Ángeles portadores de atributos en la crucifixiÓn · la crucifixión. los evangelios no hablan de...

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ÁNGELES PORTADORES DE ATRIBUTOS EN LA CRUCIFIXIÓN ANDRÉS FELICI CASTELL Universidad de Valencia Los ángeles aparecen frecuentemente junto a Cristo en pasajes de su vida e imágenes conceptuales, aunque en la mayoría de casos, éstos no vienen citados por los Evangelios. San Pablo, respecto a esto, ya indicó que «en él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles, los Tronos, las Domi- naciones, los Principados, las Potestades: todo fue creado por él y para él» (Col. 1,16), lo cual podría justificar teológicamente cualquier aparición angélica junto a Cristo. De todos los episodios de la vida de Cristo, uno de los más trascendentales ha sido el de su muerte en la cruz, donde con frecuencia se pueden encontrar ángeles portando diferentes atributos. Algunos de ellos –como la Iglesia y la Sinagoga, o el Sol y la Luna– pueden aparecer sin necesidad de ser portados por ángeles. El objeto de este artículo es analizar fundamentalmente las figuras de estos seres angélicos y sus orígenes, y no tanto la de los atributos como entidad propia, clasificando a los ángeles según los objetos que portan. Un aspecto que hay que señalar previamente es la presencia de ángeles durante la Crucifixión. Los Evangelios no hablan de ellos en este pasaje, aunque sí que lo harán fuentes posteriores. Germán de Constantinopla, en el siglo VII-VIII, dice que «los ángeles subían y bajaban en torno a la cruz» (Germanus Constantinopolitanus Patriarcha, Oratio II; PG 98, 253) 1 . También, por ejemplo, sor Isabel de Villena dice que: «la ànima gloriosa de Jesus essent separada del seu excellent cors, haven’t donat fi a totes les sues penalitats, fon aquí lo gran visrey sanct Miquel ab gran multitud de àngels qui, tots prostrats en terra, adoraren la magestad sua, cantant ab gran melodia» (1497: 220 v), pero aquí se refiere más a la presencia de ángeles tras la muerte de Cristo. Otras fuentes señalan a ángeles durante el proceso de la Crucifixión, así en la Mística Ciudad de Dios se dice que: «volviendo los verdugos la Cruz, para que el Cuerpo clavado, cayera el Rostro contra la tierra, los Ángeles le sustentaron cerca del suelo, que estaba lleno de piedras y inmundicia, y con esto no tocó el Señor con su Divino Rostro en él, ni en los guixarros» (Ágreda, 1723: t. 2, l. 6, 516). Así, efectivamente, existen fuentes que hablan de ángeles en los momentos previos o inmediatamente posteriores a la muerte de Cristo, pero en ningún momento se citan como portadores de ciertos atributos 1 Pons (2003: 68). Esta cita se relaciona también con Jn 1,51: «En verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».

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ÁNGELES PORTADORES DE ATRIBUTOS EN LA CRUCIFIXIÓN

Andrés felici cAstell

Universidad de Valencia

Los ángeles aparecen frecuentemente junto a Cristo en pasajes de su vida e imágenes conceptuales, aunque en la mayoría de casos, éstos no vienen citados por los Evangelios. San Pablo, respecto a esto, ya indicó que «en él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles, los Tronos, las Domi-naciones, los Principados, las Potestades: todo fue creado por él y para él» (Col. 1,16), lo cual podría justificar teológicamente cualquier aparición angélica junto a Cristo.

De todos los episodios de la vida de Cristo, uno de los más trascendentales ha sido el de su muerte en la cruz, donde con frecuencia se pueden encontrar ángeles portando diferentes atributos. Algunos de ellos –como la Iglesia y la Sinagoga, o el Sol y la Luna– pueden aparecer sin necesidad de ser portados por ángeles. El objeto de este artículo es analizar fundamentalmente las figuras de estos seres angélicos y sus orígenes, y no tanto la de los atributos como entidad propia, clasificando a los ángeles según los objetos que portan.

