no me dejes solo amparo rivera

No me dejessolo

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No me dejessolo

Una pastoral comunitaria de cuidado,afirmación y acompañamiento

ROBERTO AMPARO RIVERA

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©2005 Palabra y más, Inc.Roberto Amparo Rivera

Calle Robles #54Río Piedras, Puerto Rico 00925Tel. (787) 765-1635 / Fax: (787) 766-4899www.Palabraymas.com

Diseño de cubierta / diseño tipográfico: Luis Bravo / Bravo GD, Corp.Cuido de la edición: Dra. Nohemí C. Pagán

Reservados todos los derechos. Ninguna porción o parte de esta obra se puedereproducir, ni guardar en un sistema de almacenamiento de información, ni trans-mitir en ninguna forma por ningún medio (electrónico, mecánico, fotocopias, graba-ciones, etc.) sin el permiso previo del editor.

Impreso en USA por GM MInistries


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TABLA DE CONTENIDO

Introducción……………………………………………………………...........11Prólogo……………………………………………………………………........13

Primera Parte: Fundamentos del Cuidado Pastoral

Capítulo 1: La Noche de la tumba ..................................................................19Garantías de la vida.......................................................................21Triple orden angelical....................................................................23Un mundo hecho pedazos….........................................................26Algo en qué pensar……………………...................................…..27

Capítulo 2: Dios Se Recuerda……….………………………………………. 29En la memoria de Dios…………………………....….........…… 31Consejo y cuidado pastoral…………………………............….. 32Modelos de cuidado pastoral……………………………...……35Paradigmas principales del ministerio de cuidado pastoral............................................................................ 37Ejemplos concretos de cuidado pastoral……………………... 37Algo en qué pensar………………………........……………........ 39

Capítulo 3: El valor de la presencia………......……………….....…………. 41Cuidado como acompañamiento………………..……………...43Presencia como encarnación…………………………......…….46Cuidado como necesidad……………………..........…………... 49Olvídate de tu hermano…………………..................…….……. 52Necesidades de Jesús…………………...................…....……… 54Lo hago por mí……......................…........………………………. 55Algo en qué pensar………………………..........................…….. 57

Capítulo 4: Mara no es para siempre……………………...…….………….. 59El cuidado trae paz…………………….............……………….. 61Raíces amargas………………....………..........………………… 62Sanidad de la memoria..………………………..................…… 63Dios también usa el dolor...…………...………...............……... 65


N O M E D E J E S S O L O

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Amargada o placentera……………………….............................66Amargura contagiosa……….…………………………..………. 67Un milagro innecesario…………………......……................….. 67Algo en qué pensar…………………………..............…………. 70

Capítulo 5: El cansancio cansa…………………………....…………….…... 71Un luchador cansado…………………………….........….…….. 73Trabajo y descanso…………………………………......………. 74Teología del descanso…………………………………......…….77Jesús y el descanso………………….....……………………….. 80Descanso sábado o domingo………………………………….. 81Exceso de equipaje………………………..……………………. 84Algunas sugerencias para descansar…………………….......... 85Algo en qué pensar…………………………………….......……. 87

Capítulo 6: Amores que matan……………………..……………….……….. 89Las visitas a los enfermos……………………..............……….. 91Guía para las visitas…………………………............………….. 92Visita como encarnación…….………………...............………...94Me matas de amor…………………………....…………………. 95He ahí el dilema…………….……………………………....…… 99Sugerencias a los pastores……………………………..........…101Algo en qué pensar……………………………........…………...103

Capítulo 7: Algunos escogen morirse…………………………............……105Una solución inadecuada..…………………………………….107Por qué los vivos se quieren matar…………………………....108El suicidio y la Biblia………………..............………………….110Una pastoral de esperanza………………………...........……...111Algo en qué pensar……………………………….....………….112

Capítulo 8: Amar es arriesgado………………………….........………….…115Riesgos del cuidado pastoral……………....………………….117La muerte y la fe………………………………......……….....…117El deseo de desperdonar………………………………………119El dolor de una pérdida………………………………………..121Algo en qué pensar…………………..………………………….123

Capítulo 9: Dos oídos y una lengua…………..........……………………….125El arte de escuchar………………………………………..……127Formas de escuchar…………………………….…...........…….128Escuchar es una destreza…………......………………………..132Algo en qué pensar…………............……………………………133


Capítulo 10: Cuando uno se pone viejo……..……………………........…...135Ahora somos de oro……………………….................................137El caballo de don Pancho..……………………………….…...138No los dejemos solos……………………..………………..…..140Qué podemos hacer…...……………………………….……….142Algo en qué pensar…...…………………………………......….143

Segunda Parte: Elementos del Cuidado Ministerial

Capítulo 11: Quién cuida a quienes cuidan…………………………….…147Afirmación y cuidado ministerial...……………………...……151Cuidado mutuo……………………………….........……………153Algo en qué pensar..…………………………………........……156

Capítulo 12: De tierras lejanas………………….......……………………157Algunos son misioneros……………………………………….159Dificultades de los misioneros……………………….........….160Qué se puede hacer…………………………….......…………..161Los que regresan…….............………………………………….163Algo en qué pensar……….................………………………….164

Capítulo 13: Ellas también son gente…………...........……………………165Una boda sin madrina..……………............…………………...167Cuidado pastoral a la esposa del pastor………………………168Llamamientos disparejos...……………................…………….170Esposa de la iglesia………………………………................…..171Mujer a la calle…………………………………………….........172Como ellos las tratan……………………………………….......173Algo en qué pensar……………………………………........….. 175

Capítulo 14: Anatomía de una infidelidad……………………………….... 177Adulterio emocional……………………………...............……. 179Infatuación con las jovencitas……………………………....... 182Adulterio eclesiástico……………………………………......... 183Síntomas de un problema mayor………………................….. 184Algo en qué pensar………………………………...................... 185

Capítulo 15: A manera de resumen………………………………..........… 189Señales de peligro……………………………………............... 189Guarda de mi hermano………………………….........….….....192Algo en qué pensar………………………………..………….....193

Referencias………………………..........…………………………………… 195

TA B L A D E C O N T E N I D O

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Dedicatoria

A la memoria del doctor Ricardo González Pagán, cuyamuerte trágica y prematura fue la chispa que encendió miinterés por la vocación de cuidado pastoral.


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Introducción

Hace unos años, un pionero de la Iglesia de Dios, maestro deministros, erudito en las Escrituras, ejecutivo denominacio-nal, y pastor de experiencia, murió en forma trágica. Las cir-

cunstancias parecieron indicar que tomó su propia vida, en respues-ta desesperada a una serie de crisis mayores sin resolver, de las queno pudo reponerse. Ricardo González Pagán fue demasiado fuerte yaparentemente invulnerable para su propio mal.

La tragedia del Dr. González me hizo pensar que me gustaríadedicar los últimos años productivos de mi vida al ministerio de cui-dado pastoral. Posteriormente, mi propia crisis, en forma de un infar-to masivo que me causó daños permanentes e irreversibles en elcincuenta por ciento de mi corazón, me condujo a lo que hasta enton-ces había sido solo una buena intención para el futuro. Al momentode escribir esto, mi esposa Meri y yo estamos de lleno en el ministe-rio de cuidado pastoral.

Gabriel García Márquez dice que nada ocurre en el mundo que nole sea útil a un escritor. En mi caso, he explotado al máximo la tra-gedia de mi enfermedad como recurso pedagógico en clases, ser-mones, y mil cosas más. Ahora lo hago desde la página impresa.Como verán los lectores y lectoras, todo el libro está escrito desde laperspectiva del dolor continuo que me provoca tener el corazón las-timado. Espero no cansarles con mis cuentos, que sin duda algunosya habrán escuchado más de una vez desde el púlpito y la cátedra.

He tenido dificultades escogiendo un título que describa el enfo-que de esta obra. Finalmente, a sugerencias de Meri, opté por No medejes solo, porque el cuidado pastoral se presenta como un ministe-rio de afirmación y acompañamiento.

El objetivo principal es despertar conciencia de la necesidad decuidado pastoral mutuo. En una forma muy real, yo soy guarda de mihermano y debo ayudarle a lograr su sanidad integral, a la vez que élo ella me ayuda a mí.

Otro objetivo es presentar el cuidado pastoral no como algo quehacen solamente los pastores, sino como la responsabilidad y elprivilegio de todos y todas. Es el cuidado que demostramos por otrosy otras, en respuesta a la memoria y el cuidado que Dios tiene denosotros.


Pero prefiero no adelantarles nada más del contenido del libro enesta introducción. Es mejor que disfruten de las palabras del Dr.Pablo Jiménez que siguen a continuación, y que lo demás lo descu-bran ustedes mismos.

Siempre hay muchas personas a quienes agradecerles su contri-bución a un esfuerzo de esta naturaleza. Mi esposa ha sido el acica-te que continuamente me estimula a poner por escrito mis ideas, afin de compartirlas con otros. En este caso, ha leído cada capítulosegún lo voy produciendo para verificar la claridad de expresión y lacredibilidad de los conceptos. Mi nuera Liz D’Oleo también me haayudado en la lectura y en sus reacciones a lo que lee.

El padre Dr. Frank Montalbano, profesor del Seminario TeológicoOblate, en San Antonio, Texas, con su corazón profundamente pas-toral, sembró en mí la semilla de cuidado ministerial. Mi hermanoHeliodoro Rivera me regaló la anécdota del caballo de don Pancho,que aparece más adelante. Tres compañeros, Francisco Ortiz, JuanRico y José O. Grau, me dieron permiso para usar trabajos respecti-vos como lecturas suplementarias. La idea era incluir dichas lecturasal final de este volumen. Por recomendación del editor, las mismasaparecerán en una antología de lecturas sobre cuidado pastoral, apublicarse más adelante. Agradezco en lo que vale su colaboración.Pablo Jiménez, escritor experimentado, aceptó gustosamente a leerel manuscrito y escribir el prólogo.

Hay muchas otras personas con quienes tengo deudas de grati-tud. Muchas de ellas, como la doctora Elizabeth Conde-Frazier, sonmencionadas en el cuerpo del libro, así que voy a obviar mencio-narlas aquí.

Definitivamente, un libro es producto de muchas influencias,algunas de las cuales ni siquiera uno puede identificar por nombre.Son las muchas caras anónimas sin las cuales la vida sería imposible.O al menos insulsa y aburrida.

Roberto Amparo RiveraCarolina, Puerto RicoVerano 2004


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Prólogo

En el verano del 2002 tuve el gusto de recibir a Roberto A.Rivera en mi casa. Hablamos largo y tendido antes de despe-dirnos. Después de dejarlo en su hotel, mi hijo Antonio José

me preguntó quién era Roberto y por qué este hombre podía hablarcon tanta sabiduría. Yo sonreí.

Quizás usted, que lee este prólogo, también se pregunte quién esRoberto y por qué puede hablar con tanta autoridad sobre temasespirituales. Permítame, pues, compartir la misma respuesta que ledi a mi hijo.

Roberto Amparo Rivera es un hombre de Dios que ha dedicado lamayor parte de su vida al ministerio cristiano. Maestro de corazón,Dios le ha permitido educar en diversos contextos: en el aula, en elpúlpito, en las publicaciones, en la oficina pastoral, y hasta por telé-fono. Roberto educa todo el tiempo, compartiendo la profunda fe quele caracteriza.

Hombre de contrastes, es el único superintendente de una iglesiao denominación pentecostal, graduado de un seminario católico,que yo jamás haya conocido. La certeza de su fe y su fidelidad deno-minacional nunca le han impedido conversar con creyentes de otrastradiciones, enseñando y aprendiendo en el proceso.

Sí, Roberto ya tenía un toque especial de Dios cuando sufrió laexperiencia que le ha llevado a un plano espiritual aún más profun-do. Este libro narra su testimonio, indicando cómo Dios le ha per-mitido sobrevivir un ataque masivo al corazón que, de acuerdo a laciencia médica, debió ser fatal. También narra cómo esa “experien-cia de valle de sombra de muerte” ha sido la puerta para una granbendición. Saber que cada día puede ser el último ha transformado aRoberto. Si antes sabía que Dios estaba con él, hoy siente que estáante la majestuosa presencia de Dios cada día. Recordemos que laespiritualidad cristiana no es el desarrollo del espíritu, como afirmanlas religiones de la India. Por el contrario, el paradigma de la espiri-tualidad cristiana es el episodio de los caminantes a Emaús. La espi-ritualidad cristiana nos enseña que Dios camina a nuestro lado, hoyy siempre, aun cuando no le reconozcamos.



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Roberto conoce a Dios; en cierto modo siempre le ha conocido.Sin embargo, su enfermedad le ha permitido reconocerle, tanto en elsentido de darse cuenta de su presencia como de volverle a conocerde manera más profunda.

Como educador al fin, Roberto no se limita a contar su testimoniosino que lo usa como marco para hablarnos de lo que significa el cui-dado pastoral. Esto hace de No me dejes solo un libro único, que ser-virá para educar generaciones de pastores, de pastoras y de lídereslaicos en nuestras congregaciones hispanoamericanas.

Ya sé. Usted quiere saber exactamente lo que le dije a mi hijosobre Roberto. Sencillamente, le dije: “Hoy has conocido a un santo;a un hombre que camina tan cerca de Dios que le ha perdidotodo temor a la muerte. Ese contacto con Dios es la fuente de susabiduría.”

Les presento, pues, un libro escrito por un santo contemporáneo.Un libro que puede darnos grandes lecciones sobre el significado delcuidado pastoral, porque ha sido escrito por un hombre que caminamuy cerca de Dios.

Rev. Dr. Pablo A. JiménezPastor Nacional Para Ministerios HispanosIglesia Cristiana (Discípulos de Cristo), Estados Unidos y CanadáVerano 2004


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PRIMERA PARTE

FUNDAMENTOS DEL CUIDADO

PASTORAL


F U N D A M E N T O S D E L C U I D A D O PA S T O R A L

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FUNDAMENTOS DEL CUIDADO PASTORAL

Tradicionalmente, el cuidado pastoral se visualiza como la laborque realiza el pastor o pastora de la iglesia, como parte de sus fun-ciones dentro de la comunidad. Este volumen lo presenta como laresponsabilidad y privilegio de toda la comunidad y no solo de quie-nes ejercen posiciones ministeriales de liderato.

El cuidado pastoral se basa en la convicción de que Dios se preo-cupa por nosotros y actúa a nuestro favor. En respuesta al interés ycuidado de Dios, nosotros nos preocupamos por los demás y actua-mos en su favor, recordándoles y haciéndonos presentes para ellos.

La primera parte del libro explora varias dimensiones del cuidadopastoral. Entre otras, se consideran las visitas a los enfermos, elestímulo a personas que viven amargadas, el consuelo a quienes hanperdido seres queridos por suicidio, y la experiencia de perdonar ypedir perdón. La segunda parte examina temas particulares de cui-dado pastoral desde una perspectiva ministerial.


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Capítulo 1

La nochede la tumba

Pero ahora se ríen de mí los más jóvenes que yo, a cuyos padres yo desdeñara poner con los perros

de mi ganado. Hijos de viles, hombres sin nombre, más bajos que la misma tierra.

Job 30:1, 8


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GARANTÍAS DE LA VIDA

La vida no viene con garantías. Anoche cuando me acosté, era el presidente de la Asociación para

la Educación Teológica Hispana (AETH), una entidad ecuménica deteólogos y teólogas, con miembros en tres países, empeñados enmejorar la formación teológica del pueblo latinoamericano. En-señaba en la universidad y tenía una invitación preliminar a formarparte de la facultad de un prestigioso seminario evangélico. Medesempeñaba como ejecutivo denominacional en el ámbito mundial:Director de Publicaciones en Español, miembro de la JuntaInternacional de Ministerios, de la Junta General de Educación, y devarias otras comisiones, además de presidente del Comité deEducación de Misiones Mundiales. Mi agenda de predicación, con-ferencias y estudios bíblicos estaba atestada.

Hoy cuando me levanté, o mejor dicho, cuando intenté levantar-me, no era nadie. Un infarto masivo, el cual me causó daños perma-nentes e irreversibles en el cincuenta porciento del corazón, cambiótoda mi realidad. La doctora que me atendió en la sala de emergen-cia dijo que con toda probabilidad, yo no volvería a predicar en elresto de mi vida. De hecho, dijo ella, no había explicación médicapara que yo estuviera vivo.

Aunque mi inteligencia no fue afectada en lo más mínimo, ya launiversidad no volvió a invitarme a enseñar. Tuve que renunciar a lapresidencia de la asociación de educación teológica, lo cual me pro-dujo mucha tristeza. El seminario evangélico no contestó mi carta.La Junta de Directores del Ministerio de Publicaciones en Españolde la denominación eliminó mi posición. Como premio de consola-ción, me redujeron a soldado de fila –o cuando más a sargento- en unpuesto de menor jerarquía, con un corte en salario y un aumentocorrespondiente en tareas. En el directorio de nombramientos de laAsamblea General de la denominación, mi nombre desapareció,como por arte de magia, de todas las juntas, comités y comisionescreadas y por crear. Y hasta el día de hoy no ha vuelto a aparecer.

Mi mundo, tal como lo conocía hasta entonces, se había hechopedazos de la noche a la mañana. Miraba los fragmentos regados

L A N O C H E D E L A T U M B A


por todas partes, y ni siquiera me atrevía mover un pie, por miedo detriturarlos aun más. Siguieron meses de intenso dolor físico, muchaconfusión emocional y un enojo existencial inexplicable. Solo miespíritu estaba saludable y era, paradójicamente, al que algunos demis visitantes bien intencionados querían ministrar. Ni siquiera medaban permiso para validar mis emociones: “Hermano, usted nodebe sentirse enojado. ¿Dónde está su fe?”

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Mi mundo, tal como lo conocía hasta enton-ces, se había hecho pedazos de la noche a lamañana. Miraba los fragmentos regados portodas partes, y ni siquiera me atrevía moverun pie, por miedo de triturarlos aun más.

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Mi fe era una de las pocas cosas que me quedaban intactas, peroellos no lo sabían. Si mi mente no me falla, creo que el primer visi-tante que abiertamente me reconoció el derecho a expresar mi enojofue el doctor Pablo Jiménez, entonces Director Ejecutivo de AETH,y hoy Pastor Nacional de la Iglesia Cristiana (Discípulos de Cristo)en los Estados Unidos. Pablo hizo un viaje de casi doscientos kiló-metros en una dirección, para estar conmigo. Aunque parezca algotonto a simple vista, su “autorización para estar enojado” hizo unadiferencia positiva en mi estado de confusión.

Continuamente he afirmado que, de no haber sido por la sabi-duría extraordinaria y la paciencia jobina de mi esposa Meri, proba-blemente hubiera escogido morirme y lo hubiera logrado sin muchoesfuerzo.

Sentía que mi dignidad había sido reducida a un mínimo indis-pensable para existir. El ambiente de mi trabajo me asfixiaba, perono tenía la energía ni las posibilidades económicas de dejarlo.Además, si perdía el seguro médico del empleo vigente, imprescin-dible en aquel estado de salud, era altamente improbable que unanueva aseguradora aceptara cubrir una condición preexistente.Estaba en un callejón sin salida; lo sabía y eso me provocaba unaansiedad insoportable y un horrible sentido de impotencia. Llorémucho, sin siquiera el beneficio de entender las razones.

Los meses se hicieron años. Un día, mientras volaba a una activi-dad educativa en un consorcio teológico en la ciudad de Berkeley,California, hablé con el Señor. Le expliqué lo mejor que pude mi con-fusión y le supliqué que antes de yo regresar a mi hogar enTennessee, me extendiera su mano de auxilio. Necesitaba desespe-radamente oír su voz diciéndome qué iba a ser de mi vida.

Una de las primeras personas que encontré al llegar fue a una


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amiga y colega, la doctora Elizabeth Conde-Frazier (Betty, para susamigos), pastora y educadora bautista de una sensibilidad proféticaexcepcional.

“¿Cómo estás?”, me dijo.

Por alguna razón, entendí que no se trataba de un simple saludo,sino de un interés genuino en conocer mi estado de salud.

“Mal”, le contesté. “Me siento confundido. Necesito recibir unapalabra profética de Dios antes de salir de este campo.”

“Pues déjame orar un tiempo, a ver qué me dice el Señor”, mealentó.

TRIPLE ORDEN ANGELICAL

Los días siguientes fueron de intensa búsqueda para mí. Escogílos versículos cinco al veinticinco del capítulo primero del libro deLucas, la experiencia del sacerdote Zacarías en el templo deJerusalén, como el pasaje por el que Dios me iba a dar dirección.Cada vez que tenía un momento disponible, me escapaba a un lugarsolitario en el campo del Pacific School of Religion [Escuela deReligión del Pacífico]. Desde aquel promontorio, contemplando a ladistancia la Bahía de San Francisco, leía y releía inútilmente los ver-sículos seleccionados.

Los silencios de Dios son exquisitamente desesperantes. Variasveces tuve la tentación de cambiar de pasaje, pero mi espíritu medecía que esa no era una opción. El secreto de la voluntad de Diospara mí en ese momento estaba en el encuentro del anciano sacer-dote con el ángel en el templo.

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Los silencios de Dios son exquisitamente desesperantes.

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Al tercer día Betty Conde me encontró. “Tengo palabra de Diospara ti”, me consoló. La invité a mi lugar secreto de frente a la bahíay abrí mis oídos al máximo de capacidad receptiva.

Por alguna razón desconocida, los profetas tienen una forma desorprender a sus interlocutores. Empiezan por donde menos unoespera, en el rincón donde se nos olvidó asegurar las murallas dedefensa.



“¿Tú sabes la diferencia entre la voluntad de Dios y la voluntad dela iglesia?”, me asaltó como si estuviera planteando la interrogantemás natural del mundo.

“¡Pues claro que la sé! ¿Qué clase de pregunta es esa?”

“No, tú no sabes nada. Te he escuchado hablar y he notado quepiensas que la voluntad de Dios y la voluntad de la iglesia son lamisma cosa, y no lo son.”

Entonces me relató una de las metáforas más poderosas que heescuchado en toda mi vida. Con perdón de Betty voy a intentarreconstruir en mis propias palabras lo que recuerdo de su narración,pero confieso que no hay modo de transmitir todo el poder que ellacompartió conmigo aquel día, ni tampoco las palabras textuales o losdetalles de la analogía.

“Todo el mundo predica de la experiencia de la crucifixión.También predican de la resurrección. Pero nadie predica de latumba. Y la tumba es una experiencia real.

El primer día de la tumba habla de muerte; estás ahí porque estásmuerto. El segundo día es de confusión. Resucitaste, estás vivo, peroestás en la tumba. El tercer día es de nueva vida. Estás vivo, la tumbase abrió y el Señor te invita a salir a un mundo nuevo, el cual no tie-nes la menor idea de cómo es.

Ese es el problema tuyo. Tu primera experiencia fue de muerte.Por medio de tu infarto, moriste a una forma de ver el mundo y dehacer las cosas. Ahora estás en la tumba, pero estás vivo. Por eso tuexperiencia es de confusión. Oye la voz de Dios que te invita a salirde la tumba, a enfrentarte a un mundo nuevo con posibilidades queni siquiera puedes soñar que existen. Deja esa tumba, que represen-ta al mundo viejo al cual moriste. Aprende que la voluntad de la igle-sia no es necesariamente la voluntad de Dios. Arriésgate a salir de latumba y empezarás a ver el mundo de la mañana de resurrección.”

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Por alguna razón desconocida, los profetas tie-nen una forma de sorprender a sus interlocu-tores. Empiezan por donde menos uno espera,en el rincón donde se nos olvidó asegurar lasmurallas de defensa.

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Después de acompañarme un rato y escuchar mis quejas, me dejósolo para procesar la profecía extraordinaria que acababa de entre-garme. La Escuela de Religión y la bahía del Océano Pacífico habían


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desaparecido de mi campo visual. Ahora solo veía al enviado celes-tial diciéndole al sacerdote de antaño: “Tu oración ha sido oída”(Lucas 1:13). Entonces se volvía a mí y me decía: “¿Conque quieresque te hable a través del mensaje a Zacarías? Pues prepárate, queesto es lo que vas a hacer:

1. Cállate la boca.2. Termina tu ministerio.3. Vete a tu casa.

Eso es todo por ahora.”

Entendí perfectamente. Claro, callarse la boca era una redundan-cia, pues qué otra cosa puede uno callarse. ¿Pero quién discute gra-mática con un mensajero divino cuyas palabras son capaces de hacerparir lo mismo a una modesta señorita de los pobres de la tierra, quea una vieja estéril de la casta sacerdotal, quien hace añales ha deja-do la costumbre de las mujeres? Y si le añades que el receptor delmensaje ha estado por los últimos dos años “más confundido queuna polilla dentro de un yoyo”, se entiende aun más.

De las tres órdenes que me dio el ángel, la más difícil ha sido laprimera, permanecer callado. Si la hubiera obedecido como hice conlas otras, me hubiera ahorrado un sin fin de contratiempos. Tal vezme hubiera favorecido si, como a Zacarías, permanecer mudo hastaque se cumpliera la palabra del ángel no hubiera dependido paranada de mi voluntad.

Confieso que la segunda orden, terminar mi ministerio, inicial-mente añadió a mi confusión. A pesar de mis protestas, el De-partamento de Misiones Mundiales “retiró mi yérsey” con carácterpermanente, como se diría en el argot deportivo. Me quejé a las auto-ridades superiores, a todo el que me quiso oír y a algunos que noquerían. Pero ya lo dice el refrán: Roma locuta est, causa finita est ;que si lo interpretas quiere decir: “Habló el Papa, y se acabó elevento”.

Por todo trofeo de despedida me dieron dos placas que se supo-nía me hicieran sentir orgulloso y agradecido. Pero aunque la diplo-macia exige que uno disimule su frustración, no es lo mismo des-pedirse que ser despedido. Sentirse uno enfermo y desempleadodespués de tener más de cuarenta años de experiencia profesional yun aparentemente inútil grado de doctor en filosofía, es una realidadtraumática. (Ya sé que el ángel me mandó a callar. Pero también con-fesé que esa fue la orden más difícil.) Sin ser culpables de nada, lasplacas solo vieron la luz en el momento de entrega y desde entoncesdurmieron el sueño del olvido en sus cajas originales. ¡Qué sehabrán hecho las pobres!

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Posiblemente, la orden más difícil que Diospuede darle a una persona es la de permane-cer callada, especialmente si uno siente que loestán tratando injustamente.

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Por el contrario, la tercera orden angelical, regresar literalmentea mi casa en las montañas de mi país, en más de un sentido ha sidoel mundo nuevo que me vaticinó mi amiga Betty. Entre otras muchasbendiciones de valor incalculable, me ha permitido iniciar un minis-terio de afirmación y cuidado pastoral, en compañía de mi esposa, elcual nos ha producido experiencias intensas de paz y de dolor que nocambiaríamos por nada.

Ese ministerio es el propósito de este escrito. En estas páginascomparto con los lectores y lectoras ideas para enfrentar la noche dela tumba –que tiene diferentes nombres para diferentes crucificados-así como la certeza de que, independientemente de lo que las cir-cunstancias demuestren, hay mañana de resurrección y la piedra hasido removida.

UN MUNDO HECHO PEDAZOS

La noche de la tumba es horrorosa, pero no es final. Hay unamañana de resurrección y un mundo de riquezas inimaginables paraquienes se atreven cruzar el umbral de la piedra removida. Yaalguien lo dijo; una noche es solo el período entre dos días. Siemprehay una mañana de sol después de la noche más borrascosa.

Tenía razón el himnólogo cuando cantó:

Puedes tener paz en la tormenta,Fe y esperanza cuando no puedas seguir;Aun con tu mundo hecho pedazos,El Señor guiará tus pasos,Y tendrás paz en medio de la tormenta…

La cita que aparece al principio de este capítulo recoge toda laamargura que se experimenta cuando uno siente que el mundo se lehace pedazos. Incluso, los “hijos de viles, hombres sin nombre, másbajos que la misma tierra”, aunque las más de las veces son criatu-ras inexistentes, parecen reírse impunemente de uno. Pero la reali-dad es otra. Hay una multitud de gente de carne y hueso, que nosama y que camina la segunda y la tercera milla a nuestro lado parahacernos la vida digna de seguir viviendo. En mi caso, tengo unafamilia mas preciada que el oro (hijos, nietos, hermanos y hermanas,


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cuñados y cuñadas, sobrinos, amigos y conocidos, antiguos jefes ycompañeros de trabajo, y otra plétora de gente sincera y amorosa),quienes me rodearon de cuidados e hicieron de la noche de la tumbauna experiencia soportable.

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Una noche es solo el período entre dos días.Siempre hay una mañana de sol después de lanoche más borrascosa.

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Recuerdo uno de los primeros días de crisis, en que me hallabamuy adolorido y confundido. Mi cuñada Julia me llamó para pregun-tarme cómo estaba, y le expliqué la imagen de mi mundo hechopedazos regados delante de mí como los fragmentos de un frágiladorno de Navidad.

“No se preocupe”, me dijo. “El Señor va a recoger todos lospedazos, sin que se le pierda ni uno, y va a hacer un mundo nuevopara usted.”

Y así ha sido. A Dios nunca se le pierde un fragmento denuestra vida.

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ALGO EN QUÉ PENSAR

1. Aparentemente, la emoción prevaleciente en la experienciatraumática del autor fue confusión. ¿A qué se debería que, envez de hablar más de su dolor físico, habla de su confusión?¿Qué te hace pensar esto? ¿Cómo se le puede ministrar a unapersona cuando está confundida?

2. El autor se queja de que le negaron permiso para estar enojado.Reflexiona sobre esto. ¿Es que en realidad se necesita permisopara enojarse o para expresar algún otro sentimiento? Piensa ensituaciones concretas en que, consciente o inconscientemente,te has negado a validar los sentimientos de otra persona. ¿Porqué razón existe esa tendencia? ¿Qué dice eso de nuestra com-prensión de los sentimientos humanos?

3. Analiza esta afirmación de la consejera del autor: La voluntad deDios no es lo mismo que la voluntad de la iglesia. ¿Qué pien-sas que quiso decir? ¿Estás de acuerdo con ella? ¿Por qué sí opor qué no?

4. Hay un momento en que el autor piensa que su capacitación

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académica y su experiencia son inútiles. ¿Por qué? ¿Alguna vezte has sentido así? Piensa en alternativas para proveer cuidadopastoral a alguien que tiene esa percepción de sus capacidades.

5. ¿Qué aplicación personal, si alguna, puedes darle a la metáforade la noche de la tumba?

6. ¿De qué maneras se puede ayudar a una persona que estápasando por la experiencia de un mundo hecho pedazos?


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Capítulo 2

Dios se recuerda

¡Cuán preciosos me son, oh Dios, tus pensamientos! ¡Cuán grande es la suma de ellos! Si los enumero,

se multiplican más que la arena; despierto, y aún estoy con ellos.

Salmos 139:17, 18


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EN LA MEMORIA DE DIOS

Uno de los descubrimientos más hermosos de la Biblia es saberque yo le importo a Dios. El salmista dice que Dios piensa en mí másque granos de arena hay en el mar.

Según el profesor John Patton, del Seminario Teológico Columbiaen Georgia, Estados Unidos, en su libro Pastoral Care in Context [Elcuidado pastoral en contexto], el cuidado pastoral es posible porqueDios tiene memoria de nosotros y nos cuida.

La Biblia abunda en referencias sobre la memoria y el cuidado deDios hacia los seres humanos.

• Se acordó Dios de Noé…e hizo pasar Dios un viento sobre latierra (Génesis 8:1).

• Porque Jehová ha oído tu aflicción (Génesis 16:11).• Dios se acordó de Abraham, y envió fuera a Lot (Génesis 19:29).• Oyó Dios la voz del muchacho; y el ángel de Jehová llamó a Agar

desde el cielo (Génesis 21:17).• Se acordó Dios de Raquel, y la oyó Dios, y le concedió hijos

(Génesis 30:22).• Y oyó Jehová el gemido de ellos, y se acordó de su pacto... y miró

Dios a los hijos de Israel, y los reconoció Dios (Éxodo 2:24, 25).• Dijo luego Jehová: Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está

en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pueshe conocido sus angustias, y he descendido para librarlos (Éxodo3:7, 8).

• Me acordaré de mi pacto con Jacob… me acordaré y haré memo-ria de la tierra (Levítico 26:42).

• He oído tu oración, y he visto tus lágrimas; he aquí yo te sano(2 Reyes 20:5; Isaías 38:5).

• Acuérdate de mi, oh Dios (Nehemías 13:14).• ¿Qué es el hombre para que tengas de él memoria, y el hijo del

hombre para que lo visites? Lo hiciste… y lo coronaste (Salmos8:4, 5).

• Claman los justos, y Jehová oye, y los libra de todas sus angustias(Salmos 34:17).

• Se ha acordado de su misericordia y de su verdad para con

D I O S S E R E C U E R D A


la casa de Israel; todos los términos de la tierra han visto lasalvación de nuestro Dios (Salmos 98:3).

• De ellos tendré piedad… porque yo soy Jehová su Dios (Zacarías10:6).

• Tu oración ha sido oída, y tu mujer Elizabet te dará a luz un hijo(Lucas 1:13).

• Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino (Lucas 23:42).• Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna

cosa… él nos oye… sabemos que tenemos las peticiones que lehayamos hecho (1 Juan 5:14, 15).

Tener memoria de alguien es necesario, pero no suficiente, amenos que el pensamiento lleve a la acción. Los versículos anterio-res afirman que Dios no solo tiene memoria de mí, sino que tambiénactúa en mi favor. Ese pensamiento es demasiado profundo paradigerirlo de una sola vez; pero es una de las verdades más profundasde las Escrituras.

En respuesta de amor a la memoria y el cuidado de Dios hacia mí,yo pienso en otras personas y actúo en su favor. Ese es el corazón delcuidado pastoral.

CONSEJO Y CUIDADO PASTORAL

Aunque a menudo los términos se usan como intercambiables,hay una diferencia significativa entre cuidado y asesoramiento (con-sejo, consejería, aconsejamiento, como se le llama en diferentes con-textos) pastoral. Cuidado es todo lo que yo hago por mi prójimo enrespuesta al cuidado que Dios tiene de mí. Asesoramiento es un áreaespecializada del cuidado pastoral, y requiere ciertas destrezas ypreparación.

El profesor Daniel S. Schipani, co-editor del libro Psicología y con-sejo pastoral: Perspectivas hispanas, considera el consejo pastoralcomo “una forma de ministerio de cuidado pastoral especializado”.Él prefiere el término “consejo pastoral”, en vez de “consejería pas-toral” (más común en el Caribe y entre los hispanos de Norte-américa); o “asesoramiento pastoral” (favorecido en algunas áreasde Sudamérica), pues lo considera el menos problemático en cuantoa sus connotaciones para la gran mayoría.

En términos generales, podría decirse que el asesoramiento oconsejo pastoral es el esfuerzo por ayudar a las personas a encontraralternativas para la solución de sus problemas y a tomar sus propiasdecisiones. Para ello utiliza las herramientas de la psicología y otrasdisciplinas de la conducta individual y social. En palabras de PabloJiménez, el otro co-editor del libro arriba mencionado, el consejo


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pastoral es pastoral porque “se lleva a cabo en el contexto de lacomunidad de fe” como “parte de la tarea de la iglesia de Dios yporque está informada por conceptos bíblicos y teológicos cristia-nos”. Es consejo porque ayuda a la persona a identificar aspectos físi-cos, emocionales, espirituales, de una situación que le afecta, y a pon-derar y seleccionar alternativas para la acción. (Aquí surge el pro-blema de definición a que alude Schipani, pues en algunos contextosun consejo es un cuerpo legislativo o administrativo, y en otros “con-sejo” se equipara con dictamen o parecer. Las personas interesadasen el área específica de consejo pastoral encontrarán definicionesmás acertadas en la vasta literatura existente sobre el tema. El librode Schipani y Jiménez podría ser un buen punto de partida.)

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Cuidado es todo lo que yo hago por mi próji-mo en respuesta al cuidado que Dios tiene demí. Asesoramiento es un área especializadadel cuidado pastoral, y requiere ciertas des-trezas y preparación.

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Uno de los descubrimientos más hermosos de la Biblia es saber que yo leimporto a Dios. No importa mi edad, estado de salud, o situacióneconómica. El salmista dice que Dios piensa en mí más que granos dearena hay en el mar.


