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Carpeta "Mujeres", perteneciente al archivo del intelectual venezolano Jesús Sanoja Hernández

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Esta serie de libros digitales es el resultado del proyecto

La poesía de Caracas:Rescate historiográfico de Jesús Sanoja Hernández

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Índice

Homenaje a la obrera 6A una artista 8Amanecer de la ciudad moderna 11Caracas en 1780 14En la agonía de una virgen caraqueña 18Las manos 23La Vampiresa 26Desconocida 28Poema de la aurora 30Un poema a Blanca (fragmento) 32Miss Sport 35“La polla”, belleza criolla de Caracas 38Ana Pavlova 45El romance de la abeja 47Caracas épico, Caracas lírico 50Elogio de la mecanógrafa 53Flor del Guaire 55Mimosa 57Canto a las mujeres de Caracas 62Comentario a “Canto a las mujeres de Caracas” 66Poema a la mujer que vive sobre el cemento 69Las obreritas 79Mis dos cárceles 83Oh, Sultana! 86

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Homenaje a la obrera

[s/n]

Cuando en tu labor honesta,de muchacha activa y ágil,que hace del taller un templo,donde bendice el trabajo,la maldad de un pensamiento,cruce tu mente en asalto:el capricho de ser rica,para tener quinta y auto,criados vestidos de negroy depósito en el banco,perro de lana extranjeray novio alegre y simpático

N. del ed.: autor y fuente desconocidos

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A una artista

Nunca más bella iluminó la aurorade los montes el ápice eminente,ni el aura suspiró más blandamente,ni más rica esmaltó los campos Flora.

Cuanta riqueza y galas atesora,hoy la Naturaleza hace patente,tributando homenaje reverentea la deidad que el corazón adora.

¿Quién no escucha la célica armoníaque con alegre estrépito resuenadel abrasador sur al frío norte?

[s/n]

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Oh Juana! gritan todos a profía;jamás la Parca triste, de ira llena,de tu preciosa vida el hilo corte.

1. Lo publicó Arístides Rojas (Rojas Hermanos, 1881). De ahí de-rivan las ediciones posteriores.2. La fecha atribuida es la de 1806-1808.3. Arístides Rojas lo comenta en esta forma: “Este soneto fue una improvisación de Bello en teatro de Caracas, delante de la artista se-ñora Juana Pacompré, cantatriz de la primera compañía de ópera que visitó Caracas por los años de 1806 a 1808”. ( Comisión Editora Ca-racas.

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Amanecer de la ciudad moderna

Pío Tamayo

Protocolariamente – seis genuflexiones sonoras – el Reloj entrega al Sol la Ciudad.Fuga sorprendidadel camión de la basura,ruidos y olor de podredumbresque ensucian la mañana.Opacas,con mordazas de sábanas,las voces callejerasrezan la oración del “buen día”.Un klaxon pastosodespide a sus compañeros juerguistas.Las bombillas simultáneanla clausura de sus cráteres.“Plátanos, coles, frijoles.”Olor de carne y mariscos:regüeldos del Mercado.

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Con el estropajo electrocutor de arañasdeslegañan sus puertas los ventorrilleros.Espectáculo gratis del jardín que pasea:calle arriba, calle abajo,traje verde, traje blanco, rosa de francia,las señoritas, a cambio de saludos,regalan su fragancia.

N. del ed.: no se registra la fuente, pero está recogido en una antología de Pío Tamayo de fecha posterior al documento archivado por Jesús Sanoja Hernández: Conciencia de poeta y combatiente. Barquisime-to : Centro de cultura popular Guachirongo, 2001

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El Conde Segur

Caracas en 1780

Este delicioso valle, a cubierto de los vientos ardientes del mediodía por elevadas montañas, está abierto al del Este que lo refresca con dulzura. El termómetro llega rara vez a más de 24 grados y con frecuencia está a menos de 20. Las flores y los frutos se suceden sin cesar en este lugar encantador, y recógense en él todas las producciones de la zona tórrida, pudiendo gozarse las de la zona templada. A orillas de los campos se nace el algodón, la caña, el naranjo y el limón, y hállanse en algunos jardines trigo y manzanos.Está regado el valle por un río cristalino que conserva los prados siempre frescos, los árboles siempre verdes; y están embebidos estos árboles por multitud de colibrís que reflejan sobre sus lindos plumajes los colores del arco iris; diríase que son mil flores brillantes que giran a su alrededor. Gran número de casas elegantes están esparcidas o agrupadas en medio de estas praderas, cercados de árboles odoríferos. Respírase aquí un aire puro, embalsamado; parece

