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MUJERES, "NON SANCTAS". PROSTITUCIÓN Y DELITOS SEXUALES: PRÁCTICAS CRIMINALES EN LA CIUDAD DE MÉXICO, 1940-1950 Author(s): Martha Santillán Esqueda Source: Historia Social, No. 76 (2013), pp. 67-85Published by: Fundacion Instituto de Historia SocialStable URL: http://www.jstor.org/stable/23496330Accessed: 03-05-2015 19:19 UTC
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MUJERES, NON SANCTAS. PROSTITUCIÓN Y DELITOS SEXUALES: PRÁCTICAS
CRIMINALES EN LA CIUDAD DE MÉXICO, 1940-1950*
Martha Santillán Esqueda
En los años cuarenta, como consecuencia de la industrialización y una fuerte explosión demográfica,1 la ciudad de México experimentaba cambios significativos en su geografía y en las formas de socialización entre sus habitantes, mientras que al mismo tiempo se convertía en el más importante centro laboral y cultural pero también delictivo del país. En este contexto, 1940 marca una nueva etapa de saneamiento y moralización de la capital mexicana que pretendía controlar prácticas en torno al sexo y al consumo de sustancias
enervantes ligados al crimen.2 Sexo, alcohol y delincuencia se habían convertido en una temida "trinidad degenerativa" que tenía como principales escenarios los "centros de vi
cio", esto es, cabarets, cantinas, cervecerías, salones de bailes, burdeles, etc. Si bien aquella limpieza social y moral tenía detrás una reorganización de la ciudad
de México, también buscaba modificar hábitos considerados envilecedores de los capitali nos que, en opinión de especialistas y autoridades, impedían la consolidación de una moral sexual basada en la familia.3 Así, el control de la sexualidad cobraba singular interés no sólo en el terreno de las políticas pronatalistas implementadas desde el gobierno de Lázaro Cárdenas (1934-1940),4 sino también en lo referente a la salud, la decencia y el decoro,
antagonistas del envilecimiento moral y del crimen.
* Una versión preliminar de este artículo (el cual forma parte de mi tesis doctoral Delincuencia Femenina.
Representación, prácticas criminales y negociación judicial. Ciudad de México, 1940-1954), se presentó en el
coloquio "Historia Social, historia plural" que se realizó en el Colegio de México en abril de 2012. Agradezco a la doctora Clara Lida la invitación a dicho evento, así como a los doctores Ariel Rodríguez Kuri, Elisa Speck man, Fausta Gantús y Florencia Gutiérrez la lectura del texto y sus sugerentes observaciones.
1 La población del Distrito Federal aumentó de 1.757.5730 habitantes en 1940 a 3.050.442 en 1950; de es tas cifras las mujeres eran 949.995 y 1.632.101, respectivamente. Séptimo censo general de población, Secre taría de Economía, México, 1953, p. 1.
2 Odette Rojas demuestra que los primeros esfuerzos políticos tras la Revolución Mexicana en este sentido
comenzaron en 1929. Odette Rojas, La ciudad y sus peligros. Criminalidad, alcoholismo y bajos fondos: dis
cursos, representaciones y práctica judicial (1929-1946), tesis doctorado en historia, Universidad Nacional Autónoma de México, México, en curso.
3 Eisa Muñiz, Cuerpo, representación y poder: México en los albores de la reconstrucción nacional,
1920-1934, Universidad Autónoma de México/Miguel Ángel Porrúa, México, 2002, p. 207. 4 En 1936 se emitió la Ley General de Población, la cual señalaba, entre otras cosas, la necesidad de alen
tar el aumento de habitantes del país prioritariamente a través del "fomento de los matrimonios". Ley General de Población, Cámara Nacional de Comercio e Industria, México, 1937, art. 4.
67 Historia Social, n.° 76, 2013, pp. 67-85.
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De este modo, y tras una lucha ardua,5 en febrero de 1940 desapareció toda forma le
gal de explotación sexual al derogarse el Reglamento para el Ejercicio de la Prostitución;6 a la vez, y como soporte a dicha política, se emitió el Reglamento contra las Enfermedades Venéreas y se reformó el código penal. Respecto a este último, se reconfiguró el Título VII
("Delitos contra la salud") en dos capítulos: "La tenencia y tráfico de enervantes" y se anexó el de "Peligro de contagio". Asimismo se ajustaron los conceptos de lenocinio y de
ultrajes a la moral y se incorporó el delito de incitación a la prostitución, todos éstos con tenidos en el Título VIII ("Delitos contra la moral pública").7
Sin embargo, como consecuencia de la desaparición de los burdeles autorizados co menzaron a instalarse casas ilegales de prostitución, al tiempo que en la década de los cua renta se observa una multiplicación considerable de "centros de vicio" para todo tipo de
gustos y bolsillos a lo largo y ancho de la ciudad. Sergio González sugiere que es en estos años cuando en México se "industrializa el cabaret", dándole a la noche capitalina "un aura mitológica".8 Con el crecimiento de la ciudad "aumentan los atractivos turísticos y se forma una vida nocturna a resultas de esta gran afluencia turística y a resultas también del
aumento de la planta industrial que crece desaforadamente", comenta Carlos Monsiváis;
una vida nocturna que buscaba satisfacer las demandas de una ciudad que se modernizaba
y de una clase media en franca expansión ávida de "otro tipo de diversiones".9 Lo cierto es
que dicha reorganización de los "bajos fondos" colaboró en la consolidación de nuevas re des de prostitución y de tráfico de personas con fines sexuales.
En febrero de 1944 se llevó a cabo en el Distrito Federal la Asamblea contra el Vicio convocada por Javier Rojo Gómez, regente de la ciudad, con la finalidad de que especia listas de disciplinas como la medicina, la criminología y el derecho formularan estrategias para coadyuvar con "la protección de la familia y la consolidación del hogar sobre bases sólidas y tradicionales, [...] la integración del patrimonio familiar y la conservación auste ra de las costumbres honestas en la mujer mexicana".10 Se esperaba que los expertos brin
daran soluciones inmediatas a "graves problemas" sociales como el alcoholismo, las toxi
68
5 En la década de los años treinta hubo airados debates entre los defensores de la reglamentación de la
prostitución y los promotores del abolicionismo, discusiones en las que participaron autoridades, dueñas de casas de asignación, prostitutas y la sociedad en general. Véase Carlos David Vargas Ocaña, El estado y la
prostitución: el establecimiento del abolicionismo en la ciudad de México, 1937-1940, tesis maestría en historia, Instituto de Investigaciones Dr. José María Luis Mora, México, 2000; Cfr. Katherine Bliss, Compromised posi tions. Prostitution, Public Health, and Gender Politics in Revolutionary Mexico City, The Pennsylvania State
Press University, University Park, 2001. 6 Estos cambios fueron el resultado de una serie de esfuerzos políticos que desde la década del veinte se
evidenciaron a través de una serie de reformas a leyes y reglamentos, así como la emisión de otras nuevas. En
febrero de 1926 se publicó "El Reglamento para el ejercicio de la prostitución" que derogaba el de 1871; en
1932 y 1934 sufrió algunas modificaciones; el 6 de diciembre de 1937 se emitió el "Acuerdo por el cual se fijan las zonas en queda prohibido el ejercicio de la prostitución y el funcionamiento de casas de citas, de asignación,
prostíbulos y sitios similares", éste ya de clara afiliación abolicionista. Estos esfuerzos se enmarcan en un mani
fiesto interés por parte de varios ideólogos y autoridades para prohibir de manera absoluta la explotación se
xual, pues ello se contraponía a ideales posrevolucionarios de justicia social; finalmente fue en los últimos meses del cardenismo cuando se logró la implementación del abolicionismo. Véase Carlos David Vargas Ocaña, El estado y la prostitución.
7 Véase Legislación penal y su interpretación por el Poder Judicial, disco compacto. Suprema Corte de Justicia de la Nación, México, 2007.
8 Sergio González Ramírez, Los bajos fondos. El antro, la bohemia y el café, Cal y Arena, México, 1988,
pp. 50-51. 9 Carlos Monsiváis en Alejandro Pelayo Rangel (realizador y dir.), Los que hicieron nuestro cine: "De la
hacienda al cabaret", documental (VHS), vol. 7, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes/Secretaría de
Educación pública, México, mins. 1Ό5" y 2'45". 10 "Puntos de vista de la Dirección General de Acción Social", Criminalia. Revista de Sociología Crimi
nal, 8 (año x, abril 1944), pp. 503-504.
