nisbet, robert_la formación del pensamiento sociológico (caps 1-3)

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  • 5/14/2018 Nisbet, Robert_La formaci n del pensamiento sociol gico (caps 1-3)

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    La formaci6ndel pensamientosociologico 1Robert Nisbet

    Amorrortu editoresBuenos Aires

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    1. Las ideas-elementos de la sociologia

    Ideas y antltesisLa historia del pensamiento se suele abordar de dos maneras.La primera y mas antigua parte de los dramatis persona;los propios pensadores cuyos escritos proporcionan la ma-teria blbliografica de aquella. Sobre este procedimiento haymucho para hablar. Resulta imprescindible adoptarlo si de-seamos comprender las fuerzas motivadoras de la evoluci6nintelectual, esas percepciones, intuiciones profundas y des-cubrimientos que proceden tinicamente de seres individua-les. Sin embargo este enfoque tiene sus desventajas. La prin-cipal es que, gracias a el, la historia del pensamiento setransforma muy facilmente en una mera biografia del pen-samiento. Las ideas aparecen como prolongaciones 0 som-bras proyectadas por individuos unicos, mas que como esasestructuras discernibles de significado, perspectiva y fide-Iidad a una causa que son a todas luces las grandes ideasen la historia de la civilizad6n. Como las instituciones, lasideas tienen sus propias relaciones y continuidad, y no esnada raro perderlas de vista euando concentramos nuestraatenci6n en las biografias, .EI segundo enfoque se dirige, no a los hombres, sino a lossistemas, escuelas 0 ismos. No a los Bentham ni a los Mill,sino al utilitarismo; no a los Hegel ni a los Bradley, sino a1idealismo; no a los Marx ni a los Proudhon sino al socia-lismo, Indudablemente, la historia del pensamiento es 1ahistoria de los sistemas: verdad tan grande en la sociologiacomo en la metafisica. Las suposiciones, ideas y corolarios seconcretan en sistemas que a menudo adquieren un podersemejante al de las religiones sobre sus proselitos, Podemoscomparar a los sistemas con las Gestalten de los psic6logos.Aprehendemos ideas y heehos, no en forma atomizada sinodentro de las pautas de pensamiento que constituyen unaparte tan J:\'rande de nuestro medio. Pero este enfoque, a(A, pesar de su valor, tambien es peligroso. Can harta frecuen-cia los sistemas son considerados como irreductibles, y no

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    como 10 que son en realidad: constelaciones de supuestose ideas discernibles y aun independientes, que pueden des-componerse y reagruparse en sistemas diferentes. Ademas,todo sistema tiende a perder vitalidad; 10 que estimula a la spersonas de una generaci6n 0 siglo, solo interesa a los anti-cuarios en la generaci6n 0 siglo siguiente. Bastenos pensar enel socialismo, el pragmatismo, el utilitarismo; y mucho antesde ellos, en el nominalismo y el realismo. Sin embargo, cadauno de estos sistemas posee elementos constitutivos que con-servan hoy tanta vigencia -aunque de diferente manera-como la que tuvieron en sus contextos originales. Serialamentable perder estos elementos de vista.Esto nos lleva de la mana a un tercer enfoque: el que noempieza por el hombre ni por el sistema, sino por las ideasque son los elementos de los sistemas. Nadie los ha descriptocon mayor lucidez ni autoridad que el extinto Arthur O.Lovejoy en el siguiente pasaje:cCuando digo historia de las ideas -escribe Lovejoy-, quie-ro significar algo a la vez mas especifico y menos restrin-gido que la historia de la filosofia. La diferencia principalreside en el caracter de la s unidades de que se ocupa aque-Ila. Aunque en gran parte su material es el mismo que elde las otras ramas de la historia del pensamiento, y dependemucho de los trabajos precedentes, 10 divide de manera es-pecial, reagrupa sus partes y establece nuevas relaciones, y 10reenuncia desde un punto de vista distinto. 8i bien el para-lela tiene sus peligros, cabe decir que su procedimiento ini-cial es alga analogo a1 de la quimica analitica, Cuandoestudia la historia de las doctrinas filosoficas, por ejemplo,irrumpe en los sistemas individuales mas s6lidamente estrue-turados y los reduce, guiada por sus propios objetivos, a suselementos constitutivos, a 10 que podrlamos Hamar susideas-elementos. 1. En The Great Chain of Being, de Lovejoy, vemos como esposible introducimos en sistemas tan complejos y diversosentre sf como el idealismo platonico, el escolasticismo me-dieval, el racionalismo secular y el romanticismo, y sacar arelucir ideas-elementos tan amplias y poderosas como con-tinuidad y plenitud, y hacerlo de manera tal que arrojenueva Iu z sobre los sistemas y tambien sobre los fil6sofosque los concibieron, desde Platen hasta el Iluminisnio. No1 The Great Chain of Being, Cambridge: Harvard University Press,1942, pag. 3.

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    iI , solo vemos alii los elementos constitutivos, las ideas-elemen-tos, sino los nuevos agrupamientos y relaciones de hombrese ideas, apreciando afinidades y oposiciones que acaso noimaginaramos que existieran.Mi Iibro abarca, naturalmente, un campo mucho menorque el del profesor Lovejoy, y en modo alguno pretendo

    haber seguido todas la s brillantes sugerencias de su enfoque.Pero gira,al igual que aquel, en tomo de las ideas-elemen-tos; en particular de ciertas ideas-elementos de la sociolo-gla europea del gran periodo formative que va de 1830a 1900, cuando hombres tales como Tocqueville, Marx, We-ber y Durkheim, echaron la s bases del pensamiento socio-. 16gico contemporaneo,I~sisto en esto, pues el lector debe estar claramente adverti-do de cuanto puede esperar, y que cosas no debe esperarencontrar en este libra. No encontrara, por ejemplo, tenta-tiva alguna por develar el sentido de Marx, la esencia deTocqueville ni la unidad de la obra de Durkheim, Dejo aotros esa tarea, sin duda inestimable. Tampoco hallara aquinada sobre cualquiera de los otros sistemas que aparecen enlos escritos de los soci61ogos del siglo XIX: materialismodialectico, funcionalismo 0 utilitarismo. Las ideas-elemen-tos que proporcionan, a mi juicio, la medula de la socio-logia, en medio de todas las diferencias manifiestas entresus autores, seran nuestro tema; ideas que persistieron atraves de la epoca clasica de la sociologia moderna y Began,en verdad, hasta el presente.Y nuestro punto de partida es el presente. La historia -al-guien 10 dijo muy bien- revela sus secretos solo a quienescomienzan por el presente. Para mencionar las palabras deAlfred North Whitehead, el presente es tierra sagrada. To-das las ideas-elementos que consideramos en esta obra sontan notorias y tan rectoras del esfuerzo intelectual actualcomo '1 0 fueron cuando Tocqueville, Weber, Durkheim ySimmel hicieron de elIas las piedras fundamentales de lasociologia moderna, No debemos olvidar que vivimos en laultima fase del periodo clasico de la sociologia, Si despojara .mos a esta ultima de las perspectivas y estructuras provistaspor hombres como Weber y Durkheim, solo nos quedaria unmont6n esteril de datos ehip6tesis incongruentes.;_Que criterios guian la elecci6n de las ideas-elementos deuna disciplina? Hay por 10 menos cuatro dominantes. Di-chas ideas deben tener generalidad: es decir, todas ellas

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    deben ser discernibles en un numero considerable de figurassobresalientes de un periodo, y no limitarse a las obras de ununico individuo 0 de un circulo, Segundo, deben tenercontinuidad: deben aparecer tanto al comienzo como enIaaultimas fases del periodo en cuesti6n; y ser tan irnpor-tantescon respecto al presente como 10 son con respectoal' pasado. Tercero, deben ser distintiuas, participar de aque-llosrasgos que vuelven a una disciplina notoriamente dife-rente de otras. Nociones como individuo, sociedad .. ueorden resultan inutiles aqui (por valiosas que sean encontextos mas generales), pues son elementos de todas lasdisciplinas que integran el pensamiento social. Cuarto, de-be,n ser ideq,s en to~o el sentido de Ia palabra: es decir, aIgomas que influencias fantasmales, algo mas que aspectosperifericos de Ia metodologia; serlo en el antiguo y perdu-rable sentido occidental de la palabra, al que tanto Plat6ncomo John Dewey podrian suscribirpor igual. Una idea esuna pe.rspectiua: un marco de referencia, una categoria (enel sentido kantiano}, donde los hechos y las concepcionesabstract_as, la ob~ervacion y la intuicion profunda formanuna unidad, La idea es --en las palabras de Whiteheacl-un g.ran foco luminoso que alumbra una parte del paisajey deja otras en las sombras 0en laoscuridad. No interesaq~e .nuestra concepci6n ultima de la idea sea plat6nica 0prag-~atIca, pues en elsentido que empleare el termino en estelibro, podria ser tanto arquetipo como plan de acci6n.;_Cuales son las ideas-elementos esenciales de la sociologia,aquellas que, mas que ninguna otra, distinguen a la socio-logia frente a las restantes ciencias sociales? A mi entenderestas cinco: comunidad, autoridad, status, 10 sagrado y alie~nacion, Su exposicion detallada sera tema de los capitulosque siguen. Aqui procederemos a identificarlas brevemente.La comunidad incluye ala comunidad local pero la desbor-da, abarcando Ia religi6n, el trabajo, la familia y la cultura:a~ude a los laz~s sociales .caracterizados por cohesion emo~cional, profundidad, contmuidad y plenitud. La autoridades ~a.estruc:u!"a u orden interno de una asociaci6n, ya seapolitica, religiosa 0 cultural, y recibe 1egitimidad por susrakes en la funci6n social, la tradicion 0 la fidelidad a unacausa. ~l = : es el pu.esto del. individuo en la jerarquiade pre~tiglO y lme~s ?_einfluencia que caracterizan a todacomunidad 0 asocsacion. Lo sagrado 0 sacro incluye lasI . I "mores, 0no racionai, las formas de conducta religiosas y ri-

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    tuales cuya valoracion trasciende la utilidad que pudieranposeer. La alienacion es una perspectiva hist6rica dentrode la cual e1 hombre aparece enajenado, an6micoy des-arraigado cuando se cortan los lazos que 10unen a la comu-nidad y a los prop6sitos morales.Cada una de estas ideas suele estar asociada a un conceptoantin6mico, una especie de antitesis, del cual procede granparte de su significado constante en la tradici6n socio16gica.Asi, opuesta a la idea de comunidad esti la idea de sociedad(Gesellschaft, en el lexico de Tonnies) formulada con re-ferencia a los vinculos de gran escala, impersonales y con-tractuales que se han multiplicado en la edad moderna, amenudo a expensas, segun parece, de la comunidad. El con-cepto antin6mico de autoridad es en el pensamiento socio16-gico el de poder, identificado por 10 comun con la fuerzamilitar 0policial, 0con la burocracia administrativa, que,a diferencia de la autoridad surgida directamente de unafunci6n y asociacion sociales, plantea el problema de la le-gitimidad. El ant6nimo de status, en sociologia, no es laidea popular de igualdad, sino la mas nueva y refinadade clase, mas especializada y colectiva a Ia vez. Lo opuestoa 10 sagrado es 10 utilitario, 10 profano (segiln la graveexpresi6n de Durkheim), 010 secular. Por ultimo, la alie-naci6n (al menos considerada como perspectiva socio16gi-ca) puedeser comprendida mejor como inversion del pro-greso. A partir de hipotesis exactamente iguales sobre Iaindole del desarrollo historico en la Europa moderna -laindustrializacion, la secularizacion, la igualdad, la democra-cia popular, etc.-, pensadores como Tocqueville y Weberdedujeron, no la existencia de un progreso social y moral,sino una conclusion mas pato16gica: la alienaci6n del hombrerespecto del hombre, de los valores y de si mismo, aliena-ci6n causada par las mismas fuerzas que otros elogiaban,en ese mismo siglo, como progresistas.Comunidad-sociedad, autoridad-poder, status-close, sagrado-secular, alienacion-progreso : he aqui ricos temas del pen-samiento del siglo XIX. Considerados como antitesis rela-cicnadas, constituyen la verdadera urdimbre de la tradici6nsociologica, Fuera de su significaci6n conceptual en socio-Iogia, cabe ver en elIos los epitomes del conflicto entre latradici6n y el modemismo, entre el moribundo orden an-tiguo defenestrado por las revoluciones Industrial y demo-cratica, y el nuevo orden, cuyos perfiles todavia indefinidos

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    son tan a menudo causa de ansiedad como de j iibilo y es -peranza.

