura de 10s Estados Unidos no era de total rechazo ni aceptaci6n absoluta y ciega.

Si algo pude mostrar la elasticidad afectiva de JosC Marti con respecto a la ciudad de Nueva York, mBs all6 de su negaci6n Ctica y trascendental del espacio urbano a favor del campo, mas all6 de 10s epitetos con que la califica, es la visidn semi-onirica de uno de sus apuntes: “Hay veces en que la ciudad me roba (me invade) el espiritu, y el ruido me parece de miliares de caballos que me llevan, y estoy todo roto, por el esfuerzo que hago por tenerme en mi. Otros dias soy mi dueiio y vivo sobre -el ruido, como un domador sobre sus fieras muertas” (21: 462).

La imagen podria interpretarse de muchas maneras y no es el objetivo de este trabajo hacer un acercamiento psicol6gico al lenguaje simb6lico de las visiones martianas. Lo que es absoluta- mente viilido de este fragment0 es que la ciudad, es decir Nueva York, a1 mismo tiempo que significa para 61 algo opresivo como

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entidad, tambikn est6 innegablemente conectada a todos 10s niveles de su conciencia como un factor de gran importancia. Por otra parte, es imposible que hayan transcurrido tantos aiios de residir en un lugar tan linico como es esta ciudad como para mantenerse sentimentalmente a1 margen. En franca contradicci6n con el rechazo explicit0 de Nueva York hay otras actitudes subya- centes que a veces afloran en 10s textos.

JosC Marti tiene una forma muy curiosa de alabar y criticar en su escritura a gentes, ideas y hechos de la cultura: “Puesto que el aplauso es la forma de aprobach, me parece el silencio la forma de desaprobaci6n sobrada. [...I cuando haya cosas cen- surables, ellas se censurarfin por si mismas” (9: 17). Si se hace una lectura deconstructiva de esta actitud martiana ante la critica, es decir, si se hace una lectura supliendo de un mod0 16gico lo que no C1 no dice explicitamente acerca su manera de expresar el cumplido a partir de lo que si dice de la desaprobacibn, se puede observar que a menudo 61 muestra tal aprobacidn cuando su dis- curso repite como suyas las ideas aceptadas del autor en cuesti6n. Marti cita la fuente al principio y a1 final del texto per0 lo desar- rolla como apropifindose de las ideas con las que se identifica. A mitad del pasaje da la impresi6n de que hay un equivoco. El lector no puede determinar claramente de quiCn es la idea, si de M a d o del autor citado. Es la manera martiana de demostrar su afinidad con 10s pensamientos, ideas o actitudes que le parecen correctas.

Hay varios ejemplos de esta identificacidn personal, algunos pueden verse leer sus comentarios sobre ciertas ideas de Henry George y Herbert Spencer (15: 390), o es mucho m8s palpable cuando a1 explicar la filosofia de Ralph Waldo Emerson en su obituario se diluye en conceptos sobre la ciencia y la naturaleza como si fueran, y porque lo son por identificaci6n total con el pen- sador norteamericano, sus propias palabras “iY las ciencias? Las ciencias confirman lo que el espiritu posee; [. . .] i Y el objeto de la vida? El objeto de la vida es la satisfacci6n del objeto de perfecta hermosura” (1 3: 25). Es decir que el autor esti repitiendo como suyas ciertas verdades generales de la cosmovisi6n de Emerson. La identificacidn es tal que no solamente es parte de la concepci6n martiana de las cosas, sino que en el texto citado no se sabe bien cud de 10s dos esti dicikndolo.

Asi, en ciertos textos suyos en 10s que informa a 10s lecto- res hispanoamericanos sobre la polkmica entre las grandes urbes norteamericanas por ganar la sede de la exposicibn de Par’s en 1892 el cronista lleva hasta el extremo el proceso de personifi- caci6n de las ciudades, en este caso, no s610 de Nueva York sino

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de todas las ciudades. Marti narra a sus lectores la fhbula de una mesa de discusiones donde estas ciudades/personas luchan por vencer la apuesta, y a1 hacerlo discuten y se acusan mutuamente (1 2: 3 1 1). El autor aparenta aqui ser un reporter0 imparcial y objetivo que informa a la sociedad sobre una especie de pleito entre comadres, per0 su subjetividad se hace notar sutilmente, y deja ver poco a poco por cuhl ciudad 61 toma partido pues no es equitativo entre la cantidad y la calidad de argumentos que pre- senta en favor de una ciudad, NuevaYork, y 10s que se expresan en defensa de la causa de las otras ciudades norteamericanas.