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que la existencia toma nueva actividad para hacernos gozar las más dulces sensaciones de la vida… Podría pensarse que el valle de Caracas era una parte pequeña del paraíso terrenal, y que solo por obsequiosa distracción nos había permitido la entrada el ángel que defiende la puerta con fulminante acero. La ciudad de Caracas se ofreció a nuestros ojos con la necesaria majestad para terminar noblemente aquel cuadro: nos pareció grande, aseada, elegante y bien construida. Se calculaba entonces su población en veinte mil habitantes, pero se nos ha asegurado que un desastroso temblor y los furores de las guerras civiles han hecho desaparecer aquella prosperidad, que una libertad prudente y una administración ilustrada podrán hacer renacer únicamente. Désoteux nos había precedido con numerosos oficiales. Se nos esperaba, y la cortesía española nos hizo una galante recepción: a competencia nos ofrecían sus casas los caballeros; las damas abriendo sus celosías, nos saludaban desde sus balcones; fuimos acogidos, en fin, como cuentan los novelistas se acogían en otro tiempo los paladines en los castillos donde iban a reposar de sus empresas y aventuras. El Gobernador de la provincia Don Manuel González, como hubiese sabido que yo era hijo del Ministro de la Guerra del Rey de Francia, me alojó en su palacio, recibiendo mañana y tarde a todos mis compañeros de armas con urbanidad y

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con una magnificencia verdaderamente castellana. El que me presentó en las sociedades más distinguidas de la ciudad, donde vimos hombres harto graves y taciturnos; pero en desquite, gran número de señoras tan notables por la belleza de sus rasgos, por la riqueza de su adorno, por la elegancia de sus maneras y por sus talentos para la danza y la música, como por la vivacidad de una coquetería inocente que sabía hermanar la alegría con la decencia. Mis compañeros de viaje han recordado largo tiempo los encantos de Belén Arestiguieta y de sus hermanas Pan-chita, Rosa, Teresa. En cuanto a mí, hirióme singularmente la extrema semejanza de una de aquellas mujeres, Rafaelita Ermenegilda, con la condesa Julia de Polignac.

Élite. [s/f]

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En la agonía de una virgen caraqueña

El alto poeta colombiano y antiguo huésped de Cara-cas, Ismael Enrique Arciniegas, acaba de publicar en Quito, donde ejerce con brillo la representación diplomática de su país, un hermoso tomo de versos, titulado “Antología Poé-tica”, en cuyas páginas campean gallardamente los diversos matices líricos de Arciniegas. Hay, en este libro magnífico, dos composiciones del gran bardo colombiano, ligadas a un idilio caraqueño que tronchó la muerte en el año 1899, úl-timo del siglo XIX, verdadera centuria del romanticismo. Ellas son: el bellísimo poema alejandrino “Elegía”, que nos privamos de insertar por su extensión, y el hondo, el muy sentido poema de endecasílabos, “En la agonía”, que a se-guidas publicamos con nuestro aplauso para el maestro en literatura y en diplomacia fraterna, verdaderamente boliva-riana. – V.H.E.

Desde media noche, aquel día

Ismael Enrique Arciniegas

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No terminaba de llover.Qué gris y honda melancolíaLa de ese triste amanecer!

Dos lámparas agonizantesDaban luz vaga al corredor.Leves sombras, y en los semblantesHuellas de insomnio y dolor.

Desde el patio se columbrabaOscura cerrazón sin fin.Bajo la lluvia se doblabaEl jazminero del jardín.

Sobre su lecho de caobaSe agitaba, y un fuerte olorDe ácido fénico en la alcoba Aumentaba nuestro dolor.

Su cabello en las almohadas,Inmóvil en su reposar,Fingía dos alas plegadasEn blancas espumas del mar.

Cual quietos remos en la olaSus brazos dejaba caer,

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Y un fulgor como de aureolaParecía en su frente arder.

Entre la sombre y la tormenta, Del agua no cesaba el son…Cómo el dolor la lluvia aumentaCuando está triste el corazón!

De un crucifijo se veíaA su lado la triste faz,Y ante él un cirio se extinguíaCon chisporroteo tenaz.

En torno de ella, flor ya mustia,Última luz de una ilusión,Las almas eran honda angustia,Los labios eran oración.

Veintiún años!... Rosal floridoIba la muerte a deshojar…Y cayendo en aguas de olvidoYa su corona de azahar!

Cuando el alba entre el aguaceroEn el alto cerro brilló,

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Un gemido largo, el postrero,Sus labios por siempre cerró.

En redor, sollozos ahogados…Vino a ella la eterna paz! Sus ojos estaban cerrados,Pero ellos veían ya más.

Ibídem, [s/f]

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Las manos

Automóviles gigantes que dejan un olor a prostíbulo, y no hay amor.Casas con quince ojos de mujer en las ventanas, y no hay amor.Las manos de los padres sobre los bastones, y no hay amor.Silencios absolutos sobre los mediodías, y no hay amor.Monedas jugando juegos de niños en las aceras, y no hay amor.Mujeres gordas sudando sus deseos en las camas, y no hay amor.Hombres jóvenes ahorcados en los postes, y no hay amor.Secretarias marchitas dobladas sobre los escritorios, y no hay amor.Italianos llorando su suerte en los retretes, y no hay amor.Seiscientos mil dioses en las puertas de las casas, y no hay amor.Cada agujero de la ciudad yo he visto con mis ojos, y no hay

[s/n]

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amor.¡Ciudad construida con cemento y acero! ¡No hay amor!

