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Minas ecuatorianas de principios del siglo XIX,, "sanguijuelas" y "holgazanes" Frédérique Langue En la base de este trabajo cuyo título puede parecer extraño a primera vista, se encuentran dos series de documentos que se conservan en el Archivo General de Indias de Sevilla. La primera serie, que abarca los años 1804 a 1818, consta principalmente de los informes mandados con una asombrosa regularidad y no menor empeño por el regidor de la villa de Riobamba a las autoridades virreinales y de la Audiencia sobre un asunto de cierto interés para el desarrollo económico regional y el Real Erario: el descubrimiento en el cerro conocido bajo el nombre de Condorasto, de una "mina famosa de plata"(l). La segunda serie la integran los informes de la visita que realizó en el mineral de Zaruma el presbítero José Martfnez de Loaysa a finales del año 1811 ; el intercambio de cartas, peticiones e informacio- nes entre Loaysa y la Audiencia por una parte, y con las autoridades virreinales y la Corona española por otra parte, duró hasta 1817(2). Dos series de documentos cuyo primer punto común, aparte del tema "minero" o sea la plata del Condorasto y el oro de Zaruma, procede del paralelismo cronológico. Pero lo que más nos llamó la atención fue el carácter espontáneo de los informes mandados por el regidor de Riobamba y por el clérigo de Cuenca. En ambos casos la responsabilidad política o religiosa a nivel local constituyó un catalizador, un incentivo personal dentro del propósito de cada personaje: informar acerca de los yacimientos mineros locales con el fin de fomentar la economía de las referidas provincias. · De ahí la suma riqueza de los datos económicos, sociales e incluso sociológicos - y no exclusivamente morales- que facilitaron los autores, en un NQ 2, diciembre 1991 441

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Minas ecuatorianas de principios del siglo XIX, ,

"sanguijuelas" y "holgazanes"

Frédérique Langue

En la base de este trabajo cuyo título puede parecer extraño a primera vista, se encuentran dos series de documentos que se conservan en el Archivo General de Indias de Sevilla. La primera serie, que abarca los años 1804 a 1818, consta principalmente de los informes mandados con una asombrosa regularidad y no menor empeño por el regidor de la villa de Riobamba a las autoridades virreinales y de la Audiencia sobre un asunto de cierto interés para el desarrollo económico regional y el Real Erario: el descubrimiento en el cerro conocido bajo el nombre de Condorasto, de una "mina famosa de plata"(l). La segunda serie la integran los informes de la visita que realizó en el mineral de Zaruma el presbítero José Martfnez de Loaysa a finales del año 1811 ; el intercambio de cartas, peticiones e informacio­nes entre Loaysa y la Audiencia por una parte, y con las autoridades virreinales y la Corona española por otra parte, duró hasta 1817(2).

Dos series de documentos cuyo primer punto común, aparte del tema "minero" o sea la plata del Condorasto y el oro de Zaruma, procede del paralelismo cronológico. Pero lo que más nos llamó la atención fue el carácter espontáneo de los informes mandados por el regidor de Riobamba y por el clérigo de Cuenca. En ambos casos la responsabilidad política o religiosa a nivel local constituyó un catalizador, un incentivo personal dentro del propósito de cada personaje: informar acerca de los yacimientos mineros locales con el fin de fomentar la economía de las referidas provincias. ·

De ahí la suma riqueza de los datos económicos, sociales e incluso sociológicos - y no exclusivamente morales- que facilitaron los autores, en un

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período clave para lo que era en aquel entonces la Audiencia y más tarde la Presidencia de Quito, entre una fase de "decadencia económica de la región" y aquellas revueltas que harán posible "uno de los más tempranos y más intensos brotes nacionalistas dentro de la colonia española", como fueron los movimientos juntistas que se desarrollaron en la Presidencia de Quito en 1809. Los dos autores presentan no sólo una visión detallada de las formas de economía local, del "modo de producción" particular de esta región minera, sino también aluden precisamen­te a los acontecimientos de los años 1809-181 O, en los cuales uno de ellos tomará una parte relativamente activa(3).

l. ENTORNO GEOGRAFICO Y CIRCUNSTANCIAS EXTERNAS; RIO­BAMBA Y ZARVMA "ENTRE LA IGNORANCIA Y EL OLVIDO"

Si consideramos primero las circunstancias que rodean el descubrimiento de las minas de Riobamba, a poca distancia de la propia villa, o la actuación del presbítero Loaysa en el mineral de Zaruma, de entrada se impone la suma precisión con la cual los dos protagonistas van describiendo tanto el antiguo esplendor de sus respectivas regiones como, en contraposición, la decadencia que iban experimen­tando en aquel entonces, así como las ventajas que tendrían para el fomento de ambas provincias sus respectivos minerales, especialmente de Riobamba, de menor fama que Zaruma en ese aspecto.

1.1. EL OCASO DEL CORREGIMIENTO DE RIOBAMBA

El expediente propiamente dicho se abre el primero de febrero de 1804, cuando Martín Chiriboga, regidor perpetuo del cabildo de la villa de Riobamba, subteniente de milicias de la misma villa y subdelegado de bienes de difuntos y de composición de tierras, le participa al gobierno de Quito el descubrimiento en el cerro de Condorasto de una mina de plata de muchas vetas, las que se hallaban sin trabajar, por falta de auxilios, y más aún por la "misérrima constitución en que se hallan los vecinos de Riobamba". El regidor se enfrenta además con la dificultad siguiente: la imposibilidad de traer a ningún minero "inteligente" del Perú, en otros términos a un perito. Tres son entonces los obstáculos -financiero, social y técnic~ al desarrollo armonioso de la minería local, a favor de la cual propone más adelante los correspondientes remedios, después de describir detenidamente la economía regional(4).

Varias son en efecto las ventajas brindadas por el cerro del Condorasto: multitud de vetas anchas descubiertas, hasta de cuatro varas de ancho, orientadas de norte a sur y de fácil acceso; proximidad de una selva capaz de proporcionar la madera imprescindible para la explotación de la mina; una "buen población", punto sobre el cual volveremos a insistir más adelante con nuestro informador, pues de ella procede la fuerza de trabajo utilizada en las referidas minas; la poca distancia que hay del Condorasto a la mayoría de los pueblos del corregimiento: una jornada, lo que corresponde a un día de viaje. Según el corregidor, sólo le faltan medios y peritos al Condorasto para que pueda competir con Potosí. Tal es la conclusión a la que había

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llegado Chiriboga y sobre la cual volverá a insistir en representaciones posteriores al dar cuenta de otro descubrimiento, en el cerro del Alao, asentamiento minero ubicado en la misma cordillera y que califica de bocamina "de gradería magnífica y puntales de madera petrificados con indicios de labor hecha por los gentiles"(5).

