muerte de un naturalista

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MUERTE DE UN NATURALISTA Seamus Heaney Traducción de Margarita Ardanaz Edición bilingüe Editorial Hiperión 1996

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MUERTE DE UN NATURALISTASeamus Heaney

Traduccin de Margarita ArdanazEdicin bilingeEditorial Hiperin1996

Premio Nobel de Literatura, 1995

Para Marie

Nota de la traductoraMuerte de un naturalista, publicado en 1966, es considerado por la crtica como el primer poemario del Premio Nobel de Literatura 1995 Seamus Heaney. Con anterioridad a este libro slo haba publicado Eleven Poems, en 1965, que ha de ser tomado ms como una primeriza y breve recopilacin que como un libro unitario.

Ya desde esta primera entrega muestra Heaney un dominio de las formas y los temas que sin lugar a dudas indica muchas horas de escritura, de correccin y de reflexin, antes de dar a la luz su primera obra.

El libro arranca con un poema paradigmtico, como es "Digging", que se ha antologado y recitado como uno de los ms caractersticos de su autor. En esta obra aparecen los temas que van a ser recurrentes en sus entregas posteriores: los recuerdos de la infancia, la memoria de los ancestros, el poder de la tierra, las faenas del campo y la conciencia social y poltica.

El lenguaje, aparentemente sencillo y concreto, ofrece una extraordinaria dificultad para el traductor, ya que, con frecuencia, utiliza trminos locales y muy precisos, aludiendo a actividades y jergas perfectamente especializadas.

Creo que es de esta forma, como Heaney ha conseguido ser un poeta de aliento universal a la vez que un cantor de su pequeo terruo natal irlands. Heaney habla con propiedad definitiva porque habla de lo que conoce muy bien; habla de lo suyo y con las palabras de su tribu.

Valga, pues, esta traduccin como un intento de ofrecer al lector espaol un acercamiento a un tipo de poesa poco habitual en nuestras latitudes.Quiero dedicar este libro a Amadeo Alez Rojo,generoso maestro, paciente abuelo y padre

M.A.

CAVANDOEntre el pulgar y el ndicela regordeta pluma se acomoda; confortable cual arma.

Y bajo mi ventana, el limpio y spero sonido cuando la pala se hunde en el suelo arenisco: Mi padre est cavando. Lo miro desde arriba.

Hasta que su costado que se esfuerza por entre los macizos de flores se dobla, y se levanta veinte aos atrsagachndose al ritmo de surcos de patatasdonde estaba cavando.

La tosca bota se acunaba en la pala, el mango,rozando con la pierna, se levantaba con firmeza.l arrancaba los brotes altos, y enterraba muy hondo aquel brillante filoPara desparramar patatas nuevas que nosotros asamos encantados con su fresca dureza en nuestras manos.

Dios mo, y cmo manejaba el viejo aquella pala! Exactamente igual que lo haba hecho su padre.

Mi abuelo cortaba ms turba en un daque ningn otro en la turbera de Toner.Una vez le llev leche en una botellacon un descuidado tapn de papel. Se enderez para beberla; luego se inclin de nuevo a la tarea

cortando y rebanando con esmero, arrojando terrones por encima del hombro, ahondando ms y msen busca de la turba buena. Cavando.

El olor fro del mantillo, el chapoteo y el golpede la turba empapada, los secos cortes del filoatravesando las races vivas despiertan en mi cabeza.Yo no tengo una pala con qu seguir a hombres como ellos.

Entre el pulgar y el ndicela regordeta pluma se acomoda. Yo cavar con ella.

MUERTE DE UN NATURALISTATodo el ao la presa de lino se ulceraba en el corazndel pueblo, lino de flor pesada y verde.All se haba podrido, aplastado por enormes terrones.Se coca a diario bajo el sol de justicia.Grgaras delicadas de burbujas, moscardones azulestejan una fuerte gasa de sonido alrededor del olor.Haba liblulas, mariposas moteadas,pero lo mejor de todo era la baba clida y espesade las huevas de rana que crecan como agua coaguladaa la sombra de las orillas. Aqu todas las primaverasyo llenaba tarros de mermelada con los gelatinososgranos y los colocaba en los alfizares de casa,o en los estantes de la escuela, y miraba y esperaba hasta queaquellos puntos engordaban y estallaban en gilesrenacuajos nadadores. La seorita Walls nos explicabaque la rana pap se llamaba rana toroy que croaba, y que la mam ranapona cientos de huevecillos que eran lashuevas de rana. Por las ranas tambin podas predecir el tiempo,pues se ponan amarillas con el sol y marronescon la lluvia.

Luego, un da caluroso, cuando los campos apestaban por las boigas en la hierba, las ranas enfadadas invadieron la charca de lino; me col entre los setos atrado por un tosco croar que no haba odo antes.El aire estaba denso por un coro de bajos.

