memorias de un suicida yvonne do amaral pereira

1940

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El escritor Camilo Castelo Brancofue uno de los exponentes delRomanticismo en Portugal. Casiciego, oprimido por sus adversariosintelectuales, se suicidó en 1890. Elpropio Castelo Branco narra losucedido a continuación de sumuerte en este libro que se hatransformado en una obra clásicade la literatura mediúmnica.Memorias de un Suicida revelanoticias impactantes sobre elsufrimiento de los suicidas, elambiente espiritual en que seencuentran y el socorro que les

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dispensan los buenos Espíritus.

La última parte del libro describe lavida en una ciudad universitaria,donde los Espíritus realizan estudiosrelacionados con el Evangelio y elconocimiento de sí mismos, almismo tiempo que se ejercitan enla práctica de la caridad, con laperspectiva de sus futurasreencarnaciones.

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Yvonne do Amaral Pereira

Memorias de unsuicida

Por el espíritu Camilo CândidoBotelho

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ePUB v1.1Ozzeman 20.06.12

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© Federação Espírita Brasileira; 2 edition(January 1, 2008)ISBN: 978-857-328372-3

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PREFACIO A LAEDICIÓN

ESPAÑOLA

He acometido, con gran placer, eltrabajo de traducir al castellano, porencargo de la Federación EspiritaEspañola, esta obra maravillosa, debidaa la mediumnidad de Yvonne AmaralPereira y a los espíritus de "CamiloCandido Botelho" y de León Denis, queefectuó la revisión de la misma.

Desde el Más Allá, con una plumadigna de su brillantez literaria, el autor

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espiritual principal, bajo el pseudónimocitado antes, relata el cambio de planoefectuado por él mismo, mediante elsuicidio, algo tan común entonces, afinales del siglo XIX como en nuestrostiempos. Su narración puede valer acualquiera, pero en especial a aquel que,imaginando el vacío y la nada despuésde la muerte física, intenta escapar através de la destrucción de su cuerpo, alas dolorosas pruebas que todosvenimos a intentar superar en nuestravida en este planeta de expiación:nuestra amada y querida Tierra.

La médium permite en suIntroducción, al hacerlo ella misma, que

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realicemos una pequeña reseñabiográfica para el públicohispanohablante del autor espiritual consu personalidad real en la anteriorexistencia:

Camilo Ferreira Botelho CasteloBranco es uno de los autores másrepresentativos de la literaturaportuguesa de todos los tiempos y unode los más leídos.

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Nacido de una relaciónextramatrimonial en Lisboa el 16 demarzo de 1825, muy pronto se quedóhuérfano de padre y madre. Sueducación corrió entonces a cargo deparientes más o menos próximos. En laadolescencia se formó leyendo a losclásicos portugueses y latinos. A los

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dieciséis años se casó con JoaquinaPereira a quien pronto olvidó y de quientuvo una hija que murió a los cinco años.Empezó a estudiar Medicina pero noacabó la carrera. Cuando todavía nohabía enviudado de Joaquina Pereira, enVila Real raptó a una joven huérfana dequien tuvo otra hija y a la que tambiénabandonó. A lo largo de su vida sesucedieron los amores tumultuosos (conPatricia Emilia e Isabel Cándida, entremuchas otras mujeres).

En 1848 inició su carrera literariaestablecido en la ciudad de Oporto,donde frecuentaba la tertulia del caféGuichard junto con algunas promesas de

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la generación romántica. En esta época,mientras hacía vida bohemia, escribiósus sátiras anticabralistas y sus primerasnovelas publicadas en forma de folletínen los periódicos "Eco popular" y en"Nacional". Su vida personal siguió porel mismo camino de escándalos,peripecias e intrigas hasta que seenamoró locamente de Ana Plácido.Sucumbió a una crisis mística cuandoella decidió casarse con Pinheiro Alves,un brasileño que más tarde le serviría deinspiración en algunas novelas, y poresta razón permaneció dos años en elseminario de Oporto (desde 1850 a1852). Ya famoso en el panorama

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literario portugués, volvió aprotagonizar un escándalo cuando AnaPlácido abandonó a su marido para vivircon él en Lisboa.

A partir de ese momento, la vida y laobra de Camilo maduran por laspenalidades: persecuciones, gravesproblemas económicos y la prisióndespués de ser los dos juzgados poradulterio. Camilo entró en prisión el 1de octubre de 1860 y salió el 16 deoctubre de 1861. Una vez absueltos,Camilo y Ana viven juntos y ella seráfuente de inspiración de algunas de susnovelas (se llamará Enriqueta en Poesíao dinero, Raquel en Años de prosa,

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Adriana en El buen Jesús del Monte oLeonor en Un hombre rico). Camilotendrá que escribir a un ritmo trepidantedebido a graves problemas económicosque no acaban. En 1862 se va a vivir aLisboa. En 1864 se traslada a la casa deS. Miguel de Ceide del que fuera maridode Ana, que ya ha muerto. Aquíescribirá lo mejor de su obra, aunquedesgraciadamente, no encontrarátampoco la tranquilidad ni la paz. En1868 su hijo Jorge enferma y ya no serecuperará nunca de sus gravesproblemas mentales.

En 1878 sufre un accidente en untren y como consecuencia de eso, le

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quedarán secuelas en la vista. Otrosdisgustos como la muerte de una nietade tres años o la irresponsabilidad desu hijo mayor le llevan a ladesesperación. Camilo sigueescribiendo, sus amigos intentanayudarle y le preparan homenajes. En1885 se le da el título de Vizconde deCorreia Botello. En 1888 se casa conAna Plácido. Se le reconocepúblicamente como escritor y en 1889se le da una pensión anual de 1.000$000réis, pero nada le da sosiego niencuentra la estabilidad.

El 1 de Junio de 1890, desesperadopor la confirmación de un oftalmólogo

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de que su progresiva ceguera no tienecura, se pega un tiro en la sien derechay muere a las pocas horas en su casa deSao Miguel de Ceide. La muerte deCamilo Castelo Branco causó unaconsternación general y la prensa,unánime al lamentar su muerte, publicónumerosos artículos donde se leensalzaba como escritor.

