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Movimientos sociales, comunicaci ó n y cambio social Lázaro M. Bacallao Pino Cubano, Licenciado en Comunicación Social (2003) y Master en Ciencias de la Comunicación (2006), por la Universidad de La Habana. Profesor asistente y coordinador de la Disciplina “Problemas conceptuales del periodismo”, en el Departamento de Periodismo de la Facultad de Comunicación, Universidad de La Habana. Actualmente, becario doctoral en la Universidad de Zaragoza, España. [email protected] Resumen A partir de una indagación en determinadas características de los actuales movimientos sociales, el artículo presenta un análisis de las posibles consecuencias negativas de un cierto “determinismo comunicacionista” en sus prácticas y estructuras, y ofrece una perspectiva que permita trascender estas posiciones, y lograr una armónica inserción de las dimensión comunicativa en procesos de cambio social. Palabras clave: Estructura, Determinismo, Cambio, Sociedad, Comunicación Resumo A partir de um inquérito sobre certas características dos movimentos sociais atuais, o artigo apresenta uma análise das possíveis consequências negativas de um certo “determinismo comunicação” em suas práticas e estruturas, e oferece uma perspectiva que permite ultrapassar estas posições, e alcançar uma integração harmoniosa da dimensão comunicativa nos processos de mudança social. Palabras chave: Estrutura, determinismo, mudança, sociedade, Comunicação Abstract Beginning from an analysis of some characteristics of social movements, this article aims to analyze the possible negative consequences of certain “communication determinism” on social movementsʼ actions and structures. It also aims to present a point of view that would allow avoiding these positions, and then to consider communication in relation with all the other dimensions of the social change processes. Key words: Structure, Determinism, Change, Society, Communication 29 AÑO 13, N º 17, 2 do SEMESTRE 2008

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Movimientos sociales, comunicación y cambiosocial

Lázaro M. Bacallao Pino

Cubano, Licenciado en Comunicación Social (2003) y Master en Ciencias de la Comunicación (2006), por la Universidad de La Habana. Profesorasistente y coordinador de la Disciplina “Problemas conceptuales del periodismo”, en el Departamento de Periodismo de la Facultad de Comunicación,

Universidad de La Habana. Actualmente, becario doctoral en la Universidad de Zaragoza, España.

[email protected]

ResumenA partir de una indagación en determinadas características de los actuales movimientos sociales, el artículopresenta un análisis de las posibles consecuencias negativas de un cierto “determinismo comunicacionista” ensus prácticas y estructuras, y ofrece una perspectiva que permita trascender estas posiciones, y lograr unaarmónica inserción de las dimensión comunicativa en procesos de cambio social.

Palabras clave: Estructura, Determinismo, Cambio, Sociedad, Comunicación

ResumoA partir de um inquérito sobre certas características dos movimentos sociais atuais, o artigo apresenta umaanálise das possíveis consequências negativas de um certo “determinismo comunicação” em suas práticas eestruturas, e oferece uma perspectiva que permite ultrapassar estas posições, e alcançar uma integraçãoharmoniosa da dimensão comunicativa nos processos de mudança social.

Palabras chave: Estrutura, determinismo, mudança, sociedade, Comunicação

AbstractBeginning from an analysis of some characteristics of social movements, this article aims to analyze the possiblenegative consequences of certain “communication determinism” on social movementsʼ actions and structures. Italso aims to present a point of view that would allow avoiding these positions, and then to consider communicationin relation with all the other dimensions of the social change processes.

Key words: Structure, Determinism, Change, Society, Communication

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Los análisis de las interrelaciones entre locomunicativo y el resto de las dimensiones sociales,ha atravesado una cronología de movimientospendulares entre las sobrevaloraciones deterministasy las subestimaciones de su espesor en el entramadode las relaciones y vínculos sociales. Estastergiversaciones han tenido diversas causas, perosiempre han estado ligadas al largo debate, que datade los orígenes mismos de la filosofía, en torno allugar de las subjetividades en los procesos societalesy la historia humana. La ubicación de lo comunicativo,de manera esencial, en ese espacio que – a partir dela frase marxiana- se ha dado en llamar lasuperestructura, ha marcado las aproximacionesteóricas a lo comunicativo y su encargo socio-histórico.