Justo abajo haba ranas panzudas alertasobre los terrones; sus cuellos fofos se hinchaban como velas. Algunas saltaban;los chapoteos eran obscenas amenazas. Algunas quietas,serenas como granadas de lodo, pedorreaban por sus chatas cabezas. Sent nuseas, me di la vuelta y sal corriendo. Los grandes reyes del lgamose haban reunido all para vengarse, y yo sabaque si hunda la mano, le atraparan las huevas.

EL GRANEROEl maz triturado yaca apilado como migas de marfil o slido como el cemento en sacos de dos asas.La mohosa oscuridad almacenaba una armerade instrumentos de labranza, rejas de arado, arneses.

El suelo era gris ratn, suave, de fro cemento.No haba ventanas, slo dos estrechas vigasde motas doradas, cruzadas, desde los respiraderosen lo alto de cada gablete. La puerta nica impeda las corrientes

durante todo el verano cuando el zinc arda como un horno.El filo de una guadaa, una pala limpia, los dientes de una horca: Objetos lentamente brillantes cuando uno entraba.Despus sentas las telaraas obstruyndote los pulmones

y te escabullas rpidamente al corral soleadoy por las noches, cuando los murcilagos revoloteabansobre las traviesas del sueo, donde brillantes ojos acechaban desde las pilas de grano en las esquinas, fieros, sin pestaear.

La oscuridad engulla como un inmenso techo. Yo era blagopara ser picoteado cuando los pjaros entraban por los respiraderos. Me pona boca abajo para ahuyentar el miedo de arriba.Los sacos de dos asas se acercaban como grandes ratas ciegas.

UN PROGRESO EN EL APRENDIZAJETom el sendero de la orilla (como siempre evitandoel puente). El ro segua su curso flexible, de piel oleosa, reflejando

La imagen de gabletes y cielo.inclinado sobre la barandilla,bien alejado ahora del camino, yo contemplaba los cisnes de quilla ennegrecida.

Algo baboso, brusco y cercanotiznaba el silencio: una rataSurga del lodo ymi garganta enfermaba tan de repente que

Me volva al sendero con un sudor fropero, Dios, otra mordisqueabaen la alejada orilla, trazando sus hmedoscrculos sobre las piedras. Increiblemente entonces

establec una temerosacabeza de puente. Me volv a contemplar con deliberado y estremecido cuidadoal roedor que acababa de desdear.

Ella gir sin rumbo durante un rato, se detuvo, apoyada y brillante,las orejas gachas sobre su prominente crneo, escuchando insidiosamente.

La delgada cola que la segua,el ojo como gota de lluvia, el viejo hocico: Yo tomaba nota de todo.Ella me aleccionaba. Yo la observaba

olvidando cmo sola asustarmecuando sus grises hermanas araaban y se alimentaban detrs del gallinero de nuestro corral,o en las tablas del techo encima de mi cama.

Este terror, fro, de piel hmeda, de pequeas garras, se retiraba por las tuberas del desage.La contempl durante un momento.Luego segu caminando y cruc el puente.

RECOGIDA DE MORASPara Philip HobsbaumA finales de agosto, despus de mucha lluvia y mucho sol, durante toda una semana, las moras maduraban.Al principio slo una, un cuajarn brillante y prpuraentre las dems, rojas, verdes, duras como un nudo.Te comas aqulla y su carne era dulcecomo vino espesado: sangre de verano haba en elladejando manchas en la lengua y ansia paraseguir comiendo. Despus las rojas se oscurecan y aquel deseonos enviaba con frascos de leche, botes de guisantes y tarros de mermeladaadonde las zarzas araaban y la hierba hmeda decoloraba nuestras botas.Alrededor de los campos de heno, de mieses y bancales de patatas caminbamos y recogamos hasta llenar los recipientes,hasta que, cubierto el fondo con las verdes,los botones oscuros ardan en lo altocomo una fuente de ojos. Nos escocan las manospor las picaduras de las zarzas, tenamos las palmas pegajosas como las de Barba Azul.

Almacenbamos las bayas frescas en la vaquera.Pero cuando la tina estaba llena y una tela de mohocolor rata la cubra, nosotros las engullamos en nuestro escondite.Tambin el jugo heda. Una vez fuera del arbustoel fruto fermentaba, la carne dulce se tornaba agria.A m siempre me haca llorar. No era justoque aquellos maravillosos tarros olieran a podrido.Cada ao esperaba que se conservaran, sabiendo que no lo haran.

EL DA DE BATIR LA MANTEQUILLAUna espesa capa de grano spero como caliza bastase endureca gradualmente en la parte alta de las cuatro vasijas, grandes recipientes de barro colocados en la pequea despensa. Tras un caliente proceso de glndula, rumia y ubre,los frescos poros de los cacharros hacan fermentar la leche para el da de la batida, cuando la mantequera era escuradacon panzudos peroles y la incansable paletatintineaba sobre la madera sazonada.Yo me quedaba entonces, purificado, sobre el suelo de baldosas de la cocina.

