mis novelas - cartas de Ángeles rotos

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Cartas de Ángeles Rotos Sorey Bibiana Garcia Zapata Ángel “… Juro por Dios, que solo fui por un café, Pero te vi…” Ricardo Arjona

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Una novela producto de mi autoría

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Page 1: Mis novelas - Cartas de Ángeles Rotos

Cartas de Ángeles Rotos Sorey Bibiana Garcia Zapata

Ángel

“… Juro por Dios, que solo fui por un café, Pero te vi…”

Ricardo Arjona

Page 2: Mis novelas - Cartas de Ángeles Rotos

Vendo, mis alas rotas…

Pocas veces he escrito cartas a alguien, la verdad, no sé cómo se escribirlas, no sé si

deba saludar y hacer todo en preámbulo de fina cortesía o simplemente deba decir lo

que tengo que decir y ya. No sé si escribir cartas sea tan pragmático, o si tenga que

estar dándole vueltas al asunto, aunque bueno, tú que tanto me conoces, sabes que

generalmente le doy vueltas a todos los asuntos.

No sé ni por qué te escribo, te he escrito ya muchas veces en mi vida, poemas de amor

o de tristeza que terminaron en el bote de la basura, algunos simples e imaginados

diálogos contigo, pero nunca supe en realidad si existía una razón para escribirte tanto,

sabiendo que deje de amarte hace tanto tiempo.

Supongo que esta vez quise escribirte por que con el tiempo que he pasado lejos, he

aprendido que hay muchas cosas que decir de ti, que podría hablar sin descanso de

todo lo que provocas y de todo lo que he vivido contigo, de todo lo que me haces

desear y hasta de lo que me haces no querer volver a pasar. Y aunque por estos días,

no es que te quiera tanto como antes, siento la necesidad de escribirte otra vez, aunque

no sé si estas cartas como tantas otras cartas y poemas de amor, vayan a la basura, al

baúl de los recuerdos, o quizá, por qué no, hagan un día que los ojos curiosos de quien

las lea, se enamore de ti, o hasta llegue a odiarte tanto como yo lo he hecho.

Preferiría pensar que la razón para escribirte, es que me ha encontrado la musa poética

de quien tanto he huido por estos días y no puedo contener el deseo de ver todo lo que

pienso escrito en un “papel”, pero eso sería engañarme, porque la verdad, siempre me

haces llegar al punto en el que no puedo parar de escribir, pensar y llorar a veces.

¿Sonará raro eso de escribirle a alguien que odias no?, pero es que yo no siempre te he

odiado, alguna vez te amé. Hubiera dado mi vida completa por seguirte, pero sin

querer un día, descubrí en unos ojos una sensación que nunca conocí estando a tu lado.

Pronto me di cuenta que le llamaban mariposas, unos más abstractos o acartonados,

dicen que es atracción, otros menos rígidos, química, y algunos otros soñadores como

lo era yo, le llaman amor y la verdad yo te amé antes de sentir esto, solo que de eso,

me enteré luego, cuando ya no estabas. Sea lo que fuere, trajo a mi vida, sensaciones

diferentes, nuevas palabras a mis cursis escritos, encanto a momentos que antes

parecían no significar nada a tu lado, y es que para que tengan significado se

necesitaban dos, supongo, y tu de alguna forma no estabas. Poco a poco, me fui

olvidando de ti, de los momentos a tu lado, de mis sensaciones contigo y me cuestioné

con el paso de los días, sobre lo que pensaba acerca de todo eso.

Yo no sé si quieras escuchar todo lo que diré, pero siento que quizá es la única forma de

que comprendas, por que vuelvo a ti, como tantas veces, solo que esta vez a pesar de

mi dolor, quizás decida quedarme. Es como el amor que se acostumbra y que aunque

con el tiempo deja de ser amor, disfrazado en la monotonía de los días, sigue

pareciendo encanto, solo que fingido o mucho más falso, pero es que al menos contigo

Page 3: Mis novelas - Cartas de Ángeles Rotos

las cosas que siento, nunca cambian, como si cambiaron las que viví en otros lados, a

causa de la costumbre, la monotonía o la falta de ambas.

Pero en fin, de eso ya hablaré. Quisiera que pudieras detenerme, pedirme que no hable

más de todo esto, pero al fin, estoy escribiendo simplemente, nadie más que yo misma,

habría de detenerme y no estoy muy segura de querer hacerlo. No sé que seamos

ahora, pero en vista de que en estas cartas, no hay lugar a tus objeciones, optaré por

no elegir lo que algunos enamorados en el afán de proteger su amor, al no hablar de su

pasado.

Aunque, si quieres saber lo que pienso al respecto, diría que es solo una forma de no

desvelar vestigios o migajas de amores pasados, huellas que pueden empezar a

compartirse y no soportarse, o necesidades de hacerse alguien nuevo y diferente para

ese nuevo amor. Pero es que acaso, ¿no es lo que fuiste una vez lo que te hace ser

quien eres ahora?, o en definitiva, ¿no es más hermoso a veces o seguro en otras,

conocer el lugar donde se asientan tus pies, que aventurarse a experimentar con los

ojos cerrados todo lo que puede haber ahí debajo? Si, quizá suene aventura, pero

después de todo lo que he pasado, he dejado de desear sentir de nuevo ese deseo fugaz

de los amores perfectos, en los que se apuesta el corazón con ojos cerrados, solo por

sentir que algo es bueno. Bueno, aunque al fin de cuentas, todo depende de que tanto

cree uno que ese tipo de percepciones son acertadas, yo ya comprobé que al menos mi

sexto sentido está atrofiado.

En fin, las cartas largas son aburridas, si no son de quien tu amas, y como sigo sin saber

que sientes o has sentido por mí y para alegrar un poco todo esto que suena tan

melancólico, te contaré que ando de subasta en las puertas de mi alma. ¡Si!, ¿no lo

creerías verdad? Alguien que atesora tantas cosas de valor durante su vida,

pretendiendo deshacerse de ellas. Hay algunas cosas aquí que puedes llevarte cuando

regreses, un par de sueños en los que ya no creo, tres cuartas partes de todas mis

ilusiones, unos cuantos gramos de mis esperanzas de luchar por quien amo, y un par de

alas que use para escapar de ti un día, que aunque ya rotas, te llevarían con seguridad

a donde quieras.

Aun no hay muchas ofertas, un día recibí una buena propuesta por mis alas rotas,

alguien ofreció cambiarlas por un abrazo, pero ese día estaba tan absurdamente

embotada de tu compañía que desperdicie la oportunidad de cambiarlas, por algo que

con seguridad valía mucho más la pena. Espero que pronto se presente otra

oportunidad, aunque si quieres las alas, te las regalo, igual cualquier noche de estas,

podría necesitarlas cerca y podría robártelas de nuevo.

Por este día, ya te dejo, y por esta carta también, si el ánimo es poco y la tristeza

abunda, seguro volveré a escribir, además, porque tengo como lo he prometido, tengo

muchas cosas que contarte.

Te veo, pronto. Ángel1

1 Alegoría a la Soledad

Page 4: Mis novelas - Cartas de Ángeles Rotos

Así empezó todo… o acabó

El día que Santiago recibió aquella carta quedo un tanto pensativo, parecía ser un error, con

seguridad esa carta no era para él, se dijo, y después de pensarlo unos segundos lo dudó.

