montaigne-de-los-caníbales

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MICHEL DE MONTAIGNE In bibliothecis immortales animae IOqUll ntur. (PLIN10, Nat. hist. ENSAYOS COMPLETOS Traduccion M ll Dolores Picazo Introduccion, notas y traduccion de los sonetos de La Boetie Alvaro MuflOZ Robledano 2003 cATEDRA

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Ensayo de Montaigne: De los caníbales.

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MICHEL DE MONTAIGNE

In bibliothecis immortales animae IOqUll ntur. (PLIN10, Nat. hist. 3~j,2,9)

ENSAYOS COMPLETOS

Traduccion

M ll Dolores Picazo

Introduccion, notas y traduccion de los sonetos de La Boetie

Alvaro MuflOZ Robledano

2003

M~~'t'ld

f!lllIUU(n'lll1(~A ~"Rl1A cATEDRA

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230 231 ENSAYOS cor- IPLETOS DE MONTAIGNE

seguir su amistad; estus presentarunle tres clast's ck presentes, de la for­ma siguiente: «Senor, aqul tienes cinco esclavos; S1 eres un dios fiero que te alimentas de carne y de sangre, comelos y te amaremos aun mas; si eres un dios bondadoso, he aqui incienso y plunlas' si eres hombre, toma estos pajaros y estos frutos».

I LIBRO PRIMERO - CAPiTULO XXXI

CAPITULO XXXI

DE LOS CANfBALES

C U~NDO EL REY pmr~(). PASO A ITALlA, despues ~le u~:servar el,ord~n ~el ejeroto que los romanos envlilban contra e1, dlJu: "No se que bar­

baros seran estos (pues los griegos lIamaban asi a todas las naciones ex­tranjeras), mas la disposicion de este ejercito que estov viendo no es bar. bara en modo alguno». Lo mismo dijerun los griegos del que F1CllTIinio hizo entrar en su pals, v Filipa, al vcr dcsc!L' un cerro el orden y la colo­cacion del campamento romano en su reino, bajo Publio Sulpicio Galba. Vcd por ello como hemos de guardarnos de aceptar las opiniones vul­gares y como hemos de juzgarlas segL1l1 la razeln y no segCll1 la voz pCI­bHca.

Tuve junto a 1111 durante largo tiempo a un hombre que habla vivido diez 0 doce anos en ese otro mundo descubierto en nuestro siglo, en el lugar donde Villegagnon tomeS tierra y al que lImno Francia anlarlica. Este descubrimiento de un pais infinito parece ser considerable. No se si puedo asegurar que se !laran otros en el futuro, habiendo tantos perso­najes mas importantes que yo que se han equivocado en (uanto il este tema. Temu que tengamos los ojos mas grandes que el esl6mago, y mas curiosidad que inteligencia. Abarcamos todo, mas solo cogemos viento. Platon introduce a Solon [en el Timeo 21b-25dl, para contar como supo por los sacerdotes de la ciudad de Sais en Egipto que, antana, antes del di­luvio, eXistia una gran isla llamada Atlantida, exactamente en la boca del estrecho de Gibraltar, guc comprendla mas palses que Asia y Africa jun­tas; y que los reyes de aguel territorio, gue no solo poselan esa isla sino que habfan avanzado tan [ejos en tierra firme que llegaban a 10 ancho de Africa hasta Egipto y a 10 largo de Europa hasta la 1oscana, decidieron dar un saIto hasta Asia y subyugar a todas las naciones que bordean el mar Mediterraneo hasta: el golfo del mar Mayor; y para clio, a travesaron las Espanas, las Galias, Halia, hasta Greda, donde los atenienses los con­tuvieron; mas quc, alglin tiempo despues, fueron engullidos par el dilu­vio, los atenienses, ellos y su isla. Es muy verosfmil que aquel enorme estrago de agua produjera cambios extranos en las regiones de la tlerra, al igual que se considera que el mar arranc6 a Sicilia de ltalia,

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232 ENSAYOS CUMI'L.ETOS DE MONTAlGNE

Haec loea, vi quondam et vasta collvulsi/ milia, Dissiluisse fenmt, CUIIl protinus utmquf tell us UI1lJ foret; [Cllcntiln que en vasta ruina estos paraje~:

estallaron convulsos: jtan monstruosils lnUdanZils pucde el tiempo en largos sig!c):, I Una cran ambas tierras: V1RC1LlU, AL'II. 3, cll_\ 16].

