monseñor leonidas proaño

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Testimonios Testimonios 72 Páginas 232. Diciembre, 2013. Monseñor Leonidas Proaño “Santo padre” de la Iglesia Latinoamericana Jorge Álvarez Calderón Hace veinticinco años, un 31 de agosto de 1988, moría en Quito un gran obispo latinoamericano, Leonidas Proaño Villalba, un cristiano profundo, nacido de una familia pobre de la sierra ecuatoriana, obispo de Riobamba (Ecuador) desde 1954, y que, junto con un pequeño gru- po de obispos latinoamericanos, contribuyó a que se pusieran las ba- ses del surgimiento y maduración de nuestra Iglesia latinoamericana. El teólogo José Comblin lo califica como uno de los “Santos Padres de nuestra Iglesia latinoamericana” y lo explica de esta manera: “Hasta hoy las iglesias de Europa y del Medio Oriente han sido marcadas por el modelo de cristianismo creado y expresado por un grupo relativa- mente pequeño de obispos, que vivieron, sobre todo, en los siglos IV y V de nuestra era, y han recibido en la tradición el nombre de “Santos Padres”. Fueron personalidades excepcionales que tuvieron que dar respuestas a los desafíos de la sociedad grecorromana y de la civiliza- ción helenística. Las respuestas que dieron constituyen un conjunto todavía válido para esas iglesias” 1 . En América Latina, la Iglesia católica ha sido durante cinco siglos una simple prolongación de la Iglesia occidental o latina. Hemos sido, des- de fines del siglo XV, iglesias coloniales 2 : la pastoral, la liturgia, la re- 1 José Comblín: “Los Santos Padres de América Latina”, en Reflexión y Liberación, tomo II, nº 8, Santiago de Chile. 2 Salvo el grito profético aislado de Fray Bartolomé de las Casas (1484-1566), lúcido y valiente en su tiempo pero desgraciadamente tan silenciado y olvidado hasta la actualidad.

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Jorge Álvarez Calderon

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  • TestimoniosTestimonios

    72Pginas 232. Diciembre, 2013.

    Monseor Leonidas Proao Santo padre de la Iglesia LatinoamericanaJorge lvarez Caldern

    Hace veinticinco aos, un 31 de agosto de 1988, mora en Quito un gran obispo latinoamericano, Leonidas Proao Villalba, un cristiano profundo, nacido de una familia pobre de la sierra ecuatoriana, obispo de Riobamba (Ecuador) desde 1954, y que, junto con un pequeo gru-po de obispos latinoamericanos, contribuy a que se pusieran las ba-ses del surgimiento y maduracin de nuestra Iglesia latinoamericana.

    El telogo Jos Comblin lo califica como uno de los Santos Padres de nuestra Iglesia latinoamericana y lo explica de esta manera: Hasta hoy las iglesias de Europa y del Medio Oriente han sido marcadas por el modelo de cristianismo creado y expresado por un grupo relativa-mente pequeo de obispos, que vivieron, sobre todo, en los siglos IV y V de nuestra era, y han recibido en la tradicin el nombre de Santos Padres. Fueron personalidades excepcionales que tuvieron que dar respuestas a los desafos de la sociedad grecorromana y de la civiliza-cin helenstica. Las respuestas que dieron constituyen un conjunto todava vlido para esas iglesias1.

    En Amrica Latina, la Iglesia catlica ha sido durante cinco siglos una simple prolongacin de la Iglesia occidental o latina. Hemos sido, des-de fines del siglo XV, iglesias coloniales2: la pastoral, la liturgia, la re-

    1 Jos Combln: Los Santos Padres de Amrica Latina, en Reflexin y Liberacin, tomo II, n 8, Santiago de Chile.2 Salvo el grito proftico aislado de Fray Bartolom de las Casas (1484-1566), lcido y valiente en su tiempo pero desgraciadamente tan silenciado y olvidado hasta la actualidad.

