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MICH EL DE MO NT AIG NE Ensayos L ETRAS U NIVERSALES III Edicion de Dolores Picazo y Alrnudena Mo ntojo T rad uccio n de D ol or es P icazo y Almuden a Monrojo $E GUNDA EDICION CATED RA LETRAS UNIVERSALES

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Ensayo de Montaigne sobre el juicio, la pena de muerte, la brujería y el caso de Martin Guerre.

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Page 1: Montaigne-de-

MICHEL DE MONTAIGNE

Ensayos L ETRAS U NIVERSALES III

Edicion de D olor es Pi cazo y Alrnudena Mo ntojo

T raduccio n de D ol or es P icazo y Almudena Mo nrojo

$EGUNDA ED ICION

CATED RA LETRAS UNIVERSALES

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LlBRO TERCERO

Diseno de cubierta: Diego Lara llu str acion de cubicrta : Susana Narotzky

Reservados todos los dere~hos . De eonformidad ca n 10 dispuesto en e l art , 534-bis del C6di go Penal vigerue. podran ser castigados con

penas de multn y privaei6n de uberiad guienes reprodujeren o plagiaren , en todo 0 en parte, una obra literaria, artisuca

o ~ ie n t i riea nja da en cualquier tipo de sa pone sin la preceptiva autorizaci6n.

© Edicioncs C:ircdra , S. A., 1994 Juan Ignacio Luca de Tcua , 15. 28027 Madrid

Deposito legal: M . 8.021-1994 ISBN : 84-376-0659-4

Printed i ll Spaill Imprcso en G raficas Rogar, S. A.

Pol. Ind . Cobo Calleja. Fuenlab rada (Mad rid)

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esra casi todo de este lado. En suma, que las circunsrancias e n este cargo han seg uido mi natural; po r 10 cual les estoy har ro agradecido . (Acaso desea alguien es rar enfe rmo por ver a su me dico tra bajar, y no se habria de azo rar a un me­d ico que nos deseara la pes te para poner en pracrica su arre? N o he tenido ese vieio ini cuo y bastante cornun de desear que los disturbios y la enfe rmedad de los asunros de es ta ciudad rea lza ra y honrara m i gob ie rno: de buen grado arr irne el ho mbro para su desa hogo y acomodo. Quie n no quie ra agradecerme el orden, la dulce y rnuda tr anquilidad que acornpafio mi gestion, al rne nos no podra p ri varme de la parte que me corresponde a causa de mi buena fortuna. Y es roy hecho de tal modo que gus to tanto de ser ve ntu ­roso como sabio, y de de ber mis exitos tanto a la graeia de D ios p uramente como a la med iaci6n de rni ac tividad. Bas­tant e clar amente habia le pubJicado al rn u ndo mi incapaci­dad para tales ma ne jos publicos . Y tengo algo pe or que esa incapacidad : y es que no me desagrada en modo algu no y que no tra ro de subsanarla, dada la marcha de vida que me he p royectado. Es ta mi in tervencion tampoco me ha sa ris­fech o a mi misrno, mas he llegado m as 0 rnenos a 10 que me ha bia prornerido y he supe rado co n mucho 10 que ha­bia pro rne tido a aquellos con los que ha bia de verrnelas : pues suelo p rometer algo menos de 10 que p uedo y de 10 que espero co nseguir. Segu ro es roy de no haber dejado ni ofensa ni odio. En cuanto a dejar nos talgia y deseo de 1111, se al rnenos es to , que no 10 he buscado demasiado:

me ne hui c confidere monsrro, Me ne salis placid i vu lrum flucnisque quieros Igno rare?45.

1j " iYO! ;Que me fie de esa exrrafia tr anquilidad! .Que sea capa z dt' " I vidar 10 que p ueden oculrar ese a'jJacible mar y sus rranqu ilas olas !» ( ViI gil io, Eneida, V. 849) .

