michel onfray - cinismos retrato de los filósofos llamados perros

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BJA - BIBLIOTECA JURIDICA ARGENTINA - Copia Privada para uso Didctico y Cientfico

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Cinismos

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Espacios del Saber

1. Paul Virilio, Un paisaje de acontcchiiicntos. 2. Jacques Derrida, Resistencias del psicoanlisis. 3. Terry Eagleron, Las ilusiones delposiiwdernsino. 4. Simn Critchley y otros, Desconstruccin y pragmatismo. 5. Cadierine Millot, Gide-Genet-Aishivia. 6. Fredric Jaineson y Slavoj Zizek (prlogo de E. Grner), Rendios culturales. Reflexiones sobre el imdticulturaUsiuo. 7. Nicols Casullo, Modernidad y cultura crtica. 8. Slavoj Zizek, Porque no saben lo que hacen. 9. Elisabeth Roudinesco y otros. Pensar la locura. 10. \^alentin N. Voloshinov, Freudismo. 11. Corinne Enaudeau, La paradoja de la representacin. 12. Slavoj Zizek, Mirando al sesgo. 13. Jacques Derrida, La verdad en pintura. 14. Gregorio Kaminsk}', EsLTituras intcifcridis. 15. W. Rowe, A. Louis y C. Canaparo (comps.), Jorg Luis Borgcs: Intervenciones .wbre pen.wj/iientoy literatura. 16. Ra\nuond Williams (prlogo de B. Sarlo), El campo y la ciudad. 17. iMassimo Cacciari, El dios que baila. 18. L. Ferry y A. Renaut, Heidegger y los modernos. 19. Alichel Maffesoli, El instante eterno. 20. Slavoj Zizek, El espinoso sijeto. 21. Alain Mine, -iVivzv.capitaHsmo.net. 22. Andrea Giunta, Vanguardia, internacionalismo y poltica. 23. Jacques Derrida, Retados de nimos del psicoanlisis. 24. Jos T. iMartnez (comp.), Obseroatorio siglo XXL IS. Eduardo Grner, El fin de las pequeas historias. 26. Paul Virilio, El procedimiento silencio. 27. Michel Onfrav, Cinismos.

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Michel Onfi:'ay

CinismosRetrato de los filsofos llamados perrosTraduccin de Alcira Bixio

PAIDOSBuenos Aires - Barcelona - Mxico

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Ttulo original: Cynismes. Pmtrait du philosophe en chien. ditions Grasset & Fasquelle, 1990 Pars, Bernard Grasset, 1993 Esta obra, publicada en el marco de] Programa de Ayuda a la Publicacin Victoria Ocampo, cuenta con el apoyo del Ministerio de Asuntos Extranjeros y del Servicio Cultural de la Embajada de Francia en la Argentina.

190 ONK

Onfray, Michel Cinismos, retrato de los filsofos llamados perros.r ed. - Buenos Aires : Paids, 2002 240 p.; 21 X 13 cm.- (Espacios del saber) Traduccin de: Alcira Bixio ISBN 950-12-6527-7 I. Ttulo - 1. Filosofa Contempornea

Cubierta de Gustavo Macri Motivo de cubierta: Scena di baccanale, Sarcfago en mrmol, siglo 11 d. C. (Museo 'amese) 1 edicin, 2002La reproduccin total o parcial de este libro, en cualquier fotma que sea, idntica o modificada, escrita a mquina, por el sistema "multigraph", mimegrafo, impreso por fotocopia, fotoduplicacin, etc., no autotizada por los editores, viola derechos reservados. Cualquier utilizacin debe ser previamente solicitada.

2002 de todas las ediciones en castellano Editorial Paids SAICF Defensa 599, Buenos Aires e-mail: [email protected] Ediciones Paids Ibrica SA Mariano Cub, 92, Barcelona Editorial Paids Mexicana SA Rubn Daro 118, Mxico DF Queda hecho el depsito que previene la Ley 11.723 Impreso en la Argentina. Printed in Argentina. Impreso en Grfica iVIPS, Santiago del Estero 338, Lans, en mayo de 2002 Tirada: 2500 ejemplares ISBN 950-12-6527-7

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ndice

VrehciQ. La filosofa, el maestro y la vida Introduccin. Incipit comedia 1. Emblemas del perro 2. Retratos con barba y otras pilosidades 3. La virtud del pez masturbador 4. El voluntarismo esttico 5. Principios para una tica ldica 6. Los juegos del 7. Metodoloma del 8. Estrategas subversivas 9. Breve teora del escndalo 10. Las fiestas del monedero falso 11. Gemonas para dioses y amos 12. Exgesis de tres lugares comunes filsofo-artista flatmano

11 31 35 45 55 69 81 89 97 107 123 141 153 >. 173

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btdice Conclusin Apndice. Fragmentos de cmisijto vulgar Bibliografa comentada Bibliografa general 195 199 221 227

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A Marie-Claude Ruel

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El cinismo es "lo ms elevado que puede alcanzarse en la tierra; para conquistarlo hacen falta los puos ms audaces y los dedos ms delicados". METZSCHE, Ecce Homo

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PrefacioLa filosofa, el maestro y la vida

Aquel ao, mi viejo maestro de filosofa antigua me haba hecho conocer a Lucrecio y su poema De natura renim. Entonces me dirig a Roma siguiendo las huellas del pensador de quien, salvo algunas otras pocas cosas, slo se conoce ese libro. Los datos de su vida son inciertos: ignoramos si trat a Cicern, lo cual puede haber ocurrido, presumimos que era un poco loco o incluso demasiado, comprobamos que nunca concluy su obra mayor, imaginamos un suicidio. Eso es todo. Lo que s sabemos es que vivi en Roma y eso me bast para sentir deseos de ver el cielo que l vio y de respirar el aire que respir. Iba yo, pues, a buscar el eco de Lucrecio en el foro romano y las ruinas antiguas. Lo primero que sent fue decepcin: haba all tantas piedras muertas y silenciosas, tanta confusin y tantos siglos mezclados. Pero la imaginacin debe de haber mitigado la indigencia y, bajo un sol ardiente, despreocupado de cualquier orden o cronologa, descubr las tribunas, la columna de Focea, los vestigios del lago Curtius y los templos de Antonino y de Faustino. Los recientes certificados de arte y arqueologa antiguos, preparados para la//

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Michel Onfray ocasin, me proporcionaban algn argumento e incluso ms de una ancdota. Ale enfrentaba a la piedra negra y sus misteriosas inscripciones, que me petrificaban y hechizaban. El calor danzaba alrededor de m, que, insensible a los visitantes que vagaban por el lugar, por unos instantes cre que en verdad el espritu de Lucrecio vendra a visitarme. No sera sorprendente que se manifestara? Imaginaba la grandeza que haba precedido a esas ruinas y el movimiento anterior a la desolacin. Sobre los peldaos surcados de grietas y las piedras enfermas, los bloques carcomidos y la hierba calcinada, poda percibir el sonido de las sandalias. Los hombres que poblaban las Stiras de Juvenal se volvan as mis contemporneos: en las callejuelas estrechas y la confusin de los carros, entre el desorden estruendoso del rebao que no avanza. Ms all, la litera de Liburnia que se desplaza por encima de las cabezas, todava ms lejos los viandantes que se abren paso con los codos y las vigas que es mejor evitar. El alfarero y sus vasijas, el vendedor de pescado con su puesto de aromas penetrantes. Recordaba a Juvenal con el pie aplastado por el zapatn de clavos de un soldado, sus imprecaciones y, en todos los casos, su desagrado. Las descripciones del satrico registraban olores de cocina, humaredas atizadas por nios que se renen alrededor del fuego, chasquidos de tnicas que se desgarran, tejas que caen de un techo y hasta un borracho que maldice. No haca falta mucha imaginacin: Roma es la ciudad de las sensaciones del eterno retorno, y Juvenal es un perpetuo contemporneo. Poco importa que toda esta fauna haya desaparecido. Las Stiras cuentan acerca de los burdeles y las muchachas fciles: a dos pasos del Coliseo, al pie de las fortificaciones del teatro antiguo de Claudio, hoy en ruinas, las12

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Prefacio

mujeres vendan placer, detrs de cortinas mugrientas y rasgadas. Roma, Amor. Siete u ocho hombres esperaban su turno con la paciencia de quien sabe que pronto habr de satisfacer sus deseos. Al punto uno comprende qu poda significar la prctica de la filosofi'a en un foro o en un agora helenstica. All donde pasan todos, entre un mercado improvisado y un nicho votivo, el filsofo habla y entrega su palabra al pblico. Entonces se examinan todas las cuestiones posibles: la muerte y la naturaleza de los dioses, el sufrimiento y el consuelo, el placer y el amor, el tiempo y la eternidad. En medio de los olores y los murmullos, las rfagas de calor y los perfumes de las piedras caldeadas hasta ponerse blancas, la sabidura llega a ser un arte. Toda la potencia de mi antiguo profesor estribaba en su frrea voluntad de ser intempestivo: ignoraba el gabinete y la universidad para persistir en una prctica antigua de la filosofa. Sin preocuparse por las conveniencias y las obligaciones del orden que fuere, hablaba como probablemente lo hacan los filsofos en Roma o en Atenas hace aproximadamente veinte siglos. Procuraba establecer una proximidad con lo real, y expona actitudes, un arte de vivir y un estilo. Lejos de consistir en la enseanza de teoras abstractas o en la exgesis gratuita, aguda y tediosa, la filosofa era a sus ojos una esttica de la existencia, un espejo capaz de ofrecer variaciones antiguas sobre ese tema. Su filosofa no se nutra de conceptos abstrusos, de nociones brbaras ni de los galimatas propios de la corporacin: su tarea consista en mostrar maneras de vivir, modos de obrar y tcnicas de existencia. La conversin pagana que propona apuntaba al orden de la vida cotidiana. Conocer a los filsofos que nos enseaba equivala a poner en tela de juicio la propia vida.13

