memòries de manaboué

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"Memòries de Manaboué" és un recull de vivències narrades pels voluntaris del primer Camp de Treball organitzat per ADESCI i el CMU Pedralbes. Els escrits, a més, es complementen amb un bon grapat de fotografies que il·lustren els dies a Costa d'Ivori.

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Page 1: Memòries de Manaboué
Page 2: Memòries de Manaboué
Page 3: Memòries de Manaboué

Memories de Manaboue`

`

Dedicat a tots els habitants del poble de Manaboué i demés

amics ivorians que, gràcies a la seva amabilitat i simpatia,

han fet que no haguem faltat cap dia a enrecordar-nos d’ells.

Page 4: Memòries de Manaboué

Títol:

Memòries de Manaboué.

Camp de treball a Costa d’Ivori

Editat per:

Luis Berga Montaner

[email protected]

669 814 558

Autors i fotografies:

Miquel Alfonso Ramos

Luis Berga Montaner

Santi Costa Palau

Albert Jané Salvadó

Adrián Jurado Batanás

Daniel Jurado Batanás

Andreu Labian Pagès

Ryan Lahon

Ignacio Maristany Pintó

Quim Megías Barrera

Miguel Ochoa de Olza Soler

Gonzalo Olivieri Fernández

Pol Parareda Farriol

Mn. Emili Roure i Boada

Adrià Vallés García

Pedro Villar Llull

Eugeni Xalabarder Voltas

Per a:

ADESCI S.L.

Col·legi Major Universitari Pedralbes

Imprés per:

Jorvich S.L.

Dipòsit legal:

1696/2008

No està permesa la reproducció total o

parcial d’aquest llibre per cap mètode de

transmissió de dades, bé sigui electrònic,

mecànic, per fotocòpia, per registre o per

altres mètodes, sense el consentiment del

seu autor.

Page 5: Memòries de Manaboué

Des del 12 d’agost de 2007 fins al 7 de setembre, un grup de 23

persones, de les quals la majoria són joves universitaris, canviaren

els seus plans de vacances d’estiu per a dirigir-se cap a Costa d’Ivori.

Un únic sentit: ajudar.

Aquest llibre recull una variada mostra d’experiències que conten els

propis aventurers i una selecció de fotografies mostrades per

temàtica.

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Page 6: Memòries de Manaboué
Page 7: Memòries de Manaboué

Presentació

D’esquerra a dreta i de dalt a baix, els joves cooperants són:

Adrián Jurado, Ryan Lahon, Ignacio Blasi, Gonzalo Olivieri, Luis

Berga, Pol Parareda, Miquel Alfonso, Álvaro Blasi, Joan Donada,

Mn. Emili Roure, Ignacio Maristany, Albert Jané, Miguel Ochoa de

Olza, Daniel Jurado, Pedro Villar, Ignasi Pujol, Santi Costa, Quim

Megías, Santi Costa (fill), Andreu Labian, César Cidraque, Adrià Vallés.

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Page 8: Memòries de Manaboué
Page 9: Memòries de Manaboué

memoria escrita`

6

Page 10: Memòries de Manaboué

09.12.1985

Palma de Mallorca

Diplomat en Turisme per laUniversitat de les Illes Balears.

Estudiant de 3r curs de laLlicenciatura de Publicitat iRelacions Públiques per la ESRP.

Membre d’ADESCI.

LUIS

BERGA

MONTANER

A la espera de una oportunidad.

Veréis, hacía mucho tiempo que iba detrás de un

campo de trabajo. Había oído que solían

organizarse muy a menudo, pero como no es una

de nuestras prioridades más inmediatas, dejas

pasar el tiempo. Te olvidas. Lo vuelves a recordar.

Te olvidas. Y así, pasa el tiempo hasta que un día,

si hay suerte, te ofrecen participar. Así me

sucedió y no lo dudé ni un solo momento. Fue

uno de esos actos impulsivos que trato de

desterrar de mí y de los que luego me arrepiento.

Sin embargo, ésta vez sabía que no me

arrepentiría. Llevaba mucho tiempo detrás de

una cosa así, y al fin se me presentó la

oportunidad; al fin me dieron la oportunidad.

Cuando lo comenté en mi casa, me dijeron que

adelante. Les parecía muy bien que optase por

pasar una temporada junto a los “negritos de

África”, tan necesitados como están. Me dijeron

que más que ayudar a los demás, ellos me

ayudarían a mí. Era hora de saber la suerte que

hemos corrido al nacer donde hemos nacido,

vivir de quien vivimos y de tener lo que tenemos.

Similares palabras salieron de las bocas de

muchos de mis amigos, familiares y allegados. Me

felicitaban por la labor que iba a desempeñar y

por el gran paso que estaba a punto de dar. Me

llamaron desde valiente hasta insensato…, me

quedo con lo de valiente. Es cierto que el país no

está bien, que las guerras han azotado una y otra

vez a su población, ya maltrecha de por sí por la

crisis económica, que estaría en contacto directo

con muchas enfermedades, que una vez allí, si

aquello no me gustaba, tendría que aguantar todo

el mes; pero eso creo que no son excusas si se

trata de ayudar. Por azar o no, nos ha tocado vivir

en un mundo desarrollado en el que no nos falta

qué comer, mientras que otros se han

encontrado en la situación opuesta. La situación

no depende únicamente de nosotros, pero si hay

Page 11: Memòries de Manaboué

algo que esté en nuestras manos, tenemos el deber moral de hacerlo.

Recuerdo que desde que compramos el billete (marzo), hasta la fecha del viaje (agosto), las

semanas y meses pasaron muy lentos. La ilusión se apoderaba cada día más de nosotros, el

grupo de viajeros. En una ocasión, me crucé con Andreu Labián por los pasillos del Col·legi

Major Pedralbes. Él venía de clase. Como siempre, me saludó con un apretón de manos de

colega a colega y, antes de ni siquiera decirme hola, me miró y con cara más bien de

angustia me dijo: “me muero de las ganas de irme ya a Costa de Marfil”. Sin más, me soltó

la mano y se fue a su habitación. Me quedé sin palabras, enmudecido; pero más que nunca

reconfortado. A esto me refiero con ilusión.

Ocasiones como esta se sucedieron en el tiempo hasta que, un buen día, llegó la semana

del viaje, y otro buen día, el día del viaje. Todo eran nervios. Nervios que se transformaron

en la más pura satisfacción y alegría cuando aterrizamos en Abidjan.

Nuestra primera experiencia en la que nos vimos cara a cara con la pobreza, fue en Abidjan,

concretamente, en un barrio llamado Wazá. Se trata de un barrio marginal, no a las afueras

de la ciudad, en el que la mayoría son refugiados provenientes de las zonas del país más

amenazadas por la guerra, que buscan una vida en paz en la ciudad sureña. Nuestras

furgonetas aparcaron a la entrada del barrio y nos dispusimos a hacer nuestra visita. Antes

de que nos diésemos cuenta nos habíamos visto rodeados por niños, curiosos, que habían

dejado de jugar a fútbol por conocer el motivo de que un grupo tan numeroso de blancos

les visitara. La situación fue cuanto menos graciosa, explico: un pasillo, aproximadamente,

de un metro dividía el grupo de blancos y al grupo de niños negros. Los segundos no se

atrevían a acercarse, porque les dábamos miedo. Ello hasta que un chiquilicuatre de unos

siete u ocho años, “muy valiente”, se adentró en nuestro grupo y les dijo al resto que no

tenían de qué temer, no hacíamos daño. A partir de ahí, los niños nos cogieron de las manos,

es más, cada dedo de nuestras manos era para un niño diferente que se dejaba arrastrar,

se hicieron fotos con nosotros, se subieron a caballito, jugamos y caminamos con ellos. La

imagen recordaba a la película Bienvenido Mr. Marshall. Dejando fuera la anécdota graciosa,

desolaban las pésimas condiciones de vida en las que vive esta población. Las casas, las había

que ni siquiera eran de adobe; sino que con cuatro maderas y unas ramas, ya hacían de ello

su hogar. Los niños aprovechaban, desconozco si bebían o no, el agua marrón que conducía

un riachuelo, que para más INRI, desprendía un fuerte hedor. Vendían y comían pescado

putrefacto, que Dios sabe cuántos días hacía que estaba fuera del agua. Las ropas que

vestían estaban desgarradas, las de quien llevaba, por supuesto. Igual pasaba con los zapatos,

aunque éste caso presenta una particularidad: los niños corrían, y aún corren, por encima

de hierbas, piedras, tierra,...; juegan a fútbol y viven, con esos zapatos, repito, quien tiene. Pies

maltrechos, uñas rotas, cayos, durezas, heridas infectadas… Estremecedor.

Al finalizar el recorrido, y de nuevo en nuestras furgonetas, sentí como si alguien hubiera

empequeñecido mi corazón e impidiese que volviera a su posición natural. Fue entonces

cuando recordé unas palabras que dijo Dani Vives “Hoy vais a ver no el tercer, sino el cuarto

mundo”. Miseria.

La situación acabó aquí, pero desde ese mismo momento, vive en nuestras cabezas. En la

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Page 12: Memòries de Manaboué

memoria de cada uno de los viajeros que visitamos el lugar. Y, desde ahora, en ti, lector, que

en estas líneas he tratado de describir lo que no dicen las fotos.

Desgraciadamente, este no fue un hecho aislado, e historias como esta, se sucedieron

durante todo el viaje.

En Costa de Marfil la pobreza no se ve, se vive. La pobreza está por todas partes. Las

mujeres, colectivo trabajador, transportan sobre sus cabezas todo lo que sea susceptible de

ser transportado. Y si digo todo, es que es absolutamente todo. Sino, ¿a quién se le ocurriría

transportar una bombona de butano sobre la cabeza? ¿y un tronco de más de cinco

metros?. Las mujeres son también quienes cuidan a los niños, quienes hacen la comida,

quienes cortan la leña, quienes guardan la casa. Desde niñas ya trabajan duro, mientras que

los niños, varones, juegan. ¿Y sólo eso? Creo que sí. ¿Y los hombres que hacen? No lo sé.

Quiero pensar que trabajan en el campo, que ellos ganan el dinero que entra en sus casas,

porque sino, ¿de qué viven? Lo cierto es que todo el mundo vende algo; la calle está

abarrotada de “tenderetes”. La gente vive en la calle. La calle es su casa. Curiosamente, un

día que fuimos a tomar unos chupitos de algo parecido a alcohol destilado de forma casera,

encontré el porqué a esta situación. Las casas en las que viven, únicamente, acogen los

lechos: las habitaciones donde por la noche duermen. ¿Nada más? Nada más. No hay salón,

ni cocina, ni baños. Toda la vida se hace fuera de la casa. Parte de culpa la tendrá el clima

favorable, pero, por supuesto, la razón principal se llama pobreza, escasez, penuria, miseria,

desgracia. ¿Desgracia? Desgracia económica. Porque gracia les sobra. ¡Cómo se mueven!,

¡qué ritmo!, ¡qué tocar de tambores! Será verdad que los negros tienen el ritmo en el

cuerpo.

Varias noches nos mantuvieron “en vela” haciéndonos música de tambores. Enseñándonos

sus danzas y sus ritmos, casi imposibles, por cierto; sobretodo sus ritmos. A modo de

intercambio, nosotros les mostramos nuestra cultura musical que, al final, pareció resumirse

en la, ahora más que nunca, archifamosa Macarena. Manaboué, Sago, y Gnago II acabaron

bailando nuestros ritmos latinos; e incluso llevaron el baile a las consultas médicas. De vez

en cuando aparecía un enfermo que decía dolerle todo. Se señalaba los brazos, los codos,

la cabeza, la cadera. Parecía que bailaba La Macarena. Miquel Alfonso acabó denominándolo

el mal de la macarena. Pero no, no se trataba de ninguna dolencia provocada por bailar

excesivas horas el ritmo de los del Río, sino de la malaria. Malaria y más malaria.

Tuve la ocasión de asistir dos veces como ayudante en el grupo de los médicos. Mi labor

se centró en sanar heridas, suministrar medicamentos y, al final, ayudar en lo que necesitase

el colectivo de sanitarios. Vi sida, malaria, lepra, infecciones, quemaduras, quistes,

tumores, dientes encariados o más bien, caries endentadas, muelas huecas, infecciones

bucales,… Es innumerable lo que vi. Pero sobretodo, me llamaron la atención las tremendas

heridas que portaban en sus cuerpos nuestros queridos africanos, a la vez que la naturalidad

con las que las llevan. Me explico: el tamaño o la gravedad de algunas de las heridas que

durante esos días tuve la ocasión de ver, revisten tanta peligrosidad que eran necesarias que

un médico, con medios suficientes, las tratase en profundidad. Mientras que ellos no les

daban ninguna importancia. Ignorancia total. Muchos asistían a la consulta porque habían

Page 13: Memòries de Manaboué

oído que un grupo de médicos se iba a acercar a la zona y, seguramente, como no tenían

nada que hacer…pues venían. Y si no era ignorancia, pues era inconsciencia. La muerte se

ha vuelto en algo tan natural y tan frecuente para ellos, que se demuestra con la actitud que

adoptan frente a las enfermedades.

En este sentido, recuerdo una anécdota que merece ser contada y que pone de manifiesto

lo que párrafo atrás he expresado. Durante 3 días, el grupo de españoles tuvimos como

mascota a un pangolí bebé. Se trata de un mamífero muy similar a los armadillos, aunque

con una especie de escamas. El animal estaba siendo torturado cuando Quim fue a su

encuentro y salvación. El caso es que al tercer día, el pangolí murió. Por ello, lo enterramos

y le hicimos una tumba. Entonces fue cuando Armand, un chico de unos 14 años, uno de

los más listos de los niños que asistían al colegio, un buen día descubrió la tumba y me

preguntó qué es lo que había dentro, a lo que contesté con sinceridad. Acto seguido, me

miró y sin cambiar de expresión, me dijo: “mi hermano se murió ayer”. Sin más, siguió con

sus amigos.

Nada. Ni un gesto de dolor. Ni una lágrima. Ni una voz temblorosa. Nada. Que nadie me

malinterprete, no le califico de insensible, digo que la muerte sucede tan a menudo en su

sociedad, que es algo tan normal, que, prácticamente, no le dan ninguna importancia.

La misma importancia le dan a conceptos como el ahorro, el de material, el de tiempo, o

el optimizar recursos. Y todo ello porque nadie se lo ha enseñado. No han tenido a ninguna

madre que cuando los domingos te daba las 25 pesetas de la paga, te dijese “pero no te lo

gastes, guárdalo”. Y, aunque luego te lo gastases, aprendías el concepto y, un buen día,

encerrabas la moneda dentro de la figura de barro. Magnífico. Parecerá una tontería, pero

el ahorro, y más cuando los recursos son escasos, es básico. Y en la práctica, si donde basta

poner un saco de cemento, pones dos, mal vamos. Luego, parecen mentiras los contrastes

con los que te encontrabas, con los que te dabas de morros. Si ahora hablamos de poca

optimización de recursos, una vez vi a un niño que había atado una cuerda a la lata de atún

que por la mañana habíamos desayunado, y la arrastraba estirándola por la tierra, como si

de un cochecito se tratase ¿no es esto reciclaje?

Tan grande es el contraste que quizás sea por ello que volvimos con una cantidad de

fotografías que se cuentan por millares. Con este preámbulo, todo se convierte en

potencialmente retratable. Desde ciudades a poblados, desde niños a ancianos, desde

pobreza a riqueza, desde animales a paisajes. Otro contraste: en Costa de Marfil existe

tanta pobreza como rica es su naturaleza. Selva y arena, interior y costa. Impresionantes son

sus playas: arenas rojizas, mareas atlánticas, vegetación que se adentra en el mar, rocas que

asoman sus cabezas desde el interior del océano,… Frondosa es su vegetación de interior:

palmerales, lianas, árboles imposibles de abrazar, árboles imposibles de alcanzar, hogar de

serpientes, elefantes, monos y gorilas -aunque yo no los viese.