Había tenido tantos y tan fugaces amores en su vida, que podría perfectamente haber

lastimado a alguien sin darse cuenta, o quizá dándose cuenta y aduciendo o aún mejor,

fingiendo ignorar lo que sucedía, pero en este momento de su vida todo había cambiado,

cansado de sentirse solo y de haber desperdiciado tantos años de su vida jugando al don Juan,

decidió un día dedicarse a ser el hombre que cualquier mujer consideraría perfecto, y para eso

había que dejar algunas de sus ya pesadas costumbres, como el llevar a la compañía de turno a

su cama, y olvidar en un instante de placer, que en realidad todas ellas lo veían únicamente

como aquel que no deseaba a nadie en su cama al despertar, quien blanco solo tenias sus

sábanas, que aún limpias conocían tantos engaños y transparentes solo los cristales de sus

ventanas.

Sus ventanas, cierto, era temprano y hora de lo que ya casi parecía rito cada mañana. En la

ventana de enfrente una dulce joven de sonrisa amable le esperaba, con una mirada que

parecía afirmar que no llegaría.

Él, parado tras los cristales sonríe, ella cambiando su opaca mirada por luz, sonríe también,

como quien obtiene algo que daba por perdido.

- Linda mañana para dejarte esperando, quería que la disfrutaras y no te distrajeras

conmigo.

- Siempre tan modesto Santiago. Podrías bajarte de tu pedestal, se hace tarde.

- Por ti princesa, bajaría del mismísimo cielo.

Cada mañana ocurría lo mismo, siempre a las 7:15 a.m., desde el mismo día en que se topó

con su sonrisa.

Él lo recordaba perfecto, ese día un poco enfermo pasó la tarde en casa, al querer cerrar las

cortinas para que el sol de la tarde le dejara dormir, la vio a través de sus cristales, parecía no

muy convencida de algo, un hombre de traje la acompañaba y le hablaba como intentando

persuadirla, el solo miraba sus labios y sus inconformes expresiones le hacían sonreír. Parecía

decirlo todo con tantos gestos. Decidió quedarse observándola y apostó consigo a mismo a

que aquello que tanto intentaba decidir, tendría por respuesta un no, que ya estaba dibujado

en su rostro, a pesar de que el hombre de traje, tan insistentemente parecía querer

convencerla de lo contrario. Santiago en el embeleso de sus labios, no notó cuando ella lo

observaba, casi tan fijamente como él lo hacía, pero esperando que colocara atención a su

mirada. Cuando ambas se encontraron, el leyó algo que decían sus labios, “está bien, me

quedo con el apartamento”.

- Tardaste hoy.

- Si algo, estaba… distraído.

- Aun sigues distraído. ¿Puedo saber que sucede?

Page 5: Mis novelas - Cartas de Ángeles Rotos

- Si,… sabes que tú puedes saberlo todo. Recibí una carta esta mañana, al principio

pensé que era un error, pero quizá no lo es.

- ¿Y qué dice…?

- Muchas cosas…

- Entiendo.

- No, no… no creas que no quiero decirlas, es solo que, cambiaria un poco lo que

piensas de mí.

- ¿Qué tanto?

- Un poco más de lo que quisiera.

El silencio se hizo pesado dentro del auto, a diferencia de otros días, ni la música hacia parte

del tema de conversación, todo parecía extrañamente incomodo y sombrío.

- Necesito que me mires.

- ¿Cómo?

- Princesa, hay cosas de mí, que tú no sabes.

- Oye, no... espera, tampoco tengo que saberlas.

- Si lo sé, nunca lo has necesitado, pero tengo miedo…

- ¿De qué?

- De que llegue un huracán de mi pasado y termine por alejarte de mi lado.

- No deberías sentirte así. ¿Acaso no eres tu quien dice que ya pasó el pasado?

¿Acaso crees que no hay cosas de mí que también tu deberías saber?

- Si, supongo…

- Bueno, entonces hagamos algo ¿Quieres?

- Dime.

- Olvídalo de una vez, no pregunté nada. Nunca debí preguntarlo.

- Princesa…

- Calla… ¿Quieres?. El semáforo esta en verde.

A pesar del acuerdo, el camino no dejo de ser sombrío. Fue como si en un instante el más fino

de los lienzos se ajara. Él se preguntaba si así comenzaban los finales, con secretos. Ella se

preguntaba si así empezaban las historias, con problemas.

Page 6: Mis novelas - Cartas de Ángeles Rotos

De cómo descubrí que te amaba...

Aquí estoy de nuevo, la verdad pensé que era un arrebato de mis desocupados y

monótonos días, pero parece que no.

Al empezar a escribirte esta vez, recordé como es que he llegado contigo hasta este

punto, en qué momento entraste a mi vida. Y descubrí que lo hiciste hace mucho más

tiempo del que en verdad soy consciente.

Siempre estuviste ahí, entre todos esos sueños que inventamos alguna vez, los que

soñadores y locos, pensamos en encontrar el amor de nuestras vidas. Yo soñaba con el

príncipe azul, que se robaría mi corazón y con eso de que el cuento terminara en “Y

fueron felices para siempre…”, si, supongo que ahí estabas, cuando yo no sabía que eso

por lo que parecían sufrir los que sabían del amor, era justamente aquellos quienes

tanto amaban.

Supongo que con el tiempo logras comprender que amas ese sufrimiento, pero aunque

sea así parece ser muy difícil aceptar que logra doler tanto que quien amas no sea todo

lo que esperas, o que lo que pareció al principio ser parte de lo que deseas, solo haya

sido un espejismo, producto de pasarse esperando toda la vida al ser perfecto.

De una u otra forma, siempre estuviste a mi lado, cada vez que estaba triste, ni una

sola vez dijiste nada, pero ahí estabas, me pregunto si alguien te obligaba a estar ahí,

si yo misma te obligue a estar ahí alguna vez. Sufría mucho, por muchas cosas, aun

teniéndote, sufrí tanto como lloré luego al no tenerte y desear tu silenciosa compañía.

Era extraño como amaba tu particular forma de estar con todas a quienes yo conocía,

pero extrañamente un día quedarte solo conmigo, como si de verdad solo a mi me

amaras, con todas las fuerzas de tu alma.

Pero bueno, mis cartas no pretenden seguir recordando lo que paso antes de irme, sino

más bien que sepas cuanto he pasado sin ti, antes de volver a tu lado, porque creo que

con el paso de los días me he decido a que así será. No sé si me estarás esperando, yo

siempre te he sentido aquí como si nunca te hubieras ido, pero ahora que pienso volver

a quedarme contigo, y a no dejarte ir nunca más de mi vida, siento la necesidad de que

lo sepas todo, todo lo que no sabes de mi al haberme ido.

Empezaré por hablar de él, aquel que me hizo empezar a creer que no te necesitaba

alguna vez. Supongo que fue una de esas raras veces en que terminas quedándote con

algo que no se parece en nada a lo que buscas o deseas, pero que al no tener

alternativa y sentir que deseas vivir algo, terminas por aceptarlo. Algo así pasó, sin que

me diera cuenta. Llegó varios meses mientras aún lo eras todo para mi, a veces cuando

estábamos juntos, me olvidaba de mi constante obsesión contigo, pero nunca supuse

que podría suplantarte, con el paso de los días fue haciéndose importante para mí,

aunque nunca como tú, y un día de repente empezó a portarse diferente, a ser más

dulce, cortés y acercase más de lo que pensaba yo era adecuado, lo raro es que parecía

no incomodarme su cercanía, y con el paso de los días sus palabras y ternura

comenzaron a hacerme sentir lo que tantos locos dicen, si, sentirse en las nubes.

Page 7: Mis novelas - Cartas de Ángeles Rotos

El más lindo de los recuerdos que atesoro a su lado, una noche, tendidos en un sofá, el

televisor solitariamente encendido y nuestros rostros tan cerca como para sentir el

calor de la respiración de ambos, sus dedos sobre mis labios, solo sus dedos,

recorriendo sus aristas y bordes, con la delicadeza de quien no pretende dañar antes de

tiempo, nada de lo que desea poseer. Supongo que las cosas tienen más valor en esos

momentos, cuando no las has conseguido y son totalmente un ideal.