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CAPITULO XI

DE LOS CO] OS

D ESDE haee dos 0 tres afios , e n F rancia, se acorra el ana en diez dias I . .Cuan ros eambios habrian de se ­

guir a esta reform a! Fue p rop iarnente mover e l eielo y la tierra a la vez . Sin embargo, nada se ha movido de su si tio : m is vec inos hallan el me ment o de la s iernbra, de Ia cose ­cha, la cpor tunidad de sus negocios, los dias ma los y pro­picios exac tarnente en el rni srn o pun ro que les habian asig­nado desde siempre. N i se senria el error antes , n i se sie n­te ahora la en rnienda . De ta nta como es la in ce r tid urn bre que hay en todo ; de tan tos ca, obrusa y oscura como es nues­tra percepci6n. Dicen que esta reg ulacion podia haberse he ­cho de manera rnenos incornoda: susrrayendo, como hizo Augusto, de algunos afios el dia de l bisiesto, que no deja de ser un dia rno lesto y tur bador , has ra llegar a sa tisfacer exactarne n te esta deuda (cosa que tampoco se ha hecho con esra cor reccion, pues conservamos aun un retraso de varies dias) . Y adernas, de es te modo, podriamos haber atendido al porve riir, ordenando que tr as la revo lucion de tal 0 eual nurnero de afios , se eclipsara s iern pre ese dia ex rraordin a­rio , de modo que a partir de ahora no podria exceder nues­tro error las ve in ricuatro horas . N o tenernos m as cuen ta del tie mpo que los afios . .Sirvese el m undo de ellos desde hace tantos siglos! Y sin embargo, es una me dida que aun no hemos acabado de fijar y es tal que seg uimos p regun­ta ndo nos que formas dis rintas Ie habria n dado las otras na­ciones y cua l seria su uso. (Sera , como dicen algunos, que los cielos se cornprirnen hae ia nosotros al envejecer y nos hunde n en la incer ridurnbre incluso de las horas, de los dias y de los rneses? (0 lo que dice P lurarco, qu e n i siqu iera en su epoca supo la as rro logla de lirnitar el rnov irnie nto de la

I Ver nota 17, al cap itu lo ant er ior.

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luna? Apafiados estarnos para llevar un regis tro de las co­sas pa sadas.

Esr aba yo dandole vue lras ahora , como sue lo hacer, a cuan libre y vago ins trumento es la raz on humana. Yeo de ordinario que los ho mbres, en los hechos que se les pre­sentan , prefieren ocuparse de buscar la razon que de bus­car la ve rdad: dejan las cosas como es tri n y se ocupa n de tr atar de las caus es. Curiosos razo nadores . EI con ocimienro de las caus as corresponde so lo a aque l que dirige las cosas, no a nos ot ros que no ha cemos sino padecerlas y qu e bas­tanre te nern os con elIas, segu n nuest ra naturaleza, s in pe­ne rrar en su orige n y esencia, N o es el vino mas agradab le para aque l que conoce sus Iaculrades primeras . jAI cont ra­rio! Y e l cue rpo y el alma inter rurn pen y alteran el dere­cho que tie nen a usar de l m undo, al mezclar en ello la opi­nion de la ciencia. EI deterrnina r y el saber, como el dar, corresponde al que dirige y domina; al inferi or, al vasallo y al ap rendiz co rr esp onde el gozar, el acepta r. Vo lva rnos a 10 que acos rurnbramos . Pasan por encima de los hechos, mas exam inan con cuidado las conseeuencias. Sue len co­men zar asl : (Como ocurr e es to? -Mas, (o curr e?, habr ia­mos de decir. Nuestro discurri r es capaz de cons rruir otros cien mun dos y de hallar sus p r incipi os y su contextura. N o precisa n i de m at er ia ni de base; dej adlo cor rer: consrruye tanto en vado como en lleno, y a pa rtir de la inani dad como de la ma te ria,

dare pondus idon ea fumo ' .

Casi siernpre esti rno que hab ria de dec irse: N ada de eso hay ; y a rnenudo dada es ta respues ta , mas no me atrevo, pues grita n que es una derrora prod ucida po r un a mente de bil e ignoranr e. Y de ord in ar io he de hacer el to nto, por el que diran , tr at ando de temas y cuentos fr ivolos que p ara nada me creo. Adernas de que resul ra en verdad algo rudo y ag resivo el negar dras ticarne n te una afirrnacion hecha . Y pa rt icular mente en aq uellas cosas dif iciles de asegura r, po

, «Capaz de dar pes o al humo ». Pe rsio , V, 20

[z9 z)

cos deja n de afirmar que 10 han visto, 0 de citar algunos resr igos cuya auto r idad det ien e nuesrra contradiccion. Po r est a costurnbre, conocemos los fundarn entos y las causas de mil cosas que jarnas ocurrieron. Y pelease e l mu ndo por m il cuest iones cuyos p ros y co ntr as so n falsos. «It a fini t i­rna sunt fal sa veris, ut in p raecip irern locum non debear se sap iens committere» 3. Ti en en la verdad y la me nt ira ros ­tros conformes, y po rte, guStO y andares igualcs; vcmos las con los mis mos ojos. Estirno que no solo somos deb iles para defe ndernos del engafio, sino que rrararnos de cnce­rrarnos en el, conv idandon os a ello. Gusta rnos de cnrcdar­nos en la vanidad, conforme a nuestr o ser,

