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Índice General Presentación del Debate 3 Educación y mercado de trabajo urbano. La situación en seis países de la región 4 Artículos -Javier Iguiñiz Echeverría- Diferencia, evolución y nivel en la relación entre educación y mercado de trabajo 5 -Ignacio Llamas Huitrón- Informalidad en América Latina: educación y grupos sociales más vulnerables 12 Guillermo Labarca-Rolando Poblete Observaciones sobre las políticas sociales en Chile considerando la información entregada por las encuestas de hogares de 1990-2000 34 -Ernesto Kritz – Reforma y Crisis: la Educación y el Mercado de Trabajo en la Argentina de los años noventa. 50 -Víctor E Tokman- Educación y Mercado de Trabajo Urbano 1990-2000 63 Perfil de los Autores 80 Anexos Presentación del Anexo Estadístico 82 -Argentina- 85 -Brasil- 93 -Chile- 101 -Honduras- 109 -México- 116 -Perú- 124 -Glosario- 132

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Presentación del Debate

Los Debates del SITEAL se proponen contribuir a la formación de una conciencia ciudadana

sobre los problemas educativos de los países de la región, e intentan generar a partir de

procesos participativos una agenda de políticas educativas que posibilite el logro de una

educación de calidad para todos.

Cada Debate se inicia a partir de la selección de un conjunto de indicadores referidos a temas

a partir de los cuales es posible profundizar en el análisis de la relación entre condiciones

sociales y económicas y resultados educacionales. El cálculo de estos indicadores para distintos

países de la región se presenta en los Datos para el Debate (Anexo) que es puesto a

consideración de distintos especialistas de manera de contar con distintos puntos de vista

sobre una misma base empírica.

Cada foro de debate está integrado por:

• Una presentación del tema en debate en la que se señalan las principales

tendencias y desafíos.

• Los Datos para el debate que contiene una selección de indicadores de la base de

datos del SITEAL y un glosario con las definiciones conceptuales y operacionales de

los indicadores considerados.

• Un conjunto de artículos elaborados por especialistas comprometidos con la

educación en los que los autores proponen lecturas interpretativas e hipótesis

explicativas de las evidencias empíricas encontradas y plantean relaciones entre los

datos y las políticas aplicadas en la región, así como posibles cursos de acción a

futuro.

• Comentarios críticos que otros especialistas convocados realizan a los artículos.

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Presentación del Tema

El tema propuesto para el segundo debate del SITEAL es: “Educación y mercado de trabajo

urbano. La situación en seis países de la región”.

Durante los años ‘90 se produjeron importantes transformaciones en el campo de la educación

en América Latina. La implementación de reformas en la gran mayoría de los países trajo

aparejado un proceso de gran expansión de los sistemas educativos y un aumento del

promedio de años de escolarización de los jóvenes. Sin embargo, estos logros se vieron

opacados por el nuevo escenario social que se fue configurando en la región, caracterizado por

la profundización de los procesos de fragmentación y el incremento de las desigualdades

sociales.

Los mercados de trabajo urbanos de varios países de la región se transformaron

profundamente en la última década a partir del debilitamiento de las relaciones asalariadas

formales y del incremento del peso relativo del sector informal y del empleo precario. En

algunos de los países de la región este proceso se produjo en forma simultánea a fuertes

incrementos en el nivel de desempleo y al aumento de la participación laboral de otros

miembros de los hogares como los cónyuges y los hijos. Este debate se concentra en los

cambios en la relación entre educación formal e inserción laboral.

¿En qué medida los años de estudio dan cuenta de la participación en el mercado de trabajo?

¿Quiénes tienen mayores probabilidades de estar desocupados? ¿Qué efectos tuvo la década

de los ’90 en los distintos mercados de trabajo urbanos en función de la capacitación de los

recursos humanos con los que cuentan? ¿Cómo evolucionó la relación entre educación y

participación económica y cómo la relación entre educación y calidad del empleo? ¿Quiénes son

los trabajadores que perciben las remuneraciones más bajas?

Estas preguntas son las que han sido presentadas a un conjunto de especialistas

comprometidos con el planeamiento educativo en la región, junto con el suministro de un

conjunto de indicadores comparables sobre acceso, rezago escolar y tensión entre educación y

trabajo, los cuales fueron calculados para los años 1990 y 2000 (Ver anexo).

A los especialistas convocados se les solicitó el desarrollo de un artículo breve en el que más

que una lectura de la información suministrada, propusieran interpretaciones sobre los datos,

hipótesis explicativas a partir de las políticas educativas implementadas en cada país y posibles

cursos de acción.

Los artículos que se presentan en este debate fueron escritos entre fines del año 2003 y

principios del 2004.

Noviembre de 2005.

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Diferencia, evolución y nivel en la relación entre educación y mercado de trabajo

-Javier Iguiñiz Echeverría-

I.- Presentación

Si bien la diferenciación económica entre personas en un momento y lugar dados es

bastante bien explicada por la diferenciación de niveles educativos, ¿cuánto de la evolución

económica de una persona es explicada por su educación? ¿Cuánto del nivel de inserción es

explicado por la educación? Lo primero nos remite al análisis temporal y lo segundo a las

características estructurales / institucionales del lugar en el que se vive y a las comparaciones

internacionales. Las consecuencias sobre la inserción laboral de lo que estamos llamando

diferenciación, por ejemplo, en años de estudio, edad y género están en buena parte

presentadas en los cuadros disponibles. En este corto trabajo nos vamos a concentrar en la

dimensión temporal y estructural de los agregados presentados en los cuadros. Sólo para

algunos temas tendremos en cuenta algún grupo específico.1 Aunque leerlos y reflexionar al

respecto es, de por sí interesante, los datos que tenemos a disposición posibilitan explorar

esas otras dos dimensiones.

II.- Miradas transversales y temporales

En esta parte escogeremos unos pocos temas entre los muchos estudiables con la información

organizada por el SITEAL para ilustrar la conveniencia de incluir análisis temporales de la

relación entre educación y economía. Es conocido que en un cierto momento de cada país se

encuentra una relación positiva muy sólida entre los años de estudios realizados y diversas

variables de inserción en el mercado laboral.2 Los estudios de corte transversal lo muestran y

las cifras organizadas por el SITEAL lo confirman sin género de dudas. Las cifras presentadas

son muy claras al respecto. En un país y año determinado, cuanto mayor es el número de años

de estudios de las personas, más probable es que participen en el mercado de trabajo, estén

ocupados, pertenezcan a los asalariados, estén protegidos por algún sistema de previsión,

laboren en empresas medias y mayores y no se encuentren entre los más pobres. Matices

aparte, a esa conclusión nos conducen a primera vista los cuadros utilizados.

Tras ese tipo de constataciones, la consecuencia práctica, no fue el refuerzo de la

política educativa de los países sino que, a tono con el individualismo predominante, se insistió

en que a las personas les conviene educarse. No sabemos si en los últimos lustros hubo alguna

1 Por lo tanto, dejamos de lado el análisis etáreo y de género. 2 A pesar de que no se han mostrado los datos agregados de años promedio de estudio nacionales nos vamos a basar en los que hay para suponer que en todos los países ha habido un aumento de los años de estudio promedio por persona.

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duda al respecto en las familias latinoamericanas pero tenemos la impresión de que el acento

de la investigación sobre educación y economía ha girado en torno a la preocupación por el

interés de dichas familias en la educación. Una de las motivaciones para ello ha sido el interés

de organismos multilaterales por el financiamiento de la educación y, en particular, por lo

menos desde la crisis de la deuda externa, por el aporte privado a una educación que el Estado

asumía con menores recursos o con prioridades que cambiaban en otra dirección. Parecía ser

necesario “hacerle propaganda” a la educación con la finalidad de que las familias invirtieran

en ella mientras el retorno en ingresos personales a los años estudiados se reducía debido a

las crisis. Ciertamente, el hecho contemporáneo más notable en la relación entre nivel de

educación y de ingresos es el deterioro generalizado del retorno al estudio. Mientras los años

de estudios promedio en los países seguían elevándose, las remuneraciones a todas las

categorías laborales y por año de estudios realizados cayeron generalmente, aunque más

bruscamente y por mayores periodos en unos países que en otros. Es sólo tras este

reconocimiento que viene al caso analizar, como se ha hecho de manera especialmente

intensa, las diferencias del impacto de ese deterioro sobre las personas y, más

específicamente, según el grado de educación alcanzada. El resultado de dichos estudios es el

que ya indicamos al final del párrafo anterior y la consecuencia de política microeconómica es

que convenía educarse pues el impacto relativo de las caídas de ingreso era menor en el caso

de los más educados. No estamos seguros que esto sea así cuando se toma en cuenta el

mundo rural y algunos segmentos de pequeños propietarios urbanos pero, en cualquier caso,

para el mundo urbano tiene más sentido. Un taxista con título universitario estaría ganando

más por el mismo trabajo que quien sólo tiene primaria.

Las cosas se hacen más complejas cuando se realizan estudios temporales de los

países. El signo de la relación entre los niveles en una variable y los niveles en otra en un

momento y lugar dados no tiene porqué coincidir con la que hay entre variaciones a lo largo

del tiempo y de lugar en las mismas variables. La información proporcionada por el SITEAL

permite poner esto en evidencia de diversas maneras. Presentemos algunas relaciones entre

educación e inserción en el mercado laboral a manera de ilustración con el fin, como indicamos

en la presentación, de sugerir la conveniencia de ampliar los enfoques de estudio sobre este

tema y, de ese modo, recordar que la responsabilidad respecto de la educación corresponde a

muchos más que a las familias y los educadores.

Así, mientras que para prácticamente cualquier año y país hay una relación positiva

entre años de estudio y tasa de asalarización, cuando se miran las variaciones de ambas

magnitudes a lo largo del tiempo se encuentra que conforme aumentan los años de estudio en

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los países puede muy bien reducirse la tasa de asalarización. Es el caso de Brasil, Honduras,

México y Perú durante los años 90 según los datos que hemos revisado.

También es general la relación inversa entre variación de años de educación y variación en la

precariedad de los asalariados. Mientras que en un país y momento dados, a mayor número de

años de estudio de las personas se registra una mayor cobertura de la previsión social,

durante los años 90 cuando en todos los países escogidos ha aumentado la cantidad de años

de estudio promedio también ha aumentado la proporción de asalariados precarios.

Al otro extremo, en el caso de la tasa de actividad se ha registrado una amplia

correspondencia entre las visiones transversales y temporales de los países. Así, en ambas

miradas se constata una evolución del mismo signo para cada uno de los países. Claro está,

ello no quiere decir que esa similitud de signo se deba a los mismos factores, pero es alentador

saber que unos refuerzan o, por lo menos, no contrarrestan o revierten otros como es el caso

de la precariedad.

En el caso de la informalidad, cuatro países (Brasil, Chile, Honduras y México) registran una

correspondencia entre visiones transversales y temporales. En Argentina y Perú la proporción

de trabajadores en muy pequeñas empresas aumenta mientras los años de estudio del país

han estado subiendo.

Con la tasa de desocupación se encuentran discrepancias y coincidencias en igual cantidad.

Mientras que en un momento dado el mayor número de años de educación corresponde en

gran medida con una menor tasa de desocupación, al mirar la variación durante la década

pasada se encuentra que el aumento del promedio de los años de estudio ha coincidido con un

aumento de la desocupación en Argentina, Brasil y Chile. En Honduras, México y Perú ocurre lo

contrario.

A manera de resumen, se puede decir sin contradecirse que si bien en un país y momento a

mayor cantidad de años de estudio, mayor es la asalarización, conforme han aumentado los

años promedio de estudios, en varios países la asalarización se ha reducido.3 Similarmente, a

mayor cantidad de años de estudio, menor la precariedad pero en los 90s conforme

aumentaba la cantidad de años de estudio en los países, también aumentaba la precariedad.

Con la tasa de actividad no hay paradoja y con la desocupación y la informalidad los casos

varían según los países.

3 Obviamente, en todo este tipo de presentaciones, la redacción puede sugerir causalidades pero no lo pretendemos.

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III.- Estructuras e instituciones, educación e inserción laboral

En la parte anterior comparamos evoluciones temporales; en ésta podemos mirar a

algunos de los niveles característicos de los países para recordar que el país donde uno trabaja

puede influir significativamente sobre la inserción. Una mirada a las cifras basta para

percatarse de ello. En el año 2000, Chile tenía 66.4% de su población en edad de trabajar con

10 o más años de estudios mientras que Brasil tenía 33.1%, México 31.0% y Honduras,

29.9%. Argentina se situaba en 49.6%. Aunque de estas diferencias no puedan deducirse

fácilmente consecuencias para el crecimiento económico, sí podemos considerarlas dignas de

atención cuando se trata de analizar los mercados laborales. La tasa de desocupación en

México es de 2.2% mientras que en Chile es 10.6%. Para efectos cuantitativos, las

comparaciones entre países no se pueden hacer simplemente en base a estas cifras,

justamente, porque ellas revelan no sólo definiciones diversas sino institucionalidades también

diversas. La tasa de asalarización no explicaría la de precariedad o la de informalidad. Mientras

que Chile y México registran las mayores tasas de asalariados en la población urbana, el

primero de ellos registra los menores porcentajes de precariedad e informalidad mientras que

el segundo los mayores en ambos.

A pesar de ser, por lo menos aparentemente tan homogéneos los altos estratos del mercado

laboral, es distinto ser un profesional con trece años o más en Brasil que, por decir, en Chile.

En el primero uno es parte de un grupo mucho más pequeño, 9.5% de la población urbana el

año 2001, que en el segundo, 18.3% en el año 2000,y la tasa de actividad en el primero es

82.6% mientras que en el segundo es 67.2%. O serlo de México y Chile del 2000 donde las

cifras de precariedad de los asalariados de mayor número de años de estudios son 30.3% y

11.7% respectivamente. Un par de ilustraciones más elaboradas pueden confirmarnos la

necesidad de analizar las características estructurales en el momento de establecer la

incidencia de la educación en la inserción en el mercado laboral.

Las características, estructuras e instituciones, de los países influyen en la relación entre los

años de estudio y la tasa de participación de una manera que no se detecta desde estudios

sobre países individuales. La comparación entre los niveles de las cifras de los países ayuda a

detectar ese factor institucional / estructural que no pretendemos explorar en detalle. Por

ejemplo, en la información provista se encuentra una relación inversa entre la proporción de

personas con 13 y más años de estudios y la tasa de participación de esas personas.4 En otros

términos, aunque en cada país y momento las personas con mayor cantidad de años de

estudio tienden a tener una mayor participación en el mercado, las personas más educadas de

4 He descartado las cifras de Perú por las dudas sobre algunas de las magnitudes.

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los países con mayor proporción de personas con estudios superiores tienden a tener una

menor participación en el mercado de trabajo que las de los países con menor proporción con

trece o más años de estudio. El Gráfico 1 muestra lo señalado.

Gráfico1

Participación de población con 13 y más años de estudio

55

60

65

70

75

80

85

0 5 10 15 20 25Tasa de participación

Actividad proporc. 1990

Actividad proporc. 2000

1990

2000

En Brasil encontramos el caso extremo de alta tasa de participación de quienes tienen

13 y más años de estudios siendo un país en el que la proporción de este tipo de personas es

una de las menores. ¿Cuestión de oferta insuficiente?5 Al otro extremo, Chile registra una alta

proporción de personas con niveles superiores de estudios mientras que la participación es la

menor. ¿Sobre oferta?

Por otro lado, se puede encontrar que a mayor proporción de población con 13 y mas

años de estudios, es mayor la probabilidad de que dichas personas sean parte de las familias

con ingresos per cápita promedio en el 30% más pobre de sus respectivos países. El Gráfico 2

lo sugiere.

5 Quizá eso contribuya a la alta desigualdad del ingreso en ese país.

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Gráfico 2

Pobreza en población con 13 y más años

0

2

4

6

8

10

12

14

16

18

20

0 5 10 15 20 25Pobreza

Propor C I ón de 13 y +

Pobreza proporc. 1990

Pobreza proporc. 2000

1990

2000

De ese modo, a pesar de que a mayor cantidad de años de estudio menor es la

probabilidad de encontrarse en la pobreza las cifras parecen indicar que una proporción mayor

de personas con altos niveles de escolaridad corresponde con una mayor pobreza en ese

estrato. ¿Estamos quizá ante una saturación de profesionales, por lo menos en el caso de los

países con mayor proporción de ellos? Pareciéramos estar ante un problema de demanda pero

el asunto es, seguramente, mas complejo. Por el momento, podemos constatar que los países

con mayor proporción de personas con trece o más años de estudio, como son Perú, Argentina

y Chile, son los que tienen más pobres entre ellos.

IV.- Conclusión

Nuestra principal intención ha sido mostrar algo que resulta por demás conocido pero

que nos parece que ha sido poco tomado en cuenta en los estudios contemporáneos sobre la

relación entre el nivel educativo y la situación económica de personas o países. Se trata de

recordar la importancia de los análisis históricos y de las comparaciones internacionales en

este tema. Esperamos, por si hiciera falta, haber llamado la atención sobre la conveniencia de

realizar más estudios temporales y estructurales sobre la relación entre educación y economía.

Después de todo, la evolución de las economías influye mucho sobre los efectos económicos de

ser más o menos educado y el país en el que uno lo es también influye mucho en los

resultados económicos de la educación. La predominancia de análisis transversales, en un

momento y estructura dados, basados muy a menudo en información de hogares, ha llevado a

minusvalorar enfoques que, si bien hacen más compleja la relación entre educación y

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economía, también apuntan a diseñar posibilidades de cambio más rápido y socialmente más

amplio de dicha relación que las que se derivan de los esfuerzos personales por la propia

educación.

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Informalidad en América Latina: educación y grupos sociales más vulnerables

-Ignacio Llamas Huitrón-

Resumen

En este ensayo se muestra que los trabajadores con menores niveles de escolaridad, las

mujeres, los jóvenes y los adultos mayores de cincuenta años se encuentran sobre-

representados (se concentran) en el sector informal de la economía. Este sector se define

como el conjunto de patrones y asalariados que trabajan en establecimientos de hasta 5

personas más los trabajadores por cuenta propia con baja remuneración y a los trabajadores

familiares sin remuneración fija. Además, se muestra que en este sector las mujeres están

más sobre-representadas que los hombres y se analiza el efecto de la concentración de

trabajadores con bajo nivel de escolaridad en la reproducción de la desigualdad social.

Asimismo, se muestra que la desigualdad en la distribución de la escolaridad y en el ingreso

laboral por hora, en el caso de México, es mayor en el sector informal que en el formal.

1. Informalidad y escolaridad

Para mostrar que los trabajadores con menores niveles se concentran en el sector informal de

la economía se utiliza un índice de representación por género y por país. Este índice mide la

igualdad o desigualdad de la distribución de la participación relativa de los trabajadores con un

cierto nivel de escolaridad con respecto al total de los trabajadores en el sector informal. Por

ejemplo, para el caso de las mujeres trabajadoras informales, el índice se calculó de la manera

siguiente:

% de mujeres informales con nivel de escolaridad j

Índice de representación = --------------------------------------------------------------

% de mujeres en el sector informal

Los niveles de escolaridad con un índice mayor a la unidad están sobre-representados y los

que tienen un índice menor a la unidad están sub-representados. Los niveles de escolaridad

son de 0 a 5 años, 6 a 9, 10 a 12, 13 o más.

En las figuras 1 se presentan los índices de representación de escolaridad por género para seis

países de América Latina: Argentina, Brasil, Chile, Honduras, México y Perú. Como puede

observarse, en los dos años que se analizan, en estos países los trabajadores con bajo nivel de

escolaridad (0-9 años) se concentran en el sector informal. Las excepciones son: 1) los

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hombres en Brasil en el año 1990 y 2) los hombres y las mujeres en el caso de México. En este

último caso, los índices de representación toman valores cercanos a la unidad.

Los sectores informales de Argentina y Chile son los que tienen una mayor concentración

relativa de trabajadores con bajo nivel de escolaridad en el sector informal. Además, ésta es

mayor en el caso de las mujeres. A su vez, los sectores informales de Honduras y Perú son los

de menor concentración relativa de trabajadores con bajo nivel de escolaridad en el sector

informal y no existen grandes diferencias entre hombres y mujeres. En una situación

intermedia se sitúan Brasil y México.

La concentración de trabajadores de bajo nivel de escolaridad en el sector informal sugiere que

las credenciales educativas pueden constituir una posible barrera a la entrada del sector

formal. Es decir, es probable que los mayores requerimientos educativos del sector formal

limiten la movilidad del sector informal al formal. Roubaud (1995, p.210) encuentra, en el caso

de México, que los perfiles de la mano de obra para los sectores formal e informal casi no

difieren salvo en los niveles de escolaridad. Por otra parte, en un estudio del sector informal en

América Latina (López, Sierra y Henao 1987; citado por Roubaud 1995: p.211), se observa

una tendencia a que las características de la fuerza laboral de ambos sectores sean similares

con excepción de los niveles educativos y la edad de los trabajadores. En otro estudio (Llamas

y Garro, 2003) encontramos que las diferencias en los atributos personales se presentan en

capacitación, escolaridad y, en menor medida, en experiencia laboral.

La concentración de los trabajadores menos educados en el sector informal de la economía

tiene serias consecuencias para la reproducción de la desigualdad en nuestras sociedades. La

evidencia muestra que el porcentaje de población ocupada capacitada aumenta con el nivel de

escolaridad y que en el sector formal se capacita más que en el informal para cualquier nivel

de escolaridad. Lo anterior significa que las oportunidades para sobreponerse a las desventajas

de un bajo nivel educativo son reducidas pero éstas se reducen aún más si los trabajadores se

incorporan al sector informal de la economía. Los patrones observados de educación y

capacitación posterior a la incorporación al mercado laboral indican que la brecha entre los

más y los menos educados crece durante la vida laboral (Llamas y Garro, 2003).

Los trabajadores con menor nivel educativo son los que tienen menos posibilidades de recibir

capacitación en el trabajo. A principios de la década pasada, en Estados Unidos y Alemania

(OECD 1994: 119 y122) los trabajadores con estudios universitarios recibieron más

capacitación, en una relación de entre cinco y cuatro veces más respectivamente, que los

trabajadores con bajo nivel educativo. Además se observó que la inversión en capacitación y la

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mayor estabilidad en el empleo se refuerzan mutuamente; la menor rotación ocasiona que los

empleadores sean menos renuentes a capacitar. En México, en la década pasada, el sector

formal capacitó tres veces más trabajadores que el informal. Además, en ambos sectores se

capacitó casi el doble de trabajadores con educación superior (13 o más años de escolaridad)

comparados con los que tienen nivel de secundaria (7-9 años de escolaridad) (Llamas y Garro

2002).

Existen varias razones que explican la baja probabilidad de encontrar trabajadores capacitados

con bajos niveles educativos. Primera, la desaparición relativa de oportunidades de hacer

carrera de por vida en las empresas. Con ella, las oportunidades de capacitación se han

distribuido más desigualmente que en el pasado. En un mundo en rápida transformación, el

tiempo necesario para aprender nuevas competencias es más crítico, puesto que el horizonte

temporal de las empresas es más corto; como resultado, si las competencias no pueden ser

aprendidas rápidamente, no se enseñarán en el lugar de trabajo. Las empresas tienden a

capacitar a quienes pueden hacerlo en forma rápida y barata; esto es, a quienes tienen niveles

de educación más altos, porque a medida que la persona ha aprendido más, más fácil le será

aprender (Thurow 1999: 145). Segunda, los menos educados tienen menos posibilidades de

encontrar trabajo de base (empleo estable); es decir, presentan mayores niveles de rotación

que los más educados. Un estudio de la OECD (1993: cap. 4) encontró que en Francia, Japón y

los Estados Unidos, los trabajadores con mayores niveles educativos tienen mayor potencial de

conseguir empleos estables que los menos educados. Por ello, los empleadores tendrían

menores probabilidades de cosechar los beneficios de la capacitación de los trabajadores

menos educados que de los más educados. Adicionalmente, los menos educados tendrían

menores incentivos a participar en programas de capacitación ofrecidos por los empleadores si

no esperan permanecer por mucho tiempo en la empresa. Tercera, el lento crecimiento de la

demanda de trabajo formal en las economías menos desarrolladas en relación con el

crecimiento de la población económicamente activa ocasiona que una fracción importante de

los empleos se generen en el sector informal de la economía, en el cual se concentran los

trabajadores de menores niveles educativos y las oportunidades de capacitación son pocas.

La alta concentración de mujeres en el sector informal en los países de América Latina ha sido

atribuida a tres factores (Pollack, 1993; Freije 2001). Primero, los aumentos en las tasas de

matrícula escolar y en el promedio de años de escolaridad, los cuales ocasionaron un aumento

en las tasas de participación laboral. Segundo, la caída en los ingresos familiares, debido a las

crisis económicas propició un aumento en la oferta laboral de las mujeres (el efecto del

trabajador adicional). Tercero, el aumento en la oferta laboral de las mujeres se observó en un

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contexto recesivo en varios países, lo que ocasionó una escasez de trabajos formales y que las

mujeres se concentraran en el sector informal.

El hecho de que las mujeres con menor nivel de escolaridad se concentren en el sector

informal tiene serias consecuencias para el logro de la equidad por género. Estudios sobre los

mercados laborales urbanos de El Salvador (Funkhouser 1997) y México (Gong y van Soest

2002) encuentran que la movilidad de los trabajadores del sector informal al formal es menor

en las mujeres que los hombres. En el primer estudio no se encontraron evidencias definitivas

que apoyaran la hipótesis de que el mercado laboral para los hombres se encuentra

segmentado, mientras que la evidencia tiende a apoyar más la presencia de segmentación en

el caso de las mujeres. En el segundo estudio los resultados también apoyan la hipótesis de

segmentación del mercado laboral de las mujeres (Galli y Kucera 2003). Se encuentra que una

vez que las mujeres se integran al sector informal de la economía, tienen una mayor

probabilidad que los hombres de permanecer en dicho sector. Es decir, es como si estuvieran

“atrapadas” en dicho sector.

2. Informalidad, bajo nivel de remuneraciones y precariedad

En este inciso se muestran y analizan las distribuciones, por grupos de edad y género de tres

grupos de trabajadores: los trabajadores del sector informal, los trabajadores ocupados que se

encuentran en el 30% más bajo de la distribución de la remuneración horaria y los

trabajadores asalariados precarios (sin protección de un sistema de previsión social).

2.1 Trabajadores en el sector informal, por grupos de edad y género

En las gráficas 2 se muestra que al diferenciar por grupos de edad a los trabajadores

informales resulta una curva en forma de U. Ello significa que tanto los hombres como las

mujeres jóvenes (15-24 años) y adultos (50 años o más) tienen mayor representación en el

sector informal de la economía. Además, es mayor la representación de las mujeres en el

sector informal de la economía que la de los hombres. Es decir, la U que muestra las cifras de

las mujeres está por arriba de la U que muestra las de los hombres; la excepción se presenta

en Brasil para el grupo de mujeres de 15 a 24 y de 25 a 34 años de edad en el año 2001.

Los sectores informales en los países en desarrollo generalmente absorben una gran

proporción de los jóvenes que se integran por primera vez al mercado laboral. Los jóvenes que

carecen de experiencia laboral y tienen un bajo nivel educativo muy probablemente inician sus

actividades en el sector informal. Esta probabilidad aumenta significativamente en el caso de

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las mujeres. Por otro lado, el acceso limitado a un sistema de protección social causa que los

trabajadores informales adultos no se puedan retirar y que permanezcan periodos prolongados

en el mercado laboral. Estos hechos generan una curva en forma de U cuando se representa el

porcentaje de trabajadores informales por grupos de edad.

2.2 Ocupados con el 30% más bajo de remuneración horaria

La concepción de que los mercados laborales de los países en desarrollo están divididos en dos

sectores uno formal y otro informal, generalmente, caracteriza al primero como de altos

ingresos laborales y al segundo como de bajos ingresos laborales. Esta caracterización

encuentra apoyo en los resultados que se presentan en este inciso.

Cuando se divide por grupos de edad y género a los trabajadores de menores remuneraciones

horarias, resulta una línea en forma de U--gráficas 3. Las curvas que se obtienen parecen una

copia o repetición de las gráficas anteriores. Así, se tiene que en el grupo de trabajadores,

hombres y mujeres, de menores niveles de remuneración se encuentran en mayor porcentaje

relativo tanto los jóvenes como los adultos. Asimismo, se encuentra que para cualquier grupo

de edad el porcentaje de mujeres es mayor que el de los hombres; es decir, la U que

representa a las mujeres se encuentra por encima de la de los hombres.

Un rasgo que persiste en los análisis de la informalidad es la brecha de ingresos laborales por

género. Los estudios muestran que para iguales niveles de escolaridad, las mujeres ganan

menos que los hombres en el sector informal. Ello se debe a varios factores (Freije 2001).

Primero, la experiencia laboral afecta positivamente a los ingresos y las mujeres tienden a

tener menos experiencia laboral que los hombres. Segundo, las mujeres se concentran en

actividades de baja productividad. Tercero, existen diferenciales no explicados en los ingresos

laborales de los hombres y mujeres en espera de más investigación que explique su

persistencia.

La evidencia acumulada muestra que los trabajadores asalariados tienen menores salarios y

productividad que los formales (Freije 2001). Como resultado, la informalidad se asocia a

pobreza y bajas remuneraciones. En un estudio previo (Hernández Laos, Garro y Llamas 2000)

se muestra, para el caso de México, que en los años 1988, 1993 y 1996, el ingreso medio por

hora trabajada que percibían los trabajadores en el sector formal urbano fue sistemáticamente

mayor que en el sector informal urbano cuando se considera la posición en el trabajo, el

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tamaño de establecimiento y los niveles educativos1. Por su parte, Roubaud (1995: 249-50)

encuentra, con base en datos de la Encuesta Nacional de Empleo Urbano del tercer trimestre

1987, que los ingresos promedio de los trabajadores del sector informal fueron alrededor de

40% menores a los que recibieron los trabajadores formales con los mismos atributos

personales de educación, experiencia laboral, sexo2. Estimaciones recientes señalan la

presencia de un diferencial salarial (o premio) a la formalidad de 16% en promedio en los

ingresos laborales directos por hora trabajada para el periodo 1991-19993 (Llamas y Garro

2003).

Este premio a la formalidad sugiere la presencia de líneas de espera de trabajadores del sector

informal dispuestos a movilizarse al sector formal. Asimismo, su presencia probablemente

refleja la existencia de límites a la movilidad de los trabajadores entre ambos sectores así

como de distintos mecanismos de determinación de los ingresos laborales.

Es probable que los procesos de trabajo del sector formal sean más complejos que los

del informal. Mientras más complejos sean dichos procesos se requiere una fuerza laboral más

competente y los empleadores incurren en mayores costos de reclutamiento y capacitación

(Lay y Wiebelt 2001). Estos costos pueden inducir a los empleadores a establecer salarios

mayores a los que prevalecen en el mercado como un mecanismo de retención de los

trabajadores contratados y como un estímulo para que trabajen eficientemente4; lo anterior

limitaría la competencia para los trabajadores ya contratados y, probablemente, explica en

parte la presencia del premio a la formalidad. En los años analizados, tal como lo señala la

teoría, encontramos que el premio a la formalidad de los trabajadores capacitados (18.7%) es

mayor que el de los no capacitados (15.1%) y, además, el premio a la formalidad de los

trabajadores con mayores niveles de competencias—señalizadas por los niveles de escolaridad:

media superior y superior—es mayor en los capacitados que en los no capacitados (Llamas y

Garro 2003). Adicionalmente, es probable que los costos de rotación y despido generen

“rentas” y poder de negociación a los trabajadores ya contratados en las empresas y los

proteja de la competencia de los desempleados y de los trabajadores del sector informal.5

1 Los autores definieron como población ocupada formal a la que contaba con alguna de las siguientes prestaciones: IMSS, ISSSTE o Seguro Social voluntario o facultativo. La población ocupada informal se definió como la que no cuenta con ninguna de las anteriores prestaciones. 2 Este autor consideró como trabajadores del sector informal a los que se encontraban ocupados en el sector no registrado de la economía. Con este criterio empírico de carácter jurídico se considera informales a los establecimientos productivos no registrados en las dependencias fiscales oficiales. 3 Los resultados son para la población ocupada de las áreas más urbanizadas controlando por variables personales y de mercado laboral. 4 Las teorías de los salarios de eficiencia (Lindbeck 1994: 36) postulan que los empleadores están dispuestos a pagar salarios mayores a los que fijaría un mercado laboral competitivo con el propósito de reclutar buenos trabajadores, disminuir los abandonos del trabajo o estimular a que los trabajadores tengan mejor desempeño. 5 Esta argumentación se desarrolla en las teorías basadas en los mecanismos de trabajadores ya contratados versus trabajadores en busca de empleo (insiders-outsiders; Lindbeck 1994: 37). La diferencia entre esta teoría y la de salarios de eficiencia reside en que en ésta la empresa tiene interés en no reducir salarios mientras que en la primera

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La mayor presencia de los jóvenes en este grupo de trabajadores de baja remuneración

es probable que se deba a la poca experiencia laboral y al hecho de que se concentren en el

sector informal de la economía en empleos de baja productividad. En el caso de los adultos,

probablemente ello se deba a su concentración en el sector informal de la economía y al

deterioro natural de sus competencias laborales.

2.3 Asalariados precarios por grupos de edad y género

En las últimas tres décadas se han elaborado un gran número de estudios teóricos y

empíricos que tratan de explicar la naturaleza, las características y el funcionamiento de los

mercados informales. A pesar de la numerosa literatura sobre el tema, no existe una definición

única. La definición varía entre investigadores dependiendo de los intereses de los mismos.

Aunque no existe consenso en cómo diferenciar estos sectores, en general, los distintos

enfoques que dividen las actividades del mercado laboral urbano en un sector formal y otro

informal coinciden en que este último funciona al margen de la reglamentación, ya sea porque

las unidades productivas necesitan aumentar la flexibilidad y reducir los costos de la mano de

obra, o como resultado de una estrategia de sobrevivencia de los trabajadores en las

economías con excedentes de mano de obra, o por lo inadecuado del sistema regulador

gubernamental (Tokman 1990: 5; Roubaud 1995: cap.I).

Así, una definición de sector informal alternativa a la que se presenta en la sección 2.1, es la

que considera como trabajador informal al que no tiene protección social, que no recibe

prestaciones. Este trabajador puede ser asalariado, por cuenta propia o trabajador familiar.

Según esta definición, el trabajador informal carece de casi cualquier forma de protección

social y está expuesto a los riesgos normales del trabajo. El no tener acceso a un sistema de

pensiones le impide retirarse y lo obliga a permanecer en activo por un periodo más

prolongado que el normal para el trabajador formal.

En las gráficas 4 se presentan los asalariados precarios o asalariados que no están protegidos

por un sistema de previsión social. Estos constituyen una parte del sector informal. Por ello, las

gráficas tienen un comportamiento similar al comportamiento de las gráficas 2.

los trabajadores son los interesados en mantener su poder de negociación para conservar salarios por encima de los de mercado.

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En las gráficas 4 se muestra que al diferenciar por grupos de edad a los trabajadores

asalariados precarios resulta una curva en forma de U. Ello significa que tanto los hombres

como las mujeres jóvenes (15-24 años) y adultos (50 años o más) tienen mayor

representación entre los asalariados precarios, con excepción de Perú. En este país, en el año

2000, el porcentaje de los hombres asalariados precarios disminuye con la edad. En términos

generales, se puede observar que en tres países—Argentina, Brasil y Chile--es mayor la

representación de las mujeres que la de los hombres y en dos países—México y Perú—dicha

representación es menor.