Salan las cuatro vasijas rebosando su grueso bordede nata, sus blancos interiores, en la estril mantequera.El mango, como un agitador de whisky diseadoen madera de pino, era introducido y la tapa ajustaba.Mi madre era la primera, estableca el ritmoque habra de sonar durante horas. Los brazos dolan.Las manos se llenaban de ampollas. Mejillas y ropas se salpicabande densa leche.

Finalmente los copos dorados comenzaban a bailar. Vertan agua caliente entonces, esterilizaban un cuenco de abeduly pequeas paletas onduladas de mantequilla.Su breve movimiento se avivaba, de repenteun cuajo amarillo daba peso a lo blanco batido,a lo slido ya lo denso, coagulada luz del solque ellos atrapaban, goteando, en un ancho colador de aluminio, amontonado como grava dorada en el cuenco.

La casa ola mal mucho tiempo despus,acre, como una mina de azufre. Las vacas vasijasse alineaban de nuevo a lo largo del muro, la mantequillaen escudillas etiquetadas se apilaba en los estantes de la despensa. y nos movamos en casa con grvida soltura,nuestros cerebros se volvan cristales llenos de lmpidas lecheras, del salpicar y gorgotear de la leche agria,de los golpes de las paletas sobre los grumos hmedos.

LAS PURGAS TEMPRANASTena seis aos cuando vi por primera vez ahogar gatitos. Dan Taggart los echaba, "porqueras minsculas y flacas", en un cubo; un frgil sonido metlico,

suaves pezuas araando como locas. Pero su diminuto estrpito pronto era sofocado. Los pona junto a la espitade la bomba y se dejaba correr el agua.

"No es mejor para ellos as?" deca Dan.Como hmedos guantes flotaban y se hundan hasta que l los trasladaba al estercolero, lustrosos y muertos.

Aterrado, yo remoloneaba triste durante varios daspor el corral, observando los tres restos empapadosque se haban vuelto descoloridos y duros como estircol de verano

hasta que los olvidaba. Pero el miedo volvacuando Dan atrapaba ratas grandes, laceaba conejos, o disparaba a los grajos,o, con un repugnante tirn, apiolaba gallinas.

Sin embargo, el vivir desplaza los falsos sentimientosy, ahora, cuando se ahoga a cachorros que chillan,me encojo simplemente de hombros, "Malditos cachorros". Tiene sentido:

Hablar de "Prevencin de la crueldad" tiene efecto en la ciudad, donde consideran la muerte algo antinatural,pero, en las granjas bien organizadas, hay que atajar las pestes.

APRENDIZMi padre trabajaba con arado tirado por caballos,sus hombros abombados como una tersa, henchida vela entre los mstiles y el surco.Los caballos tiraban ante el chasquido de su lengua.

Un experto. Colocaba las alasy ajustaba brillante la puntiaguda y acerada calza. As el terrn rodaba sin romperse.y sobre el aparejo de la frente, con un nico tirn

De las riendas, el sudoroso tiro daba vuelta y otra vez a la tierra. Sus ojosse estrechaban y angulaban hacia el suelo, haciendo un mapa exacto sobre el surco.

y yo iba a trompicones de su claveteada estela. A veces me caa sobre el pulido suelo;a veces me llevaba a sus espaldasmientras se sumerga y levantaba en su faena.

Yo deseaba ser mayor y arar,cerrar un ojo, y tensar el brazo.Mas todo lo que haca era seguirsu generosa sombra alrededor de aquella granja.

Yo era un estorbo entonces, dando traspis, cayndome, siempre dando alaridos. Pero hoymi padre es el que titubeadetrs de m, y no se marchar.

FOTOGRAFA ANCESTRALMandbulas fuertes y redondeadas como un nabo,los ojos muertos son de estatua y el labio superiorintimida la poderosa boca y la inclina hacia abajo.Un sombrero hongo sugiere al irlands de teatrocuyo aspecto tiene dos partes de desdn y dos de inexpresivo. La cadena del reloj de plata le cie cual argolla.

El to de mi padre, de quien l aprendi el oficio,durante largo tiempo fijado en tintas sepia, comienza a marchitarse y debemos bajarlo. Ahora en la pared del dormitoriodonde l ha estado hay un descolorido parche,como si se hubiera quitado un vendaje de la piel,placa vaca del ascenso y cada de una casa.

Hace veinte aos yo cuidaba ganadoen los rediles o lo mantena contra una tapiahasta que mi padre logr imponer su precioante una multitud de ganaderosque tanteaban lomos, palpaban ubres, aguantaban, dudaban y luego pagaban una ronda para cerrar el trato.