En la misma crdnica citada mhs arriba, fechada en agosto 20 de 1889, agrega mayores argumentos para que la gran urbe gane la sede de la exposicibn: “Pero Nueva York oyb al The Sun, que fue el que sac6 a la luz la idea” (12: 311). Para Marti, la voz de la ciudad se expresa de manera plural en sus periddicos. Es decir, que en el caso de la citada crdnica la ciudad se escuchd a si misma. Para hacerlo m8s evidente, Marti atribuye la idea original de la feria a Charles A. Dana, director del The Sun y gran amigo suyo y de la independencia de Cuba, alguien cuyo juicio en asuntos de la nacidn norteamericana es muy atendible para Marti porque Dana “palpa en lo vivo el pais y sabe por donde peca y por donde se le puede llevar del ronzal” (1 2: 3 1 1). No hay entonces prueba mejor de que el cronista no ha sido imparcial a1 privilegiar esta editorial y este peri6dico. Definitivamente, su voto es incondicionalmente, de la ciudad donde habita y desde la que escribe.

Per0 el tono de adhesidn a la ciudad se eleva consider- ablemente en este texto, en boca de Dana, que es para Marti la mejor voz de la ciudad, se proclama el orgullo neoyorquino por la ciudad como centro cultural. “iNuevaYork es la primera ciudad del mundo: no es Pm’s! LTiene mil pies la torre de Eiffel? iPues en Nueva York haremos una que tenga mil quinientos!” (12: 3 12) o m8s adelante: NO ve que Nueva York es el corazdn de la repliblica, por donde todo sale y entra, y en donde se elabora la sangre?”’ (12: 313) LQuitn esth hablando en estas frases? LDana? mar ti? LNuevaYork? ~ L o s tres?

A pesar de que Pm‘s es considerada la ciudad de la moderni- dad estdtica en su ambiente de la clhsica tradicidn de occidente, la ciudad documental, la ciudad-luz, donde conviven 10s turistas por un lado y 10s nuevos pintores impresionistas por el otro (Zavala 260), Marti se da cuenta, sin embargo del desplazamiento cultural que se verifica en un nuevo tip0 de modernidad urbana, el de Nueva York, nada de la ancestral ostentacidn de Pm‘s, sin0 el bul- licio atronador de las muchedumbres. Marti presencia el cambio,

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el matiz de vehemencia con que lo refleja en su escritura dice mucho de su toma emocional de partido: ‘“iLa neurosis de Pan’s!’ dicen 10s diarios de Francia: ipor quk no han venido a ver esta otra neurosis! Nadie se duerme, nadie se despierta, nadie esth sentado: todo es galope, escape, asalto, estrepitosa caida, eminente triunfo” (9: 443). Ademhs, como es sabido, el pdblico de Nueva York ter- mina comprendiendo mejor a 10s pintores impresionistas fran- ceses que 10s del propio Pan’s y la crftica martiana de arte logra captar en toda su dimensidn el surgimiento de este lenguaje nuevo en el arte de 10s nuevos tiempos. Hay, como en otros casos, cierta ambiguedad en la actitud martiana con respecto a alocada vida de la ciudad: a primera lectura da la impresidn de ser otra queja sobre su vida turbulenta, per0 prkstese atencidn a1 contexto para com- probar que se trata de un argument0 a favor para demostrar que la modernidad neoyorquina es a6n m k alienante que la parisina, lo que equivale decir que Nueva York es adn mis autknticamente moderna que Pan’s

