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Mi Nada No se si mi latido es un latido de vida verdadera o sólo el eco de una voz que murió; sombra de un fleco que una cometa se dejó en olvido ¿ Seré de un pajarillo sorprendido el canto que una noche dejó seco? ¿ O sombra de una nube? ¿ Rezo o peco? ¿ Me humillo o me siento engrandecido? Si barro soy, Señor, ¿ cómo me atrevo a soñar con subir a las estrellas? Y si hecho de luz, ¿ por qué me quedo? Esta duda Señor ... ¿ Es un destello? ¿ Cómo compaginar estas querellas ? ¡ Enséñame a buscarme, yo no puedo!

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Page 1: Mi Nada - manuelfdezmota.files.wordpress.comMi Nada No se si mi latido es un latido de vida verdadera o sólo el eco de una voz que murió; sombra de un fleco que una cometa se dejó

Mi Nada No se si mi latido es un latido de vida verdadera o sólo el eco de una voz que murió; sombra de un fleco que una cometa se dejó en olvido ¿ Seré de un pajarillo sorprendido el canto que una noche dejó seco? ¿ O sombra de una nube? ¿ Rezo o peco? ¿ Me humillo o me siento engrandecido? Si barro soy, Señor, ¿ cómo me atrevo a soñar con subir a las estrellas? Y si hecho de luz, ¿ por qué me quedo? Esta duda Señor ... ¿ Es un destello? ¿ Cómo compaginar estas querellas ? ¡ Enséñame a buscarme, yo no puedo!

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Recuerdo Rojo Menta de cantuseo, agrio de naranja, picor de canela, yodo y sal de algas. ¿Qué sabor tenían tus pétalos grana? Camino entre trébol, espacio de llama, susurros de enjambres verdes y naranjas. ¿Qué sueños me abrían tus riberas grana? Golpes de potros en campos de nácar, revuelos de espumas en venas violadas. ¿Qué estrella rompías en tu cielo grana?

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Aun palpo en mis labios aristas de ascuas, y el viento me pone plumajes de alas. ¿Será que las noches se han vuelto rosadas? Las noches son lilas; los días se apagan; los caminos tienen polvo y hojarascas. Pero, ¿Quién me quita mis recuerdos grana?

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Lluvia de Amor Cuando llegas suave cual rocío a las sangrantes rosas de mi pecho, como lluvia temprana sobre helecho o caricia de espuma sobre río, Es que quiero vivir, es que confío y siento renacer en mi maltrecho corazón el placer rosado y hecho con ansia en ardiente desvarío. Amor que llega al corazón es riego que germina y florece en ilusiones, como aurora soñada por un ciego. ¡Oh, ven, amor, a mi! ¡Yo te lo ruego! Ven destrozando bajas ligazones como niño travieso, sin razones.

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Calle de Amargura Un golpe, dos golpes, tres golpes. Un empujón, un trallazo, una herida... Pero si eres poeta, sonríe y sórbete la hiel con la sonrisa. Un clavo, dos clavos, tres clavos Un calvario, una cruz, una lanza... Pero si eres poeta, sonríe aunque expire en el Gólgota el alma Un grito, dos gritos, tres gritos. Un temblor de muerte; nieve por la sangre: tierra en la garganta. Pero si eres poeta dirán: - "Es un loco que sueña y que ama".

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Herencia de esta Tierra A mi tierra malagueña Tengo manos de barro, pero sueños de luces fecundan en mi alma de poeta; luces robadas de las olas blancas que engarzan esta tierra y este mar. Tengo un corcel corriendo por la sangre que lleva polvaredas de luceros; sus cascos hieren, pero corre, corre, con sus crines de fuego ayuntando deseos con el sol. Yo soy como esta tierra humilde y parda de cañadas hondas; altiva y verde, montes de viñedos y mares de cristal. Tierra de duras piedras donde la gris higuera es un panal.

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La tierra del trabajo y de la copla; del viejo olivo y la dorada arena; de la palmera altiva; del viejo torreón; del vendedor de bronce ofreciendo la plata saltarina en capachos de esparto, con su roja faja de sangre, cual granada al sol. ¿Dónde cogí este anhelo? ¿Fue en el aire? ¿En el movible copo? ¿En la ribera que entre chopos y almendros llega al mar? ¿En el cañamelar de espadas verdes que cortan las acequias en trocitos de cielo? ¿O en las notas de rotas caracolas en los acantilados sombra y luz? No se de donde. Mas se que hasta mi llegan

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los gritos de otros hombres que pasaron vendiendo sin usura diamantes y bellezas perfumados con rosas de candor. Negociantes de rimas forjadas con dolores; traficantes de sueños cogidos en las nubes y en el mar. Yo, como ellos, tengo mercancías que ofrezco en el mercado de la paz. -El vendedor. El mercader. Este es mi pregón: -Llevo el fino crespón de Arturo Reyes; la verde cañavera, el florido mantón,

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los girones de ocasos y marinas del genial Salvador El humano sentir de Altolaguirre, su angustia y su temblor... Llevo ... ¿Qué llevo, oh Dios? Llevo una carga con despojos de flores. ¿Quién me compra? Las vendo sólo por unos céntimos de amor. En el Tren

Page 10: Mi Nada - manuelfdezmota.files.wordpress.comMi Nada No se si mi latido es un latido de vida verdadera o sólo el eco de una voz que murió; sombra de un fleco que una cometa se dejó

El humo blanco se va perdiendo por las colinas de verdes senos. El humo blanco forma senderos por los azules llanos del cielo. El tren avanza con roncos ecos reptando el llano con zigzagueos. Tiembla la tierra; chozas y huertos sienten latidos en sus cimientos. El chopo agita su esbelto cuerpo formando hondas

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en el espejo azul y plata del arroyuelo. Trepita el monstruo; chirrían hierros; lanzan sus fauces rojizos fuegos. El humo blanco cuelga sus velos en los ramajes de los almendros. Dentro del tren hedor de alientos, llantos de niños, toses de viejos, cantos de mozos, rostros enfermos, frutos podridos, sacos y cueros, rumores vagos de cuchicheos. Por el cuadrante de cristal veo

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ocres y verdes que alfombran cerros. Miro las nubes de rojos flecos, cintas de oro y extraños cuerpos. Me voy con ellas, me voy perdiendo en la dulzura de un casto sueño. El humo blanco pegó su aliento en el cristal que se hizo espejo. Huyeron montes ríos y huertos yo vi mi imagen como un espectro. El tren roncaba subiendo un pecho y parecía decir su eco: "¿A dónde voy?" "¿De dónde vengo?".

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En cualquier esquina Mil veces lo encontré por las esquinas, su voz preñada en doloroso acento, pidiendo unas monedas, su lamento perdiéndose en las noches decembrinas. Mil veces le encontré. Pasé de largo, molesto por su tono quejumbroso, viendo que el miserable mi reposo herir quería con su grito amargo. Y como yo pasaban otros seres huyendo del hedor de la miseria y la molesta frase: "¡Hermano! ¡Hermano!" Una noche le dije. "Tu quién eres?" El me miró... Hundiose mi soberbia cuando le vi la llaga de la mano.

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Ese Mendigo Ese mendigo que ahora va cruzando el muladar, de canes perseguido, con un sucio guiñapo por vestido y un mísero mendrugo suplicando. Ese mendigo que en la noche fría besa la tierra bajo el puente oscuro, y como vil gusano al junto muro le encuentra tembloroso el nuevo día... Ese mendigo, me recuerda a un hombre que he visto muchas veces... que he besado... que he escupido. No se si sombra o luz. ¡Ese mendigo... ¿Cuál será su nombre? ¡Ahora recuerdo ... ¡Es el que clavado está pidiendo amor desde la Cruz.

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Llamada ¡Ha llamado el amor! Hoy escuché su voz por los rojos caminos de la sangre. Voces de sonrosadas caracolas retumbando en los senos de las templadas rocas de las playas. ¡Ha llamado el amor! Roces de plumas giran en los cabellos de los chopos, donde pajas trenzadas con gorjeos se convierten en cunas temblorosas. Ha llamado en la flor, donde el insecto hecho de luz, bañándose en el polen, roza el estambre, con caricia tierna de beso mañanero. Ha llamado el amor en las encinas, tálamos de verdores donde templan las tórtolas sus liras con monedas del sol.

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Es alegre la piedra, y el camino, y el arenal, y U monte, y la cabaña, y el humo que dibuja en el celeste figuras sin contornos; la hola rota, la pisada fuerte, la carne tibia y la marchita flor. ¡Todo es alegre! ¡Todo se sonríe! ¡Ha llamado el amor! Ha llamado en tu pecho tembloroso; en tu mirada glauca y retenida; en tu talle de sauce cimbreante, ¡cadencia de color! Está llamando ahí, donde la carne se hace suavidad de promontorios, redondas líneas de tersura y flor; colinas misteriosas

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de nieve y de jazmín; imán de rosas, sangre y amapolas que atraen la mirada sucumbiendo a la dicha de vivir. Ha llamado el amor. Mudo lenguaje en la muda cascada de tu pelo; luz sobre las espigas que maduran sobre montes de luz. Ha llamado en azul... Claros remansos con estrellas bordando las pupilas; fuentes que brotan, esperando labios ardientes por la sed. Llama en el rojo corte de los labios que orlan perlas de níveo resplandor; cuchillada en panal, manando mieles

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de ocaso y de clavel. Llama en tu talle, en tu menudo paso, tu cuello tibio, tu pulida mano; llama en el aire, que rendido cae al suelo cuando pasas arrogante; en las negras miradas de los hombres quemados por tu sol. Hoy has pasado tú como una estrella, como un rojo fulgor. Hoy has pasado tú, fuego y doncella, y ha llamado el amor. El sueño de la Niña

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-Un lucero, madre, ha caído al agua y en la orilla ha puesto encajes de plata. -¡Duérmete, mi niña! ¡Duérmete y descansa! -Van por el pantano cigüeñas rosadas, sus picos de oro bordan en el agua serpientes de bronce con escamas blancas. -¡Duérmete, mi niña! ¡Duérmete y descansa! -Con rayos de luna trenzan en las ramas encajes y tules panzudas arañas.

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Y van mariposas con alas nevadas a morir en ellas, temblorosas. -¡Calla! ¡Duérmete, mi niña! ¡Duérmete y descansa! -Un carro de estrellas entre nubes malvas viene por el cielo azul y escarlata. Un ángel lo guía de túnica blanca, con nieve en los dedos y nieve en las alas. -¡Duérmete, mi niña! ¡Duérmete y descansa! -Madre, yo me voy en el carro. -¡Calla! -El ángel de nieve me ha tocado el alma. -¡Cállate, mi vida! ¡Cállate y descansa!

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Callose la niña... sus manos de nácar se hicieron de nieve ya de madrugada.