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    flexin teolgica, la espiritualidad y la legislacin eran de origen euro-peo. Nuestras iglesias no haban llegado an a la edad adulta. Pero los cambios sociales despus de la II Guerra Mundial y los excelentes obispos que el papa Po XII nombr en esos aos iniciaron un proce-so de maduracin eclesial de gran importancia. Un grupo pequeo de estos prelados latinoamericanos se dieron cuenta de que no se poda evangelizar a nuestros pueblos, tan distintos de los europeos y expe-rimentando cambios sociopolticos tan profundos, si sus dirigentes no se reunan a pensar la situacin para buscar caminos nuevos de evan-gelizacin. Es preciso nombrar especialmente a dos de ellos que, ade-ms, eran grandes amigos: Helder Cmara (Brasil) y Manuel Larran (Chile): ellos fueron los iniciadores de todo el proceso. Ellos encontra-ron, adems, el apoyo de otros obispos de gran calidad como Marcos McGrath (Panam), Sergio Mndez Arceo (Mxico), Bogarn (Paraguay) y otros ms. Evidentemente, don Leonidas estuvo en ese grupo.

    En 1955 siete aos antes del Concilio! lograron formar el Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam), primera experiencia regional de colegialidad en la Iglesia catlica que, desde la Edad Media, viva una gran centralizacin romana en su gobierno. En esa instancia, estos grandes hombres iniciaron todo un proceso de reflexin y participa-cin colegiada, de gran envergadura. Eso se pudo ver, por ejemplo, en el Concilio. Aprovecharon esos aos excepcionales para conocer a otros obispos y especialistas, promover instancias de reflexin y coor-dinacin. Pudieron profundizar con otros obispos del mundo muchos temas claves, sobre todo dos: la relacin Jess-los pobres-la Iglesia, y la relacin que deba haber entre los pases desarrollados y los sub-desarrollados.

    En todos esos aos, ellos fueron en verdad los gestores de una Iglesia latinoamericana adulta, capaz de afrontar con criterios propios y ma-duros los retos pastorales que se presentaban en el subcontinente. Ese grupo pequeo es el que Jos Combln llama el grupo de los San-tos Padres de nuestra Iglesia latinoamericana: su profundidad, luci-dez, audacia, humildad y coraje han permitido que nuestras iglesias dieran frutos de misioneros, mrtires, laicos comprometidos, santos, desde su encarnacin evangelizadora en esta parte del mundo. As como en la antigedad, los Santos Padres de esos tiempos permi-tieron que la Iglesia se encarnara en el mundo greco-romano, estos Santos Padres permitieron que nuestra Iglesia latinoamericana y caribea asumiera con calidad y adultez su responsabilidad.

    Medelln hubiera sido imposible sin este grupo propulsor. Don Manuel Larran, a la sazn presidente del Celam y amigo personal del papa Montini, logr que ste, al fin del Concilio, pidiera al Celam que convo-

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    cara la II Asamblea del Episcopado Latinoamericano para aplicar aqu las conclusiones conciliares. Los agentes motores de esta iniciativa, de la preparacin y de la orientacin del evento, fueron este grupo. Esta minora puso las bases de una respuesta original del cristianis-mo a una situacin humana especfica, distinta de lo que se haba vivido en las cristiandades anteriores. No tuvieron miedo de pedir ayuda a peritos seglares: socilogos, antroplogos, especialistas en ciencias sociales. Ellos permitieron que nuestra Iglesia se encarnara con calidad y anunciara el evangelio con signos y palabras verdadera-mente significativos y movilizadores.

    InIcIos y prImeros pasosSoy hijo de familia pobre... Nac el 29 de enero de 1910, en San Antonio de Ibarra... Supe, como todos los pobres, lo que es padecer de necesidad y de hambre. La pobreza!... es tambin un don, dice en su autobiografa monseor Leonidas Eduardo Proao Villalba. San Antonio est en el corazn de la provincia de Imbabura, con alto por-centaje de poblacin indgena.