Si uno no posee las destrezas, el adiestramiento, o la experiencianecesaria para involucrarse activamente en el ministerio de consejopastoral, es preferible referir a la persona en necesidad a alguien queesté capacitado para hacerlo. De lo contrario, se arriesga a repetir laexperiencia de los hijos del sacerdote Esceva, quienes intentaronpracticar un exorcismo “en nombre de Jesús, el que predica Pablo”,y salieron literalmente descamisados (Hechos 19:13-17).

El cuidado pastoral, en contraste, es un ministerio más amplio yno está limitado a un proceso especializado de consejo. Tampocorequiere destrezas o conocimiento especializado; solo amor a Dios einterés en las personas. Pastoral aquí se refiere a representativo dey responsable a una comunidad de fe; no necesariamente ser orde-nado al ministerio u ocupar una posición oficial dentro de una con-gregación religiosa. Dicho de otro modo, el cuidado pastoral es tareade todos y no solo del pastor o la pastora. El pastor hace cuidadopastoral como parte de la comunidad de fe a la que pertenece y noporque tiene una encomienda exclusiva de su posición ministerial.

El profesor James Fowler, especialista en teorías del desarrollo dela fe, describe cuidado pastoral como consistente de todas las formasen que la comunidad de fe, bajo liderato pastoral, intencionalmenteauspicia el despertamiento, formación, rectificación, sanidad, y desa-rrollo continuo en vocación de las personas y la comunidad cristiana,bajo la presión y poder invasor de Dios. Llama la atención la inten-cionalidad e inclusión con que Fowler percibe la comunidad res-pondiendo a la presencia poderosa de Dios en su medio. Él ve lacomunidad como una ecología, esto es, un sistema vivo en el cualtodos los elementos humanos somos imprescindibles e interdepen-dientes. Es una ecología de cuidado: todos tenemos que cuidarnosunos a otros. Es también una ecología de vocación: tiene que ver conlas respuestas que la gente da al llamado de Dios a colaborar con Él;con las maneras en que esa respuesta ejerce poder organizador enlas prioridades de la persona y comunidad; y las inversiones de unomismo, el tiempo y los recursos.

El corazón de la vida cristiana para el individuo es la vida com-partida en comunidad con otros creyentes. Más que una instituciónestática, la comunidad es un proceso de interacción entre creyentes,quienes procuran ser fieles a Jesucristo según se revela en lasEscrituras y en la tradición cristiana. La formación de la comunidadde fe es una metáfora un tanto complicada de la vida cristiana, debi-do a que, como dice Patton, la comunidad es un símbolo ambiguo delos sueños y la desesperación humanos. No obstante, es una de lasmetáforas más útiles para enmarcar lo que ocurre en las historias dela congregación local y en otros niveles de comunidad.

Patton afirma que Dios creó a los seres humanos para tener rela-ciones con Dios y unos con los otros. Dios permanece en relación


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con la creación escuchándonos, recordándonos, y trayéndonos arelación unos con otros. El cuidado humano y la comunidad, insiste,son posibles porque estamos en la memoria de Dios. Por consi-guiente, como miembros de una comunidad de cuidado, expresamosnuestro cuidado analógicamente con el cuidado de Dios, tambiéncuidando y recordando.

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El cuidado pastoral consiste de todas las for-mas en que la comunidad de fe, bajo lideratopastoral, intencionalmente auspicia el desper-tamiento, formación, rectificación, sanidad, ydesarrollo continuo en vocación de las perso-nas y la comunidad cristiana, bajo la presión ypoder invasor de Dios

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Poling y Miller definen una comunidad amorosa como un proce-so de interacción que se mueve hacia la creatividad, justicia, intimi-dad y fe. Así pues, cada vez que practicamos estos valores, estamos“haciendo comunidad”. Según ellos, una de las tensiones primariasen el testimonio bíblico a la vida de Dios es el movimiento continuohacia la aventura por un lado y el deseo de comunión por el otro. Laaventura nos lleva al riesgo, a la complejidad de los seres humanos,la aceptación y celebración de la riqueza y variedad de la iglesiacomo institución humana. La comunión de la iglesia como cuerpo deCristo nos mueve a la unidad, la paz, el sentido de pertenencia y tras-cendencia. El cuidado y la memoria de unos por los otros puede serel enlace que hace la comunidad posible en medio de esta tensiónsaludable.

MODELOS DE CUIDADO PASTORAL

El teólogo Peter Hodgson identifica tres modelos, enfoques, o“paradigmas” que, según él, describen los cambios que han ocurri-do en la teología cristiana a través de la historia. Estos son: el clási-co (de la época patrística a la Reforma); el moderno (de principiosdel siglo 18 a la última parte del siglo 20); y el postmoderno (del pre-sente). John Patton, en su libro citado anteriormente, utiliza el con-cepto de Hodgson para identificar lo que él considera tres modelos oparadigmas de cuidado pastoral: clásico, clínico pastoral, y comunalcontextual.

Según Patton, el modelo clásico se extendió desde principios delcristianismo hasta el impacto moderno de la psicología en el minis-

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terio. El énfasis principal de este modelo está en el mensaje del cui-dado pastoral, de un Dios bueno y amoroso, que se acuerda de noso-tros y nos cuida. Dios nos hizo porque nos ama y porque quieretener relaciones de intimidad con nosotros.

El énfasis en la psicología, el psicoanálisis y otras disciplinas de laconducta, que tomó auge a principios del siglo pasado con la influen-cia de Sigmund Freud y sus discípulos, resultó en el modelo clínicopastoral de cuidado ministerial. Este modelo se enfoca primordial-mente en la persona que da y la que recibe el mensaje del cuidadoamoroso de Dios. Comienza con una preocupación por lo que elministro debe hacer, se mueve a lo que el ministro debe decir, y final-mente lo que el ministro debe ser. Patton menciona tres aspectos delmodelo clínico pastoral que deben preservarse: 1) la forma en queuno cuida a otros está directamente relacionada con la forma en queuno se cuida a sí mismo; 2) el cuidado pastoral siempre involucra seralguien tanto como hacer algo [énfasis del autor]; 3) uno puedeaprender mejor acerca de sí mismo y de cómo cuidar a otros median-te la participación experimental y reflexiva en relaciones de cuidado.

El modelo comunal contextual, aunque ha estado presente a tra-vés de la historia, toma auge a raíz de los movimientos ecuménicosy de consulta posteriores al Segundo Concilio Vaticano. El énfasis semueve de la autoridad eclesiástica de la jerarquía a la participaciónactiva de las comunidades locales en el ministerio cristiano. Elcuidado pastoral se entiende como el ministerio de toda la comuni-dad y no solo de las personas con credenciales o nombramientoseclesiásticos.

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La comunidad es una ecología, esto es, un sis-tema vivo en el cual todos los elementoshumanos somos imprescindibles e interde-pendientes. Es una ecología de cuidado: todostenemos que cuidarnos unos a otros. Es tam-bién una ecología de vocación: tiene que vercon las respuestas que la gente da al llamadode Dios a colaborar con Él.

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Patton resume diciendo que el cuidado pastoral hoy debe incluirelementos de los tres modelos, dándole atención al mensaje, a la per-sona que da y la que recibe el mensaje, y al contexto que afecta el sig-nificado del mensaje [énfasis añadido].

La tabla a continuación resume los elementos de los tres paradig-mas presentados arriba.


PARADIGMAS PRINCIPALES DEL MINISTERIODE CUIDADO PASTORAL

EJEMPLOS CONCRETOS DE CUIDADO PASTORAL

La tesis principal de este escrito es que el recuerdo y el cuidadode los demás son cualidades intrínsecas de lo que significa serhumanos, y que el cuidado pastoral es todo lo que hacemos unos porotros en respuesta a la memoria y el cuidado de Dios por nosotros.En ese sentido, una llamada telefónica, una visita a un enfermo, unplato de comida a un hambriento, una sonrisa de afirmación y estí-mulo, un recordatorio de viaje, un abrazo de consuelo; todas estascosas son expresiones de cuidado pastoral cuando se hacen en nom-bre de Dios y en gratitud por su amor y cuidado. No es necesariotener nombramientos eclesiásticos, haber estudiado principios depsicología, o poseer credenciales ministeriales para ejercerlo.Incluso, más adelante veremos cómo ni siquiera es imprescindiblesaber las palabras adecuadas en cada contexto para demostrar quelas personas son importantes para nosotros.

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PARADIGMA

Clásico

Clínico pastoral

Comunalcontextual

DESARROLLO

Desde principios del cristianismo hasta el florecimiento de la psicología moderna

Primera mitad del siglo 20

Últimos cincuenta años(auge del ecumenismo y

ministerio laico, post Concilio Vaticano)

ÉNFASIS

Mensaje de un Dios vivoy amoroso,que nos creópara tener relaciones; se preocupa por nosotros

y nos recuerda.Personas involucradas

en dar y recibir el mensaje de cuidado y

recuerdo de parte de Dios.

Énfasis en el contexto;la comunicad de fe

como foco de cuidado; participación de todos

los miembros de lacomunicad en el cuidado mutuo.



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No solamente es importante saber que todos y todas debemos darcuidado pastoral; es igualmente importante entender que todos ytodas necesitamos recibir cuidado. Las personas que dicen: “Yo nonecesito de nadie”, están contradiciendo la idea de Dios mismo,quien consideró la soledad como lo primero que no estaba bien ensu creación. Y esto lo dijo antes de que existiera el pecado en elmundo. Y como reza el dicho popular: “A menos que tú seas capazde hacer el universo en una semana, no es buena idea darle suge-rencias a Dios sobre cómo hacer un mundo mejor”.

El pastor de la iglesia necesita saber que él cuenta para alguiencomo persona, no como una función. Hacérselo saber es darle cui-dado pastoral. Los niños necesitan cuidado pastoral y también lo pue-den dar. Escuché a mi sobrinito preguntarle a su mamá por qué cadavez que iban a la iglesia, a ella la gente la saludaba y a él lo despei-naban pasándole la mano por la cabeza. A él le gustaría que lo salu-daran como a ella. Hay miles de formas de demostrarles amor, con-sideración y cuidado a los niños de la iglesia.

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El recuerdo y el cuidado de los demás soncualidades intrínsecas de lo que significa serhumanos. Cuidado pastoral es todo lo quehacemos unos por otros en respuesta a lamemoria y el cuidado de Dios por nosotros.

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Una de las expresiones más significativas de cuidado pastoral enla iglesia local la recibí de un grupo de cuatro niñas de entre seis yocho años de edad. Era una congregación que yo nunca había visita-do y en la que no conocía a nadie excepto a la persona que me invi-tó a predicar. Las costumbres, el estilo de adoración, en fin, todo elcontexto, era diferente de lo que yo estaba acostumbrado. Me sentícomo que no pertenecía allí y me preocupaba si la gente me acepta-ría y recibiría mi predicación. Era gente muy humilde, de otra deno-minación religiosa, que posiblemente (pensaba yo), había tenidopocas experiencias en la iglesia con personas de mi preparación yposición. Y esto lo pensaba, no en actitud de vanagloria, sino todo locontrario, como un posible obstáculo a que me aceptaran como unode ellos. Ese pensamiento me producía ansiedad.

Entonces las niñas, que estaban sentadas en la banca del frente,haciendo lo que los niños hacen típicamente en el templo mientras lagente llega y empieza el servicio (platicando y jugando), se voltearonhacia mí y me sonrieron. Una de ellas caminó hasta mí y me ofrecióun pequeño obsequio. Ese gesto me quitó la ansiedad. Por algunarazón, pensé que si los niños, que todavía no han aprendido a disi-


mular, me aceptaban, todo estaba bien. Me sentí afirmado, cuidado yestimulado por ellas. Eso es cuidado pastoral.

En las páginas que siguen a continuación ampliaremos sobre elconcepto de cuidado pastoral y ofreceremos situaciones específicasde este importante ministerio congregacional.

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ALGO EN QUÉ PENSAR

1. Escoge uno de los pasajes bíblicos citados al principio del capí-tulo. Piensa en qué medida ese pasaje ilustra la memoria y elcuidado de Dios hacia ti.

2. Explica la diferencia entre consejo o asesoramiento pastoral ycuidado pastoral.

3. ¿Cómo compara el concepto tradicional de la iglesia comocomunidad con la forma en que se explica en este capítulo?

4. El autor afirma que el pastor o pastora de la iglesia tambiénnecesita cuidado pastoral. Haz una lista de acciones concretasde cuidado pastoral que se pueden hacer a favor del pastor opastora.

5. ¿Por qué al autor alega que las personas que dicen: Yo no nece-sito de nadie, están contradiciendo a Dios mismo? ¿Cómo com-para eso con el concepto individualista que prevalece en la cul-tura moderna, incluyendo el contexto religioso?

6. Analiza los paradigmas o modelos de cuidado pastoral presen-tados en este capítulo. ¿Cuál piensas que predomina en tu con-texto particular? ¿Qué te hace pensar de esa manera?


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Capítulo 3

El valor de la presencia

Vinieron cada uno de su lugar; porque habían convenido en venir juntos para condolerse de él y para consolarle.

Así se sentaron con él en tierra por siete días y siete noches, y ninguno le hablaba palabra, porque veían que su dolor era muy grande.

Job 2:11, 13


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CUIDADO COMO ACOMPAÑAMIENTO

Esta es la historia de un hombre rico y piadoso, quien de la nochea la mañana pierde todo lo que tiene, incluyendo a sus hijos y susalud. Le sobreviene una enfermedad de la piel, tan horrible que nopuede estar en su casa. Se va al basurero de la ciudad y se sientasobre los montones de ceniza, a rascarse con pedazos de tiesto queencuentra en la basura. Tres amigos del enfermo escuchan en tie-rras lejanas las vicisitudes por las que está pasando el amigo comúny se ponen de acuerdo para ir juntos a visitarlo. Viven en regionesdiferentes. El viaje es posiblemente lento y azaroso; además, lesrequiere descuidar sus asuntos personales por algún tiempo. Peronada de eso les detiene. El dolor de su amigo es más importante quecualquier otro negocio y amerita tomar riesgos.

El cuadro que encuentran los viajeros es mucho peor de lo queimaginaban. Cuando ven a su amigo enfermo lleno de llagas ycubierto de cenizas, de momento no lo reconocen. Su impresión estan fuerte, que lloran a gritos. Se despojan de su ropa elegante y se

E L VA L O R D E L A P R E S E N C I A



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cubren de ceniza para identificarse mejor con el pobre doliente.Convierten el basurero en hotel, y durante una semana entera, día ynoche, acompañan al amigo en su desgracia. Ni siquiera se atrevenproferir palabra. Saben que están pisando tierra santa de sufrimien-to inefable y no se atreven hollar la conciencia de dolor con comen-tarios pueriles.

Aunque se atrevieran hablar, no sabrían qué decir. Y es un graveriesgo, cuando uno no sabe qué decir, decirlo de todos modos. Sobretodo, cuando las acciones hablan más alto que las palabras, y las pala-bras sobran.

El ejemplo de Elifaz de Temán, Bildad de Suha y Zofar de Naamat,los tres amigos de Job, ilustra claramente el aspecto más crucial delcuidado pastoral: el ministerio de la presencia. Si al terminar la sema-na de visita hubieran regresado a sus casas sin decir nada, sin dudahubieran pasado a la historia como modelos de amistad y sabiduría.Su error fue el que cometemos, con demasiada frecuencia, casi latotalidad de las personas que damos cuidado pastoral: la necesidadde decir algo aunque sea una necedad. Por un lado, los seres huma-nos le tenemos terror al silencio; por el otro, nos asusta que piensenque no sabemos qué decir.

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Es un grave riesgo, cuando uno no sabe quédecir, decirlo de todos modos. Sobre todo,cuando las acciones hablan más alto que laspalabras, y las palabras sobran.

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En mi experiencia personal, escuché muchos comentarios queme hicieron bien y fortalecieron mi fe. Pero también escuché otrosque literalmente me hicieron daño. Recuerdo el segundo día en lasala de cuidado intensivo, mientras me debatía entre la vida y lamuerte, que mi familia tuvo que prohibirles a los visitantes que mehablaran. Tampoco les permitieron que me leyeran la Biblia o queoraran por mí. Fue que a la primera hora de visita por poco me matande amor y cuidado. Cuando cualquier movimiento mío podía serfatal, hubo quienes insistían en que levantara las manos e inclusointentara sentarme para orar por mí. Pobrecitos, pensaban que si nohacían todos los rituales que habían aprendido en la iglesia, estabanfallándole a Dios. No sabían que su sola presencia, aunque fuera pordos minutos, era todo lo que yo necesitaba y todo lo que podíansoportar en aquel estado para sentirme apreciado y acompañado enel valle de sombra de muerte.

En aquellos momentos de dolor insoportable, yo no tenía fuerzaspara orar. Pero la seguridad de que había gente orando por mí era


suficiente. Y saber que allí afuera, en la sala de espera del hospital,estaban seres queridos haciendo turno para entrar y acompañando ami familia en su angustia, tenía mejor efecto terapéutico que todoslos medicamentos que fluían por mis dos brazos a través de sendostubos llenos de sustancias salinas.

Este pensamiento es tan importante que merece repetirse: elministerio de cuidado pastoral es más que nada acompañamiento,presencia; hacerme sentir que piensas en mí y que soy importantepara ti. Suficientemente importante como para dejar otros compro-misos e ir a verme al hospital.

Suficientemente importante como para pararte al lado de micama, apretar mi mano y dejar escapar una lágrima silenciosa. No tie-nes que disimular, ni hacerme creer que estoy mejor de lo que real-mente estoy. Yo sé que me estoy muriendo; pero no me quiero morirsolo. Y si sobrevivo, nunca me voy a olvidar que me acompañaste enmi momento difcil.

El ministerio de cuidado pastoral es más que nada acompañamiento, pre-sencia; hacerme sentir que piensas en mí y que soy importante para ti.Suficientemente importante como para dejar otros compromisos e ir a vermeal hospital.

Por supuesto, la idea de la visita es animar y consolar a la personaque sufre y darle un rayo de esperanza. Por eso nos esforzamos porpresentar la mejor cara e incluso a veces mentir. Eso tiene sentido;pero si supiéramos que posiblemente el paciente sospecha la verdady también lucha por hacernos creer que está mejor de lo que parece,quizás tendríamos menos necesidad de esconder nuestros verdade-ros sentimientos. La pregunta de hasta qué punto hay que esconderla realidad es una que aún se discute. Hablaremos de esto másadelante.

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PRESENCIA COMO ENCARNACIÓN

Estábamos desde por la mañana en la sala de emergencia del hos-pital. Yo pensaba que el dolor que tenía en el pecho desde la nocheanterior era solo una indigestión ácida. Mi principal preocupación noera el dolor, sino el hecho de que había sido invitado a predicar lasemana de aniversario de la Iglesia Bautista de la ComunidadPalmer. Mi costumbre era dedicar varias horas cada día a meditar ya estudiar el pasaje bíblico que iba a usar en el sermón de la noche.Las horas pasaban y todavía no me decían que me podía ir. Mis her-manas, que me habían llevado al hospital en contra de mi mejor cri-terio, aparentemente sospechaban que se trataba de algo más graveque una indigestión. Aunque trataban de disimular, sus rostros erande preocupación, y no precisamente por el sermón de esa noche.

Finalmente, llegaron los resultados del laboratorio y la doctoraque me atendía concluyó que estaban defectuosos. Era imposible,pensó ella, que alguien tuviera la condición que dichos resultadosreflejaban y permaneciera vivo. Así pues, ordenó nuevos análisis.Otra espera, ¡santo Dios! Solo me va a dar tiempo para llegar a la casay cambiarme de ropa. La predicación de esta noche va a ser cuestaarriba.

Cuando los nuevos análisis estuvieron listos, se confirmó lo peor.No era el laboratorio el que estaba mal; era yo. Como por arte demagia, apareció una cama disponible en la sala de emergencia y unequipo de cuatro enfermeras y un enfermero con instrucciones deno dejarme solo ni un instante. De ahí me llevaron a la sala de cui-dado crítico. Sospecho que al menos uno de los medicamentos intra-venosos que me inyectaron tenía la intención de relajar mi cuerpo,pues inmediatamente me sentí sin fuerzas y con todo el dolor quesuponía debía tener desde por la mañana. Pensé que se me iba lavida. Miraba a la puerta cerrada, detrás de la cual suponía estabanmis hermanas esperando preocupadas, y deseé que las dejaranentrar para explicarles cómo me sentía. La doctora, con los ojosdesorbitados de ansiedad, entraba y salía continuamente. Supongoque consultaba con sus colegas sobre qué hacer para que no memuriera, al menos mientras estaba bajo su responsabilidad.

Entonces sucedió algo que cambió todo el panorama. Como apa-recido de la nada, entró a la habitación el pastor José Herminio Calo,de la iglesia donde se suponía yo fuera a predicar en poco más de unahora. Yo sentí que Dios se hizo presente en ese momento por mediodel pastor Calo. Me hizo saber que, independientemente de si yomoría o vivía, él estaba en control y todo iba a salir bien. Para mí lapresencia del pastor fue una teofanía, esto es, una manifestación visi-ble de Dios. Quizás alguien pueda preguntarse que, si Dios queríahacerse presente en aquella sala de muerte, por qué no lo hizo por


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medio de un ángel. Nada más imagínese que usted se está muriendoy de pronto vea aparecer un ángel que entra volando por una venta-na. Si no se muere de dolor, se muere de susto. Así pues, Dios teníaque hacerse realidad encarnado en un amigo de confianza, una per-sona de carne y hueso que me quitara la preocupación de los ser-mones de aniversario que se iban a quedar sin predicar, y me dieralibertad para estar gravemente enfermo sin sentirme culpable.

El pastor Calo hizo una oración muy breve y salió. Afuera les dioaliento a mis hermanas y continuó su viaje. Después supe que fue mihermana Sara quien lo localizó cuando supo la realidad de mi condi-ción. Su visita no me quitó el dolor, pero contribuyó enormemente ami paz; una paz duradera que me sostuvo en los momentos másintensos de angustia.

El punto de toda esta narración es que la encarnación de Dios nofue un evento aislado el día de la primera Navidad. Dios se hacecarne todos los días en los hombres y las mujeres quienes se esfuer-zan por vivir la vida de Cristo en el mundo. El ministerio de presen-cia es uno de encarnación. Personalmente, lo experimenté muchasveces en visitas pastorales, llamadas telefónicas, tarjetas postales ycien formas más.

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Dios tenía que hacerse realidad encarnado enun amigo de confianza, una persona de carney hueso que me quitara la preocupación de lossermones de aniversario que se iban a quedarsin predicar, y me diera libertad para estargravemente enfermo sin sentirme culpable.

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En los primeros días de mi regreso a la casa del hospital, tenía quepermanecer en cama continuamente. Ni siquiera tenía fuerzas parallevarme la cuchara a la boca, así que mi esposa tenía que alimentar-me como a un niño. Me dediqué a leer la Biblia en busca de una pala-bra de parte de Dios. Leí libros enteros infructuosamente. Entoncesvino a visitarme una hermana sencilla, trayéndome una tarjeta conun verso bíblico, Nahum 1:7: Jehová es bueno, fortaleza en el día de laangustia; y conoce a los que en él confían.

Era precisamente la palabra que yo necesitaba en ese momento.Otra vez el Verbo hecho carne en una humilde visita pastoral. No esposible sobreestimar las maneras en que una acción de cuidado pas-toral puede constituirse en manifestación visible de la memoria y elcuidado de Dios.

El rabino Harold Kushner, antiguo pastor del Templo Israel enNatick, Massachussets, E. U. A., y al presente un destacado escritor



y conferenciante, explica la encarnación de Dios en las accioneshumanas utilizando el capítulo 146 del libro de los Salmos.

Alaba, alma mía, a Jehová. Alabaré a Jehová en mi vida; Cantaré salmos a mi Dios mientras viva.

No confiéis en los príncipes, Ni en hijo de hombre, porque no hay en él salvación. Pues sale su aliento, y vuelve a la tierra; En ese mismo día perecen sus pensamientos.

Bienaventurado aquel cuyo ayudador es el Dios de Jacob, Cuya esperanza está en Jehová su Dios, El cual hizo los cielos y la tierra, El mar y todo lo que en ellos hay; Que guarda verdad para siempre,

Que hace justicia a los agraviados, Que da pan a los hambrientos. Jehová liberta a los cautivos; Jehová abre los ojos a los ciegos; Jehová levanta a los caídos; Jehová ama a los justos. Jehová guarda a los extranjeros; Al huérfano y a la viuda sostiene, Y el camino de los impíos trastorna.

Reinará Jehová para siempre; Tu Dios, oh Sion, de generación en generación. Aleluya.

En su libro Who Needs God? [¿Quién necesita a Dios?], Kushnercomenta sobre el lugar de Dios y la fe en la comprensión de la vidahumana, utilizando el libro de los Salmos como base teológica. Diceél que en este poema, el salmista comienza preguntando: ¿Cómo séque hay un Dios quien es más grande que cualquier ser humano, ydónde lo puedo encontrar para poderlo adorar? Llega a la conclusiónde que Dios está dondequiera que se le hace justicia al agraviado,donde la gente comparte su alimento con las personas hambrientas;donde se ayuda a los oprimidos, a los solitarios y los extranjeros.

Kushner afirma que estas cosas (guardar verdad, hacer justicia,dar pan, levantar al caído, sostener a la viuda, etc.) no son tareas dia-rias a las que Dios dedica su agenda de trabajo. Más bien, son cosasque nosotros los seres humanos hacemos. Y cada vez que las hace-mos en nombre de Dios, él está presente.


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La pregunta clave no es dónde está Dios, sino cuándo está Dios.Y la respuesta es sencilla: Dios está cuando nosotros damos cuidadopastoral a alguien. En el Nuevo Testamento Jesús va aun más lejos,y afirma que cuando hacemos estas cosas al prójimo se las hacemosdirectamente a él (Mateo 25:34-45). Nótese que él no dice que escomo si se las hiciéramos a él, sino que lo toma literalmente: Encuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mílo hicisteis (v. 40). Las consecuencias son tan trascendentales que esmejor no tratar de discriminar sobre quién es uno de los hermanosmás pequeños del Señor. Es preferible asumir que todos los sereshumanos son el hermano más pequeño.

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Guardar verdad, hacer justicia, dar pan,levantar al caído, sostener a la viuda, no sontareas diarias a las que Dios dedica su agendade trabajo. Más bien, son cosas que nosotroslos seres humanos hacemos. Y cada vezque las hacemos en nombre de Dios, él estápresente.

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CUIDADO COMO NECESIDAD

Los esposos David y Teresa Ferguson, de Austin, Texas, E. U. A.,dirigen un ministerio de alcance mundial, llamado Intimate LifeMinistries [Ministerios de Vida Íntima], dedicado a diseminar unmensaje de cómo profundizar las relaciones en el matrimonio, lafamilia y la iglesia. Los Ferguson insisten en que es una falacia afir-mar que si uno tiene a Dios, no necesita nada más. Yo necesito a Diosy también te necesito a ti, es su lema.

Si es cierto lo que afirman David y Teresa, y definitivamente lo es,entonces tenemos que reexaminar nuestro enfoque relacional quedice que la relación espiritual es todo lo que necesitamos para viviren paz. Por ejemplo, hay un coro que cantamos en la iglesia, quetiene una melodía bonita pero una teología defectuosa:

Te espero, Señor, te espero, Porque tú eres lo único que tengo; Cantando te alabaré, orando te esperaré, Porque tú eres lo único que tengo.

La vida cristiana sería muy triste si ese coro dijera la verdad. Perogracias al Señor, el coro está equivocado, no importa cuántas veceslo cantemos. Yo tengo a Dios y tengo a toda la comunidad de Dios,



la cual me ayuda a experimentar de manera comprensible el cuidadocontinuo del Padre. Un coro aun más equivocado dice:

Camino voy a Canaán, camino voy a Canaán; ¡Gloria a Dios, camino voy a Canáan! Si mi padre no va, no me importa a mí, Si mi madre no va, no me importa a mí, Si mi hermano no va, no me importa a mí, ¡Gloria a Dios, camino voy a Canaán!

Sí, me importa. El viaje a la Tierra Prometida no es un caminosolitario, sino una aventura comunitaria, en la que nos animamosmutuamente y nos estimulamos al amor y las buenas obras (Hebreos10:23-25). De hecho, según el teólogo católico John CourtneyMurray, en el concepto teológico comunitario de los judíos, no sepuede ser solo. Dice Murray que, cuando Dios se identifica con lafrase enigmática EHYEH ASHER EHYEH (Yo soy el que soy), estátransmitiéndole a Moisés una triple promesa: presencia, acción yacompañamiento.

En primer lugar, presencia: Yo soy el que soy contigo. En la men-talidad hebrea, para ser hay que ser con alguien. La soledad fue loprimero que Dios dijo que no estaba bueno en su universo. Segundo,poder, acción: Yo soy el que soy en acción. Un ser estático, inanima-do, no es. Por eso el salmista critica los dioses falsos de los puebloscircundantes, diciendo: Tienen boca, mas no hablan; tienen ojos,mas no ven; orejas tienen, mas no oyen; tienen narices, mas no hue-len; manos tienen, mas no palpan; tienen pies, mas no andan; nohablan con su garganta (Salmos 115:5-7). En cambio, Nuestro Diosest en los cielos; todo lo que quiso ha hecho él es vuestra ayuda yvuestro escudo (vv. 3, 10).

Tercero, acompañamiento: Yo soy el que soy allí. Ser es ser en unmomento y un sitio específicos, cuando y donde yo te necesito:delante de Faraón, en la esclavitud de la fábrica de ladrillos, en eltemplo el domingo por la mañana, en la sala de emergencia del hos-pital a la media noche. Yo soy contigo, con poder en acción, donde túestás.


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El viaje a la Tierra Prometida no es un camino solitario, sino una aventu-ra comunitaria, en la que nos animamos mutuamente y nos estimulamos alamor y las buenas obras.

Dice Kushner en otro de sus libros, To Life [¡A la vida!], que en elresto de la Biblia y en la literatura judía subsiguiente, el nombrepersonal de Dios es YHWH, que gramaticalmente es la misma pala-bra que EHYEH. La diferencia es que esta última está en primerapersona (Yo soy), mientras que YHWH está en tercera persona (Éles). Es una palabra tan santa, tan íntima, que los judíos nunca la pro-nuncian, sino que la sustituyen por el Señor, el Santo, el Nombre.Pronunciarla en vano rompe el misterio de la santidad, la intimidad,la presencia sublime de la divinidad (además de que viola el manda-miento de no usar el nombre de Dios en vano; así que es más segu-ro no usarlo nunca para no usarlo en vano).

Solamente una vez en el año, en Yom Kippur (Día de laExpiación), que es el día más sagrado del judaísmo, el sumo sacer-dote, oficiando en el templo de Jerusalén, clama a Dios por su nom-bre sagrado para que perdone a su pueblo. Pero el concepto del Diosque está presente, acompanándoles en acción y poder mientras seesfuerzan por hacer lo que es difícil y correcto, es un distintivo cons-tante del pueblo judío.

El nombre sagrado YHWH ha llegado a nosotros transliterado delhebreo, vía el alemán y el inglés, como Jehová (o en algunas versio-nes como Yavé). Pero independientemente de la incorrección gra-matical que la transliteración implica, cada vez que invocamos aJehová afirmamos el concepto del Dios relacional, que ha prometidoestar con nosotros, en acción, en el allí donde nos encontramos.

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Cada vez que invocamos a Jehová afirmamosel concepto del Dios relacional, que ha pro-metido estar con nosotros, en acción, en el allídonde nos encontramos.

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En el Nuevo Testamento, el nombre de Jesús, que es una tras-cripción griega del hebreo Yeshuá, literalmente quiere decir YHWHes ayuda o salvación. Jesús mismo se aplicó el nombre divinoEHYEH (yo soy), especialmente en el Evangelio de Juan. Unas vecescon predicado: Yo soy el buen pastor (10:11), Yo soy la luz del mundo(8:12), Yo soy la resurrección y la vida (11:25); y otras veces sin pre-dicado: Si no creéis que yo soy, en vuestros pecados moriréis (8:24).Cuando habló de la iglesia, la describió como una comunidad dondeél está presente y activo: Si dos de vosotros se pusieren de acuerdoen la tierra acerca de cualquier cosa que pidieren, les será hecho pormi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres con-gregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos (Mateo18:19, 20). Otra vez el sentido comunitario de interdependencia.

La afirmación de Jesús, aun al terminar su ministerio terrenal,fue: He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin delmundo (Mateo 28:20). La promesa del fin es: Dios mismo estará conellos como su Dios; enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos(Apocalipsis 21:3, 4). Mientras llega el fin, nosotros como su comu-nidad en la tierra seguimos acompañando y enjugando lágrimas enel Nombre que es sobre todo nombre. ¡Eso es cuidado pastoral!

OLVÍDATE DE TU HERMANO Volviendo a la teología individualista de lo que en ocasiones can-

tamos en la iglesia, un tercer coro, que cae en la misma categoría teo-lógica de los anteriores, va más o menos de la siguiente manera:

Si quieres sentir el gozo Del Espíritu manifestado, Olvídate del problema Y del hermano que está a tu lado. Alábalo con las manos, Con los pies y con la boca, Alábalo y tú verás Que el Espíritu te toca.

Este cántico, que tiene una melodía muy simpática y pegajosa,establece el enajenamiento de las situaciones reales de la vida


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(olvídate del problema) y el individualismo litúrgico (y del hermanoque está a tu lado) como condiciones previas para experimentar lapresencia y el gozo del Espíritu Santo. El problema está que cuandouno repite lo mismo cuarenta veces en cinco minutos, en una melo-día que se pega y se retiene, la idea se convierte en parte del pensa-miento y afecta las actitudes y acciones. Sin embargo, el coro con-tradice los conceptos de comunidad e interdependencia, indispensa-bles para la vida relacional.

Yo no voy al templo los domingos a las diez de la mañana porqueDios tenga horas de oficina, sino porque a esa hora van mis herma-nos y hermanas. Una parte vital de mi adoración a Dios es el sentidode participación comunitaria, y mi identificación con los hermanos yhermanas que en todo el mundo invocan a Dios, especialmente losque están a mi lado en el mismo santuario. Tan importante es estaidentificación, que como bien dice el Dr. Justo González, aun cuandooro a solas, digo: Padre nuestro, perdona nuestros pecados, inclu-yendo a toda mi comunidad de fe en la declaración de paternidaddivina y la confesión y súplica de perdón.

Lamenta el Dr. González que en ocasiones la iglesia ha caído cau-tiva de un individualismo que contradice muchos de los valores de laBiblia. Hablamos de mi salvación, de Jesucristo como mi Salvador,de lo que Dios ha hecho por mí, lo cual es correcto. Pero, añade, sinos olvidamos de nuestra salvación, de nuestro Salvador, de los queDios ha hecho por nosotros, estamos perdiendo la dimensión comu-nitaria, fundamental en el evangelio de Jesucristo. Al olvidar el pro-blema y el hermano que está a mi lado, pierdo la solidaridad y afir-mación que me hacen sentir no como un cristiano solitario, sinocomo el cuerpo de Cristo, el modo en que Cristo existe en el mundo,citando de nuevo al Dr. González.

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Yo no voy al templo los domingos a las diez dela mañana porque Dios tenga horas de oficina,sino porque a esa hora van mis hermanos yhermanas. Una parte vital de mi adoración aDios es el sentido de participación comunita-ria, y mi identificación con los hermanos yhermanas que en todo el mundo invocan aDios.

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Un argumento adicional en contra de la teología del coro demarras es mi propia experiencia. Más de una vez he experimentadoel gozo y la paz de Dios a través del hermano que está a mi lado. Ycuando uno se está muriendo y lo sabe, no puede darse el lujo de




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olvidarse del problema ni del hermano que está a su lado. Si se acos-tumbra a hacerlo cuando está saludable en el santuario, tendrá unpequeñísimo conflicto intelectual cuando está en una camilla en lasala de cuidado crítico de un hospital.

De igual modo, cuando canto: No sé a qué viniste tú, pero yo vinea adorar a Dios, exhibo una doble actitud equivocada. Primero, estoyjuzgando injusta y solapadamente los motivos de mi hermano adora-dor. Segundo, me estoy aislando en el acto de adoración, a pesar deque mi hermano está a mi lado. (Y aun podría añadirle un tercero:asumo que mi cántico está adorando a Dios, cuando en realidad loque hago es cuestionando la adoración de otro.)

