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Folleto Misael 2013

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Misael Núñez Acosta (1949 – 1981)

¡Ni perdón ni olvido!

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Presentación Como parte del Homenaje permanente, que consideramos se merece nuestro compañero Misael Núñez Acosta, asesinado el 30 de enero de 1981, ediciones Sin recreo pone a su consideración dos textos elaborados por el periodista Luis Hernández Navarro, actualmente Coordinador de Opinión y articulista semanal del diario La Jornada. Con la autorización del autor, reproducimos en este folleto los textos:

- “La guerra sucia contra el magisterio democrático”, tomado del libro SENTIDO CONTRARIO, y - “Carta a Misael”, tomado del libro CERO EN CONDUCTA. Crónicas de la resistencia magisterial.

Ambos libros de la autoría de Luis Hernández Navarro. En los dos textos se habla de la vida del maestro Misael y de sus asesinos, a nuestro entender el charrismo sindical y el gobierno. Para el Magisterio Democrático del Valle de México (MDVM), Misael no es, nunca ha sido, un nombre o un recuerdo, no, Misael es la imagen diaria de quien ofrendó su vida en aras del movimiento magisterial y popular. Está junto a tantos otros compañeros caídos en y por el movimiento magisterial. No recordamos a Misael cada 30 de enero, lo recordamos a él, y a tantos otros luchadores sociales asesinados, todos los días al ir a trabajar con nuestros alumnos; cuando hablamos con los padres de familia; cuando nos reunimos entre los maestros; cuando salimos al mitin o a la marcha; cuando hemos pasado días y noches en plantón. Para muchos de nosotros, Misael, su trabajo y

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su sacrifico está de forma permanente. No necesitamos que sea 30 de enero para rendirle homenaje. No esperamos que llegue el 30 de enero para recordarlo. Por lo mismo, el escudo que representa a nuestra organización lleva su imagen. No lo veneramos como a un santo, no le prendemos incienso para ganar simpatías, no lo mencionamos a cada rato para ganar aplausos fáciles, recordamos su entrega y su pasión para seguir, aunque sea modestamente, su ejemplo. Por lo anterior, para que los maestros jóvenes lo conozcan, y para que los maestros que ya tienen bastantes años de servicio nunca olviden la afrenta que nos siguen debiendo los charros sindicales, y en particular Elba Esther Gordillo, invitamos a todos nuestros compañeros a leer el presente folleto, a reproducirlo, a difundirlo. En una palabra, hacer que Misael siga caminando, como todos estos 32 años, al lado de nosotros.

Fraternalmente

Unidos y Organizados Venceremos

MAGISTERIO DEMOCRÁTICO DEL VALLE DE MÉXICO (MDVM) SECCIÓN 36 DEL SNTE – CNTE

Ediciones Sin recreo, 30 de enero de 2013

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La guerra sucia contra el magisterio democrático La crudeza de las cifras es testimonio de la magnitud del agravio. Al menos ciento cincuenta y dos maestros democráticos fueron asesinados o desaparecidos desde que en 1979 se fundó la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE). Además, como parte de la guerra sucia contra los profesores disidentes, sus dirigentes fueron baleados, amenazados de muertos, violados, acusados penalmente y golpeados. Esta guerra fue orquestada principalmente por la dirección nacional del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), por el grupo Vanguardia Revolucionaria y por sus sucesores en el organismo gremial. Participaron en ella, por comisión o por omisión, fuerzas del orden, cuerpos de seguridad y diversos gobernadores. Vanguardia va a la guerra La CNTE se fundó en diciembre de 1979 para coordinar las grandes movilizaciones magisteriales por democracia sindical, mejores salarios y rezonificación efectuadas en Tabasco, Chiapas, La Laguna y la Montaña de Guerrero. Surgió como una fuerza de trabajadores de la educación nacional, autónoma, independiente del Estado y de cualquier partido político. Desde su nacimiento se convirtió en un enorme desafío a la burocracia sindical agrupada en Vanguardia Revolucionaria, que, desde 1972 tenía el control del SNTE. Sus dirigentes, muchos de ellos de origen caciquil, y surgidos de una práctica gremial en la que la existencia de grupos de pistoleros era una constante,