Ese fue el día en que me convencí que ya no te necesitaba, todas esas sensaciones que

logran producir las descontroladas hormonas de un adolescente, empalagaban con su

elixir y veneno todo aquello que yo pudiera sentir o desear.

Cuando desperté a su lado, al día siguiente, algo en mi dolía y no sabía que era, con el

tiempo descubrí que fue el vació que produjo el dejarte, pero aun así, en ese momento

no me arrepentí de la decisión que tomé.

Fue mucho el tiempo a su lado, con el pasar tiempo descubrí como los días opacan las

cosas hermosas, los meses destruyen y arrasan sentimientos y los años desvanecen

todos los deseos de grabarte eternamente en la vida de alguien. Muchas cosas bonitas

pasaron, tantas como cosas tristes, pero el sentimiento de lucha, al haber sentido

alguna vez tantas cosas hermosas, hizo persistir en mi fuerza hasta que juntas

decidimos que ya no valía la pena y que prefería una vacía compañía como la tuya, a

seguir soportando las faltas de respeto que provocan, el que te dejen de amar y no

tengan el valor de decírtelo.

Un día entre lagrimas, que aún ignoro el sentimiento que llevaban, si de últimos

vestigios de amor o de dicha por sentirme libre, le deje ir, y preferí soportar el vació de

no volver a tenerle, que seguir soportando el sentir que tenía un fantasma por

compañía, y alguien en quien por fin veía todo lo que no deseaba para mí.

En ese instante pensé en ti, en que quizá volvería a recordarte, no sabía si amarte otra

vez, pero eso sucede y lo aprendí luego, que extrañamente no importa cuánto tiempo

pase, sientes la necesidad de volver un paso atrás cuando dejas a alguien o alguien te

deja y era la segunda vez que me atrevía a abandonar a alguien que dije amar un día.

Debe ser aburrido escuchar historias de otros, pero el único significado que tiene, es el

que sepas que aunque sentí que tanto pude querer, nadie logró nunca, que pudiera

olvidarte.

Escribiré pronto otra vez. Ángel2

2 Alegoría a la Soledad

Page 8: Mis novelas - Cartas de Ángeles Rotos

Una historia sin problemas, no es historia…

Esa mañana todo volvió a la normalidad, una normalidad con un extraño toque de estar

fingiendo para que nada arruine lo que parece perfecto, sin embargo, en los días así, es

imposible dejar de pensar si las cosas andan bien de verdad.

El día no fue del todo bueno, Santiago no dejaba de pensar en la nueva carta que había

recibido, es extraño que un día intentes huir de todos los errores que cometiste y que de

repente el que menos recuerdas quiera regresar a hacer estragos en todo lo que has

construido de nuevo, lo ilógico era, como no recordaba algo que pareció haber durado tanto

tiempo, sin tener ninguna importancia para él.

Largas y pesadas, las horas no alcanzaron para mucho y finalmente la hora de volver a verla

llegó. Una extraña necesidad de ver su rostro se adueñaba de él, mientras se acercaba a

recogerla y es que después de todo, su rostro siempre le decía todo y necesitaba mirarle a los

ojos y saber que todo estaba bien, al menos en ella.

El tráfico se hacía pesado y la tarde anunciaba tormenta, nuevamente. Cada vez se hacía más

tarde y con la impaciencia cada vez más largo el camino.

Al fin pareció verla entre la multitud que corría de un lado a otro escapando de la lluvia. Ella no

corría, como siempre sentada en el paradero de buses, le esperaba, jugando con los rizos

castaños de su cabello hermosamente revuelto.

Intentando perder cualquier asomo de inquietud Santiago abre la puerta del auto.

- Me encantaría llevarte. Aunque me evitaría a mi mismo ese placer si permaneces 2

minutos más ahí y terminas empapada,… mi ángel.

Ella sonríe, esta vez como quien automáticamente realiza un gesto planeado con antelación.

Algo es diferente evidentemente, entra al auto en silencio y sin ninguna de sus habituales

frases de respuesta a los intentos de gracia de Santiago. Su rostro descubierto parece oculto

entre las sombras de la tarde, sin permitir ver a Santiago, lo que requería su ansiedad.

- ¿Qué ocurre?

Ella no responde.

- Princesa, ¿Qué ocurre?

- ¿Perdón?, no escuchaba lo que decías,… ¿Qué pasa?

- Eso me gustaría saber. Como me gustaría tener el poder de llevarte a ese lugar

donde estabas en este momento, sin mí.

- Lo lamento, continúo un poco distraída. No entiendo lo que dices.

- Olvídalo…

- La verdad, ya no quiero olvidar más cosas entre nosotros.

- ¿Qué dices?

- Pensé que podría, pero no dejo de pensar en lo que hablamos. Necesito decirte

algo, que ya no puedo seguir obviando…

Page 9: Mis novelas - Cartas de Ángeles Rotos

- Un momento princesa, dijiste que no teníamos nada que decirnos.

- Pero…

- ¿Acaso estas dispuesta a saberlo todo de mi?... piénsalo bien, se que presientes

mis secretos, ¿Estás segura que lo querrías saber y que por eso me hablaras de ti?

- No lo sé…

- Eso pensé,… mejor calla y mírame a los ojos, que llevo esperando por tu rostro

todo el día, ya hay suficiente sombras y la lluvia… no es un buen presagio.

El camino de vuelta no pareció menos pesado que la mañana anterior, ni menos corto que

antes de encontrarla esa tarde.

Separarse esa noche fue más difícil para ambos, de alguna forma todo podía estar bien, pero

no podía estar como antes. Aunque esta vez como siempre nada sabían el uno del otro, nunca

como esta vez, existía la certeza de habían cosas por decir.

Page 10: Mis novelas - Cartas de Ángeles Rotos

“La moneda cayo por el lado de la soledad”3

Esa noche ella no concilio el sueño, la oscura sensación de que las cosas no estaban bien,

confundía todos sus pensamientos. No estaría bien hasta volver a verlo, hasta despertar quizá

y sentir que era una especie de pesadilla o al menos un complot de sus enfermizos nervios, tan

serenos hace un tiempo.

Había llegado hasta ahí para cambiar su vida, para olvidarse y hasta dejar de ver todas aquellas

cosas, lugares y personas, que le hacían sentir tanto dolor al recordar, sin embargo, ahora todo

parecía empezar a ser lo mismo, ella lo sentía así, las cosas empezaban a tornarse oscuras y no

sabía cuánto tiempo duraría todo eso.

En su mesa de noche, reposaba una carta dirigida Santiago, tomándola con algo de desprecio o

quizá dolor, releyó algunas de las frases de esta:

“…Pensé que volvería a ti de inmediato pero no fue así, extrañamente el ideal de todo

lo que había conocido en aquella primera, triste historia, volvió a nacer y volvió a irse,

de forma más fugaz que antes, tenia mil fantasmas de todo aquello que pareció ser

amor por tanto tiempo y solo fue un engaño. No podía amar a nadie, solo a ti y sabia

que tú me esperarías siempre, como espero lo estés haciendo ahora…”

“Volví tantas veces a ti, nunca faltaste y poco a poco fui confirmando mi amor por ti y

convenciéndome de tu amor por mí. Pero suele pasar que cuando uno tiene lo que

ama, lo desperdicia mil veces, maás aun cuando sabe que siempre estará ahí para uno,

porque quiero tener la certeza de que siempre vas a esperarme…”4

Nada bueno podía significar todo eso, las señales del destino para ella siembre habían sido

muy confusas, pero esta vez, no podían ser más obvias.