Contraste por comparación, por supuesto. Pero ahí, todos somos iguales. Una de las cosas

que más me tocó la fibra sensible fue el tema de la educación.

Asistí diariamente a la escuela del pueblo para dar clases de español. En ella, tuve la

oportunidad de, en ocasiones, ver niños que, a pesar de ser analfabetos, venían a aprender

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Page 14: Memòries de Manaboué

español; o niños a los cuales su vista les empezaba a jugar malas pasadas y no veían con

claridad. En contraposición, también vi niños que demostraban ser más listos que los demás.

Aprendían más rápido, lo comprendían todo. Todos ellos son niños como tú y como yo lo

fuimos. Con una excepción, que tú no eras pobre y él sí. ¿A qué me refiero? Estos niños,

de tener dinero, podrían asistir diariamente a la escuela, o al menos con regularidad, y

aprender a leer y escribir; podrían haber ido al oculista y salvar sus problemas con la vista;

podrían llegar a costearse la universidad y llegar a ser personajes importantes, científicos

o estudiosos de renombre o políticos honrados que acabasen con la terrible corrupción

que abarrota el país. Pero no, la realidad es que son niños a los que, desde un principio, se

le han cerrado todas las puertas. Niños sin oportunidades. Sin oportunidades de progresar.

Agradezco a Dios haber tenido la ocasión de asistir a este campo de trabajo y de ayudar

en la medida en que lo he hecho. Porque más allá de mi labor puntual, les ha llegado un haz

de esperanza y de ilusión que cae como agua en terreno seco.

Ahora, y para finalizar, creedme que aún más gratificante que el haber podido ayudar, fueron

los momentos en que un renacuajo te miraba con ojos tremendamente sinceros, y con un

grandísimo esfuerzo, te decía en español: “Gracias”. No fui a Costa de Marfil para recibir

agradecimientos, pero os aseguro que volví con el alma llena de ellos.

Page 15: Memòries de Manaboué

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Page 16: Memòries de Manaboué

19.02.1962

Vic (Barcelona)

Doctor en Medicina i Cirugia.

Metge dentista i professor de laUniversitat Internacional deCatalunya.

SANTI

COSTA

PALAU

Le Palu. ¿Realmente tenían elpaludismo o tenían miedo apadecerlo?

Dispensario-Maternidad de Manaboué

10h:Salimos del camino ancho de tierra rojiza

que va de Sago a Manaboué y, a 200 metros,

encontramos el dispensario sanitario rodeado de

altas palmeras y plataneros. Es una edificación de

una sola planta, con techo de uralita y con 2

dependencias, una a la derecha es la maternidad,

en la que hay una sala en la que alguien trajo una

cama para las parteras (debe ser más comodo

parir aquí que en el suelo de las chozas de barro),

y otra sala con 4 camas de hierro para descansar

las primeras 24 horas acompañadas de sus

comadronas, que son su madre y alguna pariente

cercana. A la izquierda, hay un triste y oscuro

despacho para poder pasar visita a los cientos de

autóctonos que se han enterado de que los

vienen a curar de todas sus enfermedades. Sólo

hay una mesa donde escribir (el problema es que

no se encuentra un bolígrafo por ninguna parte)

y una silla de madera de patas cortas que hace

que el paciente se encuentre en el sótano del

puro infierno. La sala de espera es el pequeño

cobertizo que separa las dos estancias y en la

que hay una serie de bancos de madera, también

de pata corta, que al llegar nosotros están ya

ocupados. Los que no han encontrado sitio, se

esperan sentados en el suelo. Junto a ellos están

las cabras, ovejas y gallinas, que también esperan

a que sean visitados sus propietarios.

Aparte de rasguños, heridas y quemadas,

diagnosticamos las enfermedades dermatológicas

que podemos conocer, pero también nos

muestran las que desconocemos. El tratamiento

acabará siendo el mismo, primero una enseñanza

de higiene personal con agua y jabón y una

pomada de las pocas que llevamos. Pero lo que

Page 17: Memòries de Manaboué

realmente me sorprendió es “le Palu” o Paludismo. La gran mayoría de ellos acudían

diciendo que tenían “le Palu”, y se señalaban la cabeza indicando que les dolía mucho y

meneaban los brazos de una manera sincronizada como haciéndonos entrever que tenían

unos ataques de frío. ¿Pero realmente tenían la enfermedad en estos momentos o tenían

miedo a padecerla? Unos venían con fiebre pero otros no.

Recuerdo una vez en Niger que visité a un enfermo de paludismo y me contó que empieza

como si un espíritu maligno le hubiese entrado en el organismo. Algo malo le pasa, está

cansado, todo le irrita, la gente, las voces, el olor y la luz. Necesitan estar encerrados en las

cabañas sin que entre ni un rayo de sol, porque no lo pueden aguantar. Al cabo de poco rato

aparece el ataque. Es un súbito ataque de frío. Un frío polar. Empiezan a tiritar, a temblar y

a agitarse, acabando en convulsiones. Lo que piden en este instante es que alguien los tape,

pero que los tape con algo que pese, no con una simple sábana, sino con un edredón de

muchos kilos y que le aplasten (en África no hay los edredones que utilizamos en nuestras

casas de los Pirineos). Tras el frío polar, viene la fiebre alta y el charco de sudor a su

alrededor. Momentos en que el paciente no es nada. Todo le duele, está débil, inerte, no

mueve ni brazos ni piernas y pasan días hasta que pueda ponerse en pie.

Entonces, la pregunta que me hice en Manaboué es: ¿tienen realmente los pacientes que

visitamos “LE PALU“ ? ¿vienen a la consulta porque ya han tenido el ataque polar, o porque

tienen miedo a que les venga porque en su choza algún pariente lo está teniendo? ¿es la

fiebre que marca el termómetro el inicio o final de la enfermedad?

No pudimos realmente diagnosticarles de “le Palu” porque no pudimos hacer una simple

analítica, pero lo que sí os digo es que SÍ que les tratamos. A unos con gelocatil y a otros

con antipalúdicos.

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Page 18: Memòries de Manaboué

04.04.1982

Lloseta (Mallorca)

Estudiant d’Enginyeria Elèctrica de laUniversitat Politècnica de Catalunya.

DANIEL

JURADO

BATANÁS

A pico y pala

Llegamos a la escuela, pasando por el campo de

fútbol al lado de un bosque que albergaba el

cementerio del poblado; nos dirigíamos a

nuestro lugar de trabajo. En el recuerdo, tengo la

imagen de un grupo de jóvenes con unas ganas

increíbles de ayudar, de trabajar, de hacer algo

sabiendo que a cambio lo material es impensable.

Nuestro trabajo consistía en construir un

comedor y unos lavabos a la antigua usanza, con

herramientas rudimentarias del campo y material

adquirido por no-sotros mismos.

Empezamos por los cimientos (es evidente si se

quiere construir un edificio), se tenia que hacer

todo a mano y eso en la construcción es

bastante duro.

Salían las primeras ampollas en las manos y el

cansancio era evidente, es entonces cuando uno

se acuerda de los avances tecnológicos y piensa

en la rapidez con el mínimo esfuerzo con que se

realizan las faenas que nosotros estábamos

haciendo en ese pueblecito perdido entre los

montes verdes.

Algo no iba bien y eso lo percibimos todos, mi

amigo Jack hablaba y hablaba, nosotros no

entendíamos nada pero menos mal que estaba

con nosotros Dani Vives. El problema

burocrático - administrativo - social fue solucio-

nado y el planteamiento de la construcción

estaba encaminado.

Ya se había realizado la primera fase de la obra,

las diferencias en la forma de trabajar eran

evidentes y los problemas por el idioma lo

acentuaban. El “Masón”, que en castellano

significa “paleta” era el encargado de poder llevar

a cabo la obra, nosotros lo escuchábamos y

obedecíamos (en relación al curro, que, esto

suena a esclavitud).

Éramos un conjunto, un TEAM un poco raro. Por

Page 19: Memòries de Manaboué

una parte la gente del poblado que también colaboraba, una gente muy currante, a ratos, y

en que su fuente principal de energía se basaba en el Bangui y el gin africano. Después

teníamos el grupo contratado por la asociación que eran el paleta con su ayudante, y por

último, el grupo de blanquitos que ya con algún callo que otro en las manos fabricábamos

“briques”(bloques), hacíamos “béton”(pasta-hormigón-mezcla) o hacíamos de ayudantes a

los masones:

¡¡¡¡¡¡QUE MÁQUINAS!!!!!!

Los días pasaban y, poco a poco, se empezaba a ver el fruto de tanto esfuerzo, de días

enteros de fabricación y producción. Había días mas cansados en los cuales deseabas llegar

a la noche para poderte lavar y duchar, y había días que quedaban ganas de pegarse un

bailoteo (sinceramente, pocas veces).

En el corazón y en la memoria tengo el recuerdo de buenas personas, nuestro objetivo no

se logro por falta de tiempo en relación a lo material, pero, en lo humano, la amistad y el

esfuerzo, chicos, SOIS GRANDES. GRACIAS.

Mi breve memoria se ha basado en un pequeño resumen sobre la construcción en

Manaboué, pero no me voy a olvidar de todos los demás, hay momentos e imágenes de cada

uno de todos los que éramos que nunca espero olvidar.

Las fotos podrán refrescar los momentos pasados en un lugar, el cual no podíamos imaginar

que podrían llenar nuestro corazón de bondad, amistad y algo que empieza a faltar en

nuestra sociedad. LA FELICIDAD!!!

Gracias a todos los que hicieron posible este viaje. GRACIAS.

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Page 20: Memòries de Manaboué

20.11.1987

Olot (Girona)

Estudiant de 3r curs d’EnginyeriaAeronàutica a la ETSEIAT, de laUniversitat Politècnica de Catalunya.

Membre fundador d’ADESCI.

ANDREU

LABIAN

PAGÈS

Els més menuts

No és fàcil d’oblidar una experiència com la que

varem viure aquest estiu a Cote d’Ivoire. No és

fàcil ni vull que ho sigui ja que en guardo un munt

de records fantàstics. Al pensar en aquest

magnífic lloc no sols em venen al cap els

paisatges, les costums, l’idioma, les platges,...Ni la

pobresa , la malària, la corrupció o la sida. No. Al

pensar-hi em venen al cap cadascun dels noms,

els somriures, la impaciència (molt humana, per

cert) pels regals, les abraçades sentides de l’últim

dia amb la Margaret, l’Angie, la gordi, la Macu,... I

és que són ells, els nens i els més joves, els qui em

donen esperança, pels qui vull lluitar per un futur

molt diferent al que els ha tocat viure als seus

pares.

Wassà, barri de refugiats d’Abidjan. L’expectació

amb la que et contemplen els més menuts, una

barreja de por, indiferència i curiositat, la veritat

és que impressiona. El color de la pell, els

tatuatges, les gorres, les bambes, les camisetes

impecables i blanques que portem, res no

encaixa allà al mig! Primer et comportes com si

estiguessis veient un reportatge pel Discovery

chanel.. Seguidament reflexiones i t’intentes

convèncer que allò ho estàs vivint en primera

persona. Dona la sensació que allà no hi pintes

res, que estàs fora de lloc. En el fons, et negues a

acceptar que tot allò sigui tant real. No fou fàcil

d’assumir a l’instant, almenys per mi, tot el que

ens venia al damunt. En Dani ens estava passant

el primer capítol d’un curs accelerat sobre la

misèria a l’Àfrica. La veritat és que als nens no

els costà res perdre’ns la por i, sense cap tipus

de mirament, ven aviat estaven disposats a donar-

te tot el que tenien. Una mà i una abraçada!

Aquella inevitable sensació de brutícia i

deixadesa, les marques de fongs i fang al cap dels

menuts, petites ferides mal curades, panxones...

Tot allò que la nostra societat ens ha portat a

Page 21: Memòries de Manaboué

tenir un cert respecte, a pensar-nos-ho dues vegades abans de parlar, agafar-los la mà o

abraçar-los, estava allà i en quantitats industrials. Enmig d’aquest paisatge de sorra, fang i

deixalles, com si d’això mateix es tractessin, conviuen milers de persones sense res. Ni tan

sols en podem dir chabola a algunes de les patètiques construccions dins les quals fan vida.

“Si que comencem forts”, vaig pensar dins meu. Allò anava pel bon camí. Ja no semblava una

pel•lícula i, a poc a poc, anàvem assumint-ho tot.

En un moment donat te n’adones que ja no fa aquella pudor del primer dia en baixar de

l’avió, del repel•lent mosquits o de l’olor dels peixos fregits exposats a ple sol un dia de

mercat. Ja no et fa cosa agafar aquell nen per la roba bruta que porta , curiosament la

mateixa muda que la de les properes tres setmanes. Allà no te n’adones, però ara, sí que

veus que hi ha un moment de canvi. Una certa imprudència que t’obre una miqueta més

a la gent, als nens, als joves i als més grans. Una tranquil•litat i un cert despreniment d’alguns

dels “bens” que la societat occidental imposa com a principals. La por a “pillar” alguna

malaltia tropical, per exemple, passa a formar part del paquet de problemes secundaris.

Estic segur que qualsevol de nosaltres podria descriure amb pels i senyals el caràcter de

cadascun del nens del poble. Jo no se parlar francès i d’això ja n’estava convençut abans

d’agafar l’avió cap a l’Àfrica. El que no m’esperava és que molts d’ells, tampoc. No fou cap

problema. Una cosa si que fou crucial: aprendre la diferència de pronuncia entre femme

(dona) i faim (gana), ja que contestar que tens gana a una proposició de matrimoni no era

del tot recomanable, almenys, en aquella situació.

En les carones del petits trobes a faltar alguna cosa. Te n’adones que són únicament les

mares les que s’ocupen dels fills. No tardes en veure que són les dones les més

treballadores i lluitadores. No em deixaven de sorprendre les nenes més grans ( o menys

petites), fent de mares, avies, pares, portant a dos xiquets de la ma i a un altre a l’esquena!

L’excessiva feina i les fatídiques costums poligàmiques, releguen a la dona a un segon pla.

Això repercuteix també en els menuts que troben, en molts casos, la falta de la figura del

pare i de temps de dedicació de la mare. No ens ha d’estranyar, doncs, aquella afició a

agafar-nos i a sentir que algú els hi feia una mica de cas!

La Gordi és espectacular. Moníssima de cara i amb un posat de princeseta. Tota ella rodoneta

però amb un caminar altiu. La pobre, igual que molts altres nens, te panxoneta per

desnutrició, no per menjar poc però si per no cuidar què, com i quan menja. Amb les seves

trenetes i sempre a prop de la font, com si fos aquell el seu castell particular. Unes parets

que li permeten amagar-se de les mirades dels desconeguts i des de on molt sovint et

saluda vergonyosament amb la seva maneta blanca i negra.

L’Angie i en Dodo, amics inseparables. Una amistat reflexada en les contínues disputes per

a absolutament tot. Totalment rapats, per si les mosques ( o els fongs, o els paràsits ...) De

caràcters ben diferents, l’un tot modest i carinyós, l’altre una mica més (bastant més)

trapella. Acabes aprenent que un dels pitjors errors que pots cometre al poble és fer-li

alguna cosa a l’un que sense preocupar-te de fer-li a l’altre. Si no segueixes al peu de la

lletra aquesta norma, ets pell.

La Margaret i en Jeremy, germans; les moníssimes Emile i la rebatejada Minicupi; la Macu amb

18

Page 22: Memòries de Manaboué

el seu pentinat de bolets; en Pacum ( Tatà pels amics ) ballant el seca-seca...

