novela e imaginación pública en la venezuela actual

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  Novela e im aginación pú blica en la V e nezuela ac tual: el regreso de viejos fantasmas [1] Paulette Silva eauregard !niversidad Simón ol"var# $aracas  psilva%usb&ve  Resumen: 'l trabajo propone una revisión de los cambios (ue se )an producido en los últimos a*os en el mercado del libro en Venezuela& +simismo# se estudian algunas de las novelas (ue )an conseguido ma,or aprobación por parte del público , de la cr"tica# con el fin de mostrar cu-les son las e.pectativas del receptor venezolano con relación a las obras de ficción& 'sta revisión permite comprender de (u/ manera la narrativa se inserta dentro de los grandes debates (ue tienen lugar en el espacio público , cómo dialoga con las pol/micas sobre la )istoria# la identid ad , la modernid ad (ue )an tenido lugar como consecue ncia de la llamada 0revolución bolivariana& Palabras clave: novela venezolana reciente# relatos )istóricos# ficciones identitari as# mercado editorial  'l problema de cómo leer  Doña Bárbara presupone en última instancia responder a la pregunta sobre cómo leer , valorar# cómo re2desconstruir la moderna tradición cultural nacional o latinoamericana 34avier 5asarte 6778: 879&  Hasta )ace mu, poco a*os# una de las grandes (uejas de los escritores venezolanos era la ausencia de un público lector& 's m-s: la e.istencia de un mercado precario# especialmente para las obras ficcionales venezolanas# se )a tenido como una de las constante del campo literario nacional [2]& 'ntre las diferentes e.plicaciones (ue se )an adelantado a este fenómeno# destaca a(uella (ue apunta al papel jugado por el 'stado durante la segunda mitad del pasado siglo como  principal editor de la literatura venezolana& +s" lo e.plica la narradora +na eresa or res# para (uien 0la literatura venezolana desde )ace unos cincuenta a*os se )a escrito en casi su totalidad fuera del mercado& 'l mercado no )a

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Novela e imaginacin pblica en la Venezuela actual:el regreso de viejos fantasmas [1]Paulette Silva BeauregardUniversidad Simn Bolvar, [email protected]

Resumen:El trabajo propone una revisin de los cambios que se han producido en los ltimos aos en el mercado del libro en Venezuela. Asimismo, se estudian algunas de las novelas que han conseguido mayor aprobacin por parte del pblico y de la crtica, con el fin de mostrar cules son las expectativas del receptor venezolano con relacin a las obras de ficcin. Esta revisin permite comprender de qu manera la narrativa se inserta dentro de los grandes debates que tienen lugar en el espacio pblico y cmo dialoga con las polmicas sobre la historia, la identidad y la modernidad que han tenido lugar como consecuencia de la llamada revolucin bolivariana.Palabras clave:novela venezolana reciente, relatos histricos, ficciones identitarias, mercado editorialEl problema de cmo leerDoa Brbarapresupone en ltima instancia responder a la pregunta sobre cmo leer y valorar, cmo re/desconstruir la moderna tradicin cultural nacional o latinoamericana (Javier Lasarte 2005: 50).Hasta hace muy poco aos, una de las grandes quejas de los escritores venezolanos era la ausencia de un pblico lector. Es ms: la existencia de un mercado precario, especialmente para las obras ficcionales venezolanas, se ha tenido como una de las constante del campo literario nacional[2]. Entre las diferentes explicaciones que se han adelantado a este fenmeno, destaca aquella que apunta al papel jugado por el Estado durante la segunda mitad del pasado siglo como principal editor de la literatura venezolana. As lo explica la narradora Ana Teresa Torres, para quien la literatura venezolana desde hace unos cincuenta aos se ha escrito en casi su totalidad fuera del mercado. El mercado no ha mediado entre el escritor y el lector; el mediador fue el Estado, pero un mediador que, por su propia naturaleza, no mercadea (2006: 920).Julio Miranda propuso hace unos aos que tal vez sea la ausencia o precariedad del mercado editorial la razn que explique la centralidad del cuento, y no de la novela, en la narrativa venezolana de las ltimas dcadas del siglo XX. Los datos que aporta en su estudio son reveladores: de los 220 ttulos que logra registrar a partir de una revisin minuciosa de la narrativa publicada por autores venezolanos entre 1969 y 1995 (y no se pierda de vista la escasa produccin que revela la cifra), 159 son volmenes de cuentos (la mayora breves o brevsimos) y 61 son novelas o noveletas, con predominio de las segundas (Miranda 1998: 13). Si bien este tipo de datos cuantitativos no suele decir mucho sobre la literatura misma, s parece apropiada su exploracin para comprender la dinmica del mercado literario venezolano. El mismo Miranda muestra la coincidencia entre esta narrativa que privilegiaba la brevedad y la aparicin de editoriales estatales, como Monte vila -fundada en 1968- y Fundarte -creada en 1975-, seguramente debido a los escasos recursos que destinaba el Estado a la cultura (para no hablar de las errticas y decorativas polticas que caracterizan a las instituciones oficiales encargadas de la cultura en Venezuela). Dentro de esos mismos datos presentados por Miranda se encuentra que ms de la mitad de los libros de narrativa venezolana fueron publicados por sellos estatales -a lo que habra que agregar la produccin de unos 30 libros ms de las editoriales alternativas, muchas de las cuales reciban subsidios del Estado, por modestos e inseguros que fueran. No descuidemos, por cierto, el hecho de que solo uno de los ttulos revisados por Miranda alcanz un tiraje de 5000 ejemplares (significativamente, una novela policial). Su conclusin es por este motivo categrica: En resumen y ms all de algunos relativosbest-sellers, queda claro que la narrativa que nos ocupa no ha creado todava su propio pblico (Miranda 1998: 17).En estos ltimos aos, por el contrario, lo comn ha sido tratar de explicar un inesperado auge editorial; se que puede medirse por el simple hecho de que los grandes sellos comerciales ahora editen autores venezolanos y, ms importante an, vendan muchos volmenes de temas polticos pero tambin de ficcin[3]. Entre las razones que se esgrimen para justificar este aumento en la produccin y venta de ttulos apuntan al gran debate que ha generado en la opinin pblica la llamada revolucin bolivariana[4]. El gnero que se ha beneficiado ms es, sin duda alguna, el ensayo, al punto que el diarioEl Nacionaltitul no hace mucho un artculo El ensayo poltico es unbest-selleren la Venezuela de Chvez (2009). Es por este motivo que los historiadores -Elas Pino Iturrieta y Manuel Caballero, entre los ms destacados, consigan hoy ediciones y reediciones de sus libros que hasta hace unos pocos aos eran impensables para un acadmico venezolano.Algunos crticos y escritores (Torres y Kozak, por ejemplo) han llamado la atencin sobre la divisin que los enfrentamientos polticos han provocado en el mercado del libro venezolano y la consecuente aparicin de dos circuitos paralelos, con libreras, editoriales, instituciones, revistas, pginas Web, ferias del libro, lectores y autores diferentes, aunque con algunas pocas intersecciones. Incluso, Ana Teresa Torres habla de un mapa inslito en la literatura venezolana: escritores de oposicin y escritores del oficialismo (Torres 2006: 913). En efecto, si en las Libreras del Sur -la red creada por el Estado- se venden, por ejemplo, los libros de Marta Harnecker o del Che Guevara; en las libreras no estatales se agotan los ttulos de autores nacionales, especialmente de temas polticos e histricos, pero tambin las novelas. Es ms: una de las novedades que exhibe la narrativa venezolana reciente con relacin a la inmediatamente anterior -y destaco esta precisin temporal- es el protagonismo que ha tenido la novela.Quiero precisar que si bien el auge editorial abarca tanto a las editoriales estatales como a las comerciales, con relacin a la novela el fenmeno se limita a ttulos editados por sellos no estatales y vendidos dentro del circuito comercial[5]. Las mayores ventas de novelas se concentran en obras de algn modo relacionadas con los debates polticos: el caso deFalke(2004), de Federico Vegas, y deEl pasajero de Truman(2008), de Francisco Suniaga, as lo comprueban. Efectivamente, una parte considerable del pblico venezolano de los ltimos aos se ha acercado a la novela en busca