neuropsicología positiva: nuevo enfoque; nuevas oportunidades · la presente revisión teórica,...

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Rev. Chil. Neuropsicol. 13(2): 39-45, 2018 www.neurociencia.cl DOI: 10.5839/rcnp.2018.13.02.07 * Correspondencia: Dr. Yunier Broche Pérez, PhD. Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas, Departamento de Psicología. Carretera de Camajuaní Km 5½, Santa Clara, Villa Clara, Cuba, C.P. 54830. Email: [email protected], [email protected] Recibido: 8 de octubre de 2018. Aceptado: 10 de diciembre de 2018. On-line: 16 de enero de 2019. ISSN 0718-4913 versión en línea Universidad del Desarrollo Artículo de revisión Neuropsicología Positiva: Nuevo Enfoque; Nuevas Oportunidades Positive Neuropsychology: New Approach; New Opportunities Broche-Pérez, Yunier 1* 1 Departamento de Psicología, Universidad Central Marta Abreu de Las Villas, Cuba. Resumen Desde hace relativamente poco tiempo, se observa un incremento en el número de investigaciones dedicadas a examinar las variables potenciadoras de la salud cognitiva. Este movimiento emergente ha sido denominado como Neuropsicología Positiva (NP). La NP ha sido definida como la orientación práctica y académica enfocada en el estudio y la promoción de la salud cognitiva. La presente revisión teórica, presenta los orígenes de la neuropsicología positiva y sus dominios teórico-metodológicos. Adicionalmente, se discuten evidencias empíricas a favor de este enfoque neuropsicológico. Se realizó un estudio teórico de tipo clásico, seleccionando de manera direccionada los artículos pertinentes a la temática, utilizando como bases de datos primarias a Scopus, Medline y PsycINFO. Como conclusión fundamental, se señala que la promoción de salud cognitiva debe considerar la integración de varios métodos orientados a potenciar el funcionamiento cerebral óptimo, maximizando el rendimiento cognitivo en individuos con limitaciones neuropsicológicas y también en personas cognitivamente sanas. Palabras clave: neuropsicología positiva, salud cognitiva, afectividad positiva, mindfulness, optimismo Abstract Since relatively recently, there has been an increase in the number of investigations devoted to examining the cognitive health enhancing variables. This emerging movement has been termed as Positive Neuropsychology (PN). PN has been defined as the practical and academic orientation focused on the study and promotion of cognitive health. The present theoretical review presents the origins of positive neuropsychology and its theoretical-methodological domains. Additionally, empirical evidence in favor of this neuropsychological approach is discussed. A classic theoretical study was carried out, selecting in a targeted manner the articles pertinent to the subject, using as primary databases Scopus, Medline and PsycINFO. As a main conclusion, it is pointed out that the promotion of cognitive health should consider the integration of several methods aimed at enhancing the optimal cerebral functioning, maximizing cognitive performance in individuals with neuropsychological limitations and also in cognitively healthy people. Keywords: positive neuropsychology, cognitive health, positive affectivity, mindfulness, optimism Introducción El desarrollo de la neuropsicología ha estado estrechamente vinculado a pro- cesos patológicos de naturaleza diversa. En este sentido, se han descrito una amplia diversidad de síndromes cognitivos asociados con la patología cere- bral, encontrándose entre los más conocidos las afasias, las agnosias, las apra- xias, entre otras (Ardila, 2013). Esta realidad ha conllevado a que en el pre- sente exista un nivel de información realmente impresionante en lo que respecta al funcionamiento neuropsicológico relacionado con procesos pa- tológicos de índole variada (Ruff, 2003). Esta orientación en la investigación y la práctica neuropsicológica, ha permitido un gran desarrollo en campos como la neuropsicología de los tras- tornos de personalidad, la Esclerosis Múltiple, las demencias con énfasis en la Enfermedad de Alzheimer, en el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad, la Epilepsia, entre otros (Campos-Rufo, 2006). Los resulta- dos obtenidos a partir del estudio de estos procesos patológicos, han facili- tado la creación de nuevos instrumentos para el diagnóstico neuropsicológico y además el desarrollo de nuevas formas de intervención (Ruff, 2003). Sin embargo, esta realidad ha generado una representación global de la neuropsicología como una disciplina anclada en el “daño” o, dicho de otra manera, una disciplina de utilidad para quien está “enfermo”. Un ejemplo de esta realidad se ve representado en las recomendaciones que realiza la Aca- demia Americana de Neurología (AAN) a quienes buscan los servicios de un neuropsicólogo (Neurology, 1996). De acuerdo con la AAN, los neuropsicó- logos son útiles cuando: 1) se desea conocer la existencia probable de dete- rioro o déficit cognitivo, 2) en el seguimiento de una enfermedad o en su remisión, 3) cuando se desea evaluar la reincorporación de una persona al trabajo o la escuela, 4) cuando se someterá a una persona a un proceso reha- bilitatorio específico, 5) para complementar un diagnóstico obtenido a partir de análisis de laboratorio y neuroimágenes, 6) cuando se considera la inter- vención quirúrgica en la epilepsia, y por último 7) en litigios legales donde sea relevante el funcionamiento cognitivo. Sin mencionar la completa ausen- cia de los procederes interventivos, las recomendaciones muestran explícita- mente una representación de la práctica neuropsicológica estrechamente li- gada al desarrollo de procesos patológicos. Tomemos también como evidencia de este enfoque, los contenidos que conforman varios manuales dirigidos a la formación en neuropsicología, como por ejemplo, el texto Clinical Neuropsychology: A Practical Guide to Assess- ment and Management for Clinicians (Goldstein & McNeil, 2004). El libro está compuesto por temáticas de neurociencias básicas, evaluación neuropsicoló- gica, neuropsicología del adulto, áreas especiales de actuación y rehabilita- ción. Por ejemplo, la sección dedicada a la neuropsicología del adulto está integrada en su totalidad por epígrafes que abordan procesos disfuncionales, incluso los contenidos del capítulo sobre las áreas especiales de actuación (neuropsicología del adulto mayor, infantil y legal) se fundamentan en un en- foque basado en procesos patológicos.