Un aspecto que hay que señalar previamente es la presencia de ángeles durante la Crucifixión. Los Evangelios no hablan de ellos en este pasaje, aunque sí que lo harán fuentes posteriores. Germán de Constantinopla, en el siglo VII-VIII, dice que «los ángeles subían y bajaban en torno a la cruz» (Germanus Constantinopolitanus Patriarcha, Oratio II; PG 98, 253)1. También, por ejemplo, sor Isabel de Villena dice que: «la ànima gloriosa de Jesus essent separada del seu excellent cors, haven’t donat fi a totes les sues penalitats, fon aquí lo gran visrey sanct Miquel ab gran multitud de àngels qui, tots prostrats en terra, adoraren la magestad sua, cantant ab gran melodia» (1497: 220 v), pero aquí se refiere más a la presencia de ángeles tras la muerte de Cristo. Otras fuentes señalan a ángeles durante el proceso de la Crucifixión, así en la Mística Ciudad de Dios se dice que: «volviendo los verdugos la Cruz, para que el Cuerpo clavado, cayera el Rostro contra la tierra, los Ángeles le sustentaron cerca del suelo, que estaba lleno de piedras y inmundicia, y con esto no tocó el Señor con su Divino Rostro en él, ni en los guixarros» (Ágreda, 1723: t. 2, l. 6, 516). Así, efectivamente, existen fuentes que hablan de ángeles en los momentos previos o inmediatamente posteriores a la muerte de Cristo, pero en ningún momento se citan como portadores de ciertos atributos

1 Pons (2003: 68). Esta cita se relaciona también con Jn 1,51: «En verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».

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que sí que aparecerán en las imágenes, y que a continuación especificaremos.

i. POrtAndO librOs

Tal vez, los primeros ángeles que aparecen en imágenes de la Crucifixión, sean los que portan un libro. Éstos fi-guran ya en el Códice del evangeliario irlandés de Saint-Gall (posterior al 750, Monasterio Saint-Gall, Biblioteca) [fig. 1]. Sobre los brazos de la cruz hay dos ángeles de medio cuerpo, cada uno de los cuales porta un libro. A partir de esta fecha se pueden encontrar este tipo de ángeles en imágenes de la Crucifixión, aunque son poco frecuentes. En el Beato de San Salvador de Tábara (975, Gerona, Archivo Catedralicio, fol. 16 v) [fig. 2] de nuevo aparece un ángel con un libro, pero en esta ocasión está ubicado junto al buen ladrón2. Todavía en los siglos XII-XIII es posible encontrar este tipo de

ángeles. Ninguna fuente hace mención a la aparición de estos ángeles, pero normal-mente estas representaciones aparecen en ilustraciones de Evangelios o en las tapas, por lo que son imágenes muy ligadas a los Textos Sagrados, de ahí que estos libros que portan los ángeles puedan conectar la muerte de Cristo con lo señalado en las Escri-turas, como ocurre con otras representaciones más tardías (como por ejemplo las de la Biblia Pauperum, de mitad del siglo XIII), en las que aparecen profetas, normalmente con filacterias o textos, que ya señalaron la Pasión de Cristo en sus profecías. Tal vez, al empezar a aparecer estos profetas con textos y filacterias, mucho más explícitos que los ángeles portando libros, estos últimos dejarían de utilizarse.

ii. POrtAndO el sOl y lA lunA

En los Evangelios Sinópticos se indica que «era ya cerca de la hora sexta cuando, al eclipsarse el sol, hubo oscuridad sobre toda la tierra hasta la hora nona» (Lc 23,44)3.

2 Se debe señalar que en esta obra se confunden los nombres de los ladrones, así junto al llamado Dimas aparece un demonio, que parece estar atacándole, y junto al llamado Gestas está el ángel con el libro; cuando, sabiendo que el buen ladrón era Dimas, parece que el ángel le correspondería a él, y el demonio al mal ladrón, Gestas.3 También se indica la misma información en Mt 27,45 y Mc 15,33.

Fig. 1. Crucifixión, Códice del evangeliario irlandés de Saint-Gall, posterior al 750, Monasterio

Saint-Gall, Biblioteca.