Chipre, de Siria; la isla de Negroponto, de la tierra firme de Beocia; y haya juntado en otros lugares tierras que estaban separadds, lIenando de limo y arena las fosas que habia entre elias:

sterilisque diu palus aptaque renlis Vicinas urbes alit, et grave sentit aratrUll1. lo pantano antes esteril y apto para remos illimenta ciudades vecinas y siente el peso ell'! arado:

HORACia, lIrs 6::; -66].

Mas no hay grandes indicios de que esta isla sed ese mundo nuevo que acabamos de descubrir, pues tocaba casi con Es ~)ai1a y serla increible que la inundacion la hubiera apartado hasta dond,,' est,L a mas de mil doscientas leguas, aparte de que las modernas exp,:diciones han descu­bierto ya casi que no es una isla, sino tierra firme, unida por un lado can las Indias orientales, y por otro con las tierras que e~tan bajo los dos po­los; 0 que, si esta separada, 10 esta por un estrecho 0 intervalo tan peque­no que no merece por ello Ser considerada como ish

Parece que se producen movimientos, naturales ,ll10S, febriles otros, en esos grandes cuerpos, asi como en los nuestros. CUCIndo pienso en la ero­sion que deja el rio Dordona actualmente por la orilla derecha al bajar, y en el terreno que ha ganado en veinte anos destruyendo la base de varios edificios, me doy cuenta de que es un movimiento e\traordinario, pues si hubiese Ilevado siempre ese ritmo 0 10 fuese a lIeVClI en el futuro, trasto­carla el aspecto del mundo. Mas estan a la merced de muchos cambios: tan pronto se ensanchan por un lado, tan pronto pm otro, como se con­tienen. No hablo de las repentinas inundaciones cuyas causas conoce­mos. En Medoc, al borde del mar, mi hermano, sei'Ll)r de Arsac, ha visto como quedaba sepultada una de sus tierras bajo las ,il'enas que el mar vo­mita ante ella; la cima de algunos edificios aim sob! esale; hanse trocado sus rentas y tierras en pobres pastizales. Dieen los habitantes que, desde hace alt)Un tiempo, eJ mar empuja can tal fuerza hacla ellos, que han per-dido cuatro leguas de tierra. Esas arenas son sus prdiminares; y vemos

arandes m.onton~s Q~ ar\:1\C\ \.1\ mO'ill1l.ltl\\\J \.\ue SC' '2ll\e\aman. med.la \e­gua, comiendose el pals.

LIBRO PR1MERO - CApITULO XXXI 233

EI otro testimonio de los tiempos antiguos can el que se quiere rela­eionar este descubrimiento, es de Arist6teles, al menos si es suyo esc li­breto de Las lIIaravillas huwditas. Cuenta en el que algunos cartagineses, habiendose lanzado a traves del mar Atlantico fuera del estreeho de Gi­braltar y habiendo navegada durante largo tiempo, deseubrieran por fin una isla grande y ferti], eubierta de bosques y regada par anchos y pro­fundos rlOS, muy alejada de cualquier tierra iirme; y que 121105 y despues otras, atraidos por la riqueza y fertilidad de la region, fueranse alli,eon sus mujeres e hijos, empezando a acostumbrarse a ella. Los senores de Cm­tago, viendo que su pais se despoblaba poco a poco, prohibieron expre­samente, bajo pena de muerte, que nadie iuese mas alii y expulsaran a los nuevos habitantes, par temor, seglll1 dicen, a que con 121 paso del tiempo llegaran a multiplicarse de tal forma que los suplantasen a ellos y arrui­nasen su estado. Este relata de Aristoteles tampoco concuerda can nues­tras nuevas tierras.

EI hombre que junto a l11i estaba era hombre sencillo y tosco, eondiei6n propia para dar testimonio verdadero; pues las gentes rcfinCidas se fijan con mas agudeza y mejor en las cosas, mas las glosan; y para haccr valer su interpretacion y persuadir de ellCi no pueden dejar de alterar alga la his­toria; jamas os describen las cosas en su estado pura, IuS tuercen y disira· zan segun el aspecto que Ies han visto; Yt para dar credito cl su idea y atrae­ras a ella, adaptzll1 en esc sentido la rnateria, alargandola y ampliandola. Es preciso un hombre muy fiel 0 tan sencilJo que no tenga con que construir o dar verosimilitud a falsos inventos y que can nada se haya casado. Asi era el mio, y adem<.is presentome a menudo a varios marineros y mercade­res que habia conocido durante el viaje. Por ello, contentonw con esa in­formacion sin investigar 10 que dicen los cosmografos.

