metodo kneipp de la sanación
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Metodo Kneipp de La Sanación, Se los recomiendo amplimente para que lo lean.TRANSCRIPT
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Hidroterapia tratamiento natural Cura de kneipp
Introducción
Si como en el árbol no hay dos hojas completamente iguales,
tampoco se encuentran dos hombres que tengan idéntico destino;
de suerte que si todos escribiesen su vida resultarían tantas
biografías distintas como individuos biografiados, intrincados son
los caminos que se tocan y cruzan a través de la vida humana,
cual madeja enmarañada cuyos hilos se hallan enredados sin
orden ni concierto. Mas la fe lanza en medio de las tinieblas sus
luminosos rayos, para demostrar que todas esas laberínticas
sendas tienen asignados sabios fines y, desde un principio, van a
parar al término que los señalara el Creador omnisciente.
La hidroterapia, al estilo Kneipp.
Sebastián Kneipp sistematizó el uso del agua como elemento
terapéutico, además de esbozar una ética para los interrogantes
del espíritu.
Se asegura que la edad biológica de una persona depende más del
estado de salud y entrenamiento de su sistema circulatorio que de
su fecha de nacimiento. Es por eso que tal vez instintivamente
solemos empezar nuestro día lavándonos la cara con agua fría.
Estamos tan habituados a ese acto automático que no pensamos la
razón por la cual lo hacemos, pero si sabemos que sí no lo
hacemos nos sentimos incómodos.
El poder del agua.
¿Qué sucede en ese momento de despertar matinal? Los expertos
nos dicen que el contacto del agua con nuestras manos y rostros
no sólo ejerce una acción limpiadora, sino también un poderoso
efecto sobre los sistemas circulatorios y neuro-hormonal, por la
gran cantidad de receptores de sensibilidad térmica que poseen
cara y manos, además de activar zonas reflejas que algunos
órganos tienen en la cavidad nasal. Duchas y baños activan
también el sistema circulatorio y orgánico del resto del cuerpo.
Kneipp: “médico del agua”
Sebastián Kneipp fue uno de los que supieron aprovechar ese
poder terapéutico, creándose una leyenda a su alrededor como el
“médico del agua”. Vástago de una humilde familia de tejedores,
nace el 17 de mayo de 1821 en la aldea de Stephansried, cerca de
Múnich. Es a sus 24 años, cuando la tuberculosis pone en peligro
su vida, que cae en sus manos un libro del médico Johann
Siegmud Hahn sobre los efectos benéficos Un canal en el delta
del Danubio.
del agua fresca. Un canal en el delta del Danubio.Tras leerlo,
camina los tres cuartos de hora
que lo separan del Danubio, se interna en sus aguas, se viste y
regresa a casa. Realiza el mismo trecho dos o tres veces por
semana recuperando su salud, sin saber bien por qué. Con el
correr de los años hace votos de sacerdote y estudia teología. Es
destinado como párroco a distintas aldeas y ciudades hasta llegar
a Wörishofen, donde no muy lejos de su pueblo de origen, en el
monasterio de los Dominicos, comienza a utilizar el agua para
tratar tanto problemas respiratorios como de arritmia, de
insomnio, nerviosos e incluso dolencias del alma y el espíritu.
Su postulado básico era que las enfermedades aparecen en el ser
humano cuando su fuerza natural es minada por una alimentación
inadecuada y un modo de vida desregulado y alejado de la
naturaleza.
El agua en todas sus formas
Los ámbitos terapéuticos del método Kneipp son los siguientes.
Hidroterapia:
También para los niños es beneficioso el contacto
Con el agua.
Chorros de agua hasta las rodillas, recomendada para los
trastornos del sueño, presión alta, várices.
Chorros de agua desde los muslos hacia abajo, para leves
problemas de circulación arterial, celulitis y hemorroides.
Chorros de agua en los brazos, para el cansancio del espíritu y del
cuerpo, además de los dolores de cabeza.
El agua puede ser fría, tibia o caliente, dependiendo del propósito.
La cantidad de agua debe ser como la de una regadera, suave y no
demasiado cercana a la piel, sin irritarla. Y luego el agua no debe
ser secada, sino que es necesario hacer una caminata rápida para
activar la circulación de la sangre.
Moverse, caminar sobre el agua o el rocío, con los pies descalzos,
ponerse medias secas y continuar caminando hasta calentarse los
pies, dar pasos en tinajas con el agua hasta las rodillas, son las
múltiples posibilidades que ensayaba con sus pacientes,
reforzando su sistema inmunológico.
Terapia dietética:
Kneipp recomendaba una alimentación variada y regular, con
frutas, verduras, cereales y productos lácteos. Ser moderados con
el alcohol, la nicotina y el azúcar.
Terapia del movimiento:
Según las máximas de Kneipp la vida es movimiento. Buscarlo
donde quiera que sea posible, subiendo escaleras, haciendo
deporte, gimnasia y bailando.
Fitoterapia:
Kneipp proponía aprovechar las propiedades curativas de las
plantas en forma de infusiones, jugos o pastillas.
Terapia del orden o reguladora:
Implica regular el ritmo de la vida diaria, economizando energía,
insertándola creativamente tanto en el trabajo como en el tiempo
libre, utilizando también las artes para nuestro esparcimiento o el
yoga para nuestra relajación.
La opinión de la ciencia
¿Qué se esconde detrás de esta técnica tan antigua como
Hipócrates, que éste ya utilizaba con sus enfermos?
Científicos nos aclaran que el éxito de los procedimientos no
reside propiamente en el agua en sí, sino en el resultado de aplicar
sobre el cuerpo estímulos térmicos (frío-calor), mecánicos (mayor
o menor presión o rozamiento sobre la piel) y químicos
(preparados medicinales que pueden añadirse al agua).
Estos estímulos producen sobre todo la vasoconstricción
sanguínea, a partir del enfriamiento del cuerpo caliente, en
contacto con el agua, y como reacción inmediata la
vasodilatación, que provoca un aumento de la circulación
sanguínea, ayudando a la limpieza y eliminación de sustancias
patógenas a través del aumento de glóbulos blancos (armas de
defensas del organismo), aumento del oxígeno a causa de la
mayor producción de glóbulos rojos que lo transportan, y por lo
tanto del anhídrido carbónico en el cuerpo. Esto nos lleva a una
respiración más profunda para poder eliminarlo, lo que ventila los
bronquios.
La musculatura se calienta en contacto con el frío y
posteriormente se relaja, además de poder aprovechar la
resistencia que ejerce el agua para tonificar los músculos débiles.
Los estímulos térmicos también producen en la piel una respuesta
y por vía refleja potencian los nervios del sistema simpático, que
liberan cortisona en respuesta a la situación de estrés y a su vez
actúa el sistema parasimpático regulando el equilibrio físico y
dándonos una sensación de bienestar y de calma. Pero cuidado, la
hidroterapia no es recomendada en pacientes con psicosis o
hipertiroidismo.
El legado de Kneipp
Sebastián Kneipp murió el 17 de junio de 1897, luego de
transformar a Wörishofen en la ciudad de las curas naturales y los
senderos paradisíacos, además de escribir seis libros (vendidos
hasta hoy en día), en donde expone un pensamiento ecologista, de
respeto, tolerancia social y adaptabilidad, en comunión con una
naturaleza reconciliadora.
Introducción. Método de Hidroterapia
Si desde el elevado observatorio de la vejez dirijo una mirada
retrospectiva sobre los años trascurridos de mi vida, observo que
las enmarañadas sendas por que he pasado serpentean, a veces, al
borde del abismo para desembocar, por modo inesperado, en el
seguro puerto de la vocación a que Dios me había llamado; de
manera que no tengo sino poderosos motivos para alabar los altos
designios de la Providencia que, en medio de aquellos tortuos
caminos que parecían conducir a la muerte, ha hecho brotar una
fuente que ha dado la vida a innumerables personas.
Más de 21 años contaba yo cuando abandoné la casa paterna. En
la libreta de obrero, que llevaba en el bolsillo, figuraba como
tejedor de oficio, y sin embargo, desde la niñez tenía grabados en
el corazón otros designios y muy diferentes aspiraciones. Con
ansiedad irresistible había esperado, por muchos años, aquel día
que me abría las puertas para legar a la realización de mis
ensueños: las órdenes sacerdotales. Impulsado por este ideal, en
lugar de ir a continuar el aprendizaje de mi oficio, fui de pueblo
en pueblo, en busca de un corazón benéfico que se dignase
costearme los estudios.
Por fin hallé el deseado Mecenas en el bondadoso capellán de
Gronenbach, D. Matías Merkle, elevado posteriormente a la
dignidad de prelado (1881), quien me díó lecciones con tal ahinco
y tan feliz resultado, que, al cabo de dos años, me encontraba apto
para ser admitido en el gimnasio. No obstante habíame impuesto
una tarea harto penosa, al parecer superior a mis fuerzas. Cinco
años de horribles privaciones y grandes esfuerzos habían
quebrantado mi salud y minado hondamente mis fuerzas, lo
mismo intelectuales que corporales. Un día se presento mi padre,
para llevarme consigo, y aún suenan en mis oídos las fatídicas
palabras que le dijo el posadero en cuya casa nos alojamos: "esta
es la última vez que venís a buscar al estudiante". De la misma
opinión eran otras muchas personas que me conocían.
Vivía a la sazón en la ciudad un médico militar, que gozaba de
merecida fama, tanto por su ciencia como por sus caritativos
sentimientos. Durante el penúltimo año de mis estudios
gimnasiales, me hizo 90 visitas y más de 100 en el último. Tal era
el deseo ardiente que tenía de devolverme la salud; pero la
traidora dolencia se burlaba de sus profundos conocimientos en el
arte de curar, haciendo estériles sus caritativos servicios. Yo
mismo había perdido toda esperanza y veía acercarse, con
resignación, mi hora postrera.
Por vía de distracción, solía entretenerme en hojear algún libro.
La casualidad, sí se me permite esta palabra que nada significa,
puesto que la casualidad es un mito, puso en mis manos un librito,
al parecer de ninguna importancia; era un tratadito de
hidroterapia. Lo abrí por diferentes puntos y hallé en él cosas
increíbles y para mi nuevas. Una idea laminosa cruzó por mi
mente. Seguí hojeándola y dije pata mí: has encontrado lo que te
hace falta En efecto, mi situación estaba allí pintada hasta en los
detalles mas insignificantes. Experimenté una alegría
indescriptible. La esperanza comunicó nueva vida a mi marchito
cuerpo y reanimó mi abatido espíritu. Aquella frágil pajuela fue,
muy luego, tabla de salvación a la que me agarré como el
náufrago en medio del Océano; hoy la considero como bote
salvavidas que la divina misericordia me envió en la hora del
peligro.
El autor del librito, que versa «Sobre la virtud medicinal del agua
fresca», es un médico, pero sus prescripciones pecan, en general,
de severas y rígidas. Empecé una serie de experimentos que
duraron medio año; y aunque no sentí mejoría tampoco observé
daño alguno. Esto me hizo cobrar ánimo. Llegó el invierno de
1840; encontrábame a la sazón en Dillingen. Dos ó tres veces por
semana me bañaba, breves instantes, en un sitio apartado del
Danubio. Después del baño corría presuroso a buscar la reacción
en mi aposento bien caldeado. Pero, a mi juicio, el mal continuaba
siendo indiferente, ya que no rebelde al nuevo tratamiento.
En 1850 me trasladé al "Georgianum" de Munich. Allí tuve
ocasión de conocer a un pobre estudiante que se encontraba en
peor situación que yo. El médico del establecimiento se negaba a
expedirle el certificado de higiene, que le era necesario para
recibir las órdenes sagradas, alegando que no viviría mucho
tiempo. Desde entonces le cobré especial cariño; iniciéle en los
misterios de mi librito y ambos empezamos las pruebas con igual
entusiasmo.
Poco tiempo después obtenía mi amigo la certificación solicitada
completamente curado de su dolencia. Al mismo tiempo
empezaba yo a cobrar fuerzas y recibí también las sagradas
órdenes, sin que en el espacio de 38 años, haya vuelto a sentir los
efectos de la terrible dolencia, hoy tengo más de 70 primaveras y
todos admiran el vigor de mi naturaleza. El agua ha sido para mi
un amigo fiel y constante; a nadie debe, pues, causar maravilla
que la conserve sincero cariño.
El que se ha encontrado en la necesidad y la miseria, ese sabe
apreciar la indigencia y la miseria del prójimo.
No todos los enfermos son igualmente desgraciados; el que se
halla en posesión de los medios y recursos para procurarse la
salud, se resigna fácilmente a sufrir un corto tiempo. En los
primeros años rechacé yo a centenares y millares de esta clase de
enfermos. Los pacientes que, ante todo, han menester nuestra
conmiseración son aquellos que, hallándose necesitados carecen
de asistencia facultativa y de medicamentos ó han sido
desahuciados por los médicos. En el número de mis amigos hay
muchos de estos infelices, ya que he tenido por punto no rechazar
jamás a estos desgraciados enfermos, desheredados de la fortuna,
que en ninguna parte encuentran auxilio. En realidad de verdad,
pareceríame duro, impío y contrario a los principios de la gratitud
y de la gratitud cristiana cerrar las puertas a estos infelices y
negarles los auxilios que me han proporcionado a mí la salud y la
vida.
El gran número de enfermos y la extraordinaria diversidad de sus
dolencias, me estimularon mas y mas a ensanchar el círculo de las
aplicaciones hidroterápicas y a perfeccionar el sistema que en
ellas tiene su base y fundamento.
Como es natural, conservo grato recuerdo del librito que me
suministró las primeras lecciones de hidroterapia. Mas, pronto me
convencí de que muchas de sus prescripciones eran
extremadamente duras y harto repulsivas para la frágil naturaleza
humana. «Curas de caballos» solían llamar algunos a los
procesos hidroterápicos, y aun hoy día muchos, que todo lo
condenan, siquiera no se hayan tomado la molestia de examinar lo
que es objeto de su acerba crítica, califican de chapucería,
paparrucha etc. todo cuanto hace relación al expresado sistema
curativo. Por lo demás, no dejo de reconocer que muchas
prácticas y tratamientos de este método, que se encuentra aún en
estado de gestación y desarrollo, eran antes mas propias de la
naturaleza tosca y vigorosa de un caballo, que del cuerpo humano,
con su fino cutis y sus delicados nervios.
En la vida del célebre P. Ravignan, de la Compañía de Jesús,
leemos el siguiente curioso pasage. «A consecuencia del excesivo
ejercicio de la voz, (el P. era un orador notabilísimo, que
practicaba con celo infatigable su apostólico ministerio en París,
Londres, y otras grandes poblaciones), se agravó su enfermedad
de la garganta, convirtiéndose muy pronto en un mal crónico.....
Toda la tráquea era una herida, la voz se fue debilitando en
términos que aquel órgano parecía perdido». Pasó dos años
enteros (de 1846 a 1848) en completa inacción y en un constante
sufrimiento. Sometióse a diferentes tratamientos en diversos
puntos y, por último se trasladó a los climas benignos del
Mediodía: pero todo sin resultado.
En Junio de 1848 fijó el P. Ravignan su residencia al lado del
Doctor K. R., en la casa de campo que este poseía en el Valle de
B..... Una mañana, después de la misa, a la hora en que solían
reunirse todos los moradores de la casa, les anunció el Doctor,
con marcada expresión de tristeza, que el P. Ravignan se sentía
peor y no podía acompañarles a tomar el desayuno. Dicho esto
salió de la habitación y, volviendo al lado del enfermo, le dijo:
«Levántese V. y sígame.» -«¿Pero a donde quiere V. llevarme?»
respondió el Sacerdote. «Voy a arrojaros en el agua.» «¡En el
agua» dijo el padre, «con la fiebre y la tos que tengo»! Pero no
importa, me he entregado en sus manos y debo obedeceros.» El
doctor se proponía darle un baño de inmersión; emplear un
remedio violento pero efícaz, según observa su biógrafo.
El resultado fue tan satisfactorio como inmediato. A la comida
del mediodía se presentó en el comedor el Doctor, en ademán de
triunfo, con su enfermo perfectamente curado; de suerte que el
mudo de la mañana contaba, por la tarde, la historia de su
curación.
Sin embargo, esta sí que puede llamarse cura de caballo que, a
pesar de1 excelente resultado que dio, no debe ser imitada.
Creo oportuno advertir que, lejos de aprobar todos los
procedimientos seguidos en nuestros establecimientos
hidroterápicos, rechazo, decididamente, algunos, ya porque los
juzgo demasiado fuertes ó porque me parecen hijos de una
parcialidad infundada. La mayor parte de las prácticas se ajustan a
un solo modelo, sin que casi para nada se tenga en cuenta la
diversa índole ó naturaleza de los pacientes, el estado de sus
fuerzas, el mayor ó menor arraigo de la enfermedad y los estragos
ó consecuencias que haya podido producir en el organismo etc.
