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NO TODAS LAS VOCES SUENAN DEL MISMO MODO EL SIGLO xii (1111-1120) FRANCISCO SUÁREZ SALGUERO

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NO TODAS LAS VOCES SUENAN DEL MISMO MODO

EL SIGLO xii (1111-1120)

FRANCISCO SUÁREZ SALGUERO

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~ 1 ~

Francisco Suárez Salguero ha compuesto estos escritos esmerándose en

ofrecer la crónica cronológica que el lector podrá aprovechar y disfrutar.

Lo ha hecho valiéndose de cuantas fuentes ha tenido a mano o por medio

de la red informática. Agradece las aportaciones a cuantas personas le

documentaron a través de cualquier medio, teniendo en cuenta que actúa

como editor en el caso de algún texto conseguido por las vías mencio-

nadas. Y para no causar ningún perjuicio, ni propio ni ajeno, queda prohi-

bida la reproducción total o parcial de este libro, así como su tratamiento

o transmisión informática, no debiendo utilizarse ni manipularse su con-

tenido por ningún registro o medio que no sea legal, ni se reproduzcan in-

debidamente dichos contenidos, ni por fotografía ni por fotocopia, etc.

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El santo obispo Ivo de Chartres, figura clave de esta época

(Representado por André Thevet, siglo XVI)

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A MODO DE PRÓLOGO

Una nueva generación –la del nuevo Papa Calixto II (1119-1124), la del abad Poncio

de Cluny o la del canonista Ivo de Chartres– tomaba el relevo en la Iglesia en estos

tiempos y se disponía a poner en juego soluciones pragmáticas frente a una situación

que amenazaba con deteriorarse y hasta estropearse irremediablemente.

Ivo, obispo de Chartres, fue un reputado canonista autor de tres importantes recopila-

ciones que no llegaron a tener carácter oficial pero que prepararon el terreno para otras

decisivas sistematizaciones posteriores. Su fama viene, con todo, de haber elaborado

una fórmula que, lejos de la visceralidad y la rigidez ideológica, fue capaz de zanjar el

espinoso tema de las investiduras. No todas las voces suenan del mismo modo.

Como buen reformador, Ivo era intransigente respecto a las condiciones en las que el

candidato debía ser elegido. Sin embargo, introducía un matiz al separar episcopium de

feodum. Dicho con otras palabras: una cosa era la ordenación, que tenía un sentido sa-

cramental, y otra la investidura (feudal),1 que no tenía este carácter y –siempre y cuando

no se pretendiera con ella conferir algo espiritual– podía ser concedida por el rey. Un

espíritu parecido respiraba Calixto II. Emparentado con distintos príncipes y hombre de

espíritu conciliador, era la persona que las circunstancias requerían. Uno de sus prime-

ros actos de su gobierno fue la celebración de un concilio en Reims que gozó de una nu-

trida asistencia aunque los efectos de sus disposiciones reformadoras fueran muy limi-

tados. Hubo que esperar algún tiempo para que la paz llegara a convertirse en una reali-

dad. Con ayuda de los normandos, el Papa logró deponer del todo, en abril de 1121, al

antipapa Gregorio VIII. Las diferencias con Enrique V fueron limándose hasta que, por

mediación del metropolitano Adalberto de Maguncia, el Papa y el monarca alemán lle-

garon a un acuerdo siguiendo el modelo aplicado para Inglaterra desde 1107: fue el lla-

mado Concordato de Worms, de 23 de septiembre de 1122, en el que nos detendremos

en su momento.

Por aquel Concordato, Enrique V (1111-1125) admitía la libre elección y consagra-

ción del elegido canónicamente. Se comprometía, igualmente, a restituir a la Iglesia de

Roma los bienes que le habían sido arrebatados en tiempos de discordia y a ayudar al

Papa cuando fuera requerido para ello. A cambio, Calixto II otorgaba a Enrique V que

estuviera presente en las elecciones que se celebraran en los obispados del reino impe-

rial de Alemania para vigilar así la limpieza y transparencia del proceso. Cualquier con-

flicto sería solucionado por el metropolitano y demás obispos de la provincia eclesiás-

tica. Antes de la consagración del elegido, el rey le entregaría las regalías correspon-

dientes. Por ellas, el obispo contraía las acostumbradas obligaciones de fidelidad feudal

para con el soberano. En Italia y en Borgoña, las regalías serían entregadas a los seis

meses de la ordenación o consagración.

El Concordato de Worms resultó ser un punto medio entre las tesis extremas del gre-

gorianismo y las costumbres más puramente feudales. La interpretación del texto no es-

1 Aun teniendo en cuenta que las diócesis no son feudos.

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taba libre de equívocos, ya que algunos llegaron a pensar que se trataba de un acuerdo

estrictamente personal entre un Papa y un Emperador, sin ningún valor para el futuro.

Calixto II, sin embargo, lo interpretó como un éxito que trató de solemnizar en una

magna reunión conciliar en su palacio de San Juan de Letrán.

El escenario había sido familiar para las reuniones de obispos en la era gregoriana.

Pese a que algunas de las reuniones habían tenido una nutrida asistencia, la tradición

eclesiástica no las consideró con el carácter de ecuménicas. La presidida por Calixto II

(año 1123), sí que adquirirá este título y creará una imagen: la universalidad de los con-

cilios se había trasladado de Oriente (Constantinopla, fundamentalmente) a Occidente.

Un éxito más de la política teocrática y centralizadora de los Papas.

El considerado I Concilio de Letrán, en ese año 1123, duró apenas 12 días (entre el 18

de marzo y el 11 de abril). Según elabad Suger de Saint Denis asistieron “trescientos

más obispos” de los que habitualmente se reunían, aunque de hecho todos los asistentes

se limitaron a ratificar las disposiciones del Concordato de Worms. Sin embargo, su

efecto multiplicador fue extraordinario: entre 1125 y 1129, distintos concilios de ámbito

local (Westminster, Rouen, Arrás, Troyes, París, Barcelona, Palencia...) lograron una

más amplia y eficaz penetración de las medidas reformadoras.

Nadie hubo mejor que el sucesor de Calixto II, el Papa Honorio II (1124-1130), para

continuar esta tarea. A lo largo de su pontificado logró mantener buenas relaciones con

los distintos poderes del Occidente: con Luis VI de Francia (1108-1137), con Enrique I

de Inglaterra (1100-1135), con Alfonso VII de Castilla y León (1126-1157) y, sobre

todo, con el soberano alemán Lotario II de Suplimburgo (1133-1137). En él encontraría

un sincero colaborador en materia de elecciones episcopales y uno de los pocos empera-

dores germánicos que tuvo verdadero interés por la expansión hacia el este.

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AÑO 1111

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SANTIAGO DE

COMPOSTELA

Las hermandades gallegas,2 que cuentan con tropas de noruegos,

3 siendo partidarias

de que Alfonso I de Aragón reine en Galicia, sitiaron el castillo en el que se había re-

fugiado Alfonso Raimúndez, auxiliado por su protectora la condesa de Traba, doña Ma-

yor Rodríguez.4

El obispo compostelano Diego Gelmírez intentó mediar para liberarlo, pero en vez de

conseguirlo resultó detenido por un tiempo, hasta que logó poner de su parte y volver

favorables a Alfonso Raimúndez tanto a las hermandades como a los nobles gallegos en

su totalidad.

Así, una vez liberado por las hermandades, el obispo Diego Gelmírez y las fuerzas

vivas de Galicia (incluido el poderoso conde de Traba, Pedro Froilaz), coronaron, como

rey Alfonso VII, a Alfonso Raimúndez, con 6 años de edad. Fue el 17 de septiembre en

la catedral compostelana.

Después se dirigieron a Lugo las tropas del recién coronado rey con la intención de

apoderarse pronto de León. Iba Gelmírez también formando parte del ejército. De Lugo

se apoderó bien Alfonso VII, pero no así de León. Alfonso I de Aragón, en noviembre,

2 Las hermandades eran uniones o federaciones de municipios en la Península Ibérica de la Edad Media.

Contaban a veces con los nobles (y a veces no) para alcanzar fines de interés general, sobre todo los rela-

cionados con el orden público. Las hermandades eran las fuerzas de seguridad de la época. A veces se

constituían para la defensa común de la gente contra los poderosos o contra los bandidos, para evitar que

el pueblo sufriera vejaciones y abusos. Puede decirse que aquellas hermandades fueron un remoto ante-

cedente de la que modernamente sería la Guardia Civil. Las primeras hermandades medievales eran tem-

porales y se formaban para afrontar una determinada necesidad. Las veremos evolucionar y aparecer en lo

sucesivo, circunstancialmente en muchas situaciones levantiscas, conflictivas y complicadas. Cuando la

defensa sea también la de la fe y la ortodoxia doctrinal contra los herejes, aparecerá la Santa Hermandad.

La más antigua de las hermandades, en el siglo XI, fue la de Sisla Mayor o San Martín de la Montiña

(Toledo). De hecho, fue el rey Alfonso VI quien concedió los primeros privilegios al respecto, en los

Montes de Toledo, donde se formaron tales hermandades para perseguir y castigar a los malhechores o

“golfines” que deambulaban haciendo daño por allí (el bandolerismo).

Se crearon hermandades en los distintos reinos cristianos, siendo su equivalencia en Cataluña el So-

matén (palabra que deriva del som atents, estamos atentos) y en Navarra el Orde.

Con el tiempo, las hermandades o los componentes de la Santa Hermandad, uniformada con mangas

verdes, fueron perdiendo eficacia y acudían tarde al auxilio o resolución de una causa, por lo que se plas-

mó la frase “¡a buenas horas, mangas verdes!”, significando ya inoperancia, incompetencia, tardanza,

inutilidad.

3 Desde finales del siglo XI, como fuimos contando, siendo ya ésta la última vez que se mencionan.

4 Fue la segunda esposa de Pedro Froilaz, con quien pudo tener 10 hijos. Pedro Froilaz, de su primera es-

posa, Urraca, tuvo 6 hijos.

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derrotó al ejército gallego en Viadangos.5 Aquí murieron los condes Fernando García y

Fernando Ossorio, decididos partidarios de la reina Urraca.

Diego Gelmírez pudo evitar ser capturado y fue a refugiarse en Astorga, pero el conde

de Traba, Pedro Froilaz, general del ejército gallego, mayordomo real y virtual regente,

fue hecho prisionero, de modo que perdió su influencia sobre el jovencísimo rey. Gel-

mírez se hizo cargo de Alfonso VII y se lo llevó a su madre la reina Urraca que se en-

contraba en el castillo de Orcillón.6

Mientras tanto, los burgueses de Sahagún,7 apoyados y soliviantados por Alfonso I de

Aragón, saquearon el Real Monasterio de San Benito y nombraron abad del mismo a

Ramiro, hermano del rey aragonés.8 No es tan querido por los monjes como sí lo es por

los burgueses del lugar.

También destituyó Alfonso I al obispo Raimundo de Osma, opuesto a su matrimonio

con Urraca.9

Y así andan las cosas en la guerra civil existente en nuestro suelo patrio.10

De otra parte, los almorávides disfrutan de su recién conquistada y dominada zona de

Santarém.11

5 O Fos de Angos, que probablemente se corresponda con Villadangos del Páramo (León).

6 No se sabe a ciencia cierta la ubicación de este castillo, pero se supone que estaba en territorio gallego,

tal vez orensano.

7 Provincia de León.

8 Será quien le suceda y herede en Aragón como Ramiro II el Monje (1134-1157).

9 Pero en el episcopologio de esta diócesis figura como obispo de la misma entre los años 1109-1125.

10

Ocurriendo también que Pedro González de Lara, enemistado con los magnates castellanos por los fa-

vores que le concede la reina (su amante), fue apresado en su castillo de Monzón de Campos (Palencia)

por Gutierre Fernández de Castro (nombrado este año mayordomo real por primera vez) y llevado al cas-

tillo de Mansilla de las Mulas (León), de donde escapará a Aragón.

En Segovia se construía por esta década del siglo XII la magnífica iglesia románica y mudéjar de San

Millán, digna de verse. Su fábrica refleja influencia de la arquitectura aragonesa, pues reproduce la planta

de la catedral de Jaca a menor escala. Está compuesta de cuatro ábsides, de los que tres corresponden a las

naves y el cuarto, un añadido posterior, a la sacristía. Cuenta con tres portadas, una en cada costado, y dos

galerías de arcos porticados, tan comunes en el románico segoviano. En el interior podemos encontrar tres

naves amplias con una cubierta sencilla en el techo que sustituye hoy en día la techumbre mudéjar inicial.

Las columnas y capiteles son de gran dimensión en comparación con el tamaño del edificio. Entre los

capiteles más destacables encontramos uno que tiene como temática los Magos camino de Belén y otro

que tiene como temática la huida de la Sagrada Familia a Egipto.

Es destacable su altar mayor, de estilo románico, con Cristo Crucificado rodeado por diez arcadas ce-

gadas, y con varias piezas de la imaginería procesional de la Semana Santa segoviana.

11

En Portugal.

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CONDADO DE BARCELONA

Al morir sin descendencia el conde Bernat III de Besalú, y a tenor de lo acordado en

1107, su condado, igual que el de Osona, pasó al de Barcelona. El condado de Besalú

incluye también Vallespir, Fenollet, Castellnou y Parapertusa, infeudados al conde de

Cerdaña, el cual renuncia a favor de su primo y gran amigo Ramón Berenguer III, a

cambio de una compensación económica y de la población de Olot.12

Besalú

12

En 1107, Bernat (Bernardo) III aceptó casarse con Jimena, hija del conde de Barcelona y de María Ro-

dríguez, hija del Cid y de su esposa Doña Jimena. En los acuerdos matrimoniales, Ramón Berenguer III

cedía a su hija y a su yerno el condado de Osona y el obispado de Vich con todos sus castillos; a cambio,

en caso de morir sin descendencia, Bernat III nombraba heredero de Besalú al conde de Barcelona. En el

momento de celebrarse el matrimonio, siendo el suegro más joven que el yerno, Bernat III ya tenía 50

años de edad y Jimena era una chiquilla, de poco más de 7 años. Por tanto, el acuerdo de boda no era más

que un subterfugio para legalizar la cesión de Besalú. El conde de Besalú que, al llegar soltero a los 50

años demostraba no haberse preocupado ni siquiera de asegurar una continuidad dinástica, encontró en su

suegro alguien capaz de llenar el vacío dejado por la muerte de Bernart II (1066-1100).

Ahora, en 1111, Bernat III, como era previsible, murió sin descendencia; así, Ramón Berenguer III se

convirtió también en conde de Besalú. Se planteó entonces un conflicto con el conde Bernat Guillem de

Cerdaña, feudatario del conde de Besalú; el pleito se resolvió con la renuncia del conde de Cerdaña a los

feudos de Fenollet, Vallespir, Castellnou y Perapertusa a cambio de las mencionadas compensaciones.

Por otra parte, en 1112, Ramón Berenguer III agradecerá a su hermanastro Eimeric II de Narbona su

alianza contra Bernat Ató en el conflicto de Carcasona y le cederá Fenollet y Perapertusa.

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SUTRI (ITALIA)

El 9 de febrero, el Papa Pascual II y Enrique V de Alemania, para zanjar la querella de

las investiduras, firmaron el Tratado de Sutri.

Aunque sea difícil, es bueno pasar del radicalismo a la concordia y superar los agrios

tiempos de Gregorio VII y Enrique IV. Las victorias de uno y otro, sobre todo la del

emperador, no tardó en verse más ilusoria que real. Los veinte años que Enrique IV so-

brevivió a su rival el pontífice fueron de una gran desazón política. A las dificultades

para mantener a su muy cuestionado antipapa Clemente III se sumaron las muchas re-

beliones de sus súbditos sin que jamás acabaran de ser sofocadas. Los príncipes ale-

manes levantaron contra el soberano a dos de sus presuntos herederos: a Conrado,

muerto en 1101, y a Enrique, que le sucedió como Enrique V, tras su muerte en Lieja

(agosto de 1106).

A lo largo de los últimos años desde entonces, los Papas legítimos no desaprovecha-

ron las oportunidades para pacificar las relaciones, para progresar en la paz. Urbano II

(1088-1099), mucho más flexible y mejor político que Gregorio VII, aplicó con más

discreción los decretos sobre simonía, nicolaísmo e investidura laica. Los logros parcia-

les que pudo conseguir Enrique IV fueron debidamente contrarrestados. A Urbano II se

le conoce fundamentalmente por haber presidido lejos de Roma (ciudad en la que difí-

cilmente podía mantenerse frente al antipapa) un importante concilio: el de Clermont en

1095. En él promulgó una serie de medidas y pronunció el famoso sermón que puso en

marcha la primera gran operación colectiva del Occidente Medieval: la primera cruzada.

La excomunión que pesaba entonces sobre Enrique IV y sobre Felipe I de Francia (si-

moníaco y adúltero pertinaz) convirtieron al Pontífice en la auténtica cabeza de una em-

presa que, si tuvo unos orígenes puramente accidentales, despertó luego un extraordi-

nario entusiasmo. Con Urbano II aumentó y se aceleró el incrementado sistema de le-

gados y el centralismo pontificio.

De otra parte, el avance y consolidación de la cristiandad en la Península Ibérica y en

el sur de Italia aumentó considerablemente el área de influencia papal.13

En octubre de

1088, Urbano II enviaba al pallium al arzobispo Bernardo de Toledo, reconociéndose en

él los derechos primaciales de la sede toledana como metropolitana heredera de la que

fue la primacía visigoda en la vieja Hispania.

A la muerte de Urbano II (año 1099), la reforma parecía bien encarrilada. Así lo en-

tendió su sucesor Pascual II, cuyo primer acto de gobierno fue reiterar, sin ningún tipo

de contemplaciones, la condenación de los viejos vicios y pecados eclesiásticos que tan

13

En este año 1111 murió Roger Borsa, el 22 de febrero, a los 51 años de edad. Era el segundo hijo de

Roberto Guiscardo y fue duque de Apulia y Calabria desde el año 1085. Le sucede y hereda su hijo Gui-

llermo.

Roger Borsa cedió a su hermano Bohemundo, fallecido también en este año 1111, la región entre Ta-

rento y Bari, que recuperó cuando Bohemundo se convirtió en príncipe de Antioquía en 1098, aunque

parte de este territorio tuvo que cedérselo a su tío el conde Roger I de Sicilia.

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tenazmente habían combatido y condenado sus predecesores. El panorama político ale-

mán parecía también ya relativamente propicio. En 1107, Enrique V parecía dispuesto a

un comportamiento más transaccional con la Santa Sede que el mantenido por su padre.

Tras arduas negociaciones se llegó al acuerdo que constituye el Tratado de Sutri:

El monarca se compromete a renunciar a toda investidura de cargos eclesiásticos. Co-

mo contrapartida, los obispos entregarán al soberano todos los bienes feudales, renun-

ciando a cualquier tipo de regalías. En el futuro, los dignatarios eclesiásticos vivirán de

sus bienes no feudales y de las ofrendas de los fieles. La fórmula puede considerarse co-

mo de auténticamente revolucionaria, ya que pone a la Iglesia fuera del poder laico,

cambiándose así, consiguientemente, toda la estructura social y eclesiástica de Occi-

dente. Pero también podemos considerar que todo resulta demasiado utópico, dado el

cúmulo de intereses que se ha ido tejiendo a lo largo ya de varios siglos. Podemos inter-

pretar que, ni el episcopado (particularmente el alemán) está dispuesto a abandonar de

buena gana sus beneficios o privilegios ni el emperador parece actuar de buena fe en la

operación que se plasma en Sutri. Por eso mismo, presionado por Enrique V, Pascual II

no tuvo más remedio que dar marcha atrás en algunos asuntos y reconocer a su opo-

nente ciertos derechos de investidura. El monarca alemán fue solemnemente coronado

como emperador en la Basílica de San Pedro de Roma, el 12 de febrero, mientras una

fuerte corriente de opinión reprochó al Papa su debilidad política.14

Ya iremos viendo

las consecuencias de todo lo contado y acontecido.

14

El Papa prometió no lanzar contra Enrique V ninguna excomunión y le otorgó el derecho de conferir la

investidura virgulae et annuli a los obispos elegidos sin violencia ni simonía.

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CANOSA DI PUGLIA

(Italia)

El 3 de marzo murió en Canosa de Puglia15

el príncipe Bohemundo I de Antioquía.16

Tenía 53 años de edad. De él podemos contar que, con su padre Roberto Guiscardo (era

su primogénito), luchó férreamente contra los bizantinos en el sur de Italia y fue uno de

los jefes más destacados en la primera cruzada, resultando de ello su principado de An-

tioquía.

Tras ser apresado por los musulmanes y habiendo escapado a Francia, logró casarse

con Constanza, hija del rey Felipe I. Fue derrotado en su último intento de ataque contra

el emperador Alejo I Comneno de Bizancio, viéndose entonces obligado a firmar el Tra-

tado de Diabolis, un humillante pacto que, como contábamos en su momento, acabó con

su carrera militar y política.

Bohemundo durante el asedio de Antioquía (primera cruzada)

15

Importantísima como lugar arqueológico, donde se conserva el Mausoleo de Bohemundo.

16

Fue llamado Bohemundo en razón de su estatura y corpulencia, en referencia a un homónimo gigante

legendario.

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MOLESMES (FRANCIA)

El 17 de abril murió en Molesmes el abad Roberto, con 93 años de edad.17

Entró en la

vida monacal benedictina a sus 15 años de edad y se mantuvo siempre en la línea de

reforma de la Iglesia tan propicia o exigida en su época.

Obtuvo la autorización del Papa Gregorio VII para fundar el monasterio en Molesmes

(año 1075). La construcción consistía inicialmente de unas simples chozas hechas con

ramas que rodeaban una capilla dedicada a la Santísima Trinidad. La comunidad fue rá-

pidamente conocida por la piedad y aspiración de sus monjes a la santidad. Sin embar-

go, cuando la comunidad se incrementó y aumentaron sus riquezas, los monjes se rela-

jaron, sobre todo por la admisión de miembros poco piadosos que influyeron negativa-

mente en la comunidad. Roberto no soportaba aquello, siendo esa circunstancia la que le

llevó a la fundación cisterciense. Sin embargo, los monjes le reclamaron siempre que se

iba y el Papa le obligó finalmente a hacerse cargo del monasterio. Molesmes se reformó,

mientras la recién emprendida orden cisterciense se mantenía bajo el gobierno abacial

del santo monje Alberico.18

17

San Roberto de Molesmes, uno de los fundadores de la Orden de Císter, en el año 1098, como contá-

bamos en su momento. Se conmemora el 19 de abril, aunque antes se había conmemorado el 17 de abril,

aniversario de su fallecimiento. Fue canonizado por el Papa Honorio III en 1220.

18

Y no tardaremos mucho, durante este siglo XII, en ver el esplendor cisterciense bajo la imponente fi-

gura de San Bernardo de Claraval.

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RÍO MARNE,

CERCA DE MEAUX

(FRANCIA)

Contamos aquí cómo le sobrevino la muerte al destacado conde Roberto II de Flandes,

a sus 61 años de edad, conocido también, por sus logros en la primera cruzada, como

Robertus Hierosolimitanus (Roberto de Jerusalén) y como Roberto el Cruzado.

Era el hijo primogénito del conde Roberto I de Flandes y de su esposa Gertrudis de

Holanda. Vivió asociado al gobierno del condado desde el año 1077, siendo luego re-

gente, desde 1085 hasta 1091, cuando su padre peregrinó a Tierra Santa.

Ya conde de Flandes (año 1093), Roberto se unió a la primera cruzada desde el primer

momento en que fue convocada por el Papa Urbano II (año 1095). Estableció un con-

sejo de regencia en Flandes y siguió al grupo dirigido por Godofredo de Bouillón, du-

que de la Baja Lorena. Tras llegar a Constantinopla, los cruzados se vieron obligados a

prestar un juramento de fidelidad al emperador bizantino Alejo I Comneno, prometien-

do devolver a Bizancio todas las tierras que conquistaran. Roberto, cuyo padre ya había

servido a Alejo I durante su peregrinación entre 1085 y 1091, no tenía problema alguno

a la hora de pronunciar el juramento, pero dado que otros de los jefes sí lo tenían hubo

cierto retraso a la hora de dejar la gran ciudad bizantina.

Roberto participó en el sitio de Nicea, tras el cual el ejército cruzado se dividió en dos

grupos. Roberto marchó junto con Esteban de Blois, Bohemundo de Tarento, Roberto II

de Normandía y los guías bizantinos, a un día de marcha del resto de los cruzados. Este

ejército fue rodeado por el sultán selyúcida Kilij Arslan I, lo que provocó la batalla de

Dorilea (30 de junio de 1097). Al día siguiente, el segundo ejército, dirigido por Rai-

mundo IV de Toulouse, Godofredo de Bouillón y Hugo I de Vermandois, llegó y liberó

al ejército rodeado. Los dos ejércitos se reunieron, con Roberto y Raimundo formando

en el centro. Los turcos fueron derrotados y los cruzados continuaron su marcha.

A finales de 1097, los cruzados llegaron a Antioquía, que fue sitiada durante muchos

meses. En diciembre, Roberto y Bohemundo se separaron del ejército que mantenía el

asedio para saquear las zonas circundantes en busca de comida. El 30 de diciembre, al

volver, derrotaron a un ejército enviado para liberar la ciudad, comandado por Duqaq,

gobernador de Damasco. Antioquía fue finalmente traicionada y entregada a Bohemun-

do por un guardia armenio, y Roberto fue uno de los primeros que entró en la ciudad.

Sin embargo, sólo unos días más tarde fueron ellos quienes se vieron asediados por el

persa Kerbogha de Mosul. El 28 de junio de 1098 los cruzados salieron de la ciudad

para enfrentarse con el nuevo ejército, y Roberto y Hugo de Vermandois dirigieron la

primera de las seis divisiones del ejército cruzado. Kerbogha fue derrotado y la ciuda-

dela que todavía controlaban los musulmanes acabó rindiéndose, siendo ocupada por

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Bohemundo, Raimundo y Godofredo; pero Bohemundo reclamó poco después la ciudad

de Antioquía para él. Raimundo también la reclamó, pero Roberto apoyó a Bohemundo.

La disputa retrasó la cruzada todavía más. Raimundo dejó Antioquía para atacar Maa-

rat an Numan, en Siria, que fue conquistada, habiendo tomado parte también Roberto en

su asedio. Raimundo intentó entonces sobornar a Roberto y a los otros líderes para que

le siguieran a él en lugar de a Bohemundo, y llegó a ofrecer a Roberto la cantidad de

seis mil sólidos bizantinos, pero todos los intentos de soborno fueron ignorados. Rai-

mundo continuó hacia el sur, hacia Jerusalén, en enero de 1099, pero Roberto y Godo-

fredo quedaron atrás, en Antioquía, hasta febrero.

En junio, Roberto y Gastón IV de Bearn, dirigieron la vanguardia del ejército que lle-

gó a Ramla (o Ramala) y dirigió una incursión en Samaría junto con Tancredo de Gali-

lea para encontrar madera que sirviese para la construcción de maquinaria de asedio pa-

ra el ataque a Jerusalén. Cuando Jerusalén fue capturada, a mediados de julio de 1099,

Roberto apoyó a Godofredo como nuevo gobernador de la ciudad, y el 9 de agos-

to marchó con él a enfrentarse al ejército fatimí que dirigía Al-Afdal Shahanshah, el

cual intentaba reconquistar la Ciudad Santa, pero siendo derrotado el fatimí quedó con-

solidada la victoria de los cruzados. Godofredo y Raimundo discutieron luego sobre el

control de la ciudad de Ascalón, y en este caso ni siquiera Roberto pudo apoyar a Go-

dofredo. La ciudad quedó sin conquistar, pero se creó el reino de Jerusalén.

A finales de agosto de 1099, Roberto volvió a casa junto con Roberto de Normandía y

Raimundo de Toulouse. En el camino de regreso conquistaron Latakia, que fue devuelta

al emperador bizantino, como se había prometido años atrás. Raimundo permaneció allí,

pero ambos Robertos siguieron el camino al hogar pasando por Constantinopla, des-

pués de haber rechazado la solicitud de Alejo I de quedarse allí a su servicio. Roberto se

llevó consigo una preciosa reliquia, el brazo de San Jorge, un regalo de Alejo. La reli-

quia fue colocada en la iglesia de Anchin, en Flandes. Tras su regreso, Roberto cons-

truyó el monasterio de San Andrés en Zevenkerke, a las afueras de Brujas. Debido a su

participación en la cruzada y al botín que trajo a casa, fue apodado entonces Roberto de

Jerusalén o Roberto el Cruzado.

Durante la ausencia de Roberto II de Flandes, Enrique IV, emperador del Sacro Im-

perio Romano Germánico, había tratado de apoderarse de su condado. Roberto se en-

frentó entonces a Enrique IV y le desposeyó de algunos castillos, atajando varias re-

vueltas contra él. La paz fue restablecida en 1102, cuando Roberto II rindió un home-

naje al emperador en Flandes, pero después, a partir de 1105, el nuevo empera-

dor, Enrique V, marchó sobre Flandes con la ayuda de Balduino II de Henao19

y un

ejército desde Holanda. Roberto los detuvo a las afueras de Douai20

y se firmó una

nueva paz, en la que el emperador reconoció la reclamación de Roberto sobre Douai y

Cambrai.

En 1103, Roberto II de Flandes se alió con Enrique I de Inglaterra, al que ofreció

1.000 caballeros a cambio de un tributo anual, pero cuando Enrique se negó a pagar,

19

Henao es actualmente una provincia belga.

20

Ciudad del norte de Francia.

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~ 15 ~

Roberto se alió con su señor nominal, Luis VI de Francia, y juntos atacaron Normandía.

Con el rey distraído, el conde Teobaldo II de Champaña encabezó una revuelta de los

barones franceses. Roberto condujo un ejército contra Meaux, pero cerca de la ciudad

fue fatalmente herido, cayó de su caballo y se ahogó en el río Marne.

A Roberto II de Flandes le sucede su hijo primogénito Balduino VII de Flandes.21

Roberto II de Flandes

21

Roberto II de Flandes se había casado con Clemencia de Borgoña, hermana del que será Papa Calixto

II. Tuvieron otros dos hijos, pero murieron siendo menores.

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~ 16 ~

TUS (PERSIA)

Al-Ghazali (Abu Ḥamid Muḥammad ibn Muḥammad al-Tusi al-Ghazali), conocido

también como Algacel o Algazel, teólogo, jurista, filósofo y místico sufí persa, suní (o

sunní) erudito, murió a finales de este año 1111, el 19 de diciembre, en Tus (Persia).

Había nacido en la ciudad persa de Gazala (de ahí el nombre de al-Ghazali) y se for-

mó islámicamente en las aledañas Tus, Gorgán y Nishapur. Enseño luego, con mucho

éxito, en la madraza (prestigiosa escuela) de Bagdad.

En 1095 se vio en una profunda crisis personal y en esa situación existencial renunció

a su posición de gran maestro y abandonó a su familia para convertirse en un asceta

errante, un derviche (cofrade) que frecuentaba los círculos del sufismo.22

Emprendió

entonces un largo periplo espiritual, prolongado durante 10 años, pasando por Damasco,

Jerusalén, Hebrón, Medina y La Meca, recalando de nuevo otra vez en Bagdad. Luego,

en retiro con los místicos sufíes, permaneció en Tus, de donde se movió poco, aunque

todavía se dedicó a la enseñanza durante 4 años en la escuela Nezamiyeh de Nishapur.

Finalmente, aunque fue solicitado para volver a enseñar, se retiró en Tus, donde murió.

Su obra, de gran repercusión e impronta, fue importante en la línea esencialista del Is-

lam, socavando como asceta y místico la tradición racionalista musulmana.23

Su obra es

obra abundante, de al menos un centenar de títulos o más, sobre los más variados temas.

Podemos destacar: Ihiya al-Ulum al-Din que escribió en árabe y luego él mismo resu-

mió y tradujo al persa con el título de Kimiya-ye-Sa'dat (La Alquimia de la felici-

dad); Al-Basit, sobre la doctrina sufí de la escuela ascético-mística shafeí; Tahafut al-

Fala-sifa (Destrucción de los filósofos), en la que ataca encarnizadamente a los filóso-

fos en general y a Avicena (siglo XI) en particular;24

Mustazhari, donde refuta a los eso-

téricos o batiníes.

Aparte de una defensa del Islam en 40 libros llamada Prueba del islam, escribió con

finalidad antifilosófica un tratado en dos partes: Las intenciones de los filósofos, parte

expositiva, y La incoherencia de los filósofos, parte crítica, en la que rebate sus afirma-

ciones.25

22

Corriente islámica que persigue iniciáticamente la máxima realización espiritual del creyente.

23

No han faltado quienes le han comparado un cierto paralelismo con el cristiano San Agustín de Hipo-

na, pues ambos compusieron unas Confesiones, llevando las de Al-Ghazali el título de Al-Munqidh min

al-ḍalal (El que libra del error).

24

Siendo esta obra posteriormente refutada línea a línea por Averroes en su obra Tahafut al-Taha-

fut (Destrucción de la destrucción).

25

Como en el Occidente latino sólo se conoció la primera parte, Maqasid al-falasifa traducida por Do-

mingo Gundisalvo, director de la famosa Escuela de Traductores de Toledo en esa época, se transmitió el

error de considerarlo uno de los principales discípulos de Avicena y fue considerado en Europa como un

filósofo antes que como un teólogo. En cambio, Averroes, como queda dicho en nota anterior, le critica

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~ 17 ~

Al-Ghazali

en su obra titulada Incoherencia de la incoherencia, más conocida en latín como Destrucción de la des-

trucción.

Al-Ghazil fue transmisor del pensamiento aristotélico y comentarista de los aristotélicos musulmanes,

como el destacado Avicena o el más anterior Al-Farabi, al que considera un racionalista propiciándole

muchas críticas. Aunque estudió los postulados racionalistas, llegó al convencimiento de la ineficacia de

la razón como herramienta de conocimiento o de comunicación con Dios; eso le hizo llegar a postula-

dos místicos y a abrazar el sufismo durante 10 años. Sus obras principales son: La destrucción de los

filósofos, tan criticada por Averroes, y sobre todo Revivificación de las ciencias religiosas. Rechaza la

eternidad del mundo como herética, subordinando la filosofía a la teología. De este modo, al lado del

conocimiento ordinario, fruto de los sentidos, coloca un conocimiento intuitivo, fruto de la fe y de la as-

cesis. Su moral, aunque fundada en El Corán, contiene influencias griegas y cristianas. Se cree que evo-

lucionó resituando de nuevo un lugar más prominente a la razón como necesaria para el conocimiento hu-

mano.

Como teólogo influyó en los almohades y los inspiró bastante, todo lo contrario de lo que ocurrió con

los almorávides. A comienzos del siglo XII, el emir almorávide Alí ibn Yusuf, siguiendo los consejos de

algunos alfaquíes, mandó que se quemaran las obras teológicas de Al-Ghazali.

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~ 18 ~

Copia de La alquimina de la felicidad, de Al-Ghazali

París, Biblioteca Nacional

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AÑO 1112

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~ 20 ~

PORTUGAL

Portugal se ha convertido en reino. Lo contamos.

Previamente podemos destacar que los condes portugueses Enrique de Borgoña y su

esposa Teresa donaron la ciudad de Braga al arzobispado del lugar.

Luego murió Enrique, el 22 de mayo, con 46 años de edad, mientras ponía sitio ase-

diando en Astorga.26

Había nacido Enrique en Dijon (Francia), la capital del ducado de Borgoña, y era so-

brino de la reina Constanza de Borgoña, consorte de León y Castilla por su matrimonio

con Alfonso VI.27

En esa línea, era nieto paterno del duque Roberto I de Borgoña, y bis-

nieto del rey Roberto II de Francia. Fue hijo de Enrique Donzel, un hijo de Roberto I de

Borgoña, y su madre fue Sibila de Barcelona, hija de Ramón Berenguer I y de Guisla de

Lluça.

Enrique de Borgoña contrajo matrimonio con Teresa, hija natural de Alfonso VI y de

Jimena Muñoz, en 1093. Alfonso VI les dio el condado portucalense, que comprendía

las tierras del reino de Galicia entre los ríos Tajo y Miño, fronterizas con el norte de la

vieja Lusitania.

Al enviudar la reina Urraca de León y Castilla, cuando murió su esposo Raimundo de

Borgoña (Urraca era hermanastra de Teresa), ya sabemos que tuvo que casarse con Al-

fonso I de Aragón. Y coincidiendo con esto, aprovechándose Enrique de Borgoña de los

problemas, líos, conflictos familiares y políticos, guerra civil incluida, Enrique se forta-

leció como independiente en Portugal, lo cual vino a derivar, a su muerte, en la conver-

sión del condado portucalense en reino de Portugal, reinando como regente Teresa y

26

Intrigando en los asuntos leoneses y castellanos en provecho propio, como había hecho también en Za-

mora. Su cuerpo difunto fue llevado a Braga, donde recibió cristiana sepultura.

Todo lo contado coincidió con lo siguiente:

El Papa Pascual II hizo oficial la nulidad del matrimonio de Alfonso I de Aragón y de Urraca I de León

y Castilla, amenazándoles con la excomunión si permanecían juntos. El serio aviso del Papa hizo mella en

el rey aragonés, pues era profundamente religioso hasta en lo más meticuloso.

La reina Urraca, sin embargo, aprovecho la circunstancia para hacer mayor oposición política contra su

hasta entonces marido, reforzándose sobre todo en Galicia. Con Teresa y Enrique de Borgoña, antes de

que éste muriera, negoció cuanto pudo, en medio de muchos tejemanejes. Las miras de Urraca, emulando

a su hermana Teresa, era la de ser reina ya sin marido. Ambas tenían en común ser madres de un rey

menor de edad. De este modo, Alfonso Raimúndez tuvo más despejado su poder para reinar al amparo de

su madre en Galicia, amparo y apoyo recibido cada vez más fuerte por parte de los condes de Traba, del

obispo compostelano Diego Gelmírez y de más numerosos nobles cada vez. Una donación de la condesa

Islonza, hija de Gómez Díaz, miembro destacado de la aristocracia gallega, a favor de unos monjes clu-

niacenses, afirma que en Galicia reina “Idelfonso cum matre sua Urraca”.

Otra cosa ocurrida fue la donación de la reina Urraca del burgo de Viveiro (Lugo) al obispado de

Mondoñedo, lo cual originó bastante pugna entre los favorables a ello y los contrarios.

27

Enrique de Borgoña, acompañado de su primo Raimundo de Borgoña, llegó a León, para servir a Al-

fonso VI, en 1087, contra los moros (almorávides), tal como ya contábamos entonces.

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~ 21 ~

siendo el primer rey de Portugal el hijo de ambos, Alfonso I Enríquez, menor de edad

(de 3 años).28

Iremos viendo el desenvolvimiento de su reinado. De momento, Teresa

usa el titulo de reina y parece que sabrá moverse inteligentemente o con sabia cordia-

lidad entre Galicia y León.

Enrique de Borgoña

28

Fueron 7 hijos los que tuvieron Enrique de Borgoña y Teresa: Alfonso (que murió en 1108), Urraca

Enríquez (casada con el magnate de Galicia Bermudo Pérez de Traba, hijo del conde Pedro Froilaz),

Sancha Enríquez (casada con Sancho Núñez), Teresa (muerta en 1098), Enrique (1106-1110), Alfonso (el

primer rey de Portugal como Alfonso I Enríquez) y Pedro (que fue abad del monasterio benedictino de

Alcobaça, siendo allí sepultado a su muerte).