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Archivo
Fotográfico
Casasola
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comanías, la prostitución y el contagio venéreo, buscando que con ello disminuyera no sólo el vicio sino también la delincuencia.11
Como resultado de dicho congreso se emitió en mayo de ese año un nuevo Regla mento de Cafés-cantantes o Cabarets y Salones de baile.12 Entre otros objetivos, esta dis
posición pretendía "desplazar a las mujeres de los cabarets", para ello prohibía la actividad de las "ficheras",13 es decir la estancia de "mujeres solas que perciben comisión por el consumo que haga el cliente".14 No obstante estas indicaciones, como la mayoría de las es
tipuladas, no se cumplían. En este escenario nos interesa mostrar, por un lado, cómo en el marco de una ciudad
en crecimiento se evidenció una mayor preocupación frente a los delitos sexuales por parte de las autoridades. Asimismo constataremos que este tipo de transgresiones no sólo acon tecían en los "centros de vicio", aun cuando éstos eran los escenarios más comunes, tam
bién en el ámbito privado sucedían actos similares protagonizados por mujeres. Para ello utilizamos como fuentes principales expedientes judiciales, fichas carcelarias y notas pe riodísticas. Finalmente, los procesos penales por diversos delitos sexuales y contra la mo ral pública nos abren una ventana de análisis a las formas en que las mujeres se desenvol vían en el ámbito de la noche y los bajos fondos, las maneras que tenían para desarrollarse -cuando no para sobrevivir- económicamente dentro de la industria del comercio carnal
que se modificaba de manera importante.
Abolición de la prostitución y crimen
Uno de los filmes más destacados de la época del cine de oro mexicano15 fue Aventu
rera (Alberto Gout, 1949). En esta cinta, Rosaura de Cervera, una explotadora sexual y re
genteadora de un burdel que operaba ilegalmente detrás de un elegante cabaret en ciudad
Juárez, era al mismo tiempo una amorosa madre perteneciente a la clase más acomodada
de Guadalajara. La vida de esta mujer se entrelaza con la de Elena Tejero cuando después de un sinnúmero de adversidades (su madre se va con otro hombre, su padre se suicida, es
acosada sexualmente en todos los lugares en que se emplea) se encuentra con "El Guapo", un proxeneta quien la vende a Rosaura; ésta la droga y comercia sexualmente con ella.
Elena, aceptando su destino, se convierte en una afamada bailarina y llega a la ciudad de México donde trabaja como cabaretera; ahí conoce a un joven abogado con quien se casa,
Mario Cervera, hijo de Rosaura.16
70
11 "Convocatoria para el Congreso", Criminalia. Revista de Sociología Criminal, 8 (año x, abril 1944), pp. 450-453.
12 Este reglamento modificaba el emitido el 31 de marzo de 1931. Para una discusión sobre los reglamen tos y acuerdos mencionados véase Carlos Medina Caracheo y Carlos David Vargas Ocaña, La vida nocturna en
la ciudad de México: centros nocturnos, cabarets y burdeles, 1935-1945, tesis de licenciatura en historia, Uni
versidad Nacional Autónoma de México, México, 1999. 13 Al día de hoy en México se llama "fichera" a la "mujer que se dedica a acompañar a los clientes en un
bar, a bailar y a beber con ellos, a la que entregan una ficha por cada periodo de tiempo o por cada bebida orde
nada" (Diccionario del español usual en México, Colegio de México, México, 1996, p. 432). Esta denomi nación proviene de una de las acepciones del verbo "fichar": "ir contando los géneros que el camarero de un
café, casino, etc., recibe para servirlos" (http://lema.rae.es/drae/?val=fichar). 14 "El reglamento de cafés-cantantes o cabarets y salones de bailes", en Diario Oficial de la Federación,
22 de mayo de 1944, art. 8, p. 15. 15 Se considera la época dorada del cine mexicano aproximadamente entre 1935 y los primeros años de la
década de los cincuenta; periodo en que las producciones nacionales fueron las más importantes del mundo de habla hispana. Véase Emilio García Riera, Breve historia del cine mexicano, Ediciones Mapa, México, 1998.
16 Los cuarenta fueron los años de gloria del cine de cabareteras; lo cual no es gratuito dada la expansión de la vida nocturna y las discusiones en torno al papel de las mujeres dentro de esta actividad en razón de las
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Con las reformas de 1940 ingresaron al catálogo penal comportamientos que habían sido parte de las formas de vida y subsistencia de muchas mujeres; de modo que madrotas
y pupilas pasarían a engrosar con sus actividades las filas del crimen, las primeras en ge neral como lenonas17 y las segundas como corruptoras, incitadoras del comercio sexual,
ultrajadoras de la moral, contagiadoras, agresoras o delincuentes sexuales.
El artículo 207 del código penal castigaría por lenocinio de 1940 en adelante toda forma de comercio sexual.18 A partir de entonces, las detenciones por este crimen incre
mentaron en la ciudad de México considerablemente. Por ejemplo, en 1934 se registraron trece fichas carcelarias por lenocinio (cinco hombres y ocho mujeres); en 1938 fueron 20
(catorce hombres y seis mujeres); en 1940 (año de la abolición) se duplicó a 44 (diez varo nes y 34 féminas); ya para 1943 el número se disparó a 253 (de los cuales 175 resultaron
mujeres).19 Estas cifras muestran, en primer lugar, que el lenocinio era un delito altamente cometido por mujeres; a la vez, el aumento sugiere no sólo mayores arremetidas por parte de las autoridades contra "centros de vicio", sino también que un mayor número de muje res insertas en ese ambiente (meseras, bailarinas, cabareteras o prostitutas) fueron encon
trando en el tráfico sexual una fuente de ingreso.
Las lenonas
Con los cambios en la reglamentación y la ley penal quienes se vieron inmediatamen te perjudicadas fueron las dueñas de casas de asignación y de citas autorizadas, pues les fueron retirados sus permisos para comerciar con la prostitución y sus centros de opera
ción fueron clausurados. Alicia Ortega Castillo fue detenida en octubre de 1940 por man tener en funcionamiento una antigua casa de asignación. La lenona afirmó que regentaba a catorce mujeres quienes le pagaban en promedio cinco pesos diarios cada una, con lo
que las pupilas cubrían "habitación, alimentos y aseo de la ropa". Alicia tenía una ganan cia diaria de 50 pesos que incluía venta de vinos y licores. Declaró que ella había conti nuado sus maniobras, al igual que otras propietarias afectadas, gracias a "juicios de ampa ro que ha promovido contra las órdenes de cierre de su negociación y detención tanto de ella como las mujeres que en explotación tiene en calidad de pupilas".20 Ciertamente en un
pautas morales exigidas para su sexo. Véase Joanne Hershfield, Mexican Cinema, Mexican Women, 1940-1950, The University of Arizona Press, Arizona, pp. 77-105; Cfr. Julia Tuñón, Mujeres de Luz y sombra en el cine
mexicano. La construcción de una imagen, 1939-1952, El Colegio de México/Instituto Mexicano de Cine
matografía, México, 1998. 17
Especialistas del periodo consideraban que el lenocinio se presentaba en varias formas: el proxeneta o
alcahuete es todo aquel que sirve de intermediario en el comercio carnal mediante un beneficio económico; el
rufianismo lo cometen personas que habitual o accidentalmente explotan sexualmente el cuerpo de otra; la trata
de blancas se caracteriza por la venta de una mujer joven para dedicarla a la prostitución. Luis Antonio Ramos
Lugo y Salomón Equihua Cartagena "La prostitución en México", Criminalia. Revista de Sociología, 1 (año
VII, julio 1956), p. 416. 18 Antes de la abolición, la redacción de este crimen muestra la afiliación reglamentarista del código penal
de 1931: "comete el delito de lenocinio toda persona que sin autorización legal, habitual o accidentalmente ex
plota el cuerpo de la mujer por medio del comercio carnal, se mantiene de este comercio u obtiene de él un lu
cro cualquiera". Las cursivas son mías. 19 Al no localizar estadísticas de la época, nos ceñimos a los registros de fichas carcelerías existentes en el
Archivo Histórico del Distrito Federal, Fondo Cárceles, Ramo Penitenciaría (en adelante AHDF-FC-RP). 20 Alicia junto 16 personas más habían promovido un juicio de amparo ya que, según sus afirmaciones, las
autoridades pretendían aprehender a las quejosas por medio de la fuerza y practicar cáteos en sus casas sin me
diar orden judicial. Alicia Ortega Castillo, lenocinio, 12 de octubre de 1940, Fondo Tribunal Superior de Justi
cia del Distrito Federal (en adelante F-TSJDF), archivo histórico 0 (en adelante ah), caja 5562, exp. 96, f.2.
