messalina emperatriz y esclava del placer (violaine vanoyeke guy rachet)

200
Aunque era una joven de noble linaje -descendía de Marco Antonio y de Octavia, hemana del emperador Augusto-, Mesalina no vivió una infancia esplendorosa. En su adolescencia, Simón el Mago le predijo un destino imperial en compañía de Claudio. Se desposa con él y, en el 41, al ser asesinado Calígula, la predicción del mago se cumple; Claudio alcanza el poder imperial y la joven de dieciséis años se convierte en emperatriz. -Mesalina utilizará su temible audacia para satisfacer una pasión carnal legendariamente insaciable, que le conducirá hasta la prostitución... y la muerte. Violaine Vanoyeke y Guy Rachet nos relatan los entresijos de la fabulosa leyenda negra creada en tomo de Mesalina y recrean la vida de esa implacable mujer a quien cegó su odio a Agripina, la madre del joven Nerón~ interviniendo decisivamente en la dirección del gobierno. lllega alcanzar la más alta dignidad de la antigua Roma, se convirtió fatalmente en esclava de sus propios deseos. Mesalina Emperatriz y esclava del placer Violaine Van oyeke Guy Rachet SALVAT Diseño de cubierta: Ferran Cartes/Mofltse Plass Traducción: Víctor García de la Torre Traducción cedida por Editorial EDAF, S.A. Título original: Messaline

Upload: woronzow-steelwind

Post on 22-Jul-2015

191 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Aunque era una joven de noble linaje -descenda de Marco Antonio y de Octavia, hemana del emperador Augusto-, Mesalina no vivi una infancia esplendorosa. En su adolescencia, Simn el Mago le predijo un destino imperial en compaa de Claudio. Se desposa con l y, en el 41, al ser asesinado Calgula, la prediccin del mago se cumple; Claudio alcanza el poder imperial y la joven de diecisis aos se convierte en emperatriz. -Mesalina utilizar su temible audacia para satisfacer una pasin carnal legendariamente insaciable, que le conducir hasta la prostitucin... y la muerte. Violaine Vanoyeke y Guy Rachet nos relatan los entresijos de la fabulosa leyenda negra creada en tomo de Mesalina y recrean la vida de esa implacable mujer a quien ceg su odio a Agripina, la madre del joven Nern~ interviniendo decisivamente en la direccin del gobierno. lllega alcanzar la ms alta dignidad de la antigua Roma, se convirti fatalmente en esclava de sus propios deseos. Mesalina Emperatriz y esclava del placer Violaine Van oyeke Guy Rachet

SALVAT Diseo de cubierta: Ferran Cartes/Mofltse Plass Traduccin: Vctor Garca de la Torre Traduccin cedida por Editorial EDAF, S.A. Ttulo original: Messaline

1995 Salvat Editores, S.A. (Para la presente edicin) 1988 ditions Robert Laffont, S.A. De la traduccin, Editorial EDAF, S.A. 1989 Editorial EDAF, S.A. (Para la edicin en espaol por acuerdo con ~ditions Robert Laffont) ISBN: 84-345-9042-5 (Obra completa) ISBN: 84-345-9110-3 (Volumen 67) Depsito Legal: B-37852-l995 Publicado por Salvat Editores, S.A., Barcelona Impreso por CAYFOSA. Noviembre 1995 Printed in Spain - Impreso en Espaa ndice I. Claudio II. Los juegos del circo III. El sacerdote Chilon IV. En las termas de Agripa V. Simn el mago VI. Baia VII. El matrimonio VIII. Vinicio IX. Claudio emperador x. Los jardines de Lculo XI. El regreso de Agripina XII. El aniversario de Claudio XIII. 6Ha sido asesinado Claudio9 XIV. Tito XV. Apio Silano XVI. La guerra de Bretaa XVII. El triunfo XVIII. El complot XIX. Venganza de mujer XX. Un deseo insaciable XXI. Lisisca XXII. Elrepudio XXIII. Las bodas de sangre XXIV. La victoria de Narciso Mapa de Roma Genealoga de la familia imperial