    Sus padres Agustn Proao Recalde y Zoila Villalba Ponce, fueron campesinos pobres dedicados a tejer sombreros de paja para educar a su nico hijo, ya que sus tres hermanos haban muerto temprana-mente. Tendra 10 u 11 aos de edad, empec a ayudar a mi padre en el trabajo ms duro y peligroso que era macetear los sombreros. Duro, porque se rompan las manos, mientras no se formaran callos. Aprendi de sus padres el amor a los pobres. Ese amor y respeto a los pobres, particularmente a los indgenas, lleg a formar parte de mi propia existencia. Por esto, he dicho ms tarde que no he querido nunca ser traidor a los pobres, pues nac en un hogar pobre y aprend en ese mismo hogar a amar a los pobres3

    El 1 de octubre de 1930 ingresa al Seminario Mayor de San Jos de Quito y el 4 de junio de 1936 es ordenado sacerdote de Ibarra. Desde el principio tuvo una preocupacin grande por la situacin social de su pueblo, especialmente los campesinos indgenas, los jvenes. Sufra al ver su pobreza, la explotacin en que vivan, la falta de medios para surgir. Funda en su dicesis la Juventud Obrera Catlica y el Sema-nario La Verdad con el lema La Verdad os har libres. Luego har la librera e imprenta Cardijn4 al servicio de los jvenes obreros. Su amigo el P. Surez Veintimilla escribe:La Joc nos permiti, a Leoni-das y a m, vivir una experiencia fecunda e inolvidable. Juntos bus-

    3 Extractos del Boletn del Instituto Cientfico de Culturas indgenas, ao 3, n 29, agosto de 2001. Los otros textos que sacamos de esa misma fuente los hemos puesto en cursiva.4 Jos Cardijn, sacerdote belga, fundador de la JoC.

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    camos a los muchachos. Pasamos muchas noches conversando con ellos, comentando el Evangelio, haciendo con ellos, visitas que eran verdaderas visitas de amigos al Seor Sacramentado. Presentando dramas en los pueblos. Realizando semanas de estudio y congresos. Caminando con ellos, y ascendiendo a las montaas. Durmiendo bajo la misma tela de carpa o bajo la luz tranquila de las estrellas. Viviendo con ellos sus problemas, sus angustias y sus esperanzas.

    obIspo de rIobambaEl 26 de mayo de 1954 fue consagrado obispo de la dicesis de Rio-bamba (Provincia del Chimborazo y Bolvar). Toma contacto con esa provincia indgena y pobre del centro del pas. Vena con muchas in-quietudes a ese lugar pero nunca pens que al entrar a su dicesis, tendra una experiencia que lo marcara definitivamente. Yo personal-mente tuve la suerte de escucharlo cuando cont lo que le ocurri. Estaba entrando oficialmente a la ciudad siguiendo las tradiciones de la poca en automvil, cuando un indgena se atrevi a romper el protocolo y, corriendo hacia el auto, le grita: Taitai, no te olvides de nosotros! . Eso fue para Don Leonidas como un llamado de Dios, su bautizo. Toda su vida quedara marcada por esa splica. Sera un obispo para los indios.

    Fiel al mtodo aprendido en la JoC, comenz a visitar la dicesis y conocer la realidad de toda la provincia. l mismo dir: El mtodo de ver, juzgar y actuar se hizo carne, hueso y sangre en mi vida, ya no poda hacer de otra manera.5 Pudo constatar la dura realidad de los indgenas, su aislamiento, su abandono. Y tuvo tambin muy rpida-mente su primer conflicto como obispo: al poco tiempo de llegado, las familias tradicionales de Riobamba se le acercaron pidindole que re-construyera la catedral que haba quedado destruida en un terremoto haca unos aos. l les haba dicho tajantemente: Primero tengo que construir la Iglesia viva de Cristo entre los hermanos indios, el tem-plo de cemento vendr ms tarde. Esa respuesta, evidentemente, no les gust, y desde esa fecha se cre una distancia entre esos grupos pudientes y el obispo. Desde el inicio se mostr fiel a ese campesino indgena que se le haba acercado cuando entraba a la ciudad.