Archivo General de la Nación (en adelante AGN). 71
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principio varias madrotas recurrieron al amparo legal e incluso conformaron la "Unión de Defensa de Propietarias y Encargadas de Casas de Asignación".21 No obstante, la nueva
reglamentación estaba dictada y tuvieron que ir cerrando sus prostíbulos, al menos las que se ciñeron a la ley.
Algunas casas de prostitución se desplazaron hacia diversos sitos de la ciudad o cambiaban el giro comercial de sus negocios.22 Tras una denuncia por comercio sexual, la
policía judicial se presentó en un local que ostentaba un letrero con la leyenda "Restauran te con servicio de comida corrida". El cliente Alberto Sánchez aseguró haber sido estafado con el cobro de las piezas bailadas y las bebidas de las ficheras, con quienes aseguró que se podía tener "contacto carnal" previo pago a la dueña Felisa Mayen Blanco. La inculpa da presentó licencia para restaurante con venta de bebidas alcohólicas expedida por las au
toridades, en tanto que las chicas se declararon meseras, no ficheras ni prostitutas.23 Diver sas quejas de los diarios a lo largo del periodo de estudio revelaban la existencia -y aumento- de casas de huéspedes, centros de masajes, hoteles, salones y academias de bai
le, cabarets o "restaurantes íntimos", que encubrían burdeles de todas las categorías, tal
como se muestra en el filme Aventurera.
El diario El Universal publicó en 1940 una queja de vecinos de la elegante colonia
Roma, quienes denunciaban no sólo la permanencia de un prostíbulo "que debió haber sido clausurado", sino que "de plano se ha abierto otro, ¡otro pared de por medio!".24 El semanario Sensaciones comentaba en 1944 que las autoridades seguían
clausurando centros non sanctos, como cabaretuchos, como hoteluchos de emergencia y como cen
tros de lenocinio barato y sin influencia política ni poderoso respaldo económico. Éstos son intoca
bles. Y muchos han sido clausurados, pero al poco tiempo vueltos a abrir como una llave mágica
que lo mismo cierra que abre [...muchos] siguen refuncionando.25
Las administradoras de centros prostibularios pertenecían a diversos grupos sociales
y con variada posición económica; muchas de aquellas madames habían iniciado sus ca
rreras como prostitutas.26 A finales de los treinta María Torres comenzó a trabajar como
pupila en una casa de asignación propiedad de la madre de Esther, su amante. Tras el falle cimiento de Esther en 1938, María echó de la casa a la dueña, realizó un nuevo contrato de
arrendamiento a su nombre y después de la abolición convirtió el negocio en "casa de
huéspedes".27
Las propietarias de aquellos "negocios del amor" podían llegar a acumular considera bles fortunas e importantes cotos de poder. En la popular colonia Doctores florecieron a lo
largo de la década de los cuarenta dos famosos "rechimales" o cabarets de segunda clase: "El Tranvía" y el "Leda", propiedad de María Alvaro Orejas y Clotilde Ortiz respectiva mente.28 Otra reconocida empresaria de la época fue Elvira Chávez, dueña del cabaret "El
72
21 "Protestan y piden amparo", El Universal, 24 de abril de 1942, 2a secc., p. 1. 22 Por ejemplo, gracias a unos agentes encubiertos se logró la captura de María Guadalupe Moreno, dueña
de un "salón de belleza" que publicitaba en los diarios servicios de "expertas masajistas". "Se burlaba a la
policía en una casa de masajistas", La Prensa, 5 de julio de 1940, p. 4. 23 Felisa Mayen Blanco, 31 de julio de 1941, lenocinio, cohecho y robo, F-TSJDF, AH-1, caja 3503, folio
633596. AGN. 24 Referencia tomada de Carlos David Vargas Ocaña, El estado y la prostitución, p. 78. 25 "Escuelas en vez de lenocinios", Sensaciones, vol. IX, 34 (marzo 1944), p. 4. 26 Katherine Bliss, "Guided by an Imperious, Moral Need: Prostitutes, Motherhood, and Nationalism in
Revolutionary Mexico", en Carlos A. Aguirre y Robert Buffington (eds.), Reconstructing Criminality in Latín
America, Jaguar Books, Delaware, 2000. 27 María Torres, robo, 4 de septiembre de 1940, F-TSJDF, AH-2, caja 339, exp.14. AGN. 28 Carlos Medina Caracheo y Carlos David Vargas Ocaña, La vida nocturna en la ciudad de México, p. 50.
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Molino Rojo" ubicado en el centro de la ciudad y que operó de 1939 hasta 1955; también le pertenecían un prostíbulo y un "hotel de a rato" cercanos al cabaret.29
Marina Aedo, mejor conocida como "La Bandida", desde los años del presidente Plu tarco Elias Calles (1924-1928) y hasta su muerte en 1962, controló a las hetairas para los
políticos y fue protagonista de "impunidades burdeleras [...], orgías y borracheras homéri cas, dispendios del tamaño de la pugna por el poder".30 La buena posición política y social de La Bandida se debía a que "controlaba las mujeres para los políticos [...las cuales] eran
extranjeras y niñas de la alta sociedad que 'ejercían para curiosear'", aseguraba Francisco González, guardaespaldas del presidente Miguel Alemán (1946-1952).31
Hubo varias mujeres que lograron ascender económicamente en la carrera de la pros
titución; no obstante, hay indicios de que existieron distinguidas madames provenientes de las clases altas. Uno de los burdeles más famosos y que capturó la "imaginación popular" por estar "lleno de jovencitas", se encontraba en la colonia Del Valle (barrio de clase me dia acomodada) y era dirigido por Consuelo de la Garza, una reconocida regiomontana de "sociedad",32 quien nos recuerda a Rosaura de Cervera en la cinta Aventurera.
Todos estos personajes sin duda fueron, además de delincuentes, mujeres enérgicas y agresivas, actitudes que debieron servirles para conseguir la posición lograda en el mundo de la prostitución y de los entretejidos políticos. El escritor Ricardo Garibay en su expe riencia como inspector de salubridad (1935-1940) recuerda que había lupanares dirigidos por señoras en los que "ni remotamente era posible revisar nada de nada ni mostrarse a
disgusto. La Bandida, La Ruth, La Malinche, La Pugibét, La Zoila, La Juanacatlán, eran señoras influyentísimas, cordialísimas, leperísimas, dispuestas a cualquier favor y a todas las formas de odio y pelea".33 El caso de "Las Poquianchis", aun cuando no aconteció en la capital del país, es una clara muestra de cómo estas propietarias se desenvolvían en el mundo de la explotación sexual, transgrediendo la ley con regularidad -en ocasiones con facilidad- y cometiendo todo tipo de felonías.34
No cabe duda que muchos de aquellos centros clandestinos pudieron sobrevivir gra cias a que era un negocio sumamente fructífero que lograba fortalecerse tras complejas redes de corrupción que involucraban desde importantes políticos y portentosos clientes hasta autoridades policiales y judiciales de distintos rangos.35 En 1944 el semanario Sensa ciones se lamentaba:
29 Armando Jiménez, Sitios de rompe y rasga en la Ciudad de México: salones de baile, cabarets, bil
lares, teatros, Océano, México, 1998, pp. 180-181. 30
Sergio González Ramírez, Los bajos fondos. El antro, la bohemia y e! café, p. 73. Cfr. Eduardo
Muñuzuri, Memorias de La Bandida, Costa-Amic, México, 1965. 31 Emma Yanes, "Los cuarenta: seductora ciudad". Historias. Revista de la Dirección de Estudios Históri
cos, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 27 (marzo 1990-octubre 1991), p. 173. 32 Katherine Bliss, "Guided by an Imperious, Moral Need", p. 117. Para conocer sobre las características
de otros cabarets y otro tipo de lugares de entretenimiento de la época (como cantinas, pulquerías, hoteles de
paso, sitios de prostitución, cárceles, etc.), así como el perfil y comportamiento de asistentes y empleados, pueden verse los trabajos de Armando Jiménez, en particular. Cabarets de antes y ahora en la Ciudad de Méxi
co, Plaza y Valdés, México, 1991; y Lugares de gozo, retozo, ahogo y desahogo en la Ciudad de México,
Océano, México, 2000. 33 Ricardo Garibay, Cómo se gana la vida, Joaquín Mortiz, México, 1992, p. 108. 34 Tres hermanas de apellido González operaron en un burdel en el poblado de San Francisco del Rincón,
estado de Guanajuato, desde 1941 hasta 1962, año en que fueron procesadas por varios asesinatos. Este caso
valió una película (Felipe Cazals, Las poquianchis. Consejo Nacional de Cinematografía, México, 1976), una
novela (Jorge Ibargüengoitia, Las muertas, Booket, México, 2005 (Γ ed. 1977) y una autobiografía (Elisa Ro
bledo, Yo, la Poquianchis. Por dios que así fue. Compañía General de Ediciones, S.A., México, 1980). Un in
teresante análisis histórico sobre este suceso se encuentra en Fabiola Bailón Vásquez, "Prostitución, lenocinio
y crimen: diferentes miradas en torno al caso de 'Las Poquianchis'", en Salvador Cárdenas y Elisa Speckman (coords.), Crimen y justicia en la historia de México, Suprema Corte de Justicia de la Nación, México, 2011.