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Dionisio Aeropagita también dio testi-monio de este eclipse4, y otras fuentes, más tardías, le intentaron dar una justi-ficación. Según María de Ágreda, al ver la burla que hacían los judíos de Cristo, María realizó una oración en la que decía: «Cielos, Sol, Luna, Estrella y Planetas, de-tened vuestro curso, suspended vuestras influencias con los mortales» (Ágreda, 1723: t. 2, l. 6, 519). También se le ha querido dar al Sol y a la Luna un signifi-cado más simbólico: «el Sol es la Verdad, es decir, la Nueva Ley, frente a la Luna, que no tiene luz propia y es imagen de la Antigua Ley» (Sebastián, 1985: 331). El eclipse fue uno de los aspectos que más llamó la atención en la muerte de Cristo, ya que, por ejemplo Plinio dice, acerca de los eclipses «que es la cosa de mayor maravilla que hay en toda la contempla-ción de Naturaleza y semejante a mons-truosidad» (Plin. nat. 2, 10). Lo cierto es que ya en el siglo IX podemos encontrar imágenes de la Crucifixión donde aparece el Sol y la Luna, pero para representar a estos astros, normalmente se siguen las antiguas formas paganas, así pueden aparecer personificados sobre un carro tirado por caballos el Sol y por vacas, la Luna [fig. 3], o como un busto de un hombre coronado –el Sol– y el de una mujer con media luna sobre la cabeza –la Luna–. Posteriormente, hacia el siglo XII, se quiso cambiar este tipo de representación y, tal vez por mantener la figura antropomórfica, o porque era frecuente representar ángeles adorantes junto a la cruz, se empezaron a representar los dos astros sostenidos por seres angélicos, los cuales, con frecuencia los portaban sobre manos veladas (Crucifixión, Cubiertas del Misal de San Rufo, Anónimo, siglos XII-XIII, Tortosa, Archivo Capitular, códice 11). Este tipo de imágenes serán escasas, y ya en el siglo XIII empezará a ser más frecuente representar simplemente los astros, sin ningún portador. También los ángeles portando el Sol y la Luna podrán aparecer en escenas del Juicio Final (Mâle, 1952: 44-45).

4 «San Dionisio, presente en Heliópolis, vio que sucedía por interposición de la luna, entre la tierra y el sol, vio a la luna subir del este hacia el sur y ponerse bajo el sol; pasado el eclipse, la luna volvió al este, y a la tarde estaba en oriente, estando el sol en occidente […]. Las tinieblas eran palpables, oscuras, negras como las de Egipto bajo el Faraón; y las del eclipse natural del sol son color hierro y bronce, más claras. Luego no fue eclipse natural, sino milagroso; manifiesto sólo a Cristo, que es la causa de todas las cosas» (von Sachsen, 2010: t. 2, 63, 37, p. 556). También se señala esta misma información en otras fuentes, como en la Suma Teológica (S. Th. [48783] IIIª q. 44 a. 2 ad 2).

Fig. 2. Crucifixión, Beato de San Salvador de Tába-ra, 975, Gerona, Archivo Catedralicio, fol. 16 v.

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iii. POrtAndO lienzOs

Existen algunas representaciones donde se pueden contemplar a uno o más ángeles portando lienzos en sus manos. Sobre estos lienzos no hay nada escrito en fuentes, por lo que se le pueden dar diversas signi-ficaciones. Por una parte estos lienzos pueden tener simplemente la función de cubrir las manos de los ángeles como señal de respeto y veneración. Pero el hecho de que las tengan cubiertas puede indicar que estén preparadas para recibir el alma de Cristo, como así parece ser en la Crucifixión que hay en la cubierta de un libro en la Bayerische Staatsbibliothek (ca. 820-30, Munich) [fig. 3]. Por otra parte cabe señalar toda una serie de iconos y de crucifijos rusos de los siglos XV y XVI donde suelen aparecer un par ángeles por encima de la cruz portando un lienzo sobre sus manos. Su finalidad podría ser la misma de recoger el alma de Cristo, pero también podrían guardar relación con los ángeles que en el siglo XII portaban, sobre sus manos veladas, el Sol y la Luna.

Si observamos el mosaico que representa la Cruci-fixión con el dux Dándolo y el Canciller Benintendi, del Baptisterio de San Marcos en Venecia (1343-1355) [fig. 4], aquí los dos ángeles que aparecen sobre la cruz también portan un lienzo cada uno, y con él parecen cubrirse el rostro, como si es-tuvieran llorando, mostrando así el dolor de los ángeles ante la muerte de su creador. De hecho, Interián de Ayala indicará sobre este tipo de ángeles:

Será de hombre prudente y juicioso el pintar a los ángeles llorando por alguna cosa que fuera digna de sus lágrimas, si de éstas fuesen ellos capaces, como es la crueldad de la pasión y muerte de Jesucristo. En este lance vemos frecuentemente pintados a los ángeles con un semblante triste, y derramando lágrimas, lo que pintores sabios y piadosos han practicado muchas veces no sin razón. (Ayala, 1883: t. 1, l. 2, 123).

