milagros en navidad
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Un milagro navideño trajo a la vida de Laura su tesoro más preciado. El tiempo ha pasado y de repente las circunstancias ponen en peligro su felicidad: quieren arrebatarle su milagro. Joel se entera de que su milagro está en poder de Laura. Debe recuperarlo porque considera que es él quien es merecedor de tenerlo. Se inicia entre Joel y Laura una lucha por obtener el maravilloso regalo, sin sospechar que la Navidad es época para multiplicar los milagros, no para arrebatarlos. Sin darse cuenta y a pesar de la rivalidad se ven envueltos en el milagro más grande de todos.TRANSCRIPT
MILAGROS EN
NAVIDAD
Mary Heathcliff
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Un milagro navideño trajo a la vida de Laura su tesoro más
preciado. El tiempo ha pasado y de repente las circunstancias
ponen en peligro su felicidad: quieren arrebatarle su milagro.
Joel se entera de que su milagro está en poder de Laura. Debe
recuperarlo porque considera que es él quien es merecedor de
tenerlo.
Se inicia entre Joel y Laura una lucha por obtener el
maravilloso regalo, sin sospechar que la Navidad es época
para multiplicar los milagros, no para arrebatarlos.
INDICE
PRIMER MILAGRO ................................................................. 6
Prólogo ................................................................................... 7
SEGUNDO MILAGRO ........................................................... 24
Capítulo 1 ............................................................................. 25
Capítulo 2 ............................................................................. 34
Capítulo 3 ............................................................................. 50
Capítulo 4 ............................................................................. 66
Capítulo 5 ............................................................................. 82
Capítulo 6 ............................................................................. 99
Capítulo 7 ........................................................................... 123
Capítulo 8 ........................................................................... 138
Capítulo 9 ........................................................................... 159
TERCER MILAGRO ............................................................ 180
Epílogo ............................................................................... 181
PRIMER MILAGRO
Prólogo
24 de diciembre de 2003
La Nochebuena se vislumbraba tan animada como lo
había estado siempre. Los villancicos sonaban en los
departamentos vecinos y también se oían las voces alegres de
las personas que festejaban la llegada de una Navidad más.
Pero Laura no festejaba.
¿Para qué?
Se levantó del sofá de piel en el que había estado
tratando de leer durante la tarde, para ir hacia el ventanal y
contemplar las luces navideñas que adornaban la calle. Desde
su departamento, justo frente a una de las avenidas principales
en un lujoso sector residencial, se podían ver varias cuadras,
todas ellas llenas de la alegría natural de la época.
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Una alegría que Laura había perdido desde hacía siete
años, cuando sus padres habían muerto en un terrible
accidente automovilístico. Ella tenía dieciocho años, y su
hermana Cynthia doce. No había sido fácil hacerse cargo de
ella misma y de la pequeña con el poco capital que le habían
heredado sus padres: sólo la casa y algo de dinero. Además de
cursar sus estudios universitarios, había tenido que buscar un
empleo para poder costear no sólo la vivienda y la
manutención sino también el colegio de su hermana y su
propia universidad.
Los siguientes cuatro años habían sido muy difíciles.
Todo el tiempo estaba ausente de casa, pues cuando no estaba
trabajando, estaba estudiando. El precio había sido muy alto.
Había descuidado a su hermana y la chica se había convertido
en una jovencita rebelde que no atendía consejo ni castigo.
El punto culminante de todo fue el día en que Cynthia
había descubierto que era adoptada. La había gritado y la
había insultado. A ella y a sus padres adoptivos. Los había
llamado mentirosos y traidores. De nada valieron las palabras
de Laura asegurándole que la habían querido como propia ni
todas las evidencias de ello. Cynthia había alegado que Laura
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tampoco la quería y que por eso la había hecho a un lado en
cuanto murieron sus padres. Todo el esfuerzo que había hecho
en ese tiempo para brindarle a su hermana una vida digna era
ignorado por la muchacha de dieciséis años.
Tres días más tarde, Cynthia se había marchado de la
casa y Laura nunca más había vuelto a saber de ella.
Su única familia había desaparecido por completo.
Trató de encontrarla. Era menor de edad. Incluso llegó a
pensar lo peor. Pero todo apuntaba a que la chica había
desaparecido deliberadamente.
Aun siete años después, no tenía noticia de la única
pariente que le quedaba viva. Sí, era su hermana, aunque no
lo fuera biológicamente lo había sido desde el día en que llegó
a casa. Recordaba la alegría de sus padres y la suya propia al
saber que tendría una hermanita a la cual querer. Pero no
había podido ser.
Perdónenme, papá y mamá, pensaba mientras su mirada
se perdía en las lucecitas de colores y sus ojos se llenaban de
lágrimas.
Sin familia, Laura había decidido entregarse de lleno a
su profesión. Se había graduado de diseñadora de modas con
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todos los honores por su rendimiento académico y
creatividad. Obtuvo un empleo en una de las mejores
compañías de moda y poco a poco empezó a ser reconocida
por su innovación y estilo. Era admirada, y en sólo un par de
años decidió que quería independencia, así que creó su propia
empresa que en menos de un año se había posicionado y le
daba una gran solvencia económica.
Laura se retiró de la ventana y miró todo lo que tenía
ahora. Había vendido la casa familiar. Los recuerdos
melancólicos no le habían permitido estar más tiempo allí. Se
había comprado un departamento en una de las mejores zonas
de la ciudad y lo había llenado de comodidades que sólo
pocas personas se podían permitir. Tenía también un auto
muy bonito y se podía dar el lujo de irse de vacaciones
cuando quisiera. Había consolidado un buen equipo de trabajo
y su vida profesional iba de viento en popa.