    La rebeli6n contra el indiuidualismoEs evidente que estas ideas y antitesis no aparecieron por pri,mera vez durante el siglo XIX: todas ellas son, en una uotra forma, de Iarga data. Las encontramos en la antigtie-dad; por ejemplo, en Ia Atenas de Platen, cuando Grecia,igual que Europa dos mil afios mas tarde, buscaba dar nue-vos fundamentos a un orden que parecia destruido por losestragos de las guerras, las revoluciones y la stasis. EI inte-res de Platen por la comunidad, la alienacion, la autoridad,la jerarquia, 10 sacro, y por la generacion y degeneraci6nsocial es por supuesto, profundo, y nada tiene de exageradodecir que los elementos esenciales del posterior pensamientosocial de Occidente aparecen, primero, en su desarrollo deestas ideas, y despues, en Ia respuesta de Arist6teles. Vol-vernos a encontrar las mismas ideas, aunque con algunasmodificaciones, en los escritosde los fil6soIos moralistas ro-manos del siglo I antes de Cristo, cuando nuevamente unorden social tradicional aparece al borde de la destruccion,como consecuencia de guerras prolongadas, de revolucionessociales, de Ia decadencia moral, y de la espectacular caidade la Republica y su reemplazo par el imperio militar deAugusto. Cuatro siglos mas tarde, nos toparnos otra vez coneIIas en las obras de los filosofos cristianos, preocupados(como tantos de sus contemporaneos paganos) por la alie-nacion del hombre, la busqueda de la comunidad bienaven-tu~ada, la santidad de la autoridad, y el Iugar que eliosmismos ocupaban en la cadena jerarquica que culminaba.en .Ia Ciudad de Dios.Pero aunque intemporales y universales, tambien ellas tie-nen, como todas las grandes ideas del hombre y de la 50-ciedad, sus periodos de ascenso y descenso, de escasez y deabundancia. Hubo epocas en que su significaci6n fue escasa,en que fueron relegadas y desplazadas por otras ideas y ac-titudes, notablemente diferentes, respecto del destino delhombre y de sus esperanzas. Asi, ninguna de las que nosinteresan eneste libro desempefia un papel muy notorio enla Edad de la Razon, que con tanto briIlo ilumino los siglosXVII y XVIII y alcanz6 su punto mas alto con el Ilumi-nisrno en Francia e Inglaterra.

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    Un conjunto diferente de palabras e ideas sinteti~ab.at; lasaspiraciones morales y politicas de entonces: indioiduo,progreso contrato naiuraleza, razon y otras semejantes. Elobjetivo'dominante de esa epoca, que se extiende desde e 1Nouum Organum de Bacon hasta el Ensayo historico s~brelos progresos de la razon. humana de Condorcet, e~a la lib~-radon: liberaci6n del individuo de los lazos sociales anti-guos, y liberaci6n de la mente de las tradi~io?es que ,latenian encadenada. Durante todo ese lapso, remo la convic-don universal en ejindividuo natural: en su razon, su carac-ter innato y su estabilidad autosuficiente.Las ideas y valores del racionalisrno individualista de lossiglos XVII y XVIII no desaparecieron, por sup~esto,. conla llegada del siglo ~IX. ~ej~. de ello. En el rac~ona~s~ocritico, en el liberalismo filosofico, en la econ~Ia .c~asICay en la politica utilitaria, prosiguio el et~os del individua-lismo, junto a la visi6n de un orden SOCial fundado sobreintereses racionales.Pero a pesar del punto de vista que predominaba entonces,profusamente expuesto por los historiadores de la e~oca, elindividualismo esta lejos de describir en su trayectona com-pleta el pensamiento del siglo XIX. En realidad, no faltanrazones para considerarlo como .e l ~~ngu~nte (aunque to:davia caliente) rescoldo ~e un lndlvidualismc ',lue. al.ca~osu verdadero cenit en el siglo precedente.Lo mas distintivoy ecundo, desde el punto de v~ta. i~tele~tual, ~n el pensa-miento del siglo XIX no es el mdlvlduahsmo, s~no ~areac-cion contra el individualismo como nuestras historias ~antardado en advertir: una reaccion que en nada se manifles-ta mejor que en las id.eas que son,tema central de este libro,Estas ideas -comumdad, autotidad, status; 10 sagrado yalienacion- tomadas conjuntarnente, constituyen una re-orientacion del pensamiento europeo, tan trascendental, ami juicio, como aquella otra tan diferer:te y aun opue~ta~quesena16 la decadencia de la Edad Media, y el advemmientode la Edad de la Razon, tres siglos antes. El racion~l~smoindividualista se afirrnaba entonces contra eI corporativismoy la autoridad medieval; a comi;~os ~eI .siglo XIX, ocur;e1 0 inverso: la reaccion del tradlclonalismo contra la razonanalitica del comunalismo contra el individualismo, y de10 no racional contra 10 puramente racional. .Dicha, reaccion es amplia: la, encontramos t_an!o en la ! I -teratura, la filosofla y la teologia, como en la Junsprudencla,

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    Ia historiografia y, en su forma mas sistematica, en Ia so-ciologia. Durante el siglo XIX, cada vez son mas numero-sos los campos del pensamiento donde el individualismo ra-cionalista (sostenido de manera mas notoria, naturalmente,por los utilitaristas, cuyas doctrinas proporcionaron relievenegativo a tantos conceptos sociologicos) es asediado por teo-rias que se apoyan en la reafirmaci6n de la tradicion, teoriasque hubieran resultado tan repugnantes a Descartes 0 aBacon, como a Locke 0 a Rousseau. La premisa hist6rica deIa estabilidad innata del individuo es puesta a- prueba poruna nueva psicologia social que deriva la personalidad apartir de los estrechos contextos de la sociedad, y que hacede la alienaci6n el precio que debe pagar el hombre por suliberaci6n de tales contextos, En lugar del orden natural tancaro a la Edad de Ia Raz6n, ahora tenemos el orden insti-tucional -la comunidad, el parentesco, Ia clase sociaI-como punto de partida de fil6sofos sociales de opiniones tandivergentes como Coleridge, Marx y Tocqueville. De .Iaconcepcion generalmente optimista de la soberania popularpropia del siglo XVIII, pasamos a las premoniciones delsiglo XIX sobre las tiranias que acechan en, la democraciapopular cuando se transgreden sus limites institucionales ytradicionales, Finalmente, la idea misma de progreso es ob-jeto de una nueva definicion, fundada no ya sobre la libera-ci6n del hombre respecto de Ia comunidad y la tradicion,sino sobre una especie de anhelo de nuevas formas de co-munidad social y moral.

    Liberalismo, radicalismn, conservadorismoEsta reorientaci6n del pensamiento social, de Ia cual es unafase tan importante el advenimiento de la sociologia, no esresultado -insisto-- de las corrientes puramente intelectua-les, ni mucho menos

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    estado, la parroquia, el gremio, la familia y la tradici6nmoral que no se diferenciaba en ningun aspecto impnrtantede las opiniones anteriores del Iluminismo. En las obras deMacaulay, Buckle y Spencer Ia nocion del individuo aisla-do, .aut?m

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    A comienzos del siglo XIX los conservadores constituyeronuna fuerza antiiluminista. En realidad no hay una solapalabra, una sola idea central de aquel renacimiento con-servador, que no procure refutar las ideas de los philo-sophes. A veces (Chateaubriand es un ejemplo) se compla-dan en parecer defensores de algunos iluministas, comomedio de acometer contra algun otro: por 1 0 cormin contraVoltaire cuyos brillantes ataques al cristianismo eran vitrio-10 para' los conservadores, cristianos en 10 mas profundo,Aun en Burke se encuentran eventualmente palabras ama-bies para sus enemigos, cuyo prop6sito era promover en ellossentimientos contradictorios y dividirlos, pero el odio al Ilu-minismo, y en especial a Rousseau, es fundamental en elconservadorismo fil0s6fico.Con acierto se ha llamado a los conservadores ..profetas de10 pasado, cuya acci6n dificilmente habria de tener efectoalguno sobre las corrientes principales del pensamiento y lavida europea. Sin embargo, para comprender mucho decuanto sabemos hoy que es importante y profundo en elsiglo XIX, seria fatal que los dejaramos de lado, como sisolo tuvieran significaci6n para los anticuarios. Todas lashistorias del pensamiento atestiguan la gran influencia ejer-cida por Burke, y especialmente por Hegel, pero ambossuelen ser considerados como individuos mas que comomiembros de un movimiento ideoI6gico que trascendiera.Debe verse los, si, como personalidades individuales, a serne-janza de Voltaire y Diderot dentro del Iluminismo, perotambien como integrantes de un vasto grupo de mentalida-des con suficientes cosas en comun para constituir, incues-tionablemente, una epoca, un esquema de ideas.De todos elIos, los franceses son quiza los mas descuidadospor los estudiosos. Bonald, Maistre y Chateaubriand suelenaparecer como figuras extrafias, con ciertos rasgos g6ticos,en la historia del ..romanticismo, clasificaci6n que al me-nos a los dos primeros, debe hacerlos revolcarse en sus tum-bas. La brill ante juventud conservadora de Lamennais sue-le ser relegada al olvido ante el resplandor que emana desus actividades radicales posteriores; la influencia de losconservadores franceses sobre el pensamiento social fue,empero, importante, Basta una ojeada a algunos sociologospara evidenciar1o. Asi, Saint-Simon y Comte prodigaron suselogios a 10 que este ultimo llamaba la escuela retr6gra-da, Este grupo inmortal conducido por Maistre -escribe

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    Comte-, merecera por mucho tiempo la gratitud de lospositivistas." Saint-Simon afirm6 que su interes por losperiodos ecritico y