Son el futur d’aquest país, i tan de bo, el de molts altres. No m’agradaria llevar-me un dia i

veure que no hi ha opció per ells, que la situació del país els impulsa a un camí sense sortida

Que tants d’ells que gaudeixen de dots en l’estudi (Armand, per exemple) no puguin arribar

mai a la universitat. M’agradaria pensar que tots, els polítics del país en primer lloc, aprenen

una miqueta de la innocència d’aquests petits. No necessiten les guerres, ni disputes per la

riquesa i per interessos internacionals. Aquí juguem tots, entre tots ja l’hem liada prou. No

són les pluges d’abril les que provoquen tres milions de refugiats a la capital. Ni el calor de

l’estiu el que provoca la extensíssima corrupció entre els òrgans governants. Tampoc la

malària és la causant de l’explotació infantil ni de la poca consideració vers la dona.

Suposo que és una mica diferent si ja has estat en algun d’aquests països abans. Tot i això

em dona la sensació que mai deixes de sorprendre’t ni d’aprendre. Se’m fa impossible pensar

que podem arribar a acostumar-nos a acceptar que hi ha milions de persones en aquesta

situació! Si això passés ,i passa, voldria dir que alguna cosa està fallant.

En fi, molta feina per fer i amb raons suficients per a seguir treballant a tope.

Page 23: Memòries de Manaboué

20

Page 24: Memòries de Manaboué

02.10.1984

Barcelona

Llicenciat en Odontologia per laUniversitat Internacional deCatalunya.

IGNACIO

MARISTANY

PINTÓ

Adaptation

Primera parte

Suena la alarma de mi móvil. La apago. Llevaba un

buen rato oyendo ruidos extraños afuera, cantos

de gallo, gente que pasa... Desconcertado y con

los ojos entreabiertos observo que algo extraño

recubre todo mi cuerpo a un metro de altura. Es

la mosquitera. Es entonces cuando me sitúo y

susurro: “Dios mío, no puede ser, sigo aquí”.

Sí sí, queridos amigos, para mí el viaje a Costa de

Marfil empezó como algo muy duro a lo que

poco a poco me fui acostumbrando, necesité

algún tiempo para coger el ritmo de aquella

gente, para empaparme de sus costumbres. Las

anéctotas bucólicas que muchos cuentan de

nuestra experiencia africana, no me

acompañaron hasta pasados los diez días de mi

estancia en el poblado. Reconozco que llegué al

país con una barrera psicológica que me costó

mucho superar. Mi primera experiencia negativa

fue en el mismo viaje, en el que hicimos escala

en Lisboa y Dakar, para llegar por fin a Abidjan.

Nuestra escala en Dakar duró más de 6 horas y

como era de noche y caía una tormenta

monumental, tuvimos que quedarnos en el

aeropuerto, un lugar tan lleno de gente que para

andar tenias que ir empujando nativos mientras

te clavaban una mirada fulminante. Mis

necesidades biológicas me obligaron a buscar un

toilette dónde empezó nuestra mala suerte.

Siempre agradeceré a mis compañeros Gonzalo,

Pol y César, que decidieran acompañarme a los

servicios pues, una vez allí, nos encontamos con

un hombre peculiar que llevaba un gorro de

playa, dispuesto a sacarnos todo nuestro dinero

por el uso del pestilente retrete. Una vez nos

hubo robado nuestra calderilla, creímos

habernos librado de él, sin embargo, su pesada

presencia nos acompañó el resto de nuestra

estancia en Dakar aunque no consiguió sacarnos

Page 25: Memòries de Manaboué

más dinero. Finalmente, el avión partió a Abidjan dónde nos encontramos con el resto del

grupo en una casa confortable donde pudimos descansar y comer bien. Al día siguiente

salimos en furgonetas a Manaboué, poblado donde pasaríamos el resto del mes. Ahora sigo

con mi relato de un dia cualquiera en Manaboué.

Tras incorporarme un poco, me froto la cara y miro a los lados. Gonzalo e Ignacio aún

duermen. Aparto la mosquitera y consigo ponerme en pie. Me calzo las hawaianas, busco

mi cepillo de dientes y salgo de la casa dispuesto a cepillarme. Como cada mañana me

encuentro el bidón de agua lleno hasta arriba, preguntándome quien será que me lo llena

cada dia, porque el agua tiene que bombearse del pozo y traerse en barreños hasta aquí.

Salgo unos metros y me cepillo los dientes.

Decido sentarme en una silla del porche a descansar un poco antes de vestirme. Aprovecho

esos minutos para mentalizarme de mi situación mientras miro el paisaje que tengo

enfrente.

“Qué narices hago aquí” – pienso – “A quien pretendo engañar, esto es un asco”.

Sólo llevo cinco días aquí y mi paciencia se está agotando. Entonces veo pasar a una mujer,

que vive en frente de mi casa. Como cada mañana lleva un barreño de agua en la cabeza,

para dar de beber a su familia, y me da los buenos días con una sonrisa blanquísima. Le doy

los buenos días yo también, con una sonrisa más o menos falsa. Me dispongo a llenar mi

barreño para darme una “ducha”. Entro en el cuatro de baño y, de cuclillas, empiezo a

tirarme cubos de agua fría por la cabeza. Me enjabono bajo la atenta mirada de los siete

lagartos que habitan en la ventana, y luego me aclaro con otro cubo de agua.

Ya vestidos con el uniforme de trabajo, y tras un ligero desayuno, salimos con las furgonetas

hacia algún poblado con la intención de cubrir las necesidades odontológicas de los

habitantes, mientras rezo para que la furgoneta no se encalle en ninguno de los múltiples

barrizales del camino. Una vez allí me derrumbo al contemplar que una masa de gente,

quizás unas setenta personas, quizás cien, espera nuestra atención. Sus caras no muestran

mucha simpatía. Hacemos toda la instalación: sillas, mesas, fórceps, escupideras, etc, y

empezamos el trabajo, que es bastante sencillo: el paciente te señala el diente que le duele

y tú se lo arrancas. No tenemos medios para más. La práctica es interesante, pero a medida

que pasan las horas se convierte en un trabajo de autómatas. El desagradable olor de unas

bocas que nunca han conocido el cepillo de dientes y la imagen de un cubo lleno de esputos

sangrientos que sirve de alimento a decenas de moscas, hacen que el trabajo se vaya

volviendo insoportable. La incertidumbre por la posible infección de SIDA de los pacientes

me provoca un miedo que me hace ser especialmente distante. La mayoría de ellos no me

da las gracias después de la intervención. Yo empiezo a estar harto.

Hoy es sábado y, por suerte, sólo trabajamos por la mañana. Al volver a Manaboué, las

cocineras, lideradas por Marie, nos sirven manyoc con pescado. Una náusea recorre mi

garganta y busco desesperado la mirada de Juan para partirme el plato con él.

“Juan está en cama, se encuentra mal” – me explica Pol.

“Mierda” – pienso para mis adentros – “me tengo que comer esto yo solo”

22

Page 26: Memòries de Manaboué

Tardo media hora en comerme el tradicional manjar, bajo la vigilancia de Marie, que ya me

pilló un día dejando la comida en el plato, sintiéndose muy ofendida. Después de cepillarme

los dientes, me instalo bajo el porche a leer un rato. Al segundo párrafo, un doloroso

retortijón me obliga a correr hacia el baño.

“No me lo creo, vuelvo a tener diarrea, maldito manyoc...” – digo resignado.

Lleno un cubo para ducharme, pues después del trabajo estoy algo sudado y la manía de la

higiene la tengo muy arraigada, de hecho, despreocupado por lo mucho que cuesta bombear

el agua, me ducho casi tres veces al dia. Inconscientemente hago un movimiento brusco con

la toalla, que asusta a los lagartos. Éstos saltan de la ventana hacia el interior del baño y

empiezan a corretear alterados a mi alrededor. Mis gritos histéricos despiertan a Gonzalo

que estaba haciendo la siesta. En vez de ayudarme, se ríe de mí y coge su cámara de fotos

dispuesto a inmortalizar el momento, aunque por respeto ante mi total ausencia de ropa,

guarda la cámara y sale en busca de un nativo. Aparece un niño muy simpático, que coge mi

hawaiana y empieza a apalear a los lagartos. Algunos se han metido debajo de nuestros

colchones por lo que la caza se convierte en algo caótico. Yo animo al niño mientras me

reconpongo del susto y voy sacando lagartos muertos a la calle.

Superado el mal trago, decido ponerme a lavar ropa, pues tengo acumulado un gran saco

de ropa sucia. Preparo dos barreños. Hacer la colada a mano, me lleva más de una hora.

Mientras froto mis camisetas en el porche mi mente viaja a Barcelona, con mi novia, mi

familia, mis amigos, etc. Me pongo un poco nostálgico. Van pasando niños que me preguntan

en un poco conseguido español: ¿cómo te llamas? Les contesto con mi nombre y una

sonrisa poco sentida.

“Las enseñanzas de Eugeni, Juan, Miguel o Luis en la escuela están siendo muy fructíferas”

– pienso – “lástima que les sirva de excusa para entablar conversación conmigo”

Una vez toda mi ropa está tendida, en el tendedero comunitario que fabriqué uno de los

primeros dias, me pongo a limpiar la casa pues está llena de tierra y bichos. Lo que empezó

como algo puntual, es ya una actividad diaria. Cada tarde cojo la “escoba” (palitos de

palmera atados con un cordón) y barro todo el porche, también movilizo el bidón (pues

está junto a la puerta y se forma un charco que todo el mundo pisa al entrar en casa,

dejando el suelo perdido). Después me arrodillo y, con ayuda de un cepillo, barro toda la

casa. Vacío medio bote de insecticida por paredes y techo. Me doy cuanta de que empiezo

a sentir esa cabaña como mía, empiezo a hacerla mi hogar. Ignacio se burla de mí porque

he conseguido mesas para que las maletas no estén en el suelo.

“Si he de vivir aquí un mes, esto tiene que ser decente” – me digo mientras observo

orgulloso la limpieza y el orden que he conseguido.

De pronto oigo unas risitas infantiles. Me asomo por la puerta y veo como dos niñas sucias

y alocadas juguetean frente a mi casa. Una se divierte con mi ropa tendida echando por

tierra todo mi trabajo de limpieza y la otra hunde su cabeza en el bidón de agua para beber.

Una expresión entre incredulidad e indignación se dibuja en mi cara. Con cuatro gritos y

un amago de persecución, las niñas salen corriendo. Invierto una hora más en limpiar mi

ropa de nuevo. También echo un buen chorro de desinfectante Bactex 40 en el bidón de

Page 27: Memòries de Manaboué

agua, pues la niña iba realmente sucia.

Gonzalo las apodó Boca sucia y Troglodita. Tienen unos cinco años, y siempre van juntas.

Deben de ser hermanas. Los nombres se deben a que la primera vez que las vimos, Boca

sucia llevaba toda la cara manchada de comida y Troglodita parecía haber metido los dedos

en el echufe, llevaba unas trenzitas despeinadas dirigidas hacia todas las direcciones.

Empieza a oscurecer. Me hunto brazos y piernas de Relec, y me pongo ropa de manga larga.

Agotado, cojo mi libro y sigo leyendo dónde lo habia dejado, esta vez con la linterna frontal

en la cabeza. Por fin disfruto de unos minutos de paz y tranquilidad. Se está muy a gusto.

Como cada tarde, se pone a llover, pero me gusta oír llover mientras leo. La lluvia inicial se

convierte en un chaparrón. Levanto la mirada del libro y observo mi ropa tendida, lavada

por segunda vez, empapándose de nuevo bajo esa tormenta de agua y barro. Salgo

corriendo y recojo la ropa. Ya no hay solución: vuelve a estar sucia. Con un sentimiento de

tristeza, extiendo mis prendas en sillas bajo el porche. Camino cabizbajo, chorreando, hacia

el interior de la casa. Me ducho por tercera vez y me pongo ropa limpia y seca.

Es la hora de cenar. Con mala cara le exigo a Marie una ración insignificante de espaguetis

aceitosos, sin ni siquiera molestarme en darle una explicación. Están bastante buenos. De

pronto aparece Noé, un chico habitante del poblado, que nos invita a Gonzalo, Ignacio,

Álvaro, Ryan, Luis y a mí a su casa a beber banghi. Tras nuestra negativa, se indigna y opta

por obligarnos, por lo que finalmente aceptamos, claro. Noé, nos muestra su casa y nos

presenta a su mujer e hijas (con alguna segunda intención). Nos hace sentarnos en una

mesita del jardín y entonces trae la bebida. Sirve un buen vaso de banghi a cada uno. La

repugnante bebida alcohólica hecha con extractos de palmera tiene un olor tan

desagradable que hace imposible que me la beba. Noé no nos quita la vista de encima

esperando que catemos el brevaje que ha elaborado. Gracias a Ryan, que con su

espectacular francés distrae la atención de Noé, consigo deslizar el vaso por debajo de la

mesa tirando al suelo todo su contenido. Ya estoy más tranquilo.

Al volver, los jóvenes del poblado quieren deleitarnos con unos bailes típicos.

Evidentemente, asistimos al espectáculo que, para colmo, requiere nuestra participación.

Consigo resistir el numerito hasta el final. Ha sido tan repetitivo, monótono, aburrido y

largo como siempre, pero almenos no han conseguido sacarme a bailar el Macuseyo.

Entro en casa y me pongo el pijama muerto de sueño. Levanto la mosquitera y me estiro

aliviado en el colchón. De pronto, algo mojado toca mi espalda. Empiezo a palpar el colchón

y las sábanas y me doy cuenta de que están absolutamente empapados.

“¿Es una broma?” – grito – “¡Hay goteras!”

Así es, el agua de la tormenta ha penetrado por el techo y ha mojado mi colchón. No los

de Gonzalo e Ignacio, que están intactos, sino el mío exclusivamente. Con ayuda de Ignacio,

saco el colchón al porche, a punto de llorar de desesperación. Gonzalo me invita a su

colchón doble dónde no hago más que pensar:

“No aguantaré, quiero volver, odio esta gente y este maldito país, me dan asco”

Me pongo el iPod y cierro los ojos, ya más tranquilo. La música me llena de melancolía.

24

Page 28: Memòries de Manaboué

Echo alguna lágrima y finalmente me duermo.

Segunda parte

Por desgracia así transcurrieron los primeros días, demasiado tiempo. Ahora tengo la

sensación de haber perdido aquellos primeros días en Manaboué, en los que no hice otra

cosa que quejarme de todo lo que me rodeaba. Escapaba de todo lo que pudiera gustarme

de aquella experiencia. Me negaba a hacer amigos en el poblado, de hecho, soy el único al

que los niños optaron por no acercarse.

Una mañana me desperté unas horas antes de lo previsto porque no tenía más sueño. Salí

al porche y descubrí algo que me conmovió. Al fin conocí a la persona que llenaba el bidón

de agua. La apodé Cubitos, pues siempre se la podía ver transportando un pesado cubo de

agua sobre su cabeza. Cubitos era una chica de unos 20 años con un retraso mental que la

habia convertido en una marginada. Asombrado por su impresionante fuerza y equilibrio me

quedé observando como llenaba mi bidón, barreño tras barreño. Regina, así se llamaba en

realidad, bombeba el agua del pozo y después recorría unos 200 metros con el barreño en

la cabeza, que vacíaba dentro de mi bidón. Necesitaba unos siete barreños para llenarlo del

todo, lo que implicaba bombear agua siete veces y hacer siete viajes con el cubo a cuestas.

Sin decir una sola palabra y con una sonrisa en la cara, terminó su trabajo agotador.

“Merci beaucoup” – le dije. Fue la primera vez que me sentí realmente agradecido con

alguien del poblado.

Regina contestó con una sonrisa y se fue. Aquella imagen me dejó tan impresionado que la

seguí espiando. Entonces fue cuando vi que no sólo llenaba mi bidón sino los de todos, es

decir, unos ocho bidones. Hacía su trabajo de madrugada, cuando aún no habia salido el sol.

