metafisica en parménides y hume (2)

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METAFISICA EN PARMÉNIDES Y HUME: Del ser y el pensar al escepticismo metafísico. METAFISICA EN PARMÉNIDES: Del ser y la ilusión de los sentidos. Parménides nació alrededor de los años 515 a 510 a.C. en una colonia griega al sur de Italia conocida como Elea. Escribió un poema didáctico, conocido como el nombre de “De la naturaleza”, del cual se conocen alrededor de nueve décimos de la primera parte y muy poco de la última, aunque es en la primera parte en la que se condensa casi en su totalidad su teoría filosófica. El proemio consiste en una serie de predicaciones que La Diosa le da a este filósofo, en las que intenta acercarlo al camino de la verdad. Este filósofo, a mi parecer tiene dos puntos de anclaje metafísico importantes: por un lado el ser, y su correspondencia con el pensamiento; y por el otro el desprestigio al mundo sensible que predica. El principio de identidad Como bien es sabido Parménides es el “creador”, por decirlo de alguna forma, del principio de identidad, que es fundante de toda actividad lógica, pero que tiene sus raíces en este filósofo. Ahora bien, yo te diré, y tú escucha atentamente mis palabras, qué caminos de investigación son los únicos pensables: uno [que dice] que es y que no puede no ser, es el sendero de la persuasión -pues acompaña la Verdad-; el otro [que dice] que no es y que es necesario que no sea, y he de decirte que éste es un sendero impracticable. 1 Que el ser es, y el ser no es. Esta predicación que el día de hoy parece tan elemental fue formulada por primera vez cuatro siglos antes de Cristo. Y es que por eso es fundadora de toda filosofía y lógica posterior. El ser no puede ser que no sea, pues si el ser no es, el ser seria la nada, es decir el no-ser. Y esto es absurdo. ¿Cómo puedo pensar en algo que es y a la vez que no sea? ¿Puedo pensar en hombre que a la vez no es hombre? Es 1 Frag. 2, vers. I -6. 1

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Metafisica en Parménides y Hume

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Page 1: Metafisica en Parménides y Hume (2)

METAFISICA EN PARMÉNIDES Y HUME:Del ser y el pensar al escepticismo metafísico.

METAFISICA EN PARMÉNIDES:Del ser y la ilusión de los sentidos.

Parménides nació alrededor de los años 515 a 510 a.C. en una colonia griega al sur de Italia conocida como Elea. Escribió un poema didáctico, conocido como el nombre de “De la naturaleza”, del cual se conocen alrededor de nueve décimos de la primera parte y muy poco de la última, aunque es en la primera parte en la que se condensa casi en su totalidad su teoría filosófica. El proemio consiste en una serie de predicaciones que La Diosa le da a este filósofo, en las que intenta acercarlo al camino de la verdad. Este filósofo, a mi parecer tiene dos puntos de anclaje metafísico importantes: por un lado el ser, y su correspondencia con el pensamiento; y por el otro el desprestigio al mundo sensible que predica.

El principio de identidad

Como bien es sabido Parménides es el “creador”, por decirlo de alguna forma, del principio de identidad, que es fundante de toda actividad lógica, pero que tiene sus raíces en este filósofo.

Ahora bien, yo te diré, y tú escucha atentamente mis palabras, qué caminos de investigación son los únicos pensables: uno [que dice] que es y que no puede no ser, es el sendero de la persuasión -pues acompaña la Verdad-; el otro [que dice] que no es y que es necesario que no sea,y he de decirte que éste es un sendero impracticable.1

Que el ser es, y el ser no es. Esta predicación que el día de hoy parece tan elemental fue formulada por primera vez cuatro siglos antes de Cristo. Y es que por eso es fundadora de toda filosofía y lógica posterior. El ser no puede ser que no sea, pues si el ser no es, el ser seria la nada, es decir el no-ser. Y esto es absurdo. ¿Cómo puedo pensar en algo que es y a la vez que no sea? ¿Puedo pensar en hombre que a la vez no es hombre? Es absolutamente contradictorio y absurdo. Y en ese absurdo radica la enseñanza de Parménides: no tiene sentido pensar en un ser que no es, ¿de qué puede servirnos, cómo ampliar nuestro conocimiento si pensamos en un ser que es la nada, o en una nada que existe? Es decir, si existe la nada, ¿de qué serviría pensar en ella? ¿Para qué conocerla si es, justamente, nada? Con esto Parménides funda el primer principio de toda lógica y con esto podemos decir el primer principio de toda epistemología: de nada nos sirve pensar en aquello que no es, es decir en la nada, vayamos por el sendero de la verdad, es decir, de aquello que es, de aquello que existe.

