mi profesor de química · — al mío, te llevaré a casa — por milésima vez en el día sonrió...

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Vive la Magia Fanfiction Mi Profesor de Química Fic de Ignacio Pelozo Capítulos 6 - 10 Notas de MizukyChan: Y aquí llega la segunda entrega y les puedo asegurar que no van a parar de suspirar >///< Es una historia muy tierna, sobre todo en sus inicios, cuando los personajes descubren y aceptan sus sentimientos. Espero lo disfruten y no olviden comentar. Beshoshs.

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Page 1: Mi Profesor de Química · — Al mío, te llevaré a casa — por milésima vez en el día sonrió ruborizado — eres toda risas tú. Bien te contaré: Jessica y yo estamos juntos

Vive la Magia Fanfiction

Mi Profesor de Química

Fic de Ignacio Pelozo

Capítulos 6 - 10

Notas de MizukyChan: Y aquí llega la segunda entrega y les puedo asegurar que no van a parar de suspirar >///< Es una historia muy tierna, sobre todo en sus inicios, cuando los personajes descubren y aceptan sus sentimientos. Espero lo disfruten y no olviden comentar. Beshoshs.

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Mi Profesor de Química

& Capítulo 6 &

& Tom &

— ¡Contesta idiota! — continuaba tuteándome y era lo más tierno y agradable del planeta. Si hubiese sido otro alumno, probablemente le reprendería y lo mandaría a la dirección pero con Trümper era lo que esperaba hace rato: que me tratara de tú. Nadó hasta el borde de la piscina y se sujetó intentando salir.

— ¿¡Vas a estar viéndome o me ayudarás!? — reprimí una risa y le tendí la mano. Jaleé con fuerza pero el muy traidor utilizó toda su fuerza y caí de cabeza al agua. Tragué un poco y se me puso la piel de pollo, estaba jodidamente congelada.

— ¿Qué haces? — le miré fijamente. Nos miramos. Sus cabellos caían mojados sobre su rostro. Mis pantalones comenzaron a pesar por el agua y lentamente acerqué mi mano hasta su rostro apartando algunos cabellos. De repente comenzó a descojonarse de la risa, se llevó las manos a la boca doblándose por las carcajadas.

— ¿Qué? — Su risa contagiaba, y en mi rostro ya se había pintado otra sonrisa de oreja a oreja — no es gracioso, has tirado al agua a un profesor quedarás expulsado.

Y de la nada la risa se le esfumó y me miró con los ojos muy abiertos.

— Y sobre todo por tutearme — aclaré y le di la espalda caminando hasta el borde de la piscina — Era broma.

— ¡Idiota! — Rió nervioso comenzando a salpicarme el rostro con agua — me ha asustado.

— Ya comienzas a tratarme de usted — me quejé — ¡Está helada! Pero a todo esto ¿te sientes mejor?

— Sí — suspiró y miró un punto fijo en la pared. Sus mejillas estaban encendidas y sus manos ya se frotaban como si quisieran darse calor.

Salí con más lentitud que él, mis pantalones me hacían presión hacia abajo por el peso; me quedé sentado intentando escurrirlos un poco.

— Iré por toallas — dijo sin mirarme — ¿dónde están?

— Ve por aquel pasillo, están los vestidores y las duchas — señalé pero era estúpido, no estaba mirándome — sobre unos estantes de madera.

Comenzó a caminar rápidamente y cuando presté atención corría entre saltitos. Parecía un niño pequeño… ¿Por qué sentía esa necesidad de beneficiarle? ¿De ayudarle? ¿O de estar cerca de él?

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Apreté un poco más la tela de mis enormes jeans y el charco que se formaba en el piso comenzó a agrandarse un poco más. Levanté la vista y nuevamente corría hacia mí con dos toallas blancas en las manos.

— Son las únicas pequeñas que he encontrado — me gritó y se lanzó al suelo de rodillas patinándose hasta mi lado. Era más inocente de lo que imaginaba — ten.

Cogí la toalla sonriente, agitándola en el aire para desdoblarla mientras Bill secaba su delicado rostro arrastrando el poco maquillaje que se había esparcido por sus mejillas.

— Eres precioso sin maquillaje — susurré, creo que estaba pensando en voz alta pero él me oyó y agachó la cabeza mientras secaba sus brazos.

— Gracias — murmuró completamente ruborizado y volví a sonreír. Cada vez que lo tenía cerca, me daba la seguridad que ese muchacho lograba que sonriera varias veces en un día.

— ¿Tienes novia? — jamás debí haber preguntado semejante cosa. Pensará que quiero entrometerme en su vida, y… no es así. Bueno no de ese modo, me intriga y deseo conocerlo es todo.

— No — y levantó la mirada cruzándose con la mía — no he tenido novia.

— ¿No has tenido…? — me sorprendí, era un niño muy bonito para no haber conseguido novia mínimamente una vez.

— Nop — rió con ternura, pero su hermosa sonrisa fue interrumpida por una tos ronca — nunca.

— Te hará mal estar mojado, estás comenzando a toser — agregué realmente preocupado — mejor será que regreses a casa y te pongas ropa seca.

— No se preocupe, he estado tosiendo hace un par de días — comentó — ¿Y usted… ama a su novia?

— Bueno yo… — qué pregunta.

— No deje, soy un metiche — interrumpió poniéndose de pie — no sé qué cosas pregunto, ¡Dios! Usted es mi profesor y yo me tomo todas las confianzas de preguntarle semejante cosas.

— Cállate — ordené — y vuelve a tutearme, estamos en horario fuera de clases.

— Lo siento — sonrió — tiene-tienes razón.

— Te contaré, jamás lo he hablado con nadie — suspiré— pero mientras recojamos las cosas y vayamos al auto.

— ¿A-al auto? — Tartamudeó sorprendido— ¿A qué auto?

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— Al mío, te llevaré a casa — por milésima vez en el día sonrió ruborizado — eres toda risas tú. Bien te contaré: Jessica y yo estamos juntos hace tiempo, pero nuestra pareja no es como las demás.

— ¿Por qué no? — preguntó curioso sin dejar de mirarme atentamente.

— Ella y yo no compartimos cosas. Ella vive en mi casa pero es como si fuéramos dos desconocidos, compartimos la misma cama pero ni siquiera nos decimos buenas noches.

— ¿La famosa rutina? — Me quedé pensando un momento, jamás se me ha ocurrido pensar en esa probabilidad — Tal vez es cansancio o algo así.

— Lo dudo — suspiré pesadamente — siempre hemos sido así. Desde el comienzo, jamás hicimos esas cosas que todas las parejas hacen como salir a cenar, a caminar, o al río. O regalarse un peluche.

— ¿Y entonces cómo rayos se han enamorado? — sus ojos se tornaron vidriosos, parecía que iba a llorar. Como si…sintiera lo que en ese momento yo sentía. O más bien, me sentía: un fracasado.

— La conocí cuando ingresé a trabajar, acordamos salir a cenar una noche pero terminamos yendo a una discoteca. Esa noche la llevé a mi casa, porque yo ya vivía solo y pasó lo que no esperaba que pasara. Sucedió todo muy rápido, al mes ya estábamos conviviendo pero siempre ha sido lo mismo: preparatoria, cena, sexo, preparatoria, cena, casa, sexo. No hay amor de por medio, o al menos no por mi parte — un nudo se formó en mi garganta al ver como mi pequeño alumno rompía a llorar y me abrazaba con fuerza — No llores, yo no lloro. Sólo me duele.