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Michel Onfray Con Lucrecio yo descubra el cuadro lcido, y por lo tanto cruel, de la realidad: una sumisin humillante a la ilusin, al artificio y a las creencias intiles, un sacrificio constante a los mecanismos de alienacin y avasallamiento de las singularidades, a las mitologas gregarias y a todo lo que sita a los hombres en un teatro donde la tragedia y la comedia se reparten el dominio. Todo se parcelaba, se despedazaba y quedaba al desnudo a la luz fi-a y blanca de su irona. Los anlisis domesticaban, circunscriban y aglutinaban la muerte; el amor perda sus encantos y era situado en la perspectiva del instinto y las pulsiones; a los dioses se los mandaba a paseo, se los destrua, se los mataba; se disecaban las pasiones. Schopenhauer, Freud y Nietzsche en la poca de la conquista de los galos... Con los versos del poema de Lucrecio ante mis ojos, yo aprenda cmo el hombre, solo, poda dar sentido a su existencia: no depender ms que de s mismo, ejercer el dominio sobre s, trabajar la voluntad y hacer de s un objeto que habr de transformarse en sujeto, domesticar lo peor y practicar la irona. La temtica en que se encontraba inmerso Foucault cuando lo alcanz la muerte. En la universidad, en cambio, ningn profesor tena esa preocupacin pagana por la construccin de uno mismo: se trataba de analizar la evolucin de una nocin entre dos fechas, de hacer trabajar la memoria, pero sobre todo de no apelar a la inteligencia. A veces eran ejercicios de iniciacin: haba que relacionar una idea con el pasado para determinar fuentes y encontrar races, o con el futuro, para extrapolar influencias o hacer pronsticos. Pronto advert que con el fin de la filosofi'a antigua desapareca una manera caracterstica de practicar la disciplina, y que con la llegada de los Padres de la Iglesia, hasta nuestros escolsticos contemporneos, lo que se nos H

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Prefacio

ofreca era mera palabrera, discursos tcnicos, a veces brillantes, ms a menudo nebulosos, siempre intiles. La universidad venera esta clase de ejercicios y es adicta a ellos, y desde entonces se ha especializado en la enseanza del tedio. Dominio en el cual, por lo dems, descuella. La filosofa antigua se distingue de todas las que la siguieron en que propone ejercicios espirituales con el objeto de producir una transformacin en la naturaleza del sujeto que los practica. Al respecto. Fierre Hadot escribi acertadamente: "El fin que procuran todas las escuelas filosficas con estos ejercicios es el mejoramiento, la realizacin de uno mismo. Todas las escuelas coinciden en admitir que el hombre, antes de la conversin filosfica, se encuentra en un estado de desdichada inquietud, es vctima de la preocupacin, est desgarrado por las pasiones, no vive autnticamente y no es l mismo. Todas las escuelas coinciden tambin en creer que el hombre puede librarse de ese estado, y puede tener acceso a la vida verdadera, mejorarse, transformarse, y as alcanzar un estado de perfeccin".' No revelaremos el nombre de los contemporneos para quienes la sabidura es una preocupacin anacrnica y que han hecho de la filosofa un mero juego que permite a los que se regocijan en ella practicar la autosatisfaccin en su coto privado. Yo habra de descubrir, juntamente con los laberintos del pensamiento antiguo, esa extraa paradoja que consiste en que un maestro pueda ensear a su discpulo a desprenderse de l, a liberarse de l lo ms pronto posible. Maestro de libertad al mismo tiempo que maestro de sabidura. La relacin entre maestro y discpulo, tambin intempestiva, ha pasado de moda. Ahora bien, se trata de1. Fierre Hadot, Rxercices spiritucls et philosophie antique, Etudes augustniennes, pgs. 47-48. 15

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Michel Onfi'ay una relacin fijndadora. Sin ella no hay pedagoga posible, ni evolucin concebible desde la perspectiva de los ejercicios espirituales y de la conversin pagana. El maestro realiza lo necesario para evitar el culto y pone as de manifiesto la distancia que hace posible la relacin. Es l quien establece el silencio, y es l quien expresa los gestos, las palabras y los signos. Tiene asimismo a su cargo el empleo pertinente de la dialctica de tipo socrtico, de la burla y la irona, as como la conciencia clara, sin infatuacin, de obrar en el registro de lo electivo, de lo aristocrtico (en el sentido etimolgico). Toda la Antigedad conoci esta relacin especfica sin la cual no hay sabidura prctica: hasta los lugares se asocian a los maestros, y as es como recordamos la Academia, el Liceo, el Prtico o el Jardn. Adems, existan las relaciones epistolares que remediaban la falta de proximidad. Con este espritu. Sneca le escribi ciento veinticuatro cartas a Lucilio, cartas en las que le prodiga consejos, hace observaciones, da respuesta a cuestiones precisas sobre el estoicismo o comenta algn detalle de la vida cotidiana. La relacin entre maestro y discpulo le" permite al filsofo especificar los ejercicios y proponer los mtodos apropiados: el discpulo recibe una enseanza particular en la que cada momento de su evolucin encuentra su justo lugar. Otra paradoja caracteriza esta complicidad: la que establece un marco de armona en que expresar la eleccin, otra prctica intempestiva. En un siglo casi enteramente signado por lo gregario, que ha alentado sin tregua la formacin de grupos, bandas y facciones, el ejercicio filosfico de estilo antiguo propone la ms refinada reduccin de la intersubjetividad: un maestro y un discpulo que en comn simpata practican la amistad como un argumento pedaggico.16

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Prefacio

En el inicio del curso sobre Lucrecio mi viejo maestro tom sabiamente la decisin de agradecer a los que vendran a verlo, y de agradecer ms vivamente an a aquellos que haran economa de visitas y de relaciones. Esta "puesta a distancia" tena la intencin de solidificar las veleidades, endurecer las tentaciones. Su antiguo volumen bilinge tena una constelacin de marcas de todos los colores: negro, rojo, violeta o azul. La intimidad que haba entre las pginas y el viejo profesor revelaba las horas de meditacin, de traduccin. Al mismo tiempo, yo descubra hasta qu punto poda ser preciosa la relacin de una persona con un libro, de un hombre y un pensamiento con un texto que no fuera la Biblia o cualquier breviario. La tapa de su libro se haba despegado y muchas pginas de aquel papel amarillento y suave al tacto se esparcan bajo los dedos pues la encuademacin se haba aflojado mucho tiempo antes. Junto al volumen, el profesor colocaba un gran reloj de bolsillo, probablemente con su cadena, y la madera del escritorio, que haca las veces de caja de resonancia de un instrumento musical, amplificaba el tic tac. La pipa y el tabaco completaban el sistema de objetos, y como la habitacin era de dimensiones pequeas, poda olerse el perfume azucarado, de miel y frutos exticos, dejado por sus bocanadas. Las manos del profesor iban del reloj al libro, de la pipa a las hojas dactilografiadas de su curso, con frecuencia intiles puesto que se trataba de mostrar la elaboracin de un pensamiento, ejercicio que no suele prestarse a la codificacin previa. Lucrecio se transformaba entonces en un contemporneo, y sus palabras parecan salir como un eco y encontrar su actualidad en un lenguaje completamente moderno y cotidiano. En invierno, desde la ventana, yo vea pasar los automviles y sus estelas de luz amarilla en el fro de la no77

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Michel Onfray che. La marea avanzaba silenciosa al ritmo de los semforos tricolores que proyectaban su luz sobre el asfalto. Y en el quinto piso de la universidad, al final de la jornada, Caen se esfumaba hasta desaparecer mientras la voz de mi maestro evocaba el foro romano, las calles de Juvenal y los monumentos del imperio. Una vez terminada la clase, el profesor reuna apresuradamente sus papeles, abandonaba el aula a grandes pasos y dejaba a su auditorio -cuatro o cinco alumnos, rara vez ms- envuelto en el encanto. Quedaban, tras el curso, los ecos: las ideas del poema epicreo seguan su camino, producan sus efectos y hacan que en mi dormitorio de la ciudad universitaria yo consultara los pesados volmenes indicados en la bibliografa. Por supuesto, trataban de Lucrecio y su libro, pero les faltaba la sustancia: la preocupacin pagana por la modificacin de uno mismo. Largos tratados sobre el clinamen, el atomismo o la teora de los colores. Nada muy apasionante: el encanto desapareca, las sumas universitarias adormecan los fulgores y anestesiaban los rasgos del filsofo. Ya no me hablaban del mismo pensador ni de la misma obra. Por ms que volviera al texto de Lucrecio o a los apuntes tomados durante la clase e intentara una posible restitucin, todo era intil. Para captar las vetas o percibir la naturaleza engalanada de las pginas hacan falta el ojo del maestro, su voz y su comentario. Era como un hilo de Ariadna en un laberinto que, en su desenvolvimiento, esconde una funcin fundamental y hasta indispensable. A veces, despus de la clase, el profesor me invitaba a charlar en su escritorio, a comentarle mis lecturas o mis investigaciones. Lleno de emocin, yo lo segua por los pasillos que conducan a una habitacin muy pequea, situada en el ltimo piso del edificio de Humanidades. El avanzaba rpidamente, dando zancadas y haciendo mu18

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Prefacio chos ademanes. Desde que sala del aula comenzaba a hablar y slo se detena al invitarme a entrar en el antro... La superficie que utilizaba para escribir apareca despejada, limpia: l estaba all de paso y no haba razn alguna para demorar el trabajo que tena entre manos. Una vitrina pequea le permita exponer algunos libros, obsequio de sus amigos, interesados como l por la filosofa antigua. Pero los volmenes servan tambin de apoyo a una serie de postales llegadas de diversos lugares y algunas fotografas recortadas de revistas o peridicos: todas mostraban monumentos del imperio. Piedras arrojadas sobre terrenos calcinados por el sol, templos de ruinas blancas que absorban la luz enceguecedora del Mediterrneo y coliseos devastados por el tiempo, como abandonados a los fuegos de la guerra. En esa pequea habitacin, el profesor me mostr una fotografa hallada por su hija que luego termin ilustrando la tapa de Vivre et philosopher sous les Csars, el libro que por entonces estaba escribiendo: en ella el foro romano haba sido captado en medio de una fresca bruma matinal, y al fondo se recortaban algunos monumentos envueltos en una luz que haca pensar en el fulgor de los das posteriores al apocalipsis. Me habl de Roma, de su primer viaje a esa ciudad y de las numerosas visitas que siguieron, me recomend el libro de Matzneff sobre el suicidio entre los romanos y me invit a leer las pginas que ste dedica a Montherlant y a la dispersin de las cenizas del autor del Treizime Csar en los lugares simbhcos de la Ciudad Eterna. Entonces tambin intercambiamos fragmentos de la vida privada: su deportacin, su amistad con el padre Tbuillard, plotiniano intempestivo; su pasin por el rgano y los collages de estilo surreasta; su gusto por el bordeaux, su decepcin ante Esparta, ocupada por refineras griegas; la historia de su Mont19