Nos serian precisos topograios que hicieran su propia narracion de los lugares donde han estado. Mas, por tener sobre nosotros la ventaja de ha­ber visto Palestina, quieren gozar del privilegio de contarnos noticias del resto del mundo. Me gustaria que cada uno escribiese sobre 10 que sube y cuanto sabel no solo en esto sino en cualquier otro tema: pues uno pue­de tener algtin especial conocimiento 0 experiencin sobre la natuwleza de un rio 0 de una fuente y no saber del resto mas que 10 que saben los cle­mas. Decidira, sin embargo, escribir la flsica entera para publicar ese pe­queno retazo. De este vicio nacen muchos y grandes perjuicios,

Y el caso es que estimo, volviendo al tema anterior, que nada barbaro o salvaje hay en aquella nacion, segtil1 10 que me han contado, sino que cada cual considera barbara 10 que no pertenece a sus costumbres. Cier­tar-n.ente parece que no tenemos mas punto de vista sobre la verdad y la razon que 121 modelo y 1a idea de las opiniones y usos del pais en el que estamos. AUi esta siempre la religion perfecta, el gobierno perfecto, la practica perfecta y acabac\a c\e toc\o.Tan salvajes son como los frutos a los que llamamos salvajes por haberlos producido la naturaleza por 51 misma

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234 ENSA'rOS CmlPLETOS DE MONTAIGNE

y en su normal evolucian: cuando en verdad, 111e)or harfamos en llamar salvajes a los que hemos alterado con nuestras artes, desviandolos del or­den comun. En aquellos estc'm vivas y vigorosas la~, autenticas cualidades y propiedades mas Lltiles y naturales, las cuales en cambio hemos envi­lecido en estos, adaptandolas simplemente al pl-Icer de nuestro gusto corronlpido. Y asf, sin embargo, el sabor y la suavidad de distintos fru­tos de aquellas zonas sin cultivos, resultan ser eAL'elentes para nuestro gusto y mejores que los nuestros. No hay razan para que 10 artificial su­pere a nuestra grande y poderosa madre naturakza. Hemos recargado tanto la belleza y riqueza de sus obras con nucstrllS inventos, que la he­mos asfixiado por completo. Y aun asC ulla donde reluce su pureza, hemos de avergonzarnos extraordinariamentc de lwestras frfvolas y va­nas empresas,

Et ven/unt ederae sponte sua lIIelius, Surgit et in solis fOri/lOs/or arbutlls antllS. Et volueres nulla dllleius artc call l/II t. [y como espontaneas las hiedras se repruduu'l1 rnejor, y brota d madr0l10 mas hermoso en las c'llC\,b desiertas, y muy dulcemente sin estudio alguno Call1illl los pajaros:

PROPERC[() l.2llJ-11 Y14].

Todos nuestros esfuerzos son incapaces de llei~ar a reproducir el nido del mas insignificante pajarillo, ni su textura, ni SLl belleza, ni la utilidad de su uso; ni siquiera la tela de la debil arm1a. DiLe Platon que todas las cosas han sido creadas 0 por lu naturaleza 0 por l'l azar 0 por el arte; las mas grandes y mas bellas, por uno de los dos prim,'ros; las menores e im­perfectas, por el Llltimo.

Esas naciones pan§cenme pOl' 10 tantu barbm,ls porque la mente hu­mana las ha moldeado muy poco y estan uun mu\' cerca de la inocencia original. Rigense todavia segun las leyes naturale's, apenas adulteradas pOl' las nuestras; mas en tal pureza que me apen\t a veces que no hayan sido conocidas preferiblemente en la epoca en que habia hombres que habrian sabido juzgarlas mejor que nosotros. Me ciisgusta que ni Licurgo ni Platon las hayan conocido; pues pan2ceme quc' 10 que comprobamos por experiencio en esas naciones supera no solo todas las pinturas con las que la poesia embelleci6 la edad de oro y todas lao; creaciones para repre­sentor uno feliz cundicion humano, sino incluso "I concepto y el propio Jescu de la filosofia. No pudicron inventor inocc'l1cia tan pura y simple como la que vemos pOl' expericncia; ni pudieron imaginar que nuestra so­Cl(Jd;ld pudjpr.Q lTI;;)nlonon:;p con L'l.J"'l poco al·tiiicio , soldadl.lra. hunLana. Es u~la ~acion, di.ria.le yo a Platon, donde no cxistc n; I1gLm tipo de comercio; nm.gun conocnmento de las letras; ninguna cienu(\ de los numeros; nin­

~m nOmbr8 0.8 nnglgtrado III c\e cargo politico: ninguna costumbre de

LIBRO PIUMERO - G\PjTULli XXXI 235

vasallaje, de riqueza 0 de pobreza; ningLlll contrato; ninguna SLlceSlOn; ningun reparto; ninguna ocupacian que no sea ociosa; ningtlll respeto de parentesco que no sea comLin; ninguna ropo; ninguna agricultura; ningLlll metal; ningLm uso del vino 0 del trigo. Incluso las palabras que significan mentira, traician, disimulo, avaricia, envidia, dctraccion, perdon, ison inauditas! iCuan lejos de esta perteeci6n aparecerfasele la repLlblica que imagino!: «viri a diis reee/Ttl's» lvarones recienlementc salidas de manos d,' los dioses: SENECA, ('pis!. 90,:.I4J.