En 1735, Jorge Juan y Antonio de Ulloa habían sacado ya conclusiones parecidas, al referirse al conjunto de la provincia de Quito. Se expresaron en estos términos, antes de resaltar la riqueza minera del corregimiento de Riobamba en su conjunto, y del de Zaruma.

"La Provincia de Quito es la más propia para el cultivo de las minas que otra alguna, porque la abundancia de toda suerte de víveres que goza y la comodidad de sus precios proporciona el que los jornales de los trabajadores y todos los demás gastos que se ofrecen en las minas sean con más conveniencia que en aquellos donde todo está escaso y es necesario llevarlo de fuera, como sucede en otras provincias del Perú, con que por todos títulos parece que con justicia se debe poner la atención en el fomento de las minas de aquella jurisdicción porqµe según toda la apariencia, se puede esperar que sean de no menor conveniencia que la de otra parte(6).

Martín de Chiriboga no se conforma con describir sus "hazafías" sino parte de una perspectiva, de un marco explicativo regional al considerar las actividades económicas en su vertiente minera. Más aún, va relacionando, hilvanando los datos unos con otros, hasta presentar un verdadero proyecto de reestructuración económi­ca de la provincia. El 1 O de abril de 1804, le dirige otra representación al Presidente de la Audiencia de Quito, expresando su "desconfianza, el temor de ver sepultada (su) representación entre las sombras del desprecio"(?). De una región próspera hace unos cuantos afíos, poco subsiste, tanto en la propia villa de Riobamba que cuenta para esas fechas con 13,426 habitantes y en cuyo vecindario se registran muchas familias "de distinción", como en el resto de la jurisdicción, en los 19 pueblos que se dedican fundamentalmente a la producción de granos y a la cría de ganado mular, donde "se ven haciendas de valor y de mucha extensión pero incultas en la mayor parte de su espacio en el todo de la jurisdicción de Riobamba". Después de aludir a la población india que trabaja bajo el imperio de la necesidad, añade el siguiente detalle: las haciendas y los bienes raíces son en realidad unas propiedades gravadas, de tal forma que " ... resulta no haber tampoco un hacendado que pueda llamarse dueño de sus fincas sino un oscurado colono censuatario que trabaja toda la vida sin provecho propio". ¿Imaginación del regidor llevado por su proyecto de explotación de Condorasto? No precisamente. En 1789, Juan de Velasco insiste también en la decadencia que experimenta la villa de Riobamba, villa siempre populosa y con bastantes familias nobles y ricas pero que en esos afíos veía decaer el comercio de los paños y telas de sus obrajes que iban cerrando uno tras otro(8).

En su carta del 14 de marzo de 1804 y del 1 O del mismo mes y afío, el regidor vuelve a desarrollar este tema de la decadencia de la provincia, de la miseria que reina en ella, una miseria originada en gran parte por la pérdida de sus obrajes pero también por el abandono de las minas y en última instancia por el terremoto de 1797. El hecho es que Martín Chiriboga va más allá de una simple relación de causas:

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puntualiza, analiza el fenómeno de la decadencia de su corregimiento, el cual no se puede atribuir a la falta de frutos o de comercio a pesar de las distancias existentes. El comercio de Riobamba es.i.ma realidad; de la villa se exportan por ejemplo sal y algodón hacia Guayaquil. Sin embargo, este mismo comercio resulta algo corto en la medida en que no es más que de "pura pennutación de frutos y efectos", lo que por lo tanto no contribuye al aumento de los caudales en las referidas provincias. El contraste nace por consiguiente de la valiosa descripción que nos ofrece el corregi­dor, del ocaso de su región y de los mecanismos de su antigua prosperidad. Se contaban antiguamente en la jurisdicción de Riobamba unos 22 obrajes en continuo movimiento; allí se producían tradicionalmente paños, sayales, jergas y bayetas, aprovechando la existencia de una mano de obra abundante, de origen indígena. Estos productos se exportaban hasta Popayán, incluso hasta el Pení y los mismos vecinos se encargaban de este comercio. Es decir que Riobamba sacaba en ese momento doble partido de sus riquezas y de los productos de sus obrajes ya que uno de los fundamentos de esa prosperidad lo constituía precisamente su numerosa población, la cual se mantenía exclusivamente de la venta de estos productos regionales. Este "lucroso" comercio enriqueció por lo tanto al conjunto de la comarca, donde se establecieron muchas familias atraídas por esta prosperidad, y se edificaron casas de campo de gran valor. Hasta los tributos se cobraban sin mayor problema, "sin cuidados ni apuros". Ahora bien, una de las causas del cambio negativo experimentado por la economía local, lo constituye sin duda alguna el aumento de las remesas de productos europeos al Perú y la competencia que se empezó a manifestar con los productos locales, si nos referimos a los infonnes del regidor. De los 22 obrajes anteriormente mencionados no quedaron más que "dos y medio": decayó a largos pasos el comercio de Riobamba, no tuvo entradas de nuevos caudales y los que tenía habían salido continuamente por uno otro lado"(9).

De los datos estrictamente económicos, pasa luego a una valoración social del fenómeno y más precisamente a una evaluación del estado de la mano de obra empleada en los obrajes; "Los indios que los componían iban sacudiendo el yugo de la sujeción, contentos con comer escasamente y pagar el tributo, han quedado en calidad de vagos .. . ". El golpe final lo dio el terremoto de 1797, que no dejó piedra según la expresión del regidor:" ... encontrando un cuerpo débil, un cuerpo moribun­do, acabó en lo fonnal y en lo material con Riobamba"(IO). Ruina de los obrajes, disminución correlativa del comercio, haciendas gravadas por censos y que se enajenan por lo tanto a favor de los censualistas, una población indígena "ociosa" desde el punto de vista del regidor. .. A los males de Riobamba, propone sin embargo una serie de remedios que no dejan de presentar varias similitudes con las propuestas adelantadas por José Martínez de Loaysa en Za ruma, unos remedios que ponen de relieve tanto la rel1exión llevada a cabo por ambos personajes, como el sustrato ideológico que los mueve, principalmente en el área social con el problema del indio.

1.2. ZARUMA Y LAAFIRMACION DE UNA PERSONALIDAD LOCAL

Evidentes eran las ventajas que ofrecían en los años 1730 las minas

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ecuatorianas: abundancia de metales, víveres y precios razonables como lo indica­ron Jorge Juan y Antonio de Ulloa. En el caso de Zaruma, la baja ley del oro-de 16 a 18 quilates- la compensaba la abundancia del metal y el menor costo de extracción. Sin embargo, ya se hacía sentir la depresión que iba a afectar de manera determinante el mineral al principio del siglo XIX, en la medida en que la incipiente decadencia de las minas procedía ya de la falta de fomento, en otros términos, de inversiones adecuadas e insuficientes.