To y sobrino, hace cincuenta aos,apriscaban y cuidaban del ganado incluso los das de feria. Este tonel de hombre estaba confinado en aquel marco:Le veo garboso con su sombrero echado hacia atrssacando los pulgares del chaleco, chasquea los dedoscon decisin, y trato hecho. Te he visto hacer lo mismo, padre,y he observado que te entristecas cuando las ferias concluan. No hay lugar para tratantes si los granjeros comerciarancomo amas de casa en una subasta. Tu bastnestaba colocado detrs de la puerta, y all est todava.Para cerrar este captulo de nuestra crnicame llevo el retrato del to al desvn.

INTERRUPCIN A MITAD DEL TRIMESTREMe pas la maana sentado en la enfermera del colegio contando campanadas que anunciaban el final de las clases. A las dos los vecinos me llevaron a casa.

En el porche encontr a mi padre llorandosiempre se haba tomado los entierros con calmay el grandulln Jim Evans, diciendo que era un golpe muy duro.

El beb se arrullaba y rea y meca en su sillacuando entr, y me sent violentopor los viejos que esperaban de pie para darme la mano

y decirme que "me acompaaban en el sentimiento".Entre murmullos se enteraban los extraos de que yo era el mayor, que estaba estudiando fuera, mientras mi madre me sujetaba la mano

entre las suyas, y suspiraba enojos sin verter una lgrima. A las diez lleg la ambulanciacon el cadver restaado y vendado por las enfermeras.

A la maana siguiente entr en la habitacin. Las campanillas blancas y las velas sosegaban la cabecera; lo veapor primera vez en seis semanas. Ahora ms plido,

tena la amapola de un moretn en la sien izquierda,yaca en la caja de cuatro pies como en su cuna.No haba heridas llamativas, el topetazo haba sido limpio.

Una caja de cuatro pies de largo, una por cada ao.

DISPARO AL AMANECERLas nubes arrastraban su argamasa hmeda, enlucan el albagris. Las piedras sonaban sperassi nos salamos de las traviesas, mas casi siempresilenciosos remontbamos la vadonde el nico vapor era el emitido por las vacasque en sus terraplenes, al otro lado de las cercas,rumiaban, observaban y saban.Los rales dibujaban un ojo de buey en el ojode un puente. Un cuervo desafiabainesperadamente como un ronco centinelay una agachadiza sala disparada ante el reconocimiento.Con botas de goma, con cinturones, tensos como dos paracaidistas,trepamos por la alambrada y camosen un prado de seis acres de retama, aliaga y roco.

Un talud arenoso reforzado con races enroscadasapareca ante uno a doscientas yardas de la senda.Acomodados sobre nuestros vientres, tras una mata de tojos muertos,nuestros hambrientos ojos se iban acostumbrando a la grisura;nos apostamos, enseguida tuvimos los hoyos bajo control.sta era la hura a la que ellos se iban a dirigir enseguida,saltando bajo los helechos en los regueros secos, disparandosus rbitas marrones a travs de aradas y de pastos.

El yeso se adelgazaba en la lnea del cielo, el encalado luca sobre casas y establos,el gallo anunciara el despertaren cuestin de segundosy hubo una entrada repentina desde el claro del extremo.

La mano izquierda de Donnelly se alzy baj sobre mi can. Esta pieza era suya."Por el amor de Dios", escup, "Clmate, habr ms" All estaba el playboy trotando hacia el agujerojunto al fresno, "Se acab el vagabundear"dijo Donnelly y vaci dos cartuchosy le dio.

Otra agachadiza se precipit a la luz,una yegua relinch y sacudi las ancassobre una colina. Los dems no volverantras tres tiros como aquellos. Nos encaminamos charlandohacia la va; los precios eran bajos en aquel tiempoas que no nos molestamos en cortarle la lengua.Los que volvieran cuando el ojeo terminaraseran los primeros en examinarlo.

EN UNA RECOGIDA DE PATATAILa mecnica pala borra el surco,levanta un chaparrn de mantillo y races.Tras ella va un enjambre de labriegos que se agachan y llenan cestos de mimbre. Los dedos se entumecen de fro.

Como cuervos que atacan sembrados negros como cuervos, se extienden desde el extremo al seto;algunas parejas rompen las desiguales filaspara llevar un cesto lleno al hoyo, y se enderezan

por un momento, pero pronto vuelven a tumbospara pescar otra carga del terroso oleaje.Las cabezas se inclinan y los troncos se doblan, las manos buscan con torpezala negra madre. Procesin de encorvados por los campos

se repite inconsciente cual otoo. Siglosde miedo y de homenaje al dios del hambre fortalecen los msculos de sus rodillas humilladas y convierten la tierra en un altar de esa estacin.IIBlanco-pedernal, prpura. Yacen diseminados como henchidos guijarros. Nacidosdel seno negro del terruodonde las patatas de siembra brotaron y cicatrizaron; estos tubrculos nudosos y de ojos rasgados parecen los corazones petrificados de las hileras. Partidos por la pala se muestran blancos cual nata.