de respuestas polticas. En este sentido, Ana Teresa Torres advierte que si bien es cierto que por primera vez en mucho tiempo hay una expectativa en el pblico con relacin a las obras de ficcin publicadas por autores venezolanos, no debe olvidarse que la motivacin es poltica (2006: 922)[6]. No se trata, simplemente, de que aparezca repentinamente el tema poltico o histrico en la literatura venezolana -asuntos que, por cierto, no haban desaparecido del todo en las dcadas anteriores-, sino que, como dice A. T. Torres, el pblico espere la novela de Chvez (2006: 923) y, agrego, que los receptores, en un nmero considerable, compren novelas venezolanas y hagan una lectura poltica de la ficcin. El crtico Miguel Gomes ya ha propuesto una expresin para este nuevo inters de la ficcin por la poltica y la historia: el ciclo del chavismo (2007) -queda pendiente un estudio sobre la relacin de estas novelas con las ficciones de archivo latinoamericanas, para usar la expresin de Gonzlez Echeverra, pero el tema me llevara muchas pginas y por un camino distinto al que propongo en esta ocasin[7]. De hecho, la lectura alegrica que hace Miguel Gomes deLa enfermedadde Alberto Barrera Tyszka deja ver esa tendencia en la opinin pblica venezolana de la actualidad: la interpretacin en clave poltica, por as decir, de la ficcin, esa inclinacin que lleva en otros mbitos a entender cualquier manifestacin, actividad o simple gesto como una declaracin poltica (a consecuencia, seguramente, de la extrema polarizacin que se vive en el terreno poltico). Justamente por ese motivo creo que para comprender la dinmica del campo literario venezolano de hoy debe tenerse en cuenta que muchos lectores interpretan las obras de ficcin como una intervencin en el debate poltico, como una declaracin referida a la situacin poltica actual.Es claro, entonces, el abierto predominio de los principios heternomos -sean stos econmicos o polticos (Bourdieu 1995)- en la dinmica de la literatura venezolana actual: la toma de posicin poltica no es slo una exigencia que se le hace a los intelectuales orgnicos que piden ahora las instituciones del Estado (como dicen Torres y Kozak); tambin, en la acera de enfrente, el debate poltico es lo que motiva a muchos lectores a comprar ensayos y novelas. Es necesario advertir, en este sentido, que los principios heternomos dominan los mercados editoriales en el mundo globalizado y que las multinacionales del libro se dedican a la explotacin de los mercados nacionales -recordemos lo planteado por Josefina Ludmer sobre las literaturas postautnomas[8]. Sin embargo, en el caso venezolano la dinmica parece distinta: los elementos heternomos no se refieren slo a las razones econmicas que llevan a las grandes editoriales a invertir en el mercado local -otra de las novedades en el campo literario venezolano[9]-, sino tambin a la importancia que tiene la poltica en el imaginario pblico en la actualidad y a las nuevas polticas culturales impulsadas por el Estado. Y es precisamente esta situacin la que ha provocado el auge editorial: el enfrentamiento poltico ha sido tambin una guerra de impresos, de la cual no escapa la literatura en general y no slo la novela -el poemarioPas(el ttulo mismo es significativo) de Yolanda Pantin, para mencionar un solo ejemplo, deja ver que no se puede limitar el problema a la narrativa. De hecho, las narraciones que han conseguido ms lectores, as como numerosas y elogiosas reseas en la prensa (muchas veces de conocidos crticos), son aquellas que se refieren a temas nacionales, como la historia del pas, que obligan a pensar nuevamente en las relaciones entre novela y nacin y a resucitar temas que ya la academia haba abandonado -las modas acadmicas tambin son efmeras-, quiz hasta por saturacin de las mismas citas (como la ineludible de Benedict Anderson sobre la nacin como una comunidad imaginada). No quiero dejar de apuntar que, adems de la multiplicacin de ttulos, premios, revistas, pginas Web yblogsque apunta a un mercado editorial ms dinmico, hay que agregar como cambio en el campo literario venezolano, el inters que muestran los escritores por la literatura nacional, lo que incluye un rescate de la figura de Gallegos (como se ver) y, muy especialmente, el hecho de que los mismos escritores parezcan jugar un papel decisivo como promotores culturales, como es el caso notorio de Ana Teresa Torres y Hctor Torres -organizadores de la Semana de la Narrativa Urbana, por ejemplo, evento que convoca a los jvenes narradores venezolanos.Es posible pensar que al cambiar las polticas culturales del Estado para centrarse de manera exclusiva -y excluyente- en las manifestaciones que contribuyan a erigir la esttica revolucionaria -la consigna es del ministro de la cultura, Hctor Soto (Lpez 2008)-, paradjicamente se logr en la acera de enfrente una respuesta no prevista: el trabajo ms organizado y consciente de los escritores con el fin de conseguir un espacio para la publicacin y el intercambio. El resultado puede medirse por el xito que han tenido las novelas, si hablamos en trminos comerciales nicamente, pero el dinamismo que muestra hoy el campo literario venezolano con respecto al pasadoreciente(y subrayo el adjetivo porque hace falta un estudio que revise el problema con una perspectiva histrica ms amplia) deja ver que no se puede pensar el cambio slo en trminos de ventas. Por primera vez en mucho tiempo puede decirse que unos cuantos escritores venezolanos tienen la posibilidad de publicar en unas condiciones relativamente ventajosas, que sus libros consigan mayor distribucin -sin dudas mejor que hasta hace muy poco, aunque la situacin siga siendo inestable- y que, incluso, se pueda pensar en la posibilidad de un dilogo entre ellos y con el pblico. Y en este sentido, otros gneros, como la poesa -que siempre ha sido importante o, ms bien, prestigiosa en Venezuela (aunque se lea menos de lo que se dice)-, tambin se han beneficiado de este indito clima.La situacin es hoy muy distinta a la que describi Ana Teresa Torres en el 2006, pues no es el antiguo canibalismo de la tribu lo que prevalece, para emplear su elocuente imagen. Es ms: segn esta misma autora, a consecuencia de un discurso poltico empeado en negar cincuenta aos de historia (...) pareciera la tribu haber iniciado la reconciliacin con su genealoga (Torres 2006: 919). El intento de Chvez de borrar o descalificar la historia de Venezuela de la segunda mitad del siglo XX, de caricaturizar y banalizar los aos de democracia (la llamada Cuarta Repblica) ha llevado a una reflexin importante en buena parte de los escritores e intelectuales venezolanos, quienes antes criticaban sin reservas (y sin responsabilidad?) la poltica de las dcadas democrticas (Kozak 2008). En este sentido, pueden servir de ejemplo las reflexiones del conocido escritor Ibsen Martnez sobre el papel jugado por los intelectuales, entre los cuales se incluye, en la desacreditacin de la poltica que dio paso al surgimiento del liderazgo de Hugo Chvez (Socorro, 2009: 4)[10].Novela y poltica: el regreso de viejos fantasmas.Encabezando la lista de las novelas ms exitosas en Venezuela en los ltimos aos se encuentranFalke(2004), de Federico Vegas;La enfermedad(2006), de Alberto Barrera Tyszka (ganadora del premio Herralde);La otra isla(2005) yEl pasajero de Truman, ambas de Francisco Suniaga[11]. De estas novelas, slo la de Barrera Tyszka no se refiere de un modo directo a los temas que acaparan la atencin publica venezolana, especialmente aquellos relacionados con la historia nacional[12]. Dado su xito comercial, es posible considerar estas novelas como intervenciones en la escena pblica venezolana (particularmente eficaces y poderosas), perspectiva que justamente ha prevalecido en los lectores que hoy buscan respuestas polticas en los ensayos pero tambin en la ficcin. En otras palabras: estas obras han sido ledas polticamente y en esta lectura reside buena parte de su xito comercial. Es justamente por este motivo que estas novelas me permitirn mostrar a continuacin cmo la narrativa se inserta en los debates polticos venezolanos y contribuye a la construccin del imaginario pblico nacional. Quiero advertir, antes de revisar las novelas, que es sta la perspectiva la que exploro en la presente ocasin pero esto no quiere decir que sea el nico inters que hay en ellas. En este sentido, creo que la excelente recepcin que han tenido y los comentarios o reseas que han generado