milagros de nuestra señora (selección)

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  • 8/20/2019 Milagros de Nuestra Señora (Selección)

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    MILAGROS DE

    NUESTRA SEÑORAGonzalo de Berceo

    (Selección)

      Introducción…………………………………………………………………  2

    Milagros

      El sacristán impúdico……………………………………………………  7  El clérigo ignorante………………………………………………………  10  El prior y el sacristán……………………………………………………  12  El niño judío…………………………………………………………………  15 

    La abadesa encinta………………………………………………………  18 

    La deuda pagada…………………………………………………………  27

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    Introducción

    Amigos e vasallos de Dios omnipotente, 1si escucharme quisierais de grado atentamenteyo os querría contar un suceso excelente:

    al cabo lo veréis tal, verdaderamente

    Yo, el maestro Gonzalo de Berceo llamado, 2yendo en romería acaecí en un pradoverde, y bien sencido, de flores bien poblado,lugar apetecible para el hombre cansado.

    Daban olor soberbio las flores bien olientes, 3refrescaban al par las caras y las mentes;manaban cada canto fuentes claras corrientes,en verano bien frías, en invierno calientes.

    Gran abundancia había de buenas arboledas, 4higueras y granados, perales, manzanedas,y muchas otras frutas de diversas monedas,pero no las había ni podridas ni acedas.

    La verdura del prado, el olor de las flores, 5las sombras de los árboles de templados saboresrefrescáronme todo, y perdí los sudores:podría vivir el hombre con aquellos olores.

    Nunca encontré en el siglo lugar tan deleitoso, 6

    ni sombra tan templada, ni un olor tan sabroso.Me quité mi ropilla para estar más viciosoy me tendí a la sombra de un árbol hermoso.

    A la sombra yaciendo perdí todos cuidados, 7y oí sones de aves dulces y modulados:nunca oyó ningún hombre órganos más templadoni que formar pudiesen sones más acordados.

    Unas tenían la quinta y las otras doblaban; 8otras tenían el punto, errar no las dejaban.

    Al posar, al mover, todas se acompasaban:aves torpes o roncas allí no se acostaban.

    No hay ningún organista, ni hay ningún violero, 9ni giga, ni salterio, ni mano de rotero,ni instrumento, ni lengua, ni tan claro vocerocuyo canto valiese junto a éste un dinero.

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    Pero- aunque siguiéramos diciendo sus bondades, 10el diezmo no podríamos contar ni por mitades:tenía de noblezas tantas diversidadesque no las contarían ni priores ni abades.

    El prado que yo os digo tenía otra bondad: 11por calor ni por frío perdía su beldad,estaba siempre verde toda su integridad,no ajaba su verdura ninguna tempestad.

    En seguida que me hube en la tierra acostado 12de todo mi lacerio me quedé liberado,olvidé toda cuita y lacerio pasado:¡el que allí demorase sería bien venturado!

    Los hombres y las aves cuantas allí acaecían 13llevaban de las flores cuantas llevar querían,

    mas de ellas en el prado ninguna mengua hacían:por una que llevaban, tres y cuatro nacían.

    Igual al paraíso me parece este prado, 14por Dios con tanta gracia y bendición sembrado:el que creó tal cosa fue maestro avisado;no perderá su vista quien haya allí morado.

    El fruto de los árboles era dulce y sabrido: 15si Don Adán hubiese de tal fruto comidode tan mala manera no fuera decebido

    ni tomaran tal daño Eva ni su marido.Amigos y señores: lo que dicho tenemos 16es oscura palabra: exponerla queremos.Quitemos la corteza, en el meollo entremos,tomemos lo de dentro, lo de fuera dejemos

    Todos cuantos vivimos y sobre pies andamos 17-aunque acaso en prisión o en un lecho yazgamos— todos somos romeros que en un camino andamos:esto dice San Pedro, por él os lo probamos.

    Mientras aquí vivimos, en ajeno moramos; 18la morada durable arriba la esperamos,y nuestra romería solamente acabamoscuando hacia el Paraíso nuestras almas enviamos.

    En esta romería tenemos un buen prado 19en que encuentra refugio el romero cansado:es la Virgen Gloriosa, madre del buen criadodel cual otro ninguno igual no fue encontrado.

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    Este prado fue siempre verde en honestidad, 20porque nunca hubo mácula en su virginidad;

     post partum et in partu fue Virgen de verdad,ilesa e incorrupta toda su integridad.

    Las cuatro fuentes claras que del prado manaban 21nuestros cuatro evangelios eso significaban:que los evangelistas los que los redactaban,cuando los escribían con la Virgen hablaban.

    Cuanto escribían ellos, ella se lo enmendaba; 22sólo era bien firme lo que ella alababa:parece que este riego todo de ella manaba,cuando sin ella nada a cabo se llevaba.

    La sombra de los árboles, buena, dulce y sanía, 23donde encuentra refugio toda la romería,

    muestra las oraciones que hace Santa María,que por los pecadores ruega noche y día.

    Cuantos son en el mundo, justos y pecadores, 24coronados y legos, reyes y emperadores,allí corremos todos, vasallos y señores,y todos a su sombra vamos a coger flores.

    Los árboles que hacen sombra dulce y donosa 25son los santos milagros que hace la Gloriosaque son mucho más dulces que la azúcar sabrosa,

    la que dan al enfermo en la cuita rabiosa.Y las aves que organan entre esos frutales, 26que tienen dulces voces, dicen cantos leales,esos son Agustín Gregorio y otros tales,todos los que escribieron de sus hechos reales.

    Todos tenían con ella gran amistad y amor, 27en alabar sus hechos ponían todo su ardor;todos hablaban de ella, cada uno a su tenor,pero en todo tenían todos igual fervor.

    El ruiseñor que canta por fina maestría, 28y también la calandria, hacen gran melodía;pero cantó mejor el barón Isaíasy los otros profetas, honrada compañía.

    Cantaron los apóstoles por modo natural, 29confesores y mártires hacían bien otro tal;las vírgenes siguieron a la madre caudal;todos ante ella cantan canto bien festival.

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    Por todas las iglesias —y esto es cada día—  30cantan laudes ante ella toda la clerecía;todos festejan y honran a la Virgo María:estos son ruiseñores de gran placentería.

    Volvamos a las flores que componen el prado, 31que lo hacen hermoso, apuesto y tan templado:las flores son los nombres que dan en el dictada la Virgo María, madre del buen criado.

    Esta bendita Virgen es estrella llamada, 32estrella de los mares y guía muy deseada;es de los marineros en la cuita implorada,porque cuando la ven la nave va guiada.

    La llaman —y lo es— de los Cielos Reina, 33templo de Jesucristo, estrella matutina,

    señora natural y piadosa vecina,de cuerpos y de almas salud y medicina.

    Ella es el vellocino que fue de Gedeón 34en que vino la lluvia, una grande visión;y la llaman la honda de David el barón,con la cual confundió al gigante felón.

    Es llamada fuente de quien de quien todos bebemos, 35Y nos dio el alimento de quien todos comemos;Ella es llamada el puerto a quien todos corremos,

    Y puerta por la cual muestra entrada atendemos.Ella con gran derecho es llamada Sión, 36porque es nuestra atalaya y nuestra protección;ella es llamada trono del sabio Salomón,rey lleno de justicia, muy sapiente barón.