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~ 22 ~

La Casa de Borgoña en la genealogía de los reyes de Portugal

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~ 23 ~

AÑO 1113

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~ 24 ~

LA PENÍNSULA IBÉRICA

La Península Ibérica destaca más por su desintegración que por su unidad, tanto entre

cristianos como entre musulmanes.

Los almorávides, restauradores rigoristas de la ortodoxia musulmana, que acudieron

en el siglo XI para auxiliar a los reinos de taifas, muy presionados por los reinos cris-

tianos, realizaron una cierta unificación en provecho propio y de carácter imperialista,

cumpliendo así el objetivo de eliminar a los reyes de taifas, a los que consideraron aleja-

dos de la pureza islámica. La intransigencia mostrada por los almorávides, enfrentados a

los cristianos, como a los judíos y a los propios musulmanes que consideraban tibios en

la fe islámica, produce que sean combatidos: por la nobleza hispano-musulmana29

y por

los reinos cristianos, cada vez más imbuidos del espíritu de cruzada y que piden ayuda a

los cruzados europeos para reconquistar.

Aunque en un primer momento, ante el empuje almorávide, los reinos cristianos in-

tentaron unificar sus fuerzas para hacerle frente, esta amenaza exterior fue insuficiente

para hacerles olvidar la rivalidad existente entre ellos, que venían enfrentándose entre sí

por sus zonas fronterizas, por el control de Al-Ándalus y el de los territorios conquis-

tados, por lo que las luchas además de entre los reinos cristianos también se producen

en el seno de éstos.30

Castilla y León se mantienen como reino unido y de hegemonía en la Península, pero

es una hegemonía como estancada a partir de la muerte de Alfonso VI en 1109, cuya su-

cesión fue crítica, conflictiva, compleja. Eso es lo que hay: un intrincado lío de alianzas

y un complicado proceso de intereses que hacen difícil la unión entre las fuerzas cris-

tianas. El lío sucesorio lo constituye el dificultoso matrimonio entre la reina Urraca, le-

gítima heredera del trono castellano-leonés, y Alfonso I de Aragón y Navarra. Alfonso

VI pensó que este matrimonio sería ventajoso en la lucha y defensa contra los almorá-

vides, pero las cosas no salen como el rey se las imaginó. El lío aumenta con la entrada

en la escena política del pequeño Alfonso Raimúndez (ya Alfonso VII), hijo de Urraca y

de Raimundo de Borgoña. Sus partidarios son los eclesiásticos de proveniencia francesa

que finalmente consiguieron la anulación del matrimonio entre Urraca y Alfonso I de

Aragón. Quisieron casar a Urraca con el conde castellano Gómez González (de Can-

despina), muerto en 1110, confiando en que con él se hubiera podido recuperar y enca-

minar la dirección del reino heredado de Alfonso VI en mejores condiciones que con la

unión aragonesa. Y además, en el lío anduvieron también: los condes portugueses, que,

deseosos de su independencia, apoyaron alternativamente a uno u otro bando según su

conveniencia, así como los opositores burgueses en ciernes contra la nobleza feudal y

29

Acabarán expulsándolos en 1145 y serán reemplazados por la confederación africana de los almoha-

des, llamados por las segundas taifas para ser auxiliadas.

30

En un concilio de este año 1113 celebrado en Palencia, los obispos se lamentan del aumento de rapi-

ñas, incendios, homicidios y demás calamidades que azotan el reino por estos años.

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~ 25 ~

eclesiástica, que querían superar las limitaciones que dicha nobleza impone a la libertad

ciudadana.

Se inició así un período turbulento de guerra civil en el que la monarquía y la nobleza

consumían sus fuerzas en luchas internas, mientras los habitantes de los municipios del

sur tienen que enfrentarse, únicamente con sus medios, al avance almorávide conquis-

tando así la propia libertad. Y por estos derroteros van las cosas, los hechos que se su-

ceden. Los iremos contando, previendo cada vez más por separado Castilla y León, con

aspiraciones imperialistas-expansionistas ambos reinos.31

Y ya veremos también lo que

suceda por el nordeste peninsular, en Navarra, Aragón y Cataluña, previsiblemente muy

interrelacionadas.

Por el oeste (Portugal) tampoco fueron tranquilas las circunstancias tras la muerte de

Alfonso VI, pero surgió Portugal como reino, con total independencia de sus otros rei-

nos limítrofes y muy libre para las más variadas alianzas, incluso con los musulmanes

del sur.

En fin, son intranquilos estos tiempos, llenos de frecuentes enfrentamientos y tirante-

ces de poder, en un desbarajuste político de los cristianos que han propiciado la forma-

ción por libre de muchos señoríos sobre todo en las mismas fronteras con los musulma-

nes (aliándose y des-aliándose entre sí según las circunstancias). Es previsible que los

hechos prosigan por aquí.

No podemos pasar por alto la importante europeización peninsular de estos tiempos en

nuestro suelo patrio, un hecho muy destacable desde el cada vez más y mejor impulsado

peregrinar por el Camino de Santiago, convertido así también en una importante ruta de

comercio, de arte y de cultura que proporciona importantes ingresos y no poco prestigio

a los monarcas y señores. Todo está jalonado de pasos y peajes que redundan en re-

forzamiento económico, del que también se benefician las relaciones entre cristianos y

musulmanes. Potenciándose la fe en el poder taumatúrgico de las reliquias santas, se re-

pararon vías y caminos, se construyeron puentes y albergues, se remodelaron calzadas,

se concedieron fueros especiales y privilegios a las ciudades del Camino, se incrementó

la repoblación, se vinieron a la Península no pocos europeos, sobre todo franceses.

Lo mozárabe se considera ya algo del pasado, pues se ha impuesto la liturgia romana

y la centralización eclesiástica del todo europeizada. Siendo ésta una época de pugna

entre Imperio y Papado, los Pontífices Romanos afirman y reafirman su autoridad en el

mundo clerical uniformándolo y centralizándolo en y desde Roma. Los cluniacenses del

siglo XI y los emergentes cistercienses del siglo XII desempeñan su papel de reforma-

dores, propagadores y defensores de la política pontificia y de la teocracia tan en boga.

Roma les exime de toda dependencia del poder civil. La penetración masiva de clunia-

censes en la Península Ibérica aumentó aquí la influencia de la Santa Sede, reconocible

ya como el poder supremo y máximo en Occidente, garante de todos los derechos.

31

Sobre todo por el prestigio que consideran los monarcas castellano-leoneses al hecho de ser tenidos co-

mo herederos del antiguo esplendor visigodo y por mirar a encarnar la unidad peninsular, siendo ésta una

idea y una aspiración reforzada por la Iglesia hispana muy especialmente desde finales del siglo XI,

cuando le fue dado de un modo muy importante y considerable el título o rango de primado al arzobispo

toledano.

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~ 26 ~

Tanto los eclesiásticos como los poderosos temporales se dirigen del todo a Roma para

ver legitimados sus derechos y para verse protegidos mediante la enfeudación.

La Iglesia mantiene una estructura del todo feudal paralela a la de la nobleza laica,

con la misma organización económica y social, interviniendo con poder y de forma di-

recta en los asuntos internos de los estados, reinos y territorios.

La Península Ibérica se ve dificultada también al ser intencionalmente repoblada, no

sólo por la escasez del contingente cristiano disponible, sino también por la imposibili-

dad de contar con la población musulmana de los territorios conquistados, ya que la

dureza con la que se lleva a cabo la guerra de anexión acarrea su eliminación o su emi-

gración. Fenómeno repoblador es el de la lenta pero continua penetración de población

del norte, en una constante atracción de gentes de muy diversa procedencia (francos y

mozárabes emigrados desde el sur principalmente). Toledo es la excepción, pues en ella

se mantiene la población musulmana y judía.

La repoblación de las áreas fronterizas con los musulmanes se llevó a cabo, en un pri-

mer momento y durante el siglo XI, por los municipios o concejos provistos de milicia

propia y defensiva de fronteras y dotados de fueros específicos y apropiados.

El peligro que supone habitar los nuevos territorios, exponiéndose a los ataques de los

moros (y también de bandoleros), hace difícil que los pobladores, de cualquier proce-

dencia y condición, se sientan atraídos si no se les conceden fueros y privilegios, cartas

puebla o cartas de franquicia (con la condición de permanencia al menos durante un

año).32

Por el este peninsular la reconquista se realiza en tierras fértiles y ricas, de mucha vi-

da ciudadana arraigada desde antiguo y mantenida como tal bajo el dominio musulmán.

Por todo ello fueron reconquistadas estas tierras de un modo bastante distinto al de otras

zonas. Las ciudades levantinas y sus comarcas pasaron y pasan a manos cristianas casi

siempre por capitulación, sin luchas que arrasan o destruyen y con totales muestras de

32

El hecho de que, una vez transcurrido este plazo, muchos retornaran a sus lugares de origen junto con

la exigüidad del contingente poblador, hizo que, en líneas generales, la repoblación de la Península fuera

lenta e insuficiente.

La repoblación de las zonas fronterizas entre reinos cristianos también se hizo necesaria, sobre todo en

algunos territorios como La Rioja o la Tierra de Campos palentina cuya pertenencia oscilaba consecuti-

vamente entre uno u otro de los reinos cristianos. El sistema de repoblación fue siempre el concejal, en el

que numerosos caballeros villanos (tenían caballo y por ello una categoría social superior) se asentaban

para defender el territorio. En cualquier caso la repoblación de estas zonas fue siempre muy dificultosa.

Paralelamente se efectuaba la repoblación de las comarcas de interior o retaguardia sangradas por la

emigración hacia el sur. Estas zonas, por ejemplo las del Camino de Santiago, interesaba revitalizarlas por

motivos estrictamente económicos, muy propiciadas por las iniciativas reales y de los cistercienses (que

también fueron artífices de una importante labor repobladora) para el asentamiento de artesanos y merca-

deres de origen franco.

Las repoblaciones medievales de estos tiempos tuvieron un carácter político-militar y estuvieron dirigi-

das por los propios monarcas o por señores de su confianza y también por los obispos, pero por su im-

portante labor conquistadora y repobladora, así como por la garantía de defensa permanente y de conso-

lidación de territorios, serán las ya inminentes Órdenes Militares las que reemplazarán a los reyes y a los

obispos, así como a los concejos en las zonas repobladas por ellos. Sus dominios serán inmunes y bas-

tante libres de la tutela episcopal.

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~ 27 ~

respeto a la vida de los habitantes, principalmente por el interés de mantener en cultivo

unas tierras que de otro modo, por un escaso potencial demográfico, no podría efec-

tuarse. También va prevaleciendo, desde la vieja Cataluña hasta las tierras más al sur,

una floreciente, libre y próspera burguesía. La concesión de fueros y franquicias dio lu-

gar a ciudades y villas que, gracias a estos privilegios y al aumento demográfico, expe-

rimentaron un importante desarrollo económico industrial y comercial, y además se vie-

ron favorecidas por la pacificación de los condados catalanes y la proximidad del Me-

diterráneo.

Los sistemas de repoblación que se llevan a cabo dan lugar a una gran diferenciación

en la organización social entre los distintos territorios, siendo éstos: territorios “viejos”

(en los que predominan los campesinos adscritos a la tierra)33

y territorios “nuevos”,

con hombres libres y dueños de las tierras que cultivan. Además, dichos sistemas de re-

población condicionan la estratificación de los diversos grupos o estamentos sociales

que van integrando la estructura social de la España resurgente,34

dándose en cada uno

de esos grupos un estatuto personal y jurídico diferenciado.

Los efectos sobre el régimen de la propiedad de la tierra, según el modo de repobla-

ción, vienen a ser diversos: desde una repoblación hecha por particulares carentes de los

medios necesarios para ocupar grandes extensiones de tierra, predomina la pequeña pro-

piedad rústica; desde una repoblación hecha por los magnates o por los grandes monas-

terios,35

con los recursos suficientes para la ocupación y la explotación de vastas exten-

siones territoriales, resulta la formación de latifundios o señoríos, con el consiguiente

desarrollo del régimen señorial.

Del sur andalusí podemos destacar en este año 1113 la muerte y sepultura en Sevilla

del emir almorávide Sir ibn Abu Bakr,36

primo de Yusuf ibn Tasufin, y el nombramien-

to del rabino Yosef Hadarn ben Rabí Yaakov ben Sayal como juez supremo de Córdo-

ba.

33

Para evitar su huida a los territorios “nuevos”, los señores reforzaron los lazos jurídicos que unían a

los campesinos a la tierra, aunque por otro lado, y también por el mismo motivo, algunos señores mejo-

raron sus condiciones materiales de vida.

34

La España cristiana medieval.

35

Así como también por las Órdenes Militares.

36

Un hijo de Yusuf ibn Tasufin, Muhammad ibn Aisa, reconquistó a los cristianos la fortaleza de Aledo,

cerca de Murcia, en 1092. Aledo había sido una gran avanzadilla cristiana en tierras musulmanas desde

1085 y los almorávides no habían podido recuperarla al intentarlo en 1088. Muhammad ibn Aisa, tras

apoderarse de Aledo en 1092 ocupó las valencianas Játiva y Alcira. En 1093, Sir ibn Abu Bakr atacó a

Al-Mutawakkil de Badajoz y conspiró contra él hasta lograr su derrocamiento. Tras hacerlo prisionero a

él y a sus hijos, los hizo ejecutar mientras se dirigía a Sevilla para reinar en Al-Ándalus desde esta ciudad.

Con la taifa de Badajoz cayó también Lisboa, que el conde Raimundo de Borgoña fue incapaz de de-

fender.

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~ 28 ~

Y en la taifa de Mallorca murió el poeta Abu Bakr ibn Isa al-Dani, conocido como Ibn

al-Labbana (el hijo de la lechera), que había nacido en la taifa de Denia a mediados del

siglo XI.37

37

Ibn al-Labbana viajó por todo el territorio de Al-Ándalus ofreciendo sus servicios como poeta áulico a

los distintos reyes de taifas. De su primera época data una célebre moaxaja compuesta en honor de Al-

Mamún de Toledo. También escribió panegíricos dedicados a los hudíes de Zaragoza y al emir Mubassir

Nasr al-Dawla de Mallorca. Pero su mayor celebridad para la historia se debe a que formó parte del grupo

de poetas cortesanos de Al-Mutamid de Sevilla, grupo al que no pertenecía cualquier poeta que no fuera

de renombre o muy destacado. Ibn al-Labbana le fue del todo fiel y leal al rey sevillano, acompañándole

incluso al exilio y a la prisión en la magrebí Agmat, donde permaneció hasta la muerte de Al-Mutamid en

1090.

Su más célebre composición poética es la casida (panegírica) en la que expresa el dolor por la partida de

la corte taifal de Al-Mutamid de Sevilla desde el puerto de Triana al destierro cuando los almorávides se

apoderaron de la ciudad. El poema refleja el canto del cisne de la refinada cultura de los primeros reinos

de taifa, de entre los que destacó Sevilla:

Todo lo olvidaré menos aquella madrugada junto al Guadalquivir,

cuando estaban en las naves como muertos en sus fosas.

Las gentes se agolpaban en las dos orillas,

mirando cómo flotaban aquellas perlas sobre las espumas del río…

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~ 29 ~

AÑO 1114

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~ 30 ~

VALLADOLID

El 6 de enero, celebrando la Epifanía del Señor, coincidieron en Valladolid, en torno a

Alfonso Raimúndez (Alfonso VII), que tiene 9 años de edad, su madre la reina Urraca y

sus tías Elvira38

y Sancha,39

además de estar presentes también el arzobispo de Toledo,

Bernardo de Sedirac, partidario del reinado del niño con su madre, del conde Pedro An-

súrez, fundador y repoblador de la ciudad vallisoletana, que dejó de ser partidario de Al-

fonso I de Aragón, y otros muchos obispos y magnates.40

38

Elvira (1100–1135), hija de Alfonso VI y de Zaida, contrajo matrimonio en 1117 con el rey Roger II

de Sicilia.

39

Sancha, un año más joven que Elvira y también hija de hija Alfonso VI y Zaida, será la primera esposa

del conde Rodrigo González de Lara de Liébana, hijo de Gonzalo Núñez de Lara y de Goto, con quien

tuvo a Elvira Rodríguez de Lara, esposa de Ermengol VI de Urgel.

40

En la antigua Grecia el término “epifanía” se usaba en relación con la aparición de un supuesto dios y

como alusión a cualquier manifestación que pudiera considerarse divina o de mucha trascendencia. El

concepto fue posteriormente adoptado por los cristianos para celebrar tres especiales hechos o maravillas

que se relacionan con la vida de Jesús. El primero de ellos es el de la adoración de los Magos (Mt 2, 1-12)

que los cristianos, desde el siglo II, celebran el 6 de enero. Los otros dos hechos son los del Bautismo de

Jesús en el Jordán, narrado en los tres evangelistas sinópticos, y de la transformación del agua en vino por

parte de Jesús en la boda de Caná (Jn 2, 1-11).

Ya predominaba en la vida cristiana medieval, desde el siglo IX, la celebración de la que fue antigua

Leyenda Dorada de los griegos, pero adaptada al Evangelio. La Leyenda Dorada, hacia el año 1260, re-

coge historias o leyendas, siendo su autor Jacobo de Vorágine. Es una obra hagiográfica de la que sobre-

viven unos 900 manuscritos, los mismos que, impresos entre los años 1470-1530, constituyen uno de los

libros de mayor difusión en Europa por esos tiempos. En efecto, de acuerdo con la tradición, se consideró

durante estos tiempos medievales que los Magos fueron tres: Melchor (rey de Arabia), Gaspar (rey de

Tarso) y Baltasar (rey de Saba). Según la Leyenda Dorada, los griegos consideraban que los tres reyes

eran Apelios, Damasco y Amerio, los mismos que los hebreos llamaron Galagath, Serakin y Magalath.

Los regalos o dones de los reyes, tal como los enumera el Evangelio, son el oro, el incienso y la mirra.

Son dones con un significado de profundo sentido espiritual y profético cada uno.

A Melchor, el más anciano de los Magos, de larga cabellera y barbas blancas, le correspondió la ofrenda

del oro, el más precioso y valorado de los metales, símbolo de la realeza, un símbolo que contribuyó a

que, con el tiempo, los Magos fueran considerados Reyes Santos.

A Gaspar, el más joven de los Magos, de cabellos dorados, tendiendo a pelirrojo y con barba, se le atri-

buye el incienso, que es un preparado de resinas vegetales aromáticas y aceites que, al quemarse, des-

prenden su fragancia en el humo, teniendo significado de divinidad y siendo de uso cultual o litúrgico

muy generalizado en todo el mundo.

A Baltasar, de raza negra, simbolizando la humanidad, se le atribuye la mirra, una sustancia rojiza y

aromática de uso muy común en Oriente, muy particularmente en Somalia y en Egipto. Era muy valorada

en la antigüedad para la elaboración de perfumes y en la práctica de embalsamar, teniendo así también un

significado de inmortalidad, de resurrección, de destino humano a la vida eterna.

La leyenda, de valor piadoso y sentimentalmente religioso, cuenta que, cuando los Magos se fueron de

Belén, renunciaron a sus títulos de poder y soberanía, renunciando a sus bienes y dándolo todo a los po-

bres, convirtiéndose en apóstoles o anunciadores de lo que habían visto, oído y palpado en aquel Niño

Dios. Se cuenta también que el apóstol Tomás se los encontró en la India. Los bautizó y los ordenó como

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~ 31 ~

BURGOS

El rey aragonés Alfonso I, alejado de las tierras leonesas, tuvo que llevarse consigo,

desde su cargo de abad del Real Monasterio de San Benito de Sahagún, a su hermano

Ramiro, al que jamás aceptaron los monjes del lugar, ni los sahagunenses en general.

Alfonso I intentó darle el obispado de Burgos, pero no pudo lograrlo.41

sacerdotes o presbíteros del Señor. Ellos sufrieron luego el martirio por Cristo y fueron enterrados juntos

en una misma sepultura. Se cuenta que más tarde, por orden de Santa Elena, madre del emperador romano

Constantino I el Grande, los restos de los Magos, descubiertos, fueron llevados a Santa Sofía, en Constan-

tinopla. Ya en la Edad Media, a partir de las cruzadas, fueron llevados a Milán y finalmente a la catedral

de Colonia, que es donde actualmente se encuentran.

Otra legendaria historia, relacionada con los Magos de Oriente, es la de la bruja buena llamada Befana.

Se cuenta que los Magos, en su viaje hacia Belén se encontraron con una anciana muy simpática, a la que

invitaron a que les acompañara. Pero ella les mostró su desgana y no les acompañó.

Más tarde, arrepentida de no haber acompañado a los Magos, ella sola emprendió el viaje, para el cual

preparó una mágica cesta llena de dulces y regalos, con la intención de encontrar a los Magos y al Niño

que había que adorar. Como no pudo encontrarlos, Befana se dedicó a ir de casa en casa dando dulces y

regalos a todos los niños, pensando que alguno de ellos sería el Niño Jesús del que le habían hablado los

Magos. Y esta es la leyenda que dio origen a la costumbre italiana de la Befana, en la noche de Reyes o

de la Epifanía.

Una variante de la Befana es la que la representa como bruja buena montada en una escoba voladora y

entrando en las casas por las chimeneas, dejando regalos a los niños buenos y carbón a los que se portaron

mal.

El caso es que la Epifanía es el período culminante de la Navidad, un cierre de la misma en la duodé-

cima noche desde la Noche Buena, lo que dio origen a numerosos cánticos y villancicos. Este período de

doce días era ya de celebraciones paganas anteriores al cristianismo en el mundo antiguo que festejaba el

solsticio de invierno.

Es interesante considerar cómo la celebración de la Navidad (sin nada que ver en absoluto con Papá

Noel) comienza con la llegada o nacimiento del Niño Dios, Jesús, y concluya con una fiesta para todos

los niños del mundo, que nos incluye también a los adultos. La Epifanía es la fiesta misionera a partir de

que aceptemos la llamada de Jesús para entrar en su Reino y seguirlo como Él quiere: “En verdad os

digo, el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él”.

41

Ramiro no aparece efectivamente en el episcopologio de Burgos sino García Aznárez (1097-1114) su-

cedido por Pascual (1115-1118).

Sabemos que Ramiro, como Ramiro II el Monje (1134-1157), sucederá a Alfonso I en el reinado de

Aragón, aunque antes y después de ser entronizado se dedicó más bien a la Iglesia, siendo, además de

abad de Sahagún, monje en San Ponce de Tomeras (Francia) y abad de San Pedro el Viejo de Huesca, así

como también obispo de Roda-Barbastro (año 1134).

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LEÓN

Por un concilio celebrado en León, presidido por el arzobispo Bernardo de Toledo, los

eclesiásticos allí reunidos, enarbolando la excomunión proveniente del Papa Pascual II,

dieron por definitiva la anulación del matrimonio entre Alfonso I de Aragón y la reina

Urraca, quienes acabaron separándose.42

42

Según la tradición, se considera que Alfonso I corroboró la decisión en Soria y Urraca en Carrión de

los Condes (Palencia). Y a pesar de la separación, los concejos castellanos al norte del Duero (“Ex-

tremadura”) siguieron en sus preferencias por Alfonso I, al menos mientras continuaran amenazados por

los almorávides, muy agresivos en estos momentos con los territorios del nordeste peninsular.

La reina Urraca donó a la colegiata palentina de Husillos la villa orensana de Celanova.

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~ 33 ~

SEGOVIA

En Segovia, combatiendo a las milicias concejiles partidarias de Alfonso I de Aragón,

a mediados de abril, murió el muy destacado noble Álvar Fáñez, pariente próximo del

Cid Campeador,43

siendo éstas sus actuaciones más sobresalientes:

43

Álvar Fáñez (o Álvaro Háñez), conocido también como Minaya por reminiscencias literarias, habría

nacido hacia el año 1047, en algún lugar leonés o castellano. Por lo tanto, tendría 67 años de edad al mo-

rir. Destacó como gran capitán de Alfonso VI, tanto en lo concerniente a las conquistas llevadas a cabo en

las taifas del norte peninsular como en la repoblación consecuente de los territorios conquistados, defen-

diéndolo todo de la expansión almorávide. Las tierras entre Cuenca y Toledo fueron conocidas como las

de Álvar Fáñez.

Estuvo casado con Mayor Pérez, hija del conde Pedro Ansúrez, de Saldaña y Carrión y señor de Valla-

dolid, y de su esposa Eylo Alfonso. Mayor Pérez, al enviudar de Álvar Fáñez, se casó con Martín Pérez

de Tordesillas. Álvar y Mayor tuvieron al menos tres hijos, todos con numerosa descendencia (alguno de

esos hijos, heredero de la localidad leonesa de Villafañe, pudo dar origen al apellido de ese nombre: Vi-

llafañe). Fueron así los referidos hijos: Juan Álvarez (casado con Elvira Martínez, de quien tuvo al menos

tres hijos), Eylo Álvarez (casada en primeras nupcias con Rodrigo Fernández de Castro el Calvo y en se-

gundas nupcias con Ramiro Froilaz, siendo ambos muy poderosos magnates) y Urraca Álvarez (casada

con Rodrigo Vélaz).

Minaya es un apelativo afectuoso empleado reiteradamente en el Cantar de mio Cid, pero consta que

fue un sobrenombre histórico, al estar registrado en dos documentos del año 1110, donde Álvar Fáñez fir-

ma como “Meaania [léase Meanaia] don Álvaro” y “[M]io anaya Alvar Fanez”. Se trata de un apelativo

afectivo que antepone un posesivo románico (mi) al sustantivo vasco “anai” (hermano), que es seguido

por el determinante enclítico eusquérico “-a” (anaia). La forma “mianaia” (documentado “meanaia” y

“mio Anaya” –con posesivo diptongado y átono, como en “mio Cid”– según se acaba de ver), se presenta

en el Cantar de mio Cid con una aféresis de la primera “a” al reducirse el diptongo (“minaya”), aunque

en el verso 1418 esta obra literaria documenta también la grafía “Mianaya”. El mismo apelativo o sobre-

nombre está documentado en otros textos castellanos con distintas variantes, como “Miennaya” o “Mie-

naya”. Su uso se justificaría porque en euskera por largo tiempo tras el comienzo del condado castellano

su repoblación se compuso frecuentemente con vecinos vascos. La misma familia condal, al igual que la

real en León, estaban emparentadas desde generaciones a través de matrimonios con vascuences de Na-

varra y Álava. En el Cantar de Mio Cid, Álvar Fáñez recibe el sobrenombre de “Minaya”, y este apodo a

secas es utilizado para nombrarle. Otras veces lo antepone o lo pospone a Álvar Fáñez: Álvar Fáñez Mi-

naya o Minaya Álvar Fáñez, pero nunca lo usa como patronímico (de Minaya).

Aunque Minaya es actualmente una localidad de la provincia de Albacete, se ignora si Álvar Fáñez tuvo

alguna relación con la misma fuera de que, en el siglo XI, la región en que se encuentra fue frecuente-

mente recorrida por los ejércitos moros y cristianos, entre los que él se destacó. Este topónimo, según el

arabista Asín Palacios (1871-1944), proviene del árabe y significa “camino abierto y visible” y está

presente en diversas poblaciones y parajes españoles (Villaminaya, Encinasola de Los Minayas, Los

Minayas). Tampoco es totalmente descartable que este topónimo sea un patronímico derivado de un com-

puesto de ibn (hijo de) y el nombre bereber Yahya. En todo caso, Alberto Montaner Frutos, en su edición

crítica del Cantar de mio Cid, da por hecho que “Minaya” o “Mianaya” deriva del posesivo castellano

“mi” y el euskera “anai” (hermano) como apelativo aplicado a Álvar Fáñez.

En el Cantar de mio Cid, Álvar Fáñez es mencionado unas treinta veces como lugarteniente y amigo

inseparable del Cid Campeador, el único en quien confiaba en circunstancias difíciles. En la única copia

manuscrita que se conserva del poema, hecha por un tal Per Abat en 1207, se le designa indistintamente

Minaya Álvar Fánez, Álvar Fáñez Minaya o simplemente Minaya, con algunas variantes gráficas (habi-

tualmente “Albarffanez”, donde la grafía n fonéticamente representa la palatal nasal ñ). Las versiones

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~ 34 ~

Mandó construir el castillo de Huelves.44

Participó en la reconquista de las poblaciones de Alcocer45

(una de cuyas puertas lleva

su nombre), Horche,46

Mondéjar, Romanones, Tendilla, Santaver,47

Toledo, Valdeave-

ro48

y Guadalajara.49

En 1077 reconquistó Medina del Campo.50

Entre los años 1085-1086 fue gobernador de Valencia.

posteriores, de las cuales la canónica es la de Ramón Menéndez Pidal, han modernizado la grafía del

nombre fijándola en la actual de Álvar Fáñez. En la faltante primera hoja del manuscrito (reconstruida por

referencias de terceros), el juglar afirmaba que Álvar Fáñez, del Cid era primo hermano. Algunos docu-

mentos de la época lo caracterizan como sobrino del Cid, quien habría tenidos otros hermanos y her-

manas, no bien identificados.

Aunque, según Menéndez Pidal, el poema fue escrito alrededor del año 1140, poco después de los he-

chos relatados (si bien actualmente el Cantar se fecha hacia el año 1200), el anónimo juglar o autor culto

con conocimientos de derecho que lo escribió (de la región de Medinaceli o actual provincia de Gua-

dalajara, a juzgar por los detalles geográficos) no se preocupó por la exactitud histórica sino por los

efectos dramáticos. Esto se explicaría bien con una fecha de composición tardía, que hubiera desdibujado

los hechos de la historia.

Álvar Fáñez es en esta epopeya cumbre de la literatura heroica medieval española una especie de alter

ego del Cid, que lo acompaña tanto en sus campañas de reconquista como en el exilio, con la crucial fun-

ción literaria de permitirle expresar sus sentimientos más íntimos en momentos críticos. Además de otras

inexactitudes históricas, consta en documentos de la época que en muchas de las ocasiones en que el

poema lo sitúa en compañía del Cid, Álvar Fáñez se encontraba en otros lugares. El historiador Gonzalo

Martínez Díez, en El Cid histórico, va más lejos aún, afirmando que nunca perteneció a los ejércitos del

Cid y que actuó de modo totalmente independiente en las campañas guerreras de Alfonso VI, lo que pa-

rece estar avalado por los datos biográficos de que disponemos. Sin embargo, un eco histórico puede ser

la actividad de Álvar Fáñez en la taifa de Valencia entre los años 1085-1086, pues fue a Valencia a donde

lo envió Alfonso VI para que entronizara el depuesto rey toledano Al-Qadir y para sostenerle en los pri-

meros momentos de su artificioso mandato valenciano. Esta circunstancia podría haber sido considerada

en el Cantar de mio Cid, relacionando un conocimiento histórico de la actividad de Álvar Fáñez en Va-

lencia con las campañas levantinas del Cid. El Álvar Fáñez épico es el lugarteniente, alférez o brazo de-

recho del Cid, que además le aconseja sobre todo en cuestiones estratégicas; representa también la voz

única del sentir de su mesnada y le son encargadas misiones delicadas, como las embajadas ante el rey

Alfonso con presentes para solicitar su perdón. Al Cid le presta una fidelidad incondicional.

44

Provincia de Cuenca.

45

Provincia de Guadalajara, como las tres poblaciones siguientes.

46

Provincia de Guadalajara.

47

Que estaba situada en el cauce alto del río Guadiela, afluente del Tajo, en la provincia de Cuenca.

48

Provincia de Madrid.

49

Esta ciudad tiene incorporado a Álvar Fáñez en su escudo.

50

Provincia de Valladolid.

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~ 35 ~

En 1086 sufrió derrota en Peñafiel51

a manos de los almorávides bajo la guía militar

del mismo Yusuf ibn Tasufin, el mismo que también causó la derrota de Sagrajas en ese

mismo año.

En 1088 pudo hacerse valer en Aledo,52

saqueando la zona y conquistando esa plaza

fortificada.

Entre finales de ese mismo año 1088 y a principios de 1089 encabezó una expedición

militar de castigo contra el rey Abd Allah al-Muzaffar de Granada por su apoyo a la

instauración del Imperio Almorávide en la Península.

En 1091 colaboró con las tropas de Al-Mutamid de Sevilla contra los almorávides, pe-

ro vencieron los almorávides en Almodóvar del Río.53

A fines del siglo XI, como parte de la repoblación castellana, fundó el pueblo de Ís-

car.54

En 1097 fue nombrado gobernador de las fortalezas fronterizas del valle del Tajo y

Guadiela, las de Santaver y Zorita de los Canes,55

además de las localidades de Sotra-

gero56

y Villafañe.57

En la primavera de 1108 dirigió los ejércitos castellanos en la batalla de Uclés, con

derrota propia y cristiana a manos de los almorávides de Yusuf ibn Tasufin, siendo esta

la batalla en la que murió el infante Sancho, hijo de Alfonso VI. Logró Álvar Fáñez elu-

dir el cerco almorávide yendo hacia el norte del lugar para proteger la zona alta y media

del Tajo.

Tras la muerte de Alfonso VI (año 1109), Urraca I le dio el título de señor (alcaide) de

Peñafiel, designándolo tenente y jefe militar de la ciudad de Toledo (Toletule dux), sien-

do defendida por él esta ciudad del cerco al que fue sometida por los almorávides ven-

cedores en Uclés.

51

Provincia de Valladolid.

52

Provincia de Murcia.

53

Provincia de Córdoba.

54

Provincia de Valladolid, siendo este hecho rememorado como célebre por el noble infante literato Don

Juan Manuel (1282-1348) en su obra El conde Lucanor, de relatos poéticos moralizantes, cuando dice:

“Don Álvar Háñez era muy buen omne et muy onrado et pobló a Ixcar”.

En el año 939 aparece mencionado el castillo de Íscar (Hins'Skr) en las crónicas musulmanas, hablando

del camino seguido por las tropas de Abderramán III destruyendo los asentamientos cristianos que había

al sur del Duero.

55

En las provincias de Cuenca y Guadalajara respectivamente. Defendiendo esa zona fue derrotado por

el almorávide Muhammad ibn Aisa, hijo de Yusuf ibn Tasufin y gobernador de Murcia, perdiendo

Cuenca, aunque volvió a recuperarla por algún tiempo en 1111.

56

Provincia de Burgos.

57

Localidad de la provincia de León que recibió su nombre de Álvar Fáñez.

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Álvar Fáñez

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CATALUÑA Y BALEARES

Los almorávides, adueñándose de Tortosa, avanzaron en campaña guerrera hacia Léri-

da, devastando mucho territorio a su paso, casi hasta Gerona, donde fueron rechazados y

derrotados por las tropas del lugar que contaron también con las de Urgel y Cerdaña.

Al mismo tiempo, Ramón Berenguer III, con tropas aliadas europeas, contando tam-

bién con flota pisana, atacó las islas Baleares, saqueando Formentera y sitiando Ibiza,

que logró conquistar. Desembarcando finalmente en Mallorca, se apoderó de la isla.

Menorca, defendida por sus habitantes, resiste.

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AÑO 1115

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OVIEDO

El obispo Pelayo de Oviedo,58

que había sido consejero de Alfonso VI, convocó un

concilio en su catedral, en la que fundó un importante Archivo. La sede ovetense goza

del favor de la reina Urraca y ella misma asistió al mencionado concilio sancionando

58

La fecha de su muerte será 1153. Como buen cronista mandó recopilar y escribir las donaciones o tes-

tamentos en un libro de 113 páginas, escritas en caracteres isidorianos y por eso mismo conocido como

“Libro gótico”.

Posiblemente fuera Pelayo un monje benedictino de Sahagún promovido al episcopado por Alfonso VI.

Fue obispo de Oviedo en dos ocasiones (1101-1130 y 1142-1143, siendo todos estos años de muchas vici-

situdes tanto políticas como eclesiásticas).

Previamente a ser obispo, había mediado entre los contendientes obispos de Oviedo y Burgos. El Papa

Pascual II, en cartas del año 1105, declaró que la Iglesia de Oviedo, con privilegio de Palio, dependía di-

rectamente de la “Sede Apostólica”, por lo que estaba exenta de la jurisdicción de cualquier otro me-

tropolitano. Después de 28 años de excelente pontificado, Pelayo renunció a la sede episcopal ovetense.

Se desconocen muchos datos biográficos de este importante personaje de la historia de Oviedo, pero es

cierto que se caracterizó por la defensa de los intereses territoriales de su diócesis, logrando su no some-

timiento a Toledo y su poder de influencia sobre León y Palencia. Fue un insigne predicador.

Es autor de su importante Corpus Pelagianus, cuya parte principal es el Liber Chronicorum, donde se

encuentran copiadas la mayoría de las Crónicas compuestas anteriormente, como la Historia Gothorum,

la Historia Universal de San Isidoro de Sevilla, la Crónica a Sebastián de Alfonso III y la Crónica de

Sampiro. Compuso además una crónica original, que lleva su nombre y que continúa las anteriores, donde

se encuentran sintetizadas y subrayadas todas las características de la historiografía medieval: providen-

cialismo, moralismo histórico e instrumentalización de la nobleza frente a los intereses de la Iglesia

(agustinismo político).

La obra más célebre del obispo Pelayo es su Libro de los Testamentos, en el que recoge todos los docu-

mentos relacionados con la situación jurídica, histórica y de posesiones de su diócesis. La importancia de

esta obra no reside sólo en ser un importante conjunto de documentos jurídicos, sino que además se en-

cuentran éstos enriquecidos con finas miniaturas que están consideradas las mejores del románico espa-

ñol, constituyendo estas imágenes por sí mismas un auténtico tesoro.

Casi con toda seguridad, fue depuesto en el concilio de Carrión que se celebró en 1130, siendo la causa

del rechazo el haberse opuesto, por cuestiones políticas, a la validez de la boda entre Alfonso VII y Be-

renguela (año 1128), hija de Ramón Berenguer III de Barcelona, igual que se habían opuesto a esa boda

otros destacados eclesiásticos.

A pesar de su destitución siguió viviendo en Oviedo y allí se le siguió llamando obispo. Tenía pre-

parados sus funerales en Oviedo y se había reservado un espacio en la catedral para ser enterrado. Sin

embargo, la muerte le sorprendió durante un viaje en Santillana del Mar (año 1153) y fue allí donde reci-

bió sepultura.

Cabe que destaquemos también que en este año 1115 se escribe en gran parte la Crónica Silense, que

contiene una biografía inconclusa de Alfonso VI. Se escribe en latín y muestra una concepción goticista

de la historia (leonesa) del momento, con referencias a la reconquista. Entre sus materiales se inserta una

versión completa de la Crónica de Sampiro. Se conserva en un único códice, de mediados del siglo XV,

en los folios 1-59 del manuscrito 1181 (MSS/1181) de la Biblioteca Nacional de España. Aunque existen

otras copias, una de hacia 1490, todas dependen del MSS/1181.

El obispo Pelayo de Oviedo, en 1119, reanudó la Crónica de Sampiro para el período que va del reinado

de Bermudo II al año de la muerte de Alfonso VI (1109), pero su exactitud y neutralidad es discutida.

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~ 41 ~

sus acuerdos. El obispo Pelayo dio un buen donativo a la reina Urraca para la lucha

contra los musulmanes.

Alfonso VI en una miniatura del manuscrito 1513 de la Biblioteca Nacional de

España, folio 67 vuelto. Representa una escena del Chronicon regum legionensium

del obispo Pelayo de Oviedo (parte final de su Liber chronicorum, escrita por él

mismo) en la que Alfonso VI, alcanzado el poder, se apresura a enviar legados al

Papa Gregorio VII para solicitar la incorporación de la Iglesia Española al rito

romano en 1076, todo ello según la particular visión histórica del obispo de Oviedo.