Le separé lentamente secando sus lágrimas y caminamos en silencio hasta mi vehículo. Sollozó para luego volver a toser, su garganta comenzaba a preocuparme.

— ¿Si no sientes amor por ella, por qué continuas a su lado? — me preguntó de la nada, y por más que tuviera razón no hallaba respuesta a esa pregunta.

— No lo sé — resoplé — mamá la adora, papá también.

— ¿Y tú? — Su tono sonaba molesto — Tú te mereces que alguien te ame.

Nuevamente nos quedamos callados, encendí el motor y cruzamos mirada. La mía estaba acuosa, la suya reflejaba tristeza.

— ¿Por qué? — Susurró mientras comenzaba a andar por la calle — ¿Por qué no dejas que alguien te ame como debe ser? ¿Por qué no buscas a esa persona que pueda darte felicidad y no comodidad?

— Tal vez para mí esa persona no exista — me aferré al volante con fuerza. No me permitiría llorar delante de mi alumno — tal vez tenga que ser así.

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— Sí existe — su seguridad me aterró, y carraspeó un poco — quiero decir, alguien en todo este planeta en este mismo momento puede estar esperándote y hasta incluso amándote…en silencio.

— ¿Tú crees? — una pequeña chispa se encendió en mi interior, una pequeña chispa denominada ilusión — Ojalá no te equivoques.

— No me equivoco — suspiró volteando su cabeza a la ventana, mirando detenidamente el exterior — si sólo miras hacia fuera, pero te quedas dentro jamás podrás saber que se siente estar allí.

— ¿A qué te refieres? — cuestioné mirando en dirección a su dedo.

— A que si solo te ves a ti, a Jessica y a la costumbre de su relación los años van a pasar para ti, y cuando sea tarde caerás en la cuenta que jamás existió amor, que has desaprovechado la oportunidad de que alguien te haga feliz, que la vida ha pasado y tú no la has estado viviendo — de repente ese niño inmaduro que veía clase a clase se esfumó, y su voz sonó tan madura que me tocó el corazón — sé feliz, es el propósito primordial que debes ponerte en la vida ¿podrías?

— Si tú me ayudas — agregué — ayúdame a buscar a ese amor que tanto dices.

— Lo haré, aquí estaré yo para lo que necesites. Si quieres reírte o hasta llorar confía en mí, que estaré contigo siempre. — sonrió — palabra de alumno.

Me quedé viéndole, yo siendo aconsejado por un niño de diecisiete años ¿Tan mal estaba?

— Ahora mira al frente y déjame guiarte o vamos a estrellarnos y hacernos puré — me ordenó, con la inocencia regresando a su cuerpo nuevamente.

Y ese pasaje de inocente a maduro…comenzaba a encantarme.

— Tal vez… no haga falta buscar tan lejos — pensé — tal vez esa persona esté más cerca de lo que yo imagino, tal vez sea la persona menos esperada, tal vez… sea un estudiante.

& Bill &

Tosí repetidamente durante el camino, pronto me resfriaría; seguramente. Pero necesitaba bajar del maldito auto y llorar. ¿Lo ves Bill? ¡Él siente como si nadie lo ama! ¡Como si nadie va a amarlo nunca! Y yo…estoy aquí, a su lado y ni siquiera me atrevo a confesárselo. Soy un cobarde. Ojalá pudiera decirle, que yo voy a amarle toda la vida.

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— A la derecha, la casa de rejas negras — señalé y se detuvo. Pude ver a Andreas practicando fútbol en el jardín. Si rompía una planta de mamá le costaría hasta el pellejo — Aquí es.

Nos miramos. Mi cuerpo temblaba cuando me miraba, sentía un cosquilleo viajar por toda mi espalda que me enloquecía.

— Gracias — mi corazón comenzó a bombear rápidamente, al sentir su mano sujetando la mía — Nadie nunca me ha escuchado, gracias.

— ¡No lo mereces! — Grité más de la cuenta, hasta Andy reaccionó a que estábamos ahí y dejó de patear el balón — no mereces, no mereces estar solo. Tú no estás solo, jamás te sientas solo ¿me has oído? ¡Me tendrás siempre! Toda la vida si hace falta… ¿has entendido? Yo estaré contigo, porque te… quiero Thomas.

Le llamé por su nombre y no se enfadó. Me abrazó cálidamente acariciando mi espalda por sobre la húmeda camisa escolar.

— ¿Puedo considerarte un amigo? ¿Un pequeño amigo? — jamás creí que la amistad dolería de tal manera que quisiera rechazarla. Tener un amigo en quien confiar, con quien reír y con quien llorar es algo que no se cambia por nada; pero cuando no quieres que precisamente sea una amistad comienzas a debatirte en el todo o en el nada.

— Claro que sí — y el aroma de sus hombros penetró por mi nariz y cerré los ojos — nos vemos.

— Cuida tu garganta — asentí y me abrió la puerta. Bajé cargando mi mochila a mis espaldas y sentí como arrancaba y aceleraba tras mis espaldas — Adiós Bill.

— Adiós profesor — suspiré. No me oyó ya se había ido.

— ¡Hey tú! — gritó mi primo. Me había quedado parado en la puerta mirando hacia la calle— ¿Bill de dónde vienes?

— De la escuela — respondí. No llores, yo no lloro. Sólo me duele. Le dolía, él sufría.

— ¿Por qué has venido con el profesor? — Tal vez para mí esa persona no exista. ¡Sí existe! Yo puedo amarte.

— ¿Bill por qué lloras? ¿Bill? — Andreas comenzó a molestarme, las lágrimas se me desbordaron y rompí a llorar desahogándome todo eso horrible que sentía dentro. Si tú me ayudas amigo…amigo…amigo. — ¿Bill?

— ¡Mierda Andreas! ¿Puedes dejarme en paz? — grité furioso entrando a la casa. El muy imbécil caminaba detrás de mí.

— ¡Dime qué demonios te sucede y te dejaré en paz! — él también alzó la voz.

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— ¡Me cago en la puta! ¡Me enamoré! ¡Me enamoré! … me enamoré del profesor de química — me desplomé sobre el sofá cubriendo mi rostro con las manos — ¿Feliz? Eso me pasa.

— ¿Te enamoraste…? — preguntó llevándose las manos a la boca.

— Me enamoré, lo amo. Tom se ha metido en mi corazón — admití y sentí como me abrazaba intentando consolarme — y no quiero dejarlo salir.

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Mi Profesor de Química

& Capítulo 7 &

& Bill &

¿Por qué todos dicen que cuando uno se enamora la vida se ve color de rosa? Y qué sientes mariposas en el estómago, ¿de dónde han sacado eso? Creo que se han olvidado que a veces una sola palabra, puede matar una a una las mariposas y esfumar el rosa de un solo soplo. Toda la maldita noche, la palabra ‘amigos’ me mató tortuosamente, tanto que he llorado y ni siquiera sé, de dónde he obtenido tantas lágrimas.

