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Nº 157 - ENERO-FEBRERO 2014

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Nº 157 - ENERO-FEBRERO 2014

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ALTAR MAYOR se llama el pico desde el cual se tomó la decisión de elegir el montículo rocoso de «La Nava» para construir, en él, el monumento a la reconciliación de los españoles mediante el hermanamiento de los caídos en guerra fratricida. Es, pues, una atalaya importante dentro del significado del Valle; por ello hemos tomado su nombre para esta publicación.

Tomo 24 – Año XXVI – Enero-Febrero 2014

DirectorEmilio Álvarez Frías

e-mail: [email protected]

Edita:Hermandad de la Santa Cruz y Santa María

del Valle de los Caídose-mail: [email protected]

www.hermandaddelvalle.org

JUNTA DE GOBIERNO

PresidenteLuis Suárez Fernández

VicepresidenteLuis Fernando de la Sota Salazar

TesoreroAdolfo Iranzo González

VocalesEmilio Álvarez Frías, Vicente Bosque Hita,

Sergio Brandao Cardoso, Luis Buceta Facorro, Ángel Casarrubios Muñoz,

Agustín Cebrian Velasco, Miguel Díaz Martín, Gonzalo Fernández Suárez de Deza,

F. Javier García Miranda, Diego Guerrero Perejón, José Ramón López Crestar, Manuel Sáinz-Pardo Toca,

Federico Sánchez Aguilar

Presidente honorarioJuan Torija González

Depósito Legal: M–5779–1989

Para cumplir sus fines estatutarios, la Hermandad realiza actividades culturales y edita publica-ciones impresas y digitales, donde tienen acogida las más variadas opiniones, siempre dentro del respeto a la moral y la verdad, sin que ello suponga que asume esas opiniones.

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SUMARIOPág.

¿Es cierto que aguantamos mucho?, Emilio Álvarez Frías . . . . . . . . . . . . . . . . 5

Eugenio d’Ors, el bien plantado, José Mª García de Tuñón . . . . . . . . . . . . . . . 8

Una reflexión a partir del Martín Fierro, Arzobispo Jorge Bergoglio . . . . . . . 21

El Martín Fierro y la dirigencia política, Alberto Buela . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35

La destrucción de las naciones, Dalmacio Negro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 39

De la invertebración de España a la rebelión de las masas en José Ortega y Gasset, Moisés Simancas Tejedor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 44

El legado de la Escuela de Salamanca, Francisco Pérez de Antón . . . . . . . . . . 61

Las dos experiencias de la psicología, José Luis Pinillos . . . . . . . . . . . . . . . . . . 72

El regalo de Reyes, Pedro Rizo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 86

Búsqueda y afirmación de lo común en una sociedad pluralista democrática, Teófilo González Vila . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91

Cataluña en la Guerra de la Independencia, Francisco Caballero Leonarte . . 97

Páramo cultural, Jesús Flores Thies . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 104

Contra toda esperanza, Joaquín Albaicín . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 121

Estados Unidos también es Hispanoamérica, Daniel Marín y Lorenzo Esteve 123

Los bombardeos genocidas: Un obispo bajo las «moral bombas», Stefanía Falasca . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 127

Vital contribución de España en el triunfo de la Revolución Americana, Robert H, Thonhoff . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 134

José Antonio y la soledad de Alcuneza, Joaquín Albaicín . . . . . . . . . . . . . . . . . 140

Libros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 142

Portada: «Teito» con su peculiar cubierta vegetal . Parque Natural de Somiedo . Asturias

Contraportada: Pórtico románico de la iglesia vieja de Sabugo, Avilés . Asturias

Cerámica tradicional de Llamas de Mouro, en Cangas de Narcea, Asturias

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Hórreo tradicional asturiano, en Os Teixois, cercano a Taramundi, Asturias

Cuando adviertas que para producir necesitas obtener autorización de quienes no producen nada; cuando compruebes que el dinero fluye hacia quienes no trafican con bienes sino con favores; cuando percibas que muchos se hacen ricos por el soborno y por influencias más que por su trabajo, y que las leyes no te protegen contra ellos sino, por el contrario, son ellos los que están protegidos contra ti; cuando descubras que la corrupción es recompensada y la honradez se convierte en un auto-sacrificio, entonces podrás afirmar, sin temor a equivocarte, que tu sociedad está condenada .

Ayn Rand (1950)

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¿ES CIERTO QUE AGUANTAMOS MUCHO?

Emilio ÁlvarEz Frías

Lo cierto es que da nauseas contemplar el panorama político español de los últimos tiempos –desde hace tiempo, diríamos mejor–, produce considerable tristeza lo que nos cuentan por la televisión en relación con los abusos y falta de honradez de unos y otros, apena el ánimo ver en qué ha caído la España que queremos unida, la Administración que consideramos debe estar ajustada a las necesidades, la jus-ticia que ha de ejercer su misión en el conjunto de las actuaciones encomendadas a las instituciones, el papel zafio y confuso que despliegan los partidos políticos, la vergüenza que uno siente ante los manejos de los sindicatos tan alejados de los intereses de los trabajadores, la frialdad de las empresas en este mundo globalizado en el que nos encontramos sumidos, donde sólo se persigue el mayor beneficio posible,…

Y, curiosamente, casi todos los que manejan hoy tan torpe, interesada o poco dignamente estos estamentos son los que satanizan el tiempo que media entre el fin de la guerra civil y la denominada transición .

Mientras, el resto de los mortales que moramos en España, que somos casi todos, aguantando, concediendo nuestros favores, nuestro voto, nuestra represen-tación, nuestra confianza, a quienes, por unas u otras razones, no son dignos de ella –aunque habrá alguien que se salve– . Y aguantamos, y nos indignamos de muy diferentes formas, pues, crédulos, seguimos esperando el maná, acaso su reconver-sión, quizá simplemente que recuerden lo que prometieron y siguen prometiendo .

En esa línea, es evidente que nos dejamos engañar continuamente; no creemos en lo que dicen, pero confiamos que pueda llegar a ser; roban las arcas del Estado, y aunque los llamemos golfos y sinvergüenzas –aunque habrá alguien que se salve, repetimos– no pedimos la actuación enérgica y rápida de la justicia; incumplen sus promesas, las que nos inclinaron a concederles el voto, y, pacientemente, seguimos esperando porque todavía restas tiempo hasta las nuevas elecciones para que los puedan consumar; y, tememos, que, a pesar de todo, nos engañarán de nuevo, a última hora, con unas realizaciones de aliño para que los volvamos a dar nuestra confianza .

Somos pacientes, muy pacientes, quizá porque ya han pasado los tiempos de las asonadas y no caben en nuestro mundo civilizado, egoísta, cómodo, pasota; de forma que volveremos a dejarnos seducir con el chupa-chus de que los otros son peores .

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Ante tal panorama, cabe hacerse un sin fin de preguntas . Por ejemplo .¿Hay algún español que no esté convencido de que los actuales sindicatos no

sirven a la defensa de los intereses de los trabajadores? ¿Alguien duda de que son unos sindicatos obsoletos? ¿Es posible que hasta el español más lerdo no crea que los sindicatos de los que disfrutamos son una cueva de Alí Babá, unos organismos inoperantes utilizados para proporcionar buena vida a unos cuantos individuos que sólo miran su interés particular, su óptima forma de vivir? ¿Acaso alguien conside-ra que puede contar con los liberados sindicales para resolver su problema laboral? ¿No es cierto que estamos convencidos de que esos sindicados liberados son la fuerza de choque, las avanzadillas del mantenimiento de los piquetes informativos y la masa que acude a las manifestaciones, lo que es una auténtica lacra que padece España? ¿No nos preguntamos, casi todos, que el dinero que el Estado revierte en estas instituciones es un despilfarro, pues no sirve para bien alguno, y muy frecuen-temente sí es el aceite que desestabiliza al propio Estado? ¿No es llegada la hora de desprenderse de esa carga, de ese lastre, dando vía libre a estas instituciones, desenganchándolas del mecanismo estatal, para que se reconviertan en organi-zaciones totalmente libres mantenidos por sus propios afiliados, por quienes los precisan?

¿Por qué, nos solemos preguntar interiormente, ha de fundamentarse la repre-sentación de quines integramos la nación, exclusivamente a través de los partidos políticos que, está demostrado, conciben la organización del Estado desde su óptica particular, desde sus concepciones políticas y sociales, desde sus filias y sus fobias, desde la idea madre del deseo de implantar sus postulados de todo tipo, sin conce-der cuartel al otro, sin alternativa a otras posibilidades? ¿Cómo es admisible que asistamos sin pavor a las manifestaciones del líder de un partido cuando asegura por sus muertos –es un decir coloquial– que cuando llegue al poder se cargará toda la obra legislativa del partido que le antecedió? ¿Cómo lo aguantamos cuando estamos convencidos de que durante el mandato anterior de su partido llevaron al país a la hecatombe tanto desde las acciones como desde la actuación legislativa? ¿Cómo se atreve a defender una enseñanza que sitúa a los jóvenes españoles en un puesto tan precario en el conjunto de las naciones? ¿Cómo es aceptable que sólo piense en echar abajo todo lo que haga el gobierno si no es el de su partido, y escuchemos impávidos unas proclamas tan desquiciadas, e incluso sean aplaudidas por unas masas menesterosas que, a través de sus proyectos, está a la vista, van sumiendo más cada día en la marginalidad y la pobreza?

No cabe duda de que los negocios de nuestro país van descaminados, desorien-tados, en un cambalache difícil de digerir, increíblemente manipulado, confuso, incierto .

¿Por qué tiene esa gente tanta inquina a las religiones, por mejor decir, a la cató-lica? ¿Qué daño les hace, en qué? ¿Acaso no les gustan que los planteamientos que el cristianismo tiene para la vida son mejores que los que propugnan sus formacio-nes políticas, y por ende supone una barrera para el total desmantelamiento moral

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del individuo, la familia y la nación entera? ¿Qué hacen ellos que sea superior al mandato evangélico? ¿Ignoran o quieren ignorar que la labor social de la Iglesia es sumamente eficiente mientras los partidos políticos y los sindicatos olvidan com-pletamente este frente, e incluso el Estado que controlan es parco en afrontarlo? ¿Por ventura la palabra de la Iglesia no habla de amor cuando la de ellos rezuma odio? ¿Por qué continuamente piden la ruptura de los acuerdos con la Santa Sede? ¿Les daña tanto la Cruz como para quererla ver derruida en todos los aspectos y lugares? ¿Qué interés tienen en olvidar el origen de su propia cultura, las bases sobre las que ésta se asienta?

Da la sensación, y algunos incluso lo aseguran, que estamos nuevamente ante la invasión de los bárbaros, por distintos medios que en otros tiempos, mucho más dañinos si cabe los de ahora, pues disponen de los mecanismos que aporta la modernidad que ellos manejan con soltura y utilizan malévolamente con enorme descaro, impúdicamente .

Y, por supuesto, van caminando sin desmayo en pos de esos deseos de apo-derarse de los resortes del poder para barajarlos como cartas marcadas y ganar marrulleramente la partida de la vida de los españoles, para dar satisfacción a sus ambiciones desmedidas, a su egoísmo incontenido, a los odios desbocados que llevan al país a un total desajuste, rompiendo la libertad que han de tener las institu-ciones para el ejercicio de su misión, manipulando las voluntades, desnortando las inclinaciones naturales de los individuos, confundiendo lo bueno con lo malo, lo bello con lo vulgar, el amor con el deseo, la justicia con el capricho, la generosidad con la ambición, el honor con lo conveniente,…

Nos encontramos en un mal momento . No es el primero ni el único de nuestra historia ya que somos dados al enfrentamiento entre unos y otros, y volubles, de forma que unas veces andamos enardecidos delante de la procesión y otras lo hace-mos detrás tirándola piedras con igual arrebato . Y dejamos pasar la vida a la espera que alguien venga a arreglar nuestros problemas . Mas no es fácil que surjan como setas quienes traigan ideas claras y palabras justas para convencernos de cuál es el camino adecuado e influir para que lo tomemos . Somos indolentes y traspasamos la responsabilidad a los demás . Y, mientras, nos conformamos con la situación, esperamos aparezca el «santiago» de turno que nos conduzca a la batalla, cantado a posteriori, luego, después, cuando nos decidimos a unirnos a su destino «lo que estamos diciendo» .

Aunque lo aconsejable es no demorarse en reaccionar a tiempo fiando de noso-tros mismos . Es más real . Está mucho más a mano . No debemos sentarnos a la puerta de la jaima, con paciencia franciscana además, sino que debemos ponernos en movimiento para arreglar los desajustes que apreciamos en la vida y organiza-ción de nuestra nación . Debemos ser responsables tomando la carga sin desmayo, con empeño, sensatez, prudencia, cordura y valentía . ■

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EUGENIO D’ORS, EL BIEN PLANTADO

José mª García dE Tuñón aza*

César Alonso de los Ríos, firme opositor al régimen de Franco, se refirió un día en un interesante artículo sobre este catalán, que lo mismo escribía en su lengua propia que en la lengua del imperio, que comenzaba con estas palabras:

El espeso y prolongado silencio en torno a la figura de Eugenio d’Ors resulta especialmente vergonzosa en estos momentos de revisión del siglo que acaba de terminar . ¿Cómo escamotear sin escándalo al intelectual que con el término «novecentismo» (novecentisme) dio nombre al espíritu de la época y, a partir de él, formuló un programa estético, moral y político? Sí acertó Dionisio Ridruejo al decir que en España el siglo xx se llama Ortega y Gasset, hay que reconocer la lucidez magistral de d’Ors a la hora definir el signo cultural de la época . En pocas ocasiones un intelectual ha sido tan tempranamente consciente de la misión cultural que le tocaba representar y en pocos casos alguien se ha entregado con tanto entusiasmo –y con tanto yerro, a veces– a las solicitaciones de su tiempo1 .

Como tantos otros, Ramiro de Maeztu, por ejemplo, es cierto que sobre d’Ors, el que «maneja el lenguaje como una herramienta de artista, de una forma precisa y a la vez bella»2 y oírle era un gozo, una fiesta del espíritu «que no se puede olvidar»3, cayó el silencio que hoy, los que manipulan la mayoría de los medios de comunicación, lo han condenado por, como muy bien repite Alonso de los Ríos, «su significado falangista» . Incluso también, el olvido del nacio-nalismo catalán a pesar de su «su intensa labor cultural en la Mancomunidad de Cataluña, bajo el mando de Prat de la Riba, creando una red de Bibliotecas Populares dependientes del Institut d’Estudis Catalans y organizando la Escuela de Bibliotecarias, entre otras tareas»4 . Aunque dicho todo lo anterior hay quien ha escrito no hace tanto, que sobre la figura de d’Ors «estamos asistiendo en los últimos tiempos a un creciente interés por su pensamiento de lo que es prueba la avalancha de reediciones de sus obras en diversas editoriales están llevando

* José mª García dE Tuñón aza es licenciado en Económicas y escritor .1 Diario ABC, Sevilla, 6-II-2001, pág . 3 .2 PARRA CELAYA, Manuel: José Antonio y Eugenio d’Ors. Falangismo y catalanidad. Plataforma 2003 .

Madrid, 2003, pág ., 16 .3 JUAN ARBÓ, Sebastián: Memorias. Los hombres de la ciudad. Planeta . Barcelona, 1982, pág . 239 .4 PARRA CELAYA, Manuel: Op. Cit., pág . 14 .

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a cabo»5 . Si bien hay que respetar todas las opiniones, creo que el autor de estas letras exagera un poco . Habría que preguntar cuántos estudiantes conocen a este poeta, este filósofo, un creador, como muy bien lo califica el doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación, mi buen amigo Manuel Parra Celaya . Sería mejor decir, creo, que d’Ors está en el recuerdo de algunos y en el olvido de los más . O, si se quiere, un escritor que está mal plantado, en la cultura de hoy, a pesar de ser el autor de La Bien Plantada, que data de 1911, y que es, como dice meu bon amic, «el símbolo de esa elegancia que guió toda su obra»6 .

Se podían añadir más comentarios de este tipo por eso no me resisto a pasar por alto lo que escribió su nieto Pablo:

Quizá yo sea como una reliquia del pasado, una especie de caballero medie-val, obcecado, como don Quijote, por defender un nombre y un ideal, un castillo, una idea . Ser d’Ors es para mí eso; un horizonte, una consigna, una fortaleza . No es casual que lo considere así . Ha habido demasiados ataques para que no lo considere así . Por de pronto el nombre de mi abuelo, don Eugenio –el ingenio de esta corte, ya caduca–, ha sido sistemáticamente borrado de las enciclopedias y de los manuales escolares y universitarios de lengua y literatura españolas . También, como es natural, el de su obra, casi infinita . Y sublime . Me he tomado la molestia de cotejar muchos de esos manuales colegiales, los que van desde la época así llamada nacional-católica hasta los de actualidad . Y he comprobado con pesar cómo las muchas páginas dedicadas a mi abuelo pasaban a ser pocas, y cómo pocas se degradaban hasta convertirse en muchas líneas, pero de una sola página, y cómo esas muchas líneas, ¡ay!, se transformaban en pocas, y esas pocas en tres, dos, una, ninguna . Nada, Eugenio d’Ors ya no existe en la mayo-ría de las historias de la literatura . Ni siquiera las catalanas, la puerta española hacia Europa, la mencionan . Los catalanes son los peores de todos, interesados, oportunistas, frívolos con avaricia, y por eso los odio con todo el odio que cabe en mi alma catalana, que es mucho…7 .

Para el filósofo José Ferrater Mora (Barcelona (1912-1991) que estudió en la Universidad de Barcelona y participó en la guerra civil española en el bando republicano, al lado de los secuaces comunistas8, de Eugenio d’Ors dice en su diccionario que

se inclinó en sus primeros tiempos al pragmatismo, pero pasó bien pronto a la

5 GONZÁLEZ, Antonino: Eugenio d’Ors. El arte y la vida. Fondo de Cultura Económica . Madrid, 2010, pág .13.

6 PARRA CELAYA, Manuel: Op. cit ., pág . 17 .7 Diario ABC, Madrid . Suplemento Blanco y Negro, 25-IX-2004, pág . 6 .8 Terminada la guerra se exilió en Francia, para marchar después, no a Rusia, sino a La Habana y Santiago

de Chile, donde fue profesor en la Universidad de estas capitales . Finalmente, terminó incorporándose como docente, en 1949, al Bryan Mawr College de Filadelfia, en Estados Unidos, del que formó parte hasta su jubilación en 1981 . De él dice también el profesor Gustavo Bueno Sánchez que en la revista en español anticomunista, Cuadernos del Congreso por la Libertad de la Cultura, el nombre de José Ferrater Mora aparece incorporado a la relación de «colaboradores» que se hace figurar en la contracubierta de cada número a partir del número 4 (enero-febrero de 1954) . Desde 1951 hasta 1966, durante quince años, mantuvo, pues,

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erección de una «filosofía del hombre que trabaja y que juega», en la cual la «sabiduría» es considerada como el único acceso posible a la realidad que toda filosofía busca: al universal concreto, esto es, a la esencia universal que es al propio tiempo una existencia . La afirmación decidida de la «sabiduría» o de la «inteligencia» (el seny, la sagesse) en que se resume la tendencia que el propio autor ha llamado novecentista, ha sido proseguida por Ors en sus trabajos pos-teriores, encaminados a una filosofía igualmente alejada de lo formal y de lo material concreto . Lo formal, que ha sido acogido casi como la única realidad por las direcciones logísticas, es tan insuficiente como lo concreto puro y simple, que es informe y caótico; lo que Eugenio d’Ors busca es así, como en los comien-zos, un universal concreto, una síntesis de lo formal y de lo material que no sea tampoco exclusión de ninguno de los componentes, que no sea, como en Hegel, identidad, sino, como en todo el pensamiento griego, armonía . Tal indagación se ha manifestado últimamente en dos campos distintos: por un lado en la ciencia de la cultura, que averigua los «eones» o «constantes históricas» en el marco de una morfología; por otro, en la angelología, vinculada a la tradición católica, y que culmina en una teoría de la personalidad . La unión de todas las oposiciones se sigue manteniendo, sin embargo, en la obra de Ors por virtud del predominio de la armonía sobre la identidad, de la síntesis de lo formal y de lo material sobre la unilateral acentuación de uno de los dos términos o, si se quiere, de la victoria de la eternidad, que es a la vez tiempo y superación del tiempo, sobre toda limitada temporalidad y contingencia .

Obras principales: Le résidu dans la mesure de la science par l’action; Religio est libertas; La filosofía del hombre que trabaja y que juega; De la amis-tad y del diálogo; Aprendizaje y heroísmo; Las ideas y las formas, a las cuales hay que agregar las series del Glosari y del Nuevo Glosario9 .

Nació d’Ors, «el gran pensador catalán», así lo anotó Antonio Machado en su cuaderno Los Complementarios, en Barcelona el 28 de septiembre de 1881 como «Eugeni d’Ors –y Xènius como escritor y Glossari su obra fundamental y su bien amada: Catalunya–, un día descubrió que, en lugar de iniciador de una catalanidad independiente y hasta imperial, es el último eslabón del roman-ticismo llemosí, iniciado en 1833 por un empleado de Banca, Buenaventura Carlos Aribau, cuando del mugró matern la dolça llet bevia»10. Hijo de una familia acomodada que se esmeró en darle una buena educación junto con su hermano José Enrique, dos años más joven que él . Hizo todo el Bachillerato en Barcelona con la calificación de sobresaliente . La carrera de Derecho también la estudió en la ciudad Condal, aunque los cursos de doctorado los hace en la

Ferrater vínculos con ese Congreso financiado por los Estados Unidos del Norte de América para «defender el derecho de crítica y el pensamiento libre» mancillado por los perversos comunistas soviéticos y sus malvados secuaces . Ver El Catoblepas, nº 129, noviembre 2012, pág . 8 .

9 FERRETER MORA, José: Diccionario de Filosofía. Editorial Atlante . Méjico, 1942, 1ª edición, págs . 403-404 .

10 GIMÉNEZ CABALLERO, Ernesto: Retratos españoles (Bastante parecidos). Planeta . Barcelona, 1985, pág . 133 .

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Universidad de Madrid . Mucho antes, siendo casi un niño, escribió un pequeño libro que tituló Primicias y que su madre encuadernó para que lo regalase a su padre . El libro recoge algunas escenas de la vida familiar y está escrito, en su mayor parte, en lengua castellana y pocas veces en catalán . Cuando tenía ape-nas catorce años, muere su madre a la que, como cualquier hijo que le falta su ser más querido a esa edad, fue en su busca toda su vida . Su padre se vuelve a casar, pero Eugenio y su hermano pierden casi toda relación con él . Colabora, ya en los primeros años del pasado siglo, en varias publicaciones que muchas veces firma con diferentes seudónimos . El más conocido el ya citado Xènius, que así lo llamaban familiarmente, viene a ser una abreviatura del nombre catalán Eugeni, y con el que firmó desde 1906 la mayor parte de sus trabajos periodísticos, piezas valiosísimas del Novecentismo catalán, parte sustancial de la cultura de la primera mitad del siglo xx .

Este año –en septiembre contrae matrimonio con María Pérez Peix–, forma-do en los ambientes literarios modernistas y después de haber pasado por la Universidad de Barcelona se trasladó a París como corresponsal de La Veu de Catalunya y recibe ayuda económica de la Diputación . Continúa algunos estu-dios en la Sorbona y en el Colegio de Francia, al mismo tiempo que comenzó con la publicación de su Glosario, breves comentarios diarios en la prensa, de la que era corresponsal, que publicaría ininterrumpidamente. A la vez colaboraba en revistas literarias de la época como Quatre gats, La Creu del Montseny, o Auba . Sus escritos de crítica de arte en El Poble Català, y ya pasados aquellos primeros años, comenzó a desear una regeneración artística de Cataluña, si bien frecuentaba las tertulias del conocido café barcelonés de Els Quatre Gars, a las que asistían artistas como Pablo Picasso . Su profunda sintonía con los plantea-mientos estéticos del arte clásico de Grecia y Roma, hizo que rompiera con el Modernismo principalmente por el rechazo del individualismo y el naturalismo de la estética modernista, así como del sentimentalismo y la espontaneidad en la creación artística y la esterilidad del tradicionalismo catalanista anclado en el ruralismo y el folklore .

Por otro lado, durante su estancia en París asistió a numerosos seminarios de filosofía y psicología . Fruto de todo ello son sus dos Memorias que aún perma-necen inéditas, aunque su biógrafo Antonino González dice que «en la primera memoria se propone dar una idea general del estado de la epistemología en su tiempo para luego buscar un método único convencional de medidas que permita poner en común los resultados de todas las ciencias, lo que d’Ors pre-tende hacer a partir de la superación de la tesis del pragmatismo, recientemente descubierto por él . La segunda memoria se compone de tres trabajos redac-tados entre 1909 y finales de 1910 . En el primero, titulado Els M´todes de la ensenyansa superior: Missió a París, d’Ors analiza la enseñanza universitaria de Lógica y Epistemología en Europa . En este trabajo se encuentran incoadas las posteriores ideas pedagógicas orsianas . Treballs d’introdució a l’estudi de

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la Lógica, el segundo estudio de esta memoria, versa sobre las relaciones entre ciencia y arte y entre ciencia y religión desde un punto de vista crítico para con el pragmatismo . Por último, Treballs pera la constitución de la Lógica intenta una integración de la racionalidad en la estructura histórica del ser humano»11 .

En 1911 es nombrado secretario general del Institut d’Estudis Catalans, y gracias, en buena medida, a su impulso creativo, se convertirá en el foco dina-

mizador de aquella renovación cultural donde poco a poco va creando las sec-ciones de Ciencias y de Filología al mismo tiempo que comienza a publicarse Arxius de l’Institut de Ciències, que él mismo dirige . Es el año memorable en los anales del orsismo, con la publicación también de la ya insistida La Bien Plantada, ofrecida por su autor como símbolo de la catalanidad . «Cataluña aceptó el símbolo y España, por boca de Unamuno, se mostró dispuesta a ver en este librito, como quería el glosador, la concreta filosofía de la catalanidad, la teoría del nuevo espíritu mediterráneo»12 . En 1912 se licenció en Filosofía en la Universidad de Barcelona y al año siguiente se doctoró en la Universidad de Madrid con una tesis titulada Los argumentos de Zenón de Elea y la noción moderna de Espacio-Tiempo. «No era un estudiante, un alumno que viniese a

11 GONZÁLEZ, Antoninio: op. cit., págs . 30-31 .12 L . ARANGUREN, José Luis: La Filosofía de Eugenio d’Ors . Espasa Calpe . Madrid, 1981, pág . 121 .

Eugenio d’Ors con un grupo de intelectuales

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defender –dice María de Maeztu– su tesis para ser recibido en el grado de doc-tor . Como aconteció con Bergson, se reveló ya en el examen como un maestro, como un filósofo que hallaba su originalidad en las fuentes de la tradición clásica . “Todo lo que no es tradición es plagio”»13 . En 1914 publicó su primer libro de filosofía: La filosofía del hombre que trabaja y que juega, que es una antología de sus escritos filosóficos . Este mismo año se presentó en Madrid a unas oposiciones para la Cátedra de Psicología Superior de la Universidad de Barcelona, pero sólo contó con el voto favorable de Ortega y Gasset «que quedó tan impresionado no sólo de la profundidad de pensamiento en el tema, su dia-léctica ágil y el rigor de la argumentación, sino, más aun todavía, la elegancia y la precisión en la forma expositiva»14 . En este tiempo, en Madrid, pronunció una conferencia en la Residencia de Estudiantes con el título De la amistad y el dialogo, y en el Ateneo madrileño leyó el texto de su monografía Religio est Libertas. Es nombrado, años después, director de Instrucción Pública de la Mancomunidad de Cataluña, desde donde creó Seminarios de Filosofía, de Psicología, de Fisiología, etc ., y una red de Bibliotecas populares y la Escola de Bibliotecàries que «fue la gran pasión final de Eugenio d’Ors en el periodo en que ejerció su heliomaquia a través de las instituciones socio-culturales de Cataluña»15 . Se pueden leer unas palabras, de una antigua alumna, que recoge Díaz-Plaja y cuyo nombre no cita:

Yo llegué demasiado tarde a la Escuela de Bibliotecarias para poderme aprovechar del magisterio personal de Eugenio d’Ors; pero estoy convencida de que en ella continuaba viva su alma y el efluvio de los ideales orsianos no había desmerecido, antes bien, se había sublimado y consolidado en las magníficas lecciones de sus profesores, y de la verdad y validez de su valía habla el hecho de que hasta las alumnas que no llegamos a conocerle, le consideramos como a nuestro maestro16 .

La gran actividad desarrollada durante este tiempo y sus éxitos alcanza-dos, hacen que afloren las envidias entre sus propios adjuntos y su actuación fue sometida a debate en la Mancomunidad . Se trata, pues, de defenestrar al pensador . «No vamos a insistir sobre este triste episodio –dice Guillermo Díaz-Plaja–, cuyo desenlace, ya previsto, motivó la separación espectacular de Eugenio d’Ors de la cultura catalana . El gran protagonista de los medios intelectuales de Cataluña, se vio forzado, en 1920, a presentar la dimisión de su cargo de director de Ilustración Pública . En compensación, se puede decir así, la Asociación de la Prensa de Barcelona le elige para la presidencia de la entidad que le sirvió como único título durante su viaje a Argentina invitado por

13 MAEZTU, María de: Antología-Siglo XX. Prosistas españoles. Espasa Calpe . Colección Austral . Buenos Aires, 1943, pág . 256,

14 FLOREZ, Rafael: D’ORS. Epesa . Madrid, 1970, págs . 31 y 32 . 15 DÍAZ-PLAJA, Guillermo: El combate por la luz. Espasa-Calpe, Madrid, 1981, pág . 92 .16 Ibid., pág . 93 .

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la Universidad argentina de Córdoba . Su acción cultural en este país hizo que fuera invitado a Montivideo donde el 19 de noviembre de 1921 pisó tierra uru-guaya . Mientras tanto, este mismo año, le es arrebatada en Cataluña su última función docente: la dirección del Seminario de Pedagogía . El Glossari deja de publicarse en La Veu de Catalunya y pasa a editarse bajo el título Las obras y los días, en castellano, en el diario barcelonés Las Noticias, pasando después a El Día Gráfico, esta vez en catalán, donde publica su drama autobiográfico El nou Prometeu encadenat»17 .

Por todo ello, cuando regresa de América, no se establece en Barcelona, sino en Madrid, donde lo acogieron con los brazos abiertos «para ser maestro en castellano»18, a la vez que comenzó a publicar en volúmenes el Glosario, y en el diario ABC las Glosas que iba escribiendo . La Revista de Occidente, recién fundada y dirigida por Ortega, edita su libro Mi salón de otoño. También fue editado, por Caro Raggio, Tres horas en el Museo del Prado que pasando los años se publicaría en Francia, Gran Bretaña, Italia, incluso en Rumania y Japón. Colabora en la formación de los primeros núcleos sindicales organizados por el Ministerio de Trabajo y en la creación de la Escuela social, de la que es nombrado profesor de Historia de la Cultura . En 1927 es elegido Académico, «Poco antes había recibido la primera revelación de la Angelología, y por estos mismo años da forma mental definitiva a la Ciencia de la Cultura, que, años después, fue explicada dentro de España, aparte la Escuela Social, en la Cátedra Vives de la Universidad de Valencia y en el Ateneo de Cádiz»19 . Volvió tempo-ralmente a París como representante de España en el Instituto Internacional de Cooperación Intelectual y no desaprovechó el tiempo pues trabajó su obra sobre el pintor Cézanne, considerado el padre de la pintura moderna, que preparó, con 68 ilustraciones, Francisco Amunategui partiendo del borrador corregido por d’Ors después de que, sin su permiso, lo había publicado anteriormente la editorial de Caro Raggio y que ahora se editaba en París . En esta capital publicó también en francés un libro, en 1930, sobre Pablo Picasso, y en cuya edición –en español no se publicaría hasta 1946–, colaboraron estrechamente d’Ors y el pintor malagueño .

En febrero de 1931 se hace pública la crisis total del Gabinete Berenguer, y es entonces cuando las distintas fuerzas políticas aprovechan para posicionarse después de una larga dictadura . El rey también juega su baza que de poco le serviría . En aquellos angustiosos momentos, nos cuanta el monárquico Eugenio Vegas Latapie, que coincidió con d’Ors en una reunión, le brindó éste la reali-zación de convocar y celebrar en el Panteón de Reyes de El Escorial una con-centración de españoles que buscaran luz en aquellos difíciles momentos . A tal

17 Ibid., pág . . 106 .18 SANTOS, Dámaso: Generaciones juntas. Editorial Bullón . Madrid 1962, pág . 274 .19 L . ARANGUREN, José Luis: Op. cit., pág . .321 .

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efecto, al notable catalán dictó al monárquico un proyecto que Vegas Latapie conservó, y que decía así:

En esta hora de turbación, de que no escapan ni los más altos, unos grupos de españoles, fieles a los valores de unidad y de continuidad de la Historia de España, han querido restaurar la propia fortaleza en una hora de vecindad con las cenizas de los Reyes, cuya obra vive y vivirá en la realidad nacional para comulgar en su recuerdo y nutrirse de cara al porvenir en la más viva sustancia del pasado . A tal efecto se congregarán estos españoles y cuantos quieran acom-pañarles en la solemne ceremonia, el domingo próximo en la cripta de El Escorial donde reposan los huesos de gran número de nuestros Reyes20 .

A los pocos días llegó la II República, con su bullicio patriotero donde, no pasando mucho tiempo, en varias capitales de España comenzó la quema de iglesias y conventos . Era el principio de un desastre que trajo después la sus-pensión del diario monárquico ABC y el encarcelamiento de su director Juan Ignacio Luca de Tena, lo que significó para d’Ors la pérdida de su colabora-ción en ese periódico . Eran los nuevos aires de libertad que traía la República . Se vio obligado, pues, a publicar el Glosario en el diario de Herrera Oria, El Debate, «donde aparecieron sus primeras glosas sobre los Ángeles . El Centro de Estudios Universitarios de la Acción Católica de Madrid y su Escuela de Verano de Santander, le brindaron nueva cátedra donde profesar su Ciencia de la Cultura»21 . Viaja de nuevo a París y coincide con el Congreso Internacional de Escritores para la Defensa de la Cultura y en el que se halla presente el poeta anarquista Andrés Carranque de Ríos . Eugenio d’Ors asiste, por lo menos, a una de las sesiones como queda reflejado en la crónica que para un diario de Madrid, al servicio del Partido Socialista, escribe el citado Carranque quien, refiriéndose al filósofo catalán, dice:

Al terminar el delegado inglés surge en la delegación española un pequeño incidente . Un señor alto y grueso ha entrado en el escenario . Es Eugenio d’Ors . Es tal el estupor que reina entre nosotros, que no sabemos qué partido tomar . Por fin nos levantamos de las butacas y, ante las miradas de los delegados de las demás naciones, nos dirigimos a un saloncillo que está junto al escenario . Álvarez del Vayo, en nombre de todos nosotros, explica en la secretaría que aquel español que se halla en el escenario es uno de los colaboradores preferidos de El Debate, y que El Debate es el órgano de la reacción española, a cuyo frente está el Sr . Gil Robles .

Mientras se toma nota de todo esto, el Sr . d’Ors llega al saloncillo, y aquí su presencia adquiere un aspecto casi cómico . El Sr . d’Ors trata de acercarse al escritor francés Louis Aragón; pero éste le vuelve la espalda . Gracias a que Jean Cassou acude en ayuda del ex anarquista catalán, el incidente no toma otras proporciones .

20 VEGAS LATAPIE, Eugenio: Memorias policías. Planeta . Barcelona, 1983, pág . 92 .21 L . ARANGUREN, José Luis: Op. cit., pág . 324 .

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El suceso va a tener su interés, puesto que André Malraux nos comunica que la presidencia no impedirá que D . Eugenio d’Ors tome la palabra en una de las sesiones . Ahora bien: detrás de D . Eugenio d’Ors hablará la delegación española para explicar muchas cosas de España y cuál es el verdadero pensamiento polí-tico del Sr . d’Ors y sus amigos de El Debate .

Prometo un relato de lo que ocurra . El hecho de que el Sr . d’Ors quiera defen-der la cultura en una reunión de escritores de izquierda es un acontecimiento inesperado que debe pasar a la Historia22 .

En la capital francesa le sorprendió la Guerra Civil y allí permanece sin poder moverse hasta que lleguen mejores tiempos mientras sus tres hijos se alistan para combatir con las mesnadas franquistas, igual que los de Ortega, Pérez de Ayala y también Marañón . A mediados de 1937 consigue llegar a Pamplona con su hijo Álvaro al que presentó a sus amigos al mismo tiempo que decía: «Tengo un hijo falangista (Víctor), otro requeté (Juan Pablo, médico en el fren-te de Guadalajara) y un tercero (Álvaro, que con recelosa gravedad le estaba mirando desde sus ojos profundos) falangista oblato»23 . Una vez instalado, en «aquella pequeña Atenas militarizada»24, con ejemplar serenidad, aparece «el Nuevo Glosario que empieza a publicar en el diario Arriba España»25, órgano falangista, que «era el más fino e intelectual entre los de su género»26, y en donde el catalán «aceptó que le pusieran a la altura de la cabeza –en la pared en que se apoyaba a su silla de trabajo– una invocación a los ángeles custodios»27 . Escribió también en la revista Jerarquía donde colaboraba la plana mayor del falangismo intelectual . Se reunía con ellos en un café donde dice García Serrano que «tener a don Eugenio d’Ors a mano y hacer tertulia con él, pre-cisamente en el Niza, era algo así como charlar con Sócrates»28 . Por su parte, Francisco Umbral, escribe que

Don Eugenio d’Ors se había pasado desde Francia a la zona nacional y veló armas en Pamplona, toda una noche, con otros compañeros, aunque él no era de la raza de los quijotescos ni los cervantinos . Don Eugenio, el gran irónico y el gran ecléctico (de intención), cuando se adhería a algo, siempre lo hacía con exceso . Nadie le había pedido tanto . Por la ciudad ha aparecido con un uniforme entre falangista y mistraliano, que poco tiene que ver con la nueva ortodoxia .

22 Diario Heraldo de Madrid, 26-VI-1935, pág . 2 .23 LAÍN ENTRALGO, Pedro: Descargo de conciencia (1930-1960). Alianza Editorial . Madrid, 1989,

pág . 216 .24 SANTOS, Dámaso: Op. cit., pág . 269 . 25 MAINER, José Carlos: Falange y Literatura. Editorial Labor . Barcelona, 1971, pág .23 .26 RICRUEJO, Dionisio; Casi unas memorias. Planeta . Barcelona, 1976, pág . 118 .27 Ibid .: Sombras y bultos. Ediciones Destino, Barcelona, 1983, pág . 83 . Escribe también Ridruejo a

continuación que «d’Ors –que no era católico más que en política– no hablaba de ángeles more theologico sino interpretándolos como símbolos de la personalidad humana en su potencialidad perfectiva: Su ángel era su mejor yo y por eso denigraba los angelitos del barroco y los de aspecto andrógino . Su ángel debía ser el auriga de Delfos con alas: su propio arquetipo clásico», pág . 84 .

28 GARCÍA SERRANO, Rafael: La gran esperanza. Planeta . Barcelona, 1983, pág . 243 .

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Algo así como el uniforme que se inventó Byron para ir a luchar –y a morir– en Grecia . Un auspiciador del café se lo dice:

–Maestro, parece que le gustan a usted mucho los uniformes . –Me gustan los uniformes siempre que sean multiformes .Azaña había escrito: «Eugenio d’Ors cuida mucho la manera de mirar» . Y la

manera de hablar . En el café, en sus diálogos por la ciudad (siempre jugando a ateniense), en las conferencias al público y las autoridades, la voz de penumbra y temblor, de catedral e ironía . De su entrevista con el César Visionario se sabe poco . En el café, a la noche, se lo pregunta Foxá, y d’Ors promisea:

–Bueno, Napoleón, en Weirmar, estuvo más atento con Goethe .–Maestro, usted no es Goethe .–Tampoco él es Napoleón .La influencia de d’Ors en la retórica de José Antonio es más importante que

la de Ortega29, y esto no lo ha señalado nadie por la sola razón de que a d’Ors no lo han leído . D’Ors tuvo pocos discípulos, pero fanáticos . Palabras como «jerarquía», «servicio», «misión» y otras, la Falange las toma directamente del pensador catalán a través del cura vasco y dorsiano Fermín Yzurdiaga…30 .

La influencia y admiración ha sido mutua por lo mucho que sobre José Antonio nos dejó escrito «Eugenio d’Ors, el pensador más original del siglo, en catalán, francés y castellano»31 . Una prueba de ello es este artículo, uno más, que, con el título Elegancia de José Antonio, dedico al fundador de Falange:

¡Qué no diera ahora por escribirlo en catalán! Por poner la palabra seny, y decir: «El Seny de José Antonio…» . Desanimado ante los riesgos prosódicos más que ante nada, no me resigno, sin embargo, a las aproximaciones «sensatez», «cordura», «buen juicio», etc . Prefiero «elegancia», expresión a cuyo respecto el mismo bulto de la posibilidad de una mala interpretación pone al lector camino de la buena .

Uso entre retóricos preceptistas fue contrastar lo elegante con lo sublime . Pero así como «la letra» tiene también «su» espíritu y la razón –en respuesta a Pascal– «sentirse en que el corazón no palpita», así también una manera de sublimidad moderada, severa, «sorda» y toda clasicismo (es decir, respecto a la

29 La influencia que algunos grandes pensadores tuvieron sobre José Antonio Primo de Rivera, la opinión sobre la misma no siempre es coincidente en los escritores que se han ocupado del tema . Así, por ejemplo, Jose María PEMÁN, en su libro Mis almuerzos con gente importante, dice: «José Antonio, enamorado del estilo, se influyó mucho más por la elegancia europea de Ortega, que por la gracia mediterránea de d’Ors», pág . 115 . Por su parte, en sus Memorias, Ramón SERRANO SUÑER, dice que, según Dionisio RIDRUEJO, Eugenio d’Ors ejerció buena influencia cultural sobre los falangistas de Pamplona, pág . 420 . Por último . José L . ARANGUREN, en su libro ya citado, La filosofía de Eugenio d’Ors, escribe que «en adelante, el pensamiento falangista conservará siempre, ciertamente, la huella orsiana, pero confundida con la de Ortega, que ya se había estampado sobre José Antonio y con el pathos metafísico heideggeriano», pág . 333 .

30 UMBRAL, Francisco: Leyenda del César Visionario. Seix Barral . Barcelona, 1991, pág . 89 .31 Ibid .: Del 98 a Don Juan Carlos, Planeta . Barcelona, 1992, pág . 297 .

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medida del hombre), puede encontrarse en la serenidad refinada de un apaga-miento voluntario, lo más lejano posible al exceso y a la gesticulación .

Entre los españoles y doquiera se hable o lea el castellano, el testamento de José Antonio está ya destinado y para siempre a ser –tal es su calidad literaria– una página de antología . Pero, más que nunca en el momento presente, resulta de un valor soberano su lección moral . Su lección templada, posibilista, ecuánime . Que siendo tan cristiana, diríamos horaciana y, siendo admirablemente estoica, juzgaríamos espiritual y exactamente epicúrea . Epicúrea, digo, en la ortodoxia del verdadero Epicuro, maestro en la jerarquizada disciplina de los valores .

¡Aquel preocuparse de las notas de honorarios profesionales que se quedaron sin cobrar y que deben ser cobradas, si no se pierde todo respeto por la belleza arquitectónica de la justicia! ¡Aquella nobleza, al definir el matiz de las alegacio-nes empleadas en la propia defensa! Y, sobre todo, aquel «Dios no me dio la vida para quemarla en holocausto a mi vanidad, como un castillo de fuegos ratifíca-les…» . Lenguaje de alma patricia, lastrada por el sentido de la responsabilidad .

Como acontece hoy en más de una estirpe, en los Primo de Rivera el juego relativo de la proporción entre bizarría y madurez parece haber sido inverso a lo previsible . Mientras en el antecesor hubo de encantarnos una gracia de hijo de familia, la dignidad del pater familias llena de sentido las horas supremas y las palabras supremas del sucesor . De José Antonio no nos es menos útil que el ejemplo, en que dinamiza la energía de un impulso, el modelo, donde se canoniza la perfección de una elegancia32 .

Durante todo ese tiempo que permaneció en Pamplona, d’Ors intentó en el Glosario una nota de altura . «De él se pedía eso . No siempre lo consiguió; quizá por su naturaleza vehemente y mediterránea, descendía, a menudo más jónico que ático, a la verdulería, aunque menos infrecuente es que pierda el humor, uno de los más personales e inteligentes de nuestra literatura»33 . En 1938 le hicieron doctor honoris causa de la Universidad de Coimbra y estuvo en la Bienal de Venecia donde el periodista César González-Ruano, que se encontraba en Roma de corresponsal, vio en aquella ciudad italiana a d’Ors y nunca olvidó «el tre-mendo efecto que me hizo esta sorprendente aparición de aquel Xènius 1938»34 . Este mismo año Pedro Sainz Rodríguez, ministro de Educación, le nombró director general de Bellas Artes y organizador de la defensa del tesoro artístico y comisario para la repatriación del Museo de Prado, que estaba en Ginebra . «Durante esta etapa del Museo del Prado en Ginebra, decidimos organizar una exposición del Prado allí –dice Sainz Rodríguez–, proporcionando al público, en unas salas, la visita al Museo del Prado sin necesidad de venir a Madrid . La recaudación de esta inusitada exposición en Suiza produjo mucho dinero, más que suficiente para realizar el traslado de los cuadros en buenas condiciones a

32 D’ORS, Eugenio; Nuevo Glosario. Vol . III . Aguilar, 1949, págs . 651-652 y 653 .33 TRAPIELLO, Andrés: Las armas y las letras. Planeta . Barcelona, 1994, pág .186 .34 GONZÁLEZ-RUANO, César: Memorias. Mi medio siglo se confiesa a medias. Tebas . Madrid, 1979,

pág . 418 .

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Madrid»35 . Es nombrado también secretario perpetuo del Instituto de España . Abandona, pues, Pamplona para trasladarse primero a Burgos y más tarde a Salamanca donde en su Universidad, tuvo lugar el acto fundacional del Instituto de España «al tiempo que se ocupaba con entusiasmo del estilo que habían de tener las lápidas, las ceremonias, las inscripciones conmemorativas, y todas las cuestiones mínimas de protocolo y sofisticadas liturgias políticas, sobre las que era consultado de continuo»36 .

