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167 PREPARACIÓN A LA JUBILACIÓN NARCISO SÁEZ NARRO JUAN CARLOS MELÉNDEZ MORAL MANUEL ALEIXANDRE RICO PURIFICACIÓN DE VICENTE MANZANARO Departamento de Psicología Evolutiva, Universidad de Valencia En Rubio, R, y Muñoz, J., 1993 (Comp.). Gerontología social. Perspectivas teóricas y de intervención, pp. 167-220. Edita Diputación de Jaén. l. SUCESOS EVOLUTIVOS Y EFECTO GENERACIONAL. A lo largo del ciclo de la vida el ser humano pasa por una serie de sucesos evolutivos de distinta índole. La terminología académica divide a éstos en sucesos normativos y no normativos. Consideramos que uno de los sucesos evolutivos normativos de mayor importancia y relevancia social en la sociedad industrial es la jubilación. La importancia de este suceso se puede entender, entre otras cosas, por el hecho de que hasta hace pocos años sólo había dos fases en la vida: la primera era aprender, la segunda trabajar, ejerciendo una profesión. En la actualidad existe una tercera, constituida

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PREPARACIÓN A LA JUBILACIÓN NARCISO SÁEZ NARRO

JUAN CARLOS MELÉNDEZ MORAL

MANUEL ALEIXANDRE RICO

PURIFICACIÓN DE VICENTE MANZANARO

Departamento de Psicología Evolutiva, Universidad de Valencia

En Rubio, R, y Muñoz, J., 1993 (Comp.).

Gerontología social. Perspectivas teóricas y de intervención, pp. 167-220.

Edita Diputación de Jaén.

l. SUCESOS EVOLUTIVOS Y EFECTO GENERACIONAL.

A lo largo del ciclo de la vida el ser humano pasa por una serie de sucesos

evolutivos de distinta índole. La terminología académica divide a éstos en sucesos

normativos y no normativos.

Consideramos que uno de los sucesos evolutivos normativos de mayor importancia

y relevancia social en la sociedad industrial es la jubilación.

La importancia de este suceso se puede entender, entre otras cosas, por el hecho de

que hasta hace pocos años sólo había dos fases en la vida: la primera era aprender, la

segunda trabajar, ejerciendo una profesión. En la actualidad existe una tercera, constituida

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N. Sáez Narro, J.C. Meléndez, M. Aleixandre y P. de Vicente

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por la recompensa de las dos anteriores: el placer del retiro, pudiendo ser considerado

desde este punto de vista el retiro como un derecho, como una reivindicación ciudadana.

Esta nueva etapa de la vida que la sociedad nos presenta como un descanso merecido

después de una dura vida de trabajo, se convierte muchas veces en el paso brusco de la

actividad a la inactividad. Es el «retiro guillotina» de Alfredo Sauvy.

La jubilación no ha existido siempre, es un invento de nuestro sistema social, y más

concretamente surge como producto de las diferentes revoluciones industriales y

tecnológicas que enfocan a la sociedad cada vez más hacia la producción y el consumo.

Como afirman Lerh (1980), antiguamente la jubilación no existía, y al ser las familias los

núcleos fundamentales de producción, el anciano no era apartado del trabajo, sino que

simplemente adoptaba nuevas tareas y nuevos roles. Con ello permanecía activo y útil,

representaba un valor para la familia, que a su vez se mostraba dispuesto a satisfacer las

necesidades del anciano, a atenderle y cuidarle.

El desarrollo social producido por la industrialización dio lugar (Tartler, 1961), a

que la persona de edad avanzada que no ejerce ya función alguna en la familia, aspire a

separarse de la comunidad familiar. Esta evolución social implica que la seguridad material

del anciano a cargo de la familia, ya no puede considerarse como algo natural y lógico. Así

la disolución de la familia como comunidad de producción requiere un seguro de vejez

independiente de la familia. Puede afirmarse que actualmente el único sector donde se

conservan restos de este sistema es en el agrario, donde el trabajador, a pesar de recibir su

jubilación, suele mantener por norma general algún grado de actividad.

Si realizamos una aproximación histórica del término jubilación encontramos que

entre los judíos, la jubilación era un acontecimiento que se producía al terminar el período

de siete semanas de años, suponía un motivo de gozo, una liberación de cargas, una ruptura

con cadenas y obligaciones que habían aprisionado al individuo a lo largo de la vida. Los

esclavos eran puestos en libertad, no se trabajaba durante aquel año. Esta liberación sería

asimilada entre los primeros cristianos con un sentido espiritualista de perdón y liberación

de culpa: es lo que en contextos religiosos llaman ganar el jubileo. A su vez los romanos

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adoptarían el término judío «Yobel» latinizándolo bajo el fonema judío y pasaría a las

lenguas neolatinas con el significado de júbilo, pero también de jubilación (Sáez, 1986).

En la actualidad podemos definir la jubilación como «el momento en que de una

manera u otra el anciano deja de ser productivo en bienes materiales y pasa a un segundo

plano en el sistema de producción (Sáez, 1986). Según González Felipe (1988), la jubilación

sería «el mecanismo mediante el cual se aparta al sujeto de su trabajo al llegar a una

determinada edad. Su fundamento social estriba en que el anciano es una persona que ya no

produce, por lo que se le aparta del mundo laboral, aunque, eso sí, se le asegura

mínimamente su existencia durante el resto de sus días».

Pese a la importancia que la jubilación tiene para el individuo, aún no existe una

visión unívoca de tal suceso por parte de los estudiosos del tema, y por ello, el

acercamiento es variopinto y con percepciones no siempre positivas. Obsoletos principios,

visiones del mundo caducas, cargan, en ocasiones, de tintes negativos a este momento de

desarrollo del ciclo de la vida que, con características diferenciales y su peculiar identidad,

adquiere cada día mayor potencia en años y en lo que a importancia e incidencia social se

refiere.

Puede considerarse que una de las fuentes de la percepción negativa de los años

posteriores a la jubilación se relaciona con valores y percepciones de la vida, con hechos

reales que estuvieron presentes o que tuvieron vigencia en un momento histórico

determinado y concreto de la historia contemporánea. Pueden acotarse, incluso, estos

hechos y prácticas sociales generalizadas, en los años de desarrollismo industrial de corte

liberal radical, es decir, identificarlos con los primeros momentos del desarrollo de la

revolución industrial.

Es posible, además, que con las condiciones de vida que gran parte del sector

trabajador debía soportar en aquellos momentos de la historia, que tras la agresión que el

sujeto sufría durante su período vital productivo, con la llegada del retiro en unas ocasiones

o de la jubilación en el caso de que tuviera derecho a ella, el individuo no debería estar en

condición física y vital tal que le permitiera una percepción demasiado positiva de sí mismo.

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Puede asumirse que en muchas ocasiones, más que jubilación, asumida ésta en el sentido

moderno de la palabra, podía hablarse de «retiro», en la medida en que el sujeto mayor

dejaba de trabajar cuando ya no podía más, cuando era inservible para desarrollar un ritmo

«productivo» para el contratante.

Pero si ello es cierto históricamente, también lo es que las conquistas sociales del

último siglo, cuando no el simple avance de la historia y sus aportaciones técnicas de todo

tipo, han permitido un cambio radical en la situación del jubilado. Estos avances se

concretan en temáticas relacionadas con la salud, la dietética, la asistencia social, el acceso a

niveles de vida y bienestar social más elevados por parte de la mayoría de los sectores

populares al menos en nuestro contexto occidental, en la presencia de nuevas formas de

vida generalizadas y al alcance de la inmensa mayoría de la población.

Consideramos, no obstante, que aún quedan muchas cotas sociales que alcanzar y

mucha mentalidad que cambiar, claro producto residual éstas últimas del afecto

generacional, relacionado con el momento histórico que a tales sujetos les tocó vivir, para

adaptar dicha mentalidad a la sensibilidad social que puede tomarse como punta de lanza

del momento actual.

Existe, a nuestro entender, otra fuente de percepción negativa, cualitativamente

diferente a la que se ha indicado y de mayor peligro, si cabe, que todo aquello que reste de

la realidad histórica señalada. Además, puede afirmarse que en estos momentos dicha

percepción se solapa con visiones más optimistas y positivas. Tal fuente de percepción

negativa es sustentada por la propia población que conforma nuestra tercera edad.

Heredera y receptora de una cultura que comporta negatividad hacia su propia

realidad, asume y, de alguna manera, hace posible que tal percepción perdure. Un buen

ejemplo de ello es la temática relacionada con la soledad. En nuestras investigaciones con

sujetos de la tercera edad, aparece como un tema de primordial orden, para un 54% de los

sujetos encuestados. Sin embargo, cuando se les pregunta directamente sobre si se

encuentran solos o no, tan sólo un 19% contesta que sí. También es cierto que no puede

simplificarse el tema de esta manera. Podemos hablar de una soledad objetiva (21%), de

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otra subjetiva (19%) y de una resistencia a aceptar la presencia en sí mismo de la

problemática de la soledad y lo que ello comporta: fracaso personal en la vida, abandono,

etc.

Desconocedores, en muchas ocasiones, de su propia potencialidad vital, faltos de

un contexto sociocultural que lo propicie pese a los adelantos y esfuerzos realizados en esta

dirección en los últimos años, ajenos en su mayoría a una planificación previa a la jubilación

que permita el desarrollo de un proyecto de vida diferenciado, con dinámica propia y

esperanzadora tanto a nivel personal como global o de grupo, la imagen del anciano, su

moral, en estos momentos y dentro de nuestro contexto, no resulta en algunos procesos

vitales muy halagüeña para un segmento determinado de su población.

Resulta oportuno advertir que somos conscientes de la dificultad que, en términos

metodológicos, implica cualquier tipo de generalización referida a este momento de la vida.

También sabemos que algunos aspectos de la percepción, relacionadas con la negatividad,

no es aplicable a una elite, a un sector poblacional de variopinta procedencia en cuanto a

historia personal, rol, estatus, clase social, formación, etc., y que por su característica

particular la hace, de alguna manera, diferente. También es fácilmente deducible que no

todos los aspectos negativos tengan por qué darse aunados, sino que por lo contrario,

pueden solaparse y estar presentes en sujetos donde lo positivo prima frente a lo negativo.

Para superar el estado actual de la tercera edad es necesario planificar, intervenir en

el curso de su desarrollo social. El objetivo no puede ser otro que la propiciación de un

contexto social que permita un proyecto de desarrollo vital diferencial para los sujetos que

están en este momento de su vida.

Para ello, para una correcta intervención, se precisa información, de manera tal que,

partiendo de la tercera edad misma, despeje de los programas concepciones unas veces

simplemente tópicas, desfiguradas, cuando no interesadamente desfiguradas.

Junto a la presencia de un conocimiento exhaustivo de la tercera edad, aparece la

necesidad de un marco teórico capaz de integrar las intervenciones que desde distinto

ángulo caben en este momento de la vida.

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Administración pública, especialistas en profilaxis sanitaria, especialistas en

dietética, sociólogos, médicos, pedagogos, asistentes o trabajadores sociales, psicólogos,

abogados, etc., necesitan de ese marco unitario, de una base común de conocimientos que

aúne y delimite sus funciones dentro del terreno de acción de la tercera edad.

En esta dirección, sin paternalismos, sin proyecciones empáticas que, en la mayoría

de los casos, estructuran esquemas ajenos a los individuos mismos sobre los que se

interviene, con un conocimiento exhaustivo de la realidad diádica compuesta por las

características e intereses de los ancianos y de su entorno, y dentro de un marco de acción

propiciado por tales conocimientos, tan sólo de esta manera consideramos que se pueden

elaborar programas de intervención correctos.

Se conseguirá con ello adecuar las necesidades físicas, y no físicas, al sujeto y, en su

caso, modificar la percepción negativa donde aún estuviere presente o, simplemente,

sugerir posibles acciones más positivas para la tercera edad allí donde se necesitaran y

estuvieren ausentes.