La decisión consiste en esto:O es o no es.2

1 Frag. 2, vers. I -6.

2 Frag. 8, vers. 15-16.

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Y finalmente concluir con la afirmación que si hay algo que es, eso que es debe ser llamado ente. Y por lo tanto, el ente es necesario

Es necesario decir y pensar que el ente es: pues le es propio ser, mientras que no le es a la nada; es lo que te ordeno considerar.3

Este ente, que es, sobre el cual vamos a centrarnos pues ya hemos desechado el sendero de aquello que no es, tiene ciertas características, que también van a tener consecuencias muy importantes en toda la filosofía.Primero el ente es único, pues en otro caso sería múltiple. Esto es, en un sencillo ejemplo: pensemos que hay dos entes. Estos dos entes deben diferenciarse entre sí por alguna cosa, pues si no se diferenciaran serían entonces un único ente. Pero lo único que se diferencia del ente, es el no-ente, es decir, aquello que no es. Y como ya dijimos, sería absurdo pensar en un ente que no es, por lo tanto el ente es único.El ente además es eterno. Pues si no lo fuera tendría un principio y un fin. Y si en algún momento no hubo ente, tendría que haber habido nada. Pero es imposible pensar que la nada es (o fue), ya que no se puede predicar de la nada la existencia. Por lo tanto es eterno.Así como es eterno, el ente es imperecedero. Pues si se destruyese se convertiría en el no-ser, y como ya hemos dicho esto es absurdo.El ente además es inmutable. Pues la mutabilidad implicaría pasar del ser al no-ser, es decir, ser, algo para dejar de serlo y luego volver a ser algo distinto. Y en aquel dejar de ser, se ve implícito que el no-ser es en algún momento, por lo tanto, el ser es inmutable.El ente es infinito, pues no puede tener límites. Por lo tanto tampoco está en ningún lado, ya que “estar” en un lugar específico significaría suponer una extensión. Y si consideramos en algún momento que el ente tiene límites, ¿qué hay más allá de esos límites? Pues el no-ser. Y suponer eso sería suponer el ser del no-ser, lo cual, como en los casos anteriores, viola el principio de contradicción. Por lo tanto, el ser es infinito, ilimitado.También es intemporal. Puede hablarse del ente solo en un tiempo presente, es decir con el verbo “es”, pues sería absurdo considerar que el ente fue o será, ya que el ente no tiene duración en el tiempo, el ente es pleno y completo, no cabe dentro del tiempo.El ente es inmóvil. Ya que moverse supone dejar de estar en un lugar para estar en otro. ¿Cómo podemos predicar de este ser inmutable e infinito que está en algún lado y se mueve hacia otro? Sería totalmente contradictorio con las anteriores características del ente que hemos citado anteriormente, por lo tanto el ser es inmóvil.El ente, por último, es indivisible. El ente es todo, por completo. Es pleno, no tiene partes que sean, es todo en sí mismo y por entero. Es continuo, no hay diferencias dentro de él, no hay interrupciones.

Pero otra característica que le atribuye el ser es su correspondencia con el pensamiento en el famoso fragmento 3:

Pues lo mismo es pensar y ser.

Y con esto, Parménides es el primer filósofo en atribuir la coincidencia ser- representación, es decir, mostrar que aquello que se puede pensar existe indefectiblemente, pues aquello que no es no se

3 Frag. 6, vers. 1-2.

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puede pensar, ni lo puedes expresar.4 Con esto, se realiza una afirmación de la razón, del pensamiento como forma de conocer al ente: una forma privilegiada, ya que sólo puede pensar aquello que es. La realidad del ente se comprueba a través del pensamiento, de la razón humana, aquello que pienso es real, porque es; y de ninguna forma puedo yo concebir algo que no es. La razón es el único vehículo posible para facilitar el conocimiento de lo que es.

La división del mundo: de los sentidos y lo inteligible.