De una parte, los menosprecios acerca de losuperestructural en los procesos de transformaciónsocial –a favor de las dimensiones económicas, esdecir, estructurales-, han marcado a ciertasperspectivas de las teorías sociales, derivando haciaun economicismo chato y descomplejizante. Si bienen la obra de los fundadores del marxismo, semanifiesta una tendencia a centrarse en lo estructural–ante la necesidad de oponerse a, y mostrar lainvalidez de, las posturas idealistas-; estas posicioneseconomicistas obviaron que, como aclarara el propioEngels, aunque “el factor que en última instanciadetermina la historia es la producción y lareproducción de la vida real”, sería una tergiversaciónpretender que “el factor económico es el únicodeterminante, [pues esto] convertirá aquella tesis enuna frase vacua, abstracta, absurda. La situacióneconómica es la base, pero los diversos factores de lasuperestructura que sobre ella se levanta (…) ejercentambién su influencia sobre el curso de las luchashistóricas y determinan, predominantemente enmuchos casos, su forma. Es un juego mutuo deacciones y reacciones entre todos estos factores (…)”(ENGELS 1969: 748, 749).

De otra parte, las conexiones entre lo comunicativo ylo político -y una visión de este último cosificada,ligada a “el poder” y “el Estado”, así como a unasformas determinadas de manifestación yorganización: los partidos-, ha contribuido a ciertosenfoques omnipotentes de la comunicación –enparticular en su nivel masivo. Igualmente, los vínculosde la comunicación masiva a las técnicas, hacoadyuvado a análisis marcados por un determinismotecnologicista –también presente en ciertasperspectivas del cambio social-, el cual refuerza unaimagen todopoderosa de aquella, hasta llegarse ahablar de una tiranía y una violencia comunicativa.

Los enlaces que se agregan, con lallegada de las más recientestecnologías de la información y lacomunicación (TICs), y el crecienteatractivo económico de la industriamediática, encuentran eco en unarenovación –no exenta deargumentos y ejemplos, como lasmegafusiones en el sector- de estospuntos de vista totalitarios sobre locomunicativo.

Por ello, deslindar –hasta donde seaposible- el lugar y espesor de locomunicativo en los procesossociales –y, por ende, en el cambiosocial-, resulta una de lascondiciones de posibilidad de unpensamiento crítico que acompañe,como momento imprescindible, lapraxis transformadora de estosactores sociales emergentes. Aquíradica uno de los principales desafíosque presenta el actual movimientosocial mundial.1

Ante una realidad en que lasconexiones de la comunicación conlos procesos de dominación globaladquieren un mayor significado, apartir de su colonización por laracionalidad económica, aquella sepresenta como espacio central en laemancipación. La visibilidadinherente a la comunicación haceque devenga escenificaciónprivilegiada de esta opresión, y lamejor expresión de un dominio cuyoeje central es precisamente launidimensionalidad del pensamiento–es decir, la pretensión delestablecimiento de un grupo depostulados únicos, en torno a losvalores, características y objetivosgenerales asociados al proyectocivilizatorio capitalista, que resultenfuncionales a este, se anclen en lasprácticas cotidianas de los sujetos, yexcluyan de facto toda posibilidad degestación de un ideario contrario almismo.

Incluso, se ha llegado a afirmar, enlos análisis de las sociedadescontemporáneas, que las “batallas

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culturales” – que se libranprincipalmente en y por los medios decomunicación - son “las batallas delpoder en la era de la información”(CASTELLS 1999: 382). Talesposturas, sin embargo, puedenderivar, en su grado extremo, haciaun determinismo culturalista, alconsiderar la cultura como fuente depoder, a este como fuente de capital,y “ubicar” las relaciones de poder (yel poder mismo) exclusivamente en“las redes de intercambio deinformación y manipulación desímbolos, que relacionan a losactores sociales, las instituciones ylos movimientos culturales, a travésde iconos, portavoces yamplificadores intelectua -les” (ÍDEM).

