negro pavon dalmacio - confianza y tradición

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    la vida cotidiana: de la oracin al trabajo, a la convivencia, al si-lencio, al descanso. Por qu no orientar sistemticamente a co-munidades, parroquias, asociaciones, movimientos y grupos avivir de este modo fragmentos del tiempo libre? Por ejemplo, re-unindose el domingo. Este tiempo y este espacio se convertiranen paradigma elemental de la forma de vivir todo el tiempo y elespacio. El importante llamado a poner en el centro del dies Dominila celebracin eucarstica debe mostrar todo su alcance exis-tencial. En realidad, en la accin litrgica en que revive el sacrifi-cio de Cristo, cada fiel es llamado a reconocer la fuente que daforma a cada uno de sus gestos, expresando de manera sensiblela unidad de la comunidad a la cual pertenece. La communio seconvierte as en poderosa prctica de organizacin concreta detoda la existencia.

    Es impresionante la lectura de un breve texto de Roland Barthes, que se refiere al arte de estar juntos enseado en lascomunidades monsticas. Ah se habla de tiempo vibrado en el cual dar espacio a todas las expresiones de la vida cotidiana:de la oracin al trabajo, a la convivencia, al silencio, al descanso. (Claustro de Santa Escolstica en Subiaco)

    HUMANITAS N 33 pp. 31 - 32

    Confianza y tradicinPOR DALMACIO NEGRO PAVN

    La vida social, la sociabilidad, descansa en la confianza que da latradicin. La tradicin crea y fomenta el hbito de confiar en los de-ms, la comunicacin existencial. La famosa descripcin de Hobbesde la vida humana en el hipottico estado de mera naturaleza, sinsociedad, como una guerra de todos contra todos en la que el hombrees lobo para los dems hombres, es la pintura de una situacin, la desu poca de guerras civiles religiosas, en que rota la tradicin por laReforma protestante, se quebraron los hbitos de confianza.El pensamiento moderno depende de la idea protestante de que es-tando la naturaleza humana irremisiblemente corrompida, slo pue-de haber sociedad, socialidad, mediante un contrato social y/o pol-tico que legitime la fuerza en la que pueden confiar los individuospara dar cohesin, a la postre artificial, a la vida colectiva. Esto expli-ca y justifica la aparicin de un Estado muy fuerte, capaz de imponercoactivamente el lazo social, que antes estableca automticamente latradicin creando hbitos de solidaridad al dar certidumbre sobre laconducta que cabe esperar en las relaciones entre los hombres.La tradicin reserva en cambio la coaccin slo para aquellos queconculquen los hbitos, la moralidad la moral se refiere a la conduc-ta establecida o generalmente reconocida. Si una tradicin es sufi-cientemente vigorosa, basta la presin de lo social para dar seguri-dad. Pero si se debilitan gravemente los usos, costumbres y hbitosde la tradicin que regulan la conducta, no basta la presin de lo so-cial y la coaccin aparece en primer plano. Por eso aumenta la coac-cin en las revoluciones, si son autnticas revoluciones, es decir, cuan-do estas alteran gravemente los usos en que, como enseaba Ortega,consiste lo social. La religin, el derecho y lo poltico son los usosfundamentales de una sociedad, pues se refieren directamente al modode convivir, a la convivencia, que no es mera coexistencia, co-existir.El continuo aumento en las actuales sociedades occidentales princi-palmente en las europeas de la conflictividad delictiva, constituyeuna consecuencia de la ruptura con las tradiciones de la conducta,ruptura acelerada por la revolucin de mayo del 68.Bajo la tradicin, que hace posible la comunicacin, se convive; bajola coaccin se coexiste, aumentando la incomunicacin. Si la tradi-cin es fuerte, est viva, el aparato coercitivo, ortopdico como en elcaso del Estado, de una sociedad, es muy reducido y simple; si la