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CLARAVAL

En Claraval, el monje cisterciense Bernardo,59

nombrado abad, comenzó a edificar el

nuevo monasterio o abadía del lugar.60

59

San Bernardo de Claraval. Se conmemora el 20 de agosto.

60

Situado en la localidad francesa de Ville-sous-la-Ferté (departamento de Aube). Actualmente no se

mantiene allí vida monástica.

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AL-ÁNDALUS

Mazdali, gobernador almorávide andalusí, residente en Granada, murió combatiendo a

las tropas cristianas en tierras fronterizas toledanas. Le sucede su hijo Abd Allah ibn

Mazdali.

También murió en este año 1115 (26 de julio), en Córdoba, Muhammad ibn al-Hayy,

sucediéndole como gobernador de Zaragoza y Levante Abu Bakr ibn Ibrahim, conocido

también como Ibn Tifiluit, que es primo del emir almorávide Alí ibn Yusuf. Abu Bakr

se rodea de poetas en su recién estrenada corte de Zaragoza, destacando en ella el inte-

lectual y poeta Ibn Jafaya al-Jaziri) y como visir el filósofo Ibn Bayyá (Avempace).61

61

Pero Abu Bakr ibn Ibrahim se enemistará pronto con él y lo encarcelará. El pensamiento de este filóso-

fo musulmán tendrá gran influencia en Ibn Rushd (Averroes) y en San Alberto Magno. Ya trataremos más

de su vida y de su obra a su muerte (año 1139).

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CATALUÑA Y BALEARES

Mientras Ermengol VI de Urgel y sus señores enfeudados llevaban a cabo algunas

conquistas de fortalezas musulmanas, el gobernador almorávide Abu Bakr Ibn Ibrahim,

desde Zaragoza y Tortosa, se dirigió a Barcelona, cercándola con la intención de ata-

carla, aprovechando que Ramón Berenguer III se halla en sus campañas por las islas Ba-

leares.62

Pero al regreso de éste, con importante flota de aliados, Barcelona quedó libe-

rada.

Estamos en el siglo XII, un siglo de yihadismo y cruzadas en el que la religión une y

separa a la vez.63

62

Los aliados del conde de Barcelona causaron muchas muertes en las islas Baleares, degollando a muje-

res y a niños, liberando así a miles de cautivos cristianos que allí tenían retenidos los musulmanes. En es-

tas campañas de las Baleares murió también el obispo Ramón Guillermo de Barcelona. Luego se impu-

sieron de nuevo los almorávides en las islas, al mando de Ibn Tafirtast, enviado allí por el emir imperial

Alí ibn Yusuf, absoluto yihadista.

63

El 14 de septiembre, los turcos selyúcidas sufrieron una decisiva derrota latina en la batalla conocida

como de Sarmin o Tell Danith, en Siria.

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~ 45 ~

REINO DE NORUEGA

Con tan sólo 17 años de edad, murió el rey noruego Olaf Magnusson, hijo de Magnus

III (1093-1103), que compartió el trono con sus hermanos Øystein I y Sigurd I, también

hijos de Magnus III, aunque los tres hermanos eran hijos de madres distintas. Puede de-

cirse que Olaf Magnusson apenas reinó, pues, dada su corta edad, siempre actuaron co-

mo regentes Øystein y Sigurd.64

Éstos son ahora sus herederos y sucesores.

64

Por su escasa significancia en la historia de Noruega, como ya señalábamos anteriormente en su mo-

mento, no se sabe casi nada de Olaf Magnusson y no se le asignó un número en la línea sucesoria de los

reyes noruegos, de lo contrario habría sido llamado Olaf IV, pero ese número será utilizado por Olaf IV

de Noruega, que reinará entre los años 1370-1387.

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~ 46 ~

Amiens (Francia)

El obispo Godofredo de Amiens, habiendo enfermado, murió en este año, a sus 49

años de edad, en el undécimo año de su dificultoso pontificado.65

Había nacido en Moulincourt, diócesis de Soissons, siendo el tercero de los hijos de

una noble familia. Protegido por un tío suyo y obispo de Soissons, fue educado en la vi-

da monástica cerca de la ciudad de Péronne, en la Picardía francesa.

A sus 25 años de edad fue ordenado sacerdote por el obispo de Noyon y se convirtió

en el abad de Nogent-sous-Coucy, siendo aquí sucedido por el monje Guiberto en 1104,

importante historiador y teólogo.

En ese mismo año fue nombrado Godofredo obispo de Amiens, donde encontró no

pocos problemas, sobre todo al verse rechazado por la nobleza y la burguesía, contrarios

a sus enseñanzas y actitudes a favor de los pobres, muy desafortunados en medio de las

luchas feudales del momento. En vez de aliarse con los poderosos, Godofredo se man-

tuvo llevando más bien vida de cartujo, en la Grande Chartreuse, cultivando la oración

en el silencio y la vida de austeridad penitencial. Por eso, aunque la sede de Amiens le

correspondía, no pudo hacerse valer del todo en ella hasta este año (1115), el de su

muerte, sin que los problemas para asentarse estuvieran resueltos.

Como se puso enfermo, fue a refugiarse a la abadía de Saint-Crépin, en Soissons,

siendo éste el lugar de su muerte.

San Godofredo de Amiens

65

San Godofredo de Amiens. Se conmemora el 8 de noviembre, aniversario de su muerte.

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~ 47 ~

HUY (BÉLGICA)

En Huy, recluido en el cercano monasterio de Neufmoustier, murió el monje Pedro de

Amiens (por haber nacido aquí), conocido también como el Ermitaño, a los 65 años de

edad. Le podemos recordar por haber organizado y emprendido la cruzada de los pobres

previa a la primera cruzada a Tierra Santa tras el Concilio de Clermont del año 1095.

Muchos de aquellos pobres partieron precisamente de Huy y en gran parte acabaron ma-

sacrados o sufriendo muchos infortunios durante el trayecto, y mientras Pedro, en tierras

bizantinas, esperaba a los nobles caballeros cruzados para que le ayudaran.

Tras la conquista cristiana de Jerusalén a mediados de julio del año 1099, Pedro fue

nombrado capellán de los cruzados y se empeñó, enardecidamente, en que los infieles

fueran masacrados sin excepción. Su fanatismo, expresado en sus sermones (más bien

arengas) le llevó a prometer el Paraíso a cuantos se comprometieran a ello.

En 1100, regresó a Huy, donde fundó el monasterio de Neufmoustier.

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~ 48 ~

ISLAS ORCADAS

Del modo que aquí contamos, asesinado, murió en las Islas Orcadas su jarl Magnus

Erlendsson,66

hijo del jarl Erlend Thorfinnsson y de Tora Sumarlidisdotter. Cogobernó

las Orcadas con su primo Hakon Paulsson desde 1108.

A la muerte de Magnus III de Noruega (año 1103), Magnus Erlendsson decidió re-

gresar a su tierra y reclamar su herencia. Entonces su primo Haakon Pålson (Paulsson)

acababa de ser investido formalmente como jarl de las islas, puesto que Sigurd había

marchado a Noruega para ser coronado rey.

Magnus recibió el apoyo de campesinos y de familias poderosas de las islas, pero Ha-

akon se negó a compartir el gobierno. Sin embargo, los nobles decidieron que el asunto

fuese resuelto por decisión de los dos reyes de Noruega, Sigurd y Øystein. Cuando

Magnus llegó a Noruega, el rey Sigurd se hallaba en peregrinación en Jerusalén, y el rey

Øystein apoyó a Magnus, nombrándolo jarl de la mitad de las Orcadas. Magnus se dis-

tinguió como un buen gobernante y devoto cristiano.67

Tras un breve período de paz, comenzaron las hostilidades entre ambos bandos. Mag-

nus encontró el rechazo de una parte de la clase guerrera que pretendía continuar con las

expediciones vikingas de saqueo por las Islas Británicas y que ante la negativa de Mag-

nus se unió a Haakon.

Se estableció que el lugar de las negociaciones de paz sería la isla de Egilsay, a donde

llegarían Haakon y Magnus, cada uno con dos barcos (Semana Santa de este año 1115);

Magnus llegó a la isla con dos barcos, pero Haakon llegó con ocho. Ante la superioridad

numérica, Magnus ordenó a sus hombres no presentar batalla.

66

San Magnus (o Magno) de las Orcadas. Fue canonizado en 1898 (el 11 de julio) por el Papa León XIII.

Se conmemora el 16 de abril.

A través de su abuela paterna, Ingebjørg Finnsdatter, Magnus se emparentaba con los reyes noruegos

Olaf el Santo y Harald Hardrada. Su padre, Erlend Thorfinnsson, cogobernaba en las Orcadas junto a su

hermano gemelo Pablo.

En 1098, el rey Magnus III de Noruega se apoderó de las islas y depuso del gobierno a Erlend y Pablo,

mientras que designó como jarl a su hijo Sigurd. Dada la corta edad de Sigurd, Hakon Paulsson –hijo de

Pablo– se hizo del poder de facto, enfrentándose a sus primos Magnus y Erling, hijos de Erlend.

Magnus, sin embargo, estaría al servicio del rey Magnus III de Noruega, y tomó parte en una expedi-

ción vikinga de éste sobre la costa occidental de Escocia, Inglaterra y Gales. Cerca de la isla de Anglesey,

en Gales, la expedición se topó con una flota galesa, pero Magnus, por sus fuertes convicciones cristianas,

se negó a entrar en batalla, y permaneció en cubierta cantando salmos.

Por esa actitud se enfriaron las relaciones con el monarca noruego, y Magnus tuvo que permanecer un

tiempo en Escocia, en la corte del devoto rey Edgar, con quien tenía cierto grado de parentesco. La Saga

de Magnus (Magnnussagaen) habla también de un período de penitencia en casa de un obispo galés y una

temporada en Inglaterra.

Parece ser que estuvo casado, desde 1105, con una joven nórdica llamada Ingarth, con quien se mantu-

vo en castidad.

67

Según las sagas.

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~ 49 ~

Al día siguiente, el 16 de abril, Viernes Santo, se encontraron Magnus y Haakon.

Magnus fue hecho prisionero y pidió no ser asesinado.68

Alternativamente, Magnus le

hizo varias propuestas a Haakon para que no cargara con el peso de su muerte: pere-

grinar a Roma o a Tierra Santa, ser exiliado a Escocia, ser mutilado… Fue esta última

propuesta la que aceptó Haakon, pero unos jefes guerreros reunidos en asamblea deci-

dieron que uno de los dos jarls debía morir. Uno de los hombres más cercanos a Haakon

se negó a matar a Magnus, y la tarea sería cumplida por el cocinero, quien decapitó al

prisionero con un hacha. Haakon sepultó el cadáver de su primo en el mismo lugar de su

muerte, en un terreno pedregoso.69

San Magnus

68

Según la tradición y las sagas.

69

Donde según la leyenda hagiográfica y piadosa brotó un césped verde. Por solicitud de la madre de

Magnus, los restos fueron trasladados a la iglesia de Birsay, el lugar donde ella vivía, en la isla Mainland.

En ese tiempo se propagó el rumor de la santidad de Magnus, y se produjeron peregrinaciones a la iglesia

desde distintos lugares de las Orcadas, las Shetland y Escocia. Hubo varios testimonios de milagros y de

asesinado por motivos políticos Magnus pasó a ser considerado santo mártir cristiano. Su culto se fue

aceptando y se reguló ya como tal con el traslado de sus reliquias a la catedral de San Magnus en Kirk-

wall, capital de las Orcadas (año 1135). Una segunda catedral dedicada a San Magnus se construyó en las

Islas Feroe hacia el año 1300.

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BONDENO DI RONCORE

(Italia)

En Bondeno di Roncore, al norte de Italia, murió el 24 de julio la Gran Condesa

Matilde de Toscana, también conocida como Matilde de Canossa, la que fue gran aliada

del Papa Gregorio VII en la querella de las investiduras contra el emperador germano

Enrique IV, como ya fuimos contando. Matilde, mujer muy influyente y guerrera, tenía

69 años de edad.70

Murió muy afectada de gota. Recibió cristiana sepultura en la abadía

de San Benito Polirone, en San Benedetto Po.71

La Gran Condesa Matilde

70

Era hija del marqués Bonifacio III de Toscana y de Beatriz de Lotaringia, hija del duque Federico II de

la Alta Lotaringia.

En 1071, se casó con Godofredo IV el Jorobado, duque de la Baja Lotaringia, que murió en 1076; luego

se volvió a casar por motivos políticos con el duque Güelfo II de Baviera, mucho más joven que ella (una

diferencia de 26 años), en 1089.

71

Pero en 1633, por voluntad del Papa Urbano VIII, fueron trasladados sus restos al Castell Sant’Angelo

de Roma. Y finalmente, en 1645, se trasladan dichos restos de nuevo a la Basílica de San Pedro en el Va-

ticano, donde reposan, en una suntuosa tumba esculpida por Bernini, siendo una de las pocas mujeres,

junto con la reina Cristina de Suecia, que se encuentran sepultadas allí.

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AÑO 1116

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ESPAÑA EN ESTE AÑO 1116

Se puede resumir todo cuanto pasa en España en este año 1116 como de tensiones y

bandos en conflicto, llevando las de perder el rey aragonés Alfonso I.

El Papa Pascual II, inclinado a defender los derechos de Alfonso Raimúndez, otorgó

derechos y poderes a los monjes de Sahagún sobre los burgueses de la villa.

El conde de Traba, Pedro Froilaz, con su protegido Alfonso Raimúndez, viajó a Tole-

do para luchar contra los partidarios de Alfonso I y contra los musulmanes, reforzando

así la posición del heredero (éste ya había sido enviado por su madre a esta frontera

durante los veranos anteriores, desde 1114).72

Al mismo tiempo, la reina Urraca fue a

Santiago de Compostela para reforzar su propia posición en Galicia, pero su grave en-

frentamiento con el obispo Gelmírez, que provocó la sublevación de la burguesía de la

ciudad, obligando al obispo a aceptar la autoridad de la reina, hizo que el conde de Tra-

ba decidiera regresar allí cuanto antes con el heredero. Finalmente ambos bandos llega-

ron a un importante acuerdo en Sahagún, en octubre: Alfonso será rey en las tierras más

allá del Duero (incluyendo Toledo) y en Galicia (donde el árbitro seguirá siendo Gelmí-

rez), la reina Urraca es cada vez más desplazada del poder, aunque lo sigue ostentando.

Como necrológica podemos contar también de este año la muerte de Doña Jimena,

viuda del Cid Campeador.73

Por Cataluña hay movimientos negociadores por Italia y ante la Santa Sede, sobre to-

do por parte del condado de Barcelona y en pos de la definitiva restauración de la dio-

cesis de Tarragona como metropolitana.

Como necrológica podemos destacar también la muerte del conde Hugo II de Ampu-

rias, siendo sucedido por su hijo Ponce II.74

En las Islas Baleares, con no pocas vicisitudes, se consolidó el dominio de los almorá-

vides.

El granadino Abu Hamid al-Garnati, un comerciante viajero que actúa también como

esforzado misionero islámico, partió en este año hacia los más alejados países, sobre to-

72

Es la época en la que se emprenden las campañas militares.

73

En 1103, en San Pedro de Cardeña, firmó un documento por el que vendá un monasterio de su pro-

piedad a dos canónigos de Burgos, aunque tal hecho no significa que Jimena viviera recluida en la men-

cionada abadía de Cardeña durante toda su viudedad, como sostiene la tradición legendaria difundida por

el cenobio a partir del siglo XIII, en los materiales de cariz hagiográfico conocidos como Leyenda de

Cardeña (ver Epílogo II). Lo más probable es que Doña Jimena viviera sus últimos años en Burgos. Se

barajan como fechas de su muerte las de un 29 de agosto del año 1113 o más posiblemente de 1116.

74

Era hijo primogénito de Ponce I de Ampurias y de Adelaida de Besalú. Viajó como peregrino a San-

tiago de Compostela y a Jerusalén. Fue uno de los consejeros del conde Ramón Berenguer III de Barce-

lona en sus expediciones a las Baleares desde 1114. Casado con Sancha de Urgel, hija de Ermengol IV de

Urgel, tuvo de ella a su hijo Ponce II, su heredero y sucesor en Ampurias.

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~ 53 ~

do musulmanes. A Abu Hamid le resulta asfixiante el dominio integrista de los almorá-

vides en la Península.75

Abu Hamid, que nació en el año 1080, en la Granada zirí, es hombre culto y destacado

polígrafo.76

Sus antepasados se desenvolvieron muy bien en la política granadina de los

ziríes y compartieron los azares y vicisitudes de su época entre los siglos XI y XII.77

En Sevilla murió el emir almorávide andalusí Muhammad ibn Fatima, sucesor de Sir

ibn Abu Bakr.78

75

En el siglo XII existía una compleja y bien diversificada red de itinerarios o caminos desde Al-Ándalus

hacia el norte de África y hacia Oriente, por donde transitaron no pocos viajeros de la época.

76

En la narración de sus viajes, Abu Hamid, que dedicará su atención a evocar su Granada natal y de

infancia, hablará de muy diversos lugares no sólo describiéndolos geográficamente sino contando también

todo aquello que le maravilló o llamó su atención.

77

El padre de Abu Hamid fue posiblemente uno de los que, con su familia, como otros más, huyeron de

Granada en 1090, cuando el almorávide Yusuf ibn Tasufin se acercaba amenazador a la ciudad del Genil

con sus tropas. Abu Hamid tenía entonces 10 años de edad. Aquella expedición del emir almorávide, sin

necesidad de asediar Granada, produjo primero la sumisión y luego el destronamiento inmediato del rey

zirí Abd Allah. La familia de Abu Hamid, tras abandonar Granada, pudo buscar refugio en Uclés, plaza

fuerte que en ese tiempo pertenecía de forma precaria a los dominios del rey cristiano Alfonso VI, quien

en ese momento mantenía relaciones amistosas con el último zirí granadino. Pero en 1108 esa población

fronteriza fue conquistada por un ejército almorávide que derrotó a las fuerzas alfonsíes (batalla de

Uclés).

78

Una vez conquistada Granada, en el año 1090, por el almorávide Yusuf ibn Tasufin, éste regresó a sus

dominios magrebíes, dejando en el territorio andalusí peninsular a su primo Sir ibn Abu Bakr con el man-

dato de dominar al resto de las taifas de Al-Ándalus. Sir se reforzó en Tarifa y desde allí se adueñó to-

talmente de las taifas de Sevilla (primavera de 1091) y de Carmona (verano de ese mismos año). Desde

septiembre emprendió también las conquistas de las taifas de Jaén, Murcia y Denia.

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~ 54 ~

REINO DE HUNGRÍA

El 3 de febrero murió el rey Colomán de Hungría,79

con 42 años de edad y 21 de rei-

nado.80

Recibió sepultura en Székesfehérvár (o Alba Regia), centro capital de Hungría,

junto a su predecesor el santo rey Esteban I. Era hijo de Géza I y de Sofía de Looz.

Sucedió en el trono húngaro a su tío Ladislao I,81

quien sin embargo había elegido como

sucesor a Álmos,82

hermano de Colomán. A éste lo había enviado Ladislao a un mo-

nasterio, donde se convirtió en hombre culto y amante de los libros. Incluso fue nom-

brado obispo de Oradea.83

Ladislao murió en 1095, antes de poder cumplir su promesa de acudir a la primera

cruzada. Colomán, que se encontraba en Polonia, había vuelto a Hungría justo a tiempo

para recibir la bendición de Ladislao antes de que el rey expirara. Colomán no cumplió

la promesa de su tío, ni en su lugar ni a título personal, de acudir a la cruzada, pero per-

mitió a los ejércitos cruzados atravesar su territorio. Después de que aquellos ejércitos

se dieran al pillaje, Colomán impuso grandes restricciones a los cruzados que pasaran

después por Hungría: dejar rehenes, someterse a la vigilancia del propio ejército hún-

garo, etc. Por todo esto, los cruzados difundieron por todas partes la mala fama de un

Colomán desagradable.84

79

Con el sobrenombre de Bibliófilo. Pasó a la tradición húngara como el rey jorobado, cojo y de aspecto

desdeñado. Sin embargo, se duda actualmente que su aspecto físico haya sido tan monstruoso o tan defor-

me como se le describe en varias crónicas.

Cuatro siglos después de su muerte, Colomán recobró protagonismo cuando el emperador Maximiliano

I de Habsburgo (1493-1519) le reivindicó como antepasado suyo en el trono húngaro. Debido a ello, Co-

lomán fue representado en obras de arte por varios autores de prestigio, destacando entre ellos el célebre

Alberto Durero.

80

También en Croacia desde el año 1102.

81

San Ladislao, que se conmemora el 27 de junio.

82

Álmos el ciego, pues Colomán lo hizo cegar, y a su hijo Bela, para impedir que reinara. Ocurrió en el

año 1115.

83

Son bastante desconocidas las circunstancias por las que Colomán llegó a reinar desplazando a su her-

mano Álmos cuando murió Ladislao I. entre otras cosas, para reinar tendría que haber dispuesto de dis-

pensas pontificias, si es que en verdad tenía las sagradas órdenes, cosa que tampoco está clara. Sí es ver-

dad que en sus últimas leyes no consta que Colomán tuviera dificultades con los clérigos casados.

Oradea o Gran Varadino es actualmente una ciudad de Rumanía, pero fue de Hungría desde el año 1000

(cuando el rey San Esteban I de Hungría fundó este reino) hasta 1919. El rey San Ladislao I de Hungría

fundó un monasterio en el lugar en el que ya existía un castillo, erigiéndose en diócesis este territorio.

Allí recibió sepultura el rey San Ladislao I.

84

Pero la Corte de Colomán se distinguió por ser culturalmente muy destacada. Hay varios ejemplos de

elaborados escritos, como una crónica de Hungría, la Vida de San Esteban (escrita por el obispo Hartvik),

la más corta de las leyendas existentes sobre San Gerardo Sagredo o varías colecciones de obras legisla-

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~ 55 ~

De la política exterior de Colomán podemos contar que, mientras Ladislao intentó te-

ner buenas relaciones con el Sacro Imperio Romano Germánico, sobre todo cuando

combatió en Croacia, Colomán intentó seguir más bien unas aceptables relaciones con

la Santa Sede (Estados Pontificios).85

A pesar de que Dalmacia era deseada por la Repú-

blica de Venecia, Colomán aprovechó el gran ejército formado por su tío para subyugar

Croacia y Dalmacia, territorios que recuperó en la batalla de la montaña Gvozd (año

1097).86

Colomán se casó en dos ocasiones, siendo la primera de ellas en 1097 con Felicia de

Sicilia, hija del conde Roger I de Sicilia, conocida en Hungría como Busila. Tuvieron

tres hijos: Esteban (quien ahora sucede en el trono húngaro como Esteban II),87

Ladislao

(1101-1112) y Sofía.88

tivas. En una de sus leyes más famosas, Colomán trata con total tolerancia sobre las “strigas” o brujas:

“De strigis vero, quae non sunt, nulla quaestio fiat” (“Sobre las brujas, ya que éstas no existen, no se

harán examinaciones o inquisiciones indagando por ellas”). Esto se encuentra en el Artículo 57 del

Primer Libro de Ley del rey Colomán de Hungría. El reino de Hungría no fue persecutorio ni inquisito-

rial, como sí lo fueron otros, durante la Edad Media. Si fue o no por las propias deformaciones físicas de

Calomán, el caso fue que Hungría se distinguió siempre por su protección hacia los más desfavorecidos

en todos los sentidos.

Efectivamente, en toda la Europa Medieval se realizaban incontables persecuciones contra personas

inocentes, que si bien en muchos casos profesaban doctrinas que eran herejías del cristianismo, o habían

cometido algún crimen, una buena parte eran víctimas de su tiempo. En Hungría por el contrario, como se

evidenciará en siglos posteriores, la inquisición se llevó a cabo de una manera poco estricta, donde casos

como el primer director de la Inquisición húngara, el beato Paulus Hungarus, destacó en su defensa de los

chamanes húngaros, confiando en ellos más que en muchos de los considerados médicos o en los bien

considerados doctores italianos. De esta forma, irónica o paradójicamente, el primer director de la Inqui-

sición se convirtió en uno de los más grandes defensores de los húngaros paganos e intentó convertirlos, a

ellos y a las tribus cumanas, a la verdad de la fe mediante la evangelización y no por otros procedimien-

tos. Todo esto y muchos aspectos más destacan la extrema tolerancia y paciencia que tuvieron siempre los

monarcas húngaros medievales y modernos, donde si bien eran ellos fervientemente católicos, junto con

la mayoría de la población, siempre existió un lugar en el reino para aquellos de otras etnias o religiones,

o de diversas creencias.

85

El Papa le concedió el poder de nombrar obispos. De todos modos, Colomán fue el primer rey húngaro

que renunció formalmente a sus derechos sobre investidura, aunque no permitió que los obispos hicieran

juramento feudal al Papa. Igualmente fue paulatinamente proclive a imponer la obligación del celibato

eclesiástico. También ordenó que nadie fuera promovido a puesto jerárquico en la Iglesia si no había al-

canzado los correspondientes estudios para ello y que los canónigos hablaran en latín entre ellos.

86

Fue guerra de sucesión en Croacia. El rey croata, Dimitar Zvonimir, murió sin herederos, y su esposa

viuda, Helena de Hungría, hermana de Ladislao I, llamó a éste (año 1091) para que se ocupara de

Croacia. Fue lo que ocurrió, quedando Croacia anexionada a Hungría. Tras la muerte del rey Ladislao I,

los croatas pretendieron independizarse eligiendo como rey al noble Petar Svačić, al que Colomán derrotó

(año 1097).

87

Reinará hasta 1131.

88

Fue casada con un noble húngaro llamado Saul, quien llegó a ser ispán o gobernador (en la provincia

de Bihar), siendo hijo de ambos el príncipe conocido como Saul de Hungría. Puesto que Esteban II no

podía engendrar un heredero a pesar de haber tenido dos esposas, el monarca húngaro nombró como su

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~ 56 ~

Felicia murió y Colomán volvió a contraer matrimonio con Eufemia de Kiev, hija de

Vladimir II. Este matrimonio duró tan sólo unos meses, pues Colomán se divorció cuan-

do descubrió que Eufemia le resultó adúltera. Colomán la mandó de vuelta a Kiev, don-

de ella tuvo un hijo: Boris Kolomanović (año 1112).89

Colomán de Hungría

heredero a este Saul sobrino suyo. Sin embargo Saul probablemente murió antes que el propio rey, y ante

la necesidad de nombrar un heredero, Esteban llamó a su primo Bela, que aún no había muerto. De este

modo, tras la muerte de Esteban II (año 1131), será reinante Bela II el ciego, aunque Colomán lo había

cegado para que no reinara.

89

Kolomanović significa hijo de Colomán. La fecha exacta del nacimiento de Boris es incierta, así como

las circunstancias en las que vino al mundo. Su madre, Eufemia de Kiev, había sido repudiada por su

padre y enviada embarazada a Vladimir II de Kiev. El rey húngaro la había acusado por trasgredir el

matrimonio y rechazó al hijo que llevaba en su vientre. Posteriormente, tanto Eufemia como el propio

Boris se considerarían miembros legítimos y dinásticos de la Casa de Árpad.

Probablemente Boris se llamó así en honor al mártir ruso muerto el 24 de junio de 1015, siendo su culto

muy extendido por Vladimir II. No hay muchos datos sobre la infancia de Boris Kolomanović, aunque se

ha de suponer que vivió en Kiev con su madre y con su familia, mientras su tío Mstislav I de Kiev he-

redaba el principado en 1125. Lo cierto es que Boris resultará el más obstinado y persistente pretendiente

al trono húngaro en la historia de este reino, pretendiendo imponerse a Esteban II, Bela II y Géza II.

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CHARTRES (FRANCIA)

El obispo Ivo de Chartres, murió en esta ciudad el 23 de diciembre, a sus 76 años de

edad, habiendo sido obispo del lugar durante 32 años90

Se le reconoce como figura cla-

ve en la querella o disputa en torno a las investiduras, porque hizo valer sobre lo pura-

mente doctrinal más bien la viva voz de la prudencia y de la misericordia, pues un pas-

tor se debe a ellas antes que a la ortodoxia sin que ésta llegue a mermar (lo que la mer-

ma es pretenderla como algo puro a imponer sin esfuerzos por un entendimiento). Ser

equilibrado no significa ser ecléctico o proclive a las imprecisiones y frivolidades super-

ficiales de quien no se arriesga en nada.91

Desde su Beauvais natal y procedente de una familia noble, Ivo marchó a estudiar pri-

mero a París y luego a la abadía de Bec, en Normandía, donde coincidió con Anselmo

de Canterbury asistiendo a las clases de Lanfranc.

En 1078 fue prior del monasterio de San Quintín de Beauvois, pasando a ser obispo de

Chartres 12 años más tarde.92

Destacó como jurista canónico de gran finura y acierto, al-

canzando gran renombre, como queda dicho, en la viva polémica de su tiempo en torno

a las investiduras. Fue un innovador al respecto, contribuyendo a desbloquear mucha

rigidez al respecto. Partió de que hablar de investiduras no es hablar de sacramentos y

de que matizando acerca de los ámbitos (sagrado o secular) puede admitirse que las

otorgue un laico. Para Ivo de Chartres, la consagración episcopal y su encomienda pas-

toral es una cosa y lo de poseer o entregar bienes o derechos de carácter temporal es

otra.

Es ciertamente elogiable este santo y anciano obispo, Ivo de Chartres, por su vida y

por su muerte en la paz de Dios, en fechas casi navideñas.

De aquella entrada solemne como obispo de Chartres en el año 1084, se habló mucho

por toda Europa. Fue grande el alborozo de sus diocesanos, muy contentos de recibirle

como obispo. Él los bendecía a todos y, cuando hubo recorrido las calles de Chartres,

homenajeado y calurosamente querido, era como si no se supiera a dónde ir. La resi-

dencia episcopal estaba desmantelada y llena de trastos, porque el vizconde de Chartres

lo había estropeado todo, profanándolo y poniéndolo en venta.

No era ésta la primera entrada en su diócesis. Venía de la prisión, donde había pasado

algunos meses por recriminar la conducta escandalosa del rey. Felipe I de Francía, de

manera injustificada, había repudiado a Berta, su mujer legítima, y se había unido a

Bertrada de Montfort, esposa del conde de Anjou. El escándalo en el reino de Francia

fue enorme. En realidad, no era el obispo de Chartres el superior inmediato del rey al

90

San Ivo de Chartres. Se conmemora el 23 de diciembre.

91

San Ivo de Chartres fue inflexible adversario del rey Felipe I de Francia (1060-1108) por repudiar a la

reina Berta de Holanda y pretender así casarse ilegítimamente con Bertrade de Montfort.

92

Guido, buen obispo, regía entonces la diócesis de Beauvois.

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que correspondía tomar cartas en el asunto. Pero el obispo de Sens y otros muchos de

estos tiempos no tienen autoridad para hablar. Muchos obispos y clérigos están asegla-

rados, pues se reciben los cargos episcopales de manos del rey; y por eso están más al

servicio del soberano que del pueblo de Dios. A esta concesión real de los poderes sa-

grados es a lo que se llama la investidura laica. Los obispos, al recibirla, se convierten

en señores feudales, viviendo y procediendo luego en todo como tales, además de en

completo nicolaísmo. Parejo al deterioro del sacramento del Orden va el del Matrimo-

nio. La Iglesia como tal se desautoriza con ese proceder y la predicación evangélica se

torna vacía, con peligro de inoperancia.

Pero Ivo de Chartres, de palabra y por escritos, no se calló sino que afeó todos los vi-

cios y corruptelas, empezando por los pecados del rey. Lo admirable es el tono profético

que Ivo supo dar siempre a sus pronunciamientos, hablando siempre a tenor del respeto

a las prerrogativas institucionales y a las personas, pero siempre reprendiendo, corri-

giendo, exhortando, predicando.

Por supuesto, ni el rey ni Bertrada se mostraron humildes, ciegos como estaban de do-

blez y de lascivia. En vez de enmendarse hicieron lo único que saben hacer los pode-

rosos malos: recurrir a la represión y a la violencia. Contaron para ello con el mal ser-

vicio del vizconde de Chartres, el cual se apoderó de los bienes del obispado y metió a

Ivo en la prisión de su castillo de Puiset. Pero el pueblo valoró todo aquello declarando

a Ivo como mártir semejante a San Juan Bautista.

El pueblo de Chartres estaba indignadísimo y la reacción popular hizo que su obispo

Ivo fuera rehabilitado. Así hizo finalmente su entrada en Chartres. Tenía 52 años de

edad.93

Yvo le dijo al Papa que él no tenía ninguna necesidad de ser obispo, pero el Papa le

respondió que su nombramiento era irrevocable, sencillamente porque el episcopado de

la Iglesia le necesitaba a él. Entonces aceptó, porque además el pueblo le llamaba por

aclamación.

Yvo siguió condenando con valentía la conducta del monarca y oponiéndose a que esa

unión se legitimara ante la Iglesia por la bendición nupcial. “Antes de ser escándalo

para los débiles prefiero que me arrojen al mar con una rueda de molino al cuello”, de-

cía al rey. En otra carta dirigida a todos los obispos les hablaba así: “Os suplico que no

permanezcáis como perros mudos, sin valor para ladrar”. Durante doce años vivió en

la inquietud; tentativas de mediación, viajes, concilios varios, intervenciones ante la Cu-

ria romana, excomunión del rey, absolución, nueva excomunión; incomprensión por

parte de los obispos contemporizadores, acusaciones de terquedad. El rey tenía entonces

un papel preponderante en la elección de obispos, y procuraba elegir candidatos dis-

puestos a tolerar su unión con Bertrada. Ivo salía al paso de los proyectos reales de in-

vestidura, consiguiendo que fueran rechazados muchos pretendientes indignos, y pro-

movidos los sabios y virtuosos.

93

Su predecesor en Chartres, Godofredo, eran uno de esos malos obispos plegados al poder temporal y a

la corrupción de los señoríos feudales que tanto daño causaron a la Iglesia en la Edad Media. La diócesis

había causado muchos quebraderos de cabeza a los Papas, desde Gregorio VII y Urbano II hasta Pascual

II. Finalmente, éste hizo bien con deponer a Godofredo y nombrar como obispo a Yvo.

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Fue una lucha ejemplar por la santidad y el honor del sacerdocio. Este constante for-

cejeo espiritual le traía cada día su dosis de disgustos y sinsabores. Recordaba con nos-

talgia sus años de vida regular. En 1092 escribía a sus canónigos de San Quintín: “Por

todas partes encuentro dificultad y persecución. El obispado es un suplicio; el honor,

un agobio; la elevación, una tempestad que amenaza con el naufragio. Comparando las

ventajas y los inconvenientes de mi estado, a veces me ocurre deleitarme en pensa-

mientos y deseos de una persecución por causa de la justicia que llegara a privarme de

mi cargo pastoral, tan lleno de amarguras e inquietudes, de tempestades y angustias;

entonces podría descansar en seguridad deleitosa y luminosa. Pero luego me reprocho

estos pensamientos y me someto a la voluntad divina; y no me atrevo a hurtar mi cuer-

po al trabajo, sabiendo que no muero para mí, sino para Aquél que murió por nosotros.

No puedo ser el siervo malo y perezoso...”. Por fin los esfuerzos del obispo Ivo consi-

guieron el arrepentimiento del rey y su absolución por el Papa Pascual II. Felipe y Ber-

trada prometieron con juramento ante una asamblea de obispos que se separarían. Y así

acabó, por fin, aquella situación que fue una turbia fuente de dificultades y turbulencias

en la Iglesia francesa.

Ivo destacó en primer plano en los asuntos de las investiduras y del nicolaísmo impe-

rantes, asuntos que caracterizaron como terribles y convulsos estos tiempos de la histo-

ria de la Iglesia.

Muchísimos clérigos y obispos tenían concubinas; hubo quienes llegaron a celebrar

sus bodas sacrílegas con la mayor fastuosidad. Esta lamentabilísima situación procedía

de que el Papa no tenía parte en la elección de los obispos: eran los reyes y señores feu-

dales los que los nombraban, casi siempre mediante sobornos y dinero (simonía). Te-

nían incluso un rito para el nombramiento, que consistía en entregar el báculo y el anillo

con estas palabras: “Recibe la diócesis”. A esta entrega de la diócesis la llamaban la in-

vestidura laica. También los sacerdotes eran nombrados por los señores seglares, porque

las iglesias eran de propiedad particular. En estas condiciones fácilmente se comprende

que los nombramientos recayeran en clérigos sin vocación eclesiástica, que buscaban

los oficios sagrados para provecho propio, no para el servicio de Jesucristo y de su pue-

blo. De ahí el concubinato de los clérigos y la simonía o compraventa de los oficios

eclesiásticos. A tales calamidades se llega cuando los políticos usurpan los poderes sa-

grados que el Señor Jesucristo depositó en su Iglesia.

Los Papas tuvieron que reaccionar y no resignarse a la impotencia por la avaricia, la

lujuria y la soberbia generalizadas. Los Papas supieron que sólo desde la Santa Sede

vendría el remedio a tantos males. Es lo que emprendieron ya en el siglo XI los Papas

Esteban IX (logrando su tiara por elección regulada canónicamente sin imposición im-

perial) y Gregorio VII, quien se propuso como objetivo papal acabar con la investidura

laica. Ya lo fuimos contando. Tomó medidas tan drásticas como necesarias, tal como

siguen imponiéndose en el siglo XII.

El tema de las investiduras estaba al rojo vivo cuando Yvo de Chartes no era más que

un niño que andaría jugando por los prados de Beauvais. El tema era de rabiosa actua-

lidad en sus tiempos de estudiante. Yvo se pertrechó de estudio al respecto, estudiaba

atentamente, criticaba los libros nuevos, pensaba, buscaba soluciones y, finalmente, en-

señaba. Estudiaba concienzudamente las leyes antiguas de la Iglesia, y soñaba con ver-

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las de nuevo practicadas en una Iglesia limpia y fuerte, libre y santa. Más aún que a los

panfletistas y aduladores del emperador temía a los escritores del tipo de Bonizón de

Sutri, con sus panegíricos del Papa en tonos violentos y parciales, amigo de soluciones

extremistas y utópicas. Su presencia en la polémica, decía Ivo, no hace otra cosa que dar

buenos argumentos a los contrarios y exacerbar los ánimos.

Cuando empezó el pontificado episcopal de Yvo en Chartres, la polémica estaba en

estado incandescente. Cada elección, cada acto de los reyes de Francia y de Inglaterra,

levantaba pugnas tempestuosas entre los partidarios de la investidura y los amigos leales

al Papa.

Yvo fue personalmente un ejemplo a considerar: no fue investido por ningún seglar

sino elegido por sus diocesanos y consagrado por el Papa en persona. Con este gesto se

ponía, desde el primer momento, al servicio del Papa y del lado del pueblo de Dios. Yvo

no podía resultar sospechoso de nada ni tampoco un intransigente. Dotado de un gran

sentido de la realidad, rígido en los principios, pero flexible y hábil en su aplicación;

habituado de antiguo a mandar hombres, lo cual le había enseñado a discriminar lo ideal

de lo hacedero y secundario, era el hombre sereno, tenaz y exento de pasiones, clarivi-

dente de soluciones prácticas, con tesón para conseguirlas. Comprendía que entre los le-

gados y consejeros de los Papas los había también pasionales y excitados, extremosos y

radicales en exceso, propensos a hacer inviables las posibles soluciones.

Yvo se cimentó muy bien en la Palabra de Dios, sabiendo la exacta interpretación y

aplicación del Evangélico “dar a Dios lo que es de Dios y el césar lo que es del césar”.