Descubierta, fundada y poblada en 1560 por el capitán Salvador Román, Zaruma fue durante el período colonial el reino de los llamados "señores de minas", o "señores de ingenios", mineros ricos y poderosos cuyo mejorejemplo en los inicios de su esplendor fue el capitán Rodrigo de los Arcos, vecino de Loja y poblador de la región de Cuenca, "señor de ingenios del cerro de minas de Zaruma"( 11 ). A principios del siglo XVII, Bias Aguirre de Ugarte le describe al rey la suma riqueza de las minas locales y el nuevo método de fundición que con éxito se está utilizando en ellas; hasta se refiere a la imposibilidad de acabar antes de muchos siglos con la riqueza de Zaruma, "aunque haya dos mil indios de mita cada día". En su época de mayor florecimiento, Zaruma producía anualmente el equivalente de 200,000 pesos en oro. En 1600, se contaban unos treinta ingenios o molinos en sus minas(l2).

En el siglo XVII y más particularmente a finales del siglo, Juan de Velasco anticipaba el análisis que iba a hacer años más tarde el presbítero Loaysa, en cuanto a los ciclos de bonanza y de decadencia que afectaban cíclicamente a los minerales, entre ellos a Zaruma. Antiguamente bien poblada y con bastantes familias pertene­cientes a la aristocracia, la Zaruma de fines del siglo XVIII no tiene más que unas cuantas minas, "decaídas y casi exhaustas". La misma villa se halla para esa fecha bastante deteriorada en sus edificios. Se había establecido en efecto sobre los mismos cerros de donde se sacaba los minerales, de tal forma que con sólo cavar éstos se iban derrumbando casas y calles de la ciudad. Hasta sus habitantes llegan a ser unos testimonios vivos de su decadencia; son "pálidos y descoloridos, por los efectos de los metales, especialmente del azogue vivo que se encuentra donde quiera que se cava un poco. Todos ellos son al presente-Juan de Velasco escribe en 1789-de cinco a seis mil personas de todas clases en que se conservan diversas familias de distinción y nobleza"(l3).

En cuanto a José Martínez de Loaysa, considera que Zaruma no sólo ha llegado a la hora de su decadencia sino también a su "última ruina". Si el aspecto descriptivo resulta casi inexistente en comparación con las representaciones elabo­radas por Chiriboga, en cambio la exposición de los motivos e incluso la denuncia de ciertos procederes, oficiales o particulares, aparece a todas luces en el expediente promovido por Loaysa, así como los remedios y procesos iniciados por el exponente con el fin de solucionar esta situación. Más que en la falta de inversiones, en la deficiencia de la mano de obra o en la falta de peritos, Loaysa insiste en la inobservancia de las ordenanzas reales relativas al ramo de minería, y en los abusos cometidos en ese aspecto en el mineral de Zaruma. Lo pone de relieve en el "plan del proyecto de fondo público" aprobado el 17 de noviembre de 1811 por la junta de mineros de Zaruma, junta de la que Loaysa llegará a ser apoderado general( 14).

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En el "memorial ajustado" que precede el referido proyecto, el presbítero enumera las causas de la ruina de Zaruma, por las cuales el Real Erario se halla "exhausto" ... No han de sorprender los abusos descritos. Son en realidad los mismos que se observaban en otras regiones mineras de América, como por ejemplo en la Nueva España de la época, en pocas palabras la explotación irracional de las vetas que llegaban a quedar sin estribos ni pilares ya que los barreteros los echaban abajo, contraviniendo de esta manera a las mencionadas ordenanzas. La consecuencia lógica, a mediano o largo plazo, era la imposibilidad de proseguir la explotación de las minas y por consiguiente el abandono de las mismas(l5). En el caso de Zaruma, Loaysa distingue otros motivos: la ignorancia de los habitantes en lo que respecta al beneficio de la plata que se hallaba mezclada con el oro, y el hecho de que los ingenios eran de mala construcción, amén de los numerosos fraudes cometidos por los mismos mineros al declarar los productos de sus minas, la arbitrariedad de los jueces o la escasez de azogue. Para cerciorarse más todavía de las causas de esta ruina, Loaysa organizó en su casa aprovechando los días festivos y de descanso, unas juntas de los mineros y vecinos del lugar, desde las diez de la mañana hasta las cinco de la tarde, y logró paulatinamente la realización de sus objetivos basándose continuamente en este tipo de consultas(l6). Pero ¿quién era Loaysa, personaje dotado de una voluntad que subrayaron los oficiales que escribieron su biografía y una especie de cronología de su visita a Zaruma?

Domiciliario del arzobispado de Lima, el bachiller José Martfnez de Loaysa había estudiado en el convictorio de San Carlos de Lima, no sólo teología sino también derecho natural y el derecho de gente, después de graduarse de bachiller en artes por la universidad de Lima. En 1809 es capellán de corbeta de la armada nacional. El año siguiente, pasa de Lima a Cuenca, como capellán del Presidente de Quito, Don Joaquín de Malina, ésto en 1810, año en que empieza la insurrección de Quito, momento también en que la misma ciudad de Quito manda tropas contra Cuenca, provocando la confusión y el desorden con la salida precipitada de todos los jefes políticos y funcionarios públicos, militares y eclcsiásticos(l 7). En estas circunstancias, se le ocurrió a Loaysa una estratagema: consiguió reunir al despavo­rido vecindario con sólo incitarles a unos muchachos a que gritaran "Viva el Rey y la Religión". El jefe político y militar de la provincia, Toribio Montes, lo puntualiza de esta forma:

"Por este hecho se atrajo Loaysa toda la estimación de aquellos habitantes y le nombraron su Diputado representante para que asistiese a los cabildos abiertos que se celebraron con el fin de tomar medidas contra los rebeldes, y al propio tiempo le encargaron colectase y retuviese en su poder los donativos que para la defensa común diesen los vecinos. En virtud de las providencias que se tomaron a instancia y por la industria de Loaysa se retiró el enemigo del territorio de Quito".

Poco tiempo después, Loaysa sirvió como capellán, sin sueldo alguno, en la expedición que Toribio Montes realizó contra la ciudad de Quito(l 8). Es en 1811 cuando Loaysa, observando la escasez de numerario que se da en las Cajas Reales de la provincia, le pide al referido jefe político y militar de la región una comisión

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para reconocer el estado de las minas de Zaruma, junto con otro perito, comisión que el mismo Presidente de la Audiencia le concedió el mismo año. Esto fue el principio de una intensa actividad desarrollada por el presbítero de Zaruma, actividad en la cual, de acuerdo con su idea de que el ramo de minería es el "nervio de la opulencia y riqueza de las naciones", llega a desempeñ.ar de cierto modo un papel de arbitrista ... (19).