La tierra desmigada exuda buen olor.La rugosa corteza del humus eruptanudos de patatas (un nacimiento limpio) cuyo slido tacto, cuyo hmedo interiorpromete sabor de tierra y de races.Para ser apiladas en los hoyos: calaveras vivientes y cegadas.IIICalaveras vivientes, cegadas, balanceadas sobre esqueletos enloquecidosque arrasaron el pas en el cuarenta y cinco, devoraron la raz enferma y murieron.

Las patatas nuevas, sanas como la piedra, se pudran cuando llevabantres das en el largo hoyo de arcilla. Millones se pudrieron con ellas.

Las bocas se apretaban, los ojos moran penosamente, los rostros se helaban como aves desplumadas.En un milln de chozas de mimbrelos picos del hambre despedazaban las entraas.

Un pueblo hambriento desde su nacimiento agarrndose como plantas a la perra tierra fue injertado con terrible dolor.La esperanza se pudri como una mdula.

Las patatas hediondas apestaban la tierra,los pozos se convertan en montculos de pus apestoso; y donde estn los apaadores de patatahueles an la herida purulenta.IVBajo una alegre flotilla de gaviotasel ritmo se amortigua, los trabajadores se detienen. Pan moreno y t les sirven de comidaen pocillos brillantes. Exhaustos

se agolpan en la zanja y los rellenan,agradecidos de romper hambres inmemoriales; despus, tendidos sobre el suelo impo,vierten libaciones de t fro, y desperdigan las cortezas.

PARA EL CAPITN DEL "ELIZA"... los otros, con caras macilentas y ojos atentos ysobresaltados, estaban evidentemente en un avanzado estado de hambre. El oficial inform a Sir James Dombrain ... y Sir James, "de manera inconveniente",escribi Routh, "interfiri".Cecil Woodhm-Smith: La gran hambrunaPatrulla de rutina en la costa oeste de Mayo; al avistaruna barca de remos que se alejaba inusualmente lejos,ms all de la ensenada, yo vir y salud a la tripulacinen galico. Su ritmo se haba debilitado claramentecuando se acercaron, debido a la culpabilidad o a la vergenza, conjeturaba yo, cuando, oh Cristo bendito,vi apilados en el fondo de la barcaseis adultos con las bocas abiertas y los globos de los ojosa punto de estallar como hileras de cebolletas.Seis nufragos en los huesos y de piel plida y seca."Bia, bia,Bia". Entre quejidos y lamentos su desesperacinsuba y bajaba como una bandada de gaviotas hambrientas. Habamos odo de la escasez, pero abordonos mantenan bien con harina y vaca,as que haceos cargo de mis sentimientos y de los de los hombres, que no tenan rdenes de aliviar angustiaspuesto que el alivio estaba disponible en Westportaunque, claramente, estos pobres brutos nunca llegaran.Tuve que rehusar darles comida: maldijeron y aullaroncomo perros que hubieran sido pateados en sus partes.Cuando se acercaron hasta m por estribor(arriesgndose a zozobrar) vi que estabanenfurecidos y sin esperanza. Icy me alej. Cuantos menos incidentes mejor.Al da siguiente, como seis malos olores, aquellas calaveras vivientesiban a la deriva entre la oscuridad de las literas y las trampillas,y una vez en puerto exorcic mi barcoinformando de todo al Inspector General.Sir James, tengo entendido, urgi un socorro gratuitopara las vctimas del hambre en el sector de Westporty se gan una acre reprimenda del buen Whitehall.Que los nativos prosperen por sus propios esfuerzos;el que no sepa nadar que siga y que se hunda."Los Guardacostas con su celo y actividadson un lujo excesivo" fueron sus palabras, creo.

EL ZAHORCortada del seto vivo una vara de avellano en forma de horquilla que l sujetaba firme por los extremos de la V:Rodeando el terreno, persiguiendo el tirndel agua, nervioso, pero profesionalmente

impertrrito. Surgi el tirn agudo como una picadura. La rama se agit con convulsiones precisas,agua de manantial que de repente difundapor una antena verde sus clandestinas emisiones.

Los mirones pedan intentarlo.Les pasaba la rama sin pronunciar palabray se quedaba muerta entre sus manos, hasta que l, impasible, les agarraba por las muecas expectantes. La vara se agitaba.

OBSERVANDO PAVOSUno los observa, uno los contempla;con el pecho azulado en su indiferente morgue, varados y desnudos sobre las fras losas de mrmol con impdica ropa interior de volantes de plumas.

Los rojos costados de vaca retienenalgo de la majestad hedionda de los vivos: Media vaca colgada de un gancho consigue que la carne y la sangre no se ignoren.

Pero un pavo se empequeece con la muerte.Estrale el pescuezo, arrncale las plumas y observa es simplemente otra pobre cosa trinchada,una bolsa de piel engordada con una oscura masa.