    No existe nombre alguno que del bien no provenga 37que de alguna manera con ella no se avenga;y no hay tal que raíz en ella no la tenga:ni Sancho ni Domingo, ni Sancha ni Domenga

    La llaman vid, y es uva, y almendra, y es granada 38que de granos de gracia está toda plasmada;oliva, cedro, bálsamo, palma verde brotada,pértiga en la que estuvo la sierpe levantada.

    La vara que Moisés en la mano llevaba, 39que confundió a los sabios que Faraón preciaba,con la que abrió los mares y después los cerraba,si no es a la Gloriosa, al no significaba.

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    Si parásemos mientes en el otro bastón 40que partió la contienda y estuvo por Aarón,al no significaba —lo dice la lección— sino a la Gloriosa, y con buena razón.

    Amigos y señores, en vano contendemos, 41estamos en gran pozo, fondo no encontraremos:más serían los nombres que de ella leemosque las flores del campo mayor que conocemos.

    Ya dijimos arriba que eran los frutales 42en los que hacían las aves los cantos generalessus milagros muy santos, grandes y principales,los cuales organamos en las fiestas caudales.

    Pero quiero dejar los pájaros cantores, 43las sombras y las aguas, las antedichas flores:

    quiero de estos frutales, tan llenos de dulzores,hacer algunos versos, amigos y señores.

    Quiérame en estos árboles un ratito subir 44—es decir, quiero algunos milagros escribir—.La Gloriosa me guíe que lo pueda cumplir,que solo no podría bien airoso salir.

    Tendré por un milagro más que hace la Gloriosa 45el que quiera guiarme a mí en esta cosa:Madre llena de gracia y Reina Poderosa,

    Tú me guías en esto, porque Tú eres piadosa.Por España quisiera en seguida empezar, 46por Toledo la grande, afamado lugar:que no sé por qué extremo comenzaré a contar,porque son más que arenas a la orilla del mar.

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    II. El sacristán impúdico

    Amigos, si quisieseis esperar y no escuchar, 75ahora otro milagro os quiero yo contaren que honrando a la Virgen, Jesús quiso mostrar

    homenaje a la Madre que le dio de mamar.En un cierto convento, un buen monje vivía 76-el nombre del lugar decirlo no sabría-,quien tal fervor guardaba a la Virgen Maríaque ante su imagen siempre la reverencia hacía.

    Al verse ante la estatua al pasar día a día 77Se ponía de hinojos diciendo Ave, María.El abad lo nombró jefe de sacristíael premio a la virtud que s ele atribuía.

    El enemigo, el Malo –de Belcebú vicario-, 78que de los hombres buenos es malvado adversario,quiso llevarlo por el camino contrarioy perturbando al monje… ¡lo volvió fornicario! 

    Una mala costumbre tomó aquel pecador: 79de noche, cuando estaba retirado el prior,por la Iglesia fugábase desde su dormitorioy corría, perverso, a hacer su ruin labor.

    Y, tanto la salida como después de entrada, 80

    ante el altar debía cruzar en su pasada,y allí mismo rezaba la oración consagrada.no se le olvidaba nunca en ninguna vegada

    Bien cerca del convento, el río Sena corría, 81y el monje lo cruzaba toda vez que volvía,de saciar la lujuria que su honor destruía.¡Cayó una noche al río, y allí se ahogaría!

    Cuando llegó la hora de maitines cantar, 82no estaba la persona que debía tocarlas campanas según se usaba en el lugar.Fueron, pues, a la iglesia el fraile a despertar.

    Tras de buscar las llaves y que la iglesia abrieron 83a duras penas, todos a despertarle fueron.Todo de arriba abajo, buscándolo anduvieron,y donde se ahogó al fin lo descubrieron.

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    Comprender no podían lo que pudo pasar, 84si murió o lo mataron, no sabían juzgar.Grande era la ansiedad y aún mayor el pesar,pues tal suceso daba mala fama al lugar.

    Mientras el cuerpo estaba sumergido en el río, 85

    el pleito por su alma causaba un desvarío.Llegaron los demonios muchos en un gentíoa llevarla al infierno, donde todo es vacío.

    En tanto Satanás por ganarla atropella, 86acudieron los ángeles del Cielo hacia ella,y entre éstos y aquéllos formóse gran querellay la fuerza de unos contra la otra se estrella.

    Los ángeles por fin dejaron la batalla 87viendo que la defensa no podían ganallaya que el tal sacristán pecó de mortal falla

    sin darle a su pecado ni límite ni valla.

    La Virgen decidió socorrer a su leal 88del poder del Demonio que le quiso hacer mal,y Reina, como es, de todos por igualles dio las razones de su ley capital.

    Expuso la Gloriosa con palabra sagrada: 89 ―Con esta alma, vosotros –dijo- no tenéis nada,pues mientras a su cuerpo estuvo encomendada,de mi fe y protección no fue desamparada‖. 

    De entre aquellos demonios apareció un vocero 90muy sagaz y sutil, astuto y marullero:

     ―Tú eres Madre de un Hijo que dijo ser primero en juzgar rectamente y sin violar el fuero.

    Está escrito que el hombre siempre será juzgado 91a la hora de su muerte, en gracia o en pecado.Si tal decreto ahora fuese por ti falseado,el Evangelio todo será desprestigiado‖. 

     ―Hablas –dijo la Virgen- como necio sin ciencia, 92

    y no te lo reprocho, pues obras sin conciencia.Cuando él salió esta noche iba con mi licencia,y en cuando a su pecado, le daré penitencia.

     ―Y para demostrar mi ecuánime solvencia  93apelo a Jesucristo con plena reverencia.El Todo Poderoso con su magna sapienciay por su propia boca dictará la sentencia‖. 

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    Dios, el Rey de los Cielos, el Supremo Hacedor, 94solucionó el conflicto con su fallo mejor.Mandó tornar el alma al cuerpo pecadorpara juzgar conforme a conducta posterior.

    El convento se hallaba triste y desamparado 95desde que el mal ejemplo se había divulgado.Cuando regresó el fraile, después de lo narrado,espantáronse todos ante el resucitado.

    Hablóles el buen hombre y dijo: ―Compañeros, 96de que morí y he vuelto, podéis estar certeros.Gracias a la Gloriosa que salva a sus obrerosme libré de las manos de espantosos guerreros‖. 

    Luego les fue contando su historia: lo que hacía, 97lo que hablaron los diablos con la Virgen María.

    Cómo intervino Ella con su santa porfía,salvándolo de un sino que el más negro sería.

    Dieron gracias a Dios, de buena voluntad, 98y a Nuestra Señora, la Madre de Piedad,que milagro tan grande hizo con su bondaden favor de la fe y de la cristiandad.

    Se confesó aquel monje. Hizo penitencia. 99Se curó de su mala y perversa incontinencia.Tras servir a la Virgen mientras tuvo existencia,

    murió en gracia de Dios sin hacer reincidencia.¡Y Requiescat In Pace, por divina clemencia!

    Muchos otros notables milagros, señalados 100hizo Santa María por sus siervos amados.Ni un milésimo de ellos serían relatados,pero con lo ya dicho quedaréis bien pagados.

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    IX. El clérigo ignorante

    Erase un simple clérigo ―pobre de clerecía‖   220que cotidianamente a la Virgen Maríale rezaba la única miza que conocía,

    pues ahí terminaba todo lo que sabía.Denuncia sobre este caso llegó hasta el obispado 221con el cargo de ser ignorante probado.EL SALVE SANCTA PARENS era lo único rezado,pues de las demás misas no se había enterado.