iV. POrtAndO lAs PersOnificAciOnes de lA iglesiA y lA sinAgOgA

Tal y como dicen los Sinópticos, justo en el momento de la muerte de Cristo, el velo del templo se partió en dos (Mt 27,51; Mc 15,38; Lc 23,45), acontecimiento que fue interpretado como el fin del reinado de la Sinagoga, a la cual sucederá la Iglesia de Cristo (Réau, 1996: t. 1, v. 2, p. 507; Ribadeneyra, 1761: 25). En fuentes posteriores, como el Vita Christi de sor Isabel de Villena, tras la lanzada del costado, la Virgen María se lamenta diciendo, entre otras cosas: «axí, lo meu fill e redemptor vostre dormint en la creu per dolorosa mort, lo seu costat es ubert, e de aquí es exida la sua Església, abillada

Fig. 3. Crucifixión, cubierta de libro, ca. 820-30, Munich,

Bayerische Staatsbibliothek.

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e molt ornada dels sagraments» (Villena, 1497: 236v)5, aunque ya autores patrísticos habían señalado esta vinculación. Ya en las representaciones de la Crucifixión del siglo IX aparecen las figuras de la Iglesia, recogiendo la sangre que brota de la lanzada de Cristo en un recipiente o cáliz, y la Sinagoga. Las figuras de la Iglesia y de la Sinagoga están dispuestas a un lado y a otro de Cristo y pueden ser representadas de diversas formas: «a un lado la Iglesia coronada, nimbada, con un estandarte de triunfo en la mano y recogiendo en un cáliz el agua y la sangre que salen de la llaga del Salvador. Al otro, la Sinagoga, cubiertos sus ojos con una venda, sosteniendo con una mano el asta rota de su bandera y dejando escapar de la otra las tablas de la Ley, mientras la corona cae de su cabeza» (Mâle, 1986: 200 y 217). Lo que más nos interesa es que a partir del siglo XIII podemos observar ángeles acompañando las figuras en busto de la Iglesia y de la Sinagoga, especialmente en Oriente [fig. 5]. La primera se acerca a la llaga del costado de Cristo, recogiendo su sangre, mientras que la segunda es alejada de Él por el mensajero angélico. También en ese mismo siglo en Occidente se empezó a representar la Crucifixión de esa forma (Nicola Pisano, 1260, Pisa, Baptisterio, Púlpi-to). Resultará complicado encontrar imágenes de la Iglesia y la Sinagoga más allá del siglo XV, entre otras cosas porque la figura del soldado lancero –san Longinos– y el soldado que le dio la esponja con vinagre, fueron asociados a la Iglesia y a la Sinagoga respectivamente (Mâle, 1986: 217).

V. POrtAndO cálices

En el siglo XIII, especialmente en la segunda mitad, poco después de introducirse el tipo de los ángeles acompañando las figuras de la Iglesia y de la Sinagoga, empe-

5 En la Mística ciudad de Dios se dice: «la prudentísima Reyna conoció el Mysterio de la lançada, y como en aquella última Sangre, y agua, que salió del Costado de su Hijo Santísimo, salía de él la nueva Iglesia lavada, y renovada, en virtud de su Pasión y Muerte» (Ágreda, 1723: t. 2, l. 6, 589).

Fig. 4. Crucifixión con el dux Dándolo y el Canciller Benintendi, 1343-1355, Venecia, Catedral de San Marcos, Baptisterio.

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zarán a aparecer ángeles que, desplazando a la figura de la Iglesia6, se encargarán de recoger la sangre de Cristo, procedente de los clavos y su llaga en el costado, en cálices (Crucifixión, Bonaventura Berlin-ghieri, 1260-70, Florencia, Galería de los Uffizi) [fig. 6]. Esta tipología de ángeles alcanzaría gran popularidad, y de hecho en los siglos XIV y XV será extraño contemplar la imagen de un Cristo cru-cificado sin encontrar a los ángeles con cálices a su alrededor.