35 Sobre las redes de corrupción y centros de vicio posteriores al abolicionismo véase Carlos David Vargas Ocaña, El estado y la prostitución, en particular el capítulo 5, "Los saldos del abolicionismo". 73
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Es vergonzoso confesar que desaparecidas las dueñas de casas que tan inicuamente explotaban a las
hetairas, ahora no sólo son los propietarios de cabarets-bares y otros sujetos que explotan el vicio,
sino hasta hombres uniformados ostentando placas de policías, quienes forman una plaga de moles
tos lenones. Ellos rondan, [...] en pos de las falenas a las que han cotizado con cantidades diarias
que fluctúan entre uno y dos pesos. Puede verse a los gendarmes lenones ejercer su vergonzante actividad desde las siete de la no
che en adelante, y metidos en cervecerías y cantinas, libando a sabor [...] denunciándole la vieja e
inveterada costumbre de la "mordida" de comandantes subalternos de la policía.36
En marzo de 1945 dos madres se presentaron a las oficinas del Ministerio Público de nunciando la desaparición de sus hijas menores de edad Adelina y Josefina; la policía judi cial las localizó junto con otra jovencita, Concepción, en la casa de citas clandestina de María Nieves, a quien se le abrió proceso por lenocinio y corrupción.37 Un mes más tarde, el padre de Josefina se querelló en contra de las amigas de su hija por corrupción ya que, según él, ellas fueron quienes llevaron con engaños a Josefina a un hotel para ser deshon rada y posteriormente para trabajar con María Nieves.
En esta segunda denuncia se ampliaron las declaraciones de Josefina, Adelina y Con
cepción referentes al proceso anterior. Resultó que estas dos últimas, tras ser "rescatadas"
de la casa de María Nieves, lograron evadir la remisión al Tribunal para Menores a cambio de tener relaciones sexuales con dos empleados de la Delegación, quienes además de su li bertad les dieron cinco y dos pesos. Los mismos agentes se encargaron de convencer a las madres de no enviar a sus hijas a dicha institución con el argumento de que ahí se podían corromper. Posteriormente Adelina y Concepción volvieron a escaparse de sus casas y se
pusieron a trabajar como ficheras y bailarinas en el cabaret-cervecería "La Jarochita" (ubi cado en Peralvillo, una zona popular al norte de la ciudad), donde fueron nuevamente
aprehendidas junto con Rosa Magaña, una mesera-fichera del lugar, quien les había dado
alojamiento y era conocida de Maria Nieves.38 Este caso además de evidenciar la corrupción existente hasta en lo más bajo de la je
rarquía policial y judicial, nos muestra que las adolescentes optaron por el uso de su cuer
po y el ejercicio de su sexualidad obteniendo con ello un beneficio pecuniario. Lo cual confirmaría lo ya señalado por Katherine Bliss, que las prostitutas no se dedicaban al co mercio sexual necesariamente por ser víctimas de la miseria, de seductores que las des
honraban o de explotadores, sino que también llegaban a encontrar en dicha actividad una
opción de vida.39
Las suripantas
Para el periodo de estudio las prostitutas ya no eran consideradas por médicos y cri
minólogos, sobre todo los afiliados al positivismo, mujeres con defectos congénitos, como
suponían en el porfiriato.40 En la posrevolución se las veía como el resultado de una serie
74
36 "Gendarmes que ejercen el lenocinio", Sensaciones, vol. I, 31 (julio 1944), p. 8. 37 María de Jesús Nieves Ríos, lenocinio y corrupción de menores, 8 de marzo de 1945, F-TSJDF, AH-2,
caja 334, exp. 84. agn. 38 Rosa Magaña Torres, lenocinio, 24 de abril de 1945, F-TSJDF, AH-2, caja 427, exp. 105. agn. 39 Katherine Bliss, "Guided by an Imperious, Moral Need". De acuerdo con un estudio sociológico sobre
la prostitución capitalina elaborado en los primeros años de la década de los cincuenta, de 45 mujeres sólo 24 manifestaron su deseo por dejar la prostitución, y de éstas sólo siete deseaban formar un hogar. Jorge L. Jaidar de Torre, Alfonso Martín del Campo, Emilio Villalobos Madrigal, "Historia de la prostitución", Criminalia. Re vista de Sociología Criminal, 5 (año xxi, mayo 1955), p. 319.
40 Para una visión más completa de la prostitución durante el porfiriato, véase Fernanda Núñez, La prosti tución y su represión en la Ciudad de México (siglo xix), Gedisa, España, 2002.
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de infortunios en los que el abuso de seductores y la miseria eran los ingredientes princi pales de su "desgracia". Los promotores del abolicionismo pensaban que eran mujeres caí das y víctimas de la explotación; por ello, con el cierre de centros prostibularios autoriza dos se pretendía que las hetairas se reintegraran a la sociedad buscando formas "más
dignas" de subsistencia. No obstante, las mujeres laborando en estos entornos, tanto las
operarías como las "pupilas", no necesariamente convenían con aquellos discursos reden
tores argumentando que al abolir la prostitución reglamentada se atentaba contra sus espa cios de trabajo y formas de vida.41
Las medidas abolicionistas y penales implementadas en 1940 dejaron a muchas "ven dedoras de amor" sin vivienda, sin trabajo y sin la protección laboral y personal que les brindaban los propietarios de centros de prostitución. A partir de entonces debieron buscar otras fuentes de empleo o bien servirse de estrategias diversas para el desempeño de su
profesión, al igual que debieron enfrentar nuevas formas de explotación sexual, laboral y personal.
De manera paradójica, y a pesar de todo, la industria del sexo se expandía y se dise minaba por toda la ciudad gracias a la floreciente vida nocturna que venía aparejada al cre cimiento y modernización de la capital. El número de cantinas, pulquerías, cervecerías, restaurantes, fondas, figones, cabarets, salones y academias de bailes, casinos, clubes y centros recreativos reconocidos en 1938 era de 1.824; para 1940 la cifra aumentó un
42,87% (2.606 lugares).42 La cantidad de cabarets registrados en el Distrito Federal pasó de 36 en 1940 a 179 en 1945.43 De acuerdo con los datos oficiales, el aumento de estos es tablecimientos se estabilizó a partir de 1945 (después de la emisión del Reglamento de Ca
fés-cantantes...), ya que la cifra se mantuvo en un promedio de 2.500 sitos por año hasta 1955.44 En este escenario, el comercio sexual no sólo se mantuvo vigente, sino que aumen
tó y se convirtió en una importante fuente de ingreso y de desarrollo para muchas capitali nas.