En asuntos temporales, los reyes o un emperador no están bajo la autoridad del Papa. La

investidura –como escribió Yvo a Hugo, legado pontificio– es un acto o asunto doble.

Por una parte da unos poderes espirituales, y ésos no los puede conferir ningún laico.

Pero, además, el obispo electo recibe bienes temporales unidos a su sede. No hay incon-

veniente en admitir para esta entrega la investidura del rey.

Al plantear el problema con esta categórica distinción entre lo espiritual y lo temporal

y al darle esta solución moderada, Ivo de Chartres demostraba a la vez su sagacidad

intelectual y su sentido de la realidad. Pero con ello se enfrentaba contra todos y a nadie

contentaba. Urbano II, instigado por sus legados, llegó a desautorizar explícitamente a

Ivo, el cual se creyó obligado a dimitir. Transido de amargura, pero con la entereza de

siempre, escribía al Papa:

“De los Alpes para acá, no conozco a nadie que haya sufrido como yo afrentas e

injusticias por su fidelidad al Papa y a sus mandamientos. Pero ya que mis palabras,

por lo que sea, os disgustan, prefiero renunciar al obispado que no sentir, con razón

o sin ella, vuestro enojo. Dejaré de ser vuestro servidor, pero no vuestro hijo. Por

mis experiencias anteriores a mi cargo episcopal sé que más aprovecharé a la

Iglesia de Dios con mi ejemplo en la vida privada que no por el ministerio de la

palabra en el obispado”.

Y el Papa, que conocía su fidelidad, no quiso privarse del venerable Yvo, que había

sufrido cárcel por su defensa de la moral cristiana al condenar el adulterio de Felipe I.

Ivo calló por el momento. Supo compaginar su amor a la Santa Sede y su humildad con

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su docilidad a lo que creía verdadero. No renunció a ninguna de sus ideas, pero no cayó

en el vicio de la obstinación. Entretanto la controversia ardía en Inglaterra, cuyo rey,

Enrique I, cometía los mismos desafueros que el de Francia y que el emperador de

Alemania. El arzobispo Anselmo de Canterbury, condiscípulo de Ivo en las enseñanzas

de Lanfranc, vagaba por Europa expulsado por el rey británico, que no soportaba la en-

tereza con que el santo obispo proclamaba los derechos de la Iglesia. También allí acu-

dió Ivo a componer la discordia. Recordó al rey en una carta sus deberes de católico y le

exhortó a buscar lealmente una solución. “No es posible un buen gobierno sin unión es-

table entre la realeza y el sacerdocio”, le decía. Por el momento se contentaba con esta

discreta intervención. Encargó a su discípulo y amigo Hugo de Fleury que escribiera un

tratado dedicado al rey acerca de la potestad real y la eclesiástica. Los críticos ven, tras

la firma de Hugo, a Ivo, puesto que repite las ideas de éste sobre la distinción entre am-

bas potestades con fidelidad y precisión. Una mujer piadosa, la hermana del rey, hizo lo

demás. Reunió en una entrevista a su hermano y al arzobispo Anselmo, y, sobre la base

de las ideas de Ivo, se pusieron de acuerdo El Papa Pascual II no tuvo inconveniente en

aceptar esas ideas y el conflicto terminó felizmente.

Las graves dificultades en Francia y en Inglaterra habían cesado, pero seguía abierta la

herida en Alemania. Hubo negociaciones, embajadas, revueltas sangrientas, sacrilegios,

incendios… y centenares de libros y folletos se escribían para defender la investidura

laica o la tesis gregoriana opuesta. El emperador Enrique V decidió utilizar la traición y

la violencia. En Sutri convino en renunciar a la investidura según las bases resolutivas

de Yvo de Chartres (plasmadas en forma de solemne Tratado, a modo de Concordato).

Y fue a Roma para ser coronado por el Papa. Se estaba celebrando la coronación cuando

en medio de la ceremonia irrumpe el emperador declarando que no acepta ya la resolu-

ción de Sutri. La ceremonia acabó en una airada pelea interviniendo el pueblo romano a

favor del Papa. Los guardias imperiales hicieron prisionero al Papa y le obligaron a fir-

mar la concesión de los derechos de investidura al emperador ya coronado. Ocurrió así.

Parece que todo hay que empezarlo otra vez de nuevo y desde el principio. Hay desde

entonces muchos indignados contra el Papa llamándolo impío, débil, traidor, corrupto,

Judas y falso profeta. En algunos lugares, muy destacadamente en Lyon, se pidió juzgar

al Papa y llevarlo a que abdique. Yvo, con 72 años de edad, reaccionó emprendiendo

una serie de viajes y recurriendo a la más fina diplomacia. Su influencia fue extraordi-

naria.

Por su obra canónica, por su intervención en todos los conflictos religiosos, por su

fidelidad a la monarquía y al Papa, Ivo había adquirido una extraordinaria autoridad,

justificada por su valor intelectual, su prudencia y su celo religioso de buen pastor. Vi-

sitó a mucha gente destacada, convenció, escribió cartas maravillosas y logró evitar el

cisma más peligroso que habría existido. Excusó al Papa Pascual II, llamando a todos al

amor filial, recordando que el Papa fue objeto y víctima de la fuerza que contra él em-

plearon sus enemigos. Así hizo valer ante todos que lo mejor es insistir en las solucio-

nes sin extremismos y en el doble ámbito para entender y aplicar las investiduras.

El Papa respiró al fin. El emperador quedó en evidencia por su desvergüenza y por su

violencia. Organizó una nueva expedición militar contra el Papa, precedida, como las

anteriores, por una ofensiva propagandística de intelectuales a sueldo. Los legados pon-

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~ 62 ~

tificios le excomulgaron. El emperador se aproximó a Roma y el Papa tuvo que huir

para ponerse a salvo.94

Era esto lo que estaba ocurriendo cuando le sobrevino la muerte

a Yvo de Chartres.95

San Ivo de Chartres

94

Enrique V alegaba acuerdos secretos a su favor para hacerse valer como heredero legítimo de la Gran

Condesa Matilde de Toscana o de Canossa, fallecida, como contábamos, en 1115.

95

La controversia no llegará a su fin sino 6 años más tarde, en el Concordato de Worms (año 1122), que

marcará el momento totalmente exitoso de las ideas de Yvo de Chartres sobre las investiduras.

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AÑO 1117

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~ 64 ~

NORTE DE ITALIA

El 3 de enero hubo un fuerte terremoto96

en el norte de Italia devastando muchos te-

rritorios. Se dejó sentir sobre todo en Verona. Hubo al menos 30.000 muertos.

96

De 6,4 grados en la escala de Richter.

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~ 65 ~

GALICIA Y OTROS LUGARES

Mientras los almorávides campean por tierras portuguesas, más concretamente por el

entorno de Coímbra, en Galicia se reproducen los conflictos y las revueltas de los bur-

gueses, en movilización comunal, contra el obispo compostelano Diego Gelmírez y con-

tra la reina Urraca.

La presión de los burgueses llegó a tanto que habiendo capturado a Urraca la arras-

traron por un lodazal para así obtener sus reclamaciones. El ejército real, encontrándose

en el mismo Alfonso Raimúndez, hijo de Urraca, tuvo que intervenir. La cosa estuvo

muy apurada hasta que se apaciguó con la debida negociación favorable a la ciudadanía

burguesa. Por otra parte, el arzobispo Bernardo de Toledo acabó llevándose consigo a

Alfonso Raimúndez para que reine bajo su cuidado desde Toledo. Previo a ello, Pedro

Ansúrez acompañó a Alfonso Raimúndez hasta Burgos y desde allí, uniéndose a ellos la

reina Urraca, viajaron a Nájera, donde reafirmaron sus derechos frente a Alfonso I de

Aragón. En Nájera hizo Urraca una donación al monasterio de Santa María la Real.97

Desde Nájera fue desde donde el arzobispo Bernardo se llevó a Toledo a Alfonso Rai-

múndez.98

Alfonso I de Aragón invierte en adelante sus energías proyectando defensas y recon-

quistas contra los almorávides. Logró hacerse de Jarque,99

Pitarque100

y Morella,101

con-

trolando así la comarca del Maestrazgo102

y dificultando de ese modo por completo la

comunicación de los moros entre Zaragoza y Valencia.

También viajó Alfonso I al vizcondado pirenaico de Bearne, negociando allí con el

vizconde Gastón IV, experimentado en cruzadas. Ambos pactaron ayuda mutua.

97

Estando presentes también algunos poderosos condes, entre ellos Pedro González de Lara (amante de

la reina, con la que tuvo descendencia de al menos una hija y un hijo) y Suario Bermúdez, ambos con am-

plias posesiones tanto en León como en Castilla.

98

En un documento a favor de la condesa Estefanía Armengol (hija de Ermengol V de Urgell, casada en

el 12 de noviembre de 1119 con Fernando García de Hita, genearca de la Casa de Castro), la reina Urraca

confirma que ella reina en León y Castilla y su hijo Alfonso en Toledo y la Extremadura. Por entonces, la

reina Urraca donará a Fernando García de Hita la tenencia de Hita y el señorío de Uceda (Guadalajara),

aunque ésta volvería pronto a la corona de Castilla.

99

Provincia de Zaragoza.

100

Provincia de Teruel.

101

Provincia de Castellón.

102

La comarca aún no existía como tal con dicha denominación, la cual se debe a que fue la jurisdicción

del Gran Maestre de las órdenes militares del Temple, San Juan y Montesa.

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~ 66 ~

Alfonso I acabó adueñándose de Zaragoza al morir su gobernador almorávide Ibn Ti-

filuit (o Tifilwit).103

Diego Gelmírez en actitud de bendecir y con la cruz en forma de tau

103

Ibn Tifilwit gobernó Zaragoza desde 1115, llevando vida cortesana, relajada y no bélica, que incluyó

su grupo de poetas (destacando Ibn Jafaya de Alcira, 1058-1138) en el Palacio de la Aljafería. Fue visir

de Zaragoza el filósofo Avenpace, quien después de haber sido encarcelado abandonó la ciudad. Alfonso

I tuvo finalmente fácil acceso a la ciudad, apoderándose de la misma ya en 1118.

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~ 67 ~

Genealogía y firma de Doña Urraca

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~ 68 ~

MÁLAGA

Dominado el sur peninsular por los almorávides, los cristianos están muy disminuidos

por estos territorios. Destacó y destaca en estos años la persecución de los moros contra

ellos. Puesto varias veces en aprietos, siendo varias veces encarcelado y hasta sometido

a torturas, señalamos al obispo Julián de Málaga. Cabe señalar que el Papa Pascual II se

ocupó de él y le apoyó cuanto pudo.

Las reducidísimas minorías de cristianos en estas zonas almorávides, desde el sureste

y hasta Sevilla, Mérida, Badajoz, etc., son heroicas. Merecen el reconocimiento de estas

líneas en el mejor de nuestros recuerdos y en nuestra mejor valoración.

Más al norte, aunque difícil, está todo más regularizado. Ramón Berenguer III acabó

reconquistando definitivamente Tarragona y se hace cargo de la misma en cuanto dio-

cesis, recuperando su antigua condición de metropolitana, el obispo Olegario de Barce-

lona.104

Tinaja estampillada almorávide que se conserva en el Museo de Málaga,

procedente de la alcazaba105

104

San Olegario Bonestruga, obispo de Barcelona y arzobispo de Tarragona. Se conmemora el 6 de mar-

zo (aniversario de su muerte, en 1137). Está enterrado en la catedral de Barcelona. Se le considera uno de

los obispos más eminentes de la Edad Media, con una gran influencia sobre toda la Iglesia latina. Fue ca-

nonizado en 1675; los siglos que habían pasado desde su muerte, sugieren la idea de que mantuvo su fama

de hombre piadoso, de pleno sentido eclesial y fuertemente unido al pueblo.

105

Aunque la cerámica almorávide es poco conocida, parece que en este momento se produce una trans-

formación caracterizada por la austeridad de las piezas, pues el valor funcional prima sobre el estético,

como reflejo de la rigidez religiosa predicada por los alfaquíes almorávides. No obstante, aparecen ejem-

plares ornamentados, como esta tinaja de cuerpo globular, con base destacada y decoración con cordones.

La parte superior y el cuello se cubren por completo con motivos estampillados, técnica que tendrá un

gran desarrollo posterior. Lo más característico de las piezas almorávides son sus pastas de color rojo, a

veces alisadas y creando una textura muy fina en las superficies de las piezas.

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LAÓN (FRANCIA)

El 15 de julio murió en Laón el destacado teólogo Anselmo (de Laón), de 67 años de

edad, conocido como magister divinitatis.106

Estudió en la célebre escuela abacial de Bec cuando la dirigía Anselmo de Canterbury.

Enseñó en París (año 1089) y dirigió durante decenios, junto a su hermano Rodolfo (o

Raúl), la prestigiosísima escuela catedralicia de Laón, hacia donde atrajo a muchos estu-

diantes de prestigio. Le fueron ofrecidos varios episcopados, entre ellos el mismo de La-

ón, pero él los rechazó, conservando su cátedra hasta la muerte. Presentó un interesante

sistema de temas teológicos que dieron origen a numerosos tratados: De Dios, De la

Santísima Trinidad, De Dios Creador, De Dios Redentor…

Entre sus contribuciones filosóficas está una teoría de la jerarquía de las facultades

(sensibilidad, razón, intuición) y una doctrina de la visión de Dios y de la vuelta del

universo a Dios.107

Sus más destacadas obras son: Sententiae (a veces llamadas Quaestiones) y Sententiae

divinae paginae.

106

Fue el primero de los teólogos sentenciarios, que fueron los predecesores de los sumistas.

107

Fuertemente influida por Juan Escoto Erígena, del siglo IX. Se le atribuyó la Glossa interlinealis, un

comentario seguido y literal de la Sagrada Escritura que fue impreso en Amberes en 1634 y es una de las

dos principales obras exegéticas de la Edad Media (la otra es Glossa ordinaria o marginal, atribuida a

Walafrid Strabo o Walafrido Strabon); ambas formaron en la Edad Media un solo texto fundamental para

la exégesis posterior; son de Anselmo el comentario a San Pablo, a los Salmos y quizá al Evangelio de

San Juan; también se le atribuyen Enarrationes in Cantica Canticorum, Enarrationes in Apocalypsim y

otros. Los escritos conocidos de Anselmo se hallan en la Patrología latina de Jacques-Paul Mig-

ne, CLXII, 1187-1660.

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~ 70 ~

POLONIA

Oświęcim, una aldea de Polonia, aparece mencionada en este año como perteneciente

a Silesia.108

108

La razón por la que nos hacemos eco de esta mención es porque Oświęcim es Auschwitz, tristemente

famosa por la construcción allí del campo de concentración que la Alemania nazi desplegó durante la

Segunda Guerra Mundial en la primera mitad del siglo XX.

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~ 71 ~

AÑO 1118

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VALLADOLID

No había transcurrido mucho del presente año 1118 cuando murió en Valladolid el

conde Pedro Ansúrez,109

pasando el señorío de la ciudad a su nieto el conde Ermengol

VI de Urgel.

Pedro Ansúrez pasa a la historia como uno de los nobles más cercanos y de mayor

confianza ante el rey Alfonso VI, a quien acompañó en su destierro a Toledo en 1072.

Años más tarde, el monarca encargó a Pedro Ansúrez y a su esposa Eylo la repo-

blación de Valladolid, lo que hicieron llevando diversas gentes de los condados de Sal-

daña y de Carrión.110

Al enviudar su hija María de su marido el conde Ermengol V de Urgel, Pedro Ansúrez

se trasladó al condado pirenaico como protector de su nieto Ermengol VI. Allí vivió en-

109

No se sabe con certeza la fecha exacta del óbito, con sus 80 años de edad bien cumplidos. Fue Pedro

Ansúrez conde de Liébana, Carrión y Saldaña, además de señor de Valladolid. Descendiente de los Banu

Gómez, familia documentada desde el siglo X en el norte de Palencia y en Liébana, era hijo de Ansur

Díaz y de Eylo Alfonso, su primera esposa, siéndole este primer matrimonio muy beneficioso en propie-

dades, destacando entre ellas las del valle de Trigueros, la zona que corresponde a Trigueros del Valle

(Valladolid). Un segundo matrimonio, habiendo enviudado, lo contrajo con Elvira Sánchez.

Disfrutó de la dignidad condal aproximadamente desde el año 1071, siéndole encomendadas, por orden

del rey Alfonso VI, varias tenencias (una tenencia, en el régimen feudal, era una cesión de tierras que

efectuaba el rey o señor a un vasallo para su utilización, sin implicar que el otorgante perdiera la pro-

piedad o que supusiera derecho hereditario para el receptor) como las palentinas Carrión (desde 1074),

San Román de Entrepeñas (desde 1077, siendo esta una tenencia compartida con su hermano Diego) y

Saldaña. También gobernó (desde 1084) Zamora y Toro, y desde 1101 Liébana. A su regreso al reino de

León después de permanecer en el condado de Urgel desde que murió su yerno el conde Ermengol V, si-

guió gobernando, desde diciembre de 1109 hasta su muerte, Carrión, Saldaña y San Román; en 1113 le

fue encomendado también el gobierno de las vallisoletanas Melgar, Simancas y Cabezón, además de To-

rremormojón (en la provincia de Palencia, poco antes de su muerte).

Pedro Ansúrez poseía las tierras que por entonces eran limítrofes con el reino de Castilla, y que iban

desde Liébana hasta Cuéllar (Segovia), por donde también repobló.

Puede leerse a Barón Faraldo, A. (2013): El conde Pedro Ansúrez. Poder y dominio aristocrático en

León y Castilla durante los siglos XI y XII, Valladolid, Glyphos Publicaciones, Colección Historia Me-

dieval.

110

Cuando el conde Ansúrez llegó como señor y gobernador de la villa ya existían dos parroquias, un re-

cinto defensivo insignificante y una cerca. Existía también como organización ciudadana un concilium o

concejo. Las dos parroquias eran la de San Miguel y la de San Julián, ambas con su respectivo caserío

formando feligresías o collaciones. La cerca debió de ser de poca altura, más bien una empalizada. El

concilium que ya encontró establecido el conde, y al que se dirige en la carta dotacional y en otros do-

cumentos, fue el germen de lo que más tarde se llamó propiamente Concejo y finalmente Comunidad.

Sin embargo, el crecimiento de la ciudad no se produjo hasta que Alfonso VI otorgara el señorío de la

misma al conde, desarrollándose con mucha amplitud durante su vida. Pedro hizo construir un palacio pa-

ra él y su esposa (actualmente no se conserva). También edificó un hospital, un puente (mayor) sobre el

Pisuerga, la iglesia de Santa María la Antigua y la Colegiata de Santa María.

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~ 73 ~

tre 1102 y 1108, tomando parte activa en la reconquista de Balaguer111

junto al conde

Ramón Berenguer III de Barcelona.112

La descendencia del conde Pedro Ansúrez (cinco hijos tenidos de Eylo) es la si-

guiente: Mayor,113

María (esposa, que enviudó pronto, del conde Ermengol V de Urgel

y madre de Ermengol VI), Urraca,114

Alfonso (falleció muy pequeño, el 8 de diciembre

de 1093) y Fernando.115

Valladolid. Estatua de Pedro Ansúrez

111

Provincia de Lérida.

112

Puede verse, entre otra, la siguiente bibliografía: Martínez Sopena, P. (2008): Una historia de Valla-

dolid. El Valladolid medieval, Valladolid, Ayuntamiento de Valladolid; Reglero de la Fuente, C. M.

(1993): Los Señoríos de los Montes Torozos, Valladolid, Universidad de Valladolid; Rodríguez Fer-

nández, J. (1966): Pedro Ansúrez, León, Diputación Provincial de León; Torres Sevilla-Quiñones de

León, M. (1999): Linajes nobiliarios en León y Castilla: siglos IX-XIII, Junta de Castilla y León, Con-

sejería de Educación y Cultura; Valdeón Baruque, J. (1983): El conde Ansúrez, Valladolid, Obra Cultural

de la Caja de Ahorros Popular de Valladolid.

El conde Ramón Berenguer III de Barcelona se anexionó en este año 1118, por sucesión, los condados

de Cerdaña y de Berga, tras la muerte sin herederos del conde Bernardo Guillermo, también conde de

Berga como Bernardo (o Bernat) II.

113

Primogénita, casada en primeras nupcias con Álvar Fáñez (Minaya), muy unido al Cid Campeador, y

en segundas nupcias con Martín Pérez de Tordesillas.

114

Casada en primeras nupcias con Sancho Pérez, conde gallego que falleció antes del año 1113, que era

uno de los hijos de Gontrodo Rodríguez, la primera esposa del conde Pedro Froilaz, y en segundas nup-

cias con Lope López de Carrión.

115

Este hijo menor no alcanzó ni la importancia ni la posición tan destacada que sí gozó el padre, gober-

nó como tenente San Román de Entrepeñas y contrajo matrimonio con Eylo Rodríguez.

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~ 75 ~

ROMA

El 21 de enero de este año 1118 murió en Roma el Papa Pascual II (Rainero Rainieri

di Bleda), con 68 años de edad y casi 19 de pontificado, habiendo sido el Papa legítimo

número 160 en la sucesión de San Pedro.

Siendo monje cluniacense en la Toscana, Rainero fue nombrado cardenal por el Papa

Gregorio VII en el año 1076, destacando por su labor reformadora en la Iglesia y por su

abierto protagonismo en la lucha contra las investiduras de los eclesiásticos por parte de

los laicos con poder. Ello explica que durante el reinado del emperador Enrique IV ins-

tigara a la sublevación de sus opositores, incluidos los hijos del emperador, propiciando

todo ello que abdicara, hasta que se impuso como emperador Enrique V.

Para la Iglesia, muy particularmente para la Santa Sede, la caída de un rival de la talla

de Enrique IV fue tan importante que Pascual II, creyendo que la misma suponía el final

de la querella de las investiduras, reconoció a Enrique V sin exigirle antes con contun-

dencia el reconocimiento de que el derecho a investir eclesiásticos es privativo del pon-

tificado. Fue un gran error del Papa, pues Enrique V jamás dio muestras de buena dis-

posición al respecto y continuó ejerciendo sus supuestos derechos para nombrar obispos

invocando tales derechos como históricos. De este modo, Enrique V no es menos opo-

sitor al Papa de lo que fuera su padre. El enfrentamiento se hizo del todo patente cuando

en el año 1110 Enrique V, con todo su ejército, se puso en marcha hacia Roma con la

intención de hacerse coronar emperador por Pascual II.

En febrero del año 1111 hubo acuerdo o convenio entre Pascual II y Enrique V, un

acuerdo según el cual la Iglesia devolvería todas las posesiones y derechos que había re-

cibido del Imperio desde los tiempos de Carlomagno a cambio de la renuncia del em-

perador a sus derechos históricos de investidura. Se estableció además que, tras la firma

del convenio, el Papa coronaría emperador a Enrique en la Basílica Vaticana de San Pe-

dro. Pero, llegado el momento, en plena ceremonia de coronación, cuando se conocieron

los términos del acuerdo, se produjo un levantamiento popular y un altercado tal que

Enrique tuvo que irse de Roma tras haberse violentado, con detención, al Papa. Tras dos

meses de prisión, Pascual II cedió a las pretensiones y presiones imperiales mediante un

tratado en el que aceptaba la investidura laica por parte de Enrique V. El Papa daría por

válida su coronación imperial y se comprometía a no excomulgarlo nunca.

Las condiciones aceptadas por Pascual II provocaron mucha indignación y rechazo

entre los partidarios, como él, de la reforma gregoriana, los cuales, logrando que un con-

cilio en Letrán (año 1112), declararon nulos los términos del acuerdo. Y no todo quedó

ahí sino que en otro concilio posterior se impuso como necesaria la excomunión de En-

rique V, a lo cual no se atuvo el Papa por considerar que estaba comprometido en una

promesa de lo contrario, la promesa de no excomulgar al emperador.116

116

Después del fallecimiento de la Gran Condesa de Toscana Matilde de Canossa (año 1115), la cual de-

jó todos sus territorios a la Iglesia, Enrique V, alegando acuerdos secretos, se encaminó a Roma para exi-

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~ 76 ~

A Pascual II le sucede el cardenal Juan Coniulo tomando el nombre de Gelasio II, con

58 años de edad.117

Nació y creció en Gaeta,118

en el seno de una noble familia. Se hizo monje benedic-

tino, permaneciendo como tal en Montecassino hasta que el Papa Urbano II (1088-

1099) lo nombró cardenal diácono de Santa María in Cosmedin.119

Su elección provocó que Cencio Frangipani,120

representante de Enrique V, intentando

poner en práctica la vieja tradición de influir de modo determinante en la elección papal,

secuestrara a Gelasio II hasta encarcelarlo. Pero tuvo que ponerlo en libertad, porque el

pueblo se amotinó en contra de ese encarcelamiento.

No obstante, Enrique V, no reconociendo a Gelasio II como Papa legítimo, se puso en

camino hacia Roma, de tal modo que Gelasio II tuvo que huir y fue a refugiarse a Gaeta.

gir sus derechos ante el Papa, también en lo concerniente a dichos territorios. El Papa Pascual II tuvo que

huir de Roma y no muchos días después de haber podido regresar le sobrevino la muerte.

117

Probablemente había nacido en el año 1060.

118

Ciudad y puerto marítimo en la cosa occidental italiana, al sur de Roma, en la región del Lazio. Se alza

sobre el monte Orlando, que da al mar Tirreno por un acantilado rocoso, y en un terreno bajo arenoso. En

su parte alta se consagró una catedral en 1106. Siempre se caracterizó por ser un lugar próspero, comer-

cial y políticamente muy evolucionado, a modo de ciudad-estado, con su importante flota naval.

Cicerón (de finales del siglo I a. de C.) dejó escrito que Gaeta fue uno de los lugares preferidos por los

antiguos romanos para sus vacaciones y veraneos. Más tarde perteneció al Imperio Bizantino como du-

cado de Gaeta. La llegada de los normandos a Gaeta en el siglo XI puso fin a su independencia, pero si-

guió siendo una ciudad próspera y políticamente relevante.

119

Una basílica romana, de gran tradición diaconal, que se construyó en el siglo VI sobre los restos del

Templum Herculis Pompeiani en el Foro Boario (a la izquierda del Tíber, entre el Campidoglio y el

Aventino) y sobre los centros de distribución de alimentos de la antigua Roma (las Statio annonae y el

teatro de Balbo).

Esta iglesia atrae a muchos visitantes debido a la Bocca della Vertità, una antigua escultura que se su-

pone fue una tapa de alcantarilla, ubicada en su pórtico; sin embargo, merece la pena visitarse sobre todo

por su excepcionalmente bien conservado cierre del coro de la Alta Edad Media y su muy delicado pa-

vimento cosmatesco (típico de la Edad Media en Italia). Su campanario es el más alto de los medievales

en Roma.

El interior actual tiene una nave central con dos laterales que se dividen por medio de 4 pilastras y 18

antiguas columnas. En las paredes laterales se incluyen algunas de las antiguas columnas de la Statio

annonae. Otros fragmentos del antiguo edificio pueden verse en la cripta. Pinturas de los siglos VIII al

XII, en tres capas, se conservan en la parte superior de la nave y en el arco triunfal. La Schola cantorum

es del siglo XIII, mientras que el altar central es una pieza de granito rojo del año 1123. El candelabro

oriental también es del siglo XIII.

La sacristía alberga un precioso fragmento de mosaico del siglo VIII llevado ahí desde la antigua Ba-

sílica de San Pedro.

120

Con su poderosa familia y partido.

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~ 77 ~

No tardó Enrique V en nombrar por su cuenta a su propio Papa imponiéndolo a los ro-

manos y a toda la Iglesia. Quien resultó ahora antipapa fue el aquitano Mauricio Bur-

dino, arzobispo de Braga, que tomó el nombre de Gregorio VIII.121

Desde Gaeta, impedido de volver a Roma, el Papa Gelasio II excomulgó tanto a En-

rique V como al antipapa Gregorio VIII.

Los normandos de Gaeta, aprovechando la ausencia de Enrique V, de vuelta a Ale-

mania, se encaminaron a Roma acompañando al Papa Gelasio II. Era el mes de julio.

Pero los Fragipani les salieron al paso y lograron desviar al Papa exiliándolo a Francia.

Gelasio II reunió en sínodo a obispos y abades en Vienne para analizar la situación y

remediarla, viéndose que hacía falta un importante concilio al respecto.

121

Este destacado cluniacense francés fue valorado como muy adecuado para ser legado pontificio en la

Península Ibérica. Fue eficientísimo en implantar la liturgia romana y acabar con la mozárabe, cada vez

más considerada herética y reprobable. En 1099 logró el obispado de Coímbra, donde duró poco y no fue

querido. Coímbra se había caracterizado siempre por ser una viva y ferviente comunidad mozárabe.

Peregrinó a Tierra Santa, donde permaneció unos años. En 1109 fue arzobispo de Braga y, juntamente

con el conde Enrique de Borgoña, reorganizó el condado Portucalense tanto en lo civil (político y militar)

como en lo eclesiástico.

En 1114, enfrentado al arzobispo y primado Bernardo de Toledo, Mauricio fue llamado por el Papa Pas-

cual II, quien le recriminó su conducta. No obstante, no faltaron en la Curia Romana quienes simpatizaron

con Mauricio.

Por cierto, el 3 de mayo de este año 1118, el arzobispo toledano Bernardo de Sedirac, que tiempo atrás

había tenido como diácono a Mauricio Burdino, se apoderó en reconquista de Alcalá de Henares (Alkal'a

Nahar o Alcalá la Vieja) para Castilla, desde donde Bernardo la pudo disfrutar, con mucho territorio, por

concesión regia como señorío eclesiástico. Sobre estas tierras se aplicaron los remodelados fueros, cada

vez más ventajosos y de privilegios para los cristianos, en menoscabo de musulmanes o mudéjares y ju-

díos. Uno de los privilegios de Alcalá de Henares que proviene de estos tiempos es el de su Feria en el

mes de agosto.

Cuando, en 1116, Enrique V invadió Italia mostrándose enfrentado al Papa en sus exigencias del de-

recho a las investiduras, el Papa, dando (o queriendo dar) muestras de confianza, puso a Mauricio al fren-

te de una delegación pontificia ante el emperador. Pascual II se dirigía mientras tanto al sur de Italia, con-

cretamente a Benevento.

Mauricio, verdaderamente resentido contra Pascual II, acabó traicionando al Papa y poniéndose de parte

del emperador. Y esto fue lo que le valió a Enrique V que entrara en Roma (marzo de 1117) para ser co-

ronado solemnemente. Pascual II, como contábamos, tramitaba la excomunión de Enrique V y decidida-

mente despojó de todos sus cargos y responsabilidades a Mauricio.

Cuando Pascual II murió, en enero de este año 1118, sucediéndole el elegido Gelasio II, Enrique V le

convocó para discutir sobre las investiduras en particular y sobre las reformas de la Iglesia en general.

Gelasio se dirigía a Roma de la manera más normal del mundo, como Papa y no para dar satisfacción al

emperador, que estaba en actitud de “aquí te espero”. Por eso el Papa se fue a Gaeta. En el “tira y

afloja” de los poderes, el Papa no podía ceder o rebajarse ante un emperador contrincante que no estaba

dispuesto a lo más mínimo de humildad; sólo estaba dispuesto a discutir, no a dialogar, a imponerse y no

a escuchar, menos aún a obedecer.

En esa situación hay que entender la reacción de los cardenales gibelinos o partidarios del emperador.

Declararon nula la elección de Gelasio II y procedieron a la elección alternativa de Mauricio (Gregorio

VIII). Gelasio II excomulgó tanto a Enrique V como al antipapa Gregorio VIII. Ya iremos viendo cómo

se sucedan los hechos.

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El Papa Pascual II

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~ 79 ~

JERUSALÉN

2 de abril. Murió, sin descendencia, el rey Balduino I de Jerusalén, hermano y sucesor

de Godofredo de Bouillón, hijo de Eustaquio II de Boulogne y de su esposa Ida, que de

joven había sido destinado a la vida eclesiástica. Ya fuimos contando su participación

en la primera cruzada, a la que también le acompañó su esposa Godehilda. Ambos fue-

ron rehenes de Colomán de Hungría hasta que los cruzados partieron de este reino.

A poco de entrar en territorio bizantino, los cruzados se vieron envueltos en algunos

altercados y contratiempos, como había ocurrido también antes con la cruzada de los

pobres. Balduino dirigió un destacamento que se hizo con un puente cerca de Constan-

tinopla. Tras alcanzar la ciudad, no se pudo evitar que el grueso de las tropas se dedica-

se al pillaje en los campos vecinos, y el propio emperador bizantino, Alejo I Comneno,

se vio obligado a proporcionar un rehén para asegurarse la paz. Este rehén no fue otro

que su hijo Juan, entregado a Balduino.122

Balduino viajó con sus hermanos (Eustaquio y Godofredo) hasta Heraclea Cybistra en

Asia Menor, donde se separó del cuerpo principal del ejército cruzado con Tancredo pa-

ra proseguir rumbo a Cilicia, al sur de Anatolia. Seguramente, Tancredo pretendía ha-

cerse con algún territorio para establecerse como príncipe en Oriente, y Balduino debía

de tener las mismas intenciones. Durante su ausencia su mujer, sin descendencia, enfer-

mó y murió en Maras.123

En septiembre de 1097, Balduino tomó Tarso, que era de Tan-

credo, y allí instaló su propia guarnición, con la ayuda de una flota de piratas de Bou-

logne. Los ejércitos de Tancredo y Balduino se enfrentaron brevemente en Mamistra,

pero nunca llegaron a la guerra abierta, y Tancredo siguió camino de Antioquía. Tras

unirse al cuerpo principal del ejército en Maras, Balduino recibió una invitación de un

armenio llamado Pakrad, y se dirigió al este hacia el Éufrates, donde tomó Turbessel.

Protagonizó varios hechos memorables en Edesa y acabó casándose con Arda, hija del

conde armenio Teodoro I. se sucedieron después unos años de nuevas conquistas y peri-

pecias por parte de Balduino. A finales de 1099, con Bohemundo I de Antioquía, visitó

Jerusalén, y se volvió a Edesa (año 1100).

Balduino fue invitado a Jerusalén por los partidarios de una monarquía secular. Cedió

Edesa a un primo, Balduino de Bourcq (ahora Balduino II de Jerusalén), y en su camino

hacia la capital sufrió una emboscada de Duqaq de Damasco, cerca de Beirut. Las tropas

de Duqaq fueron derrotadas, y Balduino no encontró mayores complicaciones en su

viaje a Jerusalén, a donde llegó a comienzos de noviembre.

122

Como contaremos enseguida, Alejo I Comneno muere en este año 1118 y le sucede este hijo suyo:

Juan II Comneno.

Según Ana Comnena, hija y biógrafa de Alejo I, Balduino castigó severamente a uno de sus soldados

por atreverse a sentarse en el trono de Alejo.

123

Actual ciudad turca de Kahramanmarash.

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En Jerusalén, Balduino se encontró con la oposición de su viejo enemigo Tancredo,

así como con la del patriarca latino de Jerusalén, Dagoberto de Pisa, que ya había in-

tentado establecer un sistema teocrático cuando reinó Godofredo. Al poco tiempo de

llegar Balduino a Jerusalén, puso en marcha una expedición contra Egipto y no volvió

de la misma hasta finales de diciembre. El día de Navidad de 1100, fue coronado como

primer rey de Jerusalén por el propio patriarca, que había abandonado su oposición a

Balduino, aunque rechazó coronarle en Jerusalén (como contábamos en su momento, la

ceremonia se celebró en Belén).124

En 1101, Balduino tomó Arsuf y Cesarea, con el apoyo de una flota genovesa. A cam-

bio, a los genoveses se les concedieron barrios comerciales en dichas ciudades, y en Ce-

sarea se estableció un arzobispado. En septiembre, Balduino derrotó a los egipcios en la

batalla de Ramlah (o Ramala), aunque en un primer momento en Jerusalén se creyó que

el ejército cruzado había sido derrotado y Balduino había muerto. Tancredo se preparó

para hacerse cargo de la regencia antes de que se conociese la victoria real de Balduino.

En 1102 tuvo lugar otra batalla en Ramlah (participando en ella cruzados del año

1101, con Esteban II de Blois, Guillermo IX de Aquitania y Hugo de Lusignan). Esta

vez los egipcios resultaron vencedores. Balduino perdió gran parte de su ejército y a Es-

teban de Blois, pero él pudo escapar hasta Arsuf a caballo. No quiso arriesgarse a salir

de la ciudad ante el temor de ser capturado por los egipcios, por lo que fue transportado

por mar hasta Jaffa por el pirata inglés Goderico de Finchale,125

y desde allí en secreto

hasta Jerusalén. Los egipcios dominaban aún el campo, y Balduino se enfrentó a ellos

fuera de Jaffa, venciéndoles esta vez.

En 1103 asedió Acre sin éxito, pues este puerto fue abastecido por una flota egipcia.

También ese año, pagó el rescate de Bohemundo de Antioquía, que seguía en prisión

desde que fuera derrotado en Melitene. Balduino prefería a Bohemundo en lugar de

Tancredo, que gobernaba Antioquía como regente. En 1104, gracias al apoyo de una

flota genovesa, pudo finalmente tomar Acre. En 1105 tuvo lugar otra batalla en Ramlah,

donde volvió a vencer. En 1109 ejerció como árbitro en un consejo de los grandes ba-

rones ante las murallas de Trípoli, y obligó a Tancredo a olvidar su reivindicación de la

ciudad. Poco después la ciudad cayó en manos de los cruzados, que formaría el núcleo

del condado de Trípoli. En 1110 se añadió Beirut al territorio de Jerusalén, de nuevo

gracias a la ayuda genovesa. Balduino viajó entonces hacia el norte para ayudar a Edesa,

que era asediada por Mawdud de Mosul.126

124

La pugna entre el patriarca Dagoberto y el rey Balduino se mantuvo hasta la primavera de 1101,

cuando el rey, mediante un legado pontificio, logró suspender al patriarca. Ese mismo año, volvieron a

estar en desacuerdo sobre la contribución del patriarca a la defensa de Tierra Santa. La lucha acabaría con

la definitiva deposición de Dagoberto entre los años 1102-1107. Fue patriarca de Jerusalén, después de

Dagoberto de Pisa, Gibelino de Arlés (1107-1112), y luego Arnulfo de Chocques. Éste falleció en este

año 1118. Le sucede Garmond de Picquigny, un eclesiástico de personalidad no exaltada, verdaderamente

piadoso y de vida sencilla.

125

San Goderico de Finchale (1065-1170).

126

Irak, provincia de Nínive.

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~ 81 ~

A su vuelta, con el apoyo de Sigurd I de Noruega, se tomó Sidón. En 1111 Balduino

ayudó a Tancredo en el asedio de Shaizar (Siria), y luego asedió también Tiro sin llegar

a tomar la ciudad. En 1113 se enfrentó a una gran invasión de las fuerzas unidas de To-

ghtekin de Damasco y Aksunkur de Mosul, y el reino estuvo al borde de la destrucción,

pero Balduino contó con la ayuda de tropas de Antioquía así como con la llegada de pe-

regrinos de Europa.