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    dad (como hicieran Bacon y Descartes) solo habia un paso.Ante la herejia del individualismo secular, .!no es logicoque los hombres consideraran a la sociedad como considera-ban al paisaje fisico, es decir, algo que las facultades crea-tivas podian enmendar chapuceramente una y otra vez,remodelar 0 rehacer, segiin se 10 sugirieran sus impulsos?Por ultimo, era inevitable que surgiera de todo esto la ima-gen romantica y peligrosa del hombre como una criaturade instintos indeleblemente eatables y buenos por naturale-za, sobre los cuales las instituciones y gobiernos se asenta-ban de manera represiva y sin necesidad. Tal, en lineasgenerales, la concepcion conservadora de 10 que precedi6a la Revolucion y al modernismo,En eI cuadro conservador del modernismo hay otros ele-mentos que proceden en forma directa de la RevolucionFrancesa, El igualitarismo y el poder centralizado fundadoen el pueblo son quiza los mas importantes, pero estan es-trechamente vinculados con otros: la sustitucion -en reli-gion, politica y arte- de las restricciones disciplinarias deIa tradicion y la piedad por eI sentimiento y la pasion ; elreemplazo de los valores sacros no racionales por normasimpersonales y efimeras de contrato y utilidad; la declina-cion de la autoridad religiosa, social y politica; la perdidade la libertad, termino este Ultimo que los conservadoresprefer ian definir en su sentido medieval, con connotacionesno tanto de liberacion (que significaba Iicencia y falta deataduras), como de derecho rector dentro de la ley y latradici6n divinas; la decadencia de Ia cultura, como conse-cuencia de su difusi6n en las masas; y por ultimo, la menta-lidad progresista y determinista que presidia todo esto yque insistia en considerar 10 pasado, 10 presente y 10 futurocomo categorias ferreas correspondientes a 10 eticamentemalo, mejor y 6ptimo.Esta es la constelaci6n de elementos que surge de la concep-ci6n general conservadora sobre el mundo modemo, el mun-do que la Reforma, el capitalismo, el nacionalismo y la razonengendraran, y a1 que la Revolucion habia dado ahoranacimiento. Facil es descubrir todos estos elementos en lareaccion de Burke frente a la Revolucion Francesa; tambiense conservan vividos en los escritos de otros conservadoreseuropeos y americanos. Si las ideas conservadoras nuncaarraigaron realniente en Estados Unidos, no fue porqueno hubiera hombres de genio -tales como John Randolph

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    .deRoanoke, James Fenimore Cooper, John C. Calhoun yunos pocos mas- que trataran de inseminarlas en el pen-samiento politico norteamericano,sino porque carente deun pasado institucional medieval, que persistiera en su rea-Iidad presente, el pais no tenia con que nutrirlas, a fin detornarlas apremiantes y relevantes; mientras que en Euro-pa, este pasado medieval se transform6, con particular subi-taneidad despues de la Revolucion Francesa, en un conjun-to evocativo de simbolos.El redescubrimiento de 1 0 medieval -sus instituciones, va-lores, preocupaciones y estructuras- es uno de los aeon-tecimientos significativos de la historia inteIectual del sigloXIX.s Aunque su importancia primera y mas duraderase vincula con el conservadorismo europeo (plasmando, poras! decir, la imagen conservadora de la sociedad buena)tambien la tiene, y mucha, para el pensamiento sociol6gico'ya que forma el tejido conceptual de gran parte de surespuesta aI modernismo. Este redescubrimiento de la EdadMedia explica, tanto como cualquier acontecimiento sin-gular, las notables diferencias entre la reconstruccion tipicade la historia europea por parte de los iluministas, y lacor.riente en muchos escritos historicos del siglo XIX. Losphilosophes franceses, y tamb~en ciertos racionalistas Ingle-ses como GIbbon, Adam Smith y Bentham manifestaroncategoric? d~sden por la ~dad Oscura, ese periodo de masde un .mllemo que se extiende entre Ia caida de Roma yel co?Uenzo de la Edad de la Razon, segun la opinion ge-neralizada. .De pronto, la Edad Media vuelve a ser objeto de la aten-cion de los humanistas: primero en los escritos de hombrescomo Haller, Sa:;-,igny,Bonald y Chateauhriand, para quie-nes esa era es mnegablemente un motivo de inspiracion ;luego, ampliando cada vez mas su ambito, en las obras delos juristas, historiadores, teologos, novelistas, etc. La EdadMedia suministr6 al siglo XIX casi tanto clima espiritualy temas como el pensamiento clasico 10 habia hecho en el

    ' .)

    3 Uno de Ios muchos rneritos de la excelente obra de RaymondWilli=. CUltUT$ and Society: 1780-1950 (Garden City: Double-day Anchor Books, 1960) es destacar y documentar el efecto lite-rario del medievalismo en el siglo XIX. Para los efectos socialesvease mi D~ Bonald and th~ C:0ncept of the Social Group, JOUT-nal of the H:stOTY of Ideas, junto de 1944, pags. 31531, esp. pags,320 y sigs.

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    Renacimiento, La aparicion de 10 que se dio en lIamar laescuela hist6rica de las ciencias sociales, se fund6 sobre elempleo de materiales hist6ricos e institucionales en su rna-yoria medievales. Cada vez mas la sociedad medieval pro-porcionaba una base de comparaci6n can el modernismo,para la critica de este ultimo. As! como el siglo XVIIIhabia popularizado el empleo de materiales primitivos-toda la moda del exotismo, por ejemplo, tan estre-chamente vinculada a los modelos de ley natural- con elfin de establecer su contraste con el presente, asi ahorael siglo XIX recurri6 a materiales medievales, Habia en'ella algo mas que un prop6sito comparative, por supuesto ;tal como evidencian los monumentales estudios de vonGierke, Fustel de Coulanges, Rashdall y Maitland, el inte-res por la Edad Media iba acompafiado de una busquedaerudita de los origenes institucionales de la economia, la po-Utica y Ia cultura europeas. La Edad Media pudo servirde fundamento a la idealizacion y la utopia -10 demuestranlos escritos de Chateaubriand, Sir Walter Scott y otrosautores hasta llegar a William Morris- pero tambien sir-vi6 como fuente de algunas notables investigaciones hist6-ricas y de cieneias sociales,Entre el medievalismo y la sociologia hay intima relaci6n.Hemos sefialado cuanto admiraba Comte a los conserva-dores; de ello derive su aprecio casi equivalente por laEdad Media. Pocos la adularon tanto como 61: fuera de todaduda, eI medievalismo es el modelo real de su utopia so-ciol6gica en Sistema de polftica positiva. Comte infundi6en sus venas la sangre del positivismo en reemplazo delcatolicismo, pero es indudable su admiraci6n por la estruc-tura de la sociedad medieval, y sus deseos de restaurar, me-diante la eciencia, sus caracteristicas esenciales. La socie-dad medieval, con su localismo, su jerarquia y su consti-tuci6n religiosa, es el punto de referencia permanente enlos estudios de Tocqueville sobre fa democracia norteame-ricana y el regimen moderno en Europa. Le Play fundabafrancamente su efamilia troncal, de la que hacia tantoalarde, .sobre la familia medieval, y dec1araba que la EdadMedia era el verdadero objeto de atenci6n en el estudlocomparativo de los hechos sociales, y no las irrelevantessociedades antiguas y primitivas, Tdnnies dedujo el ma-terial sustancial de su tipologia de Gemeinschaft a partir dela .aldea, la familia y el 'clan medievales. Durkheim bas6

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    su celebrada propuesta de creacion de asociaciones profe-sionales intermedias en los gremios medievales, poniendobuen cuidado, por supuesto, en aclarar 1 0 : \ 8 diferencias, dadoque a menudo se le habia criticado que fundara su cienciade la sociedad en valores de corporativismo, organicismo yrealismo metafisico,Con esto no pretendemos insinuar que los sociologos tuvie-ran espiritu medieval. Tendriamos que buscar mucho paraencontrar una mentalidad mas moderna, por su filiaci6nsocial y politica, que la de Durkh~~. Au~ en. el cuerp.ode su teoria social, prevalece eI espmtu racionalista y POS1-tivista, tornado en gran parte de Descartes, quien, muchomas que cualquier otro fi16sofodel siglo XVII, habia ani-quilado el escolasticismo. Lo mismo cabe decir, en esencia,de Tonnies, Weber y Simmel.

    I deologia y sociologiaEsto nos lleva al importante tema de las ideologias persona-les de los sociologos de que nos ocuparemos. Hasta aquihemos examinado las ideologias en abstracto, tomandolascomo semillero de los problemas doctrinarios y conceptua-les del siglo. El cuadro esta lejos de ser igualmente claroni es tan facil hacer clasificaciones cuando tomamos encuenta a los individuos, No resulta demasiado arduo ubicara ~e Play, Marx y Spencer en sus ideol?glas respectivas. EIprunero es el conservador por excelencia ; Marx, la perso-nificacion del radicalismo del siglo XIX; y Spencer, seguntodas las normas de su epoca, fue un liberal; pero nosucede 1 0 propio con otros autores. Cabria designar a Corntecomo radical si atendemos a 10 ut6pico de su Sistema depolitica positiva, con su plan de reordenaci6n total de lasociedad occidental; mas para muchos hombres de su siglo,ien primer termino para John Stuart Mill, las mesuradasloas que aquel cantara a la ciencia, la industria y e1positi-vismo 10colocan entre los liberales; y es indudable la ten-dencia profundamente conservadora de los verdaderos con-ceptos de su nueva ciencia, conceptos que explican el lugarespecial que oeup6 dentro del pensamiento conservador fran-ces hasta la Action Francoise, y tambien en el pensamientode la Confederaei6n del Sur previo a la Guerra de Sece-si6n de Estados Vnidos. Quiza la figura de Tocqueville

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    resulte mas clara: en el se funden el liberalismo y el con-servadorismo. Mantuvo vinculos personales con los liberatesde su epoca; ejercio un papel influyente en la revolucionde 1848, y no se hacia ilusiones en 10 que aresucitar elpasado se refiere. Para 6 1 la democracia era uno de los mo-vimientos irresistibles e irreversihles de la historia; sin em-bargo, el tono de sus analisis y criticas de la democraciaes acentuadamente conservador.La cuestion se vuelve mas compleja cuando pasamos a consi-derar otros thanes. Tonnies seria clasificado, supongo, comoconservador, al menos por su raigambre personal y noto-rios vinculos con las condiciones del tipo Gemeinschaft de sueducacion ; pero 61 no se juzgaba a si mismo conservadory sus simpatias politicas se inclinahan sin disputa hacialos liberales. iFueron liberales Simmel, Weber, Durkheim?La respuesta afirmativa seria probablemente Ia mas apro-ximada. No por cierto radicales; ni siquiera Durkheim, aquien algunos, poco advertidos, ubicaran a veces entre lossocialistas. lSerian tal vez conservadores? No en ninguno delos sentidos politicos del termino, corrientes en aquella epoca.Todos y cada uno de eUos se apartaron de los conservado-res en politica y en economia,No obstante, seria engafioso abandonar aqui la cuesti6n.Existe un conservadorismo de concepto y de simbolo, y exis-te un conservadorismo de 'actitud. Desde nuestra posicionactual es posible advertir en los escritos de esos tres hom-bres, profunda's corrientes de conservadorismo, que avan-zan en direccion contraria a su filiacion politica manifies-tao Hoy podemos ver en cad a uno de ellos elementos enconflicto casi tragico con las tendencias centrales del libe-ralismo y del modernismo. A traves de toda su vida lassimpatias liberales de Weber estuvieron en pugna can supercataci6n de 10 que ese modernismo hacia --en la formade racionalizacion de cultura y pensamiento- can los va-Iores de la cultura europea. Este confIicto interior explicaen buena medida la melancolia que emana de ciertas partesde 8U pensamiento y que de hecho detuvo su actividad deerudito durante breves lapsos. Ni en Sirnmel ni en Durk-heim aPru:ece una melancolfa semejante, pero tampoco po-demos dejar de apreciar en sus obras la misma tensi6nentre los valores del. liberalismo politico y los valores delconservadorismo humanista 0cultural, por renuentes que semostraran a aceptar estos ultimos.