3 Fito Paez.

4 Alegoría a la Soledad

Page 11: Mis novelas - Cartas de Ángeles Rotos

Hay días para descubrir todo tipo de cosas…

- Necesito verte.

- Santiago, son las 2 de la mañana.

- No puedo dormir, necesito verte.

- Nos veremos en la mañana.

- Solo… ábreme la puerta.

Al abrir la puerta, allí estaba a Santiago, aún con la ropa del instante en que se despidió de él

en el auto, su rostro algo sombrío solo parece traer malas noticias.

- Por Dios, Santiago estas empapado, entra, ¿quieres?

- No sé si deba,… además, solo quería verte,… y…. ya lo hice.

- No voy a permitir que te vayas así, dame tu mano y entra.

`Entre las manos de Santiago reposa una hoja de papel húmedo y arrugado.

- No enciendas la luz por favor…

- Necesito quitarte esa ropa, esta húmeda. Cálmate, Santiago.

- Escúchame….

- No, calla… necesitas secarte, necesitas descansar.

- Detente, necesito que sepas algo…

- Está bien, ¿Qué ocurre?

Santiago siente sobre sus ojos, su mirada distinta, pesada e inquietante, ha llegado hasta ahí

dispuesto a aclararlo todo, pero con seguridad si habla, su voz se rompería, imitando a su ya

cansado corazón.

- Lo siento, no puedo hablar… y lo presentía.

- Que dices Santiago… también hoy intentabas decir algo, acaba con esta

incertidumbre por favor. No lo soporto más…

- Perdóname, perdóname por ser tan cobarde, por no haber cambiado nunca…

- ¿Cambiar?

- No puedo ocultarlo más, por favor, lee esta carta.

Ella tomo la carta entre sus manos y la leyó. Al notar su rostro pálido Santiago intento tomar

sus manos.

- ¡No me toques!

- Perdóname…

- Sal de aquí Santiago.

- Hubiese querido que las cosas fueran de otra forma…

- No digas eso, eso lo dice todo el mundo… pensé que eras diferente Santiago, te

juro que lo pensé… como puedes hacerme esto.

- Lo siento, amor. Es algo que ya pasó y no puedo cambiarlo.

- No me llames, así.

- Lo siento… ¡lo siento! Mil veces, lo siento.

Page 12: Mis novelas - Cartas de Ángeles Rotos

- Vete por favor…

- Está bien. Hablemos mañana.

- No, tu y yo no tenemos de que hablar. Vete.

La puerta cerrada hace las veces de una frontera entre ambos. No es posible ser bueno, piensa

Santiago, quizá siempre se es débil, aunque nadie sabe cuánta fuerza necesitó esta vez, para

hacer lo que en otras ocasiones le era tan fácil.

Así duelen las cosas cuando intentas cambiarlas después de tanto tiempo de fingir que eres

diferente, y descubres un día que no lo has logrado.

Page 13: Mis novelas - Cartas de Ángeles Rotos

“No cabe duda que es verdad que la costumbre, es

más fuerte que el amor”5

Las noches en que el mundo cambia de rumbo generalmente son eternas. Jimena sentada bajo

la opaca luz de luna que entra por su ventana, sigue observando de lejos la carta de Santiago,

como quien mira con pánico algo a lo que teme y debe enfrentar con prisa. La carta de letras

borrosas mojada por agua y lágrimas, aun permitía entender claramente lo que él quería que

ella supiera…

“Nunca pensé que diría esto,… cuando te encontré, pensé que eras la mujer perfecta, es

más así te suene tonto ahora, sigues siendo la mujer perfecta. La mujer que cualquier

hombre quisiera tener…”

Sí, que tonto sonaba aquello, como puedes hacer algo así con lo que consideras bueno, piensa

Jimena. A punto de romper la carta, recordó la necesidad de enfrentarse a lo que sucedía y

termino de leerla.

“…Me hice perfecto para ti, cambie cosas que creía insalvables en alguien como yo,

pero supongo, al menos en este momento, que hay cosas que no pueden cambiarse a

pesar del tiempo, y situaciones que definitivamente cambian la vida o que quizá la

vuelven atrás de repente…

Sé que suena a compasión, yo mismo odiaría que alguien me dijera lo que voy a decir

pero, no es tu culpa, es mía, eres perfecta… sí que lo eres… pero yo soy débil y no tan

bueno como tú… y por estos días, he empezado a tener y no sé si a recuperar

sensaciones que entre nosotros dos, a razón del tiempo hemos perdido.

He comenzado a tenerla en mi cabeza todo el tiempo, no puedo quitarme la idea de

tenerla conmigo cada instante, de pensar en los momento a tu lado, lo feliz que soy

también con ella… y no puedo, no puedo continuar a tu lado sintiendo todo esto por

ella, no lo mereces… no tú…“

Jimena no podía entender que significaba todo eso, como en tan poco tiempo algo tan

hermoso podía cambiar de repente, los recuerdos agobiaban su mente, en busca de cualquier

indicio de haber cometido algún error que la hiciera sentir al menos culpable y no tan

dolorosamente ofendida. Pero a veces, así son las cosas, a veces la única esperanza que queda

es pensar en que pase el tiempo… aunque sea dormida.

5 Rocío Durcal

Page 14: Mis novelas - Cartas de Ángeles Rotos

La ventana vacía… o el vació corazón

Como era de esperarse la mañana fue diferente, aunque cuando las noches de pensar son

eternas uno despierta creyendo que todo ha sido una pesadilla, pero a medida que pasa el día

y las cosas son desiguales, uno se da cuenta que es cierto y que todo ha cambiado. Esa mañana

Santiago no estuvo en la ventana, aunque ella en su esperanza de querer que todo fuese igual

lo hizo de nuevo.

No podía dejar de pensar en la última conversación que habían tenido con tranquilidad, si

hubiese estado preparada para ella, quizá todo hubiese sido diferente.

- ¿Hasta cuándo vamos a obligarnos a guardar silencio?

- ¿Qué dices?

- ¿No crees que es mejor que hablemos?

- Ven, mírame... Princesa.

- No puedo mirarte, no me pidas eso Santiago. Créeme que te entiendo,… pero, yo

necesito decirte algo…

- El pacto…

- Si… ya lo sé… pero…

- Ven aquí… quizá ya sepa lo que tienes que decir.

- ¿Cómo?

- Todo lo dices con tus ojos, con tus manos, tu sonrisa… y hasta con la ausencia de

ella… ¿cómo no quieres que lo sepa?

- Santiago…

- Quizá tengas razón, es momento de hablar… hay muchas cosas que decir esta

noche.

El ruido de los invitados que llegaban a la reunión la saco de sus pensamientos, y quizá fue lo

mejor, hay cosas que cuando no pueden cambiarse, es mejor no pensarlas mucho, aunque si

hubiese que pensarlo, nada hubiese podido cambiar lo que había ocurrido esa tarde. Algunas

cosas son tan insalvables, como lo había sido la ausencia de Santiago en su ventana esa

mañana.

La triste frase de que la obra debe continuar, se hacía más pesada este día para ella, un gran

acontecimiento le esperaba, presentar su nuevo libro, sabía que todo el mundo la rodearía,

menos él y eso la hacía sentir infinitamente sola, quizá volviéndose la protagonista de su obra

“Alegoría a la Soledad”.

Cuando algo así ocurre, todo te recuerda lo que más te duele. La hermosa estancia llena de

rosas blancas, solo la hacía pensar en Santiago, y la noche en que le encontró en su puerta. Ese

día reunida con sus amigos más cercanos, celebraban la inauguración de su apartamento, un

lugar que con seguridad nadie pensaría que alguien como ella elegiría. Ella algo absorta en la

dulce razón de su elección, escuchaba las múltiples conjeturas al respecto.