Antao se quejaba extravagantementeen una obertura de glugls;se enseoreaba en el fango punteado de garras con el parpadeo gris de su ojo confuciano.

Ahora, mientras paso el triste deslumbramiento de las Navidades, lo encuentro alineado con sus fros escuadrones:El fuselaje est desnudo, las orgullosas a las rotas,el abanico de la cola convertido en un vergonzoso timn.

VACA PREADAParece que se ha tragado un tonel. Desde los cuartos delanteros a las ancas su vientre cuelga como hamaca.

Darle una palmadita afuera de la cuadra es como darle a un saco enorme de simiente. Mi manohormigueaba como si estuviera atada, pero tena que darle una y otra vez yoa los rollizos golpes como una carga de profundidad lejos en sus entraas.

La ubre crece. y los sacos del airede las gaitas all es donde se ceban para despus zanganear en su mugido.El rumiar y la leche, el celo y sus ternerosque siempre van y vienen.

TRUCHACuelga un can de arma grueso, en lo hondo de puentes con arcadas, o resbala como mantequilla por la garganta del ro abajo.

Desde las profundidades, con suave piel de ciruela, su hocico atrapa el blanco;arranca las semillas de hierba y los insectosque desaparecen, torpedeados.

Donde el agua se desenmaraa sobre el lecho de grava, ella salta desde los bajos, enseando su blanco vientre

plano; asaetea como una bala trazadora que retrocede entre las piedras y nunca estalla dentro.Una descarga de sangre fra

baqueteando la corriente.

CASCADAEl torrente se hunde incesante en su propia cada,un remolino de muselina y cristalque resbala hasta un remanso, quebrantando barreras.

Aceleracin simultneay repentina interrupcin; el agua alborotacomo villanos entregados, chillando, a la justicia.

Parece un glaciar atletaque hubiera vuelto sobre sus pasos: es engullido y regurgitado a travs de esta larga garganta.

Mi mirada cabalga arriba y abajo, se precipita con estrepitosas toneladas que babean y salpican,cae, aunque registra el tumulto que as se queda quedo.

ESTIBADORAll, en la esquina, mirando fijamente su bebida.La gorra, cual viga transversal de caballete,la frente, una visera blindada, y mandbula de martillo. El habla encarcelada en el vicio de los labios.

Aquel puo dara un martillazo a un catlico oh, s, ese tipo de cosas podra volver de nuevo; el nico alzacuello romano que l tolerasonre alrededor de su brillante pinta de cerveza.

Los mandamientos de Moiss golpean en su interior como remaches; Dios es un capataz con algunas ideas definidasque ordena la vida en tandas de trabajo y ocio.Una sirena de fbrica anunciar la Resurreccin.

Se sienta, fuerte y romo como una cruz celta,claramente habituado al silencio ya un silln:De noche la mujer y los nios guardarn silencioal portazo en la puerta ya la tos de fumador en el vestbulo.

MUJERES POBRES EN UNA IGLESIA DE CAPITALLas velitas pequeas se derriten en luz, parpadean en mrmol, reflejan luminosos asteriscos en candeleros de latn;en el altar de la Virgen a la derechaarden llamas azules de espasmdicos pabilos.

Las revenidas viejas con las toquillas negrasse hincan de hinojos tiesas, hermticas en sus reclinatorios. Las lenguas de las velas amarillas y fras, y su llama azul cuchichean y brincan como splicas susurradas transformadas en alas hacia su Santo Nombre.

y as todos los das en el lugar sagradose arrodillan. Relicarios dorados, encajes del altar, columnitas de mrmol e imperturbables sombras las silencian. En lo oscuro no es posible trazar una arruga en sus frentes: cera de abejas virgen.

GRAVITACIONESCabalgando all arriba las cometas parecen alinearse a su antojo aunque frenadas por las cuerdas, invisibles y estrictas.La paloma que te abandona de repentese dirige hacia casa, instintivamente fiel.

Los amantes con andanadas de insultos calientesa menudo se cortan la nariz para desfigurar su rostro, afrontan un da sin esperanza, declaran su culpabilidad, para volver a entrar en el nativo puerto de su abrazo.

Mientras encegueca en Pars, para sus escenas, Joyce nombraba las tiendas de la calle O'Connell y en lona, Colmcille* busc sosiegollevando moho irlands junto a sus pies.* Colmcille. Santo irlands que se traslad a la isla de lona, donde fund un monasterio.

DOBLEMENTE TMIDOSCon su bufanda a lo Bardoty zapatos planos de ante para el paseo, se vino conmigo una tardea tomar el aire y charlar amistosamente. Cruzamos el ro tranquiloy cogimos el paseo de la orilla.

El trfico retena su aliento;el cielo, un tenso diafragma:El ocaso colgado como un teln de fondo que se agitaba, donde nadaba un cisne, trmulo como halcnsuspendido en su calma.

