moingt joseph el hombre que venia de dios 02

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  • 8/13/2019 Moingt Joseph El Hombre Que Venia de Dios 02

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    Joseph Moingt, s.j.

    E L H O M B R E

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    Biblioteca Manual Descle1.LA BIBLIA COM O PALABR A DE DIOS. Introduccin general a la SagradaEscritura, por Valerio Mannucci.2.SENTIDO CRISTIANO DEL ANTIGUO TESTAMENTO, por Pierre Grelot.3. BREVE DICCIONARIO DE LA H ISTORIA DE LA IGLESIA, por Paul Chris-

    tophe.4. EL HOMBRE QUE VENA DEDIOS.VOLUM EN I, por Joseph M oingt.5.EL HOMBRE QUE VENA DE DIOS. VOLUMEN II, por Joseph M oingt.6. El DESEO Y LA TERN URA, por Erich Fuchs.

    JOSEPH MOINGT, s . j .

    EL HOMBREQUE VENADE DIOSCristo en la historia de los Hombres

    VOLUMEN II

    DESCLE DB BROUWER

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    Ttulo de la edicin original:L 'HOMME QUI VENAIT DE DIEU Les Editions duCerf. Pars 1994Traduccin castellana de:Miguel Montes

    6 EDITORIAL DESCLE DE BROUWER, S.A. 1995O Henao, 6 - 48009 BILBAO

    ISBN: 84-330-1069-7 (Obra general)84-330-1071-9 (Volumen II)Depsito Legal: BI-439-95Impresin: Bikaner Grfica

    SEGUNDA PARTECristo en la historia de los hombres

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    INTRODUCCINHistoria y teologaDe la construccin de la cristologa, en la tradicin de la Iglesia, y de sudeconstruccin, en la poca moderna, hemos heredado la tarea de refundarla fe en Cristo, Hijo eterno de Dios, en la historia de Jess y reorientarla enel sentido de la historia de los hombres. Cmo llevarla a cabo?La tarea de que hablamos no implica el rechazo puro y simple de laantigua cristologa ni la puesta en cuestin de la fe que en ella se expresa.La teologa de la unin hiposttica y de la distincin de las dos naturalezasdebe conservar en nuestra reflexin su valor de referencia, que prohibecomprometer la doble y plena pertenencia de Cristo tanto a Dios como ala humanidad. M as esa teologa no basta ya para cumplir su tarea al serviciode los creyentes de hoy, pues no responde a las exigencias ni de nuestralectura de la Escritura, ni de nuestra antropologa, ni de nuestras mentalidades historiadoras. Por eso la mayora de los telogos contemporneosla toman como un punto de partida y no de llegada. La fe que en ella seinterpreta no es puesta en cuestin en s misma, en tanto que fe en Cristo,pero requiere una nueva interpretacin de las formulaciones dogmticas,en tanto estas intentan expresar cmo comprender el serde Cristo para darrazn de la fe depositada en l. La teologa es una ciencia especfica,fundada en una revelacin, que, por este motivo, no puede ser asociadaen absoluto a los criterios de las ciencias profanas, ni prestarse del todo alas evoluciones de las mentalidades. Sin embargo, se apoya en una ampliamedida, especialmente en el caso de la cristologa, en textos histricos yen concepciones filosficas. Por consiguiente, no puede ni sustraerse a lascrticas que recibe de las ciencias de la historia yde los textos, ni continuarhablando un lenguaje filosfico que est perdiendo significacin.Es verdad que tiene su fuente en el Evangelio y que este, para uncreyente, no es un simple documento de archrvo, cuyo estudio pudiera serabandonado a los eruditos y a los tcnicos del lenguaje. El Evangelio es lapalabra de Dios, que no puede s er interpreta da con veracidad ms q ue porun intrprete autorizado, por la autoridad di^vinadel magisterio de la Iglesia,aunque mediando un juego de mediaciones, que no debe ser ni disimuladoni convertido en absoluto. Loquees palabra de Dios no es un texto comotal , es la verdad que este expresa para quien le lee con una actitud de fe,y esta verdad iu> es un contenido de sentido aislado, sino el mensaje queentrega el conjunto de las irtiuiUniones del texto reconducidas a su objeto

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    10 EL HOMBRE QUE VENA DE DIOS (II)central. El magisterio no es el depositario-intrprete de esta verdad comosi la extrajera directa y soberanamente de las Escrituras, sino el guardiny el enunciador de lo que se da a creer, es decir, de lo que se cree ytransmite en la Iglesia desde sus orgenes apostlicos. Todo telogo sabeque un decir nuevo no sera digno de crdito en la Iglesia y estara desprovisto en el exterior de representatividad, si no lograra insertarse en latradicin de la fe en Cristo. P ero sabe tambin que debe respeto a la verdady que eso no puede reducirse a la obediencia a una autoridad jerrquica.Ese respeto, tal como se impone prime ramente a la conciencia, es ante todouna bsqueda de la verdad, conducida con la paciencia de la experienciay la docilidad que se le debe, en conformidad con los mtodos racionalesy con los cnones cientficos em pleados por los espritus perspicaces de sutiempo y en dilogo con ellos. Ese afn es la condicin de credibilidad,sin la cual la fe profesada no manifiesta su coherencia con la verdad buscadapor el conjunto de los hombres de una poca y de una sociedad. El deberde dar testimonio de la veracidad del decir de la fe obliga, por consiguiente ,al telogo a hablar el lenguaje racional de su tiempo, si habla de la comprensin del ser humano por s mismo, y a someter al anlisis y a loscontroles de los mtodos histricos todo texto y todo hecho que presentecomo histricos.El retorno a la historia de la cristologa contempornea sera ilusorio eincluso injustificado si tuviera la ambicino la apariencia de fundar las certezasde la fe en pruebas histricas: la fe no puede reposar ms que sobre lapalabra de Dios, como recordaba la teologa dialctica. Si esto es as, qupodemos esperar? O, si se trata de contar como una historia lo que sucedien la historia, tal como peda Karl Barth, qu decir histrico lograr contarel asunto de Jess, cuando se sabe que la historia de la salvacin es obra deDios revelada a la fe? Algunas breves observaciones pueden iluminar estacuestin1.Resulta trivial recordar, de entrada, que conviene apartar de la teora yde la prctica actuales de la historia el positivismo que predominaba anen la poca en que estaba de moda oponerlo a la fe. La escritura de lahistoria2 renuncia a aprehender los hechos en su desnudez emprica, parainsertarlos en una red de causas y efectos que se pretende perfectamenteobjetiva; los aprehende en un decir que ya los interpreta y trata los hechosesforzndose por dar cuenta de la construccin y de los intereses del decirque los refiere. Todo relato es historia de salvacin: intenta salvar un

    1. Las posiciones de partida de los telogos contemporneos respecto a la historia y suevolucin en direccin a una teologa narrativa han sido sacadas a la luz por P. CORSET 1985(sobre los debates Barth-Bultmana, ver p. 63-7 y el captulo precedente).2. La expresin es de Michel de Certeau, que expone las nuevas concepciones de la historiografa ea varios escritos a los que he remitido en el captulo de introduccin. Ver M. DECERTEAU 1973 , en particular la conclusin, p. 171-180, de donde extraigo estas ltimas lneas:El relato se pone a hablar entre contemporneos. Me pa rece qaeputde hablar del sentido hechoposible por la ausencia, cuando no hay otro lugar que el discurso. Dice entonces algo que tienerelacin cen toda comunicacin, pero lo cuenta en forma de leyenda a buen entendedor, conpocas palabras basta en un discurso que organiza una presencia cue falta y que conserva delsueo o del lapso la posibilidad de ser la marca de una alteridad alterante.

    INTRODUCCIN 11pasado de la muerte, lo devuelve a la vida del discurso al contarlo. Delmismo modo, contar histricamente el asunto de Jess no es intentaratravesar el relato para alcanzar directamente un material bruto, es seguirlelas huellas en la trama misma del relato que sita a Jess en la historia delos hombres, esa de que se ocupan los cronistas, y que narra su acontecimiento como una historia de salvacin, mezclada inseparablemente con laprimera. En mantener ambas unidas consiste el sentido y la finalidad delretorno a la historia de Jes s, que, poco d espus de haber sido proclama dopor Ksemann, se inserta en la exgesis bajo la forma de un retorno alrelato, comprendido como estudio de la narratividad.En cuanto a la fe, nos referimos a la que busca la inteligencia de estahistoria de salvacin, ya apenas le conviene a la epistemologa de nuestrotiempo oponerla con desdn, como algo puramente irracional, a la razncientfica. La razn no es slo facultad de observacin, de anlisis y deexplicacin de los fenmenos sensibles (papel que corresponde al entendimiento en la filosofa hegeliana), es tambin facultad de impresin y deaprehensin del sentido de la vida, de la alteridad del sujeto, del orden de lascosas, del curso de la historia, de la conciliacin de los contrarios, del juicioesttico, de la ley moral. La fe que escruta el fin de la historia, un fin que nosea la destruccin del sentido, corresponde a este orden de racionalidad. Lafe que oye la palabra de Dios y obedece, segn el paradigma de la fe deAbraham, es la que est animada por la esperanza de una salvacin de lahistoria y proporciona el coraje de trabajar en ello. Segn el modelo de la fede Israel, la relectura de la historia anterior, la reflexin de un pueblo sobresu experiencia vivida, es lo que propulsa el pasado al horizonte del futuro.Una fe semejante, que recorre la historia a la bsqueda de un sentido, esplenamente responsable: no es ni asentimiento exttico a unas palabrascelestiales ni adhesin servil a unas autoridades jerrquicas, es capaz de darcuenta de s misma a la razn histrica sin esperar su juicio ni imponerle elsuyo, pues el designio de Dios que ella descubre en la historia se someteala prueba del sentido, pero no es aprehensible ms que en la gratuidad delorden de la gracia.