2. ARBITRISTAS EN INDIAS

Uno ideó proyectos y reformas, luchó por convencer a las autoridades, siguió mandando informe tras informe; el otro se comprometió sin más rodeos, tomó iniciativas, creando su propio fondo público de habilitación de las minas. Del primero, el regidor de Riobamba, no se sabe hasta qué punto las autoridades de Quito le prestaron atención, habida cuenta el contexto político del momento, marcado por las sublevaciones de Quito y de Guayaquil ( 1809-1810). En cuanto al segundo, por su atrevimiento y mayor empeñ.o, logró cierto éxito y no menor eficiencia en la medida en que lo respaldó la mayor tradición minera de Zaruma. Si los comporta­mientos de los dos personajes frente a unas realidades similares presentan alguna que otra diferencia e incluso divergencias, los análisis se caracterizan por su convergencia respecto a los proyectos presentados para fomentar la economía local o el enfoque social, siendo los puntos de divergencia los que tocan a la visión de la comunidad india empleada en estas minas.

2.1. LA MINERIA COMO "NERVIO DE LA OPULENCIA Y RIQUEZA DE LAS NACIONES"

Esta expresión utilizada por Loaysa en el caso de Zaruma, no cabe la menor duda de que Martín Chiriboga podía haberla empleado después de describir la miseria a la que había llegado su región, con la pérdida de los obrajes, la disminu­ción del comercio ocasionado por la decadencia de las minas, y el terremoto de 1797. Hasta llegó a la conclusión de que Riobamba no podría restablecerse sino por medio de la explotación de sus riquísimas vetas del cerro del Condorasto. De ahí la petición formulada por Chiriboga: que las referidas minas se trabajen primero, de cuenta del Real Erario, único proveedor de fondos importantes, y en segundo lugar, con la participación de los mineralogistas sajones empleados en el Perú. De este modo se podría aprovechar las inmensas riquezas del Condorasto y del Alao, "dando al mismo tiempo trabajo a aquellos naturales desidiosos", evitando así la despoblación de la jurisdicción de Riobamba o por lo menos que la habiten exclusivamente los indios, como antes de la conquista ... (20).

En la representación posterior, con fecha del 30 de junio de 1804, precisa que ha solicitado del Presidente de Quito el pequeñ.o corregimiento de Guaranda, con el objeto de facilitar las comunicaciones entre las distintas minas del lugar, de abrir camino hasta otras minas, y de mejorar los caminos de Guayaquil y de Quito intransitables en el invierno. Sin embargo, no deja de ser algo pesimista: sus

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solicitudes de fondos y de ayuda técnica tienen como propósito que se disfrute de "tal penoso descubrimiento pues que después de ellos (de los días de bonanza) volverá Condorasto a sepultarse entre la ignorancia y el olvido por la desgracia de aquellos reinos". ¿Por qué aludir de manera tan negativa a la posible decadencia -dado los ciclos de producción minera- de minas presentadas anterionnente como tan ricas como las de Potosí? de cierto modo, se puede tratar de una referencia a un fenómeno muy corriente en la minería, o sea los ciclos alternados de bonanzas y de agotamiento de vetas, o de inundación de las mismas(21 ).

Lo cierto es que la ambigüedad de la última representación de Chiriboga se refleja de alguna manera en la infonnación mandada recopilar por el Presidente de Quito, el Barón de Carondelet, y comunicada ulterionnente al virrey. La referida infonnación señala así la ley variable de las muestras ensayadas por los dos peritos Don Pedro Gostayre y Clemente Ruiz a partir de los metales que Chiriboga había mandado a Lima: de 50 a 69 marcos por cajón de cincuenta quintales en algunos casos(22). El autor de esta representación vuelve sin embargo a apoyar la propuesta hecha por el cabildo de Riobamba y su regidor. El laboreo de la mina sería en efecto "el último medio de sacar de la pobreza a aquellos vasallos porque sus trabajos en la agricultura y manufacturas no les compensan sus sudores". En la nota que sigue, se indica sin embargo que el proyecto de beneficiar las minas de cuenta de la Real Hacienda parece un "despropósito" puesto que los infonnes transmitidos hasta la fecha no habían confirmado la ley del mineral. La Real Orden del 14 de mayo de 1807 mandará a ese respecto que un perito reconociera el cerro para que se tomara una resolución conveniente.

El perito nombrado, el minero Ignacio Irigoyen, llega a Guayaquil proce­dente de Lima. Pero lo que Chiriboga llama la "revolución quiteña" lo detiene en el puerto ya que los habitantes de Guayaquil habían negado "toda correspondencia con los demás lugares de la Provincia de Quito". El perito tuvo que regresar sin cumplir con su comisión y el mismo Chiriboga ofreció 500 pesos para costear este viaje. Mientras tanto, valiéndose de los consejos del minero Tomás Bravo, fomenta la creación de una compañía de 27 socios, quienes se comprometían a contribuir en la empresa con una suma de 200 pesos. Paralelamente, sigue infonnando al Presidente de Quito acerca del descubrimiento de otras vetas en los páramos de Simiatoq (Simiatú)(23). Por carta del 9 de enero y 9 de febrero de 1817, vuelve a insistir en la falta de auxilios y en la difícil situación de los habitantes de la villa habida cuenta la disminución del comercio. A ese respecto, la explotación de los placeres de oro podría constituir un aliciente para una Provincia, la de Quito, que el regidor llega a calificar de "agonizante". Está por demás decir que el mismo Real Erario tendría interés en fomentar esa minería proveedora potencial de fondos para el Estado(24).

Agraciado con la cruz de primera clase de la orden de Carlos III, auxiliado por el Presidente de Quito, el regidor de Riobamba manifiesta sin embargo una cierta desilusión y sigue lamentando la falta de inversiones de parte de la Corona española, inversiones sin las cuales no puede realizar su proyecto de fomento de la minería local, frente a lo que llama en efecto unas gentes "malas y ociosas que prefieren la miseria, el vicio y abandono porno ocuparse honradamente". El 13 de junio de 1818,

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el ministro de Hacienda le ordena al Presidente de Quito que auxilie a Chirilx>ga de manera más decisiva, y "por cuantos medios le dicte su prudencia" para lalx>rear el cerro del Condorasto. A partir de ese momento, el interés de las autoridades es evidente. Sólo las modalidades de funcionamiento de la burocracia indiana, sus largos procederes y la suma prudencia por no decir desconfianza tradicionalmente manifestada por la Real Hacienda a la hora de realizar inversiones de este tipo, hicieron que la tramitación del expediente se prolongara de 1804 a 1818(25).

