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Noticías de la espeleología mundial, publicadas el lunes 19 de diciembre de 2011 en InternetTRANSCRIPT
Cine
Se estrena “La Cueva de los Sueños Olvidados”
Lunes 19 de diciembre de 2011
Radar
Se estrena La cueva de los sueños olvidados, el documental en 3D de Werner Herzog sobre las pinturas rupestres más antiguas del mundo, descubiertas
hace pocos años en el sur de Francia.
Foto: La cueva de Lascaux
Argentina. La pintura rupestre es un tema que a
Herzog lo atrapó ya de chico. Con 12 o 13 años
vio en la vidriera de una librería de Munich un
libro en cuya tapa estaban reproducidos los
caballos de la cueva de Lascaux. El objeto le
provocó una fascinación instantánea al joven
Werner, que desde entonces se obsesionó con la
idea de poseerlo. Juntando pelotas en canchas de
tenis fue juntando también el dinero, no sin darse
una vuelta cada tanto por la librería para
asegurarse de que el libro siguiera ahí. “Nací en un pueblo de montaña, donde no había librerías,
así que creía que ése era el único ejemplar que existía de ese libro”, contó en una entrevista
reciente. Todavía hoy puede sentir, cuenta en otra entrevista, el estremecimiento que lo invadió
cuando al fin lo tuvo en sus manos y pudo hojearlo. “Ese libro fue mi primer interés intelectual
propio, y la fascinación por la cultura prehistórica nunca me abandonó.”
El dibujo de Dios y de Picasso
Esta misma anécdota, que ahora repite para los periodistas, le contó Herzog al ministro de
Cultura de Francia, Frédéric Mitterrand, quien para su suerte resultó ser un gran admirador de su
obra. Eso, y el dato quizá no menor de que pidió tan sólo un euro por día para hacer su trabajo, le
permitieron a este alemán que ya lleva varios años viviendo en Los Angeles conseguir el permiso
para ser el primero en filmar dentro de la cueva de Chauvet. Los reparos de los franceses no eran
sólo territoriales o culturales, sino también científicos. El gobierno quería evitar que a la cueva de
Chauvet le ocurriera lo mismo que a la de Lascaux, que tuvo que ser cerrada luego de que la
respiración de los visitantes, entre los que se incluían turistas, desarrollara un hongo sobre las
paredes que ahora constituye un peligro para las pinturas que les dan valor.
Descubierta en 1994, la cueva de Chauvet (llamada así en honor a una de sus descubridoras) ya
era en ese momento una suerte de cápsula temporal, pues había sido sellada hacía unos 20 mil
años por la caída de una roca gigantesca. Los dibujos encontrados en ella tienen más del doble de
edad que los de la cueva de Lascaux, lo que los convierte por lejos en los más antiguos conocidos
hasta ahora. A la vez, su perfecta conservación y su esmerada técnica casi eliminan cualquier
distancia. “Es el nacimiento del alma moderna del hombre –define Herzog–. De pronto tenemos
ahí al arte, no como garabatos primitivos, sino desarrollado de forma completa y extraordinaria.”
La cueva contiene también pisadas y restos fósiles de animales extinguidos hace porciones de
tiempos inconcebibles con nuestros míseros parámetros históricos. Cuatro o cinco veces se puede
repetir hacia atrás la historia de acá a Babilonia y recién entonces llegaríamos al último día de
vida de algunas de estas especies. Hay dibujos empezados en una época y completados cinco mil
años después, que es como decir que los empezó Dios mientras descansaba de hacer el mundo y
los terminó Picasso el siglo pasado. “Nosotros estamos atrapados en la historia, ellos no”, resume
Herzog.
Sellada ahora por una puerta hermética de acero, Chauvet tiene prohibida la entrada de
particulares y sólo unos pocos científicos se ocupan de estudiarla. Tampoco Herzog consiguió
libre acceso a la gruta, sino que tuvo que hacerlo con sólo tres personas, en pocos días de horarios
muy reducidos y sin abandonar nunca la angosta pasarela de metal que marca el único camino
transitable. A eso se sumaron dificultades técnicas, como la escasa iluminación y el complicado
armado de las cámaras 3D, pero que ya son una marca registrada de sus documentales.