Andreas no me dijo nada, no emitió palabra alguna. Sólo me abrazó y me contuvo, creo que fue lo mejor que ha hecho hasta ahora por mí. Es mi primo, y mejor amigo.

Esta mañana noté que tenía un poco de temperatura, pero claro que no le dije a mi madre o me ordenaría que me quedara en casa y yo…yo tenía que venir por él.

— Una sal es un compuesto químico formado por cationes enlazados a aniones — Thomas explicaba ante todos, como si nada hubiese pasado, como si realmente no sintiera molestia alguna, como si no conociera lo que es el dolor; mientras yo estaba sintiéndolo dentro de mi pecho ahogándome constantemente — Las sales se denominan de acuerdo con el ácido del que derivan — Si tan sólo existiese la fórmula química para acabar con todo esto, si tan sólo tuviera la técnica o experiencia para darle mi amor y transformarlo en la persona más feliz del planeta…si tan sólo pudiera decirle cuán grande es esto que llevo dentro. Tal vez, él sea demasiado para mí.

Saqué mi móvil del bolsillo, miré a mi alrededor y al notar como todos tenían las miradas puestas en él le tomé una foto justo de perfil. Es tan precioso cuando sonríe, aunque me pregunto si la sonrisa que ahora cuelga de su bonito rostro ¿es verdadera o fingida? El profesor a mí, en apenas unos pocos días de clase —algo más de una semana para ser preciso— me ha enseñado muchas cosas. Y no me refiero ni al apoyo en matemáticas, ni a cómo se forman ciertos compuestos químicos — como las moléculas inorgánicas de fácil ionización en presencia de agua— él me ha enseñado lo que es el amor, y aunque no lo sepa yo no sé dar la lección…porque no siente lo mismo.

Y ahora el colegio está lejos de ser un punto para el futuro o educativo, solo asisto por él. ¿Lo ves Bill? Estás enfermo, no dejas de toser e incluso ya tienes fiebre pero con tal de verlo vienes arrastrándote hasta aquí. ¿Necesito clases de moderación del amor? Asistir a clases estaba logrando que en mi cabeza no apareciera otra palabra que no sea Tom, y mi estúpido corazón lo relacionaba todo... colegio, clases, aula, recreo, libros, tareas, exámenes, apuntes... pero había algo más grave y cruel a todo esto. Él necesitaba clases. El mismo profesor necesitaba clases de amor, y el único alumno dispuesto a dárselas era un maldito cobarde.

— ¿Trümper estas bien? — me llevé la mano al pecho intentando respirar, hasta que sentí una mano depositarse sobre mi frente y el contraste de su piel y la mía, el frío y el

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caliente me hizo estremecer y mis ojos se llenaron de lágrimas por sí solos — tiene fiebre profesor.

Era la voz de Yuki. Me recosté sobre el pupitre, y mi tibia mejilla dio contra la fría madera. ¡Mierda! mi cuerpo se estaba inundando de un calor desagradable.

— ¿Bill estás bien? — levanté apenas la vista y lo vi. Me miraba preocupado, asustado. Se arrodilló en el suelo para observarme a la misma altura — ¿Quieres que llamemos a tu casa? ¿Qué alguien venga a por ti?

— No — susurré — ya se me…

Pero nuevamente comencé a toser sin poder terminar la frase. Mi adorado profesor me cargo de los brazos y casi arrastrándome me sacó del aula.

— ¿Has visto a un médico? — Insistió y negué avergonzado — Estas ardiendo, lo mejor será que vayas a la dirección y regreses a casa a descasar. No dejaré que andes tirado por aquí y por allá.

Sonreí débilmente y terminé asintiendo.

— No puedo dejar la clase sola — miró apenado el desastre que estaba formándose dentro, Andreas estaba a punto de comerle la boca a la chica de los senos grandes, y el gordito de gafas comenzó a arrojar bolas de papel a todos — mejórate.

— Gracias — suspiré comenzando a sentir frío. Se acercó y me abrazó, cerré mis ojos y por un instante creí que me derretiría en sus brazos.

— ¿Tienes móvil? — me dolía la garganta, comenzaba a fastidiarme hasta para hablar, por lo que nuevamente afirmé con un gesto. Thomas se llevó la mano al bolsillo de su enorme pantalón y sacó una tarjeta color ámbar — es mi número, por favor avísame cómo te sientes por la noche.

Acarició mis cabellos y mi corazón se aceleró ante su contacto. Le saludé con un beso en la mejilla y eché a andar por los pasillos rumbo a la dirección. Necesitaba meterme en la cama urgente, cubrirme hasta las narices y no salir nunca más.

— Bill aquí estás ven, llamaremos a tu casa — me pregunto cómo Jost supo tan rápido de mi estado que prácticamente me aventó hasta el escritorio — Aguárdame aquí. ¿Están tus padres en casa?

— Mi madre — respondí desplomándome sobre la silla — perdón que me siente, no doy más.

— ¿Hola? Buenas tardes, habla el director de la escuela a la que asiste su hijo… — David me guiñó un ojo o yo estaba delirando, miré hacia otra parte — verá el niño no se siente muy bien y bueno si pueden venir por él… ¡Oh! Perfecto, gracias.

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Mi Profesor de Química

Cortó la comunicación y se quedó viéndome fijamente — iré a tu curso por tus cosas — este hombre está loco de remate, esas reacciones repentinas me asustan.

Echó a correr dejándome solo en su oficina y me puse de pie. Unas fotografías llamaron mi atención.

— Los profesores — sonreí. La foto marcaba el año pasado y todos llevaban un disfraz diferente. Al parecer un evento o fiesta de ellos. ¡La vieja de matemáticas disfrazada de Blancanieves! ¿Y Tom? ¿Cuál es Tom? Miré detenidamente uno a uno, sus apariencias físicas no respondían a la de mi Tom. ¿Un perro? ¿Un disfraz de sabueso? ¡Ese era Tom! ¡Siempre dulce él!

— ¡Ten Trümper! — me gritó el director a mis espaldas y casi muero. Y no por la garganta, de un infarto — tu madre está en camino.

— Gracias — suspiré — oiga… una pregunta.

— Dígame jovencito — se acercó hasta mí mientras señalaba tímidamente las fotos — ¿Quién es él?

— Sí, ¿quién está debajo del perro? — sonreí esperando oír su nombre.

— La perra — ¿eh? ¡Ah! Qué idiota… — ¿Buen chiste cierto? El profesor Kaulitz.

— Lo sabía — y mi mirada volvió a la fotografía. Mi profesor, mi hombre. Mi perro.

Mío… mío.

& Tom &

Es inevitable. Intranquilo e inquieto, preocupado por la salud de mi alumno preferido, no le di atención a la clase en todo el día. ¡Y encima ahora, tengo que tolerar que Jessica me toque los huevos contándome cómo fue su día!

De lo alterado que estoy, ya crucé mínimo cinco semáforos con luz roja espero no hacerme puré como diría Bill. Otra vez Bill…

— Y bueno cuando le pregunté a Teresa en qué ha pensado y me ha dicho que no sería mala idea de festejar nuestro tiempo juntos — encendí la radio, no tenía ganas de oírla decir estupideces. Una balada en español… no son de mi gusto, pero esa sonaba bonito — y que hacemos una pareja súper bonita, que tú eres uno de los profesores más sexys.