N. del ed.: fuente desconocida

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Zoila del Fuego

La Vampiresa(Sinopsis dramática en floralia verbal)

El AzaharApresúrate!Háblame!Contémplame!Admírame!Detállame!Acércateme!Codéame!Huéleme!Aspírame!Rózame!Tócame!Pálpame!Bésame!Quiéreme!

El clavelAdórame!Acaríciame!Arrúllame!Despéiname!Cosquilléame!Abrázame!Muérdeme!Chúpame!Manoséame!Estrújame!Húndeteme!Desespérame!Cánsame!Mujerízame!

La rosaDespliégame!Ensánchame!Perfúmame!Glorifícame!Absórbeme!Ájame!Deshójame!Marchítame!Deslúceme!Saboréame!Acábame!Mátame!Transfúndeme!Maternízame!

La adelfaDespiértate!Desperézate!Anímate!Reintégrate!Hermoséame!Esplendízame!Aliméntame!Hártame!Desbarátame!Pulverízame!Quémame!(Neurótico!Inhábil!Pralítico!)

La margaritaEspléndida!Magnífica!Mórbida!Balsámica!Romántica!Hiperestésica!Morfinómana!Alcohólica!Anhélanla!Búscanla!Hállanla!Gózanla!Prostíbulo!Hospitalízanla!

Fantoches. 2 de septiembre de 1928

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Desconocida

Timbre. Me trajiste la música de sus palabras.Me trajiste una cita,- cita para resumir nuestras palabras - .Las palabras que salieron de ellaredondas, como notas de guarura.Palabras que hicieron estación en mis manos,antes de arribar a mí,- puerto para sus anhelos - .Timbre.Trajiste las palabras escondidasen dulzura.Las que me traes todos los días,por la anticipación de otra palabra.Timbre.¿Cuándo me traerás la palabras que yo ansío?Voces desnudas: [s/n], 1932. 91

[s/n]

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Poema de la aurora

Ojeras que perfuman, a una aurora de marzo. Crespos que desgajan, telaraña de seda.Lunar que se desflora, en un labio de rosa.

A una muchacha venezolana queviaja en ferrocarril

Poemas cortos: [s/n], 1929. 11

[s/n]

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Leoncio Martínez

Un poema a Blanca (fragmento)

Ni aromas de la mística, azucena,-provocadores de oración extática-ni fulgor de martirio,ni candidez de lirio,tenía tu carne, - plena,olorosa, simpática,fabricada ex profesopara el mordisco, la caricia y el beso.

Como la pulpa de los pomagaces,a los dientes golososincitaban tus pechos audaces;mas, no como en los flancos de montes majestuososese albor imponíase con líneas de esculturaen tu infantil estatura:sin humos de señoraparecías una gatita de Angora

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acurrucada en su propia blancura.

En horas de románticos empeños,mi cabeza sus febriles ensueñoscalmó, reclinándose en tan muelle felpudo;

Poesías: [s/n] , 1944. 45

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Miss Sport

Salud, muchacha nueva! Esbelta sobre tu esbelta sombra.

Casquete blanco incendiado de rizos,brasa azul de ojos claros,brasa roja de labios,brasa oculta de senos,y el corazón… hecho cenizas.

Tu paso es una hoguerade medias color carne.

Tu saludo es un trémolo de llama.

Y tu risa una espinaque abre surcos al aire.

[s/n]

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En el guante fogoso de tu cuerpose escalofría tu alma.

Vísperas. Caracas: Litografía y tipografía del Comercio, 1933

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“La polla”, belleza criolla de Caracas

Por un momento me he quedado asomado a la galanura clásica de Oviedo y Baños:… “las mujeres son hermosas en recato y afables con señorío”… En el mismo párrafo unas cuantas frases que con la música de los periódicos se apoderan del oído. Pero entre todas, ninguna tan citada como la de las caraqueñas. Fue la Caracas de 1723 quien regaló al historiador esta flor llevada por sus mujeres. Y después que Oviedo sembró la historia de su elogio, las caraqueñas pimpollan perennemente en sus cuerpos la siempreviva del piropo. Hoy – 1932 – en el segundo centenario de la frase galante de Oviedo y desde el ángulo deportista que no tuvo el historiador, mi admiración por la mujer caraqueña – doscientas veces más hermosas de naturales encantos que los adivinados bajo los amplísimos trajes por los ojos discretos de pudor colonial - me arranca una locución inglesa sex-appeal, que quizás para el hispanoamericano su traduc-

