nilda redondo - los intelectuales y la lucha revolucionaria - walsh, conti, cortázar

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Los intelectuales y la lucha revolucionaria: Walsh, Conti, Cortázar [0] Redondo, Nilda Susana U. N. de La Pampa “La literatura es un diamante de múltiples facetas y cada una de ellas refleja un momento y una gama de la luz de la realidad exterior e interior, física y mental, política y psicológica” Julio Cortázar Julio Cortázar: Libro de Manuel En notas que se publican en La Opinión Cultural del 8 de diciembre de 1974 a propósito del premio Médicis recibido por Julio en Francia por el Libro de Manuel, y de su actitud- entrega el dinero del premio a la resistencia chilena contra la Junta Militar- María Rosa Oliver aplaude al escritor estableciendo su distancia con la guerrilla; Ricardo Piglia, Aníbal Ford y Ernesto Goldar le realizan una feroz crítica; Jorge A. Ramos, una relativa. Piglia [1] manifiesta desprecio por una de las vertientes revolucionarias de Julio: el Mayo francés; descalifica el concepto del deseo como motor de la vida y lo ridiculiza, lo reduce a las necesidades creadas por la sociedad de consumo. Se escandaliza ante la mixtura de Marx y Freud y la presencia de Marcuse en la perspectiva cortazariana. Para fundamentarse cita a Marx, pero olvida al Marx de los Manuscritos económicos filosóficos de 1844 [2]. Aníbal Ford [3] acusa a Cortázar de surrealismo desde un supuesto “materialismo nacional”. No acepta que haya adoptado una perspectiva revolucionaria a partir de la Revolución Cubana. Y espantado, nos recuerda el antiperonismo del intelectual. Goldar [4] también realiza su profesión de fe peronista exaltando al movimiento como el único nacional, popular y real. Le dice a Cortázar- con un chauvinismo muy extranjero- que no tiene autoridad para hablar de lo local porque él está en París. Jorge Abelardo Ramos [5], el de la “izquierda nacional”, manifiesta su perpetua desconfianza hacia los intelectuales a los que acusa de colonizados e incapaces de acompañar ningún proceso revolucionario. Pero consiente en que Cortázar pueda estar en París, no pertenecer a ningún partido revolucionario y sin embargo producir la más bella e interesante literatura. Haroldo Conti [6] es quien realiza la reflexión más profunda. Sin soberbia, con una conciencia clara de la situación de peligro que en ese momento vive el proceso revolucionario; sin nacionalismos y con confianza en la voz de Cortázar “porque aunque enmudezcan todas las voces, habrá todavía una, salvada por la distancia, que señale y condene, que denuncie y ayude, que movilice y congregue.” (Goloboff, 1998, 317/8/9) El peronismo No es fortuito que sea Haroldo Conti quien mejor comprenda la situación y más respeto por Cortázar tenga. En parte comparten coordenadas ideológicas: el rechazo al realismo social y la incorporación a la vertiente surrealista; el anarquismo expresado en Conti en su consideración de que las instituciones estatales y sociales (Iglesia, Familia, Fuerzas de seguridad, Estado) son opresivas; la no aceptación de la ideología del progreso ni de la entronización de los adelantos científico-tecnológicos; el antiperonismo. Es cierto que en este último punto hay diversidad, pero aquí también juega la diferencia de edad de uno y otro intelectual: el momento histórico en que viven personalmente el ascenso del peronismo.

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Literatura y revolución

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  • Los intelectuales y la lucha revolucionaria: Walsh, Conti, Cortzar [0]

    Redondo, Nilda Susana

    U. N. de La Pampa

    La literatura es un diamante de mltiples facetas y cada una de ellas refleja un momento y una gama de la luz de la realidad exterior e interior, fsica y mental, poltica y psicolgica Julio Cortzar

    Julio Cortzar: Libro de Manuel

    En notas que se publican en La Opinin Cultural del 8 de diciembre de 1974 a propsito del premio Mdicis recibido por Julio en Francia por el Libro de Manuel, y de su actitud- entrega el dinero del premio a la resistencia chilena contra la Junta Militar- Mara Rosa Oliver aplaude al escritor estableciendo su distancia con la guerrilla; Ricardo Piglia, Anbal Ford y Ernesto Goldar le realizan una feroz crtica; Jorge A. Ramos, una relativa. Piglia [1] manifiesta desprecio por una de las vertientes revolucionarias de Julio: el Mayo francs; descalifica el concepto del deseo como motor de la vida y lo ridiculiza, lo reduce a las necesidades creadas por la sociedad de consumo. Se escandaliza ante la mixtura de Marx y Freud y la presencia de Marcuse en la perspectiva cortazariana. Para fundamentarse cita a Marx, pero olvida al Marx de los Manuscritos econmicos filosficos de 1844 [2]. Anbal Ford [3] acusa a Cortzar de surrealismo desde un supuesto materialismo nacional. No acepta que haya adoptado una perspectiva revolucionaria a partir de la Revolucin Cubana. Y espantado, nos recuerda el antiperonismo del intelectual. Goldar [4] tambin realiza su profesin de fe peronista exaltando al movimiento como el nico nacional, popular y real. Le dice a Cortzar- con un chauvinismo muy extranjero- que no tiene autoridad para hablar de lo local porque l est en Pars. Jorge Abelardo Ramos [5], el de la izquierda nacional, manifiesta su perpetua desconfianza hacia los intelectuales a los que acusa de colonizados e incapaces de acompaar ningn proceso revolucionario. Pero consiente en que Cortzar pueda estar en Pars, no pertenecer a ningn partido revolucionario y sin embargo producir la ms bella e interesante literatura. Haroldo Conti [6] es quien realiza la reflexin ms profunda. Sin soberbia, con una conciencia clara de la situacin de peligro que en ese momento vive el proceso revolucionario; sin nacionalismos y con confianza en la voz de Cortzar porque aunque enmudezcan todas las voces, habr todava una, salvada por la distancia, que seale y condene, que denuncie y ayude, que movilice y congregue. (Goloboff, 1998, 317/8/9)

    El peronismo

    No es fortuito que sea Haroldo Conti quien mejor comprenda la situacin y ms respeto por Cortzar tenga. En parte comparten coordenadas ideolgicas: el rechazo al realismo social y la incorporacin a la vertiente surrealista; el anarquismo expresado en Conti en su consideracin de que las instituciones estatales y sociales (Iglesia, Familia, Fuerzas de seguridad, Estado) son opresivas; la no aceptacin de la ideologa del progreso ni de la entronizacin de los adelantos cientfico-tecnolgicos; el antiperonismo. Es cierto que en este ltimo punto hay diversidad, pero aqu tambin juega la diferencia de edad de uno y otro intelectual: el momento histrico en que viven personalmente el ascenso del peronismo.