3. Informalidad y desigualdad

Existe una relación entre informalidad y desigualdad. El Banco Inter-Americano de Desarrollo

(1998), en un reporte sobre la desigualdad en América Latina estimó que el estar empleado en

el sector formal o informal explica entre el 10 y el 25% de la desigualdad en el ingreso laboral.

La relación entre informalidad y desigualdad de los ingresos laborales se debe a que el

crecimiento del empleo en el sector informal se da en actividades de baja productividad.

La desigualdad en la distribución de los ingresos laborales por hora trabajada entre los

trabajadores de acuerdo a sus años de escolaridad se puede representar por el índice de Gini.

Éste índice o coeficiente es una medida de concentración de un bien; por ejemplo, del ingreso,

riqueza, años de escolaridad. El índice toma un valor de 0 cuando el bien —escolaridad o

ingresos—se distribuye igualitariamente y de 1 cuando se concentra en manos de una persona

(o muy pocas personas). El uso de este índice tiene dos propósitos. 1) Comparar

distribuciones. Las comparaciones se pueden hacer, por ejemplo, con las distribuciones del

ingreso de un mismo país en dos años distintos y analizar los cambios en la desigualdad.

También se pueden hacer comparaciones de la distribución de un bien entre países (Atkinson

1975: 45). 2) El índice se utiliza para asignar una medida absoluta al grado de desigualdad o

para dar una idea de si la desigualdad es “grande” o “pequeña”.

En el cuadro 1 se presentan los coeficientes de Gini de los niveles de escolaridad y del

ingreso por hora para el caso de México. Como puede observarse, la distribución de la

escolaridad en la población ocupada remunerada es menos desigual que la distribución de los

ingresos laborales por hora trabajada. Asimismo, las distribuciones de los años de escolaridad

y de los ingresos por hora son menos desiguales en el sector formal de la economía que en el

informal.

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Los índices aumentan por lo general en los primeros cuatro años de estudio y declinan

en el último. Esta tendencia es consistente con lo observado en el análisis de los diferenciales

de ingreso por nivel educativo de los trabajadores.

Cuadro 1

México. Índices de Gini de los años de escolaridad y del ingreso por hora

Escolaridad Ingreso por hora

Total Formal Informal Total Formal Informal

1991 0.262 0.231 0.301 0.492 0.474 0.525

1993 0.252 0.226 0.284 0.485 0.472 0.499

1995 0.312 0.269 0.350 0.514 0.493 0.533

1997 0.335 0.282 0.374 0.550 0.542 0.550

1999 0.286 0.244 0.324 0.476 0.450 0.499

Fuente: Elaboración propia con base en los microdatos de la Encuesta Nacional

de Empleo, Módulo de Capacitación y Educación (ENECE), 1991, 1993, 1995, 1997 y 1999.

Los índices cambian en la misma dirección y están positivamente correlacionados. No

obstante la presencia de tales relaciones, existen límites al efecto de las políticas educativas

como mecanismo para combatir la desigualdad. La expansión del sistema educativo y el

aumento del logro escolar por sí mismos no incrementan las posibilidades de que los

trabajadores encuentren empleo. Además, una vez que los trabajadores encuentran un empleo

intervienen otras fuerzas que influyen en la distribución de los ingresos laborales (Llamas

1989: 104): a) las características personales —sexo, edad, estado civil, experiencia laboral,

actitudes— y b) la posición que ocupan en la división social del trabajo —supervisados,

supervisores, gerentes, directores—. Específicamente, una política de expansión del sistema

educativo debe estar asociada a una política activa de empleo. Los mayores ingresos y

productividad de los trabajadores con mayores niveles de escolaridad sólo se manifiestan

cuando éstos tienen un empleo. A su vez, las oportunidades de empleo dependen del

crecimiento de las actividades económicas.

Los índices de desigualdad de las distribuciones de los años de escolaridad y del ingreso

laboral están positivamente correlacionados. Ello sugiere que la escolaridad es uno de los

principales determinantes del ingreso de los trabajadores. Pero aunque las credenciales

educativas ayudan a quienes las poseen a colocarse en el mercado de trabajo, ello no significa

necesariamente que elevando los niveles de escolaridad de la población aumente el ingreso

real de los trabajadores y mejore la distribución del ingreso. Estos resultados también

dependen de los factores que determinan la demanda de trabajadores por parte de los

empleadores. Específicamente, el efecto de la escolaridad en el ingreso laboral depende de la

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acumulación de los otros factores productivos —por ejemplo, de la disponibilidad de capital

físico y de las técnicas de producción— que determinan las posibilidades de empleo, los niveles

de productividad e ingresos de los trabajadores.

3. Conclusiones

En este ensayo se revisaron algunas relaciones entre informalidad, edad y educación. Algunas

de las preguntas pendientes son: ¿qué políticas educativas se pueden proponer para reducir el

número de trabajadores informales que desean salir de su situación de informalidad? ¿Cómo se

puede reducir el grado de vulnerabilidad de aquellos que permanecerán en la informalidad en

un futuro predecible? Las propuestas de política se pueden dividir en políticas económicas y

políticas sociales.

La política económica de los países latinoamericanos debe estar orientada a elevar los niveles

de acumulación de capital físico y humano para alcanzar un crecimiento sostenido. Los

mayores niveles de escolaridad de la población sólo se traducirán en aumentos en

productividad e ingresos laborales si cuentan con los recursos complementarios que se

necesitan para desplegar su potencial productivo. La acumulación de capital físico y la

incorporación de nuevas tecnologías son elementos indispensables para satisfacer las

expectativas de quienes se educan y requieren de oportunidades formales de trabajo.

El sector informal de la economía es un rasgo estructural de las economías en desarrollo. Éste

no tiende a desaparecer; al contrario, parece crecer con el paso del tiempo. Por ello, se

necesita el diseño de políticas económicas que apoyen la capacidad de generar nuevos empleo

formales, tales como políticas de crédito a los micronegocios, de capacitación para la creación,

organización y manejo administrativos de micronegocios.

La política social debe integrar a los trabajadores informales. Existe evidencia de que son las

empresas formales las que más capacitan a sus trabajadores de manera institucional en y

fuera del lugar de trabajo, mientras que el sector informal casi no capacita a los trabajadores.

El acceso de los trabajadores informales, con niveles de escolaridad por encima del umbral

mínimo para capacitarse, a programas de capacitación general es fundamental para que

adquieran las competencias y habilidades laborales que se necesitan en el mercado de trabajo.

Ello les permitirá obtener mejores oportunidades de empleo.

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Los trabajadores informales de bajo nivel de escolaridad necesitan elevar su nivel como

condición necesaria para capacitarse. Por ello, se les debe facilitar el acceso a los servicios

educativos para que puedan acreditar los niveles primario y secundario.

Gráfica 1

Argentina. Sector informal. Índice de representación de escolaridad por género. 1990 y 2000

00,20,40,60,8

11,21,41,61,8

2

0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 o más

Años de escolaridad

Índ

ice

Hombres.1990 Hombres.2000 Mujeres.1990Mujeres.2000 Índice de igualdad

Brasil. Sector informal. Índice de representación de escolaridad por género. 1990 y 2001

0

0,2

0,4

0,6

0,8

1

1,2

1,4

1,6

1,8

2

0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 o más

Años de escolaridad

Índ

ice

Hombres.1990 Hombres.2001 Mujeres.1990Mujeres.2001 Índice de igualdad

22Pág

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Chile. Sector informal. Índice de representación de escolaridad por género. 1990 y 2000

0

0,5

1

1,5

2

0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 o más

Años de escolaridad

Índ

ice

Hombres.1990 Hombres.2000 Mujeres.1990Mujeres.2000 Índice de igualdad

Honduras. Sector informal. Índice de representación de escolaridad por género. 1990 y 2001

0

0,5

1

1,5

2

0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 o más

Años de escolaridad

Índ

ice

Hombres.1990 Hombres.2001 Mujeres.1990Mujeres.2001 Índice de igualdad

23Pág

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México. Sector informal. Índice de representación de escolaridad por género. 1992 y 2000

00,20,40,60,8

11,21,41,61,8

2

0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 o más

Años de escolaridad

Índi

ce

Hombres.1992 Hombres.2000 Mujeres.1992Mujeres.2000 Índice de igualdad

Perú. Sector informal. Índice de representación de escolaridad por género. 1997 y 2000

00,20,40,60,8

11,21,41,61,8

2

0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 o más

Años de escolaridad

Índ

ice

Hombres.1997 Hombres.2000 Mujeres.1997Mujeres.2000 Índice de igualdad

Fuente: IIPE-UNESCO, Sede Regional Buenos Aires – OEI, 2003

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Gráfica 2

Argentina. Trabajadores en el sector informal, por grupos de edad

y género. 1990 (Porcentajes)

0

10

20

30

40

50

60

70

15-24 25-34 35-49 50 omás

Grupos de edad

Pord

enta

jes

Hombres Mujeres

Argentina. Trabajadores en el sector informal, por grupos de

edad y género. 2000 (Porcentajes)

0

10

20

30

40

50

60

70

15-24 25-34 35-49 50 omás

Grupos de edadPo

rden

taje

s

Hombres Mujeres

Brasil. Trabajadores en el sector informal, por grupos de edad y

género. 1990 (Porcentajes)

0

10

20

30

40

50

60

70

15-24 25-34 35-49 50 omás

Grupos de edad

Pord

enta

jes

Hombres Mujeres

Brasil. Trabajadores en el sector informal, por grupos de edad y

género. 2001 (Porcentajes)

0

10

20

30

40

50

60

70

15-24 25-34 35-49 50 omás

Grupos de edad

Pord

enta

jes

Hombres Mujeres

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Chile. Trabajadores en el sector informal, por grupos de edad y

género. 1990 (Porcentajes)

0

10

20

30

40

50

60

70

15-24 25-34 35-49 50 omás

Grupos de edad

Pord

enta

jes

Hombres Mujeres

Chile. Trabajadores en el sector informal, por grupos de edad y

género. 2000 (Porcentajes)

0

10

20

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70

15-24 25-34 35-49 50 omás

Grupos de edadPo

rden

taje

sHombres Mujeres

Honduras. Trabajadores en el sector informal, por grupos de edad

y género. 1990 (Porcentajes)

0

10

20

30

40

50

60

70

15-24 25-34 35-49 50 omás

Grupos de edad

Pord

enta

jes

Hombres Mujeres

Honduras. Trabajadores en el sector informal, por grupos de edad

y género. 2001 (Porcentajes)

0

10

20

30

40

50

60

70

15-24 25-34 35-49 50 omás

Grupos de edad

Pord

enta

jes

Hombres Mujeres

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México. Trabajadores en el sector informal, por grupos de edad y

género. 1992 (Porcentajes)

0

10

20

30

40

50

60

70

15-24 25-34 35-49 50 omás

Grupos de edad

Pord

enta

jes

Hombres Mujeres

México. Trabajadores en el sector informal, por grupos de edad y

género. 2000 (Porcentajes)

0

10

20

30

40

50

60

70

15-24 25-34 35-49 50 omás

Grupos de edadPo

rden

taje

sHombres Mujeres

Perú. Trabajadores en el sector informal, por grupos de edad y

género. 1997 (Porcentajes)

0

10

20

30

40

50

60

70

15-24 25-34 35-49 50 omás

Grupos de edad

Pord

enta

jes

Hombres Mujeres

Perú. Trabajadores en el sector informal, por grupos de edad y

género. 2000 (Porcentajes)

0

10

20

30

40

50

60

70

15-24 25-34 35-49 50 omás

Grupos de edad

Pord

enta

jes

Hombres Mujeres

Fuente: IIPE-UNESCO, Sede Regional Buenos Aires – OEI, 2003

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Gráfica 3

Argentina. Ocupados con el 30% más bajo de remuneración horaria. 1990

(Porcentajes)

010

2030

4050

60

15-24 25-34 35-49 50 o más

Grupo s de edad

Hombres Mujeres

Argentina. Ocupados con el 30% más bajo de remuneración horaria. 2000

(Porcentajes)

0

1020

3040

5060

15-24 25-34 35-49 50 o más

Grupo s de edad

Hombres Mujeres

Brasil. Ocupados con el 30% más bajo de remuneración horaria. 1990 (Porcentajes)

0

10

20

30

40

50

60

15-24 25-34 35-49 50 o más

Grupos de edad

Porc

enta

jes

Hombres Mujeres

Brasil. Ocupados con el 30% más bajo de remuneración horaria. 2001 (Porcentajes)

0

10

20

30

40

50

60

15-24 25-34 35-49 50 o más

Grupos de edad

Porc

enta

jes

Hombres Mujeres

Chile. Ocupados con el 30% más bajo de remuneración horaria. 1990

(Porcentajes)

0

10

20

30

40

50

60

15-24 25-34 35-49 50 o másGrupos de edad

Hombres Mujeres

Chile. Ocupados con el 30% más bajo de remuneración horaria. 2000 (Porcentajes)

0

10

20

30

40

50

60

15-24 25-34 35-49 50 o más

Grupos de edad

Porc

enta

jes

Hombres Mujeres

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Honduras. Ocupados con el 30% más bajo de remuneración horaria. 1990

(Porcentajes)

0102030405060

15-24 25-34 35-49 50 o más

Grupos de edad

Porc

enta

jes

Hombres Mujeres

Honduras. Ocupados con el 30% más bajo de remuneración horaria. 2001 (Porcentajes)

0

10

20

30

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50

60

15-24 25-34 35-49 50 o más

Grupos de edad

Porc

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Hombres Mujeres

México. Ocupados con el 30% más bajo de remuneración horaria. 1992

(Porcentajes)

010

2030

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60

15-24 25-34 35-49 50 o más

Grupo s de edad

Hombres Mujeres

México. Ocupados con el 30% más bajo de remuneración horaria. 2000 (Porcentajes)

0

10

20

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40

50

60

15-24 25-34 35-49 50 o más

Grupos de edad

Porc

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Hombres Mujeres

Perú. Ocupados con el 30% más bajo de remuneración horaria. 1997 (Porcentajes)

0

10

20

30

40

50

60

15-24 25-34 35-49 50 o másGrupos de edad

Hombres Mujeres

Perú. Ocupados con el 30% más bajo de remuneración horaria. 2000 (Porcentajes)

0

10

20

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15-24 25-34 35-49 50 o más

Grupo s de edad

Hombres Mujeres

Fuente: IIPE-UNESCO, Sede Regional Buenos Aires – OEI, 2003

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Gráfica 4

Argentina. Asalariados precarios por grupos de edad y género. 1990 (Porcentajes)

0102030405060708090

15-24 25-34 35-49 50 o más

Grupos de edad

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Argentina. Asalariados precarios por grupos de edad y género. 2000 (Porcentajes)

-10

10

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70

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15-24 25-34 35-49 50 o másGrupos de edad

Porc

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Brasil. Asalariados precarios por grupos de edad y género. 1990 (Porcentajes)

0102030405060708090

15-24 25-34 35-49 50 o más

Grupos de edad

Porc

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Hombres Mujeres

Brasil. Asalariados precarios por grupos de edad y género. 2001 (Porcentajes)

0102030405060708090

15-24 25-34 35-49 50 o más

Grupos de edad

Porc

enta

jes

Hombres Mujeres

Chile. Asalariados precarios por grupos de edad y género. 1990 (Porcentajes)

0102030405060708090

15-24 25-34 35-49 50 o másGrupos de edad

Hombres Mujeres

Chile. Asalariados precarios por grupos de edad y género. 2000

(Porcentajes)

-10

10

30

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15-24 25-34 35-49 50 o másGrupos de edad

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México. Asalariados precarios por grupos de edad y género. 1992 (Porcentajes)

0102030405060708090

15-24 25-34 35-49 50 o más

Grupos de edad

Porc

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Hombres Mujeres

México. Asalariados precarios por grupos de edad y género. 2000 (Porcentajes)

0102030405060708090

15-24 25-34 35-49 50 o más

Grupos de edad

Porc

enta

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Hombres Mujeres

Perú. Asalariados precarios por grupos de edad y género. 1997 (Porcentajes)

0102030405060708090

15-24 25-34 35-49 50 o más

Grupos de edad

Porc

enta

jes

Hombres Mujeres

Perú. Asalariados precarios por grupos de edad y género. 2000 (Porcentajes)

0102030405060708090

15-24 25-34 35-49 50 o más

Grupos de edad

Porc

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Hombres Mujeres

Fuente: IIPE-UNESCO, Sede Regional Buenos Aires – OEI, 2003

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Observaciones sobre las políticas sociales en Chile considerando la información

entregada por las encuestas de hogares de 1990-2000

Guillermo Labarca-Rolando Poblete

I. Introducción

Una de las preocupaciones centrales de los gobiernos que se han sucedido en Chile

desde 1990, ha sido trabajar en pos de la reducción de las diferencias sociales originadas en

las décadas anteriores, priorizando para ello políticas sociales encaminadas a disminuir la

pobreza y buscar condiciones de justicia y equidad para todos los ciudadanos y ciudadanas.

Las primeras medidas que se impulsaron en tal sentido, y que se siguen implementando

hasta hoy, han sido aquellas asociadas a un aumento sostenido del gasto público en sectores

especialmente sensibles para la población, que durante el período anterior habían sido

duramente castigados con reducciones presupuestarias, tales como salud, vivienda, previsión

social y educación, siendo este último el que proporcionalmente ha tenido el mayor

incremento.

Las principales iniciativas en este sector estuvieron encaminadas a impulsar una

reforma educativa complementada por programas y proyectos tendientes a mejorar todas las

modalidades del sistema de educación y garantizar la calidad y la pertinencia de los

aprendizajes. Tales acciones están apoyadas en la convicción que la inversión en educación

pública es especialmente productiva porque con ello se garantiza el acceso de los sectores más

vulnerables de la población (principalmente jóvenes y mujeres), a una educación de calidad, lo

que en última instancia permitirá equiparar las oportunidades de todos los ciudadanos frente a

los cada vez más exigentes mercados laborales.

Sin embargo, al analizar el panorama social del país se constata que las desigualdades

no han disminuido, por el contrario, han aumentado generando una suerte de tensión entre

aquello que se propone a nivel de discursos y políticas públicas y aquello que finalmente ocurre

en la realidad. Principalmente los jóvenes y las mujeres encuentran numerosas dificultades

para insertarse en los mercados laborales, acceder a previsión social y a mejorar sus ingresos,

demostrando que al menos en Chile, sigue siendo un tema pendiente generar condiciones de

igualdad en los diversos espacios en que se desenvuelven los grupos mencionados.

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En lo que se sigue, se analizan algunas de las estadísticas y cifras en torno a la

situación específica que enfrentan las mujeres y los jóvenes en relación con el mercado del

trabajo, la calidad de los empleos mismos y otros temas contenidos en la información aportada

en las tablas 5, 6 y 7, que informan sobre el porcentaje de asalariados precarios por grupos de

edad y sexo según años de estudio; el porcentaje de trabajadores en el sector informal por

grupos de edad y sexo según años de estudio, y finalmente, el porcentaje de ocupados con

remuneraciones horaria en el 30% más bajo por grupos de edad y sexo según años de

estudio.1

II. Políticas Sociales y Equidad: una mirada a los programas sociales

Una de las característica del modelo subsidiario asistencialista que guió el accionar

social del gobierno chileno durante el período 1973-1989, fue entregar un protagonismo

creciente a los grupos privados en la gestión de servicios sociales, los que históricamente

habían estado bajo la tutela del Estado. La privatización parcial del sistema de salud y

previsión social, además del traspaso de la administración educativa a particulares y

municipios son manifestaciones de esto. De esta manera, se reestructuraron radicalmente los

servicios sociales, deteriorándose la calidad de aquellos que seguían siendo administrados por

el Estado.

Este hecho contribuyó notablemente a ampliar la brecha existente entre quienes podían

acceder a servicios privados y quienes, por diversos motivos, quedaban marginados de los

mismos: aquellos que no pueden acceder a servicios privados tienen que contentarse con los

que ofrece el Estado que son de calidad inferior. Por otro lado, para comprender el alcance de

esta reestructuración, hay que considerar que uno de los efectos más radicales de esta

estrategia fue el empobrecimiento progresivo de grupos medios y, por consiguiente, el

aumento de los índices de pobreza con el inevitable empeoramiento de la calidad de vida de un

sector importante de la población.

De ahí que una de las prioridades de los gobiernos a partir de 1990 fue equiparar las

oportunidades de los grupos vulnerables de la población para que estuvieran en igualdad de

condiciones con los sectores más integrados de la población y pudieran acceder a los servicios

básicos y a los mercados laborales. Con ello se esperaba conseguir la superación gradual de

su situación de pobreza. En función de tal fin, se diseñan e implementan políticas sociales

encaminadas a cerrar la brecha social, cuyo objetivo es reducir drásticamente la pobreza y

1 En el texto se hará referencia a los números de las tablas que están incluidas en el anexo estadístico, y en algunos casos se han construido resúmenes de éstas con el fin de ilustrar las situaciones que se comentan.

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establecer condiciones mínimas de justicia social e igualdad para todos los ciudadanos y

ciudadanas. Durante los años noventa se pretendió avanzar en el establecimiento de relaciones

de igualdad y equidad social, para lo cual se buscó satisfacer las demandas de los ciudadanos

más vulnerables en salud, vivienda y educación, garantizando al mismo tiempo la calidad de

tales servicios.

Algunos indicadores relativos al aumento del gasto social al finalizar la década del

noventa son gráficos de esta voluntad: por ejemplo, el presupuesto en salud aumentó en

117,2%, vivienda en 90,4% y educación en 141,3% (ver cuadro 1), respecto del período

inmediatamente anterior. Por otro lado, el período 1989-1997 está caracterizado por un ciclo

de crecimiento sostenido del PIB con tasas promedio anuales de 7,7%, situación que hizo

albergar esperanzas en torno a la integración efectiva de todos los sectores sociales a la

dinámica económica y sobre todo en relación a la disminución de la desigualdad y la condición

de pobreza que afectaba a una proporción importante de la población. En tal sentido, las cifras

registradas por el Ministerio de Planificación Nacional a través de las encuestas de

caracterización socioeconómicas y otros instrumentos muestran que entre 1990-1998 se

redujo la pobreza de 38,6% a 20,6% (cifra que se mantiene actualmente), mientras que la

indigencia lo hizo de 12,9% a 5,7%.

Cuadro 1

Gasto Público por Sectores1989-1999

Sector Tasa de Crecimiento (Promedio

anual)

Acumulado Millones de US$ (1999)

Aumento acumulado

(1989-1999)

1989 1999

Salud 8,1 117,2 884 1.920 1.036 Vivienda 6,7 90,4 447 851 404 Previsión 5,8 76,0 2.663 4.687 2.024 Educación 9,2 141,5 1.126 2.720 594 Subsidios

Monetarios 5,2 65,4 250 413 163

Otros (*) 11,5 196,4 211 626 415 Total 7,2 101,0 5.580 11.217 5.636

(*) Incluye principalmente programas de inversión social orientados a grupos prioritarios, ejecutados por instituciones como FOSIS, INDAP, Ministerio del Trabajo, SERNAM, INJ, CONADI, FONADIS, INTEGRA, PRODEMU, CONAPRAN, SENAME y DIGEDER. Fuente: Ministerio de Hacienda

Al prestar atención a los porcentajes de inversión y los montos comprometidos, se

puede constatar que educación es el sector que registra el mayor aumento entre los ámbitos

de competencia del Estado. Este hecho se explica primero porque se había registrado un

retroceso de las inversiones en el sector, tanto en infraestructura, como en los salarios

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docentes y en materiales. La magnitud de las carencias del sistema educativo había generado

una situación insostenible que atentaba contra un funcionamiento medianamente armónico de

él. En segundo lugar y reforzando el punto anterior, la diferencia entre la educación pública y

privada se había hecho demasiado amplia. Esto, porque a la disminución de la inversión

pública en educación se contrapone un aumento del gasto privado, principalmente de las

familias, lo que llevó a que la educación particular haya alcanzado un nivel de desarrollo

importante que agrandó la brecha entre estos servicios educativos y los que oferta el Estado,

servicios a los cuales accede gran parte de los niños y jóvenes en edad escolar, especialmente

aquellos pertenecientes a los grupos más vulnerables de la población.

El gran objetivo propuesto fue el de mejorar la calidad y la equidad de la educación,

para lo cual se incrementa el gasto en subvenciones desde $299.578 millones en 1990 a

$715.540 millones en 1998, según cifras de MIDEPLAN (1999), asimismo, se implementan una

serie de programas (MECE) destinados a cumplir con el objetivo antes expuesto y que abarcan

todos los niveles educativos, vale decir, enseñanza parvularia, enseñanza básica y enseñanza

media.

En forma paralela a estos programas, desde 1996 se promueve una reforma educativa

que busca impulsar un cambio curricular en la enseñanza básica y media con el objeto de

actualizar los contenidos en relación a las nuevas exigencias de un mundo que valora por

sobre todo la información y el conocimiento, elevar la calidad de la educación, descentralizar la

elaboración de planes y programas, además de promover la extensión de la jornada escolar

completa y fortalecer la profesión docente a través del mejoramiento de las condiciones de

trabajo y de formación de los profesores.

Otro de los ámbitos de intervención de los sucesivos gobiernos en la década de los

noventa y en los años dos mil, y que conviene tener en cuenta para el análisis que se

desarrollará a continuación, es el que dice relación con la promoción de grupos sociales

prioritarios, esto es, mujeres, infancia, jóvenes y adultos mayores. En tal sentido, interesa

describir brevemente lo que ocurre con las mujeres y los jóvenes.

El tema de la mujer ha sido una preocupación central de las políticas de los gobiernos

desde 1990, reflejo de ello es la creación del Servicio Nacional de la Mujer y la promoción de

planes y programas tendientes a establecer, entre otros objetivos, la igualdad del hombre y la

mujer en todos los planos de la sociedad y reconocer la dignidad de aquella y la valoración de

sus capacidades y quehacer.

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Dentro de los programas especiales destacan los de habilitación laboral para mujeres

jefas de hogar, que incluye capacitación laboral, orientación legal, cuidado de niños, vivienda y

salud; prevención de la violencia intrafamiliar; programas para mujeres trabajadoras

temporeras y otros.

Bajo esos criterios, se implementa en 1994 el Plan de Igualdad de Oportunidades para

las Mujeres, que propone una perspectiva integral para superar las desigualdades y la

discriminación que las afecta en diversos ámbitos sociales. En función de dicho plan, todos los

ministerios se comprometen en el desarrollo de políticas con un claro enfoque de género y se

promulgan una serie de leyes y reformas legales tendientes a garantizar la protección de las

mujeres, por ejemplo, en el ámbito laboral.

Por otro lado, en relación a los jóvenes, se han implementado numerosos programas en

áreas diversas como trabajo, educación, salud, protección y rehabilitación de menores y

jóvenes, participación y derechos juveniles, recreación y uso creativo del tiempo libre y

vivienda. Los objetivos de éstos han sido, por un lado, lograr la participación activa de los

jóvenes en espacios sociales relativos a su condición y, por otro, facilitar su inserción efectiva

en los circuitos productivos, especialmente aquellos que pertenecen a los grupos más

vulnerables de la población, a través de programas de capacitación laboral.

La importancia de las acciones dirigidas a los jóvenes se sustenta en el hecho que este

grupo, en el tramo comprendido entre los 15 y los 24 años, presenta preocupantes indicadores

sobre todo en materia de empleo. En efecto, la tasa de desocupación de los jóvenes supera en

2,3 veces el promedio nacional y en 4,7 veces el desempleo de las personas mayores de 35

años, según cifras de MIDEPLAN (1999). Al realizar el análisis en función de la tasa de

desocupación por quintiles, las cifras son aún más dramáticas. En 1990, los jóvenes

pertenecientes al primer quintil alcanzaban el 36,3% de la desocupación total de este grupo,

mientras que aquellos que se situaban en el quinto representaban sólo el 5,2%. Si a ello se

agrega la variable género se puede apreciar que la desocupación es mayor entre las mujeres

jóvenes.

En ambos casos, tanto para las mujeres como para los jóvenes, la inequidad alcanza un

grado de desarrollo que ha sido una preocupación constante para los gobiernos que se suceden

desde 1990. Los esfuerzos, en tan sentido, se encaminan a disminuir la brecha existente y

promover la igualdad de oportunidades en todos los niveles para garantizar condiciones

mínimas de equidad y justicia social.

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III. La realidad en cifras: balance de una década

Los indicadores sobre el desempeño macroeconómico del país -asociados estos

incontrovertiblemente a las reformas económicas implementadas a partir de los años ochenta-

configuran un panorama que, de acuerdo a los postulados y recomendaciones de los

organismos multilaterales (adoptados como doctrina económica en el país en ese período),

llevaría a deducir que la mayoría de la población se integraría a los beneficios del crecimiento

económico, asegurando de paso el retroceso definitivo de la pobreza y las condiciones de

marginalidad y exclusión social. Así la tasa de crecimiento del producto, la reducción de la

pobreza extrema, un nivel de desempleo alrededor del 10% (inferior a la mayoría de los países

de la región), una inflación baja y un tipo de cambio estable parecieran asegurar la estabilidad

necesaria y el crecimiento económico que inducirían los comportamientos económicos y

sociales que deberían cerrar la brecha de la desigualdad.

Por otro lado, las reformas de segunda generación de los noventa (a diferencia de las

que fueron implementadas en los años ochenta) establecieron algunos cambios en torno a la

propiedad de los recursos productivos del país. A su vez las políticas sociales en la misma

década de los noventa que guiaron el accionar del Estado chileno, exigieron un desarrollo

institucional más sólido para sustentar los progresos económicos innegables que experimentó

el país. Con estos instrumentos se pretendió avanzar hacia la consolidación de la justicia

social y la equidad.

Además de la satisfacción de las necesidades básicas, los énfasis de las políticas han

sido ubicados en programas de capacitación laboral, programas pro-empleo y de habilitación

general con el fin de lograr la inserción definitiva de todos en la dinámica económica, derrotar

la cesantía y la precarización creciente de los empleos.

Aun cuando la voluntad política y algunos avances en tal sentido han sido innegables, el

análisis detallado del escenario social y laboral que se configura al finalizar la década señala

que muchas de las situaciones de inequidad no sólo se han mantenido si no que han

aumentado en forma preocupante, sobre todo si se remiten a la situación específica de los

jóvenes y las mujeres de los grupos sociales más desventajados.

Es un hecho que los jóvenes de grupos vulnerables enfrentan mayores problemas a la

hora de buscar trabajo. Si a ello sumamos que la tasa de desocupación de éstos duplica a la

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del resto de la población y que cerca del 40% de los trabajadores jóvenes no han tenido la

habilitación para desempeñarse en algún oficio, el panorama es especialmente complejo para

este segmento. Este es un problema importante que merece atención, tanto por razones

estrictamente económicas, como por razones de igualdad social: existe consenso hoy día, y la

experiencia internacional lo confirma, que los procesos de innovación tecnológica sólidos en los

últimos veinticinco años están asociados a la ampliación de la cobertura y al mejoramiento de

la calidad de los sistemas de educación. Las inversiones realizadas en industrias basadas en

mano de obra barata se han mostrado efímeras en la región, permitiendo sacar conclusiones

en la misma dirección, esto es que un desarrollo sustentable está vinculado a una población

joven educada. Las razones sociales son de sobra conocidas, y ligan las oportunidades de

empleo con los niveles educativos. Por su parte, la información señala que las mujeres también

sufren situaciones de inequidad, lo que merece un análisis detallado.

En lo que sigue se consideran algunos de los indicadores propuestos relativos a la

situación laboral de los jóvenes y las mujeres. La idea es describir y analizar las variaciones

que han experimentado algunos de los indicadores propuestos en relación a la situación

específica de los jóvenes y las mujeres, y configurar el escenario actual de este grupo en

relación a los nuevos desafíos que se deben afrontar para encarar exitosamente el nuevo siglo.

a) Los Asalariados Precarios

A continuación se presenta un resumen de los porcentajes totales relativos al aumento

de asalariados precarios por grupos de edad y sexo en Chile entre el año 1990 y 2000, para

todos los rangos de edad que considera la muestra (tabla 5).

Ambos Sexos Totales 1990 Totales 2000

15 a 24 años 29,8 35,4

25 a 34 años 14,7 19,0

35 a 50 años 13,6 18,8

50 años y más 17,1 21,7

Total 17,7 21,7

(Resumen tabla 5)

Al observar las estadísticas referidas en la Tabla 5, es posible comprobar que el porcentaje

de asalariados precarios, en todos los rangos etáreos considerados, ha aumentado tanto en

hombres como en mujeres. Independientemente de los años invertidos en educación, todos los

grupos registran un incremento.

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Los cuadros siguientes presentan la información desagregada en función de los rangos de

edad y de sexo que considera la muestra en el período 1990-2000.

Hombres Totales 1990 Totales 2000

15 a 24 años 27,5 33,8

25 a 34 años 12,2 16,3

35 a 50 años 10,4 15,4

50 años y más 12,1 18,9

Total 14,5 18,7

(Resumen Tabla 5)

Mujeres Totales 1990 Totales 2000

15 a 24 años 33,1 37,6

25 a 34 años 18,9 22,9

35 a 50 años 19,6 23,9

50 años y más 27,0 27,1

Total 23,2 26,1

(Resumen Tabla 5)

En relación con los asalariados precarios, dos son los principales problemas que se

enfrentan, el primero dice relación con la falta de contrato laboral y protección previsional: en

rigor, la principal característica de este grupo es la mala calidad de los empleos a los cuales

acceden en términos de ausencia de regulaciones formales, quedando restringido el derecho a

previsión social a la iniciativa de cada trabajador, quienes en forma independiente deben

hacerse cargo de los costos de este servicio de carácter privado. En segundo lugar, otro

problema ciertamente preocupante, es que esta situación se da con mayor frecuencia en las

mujeres que en los hombres. El total de mujeres asalariadas precarias es en el año 2000 de

26,1%, mientras que en los hombres el porcentaje sólo alcanza un 18,7%.

En el caso de los jóvenes de ambos sexos, en el tramo comprendido entre los 15 y los

24 años, se registra un aumento significativo del indicador referido a la precariedad de los

empleos, pasando de un 29,8% en 1990, para ambos sexos, a 35,4% en el 2000.

Si desagregamos las cifras en función de un análisis detallado podemos observar que

los porcentajes se presentan todavía más alarmantes. En efecto, en el caso de los hombres

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jóvenes, en el período considerado, aumenta en forma importante el número de ellos que caen

en la categoría de asalariados precarios, independientemente del número de años de estudio.

El aumento de la precarización salarial es más intensa entre los hombres jóvenes que

poseen trece y más años de estudio, pasando de 19,2% en 1990 a 39,1% en el 2000, es decir,

más de 20 puntos porcentuales, aumento que no se registra con tal magnitud en los jóvenes

que poseen menos años de estudio.

Resulta paradójico el hecho que los jóvenes que más invierten en educación, en

términos de tiempo y recursos, una vez incorporados a alguna actividad laboral deben aceptar

regímenes de trabajo que no les otorgan condiciones mínimas de seguridad, tales como es la

previsión social y razonable estabilidad en el empleo, situación que se explica, al menos en

parte, porque muchos jóvenes profesionales trabajan a honorarios, es decir, entregando sus

servicios a empresas sin mediar contratos de trabajo que regulen formalmente la relación

laboral entre ambos. Actualmente esta es una práctica extendida en las empresas, privadas y

públicas, que contratan profesionales bajo esta modalidad porque, de esta forma, reducen su

planta de trabajadores permanentes ahorrando los gastos que implica la inversión en

seguridad social.