    El retorno a la historia de Jess se enuncia asimismo c omo la necesidadde regresar a la historia vivida d e los hombres. Desde que el hombre d e lamodernidad ha tomado conciencia de ser sujeto de la historia, la teologa,tomada globalmente, totalmente preocupada por defenderse contra los ataques o las usurpaciones de la razn, pareca ausente de la historia, semostraba incapaz de alentar a los hombres atrabajar en el lo, de ilumin arsus itinerarios, de darles esperanza, de expresar el sentido de sus sufrimientos, a no ser hablndoles del cielo, del pecado y de la redencin, sintener en cu enta ni su nueva con ciencia ni e l curso nuevo de la historia, ycomo si ms bien se tratara de desviarlos de l. Ahora bien, tambin aqu,este desinters se explica por una posicin de princ ipio: el punto de vistadominante adop tado por la cristo loga descendente no predispo na al conjunto de la teologa aimplicarse en las realidades histricas, dado que estasson asuntos de tas hombres; y el acontecimiento de Jess, tratado comomisterio celeste y como problema ontolgico, pareca desarrollarse ms

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    12 EL HOMBRE QUE VENA DE DIOS (II)bien en un escenario que en la carne de la historia, carne de dolor, perotambin de esperanza como la de Jess.Contar el asunto de Jess como la Buena Nueva que incumbe a todos loshombres, contar la historia que se anuda en l entre Dios y ellos, restituyendosu persona a nuestra historia sin arrancarlo de la de Dios, y volver a traduciren este relato el estudio que haca la teologa anterior del misterio del Verboencarnado en cuanto misterio de salvacin: esa es la leccin que, a nuestromodo de ver, tenem os que sacar de las crticas y de los requerimientos dirigidosa esta teologa. No se trata ni de decir otra cosa en absoluto, olvidando ofingiendo ignorar lo ya se ha dicho, ni de decirlo simplemente de otro modo.De lo que se trata es de, tras haber recogido el discurso que la Iglesia mantienesobre Jess (al que sin ella no podramos reconocer como Cristo), volver averter ahora este discurso en el relato que es su fuente, para llevarlo a contara su vez la Buena Nueva de Jess, como una historia susceptible de interesara los hombres de nuestro tiempo, porque es an la nuestra y porque estactuando siempre en la historia que vivimos.Esta historia de Jess vamos a intentar contarla como creyentes y comotelogos. La fe recibida de la Iglesia no se dirige a un ser puramente celesteni a un ser considerado nicamente en s mismo, sino que se dirige a unindividuo histrico, en cuanto es inseparablemente Hijo de Dios y hombre,en cuanto ha vivido, padecido y obrado, y es el autor de la salvacin, elCrucificado resucitado. Esta fe no es personal ni viva en cuanto versa sobreuna definicin, sino slo porque pone en relacin al creyente con esteindividuo histrico, una puesta en relacin q ue se lleva a cabo mediante lalectura y la prctica del Evangelio, porque Jess ha vivido el Evangelio yen l habita para siempre. Por esta razn, tras haber sido instruidos por ladoctrina de la Iglesia, es an necesario volver al Evangelio como a la fuentesiempre en actividad de la fe viva. La Iglesia no nos dice el sentido delEvangelio para dispensarnos de ir a ver, sino para invitarnos y ayudarnosa reconocer en l a Cristo. Como Juan el Bautista, lejos de intentar captarla mirada de los kombres, la vuelve hacia Aquel al que ella slo precedepara dejarlo pa sar delante. Para el telogo, el retorn o al Evangelio respondeadems a otra finalidad ms particular: hacer e ntrar la historia de Jess, dela que prescinden las definiciones cristolgicas, en la comprensin de supersona, pues el telogo no lee esta historia como un simple documental,sino que la lee como una historia de revelacin y de salvacin, como unahistoria teolgica en s misma, que cuenta el Proyecto de Dios de asumiren Cristo la historia que vivimos.El telogo suizo Pierre Gisel ha analizado y definido de manera notable,en la lnea de Ernst Ksemann, la relacin de la teologa con la historia 3: lateologa es una disciplina positiva, dice en la p. 58 3, en el sentido de que lahistoria constituyesu objeto y su lugar de intervencin (p. 585), pero unahistoria deliberadimente leda como historia de la Promesa, como historiamesinica atravesada por la lucha entre el Evangelio y la mentira (p. 591),

    3. Ver P. GISEL 311, como conclusin de su tesis sobre Ksemann, pero con una sistematizacin muy persona y muy elaborada, p. 581-653 ; las pginas indicadas en el texto remitena este libro.

    INTRODUCCIN 13y por tanto, escatolgica (p. 595). No puede haber teologa sin pasar obligatoriamente por la historia y la exgesis (p. 600). La teologa relee unproyecto inscrito en la historia para garantizar hoy su recuperacin (p. 605).Es narrativa: No expresa un presente ms que expresando de nuevo un pasa do,y lo vuelve a expresar en forma de historia (p. 646). Por eso es prctica yno slo terica: remite a una tica: a una prctica que instituye el hombre yel mundo, [...] y, por tanto, a la narracin de una historia pasada. [...] Tanverdad como que no hay tica sin historia, ni historia sin proyecto del hombrey sobre el hombre (p. 652-653)4.El telogo no lee la Escritura a la manera de un exgeta historiador ocrtico de tex tos, no intenta establecer la mejor lectura de un texto ni el sentidoexacto de un texto debatido, ni aclarar un punto histrico, ni discutir loshechos exactos a los que remiten los relatos: su asunto no es ese. Se mantienelo ms posible al corriente de los trabajos histricos o textuales de los especialistas; no intentar hacer decir a un texto lo que no dice o ms de lo quedice, evitar hacer descansar una afirmacin o una demostracin sobre untexto aislado o cuyo sentido sea contestado: de este modo, todava negativo,es como manifiesta su respeto por la verdad histrica. Lo manifiesta de unmodo ms positivo insertando su discurso en los lmites de la historia quecuentan los textos y llevando cuidado en no rebasa rlos, pues entonces es cuandocaera en la mitologa.

    El punto de vista especfico de esta lectura teolgica d el Evangelio es quese lleva a cabo en Iglesia, aun siendo crtica e inventiva. El telogo no lee elEvangelio como una escritura redactada por un individuo, sino como unaproclamacin realizada por la Iglesia, que anuncia a Cristo al contarlo, quelo cuenta al anunciarlo; una proclamacin realizada en las comunidades apostlicas, aunque dirigida al mundo futuro, una lectura que es , inseparablemente,rememoracin y testimonio. Intenta saber cmo la historia narrada suscit lafe de las primeras comunidades o, viceversa, de qu fe da testimonio el relatoque suscit. Puede reconocer esta fe porque l mismo lee este relato comocreyente. Pero sabe que la distancia histrica no permite coincidir perfectamente a la lectura de hoy con la del pasado. Pero al redescubrir la narratividadevanglica y al dejarse instruir por ella, puede asumir una distancia crticacon respecto a las interpretaciones dogmticas que ha recibido el Evangelio alo largo de su transmisin; como no tiene la pretensin de volver al sentidooriginal de los textos, deja que el relato trabaje en l y produzca sentido enrespuesta a las preguntas de los lectores de hoy, un sentido nuevo, aunqueextrado de la comunin en la fe de hoy y en la del pasad o, pero que el telogono intentar imponer como el sentido autntico y el nico posible. Es ta lecturateolgica de las Escrituras es semejante a la practicada por los Padres de laIglesia, que tejan sus discursos dogmticos directamente sobre la trama delas Escrituras y no conceban ninguna teologa que no fuera escrituristica;aunque tambin diferente, porque los Padres no tenan el mismo sentido deltexto ni de la historia que nosotros, y porque el telogo de hoy no anda ya a

    4. P. Gisel, ibid., define tambin la teologa como hermenutica de la tradicin (p. 6W-613,619-622) y como tarea fundamentalmente cristolgica, puesto que intenta expresar la relacin deDios con el mundo y del hombre con Dios (p. 629-639).

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    Captulo IVL VOLVEREl relato de un acontecimiento pasado no tiene posibilidades de interesara los que lo leen mucho despus, ms que en la medida en que todava escapaz de iluminar la historia que ellos viven en su presente y los comprom isosque en l tienen que asumir. Por eso nos importa menos resituar a Jess ensu historia que restituirlo a la nuestra, a la historia de los hombres de todoslos tiempos, a la que nosotros vivimos en la actualidad. Es cierto que eso nose podr llevar a cabo sin contar la historia que l vivi, a condicin de quetenga algo que decirnos hoy a nosotros, es decir, que l mismo haya vivido

    lo que nosotros vivimos, y que nosotros tengamos que vivir lo que l vivi.La singularidad de su historia nos interesa en su dimensin de universalidad.Por eso nuestro proceder no p uede ser el del historiador que intenta establecerel tenor exacto del relato y controlar los hechos que refiere, sino el de unnarrador que cuenta, retomndo lo a su cuen ta, lo que el relato le da a entender,yhace resaltar la verdad humana que nosotros podemos an experimentar. Enconsecuencia, vamos a abordar la historia de Jess por el punto en que se unea nuestra actualidad y despierta nuestro in ters, por all por donde se proy ectacomo futuro, un futuro que se nos anuncia como el que debe ser el nuestro1.EL ANUNCIO EN FUTURO

    El rumor que se difunda en torno a Jess, ya incluso cuando viva, sehubiera apagado desde hace mucho tiempo, sin duda con la desaparicin dela primera generacin de discpulos, si no hubiera resonado, inmediatamenteikvspiis de su muerte, la extraa noticia de que iba a volver, incluso posible-menlt muy pronto. Ya desde el da siguiente a Pentecosts exhorta Pedro alos israelitas a convertirse, a fin de que del Seor venga el tiempo de laI . I. MOI.TMA NN 1973, p. 89-100, subraya, refirindose a Karl Barth, el carcter esca-t' lni i de la resurreccin de Jess en cuanto que asume el estar-en-cuestin de la existencialiiimmiii y el cstaren-cuestin de la realidad en su totalidad (p. 99), y en cuanto abre lalilil n i ineiliarilc la promesa de un futuro: A la luz del futuro prom etido de la verdad , se hacelihil)l(vei el mundo como una historia. ll sentido escatolgico que reviste la Resurreccin deknH a maulo acontecimiento de la promesa hace nacer, mediante el recuerdo y la expectativa,

    l.i se n >ih.l,i.l a la histo ria (p . 98).

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    18 EL HOMBRE QUE VENA DE DIOS (II)consolacin y enve al Cristo que os haba sido destinado, a Jess, a quiendebe retener el cielo hasta el tiempo de la restauracin universal [...] (Hch3 , 20-21). Este anuncio era el eco del mensaje dirigido por los ngeles a losdiscpulos en el momento en que Jess resucitado fue levantado en presenciade ellos: Galileos, qu hacis ah mirando al cielo? Este que os ha sidollevado, este mismo Jess, vendr as tal como le habis visto subir al cielo(1 , 9-11). Jess, designndose con el nombre de Hijo del hombre, habaanunciado en distintas ocasiones su regreso entre nubes con gran poder ygloria, para juzgar a los pueblos como representante de Dios y reunir a suselegidos (Me 13 , 26-27 ). As advertidos, a los primeros cristianos les gustabacontemplarlo, a ejemplo de Esteban, de pie a la derecha de Dios, [...] abiertoslos cielos (Hch 7, 55), dispuesto a bajar de nuevo a la tierra, y tenan lacostumbre de saludarse mutuamente con el grito de gozosa expectativa: Ma-ran atha El Seor viene (1 Co 16, 22). Las dos primeras cartas de Pablo,las que escribi a los cristianos de Tesalnica, no hablan ms que de estavuelta, como si fuera inminente, invitndolos a esperar as a su Hijo Jessque ha de venir de los cielos, a quien resucit de entre los muertos (1 Ts 1,10), a esperar la hora de la venida de nuestro Seor Jesucristo y de nuestrareunin con l, pero sin impaciencia, sin fiebre ni ociosidad, trabajando encalma (2 Ts 2, 1; 3, 12).As comienza la predicacin apostlica, anunciado el regreso de Jess;para ello no necesita, como alguno ha sospechado, desviarse de la predicacindel Reino, que l predicaba, para volverse hacia su persona, pues anunciabaa Jess en futuro, y com o cumplimiento de su funcin m esinica, y su regresose confunda, tanto en ella como en l, con la venida del Reino : Yo os aseguroque entre los aqu presentes hay algunos que no gustarn la muerte hasta quevean venir con poder el Reino de Dios, promete Jess inmediatam ente despusde haber amenazado: Porque quien se avergence de m [...] tambin el H ijodel hombre se avergonzar de l cuando venga en la gloria de su Padre conlos santos ngeles (Me 9, 1; 8, 38).De inmediato se presenta una objecin: n o hubiera sido necesario anunciarla vuelta de Jess a la vida antes de hablar de su regreso a la tierra?, nohabra que proceder hoy en el mismo orden, dado que el segundo regresosigue siendo problemtico en tanto no se haya recibido la seguridad del primero? Eso es verdad, salvo en lo de reconducir el orden del sentido al ordencronolgico. Los apstoles atestiguan, efectivamente, la resurreccin que hatenido lugar anunciando la venida de Jess en gloria, pero es otorgndoleesta dimensin de futuro como confieren al acontecimiento pasado la inteligibilidad sin la que no podran propiamente hablar de l. Lo mismo sucedehoy con nosotros: es el acceso al sentido lo que hace el hecho accesible en smismo. La separacin entre el sentido y el acontecimiento sera un paralogismosi se tratara, primero, de dar sentido a un acontecimiento planteado comohipottico (presupuesto), para pedir, a continuacin, a este sentido quefundamente la posibilidad del hecho. En realidad se tratar de comprenderque la temporalidad del acontecimiento que ha tenido lugar no es aislable desu dimensin futura: esta es la apertura de un futuro. La resurreccin de Jessse efecta expresando su sentido; remitiendo a un futuro.