  • Julio Cortzar se haba ido del pas en 1951, entre otras cuestiones, porque lo asfixiaba el peronismo. Vivencia, por la profesin en la que se desenvuelve - es maestro normal y profesor normal en letras- el oscurantismo represivo que se da en el rea de la educacin y la cultura durante los primeros gobiernos de Pern. Tiene un antiperonismo pequeoburgus y ese signo de distincin que sus intelectuales buscan en relacin al espacio invadido y al hecho de atribuir mal gusto a los sectores populares, pero tambin rechaza el modelo de organizacin capitalista que propone el peronismo. Esa alienacin en cuotas, de estadio, futbolera, esa panza llena y el remate de toda espiritualidad e independencia [7]. En 1973, a poco tiempo de la asuncin de Cmpora, oportunidad en que Cortzar viene a la Argentina a propsito de la publicacin de Libro de Manuel, Crisis le pregunta en junio su opinin respecto del nuevo gobierno peronista y de su aplastante triunfo. Cortzar responde que en primer lugar considera que se trata de un rechazo popular a la dictadura militar; en segundo lugar que no est de acuerdo con las visiones mgicas e ingenuas que creen que todo se va a arreglar de un da para otro, que ocultan la continuidad de la tradicin argentina del no te mets y la costumbre de delegar las responsabilidades en el representante. Advierte acerca del peligro del revanchismo de ciertos sectores peronistas y de su insistencia de mantener las polticas del 46, entre ellas el paternalismo; asimismo denuncia la existencia de bandas de derecha en el partido gobernante. Sostiene que son los intelectuales los que tienen que abrir el dilogo con la masa (12). Refiere que en Pars, en el 68, eso no fue posible, tampoco lo haba sido en el primer peronismo, y que teme que aqu y ahora suceda lo mismo. Piensa que es indispensable la autonoma del movimiento popular, que no debe delegar su potencia como lo ha hecho histricamente en la Argentina, en particular con los populismos, tal el peronismo. Haroldo Conti es antiperonista. Se ve en el cuento La causa publicado en 1960 en el que expresa su rechazo absoluto por cualquier variante populista y reformista; reniega de todas las instituciones existentes: los aparatos partidarios que se alternan en el poder, la burocracia sindical obsecuente con el Estado, los partidos de izquierda clsicos tipo socialista o comunista; tambin realiza parodia de la oposicin sindical combativa; de los grupos pequeo-burgueses sustitutivos de la lucha popular. Slo tiene una esperanza: la de la fuerza del pueblo. En esto coincide con el Walsh del cuento Un oscuro da de justicia en el que dice al final que el pueblo aprendi que estaba solo y aclara en un reportaje que le realiza Piglia en 1970, que se refera a que ningn lder o referente por bueno que fuera, un Pern o un Che Guevara, puede sustituir la fuerza del pueblo (Baschetti, 1994, 64). Coinciden desde tradiciones revolucionarias diversas. Haroldo Conti se inscribe en la tradicin interpretativa del peronismo que realiza Silvio Frondizi en La Realidad Argentina Tomo I de 1955 [8], tal como puede verse en la lectura que hace del tratamiento de la tierra en los primeros gobiernos peronistas, tanto en La Causa como en Mi madre andaba en la luz(1975): en los dos casos se expresa que la poltica en relacin a la tierra llevada adelante en los primeros gobiernos peronistas benefici a los grandes terratenientes y afect a los pequeos y medianos productores. La tierra no fue para el que la trabajaba. Distinta es la comprensin que realiza del mismo fenmeno Walsh en los cuentos Cartas de Un Kilo de oro 1967 y Fotos de Los oficios terrestres, de 1965 en donde la visin que se da del peronismo es como enemigo de la oligarqua entre otras cosas por el estatuto del pen rural y la idea que introduce entre los trabajadores del campo respecto de la importancia de la sindicalizacin, asimismo por la extensin automtica de los contratos a los arrendatarios. En una carta que dirige a Roberto Fernndez Retamar en 1973, Haroldo expresa claramente su visin del proceso que se despliega, y lo que piensa de Pern: no es ms que un instrumento de la derecha, su ltima carta. Segn su perspectiva, en los

  • 18 aos transcurridos Pern no ha cambiado, porque ya ha declarado la lucha sin cuartel contra el marxismo y recientemente ha prohibido los actos en homenaje al Che. No est de acuerdo con la izquierda que apoya al peronismo pensando obligar a Pern a deshacerse de la derecha, cuando l mismo encarna a esa fraccin y se supone que se acuesta con ella. (Retamar, 1993, 230/1). [9] Rodolfo Walsh [10], dice a Primera Plana en junio de 1972, que l haba acompaado la gesta del 17 de octubre de 1945, pero desde la derecha dado que era miembro de la Alianza Libertadora Nacionalista [11] (Baschetti, 1994,153); que esta organizacin fue su primera escuela de antiimperialismo pero que se aleja de ella en el 47 y en el 52 vota a los radicales; y sostiene que all comienza a caer en la gran trampa cultural (154). Se alegra cuando el golpe del 55. Durante este tiempo se dedic a escribir cuentos policiales y elabor una antologa de cuentos de ese mismo gnero. Cambia con su trabajo de registro testimonial que concluye enOperacin Masacre, publicado en 1957; es que al relatar los asesinatos realizados en 1956 en los basurales de Jos Len Surez ve dnde est el poder y dnde el pueblo, y que gran parte de ese pueblo es peronista. Ve que hay otro peronismo. El compromiso de Rodolfo con el peronismo revolucionario va a ser posterior, confluye con Ongaro como director delsemanario de la CGT de los Argentinos entre 1968 y 1969. Luego ingresa a las FAP y en 1973 a Montoneros hasta que lo desaparecen, en 1977. La marca antiestatal y antinacionalista en Cortzar y el nacionalismo, aunque luego popular, de Walsh perdurarn an cuando ambos devengan revolucionarios.

    La concepcin esttica

    Rodolfo Walsh reniega de su pasado de intelectual pequeo-burgus y de su gnero policial al que considera escapista [12] En 1970, en un reportaje que le hace Piglia- publicado junto con el cuento Un oscuro da de justicia, por SXXI, en 1973- expresa: hoy es imposible en la Argentina escribir literatura desvinculada de la poltica. Y agrega que el slo deseo de hacer propaganda y agitacin poltica no alcanzan para hacer literatura, que en ese caso es mejor hacer poltica directamente porque si no la derecha aprovecha para decir: ven, esos tipos no saben escribir novelas (Baschetti, 1994, 70) [13] Un concepto semejante encontramos en Cortzar en un reportaje que le realiza Alberto Carbone para Crisis N 2 de junio 1973, en donde afirma: mi ametralladora es la literatura. Es decir que la palabra escrita literaria y poltica puede modificar la realidad. Algo que algunos podran calificar de idealista o surrealista. Con Walsh comparte tambin la concepcin experimental, de montaje que debe tener la literatura [14]. Lo dice especficamente en relacin a Libro de Manuel cuando hace referencia a la presencia de los documentos que intercala en el texto ficcionalizado. Coinciden en el sacar de las casillas a los gneros literarios y a la institucin arte, tambin en romper las barreras entre literatura e historia [15]. Asimismo en la responsabilidad que poseen los intelectuales en tomar contacto con el pueblo para iniciar un dilogo. De Libro de Manuel dice que lo escribi como novela, pero con un contenido ideolgico, actual, por eso en el libro estn los documentos para evitar que la gente diga Este seor tiene una gran imaginacin, y adems de inventar una novela, invent una represin que solamente funciona en su cabeza (10). [16] En Crisis N 11 de marzo 1974, Julio afirma que est bien rechazar lo imaginario si encubre un escapismo fcil, pero cuando no es as es tan necesario en una perspectiva revolucionaria como Operacin Masacre y sostiene que Walsh est de acuerdo con esta afirmacin. Agrega que los que se esconden en el contenidismo y el compromiso le tienen miedo a su propio inconsciente (42). [17] En este mismo reportaje Cortzar responde a las diversas crticas que han hecho a Libro de Manuel. Una de esas respuestas tiene que ver su no nacionalismo ni