2. LA JUBILACIÓN: PREPARACIÓN Y PERCEPCIÓN.

La jubilación, si bien parece que tiene innumerables ventajas sociales y personales

(mayor libertad, al estar abierto a innumerables opciones, incluyendo la oportunidad para

realizar interesantes proyectos, viajar, trasladarse a la comunidad que siempre se ha

deseado, etc.), por lo que parece apuntarse como un sistema óptimo y muy recomendable,

tiene también innumerables repercusiones en la persona que la sufre y que debería llevar a

un replanteamiento del tema.

El advenimiento de la jubilación le supone al individuo, entre otras cosas, la

necesidad de adoptar y adaptarse a un nuevo rol muy diferente de los desempeñados por el

individuo hasta ese momento; supone, además, la creación de nuevas expectativas de

comportamiento, la reestructuración de los contratos sociales y familiares del individuo, la

pérdida de contactos sociales, la disponibilidad de tiempo libre para rellenarlo con nuevas

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actividades y en muchos casos, además, supone graves perjuicios económicos a causa del

sistema de pensiones actual.

Más grave aún es la percepción de inutilidad y de vejez que la jubilación, en algunos

casos, trae pareja, y la muy probable modificación del locus de control, que pasa de ser más

o menos interno (hasta ese momento por lo general el individuo ha controlado siempre su

vida), a ser fundamentalmente externo (el individuo pasa a depender de una pensión, de su

familia, o en muchos casos de una residencia), con la consiguiente pérdida de una base para

la identificación personal y el sentido de lo significativo.

Generalmente, el paso de un ciclo a otro de la vida, requiere adaptación a las nuevas

circunstancias y demandas sociales; el paso del trabajo al retiro no siempre es suave y

continuo, siendo en muchas ocasiones explicado como un traumatismo interpretado como

crisis de identidad, pues «el trabajo no sólo está integrado profundamente en todas las áreas

de la vida, sino que corrientemente determina en cada individuo sus básicas gratificaciones

y autorespeto, y cuando se pierde existen más posibilidades de que pueda aparecer una

crisis» (Calvo y Sánchez-Malo, 1984).

Con todo esto, no debemos cometer el error de caer en el llamado «síndrome de

jubilación», el cual consideramos como una visión de la jubilación estrecha y sesgada, ya

que si bien en algunos sujetos puede producirse dicho cuadro de problemas, este enfoqué

epistemológico forma parte de una visión negativa de este período que no compartimos,

pues consideramos que la existencia de problemas no puede marcar la percepción de un

período donde lo positivo domina sobre otras pautas.

Esos estereotipos, tan difundidos, según los cuales la jubilación provoca un fallo de

la salud, pueden tener fatales consecuencias. Streib (1958) se basa en unos importantes

estudios (Tyhurst, Salk y Kennedy, 1957; Thompson y Streib, 1958) para demostrar que

esta creencia en el efecto patógeno de la jubilación no puede seguir manteniéndose de

ninguna manera. La opinión de que las personas que trabajan hasta alcanzar el límite

reglamentario de edad experimentan una sobrecarga que rebasa su capacidad física de

rendimiento y de que, una vez pasados los 65 años, se «desploman» de pronto, es tan

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errónea como la que asegura que una jubilación voluntaria, antes de la edad legal, promete

más años de bienestar para la salud.

Creemos que, por el contrario, este momento debe contemplarse como un período

de aprendizaje y socialización más. Utilizando el término crisis en el sentido de

recomposición y avance dirigido hacia un nuevo estadio de la vida con características

propias, peculiares, difícilmente comparables con otros períodos de la vida. Pensamos,

pues, que es fundamental mantener la autonomía de la persona y la ilusión por la vida, y

que es necesario ayudar al prejubilado a reducir miedos y falsas interpretaciones sobre el

significado de la jubilación.

Pasamos a continuación a comentar algunos resultados relacionados con la

percepción de la jubilación y la preparación y disposición que los sujetos llevaban ante tal

hecho.

En el desarrollo se inicia con la exposición comparativa de los datos de referencia

global de sujetos institucionalizados y no institucionalizados. Las variables estudiadas son:

estado civil, nivel de estudios, presencia de hijos, lugar donde desarrolló su ciclo productivo

reglado, el sexo o género. De los datos obtenidos, en las conclusiones, tan sólo se reflejarán

aquéllos que sobresalen por arriba o por debajo del índice global de referencia.

Acometemos, en primer lugar, las características de los sujetos estudiados y su

relación con el momento cronológico-temporal de su jubilación.

Exposición de datos.

¿A qué edad se jubilaron los sujetos estudiados? Encontramos que entre los sujetos

no institucionalizados, un 17% de la base total, se jubilaron a los 60 años, incluso antes de

tal edad. Entre 61 y 64 años lo hicieron un 9%; a los 65 un 28%, y en la categoría, más de

65 años, un 10%. Se encuentra también aquí, no obstante, un 36% en la alternativa N/C.

Su causa debe estar relacionada, con cierta seguridad, por una parte, con la alta

presencia de sujetos femeninos dentro de la muestra y del mundo real, mujeres que en

contexto social en la que tal generación se desarrolló, tuvo poco acceso al trabajo de

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carácter reglado, aquél que comporta un contrato, el sistema transaccional que implica la

jubilación.

Así mismo, pensamos que también podemos aducir la poca proporción de sujetos

que planificaron su autojubilación económica en la modalidad de autónomos, dentro del

sector de amas de casa, por lo que pueden autopercibirse como no jubiladas pese a su

avanzada edad cronológica. De hecho, nuestra experiencia personal nos permite afirmar la

mayor presencia de mujeres dentro del segmento poblacional que recibe ayudas

asistenciales. No obstante, en la medida en que la pensión asistencial está siendo

generalizada, hemos podido detectar una autopercepción de jubilación, a partir de que

recibe emolumentos económicos.

Esta proporción se repite de manera muy singular entre los sujetos

institucionalizados. En la misma pregunta, dentro del contexto social donde se desarrolla

este grupo, aparecen los siguientes datos:

- Un 14% se jubiló a los 60 años o menos.

- Un 9% entre los 61 y 64 años.

- Un 24% se lo hizo a los 65%.

- Y un 20% en años posteriores a los 65.

Es este dato el que ofrece la mayor discrepancia con lo anteriormente expuesto y

referido a los sujetos no institucionalizados. Nuevamente llama la atención el índice tan alto

de sujeto que no contestan a esta alternativa. En concreto, un 33% de la base total de 186

se sitúa dentro de la alternativa N/C.

Conclusiones.

Aunque el grupo mayoritario de sujetos, entre los nos institucionalizados, se jubiló a

la edad cronológica normalizada, con un 28% de saturación porcentual, llama la atención,

no obstante, la amplia dispersión que ofrece la muestra. Y ello independiente de la

presencia del 36% que se sitúa en la alternativa N/C. Suponemos que ésta refleja la

presencia del ama de casa que, pese a su edad cronológica no se autopercibe como jubilada.

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Estos datos se presentan de manera pareja entre los sujetos que viven en residencias

del INSERSO, con excepción hecha de quienes se jubilaron, entre éstos, en años

posteriores a los 65 que, como hemos visto, superan en número a los primeros.

Si nos atenemos al conjunto de variables estudiadas encontramos que: en estado

civil, los solteros puntúan más altamente y se distribuyen de manera más regular en casi

todas las opciones estudiadas. Quienes tienden a jubilarse más tempranamente, son

aquéllos que no tienen y poseen menor nivel de estudios.

En esta variable, son los sujetos con mayor nivel de estudios los se jubilan más

tarde. En lo que a campo y ciudad se refiere, los familiares manifiestan amplia dispersión.

Finalmente, respecto del sexo diremos que los resultados son lógicos en función del rol

desempeñados, uniéndose todos los valores, fundamentalmente al sexo masculino.

Entre los sujetos institucionalizados con estudios medios y universitarios aparece

una pobre proporción de sujetos que se jubilaron después de los 65 años, dato que en cierta

manera se contrapone a que aparece entre los sujetos no institucionalizados. Nuevamente

es en torno a los 65 años cuando los valores son más regulares, al que ocurría en el otro

grupo de referencia. No obstante, pensamos que podemos reseñar la presencia, en este caso

de cierta proporción significativa que lo hizo antes de los 65.

La presencia o no de hijos, no manifiesta dato significativo alguno desde el punto

de vista discriminante. A destacar, que la proporción de sujetos que se jubiló en el campo

antes de los 65 años es superior al de la ciudad.

Finalmente, en los sujetos institucionalizados, a tenor de los datos, es la alternativa

65 años la que más acumula, hablando en términos porcentuales dentro del conjunto

particular de la pregunta. Son los solteros con un 38%, estudios medios y superiores con un

36%, apenas encontramos diferencias ni en campo y ciudad (30 y 29% respectivamente) ni

entre hijos (24% respectivamente). A tenor del sexo las diferencias son muy amplias en la

medida que un 43% son hombres y un 13% a mujeres.

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En esta variable, en lo que se refiere a estudios, son los sujetos con mayor nivel los

que se jubilan más tarde, con un 35%. En lo que a campo y ciudad se refiere, los valores

manifiestan amplia dispersión. Finalmente, respecto del sexo diremos que los resultados

son lógicos en función del rol desempeñado, uniéndose todos los valores,

fundamentalmente al sexo masculino.

Institucionalizados No institucionalizados -60 60-65 65 +65 -60 60-65 65 +65 Casados 19 37 Solteros 10 38 24 12 20 Viudos 22 Primarios 29 25 29 Leer y escribir 10 22 Medios y sup. 36 11 35 Sí hijos 16 24 24 No hijos 11 24 29 10 31 12 Campo 20 30 25 27 47 Ciudad 11 15 16 Hombre 14 17 43 14 14 44 18 Mujer 14 22

3. MODALIDAD DE JUBILACIÓN.

¿Qué modalidad de jubilación tienen los sujetos encuestados? Entre no

institucionalizados, la proporción más alta se une, pese a la dispersión encontrada, al

concepto de normatividad, al de jubilación obligatoria. En concreto, un 40% así lo

manifiesta. Un 18% afirma haberse jubilado de manera voluntaria, y un 9% por motivo de

enfermedad. Encontramos también que un 3% se ha jubilado por distintos motivos de

manera anticipada, sin tener relación con la voluntariedad o enfermedad, por lo que se

supone está relacionado con despidos, crisis laborales u otros.

Nuevamente se deja sentir una alta proporción en la alternativa N/C, un 27%

equivalente a 76 sujetos dentro de la muestra.

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Dentro de los sujetos institucionalizados los datos no cambian sustancialmente,

excepto en la opción, enfermedad (9 frente a 19 respectivamente). También aquí el

porcentaje más alto se sitúa junto a la obligatoriedad normativa. En concreto, un 41%,

junto al 40% que se unía al otro grupo de referencia. De manera voluntaria aparece un

16%, en la alternativa anticipada un 2%, y nuevamente nos encontramos con la misma

situación unida a la opción N/C, en lo que a porcentajes se refiere. Vemos, pues, que

alcanza un alto nivel de saturación, en concreto un 22%.

Conclusiones.

Pese a la dispersión antes señalada, los sectores mayoritarios presentes en los

grupos de referencia se jubilaron a la edad normalizada. En el resto de opciones estudiadas,

los valores son muy semejantes, con excepción hecha de los relacionados con enfermedad

que son más elevados entre los sujetos institucionalizados.

Dentro de los sujetos no institucionalizados, con la jubilación obligatoria se

relacionan de manera prioritaria los casados, estudios medios y universitarios, los que

realizaron su ciclo productivo en la ciudad ya hemos visto que alcanzan niveles ligeramente

superiores, y lo mismo podemos decir del grupo que no tiene hijos.

