misericordia y omnipotencia divina

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    Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima

    TALLER:

    La misericordia divina, soporte de los débiles

     Prof. Mg. Alexandre José Rocha de Hollanda Cavalcanti

    Tema 02: Misericordia y omnipotencia divina

    1. Conocerse débil es la fuerza del hombre

    El autoconocimiento es el punto de partida para el conocimiento de Dios y para la confianza en su misericordia. Es necesario reconocer nuestra debilidad,sin perturbación o desaliento, pues esta imperfección será nuestra compañerainseparable hasta el sepulcro. Este autoconocimiento nos dará la certeza de quenecesitamos de Dios y sin Él somos nada, pero con Él «todo podemos», comoenseña San Pablo1.

    En nuestra sociedad del  fast-food , de la lámpara que se enciende de

    inmediato, muchas veces nos desalentamos por que esperamos una respuestainmediata de Dios, pero debemos recordar que Dios no nació en la época del fast-food y conoce mejor que nosotros el momento exacto de ayudar alevantarnos de nuestra caída. Este momento es precisamente aquél en quereconocemos que caímos y al ser levantados tengamos la certeza de que eso fue

     posible gracias a la misericordia de Dios.

    Entre las famosas «cartas a las iglesias» presentes en el Apocalipsis de sanJuan, encontramos una que esclarecerá el tema de la debilidad humana: La cartaa la iglesia de Filadelfia, en que Dios afirma haber abierto delante de ella una

     puerta que nadie puede cerrar por que a pesar de su debilidad   ha cumplido la palabra del Señor y por eso será preservada en la hora de la tribulación.

    La impotencia del hombre y su propia debilidad ontológica abre delante delser humano dos posibilidades:

    •  Cerrar los ojos a esta debilidad y no aceptarla.

    •  Conocerla y contar sólo con la fuerza y misericordia divina.

    La primera opción cierra al hombre en sí mismo, en su propia nada, dondeno encontrará ningún soporte a esta debilidad incontestable, llevándolo aconstruir su vida sobre la arena de la falsedad ontológica.

    1 Fil 4, 13.

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    La segunda opción lleva al hombre a decir como San Pablo: «cuando mesiento débil, entonces es cuando soy fuerte» (2Co 12, 10). Esta fuerza quedeclara San Pablo no viene por tanto de la debilidad, sino de suautoconocimiento como débil que lo lleva a buscar el soporte de toda su vida en

    Aquél que es el Ser en su totalidad: Dios.Las palabras de la Carta a la Iglesia de Filadelfia dejan claro que Cristomuestra amor a esta iglesia (v. 9) no por lo que ella ha hecho por Él, sino por loque Él ha hecho por ella. La parte correspondiente a la iglesia es reconocer sudebilidad y mantenerse fiel a la Palabra.

    Esta situación expresa vivamente toda la paradoja de la vida cristiana:fuerza en la debilidad, riqueza en la pobreza. Los tres términos constitutivos delas «obras» de la iglesia –pobreza, palabra mantenida, nombre no renegado– soninterdependientes; del primero sigue el segundo, del segundo el tercero y los tres

    forman un contexto unitario. Al contrario de la iglesia de Laodicea que estácerrada en su autosuficiencia, Filadelfia se sabe que es débil. Esta humildaddelante de Dios es la llave que abre de par en par las puertas de la misericordiadivina. En este sentido, la Carta a la Iglesia de Filadelfia podría convertirse unacarta a la «Iglesia de Cristo» para todos los siglos futuros.

    1.1. El pecado original

    La debilidad humana es característica esencial de nuestro ser, agravada porel pecado original. Fue exactamente por una mezcla de soberbia y debilidad que

    ellos cayeron. Primero la debilidad al aceptar el dialogo con el tentador, segundola flaqueza delante del deseo de conocer el desconocido y, por fin, el gran

     pecado: la soberbia de querer ser como Dios. En las dos primeras encontramosel camino para la caída, en la soberbia encontramos la consumación del pecado,caracterizando así la soberbia como la madre de todos los vicios. Es madre, peroal mismo tiempo, es hija de la debilidad. La debilidad cuando no es reconocida yaceptada como limitación del ser contingente, genera la soberbia que trae en suseno el germen de casi todos los males de la sociedad.