  • localismo y otra con un cuestionamiento a mantener en esferas aisladas a la historia de la literatura. [18] En La hermosa gente al final del camino de Crisis N 21 enero 1975, en el que Haroldo entrevista y relata la actividad que realiza el Libre Teatro Libre de Crdoba, destaca la organizacin comunitaria del grupo, el contacto directo que buscan tener con el pueblo para dialogar y conocer, y el proceso de investigacin documental que llevan adelante hasta llegar a la representacin teatral, que realizan en el mismo lugar de la problemtica que quieren denunciar- Tucumn con su explotacin a los obreros de la caa de azcar y la represin . Pero en Haroldo Conti no hay una problematizacin respecto del carcter objetivo de la realidad que aparece, porque l afirma que hay muchas realidades (Restivo y Snchez, 1986, 169) y que el materialismo objetivista es una metafsica (Benasso, 1969,152/3). La revolucin para l es un tema de la tica, es un imperativo categrico y considera como afirma en la nota que publica Crisis N 16 Compartir las luchas del pueblo en Agosto 1974- que si no hay capacidad para hacer una obra bella es mejor trabajar para la revolucin en otro terreno. Algo semejante a lo afirmado por Cortzar y Walsh. Conti cree profundamente en la capacidad anticipatoria del arte, su potencia subversiva y su capacidad de crear nuevas realidades. [19] Al carcter anticipatorio del arte debemos sumarle el enaltecimiento que Conti realiza del juego, del ocio, de las representaciones, del canto, la danza, todos como expresiones de la libertad ms profunda del individuo. En Mascar los pueblos se van a la guerrita porque el Estado los reprime ferozmente y no los deja ser libres y desarrollar su propia y autnoma vida.

    El Guevarismo

    Las concepciones de Haroldo Conti referidas al arte pertenecen a la tradicin anarquista pero tambin a la guevarista en dos sentidos: la construccin del otro ser en el presente: el hombre nuevo ahora, no esperar para cuando se tome el poder; y adems la idea de la espiritualidad en igualdad de importancia con el comunismo material. [20] Escribe Con Gringo luego del asesinato del Che en Bolivia en 1967. La imagen del Che que nos da aparece ligada a la tradicin cristiana del que muri por los pobres, los oprimidos, para luego renacer en los hombres que luchen por el advenimiento del mundo nuevo. Esta concepcin cristiana es de Conti a la vez que se interrelaciona con una de las corrientes revolucionarias de la poca: el cristianismo de base. Pero el guevarismo de Conti se expresa fundamentalmente en su incorporacin a la organizacin poltica guevarista ms importante de la Argentina: El PRT. Y en su opcin por correr la suerte del agredido en esa eleccin que realiza al quedarse en el pas cuando ya tiene amenaza de secuestro y a pesar de que su organizacin poltica le haba ofrecido conducirlo al exilio. Cortzar en el reportaje de Crisis N 2 de junio de 1973 dice que la revolucin no slo se hace desde afuera para dentro, sino tambin desde adentro para fuera, y que en este sentido hay que considerar el erotismo, el juego, la alegra, los valores humanos. Afirma que l no cree en los revolucionarios de cara larga y trgica y que el Che Guevara tuvo siempre un increble sentido del humor en las circunstancias ms tremendas (11). [21] Cortzar ya haba manifestado de manera expresa su admiracin por Ernesto Che Guevara y los Guevaristas. Puede verse en Noticias del mes de mayo, Casi nadie va a sacarlo de sus casillas, Homenaje a una torre de fuego de Ultimo Round (1969)[22] En el texto que escribe Rodolfo Walsh en octubre de 1967 Por quin doblan las campanas?, luego de la cada del Che, afirma que lo hacen por los que quedan. Da la

  • sensacin de la impotencia que siente por no haber acompaado al Che o por no saber qu hacer ahora que l no est. Lo oprimen las muertes, que a su vez lo impulsan a la revolucin [23]. Recuerda al Che como hroe al que casi no se animaba dirigirse y a la vez destaca que ha sido el nico jefe de ejrcito (. . .) que se ha descrito a s mismo huyendo en dos oportunidades (107). Walsh habla del Che con admiracin y con distancia a la vez pero en su trayectoria como intelectual permanentemente va a luchar contra las trampas de la jaula invisible que denuncia el Che en El socialismo y el hombre en Cuba (1965), como puede verse en su diario personal.

    Cuando enmudezcan todas las voces

    Cuando enmudecieron las voces por la muerte o el miedo que implant el terrorismo de Estado, algunas pocas se levantaron para denunciar el genocidio: La de Rodolfo Walsh- con ANCLA- Agencia de Noticias Clandestina -, Cadena Informativa y Carta abierta de un escritor a la Junta Militar hasta que lo secuestran el 25 de marzo de 1977-; la de Madres de Plaza de Mayo y, en el exilio ya forzado, la de Julio Cortzar entre otros. En Argentina, aos de alambradas culturales se publican una serie de conferencias de Julio dadas entre 1976 y 1982, que denuncian la situacin de Argentina y Amrica Latina. Asume as un rol especfico como intelectual: el que ayuda a hacer conocer, recuperar la memoria presentificando con la palabra para que la voz de los vencidos, de los oprimidos, de los asesinados, sea recuperada. Como Walsh, Cortzar convoca a asumir la fuerza de la denuncia y del testimonio, y a mantener en el presente lo sucedido, a seguir considerando como vivos a los que ya no estn hasta que la respuesta muestre finalmente la verdad que hoy se pretende escamotear (32/3). Julio reivindica la locura de las Madres que se proponen desbaratar y trastocar los clculos ms cientficos de nuestras escuelas de guerra y de seguridad nacional. [24]. Denuncia los secuestros de Walsh y Conti y el de miles de obreros, militantes polticos y sindicalistas.[25] Habla del carcter diablico del plan de exterminio que se lleva a cabo en la Argentina. Aquel mal que l mismo tanto gustaba enunciar en abstracto o vinculado a la vivencia individual y voluntaria de los lmites, est aqu corporizado en el genocidio. Pero esta vez lo espanta. Le espanta que los asesinos sean tambin argentinos y gente comn que comparte los mismos espacios con sus vctimas. Eso es la perversin.[26] Que fueran normales es la perversin, la pesadilla. En un testimonio que la Comisin Argentina por los Derechos Humanos hace llegar a ANCLA el 2 de noviembre de 1976, denunciando la represin contra habitantes de zona norte del Gran Buenos Aires se dice esos tipos que vinieron a casa tenan caras normales, como toda la gente, pero se dedican a esto (Verbitsky, 1985, 73).[27] Dice que los intelectuales de por s no pueden terminar con las dictaduras pero que cumplen un papel central a la hora de ayudar a despertar conciencias. Para esto ellos deben optar por los procesos de liberacin de los pueblos, interrogarse acerca de la opresin, la dependencia y el subdesarrollo. Afirma que una de las tareas fundamentales de toda revolucin es alfabetizar, para que la cultura, en su espiral ascendente, sea cada vez ms la obra de todos manteniendo su complejidad y riqueza. Pero expresa que no est de acuerdo con los que, en nombre de la insercin popular, caen en el paternalismo intelectualy creen que deben simplificar sus mensajes. [28] El llama a esto responsabilidad ante nuestros pueblos (109). [29]