Asi stf al nacimiento de muchos rnilagros en m i epoca. Au nque se ahoguen al nacer, no de jarnos de irnaginar la marcba que hubier an lIevado si hubieran seguido con v ida. Pues no ha y mas que hallar el extremo de la ma deja, y de ­vanase todo cua nro se quiere. Y hay ma s dista ncia entre nada y la cosa mas pequefia del rnun do, que entre est a y la mas grande. Y resulta que los p ri rne ros que se abrevan con esre com ienzo de ra reza, al ir sembrando su hi sror ia, van sint iendo po r las objeciones que se les h acen, do nd e reside la di ficulrad de persuadir, y van calafateando ese lugar con alguna p ieza falsa . Apart e de que, «insita horni nib us lib i­di ne alendi de in dust ria rumo res» 4, por natura leza nos re ­mu erde la concien cia si en tregamos 10 que nos ban pres ta­do sin ninguna rnodi ficacion ni afiadido de nuestra p ro p ia cosec ha . EI error parti cular p rovoca pr irnero el error pu­blico , y desp ues , a su vez, el e rror publico p rovoca el error particular. As! va tcda esta obra , construyendose y for man ­dose de ma no en man o; de ma ne ra que el resti go mas ale­jado es ta mas enterado que el m as p rox imo , y el que se ha informado e l ult imo, mas convencido que el primero. Es un a evo lucion natural. Pues todo el que cree algo cons idera

3 «Lo falso esra tan proximo de 10 verdadero, que el sabio no se debe arr iesgar en un Jugar tan Ileno de precipicios.» (Ciceron, Academica s, II. 21).

• «Pe r el pla cer inherence a los hombres de dar pabulo a los nll ll l>" " .

(T im Livio, XXVIII. 24).

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que es un deber de caridad eJ convencer de elJo a orro ; y para hacer lo, no teme afiad ir de su in ven cion tod o cuanro crea ne cesari o p ar a su historia, para ve neer la resisrencia y sup lir Ja falra qu e segun e1 exisre en el pensami ento de los dern as.

Yo mismo, que me re mu erde sing ularmente Ja concien ­cia al me nr ir y qu e par a nad a me p reocupo de dar fe y au ­roridad a 10 que digo, percaroroe sin embargo en los te rnas que ren go entre rnanos, de que, al acaJorarm e, ya sea p or la resistencia de o tro , ya por el propio calor de Ia narra­cion, aurne nro e hincho eJ objero con la voz, los movimien­cos, el vigor y la fuerza de rnis p alabras, e incluso con Ja extension y amp liacion, no sin perjuicio para la ver dad pura. Mas hagolo s in em bargo, con la condici6n de que en cuan ro alguien me vuelv a al principia y me pida la ver dad des nuda y cru da, ceje inmediatamente en m i esfuerzo y se la de, s in exageraci6n , sin enfasis ni relleno. EI hablar vivo y ruid oso, como es el mi o normal, se deja lJevar fac ilmente por la hiperboJe.

En gene ra l, no h ay nad a po r lo que 105 hom bres se es­fue rcen m as qu e por abrir cam ino a sus op iniones. Cuando vie nen a faltarnos los medios o rdinarios , afiad imo s la au­roridad, la fuer za, el hi erro y el fuego . Gra n desg racia es haber lJegado a un a siruac ion e n la que la m ejor prueb a de la verdad sea la m ultitud de creye nres, con un gendo en eJ que los locos superan tant o e n ruimero a los cuerdos. «Qua­si ver o quidq uam sit ram valde, qu am ni l sa pere vulg are» 5.

«Sanita tis patrocinium est , insanie nrum rurba» 6 Es cosa d i­ficiJ el afirmar el juicio COntr a las ideas comunes. La pr i­mera co nvicci6n, rorn ada del propio rerna, se apodera de los s im p les ; de ahi, exri endese a los lisros so p rerexto de la auroridad del ruimero y la an riguedad de los testi m onios. Por 10 que a mi respecta, en 10 que no creyese a uno, no creeria a cie nto un o, y no juzgo las ideas por los afios.

5 «Como si la {alt a de juicio no (uer a 10 mas comun .» (Cicero n, De I" adivina ci611, 11. 39).