Un vaco de necesidadcolapsaba cada corazn cazadorpero trmulamente nos mantuvimos aparte, como halcn y presa, conservamos el decoro clsico, desplegamos nuestra charla con pericia.

Nuestros juvenilianos haban enseado a ambos a esperar, a no exteriorizar el sentimientoy lamentarlo demasiado tardeLos amores tipo hongo yahaban brotado y estallado en odio.

Por ello, cautelosos y excitadoscomo un zorzal enfilado por un halcn, temblbamos en el crepsculo de marzo con nerviosa charla infantil:Las quietas aguas corran profundasa lo largo del paseo de la orilla.

DESPEDIDASeora de la blusa de volantesy una sencilla falda de tartn,desde que te marchaste de la casasu vaco ha heridotodo pensamiento. En tu presenciael tiempo corra suave, ancladosobre una sonrisa; pero tu ausencia rompi el equilibrio del amor, desamarr los das. Pasan y se caena lo largo del calendario,descabalgados del sosegado sonidode tu voz tierna como una flor.La necesidad irrumpe a mi paso;te has ido, yo voy a la deriva.Hasta que t no retomes el mandomi yo est amotinado.

LOS AMANTES DE ARN *Intemporales olas, luminoso cedazo, cristal roto, deslumbradoras se acercaban y penetraban en las rocas; con destellos y desde las Amricas, a escudriar venan,

a poseer a Arn. O fue Arn en su mpetuel que estrech en sus brazos de roca a la marea, la cual cedi en reflujo, con estrpito suave?

Define al mar la tierra o defnela el mar?Cada uno arranca un nuevo sentido al choque de las olas.Y el mar, se abri paso en la tierra hasta lograr la identidad total.*Arn. Famosas islas situadas al oeste de Irlanda.

POEMAPara MaraAmor, yo perfeccionar para ti al nioque diligente se afana en mi cerebrocavando con la pesada pala hasta tener amontonados los terrones o removiendo estircol en un profundo sumidero.

Cada ao sembrara mi jardn de una yarda.Sacara una capa de terrones para construir la tapiaque haba de evitar a los cerdos y las gallinas que picotean. Cada ao, admitidos stos, caeran los terrones.

O en los cuajos de lodo salpicaraencantado y embalsara el desage que fluye, mas siempre mis bastiones de argamasa y arcilla reventaran ante las lluvias del otoo.

Amor, t perfeccionars para m a este niocuyos pequeos e imperfectos lmites seguiran rompindose: En estos nuevos lmites ahora, pon en orden el mundodentro de estas paredes, en nuestro anillo de oro.

VUELO DE LUNA DE MIELAbajo, remiendos de tierra, oscuros bordes de setos, las largas y grises cintas de caminos que atan y sueltan pueblos y campos en azaroso maridaje:Viramos por encima de la pequea ra y de la granja

y el seguro y verde mundo se pone patas arriba cuando perdemos de vista nuestro paisaje familiar.Los ruidos de los motores cambian. T me miras.La lnea de la costa desaparece bajo el extremo del ala

y lanzados fuera de la tierra por la fuerza del fuego. Colgamos, milagrosamente, sobre el agua, dependientes del invisible aireque nos mantiene arriba y nos lleva ms lejos.

Delante de nosotros, el cielo es un giser ahora.Una voz tranquila habla de nubes, aunque nosotros nos sentimos perdidos.Bolsas de aire avivan nuestros temores, y nos vamos abajo.Los viajeros, llegados a este punto, tan slo pueden confiar.

ANDAMIOSLos albailes, al comenzar un edificio,tienen mucho cuidado de probar los andamios;

se aseguran de que en los puntos clave no se deslizarn las tablas, aseguran todas las escaleras, aprietan las juntas de tornillo.

Y, sin embargo, todo se viene abajo cuando la obra est acabada, dejando al descubierto muros seguros de piedra resistente.

As que, querida, si a veces viejos puentes parecen romperse entre t y yo

no temas. Podemos dejar que los andamios caigan, seguros de que hemos construido nuestro muro.

TORMENTA EN LA ISLAEstamos preparados: construimos nuestras casas achatadas, hundimos nuestras muros en la roca y los techamos con buena pizarra.Esta agotada tierra nunca nos ha dado problemascon el heno, as que, como veis, no hay hacinasni almiares que puedan perderse. Tampoco hay rbolesque pudieran servir de compaa cuando arreciael vendaval: ya sabis lo que quiero decirhojas y ramas levantan un coro trgico en la galernade modo que prestas odos a lo que temesolvidando que zarandea tambin tu casa.Pero no hay rboles ni refugio natural.Podras pensar que el mar hace compaa,explotando cmodamente en los acantilados,pero no: cuando comienza, el oleaje alcanzaa las mismsimas ventanas, escupe como un gato mansoque se hubiera vuelto salvaje. Simplemente nos sentamos juntos mientras el viento rugey machaca invisiblemente. El espacio es un bombardeo,somos atacados por el aire vaco.Extrao; es una enorme nada lo que tememos.