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Carbonerillo Carbonerillo dc Liba, terrón de sal y azabache la sal, tu risa y tu gracia, negro tu cuerpo y tu traje. La sal tu canto que vuela por caminos y canchales; lo negro, tus negros ojos, tus manos acebuchales. ¡Ay, carbonerillo, para! Ahoga en nubes tu cante; no cojas flores de espinos que te taladran las carnes. ¡No sigas, carbonerillo! ¿No ves que los peñascales tienen filos de cuchillos? ¿No ves que los encinares se hacen sombras, y el perro aúlla y manda a los valles

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ecos de muerte y tragedia, quejidos como mensajes, avisos a los labriegos, temor a los pedregales? ¡No sigas, carbonerillo! ¡Detente ahí! Que tus sales se harán hieles y veneno sobre el cuerpo de tu padre. ¡Carbonerillo de Liba! El horno de troncos arde en sangre roja de fuego, en lutos de humos acres, y tú lloras junto al cuerpo sucio y frío de tu padre, que mira al cielo con ojos turbios de fríos cristales.

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Desde mi ventana Cuando nace el día y abro mi ventana me da la Bahía su sonrisa blanca. Si es el sol de oro ella está de plata; si el cielo rosado ella está esmeralda. Si las nubes juegan con cintas naranjas, ella con delfines espumas y algas. Si por el espacio azul, la mañana cabalga en pegasos con crines nevadas, ella se sonríe reventando castas cascadas de rosas en quillas de barcas.

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Cuando nace el día la aurora galana veo en la Bahía desde mi ventana.

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Isla de Esperanza No me importa que crucen las centellas; ni al abismo del mar fiero y rugiente; ni a las nubes oscuras que en mi frente ocultan el fulgor de las estrellas. No puedo naufragar si las más bellas ilusiones brotadas de mi fuente arrastradas las veo por corriente

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cual hojas, deshaciéndose en querellas. ¡No puedo naufragar! Me guía un faro. Una isla de luz en lontananza que me ofrece la playa de su amparo Hasta ella llegaré. Ya la bonanza abre la aurora de este día claro junto a la playa fiel de la esperanza. Música de la Noche ¿Es negra la noche?

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¿Se apaga el suspiro que anima la vida? ¡No es negra! Se enreda en crespones de hilos trenzados formando canciones de silencios lilas. Rondando las formas borrosas del seto, caricias dc liras; resaca de notas que ponen las flautas sobre las espigas. ¡Se sueña el concierto!: Artistas con alas, de negras barrigas, leyendo en atriles, de hojas que tiemblan, el gran pentagrama de una sinfonía. Sobre el aire tibio, que calza suaves babuchas de seda, pisando las finas alfombras de copas, se escuchan aplausos de aguas perdidas. Las luces se encienden del salón en fiesta. Arañas de oro sobre las encinas;

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la luna derrama cascadas brillantes en filos de nubes que son bambalinas Se anima el teatro. Los viejos caminos, que de pies conocen las rudas caricias, se hacen de plata. ¡Pasillos abiertos entre las butacas de fantasía! Se ha roto el telón: Se ve el decorado de rojos ocasos, encienden aristas de perlas sangrantes. ¡Granates de fuego que hieren la vista! y las afelpadas higueras, meciendo sus grandes volantes de fina batista, parecen gitanas que lucen airosas sus trajes de fiesta verdosos y lilas De luz coronados gigantes nogales; de luz coronadas las rocas partidas, dioses mitológicos tallados en mármol por ágil cincel de alocado artista. Más allá, las vegas. Más allá los tonos de viejas encinas.

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Más allá, los montes con cuerpo de humo, lechosos y opacos por la lejanía. Y ya en el telón, de un azul perdido, cual ojos cuajados de luz mortecina, dando parpadeos de guiños errantes, luceros y estrellas de alma amarilla. ¿Ha parado el concierto? ¡No, que sigue! Sigue la melodía rozando los cabellos de los trigos; las notas escondidas; las piedras que se abrazan en las sombras; la alberca que se ahita con chorrillos de plata generosa que espera el huerto, cuando llegue el día Y se signen rompiendo de las arpas las cuerdas, donde anidan pajarillos que escapan a bandadas por los violados aires de la dicha. Y se llena el oído de ronrones; y se emborracha el alma en ambrosia; y se abren los labios de la noche por las canciones de la grillería.

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¿Son dioses esos músicos? ¿Son genios? ¿Ángeles? ¿Duendecillos? ¿Fantasía? No importa qué seáis. ¡Sois artistas! ¡Artistas de la noche en sinfonía!

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Te abriré el corazón, llama amorosa, no te importe forzar la celosía, te guardo claridades y armonía y t lamo feliz en casta rosa. Ven a beber el néctar, mariposa, y en un estrecho abrazo, ¡vida mía!, los dos vivir en un continuo día sin que llegue la noche tormentosa. No dejes de llamar, ansioso espero. ¿Qué largas y angustiosas son las horas para el que quiere como yo te quiero! Siento herirme la angustia, ¡dolor fiero!, de que quedes postrada donde moras sin saber que hasta mí hay un sendero.

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En la Acequia A mi sobrino Manuel González La tarde es celeste, templada de oro; el río susurra con notas de nieve; pasa un pajarillo con su cuerpo leve de color de tierra y celeste coro. Mi vista extasío como en un tesoro se extasía el avaro y el gorjeo aleve que llega hasta el alma, haciendo que eleve al cielo un mensaje sin eco sonoro. Tan tierna es la tarde que tibia se posa entre los rosados melocotoneros como un aleteo de ángeles blancos. Allá el horizonte se tiñe de rosa lanzando del día los tintes postreros; las sombras violadas llenan los barrancos. Sayalonga, Abril de 1.963

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Caricias Cual la rama del sauce, en su costumbre, enamorada besa la corriente, poniendo mariposas en la frente de pulido cristal con plata y lumbre. Y el agua que el frescor aun de la cumbre conserva entre sus labios de relente, al sentir las caricias, tiernamente, da al temblor de sus ondas mansedumbre. Así me inclino yo sobre tu cara que de las rosas tiene el terciopelo, y mi beso de amor allí se para. Mana la miel, se oprime la amapola; me pierdo en la cascada de tu pelo,

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y hacia el Edén me empuja suave ola. En la Arena Con los desnudos pies llego a tu orilla para sentir los roces de tu aliento; los suspiros que traes con el viento, que de blondas adornan tu mantilla. Aquí estoy solitario, cual barquilla que espera empuje, y en mi pecho siento el ansia de volar como un lamento, una pluma, un suspiro o nubecilla.

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¡Barquilla soy varado sobre rocas! Llévame con tus brazos nacarinos a las lejanas tierras que tú tocas. Y así, besando arenas y corales, y bebiendo la luz de tus caminos se emborrachen mis sueños fantasmales. Sueños Si las nubes blancas son su blancura me entusiasma

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y sueños me hacen formar si son rosadas o malvas. ¡Sueños de nubes que se extienden o esfuman bajan o suben! ___________ Si veo el arroyo claro con saltarines gorgeos, yo corro con sus cristales en transparentes deseos. ¡Sueños de agua que no aplacan la sed que hay en mi alma! ___________

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Si veo en la rubia arena romper su cuerpo la ola, sueño que yo soy espuma que en el espacio se dora. ¡Sueño liviano como pompa que un niño tiene en la mano! ___________ Si el pajarillo a mi lado cruza el aire, busca el monte, yo con mis alas de sueños me pierdo en el horizonte. ¡Vuelos de plumas que raudos se deshacen como las brumas! ___________ Y así, viviendo y penando, hago y deshago locuras, forjo y destrozo mis sueños entre risas y amarguras. ¡Pobre poeta, volador cual los flecos de una cometa!

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Vigilante Vertical quiero ser, como es el rayo del sol cuando en el cenit parte el día; como mármol gigante de columna tronco de ciprés. Como torre de piedra milenaria; como palo mayor en el navío; como vieja palmera dcl desierto o la recta plomada de la cruz. No me quiero inclinar si el viento frío de la vulgaridad pasa a mi lado; firme como la piedra, en mi destino me quiero mantener. Ni inclinarme cual hueca cañavera; ni arrastrarme cual hoja en el camino; ni caer como junco en la corriente; ni cual veleta ser.

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Quiero ser recto, sí, quiero ser firme; buscando las alturas azuladas. No caer sobre el barro que envilece y ahoga dignidad. Ya me basta, ¡dolor!, con ser yo barro; con mis pobres cadenas de materia. Con ser luz escondida, cual tinaja. de la bíblica gesta de Israel. Es difícil, Señor, estar erguido; firme cual centinela vigilante. ¡Yo velaré! También soldado he sido. ¡Yo velaré!

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Locuras En las lejanas brumas que sobre el mar se extienden, o en los girones grises de la niebla temprana, fabriqué con mi loca y rica fantasía una vida de amores, ensueños y locuras. Vino el sol con sus rayos abatiendo las brumas; barrió el viento la niebla de vegas y cañadas, y quedaron deshechos, destrozados, mis sueños, entre frágiles nubes que raudas se perdían. Sobre las aguas tersas de loS lagos azules, o sobre las corrientes de arroyos saltarines, deposité esperanzas y dulces ilusiones. ¡En arroyos y lagos rugieron aguas turbias! Con guirnaldas de estrellas y luceros errantes con luces de alboradas y fulgores de luna me tejí una corona de cálida belleza, corno un emperador ebrio de poderes. Las gasas ocultaron los luceros de fuego; la luna se eclipsó con manto de tristeza, y la misma alborada nació entre fría escarcha, destrozando mis castos laureles de poeta.

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Débiles son los sueños de nuestra mente humana, como es frágil también la llama de la vida. ¡Oh, Señor! Nos hiciste de barro quebradizo, más nos diste la luz que busca Tu Presencia.

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A la Dolorosa Vas transida de pena y amargura; vas llena de dolor y de congoja; vas temblando de llanto, como hoja que con rocío tiembla en la espesura. Si te miro, Señora, la tortura en el fondo del alma se me aloja, y quisiera pagar con sangre roja la espada que clavó mi vida impura. Mas por cada diamante que resbala por el rosado cielo de tu Rostro la pena de un pecado ya se paga. ¡Oh, Madre del Dolor! lloro y me postro ante el negro martirio de esa daga. ¡Que llorando y rezando me deshaga !

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Soneto algecireño Cuál sultana que sueña recostada sobre cojín de luces y colores, adornada de espumas y de flores es la verde Algeciras admirada. Aquí del sol la cálida mirada sobre el espejo azul se hace fulgores y de la sierra agreste, los temblores con la esencia vendrán de la enramada

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Sangre de ocasos, oros y amapolas, id bordando volantes y capotes en el paño del claro plenilunio. Id bordando mantillas las manolas, que la alegría, ya, siente los brotes en la sonrisa del dorado Junio. Romance de los tres Novillos ¡Tres novillos veo, tres! Tres noches que se escaparan del viejo puño del tiempo

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buscando praderas blancas. Van bajo el sol de la tarde, señores de altiva raza, negros, como las entrañas de las grutas ignoradas. Así son los tres novillos. ¡Tres negras noches sin almas! Sólo le brillan dos puntos de amaneceres: ¡Las astas! Allá van los tres novillos; tres bellezas, tres estampas de terciopelo y aceite, de bravura y arrogancia; de sangre y sol hechos nervios; de fuerza que busca gracia.