Era sorprendente que, por ser retrasada, le habían asignado ese duro trabajo, y ella lo hacía

sin queja ninguna.

Más tarde descubrí que las chicas de su edad le apaleaban de vez en cuando. Con una

bronca, prohibí a esas chicas volver a tocar a Regina pero, al parecer, en el poblado los

retrasados son vistos como inferiores y merecen las palizas. Además, Regina se había ganado

muy mala fama en el poblado, pues tenía dos hijos de unas relaciones esporádicas por las

que, según cuentan, reclamó un dinero por los servicios prestados. Mi opinión es que se

aprovecharon de ella y la dejaron embarazada.

Tras conocer a Cubitos y su triste historia me propuse hacerle algo más agradable su

estancia con nosotros. Cada vez que la veía llenando el bidón, le agradecía su trabajo e

intentaba entablar conversación con ella. Poco a poco fue cogiendo confianza conmigo. Así

fue como llegué a conocer su nombre real y que tenía dos hijos. Cubitos fue la primera

persona que despertó mi cariño hacia esa gente.

Días más tarde, sucedió aquella trágica anécdota en el dispensario. Creo que a todos nos

quedó una huella después de la muerte de aquella chica que estaba de parto, y de su bebé.

Todos los dentistas fuimos llamados de urgencia a ayudar a Santi, Quim y Miquel en aquel

parto con complicaciones: el niño no venía en la posición adecuada, sino totalmente

atravesado, de hecho, lo primero en salir fue el brazo. Con una sensación de impotencia

absoluta, por la falta de material para realizar una cesárea, vimos como se nos iba de las

Page 29: Memòries de Manaboué

manos aquella pobre chica que no tendría ni 15 años, y su bebé que no consiguió nacer. Con

aquella experiencia noté que mi actitud empezaba a cambiar. Empecé a sentir que aquella

gente me necesitaba de verdad, que mi trabajo allí tenía un sentido. Desde una extracción

dental hasta la administración de un simple analgésico, todo era mínimo, pero para ellos

suponía la solución de un problema o un dolor que les estaba machacando desde hacía

meses.

Desde entonces disfruté mucho más de mi estancia en Manaboué, de la gente del poblado

y de mi trabajo. Un día, la mujer que vivía delante de mi casa y que cada mañana pasaba

delante de mí con un barreño en la cabeza, cambió de saludo matutino. En vez de darme

los buenos días, se acercó a mí y me invitó a su casa. Quería presentarme a su familia,

enseñarme su casa y su huerto. A diferencia de lo hubiera hecho días atrás, acepté la

invitación. Una vez bajo el techo de su cabaña nos presentamos. Su nombre era Stella. Me

presentó a sus dos hijas, que casulmente eran Boca sucia y Troglodita y a su marido. Me

enseñó orgullosa su sencilla cabaña (ubicada en la zona pobre del poblado). La encontré

realmente acogedora. También me enseñó su huerto dónde cultivaba manyoc y cañas de

azúcar. Las dos niñas se abalanzaron sobre mí y me abrazaron, por lo visto, no me tuvieron

en cuenta lo antipático que fui cuando las eché de mi casa. Stella y yo nos pusimos a hablar.

Ella me preguntó por mí, si estudiaba, si estaba casado, por mi ciudad, por los blancos, etc.

Realmente le interesaba la vida del vecino que apenas le saludaba por las mañanas. Antes

de despedirnos me regaló un coco que ya habia echado raíces para que lo plantara en mi

tierra, y un vestido suyo para que se lo regalara a mi madre. Stella fue tan amable conmigo

que consiguió cambiar mi actitud con los habitantes de Manaboué.

Gracias a personas como Stella y Regina, fui apreciando la simpatía de aquellas personas.

Tardé tiempo en saborear aquella cultura que, siendo radicalmente distinta a la mía, tenía

muchas cosas que envidiar como es la hospitalidad (¡todo el mundo te invita a su casa!), la

humildad, pues siendo conscientes de su pobreza, saben ser felices con lo poco que tienen.

El cariño que nos transmitieron los niños fue algo que tampoco olvidaremos. Tenían

admiración por nosotros, más de uno se quedaba quieto mirándonos durante rato y rato.

El respeto a los ancianos, tan degenerado en nuestra sociedad, es allí el pilar que sostiene

a los poblados. La inexistencia del aborto, la primera causa de muerte en los países

desarrollados, que atenta contra el ser humano más indefenso. En Manaboué, la felicidad no

está en el dinero, sino en una numerosa familia dispuesta a asumir las dificultades que les

vengan. Los hijos son el principal orgullo de los padres.

Finalmente conseguí encariñarme con Manaboué, hasta el punto de despertarme por las

mañanas lleno de ganas de trabajar y de convivir con ellos, pero la estancia terminó y tuve

que volver, pero almenos sé que lo coseguí, ¡conseguí adaptarme! Nunca lo olvidaré, y por

supuesto, volveré.

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Page 30: Memòries de Manaboué

02.11.1984

Tordera (Barcelona)

Estudiant de 5è curs de Medicina dela Universitat de Barcelona.

QUIM

MEGÍAS

BARRERA

Hospital Nothing

Hem començat el viatge, ja no hi ha volta enrere.

Aquestes van ser les paraules que vaig pensar

una vegada vaig aterrar a Abidjan, Costa d’Ivori. I

mai m’hagués pensat que serien el preludi de 30

dies de situacions precioses, de moments

intensos i de records difícils d’oblidar. Eren les 3

de la matinada, i ja només d’aterrar vaig tenir el

prefaci per començar la crònica de viatge: ens

trobem amb una càlida rebuda de color verd, que

tot i ser el color de l’esperança aquest cop era

més aviat el color dels uniformes de camuflatge

dels nombrosos militars que, en comptes del

famós Relec o Mosiguard, duien com a insecticida

fusells del calibre 9 mm… Ja m’acostumaré a

veure aquest nou repelent, em vaig dir en veure

tanta arma junta només d’aterrar. I és que a tan

sols a mig quilòmetre de l’aeroport, uns militars

van intentar extreure’ns uns milers de francs

demanats sutilment darrere la paraula “souvenir”,

que aquesta vegada s’amagava, no en el verd

militar, sinó en el fosc color d’una nit que, sens

dubte, obria el cofre on havíem de dipositar tots

els records que ens enduríem d’aquest viatge.

Ens vam trobar amb barris marginals on els nens

es rentaven amb l’aigua bruta que treien d’un

rierol que passava entremig de les cases, i que

després anaven a buscar, enmig de les runes i la

brossa que envoltaven la zona de les valls

d’Abidjan, quelcom que poguessin fer servir per

jugar, fent cas omís als avisos que els fragments

de vidres trencats, ferros rovellats i pedres

amuntegades advertien tot mostrant les seves

parts més esmolades i punxants. Velles cicatrius,

ferides recents i peus coberts de durícies en

nens que encara no tenien edat per descobrir qui

són els Reis Mags, es passejaven entre nosaltres

donant-nos la benvinguda en un lloc tan brut

com pobre i que, malgrat la situació precària amb

què viuen, ens regalaven els somriures més rics

Page 31: Memòries de Manaboué

d’il•lusió que hi hagi en tota la capa terrestre, fent-nos entrega d’allò que més rics els fa: la

seva càlida i contagiable simpatia.

Un poble que podria fer la competència al zoo de Barcelona per la quantitat de bestioles

salvatges que hi habitaven, entre ells taràntules, escarbats rinoceronts, serps grosses com

un braç i llangardaixos que es passejaven tot cofois dels seus colors, és el que ens vam

trobar quan ens van dir que havíem arribat. Però era el mateix poble que, a l’igual que el

pou on cada dia, cada hora, cada minut hi havia algú bombant aigua amb el peu i fent-la

brotar pel sortidor, era capaç de fer brollar la gratitut i l’alegria suficient com perquè ens

sentíssim com a casa, amb una gent disposada sempre a regalar-te un somriure per tal que

tu et sentissis com un més d’ells.

Nens, nenes, criatures, canalla… I moltes més paraules com aquestes per descriure la

quantitat d’infants que cada dia ens demostraven que no es cansaven mai de mirar-nos,

tocar-nos la pell d’unes mans que mai havien vist abans, i que cada dia ens sorprenien per

la capacitat per aprendre i espavilar-se que els caracteritza i els fa únics.

Malalts, molts malalts que, descobridors de la medicina moderna per primera vegada en ple

segle XXI, venien a nosaltres de tots els pobles de la rodalia per tal de convertir-se en

beneficiaris de comprimits de diferents colors i formes que els havien de fer més lleugers

els seus mals o bé treure’ls la curiositat de probar-los per primera vegada a la seva vida.

Malalts que, desconeixedors del que les paraules lepra, càncer o immunodeficiència

significaven, venien a nosaltres per tal que els poguéssim donar alguna solució al mal que

els tormentava i que pels precaris recursos econòmics de què disposaven, no podien fer de

més ben portar. I aquí sí que vaig tocar fons. Em semblava impossible estar on estava i no

poder demanar quelcom tant comú com una radiografia, una simple analítica o bé disposar

d’un aparell d’ecografies per tal de poder diagnosticar amb garanties i amb unes certes

condicions. Els conceptes d’esterilitat, higiene i cirurgia neta que havia après amb les

pràctiques a hospitals, guàrdies i metges amb els que havia treballat, es veien reduïts a

l’equació més mínima com era la de sistema sanitari en aquell país és igual a zero. Un volum

tan elevat de pacients sense cap sistema sanitari que els empari és impossible que et deixi

igual.

I la gratitut. L’enorme, admirable i emocionant gratitut amb la què ens van obsequiar.

Quelcom increïble que encara a dia d’avui, quan miro les fotos, quan llegeixo aquestes línies

o simplement quan penso en els somriures de la Teresa, la comadrona, que sempre trobava

graciosa qualsevol de les expressions que feia servir per expressar-me amb el meu francès

minso; les mirades tímides de la infermera “fashion”, com li dèiem, que amb la seva forma

de vestir moderna i occidental, m’ajudava cada dia a endreçar el material al dispensari de

Sago; l’esquena ampla i forta d’en Pablo que cada dia ens ajudava a esterilitzar el material i

a carregar-lo a sobre la furgoneta sense esperar res a canvi, les mans molsudes i dures que

sempre buscaven les nostres per apretar-les afablement i donar-nos així el bon dia, la bona

nit o simplement les gràcies; en Tatà, el meu Tatà, o Muça, o Paco com ell deia i que va ser

el primer pacient –i primer nen- que vaig anestesiar i obrir-li el peu per tal de netejar la

ferida sobreinfectada que li privava caminar bé pel mal, i que amb el pas dels dies i les cures

28

Page 32: Memòries de Manaboué

va aprendre que el mal del primer dia era només el començament de poder tornar a jugar

amb els altres, a córrer i fer vida normal. Les seves abraçades, les escarafalles de riure que

feia i la gràcia amb què ballava el ball regional del “seca-seca”, són tan sols unes miques dels

tants i tants records que he posat a dintre el cofre que vam obrir el primer dia d’aterrar a

Àfrica.

Ens van prometre que cada vegada que sentissin cantar el gall a l’albada se’n recordarien

de nosaltres i donarien gràcies perquè algú s’havia recordat ells. Avui, ara mateix a punt de

ser mitja nit, crec que qui hem de donar gràcies a Déu hem de ser nosaltres per

l’experiència que vam viure, i l’exemple que ens van donar. Gent pobra, gent humil, però que

en quant a altruisme, simpatia i sentit de l’amistat i la reciprocitat són com una deu d’aigua

que mai para de brollar, com un riu ple d’aigua que és impossible de dir-ne el cabal perquè

de llera a llera de riu no s’abarca amb la vista. Així són la gent de Manaboué que ens van

acollir. Així són els manabouencs, els de Sago, els de Nyago I i Nyago II, els de Lissandre,

Abidjan i Guedipó que amb el seu exemple ens han demostrat les seva riquesa més preuada:

que estimar és compartir.

I fins aquí el que puc dir de la meva experiència a Costa d’Ivori. Se’m fa difícil resumir en

poques línies tantes emocions, sentiments, sorpreses, cares d’alegria i cares de patiment,

somriures carregats d’efusivitat i cares d’agraïment que en tant poc temps vaig poder

recollir, totes i cadascuna d’elles capaces de tocar fins a l’última fibra dels sentiments humans

i fer vibrar fins a la nota més alta l’emoció que vaig sentir poble rere poble en veure

persones amb lepra que perdrien una cama; gent amb tumors que ningú els havia tractat ni

diagnosticat i que portaven en silenci el seu dolor; nens amb desnutricións descomunals per

beure aigües no tractades i ser alimentats de forma deficient. Totes i cadascuna d’aquestes

persones han fet que hagi tornat aquí molt diferent a com vaig marxar. Ara em sento més

que privilegiat, més que afortunat per tenir la sort d’haver nascut al món on vivim. I al

mateix temps em sento una mica més buit, després d’haver deixat allà persones que cada

una d’elles s’han quedat amb un bocinet de cor que només ells en són propietaris. És

impossible tornar indiferent.

Tant de bo que ara que nosaltres hem rebut tant i tant d’aquesta gent poguem estar a

l’altura de les circumstàncies i tornar-los amb escreix tot el que ells ens han donat sense

tenir res. Tant de bo que aquest camp de treball, aquest escrit, el llibre I les fotos us facin

veure què vam viure i com continuen vivint aquelles persones. Els nostres amics, ara també

vostres.

Podríem explicar-vos mil i una anècdotes; podríem ensenyar-vos totes les fotos que ens

demaneu fins a comptar-les per milers, i donar-vos les explicacions necessàries per fer-vos

una idea de quina és la realitat del poble ivorenc, però res canviarà, res estarà a l’alçada de

les abraçades que ens vam fer en marxar, a les cares que seguien amb la mirada caiguda les

furgonetes que ens tornaven a la capital, de les mans dels nens fregant-nos les nostres

intentant agafar el color blanc de la nostra pell. Res serà comparable a l’anar allà i viure-ho

altre cop. Per això mateix, necessitem que ens ajudis: perquè ens necessiten. Ens agradaria

que tots tinguéssim quelcom en comú: que compartim el que tenim. Ja va essent hora de

començar. T’apuntes?

Page 33: Memòries de Manaboué

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Page 34: Memòries de Manaboué

03.07.1986

Ciudad Real

Estudiant de 3r curs d’EnginyeriaIndustrial de l’IQS de la UniversitatRamón Llull.

MIGUEL

OCHOA

DE OLZA

SOLER

Sin título.

Por fin llegó el momento esperado desde hacía

mucho tiempo, empezaba el campo de trabajo en

Costa de Marfil. El primer contacto con los

marfileños fue en el aeropuerto de Casablanca,

íban a ser nuestros compañeros de vuelo y sus

ropas y joyas delataban que formaban parte de la

alta sociedad, el tipo de personas con las que

precisamente no íbamos a tratar durante nuestra

estancia en este precioso país.

Recuerdo el impacto al llegar al pequeño y

cuidado aeropuerto de Abidján, se paseaban

militares bien armados y que nos hacían pensar

que habíamos llegado a un país de inestabilidad

política y que tiene en la memoria reciente una

guerra civil. Pudimos comprobar que el país es

completamente seguro y que la guerra es sólo

pasado.

Ya de camino a nuestro campamento base, donde

íbamos a dormir las tres primeras noches, nos

paró un grupo de gendarmes. Mientras uno pedía

papeles, otro más espabilado, muy

simpáticamente y con una sonrisa de oreja a

oreja no cesaba de decir la palabra “souveniro”,

traducción barata al español de souvenir. Sólo

cuando ya habíamos arrancado comprendimos

que lo que quería era dinero y todos nos

alegramos de no haberle entendido, pues de

haberlo hecho, no hubiésemos sabido como

reaccionar frente a esos armarios con fusiles.