    Al saberlo el obispo se molestó, y con saña 222dijo: ―Jamás oí barbaridad tamaña. Id a decirle a ese hijo de madre tan extrañaque ante mí se presente sin excusa ni maña‖. 

    Vino él ante el obispo presintiendo lo peor, 223pues del espanto había perdido hasta el colory sentía vergüenza de mirar a su prior.Nunca se había visto en aprieto mayor.

    El obispo le dijo: ―Dime tú la verdad.  224¿Es cierto lo que dicen sobre tu necedad?‖  Le contestó el buen hombre: ―Señor, por caridad, si dijese que no, diría falsedad

    Le replicó el obispo: ―Si careces de ciencia  225

    y de capacidad y hasta de inteligenciapara cantar más misas, escucha mi sentencia.Búscate en otros medios el pan de tu existencia‖. 

    Quedóse el sacerdote triste, desamparado, 226sintiendo la vergüenza del desacreditado.Se fue ante la Gloriosa quejoso y apenadopidiéndole consejo al sentirse aterrado.

    La Madre imponderable, la que jamás falló 227al que de corazón a sus plantas cayó,el ruego de este clérigo ignorante escuchó,y sin retardo o plazo muy luego lo ayudó.

    La Virgen, la Gloriosa, la Madre sin lesión, 228se apareció al obispo en severa visión,y con duras palabras y muy bravo sermónle descubrió – sincera – todo su corazón.

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    Bravamente le dijo: ―Don obispo inhumano:  229¿por qué te ha comportado conmigo tan villano?Yo jamás te quité ni lo que vale un grano,pero tú me has quitado mi buen ―capellano‖. 

     ―Él me cantaba misa sin cesar, día a día  230pero tú lo estimaste ofensa y herejía,

     juzgándolo a él bestia, y a su obra baldía.Le quitaste la Orden de la Capellanía.

     ―Si ahora tú le impides cantar la misa mía  231como estaba habituado, yo a ofensa lo tendría.Te hallarás con la muerte al trigésimo díay sabrás del coraje de la Virgen María‖. 

    Con tales amenazas, el obispo – espantado –  232mandó a buscar al punto al preste castigado,

    y le rogó el perdón de haberse equivocadoarguyendo haber sido por otros engañado.

    Le mandó que la misa habría de cantar 233tal como a la Gloriosa le gustaba, en su altar,y le agregó que todo el vestir y el calzaren adelante, él mismo se lo habría de dar.

    Regresó ese buen hombre a su capellanía 234a servir a la Virgen Madre Santa María,y falleció en su oficio, tal como yo querría,

    y su alma fue a la Gloria, la mejor cofradía.Nosotros no podríamos escribir ni rezar 235aunque por muchos años lográramos durar,para siquiera un diezmo de milagros contar,en que Dios su presencia le gusta revelar.

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    XII. El prior y el sacristán

    En la famosa villa que se llama Pavía, 281ciudad de las más prósperas que hay en la Lombardía,un famoso convento entonces existía

    habitado por hombres de sana compañía.Era este monasterio erigido en honor 282del Señor Jesucristo, de nuestro Salvador.Durante esta aventura lo gobernaba un priorque gustaba vivir tan sólo a su sabor.

    Tenía esa persona la lengua envenenada 283para decir horrores de su Regla Sagrada,y hacía por tal causa vida desordenada.Pero rezar sus Horas nunca olvidó por nada.

    Tenía una costumbre que le dio buen provecho: 284rezar sus oraciones puesto de pie, derecho,honrando a la Gloriosa hasta estar satisfechocon lo que Satanás sentía gran despecho.

    Aunque de muchas cosas se revelaba ignoto 285y era, como dijimos, un hombre boquirroto,en amar a la Virgen María era devoto,por lo cual a ensalzarla nunca le puso coto.

    Cuando Dios lo dispuso murió el citado prior, 286

    pero cayó en destierro, en el exilio peor,donde sufrió desgracias en grado superiorque pudo concebir el más rudo rencor.

    Había un Sacristán en aquella abadía 287que lo cuidaba todo en la sacristaníacuyo nombre era Uberto, sujeto de valíaque prestigiaba a aquel convento en que vivía.

    Antes de los maitines y muy de madrugada 288Se levantó a rezar y, en labor continuada,a tocar las campanas para la levantada,a preparar las lámparas y a alumbrar la posada.

    El prior del monasterio, el prior ya mencionado 289Hacía más de un año que estaba sepultadoSin embargo, su caso fue ahora renovadocomo si en ese día se le hubiese enterrado.

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    El monje del convento, el sacristán que era 290aquel que la capana diariamente tañeray limpiara las lámparas, como ya se dijerase llevó un gran espanto por extraña manera.

    Oyó una voz de hombre, dibilucha, cansada, 291que le decía ―Uberto‖ en forma continuada, voz que al reconocerla sin dudarlo por nadaque era la voz del prior, dejó su alma espantada.

    Arrancó de la Iglesia hacia la enfermería 292llevando, por el miedo, la voluntad vacía,y a prisa, con más prisa que en una romeríapues creo que don Miedo lo condujo aquel día.

    Hallándose y afuera del lar de las virtudes 293oyó: ―Uberto, Uberto. ¿Por qué a mi voz no acudes? 

    Mira, no tengo miedo; pormí no te demudes,y en conversar conmigo en seguida no dudes‖. 

    Uberto dijo entonces: Prior, por mi fe debéis 294contarme cómo estáis y qué es lo que queréis,y que el Cabildo sepa donde permanecéisy que pueda llevaros lo que necesitéis.

    El prio contestó: ―Uberto, mi fiel y buen criado,  295has de saber que ha sido malo hasta aquí mi estado,pues caí en un exilio muy cruel y despiadadobajo el poder del príncipe Esmirna de ese Estado.

     ―Sufrí muchas afrentas; padecí noche y día.  296Todo el mal soportado, contar no lo podría.Al pasar por ahí me vio Santa María,tuvo piedad y dolióse del mal que yo sufría.

     ―Me aprisionó por la mano y me llevó consigo,  297me llevó al hogar temperado y con abrigo,

     ―Me salvó del apremio del mortal enemigo y me puso en un sitio que por siempre bendigo.

     ―Gracias a la Gloriosa, la de la gracia plena, 298estoy libre de angustia, de zozobra y de pena,pues caí en el vergel de su dulce colmenadonde no faltará su alimento a mi cena‖. 

    Enmudeció la voz. Se despertó el convento, 299y todos en la Iglesia, con renovado aliento,cantaron los maitines e hicieron cumplimientoen forma que Dios mismo estuviera contento.

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    Cantados los maitines, alboreó el nuevo día. 300Después de la hora prima y de la letaníapartióse a su Capítulo toda la cofradía,tal como es la costumbre de cualquiera abadía.

    Estando en el Capítulo, leída la lección, 301el sacritán Uberto hizo genuflexióny relató al convento –llorando- su visiónde todo lo ocurrido en aquella ocasión.

    Todos rindieron gracias a la Virgen Gloriosa 302que para sus vasallos fue siempre tan piadosa,y fueron a la iglesia cantando rica ―prosa‖  e hicieron escribir esta historia famosa.

    Poco tiempo después falleció el ―sacristano‖   303tal como Dios lo manda a todo buen cristiano:

    salió del mal invierno y entró en buen verano.Allá, en el Paraíso, por siempre estaré sano.