En enero de 1890, el cronista retoma el asunto de la feria y las ciudades, esta vez desempeiia otra vez su rol de cronista que se distancia del hecho y solamente menciona lo que otros dicen. Esta vez no se trata de su amigo Dana, son dos representantes, un demkrata, Depew; y un republicano, Cochram. Marti, que ha confesado censurar en silencio y presentar lo que aplaude, desliza un calificativo sutil para 10s que hablan por la ciudad: “entusias- tas” (13: 373), y una frase para realzar su causa: “defendieron la ostensible superioridad de Nueva York para la fiesta universal” (13: 373). Inmediatamente, el cronista asume el discurso de 10s dos campeones de la ciudad desde el mismo equivoco punto de vista, el us0 de la primera persona del plural hace dudar a1 lector si Marti se incluye deliberadamente en la arenga. Solamente a1 final vuelve a distanciarse: “Y aplaudian a Depew [. . .]” (13: 373). Es importante hacer notar que el cronista no asume esta perspectiva tan cercana cuando comenta discursos de personas que hablan de, o por otras ciudades y si cuando comenta, como se expuso m6s arriba, ideas y hechos con 10s que se identifica.

Boston le resulta simphtico a Marti, y hay numerosas prue- bas al respecto dentro de su escritura, sobre todo por la fuerte tradici6n cultural y por la cantidad de personas admirables que esta ciudad ha aportado a la historia y a la cultura norteamericana. Sin embargo, si se trata de tomar partido por una de las dos ciu- dades en cierto contexto como el incidente reflejado en la crdnica del 19 de septiembre de 1885, la posicidn martiana al respecto esti condicionada por la escala de sus afectos. Nueva York, le es

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siempre miis cercana que Boston (10: 297). Incluso la manera caracten’stica de 10s habitantes de Boston al pronunciar la lengua inglesa se convierte en el blanco de la sitira martiana en una con- frontacidn con 10s neoyorquinos en la que su posicidn a favor de estos 6ltimos se transparenta una vez miis a pesar de su pretendida objetividad.

Otro pasaje martian0 que refleja una actitud emotiva ante la ciudad es un comentario para sus lectores de La Nacidn sobre el espiritu de aiio nuevo en Nueva York en enero de 1883. En Cste 61 llama a Nueva York “ciudad de ciudades y mar de gentes y golfo donde se encuentran, rompen y hierven juntas todas las comentes de la vida moderna” (9: 334). Describe tambiCn el garbo, la alegda y a6n la cordialidad de sus gentes de un mod0 tan patente que una vez miis se introduce como personaje en el espacio construido por su escritura: “a 10s ojos de quien no vio mejores aiios” (9: 334).

PrCstese atencidn a1 sentido de las dos expresiones citadas en phrafo anterior, una es la reiteracidn, garantia expresiva de su opinidn del cariicter de Nueva York como ciudad moderna “ciudad de ciudades y mar de gentes y golfo donde se encuentran, rompen y hierven juntas todas las comentes de la vida moderna.” Si Michel Foucault crea el tCnnino de heterotopia para definir, en oposicidn a1 cariicter irreal de las utopias, 10s espacios fisicos reales en 10s que toda sociedad concreta la simulthea represent- acidn, impugnacidn e incluso reversidn de su propia cultura (178), Marti visualiza culturalmente la ciudad de Nueva York como la sumatoria de todas las facetas de la cultura de la modernidad urbana. h e d e afirmarse que la ciudad toda es un complejo espa- cio de la representacidn de la modernidad por excelencia, una hiper-heterotopia que resume la Cpoca y la actitud modernas.

La otra faceta de la antes citada expresidn tiene que ver con la subjetividad martiana y la implicacidn afectiva entre su expe- riencia personal y la ciudad de Nueva York: “a 10s ojos de quien no vio mejores aiios,” enunciado que, como muchas expresiones martianas, puede ser interpretado de varias maneras, per0 las alternativas ldgicas m8s evidentes serian: “a 10s ojos de quien nunca fue feliz” o bien “a 10s ojos de quien nunca la pas6 tan bien en su vida como en este fin de aiio de 1883.” Quizk por ser una de las pocas fiestas pasadas en familia con su esposa y pequeiio hijo, quizis.. . per0 la ciudad le parece distinta este enero.

En cuanto a este tema de la relaci6n afectiva entre el testigo y la ciudad, el comentario uno de 10s fragmentos del text0 mar- tiano que tiene quizis la mis intima, y por tanto dificil, de desci- frar de todas sus aproximaciones emotivas a Nueva York puede

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aportar otra interesante perspectiva. Se trata de a1 mismo tiempo de una reflexidn y una visidn fugaz de su memoria: “Pues el placer mis grande, el linico placer absolutamente puro que hasta hoy he gozado fue el de aquella tarde- en que desde mi cuarto medio desnudo vi a la ciudad postrada, y entrevi lo futuro pensando en Emerson. Vida de astros. Por lo menos, claridad de astro” (22: 323).