Precisamente en la diversa manera de hacer las mismas
aplicaciones ó prácticas, con arreglo a las circunstancias
especiales del paciente, es en lo que se manifiesta la habilidad del
hidrópata.
Con frecuencia se me han presentado enfermos procedentes de
diversos establecimientos de salud, quejándose amargamente de
no poder aguantar los procesos terapéuticos, algunos de los cuales
sólo sirven para destrozar el organismo. Es preciso poner a esto
remedio. Presentóseme, en una ocasión, un hombre lamentándose
de que había perdido la salud por lavarse temprano. Preguntéle en
qué forma ejecutaba tan sencilla operación, a lo que me contestó,
que tenía la cabeza un cuarto de hora debajo del caño de una
fuente, que arrojaba el agua casi helada. Es un verdadero milagro
que tamaña imprudencia no le costase más cara. Nos reimos y nos
burlamos del que tan necia y locamente procede. Y sin embargo
muchos, en quienes debe suponerse mas sano juicio y mas cautela
en el empleo del agua, no han obrado con mayor cordura, y con
sus necios procedimientos, han alejado al paciente del saludable
elemento. Podría citar numerosos y contundentes ejemplos en
prueba de mi aserto.
Debe, ante todo, evitarse el uso inmoderado ó demasiado
frecuente del agua, asi como las impresiones excesivamente
fuertes. De lo contrario, el remedio se convierte en factor dañino y
la confianza del paciente se torna en terror y miedo.
Por espacio de 30 años he sondeado el terreno y he probado en mí
mismo todas las aplicaciones. Con franqueza confieso que, por
tres veces, me he visto obligado a modificar mi procedimiento
hidroterápico, imprimiendo a las prácticas un carácter cada vez
más benigno. Hoy, después de 17 años de experiencias hechas
con arreglo a principios fijos y bien definidos, con excelentes
resultados, he adquirido la convicción de que el sistema en
cuestión produce mejores efectos cuando el agua se emplea bajo
formas sencillas, fáciles é inofensivas.
En la primera parte del presente trabajo doy a conocer las formas
bajo las cuales se puede usar el agua como factor medicinal ó
terapéutico, en la tercera doy un resumen práctico de las
diferentes enfermedades que pueden ser objeto del tratamiento
hidroterápico y en la segunda, a la que precede una Introducción
interesante, hago conocer algunos remedios caseros que, lo
mismo que el agua, producen en el organismo alguno de estos tres
efectos: disolver, segregar ó confortar.
Como es natural, si el enfermo es persona desconocida, deben
hacerse las oportunas indagaciones previas, afín de no proceder
de ligero y con daño. He aquí porqué tambien he tratado de
responder en este librito, siquiera sea de una manera sucinta, a las
siguientes cuestiones.
1ª. ¿Qué se entiende por enfermedad y cuál es el origen común
de todas las enfermedades?
El cuerpo humano es una de las obras mas portentosas que han
salido de las manos del divino Hacedor. El mas insignificante de
sus miembros tiene su paralelo y todas sus partes forman un
conjunto harmónico por demás maravilloso. No es menos
admirable la íntima relación que existe entre todos sus órganos y
las funciones que desempeñan. Los médicos y naturalistas mas
incrédulos, aun aquellos que se complacen en afirmar que la
lanceta y el bisturí no han sido capaces de descubrirles la
existencia del alma, rinden tributo de admiración a este inimitable
organismo. En el hombre todo, lo mismo lo visible que lo
invisible ó espiritual concurre a «alabar el nombre del Señor.»
Pero esta harmonía, este orden admirable que se llama salud sufre
las más diversas alteraciones, los desarreglos más variados, que se
designan con el nombre genérico de «enfermedad.»
Padecimientos del espíritu, enfermedades del cuerpo constituyen
el pan nuestro de cada día, que de grado ó por fuerza, tienen que
tragar casi todos los hombres.
Todas estas enfermedades, sea cualquiera el nombre con que se
designen, tienen, en mi sentir, su razón y fundamento, su raíz y su
germen en la sangre, mejor dicho en las alteraciones de la sangre;
bien sea porque se haya perturbado su circulación normal ó
porque su composición haya sufrido algún desarreglo, por haberse
introducido en ella elementos extraños, jugos corrompidos.
Semejante a un sistema de riego perfectamente trazado, la red de
nuestras venas cruza, con su fluido rojo todo el cuerpo,
alimentando todos los órganos, hasta los mas pequeños, con el
jugo que les corresponde a cada uno.
«Todo con peso y medida» es la base y fundamento del orden;
cualquier demasía ó falta en la circulación de la sangre, cualquier
mezcla de elementos extraños perturba la paz, destruye la
harmonía y produce trastornos; la enfermedad impera donde antes
reinaba la salud.
2.ª ¿De qué manera se verifica la curación?
Por las huellas impresas en la nieve sigue el cazador la pista de la
caza que persigue. De la misma manera el médico inteligente
descubre, sin gran esfuerzo, donde está la dolencia, cual ha sido
su origen y los progresos que ha hecho. Por los síntomas conoce
la enfermedad y esta le señala los medios con que ha de
combatirla. El procedimiento, pensarán algunos, no puede ser más
sencillo. En ocasiones lo es indudablemente, pero otras veces
ofrece sus dificultades. Cuando se me presenta alguno con las
orejas heladas no vacilo en afirmar que eso reconoce por causa el
frio; si oigo gritar a uno que está sentado sobre una piedra de
molino y me enseña, al mismo tiempo, un dedo magullado, no
necesito preguntarle por la causa que motiva sus lamentos. Pero
no es tan fácil averiguar el origen de los males de la cabeza, del
estómago, de los nervios, del corazón y otros padecimientos que,
no pocas veces, provienen de causas diversas y heterogéneas, y,
hasta pueden tener origen en afecciones patológicas de otros
órganos, que han ejercido dañina influencia en los mencionados.
Una simple paja puede hacer parar la péndola de un reloj de
colosales dimensiones; la cosa más insignificante puede producir
graves alteraciones en el corazón. El arte está en saber descubrir
esa pequeña cosa, lo que muchas veces exige largos y
complicados reconocimientos, que no siempre excluyen fatales
equivocaciones. Ejemplos de esto veremos en la tercera parte de
nuestro trabajo.
Si golpeo, con el pie ó con un hacha, el tronco de un árbol poco
corpulento, se conmueven todas sus ramas y sus hoja. Pero haría
una deducción falsa si dijese; puesto que las hojas se mueven,
preciso es que las haya tocado algún objeto. Nada de eso; el
tronco es el que pone en movimiento las ramas y las hojas, que
son partes integrantes del primero. Lo propio sucede con los
nervios, que son las ramas del cuerpo. «Tiene un padecimiento de
nervios; está atacado de los nervios.» ¿Qué queremos decir con
esto? Que todo el organismo ha sufrido un golpe, se ha debilitado,
por cuya razón se conmueven también los nervios.
Corta con la tijera un hilo de la tela de araña que vaya desde el
centro a la periferia y, por mas cuidado que pongas, se
descompone toda la red tejida con arte tan maravilloso, y los
Cuadrados y triángulos, que parecían trazados con el compás, se
tranforman en figuras irregulares, puestas sin orden ni concierto.
No obstante, se acreditaria de necio el que, al ver ese desorden
dijese que la araña ha olvidado su arte y que es la autora de las
imperfecciones que en su tela ha observado. Vuélvase a su lugar
el hilo cortado y quedará restablecida, en su primitiva perfección,
toda la tela. Pero la dificultad, está en hallar ese hilo casi
invisible; en eso estriba todo el arte. El que, sin la debida
habilidad, la busque a tientas, acabará por destruir el tejido.
Que cada uno haga la oportuna aplicación de este símil, en tanto
que yo doy, en pocas palabras, la respuesta definitiva a la
pregunta anteriormente formulada: "la curación es sencilla, fácil
y, se podría decir, exenta, de todo error, si se tiene en cuenta que
toda enfermedad reconoce por causa las alteraciones de la sangre.
En tal caso la misión del médico se reduce a una de estas dos
cosas: ó a restablecer la circulación normal de la sangre que se
había alterado, o a purificarla de las sustancias, jugos y elementos
morbosos que se han introducido en ella, alterando también la
justa proporcionalidad de sus elementos constitutivos.
Devuélvanse al organismo debilitado las fuerzas perdidas y no
queda más que hacer.
3.¿De qué manera obra el agua en la curación?
El agua borra la mancha de tinta que ha caido en la mano y limpia
la ensangrentada herida. Cuando, tras la fatigosa tareas de un
caluroso día de verano, te limpias el pegajoso sudor de la frente
con agua fresca, parece que recobras nueva vida; el fluido
cristalino refresca, vigoriza, y produce bienestar. No bien la
madre percibe en la cabecita de su tierno hijo costras ó cualquier
inmundicia, se apresura a lavarla con agua fresca ó templada,
según los casos.
Tres son las principales cualidades del agua; disolver, lavar, y
vigorizar; que por si solas autorizan asentar el siguiente principio:
El agua, en particular aplicada según nuestro sistema
hidroterápico, sana todas las enfermedades no incurables; en
razón a que las diferentes aplicaciones del agua tienden a
desarraigar los gérmenes de la dolencia y son susceptibles de
producir cualquiera de los efectos siguientes:
1.º Disolver los gérmenes del mal que existen en la
sangre.
2.º Separar, eliminar las sustancias disueltas.
3.° Restablecer la circulación normal de la sangre así
purificada.
4.° Vigorizar el organismo debilitado, devolviéndole la
actividad perdida.
4.ª ¿De dónde proviene la gran sensibilidad de la generación
actual, y su propensión extraordinaria a contraer toda clase
de enfermedades, algunas de las cuales no se conocían antes ni
de nombre?
No faltará quien juzgue de poca monta esta pregunta. Sin
embargo, yo la atribuyo excepcional importancia y no titubeo en
afirmar que los grandes males enunciados en ella emanan
principalmente de la Falta de vigor. La afeminación es el carácter
típico de la generación presente; las personas débiles y
enfermizas, las anémicas y nerviosas, los enfermos del corazón y
del estómago constituyen la regla; los sanos, robustos y vigorosos
forman la excepción. Se sienten de un modo extraordinario los
cambios de tiempo; el tránsito de una estación a otra lleva siempre
consigo enfriamientos y catarros y hasta la salida inmediata de la
habitación caldeada a la calle ó viceversa trae su correspondiente
castigo.
Hace 50 ó 60 años no sucedía esto. ¿Adónde vamos a parar si,
como observan los más sensatos, no se detiene la humanidad en
su rápido descenso, y empieza a degenerar y a perder su vigor
primero, antes de haber llegado a la mitad del camino en el
desarrollo de sus fuerzas?
Ya es tiempo de pensar en esto seriamente.
Por mi parte, he tratado de contribuir al remedio de estos males
dando a conocer, en el presente trabajo, varias prácticas siempre
inofensivas e inocentes para el endurecimiento de la piel y de todo
el cuerpo ó de algunas de sus partes; prácticas que si, en un
principio, fueron aceptadas por muchos con manifiesta
desconfianza, después las han adoptado innumerables personas
con aplauso y buen resultado.
No ofrecen menos interés las cuestiones relativas a la
alimentación, vestido y ventilación, de las que, tal vez, me
ocuparé oportunamente. Bien sé que mis particulares opiniones,
han de encontrar tenaz oposición; mas no por eso he de abandonar
convicciones arraigadas en una larga experiencia. Lo que voy a
exponer no son quimeras, hijas de una imaginación calenturienta,
sino frutos que han madurado al calor de la reflexión, que si
pueden parecer ásperos y duros a la gente preocupada, han de ser
saboreados con placer por las personas de sano juicio.
Por ahora me limito a muy ligeras indicaciones respecto de los
tres puntos indicados. Acerca de la alimentación el principio
fundamental de que lo mas sano, mas nutritivo y de más fácil
digestión, es la comida casera, consistente en manjares sencillos,
sin el aditamento de especias excitantes, ni preparaciones
artificiales; y por bebida la que Dios depara a todos en cristalinas
fuentes; siempre que en todo impere la frugalidad y la templanza.
Esto no quiere decir que yo sea puritano; no desapruebo que se
tome un vaso de vino o de cerveza; pero no concedo a estas
bebidas la importancia que, de ordinario, se les atribuye. Bajo el
punto de vista medicinal, como reconstituyentes puede ser útil su
empleo, pero en condiciones normales doy más importancia a las
frutas.
Respecto del vestido me atengo al principio de los antiguos; no
hay mejor traje que el que uno mismo se ha hilado y cosido. En
primer término repruebo el desigual reparto que se hace del
vestido, particularmente en invierno, con no pequeño detrimento
de la salud; gorra de pelo para la cabeza, para el cuello corbata
bien apretada a la que algunos añaden el tapabocas de lana; los
hombros suelen cubrirse con tres o cuatro prendas, a las que se
agrega el sobretodo, para salir a la calle, con su correspondiente
cuello de pieles; únicamente quedan olvidados los pies que no
reciben, de ordinario, mas abrigo en invierno que en la estación de
los calores
¿Cuales son las inmediatas consecuencias de este imprudente
reparto del vestido? Las tapidas ligaduras de la parte superior
atraen, como una bomba el agua, la sangre y el calor a la región
superior del microcosmos, en tanto que las inferiores permanecen
frías y faltas de sangre; lo que da lugar a dolores de cabeza,
congestiones, hinchazón de las venas de la cabeza y otros mil
accidentes a cual más molestos y perniciosos. Asi mismo
repruebo los vestidos de lana a raíz de la carne y recomiendo, en
cambio, el uso del lino o cáñamo crudo, seco y sin ninguna
preparación artificial. Este último tejido es, en todo caso,
preferible para las prendas que están en contacto con la carne,
porque la frotación constante que produce es altamente saludable.
Los tejidos de lana, con su superficie grasienta y peluda, puestos
en contacto con la piel, son a la vez que poderosos aspiradores del
calor y de la savia, con causa del empobrecimiento de la sangre
que aquejará nuestras anémicas generaciones. En el capitulo
«Generalidades» de la 1.ª parte, damos a conocer el empleo de los
tejidos de lana en los diferentes tratamientos hidroterápicos. Los
modernísimos adelantos que se han hecho en la confección de
telas de lana no atajarán seguramente los progresos de este mal.
La nueva generación dará de ello testimonio si sobrevive al nuevo
régimen.
Dos palabras acerca de la ventilación. Sobre todos los peces
damos la preferencia a los que viven en aguas cristalinas,
particularmente a las truchas que se cogen en los torrentes de la
montaña: nos desagradan, por el contrario, los peces de los
arroyos del valle y desechamos incondicionalmente los que
provienen de pantanos y aguas estancadas, por su sabor
desagradable. También hay aires pantanosos; el que los respira
alimenta sus pulmones con hálitos pestilenciales. Según hace
notar un médico afamado, el aire que entra por tercera vez en el
aparato respiratorio obra como veneno. Si se comprendiese bien
esto, todo el mundo trataría de tener en las habitaciones,
particularmente en los dormitorios, aire puro, fresco y muy
oxigenado, con lo que se ahorrarían molestias y no pocas
enfermedades. La respiración contribuye muy particularmente a
corromper el aire. Sabemos que un par de granitos de incienso,
echados sobre las ascuas saturan de oloroso aroma toda una
habitación, y que una veintena de chupadas de un cigarro o de una
pipa bastan para comunicar a un gran espacio el olor a tabaco.
Por donde se ve, que la cosa más insignificante es, a veces,
suficiente para alterar las condiciones normales del aire y
comunicarle propiedades nocivas. Pues bien; la respiración
produce un efecto semejante al del humo en los casos expresados.
¡Y cuantas aspiraciones hacemos en un minuto, en un dia o en
una noche! ¡A qué grado llagará la corrupción del ambiente, por
más que no veamos el vapor o el humo! Por consecuencia, si no
se ventilan las habitaciones, es decir, si no se purifica la atmósfera
viciada por la acumulación de ácido carbónico, tan nocivo para la
salud, ¿cuantos miasmas penetrarán en los pulmones y qué
estragos harán en ellos? La falta de aire puro, respirable, produce
fatales consecuencias.
No es menos perjudicial y nocivo para la salud el calor excesivo,
particularmente dentro de las habitaciones; pues también el calor
inmoderado contribuye a viciar el aire y a hacerle impropio para
la respiración y, por consiguiente, para la vida, en cuanto que
consume y destruye el oxígeno, principal elemento de la vida
humana. De 15 a 18 gr. C. de calor son suficientes, y en ningún
caso conviene que pase de 19.