    Ella es el sumo bien; Ella es nuestra señora 304que sabe socorrer a todos sin demora.Ella es la buena tienda, la divina pastoraque ayuda a todo siervo que la ruega y la implora.

    Todos lo que supieron de tan bella visión 305cultivaron sus almas con mayor devociónamando a la Gloriosa de todo corazón

    y rogándola siempre en su tribulación.

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    XVI. El Niño Judío

    Fue en Bourges, una villa que se halla en tierra extraña 352en donde sucedió tan prodigiosa hazañade fuerte resonancia en Francia y Alemania

    que merece contarse. Es verdad que no engaña.Fue escrito este milagro por un monje sincero 353del claustro San Miguel, del que era personero,y que por ese tiempo actuaba de hospedero.Era su nombre Pedro. De eso estoy bien certero.

    En la misma ciudad – porque era menester –  354un clérigo atendía una escuela de leery cantar, para quienes deseaban aprender,hijos de buena gente y de mayor valer.

    Un niñito judío, natural del lugar, 355para unirse a otros niños con el fin de jugar,venía a aquella escuela además a estudiar,acogido por todos también a conversar.

    El domingo de Pascua, a la hora temprana 356en que recibe a Cristo la población cristiana,de comulgar sintió él también mucha gana.Comulgó con los otros el cordero sin lana.

    Mientras que se encontraba en esa coyuntura, 357

    el muchacho judío miró arriba, y a esa altura,encima del altar, vio la hermosa figurade una bella señora con una creatura.

    Vio que la hermosa dama que en ese sitio estaba 358era la que a los grandes y chicos comulgaba,y se sintió feliz. Cuanto más la miraba,de su gran hermosura mucho más se prendaba.

    Salióse de la Iglesia feliz, reconfortado, 359y regresó a su casa como estaba habituado.Lo amenazó su padre por haberse atrasado,por lo que merecía que fuera castigado.

     ―Padre – le dijo el niño – no he de negaros nada, 360pues con los cristiancillos me fui de madrugada,y con ellos oí una misa cantaday comulgué con ellos de la hostia sagrada‖. 

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    Al oír esto, el padre, el malaventurado, 361sintió como si su hijo se hubiese degollado.De ira, no sabía qué hacer el endiabladohasta desfigurarse como un endemoniado.

    En su casa tenía este perro traidor 362un gran horno que a todos producía pavor,el que lo hizo encender, el loco pecador,de modo que expidiera espantoso dolor.

    Tomó enseguida al niño el falso descreído, 363y así, tal como estaba, con calzado y vestido,lo arrojó en aquel fuego fieramente encendido.¡Maldito el que así trata a su hijo querido!

    Dio la madre – espantada – voces despavoridas 364dañando sus mejillas con profundas heridas

    frente a la multitud de gentes reunidas,que viendo aquel horror estaban aturdidas.

    Pero el fuego, aunque bravo tuvo comedimiento, 365y al niño trató bien el terrible elemento,que en el horno se hallaba muy tranquilo y contento.Dios fue el maravilloso autor de este portento.

    Mientras estuvo el niño en el horno, su faz 366era la del que en brazo maternos está en paz.Para él, ese fuego sólo era otra rapazLa Gloriosa le daba compañía y solaz.

    Salió el niño del fuego, intacto, sin lesión, 367sin sufrir más calor que el usual y en sazón,sin quemadura alguna y sin tribulación,pues Dios había puesto en él su bendición.

    Todos le preguntaron – judíos y cristianos –  368cómo pudo vencer fuegos tan soberanoscuando no manejaba ni sus pies ni sus manosy quién pudo dejarle todos sus miembros sanos.

    El niño respondió con palabra excitada: 369 ―La señora que estaba en la silla doradacon su hijo en los brazos sobre el altar posada,ella me defendió y no me pasó nada‖. 

    Comprendieron entonces que la señora ésta 370era Santa María, siempre a defensa presta.Entonáronle laudes. Le hicieron rica fiestay en su honor escribieron el milagro en la Gesta.

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    Tomaron al judío, al falso y desleal 371que a su pequeño hijo hiciera tanto mal;le ligaron las manos con un fuerte dogaly lo echaron al fuego con su horno infernal.

    Menos demoraría contar unos ―pepiones‖   372que lo que demoró convertirlo en carbones.No decían por su alma ni salmos ni oraciones,sino que mil injurias y otras mil maldiciones.

    Decían maleficios y hacían mala ofrenda, 373y en vez de PATER NOSTER: ―Quien tal hizo, tal prenda, que de su compañía el Señor nos defienday que le dé al Demonio su fortuna y hacienda‖. 

    Así es Santa María, la de la gracia plena, 374capaz de darnos premio como de darnos pena:

    a los buenos, el trigo; a los malos, la avena.Los unos van en Gloria; los otros, en cadena.

    Quien le presta servicio gana buenaventura; 375quien no la sirve a Ella, nació con desventura.Estos ganan rencor; aquéllos, su ternura.Los buenos y los malos revelan su factura.

    Quienes la despreciaron y nunca la sirvieron, 376ganaron sus favores apenas lo pidieron.Jamás repudió Ella a quienes la quisieron,

    ni dio réplica airada a los que mal le hicieron.Para probar lo dicho tal como lo creemos, 377escuchad otro ejemplo de aquellos que leemos.Mientras más lo contemos, mejor lo apreciaremos.De buscarle pesares aún más nos guardaremos.

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    XXI. La Abadesa Encinta

    Amigos y señores, compañeros sin par 500desde que Dios os quiso traer a este lugar,si ahora me quisierais un momento esperar

    otro milagro suyo querría relatar.De este nuevo prodigioso os querría contar, 501hecho por la Gloriosa, por la Estrella del mar.Si quisierais oírme, bien podríais jurarque un bacado mejor no habríais de gustar.

    Fue en tiempos legendarios. Reinaba la verdad, 502cuando nadie decía ninguna falsedad,viviendo santamente hasta la ancianidad.Compartían abuelos y nietos toda edad.

    Dios hacía a los hombres milagro cotidiano. 503Nadie quería hacer ningún mal a su hermano,gozaban de buen clima en invierno y verano.El siglo semejaba ser un mundo cristiano.

    Si pecaban los hombres, hacían penitencia 504y Dios les perdonaba cualquier malquerencia.Servían a Jesús con la mayor conciencia.Sobre esto quiero daros una buena sentencia.

    De una madre abadesa nos habla en moraleja 505

    la leyenda que cuenta cómo pecó sin queja.La tuvieron las monjas luego entre ceja y ceja,Pero no consiguieron dañarla ni una arveja.

    Antes había sido mujer de gran bondad, 506recatada, sencilla, pródiga en caridad,que guiaban al convento con buena voluntad.viviendo sólo en regla de plena honestidad.

    Pero una vez cayó la abadesa en celada 507e hizo aquella locura prohibida, vedada.Pisó, para su mal, la hierba envenenada,y cuando se dio cuenta, se encontró embarazada.

    Le fue creciendo el vientre por sobre las costillas, 508le aparecieron pecas en las dos mejillas;grandes pecas algunas; las otras, menudillas,porque en las primerizas pasan esas cosillas.

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    Todas sus compañeras tenían ben sabida 509la causa que ocultaba esa llama encendida.Si alguna de las monjas lamentó su caída,las demás gozaban de su mala partida.