Ciertamente, unaperspectiva compleja delejercicio del poder implicaanalizarlo, como proponela perspectivagramsciana (Cf. ACANDA2002), en tanto quecontrol cultural; ellosupone que el cambio nodeben ser pensado soloen términos de “asalto alpoder” y ataque de suscentros de violencia, sinotambién en tanto cuestiónde sentidos, delegitimación de unaideología o visión delmundo, a partir de un conjunto devalores sociales y normas, así comode “una ʻmísticaʼ o ʻreligión popularʼ(...) que vincule a los dirigentes y alos dirigidos” (GONZÁLEZCASANOVA 1984: 18). Por tanto, lasinstituciones dadoras de sentidoresultan un soporte esencial en losprocesos de “ejercicio normal” –aclaración importante, consideramos– de la hegemonía (GRAMSCI 1997:134). Entre estas instituciones, tienenparticular peso los llamados órganosde la opinión pública – entendidacomo “el contenido político de lavoluntad política pública que podríaser discordante” (ÍDEM: 151), el

punto de contacto entre la sociedad civil y la sociedadpolítica, entre el consenso y la fuerza.

Sin embargo, aun cuando los procesos hegemónicosimplican “no solo objetivos económicos y políticosunificados sino también una unicidad intelectual ymoral, no solo a corto plazo sino a largo plazo”(GONZÁLEZ CASANOVA 1984: 18), ello no significauna subvaloración de los procesos estructurales,pues si bien la hegemonía “es ético-política, no puededejar de ser también económica, no puede menosque estar basada en la función decisiva que el grupodirigente ejerce en el núcleo rector de la actividadeconómica” (Gramsci, en ACANDA 2002: 275). Lapertinencia y necesidad de esta perspectiva deanálisis, radica en su incongruencia con una visióncomunicacionista de la dominación y, en oposición, dela liberación. Este punto de vista, que ha hallado

asidero en algunas posturas de –yteorizaciones sobre- los movimientossociales, encuentra su orígenes en ciertosenfoques sobre los procesos de cambiosocial que han marcado a estasorganizaciones y sus prácticas.

Los (nuevos) movimientos sociales:una visión del poder y la comunicación

La génesis de los llamados nuevosmovimientos sociales, generalmenteubicada en la década de los 60 del pasadosiglo, se suele considerar punto que marcala desilusión y pérdida de confianza conrespecto a los dos tipos específicos de“movimientos antisistémicos” que, desdela segunda mitad del siglo XIX, habían

protagonizado la oposición al capitalismo: losmovimientos “sociales” (básicamente, partidossocialistas y sindicatos) y los movimientos“nacionales” (aquellos que, por diversos motivos,combatían por la creación de un Estado) (Cf.WALLERSTEIN 2003, 2004). Esta decepción tenía sucorrelato y argumento central en las insuficiencias enel segundo momento de la estrategia revolucionaria“en dos pasos” seguida por aquellos, sintetizada endos etapas: 1) tomar el poder, para luego 2)transformar el mundo. La confirmación de lasdeficiencias (el fracaso, para muchos) de este modelode “camino a seguir” en el denominado período detransición, llegaría con la debacle realsocialista de laúltima década del siglo XX.

Esta pérdida de la creencia en el Estado comomecanismo de transformación y la condena de la

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... pertinencia ynecesidad de esta

perspectiva deanálisis, radica ensu incongruencia

con una visióncomunicacionista

de la dominación y,en oposición, de la

liberación.

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“vieja izquierda” por este motivo, habría marcado,asimismo, un giro en las reivindicacionesrevolucionarias tradicionales, que apuntarían en losmovimientos sociales al cuestionamiento de lasformas y límites del poder, sin que ello significara lapretensión de “tomarlo” – el objetivo era “cambiar lavida” -, dado que el acceso a las institucionesestatales se consideraba cooptador del movimiento, yla construcción de un nuevo Estado revolucionariocomo su perversión (Cf. SERVAN-SCHREIBER 1968;DE VILLENA 1975). Este planteamiento antiestatal ono-estatal, se mantendría como rasgo disponible paralos intentos posteriores en la búsqueda de unmovimiento antisistémico de un tipo “mejor”, desdelos distintos maoísmos y los nuevos movimientosecologistas, feministas o pacifistas, hasta losmovimientos contrarios a la globalización capitalistaneoliberal (Cf. WALLERSTEIN 2003).

