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Número 10 Febrero/Marzo 2004 Ellas reciben la bendición del Papa Ellas reciben la bendición del Papa

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Page 1: Número 10 Ellas reciben la bendición del PapaCanto de Simeón, Lucas 2, 29-32 A. HERALDOS DEL EVANGELIO Asociación privada internacional de fieles de derecho pontificio Ano I, nº

Número 10Febrero/Marzo

2004

Ellas reciben la bendición del Papa

Ellas reciben la bendición del Papa

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Presentación del Niño Jesús, iglesia de Santa

Maria Formosa - Venecia, Italia

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hora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para

iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel.Canto de Simeón, Lucas 2, 29-32

AAhora, Señor, puedes, según tu palabra, dejar que tu siervo se vaya en paz; porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para

iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel.Canto de Simeón, Lucas 2, 29-32

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HERALDOS DEL EVANGELIO

Asociación privada internacional de fieles de derecho pontificio

Ano I, nº 10, Febrero - Marzo 2004

Revista de los

Sumario

Escriben los lectores ..................................................................................................................... 4Editorial .......................................................................................................................................... 5El sermón de la Montaña ............................................................................................................ 6Finalidad de la Música Sacra: Gloria de Dios y Santificación de los fieles ........... 14Rumbo al Reino de María ....................................................................................................... 18El hombre a quien Dios quiso llamar "Padre" ................................................................... 22Heraldos en el Mundo ............................................................................................................... 26La mejor noche que tuve en Roma ......................................................................................... 34Una obra nacida a los pies del Santísimo Sacramento .................................................. 38¿Buen o mal ladrón? .................................................................................................................. 40Tartaleta del Sagrado Corazón ............................................................................................... 44Lourdes y el Santo Rosario ...................................................................................................... 45Tan sólo tres ducados ................................................................................................................ 48Majestuoso joyero para el Sacramento de Amor................................................................ 50

Director Responsable: Pablo Beorlegui V. · Edita: Editorial Apóstol San-tiago S.A. Américo Vespucio Sur 268 D Las Condes, Santiago de Chile

Suscripciones Tel. (56 2) 207 54 53 Fax 207 55 78E-mail: [email protected]

ISSN:0717-7690 Imprime: QWCh

Bolivia: La Paz Av. H. Siles 5054 Tel. // Fax: (591-2) 278 60 62

Santa Cruz de la Sierra Mapajos 2300Tel. // Fax: (591-3) 34 80 088

Chile: Santiago Casilla 13188 Correo 21Tel. (2) 207 54 53 // Fax: 207 55 78

Colombia: Bogotá Calle 75 N° 11-87 Tel. (57 1) 5948686 // 5948682

Costa Rica: San José Barrio La Guaria de Moravia. De la entrada principal del Club

La Guaria 200 oeste y 75 sur. Tel. (506) 235 54 10 // Fax (506) 235 96 67Ecuador: Quito Urbanización Campo

Alegre - Calle Picaflor 903 Tel. (593 2) 44 25 85 //Fax (593 2) 25 88 40España:Madrid Calle Cinca, 17 CP 28002

Tel: 91 563 7632Estados Unidos:Miami: 4425 SW 88

Avenue Florida 33165Tel. (305) 480 05 69 // Fax: (305) 480 19 17

Los Angeles: 805 Novelda RdAlhambra, CA, 91801

Tel. (626) 458 33 24El Salvador: San Salvador Calle 2

Casa 33 Lomas de S. Francisco Tel. (503) 257 0840

Guatemala: Ciudad de Guatemala 15ª Av., nº 17-29 Zona 10

Tel. (502) 368 00 61 // 367 69 67 Honduras: Comayagua Apartado de

Correos 353 Tel. (504) 772 11 78México: Ciudad de México Horacio 1719

PH. 1302 Col. Polanco CP. 11510Tel. (52 55) 52 80 33 84

Nicaragua: Managua Del restaurante La Maseillaise media cuadra al Este Reparto

Los Robles Tel: 277-0110Paraguay: Asunción

Capitán Cañizá, 1123 Seminario Tel. (595 981) 21 34 87

Perú: Lima La Niña 272 Chacarilla del Estanque Surco - 33

Tel. (51 1) 372 25 40 // Fax (51 1) 372 71 04 Rep. Dominicana: Santo Domingo

Lorenzo Despradel nº 59 La CastellanaTel. (1 809) 227 72 65

Los artículos de esta revista podrán ser reproducidos, indicando su fuente y enviando una copia a la redacción. El contenido de los artículos es responsa-

bilidad de los respectivos autores.

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Canadá - Toronto: ceremonia de recepción de hábito de los Heraldos en la Basílica de San Pablo. Las jóvenes aspirantes rezan la Consagración a la Virgen

antes de ser revestidas del hábito (pp. 28-29)

Portada: La Vice-Presidente General

de los Heraldos del Evangelio, Mariana Morazzani, recibe

la bendición del Papa en la

audiencia del 19 de noviembre.

(Foto:L’Osservatore Romano)

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ESCRIBEN LOS LECTORESESCRIBEN LOS LECTORES

4 HERALDOS DEL EVANGELIO · Febrero-Marzo 2004

TÓNICO DE CATOLICISMO

Soy lector permanente de esta publicación, que me “conquistó” desde el primer ejemplar.

Más que felicitarlos, alentarlos o hacer cualquier observación, quiero agradecerles la posibilidad de recibir en sus páginas una “co-rriente de aire fresco” en la rutina doméstica.

Quizá se encuentren ustedes tan habituados a las maravillas con que conviven (su forma de vida, sus trajes, sus ceremonias), que no mi-den justamente el impacto enorme de su presencia. ¡Son un tónico de catolicismo!

Por encima de todo, gracias a Dios y a su Madre por darnos, a través de los Heraldos, el ánimo y el empuje para seguir enorgulle-ciéndonos de ser cristianos en el siglo XXI.

Javier Torres F. (Santiago de Chile)

LA MEJOR NOTA

Felicitaciones por su hermosa revista, que comencé a recibir hace cuatro meses.

Sus articulistas tienen una apa-sionante capacidad para abordar los asuntos desde los ángulos más distintos, incluso sorprendentes, pero siempre con gran acierto.

La mejor calificación la merece el Sr. Presidente de los Heraldos, don João Clá, cuyo conocimiento y unción para hablar de los evan-gelios, la Iglesia, etc., llega a lo profundo del corazón... y la con-ciencia. Algo muy señalado en los movimientos laicales.

Reiterando mi aplauso y mis mejores votos para esta Asociación ejemplar, me despido rogando a Dios que les bendiga.

Josefina Lineros

EL MEJOR PESEBRE

Gracias a la invitación que in-cluyeron en la revista, tuve la opor-tunidad de visitar, o mejor dicho, “presenciar” el fantástico pesebre que hicieron en su casa central.

Me causó una gran impresión ver el trabajo acumulado que esta-ba por todas partes, especialmente en los detalles, el cuidado de la ambientación, etc. Gracias de todo corazón. La historia del Pesebre que escuchamos esa tarde con mi familia nos “evangelizó” a todos, por así decir. Nos dejó muy claro cuál era el auténtico sentido de la Navidad. Fue de lejos el mejor pe-sebre que haya visto.

No se desanimen en hacer ese tipo de obras, ya que calan muy hondo en los corazones.

Beatriz Llanos

MARAVILLA DEL GREGORIANO

Dos Heraldos del Evangelio visi-taron mi casa hace un corto tiempo, trayendo consigo la bendita imagen de la Virgen de Fátima.

Aparte de suscribirme a la revis-ta, que me interesó muy vivamente, recibí de regalo un CD con la más hermosa selección de cantos gre-gorianos. Fue algo celestial: cada vez que necesito un momento de tranquilidad, o recuperar la paz

perdida, escucho alguno de esos himnos y me siento renovada.

Por otra parte, la revista no me decepcionó para nada, todo lo con-trario, es estupenda en su conteni-do y en su presentación.

Creo que va mejorando con cada número.

Descubrí a los “Heraldos” en esa oportunidad y hasta ahora no dejo de maravillarme con la cantidad de obras que sostienen y desarrollan en el seno de la Iglesia.

Muchas gracias por todo eso.

Verónica Díaz

APOYO EN MOMENTOS DIFÍCILES

Me siento obligado a agradecer el enorme apoyo que su revista me ha dado en medio de difíciles circunstancias personales que tuve que atravesar el último tiempo.

La sabiduría cristiana de los artí-culos me ha entregado la fuerza y la lucidez para enfrentar situaciones penosas, sin dejarme caer en el pe-simismo o en la amargura.

A través de sus artículos he po-dido apreciar qué vivo se mantiene el Evangelio en los días de hoy.

Pero más que la letra, lo he podido constatar cuando los veo a ustedes en las ceremonias que lle-van a cabo, ya sea en los primeros sábados de mes como en las demás.

Algo supe de unos CD que us-tedes editaron y que envían por correo; les agradecería que me informaran sobre ellos para adqui-rirlos. Gracias de antemano

Andrés Ramírez

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EditorialEditorial

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UNNUEVO

AÑO

Febrero-Marzo 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 5

os Ángeles hilan hipótesis y hacen consideraciones sobre el futuro; los hombres, en general, ansían también saber cómo será el día de mañana. Para Dios, entre tanto, no existen incógnitas. Nada sucede sin que Él ya lo conozca desde toda la eternidad. Toda la Historia se encuentra ante

Él como un perpetuo presente.¿Por qué Dios no nos revela en detalle ese conocimiento exacto del

porvenir?Entre otras razones, para mantenernos en estado de vigilancia: “En

cuanto al día y la hora, nadie lo sabe, ni los ángeles del Cielo, ni el Hijo, solamente el Padre. ¡Estad alerta! Vigilad porque no sabéis cuando será el momento” (Mc 13, 32-33). Si el hombre tuviese conocimiento del día y hora de su propia muerte, por ejemplo, correría el grave riesgo de relajar su comportamiento a lo largo de la existencia, dejando para el último instante su conversión… esperanza muchas veces ilusoria, pues generalmente se cumple el viejo aforismo: Qualis vita, finis ita – como fue la vida, así será la muerte.

Además el hecho de que el hombre conozca el futuro podría ser considerado una realización de la mentira de la serpiente a Eva en el Paraíso: “Seréis como dioses” (Gn 3, 5). Tal prerrogativa haría crecer irresistiblemente la inclinación de la humanidad a establecer un gobier-no independiente del Creador.

En el crepúsculo de todo año nuevo surge dentro de nuestros cora-zones la incógnita de cómo será el desarrollo de los acontecimientos a lo largo de los siguientes 365 días. ¿Moriremos en ese período? ¿Cómo le ira a mi familia, mis negocios, mi salud, o inclusive mis relaciones so-ciales? ¿Habrá alguna nación o pueblo que pueda confiar plenamente en su estabilidad? Aún más en esta era invadida de amenazas y acciones del terrorismo internacional —con bombas nucleares esparcidas por todo el orbe, y en la cual Dios y la moral van siendo cada vez más ofen-didos y desafiados— , ¿con base en qué elementos se puede prever de manera segura el rumbo del acontecer humano?

Entre tanto, para el hombre de Fe, hay una luz que no se apaga: La Iglesia es inmortal. “Las puertas del infierno no prevalecerán contra Ella” (Mt 16, 18). Cimentada en esa promesa del Divino Salvador, sean cua-les fueren los acontecimientos, Ella no sólo no morirá nunca, sino que producirá nuevos y bellos frutos hasta el fin del mundo.

También con la vista puesta en esa categórica promesa del Redentor, deseamos a nuestros lectores un 2004 pleno de la convicción de que la Iglesia es inconmovible, la Iglesia es inmortal.N

UNNUEVO

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6 HERALDOS DEL EVANGELIO · Febrero-Marzo 2004

João Scognamiglio Clá DiasPresidente General

COMENTARIO AL EVANGELIOS

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El Sermón de la MontañaEl Sermón de la MontañaLas Bienaventuranzas enunciadas por Jesús cambiaron el curso de la Historia y marcaron el inicio de una nueva era: el Cristianismo. De ese modo la crueldad del mundo pagano fue herida de muerte. Y la doctrina de la obediencia a la Ley se refinó hasta un grado sublime: la práctica del amor y el deseo de santificación. En este artículo, el lector encontrará uno de los fundamentos del carisma de los Heraldos del Evangelio.

17 En aquel tiempo, Jesús descen-dió del monte con sus discípulos y sus apóstoles y se detuvo en un llano. Allí se encontraba mucha gente, que había venido tanto de Judea y de Jerusalén, como de la costa de Tiro y de Sidón.20 Mirando entonces a sus discípulos, Jesús les dijo: “Bienaventurados ustedes los pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios. 21Bienaventurados ustedes los que ahora tienen hambre, porque serán saciados. Bienaventurados ustedes los que ahora lloran, porque al fin reirán. 22 Bienaventurados serán ustedes cuando los hombres los aborrez-

can y los expulsen de entre ellos, y cuando los insulten y maldigan por causa del Hijo del Hombre. 23 Alégrense ese día y salten de gozo, porque su recompensa será grande en el Cielo. Pues así trataron sus padres a los profetas. 24 “Pero, ¡ay de ustedes, los ricos, porque ya tienen ahora su con-suelo! 25 ¡Ay de ustedes, los que se hartan ahora, porque después tendrán hambre! ¡Ay de ustedes, los que ríen ahora, porque llo-rarán de pena! 26 ¡Ay de ustedes, cuando todo el mundo los alabe, porque de ese modo trataron sus padres a los falsos profetas!”(Lc 6, 17. 20-26)

Las Bienaventuranzas cambiaron el curso de la Historia (Jesús Bendicendo, Iglesia de Saint Séverin, Paris)

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Febrero-Marzo 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 7

I – DIVINA PREPARACIÓN PARA LA EXPOSICIÓN DE LA

DOCTRINA

Primera etapa de la formación: la convivencia

A pesar de no estar dotados de razón y, por lo tanto, incapaces de entender una doctrina, los animales aprenden como si tuviesen una es-cuela de aprendizaje. Existe entre ellos un fuerte relacionamiento instintivo, por el cual unos trans-fieren a los otros las experiencias adquiridas.

Por ejemplo, en un determinado momento, el águila comienza a entrenar a sus crías lanzándolas en las primeras tentativas de vuelo; la leona transmite a sus cachorros lec-ciones prácticas de caza; y los insec-tos son blanco del instinto materno de la gallina, cuando estimula a sus pollitos a encontrar alimentos.

En un plano superior, esto ocu-rre también con el hombre, ser inte-ligente y poseedor de un noble ins-tinto de sociabilidad. En los brazos de la madre, el niño recibe las pri-meras lecciones: en el modo de ser abrazado, besado, acariciado... él va adquiriendo las primeras nociones sobre la convivencia social. Des-pués, en el trato con los hermanos y parientes más cercanos, observando sus modales y costumbres, asimilará el estilo propio de su familia. Y sólo mucho más tarde llegará la ocasión propicia para una formación doctri-nal y metódica.

Así también procedió Jesús con sus Apóstoles y su pueblo.

Los primeros pasos para la fundación de la Iglesia

Ya había el Salvador predicado en las sinagogas de la Galilea, “y era aclamado por todos” (Lc 4, 15); multiplicaba maravillas por donde pasaba, expulsaba los demonios de los posesos al punto de levantar la

interrogación: “Manda con poder y autoridad a los espíritus inmundos, ¿y ellos salen?” (Lc. 4, 36); curó a la suegra de Pedro y un incontable número de otros enfermos (Lc. 4, 38-41); realizó la inolvidable pesca

milagrosa (Lc. 5, 1-7); quebrando todos los padrones multiseculares, tocó a un leproso, dejándolo sano (Lc. 5, 12-14); y perdonaba los pecados (Lc. 5, 18-20). Así, debido a un convivio que se volvió asiduo, todos estaban conquistados por la ejemplaridad de Jesús en sus míni-mos detalles.

Con la elección de los doce Apóstoles, Jesús concluyó con llave de oro la primera fase de sus ense-ñanzas. Su predicación y proceder eran inéditos para la psicología y mentalidad de los pueblos de la Antigüedad.Tanto los judíos comu-

nes, como los propios Apóstoles estaban maravillados, pero había llegado el momento de exponer su doctrina de modo claro, metódico y sintético, con el propósito de confe-rir bases lógicas a todas sus acciones y enseñanzas.

Es en esa secuencia que donde se inserta el Sermón de la Montaña.

Con mucha propiedad, a ese respecto se expresa Fillion: “La institución del Colegio Apostólico y el Sermón de la Montaña son hechos conexos y ambos tienen un elevadí-simo significado en la vida de Jesús. Con razón son considerados como los primeros pasos para la fundación de la Iglesia. Con la elección de los Apóstoles, Jesús buscaba auxiliares y preparaba continuadores oficiales; al pronunciar su gran discurso, pro-mulgaba lo que expresivamente se ha llamado la Carta del Reino de los Cielos.” (1)

Además, dada e l p rogres i vo disenso entre Él, los escribas y far i seos , se hacía oportuna

Entre los animales existe una fuerte relación instintiva, por el que unos transfieren a otros las experiencias adquiridas. En determinado momento,

el águila y la leona comienzan a entrenar a sus cachorros para la caza

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Los niños, y has-ta los cachorros de los animales,

aprenden sus pri-meras lecciones por el convivivir

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8 HERALDOS DEL EVANGELIO · Febrero-Marzo 2004

una definición del programa, para así cumplir la profecía del Viejo Simeón: “He aquí que este Niño está puesto para ruina y resurrección de muchos en Israel y para ser señal de contradicción.” (Lc. 2, 34)

II – LA MAYOR PARADOJA DE LA HISTORIA

Antes que entremos a profundi-zar los análisis de las Bienaventu-ranzas, consideremos la gran para-doja que representó, para la época, el Sermón de la Montaña.