En la alternativa voluntaria, son los casados quienes también más altamente

puntúan aquí, los que realizaron su ciclo productivo en el campo, quienes tienen estudios

medios y universitarios, junto al grupo de menos de primarios. En lo que a sexo se refiere,

los valores que alcanzan más saturación porcentual, se relacionan con el hombre.

El resto de valores que aparecen en las demás alternativas, como hemos podido

ver, apenas discriminan, por lo que no los exponemos aquí. Tan sólo recordamos la alta

presencia de valores, en N/C.

La obligatoriedad, en los sujetos institucionalizados, también se une a estudios

medios y universitarios, a quienes tienen hijos, y a los que trabajaron en la ciudad.

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En la modalidad de jubilación voluntaria, son los estudios medios y superiores

quienes alcanzan puntuaciones más altas, apenas existen diferencias a tenor de la presencia

o no de hijos, y se relaciona más fuertemente con ciudad.

Del resto de alternativas realizamos el mismo comentario que hiciéramos en el

apartado referido a sujetos no institucionalizados, por lo que remitimos allí al lector.

Finalmente, es la alternativa obligatoria, en los sujetos institucionalizados, la que

más queda reflejada a nivel porcentual. Son los solteros, con un 48%, quienes más puntúan

en el estado civil, aunque con diferencias insignificantes con el grupo de casados que

alcanzan el 47%. Quienes más puntúan en estudios, son los que tienen el nivel medio y

superior con un 57%, quienes tienen hijos con un 47%, los que desarrollaron el trabajo en

la ciudad con un 49%, y los hombres con un 60%.

También entre los sujetos no institucionalizados, como ya hemos dicho, los

sectores mayoritarios se jubilaron de manera normalizada. Con la jubilación obligatoria se

relacionan de manera prioritaria los casados con un 49%, estudios medios y universitarios

con 46%, los que realizaron su ciclo productivo en la ciudad ya hemos visto que alcanzan

niveles ligeramente superiores, con un 52%, y lo mismo podemos decir del grupo que no

tiene hijos, puntuando con un 44%. En lo que a sexo se refiere, los hombres alcanzan un

57%.

En la alternativa voluntaria, son los casados quienes también más altamente

puntúan aquí, con un 22%; quienes tienen hijos, con un 18%; los que realizaron su ciclo

productivo en el campo, con un 23%; quienes tienen estudios medios y universitarios, junto

al grupo de menos de primarios, con un 27%. En lo que a sexo se refiere, los valores que

más saturación porcentual alcanzan se relacionan con el hombre con un 22%.

El resto de valores que aparecen en las demás alternativas, como hemos podido ver,

apenas discriminan, por lo que no entraremos en ellas aquí.

4. MOTIVOS POR LOS QUE SE JUBILO ANTES DE LO NORMAL.

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¿Cuáles fueron los motivos por los que el grupo, que se jubila antes de la edad

normal, lo hizo? Partimos de la base de que un 77% de la población estudiada, entre los

sujetos no institucionalizados, se ubica entre quienes lo hicieron a la edad normal N/C. Así

hemos de decir que un 2% lo hicieron por despido; un 10%, por enfermedad; un 9% por

deseo propio, y un 4% por otros motivos. Entre los sujetos institucionalizados aparecen los

siguientes valores: un 69% se relaciona con normal y N/C, un 2%, con despido, un 17% de

la población estudiada, entre los sujetos no institucionalizados, se ubica entre quienes lo

hicieron a la edad normal N/C. Así mismo, hemos de decir que un 2% lo hicieron por

despido; un 10% por enfermedad; un 9% por deseo propio, y un 4% por otros motivos.

Entre los sujetos institucionalizados aparecen los siguientes valores: un 69% se

relaciona con normal y N/C; un 2% con despido; un 17% con enfermedad, y un 12% por

deseo propio, no apareciendo ningún valor en la alternativa otros motivos.

Institucionalizados No institucionalizados Vol. Enfer

. Oblig. Antici. Vol. Enfer. Oblig. Antici.

Casados 22 99 49 Solteros 24 48 16 Viudos 19 1 Primarios 27 Leer y escribir 22 27 Medios y sup. 29 57 7 14 46 Sí hijos 16 21 45 2 18 9 No hijos 2 44 6 Campo 30 23 15 Ciudad 20 49 3 32 6 Hombre 21 60 4 22 11 57 Mujer 17 4

Conclusiones.

Aunque los valores que aparecen en las distintas alternativas son muy pobres,

consideramos, sin embargo, importante reseñar algunos de ellos. En los grupos de

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referencia, la jubilación anticipada por enfermedad se deja sentir más, en términos

generales, en los sujetos institucionalizados, y con mayor incidencia en los sujetos que

desempeñaron su ciclo productivo en el campo. Y ello, en este caso, es válido tanto en un

grupo de referencia como en otro. Apenas alcanza valores dignos de ser tenidos en cuenta

el despido, y sí la opción por deseo propio. También aquí, en esta opción, los sujetos

institucionalizados adquieren niveles más altos.

Finalmente, es la alternativa por enfermedad, entre los sujetos institucionalizados,

quienes más altamente puntúan a nivel general, aunque es digna de tener en cuenta la

proporción porcentual que aparece en deseo propio con un 12%.

Merece la pena también tener en cuenta que jubilación normal y el grupo no sabe

no contesta alcanza un 69%. Son los que tienen estudios a nivel de saber leer y escribir, con

un 20%; quienes trabajaron en el campo, con un 30%; los solteros, con un 24%, y los

hombres, con un 21%, quienes más altamente puntúan en esta alternativa. Apenas se

encuentran diferencias en la presencia de hijos (16 y 17 respectivamente) y llama la atención

el hecho que por enfermedad no aparezca nivel porcentual alguno por encima del 1% en

estudios medios y universitarios.

Entre los sujetos no institucionalizados, consideramos importante reseñar los

siguientes datos

Institucionalizados No institucionalizados Despido Enfer

. Deseo propio Despido Enfer. Deseo propio

Casados 14 12 12 Solteros 3 24 4 12 12 Viudos 3 14 Primarios 3 Leer y escribir 20 3 Medios y sup. 50 3 14 14 Sí hijos 16 3 No hijos 3 17 15 15 Campo 30 14 Ciudad 3 16 4 14

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182

Hombre 4 21 16 3 13 Mujer 5

La jubilación anticipada por enfermedad se deja notar en los sujetos que

desempeñaron su ciclo productivo en el campo con un 17%. Apenas alcanza valores dignos

de ser tenidos en cuenta el despido, y sí la opción por deseo propio.

Los valores que aparecen en el resto de las distintas variables, alternativas y

opciones estudiadas, apenas discriminan. Es por ello por lo que no entramos en ellas aquí y

remitimos al lector a páginas previas donde se hizo la exposición general, en el caso, le

interés por algún dato concreto.

5. GRADO DE ACUERDO DEL SUJETO MAYOR CON SU EDAD

DE JUBILACIÓN.

En todas las variables antes estudiadas, está latiendo una pregunta que

consideramos clave: ¿Está de acuerdo el sujeto jubilado, con su edad jubilación? Un 64%

de los sujetos estudiados no institucionalizados afirma que sí. Este porcentaje es aún mayor

entre los sujetos institucionalizados. En concreto, un 74% así lo confirman.

Conclusiones.

Con ligeras diferencias porcentuales entre los grupos estudiados que se decantan a

favor de los sujetos institucionalizados, la mayor parte de los individuos están de acuerdo

con su edad de jubilación.

Entre los no institucionalizados, es en los viudos donde se manifiesta mayor

desacuerdo, estarían más de acuerdo en lo que a edad se refiere quienes no tienen hijos. A

tenor del nivel de estudios se observa una correlación inversa donde el máximo de

congruencia con la edad normalizada de jubilación está junto a quienes menor nivel de

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Preparación a la Jubilación

183

estudios posee. No se encuentran diferencias significativas en función de dónde desarrolló

su ciclo productivo, y en lo que a sexo se refiere es el hombre quien se manifiesta más

acorde.

En los sujetos institucionalizados, es en lo referido a nivel de estudios donde los

valores se invierten en relación a los señalados en el otro grupo de referencia. Como hemos

señalado, las puntuaciones porcentuales son más elevadas. También aquí, en lo que a

presencia de hijos se refiere, los datos varían, en la medida en que son quienes tienen hijos

los más acordes con el momento de su jubilación. En lo que a ciudad-campo se refiere, los

porcentajes obtenidos son más altos que entre los sujetos no institucionalizados y unidos

positivamente a campo.

Finalmente, dentro de los sujetos institucionalizados, son los que tienen estudios

medios y universitarios, con un 93%; el grupo con hijos, con un 80%; quienes desarrollaron

su ciclo productivo en el campo, con un 90%; los solteros, con un 76%, y los hombres, con

un 79%, quienes más acordes se manifiestan con su edad de jubilación.

También entre los sujetos no institucionalizados la mayor parte de los individuos

están de acuerdo con su edad de jubilación. Es en los viudos donde se manifiesta mayor

acuerdo, con un 72%. Estarían más conformes en lo que a edad se refiere quienes no tienen

hijos, con un 67%. A tenor de la variable estudios ya hemos dicho que los porcentajes más

altos se unen a estudios menos de primarios, con un 69%.

No se encuentran diferencias significativas en función de dónde desarrolló su ciclo

productivo, aunque los valores se unen más positivamente a campo con un 77%, y en lo

que a sexo se refiere es el hombre quien se manifiesta más acorde, con un 79%.

Institucionalizados No institucionalizados Casados Solteros 76 Viudos 72

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N. Sáez Narro, J.C. Meléndez, M. Aleixandre y P. de Vicente

184

Primarios 69 Leer y escribir Medios y sup. 93 Sí hijos 80 67 No hijos Campo 90 77 Ciudad Hombre 79 79 Mujer

6. LUGAR DONDE DESARROLLO EL SUJETO MAYOR SU CICLO

VITAL ANTES DE LA JUBILACIÓN.

Aunque ya hemos comentado algunos datos relacionados con la variable que a

continuación exponemos, vamos a agruparlos aquí de una manera distinta. Consideramos

que ésta es más propicia para esta ocasión.

A la pregunta sobre dónde trabajaba antes de la jubilación, un 19% de los sujetos

no institucionalizados contesta que en el campo; un 54%, en la ciudad, y un 27% se sitúa en

N/C. Dentro de los sujetos institucionalizados, los valores que se obtienen en la misma

pregunta son: para el campo un 11%, en la ciudad un 70%, en N/C un 19%.

Conclusiones.

A tenor de los datos, muchos de los sujetos estudiados realizaron su ciclo

productivo en la ciudad, con niveles mayores desde el punto de vista porcentual entre los

individuos institucionalizados. Consideramos que las proporciones que aquí aparecen caen

dentro de las curvas normales de las pirámides poblacionales al uso.

Quizá merezca la pena resaltar el hecho de que entre los sujetos institucionalizados

no aparece ninguno con estudios medios y superior que realizara su ciclo productivo en el

campo.

Finalmente, la proporción más alta en los sujetos institucionalizados, en lo que a

lugar donde desarrolló su ciclo productivo se refiere, se relaciona con ciudad con un 70%.

Son los solteros, con un 76%; estudios medios y universitarios, con un 93%; el grupo de

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Preparación a la Jubilación

185

sujetos que tiene hijos, con un 71%, y los hombres, con un 79%, quienes más puntúan en

la alternativa ciudad.

En la alternativa campo las máximas puntuaciones alcanzan entre los casados con

un 16%, en los sujetos que tienen estudios menos primarios, con un 18%; entre aquéllos

que tienen hijos, con un 16%, y los hombres, con un 19%, quienes saturan mayores niveles

porcentuales dentro de sus variables correspondientes.