Junto a esta postura acerca de “lo estatal”, tambiénserían herencias de las protestas de los ʻ60: lanegación de un modelo revolucionario que incluyauna “vanguardia”, en tanto esta se considera territoriopara la incubación de una nueva clase dominante: laburocracia; un carácter fundamentalmente libertario,su arista anárquica y su condición utópica (en suacepción tergiversada de hecho o circunstanciaimposible); el desmarcamiento de la política dederecha/izquierda de la era industrial y su acentuadaseparación del movimiento obrero tradicional. Todosestos presupuestos, encuentran su articulación en laaspiración, característica de muchos de losmovimientos sociales, de devenir espacios degestación de un anti-poder o contrapoder, de cuyamano llegaría el cambio social de largo aliento,gestado en el espacio-dentro de estos, en su realidadinterior y cotidianidad, lejos de la mirada estatal (Cf.ZIBECHI 2004).

Por tanto, resulta pertinente y necesario, indagar enlas conexiones entre estos principios asumidos, confrecuencia, por los movimientos sociales, y el lugarque se otorga a la dimensión comunicativa en susestructuras y dinámicas. El mayor obstáculo para elloradica en que el análisis del aspecto mediático en lasdistintas conceptualizaciones acerca de estasorganizaciones, ha sido “pseudo-teorizado y pseudo-investigado” (KAVADA 2005: 73). Un repaso de lasdistintas teorías que intentan explicar el surgimientode los movimientos sociales –perspectiva de lasexplicaciones globales, enfoque del proceso político ola estructura de oportunidades políticas, teoría de laprivación relativa, teoría de la movilización derecursos-, confirma la ausencia de un examen yconsideración sustancial en torno a esta dimensión

comunicativa y su articulaciónproblémica con el resto de lasmediaciones y relaciones que tejen elentramado de la socialidad.

Contradictoriamente con estacarencia conceptual, la articulaciónde una “agenda social encomunicación” (BURCH 2003) seconsidera aspecto imprescindible enlos planteos de sus objetivos ydemandas de los movimientossociales. Durante la primera ysegunda ediciones del Foro SocialMundial (FSM), la democratizaciónde las comunicaciones se incluyódentro del eje temático “La afirmaciónde la sociedad civil y los espaciospúblicos”; y en el III FSM, el tema“Medios, cultura y contra-hegemonía”, ya fue incluido comouno de los cinco ejes temáticos aanalizar.

De hecho, el propio FSM resultaesencialmente comunicativo, aldefinirse en su Declaración dePrincipios como “un espacio abiertode encuentro” para la reflexión, eldebate y la elaboración depropuestas, “de entidades ymovimientos de la sociedad civil quese oponen al neoliberalismo y aldominio del mundo por el capital ypor cualquier forma de imperialismo”,un evento abierto al pluralismo,diversificado, no convencional, nogubernamental y no partidario. Supropósito es la construcción de unmovimiento internacional aglutinantede alternativas al neoliberalismo y enpro de un nuevo orden social, quepropicie la articulación yconvergencia de propuestasmúltiples y diversas, pero sinpretender convertirse una instanciade representación de la sociedad civilmundial, ni tener carácter deliberativo– es decir, que no se constituye eninstancia de poder.

Las conexiones entre las posturasrespecto a “el poder” y a “lo político”,y el lugar esencial que se otorga a locomunicativo por los movimientos

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sociales, deben ser analizadas ensus múltiples implicaciones yconsecuencias, así como a la luz deunas conceptualizaciones acerca delos vínculos entre comunicación yprocesos de desarrollo/cambio social,que muchas veces terminaron envisiones instrumentalistas de aquella,a partir de la perspectiva yconcepción de “desarrollo” que seasumía como referente y meta aalcanzar. Asimismo, han deconsiderarse las ya mencionadasvisiones sobre el propio poder de lacomunicación –ligadas, en lamodernidad capitalista, a los análisissobre la prensa y los mass media–,que han estado marcadas por unapertinaz tendencia avalorar comoomnipotentes a losmedios –recordemos lospostulados de la TeoríaHipodérmica, o ladifundida y profundamen -te aceptada Teoría delCuarto Poder, integrada ala cultura política a talpunto que ha devenidolugar común que operaactivamente en elhorizonte conceptual ypráctico de lainformación, aun cuandose maneje sin demasiadaexactitud (Cf. SORIA1994).