Cuídese, ante todo, de la ventilación de todas y cada una de las
habitaciones de la casa, sin dejar un solo día de practicar
operación tan necesaria para la salud, pero con prudencia y de tal
modo que a todos produzca ventajas y a nadie ocasione molestias.
Dedíquese especial cuidado a la ventilación de las camas.
Lo que dejo expuesto basta para que pueda formarse juicio del
nuevo huésped que llama a nuestras puertas; no se me oculta que
unos le dispensarán favorable acogida y otros le cerrarán la
entrada. Preparado estoy para uno y otro recibimiento, y con
cualquiera me doy por satisfecho.
Aplicaciones del Agua
Las aplicaciones del agua descritas en esta primera parte, de que
yo he hecho pruebas, son:
Paños empapados o compresas
Baños comunes
Baños de vapor
Baños de regadera o riegos
Lavados
Envolturas o fajas
Uso interno
En la primera parte se dan a conocer las subdivisiones de cada
una de estas aplicaciones; y otras más especiales o usos
extraordinarios se explicarán en el lugar oportuno.
En consonancia con el principio fundamental de todas las
enfermedades, según el cual éstas se originan por alteraciones de
la sangre, ya sea por una circulación anormal y defectuosa, o por
haberse mezclado con otras sustancias extrañas, nocivas, que son
los gérmenes de la enfermedad, las aplicaciones del agua tienen
uno de estos tres fines:
Disolver o segregar dichas sustancias
Separar o expulsar los gérmenes del mal
Vigorizar el organismo
Aplicaciones del agua.
En general, puede decirse que todos los baños de vapor y los
baños completos calientes de hierbas cumplen el primero de los
expresados fines (disolver o segregar sustancia nocivas); para
lograr el segundo se usan las envolturas en sus diferentes formas,
y en parte también los baños de regadera y los paños empapados,
mientras que para robustecer el organismo se emplean los baños
fríos y baños de regadera en sus diferentes formas, en parte los
lavados y, por último, todas las prácticas usadas para fortificar la
naturaleza.
Para evitar confusiones me abstengo de entrar aquí en más
detalles sobre estos puntos.
Como quiera que toda enfermedad reconoce por causa una
alteración de la sangre, segun queda indicado, es evidente que una
misma enfermedad puede combatirse con diferentes ejercicios o
tratamientos hidroterápicos, puesto que todos contribuyen, más o
menos, a disolver, segregar sustancias y vigorizar el organismo.
Además, ha de tenerse en cuenta, que de ordinario, no se somete
al tratamiento tan solo la parte enferma, como la cabeza, los pies
o las manos, sino que debe someterse todo el cuerpo, ya que a
todos los miembros afluye la sangre enferma; por consiguiente
son todos copartícipes en la dolencia; únicamente debe someterse
a tratamiento especial o más enérgico el miembro dañado.
Varios ejemplos que se citan en la tercera parte pondrán de
manifiesto la necesidad de obrar de la manera indicada.
En todo caso, el que adopte el sistema tal como yo le expongo, no
debe considerar las prácticas hidroterapicas como objeto final; en
otras palabras, nunca deba someterse a un tratamiento porque le
produzca más o menos placer; se acreditaría de necio el que, por
un simple alarde de vanidad, tenga siempre a mano los baños de
vapor o de regadora, los envoltorios etc. Toda persona juiciosa
debe considerar tan sólo las prácticas hidroterápicas como medios
para llegar a un fin. Será más afortunado aquel que con la menor
cantidad posible de agua logre su objeto, por cuanto la misión de
la hidroterapia es ayudar a la naturaleza a recuperar la salud, a
devolver al miembro enfermo la actividad perdida; a romper las
cadenas del mal, para que, sin impedimento y con su vigor
primero, reanude las tareas cotidianas. Una vez cumplida esta
mision el médico se retira también gustoso del campo de
operaciones.
La observación que acabo de hacer es, por todo extremo,
interesante; porque nada hay que contribuya tanto a desacreditar
el método hidroterápico como el empleo indiscreto e irracional
del agua, y los procedimientos harto severos y rudos. Los que,
teniéndose por maestros en este sistema curativo, espantan a los
pacientes con sus sempiternas envolturas, sus interminables baños
de vapor, capaces de ahuyentar toda la sangre etc., causan
innumerables daños, casi siempre de dificil remedio. Eso no
puede llamarse método hidroterápico; eso es un sistema de fuerza
que deshonra al que le emplea tanto como a los principios en que
pretende fundarse.
El que haya adquirido perfecto conocimiento de las virtudes del
agua y sepa usarla, en sus innumerables aplicaciones, tendrá
siempre a mano remedios que no ceden a ningún otro en eficacia.
No hay remedio más elástico y de más variados efectos que el
agua. Hace su aparición en la historia de la Creación bajo la forma
de globulitos vaporosos, que luego se transforman en gotas, para
constituir esas enormes masas de agua que cubren cuatro quintas
partes de la superficie de la tierra. Esto es para el hidrópata
indicio de que en todo tratamiento, ya se aplique el agua bajo la
forma de gotas o de vapor, puede seguirse una gradación de
menor a mayor, y que, en ningún caso, ha de amoldarse el
paciente al tratamiento, sino que, por el contrario, este ha de
ajustarse a las condiciones y circunstancias del primero.
En la acertada elección de las prácticas es donde se da a conocer
la habilidad del médico. Ante todo precisa someter al enfermo a
un severo reconocimiento, pero evitándole en lo posible toda
molestia. Lo primero que saltará a la vista son los padecimientos
secundarios o desarreglos accesorios que, cual gérmenes
ponzoñosos, brotan del fondo de la enfermedad que, por regla
general, nos llevan como por la mano hasta la raíz del mal,
dándonos a conocer la dolencia principal. Unas cuantas preguntas
bien dirigidas nos ponen de manifiesto los progresos que ha hecho
la enfermedad y los estragos que ha ocasionado. Prosiguiendo las
observaciones, se verá si el paciente es viejo o joven, de
constitución robusta o débil, grueso o delgado, anémico, nervioso
etc. Con estos y otros perfiles podemos formar cabal juicio de la
enfermedad, y una vez obtenido esto, nos hallamos en
condiciones de aplicar el oportuno procedimiento, sin perder
jamás de vista este principio: cuanto más suave y benigno sea el
tratamiento tanto más eficaces y mejores serán los resultados.
Sentado este principio aun creo oportuno hacer algunas
observaciones generales sobre los tratamientos hidroterápicos.
Ninguno de los tratamientos que aquí se especifican puede
resultar perjudicial, si en su aplicación se observan las reglas
establecidas.
La mayor parte de las prácticas se efectúan con agua fría, de
manantial, fuente, río etc.; y en los casos a que se alude en el
presente trabajo, se empleará agua fría siempre que no se
prescriba taxativamente el uso de agua caliente. Respecto de este
particular me atengo al principio: cuanto más fría el agua, tanto
mejor; asi es que en invierno, si se trata de personas que gozan de
salud, añado nieve al agua destinada a baños de regadera. El
procedimiento no tiene nada de duro, atendida la corta duración
de todas las prácticas que se hacen con agua fría. Por lo demás, no
soy inexorable; si bien tengo la convicción de que, una vez
ensayado el procedimiento, se le cobra cariño, o por lo menos
desaparecen las preocupaciones.
En efecto; las moscas se cazan con miel, no con sal ni con
vinagre. Del propio modo a los profanos en el arte hidroterápico,
a los débiles, a los niños y ancianos; a los enfermos, nerviosos y
anémicos; a todos aquellos, en general, que se espantan del agua
fría, les permito quebrantarla, añadiendo un poco de agua
templada en invierno, sobre todo en las primeras prácticas, y
elevar hasta 19 grados C. la temperatura del aposento.* (*)
Tratándose de grados de temperatura C. significa Centígrados.
Respecto de los grados de temperatura, duración del tratamiento
etc., en las prácticas que requieran agua caliente, daremos las
prescripciones que deban observarse en cada caso particular.
Tocante a las prácticas con agua fria, creo oportuno ampliar los
detalles que se dan en la tercera parte, con algunas reglas que
deben observarse antes, en y después de la operación.
Nadie se someterá a tratamiento con agua fria hallándose
escalofriado, a no ser que se preceptue lo contrario en el lugar
respectivo. La operación se efectuará con toda la rapidez posible,
aunque sin aceleramiento; y el mismo cuidado se tendrá al
desnudarse y vestirse, dejando las operaciones secundarias de
abotonarse, abrocharse etc. para después que todo el cuerpo esté
bien cubierto.
Así, por ejemplo, un baño completo de agua fría, con la operación
de vestirse y desnudarse, no durará más de 4 a 6 minutos. Con un
poco de práctica se logra esto. Cuando en el presente trabajo
señalamos para una operación 1 minuto, queremos significar la
menor duración posible; si decimos de 2 a 3 minutos la impresión
ha de ser más duradera. Baños de dos a tres segundos son de pura
impresión.
En ninguna de las prácticas con agua fría se secará el cuerpo,
fuera de la cabeza y las manos hasta la muñeca, con objeto de
evitar la mojadura de las ropas al vestirse. Por el contrario, el
resto del cuerpo se deja húmedo, cubriéndole, sin la menor
dilación, con ropas secas a fin de impedir el contacto con el aire.
Muchos juzgan inoportuno este procedimiento, por suponer que «
andarán mojados» todo el día. Pero antes de emitir tan ligero
juicio deben probarlo una vez siquiera y muy luego se
convencerán de la bondad de mi consejo. La desecación del
cuerpo exije frotaciones que, no siendo iguales en todas partes,
producen desigualdades de temperatura siempre perjudiciales,
particularmente a los débiles y enfermos. Muy al contrario, la
humedad que se deja en el cutis desarrolla rápidamente un calor
uniforme y altamente beneficioso. A la manera que cuando se
echa agua en el fuego, el agua adherida al cutis sirve de
combustible, por cuyo medio el calor interior aumenta
rápidamente de intensidad. Hágase la prueba y se verá que no me
equivoco ni exagero.
En cambio es condición indispensable para el buen resultado del
tratamiento, que el paciente, después de cada operación, haga
ejercicio, ya dando un paseo o dedicándose a trabajos corporales,
hasta tanto que todas las partes del cuerpo estén completamente
secas y hayan adquirido el grado normal da temperatura. Tan
pronto como se empiece a sentir la reacción se remitirá un poco la
rapidez del movimiento. Nadie mejor que el individuo
comprenderá cuando ha llegado a ser normal la temperatura de su
cuerpo, para dar por terminado el ejercicio. Aquellos pacientes
que se acaloran y sudan fácilmente harán siempre un ejercicio
más moderado, aunque, tengan que prolongarle; ya que, aun
dentro de habitaciones caldeadas, es muy fácil, en tal estado,
coger un enfriamiento y acatarrarse.
Por regla general, la duración mínima de un ejercicio, después de
un tratamiento hidroterápico, será de un cuarto de hora, quedando
a la elección del paciente si aquel ha de consistir en paseo o en
trabajo corporal.
Respecto de las prácticas que obligan a guardar cama,
especialmente los paños empapados y las envolturas, se dan las
instrucciones oportunas en el lugar correspondiente a cada una. Si
durante la operación se apodera de alguno el sueño, déjesele
dormir tranquilamente, aunque haya transcurrido el tiempo
marcado. En tales casos la mejor norma es dejar obrar a la sabia
naturaleza.
Por paños entiendo siempre telas de cáñamo toscas y de granillo,
y en ningún caso de hilo fino. Por consecuencia el pobre, que no
tenga otra cosa a su disposición, puede suplirlos perfectamente
con tela de costales, lona o tejidos análogos. Para lavar el cuerpo
pueda emplearse igualmente un pedazo de tela burda, de lino o de
cáñamo.
Por razones que he apuntado en la Introducción repruebo el uso
de la lana para prendas de vestir que toquen a la piel. Pero la
conceptúo excelente para mantas o cobertores, en las envolturas
etc., en razón a la rapidez con que desarrolla gran cantidad de
calor. Por la misma causa se recomienda en dichas prácticas el
uso do cobertores de plumazón.
Las frotaciones, ya se hagan por medio de cepillos, con la mano o
por otro procedimento, quedan proscritas en mi sistema
hidroterápico, en razón a que los fines que con ellas se persiguen,
pueden lograrse mejor de otra manera: El desarrollo de calor es
más uniforme y simultáneo dejando sin secar el cuerpo; las
camisas de tela tosca abren los poros y acrecientan la actividad de
la piel, con la ventaja de que su acción es constante, dura día y
noche y no algunos minutos como la del cepillo, que, además
ocasiona pérdida de tiempo y de fuerzas. Cuando alguna vez
prescribo un lavado fuerte entiendo por tal un simple lavado
rápido de toda la parte sometida a tratamiento; porque el objeto
principal que se persigue es humedecer, no la frotación.
Una observación más para terminar. La mayor parte de los
pacientes se resisten a someterse a un tratamiento antes de
acostarse, alegando que les ahuyenta el sueño; otros, por el
contrario, prefieren esa hora, porque el baño les produce
somnolencia. Por mi parte no recomiendo esa hora como la más
adecuada, pero entiendo que este punto debe dejarse a la elección
de cada uno, ya que nadie mejor que el interesado conoce su
propia naturaleza.
En la primera parte de este librito se exponen los detalles
especiales para cada tratamiento y en la tercera se enseña el uso
de las prácticas hidroterápicas en las diferentes enfermedades,
indicándose, al propio tiempo, cuales deben considerarse como
prácticas completas y cuales son parciales o locales, que se
aplican siempre combinadas o en unión con otras. He tenido
también cuidado de señalar las prácticas que, como las de vapor,
exigen especiales precauciones.
Hago punto final a estas observaciones generales, manifestando el
deseo de que mi método hidroterápico contribuya a fortalecer más
y más a los sanos y a devolver la salud a los enfermos, y entro de
lleno en materia, exponiendo primeramente las prácticas que
pueden seguirse para fortalecer el organismo, vulgo curtirse, y a
seguida la reseña de los tratamientos hidraterápicos o prácticas
que constituyen mi sistema curativo.
Prácticas y ejercicios Fortificantes
Fortificantes
Son prácticas o ejercicios fortificantes o confortantes:
1.º Andar descalzo.
2.º Andar sobre la hierba húmeda.
3.º Andar sobre piedras mojadas.
4.º Andar sobre la nieve blanda o recién caida.
5.º Andar por agua fría.
6.º Bañar en agua fria los brazos y las piernas.
7.º Tomar baños de regadera locales.
Andar Descalzo
Andar sobre hierba húmeda
Andar sobre piedras mojadas
Andar sobre nieve
Andar por agua fría
Bañar en agua fria los brazos y las piernas
Baños de regadera locales
Andar Descalzo
Fortificantes
1. - El más natural y sencillo de los ejercicios fortificantes es
andar descalzo; operación que puede practicarse de muy diversas
maneras, según los diferentes estados y la edad de las personas.
Los niños de corta edad, que no pueden valerse aún por sí mismos
ni saben andar, deben llevar siembre los pies descubiertos. ¡Ojalá
que me fuese dado grabar este principio en el corazón de todas las
madres, de tal modo que la observasen como regla invariable de
vida! A lo menos que los padres extraviados por preocupaciones,
si no quieren ajustarse a esta norma, tengan piedad de sus
inocentes pequeñuelos y les pongan un calzado ligero que no
impida, por completo, la corriente del aire.
Por lo que hace a los niños que ya se han soltado a andar, saben
mejor que nadie lo que tienen que hacer en este particular; y, sin
consideraciones de ninguna especie, arrojan a un lado los
molestísimos zapatos, juntamente con las medias, y se juzgan
felices cuando, especialmente en primavera, se les deja corretear
descalzos. La sangre que a veces brota de los pies no les arredra y
a lo sumo si les decide a ponerse, por breves instantes, los
aborrecidos zapatos. Los niños, al obrar así, obedecían a un
impulso instintivo y natural, del que los viejos nos dejaríamos
llevar a veces, si la refinada civilización, que todo lo mistifica y
trastorna, no hubiese desterrado el buen sentido de casi todas las
prácticas de la vida.
Los hijos de los pobres, con su gran libertad de acción, llevan en
esto notable ventaja a, los hijos de los nobles y ricos, que de
buena gana imitarían ese naturalismo de la vida. Algunas veces
tuve ocasión de observar este hecho en los hijos de un alto
empleado. No bien se creían los pequeñuelos libres de la severa
vigilancia del papa, arrojaban al aire los finos zapatitos y las
lindas medias de colores y se lanzaban a la carrera por la mullida
hierba. La madre, mujer de buen sentido, presenciaba, con cierto
placer, el jolgorio de los pequeños; pero si, por acaso, el padre los
atrapaba en tan indecoroso ejercicio, largábales un largo sermón
penitenciario, intercalando en él sendas observaciones acerca de
la buena y mala crianza, de la condición de las personas y de las
obligaciones que impone. No obstante, los niños recibían tan a
pecho las amonestaciones paternales que, al día siguiente, se
entregaban con más entusiasmo a su diversión favorita. He aquí
por qué no me cansaré de recomendar que se deje seguir en esto a
los niños sus naturales instintos.