Nos debe quedar muy claro, sinningún género de dudas, que debemosrespetar siempre nuestra existencia aquíel tiempo que el Creador haya estimadocomo permanencia de nuestro espíritu enel cuerpo físico. Si atentamos, medianteel suicidio, en cualquiera de sus formas,

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contra ello, estaremos rompiendo nosólo su Ley, sino nuestra propiaestabilidad, por así decirlo, físico-espiritual, ya que nuestro periespíritu seencontrará afectado en gran medida poreste acto, deteriorado, herido o casidesintegrado, y la única forma de poderrecomponerle será a través de unareencarnación, donde, con totalseguridad, encontraremos los mismosproblemas que teníamos antes decometer suicidio en la anterior,agravados por el mal estado en que seencontrará nuestro cuerpo astral, queindudablemente se reflejará en nuestrascondiciones físicas. No sólo no ganamos

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nada con el suicidio, sino que perdemosmucho más de lo que nunca podríamosimaginar: el tiempo para nuestro propioprogreso en la evolución moral, la únicanecesaria como principal misión en estavida terrenal.

Agradezco a los buenos espíritus suayuda en este trabajo y a mi esposa,Maribel, su paciencia y buenas prácticasde fotocomposición, que han permitidoque esta traducción pueda llegar alpúblico hispanohablante.

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Alfredo Alonso YusteMadrid, Abril de 2009

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INTRODUCCIÓN

Debo estas páginas a la caridad deun eminente habitante del mundoespiritual, al cual me siento unida por unsentimiento de gratitud que presiento seextenderá más allá de la vida presente.Si no fuera por la amorosa solicitud deese iluminado representante de ladoctrina de los espíritus— queprometió, en las páginas fulgurantes delos volúmenes que dejó en la Tierrasobre filosofía espirita, acudir a lallamada de todo corazón sincera querecurriese a su auxilio con la intención

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de progresar, una vez que él hayapasado al plano invisible siempre que lacondescendencia de los cielos lepermitiesen —se perderían apuntes que,desde el año 1926, es decir, desde losdías de mi juventud y los albores de mimediumnidad, que juntos florecieron enmi vida, penosamente yo veníaobteniendo de espíritus de suicidas quevoluntariamente acudían a las reunionesdel antiguo "Centro Espirita de Lavras",en la ciudad del mismo nombre, en elextremo sur del Estado de Minas Gerais,y de cuya dirección formé parte durantealgún tiempo. Me refiero a Leon Denis,el gran apóstol del Espiritismo, tan

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admirado por los adeptos de la magnafilosofía, y a quien tengo los mejoresmotivos para atribuirle las intuicionesvenidas para la compilación y redacciónde la presente obra.

Durante cerca de veinte años tuve lafelicidad de sentir la atención de tannoble entidad del mundo espiritualpiadosamente vuelta hacia mí,inspirándome un día, aconsejándomeotro, enjugándome las lágrimas en losmomentos decisivos en que renunciasdolorosas se imponían como rescatesindispensables para la elevación de miconciencia, hundida todavía en eloprobio de las consecuencias de un

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suicidio en la existencia pasada.Y durante veinte años conviví, por

así decirlo, con ese hermano venerablecuyas lecciones llenaron mi alma deconsuelo y esperanza, cuyos consejostrate siempre de poner en práctica, y quehoy como nunca, cuando la existencia yadeclina hacia su ocaso, me habla mástiernamente todavía en el secreto delrecinto humilde donde estas líneas sonescritas.

Entre los numerosos espíritus desuicidas con quienes mantuveintercambio a través de las facultadesmediumnidad que dispongo, uno sedestacó por la asiduidad y simpatía con

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que siempre me honró, y,principalmente, por el nombre gloriosoque dejó en la literatura de la lenguaportuguesa, pues se trataba de unnovelista fecundo y con talento, dueñode una cultura tan amplia que hasta hoyme pregunto la razón por la que mehabía distinguido con tanto afecto si yo,tan oscura, trayendo un bagajeintelectual reducidísimo, solamenteposeía para ofrecer a su sabiduría, comoinstrumento, mi corazón respetuoso y lafirmeza en la aceptación de la doctrina,ya que, por aquel tiempo, ni siquieratenía una cultura doctrinaria aceptable.

Le llamaremos en estas páginas

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Camilo Candido Botello, auncontrariando sus propios deseos de sermencionado con su verdadera identidad.Ese noble espíritu, a quien poderosascorrientes afectivas espirituales meunían, frecuentemente se hacía visible,satisfecho de sentirse bien querido yaceptado. Hasta el año 1926, sinembargo, había oído mencionar sunombre sólo de vez en cuando. Noconocía siquiera su bagaje literario,abundante y erudito.

No obstante, él me descubrió en unamesa de sesión experimental, realizadaen la hacienda del coronel cristiano Joséde Souza, antiguo presidente del "Centro

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Espirita de Lavras", donde me dio suprimer mensaje. De ahí en adelante, yaen sesiones normalmente organizadas oen reuniones íntimas llevadas a cabo endomicilios particulares, o en el silenciode mi aposento, a altas horas de lanoche, me daba apuntes, noticiasperiódicas, escritas o verbales, ensayosliterarios, verdaderos reportajesrelativos a casos de suicidio y sus tristesconsecuencias más allá de la tumba, enuna época difícil para mí. Sin embargo,mucho más frecuentemente, mearrebataban, él y otros amigos yprotectores espirituales, de la cárcelcorpórea para, de esa manera cómoda y

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eficiente, ampliar dictados yexperiencias. Entonces, mi espíritu seelevaba a convivir en el mundo invisibley los mensajes ya no eran escritos sinonarrados, mostrados, exhibidos a mifacultad mediúmnica para que aldespertar, yo encontrase mayor facilidadpara comprender aquello que, pormerced inestimable del cielo, mepudiese auxiliar a describirlas, pues yono era escritora para hacerlo por mímisma.