A estos tradicionales presupuestosconceptuales, se agrega la renovadadimensión cultural –y, por ende,comunicativa- de los procesosdominadores del capitalismocontemporáneo, en particular susestrategias neoliberal y neoimperial(Cf. ANDERSON 2004), así como lacreciente colonización de lomediático por la racionalidadeconómica (comercialización ymercantilización de la comunicación),y su ensamblaje cada vez mayor conlas dinámicas hegemónicas de laeconomía global, especialmentefinancieras, TICs mediante.

Posibles distorsiones y desafíos de la dimensióncomunicativa en los movimientos sociales

Pero ese real incremento del espesor de locomunicativo en el entramado de los procesos dedominación, a la luz de la inherente visibilidad de estadimensión social y la habitual penumbra que hacaracterizado a otros campos de construcción dehegemonía –como el económico, cuyos términos,estructuras y mecanismos de funcionamiento, a másde intrínsecamente complejos y de difícil comprensiónpara los no expertos, han sido tradicionalmenteoscurecidos por el propio sistema capitalista, con elpropósito de dificultar su deconstrucción analítica,fundamento ineludible de cualquier empeñoantagónico-, pudieran resultar en unsobredimensionamiento del encargo comunicativo enlos mecanismos de la opresión.

Si a ello se agrega que la ideologíadominante neoliberal tiene su núcleofundamental en la proclamación del fin delas ideologías y de la historia –lo cual laconvierte, “oficialmente”, en el únicodiscurso y pensamiento posible-, entoncesuna de las necesidades esenciales(sentida a veces como la más importante)de toda cosmovisión del mundoalternativa, radica en lograr su propiavisibilidad –lo cual implica demostrar suexistencia misma, a la par que la falsedadde la condición única de aquella doctrina-como recurso de legitimidad inicial.

Pero si bien la concentración mediáticaglobal impide el acceso a los grandesmedios de aquellos discursos yrepresentaciones de la realidad disidentes

con respecto al orden hegemónico, este cometido dela dimensión comunicativa, ligado a la visibilidad, noresultaría el más complejo para los movimientossociales. Habría otros encargos de la comunicacióncuya solución de continuidad representan un mayordesafío, dada su vinculación con el logro de objetivosque devienen cuestiones imprescindibles para lapropia supervivencia y crecimiento de estasagrupaciones; a saber: la gestación de prácticas yestructuras democráticas, así como la generación dearticulaciones en los distintos niveles, desde lo localhasta lo global.

Ahora bien, el particular énfasis que, de formageneral, se hace en esta funcionalidad visibilizadorade los espacios de comunicación –al extremo que, enocasiones, muchas acciones suelen terminar en el

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espectáculo de la rebeldía-, no solo debe analizarse apartir de las condiciones externas mencionadas, sinoque además está asociada a aquella posición “anti-estatal” y “anti-partidista” asumida como marcaidentitaria por muchos de ellos. Recordemos que estapostura tiene su expresión teórica más conocida en lanoción de “cambiar el mundo sin tomar el poder”,propuesta por John Holloway (Cf. DEL ROJO 2004)justamente a partir de su indagación yconceptualizaciones sobre una experienciaparticularmente comunicativa: el zapatismo.

Un proyecto otro, que se propone emerger enespacios sociales distintos al estatal –estructuraprincipal del espacio público en la sociedad modernacapitalista-, implica la necesidad de unos recursos yestrategias de visibilidad particulares, otras, quepermitan dar testimonio social de su presencia yposibiliten su expansión hacia otras áreas y grupossociales. En buena medida, la renuncia al poderestatal (y a sus dinámicas visibilizantes) se intentaríasuplir con el poder comunicativo –esencialmente, ensu cualidad visibilizadora de la acción y el proyecto deestos actores sociales.