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    La paradoja de la sociologia -paradoja creativa comotrato d.e ?emostrar en estas paginas-s- reside en qu~ si pOl'sus objetivos, y por los valores politicos y cientificos quedefendieron sus principales figuras, debe ubicarsela dentro del~ corrientecentral del modernismo, pOl' sus conceptos esen-ciales y sus perspectivas implicitas esta en general mucho, "mas cerca del conservadorismo filos6fico. La comunidadla autoridad, la tradicion, 10 sacro: estos temas fueron enesa epoca, principalmente preocupaci6n de los conservado-;es, como se puede apreciar con gran claridad en la lineamtele~~ual que va de Bonald y : ~aller a Bur~khar~t y Taine.Tamblen_Io ~ueron los pr~sentl1mentos de alienacion, del po-der totalitario que habria de surgir de la democracia demas as, y de la decadencia cultural. En vane buscariamoslos efec~os significativos de estas ideas y premoniciones so-bre los ll:t~reses fundar_nentales de los economistas, politico-logos, psicologos y etnologos de ese periodo. Se los hallaraen cambio, en la medula ~e. la sociologia -transfigurados:par supuesto, por los objetioos racionalistas 0 cientificosde los sociologos,

    Las [uentes de fa imaginaci6n sociol6gicaConviene insistir, para concluir con este tema en dos pun-. ] ,tos: pnmero, a b~se 1f1.oral de ~a .sociologia moderna; ysegundo, el marco mtuitrvo 0 artistico de pensamiento enque se han al.canzado las i~eas. centra!es de .la sociologia,Las grandes Ideas de las ciencias sociales tienen invariable-mente sus rakes en aspiraciones morales. Por abstractas quel~s idea~ sean. a veces, pOl' neutrales que parezcan a los teo-ncos e investigadores nunca se despojan en realidad de susorigenes morales. Esto es particularment~ cierto con :elaciona las ideas de que nos ocupamos en este libro. Ellas nosurgieron del razonamiento simple y carente de comprorni-s~s m,o;ales de la ciencia pura. Noes desmerecer la grandezacientifica de hombres como Weber y Durkheim afirmarque trabajaban con materiales intelectuales -valores con-~eptos y t:orias- que. jamas hubieran llegado a poseel'sin los persistentes confIictos morales del siglo XIX. Cadauna de las ideas. men~ionadas aparece por primera vez enforma de una afirmacion moral, sin ambigiiedades ni disfra-ces. La comunidad comienza como valor moral; solo gra-

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    4 La media docena de parrafos que siguen proceden de mi So-ciology as an Art Form, Pacific Sociological Review, otofio de1962.

    pectiva de un artista, tanto .como la de ~n ~rombre dedencia. EI trasfondo, los detalles y la caractenzacion s~ com-binan en una imagen total iconistica ,P0r su ~ptac16~ deun orden social completo. lComo logro Durkheim esta Ide~rectora? De algo podemos estar seguros: no la encon~roexaminando las estadisticas vitales de Europa, como hubie-ra sucedido si se aplicara a la ciencia la fabula de la cigiie-fia ; tampoco Darwin extrajo la idea. de la seleccion na~uralde sus observaciones durante el viaje del Beagle. La Idea,asi como el argumento y las conch~siones de E l , . n :i ci d io yaestaban en su mente antes de exammar las estadisticas. iDedonde, pues, la obtuvo? Solo cabe especular al respe~to.Pudo haber arribado a ella en sus lecturas de Tocqueville,quien a su vez tal vez la dedujo de Lamen~s, quien. ~posible que la tomara de, BOl;ald 0 Chateaubna~d. 0qUlZaprovino de alguna expertencia personal: de algun recorda-do fragmento del Talmud, de una int~c~6n nacida ?e ~upropia soledad y marginalidad, una migaja de exper~enclaparisiense. lQui~n p~ede sa?erlo? Pero una c0_saes clerta,:la fecunda combinacion de ideas que hay detras de El SUl-cidio -de la cual seguimos extrayendo provecho e,n n~estrasempresas cientfficas-- se alcanz6 de una forma mas afm conlos procedimientos de un artista que con los del procesadorde datos, el logico 0 el tecnologo. .No es muy diferente I? gue

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    a la que vincula aI artista con sus predecesores. Del mismomodo que el novelista siempre aprendera algo nuevo. alestudiar y reestudiar a Dostoievski 0 James -un sentidodel desarrollo y la forma, y el modo de extraer inspiracion deuna fuente fecunda- rambien el sociologo aprende pennawnentemente at releer a hombres como Weber y Simmel.Este es el rasgo que diferencia a ~a.sociologia de algunasciencias fisico-naturales. Lo que el fisico joven puede aprenwder aun de un Newton, tiene un limite. Una vez entendidoslos 'puntos fundamentales de los Principia, es poco probableque su relectura Ie ofrezca, como fisico, mucho mas (aunquepodria extraer nuevas ideas de ellos c.o,mohlstori~?or de laciencia). jCuan diferen~e es la relaclOn. del sOCl~lo~oconun Simmel 0 un Durkheiml La lectura directa sera siempreprovechosa, siempre dara como resultado la adquisic~6n deuna informacion fecunda, capaz de ensanchar los honzontesdel lector. Proceso semejante al del artista contemporaneoque se enfrasca en el estudio de la arquitectura medieval, e1soneto isabelino 0las pinturas de Matisse. Tal es la esenciade la historia del arte, y la razon de que la historia de lasociologia sea tan diferente de la historia de la ciencia.

    2. Las dos revoluciones

    EZ resquebrajamiento del viejo ordenLas ideas fundamentales de Ia sociologia europea se com-prenden mejor si se las encara como respuesta al derrumbedel viejo regimen, bajo los golpes del industrialismo y lademocracia revolucionaria, a comienzos del siglo XIX, y losproblemas de orden que este creara, Tal es la unica conclu-si6n que podemos extraer del caracter de las ideas y lasobras donde aparecen, y de la relaci6n de idea y obra conla epoca. Los elementos intelectuales de la sociologia sonproducto de la refracci6n de las mismas fuerzas y tensionesque delinearon el liberalismo, el conservadorismo y el rawdicalismo modemos.El colapso del viejo orden en Europa ---orden que se apo-yaba en el parentesco, la tierra, la clase social, la religion,la comunidad local y la monarquia- liber6 los diversoselementos de poder, riqueza y status consolidados, aunqueen forma precaria, desde la Edad Media. Dislocados por laRevoluci6n, reunidos confusamente por el industrialismo ylas fuerzas de la democracia, encontraremos a esos elemen-tos recorriendo a tumbos el paisaje politico de Europa du-rante todo el sigloXIX, en la busqueda de contextos nuevos.Del mismo modo que la historia politica del siglo XIX re-gistra los esfuerzos prdcticos de los hombres por volver aconsolidarlos, la historia del pensamiento social registra losesfuerzos te6ricos realizados en tal sentido; es decir, lastentativas de ubicarlos en perspectivas de importancia filoso-fica y cientifica para la nueva era. La indole de la comuni-dad, la localizaci6n del poder; la estratificaci6n de la riquezay los privilegios, el rol del individuo en la naciente sociedadde masas, la reconciliaci6n de los valores sacros con las reali-dades politicas y econ6micas, la direcci6n de la sociedadoccidental: he ahi ricos temas para la ciencia del hombredel siglo XIX, igualmente sustanciosos como problemas pordirimir en el rnercado, en la camara Iegislativa, y tambien,con bastante frecuencia, en las barricadas.J".

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    Dos fuerzas, monurnentales por su significaci6n, dieron ex-trema relevancia a estos temas: la Revoluci6n Industrial yla Revolucion Francesa. Seria dificil encontrar algun areadel pensamiento que no hubiera sido afectada por uno ~eestos acontecimientos 0 por ambos. Su naturaleza cataclismi-ca se torna muy evidente si observamos la reacci6n de quie-nes vivieron durante esas revoluciones y sufrieron sus con-secuencias inmediatas. Hoy resulta harto sencillo sumergircada revoluci6n, con sus rasgos distlntivos, en procesos decambia de largo plazo; tendemos a subrayar la continuidadmas que la discontinuidad, la evoluci6n mas que la revo-lucian. Pero para los intelectuales de esa epoca, tanto ra-dicales como conservadores, los cambios fueron tan abruptoscomo si hubiera llegado el fin del mundo. El contraste entre10presente y 10 pasado parecia total -terrorlfico 0embria-gador, segun cual fuera fa relaci6n del sujeto con el viejoorden y con las fuerzas en C1actuantes.En este capitulo nos ocuparemos, no tanto de los aconteci-mientos y los cambios producidos por las dos revoluciones,como de las imagenes y reflejos que puedan hallarse de ellosen el pensamiento .social del siglo pasado. No abriremosjuicio sobre 10que fueron ensu realidad hist6rica las revo-luciones Industrial 0 Francesa, en su relacion concreta con10 que las precedi6 y 10 que las sigui6. Nuestro interes secentrari sobre las ideas, y el vinculo entre acontecimientos eideas nunca es directo; siempre estin de por medio las con-cepciones existentes sobre aquellos, Por eso es crucial elpapel que desempefia la valoraci6n moral, la ideologia po-litica,La Revoluci6n Industrial, el poder de la burguesia y el na-cimiento del proletariado pueden 0 no haber sido 10 qu~Marx supuso que fueron, pero queda en pie el hecho deque, si se prescinde de su concepcion al respecto, no hayotra forma de explicar 10 que quiza fue posteriormente elmayor movimiento intelectual 0 social de la historia deOccidente. Cabe afirmar 10 mismo de la Revoluci6n Fran-cesa. Alfred Cobban se refirio vhace poco al emito de laRevoluci6n Francesa, queriendo decir, al parecer, que nosolo 1a subitaneidad de Ia Revoluci6n sino tambien su im-portancia habian sido exageradas. Pero desde el punto devista de algunos de los fundadores de la sociologia -Comte,Tocqueville, Le Play- 10 fue en otro sentido completa-mente distinto, mas 0menos el que Sorel habria de dar a

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    esa palabra. Para aquellas figuras -ypara muchos otros-la Revolucion Francesa pareci6 casi un acto de Dios en suinmensidad cataclismica. Con la posible excepci6n de laRevoluci6n Bolchevique en el siglo XX, ningun otro aeon-tecimiento desde la caida de Roma en el siglo V suscit6emociones tan intensas, reflexiones tan graves ni tantos dog-mas y perspectivas diversos relativos al hombre y su futuro.Tal como afirma E. J. Hobsbawm en uno de sus ultimosescritos, las palabras son testimonies que a menudo hablanmas alto que los documentos. El periodo comprendido porel ultimo cuarto del siglo XVIII y la primera mitad delsiglo XIX es, desde el punto de vista del pensamiento so-cial, uno de los mas ricos de la historia en 10 que atafie ala formad6n de palabras. Consideremos las siguientes, inven-tadas en ese lapso 0-10 que es 10 mismo-- modificadasentonces para darles el sentido que hoy tienen: industria,industrialista, democracia, clase, clase media, ideologia, in-telectual, racionalismo, humanitario, atomistico, masa, co-merciallsmo, proletariado, colectivismo, igualitario, liberal,conseruador, clentdico, utilitario, burocracia, capitalismo,crisis.l Hubo otras,pero estas son para nosotros las masinteresantes.Evidentemente, estas palabras no fueron simples tantos enun juego de reflexiones abstractas acerca de la sociedad ysus cambios. Todas y cada una de ellas estuvieron saturadaspor un interes moral y una adhesion partidaria, 10 mismoal terminar el siglo XIX como en sus comienzos, cuandohicieron su aparici6n. Esto no significa negar ni oscurecersu eficacia posterior en el estudio objetivo de la sociedad.Todos los grandes periodos del pensamiento en la historiade la cultura se caracterizan por la proliferaci6n de nuevosterminos y de nuevas acepciones para los antiguos. iDe queotro modo podrian cortarse los lazos de los convencionalis-mos intelectuales, si no mediante los filosos bordes de lasnuevas palabras, capaces de expresar por 5 1 solas nuevosvalores y fuerzas que pugnan por manifestarse? Nada masfacil que aplicarles los epitetos de jergal> y barbarismolingiifstico cuando surgen por primera vez; cierto es quealgunas de elIas los tenian bien merecidos y recibieron eljusto castigo del olvido posterior, pero la historia revela pal-1 The Age of Revolution, Nueva York: Mentor Books, 1964,pags. 17 y sigs, Vease tambien Raymond Williams, op. dt., XI-XVIII. .