de reconocidos crticos muestran que son novelas que merecen atencin, as como mltiples estudios, con muy variados enfoques.No parece muy arriesgado decir que el tema histrico deFalkeha sido el disparador de la gran aceptacin que ha tenido en el pblico venezolano, lo que no quiere decir que sea el nico atractivo de la novela. Su evidente homenaje a Rmulo Gallegos es una de las novedades que exhibe esta narracin, pues hasta hace poco criticar al autor deDoa Brbaray no leer literatura venezolana se haban convertido en una pose muy comn entre escritores y crticos y en casi un requisito para ingresar en el campo literario nacional -como indica A. T. Torres, hasta Gallegos y Teresa de la Parra haban sido devorados por el canibalismo de la tribu[13]. El ttulo hace alusin al barco polaco, el Falke, en el que se intent en 1929 (el mismo ao de la publicacin deDoa Brbara, por cierto) una improvisada y delirante pero muy real invasin a Venezuela durante la dictadura de Juan Vicente Gmez (1908-1935). En esta frustrada aventura participaron caudillos, como Romn Delgado Chalbaud, pero tambin intelectuales, como Jos Rafael Pocaterra, y estudiantes, como Rafael Vegas, el protagonista del relato y quien escribe en la ficcin buena parte del manuscrito que leemos[14]. La exploracin que hace la novela de esta aventura obliga a pensar en la centralidad del caudillo en la cultura venezolana y a preguntarse si sa es la clave para la comprensin no slo del presente sino de buena parte de la historia nacional, justamente como lo hicieron algunos positivistas a principios del siglo XX, con Vallenilla Lanz a la cabeza -quien justific, como se sabe, al dictador J. V. Gmez a travs de la figura del gendarme necesario, en su conocido libroCesarismo democrtico(1919). Reaparece as una conocida interrogante, casi un fantasma de la cultura venezolana y que no gratuitamente ha despertado el inters de historiadores e intelectuales en los ltimos aos -como es el caso de Krauze, para mencionar a un historiador no venezolano (2008). Sin embargo, no deja de ser reveladora la perspectiva que adopta la novela pues, ms all de la necesidad de reivindicar la esttica galleguiana para la verosimilitud del relato (Gallegos es el maestro del protagonista, Rafael Vegas), el texto refuerza una y otra vez ciertas representaciones de los relatos identitarios venezolanos, lo que lleva a asociar la Venezuela violenta, premoderna y arcaica de los positivistas con la Venezuela actual y a suponer que en el pas del despelote (Vegas 2006: 32), reina la barbarocracia (2006: 42) y se imponen los caudillos con las bayonetas (2006: 391).La idea de que la historia se repite, razn por la cual el pas no logra salir de su pasado rural, de su epopeya de monte y culebra, es tambin parte de lo que propone la novela. Es ms: en una de las cartas que en la ficcin Rafael Vegas le enva a Gallegos, el primero se refiere a la relacin que cree percibir entre la supuesta desmemoria que caracteriza a los venezolanos y la histeria, esta anttesis de la historia, por consistir en una condicin que bloquea la posibilidad de entender el sentido y las lecciones de nuestros fracasos y limitaciones (2006: 449). Por eso el pas est condenado al perenne regreso al pasado: Venezuela es un pas histrico sometido a una repeticin infernal. Nuestra mayor pobreza es carecer de una verdadera historia de nuestro empobrecimiento. Y perdneme el enredo (2006: 449-450). Al igual que los venezolanos que acuden hoy a la historia y a los libros para entender las incertidumbres del presente poltico, Rafael Vegas cree ver en las novelas de Gallegos la respuesta que necesita para entender la Venezuela de Gmez: Es entonces cuando, muy necesitado de una referencia vlida, pienso en su obra (...) Existir un manifiesto poltico ms esclarecedor, ms penetrante e imperecedero que sus novelas? (2006: 451). Podra pensarse, entonces, queFalkepretende reconstruir un fragmento de la historia nacional para llenar ese vaco en la memoria que supuestamente condena a los venezolanos al eterno retorno[15].La importancia que tiene enFalkela esttica realista es otro elemento clave para entender el rescate de la figura de Gallegos pero tambin la propuesta misma de esta novela[16].Falkehace alusin a la recepcin deDoa Brbaracomo un relato referido a la identidad nacional. En este sentido, la lectura deDoa Brbaraque hace Rafael Vegas en los llanos resulta reveladora: Leo una pgina, levanto la vista y veo justo lo que acabo de leer (2006: 353). Esta borradura de los lmites entre ficcin y realidad es tambin lo que refiere el narrador que al final de la novela, con un gesto autorial, escribe las Apostillas: Pens aclarar, en este ltimo esfuerzo, qu episodios son ciertos y cules inventados, pero ya no estoy tan seguro: demasiadas veces imagin una escena y al poco tiempo resultaba ser una premonicin (2006: 453). Y agrega: la realidad y la ficcin se muerden mutuamente la cola (2006: 454)[17]. Si en las novelas que, segn B. Anderson, sirvieron para la construccin de la nacionalidad (comoDoa Brbara), el lector identifica los referentes e imagina a partir de ellos una comunidad nacional, enFalkela permanente alusin a los rasgos que supuestamente definen la identidad, llevan a imaginar como actual la Venezuela rural de la que escribi Gallegos, con sus caudillos y epopeyas de monte y culebra. Se trata, finalmente, de un pas condenado a repetir las historias de caudillos y alzamientos descabellados e improvisados. Gallegos, entonces, se justifica como el escritor que se invoca, pues la mirada que adopta la novela para representar el pas es deudora de la que sirvi para construir las representaciones del supuesto carcter nacional y, ms importante an, nada indica en la narracin que se busque una distancia con respecto a esta perspectiva (volver sobre este punto pues hace falta revisar la lectura deDoa Brbaraque supone esta reivindicacin de Gallegos). Es por ello, justamente, que la frustrada aventura del Falke, y con ella la historia republicana de Venezuela, no es ms que la repeticin de las aventuras caudillescas del siglo XIX -como seala la novela: Quitando el barco podramos retroceder un siglo y estar en las guerras de Independencia (2006: 227). De este modo, la Venezuela de la primera mitad del siglo XX es una repeticin de la poca independentista, as como la Venezuela actual es una reedicin de la poca del dictador J. V. Gmez.La otra isla, la exitosa primera novela de Francisco Suniaga, narra en clave de policial la imposible historia de la reconstruccin de la identidad en los tiempos de la globalizacin, a travs del conocido recurso del pueblo que sirve para simbolizarla -Comala o Macondo, aunque en este caso sea la muy real isla de Margarita-, pero esta vez para mostrar una cultura global en permanente traduccin y contacto con los clichs que pone en circulacin la industria turstica y del entretenimiento. De esta manera, un fragmento del conocido relato Luvina de Juan Rulfo -y con l, en una operacin sinecdquica, la literatura que ayud a la construccin en el plano simblico de lo pretendidamente latinoamericano- es un texto en traduccin en esta poca globalizada, no reconocible con facilidad en ingls, e, incluso, confundible por el estilo con la obra de Conrad, pero, de manera significativa, convertido en un enigma que se resuelve al final de la novela (el fragmento en ingls aparece como un sueo de uno de los personajes y parte de la novela est dedicada a descubrir quin es el autor). Sin embargo, las muchas referencias que hace tambinLa otra islaa los supuestos rasgos identitarios que funcionan para que el lector se reconozca como venezolano e intente reconstruir su identidad a travs de la mirada del viajero extranjero, seguramente estn en la raz de la aceptacin que ha tenido esta novela en el pblico venezolano[18]. Creo que no me equivoco al sealar queLa otra islaofrece la posibilidad de una lectura de reconocimiento, por as llamarla, que permite a un sector del pblico venezolano una reconstruccin de un nosotros perdido por medio de la identificacin de voces ya escuchadas o conocidas -la del caraqueo, la de los sectores populares (como el gallero), la del extranjero que no entiende la cultura nacional, por ejemplo-, y que son tambin estereotipos identitarios. Es seguramente esta estrategia la que le ha abierto las puertas de la aceptacin de un amplio pblico que reconoce, finalmente y gracias a la novela, que no es ms que un texto