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respondieron a esta expresión del magisterio con lujo de violencia. En febrero de 1980, durante la presentación de su informe como secretario general saliente en el XII congreso nacional realizado en Chetumal, José Luis Andrade Ibarra realizó un ejemplar análisis de la disidencia y de las medidas a tomar para enfrentarla. Según él, los maestros democráticos no eran más que “enanos celosos de la estatura de Jonguitud” [...] “fracasados que no tuvieron el cariño de los padres y que por eso llegan a traicionar e intrigar [...] seres malformados [...] ciegos de poder [que] continuarán enfrentando emboscadas....” Concluyó declarando la guerra a la Coordinadora: “¡Duro con ellos! ¡Que no nos detengan las consecuencias!” El tiempo mostraría que, efectivamente, las consecuencias no los detendrían. El mismo Andrade Ibarra se vería involucrado años después, en su afán por recuperar para su sindicato el control de los maestros que habían roto con Vanguardia mientras él fue secretario general, en la organización de grupos de pistoleros en Chiapas que asesinarían a mansalva al profesor Celso Wenceslao. Aunque la guerra sucia contra los trabajadores de la educación democrática tenía ya años de ejecución, Carlos Jonguitud la refrendó con toda claridad el 3 de octubre de 1982, en la reunión de evaluación vanguardista realizada en el auditorio Quince de Mayo: “Espero” —dijo— “que se entienda lo que voy a decir, no lo dejo para más tarde porque quizá ya no tengamos la oportunidad para hacerlo. Los congresos regionales están a punto de realizarse y antes quisiera recomendar algunas cosas. No voy a ser explícito en ellas, y quienes se queden con alguna duda, que la consulten directamente a la dirección del sindicato. Siento que alguna vez tendremos que ir a la guerra... y hasta ahí lo dejo. Nos debemos volver más eficientes, no queremos mártires, queremos victoriosos de todas las hazañas en que el magisterio nacional participe”.

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Un mes después, el 13 de noviembre de 1981, en un mitin efectuado en la explanada de la presidencia municipal de Tlanepantla, en el estado de México, para frenar la lucha de los maestros mexiquenses, la protegida del Padrino y figura fuerte de la sección sindical, Elba Esther Gordillo, al igual que Andrade Ibarra, sentenció: “los pararemos cueste lo que cueste, a costa de lo que sea, con toda la fuerza del sindicato”. Esta retórica no era novedosa. Tampoco el uso de la violencia para dirimir cuestiones sindicales. Su uso era moneda corriente entre los integrantes de Vanguardia Revolucionaria. Ella había sido la partera de su historia. El 22 de septiembre de 1972, Eloy Benavides y Carlos Jonguitud Barrios, hasta ese entonces miembros destacados de la camarilla en el poder del sindicato magisterial, tomaron violentamente el local sindical y desconocieron a la dirigencia en funciones. Contaban con el apoyo del presidente Luis Echeverría Álvarez, con quien entablaron amistad desde el paso de éste por la Oficialía Mayor de la Secretaría de Educación Pública (SEP). La memoria Oaxaca ocupa el triste primer lugar en la lista nacional de ciento cincuenta y dos maestros democráticos asesinados y desaparecidos, con ochenta y siete muertos. La gravedad del asunto y la terquedad de los profes del estado para no olvidar a sus caídos arrancó al gobierno del estado el establecimiento de una fiscalía especial para asuntos magisteriales para esclarecer las muertes, las desapariciones y las detenciones políticas de los mentores. Momento clave de la lucha de la memoria contra el olvido fue el 30 de enero de 1985, cuando en Oaxaca se efectuó un juicio político a Vanguardia Revolucionaria. Los testimonios presentados fueron estremecedores. Las víctimas no sólo fueron maestros sino comunidades enteras dominadas por maestros corruptos. Entre

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muchas agresiones sufridas destacó la narrada por Francisco Abardía sobre lo sucedido en Puxmetacán, en la Sierra Mixe: treinta individuos con armas de alto poder, dirigidos por dos líderes de Vanguardia, tomaron el pueblo el 30 de octubre de 1978. Realizaron un tribunal y declararon culpable al pueblo, imponiéndoles multas de entre diez mil y cien mil pesos a sus habitantes. A quienes no las pagaron se les torturó y golpeó. El saldo final fue de trece muertos y un millón de pesos robados al pueblo. El tribunal concluyó: “Hemos sido testigos directos o indirectos de las agresiones de que han sido objeto compañeros de diversas secciones del país. Estas agresiones van desde las más simples hasta las más brutales: sanciones administrativas, secuestros prolongados, desapariciones y asesinatos políticos”. La lista de las agresiones que profesores como Ramón Couoh Cutz han elaborado es larga. En Guerrero se han documentado catorce muertes y desapariciones. En La Barca, Jalisco fueron asesinados cinco maestros, en Sinaloa dos y en Chihuahua un caso. Las fechas de los decesos abarcan un amplio periodo: Manuel López Galeana fue balaceado en Nezahualcóyotl en 1982 y Saturnina Martínez fue asesinada en Puebla el 19 de noviembre de 1993. En Hidalgo la represión al movimiento democrático fue especialmente violenta. Allí los caciques conquistaron la estructura sindical y, sin más, trasladaron su modo de hacer “política” al quehacer gremial. El 16 de noviembre de 1982 en la cámara de diputados, el líder magisterial democrático y legislador de izquierda, Iván García Solís hizo un rápido recuento de las agresiones sufridas por los profes en ese estado: en 1980, el líder de la sección 15 Ordaz Labra y varios integrantes de Vanguardia Revolucionaria persiguieron a varios maestros en la ciudad de Pachuca y en la carretera para atacarlos. Los automóviles de Heberto Hernández y Rosa María Ríos fueron baleados. En febrero de 1981 se