  • Este expresar las voces de los otros en la voz de uno es una continuidad de la concepcin de Haroldo Conti para quin escribir es una especie de revelacin que consiste en despojarse de lo personal. El escritor vive en la medida que los dems asuman las historias que l cuenta como actos ms que como relatos. [30]

    Notas

    [0] Es interesante realizar un anlisis comparativo de estos tres intelectuales porque expresan tradiciones distintas dentro del campo revolucionario a la vez que se tejen entre ellos mltiples semejanzas. Julio Cortzar es un poco mayor: naci en 1914. Walsh y Conti pertenecen casi a la misma generacin: el primero naci en 1927 y el segundo en 1925. Los dos ltimos fueron secuestrados y desaparecidos por las FFAA que implantaron en la Argentina el Terrorismo de Estado desde 1976. Rodolfo Walsh fue secuestrado el 25 de marzo de 1977, el da despus de difundir la Carta abierta de un escritor a la Junta Militar; Haroldo Conti fue secuestrado el 5 de mayo de 1976. Julio se haba ido del pas en 1951, entre otras cuestiones, porque lo asfixiaba el autoritarismo del peronismo. Y no regres nunca, aunque siempre escribi en espaol y refiri nuestra idiosincrasia de manera profunda. Fue Cortzar la voz que continu denunciando cuando ya casi no quedaban voces luego del genocidio. [1] En el Libro de Manuel ha dado un peligroso paso hacia delante haciendo del Hombre nuevo el gustador a la vez ms refinado y ms completo. Esteta, sibarita, erotmano, este hombre total antes que vivirlo todo- como queran los romnticos- debe gustarlo todo. Estamos sin duda en la zona ms conflictiva de la ideologa de Cortzar: definindose como socialista, viene a llamarnos la atencin sobre el lugar del deseo en la revolucin. Se tratara de darles a los hombres la sancin y la justificacin del goce, demostrarles que hacer de su vida un placer es moral y revolucionario (al menos, es antiburgus). Liberarse de la censura, no hacer caso del supery, tener el valor de los propios deseos: ste tiene que ser, segn Cortzar, el programa que el socialismo debe levantar sobre las ruinas del puritanismo marxista y de la represin burguesa. Se trata, en fin, de la mixtura entre Marx y Freud (licuada por Marcuse) que la revuelta de mayo en Pars puso de moda. Lo notable es que esta metafsica anarquista termina por aprobar lo que niega: la ideologa del discurso publicitario. Es justamente la publicidad la que trata de enlazar el deseo con el consumo: su moral se funda en el permiso concedido al consumidor para que disfrute libremente de la vida. La confirmacin de los derechos a rodearse de productos que enriquecen la existencia y causan placer es uno de sus temas centrales. Discurso burgus por excelencia, en la publicidad la sociedad asume lo reprimido en beneficio de una ampliacin del mercado, sustituye la tica puritana por una moral hedonista de la satisfaccin pura y en una especie de nuevo estado natural busca la realizacin del individuo: no casualmente el juego, la naturaleza, la infancia- o sea: el espacio improductivo- aparecen como el soporte de la libertad. Este discurso que busca sujetar el deseo a la lgica del valor de cambio predica, en realidad, la liberacin del deseo de consumir. ( Goloboff, 1998, 310/11) El socialismo de los consumidores Ricardo Piglia

    [2] En los Manuscritos Econmicos Filosficos de 1844 Marx afirma: Cuanto menos comas y bebas, cuantos menos libros leas, menos vayas al teatro, al baile y a la taberna, menos pienses, ames, teorices, cantes, pintes, hagas menos versos, ms ahorrars, mayor ser tu tesorotu capital. Cuando menos seas t, cuando menos exteriorices tu vida, ms tendrs, mayor ser tu vida enajenada, ms esencia enajenada acumulars. (1984, 134)

  • [3]Aclaremos esto: el primer Cortzar, que es idealista, irracionalista, surrealista, arquetpico, esteticista, alimentado por Sur, Borges, Lvy-Bruhl, Jung, etc., pero tambin por una observacin atpica y concreta del entorno y por enganches con lneas del idealismo emparentadas con el pensamiento nacional su relacin con Marechal por ejemplo- alimenta el segundo Cortzar. Al Cortzar antdoto del realismo socialista y del stalinismo cultural, al de la conferencia sobre el cuento en Casa de las Amricas en 1962. Es en ese momento en que Cortzar pisa fuerte en un proceso de desalienacin de la literatura, de ruptura de viejas budineras positivistas, mecanicistas, economicistas, etc., que ahogaban la expresin de zonas fundamentales del hombre. Pero esto es parte y momento de un proceso mucho ms amplio y completo y Cortzar pronto queda atrs. Funciona y deja de funcionar, es utilizado y luego dejado de lado. Y con razn. Porque l, que la tuvo cerca en cierto momento, no la vio. Su propuesta de humanizacin agarr para lados que nada tienen que ver con Amrica Latina. Por eso no es raro que l, siendo argentino, hable de humanizar el socialismo y al mismo tiempo sea tan ajeno al peronismo, y a un pas que tiene una historia muy rica en la defensa de lo que l quiere defender solito, inventando el paraguas (. . .) Por otra parte, no s lo que hace Cortzar en Pars. Ni me interesa. Por lo tanto no puedo juzgarlo. Adems creo que las cosas realmente importantes- en la literatura, en la poltica, en el trabajo, etc- se cocinan de este lado. S puedo acotar que, en general, los latinoamericanos de Pars, tienen, producen o dan una imagen de Amrica Latina, o de sus respectivos pases, marcada por la ms cruda dependencia intelectual. (Goloboff, 1998,314) Humanismo para europeos Anbal Ford [4] Cortzar siempre estuvo comprometido. Ms an, l mismo no vacila en sealarse socialista y ha donado los dlares de la distincin europea a la resistencia chilena. Una pequea aclaracin para no distraer la memoria: Cortzar siempre estuvo comprometido. Pocos como l han concentrado los prejuicios raciales y antiobreros de la pequea burguesa en relatos como Las puertas del cielo, que no le perdonan a los argentinos el primer gobierno peronista, su noche de color. A Cortzar tambin se le debe el compromiso de algunos artculos, Gardel por ejemplo, publicado originalmente en la polvorienta Sur en 1953 e incluido en otro volumen para deleite de los diletantes, La vuelta al da en ochenta mundos. Aqu Cortzar aora el pasado quieto de los aos veinte, sin perturbaciones aluvinicas, oponiendo Gardel a Alberto Castillo. Carlitos no adoleca de la mera delectacin en el mal gusto y la caballera resentida. Los resentidos son los trabajadores argentinos, que el colaborador de Sur desprecia. El rechazo de la migracin interna y las veleidades por el otrora son constantes clsicas de la derecha liberal y la dicotoma que enfrenta a los dos cantores es de tono moral (subrayado por Cortzar). Castillo entonando Adis pampa ma simboliza al ululante y agresivo total que es fcil descubrir en la voz del cantante histrico de ese tiempo, tan bien afinado con la histeria de los oyentes (subrayado nuestro). Despus de estas genuflexiones hacia la Argentina seria es sencillo mostrarse como intelectual inquieto, moderno, la page. Incluso proponerse perdonar a la clase obrera, arrogndose una displicencia sarmientina, tenindole lstima: Pobres negros que juntan las ganas de ser blancos/ pobres blancos que viven en un carnaval de negros (. . .). As comienza Cortzar su penoso poema La Patria. Y no contamos La banda u otros rastreos que abundaran sobre la soberbia del pequeo burgus que reflexiona piadosamente sobre lo feo posible del pas real. (Goloboff, 1998,