Los padres que, por vivir en el centro de grandes poblaciones, no
tienen a su disposición un jardín ó un lugar cubierto de césped,
pueden proporcionar a sus hijos ese ejercicio fortificante en una
habitación cualquiera, pasillo etc., a fin de que los pies respiren
alguna vez libremente, lo misno que la cara y las manos, y
aspirando aire fresco se muevan en su propio elemento.
A las clases menos acomodadas, particularmente a las que viven
en el campo, no son necesarias mis recomendaciones; aunque por
necesidad suelen ir descalzos, no envidian ni tienen motivo para
envidiar a los más ricos burgueses que gastan botas ajustadas,
herméticamente abrochadas ó cerradas, verdadero tormento de los
pies, que así se ven privados del elemento más indispensable para
la vida. Los necios aldeanos que imitan las afeminadas
costumbres de los burgueses, llevan en sí mismos el castigo; antes
en el campo iba todo el mundo descalzo, lo mismo los niños que
los adultos. A pesar de la distancia que, de ordinario, separa la
casa del campesino de la Iglesia o de la escuela, los niños
preferían ir descalzos, aún en el rigor del invierno, llevando
colgados del hombro o del brazo los zapatos y las medias que les
diera la cuidadosa madre. Apenas asomaba la primavera y
empezaba a derretirse la nieve de las montañas, lanzábanse
gozosos todos los muchachos de la aldea, con los pies desnudos
sobre la húmeda hierba y chapoteaban en los charcos, rebosando
alegría y salud en todo su cuerpo.
Inútil es advertir que los que residen en grandes poblaciones y los
individuos pertenecientes a la alta sociedad no pueden someterse
a semejante tratamiento. Si llega su preocupación hasta el punto
de creer que con solo tocar el suelo con los pies descalzos, en el
momento de vestirse ó desnudarse, cogerán catarros, dolores de
garganta, reuma y otras dolencias análogas, dejémosles vivir en
esa creencia. Pero a los que aún tengan valor para fortificar su
naturaleza, les recomendamos un breve paseo de 10 minutos a 1/2
hora, con los pies descalzos, sobre el fresco suelo de la
habitación, bien sea antes de acostarse o al abandonar el lecho.
Para mitigar un poco la impresión pueden darle los primeros días
con las medias puestas, después completamente descalzos y por
último, aumentar la impresión, metiendo en agua fría los pies
hasta el tobillo, antes del paseo, por breves momentos.
Con buena voluntad y verdadero deseo de conservar la salud, todo
el mundo, aún el más aristócrata, por muy alto que sea el puesto
que ocupe en la sociedad, hallará tiempo para practicar tan útil
ejercicio.
Un sacerdote conocido mío pasaba todos los años algunos días en
compañía de un amigo, que poseía un gran jardín. En él daba el
primer paseo de la mañana con los pies descalzos, prolongando
este refrigerante y saludable ejercicio mientras duraba el rezo del
Breviario. Muchas veces me ponderó este sacerdote los excelentes
efectos del andar descalzo.
También podría citar gran número de personas de la alta sociedad
que han tenido el buen acuerdo de adoptar esta práctica, y durante
la época del calor a lo menos, se retiran, a una pradera solitaria ó
sombrío bosque para refrescar los pies sobre la húmeda hierba.
Una de estas personas, cuyo número es aun relativamente
pequeño, me aseguraba, en una ocasión, que antes apenas
trascurría semana sin coger un resfriado; pero que con la sencilla
práctica que acabamos de describir había perdido esa facilidad de
acatarrarse y se había hecho mucho menos sensible al frío.
Réstame dirigir unas cuantas palabras a las madres, hasta que me
sea dado cumplir la promesa que tengo empeñada, si Dios me
concede salud y vida, de darles algunas instrucciones prácticas
sobre la educación de los niños, especialmente en lo que a los
ejercicios corporales atañe. Porque ellas son las llamadas, en
primer lugar, a criar una generación vigorosa y robusta y a
desterrar la afeminación, debilidad, anemia, afecciones nerviosas
y todas esas innumerables dolencias que acortan la vida y hacen
incalculables estragos en el linaje humano. El mejor medio para
lograr este resultado es fortalecer, confortar la naturaleza desde
sus más tiernos años. La luz, la alimentación y el vestido, son los
factores que pueden emplearse principalmente como fortificantes,
puesto que lo mismo los ha menester el niño que el anciano.
Cuanto más puro sea el aire que el niño respira mejor será la
sangre que circule por sus venas. A fin de acostumbrar a las
criaturitas a vivir en un ambiente fresco, pueden las madres tomar
la costumbre de lavarles todos los días con agua fría ó bañarlas
con agua soleada a continuación del baño de agua caliente. Este,
por sí solo, produce debilidad y laxitud, mientras que en unión
con el lavado ó baño frío robustece, fortifica y acrecienta el
desarrollo corporal. El miedo y la desagradable sensación que se
experimenta en un principio desaparecen al tercero ó cuarto baño;
en cambio se suministra a las criaturas una coraza contra los
catarros y sus perniciosas consecuencias, no sin ahorrar a las
madres la molestia de forrarlos en diferentes envolturas de lana,
que cierran toda entrada al aire y coartan sus movimientos.
En este particular se cometen verdaderas atrocidades con los
niños. Metidos sus cuerpecitos en sofocantes estufas de lana,
gimen bajo el peso de las ropas y ligaduras, que no dejan al
descubierto más que una pequeña parte de la cara, puesto que se
comete la torpeza, de taparles hasta los oidos y los ojos y de
arrepujar el cuello de tal forma que no hay posibilidad de que
penetre un átomo de aire, porque la solícita madre tiene muy buen
cuidado de tapar hasta el rinconcito más pequeño por donde
pudiera penetrar ese elemento de vida. ¿Quien se asombrará luego
de que, con un proceder tan contrario a los más elementales
principios de higiene, los catarros, las anginas de todas clases y
otras mil enfermedades arrebaten a tan considerable número de
niños, a quienes se ha hecho impotentes para resistir el más leve
soplo de viento? ¿A quien causará maravilla que haya legiones de
familias anémicas y entecas; que ocurran casos tan frecuentes de
histerismo, especialmente en los jóvenes, sujetos hoy a
innumerables dolencias antes desconocidas? ¿Y quien seria capaz
de enumerar los males del espíritu, compañeros inseparables de
un cuerpo que empieza a decaer y a descomponerse antes de
llegar a su completo desarrollo, frutos podridos de un árbol mal
cultivado desde su origen? Mens sana in corpore sano; sólo en un
cuerpo sano vive un alma sana. El desarrollo normal de las
fuerzas del cuerpo humano exige, como condición preliminar, que
se fortalezca la naturaleza por medio de ejercicios como los
anteriormente descritos. ¡Ojalá que las madres comprendiesen, de
una vez, su misión y su responsabilidad y se atuviesen en esto a
los consejos de personas inteligentes!
Andar sobre hierba húmeda
2. - Andar sobre la hierba húmeda es otro de los ejercicios
fortificantes, ya se haya humedecido aquella por el rocio, la lluvia
o el riego.*(* Este paseo, con los pies descalzos, es mucho más
saludable que el que se hace sobre la tierra húmeda). En la
tercera parte tendremos ocasión de citar repetidas veces esta
práctica, que no titubeo en recomendar a toda clase de personas,
sin distinción de edades, aún a los enfermos. Cuanto más húmeda
esté la hierba, más se prolongue el ejercicio y con más frecuencia
se practique, serán mejores los resultados. Por regla general debe
durar de 1 a 3 cuartos de hora.
Una vez terminado el paseo se separan de los pies todas las
sustancias extrañas que se les hayan adherido, como hierba ó
arenita y, con la mayor prontitud posible, sin secarlos, se cubren
con calzado perfectamente seco. Acto continuo se emprende sobre
terreno seco, un paseo bastante rápido que se va moderando
paulatinamente, y cuya duración depende de la mayor ó menor
prontitud con que se enjuguen y entren en calor los pies, pero que
nunca deberá exceder de una hora.
Debe evitarse, con el mayor cuidado, que las medias y el calzado
que se pongan después de este ejercicio estén húmedos, pues de lo
contrario pronto se dejarían sentir las consecuencias en la cabeza
y en el cuello, y el remedio sería contraproducente. He aquí por
qué no deben dejarse nunca esas prendas sobre la hierba húmeda,
sino en lugar seco, para que, con su ayuda, los pies entren pronto
en reacción y recobren el calor perdido. Este, como los demás
ejercicios similares, puede practicarse aún cuando se tengan los
pies fríos.
Andar sobre piedras mojadas
3. - Análogos resultados produce el paseo sobre piedras húmedas,
que para muchos es más fácil y cómodo, ya que en la mayor parte
de las casas hay algun espacio o habitación con pavimento de
piedra, suficiente para practicar este ejercicio. Se marchará sobre
la piedra húmeda, con los pies descalzos, a paso ligero y movido,
a la manera que el pisador de uvas en el lagar ó el mozo de tahona
sobre la masa, teniendo sumo cuidado de no pararse un momento.
Las piedras pueden humedecerse con regadera o con un jarro,
siempre con el agua más fría que se tenga a mano, y debe
repetirse la operación del riego cuantas veces sea necesario para
mantener uniforme la humedad, todo el tiempo que dure el paseo.
Si éste se practica con un fin medicinal no debe durar más de 15
minutos ni menos de 3, segun las condiciones del paciente y el
estado de sus fuerzas; por lo general, dura el ejercicio de 3 a 5
minutos. Pero si se toma como fortificante, en buen estado de
salud, puede prolongarse media hora y más, sin peligro ninguno.
Me creo en el caso de recomendarle a todo aquel que tenga
verdadero deseo de fortalecer su constitución física, aunque haya
llegado a un grado de debilidad extrema. Los que sufran de
frialdad en los pies, dolores en el cuello y sean propensos a los
catarros y ataques apopléticos o fuertes dolores de cabeza, deben
combatir estos males con el expresado paseo, que será más eficaz
si se añade un poco de vinagre al agua con que se riega la piedra.
Respecto del vestido y del ejercicio obsérvense las reglas
establecidas para el pasco sobre la hierba. En uno y otro caso es
indiferente que al empezar la operación estén los pies fríos ó
calientes.
Andar sobre nieve
Andar sobre la nieve blanda o recién caida
4. - Más eficaces son los resultados que se obtienen por el paseo
sobre la nieve recién caída. Es condición precisa que esta sea
fresca, que se pegue fácilmente a los pies en forma de polvo, no
dura ó congelada, que sólo sirve para producir una gran sensación
de frío. Tampoco es conveniente dar este paseo con viento muy
frío, por cuya razón son preferibles los días de primavera en que
empieza el deshielo. Conozco algunas personas que hacen durar
estos paseos media hora, una y hasta hora y media, con excelente
resultado. En los primeros minutos tuvieron que hacerse alguna
violencia; después no sintieron molestia alguna ni señal de frío.
Sin embargo el paseo por la nieve no debe durar más de 3 a 4
minutos, y en ningún caso debe estar parado el ejercitante.
A las veces ocurre que los dedos de los pies, no pudiendo soportar
el frío de la nieve, se ponen rígidos, presentan un calor febril y se
hinchan. No hay que asustarse por eso; el mal tiene fácil remedio
y desaparece con solo meterlos varias veces en agua de nieve ó
frotarlos ligeramente con la misma nieve.
En ciertas épocas, Otoño por ejemplo, puede suplirse el ejercicio
sobre la nieve con un paseo por la hierba cubierta de rocío.
Entonces la sensación de frío es mayor en razón a que el cuerpo
vive aún bajo la influencia del calor del estío. En invierno le
sustituye el paseo sobre piedras humedecidas con agua de nieve.
Respecto del vestido y del ejercicio subsiguiente, obsérvense las
prescripciones indicadas anteriormente.
Muchos califican de necedades, locuras etc. estos ejercicios
fortificantes, que se rehuyen por temor a los catarros, reumas,
enfriamientos y toda clase de dolencias. Mas todo depende de una
pequeña prueba y de un ligero esfuerzo, para vencer la
repugnancia; los primeros ensayos bastarán para destruir esas
preocupaciones y demostrar los excelentes resultados del
terrorífico paseo por la nieve.* (* Conozco a varios médicos que
aprueban este ejercicio, siempre que se practique con las debidas
precauciones. A los que le califican de duro les opondré el
empleo de hielo, que no cede seguramente en rudeza al de la
nieve.)
Hace muchos años entablé conocimiento con la señora de un alto
funcionario, que daba gran importancia al desarrollo físico de sus
hijos, no consintiéndoles ningún capricho en la elección de la
comida o la bebida y reprendiéndoles severamente cualquier
manifestación de desagrado, tocante al calor, al frío etc. Tan
pronto como caían las primeras nieves, les prometía una merienda
da pan de manteca con miel, si se arriesgaban a dar, descalzos, un
paseo por la nieve. Pronto se aficionaron los niños a este ejercicio,
se criaron robustos y sanos y toda su vida conservaron viva
gratitud hacia la madre que tan varonil educación les había dado.
Indudablemente esta señora cumplió a maravilla su misión de
madre.
De ordinario, este paseo se recomienda solamente a personas que
gozan de buena salud; no obstante citaré un par de casos que
evidencian el buen resultado que puede dar en cierta clase de
dolencias.
Durante muchos inviernos estuvo sufriendo uno horribles
molestias, a consecuencia de los sabañones que, al reventarse, le
producían grandes dolores. Siguiendo mis consejos, al caer las
primeras nieves, antes de reventarse aquellos, empezó a dar los
paseos por la nieve y, al poco tiempo, se vio libre de la incómoda
dolencia.
No ha mucho tiempo se presentó a mí una muchacha de 17 años,
quejándose de fuertes dolores de muelas. «Si dieses un paseo de
cinco minutos por la nieve» la dije, «pronto desaparecerían los
dolores.» Siguiendo en el acto mi consejo, corrió al jardín y
volvió al cabo de diez minutos completamente curada.
Para dar el paseo por la nieve es condición indispensable que todo
el cuerpo tenga la temperatura normal; por consiguiente, el que
sienta frío debe procurar antes recuperar el calor normal por el
ejercicio o el trabajo corporal. Inútil es advertir que las personas
propensas al sudor de pies, grietas o que tengan sabañones ya
abiertos o en supuración, no deben practicar este ejercicio, sino
después de aplicar los remedios indicados para la expresada
dolencia, como baños de pies con agua o vapor etc.
Andar por agua fría
Paseo por el agua
5. - Paseo por el agua. Por sencillo que este ejercicio parezca, se
obtienen con él los siguientes resultados:
1.º obrando sobre todo el cuerpo, fortalece el organismo
2.° obra ventajosamente sobre los riñones y favorece, como
revulsivo, la operación de la orina, por cuyo medio sirve de
preservativo contra varias dolencias que tienen su raíz en los
riñones, en la vejiga ó en el bajo vientre
3.º ejerce una acción favorable sobre el pecho, facilita la
respiración y expulsa los gases del estómago
4.° combate los dolores y la pesadez de cabeza
Este fortificante consiste en dar paseos por un baño o tina con el
agua hasta los tobillos, primeramente, pudiendo añadirse más
paulatinamente hasta que cubra, por lo menos, las pantorrillas. El
resultado es tanto más eficaz cuanto más fría está el agua.
El primer día el paseo será de 1 minuto solamente, pudiendo
llegar hasta 6 minutos. Después del paseo se hará ejercicio hasta
que la parte bañada haya recobrado el calor normal, al aire libre
en verano y en una habitación caldeada durante el invierno. En
esta estación se puede refrescar más el agua con nieve. Tratándose
de personas débiles se puede empezar con agua quebrantada, que
se irá enfriando en las prácticas sucesivas hasta usarla
completamente fría.
Bañar en agua fria los brazos y las piernas
6. Fortificantes de las extremidades, especialmente de los brazos y
piernas. Como tal puede emplearse el siguiente procedimiento. El
paciente permanece de pié en el agua fría hasta la rodilla o algo
más arriba, durante un minuto. Después de calzarse descúbrese
los brazos hasta los hombros y los mete el mismo espacio de
tiempo en el agua fresca. Pero es más ventajoso practicar las dos
operaciones simultáneamente, para lo que únicamente se necesita
una artesa o baño de mayor tamaño. Esta doble operación puede
también verificarse metiendo los pies en una vasija colocada en el
suelo y las manos y brazos en otra puesta sobre una silla.