La otra marca registrada es su capacidad para descubrir personajes extraordinarios, aun entre
científicos que tampoco se desvían de la pasarela al hablar. Eso ocurre a los quince minutos de
película. Antes, se exponen los datos generales de la cueva y las condiciones en que pudo ser
filmada. Al poco avisado podría parecerle el principio de un documental del History Channel,
con la diferencia de que el narrador tiene una dicción dudosa y la música es algo demasiado
disonante. Algún comentarista alemán hasta deseó que así fuera, y recomienda ver la película en
casa, para poder quitarle el volumen. En la misma línea, otro disidente subió a YouTube unos
hilarantes videítos donde un falso Herzog analiza ¿Dónde está Wally? y otros cuentos para
chicos.
Pero no. Estamos ante un documental de Herzog y eso se nota a más tardar al cuarto de hora,
cuando interrumpe a un joven arqueólogo que está explicando su trabajo en el escaneo total de la
cueva, primero para comparar ese registro con la guía telefónica de Manhattan, que nada nos dice
de las historias y los sueños de quienes figuran ahí, y luego, cuando el arqueólogo habla de que
cada científico llega a su objeto con su propio backround, para preguntarle cuál es el suyo.
“Bueno –sonríe sorprendido el joven científico–, antes yo trabaja en un circo.”
La cueva en el fondo del alma
Ahí empieza La cueva de los sueños olvidados, cuando ese ex malabarista cuenta que los
primeros días en que entró a la cueva soñaba sólo con leones, y define a los sueños como una
forma indirecta de entender ciertas cosas. Enseguida Herzog nos lleva de nuevo a la cueva, donde
otro científico pide que nadie se mueva a fin de escuchar el silencio de la cueva “y quizá el latido
de nuestro propio corazón”.
Hace tiempo ya que Herzog viene filmando en lugares recónditos del planeta, pero no sólo en
busca de lo extraordinario, sino también de lo más común: el hombre y sus sueños, la humanidad
y sus orígenes. En Antártida, donde tuvo Encuentros en el fin del mundo (2007, nominada al
Oscar), sus personajes principales, además de los animales, son también los científicos, pero no
en tanto hombres de ciencia, sino en tanto hombres que han elegido vivir en un sitio inhóspito o
estudiar un tema que atañe a los orígenes, ya sean del ser humano o de la vida en general.
También su cautivante documental sobre Siberia, Gente feliz: Un año en la taiga (2010), explora
las formas de vida primitiva a través de unos cazadores que aún practican su oficio casi con los
mismos elementos y métodos que cuando empezamos a caminar en dos patas. En todos estos
casos, lo que más parece interesarle a Herzog, además de mostrarnos lo que difícilmente
lleguemos a ver por nuestra cuenta (y no sólo por lo remoto del lugar, sino por su inigualable
poder de observación), es indagar en el fondo del alma humana, a través de sus límites. De ahí
también el tema de su último documental, Hacia el abismo (2011): entrevistas a condenados a
muerte.
La novedad en La cueva... es que el personaje principal es ese hombre paleolítico, representado
aquí por el artista de meñique torcido que dejó la huella de su mano en varios puntos de la gruta.
Las pinturas, tan frescas que “parece que los artistas estuvieron trabajando hasta hace media
hora”, son el testimonio directo de ese origen telúrico que Herzog viene rastreando quizá desde
mucho antes, también en sus películas ficcionales. En ese sentido, y mal que les pese a quienes
preferirían un documental tradicional (ya bastante lo es para los estándares de este díscolo),
Herzog es el intermediario más genuino entre estos dibujos secretos y el gran público. Pocos
como él han intuido que existe ese puente directo con nuestros orígenes en las huellas de
entonces que han sobrevivido hasta hoy, ya sea en unas pinturas rupestres, unas costumbres de
caza, en la fascinación por lo que puede matarnos (Grizzy Man) o el abismo de la muerte en un
día y hora programados.
La roca que cuelga en la sala llamada Santuario: el dibujo de la parte inferior de una mujer
fundiéndose con un bisonte. Uno de los grandes enigmas de la cueva. Los más osados, elucubran
hipótesis sobre la fertilidad y el mito del Minotauro.
