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Mito del Reyno de Chile

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Mito del Reyno de Chile

E n nuestra tierra han ocurrido otras gestas que corrieron paralelas y bajo la abrumadorahistoria oficial; pequeñas epopeyas de hombres comunes, ires y venires de amores,ingeniosas estafas que inspiraron canciones y que el pueblo coreaba en las fiestas, criminalesque dejaron una huella imperecedera en el alma de una ciudad, amores trágicos que dieronorigen a una fiesta firmemente arraigada en nuestra cultura, motines sangrientos en lasheladas noches magallánicas, un contrapunto de proporciones épicas entre dos payadoresfabulosos, la sorprendente aventura de un marinero solitario en una isla frente a nuestrascostas. Son tantos y tan variados relatos, como vidas en el caudal de nuestra breve perointensa historia. Amor, muerte, vida, ingredientes que echaron raíces en el corazón de Chile.

Nuestro país atrae esos acontecimientos curiosos, sorprendentes, como un largo y angostoimán de historias notables.

Para que estas historias no se pierdan las dejamos en este libro, para que echen a correr ycontinúen un diálogo, una comunicación invisible con el lector, para que señalen un caminonovedoso en la manera de comprendernos y vernos.

La invención de este Chile ilustrado es fruto de una pasión por su historia más íntima,anónima y auténtica. Pretendemos una interpretación novedosa, articulada en base apequeñas proezas, amores, traiciones, crímenes y folclor de un pasado desconocido. Estashistorias vivían escondidas en esos gruesos tomos de la historia chilena, destinados a unavitrina con llave de oro. Ahí estaban, en una esquina, disimuladas en algún párrafo,señaladas brevemente. Sacadas de ese contexto histórico, aisladas de las grandes gestas y latrama política que conformaron la creación de la república, las reunimos y las depositamosen este libro.

Acompañamos estas narraciones con una ilustración, una imagen que las reinventeestéticamente, homenajeando, de paso, la tradición gráfica popular chilena.

Dejamos este, nuestro primer libro, en sus manos, que vuele, que corra, que inspire, quedespierte el amor por lo nuestro, que ayude a la comprensión de ese bien intangible que esel patrimonio cultural chileno.

Esperamos que este sencillo compendio sea un aporte original a las fiestas que se acercan. Elrío de la historia seguirá contando con su caudal de invenciones la manera en que definimosnuestro carácter y continuara así.

Marcelo Escobar

Diciembre de 2009

*** Fin del extracto

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Mito del Reyno de Chile

T odo el pueblo se encontraba alborotado preparando la festividad a la espera de la nochemás larga del año. Como era costumbre en San Vicente de Tagua-Tagua, las vísperas de SanJuan se esperaban realizando las famosas carreras “a pelo”, o carreras a caballo sinmontura. Se había dispuesto la calle principal para la corrida y en improvisadas ramadas, losvecinos se parapetaban en los frontis de sus casas bebiendo chicha o en comilonas conabundante vino. La tarde traía en su fría brisa el resuello de las caballerizas y pequeñosremolinos arrastraban hojas y pajas dando un aire misterioso a la calle central por donde loscaballos se debatirían.

Galopando veloz, como seguido por el diablo, llegó elegante y sudoroso don Javier de laRosa, hombre letrado y pudiente del valle del Aconcagua, que en su caballo llegaba vestidode poncho blanco, espuelas de plata y un sombrero refinado. A su espalda, como soldadopartiendo a la guerra, su arma mortal de 25 cuerdas, el guitarrón que según la fama:“hablaba”. Desbordaba riqueza y arrogancia ante sus frugales vecinos, quienes en calladaenvidia, admiraban con recelo su fama de payador y vencedor de muchas contiendas. Veníadesde Copequén entusiasmado por las carreras, y en espera de ellas pasó a beberse el primervaso de chicha en la ramada de Arancibia, lugar obligado para los afuerinos o vecinos de laslocalidades cercanas.