Pero se sentía sola.
Añoraba una familia.
Extrañaba a Cynthia.
Había tenido novios, pero en su fuero interno sabía que
no se había enamorado nunca, y por eso no había formalizado
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con ninguno.
Sus amigas le decían que era hora de formar su propia
familia, pero Laura no estaba convencida. Elegir un
compañero de vida y tener niños no era cosa para hacer de
buenas a primeras.
Era en esas fechas cuando más sentía que la golpeaba su
soledad y el recuerdo de su hermana. ¿Qué sería de ella?
¿Dónde estaría? ¿Cómo sería su vida? ¿Estaría bien?
El timbre de la puerta la sacó de sus pensamientos. De
seguro era alguna de sus amigas o alguna vecina que
sabiéndola sola venía para llevársela a cenar con ellos. Como
todos los años, terminaría yendo por no hacer un desaire y no
porque quisiera o se sintiera cómoda.
Pasó sus manos para borrar las huellas de las pocas
lágrimas que habían tocado sus mejillas y abrió la puerta.
Era un milagro.
Como si su mente la hubiera convocado.
Como si la vida quisiera hacerle un regalo.
—Cynthia —dijo Laura todavía sin creerlo.
—¿Puedo pasar? —fue la pregunta de la joven.
—Sí, claro —sonrió Laura. La sorpresa de verla no le
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había dejado notar que bloqueaba la entrada.
Laura se hizo a un lado y entonces notó que Cynthia se
volvió al pasillo para tomar una valija y empujar un pequeño
coche para bebé.
—Necesito que me dejes quedar aquí, aunque sea unos
días —fue lo primero que dijo Cynthia al entrar. Ni abrazos,
ni palabras de felicidad, ni nada.
Laura sintió algo de tristeza. Estaban frente a frente
después de más de tres años y eso era lo único que le decía.
La miró detenidamente. Esos pocos años habían borrado el
brillo del cabello rubio, la lozanía de la piel blanca y la
intensidad azul de los ojos de la joven. Se veía muy delgada y
demacrada, no parecía tener los diecinueve años que tenía.
Seguro estaba en problemas pues de otro modo no habría
acudido a ella.
—Claro que sí —dijo Laura—. El tiempo que quieras,
esta es tu casa.
La muchacha dejó la valija y el cochecito junto a un
sofá y paseó su mirada por la sala.
—Te ha ido muy bien —dijo con algo que Laura
reconoció como envidia.
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—Afortunadamente así es.
—Era lo que querías —dijo la muchacha—. Siempre
me dejabas para irte a trabajar y yo no te importaba. ¿Cómo te
iba a importar una recogida?
—Cynthia, por favor…
—Sí, sí, sí —dijo la muchacha acercándose a ella—. No
debí decir eso. Perdóname. Es que la vida no me ha tratado
bien.
Se miraron por unos instantes y Laura no pudo evitar
extender sus brazos. Era su hermana, su única familia. Ahora,
después de tanto estaba de nuevo allí, no importaban las
circunstancias. Entonces Cynthia se había abrazado a ella con
fuerza y las dos se habían echado a llorar.
—Te extrañé tanto —dijo Laura secándose las lágrimas
después del prolongado abrazo.
—Yo también —respondió Cynthia haciendo lo
mismo—. No vengo sola.
La mujer se acercó al coche del que Laura había
reparado pocos segundos sin mayor importancia por la
sorpresa de ver a su hermana de nuevo. Se agachó y sacó un
pequeño bultito que tomó en sus brazos con mucho cuidado.
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—Aquí está mi hijo, se llama Josh —dijo la muchacha.
Laura se acercó a ella y miró el rostro dormido del bebé.
Era tan pequeño, tan indefenso. Igual de indefenso que su
joven hermana. Se juró que esta vez lo haría bien, que los
protegería a los dos.
—Que hermoso —dijo mientras veía las bonitas
facciones del niño que a decir verdad no se parecía a Cynthia.
—Hace dos semanas que nació. ¿Quieres cargarlo? —
ofreció la joven madre.
Sin decir una palabra, la madre puso al niño en los
brazos de su hermana y por fin en muchos años, Laura sintió
que tenía una familia, alguien con quien compartir la vida y
por quien luchar. Sus ojos de nuevo se llenaron de lágrimas.
—Este es el regalo más bonito que me han hecho en
cualquier Navidad. Volver a verte a ti y tener también a tu
niño es lo mejor que me ha podido pasar.
—No llores —dijo Cynthia quitándole el niño. Luego se
sentó en el sofá—. Necesito que nos alojes aquí por un
tiempo. No tengo dónde ir, la casera donde vivía me dijo que
no me puede alquilar más la habitación porque no es lugar
para tener un bebé.
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Laura se preguntó por qué cantidad de penurias habría
pasado su hermana mientras ella prosperaba. Se sentó al lado
de ella que acunaba al bebé contra su pecho.
—No tienes que pedirlo. Esta es tu casa.
La joven volvió a pasear la mirada.
—¿Y la casa de nuestros padres?
—La vendí, era muy grande para mí sola. El dinero que
te corresponde está en una cuenta, puedo dártelo cuando
quieras.
Cynthia asintió con la cabeza.
—Lo agradecería, pero después hablaremos de eso. Por
ahora… debo quedarme un tiempo y buscar un nuevo lugar y
un nuevo trabajo.
—¿Qué ha sido de ti, Cynthia? ¿Por qué te fuiste? —
preguntó Laura después de unos instantes de silencio.