En 1113 se casó con Adelaida del Vasto, pues en 1108 había dejado a su esposa ar-

menia Arda con el pretexto de que ésta mantenía relaciones sexuales con musulmanes,

aunque es más probable que la mujer le resultase políticamente inútil en Jerusalén, don-

de no había población armenia. En el acuerdo matrimonial, si Balduino y Adelaida no

tenían descendencia, el heredero sería Roger II de Sicilia, hijo de Adelaida y de su pri-

mer marido Roger I. Técnicamente el matrimonio era bígamo, pues Arda vivía aún en

un monasterio de Jerusalén, y posteriormente causaría muchos problemas tanto a Bal-

duino como al patriarca Arnulfo de Chocques, que lo había sancionado.

En 1115 dirigió una expedición a Transjordania y allí edificó el castillo de Montreal.

Los cristianos sirios que vivían en la zona fueron invitados a asentarse en Jerusalén para

repoblar la ciudad, que había sido masacrada en 1099. En 1117, construyó el castillo de

Escandalion, cerca de Tiro, que aún permanecía en manos musulmanas.

Tras su muerte, habiendo enfermado en una expedición por el Nilo y tras haber inge-

rido peces en cantidad de este famoso río, a Balduino I le sucede en el trono de Jeru-

salén su primo Balduino II, que deja el condado de Edesa en manos de Joscelino I.

A la muerte de Balduino I, se ofreció la corona al hermano mayor del rey difunto,

Eustaquio III de Boulogne, pero Joscelino de Courtenay insistió en que pasase a Bal-

duino de Bourcq, quien había exiliado a Joscelino de Edesa en 1113. Balduino aceptó y

fue coronado rey de Jerusalén como Balduino II. Era el Domingo de Resurrección (14

de abril) de este año 1118. Casi inmediatamente, el reino sufrió una invasión conjunta

de los selyúcidas desde Siria y de los fatimíes desde Egipto, pero gracias a su rápida dis-

posición y voluntad de defensa, Balduino logró la retirada de las fuerzas musulmanas

sin que llegasen a presentar batalla.

Y se consolidan como fundaciones dos órdenes militares (de monjes-soldados o sol-

dados-monjes): la del Temple y la de los caballeros hospitalarios. Esta última, fundada

en 1113, ha ido evolucionando desde ser concebida como orden de caridad a orden

también –y muy destacadamente– militar.127

De la Orden del Temple nos ocupamos (de un modo un tanto solemne) a continua-

ción, contando con que empezó llamándose Orden de los Pobres Caballeros de Cristo,

en el más sentido y genuino espíritu de cruzados:

Un Caballero de Cristo es un cruzado en todo momento, al hallarse entregado a

una doble pelea: frente a las tentaciones de la carne y la sangre, a la vez que

frente a las fuerzas espirituales del cielo. Avanza sin temor, no descuidando lo

que pueda suceder a su derecha o a su izquierda, con el pecho cubierto por la

127

La Orden Hospitalaria, de San Juan de Jerusalén u Orden de Malta (ya hicimos referencia a ella más

atrás).

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~ 82 ~

cota de malla y el alma bien equipada con la fe. Al contar con estas dos pro-

tecciones, no teme a hombres ni a demonio alguno.

Año del Señor de 1118, en primavera

Los cruzados de Occidente gobiernan Jerusalén

puestos a las órdenes del rey Balduino II

9 destacados caballeros, con Hugo de Payns a la cabeza, como Maestre,128

de modo semejante a los que ya existen como Caballeros del Santo Sepulcro,

debidamente aprobados por el rey de Jerusalén,

se constituyen como una nueva orden de caballería, la Orden del Temple.

Es la fundación de los Templarios.

Hugo de Payns es de un caserío cercano a Troyes129

y recibió desde muy joven una es-

merada educación cristiana, con muy sólida formación también en el manejo de las ar-

mas. Siempre se sintió llamado a la vida monástica a la vez que a la militar.

Los Nueve Fundadores de la Orden del Temple

128

No Gran Maestre, como se suele decir erróneamente con frecuencia.

129

Posiblemente nació hacia el año 1080. Probablemente se alistó en la primera cruzada sin haber cum-

plido aún 20 años de edad, enrolado quizás entre las tropas del conde Hugo de Vermandois, hermano del

rey Felipe I de Francia. Tal vez, enardecido y de fe desbordante, fue durante la primera cruzada y en su

transcurso cuando Hugo de Payns vio posible aunar sus dos vocaciones, pensando en la creación de una

nueva orden, religiosa-militar, la primera pensada con esta doble característica, destinada al servicio y a la

protección de Tierra Santa. En medio de aquel ejército cristiano, de peregrinos-soldados, no tardó en en-

contrar otros ocho compañeros participando del mismo ideal y compartiendo el deseo de llevar ese modo

de vida.

Ver Epílogo III.

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~ 83 ~

El rey Balduino I de Jerusalén

Caballero Templario

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~ 84 ~

CONSTANTINOPLA

El 15 de agosto murió en Constantinopla el emperador bizantino Alejo I Comneno, a

los 70 años de edad y 37 de reinado, desde que sucedió a Nicéforo III Botaniates (1078-

1081).130

Este reinado comenzó con más aceptación y popularidad que en su termina-

ción, en medio ahora de intrigas y conspiraciones.

Cuando Alejo I comenzó su reinado en Constantinopla era amante de la emperatriz

María Bagrationi, hija del rey Bagrat IV de Georgia y anteriormente esposa de Miguel

VII Ducas y de Nicéforo III Botaniates. María era célebre por su porte y belleza. Alejo y

María, viviendo juntos en el Palacio de Mangana, no disimulaban su relación.

Constantino Ducas, el hijo jovencito de Miguel VII y de María, fue adoptado por

Alejo siendo proclamado heredero. Esto procuró a Alejo cierta legitimidad dinástica,

pero pronto la madre del emperador, Anna Dalassena, consolidaría la conexión con la

familia Ducas arreglando la boda de su hijo con Irene Ducas, nieta del césar Juan Du-

cas, cabeza de la poderosa familia feudal bizantina y principal valedor del antiguo em-

perador Miguel VII.

De todos modos, la relación amorosa entre Alejo y María no se interrumpió, aunque

del matrimonio entre Alejo e Irene nació pronto, en 1083, una hija, Ana Comneno (o

Comnena).131

No obstante, cuando de Alejo e Irene nació un varón, Juan, se deshizo el

130

Poco pudo hacer Nicéforo III para detener la galopante decadencia del Imperio Bizantino en su época.

Alejo I Comneno, derrocándolo en 1081, se convirtió en el primer emperador bizantino de su dinastía que

detendría durante un siglo dicha decadencia.

Alejo era el tercero de los hijos de Juan Comneno (y Anna Dalassena) y sobrino de Isaac I Comneno,

emperador bizantino entre los años 1057-1059. El padre de Alejo rechazó el trono cuando Isaac abdicó,

sucediéndose luego, entre los años 1059-1081 cuatro emperadores pertenecientes a dinastías diferentes.

Durante el reinado de uno de ellos, Romano IV Diógenes (1067-1071), Alejo sirvió con éxitos y honores

en el ejército combatiendo a los selyúcidas. Posteriormente, bajo Miguel VII Parapinaces (1071-1078,

apodado Parapinaces con el significado de menos de un cuarto por la devaluación que durante su reinado

sufrió la moneda bizantina) y Nicéforo III Botaniates (1078-1081), combatió, junto con su hermano ma-

yor, Isaac, a los rebeldes en Asia Menor, Tracia y Epiro.

Los éxitos de los Comnenos provocaron los celos de Botaniates y sus ministros. Los hermanos tomaron

las armas contra el emperador, y entraron en Constantinopla. Botaniates fue forzado a abdicar y recluido

en el monasterio de Peribleptos. Isaac renunció a la corona en beneficio de su hermano, y Alejo fue co-

ronado solemnemente por el patriarca de Constantinopla, Cosme Hierosolimites, el 4 de abril de 1081, a

la edad de 33 años.

131

Tal y como era habitual entre los nobles o aristócratas medievales, Ana fue prometida desde su más

temprana infancia para que pudiera casarse con Constantino Ducas, hijo del emperador Miguel VII. Dado

que Alejo I no tenía hijos varones que pudieran heredarle el trono en el momento del compromiso, el

joven Constantino fue proclamado co-emperador de Bizancio. Sin embargo, en 1087, de Alejo y de Irene,

nació Juan, el que sería Juan II como sucesor y heredero de Alejo I, perdiendo así Constantino su derecho

al trono. Además, Constantino murió al poco tiempo y Ana fue prometida a su futuro esposo, Nicéforo

Briennio. Ana se casó con él en 1097, cuando tenía 14 años de edad. Nicéforo, noble y brillante como

ella, era de muy destacada familia aristocrática, cuyos miembros habían competido con Alejo I para acce-

der al trono. Ana indica en sus crónicas que su matrimonio fue más por conveniencia política que por

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~ 85 ~

compromiso matrimonial que se había contraído para Ana y Constantino, perdiendo éste

su condición de heredero imperial. Ana fue llevada a la Corte, viviendo con su madre y

con su abuela. Constantino murió y María, con la que finalmente Alejo rompió su rela-

ción, fue llevada a la reclusión de un monasterio.

Fue bastante problemático el largo reinado de Alejo I Comneno. En sus comienzos

tuvo que afrontar los ataques normandos de Roberto Guiscardo y de su hijo Bohemundo

de Tarento, quienes conquistaron Dyrrhachium y Corfú, y pusieron sitio a Larissa, en

Tesalia. Tuvo que pactar una paz con los turcos selyúcidas de Rum para hacer frente a

la amenaza que representaba Roberto Guiscardo en el Epiro. El peligro normando fue

providencialmente conjurado por la muerte de Roberto Guiscardo en 1085, y los terri-

torios perdidos fueron recuperados por el Imperio.

Posteriormente, en Tracia se vio obligado a rechazar a los invasores pechenegos y cu-

manos, con quienes habían hecho causa común los maniqueos bogomilos. También tuvo

que enfrentarse a los selyúcidas, cada vez más poderosos en todo el Asia Menor.

Peor aún fue lo que tuvo que afrontar y aguantar con la llegada de los cruzados pa-

sando por el Imperio Bizantino, irrumpiendo allí sobre todo porque Alejo los llamó y el

Papa Urbano II los convocó en el concilio de Clermont (año 1095).

Pero Alejo había pedido simplemente fuerzas mercenarias para combatir a los infieles,

y no las inmensas huestes que empezaron a llegar (y que en gran parte iban a lo suyo).

El primer contingente de cruzados (pobres), guiado por Pedro el Ermitaño, fue hábil-

mente desviado por Alejo hacia Asia Menor, donde fue masacrado por los turcos en

1096. El segundo contingente era una fuerza mucho más organizada y selecta, conduci-

da por Godofredo de Bouillón. Alejo los envió también a Asia, comprometiéndose me-

diante juramento a auxiliarles en caso de necesidad. Los cruzados recobraron para el

Imperio Bizantino varias ciudades e islas, como Nicea, Quíos, Rodas, Esmirna, Éfeso,

Filadelfia, Sardes… y el tercio occidental de Asia Menor.132

amor, pero éste fue surgiendo durante 40 años de unión y nacieron: Alejo Comneno, Juan Ducas, Irene

Ducaina y María Briennio Comneno.

Desde bien niña Ana había asumido que algún día heredaría el trono bizantino, pero esa aspiración se

vino abajo cuando nació su hermano Juan. Pese a todo, las ansias de poder de Ana no le dejaron aceptar el

ascenso al trono por parte de su hermano. Ana consideró que ella y su marido deberían asumir el título de

emperadores. Así, junto con Irene Ducas, la pareja conspiró para desheredar a Juan y colocar la corona

sobre el marido de Ana. En aquellos momentos, Alejo I estaba muy debilitado y enfermo. Con todo, no

tuvo éxito la conspiración, siendo Juan II quien ascendió al trono cuando murió Alejo I en este 1118.

Los intentos de Ana por usurpar la corona imperial persistieron y se reiteraron con el fin de deponer a

su hermano y poner en su lugar a su esposo Nicéforo. Sin embargo, nuevamente el plan no tuvo éxito,

debido a que Nicéforo en el último momento se negó a colaborar. Enfadada y decepcionada por la debi-

lidad de su marido, Ana dijo que “la naturaleza se ha equivocado en los sexos, ya que él debería haber

sido una mujer”. El complot se descubrió y Ana tuvo que renunciar a sus propiedades y a su estatus fa-

miliar, siendo además obligada a recluirse en la vida monástica (en el monasterio Llena de Gracia que su

madre había fundado). Su madre y su hermana Eudoxia la acompañaron. Nicéforo, sin embargo (ironías

de la vida) quedó en la Corte sirviendo como uno de los más fieles consejeros de Juan II.

132

La habilidad de Alejo con los cruzados es considerada por Ana Comnena como ejemplo de diplo-

macia, pero los historiadores occidentales que relatan los hechos de la primera cruzada consideran al em-

perador Alejo como falso y traidor. Los cruzados creyeron que Alejo había quebrantado su juramento al

no haberles ayudado durante el asedio de Antioquía; Bohemundo, autoproclamado príncipe de Antio-

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~ 86 ~

A Alejo I Comneno le sucede en el trono bizantino su hijo (y de Irene Ducas) Juan II

Comneno, de 31 años de edad, siendo Irene (de Árpad) la emperatriz consorte.133

Alejo I Comneno

quía, declaró la guerra al emperador, pero terminó por aceptar convertirse en su vasallo tras firmar el

Tratado de Devol (año 1108).

133

Aunque conocida como Irene en Bizancio, fue antes la princesa Piroska de Hungría. Hija del rey San

Ladislao I de Hungría (1040-1095) y de Adelaida de Rheinfelden, Piroska nació en Estrigonia. Con 2

años de edad (en 1090) murió su madre Adelaida y unos años después su padre Ladislao (año 1095). Fue

tutor de la pequeña el rey Colomán de Hungría, su primo.

Para mejorar las relaciones del reino húngaro con el Imperio Bizantino, Colomán, en 1104, comprome-

tió en matrimonio a Piroska con Juan, el hijo del emperador Alejo I Comneno, que ya era co-emperador

desde septiembre del año 1092 y se destinaba a la sucesión en Bizancio. De esta manera llegó Piroska a

ser esposa del emperador bizantino Juan II Comneno (1118-1143). Piroska, al pasarse de la fe católica a

la ortodoxa, adoptó el nombre de Irene. Los ortodoxos orientales la consideran santa y la conmemoran

como tal el 13 de agosto.

Esta emperatriz fue muy resuelta y de grandes iniciativas en las atenciones hacia los peregrinos, vehi-

culando muy bien las relaciones entre Oriente y Occidente, particularmente mediante los territorios hún-

garos. Inculcó mucho de la cultura europea a su hijo (sucesor en el trono) Manuel I Comneno.

Irene (Piroska) fundó uno de los claustros principales de Bizancio, el Claustro Pantokrator, y abrió muy

cerca de allí un hospital con más de 50 camas (muchas camas para lo que era habitual en un hospital de la

época) y un albergue con servicio o ayuda de comidas.

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~ 87 ~

PALACIO DE WESTMINSTER

(INGLATERRA)

El 1 de mayo murió en el palacio de Westminster la reina consorte de Inglaterra Edith

Matilde, esposa de Enrique I de Inglaterra, a la edad de 38 años.134

Fue enterrada en la

abadía de Westminster.

Tenía 6 años de edad (año 1086) cuando ella y su hermana María fueron enviadas al

monasterio de Ramsey, donde fueron educadas por su tía materna, Cristina Atheling,

abadesa del lugar.135

Al acceder Enrique I al trono de Inglaterra (año 1100), sobrepasados los 30 años de

edad, pensó que Edith era la esposa ideal para él, por ser descendiente, por línea ma-

terna, de los antiguos reyes anglosajones de Inglaterra; así, los eventuales hijos de esta

unión tendrían en sus venas sangre normanda y anglosajona, con lo que se unificarían

ambos linajes.

No tardó en desatarse una controversia en cuanto se aseguró el rumor de que Edith ha-

bría hecho votos religiosos como profesa durante su estancia en Ramsey; pero Edith de-

claró que nunca tomó voluntariamente el velo religioso, a no ser por orden de su tía

Cristina (para salvarla de la “lujuria de los normandos”); en uno de los momentos de

discusión, Edith rechazó el velo y lo tiró al suelo, siendo por ello muy reprendida por su

tía la abadesa. El arzobispo Anselmo de Canterbury, comprendiendo a la joven princesa,

se puso de parte de ella y la defendió, declarándola honesta y sincera. De este modo, sin

impedimento alguno, el matrimonio entre Enrique I y Edith fue consentido.

Enrique I y Edith se casaron en la abadía de Westminster, el 11 de noviembre de

1100, siendo el arzobispo Anselmo de Canterbury quien asistió la celebración sacra-

mental del enlace. Edith fue coronada reina con el nombre de Matilde.

Fue una reina tan de casa y cortesana como viajera, acompañando a su esposo por to-

dos los recorridos realizados en Inglaterra (sobre todo durante los años 1106-1107), vi-

sitando también ambos el ducado de Normandía.

La vida en la corte estuvo muy cuidada, ambientada siempre con excelentes poetas y

músicos. La popularidad de la reina Matilde fue creciente y todos la admiraron por su

belleza y buena formación, por su inteligencia y por la bondad de su ferviente piedad

católica, solícita siempre en atender a los más necesitados (como lo fue su madre).136

134

Edith Matilde de Escocia fue la segunda de las hijas del rey Malcolm III Canmore de Escocia y de su

segunda esposa Santa Margarita Atheling o de Escocia.

135

Al sureste de Peterborough y al norte de Huntingdon. Hoy es una abadía en ruinas.

136

Parece ser que a Turgot de Durham encargó la composición de una biografía de su madre, Santa Mar-

garita de Escocia, en cuyo honor hay una antigua capilla románica en Edimburgo.

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TOULOUSE (FRANCIA)

El 3 de julio murió en Toulouse el arquitecto y artista muy destacado del estilo romá-

nico Raimundo Gayrard.137

Todos sus bienes y ganancias los dedicó siempre a la bene-

ficencia y auxilio de los pobres.138

En Toulouse, entre otras construcciones,139

dirigió

las obras de la Basílica de San Sernín,140

en la que también, como laico, fue chantre.

Recibió sepultura en la capilla del hospital que había fundado, rodeado por la multitud

de personas agradecidas a la bondad y ayuda que Raimundo les prestó. Todo el mundo

lo tiene por santo.

Otro fallecido regio de este año 1118, del que no hay demasiados datos biográficos, fue el rey Felipe

Halstensson de Suecia (1105-1118), aunque figura como rey vikingo de Suecia, entre los años 995-1022,

Olaf Skötkonung.

137

Se desconoce su edad, el año de su nacimiento, que debió de ser hacia la mitad del siglo XI. Está ca-

nonizado como San Raimundo de Toulouse y se conmemora el 3 de julio.

138

Al enviudar no se dedicó a otra cosa sino a servir en la Iglesia y a la Iglesia, viviendo en castidad y

pobreza.

139

Puentes, hospital y colegio para pobres, etc.

140

También conocida como Basílica de San Saturnino, la mayor iglesia románica de la Occitania france-

sa y la segunda más antigua de Francia en ese estilo después de la abadía de Cluny. Su construcción co-

menzó en el año 1080 por el ábside detrás de la capilla original y más antigua (dedicada al mártir San Sa-

turnino). Todavía se puede visitar hoy la iglesia primitiva, que hace las veces de cripta y contiene varias

reliquias. En el año 1096, el Papa Urbano II consagró el altar, estando también completos el transepto y la

fachada. Es ésta una de las iglesias denominadas de peregrinación (y del culto a las reliquias).

La cabecera tiene nueve capillas radiales separadas por tramos de ábside. La fachada occidental es un

simple cerramiento en la que se pueden observar las bases de las dos torres laterales iniciadas y nunca

terminadas. La longitud total del exterior de la iglesia llega a unos 120 metros. Con el fin de sostener el

campanario sobre el crucero, los cuatro pilares torales se engrosaron considerablemente.

De gran importancia como ejemplo consumado de la arquitectura de peregrinación, esta iglesia tiene

además decoraciones que ocupan un lugar destacado en la historia escultórica del románico.

Justo sobre el coro, en el crucero, se levanta una torre campanario de 64 metros de altura y forma octo-

gonal. Está constituido por 5 niveles:

El nivel más bajo, contiene en cada cara dos ventanas cubiertos por arcos en mitra.

Los dos niveles siguientes, en ligera retirada respecto al precedente, poseen el mismo tipo de ventanas.

Los dos niveles siguientes fueron construidos en la segunda mitad del siglo XIII. Se caracterizan por

contener en cada una de las caras dos ventanas cubiertas de arcos en mitra.

Finalmente, en 1478, fue construida una aguja para soportar un globo terminal coronado por una cruz.

El campanario protege un carillón compuesto de 24 campanas.

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AÑO 1119

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~ 90 ~

ABADÍA DE CLUNY

(FRANCIA)

La pretensión del Papa Gelasio II de reunir un concilio se vino abajo al morir repen-

tinamente, el 29 de enero de este año 1119, estando en la abadía de Cluny y para cum-

plir sus 60 años de edad.141

En dicha abadía, siendo Poncio el abad,142

recibió sepultura

y allí se procedió luego a la elección del nuevo Papa (al seguir Roma ocupada por el

anti-papa Gregorio VIII, Mauricio Burdino, el depuesto arzobispo de Braga).

Resultó elegido Guido de Borgoña, de 69 años de edad, que tomó el nombre de Ca-

lixto II. Hijo del conde Guillermo I de Borgoña, fue arzobispo de Vienne desde 1088.

Fue siempre un firme partidario y protagonista de las reformas eclesiásticas típicamente

cluniacenses y gregorianas.

De lo primero que hizo Calixto II cabe que destaquemos su inmediato intento de con-

certar un encuentro con el emperador Enrique V y solucionar con él de una vez por to-

das la disputa de las investiduras, para lo cual le envió una embajada. El lugar del en-

cuentro sería Reims, a finales de octubre, en concilio.

Como Enrique V se presentó en Reims al frente de su ejército, era fácilmente inter-

pretable que su voluntad no era la de la mejor disposición ni mucho menos pacífica, sin

haber renunciado a ser leal al antipapa. Por eso, Calixto II comenzó sus intervenciones

en el concilio de Reims, el 30 de octubre, excomulgando a Enrique V y a Mauricio Bur-

dino (Gregorio VIII). No hubo encuentro entre el Papa y el emperador, teniendo éste

que marcharse.

Ciertamente, Europa está ya harta de la prolongada polémica en torno a las investidu-

ras y a las tensiones entre el Papa y el soberano germano, sin entender cómo no se so-

luciona el tema, por concordato, de modo semejante a como se solucionó en Francia

(año 1104) o en Inglaterra (año 1107).

También confirmó el Papa Calixto II la Carta caritatis de los monjes cistercienses,

conjunto de reglamentos o compilación de estatutos varios de los mencionados monjes

desde 1114, sobre las relaciones monásticas y algunas costumbres monacales desde lo

que fue redactando el abad Esteban Harding. Ahora, examinado todo y presentado al

Papa, éste, Calixto II, da su aprobación. De este modo, con pleno sentido eclesial, pode-

mos ya hablar de la Orden del Císter como tal y en cuanto aprobada y reglamentada.

141

Ofreceremos un resumen de todos los Papas del siglo XII cuando lo culminemos al final de los relatos

o crónicas del mismo.

142

Poncio o Pons de Melqueil (1109-1132). Ver Epílogo IV.

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~ 91 ~

El emperador Enrique V

El Papa Gelasio II

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~ 92 ~

VISEU (PORTUGAL)

Se restableció en este año la vieja diócesis portuguesa de Viseu,143

como sufragánea

de Braga, habiendo sido administrada hasta ahora, en los últimos tiempos, desde Coím-

bra. La diócesis de Viseu, curtida en hondura de fe durante la dominación musulmana,

se caracteriza por su dinamismo misionero en el avance de reconquista y consolidación

por las tierras portuguesas.

Catedral de Viseu (Portugal)

143

Ya existente en el siglo VI, siendo sufragánea de la metropolitana de Mérida. Está documentada, del

año 572, la presencia del obispo Remissol en uno de los concilios de Braga. Puede suponerse que la dió-

cesis de Viseu existiera en el 561, año del I concilio de Braga, metropolitana de la que acabó siendo su-

fragánea.

En el episcopologio de Viseu figuran estos obispos titulares: Remissol (572-585), Sunila (585-589),

Gundemaro (mencionado en el año 610), Lauso (mencionado en el año 633), Antonio (mencionado en el

año 636), Firmo o Farnio (aproximadamente entre los años 638-646), Vadila (aproximadamente entre los

años 653-656, sucediéndose luego sede vacante entre los años 665-680), Reparato (aproximadamente

entre los años 681-683), Viliefonso o Vilcifonso (mencionado en el año 688), Teofredo o Teodofredo

(mencionado en el año 693), Teodomiro (en los años de transición entre los siglos IX-X), Gundemiro

(mencionado en el año 905), Anserico o Sabarico (mencionado en el año 922), Salomão o Salomón

(aproximadamente entre los años 928-931), Dulcidio (aproximadamente entre los años 937-951), Her-

menegildo (aproximadamente entre los años 961-968), Iquiliano (aproximadamente entre los años 974-

981, continuándose sede vacante entre los año 990-1020), Gomes (1020-1050), Sisnando (hasta 1064),

Mauricio (1102) y San Teutonio o Teotonio (hasta 1112).

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~ 93 ~

REINO DE ARAGÓN

Alfonso I de Aragón y Navarra, centrado en reconquistar tierras y lugares a los moros,

se apoderó ya de Marcilla,144

Tudela,145

Araciel,146

Cabanillas,147

Fustiñana,148

Tude-

jén,149

Castillón, Cervera,150

Ágreda,151

Tarazona,152

Novallas,153

Alberite,154

Borja,155

Novillas,156

Épila,157

Pedrola,158

Alagón,159

Fuentes de Ebro,160

Alfajarín,161

Cariñe-

144

Navarra.

145

Navarra.

146

Navarra, hoy despoblada.

147

Navarra.

148

Navarra.

149

Navarra, hoy despoblada.

150

La riojana Cervera del Río Alhama.

151

Provincia de Soria.

152

Provincia de Zaragoza. Esta localidad, importante en época visigoda, se convirtió en restaurada sede

episcopal, ocupándola el monje cluniacense Miguel Cornel como obispo. Este obispo, muy culto, realizó

muchas traducciones del árabe al latín. Tarazona fue episcopal al menos desde el año 449.

Otro hecho episcopal destacable en Aragón fue el siguiente: En 1116, el obispo Esteban de Huesca, con

el apoyo de nobles de Barbastro y del mismo rey Alfonso I, consiguió que el obispo Ramón (San Ramón

de Roda y Barbastro) fuese desterrado de Roda, acusándolo de oponerse a combatir con las armas a los

musulmanes y otros herejes. Barbastro pasó a la diócesis de Huesca y, al volver Ramón a Roda, en este

año 1119, no recuperó Barbastro.

A Zaragoza le concedió Alfonso I su fuero, análogo al de Jaca, válido hasta 1137, y se empezó a cons-

truir la catedral o Seo del Salvador, siendo Pedro de Librana el obispo (1119-1128).

153

Provincia de Zaragoza.

154

Alberite de San Juan (Zaragoza), no debiendo confundirse con la riojana Alberite.

155

Provincia de Zaragoza.

156

Provincia de Zaragoza.

157

Provincia de Zaragoza.

158

Provincia de Zaragoza.

159

Provincia de Zaragoza, conquistada por Lope Garcés Pelegrín (el Peregrino), que fue ayo del rey Al-

fonso I y que la obtiene en señorío junto con las dos anteriores.

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~ 94 ~

na,162

Calanda,163

Al-Qanis…,164

sometiendo a vasallaje al pequeño reino o fortaleza de

Rueda.165

A Belchite166

le concedió el rey Alfonso I una carta puebla.

Estatua de Alfonso I en Zaragoza

160

Provincia de Zaragoza.

161

Provincia de Zaragoza.

162

Provincia de Zaragoza.

163

Provincia de Teruel.

164

Alcañiz (Teruel).

165

Rueda de Jalón (Zaragoza).

166

Provincia de Zaragoza.

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~ 95 ~

CÓRDOBA

Un esclavo africano de la guardia del gobernador almorávide Abu Bakr Yahya ibn

Dawud de Córdoba ofendió a una cordobesa y se provocó con ello encendida revuelta

popular en la ciudad que acabó con la expulsión del gobernador, el asalto al alcázar, el

incendio de todos los aduares de los almorávides, el robo a éstos de sus bienes y su

expulsión de la ciudad.167

167

Ver Epílogo V.

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~ 96 ~

PRINCIPADO DE

ANTIOQUÍA

El cruzado Roger de Salerno,168

que regentó el principado de Antioquía desde 1112,

murió en batalla, derrotado por los musulmanes, el 28 de junio.169

La batalla pasó a co-

nocerse como de Ager Sanguinis.170

Recordemos que, a raíz de la primera cruzada, se establecieron en Tierra Santa varios

territorios bajo gobierno de caballeros cristianos, destacando en este año 1119 éstos te-

rritorios: el condado de Edesa (bajo el gobierno de Joscelino I),171

el principado de An-

tioquía (del príncipe Bohemundo de Antioquía y regentado por Roger de Salerno), el

condado (sirio) de Trípoli (gobernado por Ponce) y el reino de Jerusalén (con Balduino

II al frente). Son constantes las disputas y las contiendas entre cristianos y musulmanes

en toda la zona.

En la primavera de este año 1119, la ciudad de Alepo se había colocado bajo la pro-

tección de Ilghazi, siendo una ciudad prácticamente rodeada por los territorios de Roger

168

También conocido como Roger de Hauteville o Roger del Principado (de Antioquía). Era hijo de Ri-

cardo de Salerno, príncipe de Salerno (Italia) y gobernador del condado de Edesa entre los años 1104-

1108. Cuando Balduino II de Edesa fue hecho prisionero por los turcos selyúcidas (batalla de Harran, en

1104), Tancredo de Galilea asumió la regencia del condado de Edesa y colocó a su primo Ricardo de

Salerno como gobernador. En la práctica, Ricardo fue el gobernante del territorio, una vez que Tancredo

había asumido también la regencia del Principado de Antioquía.

Roger se hizo regente de Antioquía tras la muerte de Tancredo (año 1112), ya que el legítimo príncipe,

Bohemundo de Antioquía, era todavía niño. Como Tancredo, Roger estuvo casi constantemente en guerra

con los vecinos musulmanes. En 1114 hubo un terremoto que destruyó muchas de las fortificaciones del

principado. Roger se cuidó de reconstruirlas, especialmente las más próximas a la frontera. Se casó con

Hodierne de Rethel, hermana de Balduino II de Jerusalén, y su gobierno fue inmortalizado por su cronista

y canciller Gualterio, con el título de Bella Antiochena.

Roger de Salerno derrotó a los selyúcidas en dos importantes batallas, en 1114 y en 1115. Junto

con Joscelino I de Edesa, consiguió cercar Alepo, pero esta ciudad se alió con el emir de Mardin (Tur-

quía) en 1118, el cual, en 1119, invadió el principado de Antioquía.

169

El ejército musulmán lo dirigió el general Ilghazi. 170

O también Campo de Sangre o Batalla de Sarmeda. Roger de Salerno llevó 700 caballeros (incluyen-

do 500 armenios) y 3.000 soldados de infantería, pero su derrota fue total. Roger y casi todas las fuerzas

de Antioquía murieron. Pero el ejército turco se esparció por el territorio y no llegó a atacar la ciudad

de Antioquía, dando tiempo a que Balduino II de Jerusalén llegara para asumir la regencia del principado.

171

Joscelino I de Courtenay, señor de Turbessel, a occidente del Éufrates (1101-1113), príncipe de Gali-

lea y señor de Tiberíades (1113-1119), conde de Edesa (1119-1131). Se casó con una armenia, Beatriz,

hija del príncipe Constantino I de Armenia y madre de Joscelino II. En segundas nupcias se casó con

María de Salerno, hermana de Roger de Salerno. En 1131, durante el asedio de un pequeño castillo al

noreste de Alepo, Joscelino fue accidentalmente herido de muerte. Murió en ese año.

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de Salerno. Ilghazi recorrió todos sus territorios, y pidió ayuda a otros reinos musul-

manes, reuniendo un gran ejército.172

Roger de Salerno pidió ayuda a Balduino II de Je-

rusalén y a Ponce de Trípoli para hacerles frente.

A mediados de junio, Ilghazi acampó en Quinnasrin173

esperando refuerzos de Togh-

tequin, el emir de Damasco. Roger, a pesar de las advertencias que se le hicieron, reunió

su ejército para salir a campo abierto sin esperar a sus aliados. Acampó pronto en las

cercanías de la fortaleza de Tel-Aquibrin, próxima a la llanura de Sarmeda, y allí esperó

refuerzos. El 27 de junio, el cercano castillo franco de Athareb fue atacado y hubo de

ser reforzado, quedando al mando de Roberto de Vieux-Ponts. Roger se dio entonces

cuenta de que tenía al enemigo muy cerca y envió su tesoro al castillo de Artak, en el

camino hacia Antioquía.

Durante la noche, un sonámbulo recorrió el campamento cristiano augurando un gran

desastre. Los musulmanes emplearon la noche en cercar al enemigo. Al amanecer, Ro-

ger estaba completamente rodeado. Un viento seco y pesado, el khamsin, soplaba desde

el sur. El arzobispo de Apamea, Pedro, predicó y confesó a los cristianos. Roger dividió

su ejército en cuatro divisiones más una de reserva. La batalla comenzó con un duelo de

arqueros de los dos ejércitos, pero después de algunos éxitos iniciales de los cruzados

Roger se dio cuenta de que no podía romper el cerco y que la batalla estaba perdida. El

viento polvoriento cambió de sur a norte, cegando a los jinetes. El ejército cristiano que-

dó destrozado y a merced de los musulmanes. Roger, el regente de Antioquía, cayó

combatiendo a los pies de una gran cruz enjoyada. Unos cien jinetes consiguieron rom-

per el cerco y se unieron a Roberto de Vieux-Ponts, que volvió de Athareb demasiado

tarde para participar en el combate. Decidieron volver a Antioquía. La mayoría de sus

compañeros murieron en el campo de batalla. Unos pocos, menos afortunados, fueron

hechos prisioneros. A mediodía el campo estaba lleno de cadáveres.

En la cercana Sarmeda, el franco Reinaldo Mazoir se rindió ante Ilghazi, quien le per-

donó la vida, pero mandó matar a todos sus compañeros. Los caballeros que habían sido

hechos prisioneros fueron arrastrados con cadenas y torturados en los campos alrededor

de Alepo y más tarde en las calles de la ciudad.

En Antioquía se prepararon para la defensa ante lo que creyeron un inminente ataque

musulmán que sacara partido a la batalla.

Ilghazi mandó mensajes a sus aliados, quienes le felicitaron por su gran victoria. Se-

guidamente se puso en marcha sobre Artak. Allí entró en la ciudad, pero un armenio

llamado José que estaba al mando de la ciudadela donde estaba guardado el tesoro de

Roger, convenció a Ilghazi de que simpatizaba con los musulmanes, pero que su hijo

estaba preso, rehén en Antioquía. Ilghazi dejó la ciudad en manos de José y de uno de

sus emires y volvió a Alepo donde se dedicó a festejar la victoria.

Mientras tanto, Balduino II de Jerusalén y Ponce de Trípoli llegaron a Antioquía. Des-

pejaron los alrededores de cuantos merodeaban por allí y reunieron a los notables de la

ciudad para decidir el futuro del principado. Puesto que el príncipe, Bohemundo, era un

172

De unos 40.000 hombres.

173

A 24 kilómetros de Alepo.

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niño y residía en Italia, se decidió que el principado quedaría bajo la protección de Bal-

duino hasta su mayoría de edad, momento en que se casaría con una de la hijas del rey.

Después el rey salió de Antioquía con unos 700 jinetes y 1.000 infantes para atacar a los

musulmanes. El ejército musulmán se vio reforzado por la llegada de Toghtekin, el emir

de Damasco. Por su parte el ejército cristiano se vio reforzado por tropas procedentes de

las distintas fortalezas y castillos que eran abandonados ante el empuje musulmán.

El encuentro enfrentado tuvo lugar cerca de Hab, un pueblo. Murieron muchos hom-

bres de ambos bandos. Ilghazi y Toghtekin se retiraron con muchos prisioneros, pero el

empuje musulmán había sido detenido, y los dos bandos se proclamaron victoriosos. En

Alepo fueron asesinados muchos prisioneros. Roberto el Leproso, fue decapitado perso-

nalmente por Toghtekin, ante el estupor de Ilghazi que planeaba pedir un gran rescate

con el que pagar a sus tropas. Balduino II se retiró a Antioquía después de reconquistar

algunas fortalezas perdidas y puso el principado y el condado de Edesa en orden antes

de volver a Jerusalén, ya en invierno de este año 1119.

Moneda de Roger de Salerno, regente de Antioquía

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ABADÍA DE SAINT-SAVEUR

DE REDON (BRETAÑA

FRANCESA)

En la abadía francesa de Saint-Sauveur de Redon, el 13 de octubre, murió uno de los

más destacados cruzados, el duque Alan (o Alano) Fergant IV de Bretaña.174

Fue gran

benefactor de las abadías del valle del Loira.175

Alan IV de Bretaña

174

Aproximadamente a los 50 años de edad.

175

La habitual rivalidad entre Bretaña y Normandía continuaba a fines del siglo XI. La guerra de 1064-

1065 fue el resultado del apoyo dado por Guillermo I de Inglaterra a los bretones que se rebelaron contra

el abuelo de Alano, Conan II de Bretaña. Para evitar nuevas hostilidades con Bretaña, Guillermo casó a su

hija Constanza con Alano (año 1087). El matrimonio pudo haber tenido lugar en la normanda Bayeux.

Guillermo de Malmesbury, historiador inglés de la época, escribió que Constanza no era popular entre los

cortesanos bretones, pues era “severa y conservadora”. Guillermo de Malmesbury también alega que

Alano IV había envenenado a Constanza, pero esto no ha sido verificado. Sin embargo, Orderico Vital,

otro historiador, escribe que, como duquesa, Constanza hizo todo lo posible para promover el bienestar y

el progreso de los bretones, y que éstos se afligieron profundamente por su muerte en 1090.

En 1093, se casó Alan IV por segunda vez, con Ermengarda de Anjou, hija de Fulco IV de Anjou y

biznieta de Fulco Nerra (987-1040). Alan y Ermengarda tuvieron tres hijos: Conan III (duque de Bretaña),

Godofredo Rufus (muerto en Jerusalén en 1116) y Agnès (o Havoise), casada alrededor de 1110 con

Balduino VII de Flandes, hijo de Roberto II de Flandes.

Con una amante de la que no se conoce su nombre, Alan tuvo también un hijo: Brian.

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LEÓN

Murió el conde Fruela Díaz, del linaje de los Flaínez y emparentado con Rodrigo Díaz

de Vivar, el Cid Campeador, y con su esposa Doña Jimena Díaz.176

Casado con Estefa-

nía Sánchez.177

Fue gran cortesano y hombre de confianza del rey Alfonso VI, así como de su hija

Urraca.178

Destacó en la actividad repobladora y como benefactor de monasterios, tam-

bién como impulsor del Camino de Santiago.

176

Hay quienes sostienen que era hermano de Doña Jimena. Aparece como “el conde don Fruela” en el

verso 3004 del Cantar de mio Cid, entre los magnates que acuden con el rey Alfonso a las cortes convo-

cadas en Toledo.