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    mariamente que fueron pocas las palabras c1aves en el es-tudio humanistico del hombre y la sociedad que no comen-zaran como neologismos nacidos de la pasion moral y delinteres ideologico,

    Los temas del industrialismoNada. 10 pone mas en evidencia .que el e~ecto ?e. la R~vo.lu-cion Industrial sobre el pensamiento decimononico, Si bienla fuerza de Ia Revolucion Industrial adquiere mayor noto-riedad en la obra -literaria y erudita- de los ingleses(aunque mas no sea porque esta Revolucion es tan inglesacomo es francesa la Revolucion politica iniciada en 1789), elindustrialismo no dejo de tener implicaciones para los pen-~adores franceses y alemanes. La amplia difusion que tuvoen toda Europa La riqueza de las naciones de Adam Smith,publicado en 1776, advirtio incluso a los eruditos mas ence-rrados en sus claustros los problemas que crearia esa Revolu-cion. Mucho antes de que la frase Revolucion Industrialse hiciera corriente, los escritores alemanes y franceses ya de-signaban como sistema Ingles las fuerzas combinadas delindividualismo legal y del economismo que estaban tr~ns-formando a la sociedad inglesa. Como veremos repetida-mente en los capitulos que siguen, desde Comte a Weber,los sociolcgos debatieron los problemas de la comunidad, elstatus y la autoridad en el contexto casi invariable de loscambios irnpresos sobre Ia sociedad europeapor las fucrzasderivadas de la division del trabajo, el capital industrial ylos nuevos roles del hombre de negocios y el obrero.lQue aspectos de la Revolucidn Industrial habrian de pro-vocar mayor cantidad de respuestas sociologicas y de re-sultar mas rectores en la formulacion de problemas y con-ceptos? Cinco de elIos, a nuestro juicio, desempeiiaron unpapel crucial: la situacion de la clase trabajadora, la trans-formaci6n de la propiedad, la ciudad industrial, la tecnolo-gia y el sistema fabril. Gran parte de la sociologia es enrigor una respuesta al reto representado por estas nuevassituaciones, y sus conceptos los sutiles efectos que elIas ejer-cieron sobre Ia mente de hombres tales como Tocqueville,Marx y Weber.Es incuestionable que el mas notable y mas ampliamentedebatido de estos aspectos fue la situacion de la clase tra-

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    bajadora. Por primera vez en la historia del pensamientoeuropeo, la clase trabajadora (distingo clase trabajadorade los pobres, los oprimidos, los humildes, que por suput>:s;oconstituyen ternas permanentes) fue tema de preocupacronmoral y analitica. Algunos estudiosos han sugerido. en losliltimos tiempos que la situacion de la clase trabajadora,aun en las primeras etapas del industrialismo, era mejor quela que habia prevalecido durante un par de siglos antes.Quizas esto sea cierto; pero es dificil que los observadoresindependientes sustentaran en los comienzos del siglo XIXtal opinion. Tanto para los radicales como para los con-servadores, Ia indudable degradacion de los trabajadores, alprivarlos de las estructuras protectoras del gremio, la aldeay la familia, fue la caracteristica fundamental y mas espan-tosa del nuevo orden. La declinacion del status del traba-jador cormin, para no mencionar al artesano especializado,es objeto de la acusacion de unos y otros. En el continente,Bonald y Hegel aludian con disgusto al sistema Ingles, aladvertir la inestabilidad general de la sociedad que resulta-ria fatalmente de la perdida, por parte del hombre, de lasrakes de su trabajo en la familia, la parroquia y la comu-nidad. Ya en 1807 en Inglaterra, Robert Southey basabaen gran parte su crltica a1 nuevo sistema fabril en el em-pobrecimiento de sectores cada vez mayores de la poblaci6n.Nueve aiios despues escribio en su Colloquies: c[Un] pueblopuede ser demasiado rico; pues la tendencia del sistemacomercial, y mas espedficamente del sistema fabril, es acu-mular riqueza mas bien que distribuirla ... los grandes capi-talistas llegan a ser como tiburones en un estanque, quedevoran a los peces mas debiles; y no hay duda de que lapobreza de una parte del pueblo parece aumentar en lamisma proporcion que la riqueza de otra.2 Como habra deocurrir a 10 largo de todo el siglo, Southey sefiala eI con-traste entre su epoca y las anteriores. Con 10 malos queeran los tiempos feudales -Ie haec decir a Sir ThomasMore, su principal vocero en los Colloquies-, no fuerontan perjudiciales como esta epoca comercial para los senti-mientos buenos y generosos de la naturaleza humana.sfVolvamos a los escritos del mas capaz de los radicales Ingle-ses de ese pedodo, William Cobbett, aborrecido y perseguido2 Citado por Williams, op. cit., pag. 25.3 Williams. pag. 26.

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    sin descanso por las fuerzas que detentaban el poder. Labase de su critica a la nueva economia no es muy distintade la de Southey; es precisamente 10 que el considera lafunesta declinacion del status del obrero. El nuevo sistemaha extinguido casi por completo la clase de los pequefiosgran jeros; de un extrerno al otro de Inglaterra, las casasque a1bergaron antes a los pequefios granjeros y a sus ven-turosas familias, se convierten ahora en minas, con todassus ventanas tapiadas, excepto una 0dos, dejando pasar 1aluz precisa para que algtin trabajador, cuyo padre fuequizas el pequefio granjero, atienda a sus qijos semidesnudosy famelicos ... ,,4cQuisiera ver -escribe Cobbett-, a los pobres de Ingla-terra como eran los pobres de Inglaterra cuando yo naci; ysolo la falta de medios podra hacerme desistir de esforzarmepor realizar ese deseo. Cobbett vela destruida a su alrededortoda relacion tradicional que diera seguridad; los artesanosy gran jeros se habian transformado en man os (hands) ,subditos ahora de los ..Senores de la Fibra, Soberanos dela Hilanderia, grandes Hacendados de Ia Hebra ... Cuandolos terminoa eran patrono y hombre, todos estaban en sulugar, y todos eran libres. Ahora, en realidad, es una cues-tion de amos y esclaoos.s''La semejanza entre Southey y Cobbett refleja aqui ciertaafinidad entre el conservadorismo y el radicalismo que ha-bria de perdurar a 10 largo de todo el siglo (me refiero, porsupuesto, a la evaluacion del industrialismo y sus subpro-ductos; escasa 0 nula fue su afinidad en las cuestionespoliticas}, Lo que describen en sus escritos conservadorescomo Tocqueville, Taine y el norteamericano Hawthorne,como reaccion horrorizada ante el cuadro que presentabanManchester y otras ciudades de los Midlands de Inglaterra,no difiere, en su intensidad emocional, de 10 que iba aescribir Engels. Manchester result6 el tipo ideal, por as!decirlo, de las reacciones conservadoras y radicales contra lanueva industria y el desplazamiento de la clase trabajadoradesde su rnedio rural.El propio Marx, cuyo disgusto por el ruralismo era tandesorbitado como su odio al pasado, aparece comparando enel Manifiesto Comunista las eidilicas relaciones feud ales ypatriarcales del pas ado con las que no han dejado otro4 Williams, pag, 15.5 Williams, pag, 16.

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    integraci6n de 10 que Burke llamara hosterias y lugares dedescanso" del espiritu humano; Bonald, les liens sociales,y Southey, el lazo de union,EI segundo de los temas derivados de Ia Revoluci6n Indus-trial tiene relaci6n con la propiedad y su influencia sobre elorden social. Como veremos mas adelante, ning6.n aspectode la Revoluci6n Francesa represent6 mayor afrenta paralos conservadores que la confiscaci6n de la propiedad y eldebilitamiento del apoyo institucional a esta, La propiedady la funci6n que deseaba asignarsele en la sociedad sobre~pasa a cualquier otro simbolo en su acci6n diversificadorasobre los conservadores y radicales del siglo XIX. Para losprimeros, ella era la base indispensable de la familia Iaiglesia, eI estado y todos los otros grandes grupos soci~les.Para los radicales su abolici6n -salvo como vago senti-miento colectivo- result6 cada vez mas la meta fundamen-tal de sus aspiraciones,Sin embargo, en esto, tal como ocurria con respecto a lasituaci6n de la clase trabajadora, hay una curiosa proximi-dad entre unos y otros, de caracter en parte interpretativo.Marx y Le Play estaban totalmente de acuerdo en la in-variable base econ6mica de la familia a 10 largo de Ia his-toria, y ambos hubieran podido aceptar lao: esclarecedoraspalabras de un conservador del siglo XX Sir Lewis Namierquien escribi~: Las relaciones .entre g~po~ de hombres;parcelas. de. tierra, ent:e comumdades orgamzadas y unida-des territoriales, constituyen el contenido fundamental del~ historia politica; la estratificacion y las convulsiones so-ciales, surgidas fundamentalmente de Ia relaci6n entre elhom.bre y la tier:~, forman la.par~e :nas importante, aunqueno siempre admitida, de la historia mterna de las naciones:y er: las c~ndiciones ~rbanas e industriales, la propiedad d~la tierr?, nene todavia m~yo; trascendencia de l~ quepor]0 comun se supone.s" Nmgun conservador habna dudadodela ,verac~dad de estas palabras; tampoco un radical, 'aun-que SI los liberales. .Pero la afinidad entre conservadores y radicales iba mas~lIa; a~bos odiaban cierto tipo de propiedad: la propiedadmd~tnal de gran escala, y mas especialmente la propiedadde trpo abstracto e impersonal representada por acciones8 Lewis Namier, England in the Age of the American Revolution2