La joven alzó los hombros.
—Por tonta. Porque quería llamar la atención. Por
caprichosa. No lo sé.
Hubo un largo silencio en el que la muchacha miró a su
hijo.
—Trabajé como mesera en un bar durante mucho
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tiempo. Como era menor de edad me pagaban cualquier
cosa… pero me las apañé. Luego… entré como secretaria en
una compañía… hasta que el jefe me embarazó… y no quiso
saber nada más de mí.
Laura sintió ira. Su hermana la había pasado mal y
todavía se había encontrado con un infeliz aprovechado que
después de divertirse con ella le había dado la espalda con un
hijo suyo.
—No te preocupes. Ese idiota se pierde la dicha de
tener a este pequeño. Puedes confiar en mí. Te puedes quedar
aquí por el tiempo que quieras. Es más, te daré empleo en mi
empresa, entre las dos criaremos a tu hijo, Josh será el niño
más feliz del mundo.
Cynthia sonrió y asintió.
—Así, será hermana. Pero por ahora no quiero que
hablemos más, estoy algo cansada, vengo de muy lejos.
¿Tienes algo de comer?
Laura se levantó de un salto.
—Que tonta soy, no sospechaba… claro que sí, ya te
preparo algo. No tengo la típica cena de Nochebuena porque
no tengo con quien celebrar, pero hay pollo, arroz y ensalada.
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—Eso suena delicioso —sonrió Cynthia.
Laura corrió a la cocina y en pocos minutos preparó una
cena sencilla que dispuso sobre el comedor para compartirla
con su hermana por primera vez en muchos años.
Laura estaba exultante, no lo podía creer. Hacía menos
de una hora estaba pensando en su soledad y el dolor de haber
perdido a su hermana y ahora la tenía allí, con ella y con un
nuevo miembro de la familia, el pequeño Josh.
Cenaron en silencio. Ya habría tiempo para hablar, para
contarse sus cosas, para volver a ser amigas como lo habían
sido de niñas.
Después de cenar, Laura preparó la habitación de
huéspedes y tanto Cynthia como el bebé quedaron instalados.
—Espero que estés cómoda —dijo Laura antes de salir
de la habitación.
—Claro que sí —respondió la otra joven—. Muchas
gracias por esto que haces por mí.
—Eres mi hermana pequeña, te quiero, siempre te he
querido. He sufrido mucho estos años sin saber de ti. Y estoy
muy feliz de que hayas regresado a casa —dijo Laura con la
voz cargada de emoción.
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—Yo también te quiero, aunque no parezca.
Laura caminó hasta la joven y la abrazó antes de
marcharse para dejarla descansar.
En su cuarto, mientras se preparaba para dormir, se dio
cuenta de que Dios le había concedido un verdadero milagro.
Un milagro en Navidad.
Se durmió con una sonrisa en sus labios porque sabía
que a pocos metros tenía su familia. Ya no estaba sola.
*****
La mañana era un poco oscura, pero eso no afectaba el
ánimo de Laura. Le quedaba ese día entero y todos los
siguientes para disfrutar de la compañía de su hermana y su
sobrino.
Se levantó contenta. Se duchó y se vistió. Luego,
caminó hacia la habitación de su hermana y abrió la puerta
con cautela para no despertarla por si todavía dormía.
Pero la habitación estaba vacía.
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O casi vacía. Sobre la cama estaba el bebé dormido. Sin
embargo, su hermana no estaba. Se acercó al baño y
comprobó que tampoco estaba allí. Quizás había ido a la
cocina a comer algo.
Laura se dirigió hacia allí pero tampoco había nadie.
Todo estaba en silencio.
—Cynthia —llamó varias veces mientras recorría el
departamento. Pero no hubo respuesta.
Laura no comprendía lo que estaba pasando. Sintió de
nuevo la misma sensación de angustia y pérdida de hace años
cuando ella se marchó.
—Cynthia, no me asustes, por favor. ¿Dónde estás?
No hubo respuesta.
Como esa mañana años atrás, no hubo una respuesta.
Era imposible. No podía ser. Ella no se iría sin el bebé.
Laura corrió de nuevo a la habitación donde había
dormido su hermana. Sus ojos no la habían engañado. Allí
estaba el pequeño envuelto en su frazada. Estaba dormido. Se
sentó en la cama junto a él.
La joven miró hacia donde su hermana había puesto su
valija la noche pasada cuando se instaló en la habitación. No
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estaba.
No era coherente. Eso no podía ser posible. Cynthia no
se iría sin su hijo.
¿Qué estaba pasando? Laura no lo podía entender. De
no ser por el bebé que estaba sobre la cama habría pensado
que la visita de su hermana había sido un sueño. Pero no lo
había sido. La cama destendida y el bebé sobre ella eran
testigos físicos del reencuentro del día anterior.
De súbito, el niño se movió y se despertó para empezar
a llorar.
Laura lo miró algo asustada.
¿Qué iba a hacer?
—Cynthia, tu hijo está llorando. Ven —llamó de nuevo
en un último intento por querer que su hermana apareciera de
la nada, como lo había hecho el día anterior.
Pero la mujer no llegó. Y el niño siguió llorando.
Laura tomó al bebé entre sus brazos y empezó a
mecerlo como había visto hacer a sus amigas. ¿Qué sabía ella
de bebés? Muy poco. Nada.
—No llores… tu mamá vendrá y…
Laura no quiso seguir. No pudo. Era como si algo muy
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dentro de sí le avisara que Cynthia no iba a volver.