    Como ella era exigente, las tenía encerradas 510y no les consentía hacer cosas vedadas.Querían verla muerta aquellas malhadadas.Por desgracia suceden estas malas pasadas.

    Vieron que no era cosa posible de encubrir 511o que el Diablo de todas se podría reírEnviaron por carta, al obispo a decirque hacía mucho tiempo lo esperaban venir.

    El obispo entendió esa mensajería 512pensando que un conflicto en el convento había.

    Viajó a hacer el oficio en esa cofradíay acabó por saber todo lo que ocurría.

    Dejemos al obispo holgando en su posada 513mientras su comitiva descansa la jornada.Digamos lo que hacía la monja embarazadaque el día venidero sería denigrada.

    Muy cerca de la cámara donde solía estar 514tenía un apartado, un discreto lugarque usaba de oratorio, donde solía orara la Virgen María, devota ante su altar.

    Se veía la imagen de la Virgen divina 515la que fue para el mundo salud y medicina.La tenía adornada de una roja cortina,pues era muy sabido que Ella fue su madrina.

    La abadesa sabía que sería acusada 516sin excusa posible al venir la alborada.Tuvo una gran idea la bienaventurada,siendo maravilloso cómo fue consolada.

    Abatióse en la tierra delante del altar 517y mirando a la imagen empezó a sollozar: ―Ayúdame, Gloriosa, santa Estrella del mar, porque tú eres la única que me puede salvar.

     ―Madre, bien lo leemos, lo dice la Escritura.  518Eres fuente de gracia, de piedad y mesura.Aquel que buenamente te muestra su locura,tú acudes a ayudarle en su peor amargura‖. 

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    Entró en el oratorio, sola, como advirtiera, 519pues no quiso a su lado ninguna compañera,aunque al principio estuvo muy mal de esa manera.Pero Dios y la Virgen le abrieron carretera.

     ―Tú socorriste a Teófilo, aquel desesperado  520que con sangre pactó con el endemoniado;por tu mejor consejo pudo ser perdonado,y todos te agradecen gesto tan señalado‖. 

     ―Socorriste, Señora, a María ―Egiptiana‖,  521que fue gran pecadora como mujer liviana.Porque Tú eras la fuente de donde todo mana,dame tu buen consejo más pronto que mañana‖. 

     ―Señora, te confieso. No te pude servir,  522aunque siempre te quise loar y bendecir.

    Sólo verde te digo. No te puedo mentir.Antes quiero estar muerta, si es que pude morir.

     ―Madre del Rey de Gloria que en los Cielos domina,  523deme tu corazón alguna medicina;libra de toda infamia a esta mujer mezquina,porque si Tú lo mandas, mi salud se adivina.

     ―Madre, por el amor de tu Hijo querido, 524ese Hijo tan puro, tan dulce, tan cumplido,no quedar repudiada, como merced, te pido,

    pues ya escucho que lanza contra mí su alarido. ―Si me niegas piedad y no me das consejo,  525no me hallaré capaz de mirarme en su espejo.Quiero morir aquí, en este lugarejo,porque si salgo afuera, sufriré mal trebejo.

     ―Torre de salvación, Templo de castidad  526y Reina coronada, con tu sana bondadten, ante mi desgracia, un poco de piedady haz que en mí no se agote tu magnanimidad.

     ―Quiero que ante tu Hijo seas Tú mi fianza.  527No pecar nunca más es mi única esperanza.Madre, si te fallare, haz de mí tal venganzaque todo el mundo sepa la verdad de mi andanza‖. 

    Tan fervorosamente hízole su oración 528que la Madre de Dios le dio su bendición.La abadesa, entre sus sueños, vivía una visiónque a todos serviría como sabia lección.

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    Se quedó la abadesa traspuesta de ansiedad 529por obra del Señor de infinita piedadapareció la Madre del Rey de Majestad,en medio de dos ángeles y una gran claridad.

    Tuvo pavor la enferma y se sintió espantada 530ante esa aparición para ella inusitada.De la gran claridad quedó más embargada,pero de su congoja totalmente aliviada.

    La Gloriosa le dijo: ―Ten ánimo, abadesa,  531mientras estés conmigo, toda tu queja cesa.He venido a cumplirte una buena promesa,la mejor que podría traer a una prioresa.

     ―No tengas miedo ahora de sufrir al zarpazo  532de la infamia, pues Dios te librará del lazo.

    Preséntate tranquila, pues se ha cumplido el plazo.Ningún mal te caerá en tu espinazo‖. 

    En esa compañía de la Virgen piadosa 533y sin sentir la madre la hora dolorosanació la criatura, cosilla muy hermosa,que cogieron los ángeles de orden de la Gloriosa.

    Ella ordenó a los ángeles: ―Atended lo que os digo.  534Llevad a este niñuelo a Fulano, mi amigo;decidle de mi parte que lo tena consigoy me lo cuide bien. Y volveos conmigo‖. 

    Se movieron los ángeles con celestial presteza 535y cumplieron la orden sin falla ni pereza.Recibió el ermitaño tan preciosa riqueza:aquel era un encargo de la mejor nobleza.

    La parida expresó después de santiguada: 536 ―Válgame, Virgen Santa, mi Reina coronada, ¿es verdad lo que veo o es que estoy engañada?¡Santa Virgen bendita, ayuda a tu cuitada!‖  

    Al volver del sopor en que fue desmayada, 537se palpó con las manos el cuerpo, cada ijada,el vientre y los costados, su cintura delgada.Era la mujer jamás embarazada.

    No podría creerlo de ninguna manera. 538Pensaba que era un sueño, un engaño cualquiera.Se palpó nuevamente como la vez primerapara salir de dudas, para estar más certera.

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    Cuando se sintió libre de la preñez mezquina 539y vio vacío el saco de aquella mala harina,empezó a cantar loas a la Virgen Madrina,la Virgen que es amparo, solaz y medicina.

    Lloraba y sollozaba colmada de alegría 540entonando alabanzas a la Virgen María,sin temor del obispo ni de su cofradía.Ya terminada era de la fuerte malatía.

    Llorando sin cesar, repetía oraciones 541diciendo a la Gloriosa loas y bendiciones:

     ―Sea siempre alabada por nuestros corazones; siempre deben loarla, mujeres y varones.

     ―Yo estaba en fiero trance y en peor amargura  542cuando hincada a tus pies, confesé mi conjura.

    Tu piedad me acogió con sabia mesura.Debes ser alabada por toda criatura.

     ―Madre, por sobre todo, te debo bendecir,  543alabar, admirar, adorar y servir,pues de terrible infamia me lograste eximir,de la que todo el mundo tendría que reír.

     ―Si esta desgracia mía fuera más divulgada, 544las mujeres tendrían razón más que sobradapara hacerle burla y risa. Yo creo más que nadaque has hecho un bien muy grande a toda tu mesnada.

     ―La merced y la gracia que te dignaste hacer,  545Madre, yo no sabría poderte agradecer,ni las podré tampoco, Señora, merecer,pero mi gratitud siempre habrá de crecer‖. 

    La abadesa estaría en su contemplación 546aún ante la Virgen, en eterna oración,pero llegó el llamado de la Congregaciónpara ir al Cabildo a dar explicación.

    Como ser infamada no podía temer, 547a los pies del obispo, sumisa, fue a caer.Quiso besar sus manos, mas no la dejó hacerel prelado, y tampoco se las quiso ofrecer.