    En 1956, siete aos antes de que se promulgara la primera ley de Reforma Agraria, Monseor Leonidas Proao, al constatar, por un

    5 Ese mtodo es practicado por todos los movimientos de Accin Catlica. Varios obis-pos del Concilio que haban acompaado a esos grupos haban quedado marcados, como Mons. Proao, haban conocido el mtodo y constatado su eficacia para evangelizar la so-ciedad. De ah se comprende que lo utilizaran en la Constitucin Gaudium et Spes y en las Conferencias de Medelln, Puebla y Aparecida.

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    lado, que la Dicesis que diriga era propietaria de extensas propieda-des, y por otro, la situacin en la que sobrevivan los indgenas por el despojo de sus tierras, proyecta la entrega de haciendas de la iglesia a los indgenas.

    No se trata de dar una cuadrita a cada individuo. Quiero que la par-celacin se efecte entre cooperativas para que sea de provecho. De esta manera la iglesia de Riobamba se anticip al Estado. Evi-dentemente decisiones como stas preocupaban cada vez ms a los terratenientes del sector. Para Proao esto era inevitable. Por sus con-vicciones de fe, l deba seguir al Jess pobre, Buena Nueva para los pobres. Y esto lo consideraba como algo inherente a su misin.

    Luch incesantemente por introducir la justicia social en las relacio-nes con los indgenas, para promover su acceso a la vida pblica y al poder poltico. Fue ah cuando comenz a llamrsele con desprecio: Obispo de los indios.

    En 1960 inicia la Pastoral de Conjunto en la dicesis: eso era algo totalmente nuevo. An no haba tenido lugar el Concilio y an no haba una visin de conjunto de la pastoral, ni consejos pastorales y menos an participacin de los laicos en esas instancias. En Francia recin se empezaba a hablar de esos temas, como una gran novedad. Slo despus del Concilio, se llegara a implementar. Aqu Proao resulta ser un pionero en la Pastoral. Cre tambin las Escuelas Radiofni-cas Populares para educar y promover a las comunidades indgenas. Organiza tambin la Misin permanente en la dicesis, equipos que giraban por las diversas provincias haciendo que la iglesia se acer-cara a los alejados y los integrara progresivamente a la comunidad eclesial. La Iglesia de los indios empez a nacer. En 1963 despus de la primera sesin del Concilio da otro paso ms: funda el Centro de Estudios y Accin social, con el objeto de conocer mejor la proble-mtica del campesinado en su dicesis.

    1967, dos aos despus del Concilio y un ao antes de Medelln, empieza en su dicesis, siguiendo la iniciativa creativa del Brasil, las Comunidades Cristianas de base, una manera de convocar Iglesia desde las bases del pueblo. Estas comunidades, animadas por les equipos misioneros, fueron instancias de profunda espiritualidad y compromiso de los indgenas y de los pobres de la ciudad.

    obIspo de LatInoamrIcaMuy rpidamente (1960) participa en el recin nacido Celam (1955) al ser elegido como delegado sustituto del Episcopado ecuatoriano ante el Consejo Episcopal Latinoamericano (Celam), y poco despus fue

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    nombrado titular. Aqu empieza para l su nueva aventura: ser obis-po para toda Amrica Latina. Esa experiencia fue clave para l: pudo formar equipo con los promotores del Celam Manuel Larran y Dom Helder; conoci a los otros grandes obispos, los que llamamos los Santos Padres de Amrica Latina, form equipo con ellos. Y, poco tiempo ms tarde, en 1962, todos participaron en el Concilio, que fue un verdadero kairs para todos, un tiempo de gracia donde se abrieron a un mundo mucho ms grande, conocieron a otros obispos y personalidades de primera clase, se abrieron a la universalidad. El Concilio, evidentemente, fue una gran escuela para este obispo: fue la oportunidad de ampliar su visin, conocer a otros pastores, participar en todos los debates dentro y fuera del aula conciliar. Aos intensos que lo marcaron para toda su vida. Se fue convirtiendo en amigo y compaero de ruta de esos grandes pastores que estaban en el Ce-lam. Poco tiempo despus fue elegido Presidente del Departamento de Pastoral de Conjunto del Celam y en calidad de tal cre el Instituto Itinerante de Pastoral de Amrica Latina (Ipla). Esta instancia tuvo una importancia clave: eran los aos en que llegaban muchos misioneros a nuestros pases que deseaban y necesitaban iniciarse a nuestra realidad social, poltica, cultural, religiosa, eclesial. Esta escuela tuvo su centro en Ecuador pero organizaba tambin cursos en los pases que se lo pedan. El Ipla, animado por Proao, cumpli un papel clave en estos inicios de la renovacin, especialmente despus de Mede-lln. Ah se form toda una generacin de pastores que permitieron el inicio de las comunidades cristianas, la iglesia de los pobres, la iglesia proftica.