— ¿¡Puedes parar de hablar!? — Me superó, ya no la toleraba — bájate del auto.

— ¿Q-qué? — Encima pregunta — ¿Cómo quieres que me baje en la mitad de la carretera y lejos de casa?

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— Deja de decir tu casa a la mía — frené cerca de la banquina — bájate, me has jodido la paciencia todo el camino.

— Pero Tom — comenzó a acercarse sensualmente — tú sabes…

— ¡Nada! ¡Que te bajes! — Abrí la puerta y la empujé un poco — ¡Quédate hablando tú sola!

Aceleré sonoramente y a toda velocidad desaparecí por la carretera. Ya no tenía su voz de caricatura taladrándome el cerebro. ¡Dios! Necesito pensar.

Flashback

Lo cierto es que esto apesta, la gente aquí no tiene ritmo. No están bailando ¡vamos! Están restregando sus partes, manoseándose el culo.

— Tom ¿quieres bailar? — Jessica era bonita, y jodidamente sensual por lo que esa combinación la transformaba en irresistible — solo una canción, luego no sé…podríamos desaparecernos juntos.

Fin del flashback.

¡Claro! Lo que todos me decían que había sido un flechazo a primera vista, no había sido más que unos tragos y unas ganas impresionantes de echar un polvo esa noche.

Flashback.

— Ven a dormir cariño — convivíamos hace tiempo, pero aún así todo era lo mismo. Siempre es igual con ella — ¿Por qué jamás me has dicho te amo?

— No me vengas con eso ahora — me quejé — somos grandes.

Fin del flashback.

Jamás demostré amor por ella. Ahora tengo la seguridad de que jamás le amé, y sé que jamás podré hacerlo. Porque la persona que me ha dicho Bill que busque, no es Jess.

Flashback.

Esa niña no paraba de hablar y yo tenía que comenzar la clase. El muchacho rubio le tocó el hombro y se giró. Aferré con fuerza las manos a su pupitre y le miré desafiante.

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Mi Profesor de Química

— Buenos días alumnos — saludé. Luego el imbécil comenzó a hacerme burlas. Mocoso estúpido. ¿Cree que podrá molestarme con darme opiniones de vestuario? Míralo, su ropa ajustada y esos cabellos, si hasta pareciera que al levantarse metió dos dedos en un enchufe. No permitiré que un niño me saque de mis casillas, es un alumno más, contrólate Tom, contrólate. Pero niña o niño… me ha cautivado.

Fin del flashback.

Tarde… esa persona es mi propio alumno.

Si sólo miras hacia fuera, pero te quedas dentro jamás podrás saber que se siente estar allí.

Sácame pequeño, demuéstrame que hay fuera. Enséñame el mundo Bill. Ámame.

& Bill &

Desde la cama estuve observando su fotografía todo el día. Su sonrisa lograba que por un momento olvidara mi estado.

— No me gusta nada — oí la voz de Gordon a lo lejos — Simone debemos llevarlo a la clínica, está delirando.

— ¿Bill te duele aún la garganta? Abre la boca — Andreas sujetaba mi mano y yo no hacía más que reír y suspirar…por él.

— Mira como respira — la voz de mamá… pero cada vez se oía más lejos.

— ¡Gordon coge las llaves del auto! ¡Hay que llevarlo a un hospital!

— Está ardiendo… ¿Bill?

¡Ups!…tengo sueño, todo se vuelve oscuro.

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Mi Profesor de Química

& Capítulo 8 &

& Tom &

Ni un mensaje. Ni una llamada. Primera clase del día con ese curso, ni mi alumno ni su primo aún llegaban. Tal vez todo estaba bien y era yo quien me metía malas ideas en mi cabeza, aunque desde que había despertado estuve déle y déle pensando que pasaría si a Bill le sucedía algo malo.

Anoche al llegar a casa dormí en el sofá. Jessica prácticamente no me dirigió la palabra, y aunque suene egoísta se siente mejor así. No dormí mucho, miraba el móvil cada dos segundos y me maldije mil veces por no pedirle primero su número. Lo cierto es que nunca antes me había sentido tan preocupado o atemorizado quizás, como si presintiera algo.

También medité mucho sobre el amor, ¿Qué es el amor? ¿Cómo se siente el amor? ¿De dónde nace el amor? Y hasta… ¿Qué es hacer el amor? Y lo más extraño de todo es que la única respuesta fue… “Tom estás jodidamente enamorado de la persona equivocada”. ¿Equivocada por qué? Pues en primer lugar, tú eres mayor de edad, él es un niño. Además ambos son hombres, es decir hay dos penes en una misma relación. Y en tercero porque o estás con el niño y te quedas sin trabajo, o sigues disfrutando de dar clases y te olvidas de él. Pero… ¿Por qué pensar en Bill haga que todo me importe una mierda? ¿O me dan ganas de correr, besarle, abrazarle pasándome por el culo los comentarios de los demás? Y debo asumir algo: jamás antes creí que iba a decirlo, no me considero homosexual, ni bisexual siquiera. Bill es la excepción, y si todos quieren dudar de mi orientación por eso ¡Me vale!

El lado negativo de la situación tiene nombre, sí Jessica. Y no porque algo me esté ligando a ella sino porque me ganaría más de un enemigo por dejarla. Aunque si Bill estuviese conmigo…podría tener a todo el ejército en contra con tal de que me ame. ¿Ves Tom? Aquí vas con Bill de nuevo.

Mamá me mataría, David Jost me mataría, mis amigos me matarían, Jessica me mataría. ¿Pero tarde cierto? Porque Bill ya te ha matado Tom. Bill te ha matado de amor.

— ¡Silencio! — Grité repentinamente — Bien alumnos… saquen sus tareas.

— Ha faltado Trümper — oí decir al tan agradable, bonito y dulce alumno (nótese la ironía) de Dos Santos — ¿Alguien sabe el por qué de la ausencia de Bill?

— Está enfermo — me apresuré a contestar, y al descubrir casi treinta miradas sobre mí, tras decir esto algo…celoso, creo que me ruboricé hasta las orejas — emmm… proseguiré a copiar algo en la pizarra.

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Mi Profesor de Química

Pude sentir la mirada de ese Mateo, dar justo en mi nuca. Si no fuera profesor probablemente me le enfrentaría y le daría una hostia por perseguir tanto a MI alumno. Mío.

— Permiso — esa voz. No. ¡No! ¡Dios, llévatela! — ¿Tom podemos hablar un momento?

— Luego — respondí sin mirarla — estoy ocupado.

— Pero es importante…— insistió. Mi paciencia comenzaba a correr como arena, en reloj.

— Luego — mi tono de voz comenzó a transformarse.

— Mira David me ha informado que — y menos paciencia.

— Luego — menos…

— Las reuniones serán — ya casi.

— Luego. Luego, luego, luego. ¿Después, posteriormente? — Volteé la mirada hasta ella — ¿¡Qué parte de luego no has entendido!?

La campana del recreo sonó en el momento menos indicado. Todos los alumnos nos miraban fijamente algo asustados por mi reacción.

— Salgan al receso — suspiré, dirigiéndome hasta la puerta yo también, aún muy alterado dejando que Jessica le explicara el mensaje a la pared. Pero al llegar a la puerta noté que olvidaba mi bolso. Me volví y los muchachos se rieron. Fue imposible contener una carcajada. Tomé mis cosas y salí.