Matilde Rodríguez Cabo, reconocida médica y de ideología comunista, consideraba
que en 1940 en la ciudad de México había alrededor de 30.000 mujeres ejerciendo el co mercio sexual, ya fuera como prostitutas registradas (8.000 aproximadamente) o como
empleadas en salones de baile, teatros de variedad, cabarets, hoteles (22.000).45 Hacia la mitad de la década los estimados indicaban que eran alrededor de 42.000 citadinas las que
de una u otra forma obtenían ingresos de este negocio.46
Los cambios en la geografía de la noche brindaban bastante movilidad a las mujeres entre lugares de trabajo y variadas actividades, incluido el "enganche" o tráfico sexual. La doméstica Julia Flores Lupa llevó a Celia Ortiz López de 16 años, hija de su patrona, a una
41 Katherine Bliss, "Guided by an Imperious, Moral Need". 42 Anuario Estadístico de los Estados Unidos Mexicanos, 1941, Secretaría de Economía, Dirección Gener
al de Estadística, México, 1943, p. 564. 43 Anuario Estadístico de los Estados Unidos Mexicanos, 1943-1945, Secretaría de Economía, Dirección
General de Estadística, México, 1950, p. 752. 44 Véanse los Anuario Estadístico de los Estados Unidos Mexicanos, correspondientes a 1951-1952; 1953;
1954; 1955-1956, Secretaría de Economía, Dirección General de Estadística, México. 45 Matilde Rodríguez Cabo, "Relaciones entre la prostitución y la delincuencia. ¿Reglamentación o aboli
cionismo?, texto mecanografiado, s/f, Fondo Documental Matilde Rodríguez Cabo (en adelante FD-MRC), caja
1, carpeta 10, documento 4, p. 10. en Archivo Histórico de la Unidad de Estudios Regionales, Universidad Na
cional Autónoma de México, Jiquilpan Michoacán (en adelante AH-UAER-UNAM-J). 46 En 1944 el Comité de Defensa Pro-Derechos de la Mujer rastreaba alrededor de 20.000 mujeres traba
jando en cabarets, cafés cantantes y salones de baile (8 de junio de 1944, Fondo Presidentes, Ramo Manuel
Ávila Camacho, 545.22/312, foja 14704. AGN). En tanto, Narciso Bassols (secretario de Educación, de Gober
nación y de Hacienda entre 1931 y 1935) creía que había más de 22.000 mujeres ejerciendo alguna forma de
prostitución ese mismo año (cifra tomada de Carlos David Vargas Ocaña, El estado y la prostitución, p. 79). 75
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cervecería donde se reunieron con Raúl, un estudiante de medicina y amigo de Julia. Ahí la doméstica se dedicó a bailar y Raúl a seducir a Celia; por indicaciones de Julia, Celia totalmente ebria se dirigió a su casa en compañía del estudiante, quien prefirió llevarla a un hotel donde abusó de ella sexualmente.47
La vida nocturna además de permitir alternar el comercio sexual con otras activida
des laborales propias de esos sitios, también prometía grandes triunfos para las "aventure ras" en las tablas del cabaret e incluso en los sets cinematográficos. Los años cuarenta fue
ron la época de oro de ambos escenarios: el glamour, el lujo, la modernidad, pero sobre todo la oportunidad de encontrar en estos espacios una posibilidad de éxito y ascenso so cial.48
De cualquier modo para mediados del siglo xx los oficios de prostituta, bailarina, cantante, actriz, fichera, mesera y doméstica, parecían tener una diáfana frontera que en la
práctica permitía que se combinaran con facilidad, mientras que en el imaginario se equi paraban y desacreditaban moralmente por igual.49 Encontramos inculpadas que al ser dete nidas por algún delito declararon dedicarse a la prostitución y en otro momento (ya fuera en el mismo proceso o en otro distinto) dijeron laborar como sirvientas, cocineras, mese
ras, bailarinas, etc. Por ejemplo, María Elena Diosdado procesada en 1944 por robar a un
cliente, declaró dedicarse a la prostitución de calle; en 1945 fue aprehendida nuevamente, en esta ocasión por la sustracción de unos vestidos en una casa habitación, entonces dijo ser mesera.50
Pareciera que a pesar de políticas y esfuerzos implementados por las autoridades, el co mercio sexual se escurría por todos los rincones de la ciudad. Es importante considerar que
el factor pecuniario contribuía en gran medida a su expansión. La prostituta Margarita Ramí rez Hernández de 22 años, analfabeta, católica y soltera, dijo que "se ha dedicado a la vida
galante desde hace tiempo en vista de la pésima situación por la que el país se encuentra".51 María Medina, acusada por contagiar de sífilis a Salvador Gómez, negó toda acusación pues aseguró estar sana ya que sólo llevaba ocho días ejerciendo el oficio "obligada por la miseria en que vive pues fue abandonada por su amante teniendo un hijo de seis meses".52
Al igual que sucedía en el siglo anterior, era más redituable el sexo mercantil -inclu so la prostitución más marginal- que la servidumbre o el trabajo fabril.53 Por ejemplo, en
47 Julia Flores Lupa, corrupción de menores y violación, 24 de octubre de 1947, F-TSJDF, AH-1, caj, 399, folio 70031 l,f. 2. AGN.
48 Famosas actrices de cine de la época comenzaron sus carreras artísticas como bailarinas y vedettes dt
cabaret, sin embargo es notable que la gran mayoría eran de origen extranjero, básicamente cubanas. Véase Fer
nando Muñoz Castillo, Las Reinas del Trópico: María Antonieta Pons, Meche Barba, Amalia Aguilar, Ninót
Sevilla & Rosa Carmina, Grupo Azabache, México, 1993. Cfr. Cristina Pacheco, Los dueños de la noche, Plaz;
y Janés, México, 2001. 45
Según el estudio de Jaidar de Torre, de las 45 prostitutas encuestadas tres comentaron que antes habíai
trabajado como sirvientas (con un sueldo entre 40 y 100 pesos), seis como meseras (con sueldo entre 300 y 40(
pesos), una como tiple (con sueldo de 450 a 400 pesos) y 29 se dedicaban a los quehaceres domésticos (sir
sueldo). Jorge L. Jaidar de Torre, et al., "Historia de la prostitución", p. 318. En opinión de María Eugeni; Sánchez Calleja, las jóvenes que llegaban a la ciudad entre 1920-1940 para trabajar en el servicio doméstico
solían ingresar al mundo de la prostitución estimuladas por el factor económico: María Eugenia Sánchez Calle
ja, La prostitución en menores de edad: entre la prohibición y la tolerancia. Ciudad de México 1920-1940
tesis maestría en Historia y Etnohistoria, Instituto Nacional de Antropología e Historia, México, 2002, p. 187. 50 María Elena Diosdado, robo, 29 de febrero de 1944, robo, F-TSJDF, AH-2, caja 410, exp. 124; robo, 3(
marzo 1945, ah-0, caja 6154, exp. 22. AGN. 31
Margarita Ramírez Hernández, robo, 12 de octubre de 1940, F-TSJDF, AH-0, caja 5562, exp. 88. AGN. 52 En efecto, los exámenes médicos corroboraron la buena salud sexual de la acusada y las muestras ds
parto reciente, por lo que fue puesta en libertad. María del Carmen Medina Díaz, peligro de contagio, 8 de julic de 1945, F-TSJDF, AH-2, caja 430, exp. 91. AGN.
53 Véase Fernanda Núñez, La prostitución y su represión en la Ciudad de México. 77
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1947 una doméstica empleada en una casa de clase alta (en la colonia Lomas de Chapulte pec) declaró ganar 50 pesos mensuales, en tanto una obrera en una fábrica de veladoras
dijo obtener dos pesos diarios.54 Varias meseras-ficheras procesadas aseguraron percibir un
ingreso entre uno y tres pesos por día;55 lo cual se encontraba alrededor del salario mínimo
marcado para en 1946-1947: 2,48 pesos.56 En tanto, una prostituta de la calle declaró obte ner diez pesos por jornada.57
En 1955, cuando el salario mínimo era de 7,08 pesos diarios,58 una prostituta podía percibir entre 400 y alrededor de 2.000 pesos mensuales. Al comienzo de la década de los
cincuenta, las tarifas por un contacto sexual variaban según el lugar y la categoría de la
mujer. En los barrios bajos de la ciudad podían alcanzar hasta los ocho pesos; las ambu lantes de la zona centro o las avenidas de Tacubaya y Revolución cobraban entre cinco y 20 pesos. Las que andaban por barrios de clase media alrededor de las avenidas Reforma, Tíber, Nápoles, etc., entre quince y 30 pesos. Los prostíbulos vulgares tenían tarifas que oscilaban entre 20 y 40 pesos. Dentro de "cabaretuchos" de poca monta como "Las Bru
jas", "Floresta", "El Ángel", "El Perico", se podía ganar entre 15 y 25 pesos; en otros de
mejor nivel como el "Cien Flores", "Waikiki", "Río Rosa", "Copacabana", "Savoy", se cobraba entre 20 y 50 pesos. En la casa de La Bandida y otros elegantes lupanares de la colonia Roma, las mujeres ganaban por contacto sexual entre 125 y 150 pesos.59
No obstante, las mujeres dedicadas al comercio sexual solían vivir en condiciones so ciales adversas: generalmente sin instrucción, desprotegidas por las leyes laborales, explo tadas por proxenetas y autoridades; varias eran originarias de provincia por lo que no con taban con más redes sociales que las establecidas en sus empleos y terminaban marginadas al mundo del crimen.