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Michel Onfray blanc y las travesuras de su perro, Kador. Por mi parte, le hablaba de mi padre, de los libros que lea, de mi infancia, de la pobreza, de Schubert (que era para m una revelacin), de la amistad entre los romanos. l me preguntaba por mis lecturas recientes y disfrutaba al verme emprender el descubriin-iento de Luciano de Samosata o de los Epigramas de Marcial. Entre Petronio y Ovidio, me sugera leer las Memorias de Adriano o a Frdric Dard, por quien senta verdadera pasin. A veces me comentaba sus trabajos e investigaciones. Para los Estudios filosficos estaba preparando aquel semestre un artculo sobre el suicidio por temor a la muerte practicado por los antiguos. Cuando record que yo mismo haba redactado una ficha sobre los numerosos casos de muerte voluntaria encontrados durante mis lecmras de textos antiguos, me anim a manifestrselo y l, con toda naturalidad, me pidi que se la facilitara para comparar, confirmar y hasta completar sus propios datos. Luego, durante nuestro intercambio epistolar, me pidi autorizacin para utilizar dos referencias de mi ficha que se le haban escapado, cosa que acept con gran placer y tambin con gran orgullo. Cuando su artculo apareci publicado con el ttulo Grihonille et la mort, recib un ejemplar dedicado y en una nota descubr mi nombre y el agradecimiento por "dos referencias tan generosamente comunicadas". Hay manera ms pedaggica de ensear a practicar el reconocimiento? Otros fueron menos refinados... En esa misma pequea oficina, que me cuesta imaginar cumpliendo hoy alguna otra funcin, mi profesor me revel un da un proyecto que tena la intencin de llevar a cabo con algtmos de sus colegas y que consista en producir una serie de libros sobre las relaciones entre vida y filosofa, y saber y poder, desde la Antigedad hasta 20

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Prefacio

nuestros das. Entonces yo tena poco ms de veinte aos y l me propuso escribir el volumen dedicado al perodo medieval. Como ignoraba todo del latn, del perodo y de sus filsofos, me vi obligado a declinar el ofrecimiento, aunque me sent orgulloso de que se me considerara digno de tal empresa. La infancia y la adolescencia de la que acababa de salir haban estado colmadas de malos augurios abocados a persuadirme del carcter gratuito de mi existencia. Haba sido formado por curas deshonestos, degradados por los vicios y fanticos de un sadismo avaro. Uno arrastraba siempre consigo olores repugnantes de suciedad, otro nunca perda la ocasin de prodigar caricias untuosas o gestos de pederasta, un tercero slo se expresaba mediante eructos, vociferaciones y aullidos que sola amenizar con golpes propinados segn la gravedad de sus crisis. Todos compartan la devocin por el ideal asctico y no se abstenan de ningn recurso para destilar mala conciencia y culpabilidad. La pensin invitaba a las prcticas solitarias de la sexualidad, y las sesiones del confesionario -durante las cuales yo tena la costumbre de leer la lista casi completa de mis pecados para evitar la desdicha de olvidar alguno- prometan a los pequeos onanistas que ramos entonces un caos gentico, una mutacin de nuestra especie. Por lo dems, su labor trataba de inspirar el temor y el terror del ms all, la sumisin a las autoridades y el sacrificio a los lugares comunes de todos los tiempos. El nico libro que haban conocido aquellos curas y que haban tiznado de grasa y suciedad era el breviario. Regularmente tenamos derecho a alguna decoccin de este brebaje, primero indigerible y muy pronto diurtico y carminativo. La ventaja que ofreca semejante pedagoga consista en formar inadvertidamente a los anticleri21

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Michel Onfi-ay cales ms feroces. Como es fcil imaginarse, pronto estuve saturado. Todo lo que, de cerca o de lejos, se pareca al desprecio del cuerpo, al temor a la muerte y a los terrores asociados a lo divino termin primero por irritarme y finalmente por hacerme sonrer. Lucrecio fue el antdoto contra este envenenamiento de tipo veterinario. A manera de libro de texto, mi viejo maestro recurra pues a De natura rennn. En l descubr un pensamiento materialista ateo, una tica pragmtica, una manera eficaz de poner en evidencia la falsedad y un claro desdn por la condena eterna y el pecado, la falta y la mortificacin, el infierno y la culpabilidad. Lucrecio ensea una moral de la pacificacin consigo mismo y el reencuentro con la propia sustancia atmica. El epicureismo me demostraba que un pensamiento que estuviera ms all del cristianismo era posible, y el poema del filsofo latino enseaba una tica sin Dios, lo que Giles Deleuze llama el atesmo sereno propio de una "filosofa para la cual Dios, su inexistencia e incluso su muerte no son problemas, sino que por el contrario constituyen las condiciones necesarias para el surgimiento de los verdaderos problemas".' El espacio abierto a mis pies poda colmarse: haca falta una tica de recambio, un pensamiento pagano. El segundo encuentro con las ideas antiguas se produjo a travs de Plotino, cuyas Enadas reemplazaron a De natura rennn. El tema del curso del ao siguiente fue la Vida de Plotino de Porfirio. A pesar del abismo que separa los dos pensamientos, encontr all la misma preocupacin por lo concreto, por la vida cotidiana, y la voluntad de promover una existencia filosfica. Por cierto, la mstica plotiniana no me entusiasmaba^en absoluto: la procesin, las hipstasis, la idea del Bien, tan misteriosa y asimismo2. Giles Deleuze, De Pricles Vcrdi, pg. 7. 22

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Prefacio

tan religiosa, me recordaban demasiado a una especie de catecismo conceptualizado. Pero mi viejo profesor, que conoca de memoria los vericuetos de los tratados neoplatnicos, realiz una lectura del texto inaugural de Porfirio que remita, una vez ms, a la pertinencia del proyecto antiguo: practicar ejercicios espirituales, formar una conciencia, seguir una metodologa de la metamorfosis, preocuparse por las cosas cercanas, asumir una perspectiva voluntarista, combinar la tica y la esttica -"no dejes de tallar tu propia estatua",' ensea Plotino-, y sustraerse a lo banal. Las ascesis antiguas me seducan: los estoicos, los epicreos y los alejandrinos, por cierto, pero tambin la figura de Scrates y los jvenes socrticos, e incluso los filsofos marginales de la poca. Scrates, por supuesto, slo puede ser fascinante para quien busca la coherencia ms all de las perspectivas de Platn. Cmo no coincidir, en mayor o menor medida, con quien afirma: "Nada de lo que preocupa a la mayor parte de la gente me interesa: las cuestiones de dinero, de administracin de los propios bienes, las especulaciones del estratega, los xitos oratorios, las magistraturas, las intrigas, las funciones polticas. No he seguido esa senda, sino aquella en la que pueda hacer el mayor de los bienes a cada uno de vosotros en particular, tratando de persuadiros de preocuparse menos por lo que uno tiene que por lo que uno es, a fin de hacerse lo ms excelente y razonable posible"?'' Tambin llegu a apreciar a Marco Aurelio por las pginas que dedica en su primer libro, los Pensamientos para m misino, a hacer un balance de aquello y aquellos de quienes se siente deudor: sus abuelos, sus padres, sus3. Plotino, Encadas, I, 6.9.7. 4. Platn, Apologa de Savtes, 36 C.

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Michel Onfi-ay amigos y maestros, a quienes dice deberles la calma y la fuerza, la liberalidad o la grandeza, la independencia o el dominio. El ejercicio es delicado y al mismo tiempo esttico: reconocer y revelar a sus maestros, sus ejemplos o sus modelos permite advertir que el autor asigna a la memoria una virtud arquetpica. Mi profesor haba hecho suyo el pensamiento de Plotino mientras simultneamente enseaba la distancia. Nada le habra parecido ms descabellado que intentar convertirnos a la filosofa neoplatnica. Aunque era la suya, l se limitaba sencillamente a colaborar para que cada uno encontrara su propio camino. La ma no estaba de ese lado: el mtodo me convena, pero el contenido me irritaba. Emprend entonces otras incursiones en la historia de las ideas antiguas. Los volmenes de Vidas, opiniones y sentencias de losfilsofos7ns ilnstres son, en este sentido, fuentes inagotables. All uno descubre a los siete sabios, a Scrates y sus discpulos, a Platn y los miembros de la Academia, a Aristteles y la cohorte peripattica, a los estoicos y los pitagricos, a los escpticos y-la palabra es bella- a los aislados, a Epicuro, pero tambin a aquellos que pronto habran de seducirme: los cirenaicos, discpulos de Aristipo, y los cnicos, de quienes Digenes de Snope es la figura emblemtica. La doxografi'a propone un viaje sin igual por varios siglos de pensamiento griego recorriendo las vidas, las obras y los comentarios que suscitaron ms de ochenta filsofos. Tambin fue mi maestro quien me recomend esta lectura, suerte de Biblia pagana colmada de detalles tan sabrosos como dignos de ser tomados con la mayor seriedad. Al mismo tiempo que en mi imaginacin caminaba junto a Aristipo y Digenes, descubra el vaco y el silencio bibliogrfico sobre estas cuestiones: en las fichas y los anaqueles encontraba nada o muy poco sobre el tema.24

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Prefacio

Los cirenaicos y su placer erigido en regla, y los cnicos y su prctica metodolgica de la subversin no parecan ser merecedores del inters universitario. De Aristipo, Digenes Laercio deca que saba gozar del instante presente y que consideraba los placeres del cuerpo superiores a los del alma. Frecuentaba alegremente las casas de placer, viva con una joven cortesana y confesaba abiertamente su pasin por la buena mesa, la gula y la diversin. Tambin sabemos que bailaba en las fiestas vestido con ropas de mujer. Pero sobre todo haba un detalle que aumentaba la simpata que despertaba en m: amaba los perfumes, mientras tantos otros filsofos parecan haber sufrido de amputacin de la nariz. En el plano terico, los cirenaicos enseaban que el "placer es un bien, aun cuando proviene de las cosas ms vergonzosas". Todo esto bastaba para causar embolias y sofocones a los tristes seores de la universidad: si se sita demasiado cerca de lo real, un filsofo es condenable; si es demasiado til para la vida, se lo descalifica. Los eruditos y los afectados seores de la imiversidad francesa mantienen el mismo silencio sobre los gnsticos y, entre ellos, los licenciosos. nicamente el libro de Jacques Lacarrire sobre este asunto brinda informacin til. Tampoco se ensean esas singulares corrientes de la Antigedad tarda, no obstante ser ricas en detalles sobre cmo el cristianismo lleg a ser la ideologa dominante y sobre los mtodos empleados para reducir los mrgenes y las heterodoxias. Por supuesto, prefieren comentar las Confesiones de San Agustn o delirar sobre las disertaciones del obispo de Hipona, antes que seguir a Simn el Mago, cuya sagacidad lo haca vivir en unin libre con una treintena de parejas que practicaban todo tipo de intercambios: he aqu una manera convincente de practicar 25