Por los quince minutos que duraba el receso, quería aislarme. Estar solo y pensar. Pensar…toda mi vida me la pasé atrapado haciendo lo que mis padres y mi novia me determinaran. Hoy deseo liberarme, revelarme. Mi cabeza tiene miedo, pero mi corazón dice quiero. ¿Qué haría con mi alumno? ¿Qué haría con mi corazón?

& Andreas &

La angustia por parte de los padres de Bill, era más abrumador que el estado de mi primo. Yo llevaba el uniforme escolar, ya que luego del parte médico asistiría a clases. Los tres estábamos sentados junto a la camilla dónde Bill estaba sentado de brazos cruzados, ya que le habían prohibido hablar debido a un quiste en su garganta.

— Buenos días —saludó el médico, ingresando en la habitación y como tres cohetes salimos disparados poniéndonos de pie. Gordon y el doctor estrecharon sus manos. — Bueno, hemos hablado entre nosotros y hemos determinado una operación lo más rápido posible.

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Mi Profesor de Química

Noté como el testarudo de mi primo comenzaba a negar con la cabeza desesperado, arrodillándose sobre la camilla — Que dice mi primo que sí, urgente — mentí.

Volteamos hacia él. Su expresión era furiosa. Cogió una pequeña libreta y comenzó a escribir.

“No me operaré una mierda. Tengo miedo”— escribió. Y un puchero se dibujó en su rostro. ¡El muy gilipollas provocaba ternura!

— Cielo, no debes tener miedo. Es un rato, luego estarás bien y todo volverá a la normalidad — insistió Simone. Yo asentí dándole la razón.

— Luego podrás regresar a clases… —comencé a decir con complicidad — y podrás asistir al taller de química y quién te dice.

Sus mejillas se encendieron y comenzó a escribir nuevamente.

“Andreas deja de chantajearme, no lo haré”

— ¿De qué me perdí? — preguntó seriamente Gordon.

“¡NADA!” — escribió rápidamente él, asesinándome con la mirada.

— Que tu hijo adora las clases de química — escondió su rostro, avergonzado detrás de la libreta. Simone y el médico se rieron.

— ¿Y bien qué haremos contigo pequeño? — añadió el doctor.

— Déjelo en mis manos — agregué — como que me llamo Andreas que les traeré la solución.

Bill y yo cruzamos una mirada cómplice. Nervioso se mordió el labio inferior, mientras cogí mi mochila y me despedía de mis tíos.

La operación de Bill no sólo estaba en manos de los médicos, no. También dependía del bendito profesor de Química.

& Tom &

No había logrado concentrarme, no alcancé siquiera a corregir la mitad de los deberes, de repente una necesidad me azotaba por completo. Mil emociones: miedo, preocupación, amor, susto, deseo, amor, confusión, amor. ¿Amor? Eso pasaba. ¿Podía enamorarme? Más bien… ¿cómo pude enamorarme?

Necesitaba el consejo, un consejo… y no lo tenía. ¡Te volverás loco Thomas! Jamás creí que necesitaría oír un te amo, jamás creí que dependería de una simple asistencia. Jamás…pensé que extrañaría hasta el límite de dolerme. Mucho menos, pensé que el amor traería consigo miles de sentimientos más, desconocidos para mi persona.

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Mi Profesor de Química

Entré nuevamente a esa aula, por segunda vez en el día. Y pensar que hubiese pasado mucho tiempo cerca suyo… y no vino.

— ¡Andreas! ¡Andreas! — oí un bullicio imparable dentro del aula, y al ingresar noté que nadie me prestaba atención. Todos los alumnos rodeaban a alguien en el fondo.

— ¡Paren! ¡Paren! ¡Les diré como está Bill! — ¿Bill? ¿¡Mi Bill!?

— ¡Cállense! — Por un momento el docente se esfumó, y de mí nació ese hombre desesperado y enamorado — Andreas acércate.

Y de inmediato se puso de pie y corrió hasta mi escritorio, entre sonriente y apresurado. Salimos fuera del aula, no sé por qué. Cerré la puerta y mi corazón bombeó muy fuerte.

— ¿Qué le ha sucedido a Bill? ¿Cómo está? ¿Dónde está? ¿Por qué no ha venido?... — me quedé en silencio repentinamente al darme cuenta de lo precipitado que estaba.

— Está internado — soltó como si nada y me quedé de a cuadros. ¿Pero qué me estaba diciendo? — Tiene un quiste en la garganta… según dicen hay que operarlo urgente, pero él no quiere.

— ¿Internado? ¿Un quiste? — un nudo se formó en mi garganta, más doliente que cualquier tumor maligno — ¿Pe-pe…

— No quiere operarse, no hay nadie que lo convenza. Por eso vine — no comprendí, un miedo espantoso se trepó por todo mi cuerpo, adueñándose de mi sistema — sólo tú podrás convencerlo.

— ¿Yo? — Reí nervioso — ¿Yo por qué?

— Él haría todo lo que tú le dijeras — sonrió ampliamente, y en ese momento pensé en cosas sucias.

— No comprendo.

— ¡Eres o te haces! ¿No has notado que mi primo se muere por ti? — silencio. Me derretía, ¿estaba entendiendo bien?

— No… sé de que hablas.

— Bill te ama, con locura. Te ama y por eso mismo lo que tú ordenarás él lo haría. ¡Por eso quiero que lo convenzas de la operación! — Bill… ¿me ama? ¿Cuándo le pedí que me amara? ¿Cuándo leyó mis pensamientos?

— Bill ¿me ama?

— Mi primo por primera vez se ha enamorado, y ha sido de ti — sonreí. Ahora sí, podría decir que era el hombre más feliz del planeta.

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A alguien en todo este planeta en este mismo momento puede estar esperándote y hasta incluso amándote…en silencio.

Eres tú pequeño, tú eres la persona. Tú eres el amor que tanto quiero, a ti te quiero. A ti te amo.

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& Capítulo 9 &

& Bill &

Si hay algo que odio es la fragancia que tienen los hospitales. Pero más odio estar aburrido, entre cuatro paredes, en una cama ¡sin poder hacer nada!

Mamá me ha traído revistas, por lo que tendría al menos con qué entretenerme un momento. La garganta continuaba doliendo, y mi mente seguía debatiéndose si operarme esta misma tarde o no. Tengo mucho miedo…

Lo extraño. Lo extraño demasiado, tanto que deseo huir de aquí sólo para asistir a clases y verlo. Cada segundo que pasa estoy más seguro de mis sentimientos, estoy más convencido de que esto que siento se denomina amor. El amor más grande que puede sentir el ser humano, ese amor que crece y crece aplastando toda tristeza o temor posible. Sé que muchas veces me he dicho que esperaba a la mujer de mis sueños, he repetido hasta el cansancio que mi Julieta llegaría pero fallé. No existe tal Julieta, porque Romeo le ha alcanzado y me ha conquistado primero. El Romeo más bonito e inteligente que puede existir.