A tenor de los datos, también el grupo mayoritario de los sujetos no

institucionalizados realizan su ciclo productivo en la ciudad. Consideramos que las

proporciones que aquí aparecen, en las distintas opciones y alternativas, caen dentro de las

curvas normales de las pirámides poblacionales al uso. No nos extenderemos más, por ello,

en esta ocasión. Y tan sólo diremos que, en la alternativa campo, un 19% se une a casados,

viudos y presencia de hijos; un 36% a estudios menos de primarios, y un 24% a hombres.

En la opción ciudad, un 84% se une a solteros y a estudios medios y universitarios;

un 71% a quienes no tienen hijos, y un 73% a hombres.

Institucionalizados No institucionalizados Ciudad Campo Ciudad Campo Casados 16 19 Solteros 76 84 Viudos 19 Primarios 18 36 Leer y escribir Medios y sup. 93 84 Sí hijos 71 16 19 No hijos 71 Campo Ciudad Hombre 79 19 73 27 Mujer

7. CÓMO PLANIFICO EL SUJETO MAYOR SU JUBILACIÓN.

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186

Desarrollamos a continuación unas variables relacionadas con la planificación de la

jubilación, y sus resultados posteriores. A tenor de los datos básicos de los que

disponemos, un 27% de los sujetos no institucionalizados pensó en la planificación, pero

no la hizo, no lo concretó; un 9% pensó, pero no tuvo medios o no supo planificar; a nada

menos que a un 23% les llegó la jubilación por sorpresa, y tan sólo un 18% planificó.

Entre los sujetos institucionalizados, los valores que adquieren estas alternativas son

los siguientes: un 17% para quien pensé, pero no lo hice; un 15% para quienes pensaron,

pero no supieron qué hacer; un 24% para los que les llegó de sorpresa, y sí planificaron un

24%, porcentaje ligeramente superior, como podemos ver, al que aparece en los sujetos no

institucionalizados.

Conclusiones.

Lo primero que llama la atención, como dato digno de resaltar, es la poca

planificación de la jubilación que aparece entre los sujetos estudiados. A tenor de los datos,

aparece una mayor planificación, aunque las diferencias sean ligeramente significativas en

los sujetos que viven en instituciones del INSERSO.

En función del estado civil, entre los sujetos no institucionalizados, fueron los

solteros quienes más lo hicieron. La variable hijos no rnuestra diferencias dignas de ser

tenidas en cuenta, y en lo relaciona do con estudios, aunque planificaron más quienes

mayor nivel manifiestan, tan sólo lo hicieron un 32%. A tenor del sexo los valores se unen

más a los hombres.

Un sector de los sujetos pensó, pero no supo qué hacer, donde los solteros, dentro

del estado civil, son los que más puntúan. También quienes tienen hijos y los sujetos con

estudios a nivel de saber leer y escribir.

En la alternativa llegó por sorpresa, puntúan más los casados, quienes tienen

estudios menos de primarios, y los hombres. Quizá merezca la pena destacar, así mismo,

que a un 19% de los sujetos que tienen estudios medios y universitarios también les llegó la

jubilación de manera sorpresiva.

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Preparación a la Jubilación

187

Dentro de los sujetos institucionalizados, en la variable estudios, los valores

máximos de planificación se unen a la opción estudios medios y superiores, a quienes no

tienen hijos y a los que realizaron su productivo en la ciudad.

En pensaron pero no supieron qué hacer, los valores se relacionan más a estudios

menos de primarios, a quienes no tienen hijos y a los integrados en la figura campo.

En lo que se refiere a sorpresa, a tenor de los estudios aparece prácticamente igual

nivel en los dos primeros escalones, se une más a quienes tienen hijos. En lo que a campo o

ciudad se refiere tampoco aparecen datos discriminatorios.

Resumiendo, en los sujetos institucionalizados, en la alternativa pensé pero no lo

hice, los valores máximos se unen a solteros, con a estudios menos de primarios, a quienes

trabajaron en el campo, con un 30%; y a hombres, con un 19%. No aparecen diferencias

sustanciales en función de la presencia o no de hijos, con un 18% para los primeros y un

17% para los segundos.

Pensaron en ello pero no supieron qué hacer, refleja los siguientes valores: un 16%

se une a viudos; un 20% al grupo que tiene hijos; un 18% a quienes trabajaron en la ciudad,

y un 17% a los hombres. Como puede verse no aparecen diferencias a tenor de la variable

estudios dentro de esta alternativa.

La jubilación llegó por sorpresa acumula un 24% en la referencia general. Son los

solteros, con un 30%, quienes tienen estudios medios y universitarios, con un 28%; la

misma proporción aparece entre los sujetos que tienen hijos y quienes trabajaron en el

campo. A tenor del sexo los valores máximos se unen al hombre.

Como hemos podido ver anteriormente, tan sólo un 24% de los sujetos estudiados

planificaron su jubilación. A tenor de los datos son los casados, con un 28%; quienes tienen

estudios medios y universitarios, con un 43%; los que tienen hijos, con un 27%; quienes

trabajaron en el campo, con un 28%, y los hombres, con un 33%, los que más organizaron

el período de la postjubilación.

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Diremos también que entre los sujetos no institucionalizados, en, pensé pero no lo

hice, fueron los solteros, con un 36%, quienes más lo hicieron. La variable hijos no muestra

diferencias dignas de ser tenidas en cuenta, aunque los valores se inclinan hacia quienes no

los tienen, con un 31%; en campo, con un 31%, y en lo relacionado con estudios, aunque

planificaron más quienes mayor nivel manifiestan, tan sólo alcanzan éstos el valor del 32%.

A tenor del sexo, los valores se unen más a los hombres, con un 25%.

Un sector de los sujetos pensó pero no supo qué hacer, donde los casados puntúan

con un 12%; quienes tienen hijos y estudios a nivel de saber leer y escribir, con un 10%;

campo, 17%, y los hombres, con un 12%.

En la alternativa llegó por sorpresa, puntúan más los casados con un 26%; quienes

tienen hijos, con un 24%, y los hombres, con un 31%. Quizá merezca la pena destacar, así

mismo, que a un 35% de los sujetos que tienen estudios menos de primarios también les

llegó la jubilación de manera sorpresiva.

En planificó su jubilación, quienes más puntúan son los solteros, con un 40%; los

que no tienen hijos, con un 29%; estudios medios y universitarios, con un 32%; ciudad, con

un 26%, y los hombres, con un 25%.

Institucionalizados No institucionalizados Pensé No supe Sopre. Planf. Pensé No supe Sopre. Planf. Casados 28 12 26 Solteros 24 30 36 40 Viudos 16 Primarios 30 15 Leer y escribir 15 10 Medios y sup. 28 43 32 35 32 Sí hijos 18 20 28 27 10 24 29 No hijos 31 Campo 30 28 28 35 Ciudad 18 30 17 26 Hombre 19 17 29 33 25 12 36 25 Mujer

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Preparación a la Jubilación

189

8. COINCIDENCIA ENTRE PLANIFICACIÓN Y RESULTADOS.

¿Coinciden los resultados con lo planificado? Tan sólo un 20% de los sujetos de la

muestra global no institucionalizada, equivalente a 65 sujetos, afirman que los resultados

coinciden con lo que planificó. Como vemos, los resultados son ligeramente superiores a

quienes reconocieron previamente haber planificado (18%).

Porcentajes semejantes, y en la misma línea, siguen los datos obtenidos entre los

sujetos institucionalizados. Un 25% de la muestra total, equivalente a 46 sujetos del

conjunto global, también afirman que los resultados coinciden con lo planificado. Y ocurre

lo mismo que en los no institucionalizados, en la medida en que aquí también hay una ligera

diferencia entre quienes planificaron previamente y quienes ratifican la coincidencia.

Conclusiones.

Los porcentajes que afirman correspondencia con lo planificado, coinciden

prácticamente con aquéllos que reflejan el nivel de planificación. Y ello es válido para

ambos grupos de referencia, si bien los porcentajes se inclinan de manera más positiva para

los sujetos institucionalizados.

En los sujetos no institucionalizados, son los solteros quienes mayor coincidencia

manifiestan, junto con los que no tienen hijos. Son aquéllos que tienen el nivel de estudios

medios y universitarios los que ofrecen mayor congruencia. Finalmente, diremos que son,

así mismo, los hombres los que confirman mayor grado de ésta.

Entre los sujetos institucionalizados, en la variable estudios, la máxima coincidencia

se da en el estadio superior, apenas aparecen diferencias en función de los hijos, y sin

embargo se manifiestan ampliamente superiores en los que realizaron su ciclo productivo

en la ciudad.

Resumiendo, las puntuaciones más altas, en los sujetos institucionalizados se

consiguen en los casados con un 30%; estudios medios y universitarios, con un 50%; los

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N. Sáez Narro, J.C. Meléndez, M. Aleixandre y P. de Vicente

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solteros, con un 28%; quienes desarrollaron su ciclo productivo en la ciudad, con un 30%,

y los varo.-, con un 31%.

A tenor de los datos dentro de los sujetos no institucionalizados, v los solteros, con

un 40%; los que no tienen hijos, con un 27%; el grupo de estudios medios y universitarios,

con un 32%; campo, v un 28%, y los hombres, con un 25%, quienes más alto grado de

incidencia obtienen en función de su propia planificación.

Institucionalizados No institucionalizados Casados 30 Solteros 40 Viudos Primarios Leer y escribir Medios y sup. 50 32 Sí hijos 28 27 No hijos Campo Ciudad 30 28 Hombre 31 25 Mujer

¿Qué grado de coincidencia alcanzan los resultados con lo planificado? Entre los

sujetos no institucionalizados las alternativas totalmente, con un 34%; en mucho con un

29%, y regular con un 31%, saturan los más altos porcentajes. Tan sólo la alternativa poco

alcanza un residual 3%.

Dentro de los sujetos institucionalizados, los resultados obtenidos en la misma

variable son los siguientes: en la alternativa totalmente aparece un 22%; en mucho, un 43%,

y en poco-regular, un 30%. Finalmente, en la alternativa poco, alcanza un 4%.

Conclusiones.

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Preparación a la Jubilación

191

Las alternativas totalmente, en mucho, y regular, saturan los más altos porcentajes

en ambos grupos de referencia, si bien con niveles y valores diferentes, tal y como hemos

visto. El resto son puramente residuales, lo que no implica que no los consideremos dignos

de ser tenidos en cuenta.

Dentro del estado civil, dentro de la muestra no institucionalizada, en totalmente,

quienes más puntúan son los casados y los que no tienen hijos. En lo referido a estudios,

no aparece ningún valor relacionado con estudios medios y superiores. En el resto de

opciones tampoco se presentan diferencias sustanciales. Nuevamente son los hombres

quienes alcanzan el valor más alto en esta opción.

En la alternativa mucho, también son los casados quienes mayor nivel porcentual

alcanzan, y quienes no tienen hijos. La variable estudios refleja el máximo de saturación

entre quienes tienen estudios medios y universitarios. Son también los hombres los que

puntúan, positivamente más alto en esta opción.

En lo que a regular se refiere, son los viudos, quienes tienen hijos, estudios menos

de primarios y, con poca diferencia porcentual, los hombres son los que más puntúan en tal

opción.

Como ya hemos indicado, el resto de alternativas son puramente residuales, por lo

que remitimos a los textos previos en caso de interés por alguno de ellos.

En los sujetos institucionalizados, aparecen los siguientes datos: en la alternativa

totalmente, la variable estudios, en menos de primarios, no aparece ningún valor, y son

quienes tienen el más alto nivel los que reflejan los valores más positivos. También aquí es

en el grupo que no tienen hijos donde aparece la máxima congruencia con la planificación

previa. Tampoco aparece ningún valor relacionado con campo en esta alternativa.

