no olvides la serpiente...no olvides la serpiente 9 microrrelato al minuto dentro de un mínimo...

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Quarks Ediciones digitales No olvides la serpiente Elisa de Armas

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QuarksEdiciones digitales

No olvides la serpiente

Elisa de Armas

No olvides la serpiente

Colección Máximo Minúsculo

5

No olvides la serpiente

Elisa de Armas

No olvides la serpiente © Elisa de Armas © Quarks Ediciones Digitales Edición Digital, 2020. Lima, Perú. Ilustración de portada: Antonio Paz Fernández. Diseño de portada: Antonio Paz Fernández. Diseño de interiores: Louis Guerra Valdivia. Editado por:

E-mail: [email protected] Web: http://quarksedicionesdigitales.wordpress.com Facebook: Quarks Ediciones Digitales Twitter: @quarksedicione1 Instagram: quarks_ediciones_digitales

No olvides la serpiente por Elisa de Armas se distribuye bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional.

A Minjvs, que me acompaña.

No olvides la serpiente

9

Microrrelato al minuto

DENTRO DE un mínimo envoltorio introducir los ingredientes

justos para que, al tirar de la anilla del título, le estalle el final entre

las manos. Y aspirar a que, cuando el lector se cure de la herida,

aún queden dentro fragmentos de metralla.

Elisa de Armas

10

Salir de pobres

CADA VEZ QUE nos encontrábamos en apuros enviábamos a mi

hermana Conchi a pedir un crédito al banco. Sus ojos violeta, sus

hombros carnosos, su busto amplio y su cintura de avispa, unidos

a una expresión entre soñadora y voluptuosa que copiaba de las

actrices de los cincuenta, la hacían irresistible. A cambio de

préstamos que nunca seríamos capaces de devolver, concedía una

cita en el paseo del río a los sucesivos directores de la sucursal.

Uno a uno los fue dejando plantados, entre los helechos, en el

momento en el que se atrevían a introducirle la mano en el escote.

La tierra era buena y sus pies no tardaban en enraizar, pero por

más que los sacudíamos no desprendían más que una lluvia de

caspa, balances descuadrados y listas de morosos. Fue mamá la

que tuvo la idea de sembrarlos bocabajo. Los cabellos y los dedos

de las manos también han arraigado con facilidad, pero ahora les

brotan a pares lustrosos zapatos italianos que cosechamos a

escondidas y vendemos los domingos en el mercadillo.

No olvides la serpiente

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Los otros

AUNQUE se dejan ver en raras ocasiones, esas criaturas siguen

habitando entre nosotros. De costumbres nocturnas, duermen

hasta altas horas de la mañana y permanecen refugiadas en sus

escondrijos durante el día. Al caer el sol salen a merodear con sus

congéneres y no regresan hasta que los alertan las primeras luces

del amanecer. En esos últimos momentos de actividad antes de

dejarse caer rendidos los oímos arrastrar muebles, abrir y cerrar

cajones o dejar correr el agua de grifos y cisternas. Una desaforada

voracidad los lleva a atacar nuestras reservas de provisiones

dejando tras de sí un rastro de migas, cáscaras y mondas que me

veo obligada a recoger sin desmayo. A veces encuentro,

esparcidos por el salón o los baños, otros despojos nauseabundos

que confirman su presencia. Solo los veo el viernes por la tarde,

cuando antes de marchar me acechan en el pasillo y murmuran

entre dientes: «Mami, la paga».

Elisa de Armas

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Caprichos

UNOS DIJERON que era la alegría del cincuentón por haber

conquistado a la más bella damita de todo el oriente; otros, que

pretendía hacerse perdonar los remotos orígenes de la niña

Gloria, que se traslucían en el canela claro de la piel y en los

salvajes rizos negros; los más, que quería dejar claro quién era el

más rico hacendado de la zona. El caso fue que Fabricio Curet

hizo traer para su boda la última novedad de París, un globo

aerostático desde el cual los invitados podrían admirar los

cafetales que cimentaban su fortuna. Pero los pulsos de la novia

se alteraron cuando Fabricito, el sobrino del patrón, recién llegado

de Francia, se inclinó a besarle la mano. El mismo día de la

ceremonia, de madrugada, la niña Gloria burló la vigilancia de su

madre para encontrase con él en la barquilla del globo. Cuentan

que no encendieron el horno, que el solo ardor de los jóvenes

amantes elevó la temperatura del gas y que ascendieron a una

altura tal que ni las águilas lograron ver hacia dónde los

arrastraban los vientos.