A veces pienso en la posibilidad de que Tom jamás se fije en mí o que todo algún día se termine, y sé que si otra persona llegase a mi vida no podría amar a nadie con esta fuerza con la que mi corazón le ama a él. El profesor ha robado mis sentidos, se ha apoderado de todos mis pensamientos y aunque Andreas diga que debo ir con precaución porque puedo volverme obsesivo, sé que jamás será así. Yo amo a Tom con pureza, con mi vida y mi único deseo es que sea feliz.

— Buenas tardes niño — una joven enfermera invadió la habitación, sacándome de mis pensamientos. Rápidamente cogí la libreta y el bolígrafo. — Te he traído un poco de agua.

Levanté la vista y me extendió el pequeño vaso. Bebí sediento, pero mi garganta me impidió continuar ingiriendo. Dolió inmensamente y comencé a toser.

— Te lo dejaré aquí — añadió y volví a ignorarla intentando concentrarme nuevamente — Oye pequeño me iré, pero tienes una visita.

¡Sí, fuera, vete! Déjame pensar en… ¿Una visita? ¡No! Yo no quiero que nadie me vea así, no estoy arreglado. De inmediato comencé a escribir, muy molesto.

“No quiero que nadie venga a tocarme los huevos” — levanté la libreta con los ojos cerrados. No oí queja alguna, por lo que extrañado miré a mi alrededor y me quedé petrificado.

Él estaba de pie en el umbral de la puerta, con los brazos cruzados. Su expresión estaba entre enojado y mal humorado, como las mañanas en los que llegaba dispuesto a dar

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miles de deberes en una sola clase. Nuestras miradas se encontraron y sentí un calor dominar mi rostro, mi cuello y hasta mis orejas. Me estaba ruborizando al máximo. Oí claramente como la puerta se cerraba muy lentamente y mi corazón comenzaba a agitarse, golpeando contra mi pecho en mi interior. Estaba allí… él había venido.

Caminó hasta mi lado en silencio — Así que el cabeza dura de la clase no quiere someterse a la operación — dijo neutralmente, cogiendo una pequeña silla ubicada en un rincón de la habitación colocándola junto a mi camilla, lo más cerca posible.

Mis manos comenzaron a temblar, tenerlo tan cerca y yo así en ese estado me ponían demasiado nervioso — Tranquilo — susurró y sujetó mi mano con fuerza, aprisionándola con la suya contra la cama. Levanté la mirada. Sus ojos y su sonrisa lucían diferentes esa tarde.

— No hables, te harás daño — no comprendía porque continuaba susurrando, pero no me disgustaba. Al contrario era jodidamente dulce su tono de voz — he venido a darte el motivo por el cual debes operarte.

Asentí, sin dejar de mirarle — Todos están muy preocupados por ti, la clase ha sido muy silenciosa sin ti parloteando todo el tiempo. ¿Qué crees? No he tenido a quién callar o sacar del aula por no dejarme explicar.

Sonreí ampliamente. Esta versión de Tom era completamente diferente, la versión que aparecía en mis pensamientos o cuando lo soñaba. La que más amaba.

— Te necesitamos — agregó inclinándose aún más — He notado que muchas personas te quieren, todas esas personas te necesitan bien, te necesitan fuerte y necesitan a esa agradable charlatán. La escuela te necesita, tus padres te necesitan, tus amigos te necesitan. Te necesitan despierto, lleno de vida. ¿Serás egoísta y postergarás cada vez más la operación?

Liberé su mano lentamente, deseando prolongar ese contacto tan mágico. Cogí la libreta, y aún con las manos algo temblorosas comencé a escribir.

“Tengo miedo, soy muy cobarde. Jamás se como decidir o decir lo que siento” — escribí, claramente con doble sentido. Él, volvió a tomar mi mano esta vez entrelazando nuestros dedos. Miré la unión, ¿cuántas veces había deseado mínimo que me tomara así? Y estaba haciéndolo. Lo tenía tan cerca que no acababa de creérmelo.

— Todo saldrá bien. Te operas, vuelves a clases, sigues con tu día a día como si nada pasara — ¿Cómo si nada pasara? No claro que no. Este momento jamás me lo olvidaría — te necesitamos, realmente que sí. Yo te necesito.

Me quedé nulo, noté su incomodidad y me hice a un lado dejándole un pequeño sitio. Se sentó en el extremo de la cama y nuestras miradas se desafiaron. Sí, como una guerra a ver quién resistía más tiempo mirando al otro. Sonreí y carraspeé secamente.

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— ¿M-me necesitas? — me esforcé por decir y dolió. Su pulgar comenzó a acariciar mi mano, mientras que sus otros dedos me acariciaron con suavidad el rostro. Me sentía en las nubes, ya no sabía ni dónde estaba. ¿En un hospital o en otro de mis sueños?

— Shh…— susurró y acarició mis labios — sí, te necesito. Te necesito más de lo que tú crees. Te necesito sin importar si esté bien o esté mal. Te necesito porque tú claramente me has dicho que una persona me enseñaría el mundo y me haría feliz…

Sonreí arrobado al recordar mis propias palabras, esta vez saliendo de su boca — Pues tú eres esa persona. Tú desdibujas la rutina, tú eres el único capaz. Y poco me importa que tú seas un hombre, poco me importa que seas menor, poco me importa que seas mi alumno. Tú haces que nada me importe, tú haces que me sienta muy bien. Haces que todo esté bien, con tan solo estar en mi corazón.

No daba crédito a lo que estaba escuchando. Cientos de lágrimas comenzaron a acumularse en mis ojos, luchando entre sí por cuales de ellas viajar primero. Se acercó un poco más sin dejar de mirarme.

— No me interesa cuantas reglas rompa al estar contigo, no me importa cuántas faltas saque en este juego llamado vida, si al estar contigo tengo la ficha más bonita de todas, la ficha del amor — la felicidad absoluta, el deseo infinito y el amor más grande se inyectaron en mi sistema consiguiendo que mis lágrimas desbordaran incesablemente. Sus dedos fueron borrándolas una a una, sin dejar de sonreírme — te amo, tú haces que todo tenga sentido. Quiero que estés bien, porque luego de la operación yo estaré fuera esperándote para apostar contigo e intentar hacerte feliz.

Si pudiera explicarle que no cabía tanta felicidad en mí, si pudiera decirle que ha conseguido que el amor que sembró en mí con la primera mirada ahora, creciera y creciera sin parar, tan fuerte y tan puro. De repente, nuestros rostros quedaron a escasos centímetros, podía sentir su tranquila respiración contra mi piel estremeciéndome. Tomó mi mano y la colocó en su pecho — Siéntelo — me susurró contra mis labios y cerré los ojos con una sonrisa pintándose en mi cara. Podía sentir sus latidos, acelerados como los míos y de repente sentí como se acercaba cada vez más. Sus labios atraparon los míos. Comencé a temblar débilmente mientras me tomaba la mano que estaba situada en su pecho y la llevaba hasta sus hombros. Rodeé su cuello al mismo tiempo que entreabría mis labios y él atrapa el inferior con sus dientes. Una de sus manos continuó acariciándome, mientras la otra ejercía una débil presión en mi nuca.

Un beso sencillo. El primero, el inolvidable. El que había marcado en mi boca quién era mi dueño. Se separó lentamente y la ruptura del besó provocó un gracioso sonido. No quería abrir los ojos. Mi respiración estaba muy agitada, mi pecho subía y bajaba rápidamente.