    Empezó de inmediato el obispo a increpar 548por cometer pecado que él iba a castigar.Ella no debería en ese cargo estar,ni con las demás monjas convivir o alternar.

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    Una monja que peca de deshonestidad, 549que no cuida su cuerpo, no tiene castidad,debía ser echada de aquella sociedade irse donde quisiere a hacer su suciedad.

    Ella dijo: ―Señor, ¿por qué me reprendéis? 550por fortuna, no soy lo que vos suponéis‖. Le reprendió el obispo: ―Señora, no neguéis pues para ser creída, la verdad probaréis.

     ―Idos ahora mismo a esperar al hostal  551mientras deliberamos con Junta Monacal‖. 

     ―Señor – contestó ella -, no decís nada mal.Yo me encomiendo a Dios y a todos por igual‖. 

    Se salió la abadesa fuera del consistorio, 552y de orden del bispo se fue hacia el refectorio.En el Cabildo hicieron el interrogatorio,o la ira o el odio. Y fracasó el emporio.

    El obispo les dijo: ―Amigas, no podemos 553condenarla sin que antes su culpa comprobemos‖. Replicaron las monjas: ―De lo que bien sabemos, no ha de buscar más prueba que la que ya tenemos‖. 

    El obispo insistió: ―Cuando sea vencida,  554estaréis más a salvo; y ella, más confundida,y así nuestra sentencia no será destruida.

    Ya nada puede darle ayuda ni guarida‖. Él eligió a dos clérigos en lo que más fiaba 555para buscar la prueba que más necesitaba.Le quitaron la saya… - por más que les pesaba -.Se veía tan seca, que tabla semejaba.

    No encontraron en ella nada, nada en verdad: 556ni signo de preñez ni huella de maldad.Dicen ellos: ―No hay nada. Todo esto es vanidad. Nunca oímos calumnia de mayor falsedad‖. 

    Volvieron al convento diciéndole: ―Señor,  557sabed que la abadesa es víctima de error.Quien diga lo contrario, salvando vuestro honor,dirá una gran mentira, la mentira mayor‖. 

    El obispo pensó que estaban coludidos 558y que en tal caso habría dineros prometidos.Dijo: ―Sois unos pícaros, y no seréis creídos; otro costal tenéis bajo vuestros vestidos.

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     ―No quiero tan de prisa vuestro informe creer.  559O tuvisteis vergüenza, o fuisteis a caeren tentación; mas yo en persona he de ver,y si hay calumniador, castigado ha de ser‖. 

    Se levantó el obispo, y desde su obispado 560se fue hacia la abadesa, impaciente y airado.Hízola desvestirse, con mucho desagrado,y comprobó que todo era un falso pecado.

    Se retornó al convento, bravo como un león. 561 ―Señoras – dijo -, habéis cometido traición,levantado calumnia, falsedad y sinrazónque ha dañado la honra de vuestra religión.

     ―Esto es grave, y no puede sin castigo quedar.  562la culpa que quisisteis sobre ella volcar,

    mi sentencia decreta que se habrá de tornarsobre vosotras mismas, echadas del lugar‖. 

    Al saber la abadesa que las monjas juzgadas 563del convento y la Orden iban a ser echadas,sacó aparte al obispo, a unas quince pisadas,y le dijo: ―Señor, deben ser perdonadas‖. 

    Y se lo contó todo: la aventura pasada 564por sus graves pecados, de cómo fue engañada;cómo la socorrió la Virgen coronada;y cómo, sin su ayuda, iba a ser difamada;

    Cómo ordenó la Virgen al niñuelo llevar 565ante el santo ermitaño que lo debía criar.

     ―Señor, si lo quisierais, os lo puedo probar.¡Por caridad, no pierdan las monjas su lugar!

     ―Yo prefiero, señor, quedar avergonzada,  566y que ninguna de ellas sea desamparada.Os pido esta merced; oíd a esta cuitada;que sea a mí, por todas, la penitencia dada‖. 

    Espantado, el obispo se quedó demudado. 567Dijo: ―Señora, si esto puede ser comprobado, veré que Jesucristo esté de vos pagado,y mientras viva, yo seré vuestro soldado‖. 

    Envió a dos canónigos a ver al ermitaño 568y a comprobar si todo era verdad o engaño.Hallaron al buen hombre con un hábito extraño,que tenía al niñuelo muy envuelto en un paño.

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    Mostróles el infante nacido ese día 569y enviado a criar por la Virgen María.Quien dudase de esto, muy mal procedería.Era pura verdad, y no una embustería.

    Tornaron al obispo con el nuevo recado 570a decir que el asunto lo habían comprobado.Le dijeron: ―Señor, lo hemos verificado. Creedlo, que otro error sería un gran pecado‖. 

    Sintiéndose el obispo ante ella culpado, 571cayó a sus pies y, estando en el suelo postrado,Le dijo: ―Reconozco que estuve muy errado. Te ruego que mi yerro me sea perdonado‖. 

     ―Señor – contestó ella -, por Dios y la Gloriosa, 572alzaos, moderaos, y no hagáis más tal cosa.

    Vos sois un hombre santo; yo, una mujer dolosa.Si vos no os reportáis, quedaré rencorosa‖. 

    Abadesa y obispo esta desavenencia 573por fin solucionaron con bastante prudencia,Aunque jamás llegaron a entenderse en conciencia.Cada cual encerró en vida su existencia.

    Puso paz el obispo a la Congregación 574terminando contienda, recelo y disensión.Cuando fue a despedirse, les dio la bendición.Para todos fue una visita esa ocasión.

    Envió, con sus saludos, a aquel santo ermitaño 575que ahora era su amigo o compadre de hogaño,recado de criarlo hasta el séptimo año,cuando él personalmente lo entraría al rebaño.

    Cuando unos siete años estuvieron pasados, 576envióle dos clérigos, dos de los más honrados,para que trasladaran al niño a los poblados,misión que ellos cumplieron muy bien aconsejados.

    Trajeron al pequeño en el yermo criado, 577pero que revelaba estar bien enseñado.Complacido el obispo – y bastante agradado -,confió su educación a un maestro letrado.

    Iba haciéndose hombre, en todo mesurado, 578en prueba de haber sido por buen amo criado.Complacía al obispo el tenerlo a su lado.Cuando miró el obispo, diéronle el obispado.

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    Lo guió la Gloriosa, la que lo dio a criar, 579gobernaba su diócesis con sabio gobernar,conducía las almas como se deben guiar,velaba con prudencia lo que se ha de velar.

    Amábanle los pueblos como la clerecía, 580lo amaban los canónigos como las abadías,por él rogaban todos, rogaban por sus días,con excepción de algunos, reos de sus manías.

    Cuando le llegó el fin, la hora de explorar, 581la Santísima Virgen lo vino a acompañary a llevarlo a la Gloria, el seguro lugardonde ladrón ni rico nunca podrán entrar.

    A la Virgen Gloriosa, todos gracias rindamos, 582de quien tantos milagros leídos comprobamos,

    ella nos dé su gracia para que la sirvamosy nos guíe de modo que salvados seamos.

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    XXIII. La deuda pagada

    Amigos, si quisieseis un momento atender, 625un precioso milagro os querría leer.Cuando fuere leído os daré el gran placer

    de su gran enseñanza en aprecio tener.Era en Constantinopla, la cuidad así llamada 626porque por Constantino fue otro tiempo poblada,el que a San Pedro dio a Roma por posada.Allí vivía un hombre de fortuna ganada.

