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Norias Una noria es una máquina hidráulica que sirve para elevar agua siguiendo el principio del rosario hidráulico. Consiste en una gran rueda con aletas transversales que se coloca parcialmente sumergida en un curso de agua, el cual, gracias a las aletas, imprime a la rueda un movimiento continuo. Ésta, posee en su perímetro una hilera de recipientes (usualmente cangilones) que, con el movimiento de la rueda, se llenan de agua, la elevan y la depositan en un conducto asociado a la noria que la distribuye. Existen también norias para sacar agua de pozos aunque, en tal caso, el movimiento se consigue generalmente utilizando tracción animal. Noria en Algeciras (España) Con todo y como quiera que, para la extracción de agua, existieron otros sistemas de extracción –entre los que entresacamos: los Rosarios, las Ruedas, las Rueda de tímpano, el Tornillo de Arquímedes, el Ariete hidráulico y la Máquina de columna de agua, así como los Molinos de viento–, vamos a dedicar esta introducción a la temática derivada de la extracción de agua desde los pozos. En lo que hemos podido comprobar directamente, entre nosotros quedan restos de varias norias, de dos molinos de vientos (el de la Torreta y el de Fraga), así como dos norias cuyo sistema de extracción, atendiendo a la fuerza motriz, eran personas (hacemos referencia a las denominadas “Noria de los Llanderos” y “Noria Patitas”). La cuestión que se plantea entre nosotros, tras el análisis de los pozos y pocicos, es la siguiente: ¿Cómo sacar agua de pozos, que no superen los 10 metros en el subsuelo, en zonas de campo, a menudo aisladas, sin muchos recursos de energía, para uso doméstico y de la agricultura? Al parecer, ya en los años de 1300 años a.C., para irrigar el suelo desecado de las llanuras que cultivaban, los mesopotamios usaban péndulos (shadouf). Cada péndulo, hecho de una larga pértiga articulada con un eje de rotación en el sitio adecuado –como un columpio– y compensada por un peso, permitía recoger agua en un odre de piel a una cierta profundidad para luego vaciarla a cierta altura en un aljibe y regar. Este sistema sardouf, antecedente de la noria, aún existe y lo hemos desglosado a propósito del, actualmente, denominado pozo de Toñuna. Centrándonos en las norias, es conveniente precisar que son originarias del Oriente Medio y fueron importadas a la Península Ibérica en tiempos de la invasión musulmana. Se utilizaron principalmente para regadíos. Existieron en todo el Andaluz, aunque las zonas donde, en la actualidad, mayor concentración persisten son la cuenca del río Segura –especialmente en la Huerta de Murcia, en la Vega Alta y en el Valle de

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Norias

Una noria es una máquina hidráulica que sirve para elevar agua siguiendo el principio del rosario hidráulico. Consiste en una gran rueda con aletas transversales que se coloca parcialmente sumergida en un curso de agua, el cual, gracias a las aletas, imprime a la rueda un movimiento continuo. Ésta, posee en su perímetro una hilera de recipientes (usualmente cangilones) que, con el movimiento de la rueda, se llenan de agua, la elevan y la depositan en un conducto asociado a la noria que la distribuye. Existen también norias para sacar agua de pozos aunque, en tal caso, el movimiento se consigue generalmente utilizando tracción animal.

Noria en Algeciras (España)

Con todo y como quiera que, para la extracción de agua, existieron otros sistemas de extracción –entre los que entresacamos: los Rosarios, las Ruedas, las Rueda de tímpano, el Tornillo de Arquímedes, el Ariete hidráulico y la Máquina de columna de agua, así como los Molinos de viento–, vamos a dedicar esta introducción a la temática derivada de la extracción de agua desde los pozos. En lo que hemos podido comprobar directamente, entre nosotros quedan restos de varias norias, de dos molinos de vientos (el de la Torreta y el de Fraga), así como dos norias cuyo sistema de extracción, atendiendo a la fuerza motriz, eran personas (hacemos referencia a las denominadas “Noria de los Llanderos” y “Noria Patitas”). La cuestión que se plantea entre nosotros, tras el análisis de los pozos y pocicos, es la siguiente: ¿Cómo sacar agua de pozos, que no superen los 10 metros en el subsuelo, en zonas de campo, a menudo aisladas, sin muchos recursos de energía, para uso doméstico y de la agricultura? Al parecer, ya en los años de 1300 años a.C., para irrigar el suelo desecado de las llanuras que cultivaban, los mesopotamios usaban péndulos (shadouf). Cada péndulo, hecho de una larga pértiga articulada con un eje de rotación en el sitio adecuado –como un columpio– y compensada por un peso, permitía recoger agua en un odre de piel a una cierta profundidad para luego vaciarla a cierta altura en un aljibe y regar. Este sistema sardouf, antecedente de la noria, aún existe y lo hemos desglosado a propósito del, actualmente, denominado pozo de Toñuna. Centrándonos en las norias, es conveniente precisar que son originarias del Oriente Medio y fueron importadas a la Península Ibérica en tiempos de la invasión musulmana. Se utilizaron principalmente para regadíos. Existieron en todo el Andaluz, aunque las zonas donde, en la actualidad, mayor concentración persisten son la cuenca del río Segura –especialmente en la Huerta de Murcia, en la Vega Alta y en el Valle de

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Ricote–, en donde permanecen en activo numerosas norias hidráulicas integradas desde el medievo en la red de riego de la vega segureña. En la lengua tradicional de la Región de Murcia estos mecanismos se conocen popularmente como "ruedas" o "ñoras", siendo las más populares las siguientes: Rueda de La Ñora, Rueda de Alcantarilla y Noria Grande de Abarán. En valenciano dichos mecanimos de elevación de agua se conocen con el nombre de Sénia –ies que, según el vocabulari Ferrer Pastor, es un sustantivo femenino, con traducción al castellano en la palabra noria ¿Podríamos deducir de aquí el origen de nuestras Izena y Dezena? Norias de sangre1 La noria de sangre es un ingenio o aparato hidráulico construido de madera de distintas calidades. Tiene sus orígenes en siglo VIII, y era utilizada en la extracción del agua de pozos más profundos para el riego de la huerta donde se criaban verduras, hortalizas, frutas y cereales. Existen diversas teorías sobre quienes fueron los inventores de este tipo de noria. Hay quien considera que fue de origen persa, otros de origen hindú y otros de origen chino; pero la tesis más sostenida es la atribuida a los árabes2. Se trataba de trasmitir el movimiento de un eje motor vertical movido, generalmente por personas, a una rueda de eje horizontal dotada de arcaduces, recogiendo el agua para subirla a la altura deseada y vaciarla.