de Rulfo traducido al ingls el que ha generado la incertidumbre, fragmento de un pasado, no gratuitamente rural, que regresa como un enigma para el presente[19].EnLa otra isla, la mirada que sirve para construir lo propio es la del viajero extranjero, como en tantos textos del archivo latinoamericano (las crnicas de Indias, las cartas de relacin, los relatos de los viajeros del siglo XIX y las propias novelas latinoamericanas que desde el siglo XIX vuelven una y otra vez a la mirada del viajero enfrentado a un nuevo mundo). Se trata, claro est, de una perspectiva que tiende a exotizar el trpico y a presentarlo como la explicacin ltima de los rasgos que definen la identidad (como se ve, el fantasma del positivismo recorre la novela). Los estereotipos saltan a la vista y es la oposicin alemn/venezolano la que da sentido al siguiente pasaje sobre uno de los personajes, Dieter Schlegel: En esa maniobra marinera, a su entender, estaba la sntesis de aquella tierra y sus habitantes, el rasgo que consideraba ms preciso para definrsela a los alemanes que no la conocan: Margarita, la isla de la utopa, el nico lugar del planeta donde todos mandan y nadie obedece (Suniaga 2005: 8). Vemos, entonces, la nacin y los rasgos que pretendidamente la caracterizan presentados a travs de una mirada irnica que, al igual que enFalke, resalta los aspectos negativos: desorden, desorganizacin, voluptuosidad, caos, desaciertos, desesperanza. La complicidad del lector est garantizada a travs del humor que destaca el absurdo y la paradoja como rasgos identitarios y que recuerdan las versiones real-maravillosas de Amrica Latina. As, las maniobras que hacen los pescadores margariteos no son ms que un contrasentido para el alemn que las contempla, desacierto que con terquedad se empeaba en demoler su herencia cultural y gentica: una vez ms haba tenido ante su vista la comprobacin emprica de que las empresas colectivas pueden resolverse bien y con gran eficiencia, en medio de un caos en el que todos dan rdenes que nadie sigue (2005: 8). Este es el caso, asimismo, de la locura que aqueja al otro alemn, Wolfgang Kreuzer (el que consigue la muerte en Margarita), debido a la pasin que le desatan las peleas de gallos, presentadas como un llamado irracional y voluptuoso de la naturaleza tropical. As, lo que para Europa o los Estados Unidos es extico, fuente de fantasas y utopas pero tambin de pesadillas, es asumido en esta novela como lo propio, como lo hicieron tantos relatos identitarios construidos en los siglos XIX y XX en una larga genealoga que podemos remontar a Humboldt para el perodo republicano[20]. Si bien en esta novela no es un episodio de la historia nacional lo que se intenta reconstruir para iluminar el presente, s es posible advertir en ella el deseo de promover un sentimiento de pertenencia en el lector, al convocarlo a reconocer los rasgos que imaginariamente definen su identidad como venezolano. A pesar de los evidentes juegos pardicos y humorsticos, la novela de Suniaga, como la de Vegas, no se distancia de los viejos fantasmas que invoca, en este caso Conrad o Rulfo, y que sirven para dar sentido a la mirada extranjera que lleva al lector a la reconstruccin de sus sentimientos de arraigo y pertenencia, con todos los rasgos negativos que caracterizan lo que se supone que es la identidad del venezolano, como lo hicieran tantas ficciones autoetnogrficas del siglo XIX y XX, para usar la denominacin acuada por Pratt (1997).El pasajero de Truman(2008), por su parte, del mismo Suniaga, es una novela que intenta dar con el origen de los problemas polticos que enfrentamos y nos enfrentan hoy a los venezolanos. Al igual que enFalke, es el caudillismo el asunto revisado, pero esta vez a propsito de las circunstancias que produjeron en 1945 la frustracin del proyecto que intent acabar con el largo dominio de los andinos en el poder -desde la llegada a la presidencia de Cipriano Castro (1899), pasando por la larga dictadura de Juan Vicente Gmez (1908-1935) y los gobiernos que la sucedieron: el de Eleazar Lpez Contreras (1935-1941) y el de Isaas Medina Angarita (1941-1945)- para conseguir una alternativa democrtica y civilista para el pas. De este modo, la historia nacional se convierte de manera significativa en la biografa de un hombre, Digenes Escalante, quien aquejado de una dolencia psiquitrica debe abandonar el pas al final de la campaa electoral en un avin que le facilita el por entonces presidente de los Estados Unidos, Harry S. Truman (de all el ttulo de la novela). Llama la atencin, en este sentido, que la manera de presentar ese captulo olvidado de la historia nacional parta de la conviccin de que el destino del pas dependa de un solo hombre, en este caso de la versin civil del caudillo del siglo XIX (presentar un episodio de la historia nacional como la biografa de un hombre reanima la tendencia venezolana a concebir la historia como una sucesin de biografas de hroes -casi hagiografas-, con la de Bolvar -mrtir y padre de la patria- en primer plano). De este modo, Suniaga, como Vegas enFalke, desempolva un fragmento de la historia nacional para mostrar cmo los intentos de acabar con la hegemona militar y las tendencias caudillistas son una constante en la historia de Venezuela, pero lamentablemente condenados al fracaso (otro ejemplo, entonces, de la desmemoria que lleva a la repeticin del pasado). Y a pesar de que el Suniaga ha sealado en algunas entrevistas que no fue su intencin al escribir la novela relacionar la Venezuela de 1945 con la actual, sa ha sido la lectura que ha hecho gran parte de sus muchos receptores, quienes ven, con razn, queEl pasajero de Trumanpresenta una y otra vez elementos que llevan a hacer tal conexin. Precisamente, para responder a las muchas preguntas que hacen los lectores en este sentido, Suniaga presenta la siguiente reflexin:A veces pienso incluso que esa larga transicin poltica que se inici con la muerte de Gmez, quizs todava no haya terminado. Entonces, releyendo el libro [El pasajero de Truman], encontr algunas expresiones que escrib buscando significar otras cosas, pero que ahora las releo, y veo que cuando Digenes Escalante dijo: Picn Salas tena razn, Venezuela entr en el siglo XX en 1935, pero ese pasaje tena retorno. Nunca nadie nos dijo que podamos regresar al siglo XIX. Cuando yo escrib eso, quizs no pens en las circunstancias especficas que vivimos ahora; que permiten a la gente muy fcilmente establecer vnculos entre una expresin como esa, y la situacin actual, que muchos analistas asimilan a una dictadura del siglo XIX. Hay una clara alegora a una dictadura del siglo XIX en algunas escenografas de este Gobierno (Analtica Premium2009: en lnea).Con esta reflexin Suniaga confirma lo que ya algunos crticos haban sealado: que la novela no se refiere con exclusividad al episodio protagonizado por Digenes Escalante, sino que sirve de ejemplo de lo que ha sido antes y despus la historia nacional. Rafael Di Prisco y Carlos Pacheco, para solo nombrar a dos de los crticos venezolanos ms conocidos, coinciden en esta lectura deEl Pasajero de Truman,como muestran estas dos largas pero muy reveladoras citas:Tal vez el logro de mayor relieve sin embargo sea que, sin mencin expresa alguna del presente venezolano que nos concierne a todos, la novela con mucha frecuencia nos lo pone por delante. Se las arregla para mantenernos en vilo evidenciando que ni los aduladores de oficio, ni las lecturas acomodaticias de la historia, ni las tentaciones del poder absoluto e indefinido, ni las constituciones prt--porter, son nuevos. Sealndonos tambin cmo la desmemoria y la falta de cuidado por avances polticos y ciudadanos que muchos desvelos y esfuerzos han costado nos mantienen amarrados a la noria (Pacheco 2009: en lnea).