En este tiempo viajó nuevamente a París, en esta ocasión con el objetivo de convencer a algunos viejos académicos de que regresaran a España . Pudo con-vencer a Pío Baroja . La presidencia se la ofreció a Manuel de Falla que aceptó . Colaboró más tarde en el arreglo y adaptación del «Canto de los Almogávares», de Los Pirineos de Pedrell, con nuevo texto escrito por José María Pemán . Pero su presencia en España duró poco porque se marchó a Argentina a pesar de los intentos del Gobierno que le ofrecía una pensión vitalicia . Falleció en aquel país el 14 de noviembre de 1946 y sus restos fueron trasladados hasta su tierra natal, Cádiz, a bordo del minador Marte . donde fueron recibidos por su familia, José María Pemán y diferentes autoridades . El cortejo fúnebre se dirigió después a la catedral, celebrándose un funeral, y con autorización del papa Pío XII, sus restos descansan desde entonces en la cripta, donde se encuentran actualmente junto a quien fue su amigo, José María Pemán .

En 1939 regresan a Madrid los fondos del Museo del Prado y a continuación se vuelve a abrir al público gracias a la gestión de Xénius. Al mismo tiempo comienza en el diario Arriba que «será el nuevo ventanal de las Glosas orsia-nas, que en este nueva etapa se llamarán Novísimo Glosario. Una larga década sería así diariamente, siendo compatible este ventanal de la Cultura desde el periódico con las muchas y muy diversas actividades desarrolladas por d’Ors en estos años de posguerra . También en una sección que tituló Estilo y cifra37, el diario barcelonés La Vanguardia significaría su reencuentro catalán»38 . Después irrumpe en una gran creación que, más tarde, daría sus frutos . Son las Bienales Hispanoamericanas de Arte con la participación de artistas espa-ñoles . Está también la fundación y puesta en marcha de la Academia Breve de Crítica y sus exposiciones llamadas Salón de los Once y las Antológicas. A la vez que sigue con sus conferencias como su intervención en la Universidad de Granada, donde fue invitado, al Congreso conmemorativo de cuarto centenario

35 SAINZ RODRÍGUEZ, Pedro: Testimonios y Recuerdos. Planeta . Barcelona, 1978, pág . 261 .36 TRAPIELLO, Andrés: Op. cit., pág . 189 .37 Aunque el escritor Rafael Flórez no deja muy clara la fecha en que d’Ors comienza con ese título una

serie de colaboraciones periodísticas –parece situar las primeras en 1939– el caso es que en 1937 ya aparecen: «Estilo y cifra dicen allá en las gentiles Españas de Plata, a un modo local y campesino de baile y canción . ¡Maravillosa sabiduría subterránea en la auténticamente popular! ¡Cómo puede encontrase en un léxico de romería el rótulo que se ajuste a una quintaesencia de iniciados! . . .» . Ver diario La Nueva España, Oviedo, 18-VIII-1937 pág . 7 .

38 FLOREZ, Rafael: Op. cit., pág . 191 .

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del Concilio de Trento donde leyó su discurso inaugural . Al mismo tiempo publicó un artículo en La Vanguardia que tituló Empieza la conmemoración del Concilio de Trento, recordando a la vez aquella exposición de Venecia donde se habían reunido tantas naciones como tuvieron voz en Trento y alguna más . El artículo que lo publicaba en su sección que titulaba Estilo y cifra, daba comienzo con estas palabras: «Dos años ha que se estabilizaba y cifraba aquí mismo, más que de anuncio a título de proclama, la inminencia de ocasión en que celebrar el cuarto aniversario del Concilio de Trento…»39 .

Sigue escribiendo y siguen apareciendo nuevas glosas y otros trabajos en los muchos medios españoles, como siempre venía haciendo a lo largo de cincuenta años . «A través de su obra y de su vida –dice su biógrafo, Antonino González–, d’Ors ha esculpido su propio ángel. La obra cumbre de d’Ors es su filosofía, pero también su vida, su modo de ver la realidad y de estar en el mundo»40, y se irá dando cuenta de que va haciéndose mayor y siente la necesidad de retornar a su Cataluña natal y, por tanto, de bien plantado a trasplantado, «por eso –dice Araguren– está tranquilo, nada puede turbarle en el porvenir . El viaje ha sido rendido, la vocación escuchada, la misión cumplida»41 . Y así, después de una larga y penosa enfermedad, falleció en Villanueva y Geltrú el 26 de septiembre de 1954, «este hombre que había dado a España lo mucho y mejor de su cultura, aunque no fue comprendido por todos los españoles, pues a muchos les vino ancho»42, por eso sobre su tumba cayó un silencio implacable que aún sigue porque algunos catalanes lo consideraron un traidor, y otros, de nuestra Patria, porque fue falangista, y que, según Ortega, era junto con Maeztu, las únicas personas con quien valía la pena hablar en España . Una España que, como decíamos al principio también al final, quiere ignorarlo . ■

39 Diario La Vanguardia, Barcelona, 24-III-1945, 1ª pág .40 GONZÁLEZ, ANTONINO: Op. cit., pág . 315 .41 L . ARANGUREN, JOSÉ LUIS: Op. cit., pág . 339 .42 FLOREZ, RAFAEL: Op. cit., pág .

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UNA REFLEXIÓN A PARTIR DEL MARTÍN FIERRO

arzobispo JorGE bErGoGlio (Hoy papa Francisco)*

1. La «identidad nacional» en un mundo globalizadoEs curioso . Solamente viendo el título del libro, antes incluso de abrirlo, ya encuentro sugerentes motivos de reflexión acerca de los núcleos de nuestra identidad como Nación . El gaucho Martín Fierro (así se llamó el primer libro publicado, después conocido como La Ida); ¿qué tiene que ver el gaucho con nosotros? Si viviéramos en el campo, trabajando con los animales, o al menos en pueblos rurales, con un mayor contacto con la tierra sería más fácil compren-der . . . En nuestras grandes ciudades, claramente en Buenos Aires, mucha gente recordará el caballo de la calesita o los corrales de Mataderos como lo más cer-cano a la experiencia ecuestre que haya pasado por su vida . Y, ¿hace falta hacer notar que más del 86 % de los argentinos viven en grandes ciudades? Para la mayoría de nuestros jóvenes y niños, el mundo del Martín Fierro es mucho más ajeno que los escenarios místico-futuristas de los comics japoneses .

Esto está muy relacionado, por supuesto, con el fenómeno de la globalización . Desde Bangkok hasta San Pablo, desde Buenos Aires hasta Los Ángeles o Sydney, muchísimos jóvenes escuchan a los mismos músicos, los niños ven los mismos dibujos animados, las familias se visten, comen y se divierten en las mismas cadenas . La producción y el comercio circulan a través de las cada vez más permeables fronteras nacionales . Conceptos, religiones y formas de vida se nos hacen más próximos a través de los medios de comunicación y el turismo .

Sin embargo, esta globalización es una realidad ambigua . Muchos factores parecen llevarnos a suprimir las barreras culturales que impedían el reconoci-miento de la común dignidad de los seres humanos, aceptando la diversidad de condiciones, razas, sexo o cultura . Jamás la humanidad tuvo, como ahora, la posibilidad de constituir una comunidad mundial plurifacética y solidaria . Pero, por otro lado, la indiferencia reinante ante los desequilibrios sociales crecientes, la imposición unilateral de valores y costumbres por parte de algunas culturas, la crisis ecológica y la exclusión de millones de seres humanos de los benefi-

* Mensaje que el Arzobispo de Buenos Aires dirigió a las comunidades educativas de la Capital en torno a la Pascua de 2002, y en el cual reflexiona sobre la problemática del país a partir del poema de José Hernández, Martín Fierro .

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cios del desarrollo, cuestionan seriamente esta mundialización . La constitución de una familia humana solidaria y fraterna, en este contexto, sigue siendo una utopía .

Un verdadero crecimiento en la conciencia de la humanidad no puede fun-darse en otra cosa que en la práctica del diálogo y el amor . Diálogo y amor se suponen en el reconocimiento del otro como otro, la aceptación de la diversi-dad . Sólo así puede fundarse el valor de la comunidad: no pretendiendo que el otro se subordine a mis criterios y prioridades, no «absorbiendo» al otro, sino reconociendo como valioso lo que el otro es, y celebrando esa diversidad que nos enriquece a todos . Lo contrario es mero narcisismo, imperialismo, pura necedad .

Esto también debe leerse en la dirección inversa: ¿cómo puedo dialogar, cómo puedo amar, cómo puedo construir algo común si dejo diluirse, perderse, desaparecer lo que hubiera sido mi aporte? La globalización como imposición unidireccional y uniformante de valores, prácticas y mercancías va de la mano de la integración entendida como imitación y subordinación cultural, intelec-tual y espiritual . Entonces, ni profetas del aislamiento, ermitaños localistas en un mundo global, ni descerebrados y miméticos pasajeros del furgón de cola, admirando los fuegos artificiales del Mundo (de los otros) con la boca abierta y aplausos programados . Los pueblos, al integrarse al diálogo global, aportan los valores de su cultura y han de defenderlos de toda absorción desmedida o «síntesis de laboratorio» que los diluya en «lo común», «lo global» . Y –al apor-tar esos valores– reciben de otros pueblos, con el mismo respeto y dignidad, las culturas que le son propias .

Tampoco cabe aquí un desaguisado eclecticismo porque, en este caso, los valores de un pueblo se desarraigan de la fértil tierra que les dio y les mantiene el ser para entreverarse en una suerte de mercado de curiosidades donde «todo es igual, dale que va . . . que allá en el horno nos vamos a encontrar» .

2. La Nación como continuidad de una historia comúnSólo podemos abrir, con provecho, nuestro «poema nacional» si caemos en la cuenta de que lo que allí se narra tiene que ver directamente con nosotros, aquí y ahora, y no porque seamos gauchos o usemos poncho, sino porque el drama que nos narra Hernández se ubica en la historia real, cuyo devenir nos trajo hasta aquí . Los hombres y mujeres reflejados en el tiempo del relato vivieron en esta tierra, y sus decisiones, producciones e ideales amasaron la realidad de la cual hoy somos parte, la que hoy nos afecta directamente . Justamente, esa «productividad», esos «efectos», esa capacidad de ser ubicado en la dinámica real de la historia, es lo que hace del Martín Fierro un «poema nacional» . No la guitarra, el malón y la payada .

Y aquí se hace necesaria una apelación a la conciencia . Los argentinos tene-

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mos una peligrosa tendencia a pensar que todo empieza hoy, a olvidarnos de que nada nace de un zapallo, ni cae del cielo como un meteorito . Esto ya es un problema: si no aprendemos a reconocer y asumir los errores y aciertos del pasado, que dieron origen a los bienes y males del presente, estaremos conde-nados a la eterna repetición de lo mismo, que –en realidad– no es nada eterna, pues la soga se puede estirar sólo hasta cierto límite . . . Pero hay más: si cortamos la relación con el pasado, lo mismo haremos con el futuro . Ya podemos empezar a mirar a nuestro alrededor . . . y a nuestro interior .

¿No hubo una negación del futuro, una absoluta falta de responsabilidad por las generaciones siguientes, en la ligereza con que se trataron las instituciones, los bienes y hasta las personas de nuestro país?

Lo cierto es esto: Somos personas históricas . Vivimos en el tiempo y el espa-cio . Cada generación necesita de las anteriores y se debe a las que la siguen . Y eso, en gran medida, es ser una Nación: entenderse como continuadores de la tarea de otros hombres y mujeres que ya dieron lo suyo, y como constructores de un ámbito común, de una casa, para los que vendrán después .

Ciudadanos «globales», la lectura del Martín Fierro nos puede ayudar a «aterrizar» y acotar esa «globalidad», reconociendo los avatares de la gente que construyó nuestra nacionalidad, haciendo propios o nuestro el andar como pueblo .

3. Ser un pueblo supone, ante todo, una actitud ética, que brota de la libertad

Ante la crisis vuelve a ser necesario respondernos a la pregunta de fondo: ¿en qué se fundamenta lo que llamamos «vínculo social»? Eso que decimos que está en serio riesgo de perderse, ¿qué es, en definitiva? ¿Qué es lo que me «vincula», me «liga», a otras personas en un lugar determinado, hasta el punto de compartir un mismo destino?

Permítanme adelantar la respuesta: se trata de una cuestión ética . El fun-damento de la relación entre la moral y lo social se halla, justamente, en ese espacio (tan esquivo, por otra parte) en que el hombre es hombre en la socie-dad, animal político, como dirían Aristóteles y toda la tradición republicana clásica . Es esta naturaleza social del hombre la que fundamenta la posibilidad de un contrato entre los individuos libres, como propone la tradición democrá-tica liberal (tradiciones tantas veces opuestas, como lo demuestran multitud de enfrentamientos en nuestra historia) . Entonces, plantear la crisis como un problema moral supondrá la necesidad de volver a referirse a los valores humanos, universales, que Dios ha sembrado en el corazón del hombre, y que van madurando con el crecimiento personal y comunitario . Cuando los obispos repetimos, una y otra vez, que la crisis es fundamentalmente moral, no se trata

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de esgrimir un moralismo barato, una reducción de lo político, lo social y lo económico a una cuestión individual de la conciencia . Eso sería «moralina» .

No estamos «llevando agua para el propio molino» (dado que la concien-cia y lo moral es uno de los campos donde la Iglesia tiene competencia más propiamente), sino intentando apuntar a las valoraciones colectivas que se han expresado en actitudes, acciones y procesos de tipo histórico-político y social .

Las acciones libres de los seres humanos, además de su peso en lo que hace a la responsabilidad individual, tienen consecuencias de largo alcance: generan estructuras que permanecen en el tiempo, difunden un clima en el cual determi-nados valores pueden ocupar un lugar central en la vida pública o quedar mar-ginados de la cultura vigente . Y esto también cae dentro del ámbito moral . Por eso, debemos reencontrar el modo particular que nos hemos dado, en nuestra historia, para convivir, formar una comunidad .

Desde este punto de vista, retomemos el poema . Como todo relato popular, Martín Fierro comienza con una descripción del «paraíso original» .

Pinta una realidad idílica, en la cual el gaucho vive con el ritmo calmo de la naturaleza, rodeado de sus afectos, trabajando con alegría y habilidad, divirtién-dose con sus compañeros, integrado en un modo de vida sencillo y humano . ¿A qué apunta este escenario?

En primer lugar, no movió al autor una especie de nostalgia por el «Edén gauchesco perdido» . El recurso literario de pintar una situación ideal al comien-zo no es más que una presentación inicial del mismo ideal . El valor a plasmar no está atrás, en el «origen», sino adelante, en el proyecto . En el origen está la dignidad de hijo de Dios, la vocación, el llamado a plasmar un proyecto .

Se trata de «poner el final al principio» (idea, por otro lado, profundamente bíblica y cristiana) . La dirección que otorguemos a nuestra convivencia ten-drá que ver con el tipo de sociedad que queramos formar: es el telostipo . Ahí está la clave del talante de un pueblo . Ello no significa ignorar los elementos biológicos, psicológicos y psicosociales que influyen en el campo de nuestras decisiones . No podemos evitar cargar (en el sentido negativo de límites, condi-cionamientos, lastres, pero también en el positivo de llevar con nosotros, incor-porar, sumar, integrar) con la herencia recibida, las conductas, preferencias y valores que se han ido constituyendo a lo largo del tiempo . Pero una perspectiva cristiana (y éste es uno de los aportes del cristianismo a la humanidad en su conjunto) sabe valorar tanto «lo dado», lo que ya está en el hombre y no puede ser de otra forma, como lo que brota de su libertad, de su apertura a lo nuevo; en definitiva, de su espíritu como dimensión trascendente, de acuerdo siempre con la virtualidad de «lo dado» .

Ahora bien: los condicionamientos de la sociedad y la forma que adquirieron, así como los hallazgos y creaciones del espíritu en orden a la ampliación del horizonte de lo humano siempre más allá, junto a la ley natural insita en nues-tra conciencia se ponen en juego y se realizan concretamente en el tiempo y el

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espacio: en una comunidad concreta, compartiendo una tierra, proponiéndose objetivos comunes, construyendo un modo propio de ser humanos, de cultivar los múltiples vínculos, juntos, a lo largo de tantas experiencias compartidas, preferencias, decisiones y acontecimientos . Así se amasa una ética común y la apertura hacia un destino de plenitud que define al hombre como ser espiritual .

Esa ética común, esa «dimensión moral», es la que permite a la multitud desarrollarse junta, sin convertirse en enemigos unos de otros . Pensemos en una peregrinación: salir de un lugar y dirigirse al mismo destino permite a la columna mantenerse como tal, más allá del distinto ritmo o paso de cada grupo o individuo .

Sinteticemos, entonces, esta idea . ¿Qué es lo que hace que muchas personas formen un pueblo? En primer lugar, hay una ley natural y luego una herencia . En segundo lugar, hay un factor psicológico: el hombre se hace hombre (cada individuo o la especie en su evolución) en la comunicación, la relación, el amor con sus semejantes . En la palabra y el amor . Y en tercer lugar, estos factores biológicos y psicológicos-evolutivos se actualizan, se ponen realmente en juego, en las actitudes libres, en la voluntad de vincularnos con los demás de determinada manera, de construir nuestra vida con nuestros semejantes en un abanico de preferencias y prácticas compartidas (San Agustín definía al pueblo como «un conjunto de seres racionales asociados por la concorde comunidad de objetos amados») .

Lo «natural» crece en «cultural», «ético»; el instinto gregario adquiere forma humana en la libre elección de ser un «nosotros» . Elección que, como toda acción humana, tiende luego a hacerse hábito (en el mejor sentido del término), a generar sentimiento arraigado y a producir instituciones históricas, hasta el punto que cada uno de nosotros viene a este mundo en el seno de una comuni-dad ya constituida (la familia, la «patria») sin que eso niegue la libertad respon-sable de cada persona . Y todo ello tiene su sólido fundamento en los valores que Dios imprimió a nuestra naturaleza humana, en el hálito divino que nos anima desde dentro y que nos hace hijos de Dios . Esa ley natural que nos fue regalada e impresa para que «se consolide a través de las edades, se desarrolle con el correr de los años y crezca con el paso del tiempo»1 . Esta ley natural, que –a lo largo de la historia y de la vida– ha de consolidarse, desarrollarse y crecer es la que nos salva del así llamado relativismo de los valores consensuados . Los valores no pueden consensuarse: simplemente, son .

En el juego acomodaticio de «consensuar valores» se corre siempre el ries-go, que es resultado anunciado, de «nivelar hacia abajo» . Entonces, ya no se construye desde lo sólido, sino que se entra en la violencia de la degradación . Alguien dijo que nuestra civilización, además de ser una civilización del des-carte es una civilización «biodegradable» .

1 Véase LERINS, Vicente de: Primer Conmonitorio, cap . 23 .

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Volviendo a nuestro poema: el Martín Fierro no es la Biblia, por supuesto . Pero es un texto en el cual, por diversos motivos, los argentinos hemos podido reconocernos, un soporte para contarnos algo de nuestra historia y soñar con nuestro futuro:

Yo he conocido esta tierra en que el paisano vivía, y su ranchito tenía y sus hijos y mujer . Era una delicia ver cómo pasaba sus días .

Ésta es, entonces, la «situación inicial», en la cual se desencadena el drama . El Martín Fierro es, ante todo, un poema incluyente . Todo se verá luego trasto-cado por una especie de vuelta del destino, encarnado, entre otros, en el Juez, el Alcalde, el Coronel . Sospechamos que este conflicto no es meramente literario . ¿Qué hay detrás del texto?

Martín Fierro, poema «incluyente»

1. Un país moderno, pero para todosAntes que un «poema épico» abstracto, Martín Fierro es una obra de denuncia, con una clara intención: oponerse a la política oficial y proponer la inclusión del gaucho dentro del país que se estaba construyendo:

Es el pobre en su orfandá de la fortuna el desecho porque naides toma a pecho el defender a su raza .

Debe el gaucho tener casa, Escuela, Iglesia y derechos .

Y Martín Fierro cobró vida más allá de la intención del autor, convirtiéndose en el prototipo del perseguido por un sistema injusto y excluyente . En los versos del poema se hizo carne cierta sabiduría popular recibida del ambiente, y así en Fierro habla no sólo la conveniencia de promover una mano de obra barata, sino la dignidad misma del hombre en su tierra, haciéndose cargo de su destino a través del trabajo, el amor, la fiesta y la fraternidad .

A partir de aquí, podemos empezar a avanzar en nuestra reflexión . Nos interesa saber dónde apoyar la esperanza, desde dónde reconstruir los vínculos sociales que se han visto tan castigados en estos tiempos . El cacerolazo fue como un chispazo autodefensivo, espontáneo y popular (aunque forzar su reite-ración en el tiempo le hace perder las notas de su contenido original) .

Sabemos que no alcanzó con golpear las cacerolas: hoy lo que más urge es tener con qué llenarlas . Debemos recuperar organizada y creativamente el protagonismo al que nunca debimos renunciar, y por ende, tampoco podemos ahora volver a meter la cabeza en el hoyo, dejando que los dirigentes hagan y deshagan . Y no podemos por dos motivos: porque ya vimos lo que pasa cuando el poder político y económico se desliga de la gente, y porque la reconstrucción no es tarea de algunos sino de todos, así como la Argentina no es sólo la clase dirigente, sino todos y cada uno de los que viven en esta porción del planeta .

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¿Entonces, qué? Me resulta significativo el contexto histórico del Martín Fierro: una sociedad en formación, un proyecto que excluye a un importante sector de la población, condenándolo a la orfandad y a la desaparición, y una propuesta de inclusión . ¿No estamos hoy en una situación similar? ¿No hemos sufrido las consecuencias de un modelo de país armado en torno a determinados intereses económicos, excluyente de las mayorías, generador de pobreza y marginación, tolerante con todo tipo de corrupción, mientras no se tocaran los intere-ses del poder más con-centrado? ¿No hemos formado parte de ese sistema perverso, acep-tando, en parte, sus principios mientras no tocaran nuestro bolsillo, cerrando los ojos ante los que iban quedando fuera y cayendo ante la aplanadora de la injusti-cia, hasta que esta últi-ma, prácticamente, nos expulsó a todos?

Hoy debemos articu-lar, sí, un programa eco-nómico y social, pero fundamentalmente un proyecto político en su sentido más amplio .

¿Qué tipo de socie-dad queremos? Martín Fierro orienta nuestra mirada nuestra voca-ción como pueblo, como Nación . Nos invita, a darle forma a nuestro deseo de una sociedad donde todos tengan lugar: el comerciante porteño, el gaucho del litoral, el pastor del norte, el artesano del Noroeste, el aborigen y el inmigrante, en la medida en que ninguno de ellos quiera quedarse él solo con la totalidad, expulsando al otro de la tierra .2. Debe el gaucho tener Escuela...

Durante décadas, la escuela fue un importante medio de integración social y nacional . El hijo del gaucho, el migrante del interior, que llegaba a la ciudad,

El Martín Fierro. Dibujo de Enrique Breccia

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y hasta el extranjero, que desembarcaba en esta tierra, encontraron, en la educación básica, los elementos que les permitieron trascender la particularidad de su origen para buscar un lugar en la construcción común de un proyecto .

También hoy, desde la pluralidad enriquecedora de propuestas educadoras, debemos volver a apostar: a la educación, todo .

Recién en los últimos años, y de la mano de una idea de país que ya no se preocupaba demasiado por incluir a todos e, incluso, no era capaz de proyectar a futuro, la institución educativa vio decaer su prestigio, debilitarse sus apoyos y recursos, y desdibujarse su lugar en el corazón de la sociedad . El conocido latiguillo de la «escuela Shopping» no apunta sólo a criticar algunas iniciativas puntuales que pudimos presenciar . Pone en tela de juicio toda una concepción, según la cual la sociedad es Mercado y nada más . De este modo, la escuela tiene el mismo lugar que cualquier otro emprendimiento lucrativo . Y, debemos recordar, una y otra vez, que no ha sido ésta la idea que desarrolló nuestro sis-tema educativo y que, con errores y aciertos, contribuyó a la formación de una comunidad nacional .

En este punto, los cristianos hemos hecho un aporte innegable desde hace siglos . No es aquí mi intención entrar en polémicas y diferencias que suelen consumir muchos esfuerzos . Simplemente, pretendo llamar la atención de todos y, en particular, de los educadores católicos, respecto de la importantísima tarea que tenemos entre manos .

Depreciada, devaluada y hasta atacada por muchos, la tarea cotidiana de todos aquellos que mantienen en funcionamiento las escuelas, enfrentando difi-cultades de todo tipo, con bajos sueldos y dando mucho más de lo que reciben, sigue siendo uno de los mejores ejemplos de aquello a lo cual hay que volver a apostar, una vez más: la entrega personal a un proyecto de un país para todos . Proyecto que, desde lo educativo, lo religioso o lo social, se torna político en el sentido más alto de la palabra: construcción de la comunidad .

Este proyecto político de inclusión no es tarea sólo del partido gobernante, ni siquiera de la clase dirigente en su conjunto, sino de cada uno de nosotros . El «tiempo nuevo» se gesta desde la vida concreta y cotidiana de cada uno de los miembros de la Nación, en cada decisión ante el prójimo, ante las propias responsabilidades, en lo pequeño y en lo grande, cuanto más en el seno de las familias y en nuestra cotidianeidad escolar o laboral .

Mas Dios ha de permitir que esto llegue a mejorar pero se ha de recordar para hacer bien el trabajo que el fuego pa calentar debe ir siempre por abajo .

Pero esto merece una reflexión más completa .

Martín Fierro, compendio de ética cívica

Seguramente, tampoco a Hernández se le escapaba que los gauchos «verdade-

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ros», los de carne y hueso, no se iban a comportar tampoco como «señoritos ingleses» en la «nueva sociedad a fraguar» .

Provenientes de otra cultura, sin alambrado, acostumbrados a décadas de resistencia y lucha, ajenos en un mundo que se iba construyendo con parámetros muy distintos a los que ellos habían vivido, también ellos deberían realizar un importante esfuerzo para integrarse, una vez que se les abrieran las puertas .1. Los recursos de la cultura popularLa segunda parte de nuestro «poema nacional» pretendió ser una especie de «manual de virtudes cívicas» para el gaucho, una «llave» para integrarse en la nueva organización nacional .

Y en lo que explica mi lengua todos deben tener fe .Ansí, pues, entiéndanme, con codicias no me mancho . No se ha de llover el

rancho en donde este libro esté .

Martín Fierro está repleto de los elementos que el mismo Hernández había mamado de la cultura popular, elementos que, junto con la defensa de algu-nos derechos concretos e inmediatos, le valieron la gran adhesión que pronto recibió . Es más: con el tiempo, generaciones y generaciones de argentinos releyeron a Fierro . . . y lo reescribieron, poniendo sobre sus palabras las muchas experiencias de lucha, las expectativas, las búsquedas, los sufrimientos . . . Martín Fierro creció para representar al país decidido, fraterno, amante de la justicia, indomable . Por eso todavía hoy tiene algo que decir . Es por eso que aquellos «consejos» para «domesticar» al gaucho trascendieron con mucho el significado con que fueron escritos y siguen hoy siendo un espejo de virtudes cívicas no abstractas, sino profundamente encarnadas en nuestra historia . A esas virtudes y valores, vamos a prestarles atención ahora .2. Los consejos de Martín FierroLos invito a leer una vez más este poema . Háganlo no con un interés sólo lite-rario, sino como una forma de dejarse hablar por la sabiduría de nuestro pueblo, que ha sido plasmada en esta obra singular . Más allá de las palabras, más allá de la historia, verán que lo que queda latiendo en nosotros es una especie de emoción, un deseo de torcerle el brazo a toda injusticia y mentira y seguir cons-truyendo una historia de solidaridad y fraternidad, en una tierra común donde todos podamos crecer como seres humanos . Una comunidad donde la libertad no sea un pretexto para faltar a la justicia, donde la ley no obligue sólo al pobre, donde todos tengan su lugar . Ojalá sientan lo mismo que yo: que no es un libro que habla del pasado, sino, más bien, del futuro que podemos construir . No voy a prolongar este mensaje –ya muy extenso– con el desarrollo de los muchos valores que Hernández pone en boca de Fierro y otros personajes del poema . Simplemente, los invito a profundizar en ellos, a través de la reflexión y, por

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qué no, de un diálogo en cada una de nuestras comunidades educativas . Aquí, presentaré solamente algunas de las ideas que podemos rescatar, entre muchas .2.1. Prudencia o «picardía»: obrar desde la verdad y el bien... o por conve-

nienciaNace el hombre con la astucia que ha de servirle de guía . Sin ella sucumbiría, pero sigún mi experienciase vuelve en unos prudencia y en los otros picardía .Hay hombres que de su cencia tienen la cabeza llena;hay sabios de todas menas, mas digo sin ser muy ducho, es mejor que aprender mucho el aprender cosas buenas .

Un punto de partida . «Prudencia» o «picardía» como formas de organizar los propios dones y la experiencia adquirida . Un actuar adecuado, conforme a la verdad y al bien posibles aquí y ahora, o la consabida manipulación de infor-maciones, situaciones e interacciones desde el propio interés .

Mera acumulación de ciencia (utilizable para cualquier fin) o verdadera sabi-duría, que incluye el «saber» en su doble sentido, conocer y saborear, y que se guía tanto por la verdad como por el bien . «Todo me es permitido, pero no todo me conviene», diría San Pablo . ¿Por qué? Porque, además de mis necesidades, apetencias y preferencias, están las del otro . Y lo que satisface a uno a costa del otro termina destruyendo a uno y otro .2.2. La jerarquía de los valores y la ética exitista del «ganador»

Ni el miedo ni la codicia es bueno que a uno lo asalten . Ansí no se sobresalten por los bienes que perezcan . Al rico nunca le ofrezcan y al pobre jamás le falten .

Lejos de invitarnos a un desprecio de los bienes materiales como tales, la sabiduría popular, que se expresa en estas palabras, considera los bienes pere-cederos como medio, herramienta para la realización de la persona en un nivel más alto . Por eso, prescribe no ofrecerle al rico (comportamiento interesado y servil que sí recomendaría la «picardía» del Viejo Vizcacha) y no mezquinarle al pobre (que sí necesita de nosotros y, como dice el Evangelio, no tiene nada con que pagarnos) . La sociedad humana no puede ser una «ley de la selva» en la cual cada uno trate de manotear lo que pueda, cueste lo que costare . Y ya sabemos, demasiado dolorosamente, que no existe ningún mecanismo «auto-mático» que asegure la equidad y la justicia . Sólo una opción ética convertida en prácticas concretas, con medios eficaces, es capaz de evitar que el hombre sea depredador del hombre . Pero esto es lo mismo que postular un orden de valores que es más importante que el lucro personal y, por lo tanto, un tipo de

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bienes que es superior a los materiales . Y no estamos hablando de cuestiones que exijan determinada creencia religiosa para ser comprendidas: nos referimos a principios como la dignidad de la persona humana, la solidaridad, el amor .

Ustedes me llaman Maestro y Señor; y tienen razón, porque lo soy . Si yo que soy Señor y Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros . Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes (Juan 13,13-15) .

Una comunidad que deje de arrodillarse ante la riqueza, el éxito y el prestigio y que sea capaz, por el contrario, de lavar los pies de los humildes y necesitados sería más acorde con esta enseñanza que la ética del «ganador» (a cualquier precio) que hemos malaprendido en tiempos recientes .2.3. El trabajo y la clase de persona que queremos ser

El trabajar es la ley porque es preciso alquirir . No se espongan a sufrir una triste situación . Sangra mucho el corazón del que tiene que pedir .

¿Hacen falta comentarios? La historia ha marcado a fuego en nuestro pueblo el sentido de la dignidad del trabajo y el trabajador . ¿Existe algo más humillante que la condena a no poder ganarse el pan? ¿Hay forma peor de decretar la inuti-lidad e inexistencia de un ser humano? ¿Puede una sociedad, que acepta tamaña iniquidad escudándose en abstractas consideraciones técnicas, ser camino para la realización del ser humano?

Pero este reconocimiento, que todos declamamos, no termina de hacerse carne . No sólo por las condiciones objetivas que generan el terrible desempleo actual (condiciones que, nunca hay que callarlo, tienen su origen en una forma de organizar la convivencia que pone la ganancia por encima de la justicia y el derecho), sino también por una mentalidad de «viveza» (¡también criolla!) que ha llegado a formar parte de nuestra cultura . «Salvarse» y «zafar» . . . por el medio más directo y fácil posible . «La plata trae la plata» . . . «nadie se hizo rico trabajando» . . . creencias que han ido abonando una cultura de la corrupción que tiene que ver, sin duda, con esos «atajos» por los cuales muchos han tratado de sustraerse a la ley de ganar el pan con el sudor de la frente .2.4. El urgente servicio a los más débiles

La cigüeña cuando es vieja pierde la vista, y procuran cuidarla en su edá madura todas sus hijas pequeñas . Apriendan de las cigüeñas este ejemplo de ternura .

En la ética de los «ganadores», lo que se considera inservible, se tira . Es la civilización del «descarte» . En la ética de una verdadera comunidad humana, en ese país que quisiéramos tener y que podemos construir, todo ser humano es valioso, y los mayores lo son a título propio, por muchas razones: por el deber de respeto filial ya presente en el Decálogo bíblico; por el indudable derecho

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de descansar en el seno de su comunidad que se ha ganado aquél que ha vivi-do, sufrido y ofrecido lo suyo; por el aporte que sólo él puede dar todavía a su sociedad, ya que, como pronuncia el mismo Martín Fierro, «es de la boca del viejo / de ande salen las verdades» .

No hay que esperar hasta que se reconstituya el sistema de seguridad social actualmente destruido por la depredación: mientras tanto, hay innumerables gestos y acciones de servicio a los mayores que estarían al alcance de nuestra mano con una pizca de creatividad y buena voluntad . Y del mismo modo, no podemos dejar de volver a considerar las posibilidades concretas que tenemos de hacer algo por los niños, los enfermos, y todos aquellos que sufren por diver-sos motivos . La convicción de que hay cuestiones «estructurales», que tienen que ver con la sociedad en su conjunto y con el mismo Estado, de ningún modo nos exime de nuestro aporte personal, por más pequeño que sea .2.5. Nunca más el robo, la coima y el «no te metás»

Ave de pico encorvado le tiene al robo afición . Pero el hombre de razón no roba jamás un cobre, pues no es vergüenza ser pobre y es vergüenza ser ladrón .

Quizás, en nuestro país, esta enseñanza haya sido de las más olvidadas . Pero más allá de ello, además de no permitir ni justificar nunca más el robo y la coima, tendríamos que dar pasos más decididos y positivos . Por ejemplo, pre-guntarnos no sólo qué cosas ajenas no tenemos que tomar, sino más bien qué podemos aportar . ¿Cómo podríamos formular que, también, son «vergüenza» la indiferencia, el individualismo, el sustraer (robar) el propio aporte a la sociedad para quedarse sólo con una lógica de «hacer la mía»?

Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta pregun-ta: «¿y quién es mi prójimo?» . Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto . Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo . También pasó por allí un levita: lo vio y siguió de largo . Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió . Entonces, se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su pro-pia montadura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo . Al día siguien-te, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: «Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver» . ¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones? «El que tuvo compa-sión de él», le respondió el doctor . Y Jesús le dijo: «Ve, procede tú de la misma manera» (Lucas 10,29-37) .

2.6. Palabras vanas, palabras verdaderasProcuren, si son cantores, el cantar con sentimiento . No tiemplen el estrumen-

to por solo el gusto de hablar y acostúmbrense a cantar en cosas de jundamento .

Comunicación, hipercomunicación, incomunicación .

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¿Cuántas palabras «sobran» entre nosotros? ¿Cuánta habladuría, cuánta difamación, cuánta calumnia? ¿Cuánta superficialidad, banalidad, pérdida de tiempo? Un don maravilloso, como es la capacidad de comunicar ideas y senti-mientos, que no sabemos valorar ni aprovechar en toda su riqueza .

¿No podríamos proponernos evitar todo «canto» que sólo sea «por el gusto de hablar»? Conclusión: palabra y amistad . ¿Sería posible que estuviéramos más atentos a lo que decimos de más y a lo que decimos de menos, particular-mente quienes tenemos la misión de enseñar, hablar, comunicar?

Finalmente, citemos aquella estrofa en la cual hemos visto tan reflejado el mandamiento del amor en circunstancias difíciles para nuestro país . Aquella estrofa que se ha convertido en lema, en programa, en consigna, pero que debe-mos recordar una y otra vez:

Los hermanos sean unidos, porque esa es la ley primera . Tengan unión ver-dadera en cualquier tiempo que sea, porque si entre ellos pelean los devoran los de ajuera .

Estamos en una instancia crucial de nuestra Patria . Crucial y fundante: por eso mismo, llena de esperanza . La esperanza está tan lejos del facilismo como de la pusilanimidad . Exige lo mejor de nosotros mismos en la tarea de recons-truir lo común, lo que nos hace un pueblo .

Estas reflexiones han pretendido solamente despertar un deseo: el de poner manos a la obra, animados e iluminados por nuestra propia historia, el de no dejar caer el sueño de una Patria de hermanos que guió a tantos hombres y mujeres en esta tierra .

¿Qué dirán de nosotros las generaciones venideras?¿Estaremos a la altura de los desafíos que se nos presentan?¿Por qué no?, es la respuesta .Sin grandilocuencias, sin mesianismos, sin certezas imposibles, se trata de

volver a bucear valientemente en nuestros ideales, en aquellos que nos guiaron en nuestra historia y de empezar, ahora mismo, a poner en marcha otras posibi-lidades otros valores, otras conductas .

Casi como una síntesis, me sale al paso el último verso que citaré del Martín Fierro, un verso que Hernández pone en boca del hijo mayor del gaucho en su amarga reflexión sobre la cárcel:

Pues que de todos los bienes, en mi inorancia lo infiero, que le dio al hombre altanero Su Divina Magestá, la palabra es el primero, el segundo es la amistá .

La palabra que nos comunica y vincula, haciéndonos compartir ideas y sen-timientos, siempre y cuando hablemos con la verdad, siempre, sin excepciones . La amistad, incluso la amistad social, con su «brazo largo» de la justicia, que constituye el mayor tesoro, aquel bien que no se puede sacrificar por ningún otro, lo que hay que cuidar por sobre todas las cosas .

Palabra y amistad . «La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros» (Juan

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1,14) . No hizo rancho aparte; se hizo amigo nuestro . «No hay amor más gran-de que dar la vida por los amigos . Ustedes son mis amigos si hacen lo que les mando . Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que hace su señor; yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que oí de mi Padre» (Juan 15,13-15) . Si empezamos, ya mismo, a valorar estos dos bienes, otra puede ser la historia de nuestro país .

Concluyamos poniendo estos deseos en las manos del Señor con la oración por la Patria que nos han ofrecido los obispos argentinos:

Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamosNos sentimos heridos y agobiados . Precisamos tu alivio y fortaleza .Queremos ser una nación,una nación, cuya identidad sea la pasión por la verdad y el compromiso por el bien común .Danos la valentía de la libertad de los hijos de Dios, para amar a todos, sin excluir a nadie,privilegiando a los pobres y perdonando a que nos ofenden, aborreciendo el odio y construyendo la paz .Concédenos la sabiduría del diálogo y la alegría de la esperanza que no defrauda . Tú nos convocas . Aquí estamos Señor, cercanos a María, que, desde Luján, nos dice:¡Argentina! ¡Canta y camina!Jesucristo, Señor de la historia, te necesitamos . Amén . ■

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EL MARTÍN FIERRO Y LA DIRIGENCIA POLÍTICA

albErTo buEla*

Desde Salamanca, en 1894, don Miguel de Unamuno fue el primero de los grandes pensadores que se ocupó del Martín Fierro1, el poema nacional de los argentinos (1872/79) . Y en ese escrito liminar dedicado al «docto y discretísi-mo don Juan de Valera», trae una estrofa del poema gauchesco que bien puede servir de definición para la chata dirigencia política actual:

De los males que sufrimos, Mucho hablan los puebleros, Pero son como los terosPara esconder sus niditos; En un lado pegan los gritos, Y en otro tienen los huevos.

Si hay algo que caracteriza a la dirigencia política contemporánea es el simu-lacro . Primero, con un discurso político que enuncia un compromiso pero con el que nunca se compromete y segundo, porque en el mejor de los casos solo administra los conflictos pero no los resuelve .

Todo ello bajo la mascarada de defender los derechos de los más necesita-dos levantando la bandera de los derechos de tercera generación, cuando no se cumplen ni siquiera los derechos humanos de primera generación como lo son el derecho a la vida, la libertad, el trabajo y la seguridad .

Así, esta dirigencia política habla mucho –clase discutidora la llamó Donoso Cortés: «de los males que sufrimos mucho hablan los puebleros»– pero disimu-la sus intereses de clase o personales en ese mismo discurso –para esconder sus niditos en un lado pegan el grito y en otro ponen los huevos–. Así los niditos y sus huevos son sus verdaderos intereses que están muy bien ocultados en su discurso político .

El Martín Fierro representa figurativamente al pueblo argentino y lo que este pueblo sufrió después de la denominada dictadura de Rosas (1829-1852) .

* Alberto buelA es doctor en Filosofía y ha enseñado metafísica en diversas universidades argentinas.1 Cabe recordar que el Martín Fierro fue denigrado por toda la intelectualidad argentina de la época y que

el primero en reivindicarlo fue el boliviano Pablo Subieta en 1881 con cinco notas aparecidas en el diario Las Provincias donde afirmaba que: «El Martín Fierro más que una colección de cantos populares es un estudio profundo de filosofía moral y social. El MF no es un hombre, es una raza es un pueblo».

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Los padecimientos del gaucho (el pueblo pobre) que comienzan con la caída «del dictador», según el discurso político de entonces, son relatados por José Hernández en un poema épico de factura inspirada . Se produjo uno de los raros casos en que la inspiración supera la capacidad del poeta . O dicho de otra mane-ra, el poema es superior a las cualidades naturales del poeta .

Se lo quiso imitar, plagiar, vilipendiar, censurar, silenciar pero siempre salió indemne . El Martín Fierro está ahí como un hecho irrecusable . Como el testimonio permanente de aquello que se debe hacer y no se debe hacer con el pueblo . Y en esto posee un valor universal pues es aplicable a toda latitud y gobierno político .

Pongamos, por ejemplo, un caso conocido por todos los iberoamericanos, el de los dos últimos gobiernos de España (Psoe y PP) cuyos dirigentes políticos han hablado mucho de los males que padece el pueblo español pero, por otro lado, aparecen los chanchullos, esto es, los niditos y los huevos, de esos mismos dirigentes .

Ahora bien, ésta que acabamos de hacer es la descripción de un fenómeno dado, pero ¿tiene el Martín Fierro alguna propuesta como para poder salir de tal estado de injusticia y opresión? Nosotros creemos que sí, aunque hay algu-nos ilustrados que afirman que no, como lo hace el ensayista Rodolfo Kusch, cuando afirma muy suelto de cuerpo: «Fierro […] no nos dice en qué consiste la redención argentina»2 .

Martín Fierro explicita esta redención, esta liberación de los males que pade-ce el gaucho (el pueblo) a tres niveles:

a) a nivel de propuesta cuando afirma:Es pobre en su orfandadDe la fortuna el desechoPorque nadies toma a pecho El defender a su raza; Debe el gaucho tener casa, Escuela, Iglesia y derechos.

b) en orden al método o camino a seguir:Mas Dios ha de permitir Que esto llegue a mejorar,Pero se ha de recordarPara hacer bien el trabajo,Que el fuego pa calentar, Debe ir siempre desde abajo.

2 La negación en el pensamiento popular, Buenos Aires, ed. Cimarrón, 1975, p. 108.

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c) a nivel de conducción:Y dejo rodar la bola,Que algún día se ha de parar...Tiene el gaucho que aguantarHasta que lo trague el hoyo,O hasta que venga algún criolloEn esta tierra a mandar.

Estos tres niveles que destacamos marcan una línea clara y definida de los elementos que hay que tener en cuenta, necesariamente, para el buen gobierno:

a) las reivindicaciones que todo gobierno que se precie de justo, de cualquier latitud de la tierra, tiene que llevar a cabo para el «restablecimiento de la jus-ticia» dándole a cada uno lo que le corresponde y al pueblo más pobre «casa, escuela, Iglesia y derechos».

b) El origen último del poder debe nacer como el fuego siempre desde abajo. Esto va en primer lugar contra las tesis iluministas de que son los ilustrados los que saben gobernar . El sentido popular del Martín Fierro está acá presente pero no es un populismo bastardo que se reduce a «el pueblo siempre tiene razón», sino que exige además que la voluntad de este pueblo sea como el fuego, pero no el que quema, sino el que sirve para calentar . Reclama y caracteriza el poder como servicio .

c) Finalmente, se ocupa del conductor, del líder, del príncipe como decía los antiguos tratadistas . Y exige que éste tenga característica de criollo: «O hasta que venga un criollo en esta tierra a mandar». Y acá tenemos que detenernos un poco, porque Martín Fierro no dice «un gaucho» sino «un criollo» .

Según nuestra información el primero que hiciera esta distinción fue Juan Carlos Neyra en un impecable, breve y profundo ensayo, no tenido en cuenta por la multitud de intelectuales cagatintas que han hablado sobre el Martín Fierro . El concepto de gaucho implica una forma de vivir que necesariamente se da en el campo, en donde éste muestra todas sus habilidades camperas en el trabajo con la hacienda, todas sus pilchas, todas sus destrezas en juegos como el pato, la taba, la sortija y en danzas como el triunfo, el gato, la zamba, la cueca, la chacarera o el chamamé . En donde los silencios tienen sus sonidos y los trabajos sus tiempos en un madurar con las cosas, tan propio del tiempo americano .

¿Y lo criollo entonces? Criollo es aquel que interpreta al gaucho y lo criollo es un modo de sentir, una aproximación afectiva a lo gaucho . Es por eso que el gaucho es necesariamente criollo pero un criollo, puede no ser gaucho . De allí que esos viejos camperos de antes decían: «Nunca digas que sos gaucho, que los otros lo digan de vos».