La prehistoria del 3D
Herzog naturalmente no se lo toma personal, sino que pone en ese lugar de privilegio al medio
del que se vale para ocuparlo. Su primera observación sobre los dibujos es que muchos intentan
remedar el movimiento, ya sea multiplicando las patas de un animal que corre o el cuerno de uno
que batalla, “como los fotogramas de una película”. Esta evocación se retoma hacia el final,
cuando el más personaje de los científicos (no porque lo sea en sí, sino porque Herzog lo crea)
equipara los dibujos con la cámara que ahora los filma. Una comparación que ni guionada podría
haber sido más del agrado de Herzog, que enseguida la corona con una toma final donde aparece
él y su equipo, pero en la que la protagonista es la cámara.
También en ese aspecto la película presenta una novedad absoluta respecto a todas las otras del
mismo director, y es que fue filmada en 3D. “Un 3D suave, como si fuera lo más natural”, se
apresura a aclarar Herzog, en referencia a que sólo crea la ilusión de estar frente a una pantalla
tridimensional, no la de estar en medio de ella. La técnica se impuso por su objeto, que a su modo
también fue concebido en 3D, pues las rocas tienen su propio movimiento, con concavidades y
salientes, que los artistas aprovecharon para darles relieve a sus figuras. Más allá de eso, a
Herzog la tecnología fetiche del nuevo milenio lo deja bastante frío. “El ojo humano no ve por lo
general todo el tiempo en 3D –explica su escepticismo–. Eso es muy cansador. Normalmente
miramos con un ojo dominante en 2D y sólo de forma periférica vemos con el otro ojo la tercera
dimensión. El cerebro del hombre es muy selectivo y busca absorber el medio ambiente de la
forma menos agotadora posible.”
Postscript albino
Nadie dudaría de que La cueva... es un documental de Herzog desde el momento en que el
arqueólogo empieza a hablar de sus sueños. Otros rasgos netamente herzogianos son sus
comparaciones de la naturaleza circundante con las óperas de Wagner o la presentación de un
perfumista que se dedica a buscar nuevas cuevas con su olfato. También es un acierto, que otro
hubiera dejado escapar, la visita a una cueva en Alemania, que si bien no contiene dibujos, sirve
de excusa para presentar antiquísimos instrumentos musicales, la otra manifestación artística
(fundamental también en el cine) que a Herzog le interesa rastrear hasta sus orígenes.
Pero si aun así a alguien le quedaran dudas, la película cuenta con un epílogo inimaginable en
ningún otro director. Aprovechando la presencia de una “biosfera tropical” a pocos kilómetros (o
millas, según el sistema de medición del americanizado Herzog), los últimos minutos de película
se entretienen mostrando un vaporizado invernadero lleno de helechos en donde conviven cientos
de cocodrilos. Tanto el calor de la atmósfera como el agua en que se bañan provienen de la que
fue usada para enfriar los reactores de una inmensa planta nuclear ubicada en la cercanía. Por eso
no sorprende, cuenta Herzog, que en estas aguas nucleares naden cocodrilos albinos. El ambiente
surrealista, sobre todo teniendo en cuenta que “hace no mucho, apenas algunas decenas de miles
años de años atrás”, toda esa región era un gran glaciar, le despierta a Herzog la fantasía
apocalíptica de que no puede faltar mucho tiempo para que los cocodrilos mutantes lleguen a la
cueva de Chauvet y se enfrenten con los dibujos. ¿O seremos nosotros mismos los cocodrilos?