Los antiguos griegos acostum-braban llamar paradoja el enuncia-do (moral o doctrinal) que contra-riase la opinión pública común y corriente. Y autores de gran fama afirman que ese Sermón fue la más contundente, amplia y radical para-doja habida hasta entonces.

Para que mejor comprendamos cuánto golpeó Jesús los fundamen-tos del paganismo en la gentilidad y algunos desvíos introducidos en las costumbres del propio pueblo elec-to, recordemos en rápidas pincela-das cual era el cuadro social de la Antigüedad, al iniciar el Redentor su vida pública.

Las costumbres de la Antigüedad

Fácilmente se pueden llenar páginas y páginas con hechos de-mostrativos de la degradación del mundo antes de Jesucristo. Limité-monos a algunos datos otorgados por el conceptuado historiador J. B. Weiss. (2)

Dice él: “En toda la Antigüedad, la mujer es vista como un ser inferior. Su valor es, según Aristóteles, poco diferente al de un esclavo. Siempre está sometida a la tutela del padre o del esposo (...) el marido tenía sobre ella derecho de vida y de muerte”.

Y continúa: “El padre era, no sólo el jefe, sino que el déspota de la familia, y el hijo era su propiedad absoluta: podía venderlo hasta tres

veces, podía matarlo (...) El niño re-cién nacido era presentado al padre; si éste lo levantase, sería criado; si lo dejase en el suelo, sería abandonado, (...) sería lanzado al agua o tirado a las fieras en el bosque. En la mejor de las hipótesis, quedaría expuesto en lugares públicos, a la disposición de quien quisiese educarlo para la esclavitud o la prostitución.”

No era mayor el valor atribuido a la vida del pobre: “El egoísmo llevó al mundo antiguo a despreciar la pobreza.(...) Platón opina que no es necesario preocuparse con el po-bre si se enferma, pues, al no poder trabajar más, su vida no sirve para otra cosa”.

En cuanto a los esclavos —¡más de un millón sólo en Roma!— éstos no tenían derecho alguno, podían ser tratados como míseros zapatos viejos. “El romano (...) clasificaba así los instrumentos: ‘unos son mudos, como el arado y el carro; otros emiten voces inarticuladas, como los bueyes; el tercero habla, es el esclavo’.”

El gozo desenfrenado de la vida, en Roma, a tal punto embruteció a los hombres que, afirma Weiss: “Ahora sólo la sangre los podía esti-mular. (...) Lo que más agradaba al

Sólo la sangre estimulaba a los embrutecidos espectadores de los espectáculos romanos (Imagen del Coliseo, Roma)

El Sermón de la Montaña fue una contundente, am-plia y radical pa-

radoja en relación a la antigüedad

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Febrero-Marzo 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 9

romano era ver morir hombres”. Y da algunos ejemplos:

En una representación teatral, incendiar una casa para asistir a la muerte de todos sus habitantes. En otra, crucificar un jefe de ladrones y, vivo aún, traer osos hambrientos para devorarlo delante del público. En una tercera, lanzar a un joven de lo alto de una torre, para la platea y verlo destrozarse en el piso.

Todo esto, nótese, en las dos grandes civilizaciones de la época: la griega y la romana. El propio pueblo elegido tenía algunas cos-tumbres de crueldad innegable. Por ejemplo, la esclavitud de paganos, la ley del talión, el perverso trato dado a los leprosos, etc.

III – EL MANDAMIENTO DE LA PERFECCIÓN

Ésta era la situación del mundo pagano cuando Jesús dirigió a sus discípulos y a la gran multitud el Sermón de la Montaña.

San Mateo desarrolla más am-pliamente esa exposición doctrinal del Divino Maestro en su capítulo 5º, terminando por una síntesis de toda la materia en el versículo 48: “Sed, pues, perfectos, como también vuestro Padre celestial es perfecto.” Y aquí está la sustancia de las Bien-aventuranzas —así como también la de las maldiciones opuestas— re-sumidas por San Lucas en el Evan-gelio de hoy. Detengámonos en su consideración.

Al crear el alma humana, Dios le infundió un fuerte anhelo de felici-dad. De ahí que hubiera, y ni habrá, quien nunca la haya buscado. So-bretodo en épocas como la nues-tra, tan atravesada por dramáticas crisis, aprensiones y sufrimientos, se hace aún más aguda esa vehemente apetencia.

¿Dónde, sin embargo, encon-trarla con entera seguridad?

Dios nada crea sin razón para Sí. Por esto, fuera de Él los seres inte-ligentes —ángeles u hombres— no

obtienen la verdadera felicidad a no ser cumpliendo con la finalidad últi-ma para la cual fueron creados. Es sobre esta relación entre el hombre y Dios que recae la gran promesa hecha por Jesús: la de ser bienaven-turados en esta tierra y post-mortem, por toda la eternidad, en el Cielo.

“Ésta es la voluntad de Dios: vuestra santificación”

Nosotros cristianos, como bauti-zados, tenemos la obligación de no perder el estado de gracia. Si de él nos veamos privados, por debilidad o maldad, con diligencia debemos buscar recuperarlo. Esa es la llama-da perfección mínima.

En el Sermón de la Montaña, Jesús no nos impone la obligación de ser perfectos. Sin embargo, manifiesta el deseo de que la aspi-ración a ese estado constituya uno de los puntos esenciales de nuestra existencia. Más allá de eso, tantos fueron los tesoros por Él dejados a la humanidad —el Bautismo, la Confirmación, la Eucaristía, etc.— que, sólo por gratitud a tan inmensos beneficios, ya sería una obligación de nuestra parte colo-carnos en camino para alcanzar la meta enunciada por Jesús.

Con mucha razón, al respecto de la universalidad de ese deber de santidad, así se expresa S.S. Juan Pablo II: “Conviene además descu-brir en todo su valor programático el capítulo V de la Constitución dogmá-tica Lumen Gentium sobre la Iglesia, dedicado a la ‘Vocación Universal a la Santidad’. (...) El don [de santidad concedido a la Iglesia] se plasma a su vez en un compromiso que ha de dirigir toda la vida cristiana: “Ésta es la voluntad de Dios: vuestra santifi-cación” (1 Ts. 4,3). Es un compro-miso que no afecta sólo a algunos cristianos: “Todos los cristianos, de cualquier clase o condición, están

Los hombres sólo encuentran la felicidad cuan-do buscan el fin para el cual fue-

ron creados: la santidad

El Mar de Galilea visto desde el monte de las Bienventuranzas

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10 HERALDOS DEL EVANGELIO · Febrero-Marzo 2004

llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección del amor”. (...) Como el Concilio mismo explicó, este ideal de perfección no ha de ser malentendido, como si implicase una especie de vida extraordinaria, practi-cable sólo por algunos ‘genios’ de la santidad. Los caminos de la santidad son múltiples y adecuados a la voca-ción de cada uno.” (3)

San Pablo es incansable en desta-car la necesidad de la perfección sin límites, como sustancia de la voca-ción del cristiano: “Bendito sea Dios y Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda la bendi-ción espiritual del Cielo en Cristo, así como en Él mismo nos acogió antes de la creación del mundo, por amor, para que seamos santos e inmacula-dos delante de Él...” (Ef. 1, 3-4). Es común, a lo largo de sus Epístolas, encontrar una verdadera sinonímia entre los términos “cristiano” y “santo”, tanto era su empeño en este particular. (4)

Dios es infinito. Por lo tanto, quien es llamado a amarlo tiene por

fin último un Ser ilimitado. El amor nuestro es una potencia creada con aspiración hacia Dios, y por eso dice San Agustín: “Nuestros corazones fueron creados para Vos y sólo en Vos descansarán”, o sea, la propia potencia del amor en sí misma busca el infinito. Por eso afirma San Francisco de Sales: “la medida de amar a Dios, consiste en amarlo sin medida”.

El propio Jesús, con divina radi-calidad, así refuerza el Mandamien-to dado a Moisés: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu entendimiento y con todas tus fuerzas” (Mc. 12, 30). De ahí se concluye que tenemos el deber de buscar el fin en toda su am-plitud, y de emplear, para alcanzarlo, todos los medios a nuestro alcance.

Además, toda vida, también la sobrenatural, es susceptible de pro-greso, tiene en sí una fuerza diná-

mica que busca su desarrollo. En lo que dice respecto a nuestro cuerpo, ese proceso se verifica instintiva y plácidamente. En cuanto al espíritu, sin embargo, es indispensable la aplicación de nuestra inteligencia y de nuestra voluntad, a fin de coope-rar con la gracia de Dios.

IV –LAS BIENAVENTURANZAS

Hechas estas consideraciones, analicemos pormenorizadamente los diversos versículos del Evange-lio de este domingo 6° del tiempo ordinario.

Jesús descendió del monte con sus discípulos y sus apóstoles y se detuvo en un llano. Allí se encontraba mucha gente, que había venido tanto de Judea y de Jerusalén, como de la costa de Tiro y de Sidón (v. 17)

De todas partes acudían en-fermos y curiosos, unos para ser liberados de sus males, otros para comprobar la realidad de la fama de Jesús, que se había difundido.

¿Y por qué no subieron todos para encontrarse con Jesús en la cima de la montaña? San Beda, el Venerable, así nos explica: “Rara vez se observará que las turbas hayan seguido a Jesús hasta las alturas, o que Él haya curado a algún enfermo en la cima del monte; si no que, una vez curada la fiebre de las pasiones y encendida la luz de la ciencia, lenta-mente se sube hasta la cumbre de la perfección evangélica.” (5) Por eso el Divino Maestro baja con los Após-toles recién elegidos para estar con la multitud que lo esperaba.

Mirando entonces a sus discípulos... (v. 20)

Son variadas las interpretaciones de los autores a propósito de este gesto de Jesús. Por la propia narra-ción de Lucas, se tiene la impresión de estar los discípulos localizados en un plano más alto que el de la mul-titud y como tal vez desease ofrecer a aquella gente un cierto ejemplo, a pesar de estar hablando a todos, fija su mirada en los Apóstoles.

“Bienaventurados ustedes los pobres, porque de ustedes es el Reino de Dios.” (v. 20)

La pobreza es citada en primer lugar por los dos evangelistas que se encargaron de narrar las bien-aventuranzas, San Lucas y San

Sergio Hollmann

Jesús comienza y termina el

enunciado de las Bienaventuranzas

con la promesa del Reino de

los Cielos

Lázaro poseía una de las mayores fortunas de Israel, sin embargo era pobre de espíritu

(Resurrección de Lázaro, catedral de Autun, Francia)

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Febrero-Marzo 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 11

Mateo, por ser esta virtud, la madre de todas las otras. ¿Cómo podría alguien, dicho sea de paso, entrar en el Reino de los Cielos poseído de amor a este mundo y a sus bienes?

¿Quién es considerado “pobre”, según el Evangelio? Lázaro poseía una de las mayores fortunas de Israel, no obstante era pobre de es-píritu. Y, en sentido opuesto, Judas por su avidez, a pesar de poseer po-co o nada de bienes materiales, fue traidor por ser “rico” (de espíritu).

Materia no faltaría para escribir un largo tratado sobre este versícu-lo 20, y numerosos son los autores conceptuados que discurren con precisión de conceptos al respecto de esa bienaventuranza. Para los efectos de este artículo, basta foca-lizar cuánto la riqueza o la pobreza deben ser asumidas como medios de alcanzar la santidad. Lo impor-tante no es tener o no dinero. La cuestión presenta en cómo disponer de él para adquirir el “Reino de Dios”.

El gran mal de todos los tiempos es el desear la fortuna por puro go-zo de la vida, y no para mejor servir a Dios. Y, bajo ese prisma, no viene al caso ser rico o pobre, porque el primero despreciará al segundo, éste envidiará al otro y ambos incu-rrirán en la sentencia contenida en el versículo 24: “Pero,¡ay de ustedes los ricos, porque ya tienen ahora su consuelo!”

Por esta razón, es absolutamente preferible no poseer nada, a co-meter un pecado, o hasta mismo, enfriarse en la piedad.

Bienaventurados ustedes los que ahora tienen hambre, porque serán saciados. (v. 21)

El Evangelista opone a esta bien-aventuranza la maldición contra los que viven en la abundancia, porque llegarán a tener hambre: “¡Ay de us-tedes, los que se hartan ahora, porque después tendrán hambre! (v. 25). De

donde concluye el famoso Cornelio a Lápide, S.J. que, aquí, se trata realmente del hambre de alimen-tos, y no de algo espiritual.

Es éste el más alto grado de esta bienaventuranza: soportar con re-signación cristiana —por tanto, sin rebeldía, sin envidia y sin odio— los sacrificios decurrentes de la pobre-za material, esto hace al pobre un bienaventurado.

Por otro lado, también son bien-aventurados los que tienen hambre de Dios. A éstos últimos, Dios los alimentará con su gracia, con más abundancia, en la medida del deseo de perfección. Es un “hambre”, afirma Cornelio a Lápide, S.J., que al mismo tiempo alimenta hasta la saciedad, pues en el Cielo seremos saciados de felicidad y gloria.

Bienaventurados ustedes los que lloran, porque al fin reirán. (v. 21)

Los pecadores encuentran su falsa felicidad en la trasgresión de la ley de Dios. A éstos advierte Jesús severamente, porque en el día del Juicio han de llorar su condenación eterna: “¡Ay de ustedes, los que ríen ahora, porque llorarán de pena!” (v. 26). Además, aun en esta tierra, a pesar de su aparente alegría, los pecadores viven tristes, pues la con-ciencia continuamente los acusa de sus faltas. Al placer decurrente del pecado siempre le sigue el remordi-miento por la falta cometida.

Pero aquellos que lloran de arrepentimiento por los propios pecados, ya encuentran, en su

contrición, consuelo y felicidad. La experiencia nos enseña que el arre-pentimiento trae alegría, y es fruto de la gracia de Dios.

También los que soportan con paciencia las dificultades son bienaventurados, ya en esta vida. Pues, aunque sufran y “lloren”, la paciencia alcanzada con la gracia de Dios los envuelve de suavidad y paz de alma. Por el contrario, los que se muestran inconformes en las adver-sidades, esos cargan en el corazón una profunda amargura.

“Bienaventurados serán ustedes cuando los hombres los aborrezcan y los expulsen de entre ellos,y cuando los insulten y maldigan por causa del Hijo del Hombre. Alégrense ese día y salten de gozo, porque su

Los pecadores vi-ven en la tristeza, pues su concien-cia continuamen-

te los acusa de sus faltas

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Judas por su avidez, a pesar de poseer poco o nada de bienes materiales, fue

traidor por ser “rico” (de espíritu)

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recompensa será grande en el cielo. Pues así trataron sus padres a los profetas. (v. 22-23)

En el ser humano, el instinto de sociabilidad es mucho más profundo y sensible que el de conservación. Son numerosos los hombres que enfrentan grandes peligros, e inclusive la propia muerte, más, presionados por la sociedad, por el miedo del ridícu-lo, y de ser tachados de cobardes, que por un auténtico heroísmo.

Las persecuciones violentas con-tra la Iglesia, a lo largo de la Histo-ria, poblaron el Cielo de mártires y dejaron estupefacto de admiración al mundo entero. En las persecucio-nes morales, es menor el número de los que resisten. En el mundo de hoy, ¿cuántos pierden la Fe, por no aguantar la presión del ambiente de ateísmo práctico que los envuelve? Y por eso, en nuestros días, tal vez sea más meritorio proclamar la Fe delante de la risa irónica de un círculo de pseudo-amigos, de que lo era ante el rugido de las fieras en el Coliseo, durante los primeros tiem-pos del Cristianismo.

A veces, peor aún que la perse-cución de los malos, es la incom-prensión de los buenos.

Pero, “¡Ay de ustedes, cuando todo el mundo los alabe...”, agrega Nuestro Señor, porque ésta sería la señal de nuestra falta de inte-gridad, pues el mundo sólo acepta las medias verdades y la virtud ne-gligente, como una fórmula encu-bierta y más cómoda de practicar el mal.

Jesús comienza el enunciado de las bienaventuranzas con la pro-mesa del Reino de los Cielos, y con ella termina, para dar a entender que también con la práctica de las demás se alcanza el mismo premio, dejando subentendido cuan entrela-zados están. No basta practicar una

de ellas aisladamente, despreciando las restantes.

V – EL SERMÓN DE LA MONTAÑA EN LOS

DÍAS DE HOY Fundada la Iglesia, con su pro-

gresiva expansión y penetración en las capilaridades de las sociedades de aquellos tiempos, Dios y su ley

fueron colocados en el centro de la vida humana, numerosos fueron los que comenzaron a practicar los consejos evangélicos y una nueva era brilló sobre la tierra: el Cristia-nismo.

Y hoy, ¿qué fue de esa era? El terrorismo amenaza, los secuestros aumentan, el robo de niños prolife-ra, el comercio de órganos huma-nos crece en volumen, el crimen, los vicios y la falta de respeto se

imponen; asistimos cotidianamente a la expansión de odios, guerras in-testinas e internacionales, matanzas de inocentes, al desaparecimiento gradual y progresivo de la institu-ción de la familia... En fin, ¡cuánto más habría para enumerar! ¿No es-taremos viviendo ahora días peores de que los de la Antigüedad?