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Así, pudo acertadamente escribir, este olvidado ensayista: «Si gaucho es una forma de vivir, criollo es una forma de sentir»3.

El gaucho de alguna manera ha ido lentamente desapareciendo porque su forma de vida y de trabajo ha ido cambiando, mientras que lo criollo determina el aspecto esencial de nuestro pueblo .

Esa forma de sentir lo gaucho es la mejor defensa frente a la colonización cultural y la que nos determina como pueblos originarios de América con sus arquetipos emblemáticos como lo fueron el gaucho, el montubio, el llanero, el cholo, el huaso, el ladino, el boricua, el charro, el pila, etc .

Nosotros que no somos ni tan europeos ni tan indios somos los verdaderos y genuinos «pueblos originarios» de América y no como pretende el llamado indigenismo, que quiere construir una identidad en contra, básicamente, de España, renunciando a lo que ya se es . ¿O acaso Evo Morales, Correa, Chávez o Rigoberta Menchú son indios? No, ellos son criollos que renunciando a lo que son, construyen un aparato ideológico para ser otra cosa .

Y esa «otra cosa» está al servicio de las iglesias evangélicas y mormonas norteamericanas o tiene sus oficinas en Londres como los pseudo mapuches del sur de Chile .

El hombre criollo que somos la inmensa mayoría los americanos que, cam-biando lo que haya que cambiar, es como el tertius genus de San Pablo para definir a los cristianos que no son ni paganos y judíos (Gál 3,28) . Somos antro-pológicamente el producto más original que América ha dado al mundo . A ese carácter de «originales» no podemos renunciar porque nos llevaría puestos a nosotros mismo transformándonos en «otra cosa» .

En cuanto a los indios, que también son inmigrantes en América, tienen sobre nosotros sólo la «originariedad», la cualidad de haber llegado primeros, pero no la «originalidad» que es el carácter propio de nosotros los criollos respecto de todos los tipos humanos que pueblan el mundo . Esto es clave, si no se lo entien-de, le pasa como a aquel paisano: «Que hombre que sabe cosas, el hombre de este albardón, que hombre que sabe cosas, pero cosas que no son».

Vimos como el Martín Fierro puede leerse en clave política como un proyec-to nacional donde, como dijo alguna vez el peronismo, hay una sola clase de hombre: el trabajador . Que en el caso del poema épico argentino-americano es el gaucho, y así lo dice sin ambages ni tapujos:

Soy gaucho, y entiéndanloComo mi lengua lo explica:Para mí la tierra es chicaY pudiera ser mayor;Ni la víbora me picaNi quema mi frente el sol. ■

3 NeyrA, Juan Carlos: Introducción criolla al Martín Fierro, ed. Huemul, 1979, p.22.

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LA DESTRUCCIÓN DE LAS NACIONES

dalmacio nEGro*

La Nación es, como insiste recientemente Pierre Manent, la forma histórico-política de Europa del mismo modo que la Pólis fue la de Grecia o la Civitas la de Roma . Las naciones empezaron a gestarse en la Edad Media como partes geográficas del Sacro Imperio, titular en la Cristiandad del poder temporal –en la práctica bastante nominal salvo en su centro–, en su calidad de brazo armado de la Iglesia, titular de la autoridad espiritual, para la defensa contra el Anticristo encarnado en poderes temporales . La misma Iglesia instituyó el Imperio de Occidente como restauratio del Imperio Romano en el año 800, para defender la Cristiandad –Europa– amenazada por el poder musulmán .

La convocatoria a las reuniones del Concilio de Constanza (1414-18) suele considerarse el acta de nacimiento de las naciones como partes del Pueblo de Dios, la Iglesia . Fue ésta la primera vez que el Papa convocó a los padres conci-liares por naciones, no por Reinos o iglesias particulares: a la nación italiana, a la francesa, a la española, a la inglesa y a la germánica (Alemania-Austria junto con los Países Bajos-Bélgica y Escandinavia) . Y por cierto que la convocatoria de la española ocasionó una trifulca, al citarse a representantes de Castilla o Portugal y a ningún aragonés . Esas son las cinco naciones originarias de Europa occidental (la Cristiandad romana, latino-germánica) . El gran historiador Ranke añadió más tarde la eslava (Europa oriental, en conjunto la de la Cristiandad greco-ortodoxa) como sexta Nación europea . Esas eran y siguen siendo las naciones fundamentales, aunque aparecieron nuevas naciones particulares al dividirse algunas de aquellas por causas políticas . Las Monarquías les dieron sus formas geográficas concretas; hicieron las naciones, suele decirse, concitan-do la lealtad de sus habitantes, que sustituyó la fidelidad de los innumerables pactos feudales; sentimiento el de fidelidad que se reservó para la Iglesia .

El nacionalismo de la revolución francesa, que impuso la voluntad de la Nación Política de la burguesía a la Nación histórica, introdujo modificaciones en virtud del principio de las nacionalidades a las que hay que añadir las debidas posteriormente, en el siglo xx, tras la Gran Guerra civil europea de 1914-18, al principio de autodeterminación, una concreción del de las nacionalidades inven-

* dalmacio nEGro pavón es Catedrático y académico de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas .

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tada por los socialistas austríacos (principalmente Otto Bauer) . Presionado por el francés Clemenceau con la aquiescencia de Inglaterra –y probablemente por consejeros puritanos deseosos de destruir el católico Imperio austro-húngaro–, lo hizo suyo y lo impuso el presidente norteamericano Wilson, quien declaró estar arrepentido cuando la cosa no tenía ya remedio .

En todo caso, las naciones no son un «proyecto» como pensaba Renán segui-do por Ortega, quizá retóricamente para despertar a España del marasmo de la Restauración (en realidad Instauración) canovista: las naciones son hechos histó-ricos, productos de la historia; algo así como historia mineralizada, decía el propio Ortega . Ni se construyen artificiosamente, aunque puedan subsistir durante algún tiempo (Checoslovaquia, Yugoslavia, . .), ni se des-truyen, salvo por absor-ción, como en el caso de Borgoña, el corazón de Europa, una posible Nación particular «frus-trada» y causa de los conflictos entre Francia y Alemania en los siglos xix y xx, o por suicidio, como puede ocurrir en la España de la Instauración juancarlista, dividida en paraestados –la causa principal de la actual crisis interna– y con una natalidad gravísimamente decreciente fomentada en gran medida por el poder .

La destrucción de las naciones es uno de los grandes temas del inter-nacionalismo socialis-ta . Con esa finalidad, la Internacional socialista hizo suyo el falso prin-cipio de autodeterminación de las naciones en el último cuarto del siglo xix . Lenin empezó a utilizarlo como instrumento revolucionario alentando el nacio-nalismo de oligarquías locales y sus sucesores lo explotaron sistemáticamente para promover la revolución mundial instalando en el poder a oligarquías comunistas o simpatizantes con los intereses de la Unión Soviética .

La verdad, el tiempo y la historia. Alegoría a la Constitución de 1812

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La Unión Europa, dominada por el consenso socialdemócrata, versión paci-fista –legalista– de la revolución mundial, está destruyendo las naciones opo-niendo al sentimiento natural de pertenencia a la realidad nacional, que no es excluyente como el nacionalismo, la ideología del patriotismo vinculado a un papel: el «patriotismo constitucional» o la Constitución como mito político . Un invento este último de la revolución francesa difundido con entusiasmo por las Cortes de Cádiz de 1812 . Invento felizmente superado por el actual gobierno del partido popular al reducir la Nación a la «marca España»; reduccionismo comercial tan estúpido como expresivo de la anormal situación de la Nación más antigua de Europa, que merece un comentario más detenido . Ni siquiera se les había ocurrido a los socialistas o a los separatistas; es un hallazgo de ese partido, fértil en eufemismos para compensar su servilismo e inanidad política; entre los más recientes, los de la «movilidad exterior» para describir la emigra-ción forzosa o las «novedades tributarias» para describir la invención de nuevas figuras impositivas contra las clases medias .

En definitiva, los gobiernos europeos en general se oponen a las naciones al socializar los desmanes de las oligarquías a costa de esas clases, que son su médula . La formación de las clases medias es históricamente consustancial con la formación de las naciones, que conservando el patriotismo, vinculado a la tierra, modificaron empero sus estructuras desvinculándolo de los estrechos lazos feudales y ampliaron sus horizontes .

Con el auge de las clases medias y de las naciones comenzó el tránsito en la historia universal, de lo que llamó Tocqueville el estado aristocrático de la sociedad, fundado en el principio de la desigualdad legal, y en cierto modo racial entre los hombres (no en el sentido del racismo tan difundido hoy por los «antirracistas», sino en el de barrera moral entre los estamentos), al estado democrático de la sociedad, fundado en el principio de la homogeneidad de la naturaleza humana y por tanto de la igualdad legal de todos los hombres, sujetos de las mismas libertades . La revolución francesa fue el punto de ruptura entre ambos estados o situaciones que, venían a ser dos mundos en un mismo espa-cio . La revolución reconcilió formalmente en este aspecto el cielo y la tierra, como dijo Hegel, conforme al sentido de la historia .

Políticamente, consistió en la reivindicación por esas clases, bien instaladas ya en la sociedad, de la titularidad de la soberanía siguiendo la inspiración nor-teamericana . Ahora bien, en esta parte de América, contaban con la ventaja que al ser un espacio prácticamente vacío en el que existía la igualdad de condicio-nes, que no es lo mismo que la igualdad de oportunidades, puesto que no había aristocracias . Norteamérica fue, pues, desde el primer momento, una Nación de clases medias autogobernadas, sin Estado, ya que el equivalente a los Estados europeos son allí los Estados Unidos particulares –Texas, Ohio, Iowa, etc .– bajo el gobierno federal, por lo que no son soberanos en el sentido político-jurídico de la soberanía de Bodino .

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Ahora bien, la ley de hierro de la oligarquía es inexorable y universal y opera también en Norteamérica . Pero está atenuada por un sistema de gobierno fundado en la libertad política: la libertad de los hombres libres, inconfundible con las libertades del ciudadano que son facultades legales . Ese sistema no eli-mina ciertamente la ley de hierro, pero la controla hasta ahora aceptablemente . La relativiza a pesar del creciente intervencionismo . Ciertamente, el impuesto sobre la renta, introducido para gravar sólo a los ricos, pero como suele ocurrir generalizado luego para todos, autoriza al gobierno a entremeterse en la vida privada de los norteamericanos, y la ideología y la demagogia gubernamental importadas de Europa empiezan a recortar las libertades aprovechando circuns-tancias políticas . Pero no existe la distinción entre derecho público y derecho privado, pues las statute law vienen a ser aclaraciones del common-law, por lo que el Derecho no ha sido sustituido por la Legislación y sigue siendo propie-dad del pueblo . Con todo, aunque se han acentuado las diferencias económicas entre las oligarquías y las clases medias debido a las guerras y los abusos de los gobiernos, estas últimas siguen prevaleciendo como la sustancia de la Nación .

En la Europa libre del comunismo, el éxito de la política del grupo alemán Ordo acomodada a las circunstancias europeas, en las que tiene el Estado Soberano, y con él los partidos políticos, un papel preponderante, inspiró la formación de naciones de clases medias . Sin embargo, el auge de la social-democracia, firmemente asentada ya en Suecia e Inglaterra, propiciado por Norteamérica frente a sus primos comunistas, acabó acercando el «capitalis-mo renano» al capitalismo de Estado, acentuándose las diferencias entre las oligarquías y el resto, paliadas empero por el auge paralelo del conjunto de la economía . No obstante, la gigantesca crisis financiera, que es en el fondo la crisis del capitalismo de Estado socialdemócrata sino del Estado mismo, está destruyendo las naciones europeas . Sus gobiernos, firmemente asentados en la omnipresente maquinaria estatal, ya no disimulan su carácter oligárquico y la Unión Europea ha devenido una alianza entre ellos para protegerse mutuamente bajo el amparo intelectual del consenso ideológico socialdemócrata que, susti-tuyendo al cristianismo –en buena medida con el asentimiento de las iglesias o de parte del clero fascinado por el «espejismo de la justicia social» (Hayek)–, condiciona el êthos de los pueblos europeos .

La Unión se parece cada vez más a una sociedad de socorros mutuos . Los gobernantes, dueños del Derecho transformado en Legislación –las leyes que dicta el poder político–, y del crédito dinerario, discuten únicamente sobre los métodos o, más exactamente, sobre las medidas que convienen a las oligar-quías . Salvado el hecho de que Francia quiere siempre mandar en Europa, las diferencias entre los socios son mínimas . No obstante, las divergencias entre Alemania y algunos gobiernos menores (Holanda, Finlandia, Austria), que pre-dican la austeridad (de los gobiernos), y los otros gobernantes europeos –entre ellos Francia– partidarios del despilfarro descarado (del que se benefician los

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partidos, sus amigos y sus clientelas) invocando lo que llaman democracia y justicia social para conservar el status quo, es decir la oligarquía, pueden tener un final inesperado si se presiona tanto al gobierno alemán, que se le obligue a abandonar la sociedad de ayudas mutuas para conservarse a sí mismo . A la verdad, en una Europa sin norte, podría ser, paradójicamente, la ocasión para que los pueblos de las naciones recuperen la iniciativa frente a las oligarquías del establishment .

La oligarquía europea es una confabulación de las de los partidos, bancos y grandes finanzas, monopolios, oligopolios, multinacionales, grandes empresas, y los medios de comunicación que moldean la opinión . Las que dan la cara son las oligarquías de los partidos representadas por sus respectivos gobiernos, a los que les compete enfrentarse al pueblo . Reducida la política a «política económica», confiados en que monopolizan el poder de la maquinaria estatal y la fabricación del dinero, amparándose entre sí, se están enfrentando a los pue-blos y sus naciones al destruir las clases medias, agobiándolas con impuestos e intervenciones contra las rentas menores y la propiedad mediana y pequeña .

Simultáneamente, las oligarquías aprovechan la situación para afianzar sus posiciones aumentando la desigualdad económica y social dando la razón a Carlos Marx, enemigo de la socialdemocracia estatista . Han resucitado así la cuestión social, desaparecida virtualmente en las sociedades de clases medias, y, para disimularlo, las oligarquías políticas están intensificando demagógica-mente la cuestión antropológica heredada del nacionalsocialismo y resucitada también por la revolución culturalista de mayo del 68 .

Esta cuestión ataca directamente las costumbres, los usos, lo que queda del Derecho, las tradiciones, el êthos y la misma vida y continuidad de los pueblos . Envilece y divide a las naciones, la forma política de Europa . Pero existen poderosos indicios de que está despertando el instinto de conservación de los pueblos y extendiendo la desafección a los gobiernos . Comienza a adquirir una intensidad susceptible de graves conflictos políticos añadidos a los de la rena-cida cuestión social, pues plantea un gravísimo problema de civilización ante el que la falsa disyuntiva entre la derecha y la izquierda propia de la cuestión social pierde su razón de ser, dejando en cambio al descubierto la ley de hierro de la oligarquía . Por encima de las diferencias económicas, sociales, políticas y de estatus, puede llegar a unir a los pueblos de las naciones frente a las oligar-quías, élites extractivas según la expresión de moda, que los explotan rebajando a las clases medias a la condición de una clase servil . ■

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DE LA INVERTEBRACIÓN DE ESPAñA A LA REBELIÓN DE LAS

MASAS EN JOSé ORTEGA Y GASSETmoisés simancas TEJEdor*

Dedicado a la gran familia de St. Michael’s School en su 45º Aniversario (cursos 1968-69/ 2013-14)

Preámbulo

El objeto del presente trabajo es el estudio de algunos aspectos de la concepción de la historia y la sociología en tres de obras de Ortega y Gasset: España inver-tebrada, que aparece en 1922, pero tiene sus orígenes en una serie de artículos que Ortega comenzó a publicar en El Sol, en 1920; Mirabeau o el político, de 1927; y La rebelión de las masas, construida también a partir de los artículos aparecidos en un diario madrileño en 1927, aunque se publicó en 1930 .

Así, pues, estas tres obras de Ortega, en las que hay una continuidad temáti-ca, tienen como trasfondo unos años decisivos en las vidas española y europea, constituyen una respuesta a la circunstancias del período de entreguerras en Europa y anterior a la guerra de España1 .

I. España invertebradaA continuación, vayamos con la primera parte («Particularismo y acción directa») de España invertebrada, obra en la que Ortega va aplicar categorías biológicas a la historia y a la sociología; tanto por la atención que el filósofo presta a las ciencias de la vida, cuanto por la influencia en su pensamiento del vitalismo de Nietzsche .

La historia de una nación, el «ciclo de vida» de un «organismo nacional», se explica para Ortega en virtud de un proceso de incorporación y otro, pos-

* moisés simancas TEJEdor es doctor en Filosofía y Letras (Filosofía y Ciencias de la Educación), profesor de Filosofía y Ética e investigador sobre la Historia del Pensamiento español .

1 En el prólogo a la cuarta edición de España invertebrada, de junio de 1934, Ortega afirmaba que dicha obra tenía en ese momento plena actualidad, por lo mucho que había en ella de anticipación cuando apareció . Con más razón debía considerar actual La rebelión de las masas, obra que completa con un «Prólogo para franceses» (1937) y un «Epílogo para ingleses» (1938) .

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terior, de desintegración . El proceso de incorporación coincide con el período formativo y ascendente de una nación; mientas que el proceso de desintegración supone el período de decadencia de esa nación . Y estos dos principios tendrían para la historia el mismo valor explicativo que en física tienen el movimiento y las ecuaciones de movimiento, a las que se reducen diversos fenómenos como el calor, la luz, etc .

El proceso de formación de un organismo nacional se entiende como un proceso de incorporación de colectividades distintas, de unidades sociales pre-existentes en un nivel de organización superior, y no como el producto del crecimiento o autodesarrollo de un núcleo inicial . Ahora bien, los grupos que componen esta estructura superior no pierden su identidad, pues funcionan como partes, diferenciadas, de un todo . Así, sostiene Ortega, no es, por ejemplo, la unidad de raza lo que da pie a una nación; sino más bien lo contrario: una nación suele estar constituida por razas y pueblos distintos .

Una vez expuesto en qué consiste el proceso de formación de una nación y su período ascendente, Ortega pasa a caracterizar los agentes de dicho proceso:

El poder creador de naciones es un quid divinum, un genio o talento tan peculiar como la poesía, la música y la invención religiosa . Pueblos sobrema-nera inteligentes han carecido de esa dote, y, en cambio, la han poseído en alto grado pueblos bastante torpes para las faenas científicas o artísticas . […] Roma y Castilla, mal dotadas intelectualmente, forjaron las dos más amplias estructuras nacionales2 .

Este «talento nacionalizador» sería un talento de carácter imperativo, un «saber querer y saber mandar» . Ortega señala además que en todo acto de imperar hay que distinguir dos elementos: uno, que es el esencial, la sugestión moral (la atracción que ejerce tener en perspectiva grandes tareas a realizar); y otro, que es meramente adjetivo, la imposición material (la fuerza) .

Respecto a la fuerza, Ortega dice no coincidir con el pacifismo en su antipa-tía hacia la fuerza, pues fue necesaria en el pasado: «sin ella no habría habido nada de lo que más nos importa en el pasado», como lo será en el futuro: «si la excluimos del porvenir sólo podríamos imaginar una humanidad caótica»; aunque, como ya se ha indicado, lo sustancial sea la creación de un «proyecto sugestivo de vida en común»:

Cuando los pueblos que rodean a Roma son sometidos, más que por las legiones se sienten injertados en el árbol latino por una ilusión . Roma les sonaba nombre de una gran empresa vital donde todos podían colaborar . Roma era un proyecto de organización universal3 .

En relación con lo anterior, debemos señalar que la concepción de Ortega a

2 ORTEGA Y GASSET, José: España invertebrada. Bosquejo de algunos pensamientos históricos, Madrid, Revista de Occidente en Alianza Editorial («Obras de José Ortega y Gasset», núm . 3, colección editada por Paulino Garagorri), 1988, p . 32 .

3 ORTEGA Y GASSET: op. cit ., p . 33 .

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propósito de un don innato en los pueblos para el arte, la religión o para crear naciones resulta un tanto vaga . Por otra parte, afirmar que en la formación del Imperio romano el papel de la fuerza, encarnada en sus legiones, fue adjetivo frente a la invitación a colaborar en una gran empresa, supone idealizar sobre-manera la situación de los pueblos sometidos por Roma . Abundando más en esta suerte de maquillaje del rostro terrible de la violencia en la historia, añade Ortega:

Sólo quien tenga de la naturaleza humana una idea arbitraria tachará de para-doja la afirmación de que las legiones romanas, y como ellas todo buen ejército, han impedido más batallas que las que han dado . El prestigio ganado en un com-bate evita otros muchos, y no tanto como el miedo a la física opresión, como por el respeto a la superioridad vital del vencedor4 .

Tras estas consideraciones, el caso de España va a servir para ilustrar el pro-ceso de desintegración de un organismo nacional:

Pues bien: yo imagino que el cinematógrafo pudiera aplicarse a la historia y, condensados en breves minutos, corriesen ante nosotros los cuatro últimos siglos de vida española . Apretados unos contra otros los hechos innumerables, fundidos en una curva sin poros ni discontinuidades, la historia de España adquiriría la claridad expresiva de un gesto y los sucesos contemporáneos en que concluye el vasto ademán se explicarían por sí mismos, como unas mejillas que la angustia contrae o una mano que desciende rendida .

[…] Hasta su cima, la historia de España es ascendente y acumulativa; desde ella hacia nosotros, la historia de España es decadente y dispersiva5 .

Este proceso de desintegración, iniciado hacia 1580, se puede esquemati-zar así: Pérdida posesiones en Europa � Independencia territorios de ultra-mar � Desastre 98: España vuelve a su primitiva desnudez peninsular � Nacionalismos .

Para Ortega, los nacionalismos vasco y catalán obedecen a la misma mecá-nica que la pérdida del imperio español, quedando reducidos a la unidad de un gesto; puesto que su causa última sería el «particularismo», que consiste en un estado en que las partes del todo comienzan por sentirse y por vivir como todos aparte .

Y esto es debido a que Castilla deja de mandar, es decir, deja de invitar a los otros pueblos a participar en una magna empresa, que exija disciplina y cola-boración: desde Felipe III no se emprende nada, sólo se trata de conservar; y como no es el pasado lo que mantiene unida una nación, sino la perspectiva de grandes cosas por hacer juntos, el organismo nacional se desintegra .

Pero el nacionalismo es tan sólo un caso particular de particularismo y, desde luego, no es la manifestación más grave de esta enfermedad; ya que es mucho

4 ORTEGA Y GASSET: op. cit ., pp . 36-37 .5 ORTEGA Y GASSET: op. cit ., p . 45 .

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peor, a juicio de Ortega, el particularismo de las clases y grupos profesionales, que amenaza con desintegrar la sociedad española .

La desvertebración de la sociedad se produce cuando las clases y grupos sociales pierden de vista que, para subsistir, se necesitan unos a otros; que son interdependientes, como las distintas partes de un organismo . Falta «elastici-dad social», es decir, un mínimo de comunicación entre los grupos sociales, de intento de apertura hacia las posiciones de unos y otros .

Consecuencia del particularismo es la «acción directa», esto es, el tratar de imponer nuestra voluntad a los demás sin contar con ellos, como si no existie-ran . A la acción directa contrapone Ortega el «parlamentarismo», entendido como la voluntad de contar y de dialogar con los demás .

En la concepción orteguiana, a medida que el «organismo social» crece y se complican sus necesidades, se produce un movimiento de diferenciación en las funciones sociales; siendo ejercida cada función por un «órgano» diferente: el militar, el político, el industrial, el científico, el artístico, el obrero, etc .:

En suma: el proceso de unificación en que se organiza una gran sociedad lleva el contrapunto de un proceso diferenciador que divide aquélla en clases, grupos profesionales, oficios, gremios6 .

Visto lo anterior, podemos preguntamos acerca del rendimiento social y político de esta concepción organicista de la sociedad, en la que el concepto de «clase social» aparece al mismo nivel que el de «grupo profesional», «gremio» u «oficio»; lo que podría servir para ocultar el conflicto y la tensión entre clases sociales en la crisis española de ese momento .

Para comenzar la segunda parte («La ausencia de los mejores») de España invertebrada, señalaremos cómo la historia y la sociología se entrelazan en esta obra de Ortega, estableciendo una conexión entre la historia «ascendente» o «descendente» de una nación, y la relación que se da en la sociedad entre minorías y masas:

Las épocas de decadencia son las épocas en las que la minoría directora de un pueblo –la aristocracia– ha perdido sus cualidades de excelencia, aquellas precisamente que ocasionaron su elevación . Contra esa aristocracia ineficaz y corrompida se rebela la masa justamente . Pero, confundiendo las cosas, gene-raliza las objeciones que aquella determinada aristocracia inspira, y, en vez de sustituirla con otra más virtuosa, tiende a eliminar todo intento aristocrático . Se llega a creer que es posible la existencia social sin minoría excelente; más aún: se construyen teorías políticas e históricas que presentan como ideal una sociedad exenta de aristocracia . Como esto es positivamente imposible, la nación prosigue acelerada su trayectoria de decadencia . Cada día están las cosas peor . Las masas de los distintos grupos sociales –un día la burguesía; otro, la milicia; otro, el pro-letariado– ensayan vanas panaceas de buen gobierno que en su simplicidad men-tal imaginan poseer . Al fin, el fracaso de las mismas, experimentado al actuar,

6 ORTEGA Y GASSET: op. cit ., p . 51 .

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alumbra en sus cabezas, como un descubrimiento, la sospecha de que las cosas son más complicadas de lo que ellas suponían, y, consecuentemente, que no son ellas las llamadas a regirlas [ . . .] . Cuando la sensibilidad colectiva llega a esta sazón, suele iniciarse una nueva época histórica . El dolor y el fracaso crean en las masas una actitud de sincera humildad, que las hace volver la espalda a todas aquellas ilusiones y teorías antiaristocráticas . Cesa el rencor contra la minoría eminente . Se reconoce la necesidad de su intervención específica en la conviven-cia social . De esta suerte, aquel ciclo histórico se cierra y vuelve a abrirse otro7 .

Así, pues, en la historia habría una perenne sucesión de dos clases de épocas: ascendentes, que coincidirían con la formación y asiento de minorías dirigentes y vertebración de la sociedad (épocas «Kitra», en palabras de Ortega); y épocas de decadencia, que serían momentos en los que las minorías directoras de un pueblo han perdido sus cualidades de excelencia y la masa no se siente masa, aspira a ser protagonista y no reconoce el magisterio de los mejores, con lo que se produciría la disolución del organismo social (a las que Ortega llama épocas «Kali»):

De esta manera –concluye Ortega– vendremos a definir la sociedad, en última instancia, como la unidad dinámica espiritual que forma un ejemplar y sus dóciles . Esto indica que la sociedad es ya de suyo un aparato de perfeccio-namiento8 .

Si bien Ortega afirma que en todas las clases sociales y grupos profesionales hay masa y minoría –aunque, en una sociedad «saludable», las clases superiores poseen una minoría «más nutrida y selecta» que las clases inferiores–, a la vez que pretende dirigirse a todos los españoles, José Luis Abellán considera que:

la teoría de la sociedad que sirve de base al aristocratismo orteguiano –la socie-dad como estructura jerárquica de masas y minorías– es, en el fondo, una teoría defensiva de un orden social de predominio de la clase burguesa9 .

Y respecto al aristocratismo de Ortega, así como a las vacilaciones de su doctrina política, añade:

el liberalismo de don José era un liberalismo aristocrático que trataba de realizar-se mediante la dirección de los más por los menos, de las masas por las minorías, de acuerdo con lo que él consideraba estructura jerárquica de la sociedad . [ . . .]

La labor de la minoría frente a las masas es sentida por nuestro filósofo como un deber educativo de formación [ . . .] y selección [ . . .] . Este impulso pedagógico adquiere formas y sentires autoritarios que le han convertido en un antecedente del «neo-autoritarismo» de nuestro tiempo . ¿No resulta, pues, comprensible, en este horizonte de ideas, que se haya visto en él un cierto fascismo? Nada más

7 ORTEGA Y GASSET: op. cit ., . pp . 80-81 .8 ORTEGA Y GASSET: op. cit ., p . 89 . Subrayados en el original .9 ABELLÁN, José luis: Ortega y Gasset en la filosofía española. Ensayos de apreciación, Madrid,

Editorial Tecnos, S .A ., 1966, pp . 36-37 .

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lejos de la realidad, sin duda, pero nada menos extraño también, a la vista del fundamento que para sus doctrinas falangistas sacan de la filosofía orteguiana un José Antonio o un Ledesma Ramos10 .

Desde esta óptica, Ortega pasa a ocupar-se de los casos contra-puestos de Grecia, por un lado, y de Rusia y España, por otro . En la antigua Grecia había una abundancia de per-sonalidades ejemplares, de modelos, pero tenía una masa insuficiente e indócil; de manera que Grecia fue «genial como cultura», aunque «incon-sistente como cuerpo social y como Estado» .

El caso contrario lo representarían Rusia y España, que, según Ortega, serían ejemplos de razas «pueblo», carac-terizadas por la escasez de individuos eminentes, frente a una enorme masa popular; y como conse-cuencia, la minoría «no ha podido nunca saturar de su influjo organizador el gigantesco plasma popular». Así, refiriéndose a la situación particular de España, sentencia Ortega:

Mírese por donde plazca el hecho español de hoy, de ayer o de anteayer, siem-pre sorprenderá la anómala ausencia de una minoría suficiente . Este fenómeno explica toda nuestra historia, inclusive aquellos momentos de fugaz plenitud11 .

Para explicar la ausencia de una minoría suficiente, que hace de España un pueblo masa, Ortega se remonta al nacimiento de las naciones europeas; clasi-ficando a España como un «organismo social» o «animal histórico» que per-

10 ABELLÁN: op. cit ., pp . 40-41 . 11 ORTEGA Y GASSET: op. cit ., p . 94 .

José Ortega y Gasset sonriente

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tenecería a una «especie determinada»: la misma a la que pertenecen Francia, Inglaterra e Italia .

Las cuatro naciones se habrían formado por la conjunción de tres elementos: la raza autóctona, el sedimento civilizatorio romano y la inmigración germáni-ca . El factor romano sería un elemento neutro, por ser común a todas las nacio-nes . Pero las diferencias entre estas naciones no vendrían, según Ortega, de las diferencias existentes entre las razas autóctonas de cada una de ellas, con ser este elemento importante; sino de la diferente calidad de los pueblos germáni-cos que invadieron esos territorios, con posterioridad a la colonización romana:

Ha habido naciones que se formaron por fusión de varios elementos en un mismo plano . A este tipo pertenecen casi todas las naciones asiáticas . El pueblo A y el pueblo B se funden sin que en el mecanismo de esa fusión corresponda a uno de ellos un rango dinámico superior . Pero nuestras naciones tienen una anatomía y una fisiología histórica muy diferentes de la de esos cuerpos orientales […], pertenecen a una especie zoológica distinta y tienen su peculiar biología . Son sociedades nacidas de la conquista de un pueblo por otro –no de un pueblo por un ejército como aconteció en Roma– . Los germanos conquistadores no se funden con los autóctonos vencidos en un mismo plano, horizontalmente, sino vertical-mente . Podrán recibir influjos del vencido, como los recibieron de la disciplina romana; pero en lo esencial son ellos quienes imponen su estilo social a la masa sometida; son el poder plasmante y organizador; son la «forma», mientras los autóctonos son la «materia» . Son el ingrediente decisivo; son los que «deciden» . El carácter vertical de las estructuras nacionales europeas, que mientras se van formando las mantiene articuladas en dos pisos o estratos, me parece el rasgo típico de su biología histórica12 .

De modo que las diferencias que en origen pudieran existir entre Francia y España, por ejemplo, se deberían a las diferencias que había entre francos y visigodos; según Ortega, el pueblo franco poseía una mayor «vitalidad históri-ca» que el pueblo visigodo . El pueblo visigodo era el más antiguo de Germania, había convivido con el Imperio romano en su hora de decadencia y había reci-bido su influjo; esto es, era el más «civilizado»:

Toda «civilización» recibida es fácilmente mortal para quien la recibe . Porque la civilización –a diferencia de la cultura– es un conjunto de técnicas mecanizadas, de excitaciones artificiales, de lujos o luxuria que se va formando por decantación en la vida de un pueblo . Inoculado a otro organismo popular es siempre tóxico, y en altas dosis es mortal13 .

Ortega contrapone la civilización adquirida a la vitalidad innata, entendiendo por «vitalidad» lo siguiente:

el poder de creación en que la vida consiste, cualquiera que sea su misterioso

12 ORTEGA Y GASSET: op. cit ., pp . 95-96 .13 ORTEGA Y GASSET: op. cit ., p . 97 .

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origen . Vitalidad es el poder que la célula sana tiene de engendrar otra célula, y es igualmente vitalidad la fuerza arcana que crea un gran imperio histórico . En cada especie y variedad de seres vivos la vitalidad o poder de creación orgánica toma una dirección o estilo peculiar14 .

En la creación de formas sociales los germanos se caracterizan por el feuda-lismo . Pero en España no hubo apenas feudalismo, debido a la «falta de vigor» de los señores feudales, pertenecientes a un pueblo que llegaba a España can-sado e intoxicado por la civilización romana decadente; por eso fue tan rápida la unidad nacional .

De lo anterior se deduce que el organismo social español estaba ya enfermo desde el momento de su constitución, enfermo desde la Edad Media; pues faltó desde el principio una minoría selecta suficiente en número y calidad, constitui-da por los señores feudales –que eran los visigodos invasores–; por consiguien-te, en palabras de Ortega, «tuvo una embriogenia defectuosa» .

Por otra parte, la posterior expansión y conquista española se debió a la pron-ta unificación con respecto a otras naciones en las que el poder estaba disperso, y, por tanto, en ese momento eran más débiles:

La unidad obró como una inyección de artificial plenitud, pero no fue un sín-toma de vital poderío . Al contrario: la unidad se hizo tan deprisa porque faltaba un fuerte pluralismo sustentado por grandes personalidades de estilo feudal15 .

A la vista de lo anterior, podemos concluir que, en este momento, es esencial para el análisis de la historia que realiza Ortega la biología; asimismo, se nota un marcado acento vitalista que, junto con el aristocratismo, denotaría la huella de Nietzsche .

Y a este respecto, resultan muy útiles las consideraciones de Gonzalo Sobejano, a propósito del influjo de Nietzsche en Ortega y Gasset y en la gene-ración de 1914 . Para Sobejano, Ortega «es el escritor de la nueva generación en quien la influencia de Nietzsche es más extensa, intensa y trascendental»16 . Así, la razón vital, el perspectivismo o el aristocratismo ético-social, doctrinas fundamentales en Ortega, tienen evidente relación con el ideario de Nietzsche .

Ortega se inició en la lectura de Nietzsche muy joven, estimulado por Ramiro de Maeztu, y «fue uno de los pocos españoles que desde un principio pudieron leer a Nietzsche en su idioma original»17 .

No obstante, la actitud que Ortega mantendrá respecto a Nietzsche se carac-terizará, de una parte, por la simpatía hacia las ideas del filósofo alemán, y de

14 ORTEGA Y GASSET: ibídem .15 ORTEGA Y GASSET: op. cit ., p . 106 .16 SOBEJANO, gonzalo: «El influjo de Nietzsche en la generación de 1914 . Pensadores: Ortega y

Gasset», en Nietzsche en España, Madrid, Editorial Gredos, S . A . («Biblioteca Románica Hispánica»), 1967, p . 527 .

17 SOBEJANO: op. cit ., p . 531 .

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otra, por «el disgusto por la desorbitación y el patetismo de ciertas concepcio-nes y expresiones de éste»18.

Y, a propósito de la pervivencia de este influjo de Nietzsche el pensamiento de Ortega, añade Sobejano que:

los reflejos del vitalismo de prosapia nietzscheana que Ortega, a pesar de su respeto a la razón y de su acceso a la interpretación histórica de ésta, continúa verificando, se prolongan en los años de la República y de la postguerra19 .

Como ya se ha indicado, junto con la valoración de la vida, el influjo de Nietzsche en la obra de Ortega lo hallamos en el perspectivismo –en nuestra opinión ambos temas están ligados, ya que ¿a qué apunta la distinción entre vida ascendente y vida descendente, si no es a una pluralidad de perspectivas sobre la propia vida?–; si bien es cierto que en Ortega hay una voluntad de verdad, como integración de perspectivas diversas y cambiantes, ligada a una revalorización de la razón frente al irracionalismo nietzscheano:

Perspectivismo y raciovitalismo –dice Sobejano– constituyen los cimientos de la filosofía orteguiana, la cual yergue una ética que, en lo individual, se deter-mina por la fiel y plena realización de la persona («llega a ser el que eres») y en lo social y político establece como norma un radical aristocratismo de inspiración nietzscheana (ser ejemplar, dirigir los superiores a los inferiores)20 .

Efectivamente, en estrecha conexión con el vitalismo y el perspectivismo está el tema del aristocratismo: por un lado, la distinción entre vida ascendente y descendente lleva aparejada la diferencia entre el hombre superior y el hom-bre masa; y por otro, la ejemplaridad y docilidad que corresponden a uno y otro implican distintos modos de valorar la vida . Por ello, compartimos la siguiente afirmación de Sobejano:

El aristocratismo de Ortega, arraigado en el de Nietzsche, adquiere aplicacio-nes trascendentales en tres esferas: la político-nacional de España invertebrada, la individual-paradigmática de Mirabeau o el político y la social de La rebelión de las masas21 .

Volviendo con la obra que ahora nos ocupa, España invertebrada, Ortega pasa a ofrecer su diagnóstico sobre los males de España, dividiéndolos en dife-rentes estratos, en función de su gravedad:

En el estrato más superficial, Ortega situaría «los errores y abusos políti-cos, los defectos de las formas de gobierno, el fanatismo religioso, la llamada “incultura”, etc., etc.». En un segundo estrato estarían situados los fenómenos de disgregación, cuyos caracteres son el «particularismo» y la «acción direc-ta» . Y por último, en un tercer estrato, el más profundo, tendríamos la indocili-

18 SOBEJANO: op. cit ., p . 529 .19 SOBEJANO: op. cit ., p . 549 . 20 SOBEJANO: op. cit ., p . 549 .21 SOBEJANO: op. cit ., p . 552 .

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dad de las masas, unida a la escasez endémica de los mejores . Por fin, concluye Ortega que:

la norma histórica, que en el caso español se cumple, es que los pueblos degene-ran por defectos íntimos . Trátese de un hombre o de una nación, su destino vital depende en definitiva de cuales sean sus sentimientos radicales y las propensio-nes afectivas de su carácter22 .

Pero, entonces, cabe preguntarse: si ese defecto de España es congénito, si obedece a pura biología, ¿cómo justificar el paso a la regeneración social y política? Más aún, aunque Ortega proponga un imperativo de selección cultural, no vemos cómo se puede corregir esa fatalidad vital .

II. Mirabeau o el político

Sobejano plantea la posibilidad de que «Ortega pudo aprender a admirar a Mirabeau a través de Nietzsche concretamente»23.

En todo caso, Ortega comienza por presentarnos a Honoré Gabriel Riquetti, conde Mirabeau y uno de los más destacados líderes de la Revolución francesa, como «arquetipo del político»:

Arquetipo, no ideal . [ . . .] Tal vez el grande y morboso desvarío que Europa está ahora pagando proviene de haberse obstinado en no distinguir los arquetipos y los ideales . Los ideales son las cosas según estimamos que debieran ser . Los arquetipos son las cosas según su ineluctable realidad . Si nos habituásemos a buscar de cada cosa su arquetipo, la estructura esencial que la Naturaleza, por lo visto, ha querido darles, evitaríamos formarnos de esa misma cosa un ideal absurdo que contradice sus condiciones más elementales24 .

A este respecto, Ortega distingue entre el «método político», que busca el engarce del ideal con la realidad, y la «magia», propia del utopismo moderno. Así, para Ortega, la política de Mirabeau fue «la obra más clara que se inten-tó en la Revolución Francesa», al postular un equilibrio entre las fuerzas de contención y de cambio social; por lo que Mirabeau fue capaz de improvisar

22 ORTEGA Y GASSET: op. cit ., p . 112 .23 SOBEJANO: op. cit ., p . 557 . Nietzsche se refiere a Mirabeau en La gaya ciencia (1882), Libro segundo,

&95 . - «Chamfort» [Cfr . Nietzsche, Friedrich, La gaya ciencia, 2ª edc ., Madrid, Ediciones Busma («Poesía y Prosa Popular», núm . 94), abril 1990, p . 113]; y en la Genealogía de la moral (1887), Primer tratado, &10 [Cfr . Nietzsche, Friedrich, Genealogía de la moral, Madrid, Ediciones Busma («Poesía y Prosa Popular», núm . 51), 1985, p . 62] . Para este tema ver: MORALEJA JUÁREZ, alfonso, y SIMANCAS TEJEDOR, moisés: «La figura de Mirabeau en Ortega y Nietzsche», en Jiménez García, Antonio, Orden Jiménez, Rafael V . y Ajenjo Bullón, Xavier eds ., Nuevos estudios sobre Historia del Pensamiento Español: Actas de las V Jornadas de Hispanismo Filosófico, Madrid, Fundación Ignacio Larramendi-Asociación de Hispanismo Filosófico, 2005, pp . 451-462 .

24 ORTEGA Y GASSET, José: Mirabeau o el político, Madrid, Revista de Occidente en Alianza Editorial («Obras de José Ortega y Gasset», núm . 30), 1986, pp . 10-11 .

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«toda una política nueva, que va a ser la política del siglo xix (la Monarquía constitucional)»25 .

Y a propósito de Mirabeau como gran hombre político, aunque fuera acusado de venalidad y de otras inmoralidades, Ortega establece una distinción entre «magnanimidad» y «pusilanimidad»:

Desde hace siglo y medio todo se confabula para ocultarnos el hecho de que las almas tienen diferente formato, que hay almas grandes y almas chicas, donde grande y chico no significan nuestra valoración de esas almas, sino la diferencia real de dos estructuras psicológicas distintas [ . . .] . El magnánimo y el pusilánime pertenecen a dos especies diversas; vivir es para uno y otro una operación de sentido divergente y, en consecuencia, llevan dentro de sí dos perspectivas mora-les contradictorias . Cuando Nietzsche distingue entre «moral de los señores» y «moral de los esclavos», da una fórmula antipática, estrecha y, a la postre, falsa de algo que es una realidad innegable26 .

En paralelo a estos tipos humanos, Ortega distingue entre las «virtudes de la pusilanimidad», que consisten en no hacer, pues el pusilánime carece de «destino»; y las «virtudes magnánimas», propias de quien tiene «necesidad» y «misión» de crear grandes obras, para ser él mismo:

Conste, pues, que no me ocurre disputar el título de virtudes a la honradez, a la veracidad, a la templanza sexual . Son, sin duda, virtudes; pero pequeñas: son las virtudes de la pusilanimidad . Frente a ellas encuentro las virtudes creadoras, de grandes dimensiones, las virtudes magnánimas . […] Pues no es sólo inmoral preferir el mal al bien, sino igualmente preferir un bien inferior a un bien supe-rior . Hay perversión dondequiera que haya subversión de lo que vale menos contra lo que vale más . Y es, sin disputa, más fácil y obvio no mentir que ser César o Mirabeau27 .

Y como muestra de la proyección social y política de estas apreciaciones psicológicas y morales, he aquí las siguientes palabras de Ortega:

Es preciso ir educando a España para la óptica de la magnanimidad, ya que es un pueblo ahogado por el exceso de virtudes pusilánimes . Cada día adquiere mayor predominio la moral canija de las almas mediocres, que es excelente cuan-do está compensada por los fieros y rudos aletazos de las almas mayores, pero que es mortal cuando pretende dirigir una raza y, apostada en todos los lugares estratégicos, se dedica a aplastar todo germen de superioridad28 .

Más adelante, Ortega contrapone la figura del intelectual, que se define por la reflexión, a la del político, definido por la acción:

Hay, pues, dos clases de hombres: los ocupados y los preocupados; políticos

25 ORTEGA Y GASSET, José: op. cit ., p . 13 .26 ORTEGA Y GASSET, José: op. cit ., p . 18 .27 ORTEGA Y GASSET, José: op. cit ., pp . 20-21 .28 ORTEGA Y GASSET, José: op. cit ., pp . 21-22 .

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e intelectuales . Pensar es ocuparse antes de ocuparse, es preocuparse de las cosas, es interponer ideas entre el desear y el ejecutar . La preocupación extrema lleva a la apraxia, que es una enfermedad . El intelectual es, casi siempre, un poco enfermo . En cambio, el político es –como Mirabeau, como César–, por lo pronto, un magnífico animal, una espléndida fisiología29 .

Sin hablar en Ortega de una disociación entre razón y vida, como pudiera hacernos pensar la anterior distinción entre el intelectual –reflexivo y escrupu-loso– y el político –impulsivo y activo–, sí es cierto que en su filosofía la vida explica la moral . Y en esta línea, la imagen del «titán», cuya vitalidad creadora le lleva a la desmesura, será la que represente al gran político:

Todas esas excelencias que se revelan en la hora ilustre suponen genio, cier-tamente; pero también un substrato de ciertas condiciones orgánicas que, aisla-das, parecen monstruosas . Tales son la impulsividad, el activismo y la inquietud constantes, la falta de escrupulosidad . Sobre éstas va a caballo el genio; sin esas capacidades psicofisiológicas, que son como fuerzas brutas y poderes elementa-les –demoníacos, diría un antiguo–, no hay grande hombre político30 .

Por eso, Ortega consideraba que el «error de perspectiva» de Europa con-sistía, junto con la inversión de valores y la subversión de lo inferior contra lo superior, en no distinguir entre arquetipos e ideales:

Una hipocresía radical nos ha llevado a no querer ver de la vida lo que las sucesivas morales declaraban indeseable, como si esto bastase para poder pres-cindir de ello . No se trata de pensar que todo lo que es, puesto que es, además debe ser, sino precisamente de separar, como dos mundos diferentes, lo uno y lo otro . Ni lo que es, sin más debe ser, ni viceversa, lo que no debe ser, sin más no es31 .