Cuesta sustraerse, ante esta imagen de nuestros blancos Doppelgängers, a la sensación de que
Herzog cita aquí, acaso sin querer, a las iguanas que ve Nicolas Cage en su falsa remake de Bad
Lieutenant (2009), bichos que también allí constituyen su toque de distinción. Como sea, lejos de
un capricho coyuntural, este postscript de conceptos casi tan surrealistas como las imágenes que
muestra logra poner freno al espiritualismo que en algún momento amenazan con cooptar a las
pinturas y lo redirecciona hacia la fantasía y la ficción, la otra forma que sigue eligiendo Herzog
para indagar en el alma humana. La reminiscencia de su trabajo ficcional pone a esta película en
su verdadero sitio, que está más allá del mero documento, sin que eso signifique que deje de
cumplir con sus requisitos ni pierda sus virtudes. La cueva de los sueños perdidos documenta las
pinturas y su estudio, pero sobre todo las emociones que despiertan, sus líneas de fuga hacia
distancias abismales de pasado y su no menos abrumadora cercanía con el arte actual, todos
territorios que rozan lo indocumentable. Con el dramatismo y la grandilocuencia que ya parecen
casi imprescindibles a su tema, Herzog indaga aquí una vez más en lo que parece perdido pero
porque no dejamos de encontrarlo, lo que es inasible porque está a la mano, y cuya mejor imagen
sigue siendo la del sueño.
Exploración
La forma de las noches en Martín Infierno
Lunes 19 de diciembre de 2011
Xander1618
Una de las cuevas más célebres de Cuba, Martín Infierno, ubicada en el Escambray cienfueguero,
está siendo estudiada por científicos cienfuegueros para aumentar la información que engrosará
su expediente como propuesta de área protegida. Un equipo de nuestra televisión quedó en esta
ocasión impresionado por la obra del agua sobre la piedra, y revela las bellezas de la noche eterna
de la cueva.
Justicia
El cráneo hallado en Moratalla tiene una herida de arma blanca
Lunes 19 de diciembre de 2011
Enrique Soler
Los arqueólogos creen que la calavera, que presenta un corte de 15 centímetros y restos de piel, fue trasladada por algún animal hasta la Cueva
del Muerto
España. El cráneo aparecido en la cueva del Muerto de Moratalla presenta un fuerte golpe
provocado por un arma blanca. El hallazgo, que este diario adelantó el pasado domingo, se
produjo exactamente el 30 de noviembre, cuando un grupo de arqueólogos estaba realizando
labores de prospección en las cuevas del paraje conocido como la loma Rompe Almas, un lugar
recóndito y de difícil acceso, enclavado en una zona de montaña del término municipal de
Moratalla.
Este grupo trabaja desde el año pasado, con la autorización de la dirección general de Bienes
Culturales, en un proyecto sobre santuarios rupestres ibéricos, según informó el propio director
de la iniciativa, J. A. O., quien tras comprobar que el hallazgo se correspondía con una cronología
moderna o contemporánea dio parte a las autoridades.
Se trata exactamente de medio cráneo con un corte o golpe inciso contuso, donde se denota un
seccionamiento de unos 15 centímetros con arma blanca en la parte sagital. Además, la calavera
aún conservaba restos de piel en la zona occipital y parietal.
Un equipo de la Policía Judicial de la Guardia Civil se trasladaba el pasado sábado hasta el lugar
del descubrimiento para levantar los restos y trasladarlos hasta el Instituto Anatómico Forense,
que determinará la fecha del fallecimiento y si el corte es post mortem o, por el contrario, se trata
de una muerte violenta.
El resto humano se encontró en una cueva que los propios arqueólogos bautizaron como la Cueva
del Muerto. Se trata, más concretamente, de un abrigo de unos cinco metros de alto por 3,5 de
ancho y una profundidad de 12 metros. El cráneo fue hallado en la superficie de la cavidad y,
según las primeras investigaciones, ha podido ser removido de su ubicación original por algún
animal. El director del proyecto manifestó que «la pigmentación del hueso encontrado no es la
habitual de un resto arqueológico. Además, no suele aparecer piel excepto en casos aislados,
como momificaciones», puntualizó.
Dr. Juan Antonio Montaño Hirose
Apartado Postal 25
55741 Tecámac de Felipe Villarreal, Estado de México
México "Dentro de veinte años, estarás más arrepentido por las cosas que dejaste de hacer que por las que hiciste. Así que olvídate de los límites. Navega lejos del puerto seguro. Aprovecha el viento en tus velas. Explora. Sueña. Descubre". --Mark Twain Publicado el 21 de diciembre de 2011 en el foro internacional Iztaxochitla de espeleología en español. Para suscribirte, envía un mensaje en blanco (sin asunto ni texto) a: [email protected]