En la alternativa mucho, dentro de la variable estudios, son quienes se sitúan en

menos de primarios los que alcanzan mayor nivel de saturación porcentual. También los

que no tienen hijos, y los unidos a la figura ciudad.

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En lo que a regular se refiere, los valores más altos se relacionan con quienes tienen

estudios menos de primarios, con hijos y con la alternativa campo.

Resumiendo, en función de los datos, entre los sujetos institucionalizados, en la

alternativa totalmente son los solteros, con un 43%; estudios medios y universitarios, con

un 57%; quienes no tienen hijos, con un 26%; los que trabajaron la ciudad, con un 18%, y

los hombres, con un 27%, quienes más integran dentro de la alternativa totalmente.

La alternativa en mucho, que como hemos podido ver alcanza un 43% de

saturación porcentual, valor más alto dentro del conjunto general de la pregunta, alcanza un

63% entre los casados; un 67% entre estudios medios y universitarios; un 48% entre los

que no tienen hijos, y un 49% en ciudad, junto a un 45% que se une a hombres. La

alternativa regular alcanza un 43% entre los solteros; un 43% entre quienes tienen hijos; un

33% en estudios menos de primarios, y saber leer y escribir; un 67% en campo, y un 33%

entre las mujeres. En los sujetos no institucionalizados, en función del estado civil, en la

alternativa totalmente, son los casados quienes más puntúan, con un 50%; en regular, los

viudos, con un 48%, y en lo referido a mucho es el grupo de los solteros, con un 40%,

quienes mayor nivel porcentual alcanzan.

A tenor de la presencia o no de hijos la alternativa totalmente consigue su

saturación más alta entre quienes no los tienen, con un 36%; en mucho también la alcanza

en este mismo grupo, con un 43%. Sin embargo, son los que tienen hijos quienes más

puntúan en regular, con un 33%, y en poco, con un 4%.

En la variable estudios los universitarios puntúan en mucho con un 67%; es el

grupo con conocimiento a nivel de saber leer y escribir lo hacen en la alternativa regular,

con un 35%, y nuevamente son los universitarios quienes más altamente lo hacen en poco,

con un 8%. En la variable campo, en la alternativa totalmente, un 35% se une a ciudad; en

mucho ambas opciones tienen un 33%, siendo esta misma proporción la que alcanza en

regular la opción campo. La alternativa poco, tan sólo alcanza un 2% en ciudad.

Institucionalizados No institucionalizados

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Preparación a la Jubilación

193

Total Mucho Regu. Poco Total Mucho Regu. Poco Casados 63 50 Solteros 43 43 42 Viudos 58 Primarios 33 Leer y escribir 33 43 35 Medios y sup. 57 67 67 8 Sí hijos 43 33 No hijos 26 48 36 43 Campo 67 33 35 Ciudad 18 49 35 33 2 Hombre 27 45 46 44 Mujer 33 22

En el sexo, en la alternativa totalmente, son los hombres, con un quienes mayor

nivel de saturación consiguen; en mucho es la mujer, con un 32%; en regular son

nuevamente los hombres, con un y finalmente la mujer es quien más lo hace en poco, con

un 4%.

9. ESTADO, INSTITUCIONES Y LA PLANIFICACIÓN DEL

TIEMPO LIBRE.

¿Considera el sujeto mayor que las instituciones deben ayudara planificar el ocio,

tomado éste en su sentido más amplio y general? Un 61% afirma que sí; un 9% que no, y

un 30% N/C en los sujetos no institucionalizados.

Dentro de los sujetos institucionalizados, afirman que sí un 59%; que no un 5%, y

se agrupa en N/C un 36%.

No tenemos que olvidar que en otro momento, cuando al sujeto mayor se le

pregunta de manera más taxativa, sobre si cree que el Estado debe planificar los medios

ambientales para los jubilados, éste contesta rotundamente que sí, con un 92% de

saturación porcentual entre los no institucionalizados, y un 83% entre los sujetos

institucionalizados.

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N. Sáez Narro, J.C. Meléndez, M. Aleixandre y P. de Vicente

194

Conclusiones.

En dos ocasiones que se hace la misma pregunta dentro del cuestionario, la

respuesta es clara y contundente: el Estado tiene la obligación moral de facilitar la

organización del tiempo de ocio en la tercera edad. Y ello es válido, tanto para los sujetos

no institucionalizados, como para los que sí lo están, con ligeros niveles porcentuales a

favor de éstos últimos.

Entre los sujetos no institucionalizados, los valores más altos se unen a solteros, los

que poseen estudios superiores, aunque ya hemos señalado que sin graves valores

discriminantes respecto de las otras opciones. También aquí son los hombres quienes

puntúan más altamente. Como hemos podido ver, la variable presencia o no de hijos

apenas es discriminatoria en el tema que nos ocupa.

Entre los sujetos institucionalizados, nuevamente son los estudios medios y

universitarios quienes manifiestan más concordancia con el contenido de la pregunta, y

apenas aparecen diferencias significativas en el resto de variables y opciones estudiadas.

Resumiendo, a tenor de los datos, las máximas puntuaciones se consiguen dentro

de los sujetos institucionalizados, en la alternativa sí, entre los solteros, con un 66%; en

estudios medios y superiores, con un 71%; un 62% se une al grupo que tiene hijos, y un

76% a hombres. Las diferencias internas entre campo y ciudad son prácticamente

inexistentes, con un 65% para el primero y un 66% para la segunda.

Dada la alta proporción que aparece en la alternativa no sabe, pensamos que en esta

ocasión merece la pena hacer una exposición de las puntuaciones más altas. Estas se

consiguen entre los viudos, con un 38%; en estudios menos de primarios, con un 47%;

entre el grupo que no tiene hijos, con un 40%, y en las mujeres, con un 45%. Tampoco

aquí aparecen diferencias internas en la variable lugar de trabajo, donde un 30% se une a

campo y un 29% a ciudad.

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Preparación a la Jubilación

195

Entre los sujetos no institucionalizados, como ya hemos indicado, los valores más

altos se unen a solteros y estudios superiores, con un 68%, respectivamente. En la variable

donde desarrolló su ciclo productivo, un 66% se une a ciudad. También aquí son los

hombres los que puntúan más altamente, con un 66%. Como hemos podido ver, ',a

variable presencia o no de hijos apenas es discriminatoria en el tema que nos ocupa, aunque

se inclina hacia quienes los tienen con un 61%.

Institucionalizados No institucionalizados Casados Solteros 66 68 Viudos Primarios Leer y escribir Medios y sup. 71 68 Sí hijos 62 61 No hijos Campo Ciudad 66 66 Hombre 76 66 Mujer

¿Por qué motivos, consideran que no deben ayudar las instituciones a planificar el

ocio? En términos generales, entre los sujetos no institucionalizados, consideran que es

particular un 63%; que no necesitan ayuda un 10%; que ya sabe lo que quiere, un 10%, y

que ya tengo un hobby un 20%.

10. JUBILACIÓN E INTERVENCIÓN: PROGRAMAS DE

OPTIMIZACIÓN.

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N. Sáez Narro, J.C. Meléndez, M. Aleixandre y P. de Vicente

196

Una de las conclusiones necesarias del análisis de los anteriores datos, es la

posibilidad y necesidad de optimizar el proceso de cambio y socialización mediante la

intervención adecuada, intervención que se ve plasmada, en este caso, en los denominados

«Programas de Jubilación».

Esta decisión viene abalada por múltiples investigaciones que afirman que tanto el

grado de orientación (Thompson, 1958; Heron, 1963; Davinson y Kunze, 1965; Ash,

1966); como el de preparación o «Planificación del Porvenir», se consideran muy

importantes para el correcto ajuste de la persona durante el posterior período de la

jubilación (Oliver, 1960; Heron, 1963; Anderson, 1966; Ash, 1966; Marck, 1958; Ciuca y

Mustatá, 1969; Stanford, 1971; Fillenbaum, 1971).

Las investigaciones internacionales, a partir de 1950, fijan su atención en la

importancia de la actitud de expectativa respecto de la jubilación y demostrar que una

«anticipación del estatus de retiro» facilita una concepción del rol de jubilado y la

adaptación a la separación de la actividad profesional (Thompson, 1958; Streib y Orbach,

1967).

La solución a esta compleja «misión de la baja adultez» (developmental task), con la

que el individuo se enfrenta tras la jubilación, depende de múltiples factores. Presentamos a

continuación una breve reseña de las líneas principales de actuación que se han realizado en

distintos países de nuestro entorno cultural.

Francia.

Desde hace varios años, se viene realizando en el Centro Piloto de Preparación al

Retiro, que depende de la Sección General de las Personas Mayores del Departamento del

Isére, en Grenoble, una serie de reuniones (una por semana) de dos horas de duración,

dirigidas por médicos, psicólogos y asistentes sociales; tienen lugar después del trabajo,

asisten también retirados que relatan su experiencia. Se trataban, entre otras, las siguientes

cuestiones:

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Preparación a la Jubilación

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a) Diferentes aspectos del retiro.

b) Recursos, gastos, trabajo.

c) Problemas de alojamiento y familia.

d) Problemas jurídicos. e) Problemas de salud.

f) Distracciones, cultura y vida social de los retirados.

Con la experiencia de Grenoble se han establecido similares tipos de preparación

por toda Francia.

Suiza.

Se desarrolla en quince jornadas de trabajo, a repartir en los últimos cinco años de

trabajo. El desarrollo de estos cursos lo lleva a cabo un equipo multidisciplinario formado

por: médicos, psicólogos, abogados, asistentes sociales, teólogos, etc.

- Primer grado (cinco años antes del retiro). Temas: «Filosofía de la edad»,

«Modificaciones del psiquismo e influencias sobre el comportamiento», «Higiene

alimentaria».

- Segundo grado (cuatro años antes del retiro). Temas: «Higiene y ritmo de vida»,

«El trabajo: su ritmo y significado», «Los accidentes: ¿Cómo y por qué se producen?,

«Medidas preventivas de orden Medico y social».

- Tercer grado (tres años antes del retiro). Temas: «La situación económica», «Los

seguros», «Adquisiciones y contratos».

- Cuarto grado (dos años antes del retiro). Temas: «La habitación», «Los placeres y

las ocupaciones».

- Quinto grado (un año antes del retiro). Temas: «Derechos y deberes del jubilado».

Resumen de lo expuesto en cursos anteriores y últimas indicaciones para la vida tras el

retiro.

Inglaterra.

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N. Sáez Narro, J.C. Meléndez, M. Aleixandre y P. de Vicente

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En 1959, a requerimiento del alcalde de Glasgow, se formó una junta de profesores

de universidad, maestros, organizaciones voluntarias de ancianos, directores de empresa y

representantes del ayuntamiento, con el objeto de estudiar los problemas de los

trabajadores y promocionar una educación para el retiro dando información, consejos y

facilidades para hobbyes y trabajos de artesanía.

Estos cursos se ofrecieron a todos los empleados que voluntariamente quisieron

asistir.

Los programas se desarrollaron en una escuela técnica de alta educación; el primer

día por la tarde se celebraba una entrevista y después el mismo día de la semana; las

sesiones eran de 9,30 a 12,45 y de 13,50 a 17 horas. El programa era el siguiente: después

de la entrevista después del primer día, en la mañana del día siguiente se hablaba de retiro y

economía, por la tarde evaluación del presupuesto casero, seguido de una conversación

sobre jardinería, el segundo día se trataba de salud física y retiro y por la tarde una

excursión a pescar. El tercero, salud mental y retiro, crítica y comentarios de música y

literatura. El cuarto, visita a unidades geriátricas y una demostración de seguridad dentro

del hogar, conversación sobre libros y librerías. El quinto, vida social y retiro, apreciación

del arte y visita a los museos. El sexto, retiro y diversiones y descripción de los centros

educativos de la ciudad, después lectura sobre estos tópicos. Por la noche, crítica y

comentario de teatro y visitas a escuelas de baile o ballet. El séptimo, sesión de mañana

sobre los tiempos pasados, exaltación de los hechos más favorables durante la vida anterior

y posibilidad de oportunidades, seguidos de una discusión sobre valoración del curso.