Has natl/ra nlOdos priUll/i1l dedit. [Tal cs la triple via que Natura establccllj al principia: VWCILlO, georg. 2, 20].

Ademas viven en una zona de paises muy grata y bien templadC1; de forma que, segLlll me han dicho mis testigos, raro es vcr alli a un hombre enfermo; y me hiln asegurado no haber visto il ninguno tembloroso, 10­ganoso, desdentado 0 encorvado por la vejez. Sc asicntan al borde del mar, cercados tierra adentro par grandes y elevadas montal1as que dejan entre cada dos una extension de unas cien leguas de aneho. Abundan pescados y carnes sin parecido alguno con los nuestros y los comen sin mas artificio que la cucci6n. El primero que alii lleg6 a caballo, a pesar de haberselos ganado en otros viajes, prodLljoles tal hOlTor en aque!la postu­ra que 10 mataron a flechazos antes de poder recon'lccrlo. Sus construc­ciones son muy largas, con capacidad para doscicntCls u trescientus almas, cubiertas con cortezas de grandes arboles hincadas en tierra pOl' un extre­mo y sostenidas y apoyadas unas en otras en 10 alto, como algunas de nuestras granjas cuyos tejados !legon hasta eI sw:do sirvicndo de flanco. Tienen una madera tan dura que, cortandob, construyen con ella sus es­padas y parrillas para asur la carne. Sus lechos son de un tejido de algo­don, colgados cerca del techo C01110 los de nuestros barcos, y cada uno tiene el suyo, ya que las mujeres duermen separadas de sus maridos. Se levantan con el sol y C0111en inmediatumente despues de haberse levon­tado y para todo el dia, pues no hacen m,'is comida que esta. No beben entonces, como cuenta Suidas de otros pueblos de oriente que bebfan fuera de las comidas; be ben varias veces al dia y a placer. Su brebaje esta hecho con alguna raiz y tiene el color de nuestros vinos claretes. Solo 10 beben tibio; este brebaje no se conserva mas que dos 0 tres dias; tiene un sabor un poco picante, no es nada espUInOSO yes saludable para el esto­mago y laxante para aquellos que no estc'in habituados a el; es una bebi­da muy agradable para eJ que esta acostumbrado. En lugar de pan, usan cierta materia blanca parecida al cilantro confitado. Lo he probado: su sa­bor es suave y algo soso. Todo el dia se 10 pasan bailando. Los mas j6ve­nes van a cazar heras can sus arcos. Una patte de tas rn.ujetes oc{tpase mientras tanto en calentar la bebida, 10 que constituye su principal labor.

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236 237 ENSAYO" C,J,\lPLETOS DE MONTAIGNE

Hay algtll1 anciano que por la manana, antes de cjue se pongan a comer, predica 10 mismo a toda la cabana, paseandose cic' un extremo a otro has­ta dar la vuelta (pues son construcciones que tiClh:l1 mas de cien pasos de largo). Solo les recomienda dos cosas: valor contu los enernigos y amor a sus mujeres. Sin dejar de resaltar nunca en el reJran esta obligaci6n, ya que son elias quienes les mantienen caliente y sdwnada la bebida. Pue­de verse en illgunos lugares, y entre otros en mj '~usa, la forma de sus le­chos, de sus cuerdas, de sus espadas y brazalek" de madera con los que se cubren las munecas en el combate, y de su~ [,1rgos cayados, abiertos por un extremo, con cuyo sonido !levan el ritnw l:1l1a danza. No tienen ni un pelo en todo el cuerpo y se afeitan apmand' l l11ucho mas que noso­tras, sin mas navaja que un trozo de madera () oil' piedra. Creen que las almas son etemas y que las que 10 han mercl:i,!" seglin los dioses viven en ellugar del cielo por el que sale c1 sol; las m~ilditas, dellado de occi­dente.