    SI UNA TRADICIN ESSUFICIENTEMENTE VIGOROSA,

    BASTA LA PRESIN DE LOSOCIAL PARA DAR

    SEGURIDAD. PERO SI SEDEBILITAN GRAVEMENTE LOS

    USOS, COSTUMBRES YHBITOS DE LA TRADICIN

    QUE REGULAN LA CONDUCTA,NO BASTA LA PRESIN DE LO

    SOCIAL Y LA COACCINAPARECE EN PRIMER PLANO

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    tradicin es dbil o se diluye, el aparato coercitivo, si al menos sequiere coexistir, tendr que aumentar. La tradicin es ante todo, ensentido muy principal, educacin, la educacin en los hbitos deconvivencia que suscitan la confianza tanto en uno mismo, al darleseguridad, criterios de orientacin al individuo, como la confianzasocial, al dar seguridad sobre las actitudes que cada uno puede es-perar de los dems.La tradicin fortalece el sentimiento personal de la obligacin, deldeber, de las obligaciones y deberes con uno mismo y con los de-ms. Sin embargo, debido a la importancia creciente de las relacio-nes industriales y econmicas, la idea de deber ha sido paulatina-mente sustituida por la de motivacin. Pero la motivacin se inspiraen ltimo anlisis en criterios puramente utilitarios, economicistaspor lo que, en el conjunto de la vida social, tiene que ir acompaadade premios y sanciones. Pues en lugar de ser el sentimiento pura-mente moral, desinteresado del deber lo que motive las conductas,stas son orientadas por fines que buscan una recompensa, frecuen-temente el xito.As, la aplicacin generalizada de la motivacin, como ocurre en laeducacin, en vez de desarrollar el sentimiento de la obligacin y eldeber, aumenta la incomunicacin, fomenta la desconfianza y lapermanente reivindicacin de derechos sin la contrapartida del de-ber. La cultura actual est basada en los derechos sin la contraparti-da del deber. La cultura actual basada en los derechos disminuye uomite el sentido de la obligacin y el deber, desintegrando la socie-dad al dificultar la comunicacin existencial.

    LA MOTIVACIN SE INSPIRAEN LTIMO ANLISIS ENCRITERIOS PURAMENTE

    UTILITARIOS, ECONOMICISTASPOR LO QUE, EN EL CONJUNTODE LA VIDA SOCIAL TIENE QUEIR ACOMPAADA DE PREMIOSY SANCIONES. PUES EN LUGAR

    DE SER EL SENTIMIENTOPURAMENTE MORAL,

    DESINTERESADO DEL DEBERLO QUE MOTIVE LAS

    CONDUCTAS, STAS SONORIENTADAS POR FINES QUEBUSCAN UNA RECOMPENSA,

    FRECUENTEMENTE EL XITO.

    La famosa descripcin de Hobbes de la vida humana en el hipottico estado de meranaturaleza, sin sociedad, como una guerra de todos contra todos en la que el hombre eslobo para los dems hombres, es la pintura de una situacin, la de su poca de guerrasciviles religiosas, en que rota la tradicin por la Reforma protestante, se quebraron los

    hbitos de confianza. (Thomas Hobbes)

    HUMANITAS N 33 pp. 33 - 41

    La Universidad actual seencuentra en el filo de lanavaja. Su posicin esms notoria y brillanteque nunca, porqueestamos cruzando el dintelde la sociedad delconocimiento, en la cuallas demandas degeneracin y transmisindel conocimiento son cadavez ms perentorias.

    * Extracto de la conferencia dictada por el profesor Alejandro Llano, autor de La Universidad ante lo nuevo (ver Humanitas 31, 2003).

    Repensar la UniversidadPOR ALEJANDRO LLANO

    La Universidad actual se encuentra en el filo de la navaja. Su posicin es ms noto-ria y brillante que nunca, porque estamos cruzando el dintel de la sociedad del cono-cimiento, en la cual las demandas de generacin y transmisin del conocimiento soncada vez ms perentorias. Y no ha surgido ninguna otra corporacin que sea capazde realizar estas tareas mejor que la Universidad. Mas, de otra parte, las propiasinstituciones acadmicas estn sufriendo un proceso de vaciamiento interno, ya queen ellas decaen los ideales que las vienen alentando desde hace ocho siglos. De ahque sea imprescindible y urgente repensar la Universidad.La propia dinmica de la nueva sociedad exige continuas innovaciones, hallazgospermanentes de lo nuevo. De lo contrario, se estanca y suscita pro-blemas de saturacin y sobrecarga que generalizan el riesgo comoforma de vida.Lo que en el fondo siempre ha impulsado hacia el descubrimientode lo indito es el amor a la verdad, pasin central de los universi-tarios. Y resulta que, desde hace ms de un siglo, la idea misma deverdad se ha visto sometida a una implacable sospecha. Ya no seconsidera como una peligrosa ilusin que fomenta las actitudesdogmticas y el fundamentalismo. La verdad slo es aceptable si serelativiza, es decir, si se disuelve.Se trata de que la Universidad reencuentre su alma, sin caer en laesquizofrenia de enfrentar su contribucin al progreso con el respe-to a la tradicin humanista. Los universitarios mismos nos estamosdejando llevar por la falacia de que la solucin al problema de laUniversidad depende de una feliz regulacin legislativa y de una mayor afluencia derecursos econmicos provenientes de los presupuestos pblicos y de las empresasprivadas. No nos percatamos de que burcratas y tecncratas, salvo honrosas excep-ciones, no entienden en qu pueda consistir lo especficamente universitario, y ade-ms no les inquieta en absoluto. La salida del atolladero nunca vendr desde fuerade la Universidad. Son los propios universitarios profesores, gestores y alumnosquienes han de renovar desde dentro la institucin. Nadie lo va a hacer por ellos,mejor que ellos, si ellos no lo hacen.No entro aqu en la artificial polmica entre universidades pblicas y privadas, porqueme considero vinculado a ambos modelos, y no creo que esa diferencia sea sustancial.Me parece que ha llegado la hora de pensar en serio acerca de la Universidad. Losnuevos canales de informacin y comunicacin han taladrado todas la posibles fron-teras administrativas, pero su uso slo ser fecundo y justo si se refuerza la prepara

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