El niño se calmó. La miró con sus grandes ojos castaños
mientras sus sollozos se iban mitigando.
—¿Qué vamos a hacer? —le preguntó al bebé—. ¿Por
qué nos hizo esto? ¿Por qué se marchó de nuevo?
O quizás estaba exagerando. Quizás su hermana había
salido a comprar algo. No. No se llevaría la valija.
Laura comenzó a caminar por el cuarto sosteniendo el
bebé.
¿Qué iba a pasar ahora con el niño?
Salió del cuarto y volvió a la sala. Allí estaba el
cochecito del niño. ¿Habría comida para él? ¿Pañales? Esas
cosas no daban espera.
Aún con el bebé en los brazos se las ingenió para buscar
en el coche las pertenencias del niño. Y lo primero que vio
fue una hoja doblada.
Era la letra de Cynthia. La reconocería en cualquier
parte.
Laura:
Perdóname. No puedo hacerme cargo de Josh,
soy muy joven. Un niño me dificulta más la vida.
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No es para mí. El padre no quiere saber nada de
nosotros, es imposible que se lo deje a él. Tú
siempre has sido buena y responsable. Por eso
pensé en ti. Sé que a tu lado no le faltará nada.
Será un niño feliz. Cuídalo. Desde ahora eres su
madre.
Cynthia.
Era increíble. Era imposible.
Laura dejó caer el papel de sus manos y se centró en el
bebé que todavía la miraba curioso.
En su mente todavía no cabía que su hermana tuviera el
corazón para abandonar ese pequeño pedacito de vida. Era
muy bonito. Sus ojitos castaños eran muy vivaces. Sus
mejillitas rosadas mostraban lozanía. Su boquita bien
dibujada y rojita podía enamorar a cualquiera.
—No te sientas triste. Yo sí te quiero —le dijo Laura
mientras sus ojos se llenaban de lágrimas.
Se sentó desconsolada en uno de los sofás. No sabía por
qué estaba llorando. Si por ella misma, por el bebé o por los
dos.
El pequeño sintió la tristeza y el dolor de su nueva
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mamá y comenzó a llorar.
—Shh, no llores. No pasa nada. Estás conmigo y estarás
bien. Te lo prometo. No te faltará nada. Mientras yo viva, me
dedicaré a hacerte feliz.
Laura se secó las lágrimas y trató de tranquilizarse.
—No vamos a llorar más. Desde hoy comienza una
nueva vida juntos. Así será mi pequeño. Así será.
SEGUNDO MILAGRO
Capítulo 1
Diciembre de 2011
—Mamá —dijo el niño corriendo sonriente hacia Laura
quien lo esperaba a la salida del colegio con los brazos
abiertos.
—Mi pequeño Josh —dijo la mujer que lo estrechó
antes de darle un sonoro beso en la mejilla—. ¿Cómo te fue
hoy?
—Muy bien. La maestra me puso una estrellita —dijo el
niño enseñando el pequeño premio.
—Te felicito, mi pequeño.
—Desde hoy estoy en vacaciones para Navidad.
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—Que bien, así podremos hacer muchas cosas
divertidas además celebrar tu cumpleaños que ya casi llega.
Ahora vamos a casa.
La mujer y el niño entraron en el coche que pronto
partió hacia su hogar.
Ya no era el departamento que habitaba cuando no tenía
a su hijo. Ese había sido remplazado por una bonita casa con
mucho espacio y hasta un jardín para que el pequeño pudiera
jugar y correr a sus anchas.
La vida le había cambiado por completo aquella
Navidad.
Esa maravillosa Navidad en la que había llegado a su
vida su bien más preciado, su más grande tesoro: su hijo.
No había sido nada fácil.
Primero había tenido que adaptarse a ser madre de la
noche a la mañana, literalmente. Asumir todas las
obligaciones que requiere un bebé. Ahora era responsable por
una pequeña vida.
Después había estado la cuestión legal. Tuvo que
contratar a un abogado para que hiciera los trámites a fin de
lograr la custodia, ya que la adopción era imposible por ser
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una mujer soltera. Eso tampoco había sido sencillo. Mucho
tiempo, muchos trámites, mucho dinero y a veces la había
llegado a desesperar y hasta llenarse de pánico. El abogado le
había advertido que, si el Estado le negaba la custodia, ellos
se llevarían al niño y otra familia lo podría adoptar.
Pero todo había salido bien. El hecho de ser la tía del
pequeño había jugado a su favor, y también la desaparición
por segunda vez de su hermana.
Con el tiempo, su nueva condición de mamá había
dejado de ser algo nuevo y atemorizante para convertirse en
un maravilloso milagro.
Un milagro que había llegado para ella esa Navidad
hacía ocho años.
Al entrar en la casa, Laura notó que su hijo había estado
muy silencioso. Siempre era muy conversador, le relataba
todo lo que había hecho en el día con entusiasmo, pero ese día
no. El pequeño dejó su morral en el suelo y se sentó en un
sofá sin hacer amago de querer conversar con ella. Luego
reposó su mentón en una de sus manos con gesto abatido.
—¿Te pasa algo, mi pequeño? —preguntó Laura
sentándose a su lado.
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—Es que hoy se terminó el colegio —dijo el niño en un
tono un tanto lastimero.
Laura frunció el ceño. Si bien era cierto que al pequeño
Josh le gustaba la escuela, también era cierto que los periodos
vacacionales siempre eran recibidos con alegría y muchos
planes para divertirse.
—Pero el próximo año, volverás. ¿Por qué te sientes tan
triste?
El niño levantó la mirada hacia ella. Laura notó que
estaba decidiendo si le decía o no.