Pginas

CAPTULO I CLAUDIO

TiTO llevaba muerto tres meses el emperador Tiberio cuando ya el I~N pueblo se entusiasmaba por su sucesor, Cayo Csar, el hijo del clebre Germnico, quien llevaba el sobrenombre que le haban dado los legionarios de su padre a las orillas del Rin, calgula, botita. En todos los lugares pblicos resonaban los gritos de la multitud: Tiberio al Tber!'>, aullaban los que haban tenido motivos de agravio por causa de las locuras criminales del emperador difunto; stos eran numerosos y contagiaban su pasin a las gentes del pueblo, al tiempo que todos los romanos aclamaban a su pequeo, a su nuevo astro, Cayo Csar. Este joven de veinticuatro aos adoptado por Tiberio, a quien los caprichos de la fortuna haban colocado de pronto a la cabeza del Imperio romano, se beneficiaba de la inmensa popularidad de su padre Germnico, cuya modestia, cortesa y brillantes victorias sobre los germanos seguan vivos en todos los corazones, aunque hiciera ya ocho aos que haba muerto. Su juventud y los peligros que haba corrido en la corte de Tiberio haban hecho crecer ya ese aura, y por no desmentir esta gloria precoz desde que subi al trono se haba mostrado afable, buen administrador, economizador de los denarios pblicos, pero generoso con el pueblo: eso era lo nico que precisaba para seducir a la turba romana, vida y verstil. Calgula se instal en el Palatino, en el palacio en el que haba residido su sanguinario predecesor antes de que abandonara Roma para ir a la Isla de Capri, a la que haba convertido simultneamente en una suntuosa fortaleza, un centro administrativo del que partan las condenas de muerte y el ms prodigioso lugar de libertinaje. El palacio de Tiberio 9 L ocupaba la parte occidental del monte Palatino. Estaba limitado al sur por la plaza en la que se elevaba el templo de elegantes columnas corintias de la diosa oriental Cibeles, a la que los romanos llamaban la Gran Madre. El pueblo acceda all por una escalera de toba rosada. A pesar del tamao ya respetable de esta morada imperial, que se extenda en paralelo con el pequeo palacio de Augusto, Calgula soaba con extenderla hacia el norte, hasta el atrio de las vestales y el foro.