Page 15: Mis novelas - Cartas de Ángeles Rotos

- ¿Qué razón puede haber para que un escritor viva en el piso 20 de un edificio, que

tiene por vista a través de la más hermosa de las ventanas, solo otro edificio con

mas ventanas?

- No lo sé, dulce inspiración pueden ser los secretos que ocultan esos cristales,

Felipe.

- ¡Aja! He ahí la razón. ¿Qué secretos habrás visto a través de las ventanas?

La reunión reventó en risas.

- Puede ser querido hermano, que tu comentario venga más a tu envidia por

husmear por mis ventanas, que de tu admiración por lo que escribiré…

- ¡Princesa Sophie!, con seguridad que te acompañare a obtener secretos una de

estas noches.

De nuevo se escucharon risas.

- Bien pues, disculpen mi falta de cortesía pero estoy un poco cansada, y además de

todo, si ven a tantos husmeando en mis ventanas probablemente el vecindario me

demande.

- ¿Cómo hermanita?, si la cosa empezaba a ponerse interesante…

Un hombre un poco mayor, con voz gutural, apoyó el acote de Ana Sofía.

- Es cierto, debemos dejarla descansar. Vamos muchachos, además pronto la

veremos con seguridad aun más hermosa, en el lanzamiento de su libro.

Poco a poco el apartamento quedo solo. Después de algunos minutos sonó el timbre.

- Ay hermanito, ¿dejarías tu cabeza de casualidad?

Ella abre la puerta.

- Hola,… lamento no ser quien espera.

- ¿Puedo ayudarle?

- Mi nombre es Santiago, soy algo así como su vecino de piso.

- Si,… lo he notado.

- Vi su luz encendida y un poco de ruido hace un rato, pensé que quizá, podría darle

la bienvenida al vecindario… sé que está un poco tarde pero…

- No, en realidad no importa… ¿desea pasar…?

- Gracias… si. Yo… he traído algo para usted.

Santiago extendió una hermosa rosa blanca, delicadamente decorada.

- Gracias, esta hermosa. Sabe, son mis favoritas.

- Lo sé.

- ¿Cómo?

- La vi hace unos días, su rostro se me hizo un tanto familiar. Busqué un poco sobre

usted antes de saber que debía traerle.

- Vaya… lo que puede hacer un poema.

Page 16: Mis novelas - Cartas de Ángeles Rotos

- Yo diría, lo que puede hacer un rostro tan bonito…

- “La adulación es una moneda falsa que empobrece a quien la recibe”6

- Bien, Duquesa de Abrantes, no es falso cuando no es adulación si no franqueza, y

yo lo llamaría admiración a la belleza. Además su no es su tez de nieve la que es

hermosa, podría ser ese encantador tono rosa sobre sus mejillas desde hace un

momento.

- Por favor, no aumente mi vergüenza…

- Podría decir mil cosas más, si ellas continúan haciendo eso con su rostro.

- ¿Puedo pedirte algo?

- Lo que usted desee.

- No me trates de usted, mi nombre es Ana Sofía, Sophie para mis amigos.

- Está bien, Ana Sofía.

- Para ti, solo… Sophie.

Esa madrugada había sido dulce, como hace tiempo ella no tenía alguna, y en esa noche todo

en el auditorio le hacía recordarla, rosas blancas, vino, música suave y luz de luna. Este día

debía ser un acontecimiento en verdad feliz, pero algo lo hacía deslucirse a pesar de lo

suntuoso, la ausencia de Santiago. De fondo una canción que no ayudaba en nada al asunto de

la tristeza, suena y retumba en la cabeza de Sofía.

Vengo caminando desde el sur

Buscándote nuevamente

Porque aunque he querido huir

Siempre vuelves a mí.

He pasado malos días

Desde que no estas aquí

Te necesito mi amor

Sigues en mí.

Por favor vuelve

Se que ahora no será igual

Vuelve

Solo quiero una oportunidad

Mi vida vuelve

Déjame quererte una vez más

Vuelve

Se ha perdido la luz de mis días

Desde que dijiste adiós

Se ha perdido

Mi alegría

Solo te quiero pedir...

6 Duquesa de Abrantes

Page 17: Mis novelas - Cartas de Ángeles Rotos

Por favor vuelve

Se que ahora no será igual

Vuelve

Solo quiero una oportunidad

Mi vida vuelve

Déjame quererte una vez más

Vuelve7

Entre tanto una mujer de aspecto triste, quizá aun más triste que el de Sofía, se le acerca

temerosamente.

7 Ilona

Page 18: Mis novelas - Cartas de Ángeles Rotos

A veces, nadie es dueño de nada

- ¿Ana Sofía?

- ¿Si?... puedo ayudarle.

- No, no lo creo. Lamento si le molesto, me gustaría hablar un momento con usted.

Mi nombre es Jimena Uribe.

El rostro de Sofía, antes pálido de tristeza, empalidece aun más ante el asombro. No conocía el

rostro de aquella mujer, pero sabía lo suficiente de Santiago como para saber quién era ella.

- Sofía, ¿le ocurre algo?

- No, lo siento. Estoy un poco aturdida por la gente y la música…

- La verdad, no quiero molestarla, menos en este momento, sé que es importante

para usted, y en realidad no espero que diga nada. La verdad solo quería…

La voz de Jimena se quebró y se hizo débil, incontenibles lágrimas empezaron a caer por sus

mejillas.

- ¿Sabe? estuve leyendo algunos de sus escritos antes de venir a verla. Él solo

hablaba de usted últimamente… supongo que a veces hay cosas demasiado obvias,

pero que en nuestro afán de no perder aquello que amamos, queremos que así

parezcan… él debe amarla muchísimo…

- ¿Qué dice?…

- Tenía que hacerlo, tenía que saber, porque él lo había dejado todo por usted…

quizá no lo sepa, pero puedo sentirlo, usted es alguien que él podría amar con

todas sus fuerzas, no solo alguien con quien él estaría para completar su ajuar de

una vida perfecta. Usted es todo lo que él necesita….

- Usted es todo lo que él ama…

- … pero yo,…

La voz áspera de aquella vez en el apartamento, se escucha llamando a Sofía.

- 158Todos te están esperando. Ya casi es hora, mi cielo.

- Dame un segundo, ya voy.

- No tardes, amor.

El rostro de Jimena permanece perplejo, casi habla, como el rostro de Sofía acostumbraba

hacerlo.

- Yo creí que usted y Santiago….

- Solo somos amigos.

- Pero él…

- ¿Él…?

- Ayer estuvo en mi casa en la madrugada. Terminó nuestra relación, me confesó

que le amaba y que por eso no podía estar más conmigo…

- Eso no puede ser…

Page 19: Mis novelas - Cartas de Ángeles Rotos

- Nunca le mentiría, él es quien yo más amo y solo vine hasta aquí, para verle, para

saber que sería feliz con usted. Creí que él estaría aquí… vine a desearle, toda la

felicidad del mundo, el solo merece ser feliz...

- Lo lamento Jimena… él no está aquí, y no va estarlo, el hombre que acabas de ver

es mi prometido… hoy mismo, anunciaremos nuestra boda, si usted desea igual,

puede quedarse…

- No puede ser una confusión…

- Quizá Santiago no hablaba de mi… le repito, él y yo somos solo amigos. Con su

permiso, debo retirarme…

Ana Sofía se dirigió hacia la multitud, de alguna forma todos parecían mil veces más felices que

ella. Muy temprano en la noche anterior había dejado a Santiago, después de una larga

conversación, en la que el semblante de sus vidas, cambiaría para siempre.

