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María José Porrero Bienvenido NARRANDO CON VIENTO DE LEVANTE

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El sentido del humor influye hasta en nuestro desarrollo personal. Se puede vivir sin él, claro está, pero nos perdemos esa chispa emotiva que da sentido a la risa que exteriorizamos con agrado mostrando el bienestar interior.Esta obra se ha gestado con infinito placer ya que me ha trasladado a mi tierra devolviéndome su frescura y su crítica. La historia de la novela la sitúo en la ciudad de Cádiz, –Tacita de Plata–, sus personajes son productos autóctonos por excelencia, auténticamente “made in Spain”. Os podría contar algo sobre su trama aunque, mejor no; prefiero que la leáis porque “es la leche”.

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María José Porrero Bienvenido

NARRANDO CON VIENTO DE LEVANTE

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María José Porrero Bienvenido

NARRANDO CON VIENTO DE LEVANTE

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© María José Porrero Bienvenido

I.S.B.N.: 978-84-15649-94-6

Edita:

Impreso en España

Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación ni de su contenido puede ser reproducida, almacenada o transmitida en modo alguno sin permiso previo y por escrito del autor.

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Para aquellos que persistan en reírse hasta de su propia

estampa y vean la vida con sus colores favoritos.

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Índice

Prólogo ........................................................................ 9Una sutil dialéctica ...................................................... 11El objetivo ................................................................... 17Molestos mosquitos .................................................... 25El espía del patio ......................................................... 29Los partidos políticos .................................................. 35El loro está pachucho .................................................. 39De paseo ...................................................................... 47Llega el presidente ...................................................... 53El accidente ................................................................. 61Los celos ..................................................................... 67El gran follón .............................................................. 73Consejero matrimonial ................................................ 77Buscando pareja .......................................................... 81Campeonato de dominó .............................................. 87Futbol .......................................................................... 95Caña y vara ................................................................. 101Otra vez con novia ...................................................... 109Nerea, la poetisa .......................................................... 117Las doradas ................................................................. 127Antonio trabaja ............................................................ 133Noche de lujuria .......................................................... 141Las nuevas obras ......................................................... 149La fiesta ....................................................................... 155Las niñas ..................................................................... 165La pensionista ............................................................. 171Juego sucio .................................................................. 177Epílogo ........................................................................ 185

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Prólogo

A romas de berza, chocos a la plancha, buen gazpacho y tortillas de camarones... Sonidos

de platos: la vajilla está en la mesa. Es la hora de comer y los vecinos dan buena cuenta... Aquí no hay orquesta de tripas sino de cubiertos que van a la boca y llenan de dicha los paladares. Más tarde vendrá la siesta y luego cada cual a lo suyo, que hay que llenar de positividad la existencia para tener agrado y tranquilidad de conciencia, aunque haya discusiones y sea difícil llegar a fin de mes, porque nada es bueno o malo, blanco o negro... es como lo queramos ver.

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Una sutil dialéctica

El alfeizar de la ventana es su lugar predilecto. En él se posa durante el día un loro muy hablador, Tejoqui, y desde buena hora empieza con sus lar-gas parrafadas matutinas.

– Fina, ¿qué vas a poner hoy de manduca? Con seguridad, espaguetis porque es lo único que come ese joío niño. No le des carne con patatas que las tira al patio.

Luego, usa su jerga con otra del vecindario.

– ¡Amalia! ¿Qué le hiciste anoche a tu marido? ¡La puñeta... la puñeta! ¡Y mira que es un buen hombre! ¿Qué te cuesta darle lo que te pide si estáis acostados en la misma cama y cuando lo consigue se ríe, llevando mejor cara por la maña-na? –Esta se la tiene jurada y ya le ha dicho unas cuantas veces que lo va a meter en agua hirviendo.

Ahora le toca a Juana, que está tendiendo una sá-bana y Tejoqui, con la cabeza ladeada para verla mejor, le pregunta

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– ¿A dónde se ha ido tu madre? A esa, el viejo se la ha llevado dejándote sin pensión. La abuela se ha echado novio, y ahora ¿qué vas a hacer tú para llegar a fin de mes, con lo poquito que a tu marido le ha quedado de vejez? ¡Gachí, por tus castas! Ve tras la jipata, que a sus años no está para esos trotes y cualquier día uno de los muelles del col-chón se le va a clavar en el cogote.

Está cansada de oírle la misma pejiguera y le contesta:

– Me tienes muy encorajada, así que ten cuidadito porque si te cojo te dejaré en cueros, sin una plu-mita en ese pequeño cuerpo.

Acaba de ver a Encarna. Su ventana está situada frente a donde se encuentra el loro.