Fue en una visita que hicimos a un barrio

marginal de Abidján cuando pudimos comprobar

de primera mano la pobreza que abunda en la

zona, y nos dejó a todos impresionados. Nada

más llegar y antes de bajar de las furgonetas los

niños dejaron de jugar a fútbol y se acercaron

atraídos por la curiosidad de ver una “tribu” de

blancos. Al principio hubo un gracioso momento

de desconcierto, nosotros mirándoles y ellos

Page 35: Memòries de Manaboué

mirándonos; separados por una línea imaginaria que sólo se descompuso cuando un valiente

niño pasó a nuestro bando, volvió para decir a los demás que éramos inofensivos. Atravesaba

el barrio de punta a punta un canalillo de agua verde casi fluorescente, que se cruzaba con

puentes hechos de tablas de madera, había montones de basura con letreros que decían:

prohibido echar basura: son sólo simples ejemplos de la precaria situación en la que viven.

Dimos una vuelta por todo su poblado siempre rodeados por unos niños que se peleaban

por cogernos de las manos, se emocionaban al verse en las cámaras digitales, que sentían

mucha curiosidad por nuestro pelo más largo y menos rizado que el suyo y que no dejaron

de tocar.

Sin tiempo casi para cambiarnos de ropa nuestro siguiente destino fue la realidad opuesta

del país: una merienda con un antiguo ministro de defensa. Fue una agradable tertulia en la

que nos comentó la actualidad política del país.

El largo viaja a Manaboué se hizo entretenido por las paradas de avituallamiento en las que

compramos maíz, cacahuetes y algunas de esas frutas exóticas como la fruta de la pasión,

el coco y cítricos extraños y refrescantes.

La llegada a Manaboué fue espeluznante y pocos éramos los españoles que no teníamos los

pelos de punta al ver como nos recibieron. Vestían todos con sus mejores ropas, hechas de

telas de colorines y que, muchas veces, tenían motivos religiosos. Nos condujeron al

cobertizo multiusos, el que durante nuestra estancia iba a tener las funciones de iglesia,

comedor, sala de estar, sala de actos... Hubo una ceremonia de recepción en la que se bebió

bangi, bebida fermentada de palmera y que cada vez que nos la servían acababa en el suelo

o se quedaba en el vaso; no faltó el discurso del patriarca y un ofrecimiento de gallo antes

de que se abriera el baile al estilo autóctono, que nosotros intentamos seguir provocando

las carcajadas de los manaboueños.

Estar de profesor en la escuela y organizarles juegos fue una experiencia que será, sin duda,

inolvidable. Escuchar como los niños repiten gritando los colores que les indicas, ver como

se apasionan cuando dicen la palabra acertada y consiguen un punto en el ahorcado, verlos

correr con una sonrisa en la boca en busca del pañuelo convierte estos momentos en

recuerdos imborrables.

Deben ser explicadas las noches de baile regadas con Koutoukou. Casi todas las noches se

repetía este ritual de danzas, que consistía en una mezcla de bailes marfileños y españoles.

Ellos cantaban coordinados, y acompañados de tambores, canciones como el Makuseyo (o

como sea que se escriba). Nosotros, en cambio, intentábamos enseñarles la Macarena, el

Aserejé y demás canciones típicas que todo español sabe, pero que sólo se las sabe a medias

y debe improvisar. El momento más esperado de estas noches era la ronda de Koutoukou,

la bebida alcohólica de 50º que tanto nos “apasiona” y que te bebías con cara arrugada y

no te acababas nunca para que no te volvieran a servir.

Mencionar el día que fuimos a Gnago, un pueblo cercano, es algo obligatorio. Ese día sólo

teníamos una furgoneta por lo que el chófer debía hacer dos viajes, y para no perder tiempo,

conducía tan rápido por esos caminos de tierra con baches, que acabamos mareados y casi

atropellando a la gente. Nuestra misión en el pueblo era entretener y enseñar a los niños,

32

Page 36: Memòries de Manaboué

como hacíamos en Manaboué. Bueno pues, cuando ya llevábamos bastante rato de clase les

propusimos un descansillo, y sorprendentemente, lo rechazaron, preferían seguir haciendo

clase, y así lo hicimos. Cuando de verdad acabó la clase, y acabó porque el director de la

escuela así lo dijo aunque los niños no estaban de acuerdo, se les dejó una simple (para

nosotros) y espectacular (para ellos) pelota de fútbol. Disfrutaron toda la mañana.

Posteriormente tuvimos una reunión con el rico del pueblo, fue una graciosa reunión

protocolaria en la que la conversación fue escasa debido a nuestro nivel de francés, se

podría decir que hubo un intercambio de información entre gestos y palabras sueltas. Nos

invitó a una gran comida, ¡que bueno estaba todo! Y se organizó un show en el que cantaron

canciones tradicionales y nosotros, una vez más, bailamos la macarena.

¡Qué maravilla de playas! Fueron nuestra salvación después de intensos días de trabajo,

jugar a fútbol en la arena, bañarse entre olas, tumbarse al sol y explorar la playa en busca

de cosas extrañas sentaba de maravilla. Más curioso fue el accidente que tuvimos a la vuelta:

se rompió el retrovisor de una furgoneta al chocar con un pié humano que colgaba de un

camión, íban tantos hombres en el camión que llevaban los pies colgando al aire.

Una vez en España se echa de menos oir el zumbido de un mosquito portador de malaria

volando por la habitación y saber que la tela mosquitera que te envuelve te protege, se echa

de menos la incertidumbre del momento antes de ir a comer en el que deseas que no haya

cabeza de pescado, se echa de menos ir de compras sin un militar que va a cinco metros

de distancia con un fusil y sin pasar por el ritual del regateo. ¡Qué aburrido es el primer

mundo!

Page 37: Memòries de Manaboué

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Page 38: Memòries de Manaboué

27.06.1983

Barcelona

Llicenciat en Odontologia per laUniversitat Internacional deCatalunya.

GONZALO

OLIVIERI

FERNÁNDEZ

Sin título.

Y como estrellas de rock salimos de entre el

gentío, invasión de campo, manchados de barro,

rodeados por un tumulto de gente que se

agrupaba entorno a nosotros a medida que nos

retirábamos del campo victoriosos cual Messi,

Ronaldinho y compañía: baño de multitudes. 1-0

amarrategui en el gran estadio de Sagó.

Amanece y, antes de abrir los ojos, busco incons-

cientemente el borde del colchón, extiendo el

brazo para abrirme paso a través de mi

mosquitera antes de incorporarme, y no está. La

mosquitera no está. Los primeros rayos de sol

entrando a través de la astillada ventana que no

cierra nada. Solo mi habitación, un armario, libros,

mi ordenador. Me levanto, un zumo, leche

fría…¡¿Donde está el choco punch?!

13 de agosto de 2007.

Llegamos a Costa de Marfil cuatro elementos

indescriptibles, cuatro desconocidos.

Describiendo una amplia curva, la ruta africana,

pasando por Lisboa, atravesando de noche las

ruidosas lindes de Dakar, nuestra expedición

llegó a medio día al país del que nunca nos

podremos olvidar. Todo no había hecho más que

empezar.

Ahí nos encontramos con un grupo de lo más

vario-pinto, y esa misma noche llegó el convoy

restante vía Casablanca. Una buena y envidiada

vía de ida, pues más discutible sería decidir si lo

fue de vuelta. África nos dio un último recuerdo,

uno de despedida, pero de cómo volvimos cada

uno de nosotros es otra historia…

Unos días viviendo a lo grande, literas, muebles,

agua corriente, aire acondicionado…y ¡comida!

Enormes bandejas de ensalada, patatas y carne,

distintas bebidas de colores, postre, servilleteros

con nombres extraños, servilletas, un espejismo.

Qué felices que se presentaban los

Page 39: Memòries de Manaboué

acontecimientos para nuestros mal acostumbrados paladares, pronto conoceríamos las

exquisiteces de la madre África, la mañoca, el pescado “fresco” pan con el que poder hacer

nudos sin quebrarlo, galletas-polvorón…

En un lugar donde todo está del revés, donde una vida parece no valer nada, una sonrisa,

se dibuja en el rostro de cualquiera y te trastoca el alma, lo trastoca todo. Pero acabas por

acostumbrarte, inmunizándote a los lloros, a las infecciones, al hambre. Factores que

equívocamente pasan a un segundo plano. Ahí nos situamos un afortunado grupo de nenes

de mamá viviendo una de las experiencias de nuestra vida, de esas de sentarse y contar una

y mil veces con amigos y familiares.

- “¡Calla! y deja que el abuelo nos vuelva a contar de cuando estuvo en Costa de Marfil”.

Costa de Marfil es abundancia, abundancia de recursos, abundancia desordenada, abundancia

descontrolada. Abidjan, capital económica del país, descontrol, catedrales de un tamaño

desmedido, hoteles, incongruencia, quinto o sexto mundo.

Es una mano tendida, es cariño, cariño contenido en instantes previos de reconocimiento,

ins-tantes de “te observo”, de “no me acerco”, “de sonrío”, de “te doy la mano”, de “te

abrazo”. Instantes en los que uno se siente dolorosamente alejado.

Es un “ahora voy”, un “ya lo haré”, un “quedan dos horas…” Son interminables caminos,

caminos de tierra, abriéndose paso a través de la inmensidad de la selva, hacia lugares

perdidos, hacia el océano.

Son charcos en el irregular trazado, son camiones deslucidos, son autos oxidados, son

mujeres llevando sobre sí cualquier cosa que puedas imaginar, sin dejar de sonreír, machete

en mano, a quienes observamos alucinados.

Es el canto de los gallos al amanecer, amaneceres relámpago que nunca vi, que tan pronto

como se retira la luz al anochecer, aparece sin previo aviso por la mañana, y empieza otro

gran día, al parpadear, otro día en Costa de Marfil. Los primeros rayos de luz, el sonido del

agua vertida en el cubo de la entrada, Cubitos.

Es un tablón de madera barrando el paso hacia la habitación a los lagartos del baño, es un

“oye, despierta”, un “¡me ducho primero!”, un “buenos días a todos”, un “pásame el agua,

el pan, la leche en polvo, la mermelada…” Es un “¡no tengo cobertura!”.

Divididos en varios grupos según las funciones que más o menos se esperaba que fuésemos

capaces de desempeñar. Profesores, constructores y sanitarios.

Visitamos varios poblados haciendo…lo que pudimos, que viene a ser más bien insuficiente.

Asis-tencia con aforo ilimitado. Montones y montones de pacientes.

Pero dejando aparte lo que es obvio, los sanitarios nos dividíamos en dos: los médicos con

sus respectivos enfermeros, por un lado, y por el otro, el resto, a una improvisada clínica

dental, o-dontología al aire libre. “Me duele aquí”. O más bien: me señalo un diente y me lo

quitas, “que no señora que ese está bien, hay que sacar este otro”. “Perdón, no entiendo…

¡¡¡RYAAAAAN!!!”

El protocolo de visita a los pueblos descolocaba un poco la primera vez, y por supuesto nos

equivocamos, pero en el resto de ocasiones creo que nos hicimos con la rutina. Todo

36

Page 40: Memòries de Manaboué

consistía en llegar al poblado, ir a la casa del jefe, primera noticia, segunda noticia, ¡mil

noticias! Asintiendo sonriente imaginando qué podía ser lo que nos estaban contando. Unos

sorbos del siempre, siempre ofrecido banguí, y ¡ale, al lio!

El montaje del chiringuito era rápido: los médicos en cualquier sitio, con paredes o no, y

nosotros, los dentistas, unas sillas, unos cubos-escupidera, un par de mesas de plástico y, en

el mejor de los casos, bajo un toldo del Betis.

Y mientras unos se encargaban de casi todo (Pablo, Sam, Willy…), otros envolvían pastillas

de colores a modo de regalo y el resto arrancábamos dientes. Y así pasaban los días.

Cuando estuvimos agotados, física y psíquicamente: un oasis. Embutidos en dos furgonetas

a toda chufa, parando a comprar pan. Aparentemente, el mismo que habíamos estado

tomando día tras día, pero que al tacto uno descubría lo maravilloso de las cosas

insignificantes. Por fin llegamos. El ruido de las olas. Bajando por una leve pendiente entre

los árboles se habría ante nuestros incrédulos ojos el inmenso océano golpeando con

fuerza sobre la arena y las rocas. Palmeras, cocos y nosotros, nadie más.

Sassandra Beach son olas, son olones, son lavadoras, son unas risas, son unos “madre mía”,

son los tambores, son los micrófonos.

Y tras un gran día de desahogo, volvimos por el mismo trayecto de vuelta con una sonrisa

de oreja a oreja incrustada en nuestro rostro que con la ayuda de una paradita en un

supermercado hicieron de ese día uno inolvidable.

Costa de Marfil: 18.000.000 + 23 habitantes.

Es una experiencia increíble.

¡Gracias a todos!

Page 41: Memòries de Manaboué

38

Page 42: Memòries de Manaboué

05.12.1984

Barcelona

Estudiant de 4t curs d’EnginyeriaIndustrial per la UniversitatPolitècnica de Catalunya.

POL

PARAREDA

FARRIOL

Memòries d’Àfrica

Agost / Setembre 07 Costa d’Ivori

Fa prop de dos mesos que vam tornar del camp

de treball a Manaboué. Experiències, sensacions,

sentiments i nous horitzons són el que evoca un

viatge com aquest.

Tres setmanes aproximadament vivint en un

llunyà indret entre plantacions de cacau, de cafè

i negres fan que hom es senti despullat de tot

allò que normalment l’envolta. La comoditat

passa a ser ua amiga desconeguda mentre que

vulnerabilitat de sentir-se lluny de casa comença,

en certa forma, a fer-se present. Resumir tot el

que pot arribar a aportar un viatge com aquest

resulta difícil.

Al arribar a Costa d’Ivori un es sent, al principi,

com un més dels pocs turistes que hi ha. Però a

mesura que passaven els dies i, especialment,

quan vam deixar les comoditats que oferia

Abidjan per anar cap aquest racó de

món(Manaboué) l’adaptació a la vida autòctona

era, pràcticament, l’única sortida. Cal dir que en

cap moment vam deixar de ser blancs i no vam

perdre els privilegis que això suposa allà. Malgrat

això, alimentar-se amb menjar autòcton, dormir

al terra amb un matalàs de dubtosa higiene o

l’esforç físic de treballar a l’obra en aquell clima

no deixa de ser quelcom dificultós en cert

moments.

És ben cert que aquest tipus d’incomoditats són

fàcilment superables durant un període

relativament curt (5 o 7 dies). Però quan tens per

endavant gairebé tres setmanes en aquestes

condicions, és una altra història. Va ser,

especialment, la segona setmana (al mig de tot el

període) quan hom es comença a preguntar

(sobretot quan diarrees, els mals d’estómac o els

mosquits comencen a ser quelcom habitual), què

dimonis faig en aquest indret?

Page 43: Memòries de Manaboué

Val dir que totes aquestes “males vibracions” eren amb escreix superades pel que cada dia

rebies de l’entorn i de la gent. Habitualment es pot pensar que quan es va a Àfrica a treballar

com a cooperant ets tu qui vas a donar i ells són els qui reben la teva ajuda. En certa forma

és cert, però el que un no espera és que quan es torna s’ha rebut molt més del que has

donat. Ni la construcció d’un menjador, ni un projecte d’abastament d’aigua poden retornar

el que es rep allà.

Sentir-se estimat (tot i que no t’hi pots pràcticament comunicar si no saps francès), sentir-

se acollit com a casa, desconnectar de tot el que hom té habitualment i afrontar-se a un nou

repte és, realment, una experiència increïble. Sentir-se habitant (i no turista) de Manaboué

per tres setmanes fa que realment t’endinsis en la seva forma de viure.

