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19 9 de mayo de 2010 133 Medioambiente Minería acaba último gran humedal de la Sabana de Bogotá Inmensas canteras de arena lapidan lentamente el humedal de La Herrera, en Cundina- marca. Este cuerpo de agua, último vestigio de los antiguos lagos que hicieron parte de la Sabana, alberga especies de aves endémicas que podrían desaparecer. Luis Miguel Palacio, Unimedios La historia de los humedales de la Sabana comenzó hace tres millones de años con la formación de un gran lago rodeado por cerros que, hace 30.000 años, dejó varias lagunas poco profundas. La Herre- ra, ubicada a cinco kilómetros del municipio de Mosquera, es una de estas, y su vulnerabilidad, como la del resto de humedales de la zona, radica en que su ubicación coin- cide con el área más productiva y poblada del país, donde los pro- yectos están a la orden del día. Con 258 hectáreas, es el re- curso hídrico natural más grande de la Sabana y actualmente sufre por la explotación minera en sus orillas y por la putrefacción de una porción de sus aguas. La minería, un certero borrador Aunque actualmente La He- rrera funciona como un reservorio de agua para usos agrícolas, ya que recibe bombeo a través de canales para mantener su nivel a través de una minipresa, el primer gran impacto que cambió para siempre sus condiciones hídricas fue de- finido por el naturalista Thomas van der Hammen como la cons- trucción del canal del río Bojacá, que interrumpió con sus jarillones los valles que originalmente lo ali- mentaban. Al lago llegan aguas negras provenientes de Mosquera y Ma- drid que, además de crear un pai- saje negro y putrefacto, alteran los procesos bióticos del cuerpo de agua. Sin embargo, la minería es tal vez la actividad que podría bo- rrar más rápido a este humedal del mapa colombiano. En este momento, cerca de doce empresas explotadoras como Sociedad Vista Hermosa García Triana y Recebera Vista Hermo- sa clavan sus dientes en un sis- tema montañoso que bordea el humedal. De los cerros Grande y Las Águilas extraen arena para construcción, roca pequeña utili- zada para compactar y construir avenidas y arenas blancas para la elaboración de vidrios. Algunas de estas mineras ma- nejan canteras que tienen su fren- te de explotación justo hacia la orilla de la laguna y están dejando paisajes impactantes, como el de una montaña reducida a la mitad de su tamaño real, en inminente desaparición. Estas montañas sirven, ni más ni menos, como recarga de agua para el humedal y el área aledaña, ya que después de las lluvias co- mienzan a funcionar como siste- ma regenerador que alimenta los niveles de agua subterránea en esta parte de la Sabana, en época de sequía. Según Diana Lozano, profesio- nal del grupo de investigación en geología ambiental Terrae, “la mi- nería genera un exceso de partículas volátiles que afectan la vegetación circundante y se dispersan sobre la laguna. De seguir borrando estos cerros se verían afectados los siste- mas naturales de vientos y se causa- rían graves trastornos a las especies que habitan en el humedal. Las aves de La Herrera Según un estudio de Loreta Rosselli, del Doctorado en Biología de la Universidad Nacional, este lugar cuenta con las poblaciones más grandes y diversas de aves acuáticas de los humedales de la Sabana, y ofrece refugio a miles de patos canadienses y chorlos que llegan en la época migratoria de octubre desde Norteamérica. “Estudié diecinueve hume- dales de Bogotá y sus alrededo- res y ninguno resultó tan rico en aves como La Herrera, en donde se registraron 45 especies, algunas únicas en el mundo como la tin- gua bogotana y la garcilla dorada bogotana, que podrían correr la misma suerte que el mítico zam- bullidor andino, especie endémica que se extinguió recientemente en el país”, indicó Rosselli. Pero, ¿cuáles son los princi- pales problemas que afectan a los humedales de la Sabana y el Dis- trito Capital? La investigación de- tectó que, si bien se ha controlado la disminución de estos cuerpos de agua por causa de rellenos para construir urbanizaciones, existen otras amenazas como la contami- nación provocada por las aguas negras que los alimentan, la pér- dida de profundidad y el exceso de vegetación que impide la forma- ción de corrientes y limita la diver- sidad de hábitats para la fauna. Futuro incierto Dalila Camelo, bióloga de la Subdirección de Áreas Protegidas de la CAR, entidad que tiene es- te humedal bajo su jurisdicción, reconoció la gravedad de la des- aparición de esta montaña al lado del humedal, pero señaló que no hay herramientas para detener el proceso por dos razones: Primero, porque el Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarro- llo Territorial, a través de la Reso- lución 1197 de 2004, estableció áreas compatibles para la minería en la Sabana de Bogotá, inclui- das las montañas que limitan con La Herrera. Segundo, porque la Ley 1382 de 2010, que modifica el Código de Minas, determina co- mo zonas excluidas de la minería los humedales tipo Ramsar, de los cuales La Herrera no hace parte. El acuerdo Ramsar, firmado en Irán en 1971, establece criterios para humedales que se han identi- ficado “de importancia internacio- nal”, especialmente como hábitat de aves acuáticas y, en Colombia, solo hay dos de este tipo: la laguna de La Cocha en Nariño y la laguna de Chingaza entre Cundinamarca y Meta. Cabe mencionar que la Reso- lución 1197 también destaca la ne- cesidad de adoptar medidas nece- sarias en las zonas que existan es- pecies endémicas y amenazadas, como en el caso de La Herrera. Un dulce tesoro Por ahora, el único defensor de este humedal es Salvatore Mal- donado, un hombre que nació ha- ce 62 años a orillas de la laguna y que ahora, mientras lo limpia y alimenta las aves, evoca con nos- talgia la época en que sus aguas eran cristalinas y las montañas no guardaban las cicatrices de la mi- nería, esperando también que un milagro salve lo que él llama “su tesoro dulce”. Si se examina la triste historia de algunos humedales en la Saba- na como Torca Guaymaral, partido en dos por la Autopista Norte, o La Vaca, al que le pusieron un barrio completo encima, podría vislum- brarse que el futuro de La Herrera se teñirá del mismo color del asfal- to hecho con el material extraído de sus montañas. Víctor Manuel Holguín/Unimedios Este cuerpo de agua alberga especies únicas en el mundo como la tingua bogotana.