Asociado a la precarización de los empleos se encuentra el hecho que muchos de los

trabajadores en tal condición carecen de protección social, vale decir, sistemas de ahorro

previsional y de atención médica y también de contratos de trabajo formales que regulen las

relaciones laborales que se establecen entre las empresas y sus trabajadores.

La tendencia creciente a la precarización laboral, en términos de falta de ahorro

previsional y desprotección de los trabajadores, es un claro indicador de la mala calidad de los

empleos, lo que tiene una incidencia directa en la estabilidad de los mismos y también en los

niveles de productividad.

Si analizamos lo que sucede con las mujeres, en primer lugar, se constata que hay un

aumento en la brecha de género en la precarización del empleo en el período 1990-2000 y en

todos lo tramos etáreos considerados. Esto significa que las mujeres, mucho más que los

hombres, acceden a empleos carentes de protección previsional.

Por otro lado, al tomar en cuenta los índices desagregados por edad y años de estudio,

se hace patente un aumento absoluto en este período de mujeres asalariadas precarias,

pasando de 33,1% en 1990 a 37,6% en el año 2000. En esos términos, las mujeres que más

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acceden a empleos precarios (sin acceso a previsión social), son aquellas que se ubican entre

los 25 a 34 años, aunque en el tramo comprendido entre 0 y 5 años de estudio se produce la

mayor incidencia, que en el año 2000 alcanzó un 60,1%, casi 20 puntos porcentuales más que

en el año 1990.

Las razones de este aumento de mujeres asalariadas precarias puede radicar también

en la creciente desregulación de los mercados laborales, es decir, la falta de medidas de

protección universales que garanticen seguridad para quienes trabajan sin contratos de

trabajo.2 La inestabilidad laboral y la falta de protección es uno de los efectos negativos de la

desregulación de los mercados de trabajo. Para justificarla se argumenta que ésta incentiva la

creación de empleos y permite la incorporación de personas que no podrían trabajar en

regímenes muy reglamentados, como es el caso de mujeres que por tener obligaciones de otro

orden sólo pueden hacerlo a tiempo parcial, en trabajos a domicilio o en esquemas más

flexibles.

Estos regímenes crean incentivos para las empresas que al contratar bajo está

modalidad no sólo ahorran en seguridad social sino también ahorran los gastos adicionales que

genera una mujer en edad fértil. Frente a esta eventualidad, sólo las mujeres contratadas

gozan del beneficio del pre y post natal, además del derecho a acudir a su hogar en horas de

trabajo para alimentar a su bebe en el período de lactancia, o para cuidar de él cuando

presente enfermedades durante el primer año de vida.

Es probable que la tendencia al aumento de la precarización de los empleos siga el

curso evolutivo que ha tenido hasta ahora. Es decir, se prevé que esta situación se vaya

incrementando en los próximos períodos independientemente de los años de estudio,

capacidad profesional y rango etáreo. Por último, el tema de las mujeres que se desempeñan

laboralmente sin contratos, no está presente en la agenda legislativa ni en el debate público, ni

menos en la voluntad explícita de las autoridades, empresarios y otros actores involucrados

para discutir el tema y plantear soluciones en el mediano plazo.

b) Los Trabajadores del Sector Informal

A continuación se presenta un resumen de los porcentajes totales relativos al número

de trabajadores en el sector informal por grupos de edad y sexo entre el año 1990 y 2000 en

Chile, para todos los rangos de edad que considera la muestra (tabla 6).

2 Las instituciones de salud privadas que ofrecen servicios de protección, encarecen sus planes y programas cuando se trata de mujeres en edad fértil, situación que dificulta el acceso de este grupo a planes privados de atención médica.

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Ambos Sexos Totales 1990 Totales 2000

15 a 24 años 30,3 23,8

25 a 34 años 21,9 20,6

35 a 50 años 23,2 23,2

50 años y más 30,0 29,1

Total 25,2 23,8

(Resumen tabla 6)

El porcentaje de trabajadores totales en el sector informal en Chile, ha experimentado

una baja menor respecto de las expectativas que se tenía al inicio del período. En relación a

ambos sexos, en el año 1990 el número total de trabajadores informales representaba el

25,2%, mientras que en el año 2000 el 23,8%.

Una primera mirada permitiría constatar la existencia de una correlación entre baja

escolaridad y mayor desempeño en el sector informal, hecho común en hombres y mujeres.

Por ejemplo, los jóvenes trabajadores del sector informal que poseen entre 0 y 5 años de

estudio, en el año 1990 representaban un 36,5% y en el año 2000 un 31,4%. Quienes poseen

entre 6 y 9 años de estudio, para el mismo grupo etáreo considerado, representaban en 1990

un 26,6%, y en el año 2000 24,8%.

Para el caso de los hombres en general, los jóvenes de entre 15 y 24 años y los adultos

de 50 y más años, son los grupos que mayormente se concentran en el sector informal. Esto

se explicaría debido a las dificultades que encuentran los jóvenes a la hora de incorporarse a la

actividad laboral, motivo por el cual muchas veces no les queda más opción que buscar

actividades propias de sector informal, mientras que los adultos mayores de 50 años se

encuentran con resistencias de parte de los empleadores porque en la sociedad chilena existe

la noción que las personas de más edad no tienen la capacidad de aprender nuevas

tecnologías, especialmente si no tienen niveles de escolaridad altos o vienen de actividades

insertas en universos tecnológicos muy diferentes. En ese sentido, hay que considerar que

cuando se introducen cambios tecnológicos importantes, las empresas despiden en primer

lugar a los trabajadores mayores porque no tienen las habilidades básicas para aprender los

nuevos procesos (se los considera menos disciplinados que aquellos que tienen escolaridades

más largas), y porque los costos laborales aumentan con la antigüedad en el empleo. A ello

habría que sumar el nivel de desempleo en el país, que aunque no es extremo, es

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relativamente alto, hecho que los pone en mal pie en la competencia por obtener empleos

formales.

Las mujeres, comparativamente a los hombres, para los mismos rangos etáreos y con

los mismos años de estudio, presentan mayores porcentajes de incorporación laboral en el

sector informal. Sin embargo, tal como los hombres, las mujeres con 13 o más años de estudio

tanto en el año 1990 como 2000, representan un porcentaje bastante menor respecto de

aquellas que poseen entre 10 y 12 años de estudio, aumentando la brecha a medida que

disminuyen los años de estudio.

Mujeres Totales 1990 Totales 2000

15 a 24 años 42,5 30,6

25 a 34 años 32,9 28,7

35 a 50 años 36,1 35,3

50 años y más 47,3 42,0

Total 38,0 34,0

(Resumen tabla 6)

La distancia que media entre hombre y mujeres en relación al desempeño en el sector

informal, sólo ha aumentado en un punto entre el año 1990 y 2000, en relación a la población

de entre 15 y 24 años, manteniéndose idénticos los indicadores para el resto de los tramos.

Esto indica que comparativamente a los hombres, las mujeres en mayor medida siguen

recurriendo al sector informal para obtener ingresos, aun cuando ha habido un trabajo

focalizado e intencionado en orden a reducir las desigualdades existentes entre los géneros.

Los argumentos que permitirían explicar esta situación apuntan a una mayor

selectividad de los espacios laborales formales y también al aumento de la precarización de las

condiciones de trabajo, mencionadas anteriormente, que lleva a que una buena cantidad de

trabajadores que estaban en la nómina salarial de las empresas pasan a hacer las mismas

tareas fuera de la nómina. Se trata especialmente de actividades que se han externalizado,

como son algunas de apoyo, de baja tecnología (limpieza, provisión de comidas, etc.) y otras

directamente productivas pero que se realizan en el hogar, especialmente en el sector de la

confección.3

3 Si bien las estadísticas indican una reducción del porcentaje de trabajadores en el sector informal, al proyectar las tendencias constatadas en la última década no es difícil concluir que a medida que aumente la flexibilidad laboral y los procesos de externalización, el mercado laboral formal se hará proporcionalmente más pequeño, incrementándose en forma automática el número de personas que acceden al mercado informal.

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Una visión más optimista, difícil de sustentar en este momento porque no se cuenta con

evidencias que vayan en esa dirección, es que las modificaciones contractuales de la estructura

del empleo no conducen necesariamente a la precarización, si no, más bien, al desarrollo de

actividades laborales independientes sustentadas sobre iniciativas individuales de personas en

posesión de conocimientos y capacidad de desenvolverse exitosamente en un medio altamente

competitivo.

c) Los Trabajadores con Remuneración Horaria entre el 30% más bajo

A continuación se presenta un resumen de los porcentajes totales relativos al número

de trabajadores ocupados con remuneración horaria en el 30% más bajo por grupos de edad y

sexo, entre el año 1990 y 2000.

Ambos Sexos Totales 1990 Totales 2000

15 a 24 años 47,3 42,8

25 a 34 años 28,6 28,6

35 a 50 años 23,3 26,2

50 años y más 26,5 26,4

Total 30,0 30,0

(Resumen tabla 7)

La primera observación que hay que hacer es que la proporción de trabajadores con

baja remuneración permanece constante en el período 1990-2000. La única variación

importante es la disminución de esta categoría de trabajadores en el tramo de 15 a 24 años.

Existe una relación estrecha y de mutua dependencia entre el nivel educativo (en

términos de años de estudio) y lo que podríamos llamar la ubicación en la carrera profesional-

laboral. Esto se traduce en que hay una asociación entre obrero sin calificar y educación

primaria (completa e incompleta), obrero calificado y educación secundaria-técnica, y técnico y

educación técnica superior. En términos amplios, quienes poseen más años de estudio acceden

a mejores empleos y mejores remuneraciones, mientras que aquellos que han cursado menos

años de estudio, alcanzan peores empleos y también peores remuneraciones.

Esta constatación es funcional para explicar porque las personas que poseen menos

años de estudio se ubican principalmente en el tramo de ocupados con remuneraciones

horarias en el 30% más bajo. En efecto, al observar los indicadores generales de la tabla 7, se

evidencia que donde mayormente se concentran las personas con menos ingresos es entre los

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jóvenes que poseen entre 0 y 9 años de estudio, concentración que tiende a disminuir a

medida que aumentan el tiempo invertido en educación.

Sin embargo, lo anteriormente señalado no explica por qué, al finalizar la década,

aumentan las personas que con más años estudios acceden a peores remuneraciones y, por

tanto, a peores empleos. Es decir, las mediciones realizadas en el año 2000 arrojan cifras

superiores totales de hombres que acceden a salarios cada vez más bajos, según se indica en

la tabla resumen.

Hombres Totales 1990 Totales 2000

15 a 24 años 42,4 42,9

25 a 34 años 24,8 27,5

35 a 50 años 18,5 21,9

50 años y más 21,3 23,6

Total 25,0 26,2

(Resumen Tabla 7)

En el caso de los jóvenes varones, aun cuando haya habido una mejora entre 1990 y

2000 la situación sigue siendo especialmente dramática porque en este tramo de edades se

presentan bajas remuneraciones en mayor proporción. Si comparamos los distintos niveles de

estudios propuestos en todos los grupos etáreos, son los jóvenes de entre 15 y 24 años, y

entre 25 y 34 años, quienes registran mayores problemas salariales, sobrepasando

ampliamente a los que se ubican entre los 35 y más años de edad. Estos últimos tramos de

edades tienen una menor concentración de ocupados que perciben remuneraciones horarias en

el 30% más bajo.

Para el caso de los jóvenes con menos años de estudio, se expresa un rezago más

acentuado en torno a los indicadores de calidad de los empleos, en términos de previsión

(como se comentó anteriormente) y en relación a las remuneraciones que perciben. Una de las

razones que permitirían explicar esta situación es que la crisis económica experimentada por el

país a finales de la década del noventa, trajo consecuencias asociadas al aumento de la

cesantía (ver tabla 3), crecimiento del sector informal y, ciertamente, la contracción de los

salarios. En ese sentido, son los jóvenes quienes una vez más deben vivir con mayor fuerza

las restricciones que genera una economía en crisis.

Por otro lado, y contradiciendo la tendencia de los hombres, la concentración de

mujeres en el grupo de ocupados con remuneración horaria en el 30% más bajo, ha

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disminuido en forma sostenida desde el año 1990 al 2000, a excepción de algunos indicadores

que registraron un leve aumento, pero que en todo caso no son determinantes de la situación

final. Sin embargo, la brecha de género al final de la década se ha ampliado, es decir, las

mujeres, mucho más que los hombres, se concentran en el grupo de peores remuneraciones.

Nuevamente, las mujeres jóvenes y con menos estudios son las que más padecen esta

situación, quedando marginadas del acceso igualitario a los bienes y servicios que oferta el

mercado. Se ha demostrado en diversas publicaciones que en el país las mujeres perciben

ingresos significativamente menores en relación a los hombres, aun realizando las mismas

funciones y con las mismas atribuciones. Esto pone en evidencia procesos de discriminación

crecientes y no superados, que en los espacios laborales siguen afectando a las mujeres.

Es un hecho que las mujeres se ubican en las áreas menos remuneradas de las cadenas

productivas, situación que guarda alguna relación con los años de estudio y la edad. Para el

caso de quienes poseen menos años de estudio, independiente de la edad, la incidencia en los

quintiles más bajos relativos a las remuneraciones es mayor. Sin embargo, el porcentaje de

mujeres jóvenes que con trece o más años de estudio acceden a remuneraciones horarias en

el 30 % más bajo, sigue siendo alto, representando en el año 2000 un 21,8%, casi tres puntos

porcentuales más que en el año 1990, lo que marca un retroceso en relación a estos temas.

IV. Comentario Final

Los esfuerzos por reducir la desigualdad en Chile durante de la década del noventa han

sido una constante. En tal sentido, no se puede desconocer la voluntad política por igualar las

oportunidades de todos los ciudadanos en las áreas más sensibles, implementando planes y

programas en salud, educación, vivienda y promoción de grupos vulnerables.

Por otro lado, las políticas laborales han buscado entregar estabilidad a los trabajadores

y condiciones mínimas de seguridad y calidad de los empleos. Sin embargo, la situación

económica en el país si bien ha tenido momentos de mayor crecimiento y otros de crisis, no ha

logrado consolidar mejoras sostenidas en las condiciones laborales de la población,

especialmente en lo referido a las mujeres y los jóvenes.

El desempleo estructural y coyuntural, el empeoramiento de la calidad de los empleos,

la mínima baja experimentada en el sector informal y otros factores de preocupación permiten

afirmar que muchas de las desigualdades han aumentado, configurando un cuadro de profunda

preocupación social que exige una revisión de las políticas sociales sectoriales implementadas

durante la década pasada.

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Los programas dirigidos a los jóvenes y las mujeres no han tenido los efectos

esperados, al menos en temas como los analizados en el desarrollo de este documento. La

conclusión es que muchos de los problemas que enfrentan las mujeres y los jóvenes se han

agudizado, complicando la situación laboral, lo que confirma la tendencia hacia la feminización

de la pobreza y la exclusión social y vulnerabilidad que afecta a los jóvenes.

Frente a tal escenario, conviene formular algunas interrogantes que permiten ir

dilucidando los temas que debieran enfrentarse al momento de abordar estas cuestiones. Por

ejemplo, ¿son las crecientes desigualdades problemas estructurales de la aplicación del

sistema?; y en tal caso ¿qué rol compete al estado asumir en razón de la creciente

liberalización de los mercados?; ¿qué reformulaciones en el campo educativo son necesarias

para garantizar no sólo una educación de calidad, sino también la integración efectiva de todos

los grupos sociales a los mercados laborales?; ¿cómo la sociedad civil y sus organizaciones

velan o deberían velar por el respeto de los derechos laborales?; etc.

De las respuestas a estas cuestiones debieran nacer una serie de políticas de acción

dirigidas a lograr las mejoras en las condiciones laborales de la población, mejoras sustantivas

en su calidad de vida y, ciertamente, reducir la brecha social que separa a los grupos más

vulnerables de aquellos plenamente integrados a la dinámica social, política y económica del

país.

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Reforma y Crisis: la Educación y el Mercado de Trabajo en la

Argentina de los años noventa.

-Ernesto Kritz –

1. La ruptura del sistema de equilibrio social y la crisis del mercado de trabajo

La Argentina ha sido hasta hace unos pocos años, un país con un considerable grado de

integración y movilidad social. Es comúnmente aceptado que este modelo de sociedad se

asentó sobre dos pilares: la educación pública y el empleo formal. La instrucción pública, de

amplia cobertura y buena calidad –especialmente en el nivel primario- creó el capital social en

una sociedad de origen migratorio reciente y proveyó el capital humano para una economía de

mediano desarrollo. Por su parte, el empleo formal, con predominio de los contratos de

tiempo indeterminado, reguló un sistema de equilibrio social relativamente estable. En este

marco, la Argentina logró conservar, por lo menos hasta mediados de los años setenta, un

nivel de cohesión social comparativamente elevado en la región.

La Argentina actual dista mucho de esa imagen de país de clase media consolidada. El

53% de la población tiene ingresos por debajo de la línea de pobreza y el 25% (la población

bajo la línea de indigencia) carece de recursos para alimentarse adecuadamente. El 19% de

los hogares recibe asistencia económica del Estado. El desempleo abierto es de 15%, pero el

déficit de empleos incluyendo los beneficiarios de planes públicos (Plan Jefas y Jefes de Hogar

Desocupados) se eleva a 20%.

El empobrecimiento de gran parte de la población y el aumento de la desigualdad están unidos

a la ruptura del antiguo sistema de equilibrio social. Aunque, en efecto, ese sistema reposaba

sobre el empleo formal (hasta mediados de los años setenta más del 60% de la PEA tenía un

contrato de trabajo registrado) estaba igualmente basado en otros dos factores:

• la redistribución de las ganancias de productividad (es decir, la transferencia

de ingresos desde los sectores más productivos hacia los menos productivos) a

través de la centralización salarial; y

• la recaudación del impuesto inflacionario, que permitió financiar un elevado

nivel de gasto y empleo público.

La centralización salarial (no sólo por el régimen de negociación colectiva sino con gran

frecuencia por intervención estatal) homogeneizó la estructura social por sobre las

disparidades estructurales de productividad. Por más de cuatro décadas la redistribución de

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las ganancias de productividad a través de la política salarial fue una pieza central en el

sistema de relaciones entre Estado, sociedad y mercado.

Este mecanismo fue perdiendo progresivamente importancia hasta alcanzar valores

negativos en la década del ochenta, cuando la productividad del trabajo tuvo una brusca caída

de 25%. El empleo se mantuvo (aún durante la hiperinflación de 1989 el desempleo no superó

el 8%) pero a costa de una fuerte precarización. Los asalariados del sector privado

disminuyeron en valores absolutos y la proporción de no registrados subió de 18% a 28%.

Tres cuartas partes del aumento total del empleo en la década correspondió a ocupaciones no

asalariadas, en su gran mayoría de muy baja productividad, y al servicio doméstico.

Por su parte, la posibilidad de financiar el gasto y una parte significativa del empleo a

través del impuesto inflacionario, también se hizo cada vez más difícil, hasta quedar

totalmente anulada con los episodios hiperinflacionarios de 1989 y 1991. Más que por

cantidades, el mercado ajustó por los salarios; aunque el desempleo no superó el 8%, la

pobreza llegó a 47% a fines de 1989.

En perspectiva, el equilibrio social anterior a las reformas de los noventa reposó en un

marco de estancamiento secular de la economía. La Argentina es uno de los países con más

bajo crecimiento del salario real en la posguerra.

Lo paradójico de ese largo período, por lo tanto, es que el equilibrio social se sostuvo al

costo del desequilibrio macroeconómico. Pero la singularidad de las reformas de los años

noventa es que la recuperación del equilibrio macroeconómico (durante la primera mitad de la

década) provocó la ruptura del equilibrio social preexistente.

Después de la estabilización, que tuvo un efecto inicial progresivo en la distribución del

ingreso, la reforma del Estado y la reconversión del sector privado (para no mencionar la

recomposición del sistema de precios y la apertura) pusieron en descubierto y agravaron la

heterogeneidad de la economía. Los mecanismos que operaron tras este fenómeno son

principalmente tres:

• La concentración del crecimiento de la productividad

• La apertura y la desregulación de los mercados y;

• La restricción fiscal

La productividad se recuperó rápidamente (32% entre 1990 y 1994) pero su

concentración en pocas empresas aumentó las brechas de productividad. Por primera vez en

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muchas décadas, las disparidades de productividad se trasladaron directamente a la

distribución del ingreso. Ni la negociación centralizada –debilitada por el desempleo y la

pérdida de la estabilidad- ni el gasto público financiado con endeudamiento pudo cerrar esa

brecha.

Esto determinó una diferenciación social creciente, que se hizo sentir no sólo en los

extremos de la pirámide sino –esto es lo novedoso- en los sectores medios. Es precisamente

la polarización y empobrecimiento de capas muy importantes de la clase media educada, lo

que rompe el equilibrio social tradicional.

La expresión más clara de ese quiebre fue un extraordinario aumento del desempleo,

que creció de un promedio de 5% en la década del ochenta (con un máximo de 8.1% durante

la hiperinflación de 1989) a una media de 14% en la segunda mitad de los noventa (con un

pico de 18.4% durante la crisis del tequila en 1995).

Es cierto que el crecimiento del desempleo golpeó más intensamente a los pobres (6 de

cada 10 desocupados son de hogares de nivel socioeconómico bajo o medio bajo), pero lo

peculiar de la nueva situación es que cerca del 40% de los desocupados pertenece a sectores

medios. En 1996, el desempleo de la clase media típica, emblemática de la Argentina del

equilibrio social y la movilidad ascendente, fue de 14% y en la clase media alta de 9%1. Esto

contrasta con la situación anterior, cuando la desocupación era un fenómeno casi desconocido

y mayormente friccional, en esos hogares.

Pero no se trata sólo del aumento del desempleo sino de las dificultades para salir bien de él.

De cada 100 personas que (en 1996) habían perdido el trabajo en los doce meses anteriores,

apenas 22 consiguieron un empleo estable y seguían ocupados. El resto oscilaba entre el

trabajo temporario, la changa y el desempleo; algunos incluso dejaron de buscar. A su turno,

de los que consiguieron un empleo y seguían ocupados, sólo un cuarto (o sea 6% de los que

perdieron el trabajo) ganaba más que antes. Una proporción mayoritaria ganaba menos2.

En los noventa, por consiguiente, la precarización ha ido de la mano del crecimiento del

desempleo. Cuatro de cinco empleos creados en los años noventa son informales. A fines de

la década, 20% de los ocupados tenía un trabajo intermitente, en negro y sin acceso a la

seguridad social; otro 20% carecía de regularidad o bien no estaba protegido legalmente.

1 Sociedad de Estudios Laborales, Encuesta de niveles de empleo, octubre 1996. 2 Ibid.

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El desempleo se transformó así en un mecanismo principal de pérdida de bienestar y

movilidad social descendente. Ello explica que desde mediados del decenio el 75% de los

ocupados se declarara preocupado (45% muy preocupado) por la posibilidad de perderlo.

2. Educación y desempleo

En una economía normal, debería esperarse una correlación claramente inversa entre el

nivel de educación y la tasa de desempleo. Esto ocurría –si bien suavemente- a comienzos de

los noventa. Para un desempleo promedio de 8.5%, la tasa era entre medio punto y un punto

y medio a medida que mejoraba la instrucción hasta alcanzar el segundo ciclo de la escuela

secundaria (10-12 años de educación) y algo más de dos puntos una vez completado este

nivel. El diferencial de desempleo entre los menos instruidos (0-5 años) y los más educados

(13 y más años) era de 4.3 puntos. Esto, debe reiterarse, para un desempleo promedio de un

dígito. Medida por la probabilidad de perder el empleo, la educación parecía tener una tasa de

retorno siempre positiva.

Hacia el final de la década ya no pasaba lo mismo. Aunque la diferencia entre los

extremos educativos siguió siendo muy significativa (es más, en términos relativos la brecha

aumentó de 75% a 115%) hasta el segundo ciclo de la educación secundaria inclusive, la tasa

de desempleo prácticamente no muestra cambios. En efecto, en 2000 esta tasa fue de 17.6%

para el grupo de 0-5 años de educación; pero también de 17.6% para el de 6-9 años y de

16.0% para los que aprobaron 10-12 años. Es decir, entre 0 y 12 años, la educación no hace

diferencia alguna en la probabilidad de perder el empleo. Esta sólo desciende sensiblemente

(a 8.2%) entre los que cursaron 13 ó más años de estudios. Esto ocurre para un desempleo

promedio que casi duplica el de inicios de la década. La tasa de retorno de la educación

medida por la probabilidad del desempleo parece nula hasta la secundaria completa y pega un

salto para los que cursan estudios universitarios o terciarios.

Este cambio tiene que ver, probablemente, con las características del modelo de

crecimiento de los noventa y en particular, con la elevación de los pisos educativos requeridos

por el sector formal. Una encuesta sobre la demanda de trabajo en ese sector realizada a

fines de 1996, mostró que desde 1990 alrededor del 25% de las empresas, y para la mayoría

de las categorías ocupacionales más de un tercio, elevó los requisitos mínimos de educación.

En las empresas de mayor tamaño, donde más avanzó el proceso de reconversión, lo hizo más

de la mitad3. Contar con escuela primaria completa pasó a servir sólo para competir por

puestos de operario, preferentemente de baja calificación, en empresas pequeñas; de hecho,

3 Juan Llach, Ernesto Kritz, et al. Un trabajo para todos, Consejo Empresario Argentino, 1997.

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un tercio o más de los establecimientos pequeños y medianos fijó la educación secundaria

como condición para ocupar posiciones de operario semi-calificado o calificado, y en las firmas

grandes una proporción semejante puso ese requisito para los operarios no calificados. La

mitad de este estrato y también el 40% de las empresas medianas establecieron que sus

operarios calificados debían haber completado la escuela secundaria.

Para ser supervisor o capataz ya no alcanza con tener algunos años de instrucción. Casi

dos tercios de las empresas chicas o medianas y cuatro de cada cinco grandes pusieron como

condición poseer educación secundaria completa o más. En la categoría de personal de oficina,

este último pasó a ser el requisito en el 96% de las empresas y entre los vendedores la

proporción llegó al 81%.

Esto sugiere que en un escenario de reconversión productiva con alto desempleo, las

posibilidades de acceso como de movilidad para quienes no completaron el nivel medio de

enseñanza se redujeron mucho. Tal vez nadie mejor que los propios desocupados de baja

educación para dar testimonio de esto: mientras que sólo el 8.5% de los desempleados que

cursaron cuando menos la secundaria completa atribuyó sus dificultades para conseguir

trabajo a su nivel educativo, entre los desocupados con educación inferior a media completa

esa proporción fue de 32%.

Con todo, esto no significa que en ese escenario el nivel educativo no haga diferencias.

Aunque entre 0 y 12 años de educación la tasa de desempleo es igualmente alta, la tasa de

ocupación (es decir la proporción de la población que tiene un trabajo) guarda una correlación

fuertemente positiva con la cantidad de años de estudio. Hacia el final de la década, del total

de personas con 0-5 años de educación sólo el 34% tenía empleo; en cambio, en el grupo de

6-9 años de instrucción, con igual tasa de desempleo la tasa de ocupación era de 44%, es

decir 10 puntos más elevada. En el siguiente tramo de educación, 10-12 años, con un

desempleo sólo un punto y medio más bajo la tasa de ocupación llegaba a 51%, o sea 7

puntos más que en el tramo precedente. Esta diferencia viene explicada por el hecho de que

lo que decididamente aumenta con la educación es la tasa de actividad, que mide la

participación de las personas en el mercado de trabajo4. Si esta última aumenta, es posible

que crezcan simultáneamente la ocupación y la desocupación (los denominadores son

distintos). Pero una vez en el mercado, o para ser más precisos una vez ocupados, la

probabilidad de perder el empleo puede ser igualmente alta a lo largo de un extenso tramo y

eso es precisamente lo que ocurre con los que no completaron el nivel medio de enseñanza.

Por otro lado -y esta no es una cuestión menor- aunque en 2000 se mantiene la correlación

4 La tasa de ocupación (TO) es igual a la tasa de actividad (TA) x (1- la tasa de desempleo TD).

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positiva entre nivel educativo y tasa de ocupación, con respecto a 1990 la curva muestra una

caída muy significativa en todo el tramo 0-12 años; no sólo eso sino que la caída se acentúa

al pasar de un escalón al siguiente. En efecto, mientras que para el grupo de 0-5 años de

educación la tasa de ocupación disminuyó 2.4 puntos durante la década, para el grupo 6-9

años la caída fue de 3.5 puntos y para el de 10-12 años ésta alcanzó a 9.5 puntos. En otros

términos, los más afectados por los cambios fueron los que, estando más cerca del nuevo

umbral educativo, paradójicamente sintieron más la sustitución de personal menos educado

por otro con mayor instrucción.

Tasa de Actividad, Desempleo y Ocupación por Años de Escolaridad, 1990 y 2000

Años de estudio

0-5 6-9 10-12 13 y más Total

1990

Tasa de actividad 40.3 51.9 66.4 69.1 54.6

Tasa de desempleo 10.0 9.5 8.0 5.7 8.5

Tasa de ocupación 36.3 47.0 60.8 65.2 50.0

2000

Tasa de actividad 41.1 52.8 61.1 73.0 58.1

Tasa de desempleo 17.6 17.6 16.0 8.2 14.8

Tasa de ocupación 33.9 43.5 51.3 67.0 49.5

Cambio en puntos porcentuales, 1990-2000

Tasa de actividad 0.8 0.9 -5.3 3.9 3.5

Tasa de desempleo 7.7 8.1 8.0 2.5 6.3

Tasa de ocupación -2.4 -3.5 -9.5 1.8 -0.5

Fuente: elaborado con base en IIPE-UNESCO, Educación y Mercado de Trabajo Urbano,

Anexo Estadístico, octubre de 2003.

3. Educación y precarización del empleo

Pero con ser muy serio, el desempleo no es el único problema laboral de la Argentina.

Igualmente importante –y en el largo plazo tal vez más significativo- es la segmentación del

mercado de trabajo y sobre todo el fuerte peso de los sectores de baja productividad.

En una economía competitiva predominan las relaciones laborales asalariadas, registradas

legalmente. En el mercado de trabajo argentino, ese núcleo capitalista es minoritario.

Incluyendo los empleadores y también los trabajadores independientes con capital o con

contrato, el sector privado formal comprende en la actualidad 43% de la ocupación. Los

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asalariados privados registrados –es decir, el empleo capitalista en un sentido estricto-

representan sólo el 25.3%.

En contraste, los trabajadores informales de baja productividad –la periferia del mercado

laboral- constituyen el 34% de la ocupación, esto es 9 puntos porcentuales más que los

asalariados privados registrados. Cualitativamente, además, la categoría más extendida entre

ellos es la del trabajo intermitente, de altísima rotación y mínima productividad. Los

trabajadores intermitentes, con un desempleo que duplica la tasa promedio, son casi el 18%

de la población económicamente activa.

La precarización del trabajo asalariado –como más en general la informalidad- creció

fuertemente durante los noventa. La proporción de asalariados precarios (no registrados)

subió de 28% a comienzos de la década a 38% al final de la misma.

La correlación (inversa) entre educación y precarización del trabajo asalariado es mucho

más definida que la encontrada entre educación y desempleo abierto. A medida que aumenta

la escolaridad, la tasa de precarización disminuye firmemente. Aunque a niveles absolutos

muy distintos, ello ocurre en los dos extremos del período. En 1990, la diferencia entre el

porcentaje de asalariados precarios en el grupo de 0-5 años de educación y en el del grupo de

10-12 años (es decir, dentro de la población asalariada que no completó la escuela secundaria)

era de 20 puntos; en 2000 superó los 25 puntos. La misma relación se mantiene cuando el

cálculo se hace respecto de la población ocupada total. En otros términos, aunque hasta la

secundaria completa un mayor nivel de escolaridad no reduce la exposición al desempleo, en

cambio aumenta la probabilidad de obtener un mejor empleo.

Pero si ceteris paribus la educación mejora la calidad de la inserción laboral, no puede

evitar su deterioro cuando las condiciones del mercado empeoran. Para cada uno de los

niveles de educación, incluyendo el de 13 y más años de escolaridad, la proporción de

asalariados precarios aumentó entre dos y tres veces en el decenio. En otros términos,

aunque no hay un cambio demasiado pronunciado en la pendiente, el desplazamiento hacia

abajo de la curva es muy marcado.

La precarización del trabajo asalariado es la expresión en el núcleo capitalista del

mercado de trabajo de un fenómeno más amplio de informalidad. Esta última tiene que ver

con el crecimiento de la no registración de los contratos (es decir de la ilegalidad en las

relaciones laborales) pero también del aumento de las ocupaciones de baja productividad,

asalariadas o no asalariadas, orientadas más a la subsistencia que a la acumulación. No todo

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el trabajo asalariado precario es marginal medido por su valor agregado, pero buena parte lo

es. Esto es especialmente cierto de los asalariados precarios que trabajan en establecimientos

de muy pequeña escala. En el mismo sentido es informal una proporción elevada de los no

asalariados, en particular los que realizan trabajos intermitentes y no cuentan con activos de

capital.

La relación entre escolaridad e informalidad muestra la misma tendencia que la observada

para el trabajo asalariado precario. Hay una correlación negativa clara tanto en 1990 como en

2000, pero también un desplazamiento hacia debajo de la curva a lo largo de la década. Esto

refuerza la hipótesis de que la educación mejora la calidad del empleo, pero es incapaz de

contrarrestar el deterioro de las condiciones del mercado de trabajo.

4. Educación, informalidad e ingresos del trabajo 5

Las disparidades de productividad se reflejan en las remuneraciones. No resulta

sorprendente, entonces, que el ingreso medio de la ocupación en el sector informal sea una

fracción del que obtienen los ocupados en el sector formal. En la actualidad esa relación

equivale al 43% ($313 y $718 respectivamente).

La desigualdad en las remuneraciones muestra una fuerte correlación con el nivel de

educación. Una regresión logarítmica donde yi = ingreso del trabajo de la categoría

ocupacional, y xi = años de educación, arroja un coeficiente de correlación r = 0.9052

5 Los datos de esta sección corresponden a un procesamiento especial de la onda octubre de 2002 de la Encuesta Permanente de Hogares realizado por el autor.

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Precarizacion del Trabajo A salariado por años de escolaridad

Años de estudio

0-5 6-9 10-12 13 y más Total

1990

% de asalariados

precarios en la población

asalariada

30.3

22.2

10.4

9.2

18.1

% de asalariados

precarios en la población

ocupada

18.9

15.0

7.6

6.4

12.4

2000

% de asalariados

precarios en la población

asalariada

61.2

51.0

35.4

21.6

38.4

% de asalariados

precarios en la población

ocupada

37.9

35.5

26.1

16.4

27.7

Cambio en puntos porcentuales, 1990-2000

% de asalariados

precarios en la población

asalariada

30.9

28.8

25.0

12.4

20.3

% de asalariados

precarios en la población

ocupada

19.0

20.5

18.5

10.0

15.3

Informalidad Laboral por años de Estudio

Años de estudio

0-5 6-9 10-12 13 y más Total

1990

% de trabajadores en el sector informal

38.2 28.7 19.9 15.1 25.4

2000

% de trabajadores en el sector informal

49.3 40.4 30.3 17.4 31.7

Cambio en puntos porcentuales 1990-2000

11.1 11.7 10.4 2.3 6.3

Fuente: elaborado con base en IIPE-UNESCO, Educación y Mercado de Trabajo Urbano, Anexo Estadístico, octubre de 2003.