Julián Padrón

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ción castellana no exprese tan honestamente. La mujer americana realiza para el hombre del trópico, generalmente, el verdadero tipo de la hembra. De su cuerpo se desprende ese vaho ecuatorial que atiza en las venas varonas, ímpetus salvajes de bravíos connubios. La misma naturaleza, impregnada de polen, va fundiendo sus formas de hembra en la fragua de la temperatura, y los vientos y emanaciones portadores de la fecundación, suavizan la animalidad en el cálido maridaje del cuerpo y del espíritu femeninos. La caraqueña – variedad de la mujer tropical americana – es también expresión total de la hembra del continente: del sol desamparado tomó el grafito de los negros cabellos; de la cruda intemperie, el pecho firme, duro y piafante; las caderas poderosas y undívagas; y las piernas fuertes y ágiles; de la exuberancia, siempre lleva en la boca la contracción de chupar dulces mamones. De la estación sensual, la trémula morbidez de sus formas bajo corteza de canela. La civilización le ha echado encima, pieles de animales siberianos, sedas japonesas, medias transparentes color carne, calzados de piel de culebra o caimán sobre altos tacones, más propios que de raso, guantes de cabritilla, sombreros de fieltro, cremas yodadas color de tango rouge y lápices artificiales. El cine la ha enseñado a posar de “estrella” de todas las magnitudes, desde la actitud de helado vampiro, a lo Greta

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Garbo, o de esfinge apasionada que echa a andar a través del desierto en pos de su hombre, vampiro a lo Marlene Dietrich, hasta la actitud desenvuelta, y loca de la flapper efébica con corazón femenino, a lo Joan Crawford. Pero debajo de todos estos refinamientos el cuerpo de la caraqueña va libre y suelto. Y mantiene esta independencia y soltura tanto entre los atavíos más efímeros y exquisitos, - inconsútiles déshabillés – como entre el hilo de esos vestidos blancos para el tennis, de donde se desborda su rigidez mo-rena de hembra deportiva. Ninguno de estos refinamientos le ha parado ese galope que los senos y las caderas apuestan en la pista de las sedas. El líquido ensanchador de las pupilas y el lápiz al estilizar las pestañas y las cejas, agrandan también la llama del cuerpo quemándose en los ojos. Las ondulaciones mantienen en el pelo las sortijas que las caricias pondrán en los dedos de los hombres. Por eso todos los ciudadanos llevan en los labios encendidos piropos, que extienden como senda de flores rojas al paso de las caraqueñas. Estos piropos de los hombres de hoy revientan su candencia en las aceras de “Las Gradillas” pisoteados por el decoro de las féminas, como cundiamores rajados por el sol sobre la enredadera. Nadie en la ciudad trabajaría con tanto ardor si las caraqueñas no incendiaran la virilidad de los hombres.

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Caracas sería una ciudad donde el cable siempre localizaría una huelga general. Pero afortunadamente estas mujeres maravillosas, con encantadora feminidad y distinción van quemando el instinto con sus formas y apaciguándolo con su decorosa prestancia, como un cuerpo de bomberos que por práctica incendiaran y apagaran las pasiones. Los policías no trabajarán tan duro dirigiendo el tráfico en las esquinas. Esto no se debe al número de automóviles norteamericanos. Sino a esos deliciosos vehículos femeninos caraqueños que lo congestionan haciendo girar todas las flechas ciudadanas hacia el norte de sus brújulas. Y los conductores se van detrás de mujerío tocando las cornetas y comiéndose las flechas. El aire que las envuelve se va volviendo bronce o mármol alrededor de sus cuerpos. Y a menudo la ciudad se llena de sirenas como brotadas de las fábricas, pero que nacen de sus cuerpos trémulos, al hacer vibrar el aire con las ondulaciones carnales. Nadie va a seguir envolviendo el paquete, ni midiendo los metros de tela, ni echando las bebidas en los vasos, cuando pasan las mujeres criollas. Suceden por esto una cantidad de accidentes de trabajo que no registran nunca los diarios ni las agencias cablegráficas:

el sastre que clavó el alfiler en el corazón de su cliente,

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el correcto ciudadano que se para de manos en las aceras,

el transeúnte que se tira detrás de un piropo a las ruedas de la choferesa, en la esquina de “La Torre”, Por todas estas interrupciones del tráfico caraqueño, Francisco Depons airado se venga de las mujeres de Caracas, en 1803. Y los europeos que traen sus relojes por el meridiano de Greenwich se sublevan cuando nos balanceamos, con nuestras hembras, en la hamaca de los trópicos, de Cáncer a Capricornio. Y nos critican la precisión de estos meridianos para cronometrizar nuestra hora característica: mañana. Que todo lo dejamos para mañana y que siempre llegamos a las citas media hora después. Claro, como que nuestro reloj de sol está puesto por el momento en que el meridiano hembra pasa por debajo del meridiano macho. Equinoccio. Sin embargo, el argot caraqueño no ha inventado todavía la palabra criolla para designar el tipo de la hembra caraqueña. En Cuba llaman a esa nativa muchacha “carne”; en México, “chamaca”; en Argentina, “china”; en Ecuador “huambra”, y “chulla”; en Chile, “cabra”. Pero el caraqueño no ha encontrado todavía el término criollo para universalizar el tipo de su hembra. Corresponden a la admiración numerosas denominaciones que no han logrado llegar al criollismo de la belleza criolla. Más se oye salir de los pechos y las bocas de