El hecho de identificar la muerte de Cristo con el derramamiento de sangre, y por tanto, aludiendo al vino, viene de las interpretaciones de la Biblia. Así por ejemplo Mâle recuerda que: «Tal racimo, que dos exploradores llevaron del país de

Canaán colgado de una pértiga, es Jesús colgado en la cruz: porque Jesús es el racimo místico cuya sangre llenó el cáliz de la Iglesia»7, lo cual utiliza para justificar la presen-cia de ángeles en este episodio. También, en los textos, se ha buscado un paralelismo entre las heridas de Cristo de donde brota sangre y las fuentes de agua (Ágreda, 1723: t. 2, l. 6, 589-590). Especialmente la herida del costado, por haber surgido de ella vino y agua, se ha buscado relacionarla con el Bautismo y la Eucaristía (Mâle, 1985: 215), tal y como dice Ludolfo de Sajonia: «‘Y brotó enseguida sangre y agua’, de las cuales tienen su eficacia los sacramentos de la Iglesia. Esto se hizo para demostrar que por la Pasión de Cristo obtenemos la plena limpieza de manchas y pecados» (von Sachsen, 2010: t. 2, 64, 13, p. 575), de ahí que los ángeles recojan estos elementos imprescin-dibles para la administración de los dos principales sacramentos de la Iglesia8.

Anteriormente al siglo XIII, además de poder aparecer la Iglesia con un cáliz re-cogiendo la sangre derramada por Cristo en su Crucifixión, también podía aparecer simplemente el cáliz a los pies de la cruz, sin ningún portador [fig. 2], donde venía a caer la sangre principalmente de las heridas de los pies. Esta tipología del cáliz a los

6 Santiago Sebastián dice: «El culto a la sangre es tal que se cambia la narración evangélica, ya que la piedad se resiste a que sean los verdugos los que la recojan, y por ello se ponen a los pies de Cristo a las figuras alegóricas de las virtudes (Caridad, Humildad, Obediencia, etc.), que a las órdenes de la Iglesia, cumplen la misión de recoger tan preciada bebida» (Sebastián, 1988: 350).7 Mâle (1986: 159). Lleva a Walafrido Strabo, Glosa Ordinaria, Números, cap. XVIII, v. 24. 8 Según dice Mâle: «El cáliz, que recibe la sangre del Salvador, nos recuerda que el sacrificio es eterno, que no está limitado en el tiempo, puesto que debe renovarse diariamente. […] El arroyuelo que desciende de la cruz nos hace recordar que el sacrificio es válido para todo el universo y no se halla limitado en el espacio» (Mâle, 1986: 234).

Fig. 5. Crucifixión, 1209, Serbia, Monasterio de Studenica.

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pies de Cristo todavía la podemos ver en los siglos XV-XVI. También se puede dar el caso de que porte el cáliz otro personaje, como por ejemplo, Adán. Según nos dice Réau: «Los teólogos concluyeron que Adán fue devuelto a la vida por la virtud vivi-ficadora de la sangre de Cristo» (1996: t. 1, v. 2, 510), así en algunas representaciones como la del Misal de Mont-Saint-Eloi (ca. 1260, Arras, Biblioteca), aparece Adán a los pies de la cruz, saliendo de su tumba portando un cáliz en la mano para recoger la sangre de Cristo.

Desde el primer momento no hubo una forma concreta de representar a los án-geles en este episodio. En el mismo siglo XIII pueden aparecer ángeles recogiendo la sangre de las heridas de las manos [fig. 6], pero también hay otras imágenes, más próximas a las representaciones de la Iglesia y la Sinagoga, donde un ángel, a la de-recha de Cristo, recoge su sangre del costado y otro, a su izquierda, se lamenta. En el siglo XIV la imagen de los ángeles recogiendo la sangre de Cristo en cálices durante su crucifixión se extendió, especialmente en la pintura italiana. Lo más habitual sería representar a tres ángeles, cada uno con un cáliz, recogiendo la sangre de cada una de las manos y del costado [fig. 7], pero podrán aparecer múltiples tipologías en los siglos posteriores, desde un solo ángel hasta cinco, que también pueden aparecer junto a otros ángeles que no portan estos atributos; de hecho algunos textos apócrifos ponen en boca de Dimas, el buen ladrón, las siguientes palabras, mientras estaba crucificado: «Te conozco, ¡oh Jesucristo!, y sé que eres Hijo de Dios; te estoy viendo como Cristo adorado por miríadas de ángeles» (Declaración de José de Arimatea III, 3).

Fig. 6. Crucifixión, Bonaventura Berlinghieri, 1260-70, Florencia,

Galería de los Uffizi.