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secuestró violentamente a varios maestros disidentes; Francisco Austria fue agredido. Continuamente se realizaban disparos contra los domicilios de los mentores democráticos. El del dirigente Roberto Meza fue baleado en 1981. En 1982 se denunció ante el Ministerio Público cuatro agresiones con armas de fuego al local sindical. En una de ellas se hirió al profesor Carlos Delgado. En septiembre de 1982 cientos de maestros fueron agredidos. Sin el menor empacho, dentro de la Casa de Gobierno, un hermano de Ordaz Labra golpeó a un maestro de Tulancingo. El 23 de mayo murió Pedro Palma por disparos recibidos en una emboscada charra a un mitin para celebrar el día del maestro. Allí mismo García Solís alertó contra la “guerra santa” para combatir a “lo que dicen es una disidencia nociva para el sindicato y para el país”, convocada en esa misma sesión de la Cámara por el diputado del PRI y dirigente magisterial Álvaro Brito. Lo sucedido en Hidalgo no fue, empero, una excepción sino la regla. Mentes calenturientas Una y otra vez, los integrantes de la CNTE denunciaron en todos los foros a los que tuvieron acceso la guerra sucia que sufrían. Sin embargo, según Alberto Miranda Castro, secretario general del sindicato entre 1983 y 1985, esas eran “opiniones de mentes calenturientas de la Coordinadora”. De acuerdo con el desplegado del comité nacional del SNTE, publicado el 22 de abril de 1982, todo se debía a que “la plañidera queja sobre supuestas agresiones impulsadas por nuestro sindicato, forma parte del arsenal táctico con el que se desenvuelve la discrepancia [...] las injustas imputaciones que a la dirigencia nacional se hacen, no son sino la cortina de humo...” De acuerdo con Vanguardia Revolucionaria la Coordinadora era una especie de engatusador de mentes que robaba a los

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maestros su verdadera ideología. Durante el VIII Consejo Nacional Extraordinario, Olegario Valencia, secretario general de la sección 23 de Puebla afirmó: “se han preparado cuadros para adueñarse de la voluntad de los compañeros, mediante el contagio mental bajo las cantinelas, marchas y canciones, quieren quitarles la ideología de Vanguardia Revolucionaria para después darles consignas que deberán seguir con toda rutina”. Un enemigo dotado de tales artes sólo podía combatirse con la represión. Esa violencia no desapareció con la caída de Jonguitud. El 20 de enero de 1990 en Tepic, Nayarit, Elba Esther Gordillo fue nombrada nuevamente secretaria general del sindicato. Sus servicios de seguridad arremetieron contra los integrantes de la Coordinadora. Teodoro Palomino salió volando, a René Bejarano le pegaron por la espalda y a Miguel Bortolini le rompieron la cara. Los golpeadores del sindicato la emprendieron contra todos los delegados democráticos: patadas, empujones y amenazas con armas de fuegos. Así se inauguró la nueva era sindical. El saldo trágico del “¡duro con ellos! ¡que no nos detengan las consecuencias! de Andrade Ibarra, el llamado de Jonguitud a la guerra, y el “los pararemos cueste lo que cueste, a costa de lo que sea” de Elba Esther Gordillo está hoy a la vista. La guerra sucia contra el magisterio fue uno de los más lamentables periodos de nuestra historia reciente. El asesinato de Misael uno de los episodios claves. Misael A las dieciocho horas del 30 de enero de 1981 tres pistoleros a sueldo llegaron a Tulpetlac en un auto Chrysler Le Baron. Al estacionarse frente al local donde se efectuaba una asamblea de maestros y padres de familia, un grupo salió de la reunión para ver quiénes eran los recién llegados. El vehículo tenía los faros encendidos. Cuando el grupo se encontraba a menos de un metro

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de distancia los criminales reconocieron al profesor Misael Núñez Acosta. Fue entonces que le vaciaron el cargador de una Colt calibre .45. Los homicidas subieron al coche que habían robado la noche anterior, haciéndose pasar por policías, y huyeron a toda velocidad. Ya en el suelo, Misael quiso levantarse pero no pudo. Trató de decir algo pero no le alcanzó la vida para articular palabra. Dos o tres minutos después murió. Igual destino tuvo el obrero Isidro Dorantes. El maestro Darío Ayala resultó herido de gravedad. Rufino Vences Peña, Joel Vences Hernández y Jorge Mejía Pizaña fueron los asesinos materiales. Mataron a Misael a cambio de trescientos mil pesos. Clemente Villegas, asistente de Ramón Martínez, entonces secretario general del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), los contrató. Él fue el operador de los homicidas intelectuales. El trato se cerró con Rufino en el Burger Boy de Nezahualcóyotl. Vences Peña convenció después a su tío y a su amigo Jorge Mejía de entrarle al asunto. Bastó con que les adelantara quince mil pesos para que se comprometieran en la empresa. Éste era apenas el inicio de un próspero negocio. Según declararon los homicidas a la justicia cuando fueron detenidos, “Clemente Villegas, quien nos manifestó que prestaba sus servicios en el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación, nos indicó que había más personas que calmar, ya que se encontraban agitando, realizando paros, mítines y marchas a Palacio Nacional, aceptando los de la voz calmar a estas personas que agitaban, quedando de verse en un restaurante donde los declarantes recibieron la cantidad de sesenta mil pesos” (unomásuno, 27 de julio de 1981). Misael Núñez Acosta era uno de los más combativos dirigentes de la disidencia sindical democrática del magisterio en el Valle de México, agrupada en la sección 36 del SNTE. Al momento de su muerte informaba a los padres de familia del rumbo que seguiría