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los hombres la palabra “polla”, que bautiza con este nombre de ave, la trémula vibración de sus senos pájaros. Pero es que la mujer caraqueña no tiene un tipo fijo de belleza criolla. La hembra nuestra se presenta en ejemplares tan variados y con tantas maravillas femeninas, que parece cosa de encantamiento. La formidable mulata, la armoniosa india, la exquisita blanca, tipos corrientes de la hembra criolla, son rebeldes a un criterio único porque en presencia de las innumerables especies se pierden los términos de comparación y se agota el grado superlativo. Sobre estos cantos a la hembra caraqueña, compondré mis cantos enamorados a la mujer caraqueña, con versos a su feminidad, a su distinción y elegancia, a su temperamento exquisito, a su voz medulosa y sus ojos asombrados. Edificado en una de estas maravillosas estructuras humanas. Carne y espíritu. Compañera. Irremediablemente.

Élite. Septiembre de 1932

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Eliseo López

Ana Pavlova

Rompe la orquesta en vibración sonoracuando aparece su gentil figura.…Vaga cual libélula en la flora,vuela como la brisa en la espesura.

1. Es soneto2. Eliseo murió en la Rotunda, pero le escribió un poema al gomecismo.3. En el mismo número fotos y leyendas “La Pavlova en el Calvario”…

“soñé diariamente ella sube a respirar las brisas del Ávila”4. Otra foto: en traje de libélula.5. También una foto del Guaire, donde se le ve estrecho, pero rodeado

de matas: “en uno de sus aspectos llenos de poesía” Actualidades. Año I, N° 11. 18 de noviembre de 1917

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El romance de la abeja

Gonzalo Carnevali

Flor de mi barrio, obreritaque para vivir trabajas; abeja de una colmenadonde se agestan tus alas,y donde la miel que forjasen otros labios se escanciay la cera que fabricasnunca te dará su llama---Sustituyes un monótonorumor de telas que pasan, y un ir y venir de agujay un lento girar de máquina…---Los bolívares que ganaspor mucho que los estimes, convéncete, no te alcanzan.

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Hay que trabajar de nochey prolongar las veladasbordando para las otras los trajes que a ti te faltan.

(Menciona el cine, la tela de zaraza, la honradez, etc.)

1. En 1927 el tema obrero recae mayormente sobre la obreras, sector en que puede disimularse con caritativismo y conmiseración el planteamiento – difícil para entonces y demasiado novedoso para la poesía – proletario. Aludir a los obreros, en 1927, habría significado en un poeta progresista rebeldía. Ni la censura lo permitía, ni los daríos lo habrían publicado.

2. Incluso, parece preferible hablar de “obrerita” antes que de obrera. Esto le da al tema un carácter más terlicniano, de comunidad animal, en que las simpatías van hacia la abejita explotada frente a la abeja madre – sin duda la clase social poderosa – estereotipada en las “otras” que se ponen los trajes confeccionados por la “obrerita” en el proceso de creación de bienes de la sociedad mercantil.

3. Un elemento de rudeza expresiva, prosaico en su mensaje, los bolívares, dan noción del trabajo asalariado.

El Heraldo. Año V, Mes VII, N° 1441. 26 de enero de 1927

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Ruy De Lugo Viña

ICaracas épico

Caracas: de tu escudo la noblezaun león simboliza los leonesde que en las intrépidas legionessuperaron del Cid toda proeza.

Caracas: de tu cumbre en la grandezaflotan en apoteosis los pendones,que al desplegarse son cual corazonesque adunan en Valor a la Belleza.

Y así Caracas, grande por tu historia,cubierto por los lauros de la gloriatu escudo es cumbre, corazón, bandera,donde se irisa, en tricolor divino,el gualda regio, el rojo que libera

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y el azul del ensueño mirandino.

IICaracas lírico

Pero hay en ti, Caracas, el encantode la urbe colonial; del señoríode las mansiones próceres; del ríoque cruza el valle murmurando un canto;

y luego el dulce, el celestial arrobode tertulias caseras do tranquilaslas nietas sueñan que tejieron hilasy los bravos de Araure y Carabobo¡Mujeres de Caracas! Las que fueronmadres y hermanas, de los que murieronen la gesta estupenda de Bolívar,los que oraron de pie, de cara al cielo,y que, en las copas del más cruento acíbar,la miel lograron del mas gustado anhelo.

El Universal. N° 6661. 27 de noviembre de 1927

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Ibídem. 29 de diciembre de 1926.

Elogio de la mecanógrafa

Virgen moderna que el escritoriolo has transformado en un altary es como un trono tu giratoriosillón de roble donde te ponesa trabajar…¿Dime qué escribes, dime qué exponesfrente al teclado de la Underwood?