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    fue la del urbanismo. De la misma manera que la situaci6nsocial de la clase trabajadora lleg6 a ser, por primera vez,tema de Ia pasi6n ideol6gica,. tambien 10 fu.e el caractersocial de la ciudad. Antes del siglo XIX, la ciudad, al me-nos en la medida en que se ocupan de ella los escritoshumanistas fue considerada como depositaria de tad as lasgracias y ~irtudes de la civilizaci6n: A veces encontr~mos(recuerdense los Ensayos de Montaigne, a las Conf~S1.onesde Rousseau) expresiones de desagrado frente a la ciudad,pero estas se dirigen no tanto a su naturaleza (y menos a';lna Ia pobreza y suciedad .que puede mostrar)

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    Debemos mencionar, pOl' ultimo; otros dos temas igualmentevitales, igualmente cargados de pasion ideol6gica en el pen-samiento del siglo XIX: la tecnologia y el sistema fabril,Bajo el efecto de la primera y dentro de los confines delultimo, conservadores y radicales pudieron ser testigos decambios que influian sobre la relaci6n historica entre elhombre y la mujer, que amenazaban (0 prometian) hacerde la familia tradicional alga caduco, que abolirian la sepa-racion cultural entre la ciudad y el campo, y posibilitarian,pOI'primera vez en la historia, la liberacion de las energiasproductivas del hombre de los limites impuestos porIa na-turaleza 0 Ia sociedad tradicional.Ambos temas, la tecnologia y la fabrica, dieron materiapara innumerables discursos, sermones y oraciones, asi comotrabajos eruditos, en el sigh XIX. Los radicales muestrancierta ambivalencia hacia ellos. La subordinaci6n del obreroa Ia maquina, su incorporacion anonima al regimen implan-tado poria sirena de la fabrica y el capataz, la proletariza-ci6n de su status son, evidentemente, t6picos en que abundala literatura radical; pero tambien en esto la respuesta con-servadora es la mas fundamental. Mientras Marx vislumbr6en la maquina una forma de esclavitud y una manifestaci6nde la alienaci6n del trabajo, identified cada vez mas esaesclavitud y esa allenacion con la propiedad privada, masque can la maquina como tal. En 10 relativo a la disciplinade la fabrica, las palabras de Engels, suscitadas porIacondena anarquista al sistema fabril, reflejan 10 que lleg6a ser casi general en los escritos radicales del ultimo siglo:EI deseo de abolir Ia autoridad en la industria de granescala es equivalente a desear la abolici6n de la propia in-dustria, destruir el telar para volver ala rueca.s+! Una vezque se acepta a la fabrica y su division del trabajo impuestamecanicamente como necesidad historica, no hay mas queun corto paso a esa especie de idealizacion de la fabrica yde la maquina que encontramos en las obras literarias yartisticas de los radicales a comienzos del siglo xx.Los conservadores desconfiaron de la fabrica y de su divi-si6n mecanica del traba jo como habian desconfiado de todootro sistema que pareciera, por su propia naturaleza, diri-gido a destruir al campesino, aI artesano, tanto como a lafamilia 0 la comunidad local. Era faci! ver en el funciona-11 On Authority, en Feuer, op, cit., pag. 483.

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    miento de la maquina rotativa de vapor, 1a lanzadera 0lamaquina de hilar, una forma de tiranizar la mente del hom-bre y un instrumento para sudegradaci6n moral. En aparien-cia, habia entre el hombre y la maquina una transferencia defuerza y destreza pr!mero, y de inteligencia despues.vprefia-da de !llalos aug~nos para las. criaturas hechas a imageny semejanza de DIOs. De la misma manera que la fabrica(para Bentham, el modelo perfecto de 10 que debieran sertodas las re!aciones humanas) fue considerada pOI'hombrescomo ~~Iendge" B~nald y Haller, el arquetipo de una regla-mentacion economica solo conocida hasta entonces en cuar-teles y prisiones, tambien Ia maquina se convirti6 a sus ojosen el simbolo perfecto de 1 0 que estaba ocurriendo en lasmentes y Ia cultura humanas.~arlyle se dirigia ~ ~~sconservadores y a los humanistas pOI'igual cuando escribio: No solo 10 externo y 10 fisico songobernados ahora porIa maquina sino tambien 10 intimoy 10 espiritual. . . La rnisma costurn'bre regula, no ya nuestromo~o de actual': tambien. nuestros modos de pensar y desentir, Los hombres. mecaruzan su mente y su coraz6n tantocomo sus manos. Han perdido la fe en e1 esfuerzo individualy en la fuerza natural, de cualquier indole que fuera. Sus.anhelos y luchas no persiguen una perfeccion intima sino~om~inaciones y ~isposicior:es exteriores, instituciones y' cons,tituciones, es decir, :necarusm?s. de uno u otro tipo. Todossus esfuerzos, adhesiones, oprmones se vuelven hacia losmecanisrnos y adquieren caracter m~cinico.12 Con el mis-mo espiritu decia Carlyle: EI mecanisme echo rakes enlas fuentes mas intimas y primarias de las convicciones delhombre, y eleva desde alli innumerables ramas que cubrentoda su vida y actividad: unas cargadas de frutos y otrasde ,:en~no.,,13.~ .!ocqueviUe .ve~ en la maquina y en lacon~l,gUlen,tedivision del trabajo instrumentos de una degra-dacion mas. espantosa que todas las que hubiera sufrido elho;nb~e baJ? las pasadas tiranias, Todo 10 puesto en lamaquma bajo la forma de destreza y direcci6n era quitado-pensaba Tocqueville- de la esencia del hombre debili-tandolo, subordinandolo y estreChando su mentalidad. EIarte avanza, el artesano retrocede.s=

    12 Carlyle, Signs of the Times, Williams, op. cit., pig. 79.13 ius; pags. 79 y sigs,14 Democracy in America, Phillips Bradley, comp., Nueva York:Alfred Knopf, 1945, II, pig. 159.

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    La democracia como revoluci6nLa Revoluci6n Francesa no fue ~~nos aniqui_la.dora. en susefectos sobre el dogma y los senhlIDentos tradicionalistas. Yla revoluci6n politica de Fran~ia. tuvo I? !1ue tan~

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    presionado por las lecturas de Taine, tom6 de la Revoluci6nlos elementos < esenciales de su teoria del poder. No menosafectado result6 Michels, en la formulaci6n de su ley de Iaoligarquia y su critica del ccntralismo democratieo.Lo que es cierto de la sociologia del siglo pasado, es iguaI-mente cierto de muchos otros campos del pensamiento: lahistoriografia, la jurisprudencia, la filosofia moral y la cien-cia politica, Todas elIas se vieron en situaci6n de tratar lascuestiones suscitadas, en forma tan dramatics, por la Revo-luci6n: la tradicion versus la razon y la ley, la religion ver-sus el estado, la naturaleza de la propiedad, la relaci6n de lasclases sociales, la administracion publica, la centralizacion, elnacionalismo y, quiza por encima de todas las demas, "eligualitarismo. La palabra democracia, que resumia todasestas cuestiones, se remonta directamente en su forma mo-derna a la Revoluci6n Francesa, E. Weekley escribe: ..Solocon la Revoluci6n Francesa la palabra democracia dej6 deser un mero termino literario y pas6 a formar parte delvocabulario politico.s-" "iComo fue que esta Revoluci6n, mas que ninguna hastaentonces, atrajo la atencion de. los hombres durante unsiglo, domin6 el pensamiento en tantos campos y afect6 laspropias categories mediante las cuales los hombres se iden-tifican a si mismos, e identifican su relaci6n can la politica yla moralidad? Dar una respuesta cabal es asunto complejo,pero hay un aspecto que' interesa a nuestros prop6sitos: laRevoluci6n Francesa fue la primera revoluci6n profunda-mente ideo16gica. Esto no significa menoscabar a la revo-lucion norteamericana, que sacudi6 la mentalidad europeacon su Declaraci6n de Independencia. Pero esta ultima per-seguia objetivos limitados casi exclusivamente a la inde-pendencia de Inglaterra; ninguno de sus lideres -ni siquie-ra Tom Paine- sugiri6 que fuera el medio para una re-construcci6n social y moral, que abarcara a la iglesia, lafamilia, la propiedad y otras instituciones.En Francia ocurri6 un fen6meno muy diferente. A los pecosmeses del"comienzo de la Revoluci6n los principios moralesof Chicago Press, 1953, pag, 57. El profesor Strauss habria podido,sin embargo, hacer extensiva su exposici6n a otras grandes ideasde la historia occidental, comenzando quiza por los efectos de laguerra del Peloponeso sobre la filosofia politica griega en el siglo IV 3. C.16 Word. Ancient and Modern, citado par Williams, op, clt ., XII.

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    ya reclamaban atenC;i6n, y a medida que aquella progresahafueron ocupando casi toda la escena. Podremos decir cuantoqueramos de sus causas econ6micas, delrol de los hombres.de negociC?sa servidores publicos ajenos a la ideologia, de laimportancia de los procesos puramente administrativos y del?s efectos internos de las guerras que la Revoluci6n'debi6librar contra otros paises, Pero basta can que examinemoslos preambulos de las leyes que comenzaron a aparecer hawcia 1790, lo~,debates .que se desarrollaron en la Asamblea yla Conven~lOn> los libelos y panfletos que circularon portoda Francia, para poner en evidencia que cualesquiera fue-~n las fuerzas suby

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    como Robespierre y Saint-Just hubieran encontrado su opi-nion sobre las repercusiones de la Revolucion, mucho masproxima a la realidad que la del liberal Richard Price (quien,como sabemos, fue el m6vil inmediato de las Reflections deBurke) no podemos sino advertir en ello un dejo de iro-nia. Pues mientras Price no veia mas alia de los objeti-vos politicos proclamados por la Revoluci6n, Burke advirti6la subyacente intensidad oral, cuasi-religiosa, del contexto deracionalismo politico dentro del cual estes ti.ltimos tomaronforma. Aquello que los fil6sofos del racionalismo descartarondel aborrecido cristianismo durante la Revolucion, 10 invis-tieron con verdadero celo de misioneros en la obra revolu-cionaria.Una generaci6n despues, Tocqueville no hacia sino volcaren nuevas palabras la afirmaci6n de Burke cuando escribia:Ninguna rebeli6n politica anterior, pOl' violenta que fuera,despert6 tan apasionado entusiasmo, pues el ideal que sefi.io la Revolucion Francesa no fue solo cambiar el sistemafrances sino nada menos que regenerar a toda la especiehumana. Cree una atmosfera de fervor misional y adquirio,verdaderamente, todos los aspectos de un renacimiento re-ligioso. .. para consternacion de los observadores contem-poraneos. Quiza fuera mas exacto decir que desarrollo unaespecie de religion, aunque imperfecta, pues carecio de Dios,de ritual 0 de la promesa de una vida futura. Sin embargo,esta extrafia religion, como el Islam, inundo el mundo enterocon sus apostoles, militantes y martires.s-?Es debido a su caracter ideo16gico que la Revoluci6n setransformo en obsesion de los intelectuales durante decadas,Los meros acontecimientos, aun si consisten en destronarmonarcas, expropiar y decapitar, no cautivan las esperanzasde los romanticos, idealistas y visionarios a 10 largo de variasgeneraciones, ni atormentan a los aprensivos tradicionalistas.Haren falta dogmas y herejias, y la Revolucion los D!VOenabundancia; ella contribuy6 a promover en Europa occi-dental las actitudes mentales acerca del bien y el mal en lapolitica, reservadas antes a la religi6n y a la demonologia.Todo el caracter de la politica y del 1 ' O i de los intelectuales17 The Old Regime and the French Revolution, trad, de StuartGilbert, Garden City: Doubleday Anchor Books, 1955, pigs. 12y sigs, Burke habia escrito en 1790: Si tomamos en consideraci6n to-das las circuustancias, la Revoluci6n Francesa resulta el acontecimien-to mis asombroso que ha ocurrido en e1 mundo hasta la Iecha.s