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el paro nacional decretado para el 2 de febrero. Elba Esther Gordillo era la cacique sindical de los trabajadores de la educación en el estado de México, y una de las principales afectadas por la labor de Misael. Fue designada por Carlos Jonguitud como secretaria general de la sección 36 para el periodo 1977-1980, en lo que ella caracterizó después como un pleito de hombres. De allí saltó, siempre con el apoyo de su protector, a ocupar un puesto en el comité nacional del sindicato, dejando a Leonardo Rodríguez Valero, un personaje incondicional, a cargo de su feudo. En esas estaba cuando un vigoroso movimiento democratizador de base estalló en 1980 en sus dominios. Misael era, con mucho, una de las figuras claves de esa fuerza emergente. Las raíces En el momento en que fue asesinado, Misael Núñez Acosta tenía treinta y dos años. Nació el primero de agosto de 1949 en el poblado de Tenango, Hidalgo. Fue hijo de una familia de campesinos pobres de religión protestante. Inteligente, terminó sus estudios de primaria sin problemas en Chapulhuacán, Hidalgo. Continuó la secundaria en la escuela Cadete Agustín Melgar, de donde fue expulsado a causa de su inquietud estudiantil. Culminó la secundaria en Tamazunchale, San Luis Potosí, donde fue nombrado representante de su escuela en un concurso de conocimientos generales. De allí pasó a estudiar la normal en El Mexe, Hidalgo. Fue aquí donde se politizó. Las normales rurales son espacios de lucha. Lo son por dos razones. La primera, porque la pobreza y la opresión de los campesinos es comprendida por sus hijos estudiantes de una manera mucho más racional, como algo que no es inevitable sino que puede ser superado a partir de un proyecto de transformación, y, segunda, porque los alumnos deben luchar permanentemente en contra de la precariedad y por más y

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mejores becas como parte de su sobrevivencia cotidiana. Misael no pudo cursar en El Mexe más que los dos primeros años. Fue expulsado por denunciar los malos manejos que se hacían con las raciones alimenticias. Tuvo entonces que luchar en la Dirección de Normales en el Distrito Federal para que lo reinscribieran. Después de oponerse a que lo trasladaran a Atequiza, Jalisco, terminó sus estudios, finalmente, en la normal de Tenería, México, en 1970. Misael Núñez es un heredero de la tradición de la escuela normal rural mexicana. Recién terminados sus estudios laboró en los poblados de Tetelia de Islas y Santiago Xolguilancan, Puebla, donde logró la introducción de caminos vecinales, luz y agua, así como la fundación de una telesecundaria en la que trabajó sin recibir sueldo alguno. Fue allí donde contrajo matrimonio con Yolanda Rodríguez, maestra también, con la que vivió el resto de sus días. Entre 1973 y 1974, trabajando en Cardenal, estado de México, comenzó su labor como organizador y asesor sindical. Nunca más la dejaría. Reconocía la fuerza dirigente de una próxima revolución y muchas de sus energías las dedicó a buscar construir su organización independiente. En Cardenal promovió la formación de un movimiento en contra de la contaminación que producía una fábrica que había en ese lugar. En el lugar en que estuviera, Misael se dedicaba a organizar a la población. En ello estaba el sentido de su vida. En 1974 llegó a la zona de Tulpetlac, donde se encuentra un importante corredor industrial y un enorme centro habitacional obrero. Desde 1973 algunas luchas sindicales comenzaron a “calentar” la zona. La lucha de los trabajadores de Laminadora Kreimerman en contra del cierre de su centro de trabajo, ligada a pequeños combates, como el de los obreros de Trailmobil por un sindicato independiente, el de VISA, el de TOSA, el de la empacadora Bremer, el del rastro de Xalostoc, fueron creando una situación de