NECESIDADES DE JESÚS

En su discusión de las necesidades emocionales de los sereshumanos, Ministerios de Vida Íntima utiliza el ejemplo de Jesús, elDios-hombre. Dice el Dr. Ferguson que Jesús nos demostrá la nece-sidad de vivir en intimidad con el Padre (Juan 5:30), y también lanecesidad de relacionarnos íntimamente con otras personas. En pri-mer lugar, Jesús tenía necesidades físicas (de aire, agua, alimento),y también necesitó consuelo, compañía, y otras expresiones deapoyo emocional. En lo que pudo haber sido su momento de mayorangustia como ser humano, les pidió a sus tres amigos más íntimos,Pedro y los dos hijos de Zebedeo, que lo acompañaran y le dierancuidado pastoral por medio de su presencia. Ante ellos se hizo vul-nerable y les confesó que se estaba muriendo de angustia (Mateo26:36-38). Él les estaba suplicando a sus amigos que no lo dejaransolo en su hora difcil, y ellos le fallaron.

En el huerto de Getsemaní, a pocos momentos de iniciar suenfrentamiento directo con la traición, negación, tortura, injusticia ymuerte, Jesús experimentó el dolor de una necesidad emocionalsin satisfacer: ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora?(v. 40). Es interesante que en su necesidad humana, él no buscara lacompañía de ángeles, sino de amigos, de seres humanos imperfec-tos y vulnerables. A menudo los predicadores utilizamos el pasaje deGetsemaní como un sermón sobre la importancia de la oración. Enrealidad lo que el cuadro presenta es un Salvador doliente, pasandopor la soledad agonizante de lidiar con su propio dolor. ¡Y nadie per-manece despierto para consolarlo!, concluye Ferguson.

En otras ocasiones, Jesús recibió cuidado pastoral de parte demujeres (Juan 12:1-6; Lucas 8:1-3), fariseos (Lucas 7:36), publicanos(Lucas19:5), y otros segmentos poco apreciados de la sociedad. Perodice el autor del libro de Hebreos que, por cuanto él experimentó elsufrimiento de rechazo, pérdida de seres queridos, desilusión y sole-


dad, puede compadecerse de mis debilidades (Hebreos 4:15). Paraque yo no sufra solo lo que él sufrió, me envía socorro por medio desus hijos e hijas quienes están abiertos al privilegio de permitirleencarnarse en ellos y ellas.

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En el huerto de Getsemaní, a pocos momen-tos de iniciar su enfrentamiento directo con latraición, negación, tortura, injusticia y muer-te, Jess experimentó el dolor de una necesi-dad emocional sin satisfacer. En su necesidadhumana, él no buscaba la compañía de ánge-les, sino de amigos, de seres humanos imper-fectos y vulnerables.

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El apóstol Pablo habla en más de una ocasión de su necesidad dela presencia de otras personas. En Troas se le abrió una puerta parapredicar el evangelio. Aunque él estaba consciente de que la puertaera de parte de Dios, no la aprovechó porque le hacía mucha falta suhermano Tito (2 Corintios 2:12-13). Después de hacer aquella famo-sa declaración de seguridad y aparente independencia: Todo lopuedo en Cristo que me fortalece (Filipenses 4:13), añade inmedia-tamente: Sin embargo, bien hicisteis en participar conmigo en mitribulación (v. 14). Dicho de otro modo, yo lo puedo todo en Cristo ypara poderlo los necesito a ustedes. Cuando está en prisión, le pidea Timoteo que lo vaya a ver lo antes posible y que le lleve a Marcos(2 Timoteo 4:9, 11). Este no es un pedido de alguien que piensa queno necesita a nadie.

Dios nos hizo, intencionalmente, para que lo necesitemos a él ytambién nos necesitemos unos a otros. A eso se refiere la idea deayuda idónea, que quiere decir al mismo nivel, con buena disposi-ción para alguna cosa. El cuidado pastoral es una necesidad humana.

LO HAGO POR MÍ

Unas semanas después de mi crisis, estaba nuevamente de visitaen mi país, en la casa de mis hermanas. Me había hecho la ilusión deque mi condición solo duraría tres meses, al cabo de los cuales todovolvería a ser como antes. El tiempo estaba a punto de cumplirse, asíque tomé unos días para volver al hogar paterno antes de integrarmede nuevo al trabajo. Al menos eso yo pensaba, todavía en la etapa denegación.

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La Asociación para la Educación Teológica Hispana (AETH) teníaun nuevo presidente con carácter interino, el doctor Justo González,quien había sido su fundador y primer presidente. Justo buscó unaexcusa para celebrar una reunión de la Junta de Directores de AETHen Puerto Rico y como parte de la agenda, los miembros de la Juntafueron a visitarme. Esa acción tan fina, de parte de personas súper-preocupadas, me hizo mucho bien.

Sentado en la sala de la casa, Justo me preguntó: Roberto, ¿quépodemos hacer por ti?

“Pues lo que están haciendo, visitarme”, respondí.

“No”, eso yo lo hago por mí”, fue su respuesta honesta. La pre-gunta es qué podemos hacer por ti.

Me sorprendió la candidez de aquel hombre de Dios, a quien con-sidero uno de los teólogos más prominentes del tiempo presente.Según él, viajar miles de kilómetros, reunir un grupo de educadoresy educadoras provenientes de los más distantes lugares de la naciónnorteamericana, invertir miles de dólares en una visita pastoral, erancosas que hacía para satisfacer su propia necesidad de visitarme. Sinpretender dar a nadie una lección de cuidado pastoral, estaba afir-mando uno de sus principios fundamentales: cuidar a los demás esparte de la naturaleza humana. Necesitamos preocuparnos porotros; lo contrario nos hace un poco menos que humanos. Esto lo heconfirmado infinidad de veces en el ministerio de cuidado y afirma-ción pastoral: es más lo que recibo en cada visita que lo que doy. Lamayoría de las veces que voy a llevar consuelo, soy yo el consolado.Cuando trato de afirmar a alguien, recibo afirmación. Definiti-vamente, no se puede perfumar el cuerpo de Cristo sin que a uno sele perfumen las manos y hasta las ropas y el corazón.

Mi respuesta a la pregunta insistente del Dr. Justo González mesonó pretenciosa y hasta un poco soberbia después que se la di: ¡Loque pueden hacer por mí es hacerme sentir importante! Pero en rea-lidad no lo era. Lo que sonaba como una expresión de vanidad erarealmente un grito de auxilio. Necesitaba que aquella gente, tan sig-nificativa para mí, a quienes había presidido hasta poco antes, mehicieran sentir que todavía yo valía, que tener el corazón lastimadono me hacía menos humano ni menos digno de su respeto.Necesitaba ver acciones concretas, pequeños actos que reflejaran loque verdaderamente pensaban de su ex líder. Y lo hicieron y con ellocontribuyeron a que el futuro no fuera tan incierto.


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Necesitamos preocuparnos por otros; lo con-trario nos hace un poco menos que humanos.

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Para un lector que nunca ha visto su dignidad amenazada, en sumomento más vulnerable, por fuerzas ingentes fuera de su control,esto puede sonar como una tontería, producto de una debilidad sico-lógica. Pero para quien lo ha vivido en carne, hay experiencias queno se resuelven poniéndoles etiquetas intelectuales. El cuidado pas-toral tiene todo que ver con la dignidad humana; hacer a Dios pre-sente ordenando que a los afligidos en Sion se les dé gloria en lugarde ceniza, óleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugardel espíritu angustiado (Isaías 61:3). Y de espíritus angustiados estáel mundo lleno.

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ALGO EN QUÉ PENSAR

1. Reflexiona sobre la experiencia de los amigos de Job. ¿Creesque exageraron la nota cuando estuvieron una semana senta-dos con Job en el basurero del pueblo? ¿Alguna vez te has sen-tido como ellos, impotente ante una situación dolorosa?

2. ¿Qué alternativas le sugerirías a alguien que enfrenta una situa-ción similar a la de los amigos de Job?

3. Explica este pensamiento: El ministerio de cuidado pastoral esmás que nada acompañamiento.

4. El autor narra una teofanía o manifestación visible de Dios, pormedio de un pastor visitante, en su momento de mayor crisis enel hospital. ¿Crees que esto es posible que sucediera en reali-dad, o sería parte de su delirio o auto sugestión, debido a la con-dición de gravedad en que se encontraba? Reflexiona sobre lasposibles implicaciones de una acción de cuidado pastoral comouna encarnación de Dios.

5. ¿Qué quiere decir Kushner con que las acciones que describeel Salmo 146 no son tareas a las que Dios se dedica en su agen-da de trabajo? ¿Qué significa esto para la práctica de la vida cris-tiana?

6. ¿Qué implicaciones prácticas para la vida cristiana tiene el nom-bre divino, Yo soy el que soy, según se explica en este capítulo?

7. Las necesidades emocionales de Jesús, ¿serían reales o sola-mente simbólicas? ¿Qué dice eso de las necesidades emociona-les de los seres humanos?

8. ¿En qué sentido el ministerio de cuidado pastoral se hace tantopor uno mismo como por los demás?



9. El autor les pidió a sus amigos que le hicieran sentir importan-te. ¿Qué quería decir con eso? ¿Cómo se traza la línea entrehacer sentir a alguien importante y hacerle creer que es másimportante de lo que realmente es?


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Capítulo 4

Mara no es para siempre

Y llegaron a Mara, y no pudieron beber las aguas de Mara, porque eran amargas: por eso le pusieron elnombre de Mara. Entonces el pueblo murmuró contraMoisés, y dijo: ¿Qué hemos de beber? Y Moisés clamó a Jehová, y Jehová le mostró un árbol; y lo echó en las

aguas, y las aguas se endulzaron.

Éxodo 15:23-25


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EL CUIDADO TRAE PAZ

Del poeta mexicano Amado Nervo son las líneas de En Paz, quesiguen a continuación; uno de los poemas que mejor reflejan unaactitud positiva ante los altibajos del vivir cotidiano:

Muy cerca de mi ocaso yo te bendigo, Vida,Porque nunca me diste ni esperanza fallida,Ni trabajos injustos, ni pena inmerecida;

Porque veo al final de mi rudo caminoQue yo fui el arquitecto de mi propio destino;Que si extraje las mieles o la hiel de las cosas,Fue porque en ellas puse hiel o mieles sabrosas;Cuando planté rosales coseché siempre rosas.

Cierto, a mis lozanías va a seguir el invierno;¡Mas tú no me dijiste que mayo fuese eterno!

Hallé sin duda largas las noches de mis penas;Mas no me prometiste tan solo noches buenas;Y en cambio tuve algunas santamente serenas…

Amé y fui amado, el sol acarició mi faz,¡Vida, nada me debes! ¡Vida, estamos en paz!

Una de las situaciones más difíciles en la tarea de cuidado pasto-ral es tratar de alegrar a personas que han escogido vivir amargadas.En algún momento de su peregrinar encontraron un pozo de aguasamargas, y acamparon allí para siempre. El pozo puede tener uno ymil nombres: un padre que abandonó el hogar cuando ellos eranniños; un primo que abusó sexualmente de ella; una madre que sela regaló a la abuela para que la criara; un hermano mayor que logolpeó y lo echó a la calle cuando aún no había llegado a la adoles-cencia.

Y no se reduce a la niñez. Las aguas amargas pueden apareceren cualquier etapa de la vida: un pastor que te puso en disciplina

M A R A N O E S PA R A S I E M P R E


injustamente. Un supervisor que le dio la posición que tú merecías aotra persona. Un novio de compromiso que te dejó plantada y se fuecon tu mejor amiga, y ya no quisiste saber más de novios para elresto de tu vida.

RAÍCES AMARGAS

Este capítulo contiene buenas noticias: las aguas amargas se pue-den endulzar. Y en caso de que no se puedan, todavía hay buenasnoticias: hay otros pozos de aguas dulces un poco más adelante. Nohay necesidad de quedarse en Mara.

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Una de las situaciones más difíciles en la tareade cuidado pastoral es tratar de alegrar a per-sonas que han escogido vivir amargadas. Enalgún momento de su peregrinar encontraronun pozo de aguas amargas, y acamparon allípara siempre.

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Cuando los israelitas salieron de Egipto, pensaron que la tierraprometida estaba allí, al voltear aquella esquina, al otro lado del mar.Cruzaron el mar en el milagro más extraordinario de toda la historia,con excepción de la resurrección de Cristo. Setenta y dos horas lesduró el efecto del milagro. Al tercer día tuvieron sed y encontraronun pozo de agua. Pero el agua era amarga y no la pudieron beber, yle pusieron el nombre de “Mara”, que quiere decir amargura. Allípracticaron lo que llegó a ser su pasatiempo favorito: murmuraroncontra Moisés (Éxodo 15:24). ¡Como si quejarse fuera un antídotocontra la amargura!

Moisés oró (una mejor alternativa), y Dios les resolvió el proble-ma. Le mostró un árbol que al echarlo en el agua, la endulzó.“Porque yo soy Jehová tu sanador”, afirmó la voz divina (v. 26). Unpoco más adelante encontraron a Elim, donde había doce fuentes deaguas, y setenta palmeras (v. 27). Dos soluciones: encontrar el árbolque endulza a Mara, o caminar un poco más hasta Elim.

Cuando yo era pequeño, en los campos no había agua de acue-ducto. Había que irla a buscar a los pozos, manantiales, o venerosque había en las fincas. Cerca de mi casa pasaba una quebrada o ria-chuelo, a orillas de la cual había varios pozos. Uno de ellos, llamado“el pozo de Guele”, tenía agua dulce y fresca. Otro, un poco másabajo, “el pozo de Mariíta Blanca”, era amargo. Ni siquiera el ganadoquería beber esa agua. Era algo raro; ambos pozos estaban en la


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misma finca, al lado del mismo riachuelo, pero sus aguas eran total-mente diferentes. Fue hasta que llegué a adulto que comprendí larazón.

El pozo de Guele estaba a la sombra de un enorme árbol de man-gos. Era sombra agradable y fresca la que protegía esas aguas todoel año. En cambio, el de Mariíta Blanca tenía un árbol de molinillo,de fruta inútil, amarga y venenosa, y tronco excesivamente espinoso.Eran las raíces de amargura que inundaban el pozo lo que inutiliza-ba sus aguas. Si los hombres lo hubieran sabido, sin duda arrancanel molinillo en vez de culpar al pozo. Pero no lo sabían, y por eso elpozo nunca fue de provecho.

El autor del libro de Hebreos lo sabía. Por eso les advierte a loslectores: “Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia deDios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ellamuchos sean contaminados” (Hebreos 12:15). El problema de la raízde amargura es que no solo me estorba a mí de alcanzar la graciasanadora de Dios, sino que todo el que se me acerca corre el peligrode ser contaminado.

SANIDAD DE LA MEMORIA

El escritor colombiano Gabriel García Márquez, en su últimolibro, Vivir para contarla, tiene una frase introductoria que muy bienpodría resumir la idea de cómo superar los pozos amargos de la vida.Dice: “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda ycómo la recuerda para contarla”. García Márquez apela a un procesode sanidad de la memoria, en el cual uno transforma los recuerdosamargos en memorias agradables. O como dice Amado Nervo en elpoema que aparece al principio: “Hallé sin duda largas las noches demis penas; mas no me prometiste tan solo noches buenas; y en cam-bio tuve algunas santamente serenas”.

En el Salmo 77, el salmista Asaf reconoce que el estado depresi-vo que le aqueja es una enfermedad de la memoria y que necesitasanar sus recuerdos para poder recobrar la salud: “Dije: Enfermedadmía es esta; traeré, pues, a la memoria los años de la diestra delAltísimo. Me acordaré de las obras de Jehová; sí, haré yo memoriade tus maravillas antiguas” (vv. 10, 11). Cuando Israel llegó a Mara,resolvió que murmurar era más fácil que sanarse. Pero la murmura-ción no endulza las aguas. Asaf, en cambio, aceptó que el problemaera de él y buscó el antídoto en el recuerdo de las cosas buenas queDios había hecho en su vida. No en las personas que sembraron elmolinillo amargo del pozo de Mariíta Blanca, sino en la raíz de amar-gura que él podía arrancar si se lo proponía.

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El problema de la raíz de amargura es queno solo me estorba a mí de alcanzar la graciasanadora de Dios, sino que todo el que se meacerca corre el peligro de ser contaminado.

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Si el lector recuerda mi historia del capítulo primero, la orden queme dio el ángel en mi experiencia de confusión fue de callar. Nadietenía la culpa de mi enfermedad; simplemente sucedió porque la vidano viene con garantías. La enfermedad no es moralmente buena nimala; sencillamente es. Unos se enferman y otros no y así es comofunciona el mundo. Y aun cuando alguien tuviera la culpa de mi tra-gedia, quejarme no remendaba mi corazón lastimado. Lo mismoocurría con mi empleo. En primer lugar, los oficiales que tomarondecisiones que yo interpreté como contrarias simplemente estabanhaciendo su trabajo. Segundo, todo el tiempo pensaron honestamen-te que hacían lo mejor por ayudarme a lidiar con la condición desalud que me aquejaba. Tercero, sin intentarlo, estaban sirviendopara que se cumplieran las otras dos órdenes del ángel: “Termina tuministerio y vete a tu casa.” Si esto hubiera dependido exclusiva-mente de mí, quizás hubiera optado por cambiarme de tumba en vezde enfrentarme al nuevo mundo de la vida resucitada que me espe-raba con todas sus riquezas.

A fin de cuentas, el poeta tiene razón: ¡la vida no me debe nada!Todo lo que me da es ganancia. La iglesia tampoco me debe nada.Todo lo que me da es de pura gracia.

Como si eso fuera poco, el Señor estaba usando mi problema paraprepararme una nueva dimensión del ministerio, para tocar vidasque jamás yo había soñado, de formas que aun a mí me dejan atóni-to cada vez que las experimento. Como decía mi amiga Betty, unmundo nuevo y maravilloso me esperaba, ¡y aquí estaba yo queján-dome! Me hace pensar en el caso de Jacob el patriarca de antaño.Dios estaba preparando la civilización para proteger y bendecir atoda su descendencia. Había un hambre horrorosa en todo el mundoconocido, y el hijo de Jacob tenía las llaves de todo el alimento queexistía. Sin embargo, ante el plan divino de bendición, el patriarcaresponde con un grito de angustia: “¡Contra mí son todas estascosas!” (Génesis 42:36). Me pregunto qué pensaría Dios al oírlo. Lomismo que pensaría de mí cada vez que me escuchaba hacer comen-tarios negativos de mi situación.


DIOS TAMBIÉN USA EL DOLOR

En mi experiencia de cuidado pastoral, Dios ha usado mi dolorhasta la saciedad para bendecir. Estoy convencido de que, si mi his-toria hubiera sido diferente, yo hubiera sido menos útil para lo queel Señor me necesitaba en este tiempo. Que quede claro: no piensoque Dios causó, ni siquiera que permitió, mi enfermedad para poder-me utilizar. Mi convicción es distinta de lo que tradicionalmente seenseña. Como el ciego del capítulo nueve del Evangelio de Juan, sim-plemente la situación ocurrió, y Dios, en cuya economía nada se pier-de, la usó para glorificarse (Juan 9:3). Y de eso yo me gozo.

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La vida no me debe nada; todo lo que me daes ganancia. La iglesia tampoco me debe nada;todo lo que me da es de pura gracia.

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Confieso que personalmente tengo problemas con los conceptosteológicos de la “voluntad perfecta” y la “voluntad permisiva” deDios. Creo que una cosa es la voluntad de Dios o no lo es, y que noexiste tal cosa como dos voluntades divinas diferentes. Como serhumano hecho a imagen y semejanza divina, puedo escoger hacerla voluntad de Dios, o puedo usar mi libre albedrío para no hacerla ysufrir las consecuencias. Pero de todos modos, el Señor se glorifica.

Por eso no quiero aceptar que mi infarto fue la voluntad de Dioscon un propósito. Pienso, como Pablo, que “a los que aman a Dios,todas las cosas les ayudan a bien” (Romanos 8:28). Incluyendo lasmalas. Pero eso no las hace dejar de ser malas y contrarias a la volun-tad de un Dios bueno. Solo que Él las usa para bien. Jamás se meocurriría glorificar el dolor y el sufrimiento. Mi dolor sigue siendomuy desagradable, y a veces me asusta; pero es instrumento parabendición. La diferencia la hace mi manera de responder a las cosasmalas que me ocurren, quejándome o haciendo algo productivo.

Admito que tendría que hacer malabarismos mentales para pen-sar en algo de qué quejarme. Si me quejara, sería de no haber obe-decido la orden angelical al pie de la letra, de guardar silencio antelas circunstancias adversas. Un consejo que me gusta dar y que oropara que Dios me ayude a cumplirlo es: ¡Nunca dejes pasar una opor-tunidad de callarte la boca!

Para algunas personas, las experiencias traumáticas han sido tanpesadas que no pueden sanarse por sí solas. Necesitan que alguiense siente con ellas y las escuche. Que les dé esperanza de que notodo el mundo está en contra suya, que porque el novio o la novia desus vidas les dejó no tienen que quedarse “para vestir santos”, como

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dice el refrán. Hay otros hombres y mujeres que les pueden hacerfelices. Y si no los encuentran, la vida sigue y hay otras fuentes degozo. Que si te crió tu abuela en vez de tu mamá, ya es tiempo deperdonar a tu mamá, darle gracias a Dios por tu abuela, y seguirviviendo.

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“Nunca dejes pasar una oportunidad de callarte la boca.”

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Mara puede ser un sitio cómodo por lo familiar, pero no es lugarde acampar. Elim, con sus doce pozos y setenta palmeras, está ahí, ala vuelta del camino. Y aun en Mara está “Jehová tu sanador”, másdeseoso de sanar tu amargura que lo que tú estás para dejarte sanar.

AMARGADA O PLACENTERA

Otro ejemplo de alguien que escogió llamarse Mara lo encontra-mos en el libro de Rut en el Antiguo Testamento. La protagonista dela historia se llamaba Noemí, que quiere decir “placentera”. Perocuando perdió el esposo y los dos hijos en un país extranjero, seamargó de tal modo que prefirió cambiarse el nombre. Cuando susdos nueras, amantes y desprendidas, decidieron acompañarla deregreso a su patria, ella rechazó la compañía: “No hijas mías, quemayor amargura tengo yo que vosotras” (Rut 1:13). Su actitud desa-nimó a una de las nueras, pero la otra fue obstinada y la acompañóaun en contra de su voluntad.

Cuando llegaron a Belén de Judá, tierra nativa de Noemí, la amar-gada se quejó: “En grande amargura me ha puesto el Todopoderoso.Yo me fui llena, pero Jehová me ha vuelto con las manos vacías” (Rut1:20, 21). No estaba vacía. Su nuera que la amaba, y que era “de másvalor para ti que siete hijos” (Rut 4:15), la acompañaba. Pero su amar-gura no la dejaba reconocer la compañía tan virtuosa que tenía a sulado. Además, ella tenía una heredad que perteneció a su difuntomarido, la cual podía redimir. Había por lo menos un pariente capazy dispuesto a redimirla. Pero su auto lástima tampoco la dejaba verque no era tan pobre como suponía.

La historia termina sin que Noemí, rodeada de familia y con unheredero en sus brazos, declare que le pasó la amargura. El bebéque arrullaba iba a ser el abuelo del rey David, antepasado delMesías. Las vecinas cantaban: “Le ha nacido un hijo a Noemí” (Rut4:17), reconociéndola como madre subrogada de la criatura. Perocuando uno se amarga pierde la visión profética. Ni por accidente sedice que Noemí sonrió.


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¡La sanidad de la memoria requiere un acto de la voluntad! Tieneuno que tomar la decisión de dejar que Dios lo sane.

AMARGURA CONTAGIOSA

Anteriormente dijimos que el peligro de la amargura es que, aveces sin darnos cuenta, y otras con toda intención, les amargamosla vida a otros. Una meta del cuidado pastoral es ayudar a quienesestán en Mara, sin tomarnos nosotros las aguas del pozo de MariítaBlanca. A veces nos descuidamos y terminamos participando de ladiversión favorita de los israelitas, acompañando a los murmurado-res en sus críticas. Lo mejor es comprenderles, estimularles a supe-rar la crisis, y orar por ellos. Pero nunca añadir combustible a unfuego destructor.

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Cuando uno se amarga pierde la visión profética.!"#

El ejemplo de Rut es edificante. Ella no permitió que la amargurade Noemí la contaminara. Ni siquiera cuando la suegra la ignoró aldecir que llegaba a Belén sola y vacía, a pesar de que Rut habíarenunciado a su familia, su cultura y su tradición histórica por acom-pañarla. Ni cuando tuvo que irse a trabajar para mantenerse ellamisma y a la suegra. Ni aun cuando, en sentido figurado, Noemí “sela echó a los leones”, como dice el refrán, pidiéndole que se arries-gara a pasar la noche sola como mujer en un granero oscuro lleno dehombres, acostada a los pies de un borracho. Rut es ejemplo vivo de“que si extraje las mieles o la hiel de las cosas, fue porque en ellaspuse hiel o mieles sabrosas, y cuando planté rosales coseché siem-pre rosas”. Y aun cuando los rosales no den rosas ni las abejas mie-les, hay que seguir plantando flores (ver Habacuc 3:17-19).

UN MILAGRO INNECESARIO

Recuerdo una ocasión cuando yo era director del instituto bíblico.Un domingo por la tarde llegó a mi casa un estudiante residente,acompañado de una joven desconocida para mí, a quien llamaré porel nombre ficticio de Rosa. Rosa estaba visiblemente alterada, alborde de un ataque de histeria. El estudiante me la presentó. Meexplicó que era una conocida de él, que la encontró en la estación deautobuses y que ella le confió un problema horrible que tenía. Él la

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escuchó, pero pronto reconoció que el problema estaba más allá desu capacidad para ayudarla. Le dio ánimo invitándola a que lo acom-pañara al instituto, con la seguridad de que el director la podría ayu-dar.

A pesar de la inconveniencia de interrumpir mi descanso domini-cal, agradecí al estudiante la confianza que tenía en mí, e invité aRosa a mi oficina. Allí ella, asustada y llorosa, me confesó su situa-ción. Era miembro de una iglesia pentecostal, talentosa y consagra-da. La noche anterior, en un momento de descuido irresponsable,había tenido relaciones sexuales con el novio. Ahora se sentía sucia,contaminada, condenada. Ni siquiera se atrevía ir a su iglesia, segu-ra de que Dios la había desechado. Su clamor era que Dios hicieraun milagro, restaurando su tejido virginal. ¿Acaso el Dios que podíaresucitar muertos no tenía poder para crear un himen nuevo? Estolo decía entre gemidos desgarradores, que me parecían profunda-mente sinceros.

Mi primera acción fue escuchar atentamente a Rosa y estar deacuerdo con la gravedad de la fornicación que había cometido. Supecado era verdaderamente horrible y digno de condenación.Haberle dicho lo contrario, restándole seriedad a su estado, le hubie-ra sugerido que no la tomaba en serio o que no creía en la santidaddel Dios a quien ella servía. Dios es santo, y ella hacía bien en sen-tirse culpable de haber violado el precepto bíblico de conservarsepura hasta el matrimonio.

En segundo lugar, le expliqué a Rosa, con la ayuda del EspírituSanto, que su pecado, por grave que fuera, no era más poderoso quela sangre de Cristo y su amor perdonador. El Señor aceptaba suslágrimas de arrepentimiento, la limpiaba de su suciedad, y le restau-raba el gozo de la salvación. “Al corazón contrito y humillado no des-preciarás tú, oh Dios” (Salmos 51:17).

Tercero, el milagro que ella pedía era innecesario e imposible,porque era contrario a la verdad de Dios. Por definición, ella nuncapodría ser una virgen nuevamente, aunque su tejido virginal fuerareconstruido como por arte de magia. Si Dios realizaba el milagroque ella pedía, se hacía cómplice de una mentira. Pero no era el findel mundo. Ella podía aceptar esa consecuencia de su pecado, eincluso aplicar su experiencia de dolor y vergüenza para aconsejarsabiamente a otras jóvenes que enfrentaran la tentación que ellaenfrentó. Además, podía aprovechar ese incidente para ser más cui-dadosa de su vida espiritual y sus relaciones con el sexo opuesto.

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La sanidad de la memoria requiere un acto dela voluntad. Tiene uno que tomar la decisiónde dejar que Dios lo sane.

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Fue una tarde dominical emocionalmente cargada y difícil tantopara Rosa como para mí. Después de mucha oración y de la inter-vención intensa el Espíritu Santo, Rosa se sintió perdonada y restau-rada. En vez de la joven histérica que llegó a mi oficina, salía unacreyente con un concepto más maduro de sí misma, de Dios, y de laexperiencia cristiana. En vez de gemir desesperadamente, ahora gri-taba con alegría: “¡Soy libre… soy libre… soy libre!” Había decididoque la relación con el hombre que la instó a pecar no era saludablepara ella, y que la declaraba terminada de una vez por todas.

Nunca más volví a ver a Rosa, o si la he visto, no la he reconocido.Lo que sí recuerdo es verla salir de mi oficina aquella tarde, restau-rada a su comunión con Dios y consigo misma. Mirando cómo susemblante, su tono de voz y su actitud habían cambiado, yo estabapersuadido de que Rosa no iba a permitir que una situación amargale amargara su vida cristiana para siempre. Todavía le faltaban dostareas difíciles, pero necesarias: hablar con sus padres y con el pas-tor, y aceptar responsablemente las medidas disciplinarias que leimpondría la iglesia como parte del proceso de restauración. Mi ora-ción por ella fue: “Dios mío, que el pastor y los miembros de su igle-sia no sean sembradores de molinillos”.

Así como el Señor salva nuestro cuerpo, nuestra alma y nuestroespíritu, también salva nuestra historia y sana nuestra memoria. Élno puede cambiar lo que nos ocurrió, ni deshacer lo que la vida noshizo, por amargo que esto sea. No porque le falte poder absoluto,sino porque sería contrario a su verdad. Pero sí puede redimir nues-tro pasado, convertir el estiércol en abono, usar el dolor mío paraconsolar a otros. Y es una experiencia sublime e inefable, poner misufrimiento a los pies del Señor de la misma manera que pongo mistriunfos, y preguntarle: “Señor, ¿qué tú puedes hacer con este dolormío, para que tu nombre sea glorificado?”

Personalmente, le he hecho esa pregunta muchas veces a Dios.Sus respuestas nunca dejan de asombrarme.

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Así como el Señor salva nuestro cuerpo, nues-tra alma y nuestro espíritu, también salvanuestra historia y sana nuestra memoria. Élno puede cambiar lo que nos ocurrió, ni des-hacer lo que la vida nos hizo, pero sí puederedimir nuestro pasado, convertir el estiércolen abono, usar el dolor mío para consolar aotros.

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ALGO EN QUÉ PENSAR

1. Comenta sobre la siguiente afirmación: Una de las situacionesmás difíciles en la tarea de cuidado pastoral es tratar de alegrara personas que han escogido vivir amargadas. Piensa en uncaso concreto que conozcas, al que aplique esta realidad.

2. El autor clasifica la vida amargada como una decisión personal.¿Estás de acuerdo? ¿Por qué algunas personas escogen viviramargadas?

3. En la experiencia del autor, ¿qué hubiera sido el equivalente decambiarse de tumba? Piensa en una posible situación en tu vidadiaria que podría compararse con cambiar de tumba.

4. La cita de Gabriel García Márquez que aparece arriba dice: Lavida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo larecuerda para contarla. ¿Qué implicaciones tiene esa afirmaciónpara el cuidado pastoral de personas amargadas?

5. ¿Cómo compara la actitud del autor, en cuanto a si Dios causó opermitió su enfermedad, con el concepto tradicional de quetodo lo que ocurre, bueno o malo, es la voluntad de Dios? ¿Estásde acuerdo con él? Explica tu posición al respecto.

6. Compara las actitudes de Noemí y Rut ante las vicisitudes y elsufrimiento. ¿Con cuál de las dos piensas que te identificas mása menudo? ¿Por qué?

7. ¿A qué se refiere el autor cuando habla de un milagro innece-sario? ¿Existirá tal cosa como un milagro innecesario? ¿Cuálsería un ejemplo de un milagro innecesario hoy día?


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Capítulo 5

El cansancio cansa

Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros,

y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas.

Mateo 11:28, 29


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UN LUCHADOR CANSADO

El poeta, periodista y abogado puertorriqueño José de Diego fueuno de los máximos adalides de la independencia patria de principiosdel siglo pasado. Uno de sus poemas más conocidos, En la brecha, esun estímulo a las personas cansadas de luchar a que recobren fuer-zas y sigan combatiendo:

Ah, desgraciado, si el dolor te abate,Si el cansancio tus miembros entumece,Haz como el árbol seco: ¡reverdece!,O como el germen enterrado: ¡late!

Resurge, alienta, grita, anda, combate,Vibra, ondula, retruena, resplandece…Haz como el río con la lluvia: ¡crece!Y como el mar contra la roca: ¡bate!

De la tormenta al iracundo empuje,No has de balar, como el cordero triste,Sino rugir, como la fiera ruge…

¡Levántate! ¡Revuélvete! ¡Resiste!Haz como el toro acorralado: ¡muge!O como el toro que no muge: ¡embiste!

He escogido estas líneas a manera de contraste, pues noaplican a los lectores de este libro. En primer lugar, de Diego llamaa su interlocutor “desgraciado”. Ser desgraciado es no tener la gra-cia de Dios, y sé que mis lectores están en gracia, no en desgracia.Segundo, a lo largo del soneto, el poeta insta al cansado a actuar conímpetu, usando su propia energía: “resurge, grita, anda, combate…”Si tiene tanta energía, ¿por qué está cansado? En marcado contraste,Jesús promete que Él hará descansar a quienes vienen a Él, no confuerzas propias, sino con la fuerza que provee su mansedumbre yhumildad.

El tema del descanso se hace extremadamente pertinente en el

E L C A N S A N C I O C A N S A


área de cuidado pastoral, pues vivimos en un entorno de actividadconstante en el cual el descanso se ha convertido en un lujo que pocagente sabe aprovechar. Incluso, quienes le sirven al Señor del des-canso a menudo olvidan la invitación abierta que Él extiende a lostrabajados y cargados.

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Jesús promete que Él hará descansar a quienes vienen a Él, no con fuerzas propias, sino con la fuerza que provee

su mansedumbre y humildad!"#

Escuché una vez al Dr. Esdras Betancourt cantando enforma de broma un coro en inglés, que decía:

Are you working, working hard, night and day?Are you working like the devil for the Lord?Oh, I’d hate to be in your shoes,When you get your big reward,If you’re working like the devil for the Lord!

Una traducción más o menos aproximada, diría:

Si te matas trabajando noche y día,Trabajando como el diablo para el Señor,No quiero estar en tus zapatosCuando recibas tu galardón,Si trabajas como el diablo para el Señor.

TRABAJO Y DESCANSO

Antes de entrar de lleno en el tema del descanso, es necesariorepasar un poco la teología del trabajo. El merenguero dominicanodecía: “A mí me llaman el negrito del batey, porque el trabajo para míes un enemigo; el trabajar yo se lo dejo todo al buey, porque el tra-bajo lo hizo Dios como castigo”. En esa misma vena se quejaba unpastor: “Los miembros de mi iglesia son como los lirios del campo…¡no trabajan ni hilan!” (ver Mateo 6:28).

El trabajo no es un castigo por el pecado como algunos prefierencreer. Todo lo contrario, fue idea de Dios desde el principio de la cre-ación, antes de que existiera el pecado en el mundo: “Y creó Dios alhombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra loscreó. Y los bendijo Dios, y les dijo; Fructificad y multiplicaos; llenad


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la tierra y sojuzgadla” (Génesis 1:27, 28). La administración de la cre-ación era tarea asignada a los humanos desde el principio. El Edénsin pecado no era un Disneyworld eterno para vacacionistas; habíatrabajo: “Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huertode Edén, para que lo labrara y lo guardase” (Génesis 2:15).Aparentemente, el primer trabajo que Dios dignificó y les asignó alos seres humanos fue la agricultura, paradójicamente uno de losmás menospreciados y mal pagados en las culturas industrializadasde hoy.