Al Mulato Taguada le fueron a contar apenas lo vieron apearse del caballo. La gente quehabía visto pasar a Javier de la Rosa le iba anunciando en el camino de su presenciaamenazante.

El Mulato Taguada era un joven delgado, hijo de español y mapuche. Su piel mestiza y subajo porte le daban un aspecto sombrío y a veces melancólico. De ojos negros y profundos,cabellos largos e hirsutos de color cobrizo. Pese a su aspecto debilucho, era fuerte yatrevido. Considerado el más hábil poeta popular, era conocido por todos los alrededorescomo “El Invencible”, pues no había nadie hasta ese momento que pudiera vencerlo en laspayadas o con los pies forzados que lo habían hecho famoso. A chingana o ramada que fuese,se le respetaba y recibía con grandes muestras de admiración.

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A tiempo de conocerse de la existencia de don Javier de la Rosa, comenzaron los acosos paradefinir la eventual contienda. Se les provocaba a ambos para que midiesen sus fuerzas. Cadauno sabía del otro por la comidilla popular, pero aún no coincidían en un lugar y ninguno delos dos quería exponerse ante la presión de un duelo que mediría sus capacidades,incuestionables para ambos, pero que sabían terminaría con uno de los dos vencidos y elcorte del ala del sombrero. Costumbre que se hacía como signo de humillación para elvencido.

“Soy poeta que improviso”, dijo el Mulato Taguada, “y no le bajo el poncho a naiden”.“Dónde dicen está el mentao, que agora mesmo le atrinco”, dijo dirigiendo, sus pasos alencuentro de Javier de la Rosa.

Llegando a la ramada de Arancibia, se trincó un vaso de chicha de un sorbo y ahí mismo leplantó el verso:

Mi don Javier de la Rosa,tiempo que lo ando buscando;al cabo lo vine a hallaren dicha villa cantando.Mi don Javier de la Rosa,observe, le estoy hablando,aquí traigo unos cien pesos,si gusta vamos payando.

Don Javier:

¿Quién es ese payadorque paya tan a lo obscuro?Tráiganmelo para acáy lo pondré en lugar seguro.

Taguada:

Y ese payador, ¿quién es,que paya tan desde lejos?Si se allega pa’ acále plantaré el aparejo.

El pueblo entero se abocó a la ramada y entre gritos y aplausos, el ambiente se fue tornandocandente y alborozado. La ramada de Arancibia se llenó de curiosos exaltados y bebidos quecomenzaron a tomar partido por uno u otro luchador. Algunos vecinos que llegaban al lugarpara las esperadas carreras a la chilena, se encontraron que ya no se harían, pues el centrode la contienda se había trasladado de lugar. Dos fuertes caballos, uno fina sangre, el otromestizo corralero, ya estaban en plena carrera y nada por ese momento parecía augurar eltriunfo de uno de los dos. Las apuestas empezaron a cruzarse: ¡Voy al mulato! ¡Voy a sumercé!

Don Merejo, designado como juez improvisado, dio la orden a Taguada de iniciar el

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contrapunto.

El mulato rasgueó las cuerdas por un momento y comenzó:

Señor poeta abajinoya podimos prencipiar;afírmese en los estribosqu’el pingo le va a voltiar.

Bordoneando su guitarrón, le contestó don Javier con donaire:

En nombre de Dios comienzo,de mi padre San Benito;hágote la cruz, Taguada,por si fueras maldito:

Mi don Javier de la Rosa,dígame en su parecer,una vara estando seca,¿cómo podrá florecer?

De este inocente Taguadala pregunta me da risa...Quiébrala y échala al fuego;florecerá la ceniza.

Mi don Javier de la Rosa,usté que sabe de letrasagora me ha de decirsi la pava tiene tetas.

Te doy, mulato Taguada,la respuesta de un bendito:

si la pava las tuvierale mamaran los pavitos,pero como no las tienelos mantiene con triguito.

Mi don Javier de la Rosa,usté que sabe de asuntos,diga qué remedio habrápa levantar los difuntos.