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insurgencia sindical en la región. Huelgas como la de General Electric o la de Kelvinator tuvieron un impacto importante en un proletariado relativamente recién llegado de muchos lugares del país pero, principalmente, de Hidalgo. Tulpetlac, igual que Xalostoc y demás zonas de la región, albergan a los obreros de esas fábricas. Allí viven entre los gases tóxicos que escupen las chimeneas de las industrias y carecen de muchos de los más elementales servicios. Desde el momento mismo de su llegada, Misael buscó organizar a esos obreros. Comenzó haciéndolo primero en su calidad de padres de familia y colonos. Encabezó la lucha de los habitantes de La Purísima contra la empresa Coca-Cola, que quería instalar una embotelladora apropiándose de unos terrenos destinados a la construcción de una escuela. Para organizar, partía siempre de las necesidades más sentidas de la gente, no del rollo “politizador”. A la lucha por servicios públicos se unieron las colonias La Loma, Texcipa, Tecuexcómac y Los Reyes. De esas necesidades y de esa unidad nació, a principios de 1976, la Coalición de Colonos de Tulpetlac. Misael impulsó su formación junto con cientos de familias. Él mismo elaboró los estatutos que hasta ahora la rigen. A ella dedicó casi todo su tiempo. De ellos recibió algunas de sus más grandes satisfacciones. El 17 de julio de ese mismo año, en un combativo mitin de masas, se entregó a todas las colonias el Plan Integral de Obras. Después de tres años de luchas ininterrumpidas obtuvieron la introducción de agua potable en La Loma, de Tulpetlac, y la construcción de escuelas en Texalpa y Tecuexcómac. En 1977, algunos maestros y autoridades pretendieron expulsar a Misael de la escuela donde trabajaba. En una asamblea de colonos y padres de familia, los integrantes de Vanguardia Revolucionaria plantearon: “O se va Misael o nos vamos todos”. Los asistentes respondieron: “Váyanse todos”. Misael quedó

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desde entonces como director de la escuela. Para la Coalición siempre fue clara la necesidad de vincularse a los trabajadores en lucha. Fue así como ante cada huelga en la región se movilizaba en su apoyo. Los huelguistas recibían dinero, comida y compañía en las guardias. Obreros y colonos se conocían y apoyaban. Misael animó esta convergencia. El mismo actuó en muchas ocasiones asesorando grupos sindicales. Como dirigente principal de la Coalición, Misael fue víctima de muchos ataques. Se le acusó de que en una escuela nocturna que había fundado impartía cursos de instrucción guerrillera, de pertenecer a la Liga 23 de Septiembre, de disparar metralletas en las noches. Estudios, trabajo, lucha... En distintas ocasiones las autoridades del estado de México y el PRI trataron de coptarlo. El Consejo de Colaboración de Ecatepec le ofreció ocupar la comisión de Educación. Él aceptó, llegando a ser incluso el orador principal del presidente municipal de San Cristóbal Ecatepec. A pesar de ello, siguió fiel a la lucha de obreros y colonos. En 1978 el gobierno estatal le ofreció la alcaldía. Misael la rechazó. Más adelante le propusieron ser diputado. Tampoco aceptó. En 1978 ingresó a la Universidad Autónoma Metropolitana como estudiante en la carrera de derecho. Quería conocer a fondo las cuestiones legales necesarias para actuar como asesor laboral. Más adelante se inscribió en sociología. Simultáneamente a estas luchas, a sus clases y a sus estudios, Misael comenzó a buscar organizar a los maestros de la región. Con el grupo Unidad Sindical editó un boletín magisterial de nombre Análisis. Cuando dos años después estalló la insurgencia magisterial en el valle de México, había en la zona una base más o menos organizada desde la cual influir en los acontecimientos.

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La lucha de los maestros del valle de México, agrupados en la sección 36 del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), se inició a mediados de 1980. El movimiento fue explosivo. Los maestros de allí, además de sufrir las mismas condiciones de trabajo que el resto del magisterio nacional (subprofesionalización, edificios escolares carentes de los servicios necesarios, dobles plazas, despotismo de autoridades) trabajan frecuentemente en barrios marginados o proletarios, donde la pobreza, la falta de servicios públicos y la antidemocracia son el caldo de cultivo de una permanente frustración e inconformidad. El charrismo sindical era torpe y agresivo en el control de los maestros. Elba Esther Gordillo era la jefa de jefes de la sección. El 4 de noviembre de 1980 estalló allí un paro indefinido. Con la asistencia de más de trece mil maestros, el 13 de noviembre se celebró en Ciudad Universitaria el primer Congreso de Masas. Los dirigentes de Vanguardia Revolucionaria fueron destituidos y la base nombró allí mismo un Comité Ejecutivo Seccional democrático. Misael Núñez fue electo secretario de Conflictos de Primarias. Formó parte también de la comisión negociadora que buscó resolver el problema. Los maestros tuvieron que levantar la huelga el 28 de noviembre, después de resolver parcialmente sus demandas. Se prepararon entonces para una nueva movilización y paro, esta vez nacional, en un par de meses. Misael se encontraba organizando la huelga cuando fue asesinado por pistoleros contratados por la dirección nacional del SNTE. La muerte Misael cayó muerto el viernes 30 de enero de 1981 a las siete de la tarde. Cerca de ciento cincuenta compañeros del Consejo Central de Lucha (CCL) del valle de México estaban reunidos en la Normal Superior de la ciudad de México cuando recibieron la noticia. Consternados y llenos de ira suspendieron la reunión y se