Con las reformas de 1940 también se renovaron los modos de explotación, extorsión,
corrupción y delincuencia en torno al comercio sexual. Bastantes mujeres, ya sin un ingre so fijo y muchas veces sin casa, quedaron más vulnerables ante proxenetas y agentes poli ciales, quienes normalmente les cobraban por protegerlas o por no remitirlas ante la auto ridad judicial tras alguna infracción -a veces inexistente- al código penal. El Dr. Silva, médico empleado en el Departamento de Sanidad del Distrito Federal, escribió en 1948 al Procurador de Justicia diciéndole:
¿Sabe usted Sr. Procurador, porqué pierdo mi tiempo, siendo médico, como defensor de los pobres?
Porque a mi consultorio llegó, hará dos meses y medio una de mis clientes, una muchacha esmirria
da, feúcha que había sido detenida tres veces en un periodo de cuatro meses; acababa de salir, la
víspera y había "ganado" ocho pesos, de los cuales había dado tres a la policía y llegó a su casa con
cinco, debía dos meses de renta y tiene una niña de un año y meses que estuvo al cuidado de una
amiga y compañera mientras ella "purgaba su delito" en el Carmen, cuando me fue a ver la niña te
nia fiebre; la examiné y su único mal era tener hambre, mi receta fueron cinco pesos para leche y
78
54 Rufina Mendoza, infanticidio, 1 de abril de 1947, F-TSJDF, AH-1, caja 3882, folio 682961, f. lOv.
AGN; Herlinda Rayón, corrupción de menores, 20 de abril de 1946, F-TSJDF, AH-1, caja 3788, folio 670223, f. 29. AGN.
55 Algunos ejemplos: María Guadalupe Ramírez, lesiones por contagio, 20 de junio de 1942, F-TSJDF,
AH-2, caja 377, exp. 24, f. 8; Amada San Juan Hernández, lesiones, 15 de julio de 1944, F-TSJDF, AH-2, caja 410, exp. 4, f. 8. AGN; Gloria Reyes Bolaños, robo, 14 de diciembre de 1944, F-TSJDF, AH-0, caja 5987, exp. 19, f. l.AGN.
56 Presidencia de la República, 50 años de Revolución Mexicana en cifras. Nacional Financiera S.A., México, 1963, p. 112.
51 María Elena Diosdado, robo, 29 de febrero de 1944, F-TSJDF, AH-0, caja 6102, exp. 124, f. 34v. AGN. 58 Presidencia de la República, 50 años de Revolución Mexicana en cifras, p. 112. 59
Jorge L. Jaidar de Torre, et al., "Historia de la prostitución", p. 318.
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desear a la madre buena suerte en su esquina y que no cayera nuevamente en las garras de la policía
que en la calle en la comisaría o en el Carmen la esquilmaría.60
Por supuesto muchas de estas mujeres llegaban a ser víctimas de violaciones, golpes
y vejaciones diversas que les exigía una mayor agresividad para salvaguardarse de abusos
diversos; dada la marginación social y moral en que vivían debieron haber contado con
pocas herramientas y redes oficiales de apoyo para enfrentar cualquier adversidad. El dia rio El Universal aseguraba en una nota que
tratan a las infelices meseras en los términos más groseros. La empleada tiene que soportar todo. La
vista del patrón está encima de ella constantemente y ¡cuidado que provoque el disgusto del cliente
impertinente! porque entonces el propietario ve amenazados sus intereses y destituye a la empleada
por "no tener forma".61
La vida nocturna era un trabajo redituable para muchas mujeres, aunque los costos sociales y los riesgos a la integridad de su persona podían ser altos. En los centros de di vertimento capitalinos se vivían situaciones de trabajo -marcadas por la ilegalidad, la de
sacreditación, la persecución y el acoso- bastante hostiles para las mujeres. Pero ellas no eran ajenas a estas formas de socialización, formaban parte de éstas, siendo víctimas y por supuesto también victimarías.
Matilde Rodríguez Cabo afirmaba que "las condiciones de vida de mujeres que se de dican a la prostitución se consideran nocivas y altamente propicias para la comisión de ac tos antisociales y francamente clasificados ya como delitos".62 En la cervecería "La Coro
na", la cabaretera Guadalupe Rodríguez Rojas cacheteó y dio "dos navajazos en la cara" a Alfonso Montiel González pues se sintió insultada cuando él le dio "diez centavos en lu
gar de veinte, por una pieza de baile [...] pues las 'piezas' se cotizan a veinte, de acuerdo con el alto costo de la vida", explicaba el diario La Prensad Estas agresiones apelaban a la necesidad de defenderse de burlas o abusos, y de demostrar que poseían la capacidad de
protegerse. Las mujeres en esos ambientes cometían todo tipo de delitos, en muchas oca
siones con alevosía y buscando un provecho a expensas del otro: robos, lesiones (a veces
mortales), contagio venéreo, ultrajes a la moral, incitación a la prostitución y también deli tos sexuales.
En síntesis, las modificaciones al código que buscaron colaborar con la profilaxis so cial al acotar los márgenes de acción del comercio sexual, no aportaron mucho a la batalla
contra los vicios ni la inmediata modificación de las costumbres sexuales. Creemos bas tante viable que las suripantas supieron encontrar acomodo en las reorganización de las re
des de corrupción y nuevas formas de explotación y tráfico sexual, así como ejerciendo otros oficios para diversificar sus ingresos y su desempeño profesional. Por otro lado, se
gún algunas referencias localizadas, las féminas de los bajos fondos no eran las únicas que cometían delitos sexuales.
60 17 de marzo de 1948, Fondo Presidentes, Ramo Miguel Alemán Valdés, caja 553/4. AGN. 61 "Inicua explotación de mujeres", El Universal, 13 de noviembre de 1942, pp. 1, 5. 62 Matilde Rodríguez Cabo, "Relaciones entre la prostitución y la delincuencia. ¿Reglamentación o aboli
cionismo?, texto mecanografiado, s/f, FD-MRC, caja 1, carpeta 10, documento 4, pp. 1-2. AH-UAER-UNAM
J. 63 "Víctima de una brava, peligrosa cabaretera", La Prensa, 26 de abril de 1947, pp. 2, 23. 79
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Delitos sexuales y el protagonismo femenino
Las mujeres cometían pocos delitos sexuales de acuerdo con las cifras oficiales y en concordancia con lo mostrado por las fuentes. Entre 1937 y 1947 se castigó a seis mujeres
por estos crímenes.64 Ello se debía en parte a que varios de los delitos sexuales, según esti
pulaba el código penal, sólo podían ser perpetrados por varones: el rapto, el estupro o la
64 Alfonso Quiroz Cuarón, La criminalidad en la República Mexicana, Universidad Nacional Autónoma de México/Instituto de Investigaciones Sociológicas, México, pp. 30, 32.