6 «;Que ap oyo par a la sabid uria, una mu1cicudde locos!» (San Ag ust in,Cilldad de Dios, VI. 10).

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H ace poco, un o de nue stros p ri ncip es cuyo buen natural y aleg re cornpos tura habia nse visr o arr uinado s por In gOta, de jose convencer ta nto, por el relat o que Ie hacian de las mara villosas operac iones de un sacerd or e que mediante pa­lab ras y ges ros cura ba todas las enferm edades, que hi zo un largo viaje para ir a verlo, y, por la fuerza de su im agina­cion, convenc io y adorrnecio sus piern as du ra nt e algunas hor us, de ma nera que obtuvo de elias un se rvicio que ya no sabian hacerl e de sde hacia m ucho riern p o. Si la fortuna hu ­bier a dejado superpo nerse cinco 0 se is aventuras se rne jan­res, h abrian s ido capaces de cons ervar este mil agro . H a1l6 ­se des p ues ranra s irnpleza y ta n poco ar tif icio en el hace ­dor de tale s obras , que juzg6sele ind ig no de casti go alguno. Y asf ocurr iria co n la mayoria de las cos as s i se las exam i­nase en su gua rida «Mirarnur ex intervallo fallenti a» 7. De es te modo suele forjarse nues tra vista desde lejos im age ­nes extra fias que se desva necen al acercarnos . «N unquam ad liquidum fam a perd ucirur» 8 .

Es prodigi oso cua n vanes so n los comien zos y cua n fri ­volas las causas de las que sue len nacer tan farn osas irnpre ­siones . Esro misrno perjudica su conocimien to. Pues m ien­tr as se buscan las importa nces y dignas de tan g ra n nom ­br e, pi erdense las verdaderas; escap a n a nue sr ra vist a por su peq uefiez. Y en verdad que es rnenesrer un muy pru ­dence, arenro y sutil inqu isido r para ta les investigaciones , indifer enre y sin p rejuicios prev ios. H asra aho ra, codos esos rnilagros y aco nrecim ienros extrafios se han oculrado ante mi . N o he visro fanrasrn a n i milagro en el mu ndo m as evi­dence que yo misrn o. Se acostum bra un o a coda extra fieza po r el habiro y el riempo, m as cuanto m as me rrat o y me conozco, mas me aso m bra mi defor mjdad y menos me en­tien do.

EI principa l derecho a mos tr ar y p ro ducir tales acont e ­cim ie ncos Ie esca reservado a la fort una. AI pa sar ances de aye r por un pueblo, ados leguas de m i casa, halle el lugar

; «Adm iramos las casas cuyo ale jam ienro nos engana.» (Seneca , EpiJ­tolas, 118).

a «N unca la {ama se a tiene a la verdad.» (Quinto Curcio, IX. 2).

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aun caliente de un milagro que acababa de acaecer, en el cual habiase ocupado el vecindario durante varios meses y por el gue comenzaban a conrnoverse las provincias veci­nas y a acudir en trope! y de todas las caregorias . H abiase enrrerenido un joven dellugar irnitando la voz de un espi­riru, sin pensar en mas astucia gue en gozar de una broma para aquel memento. Habiendole salido mejor de 10 que es­peraba, para ampliar su farsa con mas recursos, asoci6se con una moza del pueblo, harro estupida y necia ; y al final fueron tres, de la misma edad y parecida inteligencia; y de sermones domesticos pasaron a sermones publicos, escon­diendose bajo el alrar de la iglesia, hablando s610 de neche y prohibiendo gue se lIevase alIi luz alguna . De palabras re­feridas a la conversi6n del mundo y a la amenaza del dia del juicio (pues son temas rras cuya auroridad y re spero oculrase mas facilmente la impostura ) , pasaron a ciertas vi­siones y movimientos tan necios y ridiculos que apenas si hay algo ran burdo en los juegos de los nifios , Sin embar­go, si hubiera querido concederles cierto favor la fortuna, ( quien sabe hasra d6nde habria lIegado la broma ? Aquellos pobres diablos esran ahora en prision y cargaran probable­mente con la pena de la esrupidez cornun, y no se si algun juez no vengara en ellos la suya. Vemos claro en esra que ha sido descubierra, mas en muchas cosas del mismo orden que esran fuera de nuestro conocimiento, soy de la opinion de dejar en suspenso nuestro juicio, tanto para rechazar como para aceptar.