Estas páginas, en verdad no fueronpsicografiadas, pues yo veía y oíanítidamente las escenas aquí descritas,veía a los personajes, los lugares, con

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claridad y certeza absolutas, como si losvisitase y en todo estuviese presente yno como si sólo tuviese noticias a travésde una simple narración. Si describíanun personaje o algún paisaje, laconfiguración de lo expuesto se definíainmediatamente, a medida que la palabrafulgurante de Camilo, o la ondavibratoria de su pensamiento, lacreaban. Fue así, de esa formaesencialmente poética, maravillosa, queobtuve la larga serie de ensayosliterarios proporcionados por loshabitantes de lo invisible y hasta hoymantenidos en el armario, y nopsicográficamente. Los espíritus que me

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asistían sólo usaban la psicografía paralos servicios de recetas y pequeñosmensajes instructivos referentes alambiente en que trabajábamos. Y puedorealmente decir que fue gracias a esaextraña convivencia con los espíritus,cuando tuve las únicas horas defelicidad y alegría que disfruté en estemundo, como un bálsamo para laspruebas que debía sufrir ante la gran ley.

Sin embargo, los mensajes y losapuntes hechos al despertar eranbastante vagos, no presentando ni elaspecto novelesco ni las conclusionesdoctrinarias que, después, para elloscreó su compilador, al suavizarles para

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exponer verdades amargas, peronecesarias al momento que vivimos. Ellector se preguntará por qué el mismoCamilo no lo hizo, pues tenía capacidadpara eso.

Responderé que hasta el momento loignoro tanto como cualquier otrapersona. Jamás pregunté a los espíritusla razón de tal acontecimiento. Por otrolado, durante cerca de cuatro años me vien la imposibilidad de mantener unintercambio normal con los espíritus,por motivos ajenos a mi voluntad. Ycuando las barreras existentes cayeron,el autor de los mensajes sólo acudió amis reiteradas llamadas para notificarme

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su próximo retorno a la existenciaplanetaria. Me vi entonces en unasituación difícil para escribir, dándoleun aspecto doctrinario y educativo a lasrevelaciones concedidas a mi espíritudurante el sueño magnético, las que yosabía que las nobles entidades asistentesdeseaban que fuesen transmitidas a lacolectividad, pues yo no era unaescritora, y no tenía capacidad paraintentar esa experiencia por mí misma.

Los relegué, por tanto, al olvido delcajón de un escritorio y oré, suplicandoayuda e inspiración. Oré, sin embargo,durante ocho años, diariamente,sintiendo en el corazón el ardor de una

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llama viva de intuición susurrándomeque aguardase el futuro, no destruyendolos antiguos manuscritos. Hasta que hacecerca de un año, recibí instruccionespara proseguir, pues me sería concedidala necesaria asistencia.

Poseo razones de peso para afirmarque la palabra de los espíritus es comouna escena viva y creadora, real,perfecta, siendo también una vibracióndel pensamiento capaz de mantener, porla acción de la voluntad, lo que desee.Durante cerca de treinta años hepenetrado, de algún modo, en losmisterios del mundo invisible, y es loque allí percibí. Quiero destacar que, al

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despertar, el recuerdo solo meacompañaba cuando los asistentes meautorizaban a recordar. La mayoría delas veces en que me permitieron esosvuelos, apenas me quedó la impresiónde lo sucedido, la intima certeza de queconviviera por instantes con losespíritus, pero no el recuerdo.

Los más insignificantes detalles senotarán cuando un Espíritu iluminado onoble "hable", como, por ejemplo unacapa de polvo sobre un mueble; la brisaagitando una cortina o un velo o un lazode cinta en un vestido femenino; el titilarde las llamas en el hogar y hasta elperfume, pues todo eso tuve la ocasión

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de observar en la palabra mágica deCamilo, de Víctor Hugo, de Charles yhasta del apóstol del Espiritismo en elBrasil, Bezerra de Menezes, a quiendesde la cuna veneré, enseñada por mispadres. En cierta ocasión que Camilodescribía una tarde de invierno rigurosoen Portugal, a pesar de estar en unahabitación con chimenea, sentí que meinvadía tal sensación de frío que tirité,buscando las llamas para calentarme,mientras, satisfecho con la experiencia,él se echaba a reír… Además, elfenómeno no era nuevo. Fue así comoJuan el Evangelista obtuvo los dictadospara el Apocalipsis y los antiguos

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profetas hebreos recibían lasrevelaciones con que instruían alpueblo.

En el Apocalipsis, versículos 10, 11y siguientes, del primer capítulo, eleminente siervo del Señor evidencia elfenómeno al que aludimos, en pocaspalabras: "fui arrebatado en espíritu eldía del Señor y oí tras de mí una vozfuerte, como de trompeta, que decía: —Lo que vieres, escríbelo en un libro yenvíalo a las siete iglesias:…" —etc.,etc.; ¡y todo el importante volumen le fuenarrado al apóstol así, a través deescenas reales, palpitantes, vivas, envisiones detalladas y precisas!

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El Espiritismo ha tratadoampliamente todos esos interesantescasos para que nadie se admire por loque estamos exponiendo y, en el primercapítulo de la magistral obra de AllanKardec La Génesis existe este tópico,por cierto muy conocido por losestudiantes de la Doctrina Espírita: "Lasinstrucciones (de los espíritus) puedenser transmitidas por diversos medios:por la simple inspiración, por laaudición de la palabra, por la visión delos espíritus instructores, en las visionesy apariciones, ya sea en sueños ya seaen estado de vigilia, de lo que haymuchos ejemplos en el Evangelio, en la

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Biblia y en los libros sagrados de todoslos pueblos".

Lejos de mí la vanidad de ponermeen un plano equivalente al de Juan elEvangelista. Por las dificultades con queluché para componer este volumen,reconocí los bagajes de inferioridad quedeprimen mi espíritu. El discípuloamado que, aun siendo un misioneroescogido era también un modestopescador, tuvo sin duda su asistenteespiritual para poder describir lasbellas páginas aureoladas de ciencia yotras enseñanzas de valor incontestable,que atravesarían los siglos glorificandola verdad. Es bien probable que el

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mismo maestro fuese aquel asistente…No puedo juzgar respecto a los

méritos de esta obra. Me prohibí,durante mucho tiempo, llevarla aconocimiento ajeno, reconociéndomeincapaz de analizarla. No me sientosiquiera a la altura de rechazarla, comotampoco me atrevo a aceptarla. Vosotroslo haréis por mí. De una cosa, sinembargo, estoy bien segura, que estaspáginas fueron elaboradas, del principioal fin, con el máximo respeto a laDoctrina Espírita y bajo la invocaciónsincera del nombre sacrosanto delAltísimo.