No olvides la serpiente

13

Sin retorno

A ESTA HORA solo puede ser él. Los golpes resuenan con la

urgencia de tantas veces en las que ha vuelto para exigirle dinero

o para llevarse medio a la fuerza las pocas cosas por las que le

darían algunos euros en el mercadillo. Había jurado no volver a

abrirle, pero algo en el golpeteo nervioso la obliga a acercarse y

desatrancar la puerta.

—Mama, me vienen siguiendo. Traigo un navajazo en la

pierna.

Por el hueco a medias abierto asoma la cara pálida, sin

afeitar, y tras ella el cuerpo vacilante, la sangre que desde la ingle

empapa el vaquero gastado. La mujer lo deja pasar y cierra deprisa,

mientras él se derrumba en el sofá desvencijado.

—Tráeme la merienda —le pide zalamero.

Debería llamar a un médico, es una herida fea. Sin

embargo marcha hasta la cocina arrastrando los pies y vuelve con

un trozo de pan con chocolate. El muchacho devora y, al tiempo,

la sombra oscura de la barba se vuelve pelusa dorada y se le

redondean las mejillas.

—Cuéntame un cuento, anda.

La mujer se sienta en la mecedora, el niño se le acurruca

en los brazos. La historia de la luna y el lobo, que tanto le gusta,

lo hace sonreír y entre los labios tiernos asoma la mella de una de

las paletas. Pronto no se oye más que la respiración acompasada

del bebé, el runrún de los balancines y el susurro bajito de la nana.

Dos nuevos aldabonazos la sobresaltan cuando está a punto de

quedarse dormida. Tres tipos entran en tropel en busca del hijo y

escudriñan violentos cada rincón de la casucha. Ella, de pie,

curvando la espalda para contrapesar el abultado vientre, los deja

hacer con una mezcla de tristeza y desprecio en la mirada. Hasta

Elisa de Armas

14

que al fin se marchan, convencidos de que allí no pueden

encontrarlo.

Dejándose caer de nuevo en la mecedora, la mujer abraza

su cintura fláccida. Mañana sin falta irá a pedirle al ginecólogo que

le ligue las trompas.

No olvides la serpiente

15

El aprendiz

GRACIAS a que las manos de mi padre acudían en mi ayuda cada

vez que una cola de milano se me atravesaba o que la labor de la

taracea exigía una destreza minuciosa, la ebanistería mantuvo el

prestigio después de su muerte. De noche también se aparecían,

aunque al menos tenían la decencia de esperar a que hubiésemos

soplado la vela. A Lisetta no parecía sorprenderle que, a oscuras,

mis torpes manazas se multiplicasen por dos, ni que la hicieran

estremecerse como nunca antes; y yo habría disfrutado con ella si

sus agradecidos gemidos no se empeñaran en gritar una y otra vez,

en lugar de Tonnello, la palabra maestro.

Elisa de Armas

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Racha de suerte

LA SERPIENTE me quedó demasiado gorda, en el centro, sacando

la lengua partida. Adán y Eva me habían salido mejor, desnudos,

tapándose sus partes con las manos. Ya nadie encarga las pinturas

de los milagros para dejarlas en las iglesias, prefieren fotografías,

y los guerrilleros han ahuyentado a los turistas, así que los

doscientos pesos que me dio la señora me cayeron como del

cielo. «Era un capricho que tenía desde chiquita», me contó, «de

cuando estudiaba el catecismo». Aquella noche les dimos a los

niños tamales de pollo y durmieron con la panza llena.

Cuando, a los pocos días, le picó a la doña la víbora barba

amarilla mientras sembraba fríjoles en la milpa y el veneno la

mató, maldije mi mala suerte; la chingaste, viejo, pensé, no vuelves

a vender ni uno. No podía imaginar que empezaría a tener más

encargos que nunca. Siempre Adán y Eva saliendo del

Paraíso. «No olvides la serpiente», me decían. De repente todos

tenían suegras, cuñados, hermanos o vecinos a quien regalar

cuadritos.