Fig. 7. Crucifixión, Pacino di Bonaguida, ca. 1310, Nueva York, Metropolitan Museum.

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Estos ángeles portadores de cálices continuarán apareciendo hasta prácticamente el siglo XVII y todavía se pueden ver en representaciones actuales, aunque a partir del siglo XVI cada vez serán menos frecuentes. Se seguirán las mismas tipologías, aunque tal vez sean más frecuentes la de dos ángeles, portando uno de ellos dos cálices (Ra-fael, 1502-1503, Londres, National Gallery), o la de tres ángeles, uno a los pies, otro en una mano y el último recogiendo la sangre de la otra mano y del costado (Durero, 1498-99, La Gran Pasión), ya que fueron empleados por importantes artistas de gran influencia.

Vi. POrtAndO el AlMA de sAn diMAs

Los dos ladrones con los cuales, según los Evangelios (Mt 27,38; Mc 15,27; Lc 23,32; Jn 19,18) crucificaron a Cristo, aparecen ya en las primeras representaciones de la Crucifixión (Evangelio de Rabula, 586, Florencia, Bibl. Medicea-Laurenziana, fol. 13 r.), uno a cada lado de Cristo. Los Apócrifos se encargaron de ponerles nombre; lla-maron Dimas al buen ladrón y Gestas al malo (Actas de Pilato, parte I, IX, 5). Según se dice en el Evangelio de Lucas, Jesús le dijo al buen ladrón: «Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso» (Lc 23,43), lo cual da a entender que el alma de Dimas quedó salvada, y por tanto sería llevada a los cielos, debido a su arrepentimiento, por lo que el alma de su compañero, Gestas, al no arrepentirse, se considera que iría al infierno.

Para los cristianos los ángeles tenían un papel muy importante en la muerte de las personas, ya que eran los encargados de portar el alma salvada hasta el Paraíso. Así ya lo podemos encontrar reflejado en el Evangelio, por ejemplo en la parábola del rico epulón, cuando fallece Lázaro: «Sucedió, pues, que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham» (Lc 16,22). Esta idea de la intervención y asistencia de los ángeles en la muerte de las personas se desarrollará más a lo largo de la Alta Edad Media, como lo manifiesta este fragmento del siglo VII, de los apócrifos asun-cionistas: «Es de saber que son dos los ángeles que vienen por el hombre: uno el de la justicia y otro el de la maldad. Ambos entran en compañía de la muerte. Ésta –al principio– molesta al alma, –después– vienen estos dos ángeles y palpan su cuerpo. Y, si ha hecho obras de justicia, el ángel bueno se alegra por esto, pues el ángel malo no tiene nada en él. Entonces vienen más ángeles sobre el alma, cantando himnos ante ella hasta el lugar donde están todos los justos. Mientras tanto el ángel malo se aflige, pues no tiene parte en él» (Libro de Juan, arzobispo de Tesalónica, V). Aunque en el siglo IV Gregorio de Nisa, al narrar la vida de su hermana Macrina, ésta, antes de morir le pide a Dios: «Coloca junto a mí al ángel luminoso que me lleve de la mano hasta el lugar del refrigerio, allí donde se encuentra el agua del descanso (Sal 22,2), en el seno de los santos patriarcas» (Gr.Nyss., V.Macr. 24,2).

Ya en algunas representaciones antiguas [fig. 2] puede aparecer un demonio junto al mal ladrón y un ángel junto al bueno. Pero será fundamentalmente a partir del siglo XV, época en la que se difunde el Ars Moriendi, cuando se represente con mayor frecuencia a un ángel portando el alma de Dimas y a un demonio tomando el alma de Gestas. Las formas de portar el alma serán las mismas que se pueden dar en las

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escenas de la muerte de los santos: puede aparecer el alma de cuerpo entero, dentro de una sábana o lienzo, o saliendo por la boca. Puede haber algún caso más genuino como el del Libro de Horas de Rohan (1420-1427, París, Biblioteca Nacional Francesa, fol. 27) [fig. 8] donde el ángel, además de tomar el alma de Dimas, está apartando al demonio con una lanza. Resulta muy complicado encontrar a este tipo de ángeles en representaciones de la Crucifixión más allá del siglo XVI.