Algunas personas preferirían invertir el mandamiento bíblico ytrabajar un día y descansar seis, pero esa no es la idea original. Elmandamiento del trabajo cubre 87% de nuestras vidas: “Seis días tra-bajarás y harás todas tus obras” (Deuteronomio 5:13). Los espososBill y Kathy Peel escribieron un libro titulado Where is Moses WhenWe Need Him? [¿Dónde está Moisés cuando lo necesitamos?], sobrecómo enseñar valores a los niños utilizando los Diez Mandamientos.En él afirman que “Dios no solo nos hizo para trabajar, sino que Élmismo es un trabajador”, que lleva a cabo tareas que suenan “secu-lares”. En Génesis 1 y 2, lo vemos “supervisando la tierra, plantandoun huerto, proveyendo alimento, delegando responsabilidades, einspeccionando y disciplinando a sus subordinados”.

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El trabajo no es un castigo por el pecado comoalgunos prefieren creer. Todo lo contrario, fueidea de Dios desde el principio de la creación,antes de que existiera el pecado en el mundo.

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En el Nuevo Testamento, con un mundo entero que salvar pordelante, vemos a Jesús administrando un pequeño negocio de car-pintería y satisfaciendo necesidades “materiales” de la gente, talescomo alimento y diversión.

El punto es que, a los ojos de Dios, el trabajo no está en compe-tencia con la adoración. Adoramos a Dios con nuestro trabajo cuan-do reconocemos que todo trabajo es trabajo de Dios y para la gloriasuya. Para Él no hay diferencia entre secular y religioso. Solamenteel trabajo que es inherentemente pecaminoso, que viola la dignidadhumana, destruye la vida, y menosprecia la consideración al prójimo,puede considerarse exclusivamente secular. Aquí caen ejemploscomo prostitución, robo, tráfico de drogas, sicarismo (asesinato asueldo), y otros de la misma calaña. Con esas y otras excepciones,podemos afirmar con los Peel que vamos al trabajo por la mismarazón que vamos a la iglesia: como un acto de adoración. San Pablolo cree así:

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Siervos, obedeced en todo a vuestros amos terre-nales, no sirviendo al ojo, como los que quierenagradar a los hombres, sino con corazón sincero,temiendo a Dios. Y todo lo que hagáis, hacedlo decorazón, como para el Señor y no para los hombres;sabiendo que del Señor recibiréis la recompensa dela herencia, porque a Cristo el Señor servís.—Colosenses 3:22-24

Todavía me pregunto por qué algunas personas (especialmentepredicadores itinerantes), que han escogido ser como las aves delcielo, “que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros” (Mateo6:26), reclaman que “viven por fe”. Pienso que se necesita más fepara levantarse en la madrugada para ir al taller, la oficina o el sem-brado en un día caluroso, que para dormir hasta el mediodía.Trabajar no es carecer de fe. San Pablo era un hombre de fe y se sus-tentaba haciendo tiendas de campaña. Quizás sería bueno, pues, quequienes se dedican exclusivamente a predicar (lo cual dicho sea depaso, es también un trabajo necesario y agradable a Dios), pensaranen otra descripción para su esfuerzo, que no nos hiciera sentir “fal-tos de fe” a quienes sembramos, hilamos, y recogemos en graneros.

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Todo trabajo es trabajo de Dios y para la glo-ria suya. Para Él no hay diferencia entre secu-lar y religioso. Solamente el trabajo que esinherentemente pecaminoso, que viola la dig-nidad humana, destruye la vida, y menospre-cia la consideración al prójimo, puede consi-derarse exclusivamente secular.

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Parte de mi labor de cuidado pastoral ha sido afirmar a los buenoscreyentes que todo el trabajo que hacen, sea en la iglesia o la oficina,sirve a Dios cuando se hace en su nombre y con toda la excelenciade que somos capaces. Un domingo en la mañana fui a visitar laescuela dominical de una iglesia. Antes de comenzar el servicio, elpastor me llamó a su oficina para hacerme una confesión y unaadvertencia: su esposa no estaba en la escuela dominical.

“Quiero que sepa”, me dijo, “que va a echar de menos a mi espo-sa. El problema es que mi mamá es una ancianita y está enferma decuidado. Necesita atención continua y no tengo quien me ayude. Asíque, para yo poder venir a la escuela dominical, mi esposa se tieneque quedar cuidándola. Ya algunos hermanos han empezado a mur-


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murar porque mi esposa es maestra y no viene a la escuela domini-cal. Quería que usted lo supiera.”

Le expliqué al pastor que, al quedarse cuidando a una ancianitaenferma el domingo por la mañana en vez de disfrutar de la escueladominical, su esposa estaba sirviendo a Dios de manera extraordi-naria. Era el trabajo de Dios, en la misma categoría que cantar unhimno o enseñar una clase bíblica. Y que los hermanos que murmu-raban (lo cual en sí es mayor pecado que faltar al culto por cuidar aun enfermo), debían ofrecerse de vez en cuando para acompañar a lamamá del pastor un domingo en la mañana, para que la esposa pudie-ra disfrutar de la escuela dominical. Eso también era hacer la obrade Dios.

Le pedí permiso al pastor para conversar con la congregaciónsobre la situación en que se encontraba la mamá de él, y sugerirlesque de vez en cuando se ofrecieran a hacerle compañía para que laesposa pudiera venir a la iglesia. Aproveché para darles una amo-nestación no tan sutil a los presuntos murmuradores y enseñarlesque todo lo que hacemos (y no solamente la liturgia en el templo eldomingo en la mañana) puede ser nuestro servicio a Dios.

TEOLOGÍA DEL DESCANSO

Así como afirmamos que el trabajo es idea de Dios, el descansotambién lo es. Y es tan importante que Dios lo eleva a la categoría demandamiento.

Acuérdate del día de reposo para santificarlo. Seisdías trabajarás y harás toda tu obra; mas el séptimodía es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en élobra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, nitu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está den-tro de tus puertas. Porque en seis días hizo Jehoválos cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que enellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto,Jehová bendijo el día de reposo y lo santificó. — Éxodo 20:8-11

Podríamos decir que el descanso no es asunto religioso sinoantropológico: Dios hizo a los seres humanos de tal manera quenecesitan trabajar y también necesitan descansar. Y el descanso esparte del orden de la creación. Antecede los rituales de la liturgialevítica, el templo, la sinagoga, y aun la iglesia cristiana.

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Todo lo que hacemos, y no solamente la litur-gia en el templo el domingo en la mañana,puede ser nuestro servicio a Dios.

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Dicen Bill y Kathy Peel, en la página 112 de su libro:

El cuarto mandamiento era un recordatorio cons-tante para los judíos que su trabajo pertenecía aDios junto con sus resultados. Sirve como elmismo recordatorio para nosotros. Dios es un socioen todo lo que alcanzamos. El propósito del cuartomandamiento no es llevarnos a pensar acerca deDios un día a la semana, sino recordarnos que todala vida está bajo su control. Al colocar un límite deseis días al trabajo, Él se proclamó a sí mismo, entérminos muy claros, Señor del trabajo de los isra-elitas así como de su descanso. El impacto pleno deeste mandamiento puede perderse para nosotros sino nos detenemos a pensar en él desde el punto devista de una sociedad agraria.

Añaden los autores que en nuestro entorno, el éxito a menudo semide en términos de más prestigio, un automóvil más nuevo, unacasa más grande, ropa exclusiva de diseñadores, y mayores oportu-nidades educativas para nuestros hijos. Pero para Israel de antaño, eléxito consistía de la supervivencia en un ambiente hostil. Trabajarera comer, sobrevivir. Así pues, quitarle un día al trabajo era unaamenaza a su supervivencia. Dejar un campo sin arar, una semilla sinsembrar, o una cosecha sin recoger porque empieza el día de des-canso, puede significar hambre durante parte del crudo invierno. SiDios no es su socio, si a Él solo le interesa el bienestar espiritual deellos y no sus necesidades físicas, están en problemas. Pero por otrolado, si Él es el Señor del trabajo tanto como el de su adoración, lomás seguro que pueden hacer es vivir en obediencia a su Proveedory descansar cuando Él les ordena que descansen.

La señora Golda Meyer, quien fue Primera Ministro de Israel, dijoen una ocasión: “Los judíos tienen un problema fundamental conMoisés. Los guió a través del desierto durante cuarenta años y des-pués los trajo al único sitio en el Mediano Oriente donde no haypetróleo”. Posiblemente, Dios hizo esto con toda intención, porquequería que los israelitas dependieran de Él y no de los recursos natu-rales de la tierra. Por eso les ordena que descansen, para enseñarles


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que su bienestar depende de su relación con Él más que de susesfuerzos propios.

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En nuestro entorno, el éxito a menudo semide en términos de más prestigio, un auto-móvil más nuevo, una casa más grande, ropaexclusiva de diseñadores, y mayores oportuni-dades educativas para nuestros hijos. Peropara Israel de antaño, el éxito consistía de la supervivencia en un ambiente hostil.

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Kushner dice que entre sus muchas contribuciones a la civiliza-ción mundial, los judíos inventaron el fin de semana. En la página 93de To Life, alega:

¿Qué representa una semana? Un día representa el tiempo que setoma la tierra en rotar en su eje del amanecer al anochecer al ama-necer de nuevo. Un mes representa el ciclo de la luna, de nueva allena a nueva. Un año es la duración de la jornada de la tierra alre-dedor del sol. ¿Pero qué es una semana? Una semana es una inven-ción humana, una forma de hechura totalmente humana de puntua-lizar el tiempo. Como tal, dice algo muy profundo acerca de la liber-tad de los seres humanos para controlar y dominar el tiempo.

Siguiendo el pensamiento de este rabino, entonces la persona quetrabaja “como el diablo para el Señor” (o para sí mismo que es aunpeor), los siete días de la semana no es libre; es un esclavo del tiem-po y del trabajo.

Para los judíos, hay dos razones principales por las cuales el díade descanso es especial. Primero, porque es símbolo y recordatoriode la liberación del pueblo de Israel de Egipto. Los esclavos tienenque trabajar siempre; no son dueños de su tiempo. Los hombres ymujeres libres pueden tomar un día para descansar. El ejecutivo conun salario exorbitante puede tener dos casas, tres automóviles y unportafolio impresionante de acciones en la bolsa de valores. Pero sino puede tomar una tarde libre para pasear con sus hijos o una sema-na para irse de vacaciones con la familia, es un esclavo. (Y dicho seade paso, el líder religioso que está tan ocupado haciendo el trabajode Dios que se ve obligado a violar el cuarto mandamiento de des-cansar, no es más libre que el ejecutivo del ejemplo anterior. Con elagravante de que usa a Dios de excusa para no cumplir sus respon-sabilidades hacia su cuerpo físico y su familia.)

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Los judíos tienen un problema fundamentalcon Moisés; Los guió a través del desierto durante cuaren-ta años y después los trajo al único sitio en elMediano Oriente donde no hay petróleo

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La segunda razón es más sutil: Dios creó el mundo en seis días ydescansó el séptimo. Del mismo modo, a nosotros se nos instruye atrabajar seis días y descansar el séptimo. Cuando nos negamos a serbestias de carga, trabajando constantemente, cuando insistimos enpausar para refrescarnos y redefinirnos en términos de quienessomos y no de lo que hacemos, trascendemos el animal en nosotrosy permitimos que emerja la dimensión divina en nuestra naturaleza,afirma Kushner.

Las dos palabras que se usan en el hebreo bíblico para describirel descanso de Dios en ese primer sábado del universo no son laspalabras comunes para descanso. La primera significa “Él cesó suslabores”, y la segunda, “Recobró su alma”. El cuarto mandamientonos ordena descansar, primero para demostrar nuestra libertad de laesclavitud, y segundo para recobrar nuestra alma.

Este descanso es algo más que dormir hasta tarde, sino que tieneotras dimensiones. Primero, implica dejar al mundo quieto, repri-miendo mis impulsos de controlarlo, aunque sea por un día.Segundo, representa libertad de las obligaciones. El día de descansono tengo que hacer nada por obligación. El descanso es libertad aunde la opresión de la agenda religiosa. Tercero, es tiempo para sepa-rarme de todos mis problemas y preocupaciones. De todos modos,no se van a ir; estarán esperándome al día siguiente. Así pues, ¿porqué permitirles que me estropeen el descanso?

JESÚS Y EL DESCANSO

En el Nuevo Testamento, Jesús se declaró Señor del día de repo-so (Mateo 12:8). Con eso no anuló la necesidad de descansar, sinoque libertó el día de descanso de todas las restricciones esclavizan-tes que el judaísmo farisaico de su tiempo le había impuesto. Afirmóque el verdadero descanso depende de una relación de intimidadcon Él y no de observaciones ritualistas. El yugo de él es fácil y sucarga ligera (Mateo 11:28-30), en contraste con los esfuerzos pura-mente legalistas que los humanos nos imponemos unos a otros.

En Cristo hemos sido libertados de los requerimientos ritualistasde la ley y de las exigencias de buenas obras como una manerade ganar la aceptación de Dios, dicen los Peel. Dios nos ha dado


descanso en su Hijo; el descanso que nunca podríamos ganar pornosotros mismos. Pero esto no es una libertad para matarnos traba-jando ni para creer que Dios no puede correr su mundo sin nosotros.Al contrario, nos da fe para confiar que podemos relajarnos, diver-tirnos, y aun dormir un día entero sin que los ángeles pierdan sushalos por culpa nuestra. Cristo es nuestro descanso último (Hebreos4:9, 10). No descansar es dudar de su amor y su poder para dirigirnuestras vidas.

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Las dos palabras que se usan en el hebreobíblico para describir el descanso de Diosen ese primer sábado del universo no sonlas palabras comunes para descanso. La primera significa “Él cesó sus labores”, y lasegunda, “Recobró su alma”.

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El apóstol Pablo afirma que no debemos permitir que nadie nosobligue a honrar un día por encima de los demás, pues cada día per-tenece a Dios por igual.

Por tanto, nadie os juzgue en comida o en bebida, oen cuanto a días de fiesta, luna nueva o días de repo-so, todo lo cual es sombra de lo que ha de venir;pero el cuerpo es de Cristo.—Colosenses 2:16, 17

Uno hace diferencia ente día y día; otro juzga igua-les todos los días. Cada uno esté plenamente con-vencido en su propia mente. El que hace caso deldía., lo hace para el Señor; y el que no hace caso deldía, para el Señor no lo hace. El que come, para elSeñor come, porque da gracias a Dios; y el que nocome, para el Señor no come, y da gracias a Dios.Porque ninguno de nosotros vive para sí, y ningunomuere para sí. —Romanos 14:5-7

Es interesante que ni Pablo ni Jesús dicen que descansar no esimportante, o que la nueva vida en Cristo cambia nuestra constitu-ción física de modo que ahora podemos trabajar siete días a la sema-na sin descansar. Al contrario, Pablo dice que el cuerpo nuestro esde Cristo, lo que nos da la responsabilidad de cuidarlo. Y Cristo diceque Él es el Señor del descanso; así que tanto nuestro trabajo comonuestro descanso son por Él y para Él. Por más que nos matemos

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trabajando, no podemos garantizar el éxito por nosotros mismos.Hay fuerzas que están fuera de nuestro control. Esa es una de las lec-ciones que el mandamiento de descansar aparentemente trata deenfatizar.

DESCANSO SÁBADO O DOMINGO

Hay una rama del cristianismo que insiste que el día de descansodebe ser sábado, como lo observan los judíos. Por un lado, si losadherentes de esta doctrina han logrado santificar ese día realmentepara descansar y “recobrar su alma”, merecen nuestra admiración yanhelo de imitarles. Por el otro, si como hacemos los “domingueros”,su sábado está sobrecargado de actividad religiosa y de todo menosdescanso, no son diferentes en nada significativo. Ya sea de uno uotro modo, la verdad es que su salvación depende de su relación conCristo, con el prójimo y con ellos mismos, y no del día que escogenpara ir al templo. En resumidas cuentas, esta conversación notrata sobre el día que debemos descansar, sino de la importancia dehacerlo.

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Cristo dice que Él es el Señor del descanso;así que tanto nuestro trabajo como nuestro descanso son por Él y para Él.

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Es interesante que la Biblia no especifica la forma que debe tomarel descanso. Quizás esto se deba a que diferentes personas descan-san de diferentes maneras. La actividad que para unos es trabajo,para otros es relajamiento. Lo importante es reconocer que los sereshumanos no somos máquinas de producción constante, sino quenecesitamos tiempo, aun en un ambiente de supervivencia, pararefrescar nuestras vidas, y desarrollar aspectos de nuestro ser quese desgastan con el esfuerzo y el trabajo. Santificar es separar. Todoslos días son santos porque son de Dios; nosotros podemos santificarun día en particular cuando lo separamos con algún fin consonantecon nuestra relación con Dios. El descanso es un fin que fue idea deÉl.

Posiblemente, la iglesia cristiana tiene que hacer un esfuerzointencional para educar tanto a sus ministros como a sus miembroslaicos sobre la dignidad del trabajo y la importancia del descanso. Enmi trabajo de cuidado pastoral he descubierto que hay muchas per-sonas, especialmente pastores, que no saben descansar. Si seencuentran con un día libre, se desesperan y buscan con qué llenar-lo. Han aprendido, erróneamente, que lo que los estadounidenses


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llaman busyness (la actividad continua como un fin en sí mismo) esequivalente a espiritualidad.

Si toman vacaciones es para ir a otra ciudad o a otro país a predi-car. ¡Estas no son vacaciones! Al contrario, es torturar a la esposa ya los hijos, que soñaban con un tiempo de asueto, y se encuentrancon una repetición de lo que tienen diariamente en sus casas, soloque en un contexto extraño y a veces hostil. No en balde tantos pre-dicadores morimos de infartos y derrames cerebrales.

Uno de los descubrimientos más grandes que los pastores hacenes que no es un pecado mortal estar una semana de vacaciones conla familia sin ir a la iglesia y sin sentirse culpables. No pueden creerque Dios no se cae del cielo si no los ve en el templo mientras repo-nen las energías disfrutando con sus hijos en las Cataratas deNiágara. Incluso, conozco el caso de un pastor que se casó el sába-do… ¡y el domingo estaba con su flamante esposa en la escueladominical! Para él era pecado faltar el domingo a la iglesia, indepen-dientemente de las circunstancias. En mi opinión, era más pecami-nosa delante de Dios la situación embarazosa a que expuso a larecién casada y el futuro que le vaticinaba con su acción.

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La iglesia cristiana tiene que hacer un esfuer-zo intencional para educar tanto a sus minis-tros como a sus miembros laicos sobre ladignidad del trabajo y la importancia deldescanso.

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Los miembros de las iglesias no son diferentes. Hace cuarentaaños había la impresión de que mientras más reuniones de adora-ción se celebraran, más cerca estábamos del cielo. Algunas iglesiastenían cultos siete días a la semana, con tres servicios los domingos.Las cosas no han cambiado mucho. Ahora algunas congregacioneshan optado por celebrar un solo servicio los domingos en la mañana,y los miembros buscan otra iglesia donde ir por las noches, porqueno saben qué hacer con las horas de descanso que el nuevo formatoles ofrece. Incluso, a riesgo de escandalizar a los lectores, me atrevoafirmar que algunas congregaciones que no aceptan el formato de unsolo servicio dominical, tienen más razones psicológicas (estamostan acostumbrados a hacer las cosas de cierta manera que el cambionos incomoda), sociológicas (la gente necesita reunirse para sentir-se bien), financieras (hace falta el diezmo y la ofrenda del domingoen la noche), proselitistas (si alguien viene a convertirse hay quetener el templo abierto), que puramente espirituales (lo hacemospara adorar a Dios porque honestamente creemos que más es mejorpara Él).

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Que conste, todas esas son buenas razones. El punto es que si eldomingo es nuestro día de descanso, es poco lo que descansamos, amenos que hayamos aprendido a ver la adoración y la comunión delos santos y santas como tiempo de refrigerio y descanso en el Señor.

Cabe recordar que este capítulo no es sobre liturgia: cómo, dóndey cuántas veces debemos reunirnos para adorar, sino de la necesidadde tomar tiempo para descansar. Decía el finado pastor británicoJohn Daniel Jones, en la página 150 de su libro de sermones TheHope of the Gospel [La esperanza del evangelio]:

No es una buena señal que estemos reduciendo elnúmero de veces que nos reunimos con el pueblode Dios. Los cristianos de una vez a la semana,como regla, no son los más esperanzados, alegres yrobustos. Es necesario cultivar la confraternidad.

Aquí podríamos parodiar a San Pablo: Los que empiezan el servi-cio dominical con un retiro a las seis de la mañana y terminan a lasonce de la noche con el llamamiento al altar, no menosprecien a losque participan en un solo “culto corrido”. Y los que creen en una solareunión dominical no juzguen a los que amanecen y anochecen enla iglesia. Unos y otros procuran agradar a Dios. (Y unos y otrosnecesitan descansar.)

Cuando yo era un joven recién convertido, aprendí que si la veni-da de Cristo ocurría un día de servicio, y uno se había quedado en lacasa ese día, no se iba con el Señor sino que tendría que enfrentar laGran Tribulación. Cantábamos: Ya Cristo viene, señales hay, almassalvadas viene a buscar; los que velaron se irán con Él; los que dur-mieron se quedarán.

No importaba si uno estaba demasiado cansado o enfermo; dor-mir a la hora de culto era receta infalible para perder el rapto. Ciertoque Pablo parecía decir lo contrario, que los que velamos no prece-deremos a los que durmieron (1 Tesalonicenses 4:13-18), pero esono le quitaba a uno la culpa y el temor. Además, con “los que dur-mieron” Pablo se refería a los que murieron después de haber ido atodas las reuniones. El sentido de culpa sí tenía un efecto, sabotearel descanso. Y todavía lo tiene.

EXCESO DE EQUIPAJE

Quizás uno de los principales enemigos del descanso hoy día noes tanto el número de reuniones en el templo, sino la disponibilidadde la tecnología, especialmente los teléfonos celulares. Como casi


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toda la tecnología, los celulares tienen la ventaja de que nos facilitanla vida. Pero también tienen la capacidad de esclavizarnos si nosomos cuidadosos. Es común ver adoradores en el templo que dejande cantar para contestar el teléfono. Si no fuera tan patético, seríarisible pensar qué llamada telefónica puede ser más importante queun momento de intimidad con Dios.

El celular nos permite estar en la oficina a la vez que vamos mane-jando el automóvil; decirle al esposo o la hija cuánta sal echarle alguisado mientras cantamos “Oh, yo quiero hablar con Cristo”; estarde vacaciones por primera vez en seis años en las montañas deColorado y decidir a quién van a invitar para que cante en el serviciode mañana en nuestra congregación al otro lado del océano; visitar alos enfermos mientras estamos sentados a la mesa disfrutando deuna cena con la familia. ¡Hablando de ser esclavos!

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Quizás uno de los principales enemigos deldescanso hoy día no es tanto el número dereuniones en el templo, sino la disponibilidadde la tecnología, especialmente los teléfonoscelulares.

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A lo mejor hay algo de cierto en la ilustración que cuenta un pas-tor amigo, de que cuando los santos vayan entrando al cielo, SanPedro va a estar en la puerta repartiendo arpas. En contraste, cuan-do los otros vayan entrando al infierno, el diablo va a estar en la puer-ta repartiendo teléfonos celulares. ¡Para que se gocen por la eterni-dad atendiendo llamadas interruptoras!

El conocido pastor y escritor Tommy Tenney habla de la ocasiónen que su familia decidió ponerlo a dieta de celular para obligarlo adescansar y a dedicarles tiempo de calidad. Dice él que en su dietade celular sufrió tanto como se sufre en otros tipos de dieta. Cuandoalguien lo llamaba, le decía en secreto: “No puedo hablarte; te llamodespués”. Cuando su familia se descuidaba, él se escapaba al sótanopara “hacer trampa” y atender a quien le había llamado.

Tenney cuenta una anécdota de una ocasión en que trató de abor-dar un avión, cargado de equipaje. El agente de vuelo lo detuvo y ledijo: “Tiene demasiadas maletas para viajar, señor.” Él protestódiciendo que otras veces había volado con tantos paquetes como losque tenía ahora. El agente replicó: “No en este pequeño avión.” Asíque se vio forzado a escoger entre deshacerse de algunos paqueteso no volar.

Tal vez algunos de nosotros necesitamos deshacernos de algunos“paquetes” en nuestra vida, por interesantes y valiosos que parezcan.



Y si usted piensa que los necesita todos para poder volar, déjemedecirle un secreto. Eso mismo me creía yo, hasta que un infartomasivo me hizo aligerar mi carga. Cuando uno vuela con solo mediocorazón, cada gramo, cada onza de más, produce dolor físico.Créame, es más divertido despejar un poco la agenda mientras setiene un corazón completo.

ALGUNAS SUGERENCIAS PARA DESCANSAR

Es difícil ofrecer instrucciones específicas para el descanso, yaque cada persona tiene su propio estilo de descansar. Como dijimosanteriormente, lo que es trabajo para uno puede ser relajación paraotro. Sin embargo, a continuación ofrecemos algunas sugerenciasque podrían ser útiles.

1. Planifique su tiempo libre con la misma seriedad que planificaotras actividades. Por ejemplo, si tiene separado un día en lasemana para descansar, no acepte compromisos de última hora,como si tuviera ese tiempo disponible. Su descanso es impor-tante y es idea de Dios.

2. Proteja su privacidad y la de su familia. Cuando yo era presi-dente del instituto bíblico por primera vez, permití que elinstituto invadiera mi hogar. La gente se sentía con libertad deinterrumpir mi descanso, mi cena, y hasta mi sueño, con asun-tos de la escuela. Esto produjo mucha tensión a mi familia.Aprendí la lección. La segunda vez que presidí una instituciónteológica, puse un letrero en la puerta que decía: “El seminariotermina aquí. Bienvenidos a mi casa”. La gente aprendió ahacer diferencia entre el trabajo y el hogar.

3. Cuando salga de paseo con la familia, mantenga el celular apa-gado. (Sí se puede vivir sin el celular, aunque parezca imposi-ble.) Sería preferible que ni siquiera lo lleve, pero lo puede lle-var por si lo necesita para una emergencia.

4. Si es ministro, eduque a la congregación para que no lo llamenni lo ocupen en su día de descanso, a menos que se trate de unaemergencia verdadera. Solamente Dios puede estar disponible24 horas siete días a la semana. De nosotros Él espera que tra-bajemos y descansemos.

5. Enséñele a la gente lo que usted entiende por emergencias.Una irresponsabilidad de parte de otro no es necesariamenteuna emergencia para usted. Por ejemplo, si los novios que vana casarse el sábado olvidaron discutir los detalles de la ceremo-nia con usted, y ya es viernes por la tarde, la emergencia es deellos, no suya. Usted no está obligado a sacrificarse porque otrapersona no hizo lo que tenía que hacer a tiempo.


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6. Cuando tome vacaciones, no llene el tiempo con compromisos.Las vacaciones son para disfrutar y “recobrar el alma”. No parahacer más de lo mismo.

7. Cuando su cuerpo le exija descansar, hágale caso. Si no, se lo vaa cobrar con intereses.

8. Cuando se sienta enfermo o enferma, descanse. Un resfriado,influenza o bronquitis no se combate con actividad, sino condescanso. El mundo no se va a acabar porque usted falte undomingo a la iglesia si se siente físicamente débil por una enfer-medad.

9. Practique ejercicios de relajamiento. Hay libros en el mercadosobre este tema.

10. Si usted es adicto a la televisión o a las computadoras, pruebeun día a la semana sin ver televisión o sin revisar la correspon-dencia en el Internet. Como en el caso de los celulares, sí sepuede vivir sin televisión y sin computadora, aunque sea por undía. Descubrirá que hay un mundo hermoso en su familia, ymuchas cosas de qué hablar. Si el primer día que lo pruebe noencuentra qué hacer o decir, no se dé por vencido. Siga pro-bando.

11. Regáleles tiempo a su cónyuge e hijos. Por ejemplo, un día diga:“Hoy vamos a hacer lo que a ti te guste.” Pero sea honesto, nocambie las reglas para terminar haciendo lo que usted quiere yno lo que ellos quieran. Se sorprenderá de lo divertido que esagradar a otros.

12. Quizás usted pueda pensar en alternativas aun más prácticasque las que yo le ofrezco para enriquecer su descanso. Anótelasaquí para que no se le olviden.En la página 123 de su libro, Where is Moses When We NeedHim?, Bill y Kathy Peel ofrecen una lista de preguntas que unopuede hacerse para saber si su vida de trabajo y descanso estáfuera de equilibrio.

• ¿Puedes encontrar tiempo suficiente para descanso y ocio?• ¿Tienes una variedad de intereses externos en tu vida?• ¿Piensas que tu concepto de responsabilidad personal se ha

hecho tan fuerte que sientes que debes forzarte más allá de loslímites, o el proyecto, negocio, o relación va a fracasar?

• ¿Te sientes exhausto continuamente cuando llegas al hogar, ytodo lo que quieres hacer es ver televisión?

• ¿Te sorprendes a ti mismo sintiéndote irritado con tu familiacuando te hacen demandas al final del día?

• ¿Te encuentras consistentemente echándote encima trabajosque has delegado?

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• ¿Tomas más de lo que corresponde en tu carga porque creesque el trabajo no se va a hacer a menos que tú lo hagas?

• Cuando finalmente planificas tiempo de ocio, ¿te da trabajo rela-jarte?

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ALGO EN QUÉ PENSAR

1. Si el trabajo es en realidad idea de Dios, ¿de dónde surge el con-cepto de que los seres humanos fuimos castigados a trabajarpor causa del pecado?

2. ¿Qué piensas que es más difícil, enseñarles a los niños la digni-dad del trabajo, o enseñarles sobre la importancia del descan-so? ¿Por qué?

3. ¿Será más difícil enseñarles una cosa o la otra a los adultos?¿Por qué?

4. ¿Qué implicaciones personales tiene la afirmación: A los ojos deDios, el trabajo no está en competencia con la adoración?

5. Explica lo que entiendes por “vivir por fe”. ¿Compartes la opi-nión del autor sobre que “trabajar no es carecer de fe”?

6. ¿Piensas que el trabajo que tú haces es “trabajo de Dios”? ¿Porqué?

7. ¿Qué quiere decir el autor con que el descanso no es asuntoreligioso sino antropológico? ¿Estás de acuerdo con él? Explica.

8. ¿En qué sentido es el fin de semana una invención judía?9. ¿Alguna vez has tomado un día de descanso, o un tiempo de

vacaciones, y te has sentido culpable? ¿Qué puedes hacer en elfuturo para aprovechar mejor el tiempo disponible de descanso?

10. Piensa en cosas específicas que puede hacer la iglesia paraenseñar a sus miembros a descansar.

11. Reflexiona sobre las preguntas que aparecen al final del capítu-lo. ¿Qué otras preguntas le añadirías?


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Capítulo 6

Amores que matan

Estuve enfermo y me visitasteisMateo 25:36


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A M O R E S Q U E M ATA N

LAS VISITAS A LOS ENFERMOS

Las visitas a los enfermos constituyen una de las manifestacionesmás comunes de cuidado pastoral. En la Biblia encontramos muchoscasos de personas que visitaron a los enfermos. Por ejemplo, los ami-gos de Job vinieron de lejos a acompañarle en su enfermedad (Job2:11). El rey Joás, de Judá·, tomó tiempo para ir a visitar al profetaEliseo, quien estaba enfermo de muerte (2 Reyes 12:14). Cuando elrey Ezequías enfermó, el profeta Isaías fue a visitarlo (Isaías 38:1). Elrey de Babilonia, Merodac-baladán, también mandó representantescon cartas y regalos a visitar a Ezequías (Isaías 39:1, 2), lo cual ale-gró mucho al enfermo.

Las visitas a los enfermos constituyen una de las manifestaciones máscomunes de cuidado pastoral.



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En el Nuevo Testamento, Jesús afirmó la importancia de visitarlos enfermos (Mateo 25:36). Él mismo tomó tiempo de su ocupadoitinerario para ir a la casa de un amigo enfermo a visitarlo (Juan 11:1-5). Pablo les comenta a los hermanos de Filipos su aprecio por lapreocupación de ellos cuando supieron que Epafrodito estaba enfer-mo (Filipenses 2:25-30). Santiago dice que la verdadera religiónincluye las visitas pastorales a las personas necesitadas (Santiago1:27; 5:14, 15).

GUÍA PARA LAS VISITAS

La mayoría de los manuales de asesoramiento pastoral contienedirectrices sobre qué hacer y qué prácticas evitar en las visitas a losenfermos. No obstante, casi todas las instrucciones son para minis-tros y capellanes, y algunas no aplican a personas comunes y corrien-tes interesadas en el bienestar del paciente. Por ejemplo, el finadopastor y capellán Carl J.Scherzer, en su libro Ministering to thePhysically Sick [Ministerio a los físicamente enfermos], decía que elletrero “No se permiten visitas”, en la puerta de una habitación delhospital, no se aplica al pastor como tampoco se aplicaría al médico.Pero, ¿aplica a la ancianita de la iglesia, que tuvo que abordar tresautobuses para viajar hasta el hospital a ver a la presidenta de lasdamas, quien sufrió un derrame cerebral?

¿Cómo uno sabe cuándo una visita es adecuada y cuándo no lo es?¿Cúan larga o corta debe ser una visita a un enfermo? ¿Se puede lle-var comida a una persona enferma que está recluida en el hospital?¿Es obligatorio cumplir el horario de visitas establecido por el hospi-tal, cuando el mismo no es conveniente para el visitante?

Sentir aquel frágil soplo de vida, que cabía en la palma de mi mano derecha, ytransmitirle todo mi amor y deseo de que viviera, es algo que trasciende toda descripción.


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Este capítulo no pretende ser una guía para visitar enfermos. Essolamente una reflexión de lo que me ayudó y lo que me perjudicóde las visitas durante mi enfermedad con la esperanza de que miexperiencia sea útil a los lectores.

En primer lugar, nunca podría sobreestimarse el valor terapéuticodel calor personal de una visita. Mi primer nieto nació prematuro, enun hospital de los Estados Unidos. Ya la madre había perdido otrabebita prematura; así que me preocupaba mucho la supervivencia deeste infante. Cuando me lo enseñaron a través del vidrio de la sala decuidado intensivo pediátrico, se me conmovió el alma. Felipe (queasí se llamó el pequeño) pesaba escasamente un kilo (alrededor dedos libras) y estaba dentro de una incubadora, con tubos y cables portodas partes de su diminuto cuerpecito.

Me sorprendió que la enfermera me invitara a entrar a la sala, conlas debidas precauciones. Antes de entrar tuve que lavarme cuida-dosamente las manos con jabón desinfectante, vestir una bata esteri-lizada encima de mi ropa, y colocarme una mascarilla sobre boca ynariz. Mi segunda sorpresa fue que, una vez adentro, la enfermerame preguntó si quería sostener al recién nacido en mis manos. Mehizo sentar en una mecedora y lo puso en mi regazo. La experienciafue sublime. Sentir aquel frágil soplo de vida, que cabía en la palmade mi mano derecha, y transmitirle todo mi amor y deseo de queviviera, es algo que trasciende toda descripción.

Mientras contemplaba a Felipe luchando por vivir, me fijé en loscables que aun le conectaban a las máquinas de la incubadora.Tratando de ser gracioso para aminorar la angustia de la incerti-dumbre, le pregunté a la enfermera mientras señalaba los cables:“¿Es que funciona a base de baterías?” “No”, me dijo con toda serie-dad, “funciona a base de amor”.

Esa era la filosofía del hospital. El amor de los padres y los abue-los era más poderoso que cualquier maquinaria o medicamento paradarle a Felipe las fuerzas para vivir. Y pienso que esa es la filosofía deJesús al darles tanta importancia a las visitas a los enfermos.

En mi estadía en el hospital, hubo personas de quienes estabaseguro me iban a visitar y no lo hicieron. Eso me producía tristeza,pues me hacía sentir que, a pesar de lo que yo había creído, no eraimportante para ellas. Hubo otras a quienes les mandé a decir quevinieran a verme porque literalmente necesitaba sentir su presenciaen mi hora de crisis. (Recuerde el lector que en un capítulo anteriordefinimos cuidado pastoral en términos de acompañamiento y pre-sencia.) Debo aclarar que no era por falta de visitantes, ya que tuvemuchísimos. El punto es que, en mi experiencia, había visitas queeran una necesidad y no solo una buena idea.



VISITA COMO ENCARNACIÓN

En más de una ocasión, una visita fue para mí una manifestaciónvisible de la presencia de Dios. En el segundo capítulo hago menciónde la visita del pastor José Herminio Calo cuando más cerca me sen-tía de la muerte. Esa visita marcó un punto decisivo en mi recupera-ción.