Però tota aquesta experiència hauria estat diferent sense la resta de companys. Va resultar

espectacular veure com persones que no havies conegut fins llavors passessin a ser, de

forma tant important, part de la teva vida quotidiana. El bon rollo, el companyerisme i l’ajuda

mútua va fer que tot el que passés allà tingués un altre color i que els moments difícils d’un

fossin superats amb el suport de la resta del grup.

Al tornar molta gent et pregunta què és el que més t’ha sobtat del viatge. A mi

personalment hi ha dues coses. En primer lloc veure com en major o menor grau les

persones que viuen allà són felices. Riuen, es diverteixen i malgrat tot estan contentes amb

allò que tenen. Resulta sorprenent pensar que nosaltres creiem que necessitem tot i més

per arribar a (com diem nosaltres) ser feliços.

Per altra banda, és difícil pensar i assumir que mentre el nostre pas per Costa d’Ivori ha

estat momentani moltes de les persones (amb nom i cognom) que hem conegut passaran

tota la seva vida allà. I quan em refereixo “allà”, també em refereixo a “així”;amb la mateixa

forma de viure. Això últim és, potser, el més impactant de tota la situació. Mentre uns

(nosaltres) milloren i evolucionen, altres (ells) restaran igual durant, segurament, molt temps.

40

Page 44: Memòries de Manaboué

18.01.1954

Mataró

Sacerdot.

Doctor en Filosofia.

Llicenciat en Teologia.

Llicenciat en Biologia.

Actualment, és sacerdot de laUniversitat Internacional deCatalunya i del CMU Pedralbes.

MN. EMILI

ROURE

I BOADA

El miracle de Manaboué

Les breus paraules que tinc intenció de deixar

escrites en aquest relat comencen amb la

intenció de que tots recordem les afectuoses

paraules que Monsieur Papé Raymond ens va

dirigir, com agraïment, el dia de la cloenda del

camp de treball.

Ens va parlar del miracle de Manaboué, referint-

se al fet que 23 espanyols (nosaltres) haguessin

arribat fins a aquell racó de món, en plena selva

ivoriana, per desenvolupar diferents tasques

solidàries sense fer cap tipus de diferència o

distinció per raó d’edat, sexe i menys encara

religió. Afegí com a conclusió que allò havia estat

possible gràcies a la fe comuna i donava gràcies

a Déu amb una insistència certament remarcable.

També va voler deixar de manifest la feina ben

feta: la quantitat de gent que havia estat atesa des

del punt de vista sanitari, ja sigui estrictament

mèdic com odontològic, l’empeny posat perquè

els més petits aprenguessin una mica de castellà,

i l’esforç per deixar quasi acabada la “cantina” de

l’escola, que donarà aixopluc a tots els nens i

nenes que durant l’època de col•legi vagin a

estudiar.

Després d’assenyalar aquests aspectes va afegir

que tanta feina i tant ben feta no els va estranyar

gens –ja esperaven que fos així– perquè pel seu

coneixement de l’esperit de l’Obra –la

santificació del treball (que dona com a primer

punt el fer-lo bé)– això ho donava per suposat.

Però el que admiraven –i no dic sorprès per no

donar una connotació negativa que no hi era en

les seves paraules– i agraïen de forma tant i tant

especial, era la cordial i familiar relació de tots

nosaltres amb tothom, i no només amb els

habitants de Manaboué –que tant generosa i

càlidament ens van rebre– sinó, repeteixo, amb

tothom: de Sago, de Gnago..., fins hi tot els

Page 45: Memòries de Manaboué

nostres inseparables xofers i policies.

Com a tercer punt que recordo d’aquell breu i profund discurs –que em va impressionar

per ser inesperat i per l’entorn en què ens trobàvem– va ser la seva petició, precedida

d’una gran deferència, de considerar-nos –ja per sempre– fills de Manaboué, és a dir, de la

seva família, amb tot el que suposa per ells la realitat familiar, que és un vincle molt real,

profund i de compromís. I, també, el detall inoblidable de que amb el so quotidià del cant

del gall enunciant un nou dia, el seu primer record i petició a Déu aniria cap a Catalunya i

cadascú de nosaltres (quant ho agraïm!). Afirmació acompanyada d’una lògica i interessada

petició cap a nosaltres de manera que, això si, sense escoltar el sempre simpàtic cant del

gall, cada dia ens recordéssim de Manaboué, de les seves contrades i, sobre tot, dels seus

habitants.

Estem recordant el miracle de Manaboué, però penso que l’autèntic miracle per a nosaltres

no ha estat el que acabem de recordar, sinó el fet de que varem anar a donar i –perquè no

dir-ho– a donar-nos, i el que ha passat és que hem rebut molt més i se’ns ha donat encara

més. Varem anar amb les mans buides, les maletes plenes i molta il•lusió i hem tornat amb

les maletes buides, el cor ple i molt d’agraïment a Déu i aquests simpàtics amics de

Manaboué i entorns. Des d’aleshores els tenim de ben cert entre els amics: no hi ha dia que,

encara que sembli mentida, no ens recordem d’ells.

Deixeu-me fer una última i petita reflexió, i perdoneu si goso a la generalitzar-la, però hi ha

una pregunta que els primers dies –tot tornant– em vaig fer molts cops fins a trobar-ne la

meva resposta, i espero que d’alguna manera sigui també la vostra. Perquè, essent tants i tant

diferents els qui varem anar, varem tornar tots amb tant de goig i alegria? I desprès de

donar-hi voltes vaig veure que no va ser perquè tot fos prou senzill, el manejar la mar de

bo, i la feina gens cansada. No! Ni perquè ells –els nostres nous amics– visquessin amb

moltes comoditats, molt ben alimentats, ben vestits, amb molta salut i sempre nets i per tant

“feliços de la vida”. Un altre cop, no!, sinó perquè –i aquí arriba la meva conclusió– són tan

senzills, tan bons (deixeu-m’ho dir d’aquesta forma tan simple), tan agraïts, que ben poca

cosa converteix el seu rostre en una faç feliç i alegre.

Pensem –amb un cert esperit repetitiu per part meva– amb les petites atencions que teníem

cada dia amb ells a l’hora d’estar junts, de jugar amb els més petits, de tractar-los com un

més de nosaltres –de fet eren un més dels nostres– i, per fi, els cadeaux que de les nostres

coses varem fer. Era ben poca cosa però ells ho van agrair com un gran tresor. La lliçó és

prou clara. Varem anar a donar i hem rebut molt més. Varem anar a ajudar i ens van ajudar

encara més. Varem anar a ensenyar i hem après força més. Varem anar a curar i hem sortit

nosaltres sanats. Aquest per a mi és el gran miracle de Manaboué, que es conclou amb el

somriure d’aquella gran gent –l’Emil (el patriarca), el Joel, el Pablo, la Maria, el Dani, el Pakum,

la Céci, el Nono, la Macu... Tots i cadascuna de les persones que ens varem trobar, i que ens

hem emportat en el nostre cor amb l’agraïment a Déu, ja per sempre, i que l’any vinent,

pensem renovar.

42

Page 46: Memòries de Manaboué

23.02.1987

Barcelona

Estudiant de 3r curs d’EnginyeriaAeronàutica a la ETSEIAT, de laUniversitat Politècnica de Catalunya.

ADRIÀ

VALLÈS

GARCÍA

Ayoka Manaboué

Un dia, l’Andreu em va proposar d’anar a un

camp de treball a l’Àfrica (dos mesos després

d’incitar-me que ens tiréssim des d’un avió al buit

amb paracaigudes) i la meva primera reacció fou

pensar que era una bogeria. Però després de

considerar la meravellosa oportunitat que se’m

presentava, vaig dir-li que comptés amb mi,

rebutjant d’aquesta manera els mil euros que

m’oferia el meu avi per no anar-hi.

El viatge va començar a l’aeroport del Prat i els

nervis van aparèixer al trobar-me amb alguns dels

companys, que ja eren allà.

A l’arribar a l’aeroport d’Abidjan (la capital

econòmica de Côte d’Ivoire) un home ens va

demanar si érem els voluntaris que veníem de

Barcelona. Tothom va fer com si no hi fos, potser

per desconfiança o perquè no enteníem el

francès; fins que va aparèixer en Dani, un home

que només es pot classificar com la persona més

espavilada que he conegut mai.

Sobre la mitja nit vam arribar al poble, quina

rebuda! Entre danses i cants, alguns ballàvem i

altres jugàvem amb uns nens i nenes preciosos.

Aquests et tocaven el cabell i t’oloraven els

braços mentre t’abraçaven i t’oferien l’únic que

aparentment tenien, la mà. Aquella rebuda genial

només era perquè uns nois d’Europa havien

trepitjat el poble de Manaboué (regió de Bas-

Sassandra), sense encara haver fet res. Em va

impactar molt la diferència entre la policia, que

demanava “cadeaux” (regals) aturant-te enmig de

la carretera, i un nen del poble que m’avisava

insistentment “se t’ha caigut el mòbil” i no

s’atrevia a recollir-lo.

En el primer dia de feina, va haver-hi seriosos

problemes amb les tasques de construcció ja que

el permís d’obres l’havia de concedir el cap del

poble, el cap dels joves... A més, vam haver de

regatejar el preu del material i de les hores de

Page 47: Memòries de Manaboué

treball del “maçon” (paleta). L’aigua la trèiem d’una bassa, l’arena i grava d’un riu proper, la

fusta dels arbres del cementiri (les tombes del qual feien de graderia durant els partits de

futbol), el ciment era comprat (i els sacs en què venia revenuts per uns 100 francs) i les eines

portades pel “maçon” o ajudants voluntaris.

Les hores a l’obra passaven lentament ja que al principi no teníem aigua per beure i

començaven a aparèixer les primeres butllofes a les mans degudes al pic i a la pala. Als

matins fèiem una pausa en què el “maçon” i companys aprofitaven per beure “bangui” (una

beguda extreta de la destil•lació de la sàvia d’un tipus de palmera). Alguna tarda vam anar

a visitar els camps de palmeres, d’on s’extreuen, segons el tipus, dàtils, plàtans, begudes

alcohòliques, olis, cocos... ; camps de cacau i cafè, el qual s’exporta; cultius d’arròs... Als

voltants del poble abunden els camps de “mandioca” (o “iuca” tal com es coneix a l’Amèrica

del sud), que és un tubercle del qual s’extrau la “tapioca” i es fa el plat típic de la zona:

“attiéké” o “foutou”. La dieta es basa en la mandioca, però també conté animals com serps,

rates, peixos, ocells, gats, gossos, pangolins... El pangolí de Costa d’Ivori és un mamífer, crec

que del tipus Manis gigantea, que té grans escames en forma de plaques i s’enrotlla quan se

sent amenaçat, formant una armadura. Els nens i nenes, al sortir de l’escola on aprenien

castellà, venien a veure’ns i ens portaven fruita de la passió, mandarines i altres fruits que

recol•lectaven dels voltants.

Al poble hi ha tres grans famílies, de la tribu dels “godiè”, que habiten en zones diferenciades.

La llengua godiè és bastant simple (per exemple, no hi ha variació de nombre) i utilitzen la

paraula “ayoca” per a dir: hola, bon dia, adéu, gràcies... Hi ha un espai entre Manaboué i el

poble més proper (Kédigbo) on hi viuen dones que han estat marginades degut a l’adulteri

o altres suposades maleses. Manaboué presenta una clara divisió del territori mitjançant

carrers paral•lels (feta per Mr. Papé) i existeix un cap del poble i encarregats (no

encarregades) per l’aigua, l’electricitat, els joves... Només cal afegir que els homes treballen

al camp i les dones cuiden els fills, fan el menjar, van a buscar l’aigua...

L’hora de dinar sempre s’endarreria degut a l’enorme feina dels metges i dentistes, els quals

arribaven cada dia més horroritzats i, per tal d’oblidar la jornada, solien comentar l’anècdota

del dia. Era durant el dinar on es veia qui menjava perquè tenia gana o qui no ho feia perquè,

a part d’estar abatut pel “attieké”, pensava en les reserves de tonyina que havia portat de

casa.

El dia no era gens calorós (va fer sol uns tres dies) i la nit era més aviat fresca, cosa que

aprofitaven els joves per tocar el tambor, cantar i ballar. En un intent desesperat de mostrar-

los cançons o balls de casa que fossin alegres i semblants als seus, vam cantar i ballar “La

Macarena”, el “Aserejé”, l’himne del Barça, “La Bamba” i “Boig per tu”. En ritme ens guanyen

de sobres.

La navalla multiusos de la zona és el matxet ja que serveix per obrir fruits com cocos, tallar

troncs i branques, tallar palmeres, caçar animals, tallar la canya de sucre... En Desiré

l’utilitzava contínuament i amb molta habilitat. Aquest home d’uns 35 anys, fill del cap del

poble i cap dels joves va resultar ser el “meu amic”. Cadascú en tenia assignat un, amb el

qual hi hauria un intercanvi de regals en la festa programada per l’últim dia. De seguida

44

Page 48: Memòries de Manaboué

m’ho va dir i en pocs dies vam deixar de ser simples coneguts. Va presentar-me la seva

família i amics repartits entre Sago, Kédigbo i el propi Manaboué. Una tarda em va proposar

que anés amb ell a sopar a casa un amic, el qual va oferir-me “attieké” i peix. A més, va

regalar-me, per tal que els utilitzessin els meus pares, una gàbia per pescar i un sedàs per

eliminar les clofolles dels grans d’arròs.

Dos dies més tard, en Desiré, em va demanar que vingués amb algun company a casa d’un

familiar seu dit Simplice; vam anar-hi l’Andreu, el Dani i l’Adrián. Aquest home, amb dos

mullers i bons recursos, ens va servir una botella d’alcohol als cinc, mentre vaig poder

divisar a l’interior d’una de les seves cases un pòster d’en Colombo i un cartell de plats

combinats típic de qualsevol restaurant de barri.

En els darrers dies, en Desiré em va cuinar cargols terrestres, va regalar-me plàtans, canyes

de sucre, i el seu regal va ser una camisa feta d’una tela molt particular (sort que no va ser

un pollastre!).

La festa de la darrera jornada al poble va començar amb una missa en una església

improvisada, una mostra de costums i tradicions, uns balls, i finalment, va arribar l’hora del

dinar en el que van assistir diverses personalitats de Sago. Van explicar que en el passat, quan

un noi volia aparellar-se, havia de dur el màxim número d’uns objectes molt peculiars en

forma d’anella a la família de la noia. Aquestes peces, que trobaven els homes als camps, les

havia posat un ésser superior sota la terra.

Quan retornàrem a Abidjan, on passaríem els últims dies en el país, van tornar les imatges

de pobresa. Les construccions inacabades s’intercalen amb plantacions i barraques i, a les

vores del carrer, la gent ven fruita, recàrregues pel mòbil (anunciades per Drogbà en grans

pancartes), diaris, recipients...

Vam aprofitar aquests últims dies per a fer visites molt interessants, entre les quals em va

impresionar la colossal basílica “Nostra Senyora de la Pau” de Yamoussoukro (capital oficial),

de la qual, els estudiants d’Abidjan que ens acompanyaven, n’estaven profundament

orgullosos. Aquest monument cristià, rèplica del Sant Pere del Vaticà, va costar quasi 300

milions de dòlars i pot albergar unes 18.000 persones (7.000 assegudes). Aquesta i la, també

immensa, catedral de Sant Pau (situada a Abidjan) no reflexen el 12% de cristians que hi ha

al país.

Com a conclusió, entre moltes d’altres, puc afirmar que he après força aquest estiu i he

pogut veure el món des d’un altre punt de vista. Moltes gràcies a tots els que heu fet

possible aquesta experiència tan bonica. Com expressa l’himne dit “l’Abidjanaise”, tant de

bo el país torni a ser un model pels territoris del voltant (com ho va ser en el passat) i la

pàtria de la verdadera fraternitat.

