nota galeano corregida

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Se murió Galeano Recuerdo que en la última charla me contaba cosas, muchas cosas; y en el tropiece de sus palabras cayó la muerte. Me acuerdo el ruido que hizo en la charla. Palabras gordas si las habrá. Pesadas. El viejo siempre me habló de chismes. Pero ese día fue diferente. Sus ojos se lamentaban. Afilaba la cuchilla y se lamentaba de que la vida ya había pasado. “Tuve que tocar la balanza, porque si no el pelado de la otra cuadra me llevaba todos los clientes”, me decía y se justificaba. “Entre que los cague yo y que los cague el otro prefiero cagarlos yo”, seguía. Su corazón ya estaba frágil, tenía varias intervenciones pero ninguna de ellas pudo extirparle el recuerdo de su amigo Luisito Rodriguez con la silla de ruedas abajo del 318 “B” a la altura de la rotonda de la Firestone. Fileteaba cada frase con la paciencia que aprendió en sus años de salas de espera. Paraba, afilaba la cuchilla y seguía. Muchas de sus verdades se movían en el sigilo de la mentira; eran livianas. Verdades livianas que se esfumaban al salir de su boca. Yo lo escuchaba con la mirada y asentía con la cabeza cada cinco segundos. “El primer 318 a Luisito le mató las piernas y el segundo lo mandó a dormir la siesta eterna” me contaba. Mi abuela me dijo que Luisito era un hijo de puta. Que eso le pasó por hijo de puta. Pero el viejo me lo pintaba de otro color. Ahora lo miro y su cara de muerto parece que me quiere hablar. Que cajón de mierda eligieron los familiares, pienso. Creo que es la primera vez que al viejo lo veo callado; pero aparte de callado, vacio.

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Se muri Galeano

Recuerdo que en la ltima charla me contaba cosas, muchas cosas; y en el tropiece de sus palabras cay la muerte. Me acuerdo el ruido que hizo en la charla. Palabras gordas si las habr. Pesadas. El viejo siempre me habl de chismes. Pero ese da fue diferente. Sus ojos se lamentaban. Afilaba la cuchilla y se lamentaba de que la vida ya haba pasado. Tuve que tocar la balanza, porque si no el pelado de la otra cuadra me llevaba todos los clientes, me deca y se justificaba. Entre que los cague yo y que los cague el otro prefiero cagarlos yo, segua.Su corazn ya estaba frgil, tena varias intervenciones pero ninguna de ellas pudo extirparle el recuerdo de su amigo Luisito Rodriguez con la silla de ruedas abajo del 318 B a la altura de la rotonda de la Firestone. Fileteaba cada frase con la paciencia que aprendi en sus aos de salas de espera. Paraba, afilaba la cuchilla y segua. Muchas de sus verdades se movan en el sigilo de la mentira; eran livianas. Verdades livianas que se esfumaban al salir de su boca. Yo lo escuchaba con la mirada y asenta con la cabeza cada cinco segundos. El primer 318 a Luisito le mat las piernas y el segundo lo mand a dormir la siesta eterna me contaba. Mi abuela me dijo que Luisito era un hijo de puta. Que eso le pas por hijo de puta. Pero el viejo me lo pintaba de otro color.Ahora lo miro y su cara de muerto parece que me quiere hablar. Que cajn de mierda eligieron los familiares, pienso. Creo que es la primera vez que al viejo lo veo callado; pero aparte de callado, vacio. Cuando le agarr el paro tena 4 kilos de cuadrada arriba de la mesada. Ese da estaba raro. Venia fileteando grueso. Call de cara sobre la carne, rebot y al piso. Tirado ah y con el bigote torcido qued hasta que lleg la ambulancia. La carnicera ese da pareca un centro de jubilados, no faltaba un solo viejo italiano del barrio.Me dio impresin la cara que le qued clavada cuando lo atac el paro, ms que la cara de muerto maquillado que tiene ahora.De los cuatro nietos entraron dos; los que mi abuela me dijo que son unos faloperos de mierda. La abuela lo sabe todo y lo que no, lo imagina.Marisa, la hija, lloraba. Quique, el otro hijo, se rea. Margarita, su mujer, ya haba muerto hace un buen rato; mi abuela me deca que era una puta, que se muri por puta. Para mi abuela los muertos no son todos buenos. A este viejo lo quera. Roberto Galeano, el carnicero del barrio. El viejo Roberto se fue del mundo, dej un recuerdo y la mquina de picar carne; dej cuchillas desafiladas que cortan grueso. Se llev todas sus palabras. Hasta un buen da Roberto Galeano.