  • 316) La colonizacin ideolgica Ernesto Goldar [5] La donacin de Cortzar ha dado lugar a recriminaciones conocidas. Se le reprocha vivir en Francia y haber adoptado la ciudadana francesa. De ese modo, dicen, su simpata hacia Cuba y las revoluciones en general asume un sesgo ms bien platnico o retrico. En mi opinin, la conducta poltica de Cortzar es actualmente mucho mejor que hace treinta aos, cuando estaba vinculado al grupo de la revista Sur. Prefiero un Cortzar que dona un premio a la resistencia chilena que a un Borges que se burla (naturalmente, con suave humour britnico) de todos los oprimidos y sufrientes. No s si hay afectacin en uno u otro; pero la actitud de Cortzar lo acerca al gnero humano y la de Borges al mundo de los satisfechos y barrigones de esta sociedad. (. . .) con Cortzar ha ocurrido algo frecuente en gente que no tiene sus mritos. Hay intelectuales a los cuales les gustan los negros de Cuba pero que detestan los negros de la Argentina. Son revolucionarios en la Isla pero cipayos en su propio pas. (. . .) Al decir esto, no me interesa que Cortzar prefiera vivir en Pars a hacerlo en Buenos Aires o Purmamarca. La residencia geogrfica no tiene una importancia decisiva (. . .) Borges ha escrito siempre en Buenos Aires (y algunas veces sobre Buenos Aires) pero su espritu, desde su infancia, ha sido ingls (. . .) (Goloboff, 1998, 319/20) El malestar moral proviene, en cambio, de la simulacin poltica de ciertos intelectuales, producto de la fragilidad de una sociedad atrasada que impone una verdadera incertidumbre al destino de las clases medias. De ah las vacilaciones del intelectual, que jams otorga crdito a la lucha revolucionaria, salvo cuando sta se ha trasmutado en la conquista del Estado. (. . .) Una de las demostraciones de la europeizacin poltica de la intelligentzia ha sido la dificultad que ha encontrado siempre para percibir la significacin del peronismo y en general de las revoluciones nacionales que brotan cclicamente en Amrica Latina (323) La intelligentzia en un pas semicolonial Jorge Abelardo Ramos [6] (. . .) A qu enturbiar, pues, esa actitud solidaria, fraterna, polticamente til, con cargosas precisiones sobre el compromiso. Hubiese preferido que se me preguntase sobre las torturas, los asesinatos de militantes, la persecucin poltica. Pero, en fin, sea: hablemos de don Julio Cortzar que, como se ve, se ha convertido l mismo en nuestra oportunidad, lo cual prueba de alguna manera la utilidad de su gesto. (. . .) Resurgir aqu, estoy seguro, el tema de la distancia. Francamente sigo creyendo que no es una condicin sine qua non estar ahora y aqu para opinar y an participar de nuestra faena poltica.(. . .) Yo aprecio esto en Cortzar y se lo agradezco y creo que es bueno que se quede all aunque sea nada ms que para eso. Porque aunque enmudezcan todas las voces, habr todava una, salvada por la distancia, que seale y condene, que denuncie y ayude, que movilice y congregue. (Goloboff, 1998, 317/8/9) Cuando enmudezcan todas las voces Haroldo Conti [7]Esto se pone muy en evidencia en su novela El Examen escrita en 1950, pero publicada en 1986. Y en poemas tales como 1950, ao del libertador, etc y Suee

  • sin miedo, amigo. Estaba criticando la manipulacin de la historia que realizan los Estados nacionales y el modelo keynesiano del capitalismo, que tuvo su forma autctona en el peronismo de los primeros gobiernos. Esta concepcin se profundiza en el poema La patria, escrito en 1955, ao del golpe de Estado que interrumpe el segundo gobierno de Pern. [8] Dice Silvio Frondizi la poltica del IAPI [Instituto Argentino de Promocin del Intercambio] no permiti a los campesinos aprovechar los altos precios que momentneamente podan obtenerse en el mercado mundial, para resarcirse de este modo de las malas pocas pasadas y afrontar los nuevos problemas. Los precios industriales y, en general los precios de la produccin agropecuaria, comenzaron a subir en forma constante e inexorable, por la restriccin de las importaciones, el estancamiento de la produccin industrial y el aumento de circulante.(. . .) El xodo rural, con la consiguiente disminucin de mano de obra y la no compensacin de este dficit por una adecuada mecanizacin, contribuyeron a aumentar los costos de produccin del campesino, arrendatario o pequeo propietario. Por el contrario, el aumento de los salario de los trabajadores rurales, no perjudic de hecho a los grandes propietarios. O bien stos se dedicaban a la ganadera, donde se emplea relativamente poca mano de obra y los precios se mantuvieron en un nivel satisfactorio, o bien arrendaban sus tierras a los agricultores por un precio pagadero en especie y a porcentaje sobre la produccin y libre de gastos. En este ltimo caso, los mayores costos por aumentos de salarios, encarecimiento de maquinarias y productos industriales, etc, no incidieron jams sobre los terratenientes arrendadores, y s, directamente, sobre el campesinado arrendatario, que pagaba los mayores costos y deba hacerlos repercutir sobre una sola parte solamente de su produccin, ya que el resto deba ser entregada al terrateniente(176/7) [9] En este artculo anticipa su desaparicin y caracteriza a las tres A, paraestatal, como antesala del terrorismo estatal. Dice que esa izquierda no ve cmo las bandas armadas de la mafia peronista tienen piedra libre, destacando que, segn le ha dicho un amigo, l es una de las primeras personas a eliminar. Efectivamente, no haca demasiado que se haba dado el golpe de estado cuando lo secuestran. Era el 5 de mayo de 1976. [10] A partir de 1955 se vive un proceso de lucha clandestina llevada adelante por la base obrera peronista, lo que se conoce con el nombre de resistencia peronistay hay una radicalizacin en esa lucha, en parte porque la pata asfixiante del aparato del Partido y del Estado peronista ha sido anulada por los golpistas, en parte por la propia experiencia de clase en la fbrica en contra de la poltica de explotacin de la autodenominada libertadora, en parte por el guevarismo y la revolucin cubana producida en 1959. En este perodo y de manera cada vez ms intensa durante la dcada del 60 se aproximan la clase obrera y la clase media, el marxismo al peronismo, los catlicos de base a los marxistas ateos, es decir todo se perturba para el orden establecido. El fenmeno de disociacin en el seno del campo popular que se haba vivido hasta el 55 va desapareciendo. Muchos intelectuales que antes haban sido acusados de ser de los libros cuando valan las alpargatas, en esa consigna antiintelectual tan cara al peronismo de los primeros gobiernos, comienzan a reanalizar el fenmeno del peronismo, y van de dejar de considerarlo de manera absoluta como fascismo y algunos se hiperperonizarn. Este es un cambio ideolgico profundo que se expresa paradigmticamente en Rodolfo Walsh.