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Los tres sueñan con el ruedo, ¡me lo dicen sus miradas!, y en el cristal de la tarde van templando sus espadas. Allá van los tres novillos, allá van, junto a la charca. la de las finas agujas que taladran nubes blancas Allá van, bajo la encina, la de las verdes enaguas, que le regala monedas de oro al viento que pasa. Allá van, junto a los canchos. ¡Las pobres piedras ajadas con heridas de cuchillos sobre sus cuerpos de plata! Heridas grandes, abiertas; labios que el sol dora y sangra cuando se pega a la tierra con besos de ardor y ansia. Allá van los tres novillos bajo la tarde dorada,

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tomando sorbos de fuego y templando sus espadas; que ya escuchan por las cumbres el bullicio de las plazas, y el revuelo del capote lo ven en las nubes malvas. Allá van los tres novillos, sangre, sombra, nervio y raza; un hombre les puso cita en la arena roja y gualda.

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Humildades Yo quisiera coger con sumo esmero esas cosas sencillas y perdidas, como la sangre azul de las heridas en las rocas abiertas; o el romero que florece a la orilla del sendero; líquenes de las cumbres atrevidas; dorados de las hojas suspendidas en las parras que cubren el otero. Cosas pequeñas llenas de humildades, transparentes de luz, como las aguas que hacen de cristal las cavidades. ¡Cosas sencillas, como Tú, María!; fuentes, romeros, hojas, claridades, que tu pureza canten este día.

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Gritos A mi buen amigo Miguel de la Torre. No sé, amigo, lo que me ha inducido a de- dicarte este poema; tal vez sea para que veas mi miseria y conozcas mi cobardía. Hoy son tristes mis horas y enfermizas como pájaros grises en las desnudas ramas; lentas y miserables como el agua de un río corrompido de pútridas orillas. Monótono el camino; infinito y perdido en la borrosa niebla, donde sólo destacan la altiva rigidez de los cipreses o geométricas líneas de cruces sin destellos. Hoy abortó la aurora un sol sin luz, que se ahogó impotente en las salinas aguas borrascosas. ¡No lo veo brillar! El cielo es una lámina incolora y en él se estrella mi glacial mirada.

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¡No puedo caminar! La roja arcilla oprimiendo mis plantas, pegajosa, asemeja coágulos sangrientos que brotan de las llagas de la tierra. El paso es lento; la mirada turbia; el corazón de piedra, sin latidos; el cerebro maraña, donde corren reptiles miserables escupiendo carroña de veneno. ¿Cómo he de caminar , si es oprimido mi tembloroso cuerpo por montañas de bronce derretido; si mis venas son páramos helados por donde corren ríos de granizos? ¿Cómo he de caminar, si no hay estrellas en el pardo horizonte; ni se abren las nubes por ráfagas de luces para buscar los astros guiadores? Son sucias y apretadas, cual los pechos de las bestias impúdicas. ¿Cómo he de caminar , si el blanco faro se ha perdido en la boca de la noche triturado por dientes de tinieblas?

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¿Qué voz me guiará? Tan sólo escucho el lejano fragor del oleaje carcomiendo los negros arrecifes, y retumban las grutas de mi alma por ladridos de canes infernales. Siento el sabor en la reseca lengua de la retama amarga y lujuriante; la savia que se escapa de la adelfa cuando se troncha su florido tallo. Siento el dolor del animal herido cuando bus a refugio en la espesura, desgarradas sus carnes por el maldito plomo traicionero. ¡Siento la soledad! Como avecilla que está en la jaula prisionera y triste, soñando en la belleza de los bosques, en el templado nido, en la caricia luminosa y fresca de los grandes espacios sin barreras. Luz quiero, luz, Señor Manda tu rayo

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que en girones deshaga las tinieblas; que se enciendan las nieblas opresoras en dorados destellos. Manda tu sol, aliento que derrita el granizo y la nieve; que corran los arroyos azulados por las verdes caricias de los campos ¡Manda tu resplandor! Que tiña los cipreses en contornos dorados y atrayentes; que corone las cruces de destellos, y de oro el camino, y de espumas los mares, y de flores los montes, y de velos rosados los espacios. Manda tu viento, que arrastrando brumas despeje el horizonte, y mi mirada

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contemple las praderas infinitas cuajadas de arreboles y luceros. ¡Tu voz ,tu voz! Que suene como el canto temprano de las aves cuando el huerto despierta en alborozos; como el tierno susurro con que besan las aguas cristalinas perfumadas riberas de capullos ¡Tu voz, tu voz! Ese temblor que como vivo aliento brota del corazón ilusionado; y pone resplandor en las pupilas, sonrisas en los labios, rosados pensamientos en la mente, y amores en el pecho que se agita al empuje de la sangre. Deseos de vivir... Tan sólo es eso

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lo que le falta hoy a mi existencia; y me hace ser ciego, sordo, triste y hundido. Cadáver ambulante por la ruta sembrada de cristales. ¡Estoy tan decaído! Siento tanto cansancio en las resecas médulas del alma!, que me siento vacío de deseos y lleno de nostalgias aplastantes. ¡Cansado estoy! ¡Lléname de fuerza! ¡Cadáver soy! !Lléname de sangre! Dame el grito que a Lázaro le dieras, rompiendo mi sepulcro. ¡Levántate y camina! ¡Cobarde! ¡Cobarde! ¡Cobarde!

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Morados de tumba Homenaje póstumo a D. Carlos Gallego El sol que tu paleta buscaba en las esquinas para labrar aristas de blancos y dorados, en el cenit ponía ardientes bambalinas cuando ante ti se abrían abismos sombreados. Llegaron los morados con alientos de tumba, entre pasos de brumas, sin avisos de truenos; sin mensaje de rayo que fríamente alumbra y tras el miedo trae pensamientos serenos. Llegó como un cuchillo de sombras invisibles; como soplo escapado de sima tenebrosa; como nube sin cuerpo, de alas inmovibles; como un fantasma negro o negra mariposa. Las luces de tus lienzos sintieron los temblores en las albas paredes de casas andaluzas; y las bellas palmeras, repletas de verdores, hijas de tus pinceles, se enlutaron confusas. Lloraron las montañas de pajizos y azules que a brochazos robaste a paisajes serranos,

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coronadas de sangre, coronadas de tules, como diosas cogidas en harenes paganos. Lloraron los empastes de aurora reventona en humildes tejados de casas pueblerinas, y la piedra amarilla que en tu mando de lona tiene lumbres de soles y verdores de encinas. Lloraron las chumberas de la moruna tierra las calles empinadas del viejo Grazalema; el límpido turquesa que la bahía encierra, cuando la tarde cierra su mirada de gema. Caídos los pinceles y sola la paleta no sueñan contraluces de sierras misteriosas; el siena, el carmín, el ocre o el violeta se funden con cipreses, con cruces y con fosas. Mas no podrás callar tus cantos de colores, pues tu arte dejaste como herencia sagrada; tu hija crear , calmando sus dolores, bellezas que recuerden tu genial pincelada. Algeciras, 11 de Febrero de 1962

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Mi Última Morada No sé donde estará el sitio de mi tumba; ni puedo señalar donde tendré reposo. ¿Será en un cementerio umbrío y silencioso? ¿O en la sierra salvaje, donde el viento retumba? No sé si junio al mar, bajo rubias arenas, con la cruz ademada por algas corrompidas, donde espumas livianas de olas atrevidas me pusieran coronas en las noches serenas. No sé si en un desierto solitario y perdido donde grises matajos raquíticos se mueren; en donde los reptiles se atacan y se hieren, y la astuta raposa da su lúgubre aullido. No sé donde será, mas deseo que fuera en la verde solana poblada de olivares, junto al viejo camino que sabe de cantares, de sueños y de amores, de lucha y de cansera. Junto a una ruta abierta, que en las tardas fragantes

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lance polvo de oro cuando pase el ganado; con orillas de flores abrazando el sembrado cuajado de amapolas de pétalos sangrantes. Allí, donde, no lejos, las aguas azuladas siseen su romanza de chorro transparente, y que las madreselvas que nazcan en mi frente al sentir sus caricias florezcan perfumadas. Que allí los chamarices desgranen sus amores saltando de alegría en frágiles hinojos, y sólo el verlos plazca, aunque no sean mis ojos, buscando para el nido despojos de las flores. Donde en las noches tibias, bajo el fresco romero que en peñascal naciera junto a mi sepultura, durmieran las perdices, esperando la albura para romper el día en vuelo mañanero. Allí, donde el labriego que pase sudoroso, al ver junto al atajo la cruz envejecida, se descubra y me mande, con voz estremecida, una oración que el Cielo le pague generoso.

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Las Voces del Barro Hoy la tierra me habló Tenía el chasquido del acero que se rompe entre cuarzos calizos. El crujido del músculo herido por cuchillo; el grito de la rama que se troncha; o el ronco silabeo de la turbia corriente. ¡Hoy la tierra me habló! Se abría en gruesos labios de rollizos terrones bajo los verdes cipreses y las cruces; esperaba como fauces de abismo la piedra que rodara a sus entrañas. ¡Eso era él! Un gris pedrusco frío y sin latido. Un despojo podrido; una humana raíz. Un pájaro sin alas ni gorjeos, Una pavesa negra y carcomida. Una sombra. ¡Nada!

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¡Y la tierra esperaba ! Esperaba para seguir sus rutas de materia. ¡Transformación de vida! Y brotará la malva o el espino, el hongo, el lirio, el junco o el rosal. Allí se posarán los jilguerillos soñando con los nidos... ¡Mas tú no lo verás! ___________ ¡Hoy la tierra me habló! Me llamó con sus voces sin sonidos; con sus profundos místicos silencios; me llamó con su barro removido. ¡Con una voz tan fría que pareció salir de un ataúd!