Vii. OtrOs ángeles

Además de los anteriormente mencionados, también pueden aparecer ángeles portando otro tipo de atributos, que normalmente serán poco frecuentes. Por una parte indicar que pueden aparecer ángeles coronando a Cristo (Crucifixión, cubierta de evangeliario, último cuarto del siglo XI, Tongeren, Notre Dame) [fig. 9], algo que viene justificado por algunas fuentes, ya que el Vita Christi de Sor Isabel de Villena dice que cuando el alma se separó del cuerpo de Cristo, «levant-se sanct Miquel, acostà´s a sa excellencia e, ficant lo genoll davant sa senyoria, presentà-li de part del seu Pare la vestidura de immortalitat e la corona molt excellent a ell deguda per la sua alta victòria, e lo sceptre real de la general monarchia» (Villena, 1497: 220 v). También hay algunas imágenes donde no coronan los ángeles, sino la mano divina.

Fig. 8. Crucifixión, Libro de Horas de Rohan, 1420-7, París, Biblioteca Nacional Francesa, fol. 27.

Fig. 9. Crucifixión, cubierta de evangeliario, úl-timo cuarto del s. XI, Tongeren, Notre Dame.

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Por otra parte, también hay algunas representaciones donde aparecen ánge-les con los Arma Christi, algo que pue-de ocurrir en algunas portadas de libros o de capítulos (Crucifixión, misal, siglo XVI, Piña de Campos, Palencia, Iglesia Parroquial), apareciendo los ángeles en los márgenes, a veces separados por ca-setones, sin intervenir directamente en la Crucifixión.

Por último señalar que también existen otras obras más complejas que constituyen casos aislados, como por ejemplo la Crucifixión Mística de Botticelli (ca. 1497, Cambridge, Massachusetts, Fogg Art Museum) [fig. 10], «en la que se ha querido ver pruebas de su fervor incondi-cional a Savonarola» (Raquejo, 1993: 113). En esta pintura, bastante mal conservada, aparece un crucifijo con la Magdalena a los pies y a su lado un ángel que porta un pequeño león en su mano, dispuesto a matarlo con la espada desenvainada que porta en la otra. En la esquina superior está Dios Padre, atendido por dos ángeles que le ofrecen flores, el cual parece enviar a tres ángeles que portan escudos blancos con una cruz roja, los cuales hacen retroceder una nube negra plagada de demonios que ame-naza la ciudad de Florencia. Esta obra se entiende sólo en el contexto de la Florencia de Savonarola: María Magdalena simboliza a la ciudad que, sacudida por el predicador, llora sus pecados. El zorro o lobo que sale de sus vestidos así como el león muerto por el ángel son símbolos del engaño y la violencia que abandonará o eliminará la Florencia arrepentida. A su vez, Dios Padre expulsa las nubes diabólicas de la ciudad mediante su ejército celestial armado con escudos, que portan las armas del partido de los ciudadanos. Esta obra pretende representar la era posterior a la dominación de los Médici, en que la paz y la justicia volverán a Florencia (Deimling, 1994: 81).

cOnclusión

Como consideraciones finales, cabe remarcar que la presencia de los ángeles acompañando a Cristo crucificado tiene su origen en la Alta Edad Media y perdura todavía en la actualidad. Pese a no gozar, en la mayoría de los casos, de fuentes directas que hablan de su presencia, ésta ha sido constante a lo largo de los siglos, bajo dife-rentes tipologías, algunas de las cuales sí que tendrán unas fuentes claras –portando cálices, el alma de san Dimas–, y otras en cambio parecen haber surgido por la síntesis,

Fig. 10. Crucifixión Mística, Botticelli, ca. 1497, Cambridge, Massachusetts, Fogg Art Museum.

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fusión o simplificación de diferentes personajes que llenan las composiciones de la muerte de Cristo –portando la Iglesia y la Sinagoga, el Sol y la Luna–, especialmente durante la Alta Edad Media. Durante esta época las imágenes de la Crucifixión suelen estar plagadas de personajes simbólicos, relegando a un segundo plano a los personajes históricos –como María, san Juan o la Magdalena–. La síntesis y simplificación de estas composiciones y su intencionalidad en plasmarlas de la forma más natural y fiel a la narración de las Escrituras llevará a la desaparición o aparición de nuevas tipologías de ángeles, las cuales, al menos las más comunes, suelen tener unas cronologías más o menos delimitadas, exceptuando los ángeles portando cálices, que, siendo posible-mente la tipología angélica más difundida, y una de las más tardías (siglo XIII), siguen todavía presentes en algunas representaciones más contemporáneas.

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