Oye, mulato Taguada,la respuesta va ligera:métele el dedo en... la bocay sale el difunto a carreras...

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Don Javier era un hombre letrado. Conocidos eran sus nociones de astronomía y religión.Jactándose, De la Rosa humillaba a Taguada, que se defendía sólo con sus bagajes de lavida. Las respuestas del caballero lo iban desesperando y la concurrencia cambiaba deadversario momento a momento. A ratos parecía que el triunfo lo tenía don Javier, pero losadherentes más leales a Taguada seguían glorificándolo: ¡Vamos, Mulato, tú eres el mejor!

Lo del “dedo en... la boca del difunto” molestó a Taguada y pidió la intervención del juez.El vocabulario de Don Javier no era digno de un payador de esa categoría. El juez loamonestó.

Se dio un receso a la disputa y todos pasaron al festín. Nadie se acordó de la noche de SanJuan, pese a que evidentemente, fue la noche más larga que les tocaría vivir. Las horassiguieron pasando, algunos borrachos y cansados se durmieron donde pudieron esperando eldesenlace. Las mujeres, cansadas, y los niños agotados fueron retirándose uno a uno. Nadiesupo cómo de ese día se pasó al día siguiente, y luego al otro, y al subsiguiente. Todossabían que se encontraban frente a dos grandes fuerzas de alto vuelo, dos titanes del cantoimprovisado que estuvieron debatiéndose más de ochenta horas sin que ninguno estuviesedispuesto a ceder. Don Javier de la Rosa y el mulato Taguada payaban cada vez másagigantados mientras la muchedumbre los cercaba admirada. El rumor de la contienda corriócomo reguero de pólvora y durante el día y la noche no dejó de llegar gente de puebloscercanos a presenciar la contienda que ahí se gestaba. Nadie dejó de avivar a losadversarios, pero cada vez se iba tornando más dramático y tenso el duelo quepresenciaban.

Mi don Javier de la Rosase ofrece y le doy a ver,un tordo que está enjauladodígame quién puede ser.

En darte contestación:es tu padre que está presoen la ciudad de Concepción.

Mi don Javier de la Rosa,Ya veo que es muy travieso,hábleme más de mi padre:¿por qué motivo está preso?

Habéis de saber, Taguada,si más quieres que hable yo,está por unos diez bueyesque de una hacienda sacó.

Mi don Javier de la Rosa,no sea tan propasado,usté es viejo y yo joveny en fuerza lo habré llevado.

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Habéis de saber, Taguada,esto te voy a advertir:que en cantar y en la vihuelafuerzas no te han de servir.

Mi don Javier de la Rosa,una cosa he reparado:que yo no más le preguntoy usted no me ha preguntado.

Habéis de saber, Taguada,yo te voy a preguntar:saliendo Adán del paraíso,¿dónde se fue a refugiar?

Mi don Javier de la Rosa,dígame si no fue así:del paraíso lo echó el ángelal huerto Getsemaní.

No te demores, Taguada,Adán y Eva si se vierondesnudos y avergonzados,¿con qué tela se cubrieron?

Mi don Javier de la Rosa,no hallando piel de animales,de las hojas de la higuerahicieron sus delantales.

Habéis de saber, Taguada,yo quiero saber también,Decidme ¿por qué motivoel gallo pica la sartén?

Mi don Javier de la Rosa,si necesita saberlo,el gallo al sartén lo picaporque no puede lamerlo.

Javier de la Rosa descubre el punto débil de Taguada al notar que contesta de ingenioso y enlas preguntas religiosas no tiene cómo fundamentar. Era evidente que Javier de la Rosa seburlaba de su falta de conocimientos y a medida que la contienda proseguía, iba sacandomás ventaja de la falencia de su contendor. La tensión sigue subiendo de intensidad y amboscontrincantes se amenazan de muerte. La poesía se torna ofensiva y sus adherentes se vanenseñando los dientes. El duelo continuará por varias horas más, pero Javier de la Rosa yasabe por dónde atacar.

Atención, señor Taguada,

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usted que es hombre de letras,ahora me ha de decirsi la pava tiene tetas.