Baños de regadera locales
7. Citaremos, como último de los fortificantes, el riego de las
rodillas. Los detalles pueden verse en la descripción de los baños
de regadera. Obra muy ventajosamente sobre los piés, llamando la
sangre a sus escuálidas venas.* (* A un caballero se le desarrolló
en los dedos da los pies una blanda masa en lugar de uñas. Los
baños de regadera en las piernas hicieron reaparecer las uñas,
fortaleciendo aquella parte, mediante un reparto proporcional de
la sangre.)
Creo conveniente advertir que si se trata de personas en buena
salud, que toman este baño como fortificante, puede aplicarse
bajo una forma algo más dura: bien sea dejando caer la lluvia de
mayor altura, refrescando el agua con nieve o hielo durante el
invierno etc.
Para tomar este baño precisa también que el cuerpo tenga la
temperatura normal, si bien pueden exceptuarse los pies hasta los
tobillos. Por lo además, el baño de la rodilla no puede tomarse
más de 3 a 4 días consecutivos, a no aplicarse en unión o
alternando con otra de las prácticas hidroterápicas, como el riego
de la parte superior del cuerpo o la inmersión de los brazos, de tal
modo que una se aplique por la mañana y por la tarde la otra.
Como fortificantes bastan las prácticas descritas, que pueden
aplicarse en todo tiempo, lo mismo en invierno que en verano.
Durante la estación fría debe abreviarse el baño y alargarse un
poco el ejercicio que le sigue. Pero los que no tengan costumbre
da practicar estas operaciones deben comenzarlas en una de las
estaciones tem pladas, muy particularmente aquellos que son
propensos a resfriados, los anémicos y todos los que hayan
debilitado sus fuerzas con el excesivo abrigo y las precauciones
exageradas para precaverse de los rigores del frío. Hago esta
recomendación, no porque tema ningun daño, sino por no
espantar a los tímidos y hacerles cobrar aversión a un sistema
evidentemente bueno.
Tanto los sanos como los que tienen alguna dolencia pueden
someterse a cualquiera de las prácticas hidroterapicas descritas,
siempre que se sujeten a las instrucciones dadas para cada
tratamiento, en la seguridad de que los malos resultados
provienen siempre de alguna imprudencia del paciente. Aun
tratándose de tísicos en los que el mal ha hecho algunos
progresos, se aplican con resultado los procedimientos descritos
en los puntos 1 - Andar descalzo, 2 - Andar sobre la hierba
húmeda, 3 - Andar sobre piedras mojadas y 6 - Bañar en agua fria
los brazos y las piernas.
No todas las personas a quienes dedico mi pequeño trabajo
necesitan estímulos para fortalecer su organismo; su vocación y
sus ocupaciones cotidianas, les proporcionan a muchos
innumerables ocasiones de robustecer sus fuerzas y, como
vulgarmente se dice, de curtirse. En realidad de verdad no tienen
por qué envidiar a los que parecen encontrarse en mejor situación
que ellos. Hay en esto de la posición muchas y muy crasas
ilusiones.
Por lo que respecta a aquellos de mis lectores que ni de nombre,
tal vez, conocen los tratamientos que acabamos de exponer, les
invito a hacer una prueba, siquiera sea pequeña, antes de emitir su
fallo. Si aquella resulta favorable al nuevo sistema curativo, me
alegraré, no tanto por mí como por la importancia suma del
asunto. Harto numerosas son las tempestades que surgen en la
vida contra la salud de los hombres. Demos el parabién al que
sabe fortalecer su naturaleza y hacer que el árbol de la salud eche
robustas y profundas raíces.
Esta práctica se recomienda, después de ciertas enfermedades,
para llamar la circulación de la sangre hacia las extremidades.
El baño de los brazos, por sí solo, obra ventajosamente en todos
aquellos que son propensos a sabañones y a tener las manos frías.
Conviene secar las manos después de la inmersión a fin de evitar
que por la acción del aire frío se levanten ampollas, pero no se
practicará esta operación con los brazos.
Para tomar el baño de brazos y manos precisa que todo el cuerpo
tenga la temperatura normal y no se sienta frío; sin embargo
puede tomarse si el frío está localizado en los pies o en los brazos
hasta el codo solamente.
Aplicaciones Hidroterápicas
Segun queda expuesto, las aplicaciones que se hacen del agua en
mi clínica hidroterápica son:
A. Paños empapados o compresas.
B. Baños comunes.
C. Baños de vapor.
D. Baños de regadera.
E. Lavados.
F. Envolturas.
G. Uso interno o en bebida.
Paños Empapados
Paños empapados
Los paños empapados o "paños mojados" como se dice
vulgarmente, se aplican bajo las siguientes formas:
I. Paño superior.
Se toma un paño de hilo burdo, de lona o de arpillera, se pliega en
3—4—6—8 — o 10 dobleces longitudinalmente, dándole el
ancho y largo necesarios para que pueda cubrir el cuerpo, desde el
cuello hasta el bajo vientre inclusive, y dejándole a manera de dos
faldillas por los costados, para su mejor sujeción. El paño asi
preparado se empapa en agua, se retuerce perfectamente y se
coloca sobre el paciente que estará acostado boca arriba. Encima
se pone una manta de lana o de hilo en dos o tres dobleces que
cierre herméticamente, para impedir el paso del aire, y sobre esta
el edredón o mantas de la. cama. Conviene, además, cubrir el
cuello con un pañuelo do lana que impida el acceso del aire por la
parte superior. La operación de tapar al enfermo debe practicarse
con exquisito cuidado para evitar enfriamientos. En invierno
puede emplearse agua caliente.
El paciente permanece en la posición descrita de 3/4 a 1 hora; y si
se cree oportuno renovar la operación durante ese tiempo, por
haberse calentado la envoltura, se volverá a humedecer el paño en
igual forma, con agua fría, y se procederá como queda dicho.
Trascurrido el tiempo marcado se quitan los paños mojados, se
viste el paciente y se le hace dar un pasco por la habitación, si no
prefiere permanecer algún tiempo más en la cama.
IV. Paños en el bajo vientre.
Estando acostado el paciente, se toma un paño de hilo en 4 a 6
dobleces, se moja y se retuerce hasta que no gotee, se aplica al
bajo vientre o sea desde el estómago para abajo, y se le cubre
perfectamente con la manta de lana y la ropa de la cama. La
duración puede variar de 3/4 de hora a 2 horas; pero en este
último caso debe repetirse a la hora la mojadura, con las
operaciones subsiguientes:
Estos paños prestan excelentes servicios en los dolores de
estómago, en los espasmos o calambres, y para aminorar la sangre
en la región torácica y del corazón.
Con frecuencia se empapa el paño en vinagre, en lugar de agua,
empleándose también, según se dirá en la tercera parte,
cocimientos de flores de heno, de paja de avena, cola de caballo
(Equisetum hyemale L.) etc.
Para ahorrar el gasto de vinagre se puede empapar un paño de hilo
en dos dobleces, en una mezcla de agua y vinagre, por mitad,
aplicarla sobre la carne y sobre este paño se extiende otro en dos a
cuatro dobleces, empapado en agua solamente. En lo demás se
procede como queda dicho.
Este tratamiento sirve para expulsar los gases que se introducen
en el estómago y en el bajo vientre.
Para someterse a él, lo mismo que a las prácticas similares,
precisa que el cuerpo tenga la temperatura normal.
II. Paño inferior.
Suele aplicarse antes que el anterior, aunque no es indispensable
que se apliquen ambos. En la operación deben observarse las
siguientes prescripciones.
Como el patio inferior se aplica también en la cama, para evitar
que se humedezcan los colchones o jergones se extiende sobre el
parto de lino otro análogo y sobre este una manta de lana burda de
iguales dimensiones.
El paño de hilo ya mencionado, en 3 o 4 dobleces, se empapa en
agua y, después de bien retorcido, se extiende longitudinalmente
sobre la manta de lana de modo que coja toda la columna
vertebral, desde el cuello al extremo inferior. De este modo se
echa el paciente boca arriba se le cubre por ambos lados con la
manta de lana y con otra ropa análoga, edredón etc., que impida la
entrada del aire. La operación dura también unos 3/4 de hora y si
se quiere prolongar debe mojarse de nuevo el paño, puesto que, lo
mismo que con el superior, de la frialdad depende el resultado que
se busca. Una vez terminada la operación se observan las
prescripciones indicadas en el número anterior.
Este tratamiento se aplica, con gran resultado, contra los dolores
de riñones y de espalda, y para fortalecer la columna vertebral.
Dos tratamientos, aplicados en un mismo día, han bastado muchas
veces para hacer desaparecer el dolor de riñones.
Para contener la inflamación de la sangre y mitigar el calor de la
calentura es igualmente un excelente remedio.
Más detalles acerca de su empleo se darán al tratar de las
respectivas enfermedades.
III. Paño superior e inferior combinados.
Los dos expresados tratamientos pueden aplicarse a un mismo
tiempo. Al efecto se prepara el inferior primeramente, segun
queda dicho en el párrafo II, y luego el superior, que se deja así
dispuesto al lado de la cama. El paciente se echa desnudo sobre el
paño inferior, cubriéndose inmediatamente con el superior; y, acto
continuo, con la manta y ropa de cama de modo que no pueda
penetrar el aire. En este doble tratamiento precisa que la manta de
lana tenga el ancho suficiente para envolver al enfermo, a manera
de faja. Inútil es advertir que la Operación se practicará mucho
mejor, si el paciente está asistido por otra persona.
La duración mínima del tratamiento es de 3/4 de hora y la
máxima de una.
Para mitigar el calor, expeler gases, en congestiones, en la
hipocondría y padecimientos análogos da muy buenos resultados,
asi como también en las múltiples afecciones del bazo.
Con frecuencia se me ha preguntado lo que opino acerca de las
compresas o paños de hielo, la sangría y otros remedios. Voy a
exponer aquí en breves palabras mi opinión acerca de estos
puntos.
El que con fruncido ceño alarga a un enemigo la mano en
demanda de reconciliación, no logrará tan facilmente su objeto
como el que lo hace con la sonrisa en los labios y la alegría en el
corazón. Este símil viene aquí muy al caso: el primero es el hielo
y el segundo el agua. La aplicación de hielo a los enfermos me ha
parecido siempre, en particular a las partes más nobles del cuerpo,
(como la cabeza, los ojos, los oidos etc.) uno de los remedios más
rudos y violentos que pueden imaginarse. Lejos de ayudar a la
naturaleza para recuperar la actividad perdida, la arrancan por
fuerza algo que pretende retener y nunca deja de vengarse. He
aquí porqué los paños o compresas de hielo son tratamientos
desconocidos en mi farmacopea y creo que nunca tendrán entrada
en ella. Pongámonos ante los ojos el colosal contraste que resulta
de semejante aplicación: dentro del organismo un calor ardiente;
fuera una capa de hielo y en medio el miembro enfermo, un
objeto siempre delicado sufriendo la acción de dos factores tan
opuestos. En la mayoría de los casos he podido desgraciadamente
comprobar los detestables efectos de tan rudo tratamiento.
Conozco a un caballero que estuvo condenado un año entero a
llevar, día y noche, sin ninguna interrupción, compresas de hielo
en los piés. Claro está que una acción tan constante del hielo
acabó por hacer desaparecer hasta el calor natural de ese órgano;
mas no produjo igual efecto con la dolencia que se pretendía
combatir.
Se me objetará que, en muchos casos, produce buen resultado.
Convengo en que algunos males no puedan resistir a ese
tratamiento de fuerza; pero ¿y las consecuencias?. Innumerables
enfermos se me han presentado quejándose de debilidad en la
vista, de sordera, de dolores reumáticos de índole muy diversa,
especialmente en la cabeza, que de ordinario, se hallaba además
atacada de una sensibilidad extraordinaria y de otras mil
dolencias. Al preguntarles, de donde les había venido el mal,
solían responderme: «la compresa, o la bolsa de hielo me ha
causado este daño; así estoy hace tantos y cuantos años...» Y lo
peor es que muchos le llevarán consigo hasta el fin de su vida.
Por consiguiente repruebo, en absoluto, el uso de bolsas o
compresas de hielo y sostengo que el agua, empleada en debida
forma, es capaz de mitigar y de amortiguar por completo el calor
interior más intenso, en cualquier órgano que se haya cebado.
Cuando no basta el agua para apagar un incendio, son impotentes
contra el voraz elemento los témpanos de hielo.
Téngase por seguro: el agua bien aplicada es el mejor remedio.
No quiere decir esto que, por ejemplo, si se trata de una
inflamación de cabeza, en lugar de la compresa o de la bolsa de
hielo, se apliquen sin discernimiento paños mojados etc. Cien
compresas y paños no serán capaces de contener la afluencia de la
sangre hacia el punto inflamado, causa del fuego que allí se
siente. Es indispensabledirigir a otraparte la sangre, repartirla, o
con otras palabras: precisa distraer la dolencia con aplicaciones
simultáneas en otras partes del cuerpo. Así, al enemigo que fija
sus reales en la cabeza le combatiré, en primer término, con
remedios aplicados a los pies del paciente, que se irán replegando
sucesivamente en dirección al punto atacado.
Por lo demás, ya han tenido ocasión de observar mis lectores los
servicios excelentes que, de una manera indirecta, presta el hielo
en determinados tratamientos hidroterápicos; así en verano sirve
para refrescar el agua, cuando se pone demasiado tibia.
Dos palabras acerca de la sangría, las sanguijuelas y demás
procedimientos empleados para aminorar la sangre.
En años anteriores apenas había señora que no se hiciese sangrar
2, 3 y aun 4 veces en un año; una señal roja o azul puesta en el
calendario marcaba los días escogidos para la operación: los más
favorables eran los de media fiesta y los que tenían algún signo de
buen agüero. Médicos, cirujanos y barberos hacían en tales días
verdaderas carnicerías. Los establecimientos públicos, conventos
etc. tenían señaladas sus épocas de sangría y prescrito, con
severidad suma, el género de vida, la dieta que debía observarse.
Antes de practicar la sangrienta operación se deseaban buen éxito
y se felicitaban del resultado si salían bien de la prueba. Para
algunos tenía la operación sus peripecias. Un eclesiástico de
aquella época asegura que se había hecho sangrar cuatro veces al
año, por espacio de 32 consecutivos, sacándole 8 onzas en cada
operación, lo que arroja la enorme cifra do 1.024 onzas, suma de
8 X 4X 32.
Con la sangría alternaban las sanguijuelas, ventosas etc.; para
todos había su procedimiento de extracción, fuesen jóvenes o
viejos, altos o bajos, hombres o mujeres.
¡Pero cómo cambian los tiempos! Teníase este procedimiento por
el unum necessarium, la verdadera y única clave de la salud y de
la vida y ¿hoy qué se piensa de todo esto? Todo el mundo se mofa
de esta errónea creencia de los antiguos, que se imaginaban y
creían, a ciencia cierta, que el hombre puede tener sobra de
sangre. Hace dos años, un médico extranjero, autor de trabajos
científicos, que sigue una de las nuevas tendencias de la ciencia
médica, me aseguró, que en toda su vida no había visto
sanguijuelas; y no faltan médicos que atribuyen el carácter
anémico de la generación presente al enorme despilfarro que de
su sangre hicieron nuestros antepasados, al abuso que hicieron de
la sangría y de las sanguijuelas. Algo puede haber de esto, por
más que no sea esa la única causa de la anemia.
Pero volvamos al asunto y óigase mi opinión, lisa y llanamente
expuesta. Todo en el cuerpo humano se halla dispuesto con orden
y medida y con tan admirable armonía que, aun los más
exigentes, consideran este maravilloso organismo como una obra
de arte, única en su género, cuya concepción portentosa sólo pudo
existir en la mente del Dios Omnipotente y Omnisciente, y para
cuya ejecución fue necesaria la virtud creadora del Altísimo. El
mismo orden, la propia medida y armonía existe entre la
producción y consumo de las sustancias necesarias para el
mantenimiento y conservación del cuerpo, siempre que el hombre
libre, pero racional, haga recto uso de lo que Dios le ha entregado
y no perturbe, con sus abusos, el orden preestablecido,
destruyendo, a la vez, la armonía que todos admiramos. Siendo
esto así, no se comprende que precisamente la sangre, el más
importante de los factores que componen el organismo humano,
se haya distribuido en él sin orden, peso ni medida, y su acción no
obedezca a leyes bien definidas.