No olvides la serpiente

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La unión hace la fuerza

LO ENROLLAMOS despacito, como hace mamá con la alfombra

del salón, lo cargamos a hombros entre todos y lo tiramos al río.

Fue un robo sonado. Después tuvimos cinco meses de

vacaciones: el tiempo que tardaron los mayores en construir de

nuevo el camino hasta la escuela.

Elisa de Armas

18

A escondidas

EN LOS RAROS MOMENTOS en que no la contemplan traslada la

antorcha al brazo izquierdo, baja el derecho y lo activa para

desentumecerlo. Vuelta a su posición inicial, contempla con

envidia los barcos que se alejan por el Hudson. Nadie sabe tan

bien como ella que no hay esclavitud mayor que la de convertirse

en símbolo.

No olvides la serpiente

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Seísmo

LA ISLA se estremeció. En su piel virginal los pasos del náufrago

hacían las primeras cosquillas.

Elisa de Armas

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Traditore

—MAESE JUAN —pregunta el poeta con su voz atiplada—, ¿a

cuál de vuestros cajistas encomendasteis las páginas de mi

Cancionero?

—A mi hijo Tomás, señor, que acabó sus estudios de

bachiller y anda aprendiendo el oficio. ¿Acaso no quedasteis

satisfecho?

Fingiendo concentración el joven Tomás se inclina sobre el chibalete e intenta disimular el rubor que le quema en el rostro. Él solo pretendía corregir un verso mal medido, mas no pudo evitar compadecerse de la linda muchacha que yacía en el mármol de aquel manojo de poemas. En el mismo soneto XVII le soltó el cabello dorado, que se esparció fundiendo la nieve de su rostro; en el XXV, mudó la sonrisa de ángel por una risa pícara, llena de cascabeles; y en el XLII, cuando al fin se atrevió a besarla, arrancó de sus labios un suspiro que aún resuena entre aliteraciones.

—Bien al contrario, señor maese, bien al contrario.—El poeta carraspea, coloca un nuevo manuscrito sobre el mostrador y añade, casi en sordina—: Quisiera que fuese él, y ningún otro, quien componga esta segunda parte de mi obra.

No olvides la serpiente

21

La ciudad y sus ecos

EL VIAJERO que al anochecer arribe al puerto de Lavinia y decida

recorrer sus calles podrá contemplar, a través de las pantallas de

papel de arroz que cubren las ventanas, las siluetas de sus mujeres,

que se peinan antes de acostarse. Si la noche es calma y aguza el

oído, la vibración del papel le traerá el tañido impaciente del

cabello de las muchachas que no conocen el amor; la música de

los rizos al desenroscarse en manos de los amantes; los ásperos

lamentos de la melena de las abandonadas; el crepitar que

producen las ancianas al trenzarse las canas mientras ruegan al

ángel de la muerte que no las señale aún con su dedo implacable.

Los dedos de ese navegante no volverán a acariciar la cabellera de

una mujer amada sin que lo desasosiegue el recuerdo de las

melodías que escuchó en Lavinia.

Elisa de Armas

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Leyenda del salón dorado

VIVIÓ en Zaragoza un rey moro que ansiaba levantar en su

palacio una sala que en nada envidiase a las del Paraíso, mas

ninguno de los proyectos presentados por sus alarifes satisfizo al

exigente monarca. Finalmente, se presentó en la corte un

extranjero asegurando que, si le permitía contemplar la danza de

las mujeres del harem, edificaría para él la más hermosa estancia

que jamás nadie hubiera contemplado.

Dudó el rey, pues era celoso y posesivo, pero al fin aceptó

la propuesta. Al atardecer, en un solar anexo al patio del palacio,

Aixa, la favorita, y el resto de sus compañeras bailaban ante el

monarca y el forastero. Esperó este a que las jóvenes se

emparejaran y cuando alzaron sus brazos, curvándolos

airosamente, pronunció un conjuro en su lengua desconocida. Al

instante, los cuerpos esbeltos quedaron convertidos en columnas,

los brazos se entrelazaron formando arcos caprichosos y surgió

sobre ellos una hermosa techumbre decorada con versos del

Corán.