En lo que se refiere a la naturaleza y la sociedad el cddigo de Valores de Ralph Waldo, y el sistema de simbolos martianos pueden servir de instrumentos para interpretar este fragmento. Sin duda esa Nueva York que visualiza esti humillada, de rodillas, en franca oposicidn moral con el futuro, que entrevC por un instante, un futuro asociado a la altura cenital y a la luz de las estrellas. La ciudad viciosa e inmoral debe ser vencida.

En conformidad con todo su discurso explicito, la ciudad no es retratada aqui con tinte halagador. Hay importantes datos referenciales como son su alusidn a Emerson, a sus mis de treinta aiios de vida, a la desnudez de su habitacidn y tambiCn por su tipica manera de llamar a Nueva York “la ciudad.” Per0 lo rel- evante de este fragmento es que el mismo sirve para comprobar una vez mis que Nueva York est6 presente en lo mis intrinseco del pensamiento martiano, la ciudad es parte de su compleja y universal identidad.

En cuanto a1 rechazo public0 y explicito de Marti a1 con- cepto mismo de ciudad hay que tener en cuenta dos elementos que conformaron su visidn del mundo: su condicidn de modernista hispanoamericano en un momento histdrico especifico, o sea a fines del siglo XIX; y las influencias intelectuales que moldearon su actitud Ctica y estktica. Rafael Rojas indica una discrepancia entre el trascendentalismo emersoniano y la pottica de Walt Whit- man (1 8 19- 1892). Estas dos figuras de la modernidad intelectual norteamericana cuya influencia es relevante en el pensamiento de JosC Marti, no coinciden a1 resolver la oposicidn en el par campokiudad. El gran poeta neoyorquino no establece jerarquias en este par, a diferencia de Emerson quien prefiere el campo por representar a la naturaleza. Sin embargo, en Whitman si hay una ruptura con el simbolismo franc& a1 estilo de su lider Charles Baudelaire (1821-1867), quien privilegia lo urbano (Rojas 14). La actitud del cubano Juliin del Casal es opuesta a la de Marti y muy afin con la de Baudelaire, pues Casal le canta a la ciudad y desdeiia lo rural.

Agrega Rojas que Marti no pudo buscar, como hizo Dm’o en Espaiia, una pasada gloria urbana en Nueva York porque “10s

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Estados Unidos eran hijos legitimos de la modernidad y carecian de una reserva civil de una tradici6n antigua (16). Nueva York no evoluciona a la modernidad como Paris, sino que nace en espa- cio y tiempo como una respuesta de la modernidad misma. Esta carencia de historia hizo a Nueva York m6s susceptible al inicial rechazo martiano.

Es importante hacer Cnfasis en el rol intelectual que JosC Marti se asigna a si mismo en la dltima etapa de su estancia en Nueva York. Est6 convencido de su destino como traductor y mediador entre dos realidades a travCs del rico instrumental de la cr6nica en la que puede mostrar ventanas de significado cultural para conformar el texto ideal de la cultura hispanoamericana. Hay otro rol que 61 no se asigna per0 que asume, el rol testimonial de quien presencia desde su condicidn de otro la maduraci6n mod- erna de una cultura de manera involuntaria.

Sobre la condici6n testimonial de Marti. JosC Lezama Lima anota: “La majestad de su ley y la majestad de sus acentos, nos recuerda que para 10s griegos m&ir significa testigo. Testigo de sus pueblos y de sus palabras [. . .I” (207). A partir de esta idea es precis0 destacar dos aspectos importantes: de un lado, en tanto que m&ir, la relacidn testigo-ciudad est6 condicionada por el dolor, un dolor aceptado: “Vengan daga, y corcel, y amor que mate ...” (Flores del Destierro. “Pues a vivir venimos.” 9); por otro lado, 61 es testigo para su pueblo, el pueblo cubano, el pueblo hispanoamericano, es decir, 61 es quien “ve”, y quien “manifiesta” el discurso del deseo apuntado por Schulman (El Drovecto 29).