¿Y por qué el Sermón de la Montaña no produce hoy, los mis-mos efectos de otrora?

Las raíces de los males actuales son idénticas a las de los horrores de la época de Jesús, que sintéti-camente se podrían enunciar así: “la finalidad última del hombre se cumple en esta tierra, por eso él debe gozar todos los placeres que la vida y este mundo le ofrecen, pues Dios no existe”. Siendo así, conti-núa como válido —y más que nun-ca— en su integridad, el Sermón de la Montaña.

¿Cuál es entonces, la razón de esa insensibilidad?

Le falta a la humanidad una gra-cia eficaz que la haga, como al Hijo Pródigo, tener añoranzas de la casa paterna y querer volver a las delicias de las consolaciones de quien ama verdaderamente a Dios, sus Man-damientos, y al prójimo como a sí mismo.

Quizá, después de una divina intervención, comprendiendo y amando el Sermón de la Montaña, la humanidad, convertida, abrace como nunca la perfección y se vuelva realidad, así, la profecía anunciada por la Virgen en Fátima: “Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará!” ²

1 ) L.-Cl. Fillion, Vida de Nuestro Señor Jesucristo, Ed. Voluntad, Madrid, 1926, t. III, p. 56.

2 ) J. B. Weiss, Historia Universal, Vol. III, pp. 652-657.

3 ) Carta Apostólica Novo Millen-nio Ineunte, 30-31.

4 ) Véase, por ejemplo, Ef 4, 13; y 1 Tess 4, 3 y 7.

5 ) Apud S. Tomás de Aquino, Ca-tena Áurea, in Lucam.

Le falta a la huma-nidad una gracia eficaz que la haga tener saudades de

la casa paterna

Cuando la humanidad, con-versa, abrace la perfección, se hará realidad la promesa

de Nuestra Señora en Fátima: “Por fin, mi Inmaculado Cora-zón triunfará!” (Inmaculado

Corazón de María, Catedral de Cuenca - Ecuador)

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n primer lugar,- enseña el Santo Padre- no dudo en decir que la perspectiva en la que debe situarse el camino pastoral es el de la santidad. ¿Acaso no era éste el sentido último de la indulgencia jubilar, como gra-cia especial ofrecida por Cristo para que

la vida de cada bautizado pudiera purificarse y renovar-se profundamente? (…) Terminado el Jubileo, empieza de nuevo el camino ordinario, pero hacer hincapié en la santidad es más que nunca una urgencia pastoral.

Un don que genera un deber: el de la santificación

Conviene además descubrir en todo su valor pro-gramático el capítulo V de la Constitución dogmática Lumen gentium sobre la Iglesia, dedicado a la “vocación universal a la santidad”. Si los Padres conciliares conce-dieron tanto realce a esta temática no fue para dar una especie de toque espiritual a la eclesiología, sino más bien para poner de relieve una dinámica intrínseca y determinante. Descubrir a la Iglesia como “misterio”, es decir, como pueblo “congregado en la unidad del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”, llevaba a descubrir también su “santidad” , entendida en su sentido funda-mental de pertenecer a Aquél que por excelencia es el Santo, el “tres veces Santo”. Confesar a la Iglesia como santa significa mostrar su rostro de Esposa de Cristo, por la cual él se entregó, precisamente para santificarla. Es-te don de santidad, por así decir, objetiva, se da a cada bautizado.

Pero el don se plasma a su vez en un compromiso que ha de dirigir toda la vida cristiana: “Ésta es la vo-luntad de Dios: vuestra santificación” (1 Ts 4,3). Es un compromiso que no afecta sólo a algunos cristianos: “Todos los cristianos, de cualquier clase o condición, están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección del amor”.

Ningún bautizado puede conformarse con una religiosidad superficial

Recordar esta verdad elemental, poniéndola como fundamento de la programación pastoral que nos ata-ñe al inicio del nuevo milenio, podría parecer, en un primer momento, algo poco práctico. ¿Acaso se puede “programar” la santidad? ¿Qué puede significar esta palabra en la lógica de un plan pastoral?

En realidad, poner la programación pastoral bajo el signo de la santidad es una opción llena de consecuen-cias. Significa expresar la convicción de que, si el Bau-tismo es una verdadera entrada en la santidad de Dios por medio de la inserción en Cristo y la inhabitación de su Espíritu, sería un contrasentido contentarse con una vida mediocre, vivida según una ética minimalista y una religiosidad superficial. Preguntar a un catecúmeno, “¿quieres recibir el Bautismo?”, significa al mismo tiem-po preguntarle, “¿quieres ser santo?” Significa ponerle en el camino del Sermón de la Montaña: “Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial” (Mt 5,48).

Como el Concilio mismo explicó, este ideal de perfec-ción no ha de ser malentendido, como si implicase una especie de vida extraordinaria, practicable sólo por algu-nos “genios” de la santidad. Los caminos de la santidad son múltiples y adecuados a la vocación de cada uno. Doy gracias al Señor que me ha concedido beatificar y canoni-zar durante estos años a tantos cristianos y, entre ellos a muchos laicos que se han santificado en las circunstancias más ordinarias de la vida. Es el momento de proponer de nuevo a todos con convicción este “alto grado” de la vida cristiana ordinaria. La vida entera de la comunidad eclesial y de las familias cristianas debe ir en esta dirección. ²

La santidad prioridad pastoral

En la Carta Apostólica “Novo Millennio Ineunte”, S.S. Juan Pablo II insiste en la necesidad de buscar la santidad y afirma que el Bautismo coloca en el camino de todo cristiano “el centro del Sermón de la Montaña”: “Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial.”

La santidad prioridad pastoral

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Finalidad de la música sacra:la gloria de Dios

y la santificación de los fieles

mpulsado por el vivo deseo de “mantener y procurar el decoro de la casa de Dios”, mi predecesor san Pío X publicó, hace cien

años, el motu proprio Tra le solle-citudini, que tenía como objeto la renovación de la música sagrada en las funciones del culto. (…)

El centenario de ese documen-to me brinda la oportunidad de recordar la importante función de la música sagrada, que san Pío X presenta como medio de eleva-ción del espíritu a Dios y como valiosa ayuda para los fieles en la “participación activa en los sacro-santos misterios y en la pública y solemne oración de la Iglesia”.

La santidad como punto de referencia

La especial atención que se ha de dedicar a la música sagrada, recuerda el santo Pontífice, deri-

va del hecho de que “como parte integrante de la liturgia solemne, la música sagrada tiende a su mismo fin, el cual consiste en la gloria de Dios y la santificación y edificación de los fieles.”

El concilio Vaticano II utilizó este enfoque en el capítulo VI de la constitución Sacrosanctum Concilium (…).

Desde esta perspectiva, a la luz del magisterio de san Pío X y de mis demás predecesores, y teniendo en cuenta en par-

ticular los pronunciamientos del concilio Vaticano II, deseo proponer de nuevo algunos principios fundamentales para este importante sector de la vi-da de la Iglesia, con la intención de hacer que la música litúrgica responda cada vez más a su fun-ción específica.

De acuerdo con las enseñan-zas de san Pío X y del concilio Vaticano II, es preciso ante todo subrayar que la música destinada a los ritos sagrados debe tener como punto de referencia la san-tidad: de hecho, “la música sa-grada será tanto más santa cuanto más estrechamente esté vinculada a la acción litúrgica”. Precisa-mente por eso, “no todo lo que está fuera del templo (profanum) es apto indistintamente para fran-quear sus umbrales”, afirmaba sabiamente mi venerado pre-decesor Pablo VI. (…) Por otra parte, hoy la misma categoría de

Finalidad de la música sacra:la gloria de Dios

y la santificación de los fieles

LA VOZ DEL PAPA

No todas las formas musicales pueden conside-rarse aptas para las celebraciones

litúrgicas

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“¡Cuánto lloré escuchando tus himnos, tus can-tos, los acentos suaves que resonaban en tu Iglesia! ¡Qué emoción me causaban! Fluían en mi oído, des-tilando la verdad en mi corazón. Un gran impul-so de piedad me elevaba, y las lágrimas corrían por mi faz, pero me hacían bien”. (San Agustín, Confesiones)

Este testimonio de San Agustín nos muestra que la música sacra puede tener un importante papel en la santificación de los fieles. Y por eso los Papas promueven con tanto empeño el desarrollo

de este arte, usado desde los primeros tiempos del Cristianismo en la Liturgia. San Pablo, en una de sus epístolas recomendaba: “háblense unos a otros con salmos, himnos y cantos espirituales, y canten y alaben de todo corazón al Señor”. (Efesios 5, 19)

Para conmemorar el centenario del “Motu Proprio” de San Pío X “Tra le sollecitudini”, el Papa Juan Pablo II escribió un documento sobre el tema, en el que recuerda los criterios para elegir el estilo musical más adecuado para la Liturgia.

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“música sagrada” ha ampliado hasta tal punto su significado, que incluye repertorios que no pueden entrar en la celebración sin violar el espíritu y las normas de la liturgia misma.

La reforma llevada a cabo por san Pío X tendía específicamente a purificar la música de iglesia de la contaminación de la música pro-fana teatral, que en muchos países había contaminado el repertorio y la praxis musical litúrgica. Tam-bién en nuestro tiempo se ha de considerar atentamente, como puse de relieve en la encíclica Ecclesia de Eucharistia, que no todas las expresiones de las artes figurativas y de la música son capa-ces de “expresar adecuadamente el Misterio, captado en la plenitud de la fe de la Iglesia”. Por consiguien-te, no todas las formas musicales pueden considerarse aptas para las celebraciones litúrgicas. (…)

Conviene destacar que el canto y la música requeridos por la re-forma litúrgica deben responder

también a exigencias legítimas de adaptación e inculturación. Sin embargo, es evidente que toda innovación en esta delicada materia debe respetar criterios

peculiares, como la búsqueda de expresiones musicales que res-pondan a la implicación necesaria de toda la asamblea en la celebra-ción y eviten, al mismo tiempo, cualquier concesión a la ligereza y a la superficialidad. También se han de evitar, en general, las formas de “inculturación” elitis-

María Inmaculada, Reina de la Paz

La Madre de Dios es apoyo inquebrantable en la lucha contra el pecado y sus consecuencias, entre las que se encuentran las guerras.

a Iglesia celebra hoy la Inmaculada Concepción de la bienaventurada Virgen María(…) La fe nos revela que la Inmaculada Concepción de

la Virgen es prenda de salvación para toda criatura humana, peregrina en la tierra. La fe nos recuerda también que, en virtud de su singularísima condición, María es nues-tro apoyo inquebrantable en la dura lucha contra el pecado y sus consecuencias (…) Siguiendo una hermosa tradición, iré a la plaza de España. Así, rendiré homenaje a la Virgen Inmaculada”, anunció el Papa a millares de peregrinos que rezaron con él Ángelus del día 8 de dicembre.

Con su larga capa roja, el Pontífice enfrentó el viento frío que soplaba al anochecer en la conocida Plaza España, en donde el bienaventurado Papa Pío IX hizo erigir un monumento en perenne memoria de la proclamación del dog-ma de la Inmaculada Concepción, hace 150 años. Allí pronunció una fervorosa invocación a María, “Reina de la Paz”, confiándole el destino del mundo y de la humanidad.

“Madre de misericordia y de esperanza, obtén a los hombres y a las mujeres del tercer milenio el don valioso de la paz: paz en los corazones y en las familias, en las comunidades y entre los pueblos; paz, sobre todo, para las naciones donde cada día se sigue combatiendo y muriendo.” —suplicó a la reina de la Paz el Vicario de Cristo, en nombre de los fieles del mundo entero.

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El concilio Vaticano II reco-

noce al gregoriano como “canto pro-pio de la liturgia

romana”

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tas, que introducen en la liturgia composiciones antiguas o con-temporáneas que quizá tienen valor artístico, pero que utilizan un lenguaje incomprensible para la mayoría.

En este sentido, san Pío X indicó —usando el término universalidad— otro requisito de la música destinada al cul-to: “Aun concediéndose a toda nación —afirmó— que admita en sus composiciones religiosas aquellas formas particulares que constituyen el carácter específico de su propia música, este debe estar de tal modo subordinado a los caracteres generales de la música sagrada, que ningún fiel procedente de otra nación expe-rimente al oírla una impresión que no sea buena”. En otras pa-labras, el ámbito sagrado de la celebración litúrgica jamás debe convertirse en un laboratorio de experimentaciones o de prác-

ticas compositivas y ejecutivas introducidas sin una esmerada verificación.

Canto gregoriano, polifónico y popular

Entre las expresiones musicales que responden mejor a las cuali-dades requeridas por la noción de música sagrada, especialmente de la litúrgica, ocupa un lugar parti-cular el canto gregoriano. El con-cilio Vaticano II lo reconoce como “canto propio de la liturgia romana” al que es preciso reservar, en igualdad de condiciones, el primer puesto en las acciones litúrgicas con canto celebradas en lengua latina[18]. San Pío X explicó que la Iglesia lo “heredó de los antiguos Padres”, lo “ha conservado celosa-mente durante el curso de los siglos en sus códices litúrgicos” y lo “sigue proponiendo a los fieles” como su-yo, considerándolo “como modelo acabado de música sagrada”. Por

tanto, el canto gregoriano sigue siendo también hoy elemento de unidad en la liturgia romana.

Como ya había hecho san Pío X, también el concilio Vaticano II re-conoce que “no se excluyen de nin-guna manera otros tipos de música sagrada, especialmente la polifonía, en la celebración de los oficios divi-nos”. Por tanto, es preciso examinar con esmero los nuevos lenguajes musicales, para experimentar la po-sibilidad de expresar también con ellos las inagotables riquezas del Misterio que se propone de nuevo en la liturgia y favorecer así la parti-cipación activa de los fieles (…).

Habiendo reconocido y favore-cido siempre la Iglesia el progreso de las artes, no hay que maravillar-se de que, además del canto grego-riano y la polifonía, admita en las celebraciones también la música más moderna, con tal de que res-pete tanto el espíritu litúrgico co-mo los verdaderos valores del arte. Por eso, se permite a las Iglesias en las diversas naciones valorizar, en las composiciones destinadas al culto, “aquellas formas particulares que constituyen el carácter específi-co de su propia música”(…)

En el siglo pasado, con la reno-vación llevada a cabo por el conci-lio Vaticano II, se produjo un de-sarrollo especial del canto popular religioso, del que la Sacrosanctum Concilium dice: “Foméntese con empeño el canto popular religioso, de modo que en los ejercicios pia-dosos y sagrados y en las propias acciones litúrgicas puedan resonar las voces de los fieles”(…).

Con respecto a las composicio-nes musicales litúrgicas, hago mía la “ley general”, que san Pío X formulaba en estos términos: “Una composición religiosa será tanto más sagrada y litúrgica cuanto más se acerque en aire, inspiración y sabor a la melodía gregoriana, y será tanto menos digna del templo cuanto más diste de este modelo supremo”. Evi-dentemente, no se trata de copiar

El órgano de tubos es capaz de elevar poderosamente el espíritu a Dios y a las cosas celestes.

Órgano de la Catedral de Strasbourg (Alsacia)

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el canto gregoriano, sino más bien de hacer que las nuevas composi-ciones estén impregnadas del mis-mo espíritu que suscitó y modeló sucesivamente ese canto (…).

En efecto, es importante que las composiciones musicales utilizadas en las celebraciones litúrgicas respondan a los criterios oportunamente enun-ciados por san Pío X y sabiamente desarrollados tanto por el concilio Vaticano II como por el magisterio sucesivo de la Iglesia. Desde esta perspectiva, confío en que también las Conferencias episcopales realicen esmeradamente el examen de los textos destinados al canto litúrgico, y presten especial atención a valorar y promover melodías que sean verda-deramente aptas para el uso sagrado.

El órgano y otros instrumentos musicales

Igualmente en el plano práctico, el motu proprio, de

cuya promulgación se celebra el centésimo aniversario, afronta también la cuestión de los instru-mentos musicales que se pueden utilizar en la liturgia latina. En-tre ellos, reconoce sin vacilación la prioridad del órgano de tubos,

estableciendo oportunas normas sobre su uso. El concilio Vati-cano II acogió plenamente la orientación de mi santo prede-

cesor, estableciendo: “Téngase en gran estima en la Iglesia latina el órgano de tubos como un instru-mento musical tradicional, cuyo sonido puede añadir un esplendor admirable a las ceremonias de la Iglesia, levantando poderosamente las almas hacia Dios y hacia las realidades celestiales”.

Sin embargo, es preciso constatar que las composicio-nes actuales utilizan a menudo módulos musicales diversos, que no carecen de dignidad. En la medida en que ayuden a la oración de la Iglesia, pueden constituir un valioso enriqueci-miento. Con todo, es necesario vigilar a fin de que los instru-mentos sean idóneos para el uso sagrado, convengan a la digni-dad del templo, sean capaces de sostener el canto de los fieles y favorezcan su edificación. ²

la música más moderna, debe respetar tanto el espíritu litúrgico

como los verdade-ros valores del arte

Juan Pablo II al II Congreso Americano Misionero

Íntima relación entre santidad y misión“La historia de la Evangelización del continente americano, muestra la íntima rela-ción entre santidad y misión” — resaltó el Papa Juan Pablo II, en mensaje al Cardenal Quezada Toruño, arzobispo de Guatemala, por ocasión del congreso realizado en la ca-pital guatemalteca.

esde el inicio de la evangelización y a lo largo de su interesante historia, el Espíritu del Se-

ñor ha suscitado en esas benditas tierras hermosos frutos de santidad en hombres y mujeres que, fieles al mandato misionero del Señor, han entregado su propia vida al anuncio del mensaje cristiano, incluso en circunstancias y condiciones heroicas. En la base de este maravilloso dinamismo misionero estaba, sin duda, su santidad personal y también la de sus comu-nidades. Un renovado impulso de la misión ad gen-tes, en América y desde América, exige también hoy misioneros santos y comunidades eclesiales santas.