Se acercaba la hora dcima y el sol, descendiendo suavemente en el cielo, iluminaba el verdor de la prestigiosa colina, a la que amarilleaba casi con sus rayos, y animaba con su esplendor el bronce dorado de la cuadriga solar que dominaba la parte frontal del templo de Apolo, adosado a la casa de Augusto. Los pjaros, que haban echado a volar desde Velabro, el barrio construido sobre las antiguas marismas que dominaba el Palatino, se posaban en el borde de las ventanas y contaban las leyendas de la gruta del lupercal, donde la mtica loba haba alimentado a los gemelos Rmulo y Remo antes de que el pastor Fustulo los recogiera. En esta hora los extranjeros comenzaban a apretujarse al pie de la colina para visitar la cabaa del buen pastor y la gruta escondida desde hacia ocho siglos en el bosque consagrado al dios Pan, guardada por la higuera bajo la cual haba varado la cuna de mimbre de los gemelos abandonados a la orilla de las aguas del Tber. Tiberio Claudio Germnico, hermano del gran Germnico, a quien de manera ms simple llamaban Claudio, lea un poema de Ovidio en la biblioteca de palacio. Invitado por Calgula a compartir su almuerzo, haba llegado tarde, y el emperador no haba querido recibirlo. As se complaca en burlarse de su to y le castigaba, sabiendo que era un comiln y que le gustaba prolongar su comida durante horas, a pesar de sus dolores estomacales. Aunque ello le irritaba, Claudio no lo demostraba, pues tema atraer la clera del emperador. Haba aprendido a disimular sus sentimientos durante todo el reinado de Tiberio, y ello le haba permitido sobrevivir a un emperador a quien obsesionaba el temot a los complots y el resentimiento. Unas voces repentinas le apartaron de su lectura: los esclavos se afanaban en el comedor vecino, volviendo los lechos para limpiar los restos de la comida, sin duda refinada y copiosa, tal como le gustaba a Calgula. Claudio refunfu, sintiendo su vientre todava ms vaco. Trat de concentrarse nuevamente en la lectura, pero le volvieron a distraer unos gritos que provenan del exterior. El calor haba menguado y los romanos, levantados de la siesta, se apresuraban para acudir a los juegos excepcionales con los que el emperador haba decidido honrar a su madre Agripina, a quien se llamaba la Mayor para distinguirla de su hija, Agripina la Menor, nacida tres aos despus de Calgula. Los comerciantes comenzaban a instalarse en los alrededores del Circus Maximus, el Circo Mximo, donde se desarrollaban la mayor parte de las carreras de carros, situado al pie del Palatino. Por eso llegaban ya hasta palacio los martillazos de los comerciantes que precipitadamente construan sus barracas y abrigos, en medio de los gritos y llamadas de las gentes del pueblo, excitadas ante la perspectiva de esas diversiones. Unas aclamaciones atrajeron todava ms la atencin de Claudio. Dej el rollo de papiros en la mesa de cedro, de un milln trescientos mil sestercios (el precio de un gran dominio!), que recientemente haba regalado Ptolomeo de Mauritania a su primo Calgula. Se levant, vacilando ligeramente. Era un extrao espectculo ver avanzar as a ese hombre

de 47 aos, de piernas demasiado delgadas, vestido con una toga de una blancura inmaculada, ricamente bordada con dibujos verdes y dorados. Llevaba sin la menor majestad esta toga solemne, que slo se pona para ir a palacio. Cuando sala para asistir a los juegos o tomar el aire en el foro, como hacan todos los romanos, se contentaba con vestir una tunca de lino. Se dirigi arrastrando los pies, calzados con sandalias de cuero, hasta una ventana elevada y lanz una curiosa mirada hacia la casa de Livia, donde percibi una agitacin febril. Los guardias imperiales distribuan dinero al pueblo en nombre de Calgula, quien acababa de heredar la inmensa fortuna de su abuela Antonia la Menor, hija del triunviro Marco Antonio y de Octavia, la hermana mayor de Augusto. Por eso los romanos aclamaban a su buen emperador. Los gruesos labios de Claudio expresaron enojo al recordar a esa Antonia, su propia madre, quien haba cedido la herencia a su nieto, colmado ya por el imperio. A l nunca le haba amado, y siempre le haba despreciado. Deca con crueldad que su hijo Claudio no era ms que un boceto, con sus pies demasiado grandes, los cabellos extraos y los ojos globulares. El tena apenas un ao cuando haba perdido a su padre Druso, hermano de Tiberio, quien haba dirigido bajo Augusto gloriosas campaas en Germania. Vctima de numerosas enfermedades en su juventud, privado de la proteccin del padre, no se le haba considerado apto para cumplir ninguna funcin, y a una edad ya avanzada se le haba entregado a un preceptor, antiguo inspector de un depsito de sementales, que le trataba brutalmente, con menos miramientos que a sus caballos. En una ocasin, su madre le haba permitido presidir los combates de gladiadores celebrados en honor de su padre difunto, pero a condicin de que cubriera a medias el rostro con un capuchn para no ridiculizar a la familia imperial. Cuando quera decir lo estpido que era alguien, Antonia tena la costumbre de afirmar que era ms necio que su hijo Claudio. E.incluso su abuela Livia, la mujer de Augusto, no se diriga a l ms que por medio de otra persona, o por medio de notas escritas. Recordando esos comportamientos, que le parecan tanto ms injus'o 11 tos cuanto que l era el ms estudioso y cultivado de los miembros de su familia, Claudio guard el rollo de poemas de Ovidio en el estuche, lo volvi a colocar en la caja y comenz a buscar una obra sobre los etruscos. Claudio era un apasionado de la historia y se interesaba tanto por los antiguos etruscos como por Cartago. Poda gloriarse de haber tenido por maestro y amigo a Tito Livio, el gran historiador de Roma, muerto hacia ya una veintena de aos, sin que por ello hubiera olvidado las atenciones que de l haba recibido. Encontr un rollo de las Gergicas de Virgilio, lo despleg y se puso a recorrer algunos versos. Estaba de espaldas a la puerta y no oy entrar a Calgula. -Salud, Claudio! Qu lees mientras me esperas? Claudio se sobresalt al oir la voz de su sobrino. Se dio la vuelta y qued callado, sorprendido por el atavo ridculo de Calgula, quien se haba vestido con una pesada tnica de seda moar, recubierta de piedras