—Es que… extrañaré a mis amigos. A todos.
Eso era raro. Josh quería a sus amigos, pero nunca antes
se había comportado así por tener que dejar de verlos un
tiempo. Además, la mayoría de ellos vivían en el vecindario y
generalmente se reunían en el parque o en la casa de alguno
de ellos.
—Ya sabes que puedes invitarlos a jugar aquí.
—No —dijo el niño—. Joel no podrá venir.
Laura enarcó las cejas. Otra vez Joel.
—Josh, no te sientas triste —dijo ella tomando una
mano del niño—. Mira, en esta Navidad vamos a hacer
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muchas cosas divertidas. Todas las que tú quieras. Saldremos
al cine, al parque, a ver juguetes. También vamos a celebrar
tu cumpleaños ¿Ya pensaste qué quieres de regalo?
El niño negó con la cabeza. Y después asintió.
—¿No o sí? —preguntó Laura.
—Mmm quiero un coche, pero de esos de verdad, esos
que se pueden manejar.
Laura sonrió. No era un regalo barato, pero si eso hacía
feliz a su hijo, no veía por qué no. Josh era un niño bueno,
muy dulce, no hacía pataletas, tenía buen desempeño en el
colegio, no le daba problemas. Se merecía ese coche.
—Está bien, pero… me tienes que prometer algo —dijo
la mujer.
—¿Qué?
—Que… ya no vas a imaginarte más a Joel.
El niño de inmediato bajó la cabeza y quitó su mano de
las de su madre.
—Joel es mi… amigo, mamá. Yo lo quiero mucho.
—Mi pequeño, Joel sólo vive en tu imaginación —dijo
Laura tratando nuevamente de convencer al pequeño.
Hacía casi seis meses que el niño venía hablándole de
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♥ 30 ♥
Joel. Primero, Laura pensó que sería un nuevo amiguito de la
escuela, pero cuando habló con la maestra acerca de Joel,
supo que ningún niño llevaba ese nombre. La psicóloga del
colegio le había dicho que quizás la falta de hermanos hacia
que Josh creara a alguien más cercano, un amigo imaginario
que lo consentía y que lo cuidaba. Entonces Josh dijo que Joel
era más grande que él, y la psicóloga le había insinuado que
eso podría ser producto de la falta de una figura paterna.
¿Y ella qué podía hacer?
No había sido su decisión ser madre ni mucho menos
soltera. Pero la vida le había dado un hijo, no de su vientre,
pero sí de su corazón. Además, muchas mujeres en la
actualidad tenían hijos sin estar casadas y hacían un trabajo
magnífico, así que ella no sería la diferencia.
La psicóloga le había dicho que con el tiempo la ilusión
de Joel desaparecería y su hijo simplemente dejaría de hablar
de él. Pero ya había pasado mucho tiempo y eso no sucedía.
No es que a Laura le molestara particularmente que
Josh hablara de su amigo imaginario, es que no sabía hasta
qué punto esa ilusión mental le podría hacer daño al niño.
Pero no podía forzarlo. La psicóloga había sido clara en
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♥ 31 ♥
eso.
—Está bien, mi pequeño Josh. Cuenta con tu coche.
Cuando quieras iremos a comprarlo.
El niño sonrió y la abrazó. Después le dio un sonoro
beso en la mejilla.
—Eres la mejor mamá del mundo —dijo el niño.
—Y tú eres el mejor hijo del mundo.
—Te quiero mucho, mamá.
—Pero yo te quiero más.
—No, yo más.
—No, yo más.
El dulce enfrentamiento de palabras sobre quién quería
más a quien se llevó unos minutos hasta que terminó como
siempre: con una batalla de cosquillas y besos.
Finalmente, el niño se había retirado a su cuarto y Laura
se quedó en la sala.
¿Qué sería de mí sin mi pequeño Josh?, se preguntó.
Laura se paseó por allí pensando en la época. Desde
hacía ocho años la Navidad era muy especial para ella. Se
había terminado la melancolía y la tristeza. Ahora tenía a su
hijo, su mejor familia.
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♥ 32 ♥
¿Y Cynthia? ¿Dónde estaba?
Trató de sacarla de su mente como hacía siempre que
pensaba en ella.
Había sido una tonta al dejar a su niño. Si su hermana
hubiera sabido lo maravilloso que era el pequeño, no se habría
desprendido de él. Pero entonces ella no lo tendría, y sólo
Dios sabría cómo sería la vida de su Josh.
Porque era suyo. Sólo suyo.
Tembló de nuevo al pensar en Cynthia.
¿Y si decidía regresar por él?
No. Eso era imposible. En ocho años no había sabido
nada de ella. Bueno, tampoco había hecho un esfuerzo
particular para encontrarla…
Pero si se había desprendido de su hijo cuando era
apenas un bebé, significaba que mucho menos vendría ahora a
buscarlo. O eso era lo que ella creía.
Si volvía… no podría hacer nada. Ella lo había
abandonado y ningún juez le daría la custodia a una mujer que
abandona a su pequeño. No permitiría que nadie se lo
arrebatara.
¿Por qué pienso en esto? No, es tonto. Nadie me
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♥ 33 ♥
quitará a mi pequeño. Yo soy su madre y punto. Se acerca la
Navidad, así que sólo hay espacio para la alegría y la
celebración.
Laura despejó su mente de los pensamientos negativos y
se dedicó a planear su perfecta y maravillosa Navidad.
Capítulo 2
—Señora Laura —dijo Ana, la secretaria, entrando en
su oficina.