Mi don Javier de la Rosa,la respuesta le daré:la pava no tiene tetas,las tetas las tiene usted.

Habéis de saber, Taguada,yo soy pallador y bueno,escápate si supieresque a darte la muerte vengo.

Mi don Javier de la Rosa,no temo al más entendido,hasta la edad que me vepor nadie he sido vencido.

Alerta, señor Taguada,yo le hago esta preferencia,no se remonte tan altoni suba a tanta eminencia.

Habéis de saber, Taguada,payemos a lo divino,si Dios me dará licenciapara verle su destino.

Mi don Javier de la Rosa,esa cosa es mal pensada;yo tengo por sobrenombreel invencible Taguada.

Taguada, yo te saludoantes de largarte al agua,y que sepa Tagua-Taguaque a bueno te ganaré.

No se gaste tanta prosa;usté lo sabe muy bien,me ha pegao con sus librosque hablan de ajeno saber.

Taguada, no te demores,que te voy a preguntar:¿qué reyerta fue la que huboen los dos hijos de Adán?

Don Javier, lo que pregunta,

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la contesta está en la mano:Caín, a causa de envidia,le dio la muerte a su hermano.

Taguada, yo te pregunto,me dirás sin dilación,espero que me contestes,qué fin tuvo Salomón?

Mi don Javier de la Rosa,mi madre con una tía,dijeron que Salomónse hallaba en Santa Lucía

Ya te turbaste, Taguada,hablaste una herejía:hiciste cava en tu madrey carambola en tu tía.

Taguada se agota. Supo vencer el bombardeo de preguntas a lo Divino, pero sintió el pavorde su quiebre. Don Javier de la Rosa no tuvo piedad y aprovechó el momento:

Taguada, yo te pregunto,quiero que me contestes vos:Dios hizo los mandamientos,¿A qué profeta los dio?

Yo no sé, señor Javier,pero haga lo que yo digo,callaremos la guitarray quedamos como amigo.

Ya no supiste, mulato,Caballeros, caballeros,Ténganlo por entendido,y recojan las apuestasque el mulato está vencido.

Don Javier de la Rosa alzó su guitarrón en son de triunfo mostrándose más gallardo que enningún otro momento y sonrió a la mujer de Taguada en un gesto más de arrogancia y desdénpor su adversario. Luego se sentó y volvió a preguntar haciendo gemir su instrumento:

Taguada, yo te pregunto,Y tienes que contestar:¿Cuántos Domiitus vobiscuntdice el padre en el altar?

(Taguada no contestó).

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Taguada, yo te pregunto,Responde si sos tan tal:¿Qué siglos estuvo Luzbelen la Corte Celestial?

(Taguada no contestó.)

Taguada bajó su instrumento y tomando un cuchillo cortó de un tirón las cuerdas de suguitarra. Quiso golpear a su adversario por tal provocación, pero su mujer, que todo eltiempo estuvo a su lado, le hizo ver su error:

–No te ganó él, te ganaron sus libros, le dijo tomando sus manos.

Don Merejo dio por vencedor a Don Javier de la Rosa. El público aclamaba y festejaba la granhazaña. Pero aún faltaba la deshonra mayor. De la Rosa tomó sin compasión unas tijeras ypidió a Taguada su sombrero. Cortándole el ala lentamente, lo mostró al público a modo detriunfo. Pero la muchedumbre había enmudecido. Nadie se atrevió a festejar ni a brindarmás. El encuentro entre los dos grandes se había transformado en una tragedia griega.

En medio de un silencio profundo, el Mulato Taguada tomó a su mujer y salió del recintoderrotado y cabizbajo. Nunca más se escuchó al mulato cantar. Cabalgó hasta perderse enun bosque y como un ritual, trenzó las cuerdas de su guitarra y se ahorcó con ellas, a la verade un camino desierto. De esta manera culminó la desdicha de un cantor de leyenda. Elepílogo fatal de un pájaro chileno.

*** Fin del extracto

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