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Rompiendo Ilusiones A D. Javier Maestre Torregrosa, que ha hecho posible la publicación de este libro. He venido a romper el aire azul con mi mirada hambrienta de colores; he venido a palpar el fino tul de los volantes finos de las flores. He venido a sorber el aire pire que se enreda en los brotes de las ramas donde el jilguero de plumaje oscuro. forma su nido con pulidas tramas. He venido a charlar con el regalo que gota a gota forma melodías de intimidades; de la sierra trajo el frescor y las dulces ambrosías. A ver el cerro con vestido claro y los tiernos verdores de los chopos; a ver la margarita que en su aro pone el misterio de los blancos copos He venido a gozar. Estoy sediento de horizontes, de luces y montañas;

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he venido a plañir para que el viento arranque la inquietud de mis entrañas. Para contarle mis amargas cuitas y sepa de mis sueños destrozados por las uñas hirientes y malditas de borrascosos días apagados. Para decirle que si soy poeta me alimento de pobre ruindad; que he perdido el camino de mi meta entre brumas de oscura realidad. Para que arranque de mi loca mente las galas de quimeras fantasmales, y seque los veneros de la fuente de donde manan versos a raudales. Para que el sol colándose en mi pecho del corazón anime los latidos, que de tanto oprimirlo, ya deshecho, se desangra con llantos y quejidos. Tirar a los arroyos bullidores las notas de mis musas sin destino, como acojan sus plumas de colores las aves sobre el polvo del camino. Embriagarme de luz sin sueños locos; de los espacios ver los cabrilleos;

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buscar bellezas y cerrar los ojos, como animal que vive sin deseos. He llegado hasta aquí. ¿A qué he venido? ¿Cómo podré trocar mis pensamientos? ¡No me liberaré! Estoy unido a un bagaje de ocultos sentimientos. Si no puedo luchar seré poeta, aunque rompa mis versos cada día; aunque ponga mi alma en la piqueta y me beba la hiel de la agonía. Aunque corte las alas de mis musas y desgarre las cuerdas de mi lira; aunque arda mi mente, por intrusas prosaicas ideas, como pira. Aunque asesine tiernos duendecillos que conciban metáforas pulidas; y las ninfas de rojos y amarillos ahogue por inquietas y atrevidas. ¡Seré poeta, sí! Y si no canto vendré a lo soledad de la ribera para desahogarme con el llanto de un poema sin fe ni primavera.

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¡He llegado hasta aquí!... ¿A qué he venido? ¿por qué tocar el fuego que fortuna? Quiero dormir... como gañán rendido que no le martiriza la amargura.

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El Regalo En el nacimiento de mi hijo Carlos Entre el monótono gotear de la lluvia nocturna, oprimido por la rocosa mon- taña de la angustia, el poeta espera el momento feliz en la alborada radiante del hijo que llega.

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¡Llora, noche, llora! Llora sobre los labios temblorosos del rosal, y sobre las caricias plateadas de los chopos. ¡Llora, llora! Llora sobre el limonero que abraza entre sus sombras moradas los últimos suspiros amarillos. ¡Llora, noche, llora! Llora, que es gris la cal de las paredes, y negro el cielo, y frío el viento, y fantasmas oscuros los ojivas ¡Llora! ¿No ves que llora ella ya mí me llora el alma perdida en el camino de las angustias? ¡Llora, llora! ¡Sííí... No llores! ¡Calla, calla! ¿No escuchas?... ¡Llora él! ¡Ha nacido mi hijo! ¡Ha estallado mi pecho en globos de colores!, y los quejidos de las gotas me parecen pisadas suaves y rosadas de ángeles, __________ ¡Ya clarea! Por las rendijas le las ventanas se cuela el día en husos plateados. ¡Ya clarea, mujer! He visto el alto Conio con su cara lavada bajo una nube lila todavía, que ya se pinta los rizos de naranja. El limonero del patio enseña sus pechos amarillos, dejando escapar por los pezones la leche plateada que le regaló la noche. ¡Sí, ya viene el día! Ya viene barriendo las sombras con su escoba de luces ¡Es su primer día! ¿Verdad? Estrena sus carnecitas rosadas como la aurora, su boquita como los labios del rosal; sus manitas tibias, como el nido que dejan las palomas.

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¡Sííí...! ¡Calla, Cielo! ¡No llores, chiquitín! El día viene corriendo en un caballo de fuego por los altos caminos de los montes, para beber en ti los chispacillos de la vida y copiar el misterio de la belleza. Benaoján, 7 de Diciembre de 1953.

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Tras los Difuntos Los que fuisteis ayer hoy sois abrojos en la húmeda tierna del olvido, o ramas de cipreses y zarzales. Pasó la vida de aluviones rojos; pasó el dolor y el sueño, y el latido, como pasan las nubes estivales. Y los que somos hoy, caminamos por el mismo sendero ya trazado y con la misma carga de pesares. Nada nos detendrá, raudos cruzamos como rayo hacia cl mar emborrascado. ¡Buscarlo a Dios, la tierra y los rosales!

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Mis Cuentos A mi Carlitos Canción amorosa de arpa escondida en el alma que vibras al son de los tiernos recuerdos queridos; de besos maternos guardados en libros de años, alegres y tiernos, con dulce sabor no perdido. Contemplo en las nubes lejanas y blancas que flotan aquellas que un día formaron quimeras de niño, en grandes legiones de altivos y bellos corceles al viento sus crines de seda sobre el mar bruñido Aun veo en la noche los guiños de estrellas errantes, las viejas decían que eran los flecos más finos que el Gran Santiago lucía en su manto guerrero, guiando en las noches oscuras a los peregrinos. Las llamas que daban los troncos en la chimenea jugaban con chispas matando las horas de frío; y allí me dormía soñando con hadas de cuentos, que así mis hermanos contaban para mis oídos.

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Vuelo Azul A mi hijo pablo En la tarde azul-dorada duerme el mar, y pone sonrisas blancas al dejar sus besos en las arenas. ¡Plata y oro, tierra y mar! Mira, mi niño, una barca yo te haré de trocitos de coquinas, y pondré una nube como vela lila y rosa, como hilos de crochet, En los brazos de la tarde, temblorosa, por caminos azulados, mariposa la barca parecerá, con sus alas sobre el viento, nieve y rosa.

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Por los lomos de las olas correremos, enganchando gironcillos en los remos; brotarán riberas albas donde pongan sus caricias los luceros. Niño mío, correremos, y al cruzar esas vegas irisadas de cristal, forjaremos locos sueños, cual alegres gaviotas sobre el mar.

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Amor Eterno Con el suspiro gris de la mañana, con el abrazo del ardiente día, con el beso sangrante de la tarde, con el temblor violado de la noche: ¡Siempre te amaré! En la melancolía de la lluvia, en el sol ardoso que reseca, en la caricia de la blanca nieve, en las alas abiertas de los vientos: ¡Siempre te amaré! En las frías tinieblas de las grutas, en las luces radiantes de las cumbres, bajo el sauce llorón en primavera, junto al hogar en el glacial invierno: ¡Siempre te amaré!

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En el perfume de celeste dicha si Dios a su presencia me arrebata; o en el fétido hedor te las negruras si me aparta, cual réprobo, de Sí: ¡Siempre te amaré!

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Ángeles y Hombres Las voces de los ángeles enviaron el mensaje de paz, pero los ecos de las notas se ahogaron entre los fangos de la humana miseria. Por los filos violados de la noche, de copos y cristal, vuelan niños con alas de azucenas ¡Gloria, gloria a Dios! Son las voces susurros que las aguas perdieron en juncales y riberas; suspiros espumosos y azulados de caracolas de rosados nácares, caricias afelpadas que pone el viento en temblorosas hojas. ¡Gloria, gloria a Dios! Canta el cielo con sílabas de estrellas. ¡Ha nacido el Señor! ___________

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Por las venas resecas de la noche, veredas ateridas, van perdidos cantando los pastores ¡Gloria, gloria a Dios! Son pálidas las voces y tronchadas como ramas que lleva el vendaval. Tienen ecos de barros rezumantes en oscuros caminos. Así suenan las lenguas de los hombres que no saben de amores fraternales. ¡Gloria, gloria a Dios! Amor y paz cobije a los humanos. Amor y Paz cobije a los humanos ¡Ha nacido el Señor!

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Gota a gota quiero beber la sangre de la tarde, la sangre que se cuaja sobre las nubes y las rosas de hálito y perfume; la sangre que chorrean las piedras de la sierra por los pechos resecos de las cumbres; la sangre de los ríos hechos venas abiertas sobre el verde; y las gotas con alas que a mariposas juegan en los trigos. Quiero beber las lágrimas temblorosas que la noche dejó sobre las hojas de los tréboles, sobre las glaucas lajas del sendero, en las blancas espumas que pasean los corderos tempranos por las húmedas rutas de los montes. Quiero beber las gotas que estallan en el aire, luminosas, cuando el jilguero sus alas mueve sobre la frágil rama del espino; y las perlas que corren en arroyos

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de cauces diminutos por las escamas verdes de los chopos ¡Lágrimas de la noche! Diademas que pusieron las estrellas con sus besos de luz sobre la tierra sobre la sangre fresca de las rosas, sobre las alas rotas de los árboles, en las carnes aplastadas que en los prados dejaron las pisadas de los hombres, en el tronco de fibras corrompidas arrojado a la orilla del arroyo. ¡Lágrimas de la noche! Burbujas que escaparon de las copas doradas y ambarinas en brindis de banquetes celestiales. ¡Sangre y lágrimas! Dolores y congojas del humano, son en la creación luz y belleza, amor, fuego, aristas sobre el humo, capas de majestad sobre las rocas, estallidos de besos en los trigos. ¡Lágrimas! Salobridad que oprimen las gargantas con deseos agónicos. ¡Lágrimas de la noche!

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burbujas que escaparon de las copas doradas y ambarinas en brindis le banquetes celestiales. ¡Quiero, quiero la belleza! ¡Quiero beber la sangre de la tarde y el llanto plateado de la noche!

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Soledad Blancos, blancos, cantan las olas; blancos que vienen, blancos que van, el cielo copia brochazos blancos en sus pupilas de percal. Sobre la playa mis pies desnudos buscan caricias, cuando al prensar la rubia arena que centellea lanza crujidos de soledad. Aquí estuviste. Busco tu imagen; sólo una sombra veo pasar; el sol se ríe tras de una nube y hace más densa mi soledad. Al mar le cuento mis amarguras. Ella se ha ido.¿No volverá? Pero él me manda sonrisas blancas que hacen más triste ni soledad.

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Mis pies desnudos pisan ondinas que en verdes algas siento temblar; y me parece que un mundo muerto hay tras mi sombra de soledad. Grifo a las nubes, grito a las olas, grito a los vientos: ¿No volverá? Ellos sonríen azules, blancos que hacen más negra mi soledad.

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Soneto Doliente Ese grito perdido en la calzada es un grito escapado de mi pecho, vuelo herido de pájaro sin lecho que busca sepultura en la enramada. Quiero callar y roja llamarada me abrasa, muerde, déjame deshecho, aplastado en el polvo, sin derecho como gota de sangre derramada Porque quiero soñar, cuervos y canes sus curvos picos y afilados dientes clavan en mis entrañas temblorosas. No tienen compasión los alacranes y arrojan las ponzoñas de sus fuentes en los pétalos blancos de las rosas.

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Vuelven los Sueños Al joven pintor Antonio Maldonado, autor de la portada de este litro. Hoy vino tibio el sol. Hoy los almendros ya bordaban los grises le sus ramas con estrellas de blandos terciopelos; y el verde sonreía en las laderas con suaves brochazos de dorados en luz. Hoy sentí cabalgar por los espacios ejércitos con sueños de deseos, y nubes con aristas de amapolas, buscando primaveras las vi jugueteando sobre el mar. Hoy vi doblarse el junco por el peso liviano del oscuro jilguerillo, que buscaba el ramaje deseado para poner el nido de su amor.