El rey lloró y suplicó, pues no quería conseguir sus deseos

a tal precio, y el extranjero, antes de desvanecerse como humo,

accedió a comunicarle que, entre las que formaban los versos,

había diez palabras escondidas. Si las encontraba y las ordenaba

debidamente, se desharía el hechizo. Cuentan que el rey perdió la

razón trenzando infinitas combinaciones, y que las bellas

muchachas del harem esperan aún que un mortal acierte con la

fórmula que les permita continuar su danza.

No olvides la serpiente

23

Separación

AL DESPEDIRSE intercambiaron sus almas. Él la esperó prisionero

en un cuerpo de doncella. Ella, vuelta caballero, eligió la libertad.

Elisa de Armas

24

Huella divina

CONVENCIDOS DE que el primer amor marca para siempre a la

mujer, los habitantes de Céfiros rivalizan en ofrecer a Dánae joyas

y objetos labrados en el oro más fino. Muchos, desde el tirano

Policdetes hasta algún humilde pastor, se vanaglorian de haberla

seducido. Mas lo cierto es que ella solo goza del sexo cuando,

desnuda sobre el suelo de la azotea, introduce su mano entre las

piernas y separa con delicadeza los labios para que la lluvia la

penetre hasta lo más profundo.

Por temor a herir el orgullo de Zeus y desencadenar su

venganza, la hermosa Dánae guarda su afición en el mayor

secreto. Nadie debe saber que no es el aguacero violento,

sembrador de truenos, el que la hace estremecerse hasta

desfallecer, sino ese calabobos manso y menudo que los astures

llaman orvallo.

No olvides la serpiente

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Impronta

TRAS EL PRIMER celo perdió aquel trotar de corza juguetona, se

le hincharon los pezones como uvas maduras y empezó a caminar

con una gravedad desconocida. Pronto volcó todo su afán en el

deslucido patito de goma que apareció en el armario cuando Fran

se emancipó. Lo apretaba contra su costado y lo trasladaba de un

lugar a otro sosteniéndolo primorosa entre los dientes, los

mismos dientes con que se revolvía si pensaba que alguien

amenazaba al objeto de sus desvelos. Aunque el veterinario

insistió en que debíamos hacerlo desaparecer, arrebatárselo nos

partía el alma casi tanto como verla desplegar aquel esfuerzo

inútil.

Ayer nos despertó una agitación inusitada. Gala avanzaba

por el pasillo con aire de matrona. La seguía el patito sobre sus

nuevos pies palmeados. Revoleaba una cola de apariencia perruna

y lanzaba, desde su pico abierto, un alegre guau, guau.

Índice Microrrelato al minuto…………………………………9

Salir de pobres…………………………………………10

Los otros…………………………………..……….…..11

Caprichos……………………...………………………12

Sin retorno...……………………...……………………13

El aprendiz…………………………………………….15

Racha de suerte…….……………...………………...…16

La unión hace la fuerza…………….…………………..17

A escondidas…………………………………..…….…18

Seísmo………………………...……………………….19

Traditore………………………………………………..20

La ciudad y sus ecos………………………….................21

Leyenda del salón dorado…………………………........22

Separación…………………………………………......23

Huella divina…………………………………………..24

Impronta………………………………………….........25

Esta edición digital de No olvides la serpiente, de Elisa de Armas, se terminó de

diagramar y editar el 01 de abril de 2020,

nonagésimo primer día del año, fecha en que se conmemora el

nacimiento de Milan Kundera, escritor checoslovaco.

QuarksEdiciones digitales

Elisa de Armas(Sevilla - España)

Licenciada de Geografía e Historia. Ha sido profesora de Lengua y Literatura en la enseñanza secundaria. Ha ganado los concursos de microrrelatos Caperucita Roja en Tiempos de Twitter (2010), el IX Certamen de Microcuento Fantástico miNatura (2011) y en el III Concurso de Microrrelatos Realidad Ilusoria (2016). Participa como coordinadora y tallerista en La Marina, taller de minificciones. Sus microrrelatos han sido publicados en diversas antologías. asimismo, administra el blog Pativanesca (http://pativanesca.blogspot.com).