Cuando me sacaron del área de cuidado intensivo a una habita-ción regular, mi familia hizo arreglos para que alguien estuviera con-migo durante las veinticuatro horas del día. Repartieron turnos entresí para dividirse la tarea. Una mañana llegó a mi habitación mi her-mano Prebístero, quien es diácono de la Iglesia Católica. Esa maña-na le tocaba el turno a él. Traía en sus manos un libro rojo y unpequeño paquete que puso en una esquina.

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En mi estadía en el hospital, hubo personasde quienes estaba seguro me iban a visitar yno lo hicieron... En más de una ocasión, unavisita fue para mí una manifestación visible

de la presencia de Dios.!"#

Ese día yo tenía mucho dolor y ansiedad, como si la muerte estu-viera cerca. La presencia de mi hermano me transmitió esperanza.Le dije: Por favor, léeme algo de ese libro que traes . Me pareció queél se alegró mucho, como si estuviera esperando permiso para hacerlo que le pedía. Buscó en el paquete y sacó una cinta ancha con sím-bolos religiosos y se la puso alrededor del cuello. Abrió el libro ycomenzó a leer algo más o menos así: “Mi corazón está partido... Nome dejes morir antes de tiempo...”

“¡Espérate!, casi le grité. “¡Exactamente así es como me siento yo.Léeme eso otra vez!”

Es el Salmo 102 , me dijo con toda naturalidad.

“Yo he leído el Salmo 102 muchas veces y nunca había escuchadoeso. Léemelo otra vez”, le supliqué.

Leyó la porción solicitada. Luego leyó otros pasajes. Cerró el libroe hizo una oración sencilla. Volvió a guardar la cinta y el libro y siguióla guardia rutinaria que le habían asignado. Pero para mí no fue ruti-na. Fue la presencia de Dios, diciéndome que Él sabía cómo me sen-tía y que no me iba a dejar morir antes de tiempo. Y utilizó a un


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diácono católico para hablarle a un pastor pentecostal. ¡Qué buenoque nuestro Dios no tiene escrúpulos denominacionales!

Por alguna razón que todavía no puedo explicar, la primera vezque me sometieron a un examen de medicina nuclear me produjouna angustia horrible. Después de aquel día me han hecho el exa-men tantas veces que ya es parte normal de mi historial. Pero elprimero fue emocionalmente diferente.

Recuerdo que me llevaron en ayunas a una sala muy fría, rodeadade pantallas de televisión y equipos electrónicos de rayos X. Daba laimpresión de estar en el cuarto de controles de una estación de via-jes interplanetarios, infestada de rayos láser capaces de producirmecáncer. Me acostaron en una camilla excesivamente estrecha, en unaposición por demás incómoda, con instrucciones de que no debíamoverme hasta que terminara el examen. Me acercaron una cámaraque se movía lentamente sobre mi tórax, tomando radiografías.Aunque el proceso no era doloroso, me sentía como en una celda detorturas en un castillo medieval. Cuando a uno le prohíben moverse,indefectiblemente le da comezón y un deseo intenso de rascarse, aunen partes del cuerpo que uno ni se acordaba que tenía.

Finalizado el examen, me regresaron a la habitación para almor-zar. El procedimiento se repetiría una hora después del almuerzo, locual aumentaba mi angustia. Entonces llegó mi hermano Helio,quien venía a visitarme. Vi el cielo abierto cuando se ofreció a acom-pañarme a la cámara de torturas. No le había dicho nada de mi esta-do de ansiedad, pero imagino que lo adivinó. Cuando la enfermeravino a buscarme en un sillón de ruedas, le dije que mi hermanohabía sido enfermero (lo que era cierto) y que si ella quería, él podíaconducir el sillón. Lo que realmente deseaba en secreto era sentirmeseguro y protegido en las manos de mi hermano.

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Cuando a uno le prohíben moverse, indefecti-blemente le da comezón y un deseo intenso derascarse, aun en partes del cuerpo que uno nise acordaba que tenía.

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Por su propia seguridad, Helio no podía entrar a la sala de exa-men, supongo que para evitar exponerse a la radiación. Pero saberque él estaba allí, al otro lado de la puerta, listo para auxiliarme deser necesario (que racionalmente yo sabía que no lo era, pero enmomentos de crisis la razón no convence), hizo una diferencia delcielo a la tierra en mi estado de ánimo. Nunca sabría el visitante loimportante que fue su presencia.

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ME MATAS DE AMOR

Otelo, el moro de Venecia, es un personaje en la obra del mismonombre, del dramaturgo inglés William Shakespeare. Otelo amaentrañablemente a su esposa Desdemona. Su desgracia es que con-fía ciegamente en su amigo Iago, un hombre cruel y rencoroso quiendesde el principio del drama confiesa que siente un profundo odiosecreto hacia su supuesto amigo. Iago se propone destruir a Otelopor un alegado agravio que este le hizo al darle a otro la posición queIago creía merecer. En su más horrorosa calumnia, convence aOtelo de que Desdemona le era infiel. El moro le cree y terminamatando a la mujer que ama. Al final, el narrador comenta que Oteloamó a Desdemona no sabiamente pero demasiado mucho . La matópor amor, porque no resistía la idea de que la honra del amor de suvida estuviera manchada.

Durante mi estadía en el hospital hubo algunas personas que porpoco me matan de amor. Con toda buena intención, asumieron acti-tudes y prácticas que me perjudicaron. A decir verdad, yo mismo hehecho algunas de esas cosas en mis visitas a los enfermos. Por esoquiero compartir estas sugerencias, para ayudar de alguna manera ahacer las visitas lo más placenteras posibles.

1. Horario de visita

Una cosa que aprendí en mi experiencia es que el hospital prepa-ra al paciente para la hora de visita. Por eso, a menos que sea abso-lutamente necesario, mi primera recomendación es que respete elhorario de visita establecido, especialmente en la sala de cuidadointensivo. Muchos de los pacientes en la sala de cuidado intensivoestán luchando literalmente por sus vidas. Algunos visitantes queentraron a deshora, haciendo caso omiso de lo que les decía la enfer-mera, afectaron negativamente mi estado de salud. En un momentose lo hice saber a la enfermera de turno, lo cual lamentablemente lesganó una regañada a mis familiares, quienes no tenían culpa de nada.Ellos indefectiblemente esperaban su turno y obedecían las reglasdel hospital.

Durante mi estadía en el hospital hubo algu-nas personas que por poco me matan de amor.Con toda buena intención, asumieron actitu-des y prácticas que me perjudicaron.

Si la visita es en el hogar, escoja un horario conveniente para elenfermo y su familia. Por ejemplo, la hora de la comida puede serinadecuada para una visita, a menos que usted le traiga algo decomer al enfermo y quiera aprovechar esa hora para ofrecérsela.


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2. Duración

En cuanto a la duración de una visita, depende de la relación delvisitante (si es miembro de la familia o amigo personal, o si se tratadel pastor), del sitio donde ocurre la visita y de la condición delpaciente. Los libros recomiendan que una visita promedio debe serde alrededor de quince minutos. Sin embargo, si la persona está debuen ánimo y con deseos de conversar, quizás quiera que usted sequede más tiempo. Si la visita es en el hogar, tal vez usted pueda ayu-dar en algo y también necesitará más tiempo.

Para un paciente en cuidado intensivo, la visita debe ser lo máscorta posible. Evite hacer preguntas que obliguen al paciente ahablar y dar explicaciones. (En mi caso fue necesario prohibir queleyeran la Biblia y oraran por mí, pues algunos querían que levanta-ra las manos o que tratara de sentarme para orar, lo cual agravaba miestado precario.)

Una buena regla para la duración de la visita es observar la acti-tud del paciente. Si refleja cansancio o sueño, si trata de disimularaburrimiento o incomodidad, es tiempo de irse.

3. Conversaciones inadecuadas

Otra sugerencia es evitar discutir la enfermedad de usted, o dequé murió su tía. En mi caso hubo personas que querían enseñarmela herida que le hicieron a ellos cuando les dio un infarto, para con-vencerme de que lo mío no era tan grave. ¡Yo no quería ver ningunaherida, ni me interesaba el remedio casero que les funcionó a ellos!Si me fuera a tomar todos los remedios que me han dado, no memoriría del corazón, sino del estómago.

Algo que me afectó emocionalmente fue cuando dos visitantes sepusieron a discutir acaloradamente de la doctrina de sus respectivascongregaciones al lado de mi cama. No solamente me ignoraroncomo paciente, sino que ambos trataron de ganarme para su lado dela discusión. Por experiencia les digo que la sala de un enfermo noes el mejor sitio para resolver problemas ajenos. Se sorprenderían siles confieso que una muchacha enamorada vino a mi habitación parapedirme que interviniera a su favor con un novio que ya no la queríay tenía otra novia, y quien vendría a visitarme con su rival aquel día.

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La sala de un enfermo no es el mejor sitiopara resolver problemas ajenos.

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4. Dónde se sienta

A menos que el mismo paciente lo invite a hacerlo y usted estéextremadamente cansado, no se siente en la cama del enfermo. Lascamas no son sillas. Además, el peso de su cuerpo inclina la camahacia un lado y le puede causar incomodidad a la persona que estáacostada. La razón por la cual los hospitales no tienen muchas sillaspara que todos los visitantes puedan sentarse es que el interés prin-cipal de ellos es el bienestar del paciente, no el suyo. Ese tambiéndebería ser el interés de usted.

5. Alimentos para el paciente

Cuando uno está en el hospital, le gusta tener alguna fruta, unasgalletas, o algo que comer si le da hambre fuera de las horas de comi-da, o si no le gusta lo que le sirvieron ese día. En el pasado, uno noiba a ver un enfermo sin llevarle algún refrigerio. Sin embargo, haycasos en los que el hospital prohíbe traer alimentos de afuera porqueel paciente tiene una dieta estricta, o sencillamente porque es lanorma de la institución. En esos casos es mejor obedecer.

Mi cuñado tenía una condición médica muy grave, la cual reque-ría llevar un registro cuidadoso de todo lo que ingería. Nosotros nolo sabíamos y siempre le llevábamos frutas y jugos. Él era muy tra-gón y se comía todo de una vez. En una ocasión, la enfermera seenojó y echó por el lavabo todos los jugos que le habíamos llevado.Nos explicó por qué era vital controlar lo que el paciente comía ybebía. Con dolor en el alma tuvimos que suspender la práctica de lle-varle alimentos de afuera. Si tiene dudas, pregunte.

Cuando el paciente esté en el hogar, la situación es diferente. Otravez, a menos que tenga una dieta estricta, usted puede llevarle refri-gerios e incluso alguna comida. Hay platos especiales que la perso-na agradece cuando alguien se los lleva.

6. Recetas para el enfermo

Esto es muy difícil de hacer, pero hágale la lucha. A menos que elenfermo se lo pida, resista las ganas de recetarle remedios caserosque usted aprendió de su abuelo (aunque nunca los ha probado per-sonalmente), o que curaron a su comadre. Sin duda sus intencionesson las mejores, pero piense en cuántas otras recetas la persona hatenido que procesar sin caer en la confusión de probarlas todas conla esperanza de sanar.


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Resista las ganas de recetarle al enfermoremedios caseros que usted aprendió de suabuelo o que curaron a su comadre.

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7. Sobre todo, escuche

Muchas veces el enfermo necesita hablar de su enfermedad paraentender mejor la experiencia por la que está pasando. Pero a muypocas personas les gusta escuchar. Prefieren hablar de sí mismosque oír lo que otros quieren decir. En otra sección hablaremos delarte de escuchar. Por ahora resumiremos con una súplica quemuchas veces ha estado en mi mente: No me cambies la conversa-ción para hablar de ti; por favor, escúchame con atención.

Estas sugerencias son desde la perspectiva cultural de quienescribe. Los lectores que pertenecen a otro contexto cultural debenadaptarlas a su propia realidad. Por ejemplo, hay sitios donde nosolamente es recomendable llevarle alimentos al enfermo en el hos-pital, sino que es totalmente necesario para que este no se muera dehambre. En otros el personal de cuidado de la salud es tan limitadoque a todas horas agradecen la ayuda de visitantes para atender lasnecesidades más elementales del paciente. En todo caso, siga lascostumbres y reglas existentes, teniendo siempre en cuenta que elbienestar de la persona enferma es lo primero.

HE AHÍ EL DILEMA

Como diría Hamlet, el príncipe de Dinamarca, “Hablar o nohablar, he ahí el dilema”. Me refiero a la pregunta de hasta qué puntose le debe decir a un enfermo grave toda la verdad sobre su condi-ción. Personalmente, he hecho encuestas en las que les he pregun-tado a diferentes personas: Si te estuvieras muriendo de una enfer-medad, ¿te gustaría que te dijeran la verdad? Las respuestas hansido variadas; unos insisten en que sí quisieran saberlo y otros pre-ferirían ignorarlo.

Aquí mi experiencia no me ayuda mucho. No estoy seguro de enqué me hubiera ayudado saber que hubo momentos en que mis fami-liares no esperaban que yo sobreviviera. Lo que sí recuerdo es queme obsesionaba pensar que en algún lugar escondido estuvieranhaciendo arreglos secretos sobre mi funeral, mientras en la habita-ción me hacían creer que estaba mejorando. Así habíamos hechocon mi mamá unos años atrás.

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Si te estuvieras muriendo de una enfermedad,¿te gustaría que te dijeran la verdad? Unosinsisten en que sí quisieran saberlo y otrospreferirían ignorarlo.

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Cuando pienso que le debo decir al enfermo la verdad, me vienea la mente una frase del escritor puertorriqueño Abelardo DíazAlfaro, en su cuento La receta del curioso: Nunca mates la flor deuna esperanza cuando de la vida solo quedan ruinas. A veces elenfermo sabe mejor que nadie que lo que le quedan son ruinas, perose aferra a una negación que le produce esperanza. No sé si es mitrabajo matar esa flor.

El sentido común, que es el menos común de todos los sentidos,debe guiarnos en la respuesta más adecuada a este dilema. Quizáscada caso hay que tratarlo en sus circunstancias particulares. Sinperder de vista que una cosa es opinar cuando uno está saludable yotra es cuando de la vida solo quedan ruinas .

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Nunca mates la flor de una esperanza cuandode la vida solo quedan ruinas.

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Un punto en el cual tanto la literatura como la experiencia estánde acuerdo es que cuando el enfermo quiere hablar de la muerte, desus temores, o de algún otro tema que consideramos incómodo, nodebemos impedírselo. En uno de mis pastorados tuve a un líder des-tacado, a quien llamaré con el nombre ficticio de Eduardo, y quienenfermó gravemente de una condición rara. Cuando Eduardo erajoven, se regó un rumor de que tenía tendencias homosexuales, locual causó un chisme de grandes proporciones por su posición deliderato. Aunque la situación nunca se resolvió, siempre quedarondudas. Ahora Eduardo era un hombre respetable, de unos cuarentaaños. Nunca se habîa casado.

Fui a verlo al hospital. Aprovechando que estábamos solos en lahabitación, me confió: Roberto, quiero decirte que lo que yo tengoes SIDA . Desesperadamente, busqué en mi computadora mental unpunto de referencia desde el cual responder, pero no lo encontré.Opté por restarle importancia a la confesión. “Está bien, Eduardo. ElSeñor te puede sanar” , fue mi insípida respuesta. Él insistió: “¡Tú noentiendes... lo que yo tengo es SIDA!” Nuevamente le resté impor-tancia con algún comentario superficial y cambié la conversación. Yano me lo volvió a mencionar.

Poco tiempo después, Eduardo murió. Quien haya visto a una per-sona morir de SIDA, puede tener una idea de la angustia que sufrió


en sus últimos días. Cuando ya era demasiado tarde, reconocí que talvez él tenía algún secreto horrible que precisaba resolver ante la cer-canía de la muerte. Mi ignorancia, mezclada con temor de no sabercómo responder, le cerró la puerta. No todo el mundo está capacita-do para lidiar con una situación como esta, pero si la persona enfer-ma quiere hablar, lo menos que podemos hacer es escucharle conatención.

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Cuando un enfermo quiere hablar de la muer-te, de sus temores, o de algún otro tema queconsideramos incómodo, no debemos im-pedírselo.

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En otro caso, no tan dramático como el de Eduardo, fui a visitar ala esposa de un pastor, que se estaba muriendo de cáncer. A ella legustaba la jardinería y todos los años sembraba un huerto al lado dela casa. Por tener de qué conversar, le pregunté si había sembradoalgo ese verano. “No”, “me contestó. Me sentía muy débil y solopude sembrar unas plantitas de tomates. No las pude cultivar, así queno produjeron gran cosa”. Era invierno, y le dije: No te preocupes.Ya viene la primavera y te podrás dar gusto sembrando .

Me sentí como el hipócrita más grande del mundo. Todas las per-sonas en la habitación sabíamos que para aquella señora no habríaprimavera. Los médicos le habían pronosticado solo unos días devida. Sé que no se debe matar la flor de una esperanza, ¿pero escorrecto sembrar una abiertamente falsa, donde ya se sabe que nova a prosperar? ¡Cómo quisiera tener una respuesta infalible!

SUGERENCIAS A LOS PASTORES

Delmar S. Smolinski y William E. Rabior, capellanes en el HospitalSt. Mary en Saginaw, Michigan, escribieron un artículo tituladoHospital visitation: What pastors should know [Visitas a los hospita-les: Lo que los pastores deben saber]. En él ofrecen varias recomen-daciones para la ministración en los hospitales. Aunque su enfoquees específicamente para pastores y pastoras, incluimos las recomen-daciones aquí por considerarlas igualmente aplicables a visitantesque no ejercen posiciones ministeriales.

1. Esté consciente de las presuposiciones básicas del cuidado pas-toral.La vida de toda persona tiene una dimensión espiritual, aunquepara algunos esa dimensión no está claramente definida. Lavoluntad de Dios es que las personas estén saludables, pero esa

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E L E VA N G E L I O D E J E S U C R I S T O



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salud no siempre se completa en esta vida. Cuando el pastorvisita a los enfermos, lo hace en el nombre y bajo la comisión deJesucristo mismo.

2. Esté consciente de las consecuencias de estar hospitalizado.Una consecuencia es la separación del hogar, la familia, lasamistades, el trabajo y otras rutinas diarias. Otra es la desinte-gración y la pérdida de control de la vida que esa separaciónconlleva. Tercera, la parálisis psico-espiritual, un sentido deimpotencia y desesperanza, puede dejar al paciente incapaz deajustarse a la enfermedad y las limitaciones correspondientes.

3. Esté consciente de su propia actitud hacia la muerte.Esto le ayudará a librarse del temor a conversaciones relacio-nadas con la mortalidad y otros asuntos incómodos de los queel paciente o sus familiares necesitan hablar.

4. Preste atención a los niveles de tensión en su propia vida.Es normal en la vida tener cierto nivel de tensión. Sin embargo,demasiada tensión puede restarle efectividad en la tarea pasto-ral. Las visitas al hospital requieren que uno esté relativamentesaludable para poder ayudar a otros.

5. Ore por y con los pacientes y sus familias. Dependiendo de las circunstancias, la oración puede ser en vozalta o silenciosa, formal o informal, espontánea o planificada. Siel paciente esté dormido o inconsciente, puede dejarle una notay orar por él o ella en silencio. En caso de un paciente no cre-yente, es prudente pedirle permiso antes de orar.

6. Esté consciente del paciente en la cama del lado y de su familia.Los otros pacientes que comparten la habitación también tie-nen necesidades espirituales. Está en orden preguntarles sidesean ser incluidos en la oración. No obstante, evite hacer pro-selitismo, a menos que la persona le pida que le hable de su fe.

7. Practique lo práctico.No visite a los enfermos si usted tiene un resfriado o cualquiercondición que puede afectar la salud del paciente. Si el hospitalrequiere que usted use guantes, mascarilla, o que se ajuste aalguna otra regla de protección al visitar un enfermo en parti-cular, obedezca. Una buena práctica es lavarse las manos conjabón antes y después de una visita al hospital para evitar pasaruna infección inadvertidamente de una persona a otra.

8. Utilice los servicios del capellán del hospital.Los capellanes y capellanas del hospital están en la mejor dis-posición de cooperar con usted en el cuidado pastoral de laspersonas de su congregación que están hospitalizadas. Siéntaseen libertad de compartir con ellos su preocupación y pedirlesque incluyan a sus pacientes en las visitas.

9. Aproveche al máximo su ministerio.


Los familiares del enfermo, el personal médico y de enfermería,también se pueden beneficiar de una palabra de estímulo y deuna oración a su favor. Nunca subestime las maneras en queDios puede usarle a usted para bendecir a otros.

10. Mantenga confidencialidad.Siempre es importante proteger la confidencialidad y privaci-dad del paciente y su familia. No comparta información confi-dencial a menos que le hayan dado permiso para hacerlo.

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ALGO EN QUÉ PENSAR

1. Piensa en otros ejemplos bíblicos de visitas a los enfermos.¿Qué principios prácticos puedes derivar de los fundamentosbíblicos de las visitas?

2. Investiga las reglas del hospital local con relación al horario devisitas, las comidas y bebidas de afuera llevadas a los enfermos,y otras normas a tener en cuenta al visitar a una persona hospi-talizada.

3. Si has tenido la experiencia de estar enfermo o enferma y te hanvenido a visitar, reflexiona sobre qué cosas te ayudaron y cuá-les, si alguna, te afectaron negativamente. Piensa en algunasrecomendaciones que les harías a los visitantes para hacer suministerio más efectivo.

4. El autor siendo un pastor pentecostal permitió que un diáconocatólico le ministrara en el hospital. ¿Piensas que hizo bien omal? ¿Por qué? ¿Qué te dice esto con relación a personas que nocomparten la misma fe, en caso de necesidad?

5. Haz una lista de las recomendaciones que hace el autor sobrelas características de las visitas a los enfermos. ¿Cuál crees quees la más importante? ¿Por qué? ¿Hay alguna con la que noestés de acuerdo? ¿Por qué? ¿Qué le añadirías o le quitarías ala lista?

6. Reflexiona sobre el dilema de si se le debe decir a la personaenferma la gravedad de su condición.

7. Lee otra vez el caso de Eduardo que aparece al final del capítu-lo. ¿Qué pudo haber hecho el autor para manejar ese caso mássabiamente, teniendo en cuenta su propia ignorancia y temor?

8. ¿Crees que fue un acto de misericordia darle esperanza a laenferma de cáncer, que él sabía le quedaban solo días de vida,o sería crueldad?

9. Si estuvieras enfermo o enferma, ¿piensas que te gustaría sabertoda la verdad sobre la gravedad de tu condición? ¿Por qué?


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Trata de hacerles esta pregunta a otras personas y compara susrespuestas con tu propia opinión.

10. De las recomendaciones finales a los pastores, ¿cuáles piensasque se aplican a visitantes que no son pastores? Comenta sobrelas recomendaciones que consideras más pertinentes.


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Capítulo 7

Algunos escogenmorirse

Ahora pues, oh Jehová, te ruego que me quites la vida; porque mejor me es la muerte que la vida.

Jonás 4:3


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Una de las experiencias más difíciles de cuidado pastoral es ofre-cer ayuda a víctimas de familiares que han cometido o intentadocometer suicidio. ¡Hablando de no saber qué decir! Esta secciónofrece ideas para una pastoral bíblica de esperanza en este tipo desituación.

UNA SOLUCIÓN INADECUADA

No importa lo que digan, el suicidio es una solución. Para losdemás es una solución descabellada, que no tiene sentido. Piensanque quien lo hace debe estar fuera de sus cabales. Pero para quiendecide que la muerte es mejor alternativa que la vida, sí es una solu-ción. Independientemente de que al tomarla cause más problemasque los que resuelve. Uno estaba en un callejón sin salida, y de pron-to… “¡Bingo, todavía estoy en control! Puedo resolver todo quitán-dome del medio.”

Y no hay que estar loco o loca para ello. Dice el escritor Paul G.Quinnett que la mayoría de las personas que se quitan la vida sonseres como usted y yo. Han llegado a un punto en que les abrumatanto la tristeza, el desánimo, el enojo, o algún otro sentimiento pode-roso fuera de control, que deciden que no vale la pena seguir vivien-do. Pero no están fuera de sí. Las estadísticas sugieren que menosde la tercera parte de las personas con tendencias suicidas sufrenalgún trastorno clínico.

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Una de las experiencias más difíciles de cui-dado pastoral es ofrecer ayuda a víctimas defamiliares que han cometido o intentado co-meter suicidio.

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El suicidio como solución plantea dos problemas insalva-bles. El primero tiene que ver con las decisiones que uno toma sintener toda la información necesaria para decidir sin equivocarse.¿Quién no ha tomado una decisión, creyendo que era la mejor almomento, para después descubrir que se equivocó?

A L G U N O S E S C O G E N M O R I R S E



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De los cuales yo soy el primero. Cuando trabajaba de supervisoren las escuelas públicas de mi país en la década del sesenta, estabaseguro de que el Volkswagen era el automóvil que necesitaba parahacer mis visitas a las escuelas. Económico, barato, confiable. Cabíaen cualquier rincón a la hora de estacionarlo. Hasta que el médicodictaminó que aquellos dolores de espalda que tanto me molestabaneran causados por estar tanto tiempo en el “Caculito” (pequeño esca-rabajo), como se le decía cariñosamente al mencionado vehículo.Aquellos asientitos tan incómodos no fueron hechos para personasaltas de estatura, que tienen que pasarse largas horas en la calle. Ladecisión había sido equivocada. Compré un auto más grande, y seacabaron los dolores.

En otra ocasión, los oficiales generales de la denominación pen-saron que lo mejor era mandarme a ministrar como presidente de unseminario teológico en las Islas Filipinas, al otro lado del mundo. Mipreparación académica era precisamente en política y liderazgo edu-cacional; así que me pareció una buena idea y fui. A las pocas sema-nas, los líderes descubrieron que esa no había sido la mejor alterna-tiva para la iglesia. Ahora me necesitaban como SuperintendenteRegional de la obra hispana en la Región Sureste de los EstadosUnidos. El cambio costó mucho dinero y varios ajustes en los nom-bramientos de la Asamblea General (¡Oh, la voluntad de la iglesia!).Pero el mundo no se acabó porque este “jíbaro” (campesino puerto-rriqueño) terminara hablando inglés y no tagalog, el idioma oficialde las Filipinas. Cualquiera se equivoca.

Nunca uno tiene toda la información a mano. Por eso es que el sui-cidio es una solución inadecuada. Hay algo que uno no sabe, quepuede ser la puerta de salida a esa encerrona que la vida nos ha tra-mado. Las cosas nunca son tan malas en la realidad como parecen.

El segundo problema tiene que ver con el primero. Guiar unVolkswagen era perjudicial a mi salud. Pero tenía remedio. El suici-dio es también perjudicial a la salud, pero es una solución final y per-manente. Suena ridículo, pero a veces quien intenta tomar su propiavida no piensa en esto. En la literatura hay muchos casos de perso-nas que intentaron suicidarse, y que en entrevistas posteriores con-fesaron que no habían considerado el hecho de que su acción erairrevocable. Absurdo, pero cierto.

POR QUÉ LOS VIVOS SE QUIEREN MATAR

El escritor Bill Blackburn afirma que cada suicidio es un intentode decir algo. Qué es lo que la persona quiere decir, y a quién se loquiere decir, son claves importantes para entender la dinámica deese fenómeno. Blackburn menciona por lo menos doce posiblesrazones por las que las personas atentan contra sus propias vidas.


1. Escapar de una situación intolerable. La mayoría de las personassuicidas quieren escapar de lo que consideran una situación sinesperanza. La esperanza que sería obvia para otros, ellas no laven

2. Castigar a los sobrevivientes. El suicidio es a menudo un acto dehostilidad, dirigido a los sobrevivientes. A veces el deseo decastigar a alguien es tan poderoso que sobrepasa el deseo devivir.

3. Atraer atención. Un intento de suicidio atrae la atención comopocas otras acciones. La gente antes te ignoraba; ahora te llenande atención motivada por la culpa, la preocupación, la confu-sión.

4. Manipular a otros. Parecido a atraer atención, pero va más allá.El deseo es lograr una respuesta, de otro modo inalcanzable, departe de un cónyuge, padre, novio, compañero de trabajo, u otrapersona significativa.

5. Unirse a un ser querido fallecido. Este es uno de los motivos másantiguos y persistentes de suicidio. Aunque no está restringidoa las personas mayores, esta es una de las razones por el altonivel de suicidio entre los ancianos.

6. Evitar castigo. Para algunos, la muerte parece más llevaderaque el castigo real o imaginario que les espera por su culpa.

7. Recibir castigo. La auto-destrucción es siempre una forma decastigo, aunque no siempre es el principal motivo detrás delacto.

8. Evitar convertirse en una carga. En un acto considerado porellos como amor genuino, algunos se auto-destruyen para noser un problema para sus seres queridos.

9. Evitar los efectos de una enfermedad temida. Si el médico lesdice que tienen cáncer, o alguna otra enfermedad incurable,algunas personas prefieren quitarse la vida a enfrentar el sufri-miento que anticipan.

10. Cumplir un capricho impulsivo. Suena extraño y aun increíble,pero un pequeño número de suicidios se puede atribuir a uncapricho sin premeditar, una fascinación con lo extraño. Estoocurre a veces entre los adolescentes aventureros.

11. Procurar martirio. Morir por alguna causa que considerannoble es para algunas personas un sacrificio valioso. Este es elcaso, por ejemplo, de algunos fanáticos religiosos o políticos.

12. Expresar amor. Por ejemplo, después de la terminación de unromance, el suicidio puede ser una forma de decirle a la otrapersona cuánto le amaba.

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Cada suicidio es un intento de decir algo. Quées lo que la persona quiere decir, y a quién selo quiere decir, son claves importantes paraentender la dinámica de ese fenómeno.

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EL SUICIDIO Y LA BIBLIA

La Biblia informa sobre siete casos de suicidio. Los describe conmuy poco comentario y sin aludir a la condenación o aprobación delas personas. Aparentemente, si quienes cometieron suicidio se per-dieron, fue por la vida que vivieron más que por el acto final. Si sefuera a hacer un resumen de las vidas de estas personas, se podríallamar tragedia.

El primer caso es el de Abimelec (Jueces 9:50-55). Este era unlíder soberbio, ambicioso y sanguinario, quien fue herido en batallapor una mujer que lanzó una piedra de molino sobre su cabeza. Alverse derrotado, Abimelec optó por el suicidio, para no sufrir el estig-ma de haber sido vencido por una mujer.

El segundo caso es Sansón (Jueces 16:23-31), paladín de Israel,cuya debilidad por las mujeres fue causa de su fracaso. Se suicidócomo un acto de venganza, en un intento de vindicar el nombre delDios de Israel, a quien había defraudado con su vida licenciosa.

Otro caso es el de Saúl, el primer rey de Israel (1 Samuel 31:1-6; 1Crónicas 10:1-14). La muerte de Saúl fue un acto heroico de guerra.Se mató en medio de una batalla perdida para impedir que el rey deIsrael cayera vivo en manos del enemigo, y que fuera profanado ytorturado en público, para vergüenza del pueblo, antes de quitarle lavida. El paje de armas de Saúl también se suicidó al ver a su lídermuerto (1 Samuel 31:5; 1 Crónicas 10:5). Quizás este último caso sepueda clasificar como de miedo o de fidelidad a su superior.

El quinto caso es el de Ahitofel, el brillante consejero del rebeldepríncipe Absalón, hijo del rey David (2 Samuel 17:1-23). El suicidiode Ahitofel podría considerarse un caso de depresión, cuando en unmomento crucial en la lucha por el trono de Israel, el príncipe esco-gió descartar su sabio consejo, echando a perder la posibilidad deéxito de un golpe de estado.

El caso de Zimri, comandante del ejército de Ela, rey de Israel, fueuno de pánico ante el fracaso de otro golpe de estado (1 Reyes 16:8-20). Zimri conspiró contra el rey y lo mató, pero el pueblo escogió aOmri, otro general del ejército, como nuevo monarca. Al verse per-dido, Zimri se encerró en el palacio y le prendió fuego.

Finalmente, está el caso de Judas (Mateo 27:5; Hechos 1:18). Las


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razones de Judas llenarían un libro; pero pueden resumirse en laprimera de la lista anterior: escapar de una situación intolerable.Muchas personas se han preguntado si Judas se perdió porque seahorcó; pero lo contrario sería más acertado. Se ahorcó porque sesintió perdido.

La base bíblica para estar en contra del suicidio no proviene deestos incidentes, sino de la comprensión de la vida como regalo deDios. De hecho, la Biblia menciona ejemplos de personas ordinarias,temerosas de Dios, que en algún momento desearon terminar susvidas antes de tiempo. Algunos de estos casos son: Moisés(Números 11:4-15), Elías (1 Reyes 19:1-4), Jonás (Jonás 1:1-12; 4:1-3),y Pablo (Filipenses 1:21-25).

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La base bíblica para estar en contra del suici-dio no proviene de estos incidentes, sino de lacomprensión de la vida como regalo de Dios.

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UNA PASTORAL DE ESPERANZA

La enseñanza cristiana más antigua en contra del suicidio surgióen parte porque muchos cristianos estaban buscando el martirio amanos de los romanos. Agustín, obispo de Hipona, escribió en con-tra del suicidio, tomando algunos de sus argumentos del Phaedo, dePlatón. Agustín también discutía en contra del suicidio usando la pre-misa teológica de que la vida es un don de Dios y por consiguiente,debe ser atesorada y no destruida. Según él, suicidio era lo mismoque asesinato.

A través de Agustín heredamos la noción errónea de que el suici-dio es un pecado imperdonable y que todas las personas que atentancontra sus vidas se condenan eternamente. Aunque es indiscutibleque Dios se opone claramente a la destrucción de la vida, hay algu-nas preguntas de las cuales no tenemos respuesta: ¿Es toda muerteun asesinato? ¿Qué tal de las muertes accidentales? ¿Las que sehacen en defensa propia? ¿Las que son actos de guerra?

Tampoco tenemos respuestas individuales a por qué una personase quitó la vida. Por tanto, no podemos arriesgarnos a condenar loque no sabemos. ¡Estamos en contra del suicidio! Esto no necesitaargumentación. Pero también estamos en contra del ministerio decondenar y decidir por nosotros mismos quién va al cielo y quién alinfierno. ¡Como si alguien nos hubiera legado esa potestad!

¿Van al infierno cuantos se suicidan? ¿Cómo se salva una per-sona? Creyendo en Jesucristo (Hechos 16:31; Juan 14:6; Juan 1:12).

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¿Qué condena a una persona al infierno? No creer en Jesús(Juan 3:18).

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Agustín discutía en contra del suicidio usandola premisa teológica de que la vida es un donde Dios y por consiguiente, debe ser atesora-da y no destruida. Según él, suicidio era lomismo que asesinato.

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Una pastoral de esperanza se concentra en consolar a los quesufren, sin emitir juicio sobre los muertos. Solo Dios sabe quién ypor qué halla misericordia. Solo Dios sabe si alguien que nosotrospensamos murió en un accidente, realmente se quitó la vida porqueya no podía más. Solo Dios sabe si alguien que se quitó la vida lo hizoen un momento de tanta desesperación, desajuste, o crisis, que noera responsable de sus acciones; o que ya había muerto emocional-mente, o quién sabe qué.

Gracias a Dios, que nosotros no somos quienes repartimos losboletos de entrada al reino de los cielos. Pero sí somos llamados yllamadas a enjugar lágrimas, consolar enlutados, dar gloria en vez deceniza. Para eso nos capacitó el Espíritu del Señor (Isaías 61:1-3).

Muchos creyentes que atentan contra sus vidas comienzan con unsentido de soledad, vaciedad moral y espiritual. Una pastoral deesperanza puede ayudarles a saber que Dios está en control auncuando parece lo contrario; que hay alguien que se preocupa; que notodo está perdido. En más de una ocasión me han preguntado sialguna vez durante mi crisis sentí deseos de terminar mi vida. La res-puesta es definitivamente no; había demasiada gente buena a mi alre-dedor, ofreciéndome esperanza y razones poderosas para seguirviviendo, que nunca pensé en la muerte como una alternativa a midolor.

Un importante principio de cuidado pastoral ante el suicidio espreocuparnos menos por condenar y más por hacerles cada vez másdifícil a las personas que nos rodean la tarea de irse al infierno sinesperanza.

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ALGO EN QUÉ PENSAR

1. El autor empieza diciendo que no importa lo que digan, el sui-cidio es una solución. ¿Qué quiere decir con esto? ¿Estás deacuerdo? ¿Qué peligro hay en tomar esa afirmación fuera decontexto?