177

Hija de Sancho Garcés, señor de Uncastillo (Zaragoza) y Sangüesa (Navarra), siendo Sancho Garcés

hijo ilegítimo del rey García Sánchez III de Pamplona (el de Nájera). Su madre fue Constanza, que pudo

ser hija de un primer matrimonio de Estefanía de Foix, esposa legítima del padre del infante Sancho

Garcés, progenitor de Estefanía Sánchez. Por lo tanto, si fuese cierto, los padres de Estefanía Sánchez

eran hermanastros, aunque sin lazos de sangre. La esclarecida ascendencia de Estefanía también se con-

firma en una donación de un solar en Astorga (1 de marzo de 1112) hecha por el conde portucalense,

Enrique de Borgoña, y su esposa Teresa de León, quienes mencionan que ella venía ex regali sanguine et

prosapia orta (de sangre real y gran prosapia). Los hijos del conde Fruela y de Estefanía fueron: Ramiro,

María, Diego y Constanza.

178

Acumuló una gran fortuna e incrementó la herencia de sus padres con varias compras y permutas. Po-

seyó muchos rebaños de ganado. Las transacciones relacionadas con Fruela Díaz aparecen en la docu-

mentación del Monasterio de Santa María de Otero de las Dueñas (León). A la muerte de Alfonso VI en

Toledo (año 1109) y de un primo suyo, Martín Flaínez, en la batalla de Uclés (año 1108), Fruela Díaz se

convirtió en conde de León, Astorga, El Bierzo y Aguilar, con la tenencia de Cifuentes de Rueda (León)

en 1117.

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CHINA

Murió en China, bajo la actual dinastía Song, el muy prodigioso pintor (paisajista)

Wan Ximeng, con tan sólo 23 años de edad.179

Le enseñó personalmente el emperador

Huizong.

179

No se cuenta con datos biográficos precisos sobre Wang Ximeng, ni se saben las fechas exactas de su

nacimiento y de su muerte. La única fuente de información sobre este artista proviene de Chin Tsai, di-

ciendo que el libro Un Mil Li de ríos y montañas fue compuesto en 1113, cuando Wang Ximeng tenía

unos 18 años de edad y que unos años más tarde murió.

Puede leerse a Barnhart, R. M. y otros (1997): Three Thousand Years of Chinese Painting, New Haven,

Yale University Press.

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AÑO 1120

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~ 104 ~

ROMA

Auxiliado por los normandos, el Papa Calixto II pudo establecerse en Roma y obligar

al antipapa Gregorio VIII a irse, huyendo a Sutri, donde fue hecho prisionero y recluido

en el monasterio de Cava.180

Calixto II prosigue enérgicamente su cometido contra las investiduras por parte de los

poderes laicos y muy concretamente por parte del emperador alemán Enrique V, para lo

cual propuso a éste la necesaria conveniencia de celebrar cuanto antes una dieta en

Worms, donde participaran prelados y príncipes o magnates.181

A fecha de 27 de febrero de este año 1120, Calixto II, hermano de Raimundo de Bor-

goña, padre de Alfonso Raimúndez (Alfonso VII, que empieza a reinar en este año ins-

talándose en Sahagún),182

concedió a la Sede de Santiago de Compostela, el rango de ar-

180

Cava de Tirreni, en la provincia italiana de Salerno, con su abadía benedictina de la Santísima Trini-

dad (fundada por San Alferio Pappacarbone en 1011).

Sutri fue cercada durante más de una semana por las tropas pontificias de Calixto II hasta que sus habi-

tantes entregaron al antipapa y dejaron de protegerle (ya en abril de 1121). En realidad, el antipapa Gre-

gorio VIII (Mauricio Burdino) sufrió varios encarcelamientos en diversos monasterios, hasta su muerte en

1137.

181

Será la dieta que a 23 de septiembre de 1122 concluirá con la firma del Concordato de Worms por el

que el emperador renunciará al derecho de investidura, reconociendo ese derecho como exclusivamente

eclesiástico. El Papa le reconocerá al emperador el derecho o privilegio de asistir a las investiduras para

reconocer los nombramientos, pero no para efectuarlos. Ya lo veremos en su momento.

Después, a 18 de marzo de 1123, se celebrará el I Concilio de Letrán (primero de los ecuménicos en

Occidente), en el que se confirmarán y sancionarán los acuerdos del Concordato de Worms, añadiéndose

a ellos 22 cánones contra la simonía, el nicolaísmo y la intromisión de los laicos en los asuntos ecle-

siásticos. Resultará también de ese concilio la convocatoria de la segunda cruzada.

182

Con el beneplácito de su madre la reina Urraca I, muy desavenida finalmente con Diego Gelmírez,

cuando en los reinos hispanos, tal como fuimos contando, se alternaron inquietudes y vicisitudes signifi-

cativas y de tono muy diverso. La figura de Diego Gelmírez pasará a la historia como variable y hasta

asombrosamente maquiavélica. Influido por los protocolos cluniacenses, buscó a leales de estirpe fran-

cesa y comprendió sin titubeos que la Sede Compostelana era idónea para sus ambiciones eclesiásticas.

Tras múltiples peripecias, Alfonso VII fue coronado en Santiago de Compostela (17 de septiembre de

1111). Frente a los ataques de Alfonso I el Batallador y las ambiciones de Urraca, Gelmírez usó a Al-

fonso VII en provecho propio.

Con el tiempo, los enfrentamientos entre Gelmírez y Urraca no sólo fueron personales. El descontento

de distintos estratos de la sociedad gallega benefició a las causas defendidas por la reina y el obispo, de

suerte que la guerra civil abría un margen de nuevas posibilidades para configurar el poder en Galicia.

Para precaver la independencia de Galicia, Urraca firmó con Gelmírez uno de sus pactos de respeto

mutuo (año 1115). Más tarde, como contábamos en su momento, la hermandad de ciudadanos gallegos, se

enfrentó al obispo y se interpretó luego que Urraca era quien urdía una conspiración contra el prelado. En

1117 volvieron a pactar Urraca y Gelmírez, también con el conde de Traba de por medio. Hubo de nuevo

reacción de amotinados, con Diego y Urraca encerrados. Los amotinados provocaron un incendio para

hacerlos salir del refugio. Gelmírez huyó disfrazado de mendigo.

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~ 105 ~

zobispal y metropolitana, ostentando este cargo, ya como arzobispo, Diego Gelmírez.

Mediante la Bula Papal Omnipotentis dispositione, la diócesis de Santiago de Compos-

tela hereda o asume la condición de metropolitana de la que gozó desde antiguo la dió-

cesis de Mérida, incluyendo igualmente la jurisdicción de la también antigua diócesis

metropolitana de Braga.183

Además, en la mencionada Bula el Papa Calixto II instituye

el Año Santo Jacobeo, a celebrarse cada año en que el 25 de julio, Solemnidad de San-

tiago Apóstol, coincida en domingo. Todos los peregrinos que visiten la tumba del

Apóstol Santiago en Año Jacobeo podrán recibir la gracia del Jubileo Compostelano.184

Gelmírez acabó oponiéndose del todo a la reina, que seguía enfrentada a los partidarios de su hijo. En

1121, Urraca encarcelará a Gelmírez en el castillo de Orcellón, no lejos de Carballino (Orense), desa-

gradando mucho ese encierro a los señores y magnates gallegos, totalmente agradecidos al arzobispo por

su apoyo contra los almorávides.

Alfonso VII reinará plenamente a la muerte de su madre Urraca (año 1126). Eliminados los enemigos,

se hizo del todo patente el poder de Gelmírez, vencedor de aquella guerra que tuvo tanto de folletinesca,

una guerra en la que hubo en hechos o hazañas militares, amores y amoríos, crueldad, ambiciones, trai-

ciones y muchas desmedidas pretensiones.

183

Diego Gelmírez recibió también el nombramiento de legado pontificio en las provincias eclesiásticas

de Mérida (por entonces bajo dominio musulmán) y Braga. Gelmírez se trasladó a vivir al costado norte

de la catedral compostelana en construcción (el actual Palacio Gelmírez, anejo a dicha catedral).

Mediante la Bula Omnipotentis dispositione, el Papa Calixto II concedió a la Sede Compostelana los

“derechos metropolitanos de la antigua provincia eclesiástica de Mérida”, la primera diócesis de la Pe-

nínsula Ibérica (Hispania) que gozó del rango de metropolitana todavía en el marco del Imperio Romano.

El 2 de marzo de ese mismo año, otra bula ordenaba a los obispos de Coímbra, Salamanca y Ávila a re-

conocer al arzobispo compostelano como su metropolitano. El arzobispo Bernardo de Toledo, también

legado pontificio, no sintió ninguna satisfacción por ello, mucho menos por el poder de Gelmírez para

convocar concilios muy decisivos en Santiago de Compostela. Hubo tensión epistolar y hasta peleas entre

Diego y Bernardo.

A la muerte en este año 1120 de Jerónimo de Perigord, obispo de Salamanca, se independizaron entre sí

las diócesis de Salamanca, Ávila y Zamora, siendo sufragáneas de Santiago de Compostela. Giraldo

(1121-1124) es el sucesor de Jerónimo en Salamanca.

Véase Epílogo VI.

184

La indulgencia plenaria, tal como se irá perfilando, con las debidas condiciones de acceder a los sacra-

mentos de la Penitencia y de la Eucaristía.

Se impulsaron así las peregrinaciones a Santiago de Compostela, cada vez más frecuentes, numerosas y

organizadas durante toda la Edad Media en adelante. Curiosamente, el Papa había peregrinado a Santiago

de Compostela cuando era arzobispo de Vienne (Francia).

En 1122, coincidiendo con el acabose o colocación entonces de la última piedra de la catedral románica

de Santiago de Compostela, se instauró que sería Año Santo Compostelano el año 1126 y siempre que el

25 de julio coincidiera como domingo, confirmado y ampliado esto por los Papas sucesores de Calixto II,

siendo Alejandro III, mediante la Bula Regis Aeterni (25 de julio de 1178), quien declare el carácter

perpetuo de este Jubileo, equiparable a los de Roma y Jerusalén.

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NABLUS

Para el 16 de enero, el patriarca de Jerusalén, Garmond de Picquigny,185

convocó un

concilio en la ciudad de Nablus.186

Se regularon allí los asuntos más apremiantes y ne-

cesarios para hacer buena la presencia y la actuación de los cruzados en Tierra Santa.

Vale de mucho la buena preparación del patriarca jerosolimitano. Fue considerable la

presencia de los caballeros templarios en este concilio.187

185

Fue patriarca de Jerusalén durante los años 1118-1128, siendo este último el año de su muerte. Fue un

hombre destacado como cruzado, pero bueno y sencillo.

186

Nablus está situada a algo más de 60 kilómetros de Jerusalén, al norte, en una zona de rica agricultura

y artesanal, en la actual Cisjordania, donde abundan los manantiales fecundando su fértil valle. Hacia el

este de Nablus, a unos 2 kilómetros, se encuentra el rico yacimiento arqueológico de la antigua Siquem,

con el pozo de Jacob y la tumba de su hijo José.

187

El concilio de Nablus fue una asamblea de clérigos y caballeros del reino de Jerusalén, porque las

rivalidades entre los cruzados no cesaban, como en los casos de Edesa y Antioquía, y todo podía acabar

mal. Los participantes de Nablus (parece ser que uno de ellos fue el obispo San Olegario de Barcelona)

vieron la necesidad de consolidar oficialmente una policía de caminos para protección de los peregrinos y

de las caravanas, tan necesarias para la subsistencia de los territorios conquistados, acallando al mismo

tiempo las críticas que seguían resonando desde Occidente.

Nablus fue especialmente importante tanto para la recuperación y asentamiento definitivo del prestigio

y autoridad eclesiástica, como para el enraizamiento de los súbditos y de las instituciones, evitando verse

afectados moral o sentimentalmente por los nativos. En definitiva se trataba de evitar que se produjera

una orientalización de los cruzados que podría conducir a la desaparición del nuevo reino.

Se debatió vivamente la militarización de todos los cristianos del lugar, incluidos los clérigos. En la

legislación eclesiástica, a los religiosos por lo general se les prohibía participar en las guerras, pero para

los cruzados fueron necesarios todos los recursos humanos disponibles. Sólo un año antes, Antioquía

había sido defendida por el patriarca Arnulfo Malecorne de Chocques, después de la batalla de Ager San-

guinis (Campo de Sangre), un desastre que puso en entredicho la eficacia y la solidaridad de los recién

llegados.

Se aprobó (canon 20) que un miembro del clero no debe ser declarado culpable si toma las armas en

defensa propia, pero no puede tomar las armas por cualquier otra razón, ni puede actuar como un caba-

llero. Aunque fuera justa y lícita la guerra contra los infieles que había ocupado Tierra Santa, el derecho

canónico prohibía absolutamente a los religiosos, bajo pena de excomunión, matar a otro hombre con las

armas, ni siquiera a un musulmán o en legítima defensa. No obstante, la decisión ya estaba tomada, a

partir de ahora participarían en la defensa de las plazas como unos milites más.

Entre otros temas –uno de ellos de condena de la homosexualidad– se aprobó la policial Militia Christi

Hierosolimitana, para garantizar el tránsito de los peregrinos que acudían desde Occidente. Tras la apro-

bación y ante la falta de una infraestructura sólida, permanente y particular que diera soporte a la nueva

Hermandad, las autoridades del reino dispusieron lo necesario para paliar el defecto. Tanto por los ante-

cedentes familiares de sus componentes y su estrecha relación con la élite conquistadora, dueña de cargos,

títulos y tierras, que el maestre templario Hugo fuera de parentesco aristocrático relevante, etc., hizo que

el rey Balduino II concediera a los caballeros un lugar donde reposar y reponerse reconociéndoles unos

derechos y unos privilegios, entre los cuales figuraba el alojamiento en el mismísimo palacio del rey,

hecho éste que además de inusual fue definitorio de la posición social de la nueva Militia Christi. Lo que

hoy se conoce como la mezquita de Al-Aqsa (la lejana) que los cruzados llamaban el Templo del Señor,

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PAÍS VASCO

El obispo Hugo de Oporto, acompañado por Bosio, legado pontificio, habiendo via-

jado en ida y vuelta a Cluny, atravesaron el territorio de los vascos. Contaron por todas

partes que es un territorio sombrío, atrasado, falto de verdaderos caminos, de no mucha

población, apiñada ésta en caseríos, de habla incomprensiblemente rara, de comporta-

miento poco acogedor y hasta agresivo con los foráneos…188

construida dentro de los muros del Templo de Salomón, concretamente en su ala sur, se les dono a los

caballeros, pasando por ello a llamarse templarios. la donación se completaba con otra cedida por los

canónigos (no la Orden ecuestre) del Santo Sepulcro, exenta a modo de patio (de unas 15 hectáreas), que

rodeaba el palacio, donde podían entrenar sus armas y estar prestos al combate. Los caballeros les ce-

derían las caballerizas y las zonas anejas como cuartel militar.

Todo esto iba encaminado a ceder a posteriori todo el conjunto a la nueva Hermandad, pues el rey no

tardó en trasladar su sede a la Torre de David, levantada junto a la puerta de Jaffa que tenía en su poder

por conquista del conde Raimundo IV (de Saint-Gilles) de Toulouse, el cual le había solicitado la entrega

para sede del reino y del rey. Todas las instalaciones pasaron, a manos de la nueva Milicia, que de esta

manera adquirieron no sólo su cuartel general, sino su nombre: templarios. Se les otorgó la primera regla

de san Agustín (conocida como la latina al proceder del reino latino de Palestina) por su íntima relación

con los canónigos del Santo Sepulcro y por ser la única que contemplaba la beligerancia como defensa

propia de la fe. No había otras en el reino, además, en las otras no se acababa de aceptar aquella nueva

situación de frailes guerreros. De hecho los templarios, como ya se empezaban a conocer tras su recono-

cimiento y juramento de los votos temporales, aún no eran frailes, pues todavía no lo había confirmado el

Papa. Su comportamiento durante los casi diez años primeros de existencia, con los apoyos del patriarca y

el rey Balduino II, serían determinantes para ser aceptados por la Curia Romana.

Las diferencias entre las dos formaciones varió no sólo en carisma sino también en vestimenta. Éstos

(los recién creados) usaban un manto pardo en señal de humildad, con la cruz escarlata de doble palo,

indicando con ello una pretendida dependencia de la Iglesia de Jerusalén, mientras que los miembros del

Santo Sepulcro usaban manto, para unos blanco, para otros azul, con la reconocible Cruz de Jerusalén o

de Santa Elena, con simbolismos de las cinco llagas de Cristo, tal como fue concesión del Papa Urbano II

a los cruzados.

La creación de la Milicia templaria tenía como uno de sus objetivos, además de la entrega de sus vidas a

Dios (viviendo perpetuamente como canónigos regulares, sin posesiones, bajo los votos de castidad y

obediencia), proteger los caminos y las rutas hacia Jerusalén contra los ataques de ladrones y ser brigadas

para salvaguardar especialmente a los peregrinos.

188

Ver Epílogo VII.

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~ 108 ~

CORIA

El caíd almorávide que gobierna Sevilla, Ibrahim ibn Yusuf, reconquistó la ciudad de

Coria189

arrebatándosela a los cristianos.

Castillo de Coria (Cáceres)

189

Provincia de Cáceres. No se conoce con exactitud la fecha fundacional de Coria, pero se supone, a

juzgar por la arquología, que proviene de una ocupación muy antigua de gente asentada cerca de las fér-

tiles tierras del río Alagón. Puede darse por cierto un primer asentamiento continuado de vetones, de

origen celta, denominando Caura al lugar (sobre todo durante los siglos VIII-VI a. de C.). Luego vino la

conquista romana de la zona (siglo I a. de C.), en tiempos de Quinto Cecilio Metello Pío, cónsul y militar

que denominó y organizó el lugar como Castrum Cecilium Cauriensis, encuadrándose luego, como Cau-

rium, en el Conventus Emeritensis de la Lusitania.

Tras la caída del Imperio Romano, Coria fue ciudad relevante del reino hispano visigodo de Toledo,

siendo ya lugar destacado como diócesis (en el Concilio III de Toledo, año 589, estuvo presente y firmó

en las actas el obispo Jaquintus de Coria).

Cuando llegaron los tiempos musulmanes, a partir del año 711, Coria, la antigua Caurium, pasó a deno-

minarse Qüriya, siendo muy disputada durante varios siglos, más de tres, por musulmanes y cristianos,

pasando de unos a otros en diversos momentos. Finalmente la reconquistará para los cristianos el rey Al-

fonso VII, reinstaurándose en ella la sede episcopal. En la Edad Media acabará como marquesado incor-

porado a la Casa de Alba.

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SORIA

El aragonés Alfonso I reconquistó Soria (ropoblándola y concediéndole fueros) y lue-

go sitió Calatayud, que acabó reconquistada. En la batalla de Cutanda, cerca de Cala-

mocha,190

con la ayuda del poderoso duque aquitano Guillermo IX,191

los cristianos, con

Alfonso I al frente, derrotaron a los almorávides guiados por Ibrahim ibn Yusuf, con

tropas del sur andalusí, de variada procedencia, también leridanas. Los almorávides, que

ya se habían apoderado de Coria (como lo hemos contado), ansiaban reconquistar Zara-

goza, de la que Alfonso I se había adueñado, como ya sabemos. Se está poniendo de

manifiesto la debilidad de los almorávides andalusíes, sobre todo a la hora de unirse con

efectividad para empresas destacadas.192

Fueron reconquistadas por los cristianos varias

localidades del entorno zaragozano.

190

Provincia de Teruel.

191

Conocido como el Trovador. Nació en 1071, hijo de Guillermo VIII de Aquitania y de su tercera es-

posa, Audearde de Borgoña, hija del duque Roberto I de Borgoña. Cuando falleció su padre (año 1086),

heredó unos dominios más extensos que los del propio reino de Francia, del que nominalmente era va-

sallo. En los años 1101 y 1102, participó tardíamente en la primera cruzada, cuando ya Jerusalén había si-

do conquistada. Sostuvo varias guerras contra los condes de Toulouse. Fue excomulgado en dos ocasio-

nes, una de ellas por abandonar a su esposa legítima y arrebatarle a la fuerza la mujer a su vasallo el viz-

conde de Châtellerault. Entre 1120 y 1123 le vemos combatir junto con su cuñado el aragonés Alfonso I y

en los intentos de expulsar de Valencia a los almorávides.

192

Alfonso I supo que los almorávides marchaban hacia Zaragoza para intentar reconquistarla con un po-

tente ejército reclutado desde el invierno de 1119 en Sevilla, Granada, Murcia, Valencia, Molina de Ara-

gón (Guadalajara) y Lérida.

El avance musulmán se produjo ascendiendo por el valle del río Jiloca (afluente del Jalón, que a su vez

lo es del Ebro). Los almorávides fueron dicisivamente derrotados en Cutanda. Ya no sería posible que los

musulmanes recuperasen Zartagoza.

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~ 110 ~

TINMAL

(NORTE DE ÁFRICA)

Hay que hablar del reformador religioso y faquir o asceta musulmán Ibn Tumart (Abu

Abd Allah Muhammad ibn Abd Allah ibn Tumart, descendiente del califa Alí por su

hijo Hasan),193

discípulo de Algacel, que se proclama Mahdí (enviado de Alá, Dios) ini-

ciando la reforma almohade (“los que afirman la unidad de dios”).194

Con el apoyo de

los bereberes de Tinmal,195

Ibn Tumart comienza la guerra contra los almorávides.196

Habiendo regresado en 1106 de un viaje de peregrinación a La Meca, tras un recorrido

por Al-Ándalus, Muhammad ibn Tumart comenzó a predicar su propia visión del Is-

lam,197

basándose en la unidad indisoluble de Dios (Alá) y en el estricto cumplimiento-

acatamiento de los preceptos coránicos, desterrando cualquier tentación de interpretar la

Palabra del Profeta más allá de su estricto significado para la conducta.

Huyendo de las consecuencias políticas que su predicación acarreaba, constantemente

crítico contra los almorávides por su laxitud religiosa, Ibn Tumart se estableció en las

sierras del Atlas, en el alto valle del río Nfiss, aglutinando allí en torno suyo a nume-

rosas tribus bereberes, todas ellas fascinadas por la palabra del que no tardaron en iden-

tificar como Mahdí, que también significa guiado o profeta de Alá198

193

De la tribu bereber masmuda, sedentarios y agrícolas.

194

Pasará a la historia como el primero de los califas almohades, entre los años 1120-1130. Como mahdí,

Ibn Tumart era considerado impecable e infalible, ejerciendo una autoridad que ningún honesto musul-

mán contestaba. Las tribus obedecían una jerarquía, siendo los primeros de la orden de madhí los hargha

o seguidores de Ibn Tumart. La propia sociedad era jerarquizada y la práctica de los ritos religiosos era

obligatoria.

195

Tinmal, donde hay una destacada mezquita, tuvo una importancia decisiva en la historia de Marrue-

cos. Es la cuna del movimiento político-religioso conocido como Almohade, originado en el primer tercio

del siglo XII en torno a la figura de Ibn Tumart.

196

De todos modos, será sobre todo a partir de 1125 cuando los almohades se rebelen del todo contra los

almorávides. Éstos atacarán Tinmal, pero serán derrotados. Luego de la conquista almohade de Marakech,

los almohades se introducirán en la Península Ibérica musulmana y la irán dominando.

197

Una visión ultraconservadora.

198

Ibn Tumart mandó edificar una ciudad desde la que poder extenderse, primero a las tierras más cer-

canas e inmediatas, y luego a las más remotas, para poder así lograr su sueño de un Islam unitario (al

muwahid), cuya derivación fonética castellana ha dado nombre a su movimiento y a la dinastía fundada

por sus seguidores: los almohades. Desde Tinmal, los almohades irán extendiendo su influencia y con-

quistando sucesivos territorios, hasta la caída definitiva de Marrakech en 1146, a manos de Abdelmou-

men, sucesor de Ibn Tumart. Una vez asentados en el poder, Abdelmoumen declaró a Tinmal ciudad

santa, por hallarse en ella la tumba del fundador (muerto en 1130); y en su memoria mandó contruir la

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~ 111 ~

Ibn Tumart es hijo de uno de los encargados de encender las lamparinas de una mez-

quita del lugar, piadoso y de buena formación islámica, muy dedicado a recoger las li-

mosnas de los devotos. Durante un año se dedicó a estudiar al cordobés Ibn Hazm (994-

1064).

Empezó su predicación con 28 años de edad, aceptando sólo la tradición sunní y el

consenso islámico denominado ijma, siendo furibundo contra los comerciantes de bebi-

das alcohólicas y contra otras aberraciones que, según él, deterioran la pureza del islam.

Por las calles de Fez, atacó con su más feroz censura a una hermana del emir almorá-

vide Alí ibn Yusuf por ir sin velo. Provocó mucho debate teológico y doctrinal, organi-

zándolo el mismo Alí ibn Yusuf. Ibn Tumart resultó censurado como demasiado radical.

Se dictó orden de prisión para él, pero el emir permitió que se escapara.

Fue expulsado de varias ciudades, reacias a su excesivo celo religioso, hasta que se

estableció en Tinmal, donde su exhortación está teniendo eco.199

Poblado bereber del Atlas marroquí

destacada mezquita del lugar. Durante el período de esplendor almohade, si bien Marrakech continuó

siendo la capital magrebí, Tinmal era el lugar elegido como descanso eterno de los sultanes (y el lugar de

sus riquezas, según se cuenta). Y cuando caigan los almohades, vendrán los benimerines (año 1276);

Tinmal será saqueada y se profanarán las tumbas de los sultanes, incluida la de Ibn Tumart. No obstante,

quedará en pie la mezquita (actualmente restaurada), teniendo más aspecto de fortaleza militar que de re-

cinto sagrado.

La mezquita tiene planta cuadrada, dividida en 9 naves con 5 tramos y 2 naves laterales, con 3 tramos

cada una (que son las únicas que se han cubierto durante las restauración), todas ellas delimitadas por

arcadas de arcos de herradura, algunos de ellos apuntados. El mihrab se encuentra situado justo bajo el

minarete (algo poco común), coronado por una bella cúpula de mocárabes.

199

Esta exhortación a retomar la pureza original del Islam, desde el Corán, tendrá mucha incidencia en la

Península Ibérica musulmana, donde los almohades suplantarán o sucederán a los almorávides, fracasados

ante los avances de la reconquista cristiana.

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~ 112 ~

Muhammad ibn Tumart

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~ 113 ~

ABADÍA DE WEINGARTEN

(ALEMANIA)

En la abadía de Weingarten recibió sepultura el duque Güelfo II de Baviera, con 48

años de edad, sin dejar descendencia.200

Su fallecimiento fue el 24 de septiembre.

Güelfo II era hijo primogénito de Güelfo I de Baviera y de su esposa Judith de Flan-

des. En 1089 se casó con la viuda Matilde de Toscana (la Gran Condesa Matilde de Ca-

nossa), con 26 años mayor que él, para fortalecer la relación familiar y con el Papa

Urbano II, que se beneficiaría de ello en las querellas o contiendas de las investiduras.

De este modo, Matilde y Güelfo lucharon contra el emperador alemán Enrique IV cuan-

do éste desplegaba su campaña militar en Italia (año 1090).

Dado que, según se sostiene, Matilde había transferido secretamente sus bienes a la

Iglesia antes de su matrimonio, Güelfo la dejó en 1095, cambiándose luego, junto con

su padre, al bando del emperador.201

Después de la muerte del padre (año 1101), heredó el ducado. Continuó su alianza con

el emperador y no volvió a casarse.

Güelfo II de Baviera

200

En la genealogía Welf (Antigua Casa de Baviera), se cuenta como Güelfo V.

201

También, posiblemente, a cambio de la promesa de suceder a su padre como duque de Baviera.

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~ 114 ~

INGLATERRA

En rápido naufragio ocurrido en el Canal de la Mancha, entre Inglaterra y Normandía,

cerca de la costa de Barfleur,202

el 25 de noviembre, murió Guillermo Adelin,203

único

hijo varón legítimo de Enrique I de Inglaterra y de su esposa Edith de Escocia. Tenía 17

años de edad y su muerte prematura en el desastroso naufragio del White Boat o Whit

Ship (Barco Blanco), muriendo también los cortesanos que le acompañaban, altera no

poco la relación política entre Inglaterra y Francia.204

Guillermo se había salvado del

naufragio al conseguir llegar a un bote salvavidas, pero falleció al intentar salvar a la

condesa de Perche, hermanastra suya.

El rey Luis VI de Francia es uno de los vecinos hostiles de Enrique I de Inglaterra. Un

punto problemático importante es el del aparente vasallaje de Enrique I como como du-

que de Normandía. Como rey, a Enrique no le gustaba, y propuso a Guillermo que lo hi-

ciera en su lugar, oferta que Luis VI acabó aceptando. Así, en este año 1120, Guillermo

Adelin, como siendo duque de Normandía, prestó homenaje a Luis VI.

El naufragio del White Boat deja muy desconcertado a Enrique I de Inglaterra, que no

cuenta con más descendencia masculina. Matilde, la hermana mayor de Guillermo, le

sucede como heredera, pero de manera como insegura.205

202

En la Baja Normandía francesa.

203

Adelin singnifica hijo de rey.

204

Durante su largo reinado, Enrique I de Inglaterra (1100-1135) tuvo que hacer frente a muchas hostili-

dades debido a las alianzas de las regiones rivales con algunos de sus vecinos. Como parte del esfuerzo

para conseguir Anjou, rival de Normandía desde hacía mucho tiempo, Enrique casó a su hijo Guillermo

con Isabel de Anjou, hija del conde Fulco V de Anjou. El enlace tuvo lugar en Lisieux, en junio de 1119,

cuando Guillermo Adelin tenía 16 años de edad. La esposa estaba en otro barco cuando sucedió el nau-

fragio; sobrevivió y se hizo monja en la célebre abadía de Fontevrault, en Anjou (Francia).

Enrique I era consciente de que a su muerte su hijo se encontraría en una posición vulnerable y ni si-

quiera la sucesión sería segura, así que en 1115 y 1116 obligó a los barones normandos e ingleses a jurar

fidelidad a Guillermo, una ceremonia inédita o nada común en Inglaterra.

Las causas del naufragio, sin descartar las de un posible sabotaje, siguen siendo desconocidas. Las con-

diciones meteorológicas y las corrientes en el Canal de la Mancha durante el invierno pudieron ser deter-

minantes. Era de noche, oscura y de luna nueva. Hubo moralistas que incidieron en que la causa del hun-

dimiento era el pecado de sodomía que practicaban algunos de los tripulantes.

El White Boat era un barco nuevo, propiedad de Thomas Fitz Stephen, cuyo padre había sido capitán

naviero del rey Guillermo I de Inglaterra cuando la invasión de 1066. El hundimiento del Barco Blanco

fue como el Titanic de la Edad Media.

El hundimiento del White Boat o Ship forma parte del prólogo de la novela más popular de Kent Follet:

Los Pilares de la Tierra (1989). El hundimiento del barco asienta el trasfondo de la historia, la cual está

basada en la posterior Guerra Civil entre Matilde (referida como Maud en la novela) y Esteban de Blois.

En la novela de Follett se deja entrever que el barco pudo haber sido saboteado.

205

De hecho, a la muerte de Enrique I, en 1135, será Esteban de Blois quien suba al trono. Ya iremos

constatando cuanto suceda, porque el reinado de Esteban de Blois estará marcado por la anarquía y por

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~ 115 ~

El naufragio del White Boat según Joseph Martin Kronheim (1868)

las constantes luchas del rey contra los partidarios de Matilde, sin despejarse bien la situación hasta la

muerte de Esteban en 1154.

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~ 116 ~

EPÍLOGO I

AZTECAS

Por las fechas del siglo XII en que estamos los aztecas partieron desde Aztlán206

hacia

el valle de México. Anotamos esto, aunque iremos tratando de los aztecas mucho más

adelante.207

206

Aztlán (“lugar de las garzas” o “lugar de la blancura”), en la mitología mexicana, es una isla o is-

lote, en medio de un lago, originario de los mexicas.

Algunos historiadores, arqueólogos y antropólogos sostienen que Mexcaltitán (un islote en el estado

mexicano de Nayarit) es la mítica Aztlán, pero su posible existencia y localización ha sido un punto con-

trovertido entre investigadores del tema, siendo la más aceptada por la ciencia histórica la de una idea de-

rivada de la representación simbólica de la propia México-Tenochtitlán (la capital del Imperio Azteca),

aunque algunos otros investigadores, como queda dicho, la han situado en diversos sitios como la isla de

Mexcaltitán (Nayarit), la ciudad huasteca de Tamtoc, al suroeste del actual estado de Guanajuato, en el

Cerro Culiacán, ubicado entre las ciudades de Cortázar y Jaral del Progreso, o bien en la Isla de Vancou-

ver, siguiendo la ruta del Piñon, tal como señala la distribución actual de las lenguas uto-aztecas. La men-

cionada idea tuvo su auge a partir de las reformas religiosas propuestas por Tlacaélel (siglo XV). Hay

quienes aseguran que la isla de Aztlan tenía como nombre Metztliapan o “Lago de la luna”.

La palabra azteca, raramente usada por los mexicas para describirse a sí mismos, deriva de la palabra

aztecatl, que significa “procedente de Aztlán”, y fue propuesta hasta el siglo XIX; las características de

este lugar tienen un rol que no va más allá de la leyenda que dice que el dios Hitzitl, posteriormente Huit-

zilpochtli les ordenó que partiesen desde Aztlán y se asentasen en un lugar donde habrían de encontrar

otro islote con una piedra, sobre la piedra un nopal y en él un águila. Lo único cierto es que la de los

mexicas fue la última migración de pueblos de los grupos chichimecas provenientes de Aridoamérica (al

norte de los límites de Mesoamérica). Así fue como las tribus mexicas se asentaron en el Valle de México

o Valle de Anáhuac y fundaron Tenochtitlán (también una isla en un lago).

Durante la conquista española de México, la historia de Aztlán ganó importancia y fue divulgada por el

dominico fray Diego Durán en 1581 como paradisíaca, siendo las variadas descripciones de Aztlán con-

tradictorias. Mientras que algunas leyendas la describen como un paraíso, el Códice Aubin (un manuscrito

mexicano de 1576) dice que era un lugar dominado por una élite de tiranos llamada azteca-chicomoztoca.

207

Los aztecas fueron una tribu de nómadas que fraguaron uno de los imperios más grandes e importantes

de la América precolombina en sólo 200 años. Compitieron con Roma en sofisticación ya que tenían la

mejor tecnología que se podía obtener, dadas las condiciones en que vivían, como acueductos, palacios,

pirámides y templos que se alzaron como tributo a sus dioses y como testimonio de poder para la huma-

nidad. Hacia el siglo XIII los aztecas se asentaron en Chapultepec, desde donde fueron expulsados por

una coalición de enemigos. Luego de ser expulsados constituyeron su asentamiento definitivo en Tenoch-

titlan hacia el 1325. Tenochtitlan se transformó en la principal ciudad de la zona, formando alianza con

las ciudades de Acolhuaque y Tlacopan. Esta alianza logró desarrollar un gran poderío militar. Con Moc-

tezuma II (1502-1520), los aztecas se habían transformado en uno de los principales imperios que do-

minaba un vasto territorio y millones de súbditos. De ese modo, el Estado Mexica o Imperio Azteca

derivó en un amplio territorio expansivo desde México-Tenochtitlan como ciudad capital, muy floreciente

en el siglo XIV. Fue encabezado por los mexicas-aztecas, un pueblo, como queda dicho, proveniente de la

mítica Aztlan.

Todo se organizó como una teocracia encabezada por el huey-tlatoani, gobernante máximo electo por

un consejo integrado por representantes de los veinte grupos de personas emparentadas o clanes en que se

dividía la sociedad. Cuando el tlatoani debía tomar decisiones fundamentales, por ejemplo la declaración

de la guerra, deliberaba con algunos asesores, siendo el más importante de ellos el cihuacóatl, quien co-

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~ 117 ~

laboraba con él en el gobierno y lo reemplazaba en caso de ausencias. En los niveles inferiores había mu-

chos funcionarios; entre ellos, los jueces encargados de vigilar el cumplimiento de las normas y los guar-

dianes de los depósitos de armas.

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~ 118 ~

EPÍLOGO II

LA LEYENDA DE CARDEÑA

La Leyenda de Cardeña es un conjunto de materiales narrativos legendarios sobre el

Cid Campeador, especialmente relativos a los años inmediatamente posteriores a su

muerte y compuestos por los monjes del monasterio de San Pedro de Cardeña (Burgos)

a mediados del siglo XIII y que pasaron a formar parte del material cronístico sobre el

Cid a partir de 1270, en la Primera Crónica General o Estoria de España, iniciada por

Alfonso X el Sabio (1252-1284) y continuada por Sancho IV de Castilla (1284-1295).

La Leyenda de Cardeña se compuso con la finalidad de vincular al Cid con el mo-

nasterio de Cardeña cuando dicho monasterio estaba en decadencia. Por eso los monjes,

contando la vida del Cid, resaltaron que tenían allí su sepultura.

Sin embargo, la única relación histórica en vida del noble castellano con Cardeña fue

la de que el monasterio estaba situado en una zona donde Rodrigo Díaz de Vivar poseía

heredades, y por una ocasión coyuntural en la que actuó como procurador en un proceso

judicial entre los monjes cardenienses y ciertos infanzones por el dominio de unos pas-

tos, en cualquier caso una actuación debida al nombramiento de Alfonso VI para tal

desempeño, y no por voluntad propia del Cid.

Cuando lo habitual era que los aristócratas transfirieran bienes al monasterio que ele-

gían como destinatario de sus restos mortales, en el caso de Rodrigo Díaz no consta nin-

guna transferencia de bienes hacia el monasterio de Cardeña. Tampoco aparece en la

abundante documentación coetánea al Cid ninguna relación significativa de personaje

con el cenobio.

El sentido de la Leyenda de Cardeña es el de redondear una figura ya legendaria del

Cid con los perfiles de cristiano ejemplar y héroe invencible, completando los huecos de

su biografía real y soslayando algunos de sus hechos, los que no encajaban con la visión

del Cid requerida, como su servicio por cinco años a los reyes musulmanes de Zaragoza,

aspecto que sí desarrolla la biografía latina conocida como Historia Roderici (de hacia

1190), cuando además se crearon ya, como iremos viendo, importantes gestas heroicas

de la literatura medieval castellana que se vinculan con las funciones propagandísticas

de unos monasterios que necesitan promocionarse.

Así se elaboró un relato de las peripecias de los restos del Cid tras su muerte equipa-

rable al de las narraciones hagiográficas o de vidas de santos, entre cuyos episodios se

incluye el de la victoria del Cid después de muerto sobre los moros gracias a la treta de

colocar su cadáver sobre su caballo para hacer creer al enemigo que no había fallecido.

Su figura adquiere, en las leyendas de Cardeña, tintes milagreros y carácter de deidad o

destacada heroicidad. El relato tomó la forma de testamento del Cid (un apócrifo o falsi-

ficación) en el que éste ordenaba el embalsamamiento de sus restos mortales y el tras-

lado a Cardeña para su definitivo reposo, con las habituales mandas testamentarias en

que se hacían importantes donaciones a la abadía cardeniense.

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~ 119 ~

La figura del héroe castellano queda caracterizada en esta Leyenda de Cardeña como

la de un fiel luchador por la fe y por el rey de Castilla, su señor natural, cuando en vida

de Rodrigo Díaz, Alfonso VI era rey de León fundamentalmente, pues Castilla aún no

tenía la importancia que llegará a tener con Alfonso X el Sabio y Sancho IV, cuando se

componen estas leyendas cardenienses, y el concepto de “señor natural” es anacrónico

para la época en que vivió el Rodrigo Díaz histórico, pues tal concepto no se consoli-

dará hasta el siglo XIII.