Para poder testificar de la manera en que Marti presenci6 y relat6 la vida cultural de esta ciudad, y siendo 61 mismo, no le queda m6s opci6n que involucrarse de un modo m6s o menos subjetivo con el objeto de su narrativa. Francisco Ernest0 Puertas Moya ha llamado a esta implicacidn afectiva la capacidad mar- tiana de “identificarse con la alteridad” (276), este autor define la alteridad como “esa capacidad humana de situarse mental y Cticamente en la posici6n del otro para hacerse cargo, mediante mecanismos de solidaridad y copadecimiento, compasi6n, simpa- tia, de su situaci6n” (265). Comprender esta capacidad, es com- prender que JosC Marti, por su propia percepci6n antropocdntrica de la civilizaci6n no permaneci6 indiferente ante el destino de las personas de la sociedad “ajena” cuya conducta y vida cotidiana narr6 para las personas de la sociedad “propia.”

El propio JosC Marti hace explicita esta actitud diversa con aspectos diferentes de la cultura norteamericana en su tan cono- cida frase sobre amar a la patria de Lincoln, al mismo tiempo que

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temer a la patria de Cutting (1 :237). La patria de Lincoln abarca toda la contracultura norteamericana que tanto admird Marti y de la que recibid influencia estttica y de pensamiento, Emerson, Henry George, Walt Whitman y otros destacados representantes de la inteligencia humanista de la nacidn que conforman 10s pila- res de lo positivo en la modernidad estCtica norteamericana del siglo XIX. Aunque no todos ellos fueron neoyorquinos la mayor parte de la filiacidn de Marti con ellos se realizd con lecturas que hizo en esta ciudad cuya cultura resulta entonces una especie de gran documento dentro del cual se consolida su cosmovisidn.

El proceso que conforma esta cosmovisidn se efectlia a travts de lo que, con palabras de 10s primeros pensadores cubanos Ftlix Varela y Jost de La Luz y Caballero, sera el pensamiento electivo, es decir el apropiarse de diferentes lineas del pensamiento uni- versal para crear un pensamiento nacional sdlido y ldgicamente articulado que se adapte flexible y eficazmente a las necesidades propias de la nacidn. “InjCrtese en nuestras repliblicas el mundo; per0 el tronco ha de ser el de nuestras repdblicas” (6: 18).

Esta actitud martiana de ser selectivamente flexible, de inspirarse en fuentes diversas, y hasta opuestas, para visionar soluciones de distintos problemas en las naciones transculturadas de la AmCrica Hispana, fue asumida e incorporada como estilo discursivo en el espacio de la ciudad de Nueva York. Lo anterior no debe nunca confundirse con la ciega fascinacidn por la cul- tura del otro, postura quizis mas patente en otros intelectuales hispanoamericanos y que es reprobada por Marti en su cardinal ensayo Nuestra AmCrica (1 894).

Es muy importante pulsar la relacidn afectiva de Jost Marti con Nueva York, no solamente porque ninguno de sus juicios fue emitido desde una distancia absoluta, sin0 porque, como mod- ernista, tratd de percibir tambiCn el lado ernocional, humano de la ciudad. En cuanto a 10s sentimientos, en JosC Marti hub0 esa compleja actitud de rechazo y aceptacidn de Nueva York. Estos sentimientos encontrados se muestran de mod0 dialCctico seglin la circunstancia.

Estamos ante un fendmeno cultural urbano que emite signos paraddjicos. Iris Zavala apunta como la imagen de la ciudad moderna privilegia lo ambivalente (255). Se trata de una tpoca llena de complejidades juzgada por el prisma contradictorio de 10s modernistas, en este caso un modernista cuyo singular criterio esti modelado por su ttica. La Ctica martiana cambia con el con- text0 y evoluciona con la madurez intelectual, espiritual y humana del sujeto.

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Por otro lado, Dionisio Caiias agrega que en la compleja manera en que JosC Marti se aproxima a 10s problemas de la modernidad urbana en las crdnicas 10s habitantes de la ciudad se son reflejados en dos niveles: el personal y el colectivo (56). Hay que tener en cuenta entonces las numerosas ocasiones en que el cronista se autorepresenta a nivel personal en una imagen textual, sea como testigo interesado o aun como personaje que habla en primera persona, todo ello con la consiguiente implicacidn emo- cional que ello conlleva.