- ¿Qué sucede, hermanita? ¡Hoy es el mejor día de tu vida! Vamos, cambia esa cara.

- ¿Felipe?

- Si, dime.

- ¿Dejarías todo por la persona que amas?

- ¿Vaya? ¿Y a que viene esa pregunta?

- ¿Lo harías?

- No lo sé, princesa. Supongo que si… ¿Qué haces pensando en eso ahora?

- No lo sé… no sé para que ahora…

Sofía camina despacio hacia el atril adornado con rosas blancas, el auditorio lentamente

comenzó a ponerse en silencio, su voz opaca y su rostro melancólico, parecían ser la viva

imagen de cada una de las palabras escritas en su libro. Después de respirar profundamente se

le escucho decir:

- Nunca había imaginado un día como este, siempre pensé que estaba demasiado lejos

o que era inalcanzable. Todo lo inalcanzable, me hace pensar en muchas cosas, sin

embargo hoy me hace pensar en una en particular.

Algunas veces en la vida, tomamos aquello que llega antes de que podamos alcanzar lo

que más anhelábamos y un día, cuando eso que creíamos era un sueño llega, nos

sentimos incapaces de arriesgarlo todo, por algo que claramente sigue pareciendo un

espejismo, a pesar de estar ahí.

Muchas veces me han pedido que hable de amor, muchas veces me he declarado

incapaz de hacerlo, el por qué es muy simple, no por que escriba sobre el amor sé lo

que es, o lo que significa o lo que haría por él, quizá solo hablo de lo que imagino, de

aquello que pienso que debería ser o de aquello que sueño.

Mi libro, nació de un pacto, yo diría, como una forma de romper un pacto, una forma

de contar a alguien que no quería escuchar, cosas que yo quería decir, muchas de sus

frases mezcladas entre imaginación y sentimientos propios, cuentan historias que esa

persona nunca quiso escuchar y yo se las enviaba en forma de cartas. Mi parte favorita

Page 20: Mis novelas - Cartas de Ángeles Rotos

está en el fin, era lo que más necesitaba decirle,… después de haber escrito todas esas

cartas a mi eterno amor, la soledad, termine abandonándola diciendo:

“Hoy planeaba regresar a ti para siempre, y en la búsqueda de nuestro lugar secreto, a

través de la más hermosa de las ventanas del piso 20 de un edificio, encontré unos ojos,

que me hicieron sentir y volver a creer, como ya no esperaba que pasara, como ya no

creí que necesitaba creer en algo. No sé si vuelva a ti, se que continuaras esperándome,

pero hay algo diferente en mi esta vez, y aunque sea fugaz y quizá un simple sueño, si

consigo reflejarme de cerca en esos ojos y dibujar mi nombre con sus labios, no voy a

querer a volver a verte, nunca más…”

Page 21: Mis novelas - Cartas de Ángeles Rotos

Puede no ser como esperamos, pero no tiene por

qué ser difícil

El lugar parecía bastante solitario esa noche, pero ella estaba segura que Santiago permanecía

dentro. Un par de días habían pasado desde todo aquello.

- Santiago, ábreme la puerta por favor. Sé que estas ahí.

- ¿Qué haces aquí…?

- No sé. Ábreme.

Santiago abre la puerta.

- Perdona el desorden.

- Dios Santiago, es la primera vez que te veo así.

- Siempre hay una primera vez para todo. No quiero sonar grosero, pero no se qué

haces aquí...

- Es cierto, tampoco yo lo sé. Pero sentí que tenía la fuerza en este instante para venir a

verte. Te busqué en la oficina, pero dijeron que no irías por algún tiempo, y

extrañamente supuse que estarías en tu cueva de cristal. Supongo que, después de

todo, todavía puedo darme el lujo de saber que te conozco un poco, ¿no crees?

- Es cierto, y bien, ¿qué es eso que te hace sentir de tan buen humor, hasta conmigo?

- Bien, pues sigo siendo una buena reportera, hice un cubrimiento especial esta semana

y quería que lo leyeras, el editor dice que suena a poesía. ¿Raro en mi no crees?, una

reportera de farándula de poeta.

- Si, mujer, Raro en ti, últimamente no amas mucho la poesía.

- Ya ves, lee quieres. Es ese, haber déjame lo busco. ¡Aquí esta!, “Que haría un poeta,

por amor”.

El rostro de Santiago quedo perplejo ante las fotografías que acompañaban el artículo, en ellas

se encontraba Sofía.

- Jimena, no deberías hacer esto.

- Sabes, siempre me enseñaste algo sobre la gente, no debes juzgar precipitadamente.

Qué te parece si lees un poco, voy a servirme un café.

El artículo describía el evento ocurrido, la fastuosa reunión, festejaba el lanzamiento del

segundo libro de una de las escritoras más jóvenes y reconocidas del momento y su

compromiso con un famoso escritor y productor de música. Al final del artículo se acentuaba:

“El hermoso y nostálgico rostro de la escritora, hablaba esta vez de una profunda pena.

Al finalizar su presentación, ante la mirada de asombro de los presentes en defensa de

lo poco que ella misma afirmo conocer del amor, se dirigió a su prometido diciendo:

- La verdad no sé si sienta por ti más que un profundo agradecimiento, nunca

hice un pacto contigo, y por tanto no callaré más lo que siento. Quizá lo que he

escrito últimamente no sean solo historias producto de mi imaginación, y quizá

Page 22: Mis novelas - Cartas de Ángeles Rotos

lo que siento por ti ya no sea más que costumbre y agradecimiento. No me

puedo casar contigo, de verdad, lo siento.

Cualquiera hubiese pensado que aquel admirable caballero, hubiese estallado en ira,

pero en demostración de su profundo amor y gallardía, se levanto y dirigiéndose a ella,

le dijo:

- Deberías saber que soy tu principal admirador, ¿por qué crees que me enamoré

de ti? Siempre tuve el privilegio de leer tus escritos antes que nadie y con

seguridad conozco tu rostro y su dulce forma de decirlo todo, lo conozco, más

que nadie en este mundo.

Se pensaría que el resto del evento fue un total desastre, sin embargo y por el contrario

fue un total éxito, entre tanto sentimiento y romanticismo, la muestra de amor que

presenciamos los asistentes, embelleció más aun el momento y el sentimiento de

aquella “Alegoría a la Soledad” de la que fuimos protagonistas de algún modo.”

- Jimena?

- ¿Quieres café?

- ¿Qué cosa?… ven aquí ¿qué pretendes?

- Que te levantes de ahí… y hagas algo, diferente a esperar que ella busque su felicidad

en donde no va a encontrarla.

- ¿Por qué haces esto Jimena?

- Porque te amo, Santiago. Llámalo cursi, pero cuando uno ama de verdad solo desea la

felicidad de quien ama, y no te voy a decir que no me duele o que yo soy feliz, como

espero que lo seas, pero prefiero hacer esto ahora que tengo la fuerza de hacerlo, ya

que de alguna forma soy quien causo todo eso que paso en aquel lugar, ella me lo dijo.

Pero ahora, eso no importa, debes hacer algo, hoy supe que se iba.

- ¿Decírselo? ¿Irse? ¿Dónde?

- No lo sé. Cancelaron la rueda de prensa, dijeron que se iba.

Santiago camino aceleradamente a su ventana. En donde ella siempre estaba ya no había

nada, ni las suaves cortinas blancas, ni su adorado recuerdo de aquel pacto que había

provocado todo lo sucedido.