preciosas, que le caa en pliegues asimtricos hasta los pies. El emperador tena un gusto pronunciado por estas tnicas multicolores, que los romanos no llevaban ms que en el campo. Era alto y delgado, un poco desgarbado, de cuerpo nervioso y mal proporcionado y piernas delgadas; sus sienes ahondadas y su frente grande, abombada y abollada, contrastaban con la parte baja del rostro, ms menuda, terminada en un mentn sobresaliente y voluntarioso; sus ojos hundidos, aunque movles y vivos, le conferan un aire de inteligencia penetrante, en la que brillaba no se saba qu llama inquietante. Claudio elev el brazo para saludar al emperador, quien le cogi el rollo de las manos. -Virgilio? -grit con una risotada de burla-. No! Todo salvo Virgilio! Es un poetastro! Escucha esto mejor! Desdeosamente haba arrojado la obra sobre la mesa y levantando los brazos con nfasis declam en griego: -Mi corazn se desgarra al recordar al prudente Ulises, el desgraciado que desde hace tanto tiempo sufre, lejos de sus amigos, en una isla cercada por el oleaje, en el centro de los mares... Homero, se si que era un poeta! El nico gran poeta! Sin querer contrariar a su irascible sobrino, Claudio volvi a poner el rollo en su lugar, recordando que hubo un tiempo en el que Calgula haba a15reciado al maravilloso poeta de La Eneida. Pero sus gustos haban cambiado y de pronto haba echado a las llamas lo que antes haba adorado. -Sintate, Claudio -volvi a hablar Calgula-. Te he hecho esperar, pero por qu te presentas siempre en palacio con tanto retraso cuando se te espera para cenar? Eso me disgusta, bien lo sabes. Seguro que has recorrido los lupanares toda la noche y te has acostado al alba, segn acostumbras. 12 El sobrino haba dado en el blanco. Claudio enrojeci sacudiendc la cabeza, segn una mana que tena desde la infancia, y dijo tartamudeando. -Ni siquiera he encontrado el placer... Calgula estall en risas al tiempo que se estiraba sobre un lecho de madera incrustado en oro. -Y cmo ha sido eso? Acaso te ha apaleado algn rufin por no haber querido pagar el precio? -Nada de eso. Toda la noche esper en vano en el Esquilmo a una armenia. -Por Priapo! Y por qu buscas a una armenia y no a una bella romana, de pecho firme y grupa redonda y carnosa? -Porque me gustaba. Cuando llegu a su casa sala con un centurin y me pidi que la esperara. -Y obedeciste dcilmente? Pobre asno! Espero que no sepa quin eres, para que no se jacte de haber dado plantn toda una noche al to del Csar. Mi pobre Claudio, yo te vengar. Mandar que la traigan al lupanar que pienso instalar en el palacio y podrs tenerla cada vez que vengas a visitarme. Quiz as no te hars esperar.