El llamado a la misión está unido a la vocación a la santidad, la cual es “un presupuesto fundamental y una condición insustituible para realizar la misión

salvífica de la Iglesia” (Redemptoris missio, 90). Ante dicho llamado universal, debemos tomar conciencia de nuestra propia responsabilidad en la difusión del Evangelio. A este respecto, la cooperación en la mi-sión ad gentes ha de ser signo de una fe madura y de una vida cristiana capaz de producir frutos, de modo que las Iglesias particulares más necesitadas reciban un impulso humano y espiritual que las ayude a ca-minar con sus Pastores.

Para ello “no basta renovar los métodos pastorales, ni organizar y coordinar mejor las fuerzas eclesiales, ni explorar con mayor agudeza los fundamentos bíblicos y teológicos de la fe: es necesario suscitar un nuevo «an-helo de santidad» entre aquellos que son los colabora-dores más íntimos de los misioneros” (ibíd).

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Roberto Kasuo

¡Rumbo al Reino de María!Leyendo el Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen, el Papa Juan Pablo II descubrió cuánto “María nos aproxima a Cristo, nos conduce a Él”. ¿En qué consiste esa preciosa devoción?

ntre las diversas formas de devoción maria-na, existe una que puede llamarse perfecta. Así se conoce la que enseña San Luis María Grignion de Montfort, fallecido en 1716, en

Francia. En su famoso Tratado de la Verdadera Devo-ción a la Santísima Virgen, nos enseña esta práctica que es el “camino fácil, corto, perfecto y seguro para llegar a la unión con Nuestro Señor”. (§152)

El Reino de Cristo, por medio del Reino de María

¿En qué consiste esta perfecta devoción a la Madre de Dios?

Sin pretender agotar un asunto tan vasto, tra-taremos de presentar las líneas generales de esta devoción, para invitar al lector a profundizar en este

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¡Rumbo al Reino de María!

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verdadero cielo que es el mencionado “Tratado”, obra maestra de la piedad mariana.

“Fue por intermedio de la Santísima Virgen que Jesu-cristo vino al mundo, y es también por su intermedio que Él debe reinar en el mundo” (§ 1). Tal es el designio de la Divina Providencia: el conocimiento y la venida del reino de Jesucristo será consecuencia necesaria del conocimiento y de la venida del reino de María. El reino de Dios en la tierra, pedido en el Padrenuestro — “venga a nosotros tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo” —, sólo se realizará cuando esta devoción enseñada por San Luis Grignion sea ampliamente practicada en todas partes.

María Santísima, la obra maestra por excelencia del Altísimo, el paraíso terrestre del Nuevo Adán, el divino mundo de Dios, debe desempeñar un papel especial en los últimos tiempos. (1)

En ese período, Ella brillará como jamás brilló, en misericordia, fuerza y gracia. Y tendrá más hijos, ser-vidores y esclavos que en todas las épocas anteriores. Por este medio Jesucristo reinará totalmente en todos los corazones.

No hay nada que nos haga pertenecer más a Je-sucristo que la esclavitud de amor a María (2), de acuerdo al ejemplo de Jesús mismo, que por amor a nosotros tomó la forma de esclavo.

Primeramente, sujetándose a permanecer durante nueve meses en el seno virginal de María y, enseguida, dedicando la mayor parte de su vida a la convivencia con su Madre. Dice San Luis Grignion que Jesús dio más gloria a Dios viviendo 30 años oculto, sumiso a

María, que si hubiera convertido a toda la Tierra con la realización de los más estupendos milagros.

Una perfecta consagración de sí mismo a María

Lo esencial de la verdadera devoción, advierte el santo, “consiste en el interior que ella debe formar, y, por este motivo, no será comprendida igualmente por todo el mundo. Algunos se detendrán en lo que tiene de exterior, y no seguirán adelante, y estos serán el mayor número; otros, en número reducido, entrarán en su interior, pero apenas subirán un peldaño. (...) ¿Quién, finalmente, se identificará en esta devoción? Solamente aquel a quien el Espíritu de Jesucristo revele este secreto. Él mismo conducirá a ese estado al alma fiel, haciéndola progresar de virtud en virtud, de gracia en gracia y de luz en luz, para que llegue a transformarse en Jesucristo”. (§ 119)

María se da al que es su esclavo por amor

La Santísima Virgen, Madre de dulzura y miseri-cordia, viendo que alguien se le entrega por completo, se entrega también por entero y de un modo inefable a quien todo le da. Ella lo hace sumergirse en el abis-mo de sus gracias, lo reviste de sus merecimientos, le da el apoyo de su poder, lo ilumina con su luz, lo abra-sa con su amor, le comunica sus virtudes, su humildad, su fe y su pureza. En fin, como la persona consagrada es toda de María, María también es toda de ella.

¿Puede haber mayor recompensa?

San Luis María Grignion de Montfort

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“Todos los dones, virtudes y gracias del Espíritu San-to son distribuidos por las manos de María a quien Ella quiere, cuando quiere, como quiere y cuanto quiere”, afirma San Bernardino de Siena.

Por eso, dice San Luis Grignion, en los últimos tiempos el Altísimo y su Santa Madre deben suscitar

grandes santos, de una santidad tal que sobrepujarán a la mayor parte de los santos, como los cedros del Lí-bano aventajan a los pequeños árboles a su alrededor. Por sus palabras y por su ejemplo, arrastrarán a todo el mundo a la verdadera devoción y esto les habrá de atraer enemigos sin cuenta, pero también victorias innumerables y gloria para el único Dios.

San Luis Grignion designa a esos santos con el nombre de “apóstoles de los últimos tiempos”, y los describe con palabras de fuego, poco usuales en nuestros días. Serán ellos como flechas agudas en las manos de María, purificados en el fuego de las grandes tribulaciones. Para los pobres y pequeños tendrán el buen olor de Jesucristo. Y para los or-gullosos del mundo, un repugnante olor de muerte. Serán nubes atronadoras, sin apego a cosa alguna. El Señor de las virtudes les dará la palabra y la fuerza para hacer maravillas y alcanzar victorias gloriosas sobre sus enemigos. Dormirán sin oro ni plata y, lo que es mejor, sin preocupaciones. Tendrán en la boca la espada de dos filos de la palabra de Dios; en sus

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Esta devoción consiste en entregarse entera-mente a la Santísima Virgen, a fin de pertene-cer, por medio de Ella, enteramente a Jesucristo. Es preciso darle:

1° Nuestro cuerpo con todos sus miembros y sentidos;

2° Nuestra alma con todas sus potencias;3° Nuestros bienes exteriores, que llamamos

fortuna, presentes y futuros;4° Nuestros bienes interiores y espirituales, que son nuestros méritos, nuestras virtudes y nuestras buenas obras pasadas, presentes y futuras.

En una palabra, todo lo que tenemos en el orden de la naturaleza y en el orden de la gracia, sin pretender ni esperar la mí-nima recompensa, a no ser la honra de pertenecer a Jesucristo por María y en María. (cf. § 121)

Imagen del Inmaculado Corazón de María

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hombros ostentarán el estandarte ensangrentado de la Cruz; a la derecha, el crucifijo, a la izquierda, el rosario, en el corazón los nombres sagrados de Jesús y María.

En esa época, las almas respirarán a María, como los cuerpos respiran el aire. Y María reinará efectiva-mente en los corazones y en el mundo.

Pregunta San Luis: ¿cuándo y cómo sucederá todo eso? ¡Sólo Dios lo sabe!

En cuanto a nosotros, nos cabe rezar y divulgar por el mundo la verdadera devoción a María Santísima.

Oportunamente, regresaremos a este apasionante tema. ²

1) San Luis Grignion llama de “últimos tiempos” a la fase histórica iniciada ya en su época, siglo XVIII. No se refiere estrictamente a los últimos días de la humanidad.

2) “Esclavos de amor” y “esclavitud de amor” son ex-presiones mediante las que San Luis Grignion designa la entrega total, voluntaria y filial a la Santísima Virgen, que hace de sí mismo el que practica la devoción propuesta en el Tratado.

“TOTUS TUUS”

Febrero-Marzo 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 21

El lema del Papa, inspirado en San

Luis G. de Montfort

Papa mariano como pocos, Juan Pablo II manifiesta continuamente su gran devoción a la Madre de Dios.

En su libro “Don y Misterio” —publicado en 1996 con motivo del 50° aniversario de su orde-nación sacerdotal— el Papa dice: “Naturalmente, al hablar de los orígenes de mi vocación sacerdotal, no puedo olvidar la devoción mariana. La venera-ción a la Madre de Dios, en su forma tradicional, la recibí de la familia y de la parroquia de Wadowice. Recuerdo que en la iglesia parroquial había una capilla lateral dedicada a la Madre del Perpetuo Socorro (...) Cuando estaba en Cracovia (...) en la parroquia salesiana (...) se veneraba particularmen-te a Nuestra Señora Auxiliadora. En Debniki (...) mi modo de comprender el culto de la madre de Dios sufrió cierta alteración. Ya estaba convencido de que María nos conduce a Cristo, pero en ese período comencé a comprender que también Cristo nos con-duce a su madre. Hubo un tiempo en que, de cierta manera, puse en tela de juicio mi culto a María, temiendo que se dilatara excesivamente y terminara por comprometer la supremacía del culto debido a Cristo. Entonces vino en mi ayuda el libro de San

Luis María Grignion de Montfort, el ‘Tratado de la Verdadera Devoción a la Santísima Virgen’. En él encontré la respuesta a mis perplejidades. Sí, Ma-ría nos aproxima a Cristo, nos conduce a Él, con la condición de que se viva su misterio en Cristo. En el tratado de San Luis María Grignion de Montfort (...)es irrefutable la esencia de las verdades teológi-cas contenidas en él. El autor es un teólogo de cla-se. Su pensamiento mariológico está arraigado en el misterio trinitario y en la verdad de la encarnación del Verbo de Dios.

“También de ahí proviene el ‘Totus tuus’. La expresión deriva de San Luis María Grignion de Montfort. Es la abreviatura de una forma más amplia de la consagración a la madre de Dios, que, completa, suena así: ‘Totuus tuus ego sum et om-nia mea tua sunt. Accipio te in mea omnia. Præbe mihi cor tuum, Maria’. [Soy todo tuyo y todo lo que poseo es tuyo. Te recibo en todo cuanto me dice respecto. Dame tu corazón, oh María] (...)

“Así, gracias a San Luis comencé a descubrir todos los tesoros de la devoción mariana, bajo cierta forma a partir de un ángulo nuevo.”(Don y Miste-rio, Paulinas, pp. 37-39).

Blasón del Santo Padre Juan Pablo II en el piso de la Basílica de San Pedro

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na familia bien constituida representa una condición esencial para la buena formación psicológica y el equilibrio emocional. Tener al lado a quien pueda simbolizar el cariño y la bondad, alguien

que ayude a superar las dificultades de la vida y que en la hora de las aflicciones pueda ser buscado con toda

confianza, es fundamental en la estructuración mental de una criatura. Desde un punto de vista natural, esta es tal vez la principal función de las madres junto a sus hijos. Pero también es fundamental tener a alguien que represente la fuerza, el vigor, el apoyo, la protección y el soporte del hogar. Es la figura del padre.

Pero, si esta es la responsabilidad del padre en una familia común, ¿cómo queda esa misión cuando la Es-posa de dicho hogar es María Santísima y el Hijo único, la propia Segunda Persona de la Santísima Trinidad?

Bien sabemos que Jesús nació por la acción mila-grosa del Espíritu Santo en el claustro materno de la Santísima Virgen, siendo así, por lo tanto, hijo de este divino desposorio. Pero Él quiso venir al mundo en el seno de una familia legalmente constituida, de la cual hacía parte el castísimo esposo de la María Santísima. Conozcamos un poco más a este hombre al que Dios mismo quiso llamar “padre”: San José.

El Santo del SilencioDe hecho, Nuestro Señor fue llamado el “hijo de

José” (Jn 1,45; 6,42 y Lc 4,22), el carpintero (Mt 13,55), pero el Evangelio habla poco de su padre adoptivo. San José es apodado el “Santo del Silencio”, puesto que no conocemos palabras proferidas por él mismo, sino tan sólo sus obras y actos de fe, amor y protección hacia su amadísima esposa y el Niño Jesús. No obstante, fue un escogido de Dios y desde el comienzo recibió la gracia de ir discerniendo los designios divinos sobre sí, por estar llamado a guardar los más preciosos tesoros del Padre Celestial: Jesús y María. Patrono de la vida inte-rior, es un ejemplo de espíritu de oración, sufrimiento y admiración. Siendo el jefe de familia, admiraba a su es-

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San José, Padre adoptivo de Jesús

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Juliane Campos

El hombre a quien Diosquiso llamar “Padre”El hombre a quien Diosquiso llamar “Padre”

22 HERALDOS DEL EVANGELIO · Febrero-Marzo 2004

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posa virginal, concebida sin la mancha del pecado de Adán, y al fruto de sus entrañas, Dios hecho hombre, mucho mayores que él mismo.

Una misión: ser guardián de la Sagrada Familia

Las fuentes seguras que hablan de la vida de San José son los primeros capítulos de los Evangelios de San Mateo y San Lucas: su ge-nealogía y su descendencia de la casa de Da-vid (Mt 1, 1-17 y Lc 3, 23-38) y el hecho de ser esposo de María Santísima, la Virgen Madre del Mesías. (Mt 1, 18 y Lc 1, 27)

Pero hay una antigua tradición que cuenta el bellísi-mo episodio de su desposorio con Nuestra Señora. Di-rían los italianos: si non è vero è ben trovato (aunque no sea cierto, está bien pensado). Consta que María estaba en el Templo, ya en edad de casarse. También Ella per-tenecía a la estirpe de David. Entre sus pretendientes fueron seleccionados algunos, de las mejores familias, de los más virtuosos de Israel. Cada uno llevaba en su mano un bastón de madera seca. Al momento de la elección, el bastón de José floreció milagrosamente, naciendo bellos lirios en su punta, símbolo de la pureza que él había prometido guardar siempre. Este hecho le dio seguridad a María, que también había hecho pro-mesa de virginidad. El guardián de la Sagrada Familia

quedó maravillado con la decisión de su esposa, una vez que él mismo había tomado igual resolución.

Haciendo honor al gran elogio que la Escritura hace de él: “José era un hombre justo” (Mt 1, 19), cuando notó que su esposa esperaba un hijo, sin comprender lo que había ocurrido, no desconfió de la pureza de Ella. Por eso decidió abandonarla y no denunciarla, tal como mandaba la ley de Moisés. La noche en que iba a partir fue avisado en sueños sobre la maravillosa concepción del hijo del Altísimo y comenzó a amar todavía más a aquella que admiraba y veía crecer cada día en virtud y amor al Creador, aquella a quien el ángel saludó como la que “encontró gracia delante de Dios” (Lc 1, 30).

Esposo de María Santísima y guardián de la Sagrada Familia,

el glorioso San José es el patrono de la vida interior, ejemplo de

espíritu de oración, admiración y sufrimiento.

(Arriba: “Casamiento de José y María”, Catedral de Sevilla. Al lado: Sagrada Familia, basílica de Santa Engracia,

Zaragoza – España)

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¡Qué admirable familia! El menor epíteto que le ca-be no es otro que “Sagrada”, como la llama la Iglesia. Y estemos seguros que ahí el menor de los tres era el más obedecido, y obedecido con amor. ¿Por quién? ¡Por el propio Dios hecho hombre!

Los cinco dolores de San JoséLa Iglesia venera los cinco grandes dolores de San

José, pero enseña que a cada dolor le corresponde una inmensa alegría que Dios le envió. El primer dolor consistió en ver nacer al Niño Dios en una pobre gruta, correspondiente a la alegría de ver que los ángeles, los pastores y los Magos vinieron a adorarlo. El segundo sobrevino en la presentación de Jesús en el Templo, cuando el profeta Simeón proclamó que una espada de dolor traspasaría el corazón de María, yuxtaponién-dose a la alegría de escuchar, al mismo tiempo, que el Niño sería la luz de las naciones y la gloria de Israel. El tercero fue la fuga a Egipto y las pruebas del camino, seguida por la alegría de ver crecer en gracia y santidad

al Divino Infante. El cuarto se dio con la pérdida del Niño Jesús en Jerusalén y la angustia de buscarlo por tres días, correspondiendo a la alegría de encontrarlo en el Templo y tenerlo en casa por muchos años. Por fin, el quinto dolor fue separarse de Jesús y María en la hora de su muerte, teniendo la alegría y el consuelo de morir asistido por Ellos, convirtiéndose así en el Patrono de la Buena Muerte.

No se sabe exactamente cuándo murió San José, pe-ro la Iglesia considera que fue antes de iniciarse la vida pública de Nuestro Señor, pues en las Bodas de Caná Él estaba únicamente en compañía de su Madre.