    Proao estuvo muy activo en la Conferencia de Medelln. Con su tes-timonio y experiencia trabaj el tema de la Pastoral de Conjunto y la metodologa misionera que, partiendo del proyecto histrico de los indgenas trataba de discernir las semillas del Reino presentes en l. El mismo deca:O bien caminamos en el sentido del Evangelio, sin re-huir su incidencia en lo poltico, abiertamente, o bien, con el pretexto, con la frmula de que la Iglesia no se mete en lo poltico contribuimos polticamente a que este sistema de dominacin, de pecado, perma-nezca y se consolide. Y en ese caso somos traidores del Evangelio ya que el Evangelio es subversivo frente a una sociedad estructurada sobre la injusticia y la muerte. Aos ms tarde, en la Conferencia de Puebla (1979), trabajara, junto con Mons. Germn Schmitz, auxiliar de Lima, el famoso texto que adjuntamos:

    Al analizar ms a fondo tal situacin, descubrimos que esta pobreza no es una etapa casual: sino el producto de situaciones y estructuras econmicas, sociales y polticas, aunque haya tambin otras causas de la miseria. ()

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    La situacin de extrema pobreza generalizada, adquiere en la vida real rostros muy concretos en los que deberamos reconocer los ras-gos sufrientes de Cristo, el Seor, que nos cuestiona e interpela:

    rostros de nios, golpeados por la pobreza desde antes de nacer, por obstaculizar sus posibilidades de realizarse a causa de defi-ciencias mentales y corporales irreparables, los nios vagos y mu-chas veces explotados, de nuestras ciudades, fruto de la pobreza y desorganizacin moral familiar;

    rostros de jvenes, desorientados por no encontrar su lugar en la sociedad; frustrados, sobre todo en zonas rurales y urbanas mar-ginales, por falta de oportunidades de capacitacin y ocupacin;

    rostros de indgenas y con frecuencia de afroamericanos, que vi-viendo marginados y en situaciones inhumanas, pueden ser con-siderados los ms pobres entre los pobres.

    rostros de campesinos, que como grupo social viven relegados en casi todo nuestro continente, a veces privados de tierra, en situa-cin de dependencia interna y externa, sometidos a sistemas de comercializacin que los explotan;

    rostros de obreros, frecuentemente mal retribuidos y con dificulta-des para organizarse y defender sus derechos;

    rostros de subempleados y desempleados, despedidos por las du-ras exigencias de crisis econmicas y muchas veces de modelos de desarrollo que someten a los trabajadores y a sus familias a fros clculos econmicos;

    rostros de marginados y hacinados urbanos, con el doble impacto de la carencia de bienes materiales, frente a la ostentacin de la riqueza de otros sectores sociales;

    rostros de ancianos, cada da ms numerosos, frecuentemente marginados de la sociedad del progreso que prescinde de las per-sonas que no producen.

    Compartimos con nuestro pueblo otras angustias que brotan de la fal-ta de respeto a su dignidad como ser humano, como imagen y seme-janza del Creador y a sus derechos inalienables como hijos de Dios. (Puebla, Cap. II. Visin sociocultural de la realidad latinoamericana, nn. 31-40).

    eL hogar santa cruz (1968)Esta casa fue construida por Mons. Proao en los aos de su ma-durez. Tena ms de diez aos como pastor de la dicesis, formaba

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    parte de la directiva del Celam, haba participado en los intensos aos conciliares y tambin en la preparacin de la Conferencia de Medelln. Esa casa representaba pues sus inquietudes, sus opciones, su espi-ritualidad. Era el lugar donde resida y estaba destinada a diferentes encuentros pastorales, cursos, conferencias, seminarios, retiros. Era una casa de formacin.