[] los acontecimientos y personajes que giran alrededor del protagonista Digenes Escalante, especialmente en la ocasin de su tercero y definitivo intento fallido de acceder a la anhelada Presidencia de la Repblica, no solamente son factores inevitables en la revisin de los aciagos das de octubre del 45 sino que a travs de una inteligente y sutil escritura sirven de pretexto para su proyeccin hacia el presente, e incidir en las circunstancias que vive el pas en nuestros das, haciendo que nuevamente no fuera totalmente cierto aquello de que la historia no se repite (Di Prisco 2009: en lnea).Sus efectos realistas, anclados en una estrategia que imita la entrevista periodstica, refuerzan esa lectura de la novela. Adems, los nombres ficticios de los personajes son desenmascarados al final en una nota que revela sus nombres: Ramn J. Velsquez (historiador y expresidente de Venezuela) y Hugo Orozco (diplomtico), dos testigos de los acontecimientos recreados enEl pasajero de Truman-la nota dice textualmente: Quiero expresar mi ms profunda gratitud a Ramn J. Velsquez y Hugo Orozco por el privilegio que me concedieron al recibirme en sus casas y contarme la historia de la que fueron actores (2008: 303).La muy escueta revisin hecha hasta aqu, me permite concluir, provisionalmente, que si bien las circunstancias polticas que se viven hoy en Venezuela han trado de nuevo al debate pblico temas como el caudillismo y el pasado (siempre rural, de monte y culebra), tambin han resucitado en el plano literario las estticas y, lo que es ms importante, el marco conceptual que sirvieron para explicar la nacionalidad y la identidad en muchas ficciones a lo largo del siglo XX. En efecto, el regreso de los temas nacionales parece indicar que la identidad es una cuestin simblica que engancha y enfrenta a muchos lectores venezolanos de las dos aceras opuestas, aunque de maneras distintas, y que en el caso de las novelas antes mencionadas atrap a esa parte del pblico que hoy se acerca (se aferra?) a la ficcin para conseguir respuestas a las incertidumbres polticas. Y creo que debe llamar a la reflexin no tanto que el caudillismo sea un tema que despierte el inters de tantos lectores en la Venezuela de hoy, pues es ciertamente un elemento que ha jugado un papel nada desdeable en la historia poltica del pas, sino que las novelas que revisan el problema y han conseguido mayor aceptacin del pblico que hoy visita las libreras, revivan tambin las representaciones y esquemas que sirvieron para comprenderlo. Pensar que Venezuela es un pas condenado a repetir su historia de bochinches y desaciertos, que su pasado siempre es rural, violento y arcaico, y que el caudillismo es la nica explicacin posible a los problemas polticos, resulta ser una manera de rescatar, as sea inadvertidamente o por la puerta de atrs, elCesarismo democrticode Vallenilla Lanz (1990), a pesar de que la intencin sea la opuesta. De all la importancia dellapsusque comenta Suniaga con relacin a la escritura de su novela, pues si bien no fue, en principio, su intencin decir en que la Venezuela actual es semejante a la del siglo XIX, sa es la lectura que se ha hecho de su novela y que, tal como aparece en el fragmento antes citado, el mismo Suniaga acepta. Y no podra ser de otro modo, dado que las representaciones que se han reactualizado en estas novelas llevan a interpretar la historia de Venezuela como una aventura de caudillos, ambientada en un paisaje rural que lleva un claro signo negativo. Es ms: tantoFalkecomoEl pasajero de Trumanterminan siendo una representacin de la historia de Venezuela que, a manera de sincdoque (la parte por el todo) muestra que el destino del pas ha estado en las manos de hombres fuertes que no son ms que caudillos delirantes. Sobre este punto parece importante advertir que, as como Ana Teresa Torres enLa herencia de la tribu(2009) ha emprendido un estudio de las versiones distorsionadas y parciales de la historia de Venezuela promovidas por Hugo Chvez a travs de sus programas de radio y televisin para legitimarse en el poder, parece una tarea igualmente valiosa y necesaria revisar las otras versiones de la historia o de la supuesta identidad nacional que estas novelas proponen, pues creo que se encontrarn unas cuantas coincidencias -dado que no podr profundizar en estas semejanzas, me limito a mencionar slo las ms evidentes: el uso de la generalizacin para describir etapas histricas que merecen un examen ms detenido salta a la vista en ambos bandos (aunque los perodos no sean los mismos), as como la reduccin de los protagonistas histricos a los hombres fuertes. La idea de una repeticin o reedicin de la historia es tambin clara en el discurso oficial, especialmente a travs de la identificacin de la llamada revolucin bolivariana con las guerras independentistas y del actual Presidente con Bolvar.No puedo dejar de advertir que esta mirada sobre la historia venezolana recuerda mucho a la que describe Beatriz Sarlo con relacin a la novela argentina que se interrogaba sobre la dictadura en la dcada de los ochenta. Sarlo explica as los cambios que llevan hoy a la narrativa argentina por otros caminos:Han sucedido dos cosas. Por un lado,la interpretacin de la dictadura ya no pasa, como entonces, por una hiptesis sobre la violencia como constante histrica argentina, una especie de ley que habra regido, igual a s misma, desde el siglo XIX. Las explicaciones son ahora mejores y ms especficas. Por otro lado, otros discursos, no literarios, han tomado un lugar que, a comienzos de la dcada del 80, la literatura ocupaba casi en solitario.Se habla menos del enigma argentino y a ningn escritor se le ocurrira hoy preguntarse quin escribir Facundo, interrogante que preocupaba honestamente a Piglia. La pregunta misma sonara ahora un poco fuera de foco: revelacin socioliteraria de un enigma? (Sarlo 2007: 473; las cursivas son mas).Para el caso venezolano, esa pretendida constante histrica, ese enigma que hay que resolver a la manera de Sarmiento (invocando a Quiroga para explicar y oponerse a Rosas), pasa por un proceso que debe explorarse. Es la interpretacin del presente la que hace que sea significativo el fragmento de la historia que se haba olvidado y que rescatan, entonces,FalkeoEl Pasajero de Truman, convirtiendo as un episodio de una historia mucho ms amplia y compleja en una sincdoque, es decir, en un elemento que sirve para explicar el todo, como ya apunt. Pero el enigma s resulta ser el mismo: los rasgos premodernos, como la violencia, que llevan necesariamente al caudillismo, elementos que supuestamente condenan a los pases latinoamericanos a la repeticin de la historia.El hiperlder necesario: una vuelta a Gallegos?En un encuentro entre intelectuales de las filas del chavismo, organizado como contrapartida oficialista a la visita de Mario Vargas Llosa a Venezuela en mayo de 2009[21], el espaol Juan Carlos Monedero se refiri al hiperliderazgo, uno de los fantasmas de ayer y hoy en Venezuela (es el significativo ttulo de su participacin en el debate), intervencin que produjo duras crticas de Chvez. Las palabras que desataron la ira del Presidente son las que siguen:[El hiperliderazgo es] propio de pases con un escaso cemento social, con un dbil sistema de partidos democrticos y con altos porcentajes de exclusin. El hiperliderazgo permite situar una alternativa a la selectividad estratgica del Estado heredado, siempre un freno a la transformacin; adems, tienen (sic) la ventaja de articular la desestructuracin y la fragmentacin con formas de cesarismo progresista -en expresin de Gramsci-,pero que desactivan la participacin popular demasiado confiada en la capacidad heroica del liderazgo(Monedero 2009: en lnea; las cursivas son mas).Para cualquier lector venezolano familiarizado con la historia del pas, las palabras que sirven para justificar al hiperlder recuerdan mucho a las empleadas a principios de siglo por Vallenilla Lanz para defender al gendarme necesario, aunque cambie calificativo del cesarismo y esta vez no sea democrtico sino progresista. Si por un lado se justifica al caudillo (ahora llamado hiperlder), como lo hace Monedero -a pesar de la crtica a la figura heroica que limita la participacin popular, detalle que molest al Presidente-, y as sea Gramsci la referencia y no Vallenilla Lanz; en la acera de enfrente se resucitan viejos modos de interpretacin de la realidad nacional que hacen pensar en la imposibilidad que tiene la cultura venezolana de salir de ese fantasma, dado que es un rasgo que supuestamente define su identidad y, sobre todo, por esa concepcin de la historia como un eterno retorno o una noria infernal. En ambos casos, queda en el aire la inferencia de que el rumbo del pas depende de un solo hombre, como ocurre con el Digenes Escalante deEl Pasajero de Truman.En este contexto, no debe sorprender que el conocido historiador Elas Pino Iturrieta reivindique, aunque con reticencia, el concepto de barbarie[22]para explicar el presente venezolano o que uno de los analistas polticos ms conocidos en la actualidad, Luis Vicente Len, publique un artculo titulado Un par