Claro que esta funcionalidad visibilizadora está ligada,de forma inherente, al desarrollo de procesos dearticulación inter-movimientos –en tanto aquellaresulta una de las condiciones para estos-, pero setrata de establecer la distinción entre una visibilidadarticulante y una articulación visibilizadora, y de pasarde la primera a la segunda. En la medida que serealice este tránsito, se ganará en preeminencia de laarticulación sobre la visibilización, y se avanzará en lasuperación de una perspectiva relacional de“funcionalidad externa” entre comunicación ymovimientos sociales, a la cual se ha llegado debido,en principio, a dos motivos:

a) el “sentimiento excluyente” que se les atribuye (Cf.MURO y CANTO 1991), dado que elaboran suproyecto en función de sus actores específicos y,en consecuencia, no se trata de proyectosglobalizantes para toda la sociedad; y

b) su carácter público, definido a partir de sucaracterística común de haber vuelto visibles a unconjunto de actores sociales en la escena pública,por lo que, una de las cuestiones de fondo en sunaturaleza es “el conflicto por las representacioneslegítimas de los sentidos sociales de la vida y elmonopolio sobre el espacio público” (REGUILLO1994: 81).

Un punto de vista de “funcionalidad interna”–complemento de aquella “exterior”-, pasa, de

manera intrínseca, por una inserciónarmónica de lo comunicativo enprocesos de democratización yestablecimiento de relaciones depoder participativas, como parte deuna nueva socialidad. No se trata de“reinventar” solo otra comunicación,sino todo un proyecto civilizatorioalternativo -desde la economía, lapolítica, la cultura, la ética, laeducación; es decir, todos loscampos sociales.

Asumir una centralidad de lacomunicación en las prácticas de losmovimientos sociales, hasta elextremo de anular o disminuir otrasesferas de la actuación cotidiana,puede conducir a una tergiversaciónsobre las capacidades de cambiosocial de las acciones comunicativas–lo cual nos remite a la conocidateoría habermasiana, cuyos límiteshan sido criticados precisamentedebido a su “escamoteo” del resto delas dimensiones sociales como parte,y escenarios, de los procesos detransformación emancipatoria. Porsupuesto que el cambio del mundo yde las representaciones del mundo,deben ser dos procesos necesaria eineludiblemente paralelos einterrelacionados –recordemos losllamados de los fundadores delmarxismo a que la revoluciónrenombrara las cosas; o los certerosanálisis de Michael Foucault acercade las conexiones entre saber ypoder-, pero la sola inversión delsegundo, no implica directa einmediatamente la del primero. Lapraxis revolucionaria –en tanto queconvergencia de la transformación dela realidad y del propio hombre, esdecir, del sujeto transformador (Cf.MARX 1969)-, supone la imbricaciónde aquellos dos momentos.

Conclusión: hacia una integracióncompleja de lo comunicativo en lasprácticas de los movimientossociales

Trascender los determinismoscomunicacionistas que se han

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instalado en ciertos movimientossociales –y teorizaciones sobre ellos-, resulta imprescindible para arribar auna perspectiva que tome en cuentatanto a la comunicación en sí misma,como a la comunicación para y comoparte de qué –sin que esto signifiqueun retorno a ciertas lecturasfuncionalistas e instrumentales de locomunicativo al interior de lo social.Este posicionamiento, estaría encorrespondencia con una ubicacióncompleja de lo comunicativo comomediación de procesos igualmentetan problémicos como la articulaciónrespetuosa de la diversidad–asumida como marca de identidadpor los movimientos sociales, y unade sus principalesfortalezas-, o laconfiguración de nuevasformas organizativas yestructuras distintas a lasfórmulas implantadascomo receta de “partidopolítico” en ciertasizquierdas del siglo XX–signadas por elcentralismo verticalista yla burocracia-, pero queno nieguen “lo político”,situándolo comoantagónico eirreconciliable con “losocial”.

La superación de estasestrechas visiones -críticamente analizadas desde lapropia izquierda, dadas sus posiblesderivaciones funcionalidades a ladominación, y su probableconsecuencia, en el largo plazo, enuna condena del movimiento social así mismo a la irrelevancia (Cf.BORÓN 2004)-, pasaría por unanueva visión y espacio para lopolítico, que debe contemplar elelemento clave de lo público,desplazando así la polarizaciónestatal/privado y quebrando ladualidad Estado/sociedad civil, paracomprender la política como “unespacio de acumulación de fuerzassociales, culturales y directamente

políticas” (SADER 2001). Es decir, se trata derecuperar la perspectiva gramsciana de lo político, entanto labor de estructuración y desarrollo de lahegemonía de una clase sobre la sociedad, queincluye a lo cultural e identitario como una de susdimensiones esenciales (Cf. ACANDA 2002).