Noria de sangre

Las primeras norias de sangre se utilizaron en las acequias caudalosas, para trasvasar aguas a distintos niveles. Consistían en una rueda o tambor con paletas de madera en su interior y con un eje transversal para girar, apoyado en palomillas de madera sobre los laterales de una acequia. La noria era accionada por los pies de un hombre subido en la parte superior del tambor que «caminaba» sobre ella sostenido en dos pasamanos laterales. Norias moruna y perfeccionada La noria moruna también es considerada de origen árabe, dada la influencia que este pueblo tuvo en el progreso de la agricultura en España. Es el momento en que se 1 Para el desarrollo esta parte sigo, básicamente, la información tomada de Vicuña, G. “Norias y bombas”. Revista Europea.—1.° de noviembre de 1874 . N.° 36, págs.5 – 36, precisamente por la fecha en que se escribió que coincide con el período en que se inicia entre nosotros las que hemos conocido los más provectos. 2 Dejar constancia que a la civilización mesopotámica se le atribuye el invento de la rueda –usaban vehículos, molinos para el grano, tornos para la alfarería…– que abrirá posteriormente un amplio linaje de máquinas o partes de mecanismos perfeccionados por otros, como los griegos que fabricaron engranajes, poleas, manivelas, levas, etc. N.B.- Bueno; todo esto es así siempre y cuando los de las rodàs de carros íberos enguerinos lo autoricen

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descubre que era posible trasmitir el movimiento de un eje horizontal, accionado por una caballería –burro o mula, generalmente, aunque tenemos constancia en Enguera del uso de bueyes3– que ejercía el tiro a través del mayal, o palanca de giro, al eje vertical. El giro horizontal de la rueda del aire era transformado en el vertical del tambor o rueda de arcaduces (para la carga y elevación del agua del pozo) a través de un par de maromas, a modo de correa sinfín. Resumiendo: un conjunto de varios cubos atados en una sola cuerda, constituye el fundamento de la noria, cuya antigüedad es muy considerable, aunque es prácticamente inútil su descripción, porque todos conocemos de fijo esta máquina. De una gran rueda llamada de agua, cuelga una maroma, en la que están fijos los cangilones o arcaduces, formando el rosario; éste entra en un pozo rectangular ú ovalado, á veces son dos pozos distintos que se comunican por debajo. El agua vierte el agua en una artesilla, situada inmediatamente sobre el eje de la rueda, y ésta recibe su movimiento por medio de un tosco engranaje, más ó menos complicado, desde un malacate, de cuya vara tiran una ó dos caballerías. Desde luego notamos ya un defecto en esta máquina, consistente en que los cangilones elevan el agua á mayor altura que la artesilla, y ésta se halla también por encima del nivel del depósito al cual vierte el agua. Resulta, pues, que la elevación es superior a más de un metro, que es despreciable o inútil. De aquí que el coeficiente económico de esta máquina, atendiendo además a sus muchos frotamientos, no pase de 0’70, aun en las bien construidas de madera. Si el fondo del pozo es menor de 4 metros, dicho coeficiente disminuye, llegando en los pozos de 2 metros sólo al 0’48. Por consiguiente, cuando el agua está muy somera, no conviene el uso de la noria para sacar el agua.

Noria Moruna de tracción animal

3 Don José María Albiñana, a propósito de lo poco amigos que eran los agricultores enguerinos de las aportaciones de la ciencia a su actividad agrícola o industrial afirma: “Lo mismo vemos la fuente que tiene en su propiedad D. Vicente Fillol, el pozo dulce, el pozo que había a la salida del pueblo llamado del abrebador el cual ha desaparecido con la carretera, la noria del Convento de los Frailes, las aguas de Lucena, la noria de Melchor, el manantial de la noria de Borcha que seria largo de enumerar, pero que siempre se manifiestan sus caudales a cierta profundidad pero que al hacerse las escabaciones (sic) en busca del liquido se tiene la seguridad del allazgo (sic) de las aguas unas con más cantidad y otras con menos como pasa con el nacimiento del agua del vapor San Jaime y en los pozos que se han hecho en la partida de la Icena”. Concluyendo: “Si esto se estudiase bien y fuesen nuestros labradores mas amigos al adelanto como lo son a las practicas antiguas y viciosas muchas de las tierras de Enguera podian estar regadas por abundantes norias cuyas tierras darian productos abundantes.” Albiñana, JMª. Historia de la Villa de Enguera y de sus hijos ilustres. Edic. mecanografiada. Fol. 193 y s. Tal como se puede observar, en la enumeración, aparecen 3 norias. Y para el uso de bueyes, puede verse nuestro trabajo “De burros y… otros animales”, especialmente la nota a pie de página nº 7.

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Las norias que generalmente se usan en España, sobre todo en las aldeas, son muy toscas, de suerte que consumen una parte de la fuerza en frotamientos. Además, los engranajes, sobre todo el de la linterna que hay en el malacate, suele producir choques que absorben también, en pura pérdida, una parte de dicha fuerza. Será tanto mejor una noria de esta especie cuanto menos se oigan las sacudidas de los dientes o palos, por lo que conviene que engranen a la vez dos o tres de éstos, tocándose suavemente sin choques. En esto se concentra casi únicamente la habilidad de sus constructores, toda vez que es fácil percibir este defecto al ensayar la noria. Estas máquinas toscas, tal cual las emplearon los árabes, tienen la ventaja de que cualquier carpintero o constructor de carros de un pueblo las puede componer, sin necesidad de acudir, como sucede con las máquinas de hierro, a los talleres más o menos perfectos que sólo se encuentran en las poblaciones. Tan importante elemento sólo lo saben apreciar bien las personas que tienen que reparar máquinas en los pueblos, con comunicaciones difíciles, para llegar a unos talleres, denominaríamos medianos si atendemos a su labor y a los resultados excelentes a juzgar por lo que se hacen pagar, o si se prefiere, a la relación calidad/precio aplicado. Por otra parte, una máquina perfeccionada, por ejemplo, una buena bomba, es un aparato más o menos delicado que se estropea pronto en manos torpes. Sucede con el estado industrial de una nación lo que con su clima; si se trae á Castilla plantas de la zona tórrida, será preciso cuidarlas en estufa, por manos inteligentes y a fuerza de esmero y vigilancia. Otro tanto ocurre con una máquina delicada en el mismo país; las gentes no saben manejarla, pocos la comprenden, nadie se atreve a componerla cuando se estropea. Y lo peor del caso es, que la han de manejar gentes del campo que, aun suponiéndolas de buena intención, concluyen por estropear los aparatos delicados. Estos mueren, en una palabra, por falta de temperatura intelectual en el país, elemento primario de su climatología industrial. De aquí que las norias toscas subsistan a pesar de sus defectos. Se nota, sin embargo, que en los pueblos de cierta densidad de población hay tendencia a perfeccionarlas. En vez de hacer los cangilones de barro, hemos visto algunos de zinc, con su agujerito siempre en el fondo para que salga el aire al sumergirse en el pozo y se descarguen al pararse la caballería. La maroma de esparto o cáñamo se sustituye por una de hierro, hecha con grandes eslabones. Las ruedas se trabajan con algún cuidado, se disminuyen las grandes dimensiones de las antiguas y se escogen maderas sanas y duras. Si a esto se agregara el uso de gorrones de acero y cojinetes de bronce, en todos los ejes que giran, se disminuirían grandemente los frotamientos, siempre que se tuviera cuidado de engrasarlos bien. Esto es fácil de adquirir en un taller de fundición, y dura muchos años, de modo que no ocasionará perturbaciones por torpes que sean las personas que manejen la noria. Conviene también hacer pequeña la rueda de agua, tanto para perder menos altura, como para que el pozo pueda ser estrecho. Las norias de hierro varían algo, según el sistema de su constructor: indicaremos las que el Sr. Pfeiffer hace en Cataluña. Los cangilones son de hierro, pero en vez de verter el agua de frente, lo hacen por sus dos costados a una artesilla que rodea a la rueda de agua. Esta es pequeña, y a su alrededor gira la caballería tirando de una palanca alta, cuya longitud es cosa de tres metros, la cual mueve un árbol vertical: éste comunica su movimiento por un engranaje fundido de ángulo a la rueda de agua. El coste de una de estas norias viene a ser el doble que el de las ordinarias algo mejoradas: su coeficiente económico llega a 0’80.