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Pero aunque esto es cierto para el conjunto de la fuerza de trabajo ordenada desde el

segmento más formal (los asalariados registrados estables) hasta el más informal (los

trabajadores intermitentes) la desigualdad de las remuneraciones entre cualquier par

comparable de categorías de los sectores formal e informal 6 no parece ser sólo una

consecuencia de la brecha en la escolaridad. Más bien, ésta parece ser una cuestión de

productividad total de los factores. En otras palabras, dada una cierta dotación de capital

humano definida por los años de estudio, la tecnología y la organización –es decir, los factores

productivos complementarios- hacen la diferencia.

Los asalariados no registrados estables (siendo esta la categoría más próxima a la

formalidad entre los informales) tienen en promedio 1,6 años menos de educación que los

asalariados registrados estables (10,6 y 12 años respectivamente); sin embargo, su ingreso

es sólo 54% del de estos últimos. La tasa de retorno de la educación no puede ser tan alta

como para justificar una diferencia tan marcada en el ingreso de la ocupación.

Aún en el caso de los trabajadores informales intermitentes, cuya educación promedio es

de 9,3 años, parece difícil explicar la brecha de ingresos únicamente por el capital humano;

comparados con los asalariados registrados no estables –una categoría formal con rotación

equivalente- la educación es 2,5 años menor, pero la disparidad en el ingreso es de 55%.

Resulta plausible, por lo tanto, que se trata de un problema de productividad total de factores,

es decir de capital humano, y también de capital físico, tecnología y capacidad de gestión.

Para estar seguros, la escolaridad debería ajustarse por la capacitación. A diferencia de

la educación general, la capacitación se concentra en el sector formal. Esto podría explicar

una parte tal vez significativa de las disparidades de ingreso.

8,1

7,8

9,1

10,6

11,1

12,8

12

13,8

11

0 15

Beneficiarios de planes de empleo

Trabajadores domésticos

Trabajadores intermitentes

Asalariados no registrados estables

Independientes con capital o con contrato

Empleadores

Asalariados registrados

Asalariados públicos

Total de la población ocupada

PROMEDIO DE AÑOS DE EDUCACION DE LA POBLACION OCUPADA2002

Fuente: Elaboración propia con base en la Encuesta de Permanente de Hogares, octubre 2002

6 Por ejemplo, diferente status legal de la relación laboral (registrado-no registrado) pero igual estabilidad en el empleo

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La baja calidad laboral de una significativa proporción de los ocupados, como en buena

medida el desempleo abierto7 es, como se dijo, la contrapartida de la baja productividad de un

amplio sector de la economía. La reforma de los años noventa no sólo no resolvió el problema

sino que aumentó la heterogeneidad –es decir la brecha de productividad- lo que a su turno

dio como resultado una mayor segmentación del mercado de trabajo. Pero siendo esto cierto,

no puede dejar de reconocerse el peso que tiene en la calidad laboral el capital humano en un

sentido amplio. Una encuesta realizada poco antes del comienzo de la crisis de 1998-2002,

mostró que el 76% de los que tienen un empleo de baja calidad no completó la secundaria; el

90% no sabe informática; el 87% no conoce idiomas y el 80% nunca hizo un curso de

capacitación8. Este perfil es muy parecido al de los desocupados.

El aumento de la desigualdad durante la década del noventa tiene mucho que ver con la

distribución del conocimiento. En la Argentina casi la mitad de las personas con alto capital

humano (educación terciaria, estudios de computación e idiomas y cursos de capacitación)

pertenecen al decil de ingresos más altos; la mitad más pobre concentra apenas el 7.5%.

En el 50% de menores ingresos, el 85% de las personas tiene un capital humano muy bajo

o bajo, típicamente con instrucción no mayor a secundaria incompleta, sin conocimientos de

computación e idiomas y sin cursos de capacitación. La disparidad aumenta si se corrige por la

calidad de la enseñanza que reciben unos y otros. Es por ello que el derrame es insuficiente

para reducir la desigualdad.

En el largo plazo el problema persiste: los jóvenes desempleados o con ocupación de

intermitente tienen un capital humano tan escaso como los adultos en condiciones similares.

Este es el mecanismo principal de reproducción intergeneracional de la pobreza.

El examen del nivel educativo del principal perceptor de ingresos confirma la asociación

entre la pobreza y la distribución del capital humano. En los hogares indigentes, el 86% tiene

una escolaridad no mayor a la secundaria incompleta (28% no completó la escuela primaria)

con un promedio de 7.7 años de educación. En los hogares pobres no indigentes el promedio

educativo del principal perceptor es de 9.1 años. En los hogares no pobres, en cambio, el 58%

tiene cuando menos educación secundaria completa (21% completó estudios universitarios o

terciarios) y la escolaridad promedio es de 12.4 años. La inclusión de la capacitación con toda

probabilidad intensificaría las diferencias.

7 Dos tercios de los desocupados provienen del sector informal 8 SEL Consultores, Encuesta de niveles de empleo, junio de 1998

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La mejora de la equidad depende del crecimiento sostenido. Pero aún con crecimiento, el

derrame es insuficiente. La reducción de la brecha de productividad es condición ineludible

para mejorar la calidad de los puestos de trabajo. El logro de este objetivo requiere avanzar en

la modernización de la economía, extendiéndola a los sectores más atrasados e informales. En

este marco, la mejora del capital humano es una componente central de una estrategia de

crecimiento con equidad y también una condición para sostener un esfuerzo de modernización

y competitividad de la economía.

Distribución del Conocimiento y Distribución del Ingreso

Nivel de capital humano

% del total de

ocupados

% del ingreso del

trabajo Muy bajo: Instrucción primaria, sin conocimientos de computación o idiomas, que no han realizado cursos de capacitación.

30.1

17.7

Bajo: Educación primaria completa o secundaria incompleta, sin conocimientos de computación o idiomas, que no han realizado cursos de capacitación.

27.7

19.2

Medio: Educación secundaria completa o universitaria o terciaria incompleta, con algunos conocimientos de computación y/o idiomas, que no han realizado cursos de capacitación.

18.5

20.9

Medio alto: Educación universitaria o terciaria incompleta que han realizado cursos de capacitación o con educación universitaria o terciaria completa pero que no hicieron cursos de capacitación, con conocimientos de computación e idiomas.

11.1

13.9

Alto: Educación universitaria o terciaria completa, con buenos conocimientos de computación e idiomas, que han realizado cursos de capacitación.

12.5

28.3

Fuente: Sociedad de Estudios Laborales, junio de 1997

Nivel educativo del principal perceptor de ingresos en hogares pobres y no pobres

Hogares indigentes

Hogares pobres

Hogares no pobres

Total

100.0 100.0 100.0

Hasta primario incompleto

27.5 19.8 7.7

Primario completo y secundario incompleto

58.2

57.5

34.6

Secundario completo y superior/universitario incompleto

13.0

19.4

37.1

Superior/universitario completo

1.3

3.3

20.7

Fuente: Elaboración propia con base en la Encuesta Permanente de Hogares, 2002

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Bibliografía

• Sociedad de Estudios Laborales, Encuesta de niveles de empleo, octubre 1996.

• SEL Consultores, Encuesta de niveles de empleo, junio de 1998

• Juan Llach, Ernesto Kritz, et al. Un trabajo para todos, Consejo Empresario Argentino,

1997

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Educación y Mercado de Trabajo Urbano 1990-2000

-Víctor E Tokman-

Introducción

Este trabajo se realiza en el marco del Sistema de Información y Análisis de Tendencias

Educativas en América Latina (SITEAL) y tiene como objetivo efectuar una lectura

interpretativa de la evidencia empírica sistematizada para seis países de América Latina en el

período 1990-2000, a partir de encuestas de hogares de los respectivos países1. Dicha lectura

incorpora además, cuatro trabajos analíticos preparados sobre interpretaciones de la misma

base de datos2. Los trabajos contienen distintas perspectivas de análisis. El primero de J.

Iguiñiz, formula una lectura general sobre la relación entre educación y mercado de trabajo. El

segundo, de E. Kritz, analiza la relación educación mercado de trabajo, en el contexto de un

país específico, Argentina y referida a un proceso de transformación más amplio. Labarca y

Poblete también se refieren a un país, Chile, y efectúan un análisis desde la perspectiva de las

políticas sociales, concentrándose en los sesgos o discriminación en el mercado de trabajo en

contra de los jóvenes y las mujeres. Por último, el cuarto trabajo de I. Llamas aborda la

información disponible para la totalidad de los países a partir de un análisis del sector informal

privilegiando las relaciones entre informalidad y educación e informalidad y vulnerabilidad.

Para ordenar este comentario y al mismo tiempo contribuir a la lectura de la interesante

información recogida, seguiremos la siguiente metodología. En primer lugar, focalizaremos el

análisis en la relación educación y mercado de trabajo. En segundo lugar, examinaremos los

datos estilizados para el conjunto de países de dicha relación en el período disponible,

examinando las diferencias en el tiempo y la diversidad entre países3. Por último, analizaremos

la relación educación y mercado de trabajo desde la perspectiva de los jóvenes entre 15 y 24

años y la de las mujeres. Ello nos permitirá identificar la existencia o no de sesgos en el

mercado de trabajo entre los jóvenes y los adultos y entre las mujeres y los hombres, para

niveles similares de escolaridad. En cada una de estas etapas incorporaremos comentarios a

los trabajos ya mencionados que abordan la misma información desde perspectivas diversas.

1 Los países incorporados son Argentina, Brasil, Chile, Honduras, México y Perú. El período cubierto se refiere a 1990-2000 para Argentina y Chile, a 1990-2001 para Brasil y Honduras, a 1992-2000 para México y a 1997-2000 para Perú. 2 Los trabajos fueron preparados por J.M. Iguiñiz, “Diferencia, evolución y nivel en la relación entre educación y mercado de trabajo”; E. Kritz “Reforma y crisis: la educación y el mercado de trabajo en la Argentina en los años noventa”; G. Labarca y R. Poblete, “Observaciones sobre las políticas sociales en Chile considerando la información entregada por las encuestas de hogares 1990-2000”; y I. Llamas Huitrón. “Informalidad en América Latina: educación y grupos sociales más vulnerables”. 3 Se excluyó Perú de los datos estilizados porque la información solo cubre 1997-2000. Dicha exclusión no altera significativamente las tendencias.

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Educación y Mercado de Trabajo: ¿más educación contribuye a mejor inserción

laboral?

Una primera pregunta de importancia es determinar si la mayor educación resulta en

retornos positivos en el mercado de trabajo, o puesto de otra manera, si la educación

constituye una condición necesaria para una mejor incorporación en el empleo. En el cuadro 1

presentamos los datos estilizados para el conjunto de países disponibles en los años circa

1990-2000. La conclusión positiva es evidente, mayor escolaridad se traduce en menor

desempleo y en una mejor calidad de los empleos ocupados. Ello ocurre tanto en 1990 como

en el 2000. Los trabajos de Iguiñiz en general, y de Kritz para Argentina, coinciden con esta

conclusión.

A medida que aumentan los años de escolaridad disminuye la probabilidad de estar

desempleado y aumenta la de ocupar un puesto de trabajo de mayor productividad, con mayor

protección y con remuneraciones más altas. La asociación inversa entre educación y

desempleo es clara y muestra que para el conjunto de los países considerados el desempleo en

1990 fue de más de un punto porcentual mayor para los con menor escolaridad que para los

que poseen 13 y más años de escolaridad. Para el año 2000, dado el deterioro del mercado de

trabajo en la década, sobre lo que volveremos más adelante, dicha diferencia aumenta a 5,2

puntos porcentuales. Los más educados, están menos afectados por el desempleo y se

defienden mejor en períodos de deterioro del mercado de trabajo. Debe observarse también

que este resultado involucra una mayor participación exitosa en el mercado de trabajo, pues a

mayor educación, mayor tasa de participación y de ocupación. Las tasas de participación y de

ocupación de los con 13 y más años de educación es 22 puntos porcentuales mayor, que las

de los que poseen entre 0 y 5 años de escolaridad y la diferencia aumenta 1 punto entre 1990

y el 2000.

La educación se asocia también de manera positiva con la calidad de inserción laboral.

A más años de escolaridad, menor es la proporción de ocupados en el sector informal, de los

sin protección y de los que perciben salarios que se ubican en el 30% de ingresos más bajos.

El porcentaje de ocupados en la informalidad y en la precariedad (sin protección) de los

que poseen entre 0 y 5 años de escolaridad más que triplica el de los que tienen 13 y más

años de escolaridad. La diferencia en los niveles de remuneración es aún mayor. La proporción

de ocupados con remuneraciones en el 30% más bajo es en los menos educados más de 5

veces mayor que la de los con alta escolaridad. Estas tendencias son continuas y se presentan

tanto en 1990 como en el 2000. Al calcularse un índice de calidad sintético que incorpore los

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tres indicadores señalados4, se observa que cerca de la mitad de los menos educados se ocupa

en puestos de baja calidad, mientras que ello ocurre con sólo alrededor del 12% de los más

educados.

Cuadro 1

Datos Estilizados: Educación y Mercado de trabajo 1990 - 2001

0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total

1990

Participación 49,9 56,0 62,9 72,1 57,9Desempleo 6,6 7,8 7,5 5,4 6,9Ocupación 46,6 51,6 58,1 68,2 53,9Trabajadores Precarios 42,5 29,2 17,4 12,1 26,4Ocupados con remuneraciones 30% más bajo 46,3 33,5 17,5 7,9 30,0Trabajos Informales 44,1 33,6 21,0 13,1 30,6

2000 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total

Participación 50,5 59,4 63,4 73,6 61,2Desempleo 12,0 14,1 12,4 6,8 11,6Ocupación 44,4 51,0 55,6 68,6 54,1Trabajadores precarios 67,7 50,6 31,9 19,9 43,1Ocupados con remuneraciones 30% más bajo 37,8 29,0 18,4 7,1 24,0Trabajos Informales 43,7 35,0 24,9 14,3 29,8

1 Se refiere al promedio simple de las tasas respectivas en cinco países. Argentina, Brasil, Chile, Honduras y México. Tasa de Participación: Población económicamente activa sobre población en edad de trabajar. Tasa de Desempleo: Desempleados sobre población económicamente activa. Tasa de Ocupación: Ocupados sobre población en edad de trabajar. Tasa de Precariedad: Porcentaje de trabajadores sin protección. Tasa de Salarios Bajos: Porcentaje de trabajadores con remuneraciones en el 30% más bajo. Tasa de Informalidad: Porcentaje de trabajadores por cuenta propia con baja remuneración, trabajadores familiares no.

Tres observaciones a considerar

Del análisis de los datos estilizados y de los trabajos disponibles surgen tres aspectos a

considerar. El primero es entre las lecturas estáticas, para un país o conjunto de países en un

mismo año, o dinámicas referidas a cambios en el tiempo. El segundo se refiere a la diversidad

entre países y el tercero a la linealidad de la relación identificada entre mayor escolaridad y

mayor y mejor inserción laboral. Iguiñiz argumenta acerca de las dos primeras, destacando

que la asociación positiva solo es clara cuando se efectúa de manera estática, mientras que en

términos dinámicos se encuentra una menor asociación entre educación y empleo. En igual

dirección argumenta que las diferencias entre países cuentan y que ello puede afectar la

intensidad y la dirección de la relación. El tercer aspecto es analizado por Kritz y por Llamas al

4 Los indicadores de calidad utilizados, informalidad, precariedad y salarios bajos, no son independientes, porque la definición de informalidad utilizada incluye asalariados en microempresas de menos de 5 trabajadores y se asocia también con remuneraciones bajas. La separación de desprotección, bajos ingresos e informalidad presenta además problemas conceptuales cuya discusión excede al propósito de este trabajo. No obstante, la información es sugerente si suponemos que tanto la precariedad como las remuneraciones es más representativa de los trabajadores en ocupaciones formales. Las ponderaciones utilizadas para la construcción del índice sintético fueron de 0,5 para la informalidad, 0,25 para la precariedad y 0,25 para los salarios bajos.

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observar que la relación positiva entre escolaridad y empleo, no se produce en forma lineal

sino con una discontinuidad que se identifica a partir de la educación secundaria completa.

Para analizar los aspectos anteriores es importante recordar la evolución de la

economía, la educación y el mercado de trabajo en los 90. Dicha década de pos-reforma se

caracterizó en general por una aceleración del crecimiento, particularmente después de la

década de ajuste, por una expansión de la educación que significó el aumento de los años de

la escolaridad promedio derivada principalmente de una ampliación de la cobertura en

educación secundaria y terciaria. El crecimiento fue, sin embargo, insuficiente para absorber el

aumento de la fuerza de trabajo, lo que resultó en un aumento del desempleo y una menor

calidad de los empleos generados asociados a la informalidad, la desprotección y la

vulnerabilidad.

Los cinco países incluidos no escapan de dichas tendencias latinoamericanas, aunque

con diferencias significativas entre ellos. En promedio se recuperan moderadamente y los años

de escolaridad promedio aumentan de 8 a poco más de 9 entre comienzos y finales de la

década. Los más beneficiados son los jóvenes en quiénes por definición se concentra el

aumento de coberturas, pero también las mujeres, las que expanden su escolaridad a ritmos

ligeramente superiores a los de los hombres. Aumenta la cobertura en los niveles superiores

de enseñanza secundaria (10 a 12 años) y terciarios. Como contrapartida disminuye la

proporción de personas en los tramos de menor educación5. Pese a lo anterior, el mercado de

trabajo se deteriora. Aumenta el desempleo en promedio de 6,9 a 11,6% en la década,

producto tanto de un aumento en la tasa de participación concentrada en las mujeres como de

una disminución de la tasa de ocupación debido al insuficiente ritmo de crecimiento. La calidad

de los empleos también disminuye aumentado los trabajadores sin cobertura del 26 al 43%,

aunque la informalidad se mantiene relativamente estable6.

Iguiñiz llama la atención en su trabajo sobre esta paradoja y cuestiona la propuesta de

prioridad casi exclusiva en la educación como instrumento para obtener más y mejores

empleos. Sin duda, los datos disponibles avalan su conclusión y permiten equilibrar el análisis

al enfatizar no solo los aspectos de oferta de personas con mayor educación, sino también los

de disponibilidad suficiente y adecuada de empleos que se vincula a las políticas económicas y

laborales.

5 En Brasil, sin embargo, también aumenta el porcentaje de personas en los primeros años de educación (0 a 5) y en Honduras y Perú, situación similar se produce en los niveles inferiores de la educación secundaria (6 a 9). 6 Este comportamiento de los seis países en promedio es diferente del total latinoamericano que expande su nivel de informalidad del 47 al 52 por ciento entre 1990 y el 2000. Ello puede deberse a diferencias en las definiciones utilizadas.

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Siguiendo una metodología similar a la utilizada por Kritz para Argentina, presentamos

en el Cuadro 2 las diferencias en puntos porcentuales para las variables analizadas entre

comienzos y finales de la década. Allí se observa que a mayor escolaridad, menor es el

aumento del desempleo y el deterioro en la calidad del empleo. Mientras el desempleo

aumenta para los que tienen entre 0 y 5 años de escolaridad en 5,4 puntos porcentuales, para

los con más de 13 años el aumento es de sólo 1,4. Lo mismo ocurre con la desprotección,

aunque con menor claridad, en la informalidad. Las diferencias entre esos mismos estratos

educacionales son entre 25 y casi 8 puntos porcentuales en desprotección. En relación con la

informalidad dicha observación es válida solo referida a las diferencias entre secundaria y

terciaria.

Coincidimos entonces con Iguiñiz acerca de que la educación no logra revertir el

deterioro del mercado de trabajo, pero debe también señalarse que aún en ese escenario

negativo la misma se muestra eficaz para disminuir la intensidad del deterioro. En otras

palabras, cuando hay un deterioro generalizado del mercado de trabajo, todos se ven

afectados, pero aquellos que poseen mayor escolaridad están en condiciones de defenderse

mejor7.

Un segundo aspecto, destacado por Iguiñiz, se refiere a la necesidad de efectuar

análisis entre países, pues las tendencias que se encuentran dentro de los países no tienen por

qué reproducirse en las comparaciones internacionales. Deben incorporarse las diferencias de

estructuras e instituciones, pues no necesariamente los países con mayores niveles de

educación son los que muestran una inserción laboral más adecuada y de mejor calidad. Ello

no significa desconocer la validez de la asociación entre educación y mayores probabilidades

de acceso al empleo y a mejor calidad de los mismos en un país determinado.

Los datos estilizados agregados representan razonablemente bien las relaciones entre

educación y mercado de trabajo de los países considerados. Honduras es el país que más se

aparta del comportamiento promedio. La discontinuidad de los efectos de la mayor educación

sobre el desempleo se encuentra en los países con mayor número de años de escolaridad

promedio, Argentina y Chile. En el primero más de la mitad de los mayores de 15 años supera

los 10 años de escolaridad, mientras que en el segundo, dos tercios están en esa condición. La

educación ha sido un factor importante de homogeneización social en esos países. En países

como Brasil, con mayor heterogeneidad social, se encuentra que los con muy baja escolaridad

están menos afectados por el desempleo, aunque sí por la mala calidad de las ocupaciones.

7 Obviamente esta conclusión es sólo referida a los que dependen del trabajo para sus ingresos.

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Cuadro 2:

Educación y Mercado de Trabajo en los 901

0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total

P

articipación 0,5 3,4 0,6 1,5 3,3esempleo 5,4 6,4 4,9 1,4 4,7

Ocupación -2,2 -0,6 -2,6 0,4 0,2Precariedad 25,2 21,4 14,6 7,8 16,7

arios bajos -8,5 -4,5 1,0 -0,8 -6,0ormalidad -0,4 1,4 3,9 1,2 -0,9

D

SalInf

1 Se refiere a cambios en puntos porcentuales entre 1990 y el 2000 de las variables incluidas en el Cuadro 1

Kritz aporta un tercer aspecto al destacar que la relación no es lineal y que cuando existe

un deterioro del mercado de trabajo en su conjunto acompañado de una expansión del nivel

educativo, la mayor escolaridad pierde su efectividad para determinar la inserción laboral y se

convierte en un instrumento para discriminar la asignación de los puestos de trabajo

disponibles. La abundancia relativa de mano de obra educada y calificada permite que las

empresas aumenten los requisitos para contratación y parte de la inversión en educación y

calificación disminuye su rentabilidad y se transforma en credencial de acceso. El argumento

se desarrolla para Argentina al comparar la situación del 2000 con la prevaleciente en 1990 y

se aplica particularmente al desempleo, aunque también se hace extensiva a la precarización

y la informalidad. Llamas destaca un aspecto adicional referido a la movilidad entre el sector

informal y el moderno, al argumentar que se concentran en la informalidad los menos

educados y que su falta de credenciales constituye una barrera de acceso a ocupaciones más

formales.

Una nueva lectura del cuadro 1 desde esta perspectiva nos permite efectuar los

siguientes comentarios sobre la base de los datos estilizados. La menor rentabilidad de la

educación referida a la probabilidad de encontrar trabajo es marginalmente diferenciable hasta

completar la enseñanza secundaria. Solo a partir del ingreso a la enseñanza superior produce

un efecto significativo. La tasa de desempleo de los que poseen 13 y más años de escolaridad

se diferencian significativamente de los que no llegan a ese nivel y las diferencias entre

primaria y secundaria son marginales e incluso de signo contrario al esperado. Esto ocurre

tanto en cada año como en las diferencias. En el promedio, la hipótesis de Kritz es acertada

parcialmente ya que existe, pero no solo se relaciona con el deterioro de la última década.

La situación es diferente con respecto a la relación entre educación y precariedad y

salarios bajos. En estos casos en cada año hay una relación inversa lineal y significativa,

mientras que las diferencias durante el período son diversas dependiendo del indicador que se

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trate. Sigue el comportamiento mostrado en cada año durante el período, cuando se refiere a

la desprotección. Los de menor educación aumentan su desprotección en 25 puntos

porcentuales, mientras que al otro extremo, los con 13 y más años de escolaridad lo hacen en

cerca de 8 puntos. En cambio la relación entre educación e informalidad y salarios bajos, solo

se manifiesta con nitidez entre secundaria y terciaria.

Lo anterior sugiere que la explicación del comportamiento de la desocupación debe

incorporar no solo la oferta sino también la demanda de trabajo y no solo los salarios y costos

laborales, sino también el tipo de trabajo generado. Ello incluso podría contribuir a explicar el

comportamiento atípico que se observa en el desempleo y en la informalidad.

La evolución de la tasa de desempleo es el resultado de los cambios en las tasas de

participación y de ocupación, las que muestran un comportamiento diferenciado según nivel de

escolaridad durante el período. La tasa de participación aumenta levemente en todos los

tramos excepto de 6 a 9 años de escolaridad donde lo hace significativamente. La tasa de

ocupación disminuye en todos los tramos excepto en los con 13 y más años de escolaridad. La

intensidad es menor en el tramo de 6 a 9 años. La intensidad del cambio disminuye a medida

que aumenta la escolaridad, con la excepción mencionada. Ello sería compatible con la

utilización de la escolaridad como instrumento de selección discriminada lo que significaría

preferir a trabajadores con mayores años de escolaridad dentro de un mismo rango de

capacidad pero con remuneraciones menores y con menor protección. Se produciría un

traslado de demanda de básica incompleta a secundaria incompleta. Lo mismo ocurriría entre

secundaria incompleta y terciaria.

Dos consideraciones adicionales permiten tornar aún más compleja esta hipótesis. Por un

lado, la tasa de participación de los entre 0 y 5 años de escolaridad disminuye porque los

nuevos entrantes son retenidos por la educación, producto tanto del aumento de la inversión

en educación como del deterioro de la inserción laboral en términos de disponibilidad de

puestos y de remuneración esperada. Por otro lado, los que se encuentran en el tramo

superior de educación secundaria incompleta experimentan una selección adversa en el

mercado de trabajo debido al credencialismo en la contratación y sufren un deterioro en las

condiciones de trabajo y en las remuneraciones. Ello aumenta el retorno esperado de la

inversión en completar el ciclo secundario, lo que motiva a retirarse de la búsqueda activa. El

comportamiento del sector informal observado sería consistente con esta interpretación. Por

un lado, los menos educados se retiran del mercado de trabajo por lo que no presionan por

entrar a la informalidad, mientras que los que deciden completar el nivel secundario ante la

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pérdida de calidad de los puestos formales buscan alternativas en la informalidad que permiten

además compatibilizar escuela con trabajo dada su mayor flexibilidad.

El análisis de Kritz para Argentina muestra con mayor nitidez las tendencias que permiten

identificar la homogeneización de los efectos de la mayor escolaridad sobre el desempleo hasta

completar el nivel secundario, aunque la escolaridad aumenta la probabilidad de obtener un

mejor empleo. Sin embargo, cuando se deteriora el mercado de trabajo, la escolaridad no

impide que el deterioro en la calidad de los empleos afecte a todos. De hecho, la información

disponible para Argentina muestra que en el caso de la ocupación el aumento de la escolaridad

hasta completar el secundario, no disminuye el desempleo en un año determinado ni tampoco

entre años. Por el contrario, la escolaridad tiene efectos positivos sobre la precariedad en cada

año, pero todos sufren el deterioro entre los años considerados.

Solo dos comentarios pueden agregarse sobre este tema. El primero se refiere a si la

debilidad del efecto sobre el desempleo es un fenómeno que emergió durante los 90 o si por el

contrario, ya era visible al comienzo del período. Reconociendo que el desempleo aumentó

significativamente y que ello afectó a todos, en 1990 tampoco se observan diferencias

significativas según nivel de escolaridad hasta secundaria. En realidad las diferencias son

similares a las del 2000. El segundo se refiere a la evolución de las tasas de participación y

ocupación en el período ya que la primera aumenta en todos, mientras que la segunda

disminuye para todos los que no completaron el ciclo secundario. El grupo entre 10 y 12 años

presenta un aumento solo marginal de entrada al mercado, y su tasa de ocupación se reduce

en mayor proporción. Este puede ser el resultado de la combinación de dificultades de

contratación por credencialismo, con preferencias por completar la educación media ante el

aumento relativo de los retornos a la educación terciaria. Este proceso de retorno a la escuela

se observa con mayor claridad en los grupos de jóvenes entre 15 y 24 años con 10 a 12 años

de escolaridad, donde la tasa de participación cae en 37 puntos porcentuales en el período en

comparación con 5 puntos de reducción en la misma tasa para el total de los que cuentan con

escolaridad similar8.

8Debe señalarse que la reducción es de gran magnitud tanto para jóvenes con independencia del sexo. El nivel de las tasas de participación de ese grupo en 1990 parece, sin embargo, demasiado alto por lo que sería conveniente asegurarse de que no se trata de un error estadístico.

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Grupos Vulnerables: Jóvenes Y Mujeres

Los trabajos de Llamas y Labarca-Poblete abordan el tema de la discriminación por

edad y género desde perspectivas diferentes. El primero lo analiza desde la informalidad y los

segundos para un país específico, Chile. En esta sección de manera similar a la anterior

identificaremos las tendencias que se desprenden de los datos estilizados para el conjunto de

países disponible, tratando de identificar la existencia de sesgos en contra de los jóvenes y las

mujeres en su inserción en el mercado de trabajo pero teniendo en cuenta los distintos niveles

de educación. En el cuadro 3 se presenta una comparación de los jóvenes (15 a 24 años) con

el total para un mismo nivel de escolaridad para la tasa de participación laboral, el desempleo

y la calidad del empleo. Comparación similar se efectúa para las mujeres con relación a los

hombres9.

Cabe recordar como antecedente previo que en todos los países analizados los jóvenes

superan en años de escolaridad al promedio nacional y las mujeres superan en 4 de los 6

países a los hombres y en los dos restantes registran niveles similares. El acceso a la

educación no parece constituir un factor de discriminación en contra de los jóvenes y las

mujeres, sino que por el contrario, dadas las coberturas crecientes son los jóvenes los más

beneficiados, sin que a esas edades existan diferencias por género.

Los jóvenes participan menos en el mercado de trabajo que el promedio tanto en 1990

como en el 2000. Lo hacen un 10% menos. Al desagregar por intervalo de escolaridad se

observa que a bajos niveles de educación (0 a 5 años) no existen diferencias; a medida que

aumenta la escolaridad las diferencias de participación aumentan llegando al 40% para los

jóvenes con 13 y más años de educación. Estas diferencias son esperables dado el sostenido

aumento de la tasa de escolaridad que registran los países analizados.

La desocupación de los jóvenes duplica la tasa promedio y dicha diferencia en contra de los

jóvenes disminuye levemente en el período. Las diferencias aumentan a medida que aumenta

la escolaridad de los jóvenes alcanzando a 2,3-2,4 veces para los que poseen 13 y más años

de escolaridad. Es claro que los jóvenes están más afectados por la desocupación. ¿Es esta

situación producto de la discriminación generalizada, o es solo característica de los países

analizados? La mayor tasa de desempleo de los jóvenes es una característica universal10 lo que

refleja que, a menos que se suponga la existencia de discriminación generalizada, que existen

9 Se incluyen los años 1990 y 2000. Para simplificar el análisis se calcula un índice sintético de calidad a partir de la información disponible sobre informalidad, precariedad y bajos salarios. 10 En los países de la OECD también el desempleo juvenil más que duplica el desempleo total. La única excepción es Alemania donde dichas diferencia no existen debido como resultado del sistema de educación y formación dual.

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factores inherentes al mercado de trabajo de los jóvenes que determina esta situación. Las

causas que explican este comportamiento son varias. Entre ellas cabe mencionar11, la mayor

competencia entre los jóvenes por el aumento de la escolaridad, la sustitución de educación

por años de experiencia en los adultos, las menores oportunidades de empleos disponibles, las

expectativas de ingresos de entrada de los jóvenes, los contenidos de los puestos disponibles

con relación a las expectativas y la disponibilidad de contratos adecuados para el primer

empleo.

Los jóvenes tienen menor acceso al empleo, pero además cuando lo logran tienden a

ocupar puestos de menor calidad. En promedio, de acuerdo al indicador sintético utilizado, la

calidad de los empleos de los jóvenes es entre 30 y 40% inferior al del promedio. Al igual que

con el desempleo, las diferencias aumentan cuanto mayor es el nivel de escolaridad. Los

jóvenes que poseen entre 0 y 12 años de escolaridad presentan diferencias de entre 20 y

30%; los de más de 13 llegan hasta entre el 50 y el 80% de diferencia en la calidad de los

puestos. Más que asignar esta asociación negativa al fracaso de la educación, debe

considerarse que la entrada al nivel de educación terciaria constituye para los jóvenes un

intervalo abierto que en el caso de los adultos incluye a todos los que completaron dicho ciclo y

los que combinan una alta base educacional y experiencia.

En conclusión, los jóvenes tienen menos oportunidades de acceder al empleo y cuando

lo hacen son de menor calidad. Además la mayor educación no parece disminuir el sesgo en

contra de los jóvenes con relación a los adultos con la misma escolaridad. Parte de ello

obedece a características estructurales o inevitables como que la mayor edad lleva a mayor

experiencia, pero en parte pueden disminuirse los obstáculos mediante políticas que

contribuyan a generar más capacidades en los jóvenes, mayores oportunidades de empleo y

una institucionalidad del mercado de trabajo más adecuada a las características de los jóvenes.

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11 Estos factores se analizan en mayor detalle para Argentina, Chile, Brasil y Uruguay en, V. Tokman, “Desempleo Juvenil en el Cono Sur”, Serie Opciones, Friedrich Ebert Stiftung, Santiago, 2003.

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Cuadro 3

Participación, Desocupación y Calidad del Empleo según escolaridad, edad y sexo1

Años deEstudios

Jóvenes2 Total Relación3 Mujeres Hombres Relación4 Jóvenes2 Total Relación3 Mujeres Hombres Relación4

Participación

0 a 5 51,9 49,9 1,0 30,8 74,7 0,4 55,5 50,5 1,1 33,7 72,4 0,56 a 9 48,9 56,0 0,9 35,7 78,9 0,5 47,7 59,4 0,8 42,5 78,3 0,510 a 12 54,6 62,7 0,9 48,3 79,1 0,6 46,8 63,4 0,7 51,8 77,1 0,713 y más 43,9 72,1 0,6 62,5 80,1 0,8 43,0 73,6 0,6 65,8 80,9 0,8Total 49,5 57,8 0,9 40,0 78,3 0,5 48,0 61,2 0,8 46,6 77,9 0,6

Desocupación

0 a 5 12,8 6,6 1,9 5,1 7,5 0,7 16,8 9,6 1,8 10,7 10,2 1,06 a 9 14,6 7,8 1,9 7,7 7,7 1,0 26,1 11,4 2,3 12,3 10,9 1,110 a 12 15,3 7,5 2,0 8,8 6,5 1,3 18,0 9,9 1,8 11,4 8,8 1,313 y más 12,4 5,4 2,3 6,4 4,8 1,3 13,3 5,4 2,4 6,1 4,8 1,3Total 13,7 6,9 2,0 7,0 6,8 1,0 17,9 9,2 1,9 9,9 8,8 1,1

Calidad del empleo 5

0 a 5 55,7 44,2 1,3 59,0 36,7 1,6 56,3 47,2 1,2 56,4 41,5 1,46 a 9 45,3 32,9 1,4 44,6 27,1 1,6 47,4 36,7 1,3 45,1 31,9 1,410 a 12 26,9 19,2 1,4 21,9 17,3 1,3 32,3 24,6 1,3 28,2 22,0 1,313 y más 17,2 11,6 1,5 11,4 11,8 1,0 24,4 13,7 1,8 13,7 13,7 1,0Total 40,6 29,9 1,4 36,3 25,8 1,4 40,3 31,2 1,3 34,7 28,1 1,2

1990 2000

Notas: 1 Países incluidos y definiciones de participación y desempleo como en Cuadro 1 2 Jóvenes 15 a 24 años 3 Relación jóvenes a total para el mismo tramo de escolaridad 4 Relación mujeres a hombres para el mismo tramo de escolaridad 5 Calidad de empleo: porcentajes promedios para los cinco países de informalidad (50%), precariedad (25%) y salarios bajo el 30% (25%) Fuente: IIPE/UNESCO Buenos Aires, OEI

Las mujeres poseen en promedio más años de escolaridad que los hombres. Sin

embargo, su tasa de participación en el mercado de trabajo es inferior a la de ellos. La relación

entre la tasa de participación de las mujeres y la de los hombres era de 50% en 1990 y

disminuye al 40% en el 2000. A diferencia de los jóvenes, la educación se asocia

positivamente con la participación femenina. Para los que poseen menor escolaridad (entre 0 y

9 años) la tasa de participación de los hombres duplica a la de las mujeres; para los que tienen

13 o más años de escolaridad la diferencia disminuye al 20%. El principal factor que origina

esta diferencia de participación es la responsabilidad que asumen las mujeres en el hogar y la

familia, dada su función de madres y los problemas que se enfrentan para encontrar arreglos

que permitan una mayor compatibilidad entre hogar- familia y trabajo. Estas dificultades son

mayores para las mujeres de hogares pobres, donde se concentran las de menor educación,

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pues a las conductas discriminatorias se une la inexistencia de apoyo público que facilite el

cuidado de los niños desde el nacimiento hasta el ingreso a la escuela.