    L VOLVER 19Pedro, en sus primeros discursos a los judos, no se preocupa de exponerlas experiencia, que le han convencido de la vuelta de Jess a la vida, ni deargumentar para comunicarles su conviccin, se contenta con afirmar: Diosle ha resucitado de los muertos, nosotros somos testigos (Hch 2, 32; 3, 15);si se le plantearon preguntas o se le pidieron pruebas, el texto no dice nipalabra; todo lo que aade al testimonio es una llamada a la conversin (2,38 ; 3, 19). La conversin es algo que se requiere para adherirse al sentido,dado que el hecho de la resurreccin no es otra cosa, en su temporalidadhistrica de acontecimiento (vn ementielle), que el sentidotomado de repentepor el acontecimiento de Jess, apenas bajado a la estancia de los muertos,en direccin al futuro y a la estancia con Dios. De Jess se dice, indiferentemente, que ha sido resucitado o exaltado por la derecha de Dios (2,33) o hecho Seor y Cristo (2 , 36) o suscitado y enviado (3,2 6) o elevadopor Dios con su diestra al rango de Jefe y Salvador (5, 31) o constituidopor Dios juez de vivos y de muertos (10, 42). La resurreccin de Jess y suascensin a la derecha del Padre constituyen un solo y mismo acontecimientode trnsito; he aqu una indicacin: el relato de Lucas identifica, simblicamente, a los dos hombres vestidos de blanco, venidos a anunciar a losdiscpulos que Jess volver (Hch 1, 10), con los dos hombres aparecidoscon trajes resplandecientes jun to a la tumba vac a para confirmar a las m ujeresque ya no est aqu (Le 24, 4).Jess no vuelve a vivir en este mundo, aunque est destinado (Hch 3,20) a volver a l; por eso el acontecimiento de su resurreccin no tiene unadensidad que pudiera ser circunscrita en el tiempo del mundo, aunque nocarezca de relacin con l ni est desprovisto de densidad; este acontecim iento,inscrito entre un punto de partida y un retorno, un pu nto de partida que anunciala inminencia del retorno, un retorno que constituye la urgencia del punto departida, encierra en s todo el futuro del tiempo del mund o, cuya restauracinsupone (3, 21). Los trminos que lo describen dan a entender que se trata dealgo completamente distintoala resurreccin de Lzaro (Jn 11): la intervencinde Dios no es del orden de un milagro biolgico, sino del orden de un envoen misin, de una investidura conferida a Jess para una tarea a cumplir. Jessresucita para hacer algo, porque tiene an algo que hacer. Es puesto de nuevoen pie por la orden que Dios le insta en lo ms profundo de su ser: la ordende llevar a su trmino la misin que Dios le haba confiado al enviarle almundo. Apenas entrado en la muerte, se le abre un futuro de vida por elrequerimiento de una tarea que tiene que cumplir; debe vivir an porque tienealgo que hac er, debe ser devuelto a la vida para ser devuelto al mun do, recibiruna vida nueva para asumir una nueva tarea, que no le restituye al pasado delinundo, sino que le constituye para ser su futuro.

    lil anuncio de la resurreccin de Jess no puede expresar la verdad de loque le pas ms que convirtiendo el pasado en futuro. No se le ha concedidouna supervivencia comprendida como una prolongacin ilimitada de supropia vida en el mundo dejar entender eso sera un error; es una nuevaenhilad ile vida la que se le da: ha entrado en la gloria de Dios. Sin emb argo,no si- nata de otra vida que le sustraera total y definitivamente de la historiatic los hombres. Se trata de una calidad de vida dotada de un valor, de unadignidad comprendida como una tarea, del pago de una seal de cara a un

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    20 EL HOMBRE QUE VENA DE DIOS (II)por-venir. Es una tarea que cambia su antigua presencia en el mundo enpresencia al mundo, en un nuevo, definitivo y soberanofrente al mundo:elevado a la derecha, a la gloria de Dios Padre, es colocado, medianteeste emplazamiento simblico, como el de un hijo a la derecha de su padreen una monarqua hereditaria, en postura de Seor (Flp 2, 11), en posesindel seoro de Dios sobre la historia, predestinado a actuar en el sitio y encalidad de Dios Jefe y Salvador de su pueblo (Hch 3, 20; 5, 31).La resurreccin de Jess es, por tanto, anunciada, justamente, como sunueva identidad, recientemente revelada; una identidad que era ya la suya,sin la que no se podra decir lo que ha llegado a ser; que, sin embargo, harecibido de Dios, ya que consiste en la comunicacin de un privilegio divino;aunque la ha tomado al mismo tiempo que recibido, como en virtud de unacto victorioso, pasando a travs de la muerte para salir de nuevo en calidadde iniciador de la vida (Hch 3, 15). La predicacin apostlica proclama quese ha convertido en lo que tena que ser (aquellode que dispona), pero queno poda serlo sino atravesando la muerte; ha resucitadopara ser(para hacer)lo que estapredestinado a ser (a hacer) mediante su victoria sobre la muerte:el futuro de la vida del mundo. Por eso el mismo relato escribe la leyenda(lo que es preciso leer) de la muerte de Jess como la realizacin deldesignio de Dios, cuya prosecucin y triunfo manifiesto es su resurreccin:a este hombre, que fue entregado segn el determinado designio y previoconocimiento de Dios, vosotros le matasteis clavndole en la cruz por manode los impos; a ste, pues, Dios le resucit librndole de los terrores de lamuerte, pues no era posible que quedase bajo su dominio (2, 23-24). Noestaba en manos de la muerte detener el proyecto de Dios, impedir a Jesscumplir el designio de que era portador. Ahora es, pues, cuando comienza laconclusin del proyecto ya iniciado por la venida de Jess al mundo, y esaconclusin se inaugura cuando sale de la muerte en proyeccin de vida, comoel vivo proyecto de Dios sobre el mundo liberado alora de toda traba. Poreso el relato cuenta la resurreccin deJess,que es su partida de este mundo,en la categora de futuro, en trminos de destino al que hay que volver. Elasunto de Jess contina, porque an tiene trabajo en nuestra historia.

    E L ANUNCIO EN PLURALEl futuro d el anuncio se explica porque nos afecta; li resurreccin de Jesscontiene un por nosotros (el designio de Dios) que no puede cumplirsems que en el futuro, qu e es nuestro futuro: pu es la Promesaespara vosotrosy para vuestros hijos, y para todos los que estn lejos,para cuantos llame elSeor Dios nuestro (Hch 2, 39); La promesa hecha anuestros padres, Diosla ha cumplidoen favor nuestro a nosotrossus hijos resucitando a Jess (13 ,32). Este destino futuro pertenece asimismo a la inteligibilidad del hecho dela resurreccin; po r esa razn est anunciado tambi n enplural: Pablo proclamalo que ha sucedido en Jess dando testimonio de nuestra esperanza en laresurreccin de los muertos (23, 6).Recordemos algunos puntos bien establecidos en li historia de las ideas:

    esta creencia se implanta en un perodo bastante tardoen Israel (toma forma

    EL VOLVER 21en la poca de los Macabeos), es bien conocida en tiempos de Jess, peroanda lejos de ser general (la profesan los fariseos y la rechazan los saduceos),se habla siempre de ella como resurreccin general ligada al advenimiento delReino de Dios en los ltimos tiempos, as sucede en las parbolas evanglicasdel juicio final. La palabra resucitar tomaba su sentido en este contextoglobal y ltimo: los muertos (de hecho, todos los justos del pueblo elegido)resucitarn todos juntos el ltimo da; mas hablar de un individuo que saldra,solo y antes de ese da, de la estancia de los muertos, era algo carente desentido. Muy probablemente se debe a este motivo el que los discpulos deJess no comprendieran lo que quiere decir: resucitar de entre los muertos(Me 9, 10), cuando les habl de la resurreccin futura del Hijo del hombre 2.La resurreccin de Jess es comp rendida, por consiguiente, ordinariamentecomo el signo precursor y el comienzo de la resurreccin general, como lainminencia del fin de los tiempos y de la venida del Reinado de Dios. Elrelato de la pasin en Mateo refiere que en el momento en que muri Jess,tembl la tierra y las rocas se hendieron. Se abrieron los sepulcros, y mu choscuerpos de santos difuntos resucitaron y salieron de los sepulcros despus desu resurreccin (Mt 27, 51-53). Es la indicacin simblica del modo en queesta ltima fue comprendida y anunciada al pueblo por los discpulos: comoel acontecimiento colectivo y ltimo que, antes de llegar a su consumacin,comienza a realizarse en un mom ento del tiempo y en un solo individuo, aquela quien Dios haba enviado para abrir y destruir las puertas del Infierno.Eso explica que los primeros cristianos vivieran en la expectativa de que secumpliera la fase final de este acontecimiento; con impaciencia y curiosidad,calculaban el momento, se inquietaban con su retraso, se planteaban todotipo de preguntas sobre el modo en que se producira, vendan sus bienes,pasaban el tiempo en o raciones, algunos consideraban intil trabajar para vivir,mientras que otros crean haber entrado ya en el proceso general de mutacinde la naturaleza humana. Pablo reprueba estas turbaciones, estos excesos,estas ilusiones (ver 1 Ts 4, 13s; 5, ls; 2 Ts 1, 6s; 2, 6s; 1 Co 15, 12s.35s;etc.). Pero afirma y desarrolla como telogo el vnculo, casi orgnico e histrico (vnementiel), que presupone la resurreccin general con la de Cristo:l es el Principio, el Primognito de entre los muertos, para que sea l elprimero en todo, pues Dios tuvo a bien hacer residir en l toda la Plenitud,y reconciliar por l y para l todas las cosas, pacificando, mediante la sangrede su cruz, lo que hay en la tierra y en los cielos (Col 1, 18-20).El rumor de la resurreccin de Jess se difundi as, ya lo habamos a notad oal comienzo de nuestro estudio, no como la nueva inslita de un hecho absolutamente singular, sino como el ruido de un acontecimiento de alcancehistrico y mundial, cuya inteligibilidad estaba ligada al inters universal, uninters que no poda dejar de encontrar o suscitar; incluso entre aquellos queno lo esperaban y se negaban a creerlo, postulaba una credibilidad comn yahondaba una expectativa inquieta. El retraso de la Parusa el hecho deque este acontecimiento se quedara siendo singular y no fuera seguido de su

    1 Sobre la creencia en la resurreccin en la Biblia y en tiempos de Jess, ver P. GRELOTIW>; X. l.l':ON DIIIOUR 1971. p. 44-50.