    Como afirma San Ignacio en sus Ejercicios Espirituales, la tentación es

    como el conquistador sensual: la primera cosa que desea al codiciar a una mujeres su silencio para que él no sea denunciado al legítimo esposo. Así, la debilidad

     para llevar el hombre a la perdición sólo necesita una cosa: que no seareconocida como tal.

    En este caso, como la Bestia Apocalíptica salida del mar, ella se levantatransformada en soberbia. Pero, si ella reconoce con humildad su propiacontingencia, se transforma en fuerza que le atrae el amor divino, como se ve enlo declarado por Jesús a la frágil y débil comunidad de Filadelfia.

    A veces el demonio puede sugerir una humildad falsa, donde se apaga laluz de la misericordia divina y parece que Dios pone todo a sangre y fuego.

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    Esta es una de las más perniciosas y disimuladas invenciones del demonio, pues, pensando ser nada, la persona se siente indigna de la misericordia de Dios, pero es exactamente lo contrario: el reconocimiento verdadero de nuestradebilidad es la fuerza para alcanzar el perdón y la reconciliación con Dios.

    1.2. Crisis de la fe en nuestros días

    Hoy parecemos vivir un mundo en que las verdades de la fe perdieron sulugar y se ven puestas al margen de los acontecimientos como relegadas alolvido de los hombres. La sociedad camina hacia el crecimiento científico ytecnológico, buscando alcanzar a lo que ya en Babel se procuraba: prescindir delCreador 2.

    El conocimiento y aceptación de la palabra de Dios que promete lamisericordia a todo pecador arrepentido, que entregó su propia vida para darnos

    la salvación lleva a creer con toda seguridad que del desencanto y de la crisis puede nacer la esperanza.

    La palabra crisis, tan utilizada en nuestros días, alcanza un significadoconstructivo. En griego krisis  significa la decisión tomada por un juez o unmédico. En su raíz semántica viene de kir  o kri, que significa purificar o limpiar.De ahí nace la palabra crisol, recipiente hecho de material refractario donde sefunde el metal y se purifica a elevada temperatura. Por eso acrisolar quiere decirdepurar. De esta depuración sólo quedará lo que es esencial, desapareciendotodo lo accidental. Sin embargo, es imposible hacer este proceso sin cortes y

    rupturas. De ahí la necesidad de la decisión, para la cual muchas veces lasfuerzas naturales no son suficientes y es necesario contar con la misericordia deDios. La decisión aquí no es de hacer esto o aquello, sino de ser fiel a la palabrade Dios, confiar en su misericordia, pues si la fuerza del hombre es demasiadolimitada, la misericordia de Dios es infinita.

    2. Misericordia: cualidad de la omnipotencia de Dios

    Santo Tomás explica que la misericordia divina no es en absoluto un signode debilidad, sino con toda propiedad la cualidad de la omnipotencia de Dios,que revela su omnipotencia sobre todo en el perdón y en la misericordia.

    Sólo el que tiene poder puede perdonar. Por eso, un juez humano, porejemplo, frente a la comprobación de un crimen está obligado a condenar. Pormás que él sienta dolor por hacerlo, es obligado a condenar al culpable pues élno tiene el poder de perdonar un crimen comprobado. Él puede absolver a la

     persona inocente al constatar que no existen pruebas suficientes, pero si estácomprobado el crimen, él no tiene la potestad de perdonar. Él podría perdonaruna ofensa personal a él mismo, pero un crimen contra la nación no.

    2 Cf. PRESENTACIÓN de la Revista Imágenes de la fe, n. 374, Junio de 2003. Madrid: PPC, p. 3.

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    Sólo quien tiene todo el poder tiene la potestad de perdonar. Por eso elatributo de la misericordia infinita y del perdón ilimitado es la más excelsamanifestación de la omnipotencia de Dios.