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Adiviné el alegre burbujeo de la savia rompiendo la corteza de troncos y rosales; el tempranero jugo de los chopos queriendo reventar. Hoy sentí cual bandadas de palomas en el claro horizonte de mi pecho un enjambre de oro que libaba la miel de la ilusión Esa ilusión de aguas transparentes sin orillas de barros cenagosos, sin cascadas de turbios espumajes ni arrasantes corrientes de furor. Blanca ilusión de versos caminando por praderas de sangre y margaritas, coronados de pámpanos y trigos, de verdes y de luz. Todavía, Señor, me queda el sueño; el sueño de soñar con lo soñado; el sueño de los sueños atrevidos que quedarán en sueños nada más.

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Mientras eso me quede lato y vivo, que de sueños se forja la existencia; borrachera de pájaro que busca el lejano horizonte de cristal. Y en tanto vuela más, más se le aleja sin poderlo alcanzar, rotas sus alas rendido ha de caer sobre las olas ahogando sus ansias de ilusión. Si no puedo llegar, quiero una nube que en rojo torbellino me arrebate; que convierta las ansias de mi vida en vapores rosados sobre el mar. Aun todavía sueño, aun me queda un sueño sin orillas ni color. Hoy he soñado viendo los almendros con sonrisas de flores bajo el sol.

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¡No sé que soy! Me encuentro a veces tan indefinido que no sé si soy piedra o soy montaña; no sé si soy estrella o triste oscuridad. Hay momentos que águila me creo y vuelo sobre nubes amarillas de celeste región. Y otras veces, ¡porqué!, sobre los barros me arrastro como mísero animal Si siento el ideal, ciprés me hago y corono mi frente de luceros con radiantes fulgores estelares y soles de cristal; más mientras más me elevo más se hunden mis raíces en tierra corrompida. ¡Siento el Cielo en mis ojos y se aleja, porque hacia abajo arrastra la raíz!

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Sólo Eso Roto el brazo, roto el remo. ¡De dónde vino la ola? No lo sé. No tengo brazo ni remo, ni vela, ni luz, ni fe. Sólo anhelo una burbuja de espuma, sólo un girón de nube que me dé vida. ¡Nada más! Sólo el guiño de una torre; sólo el eco de una lejana canción; sólo un granito de arena; sólo una brizna perdida. una pluma, una hoja, una nota... ¡Qué sé yo! Sólo un chispazo que tenga un átomo de ilusión

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Romance de Luna y Sangre Ya apuntó la luna, ya pone su beso de plata en los oscuros ramajes de las encinas fantasmas Un chorro de plomo en brillo corre por piedras templadas, que aun tienen de sol sus cuerpos por tantas y tantas ascuas. El chorro, como un cuchillo, por entre hojas de zarzas se cuela, cortando trozos de las estrellas lejanas. La luna se siente alegre y lanza de laja en laja y de vereda en vereda una lluvia de luz blanca Tan blanca es la luz que pone reflejos de doble espada

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sobre un trozo de la noche negro, de negra mirada Junto a la encina, el novillo, cubierto en baño de plata, corta hinojos con luceros en cada diente esmeralda. Una amapola se rompe Allá, abajo la alambrada, y llora sangre eh las manos de un torerillo que avanza, con un ojo en el camino puesto por si llega el guarda, y otro sobre aquel novillo negro, de negra mirada. Paso silencioso, firme; rostro de tierra tostada cuerpo ágil de pantera entre sombras y enramadas. Unos mechones rebeldes, negras endinas en rama, se escapan bajo la gorra de negro paño y ajada. Cubre su torso un percal oscuro, cual nube parda:

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y un pantaloncillo estrecho termina su indumentaria. ¡Qué indefenso el torerillo que hacia aquel novillo avanza! Sólo lleva la defensa de una franela encarnada ¡Ya cita! Lo ve el novillo; alza su cabeza astada, sorbe el aire de la noche sorprendido en su yerbada. Golpea con la pezuña la tierra, que polvo lanza, y con temor, ¡ay!, ¿qué teme aquella fiera con astas?, mira inquieto al torerillo que como una sombra avanza, con un pedazo de ocaso que arde ante su mirada -¡Anda bicho! Un silbido parece la frase. ¡Nada! El novillo está indeciso ante aquella nube grana que ha brotado en la pradera

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y arde, vuela y se agiganta. ¡No puede más! Un empuje siente en la sangre. Se arranca. Quiere quemarse en el ruego; quiere clavar sus espadas en aquella nube roja que le hiere la mirada. Cierra los ojos. Centella parece en la noche, rauda; mas sólo siente en su lomo una caricia templada Se vuelve otra vez, la nube está cerca, tan cercana que le roza en la cabeza como caricia de alas. Por el tacto de su cuerpo sigue la franela. ¡Nada! Enfurecido se dobla como el tallo de una caña. El torerillo, en un rito de bravura milenaria, juntos los pies, la cintura girando lenta y pausada, inclinado, su capote

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lleva con soltura y gracia ante los ojos del bicho que lo sigue, ardiendo en rabia. ¡Qué bella la altiva fiera hecha un arco! ¡Qué elegancia la del doncel!, dios de bronce, figura de oscura talla: ¡Unión de bruto y de hombre en lucha estética y brava Allá, bajo las encinas en el canino de plata, el galope de un caballo retumba; la nube blanca Del polvo se enreda y sube por escaleras de ramas. Quiere huir el torerillo, arroja al bicho la capa, corre, mas siente en sus carnes que una espada le taladra. Brota una rosa en la noche que se abre roja y pálida, pétalos sobre la yerba y sobre la nube parda.

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Olió el toro el cuerpo tibio, alzó la cabeza ufana, desafió las encinas, las sombras, la luna, el agua. Por el camino, entre nubes de polvo, pasa una jaca con un jinete que lleva la banderola de guarda.

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Amor y Noche Ha cantado un ruiseñor Ha cantado!, y me ha dicho que el amor no ha acabado. En la fronda misteriosa, desgarrando las violetas de la noche, suena el canto como notas de una lira recitando "¡Qué bello es el amor dulce y ácido!" El viento, sin violencias, de naranjos azahares arranca perfumados; blancos copos que tienen encerados sus cuerpos, como besos ovalados.

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Ellos hablan de amor, y en tus manos, mariposas parecen volteando; roce de blanda seda susurrando: "¡Qué bello es el amor dulce y ácido!" La luna estaba lejos, pero el llanto vi cuajar en tus ojos remansados. En mis venas enjambres de topacios libaban, y sus alas irisando encendían luceros sonrosados. Un temblor me subió por la garganta y se quedó en los labios, un diamante rompiose en mil llamitas en tus ojos melados Galoparon mis sueños; crecieron tus encantos;

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la luna se hizo espuma en flores de naranjos. El ruiseñor seguía su melodioso canto. "¡Qué bello es el amor dulce y ácido!".

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Sueños Vacíos -¿Qué me traes ola, en tu voz de algas, de sirenas verdes y conchas rosadas? Rebulle la arena, burbujas estallan en el filo azul. -¿Qué me traes? - ¡Nada! -¿Qué me trae, río, esa voz cascada por negros barrancos y estrechas cañadas? Un junco se mueve suave, una paja pasa en remolino. -¿Qué me trae? - ¡Nada!

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-¿Qué me traes, nube, de alas rosadas en esa figura que constante cambias ? Por el cielo azul una mancha malva y sombra en el prado -¿Qué me traes? - ¡Nada! ¿Qué me traes, viento, de sílabas vagas en esas estrofas de hierbas y ramas? Una hoja cae muerta o desmayada a mis pies. ¡Silencio! -¿Qué me traes? - ¡Nada! -¿Qué traes, estrella, fulgurante y casta que al morir el día se abre tu mirada?

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Allá, sobre cl monte un trozo de ascua refulgente brilla. -¿Qué me traes? - ¡Nada! -¿Qué traes, golondrina, que cruzando rauda eres mitad noche y mitad alborada? Un grano de barro va en la flecha; pasa como un rayo negro. -¿Qué me traes? - ¡Nada! -¿Qué traéis, sueños, de luces doradas que en iris rompéis las fibras del alma ? Camino. Mis pasos en polvo se apagan con un eco triste. ¡Nada!¡Nada!¡Nada!

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Mercader No siento el laurel mis sienes cubriendo; ni veo ante mí rendidas banderas; ni arcos de triunfo sus brazos abriendo; ni aplausos borrachos; ni marchas guerras. No soy general ni voy victorioso; ni ejército tengo colmado de gloria; ni ante mí se apiña un pueblo gozoso que con ronco grito cante la victoria. No soy paladín de turbas hambrientas; ni tengo del héroe la blanca aureola; no empuño la espada, que en batallas cruentas lanzara destellos de roja amapola Mis labios no saben de copas vanales; ni cubren mi pecho medallas ni cruces; mi oído no entiende de himnos marciales, naciendo en trompetas con cuerpos de luces. Yo soy un humilde mercader de espumas, de pálidas lunas y espejos de ríos,

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corderos de nubes, auroras y brumas de aves que buscan los viejos navíos. Yo vendo los sueños que forjo mirando las aguas de arroyo que corren dichosas; y de la cuneta, si voy caminando, cojo margaritas haciéndolas rosas. Llevo en mis alforjas granitos de arena que las olas fueron dejando en mi mano, perlas luminosas que alguna sirena cogió en arrecifes de un país lejano. Y llevo trocitos de rojos corales que el sol de un ocaso me dio agradecido; pólipos de islas, que en los tropicales mares de occidente tuvieron su nido. Yo tengo deseos sin cuerpo ni sombra; sueños sin camino; alas sin espacio; cumbres tan lejanas que mi alma se asombra; gruta que en locuras convierto en palacio Yo soy mercader de cosas sencillas; de tiernos amores y sueños gloriosos; ofrezco en ciudades, caminos y villas, sin mirar los perros que ladran rabiosos. Cojo de la ruta oscuros pedruscos tallando esmeraldas de verdes promesas;

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en montes lejanos de pechos parduzcos Olimpo me hago, sin grises bajezas Por eso no envidio honores ni cruces; charangas de fiestas ni falsos clamores Me basta con ser mercader de luces llenarme de cielo mirando las flores.

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Noche de Reyes A mi hijo Jesús No llores, niño mío, ¡Ea la nana! El sol se ha puesto ya su capa grana. El horizonte coge los flecos rojos sobre los montes. Vienen por el camino los tres gitanos con martillos y yunques lumbres y clavos. Te harán la cuna de encaje verde y blanco de agua y luna.