También la figura de Jimena Díaz, su esposa, queda revestida del aura de beata cris-

tiana, devota de la tumba de su esposo y benefactora de Cardeña, alejándola de su ac-

tuación como señora de Valencia y de su labor en defensa del principado establecido allí

por su marido entre los siglos XI-XII.

El Cid despidiéndose de su familia en Cardeña (pintura de Cándido Pérez)

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~ 120 ~

EPÍLOGO III

LA ORDEN DEL TEMPLE

Parece ser que durante los primeros nueve años desde que se crearon como “policía

de caminos” los Caballeros del Temple no hacen otra cosa que proteger a los peregri-

nos, sobre todo en el peligroso camino del puerto de Jaffa a las murallas de Jerusalén.

Sin embargo, a pesar de su valor y abnegado servicio, no consta que participaran en las

campañas de los reyes del nuevo reino cristiano desde el fin de la primera cruzada, lo

que refuerza la hipótesis defendida por algunos historiadores de que esa tarea los tuvo

ocupados prolongadamente. De todas formas, esto sería entrar en el terreno de la mera

suposición.

Un siglo más tarde (siglo XIII), el historiador Jacques de Vitry describe de esta extra-

ordinaria manera lo que fue el origen del Temple:

“Ciertos caballeros, amados por Dios y consagrados a su servicio, renuncia-

ron al mundo y se consagraron a Cristo. Mediante votos solemnes pronunciados

ante el Patriarca de Jerusalén, se comprometieron a defender a los peregrinos

contra los grupos de bandoleros, a proteger los caminos y servir como caba-

llería al soberano rey. Observaron la pobreza, la castidad y la obediencia según

la regla de los canónigos regulares. Sus jefes eran dos hombres venerables,

Hugo de Payns y Godofredo de Saint-Omer. Al principio no había más que nue-

ve que tomasen tan santa decisión, y durante nueve años sirvieron en hábitos se-

culares y se vistieron con las limosnas que les daban los fieles”.

En 1127, (el Maestre) Hugo de Payns, una vez obtenida la aprobación de los Tem-

plarios por el patriarca de Jerusalén, preparó un viaje a Roma con el fin de obtener una

definitiva aprobación pontificia, y que de ese modo el Temple se convirtiera en Orden

militar de pleno derecho. Balduino II, regente de Jerusalén, escribió al entonces abad

Bernardo de Claraval para que favoreciese al primer Maestre de la Orden Templaria an-

te la Iglesia.

San Bernardo de Claraval, uno de los iniciadores de la ya bien encaminada Orden del

Císter en Francia, con 25 años de edad entonces, tenía una personalidad espiritual y

arrolladora. Era laborioso y activo, fundador de diversos monasterios, bien relacionado,

por visitas y por cartas, con muchos destacados monjes, abades, obispos, reyes y hasta

con la Santa Sede. Escribía tratados de espiritualidad y de gran altura teológica. Estaba

dedicado a la oración ferviente, personal y comunitaria. Luchaba contra los enemigos de

la fe. Además, era pariente próximo de algunos de los fundadores del Temple, especial-

mente Hugo de Payns y Andrés de Montbard, que era tío suyo; tenía por eso mismo

buena información acerca de la fundación de aquella nueva agrupación de monjes-sol-

dados. Como esta nueva Orden le complacía totalmente, según su idea de sacralización

de la milicia, recibió con todo entusiasmo la carta del rey Balduino II y se convirtió en

el principal valedor del Temple en Occidente.

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~ 121 ~

Por el momento, los Templarios habían recibido de los canónigos del Santo Sepulcro

la misma Regla de San Agustín que ellos profesaban; pero el santo abad de Claraval

deseaba algo más próximo y original para sus nuevos protegidos. Lo primero que hizo

fue gestionar a favor de su pariente Hugo de Payns y los cuatro templarios que le acom-

pañaban una acogida positiva y cordial por parte del Papa Honorio II (1124-1130),208

a

quien los fundadores del Temple estaban a punto de visitar en Roma. De acuerdo con la

propuesta de Bernardo, en la primavera de 1228, se celebró un concilio extraordinario

en Troyes, con nutrida asistencia de prelados franceses y de territorios próximos: dos ar-

zobispos, diez obispos, siete abades, dos teólogos escolásticos y muchos clérigos y

monjes, presidiendo el cardenal Mateo de Albano como legado pontificio. Tendremos

ocasión de tratar de esto en su momento, más adelante.

El hábil abad Bernardo, que de una u otra manera estaba vinculado a la mayoría de los

asistentes, expuso los principios y primeros servicios de la Orden, sabiendo responder

luego, con claridad y acertada prontitud, a todas las preguntas que le fueron formuladas.

El Concilio de Troyes, tras varias semanas de interrogatorios y deliberaciones, se pro-

nunció con entusiasmo aprobando la Orden del Temple como importante institucionali-

zación cruzada. Así fue como la Orden del Temple se estableció y se instituyó oficial-

mente con pleno reconocimiento de la Iglesia. El Concilio pidió a los nobles y a los

príncipes que ayudasen a la nueva fundación y encargó a Bernardo de Claraval que se

pusiera a redactar una Regla original y conveniente para los Templarios.

La decisión de San Bernardo fue en la dirección de adaptar al Temple la dura y exi-

gente Regla del Cister, con arreglo a la cual la Orden militar organizó su vida en cuanto

monacal. Los Templarios, en cuanto monjes en su pleno sentido, debían pronunciar los

votos de pobreza, castidad y obediencia, además de un cuarto voto de contribuir a la

conquista y conservación de Tierra Santa, estando dispuestos, si fuera necesario, a dar la

propia vida con total agrado.

Así pues, la Orden del Temple, como Caballeros de Cristo del Templo de Salomón,

fue fundada en 1118 (y consolidada sobre todo a partir de 1128) para asegurar la cus-

todia de los Santos Lugares y para proteger las rutas de peregrinacíon a Tierra Santa. La

Orden alcanzará su máximo esplendor en el siglo XIII.

Su lema para cualquier actuación, incluida la de entrar en combate, era “Non nobis,

Domine, non nobis, sed tuo Nomini da gloriam” (“No a nosotros, Señor, no a nosotros,

sino a tu Nombre sea dada la gloria”).

De este modo, el Temple era una fuerza militar muy bien organizada, de vanguardia

en el ataque y de retaguardia en la retirada, produciendo mucha seguridad para los cris-

tianos en Oriente. No pagaban impuestos, ni tributos ni peajes, y sólo obedecian al Pa-

pa. Empezaron a tener posesiones en toda Europa y Oriente Medio, incrementándolas

cada vez más.

Los templarios empezaron a especializarse en la banca mediante la gestión de sus in-

crementadas propiedades y mediante el préstamo de dinero que hacían a los reyes y a

los peregrinos.

208

Sucesor de Calixto II (1119-1124).

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~ 122 ~

A la Orden del Temple, con grados de iniciación,209

podía entrar todo varón libre,

adulto, no casado y no miembro de otra Orden. Surgieron tres categorías de templarios:

a) caballeros (pertenecientes a la nobleza, que eran los que se dedicaban a combatir y de

entre los que salían los dirigentes), b) sargentos o sirvientes (que podían ser escuderos

de los caballeros o legos encargados de servicios varios, como criados, artesanos,

etc.),210

c) sacerdotes o dedicados al ministerio sagrado en la atención de la Orden,

como capellanes por un tiempo o a perpetuidad.

Todos vestían como hábito el mismo tipo de túnica (blanca y con cruz roja) y llevaban

el mismo tipo de vida monacal. Los caballeros llevaban pelo corto y barba. Los sacer-

dotes iban tonsurados. Progesivamente se fueron adoptando símbolos.211

209

En esto se dará que hablar a lo largo de la Historia. Supuestamente se cometían pruebas inmorales pa-

ra poner a prueba la fe de los condidatos, para ver: si renegaban de Cristo, si carecían de caridad, si eran

sodomitas o idólatras, etc.

210

Los comandantes eran los encargados de proteger y cuidar a los peregrinos y sus monturas, garanti-

zándoles seguridad y alimentos, los drapieres eran los encargados del vestuario de los hermanos. La

Orden era muy escrupulosa con las ropas que identificaban a los templarios y puede decirse, que muchos

de los desmanes que se cometieron y asignaron a ellos fueron cometidos por suplantadores que usaban las

ropas de la Orden.

También había miembros afiliados, caballeros casados que se aceptaban en la Orden sin que pudieran

residir en las casas comunes de la misma.

211

Fueron simbolos templarios destacados la Cruz de doble brazo (hasta que el Papa Eugenio III, 1145-

1153, que era cisterciense, concedió a los templarios la Orden la Cruz Pateada) y la Cruz de las ocho

bienaventuranzas.

Cruz templaria española Cruz pateada Cruz de las ocho bienaventuranzas

De otra parte, se instituyeron los sellos templarios y la bandera templaria:

Los sellos templarios y la bandera templaria

La humildad y pobreza de los templarios quedó simbolizada en sus sellos (significativamente en la

representación de dos caballeros montados en una cabalgadura). El sello recoge también el hecho de re-

coger y trasladar a los peregrinos a Jerusalén. Los templarios se hacían cargo de ellos con las cabalgadu-

ras de que disponían. El reparto de cabalgaduras con los peregrinos exigía que dos templarios compar-

tieran una cabalgadura y cediesen la otra mitad de las cabalgaduras a los peregrinos. Este símbolo, del

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Como organización, reuniéndose en Capítulos, los templarios eran fuertemente jerár-

quicos y descentralizados, organizándose autónomamente por naciones, estando al fren-

te de cada organización: el maestre (vitalicio y como cabeza nacional),212

el senescal

(sustituto permanente del maestre),213

el mariscal (jefe de la guerra y primer consejero

del maestre),214

el comendador (administrador económico y segundo consejero del

maestre), el turcoplier (jefe de las tropas mercenarias turcas), los sabios (como grupo de

consejeros intermitentes) y los compañeros (hombres de confianza del maestre).

La Orden del Temple se explica desde el muy incrementado espíritu religioso medie-

val juntamente con los ideales de la Caballería en defensa de los injustamente desfavo-

recidos y en pro de favorecer las causas nobles por las que luchar.

La Iglesia había propiciado las conocidas como Paz de Dios o Treguas de Dios, y las

Cruzadas encandilaron a muchos por la recuperación de Tierra Santa por y para los

cristianos. Puede decirse que la Orden del Temple fue gestándose en la primera cruzada.

Las peregrinaciones a Roma se complementaron cada vez más con las de Jerusalén (a

Oriente) y Santiago de Compostela (a Occidente). Todo ello creó diversas guías para ru-

tas que se plasmaron en el juego de la Oca (una ruta encriptada). Los templarios tenían

prohibido jugar a los dados y al ajedrez.

Desde San Bernardo de Claraval sabemos que en el comportamiento templario la dis-

ciplina era constante y la obediencia absolutamente considerada, llevando una vida so-

cual se han hecho múltiples interpretaciones, entre ellas la de implicar a los templarios sus tendencias o

prácticas homosexuales, no representa sino la pobreza, la humildad, el ofrecimiento, la disponibilidad y el

compartir. Los Caballeros Templarios renunciaban a todo tipo de bienes personales, aunque la Orden se

convirtió en propietaria de muy incrementados bienes. Cada templario podía disponer de tres caballos.

La armadura templaria era muy ligera, sobre todo si la comparamos con otras de la época, pues se

pretendía con ella lograr una caballería ligera y de gran movilidad, casi como infantería. La vestimenta

era muy completa y preparada para soportar los rigores del frio o del calor. Aunque la vestimenta era

buena, no siempre era la mejor o más adecuada, ya que la procedencia de muchos caballeros templarios

era del centro o del norte de Europa, debiendo adaptarse a las condiciones de extremo calor de Oriente,

norte de África o sur de la Península Ibérica. Dichas vestimentas eran: 1 camisote y unos calzones de hie-

rro, 1 casco de hierro, 1 espada, 1 escudo, 1 maza turca, 1 lanza, 1 sobreveste 1 chaqueta de armas, 3 cu-

chillos (daga, cuchillo para el pan y cuchillo de bolsillo), 1 gualdrapas, 2 pares de calzones de tela, 1

cinturón pequeño, 1 chaleco con faldones por delante y detrás, 1 chaqueta de piel, 1 manto blanco de piel

para las épocas de frio, 1 manto de paño para las épocas de calor, ropa de cama, escudillas, calderos, cu-

biertos (también para el escudero), 1 bolsa forrajera para los caballos.

212

La elección del Maestre, suponía la convocatoria del Capítulo con 12 miembros, elegidos mediante

unas elecciones primarias, en la cual un comandante y un hermano, elegían a otros dos miembros del

Capitulo y éstos a la vez a los siguientes miembros. Al Maestre electo se le entregaban los símbolos del

Bastón y el Látigo. Lo que ordenaba el Maestre era tenido como expresión de la voluntad de Dios. El

Maestre no podía disponer de los bienes de la Orden y sólo le estaba permitido regalar un caballo, un vaso

de oro o plata, un manto de piel o una armadura. Le estaba prohibido el regalo de lanzas y espadas. En

campaña, el Maestre disponía de una tienda redonda sobre la que ondeaba la baucent o bandera blanca y

negra con la cruz roja de la Orden.

213

Debiendo asistir a todos los Capítulos y usar en campaña las mismas insignias que el maestre.

214

Era el custodio de las armas y de los caballos.

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bria y alegre, sin hijos ni esposas, jamás dados al ocio ni a curiosidades o vanos entre-

tenimientos, detestando los dados y el ajedrez, no practicando cacerías ni diversiones

mundanas, llevando el pelo cortado para no darse a acicalarse ni a peinarse, llevando

barba pero no cuidada o atusada en exceso. Estaba prohibido dormir sin calzoncillos o

desnudos.

El rey Balduino I, residente en una mezquita adaptada como palacio que se había

construido sobre las ruinas del Templo de Salomón, hizo ocupar a los templarios unas

dependencias en torno a un patio contiguo, hasta que, en 1119, el rey se mudó a la Torre

de David, siendo entonces para los templarios todo aquel espacio primero del que fuera

Templo de Salomón.

Para entrar en la Orden del Temple, los caballeros debían escuchar, conocer y aceptar

las Reglas de la Orden.

La ceremonia empezaba con una reunión del Capítulo. Al neófito se le conducía a una

sala aparte, cercana a la capitular y se le vestía con una túnica blanca. El Maestre, en-

viaba a dos caballeros, que le preguntaban:

Nombre.

¿Por qué deseas entrar en la Orden?

¿Conoces las duras condiciones de la Orden?

¿Estás dispuesto a ingresar en la Orden?

Los caballeros regresaban al Capítulo y daban su declaración:

Caballeros: Señor, hemos hablado con el hombre que aguarda y le hemos expuesto

las durezas de nuestra Orden. Afirma que desea ser siervo y esclavo de ella.

Maestre: Hacedle venir en nombre de Dios.

Capítulo: Sí, que venga en nombre de Dios.

El aspirante era llevado por los dos caballeros a la sala del Capítulo y se arrodillaba

ante el Maestre:

Aspirante a Templario: Señor, me presento ante Dios, ante Vos y ante los Hermanos

y os ruego, que en nombre de Dios y de Nuestra Señora, me admitáis en vuestra Orden,

para ser de ahora en adelante su siervo y esclavo.

Maestre: Hermano, mucho pedís, ya que lo que veis de la Orden... Meditad, hermano

si podréis soportar tantas durezas.

Aspirante a Templario: Las sufriré todas, con la ayuda de Dios.

El Maestre ordenaba entonces al aspirante salir del Capítulo y dirigiéndose al mismo

proclamaba:

Maestre: Si alguno de vosotros conociere alguna razón por la cual este hombre no tu-

viera derecho a ser un hermano, que la declare; porque mejor será decirla ahora y no

cuando él éste en nuestra presencia.

Si no había objeción, el Maestre preguntaba:

Maestre: ¿Queréis, pues, que le haga venir en nombre de Dios?

Capítulo: Sí, que venga en nombre de Dios.

Traían al aspirante al Capítulo y, arrodillándose, decía:

Aspirante a Templario: Señor, me presento ante Dios, ante Vos y ante los Hermanos

y os ruego, que en nombre de Dios y de Nuestra Señora, me admitáis en vuestra Orden,

para ser de ahora en adelante su siervo y esclavo.

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~ 125 ~

El Maestre procedía a interrogar al aspirante con varias preguntas:

¿Sois Caballero?

¿Estáis sano de cuerpo?

¿Estáis casado?

¿Habéis estado casado?

¿Habéis pertenecido a otra Orden?

¿Tenéis deudas?

Si el interrogatorio era favorable, se pasaba a la jura de votos, que tomaba el Maestre,

diciendo:

¿Prometéis a Dios y a Nuestra Señora que de ahora en adelante y durante todos los

días de vuestra vida obedeceréis al Maestre del Temple y a los que sean vuestros supe-

riores?

¿Prometéis a Dios y a Nuestra Señora que de ahora en adelante y durante todos los

días de vuestra vida, viviréis castamente?

¿Que viviréis sin nada propio?

¿Que respetaréis lo buenos usos y costumbres de nuestra casa?

¿Que ayudaréis a conquistar la Tierra Santa de Jerusalén?

¿Que no abandonaréis esta Orden?

Aspirante a Templario: Sí, Señor, si Dios lo quiere.

A continuación, el aspirante pasaba a ser investido como Caballero, haciéndosele en-

trega de:

El hábito o manto blanco de la Orden del Temple.

La Cruz.

La Espada.

Y el Maestre le abrazaba dándose ambos el ósculo fraternal.

A continuación se entonaba el Salmo 133: “¡Mira que es bueno y da gusto que los

hermanos convivan juntos!”

La Orden del Temple, llegando a ser muy poderosa, fue avanzada socialmente para la

época en la que surgió, por su libertad y tolerancia, por su condescendencia con todos

sin fronteras. Ya lo iremos viendo.

Se podría considerar que la Orden del Temple llegó a ser algo así como lo que hoy es

una modélica empresa multinacional con ética y planteamientos sociales encomiables.

Falló tal vez –podemos adelantar– en centrarse demasiado en la propia perfección, olvi-

dándose de cómo la envidia y la codicia que generaron sus éxitos la llevaría a ser perse-

guida ferozmente y a desaparecer. Había buenas disposiciones para el logro de inigua-

lables metas, pero no se previeron los recursos fundamentales para luchar contra las mi-

serias morales de los humanos. Ya lo veremos, en los comienzos del siglo XIV.

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EPÍLOGO IV

CLUNY Y LA REFORMA ECLESIÁSTICA

La importancia histórica de Cluny estuvo en su originalidad institucional, no tanto po-

tenciando la vuelta a los ideales benedictinos en una serie de monasterios sino en darles

una estructura orgánica. La reforma cluniacense, francesa, consistió en asentar las bases

de una fundamental unidad en la Cristiandad, una unidad consecuentemente centrali-

zante o centralizada en la Santa Sede.

De forma paralela, aunque sin presentar la uniformidad institucional cluniacense, se

fue desarrollando en Alemania un movimiento monástico de renovación muy significa-

tivo equiparable, aunque diferente, al modelo francés, siendo el alemán más aristocrá-

tico.

Ambos movimientos, considerados también respecto a otros que se generaron en Flan-

des e Italia, traerían como consecuencia la creación de nuevas órdenes religiosas de gran

importancia histórica.

Remontándonos al año 909, podemos recordar cómo Guillermo I de Aquitania conce-

día al monje Bernón de Baume un solar en la región borgoñona de Maçon para que se

levantara allí un monasterio. El hecho en sí, equiparable a otros muchos coetáneos, ofre-

cía sin embargo la peculiaridad de que, desde un principio, Bernón y sus compañeros se

acogían a la “inalienable propiedad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo”, es decir, a

la directa vinculación y protección de la Santa Sede de Roma. Esto lo confirmó el Papa

Juan XI en el año 932, siendo ello un solemne privilegio que implicaba la independen-

cia del monasterio cluniacense respecto de cualquier poder laico o eclesiástico, lo que,

unido a la indudable valía de los primeros abades, iba a permitir a Cluny convertirse en

el principal de los monasterios europeos hasta bien entrado el siglo XII. La importancia

del privilegio de exención resulta difícil de exagerar, pues superaba con mucho la sim-

ple inmunidad al estilo carolingio. Gracias a la exención, el monasterio cluniacense se

sustraía tanto a la autoridad de la diócesis correspondiente como a la del rey francés,

sentando así las bases de una verdadera supranacionalidad monástica. La idea de ligar a

toda una serie de monasterios mediante la formación de una orden o familia monástica

no era nueva en absoluto, como puede encontrarse en los proyectos reformistas de San

Benito de Aniano, que falleció en el año 821. Aquellos proyectos tuvieron su realiza-

ción práctica en la reforma organizada al modo cluniacense.

Desde el punto de vista organizativo, Cluny tuvo además la suerte de contar durante

sus períodos de fundación y desarrollo, entre los años 909-1109, con la presencia y di-

rección de una serie de abades de excepcional valía y extraordinariamente longevos. Es-

to fue determinante en el desarrollo de la Orden. Durante todo el siglo XI, el de mayor

apogeo cluniacense, destacaron dos santos abades: Odilón (994-1049) y Hugo (1049-

1109). Contribuyeron al desarrollo estable y bien proyectado del movimiento reforma-

dor cluniacense.

A Hugo de Cluny, gran organizador, lo consideraron, sobre todo sus enemigos, como

si fuera un soberano, el rey de Cluny. La abadía llegó a contar con un gran número de

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excelentes monjes, entre 400 y 700. Cluny era el centro de la gran federación monástica

cluniacense, desde donde se ejercía una indiscutible autoridad. A fines del siglo XI se

calcula que la Orden contaba con 850 casas en Francia, 109 en Alemania, 52 en Italia,

43 en Gran Bretaña y 23 en la Península Ibérica, agrupando a más de 10.000 monjes, sin

contar el innumerable personal subalterno o afiliado. A su vez, los monasterios, en su

mayoría, se dividían en prioratos, siendo cada prior designado por el abad de Cluny. Ca-

da priorato tenía que pagar un importante censo anual (que a su vez llegaba a Roma

desde Cluny) en muestra de vinculación y sumisión. Desde Cluny se organizaba a la

perfección todo lo relacionado con las abadías dependientes, con poderes de elección

del abad aunque de autonomía limitada, y todo lo relacionado con las más poderosas

abadías afiliadas. Predominaba, en cualquier caso, la estructura feudal piramidal, de re-

laciones absolutamente similares a las del vasallaje. Todas las casas monásticas por

igual, independientemente de su concreto origen, dependían de la abadía madre, de Clu-

ny.

Este verdadero imperio monástico era regido con mano de hierro por los abades de

Cluny, elegidos por cooptación, y cuyas frecuentes visitas a cada uno de sus monas-

terios recuerdan grandemente la actitud de los señores feudales contemporáneos. Sus

viajes igualmente frecuentes a Roma y el hecho de que numerosos pontífices salieran de

las filas de la Orden, demuestran hasta qué punto está justificada la consideración de los

abades de Cluny como los segundos jefes o dirigentes de la Cristiandad después del Pa-

pa.

Con todo, Cluny era sobre todo un estilo de vida desde una peculiar manera de en-

tender la fe o la religiosidad. Desde un principio no fue otro el objetivo que el de volver

(organizadamente) al renovado espíritu y a la letra de la Regla benedictina: la castidad,

la obediencia y la estabilidad en la vida litúrgica, todo según el ora et labora. El Oficio

Divino monástico (opus Dei), centrado en la celebración coral de la Eucaristía, era lo

principal, lo más exclusivo en la actividad de los monjes. Esta predilección por lo litúr-

gico, que no hacía sino subrayar el sesgo fundamentalmente cenobítico de la Regla be-

nedictina, tenía en los rezos y cantos de los oficios horarios su plasmación práctica, si

bien encontraba en la Misa conventual de la hora de tercia (a mediodía) su verdadero

cenit. A tales rezos se añadían los denominados “psalmi familiares” o preces por los

protectores laicos, vivos o difuntos, pertenecientes a los principales linajes aristocráticos

europeos. El importante papel concedido en concreto a las preces por los patronos desa-

parecidos no hacía sino favorecer por lo demás las donaciones y otras continuas mues-

tras de favor por parte de los poderosos del siglo, muchos de cuyos segundones forma-

ban parte además de la Orden.

Esa dedicación litúrgica orientó además el género de vida de los cluniacenses. Las

“consuetudines” de la Orden, adaptación de la primitiva Regla, apostaban por una mo-

derna ascesis que se plasmaba tanto en el régimen alimenticio como en la práctica au-

sencia de trabajos físicos. Para evitar el cansancio y permitir el necesario decoro en las

celebraciones colectivas, la alimentación de los monjes era abundante y variada: pesca-

do, leche, huevos, legumbres, carne (en caso de enfermedad) e incluso una medida de

vino diaria. En cuanto al trabajo manual estaba prácticamente pospuesto, siendo efec-

tuado tan sólo por los “conversi”, personal subalterno que no tomaba parte en el Oficio

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Divino y que a su vez era auxiliado por siervos y aparceros. Se ha dicho con razón que,

por todas esas causas, unidas a la especial atención a la calidad de los vestidos y a las

normas de higiene, cualquier personaje de origen aristocrático podía encontrarse a gusto

en Cluny, como lo fue en efecto.

Sin embargo, la especialización litúrgica impidió bastante un verdadero desarrollo in-

telectual, aunque en los “scriptoria” de la Orden no se paraba de copiar libros o ma-

nuscritos. Aunque Cluny llegó a disputar con Montecassino la primacía de las bibliote-

cas de Occidente entre los siglos X-XII, su escuela monástica jamás alcanzó un puesto

de relevancia. Ello no obsta para que se reconozca a Cluny su importante tarea en la di-

fusión del arte románico y que fuera un importante foco inspirador de intelectuales tan

destacados como Abdón de Fleury, Raul Glaber, Orderico Vital, Walter de Coincy, Gui-

llermo de Dijon, etc.

Un último aspecto a destacar en relación con la actividad litúrgica de los cluniacenses

fue su apoyo, sin duda inconsciente, a la definitiva clericalización del monacato. Frente

a la figura antigua y altomedieval del monje como laico, asistido por uno o dos sacer-

dotes por comunidad, Cluny multiplicó el número de sacerdotes entre sus miembros. El

decisivo papel otorgado a la Misa en la espiritualidad cluniacense, hasta el punto de que

tras la celebración conventual numerosos monjes solían celebrar Misas privadas, explica

por qué el cluniacense pasó de ser penitente a clérigo oficiante de Misas.

No resulta fácil valorar la concreta relación que la Orden de Cluny mantuvo con la no-

bleza, el clero secular y, en general, el movimiento de reforma gregoriano. Respecto a

sus contactos con la nobleza, evidenciados incluso en el gran número de personajes de

origen aristocrático que profesaron en la Orden, hay que reconocer que Cluny, lejos de

enfrentarse al orden o sistema feudal, sirvió de apoyo a su justificación y legitimación.

Esto no impide, sino todo lo contrario, aceptar la extraordinaria habilidad de la Orden en

reforzar su propia autonomía partiendo del acuerdo con la nobleza.

Tampoco sería correcto presentar el privilegio de exención de Cluny como una con-

tinua fuente de enfrentamientos con la estructura diocesana. No ocurrió por lo general

tal cosa. La Orden mantuvo relaciones más que cordiales con los obispos y a menudo se

ejerció desde los monasterios una positiva labor catequética sobre el medio rural, lo que

no podía sino favorecer los intereses de los prelados. En su función supletoria de una

estructura parroquial todavía incipiente y como propagadores de la Paz y Tregua de

Dios, los monasterios cluniacenses favorecieron la consolidación de la autoridad episco-

pal.

Finalmente, respecto a la contribución de Cluny a la reforma general de la Iglesia,

parece indudable que, aunque se trate de fenómenos distintos, reforma cluniacense y re-

forma gregoriana conincidieron bastante y fundamentalmente, pareciéndose en el hecho

de liberar a la Iglesia de los poderes laicos. De todos modos, no debemos confundir o

identificar a la ligera entre reforma cluniacense y reforma gregoriana. Ante todo, Cluny

jamás rechazó per se el sistema de la iglesia propia, sino que lo utilizó en su favor me-

diante la cesión a la Orden de los derechos de los propietarios. De hecho, puede decirse

que el sistema de la iglesia privada es la base jurídica de la orden de Cluny. Tampoco

actuó Cluny como tal en la querella de las investiduras que tan de cabeza trajo a los

Papas, ni intervino en el espinoso asunto de las relaciones entre las monarquías y los

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episcopados. Sin embargo, por la simple reforma impuesta en sus monasterios, por el

papel de los intelectuales vinculados directa o indirectamente a la Orden, acervos con-

trincantes del nicolaísmo y de la simonía, por su positiva acción educadora de las capas

dirigentes y, en suma, por su directa vinculación a Roma, cuyo primado moral siempre

defendieron, los cluniacenses constituyeron globalmente un elemento fundamental en la

consolidación de la reforma gregoriana. Los Papas, ciertamente, aprovecharon los idea-

les cluniacenses para reafirmar la centralización romana (muy destacadamente en los

diversos casos de la Península Ibérica, donde quedó abolida la liturgia mozárabe y se

reorganizaron los monasterios según la liturgia romana).

A pesar de sus grandes realizaciones, Cluny empezó a demostrar graves síntomas de

agotamiento desde principios del siglo XII. Tras el negativo gobierno de Pons (Ponce)

de Melqueil (1109-1132), el encabezado por su último gran abad, Pedro el Venerable

(1132-1156), no pudo detener la crisis que tras su muerte se manifestó en la Orden.

Son varias las causas que parecen explicar el agotamiento del modelo cluniacense, pe-

ro sin duda la más importante parece estar en la rigidez de su propia estructura. La exce-

siva centralización orgánica de la Orden, que hacía descansar todo en la figura del abad

del monasterio fundacional, impedía la más mínima flexibilidad entre las distintas casas,

paralizando así a toda la Orden. Otro elemento a destacar fue el de la ordenación, im-

parable desde fines del siglo XI, de gran numero de monjes atraídos más por el prestigio

y la seguridad que la Orden ofrecía que por una verdadera vocación. Este hecho, puesto

de manifiesto por un autor como Serlon de Bayeux, que denunciaba la entrada en el

claustro de caballeros arruinados, con el único objetivo de salir de su pobreza, intentó ya

ser atajado sin éxito por el santo Pedro el Venerable. Sus medidas, tendentes a detener

la creciente mundanización de Cluny, denunciada repetidamente por el santo abad Ber-

nardo de Claraval, llegaron demasiado tarde como para poder hacerse efectivas.

Sería injusto, sin embargo, presentar la aparición de fenómenos como el Cister o la

Cartuja como el simple producto de la decadencia de Cluny. Por el contrario, fue el

cambio general de orientación del monaquismo occidental, más favorable desde princi-

pios del siglo XII a los aspectos eremíticos y ascéticos, el que permitió el nacimiento de

las nuevas órdenes. La especialización de la vida monástica en sus distintas vertientes

militar, asistencial y ascética obedeció no tanto a la supuesta corrupción del espíritu de

Cluny cuanto a su superación histórica.

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EPÍLOGO V

ALMORÁVIDES

El siglo XI, como señaló Ramón Menéndez Pidal, refiriéndose sobe todo a la Penín-

sula Ibérica pero no sólo a ésta, fue el de las extremas crisis tanto en el mundo mu-

sulmán como en el cristiano. En la primera mitad de aquel siglo, las crisis políticas

afectaron a los dos califatos más destacados: el de los Abasíes de Bagdad y el de los

Omeyas de Córdoba. Las partes mediterráneas del mundo islámico (Dar al-Islam), des-

de Siria hasta Al-Ándalus, fueron territorios de graves disidencias y conflictos.

En Oriente, el decadente califato abasí se encontraba bajo la tutela del poder político

de los buhíes si'i, de origen persa, y, desde 1055, de los selchuquíes o selyúcidas turcos.

Siria fue el territorio más débil del Imperio Abasí, donde se desarrollaron luchas con-

tinuas entre el potente Califato Fatimí de El Cairo y los señoríos locales y en particular

los selchuquíes, hasta la invasión de los cruzados (año 1097).

En Occidente, y tras la muerte del dictador Almanzor (año 1002) y de su hijo Al-Mu-

zaffar (año 1108), Al-Ándalus entró en una guerra civil o fitna que produjo una pro-

funda crisis política, una crisis que resquebrajó lo que parecía sólido y centralizado po-

der central, acabándose así el Califato Omeya de Córdoba (año 1031). Aparecieron los

reinos de taifas.

Lo mismo sucedió en Sicilia, donde tras una profunda crisis política se llegó a la revo-

lución de Palermo (año 1019) y a la posterior partición de la isla en señoríos (año 1036).

El siglo XI nos presenta, pues, un nuevo aspecto político, tanto en la Península Ibérica

como en el sur de Italia, concretamente en Sicilia. Se sucedió el espectacular retroceso

territorial del Islam europeo, dándose el avance cristiano en tierras andalusíes y sicilia-

nas.

Esta presión cristiana –como señala Pierre Guinard– “se explica por el dinamismo de

un Occidente en donde empiezan a revelarse los factores de toda naturaleza político-

ideológicos, económico-sociales y militares que van a alcanzar hasta nuestros días, en

un movimiento casi continuo de expansión a costa de los mundos exteriores”. El des-

pertar de la Cristiandad occidental frente al estado de la fragmentación del Islam euro-

peo favorece una “agresión extranjera”, y en particular la intervención del Papado de

Roma, tanto en Sicilia como en la Península. El Papa Alejandro II (1061-1073) hizo

predicar y movilizar, tanto en Italia como en España, la guerra santa o de reconquista.

La primera fue cuando los normandos empezaron su conquista de Sicilia, en 1061, bajo

la bandera del Papa. La seguna se realizaó en la aparatosa cruzada franco-aragonesa de

Barbastro, en 1064, aunque Barbastro fue reconquistada de nuevo por los andalusíes en

1065.

Más tarde (mayo de 1085), la rendición de Toledo yendo a las manos de Alfonso VI

de León y Castilla supuso un duro golpe para Al-Ándalus, con repercusiones en el Ma-

greb. Como consecuencia de ello, los reyes de las taifas andalusíes acabaron conven-

ciéndose de la necesidad de unirse y pidieron el auxilio del emir magrebí (almorávide)

Yusuf ibn Tasufin. Con una clara visión de las circunstancias, el poeta Ibn al-Assal

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dirigía sus versos a sus compatriotas para darles cuenta de la amenaza de Castilla, mos-

trandó Al-Ándalus como una ropa que se deshilacha por el medio: “¡Oh gente de Al-

Ándalus!, ¡Aguijad vuestras monturas! Porque el permanecer aquí es un error; La ropa

se deshilacha primero por los bordes y veo que la ropa de la Península se deshilacha

por el centro”.

Aunque Yusuf ibn Tasufin vivió buena parte de su vida en Marrakech, no cabe duda

de que el continuo contacto que tuvo con Al-Ándalus desde que cruzó por primera vez

el estrecho de Gibraltar en 1086 jugó un papel importante en la evolución de su ideo-

logía. Sus grandes ciudades, Córdoba, Sevilla, Málaga y Valencia, seguían siendo cen-

tros de actividad intelectual, literaria y teológica, y Alí ibn Yusuf mandaba a sus hijos a

estudiar a Al-Ándalus, para que se educaran y se formaran con los grandes maestros y

alfaquíes. A los escritores y poetas andalusíes recurrieron los almorávides para su co-

rrespondencia y de ésta se han conservado algunas cartas escritas todas por andalusíes.

Mención destacada merecen los alfaquíes andalusíes, que fueron los primeros en legiti-

mar con sus fatwas su decisión de abolir las taifas y a ellos tuvo que recurrir Ibn Tasufin

desde el primer momento. Con ellos entró en contacto con un malikismo tan severo,

austero y anclado en el estudio de la jurisprudencia como el que él había conocido al

principio de su emirato junto al fundador del movimiento almorávide Abdallah ibn Ya-

sin. Por otro lado, los alfaquíes malikíes, con la llegada a la Península de estos militares

religiosos, volvieron a jugar el papel que les correspondía en la sociedad musulmana. Al

asumir el trono, Alí ibn Yusuf se volcó más en los asuntos religiosos que en los de go-

bierno, dejando buena parte de las decisiones políticas a los alfaquíes, que manejaron

las riendas del poder a su antojo. Esto provocó un decaimiento en los rigurosos co-

mienzos ideológicos sobre todo porque, viendo que para seguir gobernando necesitaban

mantener la guerra contra los cristianos, los almorávides no tuvieron más remedio que

aumentar las cargas fiscales, cayendo en los mismos impuestos ilegales que habían criti-

cado a los reyes de taifas. Los andalusíes, tal vez por sentido nacionalista contra estos

bereberes o por los atropellos que cometía el ejército almorávide en las ciudades, o bien

por la represión intelectual y religiosa a la que se vieron sometidos, provocaron el brote

de una serie de focos rebeldes que terminaron por alzarse en autonomías, las segundas

taifas. Sumando a esta situación interna en Al-Ándalus la revuelta organizada en Marra-

kech por el fundador del movimiento almohade, Ibn Tumart, el movimiento almorávide

fue perdiendo el prestigio y la fuerza que poco antes favorecieran su formidable expan-

sión.

El emir Alí sucedió a su padre Yusuf en 1106 y fue un digno mantenedor, al principio,

de la trayectoria ascendente de los almorávides en la yihad. Tamin, su hermano, co-

mandaba con los otros generales-gobernadores almorávides una campaña contra el cas-

tillo de Uclés, que fue ganado en mayo de 1108. A poco más de un año de este éxito,

Alí pasó a Al-Ándalus por segunda vez en su reinado para dar a la empresa el mayor

realce. El ejército almorávide, dirigido por Alí, atacó Talavera y entró en ella (agosto de

1109), siguiendo su marcha hacia Toledo, tomando el castillo de Canales, en plena ilu-

sión de reconquistar la emblemática ciudad. Pero Toledo pudo ser defendida con éxito

por los cristianos, obligando a Alí, tras un mes de asedio, a levantar el cerco. En Le-

vante le tocaba actuar al ejército almorávide. Aunque Alí continuó respetando las bue-

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nas relaciones establecidas por su padre con el rey hudí Al-Mustain de Zaragoza. Pero,

al morir éste en la batalla de Valtierra (enero de 1110), le sucedió inmediatamente su

hijo Abdalmalik, Imad al-Dawla. A consecuencia de esta batalla, en la que tuvieron los

musulmanes gran mortandad, los zaragozanos quedaron divididos: los partidarios de los

almorávides, aumentando día a día, fueron la mayoría, y no tardaron en llamar en su

auxilio al gobernador de Valencia Muhammad ibn al-Hayy, que entró en Zaragoza el 31

de mayo del año 1110, obligando a Imad al-Dawla, el último rey de las taifas, a huir y a

refugiarse en el castillo de Rueda de Jalón, donde murió en 1130. Así, el Imperio Al-

morávide consiguió en esta época su máxima expansión territorial en la Península Ibé-

rica. Mientras tanto, siguieron las luchas entre los nuevos conquistadores, por un lado, y

los aragoneses y catalanes, por otro, en toda la Marca Superior y en Levante, desde

Tortosa y Lérida, al este, hasta Tudela, al oeste. La ofensiva de los almorávides conti-

nuó a través de incursiones, por tierras aragonesas y catalanas, hasta ocupar las Balea-

res, que más tarde quedaron convertidas en un señorío almorávide de los Banu Ganiya.