  • [11]Como le dice a Ernesto Fosatti para Primera Plana N 489, del 13 de junio de 1972: En 1945 adher a la gesta popular, pero desde la derecha: era miembro de la Alianza Libertadora Nacionalista; dice que es su primera escuela de accin y antiimperialismo, ms all del antisemitismo de la organizacin, y agrega: la Alianza adhera al peronismo porque vea en l una fuerza nacionalista(Baschetti, 1994,153). [12]En El violento oficio de escritor publicado en 1965, Walsh dice: Mi primer libro fueron tres novelas cortas en el gnero policial, del que hoy abomino (Baschetti, 1994, 31). [13] En el reportaje que le hace Piglia en 1970, Walsh afirma: Es decir, si est desvinculado de la poltica, por esa sola definicin no va a ser arte ni va a ser poltica. Por eso, lo que yo dije antes no debe tomarse como un descarte aislado de las formas literarias tradicionales de la novela, del cuento, para reemplazarlos definitivamente por el testimonio, pero s pienso que va a haber que usar esas formas de otra manera. Pienso que ya no se van a poder usar inocentemente con una serie de convenciones que prcticamente ponen a toda la historia en el Limbo. Me siento incapaz de imaginar, no digo de hacer, una novela o un cuento que no sea una denuncia y que por lo tanto no sea una presentacin sino una representacin, un segundo trmino de la historia original, sino que tome abiertamente partido dentro de la realidad y pueda influir en ella y cambiarla usando las formas tradicionales, pero usndolas de otra manera. Por otra parte, es evidente que el slo deseo de hacer propaganda y agitacin poltica no significa que vayas a elegir la literatura para desacreditarla, es decir, porque hay otras maneras: si por ejemplo el cuero o el tiempo no te dan, pods hacer poltica de otra manera, no necesits ponerte a escribir una mala novela que le d la razn a la derecha, que diga: ven, esos tipos no saben escribir novelas (Baschetti, 1994, 70). Desde comienzos de la burguesa, la literatura de ficcin desempe un importante papel subversivo que hoy no est desempeando, pero tienen que existir maneras de que vuelva a desempearlo, hay que encontrarlas. Entonces, en este caso, habr una justificacin para el novelista en la medida en que se demuestre que sus libros mueven, subvierten. Por otro lado, mientras uno est fuera de todo contacto de la accin poltica, ya sea directa o por el medio que te rodea, uno est alienado en el concepto burgus de la literatura. Sos un inocente, en realidad; (. . .) hasta que te das cuenta de que tens un arma: la mquina de escribir. Segn cmo la manejs, es un abanico o es una pistola, y pods utilizarla para producir resultados tangibles, y no me refiero a los resultados espectaculares, como es el caso de Rosendo, porque es una cosa muy rara que nadie se la puede proponer como meta, ni yo me lo propuse, pero con la mquina de escribir y un papel pods mover a la gente en grado incalculable. No tengo la menor duda (73/4). [14] Dice Walsh a Piglia en 1970: En un futuro, tal vez, inclusive se inviertan los trminos: que lo que realmente se aprecie en cuanto a arte sea la elaboracin del testimonio o del documento, que, como todo el mundo sabe, admite cualquier grado de perfeccin. Evidentemente en el montaje, la compaginacin, la seleccin, en el trabajo de investigacin, se abren inmensas posibilidades artsticas (. . .) No se trata de firmar el certificado de defuncin de la novela o de la ficcin, pero es muy probable que se pueda caracterizar a la ficcin en general como el arte literario caracterstico de la burguesa de los siglos XIX y XX principalmente, y por lo tanto no como una forma eterna e indeleble, sino como una forma que puede ser transitoria. (Baschetti, 1994, 68/9)

  • [15] Es semejante a lo que dice Walsh en el prlogo de Quin mat a Rosendo (1968). Si alguien quiere leer este libro como simple novela policial es cosa suya (1987,9). [16] Dice Cortzar a Crisis: Esta vez me pareci que tal vez era el momento de intentar una cosa difcil de hacer, la de encontrar una convergencia en la que, sin perder el nivel literario, escribiera un libro que es una novela, que se puede leer como una novela, pero que contiene al mismo tiempo una visin ms amplia, un contenido de tipo ideolgico y poltico, actual y contemporneo, y que no se queda en declaraciones lricas, sino que cita concretamente hechos. Por eso es que en el libro estn los documentos. Porque la mala fe, ya sabs muy bien, est en todas partes, y podra suceder que fuera de la Argentina, si yo no hubiera puesto los documentos en el libro, los telegramas reproducidos textualmente, alguna gente podra decir: Este seor tiene una gran imaginacin, y adems de inventar una novela, invent una represin que solamente funciona en su cabeza. Entonces me pareci que era necesario hacer esa especie de collage, donde existieran los documentos, las pruebas. El que quiera las ver, y el que no quiera no las ver (Crisis N2 junio 1973, 10). [17]Dice Cortzar a Crisis: Una cosa es rechazar lo imaginario o lo fantstico si se sospecha que encubre un escapismo fcil, y otra rechazarlo por s mismo, cosa que afortunadamente est lejos de suceder en nuestros pases(. . .) Mir, si alguien admira la tarea que est llevando a cabo gente como un Rodolfo Walsh en la Argentina soy yo, ( . . .)pero como conozco un poco a Rodolfo s muy bien que cualquier trabajo imaginario que no sea un ejercicio de fuga cmoda le parecera tan necesario en una perspectiva revolucionaria como Operacin Masacre . Y eso, que Walsh entiende tan bien, no quieren entenderlo los que en el fondo le tienen miedo a su propio inconsciente y prefieren prenderse con las dos manos del contenidismo, el compromiso y otras comodidades a mano (Crisis N11 marzo 1974, 42). [18] Dice Cortzar a Crisis No les ha llamado la atencin que todos los que escriben en pro o en contra de mi Libro de Manuel, NINGUNO se ha referido concretamente a las muchas pginas finales donde, en columnas paralelas, se detalla el horror de las torturas en la Argentina y en Vietnam? Dan ganas de elegir entre varias hiptesis: 1) Que poco les importa puesto que no les toc a ellos; 2) Que los jode que yo haya equiparado a los torturadores argentinos y a los yanquis, mostrando que no hay ninguna diferencia esencial; 3) Que los archijode que les jabonen el piso literario con evidencias histricas o, viceversa, que les jabonen la historia con una novela que no niega su condicin de tal. (Crisis N11 marzo 1974,44) [19] Conti en su novela Mascar, de 1974, expresa estas concepciones a travs fundamentalmente de los dilogos de El Prncipe y Oreste: Quiere decir que en cierta forma hemos estado conspirando todo este tiempo- dijo Oreste, ms bien divertido,-En cierta forma no. En todas. El arte es una entera conspiracin- dijo el Prncipe-. Acaso no lo sabes? Es su ms fuerte atractivo, su ms alta visin. Rumbea adelante, madrugn del sujeto humano (1993, 260/1). -Despus que ustedes se marcharon, a la gente le dio por ciertas grandezas. Del almacn mudaron a la escuela. All tramaban con el maestro toda clase de locos proyectos. Hasta armaron un tablado, con cortinas y luces y simulacros de papel. -Carajo!