    2.1. Los condenados: ¿Una falla en la misericordia de Dios?

    Los condenados no lo son por una venganza divina, sino por la justicia quese les aplica por su obstinación en el error y por su decisión de mantener suruptura con Dios. La condenación eterna se hace así la más clara expresión de lalibertad que Dios ha dado al ser humano, permitiéndole, inclusive, tomar ladecisión de permanecer definitivamente alejado de su Creador. Por eso, afirmaSan Francisco de Sales, la justicia de Dios debe alegrar a los hombresigualmente que su misericordia, de modo que podamos descansar en la voluntaddivina y besar con igual amor y reverencia la mano derecha de su misericordia y

    la mano izquierda de su justicia3

    .La misericordia sobrepuja al juicio, canta el Salmo 144, puesto que el

    deseo de Dios es que todos los hombres se salven (1Tim, 2, 4) y para esto elamor de Dios es infinito y rico en misericordia, como afirma san Pablo (Ef 2, 4)y Dios nos salva no a causa de nuestras obras de justicia, que son siempreinsuficientes, sino por su infinita misericordia (Tit, 3, 5). Así nuestra salvación,y los medios de llegar a ella, es atribuida a la misericordia del Salvador, puestodo lo que tenemos de Él hemos recibido. Sin embargo, la parte del hombre esaceptar y confiar en la misericordia de Dios, abandonándose a Él con la

    confianza con que un niño duerme en el regazo de su madre.2.2. El «contrato con Dios»

    Esta misericordia, de la parte de Dios, no encuentra límites, pues Dios esinfinito, pero de la parte del hombre sí encuentra limitaciones, pues el mismo Dios que ama a los justos, entorpece el camino de los malvados, canta el salmo(Sl 146, 9).

    Es necesario aquí considerar dos aspectos:

    Primero, que la misericordia de Dios no es una idea abstracta, sino una

    realidad concreta con la cual Él revela su amor, que revela un sentimiento deternura, de indulgencia y de perdón4. En el hebreo bíblico el término que seutiliza para significar ternura  es el mismo que sirve para designar «entrañas»(rahamim) plural de rahem, el vientre materno, la matriz5. La ternura de DiosCreador de todos los hombres acompaña a sus hijos en todos los momentos,esperando, como el Padre del Hijo Pródigo su retorno.

    3 Cf. SAN FRANCISCO DE SALES, Op. cit., p. 115.4 Cf. MV n. 6.

    5 El Vocabulario de teología bíblica (Herder, Barcelona, 1980, p. 885) remite a Gn 43, 30 (José trastornado porla emoción en presencia de sus hermanos) y a 1Re 3, 26 (la verdadera madre del niño herida en su ternuradurante el juicio de Salomón). También Prov. 12, 10.

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    Mientras estamos en esta vida, en este valle de lágrimas, no pensemos que podremos vivir sin imperfecciones, porque esto no es posible –afirma SanFrancisco de Sales–, puesto que somos seres humanos. Por esta razón NuestroSeñor nos mandó decir todos los días en el Padrenuestro:  Perdónanos nuestras

    ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden

    7

    . Nuestras caídas son como peldaños de una escalera: pueden servir para

     bajar o subir en el camino del cielo. Si, al caer, desanimamos, comenzamos a bajar, pero si al caer, miramos a la misericordia del Padre, Él nos da la mano y podemos subir, incluso más rápido que antes. Decía Santa Teresita, que unamadre al ver su hijo intentar subir una escalera, sabe que él va caer algunasveces, pero se alegra en ver que no desiste y sigue intentando; en determinadomomento, lo toma de la mano y lo lleva hacia arriba.

    La medida, por tanto, de la fuerza para subir está en el poder omnipotente

    de Dios y el primer eslabón de la cadena de amor que Jesús prepara a las almasdesde toda la eternidad es su amor que se funda en dos cosas: en su bondadinfinita y en la miseria del hombre.

    Pedir perdón no ofende a Dios, sino que le da gusto, el acto de humildadque los pecados nos obligan a hacer, reconociendo nuestra debilidad es

     precisamente lo que consuela y glorifica al Corazón de Jesús, que suple todasnuestras debilidades, que pasa a ser así el punto de partida para alcanzar latotalidad del amor de Dios.

