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ZYGMUNT BAUMAN (2000) Espacio/tiempo, del libro “Modernidad líquida.”; Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2005. Por profunda y terrible que sea la miseria de los siervos, no tienen contra quién rebelarse y, de rebelarse, tampoco lograrían alcanzar a los ágiles y movedizos destinatarios de esa rebelión. El capital se desplaza tranquilamente, contando con la posibilidad de breves aventuras provechosas, confiado en que esas oportunidades no escasearán y que siempre habrá socios con quienes compartirlas. El capital puede viajar rápido y liviano, y su liviandad y motilidad se han convertido en la mayor fuente de incertidumbre de todos los demás. En esta característica descansa la dominación de hoy, y en ella se basa el principal factor de división social. El “corto plazo” ha reemplazado al “largo plazo” y ha convertido la instantaneidad en ideal último. Los objetos durables son aquéllos destinados a ser preservados durante un tiempo muy largo; se acercan tanto como es posible a la encarnación de la abstracta y etérea noción de eternidad (…). Los objetos transitorios son opuestos a los durables, y están destinados a ser usados – consumidos – y a desaparecer en el transcurso de su consumo. El privilegio de los poderosos de hoy, y lo que los hace poderosos, es la capacidad – al estilo Hill Gates – de acortar el lapso de la durabilidad, de olvidar el “largo plazo”, de centrarse en la manipulación de lo transitorio y

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libro de los objetos durables y transitorios

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ZYGMUNT BAUMAN (2000) Espacio/tiempo, del libro “Modernidad líquida.”; Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2005.

Por profunda y terrible que sea la miseria de los siervos, no tienen contra quién rebelarse y, de rebelarse, tampoco lograrían alcanzar a los ágiles y movedizos destinatarios de esa rebelión.

El capital se desplaza tranquilamente, contando con la posibilidad de breves aventuras provechosas, confiado en que esas oportunidades no escasearán y que siempre habrá socios con quienes compartirlas. El capital puede viajar rápido y liviano, y su liviandad y motilidad se han convertido en la mayor fuente de incertidumbre de todos los demás. En esta característica descansa la dominación de hoy, y en ella se basa el principal factor de división social.

El “corto plazo” ha reemplazado al “largo plazo” y ha convertido la instantaneidad en ideal último.

Los objetos durables son aquéllos destinados a ser preservados durante un tiempo muy largo; se acercan tanto como es posible a la encarnación de la abstracta y etérea noción de eternidad (…).

Los objetos transitorios son opuestos a los durables, y están destinados a ser usados – consumidos – y a desaparecer en el transcurso de su consumo.

El privilegio de los poderosos de hoy, y lo que los hace poderosos, es la capacidad – al estilo Hill Gates – de acortar el lapso de la durabilidad, de olvidar el “largo plazo”, de centrarse en la manipulación de lo transitorio y no de lo durable, de deshacerse de las cosas con ligereza para dejar espacio a otras cosas igualmente transitorias y destinadas a consumirse. Quedarse con las cosas largo tiempo, más allá de su “fecha de vencimiento” y más allá del momento en que se ofrecen reemplazos “nuevos y mejores”, “superiores”, es en realidad un síntoma de carencia. Una vez que la infinidad de posibilidades ha despojado a la infinidad del tiempo de su poder de seducción, la durabilidad pierde atractivo y pasa de ser un logro a ser una desventaja.

La “elección racional” de la época de la instantaneidad significa buscar gratificación evitando las consecuencias, y particularmente las responsabilidades que esas consecuencias pueden involucrar. Las huellas durables de las gratificaciones de hoy hipotecan las posibilidades de las gratificaciones de mañana. La duración deja de ser un valor y se convierte en un defecto; lo mismo

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puede decirse de todo lo grande, sólido y pesado... lo que obstaculiza y restringe los movimientos. Ha terminado la época de las gigantescas plantas industriales y los cuerpos voluminosos: antes, daban prueba del poder de sus dueños; hoy presagian la derrota en el próximo round de aceleración, de modo que son una marca de impotencia. Cuerpos delgados y con capacidad de movimiento, ropas livianas y zapatillas, teléfonos celulares (inventados para el uso del nómade que necesita estar “permanentemente en contacto”), pertenencias portátiles y desechables, son los símbolos principales de la época de la instantaneidad. El peso y el tamaño, y especialmente lo gordo (literal o metafórico), culpable de la expansión de los dos anteriores, comparten el destino de la durabilidad. Son los peligros que hay que combatir o, mejor aún, evitar.

ZYGMUNT BAUMAN (2000) Trabajo, del libro “Modernidad líquida.”; Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica, 2005.

“Las noticias”, esa parte de la información electrónica que más corre el riesgo de ser tomada por la verdadera representación del “mundo exterior” y que más pretensiones tiene de ocupar el rol de “espejo de la realidad” (y a la que más frecuentemente se le atribuye el poder de reflejar fielmente la realidad sin distorsionarla), son, según estima Pierre Bordieu, la más perecedera de las mercaderías disponibles; de hecho, la esperanza de vida de las noticias es risible si se la compara con la de las telenovelas, los talk-shows o los programas con comediantes de micrófono. Pero la caducidad de las noticias en tanto información acerca del “mundo real” es en sí misma uno de los rasgos más importantes de la información: las emisiones de noticias son la celebración constante y diariamente repetida de la vertiginosa velocidad del cambio, del envejecimiento acelerado y de la eterna posibilidad de recomenzar.

Como consecuencia, la presunción de la temporalidad de las relaciones tiende a convertirse en una profecía auto cumplida.

(...) si las personas asumen que sus compromisos son temporarios y hasta nuevo aviso, entonces esos compromisos sí tienden a serlo como consecuencia de las acciones de las propias personas.

Si la gratificación instantánea es el único modo de apaciguar el tormento de la desprotección (sin siquiera, aclarémoslo, apagar la sed de certeza y seguridad), verdaderamente no hay motivos evidentes para ser tolerantes con algo o alguien que resulta irrelevante en la búsqueda de satisfacción, y menos aun con algo o alguien reacio o reticente a proporcionarnos la gratificación buscada.

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