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En la exposición universal de Paris de 1857 se presentó una noria muy curiosa y original. Los cangilones son de una forma especial, que permite la salida del aire al sumergirse verticalmente en el pozo: son muy grandes, pues caben hasta 30 litros, hechos de chapa de hierro: cada dos van montados sobre un eje. La rueda de agua es triangular y pequeña. Unas piezas auxiliares impiden el balanceo y cabeceo. Los ensayos fueron satisfactorios, pero esta máquina es aún más delicada que las norias de hierro perfeccionadas. Otros aparatos usados para elevar agua Tal y como dijimos anteriormente, existieron otros sistemas de elevación del agua, por lo que queremos dejar constancia de ellos pues, aún cuando en nuestras visitas no hemos encontrado restos directamente relacionados con ninguno estos aparatos, es posible que alguien sí los halle y, lógicamente, conozca a qué sistema aplicarlos. En tal sentido, pasamos a analizar: los rosarios, las ruedas hidráulicas y las de tímpano, el tornillo de Arquímedes, el ariete hidráulico y la máquina de columna, es decir, aquellas que entendemos fueron las principales y más perfectas. Un rosario, consiste en un tubo, de sección circular o rectangular, que va vertical o inclinado desde el depósito de agua al punto en que ha de verterse ésta. Supongamos ahora dos tambores, uno en la cúspide del tubo, otro en la base, y arrollada en ambos una cuerda con unas tablitas que casi ajustan con el tubo. Una de las partes de esta cuerda va por el eje del tubo. Dando vueltas al tambor superior, sucederá que las tablitas ascienden dentro del tubo y arrastran el agua del depósito, empujándola hasta que vierta por encima. Esta máquina sólo conviene para profundidades que no exceden de 6 metros: marcha a pequeña velocidad y su coeficiente rara vez pasa de 0’60. Es, como se puede imaginar, casi una noria, y la conocían ya los árabes españoles; solía usarse, movida á mano, por su baratura y la facilidad de sus reparaciones. Tambien solían emplearse las ruedas hidráulicas para elevar el agua; su forma es parecida a la de estas máquinas cuando se emplean como motrices, sólo que en este caso es el peso y choque del agua quien las mueve, y ahora, por el contrario, es preciso comunicar a su eje un movimiento continuo, el cual da como consecuencia útil la elevación del líquido. Las ruedas deben marchar despacio para obtener el mayor efecto posible. Pueden ser de paletas planas alojadas en una canal cilíndrica; entonces la altura de elevación es, como máximo, el radio de la rueda. Otras veces llevan cajones o cangilones en su periferia, los cuales se llenan cuando están en la parte inferior y vierten cuando llegan en la superior; se utiliza aquí todo el diámetro de la rueda, por lo cual se aplica ésta a alturas superiores a las que se usa con la anterior. El coeficiente económico de estas ruedas, cuando están bien montadas, llega a 0,80 en las de paletas, y algo menos en las otras por la inmersión de los cajones ó cangilones en el depósito. La rueda de tímpano constaba de un cajón cilíndrico giratorio, el cual estaba dividido en su interior por varios tabiques en forma de espirales. Se sumergía en un depósito o en un río, y al darle vueltas va tomando agua en una de las divisiones, la cual sube hasta verterse por un agujero que hay junto al eje de la rueda. La velocidad es pequeña: sólo se usa para alturas reducidas: el coeficiente económico es menor que el de las ruedas

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anteriores. Tenían que estar bastante sumergidas, lo que obligaba a que fueran grandes las ruedas para la poca altura utilizada. El tornillo de Arquímedes es una máquina elevatoria que se ha usado mucho. Consiste en un espacio helizoidal dentro de un cilindro; esto es, en unas divisiones cuyas superficies tienen la misma forma que las del tornillo de filete rectangular. Este cilindro va inclinado y se sumerge en un depósito de agua. Dándole vueltas, ésta se eleva por las divisiones hasta que se vierte por la parte superior. Esto depende de que al dar una parte de esta vuelta cada punto de la superficie está más bajo que el inmediato y el agua baja desde uno a otro punto, pero asciende con respecto al depósito.

Ejemplo de Tornillo de Arquímedes

La inclinación del tornillo dependía del paso de la hélice, o sea de la rapidez de su curvatura. El extremo inferior del cilindro no debe estar completamente sumergido, sino dejar un hueco para que pueda penetrar el aire. El ángulo del eje del tornillo con el nivel del agua suele ser de 45 a 50 grados. El número de vueltas no debe pasar de 40 por minuto. El desnivel no debe exceder de tres metros; en este caso el coeficiente económico llega a 0’70. Suele usarse en los agotamientos de las pilas y charcos; se mueve entonces por dos o tres hombres. El ariete hidráulico sirve para elevar a bastante altura una pequeña cantidad de agua en virtud de la caída desde menor desnivel de otra cantidad mucho mayor. El agua obra por choque, por lo que la máquina se descompone pronto. Además, su coeficiente económico es muy pequeño. Es por ambas razones de poco uso. La máquina de columna de agua es otro aparato en que se utiliza una gran caída de ésta, desde poca altura, por ejemplo, una cascada, en elevar otra cantidad menor que esté profunda, por ejemplo, la de una mina. Sólo se usaba en condiciones muy especiales y era máquina muy delicada. Hay también máquinas especiales en que el agua sube en cubos que vierten unos en otros; el Sr. Ibarra ha ideado una muy ingeniosa, pero que no ha pasado de modelo. Todavía hay algunos otros aparatos para ascender el agua, pero, o son muy primitivos y por tanto de poco aprovechamiento, o son muy delicados y propios más bien para un gabinete que para andar en manos de gentes torpes e incultas. De entre ellas, al igual que de todas ellas, siempre se debe escoger el más conveniente de los indicados, atendiendo a sus condiciones especiales, siendo los preferibles, para poca cantidad y a regular altura, una bomba de mano; para mayor cantidad o profundidad, una noria de madera algo perfeccionada cuando se trata de un lugar, o una bomba Montenegro, si no se está lejos de una población.

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Para poca agua a pequeña altura, cucharas a mano o un tornillo de Arquímedes; para mucha agua a poca altura, una bomba centrífuga Neut. Para abastecer de aguas a una población, estando el manantial más bajo que ella, es excelente el uso de grandes bombas movidas directamente por una máquina de vapor de balancín, tal como está establecida bajo la. montaña del Príncipe Pio, en Madrid. Para agotamiento de minas y usos industriales en gran escala convendrá encomendar a un ingeniero el estudio del aparato más ventajoso en cada caso. Antes de terminar este asunto, no será ocioso decir que hay inventores de aparatos, y algunos de ellos en España, que al elevar aguas creen obtener un exceso de fuerza motriz. Recordamos a este propósito el pendulador Balmisa que metió mucho ruido hace cosa de dos años, y a quien varios diarios encomiaron en extremo. Era un conjunto de planos inclinados colocados transversalmente en otro general; éste recibía un movimiento alternativo por medio de una fuerza motriz, y ascendía el agua desde un depósito inferior, por el mismo principio que preside al tornillo de Arquímedes; en realidad no era sino éste, echado á perder. Decimos esto, porque en el tornillo el agua sigue un movimiento continuado, mientras que en el pendulador hay choques, y podemos decir en tesis general, que toda máquina para elevar aguas no debe tener sacudidas, sino continuidad en el ascenso del líquido. Prescindiendo de esto, el pendulador Balmisa elevaba el agua medianteel modelo, que hemos visto funcionar. Pero lo maravilloso que su autor aseguraba, aquello de que no pudimos disuadirle por más que hicimos, fue que el agua elevada representaba, según él, en su caída un trabajo mayor que el motor; esto es, el agua elevada por el aparato podía aplicarse á una rueda hidráulica o turbina, mover aquél y aun quizás sobrar algo. Tal dislate supone que el coeficiente económico de esta máquina es mayor que la unidad, y resolvería de plano la absurda cuestión llamada del movimiento continuo. Estos ilusos inventores, ajenos a toda idea mecánica, son los que por desgracia concluyen por renegar de la sociedad que no los comprende, de los ingenieros que les tienen envidia, y, creyéndose nuevos Colones, aplican desdichadamente muestras de ingenio y pruebas de laboriosidad a estupendas y peregrinas invenciones. Lo peor del caso es, que a veces tienen quien los ayude. Tractent fabrilia fabri.