    2.4. El termómetro de la misericordia divina

    La misericordia de Dios es el modelo para nuestro modo de actuar junto anuestros semejantes, convirtiéndose así en el criterio para saber si somosefectivamente hijos de Dios. Si deseamos el perdón, necesitamos aprender a

     perdonar.Perdonar puede parecer un acto de debilidad y pedir perdón a otro ser

    humano parece que nos humilla, especialmente cuando, en el fondo, pensamosque nuestra culpa no es tan grande o que la otra parte es más culpable… Muchasveces pensamos: él es quien debe pedir perdón; si yo tomo la iniciativa, le estoy

    dando la razón y esto no es justo. Sobre todo, sé que si lo perdono, él incurriráen el mismo error de siempre. Además es por demás vergonzoso reconocer el proprio error… pero este pensamiento es fruto del orgullo. La grandeza decorazón consiste en dar el primer paso, diciendo corajosamente: «pido perdón»,o, lo que es todavía más fácil, por un gesto, por un favor, por una sonrisa, dar aentender, implícitamente, que estamos pidiendo perdón o que estamosdispuestos a perdonar.

    El Señor Jesús indica entre las etapas para alcanzar la misericordia unelemento fundamental: « perdonad y seréis perdonados  […]  Porque seréismedidos con la medida que midáis» (Lc 6, 37-38).

    7 Cf. TISSOT, José. El arte de aprovechar nuestras faltas. Edición digintal, p. 8.

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    Por eso el perdón y el amor deben caracterizar a toda comunidad cristiana,de modo que el mayor elogio que se puede hacer de una comunidad cristiana eslo que decían los propios paganos: «Mirad, como se aman». Por eso, para que

     podamos medir el «termómetro de la misericordia divina» para con nosotros y

    darnos cuenta si vivimos o no como discípulos de Jesús, es conveniente recordaraquí y colocar como pauta de nuestro comportamiento las obras de misericordiaespirituales y corporales:

    Obras de misericordia espirituales: 

    1)  Enseñar al que no sabe

    2)  Dar buen consejo al que lo necesita

    3)  Corregir al que se equivoca

    4) 

    Perdonar al que nos ofende5)  Consolar al triste

    6)  Sufrir con paciencia los defectos del prójimo

    7) 

    Rezar a Dios por los vivos y por los difuntos.

    Obras de misericordia corporales: 

    1)  Visitar a los enfermos

    2)  Dar de comer al hambriento

    3) 

    Dar de beber al sediento4)  Dar posada al peregrino

    5)  Vestir al desnudo

    6)  Visitar a los presos

    7)  Enterrar a los difuntos.

    Al final de nuestras vidas, recuerda San Juan de la Cruz, seremos juzgadossegún el amor. Si vivimos como cristianos, la muerte será para nosotrosmomento de dejar el convivio de los hombres y pasar al convivio eterno conDios. Si nuestra vida fue semejante a Cristo, si practicamos con los demás lamisericordia, es la misericordia que vamos encontrar totalmente abierta. Si, porotro lado, vivimos para el dinero, para el egoísmo, sin perdonar, sin acoger al

     prójimo, ¿qué podemos esperar al encuentro con Dios? Por eso el Papa advierteen la Bula Misericordiæ vultus:

    «Para todos, tarde o temprano, llega el juicio de Dios, al cual ninguno puedeescapar»8.

    8 MV, n. 19.

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    3. El Sacramento de la Misericordia

    Cristo, al retornar al Padre, dejó todos los medios para nuestra salvación yespecialmente permanece con nosotros a través de la Eucaristía. Sin embargo, el

    sacramento en que más trasparece su misericordia es, sin duda, el sacramento dela Reconciliación, donde podemos recibir, por intermedio de la Iglesia, el perdón de todos nuestros pecados. Este sacramento restituye a la gracia de Diosy nos une con Él, resultando la paz de conciencia y la restitución de la vida delos hijos de Dios9.