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    22 EL HOMBRE QUE VENIA DE DIOS (II)consumacin unive rsal no le ha arrebatado su significacin plural. La pruebaes que los primeros cristianos, frustrados en su expectativa, siguieron creyendoen la resurreccin de Jess, aunque no tuvieran un sentido de recambio paradarle. San Pablo nos brinda una prueba ms teolgica. Aun cuando pone,subrayndolo, un intervalo de tiempo entre la resurreccindeJess y la nuestra,proyectada a un futuro indefinido (nos volveremos tambin semejantes a lpor una resurreccin semejante, Rm 6, 5), no afirma con menos vigor quealgo nos ha pasado, ya a nosotros, de lo que pas en l, y que lo que seprodujo, primero en l, nos ha sucedido a todos: [Dios] nos ha hecho revivircon Cristo, [...] con l nos resucit y nos hizo sentar en los cielos en CristoJess, a fin de mostrar en los siglos venideros la sobreabundante riqueza desu gracia, por su bondad para con nosotros en Cristo Jess (Ef 2, 5-7).En l ha llegado la resurreccin para nosotros, de una vez por todas;esta no nos pertenece an, pero nos corresponde en virtud de la disposicindivina; por eso Cristo, cuando resucita, recibe el destino de volver a nosotrospara consumar en todos, all donde reina la muerte, el designio que le haarrancado a la muerte y convertirse de modo efectivo, para todos aquellos querena en su acontecimiento extendido a las dimensiones del Reinado de Dios,en el iniciador de la vida. Esa es la significacin primera del anuncio de laresurreccin de Jess; no agota todo su sentido, pe ro es el sentido que el relatopone por delante. El relato de lo que le sucedi a Jess lleva un anuncio quenos concierne a todos. Est hecho en futuro porque est vuelto hacia nosotros.El relato lanza una llamada, hace una seal. Lo que le sucedi a Jess esinteligible porque es universal. El ha desencadenado algo que interesa a todala historia de la humanidad, que la pone ineluctablemente en marcha hacia sutrmino, que le abre un futuro en Cristo y que nos conduce ya, si aceptamosestar implicados en ello, a abrir nuestro destino a la esperanza de este futuro.El relato cuenta lo que va a sucedemos en Jess, si nos dejamos envolver ensu historia. Antes de comprender lo que le sucedi personalmente a Jess yde decidir si lo creemos o no, suponiendo que la cuestin haya merecidonuestra atencin, ya se nos provoca a reconocer nuestro destino en el suyo ya otorgarle o negarle nuestra fe.El relato se vuelve provocacin a la fe para cualquiera que encuentreinterpelado en l su propio para s. Pedro dirige el primer anuncio de laresurreccin de Jess a sus correligionarios: la Promesa es para vosotros;se supone que el relato representa algo creble para los judos; para los demsrecae en lo irresoluble (indcidable) de un rumor que no est vinculado consu historia y no les puede alcanzar en una experiencia colectiva. Pablo, sinembargo, se dirige a los paganos tan directamente como a los judos, si noms: El nos ha resucitado en Cristo Jess; no resulta dudoso qae, para l,este nos representa a toda la humanidad y a todo hombre; considera quecada uno puede incluirse ah; pero por qu medie va a convertir ese nosen yo, cmo va a inscribir su singularidad en ese plural?El nosotros, dice E. Benveniste, es un"yo" diluido y amplificado 3 .El primer yo qae podemos reconocer en este nos es incontestablemente

    3. (. BKNVENISrE 1966, p. 234-235.

    L VOLVER 23el de Pablo; la fuerza de conviccin d e su fe es impresionante y resuena comouna experiencia personal. No dudaremos en reconocer asimismo en l el yode los otros apstoles y primeros misioneros del Evangelio, en cuyo nmeroacostumbra Pablo a incluirse: Porque pienso que a nosotros, los apstoles,Dios nos ha asignado el ltimo lugar, como condenados a muerte (1 Co 4,9) . Pablo describe con estas palabras el ministerio que predestina a losapstoles a tantos sufrimientos (2 Co 4, 1):

    Atribulados en todo, mas no aplastados; perplejos, mas no desesperados; perseguidos,mas no abandonados; derribados, mas no aniquilados. Llevamos siempre en nuestroscuerpos por todas partes el morir de Jess, a fin de que tambin la vida de Jess semanifieste en nuestro cuerpo. P ues, aunque vivimos, nos vemos continuamente entregadosa la muerte por causa de Jess, a fin de que tambin la vida de Jess se manifieste ennuestra carne mortal (2 Co 4, 8-11).

    Estas ardientes lneas tienen el carcter de un relato personal y colectivoa la vez, en el que est impresa la experiencia de la muerte y de la resurreccinde Jess, cuyas huellas, como el martirio de Esteban (Hch 7, 59-60), aparecenen otros relatos del libro de los Hechos de los apstoles. Los apstoles,expuestos a toda clase de sufrimientos y de peligros a lo largo de sus viajesmisioneros, expuestos a las persecuciones y a las amenazas a causa del testimonio que dan de Cristo y por el hecho de anunciar en la persona de Jessla resurreccin de entre los muertos (4, 2), sintieron que eran conducidospor el mismo designio divino que haba entregado a Jess a la muerte; ensemejante estado, experimentaron que estaban constantemente sostenidos poruna fuerza divina, que volva a ponerlos en pie cada vez que sucumban, yatribuyeron este sostn al poder de resurreccin que haba arrancado a Jessde la tumba; confortndose mutuamen te en el sentimiento de lo que les pasabay en el sentido que eso tomaba para ellos en Jess, experimentaron que Dioslos asociaba ya al destino de vida eterna de Jess, del mismo modo que leshaca compartir su destino de muerte. Sobre esta base, acordn donos del estadode desarraigo y de impotencia en que les haba dejado la muerte de Jess,podemos comprender an que fueron puestos de nuevo en pie por el mismopoder divino, que fueron hechos capaces de hacer frente a los que le habancondenado a muerte por el mismo aliento de vida, y que adquirieron a travsde esta experiencia fundamental personal y colectiva su primera conviccin del retomo de Jess a la vida. Finalmente, tenemos derecho a extenderesta experiencia a numerosos individuos de las primeras generaciones de cristianos, que compartieron la misma suerte y que fueron sostenidos po r la mismafuerza, como testimonia el martirio de varios de ellos. Muchos documentosdel siglo II refieren el asombro admirativo de los paganos y de las autoridade sromanas ante el coraje que llevaba a estos cristianos a afrontar la muerte porprofesar su fe. Ellos mismos citaban como prueba de la verdad divina de sufe este coraje, que les liberaba del miedo natural a la muerte y que ellosatribuan al poder de la resurreccin de que daban testimonio.As se form un n osotros creyente4que se sinti realizado por a delantadoen la resurreccin de Jess y que se expres en los relatos y en los anuncios

    4. Este nosotros creyente se formen el curso de lascomidas eucarsticas de las primeras.oniiiiiidades: C'h I'IRROT l')7 9. p.291-322.

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    24 EL HOMBRE QUE VENA DE DIOS (II)que la proclaman. Lo que le sucedi a Jess se ha reproducido en nosotrosy este nosotros cuenta la historia de Jess y la de los creyentes, la una atravs de la otra, sobre la base de la experiencia comn que ha soldado juntostantos yoes al de Jess. El asunto de Jess pasa del rumor al testimonio defe cuando se convierte en el nuestro, cu ando se hace experimentar y enunciarpor un nosotros.Podemos p resentir aqu que la fe consiste en participar en esta experienciafundadora, que hace pasar el relato de Jess, llevado por un grupo que viveya de l, a la historia vital de cada uno. Pero cmo va a asociar el oyentedel relato su yo al nosotros de los creyentes? Cabe dejarse impresionarpor la densidad del nosotros originario, que tiene la amplitud de un vastofenmeno histrico, por su fuerza comunicativa, que reuni a tantos hombresy mujeres de diferentes procedencias a los que tantos obstculos impedanentrar en comunin, por la autenticidad de su libertad, que se afirm enfrentndose al riesgo de la muerte. Todo eso da credibilidad al relato, pero nadade todo ello podra producir un asentimiento de fe, que es de un orden distintoal de la persuasin humana. Algunos apologistas han querido ver en hechosde este tipo signos divinos garantes de una revelacin. Pero qu es lo quegarantiza su origen divino? O sobre q u otra base establecer la fe sus certezaspara no ser reducida a la subjetividad de la experiencia?

    Pablo se guarda mucho de fundar la conviccin de sus oyentes sobre lasuya propia. Porque os transmit, en primer lugar, lo que a mi vez recib:que C risto muri por nuestros peca dos, segn las Escrituras; que fue s epultadoy que resucit al tercer da, segn las Escrituras [...] (1 Co 15, 3-4). Aquse trata claramente de lo que le aconteci al individuo Cristo, pero Pablo nolo separa de nuestro destino. Hay un por nosotros en lo que aqu afirmatanto de su resurreccin como de su m uerte . En efecto , Pablo dirige este relatoa gente que no espera para ella ninguna resurreccin, y adelanta este argu mento:Si no hay resurreccin de los muertos, tampoco Cristo ha resucitado (15,13), para concluir: Pero no Cristo resucit de entre los muertos comoprimicias de los que durmieron. Porque, habiendo venido por un hombre lamuerte, tambin por un hombre viene la resurreccin de los muertos. Puesdel mismo modo que en Adn mueren todos, as tambin todos revivirn enCristo (15, 20-22).Pablo no pretende arraigar la fe e n la resurreccin d e Cristo en la creenciapreestablecida en la resurreccin general; hace ms bien lo contrario. Perocomprende la primera como primicias de la segunda, en el sentido queacabamos de estudiar, y de la resurreccin as comprendida afirma que es, ala vez, un dato de la tradicin que 61 ha recibido y un dato de las Escriturasdlas antiguas Escrituras, por supuesto. Que el individuo Jess haya resucitado efectivamente, es algo que P ablo no ha pod ido saber ms que deaquellos cuy o testimonio refiere en forma de relato (se apareci a Cefas yluege a los Doce; despus se apareci a ms dequinientos hermanosa la vez,etc .) . Mas este relato no bastara para provocar la fe si no estuviera referidoa las Escrituras. No conduce ala fe por s solo, porque presenta un hechoextraordinario aparentemente solitario, sin listoria ni seguida, desprovisto deinteligibilidad necesariamente, porque no iidica de qu lgica depende...