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Uno se llama Juan, Antonio el otro, Federico el que trae vara de chopo. Y sus coronas son de aceitunas verdes y de palomas. No llores, niño mío que ya han plantado el yunque en el camino que cruza el llano Ya están cogiendo pedacitos de estrellas de los senderos. Juan troncha una ramita que besa el río; Antonio unos colgantes de aguay frío. Y Federico hace romances verdes con su martillo.

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En un burro platero subió hasta cl cerro Juan, por poder traerte flores de almendro. Las ha besado y las flores se han hecho cristal rosado. Antonio vio en un charco brillar la luna y ha cogido un pedazo para tu cuna. La luna ríe y se convierte en ramos como alhelíes. Federico acaricia luna y almendros y en su yunque de oro forja los sueños ¡Ea la nana! Ya vienen los tres reyes por la montaña.

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Tarde de Palmas En las ramas azules del espacio cuelgan rayos de sol hechos caricias con pájaros dorados; y las brisas marinas ponen blanco velamen en las nubes que arropan la bahía. Cruzan las palmas en pajizo abrazo sobre rubias cabezas. Infantiles sonrisas. Hebreillos de bronces andaluces; vocecillas de plata, donde anidan, con deseos de vuelos, las saetas, hechas hoy de espumas cristalinas. ¡Paso, colores que pintáis las calles! ¡Paso, turbantes de remansos lilas! ¡Paso, esquinas vestidas en la tarde con claveles que esperan las mantillas! ¡Paso, paso! ¡Que llega el Nazareno montado en la pollina!

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Trae un Ciclo entreabierto en la mirada; un mensaje de amor en su sonrisa; un torrente de paz entre las manos de palomas divinas. Un oleaje de infinita pena profunda y contenida, que sueña con romper en borbotones de rosas encendidas Ramos en el camino de tu triunfo; palmas trenzadas, mantos, flores vivas; corazones repletos de alborozos; y estallidos de sol en pedrerías Vuelca, Señor, la luz de tu mirada sobre el pueblo apiñado que te mira; sobre el clamor de palmas voladoras; sobre las tiernas carnes de las filas; esos niños, Señor; que ven el Cielo en la grupa vulgar de una pollina.

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¡Pobre Barca! ¡Pobre barca! Sola en la rubia arena, al aire su cuerpo de tablas podridas escuchando voces azules y blancas de aguas perdidas. Sólo el viento besa tus tristes despojos, con notas salinas; con plumas mojadas traídas de lejos que te mandan las olas amigas, aquéllas que un día, sus lomos de plata cabalgaste en rutas perdidas Tú tuviste caminos gloriosos por vegas de espumas, por lomas marinas; por claros espejos bruñidos de oro, que noches dormidas pintaban las aguas, y abrían senos al besar amorosas tu quilla. Tú tuviste los brazos abiertos a las tiernas aves que, en errante vida

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cruzaban los mares y en tus blancas velas esperaban las luces del día. Te adornaste con brumas de plomo en las alboradas húmedas y frías; y en tardes rosadas, de nubes floridas, horizontes de sangre se abrieron para que volaras hermosa y altiva. ¡Pobre barca! ¡Sola en la arena tibia! Sin otro consuelo que la voz del viento que trae perfume de sales marinas.

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Mi Parnaso En, el nacimiento de mi hija Cristina En mi firmamento de cuatro luceros la estrella de un sueño se ha abierto radiante, me llega hasta el alma su luz rutilante Como un sol de vida por blancos senderos. Manos de querube, de luz y azucenas, me ofrecen guirnaldas de sueños floridos; riberas de espumas, canciones y nidos, que orlan pupilas de aguas serenas. Si conchas se abrieran, mi vista cegando, lanzando cascadas de perlas y aurora, serían más pobres que la luz que aflora en esas pupilas que empiezan llorando. Pupilas de lagos con constelaciones de ramas movibles y finos cristales; espejos azules y verdes rosales que estrenan capullos y esperan canciones.

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Un Ángel todo Luz A mi hijita Cristina en sus primeros días de vida ¿Qué candidez pondré sobre tu frente que ya note corone? ¿Qué arroyo buscaré? ¿Qué clara Fuente han de tener mis venas para pensar luceros, si se pone radiante sol en tas pupilas llenas? __________ ¿Qué azucenas prestaron su blancura y en rojas amapolas amasaron sus carnes de blancura por darte el sonrosado y tibio cuerpo? ¿Quién le espumosas olas cogió la morbidez de ángel alado?

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__________ ¿Qué trino, qué susurro, beso o ruego, robado de la fronda se unió al latido de la sangre, al ruego forjador de la vida, para que tú brotaras como en honda cañada la violeta estremecida? __________ ¿Qué diosa del Olimpo, soñadora, me quiso regalar un trocito rosado de la aurora, y colmando mi anhelo en mis pupilas hizo reflejarse un ángel todo luz, amor y cielo ? __________ ¿Qué mariposa de cristal y luna con alas de temblores vino a volar sobre la blanca cuna, para que tú copiaras el dulce balanceo de las flores y el susurrar alegre de las jaras ? __________

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¿Qué corneta, qué estrella, qué lucero se reventó en la noche en cascadas de gemas? ¿Qué venero entregó su turquesa para forjar el misterioso broche que tienen tus ojitos dc princesa? __________ ¿Qué ave de color de la espesura su vuelo levantó para traerte la fragante y pura canción de la mañana, y con trinos de bosque te cantó la música materna de la nana? _________ ¿Qué arisca cumbre de carmín y nieve dio arrebol y blancura, y qué corriente de espumajee leve sus ondas de cristal para poner sobre tu frente pura la corona más bella y virginal? __________

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¿Qué musa ha de venir por los celestes caminos del poema que tú no le superes y le prestes fecunda inspiración? Por el espacio azul, ¿qué genio rema en mi barquilla llena de ilusión? __________ ¡Has llegado hasta mi, hija! Has venido como ave temblorosa a descansar en el mullido nido. Has venido repleta de perfume, lo mismo que una rosa o el suspiro que manda una violeta __________ ¿A qué has venido, ángel? Sólo tengo en mis manos de barro polvo y brumas; tan sólo me mantengo de locas fantasías. Mas, ¡oh! , que al verte me arrebata un carro de luz celeste, como al Gran Elías __________ Algeciras, Julio de 1.962

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Carta a Miguel de la Torre Amigo: Yo sigo siendo un loco. Un loco quemador de blanco incienso; Un forjador de nubes, que como un pastorzuelo me gusta reunir en la pradera azul del firmamento ese inmenso rebaño sin latidos ni definidos cuerpos. Aún canto. Todavía en la fresca fontana de mi huerto hay un latir de alas, un acento de trino que roble, ¿cuándo sería?, algún amanecer en un barbecho. Tal vez no sea verdad. Tal Vez no cante. Puede que sólo esto que yo llamo canción o poesía sea el moribundo eco de un viento que pasó como un suspiro de verles terciopelos.

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O quizá la llamita moribunda, temblando, sin alientos, de alguna florecilla que reseca prendió del sol al beso Mas sea lo que sea yo sigo con mi llana, con mi eco; con mi pobre bagaje de ilusiones ligado con mis versos. Y si feliz me hace esta locura; si con ello no ofendo amigos ni enemigos; ¡no sé por qué, pero también los tengo!, seguiré emborronando las cuartillas hasta los mismos bordes de mi féretro. Mira, Miguel, llegó la primavera. Ha llegado poniendo amapolas de sangre en los trigales que cubren los oteros. ¡Ha llegado! En los chopos. que quedaron desnudos por el cierzo, se revientan botones de esmeraldas tan brillantes y tiernos que en el azul remanso del arroyo me parecen racimos de luceros

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Aquí, en tu tierra, El mar también florece. No sé si los espinos le ofrecieron la fórmula divina de concebir los blancos en sus senos. ¿Habrán sido las cumbres?. Esas cumbres que en riguroso invierno se vistieron cual niñas comulgantes de albas gasas y de albos velos. ¿Habrá sentido envidia? ¿Habrá sentido celos? Ahora es manso y suave, y en la arena tapizada de conchas y espejuelos forma ramos de lirios más blancos que los lirios verdaderos. Por las tardes, las barcas ya se mueren de nostalgia en el puerto, y los hombres soltando las amarras las dejan a su vuelo. Ellas van al azul de la Bahía dejando ese reguero de espumas irisadas, dorados burbujeos; esas rutas, Miguel, que tú miraste tantas veces con ojos de deseos.

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Ya pasada la noche... Una noche de amores placenteros con olas susurrantes, con algas en los remos se vienen despacito, muy despacio, con el albor primero, a quedar prisioneras de maromas en el oscuro puerto. Los hombres. ¿Los recuerdas? Esos hombres con músculos de acero, mugrienta ropa, barba de raíces y vozarrón de trueno sacan de las entrañas de las barcas ataúdes repletos de cadáveres hechos platería con brillo de silencio. La aurora huele a sal, a yodo, a sangre; a sudores resecos de pobres pescadores, que no tienen más lecho que el tablón carcomido y una choza de barro y de maderos, clavada en las arenas movibles por las olas y los vientos.

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¡Llegó la primavera, amigo mío! Llego con ese empeño de reventar capullos en los jardines nuevos. ¡Esos jardines que en su verde bordan frases y pensamientos! ¡Jardines de Isidoro! ¡Qué poeta el gran amigo nuestro! Cuerpo de Sancho, pero de Quijote un alma noble realizando sueños. Llegó la primavera, y en tertulias, ¡como aquellas que fueron!, cara al mar, o mirando las palmeras de abanicos abiertos, había Siles de Falla o de Beethoven quemándole los granos de su incienso. O cruzando la raya de ese arte que consideran séptimo nos trae el celuloide su mensaje por boca de Guillermo. Todo eso es belleza, tú lo sabes, ¡Tú eres de los nuestros mas yo, amigo, ¡más pobre!, de tanto estudio, árido y reseco.

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¡No sé si soy el mismo! Me busco y no me encuentro Pero a veces... Escucha... ¡Tuve tan gran contento! Me pareció, también, que un hijo mío vivía de mis seños. Era la tarde gris y a borbotones la máquina de un tren lanzaba al cielo pelotones de humo de un blanco ceniciento. El lo miró, pensó, luego me dijo una frase que fue su primer verso. - "Las pelotas de humo me parecen rebaños de corderos" ¿Será poeta, oh Dios!, este hijo mío? ¿Será presentimiento ? Puede ser militar, pintor, tallista, comerciante o labriego,.. Pero poeta... ¿ Qué somos los poetas? ¡Tenemos nada más que vanos sueños ¡Sueños en los amores! ¡Sueños en los anhelos! ¡Sueños que se deshojan como flores de tantas primaveras que se fueron!

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¡Sueños que se deshacen como el humo que él concibió corderos! Sueños que van quedando tan pobres y pequeños que pronto se reducen a un triste pensamiento: "Cuando la tierra cubra mi miserable cuerpo, al menos que una flor, o que una zarza nazca en mi calavera". ¡Todo es eso! ¿Que he dicho, amigo? ¡No! Que esta llamita de rojo parpadeo será un chispazo más que Dios se lleve al centro de su incendio.