de b... [bolas], en el que dice que Hay dos maneras de enfrentar a un Titn: con otro Titn, que aqu no hay, o con hroes (2009). El imaginario venezolano parece enfrentarnos as a un espejismo: slo falta la aparicin de Santos Luzardo, el hroe civil que podr llevar a la Venezuela rural por el camino de la modernidad (no puedo ocuparme de las evidentes connotaciones machistas que tienen estas discusiones sobre el presente y el pasado venezolanos).Esta vuelta a Gallegos, sin embargo, merece un examen ms detenido, puesDoa Brbaraes entendida de nuevo como un texto clave para compresin de Venezuela, razn por la cual vale la pena preguntarse cmo es leda la novela en la actualidad, esto es, indagar en las lecturas que subyacen a estos espejismo, a esos fantasmas de ayer y de hoy. Es ms: la manera en la que Gallegos es ledo actualmente parece asociada a esa tendencia a suponer que la historia se repite, como queda claro en las palabras de otro de los narradores venezolanos que han conseguido mayor reconocimiento en los ltimos aos, Oscar Marcano, para quien el fenmeno Chvez nos rebota a nuestra vieja trampajaula caudillista. ADoa Brbara.A esa sucesin de comienzos que no conduce a ninguna parte (el artculo se titula significativamente El ltimo brote de la autofagia venezolana. Marcano 2003: en lnea). Hay un valor adicional en esta cita pues permite ver cmo la comprensin del fenmeno Chvez pasa por la interpretacin de la novelaDoa Brbara, cmo poltica y ficcin se encuentran estrechamente imbricadas en los intentos de descripcin del presente venezolano. La lectura predominante parece, entonces, aquella que entiendeDoa Brbaracomo una explicacin vlida y vigente de la nacionalidad y, al mismo tiempo, como una reactualizacin delesquemacivilizacin/barbarie de Sarmiento. Por esta va, se termina suponiendo errneamente que la idea de la historia como una incesante repeticin tambin forma parte de la propuesta galleguiana. Se trata de una lectura que no slo elimina todas las contradicciones que ya existen en el texto del argentino, sino, ms importante an, que olvida aspectos importantes de la novela de Gallegos, como se ver enseguida.En una indagacin sobre las diversas interpretaciones que ha propuesto la crtica de la novelaDoa Brbara, Javier Lasarte seala que el problema de cmo leerDoa Brbarapresupone en ltima instancia responder a la pregunta sobre cmo leer y valorar, cmo re/desconstruir la moderna tradicin cultural nacional o latinoamericana (2005: 50). Tal vez sta sea la razn por la cual Gallegos y su novela estn hoy nuevamente sobre el tapete, pues la pregunta que se hacen una y otra vez narradores, historiadores, intelectuales o periodistas en textos muy diversos, ficcionales o no, con relacin a la situacin de la Venezuela bolivariana es tambin una interrogante sobre la modernidad o, mejor, sobre la existencia misma de esa modernidad. No deja de ser revelador que, como indica Lasarte, la crtica venezolana conden la novela de Gallegos a ser una nueva versin de la oposicin civilizacin/barbarie de Sarmiento y que sea ste el esquema al que ahora se vuelve, esta vez para reivindicarlo como una interpretacin todava efectiva de la identidad nacional.El trabajo de Lasarte logra organizar las diversas interpretaciones de la novela que se han propuesto en las ltimas dcadas en dos tendencias claras, dos lecturas en pugna, y que propone caracterizar de la siguiente manera:1) retomar la vieja lectura deDoa Brbaracomo la culminacin del maniqueo esquema Civilizacin vs. Barbarie, para, desde all, ejercer la crtica reconstructiva: convertido ahora en alegora novelesca, el texto de Gallegos supone la plasmacin refleja de una perversa ideologa populista y machista -expresada en el triunfo del autoritario personaje civilizador, doble de la voz autorial, sobre los sectores populares y la mujer, es decir, la barbarie en la novela-; lo que lleva a leerla (y descalificarla) como una recomposicin estratgica del orden letrado; o 2) entender la novela como un proceso abierto que, a partir de los vaivenes tanto del protagonista como de la peripecia novelesca, descubre en su transcurso la posibilidad de un nuevo paradigma, no de una nueva estrategia del liberalismo decimonnico sino de una nueva poltica: la del nacionalismo populista; lo que supone la voluntad de apreciar positivamente parasumomento la tentativa renovadora (2005: 51).Para Lasarte, la primera lectura, aquella que reduce la novela al esquema sarmientino, deja de lado aspectos importantes de la obra, como la inversin que se produce en los personajes principales: La operacin que define el cuerpo mayoritario de la novela, a excepcin del inicio y el final, es, sin lugar a dudas, la inversin. Para decirlo pronto y gruesamente,Doa Brbaraes el proceso narrativo por medio del cual Santos se 'barbariza' y doa Brbara se 'ilumina' (Lasarte 2000: 177). La propuesta de Gallegos es, segn esta perspectiva, un retorno a los orgenes pero para construir un nuevo pacto poltico, ahora fundado en el reconocimiento del otro (de all la importancia del proceso de inversin). Ciertamente, se trata de un proyecto que, como bien explica Lasarte (2000), ve en el mestizaje y en el populismo, en el nacionalismo populista, una salida poltica. Y all reside su distancia con respecto a las soluciones positivistas de su poca, su alejamiento del gendarme necesario, su ruptura del ciclo fatal de la violencia o la inviabilidad de las opciones de fuerza (Lasarte 2000: 181; las cursivas son mas). De hecho, esta leccin del maestro permite comprender la importancia que tiene la novela en el imaginario poltico: el momento de entronizamiento de la novela, de su conversin en la obra que supuestamente define lo venezolano, fue tambin el perodo de aceptacin, en el plano poltico, de un pacto populista, justamente el que permiti imaginar la comunidad nacional comounao en singular: la patria mestiza del criollismo jerarquizado (en palabras de Montaldo), la trampa de la novela, segn Lasarte (2000: 181).No olvidemos que, como destaca la propia novela, Santos Luzardo es tambin un llanero y, en esa medida, no puede ser comprendido simplemente como la representacin de la civilizacin. A pesar de que la novela recurre claramente a elementos melodramticos y maniqueos, tambin muestra que la barbarie se encuentra en el personaje que parece representar de manera inequvoca la civilizacin. Es por este motivo que creo que hace falta revisar mejor la larga sucesin de textos, ficcionales o no, del archivo latinoamericano para comprender las representaciones que se actualizan hoy en da en Venezuela con el fin de explicar de nuevo su pasado y su presente y, muy especialmente, su relacin con la modernidad. Sobre este punto, me atrevera a decir que esta vuelta a Gallegos supone una lectura deDoa Brbaraque oblitera muchos aspectos claves de la novela. Y es que entre las representaciones ms poderosas y persistentes sobre la modernidad, la identidad y la historia de Amrica Latina (y con ella, la de Venezuela) se encuentra esa alegora que presenta Esteban Echeverra en El matadero y que ha sido descrita de esta manera por Gonzlez Echevarra:[] podra leerse El matadero de Echeverra como una especie de alegora de la modernidad, que asoma la cabeza para ser destruida inmediatamente por un contexto que no le es afn. Hay, adems, toda una temtica del hroe moderno abatido por las fuerzas de lo arcaico en toda la narrativa latinoamericana, desde la novela romntica, la novela antiesclavista cubana, hastaLos pasos perdidos, pasando porDoa Brbara(Gonzlez Echevarra 2001: 147).Quiero decir con esto que la imagen del hroe moderno abatido por las fuerzas de lo arcaico ha sido una de las representaciones ms vigorosas dentro de los ensayos de comprensin de Amrica Latina. Es por esta razn que hace falta examinar con cuidado cada una de sus versiones para no confundir la propuesta de Gallegos con la de Sarmiento o la de Echeverra (que pertenecen, adems, a pocas distintas). A diferencia del texto de Echeverra, la novela de Gallegos muestra los fragmentos de barbarie que hay en el hroe moderno, Santos Luzardo. Si es que hay alguna leccin del maestro que deba retomarse en la actualidad -recordemos el estudio de Gonzlez Echevarra (2001) sobre la voz del maestro en la narrativa latinoamericana- tal vez sea esa superacin del esquema positivista que condena a la violencia y justifica, finalmente, al caudillo. Quiz esta revisin del archivo latinoamericano podra hacernos