Se da lugar a muchos engafios en el mundo, 0 por de­cirlo mas osadamente, todos los engafios del mundo tienen lugar porque nos ensefian a temer el rnostrar nuestra ig­norancia y porque nos vemos obligados a aceptar redo cuan­to no podemos refutar. Hablamos de rodo con seguridad y conviccion. EI proceder de Roma consistia en que 10 que un testigo declaraba haber visto con sus propios ojos y 10 que un juez ordenaba con su mas cierro saber, concebiase con esre modo de hablar: parecerne. Me hacen odiar las co­sas verosimiles euando me las imponen como cos as infali­bles. Gusto de esas palabras que suavizan y moderan la re­meridad de nuesrras afirmaciones: Quiza, En cierto modo,

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Algo, Dicen, Creo y otras semejantes. Y si ruviera que edu­car a los nifios, pondriales tanto en los labios esa m anera de responder inquisitiva y no res oluriva: (Que quiere de­cir? No 10 entiendo, Podria set, (Es verdad?, que habrian conservado las maneras de los aprendices con sesenta afios antes que parecer docrores can diez, como ocurre. Quien qui era curarse de su ignorancia ha de confesarla. Iris es hija de Taumanre. Es la adrniracion e l fundamenro de toda fi­losofia , la inquisici6n su progreso, Ia ignorancia su final. In­cluso hay cierta ignorancia fuerte y generosa que nada tie­ne que envidiarle en honor y en val o r a la ciencia, igno­rancia que para concebirla no es m en es rer menos ciencia que para concebir la ciencia.

Vi en mi infancia un proceso que, Corras, co nsejero de Toulouse, rnando imprimir, sobre un hecho ex rrafio de dos hombres que se hacian pasar el uno por el otro, R ecuerdo (y rarnpoco recuerdo mas) que me pareci6 que describia la irnposrura de aquel al que juzgo culpable ? como algo ran prodigioso y fuera de nuestro conocimienro y del suyo que era el juez, que considere muy osado el veredicto que 10 con­dena a ser colgado. Aceptemos una forma de sentencia gue diga: Nada enrienden los rribunales, mas libre e ingenua­menre que los areopagitas, los cuales, viendose abrumados por una causa que no podian aclarar, ordenaron que las par­tes volvieran a los cien afios,

La vida de las brujas de mi vecindad esta en peligro cada vez que un nuevo autor viene a dar cuerpo a sus suefios. Para adaptar los ejemplos que la palabra divina nos ofrece de tales cosas, muy cierros e irrefutables ejemplos, y rela­cionarlos con nuestros acontecirnienros modernos, puesro que no vemos ni las causas ni los medios, es rnenesrer una menre disrinra a la nuestra . Quiza s610 corresponda a ese muy poderoso testimonio el decirnos: Este 10 es, y aquella, y no esre otro, Dios ha de ser creido, esto es en verdad muy razonable; mas no sin embargo uno de nosotros que se admira de su propio relaro (y admirase necesariamente

9 Por mediaci6n de la magia.

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mil h is to rias de es te ripe : Viero nlo tre s, tal dia, par levan­s i no h a perd ido el juicio) , ya 10 ernplee para un hecho aje­no , ya 10 ernp lee contra sf mismo .

Soy pe sado, y atengo rn e a ]0 concreto y a 10 ve rosirn il, evirando los reproches de los clas icos: «Majo rem fidem ho­m ines adh ibent iis quae no n intell igun t» 10. «Cupidine hu ­man i inge nii libenrius obscur a creduntur» 11 Bien yeo que h ay quie n se en fada y me pr oh ibe duda r so pena de exe­cra bles in juri as. Nueva ma nera de convencer. A Dios gra ­cias , no se manipul a mi fe a pufi erazos. Ataquen a aquellos que acusan de falsedad a su opinio n, yo no la acuso sino de dificultad y osadi a, y condeno igualmem e la af irm acion con rraria, si bien no ran imperiosam en te. «Videa m ur sane , ne aff irment ur modo» 12. Q uien im p one su idea por la fuer­za y la auro ridad, muestra que su razon es debil, En un a discusion ve rbal y escolast ica pu ede que tengan ranra base como sus oponenres; mas en la consecuenc ia efecr iva que sacan, es tes les llevan gran vemaja. Para rnatar a algu ien, es rnenesrer un a claridad lum inosa y li m pia, y es nuest ra vida demasiado real y esencia l para gara nrizar esos acci­dentes so bre na rura les y fanr asricos, En cuan ro a las drog as y venenos, no los cuen ro: son homicidas y de la peor espe ­cie. Sin embargo, in cluso en esto, dicen que no ha de ate­ner se uno a la p ropia confesion de esas ge ntes, pues se les ha visto a veces acusa rse de habe r marado a pers onas que se hallaba n san as y vivas.