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Page 1: Neuropsicología Positiva: Nuevo Enfoque; Nuevas Oportunidades · La presente revisión teórica, presenta los orígenes de la neuropsicología positiva y sus dominios teórico-metodológicos

Rev. Chil. Neuropsicol. 13(2): 39-45, 2018 www.neurociencia.cl

DOI: 10.5839/rcnp.2018.13.02.07

* Correspondencia: Dr. Yunier Broche Pérez, PhD. Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas, Departamento de Psicología. Carretera de Camajuaní Km 5½, Santa Clara, Villa Clara, Cuba, C.P. 54830. Email: [email protected], [email protected] Recibido: 8 de octubre de 2018. Aceptado: 10 de diciembre de 2018. On-line: 16 de enero de 2019.

ISSN 0718-4913 versión en línea Universidad del Desarrollo

Artículo de revisión

Neuropsicología Positiva: Nuevo Enfoque; Nuevas Oportunidades

Positive Neuropsychology: New Approach; New Opportunities

Broche-Pérez, Yunier1*

1 Departamento de Psicología, Universidad Central Marta Abreu de Las Villas, Cuba.

Resumen

Desde hace relativamente poco tiempo, se observa un incremento en el número de investigaciones dedicadas a examinar las variables potenciadoras de la salud cognitiva. Este movimiento emergente ha sido denominado como Neuropsicología Positiva (NP). La NP ha sido definida como la orientación práctica y académica enfocada en el estudio y la promoción de la salud cognitiva. La presente revisión teórica, presenta los orígenes de la neuropsicología positiva y sus dominios teórico-metodológicos. Adicionalmente, se discuten evidencias empíricas a favor de este enfoque neuropsicológico. Se realizó un estudio teórico de tipo clásico, seleccionando de manera direccionada los artículos pertinentes a la temática, utilizando como bases de datos primarias a Scopus, Medline y PsycINFO. Como conclusión fundamental, se señala que la promoción de salud cognitiva debe considerar la integración de varios métodos orientados a potenciar el funcionamiento cerebral óptimo, maximizando el rendimiento cognitivo en individuos con limitaciones neuropsicológicas y también en personas cognitivamente sanas.

Palabras clave: neuropsicología positiva, salud cognitiva, afectividad positiva, mindfulness, optimismo

Abstract

Since relatively recently, there has been an increase in the number of investigations devoted to examining the cognitive health enhancing variables. This emerging movement has been termed as Positive Neuropsychology (PN). PN has been defined as the practical and academic orientation focused on the study and promotion of cognitive health. The present theoretical review presents the origins of positive neuropsychology and its theoretical-methodological domains. Additionally, empirical evidence in favor of this neuropsychological approach is discussed. A classic theoretical study was carried out, selecting in a targeted manner the articles pertinent to the subject, using as primary databases Scopus, Medline and PsycINFO. As a main conclusion, it is pointed out that the promotion of cognitive health should consider the integration of several methods aimed at enhancing the optimal cerebral functioning, maximizing cognitive performance in individuals with neuropsychological limitations and also in cognitively healthy people.

Keywords: positive neuropsychology, cognitive health, positive affectivity, mindfulness, optimism

Introducción El desarrollo de la neuropsicología ha estado estrechamente vinculado a pro-cesos patológicos de naturaleza diversa. En este sentido, se han descrito una amplia diversidad de síndromes cognitivos asociados con la patología cere-bral, encontrándose entre los más conocidos las afasias, las agnosias, las apra-xias, entre otras (Ardila, 2013). Esta realidad ha conllevado a que en el pre-sente exista un nivel de información realmente impresionante en lo que respecta al funcionamiento neuropsicológico relacionado con procesos pa-tológicos de índole variada (Ruff, 2003).

Esta orientación en la investigación y la práctica neuropsicológica, ha permitido un gran desarrollo en campos como la neuropsicología de los tras-tornos de personalidad, la Esclerosis Múltiple, las demencias con énfasis en la Enfermedad de Alzheimer, en el Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad, la Epilepsia, entre otros (Campos-Rufo, 2006). Los resulta-dos obtenidos a partir del estudio de estos procesos patológicos, han facili-tado la creación de nuevos instrumentos para el diagnóstico neuropsicológico y además el desarrollo de nuevas formas de intervención (Ruff, 2003).

Sin embargo, esta realidad ha generado una representación global de la neuropsicología como una disciplina anclada en el “daño” o, dicho de otra manera, una disciplina de utilidad para quien está “enfermo”. Un ejemplo de esta realidad se ve representado en las recomendaciones que realiza la Aca-demia Americana de Neurología (AAN) a quienes buscan los servicios de un

neuropsicólogo (Neurology, 1996). De acuerdo con la AAN, los neuropsicó-logos son útiles cuando: 1) se desea conocer la existencia probable de dete-rioro o déficit cognitivo, 2) en el seguimiento de una enfermedad o en su remisión, 3) cuando se desea evaluar la reincorporación de una persona al trabajo o la escuela, 4) cuando se someterá a una persona a un proceso reha-bilitatorio específico, 5) para complementar un diagnóstico obtenido a partir de análisis de laboratorio y neuroimágenes, 6) cuando se considera la inter-vención quirúrgica en la epilepsia, y por último 7) en litigios legales donde sea relevante el funcionamiento cognitivo. Sin mencionar la completa ausen-cia de los procederes interventivos, las recomendaciones muestran explícita-mente una representación de la práctica neuropsicológica estrechamente li-gada al desarrollo de procesos patológicos.

Tomemos también como evidencia de este enfoque, los contenidos que conforman varios manuales dirigidos a la formación en neuropsicología, como por ejemplo, el texto Clinical Neuropsychology: A Practical Guide to Assess-ment and Management for Clinicians (Goldstein & McNeil, 2004). El libro está compuesto por temáticas de neurociencias básicas, evaluación neuropsicoló-gica, neuropsicología del adulto, áreas especiales de actuación y rehabilita-ción. Por ejemplo, la sección dedicada a la neuropsicología del adulto está integrada en su totalidad por epígrafes que abordan procesos disfuncionales, incluso los contenidos del capítulo sobre las áreas especiales de actuación (neuropsicología del adulto mayor, infantil y legal) se fundamentan en un en-foque basado en procesos patológicos.

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Igualmente ocurre con el Principles of Neuropsychology (Zilimer, Spiers, & Culberston, 2008). A lo largo de sus 16 capítulos, predomina la descripción de síndromes neuropsicológicos, apareciendo una breve sección en el capí-tulo 14 dedicada al envejecimiento normal. Más recientemente se encuentra el Handbook of Medical Neuropsychology: Applications of Cognitive Neuroscience (Armstrong & Morrow, 2010), el cual presenta explícitamente la palabra “trastorno” en seis de los ocho títulos dedicados a la presentación de las sec-ciones (con excepción del apartado Envejecimiento y Rehabilitación).