    L VOLVER 25Se lee, de hecho, en el evangelio de Juan que los dos discpulos queencontraron vaca de su cadver la tumba de Jess no creyeron entonces, pueshasta entonces no haban comprendido que segn la Escritura Jess debaresucitar de entre los muertos (Jn 20, 9); y, en el de Lucas, que Jess,resucitado, reproch a otros dos discpulos no haberse sentido alertados porlo que les haba sido referido sobre el tema de la tumba vaca: Oh insensatosy tardos de corazn para creer todo lo que dijeron los profetas] N o eranecesario que el Cristo padeciera eso y entrara as en su gloria? Hay, pues,

    un segn las Escrituras que abre el acceso a la inteligencia del hecho y ala fe juntamente, la una en la otra, porque lo sita en orden, en el doblesentido de la palabra: voluntad y secuencia, y atribuye a este hecho, antesincluso de que se produzca, una necesidad divina tal que, sin tener necesidadde ver, desde el momento en que se da un signo, se est obligado a decir: esodeba suceder as, era preciso que eso sucediera. Esta orden no puede serms que el designio de Dios, que establece una relacin entre su Enviadoy su Reinado, entre su Hijo y su pueblo, que otorga a la historia de Jess unadimensin universal, qu e le predestina a pasar por la muerte y la resurreccinpara convertirse en primicias de los que se durmieron.La comprensin de lo que sucedi a Jess es lo que permite creerlo; estacomprensin est ligada al descubrimiento del proyecto divino que engrandeceun acontecimiento inslito y solitario, como tal incomprensible e increble,convirtindolo en acontecimiento colectivo extendido a la totalidad de la historia hasta su trmino final. Esa comprensin est producida por la mutuailuminacin de las Escrituras y del relato de los testigos; ah es donde Jessadquiere su figura de Cristo, su por-venir para nosotros, figura de aquelque debe venir a recapitular a todos los hombres en lo que le ha sucedido.Por ltimo, el encuentro entre la Escritura y el relato otorga al anuncio de laresurreccin la autoridad de una revelacin divina, sobre la que puede apoyarsela fe con seguridad, no por el descubrimiento repentino de una evidencia ocultahasta entonces, sino por la interpelacin de una palabra que reprocha a losque dudan su falta de inteligencia y su lentitud para creer.

    SEGN LAS ESCRITURASIntentemos, pues, comprender el relato segn las Escrituras. Estavuelta al Antiguo Testamento es completamente lgica: la historia de Jessse articula en la de su pueblo; la fe de sus discpulos en l se ha formadosobre la base y el m odelo d e su fe juda anterior, de la que no han tenido querenegar para creer en l, sino que, al contrario, les ha llevado a l, tal comoatestiguan con frecuencia; su predicacin est llena de citas de las antiguasEscriturasy recuerda constantemente a las grandes figuras del pasado de Israel:Abraham, Moiss, David, etc. Con todo, la exploracin de las Escrituras esa primera vista decepcionante: se busca en vano en los profetas algn anuncioclaro y directo de lo que le la sucedido a Jess. La tradicin cristiana no hadejado de escrutar minuciosamente cada orculo referente al Mesas futuro;pero la argumentacin es ms laboriosa que convincente y apenas es sostenidacomo tal cu nuestros das. Lns telogos y los eiegetas contemporneos buscan

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    26 EL HOMBRE QUE VENA DE DIOS (II)en los Cantos del Siervo del Deutero-Isaas el origen y el testimonio de laexpectativa de un Mesas sufriente, del que se cree encontrar huellas en lapoca de Jess y en los escritos del Nuevo Testamento. La cosa es posible,si no probable; pero si se trata de anuncios precisos de la muerte y la resurreccin de este Mesas, los textos son muy oscuros y dejan perplejo al intrprete. Tenemos derecho a pensar que, si la creencia en el Mesas sufrientehubiera estado firmemente implantada y si hubiera sido posible apoyarla enpruebas indudables, Pablo no hubiera tenido necesidad de tanta discusincon los judos basndose en las Escrituras, para explicarles y probar queCristo tena que padecer y resucitar de entre los muertos (Hch 17, 2-3).Nos quedamos decepcionados, porque intentamos identificar unos acontecimientos concretos sucedidos a un individuo bien determinado, siendo quese trata de descubrir lo que deba suceder a Cristo, para que todos pudieranobtener en l la realizacin de la promesa hecha a nuestros padres (Hch 13,33). Sobre este punto versaba la falta de fe reprochada por Jess a los dosdiscpulos de Emas: Nosotros esperbamos que sera l el que iba a librara Israel; y cuando leemos que Jess, empezando por Moiss y continuandopor todos los profetas, les exp lic lo que haba sobre l en todas las Escrituras(Le 24, 21.27), debemos comprender que nos les suministr una serie detextos relativos a lo que l haba vivido, sino una inteligencia global de sudestino mesinico tal como se des prende d e la historia de Israel releda a travsde la fe. Era la fe en la promesa de Dios a su pueblo lo que hubiera debidopersuadirlos de que el asunto de Jess no poda acabar en la tumba.El examen de algunas predicaciones apostlicas realizadas segn las Escrituras conduce a las mismas conclusiones. En su primer discurso a losjudos, Pedro, citando los Salmos, afirma que David haba previsto y anunciado la resurreccin de Cristo cuand o expresa su seguridad de que Dios nole abandonara en la estancia de los muertos , porque D ios le haba aseguradocon jurame nto que se sentara en su trono un desce ndiente de su sangre (Hch2, 29-31). En su segundo discurso, hace remontar el anuncio hasta Moissy hasta Abraham: El Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, el Dios denuestros padr es, ha glorificado a su siervo Jess , segn la promesa que ha bahecho a Abraham: En tu descendencia sern bendecidas todas las familiasde la tierra, y renovada por la boca de M oiss: Dios suscitar entre vu estroshermanos un profeta como yo (3, 13.22.25). Esteban desarrolla una argumentacin ms larga (Hch 7) recorriendo todos los profetas: comienza conla promesa de Dios a Abraham de suscitarle una descendencia, contina mostrando el cuidado con que trata Dios a esta descendencia: primero, cuando laestablece en Egipto, bajo la gua de Jaco b y de Jos, para salvarla del hamb re;despus, cuande les envi a Mo iss como jefe y redentor, para liberarlosde la opresin de los egipcios y dirigirlos a travs del desierto hasta la Tierraprometida; y llega as al proyecto de David, aceptado por Dios y realizadopor su hijo Salomn, de construir una casa a Dios. El discurso de Estebanse interrumpe brutalmente en una cita de Isaas: Qu casa me construiris?,dice el Seor, comentada de este modo: el Altsimo no habita ei edificiosconstruidos por mano de hombres, lo que deja presumir la conclusin a laque quera llegar: es en Cristo, descendiente de David, donde Dios habadecidido morar para siempre en med io de su pueblo y recibir su adoracin.

    L VOLVER 27Otro discurso de Pablo en la sinagoga de Antioqua de Pisidia realiza unrecorrido semejante, del que el texto de Hechos (13, 16s.) no nos transmite,por supuesto, ms que el esquema: recuerda la instalacin del pueblo hebreoen Egipto, su liberacin, su estancia en el desierto, su establecimiento enCanan, despus la sustitucin de Sal por David, que Dios les suscit comorey, y de cuya descendencia, segn su promesa, suscit un Salvador paraIsrael, Jess, y concluye explicando, como haca Pedro, que esa promesa,que David enunciaba en estos trminos: No dejars a tu Santo conocer lacorrupcin, y de la que no se benefici l m ismo, se ha realizado en su lejanodescendiente: Ahora bien, David, despus de haber servido en sus das a losdesignios de Dios, muri, se reuni con sus padres y experiment la corrupcin. En cambio aquel a quien Dios resucit, no experiment la corrupcin(13, 36-37)5.El anuncio de la resurreccin segn las Escrituras consista, pues, talcomo muestran estos ejemplos, no exactamente en construir una demostracinsobre textos escogidos, sino en contar una historia, la del pueblo elegido,historia guiada por Dios desde los orgenes, a travs de venturas y d esventuras,a travs de perodos de grandeza y de prosperidad, y de otros, ms frecuentesy ms largos, de decadencia y miseria, y en presentar en su final el acontecimiento de Jess, tambin l alternancia de muerte y resurreccin, como unacontecimiento que, al mismo tiempo, adquiere sentido en relacin con estahistoria, a la cual est ordenado, y que le otorga su verdad en tanto pruebala fidelidad de Dios a su alianza y colma la esperanza que Israel haba puestoen ella. De un extremo al otro de esta historia se manifiesta el mismo designiode Dios: salvar a su pueblo por la mediacin de un enviado que le pondrafinalmente a cubierto de todo peligro, arrancar a Jess de la muerte y garantizarpara siempre el futuro del pueblo 6.El Dios de Israel es un Dios de la historia, que se cita con su pueblosiempre ms adelante, en el futuro. Desde que se revela a Abraham lo poneen marcha hacia una tierra desconocida, para un destino lejano. Es un Dioscreador en tanto que Dios salvador: de unas cuantas tribus dispersas se creaun pueblo numeroso, provee a su subsistencia, lo libera de la cautividad, loarranca del hundimiento en la arena del desierto, le da una tierra, lo convierteen un reino poderoso. Hace existir a su pueblo salvndolo en todo momentode la muerte que le amenaza y abrindole un futuro inesperado. Se trata deuna historia que siempre recomienza: la tierra es codiciada por sus vecinos,atacada por sus enemigos, invadida, arrebatada al pueblo que es conducido alexilio, recuperada despus con alegra cuando es de nuevo liberado, pero esocupada de nuevo y el pueblo es reducido a esclavitud sobre su propio suelo.Es una tierra siempre prometida y futura. Una promesa siempre renovada yaplazada. Es un pueblo que vive de rememoracin y de esperanza, que conse rvasu unidad celebrando en el culto las hazaas pasadas de Dios, y que toma de

    5. Sobre los argumentos de Hch 7 y 13 a base del Antiguo Testamento, ver M. CARREZ1975. Volver en el cap. VI sobre el sentido de la argumentacin segn las Escrituras desdeotra perspecliva: la de los anuncios de la pasin de Jess.6. Sobro I i historia y la religin de Israel como experien cia y fe en la promesa de D ios: verJ. MOI.TMANN l ')71, p. 101-120.