[s/n]

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Ismael Enrique Arciniegas

Flor del Guaire

Morena cual las núbiles huríes del Profeta;hermosa como ensueño que vaga en los palmares,en tanto que la guzla solloza en los aduaresy el ferso surge alado del alma del poeta;

La noche en los cabellos; en la pupila inquietala luz de donde hierven los soles a millares,así te miro, y eres cadencia en los cantaresdel bardo, y del artista color en la paleta.

Sueños azules, plácidos, te halagan seductores;la Juventud destella sobre tu sien fulgores;te da el Amor sus rosas y la Virtud sus palmas.

Brilla en tu cumbre. Encanta con tu gentil donaire,y sé en la vida siempre, radiosa flor del Guaire,Delicia de los ojos y encanto de las almas.

Poesías. Caracas: Tipografía El Cojo, 1987

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Alfredo Arvelo Larriva

Mimosa

¡Capillita del Calvario!En calvario y en capillaestuve ayer en el atrio.

Susurraban los bambúescual si en ellos me fisgaransutiles duendes gandules.

En un anheloso atisbo,viendo el reló cada instante,así pasé medio siglo.

Medio siglo en media hora.Desesperando, esperando.¿Por qué tardabas, mimosa?

Por mimosa, justamente.

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Porque sabes que te aguardocon fervor, aunque no llegues.

Llegas al fin, sonreída.Que la quietud de mi esperase traduce en tu sonrisa.

Tus claros ojos oscuros,tus labios que están al rojo,en mi mal se dan su gusto.

Y a mi dolido reprochesubrayadas de sonrisaleves excusas le opones.

Que si “Me encontré con Carmen…”Que si “Fui por San Francisco…”Resultas irreprochable.

Y al cabo también resultaque del afán de mis nerviosyo solo tengo la culpa.

Me riñes: “¡Tan impaciente!Tu reló siempre adelanta,tu corazón lo precede”.

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Luego me besas, mimosa…Acaso por travesura,para pintarme la boca.

Julio de 1925

Alas de murciélago. Caracas: Editorial Arte, 1966. 56-57

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Ramón Carrera Obando

Canto a las mujeres de Caracas

No canto por ti mujer hermosaque por los cuatro puntos cardinalesperfumas a Caracas. Canto para la otra,la humilde, la sufrida, la de la esquina,de la mano estirada mientras pasan los ricoscon la conciencia llena de negocios judíos,bajo este polvo gris que nos deja el progreso,y a este olor a papas petrolíferas y a pollos cebados con semillas de pino

Canto a Dolores y a Epifanía,las que bajan las cuestas de Cotiza,con la cántara de agua sobre el moño torcido,enfermas de desvelo y de descuido

Por la de la Veguita –poliomielítica—que soporta en sus carnes enfermas

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este dolor del tráfico,sin que haya un caballero de autobúsque le brinde el asiento,y transcurre tranquila bajo el sol africanode la ciudad coqueta,que se aliña y canta su poemade cabilla y cementopara el futuro abierto que da espera

Para la flaca Petera, que todo el año esperasu aumento de “a cuartillo” en la Textil,y por la joven madre que, corriendo tres cuadras,lleva del brazo al niño hasta la Escuela,con los ojos virados y el corazón sombrío,robándole a las ruedas del bus o la gandola la vida de su fru-to de ternura.

Por la “pobre” Teresa,frutera por herencia,a quien quitóle el puesto en el mercadola boca roja de una portuguesa.

Canto por esa gente a quien no quisoDios endulzar el pan de la existencia;en tanto llegue el díaen que por las alturas la humildad también sueñe,

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donde ahora la panza de la gula se ahíta.

Ya he visto cómo el beso de Berta –cocinera—seca sobre los ojos del hijo el lagrimeo,por no llegar a tiempo a la cocina “chic”y perder el derecho al valdo cotidianopara el virgen estómago del chico del cortijo….

La setentona Juana, de las Brisas de Catia, que trabaja en el Valle, y se come la auroraa tragos largos, regresando en la nochea calentar la plancha para seguir la lucha.

Por ella va mi cantomanso como una oruga…

Tiesto aborigen. Caracas: Goya, 1958. 19

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Jesús Sanoja Hernández

Comentario a “Canto a las mujeres de Caracas”, de Ramón Carrera Obando

La mujer, de la concepción romántica de amor idealizado y pasiones tremendas, paso al libelo modernista, muñecas japonesas, elemento decorativo en jardines con lagos y cisnes, misteriosas doncellas del piano. La vanguardia, que en Venezuela va a coincidir con el surgimiento del proletariado y con la coexistencia del artesano, tomará en préstamo atributos novedosos para la mujer. Puede ser la mujer sport, vigorosa o ágil en las canchas de tennis, o la mujer pauperizada en los cerros y debajo de los puentes, en los barrios populares, o la mujer trabajadora. Generalmente la mujer gimástica, la flapper, la vamp, encarnará el ideal de la vanguardia, mientras la mujer pobre o la trabajadora derivarán hacia un desprendimiento de la vanguardia, la poesía social. Carrera Obando, ya traspuesta la era de la vanguardia, dedica en su “Canto a las Mujeres de Caracas” estrofas prosadas, sin brillo alguno, donde se mezcla el aliento