    En este sacramento, el pecador, confiándose a la misericordia de Dios,anticipa en cierta manera el juicio al que será sometido al fin de esta vida terrena,

     porque es ahora, en esta vida, cuando nos es ofrecida la elección entre la vida yla muerte, y sólo por el camino de la conversión podemos entrar en el Reino del

    que el pecado grave nos aparta. Convirtiéndose a Cristo por la penitencia y la fe,el pecador pasa de la muerte a la vida «y no incurre en juicio» (Jn 5,24)10.

    El Sacramento de la Reconciliación tiene la característica de mantenersiempre abiertas las puertas de la esperanza y del amor.

    Conocemos la bella parábola del Hijo Pródigo y del amor y alegría con quesu padre lo recibió de vuelta. En la persona del sacerdote que te espera,encontrarás a Jesús que te recibe como el padre recibió con un abrazo a su hijoarrepentido… y la comunión sacramental será el banquete de la conmemoración.

    Efectivamente, el confesor revive al proprio Cristo, revive la misericordia y

    compasión de Jesús ante la pecadora arrepentida (cf. Lc 7, 36-50), ante laSamaritana (cf. Jn 4,4-42), ante Zaqueo (Lc 19,1-9), ante la mujer sorprendidaen adulterio (cf. Jn 8,1-11), ante Pedro convertido (cf. Jn 21, 15-20). Su actitudes la de Cristo en la Cruz, hecho perdón por los hombres, pues en Él tenemos por medio de su sangre la redención, el perdón de los pecados (Ef 1, 7)11.

    Conclusión

    Dios no es ajeno a la historia de la humanidad, nunca la abandona a su propia suerte, con su infinita misericordia y solicitud de Padre guía la historia delos hombres y lo que en ella sucede. Él pronuncia su condena al pecado, pero

     promete la misericordia a los que a Él se confían, llenando a los corazonesagobiados de una sólida y verdadera esperanza.

    ESPERANZA: ¡palabra que levantaría del lecho a muchos enfermos! Palabratan fuerte que el propio Hijo de Dios se ha hecho carne y habitó entre nosotros

     para nos comunicarnos la esperanza delante de la condena de nuestros primeros

    9 Cf. CEC ns. 1468-1469.10

     Cf. FUENTES, Miguel Ángel.  Revestíos de entrañas de misericordia. 5 ed. Mendoza: Verbo Encarnado, 2007, p. 77.11 Cf. Ibid., p. 13.

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     padres. La palabra esperanza aparece 36 veces en las cartas de San Pablo; elverbo esperar figura además 19 veces. Bajo el signo de la esperanza es como él

     presenta Cristo en Tesalónica. En aquella ciudad, a pesar de todas lascomodidades de la riqueza, de la búsqueda del ocio y del confort, los hombres

    no se sentían felices. En aquella civilización de la razón y de la abundancia,estaba cerrado el horizonte, era un mundo sin esperanza, constata Pablo. Y es por eso, justamente, que en aquella ciudad Pablo presenta Cristo como laesperanza.

    La fuerza de la esperanza viene de Cristo. Fuertes en la fe son quienestienen conciencia clara de que, por ser Cristo el único salvador, ya carecen desentido los falsos temores de quienes tienen una fe débil. Débil en la fe es sinduda un calificativo que no responde a la auto-denominación de cristiano, puesla verdadera fe está fundada en el poder de Cristo que es infinito y no en nuestro

    ser lleno de fallas.La esperanza es la llave de la vida, llave del amor, que abre de par en par

    las puertas de la misericordia divina para conocer la aurora de la fe y proclamara los desanimados que, aun para los que contemplaron al Hijo de Dios sercolocado en el sepulcro, bañado por las cristalinas lágrimas de María, despuésde una muerte llena de dolores y angustias en el madero de la Cruz, es posiblevivir en la alegría y en el amor del Resucitado, pues ella es la  Nueva Arca de la Alianza que trajo en su seno virginal la esperanza de la salvación para todos loshombres y su cántico de alabanza a Dios afirma que «Su misericordia se

    extiende de generación en generación sobre aquellos que lo temen» (Lc 1, 50).