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    28 EL HOMBRE QUE VENA DE DIOS (II)esta celebracin el coraje de esperar su renovacin en el futuro. Una historiade muerte y de resurreccin.La experiencia de Israel no era de naturaleza simplemente histrica, comohubiera podido serlo la de los pueblos vecinos, antes que nada era religiosay espiritual. Israel se saba conducido por Dios por medio de aquellos a losque l enviaba y asista para ser sus jefes y redentores, y de los profetasque suscitaba para iluminar su ruta. Los jefes y los profetas tenan comomisin esencial conservar al pueblo en fidelidad a la Alianza y a la Ley,condicin a la que estaba ligada el cumplimiento de las promesas. Y el pueblosenta que todas sus desgracias provenan de su infidelidad, de su pecado:a lo largo de toda su historia, tal como recordaba Esteban, no ha cesado dehacer lo que prohibe la Ley, practicando la injusticia con los pobres, dedesobedecer a los enviados de Dios, que le reprochaban sus crmenes, llegandohasta perseguirlos y condenarlos a muerte, e incluso a apartarse de Yahveh,para ofrecer sacrificios a los dioses de otros pueblos, dioses de la naturalezade los que esperaba obtener beneficios materiales, la fecundidad del suelo yde los rebaos, como si la proteccin de Yahveh, Dios nico, no le bastaray como si dudara de su poder o de su fidelidad (Hch 7, 39-43.51-53).Al realizar as Israel al hilo de su historia, si estaba atento a com prenderla,la experiencia de su impotencia para liberarse del pecado, y al dejar al mismotiempo de poner su confianza en su propia fidelidad, siempre desmentida, ala Ley, acab esperando una nueva y ltima intervencin de Dios, la que leanunciaban los profetas, una intervencin que tendra lugar no slo en losacontecimientos de la historia, sino en lo ms ntimo de los corazones, dondeDios grabara su ley de manera indeleble y, apartir de ahora, inviolable,derramando en ellos su propio Espritu. Es ta alianza nueva y perpetua sera,por tanto, el establecimiento del Reinado de Dios en medio de su pueblo,reinado de justicia y de paz entre los hombres por ser un reinado interior dela santidad de Dios. La expectativa escatolgica, que encontramos fuertemente implantada en muchos judos contemporneos de Jess 7, naci de estarenovacin de la esperanza mantenida por la transmisin de la enseanza delos profetas y por la literatura apocalptica8: expectativa de los ltimos tiempos, pues este nuevo orden de justicia y de santidad no poda instaurarsems que sobre las ruinas del orden, o ms bien del desorden, antiguo, delreinado de la desobediencia y del pecado, expectativa de la resurreccin delos muertos y de la vida eterna, puesto que la destruccin del pecado seratambin la de la muerte (ver Rm 5, 12), y el final de la desobediencia, larevelacin definitiva de la fidelidad de Dios a su palabra, que es fuente devida, del Dios que se dio a conocer a Moiss como el Dios de Abraham, elDios de Isaac y el Dios de Jacob, lo que significa, explica Jess, que noes un Dios de muertos, sino de vivos (Me 12, 26-27). Por ltimo, de acue rdo

    7. Sobre esta expectativa, ver R. SCHNACKENBURG 1965, p. 35-62 y 82-83, y otrasreferencias dadas en el captulo de introduccin, n. 3 y 21.8. Sobre la relacin entre apocalipsis y escatologa, ver P. BEAUCH AMP 1976, p. 212-218y 229-231. lil apocalipsis refiere que la pasin de los profetas y del pueblo abre paso al futurodefinitivo en la realidad de este mundo. El apocalipsis conduce a ese paso. La escatologa tieneesencialmente como contenido el trmino final (p. 231).

    EL VOLVER 2 9con todo lo que haba pasado a lo largo de esta historia, Israel esperaba lavenida, ligada a los ltimos tiempos, de un ltimo enviado de Dios, un nuevoMoiss, puesto que por l sera concluida la Alianza segn el Espritu, y unnuevo David, pues l recogera la herencia de su trono y de las promesashechas a los padres . La venida d e este Mesas, del U ngido de Dios m anifestadopor los signos del Espritu, sera un tiempo de conversin y de purificacinpreparatorio del Da de Dios, del Da del Juicio que vera la salvacin deunos, la condenacin de otros, y la inauguracin del Reinado de Dios a travsde la efusin del Espritu. Lo que pasara en esos ltimos tiempos no eraentrevisto sino confusamente, pero exista el medio de discernirlo segn lasEscrituras. Antes de que Jess comenzara su predicacin, Juan el Bautistahaba lanzado un grito de alerta: Convertios, porque el Reino de los Cielosest muy cerca (Mt 3,2).

    EL ACCESO A LA FEAs pues, la resurreccin de Jess, para ser creda, deba ser comprendidacomo la realizacin de la esperanza y de la expectativa de Israel. Eso exigauna relectura de su historia, pero completamente espiritual, plena de arrepentimiento y de fe, totalmente tendida hacia la novedad del Reino de Dios. Erapreciso tomar conciencia de las faltas del pasado, no esperar la simple restauracin de las grandezas materiales y polticas del pasado, no poner laconfianza en la historia antigua del pueblo, aceptar carecer ante Dios dederechos y de mritos, entrar en la va de la conversin, entregarse a la graciacompletamente gratuita de Dios. A continuacin , haba que reconocer en Jessal enviado de los ltimos tiempos: discernir los signos de que se rodeaba ylas obras que haca, todas esas cosas que propagaba su rumor, como signosy obras autnticas del Espritu de Dios, discernir en su predicacin el eco finalde la de los profetas, acoger su llamada a la conversin como la interpelacinde la palabra de Dios enviada a los profetas. Tambin era preciso pasar por

    encima del escndalo de su muerte, o ms bien interpretarlo asimismo comoun signo histrico: A qu profeta no han perseguido vuestros padres?,preguntaba Esteban. Ellos mataron a los que anunciaban de antemano lavenida del Justo, de aquel a quien vosotros ahora habis traicionado y asesinado (Hch 7, 52). Bajo esta doble luz, cuando los discpulos anunciabanque Jess haba resucitado de entre los muertos, el que les escuchaba no sevea reducido a realizar un acto de credulidad, comprenda que eso debasuceder para que se cumpliera en Jess la esperanza de Israel, y reciba sutestimonio como la revelacin de que Dios ha constituido Seor y Cristo aeste Jess a quien vosotros habis crucificado (2, 36).Mas todas las explicaciones que pueden darse de la adhesin a este testimonio, en el momento en que fue dado, aparentemente no hacen ms queincrementar la dificultad para hacerla compartir por los hombres de hoy, que

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    30 EL HOMBRE QUE VENIA DE DIOS (II)no son los herederos de la expectativa de Israel 9. O tendran que esforzarsepor apropirsela, al precio de un largo recorrido a travs de la Escritura, antesde poder acceder a la fe en Cristo?A primera vista, este rodeo parece normal, puesto que Jess pertenece ala historia de Israel. Pero, apenas formulado este juicio, vienen a nuestramente importantes restricciones. Fueron muchos los judos que le negaron sufe desde que reson el anuncio de su resurreccin y este fue el caso de lamayora poco despus de que esta se hubiera propagado: ni siquiera para ellosresultaba evidente que eso debiera suceder. Por los motivos que acabamos deexponer, no era c ualquier recuerdo de la historia el que poda facilitar el accesode los judos a la fe, sino una relectura a base de desprendimiento y dedesposesin: para recoger la herencia de esta historia, deban aceptar serdespojados de la misma por solidaridad con las faltas de sus padres. Lapredicacin del Reino por Jess tena igualmente motivos para desco ncertarles,ya que no cesaba de ensear que el da del juicio reservara grandes sorpresaspara muchos: los primeros sern los ltimos, los que se crean admitidos depleno derecho sern excluidos, y otros de los que no cabra esperarlo, pecadorespblicos, paganos venidos de todas las naciones del mundo, sern invitadosa ocupar los primeros sitios (ver Mt 7, 21-23 ; 9, 13; 11, 24; 12, 41-42; 19,30 ; 20, 16; 25, 31 s.; etc.). Jess, previendo que sera rechazado finalmentepor los suyos, les haba lanzado esta advertencia amenazadora: No habisledo nunca en las Escrituras: La piedra que los constructores desecharon,en piedra angular se ha convertido [...] Por eso os digo: Se os quitar elReino de Dios para drselo a un pueblo que rinda sus frutos (Mt 21,42-43).La pertenencia a Israel no simplificaba, por consiguiente, la tarea de la conversin a unos judos demasiado apegados a esperanzas nacionalistas y s. susprivilegios religiosos, y la remisin a las Escrituras se comprende como algoesencial desde la perspectiva de gen te olvidadiza de las lecc iones de su historiay cegados por ella y sobre ella.De ah no se sigue que la remisin carezca de utilidad para la jente deotras nacio nes. Por un lado, el Antiguo Testam ento est presen te en el Nuevo,mediante el juego de las citas, de las alusiones, de las figuras o de los contrastes, tanto et la enseanza de Jess como en los escritos de los apstoles:

    comprender el acontecimiento de Cristo segn las Escrituras es algo que sepuede realizar sin abandonar el Nuevo Testamento,acondicin d e que dejemosdesplegarse la irtertextualidad, y se har mejor an sidejamos que la referenciase explicite en su medio de origen. Por otro lado, la histeria de Israel es unparadigma instructivo para todos los dem s pueblos: todos aquellos que, comoeste pueblo, han conocido una larga historia de violencias y de sufrimientos,estn invitados a ponerla en relacin con Cristo y a comprender esta relacinsegn las Escrituras, como una historia abierta auna esperanza, a unfuturode resurreccin. As es com o, en nuestros das, la s teologas de la liberacin,9. W. PANNENBERG 1971, p. 82-101, apoyndose especialmente en 1 Co 15 pensa quela fe en la resurreccin de Jess presupone siempre una expectativa escatolgica, semejante a lade Israel, cuya esperanza de un ms all de la muerte sera alg a suplir por nosotros hy en da.No se equiv oca, salvo en que esta asimilacin es forzada y en que esae sp era nz a neco nduceobligatoriamente a tsta fe (ver las creencias actuales en la reencarna cin).

    L VOLVER 31en las tierras del tercer mund o, releen la historia de Israel en la de sus pueblos,cuentan la historia de estos pueblos a travs de la de Israel, y los llaman asa reconocer a Jess como jefe y salvador al mismo ttulo que lo era parasu propio pueblo. Y a muy justo ttulo, puesto que el Evangelio, como enseasan Pablo, llama a todos los pueblos paganos a heredar con los judos laspromesas de Dios a A braham (ver Rm 4; etc .) .Queda el problema especfico de la expectativa escatolgica. La teologaolvid muy pronto que Jess esperaba, como sus contemporneos, la llegadainminente de los ltimos tiempos: El tiempo se ha cumplido, deca, y elReino de Dios est cerca (Me 1, 15). Todo lo que deca del Reino, se leentendi como dicho del cielo, sin connotacin temporal y sin vinculacin nicon nuestra historia ni con nuestro mundo. El siglo XIX volvi a poner elpensamiento escatolgico en su sitio, aunque comprendindolo esencialmentebajo su aspecto negador y destructor de las realidades del mundo y de lahistoria. La mayor parte de los telogos liberales, no viendo en l, segnla expresin de Harnack, sino la religin de una horda de desesperados, senegaban a atribuirlo a Jess10 . Algunos mostraron, no obstante, que haba queincluirlo en el mismo campo: es el escndalo histrico de su personaje,deca Schweitzer11 ; el escndalo, la paradoja de la fe enseada por Jess,explicaba Kierkegaard, estriba en que el hombre debe perder toda esperanzaen s mismo, aprender a decir no a toda realidad mundana12 . La teologa actualreconoce la importancia de la perspectiva escatolgica en el ministerio y enla predicacin de Jess, pero la comprende de una manera diferente.Mientras que los ms apresurados en la espera de los ltimos tiempos seretiraban a los desiertos, al abrigo de las impurezas del mundo, y sobre todode las manchas de la ocupacin romana algunos hasta tomaban las armasy se exponan a una severa represin, como para forzar la venida del Reinomediante el estado desesperado en que se mostraban a Dios, Jess, por suparte, supera esa tentacin y sale del desierto, sin querer apresurar esa venidani poner la mano de ninguna manera sobre el Reino (ver Le 4, 12). Mientrasque otros predicadores, a s Juan el Bautista, agitaban la amenaza de los castigosdivinos y mantenan el miedo al juicio, Jess anuncia el Reino de Dios comouna Buena Nueva propia para consolar a los desgraciados, ya desde ahorapara alegrar a los pobres y a los pequeos, para despertar la esperanza de losoprimidos (Le 4, 18). Se niega a llorar y a ayunar como bajo el impacto deuna calamidad inminente, y sita su ministerio bajo el signo de la alegra (5,33). No ensea un Dios de castigo sino de perdn, y define su propia misincomo una misin de salvacin y no de juicio (5, 31-32). No cabe duda deque sus palabras o discursos sobre el juicio final dejan planear la amenaza decastigos, pero su intencin no es inspirar el temor a los que tienen conc ienciay lamentan sus pec ados, sino exhortarlos a permanecer vigilantes hasta el

    10. Segn A. HARNACK 1907, las desgracias de los tiempos haban llevado a la escatologsindia a expresarse a travs de una religin de miseria yde mseros, p. 56-60; aunque Jess Imlia desmarcado de las concepciones apocalpticas dess correligionarios, p. 161-169 s.H A SC'HWITZF.R 1906, p. 239-266 , haba denunciado esta incomprensin de la escalolnga por la teologa liberal del siglo XIX. Ver ms arriba p. 167.12, Citado en el captulo precedente, p. 168.