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Río de Janeiro, 18 de mayo de 1954.Yvonne A. Pereira

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PREFACIO DE LASEGUNDA EDICIÓN

Una revisión con criterio se imponíaa esta obra que hace algunos años mefue confiada para examen y compilación,en virtud de las tareas confiadasespiritualmente a mí, y de laascendencia adquirida sobre elinstrumento mediúmnico a midisposición.

Lo hice, sin embargo, algoextemporáneamente, ya que no me habíasido posible hacerlo en su momento, pormotivos debidos más a los prejuicios de

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las sociedades terrenas contra las que elmismo instrumento se debatía, que a mivoluntad de operario atento en elcumplimiento del deber. Y la revisión seimponía, tanto más cuanto al transmitirla obra, me fue necesario ampliar lasvibraciones aún rudas del cerebromediúmnico, operando en élposibilidades psíquicas para lacaptación de las visiones másindispensable para ese trabajo, queactivadas al grado máximo que aquelpodría soportar, tan excitadas sevolvieron que fueron como cataratasrebeldes no siempre obedeciendo confacilidad a la presión que les hacía,

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procurando evitar excesos devocabulario, acumulación de figurasrepresentativas, que ahora fueronsuprimidas.

Nada se alteró en el aspectodoctrinario de la obra ni en su particularcarácter revelador. La entrego al lector,por segunda vez, tal como fue recibidade los Mayores que me encargaron laespinosa tarea de presentarla a loshombres. Y si, buscando aclarar alpúblico, por facilitarle el entendimientode los anales espirituales, no siempreconservé el modo literario de losoriginales que tenía ante mis ojos; sinembargo, no alteré ni los informes

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preciosos ni las conclusiones, querespeté como labor sagrada de origenajeno.

¡Medita sobre estas páginas, lector,aunque sea duro para tu orgullo personalel aceptarlas! ¡Y si las lágrimas algunavez rocían tus mejillas, al observar unlance más dramático, no resistas contrael impulso generoso de exaltar tucorazón en oración piadosa, poraquellos que se retuercen en las trágicasconvulsiones de la inconsecuencia deinfracciones contra la Ley de Dios!

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Belo Horizonte, 04 de abril de 1957.León Denis

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PRIMERA PARTE

LOS CONDENADOS

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CAPÍTULO IEL VALLE DE LOS

SUICIDAS

En el mes de enero de 1891, meencontraba aprisionado en la región delmundo invisible cuyo desoladorpanorama estaba compuesto por vallesprofundos, presidido por las sombras:gargantas sinuosas y cavernas siniestras,en el interior de las cuales aullaban,como demonios enfurecidos, espíritusque habían sido hombres, enloquecidospor la intensidad y el espanto,

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verdaderamente inconcebibles, de lossufrimientos que les martirizaban.

En ese paraje aflictivo la vistatorturada del forzado no podía distinguirsiquiera la dulce imagen de unbosquecillo que testificase sus horas dedesesperación; tampoco paisajesreconfortantes, que pudiesen distraerlede la contemplación de esas gargantasdonde no penetraba otra forma de vidaque no fuese la traducida por el supremohorror.

¡El suelo, cubierto de materiasennegrecidas y fétidas, recordando elhollín, era inmundo, pastoso,resbaladizo, repugnante! El aire

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pesadísimo, asfixiante, helado,oscurecido por volcanes amenazadorescomo si eternas tempestades rugiesenalrededor; y, al respirarlo, los espíritusallí encarcelados se sofocaban como simaterias pulverizadas, más nocivas quela ceniza y la cal, invadiesen las víasrespiratorias, martirizándoles con unsuplicio inconcebible al cerebro humanohabituado a las gloriosas claridades delSol —dádiva celeste que diariamentebendice la Tierra— y las corrientesvivificadoras de los vientos sanos quetonifican la organización física de sushabitantes.

No había entonces allí, como no

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habrá jamás, ni paz, ni consuelo, niesperanza: todo era miseria, asombro,desesperación y horror. Se podría deciren realidad que era la caverna tétrica delo incomprensible e indescriptible, paraun espíritu que sufriese el dolor dehabitar en ella.

El valle de los leprosos, lugarrepulsivo de la antigua Jerusalén, de tanemocionantes tradiciones, y que en elorbe terráqueo evoca el último grado dela abyección y del sufrimiento humano,sería un lugar de consuelo y reposocomparado al sitio que intento describir.Por lo menos, allí existía solidaridadentre los leprosos ¡los de sexo diferente

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llegaban hasta a amarse!… Se hacíanbuenas amistades hermanándose en elseno del dolor y para suavizarle,creaban su sociedad, se divertían yhacían favores, dormían y soñaban queeran felices…

¡Pero en el presidio que deseo darosa conocer nada de eso era posible,porque las lágrimas que allí se llorabaneran tan ardientes como para permitirseotras atenciones que no fuesen lasderivadas de su misma intensidad!

En el valle de los leprosos existía lamagnitud compensatoria del Sol paratemplar los corazones. Existía el airefresco de las madrugadas con su rocío

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regenerador. El reo allí detenido podíacontemplar el cielo azul… Seguir, conla mirada enternecida, bandos degolondrinas o de palomas que pasabanrevoloteando… Él soñaría, ¿quién sabe?lleno de amargura, al poético clarear delplenilunio, enamorándose del suavecentelleo de las estrellas que, allá en loinalcanzable, saludaban a su desdicha,dándole consuelo en el aislamiento alque le forzaban las férreas leyes de laépoca… Y, después, la primaverafecunda volvía, rejuvenecía las plantaspara embalsamar con su perfumeacariciador las corrientes de aire que labrisa diariamente tonificaba con otros

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tantos bálsamos generosos que traían ensu seno amoroso… Y todo eso era comouna dádiva celestial para reconciliarlecon Dios, dándole una tregua en ladesgracia.