Tienen una especie de sacerdotes y de proJeldS que se presentan muy rararnente ante el pueblo, pues tienen su mmadd en las montanas. A su Ill'gada, hacen una gran fiesta y solernne asamblea de varios poblados (cada eaba11a, como ya he dieho, forma un poblado, y estan a una legua franeesa una de otra). EI profeta les habla en pljblico, exhortandolos ala virtud y al deber, mas toda su etica contiene tmilJmente esos dos artlcu­los anteriores de la firmeza en la guerra y del Glrii'lo a sus mujeres. Tam­bien les pronostica el porvenir y los resultados qlll' han de esperar de sus enlpresas, los empuja 0 los desvia de la guerr,]; mas, si falta en sus adivi­naciones 0 les acontece algo distinto de 10 que ks predice, 10 despedazan en mil trozos si 10 atrapan, condenandolo cumu {also profeta. Por este motivo, at que yerra una vez, no se Ie vuclve a \ cl'.

Es la adivinacion un don de Dios, par eUo lidlerla ser impostura pu­nible hacer uso de ella para engai1ar. Los escil~b cuando por casualidad los adivinos fallaban, tendianlos atados de pil'S " manos sobre carros lle­nos de brezo, tirados par bueyes, para ljuemml( l',. A los que manejan las cosas regidas poria inteligencia humana se les llllcde perdonar hacer solo 10 que pueden. Mas a esos otros que vicnen jan,indose de la infalibilidad de una fucultad extraordinaria que esta fuera cit' nuestro conocimiento, Gacaso no se les ha de eastigar por no cumplir sus promesas y por la te­meridad de su impostura?

Tienen sus guerras contra las naciones del otro lado de las montai1as, que estan mas tierra adentro, a las que van completamente desnudos, sin mas armas que unos arcos 0 unas espacias de m,ldera, afiladas par un ex­tremo, como nuestros venablos. Es asombrosa fa firmeza de sus comba­tes, que jamas terminan si no es can la muertc' 0 el derramamiento de gangre, PUg" no conocen ni la derrota ni e1 c'"I"'anto. Cada uno se l1eva como troreo la cabeza de~ enemigo que ha n"lutc\c\o Yla cuelga a la l'ntra­

~~ ~e ~l\ lltDl~&a. Despnes c\e hatar bien QumrM \argo tlempo asus pd-

LIBRO PRIMERO - CApiTOLU XXXI

sioneros con todas las comodidades que ocurrfrseles puedan, el jefe con­voca una gran asamblea con sus conocidos; ata una cuerda a un brazo del prisionero, y agarrando el extremo, 10 mantiene alejado de el algunos pa­sos, por miedo a que Ie ataque, y al mas querido de sus amigos Ie da el otro brazo para que 10 sujete de igual forma; y los dos, en presencia de toda la asamblea, 10 matan a golpcs de espada. Hecho esto, 10 asan y co­men todos de et enviando algunos trazos a los amigos que estan ilusen­tes. Esto no es, como podrfa creerse, para a1imentarse, tal y como hUcliln antano los eseitas; sino como simbolo de cxtrema venganza. Ycomo vie­ran que los portugueses, que se habian aliado con sus adversarios, recu­rrian a otra clase de mucrte para ellos cuando los cogian, lu cual consistiil en enterrarlos hasta la cintura y lanzarles violentos flechazos mientras re­sistfa el cuerpo, para colg-arlos despues, pensaron que csas gcn tes del otro mundo, puesto que habic1n sembrado el conocimiento de muchos vicios entre los pueblos vecinos y dominaban mucho mejor que ellos toda suer­te de maldades, no se vengarfan pOl' casualidad de aquella forma y que esta debia de ser mas dura que la suya, empezaron a abandonar su anti­gua manera para adoptar esta. No me apena quc comprubemos el barba­ra horror de tal aceion, mas sf que nos ceguemos ante Iluestras faltas sin dejar de juzgar las suyas. Estimo que hay mayor barbaric en el hecho de comer un hombre vivo que en comerlo 111 uerto, en desg'1uJr can torturas y tormentos un cuerpo sensible atm, asarlo poco a poco, darselo a los pe­rros ya los cerdos para que 10 muerdan y despedacen (eosa que no solo hemos lefdo sino tambien visto recientemente, no entre viejos enemigos sino entre vecinos y conciudadanos y, 10 que es peor, so pretexto de pie­dad y religion), que asarlo y comerlo despues de Inuerto.

Crisipo y Zenon, jefes de la secta estoiea, pensaran justamente que no habia mal alguno en servirse de nuestra carrana siempre que 10 necesita­ramos, obteniendo asi alimento; al igual que nuestros antepasados sitia­dos por Cesar en la ciudad de Alesia resolvieron saciar el hambre de aquel cerco con los cucrpos de los ancianos, de las mujeres y de otras personasinutiles para el combate.