La devoción a San José a lo largo de los tiempos

A lo largo de los siglos, varios santos recomendaron con empeño la devoción a San José: San Vicente Ferrer, Santa Brígida, San Bernardino de Siena, San Francisco de Sales. Entre tanto, quien más la propagó fue Santa Teresa de Ávila, la cual obtuvo por intercesión suya la cura milagrosa de un padecimiento terrible y crónico que la dejaba casi enteramente paralizada. A partir de ese hecho, nunca dejó de recomendar la devoción al pa-dre adoptivo de Jesús: “Parece que otros santos tienen especial poder para solucionar ciertos problemas. Pero Dios concedió a San José un gran poder para ayudar en todo.” En efecto, todos los conventos que fundó Santa Teresa la Grande fueron puestos bajo la protección del Santo Patriarca.

La fiesta de San José se celebra el 19 de marzo des-de el pontificado de Sixto IV (1471 – 1484). En 1870 el Bienaventurado Papa Pío IX lo declaró patrono de la Iglesia Universal, y San Pío X aprobó en 1909 la Letanía en alabanza del santo.

Un consejo del Santo PadreEn el mundo actual, donde abundan las familias des-

hechas y cuesta encontrar la sencilla armonía del hogar, la devoción a San José despunta de manera especial-mente recomendable. En tal sentido, el hombre al que Dios llamaba “padre” nos es señalado como intercesor por S.S. Juan Pablo II. En el Ángelus del 18 de marzo de 2001, tras indicarlo como “ejemplo para seguir y protec-tor para invocar”, el Santo Padre recordó la Familia que es modelo para todas, inclusive las de hoy: “Cuán valio-sa es la ‘escuela’ de Nazaret para el hombre contempo-ráneo, amenazado por una cultura que muy a menudo exalta las apariencias y el éxito, la autonomía y un falso concepto de libertad individual. Por el contrario, ¡cuán-ta necesidad hay de recuperar el valor de la simplicidad, de la obediencia, del respeto y de la búsqueda amorosa de la voluntad de Dios!”. ²

“La muerte de San José”, Museo de Bellas Artes, Sevilla — Asistido en sus últimos momento por Jesús y María, el santo Patriarca se convirtió en Patrono de la Buena Muerte.

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LETANÍA DE SAN JOSÉLETANÍA DE SAN JOSÉ.

EL TESORO DE LA ORACIÓN

lo largo de los siglos, la iglesia reunió un inmenso tesoro de oraciones. Fueron compuestas por almas de épocas, lugares y carismas muy diversos.

Este mes comencemos con la Letanía a San José, bello compendio de los dones y virtudes del glorioso Patriarca. Sirva ella para aumentar en nuestras almas la devoción al Santo Esposo de María.

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Señor, ten piedad de nosotros.Cristo, ten piedad de nosotros.R/: Señor, ten piedad de nosotros.Cristo, óyenos.Cristo, escúchanos.Dios Padre celestial, ten piedad de nosotros.

Dios Hijo, Redentor del mundo,Dios Espíritu Santo,Santísima Trinidad, un solo Dios,Santa María, ruega por nosotros.San José,Ilustre hijo de David,Luz de los Patriarcas,

Esposo de la Madre de Dios,Custodio casto de la Virgen,Padre nutricio del Hi-jo de Dios,Solícito defensor de Jesu-cristo,Jefe de la Sagrada Fa-milia,José justísimo,José castísimo,José prudentísimo,José fortísimo,José obedientísimo,

José fidelísimo,Espejo de paciencia,Amante de la pobreza,Modelo de los obreros,Honra de la vida doméstica,Custodio de las vírgenes,Amparo de las familias,Consuelo de los desgraciados,Abogado de los enfermos,Patrono de los moribundos,Terror de los demonios,Protector de la Santa Iglesia,

Cordero de Dios, que quitas el pe-cado del mundo,R/. Perdónanos, Señor.Cordero de Dios, que quitas el pe-cado del mundo,R/. Escúchanos, Señor.Cordero de Dios, que quitas el pe-cado del mundo,R/. Ten piedad de nosotros.

V/. Le constituyó señor de su casa.R/. Y jefe de todo cuanto poseía.

Oremos. Oh Dios, que has querido elegir a San José para esposo de tu Madre Santísima. Te rogamos nos concedas que, venerándolo como protector en la tierra, merezcamos tenerlo como intercesor en el cielo. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

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HERALDOS EN EL MUNDO

RomaHomenaje de los Heraldos al Papa

RomaHomenaje de los Heraldos al Papa

SSer bendecido por el Papa, poder saludarlo per-sonalmente, oír de sus labios una palabra o un consejo es el deseo de todo peregrino que visita Roma. Los Heraldos del Evangelio que viajaron

hasta la Ciudad Eterna para rendir homenaje a S.S. Juan Pablo II, por el 25° aniversario de su pontificado, no fue-ron la excepción a esa regla. Y en la audiencia del día 19

de noviembre, ahí estaban ellos para ver de cerca al Santo Padre.

Además de los 70 miembros del Coro y Orquesta Interna-cional de los Heraldos del Evangelio, estuvieron numerosos miembros venidos de Portugal, España, Alemania, de la pro-pia Italia y de diversos países latinoamericanos, totalizando cerca de 200 personas.

EN LA IGLESIA DE LOS HERALDOS, EN ROMA —SAN BENEDETTO IN PISCÍNULA

Mons. Stanislaw Rylko, recientemente nombrado Presidente del Pontificio Consejo para los Laicos, corona la Imagen Peregri-na del Inmaculado Corazón de María, al final de la Celebración Eucarística, en la Iglesia de San Benedetto. La entrega de esta histórica iglesia a los Heraldos, resaltó el ilustre Prelado, torna patente su universalidad y su especial vinculo con la Cátedra de

Pedro.Mons. Luigi Moretti,

Obispo Auxiliar de Roma, honró con su paternal presencia a la iglesia de los Heraldos, donde presidió una solemne celebración Eucarística. Durante la cena que le fue ofrecida, recibió como obsequio las insignias de la institución.

Presentación musical para la dirección y otros participantes del Movimiento Tra-Noi, en el salón de

eventos de su Hotel en Roma, en cuyas dependencias los Heraldos fueron generosamente acogidos durante su

estancia en la Ciudad Eterna

Mons. Luigi

MorettiMons. Stanislaw

Rylko

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HERALDOS EN EL MUNDO

RomaHomenaje de los Heraldos al Papa

RomaHomenaje de los Heraldos al Papa

Algunos Heraldos recibieron personalmente la bendi-ción del Santo Padre. En las fotos, Mariana Morazzani Arráiz, Vicepresidente General, y Pedro Paulo de Figuei-redo, Presidente Regional, ofrecen al Papa un hermoso busto de la Imagen del Inmaculado Corazón de María, elaborado por el sector artístico de los Heraldos, expresa-mente para esta ocasión.

Arrollidarse ante el Papa, besar la mano que a lo largo de estos 25 años de pontificado tanto bendijo al mundo, fueron momentos inolvidables, casi se diría, celestiales…

En esa bendición, estaban también incluidos todos los Heraldos del mundo, los Cooperadores, los simpa-tizantes, estaba Ud. lector, lectora, que ahora lee estas páginas.

AVEZZANO

Bendecir los instrumentos agrícolas, así como a los agricultores, es una anti-gua costumbre que se repite anualmente, en octubre, con la presencia de las au-toridades locales, en la pintoresca ciudad de Avezzano. Después de la celebra-ción de la Misa dominical, delante de la iglesia de la Madonna Assunta di Gioia dei Marsi, todos se reúnen para recibir la solemne bendición, a fin de atraer la protección de Dios sobre las actividades del campo. Esta vez, el acto tuvo una novedad: La presencia del Coro y Orquesta de los Heraldos del Evangelio, que hicieron una presentación musical.

Durante la Celebración Eucarística, presidida por el obispo diocesano, Mons. Lucio Angelo Renna, O. C., el sacerdote orionista Mons. Rómulo Ma-riani fue recibido como Cooperador de los Heraldos del Evangelio.

También en Roma, en la parroquia de Santa Teresita del Niño Jesús, los Heraldos animaron la

misa celebrada por Fray Agostino Agostini

Presentación musical para la dirección y otros participantes del Movimiento Tra-Noi, en el salón de

eventos de su Hotel en Roma, en cuyas dependencias los Heraldos fueron generosamente acogidos durante su

estancia en la Ciudad Eterna

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2828 HERALDOS DEL EVANGELIO · Octubre-Noviembre 200328 HERALDOS DEL EVANGELIO · Febrero-Marzo 2004

Los Heraldos llevan la esperanza al Canadá

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Los Heraldos llevan la esperanza al Canadá

a hermosa Basílica de San Pablo en Toronto, la primera iglesia católica erigida en Canadá, fue el escenario pro-pio a una ceremonia inédita para el numeroso público

presente. Muchos no contuvieron las lágrimas de emoción. No podían creer lo que veían. No lograban imaginarse participan-do, en el siglo XXI, de una coronación de la imagen de Nuestra Señora con tanta pompa y solemnidad.

El profundo impacto inicial fue seguido de una gran salva de aplausos, manifestación de una alegría contagiosa.

Era tan sólo el comienzo…En seguida, tuvo lugar la ya tradicional ceremonia de re-

cepción de hábito de los Heraldos de 25 jóvenes canadienses de los sectores masculino y femenino. De ahí en adelante, así estarán revestidos dentro o fuera de sus sedes. Además fueron admitidos 40 nuevos Cooperadores. En la ocasión, 70 personas se consagraron a Nuestra Señora según el método de San Luis María Grignion de Montfort.

La belleza, la disciplina, la eficiente organización de los ac-tos y la compenetración de los participantes marcaron a fondo los fieles presentes. Sorprendidos se preguntaban: “¿Cómo es posible que en el mundo de hoy, haya tantos jóvenes, mucha-chos y muchachas, dispuestos a abandonar todo para seguir las vías de Nuestro Señor Jesucristo, y con tanta resolución y alegría? ¡Algo nuevo está surgiendo en la Iglesia!”

Enmarcada por la nieve que afuera caía, abundante, la cere-monia marcó a todos con una gran esperanza en el futuro de la Cristiandad.

* * *En las ochos ciudades canadienses donde se presentaron, el

público se impresionó con el carisma de los Heraldos que con-seguían realizar las ceremonias con gran belleza y esplendor, resaltando las maravillas de la Iglesia Católica.

Arriba, escenas de la ceremonia de recepción de hábito en la Basílica de San Pablo, Toronto

Presentación de los Heraldos en el conocido colegio de los Lasallistas en Toronto

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En la Catedral de Cristo Rey, de Hamilton, el Obispo Mons. Matthew Ustrzycki corona la Imagen de Nuestra Señora

CENA DE GALA EN TORONTO

En el Milton Suites, hotel de cinco estrellas de Toronto, tuvo lugar una muy concurrida cena de gala, en beneficio de las obras de los Heraldos del Evan-gelio en Canadá, con la presencia de Mons. Richard John Grecco, Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis, y del alcalde de Vaughan, Michael Di Biasse, además de un selecto público. Hubo tal comunión y gene-rosidad de las personas presentes con los Heraldos, que el Presidente General de la Asociación, João Clá Dias, en sus palabras finales de agradecimiento llegó a afirmar: “En esta noche, se puede decir que fue lanzada la primera piedra de la casa de formación de los Heraldos del Evangelio en Canadá. Un sueño se está haciendo realidad”.

En la Iglesia de Santa María, en Hamilton, animado concierto musical para alumnos de diversos colegios de la ciudad

Los Heraldos admiran una de las famosas maravillas del mundo: las Cataratas del Niágara

Arriba, Mons. Grecco con el Presidente General de los Heraldos del Evangelio. Abajo, una de las

mesas de la cena

Vista general de la Cena

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3030 HERALDOS DEL EVANGELIO · Febrero-Marzo 2004

MÉXICO

Con la Imagen Peregrina del Inmaculado Corazón de María recientemente bendecida por el Papa, los Heraldos llevaron aliento y consuelo a los enfermos internos en el Instituto Nacional de Cancerología, en la capital mexicana. Los funcionarios del hospital se disputaban la honra de transportar la Imagen a los numerosos cuartos y enfermerías. Hubo momentos de mucha emoción, sobre todo en el sector de pacien-tes terminales (foto a la derecha).

Pachuca — “Las maravilla de la Santa Iglesia Católica”: Fue este el tema central de las pales-tras y representaciones teatrales del animado campamento para jóvenes mexicanos en el Par-que Nacional “El Chico”. Los padres de familia participaron de todas las actividades con entu-siasmo igual al de los hijos (foto a la izquierda).

FILIPINAS

Más de tres mil alumnos del Abellana National School, de Cebu, acogieron festivamente la Imagen Peregrina del Inmaculado Corazón de María, para celebrar la clausura del Año del Santo Rosario.

BOLIVIA

Cochabamba — En misa celebrada en la Iglesia del Convento de Santa Clara por Mons. Abel Costas Mon-taño, Obispo emérito de Tarija, 35 jóvenes candidatos a Heraldos hicieron su Primera Comunión, y otros 12 reci-bieron la Confirmación (foto arriba).

Y en la Iglesia de San Pedro, 25 niñas recibieron la Primera Comunión. Las jóve-nes de los Heraldos del Evangelio canta-ron durante la cele-bración (foto al lado).

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30 Febrero-Marzo 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 31

ECUADOR

Quito — Conmemorando el jubileo del Papa Juan Pablo II, Mons. Raúl Vela Chiriboga, Arzobispo de Quito y Primado del Ecuador, celebró una esplendorosa Misa Campal, en presencia del Nuncio Apostólico, Mons. Alain Paul Labeaupin, del Presidente de la República, Ing. Lucio Gutiérrez, y de altas autoridades civiles y

militares. Los Heraldos tuvieron la alegría de dar su colaboración para el solemne acto (foto a la derecha).

Ambato — Después de ser coronada en la Catedral de esa ciudad por el Obispo Diocesano, Mons. Germán Pabón (foto a la izquierda), la Imagen Peregrina del Inmaculado Corazón de María llevó su bendición maternal a la cárcel, a los colegios y a diversas insti-tuciones locales.

Quinche — Para rendir homenaje a Nuestra Señora del Quinche, los Heraldos participaron de una proce-

sión seguida de Misa celebrada en esa pintoresca población por Mons. Raúl Vela Chiriboga, Arzobispo de Quito, y conce-lebrada por el Obispo Auxiliar, Mons. Julio Terán Dutari, S. J. (foto a la derecha).

BRASIL

Salvador — Conmemoración de la “Excelsa Patrona Oficial y Única del Estado de Bahía”, Nuestra Señora da Conceição da Praia. Los Heraldos participaron de la procesión, el día 8 de diciembre, que recorrió las calles del barrio del Comercio, en Salvador (foto a la izquierda).

Fortaleza, nuevos Cooperadores — Durante la misa cele-brada por el P. Manoel Lemos de Amorim, en el Santuario de Nues-tra Señora de Fátima, 12 nuevos Coopera-

dores hicieron su consagración a la Virgen y recibieron la característica túnica blanca adornada por la rubra Cruz de Santiago. Todos se manifestaron dispuestos a colaborar en la Nueva Evangelización pedida por el Papa Juan Pablo II (foto a la derecha).

Cuiabá, visitas a los enfermos y encarcelados — Para llevar alegría y esperanza a los detenidos, los Heraldos cuiabanos hicieron en la Penitenciaria Paschoal Ramos una exposición sobre la devoción a Nues-tra Señora, seguida de un concierto musical (foto a la izquierda).

Los Cooperadores de los Heraldos visitaron el Hospital Municipal de Cuiabá, proporcionando a los enfermos el consuelo espiritual de una pala-bra amiga, distribuyéndoles también objetos religiosos.

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32 HERALDOS DEL EVANGELIO · Febrero-Marzo 2004

PARAGUAY: MISIÓN MARIANA

Los pobladores de Limpio, en Gran Asunción, comparecieron en masa para venerar la imagen peregrina del Inmaculado Cora-zón de María, que fue coronada por su párroco, el padre Rafael Tanasio. Toda la ciudad se consagró a la Ma-dre de Dios. “Viendo a los Heraldos, jóvenes que se entregan a la Virgen María, me siento animado para se-guir luchando por la Iglesia. Veo que la juventud no está perdida”, dijo el P. Rafael al finalizar la Celebración Eucarística.

GUATEMALA: LA CARIDAD DE INOCENTE A INOCENTES

En fiesta de Reyes, los Heraldos de Guatemala llevaron regalos y un poco de alegría y consuelo a niños abandonados (foto a la derecha). Una Cooperadora le recomendó a su hijo de sólo 4 años que juntara algunos de sus juguetes para donarlos. Él reunió varios muñecos y quedó en dudas si

dar también un gran oso de peluche, especialmente querido. Para estimularlo en la práctica de la

generosidad, la madre le dijo que era para niños huérfanos o enfermos. Entonces

el pequeño, con un beso de despedida, le su-surró a su oso predilecto: “¡Cuida al niño enfermo que pasó solito la Navidad, por amor de Dios!”.

Fueron visitados más de 700 niños huérfanos u hospitalizados. En la foto de la izquierda, visita al Orfanato San José para enfermos terminales, víctimas del

Sida.