Participan menos que los hombres en el mercado de trabajo pero registran una tasa de

desempleo mayor, aunque con un diferencial menor que el de los jóvenes. La tasa de

desocupación de las mujeres fue en 1999 marginalmente superior a la de los hombres y en el

2000 solo las superan en 10%. La mayor educación tiende a aumentar el sesgo en contra de

las mujeres en materia de desempleo. La probabilidad de encontrar empleo con relación a los

hombres es mayor para las mujeres que tienen menos de 10 años de escolaridad que para las

que poseen mayor escolaridad. En 1990 las mujeres con entre 5 y 9 años de escolaridad

registraron un desempleo menor que los hombres con ese nivel de educación. Para las mujeres

de 13 y más años de escolaridad la relación, en comparación con los hombres, es de 1,3. Aún

cuando las mujeres con menor educación participan menos en el mercado de trabajo, cuando

pueden hacerlo encuentran un mercado menos competitivo con los hombres para niveles

similares de educación. No ocurre lo mismo a niveles más altos de escolaridad, donde la mayor

participación femenina debe enfrentar un mercado más competitivo.

Participan menos que los hombres, presentan un desempleo mayor y cuando obtienen

trabajo, la calidad de los mismos es inferior. En 1990 la relación era de 1,4 y en el 2000 se

redujo levemente a 1,2. La educación tiene una influencia favorable sobre la calidad relativa de

los empleos para las mujeres. Las que tienen 13 o más años de escolaridad ocupan puestos

de similar calidad que los de los hombres con la misma educación. La educación en las mujeres

es más efectiva para disminuir lo sesgos en ocupar puestos más productivos, más protegidos y

mejor remunerados que en evitar el desempleo.

La mayor educación se asocia a menor desempleo tanto en las mujeres como en los

hombres, pero hasta los 12 años de escolaridad las diferencias resultantes son poco

significativas. El credencialismo opera con independencia del sexo, aunque la discriminación en

contra de las mujeres opera por la vía de una menor remuneración para un mismo nivel de

educación. Ello no impide que la mayor educación permita ocupar puestos de mejor calidad

tanto para las mujeres como para los hombres.

El trabajo de Labarca y Poblete coincide con estas tendencias para Chile acerca de la

existencia de sesgos en contra de los jóvenes y las mujeres en cuanto a encontrar empleo y a

la calidad de los mismos. Reconocen una asociación positiva entre educación y calidad de los

empleos, pero destacan la concentración de trabajadores sin contrato en las mujeres, la

modalidad de trabajo a honorarios en jóvenes de alta escolaridad, las brechas crecientes en

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materia de informalidad y la concentración de salarios bajos en jóvenes, particularmente

mujeres con menores niveles de educación. Sobre estos temas en particular, se puede efectuar

una interpretación con matices diferentes, no tanto sobre los sesgos por edad y sexo, sino en

cuanto a su evolución en la década. La información permite observar que las diferencias han

tendido a disminuir, particularmente en cuanto a los sesgos en contra de las mujeres y más

aún, para las que han accedido al nivel terciario de educación.

En relación a la precariedad es cierto que las mujeres registran un porcentaje mayor

que los hombres, pero también lo es que las diferencias disminuyen porque su aumento es

menor en términos relativos. Los jóvenes son también los más afectados y en el caso de los

que poseen 13 y más años de escolaridad, se nota una tendencia a la desaparición de las

diferencias. Mientras en 1990 la proporción de mujeres jóvenes con ese nivel de escolaridad en

empleos precarios superaba a la de los hombres en alrededor de 4 puntos porcentuales, al

final de la década esa relación se revierte y alcanza a 2 puntos en contra de los hombres. Ello,

por cierto, dentro de una tendencia general al aumento de la precariedad que afecta a los

jóvenes de ambos sexos. Aumenta el trabajo desprotegido, pero lo hace más para los hombres

que para las mujeres. Es posible que parte de ese trabajo con mayor contenido educativo

signifique trabajo a honorarios. Esta tendencia puede complementarse con la evolución del

porcentaje de trabajadores jóvenes con salarios inferiores al 30% más bajo. Para los jóvenes

con mayor nivel educativo se registra el porcentaje más bajo de salarios bajos, lo que sugiere

que la remuneración a honorarios lleva a la desprotección pero también a ingresos más altos12.

Los honorarios constituyen una forma de remuneración que constituye un problema

cuando se trata de salarios bajos, generalmente asociados a niveles educativos también bajos.

Para los niveles educativos más altos, particularmente los ocupados en el sector privado, la

atracción por el mayor ingreso se asocia a la falta de cultura previsional de los jóvenes que

prefieren trabajar sin enfrentar el costo de protección. A ello se suma que el diseño de los

sistemas de protección no presenta ni incentivos, ni obligatoriedad de cobertura para los no

dependientes, lo que traspasa a los individuos la decisión de protección.

Los jóvenes y las mujeres tienden a insertarse en mayor proporción en el sector

informal en Chile según los autores y en general, según el trabajo de Llamas. En el caso de

Chile esto se produce en un contexto de disminución del tamaño de la informalidad en la

década y de acortamiento de las diferencias por edad y por sexo, lo que es más notorio en los

12 La información no permite identificar con claridad si el trabajo a honorarios es considerado como asalariado o cuenta propia, por lo que la relación con la desprotección solo es válida si la base de datos los incluye dentro de los primeros.

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de alta escolaridad. Los hombres, independiente de su edad y sexo, disminuyen su

participación en la informalidad en 1 punto porcentual mientras que las mujeres lo hacen en 4.

Los jóvenes hombres reducen su participación en 3 y las mujeres en 12 puntos y los

que tenían 13 y más años de escolaridad en 1990 representaban cerca del 18% de los

hombres y de las mujeres jóvenes; en el 2000, ambos se reducen, pero el porcentaje hombres

jóvenes supera al de las mujeres. Ello sugiere que en un ambiente de mejoría del mercado de

trabajo y de mayor acceso a la educación, los jóvenes y entre ellos, las mujeres tienden a

recibir mayores beneficios por haber sido los más rezagados. Ello se observa también en la

evolución del porcentaje que percibe salarios bajos, donde las mujeres jóvenes con menos

educación reducen significativamente su participación, aunque todavía sea alta y en el tramo

de 6 a 9 años de escolaridad para el año 2000 la proporción solo difiere en 2 puntos

porcentuales en comparación con 30 puntos de diferencia que existían al comienzo de la

década.

El trabajo de Llamas encuentra una asociación inversa entre escolaridad e informalidad y una

concentración de los jóvenes, los viejos y las mujeres. La menor escolaridad de los informales

determina una trayectoria de movilidad restringida, pues el paso a la formalidad requiere, por

lo general, credenciales educacionales. Los jóvenes, con bajo nivel de escolaridad, encuentran

su primer trabajo con mayor facilidad en el sector informal, lo mismo que las mujeres y los de

mayor edad que deben continuar trabajando por falta de una adecuada protección social. A

mayores niveles de educación disminuye la informalidad y a partir de los 10 años de

escolaridad las diferencias entre hombres y mujeres tienden a desaparecer. El examen que

efectúa el autor sobre las remuneraciones bajas muestra una curva similar a la de informalidad

en cuanto a la concentración de los las mujeres y los jóvenes y viejos. Debe señalarse, sin

embargo, que en países como Argentina y Chile, que tuvieron una evolución diferente de los

niveles de pobreza en la década, los sesgos en contra de las mujeres tendieron a desaparecer.

La precariedad también registra una asociación similar a la de la informalidad y los bajos

salarios, aunque en este caso las diferencias por sexo y edad son menores que las que se

muestran para la informalidad. Se observa una sobre representación de jóvenes en la

precariedad, pero las diferencias por sexo para diferentes edades no parecen ser

significativas13.

13 Las relaciones que establece Llamas en base a los datos disponibles entre informalidad, precariedad y salarios bajos debe tomarse con cautela. En rigor deberían presentar segmentos comunes, pero no necesariamente, debido a las definiciones de las variables incorporadas. La informalidad se define en base a categoría ocupacional y tamaño de establecimiento. La precariedad sólo incluye a los asalariados, incluso al personal doméstico, por lo que la superposición se limita a los asalariados en establecimientos de menos de 5 ocupados. Situación similar ocurre con los asalariados con salarios por hora en el 30% más bajo.

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Conclusiones

El trabajo alcanza cinco conclusiones principales. Tres referidas a la relación entre

educación y mercado de trabajo y dos a los sesgos en contra de los jóvenes y de las mujeres.

La primera conclusión es que existe una relación positiva entre educación y mercado de

trabajo. A mayor escolaridad, mayor es la probabilidad de encontrar empleo y mejor es la

calidad de los mismos. Además, la escolaridad se asocia con mayor participación en el

mercado de trabajo y con mayor ocupación.

La segunda conclusión es que esta asociación se presenta tanto en un año determinado

como en el período analizado. Es más clara cuando se observa un país en un punto en el

tiempo, pero las diferencias en la década de los 90 permiten también observar que, aún

cuando el mercado de trabajo se deteriora, la mayor educación es un instrumento útil para

defenderse mejor ante la adversidad. No logra revertir el deterioro. Todos enfrentan un costo,

pero los más educados son los menos afectados. La conclusión también depende del país que

se trate, pues las diferencias en niveles de desarrollo, de escolaridad, de estructura y de las

instituciones cuentan. No es igual la relación entre educación y mercado de trabajo cuando se

trata de países con baja escolaridad y alto analfabetismo que cuando se refiere a países

altamente escolarizados y más homogéneos.

La tercera conclusión se refiere a la no linealidad de la asociación entre educación y

desempleo. Se detecta una discontinuidad entre los efectos a partir del ingreso al nivel

terciario en relación con los niveles educacionales previos. En períodos de deterioro del

mercado de trabajo, que se producen junto a un aumento de la cobertura educacional, la

asignación de los insuficientes puestos generados se discrimina en función del nivel de

escolaridad. La educación se convierte en credencial para acceder al mercado de trabajo. Los

retornos aumentan a partir de la enseñanza secundaria completa, mientras que los beneficios

de contar con enseñanza primaria o secundaria incompleta, son menos importantes e incluso

en algunos países, de signo contrario al esperado.

La selección parece producirse en niveles diferentes de capacidades, particularmente en

los países que todavía no han alcanzado un alto grado de escolarización. Entre básica

incompleta y secundaria incompleta, los jóvenes tienen tendencia a retirarse de la búsqueda

activa por el atractivo del retorno a la escuela en períodos de expansión de cobertura y por las

bajas expectativas de encontrar empleo de buena calidad. Por el lado de las contrataciones se

produce una preferencia por los que tienen mayor escolaridad, lo que refuerza el atractivo del

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retorno a la escuela. Entre secundaria incompleta e ingreso al nivel terciario se presenta una

discontinuidad similar. Aumenta el retorno esperado de una mayor inversión en educación, lo

que resulta en un retiro del mercado de trabajo o en una preferencia por ocupaciones más

flexibles que permitan compatibilizar mejor educación con trabajo. Ello resulta en tasas de

desempleo menores para los que tienen entre 0 y 5 años de escolaridad en comparación a los

que se encuentran en el tramo entre 6 y 9 años y en un aumento de los empleos informales

para los jóvenes entre 10 y 12 años de escolaridad.

La cuarta conclusión se refiere al sesgo en contra de los jóvenes. Son los más

favorecidos por la ampliación de cobertura educacional, pero los resultados en el mercado de

trabajo no incorporan la mayor inversión en educación. Los jóvenes participan menos que el

promedio en la búsqueda activa de empleo y cuando más educados son, menos participan. Se

presenta un conflicto entre búsqueda y escuela. Por otro lado, los que participan tienen una

probabilidad de desempleo mayor que el promedio (más del doble) lo que también se asocia

inversamente a la escolaridad. A mayor escolaridad, mayor diferencial de desempleo, lo que no

es exclusivamente discriminación en la contratación sino que responde a las características

específicas del mercado de trabajo de jóvenes y a la complementación de experiencia en el

trabajo con educación. Cuando consiguen trabajo, tienden a concentrarse en los empleos de

menor calidad y las diferencias con los grupos comparables se amplía a medida que aumenta

el nivel de escolaridad.

Por último, las mujeres también presentan sesgos en su contra. Participan menos que los

hombres, pero a diferencia de los jóvenes, disminuyen las diferencias a medida que aumenta

la educación. Ello se relaciona con la necesidad de compatibilizar los papeles de las mujeres en

la procreación y en el hogar con el trabajo. Ellos son más difíciles de conciliar en los hogares

más pobres, los que a su vez se asocian con menores niveles educativos de las mujeres. Existe

también una mayor dificultad para encontrar empleo, pero en menor medida que en los

jóvenes. Las con mayor escolaridad presentan tasas de desempleo 30% superiores a las de los

hombres con la misma escolaridad. Las diferencias hasta los 10 años de escolaridad son

marginales. La mayor educación se asocia positivamente con la calidad del empleo de las

mujeres y las que cuentan con 13 y más años de educación están en situación similar a la de

los hombres, aunque algunos estudios sugieren que la discriminación a partir de ese nivel se

produce por menor remuneración del capital educativo similar. La escolaridad en las mujeres

se asocia más con mejores posibilidades de acceso a trabajos mejores, que con menores tasas

de desempleo.

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• V. Tokman, “Desempleo Juvenil en el Cono Sur”, Serie Opciones, Friedrich Ebert

Stiftung, Santiago, 2003.

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Perfil de los Autores

Javier María Iguiñiz Echeverría es peruano, tiene 58 años y trabaja desde 1973 en la

Pontificia Universidad Católica del Perú donde es Profesor Principal del Departamento de

Economía. Es Ingeniero electricista por la Universidad Nacional de Ingeniería y Ph.D. en economía

por The New School University en Nueva York. Ha sido profesor e investigador visitante en varias

universidades en EE.UU. de Norteamérica. Sus últimos libros son: Balance de la investigación

económica en el Perú. (Con Javier Escobal). Dos ediciones. Lima: Consorcio de Investigación

Económica y Social. Marzo del 2000. Descentralización, empleo y pobreza. Lima: FONCODES.

2001. Terrenos comunes para el diálogo entre Ciencias Sociales y Teología (Desarrollo y libertad

en Sen y Gutiérrez). Comisión de Fe y Cultura. Pontificia Universidad Católica del Perú. Lima

2002. Economía y derechos sociales. Ensayos. Lima: IBCR-CEP, agosto del 2002. Desarrollo,

libertad y liberación en Amartya Sen y Gustavo Gutiérrez. (Segunda edición de Terrenos

comunes...) Lima: Fondo Editorial de la PUCP, CEP e IBC. 2003. Ha sido consultor de ONUDI-

JUNAC, PREALC, CEPAL-FAO, CLACSO, GTZ, BID, UNICEF y BM.

Ignacio Llamas Huitrón obtuvo su PH.D. en Economía de la Educación en la Universidad de

Stanford, California. Actualmente es profesor-investigador del Departamento de Economía de

la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Iztapalapa, México. Ha escrito varios libros en

forma individual y colectiva, así como numerosos artículos sobre economía laboral y economía

de la educación.

Guillermo Labarca es experto en Recursos Humanos de la Comisión Económica para América

Latina (CEPAL). Autor de libros y artículos en revistas especializadas y de divulgación sobre

capacitación, sobre educación y sobre economía de la educación. Ha sido profesor de la

Universidad de Chile, Universidad Católica de Santiago, Universidad de Amsterdam.

Conferencias y cursos en diversas universidades y centros académicos en América Latina y

Europa.

Rolando Poblete Melis: Antropólogo, Docente en la Universidad Arcis en Santiago de Chile.

Consultor de la CEPAL y de la Asociación por Naciones Unidas. Candidato al Doctorado en la

Universidad de Barcelona con una tesis sobre "Educación Intercultural Bilingüe en Chile". Ha

realizado trabajo directo de apoyo en programas de intervención social y asesorías de

investigación antropológica. Además ha realizado investigación sobre programas de formación

para pequeñas y medianas empresas y jóvenes. Publicaciones en revistas especializadas y en

la serie Desarrollo Productivo de la CEPAL sobre estos temas.

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Ernesto Kritz es economista especializado en economía laboral. En su carrera internacional

ocupó cargos de dirección técnica y de gestión en la Oficina Internacional del Trabajo y efectuó

numerosas consultorías para varias agencias de las Naciones Unidas, el Banco Mundial y el

Banco Interamericano de Desarrollo. En la cooperación técnica bilateral ha trabajado para la

Agencia de Desarrollo Internacional de los Estados Unidos. En consultoría privada ha sido

asociado senior de ISTI, Inc. de Washington D.C. En el plano público nacional, el licenciado

Kritz ha sido asesor de la Presidencia de la Nación (contratado por la Organización

Internacional del Trabajo), miembro del Consejo Asesor para el Estudio de la Pobreza, asesor

principal en economía laboral del Viceministro de Economía y Secretario de Programación

Económica y asesor de gabinete del Ministro de Trabajo, Empleo y Formación de Recursos

Humanos. En la actualidad es socio y director ejecutivo de SEL Consultores, una firma de

consultoría en economía y trabajo. Esta empresa tiene por objeto la producción de información

especializada, la realización de investigación aplicada y la provisión de servicios de asesoría

económico-social. Desde mediados de la década del setenta, el licenciado Kritz ha desarrollado

una intensa actividad en proyectos de generación de empleo e ingresos. Ha dirigido y

participado activamente en más de 20 programas de este tipo en casi todos los países de

América Latina. En la actividad académica es profesor de post-grado en economía laboral en la

Universidad de San Andrés. También ha sido profesor de la Universidad de Buenos Aires. Es

miembro del Consejo Asesor de Honor del Centro de Estudios Laborales de la Universidad

Argentina de la Empresa. Es miembro de la Asociación Argentina de Economía Política y ex

vicepresidente de la Asociación Argentina de Especialistas en Estudios del Trabajo. Ha escrito

numerosos artículos especializados y es co-autor de varios libros sobre temas laborales. Es

miembro del Consejo Editorial de El Cronista Comercial y colabora como columnista en los

principales periódicos de la Argentina

Víctor E Tokman es economista de nacionalidad argentina, Doctorado en la Universidad de

Oxford, Inglaterra, Magister de la Universidad de Chile y Contador Público de la Universidad del

Litoral, Rosario. Recibió Doctorados Honoris Causa de la Pontificia Universidad Católica del Perú

y de la Universidad Nacional de Rosario y la Medalla Rectorial de la Universidad de Chile. Fue

profesor en diversas universidades entre las que se destacan la Universidad de Chile y la

Universidad Católica de Chile y profesor visitante en la Universidad de Yale, Estados Unidos,

Sussex, Inglaterra, Instituto Complutense de América Latina, España, entre otras. En la

actualidad y desde junio del 2001 es Asesor del Presidente de la República de Chile y Consultor

Internacional. Fue Subdirector General, Director Regional y Director del Departamento de

Empleo de la OIT. Fue también Director del PREALC de la OIT. Es autor de numerosos libros y

artículos sobre empleo, pobreza y distribución del ingreso y en particular, sobre el sector

informal. Sus últimos libros han sido "De la informalidad a la modernidad" y con G. O'Donnell,

"Poverty and inequality in Latin America".

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DEBATE (NRO 2) Educación y mercado de trabajo urbano.

ístico

Indicadores Seleccionados:

• Tasa de actividad, • Tasa de desocupación • Porcentaje de asalariados • Porcentaje de asalariados p• Porcentaje de trabajadores • Porcentaje de ocupados en • Porcentaje de personas en n el

30% más bajo de la distribu Países: Argentina, Brasil, Chile, HonTendencias: 1990-2000.

Pág. 82

Anexo Estad

recarios en el sector informal el 30% más bajo de la distribución hogares con ingresos totales per cápita familiares eción

duras, México, Perú.

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Pág. 83

Presentación del Anexo Estadístico El documento que se presenta a continuación incluye información proveniente de las encuestas hogares de los siguientes países:Argentina, Brasil, Chile, Honduras, México, y Perú . A los efectos de analizar las tendencias hemos trabajado con la base de datos disponible en cada país más cercana al inicio de ladécada del 90 y con la más próxima al año 2000. Caben mencionar dos limitaciones relativas a la disponibilidad de información de estos seis países: en el caso de Perú, la base másantigua es del año 1997 y en el caso de Honduras no fue posible construir la tabla referida a la precariedad del empleo porque laencuesta no releva la información necesaria para la construcción de este indicador (se trata de la tabla Nº 5). El Anexo Estadístico que se propone para esta instancia analítica incluye una selección de indicadores relativos a la relación entreeducación (que fue tratada en términos como años de escolarización de la población de 15 años y más) y el mercado de trabajourbano. Los indicadores seleccionados fueron: la tasa de actividad, la tasa de desocupación, el porcentaje de asalariados, el porcentaje deasalariados precarios, el porcentaje de trabajadores en el sector informal, el porcentaje de ocupados en el 30% más bajo de ladistribución y el porcentaje de personas en hogares con ingresos totales per cápita familiares en el 30% más bajo de ladistribución. En el caso del primer indicador (tasa de actividad) se presenta la distribución de la población de 15 años y más según años de estudio, lo que permite comparar los logros educativos alcanzados por las población de los países en consideración. En las tablas que se ponen a consideración, la inserción y la calidad del empleo y las remuneraciones al trabajo fueronconsideradas como dependientes del nivel educativo alcanzado por la población de 15 años y más, esto es, por los años de estudiolos cuales fueron agrupados en cuatro categorías: 0 a 5, 6 a 9, 10 a 12 y 13 años y más. Todas las tablas se presentan para el total y por grupos de edad: 15 a 24 años, 25 a 34 años, 35 a 49 años, 50 años y más; y porsexo. En el caso del último indicador: porcentaje de personas en hogares con ingresos totales per cápita familiares en el 30% más bajo de la distribución, el indicador de nivel educativo considerado como variable independiente para el monitoreo de la equidad es el clima educativo del hogar. En este caso, además se incluyó como aproximación al ciclo de vida de los hogares la edad del jefe o el promedio de edad del jefe y cónyuge en el caso de los hogares nucleares completos.

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De esta manera, el monitoreo de las tendencias y de la inequidad puede realizarse a través de indicadores de:

la comparación de la situación entre personas con distintos años de escolarización las variaciones entre 1990 y el 2000 para el total y para personas con distintos años de escolarización

las brechas de género

Pág. 84

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Argentina 1990-2000 SITEAL en base a la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC. Cobertura: Total Urbano

oblación de 15 años y más por grupos de edad según años de estudio y sexo. ños y más. Argentina, Total Urbano, 1990 - 2000

6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total60,1 10,0 23,8 100,0 2,5 41,3 38,6 17,7 100,047,7 19,7 24,1 100,0 3,8 34,4 32,3 29,6 100,048,9 17,1 17,5 100,0 8,5 38,1 29,1 24,3 100,049,8 12,4 7,3 100,0 22,4 44,2 21,6 11,8 100,051,5 14,5 16,8 100,0 10,4 40,1 29,8 19,8 100,0

64,6 9,4 20,0 100,0 3,0 46,5 36,4 14,0 100,049,2 18,6 23,2 100,0 3,9 37,5 33,2 25,4 100,049,9 14,6 19,0 100,0 8,4 39,0 29,9 22,6 100,051,1 12,1 9,6 100,0 19,7 42,6 23,0 14,7 100,053,6 13,3 17,1 100,0 9,3 41,7 30,3 18,6 100,0

55,5 10,5 27,6 100,0 1,9 36,2 40,7 21,2 100,046,4 20,6 24,9 100,0 3,7 31,5 31,4 33,4 100,048,0 19,4 16,2 100,0 8,5 37,3 28,3 25,9 100,048,8 12,6 5,5 100,0 24,4 45,3 20,6 9,7 100,049,5 15,4 16,5 100,0 11,3 38,6 29,3 20,8 100,0

en base a la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC

2000Años de estudioAños de estudio

1990

Pág.85

Tabla 1. Distribución de la pUniverso: Población de 15 aGrupos de edady sexo

Ambos sexos 0 a 515 a 24 años 6,225 a 34 años 8,635 a 49 años 16,550 años y más 30,5Total 17,3

Hombre15 a 24 años 5,925 a 34 años 9,035 a 49 años 16,550 años y más 27,2Total 15,9

Mujer15 a 24 años 6,425 a 34 años 8,135 a 49 años 16,450 años y más 33,1

18,5Fuente: IIPE/UNESCO - OEI,

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Tabla 2. Tasa de actividad por grupos de edad y sexo según años de estudio. Universo: Población de 15 años y más. Argentina, Total Urbano, 1990 - 2000Grupos de edady sexoAmbos sexos 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 13 y más Total15 a 24 años 47,5 43,7 81,2 44,1 47,8 44,7 42,0 44,3 47,4 43,9 -6% 7% -8%25 a 34 años 63,0 68,4 75,5 84,6 73,2 64,1 72,7 79,7 82,3 77,5 2% -3% 6%35 a 49 años 67,8 69,5 74,0 88,9 73,4 66,4 74,1 79,0 88,6 78,4 -2% 0% 7%50 años y más 24,0 34,2 41,6 57,9 33,8 30,6 36,8 49,4 64,5 41,4 28% 11% 23%Total 40,3 51,4 66,4 69,1 54,6 41,1 52,8 61,1 73,0 58,1 2% 6% 6%

Hombre15 a 24 años 66,8 55,9 91,4 47,9 58,3 53,7 54,1 49,5 50,6 51,9 -20% 6% -11%25 a 34 años 93,3 98,3 99,2 93,4 96,9 84,9 95,9 96,9 88,7 94,0 -9% -5% -3%35 a 49 años 90,6 97,6 97,2 99,6 96,8 89,5 96,1 97,3 98,6 96,5 -1% -1% 0%50 años y más 42,4 55,5 64,7 68,0 54,2 47,8 55,2 69,5 72,2 59,5 13% 6% 10%Total 63,2 73,3 87,6 78,1 74,4 60,9 71,8 76,0 80,5 73,7 -4% 3% -1%

Mujer15 a 24 años 29,4 29,4 72,1 41,3 37,2 30,6 27,1 39,8 45,3 36,2 4% 10% -3%25 a 34 años 33,7 40,7 57,0 77,4 52,6 43,7 47,2 62,9 77,7 62,2 30% 0% 18%35 a 49 años 47,0 43,2 58,4 77,5 52,3 45,7 53,3 61,4 80,6 62,0 -3% 4% 19%50 años y más 12,2 16,9 24,3 44,2 17,8 20,3 23,9 32,5 55,7 27,8 66% 26% 57%Total 23,1 30,5 50,3 61,0 37,2 26,8 35,0 47,8 67,3 44,5 16% 10% 20%

Brecha de género en la tasa de actividad por grupos de edad. 1990 - 2000Grupo de edad 1990 200015 a 24 años 1,6 1,425 a 34 años 1,8 1,535 a 49 años 1,9 1,650 años y más 3,0 2,1Total 2,0 1,7

Fuente: IIPE/UNESCO - OEI, en base a la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC

Años de estudioVariación 1990 - 2000

Años de estudioAños de estudio1990 2000

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Tabla 3. Tasa de desocupación por grupos de edad y sexo según años de estudio. Universo: PEA de 15 años y más. Argentina, Total Urbano, 1990 - 2000Grupos de edady sexoAmbos sexos 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 13 y más Total15 a 24 años 17,4 18,3 20,9 15,3 18,0 21,1 30,5 29,7 17,9 27,5 22% 17% 53%25 a 34 años 11,8 10,0 5,9 5,9 8,2 21,5 15,1 14,7 8,2 13,0 82% 39% 59%35 a 49 años 10,7 5,9 4,9 1,5 5,5 19,2 13,8 10,1 5,9 10,9 80% 296% 98%50 años y más 6,5 5,2 3,5 0,8 4,7 15,2 14,2 10,3 5,0 11,7 133% 519% 149%Total 10,0 9,5 8,0 5,7 8,5 17,6 17,6 16,0 8,2 14,8 75% 46% 75%

Hombre15 a 24 años 21,5 16,5 17,2 20,0 17,5 22,0 26,9 25,7 15,7 24,8 2% -21% 42%25 a 34 años 10,7 10,5 4,6 5,5 8,3 22,6 13,3 13,1 6,1 11,8 112% 10% 43%35 a 49 años 13,7 5,9 2,9 1,1 5,7 20,8 11,0 7,3 5,1 9,3 52% 347% 62%50 años y más 7,7 5,9 2,7 0,7 5,2 18,3 15,0 11,6 5,4 12,9 137% 651% 149%Total 11,8 9,3 5,9 5,7 8,4 19,9 16,0 13,5 6,8 13,7 69% 20% 62%

Mujer15 a 24 años 8,6 22,2 25,0 11,3 18,8 18,7 39,2 34,0 19,5 31,3 118% 72% 67%25 a 34 años 14,9 9,1 7,8 6,3 8,1 19,4 19,3 17,1 9,9 14,7 30% 57% 82%35 a 49 años 5,4 6,0 7,0 2,0 5,2 16,4 18,7 14,3 6,6 13,2 202% 240% 156%50 años y más 3,9 3,5 5,3 1,0 3,6 10,8 12,9 8,1 4,5 9,8 177% 346% 174%Total 6,4 9,9 10,7 5,7 8,5 13,8 20,8 19,5 9,6 16,4 116% 70% 93%

Brecha de género en la tasa de desocupación por grupos de edad. 1990 - 2000Grupo de edad 1990 200015 a 24 años 0,9 0,825 a 34 años 1,0 0,835 a 49 años 1,1 0,750 años y más 1,5 1,3Total 1,0 0,8

Fuente: IIPE/UNESCO - OEI, en base a la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC

Años de estudioAños de estudio Años de estudio1990 2000 Variación 1990 - 2000

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Tabla 4. Porcentaje de asalariados por grupos de edad y sexo según años de estudio. Universo: Ocupados de 15 años y más. Argentina, Total Urbano, 1990 - 2000Grupos de edady sexoAmbos sexos 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 13 y más Total15 a 24 años 73,4 79,4 82,3 83,2 80,3 69,7 83,0 87,3 89,2 85,6 -5% 7% 7%25 a 34 años 64,8 73,7 77,7 74,3 74,1 66,4 78,4 79,3 81,2 79,3 2% 9% 7%35 a 49 años 61,6 62,6 69,9 65,1 64,3 68,5 68,3 68,8 72,2 69,6 11% 11% 8%50 años y más 59,6 57,3 62,6 53,1 58,1 56,1 54,3 61,1 63,4 58,1 -6% 19% 0%Total 62,4 67,4 72,9 69,9 68,3 62,0 69,7 73,8 75,8 72,1 -1% 8% 6%

Hombre15 a 24 años 68,8 79,4 76,8 79,9 78,4 68,7 82,6 85,3 86,0 83,6 0% 8% 7%25 a 34 años 68,0 76,3 76,1 73,4 74,9 59,6 77,8 77,2 77,7 77,0 -12% 6% 3%35 a 49 años 65,0 64,7 67,8 58,3 63,9 65,1 67,7 66,7 66,5 66,9 0% 14% 5%50 años y más 61,6 56,2 60,3 50,6 57,2 48,8 51,6 57,1 55,6 53,5 -21% 10% -7%Total 64,5 68,4 70,1 64,9 67,5 56,9 69,4 71,0 69,8 69,1 -12% 8% 2%

Mujer15 a 24 años 81,9 79,3 89,2 85,8 83,5 72,3 84,3 89,7 91,5 88,7 -12% 7% 6%25 a 34 años 55,9 68,2 79,9 75,2 72,8 78,8 79,8 82,7 84,1 82,6 41% 12% 13%35 a 49 años 56,0 58,3 72,3 74,4 64,9 74,2 69,4 72,4 77,8 73,6 32% 5% 13%50 años y más 55,5 60,1 67,2 58,4 60,1 65,7 58,5 67,9 74,7 65,4 18% 28% 9%Total 58,1 65,1 76,7 75,8 69,6 69,8 70,4 78,3 81,5 76,5 20% 8% 10%

Brecha de género en la asalarización por grupos de edad. 1990 - 2000Grupo de edad 1990 200015 a 24 años 0,9 0,925 a 34 años 1,0 0,935 a 49 años 1,0 0,950 años y más 1,0 0,8Total 1,0 0,9

Fuente: IIPE/UNESCO - OEI, en base a la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC

Años de estudio Años de estudio Años de estudio1990 2000 Variación 1990 - 2000

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Tabla 5. Porcentaje de asalariados precarios por grupos de edad y sexo según años de estudio. Universo: Asalariados de 15 años y más. Argentina, Total Urbano, 1990 - 2000Grupos de edady sexoAmbos sexos 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 13 y más Total15 a 24 años 44,1 35,1 20,3 20,1 29,8 87,2 75,0 55,2 39,8 59,8 98% 98% 100%25 a 34 años 34,2 22,6 8,5 7,8 16,2 63,5 52,4 35,0 23,0 37,0 86% 197% 128%35 a 49 años 26,2 15,8 6,7 4,2 13,1 59,3 41,9 27,0 14,2 30,3 127% 242% 132%50 años y más 28,9 14,3 10,1 6,3 15,9 58,2 39,4 23,7 17,3 33,2 101% 176% 109%Total 30,3 22,2 10,4 9,2 18,1 61,2 51,0 35,4 21,6 38,4 102% 134% 112%

Hombre15 a 24 años 43,0 35,0 23,9 19,3 31,4 82,0 72,7 52,7 40,9 60,9 91% 112% 94%25 a 34 años 29,0 19,0 9,6 9,5 15,9 53,4 44,4 32,8 22,7 35,1 84% 140% 121%35 a 49 años 19,4 11,3 8,5 4,8 10,9 44,8 31,1 21,4 15,6 25,3 131% 225% 132%50 años y más 19,6 13,7 14,0 4,2 14,0 42,9 29,4 23,8 19,3 27,6 119% 358% 96%Total 23,6 19,7 12,7 9,2 17,2 48,3 44,0 31,9 22,1 35,5 105% 139% 106%