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Michel Onfray el amor al prjimo... Cmo resistirse a semejante gestin del gape} Los gnsticos de Tolomeo, los amigos de Simn, se nutran de los alimentos destinados a los dioses, practicaban el incesto y defendan las fornicaciones ms deportivas y audaces. Las sectas de los ofitas y los setianos practicaban la sodoma o modo de rito inicitico. Cmo no nos inspiramos en esto para distribuir los grados universitarios a los impetrantes de toda clase! La felacin estaba integrada a los ritos de intersubjetividad. Cmo sera necesario hacer de esto virtud en los recintos, en los lugares de culto del saber francs! El lesbianismo tena todas sus cartas de nobleza para manifestar la fraternidad y la proximidad. Cundo habr semejante sabidura en la Sorbona? Por su parte, los barbelognsticos eran fanticos del semen y lo consuman con apasionamiento. Cuando un coito no se interrumpa con la diligencia del caso y se iniciaba la gestacin, los miembros de esta secta no se inquietaban en absoluto y extirpaban el feto con los dedos antes de comrselo. Cunto ms convincentes seran nuestros nihilistas actuales si expresaran de manera semejante el disgusto que les inspira el inconveniente de haber nacido! Mi viejo maestro no senta ninguna simpata por este desenfreno de argumentos ad hoc... ahora bien, como se comprender, de lo que se trata es de promover el efecto subversivo. Todo radica en el tono que se emplee. Saludemos al pasar a los euchitas, a causa de su sabidura: repudiaban el trabajo y pasaban la mayor parte del tiempo sin hacer nada. Cuando no sucumban al dolcefai"mente, se dedicaban a bailar y a consumir estupefacientes. Jacques Lacarrire precisa, a manera de conclusin: "Slo los gnsticos osaron hacer estallar el polvorn y afirmar que, para ser eficaz, toda sublevacin, toda oposicin al mundo, toda pretendida liberacin espiritual o 26

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Prefacio

social debe liberar primero el sexo".' Luego lamenta que en la historia de las rebeliones y las acciones subversivas, nunca se haya marchado en esa direccin, y finalmente agrega que ninguna revolucin "logr acrecentar la conciencia libertaria del hombre".*^ Entre los cirenaicos y los gnsticos la protesta adquiri la forma del cinismo. Tambin en este caso fue mi profesor quien me indic los artculos que convena leer y me recomend la preciosa edicin de Lonce Paquet que ofrece, an hoy, la doxografa ms completa sobre el tema. Sin ella sera imposible concebir cualquier trabajo sobre la cuestin. Creo que fue en una carta fechada hace aproximadamente diez aos donde mi profesor hizo referencia a una frase de Demetrio el Cnico. Invitndome a hacer caso omiso de las declaraciones de tal o cual imbcil, escribi: "Haga como Demetrio, quien deca de las personas que carecen de cultura: 'da lo mismo que hablen o se tiren pedos'". Encontr en esa cita una de las primeras ancdotas cnicas que incitan a la meditacin y proponen una tica con una impresionante economa de palabras. Otra carta me permiti obtener informacin ms amplia sobre aquellos filsofos, tan hbiles para ensear sin dejar de divertir. Al poco tiempo de haber ledo la recopilacin preparada por Lonce Paquet, sent que los cnicos llegaran a serme familiares y que yo habra de convertirme a sus virtudes subversivas. Primero, eleg entre todos ellos a Digenes; luego descubr, sin sorprenderme demasiado, que los magros comentarios suscitados por los cnicos eran tendenciosos: tanta originalidad y excentricidad despertaban des5. Jacques Lacarrire, Les Gnostiques, pg. 111. 6. Ibid., pg. 145.

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Michel Onfray confianza. Ms tarde comprob que se descalificaba al hombre de Snope a favor de Antstenes, ms presentable, menos excesivo y, por lo tanto, ms apto para ser estudiado en un curso acadmico. La mana clasificatoria converta al cinismo en un precursor del estoicismo. La constelacin de los jvenes socrticos habra dado origen a un linaje que, a travs de Zenn de Citio, habra desembocado en el primer estoicismo. Digenes se converta as en un epifenmeno molesto que haba que reducir y hasta destruir: y eso fue lo que se hizo en principio en nombre de la moral y las buenas costumbres, y luego de la ciencia y de la seriedad filosfica. Por un lado, los mulos de Vctor Cousin; por el otro, los de Hegel. Aliora bien, Emile Brhier ha desarrollado una idea extremadamente interesante sobre el tema. Lejos de las preocupaciones relativas a las escuelas y las filiaciones y de los debates estriles sobre los precursores y la fuentes, Brhier afirma: "En la historia de la filosofa, siempre conviene remitirse a los esfuerzos intelectuales de los individuos; sera vano buscar en ella tipos de sistemas, clases de conceptos fijos y rgidos que habra que tomar o dejar de lado y que deberan sucederse seg^n un ritmo definido; slo existe el pensamiento individual, que recibe influencias de otros pensamientos individuales y obra a su vez sobre otros".' Tal es el caso del cinismo, que opera menos como una escuela que como una constelacin de figTjras singulares. En mi opinin, Digenes lleva a la incandescencia la subversin caracterstica de ese estilo. Ni siquiera me parece importante verificar la autenticidad de ciertos fragmentos: no tengo la aptimd ni el placer de juzgarla. Me importan el tono, el espritu.7. Emile Brhier, "Introduction au stoicisme", en Les Stokkns, pg. LXVI. 28

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Prefacio

De mi viejo profesor aprend entonces la libertad de espritu y la independencia, el gusto por una filosofi'a prctica y concreta, la provocacin en relacin con los poderes, la desconfianza hacia las instituciones que se apoderan del pensamiento a fin de volverlo lo ms asptico posible y avasallarlo. Finalmente, le debo adems una irrefi-enable aversin por todos los escolsticos contemporneos. Me abstendr de hacer la lista. Desde hace aproximadamente diez aos, mi profesor y yo mantenemos una correspondencia en la que intercambiamos opiniones que rara vez coinciden en los detalles pero que siempre convergen en las cuestiones de fondo. A veces me animo a hablarle de amistad, pero s cunto hay que desconfiar de las palabras. Un ltimo pormenor: su nombre es Lucien Jerphagnon. Ya no dicta clases, pero an puede lerselo.** Por supuesto, estas pginas le estn dedicadas...

8. Lucien Jerphagnon ha publicado ms de cincuenta artculos en diversas revistas, y ms de quince libros. Entre ellos, algunos tratan sobre la cuestin del mal, sobre Pascal, sobre la banalidad (tema de su tesis) y sobre Janklvitch. Se le debe asimismo la direccin de una Histoire des grandes philosophies y un Dictionnaire des grands philosnphes, editado por Privat. En cuanto a su obra sobre la Antigedad, adems de una monumental Histoire de la Roine Antique (Tallandier, 1989), public tambin Vivre et philosophcr sous rEmpire chrtien. En 1988 escribi Caiiis. Le dernir verdict, un ensayo con forma novelada al que haba antecedido 7^'', dit l'Apostat (Seuil, 1986). Su ltimo libro es Histoire de lapense. Antiquite' et Moym Age (Tallandier, 1989). Mlanges acaba de dedicarle un volumen titulado Du banal au mei-veilleiix (Cahiers de 1' E.N.S. de Fontenay, 2 vols., 1990).

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Incipit comedia

Observemos a Teofrasto retratar a un cnico: es un hombre que maldice y tiene una reputacin deplorable. Es sucio, bebe y nunca est en ayunas. Cuando puede hacerlo, estafa y golpea a quienes descubren el engao antes de que puedan denunciarlo. Ninguna actividad le repugna: ser patrn de una taberna y, si es necesario, encargado de un burdel, pregonero e incluso, si se quiere, recaudador de impuestos. Ladrn, habituado a las comisaras y a los guardias civiles, a menudo se lo encuentra, locuaz, en la plaza pblica, a menos que se convierta en abogado de todas las causas, aunque sean las ms indefendibles. Prestamista con fianza, tiene adems la soberbia de un maoso y no cuesta mucho imaginarlo como el gngster emblemtico: "Puede vrselo haciendo su ronda -escribe Teofrasto-, entre los taberneros y los vendedores de pescado o salazones, para cobrar sus ganancias".' Para completar el cuadro, no olvidemos que el cnico deja sin sentir vergenza que su madre se muera de hambre...1. Teofrasto, Caracteres, VI. 31

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Michel Onfi-ay Como se comprender, este cinismo no es el nuestro. sta es la acepcin ms difundida y comn. El cinismo de Digenes, el filsofo oriundo de Snope, es antes bien una farmacopea contra este cinismo vulgar.* El cinismo filosfico propone una gaya ciencia, un alegre saber insolente y una sabidura prctica eficaz: "Tras la causticidad de Digenes y su intencin de provocar, percibimos una actitud filosfica seria, tal como puede haber sido la de Scrates. Si se dedic a hacer caer una tras otra las mscaras de la vida civilizada y a oponer a la hipocresa en boga las costumbres del 'perro', ello se debe a que Digenes crea que poda proponer a los hombres un camino que los condujera a la felicidad".^ Digenes se erige pues en mdico de la civilizacin cuando el malestar desborda las copas y satura la actualidad. Hoy es perentorio que aparezcan nuevos cnicos: a ellos les correspondera la tarea de arrancar las mscaras, de denunciar las supercheras, de destruir las mitologas y de hacer estallar en mil pedazos los bovarismos generados y luego amparados por la sociedad. Por ltimo, podran sealar el carcter resueltamente antinmico del saber y los poderes institucionalizados. Figura de la resistencia, el nuevo cnico impedira que las cristalizaciones sociales y las virtudes colectivas, transformadas en ideologas y en conformismo, se impusieran a las singularidades. No hay otro remedio contra las tiranas que no sea cultivar la energa de las potencialidades singulares, de las mnadas.