Vascones, ji.1l/ll1 est, alilllentis talibus usi Produxere animas. [Los vascones, seglin cuentan, con tales aJimentos alargaron sus ViLlas: ) UVENAL 15,':13-94).

No temen los medicos servirse de ella para nuestra salmi, de cualquier forma, ya sea para apHemIa por dentra 0 par fuera, mas jamas existio idea tan absurda que justificara la traicion, la des1ea1tad, 1a tirania, la crueldad, que Son nuestras faltas ordinarias.

Bien podemos pues !lam.arios barbaros, si consideram.os las norrnas de la razon, mas no si nos consideramos a nosotros mismos, que los supera­

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239 ENSAYOc; , ,)}.]PLETOS DE MONTAIGNE238

mas en toda clase de barbarie. Es su guerra absulLltamente noble y gene­rosa, y tiene tantJ. justificacion y belleza COl1llJ csta enfermedad humana puede contener; para ellos no tiene otro fundanll:'nto ljue 121 solo celo par 121 valor. No cOl11buten para conquistar nuevas ti,~rras, pues gozan todavia de esa felicidad natural que les abastece de t(hll) 10 necesario sin trabajo ni esfuerzo y en abundancia tal que no necesl\"2I1\ pnra nada aumentar sus

f:; lil1lites. At:in estan en ese mundo feliz en quv,olo necesitan 10 que sus ~.. ";

~ necesidades naturales exigen, todo 10 dem5s eS para ellos supert1uo. Ge­\ neralmente se llaman unos a otros, los que SOll .. It' la misn,a edad, herma­!'..

nos; hijos, a los que estan pOl' debajo; y los anclanos son padres para to­I., dos los demas. Estos dejan en com{m a sus hetederos esa posesion !lena

r de bienes pro indiviso, sin mas titulo de propieclad que 121 que la natura­leza da a sus criaturas al ponerlas en 121 l11undt} Si sus vecinos pasan las montafias para atacarlos y los vencen, 121 both, ,iel vencedor es la gloria y 121 privilegio de haber sido superior en merito y \alor; pUloS, de otra forma, no sabrian que haclOr con los bienes de los vellcidos, y toman a su pais donde no carecen de nada de 10 necesario, ni Lil' eso tan grande que es sa­ber gozar con ventura de la condicion de unu l(llltentandose can ella. Lo mismo hacen estos a su vez. No piden a sus !JI!o,ioneros mas pago que la confesi6n y reconocimiento de haber sido v('ll,idos; mas resulta imposi­ble hallar alguno en todo un sigh que no preficra la muerte a ceder, ni de acto, ni de palabra

J un solo punta de la granci'/d de un valor invencible;

no hay ninguno que no prefiera ser muerto y lLJlnido a pcdir no serlo. Los tratan dejandolos en toda libertad y proporcionjlldolcs todas las comodi­dades que ocurrirseles puedan, para que la viLlel les sea aun mas cara; les recuerdan regularmente con amenazas su fUlUl<l muerte, las torturas que habrein de sufrir, los preparativos que se realiz,Hl a esc efecto, 121 descuar­tizal1liento de sus miembrus y el festin que be' !"lara a sus expensas. Todo esto se hace con el {mico fin de arrancar de su hJCa alguna palabra cobar­de a baja, 0 de inspirarles dcseos de huir, para (,htener 121 privilegio de ha­berlos atemorizado 0 de haber doblegado su ii nneza. PUloS ademas, pen­sandolo bien, solo en estc punto reside la venLdera victoria:

victoria 11/1 Iiil est QUI/III qllllt! cOllft!ssos anil/la quaqll('.ubhlgat hastes. INo hay mayor victona que la que ,,(Jllll'te al enemigo n'eonocitindDlu til J jllieiD propio:

CLAL:DIANO, HIJ!l. cos. Vi_'-W-4';i].

Los hlll1garos, combatientes l11uy beJicosos. jamas proseguian antano la ofensiva, tras hacer entregarse al enemigct a su merced. Ya que, al arrancarle esta confesi6n, dejabanlo ir sin ote I \sa alguna, sin rescate, ex­cepto, como mucha, 121 obtener su palabra de ;;0 armarse contra ellos en <ldl'lanll'.