Mujer15 a 24 años 46,1 35,3 16,5 20,7 27,5 100,0 81,7 58,1 39,1 58,1 117% 89% 111%25 a 34 años 52,2 31,5 7,0 6,1 16,7 77,3 71,0 38,1 23,2 39,5 48% 279% 137%35 a 49 años 39,7 26,5 4,9 3,5 16,6 80,7 61,8 35,4 13,0 37,0 103% 276% 123%50 años y más 52,2 15,7 3,3 10,0 20,0 73,1 53,4 23,5 15,2 40,3 40% 51% 102%Total 45,8 28,2 7,8 9,2 19,7 77,2 65,1 40,2 21,2 42,3 69% 130% 115%

Brecha de género en la precarización del empleo asalariado por grupos de edad. 1990 - 2000Grupo de edad 1990 200015 a 24 años 1,1 1,025 a 34 años 1,0 0,935 a 49 años 0,7 0,750 años y más 0,7 0,7Total 0,9 0,8

F uente: IIPE/UNESCO - OEI, en base a la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC

Años de estudio Años de estudio Años de estudio1990 2000 Variación 1990 - 2000

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Tabla 6. Porcentaje de trabajadores en el sector informal por grupos de edad y sexo según años de estudio. Universo: Ocupados de 15 años y másArgentina, Total Urbano, 1990 -2000Grupos de edady sexoAmbos sexos 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 13 y más Total15 a 24 años 46,7 44,3 27,3 24,7 37,2 56,3 51,5 40,4 26,8 42,1 21% 9% 13%25 a 34 años 35,2 26,5 19,6 13,5 22,0 48,5 39,6 30,4 18,0 29,7 38% 33% 35%35 a 49 años 37,5 23,6 17,5 13,2 22,3 47,5 38,2 25,6 14,7 28,2 27% 11% 27%50 años y más 38,1 24,9 18,7 11,2 24,9 49,6 36,2 27,9 15,2 32,0 30% 36% 28%Total 38,2 28,7 19,9 15,1 25,4 49,3 40,4 30,3 17,4 31,7 29% 15% 25%

Hombre15 a 24 años 41,9 38,5 24,3 24,9 34,5 49,8 47,2 35,1 26,1 39,9 19% 5% 16%25 a 34 años 27,8 22,2 16,0 11,4 19,0 35,2 33,4 27,6 17,6 27,5 27% 54% 45%35 a 49 años 26,1 16,8 16,2 16,1 17,9 34,5 30,2 22,1 15,8 24,5 32% -2% 37%50 años y más 28,7 22,3 20,7 12,0 22,1 39,2 29,0 26,6 17,6 27,6 37% 47% 25%Total 28,7 23,7 18,4 15,3 21,9 38,0 34,0 26,8 17,8 28,5 32% 17% 30%

Mujer15 a 24 años 55,5 58,0 31,0 24,5 41,6 73,5 64,4 46,8 27,3 45,4 32% 11% 9%25 a 34 años 56,2 36,1 24,7 15,6 26,8 72,8 54,4 34,7 18,4 32,9 29% 18% 23%35 a 49 años 55,7 38,2 19,1 9,1 29,5 69,3 53,2 31,4 13,6 33,8 24% 48% 14%50 años y más 58,2 31,6 14,6 9,6 31,6 63,2 47,7 30,3 11,9 38,8 9% 23% 23%Total 56,6 40,2 22,1 14,9 31,4 66,4 53,4 35,6 17,0 36,5 17% 14% 16%

Brecha de género en la informalización del empleo por grupos de edad. 1990 - 2000

Grupo de edad 1990 200015 a 24 años 0,8 0,925 a 34 años 0,7 0,835 a 49 años 0,6 0,750 años y más 0,7 0,7Total 0,7 0,8

Fuente: IIPE/UNESCO - OEI, en base a la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC

Años de estudio Años de estudio Años de estudio1990 2000 Variación 1990 - 2000

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Tabla 7. Porcentaje de ocupados con remuneración horaria en el 30 % más bajo por grupos de edad y sexo según años de estudio.Universo: Ocupados de 15 años y más. Argentina, Total Urbano, 1990 - 2000Grupos de edady sexoAmbos sexos 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 13 y más Total15 a 24 años 62,3 52,9 30,7 23,5 42,9 64,2 50,4 35,0 20,1 38,4 3% -14% -10%25 a 34 años 43,0 37,2 19,1 13,5 26,9 40,5 34,7 25,3 17,8 26,2 -6% 31% -3%35 a 49 años 48,9 32,0 13,0 10,9 26,5 35,8 35,2 23,4 17,2 26,5 -27% 58% 0%50 años y más 46,5 28,4 21,9 11,7 29,5 42,3 34,2 29,6 23,9 32,2 -9% 104% 9%Total 48,3 36,8 19,3 14,3 30,0 41,4 37,5 27,4 18,9 30,0 -14% 32% 0%

Hombre15 a 24 años 58,0 49,6 29,1 24,5 43,0 67,8 50,1 32,3 22,8 40,4 17% -7% -6%25 a 34 años 36,9 33,5 13,1 12,4 25,0 45,4 34,3 24,4 16,4 26,7 23% 32% 7%35 a 49 años 42,8 27,1 13,2 9,1 23,7 34,5 32,7 22,7 19,5 26,5 -19% 115% 12%50 años y más 39,9 24,7 20,1 6,3 25,6 47,6 32,7 28,5 27,5 32,7 19% 337% 28%Total 41,9 32,8 16,9 12,2 27,7 44,5 36,5 26,0 20,6 30,3 6% 68% 9%

Mujer15 a 24 años 69,4 60,7 32,5 22,7 42,8 54,9 51,5 38,2 18,2 35,5 -21% -20% -17%25 a 34 años 61,3 45,9 27,0 14,6 30,0 31,5 35,7 26,7 18,9 25,4 -49% 30% -15%35 a 49 años 58,3 42,7 12,7 13,4 31,1 37,8 39,9 24,7 15,0 26,6 -35% 13% -15%50 años y más 61,6 37,3 24,9 20,7 37,9 35,4 36,6 31,5 18,6 31,4 -43% -10% -17%Total 60,7 46,0 22,2 16,5 34,2 36,6 39,6 29,5 17,3 28,8 -40% 5% -16%

Brecha de género en la participación entre los ocupados con remuneración horaria en el 30% más bajo por grupos de edad. 1990 - 2000

Grupo de edad 1990 200015 a 24 años 1,0 1,125 a 34 años 0,8 1,135 a 49 años 0,8 1,050 años y más 0,7 1,0Total 0,8 1,1

Fuente: IIPE/UNESCO - OEI, en base a la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC

Años de estudio Años de estudio Años de estudio1990 2000 Variación 1990 - 2000

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Tabla 8. Porcentaje de personas en hogares con ingresos per cápita familiares en el 30% más bajo por tramo de edad del jefe o del núcleoconyugal y clima educativo del hogar. Universo: Total de la población. Argentina, Total Urbano, 1990 - 2000Edad del jefe oedad promediodel núcleo Bajo Medio Alto Total Bajo Medio Alto Total Bajo Alto TotalMenos de 30 75,0 49,1 15,7 43,5 82,5 52,0 17,4 42,1 10% 10% -3%30 a 49 años 71,6 46,6 14,3 42,7 78,4 48,2 19,0 41,8 10% 33% -2%50 años y más 44,0 26,0 8,2 27,5 45,7 31,8 21,5 31,9 4% 161% 16%Total 60,9 40,2 13,2 38,0 61,7 42,9 19,4 38,4 1% 47% 1%

Fuente: IIPE/UNESCO - OEI, en base a la Encuesta Permanente de Hogares del INDEC

Clima educativo del hogar1990 2000

Clima educativo del hogarVariación 1990 - 2000

Clima educativo

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Brasil 1990-2001 SITEAL en base a la Pesquisa Nacional por Amostra de Domicilios del IBGE. Cobertura: Total del país y por área urbano - rural.

Tabla 1. Distribución de la población de 15 años y más por grupos de edad según años de estudio y sexo. e 15 años y más.Brasil, Total Urbano, 1990 - 2001

a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total38,2 37,1 20,5 4,2 100,0 22,9 40,3 31,4 5,4 100,029,9 31,3 26,5 12,4 100,0 32,9 26,0 29,2 11,9 100,033,4 31,7 23,9 11,0 100,0 43,3 21,1 22,6 13,0 100,055,3 26,9 13,4 4,4 100,0 71,7 10,0 10,5 7,8 100,038,7 32,1 21,3 8,0 100,0 42,0 24,9 23,6 9,5 100,0

41,6 36,8 18,1 3,6 100,0 26,0 41,3 28,1 4,6 100,030,4 32,1 25,7 11,8 100,0 35,1 26,8 27,5 10,7 100,031,6 32,3 24,4 11,8 100,0 43,5 21,8 22,3 12,4 100,051,6 27,7 14,6 6,1 100,0 69,3 10,6 10,9 9,3 100,038,4 32,6 20,8 8,2 100,0 42,3 26,0 22,6 9,1 100,0

35,0 37,4 22,8 4,9 100,0 20,1 39,2 34,5 6,2 100,029,4 30,5 27,1 12,9 100,0 30,8 25,4 30,7 13,1 100,035,1 31,1 23,4 10,4 100,0 43,1 20,5 22,8 13,6 100,058,4 26,2 12,4 3,0 100,0 73,6 9,6 10,2 6,6 100,038,9 31,6 21,7 7,8 100,0 41,8 23,9 24,5 9,8 100,0

- OEI, en base a la Pesquisa Nacional por Amostra de Domicilios del IBGE

1990 2001Años de estudio Años de estudio

Pág. 93

Universo: Población dGrupos de edady sexo

Ambos sexos 0 15 a 24 años25 a 34 años35 a 49 años50 años y másTotal

Hombre15 a 24 años25 a 34 años35 a 49 años50 años y másTotal

Mujer15 a 24 años25 a 34 años35 a 49 años50 años y más

Fuente: IIPE/UNESCO

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Tabla 2. Tasa de actividad por grupos de edad y sexo según años de estudio. Universo: Población de 15 años y más. Brasil, Total Urbano, 1990 - 2001Grupos de edady sexoAmbos sexos 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 13 y más Total15 a 24 años 64,0 58,2 66,4 64,1 62,3 57,1 53,0 71,1 71,2 60,6 -11% 11% -3%25 a 34 años 68,4 72,0 78,9 87,8 74,7 73,5 78,2 84,7 90,5 80,0 8% 3% 7%35 a 49 años 66,9 71,6 75,8 91,1 73,2 73,0 77,0 82,9 91,3 78,5 9% 0% 7%50 años y más 34,6 38,9 42,6 63,6 38,1 38,1 48,1 48,8 63,0 42,2 10% -1% 11%Total 56,3 61,3 69,6 82,5 62,8 56,9 64,0 75,6 82,6 65,5 1% 0% 4%

Hombre15 a 24 años 81,5 74,8 76,2 66,8 77,6 71,3 63,6 77,6 73,7 70,0 -12% 10% -10%25 a 34 años 94,1 97,4 97,1 96,9 96,3 91,9 95,4 96,3 95,4 94,4 -2% -1% -2%35 a 49 años 92,3 95,4 95,5 98,3 94,8 90,4 94,2 95,0 97,5 93,1 -2% -1% -2%50 años y más 56,2 59,2 60,0 72,1 58,5 55,9 63,2 62,3 72,1 58,9 0% 0% 1%Total 79,0 82,6 85,8 89,7 82,5 75,0 77,9 85,8 87,9 79,4 -5% -2% -4%

Mujer15 a 24 años 44,2 42,8 58,9 62,2 47,9 39,4 42,4 66,0 69,4 51,6 -11% 12% 8%25 a 34 años 44,9 48,4 63,7 80,5 55,7 54,5 61,7 75,4 86,9 67,0 21% 8% 20%35 a 49 años 45,9 49,0 57,0 83,6 53,4 57,2 60,6 72,3 86,3 65,3 25% 3% 22%50 años y más 18,8 21,0 25,7 48,9 21,1 24,7 34,7 37,3 52,7 28,8 32% 8% 36%Total 36,1 41,5 55,5 75,6 45,1 40,6 50,4 67,3 78,2 53,2 12% 3% 18%

Brecha de género en la tasa de actividad por grupos de edad. 1990 - 2001

Grupo de edad 1990 200115 a 24 años 1,6 1,425 a 34 años 1,7 1,435 a 49 años 1,8 1,450 años y más 2,8 2,0Total 1,8 1,5

Fuente: IIPE/UNESCO - OEI, en base a la Pesquisa Nacional por Amostra de Domicilios del IBGE

Variación 1990 - 2001Años de estudio

1990 2001Años de estudio Años de estudio

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Tabla 3. Tasa de desocupación por grupos de edad y sexo según años de estudio. Universo: PEA de 15 años y más. Brasil, Total Urbano, 1990 - 2001Grupos de edady sexoAmbos sexos 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 13 y más Total15 a 24 años 8,6 9,1 7,5 4,3 8,3 19,6 23,6 19,0 15,8 20,5 128% 267% 146%25 a 34 años 5,1 4,8 4,4 2,2 4,4 11,4 10,9 9,5 5,9 10,0 124% 170% 128%35 a 49 años 2,2 2,8 2,0 1,3 2,2 7,6 7,6 5,7 3,0 6,5 244% 141% 192%50 años y más 1,6 1,4 1,5 0,4 1,4 5,1 5,6 4,6 3,3 4,9 220% 731% 242%Total 4,8 5,2 4,2 1,9 4,5 9,6 14,3 11,3 5,6 10,7 100% 197% 140%

Hombre15 a 24 años 9,1 9,1 7,8 4,5 8,7 15,9 19,7 16,3 14,9 17,4 74% 227% 99%25 a 34 años 6,0 4,9 4,5 1,8 4,7 8,3 8,3 6,0 4,7 7,3 38% 165% 53%35 a 49 años 2,8 3,1 2,4 1,3 2,7 6,4 5,7 4,0 2,2 5,2 126% 67% 95%50 años y más 2,1 1,8 2,1 0,1 1,9 5,3 5,3 4,4 3,1 4,9 154% 1987% 167%Total 5,5 5,2 4,3 1,6 4,8 8,1 11,6 8,6 4,6 8,7 49% 178% 82%

Mujer15 a 24 años 7,5 9,1 7,2 4,1 7,7 27,9 29,5 21,5 16,4 24,6 270% 301% 218%25 a 34 años 3,3 4,6 4,3 2,6 3,8 16,9 14,7 13,2 6,8 13,4 407% 166% 252%35 a 49 años 1,2 2,2 1,3 1,2 1,5 9,3 10,4 7,6 3,8 8,1 692% 221% 441%50 años y más 0,6 0,3 0,2 1,0 0,5 4,8 5,9 4,7 3,6 4,8 776% 250% 956%Total 3,5 5,0 4,1 2,2 3,9 12,1 18,3 14,2 6,6 13,4 245% 203% 241%

Brecha de género en la tasa de desocupación por grupos de edad. 1990 - 2001

Grupo de edad 1990 200115 a 24 años 1,1 0,725 a 34 años 1,2 0,535 a 49 años 1,8 0,650 años y más 4,1 1,0Total 1,2 0,7

Fuente: IIPE/UNESCO - OEI, en base a la Pesquisa Nacional por Amostra de Domicilios del IBGE

Años de estudio Años de estudio Años de estudio1990 2001 Variación 1990 - 2001

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Tabla 4. Porcentaje de asalariados por grupos de edad y sexo según años de estudio. Universo: Ocupados de 15 años y más. Brasil, Total Urbano, 1990 - 2001Grupos de edady sexoAmbos sexos 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 13 y más Total15 a 24 años 84,4 86,3 88,3 88,0 86,1 76,7 80,6 87,8 86,6 82,8 -9% -2% -4%25 a 34 años 72,4 71,3 77,8 78,9 74,6 71,0 72,6 79,4 79,6 75,2 -2% 1% 1%35 a 49 años 60,8 62,3 67,8 77,5 65,3 63,2 62,5 67,5 71,8 65,5 4% -7% 0%50 años y más 51,7 51,1 57,4 64,9 53,4 43,7 50,4 53,5 57,8 47,3 -15% -11% -11%Total 68,9 70,6 75,5 78,1 72,0 61,3 70,4 76,5 73,9 69,1 -11% -5% -4%

Hombre15 a 24 años 82,6 85,5 85,0 85,5 84,1 74,1 79,7 85,8 84,7 80,4 -10% -1% -4%25 a 34 años 74,4 72,5 75,9 75,1 74,3 69,8 71,4 77,6 75,5 73,1 -6% 1% -2%35 a 49 años 62,2 65,1 67,1 70,8 65,4 59,8 61,3 65,1 65,1 62,1 -4% -8% -5%50 años y más 53,6 52,6 56,8 59,3 54,2 41,5 47,7 48,6 52,2 44,2 -23% -12% -18%Total 69,6 71,4 72,9 72,3 71,1 59,2 69,3 73,7 67,8 66,2 -15% -6% -7%

Mujer15 a 24 años 88,2 87,6 91,5 89,9 89,0 83,4 82,1 89,7 88,0 86,3 -5% -2% -3%25 a 34 años 68,7 69,0 80,2 82,7 75,0 73,3 74,5 81,4 83,0 78,2 7% 0% 4%35 a 49 años 58,4 57,2 68,8 85,6 65,1 68,3 64,3 70,4 78,2 69,9 17% -9% 7%50 años y más 47,6 47,5 58,6 79,1 51,4 47,5 54,8 60,6 66,3 52,3 0% -16% 2%Total 67,5 69,3 79,0 84,6 73,3 64,9 72,2 79,6 79,7 73,3 -4% -6% 0%

Brecha de género en la asalarización por grupos de edad. 1990 - 2001

Grupo de edad 1990 200115 a 24 años 0,9 0,925 a 34 años 1,0 0,935 a 49 años 1,0 0,950 años y más 1,1 0,8Total 1,0 0,9

Fuente: IIPE/UNESCO - OEI, en base a la Pesquisa Nacional por Amostra de Domicilios del IBGE

Años de estudio Años de estudio Años de estudio1990 2001 Variación 1990 - 2001

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Tabla 5. Porcentaje de asalariados precarios por grupos de edad y sexo según años de estudio. Universo: Asalariados de 15 años y más. Brasil, Total Urbano, 1990 - 2001Grupos de edady sexoAmbos sexos 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 13 y más Total15 a 24 años 57,5 39,5 22,0 16,9 41,4 68,4 54,7 31,1 34,4 46,6 19% 104% 13%25 a 34 años 38,4 19,9 9,9 7,4 19,9 47,9 30,8 18,0 12,6 28,7 25% 70% 44%35 a 49 años 34,3 15,0 9,1 4,1 17,2 39,7 24,1 13,2 7,6 24,5 16% 87% 43%50 años y más 40,2 20,0 14,5 6,9 27,7 40,7 27,1 17,3 10,7 31,5 1% 54% 14%Total 44,9 25,8 13,5 7,3 26,9 46,7 37,7 21,3 13,4 32,5 4% 83% 21%

Hombre15 a 24 años 54,0 36,3 20,8 15,9 40,4 66,4 50,2 29,5 36,7 46,5 23% 131% 15%25 a 34 años 34,5 15,4 10,0 9,0 18,8 42,3 24,7 17,1 12,4 26,7 23% 39% 42%35 a 49 años 30,1 11,9 8,7 5,0 15,5 33,4 17,8 12,4 8,3 21,4 11% 65% 38%50 años y más 38,6 19,8 15,2 8,7 27,3 36,3 25,3 20,8 12,9 29,8 -6% 49% 9%Total 41,4 22,0 12,7 8,1 25,6 42,6 32,7 20,2 14,1 30,8 3% 73% 20%

Mujer15 a 24 años 64,3 44,6 23,0 17,6 42,9 73,0 62,2 32,6 32,8 46,8 14% 86% 9%25 a 34 años 46,1 28,8 9,8 6,0 21,6 58,3 40,2 18,9 12,7 31,2 26% 112% 45%35 a 49 años 41,5 21,6 9,8 3,1 19,9 47,8 33,6 14,1 7,1 28,2 15% 129% 42%50 años y más 44,3 20,6 13,0 3,6 28,9 47,2 29,5 13,4 7,9 33,9 7% 119% 17%Total 51,6 32,9 14,5 6,5 29,0 53,4 45,6 22,5 12,9 34,6 3% 98% 19%

Brecha de género en la precarización del empleo asalariado por grupos de edad. 1990 - 2001

Grupo de edad 1990 200015 a 24 años 0,9 1,025 a 34 años 0,9 0,935 a 49 años 0,8 0,850 años y más 0,9 0,9Total 0,9 0,9

Fuente: IIPE/UNESCO - OEI, en base a la Pesquisa Nacional por Amostra de Domicilios del IBGE

Años de estudio Años de estudio Años de estudio1990 2001 Variación 1990 - 2001

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Tabla 6. Porcentaje de trabajadores en el sector informal por grupos de edad y sexo según años de estudio. Universo: Ocupados de 15 años y másBrasil, Total Urbano, 1990 - 2001Grupos de edady sexoAmbos sexos 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 13 y más Total15 a 24 años 47,8 35,1 22,6 10,1 36,2 38,1 35,6 24,9 18,8 31,0 -20% 86% -14%25 a 34 años 37,2 24,6 15,0 9,8 23,2 27,4 21,8 17,7 10,2 20,5 -26% 3% -11%35 a 49 años 37,1 24,4 16,2 8,2 24,0 25,4 19,3 14,7 9,1 19,0 -32% 10% -21%50 años y más 43,8 28,3 20,9 11,8 33,7 35,3 21,4 16,6 11,6 28,6 -20% -2% -15%Total 41,8 28,1 17,8 9,4 28,4 30,2 25,5 18,9 10,9 23,6 -28% 16% -17%

Hombre15 a 24 años 39,4 29,2 19,3 11,0 31,3 44,6 39,2 23,4 23,0 34,9 13% 110% 12%25 a 34 años 28,1 18,2 12,9 9,9 18,7 29,2 21,1 15,2 10,7 21,0 4% 8% 12%35 a 49 años 28,0 17,7 14,9 10,7 19,3 26,2 17,0 12,7 9,0 18,8 -6% -16% -3%50 años y más 37,2 23,8 19,7 12,6 28,9 33,0 19,4 14,6 11,8 26,9 -11% -7% -7%Total 33,5 21,9 15,7 10,7 23,8 31,5 25,8 16,8 11,5 24,4 -6% 8% 3%

Mujer15 a 24 años 65,1 44,8 25,8 9,4 43,7 21,1 29,4 26,4 15,6 25,5 -68% 65% -42%25 a 34 años 54,1 36,6 17,8 9,7 29,9 23,8 22,8 20,5 9,7 19,9 -56% 0% -33%35 a 49 años 52,1 36,7 18,3 5,3 31,6 24,1 22,8 17,1 9,1 19,3 -54% 73% -39%50 años y más 58,2 39,3 23,8 9,8 44,7 39,2 24,5 19,5 11,3 31,5 -33% 15% -30%Total 57,5 39,5 20,7 8,0 35,9 28,0 25,0 21,4 10,4 22,6 -51% 30% -37%

Brecha de género en la informalización del empleo por grupos de edad. 1990 - 2001

Grupo de edad 1990 200115 a 24 años 0,7 1,425 a 34 años 0,6 1,135 a 49 años 0,6 1,050 años y más 0,6 0,9Total 0,7 1,1

Fuente: IIPE/UNESCO - OEI, en base a la Pesquisa Nacional por Amostra de Domicilios del IBGE

Años de estudio Años de estudio Años de estudio1990 2001 Variación 1990 - 2001

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Tabla 7. Porcentaje de ocupados con remuneración horaria en el 30 % más bajo por grupos de edad y sexo según años de estudio.Universo: Ocupados de 15 años y más. Brasil, Total Urbano, 1990 - 2001Grupos de edady sexoAmbos sexos 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 13 y más Total15 a 24 años 60,5 45,5 26,1 6,0 45,3 65,0 51,3 27,6 15,0 42,9 8% 152% -5%25 a 34 años 42,9 23,5 11,1 1,5 22,0 43,4 24,4 13,3 4,3 23,8 1% 181% 8%35 a 49 años 42,5 20,6 7,2 0,7 21,2 37,0 19,5 9,3 2,7 21,4 -13% 277% 1%50 años y más 48,2 21,6 7,9 0,7 31,3 42,3 18,3 11,2 4,2 31,3 -12% 519% 0%Total 49,2 29,0 13,3 1,6 30,0 43,6 31,2 16,4 4,9 30,0 -11% 198% 0%

Hombre15 a 24 años 54,6 39,3 18,3 4,4 41,1 61,9 46,6 23,7 19,5 42,2 13% 346% 3%25 a 34 años 34,6 16,2 6,5 0,9 17,2 36,5 16,9 8,9 4,1 19,9 5% 382% 15%35 a 49 años 32,6 12,0 4,3 0,8 15,0 29,4 12,0 5,0 1,4 16,2 -10% 82% 8%50 años y más 42,6 16,6 6,4 0,1 26,7 36,2 12,6 6,6 2,7 26,2 -15% 2424% -2%Total 42,1 21,6 8,3 1,0 24,3 37,8 25,1 11,8 4,3 24,7 -10% 315% 2%

Mujer15 a 24 años 72,4 55,8 33,6 7,2 51,7 73,1 59,3 31,3 11,6 44,0 1% 62% -15%25 a 34 años 58,4 37,0 16,9 2,2 29,3 56,8 36,3 18,1 4,4 29,1 -3% 103% -1%35 a 49 años 58,7 36,3 11,7 0,7 31,1 48,2 31,1 14,6 3,9 28,2 -18% 493% -9%50 años y más 60,3 33,8 11,2 2,1 41,9 52,6 27,4 17,8 6,6 39,5 -13% 207% -6%Total 62,9 42,5 20,0 2,3 37,6 53,7 41,2 21,4 5,4 33,6 -15% 134% -11%

Brecha de género en la participación entre los ocupados con remuneración horaria en el 30% más bajo por grupos de edad. 1990 - 2001

Grupo de edad 1990 200115 a 24 años 0,8 1,025 a 34 años 0,6 0,735 a 49 años 0,5 0,650 años y más 0,6 0,7Total 0,6 0,7

Fuente: IIPE/UNESCO - OEI, en base a la Pesquisa Nacional por Amostra de Domicilios del IBGE

1990 2001 Variación 1990 - 2001Años de estudio Años de estudio Años de estudio

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Tabla 8. Porcentaje de personas en hogares con ingresos per cápita familiares en el 30% más bajo por tramo de edad del jefe o del núcleoconyugal y clima educativo del hogar. Universo: Total de la población. Brasil, Total Urbano, 1990 - 2001Edad del jefe oedad promediodel núcleo Bajo Medio Alto Total Bajo Medio Alto Total Bajo Alto TotalMenos de 30 59,1 24,7 1,9 36,2 71,4 35,9 3,6 48,1 21% 95% 33%30 a 49 años 61,9 23,1 2,4 35,7 64,5 24,9 1,6 38,3 4% -35% 7%50 años y más 51,5 15,7 1,1 32,9 43,5 14,9 0,7 28,5 -16% -39% -13%Total 57,9 21,6 2,1 35,0 57,9 24,3 1,5 36,8 0% -25% 5%

Fuente: IIPE/UNESCO - OEI, en base a la Pesquisa Nacional por Amostra de Domicilios del IBGE

1990 2001 Variación 1990 - 2001Clima educativo del hogar Clima educativo del hogar Clima educativo

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Chile 1990-2000 SITEAL en base a la CASEN del Ministerio de Planificación y Cooperación del Gobierno de Chile. Cobertura: Total del país y por área urbano - rural

n de la población de 15 años y más por grupos de edad según años de estudio y sexo. n de 15 años y más. Chile, Total Urbano, 1990 - 2000.

0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total4,9 24,4 54,8 15,9 100,0 2,4 20,9 58,5 18,1 100,08,3 24,6 44,9 22,2 100,0 4,4 17,2 53,4 25,0 100,0

16,9 30,6 34,5 18,0 100,0 9,4 23,7 48,2 18,7 100,035,2 32,5 22,6 9,6 100,0 30,0 23,1 34,3 12,6 100,016,0 27,9 39,7 16,4 100,0 12,2 21,5 48,1 18,3 100,0

05,1 24,7 54,6 15,6 100,0 2,7 22,0 56,8 18,6 100,07,7 24,4 45,7 22,2 100,0 4,7 16,8 52,0 26,5 100,0

14,6 29,6 35,5 20,3 100,0 9,1 22,7 47,3 20,9 100,031,7 32,3 24,1 12,0 100,0 26,7 22,3 35,0 16,0 100,014,1 27,5 40,8 17,5 100,0 10,9 21,2 47,6 20,3 100,0

04,6 24,2 55,0 16,1 100,0 2,2 19,9 60,3 17,6 100,08,9 24,8 44,2 22,2 100,0 4,1 17,5 54,8 23,6 100,0

19,0 31,5 33,5 16,0 100,0 9,7 24,6 49,0 16,7 100,038,0 32,7 21,5 7,8 100,0 32,7 23,7 33,7 9,9 100,017,6 28,3 38,7 15,4 100,0 13,2 21,8 48,5 16,4 100,0

O - OEI, en base a la CASEN del Ministerio de Planificación y Cooperación del Gobierno de Chile

1990 2000Años de estudio Años de estudio

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Tabla 1. DistribucióUniverso: PoblacióGrupos de edady sexo

Ambos sexos15 a 24 años25 a 34 años35 a 49 años50 años y másTotal

Hombre15 a 24 años25 a 34 años35 a 49 años50 años y másTotal

Mujer15 a 24 años25 a 34 años35 a 49 años50 años y más

Fuente: IIPE/UNESC

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Tabla 2. Tasa de actividad por grupos de edad y sexo según años de estudio. Universo: Población de 15 años y más. Chile, Total Urbano, 1990 - 2000.Grupos de edady sexoAmbos sexos 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 13 y más Total15 a 24 años 47,0 39,3 37,9 32,4 37,8 51,7 32,2 36,3 23,9 33,6 10% -26% -11%25 a 34 años 56,8 62,1 70,2 79,9 69,3 57,3 67,7 75,5 78,4 74,1 1% -2% 7%35 a 49 años 60,9 62,3 68,4 88,5 68,9 63,7 69,1 74,9 89,5 75,2 5% 1% 9%50 años y más 27,7 36,1 39,3 58,7 36,0 30,3 40,8 45,7 67,9 42,8 9% 16% 19%Total 41,4 49,4 53,4 66,6 52,5 40,9 52,5 58,6 67,2 56,7 -1% 1% 8%

Hombre15 a 24 años 70,5 53,7 46,7 29,6 47,0 71,2 41,1 42,0 23,1 39,1 1% -22% -17%25 a 34 años 87,8 94,6 97,2 90,0 94,2 82,5 95,2 96,8 83,6 92,4 -6% -7% -2%35 a 49 años 92,1 94,3 95,3 98,4 95,2 89,3 95,2 96,9 98,8 96,2 -3% 0% 1%50 años y más 48,0 58,4 58,3 70,2 56,5 50,8 62,6 67,6 78,5 63,7 6% 12% 13%Total 66,5 74,3 72,2 73,9 72,3 64,3 72,8 75,3 73,5 73,2 -3% -1% 1%

Mujer15 a 24 años 22,7 25,5 29,6 34,9 29,2 28,1 22,3 31,0 24,6 28,1 24% -29% -4%25 a 34 años 33,4 34,2 46,0 71,1 47,5 30,6 43,7 57,0 73,0 57,3 -8% 3% 21%35 a 49 años 40,0 36,1 43,6 77,5 46,0 42,3 47,3 55,9 78,9 56,3 6% 2% 22%50 años y más 14,4 18,9 22,7 44,8 20,0 16,7 24,2 27,3 54,0 25,7 16% 21% 28%Total 23,9 28,3 36,1 59,4 35,3 23,5 34,7 43,7 60,1 41,8 -2% 1% 18%

Brecha de género en la tasa de actividad por grupos de edad. 1990 - 2000

Grupo de edad 1990 200015 a 24 años 1,6 1,425 a 34 años 2,0 1,635 a 49 años 2,1 1,750 años y más 2,8 2,5Total 2,0 1,8

Fuente: IIPE/UNESCO - OEI, en base a la CASEN del Ministerio de Planificación y Cooperación del Gobierno de Chile

Años de estudio Años de estudio Años de estudio1990 2000 Variación 1990 - 2000

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Tabla 3. Tasa de desocupación por grupos de edad y sexo según años de estudio. Universo: PEA de 15 años y más. Chile, Total Urbano, 1990 - 2000.Grupos de edad 1990 2000 Variación 1990 - 2000y sexo ños de estudio Años de estudio Años de estudioAmbos sexos 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 13 y más Total15 a 24 años 15,6 21,2 17,6 14,0 17,9 25,9 26,9 21,9 18,8 22,7 66% 35% 27%25 a 34 años 11,7 9,5 8,4 6,1 8,3 14,5 15,8 10,4 8,0 10,7 24% 31% 30%35 a 49 años 7,6 5,6 4,6 2,5 4,9 12,5 11,0 8,1 3,0 8,0 63% 21% 63%50 años y más 8,4 6,7 4,8 2,5 6,0 10,1 8,1 6,9 3,3 7,1 21% 34% 18%Total 9,4 9,9 9,5 5,4 8,7 12,4 13,6 11,0 6,1 10,6 32% 12% 21%

Hombre15 a 24 años 16,3 22,4 15,2 12,3 17,0 27,6 27,6 20,0 17,8 21,9 69% 45% 29%25 a 34 años 10,7 9,5 7,3 4,5 7,5 14,1 14,6 8,3 8,1 9,6 32% 82% 28%35 a 49 años 6,5 5,2 3,9 2,5 4,4 12,9 10,6 7,0 2,7 7,4 98% 9% 69%50 años y más 9,4 7,7 5,1 2,4 6,7 10,4 9,0 7,3 3,0 7,5 10% 22% 11%Total 9,4 10,1 8,1 4,2 8,1 12,8 13,6 9,6 5,6 9,9 36% 31% 22%

Mujer15 a 24 años 13,4 18,8 21,1 15,3 19,2 20,7 25,4 24,3 19,8 23,7 54% 30% 23%25 a 34 años 13,7 9,6 10,4 7,9 9,7 15,9 18,1 13,5 7,9 12,5 16% -1% 29%35 a 49 años 9,3 6,5 6,0 2,6 5,7 11,6 11,7 9,7 3,5 8,8 25% 37% 53%50 años y más 6,0 4,4 4,4 2,5 4,5 9,6 6,3 5,9 4,0 6,4 59% 57% 41%Total 9,3 9,4 12,0 6,9 9,8 11,4 13,7 13,3 6,7 11,7 23% -2% 19%

Brecha de género en la tasa de desocupación por grupos de edad. 1990 - 2000

Grupo de edad 1990 200015 a 24 años 0,9 0,925 a 34 años 0,8 0,835 a 49 años 0,8 0,850 años y más 1,5 1,2Total 0,8 0,8

Fuente: IIPE/UNESCO - OEI, en base a la CASEN del Ministerio de Planificación y Cooperación del Gobierno de Chile