* Vase el apndice titulado Fragmentos de cinismo vulgar. 2. Goulet-Caz, Al.-O., L'Ascse cyniqie. Un commentnire de Diogne Lacree, VI, 70-71, Vrin, pg. 22. 32

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Incipt Comedia La mxima del cnico es "no ser esclavo de nada ni de nadie en el pequeo universo donde uno halla su lugar".' Su voluntad es esttica: considera la tica como una modalidad del estilo y proyecta la esencia de ste en una existencia que se vuelve ldica. Todas las lneas de fuga cnicas convergen en un punto focal que distingue al filsofo, no ya como un gemetra, sino como un artista, el escengrafo de un gran estilo. Digenes es uno de estos experimentadores de nuevas formas de existencia. Debera sorprender entonces que el hombre de Snope marchara hacia atrs en el teatro, saliera por la puerta de entrada y respondiera a quienes se inquietaban ante semejantes actos: "Me esfuerzo por hacer lo contrario de lo que hacis todos vosotros en la existencia?".* Guiado por ese propsito, prefera perfumarse los pies antes que la cabeza, "pues -deca- el perfume derramado en la cabeza se pierde en el aire, mientras que, desde los pies, se eleva hasta mis narices".' Ms que las ancdotas en s mismas, conviene ver en estos relatos el proyecto cnico de transmutacin de los valores. Despus de su muerte, que algunos atribuyen a la ingestin de un pulpo crudo, mientras otros prefieren la versin del filsofo que se dej morir reteniendo la respiracin -manera emblemtica de morir para alguien que pas su vida asegurndose de que no le faltara el aire, salvo que haya sucumbido a la mordedura de un perro al que le disputara un trozo de carne fresca...-, Digenes fue representado en numerosos monumentos conmemorativos de pequeas dimensiones diseminados3. Paquet, L., Les Cyniqiesgi'ecs. Fragments et tnioignages, dition de l'Universit d'Ottawa, pg. 12. 4. Digenes Laercio, VI. 64, y Estobeo, Florilegio, M. 4.84. 5. Ibtd, Vi. 39. 33

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Michel Onfi-ay aqu y all. En uno de ellos puede leerse este epigrama annimo: "Recibe a este sabio, oh barquero de aguas amargas! l desnud la vida y juzg nuestras quime-

6. Antologa Palatina, VII, 63. 34

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1. Emblemas del perro

Un asno deca hace ya mucho tiempo a un anciano: "Nuestro enemigo es nuestro amo".' Como bien se sabe, los animales son expertos en sabidura: busquemos la verdad cerca del burro, porque con frecuencia al filsofo se lo espanta con rebuznos y mugidos. Hermano de Esopo, Nietzsche, en su Zaratiisf-a, hace deambular a su hroe entre tarntulas y hienas, enjambres de palomas y camellos de carga. Y qu decir de la vaca multicolor?^ En el zoolgico filosfico que confina a Cafarnam, Digenes, zologo confirmado y vagabundo de lujo, es un personaje sin par que brilla por una capacidad evidente. Todo su pensamiento aparece expresado, en mayor o menor medida, a travs de las bestias a quienes se les reserva la mejor de las suertes. En algn lugar de Estagira, en Tracia, Aristteles descansa en su cuna mientras Digenes ejecuta las gracias que le valdrn la notoriedad. Heroico y meditico, Scrates ya ha muerto, y Platn contina siendo su con1. Jean de la Fontaine, "El viejo y el asno", Fbulas, VT. 9. 2. Nietzsche, As hablaba Zaratustra, passi7>t.

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Michel Onfray temporneo. As es que encontraremos a los dos hombres vinculados por un gallo desplumado, un invertido o una ensalada... El austero y autoritario filsofo de La Reptiblica ya ha hecho de Digenes "un Scrates fiirioso".' Es cierto que el cnico se enorgullece de imitar a los perros ms audaces y ms incisivos. Evolucionando en el bestiario de La Fontaine, Digenes sera pariente del lobo que fustiga al perro por obtener su pitanza cotidiana pagando el alto precio de su libertad y su autonoma. Antstenes, a quien se considera el padre fundador de la escuela cnica, fue llamado "el Verdadero Can"."* La etimologa confirmar el parentesco del animal y la escuela {cyns: "perro" en griego), y en el concepto podr hallarse un misterioso perro brincando bajo el sol y las estrellas de Atenas. Hay mltiples razones que hacen justicia al trmino. Los filsofos de la Antigedad tenan la costumbre de dar sus lecciones en sitios particulares que se asociaban a la corriente filosfica. As existieron la Academia y el Liceo, en los casos de Platn y de Aristteles, y el Jardn en el caso de Epicuro. A manera de burla, Antstenes habra de elegir, en las afueras de la ciudad, un espacio independiente de ella. Desde el punto de vista de un urbanismo simblico, el cnico decidi escoger un lugar lindero con Jos cementerios, los extremos, los mrgenes. El Cinosargo concentraba toda la fuerza del emblema: estaba situado en lo alto de una colina, fuera de la ciudad, cerca del camino que conduce a Maratn. Durante un sacrificio ofrecido a Hrcules, el dios preferido de los iniciados en la filosofa de Digenes, un pe3. Digenes Laercio (en adelante D. L.), VI. 54. 4. D. L,VI. 13.

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Emblemas del perro rro blanco, venido de no se sabe dnde, se habra apoderado con eficaz celeridad del trozo de carne destinado al dios. Rivalizar en impertinencia y ganarle de mano a los oficiantes era razn suficiente para situar al animal bajo auspicios favorables. Habiendo interrogado al orculo sobre lo que convena hacer, el sacrificador habra recibido la orden, o quizs el consejo, de erigir un templo en el lugar para celebrar al perro y su rapia simblica. En el Cinosargo se encontraban los excluidos de la ciudadana, aquellos a quienes el azar del nacimiento no haba hecho dignos de tener acceso a los cargos cvicos. De modo que la escuela cnica vio la luz en los suburbios, lejos de los barrios ricos, en un espacio destinado a los excluidos, a aquellos a los que el orgullo griego haba dejado de lado. Obsesionados por su cdigo de nacionalidad, los ciudadanos redoblaban el desprecio por los advenedizos. Bajo el arcontado de Euclides, contemporneo de Antstenes en la flor de la edad y de Digenes cuando tena alrededor de diez aos, la reaccin se haca sentir incluso con insistencia... Otros especialistas en la Antigedad griega vinculan el Cinosargo con el can gil o brillante: Cerbero, el verdadero perro. Habitante de la Laguna Estigia, guardin de los Infiernos, Cerbero despedazaba a los mortales que tenan la mala idea de ir a ver qu ocurra ms all de la muerte y era tambin el compaero domstico de Hrcules, quien, como se sabe, era tenido en gran estima por Digenes y sus compinches. Por aadidura, la bestia era tricfala, lo cual multiplicaba los peligros para los hipotticos amos. Tena el cuello erizado de serpientes, cosa que no poda ms que disuadir a los amantes de las caricias, y sus dientes eran capaces de provocar mordeduras como las de las vboras... Es necesario extenderse ms sobre las cualidades del moloso? 57

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Michel Onfi-ay Finalmente, debemos decir algunas palabras acerca de las estrellas... Los cnicos eran grandes frecuentadores de la noche a la luz de la luna. Gegrafos de la Va Lctea, saban, porque eran personas cultivadas, a qu se llamaba la Constelacin del Can: una estrella -la ms brillante- que aparece el 27 de julio y augura tiempos caniculares, con sol extremadamente ardiente y sequa absoluta. Segn la Historia natural de Plinio, "en esta estacin, los perros enfurecidos por la cancula"' muerden indiscriminadamente a sus vctimas, con lo cual les infligen inquietantes hidrofobias. Amantes del Apocalipsis, los cnicos tambin se habran interesado por aprender de Aristteles que, con esta constelacin, "comienza el perodo del ao en el que el fuego del sol se aproxima ms peligrosamente a la tierra".^ Lo cierto es que, independientemente de que se tratara de un perro blanco ladrn de carne, de Cerbero del Hades o de un cuerpo celeste, al cnico le gustaba llamarse perro sencillamente porque senta una particular inclinacin por las virtudes del animal. No es este perro el faldero dcil, sumiso y satisfecho, que vive protegido junto a amos tan ahitos como l; por el contrario, el cnico desconoce la correa, la casilla y la pitanza regular adquirida al precio del conformismo. "Qu clase de perro eres t? -le preguntaron a Digenes-. Cuando tengo hambre -respondi- soy un maltes, y saciado, soy un moloso: dos razas que la mayor parte de la gente elogia, pero que pocos se animan a seguir en la caza por temor al esfuerzo".' De modo que, para los lugares comunes y las mitologas seculares, se trataba de un sabueso.5. Plinio, Historia natural, II y VIII. 6. Aristteles, ProUemcs, XXVT, 12. 7. D. L., VI. 55. 38

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Emblemas del perro A semejanza del perro, los cnicos coman en la plaza pblica, porque se negaban a obedecer el ceremonial de las comidas con sus horarios, sus lugares establecidos y sus hbitos. Entregados al azar de los zarzales que les suministraban bayas silvestres o de las fuentes que provean generosamente agua fresca y clara, los cnicos se alimentaban a voluntad, segn las oportunidades. A quien un da le reprochara comer afuera, a la sombra, pero a la vista de los paseantes, Digenes le replic: "Y qu hay de malo en ello? Sent hambre en la plaza pblica...".* Si el argumento ad hominem no bastaba, Digenes recurra a la lgica o a la retrica, sazonndolas con irona: "Si desayunar no tiene nada de absurdo, tampoco est fuera de lugar hacerlo en pblico; de modo que, si desayunar no es absurdo, no es desatinado hacerlo en la plaza pblica".' Por ltimo, cuando a alguien no le bastaba una demostracin expresada en actos o en conceptos, Digenes optaba por la invectiva o el insulto. As, a los curiosos que lo trataban de perro por sus prcticas alimentarias exhibicionistas, les contestaba: "Vosotros os parecis ms a los perros, puesto que me rodeis mientras como".'" Tambin se comportaba como perro Digenes cuando satisfaca sus necesidades sexuales con la misma espontaneidad con que calmaba su hambre... y tambin con la misma flema. En la plaza pblica, burlndose de los paseantes horrorizados, cuando le faltaba una compaera se esmeraba particularmente en prodigarse su placer solitario mediante las tcnicas consabidas. Uniendo la palabra al gesto, ofreca uno de los aforismos de su seleccin: "Si solamente pudiera -deca- poner fin a mi8. D. L, VI. 58. 9. D. L., VI. 69. 10. D. L.,VI. 61. 39