Visca Manaboué i la Côte d’Ivoire!

Page 49: Memòries de Manaboué

46

Page 50: Memòries de Manaboué

22.04.1986

Palma de Mallorca

Estudiant de 3r curs d’Arquitecturade la Universitat Politècnica deCatalunya.

Membre d’ADESCI.

PEDRO

VILLAR

LLULL

E. E. A.

Qui m’ho anava a dir! Un mallorquinet com jo

acabaria a Costa d’Ivori, la veritat és que encara

me’n faig creus, perquè sempre xerram de coses

que hem de fer però finalment mai les acabam

fent (sobretot jo...). En aquest cas va ser diferent,

i finalment aquest fantàstic grup de vint-i-tres

intrèpids personatges, vàrem partir cap al país de

l’Àfrica occidental. Pens que el que em va fer anar

a viure aquesta experiència va ser la meva pròpia

inconsciència de no saber molt bé exactament

on anava. Me’n record del dia que els hi vaig

proposar als meus pares, la idea que, jo ja tenia

del tot decidida, i la ja famosa resposta del meu

pare: “el que facis estarà ben fet”, encara que cal

dir que el dia abans em va passar un mail amb les

recomanacions del ministeri d’afers espanyols, on

no es recomana la visita al país. Tot i així, estava

convençut que hi volia anar, tenia la seguretat de

que el nostre home en el país, en Dani Vives, faria

que la nostra expedició fos un èxit, i a més a més

que ens ho passasim d’allò més bé.

El dia abans de la sortida del viatge estava molt

nerviós, davant la incertesa de què em trobaria a

un país desconegut totalment per mi, com seria

la seva gent, on viurien... i totes aquestes

preguntes que et fas quan no tens molt clar allà

on t’has ficat. Tot i així, tenia moltíssimes ganes

de fer el viatge i ajudar en tot el que em fos

possible.

Quan vam arribar a l’aeroport de Abidjan, vaig

començar a ser conscient de que els únics blancs

que veuria eren el de la nostra expedició, i de

com funcionava el país. No em feia cap gràcia

veure aquells militars amb les metralletes, tot i

que no molt temps després, es convertiria en una

estampa habitual. A partir d’aquest moment ja

sabíem que E. E. A., (esto es África), on tot el que

coneixíem serviria de més ben poc i on ens

adonaríem que les nostres regles del joc en

Page 51: Memòries de Manaboué

l’aspecte social, poc tenien a veure amb aquest nou país que encara havíem de descobrir.

La visita al barri de Wassa a Abidjan, ens va fer entrar a la realitat que viu aquesta gent, i pens

que va marcar un punt d’inflexió en tots nosaltres. L’arribada va ser sorprenent, al principi

els nens no s’atrevien a apropar-se a nosaltres i pareixia com si mantinguessin una distància

de seguretat, fins que un dels negrets va trencar el gel, i es va agafar de la mà d’un de

nosaltres. També vam tenir el primer conflicte protocolari amb un dels “jefes” de Wassa, ja

que un d’ells no ens havia donat permís per visitar el poble. Tot es va solucionar, quan una

expedició encapçalada pel mossèn, va anar de visita a la casa del cap en qüestió.

El viatge de Abidjan a Manaboué va ser tota una experiència, jo crec, sincerament, que és

el dia que he menjat més de tota la meva vida, no hi havia lloc on no ens aturéssim a

comprar menjar: pa, plàtans, fruits secs, cocos... s’ha de dir que era per començar a conèixer

la gastronomia del nostre nou país d’acollida. Qualificaria el viatge d’etern, quasi tres-cents

quilòmetres en set hores, tot i que no és d’estranyar, ja que les infrastructures del país són

casi inexistents... i no entenc com, però sempre que demanàvem quan faltava, sempre

quedaven dues hores per arribar.

L’arribada al poble és molt difícil de descriure, jo al•lucinava, vàrem haver de passar per uns

arcs fets amb fulles de palmera, com si fóssim gent important... i ens va rebre tot el poble

cantant i ballant al més pur estil africà. Després ens van fer seure, on es va dur a terme la

cerimònia de recepció oficial, els “jefes” i la gent del poble estaven tots allà. Aquí beguérem

el primer tassó de bangui, i també ens regalaren el primer gall.

La primera nit va ser dura, molt dura, per un urbanita. No vàrem tenir temps d’instal•lar les

mosquiteres perquè varem arribar molt tard, i després de matar els corresponents

escarabats i aranyes (sort que no veiem totes les que hi havien) vàrem poder dormir. S’ha

de veure el sentiment de seguretat que dona dormir envoltat de la mosquitera.

La construcció del menjador, i més en el cas d’un estudiant d’arquitectura com és el meu

cas, va ser una gran experiència, ja que era totalment artesanal. Els fonaments els férem amb

el pic i la pala, a tots menys als germans Jurado ens van sortit bòfigues (la població local se’n

reia de nosaltres per això!), mentre que la fabricació del morter tampoc havia sofert cap

novetat en anys, es feia damunt de la terra mesclant-ho tot manualment, i el totxos, fabricats

un per un, introduint la massa dins del motlle. Per fer els encofrats, els del poble van tallar

un gran arbre que estava al costat de l’escola, que alhora està al costat del cementiri, que

serveix de grades per al camp de futbol. Sense cap preocupació van tallar la carretera, ja

que l’arbre va caure allà ben enmig. Després la fusta la vàrem utilitzar per fer els encofrats

més casolans que he vist en la meva existència, els resultats dels pilars i les jàsseres no

varen ser espectaculars... de fet valia més no posar cap nivell, però lo important era que

aguantessin el pes, i així va ser. Gràcies a la construcció aprenguerem a agafar la vida amb

el ritme africà, és a dir, fora nervis i fent tot el que podíem, tot i que les coses es feien “más

con pausa que con prisa”.

Les nits eren d’allò més divertides, sempre hi havia gent ballant i cantant, molts dies ens

ajuntàvem amb els del poble i acabàvem ballant amb ells, molts cops més obligats que per

voluntat pròpia, s’ha de dir que no tenim el ritme en el cos, tot el contrari que ells. Record

48

Page 52: Memòries de Manaboué

el dia que ens van demanar que els hi ensenyéssim la nostra dansa tribal, i jo no sé si

vosaltres coneixeu la vostra, però no és el meu cas. Així que vàrem decidir fer un show

“tipical spanish”, que com a plat fort, tenia la cançó de la Macarena de los del río. La cançó

va triomfar, i dies després tots els joves del poble ja la ballaven.

Una cerimònia, per dir-ho d’alguna manera, fou la festa de comiat o dels amics. Resulta que

havíem de fer un intercanvi de regals amb la gent del poble, però nosaltres no podíem elegir

el nostre amic, sino que eren els del poble es que elegien al seu “amic”, el cas es que hi va

haver gent que va tenir un “amic” al que no havia vist en tot el mes que portavem per allà,

una situació curiosa. El meu amic va ser en Jean Claude, vaig tenir la sort que era el meu

amic de veres, però em va saber greu una cosa, a l’intercanvi de regals jo li vaig donar roba,

del meu tamany... i ell no és que fos dels més alts del poble, així que no sé que n’haurà fet.

Ell em va regalar una tela, no d’aquelles tan catòliques sinó una més discreta, que no pens

rentar perquè no perdi aquell olor tan característic africà.

La meva relació amb les begudes del país era complicada, no crec que se’m passés pel cap,

la idea de fer un “botellón” amb aquestes begudes, perquè les conseqüències podrien ser

desastroses. El cas és que aquesta gent era capaç de veure bangui a totes hores... record

un dia que vaig anar a treure sorra del riu amb els del poble i vaig haver de beure per

compromís dos tassons de l’elixir de palmera, que portaven la mosca inclosa, surant per

damunt de la beguda. Em va costar però finalment vaig ser capaç d’entendre el ritual a

seguir per beure: en primer lloc havia de bufar suaument, per, d’aquesta forma, llançar la

escuma i la mosca de la part superior del líquid, i, en segon lloc havia de llançar una mica

del líquid a terra per tal de retornar-lo d’allà on havia sortit. L’altre beguda típica era el

cutucú, aquesta gràcies a Déu era menys freqüent, ja que era alcohol en sang directament,

una d’aquestes begudes alcohòliques que una vegada t’has begut notes totes tot el

recorregut que fa per l’interior del teu cos. Tota una experiència això de provar aquestes

begudes.

No em podia oblidar, abans de finalitzar, d’una persona molt important per a la meva

supervivència enmig de la selva... que hagués estat de nosaltres sense el libanès (que

realment era de Mauritània) i la seva fantàstica botiga!, vos recoman profundament aquest

petit negoci si algun dia passau pel poble de Sago, a uns quants quilòmetres de Manaboué.

Aquest humil comerç, va canviar profundament les meves perspectives alimentàries, varem

passar del mític arròs amb caps de peix, salsa de terra, bou recent matat... a poder menjar

galetes fabricades al propi país. La veritat és que aquestes galetes eren un poc estantisses,

però vos assegur que quan és l’únic que hi ha, es converteixen en les millors galetes del món.

Perquè la gastronomia del país es molt dura per als estómacs d’uns urbanitas occidentals

com és el nostre cas, encara no puc oblidar el futú, aquella bola pastosa de consistència més

dura que el formigó i tan difícil de empassar-se, més difícil encara si portava per damunt una

d’aquelles salses tan picants, que tant agraden a la població autòctona.

No sé si realment vàrem ajudar a aquella bona gent, el que si que tenc clar, és que ens van

donar una lliçó de com ser feliços sense tenir gairebé res, i que l’experiència sens dubte va

valer la pena.

Page 53: Memòries de Manaboué

Vull aprofitar aquestes línies per agrair molt profundament a la O.N.G. Farmacèutica

Apotecaris Solidaris, i en especial al seu president Mateu Tous i al director tècnic Joan

Albert Segura, el fet d’haver-me deixat col·laborar en una de les seves missions humanitàries.

Degut a l’estreta relació d’Apotecaris Solidaris amb la meva família soc molt conscient de

l’esforç, el treball i la dedicació que tota la gent de la O.N.G. dedica cada dia en planificar i

desenvolupar els seus projectes d’ajuda. Per a mi ha estat tot un privilegi formar part del

seu equip, de la seva gent, i sobretot de poder haver compartit aquest esperit d’ajuda i

col·laboració que ha fet d’Apotecaris Solidaris una institució reconeguda i admirada arreu

de la nostra comunitat. Un fet del que em sent profundament agraït i honrat, i del que sense

cap dubte, al igual que el país i la gent que vaig conèixer a l’Àfrica, formaran sempre part

del meu cor.

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Page 54: Memòries de Manaboué

13.08.1970

Barcelona

Llicenciat en Ciències de laInformació per la UniversitatAutònoma de Barcelona.

Actualment, és professor de laUniversitat Internacional deCatalunya i de la Universitat deNavarra.

EUGENI

XALABARDER

VOLTAS

Tambores en las noches deManaboué

Llegamos de noche a Manaboué. Una noche en

caída libre, sin transición, pues en Manaboué nada

es difuso. Todo es contraste. Lo blanco es blanco

y lo negro es negro. Las noches son especiales.

Son tambores y grillos. Se despierta el alma,

expectante, mientras comienza la lucha contra el

mosquito. Ríos de Relec por tobillos, brazos y

cara. Calcetines y pantalón largo. Excepto los

negros, que siguen con sus chancletas, con su piel

tensa y sus palmas endurecidas por el uso del

machete. Machete para trabajar y machete para

cocinar. Cocinan comidas de sabores dulces y

salsas picantes. Menú rutinario de achiqué o

arroz. Pescado y futú. Frutas tropicales al alcance

de la mano y bangui, bebida tibia y dulzona, savia

de palmera fermentada al fuego. Y entre vaso y

vaso el ritual. Se dan las noticias necesarias, se

respeta al patriarca y se bebe de nuevo.

Los negros huelen distinto. Huelen a sudor de

plantaciones de cacao, de palmeras, de caminos

transitados a pie un día y otro. Olor a polvo. Olor

a pobreza. Olor a sudor agrio por falta de

higiene. Sudor de bienvenida y de despedida. De

acogida y de cansancio. De resignación y de

vitalidad. De danzas tribales al anochecer, de

danzas tribales al amane-cer, de danzas tribales

al atardecer. Es un pueblo que danza. Y suda

como los demás. Y sufre las enfermedades como

los demás. Pero en esta ocasión hemos

conseguido contener el sufrimiento accidental

con atención médica y odontológica. Manaboué

es contraste. Qué poco cuesta curar el cuerpo

africano y qué difícil es aliviar el alma occidental.

No hay transiciones en Manaboué. De la tristeza

a la alegría por el hecho de obtener como kadó

un par de calcetines. Un bolígrafo es una sonrisa

de felicidad. Y de recelo. Aquí uno es dueño tan

Page 55: Memòries de Manaboué

sólo de la propia dignidad. Manaboué es resignación arrastrándose por las calles sin trazar

de un pueblo donde no existen las calles, pero donde todos los caminos confluyen en un

pozo del que se obtiene agua para beber, para cocinar, para lavar... En Manaboué la tierra

no tiene sed. En agosto llueve dos de cada tres días. El clima es húmedo y empapa al que

trabaja. Pero la ropa húmeda de sudor y lluvia va levantando el comedor y las letrinas del

colegio. Ladrillos hechos a mano, uno a uno, secados al poco sol que brilla en agosto.

En los momentos de crepúsculo hay que estar atento porque no hay transiciones. Unos

tenues rayos de luz filtrándose por tejados y paredes de palma y barro. Y pocas horas

después amanecerá como anocheció, como con prisa, sin tiempo al descanso, al

entretiempo, sin grises, sin atardeceres perezosos. Viene el sol y se hace de día. Se va el sol

y se hace de noche. Da igual el idioma en el que se aprendan las palabras, como lo han

comprobado los niños que han recibido clases de castellano. Sin embargo en su idioma, el

Godje, se distinguen mejor las estrellas. Mientras, el tiempo pasa y todo sigue igual. Un día

y otro. Y otro más. Así parece que ha sido durante siglos. Así es ahora. Las casas de barro,

los fuegos de leña. Y los tambores, de noche, siguen sonando. Emiten suspiros de resignación

y vitalidad que será difícil olvidar. Me acompañarán en mi mundo occidental, pues sin pedir

permiso contagiaron mi alma con el mal de África.

Laurent gba gbo nan ayao.

52

Page 56: Memòries de Manaboué
Page 57: Memòries de Manaboué

memoria fotografica` `

54

Page 58: Memòries de Manaboué

Lida Kouassi, un ex-ministre de Defensa

i conseller del President ens va rebre a la

seva casa.

El patriarca i els “jefes” dels pobles de

Manaboué i voltants, es fotografiaren

amb Mossèn Emili, el nostre patriarca.

Page 59: Memòries de Manaboué

56Monsieur Papé ens va rebre a la seva casa

amb la seva família un dels nostres darrers

dies d’estada al país.

El poble sencer de Gnago II es va fotografiar

amb nosaltres, atenent a la proposta de

Monsieur Papé.

Page 60: Memòries de Manaboué

La manca de contenidors als carrers fa d’aquestes un autèntic

abocador on les famílies més pobres cerquen residus reutilit-

zables,o bé, i amb més necessitat, restes de menjar per alleujar

la seva fam. A la imatge, una dona cerca entre els residus en

una panoràmica de la ciutat d’Abidjan.

La manca de mitjans converteix les aigües

que s’endinsen a la ciutat d’Abidjan en un

safareig públic, a on les famílies renten la seva

roba que després són assecades al sol.