COSTA RICA

El Coro de los Heraldos del Evangelio animó con un variado repertorio de músi-ca polifónica la Misa de Nochebuena, en el Templo Votivo del Sagrado Corazón de Jesús, la que fue celebrada por el Obispo Auxiliar Emérito de San José, Mons. An-tonio Troyo.

CHILE: VISITA A ORFANATO EN VIÑA DEL MAR

Durante una misión mariana en Viña del Mar, Chile, jóvenes del sector femenino de los Heraldos del Evange-lio visitaron la casa de acogida de niñas San José, donde la imagen de la Virgen fue recibida con cantos por las niñas. El P. Kepa Bilbao, párroco de la Iglesia Madre de Dios, quedó muy agradecido con la labor realizada y pi-dió una nueva visita para más adelante.

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Febrero-Marzo 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 33

LOS HERALDOS EN TIERRAS DE SAN ESTEBAN

“Con las visitas del Oratorio del Inmaculado Corazón cambió por entero el ambiente en mi hogar: hay más armonía, comprensión y, sobre todo, la oración en común.” Con esta declaración personal expresó una señora el sentimiento unánime de todas las familias que participan en el Aposto-lado del Oratorio en Hungría. (Foto de la derecha)

Y muchos padres de familia muestran deseos de que sus hijos participen en las actividades de evangelización

de los Heraldos.A raíz de las fiestas navideñas, los Heraldos — en colaboración con un equipo de Caritas

de la parroquia de Budakeszi — visitaron el Hospital de Rehabilitación de Budapest, para llevar la consoladora presencia de la imagen peregrina del Inmaculado Corazón de María y entregar a cada enfermo un regalo preparado por las dedicadas integrantes del Caritas parroquial. Tres violinistas acompañaron la peregrinación por el hospital, interpretando músicas de Navidad. Muchos enfermos no contuvieron las lágrimas de emoción. (Foto de la izquierda)

MISIÓN MARIANA EN LAS ISLAS DE SANTO TOMÉ Y PRÍNCIPE

Santo Tomé y Príncipe, antigua colonia portuguesa, está situada en el golfo de Guinea, África Occidental. En ese país de mayoría católica, los Heraldos lusitanos hicieron una Misión Mariana durante el cambio de año, recibiendo una calurosa acogida por parte de las autoridades civiles y religiosas, y por la población en general.

Hubo hasta una procesión en canoas, en el Océano Atlántico.Además se realizó una jornada de formación promovida por los Heraldos en el

Centro Cultural de la Catedral. El evento contó con la prestigiosa presencia de la Primer Ministro Sra. Maria das Neves.

En la misma Catedral fueron entregados los primeros 20 Oratorios del Inma-culado Corazón de María, los que peregrinarán por los hogares de Santo Tomé y Príncipe.

MISIONES MARIANAS EN VENTANILLA - PERÚ

La imagen peregrina del Inmaculado Corazón fue llevada a la localidad de Ventanilla, en los alrededores de Lima.

Luego de la celebración de la Eucaristía en la Parroquia de Nuestra Señora del Mar, presidida por el Rvdo. P. Pablo Cham, se inició un recorrido de muchas horas por las calles y cerros de la urbanización.

Delante de incontables casas había altares en honor a María, que en este día les visitaba. Y no faltaron hasta algunas alfombras de flores para homenajear a la Madre del Salvador. Lágrimas, palabras de gratitud, pequeños discursos improvi-sados pero llenos de amor, fueron la nota característica de esta misión mariana.

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LL34 HERALDOS DEL EVANGELIO · Febrero-Marzo 2004

La mejor noche que tuve en Roma

¿Cuál es la sensación de un joven estudiante de los Estados Unidos que, en Roma, asis-te a una ceremonia de los Heraldos del Evangelio? ¿Sorpresa, admiración o extrañeza?

Matthew Alderman, joven estadounidense, estudiante de arquitectura, está en Roma viviendo por algún tiempo. Los estudios le absorben casi todo el tiempo libre. Sin embargo, pasar por Roma es una oportunidad única en la vida para enriquecerse espiritual y culturalmente. En cada ruina, en cada construcción hay páginas de la Historia grabadas en la piedra.

Cierto día, Matthew recibe una curiosa invitación. No es para un concierto y menos aún para un encuentro

social. Es de los “Araldi del Vangelo” para una solemne coronación...

¿Coronación? Eso evoca a reyes y reinas. Italia es una República, él, es de los Estados Unidos. ¿Una coronación? ¿Qué va a hacer ahí? A pesar de todo, fue. Era en la Iglesia de San Joaquín. Entró en el esplendoroso templo, y ¿qué vio?

Es lo que le ofrecemos a continuación, estimado lector: una ceremonia de los Heraldos, vista a través de los ojos “azules claros” de un joven estudiante de los Estados Unidos.

a iglesia estaba llena. Decenas de cirios flameaban en el altar elevado y distante, sostenidos en los brazos exten-

didos de dos inmensos ángeles de mármol, que, agitándose en medio de nubes de piedra, presentaban so-

bre un globo terrestre en oro y azul a un Cristo semi-bizantino situado arriba, en el ábside.

Todo el esplendor de las más grandiosas coronaciones

Y ahí estaban los Heraldos. Algu-nos caminaban por atrás, mantenien-do el orden entre la multitud que

ocupaba los bancos. Sus espléndidos hábitos de caballero eran al mismo tiempo militares y monásticos: una túnica blanca hasta las rodillas y una cota café marcada con una inmensa cruz de Santiago, escarlata y blanca, que en su extremidad puntiaguda se extendía hasta las lustrosas botas. Una cadena circundaba la cintura,

La mejor noche que tuve en Roma

¿Cuál es la sensación de un joven estudiante de los Estados Unidos que, en Roma, asis-te a una ceremonia de los Heraldos del Evangelio? ¿Sorpresa, admiración o extrañeza?

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Febrero-Marzo 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 35

con un gran Rosario enlazado a un lado. Las llaves del blasón papal brillaban en sus altos cuellos mili-tares, sobresaliendo por encima de las largas capuchas dobladas hacia atrás. Y todo el santuario estaba lleno de ellos; dispuesta en filas y en perfecto orden, una gran orquesta militar de trompetistas, trombonis-tas y coristas.

De repente, apenas entré, oí el toque alto y claro de una trompe-ta, y una procesión de Heraldos se movió lentamente por la nave con perfecta precisión militar. Mientras ellos evolucionaban en dirección al pórtico, los tambores sonaban con un vigor de parar el corazón. Entonces, las puertas principales se abrieron. los percusionistas se congelaron como guardias en una parada, cruzando sus baquetas con un agudo ruido de madera.

Hubo un momento de perfecto silencio. El incienso cubría la igle-sia.

Ahí vino la imagen de la Vir-gen de Fátima, cargada en los hombros de cuatro Heraldos. En medio de la música, irrumpieron exclamaciones en alta voz de ha-cer temblar los cimientos: “¡Viva el Inmaculado Corazón de María!”, mientras los Heraldos lentamente hacían su trayecto hasta los esca-lones del altar.

El ritual de la Solemne Coro-nación de la Imagen de la Virgen tenía todo el esplendor de las más grandiosas coronaciones.

Flores de femineidad católica

Yo estaba totalmente impresio-nado. Me esforzaba, me estiraba para ver lo que podía: los Heraldos ricamente vestidos, los miembros de la banda; los representantes de otras asociaciones con vestimentas blancas y azules en la primera fila de bancos; un padre oficiante con una capa de franja dorada. Y las co-ristas, delicadas señoritas Heraldos,

sólo unos años más jóvenes que yo. Esas criaturas inocentes estaban bien atrás de los instrumentistas, pereciendo muy dignificadas en sus túnicas café-dorado, cotas de cruzado y poderosas botas. Sus fisonomías dulces y fuertes eran serias y solemnes; cabellos oscuros, castaños, rubios, tirados hacia atrás y amarrados con una cinta color café y hebillas de plata. Flores de femineidad católica.

Los músicos interpretaron una pieza de Häendel, de revolver la sangre, y se oyeron más aclamacio-nes en alta voz de los Heraldos y de las personas, y más toques de reso-nantes trompetas y de marciales sones de tambor. El incienso subía como una pluma desde un oscilante incensario, impregnando la iglesia con nubes doradas.

“Reina de gloria, certeza de la victoria”

Entonces vino la imposición del Rosario en la imagen. Una guar-dia de honor de los Heraldos se movió en dirección al presbiterio con la precisión cronológica de un centinela de Arlington. Atrás de ellos caminaba una joven con una faja escarlata y blanca, llevando un Rosario sobre un cojín.

Uno de los sacerdotes asisten-tes lo puso en la mano extendida de la imagen. Vino entonces más Häendel, y después el coro entonó en gregoriano el Veni Creator. Las sopranos, con voces argénteas como de pájaros, de partir el cora-zón, jóvenes puras, tan familiares e inocentes como las voces del Coro Litúrgico Femenino allá en Notre Dame.

Finalmente, el momento sagra-do llegó.

Con majestuosos arreglos musi-cales de metales y tambores, el coro presentó una gran interpretación bilingüe del Himno de Coronación Zadok the Priest. Yo estaba fuera de mí, mis ojos se movían vivamente

“La iglesia estaba llena. Decenas de cirios flameaban en el altar elevado y distante”

“Con majestuosos arreglos musicales de metales y tambores, el coro presentó una gran interpretación bilingüe del Himno de

Coronación Zadok the Priest”

“El órgano tronó y sonaron los tambores”

“Me esforzaba, me estiraba para ver lo que podía: los Heraldos ricamente vestidos, los miembros de la banda;

los representantes de otras asociaciones con vestimentas blancas y azules en la primera fila de bancos”

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Fotos: Timothy Ring

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36 HERALDOS DEL EVANGELIO · Febrero-Marzo 2004

para fijar por completo la gloriosa y multicolor escena.

And all the people rejoiced. Rejoiced. Rejoiced. Rejoiced and sang: God save the Queen! Long live the Queen! May de Queen live forever. Amen. Alleluia.

Los Heraldos lentamente ba-jaron el anda de la Virgen, y el sacerdote oficiante colocó la coro-na sobre su cabeza. Entonces los siervos de la Reina levantaron el anda lo más alto que podían, para mostrar a la nueva Monarca a sus súbditos. Los tambores tocaban y las trompetas sonaban con belicoso fervor, mientras que los Heraldos se movían en dirección al pórtico y recolocaban la imagen en su trono. Nosotros la proclamamos “Reina de gloria, certeza de victoria”, acla-maciones a viva voz, atrás y ade-lante con una comunicación ritual entre los Heraldos y el pueblo.

Entonces todos recitamos la Consagración, entregándonos a Ma-ría, y recuerdos del antiguo campus universitario me vinieron más fuertes que nunca. Tuve dificultades con las palabras italianas, pero me acuerdo de la sustancia. Nosotros, mis amigos y yo, habíamos hecho esa misma Consagración, o una semejante, cada

otoño y primavera en los últimos dos años. Pero no eran recuerdos, era un vínculo profundo, una continuidad, un nuevo toque del universalmente protector manto de María.

Después del “¡Aleluya!” de Häendel, se concluyó el rito con el cántico del vibrante Himno Ponti-ficio, lleno de alabanzas a la Roma inmortal de los mártires y de los santos. El órgano tronó y sonaron los tambores. Sentí cada impacto

de las baquetas sobre los tambores en mi médula y en mis oídos, y agradecí a Dios por esto. Entonces la larga procesión de los Heraldos y músicos, portaestandartes, coristas y eclesiásticos salió por la puerta principal, pasando delante de mí.

Las jóvenes, especialmente, se movían con un ritual consciente, sus

pulmones llenos, mentones levanta-dos, espaldas rectas como soldados en una parada. Dios sea alabado por tal maravilla, una tan extasian-te, tan animada escena en alabanza de Aquella que es terrible como un ejército con banderas.

Unidos por la misma fe y misma mentalidad

Yo estaba atrás, mientras la multitud se dispersaba lentamente, y veía a los Heraldos enrollar sus estandartes en el fondo de la iglesia, desmontando los grandes mástiles de bronce de los cuales pendían las inmensas banderas.

Presté atención en los amigos de los Heraldos, que se reconocían en las laterales, padres que conver-saban con sus hijas, intercambios de saludos y sonrisas, una cabeza con peluca. Los religiosos, con sus blancos cuellos altos y elegantes, pa-recían estar reorganizando las sillas en el presbiterio.

Vi a las niñas Heraldos juntarse en pequeños grupos para conversar, encantadoras al observarse su ino-cencia sin pretensiones. Parecían ahora más animadas, más huma-nas. Sus facciones parecían menos

Hoy vi lo suficien-te para llenar volú-menes. Los tambo-res aún suenan en

mis oídos.

Después del “¡Aleluya!” de Häendel, se concluyó el rito con el cántico del vibrante Himno Pontificio

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Febrero-Marzo 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 37

formales, a pesar de sus uniformes y de los cabellos brillantes tirados hacia atrás. Algunas eran de tez clara y delicada, inclusive nórdicas y con pecas; otras morenas y de fuerte estructura. Dientes apre-tados, dientes chuecos, toques de encantadora irregularidad. Todas parecían pequeñas y delgadas en sus magistrales vestidos.

Mientras tanto, los jóvenes y los Heraldos más antiguos se sa-ludaban o conversaban a los pies de la imagen de una virgen mártir, colocada en un nicho. Un novicio,

revestido sobre su hábito con una capa azul de uniforme, buscaba a sus padres o hermanos. Otros dos, haciendo guardia a la imagen como los centinelas de la Reina, intercam-biaban confidencias en voz baja por detrás de la Virgen. Es la cosa más agradable del mundo sentarse aquí y observar esos espíritus jóvenes.

Yo estaba distante, separado por la nacionalidad e idioma, pero

me sentí próximo a esta gente jo-ven, unido por una fe antigua y una misma mentalidad. Yo sólo desea-ba poder oírlos, oír esas palabras sencillas, esos dichos de la jerga católica, o promesas de lealtad mariana, venidas de sus labios. Oír y comprender. Pero había una dife-rencia de idioma entre nosotros... Entonces me conformé con comul-gar silenciosamente, en beber este esplendor católico antes de que él se borrase de mi memoria.

Volví mi atención para la Rei-na una vez más. Me arrodillé e hice una breve oración a Ella y a su Hijo.

Estoy aún un poco confundido sobre quiénes son esos caballeros contemporáneos con su botas y co-tas, si son una asociación religiosa local o internacional, laicos o pro-fesos. En tanto, hoy vi lo suficiente para llenar volúmenes. Los tambo-res aún suenan en mis oídos.

Fue de lejos, la mejor noche que tuve en Roma... ²

Testimonio con “fuerza de ley”

Habituado a dejar de lado los sentimientos para analizar con fría objetividad casos por juzgar, esta vez, el juez tuvo que dictar sentencia cediendo a las emociones. Carlos Divar es Presidente de la Audiencia Nacional (Corte Suprema de España) y asistió, en Roma, a las presentaciones de los He-raldos del Evangelio. Al volver a su Patria, expresó en breves líneas sus impresiones.

Volviendo a Madrid después de los inolvidables días pasados con ustedes en Roma, siento la necesidad de expresarle mis sentimientos de emoción y agrade-cimiento, no sólo por sus innumerables atenciones sino que también por la vida apostólica de los Heraldos.

Estamos ciertamente delante de una obra de Dios que, a través de Nuestra Señora, llega a nuestras vidas. (...) El alma de los Heraldos me cautiva, pero me conmueve también su dignísimo aspecto exterior; con sus hábitos, su modales

y su solemnidad, como demostraron en la pomposa coronación de la Virgen Peregrina de Fátima, en la iglesia de San Joaquín de Patri.

Le ruego transmitir al Prof. João Clá la garantía de mi profunda simpatía y mis permanentes oraciones a Jesús, María y José para que Ellos velen por el acierto de sus pasos.

SuyoCarlos Divar

“Entonces los siervos de la Reina levantaron el anda lo más alto que podían, para mostrar a la nueva Monarca a sus súbditos.” (A la derecha, el Presidente de la

Audiencia Nacional de España aplaude a la Virgen)

Las jóvenes, se movían con un ritual consciente

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PP

38 HERALDOS DEL EVANGELIO · Febrero-Marzo 2004

EWTN — RED MUNDIAL DE TELEVISIÓN CATÓLICA

Una obra nacida a los pies del Santísimo

Sacramentoara echar a andar un canal de televisión católica ¿qué importa más conseguir? ¿Un buen equipo de técnicos?

¿Estudios y equipos de última genera-ción? ¿Transmisión vía satélite? ¿O, por encima de todo, buenos patroci-nadores que financien el proyecto?

Todo lo anterior es indispensa-ble. Sin embargo... no es lo más importante.

En Estados Unidos, la madre Angélica fundó

la mayor red católica de televis ión del m u n d o , E W T N —Eternal Word Televisión Network (Red de Televisión del Verbo Eterno), comenzando por lo

que sí es fundamen-

tal: reclamar la ayuda de la Divina Providencia.

Ella y su comunidad de monjas clarisas del Monasterio de Nuestra Señora de los Ángeles lanzaron esa gran obra de evangelización desde el interior de las paredes de un con-vento de clausura. Comenzaron por rezar, sobre todo ante el Santísimo Sacramento. El resto vino por añadi-dura... Y con su vida de oración y sa-crificio siguen sosteniendo la EWTN TV, cuyas emisiones abarcan un total de 110 países, incluyendo a todo el inmenso territorio de los EE.UU. y Canadá, así como buena parte de Latinoamérica. Con programación las 24 horas del día, llega a cerca de 85 millones de personas.