Más aún, frente al conformismo con lo real y al reformismo ideal, Ortega sostiene que la auténtica política, como lo fue la de Mirabeau –quien, como gran político, poseía «intuición histórica»–, pretendería la «unidad de contra-rios»:

hacer posible el mutuo complemento de estas dos tendencias exclusivas: la refor-ma emanada de una previa conformidad con lo real; la modificación ideal de la vida, que parte de haber reconocido previamente sus condiciones32 .

Por último, Ortega señala el carácter instrumental del Estado en función de la nación, que es la realidad histórica vital, cosa que habrían olvidado tanto «radicales» como «autoritarios»:

Rusia e Italia han preferido equivocarse y en vez de innovar profundamente, han seguido la tradición utópica de los últimos siglos: han preferido el fantasma

29 ORTEGA Y GASSET, José: op. cit ., p . 35 .30 ORTEGA Y GASSET, José: op. cit ., pp . 35-36 .31 ORTEGA Y GASSET, José: op. cit ., 41 . Subrayados en el original .32 ORTEGA Y GASSET, José: op. cit ., p . 42 .

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transitorio de un Estado «perfecto» al porvenir de una nación vigorosa y saluda-ble . Yo deseo para nuestra España una solución inversa, más completa y de más larga perspectiva . […]

En la historia triunfa la vitalidad de las naciones, no la perfección formal de los Estados . Y lo que debe ambicionarse para España en una hora como ésta es el hallazgo de instituciones que consigan forzar al máximum de rendimiento vital (vital, no sólo civil) a cada ciudadano español33 .

Así, pues, el vitalismo y aristocratismo orteguianos tienen una articulación social y política que estaba ausente en la filosofía de Nietzsche; ya que Ortega va a rechazar cualquier forma de «estatismo» que anule a los individuos y aplaste a las minorías, a la vez distinguirá entre democratismo (igualitarismo) y liberalismo .

III. La rebelión de las masas

En La rebelión de las masas Ortega vuelve sobre la idea de que toda sociedad, por lo menos en Occidente, tiene una estructura básica: su articulación en masas

33 ORTEGA Y GASSET, José: op. cit ., p . 44 .

Ortega y Gasset con César González Ruano, Unamuno, y otros

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y minorías rectoras . Y esto supone la aceptación por las masas de la tutoría y el magisterio de los mejores, esto es, disciplinarse en torno a un proyecto, empre-sa, o tarea ideados por esa minoría; así como la aspiración del «hombre medio» a seguir el ejemplo de los individuos egregios .

Sin embargo, hoy, las masas se rebelan, no aceptan el papel que les es propio: gravitar alrededor de las minorías directoras . Por el contrario, afirma Ortega, nunca antes han tenido las masas tal protagonismo y poder social .

Pero, ¿por qué esta rebelión? Porque el hombre masa se ha encontrado con un mundo en el que puede disfrutar de unas ventajas, en todos los órdenes, que no tenían los hombres de otras épocas; un mundo más rico, porque en él ha cre-cido el repertorio de posibilidades vitales: todo lo que puedo ser y me es dado hacer («mundo» y «circunstancias») .

Debido a esto, el hombre de nuestro tiempo tiene la sensación de que su vida es más vida que la vida de los hombres de otras épocas; por lo que el pasado se le ha quedado pequeño y los moldes de otras épocas no le sirven para encauzar su vida, a la vez que tampoco tiene un proyecto claro de futuro .

Pues, bien, esta sensación de que su vida es más vida es causa de que las masas se sientan señoras, dueñas de su destino y se muestren indóciles a las minorías:

La soberanía del individuo no cualificado, del individuo humano genérico y como tal, ha pasado, de idea o ideal jurídico que era, a ser un estado psicológico constitutivo del hombre medio34 .

Al mismo tiempo, mientras el individuo excelente se pone siempre al servi-cio de un ideal que lo trasciende y concibe la vida como autoexigencia, discipli-na y servicio; las masas solo quieren satisfacer sus apetitos y deseos, tal y como haría un niño caprichoso, sabiéndose vulgares e imponiendo esa vulgaridad .

Pero esta situación de privilegio respecto a otras épocas, que disfruta el hom-bre masa, se debe a ciertos principios con los que, paradójicamente, se muestra insolidario: liberalismo (en el que no se da el imperio de las masas, sino que su papel se reduce a adherirse a los programas de las minorías) y parlamentarismo (que supone contar con los demás, salir uno de sí para intentar comprender la posición del otro, discusión, apelar a instancias superiores al propio capricho), industrialismo y técnica (a los que va muy unida la ciencia, que es labor de minorías cualificadas y de individuos excelentes) .

La rebelión de las masas en todos los órdenes, junto con el «hermetismo del alma», lleva al hombre masa a intervenir en política en forma de «acción directa»“ y con violencia, que sería el modo de proceder del «fascismo» y del «sindicalismo»:

34 ORTEGA Y GASSET, José: La rebelión de las masas, Barcelona, Ediciones Orbis, S .A . («Historia del pensamiento»), 1983, pág .48 .

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Bajo las especies de sindicalismo y fascismo aparece por primera vez en Europa un tipo de hombre que no quiere dar razones ni tener razón, sino, sen-cillamente, se muestra resuelto a imponer sus opiniones . He aquí lo nuevo: el derecho a no tener razón, la razón de la sinrazón . Yo veo en ello la manifestación más palpable del nuevo modo de ser de las masas, por haberse resuelto a dirigir la sociedad sin capacidad para ello35 .

El predominio de la masa se manifiesta también en el «estatismo», en donde el Estado no tiene límites, de modo que no se respeta a los individuos y a las minorías . Por ello, Ortega califica al fascismo y al «bolchevismo» de «primiti-vismo»; es decir, de no ser verdaderas alboradas, al de no estar a «la altura de los tiempos» . Y avisa del peligro del estatismo:

El estatismo es la forma superior que toman la violencia y la acción directa, constituidas en norma . Al través y por medio del Estado, máquina anónima, las masas actúan por sí mismas .

Las naciones europeas tienen ante sí una etapa de grandes dificultades en su vida interior, problemas económicos, jurídicos y de orden público sobremanera arduos . ¿Cómo no temer que bajo el imperio de las masas se encargue el Estado de aplastar la independencia del individuo, del grupo, y agostar así definitiva-mente el porvenir?36 .

En relación con lo expuesto, Fernando Ariel del Val sostiene la tesis de que la teoría sociológica de Ortega y Gasset, con su distinción entre minoría y masa, puede explicarse dentro del proceso de lenta y trabajosa afirmación de la bur-guesía en España, que, a lo largo del siglo xix y el primer tercio del xx, sufre continuos contragolpes; debido a que las fuerzas del antiguo régimen son muy activas en la sociedad española, así como a la combatividad del movimiento obrero:

En esta óptica, la obra y la actividad orteguianas se inscriben dentro de la tentativa de legitimación del indeciso movimiento de la burguesía liberal espa-ñola en busca del espacio social, económico y político en que desarrollar su hegemonía . Los instrumentos de dicha legitimación los tomará Ortega del mundo cultural e ideológico de su tiempo37 .

Al mismo tiempo, no obstante su liberalismo y su rechazo de cualquier forma de estatismo –hoy diríamos «totalitarismo»–, en el pensamiento de Ortega hay una cierta ambigüedad; puesto que en su teoría aristocrática –como en las teorías «elitistas», del período de entreguerras, de Vilfredo Pareto, Gaetano Mosca y Robert Michels– hay ciertos elementos que, de algún modo,

35 ORTEGA Y GASSET: op. cit ., pp . 85-86 .36 ORTEGA Y GASSET,: op. cit ., p . 123 .37 ARIEL DEL VAL, fernando: Historia e ilegitimidad. La quiebra del Estado liberal en Ortega

(Fragmentos de una sociología del poder), Madrid, Editorial de la Universidad Complutense de Madrid, 1984, p . 32 .

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ayudaban a crear un clima social favorable a las ideas de corte autoritario . Dice al respecto Ariel del Val:

Lo significativo en la posición de Ortega […] consiste en que partiendo de una posición liberal, en cuanto a la forma política de la legitimación del sistema de poder social, en la que la hegemonía corresponde, sin ninguna duda, a la bur-guesía industrial [ . . .] su liberalismo se desdibuja, sobre todo a medida que la cri-sis social española avanza . Pero, [ . . .] los contenidos valorativos e ideológicos de su liberalismo albergan los elementos potenciales de una concepción del mundo lejana al liberalismo . Su concepto de la nación, del poder, de la historia y de la sociedad aloja una carga considerable de falsa conciencia, que no será explicita-da hasta sus últimas consecuencias por Ortega, sino por sus epígonos fascistas: Giménez Caballero, J . A . Primo de Rivera y Ramiro Ledesma, entre otros38 .

Si bien es cierto que Ortega va a suministrar no pocos argumentos y con-ceptos que quedan a disposición del falangismo, a la vez que su liberalismo se desdibuja conforme avanza la crisis social española; no podemos estar de acuerdo con el anterior juicio de Ariel del Val, ya que supone una lectura ses-gada y fragmentaria del conjunto de las ideas político sociales de Ortega . Pues, aunque José Antonio tomó de Ortega su estilística literaria y la expresión formal de muchos conceptos, precisamente al quedar incorporados a una concepción lejana al liberalismo, adquieren un sentido diferente u otra intención bien mani-fiesta39 .

Bibliografía citada:ABELLÁN, José luis: Ortega y Gasset en la filosofía española. Ensayos de apreciación . Madrid, Editorial Tecnos, S .A ., 1966, pp . 177 .ARIEL DEL VAL, fernando: Historia e ilegitimidad. La quiebra del Estado liberal en Ortega (Fragmentos de una sociología del poder), Madrid, Editorial de la Universidad Complutense de Madrid, 1984, pp . 329 .MORALEJA JUÁREZ, alfonso y SIMANCAS TEJEDOR, moisés: «La figura de Mirabeau en Ortega y Nietzsche», en Jiménez García, Antonio, Orden Jiménez, Rafael V . y Ajenjo Bullón, Xavier eds ., Nuevos estudios sobre Historia del Pensamiento Español: Actas de las V Jornadas de Hispanismo Filosófico, Madrid, Fundación Ignacio Larramendi-Asociación de Hispanismo Filosófico, 2005, pp . 451-462 .

38 ARIEL DEL VAL, op. cit ., p . 46 . 39 Para este tema ver: SIMANCAS TEJEDOR, moisés: «La recepción de José Ortega y Gasset en el

pensamiento de José Antonio Primo de Rivera», en Capellán de Miguel, Gonzalo y Agenjo Bullón, Xavier eds ., Hacia un nuevo inventario de la ciencia española: Actas de la IV Jornadas de Hispanismo filosófico, Santander, Asociación de Hispanismo Filosófico-Sociedad Menéndez Pelayo, 2000, pp . 335-345 .

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NIETZSCHE, friedrich: Genealogía de la moral, Madrid, Ediciones Busma («Poesía y Prosa Popular», núm . 51), 1985, pp .183 . [Estudio preliminar: «Sentimiento de culpa, castigo y otras formas de crueldad» por Enrique López Castellón] .– La gaya ciencia, 2ª edc ., Madrid, Ediciones Busma («Poesía y Prosa Popular», núm . 94), abril 1990, pp . 271 . [Traducción: Luis Díaz Marín . Estudio prelimi-nar: «Como una alegre canción de danza» por Enrique López Castellón] .ORTEGA Y GASSET, José: España invertebrada. Bosquejo de algunos pensa-mientos históricos, 3ª edc ., Madrid, Revista de Occidente en Alianza Editorial («Obras de José Ortega y Gasset», núm . 13), 1988, pp . 160 . [Nota preliminar de Paulino Garagorri, editor de la colección . Esta edición incluye los dos prólogos que a la 2ª y 4ª edición de este libro antepuso Ortega y una «conclusión» que nunca se había reproducido; y como apéndices dos prólogos y la serie de artí-culos sobre «El poder social», en los que Ortega alude a este libro y desarrolla temas planteados en el mismo .]– La rebelión de las masas, s . l ., Ediciones Orbis, S . A . («Historia del pen-samiento»), 1983, pp . 205 . [La presente edición, tomada de la Revista de Occidente en Alianza Editorial, incluye un «Prólogo para franceses» (1937) y un «Epílogo para ingleses» (1938); así como el escrito «En cuanto al paci-fismo», publicado en el número de julio de 1938 de la revista The Nineteenth Century .] – Mirabeau o el político / Conteras o el aventurero / Vives o el intelectual, Madrid, Revista de Occidente en Alianza Editorial («Obras de José Ortega y Gasset», núm . 30), 1986, pp . 146 . [Nota preliminar de Paulino Garagorri, editor de la colección . En este volumen se recogen tres estudios biográficos de Ortega y Gasset sobre Mirabeau (1927), Alonso de Contreras (1943) y Juan Luis Vives (1940)] .SIMANCAS TEJEDOR, moisés: «La recepción de José Ortega y Gasset en el pensamiento de José Antonio Primo de Rivera», en Capellán de Miguel, Gonzalo y Agenjo Bullón, Xavier eds ., Hacia un nuevo inventario de la cien-cia española: Actas de la IV Jornadas de Hispanismo filosófico, Santander, Asociación de Hispanismo Filosófico-Sociedad Menéndez Pelayo, 2000, pp . 335-45 (ahora en García de Tuñón y Aza, José María, José Antonio y su circuns-tancia, ¿Oviedo?, Fundación Ramiro Ledesma, octubre de 2002, pp . 139-61) .SOBEJANO, gonzalo: «El influjo de Nietzsche en la generación de 1914 . Pensadores: Ortega y Gasset», en Nietzsche en España, Madrid, Editorial Gredos, S . A . («Biblioteca Románica Hispánica»), 1967, pp . 526-564 . ■

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EL LEGADO DE LA ESCUELA DE SALAMANCA

Francisco pérEz dE anTón*

Una mañana de otoño de 1979, los miembros de la sociedad Mont Pélerin, reunidos en Madrid para celebrar nuestra Asamblea General, ultimábamos los preparativos para viajar a la ciudad de Salamanca . Luego de tres días de debates, dicha asamblea debía concluir en el Aula Magna salmantina con una conferencia presidida por el profesor Hayek, fundador de la sociedad, y una conferencia de Marjorie Grice-Hutchinson . El día era fresco y agradable y el cielo de Castilla se mostraba diáfano . Ojerosos y medio dormidos por el madru-gón, abordamos los autobuses que nos llevarían a la ciudad del Tormes y, pocas horas más tarde, enfilábamos a pie la calle de Libreros y alcanzábamos el patio de las Escuelas Menores de la vieja Universidad .

Inmersos en aquel espacio recoleto, presidido por la estatua de Fray Luis de León, observando las doradas piedras del entorno y admirando la fachada de la Rectoría, auténtico altar mayor del plateresco español, aguardamos una media hora a que el grupo se reuniera . Pero el tiempo transcurría y allí no sucedía nada . Finalmente, casi una hora después, alguien dijo en alta voz: «¡Hemos perdido a Hayek! ¡Hemos perdido a Hayek!» .

La alarma cundió en el patio, mas sólo para convertirse en anécdota . Y es que el buen profesor se había quedado en Madrid durmiendo como un bendito . Hayek, casi octogenario, usaba un audífono que se quitaba a la hora de acostar-se y no había podido escuchar el timbre del despertador . Y lo que era más grave, nadie se había percatado de su ausencia hasta llegar a Salamanca .

Si he empezado con esta anécdota mi exposición es porque, hoy, cuando hemos perdido de verdad a Hayek, quería dedicar un emocionado recuerdo a su memoria . Mucho de lo que sabemos y somos, sobre todo quienes hemos pasado por las aulas de esta querida Universidad, a él se lo debemos . Pero, además, gracias a Hayek, la visión que el mundo tiene hoy de sí mismo es más razonable y completa de lo que era hace cincuenta años . Y los ideales que el admirado

* Francisco pérEz dE anTón es Ingeniero Agrícola y Master en Economía, empresario y escritor . Miembro de número de la Academia Guatemalteca de la Lengua y de la Academia de Geografía e Historia de Guatemala, así como catedrático de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala . El texto corresponde a la conferencia pronunciada el 6 de mayo de 1992 en la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala .

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profesor sostuvo a lo largo de su vida, siguen alentando, por suerte, el deseo universal de una sociedad más libre, más abierta y más humana .

La visita a Salamanca, además, contenía un simbolismo que la mayoría de los asistentes ignorábamos . Hayek había sugerido que el acto cumbre de la reunión de Madrid tuviera lugar en el Aula Magna salmantina para rendir allí homenaje a los precursores del pensamiento liberal, en sus dos vertientes, la política y la económica .

El efecto de lo que se dijo allí aquella mañana fue sorprendente para muchos de los colegas venidos de todas partes del mundo . Que las raíces del liberalismo hubieran brotado en España, y en el siglo xVi, rompía toda clase de esquemas mentales y ponía en danza toda clase de prejuicios . La España del Siglo de Oro seguía siendo para muchos una nación guerrera, mercantilista e intolerante . De ahí que resultara difícil creer que, en aquel ambiente, hubiera surgido un grupo de intelectuales capaz de concebir dos instituciones que, como la libertad polí-tica y la economía de mercado, son los pilares de la civilización moderna . Y el propósito de estas palabras no es otro que rendir homenaje a aquellos hombres, en el mismo espíritu que el profesor Hayek quiso hacerlo aquella mañana de septiembre de 1979 .

España, en los albores de la Edad ModernaEspaña, como se sabe, es la primera nación-Estado de Europa, en el sentido moderno del término . Estamos en 1492 . El Nuevo Mundo es todavía territorio desconocido en tanto una serie de cambios administrativos, fiscales, militares y religiosos han configurado un sistema político nuevo . España es ahora patri-monio de la Corona de Castilla y Aragón, unidas en las personas de Isabel y Fernando . Un acendrado sentido de unidad preside estas reformas . Y la expul-sión de judíos y moriscos ese mismo año consolida un Estado confesional, suje-to al control de la Iglesia, motivo por el que a ambos monarcas se les otorgará el título de Católicos . En el reino de España, en fin, hay ley y hay orden y cada cosa está en su sitio: «los soldados en la guerra, los obispos en sus diócesis y los ladrones en la horca», según la conocida frase de Isabel la Católica .

Pocos años después, sin embargo, a la muerte de ambos monarcas, las diver-gencias y las tensiones reaparecen . Y en 1520, cuando Carlos I, nieto de Isabel y Fernando, accede al trono de España, los acontecimientos se precipitan . El rey tiene sólo 20 años y no habla español . Nacido en Gante (Bélgica) y educado en Bruselas, Carlos I llega a España acompañado de una corte de extranjeros que despiertan la antipatía popular . Una de sus primeras medidas consiste en implantar una serie de tributos . Y de resultas, las Comunidades castellanas se alzan en abierta rebelión contra el monarca .

En opinión de muchos historiadores, este movimiento supone la primera insurrección moderna de la historia europea y un clarísimo antecedente de la

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Revolución Francesa . La rebelión de los llamados Comuneros de Castilla surge en ciudades como Toledo, Burgos, Segovia y Ávila, pero es en Salamanca donde se escuchan las primeras voces que exigen la limitación del poder real .

Lo que las Comunidades demandan al rey es una suerte de monarquía cons-titucional, parecida a la que, salvando distancias y siglos, existe hoy en varios países europeos . Su petición se fundaba en los derechos heredados de una anti-gua institución política, las Cortes, por la cual el rey se sometía al escrutinio y al consejo de una asamblea formada por la burguesía urbana, es decir, la nobleza, el clero y los notables designados por elección popular o por sorteo en los dis-tintos reinos de la península .

Si subrayo este hecho histórico es porque, de otra forma, no se comprendería por qué a lo largo del siglo xVi los maestros de Salamanca reiteraron con tanta insistencia la necesidad de establecer un modelo político más abierto y menos autoritario .

Pero ni la historia ni los tiempos estaban a favor de un movimiento que se resistía al absolutismo real . La idea de que los cargos públicos fueran tempora-les y elegidos por voto popular, y de que las decisiones del monarca estuvieran sujetas al escrutinio de las comunidades, sería derrotada en un pueblecito de la meseta llamado Villalar . Y en lo sucesivo, será la concepción de un gobierno centralista el sistema político que habrá de prevalecer durante siglos en España .

Los problemas de un mundo nuevoPero si bien el movimiento comunero supuso una frustración histórica importan-te, no lo es menos entender la tentación absolutista del monarca . El poder y los dominios de Carlos I es en esos momentos enorme . Además de rey de España, Carlos hereda ese mismo año la corona del Sacro Imperio Romano Germánico, lo que significa que, además del trono español, posee dominio absoluto sobre Cerdeña, Sicilia, el reino de Nápoles (más de la mitad de la península italiana), Austria, Hungría, Suiza, Alemania, Bélgica, Holanda, Luxemburgo, las islas de la Mar Océana (hoy el Caribe) y parte del Norte de África . Más de la mitad de Europa está en sus manos . Y por si esto fuera poco, los conquistadores pondrán muy pronto a sus pies todo un continente .

Este era el mapa político de un Imperio que muy pronto se verá inmerso en numerosos conflictos militares a causa del cisma de Lutero, en el Norte, y la amenaza del Imperio Otomano por el Este . Pero, más allá de los hechos militares y políticos de aquel tiempo, España deberá abordar estas tensiones en medio de un arduo debate planteado en torno a la libertad, la justicia y los derechos humanos . Las alteraciones provocadas por el descubrimiento y conquista del Nuevo Mundo han creado en intelectuales y teólogos el grave problema de hacer compatible la fe con el nuevo estado de cosas, así como la necesidad de resolver infinitas dudas de orden político, jurídico, económico y

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moral . Gobernantes, predicadores, mercaderes, confesores y fieles acuden a las Universidades en busca de guías y luces . ¿Era justa la conquista? ¿Tenía dere-cho la Corona a los nuevos territorios? ¿Eran los indios súbditos o esclavos? ¿Tenían alma racional? ¿Por qué los doblones castellanos valían más en Francia que en España? ¿Por qué se elevaban los precios? ¿Era justo que subieran?

He aquí una serie de preguntas para las que un país todavía sometido a los condicionamientos del Medievo no tenía ninguna respuesta . Y serán justamente los intelectuales de Salamanca quienes tomen para sí tan espinoso asunto y den una opinión académica y moral sobre temas como el interés, la propiedad, los impuestos, la formación de los precios, la usura, la libertad política, los dere-chos humanos y la autodeterminación de los pueblos .

De los maestros de Salamanca será también la utopía del hombre nuevo que Las Casas intentará llevar a la práctica en la región guatemalteca de las Verapaces . El encuentro con millones de seres humanos, de los cuales no se tenía noticia, obligará también a los maestros salmantinos a redefinir el hombre en un contexto más amplio . E imbuidos de un profundo espíritu humanista, buscarán un denominador común capaz de vincular a todos los hombres y naciones de la tierra mediante una filosofía basada en la ley natural y el derecho de gentes . Y el resultado de tales reflexiones será una serie de tratados que hoy asombran por su lucidez y profundidad .

Pero, ¿quienes eran aquellos maestros? ¿Y por qué se agruparon precisamen-te en Salamanca?

Un maestro de maestrosA principios del siglo xVi, Salamanca es una ciudad de unas 20 .000 personas de los que alrededor de 7 .000 son estudiantes . La Universidad, fundada en 1243 y la tercera más antigua de Europa, es, pues, el eje alrededor del cual gira la vida urbana . Pero no será sino hasta finales del siglo xV cuando empiece a adquirir esplendor y fama proverbiales . Epítome del renacimiento español y polo de atracción de la intelectualidad de su tiempo, allí estudiarán Nebrija, Juan del Encina, Fernando de Rojas, Fray Luis de León, Juan de la Cruz y Luis de Góngora, si bien a diferencia de otras universidades, como las de Valladolid o Alcalá, abocadas a la Teología, la de Salamanca orientará su reflexión hacia los estudios jurídicos .

Es dudoso, sin embargo, que la escuela salmantina alcanzara el prestigio de que gozó sin la presencia de un dominico de extraordinario talento llamado Francisco de Vitoria . Nacido el año de 1492, Vitoria, de origen converso, se había formado en las universidades de Burgos y París . Cumplidos los treinta años, regresa a España y permanece algún tiempo en Valladolid, donde gana una cátedra . Y poco más tarde, en 1526, se afinca en Salamanca, donde perma-necerá hasta su muerte .

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A semejanza de otras muchas, como la de Atenas o la Austríaca, la Escuela de Salamanca no fue fruto de diseño alguno, sino una corriente espontánea de pensamiento que tomó para sí la reflexión de los numerosos problemas que la aparición del Nuevo Mundo planteaba . Pero si alguien merece el título de fun-dador de la misma, ése fue Francisco de Vitoria .

Vitoria fue un revolucionario, en el sentido lato del término, gracias a la libertad de cátedra que existía en Salamanca . Como es sabido, el título que España exhibía para ejercer su dominio sobre las Indias, era una bula emitida por el papa Alejandro VI, mediante la cual se otorgaba a la Corona de Castilla el derecho sobre las tierras y los habitantes de las Indias . Pues bien, Vitoria niega al Emperador este derecho . Y en su célebre discurso De Indis afirma que el Emperador no era dueño del mundo, ni el Papa señor del orbe . Por lo tanto, ni del Descubrimiento ni de la Conquista nacía legitimidad alguna . Ni las propiedades de los indios pertenecían al monarca, mucho menos a los conquis-tadores, ni los españoles tenían derecho a sacar el oro de América o a explotar la riqueza del continente contra la voluntad de los naturales . El Emperador, aseguraba Vitoria, reinaba en las Indias sobre una comunidad de pueblos libres . De manera que las leyes imperiales serían justas en la medida que sirvieran para promover y conservar a las poblaciones indígenas . Y sólo en función de la libre elección de los indios y de la necesidad de proteger sus derechos humanos, justificaba el maestro salmantino la intervención de España en América .

Claustro de las Escuelas Menores de la Universidad de Salamanca

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De otra parte, la conversión al cristianismo de los pueblos indígenas no era en modo alguno obligatoria . Ni siquiera el canibalismo o los sacrificios huma-nos podían exhibirse como pretexto para privar a los indios de lo que, por dere-cho natural, era suyo . Por último, decía Vitoria, si bien el hecho de la conquista era irreversible, ello no significaba tampoco que los habitantes de las nuevas tierras no tuvieran derecho al autogobierno . Las Indias, en definitiva, podían ser consideradas como un protectorado político de España, siempre y cuando éste sirviera al bienestar de los pueblos indígenas .

Los discípulos de VitoriaLa reacción que estas reflexiones provocan en la Corte no se dejan esperar . Carlos I envía al prior de los dominicos del Convento de San Esteban de Salamanca un escrito que mandaba vetar doctrinas tan escandalosas y atenta-torias contra la dignidad del Papa y el Emperador, y algunos años más tarde, el papa Sixto V ordena poner los escritos de Vitoria en el Indice de libros pro-hibidos .

Pero las ideas del dominico, por las cuales la posteridad habría de otorgarle el título de Fundador del Derecho Internacional, logran abrirse camino como una crítica permanente de la administración colonial . Y pronto son compartidas por un grupo de catedráticos, coetáneos de Vitoria, que muy pronto se convierten en la conciencia moral del Imperio . Entre aquellos notables maestros, discípulos y compañeros de Vitoria, cabe destacar a Domingo de Soto (1494-1560), también dominico, quien renovó el Derecho de Gentes y expuso en su De Iustitia e Iure su teoría sobre el dinero . A Tomás de Mercado (principios de siglo xVi-1575), otro dominico, quien tras vivir algunos años en México, estudiará el fenómeno de intercambio entre España y las Indias . A Martín de Azpilcueta (1493-1586), conocido como el Doctor Navarro, jurista, monetarista y teólogo, ex rector de la Universidad de Coimbra, quien será el primer economista en la historia que describa correctamente el fenómeno de la inflación, ocasionado por la afluencia de metales preciosos procedentes de las Indias .

A estos nombres es preciso agregar, entre otros, el de Luis Sarabia de la Calle, un especialista en cuestiones monetarias y económicas, el de Melchor Cano (1509-1580), jurista y teólogo, quien, siguiendo los lineamientos de Vitoria, afirmará que los indios son súbditos libres, como los de Aragón, Nápoles o los Países Bajos, y el de Diego de Covarrubias y Leiva (1512-1577), obispo, jurista y monetarista, alumno de Azpilcueta y autor de un tratado sobre la moneda .

La segunda generación de la Escuela estará formada en su mayoría por jesuitas, entre los que destacan Luis de Molina (1535-1601) y Francisco Suárez (1548-1617) . Molina no enseñó en Salamanca, sino en Madrid y Coimbra, pero es sin duda uno de los discípulos más adelantados de la Escuela y el autor que modifique el concepto medieval del precio justo, sostenido hasta entonces por

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los seguidores de Santo Tomás de Aquino . Para Molina, el precio justo es el precio competitivo y el valor que se atribuye a las cosas es de carácter subjetivo, y no objetivo, como dirá andando el tiempo Carlos Marx .

Juan de Mariana, aunque educado en Alcalá, abunda en estos temas, influi-do sin duda por la escuela salmantina . Y Francisco Suárez, cuya ingente obra abarca 27 volúmenes sobre muy diversas materias, sostendrá que «todos los hombres nacen libres por naturaleza, de forma que ninguno tiene poder políti-co sobre otro» y toda sociedad humana «se constituye por libre decisión de los hombres que se unen para formar una comunidad política» .

Precursores de la economía científicaA fines del siglo xVi, en suma, las dos instituciones claves del pensamiento libe-ral, o si se quiere, sus dos paradigmas esenciales, la libertad política y la econo-mía de mercado, habían sido ya trazadas por los intelectuales de Salamanca . Y del espíritu que privaba en aquella Universidad puede dar fe el siguiente hecho, protagonizado por Martín de Azpilcueta .

En 1524, año de la conquista de Guatemala, el Emperador asiste en Salamanca a la inauguración del curso . La lección inaugural está a cargo del maestro Azpilcueta quien, abiertamente y sin ambages, dice ante el emperador estas palabras: «El reino no es del rey, sino de la comunidad, y la potestad, por dere-cho natural, es de la comunidad, y no del rey» .

La cita no sólo pone de manifiesto el arrojo de aquellos hombres, sobre todo si se tiene en cuenta que estas frases son pronunciadas sólo cuatro años más tarde de la derrota de las Comunidades castellanas, sino porque, sustituyendo las palabras reino, rey y comunidad, por las de soberanía, gobierno y pueblo, la frase podría figurar, sin quitar una coma, en cualquier constitución democrática de nuestro tiempo .

Este paradigma político aparecerá una y otra vez en las obras de los maestros de Salamanca . Domingo de Soto, por ejemplo, concebía la Indias como una comunidad de pueblos libres sobre los que España sólo debía ejercer una fun-ción tutelar, siempre que los indígenas así lo desearan . Los pueblos recién des-cubiertos, decía De Soto, deben ser comunidades soberanas y en modo alguno provincias de España . Por su parte, Melchor Cano escribió, siguiendo a Vitoria, que ni siquiera se podía conquistar so pretexto de incorporar a los indios a la civilización cristiana . Y Diego de Covarrrubias señaló que la integración entre indios y españoles sólo sería justa si tenía lugar mediante pactos libremente consentidos .

Pero las reflexiones de los maestros de Salamanca no se habrán de limi-tar exclusivamente al área del Derecho . El descubrimiento de América había planteado una serie de problemas económicos hasta entonces ignorados . Y la observación de una realidad cambiante y de unos flujos comerciales y moneta-

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rios que rompían todos los esquemas conocidos, llevará a estos intelectuales a formular teorías que, en su conjunto, darían fundamento a lo que hoy conoce-mos como economía de mercado .

Habrían de pasar, sin embargo, tres siglos hasta que un destacado historia-dor de la Ciencia Económica, Joseph Schumpeter, atribuyera a los hombres de Salamanca el título de fundadores de la Economía moderna . Confundidos con los mercantilistas, los pensadores de Salamanca fueron por un tiempo descar-tados en la creencia de que, guiados de sus principios religiosos, no habían llegado a entender los mecanismos del mercado y de los precios . De ahí que se otorgara a Adam Smith un galardón que, según el profesor Murray Rothbard, no le pertenece en absoluto . Lo que es más, para Rothbard, Adam Smith y, más tarde, David Ricardo desviaron la ciencia económica por un camino trá-gicamente errado que no sería corregido sino hasta fines del siglo xix por Carl Menger y otros miembros de la Escuela Austríaca de Economía, como Wieser, Bohm Bawerk, Mises y el propio Hayek .

Las investigaciones de Schumpeter, Rothbard, Grice-Hutchinson y Raymond de Roover han confirmado, además, que mucho antes que los economistas de los siglos xix y xx sistematizaran la ciencia económica, los pensadores de la Baja Escolástica española habían ya descrito, en forma casi acabada, la teoría del valor subjetivo, la teoría de la utilidad marginal, la teoría de los precios, las leyes de la oferta y la demanda, la teoría del dinero, el fenómeno de la inflación y el mecanismo del intercambio . Y la reconocida autoridad de Schumpeter no deja dudas al respecto: «De estos autores –afirma– se puede decir que han sido los fundadores de la economía científica [...] y una parte considerable de la economía de finales del siglo xix se habría podido desarrollar partiendo de aquellas bases con más facilidad y menos esfuerzo que el que realmente costó desarrollarla».

Pero veamos lo que escribieron al respecto los maestros salmantinos .

Las doctrinas económicas de la Escuela de SalamancaTal y como queda dicho, la mayoría de estos autores sostenían una teoría sub-jetiva del valor . «Las cosas», escribe Diego de Covarrubias, «valen por la esti-mación que les dan los hombres, aunque dicha estimación sea disparatada» . Y Luis de Molina afirma que «el valor no es una propiedad de los bienes, sino un reflejo de los usos que las personas encuentran en ellos» .

Este principio, esencial en la Economía de Mercado y antítesis del pensa-miento marxista, heredero a su vez del de David Ricardo, que funda el valor de las cosas en las horas de trabajo necesarias para producirlas, no sería redes-cubierto sino hasta 1871 . Y como bien advierten Schumpeter y Rothbard, sería este error el que atrasaría gravemente la ciencia económica y causaría un gran daño al progreso .

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Los doctores de Salamanca modificarán también la teoría medieval del precio justo . Para ellos, el precio se forma a partir de lo que Vitoria denomina el communis aestimatio, es decir, la común estimación de la gente . Domingo de Soto y Luis de Molina, por su lado, califican de falaz la doctrina de Duns Escoto, uno de los más importantes filósofos de la Edad Media, en virtud de la cual, el precio justo es el costo de producción más una utilidad razonable . Y agregan que es la abundancia o la escasez de mercancías las que determinan el precio, y no los costos, el trabajo o el riesgo .

Luis Sarabia de la Calle, a su vez, afirma en su Instrucción de Mercaderes, publicada en 1542, que el precio justo es el precio del mercado, el cual viene determinado por la cantidad que se ofrece y la que se desea comprar . «Excluyendo el engaño y la malicia», escribe textualmente, «el justo precio de una cosa es el precio que comúnmente se logra en el momento y el lugar en que se concreta el negocio» .

A su vez, la connotación inmoral de las utilidades sería rechazada por Luis de Molina quien escribe que una ganancia justa es aquella que se obtiene a través de los precios del mercado y que la ganancia sólo es injusta cuando la autoridad pública obstaculiza el libre intercambio entre las personas .

A Molina se debe también la introducción del concepto de competencia, tras observar que, cuando el número de compradores aumentaba, los precios subían, de ahí la necesidad de que el número de vendedores creciera, a fin de que los precios bajaran .

Martín de Azpilcueta y Tomás de Mercado son los especialistas de la Escuela en la teoría del dinero . Azpilcueta señala que, allí donde la moneda abunda, tiene menos poder de compra y los precios son más altos . Y al revés . Allí donde la moneda es escasa, su poder adquisitivo es mayor y los precios, por consi-guiente, son más bajos .

Azpilcueta y Mercado son también los primeros en percatarse del fenómeno de la inflación ocasionado por el aumento de circulación de oro y plata proce-dente de las Indias . Azpilcueta escribe, por ejemplo, que «nosotros vemos por experiencia que, en Francia, donde la moneda es más escasa que en España, el pan, el vino, los géneros y el trabajo valen mucho menos. E inclusive en España, en tiempos en que la moneda era más escasa, las mercaderías y el trabajo valían mucho menos que después del descubrimiento de las Indias... La razón de esto –concluye– es que la moneda vale más donde y cuando escasea, que donde y cuando es abundante» .

Finalmente, Domingo de Soto sostiene que la riqueza de las naciones proce-de del intercambio y no de la acumulación de metales preciosos, lo que sitúa a la Escuela de Salamanca en el polo opuesto del mercantilismo . Y las palabras que siguen, extraídas de su obra De Iustitia e Iure, resumen de manera conci-sa el espíritu que animó a aquel notable grupo de intelectuales: «Cuando las partes de un reino –dice De Soto– están geográficamente separadas, aunque

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reconozcan todas al mismo rey, las riquezas y gobierno de una de las partes no han de administrarse de manera que se empleen desigualmente en beneficio de otra, sino que cada una debe administrarse por sí misma en beneficio propio. Por ejemplo, si los reinos de Ultramar no se hubieran conquistado por otra razón que para que sus riquezas sirvieran de bien a España, si se les sometiera a leyes encaminadas únicamente a nuestro provecho, como si fueran nuestros esclavos, se quebrantaría el decoro de la justicia. Otra cosa sería si se hiciera para que se ayudaran mutuamente en el comercio».

Lo más sorprendente de todo es que las conclusiones de los maestros salman-tinos no eran de carácter técnico, como diríamos hoy, sino moral . La Economía moderna sólo vino a confirmar por la vía del método científico lo que aquellos pensadores habían concluido por medio del razonamiento ético . Su reflexión buscaba conciliar las ideas humanísticas del Renacimiento con el pensamiento escolástico . Y la Economía para ellos era sólo Ontología, una investigación de la acción humana ante los problemas de su tiempo a fin de encontrar principios universales que reafirmaran la libertad de los hombres, el bien común y la paz social .

Las ideas en la prácticaLlegados a este punto, cabría preguntarse: ¿tuvieron éxito los maestros salman-tinos en su tarea? ¿Lograron llevar a la práctica sus ideas? La respuesta a tales preguntas sólo es posible encontrarlas en los libros de historia . Pero la historia no suele ser generosa con los valores morales ni con las aspiraciones éticas, lo que no quita que, a veces, se esté muy cerca de alcanzarlas .

El 20 de noviembre de 1542, Carlos I da a conocer en Barcelona un decreto conocido con el nombre de Leyes Nuevas para la gobernación de las Indias . Las radicales ideas de la Escuela de Salamanca, impulsadas por la Orden de Predicadores, habían encontrado por fin eco en la conciencia del Emperador . El decreto abolía la esclavitud y la encomienda y ordenaba que los indios fueran, en adelante, considerados vasallos libres de la Corona de Castilla .

El elevado espíritu y los largos alcances de aquellas leyes no son fáciles de condensar en el limitado espacio de que dispongo . Pero algunas citas literales podrán mostrar hasta qué punto los maestros de Salamanca habían logrado per-suadir al poder de sus planteamientos teóricos .

«Ordenamos y mandamos –decía el decreto– que de aquí en adelante, por ninguna causa de guerra ni de otra alguna, se pueda hacer esclavos a los indios, y queremos que sean tratados como vasallos nuestros de la Corona de Castilla [...] Ordenamos y mandamos que de aquí en adelante ningún virrey, gobernador, audiencia, descubridor ni otra persona alguna pueda encomen-dar indios [...] Ordenamos y mandamos que ninguna persona se sirva de los

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indios en contra de su voluntad [...] porque nuestro principal intento y voluntad siempre ha sido y es la de la conservación de los indios y que sean instruidos y enseñados en la fe católica y bien tratados como personas libres que son...».

Por desgracia, ni siquiera cuando las ideas más sublimes son elevadas a la categoría legal existe la garantía de que sean cumplidas . Y esto es lo que sucede con las Leyes Nuevas . Las ordenanzas de Barcelona provocarán una serie de reacciones y estallidos violentos en todo el continente americano, debido a que privaban a encomenderos y colonos de su principal medio de subsistencia: el trabajo forzado del indio . Y al cabo, la presión de cabildos, gobernadores, ade-lantados y virreyes, así como una sangrienta insurrección en el Perú, obligarán al Emperador a modificar el contenido del decreto .

Cinco años más tarde, las leyes de Barcelona eran ya, para todos los efectos, letra muerta . Y veinte años después, Felipe II consolidaba un pacto condigno y tácito con la Iglesia y los colonos por medio del cual se suavizaba el trato a los indios, pero sin modificar apenas el satus quo anterior a las Leyes Nuevas .

Un legado universalPocas veces el desajuste entre las ideas y el mundo real sería tan trágico . El fracaso de aquel proyecto, fundado en la libertad y la tolerancia, es un buen ejemplo, entre los muchos que muestra la historia, de que los mejores ideales son destruidos a menudo por los intereses creados, y que dichos ideales son imposibles de realizar cuando la sociedad no está lista para aceptarlos ni los encargados de la gestión política preparados para llevarlos a la práctica .

Así y todo, las ideas de la Escuela de Salamanca quedarían como constancia y referencia de que siempre habrá hombres dispuestos a luchar por las causas más nobles . Pero en este caso concreto, las ideas de los maestros salmantinos, si bien olvidadas durante siglos, habrían de tener una influencia universal y perdurable . Dos siglos después, los pensadores de la Ilustración tanto francesa como escocesa desenterrarán muchos de los conceptos de la escuela salmantina, como la libertad individual, los límites del absolutismo monárquico, el derecho a la vida, a la propiedad privada, al libre intercambio, al voto o a la autodeter-minación de los pueblos, ideas que, tras la Revolución Francesa, se habrían de convertir en sólidas instituciones de nuestro tiempo . A los maestros salmanti-nos, sin embargo, corresponde el mérito de haber encendido las primeras luces de unos principios que hoy constituyen los pilares de la civilización occidental .

Tal fue el fructífero legado que nos dejaron a quienes aspiramos a una socie-dad más libre, más digna, más justa y más responsable . Para ellos, como para tantos otros hombres que, al igual que Hayek, creyeron en la dignidad del hom-bre como supremo paradigma moral, vaya este modesto homenaje a su esfuerzo y su memoria . ■

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LAS DOS EXPERIENCIAS DE LA PSICOLOGÍA

José luis pinillos

El pasado 4 de noviembre fallecía en Madrid José Luis Pinillos, uno de los primeros psicólogos que ha investigado las actitudes ideológicas de los españoles en la mitad del pasado siglo.

Como homenaje a tan eximio profesor, traemos a nuestras páginas la lección pronunciada en la Universidad de Valencia, el 7 de marzo de 1988, en el acto de investidura como Doctor Honoris Causa por dicha Universidad.

Aquí debería finalizar la presentación de la mencionada lección, pero no podemos resistir la tentación de reflejar algo de su trayectoria vital y académica.

Nació el 11 de abril de 1919 en Algorta, Bilbao y estudió en su ciudad natal así como en Portugalete. Luchó en la Guerra Civil Española, y tras ésta, combatió en la División Azul. Inició los estudios de Filosofía y Letras en la Universidad de Zaragoza, trasladándose después a Madrid para especializarse en filosofía, de lo que se licenció en 1946 con premio extraordinario, doctorándose en 1949.

A continuación, viajó a Bonn, becado por el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), para ampliar sus estudios de psico-logía, y en 1950 pasó a formar parte de su Departamento de Psicología Experimental; sin embargo continuó formándose en Inglaterra becado por el British Council para participar en los cursos impartidos por Hans Eysenck entre los años 1951 y 1953 en el Hospital Maudsley de Londres. Asimismo se instruye en las aportaciones de Anna Freud, Raymond Cattell, Nikolaas Tinbergen, Francine Shapiro y otros artífices de la psicología mundial. A su vuelta trabajó sobre la percepción visual de complejos estimulares y velocidad de procesamiento en pacientes psi-cóticos y neuróticos y en personas normales y publicó estos trabajos en revistas alemanas, francesas y españolas; además fue abriendo campos en psicología social de forma pionera en nuestro país.

En 1954 fue nombrado colaborador del Departamento de Psicología Experimental de la Universidad de Madrid. En 1961 se trasladó a Venezuela para ser profesor de la Universidad Central de Caracas, regresando a finales de dicho año para convertirse en catedrático de

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psicología de la Universidad de Valencia. De 1966 a 1986 poseyó la cátedra de la Universidad de Madrid. Junto al doctor José Germain, pone en marcha la Sociedad Española de Psicología y el departamento de Psicología Experimental de la recién creada Escuela de Psicología de la Universidad de Madrid.

Sus aportaciones fueron notables por su interés clínico y social: ela-boró varias pruebas y test diagnósticos, como la prueba de personalidad CEP, los análisis del test de Kent y Rosanoff, y el Diferencial Semántico de Osgood y colaboradores, método para la medida de las actitudes a través del significado connotativo del lenguaje. A su vez, trabajó repeti-damente en diferentes campos aplicados como la psicología del trabajo (selección de personal, formación de mandos, etc.).

Fue doctor honoris causa por las siguientes universidades: la Pontificia de Salamanca, la de Valencia, la del País Vasco, la de Santiago de Compostela, la Pontificia de Comillas, la de Oviedo, la UNED, la de Sevilla, la de La Laguna, la de Murcia y la de Salamanca. Fue Medalla de Oro del Centro de Estudios Universitarios, Medalla de Oro de Madrid, Medalla de Honor de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.

En 1986, año en que se jubiló, fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales por sus trabajos decisivos en la promo-ción y progreso de la psicología empírica en España. Hasta su falleci-miento era miembro de la Real Academia Española desde 1988 y de la Academia Europea de Ciencias y Artes desde 1997.

Fue presidente de la Comisión Cultural del Colegio Libre de Eméritos; miembro de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas; miembro de honor del Colegio de Psicólogos de España.

Es autor de unos 150 trabajos especializados y de 15 libros, en los que se ha ocupado de la historia de la Psicología, la Psicología social y la de la personalidad. Entre sus obras destacan Introducción a la psico-logía contemporánea (1961), Psicopatología de la vida urbana (1977), Reconversión industrial y adaptación psicológica (1986) y El corazón del laberinto (1997).