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trasladaron a Ecatepec. Fueron ellos los que llamaron por teléfono a varios de los dirigentes de la CNTE para dar las malas nuevas. Esperaron toda la noche su cadáver. Hasta las cinco de la mañana lo entregaron. No le querían hacer la autopsia. Finalmente, iluminados por una lámpara de gas, la realizaron en un panteón. Llevaron su cuerpo a su casa. Uno de los maestros que lo acompañaban en la asamblea de padres de familia que realizaba en Tulpetlac el día de su muerte contó, impotente y lleno de rabia, lo sucedido: “No se oyó nada. Fue como si estuvieran tronando cohetes muy pequeños. Me di cuenta de que había sido herido hasta que cayó al piso, boca abajo. Escaparon en un LeBarón blanco. Pudimos haberlos detenido, bloqueando la calle o rompiendo los cristales del auto, pero no se oyeron los disparos y por eso cuando nos dimos cuenta ya el coche doblaba la esquina a toda velocidad”. Un alto funcionario de la SEP llamó alarmado en la noche. “Ya cayó uno. Que no caigan más. Detengan ese paro”, pidió. Su voz era de alarma genuina. Pero nadie podía frenarlo. Menos aún, después de su homicidio. El movimiento, además, era incontrolable para los partidos, grupos políticos o para cualquier persona que quisiera desviarlo. El 2 de febrero estalló el paro indefinido y el plantón. Al día siguiente de su asesinato, el CEN del SNTE y la delegación regional de la SEP en el estado de México condenaron “los hechos violentos suscitados en los enfrentamientos de Ecatepec, donde se atenta contra la vida y seguridad de los miembros del magisterio”. La declaración provocó una gran indignación entre los profesores democráticos. “Los hechos violentos” eran asesinatos pagados, no enfrentamientos. El sábado los maestros disidentes se encontraron en la Normal Superior para discutir los estatutos del sindicato. No pudieron analizar mucho. El ambiente era pesado, doloroso y muy poco sereno. Un día después, cerca de mil personas participaron en

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una marcha fúnebre y cargaron su féretro. Venganza era la idea que rondaba en la cabeza de muchos. Durante los primeros días no estuvo claro quién era el responsable intelectual de la muerte. Tenía muchos enemigos grandes. Había afectado importantes intereses. ¿Los caciques de Tulpetlac? ¿Carlos Jonguitud Barrios? ¿Ramón Martínez? ¿Elba Esther Gordillo? La policía judicial encargada del asunto le dijo a un compañero suyo y a su viuda: “No se extrañen de que los asesinos del profesor sean gentes muy cercanas a él”. Los meses y los años que siguieron fueron difíciles. Amenazas de muerte, casas y locales sindicales baleados, golpizas contra las manifestaciones, denuncias penales, coches con los frenos cortados, ceses y actas administrativas fueron el “pan nuestro de cada día”. Con frecuencia, al salir de las asambleas de la Coordinadora, los maestros democráticos debían revisar los birlos de las llantas de los carros; era común encontrar que los habían aflojado. Muchos otros profesores disidentes fueron asesinados. Algunos compañeros se asustaron y regresaron a sus casas. Otros, como Alejandro Reyes, a quien tanto conoció Misael por trabajar a su lado en la misma escuela, fue coptado por Elba Esther. En Chiapas hasta se hicieron paramilitares. Sin embargo, la mayoría siguió adelante. Con su trabajo de organización y compromiso militante cambiaron el México de abajo; al tiempo que continúan tratando de democratizar el SNTE se han empeñado en desarrollar una educación alternativa. Muchos dirigentes se vincularon a luchas campesinas e indígenas. Otros participaron destacadamente en la democratización de sus municipios. Varios han sido diputados. No fueron pocos los que se involucraron en la construcción del PRD y del PT, aunque un buen número de ellos prefirió seguir participando en organizaciones políticas sin registro legal. Casi todos, incluyendo a los que alguna vez ocuparon puestos sindicales, regresaron a sus escuelas a dar clases.

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El entierro De Tulpetlac salió una marcha fúnebre rumbo a la Escuela Normal Superior con los restos de Misael. Cientos de puños en alto lo recibieron allí. Una interminable procesión de carros partió rumbo a Ixmiquilpan, Hidalgo, para sepultarlo. Su féretro fue cubierto con una bandera roja y las siglas de su organización. El 2 de febrero de 1981, día del inicio del paro magisterial nacional, ochenta mil personas marcharon por las calles de la ciudad de México. En la descubierta, encabezando la manifestación, fue llevado un simbólico ataúd. Los asesinos materiales fueron detenidos por la policía pero poco después se fugaron de la cárcel sin grandes dificultades. Aunque confesaron quién los había contratado nunca se apresó a los autores intelectuales del homicidio. Tan pronto se hizo pública la relación entre los criminales y dirigentes nacionales del SNTE, la sección 36 publicó un desplegado en el que tachaba a sus acusadores de amarillistas y de pretender vulnerar la unidad sindical. El comité nacional tardó tres semanas en fijar su posición. Después de atacar a casi todo mundo, excepto al presidente de la República, los líderes del sindicato afirmaron que su gremio: “rechaza categóricamente las aseveraciones que pretenden involucrar a nuestra organización con los actos criminales en los que perdió la vida el compañero Misael Núñez Acosta”. A más de veinticinco años de su muerte el crimen sigue impune.