comprender mejor las muchas coincidencias, con frecuencia no advertidas, entre las aceras enfrentadas en la actualidad, as como a entender la necesidad de cuestionar las representaciones enraizadas en el imaginario pblico nacional. Creo que se trata de un asunto fundamental para examinar las interpretaciones de la historia de Venezuela que circulan en la actualidad y para pensar mejor las representaciones que han servido para imaginar y construir los relatos identitarios, la modernidad y la historia, con el fin de desmontar el mecanismo que lleva a ver espectros y espejismos. Esta es, finalmente, la nica manera de no quedar entrampados en esas viejas interpretaciones del pasado, en esos fantasmas de ayer y de hoy. Ms que aceptar la propuesta ilgica de que la historia venezolana se repite (entendida como una reencarnacin de Bolvar o una reedicin del caudillismo del siglo XIX), hay que pensar en los conceptos, imgenes y ficciones que llevan a esa creencia, para explicar la efectividad de los discusos que los promueven y la persistencia de viejos esquemas de interpretacin de la realidad entre los bandos enfrentados, bien sea para justificar al hiperlder necesario o para suponer que estamos en presencia nuevamente de un viejo captulo de la historia nacional.Notas.[1] Present una primera versin resumida de este ensayo en la Universidad de La Plata. Quiero agradecer a Teresa Basile por su generosa invitacin. Este trabajo forma parte de una investigacin ms amplia, titulada Novela e imaginacin pblica en la Venezuela actual, que he venido realizando en los ltimos aos. Mi objetivo central es revisar cmo las novelas, junto con otros gneros ms o menos masivos, construyen la imaginacin pblica en la Venezuela actual. Para una presentacin del concepto de imaginacin pblica, pueden consultarse los trabajos de Josefina Ludmer (2004 y 2007). En este sentido, interesa para el presente trabajo la siguiente definicin: el campo de la imaginacin pblica es el de la invencin y circulacin de imgenes y enunciados como construccin del presente. Marc Aug [] se refiere a esa circulacin de imgenes que cambian el estatuto de la ficcin y el lugar del autor: el mundo, dice, es penetrado por una ficcin sin autor []. Para poder definir la imaginacin hoy, escribe Appadurai, tenemos que pensar conjuntamente en la vieja idea de imgenes producidas mecnicamente (en el sentido de la Escuela de Frankfurt), y en la idea francesa delimaginaireconstruido por aspiraciones colectivas, tan real como las representaciones colectivas de mile Durheim, mediadas ahora por el prisma de los medios modernos []. Por otra parte, lo pblico habra absorbido las divisiones anteriores entre los privado y lo social. La imaginacin pblica no se opone a la privada sino que la constituye en parte, en tanto prctica social, desprivatiza y cambia la experiencia privada (2004: 109).[2] Hay muchas polmicas y algunos estudios sobre este tema pero no tendr tiempo de revisarlos en esta oportunidad (pueden consultarse los trabajos de Miranda, Torres y Kozak, entre los ms recientes). Me limito a recordar que hasta hace muy pocos aos eran recurrentes las discusiones en la prensa nacional sobre la poca importancia que tena la literatura venezolana en el contexto de la literatura latinoamericana o mundial.[3] La actual crisis econmica ha cambiado un tanto el panorama, aunque las editoriales siguen interesadas en publicar autores venezolanos, especialmente aquellos que puedan asegurar buenas ventas, tanto porque ya sus nombres son conocidos por la opinin pblica o porque las obras se refieren a los temas que ms atraen a los lectores en la actualidad (los libros de asuntos polticos e histricos son, sin dudas, los ms buscados). Es por este motivo que el presente estudio se detiene en el ao 2008, fecha de aparicin deEl pasajero de Trumande Francisco Suniaga.[4] El hecho de que la revistaProducto-dedicada a la publicidad y el mercadeo- haya consagrado el nmero completo de enero de 2008 a la revisin del tema, con el elocuente ttuloLeer es un negocio, es un sntoma significativo. Por otra parte, los libreros venezolanos saben que si un volumen hace alusin al Presidente Chvez tendr buenas ventas, fenmeno que no se limita a Venezuela. Del mismo modo, algunos libros mencionados por el Presidente se han convertido enbest-sellersnacionales o internacionales, como ocurri conLas venas abiertas de Amrica Latina, de Eduardo Galeano, y conEl dominio mundial de Estados Unidos, de Noam Chomsky.[5] Con relacin a las editoriales del Estado, debe decirse que aunque publican ficcin, parecen ser los ensayos los que despiertan mayor inters. Sobre este punto quiero agregar que una revisin del catlogo de la nueva editorial estatal El Perro y la Rana muestra que en el campo de la literatura publicada por el Estado hay un abierto predominio de los libros de cuentos y de poesa, de modo que puede pensarse que se continan, de manera inadvertida, las polticas estatales de las dcadas anteriores descritas por Miranda (edicin de pequeos volmenes y poco inters por crear un mercado o un pblico lector). Si se consideran las propias declaraciones del Ministerio del Poder Popular para la Cultura, tenemos que las novelas ms vendidas o distribuidas gratuitamente sonLos Miserablesde Vctor Hugo y las dos ltimas obras ganadoras del Premio Rmulo Gallegos:El tren pasa primerode la mexicana Elena Poniatowska yEl pas de la canela, del colombiano William Ospina -esta ltima coloc 6.700 en menos de un mes, segn aparece en la noticia del portal del Ministerio Popular para la Cultura (Libro de Ospina es el ms vendido es el ttulo de la noticia; Ministerio del Poder Popular para la Cultura 2009: en lnea).[6] En este sentido, su comentario es revelador: Vernos requeridos como testimoniantes sera, en verdad, una obligacin nacionalista que no tendramos por qu asumir (2006: 922).[7] Abundan los estudios sobre la novela histrica latinoamericana y las ficciones identitarias. Me limito a remitir al lector interesado a los muy conocidos estudios sobre la novela histrica de Ansa, Menton, Pacheco y Kohut. Para el presente trabajo han sido de especial intersMito y archivo(2000) yLa voz de los maestros(2001), ambos de Gonzlez Echeverra. Miguel Gomes habla del ciclo del chavismo de este modo: una serie de obras ha coincidido en ofrecer visiones del pas signadas por elpathosy, en varias oportunidades, por una intensa captacin neoexpresionista de la decadencia material y espiritual.Slo quiero que amanezca(1999/2002) de Oscar Marcano,Tambin el corazn es un descuido(2001) yLa enfermedad(2006) de Alberto Barrera,Fractura(2006) de Antonio Lpez Ortega,Falsas apariencias(2004) de Sonia Chocrn yLatidos de Caracas(2007) de Gisela Kozak son ttulos que, entre otros, podran probarlo. En esa corriente figura, indiscutiblemente,Nocturamade Ana Teresa Torres (Gomes 2007: en lnea).[8] sta es la razn por la cual Josefina Ludmer acua la expresin Literaturas postautnomas (2007): Las literaturas posautnomas [esas prcticas literarias territoriales de lo cotidiano] se fundaran en dos [repetidos, evidentes] postulados sobre el mundo de hoy. El primero es que todo lo cultural [y literario] es econmico y todo lo econmico es cultural [y literario]. Y el segundo postulado de esas escrituras sera que la realidad [si se la piensa desde los medios, que la constituiran constantemente] es ficcin y que la ficcin es la realidad (Ludmer 2006: en lnea). Lamentablemente, no podr ocuparme en esta ocasin de las relaciones entre la narrativa venezolana y la narrativa latinoamericana (anterior o contempornea). Se trata, obviamente, de un tema que requerira de un trabajo aparte.[9] Me refiero a la situacin descrita para otros pases latinoamericanos sobre el cambio que trado la globalizacin en el mercado del libro. Tal como plantea Gutirrez Giraldo (2006), las multinacionales del libro actualmente se dedican a explotar los mercados locales. La situacin es ahora ms desventajosa para las editoriales independientes o alternativas (en Venezuela, la mayora ha desaparecido), pues los autores que alcanzan cierto xito entre el pblico inmediatamente son captados por los grandes sellos comerciales (es justamente el proceso que puede describirse en el caso de Federico Vegas conFalkey de Francisco Suniaga conLa otra isla), de tal manera que las editoriales que arriesgan son justamente las ms pequeas.