Parece que fue ayer . Con la solemnidad del momento, a la vez que la gratitud y la alegría me vienen los recuerdos . Esta querida Universidad de Valencia fue la de mis primeras ilusiones de catedrático y en ella viví años muy feli-ces . Entonces nos conocíamos todos, no había problemas graves, o aún no lo sabíamos . Mis hijos eran pequeños, mi mujer y yo jóvenes y teníamos toda una vida por delante . Fue muy hermoso . Hoy las cosas ya están hechas en lo más principal, y vengo a recibir un gran honor, cuya causa, por descontado, está con vosotros, que me lo queréis hacer, pero que yo acepto de todo corazón . A Helio

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Carpintero, artífice de este generoso don, y a su Facultad, que es también la mía, gracias desde el fondo del alma .

Ahora bien, los honores también tienen sus trámites, y uno de ellos consiste en hacer un discurso que tenga algo que ver con la ocasión . Y pensando en ello caí un día en la cuenta de que la psicología que enseñaba no me era de mucha utilidad para comprender esta etapa de mi vida y los lazos profundos que me unían a Valencia . Me vinieron entonces a la mente las palabras de Blas Pascal:

Yo había pasado mucho tiempo en el estudio de las ciencias abstractas, y la escasa comunicación con los hombres que de ello se saca me había hastiado . Cuando comencé el estudio del hombre, vi que semejantes ciencias no son pro-pias para este fin, y que yo me descarriaba más de mi condición penetrando en ellas que ignorándolas .

No era exactamente el caso de la psicología, ni tampoco el mío, por supues-to, pero salvando las distancias pensé que alguna relación había entre el pen-samiento de Pascal y el hecho de que, a medida que la psicología se ha ido haciendo más científica, se ha ido alejando también de aquellos aspectos de la vida que se le escurren por entre las mallas de su método . Ciertamente, la experiencia que maneja la psicología científica se parece cada vez menos a la que vivimos a diario . Y no sólo no se parece –que no tendría por qué–, sino que en sí misma alberga un germen deshumanizador que no augura nada bueno para el porvenir del hombre .

Por supuesto, la ciencia no es un duplicado de la realidad, y no le vamos a echar en cara a la psicología que su lenguaje de hechos no consista en una copia realista de la experiencia cotidiana: no se trata de eso . Evidentemente, la ciencia no tiene por misión duplicar la realidad, sino simplificarla, pero quizá tampoco tiene por qué ser un lecho de Procusto que deba descoyuntar o mutilar al invi-tado para que se ajuste a las medidas del artefacto . La reducción es, sin duda, indispensable a la ciencia, pero dentro de límites . O sea, reducción sí; mas no hasta el punto de que a fuerza de reducir se quede uno sin nada que explicar, o termine explicando algo falso, un objeto hecho a imagen y semejanza del méto-do, pero sin ninguna relación con la realidad real, si me permiten decirlo así .

Por este camino pienso que a la psicología podría acabar ocurriéndole lo que a un personaje de Kundera, al pobre protagonista de La broma, que un buen día cayó en la cuenta de que estaba siendo desalojado de sí mismo por una imagen que el Partido había decidido hacerle: «Comprendí entonces –se quejaba el hombre– que aunque no se parecía en nada a mí, aquella imagen era mucho más real que yo mismo; comprendí que no era ella mi sombra, sino yo la suya; que no era ella a la que se podía acusar de no parecérseme, sino que esa deseme-janza era culpa mía: mi cruz, una carga que no podía llevarme nadie, sino yo» .

Terrible broma, sin duda, pero realísima . Una broma que podría resultar trá-gica para la psicología si la imagen del hombre que maneja continúa haciéndose metálica o se volatiliza en minucias: medidas, eso sí, con enorme precisión .

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Esta es la broma a la que, con los debidos respetos, quisieran salir al paso estas reflexiones mías sobre las dos experiencias de la psicología .

La disputa del métodoCuando en el último tercio del siglo xix, y de la mano del profesor Wundt, se constituye por fin la psicología como ciencia independiente, el acontecimiento va acompañado de una fuerte polémica, que en realidad venía fraguándose de mucho tiempo atrás y que todavía colea . Fue la llamada Methodenstreit, la dis-puta del método, en que se discutió a fondo sobre la metodología y el estatuto epistemológico del nuevo saber .

Dicho en dos palabras, lo que se pretendía poner en claro era si para dejar de ser una simple «psicología de escritorio», una psicología especulativa, y convertirse en una verdadera ciencia, lo conveniente era atenerse al modelo de las Ciencias de la Naturaleza sin más, o por el contrario, dada la singularidad de su objeto, a la psicología le iría mejor un régimen especial, como el de las Ciencias del Espíritu . Esta fue la cuestión .

En el debate, cuyos ecos aún perduran, además de Dilthey y de Wundt, participaron figuras de la talla intelectual de Bergson, Brentano, Droysen, Eucken, Ebbinghaus, William James, Freud, Husserl, Stumpf, Windelband, y el precautorio etcétera con que uno cierra siempre este tipo de listas . Como suele ocurrir en esos diálogos de sordos que son las polémicas, también aquí la discusión quedó en tablas . Los nuevos psicólogos optaron sensatamente por seguir las huellas de la ciencia natural, entre otras cosas porque era la única que había, la única a la que podían acogerse los empeñados en hacer una ciencia de la psicología . Ello no significó, sin embargo, que las cuestiones teóricas de fondo se resolvieran bien . Por el contrario, fueron muchos los problemas que quedaron en el aire, y en cierto modo puede decirse que las cuentas pendientes de entonces obstaculizan hoy la psicología de mañana .

En términos actuales, podría decirse que la polémica giró en torno al fisica-lismo, esto es, en torno a la posibilidad de reducir el lenguaje de hechos de la psicología al lenguaje cuantitativo y causal de la física de entonces . Ya se sabe que Carnap, uno de los creadores del invento, respondió negativamente a esta pregunta hace más de treinta años . Pero aun así el fisicalismo continúa viciando el lenguaje de la psicología, y creo que a efectos de señalar el alcance del mal, nada mejor que poner al descubierto la profundidad de sus raíces .

Pequeña historia de un gran problemaEl mal –porque en efecto lo es– viene de muy atrás . Históricamente, la leyenda o la realidad, según se mire, de los dos mundos –el objetivo y el subjetivo–

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surge con la modernidad, al hilo de la física del Barroco y del subsiguiente dualismo cartesiano, para no remontarnos más atrás .

Las formas del dualismo han sido evidentemente muchas a lo largo de la his-toria, pero en el fondo todas sus variantes modernas arrancan del concepto de objetividad que toma cuerpo con la física de Galileo y es tematizado filosófica-mente por Descartes . Con seguridad, cabría rastrear antecedentes del fenómeno en el nominalismo y en el voluntarismo de la Escolástica medieval tardía, y aun en la Antigüedad clásica . Por ejemplo, el problema de las cualidades primarias y secundarias, tan decisivo para este asunto, resulta que ya estaba avistado en el Peri psykhés de Aristóteles . Sin duda, por aquel entonces, lo psíquico no se había segregado aún de lo físico; era sólo un aspecto de la realidad que aún no se tematizaba aparte . Pero la diferencia entre las cualidades primarias, perte-necientes a las cosas mismas, y las secundarias, que sólo tienen una realidad subjetiva y se desvanecen cuando concluye el acto de su representación, estaba ya consignada por Aristóteles, y lo mismo cabría decir de otras cuestiones igual-mente importantes para el problema de la subjetividad .

Nada más lejos de nuestra intención, por tanto, que pretender trivializar un problema histórico tan complejo, aun insistiendo en que su consumación sólo se alcanza con Descartes . Ni que decir tiene, que los precedentes antiguos y medievales existen; pero la verdad es que no pasan de ser eso, precedentes más o menos lejanos . Por ejemplo, hay pasajes de Platón que en apariencia se asemejan al noli foras ire agustiniano, que hacen pensar en la entrada de la mente en sí misma con claves introspectivas modernas . Excepto que cuando se leen con atención, esos pasajes se hallan a años luz del intimismo de un San Agustín y, en realidad, tienen poquísimo que ver con lo que hoy se entiende por experiencia interior . Cuando el alma platónica se vuelve sobre sí misma, lo que encuentra en su fondo es un fundamento ontológico, invariable e imperecede-ro, común a todas las almas: halla una idea, una forma universal que a lo que menos se parece es al fenómeno psíquico, singular y biográfico, que interesa al hombre moderno . Ciertamente, en Platón se encuentra el germen de muchos problemas psicológicos actuales –por ejemplo, el de lo inconsciente– excepto que, contemplados desde la perspectiva metafísica de la teoría de las ideas, y poco más .

Tampoco en Aristóteles hay que buscar una segregación de lo psíquico, ni un interés biográfico por la interioridad de cada cual . Lo que el maestro de Platón separa del cuerpo no es psíquico –es el divino nous poietikós, que viene de fuera de lo físico–, y lo que es psíquico perece con el cuerpo . O sea, lo separable no es psíquico, y lo psíquico no es separable . Aparte de que, por otro lado, quien quiera que haya ojeado el Peri psykhés sabe cuán impersonales son sus pen-samientos sobre el alma . En suma, es claro que la idea de un mundo subjetivo contrapuesto al mundo objetivo, no era todavía patrimonio de la Antigüedad clásica, ni del Medioevo . Es una teoría que arranca de la física de Galileo y del

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consiguiente dualismo cartesiano, una idea que se va imponiendo a medida que progresan la secularización y el desencanto propios de la Modernidad .

No es posible contar aquí los pormenores de la apasionante historia que ha sido el descubrimiento paulatino de la conciencia personal, tal como, por ejemplo, han hecho Ellrodt y colaboradores en su excelente monografía sobre la génesis de la conciencia moderna (Gènesede la conscience moder-ne, PUF, 1983), o Robert Lenoble en su Histoire de 1’idée de nature (Albin Miche1, 1969) . Simplemente, nos limitaremos a recordar que es San Agustín quien, en sus Confesiones, presenta por primera vez una versión autobiográfica del hombre interior plotiniano, de aquel abstracto endos ánthropos neoplatónico por cuyas venas no corrían aún los pulsos de la vida verdadera . Es en las pági-nas extraordinarias de este converso que asiste al crepúsculo de Roma, donde la experiencia interna del sujeto cobra espesor e interés propio . Ahí es donde, por primera vez, la intimidad de la persona concreta deviene observable, o más bien experienciable . Y subrayo adrede la distinción entre observar y experien-ciar, porque la observación acabará siendo la forma sensista y cuantitativa de aprehender la realidad que reclame para sí la psicología empirista, y a la que, por supuesto, era totalmente ajeno San Agustín .

Dicho de otro modo, San Agustín resulta moderno porque hizo de la expe-riencia biográfica un tema aparte: no porque tratara de analizar su propia mente a través de la óptica cuantitativa y elementalista del empirismo . La modernidad de San Agustín es de corte fenomenológico, no asociacionista; es decir, no con-cibe el alma como un resultado compositivo, como una asociación de átomos psíquicos, de unas sensaciones elementales cuyos movimientos y agrupaciones estarían regidos por las leyes de la asociación . Esto ocurrirá mucho más tarde, después de que Galileo defina el mundo de la física como una objetividad corpórea, matemáticamente describible, y en cuyo seno –tomen buena nota de ello– no habrá lugar para las cualidades subjetivas, ni para las intenciones, los propósitos, la conciencia o los juicios de valor .

En otras palabras, según la nueva concepción del mundo físico, sólo tendrán realidad objetiva aquellas cualidades primarias de los cuerpos que persisten cuando no las percibimos –por ejemplo, su peso, su tamaño, su movimiento–, pero no aquellas otras cualidades secundarias, como el aroma de una flor, el sonido de una flauta o los colores del paisaje, que existen tan sólo en la mente de quienes las perciben, y mientras las perciben, pero se desvanecen en cuanto cesa la percepción correspondiente, esto es, se volatilizan desde el instante en que dejan de ser olidas, vistas u oídas por alguien, por una subjetividad .

Así lo encontramos ya claramente aceptado por John Locke a fines del xVii, en su Ensayo sobre el conocimiento humano, donde puede leerse que las cualidades primarias, como la extensión, la solidez, el movimiento o la figura, son inseparables de los cuerpos, pero no así las sensaciones como el color, el sonido o los sabores, que esos cuerpos producen en nosotros: «Tales cualidades,

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llamadas secundarias, no son de verdad nada en los objeto mismos, excepto la potencia para producir las sensaciones» . Por eso se las llaman secundarias, para distinguirlas de las cualidades que tienen un ser propio, independiente del ser conocidas . Unas perduran, las conozcamos o no: tienen una entidad física . Las otras, en cambio, son sólo una similitud de las cosas verdaderas, que se desva-nece en cuanto dejamos de percibirlas: esse est percipi, sentenciará Berkeley .

En definitiva, son las primeras las que componen la objetividad y, eo ipso, de rechazo, las otras la subjetividad . Al nuevo mundo físico le va a ocurrir, pues, como ya he dicho en alguna ocasión, lo que al vino de Asunción, que «ni es blanco, ni es tinto, ni tiene color» . Simplemente tiene cantidad, extensión, geometría, causalidad entre sus elementos, pero eso es todo . Es a la subjetividad humana a donde irán a parar todas aquellas otras cualidades que no son cuan-titativas, ni «explicables por causas»: cualidades que sólo tienen una realidad subjetiva en el acto mental en que se hacen manifiestas, y se desvanecen en cuanto ese acto mental cesa . Pero sin las cuales –ahí está la fuerza del idealis-mo– no habría paisaje, ni belleza, y el mundo físico, es Einstein quien lo dice, no sería más que un inmenso estercolero .

En todo caso, es esta interpretación de la objetividad lo que provoca el dua-lismo cartesiano . Pues, en efecto, desde el momento en que del mundo objetivo queda excluido el mundo vivido, el mundo de las cualidades subjetivas, éstas necesitan refugiarse en algún lugar que las recoja, en un microcosmos que haga juego con el cosmos . Dicho aún de otra manera, dado que las cualidades sub-jetivas son recalcitrantes, esto es, acompañan al ser humano como la sombra al cuerpo, pero no tienen sitio en la objetividad científica, tienen que tener otro lugar gnoseológico . Y así es como frente al mundo objetivo de las cualidades primarias, se constituye el subjetivo de las secundarias: un mundo que va a poseer sólo una existencia espectral, que se desvanece en cuanto el sujeto deja de pensarlas, pero con el que no va a haber más remedio que contar de alguna

«Los cuatro», 1921. Xul Solar. Museo Malba. Buenos Aires

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forma, puesto que al cabo sólo en él es donde lo objetivo se nos hace manifiesto y donde nosotros mismos tomamos conciencia de nuestra identidad .

Pero aquí viene lo pasmoso . Y es que cuando el hombre moderno pretende hacer ciencia de ese mundo subjetivo, se va a inspirar para hacerla, he aquí la gran paradoja, precisamente en la misma ciencia que renunció a la subjetivi-dad, o más exactamente, que expulsó a la subjetividad del seno de la ciencia . Esta es la cuestión . A saber, no sólo –ya sería bastante–, no sólo que el mundo subjetivo es definido como secundario y fantasmagórico, sino que su análisis queda a merced de unos métodos perfectamente incompatibles con toda forma de subjetividad . O sea, que las cualidades secundarias se van a estudiar con los métodos propios de las cualidades primarias . Un pasmoso acontecimiento, insisto, que nos pone en la pista de las graves contradicciones fundacionales de la psicología moderna, de una ciencia que desde el principio se va a ver obliga-da a practicar en secreto y mal lo que niega formalmente, es decir, el valor de la experiencia interna . Con lo que de paso contribuirá a ir deformando o debilitan-do la condición subjetiva de lo psíquico, hasta llegar a la fascinante aparición de la psicología sin alma, sin conciencia y sin sujeto que todos conocemos .

Ésta es la cuestión . Pues si bien la física tuvo fundadísimas razones para ponerle el veto a la experiencia subjetiva, al mundo de las cualidades subjetivas, al mundo interior de la conciencia, de las intenciones, de los juicios de valor, de la iniciativa y los proyectos, a la nueva psicología, en cambio, no le va a ir tan bien con el invento: tal vez porque las piedras no piensan y los hombres sí y porque el psiquismo, al cabo, pertenece a un orden de acción superior que requiere ser entendido desde otras categorías . La nueva psicología tuvo un cierto éxito, desde luego, a base de asimilar la explicación psicológica a la física, operando como si el sujeto humano fuera un resultado inerte, carente de identidad y operaciones propias, como si la conducta consistiera en un proceso mostrenco a remolque de las impresiones exteriores, sujeto en suma a un deter-minismo férreo . O sea, olvidando su condición de praxis . Tuvo un cierto éxito, sí, pero también muchos problemas y un notable estancamiento al anteponer la vida como efecto a la vida como proyecto .

Ya sé que exagero, mas no sin fundamento . Las características restrictivas que muestra el lenguaje observacional de la psicología científica contemporá-nea, no son ajenas a esta operación histórica . En este aspecto, es preciso reco-nocer que el legado de Descartes ha sido de doble filo . Aun cuando en descargo del dualismo cartesiano habría que decir también, pienso yo que si Descartes se esforzó hasta el punto en que lo hizo por separar la res extensa de la res cogi-tans, o sea, los mundos de lo objetivo y de lo subjetivo, fue también para evitar lo que finalmente ocurrió . Esto es, para impedir que la nueva filosofía empirista mecanizase la investigación del alma, convirtiera la psicología en una mecánica de la mente y, a la postre, en una cinemática del cuerpo . Que es lo que de todos modos ocurrió, primero con la asociación de las ideas, luego con la reflexología

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y el asociacionismo de estímulos y respuestas, y finalmente con el de los inputs y outputs, que para el caso da lo mismo .

No quiero fatigarles insistiendo sobre este punto . Pero no deja de ser curioso que justamente para hacer posible una ciencia de lo subjetivo, la psicología moderna tuviera que decantarse por un modelo de ciencia antagónico con todo lo que huela a subjetividad . La cosa no deja de tener su gracia y, en cualquier caso, tenía razón Husserl al predecir que de esta contradicción fundacional bro-tarían casi todos los males de la psicología de nuestro tiempo .

Las vicisitudes de una experiencia exiliadaSólo haré una brevísima mención de los intentos de dar entrada en la psicología –entrada legítima, se entiende– a esos aspectos de la experiencia incompatibles con el mecanicismo, pero sin los que, a última hora, el comportamiento humano resulta maravillosamente ininteligible .

Con la implacable brevedad que exigen las circunstancias, comenzaré por confesarles que, mientras el historiador y filósofo Guillermo Dilthey sostenía a fines de siglo pasado que a la naturaleza es menester explicarla y al hombre en cambio hay que comprenderlo, la generalidad de los psicólogos experimentales, y en especial un rival de Dilthey llamado Hermann Ebbinghaus, pensaron por el contrario que, en cuanto al método se refiere, la ciencia era unitaria y que, por tanto, lo que había sido bueno para las demás ciencias positivas debería serlo también para la psicología . O sea, que al hombre habría que explicarlo igual que al resto de la naturaleza, y punto final .

En su estudio Ideas acerca de una psicología descriptiva y analítica, publi-cada en 1894, afirmaba Dilthey que la psicología «explicativa» (la experimental de aquellos años) establece una conexión causal entre todos los fenómenos de la vida psíquica, lo mismo que la ciencia natural hace con los fenómenos del mundo físico, esto es, igual que la física y la química explican la constitución de los cuerpos, descomponiéndolos en sus elementos, fuerzas y leyes causales . La psicología explicativa subordina, pues, los fenómenos de la vida psíquica a una conexión causal por medio de un número limitado de elementos unívocamente determinados, que para Wundt serían aún las sensaciones y los sentimientos elementales . Se trata, en suma, concluirá sentenciosamente Dilthey, de una idea extremadamente osada, a la que el nombre de psicología «constructiva» le iría mejor . En este apelativo va incluida, claro es, una profunda crítica gnoseológica a la pretendida objetividad de los nuevos psicólogos científicos .

La vida anímica, asegura Dilthey, se nos da de forma muy distinta que la naturaleza . En contraste con la percepción externa, la percepción interna des-cansa en una percatación íntima, en un vivir que se nos muestra inmediatamente en su estructura y relaciones de sentido . A diferencia de lo que ocurre con la experiencia externa, en la interna nos encontramos algo que se nos da como

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vivencia inmediata y que no admite comparación con los procesos naturales . Constantemente vivimos en esta experiencia interna conexiones estructurales, enlaces y conexiones de sentido que se nos hacen manifiestos sin necesidad de recurrir a unas hipótesis, que por otra parte no funcionan en el ámbito de la experiencia interna . Y justamente ese hacerse manifiesta la conexión estructu-ral del psiquismo constituye la operación de comprender (Verstehen), privativa de las Ciencias del Espíritu y radicalmente dispar de la operación de explicar (Erklären) con que trabajan las Ciencias de la Naturaleza .

La cuestión no debía de ser tan simple, sin embargo, cuando ya bastante antes que Dilthey Droysen había andado a vueltas con la explicación y la compren-sión, al tiempo que Franz Brentano se había percatado también de la importan-cia del contexto histórico para entender los problemas de la conciencia humana, a diferencia de lo que ocurre con la psicología animal, pero sin que ninguno de los dos, ésa es la cosa, llegara a instrumentar una alternativa verdadera a la psicología científico-natural .

Por su parte, a pesar de ser el fundador de la nueva psicología naturalista, o acaso precisamente por ello, Wundt también advirtió que a través del tipo de experiencia interna sensista que reclamaban el elementalismo y el causalismo de la psicología experimental, esta disciplina era incapaz de hacerse cargo del estudio del pensamiento humano, dada su referencia esencial al mundo de la historia y la cultura . De ahí que para remediar ese handicap de la psicología experimental, Wundt echara mano de un género de psicología distinto del científico-natural, esto es, de lo que él llamó Völkerpsychologie, o psicología de los pueblos, y hoy llamaríamos acaso psicohistoria . La razón era bien clara: la imposibilidad de reducir la relación de conciencia a una relación exclusiva-mente psicofísica o, dicho por activa, la necesidad de ampliar la relación de conciencia con una relación psicohistórica, dada la insoslayable condición his-tórica del entorno humano y de los contenidos con que el hombre ha de operar psíquicamente .

De hecho, el maestro de Lepzig critica la posición materialista de autores como Munstenberg, para los cuales la idea de una psicología como ciencia del espíritu era un prejuicio anacrónico . Esto representa para Wundt un error abso-luto: «En esto consiste el principal peligro para el progreso de nuestra Ciencia; el peligro no está ya en las viejas corrientes especulativas y empíricas –la alu-sión a Brentano parece directísima–, sino en esta pseudociencia materialista, que alimenta las tendencias destructivas de lo psicológico, al afirmar que la interpretación psicológica de la vida del espíritu, tal como acontece en la histo-ria y en la sociedad, no tiene en realidad relación alguna con la vida espiritual propiamente dicha» (Fundamentos de Psicología Fisiológica, i, Introducción) .

Al final del Tomo iii de esta obra, asegura en efecto Wundt que, desde un punto de vista general, el conjunto de las leyes psicológicas se agrupa en dos categorías: la de los desarrollos biológicos y la de los desarrollos históricos,

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en los que incluye la biografía . Ambos desarrollos se separan sin embargo uno de otro, porque en el primero prevalecen, pesan más los momentos físicos, y en el segundo, los psíquicos . Ambos momentos operan, no obstante, como pertenecientes a una sola unidad, donde la relación de lo natural y lo espiritual no emergen como formas separadas, sino como miembros de un todo (Glieder eines Ganzen) . Se refiere también Wundt a los diversos grados de conciencia histórica que distinguen a los pueblos, y habla claramente de la «conexión vivi-da»; la cita está tomada del final de la Psicología de los pueblos, que media la comprensión de la vida histórica y la participación en ella . Porque en última instancia, concluirá el ya anciano maestro, la vida histórica viene a ser como la experiencia de la conexión de los acontecimientos exteriores con la voluntad de cada cual . No puede decirse, pues, que el fundador de la psicología descuidara el problema de la experiencia psicológica . Lo que ocurre es que la alternativa de Wundt tampoco llegó a buen puerto . Sus pronósticos sobre el agotamiento de la psicología experimental sensista sí se cumplieron, pero la psicología de los pueblos no llegó en realidad a hacerse a la mar .

Hacia 1900, en suma, la distinción entre las dos experiencias del hombre había sido claramente avistada, si bien no resuelta, y así continuaron las cosas . Se sabía que el psicólogo tenía que habérselas con dos clases de experiencia muy heterogéneas, de las cuales sin embargo, sólo una había conseguido carta de ciudadanía en la ciencia psicológica moderna . La insuficiencia estaba más o menos clara; las alternativas, no tanto .

Ante semejante situación, hubo quienes siguieron intentando resolver el enigma . Husserl fue uno de ellos . Su primera aportación importante al tema consistió en la crítica al psicologismo que aparece en las Investigaciones lógicas (1900-1901), y que recoge Ortega unos años después, hacia 1915, en un curso publicado póstumamente (1982), con el título Investigaciones psicológicas . La crítica de Husserl al psicologismo lógico fue, en verdad, demoledora, pero en atención a la brevedad prescindiremos de ella para fijarnos principalmente en aquellos aspectos de su obra que poseen una relación más directa con el tema de nuestra intervención . La tesis central de Husserl a este respecto es la siguiente: la misma ciencia que al constituirse excluyó de su ámbito la experiencia interna, fue la que finalmente sirvió para hacer ciencia de la experiencia interna, esto es, para explicar lo que ella misma había excluido de sus explicaciones . Ésta es la cuestión capital, la objeción que afecta a la totalidad de la psicología científica inspirada en el mecanicismo, que es casi toda . Por lo demás, Husserl no se limi-ta a contradistinguir las Ciencias de la Naturaleza y del Espíritu, sino que tratará de depurar la noción misma de experiencia para mostrar que la estructura de la experiencia psicológica no es meramente fáctica, sino apriórica . A última hora, Husserl va a terminar nada menos que en un planteamiento transcendental del problema, esto es, en la condición de la posibilidad de la experiencia psíquica . Éste va a ser el tema principal de su psicología fenomenológica . El mundo

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vivido (Lebenswelt) es el fondo común de que parten las ciencias naturales y las del espíritu, y a partir de él es como se diferencian ambas . La psicología fenomenológica comenzará por hacer notar cómo lo propio del psiquismo no encaja, no puede ser aprehendido en su esencia por la versión naturalista de la experiencia, en la medida en que la vinculación de lo psíquico a lo corpóreo la hace abocar a un callejón sin salida . La experiencia vivida de las cosas reales constituye la formalidad especificarte de las ciencias del espíritu, su privilegio, y es al análisis de esa experiencia a lo que Husserl dedicará una buena parte de su actividad intelectual . En este sentido, hay que reconocer que Husserl sobre-pasa a Dilthey en cuanto se pregunta por los supuestos de la contradistinción naturaleza-espíritu y no ceja hasta llevarlos al plano de la subjetividad transcen-dental . De todos modos su caballo de batalla fue el reduccionismo naturalista de lo psíquico, y a esa empresa hizo aportaciones muy importantes, y complejas, en cuyo análisis no sería razonable entrar aquí .

Tampoco el psicoanálisis fue insensible al problema . De forma ya casi taqui-gráfica, permítanme ustedes que les recuerde algunas cosas . Ante todo, que la transferencia recibe su fuerza terapéutica no del conocimiento sino de la viven-cia, o reviviscencia de lo conocido . Luego, que Freud pasa por ser, y en buena medida fue, nada menos que el creador de la psicohistoria . Huelga recordar, pero hay que hacerlo, que Jung estuvo todavía más interesado que Freud por la condición histórica del psiquismo humano, y que también Adler –no digamos la escuela de Frankfurt, Erikson, etc .– vinculó el desarrollo del carácter indivi-dual a condiciones biográficas y sociales . Es menester tener presente asimismo que la forma en que Adler logró identificar la línea de la vida de las personas, haciendo uso de un determinismo de fines –por lo demás bien distinto del deter-minismo causal de medios– fue espectacular y marcó un camino nuevo en el manejo del concepto de experiencia .

Pero no sólo en la psicología y en el psicoanálisis, también en la filosofía y en la historia, se debatió a fondo esta cuestión . Por ejemplo, hemos insistido hasta la saciedad en que el lenguaje de la psicología naturalista no es apto para refle-jar aquellos aspectos cualitativos de la vida, ejemplares unas veces y detestables otras, que justamente expresan lo más humano del hombre . Y a este respecto querría recoger unos pasajes de La decadencia de Occidente, que no me resisto a transcribir por su especial calidad: «En todo idioma culto –escribe Spengler– hay un cierto número de palabras que permanecen envueltas en un profundo velo de misterio: hado, fatalidad, azar, predestinación, destino . No hay hipó-tesis, no hay ciencia capaz de expresar la emoción que se apodera de nosotros cuando nos sumergimos en el sonido y significación de dichos vocablos . Son símbolos y no conceptos . Constituyen el centro de gravedad de esa imagen del mundo como naturaleza . La idea del sino requiere experiencia de la vida, no experiencia científica . . . Este sentimiento del sino sólo es comunicable por medio del arte y de la religión, pero nunca por demostraciones y conceptos» .

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Creía Spengler que todas estas nociones fundamentales eran, en gran parte, incomunicables por conceptos, definiciones y demostraciones . En su sentido más profundo, nos dice, han de ser sentidas, vividas, intuidas . Pues existe una gran diferencia entre vivir una cosa y conocer una cosa . Para comunicar el conocimiento de la cosa, sirven la fórmula, la ley, el esquema, la medida . La expresión de la experiencia vivida exige en cambio la comparación, la ima-gen, el símbolo, la metáfora: en suma, el concurso del arte, de la religión, del gran relato histórico . «He aquí –concluye Spengler con gran penetración– el fundamento de eso que llamamos experiencia de la vida, conocimiento de los hombres . Comprender la historia es como conocer a los hombres, en el más alto sentido de la palabra» .

El mundo como historia tiene, pues, un modo de presentación, y de apre-hensión, muy distinto del mundo como naturaleza: no es reemplazable por él, ni aprehendible con los mismos métodos . En una glosa magnífica que hace Ortega a estas ideas de Spengler, se nos muestra aún más diáfana la cuestión . Los historiadores de profesión se dedican a coleccionar lo que llaman «hechos» históricos . Nos refieren, por ejemplo, el asesinato de César . Pero, se pregunta Ortega, ¿puede decirse que «hechos» así sean de verdad la realidad histórica? Ciertamente no . La narración de ese asesinato no nos descubre la realidad, sino que por el contrario presente un problema a nuestra comprensión . Pues ¿qué significa, en efecto, la muerte de César? «Apenas nos hacemos esta pregunta caemos en la cuenta de que su muerte es sólo un punto vivo dentro de un enor-me volumen de realidad histórica: la vida de Roma . A la punta del puñal de Bruto sigue su mano, y a la mano el brazo movido por centros nerviosos donde actúan las ideas de un romano del siglo I a . de Jesucristo . . .» .

Ciertamente, así fue siempre y así será . La mano de Bruto la movió un cerebro en el que actuaban unas vivencias difícilmente reducibles al lenguaje de la ciencia natural . Volvemos siempre a lo mismo, a que desconectado de su entorno cultural, amputado de su experiencia íntegra, la conducta del hombre se convierte en un perfecto enigma . Pienso yo que los psicólogos deberíamos irnos convenciendo ya de que la lógica del espacio es distinta de la lógica del tiempo, y de que al margen de ella todos los esfuerzos por dar razón cabal del comportamiento del hombre están de antemano condenados al fracaso . La revi-sión del hecho psicológico a la luz de esta versión ampliada de la experiencia humana, se nos impone ya como una exigencia ineludible .

En fin, son muchas las cosas que quedan por decir, pero hay que terminar . Y no quisiera hacerlo sin contemplar esta cuestión al trasluz de la esperanza .

Un horizonte de esperanzaCreo que más o menos hemos visto las razones, regulares unas y buenas otras, por las que, en definitiva, la psicología científica moderna ha excluido de su

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ámbito un aspecto tan capital de la experiencia humana, que su ausencia com-promete seriamente el porvenir de la disciplina (y algunas otras cosas no menos importantes) .

Sin embargo, tengo la impresión de que durante los últimos dos o tres dece-nios, después del declive del positivismo, el horizonte comienza a despejarse . Al filo de los nuevos vientos, otras propuestas, entre ellas la de la psicohistoria, han entrado con bríos renovados en la arena, y también con mayores recursos, con el propósito de recuperar en lo posible la experiencia exiliada . Sólo que después de tanto fiasco, tendríais quizá la obligación de preguntarme si de verdad creo en las posibilidades del empeño y si la psicohistoria no será otra de tantas empresas condenadas al fracaso . Por supuesto, no es fácil saberlo . A decir verdad, no sería precisamente el primer intento que se malogra, y posible-mente tampoco será el último . Pero en esta ocasión creo advertir, no obstante, signos de esperanza que no había en otros tiempos . Para dar razón científica de las cosas ya no es indispensable reducir, mirar atrás y hacia abajo . Aquella vieja teoría alemana que distinguía en la psique tres instancias o niveles –vida, alma, espíritu– vuelve a reaparecer de alguna forma, restaurando la idea de que el llamado espíritu, el debatido Geist, no es sino el borde superior del alma que se abre al mundo de la cultura y de la historia, de un modo parecido a como el borde inferior de los instintos limita con la biología . Es posible ya, sin temor a las inquisiciones del positivismo, levantar la vista arriba, dilatar la visión y mirar también hacia adelante desde la experiencia de la historia . El retorno de la conciencia es ya imparable . En la propia física, el protagonismo de los factores subjetivos es bien notorio . La distinción entre la causalidad eficiente y la final es ya tan difícil de mantener como la que en tiempos del positivismo separaba la teoría de la observación . A nadie se le oculta hoy que la condición humana está empapada de historia, y que si la conducta es la forma de existir de los organismos en sus respectivos medios, en el ser humano esta forma de existir es radical e inevitablemente histórica . Además, no hay que perder de vista que el esplendor de la Modernidad toca a su fin, y que la concepción del mundo como un inmenso mecano ha pasado a la historia .

No . Es difícil seguir creyendo que la relación del hombre con el mundo es sólo psicofísica . Ha llegado el momento de salir a la conquista de la experiencia perdida . En esta salida, así lo creo, la psicología navegará hacia el conocimiento del hombre en su más alto sentido . Vosotros –«Tú, juventud más joven»– ten-dréis la inmensa fortuna de vivir esa gran experiencia . ■

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EL REGALO DE REYESpEdro rizo*

Marginados de las calles de Madrid y un sacerdote perseguido desde fuera y dentro de la Iglesia .

No veo claro que del humanismo surja el amor a Dios sino, por desgracia y más coherente, una narcisista solidaridad de simple amor a la propia especie . Eso no es tan humano como parece pretenderse pues que menosprecia la esen-cialidad individual de la persona, su trascendencia e identidad eternas .

Por el contrario, del amor a Dios sí surge el amor a los hombres; la caridad hacia quien sin pretenderlo pide que le ayudemos a ser algo más que animal despistado; que a esa estupidez nos lleva la actual orfandad de Dios .

Quizás sea ilustrativa la historia de dos mendigos .Una mujer todavía joven, a la que llamaban Chisca, vaciada de autoestima y

sin otra compañía que el alcohol, vivía en la calle . Hosca, ceñuda, mal habla-da . . . la gente la rehuía . Por sabe Dios qué causas lo había perdido todo: marido, trabajo y amigos . Secretos que a nadie confió aunque, en verdad, tampoco a nadie interesaban . Incapaz de prostituirse, se ganaba el día a día con la mendi-cidad . Las noches las pasaba donde le caían, con frecuencia en los huecos del viaducto de la Plaza de España, de Madrid . Un pasillo en una oquedad de su estructura donde suelen maldormir media docena o más de desharrapados .

El compañero más cercano a su lugar era un hombre mayor, quizás pasaba de los 60, al que todos conocían por Moro . Se interesó por él cuando, llena de vino, una noche de adelantada primavera él la recogió del suelo por incapaz de llegar a su sitio . Y porque a través de sus ojos, casi tapados por unas cejas pobladísimas, vio que era «educado y muy señor» .

Un día aquí y otro allá empezaron a coincidir pidiendo limosna a las puer-tas de mercados, iglesias, cines . . . Y cuando llegaba la hora del almuerzo, en un banco de la plaza, o en la mesa de alguna taberna entre el Mercado de los Mostenses y la calle del Pez, donde con un coñac al lado agrupaban las mone-das por valores y hacían «el arqueo» de la jornada .

La gente les llamaba «la pareja»: ella de piel apergaminada, deshidratada, pelo descuidado a la greña y unas manos sorprendentemente finas de dedos lar-gos y venas intuidas para ser besadas . Moro, calvo y con una larga barba, ama-

* pEdro rizo cursó estudios en ICADE, en su sección de Dirección de Empresas . Actualmente es Consultor, Business Development Manager .

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rillenta de tanto fumar . Pronto la mujer se acostumbró a no dormirse mientras no llegara él a embutirse en un rebujo de ropas, manta cuartelera y periódicos que, comparado, hacían del saco de Chisca una cama de lujo .

Ésta le observaba entre las rendijas del embozo y le oía que estaba despierto . Si le hablaba, él le pedía que le dejase unos minutos, «que estaba pensando» .

Se contaban cosas del día, hasta que el cansancio obligaba a Moro a cortar:–Hasta mañana, Chisca . . . si Dios quiere que vivamos .Lo que la mujer rubricaba amenazante: –Que no me encuentre yo a ese Dios tuyo…Chisca mejoraPoco a poco Moro fue contando algo de su vida . Que había trabajado en

varios países «por Méjico y por ahí» . También de cómo su situación podía soportarla sólo por la certeza de que Dios existía .

–Él me ha traído a aquí, por mi deber y por mi torpeza .Aunque hablaba poco, su espíritu religioso se manifestaba sin reparos . Una

vez, la mujer le preguntó: –¿Por qué esa medalla que llevas . . .?Mas Moro se hizo el sordo .Cuando peor lo pasaba Chisca era al pensar en su vida pasada . El orgullo

la hundía en la tristeza con dosis de odio hacia sí misma que la incitaba a la autodestrucción y, por tanto, a la bebida . Un odio fruto del convencimiento de ser ella la única culpable de sus males . ¡Hubiera sido tan bueno tener algo a lo que echar la culpa! Contra eso, desde hacía unas pocas semanas, las charlas con Moro la hacían resucitar . Poco a poco éste le enseñaba cosas nuevas: trucos para mejor pedir; que el vestir con andrajos no impedía estar limpios; que debería abrir una cuenta en un Banco porque su situación le facilitaba ahorrar mucho ya que podía prescindir de todo lo superfluo . . .

Un día Moro la llevó a una casa de baños públicos . Al salir, Chisca dijo que hacía más de mil años que no se había sentido tan bien «por dentro» . Y Moro subrayó:

–Es lo que vale, estar limpios por dentro .Chisca sabía entender y se azoraba .Una noche de finales de verano, sentados en un pretil la pasaron casi entera

hablando y contemplando las estrellas . En un rapto de sinceridades él le dijo que su secreto de estar así era el haberse librado de algo que ella no comprendió bien .

–Una cárcel ideológica, dijo evasivo . –¿Te escondes de alguien? Parece que huyes . . ., le preguntó Chisca . Moro no

contestó . Fue entonces que, por primera vez, Chisca habló y habló sin freno . Que se abotagaba sin saber cómo salir del laberinto . Que varias veces se quiso matar y no fue valiente pues siempre se lo impedía, por muy borracha que estuviese, un rescoldo de dignidad . También le contó sobre aquella locura de,

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sin papeles y sin boda, apostar la vida con un sinvergüenza al que nunca debió entregarse . . .

A partir de entonces el correr de los días ya no era una rutina de embotamien-to y amarguras, sino una sucesión de pequeñas luces . El hombre, porque tenía alguien que quería aprender de él . Y la mujer, por su parte, en asombroso mila-gro porque sin esfuerzo aparente dominaba sus ansias de alcohol . Sus cincuenta años ya no parecían setenta, el globo de sus ojos recuperaba el color blanco y la mirada los brillos perdidos . Una tarde le dio un ataque de risa porque Moro propuso que a partir de entonces sólo beberían «Vodka etiqueta azul» . . . Es decir, agua mineral .

El secreto de MoroEran las 4 de la madrugada de una de esas noches en que el calendario cambia de número y la gente se pone contenta sin saber por qué . Moro se sintió muy malo, un gran dolor en el vientre . Con los ojos apretados, la frente ardiendo y palabras entrecortadas le dijo a Chisca que buscase en una bolsa que llevaba a su cintura, debajo del pantalón:

–Hay bastante dinero . Paga un taxi y llévame a una clínica de urgencias . . . El taxista ya sabrá . . .

La tuerta, José Chávez Morado

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Con la ayuda de otro «residente», le puso en pie . Ya en el taxi se llenó de temor . Le vio tan demacrado y dolorido que se abrazó a él sin contener un sollozo:

–Moro, Moro . . . No sé en qué manera te quiero, pero te quiero muchísimo . No se te ocurra abandonarme .

Le dejó en Urgencias y se despidieron con una mirada desbordada de limpio y puro amor .

Al día siguiente Chisca fue a los Baños de la plaza de Embajadores, se peinó pacientemente rebañada entre el vapor de las salas . Se compró una blusa, un estupendo chaquetón de punto, de segunda mano, y una falda en una tienda de las calles del Rastro . Y se fue a ver a Moro .

Le habían afeitado su querida y luenga barba . Tenía la cara cenicienta . En la mano una vía de suero, en los ojos un destello de temor mezclado con una espléndida sonrisa…

–Ya casi no tengo fiebre y el dolor está controlado .Esperaba resultados de análisis y pruebas para quizás operarle . «Me están

sacando el carné», bromeó . Apenas hablaron, tímidos ante los otros enfermos compañeros de habitación .

Al quinto día de pasar a verle su cama estaba vacía . Una celadora le dijo que Moro había fallecido y que debía bajar a las oficinas para recuperar sus efectos personales . Chisca tuvo que rellenar un impreso . En él se enteró que había muerto de una nefritis infecciosa . Firmó una copia y le dieron una bolsa de plástico .

La cartaTodavía ante la puerta de calle no resistió la curiosidad . Tabaco, un pañuelo bordado con las letras R y T, la fotografía de un joven sacerdote diciendo misa y en su reverso, escrito a mano: La Habana, 1954 . También un mechero, un viejo Balboa de plata y la medalla aquella . La miró atentamente .

En la cara, un Corazón de Jesús y, detrás, una fecha grabada en el centro: 30-06-54 . En el borde de arriba: «Tu ordenación», y en el de abajo: «Tu madri-na» . Había también un papel, doblado y sobado . Era una carta manuscrita que Chisca, aprensiva, desplegó cuidando no romper los viejos pliegues . . .

La Cabaña, [ . . .] 1961Querido…:Esta carta te llegará por favor que nos hace… En pocos minutos estaré frente

a la muerte con la conciencia tranquila y el alma limpia de pecado .[ . . .]Creo en la misericordia de Dios y que me encontraré con los viejos en el

cielo . Esto es un gran dolor para ti pero sobreponte que allí pediré por todos .

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Sé de quién nos fiamos y que me espera Nuestra Madre del cielo .[ . . .]Perdóname mis faltas y no tengas pesar de nada, defendí nuestros ideales,

nuestra religión y nuestra patria . Muero agradecido acompañado de fieles patrio-tas y ejemplares católicos . Siento que es un bien inmenso e inexplicable esta elección de Dios morir a manos de sus enemigos, de los enemigos de nuestra fe .

[ . . .]Y tú sobre todo ten cuidado porque ni de tus propios hermanos en la Iglesia

y el sacerdocio puedes ya fiarte . La coacción de destino estoy contigo que no la admitas, es una forma de simonía, de mercadeo del templo . Antes te haces taxista o guardabosques . No te será difícil un puesto en la enseñanza, confío .

[…]Lo primero que debes hacer es irte de Orlando .[…]La permuta contigo, inaceptable de todo punto . Está claro que al final nos

matarían a los dos .He rezado mucho por ti y seguiré rezando cerquita del Padre .

Chisca se quedó de pie unos minutos ante la salida . Guardó las cosas, cerró la bolsa y salió a la calle . Las bombillas navideñas, la Cabalgata de Reyes, padres y abuelos corriendo con niños de la mano o aupados sobre los hombros; la acera intransitable entre las espaldas de la gente y los zócalos de las casas . . . Su cabeza era una encrucijada de emociones . No pensó en sus desgracias, ni en su familia ni en su pasado porque el presente le secaba la garganta con un nudo de dolor y ternura inexplicables .

La que un día dijo no querer nada con «aquel dios» de Moro sólo hacía repe-tir para sus adentros: «¡Jesús…!» «¡Jesús…!» . ■

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BúSQUEDA Y AFIRMACIÓN DE LO COMúN EN UNA SOCIEDAD

PLURALISTA DEMOCRáTICATEóFilo GonzÁlEz vila*

Una sociedad de quienes pensaran de modo radicalmente diferente en todo, sin coincidencia en base común alguna sencillamente no sería posible, no llegaría a existir, dejaría de existir, estaría en proceso de desaparición… Como decían aquellos escolásticos, a facto ad posse valet illatio: del ser al poder vale la ilación . La mejor prueba de que algo es posible está en que existe: ahí lo tiene usted . Ante la existencia de una sociedad pluralista que perdura en el tiempo, la pregunta no será, pues, la de si es posible (puesto que lo es), sino la de cómo es posible .

Y podemos adelantar con seguridad una respuesta: esa sociedad es posible porque quienes la integran, pese a sus graves diferencias, coinciden en una serie de firmes supuestos básicos comunes entre los que sin duda se incluye, por definición, precisamente el de que deben respetarse las diferencias que no sean incompatibles con eso básico común . Y esas diferencias pueden darse y se dan incluso en las razones por las que unos y otros se adhieren a la afirmación de esas bases comunes .

Valga recordar aquí al hoy olvidado Maritain para quien era no solamente posible sino necesario que quienes profesan religiones, filosofías distintas, alcancen un acuerdo ético práctico para llevar a cabo actuaciones conjuntas que todos ellos coinciden en considerar necesarias, aunque difieran en las razones por las que así lo entienden1 . Así, por ejemplo, podrán alcanzar un acuerdo ético práctico para llevar a cabo actuaciones de defensa de la vida humana desde su concepción hasta su extinción natural quienes, sin embargo, se acogerán a muy diversas fuentes teóricas, filosóficas, religiosas… de fundamentación para adherirse con toda firmeza a ese acuerdo .