Page 61: Memòries de Manaboué

58

La mancança de mitjans, afegit a un coneixement molt

deficient en matèria d’higiene, fa que rentar-se no sigui

considerat com a necessari. En aquest cas, la fotografia

pren la imatge d’un nen que surt d’aigües empantana-

des.

Page 62: Memòries de Manaboué

Rera les primeres pors dels nens deWassà d’apropar-se a

“l’home blanc”, preneren totes les confiances per a fer-se

fotos i divertir-se amb nosaltres.

Després de les salutacions pertinents,

varem fer una visita del barri a la que

ens varem sorprendre de la escassetat

que pateixen.

Page 63: Memòries de Manaboué

60Un nen es banya al nostre pas pel barri

de Wassà.

Nens i nenes ens acompanyaren en tot

moment a la visita del barri.

Page 64: Memòries de Manaboué

Els mercats s’estableixen de la calçada. Els

poblats pels que discorre la carretera es tornen

grans mercats d’abastiment a itinerants.

La carretera comarcal careix de paviment en

bon estat. Els trams asfaltats s’alternen amb

trams de fang i molt freqüents sots i basses.

Page 65: Memòries de Manaboué

62

Freqüentment, les plantacions es troben a les

afores de la ciutat. Per això, la bicicleta es torna

en el mitjà de locomoció més utilitzat. A la

imatge, un treballador torna del camp amb un

sac ple de collita.

Page 66: Memòries de Manaboué

En haver-hi pobresa, les cases d’adobe són

les més freqüents.

Els animals ocupen els poblats. No tenen un

camp propi, sino quepasturen per allà on volen.

Page 67: Memòries de Manaboué

64

Les carreteres entre pobles manquen d’asfaltat,

i el seu aspecte sol ser com el de la fotografia:

paviment de terra, sots profunds i vegetació

frondosa a ambdós costats.

Page 68: Memòries de Manaboué

Extensos camps de palmeres discorren durant tot el camí entre Abidjan i Sassandra.

Page 69: Memòries de Manaboué

66

Page 70: Memòries de Manaboué

Les dones de Manaboué ballen en honor

dels visitants blancs, en forma de

benvinguda.

Ara, són els nens de Manaboué els

que ens mostren la seva gratitud amb

una simpàtica benvinguda.

Page 71: Memòries de Manaboué

68

Els homes del poble mantenen una

conversa sota un arbre.

Page 72: Memòries de Manaboué

Eugeni i Dani són acompanyats per un

habitant de Manaboué fins al poble més

proper, Sago.

Les dones són un col·lectiu molt treballador,

a la imatge tres dones transporten grans

troncs sobre els seus caps per un camí del

poble de Sago.

Page 73: Memòries de Manaboué

70El mercat de Sago està ple de families

que posen a la venda la seva collita.

Page 74: Memòries de Manaboué

Els nens es diverteixen a un pou proper a la

localitat de Sago. La presència d’estranys alterà el

seu ordre de joc per a seguir els nostres

moviments.

Els nens també ajuden a les tasques

de la llar.Aquests dos venen del riu

de netejar unes galledes.

Page 75: Memòries de Manaboué

72

El taller de reparació de bicicletes de Sago

és freqüentat per tots els pobles de la zona.

Les vaques són animals transhumants a

Costa d’Ivori. Els camps de Manaboué

foren testimonis, i no menys aquests dos

nens que posen davant dels animals.

Page 76: Memòries de Manaboué
Page 77: Memòries de Manaboué

74Pobresa. robes trencades, si n’hi ha, condicions

antihigièniques, un tronc caigut. Així no hauria de

ser com els nens juguessin.

Page 78: Memòries de Manaboué

Costa d’Ivori és el tercer exportador del món

de cafè.A la foto, els grans de cafè esperen el seu

moment per a ser collits.

Els camps de cultiu de “Manyoc” tampoc

falten al país.

Page 79: Memòries de Manaboué

76

Extensos camps de palmeres recorren tot el

país, dels que s’extrauen cocos, dàtils, oli de

palmera, i bangui, un licor propi de Costa d’Ivori.

El procés d’assecat del cacao es du a terme al

sol durant més de 40 dies.Després, és venut a

grans fàbriques qui ho exporten i manufacturen

per a ser convertir en xocolata.

Page 80: Memòries de Manaboué
Page 81: Memòries de Manaboué

78

Els dàtils de les palmeres esperen per a ser

premsats i extreure d’ells oli de palmera.

Page 82: Memòries de Manaboué

A les classes de castellà acudiren un gran

nombre de joves. Els jocs foren part essencial

de l’aprenentatge,com per exemple, les sopes

de lletres.

Page 83: Memòries de Manaboué

80

Els nens atenen a les explicacions dels

professors a una de les aules de l’escola

de Manaboué.

Miguel va ser un dels integrants del

grup d’educació. A la imatge,

assisteix a alguns alumnes que

tenen dubtes sobre el llenguatge.

Page 84: Memòries de Manaboué

Les ànsies d’aprendre són patents al nen

de la imatge que amb llibreta i bolígraf en

mà, va fer els deures encara que fos l’hora

d’esbarjo.

Eugeni també va fer de professor.

Aquesta vegada, els nens del

poble de Gnago II varen ser qui

varen rebre classes de castellà.

Page 85: Memòries de Manaboué

82A Gnago II, el grup d’educació va

tenir la tasca d’ensenyar castellà

als nens del poblat. Ignasi, entre

d’altres, va fer de professor.

Page 86: Memòries de Manaboué

La construcció no entén de races

ni colors.Tots ajuden per a un fi

comú.

Aquest aspecte presentava la construcció

del menjador a mitjans de la nostra

estada a Manaboué.

Page 87: Memòries de Manaboué

84Dani i Adrián, germans, cooperen en la

formació de les jàceres del menjador. La

seva experiència va ser vital en certes

fases de la construcció.

L’elaboració dels blocs de ciment són

necessaris per a la construcció.

Page 88: Memòries de Manaboué

Una dona albina espera el seu torn a

l’avantsala de la consulta del metge

Miquel Alfonso.

Page 89: Memòries de Manaboué

86

Llargues coes d’espera es formaven diàriament

des de bon de matí al dispensari de Sago. Les

persones esperaven per a ser ateses.

Page 90: Memòries de Manaboué

A un lloc amb poca llum i escassos mitjans,

Miquel va passar consulta durant prop de tres

setmanes.Thierry el va ajudar amb les dificultats

de l’idioma.

Les condicions en les que desenvolupa

Santi la seva tasca com a doctor no són,

ni de lluny, les que ofereix la seva

consulta a Espanya. Tot i així, la

necessitat és la mateixa aquí i enllà.

Page 91: Memòries de Manaboué

88Sovint, les condicions per a passar consulta

no són les més òptimes, pel que qualsevol

lloc és susceptible de ser utilitzat com a lloc

de consulta. En aquest cas,Quim assisteix a

una dona.

César, estudiant de periodisme, mai va tenir

cap objecció en sanar ferides, lletges o no tant.

Page 92: Memòries de Manaboué

Miquel exercint de metge i passant revisió

amb una llanterna d’excursionista, mostra

de la mancança d’eines.

Una mare mostra la seva filla albina

front a la sala de maternitat del

dispensari de Sago.

Page 93: Memòries de Manaboué

90Apotecaris Solidaris de Mallorca va fer

una generosa donació amb la que

pogueren gaudir de medicaments

diversos poblats de la província de

Sassandra.

Els nens es fotografien, a dalt i a

baix, amb la donació.

Page 94: Memòries de Manaboué

Ryan i Gonzalo treballaren dur per a

proporcionar assistència odontològica.

Com si fos un espectacle, a les consultes

mèdiques s’apropava un gran nombre de

persones: familiars, amics o qualsevol

tipus d’afinitat.

Page 95: Memòries de Manaboué

92

Llargues coes s’amuntegaven

davant la presència del

col·lectiu de sanitaris.Així, no

és estrany que treballessin

matí i tarda per a donar

cobertura al màxim número

de pacients.

Una vista àmplia del conjunt de dentistes

desenvolupant el seu treball.

Page 96: Memòries de Manaboué

Els nens mostren agraïts la donació

que els ferem arribar.

Un nen, tímid, es renta les dents

en presència dels dentistes.

Page 97: Memòries de Manaboué

94Una nena mostra com ha aprés a

rentar-se les dents.

Ignacio i Álvaro, germans i dentistes, els

qui procuraren per la donació, ensenyen

a dos nens a rentar-se les dents.

Page 98: Memòries de Manaboué

Tots volen arribar a ser grans futbolistes.

Creixen i juguen amb la imatge, sempre

present, dels seus ídols. El futbol els fa

oblidar la seva pobresa.

El futbol és per a ells una diversió.

On hi hagi una pilota, mai faltarà un

somriure.

Page 99: Memòries de Manaboué

96El futbol ocupa una part important de la

seva vida. Els nens que juguen són els

que encara no s’han adonat de la nostra

presència, els altres, ja han deixat les

seves feines.

Ignasi,Albert, Pol, Ryan, Luis, Leandre,Dani,Andreu, Ignacio i Gonzalo varen ser reptats pel poble de Sago a

competir per un campionat. La victòria va ser pels espanyols.

Page 100: Memòries de Manaboué

Maku ens dedica una de les seves

simpàtiques rialles i de les seves

mirades de princeseta.

Una nena perd la seva mirada a l’infinit.

Page 101: Memòries de Manaboué

98El més “pillo”,Dani Rodolph.

Els nens riuen en presència de les

càmeres fotogràfiques.

Page 102: Memòries de Manaboué

La complicitat i aprovació que va tenir el poble

amb la nostra tasca fou excepcional. Un nen, amb

un gest, mostra la seva gratitud.

Possiblement, la joguina més nova i en

millor estat amb la que poden jugar els

nens de Manaboué és aquesta.

Page 103: Memòries de Manaboué

100

Cabells arrissats, llavis grossos, nas aplatat

i, per desgràcia una cicatriu, solen ser

trets característics dels africans.

Dodó ens demana una foto.

Page 104: Memòries de Manaboué

Durant els dies que el

grup d’espanyols varem

ser a Manaboué, els nens

es divertiren molt amb els

jocs que organitzarem per

a ells.

Entre tant contrast, al barri deWassà

també descobrirem la mirada

angelical d’aquesta nena.

Page 105: Memòries de Manaboué

102La cara sempre amable de

Marie ens va acompanyar

durant tota la nostra estada.

Pablo ens va ajudar cada dia amb la

nostra tasca, Fou intèrpret, picapedrer,

guia, guardià, amic i un magnífic

amfitrió.

Page 106: Memòries de Manaboué

La simpatia i amabilitat dels

habitants de Manaboué es

mostra en aquesta cara.

Nonó també ens acompanyà

durant la major part de la

nostra estada, sempre recorda-

rem la seva hospitalitat.

Page 107: Memòries de Manaboué

104

Dodó en té 5 anys i, com a tal, jugà amb

tots nosaltres.

Page 108: Memòries de Manaboué

Lettre d’adieu.

M. le patriarche du villageM. le chef du village

M. Papé Raymond

M. Daniel directeur de Comoé et

M. Eugène Chef de la délégation catalans et la délégation catalan

Mrs. Les chefs coutumiers

Honorables invités, dmis de tous bords

Chers parents,

Mnes et Mrs

Manaboué vous salue, vous dits Ayoka

Manaboué petit village moderne, avec l’electriication, des rues particulierement bien

tracées, des maisons de types modernes pour la plupart, une école avec une capacité

d’accueil de plus de 300 élevés. Cette école vient de voir la construction d’une

contine et six latrines qui d’ailleurs lui donneront une allure de modernisme et de

fierté. Et ce, grâce a la délégation espagnole conduite par M. Daniel qui a travaillé soins

cesse et sans relâche pour donner forme a cette contine et les latrines.

La délégation reflète l’image d’un peuple catalan travailleur, courageur et noble qui est

pour l’aide des pauires. Manoboué ne saura jamais vous remereier, car votre noblesse

et votre largesse dépasse notre entendement. Vous venez lo de poser un acte qui

touche nos entrailles. Nous vous disons grandement et infinitement merci de ce que

vous aviez permis de par votre acte que notre village soit dorenavant un model.

Ce faisant, nous ne pourons nous empêchez de vous dize que Manaboué est á

compter de ce jour votre village a M. Papé, homme intelligent et travailleur, charcheur

du developpement. Homme de valeur dont la nobllesse, la simplicité, l’esprit de

créativité sont vos caracterìstiques. Manaboué vous dit également merci.

Merci pour tout et que puisse le seigneur vous benisse, ainsi que nos freres catalans.

Que Dieu benisse Manaboué,

Je vous remercie !

Page 109: Memòries de Manaboué

Carta de comiat.

Senyor Patriarca del poble,

Senyor Cap del poble,

Senyor Papé Raymond,

Senyor Daniel director de Comoé i

Senyor Eugeni Xalabarder Voltas Cap de la Delegació de Catalans i la Delegació

Catalana,

Senyors Caps Costumistes,

Honorables convidats, amics de tots els horitzons

Estimats pares,

Senyores i senyors,

Manaboué us saluda, us diu Ayoka,

Manaboué, petit poble modern amb electrificació dels carrers particularment ben

traçats, de les cases de tipus modern per a la majoria dels habitants, una escola amb

capacitat d’acollida de més de 300 alumnes. Aquesta escola acaba de veure la

construcció d’una cantina i 6 lavabos que, de fet, li donaran un aire de modernisme i

orgull. I això, gràcies a la Delegació Espanyola dirigida pel senyor Daniel, que treballa

amb constància per a donar forma a aquesta cantina i lavabos.

La Delegació reflexa la imatge d’un poble català treballador, valen, que està sempre a

l’ajuda dels pobres.

Manaboué mai sabrà agrair-vos, donat que la vostra noblesa i la vostra grandesa supera

el nostre enteniment. Acabeu de realitzar un acte que arriba fins als nostres cors. Estem

infinitament agraïts per que heu permès amb el vostre acte que el nostre poble sigui

ara, un model.

No obstant això, no podem evitar dir que Manaboué és, també, des d’avui, poble del

senyor Papé, home intel•ligent i treballador, cercador del desenvolupament. Home de

valor la noblesa, simplicitat i esperit de creativitat del qual, són les seves

característiques. Manaboué li dóna també les gràcies.

Gràcies per tot i que el poder del Senyor us beneeixi a tots, així com als nostres

estimats germans catalans.

Que Déu beneeixi a Manaboué.

Moltíssimes gràcies a tots!

106

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Agraïments

De la A a la Z...

ADESCI (www.adesci.org).

Apotecaris Solidaris de Mallorca.

Charité Berlin GMBH.

CMU Pedralbes.

Distribuidora Rotger.

Farmàcies Vendrell.

Fundació FC Barcelona.

Fundació Reial Mallorca.

Ràdio Tordera.

Universitat Internacional de Catalunya (Odontologia).

I a tots aquells particulars que, amb les seves aportacions individuals, han fet possible

aquest camp de treball i l’ajuda a tanta gent. En especial a:

Dani Vives i Centre Cultural Comoé.

Monsieur Papé Raymond.

Monsieur Augustus.

108

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Page 113: Memòries de Manaboué

Índex

Inici 2

Presentació 4

Memòria escrita 6

Luis Berga Montaner 7

Santi Costa Palau 13

Daniel Jurado Batanás 15

Andreu Labian Pagès 17

Ignacio Maristany Pintó 21

Quim Megías Barrera 27

Miguel Ochoa de Olza Soler 31

Gonzalo Olivieri Fernández 35

Pol Parareda Farriol 39

Mn. Emili Roure i Boada 41

Adrià Vallès García 43

Pedro Villar Llull 47

Eugeni Xalabarder Voltas 51

Memòria fotogràfica 54

Lettre d’adieu 105

Carta de comiat 106

Agraïments 108

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