LIBRO PRIMERO - CAPITULO XXXI

Bastantes ventajas tenemos nosotros sobre lluestros enemigos, que son ventajas prestadas y no nuestras. Cualidad eS del porteador y no del valor, 121 tener mas s6lidas las piernas; cualidad l11Uertil y corporal loS 121 agilidad; loS un golpe de suerte si el enemigo tropieza al deslumbrarle los ajos la luz del sol; es una jugada del arte y de la cicncia, y que puede re­caeI' en persona cobarde y nula, el estar eapacitado para la esgrima. 5e estima y considera a un hombre por Sll valor y SLI voluntad; en ellos re­side la verdildera homa; el valor es finneza, no de las piernas ni de los brazos, sino del corajl' y del alma; no reside en la valid de nuestro caba­llo 0 de nuestras armas, sino en la nuestra. EI que cae finne en su valor, «si succiderit, de genu pltgllat» lsi cae, pelea incluso de rodillas: SI'NI·G\, dial. provo 2,6], qUien a pesar del peligro de una muerte cercana, no cede un punta en temple; LJuien al entregar el alma mira aun a Sll enemigo can mirada decidida y desdenosu, lOse no 11a sido vencido pOl' nosotros, sino pOl' el destino; muerto es, mas no vcneido.

Los 11155 villicntes son a veces los mas desafortunados. Hay ademas derrotas triunfantes que emulan a las victorias. Ni si­

quiera esas cuatro victorias hermanas, las mas bellas lJue con sus ojos haya visto jam;:1s 121 sol, la de Salamina, 1<.1 de PlatcZl, 1a de fvlicala, la de Sicilia, osaron nunca oponer toda Sll gloria a la gloria del apLast<lmiento Idel rey Leonidas y de ]05 suyos en el paso de las 1ermopilas.

~Quien corri6 jamas can afan mas glorioso y Jmbicioso hacia la vic­toria de un combate que el capitan Iscolas hacia su perdida? ~ Quien ase­gurose de su salvacion con mayor ingenio y cuidado que 61 de su mina? Tenia orden de defender cierto paso del Pelopone50 contra los arcadios. Para 10 cual, viendose absolutamente incapaz de ella, dnda 13 nnturaleza del lugar y la desigualdad de ful'rzas, y comprendiendo que lodos los que hicieran frente al enemigo quedarian alIi irremisiblemente; pOl' otra parte, considerando indigno de su propio valor y grandeza y del nombre de lacedemonio no cumplir su misi6n, entre esos dos extremos tomo un partido intermedio y actuo as!: conservo para la protecci6n y servicio de su pais a los mas jovenes y prestos de la tropa, hacicndoles volver; y con aquellos cuya perdida era menos perjudiciaL resolvi6 defender aquel paso, y, can su muerte, hacer que 121 enemigo cOl1lprase la ocupaci6n a1 precia mas alto posible: como asi aconteci6. Pues, rodeado par todas partes por los arcadios, tras hacer gran carniceriu, el y los suyos fueron todos pasados a cuchillo. ~Existe algem trofeo de los concedidos a los vencedores que no les sea mas debido a esto5 vencidos? El vcrdCldero veneer tiene como misi6n el combate, no la salvadon; y cl honor del va­lor consiste en combatir, no en batir.

Volviendo a nuestra historia, tan lejos estan de rendirse esos prisione­ros con todo cuanto les hacen, que, al contrario, durante esos dos 0 tres meses que los tienen prisioneros, hacen gala de alegre actitud; apremian a sus duefios para que se aprcsurcn a hacerles pasar pOl' e5J prueba; los

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240 LIBRO PRlMERO - CAPiTULO XXXI 2·11ENSAYOS CU~II'LETOS DE MONTAlGNE

desaffan t' injurian reprochandoles su cobardfa y i~lS inmensas batallas perdidas contra los suyos. Se de una canci6n inVenl:lda por un prisionero en la que se halla esta bravata: que todos unidos m;,'n ir a comer su cuer­po y comeran con cl a sus padres y abuelos qut' Ie sllvieron de alimento y sustento. «Estos musculos -decfa-, esta carne \ estas venas, son las vuestras, pobres locos; no os percati.'\is de que lu sullstancia de los miem­bros de vuestros antepasados permanece attn en (' Iios: saboreadlos bien, notareis el sabor de vucstra propia carne». Idea qUe' cn modo alguno se parece a la barbaric. Quienes describen su agolllil v reproducen el mo­mento de su muerte, pintan al prisioncro escupiendu a la cara de aquellos que Ie matan y hacielldoles muecas. Ciertamentc, [1,lsta el ultimo suspiro no dejan de provocarles y desafiarles con sus paUJras y su actitud. Sin mentir, comparados con nosotros, he aqui il UIl,)S Ilombres bien salvajes; pues, verduderamente, 0 bien 10 son ellos 0 bie n III somos nosotros; ex­traordinaria es la distancia que hay entre su componamiento y el nuestro.