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    34 EL HOMBRE QUE VENA DE DIOS (II)el coraje, etc., que en ella se toman o que en ella experimentan 13 . Slo esopuede ser salvado, pues la esperanza de salvacin es del orden del sentido, yslo puede tener sentido para nosotros aquello a lo que acostumbramos a darsentido. De todo lo que hemos vivido, nicamente es recuperable aquello quesomos capaces de reconocer como nuestro a causa de lo que ha significadopara nosotros, y no nos es posible esperar la salvacin de otra cosa. Esonecesita ser salvado, pues no est en nuestra mano arrancar lo que ha pasadoa la irreversibilidad del pasado y procurarle un futuro nuevo e ilimitado. Esodebe ser salvado, pues no nos resultara posible dar sentido a lo que tenemosque vivir, ni, por tanto, esperar vivir, vivir humanamente, si el sentido de lahistoria que hemos vivido debiera desaparecer irremediablemente con ella, ynosotros destinamos necesariamente a ser todo aquello sin lo que la existenciahumana perdera sentido. Es verdad que muchos hombres denuncian con frecuencia el sin-sentido de lo que viven, pero semejante enunciado equivale auna donacin de sentido, puesto que equivale a protestar contra lo que nodebera ser, a nuestro juicio.El vnculo con la historia es necesario a la moralidad de la salvacin. Paragarantizarla no basta con invocar el juicio de Dios que recompensa, perdonao castiga nuestras acciones, pues semejante lenguaje tiene frecuentementecomo efecto privar al hombre de su propio juicio moral. Una salvacin queprometiera al hombre una vida enteramente nueva, en la que no se salvaranada de lo que l hace ni de lo que llega a ser en la historia, no sera moral,puesto que le arrebatara al hombre la responsabilidad de la historia y no lepermitira asumir su propio destino de sujeto histrico. Y cm o podra volvera convertirse en el sujeto que era, si no es a travs de la historia en que hallegado a serlo? Al contrario, aquel que espera la salvacin de la historia,aunque la espere en el Reino de Dios,se siente obligado y anim ado a inscribirsu figura po r adelantado, en la medida de sus me dios, en la historia que vive,puesto que descubre entre la una y el otro la continuidad del mismo designiodivino, y que recibir en este Reino los frutos del trabajo que Dios le asignaen la historia.El pensamiento escatolgico presenta el inters de reconciliar la salvaciny la historia, la salvacin y la moralidad, que es la bsqueda del sentido enla gua de la historia. En efect o, el Reino de Dios es entrevisto como el reinadode los valores morales de justicia, de paz, de libertad, de fraternidad, que danvalor a la existencia y que persiguen los hombres en sus empresas colectivas.Cuentan con Dios slo para asegurar el reinado absoluto y definitivo de estosvalores, pero 10 cuentan en menor medida con que su Reino ser el cumplimiento del destino histrico al que se han sentido llamados desde todos lostiempos y porel que nunca han cesado de trabajar. Es posible que algunosjudos hayan esperado el Reinado de Dios porque desesperaban de obtenerpor s mismos la liberacin desu tierra y para descargarse en Dios de esta

    13. Este punto ha sido admirableente desarrollado por i- MOLTMANN 1973, que loconvierte en el tema central de su Teolqa de la esperanza: la resurreccin del Crucificado llevala Promesa de Dios al corazn mi sm ode la historia y del mund o, y el futuro de Cristo, quesignifica su retomo , se conv ierte paa la historia en futuro de vida eterna (p. 217-240; verResumen y balance, p. 241-246 d e Ivcrsin francesa).

    L VOLVER 35tarea. Sin embargo, no hay que olvidar que esta expectativa, tomada en suconjunto, es la marca de una esperanza inven cible en el futuro y que ha nacidodel coraje con el que este pueblo ha superado durante tantos siglos un montnde pruebas tan crueles.A este respecto , y teniendo en cuenta las particularidades de su pensamientoescatolgico, Jess aparece claramente como la figura privilegiada de la esperanza de su pueblo. Nada lo muestra mejor que su comportamiento ante laproximidad de su muerte: cuando el fracaso de su ministerio ya es previsible,no cesa de trabajar en l sin apartarse de la lnea que se haba fijado; cuandoeste fracaso ya es seguro, no duda en ningn momento de su misin; cuandosus allegados lo abandonan y todos los consideran abandonado de Dios, lest seguro de su amor y seguro de que Dios le har alcanzar, sea como sea,el objetivo para el que haba sido enviado; cuando comprende que para ellodebe pasar por la muerte, la afronta con libertad, resolucin, serenidad; cuandosu pueblo le rechaza, contina siendo solidario con l y acepta ser condenadoa muerte con el ttulo de rey de los judos; y gracias a que su pasin aparececomo la figura de la historia de tantos justos sufrientes y profetas perseg uidos,su resurreccin podr ser comprendida como la liberacin de su pueblo. Deeste modo ha manifestado en su propia actitud el vnculo que existe entre lahistoria y la salvacin que l trae. Recordemos an que el Reino de Dios,para Jess, no es un puro ms all: est llegando ya y obra all donde vivimosy trabajamos; no existe, pues, ninguna barrera estanco entre este Reinado yla historia, e intentar construir el futuro es disponer la historia para recibirlode Dios.La vida de las primeras comunidades apostlicas, a pesar de su espera dela destruccin inminente del mundo y a pesar de las desviaciones que de ahresultaron (ya hemos hecho alusin a ello), constituye una buena ilustracinde lo que debe ser la esperanza escatolgica. En efecto, con la perspectivadel tiempo podemos observar en ella el nacimiento de una sociedad nueva, loque es tanto ms digno de destacar por el hecho de que estos cristianos pensabanestar viviendo el final de la historia. Los dos rasgos dom inantes de esta sociedadson la libertad y el am or fraterno. Una libertad que, ya fueran de origen judoo pagano, les permita liberarse de las costumbres y de las leyes religiosas desus respectivos pueblos, incurriendo as en numerosos peligros, y entre ellosel de la condena a muerte. Un amor que les permita reunirse fraternalmentecomo miembros de un m ismo cuerpo, segn la bien conocida metfora paulina,a pesar de tantas diferencias culturales y lingsticas y de prejuicios religiososcontrarios. Esta libertad adquira un carcter poltico en el rechazo a rendirculto al emperador, rechazo que terminar por hacer vacilar la teocracia romana; y esta caridad fraterna adquira tambin un cariz poltico en el proyectotic reconciliacin del jud o y del griego en un solo pue blo, proyecto que Pab lopresentaba como el Evangelio que le haba sido confiado co mo propio (vertil" 2. 11-18; 3, 6; Col 3, 9-11; Ga 1; etc.). Mediante la insercin social deesla libertad y de esta fraternidad, iba tomando figura algo completamentenuevo en la historia, y quien vincule esta historia naciente con su fuente, quees el Evangelio de la resurreccin de Jess, podr reconocer en ella la prefiguracin del Reino que anunciaba, de la resurreccin universal inauguradaiini l;i suya . La prosecucin del asunto de Jess en las comunidades que han

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    3 6 EL HOMBRE QUE VENA DE DIOS (II)dado testimonio de l proporciona una imagen verdica de la salvacin comosalvacin de la historia, como futuro que se abre un camino incluso a travsde la muerte.Sin embargo, ya muy pronto en estos orgenes del cristianismo, el pensamiento escatolgico se transform de manera radical14 . Se ha dejado deesperar el retorno del Seor y la venida de su Reinado a la tierra, volviendoa buen seguro nuevas todas las cos as, aunque sin destruir nada de lo que debaconsumar, y la esperanza se ha vuelto hacia el cielo: en lugar de que Cristovenga a nosotros, se esperaba subir junto al Padre. Este cambio quizs se debaal cansancio que produjo esperar un acontecimiento que no llegaba, y msseguramente al hecho de que el cristianismo, cada vez ms abandonado porlos judos cuya expectativa haba levantado, se propagaba casi exclusivamente en medios paganos y helenizados, instruidos por la filosofa de lainmortalidad del alma y de su destinacin a la vida divina, familiarizados porlos mitos con la idea de un pecado original y de la irremediable decadenciaque de ah haba resultado, e iniciados por las religiones mistricas en lapreocupacin por las cosas del ms all. Este cristianismo, al perder suslazos originales con la historia de Israel, tomaba la figura de una religin desalvacin como haba otras, que intentaban consolar a los hombres de lasmiserias de la vida y del miedo a la muerte ensendoles a despreciar lo quepasa lo que acontece, prometindoles una supervivencia en un mundomejor. La salvacin planeaba ahora sobre la historia, pero yanohaba promesaspara ella.La creencia est ligada a la expectativa ie una salvacin y a la modalidadde esta expectativa, a la manera en que el hombre se sita en su historia y ensu mundo. La promesa de la vida eterna, en tanto el hombre no habitaraverdaderamente en la una y en el otro, que no eran verdaderamente suyos,porque no pensaba tener el poder de dirigirlos y no tena efectivamente losmedios para dominarlos, de tal suerte que la historia le pareca extraa a sudestino, y el mundo, ms bien na prisin que una patria, la promesa de lavida eterna, decamos, bastaba jara alimentar la fe cristiana. Pero a medidaque el hombre se repatriaba a su historia y a su mundo, reivindicando sugua y adquiriendo su dominio, la salvacin eterna que promete la fe, desconectada de las realidades a lasque los hembres consagraban sus esfuerzosy en las que ponan ahora sus esperanzas, 72, cap. X.Sobre el tema de la apocalptica cristianaprimitiva, p. 214-226.