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violación.65 De modo que las féminas enjuiciadas por estos crímenes, lo eran en calidad de codelincuentes según el tipo de agresión sexual ejecutada por el victimario de obra.66 La
participación femenina en muchos de éstos crímenes era crucial. Adelina Blancas de Zetina de 16 años fue trasladada por la fuerza hasta Apatzingán,
en el estado de Michoacán, por la señora Eloísa Buenrostro, vecina y amiga de su familia,
y Julio Ortiz, esposo de ésta. La entregaron a Luis Alvarez "indicándole que si no se casa ba con él 'la llevarían por los cerros del lugar, donde la matarían y allí mismo se quedaría enterrada'". Le hicieron firmar unos papeles y la dejaron con Luis quien hizo "uso de ella 'hasta tres veces'". Días después pudo escapar. Adelina agregó en su declaración que Eloí sa y Julio pretendían "traer de allí [Apatzingán] un niño y una niña, también ofreciéndoles
que aquí en México los iban a vestir y a alimentar bien", pero sólo convencieron al va rón.67
Eloísa y Julio fueron detenidos y por supuesto negaron todos los hechos; no obstante, conforme avanzó el proceso narraban versiones parciales de lo sucedido y fueron incu
rriendo en contradicciones, lo cual bastó para considerarlos presuntos culpables por rapto. Sin embargo fueron puestos en libertad, pues cesó la acción penal cuando Luis presentó el acta de matrimonio civil firmada por Adelina. En ningún momento del proceso se habló de tráfico de personas; respecto al niño, comentaron que lo adoptarían y educarían como un
hijo. Ahora bien, en cuanto al estupro y a la violación, comprobar su existencia era una la
bor poco sencilla. En muchas ocasiones la víctima ni siquiera podía dar las señas de su victimario o bien no se lograba demostrar el desfloramiento violento o la agresión física.68 Teresa Martínez, casada y de 22 años, se fue de paseo en auto con su amiga María Luisa Ramírez de Garrido y dos hombres que no conocía; ellos las invitaron a tomar unos refres
cos, después Teresa se sintió mal y en estado "casi inconsciente" la llevaron a una casa donde su amiga "se puso a bailar [...] y uno de sus acompañantes pidió unos cuartos", fi nalmente perdió el conocimiento y al despertar se dio cuenta que habían "hecho contacto carnal con ella".69
De regreso a su casa, la abandonaron en una carretera a las afueras de la ciudad don
de consiguió ayuda. La inculpada negó todo y fue puesta en libertad por falta de méritos,
ya que aun cuando se demostró con examen médico-pericial las violencias sufridas por Te
65 El rapto existía cuando alguien se apoderaba "de una mujer por medio de la violencia física o moral, de
la seducción o el engaño, para satisfacer algún deseo erótico-sexual o para casarse" (art. 267). Si la víctima era
menor de 16 años se aplicaba el mismo castigo aun cuando no hubiese mediado violencia o seducción, incluso
si la raptada hubiese seguido voluntariamente a su raptor (arts. 268 y 269). Se consideraba estupro cuando había
existido "cópula con una mujer menor de dieciocho años, casta y honesta, obteniendo su consentimiento por medio de seducción o engaño" (art. 262). En ambos casos la acción penal cesaba si la ofendida contraía nupcias con su victimario. La violación sucedía cuando por medio de la violencia física o moral se copulaba con una
persona sin importar el sexo del lesionado y se castigaba entre uno y seis años de prisión; si la víctima era im
púber, la sanción aumentaba de dos a ocho años (art. 265). 66 De acuerdo con el artículo 13 del código penal en la comisión de un delito son "responsables todos los
que toman parte en la concepción, preparación o ejecución de un delito". 67 Eloísa Buenrostro y Julio Ortiz, rapto, 1 de diciembre de 1945, F-TSJDF, AH-1 caja 3694, folio
658107, fs. 15-17. AGN. 68 Habría que realizar un estudio más amplio de procesos contra varones por violación y/o estupro para
conocer la forma en que se aplicaba la justicia en esos casos. Por lo visto en la presente investigación, los pre suntos culpables de delito sexual solían argumentar a su favor la lascivia y el gusto de la supuesta ofendida por el acto sexual. Pablo Piccato ha estudiado el tema para el periodo revolucionario, véase Pablo Piccato, Ciudad
de sospechosos: crimen en la ciudad de México, 1900-1931, Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, México, 2010.
69 María Luisa Ramírez de Garrido, violación, 30 de junio de 1945, F-TSJDF, AH-2, caja 420, exp. 101,
f. lv. AGN. 81
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resa, no se pudo señalar a ningún victimario y tampoco se pudo corroborar la colaboración
de la acusada en la comisión del delito. La trata de personas como tal no estaba tipificada en el código penal; se castigaba
como lenocinio (el cual no era considerado un delito sexual, sino contra la moral pública). Los diarios, por su parte, sí utilizaban regularmente el término "trata" para aludir a la com
pra-venta de personas con fines de prostitución. Matilde Rodríguez Cabo hace referencia a la existencia de un Comité de la Trata de Mujeres y Niños convocado en 1934 por la So ciedad de Naciones, el cual abogaba por la supresión de la reglamentación de la prostitu ción en todo el mundo.70
El negocio del tráfico sexual era redituable en todos los niveles. Había transcurrido el
primer año de la era de la abolición en la capital cuando el periódico El Universal relataba
que Justina Martínez, una "tratante de blancas", y Juan Hernández fueron aprehendidos
mientras pretendían vender en una casa non sancta a cuatro jovencitas por 25 pesos y una
de quince años por 200.71 La erradicación de la prostitución y el tráfico de personas con fi nes sexuales resultó una tarea verdaderamente complicada para las autoridades. Había mu
jeres de todo tipo ejerciendo esta actividad, desde las que tenían un negocio bien estableci do y provechoso hasta pobretonas prostitutas, cabareteras, domésticas, amas de casa e
incluso madres sacando ventaja de tan fructífero negocio. El diario La Prensa denunciaba
que Rosa Arias Marmolejo vendió a su hija María de la Luz "por unos cuantos billetes de a peso [...] a un ferrocarrilero", quien la emborrachó y la violó con la venia de su madre.72
En la mayoría de los casos, la fórmula común de esta práctica contaba con una "en
ganchadora", un agresor sexual varón y una víctima mujer menor de edad. Lo cual posi blemente se debía a que éstas últimas solían ser más ingenuas, inexpertas y vulnerables,
pero también a que los victimarios las preferían jovencitas. Según estudios del periodo al rededor del 50% de las agredidas sexualmente tenían entre 14 y 18 años.73 De ser así, el
proceso se abría por el delito sexual en cuestión y por corrupción de menores en tanto que se introducía a menores de edad al mundo del "sexo vicioso" o se les proveían de sustan cias enervantes. Las enganchadoras o corruptoras acostumbraban a llevarlas (con consenti
miento, con engaños o a la fuerza) a cantinas, cabarets, restaurantes o fiestas donde les
proporcionaban bebidas alcohólicas o drogas; posteriormente, las chicas terminaban victi mizadas sexualmente por un varón aparentemente conocido de las acusadas.
Socorro Martínez, prostituta de oficio, pidió autorización a los padres de Concepción López de 13 años para invitarla al cine, sin embargo la llevó a una cervecería, luego a un
par de cabarets donde la obligó con golpes a entrar y la puso a beber cerveza. La menor
aseguró que su victimaría le preguntó a unos individuos "qué les parecía [Concepción]" y ellos contestaron que "bien". Después vio que a "uno de los vasos [Martínez] le ponía unos polvos, con los cuales se sintió muy atarantada y perdió el conocimiento", por lo que no pudo dar detalles de cómo es que fue violada. La prostituta la trajo bebiendo de cabaret en cabaret por más de una semana hasta que pudo escapar; finalmente, fue castigada por corrupción y violación.74
Ofrecer bebidas embriagantes era una estrategia muy común pues permitía que la víc tima opusiera poca resistencia o, incluso, que consintiera en el acto sexual. Luis Garrido,
82
70 Matilde Rodríguez Cabo, "La prostitución en México", texto mecanografiado, s/f, FD-MRC, caja 1, car
peta 10, documento 2. AH-UAER-UNAM-J. 71 "Tratante de blancas capturada", El Universal, 17 de abril de 1941, Ia secc., p. 8. 72 "Tremenda aventura; su propia madre la vendió", La Prensa, 2 de marzo de 1952, pp. 31, 36. 73 J. Gómez Robleda y Alfonso Quiroz Cuarón, "Sujetos pasivos en los delitos sexuales", Criminalia. Re
vista de Sociología, 5 (año V, enero 1938), p. 279. 74 Socorro Martínez García, corrupción de menores y violación, 17 de junio de 1943, F-TSJDF, AH-2,
caja 414, exp. 119, fs. 3-3v. AGN.