La misma desilusión la iba a sufrir en Zaruma el presbítero Loaysa, a pesar del enfoque más moderno y más decisivo que le dio a su proyecto de renovación del antiguo mineral. José Marúnez de Loaysa se porta de cierta forma como un "capitán de empresa"; reclama la participación de la Real Hacienda, toma en consideración el problema de la mano de obra-incluso en su aspecto social y no solamente de ren­tabilidad económica- manda informes tras informes, solicitudes, peticiones, pero también actúa personalmente, denunciando la inobservancia de las ordenanzas de minería tanto por los mineros como por los representant~s del poder o sea los jueces o justicias locales. De ahí la actuación del personaje: baja a Zaruma con una comisión que le otorga el Presidente de Quito en 1811, hace el padrón de los mineros con otro perito, realiza un registro de las minas e ingenios, crea el fondo público de habilitación de las referidas minas, contribuye en fin en la instalación de la Diputación territorial de minería que llegara a representar más adelante. Es precisa­mente como apoderado general de los mineros de Zaruma -se le otorga poder con fecha del 29 de mayo de 1811- que presenta el 12 de marzo de 1815 un expediente acerca de las minas de oro a restaurar, del descubrimiento de otras cuatro vetas de plata en 1812, o sea de un total de 35 minas de oro en corriente. De estas distintas etapas en la actuación de Loaysa dan cuenta Esteban Varea y el jefe militar y político de la Provincia de Quito. Amlx>s coinciden en señalar esta progresión: de las juntas realizadas conjuntamente con el ayuntamiento y el gremio de los mineros -particu­larmente la del 17 de noviembre de 1811- se pasa al establecimiento del fondo dotal es decir de un banco de habilitaciones formado por contribución voluntaria de los mineros, con el fin de ayudar a los que tienen minas de buena ley pero abandonadas por falta de caudales. El mencionado fondo se crea el 18 de noviembre de 1811. Siempre en virtud de las Reales Ordenanzas de Minería, se erige la diputación terri­torial de minería, la cual empieza a funcionaren octubre de 1811, para el manejo de todos los asuntos relativos a las 35 minas de oro registradas para esa fecha, a las 11 abandonadas -también de oro- y a las 4 de plata en corriente, a otras 3 de plata abandonadas y otras dos de cobre. Una carta de la Gobernación de Ultramar al jefe político y militar de Quito, del 26 de febrero de 1814 confirma las disposiciones to­madas en Zaruma y dispone que se proceda con arreglo a las Ordenanzas de minería con el mismo comisionado y con los mismos peritos(26).

Para esas fechas se habían extraído de las minas locales unas dos mil cargas de plata amén del oro que se sacaba de las minas adyacentes. Pero Loaysa sigue lamentando la falta de auxilios, la insuficiencia de ingenios -los de Zaruma apenas pueden moler 48 cargas de metal de oro en un plazo de 40 a 50 días-, de lo que llama "manos auxiliares- o sea de barreteros y capacheros. Sebastián Varea se niega sin

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embargo a acceder a las solicitudes del comisionado, al considerar como insuficien­tes las repetidas exposiciones del interesado para determinar lo útil que sería la habilitación de las minas para el Real Erario. Tampoco se consigue el envío por el Tribunal de Minería de Lima, institución representativa y organizativa de los mineros locales, de singular significado en el nuevo contexto político de la América española, de un perito y de "facultativos". También puede haber dificultado la realización de esta empresa el hecho de que las minas de Zaruma estaban ubicadas en un virreinato distinto al de Lima. Relativa consolación para el presbítero: por los servicios prestados en Zaruma, el obispo de Cuenca le nombró cura interino de la parroquia de San Sebastián de Cuenca(27).

2.2. LOS ANTAGONISMOS SOCIALES

A pesar de lo sucedido, Loaysa tenía el apoyo del llamado "gremio minero" de Zaruma, si tomamos en cuenta la representación del referido cuerpo de mineros al Presidente de Quito. En dicho escrito, los firmantes comparten el sentido del análisis hecho por el comisionado desde el punto de vista económico y social; e incluso, van más allá:

" ... hace bastantes años que este cuerpo se halla en una deplorable inacción motivada de la indebida ejecución con que proceden los Jueces ordinarios de esta villa, por créditos particulares que contraen los de nuestro cuerpo .. . ".

Asimismo siguen describiendo las paradojas sociales y administrativas de Zaruma como el antagonismo que existe entre los mineros y sus acreedores, apoyados por los jueces, quienes diariamente mandan a la cárcel a los mineros que no pueden pagar a tiempo los avfos, las herramientas, las mulas, o reembolsar capitales .. . De la misma manera subrayan un hecho consumado en el modo de producción y en la sociedad de la América española, o sea la oposición de intereses entre el minero --en el caso de las regiones mineras- y de otros dueños del poder económico y político local, orientados hacia otro tipo de inversiones y preocupacio­nes. Toman asf el ejemplo de la inobservancia de las Ordenanzas de minería:

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" ... lejos de un puntual cumplimiento es visto que supera la cavi lación de uno u otro poderoso de este Jugar, paradebilitary destruir al infeliz minero . .. a pesar del trabajo que realizan éstos en sus minas ... Prevalece sólo la autoridad y el egoísmo contra el pobre minero para que se sacrifique a la solución de sus créditos y rigurosos cargos que contra justicia se les hace por contemplación, conexión y respeto de los acreedores que pueden y mandan vender los utensilios más necesarios para el laboreo. Mas como este cuerpo carece de un habilitador, de las condiciones, de uno que hubo no muchos años ha, en cuyo tiempo se halló este mineral en buen pie, y por ahora sólo subsiste uno y otro en calidad de negociante usurario de quien dependen los jueces que hacen efectivos sus cobros para cuyo objeto hacen se elijan todos los años jueces de su devoción, sin embargo de ser los electores capi tulares parientes en primer grado, como ha sucedido en el presente año"(28).

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A continuación van precisando el modo de habilitar las minas, tal como lo hacen los nuevos "señores de minas". El que decide habilitar una mina se conforma con darle al minero una libra de oro quintada y sellada a doce reales el castellano, mientras el precio "justo" es de 14 reales. El plazo de un afio de que disponía anteriormente el minero se reduce sin ninguna legalidad a dos meses. Además, el minero se ve en la obligación de afianzar:

"con alhajas de oro y plata, que las pignoran con la condición de que valga el doble de la habilitación, y tasadas al ínfimo precio para que luego que el minero no cumpla con el día prefijo, no por defecto suyo sino por los contratiempos que ocurren, tales que el metal ha decaido de su ley, que no pudo habilitar su mina, que sus ingenios se han atrasado por falta de agua notoria, y parado, luego se pide apremio, se rematan al primer pregón, el mismo acreedor se queda con ellas aunque sean de su mujer, y si el deudor procura exponer sus excepciones se le reduce a prisión un dilatado tiempo con grave detrimento de su trabajo y familia .. . ".