—¿Qué sucede? —preguntó Laura levantando la vista
hacia la mujer, y entonces detalló que estaba muy pálida—.
Ana, ¿qué pasa?
La muchacha parecía algo intranquila.
—Señora Laura, es que un hombre pide verla con
urgencia.
—¿Es de alguna empresa? —preguntó Laura
intrigada—. ¿Hay algún problema con algún contrato o…?
—No, no es de trabajo. Es personal y dice que le urge…
se llama… Joel.
Los ojos de Ana eran escrutadores, como si trataran de
analizar la reacción de Laura. Pero ella no conocía a nadie
que se llamara así. No sabía qué podría querer alguien a quien
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♥ 35 ♥
no conocía. Pero por la cara de Ana parecía importante.
—Hazlo pasar —se sorprendió diciendo cuando lo más
sensato era no recibirlo y averiguar antes de quién se trataba.
—Sí, señora —dijo la muchacha antes de desaparecer.
En instantes un hombre bastante alto entró en su oficina
y al verlo, Laura se levantó de la silla tremendamente
sorprendida. Ese no era cualquier hombre, era la versión
adulta de su pequeño Josh.
En un segundo su mente se llenó de afirmaciones.
Comprendía la razón de la expresión de Ana; la muchacha
había notado el parecido de su hijo con aquel hombre, por eso
estaba nerviosa porque nunca antes lo había visto ni oído de
él. Pero eso no era lo significativo. Lo realmente importante
era que sin que se presentara, ella ya sabía quién era él.
—No es necesario que se levante —dijo la voz profunda
que llegó hasta ella de su visitante no deseado mientras se
quedaba frente a ella, separados sólo por el escritorio.
—¿Qué hace aquí? ¿Qué quiere? —preguntó Laura a la
defensiva. Nada de preguntar sobre quien era, eso no hacía
falta. Tampoco podía ser amable: ese hombre había rechazado
a Josh desde antes de nacer, así que sus intenciones no podían
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♥ 36 ♥
ser buenas.
—Creo que lo más sensato es que primero nos
presentemos. Soy Joel Villalobos —dijo el hombre
extendiéndole la mano.
Laura no le respondió el saludo. Se limitó a observarlo
con una mezcla de sentimientos: el odio y el miedo eran los
más sobresalientes.
Tendría unos cuarenta años. Muy alto; Laura pasaba de
estatura a algunos hombres, pero a este no. De cabello negro y
brillante, igual que el de su hijo. Los ojos, tanto en forma
como en color eran exactos. Sólo que estos tenían una
expresión más escrutadora e intimidante. La nariz bien
definida y el mentón hablaban de un hombre osado. La boca,
cincelada de la misma forma perfecta que la de Josh sostenía
una expresión entre seria y enigmática. La piel era de un color
un tanto más oscuro que la de su pequeño, quizás era el único
rasgo distinto.
Por la forma en la que entró y su actitud corporal era un
hombre que sabía lo que quería. Decidido y fuerte. Esas
características podrían serle atribuidas a primera vista. Debajo
de la elegante ropa se podía adivinar un cuerpo atlético. Era
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un hombre que pasaba por la vida haciendo su voluntad,
pasando incluso sobre los demás. Era un hombre al cual
temer. Era un hombre al cual admirar. Laura sintió un
escalofrío.
—Vaya, parece que no soy bienvenido, Laura —dijo el
hombre sacando a la mujer de sus pensamientos y bajando su
mano ante el rechazo de ella.
—¿Qué quiere? —repitió ella tratando de esconder la
impresión que le había causado.
El hombre se sentó ante el escritorio y espero a que ella
hiciera lo mismo. En cuanto la muchacha se sentó habló.
—Quiero conversar contigo —dijo él.
Laura no podía creerlo. Que ese hombre apareciera
ahora, tantos años después del nacimiento de Josh, no le
gustaba nada. Había muchas preguntas que requerían una
respuesta inmediata.
—¿Qué sabe de mí? —dijo ella—. ¿Cómo dio con
nosotros? ¿Qué quiere?
El hombre miró a la mujer que estaba visiblemente
nerviosa.
Era mucho más hermosa de lo que había adivinado en
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las fotos y los videos que le había entregado el investigador
privado que había contratado. No había notado la intensidad
de esos ojos color avellana ni la tersura de la piel blanca,
aunque sí el bello rostro en forma de corazón, la nariz casi
perfecta y el cabello oscuro que caía sobre los hombros. La
boca se veía más roja y más provocativa y su cuerpo alto y
esbelto estaba perfectamente redondeado donde debería
estarlo; el elegante traje de ejecutiva lo dejaba ver claramente.
Sí, era muy bella.
—No te pareces a tu hermana —dijo el hombre.
Laura se removió incómoda. El escrutinio visual al que
acababa de ser sometida la había afectado. Hacía mucho que
un hombre no la miraba con tal descaro, y siempre le había
molestado. Ahora… ahora había sentido algo extraño.
—Cynthia era adoptada —dijo Laura.
—Así que tus padres se dieron a la labor de educar a
una pequeña que no era de ellos. Y ahora tú te dedicas a hacer
lo mismo.
—Josh es mi hijo —se defendió Laura.
—No, tienes la custodia de Josh que en realidad es mi
hijo —aseguró el hombre con enfado.
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La furia de Laura creció.
—Yo he criado a Josh desde que tenía dos semanas de
vida, eso me hace su madre. Usted es un cínico y un
sinvergüenza. ¿Cómo se atreve a buscar a Josh después de
que usted mismo lo rechazó años atrás?