— Te amo — lo oí susurrar y adueñarse de mis labios otra vez. Sonreí dentro del beso sintiéndome inmensamente feliz, mientras su lengua pedía tímidamente permiso para ir en busca de la mía. La dejé pasar con miles de emociones corriendo a través de mis venas al mismo tiempo. ¿Cómo decirle que era el primero? El primero en enamorarme, el primero en hacerme feliz, el primero en besarme…

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Nos separamos lentamente y sonrió — Definitivamente te amo — añadió.

— T-te a-amo — agregué con esfuerzo. Juntó nuestras frentes mirándonos insistentemente.

— Ahora tendrás que operarte eh — su voz tan masculina y particular, volvió a hacerse presente. Asentí, claro que lo haría. Por él lo haría — Te amo, cuando salgas todo será diferente.

Dejó sobre mis labios, otro beso más corto y se puso de pie sin dejar de sonreírme. Cogí mi libreta y escribí.

“Gracias por enseñarme lo que es el amor, y ahora gracias por demostrarme lo que se siente ser feliz. Te amo profe”

Se lo entregué y salió. A partir de ese momento supe lo que era ser verdaderamente feliz. A partir de ese momento, Tom sería imborrable para mi vida.

& Tom &

Nada se comparaba con el sabor de sus labios. Me sentía en el cielo, con deseo de volver a la habitación y devorarlo entero a besos. Caminé por los pasillos suspirando, con la misma sonrisa en mi rostro plastificada reflejando cuan feliz me sentía.

Estoy seguro de que algo tendré que hacer con Jessica. Por más que ella ha pasado un año junto a mí, no ha podido darme ni la mitad de lo que Bill me dio con tan solo un momento. Ha llegado la hora de actuar con el corazón, ha llegado la hora de amar. Ahora me toca a mí ser feliz.

&

Una hora. Lo llevarían al quirófano, y sólo me faltaba sudar por los nervios. Todo saldría bien, lo sé. Lo siento de ese modo. Pero… antes tenía que hacer algo.

Corrí por los pasillos con el corazón en un hilo, hasta que vi como iba ansioso y asustado en una camilla.

— ¡Bill! — grité y el enfermero que lo transportaba se quedó estático — Un momento por favor — susurré. Miré hacia atrás, nadie. Nadie miraba.

— Todo saldrá bien — le susurré para luego besarle con delicadeza — ¿Te espero fuera de acuerdo? Esperaré a que la operación termine. Te amo.

Me sonrió y se lo llevaron. Unas puertas de madera se cerraron en mi cara y ahora sólo quedaba esperar.

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Me giré lentamente y me encontré con Andreas sonriente.

— ¿Lo has hecho? — preguntó algo emocionado y asentí. Me abrazó de sorpresa — Yo los apoyaré. Jamás estarán solos. Jamás.

— Es bueno saberlo — añadí — gracias.

Definitivamente sólo habría que esperar. Esperar a ser feliz.

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& Capítulo 10 &

& Tom &

—Estoy tan impaciente, lleva mucho tiempo allí dentro — la madre de Bill caminaba de un lado a otro. El suelo corría grave peligro de ser desgastado por su caminar. Impaciente, nerviosa y algo asustada. Yo, también estaba algo tenso por su presencia, temeroso por si sabía algo de lo que su hijo sentía. De lo que sentía por mí. De lo que yo sentía por él.

— Amor todo saldrá bien — aparentemente, ese era su marido. La mirada por parte del señor hacia mí, me incomodaba aún más — Disculpe ¿Quién es usted?

— Thomas Kaulitz, mucho gusto — extendí mi mano y la cogió sorprendido — amigo y docente de su hijo.

— ¿Kaulitz? Un placer — me cogió la mano y la estrechó amablemente — Gordon Trümper.

Me senté sobre una de las banquetas de madera junto a los padres de mi alumno. Hummm… mis suegros. ¡No suena tan mal! Saqué el móvil de mi bolsillo, y lo encendí. La melodía de presentación resonó en toda la sala de espera y varias personas voltearon la mirada hacia mí. Moví los dedos impaciente, y de repente uno a uno varios mensajes de texto invadieron el buzón de entrada.

25 mensajes nuevos. Mierda. Leer. ‘cariño estoy preocupada por ti ¿dónde te has metido?’ ‘Cielo, me asustas ¿Estás bien?’ ‘Tom me asustas ¿dónde coño estas?’

Resoplé. Me apresuré en eliminar todos sus mensajes para apagar nuevamente el móvil, no vaya a ser cosa de recibir un llamado inoportuno.

“Do you wanna fuck? Yes I wanna do…” — esa melodía tan familiar ¿de dónde proviene? — “I wanna put my dick in you…”

Miré la pantalla. Una llamada entrante. Sí ¿Quién más? Jessica. ¡Oh el sonido! Todos me miraban con los ojos muy abiertos. Gordon intentaba reprimir una risa, y Simone estaba petrificada. Andreas sonrió ampliamente con complicidad, me avergoncé enormemente. ¿Puedo desaparecer? Ignoré la llamada, pero casi instantáneamente, volvió a sonar. No tenía más opciones.

— ¿Qué quieres? — Hola amor ¿Cómo qué que quiero Tom? Estoy preocupada por ti ¿Dónde mierda te has… — Estoy bien, no creo que vaya esta noche a casa.

Me alejé un poco de los familiares de mi pequeño, no me agradaría que oyeran algo improvisado. Noté como Andreas iba detrás de mí, intentado oír la conversación.

— ¿Te vas de putas cierto? Por eso hace semanas que no me tocas — Me cansas cuando te pones de víctima, no me voy de putas. Estoy en el hospital — ¿¡En el hospital!?

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¿En cuál? Dime cual ¡Y ya salgo para allá! — ¿Puedes parar? No estoy en el hospital por mí. Estoy aquí por Bill… por Trümper. — ¡Oh! ¿Y qué tienes que hacer tú ahí? — Compañía.

De repente se hizo un enorme silencio. Sólo podía oír su exaltada respiración del otro lado. Yo tampoco sabía muy bien qué decir. Andreas se detuvo delante de mí y cruzó una mirada apenada conmigo.

— ¿Te has vuelto compañía de maricas? — No le llames marica — Eso es lo que ese niño es — No es cierto. — ¿Qué sucede Tom? ¿Eres su abogado defensor? — ¡No le faltes el respeto! Y déjame en paz. Ya hablaremos tú y yo. Adiós y descansa esta noche.

Quería gritar, quería golpear el puño fuertemente contra la pared, quería dejarla. ¡Eso deseaba! ¡Dejarla, deshacerme de ella y su maldita presencia!

— ¿Era ella? — me senté sobre el suelo, al final del pasillo. Asentí con la cabeza, y Andreas se deslizó sentándose a mi lado — ¿La quieres?

— No — contesté con sinceridad, en medio de un suspiro — Pero no sé como terminar con ella. Es ponerme a muchas personas en contra. No es fácil.

— Sí lo es — me miró con seriedad y luego bajó la mirada — uno por amor hace tantas cosas. Sobre todo cuando es tu primer amor verdadero.