Estados Unidos.

Existen distintos modelos y modos de entender la preparación a la jubilación, así,

un ejemplo tipo sería el programa implantado en la «Scovill Manufacturing Company» con

cinco mil empleados y desarrollado por un grupo de expertos dirigidos por Woudrow

Hunter (División de Gerontología de la Universidad de Michigan) se dedicaron nueve

sesiones de dos horas sobre: cambios en la población, recursos económicos,

administración, economía, salud física y mental, casa, importancia de la familia y amigos,

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Preparación a la Jubilación

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problemas legales, uso creativo del tiempo libre. Participaron cuatrocientos empleados y

sus mujeres. Este programa, aunque con ligeras modificaciones también se implantó en la

«Chrysler Corporation of Detroit».

España.

Se han realizado varios intentos serios de organismos públicos y empresas privadas

que hasta el momento han fracasado por falta de interés de los trabajadores.

Como puede apreciarse, las investigaciones más frecuentes que conforman tales

programas dirigen sus objetivos hacia los siguientes bloques temáticos:

A) Económico

B) Salud.

C) Autopercepción.

D) Nuevos roles familiares y sociales.

E) Vivienda.

11. PROGRAMA DE INTERVENCIÓN Y SU JUSTIFICACIÓN.

Pasamos a describir de manera sintética los puntos principales del programa de

preparación a la jubilación que nosotros presentamos. Así cono su justificación teórica.

Información

- Prestaciones para la vejez.

- Obligaciones fiscales.

- Ventajas anexas:

- Servicios médicos.

- Servicios sociales: asistencia domestica, vivienda, etc.

- Ventajas en servicios públicos: transportes, museos, etc.

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N. Sáez Narro, J.C. Meléndez, M. Aleixandre y P. de Vicente

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- Conciertos con entidades privadas.

- Orientaciones sobre cómo intervenir.

Salud: Envejecimiento individual y medidas preventivas

- Normas dietéticas y problemas alimenticios.

- Mantenimiento del estado físico.

- Visitas al médico, hospitalización.

- Higiene y ritmo de vida.

- Capacidad de autocuidado (dependencia).

- Uso de medicamentos.

Utilización adecuada del tiempo libre. Ocio

- En el hogar.

- Aficiones individuales y ocios.

- Asociaciones y clubes de jubilados.

- Respuesta cultural (conferencias, aulas de la Tercera Edad, etc.).

- Talleres de jubilados.

- Voluntariado.

Actividad social

- Relaciones familiares.

- Relaciones sociales.

Significación del trabajo y del retiro.

Planificación económica.

- Fuentes de recursos económicos previsibles.

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Preparación a la Jubilación

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- Soporte económico de la familia.

- Propiedades y deudas.

- Alojamiento adecuado.

Actividad profesional a tiempo parcial

- Percepción de la posibilidad.

12. JUSTIFICACIÓN TEÓRICA.

Información.

En investigaciones llevadas a cabo por Ash, 1966; Oliver, 1960; Anderson, 1966;

Phelps, 1966, se pudo comprobar que aquellas personas que trazaban planes concretos para

el período subsiguiente a la jubilación, afrontaban ésta con expectativas más positivas que

aquellas otras personas que habían pensado menos en lo que iban a hacer al jubilarse. Se

comprobó que a mayor grado de información general acerca de este período postlaboral

(referente a la cuantía de pensiones, la cuestión de los seguros y la vivienda, etc.), más

expectativas positivas.

Investigaciones de Lehr (1980) demostraron en los sujetos de 60-65 años, una

relación significativa entre el número de planes y la actitud ante la futura jubilación.

Thompson (1958), afirma: «si se quiere dominar con probabilidades de éxito las

exigencias que el retiro plantea, es preciso que el futuro jubilado muestre una actitud

positiva ante su nueva vida y tenga ideas muy claras acerca del aspecto que su futura

situación va a asumir». Tanto el grado de orientación (Thompson, 1958; Heron, 1963;

Davidson y Kunze, 1965; Ash, 1966), como el de preparación en este sentido (Oliver, 1960;

Heron, 1962, 1963; Anderson, 1966; Ash, 1966; Phelps, 1966; Marck, 1958; Ciucá y

Mustatá, 1969; Stanford, 1971; Fillenbaum, 1971).

Podríamos calificar como la última instancia de opinión, a lo convenido en la

Conferencia Internacional del Trabajo, reunida en 1980, e1 informe referido a

«Trabajadores de edad madura: Trabajo y Jubilación», contiene en sus conclusiones lo

siguiente:

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«...Debería ponerse en práctica programas de preparación para el retiro con

la participación de las organizaciones representativas de empleadores y

trabajadores y otras organizaciones interesadas, que deberían llevarse a cabo

durante los años que preceden al fin de la vida activa... Tales programas

deberían hacer posible, en particular, que los interesados hagan planes para

su jubilación y para adaptarse a esa nueva situación, proporcionándoles

información acerca de:

a) los ingresos, y en particular, las prestaciones de vejez a que normalmente

tendrán derecho, las obligaciones fiscales de los pensionistas y las

ventajas anexas que se les conceden, tales como asistencia médica,

servicios sociales y reducciones en ciertos servicios públicos;

b) las posibilidades y condiciones de continuación de una actividad

profesional, especialmente a tiempo parcial;

c) el envejecimiento individual y los medios para prevenirlo, tales como

exámenes médicos, ejercicio físico y régimen alimenticio; d) utilización

del tiempo libre».

Salud.

Una percepción negativa de la vejez, supone que la jubilación por sí misma es causa

de problemas que conducen a un quebrantamiento de salud física. Ejemplo claro de este

planteamiento lo vemos en Hugonot cuando nos dice: «El retiro en su aspecto médico

fisiológico es, actualmente, el principal acelerador del envejecimiento. Esta jubilación que

sobreviene en un momento donde el hombre está todavía en plena posesión de sus

facultades tiene consecuencias psicológicas desastrosas».

Por otro lado, Eisdorfer (1972), en una revisión de las investigaciones realizadas al

respecto encontró en la salud de los jubilados informes más positivos que negativos.

Streib y Schneider (1971) no encontraron ninguna correlación entre la salud

posterior a la jubilación y los factores que explicaban una muerte cercana a la jubilación.

También refutan con sus trabajos el tópico de que la salud empeora con la jubilación.

En cambio, según la opinión de los mayores, la salud es el problema más serio que

afecta a la vejez; así, en un estudio con personas de más de cincuenta años, la mala salud

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Preparación a la Jubilación

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fue citada tres veces más que cualquier otra condición por ser la peor situación que afecta a

la vejez (Harrys et al., 1975).

Parece ser que el problema real debería su causa a otra circunstancia. Así, según la

«Teoría cognoscitiva del envejecimiento» de Thomae (1970), no es la modificación,

demostrable objetivamente, de la situación vital -y del estado de salud- la que coincide con

la modificación del comportamiento en la esfera psíquica; es el modo como el individuo

percibe estas modificaciones lo que tiene mayor relevancia para los cambios psíquicos

correspondientes al envejecimiento. Según Thomae, «el cambio de estructura biológica no

ejerce efecto alguno, mientras no sea percibido. Aun cuando no se capte toda la verdad, la

percepción de la situación altera por completo al individuo, mientras no se logre un nuevo

equilibrio».

Con anterioridad, se demostró una correlación significativa entre la imagen y las

vivencias acerca de sí mismo y el estado subjetivo de salud. Las personas que se sienten

más sanas tienen una imagen más positiva de sí mismas y se califican como activas,

emprendedoras, reconocidas por el entorno social, independientes, con un estado eufórico

de ánimo, satisfechas de la vida, etc. Declarando un mayor número de sobrecargas aquéllas

que se autoevalúan negativamente.

Schmitz-Scherzer (1969) pudieron probar algunas relaciones entre el estado

subjetivo de salud y el comportamiento de ocio de los, ancianos estudiados. Cuanto peor se

experimentaba la situación sanitaria, más raramente se daba curso al comportamiento de

ocio y mayor era la pasividad general.

Lehr (1980), Schreiner (1969), Puschner, Schreiner y Tismer (1968) han podido

demostrar ciertas correlaciones entre el grado de salud y el género y grado de la orientación

hacia el futuro. Aquellas personas que se percibían a sí mismas como más enfermas, aun

cuando ello no tuviera una base objetiva, manifestaban significativamente un menor

número de proyectos y unas tendencias más fuertes a la restricción. Podían ver menos

aspectos positivos en la situación presente, consideraban limitada su esfera vital, se hallaban

más intensamente referidas al pasado y echaban de menos muchas cosas de las que

disponían en épocas anteriores.

Shanas, Townsend, Wedderburn, Friis, Milhoj y Stehouwer (1968) realizaron un

estudio comparativo en Dinamarca, Gran Bretaña y los Estados Unidos y comprobaron

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N. Sáez Narro, J.C. Meléndez, M. Aleixandre y P. de Vicente

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que en los tres países más del 50% de los individuos de edad superior a los 65 años

juzgaban como «bueno» su estado de salud, los hombres con más frecuencia que las

mujeres. La única excepción provenía del grupo de los hombres de 65-70 años, para

quienes acababa de comenzar la edad de jubilación; éstos estimaban peor su estado de salud

que las mujeres en la misma época.

Queda así patente la necesidad de incluir en cualquier programa de prejubilación un

apartado de educación para la salud, pues aunque la salud de la vejez es, en parte, el

resultado de los cuidados sanitarios través de la vida del sujeto, la salud puede ser alterada

virtualmente n cualquier momento de la vida y tener todavía un efecto positivo. Como dice

Kalish (1983), la muerte y la enfermedad no pueden ser limitados, pero sí pospuestas.

Acabamos de ver también la importancia que la percepción del estado de salud

tiene para el normal desarrollo de la vida del jubilado como la adecuada percepción de ésta

influye considerablemente en i resto de los factores.

Otra causa que hace necesaria la incorporación de la educación para la salud en la

tercera edad, es la diferencia de las necesidades de salud de la vejez en comparación a las de

otros grupos de edad, lo que hace necesaria la especificidad del contenido de los

programas. Una dieta adecuada es importante para todas las edades, pero las necesidades

nutritivas específicas de la vejez difieren de las de las personas jóvenes al igual que ocurre

con el ejercicio.

Los aspectos que afectan a la buena salud mental en los últimos años requieren

también las mismas consideraciones, ya que la estimulación, el incentivo y la diversión, son

siempre importantes, aun que las actividades que producen estas características de sentirse

bien cambian con la edad.

Dentro de este factor hemos considerado importante además tener en cuenta:

a) Normas dietéticas y problemas de alimentación.

Hay que destacar, desde el punto de vista de la profilaxis, el papel que juegan los

hábitos alimenticios, pues como afirma Holtmeier (1968) «Hoy en día se admite, en general,

que no existe ninguna forma de alimentación que pueda rejuvenecer al hombre. El mayor

valor de la observación de las normas alimentarias estriba en la profilaxis, es decir, en el

mantenimiento de la salud y la prevención de enfermedades degenerativas dependientes de

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Preparación a la Jubilación

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la nutrición, durante la vejez. Cuanto más pronto se cumplan estas reglas sobre una

alimentación y una vida sanas, tanto mayor será la esperanza de longevidad».

Por otro lado, para muchos ancianos, la planificación de dietas apropiadas

constituye también un problema de información y de asimilación. Además, hay que añadir

la existencia de prejuicios profundamente arraigados, según los cuales sólo una «fuerte

alimentación» sostiene y fomenta las energías físicas; esta ingestión excesiva de alimentos

muy ricos en calorías, coincide muchas veces con el déficit de determinadas sustancias

importantes para la vida, como las proteínas, las vitaminas y los minerales (Lehr, 1980).