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pedagógico con el afán de socorro, como si la poesía de golpe hubiese tomado conciencia de su spropósitos de beneficencia social. Carrera Obando, a quien debe anotársele el intento de escribir la novela del petróleo, se muestra sensiblemente inferior a sus “prosas poéticas” del año 29, publicadas en Élite. Este canto feminista, no femenino, y pretendidamente social, aparte de hacer un recuento de las barriadas caraqueñas – El Valle, Catia, Cotiza – pretende fi-jar figuras populares al estilo del costumbrismo de la época guzmancista: la cocinera que trabaja en una cocina Wchiz (?), la sesentona que ha de trabajar en un sitio alejado de su hogar, la flaca Petra que trabaja en una textilera, y Dolores y Epifanía que deben bajar a buscar el agua, o aquella otra*

*N. del ed.: incompleto

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Juan Liscano

Poema a la mujer que vive sobre el cemento

Ni los gritos arañados de miedos civilizados,vestidos de catedrático o de lira arzobispal,ni los anteojos de rímel disimulando tu limpieza,ni los dedos inexorables señalando los patíbulos,ni el ritmo embrutecedor de los cines y de los automóvilespueden hacerte olvidar el hondo e inmemorial rumorde tu río de sangre,¡nostálgica y solitaria mujer de las calles de cemento!

Yo sé que poetas cobardesde brazos de serpentina desvaíday de palabras de cobre chillóncantanla blancura de sudario de tu cuerpo enyesadoy la elegante mueca de cansancio que enarca tus cejas.

Y sé que hombres invertidos

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-zamuros de frac compartiendo el banquete de tu sexo condimentado-te enseñan la manera de caber dentro de un teléfonoy de amar con palabras hiperestésicas y gestos desfallecidos,sobre las lápidas de linóleumen los cementerios de los pisos altos.Y sé también que aves de mal agüero, desde su centro de tinieblasgraznan y aúllan sobre tilluvias de gritos amenazadoresque azotan la mansa techumbre asustada de tu cuerpo pobre.Por eso en nombre de tu amoryo irrumpo en la quietud atormentada de tu olvidopara decirte que te están asesinando el almacon cuchillos de principios y de fórmula,y que te están llenando el tierno vientre elásticocon coronas de lirio que lloran angelitos muertos antes de nacer.

IIHas perdido el recuerdo de tu cuerpo.¿Dónde está la claridad húmeda de tus deseos y la siempre viva llama de tu recóndita divinidadde labios gruesos y sensitivos y pechos inflamados?Yo te hablo con todas las fibras heridas por tu suplicio.Te robaron la dignidad de tu cuerpo

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y ahora lo hacen girar, con musiquita de relojsobre una mesa de copas finas llenas de cocteles naranjos.Sirve para tapar las fugas indignasy explicar las angustias turbiasy engalanar las solapas de los que suelen exhibirse.

Más allá de tus agoníashusmean las yeguas las grupas de los caballostemblorosos las piernas y el sexo.Y tú, sobre las mesitas llenas de falsa intimidaddeshojas tu flor entre vahos de humo azul y de alcohol.

Gritos oscuros de caras desgarradas y dientes desnudosmuerden tus sábanas de encaje y de hilo;tus ramos de azahares destilan perfumes rojosy bajo tu falda de novia arden y agonizan preguntas solita-rias.

¿Dónde está tu cuerpo escondido a la luz?Hubo pasos penetrantes y conquistadores que al vibrar en el umbral de tu heridate hicieron buscarla con manos ávidas;pero de un cielo olvidado bajarondos palomos negros y sentimentalesque con palabras dulceste cosieron lentamente la herida de vida

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y te amarraron las manos con trenzas de sortijas de platino.Yo estoy aquí, de pie, en tu soledad, preguntándotepor el ritmo milenario de tu cintura abierta.Mil caminos quebrados sembrados de interrogacionesconducen al hijo hasta el umbral de la calle ruidosa.Y es toda una historia de pájaro preso en un grito muertola llegada – inesperada- del que ocupará una cuna antiséptica pedida a los Estados Unidosy el cuarto sin significado entre todos los cuartosdesolados de no estar metidos en el calor de dos cuerpos.