Así explican los mineros la ruina de un mineral antiguamente famoso, en una representación valiosa por el enfoque, la aprensión de los mecanismos de funcionamiento de la economía minera local en su vertiente minera, de los mecanis­mos de la producción facilitada por la escasa profundidad de las minas en compa­ración con otras minas peruanas. Las revoluciones de Quito demoran considerable­mente la tramitación del expediente mandado por el gremio minero. Con la llegada del comisionado José Marúnez de Loaysa y del perito Baltasar Vélez había empezado para ellos el tiempo de desbaratar las "oscuras y densas tinieblas en que (estuvieron) sumergidos". De tal forma que se apresuraron con pedir la confirma­ción de la labor emprendida por Loaysa y el perito limeño y la rebaja del precio del azogue hecha efectiva por Real Orden de 26 de enero de 1811(29).

De la situación se hace eco el perito Baltasar Velez Ramfrez, minero y azoguero, en su informe del 23 de diciembre de 1811. En ello hace referencia a las minas abandonadas -y por vía de consecuencia a los ingenios- por falta de auxilios así como por ejemplo el Sesmo, La Velilla, La Caparosa, el Chusi, derrocadas en contravención a las Reales Ordenanzas. Asimismo evoca la sociedad minera en sus diversos aspectos, y en particular sus componentes básicos. Dice lo siguiente:

"Estos mineros son hombres de bien, humildes y de mucho trabajo, desinteresados y liberales, pero muy pusilánimes porque se hallan oprimidos del dominio de los jueces ordinarios, y apenas se numeran cuarenta y seis, cuando en un mineral tan vasto, tan poderoso y rico debían de haber por lo menos veinte mil ... ".

A propósito de las 35 minas corrientes repertoriadas por el comisionado, señala el hecho de que son sus dueños los que las habilitaron a sus expensas, sin ayuda ninguna de parte de la Real Hacienda .. . ya que ellos mismos cavaron los socavones y galerías, edificaron las contraminas, siendo ellos mismos los barreteros, sus hijos y mujeres los capachos.

Bastantes son entonces para Baltasar de Vélez las causas de la decadencia

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Artículos, Notas y Documentos--------------------

de Zaruma, cuando se apoya en la infonnación realizada por Loaysa pero también en las "confesiones ingenuas de aquellos moradores". ¿Los remedios? Difieren poco de los que propuso el comisionado: respeto de las Ordenanzas mineras, mayor financiamiento de las minas, supresión de la "opresión de dichos mineros por los usureros con nombre de habilitadores", elección de diputados, preservación de los privilegios de los mineros, creación de una compañía refaccionaria de aviadores, creación de ingenios, en otros ténninos, cumplir con lo prometido para el fondo dotal de los mineros, la rebaja del precio del azogue y sobre todo, la condición de que "los jueces reales remitan a las labores los ociosos y vagabundos . . . "(30).

Presente en los escritos de Chiriboga y de manera más sistemática en el expediente referente a Riobamba, el problema de la mano de obra no deja de adquirir cierta relevancia en la medida en que corre pareja con cierta visión del indio. Ya no se plantea en los mismos términos que durante la época de oro de la mita, verdadera "sentencia a muerte" para los indígenas, y más cuando la población indígena local era en definitiva poco numerosa. En 1735, Jorge Juan y Antonio de Ulloa aludían ya a la "tiranía" de que padecía especialmente el sur de la Provincia de Quito, de parte de los corregidores con motivo de los repartimientos y del cobro de los tributos. Menos numerosos en Riobamba y Cuenca, las comunidades indígenas aparecen sin embargo en los escritos de Chiriboga, más particularmente en su carta del 1 O de abril de 1804. Dos son ~n la perspectiva de nuestros analistas- las características de los indios, al igual que las de los mestizos: la embriaguez y el ocio. Los indios "viven en una infeliz choza desmantelada dunniendo en el suelo tan contentos corno el que vive en un palacio". Respecto al tema del ocio, subraya la dificultad que hay en reclutar la mano de obra:

"Son muy raros los que se aplican al trabajo por su propio bienestar y sólo forzados, y de mala gana se sujetan a lo poco que hacen, y en particular los indios y sólo lo que basta el pago de su tributo es lo que únicamente aspiran por no verse perseguidos ... ".

Asimismo hacía referencia a los indios vagos a consecuencia de la crisis de la minería y de los obrajes. A pesar de algunas reflexiones agudas acerca del contexto social de su corregimiento, Martín Chiriboga no forma parte de los defensores del indio. En 1808, algunos meses antes de que se iniciara el movimiento independen­tista quitefio, dos indios del corregimiento de Riobamba presentan una petición a su protector, como padres de dos muchachos que fueron castigados con "tiranía e impiedad" en el obraje de San Juan, propiedad de Martín Chiriboga ... (31 ).

En cuanto a la población de Zaruma, Loaysa la considera menos en términos étnicos que desde el punto de vista de los conílictos entre mineros pobres y los llamados "habilitadores", aviadores de éstos. De esta población constituida funda­mentalmente de mineros, de algunos labradores y comerciantes, dice que todos son pobres a pesar de ser laboriosos, por haber heredado de sus antepasados un "genio litigioso", carácter que los lleva a iniciar pleitos frecuentes e interminables, que no contribuían en mejorar la situación local. Añade el siguiente detalle respecto a la conformación social de la sociedad de Zaruma:

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"También hay otra clase de hombres holgazanes que aunque corto en número, se mantienen de enredar unas familias con otras y entablar pleitos entre partes para sacarles la pobreza de ambos litigantes. Estos se llaman vulgarmente tinterillos, algunos de éstos mismos dan oro colorido a su codicia, y con nombre de habilita­dores hacen el oficio de sanguijuelas que hinchándose ellos de la sangre humana dejan a los pobres mineros flacos y en estado de convalescencia, y jamás podrán gozar de salud si no se proporciona una buena receta amisanguijuelista de parte del Gran Médico que es el Gobiemo"(32).

A pesar de sus distinguidos servicios y de sus propuestas refonnadoras, Martfnez de Loaysa no siguió en su comisión en Zaruma. Una Real Orden fechada en 27 de agosto de 1817 lo restituyó en efecto a su iglesia de Segorbe, después de habérsele conferido una canongía en la Iglesia catedral de Cuenca(33).