Pero en la caverna donde padecí elmartirio que me sorprendió más allá dela tumba, no había nada de eso. Aquí,era el dolor que nada consuela, ladesgracia que ningún favor ameniza, latragedia que ninguna ideatranquilizadora viene a rociar deesperanza. No hay cielo, no hay luz, nohay sol, no hay perfumes, no hay tregua,lo que hay es el llanto convulsivo einconsolable de los condenados que

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nunca cesa. El terrorífico "crujir dedientes" de la advertencia del sabioMaestro de Nazaret. ¡La blasfemiapremeditada del condenado al acusarsea cada nuevo ataque de la menteflagelada por los recuerdos penosos! ¡Lalocura inalterable de concienciasazotadas por el latigazo infame de losremordimientos! ¡Lo que sí hay es larabia envenenada de aquel que ya nopuede llorar, porque quedó exhaustobajo el exceso de las lágrimas! ¡Lo quehay es la decepción, la sorpresaaterradora de aquel que se siente vivo adespecho de haberse arrojado en lamuerte! ¡Es la rebelión, la maldición, el

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insulto, el ulular de corazones que larepercusión monstruosa de la expiacióntransformó en fieras! ¡Lo que hay es laconciencia en lucha, el alma ofendidapor la imprudencia de las accionescometidas, la mente revolucionada, lasfacultades espirituales envueltas en lastinieblas oriundas de sí mismas! ¡Lo quehay es el "crujir de dientes en lastinieblas exteriores de un presidiocreado por el crimen, dedicado almartirio y consagrado a la corrección!¡Es el infierno, en la más hedionda ydramática exposición, porque, además,existen escenas repulsivas deanimalidad y prácticas abyectas de los

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más sórdidos instintos, que no me atrevoa revelar a mis hermanos, los hombres!".

¡Quien allí queda temporalmente,como a mí me pasó, son grandespersonajes del crimen! Es la escoria delmundo espiritual, grupos de suicidas quefluyen periódicamente a sus canalesllevados por el torbellino de lasdesgracias en que se habían sumido, aldespojarse de las fuerzas vitales que seencuentran, generalmente intactas,revistiendo sus periespíritus, por lassecuencias sacrílegas del suicidio, yprovenientes, preferentemente, dePortugal, España, Brasil y coloniasportuguesas de África, infelices carentes

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del auxilio fortificante de la oración;aquellos, imprudentes e inconsecuentes,que, hartos de la vida que no quisieroncomprender, se aventuraron a lodesconocido, en busca del olvido, en losdespeñaderos de la muerte.

El Más Allá de la tumba está lejosde ser la abstracción que en la Tierra sesupone, o las regiones paradisíacasfáciles de conquistar con algunas pocasfórmulas inexpresivas. Es, antes quenada, simplemente la vida real, lo queencontramos al entrar en sus regiones ¡esvida! Una vida intensa desarrollándoseen modalidades infinitas de expresión,sabiamente dividida en continentes y

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grupos como la Tierra lo está ennaciones y razas; con organizacionessociales y educativas modelo, queservirán de modelo para el progreso dela humanidad. Allí en lo Invisible, másque en mundos planetarios, es donde lascriaturas humanas toman su inspiraciónpara los progresos que lentamenteaplican en el orbe.

No sé cómo serán los trabajoscorreccionales para suicidas en losdemás núcleos o colonias espiritualesdestinadas a los mismos fines y que sedesarrollan bajo cielos portugueses,españoles y otros. Sólo sé que forméparte de un siniestro grupo detenido por

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causas naturales y lógicas, en ese parajehorrendo cuyo recuerdo todavía hoyrepugna mi sensibilidad. Es bien posibleque haya quien se ponga a discutirmordazmente la veracidad de lo que seexpone en estas páginas. Dirán que lafantasía mórbida de un inconscienteexhausto de asimilar a Dante habráproducido por cuenta propia este relato,olvidando que, al contrario, el vateflorentino es el que conocería lo que elpresente siglo siente dificultad enaceptar…

No os invitaré a creer. La creenciano es asunto que se impongasimplemente, y sí al razonamiento, al

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examen, a la investigación. Si sabéisrazonar y podéis investigar hacedlo, yllegaréis a conclusiones lógicas que ossituarán en la pista de verdades muyinteresantes para toda la especiehumana. A lo que os invito, lo queardientemente deseo y para lo que tengotodo el interés en combatir, es querenunciéis a conocer esa realidad através de los canales tenebrosos queatravesé, al suicidarme, por no entenderla advertencia de que la muerte no esmás que la verdadera forma de existir.

De otro modo, ¿qué pretendería ellector que exista en las capas invisiblesque rodean los mundos o planetas, sino

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la matriz de todo cuanto en ellos serefleja?…

¡En ningún lugar se encontraría laabstracción, o la nada, puesto quesemejantes vocablos son inexpresivosen el universo creado y regido por unainteligencia omnipotente! Negar lo quese desconoce, por no estar a la altura decomprender lo que se niega, es unalocura incompatible con los díasactuales. El siglo convida al hombre a lainvestigación y al libre examen, porquela ciencia en sus múltiplesmanifestaciones viene probando lainexactitud de lo imposible dentro de sucada vez más dilatado radio de acción.

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Y las pruebas de la realidad de loscontinentes extraterrenales se encuentranen los arcanos de las ciencias psíquicastranscendentales, a las que el hombre hadado muy relativa importancia hastahoy.

¿Que conoce el hombre, además desu propio planeta donde ha renacidodesde hace milenios, para rechazarrazonablemente lo que el futuro ha dedivulgar bajo los auspicios delpsiquismo?… ¿Su país, su capital, sualdea, su choza o, si es más ambicioso,algunas naciones vecinas cuyascostumbres se parecen a las que le sonconocidas?…

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Por todas partes, a su alrededor,existen mundos reales, llenos de vidaabundante e intensa: y si lo ignora seráporque se complace en la ceguera,perdiendo el tiempo en futilidades ypasiones acuñadas por él mismo. Noinvestigó jamás las profundidadesoceánicas y no podrá realmente hacerlo,por ahora, no obstante existir bajo lasaguas verdes y agitadas no sólo unmundo perfectamente organizado, sinoun universo que asombraría por sugrandiosidad y perfección. En el mismoaire que respira, en el suelo donde pisaencontraría el hombre otros núcleosorganizados de vida, obedeciendo al

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impulso inteligente y sabio de leyesmagnánimas basadas en el PensamientoDivino, que las acciona para elprogreso, en la conquista de lo másperfecto. Bastaría que tuviese aparatosmás precisos, para comprobar laexistencia de esas colectividadesdesconocidas que, por ser invisibleunas, y otras apenas sospechadas, no poreso dejan de ser concretas, armoniosas,verdaderas. Siendo así, se debepreparar también, desarrollando losdones psíquicos que heredó de su divinoorigen… Impulsando el pensamiento, lavoluntad, acción y el corazón, a travésde las vías sublimes de la espiritualidad

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superior, y alcanzará las esferas astralesque circundan la Tierra.