IIISobre los cuerpos domesticados, cilicados, rebeldes,cobardes, nuevos, mordidos, enarcados, suplicantes,se desploman los rascacielos tiesos y duros,y las cruces de cemento, y los ángulos puntiagudos,y los tubos, las astas, los postes, los rieles verticalizados de los trenes y de los tranvías,y las chimeneas cilíndricas de los transatlánticosy de las fábricas,y las calles trepando imposiblemente hacia el sol,y las avenidas con paraguas y gentes sin rostro,y los hombres, los hombres, los hombres, sin tamaño,ciegos, mudos, mancos, paralíticos.Mujeres, boca arriba, reciben el tumulto gritando sus recuerdos oscuros de ríos fecundos

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y sus anhelos frustrados de amor y de maternidad,y los tiernos cuerpos ausentes, desgarrando los vientres,y el dolor de las caricias completas, que no han sido.

El cuerpo arrastrado por caminos empedrados,sube, a borbotones, hasta el alma para aullarsu infinita tristeza y su suplicio civilizado.

¿Dónde está el umbrío rincón cálido de carne aplacadora?¿Y el fuerte tórax cernido sobre la conciencia,como una sombra ancha dulce donde naufragar?¿Y las piernas poderosas del cazador que atraviesa los barrancos de un salto?¿Y la voz viril que cubre la angustia de las grandes perspectivas desoladas?

Mujeres solas, limadas por las intemperies,pulidas por el cepillo de fibras metálicas de las lunas radia-dasestán sobre las calles de cemento,errando, con los senos arrancados y el cuerpo desnudo,cortado por los cuchillos helados del viento,gimiendo un miedo de cavernas antiguaspor un marido de sangre que fuera su hombre.

¡Ah, si no hubiera un inagotable recuerdo de plenitudes

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rebotando sobre los muros de tu cárcel de intelecto!¡Si no estuviera de pie el viejo Dios verde de los ríos pro-fundos,golpeando tu vientre gastado de tanto esperar!Quizá pudieras vagar con quietud por las avenidas de ce-mento, nostálgica mujer…

8 Poemas. Caracas: Impresores Unidos, 1939. 17-20

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Ildemaro Urdaneta

Las obreritas

¿Quiénes son aquéllasde lánguidos talles,grupos de doncellashumildes y bellasque animan las callesal amanecer?

...Son las obreritasque van al taller…

¡Las pobres obreras!Tras las modistillasy las costureras,grupos de chiquillaspasan en cuadrillasa las cigarrerascasas del país;

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Rubias sin herencia,morenas formales,van – bajo los chales limpia su conciencia – tristes o jovialesal telar fabril;

Niñas de ojos tiernosy senos tempranos,así en los inviernoscomo en los veranosmiden con sus manosla honrada labor,en los nacionales

1. Comparar con los argentinos, Portogalo.2. Con Ruiz Pineda, Gonzalo Carnevali, ectétera3. Con Emiliano Hernández 1918

- El feminismo nacional avanza a paso lento. La obrera caraqueña es tan sobria como la inglesa. Virginia Pereira Álvarez triunfa en el Norte y Elena Piñera en Bellas Artes. - “A la hora del alba, nerviosas por la sensación del frío matutino

pasan, al taller de kodas, a la fábrica, al almacén, a la librería; pasan... ...menudas, ágiles, con la inquietud de la puntualidad…” - El retorno, que un cronista estilo Pérez Escrich llamaría “dulces

abejas que regresan a la colmena de los afectos íntimos”.

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- Es movimiento que no obedece a la moda. Pero nuestras mujeres no son cowboys como las yanquis. Ni aviadoras, ni apóstoles de teosofía, ni aspiran a un puesto en la Municipalidad o el Congreso.

- Ver artículo 1934.Campanas que vibran. Caracas: Litografía y Tipografía Vargas, 1925. 35-39

bancos comerciales o tras los cristalesde algún mostrador

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Elías Calixto Pompa

Mis dos cárceles

I

En esta cárcel sombríaSin dichas halagadoras,Ay, cómo pasan las horas!Ay, cómo el tiempo se va!A cada instante una injuria,A cada paso un abrojo,En cada puerta un cerrojoNegro, como mi pesar,Rudo y fieroCarcelero,Vuélveme la libertad!

II

En la cárcel de tu alma

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Versos de K. Listo. Guatire: Editora Gema, 1965. 15

Por mí solo conocida,Qué dulce corre la vida,Celia, sin dolor ni afán:A cada paso un ensueño,Un placer a cada instante,En cada puerta un diamante,En cada sitio un altar.LisonjeraCarcelera,No me libertes jamás!

Cárcel pública,1876

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J.M. Hurtado Machado

Oh, Sultana!

Esta mañana, oh Sultana!Te miré en San Bernardino.Eras un ángel divino,Oh Sultana, esta mañana.

Y desde entonces, de hinojos,tengo ante ti el pensamiento,que no se aparta un momentode tus bellísimos ojos.

¡Si esos ojos, por ventura,Benévolos, ay! me vieran,Cuán dichosos no me hicieranesos ojos de luz pura.

Yo soy tu esclavo, Sultana,mi alma por ti suspira,

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deja que cante mi liratu belleza soberana.

1. Alusión a San Bernardino. Team béisbol.2. Tono de pasodobleLa lira. Año V, Mes II, N° 173. 12 de diciembre de 1908

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