– Trincona ¿Todavía no has alicatado la coci-na? ¡A ti te están poniendo azulejos hasta en los dormitorios! Todo el día “pumpun…pumpun” Te vamos a denunciar porque aquí no hay quien pegue ojo ¡Malas puñalás te den! O mejor, que con ese mazo de goma te golpeen de la cabeza a los pies. ¡Mala… que eres muy mala y tienes soliviantados a los niños con tanto golpe...! Y a tu puñetero padre, a ver si le compras una mu-ñeca hinchable para que se entretenga por las

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noches y deje de pedir, que parece una chicharra en pleno mes de Agosto... “Hija, hazme unos ca-racoles, que se me han antojado...” ¡Añoranza de cuernos es lo que tiene el hombre desde que lo dejó la mujer! Esa se tiró a todo el barrio y tan solo quedaron por catar unos cuantos mariqui-tas que se hicieron las locas cuando también los quiso conquistar.

Hay mañanas en las que se ceba y ella, sin poder soportarlo, le contesta igual que si de una persona se tratara.

– Arcoiris, ¡so sieso! Tú sí que vives bien… Si yo tuviera que ponerte de comer, ibas a quedarte más fino que el bigote de una gamba. ¡Qué harta estoy de ti y qué ganitas tengo de verte tieso! Si no fuera por tu dueña, te juro por mis muertos que ya no estabas aquí.

Él, cuando ve que le responden, se calla... Teme que peligren sus alas, aunque al ratillo ya está de nuevo dándole a la húmeda porque se en-cuentra solo y, de esta manera, se entretiene.

Luego va a por el nene del tercero que está ju-gando con una pelota en el pasillo de su casa.

– ¡Paquito... anda y vete a la calle un ratito!

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– Este siempre está dando por culo con el balón y la familia se hace la sorda– ¡Date un respi-ro, bonito! Muy pronto has vuelto del colegio. El pisha este, hace rabona... ¿Ya has terminado los deberes? – pregunta al niño que se encrespa como un gato.

– ¡Bichejo, bizco, maricón…! ¡El día que te trin-que, te voy a pinchar un huevo!

– Eso se lo haces a tu padre cuando salga del talego.

– Mi padre está trabajando en Bruselas...

– Ese no la dobla desde que lo parió tu abuela y está en la trena por vivir de lo ajeno.

El chiquillo queda cabizbajo sin echar cuentas de que es imposible dar al loro la misma veracidad que al párroco de su iglesia.

El ave se ha pasado un buen rato callado y des-pués de comer y beber está dispuesto de nuevo a dar un mitin al primero que se le ponga a tiro. En este caso es una chica joven y bien parecida que también vive en el primero.

– ¡Felipa... qué buena lencería! Es muy delicada y con mucha blonda.

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Ella cuelga en el tendedero sus sujetadores y bra-guitas sin tan siquiera mirarlo, pero el muy ca-chondo insiste con su prosa destructiva.

– Hija, a todas horas está sonando el teléfono. ¡Cuánta clientela...! Te vas a hacer rica. Me gus-taría ser lo mismo que tú para estar todo el santo día dándole al “chiqui-chiqui” ¡Ay, qué gusto! En todo el bloque, eres la única con cara de satisfac-ción porque te están sirviendo mañana y noche. ¡Quien fuera humano…!

Después, le ha llegado el turno a Matilde; hace treinta años que decidió ser madre soltera, intuía la bendición que suponía la llegada de un bebé, pero en aquellos tiempos una decisión de seme-jante envergadura no era fácilmente perdonable por la sociedad; su vivienda está en el segundo, justo encima del protagonista, y trata de poner a secar con dificultad un mono de trabajo de su hijo David.

– ¡Me estás mojando! ¿Qué estas poniendo en el cordel que está más tieso que un bacalao? ¡Cuánta agua suelta esa prenda...! Ya te podías ir a tender-lo a la azotea, so gandula, que eres más floja que el tabaco holandés. Ya estoy hasta los “collons” de que me mojes el pelaje. Échale agua a tu toto, que puede que haga un mes que no lo bautizas y

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con seguridad tiene hasta telarañas. ¡A ver si res-petamos las normas!

Y continuando con la retahíla…

– ¡Qué “merdeta” de Comunidad, con lo bien que estaría yo en Cancún! Lo que pasa es que mi due-ña está sin céntimos para el autobús y se va an-dando hasta Cortadura... Es una desgracia ser un paria de la sociedad. Mi abuelo, se alimentaba tan solo con unos trocitos de pan de un Manolete, en cambio a mí la lechuguita no me puede faltar, mi poquito de jamón dulce, más la comida diaria... ¡así estamos sin parné...! Ya me gustaría poder trabajar para tener dinero y ayudarla, que ella sí que es buena. El marido se fue un día a comprar tabaco y nadie lo volvió a ver. Sus padres ya mu-rieron y aunque tiene un hermano en Albacete, ni él viene... ni ella va; total, que está sola haciendo faenas en lo que sale... Qué dolor de mi ama que, así y todo, me da de comer y yo, el poco rato que está despierta, solo puedo entretenerla. Si sonríe un poquito, es una mijita más feliz... La verdad es que el pobre sin alegría, es doblemente infeliz.