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Medioambiente

Minería acaba último gran humedalde la Sabana de Bogotá

Inmensas canteras de arena lapidan lentamente el humedal de La Herrera, en Cundina-marca. Este cuerpo de agua, último vestigio de los antiguos lagos que hicieron parte de la Sabana, alberga especies de aves endémicas que podrían desaparecer.

Luis Miguel Palacio,Unimedios

La historia de los humedales de la Sabana comenzó hace tres millones de años con la formación de un gran lago rodeado por cerros que, hace 30.000 años, dejó varias lagunas poco profundas. La Herre-ra, ubicada a cinco kilómetros del municipio de Mosquera, es una de estas, y su vulnerabilidad, como la del resto de humedales de la zona, radica en que su ubicación coin-cide con el área más productiva y poblada del país, donde los pro-yectos están a la orden del día.

Con 258 hectáreas, es el re-curso hídrico natural más grande de la Sabana y actualmente sufre por la explotación minera en sus orillas y por la putrefacción de una porción de sus aguas.

La minería, un certero borrador

Aunque actualmente La He-rrera funciona como un reservorio de agua para usos agrícolas, ya que recibe bombeo a través de canales para mantener su nivel a través de una minipresa, el primer gran impacto que cambió para siempre sus condiciones hídricas fue de-finido por el naturalista Thomas van der Hammen como la cons-trucción del canal del río Bojacá, que interrumpió con sus jarillones los valles que originalmente lo ali-mentaban.

Al lago llegan aguas negras provenientes de Mosquera y Ma-drid que, además de crear un pai-saje negro y putrefacto, alteran los procesos bióticos del cuerpo de agua. Sin embargo, la minería es tal vez la actividad que podría bo-rrar más rápido a este humedal del

mapa colombiano.En este momento, cerca de

doce empresas explotadoras como Sociedad Vista Hermosa García Triana y Recebera Vista Hermo-sa clavan sus dientes en un sis-tema montañoso que bordea el humedal. De los cerros Grande y Las Águilas extraen arena para construcción, roca pequeña utili-zada para compactar y construir avenidas y arenas blancas para la elaboración de vidrios.