Hay por tanto unanimidad acerca de que en la visidn mar- tiana del Nueva York de fin de siglo se destacan ciertas valoracio- nes que puestas una a1 lado de la otra podrian parecer ambiguas o incluso incompatibles. Dice Ivan Schulman que en Marti “descu- brimos elementos en apariencia antagdnicos y hasta paraddjicos signos de la modernidad que sin embargo, constituyen la piedra angular de su escritura” (Relecturas 15). Otro tanto opina Rafael Cepeda, que Marti es una energia demasiado torrencial como para encasillar sus opiniones y emociones (1 1).

Es necesario entonces establecer una estrecha relacidn entre esta actitud desigual, a veces contradictoria con respecto a Nueva York dentro de la escritura martiana; y otras manifestaciones sociales de la cultura moderna que Schulman ha llamado “10s discursos culturales en pugna” (El provecto 3 l), pues todos estos discursos estfin presentes en el propio texto cultural urbano. Si tenemos un testigo que desempeiia distintos roles y funciones para interpretar el fendmeno plurivalente de una compleja etapa de la cultura humana y ese testigo emite juicios que en ocasiones son antagdnicos. LPor quC entonces dudar que la actitud afectiva que asume con respecto a este fendmeno pueda ser a su vez con- tradictoria, antagdnica y ambigua? LPor quC esperar emociones y actitudes, juicios univalentes y maniqueos?

Por otro lado, Ivan Schulman cuestiona la proposicidn de Iris Zavala de considerar el carficter no convencional de la visidn martiana de 10s Estados Unidos como una imagen invertida de su realidad cultural (El provecto 32). Schulman insiste en el carficter de renovacidn variada de las perspectivas del modernismo sin que haya necesidad de invertirlas aunque estCn enfocadas desde la posicidn del otro, como es el caso de la visidn martiana. Esta alteridad, no necesariamente invertida sin0 concebida desde una representacidn diferente, le confiere a1 discurso martian0 un carficter selectivo que conforma un modelo alternativo de mod- ernidad (El proyecto 43).

En la etapa inicial de su relacidn con la cultura de la ciudad

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Mart’ iguala su propia impresi6n-opini6n-actitud hacia 10s Esta- dos Unidos con la que asume para con NuevaYork. Existe ademas un segundo elemento que corrobora el lado negativo de su visi6n de la urbe: se trata de su reiteradamente declarado y explicit0 rechazo al concept0 de ciudad moderna en si como elemento con- trapuesto a1 campo, a la naturaleza abierta, un rechazo ya patente en todas las funciones gentricas de su escritura per0 con mayor intensidad emocional en su poesia.

El sentimiento de repulsi6n por lo urban0 a favor de lo rural, como lo han indicado varios autores, esd en consonancia con el trascendentalismo emersoniano que Marti profesa, en el que se pondera la naturaleza al tiempo que se privilegia la conexi6n entre el alma humana y el macrocosmos material. La actitud mattiana ante la ciudad adolece de una fuerte contradicci6n dialtctica: por un lado la ciudad es el lugar rechazado por provocar el exilio interno del escritor, por el estrtpito y el apresuramiento de la vida que lo asfixian. Del otro lado, el campo es el espacio ideal de la paz y la cornunitin con la naturaleza. A1 mismo tiempo, para Marti la ciudad es “la condici6n de posibilidad de autonomia del intelectual moderno” (Ramos 73). Es decir, el horror de la ciudad lo abate, per0 a1 mismo tiempo, la misma ciudad constituye el espacio ideal de su discurso.

Tambitn resulta tan compleja y parad6jica en apariencia la postura asumida por Marti hacia 10s dos tipos de modernidad (Calinescu 41) emblematizados en la ciudad: la modernidad bur- guesa y la modernidad estttica. En cuanto a1 lado burguts de la modernidad el dinerismo y la maquinizaci6n excesiva de la vida como resultado de un pragmatism0 exagerado le parecen fatales e inhumanos, porque la vida en Nueva York es “una locomotora de penacho humeante y entraiias encendidas. Ni paz, ni entreacto, ni reposo, ni sueiio. La mente, aturdida, continlia su labor en las horas de noche dentro del c rheo iluminado. Se siente en las fauces polvo; en la mente, trastorno; en el corazbn, anhelo” (9: 443). Esta expresi6n es tan gr6fica que el peso de la estresante vida moderna se puede casi palpar a travts de sus palabras.