2. ¿Qué problemas insalvables tiene el suicidio como solución? ¿Aqué otras situaciones, además del suicidio, podrían aplicarseesos problemas?

3. ¿Conoces a alguien que ha atentado contra su vida? ¿Cuál de lasposibles razones que menciona el autor, si alguna, piensas queaplica a ese caso?

4. Analiza los casos de suicidio en la Biblia. ¿Cuál de las razonesantes mencionadas piensas que mejor aplica en cada caso?

5. ¿Por qué piensas que algunos predicadores insisten en quetodas las personas que se suicidan van al infierno sin remedio?¿Cuál es tu opinión personal al respecto? ¿Por qué?

6. ¿Qué elementos incluirías en una pastoral de esperanza sobre elsuicidio?

7. Imagínate que tienes que predicar un sermón funeral en uncaso de suicidio. Piensa en pasajes bíblicos que te ayudarían apredicar una pastoral de esperanza.

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Capítulo 8

Amar es arriesgado

El amor es sufrido, es benigno… todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.

1 Corintios 13:4, 7


A M A R E S A R R I E S G A D O

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RIESGOS DEL CUIDADO PASTORAL

El cuidado pastoral conlleva muchos riesgos. No me refiero a ries-gos legales de posibles demandas por prácticas erróneas, sino a losriesgos del amor. A importarle a uno lo que les ocurre a los demás,y sufrir desaires, rechazos, frustraciones y pérdidas como resultadode nuestro involucramiento emocional en las necesidades ajenas.Como cuando tratamos por todos los medios de ayudar a una parejaque tiene problemas matrimoniales y de todas maneras se divorcian.O cuando en aras de la paz pedimos perdón, aun sintiendo quesomos la parte ofendida, y la otra persona se niega a perdonar. Ocuando oramos por un enfermo, con toda la fe de que se va a sanary de todos modos se muere. Es lo que el profesor Patton llama elriesgo de los límites humanos y la pérdida de la persona a quiendamos cuidado.

Hay diferentes tipos de pérdida, tales como muerte, divorcio,separación, incapacidad, enfermedad incurable, e incluso pérdidasemocionales como la ruptura de una relación de amistad. Una de lasque más drena la energía de quien da cuidado pastoral es la sensa-ción de impotencia y fragilidad humana que se experimenta ante larealidad de la muerte.

LA MUERTE Y LA FE

Los que tienen fe también se mueren. La fe no es antídoto para la muerte. A pesar de todo lo que nos han

enseñado, la verdad es que algunas veces uno ora con fe y la perso-na se sana. Otras veces ora con fe y la persona se muere. Entonces,¿cuál es la diferencia, si es que hay alguna?

Pues sí la hay y es muy grande. La fe no nos protege contra loscontratiempos y las calamidades que les ocurren a todos los seresvivientes. Pero sí nos protege contra la turbación y el miedo (Juan14:27), el sentimiento de vergüenza y confusión (Romanos 10:9-11),el desánimo y la impotencia ante el dolor (1 Corintios 15:19, 51-58;1 Tesalonicenses 4:13-18). Dicho de otro modo, a los que tienen fey a los que no la tienen les sucede lo mismo. La diferencia está en lasactitudes que unos y otros asumen ante las circunstancias de la vida.


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Una de las pérdidas que más drena la energíade quien da cuidado pastoral es la sensaciónde impotencia y fragilidad humana que seexperimenta ante la realidad de la muerte.

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La muerte de un ser querido es una experiencia muy dolorosa.Implica pérdida irreparable, separación permanente, ruptura derelaciones, discontinuidad de actividades, desorientación e inseguri-dad ante una fuerza misteriosa más poderosa que uno mismo.Dependiendo del grado de intimidad que uno tiene con el ser queperdió, la recuperación de un sentido de normalidad puede tomarmeses, o incluso años.

Ahí es donde la fe hace la diferencia. Si uno pierde al padre, lamadre, el o la cónyuge, un hijo o cualquier otro ser a quien le unenlazos íntimos, puede sentir como si el mundo se acabara. Pero Diosle hace ver que todavía Él está en control, que todo va a salir bien,que la vida continúa con todas sus riquezas y posibilidades, que eldolor es una parte real en la experiencia de todos los seres vivos. Yahí es donde el cuidado pastoral, por medio del ministerio de la pre-sencia y el consuelo, encarna al Dios de toda consolación a través delas personas que se arriesgan a amarnos.

Una cosa es tener fe en la fe y otra cosa es tener fe en Dios. La pri-mera es un caso sutil de egoísmo e idolatría. Es pensar que mi fe esla que hace que las cosas ocurran o dejen de ocurrir. Es la teologíadetrás de la llamada “súper-fe”; que si yo tengo fe consigo todo lo quequiero y no me puede suceder nada malo. Lo malo con esta posiciónes que no se ajusta a la realidad: los que tienen fe también se mue-ren. La segunda, la fe en Dios, afirma que aunque yo esté en el vallede sombra de muerte, no tengo que temer mal alguno porque Diosestá conmigo. No me garantiza la ausencia de dolor, pero me garan-tiza algo mejor: la presencia de Dios dándome aliento, caminandoconmigo en la angustia, haciendo de esta vida una experiencia boni-ta que vale la pena y tiene sentido. Esta fe no depende de mi fe, sinodel Dios que ha prometido su paz (Juan 14:27; 16:33), que sobrepasatoda comprensión humana (Filipenses 4:7).

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Una cosa es tener fe en la fe y otra cosa estener fe en Dios. La primera es un caso sutilde egoísmo e idolatría. Es pensar que mi fe esla que hace que las cosas ocurran o dejen deocurrir.

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Parafraseando a Pablo en su consejo a los filipenses: “Asumanuna actitud de gozo y vivan como que el Señor está cerca de ustedes.No se desesperen por nada, sino preséntenselo todo a Dios en ora-ción con acción de gracias, y Dios les dará paz” (Filipenses 4:4-7).Los que tienen fe también se mueren, pero en esta vida hay cosasmás desesperantes que la muerte. Como por ejemplo, la ausencia dela paz de Dios, que le da sentido a la experiencia de vivir, y la ausen-cia de personas que me hagan sentir que yo le importo a Dios y queÉl actúa a mi favor.

EL DESEO DE DESPERDONAR

Hace muchos años tuve un problema con una compañera de ofi-cina, quien tenía fama de ser una persona desagradable. Terminédiciéndole una frase grosera y ofensiva que en mi opinión se mere-cía. Pasó el tiempo y dejé el trabajo de oficina para dedicarme delleno al ministerio; pero siempre me quedó la conciencia de quehabía actuado mal. Había perdido todo contacto con la dama en cues-tión e incluso me había mudado a otro país a ministrar. De todosmodos, un día conseguí su dirección y le escribí recordándole el inci-dente, y pidiéndole que me perdonara.

La respuesta de ella me desilusionó. Aparentemente, seguía sien-do tan desagradable como siempre. En ningún momento dijo queme perdonaba. Las ganas que me dieron fueron de escribirle denuevo, retirándole el pedido de perdón.

En esa experiencia aprendí que el perdón es costoso. De hecho,conlleva un doble riesgo. Por un lado, yo tengo la obligación de pedirperdón, pero no puedo obligar a la otra persona a perdonarme. Esaes decisión solamente suya. Por el otro, tengo la obligación de per-donar, pero no puedo obligar a nadie a aceptar mi perdón. Pablo dice:Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos loshombres (Romanos 12:18). Perdonar y pedir perdón a mi antiguacompañera de trabajo dependía de mí. La reacción de ella estabafuera de mi control. Cuando hice lo que me correspondía, sentí paz.

Una de las tareas más hermosas de cuidado pastoral es ayudar aalguien a experimentar perdón, tanto recibido como ofrecido. Elodio, resentimiento, deseo de venganza, y otros sentimientos simila-res, forman una prisión horrible para quien los sostiene. Lo peor esque le hacen más daño a la persona que odia que a la odiada. En esesentido son instrumentos de auto destrucción. En cambio, perdonarliberta.

Hay quienes insisten que no perdonan porque no sienten deseosde perdonar, porque la otra persona no merece perdón, o porque nova a cambiar y puede herirles otra vez. La respuesta a la primera

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parte es que perdonar no depende de deseos sino de una acción dela voluntad. Perdonamos porque tomamos la decisión de hacerlo,porque es lo correcto, porque Dios ordena que perdonemos como Élnos perdonó. Una vez tomemos la decisión, entonces sentiremos laemoción tan agradable que conlleva.

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Una de las tareas más hermosas de cuidadopastoral es ayudar a alguien a experimentarperdón, tanto recibido como ofrecido.

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La respuesta a la segunda parte es que el perdón no depende delos méritos del perdonado, sino de una necesidad del perdonador.No perdono porque la otra persona lo merezca, sino porque yo nece-sito ser libre de mis resentimientos. La tercera parte, que la perso-na puede seguir siendo mala y tratar de herirme es desafortunada-mente cierto. Ese es uno de los riesgos del perdón. En ese caso, yopuedo evitar el contacto futuro con esa persona. O si eso es imposi-ble, puedo estar alerta para en cuanto dependa de mí, prevenir queme vuelva a hacer mal. Pero puedo hacerlo sin odiar a la persona nitratar de hacerle daño. Al contrario, alguien así merece compasión.Si ella se tolera a sí misma veinticuatro horas al día siete días a lasemana, yo puedo hacer un esfuerzo y tolerarla de vez en cuando singuardarle rencor.

Una experiencia rara y a la vez sublime es la capacidad de perdo-nar o pedir perdón a alguien que ya se murió. No es que tratemos delidiar con un fantasma. En ese caso dialogamos con la imagen y elrecuerdo de la persona, que aun vive dentro de nosotros, hasta quelogramos perdonarla o sentir su perdón según sea el caso. Si ustedtiene un perdón sin resolver con un ser querido (u odiado) ya falle-cido, las buenas noticias son que no es demasiado tarde para usted.Identifique a un pastor o pastora de confianza y experiencia, o algu-na otra persona en el campo de asesoramiento, para que le ayude conesta situación. Se sorprenderá de la liberación que está a su alcance.

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El perdón no depende de los méritos del per-donado, sino de una necesidad del perdona-dor. No perdono porque la otra persona lomerezca, sino porque yo necesito ser libre demis resentimientos.

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La pastora y escritora Ada Ortiz de Pagán, en el poema “La espe-ranza del enemigo”, publicado en la página 24 del libro del mismonombre, describe magistralmente la lucha que tiene una personaconsigo misma, cuando oye la voz de Dios que le invita a perdonar asu enemigo.

Maestro, ¿qué dices?Difícil es para mí lo que has pedido… Es suave amar a un amigo,A un extranjero, a un conocido.Pero… ¿amar a un enemigo?¡Me parecen, Señor, palabras fuertes.Duras, suenan sin sentido!

Finalmente, Dios le convence que el perdón es la única esperan-za que le queda al enemigo para convertirse en amigo… “Y más queamigo, ¡será tu hermano!”

EL DOLOR DE UNA PÉRDIDA

Rubén… Loraine… Lilliam… Marta… Agnes… Haydeé… ¿Quétienen en común estas personas? Todos fueron jóvenes prometedo-res a quienes amé como a hijos o hermanos. Todos están muertos,víctimas de cáncer. Rubén era un maestro excepcional, escritor,amigo. Lo quería como a un hijo mayor. En un tiempo en que laenfermedad estuvo en remisión, nos gozamos celebrando su sani-dad. Pero el tumor regresó con venganza y acabó con Rubén, dejan-do una viuda y cuatro hijos pequeños huérfanos. ¡Qué mucho medolió!

Loraine era hermosa, con una familia linda y un futuro promete-dor. Los tumores la desfiguraron. Murió paralizada. Todavía meparece escuchar sus gritos desgarradores cada vez que entraba albaño del hospital. Marta, sin ser de la familia, me decía tío y me tra-taba como si lo fuera. Era esposa de un ejecutivo denominacional ymuy útil en el ministerio. Lilliam era una bibliotecaria profesional,dedicada en cuerpo y alma al servicio del Señor. Agnes, joven espo-sa de pastor y con tres niños pequeños, era el alma de la fiesta. Elcáncer se la comió en menos de dos meses. Haydeé, luchadora hastael último momento, me daba ánimo en mi crisis, cuando coincidimosen el mismo hospital a raíz de mi infarto. Al final, cuando yacía mori-bunda en el hogar, los vecinos amenazaban con llamar a la policíaporque sus gritos de dolor les impedían dormir.

¿Qué hacer… dejar de amar? ¿Hacerse inmune o insensible aldolor?




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¿Pretender que las enfermedades mortales no existen, que sonproducto de la falta de fe?

¿Atribuirle a la voluntad de Dios todo lo que no entendemos? ¿Oaceptar que el dolor existe, que amar es arriesgado, y que hay cosasque no tienen explicación?

Una profetisa les dijo a los hijos de Loraine, ¡dizque de parte delSeñor!, que su mamá no se sanaba porque ellos no tenían fe. Así queademás de la angustia de ver a su madre morir, ahora tenían el pesoadicional de la culpabilidad. Me pregunto qué dios (así con minús-cula) es capaz de ensañarse de ese modo en unos niños, de por síconfundidos, que ven morir a su madre en una agonía terrible.

Con frecuencia se escucha decir: “No voy a visitar a Marta porqueno puedo resistir verla como sufre”. Con esa filosofía añadimos sole-dad a la cruz del dolor. Pensamos primero en nuestra propia protec-ción contra el sufrimiento que en el alivio que nuestra presenciapodría proporcionar aunque sea por unos momentos. En contraste,el cuidado pastoral, demostrarles a quienes sufren que su dolor nosimporta, es una responsabilidad y un privilegio.

Todas las enfermedades son igualmente malas, pero se me ocu-rre que cada quien tiene una que considera la peor. Sin contar las delos niños, que son horribles no importa cómo se llamen, pienso quelas enfermedades mentales son las más insensatas. El SIDA es lamás abusadora, el cáncer la más cruel, la diabetes la más antipática.De la enfermedad del corazón, que es la que yo padezco, no me atre-vo decir nada, no sea que me escuche, se enoje y se desquite con-migo.

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En ocasiones pensamos primero en nuestrapropia protección contra el sufrimiento que enel alivio que nuestra presencia podría propor-cionar a alguien que sufre, aunque sea porunos momentos.

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Sería mejor morir de viejo, todavía saludable y sin padecer nadagrave.

Pero la vida no es así. Antes que disimular su propio sentido deimpotencia buscando a quién echarle la culpa por lo que uno consi-dera un fracaso de la fe, es mejor aceptar que el mundo no está bajonuestro control. Que aun las mejores intenciones no pueden impedirque alguien se divorcie, se mude lejos para siempre, se enoje y nonos quiera perdonar, o simplemente se muera. Sí podemos ofreceruna mano de ayuda, una palabra de consuelo, un rayo de esperanza,aunque nos cause sufrimiento. Ningún dolor es pequeño para quien


lo sufre. Pero el dolor compartido es más llevadero. Incluso, nosarriesgamos a que la persona a quien queremos ayudar con su dolorrechace nuestra ayuda. Esos son los peligros del amor.

Amar es arriesgado, pero no amar es un riesgo mayor porque nosdeshumaniza. Rubén y los demás vivieron poco, pero enriquecieronmi vida. Me dieron lecciones del valor de mantenerse firmes aun encaminos de sombra de muerte. Algunos de ellos, moribundos en suscamas, cuando oyeron de mi infarto se preocuparon por mi estadode salud.

Con razón decía Amado Nervo:

Si nadie sabe ni por qué vivimos,Ni por qué muramos;Si nadie sabe ni por qué vinimos,Ni por qué nos vamos.Si en un mar de tinieblas nos movemos,Si todo es noche en derredor y arcano...¡A lo menos amemos!Quizá no sea en vano.

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Amar es arriesgado, pero no amar es un ries-go mayor porque nos deshumaniza.

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ALGO EN QUÉ PENSAR

1. Reflexiona sobre la afirmación: “Los que tienen fe también semueren.” ¿Qué implicaciones le encuentras a esta afirmaciónpara tu propio concepto sobre la fe?

2. ¿Qué diferencia hace el autor entre tener fe en la fe y tener feen Dios? ¿Estás de acuerdo con él? Comenta sobre ejemplos enlos cuales nuestra fe está “en la fe”.

3. Piensa en situaciones en las cuales uno siente deseos de “des-perdonar” a alguien. ¿Qué se puede hacer en esos casos para nocaer en la prisión de la falta de perdón?

4. Reflexiona sobre la posibilidad de perdonar o pedir perdón aalguien que haya muerto. Si tienes duda, consulta con el pastoro alguien más con experiencia en asesoramiento pastoral.

5. Analiza la actitud de la persona que profetizó a los hijos de unaseñora enferma, que su madre se moría porque ellos no teníanfe. ¿Por qué piensas que lo hizo? ¿Qué pudo haber hecho la pro-fetisa a favor de esta familia?

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6. Haz una lista de acciones concretas de cuidado pastoral que sepueden realizar a favor de personas quienes sabemos quesufren de enfermedad terminal.

7. Haz un resumen de los peligros del amor.


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Capítulo 9

Dos oídosy una lengua

Acércate más para oír.

Eclesiastés 5:1


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EL ARTE DE ESCUCHAR

Mamá Valé decía: “El hombre (y la mujer también) tiene dosoídos y una sola lengua, como si la misma naturaleza quisiera decir-le: Oye mucho y habla poco”. El problema es que a la gente no legusta escuchar. Y si escuchan, oyen lo que quieren oír, no lo que túles dices.

Hay una anécdota sobre el finado presidente de los EstadosUnidos, Franklin Delano Roosevelt, de una ocasión en la que quisocomprobar que la gente no escucha lo que uno le dice. Había unarecepción en la Casa Blanca, residencia presidencial. El primer man-datario recibía a los invitados en la puerta. Según iban llegando, lesestrechaba la mano y le decía a cada uno: “Anoche asesiné a mi sue-gra”. Con una sola excepción, todos le contestaban con el saludo derigor: “Encantado, Señor Presidente”; “Muchas gracias por la invita-ción”; “Muy bien, ¿y usted?”, y así por el estilo. Solamente un invita-do le dijo muy seriamente: “Me alegro, se lo merecía”.

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El hombre (y la mujer también) tiene dosoídos y una sola lengua, como si la mismanaturaleza quisiera decirle: “Oye mucho yhabla poco”. El problema es que a la gente nole gusta escuchar.

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Una de las formas mas efectivas de cuidado pastoral es oír lo quelas personas dicen; lo que dicen con lo que dicen y lo que dicen conlo que no dicen. A veces los silencios, gestos, expresiones faciales ycorporales, hablan más fuerte que las palabras. Pero hay que estaratentos para poder oír.

En más de una ocasión, alguien ha venido donde mí a buscarayuda para un problema. Mientras me cuenta la situación, ella o élmismo ha encontrado la solución. Solamente necesitaba que le ayu-daran a organizar sus pensamientos, a articular el problema, aentender sus sentimientos. Para eso le bastaba un oído receptivo.

El doctor Michael P. Nichols, profesor de psicología en el Colegio

D O S O Í D O S Y U N A L E N G U A



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William and Mary en los Estados Unidos, y autor del libro The LostArt of Listening [El arte perdido de escuchar], dice que nada hieremás que el sentido de que la gente cercana a nosotros realmente noestá escuchando lo que tenemos que decir. Añade que la mayoría denosotros pensamos de nosotros mismos como que somos mejoresoidores de lo que realmente somos. Esto es algo en qué pensar.

Escuchar con atención es un arte que requiere práctica y discipli-na. Conlleva suprimir nuestro propio impulso de hablar, y someter-nos a la necesidad de atención de la otra persona. También requiereestar conscientes de nuestras propias inseguridades y prejuicios quenos bloquean para no escuchar lo que tememos o rechazamos. Nodepende tanto de técnicas objetivas como de un esfuerzo sincero porentender lo que está ocurriendo en el mundo privado de la expe-riencia de la otra persona.

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La mayoría de nosotros pensamos de nosotrosmismos como que somos mejores oidores delo que realmente somos. Esto es algo en quépensar.

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Algunos escritores hacen diferencia entre escuchar y oír. Porejemplo, el diccionario define oír como percibir el sonido, y escucharcomo prestar atención a lo que se oye. Sin embargo, también diceque oír es darse por entendido y escuchar es aplicar el oído. Asípues, a menos que el contexto indique lo contrario, utilizaremosambos conceptos indistintamente en esta presentación.

FORMAS DE ESCUCHAR

Dependiendo de nuestro estado de ánimo, nuestra relación con yactitud hacia el interlocutor, e incluso de nuestro carácter y nuestrahistoria, podemos escuchar pasiva, agresiva o activamente.

Oído pasivo.- Escuchamos pasivamente cuando oímos el sonidode las palabras, pero no prestamos atención al mensaje que nosestán transmitiendo. Como dice el refrán, es como quien oye llover.Es oír con cortesía pero sin interés.

Hay que admitir que algunas personas son mas fáciles de escu-char que otras. Por ejemplo, alguien que siempre se está quejandonos predispone a no prestarle mucha atención. Otras personas pare-ce que las vacunaron con sangre de cotorra: hablan y hablan hasta elcansancio de sus enfermedades, de los parientes, de lo difícil que seha puesto la economía, y de mil trivialidades que al oyente no le inte-


resan. Si tuvieran que pagar contribuciones por el uso de la lengua,fácilmente ayudarían al país a cancelar la deuda externa. A estoshabladores crónicos, cuando no les podemos evitar, por lo generalles prestamos nuestros oídos pero no nuestra atención.

Otras veces escuchamos pasivamente porque no sentimos ningúnlazo de relación con la persona que nos habla, como por ejemplo,cuando vamos en el autobús y el compañero de asiento es un extra-ño con deseos de hablar de temas que no nos interesan. Tal vez esta-mos cansados o tenemos preocupaciones de las que no nos quere-mos distraer y por eso escuchamos pasivamente.

Hay personas que no están acostumbradas a que las escuchen.Por eso cuando hablan se expresan con vaguedad o a la defensiva, locual a larga resulta en un círculo vicioso de oidores pasivos. Elsacerdote venezolano Ricardo Bulmez, en la página 203 de su libroEl arte de combinar el sí con el no, cuenta de un caso como este. Unhombre vino donde el sacerdote a exponerle su problema matrimo-nial. Aparentemente, la esposa lo quería abandonar porque ya no loamaba y le echaba toda la culpa a él. Él quería salvar el hogar pero laesposa estaba decidida a divorciarse. Le pedía al pastor que porfavor, hablara con ella.

Después que el hombre se desahogó, el pastor le dijo: “Dile a tuesposa que quiero escucharla”.

“Sí, padre”, le dijo, “le voy a decir que usted quiere hablar conella.”

“No, no le digas así”, insistió el religioso. “Dile: Hablé con el padrey él quiere escucharte a ti también”.

“Se lo diré, pero sé que esa no va a venir”, dijo el hombre desani-mado.

“Pero acuérdate; dile que la quiero escuchar. ¿Cómo le vas adecir?”

“Le voy a decir que usted quiere hablar con ella pero no va a venir,lo sé.”

“No, no así. Es así, grábatelo bien: Hablé con el padre y él quiereescucharte a ti también. ¿Cómo le vas a decir?”

El hombre repitió la frase, pero al salir sentenció: “Así se lo diré,pero yo sé que no va a venir. Esa mujer es sorda como una mula y noquiere escuchar a nadie”.

El sacerdote concluyó que el hombre era bueno y amaba a sumujer, pero no sabía escucharla. Esta era una familia donde la gentehablaba, pero no sabía escuchar. Gracias a la sabiduría del pastor, elcaso tuvo un final feliz.

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Escuchamos pasivamente cuando oímos elsonido de las palabras, pero no prestamosatención al mensaje que nos están transmi-tiendo.

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Bulmez termina diciendo que en un ambiente de conflicto, no sele debe decir a la persona, “quiero hablar contigo”, sino “quiero escu-charte”. Lo primero suena a un ataque y lo es, lo segundo es una invi-tación. Cuando uno se siente atacado se vuelve sordo, y tambiéncuando uno es el que ataca, afirma el sacerdote. Eso nos lleva a lasegunda forma de escuchar: oído agresivo.

Oído agresivo.- Escuchamos agresivamente cuando nos interesamás introducir nuestra propia agenda en la conversación que serreceptivos y respondentes a lo que la otra persona está diciendo.Todos hemos pasado por la experiencia de tratar de contarle algo aalguien, y escucharle decir: “Eso me recuerda a mí algo parecido queme pasó una vez cuando…” De ahí en adelante “no sueltan los dadosen el resto del juego”, como reza el dicho pueblerino, dejándonosuna sensación de frustración e impotencia. Quizás teníamos algoimportante que decir y no queríamos oír tu historia hasta que pudié-ramos contarte qué nos pasó y cómo nos sentíamos. Pero no nosdiste la bondad de tu atención y afirmación. La próxima vez, no tecontamos nada. (Aunque a ti te va a dar lo mismo, porque otra vezvas a “monopolizar los dados”. Tus necesidades de atención no tevan a dejar atender las mías.)

Otras formas de oído agresivo son cuando interrumpimos paradecir: “Si yo fuera tú, haría tal o cual cosa…”, que según Nichols setraduce: “Deja de molestarme con tus lamentos y haz algo al respec-to”. O: “No te sientas así”. Traducción: “No me molestes con tumolestia”. Dice Nichols que muchas de las fallas en escuchar se tra-ducen en decirle a otra persona que no se sienta de la manera que sesiente. Es frustrante, añade, cuando la gente nos dice que no debe-mos preocuparnos, o sentirnos culpables, o estar tan asustados. Laintención puede ser generosa, pero el efecto es privarnos de la opor-tunidad de tener nuestros sentimientos aceptados y validados. Claro,hay tiempo para el estímulo y el consejo. El punto aquí es que eloidor agresivo no me da tiempo para ventilar mis sentimientos anteun oidor generoso y comprensivo, sino que me interrumpe y se ponea sí mismo en el centro del círculo de la conversación, de esa mane-ra desplazándome sin misericordia.


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Escuchamos agresivamente cuando nos inte-resa más introducir nuestra propia agenda enla conversación que ser receptivos y respon-dentes a lo que la otra persona está diciendo.

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Esto nos lleva a la tercera forma de oír: el oído activo.Oído activo.- Nuestra manera de escuchar a otros depende en

gran parte de cómo nos escuchamos a nosotros mismos. Esto serefiere a cómo aceptamos y respetamos nuestros propios sentimien-tos, la medida en que estamos conscientes de nuestras necesidadesde atención y afirmación, nuestros prejuicios y valores, y en fin, elmundo interno que condiciona la forma en que nos comunicamos yreaccionamos a las comunicaciones de los demás. Por ejemplo,Nichols afirma que nuestras interrupciones crónicas son mensajesde nuestro espíritu interno acerca de algo que necesitamos cambiaro atender en nuestras vidas.

Escuchar activamente depende de la capacidad que tengamos deresistir el impulso de imponer nuestra agenda en la conversación porencima de la de nuestro interlocutor. El problema es que él o ella nonos puede escuchar activamente hasta que su agenda sea validada.Así pues, al sabotear su historia, también saboteamos la nuestra. Porel contrario, cuando escuchamos sin defendernos, criticar, o maldisimular nuestra impaciencia, estamos dando lo mejor de nosotrosy ganando el derecho de ser reciprocados. Nuevamente, aquí está elcorazón del cuidado pastoral: acompañarme en mi necesidad decomunicar mi mundo interior.

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Escuchar activamente depende de la capaci-dad que tengamos de resistir el impulso deimponer nuestra agenda en la conversaciónpor encima de la de nuestro interlocutor.

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Mi propia experiencia de cuidado pastoral me ha enseñado que envez de escuchar pasivamente, puedo hacer preguntas específicasque ayudan a la otra persona a expresar sus sentimientos o elaborarlo que está pensando. Para entender mejor, puedo concentrarme ensus expresiones no verbales, imaginar cómo se siente, refrasear loque me dice en mis propias palabras, mirarle directamente a los ojos,y otras actitudes creativas que transmiten el mensaje: “Tú eresimportante para mí y mereces mi atención”.


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De vez en cuando me sorprendo a mí mismo ansioso porinterrumpir, especialmente cuando lo que la otra persona dice tocauna fibra sensitiva de mi ser interior. Pero el respeto a la dignidadhumana se interpone, y una voz diminuta me recuerda: No tienesque ser la novia en cada boda ni el muerto en cada entierro. Tumomento vendrá; no eches a perder el de él (o el de ella). Entoncesme digo a mí mismo: Mismo, acuérdate cómo te sientes cuandoalguien te roba la atención; no lo hagas con otro. Y caso resuelto.Claro, es más fácil decirlo que hacerlo, pero se puede si se quiere.

ESCUCHAR ES UNA DESTREZA

Comenzamos esta explicación diciendo que escuchar es una des-treza que requiere práctica y disciplina. Sin embargo, es mucho másque una simple técnica que podemos practicar como un deporte,hasta que nos hagamos expertos en disimular nuestro aburrimientocon los problemas de los demás.

Escuchar activamente habla del respeto que nos tenemos a noso-tros mismos y a otras personas como seres dignos de atención.Conlleva apertura y empatía hacia los demás, y también una con-ciencia clara sobre nosotros mismos, nuestras necesidades emocio-nales de escuchar y ser escuchados. La gente paga millones de dóla-res a psiquiatras, psicólogos y otros profesionales de la conductapara que les escuchen. Nosotros, los seres humanos independiente-mente de nuestra preparación profesional, tenemos dos oídos quepodrían hacer mucho bien si oyéramos más, activamente, y hablára-mos menos.

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Escuchar activamente habla del respeto quenos tenemos a nosotros mismos y a otras per-sonas como seres dignos de atención.

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Cosa difícil estamos pidiendo, pero es parte importante de la tareade cuidado pastoral, de un mundo que clama a voz en cuello: ¡Poramor de Dios, alguien escúcheme!


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ALGO EN QUÉ PENSAR

1. ¿Conoces a alguien a quien te da trabajo escuchar? ¿Por quécrees que es así?

2. El autor habla de oído pasivo, oído agresivo y oído activo. ¿Cuálde los tres piensas que mejor describe tu forma más común deescuchar? ¿A qué atribuyes esto?

3. El pastor Bulmez tuvo la experiencia de una familia que hablapero no escucha. ¿Conoces alguna situación parecida? ¿Cuálesserán las causas que propician tal situación? ¿Qué podría hacerun consejero o consejera para ayudar a sanar un escenariocomo este?

4. Piensa en situaciones bíblicas, en que Jesús le brindó cuidadopastoral a alguna persona escuchándole. ¿Qué lecciones prácti-cas se derivan de esas situaciones?

5. Resume tu opinión de en qué sentido escuchar es una forma decuidado pastoral.


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Capítulo 10

Cuando uno se pone viejo

Mozo fui y he envejecido.

Salmos 37:25


AHORA SOMOS DE ORO

El problema con la gente es que no se quiere morir, pero tampo-co quieren ponerse viejos. Y eso no se puede. Incluso, ahora no espolíticamente correcto hablar de viejos ni de ancianos. Somos enve-jecientes o envejecidos, geriátricos, personas de la tercera edad oedad de oro, o cualquier otro nombre eufemístico que disimule larealidad de que los que no se mueren jóvenes, indefectiblemente seponen viejos.

Cuando oigo decir que los viejos somos de oro, me está gracioso,porque la canción española que me enseñaron de niño decía otracosa: “Las solteras son de oro, las casadas son de plata, y las viudas sonde cobre, y las viejas de hojalata…” Menos mal que cambiaron elmaterial de nosotros los menos jóvenes. ¿De qué harán las solterasahora?

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El problema con la gente es que no se quieremorir, pero tampoco quieren ponerse viejos. Yeso no se puede.

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Se podrá cambiar el idioma, y es bueno que se haga si eso hacesentir mejor a uno. Pero no se puede cambiar la realidad de losachaques de vejez. Que aunque sea políticamente correcto decir queel ciego del camino estaba “visualmente impedido”, el endemoniadogadareno “mentalmente limitado”, y Lázaro “permanentemente des-habilitado”, la verdad es que uno estaba totalmente ciego, el otroloquito de remate, y el tercero muerto sin remedio. La ventaja quelos de la “tercera edad” les llevamos a estos es que viejo depende enparte de cómo uno se siente, mientras que muerto no tiene alterna-tiva. Mi papá tenía noventa y cinco años cuando decía: “El problemaes que yo no me quiero poner viejo”. Tradicionalmente, no importala edad que uno tenga, viejo es alguien que tiene por lo menos quin-ce o veinte años más que uno.

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C U A N D O U N O S E P O N E V I E J O


EL CABALLO DE DON PANCHO

Aunque tomemos a broma lo de la corrección política, no esbroma que las personas mayores necesitan cuidado pastoral, y aveces por negligencia se lo negamos. Mi hermano Helio escribió unaanécdota que le contó un pastor retirado, quien se sentía huérfanode cuidado pastoral. Él la tituló “El caballo de don Pancho”.

Cuenta Helio que fue a visitar al pastor Juan Febo y este le hablóde que, cuando era niño, junto a la finca de sus padres vivía un hacen-dado conocido por don Pancho.Don Pancho usaba sus caballos parallevar las cosechas de la finca a la casa y al mercado y para algunospaseos. Desde adolescente, Juan observaba algo que le estaba curio-so e intrigante.Y era que cuando algún caballo se enfermaba o enve-jecía, don Pancho lo llevaba cerca de un precipicio y le disparaba conuna escopeta.

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————————————foto del caballo—————————————————————————————-

El caballo rodaba barranca abajo. Si no moría por el escopetazo,llegaba al fondo muerto por los golpes que recibía cuesta abajo en surodada. Cuando Juan llegó a joven no pudo soportar más aquellacrueldad; así que decidió intentar hacer algo para detener aquel“equinocidio”. Habló con su papá: “Papá, ¿por qué don Pancho mataa sus caballos cuando se enferman o llegan a viejos? Tanto que hantrabajado, tanta carga sobre sus lomos, tantos latigazos del que losmonta, para después morir de un maldito escopetazo. ¿No seríamejor soltarlos en el monte para que coman a su gusto y mueran asu tiempo?”

Sorprendido, el padre de Juan le respondió: “No sé, hijo, yo nuncapensé en eso ni he hablado con él.Vamos a preguntarle ahora”.


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Cuando llegaron a la finca del hombre de marras, hallaron precisa-mente cerca del barranco un caballo viejo y al hombre, escopeta enmanos. El papá de Juan le contó lo que el muchacho le había dicho,cosa que detuvo la implacable escopeta del verdugo. Don Panchomeditó por unos momentos, bajó la escopeta y luego respondió:”Elmuchacho tiene razón.No sé por qué no había pensado en eso; lo sol-taré al monte que se muera de viejo.

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Tradicionalmente, no importa la edad que unotenga, viejo es alguien que tiene por lo menosquince o veinte años más que uno.

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El pastor Febo terminó su historia diciendo que él también se sen-tía como uno de los caballos de don Pancho: solo, al borde del preci-picio y esperando el escopetazo. ¡Qué triste es escuchar esas pala-bras de una persona que gastó su vida “como jabón de lavadores” enel servicio del Señor y de la iglesia! Así como él, hay muchos ancia-nos y ancianas, marginados, solo porque no pueden llevar la carga.Esperan en el silente borde de sus vidas (no del abismo), el escope-tazo de la dama de la guadaña.

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Foto de juan Febo

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Pastor Juan Febo Hernández; está ciego y aun así cuida de su esposa.

¡Oh, qué triste soledad!, añade Helio, y concluye: Después detanto trabajo, tantas luchas, tantos desvelos, tanta gente que ayuda-ron, tantos solitarios que recibieron compañía de ellos, y ahora seretiran, como Mefiboset en la distante Lodebar.No les jemos solos,

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hagámosles compañía de vez en cuando; que sientan que no han sidoderrotados, sino que se retiraron con honores al descanso merecido.Que sientan que pelearon “la buena batalla de la fe” y ahora puedendescansar tranquilos, porque ya llevaron su carga. No hagamoscomo don Pancho con los equinos envejecientes. Ellos no se lo mere-cen.