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Michel Onfray hambre y mis necesidades frotando as mi vientre"." Hermana en la filosofa de los cnicos ms populares, Hiparquia no vacilaba en exhibir su sexualidad como si se tratara de un happening destinado a los caminantes. El sibilino Sexto Emprico cuenta la ancdota: "Los hombres se retiran al mbito privado para tener comercio carnal con su mujer, mientras que Grates lo hace en pblico con Hiparquia".'-' Alimentacin, sexualidad, pero tambin alojamiento: los cnicos persistan en la metfora canina cuando se trataba del habitat. Uno de ellos senta especial predileccin por la tortuga porque sta representaba la autonoma ms lograda. Por su parte, Digenes prefera el tonel, o ms precisamente una gran nfora, puesto que habr que esperar a la llegada de los galos para que se invente el recipiente de madera. La vieta es clebre y todava hoy Epinal ofrece la imagen ms caracterstica del filsofo griego: el Scrates furioso habitaba como un perro en su casilla. Los cnicos hacan de la sencillez una virtud, y de la sencillez extrema, una extrema virtud. De ah la invitacin al desprendimiento y el repudio a comulgar con lo ostensivo cuando basta lo sumario. Juvenal supo ver en esa eleccin la cifra de una relacin con el mundo en la que el hombre domina las condiciones de su vida y no lo contrario. "El barril del cnico harapiento est protegido del fuego: si se rompe, maana l tendr otra casa o bien la misma, restaurada con plomo.'"' Por lo dems, Digenes sufri un da ese contratiempo: no se sabe muy bien qu desencaden la clera de un joven ateniense contra el sabio, pero lo cierto es que el nfora estall en mil pe11. Ateneo, Dcipnosofistas, IV. 158. F. 12. Sexto Emprico, Hipotiposispimnicis, I. 153. 13. Juvenal, Stiras, XVI. 40

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Emblemas del perro dazos. Inmediatamente alguien le ofreci a un Digenes encantado otro domicilio." En cuanto a las excreciones, Digenes emulaba al perro con la misma conviccin: en una ocasin, a los convidados que le lanzaban huesos en un banquete, el filsofo les respondi levantndose la tnica y regando copiosamente con un chorro de orina a los comensales estupefactos." Luciano de Samosata recordar el incidente, y en El banquete presentar al cnico Alcidamas como un especialista en micciones espectaculares. Igualmente despreocupado por los flujos ms slidos, Digenes, en medio de una muchedumbre atenta a sus discursos, se puso en cuclillas a defecar,"* antes de retomar plcidamente la palabra. Finalmente, el cnico posee del perro la virtud de la fidelidad y la preocupacin por preservar y cuidar a su prjimo. Un da que Digenes insista en que lo llamaran perro, Polixeno, el dialctico, se sinti incmodo y le comunic su perturbacin al sabio, quien lo tranquiliz dicindole: "T tambin llmame perro; Digenes, para m, no es ms que un sobrenombre; soy, en efecto, un perro, pero me cuento entre los perros de raza, los que velan por sus amigos"." El filsofo practicaba la mordedura con fines pedaggicos: a travs de ella procuraba inculcar ms sabidura y virtud. "Los dems perros -afirmaba- muerden a sus enemigos, mientras que yo muerdo a mis amigos con la intencin de salvarlos".'* La pareja formada por el perro y su amo tambin sirve para14. D.L., VI. 43. 15. D. L.,VI. 46. 16. Din Crisstomo, Dismrsos, VIII, 36, y Juliano el Apstata, Discursos, IX, 19. 17. Gno7Hologiiim Vaticanum, 194. 18. Estobeo, Florilegio, M. 3. 27. 41

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Michel Onfray expresar la amistad, que Digenes defina como la relacin que permite que "una sola alma repose en dos cuerpos".''' Ladrar y morder son modos de llamar la atencin sobre la direccin que conviene seguir, de mostrar el camino que hay que recorrer. Otro de los rasgos que caracterizan al perro es su mana de ladrar a lo que desconoce. As deberamos interpretar a Herclito cuando dice: "Los perros ladran contra todo lo que no conocen?".-" El cnico grue ante todo lo que contradice su ideal de virtud: cualquier cosa que se oponga a la autonoma y la independencia. Platn describe esta extraa mana -fidelidad al semejante, redoblada por la constancia- como el signo distintivo del guardin de la ciudad: "Al ver a alguien que no conoce, el perro manifiesta hostilidad, aun cuando ese hombre nunca antes le haya hecho ningn mal; pero si se trata en cambio de alguien que conoce, manifiesta amistad por ms que hasta ese momento no haya recibido nada bueno de esa persona".-' Digenes reivindica este recelo -a veces hasta el sarcasmo- ante quien no es el Mismo y persiste en pertenecer a la categora de Otro: increpa, a menudo severamente, a quienes obran en contra de las virtudes por las que l se sacrifica. Su voz se vuelve amenazadora como la del animal cuando encuentra al Otro, diferente del cnico, como en el caso de Platn. Tanto para Digenes, hijo de Cerbero, como para los dems cnicos iniciados en la tensin y el dominio que quieren promover, el ladrido es la manifestacin del estilo canino. El perro lanza sus gaidos slo en contra de aquellos que prefieren la molicie y la dependencia, el re19. Damasio, Florilegiiim, I. 10. 10. 20. Herclito, Fragmentos, 97. 21. Platn, La Repblica, II. 376. A. 42

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Emblemas del peiro ajamiento y la sumisin. sas son las nicas presas contra las que el cnico dispara sus flechas. Desde esta perspectiva, la funcin del filsofo consiste en gruir contra los obstculos a esta tensin, es decir, contra lo social, que desde el punto de vista de los cnicos es lo que induce a cultivar virtudes mezquinas. Ningn filsofo que no sea perro patibulario o amenazador cuenta con el beneplcito del cnico. Refirindose a Platn, Digenes deca: "Qu puede ofrecernos un hombre que ha dedicado todo su tiempo a filosofar sin haber inquietado nunca a nadie? Dejo a otros la tarea de juzgarlo". Segn l, "los discursos de un filsofo deberan estar henchidos de esa dulzura acre que puede irritar las heridas humanas"." As, el perro anuncia una manera incisiva de practicar la sabidura. A otros corresponder la tarea de hacerse perros de guardia o perros policas: Paul Nizan sigui en su momento las huellas de los primeros." Sarnoso, errante e ntimo de las estrellas, el cnico husmea las sendas que conducen a la virtud.

22. Estobeo, Florilegio, M. 13. 43. 23. Paul Nizan, Lospeirosgiinrdiines. Lase asimismo el captulo de VOuhli de linde en el que Roger-Pol Droit se pregunta: "Qu es un perro para un griego?", pgs. 9-14.

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2. Retratos con barba y otras pilosidades

AI paso del cnico, uno no puede ms que volverse: su porte, el aspecto de su vestimenta y su estilo concentran las virtudes de la escuela. Desprendimiento, sencillez y hasta austeridad; no en vano los discpulos de Antstenes se restringan a lo elemental, si no ya al desalio. En aquella poca, los pitagricos se vestan de blanco, usaban ungentos de aromas penetrantes y se baaban regularmente. A fin de marcar una distancia con los sectarios de Pitgoras, los cnicos vestan un palio que, doblado, se prestaba a todos los usos, desdeaban la higiene ms elemental y rechazaban con energa los perfumes, los cosmticos y cualquier accesorio de belleza. El severo y grave Hegel escribi en su Esttica: "Puede considerarse cierto que la expresin espiritual se halla concentrada en el rostro y en la actitud y el movimiento del conjunto".' Aunque el modelo del filsofo -por decirlo as- fuera la estatuaria, en nuestro caso podemos coincidir con la prescriptiva hegeliana: la recopilacin de ancdotas de Digenes Laercio constituye una coleccin1. Hegel, Esttica (ed. francesa, pg. 155). 45

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Michel Onfray de fragmentos en la que se expresan la esencia del pensamiento cnico y la sustancia de la escuela y la corriente. Por esa razn, el significado del manto, el bculo, la barba y el cabello largo excede lo puramente anecdtico. El palio del cnico es el signo de la renuncia, de la opcin despojada del filsofo: "es como una casa en la que uno se mete libremente".' Antstenes lo reconoce como su nico bien cuando abandona riquezas y fortuna. No se sabe si fue Digenes o su maestro quien dobl la pieza de tela por primera vez para diversificar su uso. Desplegada, serva para los momentos frescos o fros; sobre el hombro, plegada, permita soportar ms fcilmente el calor ardiente del verano. El triboninn -tal era su nombre- era un retazo de tela rstica de color oscuro muy anterior a los tejidos finos y suntuosos que el comercio llev a las ciudades griegas. Con la intencin de volverse intempestivo, el cnico reduce el vestido a la nica funcin til para la que fue concebido: proteger del fro, del sol, de la intemperie o de las agresiones naturales. En la poca en que lo lucen Antstenes y Digenes, el triboniun es el nico bien de algunos viejos y tambin de los pobres. La preocupacin por lo intemporal permite pertenecer a cualquier tiempo, puesto que libera de la tirana de corresponder a la propia poca y establece una suerte de perspectiva de eternidad all donde los dems se aglutinan en lo ms denso de lo cotidiano. Rechazar la moda implica tambin no sacrificarse a la uniformidad del momento y a las prcticas de masas, y al mismo tiempo preservar y afirmar una singularidad. De este modo, el comportamiento cnico vuelve intil la lgica mercantil, ataca al comercio e invita a limitar la circulacin de las riquezas y, por lo tanto, el enriquecimiento de los ricos. Nada de gneros preciosos que justificaran el trabajo de2. Ibd, pg. 158. 46

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Retratos con barba y otras pilosidades

un sastre y, por consiguiente, la sumisin a una habilidad exterior transformada en necesidad. Nada de diseos exclusivos, colores ni adornos. Incluso en el vestido, el cnico manifiesta su voluntad de independencia y su deseo de autonoma. Su estilo excluye el comercio y el artesanado redundantes: nada de tintoreros, ni batanes, ni boticarios, ni vendedores de telas. Es una poca de lujo, o al menos de ornamentos y gastos ostentosos. Durante varios siglos los griegos se haban contentado con usar una gran pieza de lanilla que envolva el cuerpo. Fue necesario el contacto con los pueblos de Oriente para que se produjeran cambios en la materia. Los jnicos adoptaron la tnica de lino que caa hasta los pies y se ajustaba al talle con un cinturn. El cnico se inscribe en una perspectiva de repudio de su tiempo, que en este plano se manifiesta en el rechazo de las nuevas prcticas indumentarias. Resulta sorprendente que la doxografa no haya conservado testimonios sobre algin cnico que se paseara completamente desnudo por la plaza pblica. Tal actitud habra correspondido al orden cnico de las cosas: confianza en la naturaleza, repudio de la civilizacin, gusto por la provocacin y la ancdota pedaggica inquietante; ni Digenes ni Grates se habran negado a semejante escenificacin, ya que el vestido es tambin argumento para el pudor. Hegel escribi sobre esta cuestin: "El vestido contribuye a la realizacin del objeto que persigue el arte ideal, que consiste en disimular los pequeos detalles del cuerpo que tienen relacin con la vida animal, tales como venillas, pelos o arrugas de la piel, a fin de destacar nicamente el lado espiritual de la forma en sus contornos verdaderamente vivos".' El bello cuerpo grie3. Ibd., pg. 155. 47