[10] Dice Ibsen Martnez en la entrevista que le hace la periodista y narradora Milagros Socorro: Entre los setenta y los ochenta, los medios, los opinadores pblicos, estuvimos desacreditando el oficio poltico, con lo cual le hicimos la cama a Chvez. Cuando la comprensin del hecho poltico se diluye en las emociones y, encima, esto se instala en la vida cotidiana de un pas, llega un momento en que resulta muy difcil discernir lo crucial de lo accesorio. Ese es uno de los agravios que Chvez le ha hecho a la civilizacin venezolana: ha aadido un elemento terrible a lo que ya era malo (me refiero a la descalificacin de la actividad poltica, de la que yo, por cierto, fui partcipe conPor estas calles-telenovela transmitida por RCTV en 1992-1993-), y ese elemento es la criminalizacin de la disidencia. Gisela Kozak revisa este problema enVenezuela, el pas que siempre nace(2008).[11] Todas estas novelas han tenido varias ediciones y, segn los datos que aportan las propias editoriales en las ltimas impresiones, todas han vendido ms de 10.000 ejemplares. Aunque no suelen ser exactas ni del todo confiable las cifras que dan las editoriales (pues forman parte de las estrategias de promocin), estos datos contrastan con los presentados por Miranda para las ltimas dcadas del siglo XX anteriormente revisados. Las cifras pueden resultar risibles en otros mercados, como el espaol, dondebest-sellerquiere decir cientos de miles de ejemplares vendidos, pero hay que recordar que el concepto debest-selleres relativo, dado que debe ajustarse a la dinmica de un mercado particular (no es lo mismo el mercado del libro espaol o norteamericano que el venezolano, por ejemplo).[12] Aunque el crtico Miguel Gomes (2007) propone leerla como una alegora de la actual situacin poltica nacional, prefiero no incluirla en esta revisin debido a que sus relaciones con la poltica actual no son tan claras. Analizo detenidamente la novela en un artculo indito titulado La poltica y la enfermedad.[13] Lee usted literatura venezolana? es el significativo ttulo del primer captulo del libroVenezuela, el pas que siempre nacede Gisela Kozak. Muchas hiptesis se han barajado para explicar este desinters de los lectores por la literatura nacional, entre las cuales destaca, adems de la supuesta mala calidad de las obras, la descalificacin de lo venezolano que, al parecer, es un paradjico rasgo de la venezolanidad.[14] No es desdeable el hecho de que el autor, Federico Vegas, est emparentado en la realidad con uno de los protagonistas de la aventura del Falke, Rafael Vegas, el protagonista de la novela. Esta circunstancia, que aparece de modo explcito en el texto, hace pensar en un juego con la autoridad y la legitimidad referido a las herencias y legados simblicos que pasan de una generacin a otra, en una cadena que empieza en Gallegos y culmina con el autor deFalke-puede consultarse la entrevista que le hace Gustavo Guerrero (2006) a Federico Vegas en la que ste explica algunos detalles sobre los papeles de Rafael Vegas que le sirvieron para escribir la novela. Aunque no podr ahondar en este problema, s quiero sealar que es justamente un asunto de legitimidad lo que se debate en las polmicas sobre la historia de Venezuela que han surgido en los ltimos aos, especialmente animadas por las versiones que pone en circulacin Hugo Chvez en sus programas mediticos y que han sido revisadas por la narradora Ana Teresa Torres en otro libro que ha conseguido un buen nmero de lectores, no casualmente tituladoLa herencia de la tribu. Del mito de la Independencia a la Revolucin Bolivariana(2009).[15] Sobre el retorno de los caudillos en Amrica Latina parece particularmente interesante la reflexin que hace el periodista y narrador Toms Eloy Martnez en Cesarismo democrtico. Venezuela, la Argentina y los caudillos providenciales (2009).[16] Si bien, como hemos visto, los lectores venezolanos parecen reclamar la novela de Chvez (Torres), no es necesariamente por la va del testimonio sobre los hechos actuales como responden los escritores. Entre las preguntas que hace Gustavo Guerrero sobre repunte de nuestra narrativa, quiero destacar la siguiente: Podemos ver en este surgimiento de una nueva narrativa contempornea venezolana -y subrayo el adjetivo- una extensin al terreno simblico del combate de la sociedad civil contra la anacrnica y falaz epopeya que trata de imponerse desde el poder como nico relato colectivo posible? (2010: 8). Efectivamente, creo que estas novelas, al igual que muchos ensayos, intentan dar versiones diferentes de la historia de Venezuela a las que se imponen desde las instituciones del Estado. Es por este motivo que las considero especialmente valiosas para comprender las versiones de la historia hoy en pugna, as como las coincidencias que permiten pensar en un conjunto de conceptos, imgenes, representaciones que informan y movilizan el imaginario pblico venezolano.[17] La alusin a la esttica realista aparece tambin en este otro fragmento de las Apostillas que refuerza la concepcin de la realidad venezolana como un despropsito: En una edicin de suDoa Brbara, Rmulo Gallegos se excusa al confesar que sus personajes existan en el mundo real, pues si alguna funcin til desempea una novela es la de ser puerta de escape de ese mundo, donde los seres humanos y los acontecimientos proceden y se producen de un modo tan arbitrario y disparatado. El Falke es un buen ejemplo de un disparate (Vegas 2006: 454).[18] No en balde un alemn que, en cierto modo, recuerda a Humboldt y las narraciones autoetnogrficas que se escribieron a partir de sus escritos (Pratt) y que, como se sabe, jugaron un papel decisivo en la (auto)representacin de Amrica Latina (lo que incluye las versiones real-maravillosas que promovi elboom).[19] No es una simple coincidencia que se entiendan los cambios que se han producido en los ltimos aos con el gobierno bolivariano como un regreso al pasado rural, a la Venezuela profunda que se crea superada. Ms adelante retomar el problema del enigma latinoamericano, de claras resonancias sarmientinas.[20] No est de ms recordar que sta es la mirada de muchos textos costumbristas del siglo XIX, entre los cuales merece destacarse Contratiempos de un viajero de J. M. Cagigal (en Picn Salas), pues justamente el relato se presenta como la carta que escribe un viajero para describir a un amigo extranjero su llegada a Caracas un martes de carnaval.[21] La visita produjo abundantes noticias, entre otras razones, porque Mario Vargas Llosa fue retenido, en un gesto claramente intimidante, por las autoridades de inmigracin (S. A. Venezuela retiene a Mario Vargas Llosa a la entrada del pas: en lnea). La prctica de intimidar u obligar por la fuerza a salir del pas a todo visitante incmodo o crtico del gobierno actual se ha convertido en costumbre en los ltimos aos. Tambin la de organizar una contrapartida oficialista a cualquier acto que organice la oposicin.[22] Dice textualmente: En mi trabajo de escribidor he procurado alejarme del trmino barbarie para explicar situaciones o personajes de la historia. He considerado a ese vocablo como resultado de un prejuicio sobre la aptitud de unas sociedades a las cuales quiere imponerse una vacuna de compostura para aprobar el examen de virtudes que les permita acceder a la fiesta de la civilizacin occidental. Salida de la pluma de Sarmiento, de Gallegos o de muchos de nuestros positivistas, la expresin me ha parecido una simplificacin de maestros presuntuosos en un aula que no merecen. Hoy, sin embargo, ante la arremetida del chavismo contra un modo de convivencia labrado a travs de los siglos, estoy en el trance de cambiar de opinin. Especialmente ahora, cuando la pretensin de quienes insurgen contra una cohabitacin lograda a costa de inmensos sacrificios, pretende convertirse en permanencia a travs del atajo de una enmienda constitucional (Pino Iturrieta 2009: en lnea).BibliografaAnsa, Fernando: La reescritura de la historia en la nueva narrativa latinoamericana,Cuadernos Americanos, 1991, 28, 13-31.Ansa, Fernando: Invencin literaria y reconstruccin histrica en la nueva narrativa latinoamericana, en Kohut, Karl (1997: 111-121).S. A. Mesa redonda con Francisco Suniaga.Analtica Premium,Anderson, Benedict (1993):Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la difusin del nacionalismo. Fondo de Cultura Econmica, Mxico.Barrera Tyszka, Alberto (2006):La enfermedad. Alfaguara, Caracas.Bourdieu, Pierre (1995):Las reglas del arte. 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