  • -Trovaban, valseaban, competan, todas esas cosas de lucimiento que empompan a la persona. Empezaron a leer y an a escribir, para aventajarse. -Malo. - Cernuda ide unos cuadros vivos de impresionante apariencia. -Ya me imagino. - Unas figuras blanqueaban que fingan monumentos. -Uno a la Libertad, otro al progreso, no es as?. -Tal cual. Uno de mucho aparato que se titulaba Dale alto. -Duc in altum. -EsoTotal, que empezaron en verso y terminaron a tiros. (1993, 261/2) [20] Dice el Che Guevara en un reportaje que le realiza Jean Daniel para LExpress, Argel, Julio 1963: El socialismo econmico sin la moral comunista no me interesa. Luchamos contra la miseria, pero al mismo tiempo contra la enajenacin. Marx se preocupaba tanto de los hechos econmicos como de su repercusin en el espritu. Llamaba a esto, hechos de conciencia [21] Dice Cortzar a Crisis: El contenido ertico del libro, por ejemplo, me parece importante. Si es desmesurado, deliberadamente desmesurado, es porque yo sigo creyendo que la revolucin no slo se hace desde afuera para dentro, sino tambin desde adentro para fuera. Y estamos demasiado envueltos en tabes, en prejuicios, en machismo y discriminaciones de todo orden ahora te hablo concretamente en el plano del erotismo- y me parece que en ese sentido un escritor es un hombre que puede cumplir una tarea acaso til. Adems, hay que tener tambin en cuenta el elemento ldico, que me ser muy reprochado por los compaeros de ruta. Yo no creo en las revoluciones sin alegra. No creo: no es posible. Yo pienso en el Che Guevara, por ejemplo, su increble sentido del humor que tuvo siempre en las circunstancias ms tremendas. Yo no creo en los revolucionarios de cara larga y trgica, esos dan los Saint Just y los Robespierre. Yo creo que la revolucin es una cosa muy seria, pero que el humor, el erotismo, el juego, y tambin otros valores humanos, son constantes a las que no podemos renunciar en ningn trabajo revolucionario (Crisis N 2 de junio de 1973, 11). [22] Dice Cortzar en ltimo Round (. . .) Los estudiantes argentinos que ocuparon su casa en la Cit de Pars y la llamaron CHE GUEVARA por la misma simple razn que lleva la sed al agua y el hombre a la mujer, los estudiantes espaoles portugueses griegos africanos que ocuparon sus Casas para abrir los pulmones a un aire sin venenos, los estudiantes argentinos luchando en Buenos Aires, La Plata, Tucumn, los estudiantes brasileos los estudiantes italianos (qu repentinamente artificial suena el catlogo de patrias cuando no hay ms que una, la poesa de ser hombre en la tierra) (. . .) ( Noticias del mes de mayo,T I, 1999, 94) (. . .) Bastara un apenas, un no quiero, para empezar de otra manera el da,

  • hervir la radio con las papas y a cada chico darle un cocodrilo para que huela a miedo en las escuelas, sacar los muertos a que tomen aire, meter las mitras en la mayonesa, actividades subversivas, claro, pero otras cosas hay: fusiles corren por las picadas, Sudamrica crece en su selva hacia la aurora, de tanto arroz baado en sangre nacer otra manera de ser hombre. No cito ms que apenas estas cosas, saco de sus casillas a unos cuantos que todava creen en la poesa encasillada en su vocabulario (. . .) (Casi nadie va a sacarlo de sus casillas, T I, 1999, 152) Cmo no comprender, entonces, el sentido ms profundo que tiene hoy aqu, entre nosotros, la evocacin del ejemplo vivo del Che, cmo no comprender que lo sintamos tan cerca de los jvenes que se baten en las calles y dialogan en los anfiteatros. Pero esto no es un homenaje labial; no hemos de recaer una vez ms en los esquemas del respeto solemne, de las conmemoraciones a base de palmas y oratoria. Para el Che slo poda y puede haber un homenaje: el de alzarse como lo hizo contra la alienacin del hombre, contra su colonizacin fsica y moral. Todos los estudiantes del mundo que luchan en este mismo momento son de alguna manera el Che (Homenaje a una torre de fuego,TI, 1999,197)

    [23] Dice Walsh en Por quin doblan las campanas?: La nostalgia se codifica en un rosario de muertos y da un poco de vergenza estar aqu sentado frente a una mquina de escribir, an sabiendo que eso es tambin una especie de fatalidad, aun si uno pudiera consolarse con la idea de que es una fatalidad que sirve para algo(. . .) nos cuesta a muchos eludir la vergenza, no de estar vivos- porque no es el deseo de la muerte , es su contrario, la fuerza de la revolucin-,sino de que Guevara haya muerto con tan pocos alrededor( Zito Lema,1997, 106/7) [24] Dice Cortzar en Nuevo elogio de la locura: lo irracional, lo inesperado, la bandada de palomas, las Madres de Plaza de Mayo, irrumpen en cualquier momento para desbaratar y trastocar los clculos ms cientficos de nuestras escuelas de guerra y de seguridad nacional (Argentina, 1984, 14) [25] En El lector y el escritor bajo las dictaduras en Amrica Latinapresentado al congreso del PEN Club realizado en junio de 1978, Cortzar denuncia La desaparicin ha reemplazado ventajosamente el asesinato en plena calle o al descubrimiento de los cadveres de incontables vctimas; los Gobiernos de Chile y de Argentina, y los comandos paralelos que los apoyan, han puesto a punto una tcnica que, por un lado, les permite fingir ignorancia sobre el destino de los desaparecidos, y por otro lado prolonga, de la manera ms horrible la intil esperanza de parientes y amigos, tal ha sido, puesto que estamos entre escritores, el destino de un novelista argentino llamado Haroldo Conti, y tal ha sido el de otro novelista llamado Rodolfo Walsh. Pero citar dos nombres conocidos es dejar caer dos gotas de agua en un recipiente lleno hasta el borde de otros nombres casi siempre ignorados en nuestros crculos, nombres de obreros, de militantes polticos, de sindicalistas, a los que puede