* * *

Yo era, pues, un presidiario en eseantro del horror, pero no estaba solo.Me acompañaba una colectividad, ungrupo extenso de delincuentes, como yo.

Entonces todavía me sentía ciego.Por lo menos, me sugestionaba pensandoque lo era, y, como tal, me mantenía, noobstante mi ceguera estuviese marcada,en verdad, por la inferioridad moral deun espíritu distanciado de la Luz. Sin

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embargo, aún ciego, no me pasabadesapercibido lo que se presentaba demalo, feo, siniestro, inmoral u obsceno,ya que mis ojos conservaban bastantevisión para ver toda esa escoria,agravando así mi desdicha.

Dotado de gran sensibilidad, paramayor mal la tenía ahora comosobrexcitada, lo que me llevaba aexperimentar también los sufrimientosde los otros mártires, mis iguales,fenómeno ese ocasionado por lascorrientes mentales que se vertían sobretodo el grupo y oriundas de él mismo,que así realizaba una impresionanteafinidad de clases, lo que es lo mismo

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que afirmar que sufríamos también lassugestiones de los sufrimientos unos deotros, además de las insidias a que nossometían nuestros mismos sufrimientos.[1].

A veces, se producían conflictosbrutales en los lodazales donde sealineaban las cavernas que nos servíande domicilio. Invariablemente irritados,nos tirábamos unos contra otros pormotivos insignificantes en luchascorporales violentas, en las cuales, talcomo sucede en las bajas capas socialesterrenas, llevaría siempre la mejor parteaquel que mayor destreza y truculenciapresentaba. Frecuentemente fui allí

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insultado, ridiculizado en missentimientos más queridos y delicadoscon chistes y sarcasmos que me llevabana la rebeldía, apedreado y golpeadohasta que, excitado por una fobiaidéntica, me arrojaba a represaliassalvajes, rivalizando con los agresores yrecreándome con ellos en el barro delmismo antro espiritual.

El hambre, la sed, el frío, la fatiga,el insomnio y las exigencias físicasmartirizantes, fáciles de comprender porel lector, la naturaleza agudizada entodos sus deseos y apetitos, como sitodavía estuviéramos en el cuerpofísico, la promiscuidad, muy vejatoria,

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con espíritus que habían sido hombres ymujeres, tempestades constantes,grandes inundaciones, el barro, lafetidez, las sombras perennes, ladesesperación de no podernos ver libresde tantos martirios continuos, elsupremo desconsuelo físico y moral, eseera el panorama, por así decirlo,"material" que enmarcaba nuestrostodavía más punzantes padecimientosmorales!

Ni soñar con lo bello o entregarse adevaneos suavizantes o a recuerdosbeneficiosos era concedido a aquel quetuviese capacidad para hacerlo. Enaquel ambiente lleno de males el

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pensamiento yacía encarcelado en lasfraguas que lo rodeaban, pudiendo sóloemitir vibraciones que se afinasen altono de la propia perfidia del lugar… Y,envueltos en tan enloquecedores fuegos,no había nadie que pudiese alcanzar uninstante de serenidad y de reflexión paraacordarse de Dios y clamar por Supaternal misericordia. No se podía orarporque la oración es un bien, unbálsamo, una tregua y una esperanza. Y alos desgraciados que se arrojaban en lostorrentes del suicidio les era imposiblealcanzar tan alto favor.

No sabíamos cuando era de día o denoche, porque sombras perennes

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rodeaban las horas que vivíamos.Perdimos la noción del tiempo. Solohabía quedado una sensación dedistancia y longevidad de lo querepresentaba el pasado, imaginando queestábamos unidos a ese calvario desdehacía siglos. De allí no esperábamossalir, aunque fuese tal deseo una de lastremendas obsesiones que nosalucinaban, pues el desánimo generadorde la desesperanza que nos habíaprovocado el suicidio nos decía que talestado de cosas sería eterno.

La cuenta del tiempo, para aquellosque se sumergieron en ese abismo, sehabía estacionado en el momento exacto

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en que hicieron caer para siempre supropia armadura de carne. Desde ahísolo existían: terror, confusión,engañosas inducciones y suposicionesinsidiosas. Igualmente ignorábamosdónde nos encontrábamos, quésignificado tendría nuestra espantosasituación. Intentábamos, afligidos, huirde ella, sin percibir que era patrimoniode nuestra propia mente en lucha, denuestras vibraciones afectadas por milmaleficios indescriptibles.

Intentábamos huir del lugar malditopara volver a nuestros hogares, y lohacíamos precipitadamente, en dementescorrerías de locos furiosos. Prisionero

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maldito, sin consuelo, sin paz, sindescanso en ningún lugar… mientras quecorrientes irresistibles, como imanespoderosos, nos atraían de vuelta alsombrío tugurio, arrastrándonosconfusamente a un tenebroso torbellinode nubes sofocantes y perturbadoras.

Otras veces, tanteando en lassombras, allá íbamos, entre gargantas,callejones, sin lograr indicios desalida… Cavernas, siempre cavernas,todas numeradas o anchos espaciospantanosos como lodazales rodeados deabruptas murallas, que creíamos ser depiedra y hierro, como si estuviéramossepultados vivos en la profundidad

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tenebrosa de algún volcán. Era unlaberinto donde nos perdíamos sin jamáspoder alcanzar el fin. A veces sucedíaque no sabíamos volver al punto departida, es decir, a las cavernas que nosservían de domicilio, lo que forzaba lapermanencia al relente hasta queencontrásemos alguna cueva deshabitadapara abrigarnos. Nuestra impresión máscomún era que nos encontrábamosencarcelados en el subsuelo, en unpresidio excavado en la Tierra, ¿quiénsabe si en las entrañas de una cordillerade la cual formaba parte también algúnvolcán extinto, como lo parecíanatestiguar aquellos inconmensurables

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pozos de limo con paredes agujereadasque nos recordaban la apariencia deminerales pesados?