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Michel Qnfray go es estilizado, y contra tal perspectiva mitolgica Digenes habra podido exhibir a la luz del da sus vrices y su piel arrugada, su vientre flaccido y sus articulaciones nudosas. No obstante, ninguna noticia al respecto ha llegado hasta nosotros. Cabe conjeturar que si Digenes hubiese tenido la veleidad del nudismo, seguramente le habran suministrado algunos granos de elboro o le habran propinado algunos golpes. A modo de consuelo, podemos considerar que Antistenes concillaba la tentacin nudista con la necesidad de orden en la va pblica sir\^indose sabiamente de los agujeros de su palio. Ciertamente, a travs de algunos de ellos deba ser fcil comprobar que el pudor era la menor de las preocupaciones del cnico. Por supuesto, no faltaba quien lo acusara de afectacin y vanidad... El mismo Scrates habra increpado a Antstenes dicindole: "A travs de los agujeros de tu manto puedo ver tu gran sed de gloria".'' Para luego preguntarle: "Nunca dejars de hacerte el guapo ante nosotros?".' A cada uno su lujo y su dandismo: el de Alcibades era dispendioso y el del sabio, econmico. Para completar la panoplia, el cnico luca una larga barba descuidada. Lo cual habra disgustado enormemente a Schopenhauer, que slo toleraba los rostros ra4. D. L. Yl. 8. 5. Elin, Histoire vnrie, IX. 35. Jean-Paul Dumont hace un anlisis magistral del valor que tiene el trmino "philodoxa" en la ancdota y llega a la conclusin de que el episodio tiene no slo una carga humorstica sino tambin filosfica: lo que puede verse a travs de los agujeros de! palio no es tanto el orgullo (uno de los sentidos del trmino) como la creencia en las opiniones (el segundo sentido posible de la palabra). Por ello la historia se presta a que se la coloque en una perspectiva nominalista antiplatnica. Vase: "Des paradoxes la philodoxie", L'A/ie", n 37, enero-marzo de 1989, pg. 45. 48

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Retratos con barba y otras pilosidades surados y a quien una cara invadida por el sistema piloso le recordaba demasiado la animalidad. Los cnicos usaban barba precisamente para afirmar su proximidad con las bestias. En las razones que aduce el filsofo para explicar su horror por los pelos Digenes habra encontrado un alegato para dejarse tapar el rostro por una furiosa barba de chivo. En Parerga et pa7-alipomena, Schopenhauer escribe: "Este atributo sexual en medio del rostro indica que se prefiere la masculinidad comn a hombres y a animales, antes que la humanidad. Se busca ser ante todo un hombre y slo despus un ser humano. En todas las pocas y en todos los pases en alto grado civilizados, la supresin de la barba siempre naci del legtimo sentimiento opuesto: el de constituir ante todo un ser humano in abstracto, sin tener en cuenta la diferencia animal del sexo. El largo de la barba, en cambio, siempre se correspondi con la barbarie, cuyo nombre mismo recuerda"."^ He aqu un alegato pro domo para los hijos y nietos de Antstenes. Tradicionalmente los hroes, los dioses, los monarcas y los filsofos fueron representados como portadores de una abundante carga pilosa. No hay ningn Zeus sin barba... Habra que interpretar en ello una voluntad de manifestar su similitud con lo que expresa ms esencialmente la soberana y el imperio? Por nuestra parte, nos contentaremos con interpretar el signo como una seal de la voluntad de hacerse salvaje, de la cual los cnicos fueron los mayores heraldos, voluntad acentuada por una reivindicacin de la virilidad, entendida como la cualidad de aquel que puede hacer que lo real se doblegue a su arbitrio. As es como, al encontrarse en la calle con un6. Schopenhauer, Para-ga etparalipomena, en Insultes, ditions du Rocher, pgs. 27-30. 49

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Michel Onfray hombre que lleva el mentn rasurado, Digenes le habra dicho: "Acaso le reprochas a la naturaleza que te haya hecho hombre y no mujer?".' Ansioso por obtener el mejor efecto, Menedemo de Lampsaque se atavi un da con un disfraz de Furia que le sentaba de maravillas: diadema y brazaletes de serpientes, una antorcha en una mano, una tnica gris que le llegaba a los pies y un cinturn prpura ceido al talle... Discreto. Adems, en la cabeza llevaba un "casquete arcdico que tena bordados los doce signos del zodaco", a lo que se agregaban "coturnos de tragedia, una barba de largo desmesurado y, en la mano, un bculo de fresno".** No era alguien a quien pudiera olvidarse fcilmente! El cabello estaba generalmente en armona con el conjunto: largo y ms bien descuidado. Slo Digenes de Snope aparece con el cabello corto en la galera de personajes cnicos que nos dej Digenes Laercio." Exceptuando esta gran cabeza entre las grandes cabezas, los comentaristas son unnimes: el cnico tiene la cabellera hirsuta. Luciano de Samosata, Juliano el Apstata, Diodoro de Sicilia y Epicteto nos lo dirn. A este ltimo se debe incluso la precisin respecto de la falta de cuidados.'" Aunque el enigma subsiste en el caso del sabio de Snope, que confesaba frecuentar al barbero." Hegel observa que "en las estatuas de mrmol de la gran poca, los hombres aparecen representados con cabellera abundante y ondulada",'' pero extraamente

7. Ateneo, Dcipnosofistas, XIII. 565. C. 8. D. L.,VI. 102. 9. D. L., \ T 31. 10. Epicteto, Manual de Epicteto (mximas), II. XXII. 10. l l . D . L . , VI. 66. 12. Hegel, op. cit., pg. 147. 50

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agrega que "la cabellera es una formacin de naturaleza vegetal antes que animal y es menos una prueba de fuerza que un signo de debilidad del organismo"." Probablemente, semejante idea surgi de comprobar que los brbaros llevaban el pelo "lacio y achatado (...) corto, sin ondulaciones ni bucles".''' Recordemos el hbito del cnico de dejar que la naturaleza haga su trabajo, y que el desorden y el largo se instalen en el cabello segn el capricho del tiempo. En cuanto al largo del pelo, Hegel parece equivocarse, al menos en lo relativo al sentido simblico: la extensin representaba lo espiritual y las virtudes singulares de fiaerza e incluso de virilidad. El cabello corto significaba la prdida de la potencia: no en vano se rasuraba a los servidores, esclavos, delincuentes y prisioneros. Si hemos de creer lo que dice Plutarco, el cabello largo presentaba la doble ventaja de aumentar la belleza de un rostro o, cuando no haba tal belleza, de hacer que la fealdad fuera an ms impresionante." As vestidos, con el rostro fcilmente reconocible, los cnicos andaban descalzos todo el ao"^ y disponan por todo accesorio de un zurrn y un bculo. Solan llevar en la alforja una pequea colodra o taza con la que recogan agua de las fuentes y los manantiales. Pero un da, al ver que un joven beba en el hueco de la mano, Digenes, contrito y confuso, tir el tazn al arroyo preguntndose cmo haba podido cargar durante tanto tiempo un objeto tan molesto y superfluo...

13. Ide7n. 14. dmi. 15. 'Phxtirco, Apotegmas de los Incedemonios {e.. francesa, pg. 533). 16. D . L . VI. 31 y 34. 51

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Michel Onfi-ay En cuanto al bculo, era en realidad un cetro del que, por supuesto, no haba que desprenderse. Compaero de vagabundeos y sostn, ese palo era el equivalente irnico de las insignias de poder, en este caso de poder sobre s mismo, lo real y el mundo. En Grecia, los jueces y los generales estaban provistos de cetros. Como seal de dignidad, ciertos maestros podan invocar su empleo. Pero en el caso del cnico, se trataba de una burla al orden social y sus insignias. Suponemos que los comentaristas de La Ili'ada y de La Odisea, textos sagrados puesto que funcionan como referencias comnmente admitidas, atribuan a los primeros un palo rojo y a los segundos, uno amarillo... En alguna parte se lee que este instrumento "no puede concebirse de otro modo que no sea como el bculo del caminante"." Para hacer una lectura simblica, es interesante saber que Hrcules, el dios preferido de los cnicos, nunca viaja sin su vara, y que de semejante objeto suele hacer un uso muy diferente del puramente decorativo: es el instrumento de una voluntad de vagabundeo, de soledad, y al mismo tiempo una retrica de la distancia. El palo es el medio con que hacer respetar la distancia y asegurarse el vaco alrededor de uno mismo, condicin de posibilidad de una autntica autonoma. Por lo dems, Digenes estaba familiarizado con esta retrica. A menudo se lo poda encontrar maniobrando con destreza el contundente objeto. As es como un da en que Digenes se abra paso por las calles de la ciudad, a causa de una mala maniobra estuvo a punto de recibir el impacto de una viga en pleno rostro. El carpintero, no obstante, haba tenido la precaucin de gritar "cuidado"... despus del incidente. Entonces Digenes, blan17. M.-O. Goulet-Caz, L'Asccse cynique, Vrin, pg. 60. 52

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Retratos con barba y otras pilosidades

diendo su bculo, le asest un golpe en el crneo y le grit a su vez "cuidado", cuando ya haba iniciado el movimiento.'* En otra ocasin fue Midias o un fulano cualquiera quien lo golpe, sin razn aparente... Su talento para la rplica era temible y Digenes no retroceda ante nada: ms de una vez recurrir a las correas de los pgiles" para lavar tal o cual injuria, para su gusto demasiado intolerable. Esta tcnica era comn entre los cnicos, y Antstenes la dominaba con bro. Hasta el encuentro entre el anciano y su discpulo se produjo bajo los auspicios del garrote. Cuando el joven importunaba al maestro con su perseverancia -quera convertirse en su discpulo- estuvo a punto de recibir una buena tunda. Veamos cmo cuenta la ancdota Digenes Laercio: "Llegado a Atenas, Digenes se apeg a Antstenes. Este ltimo lo rechaz: no quera que nadie lo siguiera. Pero la insistencia de Digenes logr su objetivo. Un da, Antstenes levant su porra contra l; Digenes, adelantando la cabeza, le dijo: Golpea, pues no encontrars un leo tan duro que de ti me aparte durante tanto tiempo como para que me des la impresin de proferir palabras sensatas. A partir de ese da Digenes se convirti en su discpulo".'" Virtud heurstica del mazo o versin contempornea de la revolucin industrial: cmo filosofar a golpes de martillo... Siempre con la ayuda de su palo, Digenes prosigui su obra filosfica. En medio de la plaza pblica, un da convoc a grito pelado a los hombres... Por supuesto, la gente se acerc, ya que el personaje y sus prcticas le despertaban la curiosidad. Entonces Di18. D. L.,VI. 66. 19. D.L.,VI.42. 20. D. L.,VI. 21.