Page 23: Mis novelas - Cartas de Ángeles Rotos

Solo el tiempo puede…

De camino al aeropuerto los recuerdos de todo lo que había pasado daban vueltas en la cabeza

de Santiago. Aquella madrugada en su compañía y ese instante en que las palabras entre

ambos fueron solo silencio y la distancia dejo de llamarse lejos.

- ¿Quieres tomar algo?, hace bastante frió. No soy muy buena para hacer café pero haré

el intento, lo prometo.

- ¿Quizá puedas permitirme hacerlo a mi?

- Nada sería más descortés.

- Nada sería más afortunado para mí, que me permitas conquistar tu paladar antes que

tu alma.

- ¿Siempre eres así de dulce con todas las mujeres?

- No con todas las mujeres, si, con todos los Ángeles, y hasta hoy solo conozco uno.

- ¿Qué cosa podría hacerme tan diferente?

- Quizá no solo una cosa…

- Quizá no debas decir ninguna

- Es necesario para que lo entiendas. Nadie más que un ángel podría tenerme aquí con

solo aparecer tras de esa ventana, solo un ángel podría provocar tanta angustia en mi,

al no saber si de verdad volvería a verle y solo un ángel me arrebataría el sueño,

buscando por días la forma de no parecer tonto al buscarle, pero quizá, lo más dulce

que tiene este ángel, es la capacidad de hacerme olvidar que la razón que daría para

buscarle, sería tan tonta, que parecería un adolescente al llegar a su puerta con una

rosa a media noche. Pero aun así… te diré un secreto,… no sabes cuantas horas pasé

pensando que decir al verle…

- No siempre se elije la mejor de las opciones,… pero si logras lo quieres, eso significa

que quizá fue la más adecuada de todas ellas…

Poco a poco, las palabras entre ambos se hicieron silencios constantes, profundos y difíciles de

soportar, cuando la respiración se escuchaba confusa entre latidos de corazón y la piel llamaba

a gritos las caricias en los labios.

Ella jugaba con su hermoso cabello castaño entreteniendo la inquietud de sus dedos, que

deseaban seguir sus ojos a sus boca, él, le miraba seducido, sin retirar la mirada de sus ojos un

solo instante, mientras los ojos de ella huían temerosos, como quien huye de una tentación

incontenible.

- Te molesta que te mire?

- … no…

- ¿Por qué no me miras…?

- No lo sé, debe ser por prudencia, no por ausencia de voluntad.

- Quieres que me vaya?

- … no se con precisión que es lo que quiero que hagas…

- … creo que es prudente entonces que me vaya…

- … ¿Te parece? Si literalmente, es muy temprano.

- Se lo suficiente de ti para saber que no debo estar aquí.

Page 24: Mis novelas - Cartas de Ángeles Rotos

- … es cierto…

- Pero no sabes cómo, me gustaría no saberlo… no sabes lo que haría si…

- Calla, por favor… recuerda las razones de tu prudencia y mi endeble voluntad.

- Si supieras lo que logras cuando miras de esa manera,… tendrías más cuidado.

- También eso deberías callarlo…

- Si hubiese elegido callar, no habría venido esta noche a tu puerta.

- … por favor, ayúdame… ¿sí?... ¿Quieres que hagamos un pacto?

- Todo lo que me ate a ti… lo quiero.

- Está bien…“Cuando estemos juntos, no me preguntes nada, y yo, no te daré ninguna

respuesta, que pueda lastimarte.”8

- …..Gian Franco Pagliaro, y mi poema favorito….

- Lo sé…

- ¿Saberlo?

- También yo reconocí tu rostro a través de mi ventana. Como no reconocer al hombre

que entretiene a poemas mis soledades cuando hasta la musa de la inspiración se ha

ido, y se lo suficiente de ti como para apelar a mi pacto y aceptar tu elección a la

prudencia. Entonces yo…

- Acepto.

Para este momento Santiago pensaba que tan buenas podían ser todas esas decisiones y

elecciones. Quizá a veces es más fácil decir todo, marcarte en el alma de alguien con heridas

que no permitan borrarte, y luego sanarlas con la profunda necesidad de amarle. Aquel pacto,

dulce pacto, porque no haberlo cumplido todo tal cual como aquel poema que tanto amaba

Santiago.

No esperes de mi lo que no puedo darte,

No me pidas el sol, ni el horizonte,

No me pidas la luna, ni una pequeña estrella.

No confíes demasiado en algunas de mis palabras,

No siempre digo lo que pienso

Ni pienso, lo que digo.

No sueñes un mañana junto a mi tomados de la mano

Mañana, tal vez no existirá el mañana.

No quieras arreglar tu vida contando con mi ayuda

Necesito todas mis fuerzas para arreglar mi vida.

No me tendrás a tu lado cuando te sientas sola

Yo me he sentido solo

Y no es el fin del mundo.

No quiero verte triste,

8 Gian Franco Pagliaro – El Pacto

Page 25: Mis novelas - Cartas de Ángeles Rotos

Apenas soporto mi tristeza.

No me digas quien eres, ni cómo eres,

No quiero conocerte.

Todavía sé muy poco de mi

Y eso, eso me preocupa.

Hagamos un pacto,

Un pacto de caballeros

A pesar, de que eres la más linda de las mujeres.

Cuando estemos juntos,

No me preguntes nada

Y yo, no te daré ninguna respuesta,

Que pueda lastimarte.

No me hables del futuro,

No menciones proyectos,

Mi único plan, es amarte cada vez que quiero,

Cada vez que quieres,

Cada vez que podamos.

No importa cómo,

No importa donde,

No importa la razón,

No siempre…

Hay una razón para cada cosa.

Antes de amarnos, no hay nada que nos una

Después de amarnos, tampoco,

Así de simple

Lo único que quiero de ti,

Es que me ames,

Con toda la profundidad del mar,

Con todo el vuelo de los pájaros,

Con toda la sensualidad de la vida,

No quiero otra cosa,

Ni creo, que me puedas dar otra cosa.

Si estás de acuerdo,

Seguimos adelante,

Y no me pidas,

Lo que no puedo darte.9

9 Gian Franco Pagliaro – El Pacto

Page 26: Mis novelas - Cartas de Ángeles Rotos

Dulce no, venenoso pacto que había callado su amor por ella, solo de saber, que decirle que la

amaba, la haría sufrir al no poder corresponderle, a pesar de que leyendo el elocuente rostro

de Sofía, él conocía su infinita necesidad de amarle.

Una dulce voz, saco a Santiago de sus recuerdos.

- Papá, ya casi llegamos.

- Si pequeño, nos iremos en avión, ¿te gusta la idea?

- Siii, muchísimo.

- Qué bueno, pronto llegaremos a casa…

Page 27: Mis novelas - Cartas de Ángeles Rotos

Aunque a veces es mejor, no elegir al tiempo.

Sus ojos eran iguales y su rostro entretenido con las luces de la ciudad hablaba tanto como el

de ella, por eso siempre le hacían recordarla.

- ¿Mamá estará esperándonos en casa?

- Claro que sí, me prometió tener café y galletas de navidad.

- Mamá no es buena para el café…

- No seas así Miguel Ángel, prometió intentarlo… además, seguro lo hará con mucho

amor, ¿no crees?

- … si, lo siento.

La verdad era que no todos los recuerdos de la navidad eran lindos, como esa fría noche en

que Santiago salió a buscarla, el trafico y la abundante lluvia, traían esta vez mas alas de mal

presagio que cualquier otra, pero “no siempre todo tiene que ser sufrimiento”10, con seguridad

su avión no había partido por el clima y el podría detenerla.

- Sabía que te encontraría…

- …Santiago…

- Lo siento Cristóbal, pero necesito hablarle a solas.

- Lo sé, por favor no tardes, partiremos por tierra pronto.