—¿De qué hablas? —preguntó él frunciendo el
entrecejo.
—Cynthia me dijo que en cuanto le había dicho de su
embarazo usted le había dado la espalda.
Joel la miró confundido.
—Me enteré de la existencia de mi hijo hace apenas
ocho meses —dijo con tono serio.
Laura no le quería creer. Pero tenía la sensación de que
sus palabras eran verdaderas.
—Eso no es cierto. Usted es un hombre sin escrúpulos
que sedujo a una pobre muchacha y después la apartó de su
vida en cuanto supo que sus diversiones tenían consecuencias
—dijo ella furiosa.
—¿Qué disparates estás diciendo? —dijo el hombre
visiblemente molesto inclinándose hacia adelante—. ¿Una
pobre muchacha? ¿Puede describirse a Cynthia como una
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pobre muchacha? Yo no diría eso.
—No le permito que hable mal de mi hermana.
—¿Sabes a qué se dedicaba tu hermana cuando la
conocí? —preguntó él.
—Era su secretaria —afirmó Laura decidida.
—¿Secretaria? —preguntó el hombre sorprendido antes
de soltar una sonora carcajada—. No sabía que ahora
llamaban así a las mujeres que venden favores sexuales.
Laura abrió mucho los ojos y se puso de pie.
—Cállese. No le permito que calumnie de esa manera a
Cynthia.
El hombre también se levantó.
—Parece ser que ella no te ha dicho la verdad, pero en
estos momentos eso no importa. No vengo a hablar de tu
díscola e irresponsable hermana, vengo a hablarte de mi hijo.
—No hay nada que hablar. Usted no tiene ningún
derecho. Por favor, salga de aquí —dijo ella.
El hombre volvió a sentarse.
—Te equivocas, Laura.
Laura no se sentó. Sólo lo miró fijamente por unos
instantes.
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Se veía muy tranquilo. Como si supera mucho de ella.
Era injusto. Hasta ese momento ella desconocía su existencia.
Cynthia sólo le había dicho que el hombre no la había querido
apoyar cuando quedó en embarazo. Ahora él se aparecía
alegremente. ¿Acaso quería chantajearla? ¿Quería quizás
dinero? Por la ropa que usaba se veía que no era pobre.
¿Hacía su fortuna chantajeando mujeres?
—Me miras con excesiva desconfianza. Eres muy
transparente. No puedes ocultar lo que estás pensando —dijo
el hombre mirándola.
La intención de Joel no era decir eso. Pero esa mujer era
un misterio para él. Lo que le habían dicho de ella no
correspondía con lo que estaba viendo, y él casi nunca se
equivocaba de las conclusiones que sacaba al analizar a las
personas.
Laura se giró y se alejó unos pasos. Era verdad que era
muy transparente. Nunca había podido disfrazar sus
emociones. Aborrecía que ese extraño pudiera leer en ella
como un libro abierto.
—Salga de acá inmediatamente —dijo ella.
—Ya te dije que eso no es posible. Siéntate para que
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podamos hablar en calma.
Laura odiaba la voz gentil y a la vez poderosa. Era
evidente que él tenía el dominio de la situación.
La mujer se sentó rápidamente en su puesto.
—¿Qué quiere?
—A mi hijo —respondió él.
—Eso no es posible. No puede ser posible.
—Pero lo es —dijo él—. Hace poco me enteré de su
existencia y quise saber más, conocerlo. Es exactamente igual
a mí en más de un sentido.
Laura lo miró. Era verdad. Terco y autoritario.
—¿Cómo supo de nosotros? ¿Quién es usted en
realidad?
El hombre la miró detenidamente por unos instantes. No
quería revelar mucho de sí, no era bueno destapar las cartas
tan pronto.
—Soy el padre de Josh.
—Eso ya lo sé —dijo ella—. No se necesita ser un
genio para notar el parecido. Me refiero a usted. ¿Quién es?
¿Por qué después de tantos años quiere reclamar al niño?
—Ya te dije que me enteré de su existencia hasta hace
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poco.
—No le creo —dijo ella.
—Mi nombre es Joel Villalobos, ya te lo dije —dijo él
ignorando el último comentario de la mujer—. De seguro
Josh me ha mencionado alguna que otra vez…
No. No podía ser. La verdad del amigo imaginario de su
hijo le caía como un baldado de agua helada.
—Usted. ¿Cómo se atrevió? ¿Cómo lo hizo? No
entiendo… ¿por qué no me di cuenta de nada? —preguntó
Laura confusa asimilando la noticia. Ni siquiera había
relacionado el nombre cuando la secretaria se lo había dicho.
—Quería conocer a mi hijo. No sabía qué personas lo
estaban criando y sólo si me acercaba a él podría tener un
contacto cercano y directo. Si no lo hubiera hecho así de
seguro habrías movido cielo y tierra para impedir que lo viera.
Ella movió la cabeza en señal de desaprobación.
—Usted no tenía ningún derecho a hacer eso —dijo
ella.
—Es mi hijo y tengo todo el derecho.
Simplemente esto no podía estar pasándole a ella. Era
una pesadilla. La peor de su vida.
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Siempre temió que Cynthia pidiera aparecer para
llevarse al niño. Ella sabía cómo manejar a su hermana, pero
no a un desconocido.
—Entienda algo —dijo Laura—. El día que usted
rechazó al niño que aún no nacía perdió todos los derechos.
Derechos que me ha concedido la ley.
El hombre se levantó de la silla malhumorado.
—Ya te dije que no sabía de su existencia.
—Cynthia no me dijo eso.