Juan Febo Hernández vive en sector Parcelas Malpica, de RíoGrande, Puerto Rico. Fue pastor por cuarenta y tres años y hace diezy seis que dejó el pastorado para cuidar de su esposa quien está muyenferma con una artritis reumatoide que la ha tenido en cama todoeste tiempo. Una de sus hijas, que vivía en la ciudad, le ayudaba enel cuido de la esposa. Por dedicar tanto tiempo a atender sus padres,ella perdió a su esposo. Así que se mudó a la casa paternal y los cuidatodo el tiempo, ya que an está totalmente ciego. ¡Qué buen ejemploy a qué precio!

NO LES DEJEMOS SOLOS

Aunque la anécdota del caballo de don Pancho se refiere a unafamilia ministerial, la necesidad de cuidado pastoral es urgente en laspersonas ancianas de cualquier oficio o profesión. Uno siente que yano tiene la energía de antes, que no puede con los achaques, que losamigos de la infancia y la juventud se fueron para no volver, y que lajuventud de hoy es incomprensible. Tiene tantos cuentos que narrarpor centésima vez, pero no hay quien los quiera escuchar. Los hijos,a quienes uno enseñó lo que saben y les dio la vida que tienen, ahorale dicen a uno lo que tiene que hacer. ¡Los pájaros tirándoles a lasescopetas!

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No dejemos solos a los ancianos; hagámoslescompañía de vez en cuando;que sientan queno han sido derrotados, sino que se retiraroncon honores al descanso merecido.

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Dice Helio que en su ministerio con los ancianos ha descubiertoque en ocasiones, cuando se sienten solos y abandonados, ellosmismo “se paran en el risco, esperando que alguien les dé el esco-petazo”. Cuando finalmente les damos una migaja de atención, aveces exhibimos una actitud paternalista y condescendiente que envez de ayudar, agrava su soledad existencial y mina su dignidadhumana. Yo mismo me he sorprendido conversando con un ancianoa gritos, asumiendo que porque está viejo es necesariamente sordo.


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O hablándole con voz de niño, como si por viejo fuera tonto o retar-dado mental. Estas son actitudes estereotipadas que entorpecen elcuidado pastoral.

A través del libro hemos definido el cuidado pastoral como minis-terio de acompañamiento, presencia, afirmación. Y eso precisamen-te es lo que necesitan las personas mayores; sentir nuestro respetoy aprecio por lo que ellos y ellas representan: experiencia, madurez,esfuerzo, sacrificios, valores. Recuerdo una vez que yo pertenecía auna iglesia norteamericana muy grande. Había un grupo hermosode jóvenes talentosos, algunos de ellos universitarios y profesiona-les. Pero yo notaba que en la iglesia ellos, con pocas excepciones,pasaban por mi lado y no me saludaban. Eso me hacía sentir ignora-do y menospreciado.

Un día no pude más y le pregunté a mi hija, también joven, porqué los muchachos de su edad me ignoraban en la iglesia. Ella no lohabía notado; así que la próxima vez que estuvo en el grupo les pre-guntó. Reaccionaron sorprendidos. Me tenían un enorme respetopor mi preparación académica y mi posición profesional y por eso, seexcusaron, no se atrevían dirigirse a mí. Les aclaré que antes quenada yo era una persona con sentimientos y como tal, echaba demenos su aprecio. De hecho, lo que ellos interpretaban como respe-to, para mí era falta de educación (no recuerdo si les dije esto, peroal menos lo pensé). La mayoría de ellos comenzó a tratarme enforma más amable. No había sido maldad de su parte; solo ignoran-cia y descuido.

El problema es que posiblemente yo he hecho lo mismo con per-sonas que considero ancianas. Les he tratado de ignorar, preten-diendo que no existen o que no les importa mi indiferencia. Pero síles importa y les duele y es mi responsabilidad hacer algo para corre-girlo. Si usted alguna vez ha visitado un asilo de ancianos, se habrádado cuenta que la mayoría de los reclusos viven vidas de “quietadesesperación”, como diría el escritor norteamericano Henry DavidThoreau. Y pensar que, si no nos morimos antes, eso es lo que nosespera, a menos que alguien se interese por hacernos la vejez másplacentera con su cuidado y afirmación. Asusta pensarlo.

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Precisamente, lo que necesitan las personasmayores es sentir nuestro respeto y apreciopor lo que ellos y ellas representan: experien-cia, madurez, esfuerzo, sacrificios, valores.

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QUÉ PODEMOS HACER

Afortunadamente, hay mucha literatura buena sobre la pastoralentre la población envejecida. Aunque ya confesé que, todo el tiem-po y especialmente en la juventud, viejo es alguien quince o veinteaños mayor que yo, hay cosas que me han ayudado personalmenteen el camino a ser de oro (al menos en edad). Por ejemplo, en variospaíses donde he ido a enseñar tengo nietos adoptivos, jóvenes deambos sexos que se han encariñado conmigo y me han adoptadocomo abuelo. Entre otros, en Chile a Roberto, Yovi y Debi; enColombia a Marina y Felipe; en Ecuador a Erica y Mónica; en Perú aMarisol Noemí; en Venezuela a Lenin, en Puerto Rico a Gloria lacolombiana, y así sucesivamente. Estos jóvenes me rodean de aten-ción especial cuando los veo, me escriben en el Internet, y me brin-dan formas creativas de cuidado pastoral.

Esto es algo que se puede practicar en una iglesia local, un centrode educación teológica, un ministerio para-eclesiástico, o cualquierotro grupo comunitario. Los jóvenes, y aun los niños, pueden adop-tar ancianos de la congregación, la comunidad, o algún centro depersonas envejecidas, algo así como un club de nietos adoptivos.Cada quien adopta uno y se encarga de visitarle de vez en cuando,escribirle, llamarle por teléfono, hacerle algún regalito en días espe-ciales, o simplemente dedicar un rato a escucharle. Eso es cuidadopastoral.

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Los jóvenes, y aun los niños, pueden adoptarancianos de la congregación, la comunidad, oalgún centro de personas envejecidas, algo asícomo un club de nietos adoptivos.

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Algo más sencillo aun, que podemos hacer con los ancianos, esreconocer su existencia. No ignorarlos cuando les pasamos por ellado. Un saludo y una sonrisa pueden hacer mucho. En casos extre-mos, hay personas ancianas en nuestro propio barrio que se muerende hambre, o se pudren en la suciedad, porque no tienen quien lesatienda. Para esos, darles una mano amiga es hacer la obra de Dios.No utilicemos la excusa de que seguramente ellos tienen familiaresque deberían hacer algo. El proverbista nos insta a no negarle ayudaa quien es debido, cuando en nuestras manos tenemos el poder parahacerlo. Mañana será otro día, esa es la suprema ley.


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ALGO EN QUÉ PENSAR

1. ¿Qué piensas de la idea de ser políticamente correctos en laforma de referirnos a las personas mayores? ¿Crees que esoayuda en su auto estima? ¿Por qué sí o por qué no?

2. Analiza los sentimientos de Juan Febo en la anécdota sobre elcaballo de don Pancho. ¿Qué sentimiento prevalece? ¿Cómo sele puede dar cuidado pastoral a alguien que se siente así?

3. El autor parece estar exageradamente sensitivo a la falta deatención de parte de los jóvenes. ¿Compartes esa percepción?¿Por qué piensas que él se ha hecho particularmente vulnerableen este aspecto? ¿Será intencionalmente, o lo haría sin darsecuenta? ¿Qué te hace pensar de esa manera?

4. Piensa en la posibilidad de formar un “club de nietos adoptivos”en tu congregación. Haz una lista de actividades sencillas decuidado pastoral que podrían llevar a cabo.

5. Busca en la biblioteca, librería, oficina gubernamental u otrorecurso informativo, literatura sobre programas e ideas paraayudar a personas envejecidas.

6. Investiga sobre el abuso físico, mental o emocional contra losancianos y qué se puede hacer para combatirlo.

7. Busca en la Biblia pasajes que hablan sobre el cuidado y la con-sideración que les debemos a los ancianos. Prepara una charlapara un grupo de estudio, clase bíblica, o algún otro foro deinterés.

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SEGUNDA PARTE

ELEMENTOS DEL CUIDADO

MINISTERIAL


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Capítulo 11

Quién cuidaa quienes cuidan

Ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta.

Hebreos 13:17


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Q U I É N C U I D A A Q U I E N E S C U I D A N

ELEMENTOS DEL CUIDADO MINISTERIAL

El concepto de cuidado ministerial aquí se refiere al cuidado pas-toral de las y los ministros y sus familias. Las personas que se dedi-can primordialmente a la labor pastoral en una congregación, y quepor regla general tienen un llamado especial a esta vocación, tam-bién necesitan recibir cuidado pastoral.

Todo lo que se ha dicho de afirmación y cuidado pastoral a per-sonas comunes y corrientes, también aplica a la familia ministerial.No obstante, he querido ofrecer una pequeña sección especialmentepara ministros, consciente de que sus necesidades pastorales amenudo se quedan sin satisfacer. Mi oración es que esto despiertetanto en ministros como en laicos un interés en profundizar mássobre el tema de cómo cuidar mejor a quienes cuidan el rebaño delSeñor.


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AFIRMACIÓN Y CUIDADOMINISTERIAL

Dios ha comisionado al pastor para el cuidado continuo de lasovejas. Pero... ¿quién cuida del pastor? En respuesta a esa inquietud,la iglesia se ha preocupado por el bienestar de los hombres y muje-res que a diario dedican su esfuerzo a atender las necesidades espi-rituales, emocionales y físicas de la congregación. Durante los últi-mos años hemos estado desarrollando un proyecto de la oficina deafirmación y cuidado ministerial para la denominación.

El proyecto local de afirmación y cuidado ministerial responde ados convicciones personales de este servidor. Primera, que a losministros de ambos sexos tradicionalmente no se les ha enseñado aprocurar cuidado pastoral. Tienen aptitud, destreza, y sobre todomucha dedicación, para cuidar a otros. Pero con frecuencia ni siquie-ra están conscientes de sus propias necesidades de cuidado. Y si loestán, no saben cómo articularlo e incluso piensan que es falta de feadmitirlo. Segunda, que en su gran mayoría tampoco saben cómodar cuidado pastoral a sus colegas. Si se trata de un feligrés, no hayproblema. Pero si es un pastor como ellos, es diferente. Pueden darconsejos de amigo, escuchar un rumor, u otra intervención informal;pero no la misma atención que le dedicarían a un miembro del laica-do.

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Dios ha comisionado al pastor para el cuidadocontinuo de las ovejas. Pero... ¿quién cuidadel pastor?

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Ante estas presuposiciones, se hace imperioso crear concienciaen la clase ministerial de la urgencia de ser vulnerables, reconocerlas señales de peligro que a menudo instan al pastor a hacer un altoy buscar ayuda, y a la vez estar disponibles a pastorearse mutua-mente. Ese ha sido el enfoque del ministerio de afirmación y cuida-do ministerial que al momento de escribir estas líneas dirigimos miesposa y yo. Este ministerio se preocupa por el ministro y su familia.


Hace visitas pastorales a los hogares ministeriales, escucha lasinquietudes de los cónyuges e hijos de los ministros, está presenteen los hospitales cuando hay enfermedad en la familia ministerial.Además, se preocupa por las viudas de ministros y ministros retira-dos.

Un programa que ya ha dado resultados positivos es el de iglesiasde refugio. Cuando un pastor se ve forzado a salir de su congrega-ción y su comunidad de apoyo, ya sea por enfermedad, quemazónpastoral, o medidas disciplinarias de restablecimiento espiritual, sele ayuda a ubicarse en una iglesia que le sirva de refugio. Se trabajaen coordinación con el pastor y la congregación de dicha iglesia paraque, de ser necesario, le ayuden a conseguir hogar, empleo, atenciónmédica, ubicación escolar para los hijos, o cualquier otro servicio deapoyo.

Otro servicio valioso es el de asesoramiento a ministros que poralguna razón, voluntaria o involuntaria, dejan de pastorear. Llega eldomingo y de pronto se dan cuenta de que por primera vez enmucho tiempo no hay sermones que preparar, clase bíblica queenseñar, miembros que visitar o aconsejar. La sensación es rara y pordemás incómoda. El cuidado pastoral les ayuda a entender la situa-ción y hacer los ajustes necesarios al proceso de pérdida de relacio-nes que el cambio implica. Algo similar ocurre con quienes seenfrentan a un traslado pastoral, el cual también implica muerte derelaciones sociales y comunitarias.

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Se hace imperioso crear conciencia en la claseministerial de la urgencia de ser vulnerables,reconocer las señales de peligro que a menu-do instan al pastor a hacer un alto y buscarayuda, y a la vez estar disponibles a pastore-arse mutuamente.

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Otro programa simpático es una comida anual para ministros reti-rados y viudas de ministros. Esto les ayuda a socializar y compartirinquietudes comunes, a la vez que afirman que la iglesia se acuerdade ellos y ellas.

Un proyecto futuro es la adquisición de una casa equipada, dondeun pastor o pastora, solo o con su familia, puedan pasar varios díasde descanso, estudio, reflexión, o relajamiento, alejados de las pre-siones diarias. Esto es especialmente urgente para pastores queviven en casas pastorales cercanas al templo, para quienes en oca-siones ni siquiera una enfermedad les provee respiro momentáneo.Un caso parecido es el de pastores que tienen vacaciones, pero no


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cuentan con las finanzas para viajar. Al permanecer en sus casas, lessiguen llegando las cargas pastorales como si estuvieran en servicio.Esta casa puede ofrecerles una opción para “desaparecer” de la esce-na por unos días.

Además de facilidades residenciales, la casa albergará el Centrode Afirmación y Cuidado Ministerial, donde los ministros pueden lla-mar o visitar para recibir cuidado, consejos e ideas, o simplementepara compartir inquietudes con compañeras y compañeros debida-mente adiestrados. El énfasis es en cuidado pastoral y no en aseso-ramiento o consejería profesional especializada. Sin embargo, puedeincluir referidos y toda la ayuda que sea posible con los recursoshumanos disponibles. Se espera que en el futuro el centro cuentecon una línea telefónica de emergencia, libre de costo, atendida todoel tiempo.

Finalmente, el programa de afirmación y cuidado ministerial,especialmente en su dimensión educativa, desde sus inicios ha esta-do al servicio no solo de la denominación auspiciadora, sino de otrasdenominaciones e iglesias independientes, dentro y fuera del país.

CUIDADO MUTUO

Muchas de las ideas anteriores son originales de la División deCuidado y Afirmación, de las Oficinas Internacionales de la Iglesiade Dios, adaptadas a la situación local. No obstante, el énfasis prin-cipal del cuidado ministerial es desarrollar conciencia de la necesi-dad de ayudarse unos a otros y a otras. En primer lugar, ser vulne-rables y reconocer que necesitamos la presencia, afirmación y ayudaque los compañeros y compañeras nos pueden dar. En segundolugar, estar disponibles cuando el o la colega nos necesita. Tercero,enseñar a la congregación a hacer lo propio unos con los otros.

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El énfasis es en cuidado pastoral y no en ase-soramiento o consejería profesional especiali-zada. Sin embargo, puede incluir referidos ytoda la ayuda que sea posible con los recursoshumanos disponibles.

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Uno de los problemas principales de este enfoque es que en oca-siones no nos atrevemos confiar en los colegas, por temor a quedivulguen las cosas íntimas que les compartimos. Hay una anécdotasobre un grupo de pastores quienes deciden reunirse para confesar-se mutuamente sus debilidades y apoyarse unos a otros, algo asícomo hacen los alcohólicos anónimos y otros grupos de ayudamutua. Uno de ellos comienza:

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“Por favor, ayúdenme. Mi problema son las mujeres. En todas par-tes en que he pastoreado, he sentido atracción hacia hermanas casa-das. No he llegado a cometer adulterio, pero temo que un día va asuceder. Incluso, hay esposas de compañeros pastores que me ace-leran el corazón cada vez que estoy cerca de ellas, y las deseo física-mente. Para que vean que es verdad, les voy a mencionar nombres.Oren por mí, a ver si supero este demonio que me trastorna.”

“Pues mi cruz son las finanzas”, confiesa un segundo. “En más deuna ocasión he gastado dineros del fondo de construcción para cosaspersonales. Después tengo que hacer malabarismo con los númerospara que los informes cuadren y no me descubran. Es que le debo acada santo una misa y el salario no me da. Después que sea a crédi-to, compro todo lo que encuentro, aunque no lo necesite. Hasta eldinero que me da la iglesia para el fondo de pensión lo he gastado.”

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Uno de los problemas principales del cuidadopastoral mutuo es que en ocasiones no nosatrevemos confiar en los colegas, por temor aque divulguen las cosas íntimas que les com-partimos.

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“Yo soy muy agresivo”, se lamenta un tercero. “Ustedes ven locariñoso que soy con mi esposa en público. Eso es un frente. En casala insulto por cualquier tontería, y en más de una ocasión le he pega-do. Los hijos me tienen terror. Los maltrato de palabras y los golpeo.Los amenazo si dicen algo. Estoy cansado de ser así, pero no sécómo vencer ese mal. Es que así era mi papá y fue lo que aprendí.”

“Lo mío es la hipocresía. Soy un desgraciado hipócrita de malamuerte. ¿Recuerdan la calumnia horrible que se levantó en contradel obispo el año pasado? Fui yo quien la inventé. Y a pesar de eso,le he hecho creer que soy su mejor amigo”.

Y de ese modo uno a uno fue abriéndose y confesando las cosassecretas que le agobiaba. Todos menos uno, quien guardaba unsilencio hermético y no despegaba los ojos del suelo. Hasta quealguien lo notó y lo estimuló a hablar.

“A ver, Emilio, dinos qué te agobia. Tu agonía no puede ser másmonstruosa que la del resto de nosotros. Aquí estamos para ayudar-nos.”

“No, está bien”, dijo tímidamente el interpelado, sin alzar la vista.


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Pero los otros no se daban por vencidos. “Habla, Emilio, desahó-gate. Déjanos ayudarte.”

“Pues ya que insisten… no quisiera asustarlos… pero… mi pro-blema es que soy un chismoso incurable… ¡y estoy loco porque estareunión se acabe!”

Fin del grupo de confesión y ayuda mutua.

El cuidado pastoral mutuo depende de personas confiables, quesepan distinguir entre un chisme y una confesión íntima en busca deperdón y restauración. De hecho, cuando las personas se abren antemí, siento temor y temblor, como si estuviera pisando tierra santa. Yes más que tierra santa; es el área más sensitiva y vulnerable de lapersona, a la que nos está invitando a entrar, y en la que más dañodoloroso y permanente podemos hacer si somos descuidados. Paraevitarlo, necesitamos estar conscientes y atentos a nuestra propen-sión natural a repetir todo lo que escuchamos. Y sobre todo, recor-dar que en esos momentos sensitivos somos, para la otra persona,representantes de Dios y que ella espera no un consejo de amigo,sino una palabra profética de perdón, afirmación, estímulo y direc-ción.

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El cuidado pastoral mutuo depende de perso-nas confiables, que sepan distinguir entre unchisme y una confesión íntima en busca deperdón y restauración.

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Es obvio que el cuidado ministerial no es función exclusiva de unaoficina, del obispo, superintendente, presidente del concilio, pastornacional, o como se llame el ejecutivo principal. Es tarea de todos ytodas cuidarnos unos a otros y otras, y esto requiere un carácter ínte-gro y confiable, “que se muestre paciente con los ignorantes y extra-viados, puesto que él también está rodeado de debilidad” (Hebreos5:2). Sobre todo, una persona que tenga una relación de intimidadcon Dios, que les transmita a los demás su espiritualidad genuina ysu paz.

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ALGO EN QUÉ PENSAR

1. Lee de nuevo las dos convicciones personales que el autor dicele motivaron al ministerio de afirmación y cuidado ministerial.¿Piensas que esas convicciones son válidas? En ese caso, ¿quése puede hacer para corregir las deficiencias mencionadas?

2. De los programas que propone la oficina de afirmación y cuida-do ministerial, ¿cuál te parece más pertinente y necesario? ¿Porqué?

3. Reflexiona sobre la idea de cuidado pastoral mutuo. ¿Qué bene-ficios y/o debilidades le ves a este concepto? ¿Cómo se puedencorregir las debilidades?

4. ¿Qué cualidades debe exhibir un pastor o pastora para que túestés en disposición para usarle como confidente? ¿Piensas queposees esas cualidades?


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Capítulo 12

De tierras lejanas

Como el agua fría al alma sedienta, así son las buenas nuevas de lejanas tierras.

Proverbios 25:25


ALGUNOS SON MISIONEROS

El cristianismo es una religión misionera. Una responsabilidadfundamental de los creyentes es contar las buenas noticias desalvación desde Jerusalén hasta lo último de la tierra. La visión de laiglesia es que las personas que conocen a Jesucristo como Salvadory Señor sientan una pasión irresistible por ganar a otros para el reinode los cielos. Y aunque esta pasión es compartida por todos y todas,hay quienes son llamados específicamente a la vocación misionera.

El cuidado pastoral a los misioneros y misioneras es espe-cialmente pertinente, teniendo en cuenta que, por regla general, losmisioneros de carrera sirven en contextos sociales, culturales yeconómicos diferentes del propio. (Misioneros de carrera se refierea personas de ambos sexos, quienes se dedican de lleno al trabajomisionero, en contraste con quienes tienen otra ocupación y hacenviajes misioneros cortos, o viajeros de buena voluntad que de vez encuando hacen jiras misioneras.)

El cuidado pastoral a los misioneros y misioneras es especialmente perti-nente, teniendo en cuenta que, por regla general, los misioneros de carrera sir-ven en contextos sociales, culturales y económicos diferentes del propio.

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D E T I E R R A S L E J A N A S


Dice José O Grau, en una monografía sobre el cuidado pastoral alos misioneros:

El cuidado pastoral es un compromiso de la iglesiaen el envío de misioneros al campo. Hay un con-cepto equivocado en medio de la iglesia al pensarque es más importante el que sale como misioneroque el que se queda para apoyarlo. Tan importantees el uno como el otro. Ambos se complementanpara lograr un trabajo más efectivo para la gloria deDios.

Así pues, tan vital es quien va a tierras lejanas como quien sequeda en casa y desde acá le respalda con dinero, oraciones, cartas,y otras expresiones de interés y cuidado.

DIFICULTADES DE LOS MISIONEROS

Cuando una persona responde al llamado de Dios para hacertrabajo misionero, enfrenta una serie de dificultades para las cualesa menudo no está preparada. Por ejemplo, puede estar acostumbradaa un empleo bien remunerado, y ahora va a necesitar depender to-talmente de la generosidad ajena. Si tiene una familia, en particularhijos de edad escolar, le asaltará la ansiedad normal de cómo loshijos se adaptarán a un nuevo sistema académico. Lo mismo sidesconoce el idioma, las costumbres, y otros detalles del contextodonde va a ministrar, lo cual es natural que ocurra. Si su habilidadnatural para adaptarse a situaciones nuevas y establecer relacionesinterpersonales es limitada, su tarea va a ser aun más difícil.

Otra fuente de dificultades puede ser la iglesia que envía. Esposible que los recursos financieros para respaldar al misionero noestán a la par con el celo y el compromiso asumido al enviarlo. Puedeque la iglesia no reconozca la necesidad de adiestrar y equipar almisionero antes de enviarlo, o por lo menos hacerle consciente delos desafíos que enfrenta y el alto precio que tiene que pagar porcumplir su vocación. Como reza el dicho popular, la ausencia causaolvido. Al pasar el tiempo, tal vez nos olvidemos de que aquelhermano, hermana, o familia entera que salió rumbo a alguna tierraexótica, es parte de nosotros y es nuestra responsabilidad cuidarleaunque sea a través de la distancia.


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QUÉ SE PUEDE HACER

En este volumen hemos descrito el cuidado pastoral como elinterés y la acción de la comunidad, unos a favor de otros, enrespuesta a la memoria y el cuidado de Dios por nosotros. Cuidar alos misioneros es hacerles sentir que están en nuestra memoria, queson importantes para nosotros, y que queremos hacer todo lo queestá a nuestro alcance para facilitarles su vida y su tarea. Grau cita aGuillermo Taylor, editor de la obra Demasiado valioso para que sepierda, quien dice en la página 249:

Efectivamente, el cuidado pastoral es de im-portancia crítica y es una línea vital para losmisioneros si la iglesia desea seriamente tener unaobra continua en la Gran Comisión de Cristo.Mientras que el cuidado pastoral puede significarcosas diferentes a gentes diferentes, generalmenteincluye los elementos siguientes: comprendercuáles son las necesidades especiales de losmisioneros, guiar, asesorar, compartir, comunicar,brindar amistad, compañerismo, visitación, elcuidado pastoral en una crisis, oraciones,motivación y afirmación.

Algunas cosas específicas que podemos hacer son: 1. Cumplir nuestras promesas financieras. En la emoción del

servicio local de misiones, prometemos ofrendas regulares parasostener al misionero. Este (o esta) se va confiando en que su sosténestá garantizado. Al segundo mes se nos olvida la promesa y elmisionero se ve en aprietos para sobrevivir. Dar podría considerarsela forma más sencilla de hacer misiones, pero para quien dependecasi exclusivamente de mi generosidad, puede ser la diferencia entrepermanecer en el campo o tener que regresarse.

2. Escribir y enviar cartas, tarjetas y otras formas de contactopostal. La cita que aparece al principio de este capítulo enfatiza elvalor de las buenas noticias de lejanas tierras. Cuando uno está lejosde su casa, agradece cualquier nota que le permita saber de sugente. Una copia del programa de la iglesia, un boletín, una foto dela clase dominical, pueden hacer maravillas cuando uno se sientenostálgico o con deseos de darse por vencido.

3. Llamar por teléfono en días especiales, como el cumpleaños delmisionero, Navidad, o el aniversario de la iglesia. En muchos casoses difícil establecer contacto telefónico internacional. Pero dondesea factible, una llamada telefónica dice claramente: “Estoy


pensando en ti, y te considero suficientemente importante comopara vencer los impedimentos y hablar contigo”.

4. Enviar mensajes electrónicos. El Internet ha facilitado lascomunicaciones en forma increíble. Ahora es posible enviarmensajes, o sostener una conversación por vía electrónica, en casicualquier parte del mundo.

5. Visitar al misionero en el campo. Cada vez se hace másasequible viajar al área donde sirven los misioneros y pasar unosdías con ellos. No todo el mundo puede hacerlo, pero hay personasque combinan sus vacaciones con una visita pastoral a algúnmiembro de la congregación que está sirviendo en el extranjero.

6. Orar por los misioneros. El apoyo mediante la oración es unrecurso extremadamente valioso. Mi hermana Chary fue misioneraen un país latinoamericano en su juventud. Cuenta que en unaocasión se despertó en la madrugada con un fuerte dolor. Estabasola y no sabía a quién acudir en ese momento de crisis. Entoncesrecordó que su padre, a miles de kilómetros de distancia, selevantaría a orar en menos de una hora y que como siempre, estaríaorando por ella. Eso le dio la fuerza necesaria para resistir. Dice quesu oración era: Dios, dame fuerzas para soportar el dolor una hora,en lo que Papi se levanta a orar. Estaba segura de que cuando supadre orara, ella iba a sanar. ¡Qué bueno sería si los misionerospudieran depender de nuestras oraciones de ese modo!

7. Involucrar a los niños y a otros grupos específicos en el cuidadopastoral. Una iglesia a la que yo pertenecía tenía tres miembrossirviendo como misioneros de carrera en diferentes países. Ladirectora de la iglesia del niño celebró una campaña de orientaciónmisionera entre la niñez. Como culminación de la campaña, los niñoshicieron cartas, dibujos, y otras creaciones originales para cadamisionero. La directora se encargó de hacer sendos paquetes yenviárselos a cada uno. Los resultados fueron extraordinarios. Losmisioneros testificaron que se sintieron como si hubieran estadopresentes en la iglesia el domingo que los niños prepararon suscomunicados.

8. Cuidarle la casa y la familia. Tal vez el misionero tenga una casade su propiedad, la cual tuvo que dejar cerrada por meses o aunaños. Podemos ofrecer darle mantenimiento sencillo a la casa, comopor ejemplo limpiarle el patio o abrirla de vez en cuando, para que nose deteriore mucho mientras está sola. De igual modo, si elmisionero dejó atrás hijos que no pudieron acompañarle, o pro-genitores de edad avanzada, podemos velar por ellos y así reducir laansiedad e incluso el posible sentido de culpa de quien se fue.

9. Preguntar. Una forma fácil de conocer las necesidades de lapersona es preguntarle directamente. El misionero mismo puededecirnos qué cosas específicas podemos hacer para darle cuidado


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pastoral. Estas son solamente algunas sugerencias para despertar lacreatividad de los lectores.

LOS QUE REGRESAN

Una de las experiencias difíciles de los misioneros es su re-incorporación a la comunidad de origen cuando completan su ser-vicio en el campo. El choque cultural puede ser más traumático alregreso que el que enfrentaron originalmente en la culturaextranjera. Allí siempre les quedaba la alternativa de volver a su país;acá no tienen a dónde volver. El choque puede ser causado pordiferentes razones. Por ejemplo, la persona se acostumbró a laslimitaciones económicas que el campo misionero le impuso, y ahorale escandaliza el derroche de recursos que por primera vez nota ensu propia cultura. Los hijos pueden haberse adaptado a un sistemaescolar más rígido o más flexible que el propio. En el sistema socialde la iglesia se hizo adaptaciones que excluyen a quien se fue. Ahorauno se percibe como extraño en su propio ambiente. En el campomisionero uno era el líder, el que sabe, el que tiene contactos. Acáhay que acostumbrarse a ser nuevamente soldado de fila, asometerse al liderato de otros. Aunque uno esté contento deregresar a casa, echa de menos las amistades que hizo en el campo;añora el cariño de las personas a quienes condujo de las tinieblas ala luz admirable de Cristo y que por un tiempo dependieron de unopara recibir dirección espiritual.

Estas circunstancias no son necesariamente inevitables, y esposible que muchos misioneros nunca las experimenten. Sinembargo, la congregación hace bien en estar consciente de quepueden suceder, y procurar rodear al misionero que regresa delcuidado y la atención que necesita para hacer el reajuste normal auna rutina menos novedosa que a la que se había acostumbrado.

Este capítulo solo pretende despertar conciencia de la im-portancia del cuidado pastoral a un segmento en ocasionesdescuidado de la comunidad de fe. Sin duda ustedes pueden pensaren otros medios de hacerles sentir a los misioneros lo mucho queapreciamos su dedicación y sacrificio.

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ALGO EN QUÉ PENSAR

1. Analice con su grupo (clase dominical, célula de hogar,sociedad de jóvenes, coro, y otros) el tema del choque social ocultural que pueden sufrir personas que regresan al seno de lacomunidad de fe después de haber estado fuera un tiempo.Identifique posibles causas de dicho choque y maneras de ayudar aestas personas a sentirse aceptadas y bienvenidas.

2. Si usted conoce personalmente a un misionero o misionera,piense en formas específicas de darle cuidado pastoral.

3. Si pertenece a una denominación con un departamentomisionero, escriba o llame a las oficinas denominacionales so-licitando material de lectura u otras ayudas para entender mejor ladinámica del misionero que regresa y cómo ofrecerle cuidadopastoral efectivo.


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Capítulo 13

Ellas también son gente

Te ruego también a ti, compañero fiel, que ayudes a éstas que combatieron juntamente

conmigo en el evangelio.

Filipenses 4:3


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UNA BODA SIN MADRINA

En mi primer pastorado, yo era un joven inexperto e ignorante,pero no lo sabía. Me creía más inteligente de lo que realmente era.En una ocasión, un colega me invitó a que fuera el padrino de suboda. Acepté con mucho gusto. Era en una población lejana y no te-níamos transportación propia; así que era preciso salir muy tempra-no. Ya yo estaba listo, pero notaba que mi esposa no hacía nada paraacicalarse. Un poco incomodado por su lentitud le pregunté:

“¿Por qué no te has arreglado todavía?”“¿Arreglarme para qué?”, me contestó sin inmutarse.“¿Para qué va a ser? ¡Para la boda, que es hoy!”“Yo no voy.”¿Cómo que no vas, si tú eres la madrina?”, dije visiblemente impa-

ciente.“A mí nadie me ha dicho que yo soy la madrina.”“Pero me dijeron a mí. Y si yo soy el padrino, se sobreentiende

que tú eres la madrina.”“Yo también soy gente. Si querían que fuera la madrina, lo menos

que podían hacer era consultar conmigo. No voy para ningún lado.”“Tú no te gobiernas”, fue lo único que se me ocurrió decir desde

mi tribuna patética de cabeza del hogar.“No me gobierno, pero no voy. Ser madrina de una boda no es

parte de mi responsabilidad de esta casa.”

Fin de la discusión. Aunque me diera enojo tener que admitirlo,ella tenía razón.

Cuando me vieron llegar solo, la primera pregunta del novio fue:“¿Dónde está Meri?”

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“Yo también soy gente. Si querían que fuera lamadrina, lo menos que podían hacer era con-sultar conmigo. No voy para ningún lado.”

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E L L A S TA M B I É N S O N G E N T E



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“Ella no viene”, respondí como si tal cosa.“¡Pero ella es la madrina!”, exclamó sin creer lo que oía.“Ella también es gente. Nadie le dijo que iba a ser la madrina.

Además, tenemos dos niños pequeños y no quería hacer ese viaje tanlargo con ellos si no era necesario”.

En esos momentos, a menos de dos horas de la boda, fue necesa-rio buscar una madrina de emergencia. Y fue bueno que mi esposano fuera. Las vicisitudes que pasé en el viaje, especialmente por faltade hospitalidad, no ameritaban el honor de ser madrina. Además,aprendí una gran lección. La esposa del pastor también es gente. Noes una extensión del pastor. Tampoco es una propiedad más de laiglesia. Eso me ha librado de muchos contratiempos.

Todavía hoy, después de más de cuarenta años de casado, haypersonas que me llaman a mí para hacer un compromiso de predi-cación para ella. O la invitan a ella y me quieren poner a mí en ellugar de honor y a ella la dejan en la banca. No se han dado cuentaque ella es una persona en sus propios méritos. En una palabra, queella también es gente.

CUIDADO PASTORAL A LA ESPOSA DEL PASTOR

La esposa del pastor es a menudo una persona solitaria. El mari-do no le dedica el tiempo que merece como cualquier hija de vecina.La congregación la da por sentada, o asume que como esposa delpastor, ella es automáticamente la cocinera, maestra de escuela bíbli-ca, conserje, o cualquiera que sea la función que se le asigne. Nopuede faltar nunca, aunque esté cansada, ni se puede quejar si lasotras mujeres acaparan la atención de su marido o le dan muestrasexcesivas de afecto.

Cuando se siente sobrecargada, no tiene con quién desahogarse.No puede contarles sus problemas a las hermanas, especialmente sison problemas de relaciones con el pastor santo e ideal de ellas.Sufre en silencio las injusticias que se cometen contra su marido,algunas de las cuales él ni siquiera las nota, pero ella sí. Que para esolas mujeres tienen un sexto sentido, y ven las cosas aun antes de queocurran.

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La esposa del pastor también es gente. No esuna extensión del pastor. Tampoco es una

propiedad más de la iglesia.!"#


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Pocos miembros de la congregación están conscientes de lascosas que tiene que soportar la esposa del pastor.

Una vez la iglesia que pastoreaba me celebró el día del pastor. Aalguien se le ocurrió subir a mi esposa a la plataforma y sentarla a milado. De pronto ella y yo notamos un movimiento nervioso entre laspersonas que estaban coordinando la actividad. Cuchichearon entresí y de pronto alguien salió de prisa.

Después de tantos años de experiencia, mi esposa y yo nos dimoscuenta de lo que estaba pasando. ¡Se les había olvidado comprar unregalo para ella! La persona que salió, regresó con unas flores mediotristes y mustias. Seguro fue lo único que pudo conseguir de emer-gencia en domingo. Ella me miró con ojos de fuego, como diciendo:“Si se atreven darme esas tristes flores, se las voy a estrujar en lacara.”

Se pueden imaginar lo nervioso que me puse. Gracias a Dios quehemos aprendido a hablar sin palabras. Así que con la mirada le dije:“Te callas la boca y aceptas las flores con una sonrisa.” Me respon-dió, también con la mirada: “Lo voy a hacer por amor a ti, para nohacer un escándalo. Pero las ganas que me dan…”

Con el paso de los años he notado que esta escena ya no es tancomún como antes. Las iglesias por lo general incluyen a la esposadel pastor (o el esposo, en caso de pastoras) y los hijos en las activi-dades del día del pastor. Pero todavía hay casos en que les tratancomo si no fueran gente.