No ha sido hasta hace muy poco, que la investigación y la práctica neu-ropsicológica ha volcado su interés hacia un grupo de procesos que se arti-culan como moduladores de la salud cognitiva y que protegen al cerebro tanto a lo largo del desarrollo normal como en procesos patológicos. En este sentido con mayor frecuencia se pueden encontrar en la literatura contem-poránea constructos como “reserva cognitiva”, “resiliencia cognitiva”, “bie-nestar”, “mindfulness”, entre otros.

Estas categorías han emergido como respuesta a una realidad ineludible desde el punto de vista neurológico y neuropsicológico, y es que necesaria-mente a lo largo del desarrollo no todos los individuos presentan disfuncio-nes cognitivas. Por el contrario, una parte importante muestran una adecuada salud cognitiva durante toda la vida. Incluso, se ha demostrado que algunas personas aun cuando presentan marcadores biológicos que indican el pade-cimiento de una enfermedad de gran impacto sobre la cognición, no mues-tran indicios de deterioro en esta área (Pinto & Yeshwant, 2016).

De esta forma la Neuropsicología Positiva se posiciona como un campo emergente que busca comprender cómo determinados procesos de natura-leza biológica, psicológica y social interactúan entre sí para potenciar la salud cognitiva, ya sea en procesos patológicos o en ausencia de estos. El enfoque propuesto por la neuropsicología positiva podría ser especialmente útil, por ejemplo, en el estudio de las demencias (Broche-Pérez, 2018).

Se estima que en el continente Americano para el año 2020 más de 200 millones de personas serán adultos mayores y de ellos la mitad vivirán en Latinoamérica y el Caribe (Alzheimer’s Disease International, 2018). De no realizar intervenciones inmediatas en el plano de la promoción de salud cog-nitiva, para el año 2030 aproximadamente 530 mil adultos mayores de la re-gión habrán recibido el diagnóstico de demencia, cifra que representa un in-cremento del 449% con relación al año 2010 (Informe ADI/Bupa, 2013).

En este sentido, se reconoce actualmente que este síndrome podría verse drásticamente reducido si se modificaran algunos factores controlables rela-cionados con el estilo de vida. Por ejemplo, la modificación de factores de riesgo como el tabaquismo, la obesidad, la actividad física, la hipertensión arterial, la diabetes y la depresión, podrían reducir hasta un 48.4% de los casos que en la actualidad son diagnosticados con un síndrome demencial (Ashby-Mitchel, Burns, Shaw, & Antsey, 2017). Esto sería posible si se tomara como marco de referencia a la promoción de salud y el desarrollo de estilos de vida saludables, en oposición al tradicional enfoque “curativo” centrado en la en-fermedad.

Este artículo tiene como objetivo presentar una revisión teórica acerca del campo de la neuropsicología positiva. Para ello se revisan los dominios de actuación que han sido propuestos para su estudio desde una orientación basada en la evidencia. De igual forma, se presentan un grupo de evidencias sobre el efecto de los estados emocionales de valencia positiva sobre el fun-cionamiento cognitivo. Adicionalmente, se incluyen estudios sobre el efecto del mindfulness (como ejemplo de intervención no tradicional) sobre el rendi-miento cognitivo y la actividad cerebral. Por último, se discuten las líneas fundamentales para el desarrollo de investigaciones desde el enfoque de la neuropsicología positiva.

Metodología

Se realizó un estudio teórico de tipo clásico, atendiendo a la clasificación pro-puesta por Montero y León (2007). De acuerdo con estos autores, en esta categoría se incluyen los estudios que gestionan la revisión de ideas sin hacer uso de análisis estadísticos para llevar a cabo la fundamentación de sus tesis. Como base de datos primarias para la gestión de los reportes de investigación se utilizó Scopus, Medline y PsycINFO. Las siguientes palabras claves fueron utilizadas para la realización de la búsqueda: “positive neuropsychology”, “depres-sion and cognitive functions”, “wellbeing and cognitive functions”, “wellness and cognitive functions” y “mindfulness and cognitive functions”. La información se analizó a par-tir de fichas de contenido.

Neuropsicología Positiva: Definición y Dimensiones

Desde hace poco más de 20 años, la Psicología Positiva se ha posicionado como una subdisciplina psicológica enfocada en los aspectos no patológicos del comportamiento humano y la personalidad (Randolph, 2018). Este enfo-que basado en las potencialidades del ser humano, ha encontrado terreno fértil para su aplicación en los campos de la psicología clínica, la psicología militar, los sectores empresariales, entre otros. Sin embargo, a pesar de su rápido crecimiento y aplicación, la psicología positiva ha recibido mucha me-nos atención en el campo de la Neuropsicología (Randolph, 2018).

Prueba de esta realidad son los resultados obtenidos por Randolph (2013), quien luego de realizar un análisis de los contenidos de las tres revistas más sobresalientes en el campo de la neuropsicología (Archives of Clinical Neu-ropsychology, Journal on the International Neuropsychological Society, Neuropsychology) comprobó que en el periodo entre 1999 y 2009 la mayoría de los estudios poseían un enfoque basado en el déficit cognitivo, con muy baja presencia de investigaciones orientadas a la potenciación de la salud cognitiva.

No obstante, desde hace relativamente poco tiempo, se observa un cam-bio orientado hacia un incremento en el número de estudios dedicados a exa-minar las variables potenciadoras de la salud cognitiva (Pimental, 2017). De-nominado como “Neuropsicología Positiva” esta nueva perspectiva ha sido definida como la orientación práctica y académica enfocada en el estudio y la promoción de la salud cognitiva (Randolph, 2018).

En este sentido, se han propuesto seis dominios para el campo de la neuropsicología positiva (Randolph, 2013). De estos seis dominios, cuatro son especialmente relevantes para los profesionales que brindan asistencia clínica y han sido incluidos en el modelo “CAPE” (Randolph, 2015a) (por sus siglas en inglés: Compensatory, Activity, Prevention, Education) estas son: (1) Estrategias compensatorias, (2) Participación en actividades cotidianas, (3) Prevención de disfunciones cognitivas y (4) Esfuerzos dedicados a la educa-ción popular en temas de salud cognitiva. Los tres dominios restantes cobran vital importancia para quienes se dedican a la investigación neuropsicológica: (5) Estudio de personas y pacientes con rendimiento cognitivo óptimo y (6) Comprensión del funcionamiento cognitivo superior (Randolph, 2015b).