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Carta a Misael Somos muchos los que te seguimos recordando. Naciste el primero de agosto de 1949 en el poblado de Tenango, Hidalgo, hijo de campesinos pobres de religión protestante. Estudiante en la normal Rural del Mexe, te expulsaron por denunciar los malos manejos que se hacían con las raciones alimenticias, terminaste en la normal de Tenería, México, en 1970. Maestro en Tulpetlac, Estado de México, desde el 74, organizaste grupos de obreros y colonos. Estudiaste Leyes y luego sociología. Fuiste fundador de la CNTE y del CCL del Valle de México. El viernes 30 de enero de 1981 a las siete de la tarde te asesinaron. Tenías apenas 33 años de edad. Eras uno de los más destacados dirigentes de la disidencia democrática y un organizador de sindicatos independientes y colonos urbanos en Tulpetlac. Habías estudiado en la Normal Rural del Mexe. Cerca de 150 compañeros del CCL del Valle de México estaban reunidos en la Normal Superior de la ciudad de México cuando recibieron la noticia de tu muerte. Consternados y llenos de ira suspendieron la reunión y se trasladaron a Ecatepec. Fueron ellos los que llamaron por teléfono a varios de los dirigentes de la CNTE para dar las malas nuevas. Más de un centenar de personas se apostaron frente a la presidencia municipal de Ecatepec para exigir la entrega de tu cuerpo. Esperaron toda la noche. Hasta las cinco de la mañana se los dieron. No te querían hacer la autopsia. Finalmente, iluminados por una lámpara de gas, la realizaron en un panteón. Al filo de las 6 horas tus restos fueron llevados a la escuela Héroes de Churubusco. Ahí permaneció el féretro unas horas. Padres de familia y alumnos tuyos te rindieron homenaje. También acudieron trabajadores de empresas como Alcan Aluminio, Aceros

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Ecatepec, Aceros Tepeyac, General Electric y Kelvinator. Uno de los maestros que te acompañaban en la asamblea de padres de familia que realizabas en Tulpetlac el día de tu muerte contó, impotente y lleno de rabia, lo sucedido: “No se oyó nada. Fue como si estuvieran tronando cohetes muy pequeños. Me di cuenta de que había sido herido hasta que cayó al piso, boca abajo. Escaparon en un LeBaron blanco. Pudimos haberlos detenido, bloqueando la calle, o rompiendo los cristales del auto, pero no se oyeron los disparos y por eso cuando nos dimos cuenta ya el coche doblaba la esquina a toda velocidad”. Un alto funcionario de la SEP llamó alarmado en la noche a un dirigente de la Coordinadora. “Ya cayó uno. Que no caigan más. Detengan ese paro”, pidió. Su voz era de alarma genuina. Pero nadie podía frenarlo. Menos después de tu homicidio. El movimiento, además, era incontrolable para los partidos, grupos políticos o para cualquier persona que quisiera desviarlo. El 2 de febrero estalló el paro indefinido y el plantón. El primero de febrero centenares de habitantes de Ecatepec y profesores del Estado de México y otras entidades viajaron en coches, camionetas y autobuses, escoltando tu ataúd. El contingente llegó al Monumento a La Raza. Desde allí comenzó la caminata hacia la Escuela Normal Superior de México. El ambiente era pesado, doloroso y muy poco sereno. Unas 1,600 personas participamos en la marcha fúnebre y cargamos tu féretro. Venganza era la idea que rondaba en la cabeza de muchos. Antes de las 2 de la tarde tus restos fueron trasladados a Tulpetlac y luego a Ixmiquilpan, Hidalgo. A las 19:45, antes de que el féretro fuera bajado a la fosa, tu madre, Carlota Acosta, pidió a los presentes que no se hiciera un minuto de silencio. Les suplicó seguir en la lucha y no abandonarla en ningún momento hasta conseguir el triunfo con la derrota de los charros. Dijo que no pedía justicia porque el gobierno nunca la daría. “La justicia —dijo— la tendremos con nuestra propia mano.”