Ciertamente en una sociedad pluralista en razón precisamente de una multi-

* TEóFilo GonzÁlEz vila es Doctor en filosofía española contemporánea . Catedrático . Tomado de Análisis Digital .

1 En MARITAIN J .: L’Homme et l’Etat, Paris, PUF, 1953 . V . especialmente el c . IV («Des hommes mutuellement opposés dans leurs conceptions théoriques peuvent arriver a un accord purement pratique sur une enumeration des droits humains») y el c . V («La charte démocratique») pp . 100-136 . Traducción española de Juan Miguel Palacios, El hombre y el Estado, Madrid, Encuentro, 1983, pp .125-164 .

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plicidad de particulares cosmovisiones (o, como diría Rawls, doctrinas compre-hensivas [comprehensive doctrines]2), ninguna de éstas puede pretender erigirse en la común a todos . Para llegar a la afirmación común de las bases comunes de la convivencia en una sociedad pluralista democrática es necesario el diálogo . Para algunos ese diálogo es el que nos permite acordar y establecer, nosotros mismos, las bases comunes de la convivencia, las reglas de juego y, en primer lugar, las que hemos de guardar en el mismo proceso dialogal . A ese procedi-miento dialogal, a ese diálogo, podríamos llamarlo tético (del griego tithemi = poner), en cuanto con él ponemos lo común . El recurso a ese tipo de diálogo prescinde de la cuestión misma por la verdad (supuestamente inexistente o inasequible) . Quienes consideramos que las verdades y exigencias comunes en las que hemos de asentar nuestra convivencia se dan objetivamente, también necesitamos el diálogo, un diálogo mediante el cual las buscamos y encon-tramos y al que podemos llamar heurístico, del griego heurisko = encontrar . Porque las verdades, si lo son, las que lo son, no lo son simplemente porque las afirmemos, sino que hemos de afirmarlas porque lo son, antes y por encima de nosotros .

El hecho es que en el discurso actualmente dominante se da por supuesto que la afirmación de unas bases comunes para la pacífica convivencia en una sociedad pluralista no puede ser sino el resultado de nuestro propio acuerdo, al margen de toda consideración sobre la posible existencia de exigencias objeti-vas a las que hayamos de someternos . Esto en el mejor de los casos . Porque, sin que nieguen la conveniencia del diálogo, no faltarán quienes sostengan que, en último término, ha de reconocerse al poder político legislativo, una vez demo-cráticamente constituido, la competencia y legitimidad para determinar, decidir, imponer, en aplicación casi mecánica del principio de mayoría, las exigencias o normas positivas comunes a las que todos han de someterse como condición y garantía de una pacífica convivencia, sin atender, mediante procesos dialogales abiertos, a la multiplicidad de fuentes de sentido aun minoritarias presentes en la sociedad . En último término, que sea lo común lo decide la mayoría parla-mentaria…

La cuestión sin embargo está en que quienes constituyen en cada momento la mayoría legislativa, cambiante en un régimen de veras democrático, no son un conjunto de personas vacías de toda referencia moral o, en general, conviccio-nal, sino que están inevitablemente determinadas también por concretas opcio-nes particulares . Si se quiere que actúen con total abandono de sus particulares opciones ¿cómo determinarán cuáles son las comunes?, ¿serían éstas absoluta-mente ajenas a cualesquiera de las opciones particulares realmente existentes y «vividas»?, ¿estaríamos acaso ante una absoluta creación legislativa a partir

2 Liberalismo político, Barcelona 2006, pp .13s; Political liberalism, Columbia University Press, 2005, p . XVIII .

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de la nada? ¿No ocurrirá que de modo inevitable lo común legislativamente establecido como tal procederá, en cada caso, de determinadas opciones que no dejan de ser particulares por el hecho de que sean coyunturalmente mayo-ritarias?

Ante el hecho definitorio de la diversidad de opciones, ante la divergencia de opciones morales en una sociedad pluralista, la solución obviamente no está en hacer que deje de ser pluralista, en hacerla desaparecer como pluralista, median-te la imposición de una de ellas (y salirnos así del caso considerado) . Excluida esa solución inmoral, totalitaria, con la que desaparecería la hipótesis misma de la sociedad en la que se plantea el problema, hoy según el discurso mediática-mente más prestigiado, el de lo políticamente correcto, las leyes, como decía no hace mucho un profesor-escritor que goza del amplio favor social, no deben pretender zanjar o eliminar esas diferencias fácti-cas sino crear un ámbito en el que puedan convivir todas . ¿Y cómo se crea ese ámbito o espacio común?

Sorprende que personas aveza-das al trato con la complejidad conceptual y la real inevitable conflictividad de este tipo de asun-tos parezcan dar por supuesto que la creación de un ámbito común puede llevarse a cabo de modo absolutamente fácil y pacífico, por una especie de ensalmo legislativo . Esa ingenua actitud parece obedecer a dos igualmente ligeros supuestos . Por un lado, está el supuesto de que lo común se identifica «por definición» con lo no-religioso . De ese modo se des-embarazan de enojosas discusiones sobre el contenido de las normas que han de establecerse democráticamente como comunes . Por otro lado, con no menos despreocupada seguridad están instalados, por lo que parece, en la sólida con-vicción, de suyo claramente positivista-totalitaria, de que la aprobación formal-mente democrática de una ley la sitúa por encima de toda discusión . Veamos…

Según el primero de esos supuestos, frente a las divergencias morales –siem-

Apresurados al trabajo bajo la lluvia. Leonid Afremov

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pre de alguna manera conectadas con el orden de lo religioso– sería en lo no-religioso donde evidentemente puede instalarse lo común, el suelo aséptico de la convivencia de los diferentes . Si lo-religioso (o moral-religioso) es particular, entonces –concluyen sofísticamente– lo no-religioso, sólo por ser no-religioso es lo común y como tal susceptible y necesitado de ser proclamado y norma-tivamente impuesto como base de la pacífica convivencia social . Olvidan que las opciones no-religiosas son tan particulares como las religiosas y no pueden pretender ser aceptadas como comunes, vacías de toda particularidad y por eso capaces de acomodarse con todas .

Sorprende la ingenua irenista pretensión de crear un espacio común en el que todas las opciones puedan convivir juntas cuando es un hecho insoslayable que entre esas diversas posiciones las hay tales que unas llevan consigo la exigencia esencial de la exclusión, eliminación, prohibición de otras . ¿Alguien considera posible establecer un espacio jurídico común tal que en él tengan pacífica cabi-da tanto la exigencia de respeto incondicionado a la persona humana como el reconocimiento de un derecho a eliminar en determinados supuestos a personas humanas cuya existencia constituya un obstáculo a los proyectos e intereses de otras dotadas de mayor fuerza?

Algunos entienden que la leyes capaces de hacer posible la convivencia son justamente esas leyes que a unos permiten y a otros no-imponen lo que los primeros no consideran malo y los segundos un crimen . Pero es un hecho –e ignorarlo supone en el mejor de los casos el grave error de dar por resuelto un conflicto permanentemente vivo– que a quien considera mala, nociva para el bien común, una determinada práctica (el aborto, por ejemplo), no se le puede contentar con decirle que nadie le obliga realizarla . Es frecuente ese discurso: si tu conciencia no te permite esto que la ley permite a todos, no lo hagas (nadie te obliga), pero no pretendas impedir que lo hagan los demás . Quien así trata de desactivar mi posición ignora u olvida que mi conciencia no sólo me impide llevar a cabo determinadas prácticas que considero objetivamente lesivas del bien común, sino que me exige hacer todo lo que esté democráticamente en mi mano para que los demás tampoco las realicen . Determinadas exigencias mora-les que percibo como objetivas y universales no dejan de serlo por el hecho de que además sean sostenidas por tales o cuales confesiones religiosas, de tal modo que me siento obligado por ellas no porque mi Iglesia las predique, sino, valga decirlo así, aunque mi Iglesia también las predique ¿O acaso, ante una exigencia moral que como tal se presenta a mi conciencia, he de considerarme dispensado de cumplirla cuando resulta que la Iglesia también predica esa exi-gencia y sólo para que no se diga que obro al dictado de «los curas»?

Hay múltiples cuestiones en las que el procedimiento válido y eficaz para adoptar una alternativa es el de la decisión de la mayoría . Ciertamente ningún asunto está totalmente exento de una consideración moral: ni siquiera –cuando tal sea el caso– el de si hemos de construir un puente o un túnel para unir las dos

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partes de la ciudad X . Piénsese en el inmoral desvío de fondos públicos a que puede conducir una u otra decisión . Pero no cabe duda de que hay otros asuntos en los que se ventilan decisiones que, por su propia naturaleza, afectan de modo directo a la dignidad misma de la persona humana . Y la decisión mayoritaria se revela una instancia manifiestamente inadecuada para determinar la solución conforme a esa Justicia que se sitúa por encima del Derecho positivo . En tales casos, nadie puede pretender que la aprobación formalmente democrática de una alternativa lleve consigo la exigencia de darla además por definitivamente buena3 .

Como hemos señalado más de una vez: si es una exigencia democrática ciudadana clara la de que yo acepte la competencia legislativa del parlamento, no menos exigente es la exigencia asimismo democrática que todos, el parla-mento mismo, tienen de respetar mi derecho a pensar y manifestar que tal ley, aprobada «con todas las de la ley» desde el punto de vista formal, es a mi juicio injusta, mi derecho a expresar-exponer las razones por las que así la considero, mi derecho a tratar por medios democráticos, racionalmente argumentativos, de que otros se sumen a mi posición y esto en número creciente hasta conseguir una nueva mayoría suficiente para derogar esa ley injusta…

Lo que en una sociedad pluralista resulta de hecho asumido desde todas las diversas posiciones particulares en ella presentes y puede por eso considerarse común, es sin duda algo que pertenece, de uno u otro modo a todas esas opcio-nes, y a ninguna de ellas de modo exclusivo .

Ahora bien, una cosa es que lo común en cuanto tal, en su estatuto y enun-ciado público como tal, aparezca sin coloración alguna particular y otra que las opciones particulares no puedan estar presentes en el proceso por el que, en el seno de la sociedad pluralista, se establece lo común .

Por el contrario, la real adopción común de lo común no puede ser sino resultado de un proceso en el que todas las particulares opciones deberán haber podido hacerse presentes hasta descubrirse convergentes es eso que por eso resulta común .

Y –no puede olvidarse esto en modo alguno– lo común será efectivamente vigente en cuanto vivo y alimentado, para cada uno, en y desde su particular opción . Lo común «vive» en, de, las opciones particulares .

Sin la convergencia o unidad pública operativa en la afirmación de los valo-res comunes no sería posible la convivencia en una sociedad pluralista; sin el respeto a la pluralidad de razones por las que cada uno se adhiere a los valores comunes, no estaríamos en una sociedad democrática pluralista .

La moral común, la carta democrática maritainiana, en su pública formula-

3 En relación con este tipo de cuestiones, recordemos el importante discurso de Benedicto XVI ante el Bundestag el 22 de septiembre de 2011 (http://www .vatican .va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2011/ september/documents/hf_ben-xvi_spe_20110922_reichstag-berlin_sp .html) .

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ción común, desprovista de toda referencia particular, al igual diríamos que el ideal rawlsiano consenso entrecruzado (overlapping consensus) vienen a ser, en realidad, un constructo al que corresponde en el mundo de la vida la pluralidad de morales concretas en las que cada uno encuentra razones y motivación para converger con otros en la aceptación del conjunto de supuestos, principios, valores que justo en virtud de esa convergencia devienen lo común4 .

Sin duda, volvamos al principio, es necesario encontrar y sentar las bases comunes, antropológicas, morales, prepolíticas, en que asentar nuestra pacífi-ca convivencia, a pesar de nuestras más hondas diferencias . Y el camino para encontrarnos en la afirmación de esas bases comunes no puede ser sino el diá-logo que antes llamábamos heurístico . Ahora bien: debemos saber también que la afirmación de lo común no constituye un momento privilegiado a partir del cual se desarrolla sin altibajos, serenamente, una pacífica vida en común de los diferentes . Eso no es así, no lo ha sido, ni lo será nunca . La afirmación de lo común es en realidad un bien que tenemos en precario, que llevamos en «vasos de barro», expuesto a romperse con facilidad . La afirmación de lo común está expuesta siempre a desvanecerse si no se mantiene constante el empeño y la práctica del diálogo permanente . En la sociedad pluralista la convivencia pacífi-ca tiene que contar con el «diálogo de guardia» todas las horas del día todos los días del año, como la única substancia racional que puede asegurar la salud de nuestro común entendimiento . La búsqueda y afirmación dialogal comunitaria de lo común supone una segura confianza en la razón humana . La base de las comunes bases de la convivencia está en la base común de la humana razón .

Y permítasenos pensar que estarán en mejor condición de contribuir a ese diálogo y hacer valer unas bases objetivas de convivencia quienes parten del supuesto de que la razón humana está enraizada en la realidad del hombre mismo como estructura con la que se corresponden unas objetivas exigencias de «funcionamiento» y que pueden, siendo esto así, ser descubiertas, esas obje-tivas exigencias, por todo hombre que se remita a la común básica experiencia existencial en la que todos encontramos coincidentes deseos, aspiraciones y respuestas . ■

4 MARITAIN J .: L’Homme et l’Etat, Paris, PUF, 1953 . V . especialmente el c . IV («Des hommes mutuellement opposés dans leurs conceptions théoriques peuvent arriver a un accord purement pratique sur une enumeration des droits humains») y el c . V («La charte démocratique») pp . 100-136 . Traducción española de Juan Miguel Palacios, El hombre y el Estado, Madrid, Encuentro, 1983, pp .125-164 .

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CATALUñA EN LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA

Francisco caballEro lEonarTE*

En febrero de 1808 dio comienzo la penetración de los ejércitos franceses en Cataluña, que a la sazón contaba con una población de 900 .000 habitantes apro-ximadamente . Al principio los franceses sólo dominaban Figueras y la ciudad de Barcelona, pero, poco a poco, se fueron extendiendo por todo el Principado . En los inicios el Jefe del ejército de ocupación, general Duhesme, aplicó una política de mano dura, pero después, habiendo recibido instrucciones al res-pecto, pasó a realizar una política de atracción, «puesto que ha de actuar con la idea de que quiero unir esta provincia a Francia», según testimonio escrito del propio Napoleón . Los manifiestos, proclamas y periódicos, aparecieron entonces escritos en francés y en catalán . Vinieron una serie de funcionarios franceses jóvenes y bien preparados para hacerse cargo de la dirección de la Administración Pública y profundizar en la tarea de «afrancesar» a Cataluña . Esa política, unida al hecho, que parecía irreversible, de los éxitos militares de los ejércitos franceses, llevó a algunos catalanes, de las capas altas de la socie-dad, a aceptar el dominio de los invasores . Por decreto de Napoleón, de 26 de enero de 1812 Cataluña quedaba incorporada a Francia .

Pero, evidentemente, no todos los catalanes estaban dispuestos a aceptar el mandato de Napoleón . La gran mayoría se dispuso a combatirle .

ManresaAunque con la lentitud propia de la época, no cabe duda que las noticias del engaño a que fueron sometidos los españoles por Napoleón, para adueñarse de ciudades y fortalezas de nuestro país, también llegaron a Manresa . Esto, unido a las repugnantes escenas de Bayona, donde se hallaba secuestrada la familia real española, en 1808, la abdicación de Carlos IV, como rey, a favor del intru-so, y la epopeya del 2 de mayo en Madrid, fueron causas más que suficientes para levantar el patriotismo de los catalanes . Es decir, en esos momentos surgió una conjunción de factores que, evidentemente, permiten dar una explicación razonable a la sublevación popular .

Dueños de Barcelona los franceses, el general Diezme mandó publicar un

* Francisco caballEro lEonarTE es Técnico Superior de Relaciones Industriales . Graduado Social .

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Bando que, entre otras cosas decía: «Todo pueblo grande o chico que se atreva a levantarse, será privado de sus privilegios y desarmado; y si en él se derramara la sangre francesa será quemado y sus autoridades, que no habrán contenido la turbulencia, serán juzgadas criminalmente…» .

Entre otras providencias, el citado general dispuso se comunicara a todos los municipios de Cataluña la obligatoriedad de remitir a Barcelona todo el papel sellado que tuviesen (se trataba del papel oficial que se utilizaba para redactar documentos públicos) al objeto de devolverlo a los mismos ayuntamientos con una inscripción que decía: «Valga por el Lugarteniente General del Reino» . El Lugarteniente era el General Murat .

El día 2 de junio del año 1808, a la hora de mercado, llegó a la plaza mayor de Manresa un carro cargado con el papel sellado que correspondía a ese ayuntamiento . Empezaron a descargar paquetes para subirlos a las oficinas correspondientes, pero no tuvieron tiempo de llegar . Un grupo de hombres decididos cogieron los paquetes y formaron una gran hoguera, allí mismo, con dicho papel . Muchas payesas desmontaron sus paradas por temor a la algara-da, y numerosos forasteros que habían acudido simplemente al mercado, se marcharon precipitadamente a sus lugares de origen para contar lo sucedido . Al poco rato se abrieron las puertas de la balconada del Ayuntamiento y salie-ron las autoridades locales, encabezadas por el Alcalde y el Rector de la Seo,

«Defensa de la Torre Gironella», durante la defensa de Gerona. Cristófol Montserrat. Museo del Ejército. Madrid

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llevando todos una cinta cosida en el sombrero con los colores de la bandera española y gritando: «¡Viva la religión! ¡Viva Fernando! ¡Viva la Patria!» Acto seguido se constituyó una Junta de Defensa, compuesta por el Gobernador, el Ayuntamiento, varios ciudadanos notables y representantes de los Gremios de la Ciudad .

Esta Junta, previendo las consecuencias que podría traer consigo el acto de rebeldía, determinó organizar al pueblo para la defensa si fuera el caso .

En efecto, los franceses de Barcelona no podían pasar por alto un ultraje semejante; sobre todo por lo que éste pudiera tener de ejemplo a imitar . En consecuencia, las autoridades militares de ocupación decidieron que el día siguiente de los hechos, 3 de junio, se organizara una fuerte columna de tropas que, en dirección Manresa y Lérida, saldría el día 4 de Barcelona, llevando una orden secreta (posteriormente conocida por los historiadores) que disponía un castigo ejemplar para la Ciudad de Manresa por haberse atrevido a quemar el papel sellado de los usurpadores . Estaba claro que los gobernantes franceses querían atajar las conmociones patrióticas de raíz, antes de que cundieran en otros lugares del Principado donde el ambiente ya estaba caldeado . El castigo para Manresa tenía que ser aleccionador por haber sido la primera ciudad de Cataluña que alzó bandera de rebeldía .

El BruchMientras los militares franceses se preparaban para salir hacia la ciudad rebel-de, los manresanos se aprestaban a la defensa . Se ocupaban en recoger todas las armas que había en la ciudad y enviaban a buscar más a Santpedor y al castillo de Cardona . Se pidió a la población que todo aquel que tuviese objetos de plomo, estaño, u otros objetos de metal útiles para hacer balas de fusil, los entregaran . Así tenemos la anécdota de que fue precisamente un manresano, Manel Casanya, el primero que inventó un proyectil de fusil de forma cilíndri-ca, al aprovechar varillas de cortinas para hacer munición . Después se dieron cuenta que este proyectil era eficacísimo para atravesar el peto metálico de los coraceros franceses . Los escasos ciudadanos franceses que residían en la ciudad fueron encarcelados para evitar el espionaje a favor del enemigo; y los presos comunes fueron puestos en libertad con la condición de que luchasen contra los invasores .

Los manresanos, sabedores de que la columna militar francesa, al mando del general Schwartz, está en camino, convocan a Somatén, acudiendo también los de Vich, Igualada, Santpedor . . . y otros lugares de la Comarca . Presididos por las banderas de la Purísima Concepción unos dos mil combatientes se aprestaban a tomar posiciones, a primera hora del día 6 de junio, en lugares estratégicos de El Bruch y de Can Massana, pasos entonces obligados para llegar a Manresa desde Barcelona .

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A media mañana 3 .800 soldados del ejército francés, con dos cañones y numerosa caballería, llegaban a las inmediaciones de los citados lugares, sien-do recibidos con una descarga cerrada de fusilería y trabucos desde los pinares próximos . El inesperado fuego cogió desprevenidos a los coraceros que hacían de avanzadilla y causó gran mortandad entre ellos . La sorpresa desconcertó inicialmente a los franceses, que, poco después, reaccionan y se ponen en orden de combate .

Entretanto los somatenes, bajo la dirección técnica del teniente suizo Francisco Krutter, siguen hostilizando a los franceses . Los paisanos se sienten cada vez más fuertes porque van engrosando sus filas con nuevas incorpora-ciones . Ahora, en plena batalla, aparecen los somatenes de Santpedor con su tambor batiente, Isidre Llussá y Casanovas, de 16 años . Se enardecen los áni-mos y, sin más dilación, se pasa a un acorralamiento y persecución del enemigo logrando su total dispersión . La victoria de los patriotas en la primera batalla de El Bruch ha sido completa .

No menos lo fue la del 14 de junio, más empeñada si cabe, que la primera, porque el enemigo escarmentado, venía con nuevas y mayores fuerzas y los somatenes tuvieron tiempo de organizar sus compañías y proveerse de más y mejor armamento .

En estas acciones los franceses tuvieron su primera derrota militar en España . Pero a partir de entonces el general en jefe de las fuerzas de ocupación estaría siempre al acecho de la ciudad de Manresa, que no pudo ocupar hasta el año 1810, en unas circunstancias muy diferentes .

En efecto, como consecuencia de la derrota del ejército español en Vich, el 20 de febrero de 1810, la defensa de la provincia (Cataluña) recayó en los somatenes . Pero éstos, sin el apoyo de los militares, tenían pocas probabilidades de éxito en operaciones bélicas . A partir de esta derrota de las armas españolas los soldados de Napoleón se sienten triunfantes y se pasean por Cataluña con jactancia . Recordando la afrenta sufrida en El Bruch, deciden acudir a Manresa, donde hicieron su entrada la tarde del 16 de marzo con una fuerte División compuesta por 7 .000 infantes y 700 caballos . La ciudad se hallaba desierta . Sus habitantes disminuidos y debilitados por la guerra, no pudiendo oponer la menor resistencia, se habían refugiado en la montaña .

GeronaPero no solo en Manresa fraguó la insurrección contra el francés . También tene-mos las páginas gloriosas de Gerona . Si a Manresa le cabe el honor de haber sido la primera ciudad de Cataluña en rebelarse contra el usurpador, a Gerona le corresponde el de haber obtenido los máximos laureles de fidelidad y heroísmo .

A principios de mayo de 1809 los franceses empezaron a ocupar los pueblos de los alrededores de Gerona . El general español Álvarez de Castro previen-

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do un sitio largo y duro aprestó la ciudad para la defensa haciendo acopio de víveres y municiones, y tomando aquellas providencias que estimó necesarias frente a lo que se avecinaba . Ante el inminente cerco, el general Gobernador publicó este escueto Bando: «Será pasado por las armas el que profiera la voz de capitular o de rendirse» .

Al poco tiempo el general Saint-Cyr, con 18 .000 soldados, se presentó ante la ciudad de Gerona, que solo disponía de unos 5 .600 hombres . El general francés le envió un parlamentario indicándole que se rindiera, al que Álvarez de Castro respondió: «No queriendo tratar con los enemigos de su Patria, recibiría a caño-nazos a cuantos parlamentarios le enviasen» .

En agosto los franceses tomaron el castillo de Montjuich, la principal defen-sa de la ciudad que queda en un alto sobre la misma . Para entonces ya habían muerto las dos terceras partes de sus defensores . El general español no quiso claudicar y mandó construir barricadas y trincheras dentro de la ciudad, resis-tiendo dos asaltos más de los napoleónicos . Sin embargo, en diciembre, agotado y enfermo el general defensor, entregó el mando al brigadier D . Juan Bolívar .

Cuando la ciudad se rindió, el 10 de diciembre, entre soldados y paisanos habían perecido unos 10 .000 gerundenses . Pero la ciudad de Gerona no fue tomada nunca por asalto, a pesar de los tres intentos, sino por el hambre y las enfermedades producidas como consecuencia del cerco a que fue sometida por los franceses .

El general Álvarez de Castro murió el 22 de enero de 1810, prisionero de los franceses, en el castillo de Figueres, sin que se haya desvelado, todavía, si fue debido a causas naturales o por envenenamiento .

De aquellas fechas data esta cancioncilla que cantaban los defensores de Gerona:

Digasme tu, GironaSi te n´arrendirás…

Lirom liretaCóm vols que m¨rendesca

Si España no vol pas .Lirom fa la garideta,

Lirom fa lireta fa .

TarragonaEl 14 de mayo de 1811 las tropas francesas del mariscal Suchet atacaron Tarragona . Esta ciudad, en aquellos momentos, era la única plaza importante que quedaba en manos de los insurrectos en Cataluña, recibiendo por su puerto la ayuda de los ingleses y del resto de España; manteniendo muy vivo el espíritu patriótico de su población .

Los franceses destacaron para esta operación 15 .000 infantes, 2 .000 artille-

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ros, y 700 zapadores minadores . En total 20 .000 soldados . Siendo reforzados más adelante por otros seis batallones (unos 4 .000 soldados) .

Al principio del sitio la guarnición de la ciudad estaba compuesta por unos 7 .000 hombres escasos, de ellos una tercera parte eran milicianos (paisanos armados), todos ellos bajo las ordenes del Gobernador D . Juan Caro, hermano del famoso marqués de La Romana .

Tarragona se defendió bien y resistió hasta el 28 de junio de 1811 en que fue tomada al asalto . A partir de entonces los franceses dominaron todas las plazas importantes de Cataluña . Una Junta de generales reunida en Cervera (1 de julio) acordó la evacuación militar de Cataluña .

A principios de 1813 los efectivos franceses en España empezaron a dismi-nuir como consecuencia de la derrota de Napoleón en Rusia, lo que permitió tomar la iniciativa a Wellington y emprender una victoriosa campaña que cul-minó con las estrepitosas derrotas francesas de Vitoria y San Marcial . El 13 de marzo de 1814 Napoleón concedía la libertad a Fernando VII, que regresaba a España y el 11 de abril abdicaba Napoleón .Barcelona: La llamada «conspiración del Día de la Ascensión»Diversos grupos de patriotas de la ciudad de Barcelona, en conexión con tro-pas españolas del exterior, prepararon un alzamiento que debía tener lugar a las 12 de la noche del día 12 de mayo de1809, día de la Ascensión . Estaban comprometidos unos siete mil barceloneses . Previamente se había comprado a los comandantes del fuerte de Montjuich y de Atarazanas, quienes a cambio de una fuerte suma de dinero se comprometieron a entregar dichas instalaciones . Montjuich sería ocupado por los Migueletes del Llobregat; desde el castillo se daría una señal, a las 12 en punto, para la sublevación general; pero pasó la hora convenida y no se dio la señal desde Montjuich, ni tampoco el repique general de campanas que sería la llamada a la sublevación . El general de las fuerzas españolas en Barcelona, Coupygni, se había negado a autorizar la acción de los Migueletes del Llobregat en el último momento . Luego se supo que el capitán Provana, comandante del acuartelamiento de Atarazanas, había denunciado la conjura a la policía francesa .

Pocos días después, el 2 de junio, tuvo lugar el juicio de los 18 principales encausados por la conspiración . Los franceses tuvieron mucho interés en dar publicidad al proceso para que sirviera de escarmiento . Hubo cinco penas de muerte . Los sacerdotes Joaquín Pou y Juan Gallifa, serían ejecutados a garrote vil y los otros tres ahorcados . El acto tuvo lugar en la explanada de la Ciudadela a las 4,30 de la tarde .

Cuenta en historiador Marcelo Capdeferro: «A la hora de la ejecución comenzaron a repicar las campanas de la catedral, con el típico sonido de la llamada a los somatenes, quizá con la ilusoria esperanza de un levantamiento popular que impidiera las ejecuciones . Los autores del hecho permanecieron

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tres días escondidos en la catedral . Ante la promesa de perdón se entregaron a la fuerza francesa que había permanecido en vigilancia constante en el interior del templo . No se cumplió la promesa; fueron ejecutados el 27 de junio . Se llamaban Ramón Mas, carpintero de ribera; Julián Portet, espartero; y Pedro Lastortras, cerrajero» .

En recuerdo de estos mártires de la independencia existe hoy un monumento instalado en la plaza Garriga i Bachs, junto a la catedral de Barcelona .

ConclusionesTal como recogen múltiples historiadores, si la resistencia contra el invasor francés fue generalizada en toda España, posiblemente fuera en Cataluña donde esta lucha resultase más feroz . Además de la rebeldía pasiva de la inmensa mayoría de la población, ocurrieron episodios bélicos extraordinarios, como las batallas de El Bruch, la defensa en los sitios de Gerona y de Tarragona, así como otros hechos de armas de menor envergadura; de todo lo cual puede concluirse que los catalanes, en su inmensa mayoría, no aceptaban al invasor pacíficamente .

Por otra parte es digno de resaltar cómo estos hechos históricos, tan señalados e incontrovertibles, son hoy silenciados (cuando no deformados) por la historio-grafía dominante . ¿Por qué el nacionalismo catalán omite cualquier referencia a la Guerra de Independencia? Lo que aflora, entre todos los acontecimientos de aquella, es la gesta de un pueblo, sin distinción de clases, que lucha por sus libertades (entendidas a su manera)… y por su propia esencia como parte de la nación española . ■

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PáRAMO CULTURALJEsús FlorEs THiEs*

Fechas para el páramoVamos a poner fechas a este «páramo cultural» para que el lector pueda situarse en esa época en la que, según los sesudos entendidos de hoy día, nos moríamos de sed de cultura, que el sistema nos negaba arrojándonos a un reseco páramo .

En el mes de mayo de 1941 el que suscribe tenía 10 años y unos meses, y llegaba a un Madrid liberado sólo dos años y un mes antes . Llegábamos de Málaga, y desde la estación de las Delicias trepamos a un pequeño autobús que recogía viajeros en la estación y los iba repartiendo por ahí, una especie de camioneta con techo muy apta para gente dura como nosotros . Nosotros éramos cuatro, mi abuela Paz, mi tía Manola, mi hermano Rafael y yo . Nos alojamos, mientras se buscaba otro lugar, en una pensión (pensión «Vaquero») situada en la segunda planta de un edificio de la plaza de Benavente . Y como hemos prometido poner fechas al «páramo», diremos que nos marchamos de Madrid en septiembre de 1949 para incorporarnos como cadetes de primero en la Academia General Militar de Zaragoza . El que sepa hacer cuentas comproba-rá que habíamos permanecido en Madrid, «parameando» a tumba abierta, gran parte de aquellos denominados «terribles años 40» .

Resumen para despistados: nuestros «años 40» empezaron en mayo de 1941 y terminaron en septiembre de 1949 .

La «Pensión Vaquero»Como el tema que hemos elegido es el del páramo cultural, dejemos otras anéc-dotas y nos centraremos sólo en el «secarral» .

Sería en aquellos días y en aquella pensión donde descubriríamos mi herma-no y yo con asombro, y sin entender demasiado aquel humor para inteligentes, el semanario La Codorniz . Indudablemente habían esperado nuestra llegada porque el primer número salió al mes siguiente .

Es decir que tuvimos el honor de ser de los primeros descubridores de una revista que, cuando se acabaron los inteligentes, desapareció . La lista de cola-boradores era poco «paramera cultural», sin olvidar que sus creadores, Tono y Mihura, dos humoristas a quienes los rojos (lo escribimos sin comillas)

* JEsús FlorEs THiEs es Coronel de Artillería retirado .

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incluían en los grupos de gente peligrosa y «reaccionaria» (aquí sí va entre comillas), consideraban peligrosos, es decir, los humoristas . Hay que tener en cuenta que ellos habían editado La Ametralladora, revista que se repartía gra-tuitamente en las trincheras nacionales . El presunto humor de La Traca estaba en el otro bando, pero pagando… Entre los colaboradores de esta revista para inteligentes estaban Álvaro de Laiglesia, Fernández Flórez, Evaristo Acevedo, Ángel Palomino, Mena, Mingote, Chumy Chúmez, Gila, Pitigrilli, Forges, Julio Cebrián, Alfonso Sánchez Martínez, Rafael Azcona, Conchita Montes o Julio Pened…, demasiada vegetación para un simple páramo .

Otra publicación que descubrimos en el aquel «paramo», y que sigue vivien-do en la selva «democrática» (en la actualidad es el diario de papel más vendi-do), fue Marca, que dirigía entonces Nemesio Fernández Cuesta, y que había sido fundada por su tío Manuel en 1938 . Nosotros lo leíamos cogiendo las hojas que las mujeres de la limpieza iban dejando tras de sí conforme fregaban los suelos de la Pensión . Solíamos recortar las fotos de las carreras de caballos porque luego las dibujábamos con más o menos (menos…) arte .

Ya había liga de fútbol y hasta Copa del Generalísimo . En aquel año ganó la copa el Valencia al Español (ese que ahora se llama «Espanyol») por 3-1 . Se jugó el 29 de mayo, es decir, a los pocos días de nuestra llegada a Madrid (tuvieron el «detalle» de esperarnos…) . Yo era partidario del «C .D . Español» pues admiraba al portero de este equipo, Martorell (hijo de un capitán del Ejército), que también lo sería de la selección nacional . Durante la guerra había servido como soldado en lo que hoy se denomina «ejército republicano», como otros muchos futbolistas que ya jugaban en la nueva Liga . Martorell acabaría de cirujano en el Clínico de Barcelona .

Mientras la tía Manola se iba a trabajar en su oficina de Hacienda, cerca de la Cibeles, y buscaba por las tardes un alojamiento definitivo en Madrid, nosotros nos quedábamos con la abuela Paz, que torpe por su dificultad para andar, nos llevaba pese a sus achaques a tomar el aire a la plaza Mayor que, para aquel que no lo sepa, está a dos pasos de la plaza de Benavente . En aquella plaza había árboles, hoy sólo quedan en el recuerdo . Y aquí entramos otra vez en nuestro «páramo cultural» .

Sobre la cultureta, tebeos y librosCon frecuencia nos compraba la abuela un tebeo o un par de sobres de cromos . Yo puedo demostrar que, tanto los cromos como los tebeos, iniciaron eso que los catalanes llaman «cultureta» . La abuela nos compraba Chicos, posiblemente la mejor publicación juvenil que jamás se haya editado en España . Apareció en San Sebastián en el año 1938, fundada por Consuelo Gil Roesset, y pronto se destacó por su calidad . Allí dibujaban nada menos que Freixas, Blasco, Nadal, Cohelo, Zabaleta, Roca, Puigmiquel, Bernal… No sólo había historietas, sino

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breves relatos históricos o literarios, además de una página de deportes y otra de Cine . Una joya . A veces la abuela se sentía generosa y nos compraba además Flechas y Pelayos que dirigía dom Justo Pérez de Urbel .

En Flechas y Pelayos dibujaban Aróstegui, los hermanos Moro, Pena, Castanys, Ardel, etc .

Pero nuestra «cultureta en el páramo» aumentaba también con los cromos . No sólo coleccionábamos futbolistas o artistas de cine, sino de todo lo habido y por haber: historia de la navegación, barcos de guerra, banderas, uniformes, aviones, relojes, trajes regionales, Historia de España, personajes literarios, catedrales… Había una tradición en la colección de cromos, como los de «Nestlé», pero entonces, después de la guerra se disparó entre los chavales la costumbre de coleccionar cromos .

Nos imaginamos las sonrisas displicentes ante esta forma juvenil de adquirir cultura, pero si fuera posible, yo retaba con mis 10, 11, 12… años a un chaval de esas mismas edades hoy día, y veríamos quien vencía a quién en un hipotético certamen de cultura, bueno, de «cultureta» . ¿Qué chaval quinceañero sabe hoy cómo es la bandera británica de la marina de guerra y cuál la de la mercante? Nosotros lo sabíamos entonces, y seguimos sabiéndolo hoy día .

Ahora vamos a hablar de libros, raro trasto que los chicos de hoy, entre 10 a 15… años, suelen desconocer, y en todo caso prescindir de ellos con conmo-vedor entusiasmo .

Hemos de decir que nuestro caso, el de Rafaelito y mío, podría considerarse algo atípico, y es que aprendimos a leer y a escribir, yo a los 4 años y pico, él a los 6 .

Vivíamos en un fuerte en el desierto del Sahara (en La Agüera) y allí nos enseñó mi madre a leer y escribir en el mismo aula que los soldados tenían para alfabetizarse (año 1935…) . Pasados a la Península en enero de 1936, mi primer libro, regalo de unas tías, fue El patito feo, y el de mi hermano Las habichue-las mágicas . Rafaelito pronto se destacaría como un lector incansable, y en las Navidades de 1936 pidió a los Reyes El Quijote . Lo asombroso, no es que pidiera El Quijote, sino que supiera de su existencia . Los Reyes le trajeron una edición (amplísima) para jóvenes del Quijote de Saturnino Calleja, con ilustra-ciones de Segrelles . Una joya . Rafaelito acababa de cumplir 7 años .

En 1939, las tías nos regalaron una colección de sellos, la mayor parte de la II República, que procuramos aumentar poco a poco con nuestros limitadísi-mos medios, y de esa forma, antes de cumplir los 10 años, ya nos sonaban los nombres de Salmerón, Blasco Ibáñez, Pablo Iglesias o Pi y Margall, políticos e intelectuales de la 1ª República . La Filatelia, salvo para cometer alguna gran estafa, parece que ya no interesa tanto como entonces .

Ya hemos dicho que nos gustaban los libros . Una auténtica joya fue el libro El Muchacho Moderno, que nos regalaron y leímos antes de marchar a Madrid . Con los años se perdió tal joya, hasta que gracias a la «ciencia moderna»,

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pudimos conseguirlo gracias a «Internet» en sus secciones de libros de ocasión . Este sería, después del Quijote de los «Reyes» de Rafaelito, el que inauguraría nuestra primera biblioteca . Otro libro que nos regalaron pero que yo no leí hasta cosa de veinte años después, fue el Muchacho español, de José María Salaverría, uno de los últimos libros de este escritor «regeneracionista», lógi-camente es hoy un perfecto desconocido . Era demasiado libro para mi edad .

Y conforme pasan los años, pocos, nues-tras lecturas y nuestra biblioteca iba aumen-tando . Pasamos casi por encima de Salgari, autor de «espantuflan-tes» aventuras, que en mi caso particular dejó de interesarme a partir del primer libro que leímos, El tigre de Mompracén (mi herma-no ni lo terminó), y nos enfrascábamos en Rafal Sabatini, La Baronesa de Orzy (Pimpinela y otras…) o Zane Grey . Y como ya íbamos cumpliendo años, en mi caso 11, 12, 13, 14… nuestras lecturas se fueron ampliando con Stevenson, Rider Hagardd o J . J . Rosny (autor de La conquista del fuego y otras) . Y es que aquel «páramo cultural» nos daba muchas oportunidades .

Como ampliación a este tema de las lecturas hay que decir que en aquella época los libros solían ir ilustrados, y de esa forma conocimos a edad muy temprana (la nuestra, claro…) a Junceda, Olivares, BocQuet, Serra Massana, Juez «Xirinius», Apeles Mestres… . Si hoy le regaláramos un libro a un chaval quinceañero nos diría: «¡Jo, con el carroza del abuelo! ¡Si lo que yo quería era un «tablet» nuevo con…!

Volveremos más tarde al tema «libros» pero hay que seguir recorriendo el páramo cultural por otros senderos . Y es que ya tenemos ganas de hablar de los Museos .

El encuentro con los museosMadrid, ya lo hemos dicho, había sido liberado dos años antes de nuestra lle-gada a la capital y muy pronto, todos los museos estaban abiertos al público, incluido el del Prado, saqueado a conciencia por aquello que llamaban por cos-

Rafaelito y el autor de este trabajo en sus primeros años de escuela

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tumbre «la República» (como garantía económica para su inapelable exilio), y recuperado muy poco después de acabada la guerra . En el mes de septiembre regresaba a Madrid, y poco después, todavía incompleto, reabría sus puertas . En el verano de 1941, cuando nosotros fuimos por primera vez, «el Prado» ya era «el Prado» . Recuerdo lo que me gustó mucho la «Inmaculada» de Tiépolo . No sería la única vez que en aquellos años 40 visitábamos el Prado .

Otro museo del «páramo cultural» al que fuimos en más de una ocasión fue el de Ciencias Naturales en el que, en esta ocasión, me dejaron sorprendido los animales disecados en posturas que daban la impresión de estar vivos .

Seguimos pasando por el «páramo» . Donde hoy está el cartelón del «Guernica» de Picasso (¿o quizá pintó el «Gernika» sin saberlo?) estaba el Museo de Reproducciones Artísticas donde había excelentes reproducciones de esculturas griegas, romanas y hasta de Rodin y su época . No sabemos dónde ha ido a parar este museo .

Y ya ha llegado el momento de hablar de dos museos militares, el del Ejército, y el Naval .

En el antiguo Museo de Artillería, que Azaña convertiría en el del Ejército al ampliarlo con los Museos de Infantería y Caballería, nos impresionó el gran cuadro del pintor cubano Izquierdo titulado «Perdonad pero no olvidéis», sano consejo hoy ocultado con el cuadro en algún almacén inaccesible a los visitan-tes del Alcázar de Toledo . Todo un símbolo de la sumisión de los Mandos del Ejército a los nuevos «vencedores» . Muchas veces hemos vuelto a este museo, hasta que fue alevosamente trasladado a Toledo, encadenado a la humillante ley de la «Memoria Histórica» .

Y le ha llegado el turno al Museo Naval, una auténtica joya que ahora se ha puesto momentáneamente de moda gracias a una exposición sobre Blas de Lezo . Y es que este gran español y marino, al que nosotros descubrimos al principio de aquellos años 40, ha sido «descubierto» hoy por una sociedad des-culturizada, después de muchos años de un asombroso desinterés por la Historia de España . De aquellas apasionantes visitas está el recuerdo de las medallas mandadas acuñar por el soberbio berzotas llamado Vernon .

De ferias y exposicionesVamos a dejar el «páramo» de los museos para meternos en el de las exposi-ciones . Sólo mencionaré a dos para no aburrir al «personal» . En primer lugar al Salón de Otoño, que cada año inauguraba Franco y en el que se exponía lo más granado de los pintores y escultores españoles . Un año causó impresión una escultura, creo recordar que de Juan de Ávalos, de Ligia desnuda y atada sobre las astas de un toro furioso que sujeta Ursus, tomado el tema de la novela de Sienkiewvicz Quo vadis…? . Muchos años después, alguien ha escrito que esta escultura fue el único desnudo que Franco había permitido en lo Salones

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de Otoño . La estupidez, cuando es rentable, vale la pena practicarla . En otro Salón, produjo un cierto escándalo el ensangrentado Cristo de Benito Prieto . La verdad es que impresionaba .

Otro «Salón» anual era el de «Humoristas», donde causó sensación una per-fecta reproducción del cuadro del Greco «El Caballero de la mano en el pecho», pero que en vez de tener la mano en el pecho, un largo brazo se salía del marco y la mano parecía sujetar el techo, lo que le convertía en el «Caballero de la mano en el techo» . También exponían Mingote o Gila .

Los chavales lo pasábamos muy bien en la «Feria del Libro» . Nosotros reco-rríamos todas las casetas (hoy «stands») pidiendo y consiguiendo todo lo que las editoriales imprimían de propaganda de sus libros para esta Feria .

Y para acabar el tema «libros», y tengo muchas referencias de amigos y no amigos, que los quinceañeros leíamos, a veces a escondidas, los libros que había en casa . Personalmente leíamos, entre otros, a Galdós y a Palacios Valdés .

Hablemos de cineComo el «páramo» es muy extenso, ya nos toca caminar por la zona del cine .

Mis experiencias como espectador de películas venían de lejos, de Canarias, Lugo y Málaga, pero sería en el verano del año 1941 cuando la asistencia a películas se hizo casi un hábito . Y todo gracias a los cines al aire libre, especial-mente el «Cine de la Flor», en la Moncloa . Aquí vimos una noche, por cuatro perras, la película «Molinos de Viento», que vamos a comentar porque se lo merece . Esta película se hizo en la zona «republicana» en 1937, lo que tiene un mérito indudable .

Estaba interpretada por el tenor Pedro Terol y María Mercader, ésta con sólo 18 años, que se casaría años después con Vittorio de Sica . El director, en este caso directora, era Rosario Pi . La música de Pedro Luna . Nos entusiasmó, dicho así de forma categórica . Allí nos tragamos todas las españoladas rodadas antes de la guerra, como «Rosario la Cortijera», «El Gato Montés», «María de la O», o «La Reina Mora», dramones que (todos) acababan como el rosario de la auro-ra . Pero también mucho cine cómico, especialmente del «Gordo y el Flaco», de las que recuerdo una, que era además musical, titulada «Fra Diabolo», que jamás hemos vuelto a ver, ni siquiera hablar de ella .

Había más cines al aire libre por el barrio de Argüelles, en uno de ellos vimos «La Pimpinela Escarlata» en la que de «malo», el «Ciudadano Chauvelain», trabajaba un actor, Raymond Massey cuyo nombre, ignoro la razón, no he olvidado y que volvimos a ver en «El Prisionero de Zenda» y en «Arsénico por Compasión» . Y había otro cine, que no era al aire libre, el cine «Iris», que estaba en la calle Guzmán el Bueno, pero en las sesiones nocturnas descorrían el techo que nos dejaba ver, si tenía uno ganas, las estrellas allá arriba .

Pasado el verano de 1941, y quizá el de 1942, se terminó nuestra época

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heroica del cine al aire libre (no volvimos a ir a un cine al aire libre hasta el año 1965, en El Paso-Tejas), ya estaba nuestro cine en los de barrio, con sus añoradas dos películas en sesión continua . A los chavales no nos gustaban las películas españolas que considerábamos, en aquellos años 1941, 1942, 1943…, flamencadas, de cartón piedra y de interpretación muy teatral . Nos gustaba el cine norteamericano, apenas si había cine alemán o italiano, y de haberlo, eran películas sin propaganda política, algunas musicales, como las alemanas de Marika Rok, o de humor (Heinz Rumann) .