Palmore (1971) ha podido demostrar mediante estudios empíricos, la correlación

existente entre peso corporal y buena salud. Amén de que una dieta no adecuada puede

originar una nutrición insuficiente, independientemente del peso de la persona (Woodruff,

1977).

Howel y Loeb (1969) indican que es frecuente interpretar fácilmente determinados

tipos de comportamiento alimenticio de los ancianos como «deterioro psíquico normal» y

«Labilidad emocional» que se plasman en una cierta tendencia a la fatiga, indiferencia, fallos

de memoria, leves estados de confusión e incremento de angustia cuando, en realidad, son

atribuibles a la inobservancia de las normas dietéticas o a una alimentación deficitaria.

Diversos autores relacionan una alimentación suficiente y adecuada con la

capacidad de pensamiento lógico, de concentración y de rendimiento mental.

Son conocidas también las investigaciones de Howel y Loeb (1969) o de Ralli

(1952) sobre los efectos de la carencia de las vitaminas del complejo B, en personas de edad

avanzada.

Los resultados de diversos estudios sobre los hábitos alimenticios y las cuestiones

de nutrición muestran que los ancianos carecen relativamente de información en este

sector, en comparación con los grupos más jóvenes (Jalso, Burns y Rivers, 1965) y que

están menos interesados por estos temas o se aferran a ideas estereotipadas, por lo que se

refiere al efecto nocivo, al efecto especialmente curativo 0 a la manera particular de cocinar

ciertos alimentos. Aparte la edad, ha encontrado una relación entre tales actitudes

consolidadas y el nivel de formación.

b) Mantenimiento del estado físico.

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Entre las medidas profilácticas, aconsejables en la tercera edad, cuentan las que

estimulan un mayor movimiento, Streib y Schneider (1971) ven en el cese de la vida

profesional el riesgo de una reducción de1 rendimiento y de las actividades físicas, que se

suman a la limitación de las actividades sociales e intelectuales, ante la desaparición de las

exigencias planteadas por la profesión. «La consecuencia es la atrofia por inactividad de

todos estos sectores, que supera en realidad a la que la edad determina biológicamente».

Se observan correlaciones muy estrechas, según Palmore (1971) entre un grado

elevado de movimiento activo y el bienestar físico definido tanto por el juicio subjetivo

sobre la salud, como por el tiempo de permanencia en cama y por el número de visitas

médicas.

c) Uso de medicamentos.

La media de personas de más de 65 años que toman medicamentos llega a ser tres

veces mayor que la media de personas por debajo sesenta y cinco (Petersen y Whittington,

1977).

No es inusual en estas edades estar bajo el control de tres diferentes médicos, cada

uno tratando un área diferente y cada uno prescribiendo una o más medicinas, sin saber

que su paciente está tomando otros fármacos al mismo tiempo. La mezcla de varios

medicamentos puede anular los beneficios que se pretendían con cada una de las medicinas

por separado, o tener unos efectos inesperados. De hecho, más del 5% de las

hospitalizaciones de los ancianos están provocadas por efectos nocivos de los

medicamentos.

Por otro lado, los sujetos ancianos presentan «una menor tolerancia y una mayor

sensibilidad a las medicinas, de manera que los pacientes viejos requieren una dosis

terapéutica menor de medicamentos psicoactivos... y son más propensos a tener efectos

secundarios v reacciones adversas a las medicaciones que los pacientes jóvenes» (Eisdorfer

y Stotsky, 1977).

A todo esto hay que añadir que en muchas ocasiones, los pacientes ancianos no

siguen las órdenes del médico a la hora de tomarse las medicinas que le han sido recetadas

o compran medicamentos por su propia cuenta, con el riesgo de tomar sobredosis, usar

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Preparación a la Jubilación

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medicinas que anulan los efectos de otras o adquirir medicamentos ineficaces para su caso

concreto.

d) Capacidad de autocuidado-dependencia.

A medida que los mecanismos de defensa del individuo disminuyen, su entorno

inmediato va cobrando una gran importancia, todo ello trae consigo que el individuo, a

medida que aumenta su edad, conceda mayor importancia a las relaciones afectivas. La

pérdida de autonomía a diferentes escalas origina una incapacidad para resolver problemas

cotidianos y, por tanto, una mayor necesidad de su entorno social.

En relación con la dependencia de las personas ancianas, distinguimos entre

«dependencia económica», respecto a la generación que se ve incluida en el proceso laboral,

«dependencia fisiológica por modificación del aparato locomotor y de los órganos

sensoriales, «dependencia psíquica y mental» por déficit de la memoria o pérdida de la

capacidad de orientación, y «dependencia social» por pérdida de roles y aislamiento. Todas

ellas, a excepción de la dependencia psíquica y mental, tratadas en otros apartados.

Los trastornos del conocimiento residen en la escasa o inadecuada orientación de la

situación, en la ausencia de información o en la incapacidad de integrar estas

informaciones, lo cual conduce a un pro ceso de percepción y decisión retardado. Si el

anciano se muestra finalmente dispuesto a actuar, la situación quizás haya cambiado ya para

entonces; entonces experimenta la sensación de fracaso y le impele paulatinamente a

paralizar su actividad.

Tanto la pérdida de las facultades sensoriales como la reducción de los contactos

sociales, significan para el individuo de edad avanzada una pérdida de información y-una

limitación del intercambio de las mismas, con lo que se establece un estadio de «privación

cognoscitiva».

Tiempo libre, actividad y soledad.

Se ha hallado una relación entre el sentimiento de soledad, por una parte, y el grado

de inactividad y aburrimiento, por otra. Aquellas personas que alimentan una esfera de

intereses más reducida, una menor orientación hacia unos objetivos y hacia el futuro, que

están descontentas y demuestran escasa confianza en sí misma, son las que más se quejan

de la soledad (Lehr, 1980).

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Diversos autores consideran en este sentido la soledad en función del aburrimiento,

afirmación que se pudo confirmar empíricamente.

Según Havighurst, Munnichs, Neugarten y Thomae (1969), puede surgir también la

sensación de aburrimiento, aun cuando exista una amplia gama de intereses, cuando no se

proceda a poner orden y concierto en las propias actividades el aburrimiento aparece como

una consecuencia de la ausencia de ritmo en las ocupaciones. Antes todo dependía de la

actividad profesional y del horario de trabajo; ahora, el fin de la vida profesional ocasiona

con frecuencia una falta de ordenación del tiempo, que acaba provocando una sensación de

tedio.

En la jubilación, el día, la semana o el año, pueden no tener estructura externa, de

modo que el individuo debe de estructurar su propio tiempo. Esta tarea puede ser muy

difícil y el tiempo se puede escapar sin ningún sentido. En muchas maneras las personas

jubilac1as realizan las mismas cosas que antes de su jubilación, sin embargo, la nueva

estructura temporal les permite realizar actividades que no les era posible cuando estaban

trabajando.

Las posibilidades de ocupación del tiempo libre más importantes que nuestra

sociedad ofrece a los ancianos son:

a) Hogareñas. Constituyen las actividades más realizadas, como son: realizar las

tareas del hogar, hablar con familiares, ver la televisión, etc.

b) Aficiones individuales y ocios. Que pueden abarcar múltiples actividades, pero

que generalmente precisan de una práctica previa.

c} Asociaciones o clubes de jubilados. Constituyen un lugar de tertulia y en muchos

casos la principal fuente de relaciones sociales del jubilado.

d) Actividades culturales. Como son conferencias, seminarios sobre diferentes

temas, así como viajes y visitas. Así, por ejemplo, se creó en Toulouse, en 1973, una

Universidad para la tercera edad, y en Vitoria se crearon, en 1980, las «Aulas de la Tercera

Edad» como centro sociocultural dirigido a la población gerontológica.

e) Talleres de jubilados. Se han llevado a cabo experiencia a este nivel en Inglaterra

y en los Países Bajos, ofreciendo empleo de jornada partida a jubilados.

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Preparación a la Jubilación

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f) Las huertas y Jardines como respuesta municipal asociativa.-Se ha desarrollado en

muchos países europeos. Tras la cesión de parcelas, a un módico precio por parte del

ayuntamiento, constituye una actividad familiar de ocio activo el cuidado de las mismas.

Parece, pues, como afirma Kalish (1983) que, dado un suficiente salario y adecuado

transporte, los ancianos que tienen una buena salud, usarían voluntariamente los recursos

que les ofrece el tiempo libre y el entretenimiento disponible sin anhelar el trabajo.

En primer lugar, tal como ha señalado Tunstall (1966), hay que distinguir

claramente entre «aislamiento» y «soledad». Mientras el concepto de aislamiento se refiere al

campo objetivo de los contactos sociales, el concepto de «soledad» alude más bien a las

vivencias subjetivas de la estructura de las interacciones sociales. El sentimiento subjetivo

de soledad no está determinado, en modo alguno, por la frecuencia objetiva de los

contactos. Algunas personas se sienten solitarias, pero nunca aisladas, a juzgar por la

cantidad y la índole de los contactos sociales comprobables objetivamente. Otras personas,

en cambio, que, desde un punto de vista objetivo tienen relativamente pocos contactos

sociales y que son consideradas desde fuera como seres aislados, no se sienten, empero,

como personas solitarias (Tunstall, 1966; Munnichs, 1964; Rosenmayr y Köckeis, 1965;

Thomae, 1968).

Numerosas investigaciones han demostrado que existe una alta relación entre la

frecuencia y el deseo de contactos familiares por una parte y la cuantía de otras actividades

sociales. Así, se ha visto que aquéllos que cultivan un animado trato social con amigos,

conocidos y ex-colegas, mantienen menos contactos con los miembros de la familia, no

manifestando deseos de una intensificación de los mismos. Por el contrario, aquéllos,

relativamente aislados de la comunidad social, que nunca o raramente eran visitados por

conocidos y vecinos, se quejaban de la ausencia o deficiencia de contactos con los otros

miembros de la familia, aun cuando objetivamente existiese un trato más asiduo y mejores

relaciones con la misma que en el primer grupo (Thomae, 1968).

Algunos autores consideran que el limitarse a los contactos familiares es una

solución de emergencia y opina que las personas ancianas, a falta de intereses y finalidades

fuera de la familia, se vincula fuertemente a ésta. A este respecto, se cree poder comprobar

una serie invertida: la magnitud de los contactos y obligaciones extramaritales disminuye en

razón inversa al aumento de los mismos dentro del círculo familiar.

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En cuanto a las relaciones familiares propiamente dichas, dos tipos de relaciones

sociofamiliares van a resultar particularmente afectadas:

1. Relaciones conyugales.

Diversos autores, entre los que destacan Lipman, 1961; Kerckhoff, 1965, 1966;

Herman y Jeffers (1968), etc., indican la posibilidad de una alteración de las relaciones

conyugales como consecuencia de la jubilación del marido, bien hacia una mayor armonía

de la pareja o bien en detrimento de la pareja. Parece ser (Kerckhoff, 1966) que los

matrimonios con estatus social más elevado adoptan una posición más positiva que las

parejas de estatus social inferior.

Herman y Jeffers (1968) destacan la importancia de diversos .factores, entre los que

destacan la «actitud de expectativa» respecto de la jubilación, la evaluación subjetiva de ésta

última, etc., a cargo del otro cónyuge, en relación con el proceso de adaptación. Estos

resultados indican la necesidad de la intervención de la pareja en los programas de

preparación al retiro.