Pero seguramente no pueda ser así. El niño recibe de la madre, al
nacer, juntamente con la vida, cierta cantidad de sustancia
sanguínea, esencia o como quiera llamársela, de la que se forma la
sangre. Cuando se acaba esta esencia cesa también la formación
de la sangre y con ella se extingue la vida. Sin sangre no hay vida
posible y el anémico vive muriendo. Toda pérdida de sangre, por
cualquier causa que se origine: por herida, sangría, ventosa o
sanguijuela, ocasiona una disminución de dicha sustancia o
esencia vital, que lleva consigo la abreviación de la vida, porque
la una es condición precisa de la otra.
Se me objetará que el proceso de la formación de la sangre es
muy rápido y que se recobra tan pronto como se pierde. La
objeción es muy justa; pero a mi vez voy a oponer a ella otro
argumento, para cuya confirmación apelo al testimonio de los
labradores. Todo el que se propone engordar rápidamente un
animal, le sangra para sacarle una buena cantidad de sangre y
entonces es cuando empieza la operación del cebo. Poco tiempo
después repite la sangría, con lo que el cuadrúpedo engorda de
una manera extraordinaria y con rapidez suma. Al cabo de 3 a 4
semanas hace la misma operación, se le suministra alimentación
abundante y nutritiva y el animal engorda por modo
extraordinario y, aunque sea una bestia vieja, pronto adquiere tan
buena sangre y en tanta abundancia como una joven. Pero
examinemos de cerca la sangre, formada por ese procedimiento
artificioso, y veremos que es un líquido acuoso, blanquecino,
impropio para la vida. El animal carece de fuerza y de actividad y
es tan efímera su existencia que muy luego se presentaría la tisis,
a no adelantarse la cuchilla del matarife.
Lo propio acontece en el hombre. Todo el que tenga alguna
experiencia, en lo que atañe a la vida humana, conoce
perfectamente la influencia que la inmoderada extracción de
sangre ejerce sobre las facultades, aptitudes y las fuerzas
corporales de los hijos. El individuo mencionado anteriormente
murió tísico, en la flor de la edad, efecto del despilfarro que hizo
de su sangre; y aquella señora que se hizo sangrar 300 veces, o la
otra que sufrió esta operación 400 tuvieron, por necesidad, que
dejar una descendencia raquítica, enteca y sujeta a toda clase de
dolencias.
No se me oculta que puede haber casos, siempre raros y
excepcionales, en que, a falta de otros medios eficaces, la sangría
puede servir para conjurar un peligro del momento. Pero, fuera de
estos casos, que me diga toda persona imparcial si prefiere dejarse
cortar paulatinamente el hilo de la vida, o mediante la aplicación
racional de la hidroterapia repartir y moderar da tal manera la
sangre que el más pletórico tenga solamente la cantidad del
precioso líquido necesaria para las funciones de la vida. En el
lugar oportuno expondremos los procedimientos que han de
emplearse para lograr ese resultado.
Nada más corriente que la creencia de que en los ataques
apopléticos no hay otra salvación que la sangría. A este propósito
podría citar algún caso en que el primer médico que asistió al
enfermo recetó la sangría, mientras que el segundo declaró
explícitamente que aquel moriría a consecuencia de dicha
operación. No es el exceso de sangre lo que produce la apoplegía,
como vulgarmente se cree, sino más bien la falta del expresado
elemento. Por tanto «morir de apoplegía» es lo mismo que
extinguirse la vida por haberse agotado la sangre, como se apaga
la lamparilla cuando se acaba el aceite.
Los inapreciables servicios que presta el agua en los ataques
apopléticos se darán a conocer en la tercera parte. Aquí sólo me
resta observar que mi predecesor en la cura de almas sufrió tres
ataques de esta clase y al tercero fue desahuciado por el médico.
Mas el oportuno empleo del agua le salvó, conservándole aún
algunos años a sus feligreses.
Baños
Baños
En esta sección:
Baños de pies
Baños de medio cuerpo
Baños de asiento
Baños completos
o Baño frío para sanos.
o Baño frío para enfermos
o Baños calientes
o Baños templados
Baños de pies
Baños de medio cuerpo
Baños de asiento
Baños completos
Baños de pies
Baños
Para tomarlos se mete el pié hasta la rodilla o un poco más arriba
en agua fría, durante uno a 3 minutos.
1. Baños de pies fríos.
Si se trata de enfermos sirven estos baños principalmente para
atraer la sangre y aminorar su afluencia a la cabeza y al pecho. De
ordinario se aplican en unión con otros tratamientos, sobre todo
en casos en que el paciente, por cualquier causa, no puede
soportar otra clase de baños.
Tratándose de sanos, tienen por objeto refrescar, hacer
desaparecer el cansancio y fortalecer, por cuya razón se
recomiendan especialmente a la gente del campo en la época de
verano, cuando a consecuencia del excesivo trabajo pierden el
sueño. Mitigan el cansancio, devolviendo la tranquilidad y con
ella un sueño apacible.
2. Baños de pies calientes.
Pueden tomarse de varios modos:
1º. En agua caliente, a la temperatura de 31 a 32° C., se echa un
puñado de sal y doble cantidad de ceniza vegetal. Después de bien
mezclado se toma el baño por espacio de 12 a 15 minutos.
A veces hago tomar este baño a la temperatura de 38 grados C.,
pero siempre con la prescripción explícita de tomar a
continuación otro de agua fría, durante medio minuto.
Los baños de pies se recomiendan, en general, cuando por
enfermedad, falta de calor natural u otra dolencia, no procede
emplear remedios más violentos, en razón a que el escaso calor
desarrollado por el agua fría no sería suficiente para producir la
reacción.
Por consecuencia deben aplicarse estos baños a las personas
débiles, anémicas, nerviosas, a los niños y ancianos, muy
particularmente a las señoras, y su acción se deja sentir muy
marcadamente en las alteraciones de la circulación de la sangre,
en congestiones, dolores de cabeza y del cuello, ataques
espasmódicos y dolencias análogas.
Atraen la sangre hacia los pies y sirven de calmantes. Pero nunca
deben recomendarse a los que son propensas a sudores de pies. La
gente del campo emplea con mucha frecuencia los baños de pies
calientes y conoce sus excelentes resultados.
2º. El baño de pies con «flores de heno» es un buen
reconstituyente. En una vasija de agua hirviendo se echan de 3 a 5
puñados de flores de heno, se tapa la vasija y se deja enfriar la
mezcla hasta la temperatura de 31 a 32° C.* (*) Por "flores de
heno" se entienden todas las partes que componen la yerba: tallo,
hojas, flores y semilla, o sea toda la planta conocida por ese
nombre.
Es indiferente dejar las flores de heno en el baño o retirarlas y
tomar el baño con la infusión solamente. Para mayor sencillez y
economía de tiempo se deja todo en el barreño.
Estos baños ejercen una acción disolvente y son, por
consecuencia, detergentes al mismo tiempo que confortantes; por
lo que curan las dolencias de los pies, el sudor, los golpes de
todas clases y contusiones, con o sin sangre; las hinchazones, la
gota de los pies, las excrecencias cartilaginosas y supuraciones en
los dedos; las callosidades al lado de las uñas, las heridas
causadas por el calzado etc. En general, puede decirse que dichos
baños son un remedio excelente para todos aquellos que tienen
alguna dolencia en los pies, y un arma poderosa para combatir las
impurezas de la sangre.
Un caballero sufría horriblemente de la gota de los pies o
podagra, que le hacía exhalar terribles gritos de dolor. Un solo
baño de esta clase, con su correspondiente envoltura, empapada
en la disolución, mitigó los agudos dolores al cabo de una hora.
3°. Con el baño de pies de flores de heno guarda mucha analogía
el baño de pies con paja de avena. — Para prepararlo se echa paja
de avena en una caldera, se cuece durante media hora y, dejando
enfriar la infusión hasta la temperatura de 31 a 32º C, se toma con
ella un baño de 20 a 30 minutos.
La experiencia me ha enseñado que estos baños son
irreemplazables cuando se trata de resolver las callosidades o
durezas de los pies; ya sean excrecencias cartilaginosas,
protuberancias, nudos etc. que resultan de la gota y podagra; ya
también ojos de gallo, crecimientos viciosos de las uñas y
ampollas originadas por el ejercicio o el calzado. Hasta las
supuraciones y las heridas producidas por el sudor excesivo so
curan con estos baños.
En una ocasión se cortó un caballero los ojos de gallo;
prodújosele una gran irritación en los dedos y una hinchazón de
tan mal aspecto que hacía sospechar un envenenamiento de la
sangre. Tres baños de pies al día, con la infusión de paja de avena
y compresas o paños que envolvían los pies hasta el tobillo,
empapados en la misma disolución, hicieron desaparecer el mal
en el término de cuatro días.
A otro enfermo se le presentó una hinchazón en los dedos de los
pies, de color azul oscuro y de tan pernicioso aspecto, que parecía
estar amenazado de una completa descomposición de la sangre.
Los baños de pies y las envolturas en la forma expresada hicieron
desaparecer, en poco tiempo el peligro.
En algunos casos (véase el pasage respectivo en: «Baños calientes
completos») prescribo, lo mismo en los baños de pies descritos
que en los calientes de todo el cuerpo, el llamado triple cambio.
El término del tratamiento lo constituye en uno y otro caso el
baño frío; pero se exceptúa siempre el baño de pies caliente a la
temperatura de 31 a 32º, con adición de sal y ceniza. Porque,
teniendo por objeto este baño atraer la sangre de arriba abajo y
repartirla proporcionalmente en las extremidades inferiores, un
baño de agua fría después del caliente no haría más que destruir el
efecto de este último, rechazando de nuevo la sangre a la región
superior, a lo menos en gran parte, de suerte que no se lograría
todo el resultado que se busca. Síguese, pues, que nunca debe
tomarse baño de pies frío, después del caliente con adición de sal
y ceniza.
4º. No debo pasar en silencio otra clase de baños de pies, con una
sustancia que tiene más de sólida que de fluida. He aqui cómo se
prepara.
En un barreño o librillo se echa la malta de la cebada antes de
enfriarse; métense allí los pies y muy luego se deja sentir un gran
bienestar. La operación dura de 15 a 30 minutos. Aún más eficaz
es el baño con el bagazo de uvas, y muy usado y recomendado
entre la gente del campo, sobre todo en comarcas vitícolas, por
sus buenos resultados.
Está especialmente indicado para el reuma, la gota, y dolencias
análogas.
Debo hacer una observación aplicable a todos los baños de pies.
Tratándose de personas varicosas o propensas a la dilatación de
las venas, introducirán en el agua los pies hasta la raíz de la
pantorrilla solamente, y la temperatura del líquido no excederá de
31º C.
Yo nunca prescribo baños de piés con solo agua caliente, sin
mezcla de alguna otra sustancia.
Baños de medio cuerpo
Baños
Doy este nombre a aquellos baños en que a lo sumo llega el agua
hasta la mitad del cuerpo, próximamente hasta la región
estomacal, quedando ordinariamente por debajo de este nivel;
representan, por consiguiente, un término medio entre los baños
completos y los de pies. límites máximo y mínimo que a veces no
pueden aplicarse con ventaja.
Pueden usarse de tres maneras distintas.
1º. Permaneciendo de pié en el agua, de modo que ésta
cubra la pantorrilla o las rodillas.
2º. Puesto el bañista de rodillas en el agua de modo que ésta
le cubra completamente los muslos.
3º. Sentado dentro del agua de tal suerte que ésta le cubra
hasta el ombligo o la mitad del bajo vientre. Este es en
propiedad el verdadero baño de medio cuerpo.
Las tres clases deben tomarse con agua fría y contarse en el
número de los reconstituyentes o fortificantes. Por consecuencia
se recomienda su uso a los sanos que quieran fortalecerse más, a
los débiles que tengan necesidad de recobrar fuerzas y a los
convalecientes que quieran recuperar del todo la salud.
Los enfermos no tomarán, en ningún caso, baños sin previa
prescripción facultativa, puesto que hay circunstancias en que
podrían dar resultados contraproducentes.
Lo mismo para enfermos que para sanos, estas tres clases de
baños incompletos forman siempre parte de algún otro
tratamiento, y su duración no pasará de 3 minutos, ni bajará de
medio.
De ordinaria prescribo las dos primeras clases, de pies y de
rodillas, a aquellas personas que por causas diversas han perdido
casi por completo las fuerzas, para inaugurar el plan curativo,
siempre con buen resultado. No me detendré a enumerar estas
causas, pero debo consignar que, en efecto, hay muchos pacientes
que, en su extrema debilidad, no pueden soportar la presión del
agua sobre todo el cuerpo, de lo que podría citar centenares de
ejemplos, en personas de todas las clases sociales. Estos
enfermos, que han llegado al último grado de fuerza, son
precisamente los que me han inspirado el uso de estos medios
baños; ya que su mísero estado exige un tratamiento hidroterápico
más moderado y prudente, que a las veces debe prolongarse por
varias semanas, hasta que han recobrado parte de las perdidas
fuerzas.
A las dos clases de baños mencionadas va unida, por lo general,
otra práctica confortante: la inmersión de los brazos, hasta los
hombros, en agua fría. Este doble tratamiento se emplea, además
con éxito, para combatir la frialdad de los pies.
El baño numero 3º, o medio baño propiamente dicho, merece
particular atención, y se recomienda desde luego a las personas
que gozan de buena salud. El uso de este baño contiene, en su
origen, las enfermedades del bajo vientre y la debilidad de las
extremidades inferiores, que no reconocen otra causa que el
enervamiento de las fuerzas producido por una educación
afeminada. Los expresados baños vigorizan el organismo,
conservan y acrecientan las fuerzas en toda la región inferior del
cuerpo, por muy debilitadas que se encuentren. Por tanto suplen,
con gran ventaja, las fajas con que millares de personas oprimen
el bajo vientre, en dos y más dobleces; que parecen destinadas a
impedir que la dolencia pueda separarse del mísero cuerpo.
Pruébese con resolución, a la vez que con prudencia nuestro baño
de medio cuerpo, y se verá cómo disminuyen de un modo
palpable las hemorroides, cólicos de aire, hipocondría, histerismo
y toda esa legión de enfermedades que tienen su especial asiento
en el bajo vientre, donde hacen estragos sin cuento.
A individuos sanos les recomiendo que, al levantarse por la
mañana, se laven el medio cuerpo superior y por la tarde tomen
este medio baño. Si no tienen tiempo para lavarse por la mañana,
háganlo al tomar el baño.
Para terminar este capítulo citaré algunos ejemplos relativos al
uso de los expresados baños, para enfermos.
Un joven perdió de tal manera las fuerzas a consecuencia del
tifus, que no podía emprender el más ligero trabajo. Por espacio
de mucho tiempo permanecía arrodillado en el agua, cada dos o
tres días, en un principio un minuto, y de 2 a 3 más tarde. De una
semana para otra fue recuperando fuerzas hasta que volvió a su
primer estado.
Otro enfermo padecía de fuertes congestiones, y de esto ocurren
frecuentes casos, que tienen su origen en el bajo vientre. Un día se
lavó bien la mitad superior del cuerpo y otro tomó el baño de
rodillas. Al cabo de algún tiempo se vio libre del molesto
huésped.
No es inferior su eficacia para combatir los males del estómago
que provienen de flato o de gases allí detenidos; este baño es el
específico más seguro para expulsar esos gases, de ordinario
molestos residuos de graves enfermedades.
Baños de asiento
Baños
Estos baños pueden ser fríos y calientes.
1. Baño de asiento frío.
Se toma de la manera siguiente.
Se llena de agua fría, hasta la cuarta o quinta parte de su altura, el
baño destinado al efecto o un barreño de madera, hojalata o zinc,
de poco fondo. El bañista se sienta desnudo en el lebrillo de tal
forma que el agua le cubra desde la parte superior del muslo hasta
los riñones, quedando fuera el resto del cuerpo. Por eso muchos
no se desnudan completamente. Este baño dura de 1/2 minuto a 3.
Los baños de asiento son remedios eficacísimos para todos los
males del bajo vientre, y obran como laxantes, expelen los gases,
favorecen la digestión y regularizan la circulación; son asimismo
confortantes, por lo que se recomiendan para combatir la
cloroanemia o palidez, los flujos y hemorragias y dolencias
análogas, como todas las enfermedades del bajo vientre de
cualquier clase que sean. Todo el mundo puede tomar este
sencillo baño, que dura solamente de 1 a 2 minutos y, si no se
comete alguna imprudencia, jamás puede hacer daño.
Para evitar enfriamientos, fortalecerse y hacerse insensible a los
traidores cambios de temperatura tómense con alguna frecuencia
baños de asiento, bien sea al acostarse o mejor algún tiempo
después de acostado, porque se ahorra el trabajo especial de
desnudarse y es más fácil la reacción, para lo que conviene no
secarse el cuerpo. Sin embargo no deben tomarse estos baños más
de 2 o 3 veces por semana, ya que su excesivo uso haría afluir la
sangre a esa parte y podría producir hemorragias.