Leslie Howard era un actor británico que moriría, como agente de su país, derribado su avión cuando viajaba de Madrid a Londres . Merle Oberon traba-jaría años después en España con Paco Rabal en una película ambientada en Granada .

Hubo una alemana que nos gustó mucho, porque era además en color, «El Barón de Munchausen», que nos gustó mucho . Esta película se hizo para con-memorar el 25 aniversario de UFA .

Del cine italiano, las tres películas que mejor recordamos fueron «La Corona de Hierro», «A las 9 lección de Química» y «Los que Vivimos», estas dos últi-mas protagonizadas por Alida Valli .

Pero, ya lo hemos dicho, preferíamos, en general, el cine norteamericano que muy pronto empezó a enviar películas de propaganda, cosa que no hicieron ni alemanes ni italianos . Una de ellas fue «Casablanca», que pese a un guión absurdo, a una historia imposible, escenas surrealistas (como la de los franceses cantando la «Marsellesa» para fastidiar a un imposible, históricamente hablan-do, general alemán); pese a unos decorados «exteriores» de más cartón piedra que los de nuestro cine; una ambientación paupérrima; a un Humphrey Bogart interpretándose a sí mismo a tumba abierta…, es considerada como una de las 10 mejores películas de la Historia del Cine .

En aquellos años, la ONC, hoy ONCE, canjeaba un número determinado de cupones no premiados por entradas para cines de sesión continua, y allí iba con los cupones coleccionados por unas tías mías a una oficina de la ONC en una calle próxima a Montera, con fama, dicho sea en román paladino, de «casas de putas», actividad que estaba entonces muy controlada y con los permisos sanitarios pertinentes . Y ya que hablamos de cine y de coimas, el cine Carretas era célebre por ser un «lugar de encuentro» con esas damas de las llamadas peripatéticas…

Como no podemos estar hablando de cine todo el tiempo, porque el tema es amplio, lo dejamos aquí, no sin antes hacer unos comentarios sobre la censura .

Existía una censura política (periodística) dirigida por Gobernación, y una moral en manos de la Iglesia . Se han contado muchas cosas «graciosas» sobre esta censura, así que no hablaremos de «Mogambo» donde todos se copian, ni de «Gilda», donde no hubo censura, vamos a contar cosas más originales y poco conocidas . Se cortaban escenas consideradas «procaces» o que dañaban

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la imagen de España . En «Arco de Triunfo», un valeroso Charles Boyer echaba a empujones de su habitación del hotel a unos divisionarios españoles, escena que sí pudimos ver cuando vino la «democracia»… Hubo películas de «época» donde los españoles malos se convertían, gracias al doblaje, en portugueses malos, y el galeón «Santísima Trinidad» era rebautizado en el doblaje por «O Terror dos Mares» . No se dieron cuenta los del doblaje de otra película (¿«El Hidalgo de los Mares»?), que Gregory Peck (en una película no admitida en España hizo de bandolero del maquis) decía sin pestañear: «hay que tener en cuenta que estas cartas náuticas son españolas y deficientes…» .

Y está también el tema hipócrita del doble rodaje . Sólo vamos a poner un ejemplo del que fuimos espectadores privilegiados . La obra teatral de Pemán «Los tres etcéteras de Don Simón» fue llevada al cine cambiando «don Simón» por «El Coronel» . En la película hacía de única puta de un pueblo castellano Anita Ekberg, que ya tiene mérito la elección de los productores . Pero el resul-tado fue una excelente película rodada en Jimena de la Frontera y dirigida por el francés Claude Boissol . Los intérpretes, eran además de los dos citados, Daniel Gelin, Fernando Fernán Gómez, María Cuadra, Juan Calvo, Paolo Estoppa y Giulia Moll, la encarga de mostrar sus cueros, pero sólo fuera de España . Y es que la película que vimos en Marrakech en 1959 era menos recatada que la que vimos años después en Barcelona .

Nos hemos salido un poco de los años 40, no pasa nada…,Y se acabó el cine, espectadores fuera…

Ahora vamos a hablar de teatroHace décadas que no piso un teatro, sin embargo, en aquellos «páramos» de los años 40 fuimos muchas veces .

La tía Manola nos llevaba, lo mismo a comedias que a dramas y hasta a esperpentos, como los de Enrique Rambal, que lo mismo representaba «Ben Hur» que «Fabiola», espectáculos que vimos nosotros, pero también era capaz de atreverse con «Los Tres Mosqueteros» o con «La Mil y una Noches» .

Una de las primeras comedias, a las que fuimos a los pocos días de llegar a Madrid, la representaban Loreto Prado y Enrique Chicote, matrimonio de actores que pasaron, casi sin notarlo, de representar sus obras en el Madrid rojo a las mismas comedias en el Madrid azul . La obra debía de ser tan buena que los chavales nos reímos a mandíbula batiente . Como suena . Otras veces nos llevaba a ver a Isabel Garcés en el Eslava, y allí vimos, entre otras comedias «Los habitantes de la casa deshabitada» de Jardiel Poncela, otro éxito para la gente menuda, que no éramos pocos, pues volvimos a las risas «a mandíbula batiente» .

Pero la joya de nuestra corona era el Teatro Español donde representaba obras clásicas la compañía de Isabel Prendes y José Mª Seoane . Todo un lujo . Allí

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vimos «Romeo y Julieta» y «El Moro de Venecia» de Shakespeare, «El Monje Blanco» de Marquina, «Don Juan Tenorio» de Zorrilla, «Funteovejuna» de Lope de Vega, «Don Gil de la calzas verdes» de Tirso de Molina… Íbamos al «paraíso», tan paraíso, que desde arriba y desde un lado pudimos ver a doña Inés tumbada en el suelo detrás de su tumba, esperando la orden del regidor que le indica-ra que ya podía aparecerse a su amado don Juan . La representación se hacía a todo lujo, ambientada en su época, nada de sólo paredes blancas o negras, de actores ves-tidos con chaqueta y corbata o de guardias civiles en vez de corche-tes . Como debe ser .

No podemos olvidar algo hoy desaparecido en aquel Madrid entrañable del «páramo cultural»: el Circo Price . Allí volvimos a reírnos a «mandíbula batiente» con Pompoff, Tedhy, Nabuconodosorcito y Zampabollos, de la familia Aragón . Eran auténti-cos genios del humor, grandes atletas y extraordinarios intérpretes musicales . Tenía el «Price» su propia orquesta, porque eran tiempos sin música enlatada y había en Madrid multitud de orquestas en las salas de fiestas, donde todavía no había surgido la figura del «pinchadiscos» . No pocos de los componentes de estas orquestas eran músicos militares que de esa forma «pluriempleaban» sus trabajos, que era actividad muy sana en tiempos difíciles .

En el «Price» también había veladas de boxeo, a las que lógicamente no asistíamos .

También hay que hablar de toros y de fútbolTenemos que hablar un poco de los «Toros», sólo para decir que nunca fuimos en Madrid a una sola corrida de toros, se salía de los presupuestos familiares . Sin embargo, en agosto de 1939 fuimos en Málaga a una corrida de toros dedicada especialmente a la gente joven, y con precios de derribo, que eran los únicos que admitía el bolsillo de la tía Manola . Toreaban dos jovencitos diestros de 15 años, un alevín de torero llamado Luis Miguel Dominguín, y una espe-

Portada del semanario La Codorniz

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ranza del rejoneo, el portugués Paquito Mascarenhas . Esto hemos encontrado en «Internet»: «Hace su debut (“Dominguín”) sin picadores en Madrid, el 11 de agosto de 1939 compartiendo cartel con el rejoneador Paquito Mascarenhas y con Niño de Valencia que compartió muchas tardes de becerrista» . Allí está-bamos nosotros .

Como el opio (dicen) forma parte de la cultura de los pueblos, vamos a ocuparnos un poco del fútbol . Se ha dicho hasta la extenuación que Franco, quien al parecer lo mismo tenía tiempo para inaugurar pantanos, o para ir a Congresos Eucarísticos, ocupaba lo que le sobraba de ese tiempo en drogarnos con el opio del fútbol . No como ahora, pues ya sabemos que el fútbol apenas si tiene hoy importancia en la sociedad española… Yo tuve mi año de oro futbo-lístico, y fue cuando la tía Manola, debido a un relativo éxito en mi primer año de Bachillerato, me regaló un año de «socio del Atlético Aviación», que así se llamó durante algún tiempo el «Atlético de Madrid», que recuperaría su nombre pocos años después .

Hemos leído, cuando ya el «páramo» era jardín florido, ésta perla: «el Atlético Aviación (actual Atlético de Madrid), un club creado durante la guerra civil por el ejército fascista y que luego se valió de las ayudas del gobierno franquista para ganar dos ligas. El Madrid quedaba en la capital como el equipo repu-blicano» . Como podemos ver los del «jardín florido» pueden ser también unos perfectos «gilipuertas» . Bien, no vamos hacer historia de las razones de estos cambios de nombres, sólo diremos que en aquella temporada de 1941-1942 vi muchos partidos de «mi» equipo cuyo estadio estaba al otro lado de una gran descampada, en las proximidades de Cuatro Caminos, descampada que reco-rríamos cada dos domingos, porque iba acompañando a otro socio amigo de la tía Manola, anglófilo por más señas, cosa poco habitual en aquellos día . Al año siguiente, mis presuntos éxitos estudiantiles no fueron los suficientes para renovar el carnet, así que se me acabó esa única época futbolera de mi vida, y a partir de entonces me limitaría a oír desde casa el griterío por los goles en aquel estadio Metropolitano .

La prensa y la radioPara agotar, bien sea de forma resumida, nuestra época en el «páramo cultural», nos queda por hablar de dos cosas: prensa y radio .

En casa se compraba el ABC que traían diariamente a casa, menos el lunes, en que sólo estaba la Hoja del Lunes cuyos beneficios iban a la Asociación de la Prensa, ventaja para los profesionales de la prensa que se acabaría cuando llegó el «vergel cultural» . La tía Manola lo cogía el domingo la primera de la familia para ver cuál iba a ser el racionamiento . El ABC y el YA (de la Editorial Católica) eran monárquicos, con la discreción necesaria…, pero el YA era, además, anglófilo . Las crónicas de Augusto Assía rezumaban amor británico,

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de tal manera, que con los años fue condecorado por la rubia Albión con la Orden del Imperio Británico ya que, según se ha escrito después, actuó como agente británico . Teniendo en cuenta que en 1935 había sido comunista, la cosa tiene su mérito . Un periódico de gran venta era el vespertino Pueblo, base de lanzamiento de alevines del periodismo, protegidos por el sindicalista Emilio Romero . Empujados por Romero y con los antecedentes falangistas de muchos de sus progenitores, medraron posteriormente en los «medios» periodistas como José María García, Forges, Rosa Montero, Olano, José María Carrascal, Jesús Hermida, Manuel Marlasca, Andrés Aberasturi, Raúl del Pozo, Vicente Talón Ortiz, Yale, Javier Reverte, Tico Medina, Carmen Rigalt, José Luis Cebrián…

Este último personaje, con sólo 19 años, entró a trabajar como redactor jefe en el diario del Movimiento y Sindicalista Pueblo, porque la sombra de su padre, Vicente Cebrián, falangista de peso, era alargada . Otro periódico de aquellos años 40 fue Informaciones, descaradamente germanófilo . Era otro de los periódicos vespertinos .

Varias revistas tuvieron mucho éxito en los años 40, entre ellas Fotos, Primer Plano y Semana . Y es que, contra lo que ahora se pueda pensar, con hoy gran parte de la prensa subvencionada, entonces los periódicos eran económicamen-te independientes .

La tía Manola reinició la compra de la revista Lecturas, que desde los años 20 había sido una revista de auténticas lecturas, y que se reiniciaría después de la guerra para derivar, como Semana, al mundo del «corazón», al que Rafael García Serrano también denominaba «de la bragueta» . Con una colección que había en casa de la revista Lecturas de los años 20 y 30, iniciaríamos nuestra afición por el cine gracias a una sección con abundante información gráfica dedicada a una sola película . De esta forma, antes de la llegada del «páramo» de los 40, ya conocíamos la existencia de películas como «Las Cruzadas», «El Signo de la Cruz» o «El Capitán Blood» .

Cometeríamos una grave injusticia si no citamos aquí uno de los diarios de más venta, el del Movimiento y falangista Arriba, uno de cuyos últimos direc-tores, ya sin el yugo y las flechas en su cabecera, sería Jaime Campmany .

Seguimos recorriendo el «páramo» y para animarnos un poco ponemos la radio .

En casa teníamos una radio que había viajado con nosotros y nuestros pocos enseres desde . Málaga . Se trataba de una «Zenit» que había conseguido sobrevivir milagrosamente la guerra . Y es que en Málaga, durante el domino rojo «legalmente constituido», ante las escuchas a escondidas de las charlas de Queipo de Llano («a veces decía cada cosa…» nos comentaba la tía Manola) se ordenó, bajo severas penas, entregar en el edificio de la «Aduana» todas las radios . La entregó ¡a ver qué remedio! Y cuando se produjo la liberación, trató de encontrarla . Tuvo suerte, un funcionario le abrió la puerta de un almacén y allí vio una montaña de aparatos de radio amontonadas como si fuera aquello

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una escombrera . Y después de remover, en unión de otros buscadores de radios en aquel montón, encontró su querida «Zenit» . La madera exterior estaba desen cajada, pero con un par de discretos golpes el problema quedó resuelto . Lo que pasa es que hubo que sustituir el harapo en que se había convertido la tela delantera del altavoz, cosa que hizo la tía Manola con su habitual habilidad y el desperfecto quedó solucionado . Enchufó la radio, y ésta funcionó como si no le hubieran pasado guerras por encima .

Tenía onda corta y con ella, ya en Madrid, nos entreteníamos Rafaelito y yo buscando emisoras raras . Podíamos oír a todo el rojerío exiliado, especialmen-te «Radio España Independiente», con aquel locutor de dicción amariconada («aquíii…, radio España Independiente, estación pirenaica…») . Se trataba de un comunista llamaba Gregorio Aparicio, quien, a su muerte, fue calificado por El País como «coherente luchador por la democracia» (¡toma castaña!) . La emisora estaba en Rumanía, después de un periplo que empezó en Moscú y terminaría en Bucarest . También podíamos oír la BBC, y así enterarnos de cosas terribles, que al parecer pasaban delante de nuestra narices y nosotros sin enterarnos . Y por supuesto radio Praga, donde podíamos oír a veces la voz de la Pasionaria que, en las entrevistas después de la «transición», parecía que habla con voz y tono de monja, pero que en los mítines de antes y frente a micrófonos «exiliados» era lo más parecido a una arpía . Y lo que parece más asombroso, tratándose de aquel pequeño aparato de radio, un día oímos una emisión en español… desde Pekín . Y al medio día, un toque de corneta anunciaba «El Parte» (las noticias), que todas las emisoras tenían que retransmitir obligatoria-mente . Al final había a veces algunos «complementos», como los comentarios de «Juan de la Cosa», seudónimo de Carrero Blanco . El Pardo vigilaba…

Por supuesto que había novelas o culebrones, y en la noche de los sábados retransmitían unos relatos bastante terroríficos . Uno de ellos se llamaba «La casa de Lewis Stor», o al menos sonaba así . También se retransmitían a veces partidos de fútbol, y aquellos locutores se mostraban geniales al contar al segundo la jugada, que casi la «veíamos» gracias a ellos y a nuestra excepcional imaginación . El locutor por excelencia era Matías Prats, que tenía entonces un defecto de dicción: pronunciaba mal la «C» y la «Z», defecto que suplía sustitu-yéndolo con la «F», de esa forma podía decir: «el delantero del Faragofa…», y nuestro cerebro, que ignoraba el truco, acogía a «Zaragoza» . Lo relató él, no es un cuento nuestro . También Matías Prats retransmitía películas y con voz casi susurrante para no molestar nos explicaba lo que él veía en la pantalla . Muchos años después nos contó su truco: él veía la película en sesión privada, pero dando la sensación de que lo hacía como todo el mundo, y por eso hablaba baji-to… Y nos lo creíamos . Recuerdo dos películas retransmitidas: «Blancanieves» y «Raza» . Cuando las vimos de verdad nos daba la impresión de que ya las habíamos visto antes .

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Algunas veces retransmitían corridas de toros, pero la más dramática de todas fue la noche en la que nos comunicaron por radio la muerte de Manolete .

El BachilleratoAhora sí que podemos hablar de otra parte fundamental del «páramo»: el Bachillerato .

A finales de septiembre de 1941 ingresamos Rafaelito y yo en el colegio de los Jesuitas de Areneros . Traíamos buenas recomendaciones de los jesuitas del Palo de Málaga, que nos habían acogido generosamente por ser «hijos de Caído», y en Madrid las condiciones económicas con las que nos admitieron fueron también soportables . Allí conocí a Ortiz de Zárate, «Medalla Militar Individual» 16 años después . Recuerdo también otros apellidos conocidos, como Ruíz Gallardón, Gómez Acebo…

El Bachillerato que estudiamos nosotros (plan 1938) no ha sido mejorado con el tiempo . Cuando se habla de este «Bachillerato franquista», siempre se incide sobre la forma de interpretar la Historia, de lo demás ni se cita . En ningún colegio en los que estuvimos se nos machacó con propaganda del régimen, y en la clase de Historia nunca pasamos del reinado de Isabel II . Por razones que ignoro, nunca recibí clases de «Formación del Espíritu Nacional», una «maría» que en otros colegios sí conocieron a partir de 1944 . La diferencia entre aquella «Formación…» y ésta «Educación para la Ciudadanía» (ciudadanía parece ser que son los españoles después de la Transición) estriba en que aquella tenía espíritu y la segunda sólo instinto .

Ya iniciábamos un Bachillerato con un bagaje escolar en el que aprendía-mos a leer bien (la «Lectura» era una asignatura, así como la «Caligrafía» y la «Ortografía») ¿Qué chaval sabe hoy si delante de la U ha de ir una B o una V? ¿Y cuáles son las excepciones? Si apenas lee y no estudia ortografía el resultado ha de ser desolador .

Nuestra estancia con los jesuitas deja un poso, un fermento que ha durado toda la vida, y eso que con los jesuitas de Areneros tuvimos ciertos «desen-cuentros» . Cambiamos de aires a una Academia «parajesuítica» y después, ya por razones económicas (los tiempos eran duros) ingresamos en el Colegio de Huérfanos en Carabanchel Bajo . Pero hemos de seguir con el tema «páramo», que retomamos inmediatamente . Esta academia «filial» de Areneros se llamaba Arana… Estaba en la calle Claudio Coello, casi esquina con la calle Goya, es decir, muy lejos de casa que estaba en Vallehermoso esquina a Cea Bermúdez . La tía Manola nos daba dinero para el metro, porque teníamos que hacer cuatro viajes, ida y vuelta por la mañana, comer, ida y vuelta por la tarde… y cenar . Hacíamos los recorridos a pie y sólo el último de la tarde lo hacíamos en el metro .

Y todo, para ahorrar dinero y poder comprar novelas de la colección

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«Biblioteca Oro» . Nuestro autor preferido era Earl Stanley Gardner, creador de las novelas de Perry Mason (defensor) y de Douglas Shelby (fiscal) . Aunque otros autores y temas se beneficiaron de nuestras largas caminatas .

Leíamos…No nos alejemos del «tema páramo», porque hemos de decir algo de ambos

colegios de huérfanos .6º y 7º de Bachillerato lo hice en el de Carabanchel Bajo . Lo más notable del

profesorado, que a toro pasado lo consideramos aceptablemente bueno, era el de Literatura, un alférez de complemento enamorado de los poemas de Lorca y Baudelaire . A nosotros nos gustaban especialmente aquellos versos que consi-derábamos ingenuamente como más «verdes» . Un día leyó un poema de Lorca y dijo: «¿quién lo quiere?» . Se levantaron varias manos, él arrancó la hoja del libro y la arrojó al más cercano . Repitió este juego hasta dejar el libro de poe-mas hecho unos zorros .

En aquel colegio se organizó un coro que dirigía uno de los nuestros que era gallego, Pepe Regueira . Cantábamos canciones castellanas, gallegas y hasta asturianas . Bueno, también cantábamos en latín . Pero nuestro director rizó el rizo cuando nos enseñó al «Ave María» de Victoria . En vasco había yo cantado aquello de «Goicheko izarraaa…», pero fue en los jesuitas del Palo de Málaga . En aquel «paramo» éramos muy cultos, como se puede comprobar .

El colegio estaba (está, pero ahora como residencia de estudiantes) en la calle General Ricardos . En una de las cartas que mi padre, capitán al mando de una compañía de la XII Bandera de la Legión, le decía a mi madre que «desde aquí

Primeros días del autor en la Escuela General Militar de Zaragoza

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veo el puente de Toledo, mañana iré a saludar a tu madre…» . Nunca pudo llegar a la calle «General Porlier», pero esa es ya otra historia .

En éste colegio de huérfanos tuve un sorprende inesperado baño de cultura . Debido a una epidemia de paperas (parotiditis… .), se saturó el botiquín y hubo que habilitar literas en la biblioteca del colegio . Yo pasaba mi trance en una de las literas de arriba, que estaba pegada a las estanterías atiborradas de libros . Tuve tan buena suerte, que sólo con extender la mano, a veces las dos, porque los libros pesaban, pude hojear durante casi una semana, y a conciencia, unas colecciones encuadernadas de Blanco y Negro, La Esfera y La Ilustración Española y Americana, en algunos casos en ediciones de 1898 . También allí pude enterarme, gracias a un libro escrito en francés, de las características fisio-lógicas de la mujer que yo, sin hermanas, desconocía de forma casi absoluta .

Terminado el 7º curso había que pasar el Examen de Estado o Reválida . La hicimos en la Universidad de San Bernardo . La reválida era necesaria para ingresa en la Academia General Militar de Zaragoza . Mientras nos preparába-mos en el Colegio de Huérfanos de Carabanchel Alto, desapareció la Reválida como requisito indispensable; y ya en la General, los nuevos aspirantes podían ingresar con sólo cinco cursos del Bachillerato . «Los últimos serán los prime-ros…» .

El profesorado en el otro colegio, el «Alto», de preparación para la General, era de lujo . Uno de ellos era el señor Nadal «a» Cliché, porque era de tez muy morena, con cabellera nívea y traje impecablemente blanco . Era él quien había escrito los guiones de «Homología, Homografía, Homotecia, Sombras y Acotados», la papeleta del terror en los exámenes . Otros excelentes profeso-res eran «el Chato», «Cristalino», don Pedro… etc . Teníamos un profesor de Historia, un comisario, que se pluriempleaba como profesor, y que era licencia-do en Historia . Tenía una habilidad extraordinaria para hacer las clases amenas, pues aprovechaba cualquier ocasión para contarnos la historia en el nivel de anécdota . La Historia que estudiábamos para examinarnos en Zaragoza era la de don Manuel Ballesteros Gaibois, que debería ser hoy obligatoria para todos los estudiantes en todo el territorio nacional . España saldría ganando .

Y para terminar de comentar nuestro paseo por el «páramo cultural», diremos que ingresar en la Academia General, cuya entrada estaba presidida por una escultura ecuestre de Franco, hoy cobardemente eliminada, el primer instruc-tor en nuestra escuadra de cadetes de «primero», una especie de baño cultural elemental de disciplina, se llamaba Verdía, un cadete de «segundo» cuyo padre había sido el capitán de fragata don Remigio Verdía, Jefe de la Base de Submarinos rojo-republicana de Cartagena… Año 1950 .

Damos fin (por ahora) a este recuerdo de nuestro caminar por el «páramo cultural», tema que sirvió para uno de los mejores artículos de Julián Marías, escritor y filósofo poco grato al sistema, discípulo de Ortega y Gasset, nunca pudo ser considerado como «franquista» .

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Y un cajón de sastre

Una vez terminado este sencillo recorrido por el «páramo cultural», queremos completarlo con detalles que han ido surgiendo después y que acumulamos aquí sin orden ni concierto .

Frescos de Sert . Los «legalmente constituidos» habían convertido en cenizas los frescos de José María Sert en la Catedral de Vich . «Wikipedia» nos dice que, «desgraciadamente, el incendio de julio de 1936 durante el transcurso de la Guerra Civil hizo desaparecer la decoración de Sert» . ¿Sería por una vela mal apagada? ¿Quizá un cortocircuito? La cosa no queda clara, pero la cultura del «vergel» no cree conveniente informar . Al principio de los años 40, este pintor volvió a pintar los frescos, y antes de llevarlos a la catedral profanada (se ins-talaron en 1945 y que hoy pueden ver los visitantes), expuso su nueva obra en el patio central del Ministerio de Asuntos Exteriores, el Palacio de Santa Cruz . Nos llevaron a verlos, un privilegio que pocos han tenido .

El NO-DO . Cuando en los años 1939, 1940…, en Málaga íbamos al cine, era muy normal que antes de la película nos pusieran noticiarios, y de esa forma veíamos el yanqui de la «Fox», el italiano «Luce» y el alemán «Ufa» . Gracias a este noticiario pudimos ver la serie que hizo Leni Riechdntal de la Olimpiada de Berlín en 1936 . Ya en Madrid, aparece el NO-DO en enero de 1943 como único documental, que es lo que ya se hacía en todos los países, porque no querían más ideología que la suya . Contra todas las tonterías que se puedan decir, nos gustaba ver el NO-DO y su hijuela «Imágenes» . Era normal en las colas de los cines oír esta frase: «¡Venga! no se entretenga, que queremos ver el NO-DO» . Actualmente es un archivo documental extraordinario .

Dos películas. Son sólo dos ejemplos que debimos citar al hablar de nuestro cine al aire libre .

«El Negro que tenía el alma blanca» . Nos referimos a la película que rodara Antoñita Colomé, que en esta película no hace de flamencona con caracolito sino que hasta baila claqué . La vimos en aquel cine de «La Flor» de la Moncloa . El que hacía el papel de negro era Marino Barreto, hijo de un dentista cubano de Canarias que, por cierto, atendió a mi madre en cierta ocasión . Y de Angelillo, que era muy popular en los años 30, teníamos en la Agüera (en el Sahara) varios de sus discos, en uno de ellos cantaba una canción que todavía recuerdo su música y sus primeras estrofas: «Si yo fuera capitán / Iba a ser un terrible castigador…» .

«La pequeña rebelde» . Vimos esta película también en aquel cine al aire libre y barato, barato… Interpretada por Shirley Temple, fenómeno infantil que fue muy alabada en su época, para después pasar a ser niña cursi, marisabidilla y pija . Vista al cabo de los años observamos la extraordinaria calidad interpreta-tiva de Shirley Temple, su asombrosa intuición y adaptación a su papel, siendo una niña tan pequeña . En esta película borda su papel con escenas antológicas,

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como el baile con el esclavo negro (Big «Bojangles» Robinson) o la entrañable charla con el presidente Lincoln al final de la película . Fue una auténtica niña prodigio . Nos resbalan las críticas negativas .

Aún no hemos terminado, queda algo más .El cine de propaganda «franquista». Apenas si se rodaron películas en la

guerra, o inmediatamente después de la guerra, en las que apareciera el rojo malo y criminal . La más célebre «Raza» (1941), donde lo que se cuenta como fondo real del relato novelado, se hace a veces de forma sobrecogedora, como el asesinato de los hermanos de San Juan de Dios en Calafell . La escena de la muerte en la playa, es toda una lección de su director, José Luis Sáez de Heredia, de cómo se ha de contar un drama de la forma más sencilla, que es la que resulta más estremecedora . Hubo otras, como «Boda en el Infierno» (1942) que ya apenas nadie recuerda, y sobre todo, «Sin novedad en el Alcázar» (1940), excelente película italiana con colaboración española . Hubo otras como «Escuadrilla» (1941), donde el «rojo» es sólo el avión que se derriba . Y hemos encontrado estas otras: «Frente de Madrid» (1940), según un relato de Edgar Neville; «!A mi la Legión!» (1942), su argumento se desarrolla sólo en la guerra de África; «Harka» (1943), al igual que la anterior, no se desarrolla en la guerra civil; y «El Santuario no se rinde» (1949) sobre la defensa del capitán Cortés en Santa María de la Cabeza . Y aquí se acaba todo . Muy poco para el «páramo» de los años 40 .

Comparemos con lo que sucede hoy día, donde la feroz propaganda a favor del rojerío y contra lo que llaman «franquismo» es como una losa sobre eso que llaman ciudadanía, que impide ver y respirar, tanto en cine como en intermina-bles series de televisión . Una eficaz maniobra mantenida durante años y que ya ha cosechado su principal fruto: destruir la reciente Historia de España .

Ahora sí que nos obligan a recorrer un auténtico páramo cultural, moral y patriótico .

Sólo dos palabras y acabamos de una vezRecordamos a aquel que haya tenido la paciencia de leernos, que sólo hemos hablado del «páramo» de los años 40 . Y relatado con ojos de niño con memoria . Si tuviéramos ganas, ampliaríamos el calendario . ■

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CONTRA TODA ESPERANZAJoaquín Albaicín*

La portada de esta obra editada por Acantilado nos muestra a una anciana rusa de aire frágil y perfil de ave, con un pitillo entre sus dedos y mirando por la ven-tana como si aún no hubiera desistido de ver aparecer, silueteándose contra el horizonte, la figura de su esposo, enviado cuarenta años atrás a la muerte en los campos por haber leído a tres «amigos» un poema ofensivo para el Camarada Stalin . Judío como ella, Ósip Mandelstam fue un talentoso poeta condenado al anonimato, la miseria, la muerte y –se esperaba– también al olvido por el cientifismo socialista . Como los de tantos, sus versos sólo han sobrevivido garabateados en las paredes de las mazmorras o en manuscritos originales que algún admirador o allegado se jugó la vida por ocultar .

En el fondo, a tenor de la foto y pese a titular sus memorias Contra toda esperanza, su viuda, Nadiezhda Mandelstam (1899-1980), seguía esperando . Comenzó a escribir estos recuerdos del acoso desencadenado por el poder soviético contra ella y su marido en torno a 1956, al relativo amparo del tibio deshielo propiciado por Khruschev . A Stalin le gustaba jugar al ratón y el gato con sus víctimas, suscitar en ellas, cada tanto, la ilusoria sensación de que habían sido «perdonadas» y su regreso a la vida normal quedaba a la vuelta de la esquina . Pero, ¿podía merecer el calificativo de normal la cotidianeidad de una sociedad adoctrinada en el arte de la delación? ¿La de un país cuyos habi-tantes, para ahuyentar su miedo a ser «los próximos» en recibir la visita noctur-na de la policía secreta, se decían que «algo habrían hecho» los represaliados?

«Dadnos al hombre, que la acusación ya la encontraremos», era el lema de los chekistas . El libro de Nadiezhda –todo un tratado taxonómico de confiden-tes y soplones– retrata un tejido civil donde la sensación de ser vigilado estaba tan extendida que, en sus propias palabras, el aire pesaba como el plomo . Toda su narración transpira una ironía feroz, nacida de la lucidez destilada por el sufrimiento injustamente soportado («Una vida así se paga muy caro») . Y, aun-que insista la autora en que el bien siempre acaba por prevalecer, es fruto de su profundo desengaño ante la mezquindad de la condición humana .

Difícil resultará seleccionar un testimonio más lapidario y desolador sobre el paraíso soviético, ese reino del eufemismo donde no existía la pena de muerte, sino la «medida suprema», y los torturados en la Lubyanka no estaban muertos ni en una fosa común, sino condenados a «diez años sin derecho a corresponden-

* Joaquín albaicín es periodista y escritor .

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cia»… «La bondad –recuerda Nadiezhda– era para nosotros una cualidad pasa-da de moda, en vías de extinción» . En aquel mundo de cartillas de racionamiento, la gente envidiaba a los deportados al gulag o a remotas aldeas porque, para sacar su billete de tren, se hallaban exentos de guardar cola .

Pasternak, Bujarin o Ajmátova, la gran poetisa que pagara su talento con dos maridos asesinados por el Estado y un hijo en el gulag (Lev Gumílev, autor de un ensayo sobre el Preste Juan que mucho disfrutamos en su momento), son algunas de las celebridades evocadas en estas páginas manuscritas con sangre, sudor y lágrimas por una mujer que, cuando Joseph Brodsky la conoció, allá por 1960, un tiempo en el que –en palabras de éste– residían en la URSS suficientes viudas de escritores para formar un sindicato, sobrevivía en un apartamento con las dimen-siones de un cuarto de baño americano medio .

Muy reveladora, la apreciación de Brodsky en el prólogo de que «el estatus del mundo moderno con respecto a la civilización también puede definirse como viudedad» . Nótese que se refiere al mundo moderno en su conjunto, no sólo a su variante oficial y específicamente soviética . Lo subrayo porque, cuando abro un diario y me entero de que un hijo, por recibir una bofetada de su padre o ser reprendido por pasar el día tocándose las narices, puede denunciar a éste por malos tratos, me resulta imposible no ser transportado por mi mente al edén de chivatos y parricidas que fue la URSS . Lo mismo me sucede con la situación de indefensión en que aquí viven tantos escritores, reos de ostracismo o condenados a escribir gratis por no comulgar con los nuevos cientifismos en boga, por la anchura de la sombra desplegada por sus plumas sobre las panzas de tantos o, sen-cillamente, para que una luenga estela de periodistas mediocres pueda cada mes pagar su hipoteca, el colegio de sus hijos y la gasolina de su coche . Sí, es cierto que, de momento, no ha llegado a establecerse ese tratamiento privilegiado que, en irónicas palabras de Ósip Mandelstam, era concedido en la URSS a la poesía (y a la literatura en general): «Este es el único país que respeta la poesía: matan por ella», observaba . Pero no duden de que ya se anda en ello, en cómo adaptar a las exigencias del mundo globalizado una terapia adecuada para los individuos favorecidos con esa etiqueta de excelencia . Pronto encontrarán la fórmula . Y los ojos de ustedes y los míos lo verán . ■

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Al otro lado de Río Grande

ESTADOS UNIDOS TAMBIéN ES HISPANOAMéRICA

DaniEl Marín y LorEnzo EsTEvE*

La hispanidad no sólo guarda relación con los países actualmente cono-cidos como iberoamericanos, su poder también llegó a extensas zonas de Norteamérica, y hoy algunas ciudades, escudos, banderas y hasta la propia moneda de allí son un reflejo vivo de esta importante influencia .

España no ha sido solamente la primera en descubrir el Nuevo Mundo, el más allá del cabo Finisterre, del «fin de la tierra», sino también la primera en pisar norteamérica . Antes de que ningún europeo, –futuro estadounidense–, tocara aquellos terrenos, los españoles ya paseaban sus banderas por ellos .

El primer hombre en navegar el famoso río Colorado yanqui, era español y se llamaba Fernando de Alarcón . Y el primero en surcar el Mississippi tenía la misma procedencia ibérica, respondiendo al nombre de Hernando de Soto, natural con toda probabilidad de Jerez de los Caballeros, Castilla .

Asimismo, él y sus 400 hombres aguerridos hicieron primicia explorando las zonas de Tejas, Oklahoma y Arkansas, y navegando los puertos naturales de las actuales Nueva York y Virginia . Otro más, Alejandro Malaspina, fue el primero en rastrear la costa de California, y uno adicional, Vázquez de Coronado, el que atravesó el Cañón del Colorado alcanzado la hoy conocida como Kansas City .

Antes de que los ingleses comenzaran sus masacres con los indios, persi-guiéndolos, esclavizándolos y hacinándolos en reservas como si fueran anima-les, los españoles ya pactábamos con sus tribus, como las de los sioux, navajos, cheyennes, arapahoes, e incluso como la de los comanches, de dónde viene la famosa frase que ha pasado de generación en generación por la cultura popular de «territorio comanche» .

La ciudad más antiguaObviamente, estos importantes hitos no podían pasar desapercibidos en unas tierras que prácticamente fueron españolas en más de la mitad de su totalidad hasta bien entrado el siglo xix . Hoy Estados como el de Arizona, el de Florida,

* Tomado de La Gaceta.

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el de Luisiana, el de California, el de Nuevo Méjico y el de Tejas pertenecían al por aquel entonces virreinato de la Nueva España . De hecho, Florida, que es la ciudad más antigua de los Estados Unidos de América, conserva aún una antigua fortaleza española sobre la que todavía hondea el estandarte hispano .

La huella es evidente; las ciudades de Los Ángeles, de San Francisco y de San Agustín, entre otras, tienen origen ibérico, esto es, hispano y católico, ambos inseparables . Y se puede decir lo mismo de islas como la de San Juan . Nombres, todos ellos, que cabrían esperarse de los españoles que partieron rumbo hacia nuevos horizontes terrestres a bordo de una nave como la Santa María, y no de los modernos estadounidenses que hicieron lo mismo hacia lugares extraterrestres con un cohete al que apodaron Apollo, divinidad de la mitología greco-romana .

Hoy en día Madrid no es sólo la capital de aquel magno Imperio, sino una ciudad de Estados como el de Alabama, el de Colorado, el de Iowa, el de Virginia o el de Nebraska; y Washington antaño no era el centro político de Estados Unidos, sino un territorio perteneciente a la corona española .

La presencia de los antiguos dueños e inquilinos también subsiste en algunas

Fray Junípero Serra, doctor en Filosofía y Teología, evangelizador y fundador de numerosas misiones en lo que hoy son los Estados Unidos

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banderas y escudos . Así, por ejemplo, la Confederada diseñada por el congre-sista William Parcher Miles y la del Estado de Alabama, lugar de procedencia del famoso personaje cinematográfico Forest Gump, guardan la simbología de la Cruz de San Andrés, emblema de la antigua bandera española que hoy siguen usando los carlistas . Y respecto a los escudos, tanto el de Alabama como el de Los Ángeles incluyen en uno de sus cuarteles el castillo y el león de los antiguos reinos peninsulares .

Otro escudo que asimismo preserva la señal de su origen es el de Tejas . En él, se incluyen las seis banderas de las seis naciones que han ejercido la soberanía sobre su territorio; entre las que está, como no podría ser de otra manera, la roji-gualda española . Igualmente, en el capitolio de Tejas luce egregio el emblema de Castilla recordando, por otro lado, que aquellas zonas pertenecieron hasta fechas muy recientes al propio México .

Esa España de los grandes hombres que llegaron hasta el fin del mundo dejó también su impronta en la moneda que hoy usan cotidianamente los estadouni-denses y es la divisa más demandada en los intercambios económicos interna-cionales: el dólar .

En efecto, el símbolo de este dinero adoptado por el Rey Fernando el Católico para la Nueva España no es otra cosa que las dos columnas de Hércules en las que se entrelaza una cinta donde se incluía la famosa frase «non plus ultra», que se modificó por «plus ultra», es decir, «más allá» .

La antigua mitología griega decía que Hércules limitó el mundo de Zeus en dos pilares, esto es, en dos extremos, uno de los cuales era Gibraltar . Así, en aquel entonces se pensaba que tras el peñón no había nada; hasta que Colón demostró que sí, que «más allá» estaba América aguardando ser descubierta por él bajo el amparo de España .

El tálero de Carlos VPor otro lado, el mismo nombre de «dólar» tiene relación con el Sacro Imperio Romano del que fue Rey Carlos V . En el siglo xVi el conde Schlick ordenó acuñar en la ciudad de Joachimsthal (valle de Joaquín) unas monedas a las que denominó «Joachims Thaler», abreviándose «Thaller», y que con el uso pasó a «Tholler» hasta llegar a «Dollar» . De hecho, el dólar español fue adoptado en 1785 como moneda oficial de los Estados Unidos a cuyas colonias España ayudó a independizarse de Inglaterra, y en 1787 se creó el dólar estadounidense fijado en paridad con el duro español con valor de 8 reales también españoles y cuya simbología tomó y que hoy se representa como una «S» atravesada por dos erguidos palos: .

Pero existe otro tipo de huella de España en los actuales Estados Unidos: la cultural y humana . El sur y el oeste de aquella nación está indeleblemente marcado por esas constantes, a través de México, sobre todo después de que,

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con el Tratado de Guadalupe Hidalgo, Norteamérica se quedó con inmensas extensiones que ahora son los estados de Texas, Arizona, California, Nuevo México y Colorado .

Ahí dejó España una marcada huella que ha fructificado tres siglos después en grandes metrópolis como San Francisco o Los Ángeles . Franciscanos y jesuitas fueron creando en los siglos xVii y xViii, las misiones y los presidios, unas veces en forma de ranchos desperdigados y otras de pequeños pueblos, que en muchos casos constituyeron el germen de grandes ciudades como San Francisco .

No fue fácil someter a las tribus indias, sobre todo a las nómadas, (coman-ches, navajos y apaches) . . .; les fue mejor con las tribus sedentarias que se dedi-caban a la agricultura .

Esclavos, no meras mercancíasComo explicaba Ramiro de Maeztu en su obra más emblemática Defensa de la Hispanidad, la religión marcó la impronta de la forma de colonizar España . A diferencia de Inglaterra o de Francia, la Corona española fue mucho más respetuosa con los derechos humanos, tanto con la población indígena, a la que integraron, como a los esclavos .

Esta cuestión supuso uno de los grandes motivos de fricción con Gran Bretaña, ya que los principios católicos españoles hacían que trataran a éstos de una forma más humanitaria, considerándolos «no como meras mercancías, sino sujetos de derechos como la religión, la propiedad y la familia» .

Pero la cultura del sudoeste americano es, en general, hija directa de España . Religión, folclore, costumbres, e incluso elementos materiales (como la cría del ganado, que los famosos cowboys de los western heredan de los vaqueros espa-ñoles; o como la arquitectura colonial) proceden de los primeros pobladores, castellanos, andaluces, vascos de aquellas grandes extensiones . Aunque en el siglo xix, tras ceder todo eso México, el Oeste se pobló primero de elementos anglosajones y posteriormente de inmigrantes europeos (fundamentalmente irlandeses y nórdicos) .

Los Estados Unidos actuales serían, en cualquier caso, irreconocibles tal como hoy los conocemos sin el legado español, desde el dólar hasta algo tan representativo de su cultura y su paisaje como el caballo: los primeros que lle-garon al Continente fueron dieciséis equinos andaluces llevados en una de las expediciones de Hernán Cortes . ■

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LOS BOMBARDEOS GENOCIDASmanuEl morillo*

En el sexagésimo octavo aniversario del bombardeo de Münster rescato este artículo de 30Giorni que nos introduce en la realidad del genocidio liberal sobre la población civil con bombardeos indiscriminados .

Corrijo, no sólo no indiscriminados sino muy discriminados, procurando destruir el patrimonio espiritual de Europa .

Es decir los edificios religiosos, que en Europa son los católicosAtacar el armazón del alma de Occidente . Al igual que en MontecasinoLos liberales con toda su brutalidad tecnológica al servicio de su ideología

política destruyeron las iglesias pero no pudieron destruir su objetivo, la Iglesia .

UN OBISPO BAJO LAS MORAL BOMBAS

sTEFania Falasca**

En las crónicas de las ciudades alemanas bautizadas por el fuego aliado durante la Segunda Guerra Mundial sigue habiendo un día para el recuerdo .

El de Münster fue el 10 de octubre de 1943 . Era domingo . A primeras horas de la tarde, bajo un límpido cielo otoñal, los fieles católicos de Münster se habían reunido ante el pórtico de la antigua catedral .

Aquel día se celebraba la maternidad de María . El altar mayor de la majes-tuosa catedral gótica relucía a la luz de las velas . Los canónigos de la catedral se acababan de sentar en los escaños del coro cuando comenzaron a sonar las sirenas: eran las 14 .55 .

«Recibimos el aviso de seguir alerta a las 22 de un sábado por la noche, durante una fiesta», escribe en el parte el mayor Ellis B . Scripture, navegante estadounidense de la 90 escuadrilla de bombarderos . «La orden de despegar llegó por teletipo . Se nos comunicó que nuestro objetivo era la entrada de la catedral de Münster . Recuerdo que me quedé estupefacto al enterarme de que, por primera vez desde el comienzo de la guerra, iba a ser la población civil el objetivo de nuestro bombardeo . Fui al coronel Gerhart y le dije que no consideraba posible seguir sus órdenes . Su reacción fue exactamente la que, según pensé luego,

* manuEl morillo es licenciado en Políticas y Sociología, especializado en Empresariales y Derecho . Director de la revista Arbil .

** sTEFania Falasca es periodista .

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me habría debido esperar de un oficial de carrera y un excelente comandante . “Escuche, mayor, esto es la guerra: g-u-e-r-r-a, ¿entiende? Estamos en una bata-lla sin cuartel, los alemanes han matado durante años a personas inocentes en toda Europa . Nuestro deber es destrozarlos . Y lo haremos . Así que, yo estoy al frente de esta misión, y usted es mi navegante, de modo que ¡vendrá conmigo! ¿Alguna pregunta?” . “No, señor”, respondí . El tema estaba cerrado»1 .

La primera bomba rompedora cayó con precisión absoluta en la bóveda del cuadrado occidental de la catedral de Münster . Desde arriba, la entrada oeste de la catedral, enmarcada por las imponentes torres románicas, era un objetivo difícil de fallar . Los supervivientes escaparon, buscando cobijo bajo las paredes de las torres . Sólidas como el firmamento, habían resistido a setecientos siglos de historia . La segunda bomba la alcanzó de lleno . Se derrumbaron como una montaña de escombros . Después siguieron las bombas incendiarias . Los edifi-cios se encendieron como antorchas . Todo el centro histórico se convirtió en una antorcha . Varios kilómetros de vapores amarillos y densas columnas de fuego y humo negro se levantaron en el cielo . En pocos minutos, la antigua y orgullosa belleza de la ciudad episcopal de Münster se consumó en las llamas . A las 16 .30 el coronel Gerhart declaró concluida la operación sobre Münster .

La impecable reconstrucción de aquel bombardeo hecha por el historiador Jörg Friedrich termina así . Friedrich añadió un detalle más a su narración . Un detalle sin comentarios . «El coronel Gerhart, sin embargo, tuvo que admitir que no todo había salido como se esperaba . La misión no había concluido com-pletamente . “Ha habido un error”, dice en su comunicación . “La trescientos cincuenta escuadrilla de bombarderos se ha equivocado sobre Münster, se ha dirigido hacia Enschede, en Holanda . Confundiéndola con la ciudad alemana, ha descargado sobre Enschede su carga . Sorry . Lo sentimos”»2 .