Plumilla de tornos de mano y zacas

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Noria de Agustinet el bou S 0699959 UTM 4316500 Altitud 322 Su descubrimiento me ha supuesto una gran alegría y satisfacción. Me explicaré. Uno, que nació en la calle Patriarcas, mantenía las relaciones de vecindad y amistad de la familia; pues bien, uno de los vecinos y amigos de mis padres era la familia del tío Agustinet que vivía en la plaza del Convento número de cartería 12 donde, si la memoria no me traiciona, hoy queda Compás y era hermano de una cuñada de mi madre, viuda de su hermano el mayor, es decir: mi tía Isabel.

El padre de ambos, el tío Agustín que vivía en la calle de Fuera y que conocí siendo él ya muy mayor para aquellos entonces, siempre mantenía en la puerta de su casa el típico cabacet con verduras para vender. Lo que vendía, al igual que bastantes de los estubenyeros, se decía, era de producción propia, aunque yo nunca pude saber dónde lo podía cultivar; bueno, nunca… hasta que me he encontrado con un precioso pozo en el porche de un chalet, próximo a la carretera, y me dicen que el pozo era la noria de Agustinet el bou.

Mi recuerdo afectuoso para él, su mujer, sus dos hijas y su hijo, así como para mi primo, su nieto Pedro Agustín, y para todos los vecinos y amigos que dejaron mis padres al marchar de aquella calle tan entrañable donde jugué, trabajé y fui a la escuela de don Luis Navarro. El pozo, como dije, integrado en el porche del chalet, quiere imitar la imagen de un patio andaluz. Es decir, no recuerda en absoluto su origen de noria para riego de hortalizas, pues incluso las paredes del viver sirvieron de cimentación, me dicen, a la construcción del chalet.

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Para quien quiera saber en qué zona del término municipal se encuentra, se halla en lo que debió ser la partida de las eretas4; en concreto en el chalet y bancal de Ramón Matías, encima del almacén de Sibloc y pegado al barranco del Ral, a la altura del puente del camino del mismo nombre.

Noria de Cañes S 0699544 UTM 4316734 Altitud 380 Como venimos de decir, era el segundo elemento del trípode hídrico formado por el barranco de Benacancil, la acequia de Lobares y el camino de Almansa. De ella sólo podemos observar la parte alta de la caseta en cuyo interior, supongo, permanecerá el pozo. Dicha caseta está pegada al cercado en el campo de arriba, mientras el viver se mantiene en el campo de debajo de los dos que poseía el tío Eduardo Martinez. Este pozo, con noria y conectado por mina con el del Tejar y el de Benifalda, forma parte de los que hemos denominado de uso agrícola. En efecto, las verduras del tío

4 No puedo dejar pasar la ocasión de rectificar a quienes con inocencia trasladan los paradigmas actuales a las eventualidades de antaño. Un ejemplo, y no es de los más graves, se encuentra en la página 215 de la revista Enguera fiestas patronales 2008 donde, bajo el epígrafe Eretas, se puede leer: “La primera cita es en 1529, en el camino Real o camino de Xátiva. “Las Eras del Concejo, justo a las puertas de la población, era donde se trillaba gran parte de la cosecha de grano. “Dichas Eras constituían las actuales plazas de la fuente y de la estatua…” ¿Sabrá quien tal afirma que todavía hoy los vecinos continúan llamando así a una partida? Sí, a los terrenos que van desde donde terminan las casas hasta el barranco del Ral. En efecto, en la calle Santísimo estaban las eretas. ¿Tendrá idea que yo he llegado a conocer que por allí mismo pasaba el camino del Ral? Si no hubiese trasladado sus paradigmas, y sin conocer de primera mano la fuente en que descansa, me atrevería a proponerle la redacción siguiente: ‘La primera cita es en 1529, en el camino Real o Ral. Las Eras del Concejo, justo a las puertas de la población, era donde se trillaba gran parte de la cosecha de grano. Dichas Eras constituían los actuales ensanches de Santísimo y calle Alcalde Carrión’, entre otras razones porque las eretas de trilla que yo he conocido, aún siendo grandes, no eran mayores que la fuente o que el antiguo recinto de la estatua. Y para que se observe lo fácil que es trasladar los propios paradigmas, en la rectificación que acabo de hacer he trasladado las eretas a las que yo conocí, a saber: las de los años cuarenta. Por consiguiente, con este mismo razonamiento, cualquiera podrá preguntarse ¿por qué no las eretas de los aljibes? o ¿las de San Jaime? u ¿otras más próximas al núcleo antiguo de la población? Porque lo cierto y verdad es que las plazas de la fuente y la estatua se comienzan a construir en el cambio de centuria del siglo XX. Datos: 1º.- Mi madre contaba haber conocido de mocita, en plenas fiestas del Carnaval, el incendio de Gimeno, a saber: el edificio donde hoy está el Museo de Prehistoria. 2º.- En el frontispicio del Industrial puede leerse su fecha de construcción: 1930. 3º.- La apertura desde el Convento a la carretera se hizo siendo alcalde el abuelo de quien firma el trabajo. En consecuencia: por esas plazas no podía estar la entrada del pueblo cuatrocientos años antes, al margen de lo que uno piense; porque, entre otras razones, existe lo que los urbanistas denominan crecimiento en mancha de las poblaciones. Y para finalizar: Sanz Gómez, V.M. en su trabajo “El desarrollo urbano local (siglos XIII-XIX) inc. en Aproximación a la historia de Enguera. Ayuntamiento de Enguera, 1994 pg. 75 escribe: “Eretes del Pla que a partir de comenzar en 1697 las edificaciones pasaron a llamarse calle del Santísimo y calle Trinidad.” Por su parte Albiñana, J.Mª. Historia de la Villa de Enguera y de sus hijos ilustres. Edic. mecanografiada, en pág. 228 escribió: “Como es de suponer, la urbanización de Enguera en el siglo XVI, difería bastante de la de hoy. El terreno que en la actualidad ocupan las plazas de San Pedro y San Roque, eran campos baldíos y en ellos estaban emplazadas las Eras del Consell, destinadas al servicio de trillado”.

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Eduardo, así como las de sus hijos, siempre fueron muy codiciadas entre los vecinos. En mis recuerdos está la canasta en la puerta de la casa en calle Moreras y la cuñada del tío Eduardo vendiendo los sábados en el mercado.