El loro está triste y mojado por culpa de la veci-na; se mueve de un lado al otro mientras algunas gotas de agua le siguen cayendo en lo alto pero a él ya no le importa.

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El objetivo

Ha transcurrido el día –y también la noche– y el parlanchín ya se encuentra bien, así que espera ese chufleo que es su rutina diaria.

– Amalia... ¿Otra vez de pelea? ¡Hay que ver cuánto discutes! Tienes a la familia en continua alerta, –a la suegra, al marido y a los niños– por-que si esos gritos se oyen aquí fuera, ni puedo imaginarme cómo los han de escuchar los que es-tán dentro.

El problema: la limpieza. Los hace andar a todos con bayetas en los pies; en ese piso hay que entrar llevando puestas las gafas de sol porque brilla el suelo y hasta el w.c. No se sienta ni para comer. Esos críos con las caras que parecen de cera, sin un churrete ni un lamparón en sus camisetas… Es más limpia que nadie. No me quiero meter con ella por-que esto más bien parece una enfermedad... cuando aún no ha parado, ya está volviendo a empezar.

– ¡Bonita... deja ya de abrillantar, y pon la ga-muza en su sitio! Siéntate en el sofá y encien-

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de la tele un ratito, que hay programas en los que por contar los polvos que se echa la gente famosilla, se llevan un dinerito; pero si lo que quieres es instruirte, en la segunda ponen test de inteligencia y si no, te dedicas a ver los dibujos animados ¡pero estate quieta de una vez, que pareces un volador...!

– Cierra el pico, pajarraco chalao, que no dejas a nadie en paz. Me voy a hacer los mandaos. Cuan-do vuelva no quiero escucharte... Coge la peji-guera con otra.

Serafín vive en el quinto. Le está montando un pollo a la parienta y el del alfeizar lo está escu-chando y le grita estrepitosamente:

– ¡Borrachín, desgraciado! ¿Ya vienes a tope de la bodega “El Sanatorio”? Tu pellejo ya no aguanta más vino; sin verte, porque tengo el sol de frente, estoy seguro de que llevas esa jeta más colorada que un pimiento morrón.

El otro, encolerizado, le contesta:

– Cállate ya, poleá, chalao, baina... más que bai-na ¡Y vete a jiñá!

– De poleá se hartaría tu familia cuando la guerra civil.

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– ¿Serás mal encarao?

Y dicho esto último, el vecino le lanza con mala puntería una maceta de geranios.

– ¡Asesino! –gritaba Tejoqui– ¡Te voy a denun-ciar!

– Sí... ¡por matar a un animal!

– ¡Tendrá pocas luces este hombre…! Yo soy un loro real, y ha de quedarte claro que tengo pedigrí y estoy protegido por la ley. Te escuché hace años pidiéndole a tu santa esposa los cuatrocientos euros que daba el Gobierno. Si bebieras menos vino, sabrías que os lo pagaron en dos plazos; los primeros doscientos te los gastarías, seguramen-te, en una mariscada, y Hacienda te guardó la otra mitad para la compra del pavo en Navidad. ¡In-consciente de mierda... que continúas sin saber administrarte!

Está claro que la relación entre estos dos, tam-poco parece tener arreglo. Algunas semanas des-pués, volvieron a las andadas...

– ¡Oye, bichejo…! No me digas más que estoy mamao... ¿Fue Antonio el que te explicó el fun-cionamiento de los escasos euros que en forma de limosnilla nos daban esos vividores?

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– ¡Ha pasado tanto tiempo...! Ya estamos en 2013, y a estas alturas ¿me pides que me acuerde de esa carajotada? ¿Acaso te has quedado sin comer la pularda o el pavo?

– Estoy harto de los besugos y de las acedías.

– Ahora que lo dices... Ese pescado de nombre cachazudo le gusta mucho a mi ama; no obstante, ahora ¿dónde quieres llegar con lo de la presta-ción esa que le están refregando por la cara a los parados? Se la dan hoy y mañana se la quitan; se ve que les gusta el numerito… creo que estos pa-tosos practican poco el sesenta y nueve.

– Lo que te iba contando… aquella vez tan solo vi doscientos euros.

– Puede que el resto lo percibiera la “mestressa”...

– ¿Qué es eso, quillo?

– Tu mujer... Diría que os lo pagaron desmenu-zado. Coge la cartilla del banco y verás que te fueron ingresando cantidades iguales… Veinte eurillos durante varios meses.

– ¡Me cago en mi estampa...! ¡Que el embrollo lo tenga que dilucidar un diminuto animalillo de mierda! Todo por culpa del vino que hace que se