-Te lo agradezco, Calgula -murmur Claudio bajando la cabeza. -No me lo agradezcas -contest el emperador levantndose. Tom una aceituna de una fuente puesta en la mesa de cedro, la mastic mirando a Claudio con malicia y escupi hbilmente el hueso a sus cabellos al tiempo que le preguntaba. -No tienes hambre? Claudio, que no haba podido evitar el hueso lanzado a la corona de flores con que cea la cabeza, sacudi sta. Calgula dio unas palmadas y enseguida una esclava etope, desnuda hasta las caderas, envueltas en un largo pao de lino, con la espesa cabellera rizada sujeta por una cinta tenida de prpura, acudi a cumplir sus rdenes. -Trae vino de Sorrento con salchichn de la Galia y nueces de Thasos. Cuando la joven se hubo retirado, Calgula volvi a hablar, dirigindose a su to: -Mientras esperamos, come aceitunas... Creme que no te he hecho esperar por placer. Tena las orejas acosadas por los consejos de los senadores con respecto a las medidas que conviene tomar enseguida. Toda la comida la hemos pasado en estas discusiones vanas, pues tengo la intencin de no hacer nada ms que lo que yo quiera. Despus, he tenido que recibir a los mensajeros de los ciudadanos de Anitio, venidos de Lusitania, y a los de Assos, venidos de Troade, para que me leyeran los juramentos de fidelidad prestados por su pueblo, y no he podido terminar con los correos de los gobernadores de provincias. Todos me escriben para felicitarme. Me pregunto cundo tendr tiempo para montar a In13 citatus, mi querido caballo! Desde hace tres meses que me he vestido con la prpura imperial no he tenido un momento de ocio. L~ esclava etope entr seguida de una compaera, las dos cargadas con cntaros de oro cincelado, finos vasos de Alejandra, fuentes de plata llenas de charcutera y panes redondos. -Aqu est nuestro agradable aguapi -dijo Calgula, tomando el vaso que le ofreca, arrodillndose, una de las dos esclavas-. El vino de Sorrento no me parece el mejor, a pesar de su fama de pureza, mas como es ligero, pienso que a esta hora te ser conveniente. Claudio asinti riendo tonta y desagradablemente y present sus manos a la otra esclava, quien las cubri con agua tibia a la que haban aadido limn y ptalos de rosa. Les lleg entonces el nombre de Calgula, pronunciado por una multitud reunida en lo alto de la escalera de Cacus, por la que se acceda al Palatino. Al mismo tiempo, un esclavo encargado de anunciar a los visitantes lleg para decirle al emperador que Mnster, clebre pantomimo favorito del emperador, quera ser presentado. Calgula hizo un gesto de aquiescencia y Mnster entr enseguida. Este hombre, delgado, flexible,