Por lo demás, como en toda explotación agrícola de secano, aún cuando tuvieran agua, y especialmente si padecía duros y largos inviernos, siempre resultaba necesario para redondear los ingresos el aliñar dichas producciones de verduras con las frutas de verano y otoño, así como de las melíferas calabazas de torrar. En éstas eran inigualables las producciones que, más que vender se rifaban, procedentes de los campos regados por las aguas de este pozo. La noria no sé si era de tracción animal, pues alguna vez me pareció escuchar que era alguna persona quien pozaba y pozaba, con más dureza en el rigor de la canícula.

Noria y viver Eduardo Martinez

Volviendo al camino del Murre, al subir el primer repechón y frente al almacén de materiales de la constructora Sadovica encontramos un chalet y una caseta, al fondo, con una pequeña pinada, bien que antigua. Nos encontramos en un bancal de uno de los hermanos Martinez, concretamente de Eduardo al que todos identificaban como el artista; de hecho, las paredes de la caseta todavía mantienen pinturas suyas.

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Estos Martinez eran varios hermanos y hermanas; vivieron en la calle Santa Bárbara en la casa que hacía chaflán con Gómez Ferrer. Sus padres fueron unos fuertes industriales de principios del siglo pasado, teniendo la fábrica en la calle san Antón, a espaldas de san Miguel. Pero volviendo a las construcciones hidráulicas, en el campo que de referencia existía, justo en el cornijal donde hoy luce un nogal, una noria de tracción animal, así como un viver junto a la misma. Dicho campo –enmarcado por el camino del Murre, el barranco de Benacancil y sendas sendas en los otros lindes que llevaban a los campos del otro margen del barranco– era un llamativo olivar que, en las camás era cultivado con verduras y flores regadas con el agua de dicha noria o cenia. A la muerte de Eduardo los derecho - habientes se deshicieron y el nuevo propietario, salvo la caseta y los pinos arrancó cuanto había, tapiando el pozo de la noria, haciendo desaparecer la plataforma de giro de la caballería así como el viver. En cualquier caso, quiero dejar constancia de su existencia por cuanto, al menos en mi memoria, fue la primera explotación de plantación de flores que conocí.

Noria del camino del Santo

S 0699809 UTM 4316942 Altitud 282 Si alguien camina en dirección al Santo, al llegar al cruce con la calle Machado, encontrará un transformador de electricidad, precisamente en lo que en el momento de realizar este trabajo es un espacio de almacenamiento de materiales de una constructora. En ese recinto vallado existe un mangranero o granado y, junto a él, una especie de obra en forma de cubo. Justamente ahí se localiza lo que era una de las norias más fecundas de los campos enguerinos y, posiblemente, la primera instalación de extracción de aguas mediante el sistema de noria que se implantó en el pueblo5. Se trataba de un recinto cercado que, desde mitad, aproximadamente, de la calle de referencia, llegaba hasta el barranco. Allí había un refugio del estilo de la Rosaleda, otro lujo que estaba en el camino de san Antón y que ha desaparecido. Los azulejos, combinando con los blancos, se extendían hasta los maceteros del camino de acceso. Las plantas y los macizos, junto a los parterres reflejaban el gusto de las familias enguerinas adineradas de finales del XIX6, aunque en la puerta de acceso, que era de barrotes de hierro, podía leerse una cifra: 1930, que no sé si se refería, aunque creo que sí, a la época del cercado y colocación de dicha puerta7, es decir, cuando la explotación agrícola deviene en residencial.

5 Curiosamente se la conoce con el nombre de “La Noria” sin apellido de propietario como, por ejemplo, la de Esparza o de la Mateana o de la bodega de Dña. Teresa, etc. 6 La última propietaria conocida era Dña Amalia, farmacéutica. Era familia –tal vez hermana o hermanastra– de don Aloy, que fuera médico de Vallada y propietario de Panblanc, primo hermano de don Pedro Muñoz, el marido de doña Teresa y padre del don Pedro que conoció mi generación. Doña Amalia la dejó a dos sobrinas: Amparín Palop y Pepita Ballester que, como en casi todos los proindivisos, acabaron deshaciéndose de la propiedad. 7 La puerta de barrotes de hierro forma parte del acceso actual al chalet, bien que la fecha de 1930 ha sido trucada en la de 1999.

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El último casero o encargado que conocí fue Silverio Cebolla, que vivía en la calle san Ramón. Pero ¿qué había tras el vallado que, como monecillo que asistía a los entierros, me deslumbraba? ¿Había una casa de recreo o un refugio donde dejar las preocupaciones tras las labores del día? Hoy se encuentra dentro del casco urbano pero en los años cuarenta no era así. Debemos pensar, por una parte, que el casco urbano terminaba en la barrereta o Portal de Almansa –la calle siguiente, hoy de Purísima, era la calle Fuera– y, por otra, en cuáles eran los medios de locomoción de la época. A la entrada del recinto vallado se encontraba la noria, cuyo recuerdo es lo que parece un pedestal, y las dos balsas a las que se vertía el agua que sacaba.

Noria de los Llanderos S 0699616 UTM 4316979 Altitud 282 Si pasamos el puente y tomamos el camino del Boneguillo o Bonaguillo –el que se encuentra entre el del Camposanto y el que lleva a los Corrales, por la caseta Rolindes–, todavía a día de hoy podemos observar una de las curiosidades dignas de los manuales de explotación del hombre por el hombre, en el apartado correspondiente a la fuerza bruta. Hago referencia a una hornacina que está en el mismo margen que separa dos campitos recién plantados de naranjos, aunque apenas si es percibida por quien transita dada la altura del ribazo y la atención que se presta al tránsito, por lo arriesgado que es transitar por este tramo. La hornacina se conserva en todo su esplendor y, aunque deteriorada por el paso del tiempo, tiene el brocal tapiado.

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A la derecha del acceso se encuentra un viver, de pequeñas dimensiones, donde se recogían las aguas elevadas, rematado por una losa de lavar de piedra, Dentro de la balsa, dos enormes bloques de ladrillos recuerdan las delimitaciones que debían regir los movimientos de quien accionaba el artefacto de extracción de las aguas. En la pared de la hornacina que recae al viver se puede observar la cánula de desagüe.

Si todo ello está en el lateral derecho, en el izquierdo todavía he podido contemplar la rueda con su manubrio de accionar el mecanismo de elevación de las aguas. No quiero afirmar que era un ser humano quien lo accionaba, pero un animal, aunque fuera un borriquillo… no entiendo cómo podría realizarlo con tal rueda.

Chalet de las Andorras Algibe para servicio de la casa Noria Perforación S 0700911 S 0700866 S 0700862 UTM 4317055 UTM 4317065 UTM 4317057 Altitud 344 Altitud 333 Altitud 333 Se trata de una de las fincas que fuera propiedad de una de las familias acomodadas del pueblo. Como si no pudiera esperarse otra cosa, la explotación se encuentra ubicada en la zona rica del término: en la umbría de grandes bancales, con profundidad de terreno y tipo de tierra fresca; en otras palabras, la Icena. Es decir, es la zona en que un microclima permitió cultivos de primor.