Dentro de las categorías que cuentan hoy con un mayor respaldo empí-rico, y que se sustentan en este enfoque, se encuentran la reserva cognitiva (Cognitive Reserve) y el bienestar (Wellness). Ambos constructos han demos-trado ser importantes moduladores de la salud cognitiva en una amplio rango de patologías y también durante el desarrollo normal (Hakansson et al., 2009; Lachman, Agrigoroaei, Murphy, & Tun, 2010; Opdebeeck, Martyr, & Clare, 2015; Pinto & Yeshwant, 2016; Stern, 2012; K. Strout & Howard, 2012; K. Strout & Howard, 2015).

Otros constructos dentro de la psicología positiva no han corrido igual suerte. Por ejemplo, categorías como “optimismo”, “resiliencia”, “bienestar psicológico”, satisfacción con la vida”, “mindfulness”, han recibido mucha atención desde la psicología clínica, pero no desde la neuropsicología.

En este sentido, es infrecuente encontrar estudios en el campo de la neuropsicología que relacionen alguno de los constructos antes mencionados con la salud cognitiva. Incluso, algunas investigaciones de orientación posi-tiva, cuando controlan variables emocionales lo hacen desde un enfoque de daño. Esto ha dado como resultado, que la mayoría de las evidencias actuales a favor del impacto de las emociones sobre el funcionamiento cognitivo no provengan de los enfoques basados en la neuropsicología positiva.

Por el contrario, mucho del conocimiento al que tenemos acceso, del efecto que sobre el cerebro y la cognición ejercen los estados afectivos, han sido conducidos tomando como eje fundamental a la depresión. A continua-ción, proponemos repasar algunas evidencias que demuestran el impacto de la depresión sobre el funcionamiento cognitivo y que pueden servir como premisa para justificar una línea de estudios que, en lugar de este proceso, considere la presencia de otros constructos provenientes de la psicología po-sitiva. Tal es el caso del optimismo, la resiliencia, el bienestar psicológico o el mindfulness, por mencionar algunos.

Afectividad Negativa, Cerebro y Salud Cognitiva

Quizás el estado afectivo sobre el que más se ha estudiado su impacto sobre la cognición sea la depresión. Existen sólidas evidencias que respaldan el efecto de la depresión sobre el cerebro, tanto en la dimensión estructural (Elbejjani et al., 2015), así como también en el rendimiento cognitivo (Allerhand, Gale, & Deary, 2014; Goveas et al., 2016).

En 1996 se publicó el primer artículo cuyas conclusiones demostraban que la depresión persistente a través del tiempo podía provocar cambios vo-lumétricos en el hipocampo, reduciéndolo de tamaño (Sheline, Wang, Gado,

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Csernansky, & Vanner, 1996). Los investigadores evaluaron un grupo de mu-jeres que habían sido dadas de alta luego de recibir tratamiento por presentar episodios depresivos mayores y las compararon con un grupo de controles sanos. Luego de realizar mediciones volumétricas del hipocampo, compro-baron una reducción en esta estructura superior al 10% (otros estudios han reportado una disminución de hasta el 19% del volumen total del hipocampo (Bremner et al., 2000)).

Sin embargo, a nuestro juicio el resultado más interesante no guarda re-lación con la reducción del volumen de la estructura en sí misma, sino de las condiciones que determinaban la disminución del hipocampo. En primer lu-gar, la reducción guardaba relación directa no con la intensidad del episodio depresivo, sino con el número total de días en crisis. La segunda condicio-nante fue igualmente sorprendente; los resultados sugirieron que la disminu-ción se presentaba en los pacientes con historia de depresión mayor, y no en quienes presentaban episodios de la enfermedad en el momento del estudio (Sheline et al., 1996).

Recientemente, se ha comprobado además que el sexo podría constituir un mediador del efecto de la depresión sobre la estructura cerebral y particu-larmente el hipocampo. En un estudio longitudinal desarrollado durante 4 años, se dio seguimiento a una muestra de 1,328 pacientes con diagnóstico de depresión, evaluando el volumen del hipocampo a través de resonancia magnética. Los autores concluyeron que en el caso de las mujeres existía una disminución mayor del volumen hipocampal en comparación con los hom-bres (Elbejjani et al., 2015).

En su conjunto, estas conclusiones ofrecen una explicación tentativa de los principios sobre los que pudiera operar la relación emociones-cerebro-cognición. Primeramente, sería la vivencia sistemática (y no la intensidad) de los estados emocionales la que tendría un efecto sobre el cerebro. En se-gundo lugar, es plausible pensar que para lograr un efecto protector se nece-sitaría iniciar la estimulación cognitiva, a través de la vivencia emocional po-sitiva, en etapas tempranas de la vida. Tercero, la relación entre el funcionamiento cognitivo y la experiencia afectiva podría estar modulada por diversos factores, entre ellos el sexo, aunque podrían existir otros muchos, por ejemplo, la reserva cognitiva.

Si bien estas conclusiones no rebasan el plano especulativo, no es impo-sible su comprobación empírica, constituyendo una línea interesante para el desarrollo de estudios en el campo de la neuropsicología positiva. También existen estudios recientes que comprueban el efecto mediador de la depre-sión sobre el rendimiento cognitivo y que han sido realizados desde un enfo-que positivo. Estas investigaciones se han orientado en lo fundamental a la determinación de aquellos predictores que permiten anticipar un funciona-miento cognitivo óptimo en la tercera edad (Allerhand et al., 2014; Goveas et al., 2016; Yaffe et al., 2009).

Por ejemplo Goveas et al. (2016) llevó a cabo un estudio longitudinal con el objetivo de determinar los predictores del funcionamiento cognitivo preservado en adultos mayores con más de 80 años, en una muestra de 1,905 participantes. Entre las variables de estilo de vida se evaluaron la presencia de tabaquismo, la actividad física, el uso de alcohol, calidad del sueño, apoyo social y la existencia de eventos estresores. Dentro de las variables psicológi-cas se incluyeron el optimismo, la depresión, felicidad y el bienestar emocio-nal. También se registraron dimensiones del funcionamiento físico en los participantes, como el índice de masa corporal, la historia de enfermedades cardiovasculares y de diabetes. Los resultados demostraron que en aquellos adultos mayores donde se reportaron niveles elevados de bienestar emocio-nal y menos síntomas depresivos también existía mayor preservación del fun-cionamiento cognitivo (Goveas et al., 2016).