Junto a1 rechazo a esta cara de la modernidad, esta la espe- ranza puesta en el progreso tecnol6gico en funci6n del mejo- ramiento humano: “de esta ciudad monumental y benemtrita, donde se amasan panes gigantescos, de que comen en paz todos 10s hombres; y donde, como en cimientos dignos de 61, se asienta, coreado por voces de taller, concierto de labradores y ruidos de alba colosal,-jel mundo nuevo!” (9:350). El tono de epopeya, de canto al trabajo humano puede interpretarse como una total adhe-

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sidn optimista a1 progreso de la humanidad como resultado de esta evoluci6n histdrica.

Con respecto a la modernidad estCtica en funcidn de la ciudad de New York, la visidn martiana evoluciona de extremo a extremo. A1 principio Marti atribuye un nulo espiritu artistico a 10s neoyorquinos en sus juicios iniciales, o un talento meramente mimCtico sobre el que el comentario martian0 proyecta una fuerte critica. Censura al esteticismo vacio de muchas de las figuras de segunda fila en la modernidad neoyorquina: “Esos literatos de libreria son como 10s segundones de la literatura, y como la luz de 10s espejos. Es necesario que debajo de las letras sangre un alma” (10: 132). No le basta el dominio de la palabra y hacer con ellas adornos. La sensibilidad es para 61 la mejor de las herramientas estCticas.

El otro extremo de la valoracidn se manifiesta en expresiones en la que Marti comienza gradualmente a aceptar que la ciudad est6 tambiCn poblada de gente con alma artistica. En la misma cr6nica citada anteriormente, en la que comenta una actividad literaria neoyorquina que contd con la presencia de Mark ’hain (1835-1910), dice de 10s asistentes: “Ya no son 10s rostros inex- presivos y las cabezas redondas de las calles; en 10s vestidos se nota sobriedad elegante; luz en 10s rostros; en las cabezas, aquel tamaiio, desigualdad y car6cter que dan las varias ocupaciones del pensamiento. Lo mejor de New York ha ido a1 saldn” (10: 134).

Es el reconocimiento de la existencia de una intelectualidad apreciable a h a pesar de la frivolidad predominante. Esto sig- nifica admitir la posibilidad de supervivencia espiritual de la nacidn norteamericana que 61 antes habia condenado a perecer por falta de talento artistico. Ya Marti distingue entre “el manso ejCrcito de 10s resignados, vientre de la humanidad,-y el noble ejCrcito de 10s acometedores, su corazdn y su cabeza” (9:443). Su grado de percepcidn de 10s habitantes de la ciudad se agudiza, se hace m6s penetrante. Eso hace tambiCn a esos habitantes, seres m6s emocionalmente cercanos a Marti.

Rafael Rojas ha apuntado la singular faceta del cosmopolit- ismo martian0 cuya flexibilidad le permite aclimatarse con gran velocidad a1 espiritu de cada lugar y pais. “En Espaiia, Marti actda como un ciudadano espaiiol, en MCxico como un mexicano, en Guatemala como un guatemalteco y en 10s Estados Unidos como norteamericano” (85).

De tanto actuar como un neoyorquino, el “mimetismo cos- mopolita” que le atribuye Rojas (85) tiene por fuerza, es decir de buen o ma1 grado, que haber hecho m6s impact0 en su identidad

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que el resto de sus experiencias. Pues si JosC Marti vivi6 mis tiempo de su vida adulta en Nueva York que en ninguna otra ciudad es 16gico que esta representacibn propia de su identidad neoyorquina sobrepasara gradualmente la imitaci6n para dejar de ser un comportamiento mis o menos virtual hasta llegar a ser un hibito, una parte de su inm’nseca visi6n de si mismo como indi- viduo sin que esto vaya en merma de su cubania universal ni de su condici6n de visionario latinoamericanista.

Obras citadas

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Endnotes

I Todas las traducciones son mias: JosC Antonio Gonzilez * Todas las referencias a 10s textos de Marti se basan en la edici6n

de 1975 de sus Obras completas por la editorial Ciencias Socia1es.-