Esta partida es recorrida por amplio camino que cruza el término siguiendo el devenir de la umbría de la Plana en el doble sentido desde el pueblo: hacia el centro peninsular en su trazado por el camino viejo de Vallada y hacia la costa por el camino de la Icena; en otras palabras: desde san Antonio arrancarán el de Montesa hacia arriba de la

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montaña y el de Vallada en paralelo, mientras desde la calle san Juan surgirán el Puchiqueto hacia arriba en direccción al Castillo y la Plana y la Icena en paralelo. El de Vallada será el de las pequeñas y áridas propiedades; el de la Icena el de las grandes y frescas explotaciones.

En la finca que describimos el centro era el edificio o chalet, sombreado por palmeras y con un aljibe elevado que recogía las aguas de lluvias desde el terrado. A sus pies estaba la noria, que vertía a un inmenso viver desde donde se regaban los campos de la parte inferior izquierda de la finca; el resto eran olivares y frutales.

Recientemente el actual propietario hizo una perforación y, elevando el agua, riega la casi totalidad de la finca, habiendo doblado la plantación de olivos con la de naranjos.

Noria de la Mateana S 0701759 UTM 4318848 Altitud 241 Si desde el Camino Viejo, pasado la fábrica de dulces, torcemos a la izquierda tomaremos el caminal para ir a los bancales de la tía Mateana, que heredaron sus hijos. Frente al hidrante de riego hay un chalet al inicio del campo en el que puede observarse lo que, en realidad, es una noria como bien muestran los restos que se mantienen a la vista.

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El curioso podrá leer sin dificultad quién fue el constructor: “Aldudo Moreno y Cía. San Pedro Pascual, 8. Valencia”. Lo que no podrá saber, si no se le dice es dónde estaba el viver y qué superficie regaba, así como los cultivos más frecuentes. En efecto, la noria está visible y, respecto al resto de temas, máxima información obtenida puedo transcribirla de forma escueta así: el viver no existía pues se vertía el agua directamente a la acequia de riego, los cultivos eran las verduras típicas, así como alfalfa, y la extensión de regadío era exigua, relativamente, en comparación al total de la propiedad de la tía Manteana.

El tío Mateano fue casero del coto de la Matea y, llegado el momento, bajó al pueblo con la familia. De esta familia recuerdo a su mujer, que vivía en la calle san Vicente, muy cerca de donde vivían los padres de mi teta Fausta, así como también recuerdo a sus dos hijos: el que vivía en el Ventorrillo y la mujer de Rogelio, el que vivió con su suegra en la calle san Vicente, que fuera ‘regaor’ y se adornaba con una enorme pipa.

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Casa Vaello Pozo de la casa Noria tapiada S 0698268 S 0698242 UTM 4320555 UTM 4320597 Altitud 329 Altitud (332) 327* La información de que disponía al iniciar la marcha hacia este rincón era doble: la leída en Caseríos8 y la información de Rafael Simón Llácer. Por la primera de las fuentes conocía que un modo de llegar era por la carretera a Benali, en el punto kilométrico 4’5 y “entre una pinada, está el caserío.” De él se dice que “conserva su era y su rulo, así como una higuera en la puerta de la casa. Tiene un pozo en su parte sur. Tiene un horno de leña en su porche”.

La segunda de las fuentes me había insistido en que “no te torbes. Tiene dos pozos: uno delante de la casa y otro en la parte de atrás.”

Con estas dos informaciones partí al encuentro de mis pesquisas y, en efecto, no me fue difícil localizar el caserío y, lo más importante, no dudar que me encontraba en él, toda vez que en el frontis, dentro del porche, pude leer:

“La Casona

de san Antonio

Aureliano Vaello Roses Elena Granero Pons

año 1896”

8 Simón Díez, JMª, coord. La Sierra de Enguera. Historia de un Paisaje. Gráficas Vernetta. pg. 98

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Estaba, pues, en la casa Vaello y cuanto refleja el autor de ‘Caseríos’ allí lo encontré. En relación al pozo destacar que se remata mediante hornacina coronada por cruz de hierro y dispone de pileta adosada a la hornacina que, al cerrar mediante portón con candado, me impidió observar el estado de conservación del interior, así como también de pila de lavar con losa, que es una piedra del terreno recubierta de Pórtland en las partes que debían permanecer en contacto con el agua. El pozo se encuentra en dirección sur entre la casa y la era. En cuanto a la existencia de una higuera, pude observar la existencia de varias, dos al menos muy viejas y enormes. En relación a la observación de mi amigo Rafael, en efecto, fui capaz de encontrar el otro pozo, aquel que se encontraba en la parte trasera de la casa. Pero este segundo pozo –a los solos de efectos enumeración le podremos llamar segundo– merece comentario específico.

En efecto, no hube de desarrollar gran dosis de imaginación para ubicarlo, toda vez que, de una parte, los campos están sin cultivar y sobre todo, de otra parte, porque es un pozo cuyo brocal es enormemente grande, del tipo de los pozos abrevaderos que podemos ver en la Vall. Está tapado con material sobre unas largas viguetas hipertensadas y dispone de una pequeña portezuela con candado, y se encuentra en medio de un campo, en orientación oeste y, en la actualidad, lejos de cualquier posibilidad de acceso a los posibles usuarios del mismo.

Tras esta descripción no puede extrañar a nadie que piense en dedicar algún tiempo al estudio del enclave y solicite apoyos para ello, toda vez que, por los indicios, parece conducir a un reajuste y reasignación de vías de acceso de viajeros y ganados. No hizo falta mucho esfuerzo para conocer de primera mano, Blas Ribera, el de Toñuna, fue mi fuente para conocer qué era aquel monumento hídrico. En efecto, se trata de una noria, supongo, de tracción animal a la que tendré acceso si tenemos la suerte de que Blas encuentre la llave del candado de la portezuela de acceso.

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Pozo y Noria de Miguel Esteve “Masim”

Pozo 1 Pozo 2 Noria Balsa S 0695660 S 0695673 S 0695599 S 0695581 UTM 4320013 UTM 4320012 UTM 4320022 UTM 4320017 Altitud 333 Altitud 329 Altitud 336 Altitud 333 Nos encontramos en pleno corazón de la partida de Faracuat que no es sino una impresionante vega de tierra roja y muy fértil propiedad y solar de los “Másimos”, bajo cuyo genérico estoy englobando a cuantos disfrutan del apellido Esteve en nuestro pueblo. Y ello es así, aún cuando algunos pudiéramos haber pensado que era de donde tomaran el gentilicio los Faracuateros, parientes míos por rama materna9. A dicha partida, desde Enguera, se accedía por el camino que, arrancando de la Cruz de Piedra y por la Solana a Albalat y de allí a la Boquera, donde se tomaba el camino Viejo de Benali hasta Antolí. Pasada la finca de dicha casa, que en su día fuera de la familia conocida como los “chatos”10, a ambos lados de los infinitos cruces del barranco Brullador11, nacido de la unión de los barrancos del Horno y del Riajuelo, se extienden los dominios de los Másimos, entre los que se encontraba el tío Miguel.

Este tío Miguel fue el abuelo de mi amigo Gregorio, el factotum de la peña valencianista y hoy cicerone de lujo en el recorrido, conocedor como pocos de estos entornos de los barrancos del Horno y del Riajuelo, así como del Castillarejos. “Mira, de Benamil u otros sitios por ahí, hombre… uno conoce; pero de esto de aquí, no creo que me ganen muchos”, afirmaba con la rotundidad que da la satisfacción de recordarse nieto con el abuelo y muchacho con su padre… “Que sí, Pepe, que esto me lo conozco: esto de la izquierda es de mi hermanico, el que estaba hoy en el bar; lo de ahora de Gómez, el de la fábrica de mantas…”, ratificaba.