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Aferrado a la Vida Como se aferra del rugoso tronco retorcida raíz a la ladera, o se aprieta la adelfa en la hierba cuando escucha rugir el río ronco; así me aferro yo, ¡trémula mano!, a la vida que late en barro humano. _________ Como se agarra en el corlado abismo la roca milenaria y carcomida, queriendo retenerse a la caída, de pedernal sus dientes, ¡oh egoísmo!, clava con más ardor sobre otra roca por no rodar hacia la negra boca. _________

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Esa vida, Señor, retener quiere el necio, el miserable, el potentado; el que rige el destino de un arado; el fundador de imperios que se muere. Yo también soy humano. ¡Dios, perdona si me causa terror una corona! __________ ¿Y qué es la vida ? ¡Oh! Llama impotente encendida en la cumbre sin barrera, donde al cruzar el viento en sin barrera aniquilarla puede, fríamente. ¡Es tan rugiente el huracán que acosa y tan débil la llana temblorosa! _________ Es flor abierta, afelpado lirio de delicada y exquisita esencia, mas se teme que el viento en su inclemencia no respete su cáliz casto y tibio. Sutil y débil, pero, ¡gran portento! en el polvo, de Dios es el aliento. _________

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¡Tan delicada es la vida humana! ¡Tan voladora, pobre y vacilante! Rápida como el rayo rutilante; fugaz como el rocío en la mañana. Pero siendo tan corta y pasajera tiene acíbar y miel, luz y ceguera. _________

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Llegó la Luz Segundo Premio en el Concurso de Poesía PRIMAVERA 1964, organizado por la A. C. A., de Algeciras. Pasó el invierno con su faz de barro; con rebaños de nubes plomizas y apretadas; con silbidos helados, tronchando los almendros, y haciendo en las chorreras encajes con el agua. Pasó el invierno triste, pasó como una daga. cortando sueños, destrozando huertos, matando flores, y en las noches largas haciendo tiritar a los pastores por las veredas de montañas blancas. Pasó. Ya ha despertado el musgo en la enramada; el azul en las fuentes; el ánade, que en galas cambia las plumas de su airoso cuello y camina por cielo de esmeraldas.

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Ha despertado el chopo que revienta los nudos de sus ramas en verdes luminosos, en doradas escamas, en brochazos que copian las corrientes sobre sus ondas claras. Y el jilguerillo, loco, desde el pino a la zarza, desde la oscura encina a la rama de plata de la desnuda higuera, que ya trae reventonas caricias afelpadas, salta revuela, pía, busca la compañera, la reclama, para formar un nido en el cruce más alto de una rama, ¡Llegó la primavera! Llegó en potros de luces, encascadas de dorados y azules, de pajizos y granas, de violetas pegados en los lirios que en sus ojos quisieran las sultanas

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Llegó en carro dc fuego trepando por las nubes y las altas coronas de las sierras que se tiñen, se inflaman, y convierten vapores y pedruscos en aristas de ascuas. ¡Llegó la Primavera! Llegó tocando con su vara mágica la adelfa del arroyo, la ribera, la parra, el espino nacido en el picacho, el trébol de la umbría sin escarcha, el capullo de seda que se abre como una flor con pétalos de alas. Toca el prado y el monte, las olas y las playas, el trigal que se llena de sangrantes heridas escarlatas. Y se cuela su voz por los rincones escondidos del alma, invitando a soñar, a ver la vida con ojos de esperanza A cantar el amor entre susurros y roces de claveles en ventanas.

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¡Llegó la Primavera! Rompa el verso las míseras amarras del tedio y la pereza, de las tristezas pálidas, del lastre de la angustia que se ceba en una juventud anonadada. Una el poema sus estrofas vivas; cante el lirismo con palabras cálidas; corónense las musas de margaritas blancas en las humildes sienes del poeta que se nutre de sueños y fragancias. El poeta que ahoga sus deseos entre humos de fábricas; el poeta que escribe entre los surcos de tierras solitarias; el del taller oscuro; el de las mesas amplias, oprimido por máquinas y números, encerrado cual pájaro en la jaula. Esos hombres, ¡Señor!, que entierran días en polvos de nostalgias.

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¡Qué fecunden sus sueños! ¡Qué florezcan sus ansias! ¡Qué las luces que trajo Primavera se adentren por las rutas de su alma! ¡Qué todo sea poema! ¡Todo sueño! ¡Todo amor y esperanza!

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Primavera y Poesía Mención de Honor en el Concurso de Poesía PRIMAVERA 1964, organizado por la A. C. A., de Algeciras. El poema ha nacido en la luz El poema ha nacido en la flor. El verso es mariposa que sube por los chopos y las nubes libando verdes y besando rojos. Las metáforas corren por la sangre de las primeras rosas; por el borde del nido tibio de plumas y dorado sol. La imagen se define, toma cuerpo, se forja en la ribera; se clava en los azules corretones que bajan del picacho, buscando espejos, donde se reflejan las barcas y el Peñón El poeta ya tiene entre sus manos amasijos de cielo para formar el pan de la ilusión.

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¡Volad, volad!, pegasos de mis sueños, desde el oriente sonrosado y casto basta el ocaso en sangre que se derrama sobre el monte azul. Volad desde la estrella amarillenta a la tierra dormida, que la noche la tiñe de violeta, esperando en el alba ser de luz. Corra la fantasía por las alfombras verdes del trigal, dejando como huellas amapolas cuajadas de cristal. Arriba, que ha nacido Primavera en conchas marinas entre arreboles rotos sobre el mar. La primavera verde. La Primavera grana. La de la luz que hace de los pinos redondeces de pechos con líneas de carmín. La Primavera blanca, esa que pone nieve sin helores en prados y cunetas, y sus lágrimas son blancos brochazos con cuerpos estrellados de marfil.

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Despierta, corazón, coge tu lira, sube hasta el monte arisco donde impera la encina, donde brilla la piedra, donde elevan los burbos borbotones violados, y el pajarillo canta: ¡Amor, amor! Despierta, corazón, baja a la playa, la del susurro leve, la de la blanca espuma, la dc las algas rotas y las barcas varadas tostándose de sol. El remo quieto está, oro entre oro. Con caricias de manos marineras; la voz se pierde por azules rutas perfumadas de yodos y de sal. Canta el remo, la ola, el marinero; canta mi corazón: ¡Llegó la Primavera y despertó mi amor!

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Tu Luz Si me mandas tu luz, siento mi pecho grande como un espacio le luceros, radiante como templo de cristales o río de ilusión. Si me mandas tu luz, como una aurora sobre monte de zafiros heridos, en sangrantes cascadas luminosas me parece soñar. Si me mandas tu luz, siento caricias de ángeles traviesos y alocados, y flechas de ventura que atraviesan el rojo corazón. Si tus labios me das, mieles de Olimpo manan de los panales misteriosos con dulzores de dátiles rendidos por el peso del sol. Si el aliento me das de tu suspiro, tibio de amor, su brisa me emborracha,

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y floto sobre olas de promesas en verde mar, radiante de ilusión. Si me llama tu voz, fuerte es mi paso, mi músculo, mi sangre y mi latido; amplia mi senda, claro mi horizonte, y alegre mi vivir. Y si tu mano posas en mi frente, herida esté, ardiente o torturada, es fresca brisa o suave aliento de un dulce amanecer. Si me niegas, amada, tu mirada, junto al fuego tendré hielo de tumba; las estrellas cual lirios o violetas me llorarán morados de temblor Si me niegas tu voz o tu caricia, tu sonrisa, tu beso o tu suspiro, un cadáver seré; ave sin vuelo, o noche tormentosa de color.

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Salida de lo Toros Cuando las copas del sol gota a gota sangre lanzan, postrimeras, y hacen rosas en la arena con las espumas que danzan, marineras; la muchedumbre borracha de fiesta, arte, bravuras, de bellezas, en triunfo sacan al diestro. ¡Trono hecho de locuras y cabezas! Allí, como un dios pagano, mito de andaluza tierra milenaria, ungido hijo de Juno que hizo su espada de guerra, luminaria.

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Triunfo y luz, arcos y sueños, carroza de estirpe humana, borrachera; beso de triunfo en la tarde que en occidente se hermana. Sombra y luz, capa y montera.

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El Cerro He visto en vuestra mirada la luz del sol mañanero; el alma de la esperanza; el lucero que en la tarde se desangra sobre el cerro. He visto rutas de espumas; caricias de amor y cielo; rosas abriéndose al paso macilento de un peregrino perdido sobre el cerro. Escuché vuestras sonrisas, como alondras y jilgueros que saludan en las ramas los primeros colores que pinta el sol sobre el cerro,

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Hoy escuché vuestras voces, susurro que el tempranero arroyo pone en el monte, o el ligero oleaje de la hierba sobre el cerro. Hoy os e visto correr, saltando como corderos entre los jóvenes pinos, recogiendo guijarros para el portal y poniendo la alegría de la vida sobre el cerro. Hoy os he visto soñar con pastores y romeros; con una gruta de luces; con camellos de una regia comitiva sobre el cerro.

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Hoy, hijos, habéis soñado... ¡Soñando mis mismos sueños! Soñando en vientos y en alas; en remotos universos; en caravanas de nubes sobre el cerro.

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El Pregón Malagueño El día rompe con su voz cantante sobre las altas torres de granito, y e aire cruza, cual vibrante grito, el pregón malagueño y arrogante. El sol se eleva rojo, desgranando de corales, rubíes y topacios, una lluvia, que brilla en los espacios y que cogen las flores suspirando. Allá va el vendedor cruzando calles las manos puestas sobre las caderas, y en cestos las sardinas hechiceras que colean al son de los cantares. Cantares que se elevan perfumando el ambiente de sales marineras, cual murmullo de olas sobre arenas, como rozar de barcas navegando. Y ya en los puentes con bullicio gritan hombres curtidos, son los vendedores

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de roja faja y cestos que se agitan como movible plata. - ¡Boquerones...! ¡Y se mueven, se agitan y colean al son que sus escamas dan destellos de verdes coloridos, y por ellos, de esparto los cenachos, ya chorrean. Y sigue el pregonero sus canciones, ofreciendo del mar la mercancía, con voz alegre, llena de alegría: - ¡Buenas sardinas, frescos boquerones...!

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Blanca María Como la flor nevada del espino, o la espuma del rojo acantilado; como el copo que pone el viento alado en la verdosa orilla del canino. Como la luz que rompe su ambarino collar de perlas sobre el mar callado, así, Señora, es inmaculado Santo Nombre, por el Don Divino. En Ti gozose Dios con sus encantos. En Ti la humanidad vio la belleza. En Ti volcose el Cielo venturoso; ¡Madre de Dios! Pobres serán los cantos que quieran ensalzar tanta grandeza. ¡Pálido el sol ante tu rostro hermoso!