El hombre, que suele ser mayor en la población de jubilados españoles actual, va

adquiriendo un papel pasivo con el paso de los años, a la vez que va perdiendo su papel

social. Por otra parte, la mujer a adquiriendo una autoridad creciente a nivel familiar,

mientras que su estatus social apenas se modifica. En otras ocasiones la incorporación del

hombre al hogar produce la pérdida del rol de la mujer, que se ve así limitada en sus

actividades domésticas y profundamente herida en su amor propio. Así mismo, la

adaptación a la viudedad es mucho mejor en la mujer que en el hombre. Otras

investigaciones Lipman (1961), Blood y Wolfe 1960), afirman que el muto entendimiento

de los cónyuges de edad, .es más intenso que en cualquier otra de las fases precedentes de

la vida), lo que Lipman (1961), atribuye a la creciente ayuda del marido jubilado en diversas

tareas domésticas y al mayor interés mutuo.

La disminución de las relaciones sexuales es un hecho lentamente progresivo y que

en general no produce desequilibrios en la convivencia de la pareja de mayores, ya que la

convivencia prolongada ha ido desarrollando una serie de mecanismos y recursos mucho

más estables y duraderos que los puramente sexuales.

2. Relaciones padres-hijos.

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Preparación a la Jubilación

211

En lo que se refiere a las relaciones con los hijos, se ha encontrado (Lehr, 1980) que

actualmente aumenta la tendencia a que los ancianos no vivan con los hijos, aunque

también aumenta la tendencia a que lo hagan a corta distancia. También se observa que el

nivel de interacción entre padres e hijos suele ser bastante alto, alcanzando el nivel de al

menos una vez al día, aunque sea telefónicamente, para casi las dos terceras partes de las

familias.

En cuanto al grado de apego a la familia, fundamentalmente a los hijos, se ha

encontrado que éste depende de diversos factores, como son: la satisfacción conyugal, la

extroversión social, las condiciones socioeconómicas, el lugar de residencia y el estado de

salud.

13. FINANZAS.

En la actitud frente a la jubilación desempeña un papel importante la cuestión

relativa a los ingresos. En los últimos años de vida hay personas que nunca han sufrido por

tener un salario limitado y se encaran con la pobreza por primera vez. El bajo salario

asociado con la edad aparece en el momento en que también disminuyen otros recursos.

Una persona joven puede caminar para ahorrar los gastos de transporte, pero la persona

mayor puede tener dificultades para andar; la persona joven puede deber dinero confiando

en los proyectos futuros, pero los viejos tienen muy pocas esperanzas en un futuro

aumento de su salario, etc. La pobreza en la vejez puede destruir los sentimientos de

adecuación y autoestima de muchos modos (Kalish, 1983).

Entre las máximas preocupaciones y fuente de stress del jubilado, aparece la

economía. De ella depende la realización de sueños, proyectos, mejoramiento de vida, etc.

Sin una economía saneada, la libertad de movimientos, el ocio puede resultar paradójico.

En estudios realizados por Shanas, Townsend, Wedderburn, Friis, Milhoj y Stehouwer

(1968) cerca de la mitad de los encuestados jubilados citaron al dinero como la pérdida más

seria relacionada con la jubilación. La conciencia de la pérdida adquisitiva, consecuencia a

reducción de un salario era motivo de miedo y ansiedad ante el hecho de la jubilación.

Vista la temática económica desde la perspectiva de la moral, entendida en el

sentido vital, estudios al respecto, ofrecen la conclusión que durante el retiro la disminución

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de ingresos implica una moral va entre los jubilados (Pollman, 1971; Streib y Schneider,

1971). Las investigaciones de Friedman y Havighurst (1954) indican que allí donde la

profesión no significaba para la persona más que una fuente de beneficios económicos,

había una mayor propensión a dejar la actividad profesional; allí donde privaban los valores

pretereconómicos (función social o filantrópica, posibilidades de lo:- contactos sociales, de

mejorarse a sí mismo y de enriquecerse v nuevas experiencias, ampliación de hortalizas,

etc.), los sujetos se enfrentaban con la jubilación con una actitud de expectativa de signo

bien negativo.

14. SIGNIFICACIÓN DEL TRABAJO Y DEL RETIRO.

El modo de vivenciar la actividad profesional y, con ello, la actitud ante el cese de la

actividad laboral está determinado por la acción específica conjunta de multitud de factores

distintos. Señalamos a continuación los más relevantes:

a) La satisfacción subjetiva de la actual situación profesional determina así mismo la

actitud frente a la jubilación. Se ha comprobado en diversas investigaciones con obreros

que, al ir en aumento la edad, crece la insatisfacción general con la situación de la vida en

general y con la situación profesional en particular, mientras que Form y Geschwender

(1962) afirman que existe un incremento de la satisfacción profesional en la edad provecta,

lo cual ponen otros autores en duda, si bien circunscrito a los trabajadores.

Entre las circunstancias profesionales que contribuyen a la satisfacción habría que

mencionar para la mujer la esfera de los contactos sociales (Lehr, 1969; Pearlin, 1962;

Remitz, 1960; Pfeil, 1961, ha comprobado que el trato con las personas ayuda a la

satisfacción profesional de la clase media y alta, mientras que respecto de las capas bajas

serían más decisivas en este sentido las condiciones del trabajo; lo mismo afirma. Las

condiciones laborales externas (dureza del trabajo, ritmo prefijado, etc.) son más

importantes para los hombres (Remitz, 1960; Seidman y Watson, 1940; Watson y Seidman,

1941; Friedman y Havighurst, 1954).

El salario como motivo de la satisfacción o insatisfacción profesional destaca en

casi todas las investigaciones, con más incidencia en los hombres que en las mujeres. Así,

este motivo sólo se da como factor de importancia en el 3% de todas las mujeres y en una

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Preparación a la Jubilación

213

tercera parte de los hombres. Otros autores, encuentran incluso que la insatisfacción

profesional de los hombres se basa exclusivamente en el salario insuficiente.

Parece ser que en diversas investigaciones con mujeres, se observó que la

insatisfacción se basa para las más jóvenes en el miedo al fracaso, en la carrera y el salario,

mientras que para las de más edad, pasaba a un segundo plano «el éxito y la carrera» y el

salario no se mencionaba en absoluto como motivo de insatisfacción.

Las personas con ingresos elevados mostraban una mayor satisfacción profesional

que las de ingresos más reducidos. Lo realmente importante entre este grupo social era una

actividad plena de responsabilidad e independiente, así como el más intenso cumplimiento

de las metas profesionales.

Por lo que se refiere a la cuestión de si la satisfacción o el descontento de la

situación profesional determinan, antes de la jubilación, la actitud ante el cese de la

actividad laboral, las opiniones son, en parte divergentes. Diversos autores admiten que un

balance profesional positivo facilita el paso a la jubilación, mientras que, de acuerdo con los

resultados de Tuckman y Lorge (1953), la disposición a abandonar la vida profesional se da

cuando la situación laboral se caracteriza por la interrupción de factores negativos.

Otros autores (Reichard, Livson y Petersen, 1962), llegan a la conclusión de que los

probandos que se muestran descontentos de su situación profesional o que consideran su

currículum vitae como poco positivo (Dreher, 1970) son los que adoptan una actitud

negativa ante la jubilación.

Otras investigaciones esclarecen el hecho de que una situación profesional

experimentada momentáneamente como negativa por los sujetos de 50 a 55 años refuerza

el deseo de dejar la profesión. El grupo de edad, sin embargo, que se tropieza de buenas a

primeras con 1a edad de la jubilación se comporta a la inversa: los sujetos de más de 60

años cuanto más descontentos se hallaban con su currículum y las circunstancias

profesionales actuales, tanto más negativamente se enfrentan con el cese de su actividad

profesional. Cuanto más satisfechos están de su currículum vitae y de su situación laboral

actual, tanto más positiva era también la actitud frente al retiro (Lehr y Dreher, 1968;

Reichard, Livson y Petersen, 1962). Este hecho, que se contradice con la expectativa

general, se podría explicar mediante la ley psicológica del «efecto de las acciones no

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acabadas», lo cual se ha podido también comprobar claramente con otros estudios relativos

a la actividad profesional de la mujer (Lehr, 1969).

b) Es sumamente importante el estado de salud respecto a determinadas

expectativas de roles, especialmente entre los sujetos pertenecientes a las llamadas

profesiones de «blue collar». Así como destacan diversos autores, para muchos de estos

sujetos, el «rol de jubilado», suele ser comparable al de «estar enfermo» o al de «no tener

ningún cargo». Una actitud de este tipo podría conducir a un auténtico empeoramiento de

la salud después de la jubilación (Dreher, 1970).

c) Otra variable a tener en cuenta es la edad, varias investigaciones han demostrado

que, hacia finales del quinto decenio de la vida y comienzos del sexto, se desea con mayor

intensidad dar término a la actividad profesional, y que hacia finales del sexto decenio,

cuando la jubilación está a punto de convertirse en realidad, se desea demorar, en general,

el momento de la jubilación y se teme entonces abandonar las actividades profesionales.

También se ha demostrado que es inmediatamente después del alejamiento de la

vida profesional cuando más negativa es la actitud respecto de la jubilación, aunque se suele

transformar al cabo de unos años en una actitud positiva (Dreher, 1970; Lehr y Dreher,

1969; Thomae, 1970. Existen diversos motivos para explicar este hecho. Davidson y Kunze

(1965) hacen responsable de esta reacción al afán del sujeto por mantener su status

profesional. Según estos autores, se aplica esto sobre todos aquellos sujetos profesionales

activos v que alcanzan la cúspide de su carrera poco antes de su jubilación, mostrando un

rechazo a abandonar la posición que acaban de conseguir...». Estos sujetos pueden estar

altamente motivados por una satisfacción del ego derivada del propio trabajo en sí... La

mayoría de los trabajos incluyen elementos de satisfacción y son éstos los que pueden

causar o reforzar la oposición a la jubilación». Los hallazgos de Havighurst y Shanas (1953);

Friedman y Havighurst (1954); Heron (1963) y otros autores, parecen corroborar

ampliamente esta hipótesis (Dreher, 1970).

d) La profesión. Todas las investigaciones existentes permiten reconocer una mayor

disposición a retirarse antes de tiempo, entre los obreros, y una actitud más bien de rechazo

entre los empleados (Friedman y Havighurst, 1954; Palmore, 1965; Morse y Weiss, 1955;

Dreher, 1969; Lehr, 1969; Fillenbaum, 1971). Se ha demostrado también que cuanto

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Preparación a la Jubilación

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mayores son los esfuerzos físicos en la actividad correspondiente, tanto más positiva es la

actitud respecto de una jubilación anticipada.

e) La magnitud de la empresa y la atmósfera reinante en la misma. Se ha encontrado

que cuanto más pequeña es la empresa, tanto más interesado está el sujeto en continuar

trabajando un período más prolongado; y cuanto mayor es la misma, tanto más se anhela el

momento del cese de la actividad profesional. Investigaciones de Lehr y Dreher, 1969;

Dreher, 1969, y Thomae, 1970, indican que tiene menos importancia la magnitud de la

empresa que la estructura y vinculación a la misma. Allí donde existe un alto grado de

sentimiento de vinculación entre el personal de la empresa, se alimenta una actitud más

bien negativa respecto a la jubilación, pero cuando dicho sentimiento falta, se advierte una

actitud más positiva ante el cese de la actividad profesional.

f) Se ha demostrado que la situación vital en la esfera privada, es decir, el modo de

vivenciar la vida diaria, la clase de ocupaciones en el tiempo libre, así como la frecuencia e

intensidad de los contactos familiares, no influyen en modo alguno sobre la actitud de

expectativa ante la jubilación, entre personas de 50 a 55 años, aunque son un factor

decisivo para el proceso de adaptación al retiro (Lehr y Dreher, 1968; Dreher, 1970). Dada

la importancia de estas variables para el proceso de jubilación y teniendo en cuenta el peso

específico que las mismas tienen en nuestro cuestionario, haremos un análisis más detallado

de cada una de ellas.

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