9 En La Sierra de Enguera” se lee que tiene tres casas, se llega por la carretera a Benali en el km 7,9 girando a la derecha por un camino forestal. Tras pasar la rambla –continúa– , debemos girar a la derecha en el primer cruce y llegaremos al caserío. Agregando: “Obtiene agua de las fuentes de la Garrofera y del Castillarejo. La cueva de las Calaveras tiene restos del Neolítico. El Castillarejo es un importante asentamiento de la Edad del Bronce y, a lo largo de toda la partida se aprecian restos de la época romana. Perteneció indivisa a la Orden de Santiago, que la tenía arrendada en el siglo XVI a Jaime de Huesca por dos pares de perdices. En el deslinde del año 1924 la cabida de Faracuat junto al Saytón era de 177 hectáreas y 84 áreas”. 10 Uno de cuyos nietos, el Pepe, casó con mi prima Consolín y fueron los padres de mis ocho resobrinos: Pepe, Consolín… Ramón y Carlos. La otra rama era la formada por María López, casada con un Real, que vivían en la calle Moreras y uno de cuyos hijos nos apareció a propósito del Pocico de tío Forna. 11 En los mapas del Servicio Geográfico del Ejército aparece bajo el nombre de Bruñador.

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Su abuelo Miguel, que había casado con una joven de Ondara, se dedicaba también al comercio y, al quedar viudo con larga prole, traspasó la actividad del trato centrándose en la familia y el campo. De cuanto ahora nos importa, a saber la cultura del agua, en su propiedad encontramos diferentes elementos, a destacar, el pozo con su reguero hacia la balseta donde se lavaba la ropa –como muestra de ello quedan dos losas en el margen que recae al barranco–, un segundo pozo, aunque en realidad es el mismo pero con brocal diferente en el campo inferior y la noria como centro de elevación del agua para riego desde la mina hasta el viver. Tratemos de describirlos.

El pozo, con brocal cuadrado y revestido en su interior de piedra trabajada en seco, se encuentra en la parte más lejana de la casa, en orientación este. Del conjunto, ya los dejamos anotados, destacar la conducción mediante canal de losetas en pendiente hacia la balseta, de mampostería rectangular y ubicada sobre el margen del campo, en la que sobresalen las dos piedras planas para lavar, a las que nos referimos anteriormente. En el lado opuesto, a saber en el costado derecho del pozo, una pila abrevadero que, por la altura sobre la que reposa, obliga a pensar que su destino de forma prioritaria, sino exclusiva, era para las caballerías y demás animales de labor. “¡La de veces que he sacado agua para dar de beber al macho!”, le salió de lo más profundo a Gregorio mientras yo iba tomando conciencia de la vida de quienes habitaban estos parajes.

Junto a este pozo, bien que en campo inferior, se encuentra el segundo pozo; también es de forma cuadrada y se haya junto al ribazo por donde discurre el camino. El tercer elemento que dejamos anotado como digno de destacar era la noria, con varios elementos o partes consubstanciales en su descomposición funcional. Me explico. La noria, a saber, el artefacto elevador sobre el pozo, en torno al que daba vueltas y más vueltas la burreta, no era sino una parte del sistema de riego del que disponían. Y, como quiera que, hasta que Gregorio me explicó cómo lo tenía montado su abuelo, desconocía

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la posibilidad real, que no teórica, de separar el nacimiento o las corrientes del artefacto de elevación, voy a dejar constancia para quienes, como yo, pensaran que la noria no era sino el elemento de elevación de líquidos colocado sobre una corriente de agua o sobre el brocal de un pozo. Veámos. El sistema, me explica Gregorio, constaba de tres partes fundamentales: el manantial, la noria propiamente dicha y el viver para riego; pero lo importante es la distancia existente entre cada uno de ellos tres. En efecto, el manantial era una mina, en el alvéolo izquierdo del barranco Castillarejo, cuya ubicación entre el exceso de vegetación le ha sido posible a Gregorio gracias a la existencia de un olmo seco. En este puesto existía un abrevadero y una pila para fregar. Desde la mina, acumuladora de las aguas del manantial y del barranco, era conducido el líquido elemento al depósito o pozo sobre el que estaba la maquina de la noria, que es la segunda parte o elemento del sistema; en este pozo se acumulaba el agua, que le iba llegando poco a poco por deslizamiento desde la mina, hasta el momento de elevación por la noria, en sentido estricto, de tracción animal. Como restos de esta parte del sistema puede observarse, todavía en la actualidad, un tramo significativo del sendero circular que, elevado sobre el resto del terreno, recorría el animal que hacía actuar la noria moviéndola. Esta segunda parte se encontraba, aguas abajo del barranco, pero ya en su margen derecho. El tercer elemento del sistema era el viver que, adosado a las construcciones de la vivienda, puede ser identificado gracias a las paredes enlucidas, así como a los muros de mampostería y piedras que servían de cerramiento. Este viver disponía de las aguas para el riego de las verduras y hortalizas que, en espacio ínfimo para los parámetros de producción agrícola actuales, abastecían a la familia así como para medio de trueque, junto a huevos o pollería y conejos, en el mercado sabatino del pueblo.

Hasta aquí los elementos visibles del sistema que, como he reiterado, son observables en la actualidad. Pero, además y como elemento definitorio del sistema de regadío que mantenía el abuelo de mi amigo Gregorio, no podemos pasar por alto, aunque no sea posible verificar, la red de conducción de las aguas de una a otra de las partes o elementos descritos; lógicamente me estoy refiriendo a las cañerías desde la mina al pozo y, desde éste, al viver. Pues bien, estas cañerías o canales eran los troncos vaciados de árboles, normalmente pinos, que eran breados, con la misma brea con la que se marcaban las ovejas, en sus ensambles para evitar pérdidas por las juntas. Este método de establecer la red de conducción, previo a la aparición y generalización de las cerámicas no porosas y económicas, pienso con cierta lógica que fue el que debió utilizarse para estos menesteres, no solamente por el abuelo Miguel sino en la generalidad de nuestro entorno.

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Molino de viento de la Torreta Mina Molino de viento Balsa S 0700005 S 0699979 S 0699921 UTM 4317889 UTM 4317912 UTM 4317953 Altitud 278 Altitud 279 Altitud 285 Seguro que este pozo no debería denominarlo así pues, según el autor del libro Cuevas de Enguera, fue entre 1958-59 cuando se construyó el molino de viento; pero así lo conocí y así lo describo. El conjunto estaba integrado por tres elementos, a saber:

- la mina, - el pozo propiamente dicho, y - la balsa de almacenamiento.

Como el primer elemento viene descrito, supongo que con exactitud, en el libro precitado, sólo pienso hacer referencia a los otros dos, a saber, el pozo y la balsa.

Hoy es difícil imaginar que nos encontramos en lo que era una propiedad de más de sesenta hanegadas de extensión; o, en otras palabras, hablamos de una explotación agraria con solera y rentas, que manifestaba su imagen en tres construcciones: la casa principal, la vivienda de los caseros y la caseta del motor con la balsa. En el desarrollo de la explotación agrícola existía una zona de regadío, que se abastecía de agua por medio de una noria de tracción animal; pero mayoritariamente era cerealista con era de trillar junto a la casa principal, al borde del camino, y con olivar.