Aterrados, bramábamos a coro,furiosamente, como bandas de chacalesfuriosos, para que nos sacasen de allí,devolviéndonos la libertad. Las másviolentas manifestaciones de terrorseguían entonces, y todo cuanto el lectorpueda imaginar, dentro de la confusiónde escenas patéticas, quedará lejos de laexpresión real vivida por nosotros enesas horas creadas por nuestros mismospensamientos distanciados de la luz ydel amor de Dios.

Como si fantásticos espejos

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persiguiesen obsesivamente nuestrasfacultades, allá se reproducía la visiónmacabra: el cuerpo descomponiéndosebajo el ataque de los gusanoshambrientos, siguiendo su curso naturalde destrucción orgánica, acabando connuestras carnes, vísceras, sangre ynuestro cuerpo en fin, que desaparecíapara siempre en un banquete asqueroso,nuestro cuerpo, que era carcomidolentamente, ante nuestra vista estupefactamoría, bien cierto, mientras quenosotros, sus dueños, nuestro Egosensible, pensante, inteligente, que lehabía utilizado como un vestidotransitorio, continuaba vivo, sensible,

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pensante, inteligente, embotado,desafiando la posibilidad de tambiénmorir.

Es la tétrica magia que sobrepasabatodo el poder de reflexión ycomprensión, el castigo inevitable delrenegado que osó insultar a la naturalezadestruyendo prematuramente lo que sóloella podía decidir y realizar. Nosotros,estábamos vivos, en espíritu, ante elcuerpo putrefacto y sentíamos que nosalcanzaba la corrupción… Nos dolían,en nuestro cuerpo astral, los mordiscosmonstruosos de los gusanos. Nosenfurecía hasta la demencia lamartirizante repercusión que llevaba a

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nuestro periespíritu, todavíaanimalizado y lleno de abundantesfuerzas vitales, a reflexionar lo quepasaba con su antiguo cuerpo físico,como el eco de un rumorreproduciéndose de quebrada enquebrada de la montaña, a lo largo detodo el valle…

Nuestra cobardía, la misma que noshabía animalizado induciéndonos alsuicidio, nos forzaba entonces aretroceder.

Retrocedíamos.Pero el suicidio es una red

envolvente en que la víctima —elsuicida— sólo se debate para

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confundirse cada vez más, enredarse ycomplicarse. Se sobreponía a laconfusión. Ahora, ante la persistencia dela autosugestión maléfica recordaba lasleyendas supersticiosas, oídas en lainfancia y guardadas por largo tiempo enel subconsciente que se corporizaba envisiones extravagantes, a las queprestaba una realidad integral. Nosjuzgábamos nada menos que ante eltribunal de los infiernos… ¡Sí!Vivíamos en la plenitud de la región delas sombras… Y espíritus de ínfimaclase de lo Invisible, obsesores quepululan por todas las capas inferiores,tanto de la Tierra como del Más Allá,

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los mismos que habían alimentado ennuestras mentes las sugestiones para elsuicidio, divirtiéndose con nuestrasangustias, se aprovechaban de lasituación anormal en la que habíamoscaído, para convencernos de que eranjueces que nos deberían juzgar ycastigar, presentándose a nuestrasfacultades turbadas por el sufrimientocomo seres fantásticos, fantasmasimpresionantes y trágicos. Inventabanescenas satánicas, con las que nostorturaban. Nos sometían a vejámenesindescriptibles. Nos hacían entregarnosa torpezas y liviandades, obligándonos atransigir con sus infames obscenidades.

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Jovencitas que se habían suicidado,justificándose con motivos de amor,olvidando que el verdadero amor espaciente, virtuoso y obediente a Dios ytambién, en su egoísmo pasional, elamor sacrosanto de una madre quequedó inconsolable ni las canasvenerables de un padre, que jamásolvidarían el golpe en sus corazonesheridos por la hija ingrata que prefirióla muerte a continuar en el hogarpaterno, eran ahora insultadas en sucorazón y en su pudor por esas entidadesanimalizadas y viles, que les hacíancreer que debían ser esclavas por serellos los dueños del imperio de tinieblas

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que habían escogido en lugar del hogarque abandonaron…

Realmente, esas entidades eranespíritus que también fueron hombres,pero habían vivido en el crimen —sensuales, alcohólicos, libertinos,intrigantes, hipócritas, perjuros,traidores, seductores, asesinosperversos, calumniadores, sátiros —enfin, ese grupo maléfico que causadesdicha a la sociedad terrena y quemuchas veces tienen funerales pompososy exequias solemnes, pero que en laexistencia espiritual se incluyen en lacanalla repugnante que mencionamos…hasta que reencarnaciones expiatorias,

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miserables y rastreras, les impulsen anuevos intentos de progreso.

A estas deplorables secuenciassucedían otras no menos dramáticas: losactos incorrectos practicados pornosotros durante la encarnación,nuestros errores, nuestras caídaspecaminosas, nuestros crímenes, secorporeizaban ante nuestras concienciascomo visiones acusadoras,intransigentes en la condena perenne aque nos sometían. Las víctimas denuestro egoísmo reaparecían ahora, enreminiscencias vergonzosas ycontumaces, yendo y viniendo a nuestrolado en confusión pertinaz, infundiendo

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a nuestro ya abatido periespíritu el másangustioso desequilibrio nerviosocreado por el remordimiento.

Sobreponiéndose, sin embargo, a tanlamentable conjunto de iniquidades, porencima de tanta vergüenza y de tan rudashumillaciones estaba, vigilante ycompasiva, la paternal misericordia deDios Altísimo, del Padre justo y buenoque "no quiere la muerte del pecador, ysi que viva y se arrepienta".

En las peripecias que el suicidasufre después del acto que le llevó a latumba prematuramente, el Valle siniestrosólo representa una etapa temporal,siendo dirigido por un movimiento de

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impulso natural, con el que se afina,hasta que se deshagan las pesadascadenas que le unen al cuerpo físico,destruido antes de la ocasión previstapor la ley natural. Es necesario que sedesprendan de él los fluidos vitales querevestían su cuerpo físico, unidos porafinidades especiales de la naturaleza alperiespíritu, que guardan en él reservassuficientes para una vida completa, quese pierdan, por fin, las mismasafinidades, labor que en un suicida estáacompañada de muchas dificultades, deuna lentitud impresionante, para, sóloentonces, obtener un estado vibratorioque le permita el alivio y progreso [2].