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Durante los primeros días no estuvo claro quién era el responsable intelectual de tu muerte. Tenías muchos enemigos grandes. Habían afectado importantes intereses. ¿Los caciques de Tulpetlac? ¿Carlos Jonguitud Barrios? ¿Ramón Martínez? ¿Elba Esther Gordillo? La policía judicial encargada del asunto le dijo a un compañero tuyo y a tu viuda: “No se extrañen de que los asesinos del profesor sean gentes muy cercanas a él”. Pero los sospechosos principales estaban a la vista de todos. En ese tiempo Carlos Jonguitud Barrios era el líder moral del SNTE, Ramón Martínez Martín, secretario general, y Elba Esther Gordillo, secretaria del Trabajo y Conflictos de Educación Preescolar y diputada federal. El Estado de México era su territorio. Los meses y los años que siguieron fueron difíciles. Amenazas de muerte, casas y locales sindicales baleados, golpizas contra las manifestaciones, denuncias penales, coches con los frenos cortados, ceses y actas administrativas fueron el “pan nuestro de cada día”. Con frecuencia, al salir de las asambleas de la Coordinadora, había que revisar los birlos de las llantas de los carros; era común encontrar que los habían aflojado. Muchos otros maestros democráticos fueron asesinados. Algunos compañeros se asustaron y regresaron a sus casas. Otros, como Alejandro Reyes, a quien tú tanto conociste por trabajar a tu lado en la misma escuela, fue cooptado por Elba Esther. Sin embargo, la mayoría siguió adelante. El 3 de julio, la PRG informó que había detenido a una banda de peligrosos asaltantes, responsables, entre otros delitos, de tu asesinato. Joel y Rufino Vences Peña fueron detenidos el 29 de junio en la carretera San Luis Potosí-Matehuala, por portar armas sin la autorización correspondiente. Curiosamente Carlos Jonguitud era entonces gobernador de ese estado. El jefe de la banda, que operaba en el Distrito Federal, Aguascalientes y San Luis Potosí, confesó haber recibido 300 mil pesos del profesor Clemente Villegas, comisionado del CEN del SNTE y asesor de

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Ramón Martínez Martín, para asesinarte. Al ser detenidos declararon que estaban buscando a Clemente Villegas para matarlo porque sólo les pagó 92 mil de los 300 mil pesos prometidos por el asesinato. Resultó que habían sido agentes de la policía judicial del Estado de México. A Clemente muchos lo conocimos desde antes. Fue parte de un grupo de porros de la Normal Superior, financiados por el Sindicato Nacional, dedicado a hostigar a los grupos democráticos. En 1978 participó en el asesinato de una maestra. Obviamente, alguien le dio esos 300 mil pesos, porque él nunca tuvo esa cantidad de dinero. Sentenciados a 30 años de cárcel, los primeros días de 1982 los tres homicidas fueron trasladados de los penales de Tlalnepantla y Texcoco a la prisión de Ciudad Nezahualcóyotl. De allí se fugaron dos de ellos. La policía informó que para esclarecer el incidente investigó al director del penal y al jefe de celadores, pero no encontró pistas. Misteriosamente ese día todos los celadores del penal se enfermaron. El juez siempre fue una figura decorativa. Nunca se giró orden de aprehensión contra Clemente Villegas. El 4 de enero de 1983 fue detenido por la Policía Judicial en Nezahualcóyotl el profesor Serafín Pedraza Ortega, el contacto entre Rufino Vences y Clemente Villegas para pactar la muerte de Misael Núñez. A finales de 1982 tus asesinos materiales fueron reaprendidos y enviados al penal de Texcoco. Pero, con la ayuda de agentes judiciales del Estado de México, se volvieron a fugar el 30 de abril de 1983. Desde entonces se ignora su paradero. Quienes te conocieron en vida y muchos que supieron de ti después de tu muerte nos hemos empeñado en no olvidarte. El monumento que se levantó en Tulpetlac sigue en pie. El CCL del Valle de México lleva tu nombre, al igual que una colonia popular en Durango y varias escuelas. El olvido no ha matado tu memoria.

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Ediciones Sin recreo pone a su consideración dos textos: “La guerra sucia contra el magisterio democrático” y “Carta a Misael” de Luis Hernández Navarro que hablan de la vida del maestro Misael y de sus asesinos. ParaPara el Magisterio Democrático del Valle de México (MDVM), Misael no es, nunca ha sido, un nombre o un recuerdo, no, Misael es la imagen diaria de quien of-rendó su vida en aras del movimiento magisterial y popular. Está junto a tantos otros compañeros caídos en y por el movimiento magisterial. No recordamos a Misael cada 30 de enero, lo recorda-mos a él, y a tantos otros luchadores sociales asesina-dos, todos los días al ir a trabajar con nuestros alum-nos; cuando hablamos con los padres de familia; cuando nos reunimos entre los maestros; cuando sali-mos al mitin o a la marcha; cuando hemos pasado días y noches en plantón. Para muchos de nosotros, Misael, su trabajo y su sacrifico está de forma perma-nente. No necesitamos que sea 30 de enero para rendirle homenaje. No esperamos que llegue el 30 de enero para recordarlo. Por lo mismo, el escudo que representa a nuestra organización lleva su imagen.