Todo el que sufra de insomnios y no pueda conciliar el tranquilo
sueño; el que se despierte a menudo durante la noche, tome un
baño de asiento frío; 1 a 2 minutos de sesión bastan para calmar la
excitación y proporcionar tranquilo descanso.
Un individuo había perdido el sueño de tal modo que casi nunca
podía dormir más de 2 horas, revolcándose en la cama el resto del
tiempo, en medio de una gran excitación nerviosa. Estos baños le
devolvieron, con la tranquilidad, el apacible sueño.
El que por la mañana se levante con la cabeza pesada y más
cansado que estaba al acostarse hará desaparecer tales molestias
con los baños de asiento.
Por último, no me cansaré de recomendar su empleo a las
personas que, gozando de buena salud, quieran precaver muchas
dolencias.
2. Baños de asiento calientes.
Nunca deben prepararse con agua sola. De ordinario echo en el
agua caliente una de las sustancias siguientes, que dan nombre al
baño:
a) Cola de caballo.
b) Paja de avena.
c) Flores de heno.
La preparación es igual para las tres clases de baño. Se echa la
sustancia vegetal en una vasija, se vierte sobre ella agua hirviendo
y se deja al fuego la mezcla, para que cueza algún tiempo. Luego
se retira la vasija, se deja enfriar el cocimiento hasta la
temperatura de 30 a 32 grados, rara vez hasta 37° C, y se echa
todo en el lebrillo o barreño. La duración de este baño es de un
cuarto de hora, y el mismo cocimiento puede servir para dos o tres
sesiones. La segunda sesión tendrá lugar en frío, 3 o 4 horas
después de la primera, y la tercera una hora después de la
segunda, siendo su duración de 1 a 2 minutos solamente.
Estos baños deben tomarse, a lo sumo, tres veces por semana; por
regla general, alternando con baños fríos o bien para el
tratamiento de males muy arraigados, como hemorroides
inveteradas, fístulas del recto, desarreglos del intestino ciego y
análogos.
Las hernias o quebraduras no son obstáculo para tomar estos
baños. Veamos ahora los usos especiales de cada clase.
a) El de cola de caballo sirve principalmente para combatir
los ataques espasmódicos y reumáticos de los riñones y de
la vejiga, los males de piedra y cálculos y todos los que
afectan a la orina.
b) El baño de avena está indicado para los padecimientos do
la gota.
c) El de flores de heno tiene aplicaciones más generales,
puesto que, a falta de las dos sustancias anteriores, las suple
en todos los tratamientos que afectan al bajo vientre, si bien
con menos eficacia. Pero, en cambio, es un poderoso agente
para resolver las inflamaciones en el bajo vientre, y toda
clase de tumores o hinchazones exteriores; para combatir el
estreñimiento, las hemorroides, los padecimientos
espasmódicos y cólicos de aire.
Baños completos
Baños
Los hay también de dos clases: fríos y calientes. Ambos son
aplicables lo mismo a los sanos que a los enfermos.
1. Baños completos en frío.
Pueden tomarse de dos maneras distintas: o metiendo todo el
cuerpo dentro del agua fría, estando de pié o tumbado en el baño;
o bien andando con el agua hasta los sobacos solamente, de modo
que la punta de los pulmones quede fuera, a fin de que estos no
sufran la presión del agua, por más que en ello no hay peligro
alguno, en cuyo caso se lava rápidamente la parte superior del
cuerpo con las manos o con un paño burdo.
Estos baños no deben durar, en ningun caso, más de 3 minutos, ni
menos de treinta segundos. En el transcurso de este trabajo
expondré nuevas razones en apoyo de esta opinión; por ahora me
basta observar que hace 20 años seguía una opinión
diametralmente opuesta, señalándoles mayor duración, en la firme
creencia de que no se podía adoptar otro sistema.
Pero una larga experiencia me ha hecho cambiar de parecer y con
justo motivo, a lo que creo. Ese gran maestro de la vida me ha
enseñado que, tocante a los baños fríos, debe seguirse como
norma invariable e1 principio siguiente:
Cuanto más corto es el baño tanto mayor es su eficacia. Por
consecuencia el que sólo permanece un minuto en el agua es más
cuerdo que el que se detiene cinco. Lo mismo el sano que el
enfermo no debe pasar de tres minutos.
He comprobado esta opinión con innumerables hechos, por lo que
también repruebo los rudos procedimientos que se siguen en
algunos establecimientos hidroterápicos, lo mismo que el abuso
que se hace de los baños en verano.
En esta época hay muchos que toman uno o dos baños diarios, de
media hora cada uno, por lo menos. Cuando se trata de buenos
nadadores que hacen un fuerte ejercicio y después del baño toman
nutritivo alimento ofrece esto menos inconvenientes; su vigorosa
naturaleza vuelve a ganar pronto lo que el baño la ha quitado;
pero a los bisoños en el arte de la natación, que permanecen esa
media hora acurrucados en el agua, como el galápago debajo de la
concha, la mojadura no sirve para nada, si es que no les perjudica,
como puede ocurrir si el abuso se prolonga. Baños de esa
naturaleza debilitan las fuerzas y producen fatiga. En vez de
fortalecer el organismo le agobian; en lugar de robustecer y
alimentar consumen.
Baño frío para sanos.
Baño frío para enfermos
Baños calientes
Baños templados
Baño frío para sanos.
Baños
a. Baño completo y frío para sanos.
Por diferentes conductos se me han dirigido observaciones,
haciéndome notar que el uso del agua fría ocasiona disminución
de calor y que aquella es altamente perjudicial a las personas
anémicas y ocasionada siempre a producir irritación en los
nervios.
Convengo en ello si se trata de las rudas prácticas a que
anteriormente aludo; pero los baños que yo prescribo, son
aplicables principalmente a los sanos en todo tiempo, lo mismo en
invierno que en verano, y puedo sostener que contribuyen
poderosamente a fortalecer y conservar la salud; acrecientan la
actividad cutánea, refrescan, reaniman y fortalecen todo el
organismo. Respecto del número, en invierno deben tomarse dos
baños por semana a lo sumo; generalmente basta uno cada ocho
dias y en muchos casos cada quincena.
Réstame hacer una observación importante.
Uno de los medios más seguros para conservar la salud consiste
en acostumbrar la naturaleza a soportar el calor y el frío, a resistir
los más bruscos cambios de temperatura. Desgraciado de aquel
que siente la influencia del más ligero vientecillo, cuya garganta y
pulmones se resienten al menor cambio de tiempo y que no tiene
ocupación más importante que observar la dirección de la veleta.
El árbol criado a la intemperie resiste lo mismo el calor que el
frío, la calma que la tormenta; el hábito le ha endurecido. El que
se acostumbre a tomar nuestro baño será robusto como el árbol
criado al aire libre.
La idea de la pérdida de calor es como la pesadilla que infunde a
muchos pavor y miedo ante los tratamientos con agua fría. El frío,
se dice, debilita por necesidad si no le sigue inmediatamente la
reacción contraria. En esto estamos de acuerdo; pero es el caso
que los baños de agua fría, tal como yo los prescribo, lejos de
robar calor, le conservan y fomentan, aparte el activo ejercicio
que taxativamente se ordena hacer a continuación de todo
tratamiento con agua fría. Nadie me negará que si un hombre
enfermizo y debilitado por la falta de ejercicio, hasta el punto de
no osar en invierno salir a la calle sino en caso de necesidad
extrema, por medio de los baños o de cualquier tratamiento con
agua fría se fortalece de tal forma que desafia al calor y al frío, y
se vuelve insensible a los más rudos temporales, ha debido
también acrecentar su calor natural. Es ridículo suponer que todo
esto sea ilusión y farsa.
Corroboraremos esto con un ejemplo entre mil que podríamos
citar.
Un caballero que pasaba de los 60 años tenía verdadero horror al
agua. Al salir de casa ponía especialísimo cuidado en no olvidar
alguna de las muchas piezas con que se abrigaba: porque
semejante descuido podía acarrearlo catarros y toda clase de
males. Sobre todo le infundía espanto la idea de que pudiera
enfriarse el cuello, y no había ya cómo resguardarle del aire y que
cuidados prodigarle. Pero el «bárbaro» doctor le tendió un lazo y
con una fruición maligna le ordenó que tomase los baños fríos, tal
como queda indicado. El infeliz obedeció como un autómata. Y
en buena hora lo hizo, porque su obediencia obtuvo un premio
para él inesperado. Al cabo de algunos días pudo despojarse de la
primera envoltura; toda la interminable serie de camisas y
camisetas de lana y de flanela fueron desapareciendo y el mismo
camino siguieron los pañuelos y corbatines que atormentaban el
cuello. Con el tiempo llegó a considerar perdido el día en que no
tomaba su baño de agua fría: tan grande era el bienestar que
sentía, bajo su influencia, y tan insensible se había hecho a los
rigores del tiempo. Lo más extraño es que aún en el mes del
Octubre solía bañarse en el río, a la hora del paseo, porque el agua
fría de la corriente le parecía más agradable que la del baño que
tenía en casa.
He aquí los principales puntos que han de tenerse en cuenta para
tomar estos baños.
¿En qué estado o disposición ha de estar el cuerpo, de una persona
sana, para poder tomar con fruto dichos baños?
¿Cuál debe ser su duración, para la misma clase de personas?
¿Cuál es la época del año más apropósito para comenzar este
tratamiento reconstituyente?
El uso de baños fríos exige, como condición precisa, que todo el
cuerpo tenga una temperatura normal, caliente.
Se halla en tal estado el que por el trabajo, o por el ejercicio o por
haber permanecido en una habitación caldeada tiene todo su
cuerpo igualmente saturado de calor.
El que sienta frío, principalmente en los piés, o tenga escalofríos,
debe abstenerse de tomar esta clase de baños en tal estado; hasta
tanto que por el ejercicio etc., haya recobrado el calor normal.
Por el contrario: el que, en buena salud, esté sudando, o
acalorado, aunque se halle empapado en sudor, puede tomar
tranquilamente nuestro baño.(*) (*) El que se haya mojado por
efecto de la lluvia debe abstenerle del baño, porque seguramente
le sentaría mal. También precisa que los vestidos que se pongan
después del baño estén completamente secos.
Personas juiciosas y de gran experiencia consideran altamente
perjudicial tomar un baño frío estando el bañista acalorado o
sudando. Y sin embargo no hay cosa más inocente. Aun más; no
titubeo en sentar el principio siguiente, comprobado por una larga
experiencia: cuanto más copioso sea el sudor, tanto más eficaz
será el baño.
Innumerables personas que creyeron sucumbir de un ataque
apoplético a consecuencia de tan «bestial tratamiento», perdieron
todo miedo y todo recelo después de una sola prueba.(**) (**)
Véase en la tercera parte el artículo que trata del «Sudor».
¿Hay alguien que, al regresar a casa sudando, aunque el liquido
salado le caiga por el rostro gota a gota y los dedos se peguen
unos a otros, como con engrudo, tenga temor ni reparo de lavarse
las manos y la cara, y aún el pecho y los piés? Absolutamente
nadie; porque todo el mundo siente que eso le conforta y alivia.
Siendo asi, ¿por qué no ha de producir el baño el mismo efecto en
todo el cuerpo? Cómo se comprende que una cosa que sienta bien
a las partes y las produce beneficio, haya de ser tan dañina y
perjudicial al todo?
Efectivamente; se observa que muchos, que estando en sudor, han
pasado de repente, a una atmósfera fría o se han expuesto a una
corriente de aire fresco, con frecuencia se han acarreado
enfermedades graves, no pocas veces mortales, de donde viene,
sin duda, la idea errónea de que los baños perjudican si se toman
sudando.
Yo voy mas adelante y concedo que muchos, al meterse sudando
en agua fría, se han buscado los gérmenes de graves dolencias.
¿Pero quien es el verdadero causante de esto? ¿el sudor o el baño
frío? Ninguno de los dos. Como en todas las cosas de la vida, no
está aquí la dificultad principal en el qué, sino en el cómo; por
consecuencia en la manera de hacer uso del agua fría estando en
sudor. El loco furioso puede causar incalculables desgracias con
un simple cortaplumas; así la imprudencia o la falta de buen
sentido puede hacer dañino el remedio más beneficioso. Lo
censurable es, en tales casos, que se condene lo bueno y no los
abusos que con ello se cometen.
Como quiera que sea, todo depende de la buena o mala aplicación
del tratamiento; pero el que no obedezca mas que a su capricho,
que se atenga a las consecuencias, de las que él solo es culpable.
Voy a contestar a la segunda pregunta, relativa a la duración del
baño frío para sanos.
Un caballero a quien había prescrito dos de estos baños
semanales, se me presentó al cabo de quince días lamentándose de
que había empeorado mucho su estado, y que parecía un
carámbano. Su aspecto era efectivamente lastimoso, y no se me
idealizaba de donde podía provenir aquello. Al preguntarle si se
había atenido, en un todo, a mis instrucciones, me contestó: «Sin
apartarme de ellas un ápice; aún he hecho más de lo que V. me
ha ordenado; en lugar de uno he permanecido en el agua cinco
minutos; pero después no he podido entrar en reacción.» Desde
aquel día enmendó su grave yerro, y no tardó mucho en recobrar
el calor natural perdido.
Este hecho, perfectamente histórico, da por sí solo razón de todos
los casos en que el agua produce resultados desfavorables. Bien
claramente se ve que no es ella, ni el tratamiento en sí mismo,
sino las imprudencias y genialidades de los hombres las que dan
esos resultados. Pero es más fácil y más cómodo echar la culpa de
todo al agua.
Para tomar el baño frío precisa desnudarse rápidamente y
permanecer sólo un minuto en el agua. Si el bañista está sudando
se sentará en el baño de modo que aquella le cubra hasta el
estómago y al mismo tiempo se lava fuertemente la parte superior.
Luego se da un chapuzón hasta el cuello, sale del baño y se viste
con igual prontitud, sin enjugarse el cuerpo. El trabajador puede
volver acto continuo a sus ocupaciones; cuando no, debe hacerse
ejercicio hasta tanto que se haya secado el cuerpo y recobrado el
calor normal. Es indiferente que aquel se haga en la habitación o
al aire libre; yo prefiero esto ultimo, aún en invierno.
En todo lo que hagas, lector querido, obra racionalmente y nunca
traspases la justa medida. Por regla general, nunca deben tomarse
más de tres baños completos a la semana.
¿Cuál es la mejor época para tomarlos?
Nunca es demasiado pronto para dar comienzo a la
importantísima operación de fortalecer el cuerpo, que es tanto
como preservarle de enfermedades o ponerle en estado de
defensa. ¡Empieza, pues, hoy mismo, pero no con los tratamientos
más duros que podrían hacerte perder el ánimo! Unas cuantas
prácticas preparatorias te pondrían en condiciones de poder tomar
los baños fríos, si tu constitución es robusta; de lo contrario la
preparación debe ser más larga.
Importa mucho no perder esto de vista; sería locura pretender
atacar un mal con los más duros tratamientos hidroterápicos, sin
haber allanado antes el camino con algunas de las prácticas más
sencillas.
Un médico recetó a un enfermo, que padecía de fiebre nerviosa,
un paseo de un cuarto de hora por agua fresca. Asi lo hizo el
paciente, pero sintió después tal frío que no quiso oir hablar más
de semejante baño, contra el que echaba pestes y maldiciones. El
doctor creyó cumplida su misión declarando, que del mal éxito de
la prueba se deducía que el agua no sentaba bien al enfermo y no
era conveniente repetir el tratamiento; y que, por lo demás, la
dolencia no tenía remedio. Habiéndome notificado aquella
sentencia de muerte, le aconsejé que hiciese una segunda prueba
con el agua, pero que sólo permaneciese en ella diez segundos,
puramente entrar y salir. El resultado fue muy distinto; en pocos
días se curó el enfermo.
Ante hechos de esta naturaleza llegué a imaginarme que se
recetaba el uso del agua en esa forma violenta y dura, con el
deliberado propósito de hacer que el pueblo cobrase aversión y
miedo al nuevo sacamantecas. Tal vez sea esta una de mis muchas
rarezas, que el lector benévolo sabrá dispensarme.
Como quiera que sea, todo el que se proponga hacer un ensayo
serio de mi procedimiento debe empezar por las sencillas
prácticas reconstituyentes, a las que seguirán los lavados
completos, que pueden tener lugar por la mañana al levantarse, o
mejor antes de acostarse, si el paciente no se desvela con el
lavado. Por la noche no se pierde tiempo; por la mañana todo es
cuestión de un minuto. Mas en este caso precisa hacer acto
continuo un activo ejercicio, o acostarse un cuarto de hora más,
hasta secarse y entrar en reacción.