Algunas de estas mineras ma-nejan canteras que tienen su fren-te de explotación justo hacia la orilla de la laguna y están dejando paisajes impactantes, como el de una montaña reducida a la mitad de su tamaño real, en inminente desaparición.

Estas montañas sirven, ni más ni menos, como recarga de agua para el humedal y el área aledaña, ya que después de las lluvias co-mienzan a funcionar como siste-ma regenerador que alimenta los niveles de agua subterránea en esta parte de la Sabana, en época de sequía.

Según Diana Lozano, profesio-nal del grupo de investigación en geología ambiental Terrae, “la mi-nería genera un exceso de partículas volátiles que afectan la vegetación circundante y se dispersan sobre la laguna. De seguir borrando estos cerros se verían afectados los siste-mas naturales de vientos y se causa-rían graves trastornos a las especies que habitan en el humedal.

Las aves de La Herrera

Según un estudio de Loreta Rosselli, del Doctorado en Biología de la Universidad Nacional, este lugar cuenta con las poblaciones más grandes y diversas de aves

acuáticas de los humedales de la Sabana, y ofrece refugio a miles de patos canadienses y chorlos que llegan en la época migratoria de octubre desde Norteamérica.

“Estudié diecinueve hume-dales de Bogotá y sus alrededo-res y ninguno resultó tan rico en aves como La Herrera, en donde se registraron 45 especies, algunas únicas en el mundo como la tin-gua bogotana y la garcilla dorada bogotana, que podrían correr la misma suerte que el mítico zam-bullidor andino, especie endémica que se extinguió recientemente en el país”, indicó Rosselli.

Pero, ¿cuáles son los princi-pales problemas que afectan a los humedales de la Sabana y el Dis-trito Capital? La investigación de-tectó que, si bien se ha controlado la disminución de estos cuerpos de agua por causa de rellenos para construir urbanizaciones, existen otras amenazas como la contami-nación provocada por las aguas negras que los alimentan, la pér-dida de profundidad y el exceso de vegetación que impide la forma-ción de corrientes y limita la diver-sidad de hábitats para la fauna.

Futuro incierto

Dalila Camelo, bióloga de la Subdirección de Áreas Protegidas de la CAR, entidad que tiene es-te humedal bajo su jurisdicción, reconoció la gravedad de la des-aparición de esta montaña al lado del humedal, pero señaló que no hay herramientas para detener el proceso por dos razones:

Primero, porque el Ministerio de Ambiente, Vivienda y Desarro-llo Territorial, a través de la Reso-lución 1197 de 2004, estableció áreas compatibles para la minería

en la Sabana de Bogotá, inclui-das las montañas que limitan con La Herrera. Segundo, porque la Ley 1382 de 2010, que modifica el Código de Minas, determina co-mo zonas excluidas de la minería los humedales tipo Ramsar, de los cuales La Herrera no hace parte.

El acuerdo Ramsar, firmado en Irán en 1971, establece criterios para humedales que se han identi-ficado “de importancia internacio-nal”, especialmente como hábitat de aves acuáticas y, en Colombia, solo hay dos de este tipo: la laguna de La Cocha en Nariño y la laguna de Chingaza entre Cundinamarca y Meta.

Cabe mencionar que la Reso-lución 1197 también destaca la ne-cesidad de adoptar medidas nece-sarias en las zonas que existan es-pecies endémicas y amenazadas, como en el caso de La Herrera.

Un dulce tesoro

Por ahora, el único defensor de este humedal es Salvatore Mal-donado, un hombre que nació ha-ce 62 años a orillas de la laguna y que ahora, mientras lo limpia y alimenta las aves, evoca con nos-talgia la época en que sus aguas eran cristalinas y las montañas no guardaban las cicatrices de la mi-nería, esperando también que un milagro salve lo que él llama “su tesoro dulce”.

Si se examina la triste historia de algunos humedales en la Saba-na como Torca Guaymaral, partido en dos por la Autopista Norte, o La Vaca, al que le pusieron un barrio completo encima, podría vislum-brarse que el futuro de La Herrera se teñirá del mismo color del asfal-to hecho con el material extraído de sus montañas.

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Este cuerpo de agua alberga especies únicas en el mundo como la tingua bogotana.