Durante el proemio, Parménides hace también acotaciones hacia el mundo, que podríamos llamar “común”, al mundo con el que nosotros nos relacionamos cotidianamente:

Todos los que los mortales han establecido, convencidos de su verdad:Generación y perecer, ser y no ser, cambio de lugar y mutación del brillante color.5

por el cual mortales que nada sabenvan errando bicéfalos: ya que la incapacidad en suspechos dirige la errante mente, y por aquí y por allá son arrastrados,sordos al par que ciegos, idiotizados, muchedumbre de insensatos,para quienes el ser y el no ser son lo mismo,y no son lo mismo, para quienes el sendero de todas las cosas es reversible.6

Como vemos, todas aquellas cosas que vemos cambiantes, mutables en el mundo, no son más que una ilusión, un error de los humanos, que creen que se puede dar en la naturaleza el ser y el no-ser, generación y perecer simultáneamente, etc. El ente que nos acaba de describir Parménides es todo lo contrario a lo que observamos en el mundo, por lo tanto, el ente está por fuera de lo que podemos percibir con los sentidos, los sentidos lo único que nos puede proporcionar son datos erróneos, móviles, ilusiones que nos hacen olvidar el principio de identidad y nos llevan por la vía de la opinión, donde este principio entra en contradicción continuamente.Por lo tanto, y he aquí la primera gran división de la filosofía, podemos observar que no es a los sentidos a quien debemos atender, pues ellos nos proporcionan información errónea, sino a la mente, a la razón, que como vimos, es el único camino certero hacia el conocimiento, hacia aquello fijo, inamovible y constante que no está sujeto a los cambios del mundo de los sentidos.

Pequeño apéndice: de la importancia de Parménides en el pensamiento posterior.

Cierto es que nada original voy a añadir aquí al decir que la influencia de Parménides en la filosofía posterior es innegable. No sólo en el principio de identidad que, aún hoy, es uno de los tres principios fundamentales de la lógica; sino además en la adecuación que realiza entre el pensar y el ser, y esto es, en la encadenación que se hará, y por mucho tiempo, entre aquello que pensamos y aquello que es. Aquello que pensamos, que nos representamos es necesariamente, pues sino no podríamos representárnoslo. Incluso si pensamos en la conclusión fundante de la modernidad, el famoso “Cogito, ergo sum” de Descartes; se podría pensar que hablamos prácticamente del mismo

4 Frag. 2, vers. 8.

5 Frag. 8, vers. 38-41.

6 Frag. 6, vers. 4-9.

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principio que habla Parménides. Si yo me puedo pensar, será porque existo. Si lo pienso, debe existir, ¿sino de qué forma ha llegado a mi cabeza?Y por otro ha comenzado otra gran división de la filosofía: sentidos-razón, cuerpo-alma, etc. División que perdurará, y perdura aún en algunos pensamientos de nuestra época. Aquí tenemos a Parménides: del siglo V antes de Cristo, que ha postulado “verdades” que siguieron y siguen siendo “verdades”. Todo es metafísica en Parménides: lo física queda inevitablemente ligado al error, al devenir, al no-ser.

METAFÍSICA EN HUMEImpresiones, ideas y la ilusión de la metafísica.

Impresiones, Ideas y qué es lo real.

Para el señor David Hume (1711-1776) todo es impresión, todo es sentidos. Los seres humanos estamos abiertos a recibir impresiones de todos lados y por todos los sentidos y la tarea de nuestra mente, nuestra razón, será ordenarlas, encadenarlas en ciertos estantes para que no sea caótico nuestro percibir.Estas impresiones son lo real, son condición de existencia de todo, aquí es justamente lo contrario a todo principio racionalista: no existe porque lo pienso, existe porque lo oigo, lo veo, lo siento, etc. La impresión en Hume, dijimos entonces, es condición de posibilidad de lo real, el pensamiento aquí tiene una función ordenadora y podríamos decir también, de alguna forma, creativa, a la hora de encadenar una impresión con otra.Las impresiones para Hume se dividen en dos categorías:-impresiones de la sensación, a aquellas que provienen de los sentidos;-y, de la reflexión, a las que tenemos de nuestra propia interioridad, por ejemplo, algún estado en particular como la tristeza o alegría.Y también habrá impresiones simples o complejas.De las impresiones se derivan las ideas. La cuestión sería: está bien, tenemos impresiones, pero vamos hay conceptos, cosas en las que pensamos que no son impresiones. Por ejemplo, yo recuerdo el sabor del chocolate y me acuerdo del placer que sentí al comerlo. Esto no es una impresión pues no es derivado de los sentidos ni tampoco una autoconciencia de un estado particular actual en el que me encuentro ahora. Pues bien, aquellos recuerdos de impresiones pasadas Hume las denomina IDEAS. Las ideas se diferencian de las impresiones por su vivacidad o intensidad:

Todo el mundo admitirá fácilmente que hay una considerable diferencia entre las percepciones del espíritu cuando una persona siente el dolor del calor excesivo, o el placer de la tibieza moderada, y cuando después recuerda en su memoria esa sensación o la anticipa imaginándola.7

Por lo tanto tenemos impresiones e ideas. De éstas últimas también va a establecer una división en simples y complejas: las ideas simples van a ser aquellas que remitan directamente a una impresión como recordar el dolor que sentí ayer o recordar un sonido, etc.; y las complejas aquellas que están compuestas por varias impresiones, como puede ser por ejemplo las criaturas fantásticas, como el centauro, compuesta por la idea de hombre y toro, o el ejemplo que da Hume, la montaña de oro, compuestas por la idea de montaña y de oro. Toda idea deriva de una impresión incluso aquella que pareciera que nada tiene que ver con las impresiones. Este pensador nos da un ejemplo muy claro: la idea de Dios, ¿cómo surge la idea de Dios?

7 Investigación sobre el entendimiento humano, Hume, David, Sección II, Buenos Aires, Losada, 1945.

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La idea de Dios, con el significado de un Ser infinitamente inteligente, sabio y bueno, surge al reflexionar sobre las operaciones de nuestro propio espíritu y al aumentar ilimitadamente estas cualidades de bondad y sabiduría. 8

Ya establecida estas divisiones la pregunta que nos quedaría es: ¿cómo asocia nuestra mente una idea con otra, como encadena impresiones? Para responder a esto Hume nos habla de las “Leyes de asociación de ideas” que son tres: leyes de asociación por semejanza (es decir, asocio ideas que creo son parecidas), leyes de asociación por contigüidad en el tiempo y en el espacio (asocio dos ideas que me parece están cerca espacialmente la una de la otra o tienen una cercanía en el tiempo) y asociación por causa y efecto (es decir, tendemos a asociar las ideas reuniéndolas en causas de efectos o efectos de causas).

Creo que nadie dudará de que estos principios sirven para conectar ideas. Un cuadro conduce nuestros pensamientos hacia el original [semejanza]; cuando se menciona un departamento de un edificio naturalmente se sugiere una conversación o una pregunta acerca de los otros [contigüidad]; y si pensamos en una herida apenas podemos evitar que nuestra reflexión se refiera al dolor consiguiente [causa y efecto]. 9

En definitiva el principio del empirismo es este:

todos los materiales del pensar se derivan de nuestras sensaciones externas o internas. Sólo la mezcla y composición de éstas pertenece al espíritu y a la voluntad. O, para expresarme en un lenguaje filosófico: todas nuestras ideas, o percepciones más débiles, son copia de nuestras impresiones o percepciones más vivaces.10

La razón sólo se encarga de dividir, unir, componer con los materiales que los sentidos (externos e internos) le proporcionan. Lo real son las impresiones. La inversión total del racionalismo.

Críticas a las nociones fundamentales del racionalismo

Como vimos Hume invierte el racionalismo reinante de esa época para darle una primacía en el conocimiento a los sentidos. Pero su crítica no queda ahí, y muy irónicamente va a ir desguazando las nociones fundamentales del racionalismo para demostrar que no tienen ningún fundamento en la experiencia, sino que son conceptos vacíos. Recordemos que lo real en Hume son las impresiones por lo tanto el método que va a utilizar va a ser buscar de que impresiones derivan ciertas nociones del racionalismo y si no derivan de ninguna dar cuenta de que son inventadas (ya que lo real está en la impresión: sin impresión que lo respalde ese concepto pierde toda realidad).

Critica a la idea de causalidad. Más allá de que Hume sea uno de mis filósofos favoritos por sus acertadas críticas y su forma de escribir tan ácida, puedo decir sin temor a equivocarme que su crítica a la noción de causalidad es tan simple en su formulación que apunta en el blanco.La crítica a la noción de causalidad es sencilla: ¿de qué impresión ha derivado el hecho de que haya causas y efectos en la naturaleza? Yo puedo percibir el calor, por ejemplo. Mido un cuerpo y está dilatado, es cierto. E incluso puede pasar que cada vez que haga calor mida un cuerpo y éste esté

8 op. cit., sec. II.9 op. cit., sec. III.

10 op. cit., sec. II.