  • agregarse una interminable nmina de abogados, mdicos, psiquiatras, ingenieros, fsicos; casos como el del rector de la Universidad de Baha Blanca, y el de las religiosas francesas que ocuparon largamente las columnas de la prensa europea son tambin minora frente a una realidad que puede haber disminuido o no frente al peso de la presin internacional, pero que est lejos de haber desaparecido, porque las condiciones que permiten esas desapariciones se mantienen invariables (Argentina, 1984,85). [26] En Negacin del olvido (1981) Cortzar dice: Si de algo siento vergenza frente a este fratricidio que se cumple en el ms profundo secreto para poder negarlo despus cnicamente, es que sus responsables y ejecutores son argentinos o uruguayos o chilenos, son los mismos que antes y despus de cumplir su sucio trabajo salen a la superficie y se sientan en los mismos cafs, en los mismos cines donde se renen aquellos que hoy o maana pueden ser sus vctimas. Lo digo sin nimo de paradoja: Ms felices son aquellos pueblos que pudieron o pueden luchar contra el terror de una ocupacin extranjera. Ms felices, s porque al menos sus verdugos vienen de otro lado, hablan otro idioma, responden a otras maneras de ser. Cuando la desaparicin y la tortura son manipuladas por quienes hablan como nosotros, tienen nuestros mismos nombres y nuestras mismas escuelas, comparten costumbres y gestos, provienen del mismo suelo y de la misma historia, el abismo que se abre en nuestra conciencia y en nuestro corazn es infinitamente ms hondo que cualquier palabra que pretendiera describirlo (Argentina, 1984, 32). [27] Cable de ANCLA del 2 de noviembre de 1976: Cada vez que se llevan a alguno le dicen fuerte que se despida de sus compaeros porque lo van a fusilar; ese no vuelve ms. Llevaron de vuelta a esa muchacha, parece que la estn violando, sus gritos son desgarradores. Parece que hoy llegaron nuevos detenidos. En la salita hay mucha actividad. Gritos, algn llanto. La muchacha no se oye ms. Un viejo, parece ser por su voz, pregunta por ella, la nombra: mi hija. Le dicen que no se preocupe ms por ella, que ya no va a volver a gritar nunca ms. El viejo llora. Yo me pregunto si esto es verdad o una pesadilla: me veo ayer noms, volviendo de la fbrica, la vieja estaba planchando. Y ahora esto. Este mundo de oscuridad, de gritos, de vejaciones. De repente me parece que esta es la realidad y la vieja planchando, una ilusin. Esa muchacha ya no grita, pero ahora hay otra, y luego otra, y esos tipos que vinieron a casa tenan caras normales, como toda la gente, pero se dedican a esto (Verbitsky, 1985, 73). [28] En Sobre la funcin del intelectual (1983) dice Cortzar: En una autntica revolucin, la alianza de los dirigentes polticos y de los intelectuales es la nica fuerza capaz de llevar adelante un proceso popular en que la soberana nacional tenga su base en la soberana cultural, y en el que la autodeterminacin exista en el nivel del estado porque existe como conciencia individual (Argentina, 1984, 94). En El escritor y su quehacer en Amrica Latina (1982) expresa: Como ingenieros de la creacin literaria, como proyectistas y arquitectos de la palabra, hemos tenido tiempo sobrado para imaginar y calcular el arco de los puentes cada vez ms imprescindibles entre el producto intelectual y sus destinatarios; ahora ya es el momento de construir esos puentes en la realidad y echar a andar sobre ese espacio a fin de que se convierta en sendero, en comunicacin tangible, en literatura de vivencias para nosotros y en vivencia de la literatura para nuestros pueblos (Argentina, 1984, 97).

  • Huelga decir que no estoy abogando por la facilidad, por la simplificacin que tantos reclaman todava en nombre de esa insercin popular, sin darse cuenta de que todo paternalismo intelectual es una forma de desprecio disimulado. Las vanguardias intelectuales son incontenibles y nadie conseguir jams que un verdadero escritor baje el punto de mira de su creacin, puesto que ese escritor sabe que el smbolo y el signo del hombre en la historia y en la cultura es una espiral ascendente; de lo que se trata es que los accesos inmediatos o mediatos a la cultura se estimulen y faciliten para que esa espiral sea cada vez ms la obra de todos, para que su ritmo ascendente se acelere a esa multiplicacin en la que cada uno, hacedor o receptor, pueda dar el mximo de sus posibilidades (Argentina, 1984, 99). Si es cierto que la imaginacin es y ser nuestra mejor arma para tomar el poder, entendiendo por poder una participacin ms estrecha y ms eficaz en la lucha del pueblo por su identidad y su legtimo destino, nuestro quehacer tiene que articularse a base de tcnicas ms eficaces que las consuetudinarias, menos estereotipadas que las que emanan de nuestras tradicionales etiquetas de cuentistas, poetas, novelistas y ensayistas, y todo eso sin dar un solo paso atrs en lo que nos es connatural pero vehiculndolo de una manera capaz de llegar all donde nunca llegar si seguimos en nuestro viejo circuito rutinario, por ms bello, avanzado y audaz que sea en s mismo. (Argentina, 1984, 103) [29]En La literatura latinoamericana de nuestro tiempo, conferencia dictada en la Universidad de Berkeley en octubre de 1980, Cortzar sostiene que el escritor latinoamericano tiene e deber de vincular su obra y la de los otros escritores al contexto social e histrico. Afirma que algunos llaman a eso compromiso, otros ideologa y l responsabilidad ante nuestros pueblos (109).Y agrega: La literatura es un diamante de mltiples facetas y cada una de ellas refleja un momento y una gama de la luz de la realidad exterior e interior, fsica y mental, poltica y psicolgica (Argentina, 1984, 109). mi visin de la literatura latinoamericana de nuestros das ser la de alguien para quien un libro es solamente una de las mltiples modalidades que asumen nuestros pueblos para expresarse, para interrogarse, para buscarse en el torbellino de una historia sin piedad, de un drama en el que el subdesarrollo, la dependencia, la opresin se coaligan para acallar las voces que nacen aqu y all en forma de poemas, canciones, teatro, cine, pinturas, novelas y cuentos. Entre nosotros esas voces nacen muy pocas veces de la felicidad, en esas voces hay ms de grito que de canto. Hablar de nuestra literatura dentro de esta perspectiva es una manera de escuchar esas voces, de entender su sentido y tambin- por lo menos es mi deseo como escritor- de sumarse a ellas en una lucha comn por el presente y el futuro de Amrica Latina (Argentina, 1984, 110). [30]As haba afirmado Conti en un discurso pronunciado en Casa de las Amricas, en La Habana, en 1971: Por supuesto, como vida, esto es, como totalidad, no se reduce al solitario hecho de escribir sino a una actitud general, una especie de revelacin, por mi lado, y por otro, el del lector y an el del mero espectador, a un tipo de participacin que curiosamente me lleva a un despojamiento cada vez mayor de lo personal (no sera exacto decir personalidad) para que los dems asuman mis historias, como actos ms que como relatos, cual si fueran propias, las participen, que es algo ms que leer, y las incorporen a sus vidas. As, a travs de mis personajes soy yo el que me vivo (. . .) (Restivo y Snchez, 1986, 166).

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