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    en ella ~ambi6 con.la estructura idel estado y su relaci6ncon los mtereses sociales y econ6micos. La politica se volvidentonces Ul:;a forma de vida intelectual y moral no difercn~de la descripta pOl',Rousseau en sus Confesiones: Llegue acomp~e?der que todo estab~ conectado, en sus rakes, conla politica, y que de cualquier modo que procediese, nadiesena sm? como Ia naturaleza de su gobierno 10 hiciera.18En. su Dlscurso sobre l~ economia politica escribio Rousseau:SI es bueno saber como actual' frente a los hombres talcomo son, mucho ~ejor es hacer de ellos lei que es necesarioque sean; ~a autoridad mas absoluta es la que penetra enel ser mas mtimo del hombre, y se preocupa tanto por suvoluntad COmopOI' sus acciones. .. Si cumplieramos la Vo-Iuntad General, habriarnos satisfecho todos los deseos parti-culares; en otras _palabras, puesto que la virtud no es masque esta conformidad de los deseos particulares con la Vo-luntad General, habriamos establecido el reino de la vir-t d 11 . 1 L I , I ,.U . " a re acion que IgOa Rousseau con la Revoluci6n esmteresante; pensar que fuera una de las

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    nalmente 0 por medic de sus representantes. Debe ser i~ualpara todos, tanto en 10 que prot~ge como en 10 que .castlga.Todos los ciudadanos siendo iguales ante sus OjOS, sonigualmente aptos para ~cupar. cualqui;r cargo, p~est?, y em-pleo publico, segim su .capaCldad y sin otra distincion que1a que establecen sus virtudes y talentos>En estos terrninos aparece redactada gran parte de la le-gislaci6n especlfica de la Revolucion.i" Una ley que llevafecha del 2 al 17 de marzo de 1791, abolia para siempre losaborrecidos gremios y corpora~iones, inaugurando la.libertadde trabajo (liberte du travad). Est~ ley fue seguida, tresmeses despues, por una medida ~as. ngurosa, la famosaLoi Le Chapelier del 14 al 17 de.Juill.o, que no sol? ,con-finnaba la abolicion de los gremlOs smo que prohibia elestablecimiento de cualquier forma analoga de asociaci6n.Ya no existe co~poraci?n alguna dent~ ~e! estado; r;o haymas que el interes particular de cada individuo y el interesgeneral ... Las asambleas democraticas adquirian asi, degolpe, una magnitud de pod~r q;te los reyes supuestamenteabsolutos no habian logrado pmas, a pes~r ?e sus esfu~rzos.El disgusto de Rousseau por las asoclaclOn;s p.

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    tes citas filos6ficas. Que esta disposici6n fue bien recibida yprodujo alivio en algunos sectores 10 demuestra el hecho deque en eI sexto afio de la Republica elmimero de divorciosexcedi6 en Paris el de matrimonies; pero habrian de seguirlaotras, vinculadas con la reforma de la familia. Se establecie-ron estrictas limitaciones al poder paterno, yen todos los casosla autoridad del padre cesaba cuando los hijos alcanzabanla mayoria de edad legal. En 1793 esta se fij6 en los veintiunafios; por esa misma fecha el gobierno decret6 la inclusi6nde los hijos ilegitimos en los asuntos relativos a herencia fa-miliar. Los legisladores tenian una actitud abiertamente hos-til a las costumbres que regian la solidaridad de la familiaanti~~. Hombres como Lepelletier y Robespierre, apelandoespecificamente a los preceptos de Rousseau (en su Discursosobre La economla politica), insistieron en que el estadodebia tener primacia de derecho sobre la vida de los jovenes,Los le~Iadores so~tenian, que dentro de la familia, y encualquier otro medio, debian prevalecer los ideales de igual-dad y los derechos individua1es. Concebian a la familia comouna pequefia republica (une petite republique), y prohibie-ron al p~dre ejercer en ell~. una autoridad monarquica.Las relaciones entre la familia y sus dependientes domesti-cos, tales como los sirvientes, eran establecidas sabre unabase co~tn;ctual. La unidad patriarcal de la familia que-daba asi disuelta, al menos en laletra de la ley siguiendola politi~ general adoptad~ con respecto a todos'los grupos.La modificacion de la propiedad por obra de los Iegisladoresrevo1ucionarios no fue menos profunda.P Antes de la Re-voluci6n la costumbre y la ley habian alentado un sistemad; herencia por el cual l~ fincas, grandes y pequefias, ten-dla~ a ser preserv.3;.das mtactas, y permanecian de gene-racion en generacion en poder de las mismas familias.Ahora se hacia dificil perpetuar la propiedad familiar enel agreg~do social.. Con su .co~c~pci6n de que la propiedadp~rtenecla a los rruembros individuales de la familia, el go-bierno proclamaba el partage force, mediante eI cual elpadre estaba obligado por ley a legar partes iguales de la.propiedad a sus hijos. AI limitar la libertad testamentariadel p~dre. y forzar una division igualitaria de la propiedad,la solidaridad econ6mica de la familia se debi1itaba. Esto,22 Vease Philippe Sagnac, La Ugis1ation civile de la RevolutionFranfaise, Pans, 1898.

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    como veremos mas ade1ante, obsesiono a Le Play mas queninguna otra de las medidas revolucionarias y 10 impuls6a realizar un vasto estudio de la familia y de la propiedad.Otra expresi6n del esfuerzo por liberar a los individuos delas antiguas autoridades, es el control de la educaci6n, asu-mido por el gobierno en Iugar de la familia a partir de1793.23 Con anterioridad, 1a educaci6n primaria era unquehacer conjunto de la familia y de la iglesia. Las uni-versidades frances as eran instituciones eclesiasticas semiau-t6nomas. Los sucesivos gobiernos revolucionarios, que creiancon Danton que despues del pan, la educaci6n es la necesi-dad primera del pueblo", adoptaron muchas medidas diri-gidas a la vez a centra1izarla y extenderla, instituyendola nocomo un mero derecho sino como un deber politico de todoslos ciudadanos. Napoleon dio impulso poderoso a este pro-posito centralizador, pues declar6 publicamente que Ia edu-cacion era un mecanisme para producir sujetos eficientes...En el establecimiento de un organismo de ensefianza -se-fial6-, mi principal objetivo es contar con un medio dedirigir las opiniones politicas y morales; pues mientras noensefiemos al pueblo desde la infancia si han de ser repu-blicanos 0monarquicos, catolicos 0 librepensadores el estadono constituira una nacion.,,24 Dejando de lado la motivacionestas palabras podian provenir de Rousseau 0 de aIguno d~los jacobinos,La religion tambien ~ue profundamente afectada, yaquiel lazo entre el Ilumimsmo y la Revoluci6n es quizas el m a sclaro de todos. EI abate Raynal, cuyos escritos anticlerica-les le habian acarreado la censura de la iglesia, alcanz6 untardio desquite durante la Convencion, cuando sus palabrasfueron declamadas con entusiasmo: ..EI estado no ha sidohecho para la religi6n; la religion es para el estado, El estadoes supremo respecto de todas las cosas ; toda distinci6n entreel poder temporal y el poder espirituaI es un palpable ab-s~rd.o; y no puede haber mas que una sola y unica juris-diccion en todas aquellas cuestiones donde sea necesariobrindar 0 defender la utilidad publica.,,26 Cuando estalI623 Antonin Debidour, Histoire des rapports de l'Eglue et de Z'Etat2'" ed., Paris, 1911. '24 G. Lowes Dickinson, Revolution and Reaction in Modern Fran-ce, Londres, 1892, pag. 54.25 Citado en A ShOTt History o f the French People de CharlesGuignebert, trad, de F. Richmond, Nueva York, 1930. 'II, pag. 265.

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    Ia Revolucion no existia un deseo manifiesto de abolir elcristianismo, pero si el de regularlo por completo, En casode haber una iglesia, esta debia reflejar el caracter del nuevoorden politico. En e1 nombre de la liberte, la Asambleasuprimio todos los votos monasticos permanentes y las 6rde.nes religiosas. Fueron transferidas al estado las funciones deeducaci6n y caridad que habian correspondido a Ia Iglesiay las diversas 6rdenes. Los obispos y parrocos debian serelegidos igual que los funcionarios comunes, los clerigosaceptar el sustento del estado, y formular en ese caracterun voto de fidelidad a e1. Quienes se negaron a hacerlo fue-ron declarados enemigos del pueblo.Pero el golpe mas rotundo fue la confiscaci6n de las pro-piedades pertenecientes a la iglesia. Desde el punto de vistade la naturaleza de los grupos sociales y asociaciones am-paradas poria ley, el mayor interes de este acto reside enlos debates, que desencaden6 en relaci6n con el caractercorporative de la Iglesia. Mas de un miembro de la Asam-bleaplante6 la cuesti6n de si la iglesia, dado su caractercorporativo, no debia ser indemnizada, Aun en aque! 01'-ganismo seguian encontrando expresion antiguas ideas cor.porativas de la jurisprudencia; pero fueron ahogadas pOl'el aluvi6n irresistible de argumentos de ley natural, segunlos cuales no existen en realidad mas personas que las natu-rales (es decir, los individuos), y todos los derechos que laIglesia .pudiera rec1amar desaparecian ante los derechos so.beranos del estado, Thouret declar6 ante el cuerpo Iegisla-tivo: Los derechos de los individuos son diferentes a losd.e la corporaci6n; los individuos existen ante la ley, ynenen derechos que surgen de la naturaleza y son impres-criptibles, tales como el derecho de propiedad ; las corpora-clones, en cambio, solo existen poria ley, y sus derechosdependen de esta.,,26 Concluia su discurso con esta densaobservacion: ..La destrucci6n de un organismo corporativeno es un hornicidio,POl' multiples razones, pues, debemos considerar en realidada .la Revolucion segun la imagen que de ella se formaronlas generaciones de intelectuales que la sucedieron: Ia obracombinada de la liberaci6n, la igualdad y eI racionalismo.Tocqueville escribi6 que el igualitarismo pronto lleg6 a serel apremiante ethos moral de aquella, una vez disipada la26, Citadopor .Paul Janet, La propriete pendant Ia RevolutionFrancaise; Revue des Deux Mondes, 1877, pig. 328.