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dilatado. Entonces deduzco: el calor dilata los cuerpos. Sin embargo, ¿donde veo yo que el calor emita una suerte de rayos que hagan dilatar a un cuerpo? ¿Hay una impresión correspondiente a esto? Pues no, dice Hume, no la hay, por lo tanto la noción de causalidad dice, se origina en el hábito o la costumbre. Es decir, que nos habituamos a pensar en términos de causas y efectos aquneu nada en la naturaleza nos diga que esto sucede así. Por lo tanto tendemos a asociar dos cosas que están juntas como causa de algún efecto. Hay un ejemplo famoso que da Hume y muy claro a mi entender: dos bolas de billar, una golpea a la otra, la segunda se mueve. De aquí deducimos que el golpe de la primera a la segunda es la causa del movimiento de ésta última; sin embargo dice Hume:

Inmediatamente infiere la existencia de un objeto [el movimiento de la segunda bola] por la aparición del otro [el movimiento de la primera]. Y, sin embargo, con toda su experiencia, no ha adquirido ninguna idea o conocimiento de la fuerza oculta por medio de la cual el primer objeto produce el otro; y tampoco es un proceso de razonamiento el que lo induce a sacar tal inferencia. 11

Es la repetición de dos hechos que se nos aparecen juntos en repetidas ocasiones lo que ocasiona que tendamos a pensar que uno es causa del otro. Pero esto no es natural: es una asociación que ejerce la mente a través como ya dije, del hábito:

Parece, pues, que esta idea de una conexión necesaria entre los sucesos surge de casos similares en que ocurre la ayuntación constante de estos sucesos, ya que ninguno de estos casos [por sí solo] puede sugerirnos esa idea, aunque fueran examinados por todos sus costados y desde todos los ángulos. Pero en un número de casos que se suponen similares, no hay ninguna diferencia con cada uno de los casos aislados, salvo que después de una repetición de casos similares el hábito conduce al espíritu, al aparecer un suceso, a esperar su acompañante usual y a creer que existirá. Por tanto, esta conexión que sentimos en el espíritu, esta acostumbrada transición de la imaginación de un objeto a su acompañante usual, es el sentimiento o impresión a partir de la cual formamos la idea de fuerza o de conexión necesaria. Eso es todo. 12

Critica a la idea del Alma (el yo)

Aquí podría decir que Hume nos cuestiona de la siguiente manera: ¿qué percepción tengo de mi mismo? ¿Qué percepción tengo de mi yo? Porque yo puedo tener conciencia de que estoy percibiendo el verde o algo salado, o incluso percibo que estoy adolorido o siento alegría, pero siempre tengo vivencias del yo en alguna cuestión. Quiero decir, percibo al yo alegre, pero ¿no hay una percepción del yo que no sea circunstancial, que no sea momentánea y ligada a otra impresión? Pues bien, no. Lo único que percibimos del yo es una serie de vivencias que nos referencian al yo, ya que el yo las vivencia, pero no tenemos ninguna impresión de ese yo, más allá de las vivencias por las que transita. Por lo tanto, no hay percepción del yo: es una fantasía, un intento de condensar en algo fijo un conjunto de percepciones y vivencias.

Crítica a la idea de existencia

Otra idea forjada por nuestra imaginación es la idea de existencia. Por ejemplo, yo digo este vaso de agua existe. Pero de lo único que tengo impresiones es del vaso. Quiero decir, ¿cuál es la impresión

11 op. cit., sec. V,

12 op. cit., scc. VII, parle II.

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de existencia? ¿Cuándo percibí que esto “existe”? No hay ninguna impresión de esta índole, por lo tanto, la idea de existencia es una idea inventada por nosotros mismos.

Critica a la idea de substancia

La crítica a la idea de substancia va a ir por el mismo camino que la crítica a la noción de causalidad. Hume nos pregunta: ¿de qué impresión deriva la idea de substancia? ¿Podemos tocar a la substancia, olerla, degustarla? No. La substancia pareciera ser algo más. Locke dice que la substancia es ese “no sé qué” que está por debajo de los caracteres y las cualidades. Entonces si yo tomo miro una pared. La pared es azul y de cemento. Pero pareciera que la substancia pared es algo más que la suma de percepciones particulares, es más que el azul y el material cemento., más aún que su forma rectangular o que su función. La substancia es “algo más”. Pues bien ¿con qué percibimos ese algo más? No hay impresión correspondiente a la substancia pared, hay una suma de percepciones particulares que juntas, más ese “no sé qué” constituyen la substancia pared, pero no hay impresión particular de ella. En definitiva la impresión de substancia no existe, por lo tanto la idea de substancia es una idea vacía forjada también a partir del hábito o costumbre de reunir las cualidades de un objeto en algo fijo e inmutable que llamamos substancia”.