SYNGE* SOBRE ARNEl salitre del mar aguzalas cuchillas de los cuatro vientos. Ellos barren los limitados acres de roca, mondanla cscara del arrugado suelo; ngulos se cincelan en los acantilados.

Tambin a los isleos les gusta la escultura. Notadel fruncido entrecejo, la bocatallada como ncora invertiday la cabeza repulidallena de ahogos.

Por all viene ahora, con una dura pluma agitndose en su cabeza;la punta pulida en el viento salado y hundida en el mar plaidero.*Synge. Dramaturgo irlands, John Millington Synge (1871-1909) Autor, entre otras obras, de The Aran Islands (1907)

SAN FRANCISCO y LOS PJAROSCuando Francisco predicaba el amor a los pjaros, lo escuchaban, aleteaban, gorjeabanhacia el cielo azul, como bandada de palabras

Liberadas por broma de sus labios de santo.Luego volvan revoloteando, zumbando alrededor de su cabeza; hacan piruetas sobre las capas de los hermanos,

bailaban sobre el ala, por puro gozo ya tocaban y cantaban, levantaban el vuelo como imgenes. Tal fue el mejor poema de Francisco,

Su argumento, sincero, y su tono tan leve.

EN PEQUEAS PARCELASPara Colin MiddletonEn pequeas parcelas su cua de cerda separar el granito de la arcillahasta que el cristal en la roca quede exento; cepillos empapados afilan un bordeen el azul de la montaa y el gris del brezo. Hallazgos contemplados de piedra contratada.

El espectro explota, luminosa granada,cuando l suelta el enganche de seguridadsobre el roco matutino, sobre la nube, sobre la lluvia. Las luces fragmentadas cercenan cual azadaque limpia la tierra de ronchas y de tamo,y la deja monda como hueso, cruel como el dolor

Que estremece en un salvaje ataque al corazn. Sus ojos abultados, de lentes avaras, queman esta tierra desnuda y calva, con blanco y rojo, la incineran hasta que queda negray brillante como una pira funeraria:Se enfra un mundo nuevo fuera de su cabeza.

LOS CANTANTES FOLKPalabras recurrentes en el tiempo, acoplando cada cancin gastadaa surcos de nueva armona,pulsan tersas cuerdas y mecenel equilibrio de un corazn entristecido.

Pasin cautiva, perlada en la tmidavalva de un amor campesinoe interpretada en tono quebradizo,parece viva ahora, adopta la posede cualquier rstico recin llegado a la luminosa ciudad.

Su toma pregravada se venderdiez mil veces: el plido amorcoloreado para la calle. Su tarareorestaa los corazones solitarios. El filo de la muerte se estraga en su narcotizante rasgueo.

A MODO DE JUEGOA travs del cristal las columnas de luz distinguen en cada pupitre tapones de botellas de leche, pajas y cortezas revenidas.La msica compite en desafomezclando memoria y deseo con polvo de tiza.

Mis notas de clase dicen: El profesor tocar el concierto Nmero Cinco de Beethoveny la clase se expresar librementepor escrito. Uno dijo Podemos bailar?

cuando saqu el disco, pero ahorael volumen los ha silenciado. Ms altoy ms firme, cada autoritaria notahincha la clase, tensa como un neumtico,

produciendo su encanto particular detrs de ojosque miran abiertamente. Se han olvidado de mpor una vez. Las plumas estn ocupadas, las lenguas imitan sus desatinados abrazos de la palabra

libre. Un silencio cargado de dulzurairrumpe en los rostros perdidos donde yo percibomiradas nuevas. Luego las notas se estiran como aagazas. Ellos viajanpara caer en s mismos sin saberlo.

HELICN* PERSONALPara Michael LongleyDe nio, no me podan alejar de los pozosni de las viejas bombas con sus baldes y poleas. Me encantaba el oscuro vaco, el cielo atrapado, el olor a algas, a hongos ya hmedo musgo.

Haba uno en un ladrillar con una tapa de madera podrida. Yo saboreaba el sorprendente estrpito cuando un cubo caa a plomo en el extremo de la cuerda.Tan profundo que no se vean reflejos.

Otro, poco profundo, bajo una zanja de piedra seca fructificaba como cualquier acuario.Al arrancar largas races del blando vegetaluna cara blanca flotaba sobre el fondo.

Otros tenan eco y devolvan tus llamadascon nueva y limpia msica. Y unoasustaba, pues entre los helechos y las dedaleras una rata cruzaba mi reflejo.

Ahora, fisgonear en las races, manosear el limo, contemplar todo ojos cual Narciso en la fuente sobrepasa la dignidad adulta. Rimopara verme a m mismo arrancar ecos a la oscuridad.* Helicn. Monte situado en Beocia y que algunos identifican con el Parnaso.