Allerhand et al. (2014) respaldó las conclusiones anteriores a partir de una investigación longitudinal donde se estimó la asociación entre el bienes-tar psicológico y el funcionamiento cognitivo en una muestra con de 10,985 participantes con edades comprendidas entre los 50 y los 90 años. Se consi-deraron además de las variables incluidas en el estudio anterior (Goveas et al., 2016) las dificultades para realizar actividades de la vida diaria y la estima-ción del bienestar psicológico. Los autores reportaron que las mayores varia-ciones en las puntuaciones del funcionamiento cognitivo se explicaban mejor a partir de la variable edad, mientras que las puntuaciones del bienestar se explicaban mejor a partir de la depresión. Por otra parte, cuando se contro-laron las variables edad y depresión se comprobó la existencia de asociación entre el bienestar y el rendimiento cognitivo (Allerhand et al., 2014).

En esta misma línea de resultados Yaffe et al. (2009) condujo un estudio con un diseño longitudinal con el objetivo de determinar los predictores del envejecimiento cognitivo exitoso en una muestra de 2,509 adultos mayores. La investigación realizó el seguimiento de los participantes durante 8 años, incluyendo como posibles variables predictoras el nivel educacional, la exis-tencia de redes de apoyo, salud física percibida, presencia de tabaquismo,

diabetes, hipertensión arterial, índice de masa corporal, consumo de alcohol y la práctica continua de ejercicios físicos; además controlaron la presencia de síntomas depresivos.

Los resultados demostraron que los mejores predictores del envejeci-miento cognitivo exitoso estuvieron relacionados con un mayor nivel educa-tivo, la existencia de una red de apoyo social amplia, elevados niveles de salud percibida, el bajo consumo de alcohol, la práctica sistemática de ejercicios físicos y también una menor presencia de síntomas depresivos (Yaffe et al., 2009).

Los tres estudios que se presentan como ejemplo en esta sección, tienen varias fortalezas importantes que deben ser consideradas en el marco de la neuropsicología positiva. En primer lugar, se encuentra el empleo predomi-nante de diseños longitudinales, que permiten evaluar los cambios cronoló-gicos, mostrando la variabilidad e interfuncionalidad de los predictores in-cluidos en cada diseño. Los factores considerados como “predictores” no tienen que mostrar la misma importancia en la juventud, la adultez o la vejez, sino que deben ser analizadas con ajuste a la etapa de la vida que se estudia.

Otra fortaleza se muestra en los tamaños de muestra empleados, las cua-les garantizan una potencia muy elevada en estos estudios. Este elemento no es desestimable si se toma en consideración que muchos de los resultados obtenidos en el campo de las ciencias biomédicas a partir de muestras peque-ñas podrían ser falsos (Ioannidis, 2005); disminuyendo la confiabilidad de las investigaciones especialmente dentro de las neurociencias (Button et al., 2013).

Los estudios en el campo de la neuropsicología positiva necesitan reali-zarse considerando a priori los tamaños de los grupos con los que se realizarán estas investigaciones, evitando incurrir en tres errores fundamentales que po-drían socavar la confiabilidad de los resultados. Hacemos referencia a la baja probabilidad de encontrar efectos verdaderos; la disminución considerable de los valores predictivos positivos y por último la estimación exagerada de la magnitud de los efectos encontrados cuando realmente existen (Button et al., 2013).

La tercera fortaleza que resaltaremos en los estudios aquí reportados, radica en la amplia variedad de posibles factores predictivos que podrían ex-plicar la preservación cognitiva. Solamente el registro de un número amplio de factores intervinientes puede responder, y al mismo tiempo establecer, las interrogantes científicas adecuadas.

No obstante, a los ejemplos antes mencionados, todavía son poco visi-bles los diseños en los que se incluyan dimensiones positivas como el opti-mismo, la resiliencia, la espiritualidad, el mindfulness, entre otras. Los estudios persisten en sobredimensionar a la depresión como estado emocional funda-mental, sin considerar que otros procesos podrían ejercer un efecto modula-dor sobre el funcionamiento cognitivo a largo plazo.

Esto podría deberse a varias razones, entre las que podrían mencionarse la dificultad para llegar a consensos teóricos sobre los constructos propios de la psicología positiva, las limitaciones metodológicas para la evaluación cuan-titativa confiable de estas categorías, la existencia de protocolos de asistencia médica que incluyen la evaluación de la depresión, pero no la exploración de la afectividad positiva, etc. Por otra parte, no debemos desestimar la existen-cia de un abundante cuerpo teórico-referencial dentro de las neurociencias que ha relacionado depresión y funcionamiento cognitivo con suficiente evi-dencia empírica.

Esto conlleva a que no solo se estudie de manera directa el efecto de la depresión sobre la cognición, sino que además se le controle con mucha ma-yor sistematicidad como variable de confusión. También es importante seña-lar que dentro de las neurociencias básicas existe una mayor claridad con re-lación a cómo inducir modelos experimentales de depresión en animales (por ejemplo, en ratas), lo cual ha permitido el estudio de la efectividad de nuevos fármacos; esta misma suerte no la han corrido otros estados emocionales. Más adelante, en este mismo trabajo, se presentarán algunas experiencias re-cientes del efecto de emociones de valencia positiva sobre la cognición en modelos animales.

No obstante, existen algunos estudios alentadores que relacionan a los procesos afectivos con la preservación cognitiva y que provienen de campos como las neurociencias básicas y también de estudios neuropsicológicos. A continuación, se repasan algunas experiencias novedosas relacionadas con esta temática.

Afectividad Positiva, Cerebro y Salud Cognitiva:

Aproximaciones Desde el punto de vista histórico, el interés por comprobar el impacto de los procesos afectivos positivos sobre la cognición se remonta a la década de los

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80 y principios de los 90 del siglo pasado. Durante este periodo se realizaron varios estudios que comprobaron la existencia de un efecto directo y benefi-cioso de la afectividad positiva sobre el rendimiento en distintos procesos neuropsicológicos. Por ejemplo, se comprobó que la presencia de emociones positivas facilitaba la solución de problemas y la recuperación de informa-ción (Isen, Rosenzweig, & Young, 1991), sin embargo, estos hallazgos no influyeron significativamente en las corrientes de pensamiento neuropsicoló-gico de la época.