Los hombres tienen alll vurias mujeres, y tullt" mayor es su numero cuanto mayor es la fama de su valor; es notublc b.dleza de sus matrimo­nios que el mismo cclo que tienen nuestras mujcI es para impedirnos el amor y amistad con otras mujeres, tiencnlo las SU\~lS para proporcionar­selos. Cuidandose del honor de sus mJridos mCl~ que de ninguna otra cosa, intentan y ponen todo su interes en tener el mayor numero de com­paneras, pues prueba es del valor del marido.

Exclamaran las nuestras que es prodigioso, mas 110 10 es; es virtud pro­piamente matrimonial y del mas alto grado. Y en 1a Biblia, Lla, Raquel, Sara y las mujeres de Jacob, cedieron a sus bellas silvientas para sus ma­ridos; y Livia secunda los apetitos de Augusto Se!~ll1l su interes; y Estra­tonica, mujer del rey Deyotaro, no solo otorgo a SlL marido una bellfsima camarera que la servia, sino que crio amorosamenk a sus hijos respaldan­dolos para que sucedieran al padre en sus estados

Y porque no penseis que todo esto 10 hacenpor simple y servil obli­gacion para con sus costumbres y por el peso de b autoridad de su anti­gua tradicion, sin razon ni juicio, y por tener alma tan estupida que no pueden tamar otro partido, es preciso alegar ali:,Tllllos rasgos de su inteli­gencia. Ademas de la cancion guerrera de la que .lcabo de hablar, se de otra, amorosa, que empieza asf:

«Culebra, detente; culebra, detente, para que mi hermana saque del patron de tus dibujos la forma y el dise110 de un nco cordon que yo dare ami amiga: que tu belleza y prestancia sean etern.mlente preferidas a las de todas las demas serpientes».

Esta primera estrofa es el estribillo de la cancion. Yes el caso que ten­go bastante relacion can la poesla para opinar ],) siguiente: que no solo no hay barbarie alguna en esta cread6n, sino que ademas es del todo anacreontica. 5u lenguaje, por otra parte, es dulce y de agradable sonido, parecido a las terminaciones griegas.

Tres de elias, ignorantes de 10 que costara algtll1 dia a su tranquilidad y ventura el conocer las corrupciones de dCa, y de que de este trato les vendra la ruina, la cllal sUjJongo se habra iniciado yu, bien miseros pOl' haberse dejado enga11ar por el dcseo de la novcdad y haber dejado la dul­zura de su cielo para venir a vel' eJ nuestro, fueron a Ruan, en la cpoca en que nuestro ditunto rey Carlos IX aliI estaba. Habloles el rey largo tiem­po; y se les lllostro nuestra manera de ser, nuestra pompa, la forma de una hermosa ciudad. Tras ('sto, alguien pidio su opinion, queriendo saber que les habia parecido lmis admirable; respondieron tree; cosas, de las cuales he olvidado la tercera, 10 que lamento profundamente; mas atll1 conservo dos en la memoria. Dijeron que, en primer lugar, hallilbilll muy extrano que tantos hombres grandes y fuertes, barbados y armados, como rodeaban al rey (parece ser que hablaban de su guardia suiza), se some­tieran y obedecicran a un nil'lo, en lugar de elegir mejor a alguno de ellos para mandar; en segundo (tienen una manera de hablar tal que llaman a los hombres mitad unos de otros), que hublan observado que habla entre nosotros hombres ricos y colmados de toda suerte de cOlllodidades mien­tras sus mitades mendigaban a sus pucrtas, descarnados de hambre y po­breza; y que hallaban extral10 que esas mitades lllenesterosas pudieran sufrir tal injusticia sin acogotar a los otros y sin pegar fuego a sus casas.

Hable largo tiempo con uno de ellos; mas tenia un interprete que me seguia tan mal y era tan necio e inepto para en tender mis ideas que no pude disfrutar con el. Cuando Ie preguntc que ventaja obtenla con 121 su­perioridad de la que gozaba sobre Jos suyos (pues era un capitan y nues­tros marineros llam<.1banle rey), dijol1le que era el primero en l1larchar a la guerra; ala pregunta de cuantos hombres Ie seguian, LTLOstrome unil ex­tension de tierra, para significar que eran tantos como podian caber en tal espacio, pudiendo ser unos cuatro 0 cinco mil hombres; a la de si fuera de la guerra expiraba toda su autoridad, contesto que Ie quedaba el hecho de que cuando visitabu los pueblos que de el dependian, abrfanle send eros a traves de la vegetaci6n de sus bosques por donde pudiera pasar comoda­mente.

No esta mal todo esto: mas jque decis! jNo llevan calzas!