—Pues yo tengo pruebas y testigos de que es como yo
digo.
Laura trató de hacer memoria si la carta que había
dejado su hermana hablaba de ello. No recordaba. De todas
maneras, la carta tampoco la tenía ahora. La había aportado
como prueba para que le dieran al niño en custodia. ¿De qué
hablaría ese hombre? ¿Pruebas? ¿Testigos? No, no podía ser.
¿Y si era verdad? ¿Si Cynthia le había mentido?
Joel estudiaba la confusión que pasaba por el bellísimo
rostro femenino y la furia de esos preciosos ojos avellana.
Había muchas cosas que no concordaban. Le habían
asegurado que Laura muy seguramente le sería indiferente
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tener al niño con ella o no. Pero parecía que no era así.
El hombre se sentó de nuevo mientras la mujer no
dejaba de mirarlo.
—Lo mejor es que hablemos con calma —concluyó él.
—¿Cómo quiere que me calme si me habla de quitarme
a mi hijo? ¿Cómo quiere que me calme cuando me dice que lo
ha estado viendo en secreto? ¿Cómo quiere que me calme si
se nota que sabe de mí sin conocerme?
Joel tenía que aceptar que Laura tenía razón.
—Vamos a comenzar por donde debimos —dijo el
hombre—. Soy Joel Villalobos, el padre de Josh. Hasta hace
poco no sabía que tenía un hijo. Ahora lo sé y lo quiero
conmigo.
Ella volvió a negar con la cabeza.
—No. Las cosas no son así de fáciles. ¿Cómo puede
pretender quitarme a mi hijo? Yo lo vi crecer, lo eduqué, lo
cuidé, le di la protección y el amor que mi hermana y usted le
negaron. No puede venir de buenas a primeras a decir que lo
quiere, a alejarlo de lo que conoce como propio.
Joel estaba sorprendido. No imaginó esa reacción.
Pensó que ella se sentaría a hablar fríamente con él, no con
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esa vehemencia y menos para defender su rol de madre.
Laura Serrato era conocida por ser una de las mejores
diseñadoras y empresarias de los últimos tiempos. Su agitada
y ocupada vida no le dejaba espacio para un niño. Eso era lo
que le habían dicho. Así que ella tendría que estar conforme
de poder librarse. A menos que…
—No soy pobre. Te compensaré por el tiempo y el
dinero que has invertido en mi hijo.
Eso fue suficiente para que Laura decidiera que no
quería escuchar más.
—¡Lárguese inmediatamente! —dijo ella poniéndose de
pie—. Es usted un ser despreciable. Mi hijo no está en venta.
El hombre se levantó de nuevo.
—No fue mi intención decirte que…
—¡Cállese! —dijo ella—. No quiero escuchar una
palabra más. Salga de aquí o llamaré a seguridad.
Para Joel era evidente que Laura no iba a ceder.
Además estaba furiosa. En parte era su culpa y no quería
conversar con ella en ese ánimo.
—Está bien, me marcho. Pero quiero que sepas que
estoy totalmente decidido a tener a mi hijo conmigo.
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—Sobre mi cadáver —dijo ella apretando los dientes.
—No será necesario llegar hasta allá —dijo él mientras
sacaba una pequeña tarjeta de su bolsillo—. Cuando te calmes
y estés en disposición para hablar conmigo, puedes
contactarme aquí.
Joel le extendió la tarjeta a Laura quien en cuanto la
tomó la hizo pedazos y la tiró sobre el escritorio que los
separaba.
—Eso no es sensato, Laura —dijo él sacando una nueva
tarjeta y dejándola sobre unos documentos junto a la que
ahora estaba hecha pedazos.
—Lo que no es sensato es que trate de quitarme a mi
hijo. No lo permitiré —dijo ella con más ira que antes.
Joel la miró sorprendido. Estaba furiosa y la vez se
notaba el miedo. ¿Tendría ella idea de lo bella que se veía así?
—¿Tan apasionada eres para todo? —Joel no pudo
evitar hacer la pregunta porque precisamente eso era lo que
rondaba en su mente. Se notaba que esa mujer tenía una
fuerza interna que la hacía amar y odiar con pasión.
—No le permito una insolencia más —fue la respuesta
de ella tomando el teléfono haciendo caso omiso del temblor
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que la recorrió al oír esas palabras dichas con esa voz—.
Salga de inmediato o le juro que haré que lo saquen.
—Nos volveremos a ver, Laura —dijo antes de dirigirse
hacia la puerta.
La mujer puso la bocina en su lugar y se sentó en
actitud de derrota. Sin poder evitarlo se echó a llorar.
No podía salir de la estupefacción. Eso no podría estar
pasando en realidad. Tenía que ser una pesadilla. Nadie podía
quitarle a su hijo. Nadie podía aparecer de buenas a primeras
y decidir que quería ser padre para llevarse al pequeño que se
había convertido en su vida.
Y el miserable había estado viendo al niño.
¿Cómo? Tenía que hablar con Josh.
¿Quién era ese hombre?
Laura miró la tarjeta, la que él había puesto sobre los
documentos y que ella no había tocado. La tomó.
Joel Villalobos. Abogado.
El miedo y la angustia aumentaron. No podía ser
verdad.
Ese hombre tenía que haber salido de su imaginación,
sí, eso era. No podía existir un hombre que fuera tan atractivo
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y tan malvado a la vez. Esos sólo existían en las novelas.
Observó la tarjeta y se convenció de que era verdad.
Estaba paralizada.
Pero no se podía quedar paralizada. No podía dejar
pasar el tiempo. Tenía que actuar de inmediato.