En la actualidad, existen algunos resultados interesantes que demuestran la relación entre los procesos psicológicos positivos y el funcionamiento ce-rebral y cognitivo. Aunque todavía con un desarrollo incipiente, las conclu-siones que se han obtenido hablan a favor de la fertilidad de este campo y de la necesidad sistemática de su estudio. A continuación, repasaremos algunos de estos resultados a fin de conocer un grupo de investigaciones pioneras en este campo.

Existen estudios realizados en animales que demuestran el impacto de la afectividad positiva sobre la actividad cerebral e incluso, la respuesta inmune. Por ejemplo, proyectos con ratas han demostrado que aquellos animales que viven durante semanas en ambientes afectivamente enriquecidos, muestran una menor susceptibilidad para el desarrollo de epilepsia, esclerosis múltiple y adicción (Grimm, 2018). Quizás lo más interesante resulta que estos cam-bios no solo se observan en el cerebro de las ratas jóvenes sino además en las de mayor edad. Estos cambios se expresan concretamente en un incre-mento de células gliales y un aumento en el suministro de sangre al cerebro (Grimm, 2018; Markham & Greenough, 2004).

Más recientemente se ha comprobado que en la misma medida que el estrés puede reducir la neurogénesis (Balu & Lucki, 2009), la experiencia de estados afectivos positivos la puede potenciar y consolidar. Por ejemplo Ya-mamuro (2010) encabezó un estudio experimental en el que se estimuló de manera táctil a un grupo de ratas durante cinco días consecutivos con una duración diaria de cinco minutos. La estimulación se realizó con el objetivo de generar un estado emocional global positivo en los animales. Luego de transcurridas las cinco semanas se comprobó que en el grupo de ratas esti-muladas existía un número significativamente mayor de nuevas células, espe-cíficamente en áreas del hipocampo. Este resultado guarda relación directa con los mecanismos de la neuroplasticidad, y específicamente con procesos como el aprendizaje y la formación de nuevos recuerdos (Yamamuro et al., 2010).

Solo recientemente se comienza a comprender los mecanismos cerebra-les que subyacen a los procesos afectivos positivos en los seres humanos. En este caso, se ha reportado que la experiencia de afectividad positiva está aso-ciada con un mayor volumen de materia gris en la región parahipocampal del giro dentado, el precuneus y el córtex prefrontal ventromedial izquierdo (Luo et al., 2017; Shi et al., 2018).

Por ejemplo, actualmente se ha logrado relacionar el bienestar subjetivo con la disminución del riesgo de padecer demencia. Una investigación longi-tudinal, realizada a lo largo de un periodo de entre seis y ocho años, evaluó las dimensiones de satisfacción con la vida, optimismo, propósito en la vida y afectos positivos en una muestra de 10,099 adultos mayores (Sutin, Step-han, & Terracciano, 2018). Los investigadores reportaron que la dimensión de propósito en la vida estaba asociada con una reducción del 30% en el riesgo de padecer demencia, independientemente de variables como el estrés psicológico, otros factores de riesgo clínicos (por ejemplo, antecedentes de enfermedades crónicas no transmisibles) y componentes genéticos. Este es-tudio es el primero que logra establecer una asociación directa entre una di-mensión psicológica positiva con la disminución de la incidencia de una en-fermedad neurodegenerativa específica, estableciendo nuevas e importantes interrogantes para el campo de la neuropsicología positiva.

Otra interesante línea de investigación se ha venido concretando en el campo del mindfulness y sus efectos en el funcionamiento cerebral. Este cons-tructo ha sido conceptualizado como la capacidad de atender, consciente-mente y sin juzgar, a todo aquello que rodea nuestra experiencia de la realidad en un momento presente (Kabat-Zinn, 2018).

Varios estudios han demostrado que las intervenciones basadas en mindfulness tienen un profundo efecto en un amplio número de procesos físi-cos y psicológicos, como por ejemplo, en la reducción de las recaídas en la depresión profunda, retarda además la patogénesis relacionada con el VIH, incrementa la respuesta inmune, mejora el efecto del tratamiento para la pso-riasis y reduce el riesgo de recaídas en la dependencia a las drogas (Bowen et al., 2014; Young et al., 2018).

Se ha comprobado que la práctica sistemática del mindfulness reduce la reactividad de estructuras como la amígdala, el giro cingulado anterior, el cór-tex prefrontal ventromedial y el hipotálamo (Young et al., 2018). En el caso particular de la amígdala, se ha confirmado una menor actividad en reposo

de esta estructura (Way, Creswell, Eisenberger, & Lieberman, 2010) y un ta-maño menor de la región derecha (Taren, Creswell, & Gianaros, 2013), en aquellas personas que son practicantes sistemáticos de mindfulness.

Existen experiencias desde la neuropsicología que han reportado un efecto beneficioso de la práctica de mindfulness sobre dominios cognitivos, por ejemplo, la atención sostenida. Al respecto Jha y colaboradores (2016) dise-ñaron un estudio con participantes militares donde un grupo (n = 31) recibió un entrenamiento en mindfulness de 8 semanas, mientras que el otro grupo (n = 24) funcionó como un control pasivo. En ambos grupos se realizaron me-diciones de la atención sostenida antes y después de las ocho semanas, com-probando que quienes practicaron meditación mindfulness mostraban menor cantidad de lapsos atencionales en comparación con los participantes del grupo de control. Aunque el estudio fue capaz de mostrar efectos beneficio-sos luego de la intervención, no pueden dejar de señalarse el tamaño pequeño de la muestra empleada, así como la ausencia de un grupo de control activo.

No obstante, todavía existen importantes preguntas por responder en este sentido. Por ejemplo, se desconoce el efecto neuroprotector específico de este proceso sobre el funcionamiento cognitivo (¿qué procesos se ven be-neficiados y cuáles no?). Tampoco se ha explorado cómo interactúa el mindful-ness con otros mecanismos protectores como la reserva cognitiva o las di-mensiones del bienestar (wellness).

También queda pendiente el estudio del incremento del mindfulness en pacientes que presentan alguna patología cerebral; ¿puede este proceso retar-dar el avance de un padecimiento progresivo?, ¿cómo interactúa con la tera-pia farmacológica? Aunque los resultados parciales son alentadores, se nece-sitan todavía muchos estudios sobre este tema que permitan realizar conclusiones más precisas sobre la posibilidad de implementar este tipo de intervenciones en poblaciones en riesgo (Berk, van Boxtel, & van Os, 2017).