    Era éste un buen cristiano de muy buen corazón, 627que por acreditarse cumplía la misiónde gastar sus riquezas, pero sin ton ni son.a nadie que pidiese le diría que ―non‖. 

    Por exaltar su fama y su precio acrecer 628derramaba sin tino lo mejor de su haber.Si lo suyo faltaba, llegaba a prometerpagar a sus vecinos más allá del deber.

    Derrochaba lo suyo largamente y sin tiento 629menguando sus haberes con pésimo talento.Todo ser hallaría en su casa, convento,dándole veinte, treinta y, a veces, hasta ciento.

    como gastaba tanto, sin tasa ni mesura, 630

    se le acabó el dinero. Fue aquello una locura,nadie quiso ayudarlo; ni siquiera la usura.Ni parientes, ni extraños. Ninguna criatura.

    Bien comprendían todos que estaba empobrecido, 631y por eso, por nadie lograba ser creído.El mísero se hallaba en infamia caído,Y por eso pensaba todo estaba perdido,

    Afligido, el varón se fue ante los altares 632hacía su oración entre los paladares:

     ―Señor, que un Dios eres en tres personas pares dame de tu piedad y no me desampares‖  

    Señor, hasta ahora tú me has protegido 633Ya por mis pecados yo firmemente he caídoEl precio que tenía todo ya lo he perdidoMucho más me valiera que no fuese nacido.

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     ―Señor, ayúdame, y de alguna manera  634envíame tu gracia por la vía certeraque es para Ti tarea muy sencilla y ligera.Tras nadar en el mar, moriré en la rivera‖. 

    Mientras oraba el nombre, Dios lo quiso ayudar 635Permitiendo al burgués buen consejo alcanzar.La idea no fue suya. Quien lo quiso guiarfue aquél que al mundo entero decidió gobernar.

    Un judío muy rico había en la ciudad 636que era el más opulento de aquella vecindad.Pensó primeramente ganar su voluntadpidiéndole consejo sólo por caridad,

    en casa del judío fue muy bien recibido, 637preguntó como andaba y por qué había venido,

    porque en alguna forma le era conocidoy de su bancarrota él había sabido.

    Con franqueza le habló el burgués al hebreo: 638 ―Don Fulano –le dijo- bien sabéis –según creo-Ganar de vos un préstamo es mi mayor deseo,aunque no pensé hallarme en esto en que me veo.

    Cuando Dios lo quiso, mucho dinero tenía 639- sábenlo mis vecinos – que yo a todos valía;las puertas de mi casa abiertas las tenía,

    cuanto que Dios me daba con todos lo partíaQuerría, su pudiese, con eso contender 640Ahora estoy muy pobre; se ha menguado mi haber.Si quieres de lo tuyo en parte disponeren un plazo seguro te lo he de devolver‖. 

    Le contestó el judío: ―Lo haré de muy buen grado.  641Con gusto te daré de mi haber lo prestado,pero dame fiador que sea aseguradosi no, pavor yo tendré de ser engañado

    para que yo no quede hablando a su sabor; 642 ―Don Fulano, no puedo darte otro fiadorque no sea mi Dios: a Cristo, mi Señor,Hijo de la Gloriosa, del mundo, Salvador‖. 

    El judío le dijo: ―Creer yo no podría 643que ése que tú mencionas, nacido de Maríasea un Dios, y no obstante mi corazón se fía,porque fue él un profeta de gran sabiduría.

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     ―Si él te afianza y acepta el ser tu fiador  644te prestaré el dinero sin conflicto mayor,aunque estoy convencido en creer lo peor:en creer que tú eres sólo un embaucador.

    Yo no sé de cuál guisa te pudiese obtener 645acá no en este mundo, según es mi creer;no esperes que venga yo tras de ti a correr,donde otro consejo te conviene prender.

    Le respondió el cristiano diciéndole al judío: 646 ―Entiendo que me tienes por necio o por baldío, que carezco de juicio o ando en rumbo radío;pero yo en la verdad plenamente confío‖. 

    El judío le dijo: ―Si tú lo demostrares,  647yo te he de dar en préstamo lo que me demandares,

    pero, con bagatelas, lo que de mí llevaresno me lo pagarán cazurros ni juglares‖. 

    El burgués contestó al truhán renegado: 648 ―Si ahora me acompañas al templo consagrado, te mostraré a la Virgen con su Hijo adorado‖. Le contestó el judío: ―Lo haré de muy buen grado‖. 

    Lo llevó hasta la Iglesia de Dios, y él fue su guía; 649lo llevó ante la imagen de la Virgen María,con su Hijo en los brazos, su dulce compañía,

    para escarnio y vergüenza entre la judería.El de la sinagoga escuchó su proclama: 650

     ―Este es Nuestro Señor y aquella Nuestra Dama. Siempre es bien acogido el que a Ella le clama,a quien en ellos no cree vendrá fuego y flama

    Y agregó, dirigiéndose al que era principal, 651el que le prometió prestarle su caudal:

     ―Estos son mis selires, y yo seré el más lealservidor, a quien Ellos quieren afianzar‖. 

    El judío aceptó: ―Está bien. Tomaré 652a estos por fiadores, y otros no pediré:pero si tú me fallas, a ellos recurriré,a la vez que ante todos yo los denunciaré‖. 

    Le dio a los fiadores al truhán el cristiano 653- la Madre con su Hijo -, satisfecho y ufano.Para el pago pusieron un plazo muy cercano.Se recibió del préstame el burgués ciudadano.

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    Cuando el haber lo hubo el burgués recibido 654sintió satisfacción por haberlo obtenidoy fue ante la Gloriosa, feliz y agradecidoa dar gracias a Dios por el bien conseguido.

    Se arrodilló piadoso ante la Majestad 655y elevó a Dios los ojos en señal de humildad;

     ―Señor, dijo, me diste merced y caridad me has hoy sacado de muy grande pobredad.

     ―Señor, yo estaba ayer en pobreza, endeudado,  656y hoy, por tu gracia estoy de riqueza colmado.Te nombré fiador – aunque muy contrariado -,pues ofensa sería que fueras demandado.

     ―Señor, yo no querría dejarte de cumplir 657la palabra ya dada. Si no puedo venir

    por gravísima causa que pudiere existir,yo depositaré mi fortuna ante TI.

     ―Oh, Reina de los Cielos, Madre del pan sin trigo,  658por quién fue confundido el mortal Enemigo,a TI que también eres mi fiadora digolo mismo que le he dicho al que tienes contigo‖. 

    Cuando el cristiano hubo cumplido su oración, 659perfeccionado el trato, puesta la condición,preparó sus asuntos para irse en misión

    a tierras extranjeras y a lejana región.Se fue a tierras extrañas de Flandes y de Francia 660llevando mercancías con que hizo gran ganancia.Con la ayuda de Dios, le creció la sustancia,aumentó y su riqueza y ganó en importancia.

    Con los grandes negocios en que estaba ocupado 661y hallándose tan lejos de su tierra situado,no regresó en la fecha del plazo señaladoque, para su desgracia, él había olvidado.

    Cercano estaba el día dicho para pagar, 662fecha que no podía borrar ni postergar.Cuando su obligación logró rememorar,él, con sus propias manos, se quería matar.