También los civiles de Münster se preguntaron si no habían sido víctimas de algún error . Por lo demás, ya había ocurrido que se les bombardeara por error . La noche del 15 de mayo de 1941 habían caído seis bombas sobre Münster . Los aviones ingleses habían atravesado el Rhin como respuesta al bombardeo alemán sobre Rotterdam; se dirigían a los dieciséis objetivos entre Colonia y Dortmund, pero acabaron desenganchando bombas sobre cualquier lugar en donde una luz indicara la presencia de humanos . Detalles .

Y como estos, muchos otros . También en los relatos de los supervivientes de aquel 10 de octubre, en los testimonios de quienes tenían grabado en los ojos el horror de los montones de cuerpos medio carbonizados, casi un cúmulo de cenizas, descuartizados, amontonados sobre los escombros de la Marienplatz, de Groitgasse… De quienes excavando entre los escombros, tratando de sepa-

1 Bomben auf Münster, preparado por el Museo cívico de Münster, Münster 1983, p . 44 .2 FRIEDRICH, Jörg: La Germania bombardata, la popolazione tedesca sotto gli attacchi alleati 1940-

1945, Milán 2004, p . 200 .

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rar a los muertos de los vivos, se encontraron con el espectáculo sobrecogedor de los amasijos de cadáveres de mujeres y niños sofocados, quemados en los refugios . Como los descritos en las páginas abarrotadas de otros recuerdos: los de los testigos que declararon en el proceso canónico de Clemens August von Galen, el obispo de Münster .

«Cuando se oyeron las sirenas de alarma, el obispo estaba poniéndose los paramentos para bajar a la catedral . No le dio tiempo de bajar hasta el refugio antiaéreo», cuenta el canónigo Alois Schröer . «Las bombas rompedoras alcan-zaron y destruyeron su residencia . Se quedó apretado contra la única pared que quedó en pie»3 . Allí lo encontró su secretario, Heinrich Portmann: «Mientras los aviones seguían sobrevolando la ciudad, vi al reverendísimo monseñor arriba, bajo el cielo abierto entre las ruinas y el humo… estaba milagrosamente ileso . Con dificultad lo ayudé a bajar […] . Más tarde, en el refugio del Colegio Ludgerianum, le informé de la muerte de los fieles… del vicario Emmerich y de las cincuenta y nueve hermanas de la caridad de San Clemente, que habían volado todas juntas al cielo desde su convento, alcanzado por una bomba incen-diaria . Por la noche me pidió que lo acompañara a la catedral . Se quedó allí, inmóvil, frente a aquellos escombros devorados por las llamas . En silencio, lloró4 .

¿No era desde aquella catedral desde donde el «León de Münster» había levantado su voz desenmascarando y condenando los aberrantes crímenes y las infamias del nazismo? ¿Desde donde se había atrevido a atacar frontalmente a Hitler? Nadie en el Tercer Reich se había atrevido a tanto . Hasta el punto de que por su atrevido e indómito valor, apenas un año antes, se había ganado las páginas de The New York Times como «el más encarnecido opositor del régimen nacionalsocialista»5, y sus famosas homilías incluso fueron lanzadas en el cielo de Berlín por la Royal Air Force inglesa . Furioso de odio, Hitler juró que le haría «pagar hasta el último céntimo»6 . Sin embargo, sabía que destruirlo tam-bién habría significado renunciar a toda la Westfalia y decidió aplazarlo todo hasta el final de la guerra . Pero esto pertenecía al pasado .

El 4 de noviembre de 1943 el obispo Von Galen escribe a Pío XII comunicán-dole la catastrófica situación en la que se encontraba la ciudad de Münster y el dolor por las víctimas del bombardeo aliado . «Junto al sufrimiento del pueblo, también la destrucción de las doscientas iglesias de la diócesis le provocaban un profundo dolor y, más que nada, la de la catedral, tanto que no llegó nunca

3 Positio super virtutibus beatificationis et canonizationis servi Dei Clementis Augustini Von Galen, vol . II, Documenta, p . 341 .

4 Ibidem, vol . I, Summarium, p . 625 .5 New York Times, 8 de junio de 1942; cfr . 30Días, n . 8 de 2004, págs . 44 y ss .6 KUROPKA, Joachim: Clemens August Graf Von Galen. Neue Forschungen zum Leben und Wirken des

Bischofs von Münster, Münster 1992, en Positio, op . cit ., vol . II, Documenta, p . 1099 .

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a comprender por qué lo habían hecho los aliados»7, declara en el proceso el sacerdote Theodor Holling .

Lo que Hitler no había conseguido realizar lo hizo el moral bombing . Así había traducido Churchill el concepto de estrategia de la «guerra del aire justa» destinada a «redimir la moral mediante el derrumbe sistemático de la resis-tencia moral de los alemanes»8 . Durante el 43 Münster fue «redimida» por 49 incursiones, a las que se añadirían otras 53 antes del final de la guerra: las más duras fueron las del 30 de septiembre y del 22 de octubre del 44 . Descargaron en total 5 .000 bombas rompedoras y 200 mil incendiarias en una ciudad de 66 .000 habitantes .

7 Positio: op. cit ., vol . I, Summarium, p . 209 .8 WEBSTER, sir charles y FRANKLAND, noble: Strategic Air Offensive Against Germany, 1939-

1945, Londres 1961, vol . V, p . 135 .

El obispo Von Galen, celebra la santa misa ante los restos del altar de la catedral de Colonia bombar-deada y destruida

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Un destino que la unió a muchas otras ciudades alemanas, en aquel delibera-do «enconamiento terapéutico» en la agonía de fuego que llevó a la cancelación de todo el país9 .

Münster, sin embargo, no formó parte de las ciudades privilegiadas por el Bomber Command aliado, sobre las que se pusieron a punto las sofistica-das técnicas del «Maximun use of FIRE», con los efectos especiales de las «Tempestades de fuego» que provocaron su total «desertificación»: ciudades como Potsdam, Lübeck, Hamburgo, Dresden… el orgullo de Arthur Harris, el genio absoluto del moral bombing que había bautizado los éxitos de aniquila-ción alcanzados como «Operación Gomorra» .

Y sin embargo, en Inglaterra, en cuanto el número de las víctimas de estas operaciones alcanzó las cuatro cifras, mientras la inteligencia militar planifica-ba el proceso de «hamburguización» de Alemania, dejó de ser comunicado a la opinión pública . Los ingleses, que habían sufrido las incursiones enemigas sobre Londres, sabían, sin embargo, cuál era el significado de las «operaciones de limpieza practicadas por el Bomber Command»10, y cuando se intensificó el uso estratégico de los bombardeos masivos, tuvo que intervenir el arzobis-po anglicado de York, Cyril Foster Garbett, para desempolvar, una vez más, la definición agustiniana de «guerra justa», para justificar ante los ojos de la opinión pública el imponente despliegue de recursos humanos y económicos .

Pero otro autorizado miembro de la Iglesia anglicana, el obispo de Chichester, George Bell, planteó públicamente otra pregunta: «¿Quién personifica “la Alemania amante de la guerra” y quién, en cambio, es una simple víctima de la “guerra justa” que pretende poner fin a la guerra?»11 .

Y frente a la Cámara de los Lores en gran agitación, Bell proclamó: «Los aliados no pueden comportarse como divinidades que fulminan a los enemigos desde el cielo . Un dios puede desencadenar todas las plagas que quiera porque no está sometido a las leyes, o mejor, representa a la ley . La palabra clave escri-ta en nuestras banderas es derecho . Nosotros, que junto con nuestros aliados somos los libertadores de Europa, hemos de poner nuestra fuerza al servicio del derecho . Y el derecho es contrario al bombardeo de las ciudades enemi-gas, especialmente el bombardeo nutrido» . «Exijo, pues», concluyó, «que se pida explicaciones al gobierno sobre su política de bombardeo de las ciudades enemigas en este momento, sobre todo de las acciones contra los civiles, los

9 «Una prueba de fuego incesante, intensa y duradera, como nunca le había pasado hasta ahora a ningún otro país», como declaró Churchill; cfr . Dokumente deutscher Kriegsschäden, Evakuierte, Kriegsgeschädigte, Wahrungsgeschädigte. Die geschichtliche und rechtliche Entwicklung, preparado por el Bundesminister für Vertriebene, Flüchtlinge, Kriegsgeschädigte, Bonn 1962, supl . n . 2, p . 105; «Una agonía infligida que no conoció tregua y llegó hasta el final, cuando ya todos sabían que la guerra se había perdido, incluso el Führer» (FEST, Joachim: La disfatta. Gli ultimi giorni di Hitler e la fine del Terzo Reich, Milán 2004, p . 12) .

10 GARRETT, stephen a.: Ethics and Airpower in World War II . The British Bombing of German Cities, Nueva York 1997, p . 89-90 .

11 Ibidem: p . 99 .

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no combatientes y los objetivos no militares y no industriales»12 . Era el 11 de febrero de 1943 .

Un año después, el 9 de febrero de 1944, en la Cámara de los Lores, Bell volvió a atacar frontalmente una práctica que cada vez era más devastadora: «Ha de haber proporción entre los medios empleados y el objetivo alcanzado . Borrar del mapa una ciudad entera cae fuera de esta proporción . La cuestión del bombardeo sin límites es de enorme relevancia para la política y la acción del gobierno . Poner al mismo nivel a los asesinos nazis y al pueblo alemán, sobre los que han llevado a cabo todo tipo de desmanes, significa difundir la barbarie»13 . Eran las mismas y valerosas constataciones que, en la otra parte, en la Alemania devastada por el moral bombing, osó pronunciar el obispo Von Galen frente a las Fuerzas aliadas .

Con motivo de la primera peregrinación tras la guerra que hizo la población de Münster el 1 de julio de 1945 al santuario mariano de Telgte, Von Galen hizo públicamente una dura protesta por el comportamiento del gobierno militar aliado, que no había respetar los derechos del pueblo alemán . «Los fieles», ates-tigua Heinrich Portmann, «que hallaron entonces a su gran abogado en medio de las tribulaciones y los sufrimientos, encontraron un benéfico consuelo, pero no así los jefes de las tropas de ocupación, dado que el obispo fue llamado para que rindiera cuentas al comandante militar de Warendorf»14 .

El encuentro está documentado por la declaración del sacerdote Federico Sühling: «El comandante Jackson le pidió al obispo aclaraciones con respecto a las palabras pronunciadas; él respondió firmemente: “Como fuerzas de ocu-pación tienen ustedes también deberes, y si no los cumplen actuaré exactamen-te igual que hice contra las injusticias y la barbarie del nacionalsocialismo” . Mencionó luego algunos puntos que le interesaban particularmente: las agre-siones de obreros extranjeros, especialmente rusos y polacos, y la violencia de las tropas de ocupación contra los civiles . Refiriéndose sobre todo a los casos de violencia, el obispo se irritó sobremanera, dio un puñetazo sobre la mesa y le dijo al intérprete: “Traduzca al pie de la letra lo que acabo de decir” . Tras una larga discusión se llegó a un acuerdo, pero el obispo no cambió ni una coma de su homilía»15 .

Precisamente en Münster, en octubre del 45, Von Galen y el obispo anglicano de Chichester se reunieron en la sede del gobierno militar en presencia del gene-ral de brigada Chadwick Bell, que se hallaba en Alemania como representante de la Iglesia anglicana, expresó su estima y plena sintonía con el obispo alemán, quien «con ardiente amor pastoral se había prodigado a la hora de proteger a su grey» y que no había tenido temor «de llamar al pan, pan, y al vino, vino defen-

12 Ibidem: p . 111 .13 Ibidem: p . 113 .14 Positio, op. cit ., vol . I, Documenta, p . 429-430 .15 Ibidem: pp . 47-48 .

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diendo los derechos de Dios y de la dignidad humana pisoteada, también ahora que el caos y la barbarie se agudizan a causa de los atropellos, los saqueos, las violencias que comenzaron tras la entrada de las tropas aliadas»16 .

El 20 de agosto de 1945 Von Galen había escrito al papa Pacelli: «Incluso los nuevos periódicos alemanes dirigidos por las fuerzas de ocupación han de publicar continuamente declaraciones con las que pretenden achacar a todo el pueblo alemán, incluso a los que nunca comulgaron con las erróneas doctrinas del nacionalsocialismo y hasta se opusieron a ellas según sus medios, una culpa colectiva y la responsabilidad por todos los crímenes cometidos por quienes ocupaban anteriormente el poder» .

Luego constataba amargamente: «Parece que esta disposición de ánimo es el fundamento para justificar las campañas de rapiña y saqueo […] y la despiada-da deportación de la población alemana de su patria» . No se cortaba a la hora de atacar duro: «Es realmente aterrador que el nacionalismo exasperado que culmina en el culto a la raza del nacionalsocialismo domine hoy también entre los vencedores, hasta el punto de que en Potsdam se ha decidido expulsar a toda la población alemana de los territorios asignados a Polonia y a Checoslovaquia y amasarlos en los territorios occidentales . . .»17 .

En la carta siguiente, del 25 de septiembre de 1945, describiéndole también al papa Pacelli «la terrible situación de los territorios ocupados», le suplicaba que interviniera con «una ayuda directa mediante protestas ante las potencias vencedoras»18 .

El 6 de enero del 46 el obispo Von Galen escribe la última carta a Pío XII antes de llegar a Roma para recibir la birreta cardenalicia . Aquel día quiso cele-brar la Epifanía en las ruinas del santuario de Telgte . Con estas palabras cerró la homilía: «Bajo el nazismo dije públicamente, y se lo escribí directamente también a Hitler en el 39, cuando ninguna potencia intervino entonces para obstaculizar sus pretensiones expansionistas: “La justicia es el fundamento del Estado; si la justicia no queda restablecida, entonces nuestro pueblo morirá de putrefacción interna” . Hoy he de decir: si los pueblos no respetan el derecho, entonces no llegará nunca la paz y la concordia entre los pueblos»19 . ■

16 Ibidem: p . 386 .17 Carta de Clemens August Von Galen a Pío XII, véase pág . 62 .18 LöFFLER, peter: Bischof Clemens August Graf Von Galen, Akten, Briefe und Predigten 1933-1946,

vol . II, Mainz 1988, p . 1226 .19 Positio, op. cit ., vol . II, Documenta, p . 623 .

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VITAL CONTRIBUCIÓN DE ESPAñA EN EL TRIUNFO DE LA

REVOLUCIÓN AMERICANArobErT H. THonHoFF*

Ensayo sobre un Capítulo Olvidado de la Historia de la Revolución AmericanaPocos norteamericanos aprecian la magnitud de la participación de España en su Revolución de Independencia . Casi ignorada dicha participación, durante los últimos 200 años, el papel vital de España en la Guerra de Independencia de los Estados Unidos, empieza lentamente a surgir en la conciencia nacional estadounidense .

Al hablar o escribir sobre el tema anterior, nuestros compatriotas lo carac-terizan, generalmente, como algo de poca monta, escasamente digno de ser mencionado .

Investigaciones recientes llevadas a cabo por especialistas han sacado a luz nueva información respecto de la Revolución Americana, misma que había sido literalmente «Barrida bajo el tapete de la historia» por demasiado tiempo . En consecuencia antiguos conceptos empiezan a ser substituidos por la verdad histórica .

Durante los siglos xV, xVi, xVii, xViii, y xix, debemos recordar que España descubrió, exploró, dominó y colonizó el imperio de mayor extensión territorial en la historia del mundo . Sus dominios se extendieron en alderredor del globo e incluyen la mayor parte del hemisferio occidental . En tiempos de la Revolución Americana, España gobernaba o reclamaba para sí todo el territorio de los

* robErT H. THonHoFF de Karnes City, Texas, E .U .A . Pedagogo Retirado, Escritor, Historiador, Antiguo Juez del Condado de Karnes, Texas, y Ex-Presidente de la Asociación Histórica del Estado de Texas . Traducción al Castellano por José Ignacio Vasconcelos y Oliva Fernández-Lana Álvarez .

José iGnacio vasconcElos de México, D .F . Ingeniero Mecánico Electricista Jubilado, Ex-Director de la Formación de Personal de los Ferrocarriles en México y al misma tiempo Consejero de los 10 países de la América del Sur, a través de la Asociación Latino-Americana de Ferrocarriles; Escritor y Propagador de la Cultura Hispánica a Nivel Continental . Fundador de la Agrupación Reyes Católicas con sede en México, D . F .

oliva FErnÁndEz-lana ÁlvarEz de México, D .F . Escritora especializada en temas estéticos de la herencia cultural del Mundo Hispánico, Miembro de Agrupaciones Pro-Hispánicas, tales como: Academia de Hernán Cortés . Frente de Afirmación Hispano Mexicana, A .C ., Centro de Investigación Histórica de los Virreinatos y Coordinadores de Agrupación Reyes Católicos .

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actuales Estados Unidos, al oeste del río Mississippi más el puerto de Nueva Orleans . Este vasto territorio era parte de la Nueva España, la cual se extendía de Centro América a los «hielos árticos» .

De 1776 hasta haber declarado formalmente la guerra a Gran Bretaña en 1779, España, a través de los mercaderes Diego de Gardoqui en Bilbao y Oliver Pollock en Nueva Orleans, en forma encubierta enviaba dinero, mos-quetones, municiones y avíos militares en grandes cantidades como ayuda a los Americanos en su desigual lucha contra Inglaterra, por mucho tiempo enemiga de España y Francia .

Con anterioridad a la declaración de guerra, España disponía de una red de espionaje, mediante observadores a lo largo y ancho de las zonas involucradas para vigilar el curso de la revuelta . Dos observadores situados en Philadelphia, Juan de Miralles y Francisco Rendón, quienes proporcionaban no sólo apoyo moral sino también servían para hacer llegar los suministros de ayuda material enviados por España a los patriotas Americanos, en tanto durara la revolu-ción . En 1781, Rendón ofreció la hospitalidad de su casa al General George Washington durante la visita de navidad de dicho General a Philadelphia .

En 1777, Benjamin Franklin, representante Americano en Francia, destacó a Arthur Lee para que fuera a España, donde Lee contrató secretamente y envió a través de la Compañía Española de José Gardoqui e Hijos, 215 cañones de bronce, 4 .000 tiendas de campaña, 12 .826 granadas, 30 .000 mosquetones, 30 .000 bayonetas, 30 .000 uniformes, 51 .314 balas de mosquetones y 300 .000 libras de pólvora, para ser expedidos desde un barco de un puerto Francés vía Las Bermudas a Boston . Posteriormente en una de sus cartas Franklin agradeció al ministro de Carlos III, el Conde de Aranda, por el envío de 12 .000 mosque-tones remitidos a Boston por España .

De 1776 a 1779, a través del mercader Oliver Pollock en Nuevo Orleans, España concedió créditos a las Colonias Americanas por 7 .944 .906 reales para el envío de toda clase de suministros: uniformes, zapatos, cobertones, alimen-tos, medicinas, plomo, pólvora, mosquetones, yesca, cañones y otros materia-les, que fueron enviados por los ríos Mississippi y Ohio, a las mal provistas tropas de George Washington y George Rogers Clark .

Igualmente importante para la Revolución Americana, fue el control Español de la cuenca del Mississippi a través del puerto de Nuevo Orleans, permitiendo que suministros y comunicaciones pudieran ser enviados por los mencionados ríos . Con el bloqueo Británico de la costa Atlántica, los ríos Mississippi y Ohio sirvieron como una verdadera línea vital a las fuerzas de George Washington y George Rogers Clark . Solamente barcos Españoles, Americanos y Franceses se permitía que usaran el puerto de Nuevo Orleans y la mayor parte de la ayuda recibida por Washington y Clark ingresó por esta puerta trasera .

Después de que España declara formalmente la guerra a Gran Bretaña, el 21 de Junio de 1779, el rey Español Carlos III comisionó al General Bernardo

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de Gálvez, Gobernador de Luisiana, para que condujera una campaña militar contra los Británicos que dominaban puntos estratégicos del golfo . En conse-cuencia procediendo a cumplir órdenes Gálvez organizó una Armada y una Marina, derrotando a los Británicos en las batallas de Manchac, Baton Rouge y Natches en 1779, en Mobile en 1780 y en Pensacola en 1781 . Entre tanto sus fuerzas Españolas protegieron el alto Mississippi y el río Ohio, derrotando a los Británicos en San Luís, Missouri y San José, Michigan, asistiendo a George Rogers Clark en sus batallas de Vincennes (Indiana), Kaskaskia (Illinois) y Cahokia (Illinois) .

En 1782 el Conde de Gálvez volvió a derrotar a los Británicos y logró el control de su base naval de New Providence en Las Bahamas . Los españoles se preparaban para la mayor campa-ña de todas contra Jamaica cuando sus planes fue-ron desviados por las negociacio-nes de España e Inglaterra que culminaron en el Tratado de Paz de París de 1783, con lo que oficialmente terminó la guerra . Al abrir un tercer frente, los españoles eficaz-mente disminuyeron las fuerzas británicas que pudieron haber sido usadas en otras partes .

Para alimentar a las fuerzas españolas, unas 9 .000 cabezas de ganado de Texas procedentes de particulares, misiones y ranchos del valle del río San Antonio, fueron arriados por rancheros texanos y españoles escoltados por soldados hispano-texanos para las tropas del Conde de Gálvez en su campaña de Luisiana a Florida . Además, cientos de caballos fueron enviados para los requerimientos de guerra contra los ingleses .

Al mismo tiempo el Conde de Gálvez contestaba las cartas que recibía de Patrick Henry, Thomas Jefferson, General Charles Henry Lee, Capitán George Morgan y Capitán George Gibson, quienes solicitaban más ayuda; lo que el Conde de Gálvez continuó proveyendo . Es de notar que parte de la flota fran-cesa estuvo bajo del mando del Conde de Gálvez durante los dos meses de sitio de Pensacola, Marzo a Mayo de 1781 . Después de la exitosa batalla que

Ataque de tropas bajo el mando del General Bernardo de Gálvez a las inglesas que controlaban el río Mississippi

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permitió la toma del Fuerte George en Pensacola, Gálvez despidió a la flota francesa y dotándola con 500 .000 pesos oro, con lo cual ésta viajó a lo largo de la costa atlántica hacia la Bahía de Chespeake, llegando en el momento preciso para ayudar a Washington a derrotar a Lord Cornwallis en Yorktown el 19 de Octubre de 1781 .

Un impuesto voluntario de guerra fue recabado de soldados y civiles en Nueva España y Cuba, incluyendo las provincias de California, Nuevo México y Texas partes integrantes de Nueva España en ese tiempo, lo que sirvió para el sostén de los gastos de guerra . Parte de este dinero, según estudios recientes pudo haber sido incluido en los 500 .000 pesos oro que el Comandante espa-ñol Francisco Saavedra recibió de Veracruz, mismos que él a su vez entregó a Chevalier de Monteil quien los hizo llegar al Conde de Grasse, Comandante de la flota francesa en el Caribe, quien usó el dinero para pagar a sus marineros y reaprovisionar sus barcos en la Habana y Guarico en su ruta hacia Yorktown . Otro millón de pesos oro de Veracruz fueron enviados a de Grasse mientras procedía en la ruta hacia la Bahía de Chesapeake .

España no sólo enfrentaba a los británicos en el Norte del Continente Americano sino también en la lejana Filipinas, Galápagos, las islas de Juan Fernández, Honduras, Guatemala, Nicaragua, Bahamas, Jamaica, Menorca y Gibraltar . En tanto que permanecía latente la amenaza de una invasión Hispano-Francesa a Gran Bretaña . Francia lograba dar al conflicto una dimensión mundial al atacar a Inglaterra en la India, La Bahía de Hudson y Sierra Leone, además de en Norte América y las Indias Occidentales .

El Conde de Gálvez tenía bajo de su comando hombres de España, Mallorca, Cuba e Irlanda . De Luisiana reclutó franceses, acadios, germanos, españoles de las Islas Canarias, indios y negros, tanto esclavos como libres . Y alrededor de unos 30 americanos, parte de la marina de Carolina del Sur, unos cuantos texanos pertenecían también a sus tropas . Contaba además con muchos sol-dados y barcos de México (Nueva España) . Uno de sus Generales de mayor rango fue Gerónimo Girón, descendiente de Moctezuma . Su Ayuda de Campo en la Campaña de Pensacola fue Francisco de Miranda el precursor de la Independencia Venezolana .

A voluntarios Norteamericanos se les ofreció refugio, mismo que aceptaron en los puertos de Bilbao, La Coruña, Algerciras y Santa Cruz de Tenerife . El mismo John Paul Jones, utilizó La Coruña como base de operaciones durante 18 meses . Tanto voluntarios americanos como la flota francesa del Caribe, encontraron refugio y provisiones en los puertos españoles de la Habana y Nuevo Orleans . Los puertos franceses de Guarico en Cabo Francés de la Isla Española, fue igualmente un importante refugio para los barcos norteamerica-nos, españoles y franceses .

En su viaje de retorno de España a Nueva España en Octubre de 1784, Gálvez fue acompañado por Diego de Gardoqui, quien iba en camino a Philadelphia

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como primer embajador de España en los Estados Unidos de Norteamérica . En Febrero de 1785, Gálvez estuvo en Savannah y Baltimore, representando a España en las negociaciones relacionadas con límites geográficos con Estados Unidos . Poco tiempo después, en reconocimiento de la ayuda proporcionada por la marina de Carolina del Sur en la invasión de las Bahamas en 1782, el rey Carlos III de España, conociendo el interés de Jorge Washington en la crianza de animales, especialmente la cruza para obtener mulas, ofreció a Washington el obsequio de dos burros para la procreación, en su Rancho de Mount Vernon . El 21 de diciembre de 1785, Washington escribió una carta agradeciendo al Rey por el obsequio de los dos burros .

Al terminar la guerra en 1783, el Conde de Gálvez fue distinguido en el Congreso Americano por su ayuda durante la Guerra de Independencia . De 1785 a 1786, el Conde de Gálvez fungió como Virrey de la Nueva España, muriendo prematuramente a la edad de 40 años y fue sepultado en la ciudad de México el 30 de Noviembre de 1786 .

En 1789 el primer Embajador de España en los Estados Unidos fue Diego de Gardoqui, quien estuvo al lado de George Washington durante su desfile inau-gural en la ciudad de Nueva York, entonces la capital de los Estados Unidos . El Embajador Gardoqui fondeó al bergantín español «Galveztown» en el puerto de Nueva York el cual sirvió como buque insignia del Conde de Gálvez durante la Campaña del Golfo, el único buque que mereció tal distinción entre los navíos de guerra extranjeros . Desde entonces por razones inexplicables, los Estados Unidos parecen haber olvidado no sólo la gran contribución española en la Independencia Americana sino también al gran héroe español de la Revolución Ame-ricana: General Bernardo de Gálvez .

En tiempos más recientes, el 3 de Junio de 1976, con motivo de los doscientos años de la Declaración de Independencia Norteamericana, el Rey Juan Carlos I de España, des-cendiente directo del Rey Carlos III,

Monumento a Bernardo de Galvez que España donó al pueblo de los Estados Unidos de Norteamérica con motivo del doscientos aniversario de la Declaración de Independencia, el 3 de junio de 1976

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donó al pueblo de los Estados Unidos de Norteamérica una estatua ecuestre del General Bernardo de Gálvez como testimonio de que España contribuyó con la sangre de sus soldados a la causa de la Independencia Americana . La estatua se encuentra ubicada en la ciudad de Washington, cerca de la intersección de la avenida Virginia con la calle 21 del sector N .W .

Como dijimos antes: Pocos norteamericanos aprecian la magnitud de la parti-cipación de España en su Revolución de Independencia, participación ignorada durante los últimos 200 años, empieza lentamente a surgir en la conciencia nacional estadounidense, reconociéndose el papel vital de España en la Guerra de Independencia de los Estados Unidos de Norteamérica .

Historiadores de España, México y los Estados Unidos, están actualmente trabajando con gran ahínco, investigando, escribiendo y hablando para disemi-nar información que ha sido «barrido bajo el tapete de la historia», por dema-siado tiempo . En consecuencia es de esperar que España reciba el crédito que merece por la ayuda prestada a los patriotas americanos durante la guerra por su independencia . Y una vez que los americanos se den cuenta cabal de la vida y los hechos del General Español el Conde Bernardo de Gálvez, lo recordarán y honrarán en la misma forma que al General Marqués de Lafayette, al General Rochambeau y al Conde de Grasse de Francia; Barón Von Steuben y Barón DeKalb de Prussia (ahora Alemania); Thaddeus Kosciuszko y Casimiro Pulaski de Polonia .

Este breve ensayo apenas toca la superficie de una historia mucho más larga y detallada que podría ser contada sobre el papel primordial que jugó España en la Independencia Americana . Los mejores libros escritos sobre el tema son: Eric Beerman, España y la Independencia de Estados Unidos (1992), y Thomas E . Chávez, Spain and the Independence of the United States: An Intrinsic Gift (2002), Enumerada en la bibliografía siguiente . Con seguridad estos estupendos libros serán traducidos pronto respectivamente del español al inglés y del inglés al español para que estén disponibles para los lectores de habla inglesa y los de habla española de todo el mundo . Estas y otras publicaciones que se han escrito y aquellas aún por escribir, serán quizás de gran ayuda para fundar el Capítulo Español, porque es evidente que España merece aparecer en la Historia de la Revolución Americana por su participación . ■

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JOSé ANTONIO Y LA SOLEDAD DE ALCUNEZA

Joaquín Albaicín*

Dice el protagonista de La soledad de Alcuneza que en la guerra no sólo rara-mente se sueña, sino que no es bueno hacerlo . Tal como se vive en esta novela de García de Pruneda, la guerra transcurre, sin embargo, en una atmósfera y compás de signo marcadamente oníricos: como del tirón, a lo largo de una sola e interminable noche encarada a lomos de caballos conducidos al paso, ilumi-nada por estrellas fugaces y con las melodías de los moros como banda sonora . ¡Fantasmal columna, la de los brigadistas derrotados! Fantasmal también, la anacrónica carga de caballería… Quizá fuese esa la guerra bajo los luceros con que un día poéticamente soñara y, ya en la prisión de Alicante, se mordiera los nudillos José Antonio Primo de Rivera por no ser capaz de detener, pese a su desesperada propuesta de mediación a Martínez Barrio .

Por su nocturnidad y por la sensación de tiempo como en suspenso que trans-mite –y salvo por las latas de sardinas y el olor a chorizo asado, claro– esta pieza sobre la guerra civil –con ecos de la trilogía carlista de Valle– parece más una pieza de Alexander Lernet-Holenia (de quien, por cierto, Libros del Asteroide acaba de recuperar su magnífico relato El estandarte) que de García Serrano o Sender . Originalmente publicada en 1962, ha sido ahora felizmente desenterra-da del cementerio de los libros, y en su versión íntegra, por un sello sevillano: Renacimiento . Y en Sevilla presentó hace no mucho la editorial Barbarroja –a cielo descubierto, en plena calle Sierpes y en medio de sonada e injustificable polémica– uno de los más comentados títulos de su catálogo: El último José Antonio, de Francisco Torres García .

José Antonio, el Ché, Durruti, Nicolás II y todos aquellos a quienes la pos-teridad decide envolver, tras su muerte, con una aureola mítica, terminan por engrosar las filas más de la leyenda que de esa Historia con mayúsculas de la que se les supone iconos . De ahí que caigan los lustros y no cesen de sucederse los investigadores aplicados a averiguar cómo transcurrieron sus postrerísimos momentos, quién desde «arriba» decidió su asesinato legal, qué ignoto personaje o mano negra falta por situar en la escena de los hechos, en qué armería compró el ejecutor la pistola… José Antonio Martín Otín –con El hombre al que Kipling dijo

* Joaquín albaicín es escritor y periodista .

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sí– y Jeroni Mas Rigo –con sus ensayos en la revista Altar Mayor– han realizado una valiosa contribución en lo que al caso del fundador de la Falange se refiere .

Lo es asimismo el libro de Torres García, profusamente documentado, con bastante información inédita y, desde ya, obra de obligada referencia . Reconozco que tanta documentación me confunde un poco . Gobiernos, partidos y servicios secretos guardan en los archivos los documentos auténticos, sí, pero… también –y en los mismos clasificadores– las fabricaciones elaboradas con fines de desinformación . En cuanto a los recuerdos y deposiciones de testigos oculares, influidos siempre por el miedo, el odio, la distancia temporal y ni si se sabe cuántos factores más, conceder valor al de uno en detrimento del de otro suele ser una exclusiva cuestión de intuición, preferencia personal u olfato . Además, y, por mucho que guste hablar de memoria histórica, hay lances sobre los que, quienes en ellos se vieron implicados, prefirieron siempre –por distintas razones– tender velos muy difíciles de descorrer a estas alturas .

Como ya se nos ha contado casi hasta en qué exacto rincón de la maleta guardó José Antonio la brocha de afeitar, confieso que lo que más ha despertado mi curio-sidad en este libro han sido las aportaciones documentales de su autor acerca de las muchas reticencias mostradas por Franco para sumarse a la sublevación . Quizá no supongan una novedad para los estudiosos de la figura del general, pero a mí, que no lo soy, me han sorprendido, por cuanto presentan un perfil del supuesto único culpable de la guerra civil que en verdad invita a la meditación .

El libro aborda también el tema de la vida amorosa de José Antonio, en la que incidiera ya –siguiendo a Martín Otín– otro investigador reciente: José María Zavala . Diré, si se me permite, y así doy –de paso– pie a que alguien se anime a emprender una nueva pesquisa en busca de la servilleta donde escribió José Antonio su último e inédito pareado, que la verdadera «bomba» en ese ámbito aún no ha sido revelada . Algún día se podrá contar . Cuando haya pasado más tiempo y ya no se pueda probar que se trate de algo más que una leyenda . Y es mejor así . Porque leyenda –que no historia– es ya aquel hombre al que supuestamente todos –amigos y enemigos– se desvivían por salvar del pelotón de fusilamiento, pero cuando –acordándose de Carmen Werner y de, seguramente, algún otro amor– escribió el canto a la reconciliación que fue su testamento, lo mismo que cuando salió al patio donde le aguardaban los fusiles, estaba solo, como el Alcuneza que, en la novela, cabalga bajo los luceros en una noche eterna cuyo amanecer, apenas entrevisto, siempre es fugaz y, casi de estricta observancia, frío . ■

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LIBROSFALANGISTAS CONTRA EL CAUDILLO Editorial Sepha, 2007Gustavo Morales

El de la Falange es hoy, a buen seguro, un mundo de imágenes e ideas presente en las reflexiones cotidianas de un cortísimo número de españoles jóvenes . Sin embargo, dejó tan importante poso sentimental en la memoria colectiva de dos generaciones que, pese a su nula pujanza en los comicios, todavía durante los primeros años de la Transición era frecuente ver aflo-rar, en las páginas de la prensa, la polémica en torno a si el de Franco había sido un régimen falangista o únicamente se valió de la simbología y una cierta retó-rica propagandística para decorar con ellas un Estado nacional-católico .

El autor de este libro se cuenta entre los sustentado-res de esa segunda visión, que es la que –pienso que con inusual tardanza– está poco a poco erigiéndose en predominante entre los historiadores . De ahí que haya acometido la labor de presentar una panorámica en detalle sobre las múlti-ples actitudes disidentes que, ya durante la guerra civil, enfrentaron a bastantes falangistas con el aparato franquista, así como la historia del partido –FE de las JONS (Auténtica)– que, desaparecido Franco, quiso erigirse en continuador histórico de aquellos azules rebeldes a su liderazgo .

El 18 de julio de 1936, Falange Española era una organización que apenas podía presumir de unos tres años de existencia y con un programa necesaria-mente ayuno de concreción en bastantes aspectos teóricos y prácticos . Su mili-tancia no debía sobrepasar los cinco o siete mil afiliados (fundamentalmente, estudiantes universitarios, campesinos, intelectuales y pequeños núcleos de obreros urbanos) . Nunca dispuso de los medios precisos para hacer llegar su mensaje a amplias capas de población . Y resulta, desde la distancia temporal, imposible de determinar la cuantía de los simpatizantes sin carné que pudieran sentirse atraídos por la popularidad personal de José Antonio Primo de Rivera .

Sin embargo, con el estallido de la guerra, y mientras sus principales hombres mueren en el frente o los paredones, miles y miles de personas se incorporan en tropel al pequeño partido . Unos, son oportunistas y figurones a busca de un

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cargo . Otros, llegan convencidos –de un modo muy emotivo y vago– de que ahí está el futuro . Otros, buscan salvar la vida . De la noche a la mañana, la Falange se transforma en una organización de masas, y, a poco que sus mandos hubieran mostrado algo de cabeza y olfato, podría haberse convertido en la fuerza de más peso político en la zona nacional y, después, en el régimen de Franco .

La impresión extraída de la lectura de este libro es que, si esto no sucedió, debiose solo a las luchas intestinas desatadas entre ellos, y más por razones de orden personal que político . ¿De qué otro modo explicar que los falangistas «antifranquistas» que instan a Hedilla a no aceptar los cargos ofrecidos por Franco… corran a abrazar a éste y ocupar los susodichos –y, de ser posible, alguno más– apenas Hedilla, precisamente por seguir su consejo, acaba en chirona? Todo indica que, si Franco no desató en 1937 una represión contra la Falange similar a la aplicada por el gobierno republicano contra el POUM, fue por el mero hecho de darse muy pronto cuenta de que los «revolucionarios» azules resultaban muy sencillos de contentar con un puesto oficial y de que los verdaderos díscolos eran elementos aislados, sin carisma ni peso específico real en una Falange de aluvión compuesta, sobre todo, por recién llegados . La misma estrategia continuó tras la guerra: las cartas de indignada protesta de falangistas prominentes eran acalladas con concesiones de cargos desde los que los «rebeldes» procuraban aplicar lo que, dadas las circunstancias, pudieran… y desde donde raramente volvían a mencionar la «revolución pendiente» .

En general, y como apunta Morales: «Las disidencias habrían sido espon-táneas, con más sentimiento que raciocinio» . Creemos que le asiste también la razón al subrayar cómo, pese al posibilismo subyacente en tales actitudes, a aquellos falangistas «colaboracionistas» –la mayoría– les son atribuibles iniciativas –la Seguridad Social, las pensiones, el Seguro de Enfermedad, las Universidades Obreras…– que mejoraron de modo sustancial tanto la situación jurídica como la calidad de vida de las masas trabajadoras, así como en su planteamiento de que bajo el paraguas del régimen de Franco, que algunos pre-sentan como un bloque monolítico y carente de matices, coexistieron banderías políticas diversas, entre las que la Falange, sin ser la más influyente, se mostró muy capaz en el terreno especifico que, durante unos años decisivos para el desarrollo económico de España, le fue asignado, el sindical, donde llevó a cabo importantes realizaciones: las que –siempre y cuando sus medidas no conmo-vieran las bases del sistema capitalista– le fueron permitidas .

Bastantes falangistas de viejo o reciente cuño fueron, es cierto, ejecutados ya en la guerra, en zona nacional, como consecuencia de sus tensas relaciones con los militares Hedilla, Perales, Ridruejo y otros intervinieron para evitar o detener los fusilamientos de izquierdistas en la retaguardia . Las propuestas pre-sentadas por los falangistas, ya en 1938, desde el Ministerio de Organización y Acción Sindical fueron consideradas tan anticapitalistas y alarmaron hasta tal punto a Franco que… eliminó de un plumazo el Ministerio del organigrama del

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Estado . Ahí están –y Morales las trae a colación– las represalias y condenas sufridas por Perales, Ridruejo, Eduardo Ezquer, Hedilla, Gerardo Salvador Merino… o el desencanto ahogado en la División Azul por Gaceo, Sotomayor y Guitarte . Y, para quienes no fueron a Rusia y resultaron incómodos, menu-dearon los confinamientos, detenciones periódicas y semi-destierros (o sin el semi) . Con la gazuza arreciando, la cabeza de alguno fue sacrificada –en sen-tido literal– en aras de no alterar el equilibrio entre las distintas «familias» del régimen . En el caso de otros, no es fácil discernir hasta qué grado los trasfondos políticos no se entremezclaban –en la España de Surcos de Nieves Conde– con actividades menos altruistas .

Pero, sostener –como hace el autor– la existencia, ya en 1940, de una Falange clandestina y paralela a la oficial que, más allá de la discrepancia política, pre-tendió combatir al régimen de Franco de modo organizado y activo, llegando incluso a considerar la posibilidad de asesinar al Jefe del Estado durante su asis-tencia a una representación de Las Mocedades del Cid en el Teatro Español… Lo cierto es que, en los ambientes del radicalismo político, la hipótesis resulta tan disparatada como probable . Otra cosa es que, desde nuestro humilde punto de vista, demostrarlo resulte tarea en extremo ardua . Cierto que existen –y Morales los cita– documentos policiales de entonces alertando sobre las reu-niones de esa Falange clandestina, pero… en un régimen animado por el celo represivo del franquista de 1942, ¿dónde cae la frontera entre una conspiración real y una tertulia de amigos en la que, simplemente, son expresadas opiniones adversas a la política del gobierno? ¿Hasta qué punto puede considerarse que Rodríguez Tarduchy, supuesto líder de esa Falange de las catacumbas, a quien Ledesma Ramos recordaba como uno de los elementos más carcas y ultramon-tanos de la Falange originaria, se sintiera incómodo con –o traicionado por– el nacional-catolicismo franquista?

Siempre es citado, como caso paradigmático, el fusilamiento en 1942 de Pérez de Cabo . Oficialmente, fue condenado por especular con alimentos . En cambio, para la historia apócrifa de la Falange, se trataba de eliminar a un importante activista de la resistencia secreta . ¿Quién dice la verdad? ¿Manipularon los tribunales franquistas la historia de un hombre a quien con-venía fusilar, presentándolo como un delincuente común? ¿O manipularon los «falangistas auténticos» la historia de un individuo acuciado –como tantos en la época– por el hambre o la ambición, convirtiéndolo en un mártir literario de la «revolución pendiente»? Dudo que se sepa nunca la respuesta .

De hecho, Morales se detiene en cierto curioso proyecto de infiltración de la Falange en los sindicatos mexicanos, expuesto por Pérez de Cabo a Fernández-Cuesta poco antes de su fin, y que invita a preguntarse en cuántos fregados –y molestos para cuánta gente, empezando por la policía, a menudo implicada en el estraperlo– pudiera andar envuelto Pérez de Cabo . ¿De dónde salió Pérez de Cabo ya antes de la guerra, cuando, sin ni siquiera ser falangista, se puso

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en contacto con José Antonio para escribir el primer libro sobre el pequeño partido?

Creo que sólo en caso de existir algo parecido a una autobiografía de Narciso Perales, que fue la principal figura de referencia de la disidencia falangista durante el franquismo, podría hallarse respuesta a algunos de estos interrogan-tes . Y no tengo ni idea de si tales papeles existen o no .

Joaquín Albaicín

ME HALLARá LA MUERTEEdiciones Destino . Barcelona, 2012, 589 pág .Juan Manuel de Prada

He de confesar que no soy un experimentado lector de Juan Manuel de Prada, no sé si por aquello de la quí-mica, porque no suelo leer los libros que en los grandes almacenes se presentan en voluminosos rimeros por influjo de un poderoso marketing, o por qué otra causa .

Pero el título de este volumen, Me hallará la muer-te, atrajo mi atención y, a pesar de corresponder a un volumen de casi seiscientas páginas –me pregunto, ¿no se podrá desarrollar la acción de una novela en la mitad de páginas? ¿O será porque los derechos de autor se valoran en función del número de páginas?–, me decidí a intentar su lectura .

Las primeras cien páginas las fui leyendo a trompi-cones, pues no me seducía el interés de la intriga . Con los calores de agosto decidí terminarlo sin que, al finalizar la última página, pudiera manifestar excesivo entusiasmo como prometían los apologetas de la obra .

Mas no van por ahí mis comentarios, sino porque, yo que viví los años en los que el autor sitúa la acción, no reconozco la España que retrata en la forma que con gran desparpajo lo hace .

En aquella primera España que él recuerda a través de las andanzas con el abuelo –¡qué obsesión por los abuelos con olvido absoluto de los padres– no se recuerda nada aquello en lo que estaban empeñados los españoles por sacar adelante al país de la ruina en la que había sido sumido por la guerra –ima-ginamos que incluso su abuelo y su padre estarían en la tarea–, pasando de puntillas, como la mayoría de los españoles que lo vivieron –mirando hoy para otra parte–, o nacieron durante o después disfrutando ya de las realizaciones conseguidas por más de una generación, trayendo a colación el estraperlo pero no los pantanos construidos o la legislación social promulgada, por ejemplo; un

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olvido que resulta imperdonable en quien, como él ha manifestado en más de una entrevista, se documentó profundamente; sacando a relucir a chupópteros, hijos de papá, enchufados, meapilas, toreros… y hasta a la pobre Ava Gardner como máximo exponente de la porquería que España recibía como turistas de tronío . Tantas páginas desaprovechadas para, ya que intenta retratar la España de una época, hiciera una semblanza de que, a pesar de la existencia de tantos truhanes, no eran pocos los avances experimentados por el país en su camino hacia la modernidad y la creación de una amplia clase media hasta entonces inexistente .

Y, para terminar, es imprescindible manifestar que resulta indecente presen-tar una División Azul con los tipos marginales que lo hace el autor, que seguro existieron, pero que no dejan de ser una anécdota dentro de lo que fue y supuso el nutrido ramillete de jóvenes henchidos de entrega y sacrificio que fueron a luchar contra el comunismo y que eran parte de la mejor juventud de España en aquel momento .

Digamos que el autor, en esta novela de título prestado, se ha valido de lo peor de unos años de trabajo y sacrificio de los españoles –insistimos, entre los que suponemos a su abuelo y padre–, para situar a su personaje en un mundo que él refleja como si fuera el normal y generalizado de la época . Y no fue así . Por lo que hemos de sentirnos ofendidos quienes participamos de una u otra forma en la tarea que, sin su personal esfuerzo, se encontró cuando llegó a la Universidad, o antes cuando arribó a Zamora procedente de Basauri . Y no digamos lo contentos que estarán, allá en los luceros, quienes dejaron su vida en las estepas de Rusia, con un valor y heroísmo reconocido hasta por los propios rusos con actos y monumentos, mientras los españoles, y un escritor de moda entre ellos, ignoran, e incluso los denigran, por su entrega generosa . ¡Qué país, Miquelarena!

Que Dios perdone a los olvidadizos, y también a los ponzoñosos y malévolos .E. álvarez

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Cabeza de Caballo del paleolítico en la cueva de Tito Bustillo. Asturias

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