E n cua n ro a esas o tras acusacio nes ex tr avagan res, pre­Fiero dec ir que ya es basranre con que a un hombre se le crea sobre 10 hurn an o, por mucha auro ridad que tenga. So­bre 10 que es ra fuera de su com p rensi6n y es cosa sobrena ­tura l, sol o se Ie ha de creer cuando 10 haya au torizado un a ap robacion sobrenatural, N o se ha de envilecer n i de con ­ceder a la Iigera ese p rivi leg io que Dios ha quer ido o to rgar a algunos testi rnonios nue st ros . Martilleanrne los o idos con

10 «Los homb res tienen mas fe en 10 que no corn prende n.» (Auonimo) . II ',EI espiriru human o se inclina a creer mas en las casas oscuras.» (Ta­

ciro, Histories, I. 22). 12 «Que se pro pongan esras casas como verosimiles, pem que no se afir­

men." (Ciceran, A cad6micas, II. 27).

re ; v ieron lo ot ros tres, al dia sigu ient e , por occidente, a tal ho ra, en ta l lugar, as l vesti do . En verdad que no me creeria ni a mi m isrno. "Cuant o ma s natu ral y mas verosimil no me pa rece que dos hombres m ienran, que que un hom bre pase e n doce horas, como los vien tos , de oriente a occiden ­re? "Cmin to mas natural que la volubi lidad de nue stra men ­te tra stornada nos saque de qui cio el entend imicntO, que que un o de nos otros eche a vo lar en un a escoba por el ti ro de la chimenea , en carn e y hueso, par la [nrerccs io n de u ri

espir iru extrano) No busq uemos ilusi on es de fuera y des­conocidas, noso tros que no s vernos ag itados pc rmane nte ­men te por ilusiones prop ias y caseras . Parecerne perdona­bit el no cree r un prodigio, al rnenos cua ndo se pucda da r la vuelta y de mosrrarlo por via no prodig iosa. Y compano la op in ion de san Agustin , que mas vale inclin arse por la duda que por la seguridad en cosas dificiles de pr obar y pe ­

ligrosas de creer. H ace algunos a fios pase por las rierras de un pr incipe so ­

beran o, el cual, en m i propio bien y para acabar con m i in­cred ulid ad , hiz ome la merced de mosrrarme en su pr esen­cia, en lugar p r ivado, a diez 0 doce pr isione ros de es ta na­rura leza, y, entre o tros, a un a v ie ja hart e bruj a e n ve rdad por su feald ad y deformidad , muy famosa desde hacia largo tiem po en esr a pr ofesiori. V i pruebas y libr es confesiones y no se que rnar ca insen sible 13 en aquella m isera vieja; y pregunte y ha ble a m is anchas prestando la ma s sa na aren ­cion que pude; y no soy hombre que se deje arar el enren ­di rnien to con pre juicios. Al fin y e n conciencia, habriales or denado mas bien eleboro que cicuta: «Captisque res rna­gos menribu s, quam consceleratis sirni lis visa» 14 T iene la justi cia sus pr opios corr ectivos para tales enfermedades.

En cuanto a las objeciones y argume nt os que algunos hom bres de bien me alegaron entonces y m uch as otras ve ­ces, no he oido n inguno que me convenza ni que no sea

Il La del diablo. 14 «El asunro me parecitl resultat mas de Ia locura que del crimen.))

(T iro Livio, VIll. 18).

[29 8) [299)

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sus ceptible de una solu cion s iem p re m as verosimil que sus co nclusiones. Bien es verdad que las p r uebas y razones que se fund an en Ia experiencia y en los hechos, no las des en­trafio; adem as no tienen ni principio ni fin : sue lo co rrar­las, como hi zo Alejandro con e l nudo. En tod o caso, es po­ner precio rnu y alto a sus conjetura s, el m andar quern ar viv o a un hombre p or eli as . Cue nca n varios casos y Pres­tancio el de su padre, que, presa del Sopor y dormido harro mas p rofundameme que con un sue no perfecto, sofio ser mula y servir de besria de carga a uno s soldados . Y era 10 que sofi aba, Si sue nan los brujos as f de materialmence, si pueden los suefios romar cuerpo a veces, enton ces no creo que nuestra voluncad haya de rendir cuencas a la justicia.