Al comienzo de la década del 70, la madre Angélica empezó a escribir libros espirituales. Su gran éxito edi-torial le significó ser invitada para

hacer conferencias, dar entrevistas y presentar programas de televisión. Un canal de la región de Birming-ham (Alabama, EE.UU.) grabó una serie de programas con la Madre Angélica. Pero cuando supo que esa señal televisiva transmitiría una película blasfema, canceló los pro-gramas y decidió montar su propio estudio... en el garage del convento. ¿Quién podría imaginarse que el simple garage se transformaría en la mayor red de televisión católica del mundo? Ese “milagro” sólo puede explicarlo la Gracia Divina.

“Desde un comienzo — declaró la madre Angélica — la misión de EWTN fue proclamar la Buena No-ticia y comunicar a todos que Jesús es ‘el camino, la verdad y la vida’”.

Hoy, a sus 87 años, la madre Angé-lica vive en el Monasterio de Nuestra Señora de los Ángeles (Hanceville,

A la izquierda, en el locutorio del Monasterio de Nuestra Señora de los Ángeles, la madre Angélica saluda efusivamente al Presidente de los Heraldos, tras recibir como recuerdo el escudo de la institución y un rosario de lapislázuli. En el detalle, la madre Angélica muestra los obsequios recibidos. Arriba, la madre Angélica junto a su comunidad

del Monasterio de Nuestra Señora de los Ángeles

Una obra nacida a los pies del Santísimo

Sacramento

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Febrero-Marzo 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 39

Alabama) junto al que construyó tam-bién el Santuario del Santísimo Sacra-mento, pero se encuentra alejada de las actividades de programación de la TV. Junto a Jesús Eucarístico sigue siendo ella el sustentáculo espiritual de tan grande obra de evangelización.

Invitado a dar una entrevista en vivo en EWTN, el Presidente Gene-ral de los Heraldos del Evangelio, João S. Clá Dias, no quiso dejar de saludar personalmente a la madre Angélica y a su comunidad.

La visita fue casi como un en-cuentro de antiguos amigos que no se veían hace mucho, y al encon-trarse otra vez reconocen con ale-gría las semejanzas que los unen: la devoción al Santísimo Sacramento, a la Virgen María y al Papa.

A medida que exponían la fina-lidad de ambas obras, constataban con sorpresa y alegría las seme-janzas, ya sea en la espiritualidad,

ya sea en el amor a la belleza. Sí, parecían haber sido fundadas por la misma persona. ¿Y acaso no es cierto? ¡Si es el mismo Espíritu San-to el que vivifica la Iglesia y suscita nuevos carismas!

En el programa “EWTN live”, el de mayor audien-cia, el conocido presentador P. Mitch Pacwa, SJ, entrevista a João S. Clá Dias. En ese horario prime del canal de la madre Angélica, son enfocadas per-sonalidades relevantes del mundo católico en una emisión en vivo para Estados Unidos, Canadá y los países hispanos

La Madre Angélica agradece

Luego de la visita al monasterio de Nuestra Señora de los Ángeles, los Heraldos recibieron esta calurosa misiva.

Hermanas Clarisas Pobres de la Adoración PerpetuaMonasterio de Nuestra Señora de los Ángeles

10 de diciembre de 2003

Querido Sr. Clá Dias¡La paz de Nuestro Señor Jesucristo! Sr. Clá Dias, fue una

gran alegría para todas nosotras el estar ayer con usted, perso-nalmente. Quedamos muy agradecidas por honrarnos con su presencia y por haber traído al Coro y a los Cooperadores de la Asociación. Nos regocijamos con su visita y con la bella música que tanta gloria da a Dios todopoderoso.

Que Dios lo recompense abundantemente por las manifes-taciones de amistad; el emblema mariano de su Asociación montado sobre ágata brasileña será guardado con cariño junto al Santo Rosario de la Santísima Virgen María, de plata de ley y lapislázuli, que los Heraldos del Evangelio confeccionaron especialmente para nuestra Reverenda Madre M. Angélica.

Como recíproca señal de amistad, hicimos un Rosario es-pecialmente para usted, de ónix negro con incrustaciones de ópalo. Rogamos a nuestra Santísima Madre que obtenga pa-ra usted y su Asociación todas las gracias que más necesiten.

Puede estar seguro de nuestras oraciones frente a Jesús en el Santísimo Sacramento.

Agradecemos a Dios por todos y cada uno de los miembros de su Asociación. Que Nuestro Señor siga haciendo prosperar la obra por sus manos y pueda cada uno llegar al grado de santidad al que fue llamado por Dios.

En unión de oraciones, Madre M. Angélica y comu-nidad.

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José Antonio Dominguez

“¡L

40 HERALDOS DEL EVANGELIO · Febrero-Marzo 2004

¿Buen o

as empanadas es-tán excelentes! El pollo, una delicia... Pero la champaña... la hay mejor. Mire,

voy a ofrecerle unas botellas que recibí de regalo.”

Lector, ponga a prueba su perspicacia e intente adivinar dónde transcurre esta escena. ¿Será en un restorán de lujo, el diálogo entre un cliente de ca-tegoría y el dueño del estableci-miento? ¿O durante un banquete, un intercambio de amabilidades entre un invitado y su anfitrión? Podrá ser tal vez en una sencilla fiesta de cumpleaños de carácter familiar, una conversación entre dos amigos, ambos apreciadores de buenos vinos...

¿Logró descubrirlo? Lo dudo.¿Y la época en que se dió el

diálogo? Desde luego no parece ser en nuestros días, porque tanta amabilidad cabe más en tiempos pasados. Nuestro mundo es de-masiado utilitario para perder

tiempo en fórmulas de cortesía e intercambios de regalos, sin tener en vista cualquier tipo de ventaja.

Pero, querido lector, no pre-tendo abusar de su paciencia, y voy a develar el misterio.

La escena transcurre en algo que hoy en día se volvió triste-mente banal: un asalto. O mejor, para traducirlo en términos sufi-cientemente actuales, un secues-tro express.

No obstante, un ladrón que usa fórmulas tan amables, ¡casi podría decirse que es un... buen ladrón!

¿Lo será de veras?Veamos el resto de la historia,

que es completamente verídica.Invito, entonces, al lector a

retroceder en el tiempo trecien-tos años... atravesar el Atlántico y desembarcar en Francia, en pleno siglo XVIII, para presen-ciar un asalto. Pero no un asalto cualquiera, practicado por un anónimo. El ladrón al que nos referimos hizo historia, creó una

leyenda, y sus tristes aventuras aterrorizaron durante algún tiem-po aquel país. Su nombre: Luis Domingo Cartouche.

Si mi invitación es un tanto inusitada, tiene al menos la ventaja de hacernos olvidar por unos momentos las sombrías preocupaciones que el panorama contemporáneo suscita en el espí-ritu, y descansar en el recuerdo de episodios que la dorada polvareda del tiempo sublimó.

Estamos, pues, en una bella noche del verano de 1721, en el interior de Francia, en el agrada-ble castillo de la Sra. de Bouffers, viuda del Mariscal de Bouffers. Terminada la cena, los habitan-tes de la mansión se retiran a sus aposentos y se preparan para dor-mir. Los criados apagan las velas, cierran las puertas exteriores, los ruidos van disminuyendo hasta que reina un completo silencio en la casa. Solamente se oyen a lo lejos, en el jardín, los grillos que cantan alegremente o, de tiempo

¿Quién creería que ese hombre de trato educa-do, especialmente gentil con las mujeres, era el más temible bandido de su época?

mal ladrón?

“¡L

¿Buen o mal ladrón?

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en tiempo, el graznido siniestro de algún ave nocturna.

La Sra. de Bouffers, con una vela en la mano, pasa revista a los principales salones del castillo para ver si todo quedó en orden, y sube pausadamente las escalas en dirección a su pieza. Coloca el candelabro sobre la mesa, y frente al hermoso crucifijo de marfil de su artístico oratorio, reza las ora-ciones de la noche.

Se preparaba ya para acostar-se, cuando escucha por el lado exter ior de su ventana un ruido extraño. Iba a prestar atención p a r a i n t e n t a r descubrir lo que era, cuando una f igura emerge de la oscuridad, salta con impre-sionante agilidad por la ventana y cae en pie delante suyo.

La Sra. de Bouffers, sin perder la calma ni la dignidad de su con-dición, preguntó con voz firme:

—¿Qué significa esto? ¿Cómo se atreve a entrar aquí?

La figura se aproximó y la luz de la vela iluminó su rostro. Era un joven de buen aspecto y elegantemente vestido. Hacien-do una profunda inclinación, se disculpó:

—Perdón, señora, por venir a perturbar su descanso a estas horas. Permítame presentarme. Seguramente usted ya escuchó hablar de mí. Soy Luis Domingo Cartouche, su servidor.

Desde hacía algún tiempo ese nombre estremecía de miedo a Francia entera. Tan sólo se habla-ba de él, de su último crimen, que siempre superaba los anteriores en audacia. Y claro está, si mucho de cierto había en lo que se con-taba de él, la imaginación añadía detalles fantásticos, lo terminó

por crear una verdadera leyenda en torno a este famoso ladrón. La ineficacia de la policía contribuía aún más para aumentar el mito.

Su atrevimiento llegó al punto de robar las espadas de la guardia del Palais Royal, donde entonces vivía el Regente, pues las empu-ñaduras eran de plata y bastante valiosas.

Y ahora, la noble dama se en-contraba ante Cartouche, en car-ne y hueso, el ladrón más temido del país. ¿Que ocurriría con ella?

El asaltante siguió hablando, siempre en los té rminos más c o r t e s e s q u e imaginarse pue-da:

—Por favor, no grite. No le h a r é n i n g ú n daño. Nada más quiero pedir que

me dé albergue esta noche. Deseo dormir tranquilo, pero la policia me persigue desde hace varios días. Es inútil reaccionar, porque mis hombres custodian todas las puertas de la casa. Tampoco le servirá llamar a la criada de cuarto, porque no está en casa. Si me lo permite puedo dormir en la pieza de ella, aquí al lado.

La Sra. de Bouffers se percató enseguida que no podría hacer nada. Y contaba con lo peor. Es decir, que Cartouche le robara las piezas más valiosas de la casa. Los objetos de plata y oro. Las obras de arte que había he-redado de sus antepasados, sus joyas, etc. Se daría por feliz si nadie sufriera nin-gún mal.

La figura se aproximó, y la luz de la vela

iluminó su rostro...

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42 HERALDOS DEL EVANGELIO · Febrero-Marzo 2004

Pero, en lugar de exigirle la entrega de los objetos de valor, Cartouche tan sólo le hizo un pedido, que cualquier mendigo podría hacer:

—¡Estoy hambriento! No le pido otra cosa, salvo que me dé de comer.

La fisonomía espantada de la Sra. de Bouffers instó a Car-touche a insistir.

—Mande que me traigan cual-quier cosa. Me estoy muriendo de hambre. Un poco de pollo asado, y una botella de champaña.

Ella tocó entonces una campa-nilla, para llamar a los sirvientes, y pidió que le sirvieran de nuevo la cena, en la pieza. Aunque todos quedaron sorprendidos, nadie se atrevió a pregunta nada. De ahí a poco la cena estaba servida.

Cartouche, tras asegurarse que nadie había quedado en el cuarto, salió de trás de las cortinas, cerró la puerta y se sentó a la mesa. Siguiendo las reglas de la buena educación, mientras se regala-ba con las iguarías que le eran servidas, mantenía una animada conversación —mejor diríamos un animado monólogo— con la atónita dueña de casa. Le contaba las últimas novedades de París, de la corte, y claro está, sus proezas criminales que tanto daban que hablar.

De acuerdo a las buenas ma-neras, no podía dejar de elogiar la comida que tan “generosamente” le era ofrecida. Pero tampoco podían faltar algunas ironías en medio de los elogios.Sí, la comida estaba excelente...

—Señora, una casa con su categoría merece una mejor champaña. Me tomaré la libertad de hacerle probar una que me parece muy superior. Viene de las bodegas del financiero Paris-Du-verney. Le enviaré cien botellas.

Terminada la cena, Cartouche agradeció la hospitalidad y pidió permiso para ir a descansar. Tal parece que el peso de conciencia no le dejaba dormir...

No sabemos si la Sra. de Bouffers, aunque tuviera la con-ciencia en paz, habrá conseguido conciliar el sueño esa noche.

La luz del amanecer encendió nuevamente en su espíritu la pre-ocupación por lo que podría suce-

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derle. Pero el prolongado silencio que se hacía notar en el cuarto contiguo, donde Cartouche había dormido, señalaba que el famoso ladrón había desaparecido tan sorprendentemente como había llegado.

¿Y las prometidas botellas de champaña?

Un “bandido honesto” nunca falta a sus promesas, y realmente algunos días más tarde fue entre-gado en el castillo un cargamento de cien botellas del precioso vino. Solamente faltó una amable tarje-ta acompañando el regalo... Falta disculpable, porque Cartouche era analfabeto.

Pero finalmente, ¿fue Car-touche un “buen ladrón” que al final de su vida se arrepintió de sus crímenes, o por el contrario fue un “mal ladrón”?

Lamento decepcionar a los lectores. Algún tiempo después, habiendo sido traicionado por uno de sus compañeros, Cartouche fue aprehendido. Como venganza de-nunció a todos sus cómplices, pero no se arrepintió de sus grandes y numerosos pecados. Condenado a muerte, murió impenitente.

¿Fue, de veras, un “mal la-drón”?

Sin embargo, ¿no causa sor-presa que un desprovisto de sen-timientos cristianos tuviera modos tan corteses? Quizás en su infancia sus padres le dieron una educación refinada, que no supo aprovechar,

lo cual explica sus actitudes... No. Su padre era de humilde condi-ción, un simple trabajador manual que fabricaba barriles...

¿Qué explica entonces que un hombre de la peor especie tuviera una educación tan marcada? ¿Sería un mero capricho?

La cortesía, las reglas de la buena educación, constituyen la transpo-sición de la ley de la caridad en la convivencia social. Quien ama al prójimo, lo trata con cordialidad y educación, buscando ser siempre agradable en la relación con los demás. De ahí viene el significado de la palabra amable: el que se hace amar por su buen trato. ¿Y acaso no es cierto que los santos se carac-terizaron siempre por sus modos afables y por su cordialidad, incluso cuando sobresalían en ellos virtudes armónicamente opuestas?

En cierto sentido, el grado de cristianización de una sociedad po-dría medirse por el modo con que las personas se tratan entre sí, en las relaciones humanas. Si la Igle-sia ejerce mucha influencia en los ambientes, todos tenderán hacia la perfección y hacia un alto grado de refinamiento, de civilización. Fue lo que ocurrió, en el pasado, en muchos países de Europa y de for-ma sobresaliente en Francia, la hija primogénita de la Iglesia.

De aquellos siglos afirmó el Papa León XIII: “Hubo un tiempo en que la filosofía del Evangelio gober-naba los Estados. En esa época, la influencia de la sabiduría cristiana y su virtud divina penetraban las leyes, las instituciones, las costumbres de los pueblos, todas las categorías y

todas las relaciones de la sociedad civil”. (Encíclica Immortale Dei)

Uno de los síntomas de la des-cristianización del mundo moder-no es el abandono de las buenas maneras, de las bellas fórmulas de cortesía, puesto que el amor a Dios y al prójimo va disminuyendo de ge-neración en generación, y los padres muchas veces no logran transmitir a sus hijos la Fe que profesan.

En la época de Cartouche la in-fluencia de la Iglesia era tanta, que la sociedad reprobaba a los hombre, incluso a los de humilde condición, que no tuvieran buenas maneras, no supieran respetar a los más débiles y, sobre todo, a las personas del sexo femenino. Un criminal que había perdido la Fe y violaba la Ley de Dios, matando y robando, se sentía obligado a practicar ciertas reglas de cortesía.

Cuando se habla de sacralización del mundo, la acción de la Iglesia debe llegar a estas profudidades del alma humana. De manera tal que el mal se avergüence de mostrarse a la luz del día, y tenga que encubrirse para actuar.

Cartouche no es ejemplo para nadie... Pero este episodio de su triste vida, ¿no serviría para esti-mularnos a hacer un examen de conciencia?

En nuestros hogares, en la edu-cación de los hijos, ¿buscamos per-feccionar el trato y la compostura, cultivar las buenas maneras, o, por el contrario, nos dejamos influir por el mensaje negativo que tantas veces transmiten los medios de comunica-ción?

Una forma de impregnar nues-tras familias del suave aroma de Jesucristo podría consistir en ima-ginarnos cómo eran las relaciones entre los miembros de la Sagrada Familia, y tratar de imitarlas.

¿No le parece, lector, que sería un hermoso objetivo por alcanzar? Quien lo consiga, ciertamente llega-rá con rapidez a la santidad. ²

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Tartaleta del Sagrado Corazón de Jesús

Tartaleta del Sagrado Corazón de Jesús

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Modo de preparaciónMoler las galletas en la licuadora. Po-

nerlas en un tazón y mezclarlas con la mantequilla. Esparcir la masa sobre el fondo de un molde. Meter al horno caliente por aproximadamente 10 minutos y dejar enfriar.

Mezclar la jalea con cinco cucharadas (sopa) de agua fría y dejar en baño maría hasta que se disuelva. Revolver todos los ingredientes de la crema en la licuadora. Colocar esta mezcla en el molde anterior-mente preparado y dejar en el refrigerador por aproximadamente tres horas.