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Tabla 4. Porcentaje de asalariados por grupos de edad y sexo según años de estudio. Universo: Ocupados de 15 años y más. Chile, Total Urbano, 1990 - 2000.Grupos de edady sexoAmbos sexos 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 13 y más Total15 a 24 años 79,3 80,9 88,7 87,9 86,1 78,9 86,3 87,8 88,9 87,3 -1% 1% 1%25 a 34 años 71,8 78,7 82,0 86,0 81,7 78,1 81,9 85,7 86,0 85,0 9% 0% 4%35 a 49 años 66,4 68,5 71,2 79,7 71,8 69,6 72,3 73,1 77,6 73,7 5% -3% 3%50 años y más 55,7 53,7 54,9 61,9 55,9 58,2 56,8 60,1 67,6 60,5 4% 9% 8%Total 64,6 70,2 77,7 80,8 74,8 65,3 72,4 77,2 79,3 75,7 1% -2% 1%

Hombre15 a 24 años 75,1 77,9 86,6 86,0 83,4 75,4 82,7 86,6 86,0 85,2 0% 0% 2%25 a 34 años 69,0 78,4 80,6 83,5 79,9 76,3 80,6 84,9 85,2 83,9 11% 2% 5%35 a 49 años 66,0 69,3 72,0 77,6 71,6 67,2 71,2 73,1 73,2 72,3 2% -6% 1%50 años y más 54,5 53,5 54,3 56,7 54,5 59,8 57,5 58,8 62,8 59,6 10% 11% 9%Total 63,2 69,8 76,5 77,4 73,1 65,1 71,4 76,2 75,4 74,0 3% -3% 1%

Mujer15 a 24 años 92,4 86,7 92,1 89,5 90,4 88,6 93,5 89,4 91,9 90,5 -4% 3% 0%25 a 34 años 77,5 79,2 84,7 88,8 84,7 83,3 84,4 86,9 87,0 86,6 7% -2% 2%35 a 49 años 67,0 66,9 69,5 82,6 72,1 73,7 74,3 73,0 83,8 76,0 10% 1% 5%50 años y más 58,3 54,1 56,2 71,7 58,9 54,9 55,4 62,6 76,8 62,4 -6% 7% 6%Total 67,3 71,0 79,9 85,1 77,8 65,8 74,2 78,7 84,5 78,4 -2% -1% 1%

Brecha de género en la asalarización por grupos de edad. 1990 - 2000

Grupo de edad 1990 200015 a 24 años 0,9 0,925 a 34 años 0,9 1,035 a 49 años 1,0 1,050 años y más 0,9 1,0Total 0,9 0,9

Fuente: IIPE/UNESCO - OEI, en base a la CASEN del Ministerio de Planificación y Cooperación del Gobierno de Chile

Años de estudio Años de estudio Años de estudio1990 2000 Variación 1990 - 2000

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Tabla 5. Porcentaje de asalariados precarios por grupos de edad y sexo según años de estudio. Universo: Asalariados de 15 años y más. Chile, Total Urbano, 1990 - 2000.Grupos de edady sexoAmbos sexos 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 13 y más Total15 a 24 años 44,7 43,1 25,0 21,6 29,8 47,8 49,7 30,0 38,2 35,4 7% 76% 19%25 a 34 años 32,1 25,4 11,5 8,1 14,7 51,1 33,9 16,6 12,5 19,0 59% 54% 29%35 a 49 años 25,9 19,0 12,0 4,2 13,6 39,6 29,1 17,4 7,0 18,8 53% 67% 38%50 años y más 24,9 19,1 14,2 6,0 17,1 37,4 25,3 19,7 8,3 21,7 50% 39% 27%Total 28,8 25,6 15,6 8,2 17,7 40,5 32,4 19,7 11,7 21,7 41% 42% 22%

Hombre15 a 24 años 40,7 37,6 23,1 19,2 27,5 52,1 49,1 26,6 39,1 33,8 28% 103% 23%25 a 34 años 26,2 18,7 9,7 7,0 12,2 47,7 28,8 13,3 10,6 16,3 82% 51% 34%35 a 49 años 19,5 12,8 9,7 3,4 10,4 34,7 20,7 13,6 8,1 15,4 78% 138% 49%50 años y más 14,7 13,4 11,0 6,7 12,1 32,5 17,9 17,9 8,6 18,9 121% 28% 56%Total 21,8 19,2 13,3 6,9 14,5 36,6 26,1 16,2 11,2 18,7 68% 64% 29%

Mujer15 a 24 años 54,6 52,6 27,9 23,5 33,1 37,7 50,6 34,5 37,3 37,6 -31% 59% 14%25 a 34 años 43,0 41,1 15,0 9,3 18,9 60,1 43,7 21,7 14,6 22,9 40% 57% 21%35 a 49 años 35,9 33,0 16,8 5,2 19,6 47,4 42,7 23,3 5,6 23,9 32% 8% 22%50 años y más 44,9 32,0 21,1 5,0 27,0 47,9 40,1 23,4 8,0 27,1 7% 59% 0%Total 41,5 39,5 19,9 9,8 23,2 48,4 43,6 24,9 12,2 26,1 16% 24% 12%

Brecha de género en la precarización del empleo asalariado por grupos de edad. 1990 - 2000

Grupo de edad 1990 200015 a 24 años 0,8 0,925 a 34 años 0,6 0,735 a 49 años 0,5 0,650 años y más 0,4 0,7Total 0,6 0,7

Fuente: IIPE/UNESCO - OEI, en base a la CASEN del Ministerio de Planificación y Cooperación del Gobierno de Chile

Años de estudio Años de estudio Años de estudio1990 2000 Variación 1990 - 2000

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Tabla 6. Porcentaje de trabajadores en el sector informal por grupos de edad y sexo según años de estudio. Universo: Ocupados de 15 años y más. Chile, Total Urbano, 1990 - 2000.Grupos de edady sexoAmbos sexos 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 13 y más Total15 a 24 años 43,1 41,1 27,2 18,1 30,3 38,6 33,9 21,5 16,3 23,8 -11% -10% -22%25 a 34 años 35,1 34,7 20,7 10,2 21,9 36,8 34,0 21,2 10,1 20,6 5% -1% -6%35 a 49 años 38,4 31,6 20,6 7,9 23,2 38,9 34,5 22,2 10,1 23,2 1% 27% 0%50 años y más 43,2 33,5 23,5 11,7 30,0 41,8 37,0 26,5 13,0 29,1 -3% 11% -3%Total 40,0 34,4 22,6 10,5 25,2 40,1 34,9 22,5 11,1 23,8 0% 6% -6%

Hombre15 a 24 años 36,5 26,2 19,7 17,9 22,6 31,4 24,8 16,5 16,9 19,0 -14% -5% -16%25 a 34 años 21,8 23,2 14,3 8,5 15,7 30,5 22,0 14,8 9,0 15,2 40% 6% -3%35 a 49 años 22,3 20,9 15,2 7,7 16,2 26,3 19,6 14,7 9,6 15,5 18% 25% -4%50 años y más 30,5 22,9 19,1 10,5 22,0 30,9 25,5 21,2 14,1 22,6 1% 34% 3%Total 26,7 22,8 16,3 9,4 18,2 29,3 22,2 16,1 10,8 17,4 10% 16% -4%

Mujer15 a 24 años 63,9 70,0 39,1 18,4 42,5 58,8 52,0 28,3 15,6 30,6 -8% -15% -28%25 a 34 años 62,6 61,8 33,2 12,1 32,9 55,3 57,7 31,2 11,3 28,7 -12% -6% -13%35 a 49 años 64,1 54,8 31,9 8,4 36,1 61,0 59,6 33,9 10,9 35,3 -5% 30% -2%50 años y más 69,9 57,9 33,4 14,0 47,3 63,5 59,0 37,6 11,0 42,0 -9% -21% -11%Total 65,9 60,0 34,5 11,9 38,0 61,7 58,3 32,6 11,5 34,0 -6% -4% -10%

Brecha de género en la informalización del empleo por grupos de edad. 1990 - 2000

Grupo de edad 1990 200015 a 24 años 0,5 0,625 a 34 años 0,5 0,535 a 49 años 0,4 0,450 años y más 0,5 0,5Total 0,5 0,5

Fuente: IIPE/UNESCO - OEI, en base a la CASEN del Ministerio de Planificación y Cooperación de

l Gobierno de Chile

Años de estudio Años de estudio Años de estudio1990 2000 Variación 1990 - 2000

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Tabla 7. Porcentaje de ocupados con remuneración horaria en el 30 % más bajo por grupos de edad y sexo según años de estudio.Universo: Ocupados de 15 años y más. Chile, Total Urbano, 1990 - 2000Grupos de edady sexoAmbos sexos 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 13 y más Total15 a 24 años 63,9 64,0 45,2 19,4 47,3 65,6 57,5 41,7 21,2 42,8 3% 10% -10%25 a 34 años 47,4 46,3 29,6 7,5 28,6 65,6 50,5 31,1 7,4 28,6 38% -2% 0%35 a 49 años 43,8 35,3 19,1 3,0 23,3 54,5 43,3 24,8 4,5 26,2 24% 51% 13%50 años y más 43,4 30,3 18,3 4,8 26,5 47,9 35,9 21,5 4,0 26,4 11% -17% 0%Total 46,0 42,0 29,2 6,9 30,0 53,0 44,8 28,8 6,6 30,0 15% -5% 0%

Hombre15 a 24 años 56,1 53,7 39,2 19,9 42,4 63,7 56,7 40,7 20,6 42,9 14% 4% 1%25 a 34 años 39,6 38,9 24,0 6,2 24,8 64,4 46,2 28,0 7,5 27,5 63% 21% 11%35 a 49 años 33,5 26,7 15,6 2,5 18,5 50,4 35,9 19,8 3,0 21,9 50% 19% 18%50 años y más 35,9 23,2 14,5 3,9 21,3 45,2 31,0 18,7 2,9 23,6 26% -25% 11%Total 37,7 33,6 23,9 5,7 25,0 50,2 39,5 25,1 5,4 26,2 33% -5% 5%

Mujer15 a 24 años 88,1 84,1 54,9 18,9 55,1 71,0 59,2 42,9 21,8 42,7 -19% 15% -23%25 a 34 años 63,6 63,9 40,7 9,1 35,5 69,1 58,9 35,8 7,3 30,4 9% -20% -14%35 a 49 años 60,5 54,7 26,6 3,7 32,3 61,6 55,9 32,6 6,8 33,0 2% 82% 2%50 años y más 59,5 47,5 27,0 6,5 38,2 53,4 45,2 27,3 6,2 32,1 -10% -6% -16%Total 62,4 61,0 39,6 8,4 38,7 58,5 54,4 34,7 8,1 33,3 -6% -4% -14%

Brecha de género en la participación entre los ocupados con remuneración horaria en el 30% más bajo por grupos de edad. 1990 - 2000

Grupo de edad 1990 200015 a 24 años 0,8 1,025 a 34 años 0,7 0,935 a 49 años 0,6 0,750 años y más 0,6 0,7Total 0,6 0,8

Fuente: IIPE/UNESCO - OEI, en base a la CASEN del Ministerio de Planificación y Cooperación del Gobierno de Chile

Años de estudio Años de estudio Años de estudio1990 2000 Variación 1990 - 2000

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T bla 8. Porcentaje de personas en hogares con ingresos per cápita familiares en el 30% más bajo por tramo de edad del jefe o del núcleo conyugal y clima educativo del hogar. Universo: Total de la población. Chile, Total Urbano, 1990 - 2000

Edad del jefe oedad promediodel núcleo Bajo Medio Alto Total Bajo Medio Alto Total Bajo Alto TotalMenos de 30 71,8 50,6 16,2 43,5 76,1 50,8 22,3 40,7 6% 38% -6%30 a 49 años 62,4 43,5 10,0 37,2 71,1 49,7 16,4 40,6 14% 64% 9%50 años y más 44,8 26,6 6,9 27,5 41,2 28,3 7,4 26,7 -8% 6% -3%Total 54,4 38,6 10,1 34,6 53,0 41,3 14,7 35,2 -2% 45% 2%

F ente: IIPE/UNESCO - OEI, en base a la CASEN del Ministerio de Planificación y Cooperación del Gobierno de Chile

1990 2000 Variación 1990 - 2000Clima educativo del hogar Clima educativo del hogar Clima educativo

a

u

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Honduras 1990-2001 SITEAL con base a la Encuesta Permanente de Hogares de Propósitos Múltiples del INE. Cobertura: Total del país y por área urbano - rural

de la población de 15 años y más por grupos de edad según años de estudio y sexo. de 15 años y más.Honduras, Total Urbano, 1990 - 2001

0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total26,5 51,4 16,1 6,1 100,0 16,3 53,7 22,0 8,0 100,032,3 35,7 20,7 11,3 100,0 22,0 41,5 23,4 13,0 100,047,7 27,4 16,2 8,6 100,0 30,9 35,8 21,8 11,5 100,072,2 14,4 10,2 3,2 100,0 60,7 21,0 12,4 6,0 100,040,6 35,7 16,2 7,4 100,0 29,3 40,7 20,4 9,5 100,0

27,3 53,2 12,7 6,8 100,0 18,0 56,3 16,8 8,9 100,029,3 39,3 17,0 14,5 100,0 20,9 43,9 20,5 14,6 100,044,9 27,4 14,6 13,1 100,0 29,1 37,2 19,5 14,2 100,068,5 16,7 9,8 5,0 100,0 55,1 23,4 11,9 9,6 100,038,8 37,7 13,7 9,8 100,0 28,2 43,0 17,3 11,5 100,0

25,8 49,9 18,9 5,5 100,0 14,9 51,5 26,4 7,2 100,034,9 32,8 23,7 8,6 100,0 22,9 39,7 25,6 11,8 100,050,1 27,3 17,6 4,9 100,0 32,5 34,7 23,7 9,1 100,075,2 12,5 10,6 1,7 100,0 65,2 19,0 12,7 3,1 100,042,0 34,1 18,3 5,5 100,0 30,2 38,9 23,0 7,9 100,0

- OEI, en base a la Encuesta Permanente de Hogares de Propósitos Múltiples del INE

1990 2000Años de estudio Años de estudio

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Tabla 1. DistribuciónUniverso: PoblaciónGrupos de edady sexo

Ambos sexos15 a 24 años25 a 34 años35 a 49 años50 años y másTotal

Hombre15 a 24 años25 a 34 años35 a 49 años50 años y másTotal

Mujer15 a 24 años25 a 34 años35 a 49 años50 años y más

Fuente: IIPE/UNESCO

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Tabla 2. Tasa de actividad por grupos de edad y sexo según años de estudio. Universo: Población de 15 años y más. Honduras, Total Urbano, 1990 - 2001Grupos de edady sexoAmbos sexos 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 13 y más Total15 a 24 años 57,0 50,2 49,8 37,3 51,1 62,1 56,3 46,1 43,0 54,0 9% 15% 6%25 a 34 años 69,1 72,8 80,4 78,5 73,8 69,8 77,2 82,0 84,0 77,6 1% 7% 5%35 a 49 años 71,9 77,4 85,3 93,3 77,4 76,4 77,8 81,3 92,6 79,8 6% -1% 3%50 años y más 51,1 59,6 57,7 72,2 53,7 48,0 60,7 59,0 82,5 54,1 -6% 14% 1%Total 61,5 61,0 68,2 69,9 63,0 61,2 65,7 65,2 73,7 65,0 -1% 5% 3%

Hombre15 a 24 años 78,5 66,6 56,1 45,8 67,1 80,5 70,0 51,1 47,3 66,7 2% 3% -1%25 a 34 años 94,5 96,8 96,2 86,2 94,5 93,6 97,3 95,3 91,7 95,3 -1% 6% 1%35 a 49 años 93,5 97,8 97,3 97,5 95,8 97,0 96,0 95,7 97,1 96,4 4% 0% 1%50 años y más 74,9 79,5 67,3 76,5 75,0 70,8 81,0 77,9 87,5 75,6 -5% 14% 1%Total 84,3 80,4 79,5 78,7 81,6 82,8 82,2 77,3 79,9 81,3 -2% 1% 0%

Mujer15 a 24 años 38,2 35,6 46,3 28,5 37,9 43,5 43,7 43,5 38,5 43,3 14% 35% 14%25 a 34 años 51,8 49,4 71,2 67,9 57,0 53,7 60,7 74,1 76,9 64,4 4% 13% 13%35 a 49 años 55,7 60,3 77,0 84,1 62,1 60,5 61,0 71,0 86,5 65,5 9% 3% 5%50 años y más 33,4 37,9 50,4 61,8 36,3 32,3 40,5 44,5 69,9 36,5 -3% 13% 1%Total 44,2 43,4 61,2 56,8 47,7 44,6 50,8 57,7 66,3 51,8 1% 17% 8%

Brecha de género en la tasa de actividad por grupos de edad. 1990 - 2001

Grupo de edad 1990 200115 a 24 años 1,8 1,525 a 34 años 1,7 1,535 a 49 años 1,5 1,550 años y más 2,1 2,1Total 1,7 1,6

Fuente: IIPE/UNESCO - OEI, en base a la Encuesta Permanente de Hogares de Propósitos Múltiples del INE

1990 2001 Variación 1990 - 2001Años de estudio Años de estudio Años de estudio

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Tabla 3. Tasa de desocupación por grupos de edad y sexo según años de estudio. Universo: PEA de 15 años y más. Honduras, Total Urbano, 1990 - 2001Grupos de edady sexoAmbos sexos 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 13 y más Total15 a 24 años 11,1 15,0 23,2 17,7 15,2 12,6 14,0 14,0 9,6 13,4 13% -46% -12%25 a 34 años 8,2 5,4 12,9 14,0 9,0 6,3 6,6 9,1 6,1 7,1 -24% -56% -21%35 a 49 años 3,7 6,0 4,3 4,3 4,5 5,8 4,4 4,8 1,8 4,6 56% -59% 1%50 años y más 4,0 5,7 0,0 3,5 3,8 4,5 4,9 2,4 5,5 4,4 12% 56% 15%Total 6,4 9,6 11,9 10,4 8,8 6,9 9,0 8,5 5,2 7,9 8% -50% -10%

Hombre15 a 24 años 11,9 14,1 20,4 18,5 14,2 11,8 16,9 11,6 10,9 14,7 -1% -41% 3%25 a 34 años 8,3 5,3 10,7 11,6 7,9 6,4 6,9 12,5 5,6 7,8 -23% -52% -2%35 a 49 años 4,4 6,9 3,6 4,6 5,0 7,9 5,0 6,7 1,4 5,7 80% -71% 14%50 años y más 6,2 7,3 0,0 2,4 5,7 6,0 6,6 3,4 6,6 5,9 -3% 176% 4%Total 7,5 9,4 9,8 9,2 8,7 7,9 10,5 9,2 5,2 9,0 6% -44% 4%

Mujer15 a 24 años 9,7 16,5 25,0 16,3 16,7 14,0 9,7 15,5 7,9 11,8 45% -52% -29%25 a 34 años 8,1 5,8 14,6 18,1 10,4 6,1 6,3 6,5 6,7 6,4 -25% -63% -39%35 a 49 años 2,9 4,8 5,0 3,7 3,9 3,2 3,4 3,0 2,4 3,1 12% -35% -19%50 años y más 0,4 2,0 0,0 6,9 0,8 2,3 1,5 1,1 2,1 2,0 425% -70% 153%Total 4,8 9,9 13,7 12,8 9,0 5,4 6,7 7,9 5,1 6,5 12% -60% -28%

Brecha de género en la tasa de desocupación por grupos de edad. 1990 - 2001

Grupo de edad 1990 200015 a 24 años 0,9 1,325 a 34 años 0,8 1,235 a 49 años 1,3 1,850 años y más 7,3 3,0Total 1,0 1,4

Fuente: IIPE/UNESCO - OEI, en base a la Encuesta Permanente de Hogares de Propósitos Múltiples del INE

Variación 1990 - 2001Años de estudio Años de estudio Años de estudio

1990 2001

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Tabla 4. Porcentaje de asalariados por grupos de edad y sexo según años de estudio. Universo: Ocupados de 15 años y más. Honduras, Total Urbano, 1990 - 2001Grupos de edady sexoAmbos sexos 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 13 y más Total15 a 24 años 74,7 74,2 88,0 91,7 77,1 78,0 79,1 79,0 81,9 79,1 4% -11% 3%25 a 34 años 63,1 68,0 80,3 84,5 71,0 58,5 62,5 73,0 83,4 67,2 -7% -1% -5%35 a 49 años 47,1 55,6 78,0 81,7 58,5 43,6 46,4 68,0 67,7 53,3 -7% -17% -9%50 años y más 36,1 48,5 58,9 60,7 41,7 29,9 36,5 54,8 64,8 38,1 -17% 7% -9%Total 53,3 66,3 79,1 82,5 64,5 48,7 62,5 71,0 75,1 61,8 -9% -9% -4%

Hombre15 a 24 años 74,3 73,8 85,7 88,7 75,8 81,0 80,6 78,6 80,2 80,4 9% -10% 6%25 a 34 años 74,1 72,2 82,4 82,5 75,8 67,3 67,8 68,9 79,6 69,6 -9% -3% -8%35 a 49 años 59,2 63,6 73,9 78,7 65,2 50,6 49,8 70,4 67,9 56,7 -15% -14% -13%50 años y más 42,3 56,3 55,8 57,0 46,8 42,9 40,2 50,7 61,5 45,3 1% 8% -3%Total 61,0 69,9 77,3 79,4 68,1 57,7 65,3 69,0 72,3 64,5 -5% -9% -5%

Mujer15 a 24 años 75,4 74,8 89,7 96,4 79,0 72,3 77,1 79,3 84,0 77,4 -4% -13% -2%25 a 34 años 49,3 59,8 78,5 88,3 64,4 48,2 55,5 76,0 87,7 64,7 -2% -1% 0%35 a 49 años 32,3 45,0 81,6 89,2 50,1 35,4 41,4 65,8 67,5 49,0 10% -24% -2%50 años y más 26,4 31,4 62,0 72,5 33,6 11,0 29,5 60,3 74,5 26,4 -58% 3% -22%Total 42,5 60,1 80,5 89,0 59,3 36,3 58,5 72,6 79,1 58,3 -15% -11% -2%

Brecha de género en la asalarización por grupos de edad. 1990 - 2001

Grupo de edad 1990 200115 a 24 años 1,0 1,025 a 34 años 1,2 1,135 a 49 años 1,3 1,250 años y más 1,4 1,7Total 1,1 1,1

Fuente: IIPE/UNESCO - OEI, en base a la Encuesta Permanente de Hogares de Propósitos Múltiples del INE

1990 2001 Variación 1990 - 2001Años de estudio Años de estudio Años de estudio

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Tabla 6. Porcentaje de trabajadores en el sector informal por grupos de edad y sexo según años de estudio. Universo: Ocupados de 15 años y más. Honduras, Total Urbano, 1990 - 2001Grupos de edady sexoAmbos sexos 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 13 y más Total15 a 24 años 65,6 52,6 20,0 10,1 50,1 54,8 45,7 29,2 24,5 42,9 -16% 141% -14%25 a 34 años 49,8 32,9 15,9 15,1 32,4 48,8 30,0 23,2 11,3 29,4 -2% -25% -9%35 a 49 años 39,1 26,9 12,7 11,5 28,2 39,1 32,2 15,8 14,6 28,2 0% 27% 0%50 años y más 43,0 23,0 18,6 20,0 36,1 49,6 30,4 19,4 14,2 37,7 15% -29% 5%Total 47,9 38,6 16,2 13,5 36,5 47,3 36,6 22,0 15,1 34,3 -1% 12% -6%

Hombre15 a 24 años 55,6 43,8 20,0 11,2 43,9 46,5 38,6 29,1 27,4 38,4 -16% 146% -12%25 a 34 años 40,4 22,5 10,4 16,7 24,9 39,2 24,6 23,8 12,6 25,7 -3% -25% 3%35 a 49 años 29,7 17,5 13,4 12,5 21,6 32,2 27,7 15,9 12,8 24,5 9% 3% 13%50 años y más 33,1 20,0 15,3 17,6 28,4 39,7 24,5 17,5 15,1 30,5 20% -14% 7%Total 38,6 29,7 13,9 14,4 29,8 39,1 30,7 21,5 15,5 29,8 1% 7% 0%

Mujer15 a 24 años 83,2 67,4 20,1 8,5 59,6 70,8 55,3 29,3 20,9 48,6 -15% 146% -18%25 a 34 años 61,6 52,8 20,5 12,0 42,7 60,1 37,1 22,7 9,8 33,5 -2% -18% -22%35 a 49 años 50,6 39,3 12,2 9,1 36,6 47,1 38,7 15,8 17,4 32,7 -7% 91% -10%50 años y más 58,5 29,4 21,9 27,5 48,4 63,9 41,7 21,8 11,3 49,5 9% -59% 2%Total 60,9 53,6 18,1 11,4 46,0 58,7 45,0 22,5 14,5 39,8 -4% 27% -14%

Brecha de género en la informalización del empleo por grupos de edad. 1990 - 2001

Grupo de edad 1990 200115 a 24 años 0,7 0,825 a 34 años 0,6 0,835 a 49 años 0,6 0,750 años y más 0,6 0,6Total 0,6 0,7

Fuente: IIPE/UNESCO - OEI, en base a la Encuesta Permanente de Hogares de Propósitos Múltiples del INE

1990 2001 Variación 1990 - 2001Años de estudio Años de estudio Años de estudio

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Tabla 7. Porcentaje de ocupados con remuneración horaria en el 30 % más bajo por grupos de edad y sexo según años de estudio.Universo: Ocupados de 15 años y más. Honduras, Total Urbano, 1990 - 2001Grupos de edady sexoAmbos sexos 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 13 y más Total15 a 24 años 56,8 43,2 10,0 8,3 40,8 57,7 39,1 15,1 5,8 35,9 2% -31% -12%25 a 34 años 39,9 25,6 10,0 9,3 24,8 48,3 24,9 10,4 2,5 22,9 21% -73% -8%35 a 49 años 35,0 20,8 11,9 15,3 24,9 38,3 22,6 8,8 1,0 21,1 10% -94% -15%50 años y más 39,9 17,4 11,0 13,2 31,9 47,7 26,3 5,7 1,7 32,7 20% -87% 3%Total 41,5 30,3 10,7 11,8 30,0 46,9 30,0 10,6 2,4 30,0 13% -80% 0%

Hombre15 a 24 años 45,1 31,6 7,8 12,6 32,7 50,3 31,5 12,6 4,6 31,4 11% -63% -4%25 a 34 años 26,2 16,7 11,7 9,8 17,8 39,4 18,9 6,5 2,7 18,4 50% -73% 3%35 a 49 años 26,2 12,9 14,1 16,6 19,4 28,5 15,1 7,9 0,9 15,4 9% -95% -21%50 años y más 31,3 15,0 9,2 14,5 25,5 41,1 19,4 5,9 0,0 26,8 32% -100% 5%Total 31,6 21,2 11,4 13,3 23,4 39,3 22,8 8,3 1,9 22,8 25% -86% -2%

Mujer15 a 24 años 78,4 62,7 11,6 1,4 52,9 71,9 49,3 16,8 7,1 41,5 -8% 418% -22%25 a 34 años 57,6 44,1 8,5 8,2 35,0 58,7 32,8 13,2 2,3 27,7 2% -72% -21%35 a 49 años 46,2 31,6 10,0 12,2 32,1 49,7 33,2 9,6 1,1 28,2 8% -91% -12%50 años y más 54,0 23,1 12,9 8,4 42,7 57,2 39,4 5,5 6,9 42,4 6% -18% -1%Total 56,1 46,5 10,2 8,4 39,6 57,4 39,9 12,5 3,2 33,8 2% -62% -15%

Brecha de género en la participación entre los ocupados con remuneración horaria en el 30% más bajo por grupos de edad. 1990 - 2001

Grupo de edad 1990 200115 a 24 años 0,6 0,825 a 34 años 0,5 0,735 a 49 años 0,6 0,550 años y más 0,6 0,6Total 0,6 0,7

Fuente: IIPE/UNESCO - OEI, en base a la Encuesta Permanente de Hogares de Propósitos Múltiples del INE

1990 2001 Variación 1990 - 2001Años de estudio Años de estudio Años de estudio

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Tabla 8. Porcentaje de personas en hogares con ingresos per cápita familiares en el 30% más bajo por tramo de edad del jefeo del núcleo conyugal y clima educativo del hogar. Universo: Total de la población. Honduras, Total Urbano, 1990 - 2001

Edad del jefe oedad promediodel núcleo Bajo Medio Alto Total Bajo Medio Alto Total Bajo Alto TotalMenos de 30 42,1 20,1 1,6 26,5 59,9 22,6 1,0 31,1 43% -41% 18%30 a 49 años 57,0 28,8 3,3 40,2 60,6 28,7 3,6 35,3 6% 10% -12%50 años y más 49,7 23,8 2,2 37,1 55,9 19,6 3,7 35,5 13% 71% -4%Total 53,0 26,0 2,8 37,1 58,6 25,0 3,3 34,7 10% 17% -7%

Fuente: IIPE/UNESCO - OEI, en base a la Encuesta Permanente de Hogares de Propósitos Múltiples del INE

1990 2001 Variación 1990 - 2001Clima educativo del hogar Clima educativo del hogar Clima educativo

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México 1992-2000 SITEAL con base a la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares del INEGI, Cobertura: Total del país y por área urbano - rural

ribución de la población de 15 años y más por grupos de edad según años de estudio y sexo. blación de 15 años y más. México, Total Urbano, 1992 - 2000ad

os 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total10,8 60,7 19,4 9,2 100,0 6,5 51,7 27,0 14,7 100,018,4 52,5 13,0 16,0 100,0 9,5 55,0 17,4 18,1 100,036,9 44,6 6,9 11,6 100,0 20,9 50,0 10,9 18,2 100,0

s 62,5 27,6 3,9 5,9 100,0 50,2 35,1 4,6 10,1 100,028,5 48,7 12,0 10,8 100,0 20,4 48,5 15,6 15,4 100,0

9,9 59,3 20,5 10,3 100,0 7,3 51,7 26,9 14,1 100,0

16,6 48,3 15,1 20,0 100,0 7,8 51,4 19,4 21,4 100,033,8 40,8 8,7 16,8 100,0 16,4 48,5 11,9 23,3 100,0

s 60,9 25,2 4,4 9,6 100,0 46,7 32,8 4,9 15,6 100,026,5 46,1 13,5 14,0 100,0 18,2 46,8 16,5 18,6 100,0

11,6 62,0 18,3 8,1 100,0 5,8 51,8 27,2 15,3 100,020,1 56,4 11,2 12,4 100,0 11,1 58,3 15,6 15,0 100,039,6 48,1 5,2 7,1 100,0 24,9 51,3 10,0 13,7 100,0

s 64,0 29,8 3,5 2,7 100,0 53,2 37,1 4,3 5,4 100,030,3 51,2 10,6 7,9 100,0 22,5 50,0 14,9 12,6 100,0

UNESCO - OEI, en base a la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares del INEGI

1990 2000Años de estudio Años de estudio

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Tabla 1. DistUniverso: PoGrupos de edy sexo

Ambos sex15 a 24 años25 a 34 años35 a 49 años50 años y máTotal

Hombre15 a 24 años25 a 34 años35 a 49 años50 años y máTotal

Mujer15 a 24 años25 a 34 años35 a 49 años50 años y má

Fuente: IIPE/

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Tabla 2. Tasa de actividad por grupos de edad y sexo según años de estudio. Universo: Población de 15 años y más. México, Total Urbano, 1992 - 2000Grupos de edady sexoAmbos sexos 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 13 y más Total15 a 24 años 50,6 53,0 37,8 41,4 48,7 61,9 55,0 36,1 39,4 48,1 22% -5% -1%25 a 34 años 58,9 62,7 82,4 83,4 68,0 57,7 69,2 80,7 84,2 72,8 -2% 1% 7%35 a 49 años 60,7 64,5 80,0 90,6 67,3 65,1 71,6 79,3 87,8 74,0 7% -3% 10%50 años y más 39,1 42,0 46,9 74,5 42,4 42,9 45,7 45,1 71,4 46,9 10% -4% 11%Total 50,1 56,8 55,7 72,3 56,6 52,2 62,0 56,7 71,6 60,6 4% -1% 7%

Hombre15 a 24 años 82,0 71,5 48,0 42,1 64,6 86,8 75,0 42,8 45,5 63,0 6% 8% -2%25 a 34 años 97,0 98,2 98,2 92,0 96,7 92,3 98,9 98,3 92,3 96,8 -5% 0% 0%35 a 49 años 96,0 97,5 98,6 99,6 97,5 95,5 96,5 97,0 99,0 97,0 -1% -1% -1%50 años y más 64,1 75,2 72,4 80,9 69,0 67,5 71,3 76,8 82,4 71,5 5% 2% 4%Total 80,4 83,9 70,4 80,1 80,6 78,9 86,7 71,3 82,8 82,0 -2% 3% 2%

Mujer15 a 24 años 20,7 36,0 26,8 40,5 33,2 34,2 37,3 30,3 34,5 34,8 65% -15% 5%25 a 34 años 34,0 35,4 63,2 70,9 42,7 35,6 45,4 60,8 73,6 51,0 5% 4% 19%35 a 49 años 35,5 39,4 52,4 71,4 40,8 47,6 51,1 60,8 71,0 53,9 34% -1% 32%50 años y más 18,7 17,3 19,0 54,3 19,3 24,3 26,3 14,5 44,1 25,7 30% -19% 33%Total 26,8 34,6 38,6 59,6 34,7 33,2 41,5 42,4 56,9 41,7 24% -5% 20%

Brecha de género en la tasa de actividad por grupos de edad. 1992 - 2000

Grupo de edad 1992 200015 a 24 años 1,9 1,825 a 34 años 2,3 1,935 a 49 años 2,4 1,850 años y más 3,6 2,8Total 2,3 2,0

Fuente: IIPE/UNESCO - OEI, en base a la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares del INEGI

1992 2000 Variación 1992 - 2000Años de estudio Años de estudio Años de estudio

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Tabla 3. Tasa de desocupación por grupos de edad y sexo según años de estudio. Universo: PEA de 15 años y más. México, Total Urbano, 1992 - 2000Grupos de edady sexoAmbos sexos 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 (1) 13 y más (1) Total15 a 24 años 11,2 9,2 7,3 10,8 9,2 5,0 5,7 5,6 4,2 5,5 -56% -61% -41%25 a 34 años 1,2 2,1 2,8 2,9 2,2 1,3 1,5 2,8 3,3 2,1 8% 12% -6%35 a 49 años 1,8 1,0 1,1 1,8 1,4 0,7 1,0 0,6 0,7 0,9 -62% -58% -39%50 años y más 1,3 2,4 1,5 0,6 1,5 1,3 0,6 0,0 0,3 0,8 -4% -39% -47%Total 2,6 4,6 4,1 3,6 3,9 1,5 2,4 2,9 2,0 2,2 -44% -44% -43%

Hombre15 a 24 años 10,2 9,4 8,4 8,3 9,3 6,8 5,9 7,1 4,6 6,1 -34% -44% -35%25 a 34 años 1,6 2,1 2,7 3,1 2,3 2,1 1,8 3,0 2,7 2,2 34% -12% -3%35 a 49 años 2,6 1,0 1,5 2,4 1,8 1,3 1,6 0,7 1,0 1,3 -52% -59% -28%50 años y más 1,8 3,1 1,9 0,7 2,0 1,9 0,8 0,0 0,3 1,1 4% -53% -44%Total 3,2 4,7 4,4 3,2 4,1 2,3 2,7 3,3 1,8 2,6 -27% -43% -37%