Por otra parte, el empleo de otras formas de meditación orientadas a incrementar la afectividad positiva (específicamente la compasión y la ama-bilidad) también ha recibido atención recientemente. En una de estas inves-tigaciones se compararon dos grupos de practicantes, en primero había acu-mulado más de mil horas de meditación a lo largo de su vida, mientras que el otro apenas se iniciaban en esta práctica. En ambos grupos la práctica medi-tativa tenía como objetivo incrementar la afectividad positiva.

Los investigadores encargados de monitorear el proceso comprobaron que en quienes acumulaban más horas de meditación se observaba un incre-mento en las oscilaciones y la sincronía gamma en comparación con los con-troles (Lutz, Greischar, Rawlings, Ricard, & Davidson, 2004). El incremento en las señales BOLD fueron detectadas a través de resonancia magnética fun-cional (fMRI) en respuesta a sonidos emocionales, en regiones de la corteza como la ínsula y las zonas de confluencia temporo-parietales, áreas que tam-bién se han asociado a una mayor empatía (Lutz, Brefczynski-Lewis, Johnstone, & Davidson, 2008). Este resultado es muy interesante si se con-sidera que el incremento en las oscilaciones y la sincronización gamma han sido asociadas con mecanismos de plasticidad cerebral (Uhlhaas, Roux, Ro-driguez, Rotarska-Jagiela, & Singer, 2010).

En esta misma línea, se han diseñado otros estudios para comprobar el efecto de distintas formas de meditación sobre la actividad cerebral. En una investigación se obtuvieron imágenes a través de resonancia magnética fun-cional de 26 participantes, luego de que recibieran 8 semanas de entrena-miento en meditación. En comparación con los resultados de la línea base, se comprobó una reducción en el estrés percibido, además disminuyó el vo-lumen de la materia gris en la región basolateral derecha de la amígdala (Hölzel, 2010). Este resultado respalda la hipótesis del efecto acumulativo y a largo plazo que tienen las emociones positivas sobre el cerebro, tanto en el plano estructural como funcional.

También el optimismo ha demostrado poseer un efecto beneficioso so-bre el cerebro y la cognición. Recientemente se ha comprobado que los ras-gos personológicos de optimismo guardan relación con el tamaño de estruc-turas de la corteza cerebral. Para llegar a estos resultados se evaluaron 61 adultos jóvenes, a los cuales se les administró una prueba de personalidad, un test de optimismo y se obtuvieron imágenes cerebrales empleando resonan-cia magnética funcional. Los investigadores comprobaron un volumen ma-yor de la corteza orbitofrontal en aquellos adultos jóvenes con mayor pre-sencia de rasgos optimistas (Dolcos, Hu, Iordan, Moore, & Dolcos, 2016). Como se conoce esta región cerebral juega un papel fundamental en el pro-ceso de toma de decisiones (Broche-Pérez, Herrera-Jiménez, & Omar-Mar-tínez, 2016), además de formar parte de una compleja red neural encargada del uso de estrategias de afrontamiento flexibles en presencia de eventos ad-versos (Flagan & Beer, 2013).

De igual manera, se ha sugerido que el continuo optimismo-pesimismo podría estar lateralizado cerebralmente en hemisferios distintos. Mientras el

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hemisferio derecho muestra una especial actividad en presencia de pensa-mientos pesimistas, el derecho parece servir de sustrato neural al optimismo (Hecht, 2013). Este supuesto no solo tiene implicaciones desde el punto de vista neuroanatómico, sino además en los procesos neuropsicológicos que podrían verse afectados o potenciados por el predominio de uno de estos rasgos.

El respecto, existen resultados que han correlacionado el estilo atribu-cional con funciones ejecutivas como la memoria de trabajo. De acuerdo con los investigadores del estilo atribucional, las personas realizan juicios sobre los sucesos de su vida cotidiana, atribuyéndole causas. Estas atribuciones pueden ser de dos tipos. La primera se conoce como estilo explicativo opti-mista; en esta forma las evaluaciones de las situaciones cotidianas se caracte-rizan por ser externas, temporales, y son contextuales (no se extrapolan a eventos futuros). El estilo opuesto se denomina estilo explicativo pesimista, puesto que las atribuciones sobre las problemáticas de la vida cotidiana suelen ser internas, estables y las valoraciones persisten en el tiempo (Mahasneh, Al-Zoubi, & Batayeneh, 2013).

Sobre esta temática, Saylik y Szameitat (2018) llevaron a cabo un estudio experimental donde se evaluó el estilo atribucional en 91 participantes sanos y luego se exploró su rendimiento neuropsicológico en tareas de memoria de trabajo (sistema ejecutivo central y agenda visuoespacial). Los resultados mostraron que los participantes con un estilo atribucional pesimista mostra-ron un bajo rendimiento en las tareas de memoria de trabajo visuoespacial, no así en la dimensión del ejecutivo central. Este resultado resulta llamativo, pues relaciona un constructo de la psicología positiva con un proceso neuro-psicológico de elevada importancia. Considérese que la memoria de trabajo participa en la regulación de múltiples procesos como el control inhibitorio, el procesamiento de información auditiva, control atencional, entre otros (Saylik & Szameitat, 2018).

Desde una perspectiva neuroquímica, Ashby, Isen y Turken (1999) han planteado que los cambios producidos por la afectividad positiva sobre el cerebro podrían deberse a un incremento en los niveles de dopamina. Esta hipótesis, toma como referencia el impacto beneficioso que tiene el incre-mento dopaminérgico sobre procesos como la consolidación de los recuer-dos a largo plazo, la memoria de trabajo y también la solución de problemas. Esta propuesta se ha visto respaldada a partir de estudios desarrollados sobre la neurobiología de las emociones positivas. Al respecto, se ha comprobado la existencia de una compleja red neural distribuida tanto en los niveles cor-ticales como subcorticales y que incluye estructuras como la amígdala, el cór-tex frontal y el estriado ventral, los cuales se encuentran interconectados por distintos mecanismos dopaminérgicos (Shi et al., 2018).

En el orden neuropsicológico, los niveles de conectividad entre las es-tructuras corticales anteriormente mencionadas, podrían explicar la elevada adaptabilidad y flexibilidad cognitivas presentes en personas con elevados ni-veles de bienestar subjetivo, lo cual favorece la regulación emocional y el control cognitivo (Shi et al., 2018). Otras investigaciones neuropsicológicas y con neuroimágenes, han reportado que en el caso de personas con elevada satisfacción con la vida, donde además se han registrado mayores niveles do-paminérgicos, existe un mayor volumen del hipocampo, el precuneus iz-quierdo y el córtex prefrontal ventromedial (Luo et al., 2017). Estos resulta-dos correlacionan con un mejor funcionamiento de procesos ejecutivos, como por ejemplo, el control inhibitorio, favoreciendo además la autorregu-lación emocional (Pe, Koval, & Kuppens, 2013).