Esta práctica, bien sea diaria, de dos o de cuatro veces semanales,
es una preparación excelente para acostumbrarse al baño frío
completo. Hágase un ensayo, y se verá que al malestar del primer
momento sigue inmediatamente una sensación agradable, y lo que
antes causaba temor o recelo será un ejercicio necesario.
Un caballero conocido mío tomó, durante 18 años, todas las
noches, un baño completo; aunque nadie se lo había prescrito,
jamás quiso abandonar la costumbre; y con razón, porque en todo
ese tiempo nunca estuvo enfermo.
Hay otros a quienes probaba tan bien, que no se contentaban con
menos que con tres mojaduras nocturnas, siendo preciso que yo
interviniese para evitarlo. Pero de todos modos estos hechos
prueban que el tratamiento no es tan horripilante ni tan molesto
como algunos creen.
El que de veras se proponga fortalecer su organismo y conservar
la salud no encontrará remedio más eficaz (*) (*) Más detalles
acerca de sus efectos se dan en la 3*. parte, en el capítulo que
trata del «sudor».; por consiguiente manos a la obra y nada de
vanos propósitos.
Los pueblos vigorosos, las familias y generaciones robustas han
tenido en gran estima los baños de agua fría; ahora que la
humanidad ha descendido al más bajo nivel en el desarrollo de
sus fuerzas físicas ha llegado el momento de volver a las
costumbres de nuestros mayores y de abandonar los principios
irracionales y antihigiénicos que informan nuestros sistemas
pedagógicos, respecto de este particular.
Aún existen familias, y de las más distinguidas por su posición
social, que conservan como una tradición el uso del baño,
considerándole como uno de los principales factores pata el
desarrollo de las fuerzas y, por consiguiente, elemento principal
de la educación. No hay, pues, motivos para que nos
avergoncemos de nuestra causa.
Baño frío para enfermos
Baños
b. El baño frío para enfermos
Al describir en la 3ª. parte las distintas enfermedades se
determinará cómo y cuándo está indicado su empleo. Por ahora
debo limitarme a algunas observaciones de carácter más general.
Las naturalezas sanas y robustas poseen, en sí mismas, la fuerza
suficiente para segregar y eliminar los gérmenes morbosos. Por el
contrario, las enfermas o debilitadas por la enfermedad necesitan
el concurso de otros agentes para lograr ese resultado; uno de los
más poderosos es el baño frío, excelente ayuda para los enfermos
y reconstituyente para los sanos.
La principal aplicación del expresado baño está en las "afecciones
febriles", o sea en todas las enfermedades que van acompañadas o
precedidas de fuerte calentura. Esta empieza a ser temible cuando
alcanza de 39 a 40º, porque debilita por modo extraordinario y
abrasa la cubierta natural del cuerpo humano. Muchos que se
salvan de la enfermedad, sucumben por falta de fuerzas. Mirar
con indiferencia este pernicioso incendio o esperar con apatía sus
resultados es poco cuerdo y altamente peligroso. En tales casos
¿qué efectos pueden producir ni la quinina, con ser tan cara, ni la
antipirina, que está al alcance de todo el mundo, ni la digital
venenosa, que, además, son enemigos declarados del estómago?
Cuando la fiebre ha alcanzado esa intensidad, los medicamentos
no son más que paliativos, débiles remedios para tal dolencia. ¿Y
qué diremos de esas sustancias tóxicas que infectadas en el cuerpo
del paciente, le producen una embriaguez artificial que le priva de
la sensación y de todo conocimiento? Aparte la cuestión moral y
religiosa, causa dolor y lástima ver al enfermo así tratado
yaciendo en el lecho con el rostro desencajado y los ojos
inquietos. ¿Y todo para qué?. Lo indispensable en tales casos es
apagar el fuego febril: los incendios se extinguen con el agua; el
fuego general del cuerpo humano se extingue de raíz con el baño
completo. A cada nueva llamarada, tan pronto como se deja sentir
la intensidad del escalofrío y de la calentura se repite la operación
y, aplicada con oportunidad, el agua se hace pronto dueña del
incendio. Tal acontece en las irritaciones, escarlata y tifus.
Hace algún tiempo que en los grandes hospitales se usan los
baños en lugar de la quinina, para evitar los grandes gastos que
esta sustancia ocasiona; posteriormente he tenido la satisfacción
de ver en los periódicos que en los hospitales militares de Austria
se combaten con el agua varias enfermedades, entre las que se
cuenta el tifus. Lo que no puedo comprender es que se aplique el
tratamiento hidroterápico al tifus y no se haga lo propio, segun
aconseja la inexorable lógica, con todas las enfermedades que
tienen análoga procedencia. Por eso muchos, aún de los que
rinden culto a otras teorías médicas, esperan con impaciencia esta
prueba de consecuencia y buen sentido.
Debo hacer aquí una observación, que es aplicable más bien a
toda clase de lavados. No todos los enfermos se hallan en
disposición de tomar baños de cuerpo entero; algunos ni aún
pueden moverse de la cama por falta de fuerzas. ¿No habrá medio
de aplicar a estos enfermos los tratamientos hidroterápicos? Es
evidente que si nuestras prácticas son tan variadas y ofrecen
tantos grados y subdivisiones, que el sano y el enfermo de mayor
gravedad encuentran en ellas lo que más le conviene a cada uno.
Lo que importa es tener acierto en la elección.
Si se trata de enfermos de gravedad que no pueden tomar el baño
frío completo, se suple este con lavados totales, que pueden
aplicarse en la cama, según se hace notar al hablar de este
tratamiento. Dichos lavados se repiten, lo mismo que los baños
completos, siempre que la fiebre acusa una temperatura elevada.
Pero con estos enfermos no puede emplearse en ningun caso un
tratamiento severo, con el que, de ordinario, no se haría más que
agravar el mal.
Recuerdo, a este propósito, un enfermo que estuvo once años
sometido a tratamiento médico y obligado a guardar cama.
Ensayáronse también varias prácticas hidroterápicas, pero todo
fue en vano. Mediante la aplicación de mi sistema se curó en seis
semanas, no sin que el médico declarase que le parecía un
portento. Entonces se presentó a mi para informarse del
procedimiento seguido, ya que, en su sentir, no había en aquel
cuerpo un átomo de actividad, por lo que las prácticas
hidroterápicas por él prescritas no dieron resultado. Díle a
conocer un sencillo procedimiento y las no menos sencillas
prácticas puestas en uso. Esto le hizo comprender que la potente
manga de riego no sirve para apagar la llama de una tea; su
tratamiento era harto rudo; el mío suave, moderado y estaba en
harmonía con las fuerzas y la resistencia del mísero cuerpo del
enfermo.
Siento una compasión indecible cuando oigo hablar de pacientas
que no han podido abandonar el lecho del dolor por espacio de
diez, veinte y más años. En realidad tales criaturas son bien
dignas de lástima; y fuera de algunos casos excepcionales no se
explican satisfactoriamente tales fenómenos; también en la
Sagrada Escritura se hace mención de un enfermo que soportó su
dolencia por espacio de 38 años. Tengo la firme convicción de
que muchos de estos infelices, confinados en el lecho del dolor,
volverían a andar por su pié si, con inteligente perseverancia, se
les sometiese a mi sencillo tratamiento hidroterápico.
Baños calientes
Baños
2. Baños calientes completos.
Se aplican también indistintamente a sanos y enfermos. Pueden
tomarse de las dos maneras siguientes: Se llena el baño de agua
caliente (a) de modo que cubra todo el cuerpo, sin quedar parte
alguna fuera del líquido. Después de permanecer en él de 25 a 30
minutos se pasa rápidamente a un segundo baño (b) que contiene
agua fría, cuidando de no meter en ella la cabeza, y a falta de
baño se lava todo el cuerpo, con la prontitud posible, de suerte
que esta operación no dure más de un minuto. Sin secarse el
cuerpo se viste y hace ejercicio durante media hora por lo menos,
hasta enjugarse completamente y volver a adquirir el calor
normal, bien sea en la habitación o al aire libre. El trabajador
puede volver en seguida a sus habituales tareas. La temperatura
del agua oscilará entre 32 a 35º para personas robustas, y de 35 a
3S° C. para mayores de edad. Conviene medir con exactitud la
temperatura, por medio de un termómetro, que se dejará algún
tiempo dentro del agua, a fin de obtener una medida precisa. En
general, el encargado de preparar el baño desempeñará su
cometido con cuidado sumo. Nunca deben evitarse más los
descuidos y desaciertos que cuando se trata de prestar servicios a
enfermos.
Veamos el segundo procedimiento que puede seguirse para tomar
este baño.
Se llena el receptáculo, como la vez primera, con agua a la
temperatura de 37 a 44º C. próximamente, teniendo presente que
nunca podrá bajar de 35°, ni pasar de 41, fuera de los casos en que
el médico prescriba taxativamente una temperatura más elevada.
Yo establezco, como término medio, de 39 a 41° C.
Pero este baño se compone de tres inmersiones en el agua caliente
y otras tantas en la fría, alternando, por lo que le he bautizado con
el nombre de "baño caliente completo de triple inmersión." La
duraciones de 33 minutos exactos, entre los cuales se reparten las
diferentes inmersiones del modo siguiente:
10 minutos en el agua caliente;
1 minuto en la fría;
10 minutos en la caliente;
1 minuto en la fría;
10 minutos en la caliente;
1 minuto en la fría.
Un reloj puesto sobre una silla, junto al baño, servirá para medir
con precisión el tiempo.
Es indispensable que la operación termine con la inmersión en
agua fría. Las personas robustas y habituadas a estas prácticas se
sientan en el baño de agua fría y luego se sumergen lentamente
hasta llegar a la cabeza; pero los que son muy sensibles, después
de sentarse se lavan rápidamente el pecho y la espalda* (* Es
decir, se echan agua sobre los hombros, a fin de que caiga por la
espalda y la remoje.) sin sumergirse. El baño de agua fría puede
suplirse por un lavado de todo el cuerpo. La cabeza nunca debe
humedecerse; y si esto ocurre se enjugará (secará)
inmediatamente. Al verificar la última salida del agua fría se
enjugarán unicamente las manos, a fin de que no humedezcan la
ropa al vestirse.
En todo lo demás, especialmente en lo que respecta al ejercicio
subsiguiente al baño, síganse las prescripciónes dadas para el de
agua fría.
Creo oportuno hacer aún varias observaciones.
Nunca deben prescribirse baños calientes solos, es decir, sin ir
seguidos de baño o lavado con agua fría porque los primeros, si
son de alguna duración, lejos de fortalecer, agotan el vigor y
debilitan el organismo; en lugar de endurecer la piel la hacen
mucho más sensible al frío; por consiguiente aumentan el peligro
en vez de alejarle. Sabido es que el agua caliente abre los poros y
se correría grave peligro si por ellos llegase a penetrar el aire.
Todos estos inconvenientes se evitan con los baños o lavados de
agua fría subsiguientes, por lo que nunca prescribo los primeros
sin los segundos. Por otra parte el agua fresca conforta, mitigando
a la vez el calor que se tiene en exceso; es un gran refrescante y al
mismo tiempo protege, por cuanto al cerrar los poros hace más
tupida la piel.
Aquí volvemos a tropezar con la preocupación que existe contra
el paso rápido del calor al frío. Y sin embargo, precisamente en
atención al baño frío subsiguiente debe elevarse la temperatura
del caliente algo más que lo normal y ordinario. Por ese medio se
satura el cuerpo de calor, en tales términos que puede muy bien
soportar la impresión del agua fría. No obstante el que sienta
horror invencible al baño frío súplale la primera vez con un
lavado completo y pronto perderá el miedo. Todo depende de la
primera prueba; el que la haga no tomará un baño templado sin el
subsiguiente frío. Muchos que en un principio sentían esa
aversión, acostumbráronse luego de tal modo a ese brusco cambio
y le cobraron tal cariño, que me fue preciso poner freno y tasa a
sus ímpetus, para que el exceso del bien no les perjudicase.
Nadie se asuste del hormigueo que se siente en la piel,
especialmente de los pies, al pasar del baño frío al templado; muy
luego se convierte en una especie de frotación agradable. cuando
se toman en combinación estos dos baños, en la forma expresada,
no son necesarios preparativos preliminares de ninguna especie,
como, por ejemplo, para restablecer la temperatura normal en el
cuerpo.
En toda clase de baños templados, si se prescribe a sanos, agrego
algún cocimiento de hierbas medicinales; muy pocas veces
empleo el agua sola.
Baños templados
Baños
Baños completos templados para sanos.
Si alguna vez ordeno baños templados a personas que gozan de
salud, pero de naturaleza débil, es porque se resisten a tomarlos
fríos y con el lavado que sigue al baño caliente se habitúan
insensiblemente al agua fresca.
En este particular me atengo a los siguientes principios:
A personas robustas y sanas, cuyo aspecto indica que tienen sobra
de calor en el cuerpo, no les ordeno baños templados sino en
casos muy excepcionales. Por lo demás tampoco los piden; antes
bien suspiran por el agua fría, como los peces.
En cambio se los recomiendo a los jóvenes, a los débiles y pobres
de sangre, lo mismo que a las personas nerviosas, en particular a
aquellas que son propensas a ataques espasmódicos, reumas y
dolencias análogas; entre estas ocupan lugar preferente las madres
de familia que, por las innumerables molestias de la vida, se
hallan expuestas más que nadie a esta clase de males. Basta un
baño mensual a 35º C. de 25 a 30 minutos de duración, con el
subsiguiente lavado en frío.
Los que son propensos a reuma articular, gota o podagra deben
tomar dos baños mensuales.
El verano es la época más adecuada para que las personas débiles
y jóvenes ensayen los baños fríos.
A estos y a los ancianos recomiendo con insistencia un baño
mensual templado, a la temperatura de 35 a 37º C de 25 minutos,
con el subsiguiente lavado, que como siempre, sirve de
reconstituyente. Este baño no sólo contribuye a mantener la
limpieza, sí que tambien a fortalecer el organismo y refrescar el
cuerpo. El que observe con perseverancia esa costumbre verá que
sus fuerzas se acrecientan a medida que la transpiración aumenta
y se hace más activa la circulación de la sangre.
Baño templado completo para enfermos.
Al hacer la descripción de las diferentes enfermedades se indican
los casos en que deben usarse estos baños, cuyo empleo no ofrece
peligro alguno, si se aplican con las debidas precauciones.
Dos fines se persiguen con el uso de los baños:
Acrecentar el calor natural del cuerpo, o disolver y segregar
sustancias, que la debilitada naturaleza no podría eliminar por sus
solas fuerzas.
Según las sustancias con que se preparan reciben diferente
denominación, a saber:
Baños de flores de heno;
Baños de paja de avena;
Baños de botones, hojas o yemas de pino;
Baños mixtos.
Respecto de la preparación y de las aplicaciones de los dos
primeros rigen, en lo esencial, las mismas prescripciones dadas
para los baños de asiento. Para mayor seguridad ampliamos aquí
algunos puntos.
a) Bano de flores de heno.
Se llena un saquito de flores de heno que se echa en un caldero de
agua hirviendo, donde se deja cocer un cuarto de hora. Viértese el
cocimiento en el baño preparado con agua caliente, cuya
temperatura se regula añadiendo agua, hasta obtener los grados
marcados. Este baño es el más sencillo, y por su carácter
inofensivo, el más usado para elevar y normalizar la temperatura
del cuerpo; así es que los sanos pueden tomarle también en todo
tiempo. No pocos hidrófilos salen de mi clínica saturados con el
aroma de este baño, cuyas morenas aguas abren sobre manera los
poros y son un poderoso remedio para resolver las inflamaciones.
b) Baño de paja de avena
En un caldero de agua hirviendo se deja cocer por espacio de
media hora un buen manojo de paja de avena, y luego se procede
como en el caso anterior.
Este baño es más eficaz que el de flores de heno, y se recomienda
particularmente en las afecciones de los riñones y de la vejiga, en
los males de piedra y en la gota.
c) Baño de hojas o botones de pino.
Prepárase del modo siguiente: se toman botoncitos o agujas de
pino, tiernas, bien frescas, ramitas machacadas, cuanto más
resinosas mejor, o también piñas machacadas.
http://www.taringa.net/posts/salud-bienestar/9112034/Metodo-
Kneipp-El-agua-elixir-de-salud.html
Método Kneipp: El agua, elixir de salud
Método Kneipp: El agua, elixir de salud
Fuente:
http://www.dw-world.de/dw/article/0,,1340819,00.html
Fuentes de Información - Método Kneipp: El agua, elixir de
salud