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La Tormenta La tarde se dormía con arrullos de aires perfumados, de flores y de frutos y húmedos sudores de trabajo. Remolinos de polvo blanquecino parecía el ganado en los anchos caminos de la vegas, en las veredas de los altos canchos. Las eras se adornaban con montones pajizos y dorados, y entre ellos cantaban los zagales, las potras relinchaban a los machos. Por el lejano azul flotaban nubes como penachos blancos, haciendo y deshaciendo filigranas de encajes y bordados. La mohosa veleta de la torre hizo temblar sus hierros destemplados,

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por el aire que vino de la sierra suave primero, luego más airado. Fue llegando la noche, y las nubes, cual veloces caballos, corrían y corrían pintándose de grises aplomados. En la quietud callada de la tarde, en la tierna blandura de los campos, se estrelló como un eco el retumbar de un trueno, aún lejano. Luego, más fuerte ya, sobre las crestas de los picachos altos, igual que retumbar de cien cañones rugientes y alocados. Las nubes juguetonas se fueron agrupando en oscuros y sucios nubarrones espesos y apiñados. Nació la noche y en maldita cuna los truenos le cantaron sus roncos estribillos con ráfagas de viento huracanado. Todo quedó enredado en la negrura de misteriosos mantos;

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y corrían la bóveda del cielo millones de corceles desbocados. Un chispazo de fuego, como flecha, atravesó los nubarrones pardos, iluminó los montes y los valles, las vegas y los canchos. Otro chorro de luz siguió al primero cual fuerte fogonazo; otro, otro, y cientos al momento el espacio partían en pedazos; tomo raudos cohetes, luminarias de fuegos azulados, arte de pirotecnia sorprendente en mágicos brochazos, La tierra quedó envuelta en un sudario bello, plateado, como algo irreal y misterioso, como un sueño dorado, como una aurora clara y transparente, sin sombras en los tajos, sin sombras en los grandes olivares que parecían bosques encantados. Mientras tanto los truenos de Oeste a Este iban retumbando,

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horribles en sus voces de grandeza, como alaridos de los condenados. La lluvia: Goterones brillaban a la luz de los relámpagos, caían en el polvo del camino y en los rastrojos claros. Fue aumentando después como torrentes que salen despeñados, formando surtidores de chorros blanquecinos, nacarados. El trueno se calló, quedó dormido, los fuegos se apagaron, y todo quedó triste, cual tiniebla de un ataúd cerrado. Las cortinas de agua cataratas formando, arrasaban los montes, llevándose las tierras y los tajos. Taludes gigantescos con las turbias corrientes arrollando, árboles, piedras, pajas y malezas llevaban los barrancos. Las hoces de los vientos, las ramas de lo álamos cortando,

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pasaban con sus gritos hirientes, crudos, fieros y alocados. Así la noche entera en un fúnebre canto de horribles pesadillas, de angustias, de temores y de espantos; entre el rugir del trueno, entre el bramar del viento desatado, entre mares de agua que arrollaban y hundían a su paso; cuando la dulce aurora con recelo abrió sus ojos castos, de las tronchadas ramas de los chopos lloró diamantes claros; lloró al ver el paisaje deshecho, destrozado, mutilado, sin vida ni belleza en la extensión de los marchitos campos.

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Delicadezas Yo quisiera coger con sumo esmero esas cosas sencillas y perdidas, como la sangre azul de las heridas en las rocas abiertas, o el romero que se abre a la orilla del sendero; líquenes de las cumbres atrevidas; dorados de las hojas suspendidas en las parras que cubren el otero. Cosas pequeñas, llenas de humildades, transparente de luz, como las aguas que hacen de cristal las cavidades. Cosas sencillas, como Tú, María; fuentes, romeros, hojas claridades, que Tú Pureza canten ese día.

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La Historia Humana En el telón borroso de los siglos quiero escribir la historia de los hombres: Caricias, besos, concepción, dolores, luz, llanto, sueños, inquietudes, placeres, desengaños, corte negro y terrible entre los lirios blanco y violados del alma y de la carne.

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Apunte En dos páginas unidas constante voy anotando los daños que a mí me hacen y los agravios que hago. Hoy las quise revisar y ... ¡Como todos los humanos! Ofensas a mí, millones; ultrajes míos..., en blanco.

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Brindis a Tres Amigos I A Guillermo Si de colores se llena la mañana cuando el beso del sol hiere las flores o perfumes nos traen los frescores cuando el viento se enreda en la mesana; no es nada comparable a la pagana sensación de placer, hecha temblores, que mitiga cansancios y dolores al brindar con la copa jerezana. Que huele a mar, a menta, a tomillares, a cantueso, a albahaca o a plegaria, a rastrojos mojados o a pinares. Tiene alma de raza milenaria de clavel reventándose en el ruedo entre pases madroños v lunares.

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II A Siles Dorado cual la miel, como la concha; corno ala de abeja en el espacio, rubio como los ojos del topacio o la rama de chopo que se troncha. Si encerrado en cristal, parece roncha de maduro melón, y si despacio se vierte gota a gota, del palacino el oro viejo, como sol en loncha. Tiene iris de luz, sangre de fuego; cuerpo andaluz de estíos abrasantes; pupilas de pasión rotas en ruego ¡Oh vino de Jerez! Savia dorada; manantial de fiestas delirantes de pámpanos nacido y enramada.

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III A Isidoro De entre ocasos, auroras y veranos se cogieron dorados transparentes, los amargos sabores dc las frentes que manaron sudores, sobre granos. Sabores que entre pámpanos ufanos el viento se traía de las fuentes, de sierras, de romeros y relentes; de arcillas rojas y morenas manos. Conjunto de sabores escondidos en el seno caliente de la tierra. ¡Dulzura de canciones y de nidos! ¡Vinillo dc Jerez! Fuego en tendidos. Eres manjar de amor, de paz o guerra; caricia que nos trae los olvidos.

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De Dos Arcángeles Al niño José Luis de la Torre Alberti Esa sangre caliente de esta tierra, de este sol que se duerme en el estrecho, hace que hierva en tu infante pecho el marcial oleaje de una guerra. Cumbre tienes que ser de altiva sierra, luz en la frente y en los pies helecho; mas para no quedar roto y deshecho cúrtete en roca, que dureza encierra. Cumbre tienes que ser, o firme almena, que por algo te llamas de la Torre y eres de la estirpe de Miguel Luz y perfume, miel de la colmena; sueño y poema que en tu sangre corre como en el gaditano Rafael.

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Barquilla de Recuerdos A mi madre El oleaje de la sangre siento que se rompe en cascadas irisadas, sobre la playa azul del pensamiento donde están mis barquillas reclinadas Barquillas tenues, frágiles, livianas; embarcaciones del recuerdo vago. Velas donde bordaron las mañanas los besas maternales, aún sin pago. Y por sólo ofrecerte no su precio. que eso no valen todas mis barquillas sino un girón viril de mi amor recio que grabaré en las olas con las quillas. ¡Tu nombre escrito allí, Madre, tu nombre! ¡Tu gran amor de soles y luceros! Tu amor bogando por mi mar de hombre entre espumas de besos tempraneros.

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Pensamiento Para hacer Un buen poema hay que amasarlo con llanto, y para saber leerlo meditarlo como un salmo. Noble semilla que entre lágrimas nace y no es acíbar.

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La Fe Mientras el hombre mire al infinito interrogando las estrellas mudas, ya su cerebro se debata en dudas al saberse tan mísero y finito. Y mientras la conciencia lance un grito al desbocarse las pasiones rudas, y las almas mirándose desnudas al Supremo Hacedor le rinda rito. Es que la Fe germina bienhechora, inmutable, profunda, sacrosanta, oculta, ciega bella y redentora. Antorcha luminosa, voz que canta, roca firme, fragancia embriagadora. ¡Himno de Dios que oprime la garganta!

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Elegía a un poeta En el negro ataúd donde reposas ya no tienes la luz de tu bahía, ni el sueño que al brotar dorado del día formabas con espurras y con rosas. ¡Ha llegado tu hora! Ya no tienes anhelos de victorias, ni deseos de entonar como pájaro gorjeos, di de poner laureles en tus sienes. Ya estás, amigo, aquí. En esta tierra no has cogido los frutos que mereces, pero ahora verdes cirios de cipreses te velarán en paz, que aquí se encierra Tu cuerpo no es latido, mas tu alma, como verso escapado de un poema, habrá volado a la Bondad Suprema pidiéndole reposo, amor y calma

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Te has marchado, Valdivia, cuando el tallo se engalana de hojas, y la flor tiembla escuchando al tierno ruiseñor en la nocturna placidez de mayo. ¡Así tenía que ser! Como un poeta quiere morir, envuelto en la armonía; dormirse entre fragante poesía y volar hasta Dios. Esa es la meta.

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Romancillo de la noche bruja Copas, copas, copas, copas jerezanas; cigüeñas se arullan en manos gitanas. Por el cielo corre un carro de plata entre polvaredas y aves doradas. La noche ... ¿Qué tiene la noche en su alma que tiembla en los chopos ya de madrugada? Un quejido brota de un pecho; se arrancan bandadas de notas de cuerdas templadas.

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El quejido, ronco como una cascada de amores y celos, de sangre que estalla, se ahoga entre copas, volantes y palmas. El carro del cielo se mira en el agua entre oscuras filas de juncos y cañas. Copas, copas, copas, copas jerezanas, caricias de fuego en los labios grana. ¿Qué tiene tu vino Jerez? ¿Qué fantasma de duende embrujado baila en la garganta? ¿Qué trozos de soles cogió entre las parras que forma en las venas arroyos de ascuas?

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¿Qué tiene esta tierra andaluza y brava que suenan clarines bebiendo su savia? Copas, copas, copas, copas jerezanas. Enjambres de sueños vuelan por el alma. Por el mar azul el carro de plata se pierde buscando las rutas hispanas. Se muere el cortejo de aves doradas que cierran los ojos al beso del alba. El "tablao" tiene quietud y nostalgia de negros charoles, madroños y faldas.

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Copas, copas, copas, copas jerezanas; estrellas que han muerto al beso del alba.

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Piropo Por cada trozo azul brota un lucero como las margaritas en un otero; y reverberan como los ojos verdes dando promesas. Ha salido la luna pero le falta en su cuerpo amarillo una tajada. Viene sangrando goterones de plata entre los álamos.

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En el pardo olivar estalla un grillo y llegan sus timbales hasta el camino. El eco es duro, rebota entre las peñas y los olivos. El prado no es ahora verde ni negro, que tiene un manto blanco de terciopelo. En las riberas la espuma va cantando: Luna lunera... Por el filo del monte va la gitana con su cara redonda hecha de ascuas; y los volcanes son sombras misteriosas hechas lunares.

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Como soy andaluz, hombre y poeta, un piropo le lanzo: Luna lunera, eres radiante de mirarte en los ojos de los amantes.