Por otra parte, recientemente se han integrado los resultados de la neu-rofisiología con la neuropsicología en lo que respecta a la relación entre do-pamina, el proceso ejecutivo de toma de decisiones, la flexibilidad mental y la planificación. Los estudios iniciales comienzan a mostrar el vínculo exis-tente entre los niveles de dopamina con la anticipación de recompensas, la evaluación de costos, beneficios, el control cognitivo, así como el reforza-miento de los aprendizajes (Chong, 2018; Westbrook & Frank, 2018).

Como se puede apreciar, la literatura actual comienza a presentar una interesante línea de resultados que, aunque actualmente dispersos, podrían alcanzar una estructura monolítica en el marco de las neurociencias positivas y más específicamente dentro de la neuropsicología positiva. Aunque el én-fasis en la relación entre afectividad y funcionamiento cognitivo se ha enfo-cado durante muchos años en procesos patológicos, ya se observan los pri-meros resultados sobre el papel de los aspectos emocionales positivos sobre la actividad nerviosa superior.

Los resultados iniciales comienzan a mostrar sólidas evidencias del efecto positivo del bienestar psicológico, el optimismo y la práctica del mindfulness, no solo sobre los aspectos estructurales del cerebro, sino además sobre su funcionamiento general. Desde el incremento de la materia gris en regiones específicas (por ejemplo, el hipocampo), la disminución de la reac-

tividad de la amígdala favoreciendo el autocontrol, el aumento de la conecti-vidad funcional en circuitos relacionados con la autorregulación, hasta la pre-vención de las demencias.

Conclusiones

Como se puede apreciar, recientemente se ha incrementado el interés por aplicar los principios de la psicología positiva a los campos la salud cognitiva, emocional y física. Partiendo de esta realidad, algunas investigaciones actuales en el campo de la neuropsicología comienzan a prestar mayor atención a los factores asociados con la salud cognitiva y el bienestar en sentido general. Gracias a esta reorientación, han surgido interesantes constructos relaciona-dos con la prevención de enfermedades cerebrales y la promoción de salud cognitiva. Un ejemplo palpable son los resultados alcanzados por los inves-tigadores dedicados al estudio de la reserva cognitiva y el bienestar. Ambos procesos demuestran actualmente una gran relación con los mecanismos de resiliencia cognitiva, además de constituir excelentes predictores de la salud cognitiva a lo largo de toda la vida y particularmente durante el envejeci-miento.

No obstante, todavía restan áreas importantes por ser exploradas, al me-nos sistemáticamente. Tal es el caso de procesos positivos como el opti-mismo, la resiliencia, el bienestar psicológico, entre otros, y su relación con la salud cognitiva. Aunque en este trabajo se presentan un grupo de estudios primigenios que exploran la relación entre algunos de estos procesos con mecanismos cerebrales específicos y el bienestar cognitivo, todavía resta mu-cho por “cartografiar” en los dominios de la neuropsicología positiva.

Todavía son varias las preguntas que necesitan respuesta a la luz de este nuevo enfoque. Por ejemplo: ¿Qué efectos específicos tienen los procesos psicológicos positivos sobre la salud cognitiva? ¿Son todos los procesos po-sitivos (y sus interacciones) igualmente importantes para la salud cognitiva? ¿Cómo interactúan el optimismo, el bienestar psicológico, la resiliencia, etc., con otros constructos como la reserva cognitiva y el bienestar? ¿Pueden los mecanismos psicológicos positivos retrasar la progresión de enfermedades como la Esclerosis Múltiple o el Alzheimer? ¿Qué características deben po-seer las nuevas estrategias y técnicas (con sustento en la neuropsicología po-sitiva) para resultar efectivas en la promoción de salud cognitiva? ¿Son todos los procesos positivos igualmente importantes a lo largo del desarrollo del individuo?

Los resultados que se obtengan desde el enfoque de la neuropsicología positiva, serán de inestimable valor para la prevención de alteraciones cogni-tivas a través de acciones de intervención en patologías específicas y además de promoción de salud. En el orden práctico, existe la posibilidad de imple-mentar estrategias que no se limiten únicamente al manejo de pacientes con alteraciones neuropsicológicas, sino que además permitirán educar al público general sobre qué hacer para preservar su salud cerebral y cognitiva a lo largo de la vida.

Los neuropsicólogos que se involucren, ya sea desde lo asistencial como en la dimensión investigativa, con la neuropsicología positiva estarán en con-diciones de maximizar la calidad de vida de sus pacientes a través de la im-plementación de acciones interventivas basadas en la evidencia, tomando como referencia las potencialidades de cada individuo.

El presente estudio posee algunas limitaciones que no deben ser pasadas por alto. En primer lugar, la revisión se concentró en un grupo de constructos que, si bien son representativos dentro de la psicología de orientación posi-tiva, no abarcan todas las dimensiones que podrían guardar relación con la salud cognitiva. Por ejemplo, sería oportuno indagar en próximas investiga-ciones sobre la relación entre resiliencia psicológica y funcionamiento cogni-tivo. Adicionalmente, nuestro estudio utilizó como estrategia la búsqueda de investigaciones en idioma inglés, pudiendo pasar por alto interesantes expe-riencias cuya divulgación se realizase en otro idioma.

Como conclusión general de este artículo, podemos plantear que la Neu-ropsicología Positiva; la disciplina definida como la orientación práctica y académica enfocada en el estudio y la promoción de la salud cognitiva, abre un nuevo abanico de oportunidades para la búsqueda de nuevas formas de intervención basadas en resultados científicamente comprobados. Para ello, será necesario que complementemos de nuestros paradigmas y formas de pensar la neuropsicología. Desplazarnos del daño hacia el bienestar, de la enfermedad hacia la salud, de la curación hacia la prevención y la educación.

Conflictos de interés

El autor declara no tener conflicto de intereses.

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Agradecimientos

El autor desea expresar su agradecimiento al Dr. John J. Randolph, PhD., de la Geisel School of Medicine at Dartmouth por su apoyo para la realización de este trabajo. Adicionalmente, el autor agradece a los revisores que evaluaron las versiones iniciales del manuscrito por las sugerencias y correcciones realiza-das al mismo.

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