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renombrado abogado y filósofo, comentaba "que en los delitos sexuales, el abuso del alco
hol juega un papel importante, al facilitar su realización".75 Así le sucedió a Angela Vargas de 16 años de edad quien
hizo muchos esfuerzos por evitar ser deshonrada, no lo consiguió, ya que como dice antes, estaba
sumamente borracha; habiendo llegado a emborracharse en esa forma en virtud de que, como dice
antes, la citada Socorro Guerrero insistió en que tomara, por lo que deduce que dicha señora se puso de acuerdo con los referidos individuos para que uno de ellos abusara de la exponente.76
Angela había asistido a un baile en Chapultepec invitada por su vecina Socorro Gue rrero de 32 años. Se pusieron a libar con unos conocidos de ésta; posteriormente uno de esos señores llevó a la menor por la fuerza al bosque y la ultrajó. Dado que no se demostró
la existencia de la violación, Guerrero fue castigada sólo por corrupción en tanto que llevó a la menor a un sitio inapropiado para su edad y le dio a beber alcohol.77
Otra estrategia utilizada por estas criminales para "enganchar" jovencitas era brindar se como celestinas para reunirías con sus novios, ofrecerles su ayuda para sortear la terri
ble situación en sus casas o proponerles empleo. Herlinda Rayón, trabajadora en una fábri ca de veladoras en La Viga (barrio obrero), dijo a Rosa Martínez, Josefina Guzmán,
Margarita Ramos y Avelina Rodríguez, todas alrededor de quince años, que les consegui ría empleo con un señor amigo suyo y que ganarían cinco pesos diarios.
Según el relato de las cuatro menores, el amigo las llevó en su auto hacia el pueblo de
Ayotzingo (en las cercanías del Distrito Federal), se detuvieron en una tienda de la carrete ra donde les dieron a tomar cerveza y anís. Rosa aseguró que aquel señor le ofreció 100
pesos "si se acostaba la deponente con él",78 tras forcejeos y besos obligados Rosa logró zafarse. Huyó con Margarita y Josefina, y consiguieron auxilio para volver a la capital; Avelina prefirió quedarse con los corruptores.
Las víctimas solían achacarle a las corruptoras haberlas engañado o embriagado, así
como estar coludidas con sus agresores. Por su parte, las acusadas generalmente negaban
su participación, asegurando que las ofendidas eran mayores de edad o, bien, que en nin
gún momento las obligaron a nada, ni a beber ni a relacionarse con los victimarios; por su
puesto también negaban la existencia de su colaboración en el crimen sexual haciendo res
ponsables a las víctimas de la relación que hubiesen entablado con su victimario o
argumentando que habían actuado provocativamente. Así, la mayoría de las inculpadas so
lían ser castigadas sólo por corrupción (por ofrecer alcohol a las menores y/o llevarlas a
lugares inapropiados). De acuerdo con los procesos judiciales por delitos sexuales con los que contamos79 el
41,66% de las acusadas por corrupción de menores y/o algún delito sexual eran mujeres
dedicadas al hogar, el 50% se declararon casadas y en la misma proporción eran analfabe tas o sin instrucción; sólo dos de ellas tenían por oficio la prostitución y otras dos se dedi
caban al servicio doméstico.
75 Luis Garrido, "Alcohol y delincuencia", Criminalia. Revista de Sociología Criminal, 10 (año XXVI, oc
tubre 1960), pp. 693. 76 Socorro Guerrero Téllez, corrupción de menores y violación, 5 de octubre de 1944, F-TSJDF, AH-1
caja 3539, exp. 638676, f. 3. AGN. 77 Ibidem. 78 Herlinda Rayón Vargas, corrupción de menores, 20 de abril de 1946, F-TSJDF, AH-1 caja 3788, folio
670223, f. 5v. AGN. 79 Se localizaron doce procesos judiciales entre 1940 y 1947 en el AGN-TSJDF y cuatro fichas carcelarias
con información suficiente (de las 62 catalogadas entre 1940 y 1944 en el AHDF-FC-RP) referentes a acusa
ciones por corrupción de menores, por delitos sexuales (rapto, estupro o violación) o por corrupción de menores
sumada a algún delito sexual. 83
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Reflexiones finales
Los crímenes estudiados en este artículo suceden en un contexto en el que convergen
los esfuerzos desplegados por el Estado para regular la sexualidad ejercida por los capitali nos a través de la penalización de ciertas prácticas, al tiempo que se expandía la vida noc turna y el comercio sexual, ámbitos que tenían como principales elementos a las mujeres, al alcohol y al crimen. Los procesos judiciales analizados nos permitieron dar cuenta de una serie de prácticas existentes que pretendían ser reorientadas -cuando no eliminadas-,
pues según especialistas el mal ejercicio del sexo -tema tabú e "inmencionable" en los años cuarenta-,80 podía derivar en conductas delictivas, provocaba la diseminación de en fermedades venéreas y generaba el envilecimiento moral de la familia.
Sin embargo, las medidas legales implementadas en 1940 no erradicaron la prostitu ción o los vicios, ni los delitos de orden sexual o moral se esfumaron. Por el contrario, y paradójicamente, dichas acciones contribuyeron a su reorganización. Las pretensiones gu bernamentales por normar la vida pública capitalina en torno a las prácticas sexuales fra casaron -al menos en el corto plazo-, ya que ello exigía a su vez normar comportamientos sexuales bastante expandidos entre la población.
De modo que lejos de resolverse, la problemática se agudizó. En principio, las refor mas penales acotaron los márgenes de acción de empresarias sexuales y comerciantes de
su cuerpo, no obstante al verse afectadas fueron buscando otras formas de sobrevivencia y variados mecanismos de resistencia, lo cual se tradujo en distintas modalidades de trans
gresión de la ley. A la par, la creciente industria del cabaret se modernizaba y contribuía a
que el comercio sexual se convirtiera en un gran negocio que ni las reglamentaciones ni las campañas de moralización pudieron contener; por el contrario, ello permitió que en contrara novedosos derroteros en los que la corrupción de las autoridades fue un factor fundamental. Las mujeres insertas en estos ambientes continuaron siendo protagonistas como empresarias, bailarinas, cantantes, meseras, ficheras y/o tratantes, en otras palabras víctimas y/o victimarías dentro de la nueva organización del crimen sexual.
Cabe enfatizar que el rol femenino en la comisión de delitos sexuales y morales, asocia dos comúnmente con la masculinidad, era fundamental. Estos crímenes tenían en general como protagonistas a mujeres de clases populares. Distintas maneras de habitar el espacio doméstico, esquemas familiares violentos, falta de una gama más amplia de oportunidades laborales y de mejores salarios, así como usos diversos de la sexualidad, eran el contexto so
cial de aquellas delincuentes. Matilde Rodríguez Cabo consideraba que "la promiscuidad, la
desorganización familiar por la miseria y por los vicios [...y] la precoz iniciación de las rela ciones sexuales", era el escenario en que se educaban esas mujeres.81
Sin embargo, y de acuerdo a los datos arrojados por la investigación, podemos afir mar que los atentados contra la integridad sexual y moral de las personas no sólo aconte cían en los bajos fondos, ni las victimarías eran nada más aquellas que habitaban en el mundo de la prostitución o de los "centros de vicio", también llegaban a serlo quienes per tenecían a otros grupos y sectores sociales; contamos con indicios que apuntan a la partici pación en estas actividades por parte de madres, de mujeres dedicadas al hogar, incluso otras provenientes de clases acomodadas.
84
80 Carlos Monsiváis, "Del cinturón de castidad al condón. De usos amorosos y hábitos sexuales", en José
Joaquín Blanco, Cuidado con el corazón. Los usos amorosos en el México moderno, Instituto Nacional de
Antropología e Historia, México, 1995, p. 165. 81 Matilde Rodríguez Cabo, "El problema sexual de las menores mujeres y su repercusión en la delincuen
cia juvenil femenina", Criminalia. Revista de Sociología Criminal, 10 (año VI, junio 1940), p. 544.
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En ese contexto de cambios legales y ajustes sociales, surgieron reconocidas féminas
que supieron aprovechar las oportunidades que proveía la coyuntura, algunas incluso para consolidar tenaces emporios criminales; mujeres que por supuesto transgredieron de todas
las formas posibles el estereotipo de docilidad, sumisión, delicadeza y amor. De cualquier modo, adecuarse al ideal femenino no era tarea fácil para muchas de ellas -sobre todo las
que vivían en situaciones de mayor marginación- o en ocasiones ni siquiera lo deseaban. En síntesis, la proliferación de los delitos de orden sexual y moral en la década de los
cuarenta se vincula de manera importante al crecimiento de la ciudad y la mitificación de la vida nocturna, circunstancias que coadyuvaron con la reestructuración de las redes del tráfico de personas. Asimismo, el aumento de dichas transgresiones evidencia la imposibi lidad del Estado para tener el control absoluto de la urbe y de sus habitantes, en particular de las mujeres y sus actividades en torno al sexo.
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