¿Ocaso de una empresa inconclusa, que deja a Riobamba y a Zaruma entre una "ignorancia" y un "olvido" definitivos? Por nuestra parte, no hemos tenido la oportunidad de profundizar unas investigaciones que nos llevarían mucho más allá del período de Independencia y por lo tanto del proceso de desintegración del imperio de América. De esta aproximación al estudio de las minas ecuatorianas de principios del siglo XIX, surgen sin embargo varias preguntas: ¿Puede el contexto político, en vísperas de la Independencia, explicar y justificar el relativo desinterés o letargo de las autoridades, especialmente de las autoridades metropolitanas por estas minas tan alejadas de la capital del virreinato? ¿O habría que tener en cuenta el peso relativo de las distintas provincias de Ultramar en la política de la metrópoli? ¿En qué medida el panorama de Riobamba y más aún de Zaruma es característico de las condiciones de producción colonial?

A estas dos preguntas quizás pueda responder -aparte de los documentos consultados- la siguiente observación de Agustín Cueva, refiriéndose a la "existen­cia de una economía de tipo parasitario que determinó el desarrollo de las zonas en donde se concentraban los recursos humanos antes que de aquellas más ricas en recursos naturales"(34). En cuanto al aspecto "humano" de la situación o sea el problema de estratificación social, de las relaciones de castas que se dan en esos microcosmos mineros de Ecuador y de América en general, las dos provincias estudiadas proporcionan ejemplos relativamente llamativos de la explotación de los pequeños mineros por los representantes de la oligarquía local o del poder adminis­trativo. En esta perspectiva, lo que se podría calificar en otros casos de "localismo" no sería solamente un fenómeno geográfica y políticamente definido: llegaría a ser una ilustración aguda de ciertos aspectos de la economía y de la sociedad indiana, tales como los volvemos a encontrar por ejemplo --<:on los debidos matices regionales- en la Nueva España del mismo período.

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Frédérlque Langue 39, rue Monge

75005 París Francia

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Art ículos, Notas y Documentos

Anexo 1 Minas e ingenios de Zaruma

Nombre de Minas Minas Ingenios Ingenios los mineros de oro plata de cobre de oro de plata

corrlent. parad. corrlent. parad. parad. corr lent. parad. corrient.parad.

- El regidor Bartolomé Maldonado 1 - AnasU!sio Alvarado 2 - Aniceto Peña 1 - Bonifacio Reyes - Bias Ulloa - Bemardino Blacio - Bemardino Sarmiento - Bartolomé Ortega - CayCU!no Reyes 1 - Evaristo de la Torre 1 - Juan Torres lnojosa 2 2 3 - Francisco Varsallo 1 1 - Francisco V entinilla 1 1 - Francisco Maldonado 1 - Francisco Toro 1 2 - Francisco Machuca 2 1 - Gaspar Valarezo 1 1 - Gregorio Romero - José Guzmán 1 2 - Jacinto Murillo 1 3 - José Albarado 2 2 - Juan Manuel Balzon 1 1 - José Miguel Peña 1 - José Ca rrión 1 - Juan Ochoa 1 - Juan Crespo 1 - José Lorenzo - Maldonado - José Machuca - José Antonio Morales - José Eduardo Valarezo - Joaquín Coronel - José Marcos Espinoza - Manuel MaU!moros 1 - Manuel Hemandez 1 1 - Miguel Alvarado 1 1 - Mariano Reyes 2 2 - Manuel Carrión 1 - Mariano Carrión 2 - MargariUI Gomes - Mariana Gal vez 1 - Pedro Benavidez 2 - Pedro Rivas - Toribio Apolo - Tomás Bravo - Vicente Ordonc:z - Vicente Valarezo

46 11 4 2 44 6 2

Según parece de la demostración ~e antecede, resulta el número de mineros, sus minas, haciendas y demás contenido, lo que manifiesta en el toU!l de su suma; ruma 27 de noviembre de 181 1

454 Revista Andina, Año 9

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Anexo 2 Rentabilidad de las minas de Zaruma

Estado que representa el fondo público de las habilitaciones para los mineros de la Real Villa de Zaruma que inventó el Presbítero Br. D. José Martínez y Loaysa, a esfuerzos de su aplicación y consumo de sus propios intereses; y está puesto en planta desde el día 18 de noviembre de 1811.

\-tinas de la vores o oro ramales de corrientes cada una

35 6

idem de plata

4 6

capachas que

producen

210

24

arrobas de

cada una

3

3

resultado de

arrobas

630

72

graduadas precio de suma un quarto de cada

castellano castellano cada arroba

78 3/4 35 reales 2754 reales de vellón

graduadas precio de 1 onza 1/2 cada una cada una

108 onzas 20 reales 2160 reales

suma semanal de oro y plata 4914 .. anual 296 282 reales osea 10364 pesos l 2reales

"Según el estado figurado debe tener de entradas anualmente el fondo público la suma que resulta o indica, de que se siguen grandes ventajas para el progreso de las actuales minas corrientes, adelantamiento y descubrimiento de otras que por falta de fondos no se verifican; y finalmente para habilitar otras muchísimas que a pesar de la riqueza están abandonadas por este defecto, con advertencia de que todos los gastos para el beneficio de los metales se han de sacar del mismo fondo.

~ ota: Cada mina tiene 6 labores, cada labor da una capacha, cada capacha 3 arrobas, cada arroba de metal de oro 1 quarto de castellano, cada una del de plata una onza y media; el castellano vale 35 reales de vellón, y la onza de plata 20 reales; Esto es lo menos que pueden dar los metales de Zaruma. A.G.I. Lima 1358

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------------------------ Langue: Minas ecuatorianas

NOTAS

(1) Archivo General de Indias, en adelante AGI, Quito, 569.

(2) AGI, Lima, 1358.

(3) Navarro García, pp. 209-210; Céspedes del Casúllo, p. 433; Ulloa, para un análisis de la decadencia de ciertas economías regionales; los datos recogidos van en el senúdo de la advertencia formulada por Hamerly, 1973, p. 133, según la cual no hay sin embargo que generalizar la crisis que afecta a la sierra ecuatoriana.

(4) AGI, Quito, 569: Martín de Chiriboga al gobierno de Quito, Riobamba, 12 de febrero y 14 de marzo de 1804.

(5) ldem; estos documentos permiten por otra parte paliar la escasez de estudios dedicados a la minería ecuatoriana de la Colonia (véase Langue, pp. 137-162); para un panorama algo distinto de la economía regional, orientado hacia el estudio de los astilleros de los obrajes, o de la producción y comercialización del cacao, véase Borchart de Moreno, pp. 131-172; Laviana Cuctos, passim.