— Bill lo es para mí — admití, y un ligero calor invadió mis mejillas — Pero con Jessica lo tengo todo, con Bill no tendría nada. Y cuando digo nada es nada, ni siquiera la casa en la que vivo. Mis padres me lo quitarían todo.

— Sí tendrías algo, mucho más valioso que eso — era inevitable. Mi corazón usaba de escudo el amor, y todos los sentimientos que Bill había activado en mí. Pero mi cabeza se defendía con las comodidades y el dinero. ¿Qué era lo correcto? — El amor que mi primo puede darte vale mucho más de todo lo que tienes.

— El amor de Bill no tiene precio — sonreímos. Tal vez, gracias a mi pequeño lograría la completa independencia. Tal vez… — No voy a negarte, que apenas he comenzado esto y ya tengo ganas de vivirlo todo junto a él. Pero no quiero fallarle tampoco.

— No le fallarás — su seguridad me hizo sentir fuerte — no le fallarás, si quien te ordena a ti es tu corazón.

&

Simone ya se había devorado todas las uñas de los puros nervios, y Gordon ha ingresado y salido de la clínica unas quinientas veces para fumar. Andreas y yo recorríamos los pasillos para matar el tiempo hablando de la vida. Hasta que la puta puerta se abrió de una vez por todas.

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— ¿Familiares de Bill Trümper? — llamó el médico echando un vistazo a la sala.

— ¡Sí! — Gritamos todos al mismo tiempo, poniéndonos de pie velozmente — ¿Cómo está? ¿Cómo está? ¿¡Cómo está!?

— Bajen al voz por favor — nos miramos entre todos, acusándonos con la mirada. Hasta que Simone cálidamente le pidió que hablara, y el médico asintió.

— Su niño está perfectamente señora — Y mi alma volvió a mi cuerpo, mi corazón comenzó a latir con fuerza nuevamente. — Ha respondido muy bien, y ahora sólo debemos esperar a que despierte.

— Gracias al cielo — sonrió mi suegri.

— No deberá hablar por unos días, y en lo posible que se quede en su casa — Mierda. Esa era la parte negativa de todo esto.

— Oh disculpe — me animé a preguntar — ¿Cuántos días se ausentará a la escuela?

— Entre una o dos semanas — Una verdadera mierda. ¿Cómo sobreviviría a tanto tiempo? — el tiempo que sea necesario. ¿Alguno de ustedes desea pasar a verlo?

— Nosotros— respondió Andreas de inmediato — ¿Podemos tíos?

Gordon asintió amablemente y ambos partimos hasta la habitación a la cual lo trasladaron luego de la operación.

— Pasa — me ordenó con un gesto — pasa tú a solas primero.

Sonreí. Definitivamente era el muchacho más amable que pudiera haber conocido. Le abracé a modo de gracias y entré a la habitación.

Mi pequeño dormía — aún — bajo el efecto de la anestesia. Su pecho subía y bajaba lentamente. Me senté junto a él acariciándole el rostro con suavidad, la imagen de nuestro primer beso venía a mi cabeza una y otra vez; y, simultáneamente mi corazón respondía latiendo desesperado. Busqué sus labios, presionándolos con cuidado contra los míos, sintiendo su textura y su tibieza. ¿Qué haría sin ti? ¿Qué haría si jamás hubieses estado tan cerca? Y sí, no sería feliz. No sería nadie, no tendría tanta felicidad creciendo en mi pecho.

Mis labios subieron hasta su frente, dejándole un suave y corto beso sobre su piel. Me separé de él y busqué en la pequeña mesa su libreta. La cogí y comencé a escribir:

“Lo felicito alumno, ha obtenido un sobresaliente. Luego hablaremos de lo que ha sucedido, y de lo que haré. Vendré a visitarte día por medio, cualquier cosa tienes mi móvil. Te amo con mi corazón. Tom”

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La cerré dejándola en su sitio, y volví a sus labios. Arrebatándole otro beso antes de marcharme, mojé sus labios y sonreí. Si supieras todo lo que daría por ti. Confundido o no, yo te amo pequeño y eso nada podrá cambiarlo. Ni ahora, ni nunca.

&

— ¿Ya te marchas? — Simone se puso de pie al verme. Andreas ya no estaba, y Gordon dormía en uno de los largos bancos de madera.

— Sí, es muy tarde y debo levantarme en unas horas para trabajar — contesté buscando las llaves de mi vehículo en mi bolsillo.

— Te acompaño — añadió con un tono que me sorprendió. Caminamos en silencio yo inquieto, ella tensa. —¿Eres tú cierto?

— Disculpe… — titubeé — ¿A qué se refiere?

— Mi niño está enamorado — de repente, el pánico me azotó entero y me detuve — Ha escrito por todas partes una letra ‘T’ y un corazón. No deja de hablar de las benditas clases de química y su adorado profesor.

— Sí — suspiré ruborizado — es cierto.

— No le cree ilusiones — me advirtió, pero tuvo más aires de amenaza que de advertencia — Bill es un soñador, él vuela muy alto y no me gustaría que impacte sorpresivamente contra el suelo.

— Yo lo amo — me atreví a confesar — por eso estoy aquí.

— ¿Cuántos años tiene usted? — Me miró fijamente, podía sentir su mirada clavada sobre mí — Bill es un niño.

— Veinticuatro. No soy un pedófilo o un degenerado — me defendí sintiendo un nudo en mi garganta por su tono acusador.

— Oh no, no he dicho eso — llegamos al estacionamiento — Simplemente un amor como el que mi niño siente no es normal.

— No será común — interrumpí — pero eso no significa que seamos anormales. Yo a su hijo lo amo de tal forma que ni yo termino de creérmela, es impresionante lo mucho que ha penetrado en mi corazón y no deseo perderlo, ni crearle ilusiones. Sólo permítame enseñarle, educarle y demostrarle la felicidad. Eso es todo. No pido más.

— No es poco — sonrió amablemente — créame que no es poco.

— Es todo lo que tengo para darle, tal vez necesitemos de tiempo para decirlo — admití — pero como estamos, se siente muy bien.

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— Eres… ¿homosexual? — Esa pregunta me descolocó. Sé que amar a Bill podría darme esa rótula, ese título. Pero claro que no lo era.

— No. Su hijo tampoco — se acercó un poco a mí — pero no me importa que mi pequeño sea un niño, un hombre. Estoy enamorado por lo que es.

— Tiene suerte — y me abrazó. Sorprendido llevé mis manos a su espalda — Sé que cuidarás de él. ¿Cierto?

— Deja a su hijo en buenas manos — sonreímos — suegrita.

Y ambos rompimos en sonoras carcajadas. Esa familia era pequeña, pero sin duda la ideal.

— Hasta pronto señora Trümper — saludé dándole marcha al motor.

— Hasta pronto profesor — respondió.

Lección del día: los padres de tu pareja no siempre son los malos de la película. A veces te das cuenta, que son personas maravillosas y que darías mucho por tener una familia así. Los Trümper serían mi nueva familia. Muy pronto.

& Continuará &

Aaawww, ¿no les parecieron lindas las confesiones? Yo todavía suspiro. En serio este fic es un clásico dentro del fandom, así que hay que agradecer a Ignacio por haberlo escrito y terminado.

Ya saben, a votar y comentar. Gracias a todos por la visita y será hasta la próxima entrega. Beshoshs y que tengan un bello día.