    Decía: ―Estás perdido, mezquino pecador,  663porque no tendré excusa ante mi fiadorque será demandado por mi culpa: el Señory su Madre, La Virgen, de la ―Rocamador‖. 

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     ―Señor, TÚ sólo entiendes y sabes la verdad;  664sabes cómo este peso cae en mi voluntad.Señor, dame consejo; dámelo por piedad,para que nadie ultraje tu santa majestad‖. 

    Puso todo su haber en un saco, amarrado, 665al que ni una moneda le había descontado,y lo llevó a una isla, en talegas guardado,echólo en las ondas para que fuera llevado.

    Tornó ante Jesucristo y con gran devoción, 666llorando plañidero hízole su oración:

     ―Señor-dijo-, TÚ sabes; TÚ sabes la razón,porque TÚ eres la fianza de nuestra condición.

     ―Ya que no me es posible hallar otro sendero, 667pagar al propio mar es lo que ahora quiero.

    Señor, TÚ que eres nuestro Salvador verdaderopon en seguras arcas mañana este dinero.

     ―TÚ, Gloriosa, Señora, Virgen Santa María,  668también estás en medio de mi propia agonía,que, pensándolo bien, es más tuya que mía.De este haber que te doy, sé, Señora, la guía.

     ―Ambos, tu Hijo y TÚ, fuisteis en el mercado  669ambos mis fiadores ante el truhán renegado.Hacedme la merced de que sea pagado

    mañana, y que el Señor no sea demandado. ―A vos, pues, lo encomiendo, ya de deuda liberado. 670Yo no soy responsable ahora que os lo he dado.Madre, yo te lo imploro, Ruega al Crucificadode modo que mañana todo este cancelado‖. 

    Rogó tanto a la Virgen y a su Hijo querido 671que al otro día, apenas el sol hubo salido,el bajel que llevaba el dinero debidoflotaba ante las puertas del truhán descreído.

    La villa dónde hacía el judío morada, 672aquél bizantino dio fortuna prestada,estaba –lo leemos- en costa muy poblada,con muros que batían constantes marejadas.

    Esa misma mañana, a la hora primera, 673los hombres del judío, en turba bullanguerafueron a solazarse cerca de la ribera,donde vieron el arca flotando en la arenera.

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    Quisieron alcanzarla hasta los más livianos, 674y todos sus intentos fueron nulos y vanos;a todos se les iba el arcón de las manos,siendo testigo de ellas, judíos y cristianos.

    Al bullicio, acudieron hábiles pescadores 675con garfios y guizques, con galeas y arpones,pero todo fue inútil por verse triunfadores.Nunca se derramaron más perdidos sudores.

    Apareció entonces el dueño verdadero 676y a sus manos se fue sumiso el monedero,el que llevó a sus casa y agregó a su dinero,con el otro la plata hizo un alto rimero.

    Cuando el truhán se hubo del préstamo cobrado 677escondió aquel arcón en que vino guardado

    debajo de su lecho, de haberes aliviado.Los demás envidiaban a aquel afortunado.

    El truhán alevoso, de alma tan codiciosa, 678no se preocupaba de ninguna otra cosa,pensando en que su suerte era maravillosa.el llamaba al deudor ―el boca mentirosa‖. 

    La Sinagoga ahora, con fundada censura, 679reprochaba al judío su pasada locuradiciéndole que nadie tolera la impostura

    de aceptar de fiador a una simple figura.Dejemos al judío goloso y usurero, 680por voluntad de Dios guardando su dinero.Hablemos otra vez de nuestro mercaderollevándole noticias del arcón milagrero.

    El burgués de Bizancio soportaba el pesar 681de haber perdido el plazo dado para pagar.No podía el buen hombre su semblante alegrar,ni lograban los suyos poderlo consolar.

    Anduvo largo tiempo cosechando dineros, 682comprando y revendiendo entre los mercaderos.Cuando llegó la hora, dejó aquellos senderosy regresó a su tierra con otros compañeros.

    Hasta en Constantinopla fue pronto bien sabido 683que el burgués don Valerio regresaba a su nido,lo que alegró al judío, pensando haber subidoal doble la ganancia que le había caído.

  • 8/20/2019 Milagros de Nuestra Señora (Selección)

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    Fuese luego a la casa donde aquél habitaba 684a increparlo furioso porque no le pagaba;pero el otro le dijo que locura buscabaya que no le debía lo que le demandaba.

    Dijo el judío: ―Sé lo que estoy reclamando.  685Tengo buenos testigos de lo que te demando.Si dices que pagaste, demuestra dónde y cuándo,pues creo que al final yo no estaré cantando‖. 

    Le contestó el cristiano: ―Dices palabra loca.  686Al Hijo y a la Madre tu impiedad los provoca.ELLA es mujer que tiene fortaleza de roca,y jamás nació un niño de más graciosa boca.

     ―El haber que me diste está ya asegurado.  687Tengo buenos testigos de que te fue pagado.

    Si insistes en negarlo, yo haré mejor mercado.Díganlo los fiadores que ambos hemos tomado‖. 

    El truhán se alegró creyendo haber vencido. 688Dijo: ―Justicia quiero. ¿No serás desmentido?‖  Pensaba en que una imagen no tenía sentido,por qué tenía de darse por vencido.

    Fueron hasta la Iglesia, los dos juntos, ligeros, 689para hacer la pesquisa sobre aquellos dineros.Muchos iban tras ellos, y otros, de los primeros,

    curiosos por saber si hablaban los maderos.Se pararon delante del Niño coronado 690que se muestra a su Madre dulcemente abrazado,Dijo el burgués: ―Señor, haz que sea acabado este pleito que ahora me tiene difamado.

     ―De cómo yo lo hice, TÚ lo sabes, Señor.  691Y si cumplí o fallé TÚ lo sabes mejor;Señor, echa tu gracia sobre este pecadory di si yo debo algo, pues TÚ fuiste fiador‖. 

    El Crucifijo habló, Escuchad lo que ha hablado: 692 ―Miente. Obtuvo el dinero el día señalado. El cesto en que venía el dinero contadodebajo de su lecho él lo tiene ocultado‖. 

    El pueblo se agitó aún más insatisfecho. 693Fueron hasta la casa del judío, derecho,donde hallaron el arca debajo de su lecho.Quedó el truhán maligno, confundido y maltrecho.

  • 8/20/2019 Milagros de Nuestra Señora (Selección)

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    En adelante, el día en que ocurrió tal cosa, 694en que se oyó la imagen de la Virgen preciosa,la gente hacía fiesta con ―quiries‖, deseosa en honrar al Creador y a la Virgen Gloriosa.

    En todos esos pueblos, los pobres, los pudientes, 695mostraban su alborozo con sones estridentes.Preparaban banquetes para los indigentes.Daban carne y pescado para todas las gentes.

    Un famoso arcediano venido desde extrañas 696Tierras en esa fecha que evoca estas hazañas,que vio las diversiones y las fiestas tamañas,dijo no haberlas visto jamás de esas calañas.

    Preguntó cómo fue esa fiesta levantada, 697era gran hacienda, noblemente celebrada,

    Le fue, por un cristiano, su raíz reveladapara que conociese la verdad comprobada.

    Agradó al arcediano relación tan hermosa. 698Dijo: ―Laudatur Deus e la Virgo Gloriosa‖. Escribió por su mano la historia milagrosa.Dios le dé Paraíso y ventura piadosa.

    AMÉN