    EL VOLVER 37de un final inexorable de la aventura hu mana y de la destruccin del universo ,que hasta hace poco pareca formar parte de la mitologa, ha entrado ahoraen el campo de las previsiones que son o sern po sible cifrar; pero ha sido enun dominio en que nada hubiera debido detener el progreso humano, el de lamoralidad, donde se han producido las ms graves decepciones. Los retornosde lo religioso registrados aqu y all, especialmente en Occidente, no necesariamente en provecho del cristianismo, a menudo incluso en detrimentosuyo, se explican sin duda en parte por la necesidad de consolarse de estosfracasos y de olvidar el miedo al futuro. No se vuelve, sin embargo, a lasconcepciones anteriores a aquellas que se desarrollaron a partir de la modernidad. La conciencia de la solidaridad del hombre con su historia y su universose ha visto reforzada, por el contrario, por las desilusiones que ha experimentado en esa historia. Ahora ms nunca se siente el hombre responsablede los fracasos de la historia, de su futuro, de lo que su cede en los pases msalejados del suyo, y llamado a hacerse cargo de los recursos de la naturaleza,a explotarlos con economa, a distribuirlos entre todos con equidad. Cuantoms conciencia toma de la vulnerabilidad de la historia, de la precariedad desu entorno natural, de la estrechez de sus mrgenes de maniobra en todo loque emprende, ms se refuerza en l el sentimiento de pertenecer al mundoy de deberse a l.Qu salvacin anunciar en la situacin presente de la humanidad? Esteproblema condiciona el del acceso a la fe. No se trata de otro problema: nose puede proclamar que Jess es jefe y salvador, liberador de la humanidad, sin decir de qu peligros la libra, hacia qu futuro la conduce, qusalvacin le propone. Cuanto ms duda alguien del progreso moral, msnecesidad tiene de recobrar la fe en el hombre para no retroceder en humanidad;cuanto ms sombro se le presenta el maana, o cuanto ms siente que leescapa, ms necesidad tiene de esperar en el futuro para no abdicar de suresponsabilidad en la historia; cuanto ms le parece que los tiempos del mundoestn cercanos, ms necesita creer en la salvacin de este mundo dondepena, sufre y muere, para no perder el sentido de lo que hace y debe haceren l. La idea de una salvacin en otro mund o, que se parecera a una desercin,a un slvese el que pueda, no es capaz de movilizar las energas de estehombre, ni, en consecuencia, de insuflarle la esperanza, ni, por consiguiente,de hacerle sensible a la fe. Es preciso volver a encontrar el sentido de lasalvacin escatolgica de la historia.Del mismo modo que la mirada de los discpulos fue reconducida, el dade la ascensin de su Seor, desde las alturas celestes hacia los horizontesterrestres, as tambin la salvacin a la que nos llama debe ser trasladada denuevo al horizonte de la historia hacia el que Cristo conduce a los hombresy en el que est preparado para unirse a ellos. Pues es una salvacin lo queles hace hacer, aquello que les otorga el poder de hacer, y de hacerlo en todolo que hacen en este mundo del que son corresponsables: la salvacin trans-histrica de este mundo. A travs de qu tipo de experiencia volveremos aencontrar nosotros, los hombres de hoy, la perspectiva escatolgica de lasalvacin? No podemos ni tenemos que asumir la mentalidad que la historiahaba modelado al pueblo de Israel. Mas si esta historia fue una experiencia

    colectiva de muerte y de resurreccin, una experiencia similar es la que est

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    38 EL HOMBRE QUE VENlA DE DIOS (II)a nuestro alcance, al de nosotros que tenemos la impresin de vivir el ocasode una civilizacin que no cesa, sin embargo, de escalar nuevas cimas, haciahorizontes cada vez ms amenazadores, aunque tanto ms atractivos. No esnecesario para ello escrutar los trasfondos de la historia; el futuro, como elReino de Dios, est dentro de nosotros, ya est dado, nos huye y nos arrastra:este futuro de la existencia es el que tenem os que co nvertir en una experienciaescatolgica.EL CORAJE DEL FUTURO

    El hombre no puede habitar ms que en su pasado, puesto que no dominael futuro y el presente huye y le huye. P ero el pasado no es ms que un haber,un haber sido. El que se encierra en el pasado se entierra en la tumba que nopuede dejar de cavarse y que llena con lo que l mismo ha sido y ya no es.Slo puede escapar a esta muerte p royectndose en el futuro, es dec ir, en otranada, en un no-ser-an, y no puede sobrevivir ms que precipitndose en estedesconocido, huyendo de la muerte en la muerte, y no retomando vida sinoal precio de esta loca huida incesantemente recomenzada. Dnde encuentrael hombre el coraje necesario para sobrevivirse, cuando se sabe destinado detodos modos a la muerte, y la angustia de esta nica y ltima certeza le habitaen cada instante, puesto que la muerte puede sobrevenir inopinadamente? Estaltima sobreviene de todos modos en todo instante en esa falta de ser queconstituye la huida del tiempo, hacia adelante y hacia atrs, en este descuartizamiento de los momentos de la existencia, que es imposible reunir de otromodo que no sea la ficcin de la rememoracin. Morimos un da de estar yamuertos por la dispersin del tiempo que constituye nuestro ser, gravndolocon la imposibilidad de ser de nuevo lo que nunca hemos dejado de ser. Elcoraje 15 de sobrevivir en la nada del tiempo aparece como el requerimientode una esperanza que habita en lo ms ntmo del ser, aunque en el extremoinaccesible de la existencia tendida hacia el instante futuro y cogindolo ya,para perderlo enseguida y perseguirlo de nuevo. Nadie puede hacer la experiencia del futuro, a no ser bajo ese m odo escatolgico de la llamada a e xistirpor delante del tiempo a travs del lmite y la prdida del tiempo. Perder elnico instante que tengamos que vivir para preguntar de qu sobrevivir en uninstante completamente nuevo y totalmentedadoque no nos pertenecer nunca:experiencia de muerte y de resurreccin vivir en la muerte y, sin embargo,salir de ella, vivir de la existencia que nos acaece vivir como si ello debierasucedemos; una experiencia de salvacin salvar el tiempo perdindolo.A esta experiencia metafsica, aunque al alcance de cualquiera que reflexione sobre su existencia, le aportan los anlisis lingsticos de mile Ben-

    15. Este pargrafo est inspirado (y tambin l palabra coraje) en P. TILLICH 1967,p. 155-184, al que citar un poco ms adelante. K. Rj Wi ER 1983, p. 302 -303, dice, en trminosequivalentes, que todo hombre que consiente a su e istencia como algo que sigue siendo vlidoy a salvar realiza con ello mis mo, en virtud d e una necesidad trans cendental, un acto deesperanza que es el horizonte de comprensin de laexperiencia de fe que tiene como objeto laResurreccin de Jess.

    L VOLVER 39veniste unas aclaraciones preciosas16 . Nosotros no realizamos la experienciade nuestra persona metafsica, observa este autor, ms que en el acto deenunciacin gramatical del yo , y la posicin del yo est ligada al momen topresente del tiempo, a un aqu y un ahora, que se enuncia a travs del tiempopresente del verbo: yo soy, yo vivo el espacio de tiempo de un ahora. Ellenguaje pone remedio a la precariedad del instante en que se pone el yo:ampla ahora en hoy, y hoy en ayer y en maana. De este modo seda una cierta densidad ilusoria de tiempo a vivir, ilusoria porque ayer ya nome pertenece y maana an no, pero que permite, no obstante, extender eldominio existencial del yo sobre el tiempo y realizar la experiencia metafsica de un tiempo subjetivo, que no est reducido a la fugacidad del instanteque pasa. Mas si pretendemos pasear nuestro yo por toda la duracin denuestra existencia pasada, articular unos en otros todos los ahora sucesivosy dispersos de nuestro yo, entonces tenemos que salir del tiempo subjetivoy recurrir al cmputo del tiempo cronolgico del mundo: una experiencialingstica (langagire), aunque asimismo bien metafsica (la segunda no esdisociable de la primera), de la estrechez de nuestro campo existencial.Es comprensible que el yo se haya estabilizado en el ayer que havivido de un extremo al otro, y cuya experiencia vuelve a realizar en cadahoy; ms sorprendente es que se haya fijado en un maana cuya experiencia no ha hecho ni har jams. Benveniste observa que la mayora de laslenguas indoeuropeas disponen de numerosos tiempos para el pasado, mientrasque los tiempos del futuro son muy poco numerosos y, por lo general, deformacin reciente. Esta historia del lenguaje ilustra bien el hecho de que loshombres tengan una rica experiencia del pasado y se muestren vidos deconservarla, mientras que no tienen ninguna del futuro o en todo caso muyefmera. El modo en que se ha formado el tiempo futuro del francs, a partirde giros verbales latinos o rom anos, co nstituye otra ilustracin de la astuciaque permite aprehender el futuro. Este futuro, explica el mismo autor, procedede la transposicin semntica de perfrasis verbales que significan el deseoqu iero hacer = har o la obligacin tengo que hacer = haro la predestinacin lo que deba llegar = lo que llegar. El futuro escaptado, por consiguiente, en el presente, pero con una mano ligera que setiende hacia l sin cerrarse sobre l, aspirado por el impulso de voluntad o decodicia que plantea el instante presente hacia lo nuevo, o acogido como unatareaa desarrollar cuyo presente es one roso, o emergiendo de las profundidadesdel tiempo por medio de la invencible lgica de un sentido que corre haciasu cumplimiento. El futuro llega a la enunciacin bajo el modo de la invocacin, como la llamada a ser lo que an no es. Viene a articularse en elpresente como la predestinacin del pasado, que ya no es y ha perdido tododerecho a ser, a ser de nuevo, aunque nuevo del todo. Es la salvacin delpasado, sin el cual el presente estara condenado, apenas llegado, a volver acaer en la muerte del pasado, una muerte contra la que protesta el presentemediante la invocacin del futuro. As, el acercamiento del futuro es para

    16. Sobre la experiencia del Yo y del futuro, me remito a. BENVENISTE 1966, p. 230-2 3 1 . y 1^74. p. 131-134.

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    40 EL HOMBRE QUE VENA DE DIOS (II)cada instante la proximidad del fin y el requerimiento dirigido al presente atener que ser an en esos tiempos que son los ltimos.Las filosofas modernas del sujeto, que se fundamentan en anlisis dellenguaje, muestran asimismo la gran apertura del ser, la falta de ser quese manifiesta en la necesidad del otro. El lenguaje es interlocucin y comunicacin, dilogo. La enunciacin del yo es la llamada dirigida a unt, y cuando el segundo responde al primero, remitindole su yo comoeco, es cuando la persona toma conciencia de s, aunque en dependencia yrelacin respecto a un ms all que le impiden encerrarse en la posesinnarcisista de s. Intenta reducir a s mismo ese t extranjero, tan semejantea su yo y tan diferente de l, tomar conciencia de s en el otro como en lomismo, pero choca con su alteridad irreductible; en la proximidad y la semejanza del t se revela algo as como un l lejano e incognoscible, slocuando la persona renuncia a a propiarse del otro y reconoce su radical alteridadtoma conciencia de su propia transcendencia, aunque como la de un absolutoque se aleja de ella y la llama a ser lo que an no es y no podr ser sin elsobrevenir gracioso del otro. Es la experiencia de la negatividad inherenteal ser, flujo y reflujo de la vida 17 .No hay que olvidar la dimensin colectiva que adoptan tales experienciasde muerte y de vida en el enfrentamiento cotidiano de grupos sociales o depueblos enteros contra el hambre, la violencia, la injusticia, la guerra, laservidumbre; cuando el simple hecho de vivir hoy es sentido como unacontecimiento imprevisible, como un don gratuito e inexplicable, y la esperanza de vivir hasta maana como la expectativa de lo improbable, entonces la protesta contra ese estado de cosas se expresa bajo la forma deldere