Los almorávides, que habían llegado a su máximo apogeo militar y político, de pronto

empiezan luego a perderlo. En mayo de 1117, Alí cruzó por tercera vez el Estrecho y,

desde Sevilla, capital de la región occidental, marchó con su ejército hacia Coímbra y la

tuvo cercada durante veinte días sin lograr tomarla. Mientras, en el Valle del Ebro, y

tras la conquista de Zaragoza por Alfonso I el Batallador (diciembre de 1118), el mo-

narca aragonés no se detiene y culmina su avance desmantelando todo el territorio za-

ragozano, conquistando, entre 1119 y 1124 muchas localidades y fortalezas.

La pacífica convivencia entre los almorávides y los andalusíes no podía subsistir por

más tiempo y se fueron deteriorando. Los almorávides empezaron a ser considerados

unos odiosos invasores y dominadores, unos que, coartando la libertad andalusí en con-

nivencia con los alfaquíes, arruinaban al pueblo con nuevas y ampliadas exacciones, las

mismas que los mismos almorávides habían condenado en un principio como ilícitas.

Entre 1119 y 1121 se destacaron los cordobeses rebelándose contra los almorávides.

Se alzaron por los desmanes cometidos por gente del entorno de Ibn Ruwada. Alí tuvo

noticia de lo ocurrido y, juzgando grave la situación, pasó a Al-Ándalus para enfrentarse

con la rebelión. Con su ejército se dirigió a Córdoba, acampando en sus afueras. Los al-

faquíes cordobeses salieron a entrevistarse con Alí, tan devoto de ellos, para explicarle

las razones de la justa rebelión; y apoyado por una fetua o dictamen de éstos,215

Alí

215

Una fetua o fatua es un pronunciamiento legal islámico, emitido por un alfaquí o especialista en ley

religiosa sobre una cuestión específica. Normalmente una fetua es emitida ante la petición de que un

individuo o juez establezca una cuestión donde el fiqh (la jurisprudencia islámica), no ve claridad. Un

erudito capaz de emitir una fetua se conoce como muftí.

Al no haber una clerecía islámica centralizada, no hay un método unánimemente aceptado para deter-

minar quién puede emitir una fetua y quién no, lo que ha llevado a algunos eruditos islámicos a quejarse

de que demasiada gente se siente calificada para emitir fetuas.

Tanto en la teoría como en la práctica, diferentes alfaquíes o clérigos islámicos pueden emitir fetuas

contradictorias. Lo que ocurre entonces depende de si uno vive en una nación en la que la ley islámica

(sharia) es la base del derecho civil, o si vive en una nación en la que la ley islámica no tiene estatus le-

gal. Hay que notar que muchas naciones en las que los musulmanes son la mayoría de la población no

reconocen la ley islámica como base de la ley civil.

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reconoció la razón de los cordobeses y acabó por perdonarles. Esta revuelta era el

primer chispazo de un fuego latente que encendió el ánimo de los andalusíes.

En septiembre de 1125 –lo adelantamos–, Alfonso I el Batallador salía de Zaragoza

para realizar una profunda y prolongada incursión por Levante y Andalucía, pasando

por las regiones de Valencia, Alcira, Denia, Murcia y Granada hasta llegar al mar por

Vélez-Málaga. Esta audaz expedición, que duró más de un año, y que en su retirada re-

cogió una parte considerable de cristianos mozárabes hostigados, causó gran sorpresa a

las autoridades almorávides y les obligó a restaurar las fortificaciones de Al-Ándalus.

Entonces los gobernadores tuvieron que ordenar más impuestos, lo que provocó más tu-

multos y reclamaciones. Estas alteraciones y el descontento iban creciendo día a día,

mientras los almorávides continuaban su defensiva contra el avance cristiano. El mo-

narca aragonés aspiraba a la conquista del Levante y en particular de Valencia, sobre la

que soñaba hacer una base de partida para una cruzada en Oriente; se apoderó de Cella

(1127) y de Molina de Aragón (1128) para asegurar los puestos fronterizos que le per-

mitieran aventurarse de nuevo hacia Valencia. Emprendió, en 1129, una campaña hacia

Levante venciendo a los almorávides en el Campo de Cullera. En el impulso de la vic-

toria, Alfonso I siguió ocupándose de los enclaves orientales como Mequinenza (año

1132) y Escarpe (año 1135); y de allí fue el Batallador, que había logrado sus triunfos

sobre los almorávides desde la conquista de Zaragoza, a cercar Fraga, donde fue ven-

cido y derrotado en julio de 1134 por el emir Yahya ibn Ganiya, uno de los mejores ge-

nerales almorávides y destacado personaje en la historia final de la almorávide dinastía

lamtuna. Dos meses después de la batalla de Fraga, murió Alfonso I, que luchó contra

los musulmanes durante los treinta años de su reinado (1104-1134). Le sucedió su her-

mano Ramiro II el Monje; éste y el conde Ramón Berenguer IV de Barcelona conti-

nuaron la empresa de Alfonso I, conquistando las demás plazas de la Marca Superior y

de Levante, como Tortosa (año 1148) y Lérida (año 1149) entre otras.216

En las naciones cuyo sistema jurídico se basa en la ley islámica, las fetuas de los líderes religiosos son

debatidas antes de ser emitidas y se deciden por consenso. En tales casos, rara vez son contradictorias, y

tienen el valor de ley ejecutable. Si dos fetuas son contradictorias, los órganos de gobierno (que combinan

la ley civil y religiosa) llegan a una interpretación acordada que es considerada como ley.

En las naciones que no reconocen la ley islámica, los religiosos musulmanes se enfrentan a menudo con

dos fetuas opuestas. En ese caso, deben seguir la fetua del líder de su propia tradición religiosa; es decir,

los musulmanes suníes, por ejemplo, no seguirían la fetua de un clérigo chií.

216

Puede leerse a Viguera, M. J. (1992): Los reinos de taifas y las invasiones magrebíes, Madrid, Map-

fre.

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EPÍLOGO VI

EL COMPOSTELANO DIEGO GELMÍREZ Y LA REPERCUSIÓN

EMERITENSE

Diego Gelmírez (1060-1140) fue uno de los eclesiásticos más relevantes de su tiempo

y a él debe Santiago de Compostela buena parte de su actual renombre. Por ello no es

extraño que su figura haya sido tratada desde los más diversos puntos de vista.

Diego Gelmírez, por lo que históricamente se conoce, nunca celebró concilios propia-

mente de su sede compostelana presidiéndolos como obispo o arzobispo sino como le-

gado pontificio sobre las provincias eclesiásticas de Mérida y de Braga, siendo estos

concilios los celebrados en Santiago de Compostela en los sucesivos años 1121, 1122,

1123 y 1124, incluyéndose uno bien destacado (como concilio provincial) en 1125.

Tras la muerte del Papa Calixto II en 1124, a pesar de los intentos realizados por Gel-

mírez para que Honorio II, el nuevo Papa, lo confirmase como legado pontificio, no lo

consiguió. De este modo, Diego Gelmírez perdió la potestad de convocar concilios co-

mo legado pontificio, aunque como arzobispo metropolitano podía celebrar concilios

provinciales. Fue Gelmírez un prelado muy inclinado e interesado en la celebración de

concilios compostelanos, concilios que le resultaran gloriosos.

El proyecto de elevar la Sede Compostelana a la dignidad metropolitana fue larga e

insistentemente acariciado por Gelmírez desde que fue elegido como obispo de Santiago

de Compostela en el año 1100. Después de una serie de intentos frustrados, la fortuna le

fue providencialmente favorable en 1120.217

217

El obispo Gelmírez, por quien Santiago de Compostela engulló a la metropolitana archidiócesis de

Mérida, resulta que, a finales del año 1118, envió a Roma a un destacado prior con la intención de con-

seguir del Papa Gelasio II que le hiciera arzobispo. En Roma, el cardenal Deusdedit le dio al prior una

carta para Gelmírez citándole para el concilio de Auvernia y cuando Gelmírez cabalgaba con su escolta

hacia el concilio se enteró de que el Papa había muerto el 28 de enero de 1119.

Con Calixto II fracasaron de nuevo otros emisarios enviados por Gelmírez. Calixto II emplazó a Gel-

mírez para que se presentara al proyectado concilio en Reims.

Mientras tanto, Alfonso Raimúndez, sobrino del Papa, envió un mensaje a Calixto II por medio del

arzobispo Bernardo de Toledo quejándose contra el obispo Gelmírez que quería despojarle de la herencia

de su abuelo. El Papa escribió a Gelmírez y le dijo claramente que si quería conseguir algo tendría que

ayudar a su sobrino Alfonso para que fuese rey de los reinos de su abuelo. La respuesta fue inminente y la

reina Urraca impidió a Diego Gelmírez el viaje a Reims, teniendo Gelmírez que delegar en su amigo el

obispo Hugo de Oporto.

Este Hugo era un francés que en Santiago de Compostela fue diácono arcediano hasta que Gelmírez le

ordenó de presbítero en marzo de 1113, siendo ordenado obispo por el metropolitano bracarense Mauricio

Burdino (luego antipapa Gregorio VIII).

Hugo, disfrazado de mendigo, emprendió el viaje a Reims dirigiéndose primero a la influyente y famosa

abadía de Cluny, donde se entrevistó con el abad Poncio (o Ponce), que hizo de mediador ante el Papa.

Calixto II accedió finalmente a los deseos de Gelmírez sin quitarle a Braga el rango de arzobispado a fa-

vor de Santiago sino haciendo desaparecer la diócesis metropolitana de Mérida, engullida así por la de

Santiago de Compostela, siendo convertido Gelmírez en legado pontificio para Braga y Mérida. Reaccio-

naron rápidamente los metropolitanos Paio de Braga y Bernardo de Toledo, dolidos por los pocos cris-

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El obispo Hugo de Oporto (1113-1130), que había sido enviado por Gelmírez a la

Curia Pontificia solicitando una vez más la dignidad metropolitana para Santiago de

Compostela, llegó a Cluny, donde se encontraba Calixto II (entre el 31 de diciembre de

1119 y el 5 de enero de 1120). El día 6 de enero de 1120, aprovechando la reconcilia-

ción de Calixto II con el abad Poncio de Cluny, y tal vez como prueba de la sinceridad

de tal reconciliación, Hugo de Oporto instó al abad Poncio a que solicitase del Papa la

dignidad arzobispal y metropolitana para Santiago de Compostela, a lo que el Papa ac-

cedió. Al día siguiente, antes de que Calixto II abandonase la abadía de Cluny, aprove-

chando el ánimo favorable del Papa, el obispo de Oporto pidió para Gelmírez, y le fue

concedida, la dignidad de legado pontificio en las provincias de Mérida y Braga. Las ta-

sas por la expedición de estos privilegios ascendían a 260 marcos de plata. Los canó-

nigos de Santiago, Fulco y Pérez, que parecen haber estado presentes en esta segunda

petición, regresaron lo más rápidamente posible a Compostela llevando la noticia de es-

tas concesiones. Probablemente a comienzos de febrero la noticia ya era conocida en

Santiago, aunque en un primer momento se mantuvo en secreto. Gelmírez no deseaba

correr riesgos innecesarios. Era preciso contar con la debida discreción para poder re-

cabar fondos del tesoro de la catedral y enviarlos con la seguridad precisa a la Curia

Pontifìcia con el fin de pagar las tasas por la expedición de los privilegios, y evitar

cualquier intromisión inoportuna que pudiese truncar lo ya conseguido.

Ante la persistente vigilancia del rey aragonés Alfonso I, que puso todos los medios a

su alcance para evitar cualquier contacto de los hombres de Gelmírez con el sur de

Francia, el entonces obispo compostelano hubo de urdir un sutilísimo plan para burlar al

rey aragonés. Los motivos del rey eran eminentemente políticos, aunque en cualquier

caso no desperdiciaría la oportunidad de asestar un duro golpe a Gelmírez. El plan con-

sistió en hacer correr el rumor de que el dinero se enviaría por barco a Normandía y de

allí a Cluny. En vez de esto, Gelmírez aprovechó que muchos gallegos partían como

cruzados a Jerusalén y distribuyó entre ellos cantidades de diez, ocho, siete y cinco

onzas de oro, bajo promesa de fidelidad y como penitencia. A cada uno de ellos se le

perdonarían tantos años de penitencia cuantas onzas de oro transportase. Los encargados

de ejecutar y supervisar el plan fueron Pedro Fraile, hermano tesorero, y Pedro Yáñez.

El dinero fue entregado en Cluny a Esteban de Besançon, camarlengo papal, en pre-

sencia de Poncio, abad del monasterio, y de Hugo de Oporto. Esto debió de suceder a

finales de febrero, ya que los privilegios concedidos a Compostela están datados el 27 y

el 28 de febrero, y teniendo en cuenta que no se entregaban sin previo pago de las tasas

de cancillería. Además, el día 2 de marzo se expide una carta comunicando a los obis-

tianos que aún quedaban en la empobrecida Iglesia de Mérida entre tantas dificultades por desenvolverse

entre moros almorávides.

Don Paio se negó a asistir al concilio que convocó Gelmírez en Santiago de Compostela en 1121. Don

Paio fue uno de los prelados díscolos para Gelmírez, prelados díscolos que finalmente, amonestados por

el Papa Calixto se tuvieron que avenir y pacificarse con el compostelano.

En la primavera de 1121, la reina Urraca I, acompañada de su hijo el rey Alfonso VII, con sus ejércitos

y los de Gelmírez decidieron penetrar en las tierras portuguesas para domeñar a Teresa y a su hijo Al-

fonso Henriques que ya reinan. Se impone cada vez más como rey leonés Alfonso VII. Teresa y Alfonso

fueron reducidos a vasallaje. Urraca morirá en marzo de 1126.

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pos de Coímbra y Salamanca que se sometan a Gelmírez como a su nuevo metro-

politano, lo que hace suponer que la concesión del privilegio era firme en esa fecha y

que, por tanto, ya se había efectuado el pago de las tasas.

Una vez pagadas las tasas de cancillería y recogidos los privilegios, era preciso regre-

sar a Santiago de Compostela. El obispo de Oporto no se atrevía a cruzar el reino ara-

gonés por miedo a ser interceptado por los hombres del rey Alfonso I. Por ello decidió

enviar un traslado de las bulas por medio de Pedro Fraile y Pedro Yáñez, los mencio-

nados portadores del dinero.

No sabemos en qué fecha llegaron Pedro Fraile y Pedro Yáñez a Compostela con los

documentos papales, pero el día 25 de julio, festividad del apóstol Santiago, los tras-

lados de los privilegios pontificios fueron leídos públicamente en la catedral ante todo el

pueblo y clero allí congregado.

Entre tanto, el obispo Hugo de Oporto se puso en camino hacia Santiago aproximada-

mente en el mes de julio o agosto, trayendo consigo los documentos originales de la

concesión de la dignidad metropolitana para Santiago de Compostela y la legacía para

Gelmírez. Tras un peligroso y complicado viaje, Hugo llegó a Compostela con el en-

cargo papal de presentar ante el altar de Santiago los privilegios concedidos e investir a

su arzobispo. Esto debió de suceder a finales de 1120.

Los privilegios concedidos a Santiago de Compostela están contenidos en la bula Om-

nipotentis dispositione, dada en Valence el 27 de febrero de 1120, por la que Calixto II

concede el traslado de la dignidad metropolitana de la Iglesia de Mérida a la de Santiago

de Compostela, y en la bula Antiqua sedis, dada en Valence el 28 de febrero de 1120, en

la que se designa a Diego Gelmírez legado pontificio para las provincias eclesiásticas de

Braga y Mérida, con la debida potestad para convocar en concilio a los obispos de am-

bas metrópolis.

Después de este año de 1120, tan agitado como provechoso para Diego Gelmírez y su

sede, el arzobispo compostelano, lejos de acusar el cansancio, se apresuró a ejecutar lo

contenido en los privilegios papales. A partir de este momento, la actividad conciliar de

Gelmírez adquirió un ritmo trepidante.

Convendrá tener en cuenta que Calixto II no pretendió elaborar una lista exhaustiva de

las diócesis sufragáneas de Mérida, que ahora pasaban a depender de Compostela. En

todo caso, estas diócesis se citan de modo incidental y en la parte motiva del documento

pontificio, por lo cual no tenían repercusión directa en la concesión. Así, en la parte mo-

tiva de Ia Omnipontentis dispositione, entre las razones que se aducen para trasladar

Mérida a Compostela está el hecho de que Mérida se encuentra bajo el poder de los mo-

ros, excepto, dice el documento, Coímbra y Salamanca, y a esto la Historia Composte-

lana añade Ávila.218

Sin embargo, en la parte dispositiva del documento, que es la que

218

La Historia compostelana es una crónica del siglo XII (hacia 1139), escrita en latín, que recoge las

empresas y peripecias de Diego Gelmírez desde 1120. La obra fue conocida como De rebus gestis D.

Didaci Gelmírez, primi Compostellani Archiepiscopi hasta que en 1766, tras la edición de Enrique Flórez

en su España Sagrada, empieza a ser conocido por Historia Compostelana.

La crónica está compuesta por 18 manuscritos organizados en 3 libros y fue emprendida por iniciativa

(de exaltación) del propio Gelmírez y como un registro de la Iglesia de Santiago de Compostela para

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tiene valor jurídico, la concesión comprende el traslado de la dignidad metropolitana de

Mérida con los obispos sufragáneos que en este momento tienen sede propia o en el fu-

turo la tengan, aludiendo, siempre de modo genérico, a las ciudades que en otro tiempo

tuvieron prelados propios. Por otra parte, si Gelmírez ordenó interpolar Ávila en el texto

de la Omnipotentis dispositione que insertó en la Historia Compostelana estuvo poco

atinado, dado que la misma Historia Compostelana copia justo a continuación la Bula

Commissi nobis officii, enviada por Calixto II a los obispos de Coímbra y Salamanca

para comunicarles cuál era su nueva metrópoli. Si Gelmírez hubiese deseado ser cohe-

rente con su engaño, debiera haber mandado interpolar también Ávila, al menos en la

bula Commissi nobis officii. En todo caso, los hechos demuestran que ni en aquel mo-

mento ni en adelante se discutió la pertenencia de Ávila en otro tiempo a Mérida y ahora

a Compostela, lo cual desbarata los móviles de una probable interpolación. De cualquier

modo, Gelmírez convocó al obispo de Ávila al concilio de 1121 y éste asistió.219

Gel-

mírez removió Roma con Santiago.

En un primer momento se intentó la traslación a Santiago de la sede de arzobispal de

Braga, que fuera anteriormente metropolitana de Galicia, y perteneciente al condado de

Portugal, independiente desde el año 1109. Como alternativa, Gelmírez recurrió a otra

solución menos ventajosa pero con mas garantías de éxito: restaurar en Compostela la

dignidad metropolitana de Mérida, aunque fuera a título provisional, dado el dominio

musulmán, en espera de tiempos mejores en los que la titularidad se hiciera definitiva y,

con el avance de la reconquista, las nuevas sedes que se restauran se le adjudicaran co-

mo sufragáneas.

El propio Gelmírez y varias delegaciones suyas acudieron a Roma en los años 1104,

1109, 1110, 1114 y 1118, acompañando ofrendas dinerarias y sin que obtuvieron por

respuesta más que promesas unas veces y dilaciones siempre, hasta que finalmente en

1120, tras una solemne audiencia papal concedida al duque Guido de Borgoña, acom-

pañado de caballeros y magnates, peregrinos de Santiago, en presencia de varios carde-

nales, de Poncio, Abad de Cluny y de Hugo, obispo de Oporto, Calixto II accedió a la

gracia que se le pedía.

La concesión se plasmó en las mencionadas bulas pontificias, trasladando a Santiago

de Compostela la dignidad metropolitana de Mérida, hasta que esta ciudad fuera re-

conquistada y le fuera restituida su sede como tal metropolitana.

La lejanía de Roma y la dificultad de comunicaciones fueron aprovechadas en San-

tiago para publicar la Bula adulterada, suprimiendo la cláusula “Donec... Emeritas civi-

fundamentar la privilegiada sede compostelana, sus derechos y sus dominios, principalmente entre los

años 1100-1140.

Sin embargo, la obra contiene una crónica del reino de León que comprende los reinados de Alfonso

VI, Urraca y Alfonso VII, incluyendo transcripciones de documentos pertinentes a los hechos que narra,

lo que la convierte en una fuente historigráfica de primer orden en relación a la primera mitad del siglo

XII.

219

Las diócesis sufragáneas de la metropolitana de Mérida fueron: Salmantica (Salamanca), Abela (Ávi-

la) Lamecum (Lamego), Viseum (Viseo), Conimbiga (Coímbra), Egitania (Idanha-a-Velha), Olisipo (Lis-

boa), Ebora (Évora), Pax Julia (Beja), Ossonoba (Faro), Caliabria y Caurium (Coria).

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tas christiano potentatui restituta”. Al mismo tiempo, no se ahorraron delegaciones a

Roma con nuevas dádivas (400 monedas de oro, destinadas al Papa, a los Cardenales y a

los principales personajes de la Curia, cantidad incrementada mas tarde con 300 onzas

más de oro).

Con fecha 23 de junio de 1124, Calixto II, poco antes de su muerte, mandará expedir,

con su firma, otra Bula pontificia en la que quedará consolidada in perpetuum la digni-

dad metropolitana de la iglesia compostelana. De esta forma quedó Mérida desposeída

de ese rango y dignidad. Se reservaba a la antigua ciudad lusitana la posibilidad de su

restauración como sede meramente episcopal, pero ni siquiera esto se cumplió sino has-

ta muy recientemente, como archidiócesis metropolitana de las diócesis extremeñas de-

nominándose Mérida-Badajoz, estando el arzobispado en Badajoz.

Para evitar reclamaciones de Mérida, Gelmírez consiguió que el rey Alfonso VII, con

motivo de la celebración de un concilio en Palencia, con fecha 24 de marzo de 1129, le

otorgara una Carta de Donación, cediéndole el señorío de Mérida a la Iglesia de Santia-

go apenas fuera aquélla reconquistada. Los arzobispos compostelanos, sucesores de

Gelmírez, como podemos adelantar, tuvieron un interés especial en que los reyes fueran

renovando el aludido Compromiso de Alfonso VII en 1129, cosa que lograron los ar-

zobispos Pedro Gudesteiz (1168-1173), de Fernando II (1157-1188), en el año 1170, y

Bernardo II (1224-1237), de Alfonso IX (1188-1230), en 1229, donación hecha efectiva

por el mismo rey, en do-cumento fechado el 20 de julio de 1230.

El 10 de enero de 1230 se cierra una etapa en la historia de la ciudad emeritense y se

abre otra repleta de esperanzas y amargas frustraciones. Alfonso IX, al mando de un

nutrido ejército cristiano, asalta Mérida, acción en la que se destacan las milicias de

Zamora que desde entonces añaden el puente romano a su emblema heráldico, y frustran

las esperanzas de la ciudad de recuperar la pasada grandeza al entregar Mérida al va-

sallaje del arzobispo de Santiago

Por su parte, el Papa Gregorio IX (1227-1241), recién conquistada Mérida, ordenó el

29 de octubre del 1230 al arzobispo de Compostela que se encargara de la ordenación

del obispo e institución de canónigos para la sede emeritense. El compostelano hizo ca-

so omiso del mandato y recurrió a procedimientos dilatorios que le permitieran ganar

tiempo con la esperanza de que las circunstancias cambiasen.

Mientras se tramitaba el pleito en Roma, el arzobispo de Santiago comenzó a idear la

solución definitiva de la elección de un obispo para Mérida: implicar en el tema a la

Orden Militar de Santiago. El 16 de abril de 1231 se firmó una Concordia entre el

arzobispo compostelano y el Gran Maestre Pedro González Mengo, repartiéndose a par-

tes iguales los derechos sobre la ciudad; dos meses más tarde, el 17 de julio de 1235 las

mismas partes suscriben y promulgan el Fuero de Mérida con una división tripartita de

tierras y el 20 del mismo mes y año el compostelano reconocía determinados privilegios

a la Orden sobre inmunidad, exenciones, etc.

El 22 de abril de año 1254 se firmaba por Juan Arias, Infante de Castilla y arzobispo

de Santiago (1238-1275) el Convenio de cesión a la Orden de Santiago de todos los

derechos en la ciudad, a cambio de la Encomienda de Llodio y otras posesiones de la

Orden situadas principalmente en Galicia. El documento incluye una cláusula de sumo

interés: la Orden no podía vender, donar, permutar o enajenar por cualquier título esa

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posesión. Era el modo de tener asegurada, de hecho, la imposibilidad de restaurar la

antigua sede emeritense. El Papa Alejandro IV (1254-1261) aprobó la cesión en Bula de

4 de marzo de 1255, dirigida ya solamente al Maestre y Freyres de la Orden Militar de

Santiago.

El dominio de la Orden de Santiago sobre Mérida implicaba la sujeción de ésta a la

organización eclesiástica de aquélla; la ciudad de Mérida comenzaba un nuevo período

de su historia: seis siglos (1255-1874) de jurisdicción exenta, convertida en territorio no

perteneciente a ninguna diócesis, más que a la Orden Militar, supliendo la carencia de

obispos propios por obispos titulares in partibus. El Prior tenía una jurisdicción quasi-

episcopal que ejercía bien personalmente y/o a través de un Provisor y Vicario General.

Aún reconociendo a la Orden Militar de Santiago como una institución preclara en tan-

tos aspectos de la historia nacional y regional, en modo alguno podían sus Priores hacer

olvidar a los antiguos arzobispos emeritenses.

No contentos con este estado de cosas, los emeritenses realizaron varios intentos in-

fructuosos de recuperación de la sede metropolitana, obstaculizados en buena medida

por la propia Orden de Santiago que prefirió mejor la consagración de un obispado en

Badajoz. Así, la ciudad de Mérida quedó despojada de sus antiguas dignidades, arruí-

nada y casi despoblada, hasta iniciar un lento proceso de recuperación ayudada por su

estratégica situación, cruce de los caminos reales, y por la actividad repobladora de la

Orden de Santiago, que con una política más ventajosa atrajo gran numero de colonos

de las tierras de realengo.

En el año 1273, se crea la Mesta, señalando el poder absoluto de los ganaderos, que

inician la trashumancia de los rebaños a gran escala desde las frías tierras del norte cas-

tellano hacia las dehesas extremeñas.

En el año 1297 quedaron fijadas las fronteras con Portugal, aunque este reino aún tra-

taría, a lo largo del siglo XIV, de hacerse con el control de la región extremeña.

Por su situación fronteriza, se verá envuelta en continuas refriegas y batallas, las gue-

rras con Portugal (Juan I, 1382, y Juan II, 1430).

En el conflicto suscitado por problemas de sucesión de la Corona de Castilla, entre

Juana la Beltraneja e Isabel la Católica, siendo ayudada la primera por la marquesa de

Medellín y la futura reina por el apoyo del Maestre de Santiago don Alfonso de Cár-

denas.

En la batalla de La Albuera en un lugar próximo al embalse de Proserpina, donde se

libró al amanecer del 24 de febrero de 1479, en la que las tropas del Maestre Alonso de

Cárdenas inclinaron definitivamente la guerra a favor de los Reyes Católicos, saliendo

derrotados la Beltraneja y sus aliados portugueses, iniciándose de esta forma la cons-

trucción de la futura unidad de España.

Lo que no impidió que aún por algún tiempo la ciudad permaneciera en manos de la

Condesa de Medellín, María Pacheco. Concluido el episodio, Mérida permanece en paz

durante cinco siglos, rota esporádicamente por las guerras hispano-portuguesas de los

siglos XVI y XVII y durante la Guerra de la Independencia, reparándose y construyendo

nuevos edificios en la ciudad. En este período, la monotonía se vio interrumpida por he-

chos importantes y sencillos para los emeritenses; así durante el descubrimiento y con-

quista del Nuevo Mundo, estuvieron presentes los extremeños, regando con su sudor y

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sangre, al mismo tiempo que originaban abundante toponimia que recordaba su lejana

Extremadura. Y prosiguió la historia, como la iremos contando.

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EPÍLOGO VII

EL PAÍS VASCO O LOS VASCOS

Parece ser que los vascos –así sobre todo son éstos quienes lo sostienen– son el único

pueblo prerromano de la Península Ibérica que sobrevivió o se sobrepuso a las conquis-

tas de los romanos (entre los siglos III-I a. de C.) y también, anteriormente, a la expan-

sión indoeuropea, a partir del año 2500 a. de C., de la que desciende la mayor parte de

los europeos actuales.

La cultura vasca, según la mayoría de los antropólogos e historiadores, sería descen-

diente directa de la civilización prehistórica francocantábrica, una cultura que abarcó

todo el tercio norte de la Península Ibérica y mitad sur de Francia, siendo de esta manera

el pueblo vasco, el pueblo más antiguo de Europa que aún sigue en el Continente.

En tiempos visigodos, los vascos fueron conocidos como vascones o wascones. Poste-

riormente, en los cronicones carolingios, se comenzó a diferenciar a los vascones que

estaban bajo gobierno franco, de los independientes, designando a estos últimos con el

término navarro, siendo utilizada la palabra vascón únicamente para referirse a los vas-

cones bajo gobierno franco (evolucionando posteriormente este término al actual gas-

cón).

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Con el auge del reino de Pamplona-Nájera en el siglo XI (hasta el siglo XII no fue

denominado oficialmente como reino de Navarra), la utilización de la palabra navarro

para designar a los vascos se fue generalizando. La palabra vascón fue quedando en

desuso. El reino navarro fue perdiendo los territorios de La Rioja y Vizcaya a favor de

Castilla.

Vizcaya, bajo la dominación castellana, se verá inmersa en guerras defensivas de los

intereses de Castilla. La colaboración de la dinastía de los Haro en el expansionismo

castellano aumentará los territorios de su señorío, gracias a las tierras donadas por los

reyes de Castilla. El señorío de Vizcaya, aunque en la órbita castellana, será legalmente

independiente hasta 1516 en que es definitivamente anexionado a Castilla.

La fama batalladora que se labraron los vizcaínos en las sucesivas guerras del reino

castellano hará que, en lo sucesivo, los vascos sean conocidos con el nombre de viz-

caínos en Castilla. Una denominación que se extenderá posteriormente a otros países

europeos; mientras que en los territorios de la corona de Aragón se les seguirá llamando

navarros.

En el siglo XVI, como podemos comprobar en los textos de Cervantes, fue común

designar a los vascos de uno y otro lado de los Pirineos con el término vizcaíno (excep-

tuando los bajo-navarros, que tanto en Francia como en España eran denominados

“vascos”). En el mismo siglo, en el reinado de Felipe II, durante el apogeo del Imperio

Español, los vascos monopolizan la administración de la Corte española y de las colo-

nias del Imperio. Existe durante esa época una asociación generalizada, históricamente

errónea, entre el pueblo vasco, el cántabro y el íbero, considerando la cultura y lengua

vascas como las originarias de los españoles; y los fueros vascos como las leyes ances-

trales de los españoles, unas leyes que debían ser respetadas y salvaguardadas por la

monarquía española como máximo exponente de la españolidad. Los vascos represen-

taban las esencias de España, la España indómita, los cántabros, que nunca pudieron ser

conquistados ni por el mismo Imperio Romano, prueba de ello, según las creencias

erróneas de la época, el que su milenaria lengua vasca siguiera siendo hablada. La aso-

ciación entre lo español y lo vasco llegó a tal extremo que incluso en la genealogía he-

cha por el cronista real guipuzcoano Esteban de Garibai para el rey Felipe II se le en-

troncó con los cántabros inconquistos, enlazando la monarquía española con los cánta-

bros de la época romana, queriendo reflejar así una realidad histórica en la que los espa-

ñoles habían nacido para someter a otros pueblos pero nunca para ser sometidos.

En mapas europeos del siglo XVIII se sigue denominando todavía a la actual Euskadi

como Vizcaya, mostrándose en mapas de España una Vizcaya que no sólo abarca los

territorios de la actual Euskadi sino también La Rioja y la mitad este de Cantabria, hasta

la bahía de Santander, dado que hasta este siglo fue común considerar tanto a los rio-

janos como a los cántabros orientales como vizcaínos.

El denominar a los vascos como vizcaínos en los territorios de Castilla, así como en

otros países europeos; y navarros, en los territorios de la antigua corona de Aragón,

seguiría vigente todavía hasta el siglo XVIII.

A partir del siglo XV y XVI, fruto de la asociación errónea de los cántabros de la

época romana con los vascos indicada anteriormente, fue común en ambientes eruditos

europeos utilizar el término cántabro para designar a los navarros. A partir del siglo

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XVI, esta denominación se comenzó a utilizar, también en ambientes eruditos, para de-

signar, sobre todo, a los alaveses, cántabros orientales, guipuzcoanos, riojanos y vizcaí-

nos. Una denominación que daría lugar posteriormente a las tesis vasco-cantabristas.

EPÍLOGO VIII

GOTHOLAUNIA: MEMORIA Y ECONOMÍA

(En la Terecera de ABC, mrtes 21 de enero de 2014)220

La relación entre identidad cultural y crecimiento económico ha sido objeto de trata-

miento desde hace años por los economistas. Fiedrich List, en su Sistema Nacional de

Economía Política (1841), señalaba cómo los países con una “mayor calidad como na-

ción” son los que presentan una mayor homogeneidad de tradición y pasado compar-

tido, lo que redunda en mayores posiblidades de desenvolvimiento económico. En este

sentido, la huida en la que está embarcado Artur Mas, desde los medios financiado por

la propia Generalitat, nos obliga a poner en valor nuestras bases comunes de identidad,

incluso a los que nos dedicamos a la economía. O precisamente por eso. La consulta de

un supuesta y sagaz estadista capaz de adelantar unas elecciones autonómicas para aca-

bar perdiéndolas; y luego retener el poder sirviéndose de los más extremistas de la so-

ciedad, cuyas figuras ha agigantado para su provecho personal utilizando lo que los ita-

lianos llaman la política de los focos.

Su regusto por las referencias medievales, con una escenografía de mesa redonda con

fondo de diseños góticos, bien pudiera servirle de reflexión sobre el contrasentido de su

particular camino hacia el despeñadero económico.

Porque la Hispania romana –que no en vano había empezado por la Tarraconense–

bien pudo haberse acabado llamando Gotholandia, Cataluña, tierra de godos. Como la

Galia se acabó llamando Francia, tras la invasión de los francos. Los dos estados más

antiguos de Europa: España y Francia. Ésta, partiendo de la Île de France a orillas del

Sena, desde donde el poder franco fue imponiendo su ley en la que acabó siendo un

exágono.

En España el proceso fue más rico. El primer rey visigodo, Ataúlfo, estableció su cor-

te en Barcelona –donde, por cierto, muere en el 415– junto a su esposa Gala –hija del

emperador hispanorromano Teodosio–, por quien se convirtió al cristianismo. Mientras,

Roma se descomponía económicamente: por un déficit público creciente y una deuda

desbocada; por la inseguridad y la inestabilidad política derivada de las continuas gue-

rras internas y fronterizas; por la desatención agropecuaria. Se iba al colapso de la acti-

220

Por Javier Morillas, Catedrático de Economía de la Universidad CEU San Pablo.

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vidad productiva. Entretando, seguían llegando cientos de barcos cargados de los varia-

dos productos hispanos, como testifican las muestras de miles de de tinajas y ánforas de

la época encontradas en los alrededores del puerto de Ostia. Todavía el rey Teodorico I,

desde su poder en Hispania y con su capital en Toledo, acude con Aecio para derrotar a

Atila.

Cuando definitivamente en el 476 caen Roma y su moneda, la del “Euricus Hispania

Rex” tiene curso legal en nuestro país. Y el Código de Eurico impulsa una economía y

una nación en crecimiento; con un reino cimentado y ordenado –según la época– del

que Leovigildo acaba trasladando su capital a Toledo, que lo sería de España desde el

siglo VI –con unos pocos años en la gallega Tuy– hasta el VIII.

No es extraño que en ese ambiente económicamente estable y expansivo pudieran des-

plegar su potencia intelectual personalidades como –entre otras– san Isidoro de Sevilla

(560-636), capaz de recoger y asimilar toda la cultura grecolatina transmitiéndola para

la Edad Media, permaneciendo como uno de los grandes maestros europeos de aquellos

siglos con influencia global hasta el Renacimiento. Incluso su exaltación económica de

los recursos naturales en sus Laudes Hispaniae será utilizada, aunque de manera desen-

focada, por muchos de los regeneracionistas y autores españoles, no economistas; el

propio Pablo Iglesias y la misma generación del 98, en su autoflagelación derivada de

una optimista visión sobre la supuestamente rica base conómica de España. Ignorando

su adversa infraestructura física; su desfavorable marco natural, como mostrarían Malla-

da y Perpiñá, necesitado de ingentes cantidades de ahorro e inversión de capitales para

adaptarlo a las necesidades del siglo XX.

Pero en los violentos siglos inmediatamente posteriores a Roma, y más distante de és-

ta que la Galia, había un país que aparecía cultivado, con muchos frutos, lanas, minera-

les y abundacia de ganados de todas clases, y donde una notable exportación –aceite,

trigo, vino, miel, pez, cochinilla y minio– se vendía merced a un activo comercio ma-

rítimo.

Con una población diseminada, pegada al terreno, y clima más suave, ¿quién se dete-

nía a pensar entonces en nuestra orografía endiablada o su altitud media? ¿Quién en los

desenvolsos que habrían de ser necesarios para perforar nuestras disgregadoras cadenas

montañosas para desarrollar conexiones ferroviarias y transporte interior? ¿Quién se

percataba de nuestros limitados recursos hídricos o la falta de grandes ríos navegables

que cual modernas autopistas de la época transportarían en nuestros países vecinos las

mercancías al por mayor que favorecieron las economías de escala y los grandes clus-

ters productivos futuros? ¿Quién comparaba la fertilidad media del suelo? ¿Cuántas ge-

neraciones serían necesarias para ir acumulando el ahorro suficiente y las ingentes canti-

dades de capital necesarias para doblegar una realidad verdaderamente adversa de cara

al desarrollo económico?

Y sin embargo, con el tiempo, se lograría dar la vuelta a la situación. Aunque sabemos

que no fue inmediatamente. Y no sin esfuerzo. Sin inmensos sacrificios, de necesarias

acumulaciones e inversiones de capital intergeneracional no inferiores al 3 ó 4 por cien-

to medio del PIB anual. Año tras año. Generación tras generación. Y en muchas ocasio-

nes superior, para recuperar décadas perdidas. Unos recursos enterrados sólo para do-

blegar esa adversa infraestructura de partida –frente a nuestros países vecinos mejor do-

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tados por la naturaleza–, pero que, llegado un momento, nos permitieron entrar en una

espiral virtuosa de expansión y crecimiento sostenido a partir de finales del XIX y XX.

Como sin duda volverá a ocurrir cuando terminemos con esta recesión 2009-2013, cuyo

final atisbamos.221

La fase siguiente de aquella España de capitales y cortes itinerantes desde Asturias,

duró en alguna parte más de 700 años. Pero el espíritu y la fuerza de la memoria común

por reconquistar la unidad y el progreso del Reino perdido fueron idénticos desde todos

sus rincones.

El gran economista y ministro ilustrado asturiano Jovellanos sintentizó lo que vino

después del 711 diciendo: “Tu recuerdo triste origen será de eterno llanto”. Entre mis

apellidos gerundenses más cercanos figuran, sucesivamente, Constáns, Carbonell, Ro-

quet, Cops… Ni eterno ni mencionable: el recuerdo de Mas será efímero. Por su falta de

grandeza, por el bien y la prosperidad económica de España, y por tanto también de

Cataluña y de todos nuestros conciudadanos.

221

Véase la fecha de este artículo periodístico.

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