    Yo tuve la suerte de conocer a Don Leonidas en 1972, cuatro aos despus de Medelln, y lo conoc precisamente en ese Hogar Santa Cruz, donde l resida y dnde tenan lugar algunas de sus coordina-ciones pastorales diocesanas: recuerdo sobre todo las coordinacio-nes de misiones y de las comunidades de base.

    Desde que se entraba en la casa, se viva una atmsfera de sencillez especial. Entrando, a la derecha estaba la pequea capilla: altar muy sencillo, con un lienzo con motivos andinos, un tabernculo muy es-pecial: una pequea choza indgena, las bancas, simples troncos de palmera. Era el lugar del Seor de los pobres!

    Luego un zagun, alrededor del cual haba algunos cuartos de reu-niones y la sencilla cocina, donde Monseor coma cuando no haba reuniones, y cuando las haba, l participaba sencillamente con los que ah estaban. Al fondo, al aire libre, un camino donde se poda pasear en los momentos de descanso. Y luego estaba, a la derecha, el edificio de los dormitorios: en un sector, los cuartos llevaban el nombre de las diferentes provincias ecuatorianas, en el otro, los de los pases latinoamericanos. La Casa de Santa Cruz era la casa del obispo, la casa de los indgenas, la casa de todos los ecuatorianos, la casa de los latinoamericanos. La casa donde, en todos los rincones, se viva la opcin preferencial por los pobres. Ah viva Monseor, no en un departamento especial. l utilizaba slo dos cuartos en el lugar de los huspedes, en la zona de los pases. Si no me equivoco esas habitaciones eran Cuba y Nicaragua! l nos reciba siempre con gran sencillez, con terno y corbata, sin insignias episcopales. En la noche o cuando haca fro se pona un poncho de lana gris. Descubr tambin que no usaba el escudo episcopal, signo de dignidad y poder propio de la cristiandad y las hojas membretadas de la dicesis decan sim-plemente: Iglesia de Riobamba.

    He dicho que yo llegu a esa casa en 1972. Era el ao doloroso en el que el Celam haba cambiado de direccin, la antigua dirigencia haba salido, para ser reemplazada, desgraciadamente, por obispos con op-ciones muy distintas a las de los fundadores. El Celam dejaba de ser el centro de la renovacin eclesial, sera ms bien la instancia desde donde cundi la sospecha contra todos los esfuerzos de encarnacin, de la teologa de la liberacin, etc.

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    Varios obispos, entre ellos Don Leonidas, consideraban que si el Ce-lam ya no convocaba a reuniones latinoamericanas, ellos deban con-tinuar hacindolo de manera no oficial. Era una exigencia pastoral. Por eso, peridicamente y en diferentes pases, se convocaban entre obispos amigos, con pastores y especialistas para tratar diversos te-mas eclesiales de inters para los participantes. Es ah donde tuve la suerte de conocer a obispos como Sergio Mndez Arceo y Samuel Ruiz de Mxico, Cndido Padn y Antonio Fragoso (Brasil), Fernando Arizta, Enrique Alvear y Carlos Gonzlez (Chile) y Adolfo Prez Esqui-vel, premio nobel de la paz (Argentina), Jos Comblin, etc. Santa Cruz fue para m un lugar de encuentro de personas con inquietudes simi-lares y que buscbamos la renovacin de la Iglesia Latinoamericana de acuerdo a Medelln. Ah tuve la oportunidad de abrirme a todo La-tinoamrica, a sentirme pastor junto con todas esas personas queda-ban testimonios de tanta profundidad.