Este punto de vista, ofrece el soporte para unaubicación contextualizada de lo comunicativo alinterior de los procesos de cambio social que, si bienencuentran asidero en prácticas no vinculadasdirectamente a las estructuras estatales, tampocopueden considerarse totalmentedesligadas/desancladas del resto de la socialidad,incluido lo estatal-político. Y es que una de las“puertas de entrada” – quizás la más susceptible dederivar en posiciones instrumentales y mecanicistas –de la comunicación a las dinámicas de los

movimientos sociales, deriva, en buenamedida, de aquella concepción que igualade forma inexorable lo político adeterminadas estructuras partidistasjerárquicas, no participativas,centralizadas y lastrantes de lademocracia.

En el propósito de lograr una dinámicaparticipativa real – y de concebirestructuras “inherentemente” participativas-, se suelen asumir formas organizativasbastante simples, cuya funcióncohesionadora es sustituida por lapresencia de solidaridades fuertes (Cf.MURO y CANTO 1991: 11-12).Considerada elementocohesionador/democratizante, seestablece una relación directamenteproporcional entre comunicación

participativa y democracia, pero muchas veces desdeuna visión que se sustenta sobre la condicióntecnológica de la primera –rozando ciertoneodeterminismo tecnológico asociado a las TICs, eigualando interactividad (una cuestión tecnológica) yparticipación (de naturaleza cultural).

Tal postura olvida que si bien la democracia, en lasorganizaciones populares, pasa en buena medida porla comunicación, es imposible establecercorrespondencias mecánicas entre concepcionesorganizativas y comunicativas, pues los hábitoscomunicacionales tendrían un anclaje más profundoque los organizacionales (Cf. KAPLÚN 2001). De ahíque, solo desde una perspectiva holística del cambiosocial -conectada con una renovada concepción de lopolítico-, se podrá considerar el encargo de la

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Este punto de vista, ofreceel soporte para una

ubicación contextualizadade lo comunicativo al

interior de los procesos decambio social que, si bien

encuentran asidero enprácticas no vinculadas

directamente a lasestructuras estatales,

tampoco puedenconsiderarse totalmentedesligadas/desancladas

del resto de la socialidad,...

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dimensión comunicativa, en el entramado complejode los procesos simultáneos de transformación de lossujetos y su realidad, que se generen como parte de

las prácticas de los movimientossociales.

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NotaAun cuando se está consciente de la generalidad y probable ambigüedad del término “movimiento social mundial”, se propone este como noción-marco, que permita la

inclusión dinámica en el mismo de aquellos movimientos sociales que han emergido o se han consolidado en las dos últimas décadas, en particular a partir delenfrentamiento al proyecto de globalización neoliberal. Por movimientos sociales (en ocasiones, se suele agregar el calificativo de “nuevos”) se entiende a aquellosagentes sociales colectivos de cambio social cuya emergencia se suele ubicar a mediados del siglo XX (década del 60), con manifestaciones iniciales en el ecologismo,el pacificismo, los movimientos por la diversidad sexual, entre otros. Se establecía así la distinción con respecto a los “clásicos” o “tradicionales” movimientos socialesantisistémicos –por lo general, el movimiento obrero-sindicalista y los partidos políticos, así como otros de liberación nacional- que habían sido los actores principalesde las luchas anticapitalistas desde mediados del siglo XIX. Los “nuevos” movimientos sociales se suelen caracterizar, según la bibliografía al uso, por formasnovedosas de organización (se resalta su espontaneidad), un “distanciamiento” de “lo político” (y, por ende, unas nuevas estrategias de militancia), una naturalezainterclasista, una diversidad de temas/demandas en torno a los cuales se estructuran y el otorgamiento de un particular peso a lo cultural-comunicativo en sus prácticas.Existen numerosas teorías que intentan explicar la emergencia y características de los movimientos sociales: de la movilización de recursos, de la acción colectiva, delas oportunidades políticas, la sociología de la acción (o accionalista), entre otras. Sin embargo, su diversidad –asumida como una de sus “marcas de identidad”principales-, suele dificultar la posibilidad de generalizaciones teóricas que se adecuen a distintos contextos sociohistóricos. Para una comparación de los“tradicionales” y “nuevos” movimientos sociales antisistémicos, véase WALLERSTEIN (2003).

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