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Michel Onfray genes distribuy algunos golpes aqu y all, al azar, dirigidos a los curiosos, y justific su gesto diciendo: "Ped hombres, no heces".'' En otra ocasin recorri las calles con la misma demanda, esgrimiendo ridiculamente una lmpara encendida en pleno da, siempre en busca de hombres, siempre decepcionado en su bsqueda...'Buscaba seres a quienes poder iniciar en su voluntarismo tico.

21. Hecatn, Chivos, I. 22. D. L., \ ^ . 41. Vase la lectura nominalista de la ancdota que haceJ.-P. Duniont en el artculo citado. Digenes busca al hombre (la idea platnica del Hombre), no lo encuentra, y se contenta con decir que slo ve hombres (las realidades sensibles). 54

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5. La virtud del pez masturbador

Damos nuestra bendicin a los animales, pues a ellos les debemos algunas de las pginas ms sabrosas de Aristteles. Cuando este filsofo se ocupa de la fauna, lo hace para establecer leyes, ks es como se interesa por las modalidades de apareamiento de los cuadrpedos vivparos, lo que le permite extraer reglas generales y, puesto que lo universal es imposible de abarcar, sortear el inconveniente mediante fabulosos artificios. Por ejemplo, cuando se presenta una molesta excepcin en el tema que lo ocupa, Aristteles se conforma con decir que los animales "practican el apareamiento que les resulta posible".' Preocupado por ser minucioso y exhaustivo, nos ensea que "la verga del camello es hasta tal punto un tendn que con ella se hacen cuerdas para los arcos",' que entre los delfines "la duracin de apareamiento no es ni corta ni larga",^ o que las perdices "sacan la lengua du-

1. Aristteles, Historia de los animales, V 2. 540. A. 2. Idevii. l.Ibtd.,Y.S.

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Michel Oiifray rante el acto de apareamiento"/ Al lector no se le ahorra ningn detalle, por improbable que sea, sobre la cpula de camarones y bogavantes, de cucarachas y tarntulas, sin contar la informacin concerniente a lo que le ocurre a la piel del prepucio cuando, por descuido, se encuentra con un par de tijeras, ya que Aristteles nos ilustra sobre la cuestin cuando dice al respecto que "si se la corta, no puede volver a crecer, tal como ocurre con la mejilla o el prpado".' Se trata entonces de tomar precauciones. Todo; uno sabr todo sobre las bestias leyendo la Historia de los animales. O casi todo, porque habr que recurrir a Digenes para informarse sobre las virtudes del pez masturbador... Los cnicos disponen de un bestiario que hara palidecer a los especialistas, tal vez incluso a los aristotlicos... Adems de ese selacio onanista, en el bagaje de Digenes y sus secuaces podemos encontrar un ratn histrico, un cochinillo cebado, un arenque encadenado, un caballo dominado, un ciempis linftico, un chivo ordeado, algunos terneros, bueyes, tortugas, comadrejas y dems. Sin olvidar, por supuesto, al perro, el rey de los animales cnicos. Con ayuda de este singular conjunto, se podr captar la vida de Digenes desde el punto de vista del bestiario para explicar luego qu significa esta zoofilia tan particular. Para ello detengmonos junto a algunos roedores y ciertas bestezuelas del fondo del mar. En efecto, fue un ratn el que hizo que Digenes se convirtiera a la filosofa cnica. Mientras ocioso detallaba las idas y venidas del animal, el joven que era entonces Digenes comprendi que el ratn era un modelo de despreocupacin, independencia y libertad: iba y vena4. lem. 5.1bid,l. 13.

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La virtud del pez masturbador sin que le importaran un bledo la oscuridad y el fituro, absorto en un puro presente sin ramificaciones nostlgicas ni imaginarias. Algunos hermanos del anterior, salvo que hieran ratitas que se hubieran hecho adultas en el intervalo, reiniciaron su danza ante la nariz y las barbas de Digenes, quien intentaba conciliar el sueo en un rincn de la ciudad, arropado en su manto, mientras a algunos centenares de metros del lugar, las familias atenienses acomodadas daban una suntuosa fiesta. Si bien all se prodigaban las vituallas sin control alguno, Digenes se haba conformado con pellizcar una galleta marinera de la que dejaba caer de vez en cuando algunas migajas. Se preguntaba el cnico si no le convendra tomar algunas de las sobras del gape ateniense, cuando vio aparecer, como de la nada, a un ratn que se dio un festn con los restos que l dejaba. La situacin impresion de tal manera al sabio que lo hizo meditar sobre la leccin recibida: "Qu me dices, Digenes? He ah un ratn que se regocija y se alimenta con tus sobras mientras t, en cambio, de alma bien nacida, te compadeces y te lamentas por no poder embriagarte all, tendido sobre la mrbida alfombra bordada".'^ Y el hombre se hizo filsofo. En otra ocasin, cuando la prctica cnica le haba conferido ya importantes aptitudes para la irona, se encontr con varios roedores que trepaban a la mesa donde coma: "He aqu que Digenes tambin mantiene parsitos...",' dijo entonces. De cada encuentro con el perro y los ratones la sabidura obtiene algn beneficio... Si bien se le debe al pequeo mamfero la conversin de Digenes, hay que atribuirle al arenque las virtudes de6. Plutarco, Mordm, 77. E. 78. 7. D. L., VI. 22 V 40.

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Michel Onfray la iniciacin. Como es sabido, a un candidato a la escuela cnica se le neg la admisin porque sinti vergenza de arrastrar consigo, en el extremo de un cordel, al pez cmplice. El mismo pez, blandido un da por Digenes durante un discurso de Anaxmenes, bast para desviar la atencin de la muchedumbre y para irritar al orador. Plcido e irnico, el sabio dijo entonces: "Un arenque de un bolo ha perturbado la conferencia de Anaxmenes".'* En ambos casos, el pez sirvi para representar la necesidad que tena el cnico de despreciar las convenciones y burlarse de los dems, as como para expresar la precariedad del espritu adusto y la superioridad de todo sarcasmo. Para medir la carga insolente del ltimo gesto de Digenes hay que imaginarlo trasladado al anfiteatro donde cumplan su funcin de pontificar algunos ancianos reconocidos como parte del patrimonio cultural. La Academia, el Instituto y la Sorbona sabran hacer su negocio. Soemos por un momento que uno pudiera adaptar el gesto y reproducirlo en todos los lugares donde reina el espritu de la gravedad y la compostura y que pudiramos transformar as las iglesias, las salas de reunin de los consejos de administracin, los escritorios de los jefes y los palacios de gobierno en vastas pescaderas... Pero dejemos descansar de sus travesuras a ratones y arenques y recordemos a un gallo, el animal elegido por Digenes para confundir a Platn, cuya metafsica no era en absoluto del agrado del cnico. La teora de las Ideas defendida por el autor del Fedn no poda gustarle al sabio de la lmpara. En su mana por las definiciones. Platn haba acuado una frase que, a su entender, defina perfectamente al hombre, a quien llam en aquella ocasin "un bpedo sin plumas"... Los platnicos considera8. D.L., \ T 5 7 .58

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La virtud del pez inasturbador ron que era una expresin acertada y una clasificacin vlida, pero no ocurri lo mismo con Digenes, quien en su rincn preparaba una contrademostracin de facto: despus de haber desplumado a un gallo vivo, lo lanz en medio de una reunin presidida por Platn, con lo cual demostr, silenciosamente, que la definicin era inadecuada y que, de todas formas, lo real no podra reducirse al concepto ni a las palabras. De ah el empleo del gallo con fines nominalistas... Para persistir en su mana clasificatoria. Platn se vio obligado a rever su definicin, a completarla, y a ensear que si bien el hombre era un bpedo sin plumas, tambin estaba pro\sto de uas planas y anchas. Ahora bien, en griego -precisa JeanPaul Dumont- "la broma es verdaderamente extraordinaria, ya que la expresin 'de uas anchas' traduce el adjetivo griego platonychon, que tambin significa 'uas al estilo de Platn' "...' El nominalismo cnico es indudable desde Antstenes, quien se especializ en mostrar hasta qu punto los hechos a menudo contradicen los efectos del lenguaje, de la dialctica sutil y de la retrica ampulosa de la metafsica. Como ya sabemos. Platn hace derivar todo lo sensible de una realidad inteligible preexistente en el universo de las Esencias, las Ideas y las Formas puras. La ventaja que ofrece semejante metafsica es que uno puede valorar la Idea y despreciar lo Real, invitar a la contemplacin de la Esencia y al repudio de lo sensible. Nada ms conveniente para fundar la alienacin -que Feuerbach analizar con tanta sutileza- que promover un imaginario hiposttico, imgido de todas las cualidades de la pureza y de la perfeccin, descalificando al mismo tiempo el mundo real inmediato e inmanente que llega a ser, por las nece9, D. L., \^. 40. y Dumont, J.-R, art. cit. pgs. 44-45. 59

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Mkhel Onfray sidades de la demostracin -y de la causa-, el soporte de lo degradado y lo impuro, puesto que debe su existencia a una participacin que supone disminucin y entropa. De modo que, para Platn, nada de lo concreto es real. Qu mejor manera de significar el desprecio por la vida y la voluntad del ideal asctico? Los cnicos atacan con irona y ardor la teora platnica de las Ideas: se interesan por la inmanencia y las cosas prximas, por la vida cotidiana y lo concreto. As, ante una mesa, Platn se abismaba en los detalles para demostrar que no tena realidad en s misma, puesto que participaba de la mesa "en s", de la Idea de mesa, sin la cual no habra nada, y lo mismo haca con las tazas y otros objetos que permitan una aprehensin concreta y sensible. Por su parte, Digenes afirmaba que no tena ninguna dificultad para ver objetos como una mesa o una taza, pero que no vea en absoluto las esencias de donde supuestamente derivaban.'" El filsofo idealista con