    La ltima reunin en la que particip fue en 1976. Eran los aos duros de las dictaduras en el sector oriental de Amrica del Sur (Brasil, Uru-guay y Argentina), pero tambin en Chile y Bolivia. Se saba que eso obedeca a la estrategia de la guerra fra entre el mundo occidental y la Unin Sovitica. Era la estrategia de la Seguridad Nacional, que estaba produciendo tantas vctimas en nuestros pases y que atacaba tambin a los sectores de Iglesia comprometidos con los pobres. Era urgente conocerla mejor para poder actuar correctamente. Empez-bamos la reunin, cuando de manera brusca entraron militares y poli-cas armados, nos apresaron y, sin ninguna explicacin nos metieron en buses y nos llevaron a Quito, unas cinco horas de viaje. Fueron momentos de gran angustia e inseguridad. Llegando a Quito, sacaron bruscamente del bus a Monseor y nos dejaron solos. Esa noche fue muy angustiosa. Estbamos totalmente aislados, no sabamos lo que le pasaba a Monseor. decidimos celebrar una eucarista y nos de-claramos en huelga de hambre. Pedamos una explicacin, pedamos que respetaran a Monseor, que regresara con nosotros. A eso de medianoche se hizo presente el nuncio, pareca que haba alguna luz. Finalmente a eso de las 9 am llegaron los obispos ecuatorianos con Monseor y ah se aclararon las cosas: salimos en libertad. Pero la reunin tena que interrumpirse. La consideraban peligrosa. La estra-tegia de la seguridad nacional nos haba alcanzado. Ese era el clima de esos aos. As se consideraba en los sectores del poder a una igle-sia comprometida con los pobres: era peligrosa, deba deshacerse.

    Pero quiero terminar con lo que viv inmediatamente despus. Todos los obispos extranjeros sintieron la necesidad de regresar de inme-diato a sus pases y tenan razn. Y Don Leonidas quera regresar de inmediato a Riobamba, Un grupo de nosotros sinti que no podamos

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    dejar solo a Monseor. Lo acompaamos de nuevo a Riobamba. Ah, al da siguiente, sbado, estaba planificada una ordenacin sacerdo-tal para un joven de la dicesis. Proao haba dispuesto, desde antes, que la celebracin no se hiciera en la ciudad sino en un pequeo casero indgena, a una buena hora de la ciudad. Ah nos dirigimos todos. En la celebracin, habra unos quince concelebrantes, se esco-gieron lecturas apropiadas al momento que habamos vivido. Despus de escuchar las lecturas, Monseor pidi que los concelebrantes nos acercramos a la gente y, en pequeos grupos, comentramos con ellos, a la luz de la Palabra, todo lo que se haba vivido en la semana. Fue algo hermossimo y profundo, los campesinos haban seguido la noticia y comprendido todo lo que eso significaba para ellos, para la iglesia y para el testimonio que ellos deban dar como discpulos. Lue-go empez la ordenacin, y el obispo, en el momento del voto de obe-diencia, le pidi al candidato: Quieres ofrecer tu vida enteramente por el evangelio y los pobres, como lo hemos vivido en estos das? Ah comprend ms claramente quin era este hombre de Dios. En esa pequea iglesita de pueblo, en medio de los campesinos pobres, esa eucarista y esa ordenacin, despus de todo lo vivido, me hizo com-prender lo que el Seor exiga de sus discpulos y apstoles: entregar su vida enteramente por amor!

    Jos Comblin tuvo razn cuando nos habla de estos obispos pioneros como los Santos Padres de la Iglesia Latinoamericana. As como Juan Crisstomo o Agustn son Santos Padres de la Iglesia europea, estos fundadores del Celam son verdaderamente los Santos Padres de nuestra iglesia latinoamericana. Proao lo ha sido de verdad: supo asumir su identidad indgena para manifestar al Cristo pobre y evan-gelizar a sus hermanos de origen. Con valenta proftica defendi a sus hermanos indgenas, les entreg el Evangelio, los dignific. Al ini-cio, los poderosos lo llamaron con desprecio obispo de los indios, pero al final de su vida, el mismo Juan Pablo II le otorg ese ttulo, por pedido de los mismos indios, como un honor, como un homenaje, como un reconocimiento.

    En estas fechas que celebramos los veinticinco aos del paso de Don Leonidas al Padre, su vida y testimonio deben ser una luz y una seal para orientar nuestras vidas.