El rostro de Sofía, tenía un semblante profundamente triste, casi lucía enfermo.

- Por favor, no te vayas.

- … lo siento, debo hacerlo…

- … dame una oportunidad, por favor.

- … te lo juro, no te la estoy negando… yo… te amo.

- Entonces ¿por qué te vas? Estoy aquí princesa, vine por ti, te quiero conmigo.

- … escúchame, no puedo quedarme…

- No entiendo, no lo entiendo, ¿dices que me amas y te vas con él?

- Calla, Santiago. El solo me cuida, no voy con él a ningún lado. Quizá regrese pronto…

- ¿Qué cosa? ¿A dónde vas?

- Hace unos días recibí una carta de mi padre… un enfermedad, herencia de mi abuelo,

le está matando, entiéndeme debo ir a verlo, nada en el mundo quisiera más que

quedarme contigo, pero si no llego a tiempo…

- Lo siento, princesa. Yo…

- … calla…

- No, no pienso callar mas, además, tu ya rompiste el pacto, me hiciste sufrir creyendo

que no harías todo por estar a mi lado. Me doy el lugar a reclamar lo que me

pertenece por derecho y porque yo… también te amo.

Un beso entre lágrimas fue cómplice de todo lo que ambos habían deseado hasta ese instante.

Nada sería más sublime que poseer todo aquello que has soñado en un instante.

10 29 de Noviembre de 2006 – Juan Manuel Munoz

Page 28: Mis novelas - Cartas de Ángeles Rotos

- ¿Vas a esperarme?

- No lo dudes

- ¿Seguirás amándome?

- … siempre princesa, siempre.

Santiago ya no distinguía la diferencia entre todo el dolor que sintió al no tenerla y el dolor que

aprisionaba su corazón al verla irse de nuevo, cuando se ama tanto cada despedida aunque

sea un solo instante, es como si no se volviera a ver quien se ama, por siempre.

Page 29: Mis novelas - Cartas de Ángeles Rotos

De nuevo, “La obra, debe continuar…”

- Los declaro, marido y mujer.

La frase justa para sellar una historia de amor. Ese día fue el día más feliz para ambos, aunque

como siempre nada podría ser perfecto, lo importante parecía ser solo pensar en la felicidad

de aquel momento.

Con los días la felicidad se hizo mayor, y Miguel Ángel se convirtió en la luz de los días, en la

consecuencia ideal de un amor escrito con tinta indeleble en los recuerdos de una historia de

amor y uno de los libros de Sofía.

Todos esos recuerdos, le hacían sentir a Santiago la felicidad de esos momentos, recuerdos

que nunca se borrarían de su mente.

- Mira papá, es mamá, nos está esperando y tiene cara de galletas.

- Dulce comparación pequeño.

Miguel Ángel buscó sus brazos amorosamente. Santiago la besa en los labios con dulzura.

- Pareces cansado. ¿Qué tienes?

- Debe ser el viaje…

- ¿Estás seguro?

- Si, amor,… no te preocupes…

- Por tu semblante, no sé si deba decirte algo.

- Tranquila, estoy bien, solo dilo.

- Cristóbal llamó.

- ¿Es hoy?

- Si es hoy.

- … deberías discúlpame con ellos, no sé si tenga ánimos de ir.

- Santiago…

- Jimena,… créeme es mejor que no hablemos al respecto. Quizá, necesito solo

descansar… dile que nos veremos en la noche.

Jimena asintió. Aunque sabía perfectamente que la tristeza de Santiago no pasaría con solo

descansar.

Pronto llego, la tan aborrecida noche.

- Aun podemos llamar a disculparnos,

- No, debemos ir. Lamento haberte hablado de esa forma.

- No te preocupes.

A pesar de la decisión de Santiago, todo en su cabeza daba vueltas, sus ataques de recuerdos,

continuaban camino a la cita de esa noche. Aun podía escuchar la voz de Sofía aquella noche.

Page 30: Mis novelas - Cartas de Ángeles Rotos

- ¿Es maravilloso amar a alguien así verdad?

- … si, lo es…

- ¿Sabes que, nunca dejare de hacerlo…? ¿Lo sabes verdad?

- … lo sé…

- No pareces convencido.

- Te amo, más que a nada en este mundo, y estoy convencido plenamente de tu amor…

- ¿Entonces, porque esa cara mi cielo…?

- No quiero perderte… te necesito, los necesito a ambos conmigo…

Tampoco Jimena dejaba de pensar, sabía que recuerdo ataba a Santiago esa noche a su

tristeza, Sofía, y aunque su corazón se sentía débil a veces, su promesa de amarle a él y a

Miguel con todas las fuerzas de su alma, le daba fuerzas como nada, para seguir en pie, a su

lado.

Todo en la capilla estaba dispuesto como Sofía le gustaba, velas, música suave y rosas blancas.

Felipe de pie junto a la entrada los esperaba.

- ¡Tío!

- Hola pequeño, te estábamos esperando.

- ¿Mamá, está aquí?

- Si lo está, te ha estado esperando.

- ¡Lo sabía! ¿sabes tío? Soy su favorito, más que papá.

- Hola Santiago… Jimena. Por favor, pasen.

El rostro de Santiago palidecía a cada instante.

- ¿Te sientes bien?… Santiago.

- … no, no me siento bien.

- Tenemos que salir de aquí, te ves mal.

- … no puedo salir de aquí.

- No soporto verte así, yo si debo salir.

- ¡No te vayas!... por favor… se lo prometiste, y sabes que sin ti no hubiese pasado por

todo esto, por favor…

Jimena permaneció con Santiago. Poco a poco la iglesia fue llenándose de amigos y curiosos.

El pesado momento pasó de largo en la cabeza de Santiago. Más olas de recuerdos atacaron su

mente, toda clase de momentos pasaban por su cabeza.

- ¿Quiere decir que nunca cumpliste tu parte del pacto? ¿Me enviaste todas esas

cartas?

- … lo siento, tenía que decirlo de algún modo…

- Vale, pensaré si quiero perdonar que provocaran todo esto.

- ¿Qué cosa?

- Que te ame como a nada y no te quiera perder nunca más en la vida.

- ¿Y qué tengo que hacer para que me perdones?

- Veamos, no será fácil… que tal… ¿Quieres… casarte conmigo?

- Pensé que no lo diarias nunca. Por supuesto que quiero.

Page 31: Mis novelas - Cartas de Ángeles Rotos

El ruido al finalizar la ceremonia y la llegada de Miguel Ángel despertaron a Santiago de su

letargo.

- ¿La viste papá?... estaba hermosa.

- … si pequeño la vi…

- ¿No estás feliz de haberla visto?... Papá…

Los ojos de Santiago se llenaron de lagrimas al escuchar a Miguel Ángel, al verla si, en sus ojos.

- ¿Porque estas triste, Papá?... ¿No la viste cierto? Ven, acompáñame, vamos a verla.

Miguel Ángel alaba de la mano a Santiago hacia el atrio de la iglesia.

- Listo, papito… cierra tus ojos.

- … Miguel…

- Por favor… cierra tus ojos.

- ¿La ves? Ella lo dijo… lo prometió, dijo que siempre estaría ahí, que solo debías cerrar

tus ojos, sentir sus caricias y su voz en el viento. Tú me dijiste que ella siempre cumplía

sus promesas, ¿por qué no crees en ella? No está muerta papá, está aquí, con nosotros

y si no la ves, mírala en mis ojos, ella me los regalo para quedarse contigo.

El corazón de Santiago en aprisionó fuertemente en su pecho, tanto como lo hizo al abrazar a

su hijo, en su cabeza se repitió un solo recuerdo

- ¿Seguirás amándome?

- … siempre princesa, siempre.

FIN