El cuidado pastoral a la esposa del pastor incluye, en primer lugar,reconocer que ella no es la pastora ni la co-pastora (a menos que losea oficialmente), para que la sobrecarguemos de responsabilidades.Sí es una persona especial; pero se cansa como todas las demás y hayveces que no tiene deseos de ir a la iglesia. Sus hijos son tan travie-sos y juguetones como cualquier otro niño. No fueron fabricados conpolvo de ángel ni barro del monte Ararat; son criaturas de carne yhueso.

Una cosa que se puede hacer por la esposa del pastor es rodearlade una muralla de oración, para que su hogar sea de paz y armonía.Esto facilitará el trabajo por de más arduo del esposo. Como el mari-do no puede sentarse al lado de ella durante el servicio para ayudar-le, le podemos ayudar a controlar y atender los niños, si los tiene.

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El cuidado pastoral a la esposa del pastorincluye, en primer lugar, reconocer que ellano es la pastora ni la co-pastora (a menos quelo sea oficialmente), para que la sobrecargue-mos de responsabilidades.

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Una práctica desconsiderada, aunque la mayoría de las veces sinmala intención, es meterse en la casa pastoral cuando la misma estáal lado del templo. Algunos hermanos llegan temprano y se van a lacasa pastoral, en el momento en que la señora está más ocupada sir-viendo la comida, bañando a los niños para el servicio, o cualquierotra tarea. Tiene que dejar lo que está haciendo para atender los visi-tantes inoportunos y llega tarde al templo, a pesar de que está al ladode la casa. Los miembros tienen que aprender que la casa pastoral esla residencia privada de una familia y no el club de todos. De hecho,una manera en que las hermanas de la iglesia pueden darle cuidadopastoral a la esposa del pastor (o a cualquier otra hermana que lonecesite) es ayudarle con las tareas del hogar.

LLAMAMIENTOS DISPAREJOS

Contrario a la opinión popular, no siempre es cierto que cuandoDios llama a uno, llama a los dos. Al menos, ese no fue mi caso. Elllamado mío y el de mi esposa ocurrieron en ocasiones y circunstan-cias muy diferentes. Para empezar, ninguno de los dos quería estaren el ministerio. Yo acepté un pastorado provisional por obediencia,y ya tenía dos años pastoreando cuando el Señor me llamó en unaconvención de jóvenes. Durante un período considerable, mi esposahizo todo el trabajo sin sentirse llamada al pastorado. Y si ustedespiensan que la labor pastoral es difícil cuando uno responde a un lla-mado, piensen cómo será trabajar sin sentir el llamamiento. Es unverdadero calvario.

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Los miembros tienen que aprender que la casa pastoral es la residencia pri-vada de una familia y no el club de todos.


Una manera de darle cuidado pastoral a la esposa del pastor esreconocer que posiblemente ella no se ha sentido llamada al pasto-rado. Trabaja con gozo porque quiere ayudar a su esposo en todo loque pueda, pero no se considera a sí misma pastora ni mucho menos.Esperar de ella lo que no tiene para dar es añadir tensión a una situa-ción por demás incómoda. Ella necesita que la comprendan, no quela critiquen.

Una de las preguntas que me gusta hacer a los matrimonios pas-torales cuando los visito por primera vez es cómo fue su llamado. Enmás de una ocasión la esposa me ha confesado: “Yo nunca he tenidoun llamado como tal. Me gusta ayudar a mi esposo, pero no me sien-to llamada a pastorear. A veces eso me hace sentir culpable. ¿Seráque no soy suficientemente espiritual?” Cuando uno se siente así,necesita afirmación y estímulo; en otras palabras, cuidado pastoral.

ESPOSA DE LA IGLESIA

Cuando me nombraron presidente del colegio bíblico por prime-ra vez, permitimos que la escuela invadiera nuestro hogar. Esto nostrajo problemas familiares. Aprendimos la lección y la segunda vezfuimos más cuidadosos. Mi esposa era ayuda idónea en todo, perosin permitir que se violara nuestra privacidad del hogar.

Un día la secretaria la llamó y le dijo:

“Hermana Rivera, vienen unos visitantes importantes a la escuela.Usted tiene que preparar unos entremeses, y hacer esto y esto otro.”

“¿Por qué?”, le preguntó ella en su tono característico.“Porque usted es la esposa del presidente”, respondió la secreta-

ria extrañada por la pregunta.“Espera un momentito. Repite lo que acabas de decir.”“Que usted es la esposa del presidente…”“Bien has dicho; soy la esposa del presidente, no la esposa del

colegio. Pregúntale al presidente si le falta algo en su hogar, y yo meencargo inmediatamente. Él es mi responsabilidad. El colegio no esmi esposo. Ahora, si tú me pides de favor que ayude en algo, lo hagocon muchísimo gusto. Pero no me digas que tengo que hacerlo por-que soy la esposa del presidente.”

Esa misma filosofía la ha empleado en las iglesias que hemos pas-toreado. Ella no se casó con la iglesia, sino con el pastor. (Y ni eso,porque no éramos pastores cuando nos casamos.) Una de las cosasmás lindas que le escuché decir fue que su misión es cuidar al hom-bre de Dios, su esposo. Asegurarse que no le falte nada, que suhogar sea un sitio agradable al cual regresar. En fin, que Dios estécontento con la manera en que ella cuida a su escogido. En cuanto a

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la iglesia, ella es una hermana más, que trabaja con gusto porquequiere, no porque sea la esposa del pastor. (Dicho sea de paso, loshombres haríamos bien en aprender la lección y no casarnos con laiglesia. Pero ese es tema de otro capítulo.)

MUJER A LA CALLE

En uno de nuestros países latinoamericanos había un pastor quetrabajaba como secretario en el gobierno nacional. Por mala fortuna,se trataba de una dictadura de tantas que ha habido en nuestro sufri-do continente. Cuando cayó el dictador, el pastor fue encarceladocomo preso político, a pesar de no ser culpable de nada. De la nochea la mañana, la esposa se encontró en la calle con seis hijos peque-ños. En un sentido, estaba peor que el marido, pues él al menos teníacomida y techo, aunque no fuera lo mejor.

Ella cuenta lo mucho que sufrió y las cosas que tuvo que hacerpara criar a sus hijos sola. La iglesia pensó que si ya no tenían al pas-tor, no necesitaban a la esposa y le dieron la espalda. Nadie mereceese tipo de maltrato.

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El pastor fue encarcelado como preso político.De la noche a la mañana, la esposa se encon-tró en la calle con seis hijos pequeños. En unsentido, estaba peor que el marido, pues él almenos tenía comida y techo, aunque no fueralo mejor.

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Algo similar ocurre a veces cuando el pastor comete un pecado yes despojado de su credencial ministerial. Aunque la esposa y loshijos no hayan sido participantes de la falta del ministro, en la mayo-ría de los casos son marginados, y emocionalmente excluidos de lacomunión de los santos. En el momento en que más necesitan cui-dado pastoral se les niega, por temor de que el cuidado se interpre-te como condonación de lo que hizo el jefe de la familia.

A las viudas de los pastores no les va mucho mejor. A las pocassemanas de la muerte del pastor, sus nombres se eliminan del direc-torio ministerial. Muchas son completamente olvidadas y terminanen otra denominación, donde encuentran el apoyo que los suyos lesnegaron más por desidia que por maldad.

Sería prudente que las denominaciones tuvieran un directorio deviudas de pastores, y que hicieran esfuerzos intencionales para queestas no cayeran en el olvido. También hay viudos que necesitan cui-


dado pastoral, pero a ellos por lo general les va un poco mejor que alas mujeres.

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Sería prudente que las denominaciones tuvie-ran un directorio de viudas de pastores, y quehicieran esfuerzos intencionales para queestas no cayeran en el olvido.

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COMO ELLOS LAS TRATAN

Muchas veces, el trato que la congregación le da a la esposa delpastor es un reflejo de cómo él la trata. Si él la menosprecia, la igno-ra, la maltrata, o la ve como una extensión o una propiedad suya, asíse comportarán los feligreses.

Cuando yo era pequeño, había una canción no sé si española omexicana, que decía:

Tariles y más tariles, tariles del carrizal;Me picaron las abejas, pero me comí el panal.Quien el pega a una mujer no tiene perdón de Dios,No tiene perdón de Dios si no le pega otra vez.

La gente se reía cuando la canción llegaba a esa estrofa; pero a mínunca me pareció graciosa. Hay cosas de las que no se hace bromasy la violencia doméstica debería estar en lo más alto de la lista. Creoque quien le pega a una mujer no tiene perdón de Dios. Punto. Lospastores que maltratan a sus esposas, sea de palabras o de golpes,deberían perder sus credenciales y sus posiciones, aunque seanprofesionales en Nueva York o campesinos indígenas de la sierraandina.

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Muchas veces, el trato que la congregación leda a la esposa del pastor es un reflejo de cómoél la trata. Si él la menosprecia, la ignora, lamaltrata, o la ve como una extensión o unapropiedad suya, así se comportarán los feli-greses.

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Hay valores absolutos, que no son determinados por la cultura.No importa que en una cultura en particular sea costumbre pegarlesa las mujeres, esto es inaceptable en el reino de los cielos. La violen-cia doméstica no es tema específico de este volumen, pero aprove-cho para recordarles a los hombres que el maltrato a las esposas nonos hace más hombres. Al contrario, los especialistas en la materiadicen que esto es indicio de inseguridad, complejo de inferioridad,baja auto estima, heridas sin sanar de nuestra propia niñez, y otrascausas nuestras, no de ellas. No es que ellas nos hacen portarnos deese modo; es que nosotros tenemos asuntos sin resolver y los exte-riorizamos por medio de la violencia.

Si usted es golpeador de esposa, necesita ayuda antes que seatarde. Y si es el pastor, no espere que la congregación trate a su espo-sa con dignidad. Ellos quizás no lo vean golpeándola, pero no creaque los puede engañar pretendiendo ser el marido más amoroso enpúblico.

Si usted sabe que la esposa de su pastor sufre de violencia, unaforma de darle cuidado pastoral es ayudarla a entender que no esculpa de ella. Las víctimas de maltrato a menudo piensan que son cul-pables de lo que les sucede. El abusador es experto en hacerles sen-tir así, pues de ese modo les pueden manipular mejor.

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El maltrato a las esposas no nos hace máshombres. Al contrario, los especialistas en lamateria dicen que esto es indicio de inseguri-dad, complejo de inferioridad, baja auto esti-ma, heridas sin sanar de nuestra propia niñez,y otras causas nuestras, no de ellas.

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Recomiendo al lector interesado que busque más informaciónsobre el tema.

Mi intención en este capítulo es solamente despertar concienciade que las esposas de pastores también necesitan cuidado pastoral,algunas con urgencia. En algunos países existen asociaciones deesposas de pastores, que se reúnen para darse apoyo y cuidadomutuo. Si en su región no existe este recurso, tal vez usted podríatomar la iniciativa para que se haga algo al respecto.


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ALGO EN QUÉ PENSAR

1. ¿Qué quiere decir el autor con que las esposas de pastores tam-bién son gente? ¿Qué actitudes y acciones de la congregaciónsugieren que la esposa del pastor es tratada como si no fueragente?

2. Hay casos de esposas de pastores que por naturaleza tienen uncarácter dominante y actúan como si ellas fueran la pastora. Aveces esto produce conflictos en la congregación. ¿Qué sepuede hacer para ayudar a una esposa de pastor en esta situa-ción, sin desperdiciar el talento y el deseo de trabajar de ella?

3. ¿Sabes de alguna viuda de pastor que ha sido olvidada? Piensaen maneras específicas en que puedes brindarle cuidado pasto-ral.

4. ¿Qué piensas de la actitud de la esposa del autor, de que ella noestá casada con la iglesia? ¿Qué consecuencias, positivas onegativas, pueden resultar de esa actitud?

5. ¿Qué se puede hacer para prevenir o combatir la violenciadoméstica en las familias de la iglesia?


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Capítulo 14

Anatomía de unainfidelidad

Jehová ha atestiguado entre ti y la mujer de tujuventud, contra la cual has sido desleal,

siendo ella tu compañera, y la mujer de tu pacto.

Malaquías 2:14


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A N AT O M Í A D E U N A I N F I D E L I D A D

ADULTERIO EMOCIONAL

Yo tengo necesidades emocionales. Dios me hizo así. Y no puedosatisfacer mis propias necesidades. Para eso necesito a otros sereshumanos como yo. Fue idea de Dios. Y una de sus mejores ideas esque para completar lo que me falta, Él hizo a mi esposa. Ella satisfa-ce mis necesidades de afecto, afirmación, estímulo, consuelo, ysobre todo, seguridad, como ninguna otra persona en el mundopuede hacer. Esa también fue ocurrencia de Dios. En cambio, meencargó a mí satisfacer las necesidades emocionales de ella, y asínuestra relación de intimidad nos hace co-creadores con el Soberanode un mundo extraordinario.

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Yo tengo necesidades emocionales. Dios mehizo así. Y no puedo satisfacer mis propiasnecesidades. Para completar lo que me falta,Él hizo a mi esposa.

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Entonces me nombran pastor de la iglesia. Me entrego de lleno ala vocación pastoral, con la ilusión de salvar al mundo. Poco a pocome voy engolfando en la tarea, y sin darme cuenta me voy alejandode la intimidad emocional del matrimonio. Cada vez compartomenos con la esposa. Todos los días llego a la casa cansado y espiri-tualmente drenado. A la hora de cenar, que en otro tiempo era unaactividad sagrada de intimidad familiar, suena el teléfono y tengo quesalir en carrera a una emergencia al hospital. La gente depende demí, y eso es parte del paquete cuando Dios me llamó.

La esposa no protesta, pues reconoce mi espiritualidad y mi entre-ga total al Señor. Pero su sexto sentido le dice que algo no anda tanbien como antes. Cuando me hace un comentario al respecto, lodesecho como celo infundado, carnalidad, o sabe Dios qué. Eso mealeja un poco más de la relación. Necesito comprensión, y ella solome da cantaleta. Además, la iglesia está mejor y más espiritual quenunca. Si Dios está aprobando lo que hago, ¿quién es una simpleesposa para cuestionarme?


Entra en escena la secretaria de la iglesia (diaconisa, directora deadoración, presidenta del comité de consejeros, o cualquier otradama activa de la congregación). Esa sí me da atención. Me trae cafécalientito a la oficina todas las mañanas (no muy blanco y con unacucharadita de azúcar, como me gusta a mí. ¿Desde cuándo mi espo-sa no me trae café?) Se ríe de mis chistes; me tiene la agenda al díay siempre se acuerda de mis compromisos. Comenta sobre mis ser-mones, lo mucho que Dios la bendice cuando me escucha.

La dama termina haciéndose imprescindible para que todo mar-che bien. A veces me llama a altas horas de la noche para asegurar-se que tengo lista la agenda de la reunión del comité de consejeros.Después del servicio, tengo que quedarme un rato con ella en la ofi-cina para aclarar unos números en el informe financiero, que a mí nome cuadraban y ella estuvo hasta la madrugada trabajando hasta queencontró el fallo. Como el esposo de ella trabaja de madrugada yregresa tarde a la casa, a veces ella me pide que la vaya a buscar y lalleve. Tengo que hacerlo, porque es parte de mi trabajo y ella meayuda sin exigir nada a cambio.

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Entra en escena la secretaria de la iglesia (dia-conisa, directora de adoración, presidenta delcomité de consejeros, o cualquier otra damaactiva de la congregación). Esa sí me da aten-ción.

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Convenientemente, se me olvidó compartir con mi esposa lo quepasó en la reunión, y el momento embarazoso que pasé con el teso-rero. De todos modos, esos son asuntos confidenciales que no sedeben divulgar. A la otra sí se lo dije, porque ella demostró muchointerés y merecía una explicación. Otra cosa que olvidé decirle a miesposa es el almuerzo que tuve con la secretaria ayer. Fue para asun-tos oficiales, así que no tenía por qué decírselo.

También olvidé decirle a mi esposa que el perfume tan rico que laotra está usando fue regalo mío el día de la amistad. De todos modos,a la esposa no le interesa oler bien. La mayor parte de las veces huelea ajo y cebolla. A la secretaria en cambio, le encantan las esenciasexóticas.

No piensen mal. A ninguno de los dos se nos ocurriría hacer nadafuera de orden. Ella está felizmente casada, y su esposo confía ple-namente en ella y en mí. Bueno, no tan felizmente, pero son detalli-tos pequeños de los que nadie se tiene que enterar. No sé quéharía sin la ayuda de la hermana Fulana. Es mi mano derecha, mi


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confidente, mi apoyo incondicional, aun más que el pastor asistente.Y ella dice que conmigo se siente más realizada que con ningunaotra persona, incluyendo a su esposo.

Esa es la definición de un adulterio emocional; cuando una perso-na del otro sexo, que no es mi cónyuge, está satisfaciendo necesida-des emocionales que solo mi cónyuge debería satisfacer. El peligromayor es que estoy pisando sobre hielo frágil. Aunque ni la otra per-sona ni yo hemos pensado jamás en pecar cometiendo adulterio físi-co, la línea divisoria entre un adulterio emocional y uno físico se vuel-ve cada vez más tenue. Pocos creyentes que cayeron en relacionessexuales ilícitas, tuvieron intención de llegar tan lejos. La causa ori-ginal fue descuido y necedad, no lujuria manifiesta.

Otro problema que agrava la situación que estamos describiendoes que la relación matrimonial se afecta negativamente. La esposapuede permanecer callada, pero está sufriendo la tensión de unarelación insalubre. Los hijos también se dan cuenta de que algo andamal. Incluso, la congregación lo nota mucho antes de lo que uno seimagina. Puede que la relación con la otra nunca llegue a un encuen-tro físico, pero el daño moral es inevitable.

No debo seguir justificando lo injustificable. Puedo encontrar unay mil razones para mi conducta, pero la misma sigue siendo inacep-table, dañina y peligrosa. Nadie debe ocupar el lugar de mi esposa enla satisfacción de necesidades emocionales que son solamente deldominio de nuestra relación de intimidad. No tengo la fuerza quecreo tener para detener la relación cuando quiera.

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No sé qué haría sin la ayuda de la hermanaFulana. Es mi mano derecha, mi confidente,mi apoyo incondicional, aun más que el pastorasistente. Y ella dice que conmigo se sientemás realizada que con ninguna otra persona,incluyendo a su esposo.

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Si este escenario suena familiar, mi mejor alternativa es aceptarque estoy mal y romper esa relación en seco ahora mismo. Y si nopuedo, buscar ayuda inmediatamente.

Aunque el cuadro presentado trata del pastor y una hermana de laiglesia, los personajes pueden cambiar. No hay que ser pastor paracaer en esta trampa. Y aunque en la mayoría de los casos los hom-bres son más propensos a este mal, las mujeres no están exentas.

En todas las profesiones se considera inmoral utilizar a un o unacliente (léase paciente, feligrés, alumna) para satisfacer necesidadesemocionales (mucho menos físicas) personales de alguien (médico,

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abogado, profesor, ministro, etc.) que está en autoridad. En muchoscasos, esto se considera una violación legal que se penaliza con cár-cel o multas considerables, e incluso la revocación de la licencia paraejercer la profesión. Y aunque haya sido la otra persona quien pro-vocó o inició la relación ilícita, la ley siempre encuentra culpable a lapersona en autoridad.

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Aunque ni la otra persona ni yo hemos pensa-do jamás en pecar cometiendo adulterio físico,la línea divisoria entre un adulterio emocionaly uno físico se vuelve cada vez más tenue.

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El adulterio emocional por parte del pastor o la pastora cae den-tro de esta categoría; es el uso inmoral de una persona de la congre-gación para satisfacer necesidades emocionales insatisfechas. Si lasprofesiones del mundo son tan estrictas, ¿qué se puede esperar de lanuestra?

INFATUACIÓN CON LAS JOVENCITAS

En ocasiones la infidelidad emocional se manifiesta en infatuacióncon una de las señoritas de la iglesia (o un jovencito, en caso de unamujer mayor, especialmente si es soltera). Esto puede suceder cuan-do el líder está pasando por la etapa conocida como andropausia, omenopausia masculina. Subconscientemente, necesita reafirmar suvirilidad o su capacidad de ser atractivo para mujeres más jóvenes.De repente, comienza a notar que la hermanita tal ya es casi unamujercita y es tan inocente la pobre, que hay que protegerla contralos lobos del rebaño. Su atracción se disfraza de preocupación por lavida espiritual de la juventud, cultivo del talento de esta señorita enparticular, y otras excusas loables.

La jovencita del caso es, por supuesto, más atractiva, más esbeltay graciosa, y menos panzuda que su esposa; pero esto él ni lo pien-sa. Su interés por ella es puro y cristalino como cascada del bosquetropical. A ella, que tal vez está en un proceso de búsqueda de iden-tidad emocional, le seduce saber que un hombre tan importante yespiritual le dedica tanta atención. Entonces se forma una relaciónde dependencia emocional platónica, mutua e insalubre, en la cualalguien va a salir lastimado.

Por lo general, la relación es tan pasajera como llovizna menudade verano en un día de sol. Muy pocas veces llega a contacto sexualfísico. Pero no se engañe; las cicatrices espirituales y emocionalesque se levantan pueden durar toda la vida.


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ADULTERIO ECLESIÁSTICO

El adulterio eclesiástico es otra forma de infidelidad emocional.Es más común, pero más difícil de identificar y corregir. En vez deuna mujer, es la iglesia quien compite con la esposa por el amor desu marido. El pastor se casó con la iglesia. En el trabajo de la iglesiaencuentra afirmación, identidad, estímulo, o cualesquiera sean susmás imperiosas necesidades emocionales. Descuida el hogar, laesposa y los hijos, “porque Dios es primero”.

¿Y cómo puede una esposa pelear contra la iglesia sin que la tildende mundana, celosa, hija del diablo, antipática y carnal? Es más fácildarse por vencida de una vez y aceptar su culpa. Ciento cincuentafeligreses que consideran al marido de ella el hombre más santo delmundo no pueden estar equivocados. Si supieran lo que ella sabe…no lo sabrían de todos modos, porque se negarían a creerlo. Así quees mejor conformarse a la suerte que le tocó y criar los hijos ella sola.Ellos van a vivir tan amargados como ella, diciendo, con mucharazón, que la iglesia les robó a su papá. Pero nadie les va a creer.

Recuerdo en una ocasión que una pareja ministerial vino dondemí a recibir cuidado pastoral. Él estaba al borde de una quemazónprofesional y se sentía confundido. Después de escucharlos a ambos,le comenté al pastor: “Si no fuera porque sé que amas mucho a tuesposa, pensaría que estás cometiendo adulterio eclesiástico.”

Ella me miró extrañada.

“¿Hermano, qué es eso?”, me preguntó sin disimular su sorpresa.

Le expliqué: “Es cuando el pastor se casa con la iglesia. Pasa mástiempo en el templo que en el hogar. A veces ni cena en casa, y loshijos solo lo ven el sábado por la mañana, provisto que no haya unaactividad denominacional más importante que ellos.”

“Pues mi esposo hace tiempo que está cometiendo adulterio ecle-siástico”, confesó con tristeza. “Solo que yo no sabía que se llamabaasí. De hecho, ya me acostumbré a la idea de ser una viuda ocupa-cional.”

Nos dimos cuenta que ese era parte del problema de quemazón,y juntos identificamos medidas para atenderlo. Para él la revelaciónfue cruel, pero efectiva y la relación se salvó. En consecuencia, tam-bién se salvó la salud de la iglesia y la vocación ministerial de ambos.

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En todas las profesiones se considera inmoralutilizar a un o una cliente (léase paciente, feli-grés, alumna) para satisfacer necesidadesemocionales (mucho menos físicas) persona-les de alguien (médico, abogado, profesor,ministro, etc.) que está en autoridad.

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Admito que el pasaje bíblico que usamos para justificar el adulte-rio eclesiástico es de difícil interpretación, si se toma fuera del con-texto de discipulado integral: Si alguien viene a mí y no aborrece a supadre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun tam-bién su propia vida, no puede ser mi discípulo” (Lucas 14:26). Perome resisto a creer que Dios se goza que yo sea infiel emocional-mente a mi cónyuge por dedicarme al trabajo de la iglesia. Paraempezar, la iglesia es de Dios pero no es Dios. Para terminar, mi res-ponsabilidad hacia mi familia es parte vital de mi servicio a Dios (ver1 Timoteo 5:8; Malaquías 2:14-16). Y para rematar, la infidelidad, seafísica, social, emocional o espiritual, es condenada a través de lasEscrituras.

SÍNTOMAS DE UN PROBLEMA MAYOR

En muchos casos, la infidelidad emocional o eclesiástica repre-senta síntomas de un problema mayor de relaciones, inseguridad, eincluso baja auto estima. Necesitamos alimentar el ego, y el alimen-to que nos provee el hogar es insuficiente. Esto se explica, porquenuestros seres queridos también están emocionalmente hambrien-tos por culpa nuestra. Si ellos no están satisfechos, mal nos puedensatisfacer. Entonces tenemos que buscar forraje emocional en otrosgraneros, y los nuestros que ayunen; se lo merecen.

Es también un problema teológico. Nuestro concepto de Dios, dela vocación a que nos llamó, y de lo que Él piensa de las relacionesmatrimoniales y de familia, es defectuoso. ¡Definitivamente, necesi-tamos ayuda urgente!

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El adulterio eclesiástico es otra forma de infi-delidad emocional. Es más común, pero másdifícil de identificar y corregir. En vez de unamujer, es la iglesia quien compite con la espo-sa por el amor de su marido.

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ALGO EN QUÉ PENSAR

1. ¿Qué te hace pensar el concepto de infidelidad emocional oeclesiástica?

2. ¿Crees que en realidad existe tal cosa? Si realmente existe,¿cuáles piensas que son sus causas? ¿Cómo se puede corregir oevitar? ¿Piensas que el autor exagera en su descripción de esteproblema? ¿Qué te hace pensar así?

3. ¿Conoces alguna familia pastoral que esté pasando por la situa-ción que se describe en este capítulo? ¿Cómo se puede ayudar?

4. ¿Cómo interpretas el pasaje de Lucas, que el autor clasificacomo “de difícil interpretación”?

5. ¿En qué sentido es la infidelidad emocional un problema teoló-gico? ¿Qué otros tipos de problemas podrían contribuir a estasituación?

6. ¿Qué posible aplicación práctica le ves a las ideas presentadasen este capítulo?


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Capítulo 15

A manera de resumen

Considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras.

Hebreos 10:24


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A M A N E R A D E R E S U M E N

SEÑALES DE PELIGRO

Los circuitos eléctricos tienen a la entrada de la corriente un ele-mento que se llama fusible. El fusible consiste de una pequeña tirade metal, por donde pasa toda la corriente del circuito antes de hacerel trabajo para el cual se instaló. Si ocurre un corto circuito o algúnotro desperfecto en la instalación, el fusible se quema, interrum-piendo así el flujo de electricidad. Cambiamos el fusible, y si se vuel-ve a quemar, ya sabemos que hay un problema mayor que requierenuestra atención antes que tengamos corriente de nuevo. El fusiblequemado es, pues, una señal de peligro que tal vez nos puede evitarun fuego y en casos extremos, la pérdida de vidas.

A veces actuamos con necedad. En vez de buscar la causa del pro-blema, eliminamos el fusible y conectamos la electricidad directa-mente. O compramos otro fusible con mayor capacidad que el que sequemó; es decir, con más resistencia que lo que el circuito que estállamado a proteger puede resistir sin sobrecalentarse y comenzar unfuego. Un truco que me enseñaron una vez fue a sustituir el fusiblequemado de la casa por un centavo de cobre. Funcionaba; se resta-blecía la electricidad. Como muy inteligente que me creía, había eli-minado la señal de peligro sin eliminar el peligro de la señal.

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Los circuitos eléctricos tienen a la entrada dela corriente un elemento que se llama fusible.Un fusible quemado es una señal de peligroque tal vez nos puede evitar un fuego y encasos extremos, la pérdida de vidas.

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Algo parecido ocurre en las carreteras. Cuando hay un derrum-be, una interrupción en el pavimento, o algún otro peligro que ame-naza la seguridad de los automovilistas, el gobierno erige letreros,banderas rojas y vallas protectoras. Pero llevamos prisa y no nosinteresa obedecer la señal. A veces la quitamos para que los que vie-nen detrás no tengan que perder tiempo yéndose por el desvío máslargo y tedioso. Ya se pueden imaginar las consecuencias. A mí


mismo me pasó, cuando alguien que vino primero que yo quitó unavalla en una calle en bajo nivel, inundada de aguas congeladas enpleno invierno. A mitad de charco, se me apagó el vehículo con mifamilia dentro.

Las aguas frígidas inundaron el interior del coche, a pesar de queera un microbús bastante alto. Un samaritano que pasaba tuvo quehacer un rescate de película, pues la temperatura bajo cero del aguapodía causarles hipotermia a los nietos que viajaban conmigo, si lossacaba fuera. Además, la posibilidad de ser arrastrados por lacorriente era real. El motor caliente del auto hizo una implosión queme costó miles de dólares reparar.

Todo porque alguien irresponsablemente quitó la señal de peligrosin quitar el peligro. Y alguien más, también irresponsable (que fuiyo), no vio el peligro aunque no hubiera señal.

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A veces nos queremos pasar de listos y elimi-namos la señal de peligro sin eliminar el peli-gro de la señal.

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A lo largo de esta obra hemos hecho alusión indirecta a señalesde peligro emocional, que nos sugieren que algo no está bien.Podemos ignorar, racionalizar, negar, e incluso eliminar las señales,pero el peligro no se va con solo desearlo. En un sentido muy real,ni siquiera podemos “orar fuera” el peligro; es menester enfrentarlohumilde, agresiva y honestamente y resolverlo.

A manera de resumen, incluyo aquí una lista parcial de lo que laexperiencia me sugiere son señales inequívocas de peligro en la vidade la familia pastoral. De hecho, estas señales son aplicables a cual-quier persona, aunque no sea ministro con licencia. Sin duda los lec-tores pueden añadir sus propias ideas a esta lista.

1. Atracción impropia hacia una persona del otro sexo.De esto hablamos ampliamente en el capítulo anterior, pero vale

la pena repetirlo. Cuando usted empieza a encontrar excusas para lla-mar, reunir, visitar o consultar a una hermana (o hermano, en casode una mujer) con una frecuencia inusitada, es un posible indicio deque algo no anda bien en su propia relación matrimonial. No ignoreesa señal; puede caer al barranco el día menos pensado.

2. Manejo irresponsable de las finanzas.El pastor eliminó las cuentas bancarias de la iglesia. Ahora todo

se paga de contado. Él maneja todo el dinero y no entrega recibosa nadie. A fin de cuentas él es la autoridad; ¿por qué tiene que


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informarle a nadie? Posiblemente, no está haciendo nada malo (toda-vía). Pero el pecado está a la puerta. Ha eliminado el fusible quepodría protegerlo de la tentación a apropiación ilegal de fondos aje-nos. En el mundo secular de las finanzas, hay gente importante enprisión por esto.

3. Deudas crónicas.Esto tiene que ver con lo anterior. Cuando usted forma el hábito

de gastar innecesariamente más de lo que gana, y sus tarjetas de cré-dito están sobrecargadas al máximo, a veces una salida heroica es loque dice en el punto dos. Muchas veces esto es un síntoma de pro-blemas mayores. Es algo así como una bulimia financiera; quizásusted está hallando satisfacción emocional en las compras, aun decosas que no necesita.

4. Quemazón profesional.Cuando usted se siente explotado, inefectivo, con un cansancio

crónico entre cuero y carne, es posible que su organismo esté pro-testando por circuitos sobrecargados. El capítulo sobre el descansoes pertinente en estos casos. Una manera en que el cuerpo protestaes la depresión emocional, que si se deja sin atender puede degene-rar en depresión clínica, que requiere la intervención de un médicoy la prescripción de medicamentos. No es cierto el dicho famoso deFrank Hernández a los estudiantes del instituto: “Si Dios te llamó aeste ministerio, muérete en él”. La prueba está en que él mismo nose murió en el ministerio. Si usted siente que está perdiendo efecti-vidad por el exceso de trabajo, busque ayuda. Dios no lo llamó a que-marse irresponsablemente, sino a tener cuidado de usted mismopara así poder cuidar a otros.

5. Amarguras sin resolver.Algunos pastores tienen amarguras viejas, de alguien que les hizo

mal, y no saben cómo perdonar ni cómo sanarse. El problema esque, sin ellos darse cuenta, la amargura les sale en cada sermón quepredican y en cada consejo que imparten. Gente amargada engendragente amargada. Justificar las golpizas espirituales, que es todo loque le da a la congregación, con disfraces de santidad, no solo esirresponsable, sino que raya en lo pecaminoso. El capítulo sobreMara y Noemí puede serle útil para superar ese peligro

6. Aislamiento injustificado.El aislamiento profesional es una de las señales más inequívocas

de que algo anda mal. No solo eso, sino que puede ser causa o con-secuencia de otros males. Hay personas que por costumbre son soli-tarias y retraídas. Aunque eso les priva de las bendiciones de com-

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partir, no es a esos a quienes me refiero. Hablo de los pastores o líde-res que no van a reuniones ni confraternizan con nadie. Aunque nose lo admiten ni a ellos mimos, se creen más espirituales y capacita-dos que los demás y no cultivan la interacción para no contaminarse.Escriben su propia guía de escuela dominical, inventan sus propiosprogramas a pesar de la cantidad de ayudas que ofrece la denomina-ción, y en fin, se constituyen en casa sola y rancho aparte, comodecía Papá Loló. Su congregación es su castillo privado. Todo estelibro habla de la necesidad de cuidado pastoral mutuo. Si el cuadrodel llanero solitario o de la bella durmiente del bosque le describe austed, le sugiero que vuelva a la página uno.

7. Crítica crónica.A todos nos divierte criticar de vez en cuando. Como dice mi

amigo Wilfredo Estrada, ninguno de nosotros es una hermanita de lacaridad (a lo mejor ellas también critican). Pero si usted es una per-sona que a todo le pone faltas, es posible que tenga un problemasecreto de baja autoestima, complejo de inferioridad, u otra condi-ción que necesita un experto en psicología freudiana para ponerlenombre. Pero no se necesita un psicólogo para preguntarse a ustedmismo: “Mismo, ¿qué te pasa a ti que a todo le pones falta? ¿De verasestará la fiebre en la sábana?” A lo mejor usted es quien necesitaayuda.

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En un sentido muy real, ni siquiera podemos“orar fuera” el peligro; es menester enfrentar-lo humilde, agresiva y honestamente y resol-verlo.

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Esta lista no es de ningún modo exhaustiva. Y como podrán notar,no la presento como pecados o peligros en sí, sino como posiblesseñales de que algo anda mal. Dicho de otro modo, son como fusi-bles que se siguen quemando cada vez que los cambiamos. Tal vezsea tiempo de revisar los circuitos en forma preventiva.

GUARDA DE MI HERMANO

El objetivo principal de este libro ha sido despertar conciencia dela necesidad de cuidado pastoral mutuo. En una forma muy real, yosoy guarda de mi hermano y debo ayudarle a lograr su sanidad inte-gral, a la vez que él o ella me ayuda a mí.


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Otro objetivo ha sido presentar el cuidado pastoral no como algoque hacen solamente los pastores, sino como la responsabilidad y elprivilegio de todos y todas. Es el cuidado que demostramos por otrosy otras, en respuesta a la memoria y el cuidado que Dios tiene denosotros.

Si con estos comentarios he logrado que una persona se convier-ta en mejor cuidadora de los demás, valió la pena el esfuerzo. Y conesto doy fin. Amén. “Consumatum est.” Baruch atta Adonai.(Bendito sea Dios.)

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ALGO EN QUÉ PENSAR

1. Analiza cada una de las señales de peligro mencionadas en estecapítulo. Piensa en maneras de enfrentar y resolver cada una deellas.

2. Reflexiona sobre si alguna vez has percibido alguna de estasseñales en tu vida. Sé justo y honesto contigo mismo. ¿Quémedida, si alguna, recuerdas haber tomado al respecto?

3. Piensa en señales de peligro adicionales a las mencionadasaquí.

4. ¿En qué medida piensas que se lograron los objetivos del libro,según los presenta el autor? ¿Le recomendarías la lectura a otrapersona? ¿A quién? ¿Por qué?

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REFERENCIAS

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no me dejes solo amparo rivera

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