Cuanc o dig o, hag alo como aq uel que no es ni juez ni con ­seje ro de reyes, ni se considera en mod o alguno digno de ello, sino hombre vulgar, nacido y des rinado a obedec er a la ra zo n p ublica tanro de p alab ra como de obra. Quien usa­re de m is lucubraciones en contra de la ley mas insignifi ­cance de su pueblo, 0 idea , 0 Costum bre, hariase g ra n per­jui cio y ta m bien a mi. Pues no ga ra ncizo mas cer re za en 10 que digo s ino que es 10 qu e enronces tenia en mi pensa­mienro, pensamienc o tumultuario y vacilante. H abl o de todo pl ati cando, no asegurando . «N ec me pudet, ur istos, fateri nesc ire qu od nesciam » 15. N o habl aria con ran ra osa­di a si me co rrespond iera el se r crefdo; y asi respondi a un g rande qu e se quejaba de la dureza y ag resiv idad de mi s ex­hortaciones: Sinciendo os fuerte y prepar ado por un lado, os p ro pongo el o rro con rod o e l in te res que puedo, pa ra aclarar vue srro jui cio, no para obliga rlo; Dios riene vues­tros corazones y os ayudars a e leg ir. N o soy tan p re sun­ruoso ni siquiera como p ara dese ar que mi s idea s inclinen hacia un lado u otro , en cosa de ta l imporrancia, no las ha de stinado mi fortuna a tan p oderosas y elevadas con clusio­nes . Ciertamence, tengo no s610 muchas cualidades, sino bastances opi niones de las que de sviaria a mi hij o, si 10 tu­viera. Pues, (que? jSi las m as verdaderas no son s iemp re

" «No me averguenz a, como a esas gemes, confesar que ignoro 10 queignoro.» (Cicer6n, Tlil erdanaI, I. 25).

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las mas conveniences par a el hombre, de tan sa lvaje co mo es su forma de se r!

Venga a cuento 0 no, da igual , dicese en Iralia como p ro ­verbio com un qu e no cono ce la perfects dulzura de Venus aque l que no se ha acos rado con un a coja. E I azar a algun incideme particul ar ha puesro desde hace rnu cho este di ­cho en boc a de l pu eblo, y se dice tan to de los hombres co mo de las mujeres . Pu es la re ina de las ama zo na s res­pondi6 al escira qu e la invitaba aJ amo r: «a p lO"l a XWAO C; Ot<PEt»; un co jo 10 hace mejor. En aq ue lla re publ ica feme­nina, p ar a evitar la dominaci6n de los varo nes , ro m p ianles desde la infancia , br azos, piernas y o t ro s rn iern br os que les daban venraj a sobre e llas y se rvianse de e llos 5610 para 10 que nosorros no s se rvimos de eli as aho ra. H abr ia pcusa do qu e el movirnienro descompuesro de un a coja podria apor­tar algun nuevo pl acer al ayun ta m ien to y cier ta punta de dulzu ra a aquellos que 10 prueban, m as acabo de en te ra r rne que incluso la filosoffa an rig ua opine sobre ello; dice que al no recibir las piernas ni los muslos de las cojas, a causa de su imperfecci6n, el alirnenro qu e les es debido, ocurre que las partes gen itales, que esran en cima, estan m as lle­nas, m as nutr idas y vigorosas, 0 bien que, a l impedir esre defecro el ejercicio, aque llos que se yen afectados por el , di ­s ipa n menos sus fuerzas y lIeg an ma s ente ros a los juegos de Venus . R az6n por la cua l rarnbien lo s g riegos acus aban a las tejedoras de se r m as ardorosas que las dernas mu je­res: a causa del oficio seden rario que pract ican , s in g ran ejercicio del cue rpo. ( De que no podremos razonar de es te modo ? De esras podriase decir rarnbien qu e el tr aqu erreo que les da su tr abajo al esrar asi senradas, las despiert a y so licits , como les ocu rre a las damas con el barnboleo y tem­blor de los coches .

( No sirven acaso es tos ejem p los para 10 que deda al p rincipio: qu e nueseras razones a men udo ancicip an los he chos y t ienen par a su jurisdicci on un a ex tens i6n tan infi ­nita que juzgan y se ejercitan incluso co n la inanidad y el no ser? Aparte de la flexibilidad de nuestra invenciva al for­jar r azones par a coda suerre de suenos, nuestra im agina­ci6n resulta ser igu almente fscil p ar a recibir impn:s io l1(,s

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de Ia fal sed ad con harro Irlvolos morivos. Pues con so lo la auroridad del uso anr iguo y publico de esre dicho, hi ce creer arirafio que habia obreri ido m as p lacer de un a mujer por no es rar derecha, y afiadf esro al mirne ro de sus gracias.