Cubrir con una mermelada de su pre-ferencia. La Sra. Silvia recomienda mora, frutilla o también frambuesa, la que mejora aún más el contraste de sabores. ²

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odos los sábados por la tarde, un grupo de Cooperadores de los Heraldos se reúne en la

Casa del Sagrado Corazón de Jesús, en São Paulo, para compartir unas horas de conviven-

cia, reflexión y oración. Y la Sra. Silvia — exce-lente cocinera — lleva habitualmente para la hora

del té una sabrosa tartaleta de ricota, muy apreciada por todos. El entremés hasta recibió un apodo: “Tartaleta del Sagrado Corazón de Jesús”.

Tiene muchas ventajas: es ligera, agradable y se aleja un po-co de las típicas tartaletas. Además es sencilla de preparar.

IngredientesPara la base: 1 paquete de galletas de maicena / 100 grs.

de mantequilla o margarina sin sal.Para la crema: 500 grs. de ricota / 1 sobre (12 grs.) de

jalea sin sabor / 1 cucharada de agua (con cuchara de té) / 1 tarro de leche condensada / 1 tarro de crema de leche, con suero / 1 cucharada (con cuchara de té) de esencia de vainilla o cualquiera otra de su preferencia.

Silvia Helena de Oliveira

44 HERALDOS DEL EVANGELIO · Febrero-Marzo 2004

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Lourdes y el Santo RosarioLourdes y el Santo Rosario

ues bien, fue lo que sucedió hace casi 150 años en la famosa Gruta de Lourdes, donde Nuestra Señora apareció dieciocho veces a una adolescente de catorce años,

Bernardette Soubirous.

En su reciente Carta Apostólica Rosarium Virginis Mariae, mediante la cual añadió los Misterios Lumi-nosos al Rosario, el Papa Juan Pablo II, refiriéndose a las exhortaciones de la Santísima Virgen a la práctica de esta devoción, dice: “Deseo recordar particularmente,

PP

¿Qué sentiría nuestro estimado lector si fuera invitado a rezar el Rosario en compañía de la Santísima Vir-gen, especialmente venida del Cielo a la Tierra para tal fin?

Consejejro General

Luiz Francisco Beccari

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Junto a las plácidas aguas del río Gave, el bello e

imponente conjunto del Santuario de Lourdes

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dada la incisiva influencia que conservan en la vida de los cristianos y por el reconocimiento recibido de la Iglesia, las apariciones de Lourdes y Fátima, cuyos respectivos Santuarios son meta de numerosos peregrinos en busca de consuelo y de esperanza.”

Lourdes es sinónimo de milagros. De las decenas de millares registrados allí, sesenta y siete han recibido la aprobación canónica por parte de la autoridad compe-tente. Los mismos, acostumbran a llamar más la aten-ción que el mensaje transmitido por la Madre de Dios. Mensaje este, por cierto, revestido de un carácter muy peculiar. La única incumbencia recibida por la vidente fue la de pedirle al párroco, P. Peyramale, la construc-ción de una capilla y que se llevaran a cabo procesiones. El resto es más una lección de gestos que de palabras.

Sigamos los pasos de Bernardette a través de las dieciocho apariciones, que constituyen en total de doce a quince horas de coloquio con la Reina del Cielo y de la Tierra. El 11 de febrero de 1858, estando Bernardette

por casualidad ante la agreste gruta de Massabielle, llamó su atención un fuerte ruido de ventisca. Sin em-bargo, pudo observar que, de manera inexplicable, los árboles no se movían.

Volviendo los ojos hacia una especie de nicho natu-ral que existía en el inmenso roquedo, observó allí una fulgurante aunque suave luz, y, en el centro, la figura de una joven de pequeña estatura, sonriente, de albísimas vestiduras, con un velo de igual blancura y, en la cintura, una faja azul cuyas puntas bajaban hasta la altura de las rodillas. Dos rosas doradas reposaban sobre sus pies descalzos, cubiertos en parte por el vestido. Del brazo derecho pendía un gran rosario de relucientes cuentas, con la cruz y la cadena doradas. Las manos estaban jun-tas, a la altura del pecho.

Con una señal de la cabeza, la atrayente Dama invitó a Bernardette a acercarse, pero ésta temió estar siendo víctima de una ilusión. Se frotó los ojos, observó bien y... allí continuaba la visión, con aquella encantadora y materna sonrisa.

Instintivamente, llevó la mano al bolsillo de su delan-tal, sacó el rosario e intentó santiguarse, mas sintió su brazo inmovilizado.

En ese momento, la Señora de la visión empuñó su propio rosario y comenzó a trazar una amplia, solemne y majestuosa señal de la cruz. Bernardette recuperó el movimiento del brazo e imitó su gesto.

Las dos se entendieron tan sólo por la mirada y, contemplándose la una a la otra, empezaron a rezar el Rosario, sin articular palabras. Concluida la oración, la celestial Visitante hizo una nueva señal, invitando a Bernardette a aproximarse; pero ésta no osó hacerlo.

Tan súbitamente como surgiera, la visión se deshizo, apagándose a continuación la fulgurante luz del nicho.

Tomada por entero por lo que acababa de ver, y sin buscarle una explicación al prodigioso acontecimiento, Bernardette sintió una irresistible atracción por aquella joven de indescriptible belleza.

La noticia de lo sucedido terminó por divulgarse por todo el lugar, acarreándole las burlas de las compañeras de clase, la sorpresa y oposición de los padres, la incom-prensión del párroco, las amenazas e interrogatorios de las autoridades civiles, la curiosidad popular, que se manifestaba muchas veces con desprecio.

Sin embargo, la Santísima Virgen dirigió los aconte-cimientos de manera que fueran vencidas todas esas di-ficultades; y así, el día 18 de febrero, se inició la famosa quincena en que las apariciones se sucedieron con regu-laridad. Poco a poco, aumentó la afluencia de público; la fuente milagrosa brotó de los dedos de Bernardette, comenzaron los milagros. Dos hechos, entre tanto, mar-caron de manera especial a las personas devotas y a los simples curiosos. El primero es que Bernardette siem-

46 HERALDOS DEL EVANGELIO · Febrero-Marzo 2004

Imagen de Santa Bernardette (como religiosa de las Hermanas de la Caridad de

Nervers) venerada en el Santuario de Lourdes

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pre rezaba el Rosario junto con la Aparición. Lo hacía con un ritmo irregular, deteniéndose en algunas cuen-tas, o sonriendo de forma arrebatadora; a veces, lentas y suaves, las lágrimas le corrían por el rostro iluminado.

El público acompañaba de manera instintiva todos los gestos de la vidente. Cada uno cogía su rosario e in-tentaba seguirla. Sin haber recibido ninguna instrucción para ello, todos sentían que debían imitarla. De manera invariable, al llegar, ella comenzaba a desgranar las cuentas del Rosario y, aún antes de la segunda decena, todos notaban que ya estaba presente la bellísima Visi-tante. Mirando a Bernardette, sentían lo sobrenatural.

La otra circunstancia notable era el éxtasis de aque-lla joven. Cuando llegaba Nuestra Señora, la vidente se transfiguraba. Con los ojos fijos en el nicho, perdía el contacto con el mundo exterior. Su rostro resplandecía de un blanco suave, como iluminado por una luz inter-na. Ella se volvía insensible a los pinchazos e incluso a la llama de la vela que alcanzaba sus manos, por cierto sin causarle daño alguno. Los gestos, el porte, los saludos en dirección al nicho, la angelical sonrisa, todo esto encantaba, conmovía, causaba admiración. Sobre todo, obraba conversiones.

Las apariciones duraban cerca de 20 o 30 minutos. Algunas, principalmente las cuatro últimas, fueron de una duración bastante más larga, alrededor de una hora cada una. En ellas, Bernardette rezó el Rosario com-pleto junto con la Santísima Virgen, acompañada por todos los presentes.

El día de la última aparición de la quincena, 4 de marzo, unas veinte mil personas se aglomeraban en la Gruta, en sus inmediaciones e incluso en la otra orilla del río Gave, agolpándose unas junto a otras, según declaró un testigo. En medio de esta multitud reinaba el más completo silencio, pudiéndose oír el murmullo del agua y el cántico de los pájaros. Muchos habían pasado la noche entera allí, de pie, con frío y una fina lluvia. La majestuosa Dama aún no se había identificado, pero todos estaban seguros de que se trataba de la Santísima Virgen y de que tenían la singular gracia de rezar el Ro-sario en compañía suya.

La última aparición se dio el día de la fiesta de Nues-tra Señora del Carmen. La persecución de las autori-dades civiles ya había sido declarada abiertamente. La gruta tenía una barricada y su acceso estaba vedado y vigilado por la policía. Sin embargo, Bernardette, guia-da por una llamada interior, logró llegar allá de forma discreta, seguida sólo por tres amigas. Y allí, en silencio, en contemplación, rezó el último Rosario junto a la ce-leste Visitante.

A pesar de todos los obstáculos, era voluntad de Nuestra Señora transformar aquel sitio en un gran cen-tro de culto mariano. Así, las barreras fueron vencidas

una a una, la gruta fue reabierta, los milagros empeza-ron a multiplicarse. La veracidad de las apariciones no tardó en ser reconocida de manera oficial por el obispo diocesano, dándose inicio a la construcción de la bella basílica que hoy es famosa.

Lourdes acabó por convertirse en el Santuario más visitado del mundo, al cual acuden cada año más de cinco millones de personas de todos los cantos de la Tierra. ¿Qué hacen allí? Imitan a Bernardette, aquella recatada y pura joven que, según dijo Pío XII en su encíclica sobre la Peregrinación a Lourdes, “se volvió bienaventurada, desgranando su Rosario frente a la Gruta, y aprendió de los labios y de la mirada de la Virgen Santa a glorificar al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo...”

Si el lector ha tenido ya la felicidad de ir a Lourdes, ciertamente habrá podido rezar el Rosario en el mismo lugar donde tantas veces lo hizo Bernardette. Sin em-bargo, no es necesario ir hasta allí. En cualquier sitio en el cual recemos el Rosario, acordémonos de que esta-mos siendo fieles al mensaje que María Santísima vino en persona a comunicarnos. N

Febrero-Marzo 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 47

En su nicho tallado en la roca, la evocativa imagen de Nuestra Señora de Lourdes atrae a las almas que se

dirigen a su Santuario buscando consuelo y esperanza

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sta es la leyenda de un condenado a muerte. ¿Qué c r i m e n h a b í a cometido? No lo

sabemos.Estaba siendo conducido a la

horca, levantada en el centro de la ciudad de Toulouse, Francia. Lo acompañaban los jueces y el verdugo, en medio de la gran multitud atraída por la curiosi-dad que ese género de aconteci-mientos siempre despierta.

Ahora bien, en aquella mis-ma hora pasaba por Toulouse el Rey con la bondadosa Reina, a la que acababa de desposar en España.

Llegando frente a la horca, la Reina vio al infeliz condenado ya con la cuerda al cuello. No pudo contener un grito y escon-dió el rostro entre las manos.

El Rey, entonces, se detuvo e hizo un gesto al verdugo para que esperase. Y dirigiéndose a los jueces, dijo:

—Señores magistrados, como señal de bienvenida la reina os pide que sea de vuestro agrado conceder a este hombre el perdón.

Esta intervención del Rey fue recibida por unos con alegría y por otros con sorpresa. Pero los jueces respondieron:

—Majestad, este hombre cometió un gran crimen para el que no hay perdón, y aunque nuestro deseo sería agradar a nuestra señora la reina, esta-mos maniatados por la ley que exige que sea ahorcado inme-diatamente.

—¿Existe por lo tanto en el mundo una falta que no puede ser perdonada? —preguntó tí-midamente la reina.

—Ciertamente que no — res-pondió un consejero del Rey.

Y recordó que según la costumbre del país, cualquier

¿HISTORIA PARA NIÑOS... O PARA ADULTOS LLENOS DE FE?

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48 HERALDOS DEL EVANGELIO · Febrero-Marzo 2004

Para salvarse de la horca le faltaban...

Tan sólo tres ducados...

Tan sólo tres ducados...

Todas las bolsas se abrieron buscando

más monedas

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condenado, por peor que fuera su crimen, podría ser rescatado con la suma de 1000 ducados.

El Rey abrió su bolsa y sacó 800 ducados de ella.

En cuanto a la reina, registró la suya y no encontró sino 50 ducados. Dijo:

—Señores, ¿no es suficiente para este pobre hombre la suma de 850 ducados?

—La ley exige 1000 ducados — repitieron los magistrados, inflexibles.

Entonces, todos los hombres del séquito real echaron mano en sus respectivas bolsas, en busca de más monedas, entre-gando todo a los jueces.

Tomaron cuenta y anuncia-ron:

—Son 997 ducados, ¡aún faltan 3!

—¡¿A causa de 3 ducados nada más este hombre será ahorcado?! — exclamó perpleja la reina.

—¡No se trata de una exigen-cia nuestra, sino de la ley! ¡Na-die puede alterar la ley!

E hicieron una señal al ver-dugo, que se acercó con la ca-beza cubierta con una alta capu-cha negra, preparándose para el acto final. De nuevo intervino la reina:

—¡Deteneos! Revisad prime-ro a este pobre miserable. Tal vez tenga consigo 3 ducados.

Con escepticismo, el verdugo revisó al conde-nado y encontró en uno de sus bolsillos 3 ducados. Se completó por fin la suma nece-saria. El criminal fue perdonado y acogido amablemente por el Rey y por la Reina.

Y la narración ter-mina de la siguiente forma:

¿Quién es el hom-bre que, a punto de ser ahorcado, fue salvado por

la bondad del Rey, por la intercesión de la reina y la ayuda de los caballeros del séquito real? Bien

podría ser cualquiera de nosotros. En el día del Juicio, sin duda nos salvará la miseri-cordia de Dios, la in-tercesión de la Virgen María y los méritos de los Santos.

Pero todo eso no valdrá de nada si no lleváramos con noso-tros por lo menos 3

ducados de buena voluntad... ²

Febrero-Marzo 2004 · HERALDOS DEL EVANGELIO 49

El día del Juicio de nada nos valdrá la misericordia de Dios

y de María, si no llevamos con nosotros tres ducados de

buena voluntad

Con escepticismo, el verdugo revisó al condenado y encontró en uno de sus bolsillos 3 ducados

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EEConsiderando la magnificencia del palacio donde residía, una noble, rica y piadosa dama decidió construir para Dios un templo todavía más imponente. De esta bella acti-tud surgió la majestuosa basílica represen-tada aquí.

Majestuoso joyero para el Sacramento

de Amor

unos cien metros de la calle Florida — desbordante de turistas y de ejecutivos del mundo financiero — se encuentra en Bue-nos Aires la magnífica Basílica del Santísi-mo Sacramento, del Instituto de los Padres

Sacramentinos, fundado por San Pedro Julián Eymard.La construcción de este majestuoso joyero en honra de

Jesús Eucarístico se debe a una ilustre dama argentina, la Sra. Mercedes Castellano de Anchorena. La magnificencia de su residencia particular — actual sede del Ministerio de Relaciones Exteriores de Argentina — le inspiró el noble deseo de mandar a edificar una iglesia más imponente aún, para contener el Sacramento de la presencia real del Cuer-po, Sangre, Alma y Divinidad de Cristo.

La tarea fue encomendada a los arquitectos franceses Coulomb y Chauvet. El padre sacramentino Antonio Seig-nion eligió los materiales más nobles y dirigió las obras, con

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el auxilio del padre Ernesto Vespignani, ardoroso apóstol de la Patagonia.

La primera piedra fue colocada en 1908 y las obras terminaron en 1916. En este mismo año, el Papa Be-nedicto XV la erigió en Basílica Menor.

Todo es majestad en esta iglesia. La gran nave central y las dos laterales están iluminadas por vitrales franceses que representan milagros eucarísticos regis-trados por la Historia.

Al ingresar, la mirada del visitante es atraída in-mediatamente por el altar mayor, que impacta con la presencia de una enorme custodia de plata, ante la cual se encuentran dos imágenes, también de plata: la Santísima Virgen y San José, reverentemente arrodi-llados, y nueve ángeles argénteos. Un baldaquino de mármol de Carrara, sostenido por columnas de ónix rojo de Marruecos, remata esta custodia. Y cuatro ángeles, esculpidos asimismo en mármol de Carraca, montan guardia bajo baldaquinos de la misma piedra.

Una frase llama la atención de los fieles: Adoremus in aeternum. Es el comienzo de un himno eucarístico gregoriano. La iglesia fue construida precisamente con esa finalidad: la Adoración Perpetua a Jesús-Hostia.

¡Bellísimo relicario para tan augusto sacramento! Nos recuerda que tantas piedras, cristales, maderas y metales nobles no son nada frente a Aquel para el cual fue construida la Basílica, Dios verdaderamente presente entre nosotros, de acuerdo a su promesa: “Yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo”. (Mt 28, 20) N

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MLuis M

aria B. Varela

Imagen Peregrina del Inmaculado Corazón de María perteneciente a los Heraldos del Evangelio y bendecida por el Papa

aría es la aurora que precede

el surgir del Sol de justicia, Cristo nuestro Redentor. Con el sí de la Anunciación, al abrirse totalmente al proyecto del Padre, Ella acogió y volvió posible la encarnación del Hijo.

Mensaje de S.S. Juan Pablo II por ocasión de la XV Joranada mun-dial de la Juventud