Mujer15 a 24 años 15,1 8,8 5,1 13,9 9,2 0,0 5,5 3,6 3,7 4,5 -100% -73% -51%25 a 34 años 0,5 2,0 3,2 2,6 2,1 0,0 1,1 2,4 4,1 1,9 -100% 60% -9%35 a 49 años 0,2 1,1 0,0 0,0 0,6 0,0 0,1 0,5 0,3 0,1 -78% . -74%50 años y más 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,0 0,5 0,0 . . .Total 1,4 4,5 3,3 4,4 3,6 0,0 1,8 2,3 2,4 1,7 -99% -46% -55%

Brecha de género en la tasa de desocupación por grupos de edad. 1992 - 2000

Grupo de edad 1992 (1) 200015 a 24 años 1,0 1,425 a 34 años 1,1 1,235 a 49 años 3,3 9,050 años y más . 26,8Total 1,1 1,6

(1) ' . ' Indicador no estimableFuente: IIPE/UNESCO - OEI, en base a la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares del INEGI

1992 2000 Variación 1992 - 2000Años de estudio Años de estudio Años de estudio

Pág. 118

Page 119: Índice General - UNESCOarchivo.siteal.iipe.unesco.org/sites/default/files/siteal_libro_debate... · formales y del incremento del peso relativo del sector informal y del empleo precario

Tabla 4. Porcentaje de asalariados por grupos de edad y sexo según años de estudio. Universo: Ocupados de 15 años y más. México, Total Urbano, 1992 - 2000Grupos de edady sexoAmbos sexos 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 13 y más Total15 a 24 años 83,1 84,2 80,5 87,9 83,8 82,1 85,2 83,4 84,4 84,5 -1% -4% 1%25 a 34 años 73,6 82,5 81,5 84,2 81,3 72,1 78,7 72,7 85,2 78,4 -2% 1% -4%35 a 49 años 56,3 69,4 82,1 79,3 67,8 58,9 68,5 73,4 76,1 68,9 5% -4% 2%50 años y más 39,9 52,5 58,4 70,2 47,4 40,8 57,2 75,9 62,7 51,4 2% -11% 8%Total 56,8 77,4 80,1 81,6 73,2 55,0 74,6 76,2 78,4 72,1 -3% -4% -2%

Hombre15 a 24 años 83,9 79,9 77,5 90,2 80,7 86,5 87,0 84,4 84,5 86,2 3% -6% 7%25 a 34 años 80,3 85,2 79,7 80,8 82,8 83,5 83,4 77,6 82,5 82,1 4% 2% -1%35 a 49 años 63,4 72,2 77,2 76,7 70,7 64,5 73,8 74,4 74,5 72,5 2% -3% 3%50 años y más 44,2 55,5 60,2 67,8 50,8 47,6 59,7 76,2 58,2 55,0 8% -14% 8%Total 62,0 77,3 77,2 78,8 73,6 61,5 78,5 78,5 75,2 74,9 -1% -5% 2%

Mujer15 a 24 años 79,8 91,9 86,2 84,8 89,6 70,4 82,1 82,3 84,2 81,8 -12% -1% -9%25 a 34 años 61,4 76,8 84,9 90,6 78,5 53,7 70,5 63,7 89,7 72,0 -12% -1% -8%35 a 49 años 42,9 64,2 95,3 87,0 61,8 52,6 60,3 71,8 79,3 63,3 23% -9% 2%50 años y más 28,3 42,9 51,1 81,3 37,0 26,8 52,1 74,2 83,3 42,8 -5% 3% 16%Total 45,0 77,5 86,0 87,8 72,3 44,3 68,0 72,7 84,3 67,2 -2% -4% -7%

Brecha de género en la asalarización por grupos de edad. 1992 - 2000

Grupo de edad 1992 200015 a 24 años 0,9 1,125 a 34 años 1,1 1,135 a 49 años 1,1 1,150 años y más 1,4 1,3Total 1,0 1,1

Fuente: IIPE/UNESCO - OEI, en base a la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares del INEGI

1992 2000 Variación 1992 - 2000Años de estudio Años de estudio Años de estudio

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Tabla 5. Porcentaje de asalariados precarios por grupos de edad y sexo según años de estudio. Universo: Asalariados de 15 años y más. México, Total Urbano, 1992 - 2000Grupos de edady sexoAmbos sexos 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 13 y más Total15 a 24 años 81,4 51,2 40,1 43,4 51,8 80,0 62,3 52,0 53,9 60,7 -2% 24% 17%25 a 34 años 66,4 41,8 20,9 18,7 37,1 83,4 51,1 35,5 28,4 45,5 26% 52% 23%35 a 49 años 61,8 32,6 29,5 20,4 37,8 74,2 41,7 29,5 24,7 41,3 20% 21% 9%50 años y más 61,9 35,8 30,1 20,9 45,8 70,8 46,3 60,2 22,5 51,6 14% 7% 13%Total 66,0 43,2 29,9 23,5 42,7 75,5 51,2 40,7 30,3 48,7 14% 29% 14%

Hombre15 a 24 años 78,1 55,6 40,6 48,8 55,6 81,3 63,8 51,4 54,7 62,4 4% 12% 12%25 a 34 años 66,2 42,4 23,0 20,3 38,7 87,4 53,4 37,4 27,7 47,7 32% 36% 23%35 a 49 años 59,9 36,1 34,1 24,6 40,4 71,7 45,2 32,1 28,2 43,2 20% 15% 7%50 años y más 57,1 35,8 28,9 23,5 43,9 70,9 47,7 70,4 21,2 53,1 24% -10% 21%Total 63,6 45,3 31,7 26,2 44,6 75,6 53,5 42,3 30,4 50,6 19% 16% 13%

Mujer15 a 24 años 95,2 44,4 39,2 35,6 45,4 75,9 59,6 52,7 53,1 57,7 -20% 49% 27%25 a 34 años 67,0 40,6 17,2 16,1 33,9 73,3 46,6 31,3 29,6 41,2 9% 84% 22%35 a 49 años 67,1 25,1 19,3 9,8 31,9 77,7 35,1 25,2 17,9 37,7 16% 83% 18%50 años y más 82,5 35,9 35,9 10,8 53,8 70,3 43,1 6,9 26,6 47,2 -15% 146% -12%Total 73,5 38,8 26,4 18,0 38,7 75,1 46,8 37,8 30,1 45,1 2% 67% 17%

Brecha de género en la precarización del empleo asalariado por grupos de edad. 1992 - 2000

Grupo de edad 1992 200015 a 24 años 1,2 1,125 a 34 años 1,1 1,235 a 49 años 1,3 1,150 años y más 0,8 1,1Total 1,2 1,1

Fuente: IIPE/UNESCO - OEI, en base a la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares del INEGI

1992 2000 Variación 1992 - 2000Años de estudio Años de estudio Años de estudio

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Tabla 6. Porcentaje de trabajadores en el sector informal por grupos de edad y sexo según años de estudio. Universo: Ocupados de 15 años y más. México, Total Urbano, 1992 - 2000Grupos de edady sexoAmbos sexos 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 13 y más Total15 a 24 años 58,6 45,5 39,3 17,7 43,6 50,9 41,5 41,7 22,9 40,1 -13% 29% -8%25 a 34 años 52,6 35,7 24,9 17,6 33,0 52,3 37,5 26,9 14,2 31,8 0% -20% -4%35 a 49 años 49,2 31,5 17,0 16,1 33,6 50,3 33,7 25,5 19,3 32,7 2% 20% -3%50 años y más 55,1 36,2 25,6 16,4 44,5 52,7 39,8 26,2 12,7 40,9 -4% -23% -8%Total 52,8 38,3 28,4 17,0 37,7 51,6 37,6 30,9 17,2 35,4 -2% 1% -6%

Hombre15 a 24 años 55,8 46,4 41,8 11,5 44,4 47,5 43,2 36,8 21,6 40,2 -15% 87% -9%25 a 34 años 44,1 34,0 24,8 17,7 30,9 52,0 35,1 22,6 13,1 29,5 18% -26% -5%35 a 49 años 41,0 27,9 17,2 16,9 29,1 37,9 32,7 30,1 20,3 30,3 -7% 20% 4%50 años y más 50,7 34,2 25,8 17,0 41,1 48,6 38,1 25,0 13,1 37,5 -4% -23% -9%Total 46,8 37,0 29,0 16,5 35,6 45,8 36,9 28,5 16,9 33,5 -2% 2% -6%

Mujer15 a 24 años 70,1 43,8 34,5 26,1 42,1 59,9 38,6 47,6 24,3 39,8 -15% -7% -5%25 a 34 años 68,3 39,4 25,0 17,6 37,1 52,8 41,5 34,6 15,9 35,7 -23% -10% -4%35 a 49 años 64,9 38,2 16,2 13,7 42,8 64,4 35,3 18,0 17,2 36,5 -1% 25% -15%50 años y más 66,9 42,4 24,9 13,7 54,8 60,9 43,3 32,1 11,2 48,9 -9% -19% -11%Total 66,5 41,0 27,2 18,1 42,2 61,3 38,9 34,9 17,7 38,7 -8% -2% -8%

Brecha de género en la informalización del empleo por grupos de edad. 1992 - 2000

Grupo de edad 1992 200015 a 24 años 1,1 1,025 a 34 años 0,8 0,835 a 49 años 0,7 0,850 años y más 0,7 0,8Total 0,8 0,9

Fuente: IIPE/UNESCO - OEI, en base a la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares del INEGI

1992 2000 Variación 1992 - 2000Años de estudio Años de estudio Años de estudio

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Tabla 7. Porcentaje de ocupados con remuneración horaria en el 30 % más bajo por grupos de edad y sexo según años de estudio.Universo: Ocupados de 15 años y más. México, Total Urbano, 1992 - 2000Grupos de edady sexoAmbos sexos 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 13 y más Total15 a 24 años 54,2 41,3 27,1 13,2 38,1 57,4 45,6 36,1 15,5 41,0 6% 17% 7%25 a 34 años 42,0 24,0 10,6 4,3 20,7 50,0 28,4 12,6 4,4 22,0 19% 2% 6%35 a 49 años 40,9 18,9 2,4 1,1 21,8 44,0 23,2 13,5 2,6 21,5 8% 142% -2%50 años y más 47,2 25,1 15,4 6,2 35,4 55,6 29,2 8,0 2,2 36,2 18% -65% 2%Total 44,7 29,2 15,1 4,8 30,0 51,2 31,3 19,6 5,0 30,0 15% 3% 0%

Hombre15 a 24 años 51,9 37,2 25,8 9,1 35,2 51,9 42,1 32,2 13,8 38,4 0% 52% 9%25 a 34 años 37,9 22,1 13,2 2,8 19,3 45,2 23,6 11,5 4,1 18,9 19% 46% -2%35 a 49 años 37,4 16,9 2,7 0,8 19,2 39,2 18,4 14,9 2,5 17,5 5% 202% -9%50 años y más 45,5 24,4 17,0 6,4 33,8 53,0 24,2 8,2 1,0 31,7 16% -85% -6%Total 42,1 26,4 15,5 3,4 25,8 47,9 26,9 17,6 4,0 24,9 14% 19% -3%

Mujer15 a 24 años 63,2 48,7 29,5 18,7 43,6 71,9 51,9 40,8 17,2 45,1 14% -8% 3%25 a 34 años 49,6 28,1 5,6 7,2 23,5 57,8 36,7 14,5 4,9 27,5 16% -32% 17%35 a 49 años 47,7 22,8 1,5 1,7 27,3 49,5 30,7 11,4 2,6 27,6 4% 55% 1%50 años y más 52,1 27,2 8,7 5,5 40,4 61,2 39,6 7,2 7,6 46,7 18% 38% 16%Total 50,5 34,8 14,2 8,0 32,4 56,6 38,7 23,0 6,8 34,1 12% -16% 5%

Brecha de género en la participación entre los ocupados con remuneración horaria en el 30% más bajo por grupos de edad. 1992 - 2000

Grupo de edad 1992 200015 a 24 años 0,8 0,825 a 34 años 0,8 0,735 a 49 años 0,7 0,650 años y más 0,8 0,7Total 0,8 0,7

Fuente: IIPE/UNESCO - OEI, en base a la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares del INEGI

1992 2000 Variación 1992 - 2000Años de estudio Años de estudio Años de estudio

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Tabla 8. Porcentaje de personas en hogares con ingresos per cápita familiares en el 30% más bajo por tramo de edad del jefe o del núcleoconyugal y clima educativo del hogar. Universo: Total de la población. México, Total Urbano, 1992 - 2000

Edad del jefe oedad promediodel núcleo Bajo Medio Alto Total Bajo Medio Alto Total Bajo Alto TotalMenos de 30 62,7 30,2 3,2 34,8 74,7 36,4 7,2 36,9 19% 125% 6%30 a 49 años 61,0 30,7 2,9 37,9 67,2 34,9 5,2 35,1 10% 79% -7%50 años y más 51,5 19,8 1,0 32,7 57,4 23,9 2,6 34,9 11% 159% 7%Total 58,1 28,1 2,6 36,0 63,5 32,2 5,0 35,3 9% 93% -2%

Fuente: IIPE/UNESCO - OEI, en base a la Encuesta Nacional de Ingresos y Gastos de los Hogares del INEGI

1992 2000 Variación 1992 - 2000Clima educativo del hogar Clima educativo del hogar Clima educativo

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Perú 1997-2000 SITEAL en base a la Encuesta Nacional de Hogares del INEI. Cobertura: Total del país y por área urbano - rural

ución de la población de 15 años y más por grupos de edad según años de estudio y sexo. ación de 15 años y más. Perú, Total Urbano, 1997 - 2000

0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total10,3 28,3 48,8 12,6 100,0 3,1 31,1 52,1 13,8 100,014,1 15,8 39,8 30,3 100,0 4,6 18,5 40,4 36,6 100,027,5 14,0 31,9 26,7 100,0 10,3 25,2 35,7 28,8 100,058,7 9,3 18,8 13,2 100,0 37,3 30,7 19,4 12,7 100,025,7 17,9 36,2 20,2 100,0 13,3 26,6 37,7 22,4 100,0

9,6 27,7 51,2 11,4 100,0 1,5 34,0 53,1 11,4 100,09,7 16,8 43,7 29,8 100,0 2,9 18,2 44,8 34,1 100,0

19,0 14,0 35,1 32,0 100,0 7,2 20,1 40,4 32,3 100,051,3 10,7 19,8 18,2 100,0 25,1 33,5 24,6 16,8 100,021,2 18,1 38,6 22,1 100,0 8,9 27,0 41,3 22,8 100,0

10,9 28,9 46,6 13,6 100,0 4,6 28,3 51,1 16,0 100,017,9 14,9 36,4 30,7 100,0 6,1 18,7 36,5 38,7 100,035,2 14,0 29,0 21,8 100,0 12,9 29,4 31,8 25,8 100,065,8 7,9 17,8 8,4 100,0 48,7 28,0 14,5 8,8 100,029,8 17,7 34,0 18,5 100,0 17,2 26,2 34,4 22,2 100,0

ESCO - OEI, en base a la Encuesta Nacional de Hogares del INEI

Años de estudio Años de estudio1990 2000

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Tabla 1. DistribUniverso: PoblGrupos de edady sexo

Ambos sexos15 a 24 años25 a 34 años35 a 49 años50 años y másTotal

Hombre15 a 24 años25 a 34 años35 a 49 años50 años y másTotal

Mujer15 a 24 años25 a 34 años35 a 49 años50 años y más

Fuente: IIPE/UN

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Tabla 2. Tasa de actividad por grupos de edad y sexo según años de estudio. Universo: Población de 15 años y más. Perú, Total Urbano, 1997 - 2000Grupos de edady sexoAmbos sexos 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 13 y más Total15 a 24 años 70,7 52,8 61,0 60,0 59,6 37,5 38,3 43,5 36,0 40,7 -47% -40% -32%25 a 34 años 77,6 85,8 83,9 88,0 84,5 63,0 74,8 75,4 76,1 75,0 -19% -13% -11%35 a 49 años 81,0 82,3 86,2 93,8 86,2 73,2 79,4 79,2 85,0 80,3 -10% -9% -7%50 años y más 58,7 70,1 57,1 73,5 61,4 45,7 44,3 49,5 56,8 47,4 -22% -23% -23%Total 68,3 67,1 71,8 82,4 72,2 51,7 55,1 60,3 69,1 59,8 -24% -16% -17%

Hombre15 a 24 años 76,9 58,6 68,2 62,1 65,7 38,6 40,5 54,1 35,2 47,1 -50% -43% -28%25 a 34 años 93,2 98,7 98,4 93,5 96,5 79,3 94,1 91,8 83,1 88,9 -15% -11% -8%35 a 49 años 93,7 99,3 97,6 99,8 97,8 75,9 96,0 96,7 97,2 95,2 -19% -3% -3%50 años y más 75,4 82,3 76,5 83,9 77,9 59,9 62,9 61,7 68,7 62,8 -21% -18% -19%Total 81,5 77,8 83,4 89,0 83,2 63,2 65,1 74,2 78,0 71,6 -22% -12% -14%

Mujer15 a 24 años 65,9 48,0 54,1 58,4 54,2 37,2 35,8 33,2 36,6 34,6 -44% -37% -36%25 a 34 años 70,2 73,1 68,7 83,3 74,1 56,4 58,3 57,9 70,7 62,9 -20% -15% -15%35 a 49 años 74,7 66,8 73,5 85,6 75,6 71,9 69,9 60,7 72,4 67,9 -4% -15% -10%50 años y más 46,1 54,3 36,2 51,9 45,5 38,9 23,4 30,0 35,5 33,0 -16% -32% -28%Total 59,9 57,2 59,8 75,2 62,2 46,4 46,0 45,4 61,0 49,2 -23% -19% -21%

Brecha de género en la tasa de actividad por grupos de edad. 1997 - 2000

Grupo de edad 1997 200015 a 24 años 1,2 1,425 a 34 años 1,3 1,435 a 49 años 1,3 1,450 años y más 1,7 1,9Total 1,3 1,5

Fuente: IIPE/UNESCO - OEI, en base a la Encuesta Nacional de Hogares del INEI

Variación 1997 - 2000Años de estudio Años de estudio Años de estudio

1997 2000

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Tabla 3. Tasa de desocupación por grupos de edad y sexo según años de estudio. Universo: PEA de 15 años y más. Perú, Total Urbano, 1997 - 2000Grupos de edady sexoAmbos sexos 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 13 y más Total15 a 24 años 12,8 16,4 19,6 17,2 17,6 18,0 9,7 18,7 24,6 16,9 40% 43% -4%25 a 34 años 8,9 5,5 8,1 6,5 7,2 15,3 3,4 7,9 8,9 7,8 72% 39% 8%35 a 49 años 5,3 8,4 7,6 4,1 6,1 3,8 6,9 6,1 7,7 6,6 -28% 87% 8%50 años y más 11,2 10,6 15,7 13,9 12,4 11,5 20,1 14,1 7,2 14,0 2% -48% 13%Total 9,3 11,0 12,7 8,0 10,5 10,4 10,1 11,7 10,5 10,8 12% 30% 3%

Hombre15 a 24 años 10,4 17,5 15,2 13,6 15,0 11,1 8,6 17,6 19,2 14,7 7% 41% -2%25 a 34 años 4,2 3,8 4,3 5,3 4,5 17,7 2,2 4,6 6,5 5,1 326% 23% 14%35 a 49 años 3,2 5,5 3,6 1,2 3,0 2,4 5,6 5,0 5,4 5,1 -25% 348% 69%50 años y más 9,7 10,2 14,1 10,3 10,7 4,4 21,5 12,3 6,9 12,6 -54% -33% 17%Total 7,5 9,9 8,8 5,5 7,9 5,3 10,4 9,5 7,5 8,9 -29% 37% 13%

Mujer15 a 24 años 15,0 15,3 24,9 20,0 20,4 19,2 11,2 20,0 28,2 19,2 28% 41% -6%25 a 34 años 11,8 7,7 13,7 7,6 10,4 14,1 5,0 13,1 11,1 11,0 19% 47% 6%35 a 49 años 6,6 12,4 13,4 8,6 9,7 4,5 7,8 7,6 10,4 8,1 -31% 21% -17%50 años y más 13,1 11,5 19,5 26,2 15,1 16,5 16,9 18,8 8,6 16,3 26% -67% 8%Total 10,8 12,4 18,4 11,4 13,7 13,3 9,7 14,7 13,7 13,0 23% 21% -5%

Brecha de género en la tasa de desocupación por grupos de edad. 1997 - 2000

Grupo de edad 1997 200015 a 24 años 0,7 0,825 a 34 años 0,4 0,535 a 49 años 0,3 0,650 años y más 0,7 0,8Total 0,6 0,7

Fuente: IIPE/UNESCO - OEI, en base a la Encuesta Nacional de Hogares del INEI

1997 2000 Variación 1997 - 2000Años de estudio Años de estudio Años de estudio

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Tabla 4. Porcentaje de asalariados por grupos de edad y sexo según años de estudio. Universo: Ocupados de 15 años y más. Perú, Total Urbano, 1997 - 2000Grupos de edady sexoAmbos sexos 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 13 y más Total15 a 24 años 39,5 44,6 63,3 72,7 56,6 17,3 42,9 57,5 67,5 53,1 -56% -7% -6%25 a 34 años 33,4 48,3 57,3 78,6 59,6 14,5 36,7 51,9 69,2 54,3 -57% -12% -9%35 a 49 años 22,8 36,3 47,4 64,1 44,5 19,5 26,1 43,6 68,5 44,3 -14% 7% -1%50 años y más 22,7 31,8 42,2 53,4 31,7 19,3 25,8 30,5 44,3 27,5 -15% -17% -13%Total 26,4 42,2 55,3 69,4 49,3 18,8 32,9 49,0 65,9 46,0 -29% -5% -7%

Hombre15 a 24 años 64,8 64,7 68,7 72,1 67,7 80,1 60,6 69,0 58,7 64,9 24% -19% -4%25 a 34 años 52,7 63,9 64,9 78,6 67,5 25,9 52,8 60,6 70,1 61,5 -51% -11% -9%35 a 49 años 44,5 52,8 56,5 62,4 55,8 43,5 37,3 50,3 69,4 53,4 -2% 11% -4%50 años y más 35,6 35,8 45,7 54,9 41,3 32,4 36,1 35,9 42,6 36,4 -9% -22% -12%Total 43,8 57,5 61,9 67,4 58,7 35,5 47,3 56,8 64,3 54,6 -19% -5% -7%

Mujer15 a 24 años 64,8 64,7 68,7 72,1 67,7 4,8 16,9 44,7 74,0 40,0 -93% 3% -41%25 a 34 años 52,7 63,9 64,9 78,6 67,5 9,2 13,5 37,2 68,3 45,3 -82% -13% -33%35 a 49 años 44,5 52,8 56,5 62,4 55,8 7,0 18,0 33,3 67,3 34,3 -84% 8% -39%50 años y más 35,6 35,8 45,7 54,9 41,3 8,6 3,6 15,2 50,4 12,3 -76% -8% -70%Total 43,8 57,5 61,9 67,4 58,7 8,0 14,7 37,3 67,8 35,4 -82% 1% -40%

Brecha de género en la asalarización por grupos de edad. 1997 - 2000

Grupo de edad 1997 200015 a 24 años 1,0 1,625 a 34 años 1,0 1,435 a 49 años 1,0 1,650 años y más 1,0 3,0Total 1,0 1,5

Fuente: IIPE/UNESCO - OEI, en base a la Encuesta Nacional de Hogares del INEI

1997 2000 Variación 1997 - 2000Años de estudio Años de estudio Años de estudio

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Tabla 5. Porcentaje de asalariados precarios por grupos de edad y sexo según años de estudio. Universo: Asalariados de 15 años y más. Perú, Total Urbano, 1997 - 2000Grupos de edady sexoAmbos sexos 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 13 y más Total15 a 24 años 91,2 91,6 77,3 57,4 78,2 100,0 98,6 80,3 57,3 81,3 10% 0% 4%25 a 34 años 81,8 71,3 58,2 30,4 50,0 100,0 69,7 64,5 38,8 53,2 22% 28% 6%35 a 49 años 72,2 58,4 42,6 18,4 37,9 90,2 79,8 39,1 17,7 37,5 25% -4% -1%50 años y más 68,0 63,9 43,6 29,0 51,9 61,6 50,5 42,8 19,0 43,4 -9% -34% -16%Total 76,0 75,9 60,8 29,7 54,6 74,3 79,8 62,3 31,7 54,7 -2% 7% 0%

Hombre15 a 24 años 95,2 90,3 79,6 59,6 81,5 100,0 98,7 84,1 68,4 87,7 5% 15% 8%25 a 34 años 88,7 73,0 59,5 31,8 54,6 100,0 72,2 63,7 47,0 59,2 13% 48% 8%35 a 49 años 73,1 60,2 45,0 19,9 41,7 88,3 77,7 39,9 18,2 38,7 21% -8% -7%50 años y más 65,1 57,2 43,4 31,7 51,1 55,0 48,6 47,8 6,2 40,0 -16% -80% -22%Total 76,5 75,0 61,6 30,2 57,4 69,3 78,9 62,9 32,7 57,8 -9% 8% 1%

Mujer15 a 24 años 74,6 95,2 73,3 55,6 72,4 100,0 98,1 73,7 50,8 69,8 34% -9% -4%25 a 34 años 69,7 66,0 55,0 29,0 42,4 100,0 55,4 66,9 31,0 43,0 44% 7% 1%35 a 49 años 69,2 46,6 35,8 16,1 29,0 96,4 83,0 37,3 17,0 35,6 39% 5% 23%50 años y más 88,9 84,1 44,2 16,3 55,6 81,8 91,9 10,1 58,4 60,1 -8% 258% 8%Total 74,3 78,8 59,0 29,0 48,8 88,6 83,1 60,7 30,6 48,7 19% 6% 0%

Brecha de género en la precarización del empleo asalariado por grupos de edad. 1997 - 2000

Grupo de edad 1997 200015 a 24 años 1,1 1,325 a 34 años 1,3 1,435 a 49 años 1,4 1,150 años y más 0,9 0,7Total 1,2 1,2

Fuente: IIPE/UNESCO - OEI, en base a la Encuesta Nacional de Hogares del INEI

1997 2000 Variación 1997 - 2000Años de estudio Años de estudio Años de estudio

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Tabla 6. Porcentaje de trabajadores en el sector informal por grupos de edad y sexo según años de estudio. Universo: Ocupados de 15 años y más. Perú, Total Urbano, 1997 - 2000Grupos de edady sexoAmbos sexos 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 13 y más Total15 a 24 años 73,3 68,2 46,0 31,7 53,4 65,5 73,5 57,3 26,6 58,6 -11% -16% 10%25 a 34 años 50,1 45,9 32,9 16,4 32,0 58,4 44,7 38,3 23,8 34,7 17% 45% 9%35 a 49 años 48,0 38,1 26,6 15,0 30,2 44,8 50,0 32,1 16,7 33,3 -7% 11% 10%50 años y más 51,0 41,2 30,7 23,9 42,3 53,5 55,0 41,4 24,1 46,7 5% 1% 10%Total 52,7 51,6 35,3 18,7 38,3 52,3 56,6 42,6 21,6 41,8 -1% 16% 9%

Hombre15 a 24 años 66,6 62,6 44,9 29,2 50,0 43,6 69,8 56,5 29,6 58,3 -35% 1% 17%25 a 34 años 43,6 37,3 28,8 15,5 27,8 76,4 38,9 35,8 23,7 33,3 75% 53% 20%35 a 49 años 41,1 35,1 25,7 14,8 26,2 40,1 44,1 29,9 16,3 29,1 -2% 10% 11%50 años y más 47,7 38,5 28,4 20,7 37,7 43,7 52,2 38,1 19,1 40,0 -8% -8% 6%Total 47,9 45,1 32,9 17,5 34,3 45,5 52,8 39,9 20,7 38,8 -5% 19% 13%

Mujer15 a 24 años 79,8 73,9 47,6 33,8 57,3 69,8 78,9 58,2 24,3 58,9 -13% -28% 3%25 a 34 años 54,5 57,8 39,7 17,4 37,0 50,1 53,0 42,7 23,8 36,5 -8% 37% -1%35 a 49 años 52,4 42,5 28,1 15,3 35,4 47,3 54,2 35,5 17,1 37,9 -10% 12% 7%50 años y más 55,2 46,5 36,3 37,0 50,3 61,4 60,9 50,7 42,2 57,9 11% 14% 15%Total 57,0 60,1 39,2 20,4 43,6 56,7 61,4 46,8 22,6 45,5 0% 11% 4%

Brecha de género en la informalización del empleo por grupos de edad. 1997 - 2000

Grupo de edad 1997 200015 a 24 años 0,9 1,025 a 34 años 0,8 0,935 a 49 años 0,7 0,850 años y más 0,8 0,7Total 0,8 0,9

Fuente: IIPE/UNESCO - OEI, en base a la Encuesta Nacional de Hogares del INEI

1997 2000 Variación 1997 - 2000Años de estudio Años de estudio Años de estudio

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Tabla 7. Porcentaje de ocupados con remuneración horaria en el 30 % más bajo por grupos de edad y sexo según años de estudio.Universo: Ocupados de 15 años y más. Perú, Total Urbano, 1997 - 2000Grupos de edady sexoAmbos sexos 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 6 a 9 10 a 12 13 y más Total 0 a 5 13 y más Total15 a 24 años 56,8 41,7 24,4 25,4 33,2 64,1 51,6 35,1 29,7 40,4 13% 17% 22%25 a 34 años 38,8 33,0 20,8 13,9 22,9 47,6 35,8 17,5 15,2 21,0 23% 10% -8%35 a 49 años 45,9 26,2 20,1 9,0 24,4 40,0 37,8 22,0 11,1 24,5 -13% 23% 1%50 años y más 45,4 29,1 21,5 11,1 34,3 58,0 39,5 26,6 16,9 39,6 28% 53% 16%Total 46,0 34,1 21,9 13,2 30,0 52,5 41,7 25,1 15,6 30,0 14% 18% 0%

Hombre15 a 24 años 44,2 31,5 16,8 13,3 23,2 53,3 41,2 32,3 31,3 35,6 21% 136% 53%25 a 34 años 27,7 20,6 16,1 13,8 17,3 40,2 23,7 12,2 12,9 15,2 45% -7% -12%35 a 49 años 28,4 9,0 14,2 6,4 13,5 26,5 28,5 16,7 5,5 16,1 -7% -15% 20%50 años y más 39,7 22,3 17,3 10,7 27,8 49,4 29,2 21,3 12,2 28,9 24% 15% 4%Total 35,8 21,4 15,9 10,2 19,6 43,5 31,5 20,0 11,7 22,7 21% 15% 16%

Mujer15 a 24 años 68,9 52,1 35,0 35,7 44,5 66,2 67,0 38,1 28,6 45,8 -4% -20% 3%25 a 34 años 46,4 50,2 28,7 13,9 29,7 51,0 53,2 26,4 17,3 28,2 10% 24% -5%35 a 49 años 57,2 51,5 29,9 13,4 38,2 47,0 44,6 30,0 18,5 33,6 -18% 38% -12%50 años y más 52,7 42,7 31,5 12,6 45,5 65,0 62,0 41,2 33,7 57,7 23% 168% 27%Total 55,3 50,6 31,5 17,2 38,4 58,4 54,5 32,7 20,2 38,7 6% 17% 1%

Brecha de género en la participación entre los ocupados con remuneración horaria en el 30% más bajo por grupos de edad. 1997 - 2000

Grupo de edad 1997 200015 a 24 años 0,5 0,825 a 34 años 0,6 0,535 a 49 años 0,4 0,550 años y más 0,6 0,5Total 0,5 0,6

Fuente: IIPE/UNESCO - OEI, en base a la Encuesta Nacional de Hogares del INEI

1997 2000 Variación 1997 - 2000Años de estudio Años de estudio Años de estudio

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Tabla 8. Porcentaje de personas en hogares con ingresos per cápita familiares en el 30% más bajo por tramo de edad del jefe o del núcleo conyugal y clima educativo del hogar. Universo: Total de la población. Perú, Total Urbano, 1997 - 2000

Edad del jefe oedad promediodel núcleo Bajo Medio Alto Total Bajo Medio Alto Total Bajo Alto TotalMenos de 30 58,9 32,9 15,2 34,7 61,9 44,7 14,8 41,5 5% -3% 20%30 a 49 años 70,0 34,1 7,2 37,0 78,1 39,0 14,3 37,7 12% 100% 2%50 años y más 54,5 23,6 7,4 29,4 58,5 24,3 2,2 26,1 7% -70% -11%Total 63,1 30,2 8,3 34,1 67,8 35,0 11,1 34,5 8% 33% 1%

Fuente: IIPE/UNESCO - OEI, en base a la Encuesta Nacional de Hogares del INEI

1997 2000 Variación 1997 - 2000Clima educativo del hogar Clima educativo del hogar Clima educativo

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Glosario

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Las definiciones operacionales empleadas para el cálculo de los indicadores fueron las siguientes: Tasa de actividad: Es el porcentaje de la población económicamente activa (ocupados y desocupados) de 15 años y más, con respecto al total de población de esa edad, por cien. Los grupos de edad propuestos para los indicadores referidos a la relación entre educación y mercado de trabajo son: 15 a 24 años, 25 a 34 años, 35 a 49 años y 50 años y más. Tasa de desocupación: Porcentaje de la población desocupada (busca empleo) de 15 años y más respecto a la población económicamente activa de esa edad, por cien. Porcentaje de asalariados: Cociente entre los asalariados (obreros o empleados) de 15 años y más y el total de ocupados de 15 años y más, por cien. Fueron considerados como asalariados todos aquellos ocupados que realizan tareas en relación de dependencia tanto en el sector público como en el sector privado percibiendo por ello una retribución. Los empleados del servicio doméstico remunerados fueron incluidos entre los asalariados. No fueron considerados como asalariados los trabajadores familiaressin remuneración fija. Porcentaje de asalariados precarios: es el cociente entre los asalariados de 15 años y más a quienes no se les realiza los aportes correspondientes al sistema previsional y el total de asalariados de 15 años y más, por cien. Porcentaje de trabajadores del sector informal: es el cociente entre los ocupados de 15 años y más con las siguientes características:

• asalariados y patrones que trabajan en establecimientos de hasta 5 personas, • los cuentas propias con baja remuneración y, • los trabajadores familiares sin remuneración fija; y el total de ocupados de 15 años y más, por cien.

Fueron considerados trabajadores por cuenta propia con baja remuneración a los que perciben una remuneración horaria promedio en el 30% más bajo de la distribución conformada por la remuneración horaria de los trabajadores por cuenta propia. Porcentaje de ocupados con ingresos en el 30% más bajo: Expresa la probabilidad de los ocupados con características determinadas de pertenecer al 30% que percibe los menores ingresos. Porcentaje de hogares con ingresos per cápita familiares en el 30% más bajo: Expresa la probabilidad de los hogares con características determinadas de ubicarse entre el 30% con menores ingresos per cápita familiares.

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Se incluyeron brechas de género en el caso de la relación entre escolarización y mercado de trabajo de los adolescentes. A su vez, para facilitar el análisis de las tendencias, se incluyeron variaciones entre la situación a inicios de la década del 90 y a principios de la década siguiente. Estas variaciones fueron calculadas para el total, para personales con distintos años de escolarización y para clima educativo. Variación total: expresa el crecimiento o decrecimiento porcentual entre la situación en el año 2000 en relación a la situación a principios de la década del ‘90. En términos operativos es el cociente entre la diferencia de la tasa o el porcentaje en el último año y el primero y, el porcentaje o la tasa inicial, por cien. Estas mismas variaciones calculadas por clima educativo alto y bajo permiten visualizar la evolución de las disparidades sociales.

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