(6) Ulloa, vol. 2, pp. 234-241.

(7 ) AGI, Quito, 569: Martín Chiriboga al Presidente de la Audiencia, 10 de abril de 1804.

(8 ) Velasco, tomo III, p. 124; AGI, Quito, 569: carta del 14 de mayo de 1804.

(9) Palomcquc, p. 143.

(10) Véase nota 2.

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Artículos, Notas y Documentos----------------------

(11) Anda Aguirre, p. 33.

(12) Citado por Anda Aguirre, op cit. p. 39; González Suárez, tomo III, pp. 439-330.

(13) Velasco, p. 142.

(14) AGI, Lima, 1354: expediente sobre los establecimientos que dejó el Presbítero Bachiller Don José Martínez de Loaysa a fines del año onde en los Minerales de Oro y Plata de la Real Villa de Zaruma (cuadernos), 7, resumen del escribano; idem, Plan del Proyecto, f 4v-5.

(15) AGI, Lima, 1354: acta del cabildo de Zaruma, 28 de octubre de 1811. Participaron los siguientes vecinos : Basilio Espinosa y Dávila, José Liborio Maldonado, alcaldes ordinarios, Bartolomé Maldonado y Pedro Narciso Ramírez, regidores, y Dionisio Romero, procurador general. Loaysa llegó junto con el azoguero José Baltásar Vélez y Ramírez.

(16) AGI, Lima 1358: Memorial ajustado previo al plan de fondo público del 17 de noviembre de 1811, Zaruma.

(17) AGI, Lima, 1354: Memorial ajustado previo al plan de fondo público del 17 de noviembre de 1811, Zaruma; Idem., Esteban Varea al Secretario de Estado y del Derecho de Hacienda de Indias, Madrid, 5 de agosto de 1817; Toribio Montes al Presidente de Quito, 7 de marzo de 1813, f2-3 .

(18) ldem,f3v.

(19) AGI, Lima, 1354: Esteban Varea al Secretario de Estado, Madrid, 5 de agosto de 1817; Memoriai ajustado presentado el 17 de noviembre de 1811 en la Junta de mineros de Zaruma.

(20) Idem; Memorial ajustado de Loaysa, antes de la aprobación de su plan por los mineros deZarurna, el 18 de noviembre de 1811.

(21) AGI, Quito, 569: representación de Martín Chiriboga, 10 de abril de 1804, transmitida el 9 de noviembre por Pedro Cevallos; por carta del 6 de junio de 1804 dimitió del empleo de administrador del tabaco, pólvora y naipes que le había conferido con renta fija el Presidente de Quito, Juan José Villalengua; solicita ya el corregimiento de Guaranda, por el laboreo de las minas y no por su "conísima renta". El Presidente de Quito, Barón de Carondelet, informa con testimonio sobre las diligencias practicadas para la averiguación de la riqueza de la mina de plata del cerro del Condorasto, carta NO 164, Quito, 21 de octubre de 1806.

(22) Ulloa, tomo II, cap. IX, p. 241; indican que el promedio general era de 8 a 1 O marcos por cajón, siendo los resultados obtenidos en la provincia de Quito a veces de 80.

(23) Por Real Cédula de 1770, se había ordenado que se procediera al reconocimiento del cerro, pero con un desacierto total y una falta de "ciencia", por dos diputados nombrados por el Presidente de Quito. La explotación de la mina había empezado por la cima del cerro, expuesta a las caídas de nieve, Jo que explica el fracaso final de la empresa (Representación de Chiriboga, del 1 O de abril de 1804); Chiriboga al ministro de Hacienda, 24 de diciembre de 1816; véase también su carta al Presidente de Quito, 8 de enero de 1818; Chiriboga al Gobierno de Quito, Riobamba, 8 de enero de 1818 y al ministro de Hacienda, 24 de diciembre de 1816.

(24) Chiriboga al ministro de Hacienda, 24 de mano de 18 17 .

(25) ldem; carta del 8 de enero de 1818.

(26) El ministro de Hacienda al Presidente de Quito, Madrid, 13 de junio de 1818; el mencionado padrón se reali7.ó con la ayuda del ayuntamiento (alcaldía) de Zaruma y del perito ; AGI, Lima, 1358: Toribio Montes al Presidente de Quito, Quito, 7 de marzo de 1813.

(27) ldem.

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(28) Representación del cuerpo de mineros, 17 de noviembre de 1811, Zaruma; y sesión del cabildo del 28 de octubre.

(29) Los firm~les son los siguientes:.Mariano Carrión, José Alvarado, ~osé Lorenzo Maldonado, Pedro Benavides, G aspar V alarezo, Juan Manuel V alar~o; José Marcos Espinosa, José Carrión, Francisco Bentinilla, Cayetano Reyes, Francisco Barzallo, Bonifacio Reyes, Juan Crespo, Jacinto Murillo, Vicente Vergara y Bemardino Blasio.

(30) AGI, Lima, 1358; la elección se celebró en Zaruma el primero de enero de 1812, con la presencia del regidor decano del cabildo y alcalde ordinario de primer voto. Fueron nombrados José Alvarado, José Vélez Ramírez y Francisco Ventilla, con otros cuatro substitutos, Cayetano Reyes, Manuel Valarezo, Francisco Machuca y Francisco Toro. Para el 26 denoviembrede 1811, el cabildo había aprobado la labor de Loaysa.

(31) González Suárez, tomo III, p. 438; Ortiz de la Tabla, p. 263: "Prácticamente desde la década de 1580 son continuas las noticias directas o indirectas relativas a la despoblación indígena de Loja, Zaruma y Zamora Las minas de Zaruma, motivo principal del esplendor de la zona en otra época, iban en un deterioro acelerado desde dicha década entre dos factores por la escasez de mano de obra indígena para el laboreo; Moreno Yáñez, S., pp. 360-36! .

(32) AGI, Lima, 1358: Descripción de la Real Villa de Zaruma, sus minerales, ingenios, habitantes y efectos comerciables ... s.f.

(33) Informe del Presidente de Quito, Joaquín de Molina del 15 de agosto de 1815, a favor de Loaysa. Gerónimo de Tomás Asencio, archivero de la Secretaría de Estado y del Despacho Universal de Indias, transmitió la Real Orden destacando los servicios del presbítero durante la revolución quiteña y recomendó su solicitud de la cruz de la Orden de Carlos ID, Madrid, 17 de diciembre de 1814.

(34) Cueva, A., p. 5; Velasco, F., 1975, p. 90.

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Artículos, Notas y Documentos----------------------

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