Ampliada la mina, que posiblemente en su origen fuera “una cavidad formada por disolución a favor de una fractura de dirección SE,” mediante el trabajo diario durante casi tres años del escondido “Canalí” es cuando surge, auspiciado por el cambio en las

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condiciones del mercado de productos agrícolas, el planteamiento de ampliación de la superficie de regadío, incorporando para ello el elemento del molino de viento que sustituya el sistema de noria de tracción animal. Ello me lleva a plantearme otra duda en relación a la fecha que nos aportan. En efecto, en el año 1959 yo no iba asiduamente a la huerta que tenía mi padre en el “merdancho” y, sin embargo, retengo la imagen del molino de viento de la Torreta; por tanto es una imagen vinculada a mi infancia, de igual forma que la del sr. Pedro y la de sus hermanas caminando por la carretera, éstas bajo las sombrillas, son también imágenes que vinculo con mis hermanos en la huerta. En tales argumentos y, conociendo que el cambio en el ciclo agrario de Enguera debe asociarse con la reacción frente a los delegados, es posible que exista un simple error de trascripción y en lugar de 1958 debiera ser 1948. En cualquier caso, la realidad actual es, por una parte, la desmembración y partición de la heredad y, por otra como venimos constatando a cada paso, el poco respeto que las autoridades han tenido por el patrimonio cultural del pueblo. Consecuencia de ello: la mina semi hundida, la torre semi destrozada y las aspas del molino de viento derramadas o colgando.

La caseta del pozo es hoy una preciosa vivienda, de igual forma que la balsa es una linda y gran piscina que se llena mediante el sistema del riego controlado por goteo. En definitiva, una heredad reducida a un lugar de casitas y chalets en la Solana. “Sic transit gloria mundi…”, diría el castizo; yo agrego, ¿para qué queremos una concejalía de Cultura con presupuesto? ¡para que sea el comprador quien mantenga las chimeneas de las fábricas! Al parecer, el único patrimonio que tuvo este pueblo fue el industrial, tal y como se deduce de las condiciones de edificabilidad de los solares y también del museo de la industria (segunda mitad del siglo XX), contrapuesto al agrícola que lo engloban en el denominado etnológico. No, me rectifican; también existe el patrimonio medio ambiental, con cargo al presupuesto del propietario12, y el de viviendas requisadas, con cargo a los presupuestos de la autonomía. Pues, miren ustedes: mi pueblo fue y continúa siendo agrario y ganadero que derivaron, con su acumulación, en industrial; y ello es así aún a pesar de que para “quien corresponda” ni existan ni existieron tales patrimonios. 12 A propósito de ello resulta curioso ver el listado de árboles monumentales. En efecto, es aleccionador observar lo poco conservacionistas que somos y hemos sido los enguerinos, pues de los 13 censados en la Redonda, las 4 carrascas en los Altos y los 4 ubicados en el epígrafe Navalón, digo: de los 21 ejemplares catalogados sólo uno se encuentra en propiedad pública y se señala como su singularidad que ha “resistido el trasplante desde unos campos hasta su nueva ubicación”, habiéndose “convertido en el representante de la tradición olivarera que durante muchos años han mantenido generaciones de enguerinos”. Se trata del olivo de la Plaza de las Palmeras ¡A ver cómo le atamos al rabo de la mosca!. Los datos los tomo del listado recogido por el prof. Sánchez García en “La sierra de Enguera. Historia de un paisaje”, página 139

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Ello lo afirmo con expresión tan aseverativa en razón de datos. En efecto, si nos atenemos al rico patrimonio de abancalamientos y campiñas, al inmenso patrimonio relacionado con el agua y senderos, con puentes y sesteaderos, con olivos, vides y algarrobos, con campos de sementeras, eras y graneros o construcciones en piedra seca… Pero qué se puede esperar de quien, una vez construidas las viviendas al otro lado de la carretera, su único problema consistía en cómo solventar el cruce de peatones; pues ya se sabe: sin presupuesto, de prisa y corriendo, pues… elevando el firme de la calzada.

El molino de viento S 0702367 UTM 4318765 Altitud 230 El molino de viento, así sin más, estaba en la carretera de acceso al pueblo, pegado prácticamente a lo que hoy es el ‘Portal del Caroig’, pero antes de llegar. Antiguamente se llegaba por el camino de Fraga o bien por el azagador.

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La primera vez que tuve la suerte de visitar la caseta de aquella finca fue con motivo de la boda de dos grandes amigos: Pepe y Marina. Él estaba destinado en las Canarias y, tras la boda, debían regresar ambos allá, así que decidieron albergarse en el molino de viento el tiempo que estuvieron con los familiares, previamente a tomar el avión. Quede pues mi recuerdo de ellos, con abrazo para ella que tenemos la suerte de verla de vez en vez en el pueblo. Aquella finca, a la sazón, era de Rafael Gimeno, de apodo el “Morrocotudo”, hijo del famoso tío Gimeno, el de la casa de Benali, y hermano, por tanto, de la mujer de Rafael Jordá y también de la madre de Marina.

El tal Rafael Gimeno estaba casado con una de Chella, que su madre, la tía ‘Navera’, vivía en la calle del Medio. Ellos vivían en Madrid y dejaba la familia aquí en verano. Reformó la casa ampliándola, pues era un pequeñísimo abrigo de los muchos que había en el campo; construyó la parte de atrás, conservando lo antiguo, con dos alturas: la de arriba con habitaciones y en la parte de bajo, que era almacén, montó una actividad de selección de retales de pieles, que daba trabajo a mujeres del pueblo seleccionando y clasificándolos, para venderlos después. Una actividad que suponía un gran movimiento y trasiego de camiones en los años cuarenta. En el acondicionamiento del complejo no olvidó construir una balsa y unos preciosos paseos de los que todavía puede observarse los materiales para sostén en los túneles de enredaderas, parras, etc. En resumen: un lujo para aquella época, bien que con diferente enfoque a los chaletes que quedaban al otro lado de la carretera. “Con decirte que Teodoro el Faracuatero, que estuvo allí no sé cuanto tiempo, no hacía otra cosa que hacer calzás, obrar y arreglar todo…”13.

13 Así se iba expresando mi informante Manolo el del Ventorrillo.

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Pero ¿hablamos o no del molino de viento como explotación agrícola? Pues, allá va. La finca tenía un pozo antiguo dentro de la casa –exactamente en el centro del guisador tras la reforma–, muy ancho “casi de dos metros de boca”, me dicen, y del que se extraía el agua gracias al molino de viento, de donde le venía el nombre a la finca. Este pozo vertía sus aguas a una especie de depósito o cisterna elevada de donde, por gravedad, se trasladaba a una balsa, que todavía se puede observar, y desde allí se regaba toda la finca, enorme para aquellos tiempos “sobre las cincuenta hanegadas, plantada toda ella de uva de mesa, ¡roseti! Que venían a cogerla, limpiarla y prepararla mujeres de Játiva y de Enguera y se llevaban a vender a Madrid”.

Aquello se vendió, una parte se la quedó uno de Chella, que lo plantó de naranjos, y otra parte es de Ricardo ‘Fabra’, que puso allí una fábrica de confección y dejó los campos sin plantar. “Y por lo que decíamos, cada parte tiene más de veinte hanegadas, para que veas cómo era la finca y toda ella, con viñas de roseti, la regábamos del molino de viento. Además, mira que no menos de quince o veinte mujeres estaban allí todo el año, cuando no en la uva, en las pieles”.