T orcuaro Tasso, cuando compara Francia e Iralia, dice ha­ber observa do esro, que tenemos nosorros las piernas ma s fJacas que los genrilhombres ita lianos , y 10 au ibuye al he ­cho de que estarnos conrinuam enre a cab allo; hecho que es e l mismo del que Sue ronio sac a conclusion tot almeme opu esra : pu es dice po r el con ua r io que a Gerrnanico Ie ha­bian e ngo rdado las suyas mediame la con tinua p d cti ca de este misrno ejer cicio . N ada hay ta n moldeable y erra nt e como nuest ro em endim ienro: es el zapa ta de Teramene, bueno para cualquier pie. Y es dob le y cam bia m e como las m aterias son dobles y cam biam es. D am e un dr acma de pl a ­ra, deci a un fi16sofo cinico a Amigono. -No es p resenre de rey, respondio es te, -Dame pues un ral enro. -No es preseme p ar a un cin ico.

Seu plures calor ilJe vias er caeca relaxa r

Spira menta, novas ven iar qua succus in herbas ; Seu durar magis e r vena s as rri ngi r h ianres. N e renues p luviae, rap idive po renri a so lis Acrior, aut Boreae penerrabile frigus ad urat 16.

«Ogni medag lia ha il suo rive rso» l7. He aqui por que Cli­rornaco deci a anrafio que Carneades habia superado los rra­ba jos de H ercule s, por habe r arran cado de los hombres el conse m im iemo, es decir, la op inion y la remeridad de juz­ga r. Esta ide a de Carnead es, ran vigorosa, naci6 anrigua ­m enre, a mi pa recer, de la im pudicia de aquellos que se jac ­ran de sab er, y de su de smesurada so berbia. Pusieron en ve m a a Esopo con orros dos esclavos . EI com pra dor p re­

16 «EI ca lor, bie n dilara rnu chos cam inos y poros oculros de la rierra, por donde Ie llega la sav ia a las nue vas hierbas, bien la e ndurece y es rre ­cha sus venas, proreg iendola cont ra las lIuvias, el poder devo rado r de un sol ardienre, a el fri o penerranr s de Boreas.» (Virgil io, Georgicas, I. 89 ).

17 «Toda meda lla rien e S U reverso.» (Proverbio iral iano).

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gunro al primero 10 que sabia hacer ; este, para hacerse va­le r, re spondi o maravil las s in cuento, que sa bia esto y 10 orro; el segundo respondio sobre si mi smo otr o tanto 0

ma s; cuando Ie roco a Esopo y Ie hubieron pregu nrado tam ­bie n 10 que sab ia hacer, dijo: N ada, pues se han quedado estes co n rodo: saben rod o. Asi aco nrecio con ]a escuela de filosofi a: el org u llo de aque llos qu e a tr ibuia n a la men te hu­mana cap acidad para tod o, provoco en orros, por des pecho y ernulacion, la idea de que no es capa z de nada. Los Ul10S

adop ta n p ara la ig norancia la rni srna cx rrernid ad qu e los orros para la cienc ia, Para que no se pu eda (legar que el hombre es siernp re inmodera do y que no se dericne ma s que por la necesidad e irnporencia de ir ma s alla,

CAPfTULO XII

DE LA FISONOMIA

C ASI rodas las idea s que te nemos es ran aceptadas por autoridad de o rros y por confianza en ellos . N o ha y

ma l alguno en esto ; no podriamos escoge r peo r que por no­so rros m isrn os, en siglo tan deb il, Esa re presentacion de los discursos de Socra tes que nos deja ron sus am igos , no la ap robamos s ino por re spero a la ap robacion publica; no es por co noc im ien ro nuesrro: no estan de acuerdo con nues ­rras cos rum bres. Si naciera aho ra algo igual , pocos hom­br es 10 valorarian.

So lo nos percararnos de las grac ias ag udas , pomposas e hi nch ada s por arrificio. Aquellas qu e pasan bajo la natura­lidad y la se ncillez, escapan tacilmenre a un a vist a tosca como la nuesrra ; tienen una be lleza de licada y oculra; se ha de rener la vis ta clara y bie n purgad a pa ra descubrir esa luz secrera. ( N o es Ia ingenuidad , para nosor ros , he rmana de la nec ed ad y cualidad digna de reproche? Socrates mue­ve su alm a con movi rnienro natural y cornun. As i habla un

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