vivo en sus gestos, pareca mimar y danzar incluso cuando se desplazaba, como s su oficio se hubiera convertido en una segunda naturaleza. Pareci deslizarse sobre el suelo de mrmol, hasta llegar hasta Calgula, a quien salud con obsequiosidad: -Csar, tu nombre es aclamado en toda Roma. Conviene que te muestres en la ventana para recibir las felicitaciones que te valen tus mritos y tu generosidad sin par. Una sonrisa de satisfaccin ilumin el rostro del joven emperador, quien declar volvindose hacia Claudio: -El pueblo me reclama. Es natural: he ordenado que se distribuyan setenta y cinco denarios a cada ciudadano. Degusta pues este vino mientras les saludo. T tambin, Mnster. Calgula se haba levantado con un gesto brusco. Tena un modo de andar falso, y esa violencia se haba intensificado desde que ci los laureles imperiales. Sin embargo, saba brillar en sus discursos, pues en los cursos de retrica y filosofa que haba tenido que tomar haba adquirido un repertorio de ideas generales y juicios hechos que respondan a lo que esperaba el pblico. Sabia adornar los discursos con ejemplos tomados de la historia romana y sus acontecimientos. Sobresala en la deliberacin y la controversia, y haba adquirido un vocabulario que le permita asombrar a su pblico y suscitar la admiracin hacia un talento un poco artificial. El propio Tiberio, desde su retiro de Capr, le haba estimulado a perseverar por esa va, pues ya lo haba elegido como heredero. La forma de hablar de Calgula era suelta y clara, su voz fuerte, y haba heredado de su padre Germnico el deseo de complacer y persuadir. Aplast con la mano los mechones que sobresalan de su poco abundante cabellera, pues la cima de su crneo haba sido ya alcanzada por la calvicie propia de la familia de Julia, a la cual perteneca por su bisabuela Octavia, y arregl con los dedos largos y huesudos las mechas que cubran la parte superior de la frente. Cuando el pueblo vio a su emperador, los vivas recrudecieron, acompaados de aplausos; levant la mano para saludar a la multitud. -Este pueblo acabar asfixindome -dijo suspirando Calgula mientras volva para acostarse en el lecho. -Te ama, Csar, tanto ms por cuanto que has sido cruelmente tratado por Tiberio -afirm Mnster, adulador. Contrariamente a lo que caba esperar, Calgula se volvi hacia l, con la mirada severa. -Tienes t quejas de Tiberio, Mnster? -le pregunt con una voz melosa. Pues para combatir el rumor segn el cual no era ajeno a la muerte de Tiberio, algo tan natural que hasta se haba declarado oficialmente, Calgula se mostraba un defensor intransigente de la memoria de su imperial y difunto abuelo. Mnster, que percibi la amenaza, se inclin asegurando con uncion: -Todo lo contrario, Csar, no puedo ms que felicitarme por la magnificencia de ese gran prncipe. -Me alegra ortelo decir, Mnster. Retirate ahora. Quiero descansar

con Claudio. Ah! Anuncia al pueblo que, con ocasin de los juegos que ofrezco en honor de mi lamentada y venerada madre, har nuevas distribuciones de dinero. Cuando Mnster sali, Calgula volvi a dirigirse a Claudio. -Qu te parece este vino? -Excelente! -Prueba tambin el salchichn. Nosotros ya nos hemos regalado! Lo hemos comido degustando un vino viejo de ciento sesenta aos que me ha ofrecido Pomponio Segundo. Parece ser que lo ha pagado a un precio exorbitante, pero no he conseguido saber la suma exacta. A pesar de su hambre, Claudio slo coma un poco por temor a atraer nuevas bromas de su sobrino. Calgula le observaba mientras morda las rodajas de salchichn, dejando colgar negligentemente su pie calzado con un coturno de cuero dorado excesivamente adornado. -Hablemos ahora de asuntos serios -dijo de pronto Calgula, mientras Claudio, a quien el hambre volva cada vez ms audaz, comenzaba a atracarse de nueces y salchichn-. He decidido que presidas los Juegos en honor de Agripina... 14 15 -Quieres que yo... -dijo Claudio, con un ataque de hipo mientras se tragaba una nuez transversalmente. -Presidirs en mi lugar los juegos que doy en recuerdo de mi madre. -Te burlas dc m, Calgula... -En absoluto. Quiero que comiences a aparecer en pblico y asumas cargos de estado. Esas palabras, dichas con firmeza, bastaron para persuadir a Claudio dc que su sobrino no bromeaba. Se sinti invadido enseguida por sentimientos contradictorios. Sobre todo tema no ser capaz de mostrarsea la altura de las tareas que le iban a ser confiadas, lo que le colocara en una situacin todava ms penosa frente al emperador. Pero soaba tambin que se le presentaba una ocasin de su revancha frente al destino, y de deshacer la desastrosa imagen de s mismo q ue sus padres y Augusto haban impuesto al pueblo. Pues Augusto, aunque haba reconocido su 'nobleza de alma", segn su propia expresi~n, y la limpieza de su clocucin cuando hablaba en pblico, se haba abstenido de atribuirle e menor cargo, a excepcin del dc sacerdocio augural. Sin embargo, (iaudio quera todava asegurarse, aunque no fuera ms que para comprobar la firmeza de las resoluciones del emperador: -Csar, me tomas por un asno rematad