En lo que se refiere a la idea de substancia, debo reconocer que, como no tiene acceso al espíritu a través de ninguno de nuestros sentidos o sentimientos [pues de ella no hay impresión ninguna], siempre me ha parecido que no es nada más que un centro imaginario de unión entre las diferentes y variables cualidades que pueden encontrarse en cada trozo de materia.13

Escepticismo y creencia en el mundo exterior

Hume nos ha demostrado entonces que nuestro hábito forja ciertas suposiciones que con el pasar del tiempo se constituyen como verdades. Su crítica radica justamente en el olvido: no hay que olvidar que todas estas ideas metafísicas: substancia, yo, etc., no son más que ilusiones. No forjemos discursos filosóficos con ellas, pues olvidamos entonces que son meras invenciones.. La metafísica es un sinsentido, es imposible. Lo único que percibimos son vivencias. Yo percibo que esta pared es azul, es dura, es de cemento, pero el hecho de la nombre “pared” es algo caprichoso, yo decidí que esta cosa dura, azul, y de cemento que, si bien son percepciones aisladas, las conformo como percepciones contiguas y las unifico bajo el nombre “pared”. ¡Pero no hay nada más caprichoso que eso! Nada en la naturaleza nos asegura que haya cosas, sólo podemos percibir vivencias pasajeras y aisladas: lo demás corre por cuenta de nuestra imaginación.Este es el escepticismo en el cual deriva el pensamiento de Hume. Un escepticismo “moderado” según él mismo lo denomina. Si no hay cosas afuera de nosotros, ¿qué sentido tiene conocer, qué sentido tiene la ciencia entonces? ¿Para qué matarnos a preguntas sobre el mundo si nada de lo que se diga sobre él es verificable, si sólo hay un sinfín de vivencias, pero aisladas e inconexas?Bueno, aquí es donde Hume salva su escepticismo y sostiene que tiene que haber una “creencia” en el mundo exterior, hay que suponer que hay cosas fuera de nosotros para que sea posible toda búsqueda de conocimiento, para que sea posible la ciencia. Así el conocimiento científico es posible y válido en la medida en que no se aleje de las impresiones, es decir, que no haga como la metafísica. La ciencia se dividirá en dos: aquella rama que trata sobre ocsas abstractas y que no son verificables en la realidad, como la matemática; y la rama que se ocupe de “verdades de hecho”, es decir, de verdades empíricamente comprobables.Por lo tanto, podemos ver que, en el extremo es empirismo de Hume nos puede llevar a sostener que nada hay en el mundo más allá de percepciones, de vivencias aisladas, que, por otro lado, son lo

13 The Letters of David Hume, (ed. by J.Y.T. Greig. Oxford, At the Clarendon Press, 1932), tomo I.

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único real, lo único de lo que nos podemos fiar. La metafísica es palabrería pura sin sentido, sin constatación en la realidad, por lo tanto, en nada amplia nuestro conocimiento hablar de cosas que no existen.

Apéndice II: Hume y Kant: el ser activo en la naturaleza.

Pese a las posteriores críticas que recibe el empirismo y en especial, la concepción de Hume sobre el mundo resulta indudable la influencia que tiene en toda la filosofía posterior. Después de él no se puede hacer metafísica de la misma forma, salvo que nos hagamos los sordos ante semejantes críticas.Para Kant, Hume lo saca de su “sueño dogmático”, que no es poco, por supuesto. Hume desestabiliza al idealismo/racionalismo reinante en la época, es una suerte de freno: cuando la razón pareciera explicar todas las leyes del universo Hume le pone un freno y le dice: “todo muy lindo, pero hasta acá”. Justamente es Kant quien va a tener en cuenta las críticas del inglés a la hora de realizar su crítica a la metafísica y a la que va a llegar a una conclusión parecida: la metafísica es imposible, pero hay que creer. Si no creo en Dios, pierdo todo orden. Si no creo en el mundo, ¿qué conozco? Por lo tanto, si bien es imposible decir que existen estos objetos metafísicos (como también es imposible decir que no existen), hay que creer que existen para generar una condición de posibilidad en el mundo.Tanto Hume como Kant, a mi parecer, son los creadores de un hombre que no capta los objetos del mundo con su razón y se limita a describirlos, sino que pone parte de él en ese acto de conocer, juega su creatividad, su forma de conectar las cosas, o podríamos decir, sus categorías. El sujeto se pone en juego en cada acto cognoscitivo, fusiona lo que trae él mismo con las cosas y crea, de esa forma, el conocimiento.

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