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    primera agitacion libertaria. Pero no debemos soslayar su ,racionalismo, ni eI atractivo que este tuvo para quienes, si- 'guiendo a Plat6n, creian en las bases racionales del estadojusto, La pasi6n pOl' la unidad geometrica y hi simetria !lev6a los legisladores revolucionarios, mas alla de cuestionesrelativamente triviales (como la reforma del sistema mone-tario y la normalizacion de las pesas y meclidas) hasta latarea mas excitante de racionalizar las unidades de espacioy tiempo dentro de las cuales vivian los hombres. Habia elproyecto de abolir las antiguas provincias y reemplazarlaspar unidades y subunidades perfectamente geometricas deadministraci6n politica, orientadas todas en ultima instanciahacia su centro, Paris. Fue reform ado el calendario, asig-nando nuevos nombres a los dias y los meses para recordarconstantemente al pueblo la ruptura con el antiguo regimen.Pues si un pueblo ha de ser a un tiempo libre y sabio, debeser liberado de viejos recuerdos y prejuicios engastados enasociaciones y simbolos tradicionales. Abolidos los centrostradicionales de educacion, habia que establecer nuevos cen-tros y crear un organismo de propaganda para liberal' alpueblo -en las palabras de Rousseau- de los prejuiciosde sus padres.La Revoluci6n era tambien obra del poder; no el poderen el sentido rnecanico simple de fuerza aplicada sobreun pueblo por un gobierno externo para la prosecuci6n desus propios objetivos, sino el poder considerado como algoque nacia del pueblo y era trasmutado por los fines liberta-rios, igualitarios y racionalistas de manera tal que dejabade ser poder para convertirse en el ejercicio de la voluntadpopular. Tal habia sido eI suefio de Rousseau, y fue el sue-fio de muchos durante la Revolucion.Lo que dio significaci6n hist6rica a la Revolucion en lamente de sus lideres y, aun mas, en las mentes de los revo-Iucionarios del siglo XIX (para quienes aquella era unejemplo obsesivo}, fue su mezcla singular de poder y liber-tad, de po del' e igualdad, de po del' y fraternidad, y depoder y raz6n. Desde un punto de vista puramente intelec-tual, estas afinidades representan de manera bastante aproximada las fases sucesivas del desarrollo de Ia Revoluci6n.tDe que otro modo, sino pOl' el poder colectivo del pueblo-representado primero poria Asamblea y la Convenci6n,luego por el Comite y finaImente por un solo hombre-,hubiera sido posible alcanzar la libertad para los millones

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    qlle sufrian la opresi6n de las ab~rrecidas autoridad~s de Iaiglesia, la ar~stocracia, .los g;'~nllos y ~a m~marqwa? pelpoder concebido como hbemclOn_no habia mas ql_leun co~topaso al poder concebido COIllO ~gl_l

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    inseparable del caracter de la moderna democracia de rna-s~s. como laherejia 10 era del caracter de la iglesia me-d.leval. Para un Saint-Just, inspirado por la ferocidad dis-ciplinada y espiritualizada de un inquisidor medieval el te-rror podia tener las propiedades de un agente cauterizador :aunque penoso, indispensable para exterminar la infecci6npolitica. Fue en estos terminos que revolucionarios del sigloXIX, como Bakunin, pudieron justificar el uso del terror.Justificaci6n que continua en el siglo XX: en las obrasde Lenin y ~rotsky: de Stalin, Hit1e: y Mao. Hay, sin duda,una gran diferencia entre la realidad de la Revoluci6nFrancesa y la ~ealidad deltotalitarismo del siglo XX, perono es menos cierto que existe una continuidad vital como10 han sefialado varios estudiosos actuales (entre otr~s J . L.Talmon y Hannah Arendt), siguiendo conceptos de Toe-queville, Burckhardt y Taine.Individualizaci6n, abstracci6n y generalizaci6nSi contemplamos ambas revoluciones desde el punto de vis-ta de los procesos mas amplios y fundamentales que tienenen comun, encontraremos tres especialmente notables. Losllamare individualizaci6n, abstracci6n y generalizaci6n. Ellosrep.resen~an gran pa~te de 10 que. signific6 el cambio irevo-lucionario para los filosofos y estudiosos de la ciencia socialdel siglo XIX. La importancia de cada uno de elI os ha per-durado hasta el siglo XX.Individualizaci6n. En el mundo moderno, la historia pareceapu~ta~ .claramente en todas partes hacia la separaci6n delos mdrvrdu?s de las estruct~as comunales y corporativas:d~ _losgrermos, de la comumdad aldeana, de la iglesia his-torica, la casta 0el estado, y de los lazos patriarcales enge~~ral. Alguna~ p~rsonas, quiza las mas, yen esta sepa-racion en los termmos progresistas de una liberaci6n Iaemancipaci6n de una tradici6n que se ha vuelto opresiva,Otr~s , eran des-plazados de 10 particular y de 10 concreto. Tambien esto

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    podria representar el progreso para muchos y una declina-cion cultural para otros.Generalizacion: La nacion, y ann el ambito internacional,han llegado a ser considerados en forma creciente comocampos esenciales para el ejercicio del pensamiento y lalealtad humanos. Desde la familia y la comunidad local,las ideas se han extendido en nuestra epoca a la nacion, lademocracia.ila vision de un orden internacionalfuturo. Jun-to con los intereses y las funciones se amplia la lealtad, ytambien las percepciones de los hombres, que ya no ven ensus congeneres meros individuos particulares, sino mas bienmiembros de un agregado general, 0clase. Como dijera Os-trogorski : AI descomponer 10 concreto, la 16gica de loshechos tanto como la de las ideas, abri6 la puerta a 10 gene-ral. En esto, al igual que en todo 1 0 demas, el industrialismodio el primer impulso. A los ojos de los fabricantes, la rnasade seres humanos que se afanan en la fabrica eran solotrabajadores, y eI trabajador asociaba al duefio de la fabricacon la idea de mero capitalista 0 patrono. Por no estar encontacto intimo, cada cual concebia al otro mediante Iaeliminaci6n mental de sus caracteristicas individuales espe-dales, reteniendo unicamente 10 que tenia en comiin conlos otros miernbros de su clase. 30 La democracia revolu-.cionaria hizo en la esfera politica 10 que la Revolucion In-dustrial en la economica. En cada caso el particularismo delantiguo orden -la tendencia a pensar en terminos de 1 0concreto, el rico 0 poderoso, el pobre desvalido identifi-cables=, desaparecio junto con su localismo. La mismatendencia a pensar cada vez mas en terminos de Ia clasetrabajadora, los pobres, los capitalistas, se expresacon igual fuerza en la tendencia a pensar en terminos devotantes, burocracia, ciudadania, etcetera.En su Reflections on the Revolution in France Burke es-cribio: En muchas partes de Europa reina el franco des-orden; en muchas otras se escucha un murmullo subterra-neo, un movimiento confuso que amenaza con un terremo-to general en el mundo politico. 31Pero ni siquiera lapresciencia de Burke pudo revelarle cuan30 Democracy and the Organization of Political Parties, Londres,1902, I, pag. 48.31 The Works o/Edmund Burke, Nueva York: Harper and Bro-thers, 1837, I, paga, 524 y sigs.

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    general, cuan ilimitado era el terremoto que comenzabaen Europa occidental, se extendia al resto de Europa y elhemisferio occidental en el siglo XIX, y prosigue incolurneen el Extremo Oriente, el Medio Oriente, la America la-tina y Africa en nuestros dias,

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    Segunda parte: las ideas-elementosde la sociologia

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    3. Comunidad

    EI redescubrimiento de la comunidadDe las ideas-elementos de la sociologia, la mas fundamen-tal y de mas largo alcance es la de comunidad. EI redes-cubrimiento de la comunidad es sin disputa eI desarrollomas caracteristico del pensamiento social del siglo XIX,desarrollo que se hace extensivo mucho mas alla de la teo-ria sociol6gica, a campos tales como la filosofia, la historiay la teologia, hasta ser, en realidad, uno de los temas prin-cipales de la literatura de imaginacion del sigIo. Es dificilpensar en hallar otra idea que separe de manera tan clarael pensamiento social del siglo XIX del de la epoca prece-dente, la Edad de la Raz6n.La idea de comunidad tiene en el siglo XIX la mismaimportancia que tuvo Ia idea del contrato en la Edad dela Raz6n: fue el eje alrededor del cual giraba todo 10 de-mas. En aquel entonces, los fil6sofos habian usado el prin-cipio racional del contrato para dar legitimidad a las re-laciones sociales. EI contrato proporcionaba el modelo detodo 10 bueno y defendible de Ia sociedad; en el siglo .XIX,en cambio, vemos que el contrato se desvanece ante el re-descubrimiento del simbolismo de la comunidad. Los lazosde la comunidad -reales 0 imaginados, tradicionales 0 irn-puestos=- llegaron a formar en muchas esferas del pensa-rniento la imagen de Ia buena sociedad. La comunidad seconvierte en el medio de sefialar la Iegitimidad en asocia-ciones tan diversas como el estado, la iglesia, los sindicatos,el movimiento revolucionario, la profesion y la cooperativa.Cuando digo comunidad quiero significar algo que excedela mera comunidad local. La palabra, tal COIDO la encon-tramos en gran parte de los pensadores de las dos ultimascenturias, abarca todas las formas de reIaci6n caracteriza-das por un alto grade de intimidad personal, profundidademocional, compromiso moral, cohesion social y continuidaden el tiernpo, La comunidad se basa sobre el hombre conce-bido en su totalidad, mas que sobre uno u otro de los roles

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  • 5/14/2018 Nisbet, Robert_La formaci n del pensamiento sociol gico (caps 1-3)

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    que puede teneren un orden social, to:nados separa~am~.teo Su fuerza psicologica procede de .n~~eles .de n;otivaClonmas profundos que los de la ;n~ra volicion 0mteres, J : lo~r.asu realizacion por un sometu~~lle?to de l.a voluntad l~dlVl-dual que es imposible en ::S0~laclones .gmadas por Ia su_npleconveniencia 0 el consentmnento racional, La comunidades una fusion de sentimiento y pensamiento, de tradiciony compromiso, de pert.ez;~nda y vo~i?on. Puede encontr;lr~;laen la localidad Ia religion, la nacion, Ia raza, Ia ocupacion,o en cualquie: fervorosa causa colecti,:,a, 0bien tener ex-presion simbolica :~ eIIas. Suo ar9,-:etlpo, tanto. ~esde eIpunto de VIsta .hlstonco como. simbollco! es la familia: y encasi todos los tipos de comunidad genuma la nomenclaturade Ia familia ocupa un lugar prominente. Las antitesis, rea-les 0imaginarias, formadas en el mismo m~dio social. porlas relaciones no comunales de competencia 0 conflicto,utilidad 0 consentimiento contractual, son fundamentalespara robustecer los lazos comunitarios: su relativa imper-sonalidad y anonimato lIevan a primer piano a estos ultimos,personales e intimos.En la tradicion sociologies, desde Comte hasta Weber, elcontraste conceptual entre 10 comunal y 10 no comunaI esvivido y bien articulado. Hacia fines del siglo, Tonnies Iedio Ia terminologia que atin subsiste (Gemeinschaft y Gesell-schaft), pero no es menos real en las obras ~e. los sociolo-gos anteriores y posteriores, donde solo Marx dIs!ente de rna-nera significativa sobre sus consecuencias valorativas,No es suficiente decir, como muchos historiadores, que elrasgo mas distintivo del advenimiento de la sociologia en elsiglo XIX es la idea de esocledads ; tampoco es una afirma-cion precisa, ya que dice a un tiempo demasiado y de~a-siado poco. Pues, en una u otra forma, el concepto de SOCle-dad no dejo nunca de ser objeto de consideracion filosofica,ni siquiera durante la Edad de la Ra:z6n y eI Iluminismo,cuando abundaban las doctrinas individualistas. Como haseiialado de manera tan esclarecedora Sir Ernest Barker,desde 1500 hasta 1800 toda la teoria secular de la ley na-tural empeii6 practicamente