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Es decir que, en función de la índole desu carácter, imperfecciones y grado deresponsabilidad general así será elperjuicio de la situación, y la intensidadde los padecimientos a experimentar,pues, en estos casos, no son sólo lasconsecuencias del suicidio las queafligen su alma, sino también el pagopor los actos pecaminosos anteriormentecometidos.

Periódicamente, una singularcaravana visitaba ese antro de sombras.

Era como la inspección de algunaasociación caritativa, una asistenciaprotectora de alguna instituciónhumanitaria, cuyos abnegados fines no

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se podrían poner en duda. Venía abuscar a aquellos de nosotros cuyosfluidos vitales, aplacados por ladesintegración completa de la materia,permitiesen su traslado a los nivelesintermedios o de transición de loInvisible. Suponíamos que la caravanase componía de un grupo de hombres.Pero en realidad eran espíritus queextendían la fraternidad al extremo dematerializarse lo suficiente para hacersepercibir plenamente a nuestra precariavisión e infundirnos confianza en elsocorro que nos daban. Vestidos deblanco, se presentaban caminando porlos lodazales del Valle, en columna de a

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uno rigurosamente disciplinada, ymirándoles atentamente, podíamosdistinguir, a la altura de su pecho unapequeña cruz azul-celeste, que parecíaser un emblema o un distintivo.

También había damas que formabanparte de esa caravana. Precedía a lacolumna un pequeño pelotón de lancerosexploradores, mientras que otrosmilicianos rodeaban a los visitadores,tejiendo un cordón de aislamiento, loque indicaba que éstos estaban muy bienguardados contra cualquier hostilidadque pudiese venir del exterior. Con ladiestra el comandante erguía unablanquísima banderola, en la que se leía,

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en caracteres azul-celeste, estaextraordinaria leyenda, que tenía el donde infundir un invencible y singulartemor:

Legión de los siervos de MaríaLos lanceros, ostentando escudo y

lanza, tenían la tez bronceada y vestíancon sobriedad, recordando a guerrerosegipcios de la antigüedad. Y, dirigiendola expedición, se destacaba un varónrespetable, que traía una bata blanca einsignias de médico además de la cruzya citada. Le cubría la cabeza, en vezdel gorro característico, un turbantehindú sujeto en la frente por latradicional esmeralda[3], símbolo de los

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médicos.Entraban aquí y allá, por el interior

de las cavernas habitadas, examinando asus ocupantes. Se paraban llenos depiedad, junto a las cunetas, levantando aalgún desgraciado tumbado bajo elexceso de sufrimiento, retiraban a losque presentasen condiciones de poderser socorridos y les colocaban en lascamillas conducidas por hombres quedebían ser servidores o aprendices.

La voz grave y dominante, de alguieninvisible que hablaba en el aire, lesguiaba en su caritativo afán, aclarandodetalles o arreglando confusionesmomentáneamente suscitadas. La misma

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voz hacia la llamada a los prisioneros aser socorridos, diciendo sus nombres, loque hacía que se presentasen sin lanecesidad de ser buscados, aquellos quese encontrasen en mejores condiciones,facilitando así el servicio de loscamilleros. Hoy puedo decir que todasesas voces amigas y protectoras erantransmitidas a través de ondas delicadasy sensibles del éter, con la sublimeayuda de aparatos magnéticosmantenidos para fines humanitarios endeterminados puntos de lo Invisible, esdecir, justamente en el lugar que nosrecibiría al salir del Valle. Peroentonces, no sabíamos este detalle y nos

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sentíamos muy confusos.Las camillas, transportadas

cuidadosamente, eran resguardadas porel cordón de aislamiento ya citado ysituadas en el interior de grandesvehículos o convoyes, que acompañabanla expedición. Esos convoyes, sinembargo, tenían un detalle interesante,digno de relatar. En vez de tener losvagones comunes de los trenes, comolos que conocíamos parecían un mediode transporte primitivo, pues secomponían de pequeñas diligenciasatadas unas a las otras y rodeadas depersianas muy opacas, lo que impedía alpasajero ver los lugares por donde

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deberían transitar. Blancos, leves, comohechos con materias específicashábilmente laqueadas, eran tirados porhermosas parejas de caballos tambiénblancos, nobles animales cuyaextraordinaria belleza y elegancia pococomún habrían despertado nuestraatención si estuviésemos en condicionesde notar algo más allá de las desgraciasque nos mantenían absortos dentro denuestro ámbito personal. Parecíanejemplares de la más alta razanormanda, vigorosos e inteligentes, lasbellas crines ondulantes y graciosasadornando sus altivos pescuezos comoblancos mantos de seda. En los carros se

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podía distinguir el mismo emblema azul-celeste y la leyenda respetable.

Generalmente, los infelices asísocorridos se encontraban desfallecidos,exánimes, como en un especial estadocomatoso. Otros, sin embargo,alucinados o doloridos, infundíancompasión por el estado de supremodesaliento en que estaban.

Después de una rigurosa búsqueda,la extraña columna se retiraba hasta ellugar donde estaba el convoy,igualmente defendido por los lanceroshindúes. Silenciosamente se retiraba através de los callejones, se alejaban másy más,… desapareciendo otra vez en la

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pesada soledad que nos rodeaba… Envano pedían socorro los que se sentíanrechazados, incapaces de comprenderque, si pasaba eso, era porque no todosse encontraban en condicionesvibratorias para emigrar a regionesmenos hostiles. En vano suplicabanjusticia y compasión o se amotinaban,sublevados, exigiendo que les dejasentambién seguir con los que fueron. Losdel convoy no respondían ni siquieracon un gesto; y si alguno másdesgraciado o audaz intentaba asaltarlopara alcanzarle e ingresar en él, diez,veinte lanzas le hacían retroceder,interceptándole el paso.

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Entonces, un coro hediondo deaullidos y siniestro llanto, deimprecaciones y carcajadas satánicas, elcrujir de dientes común al condenadoque agoniza en las tinieblas de los malesforjados por sí mismo, repercutía larga ydolorosamente por los lodazales, dandola impresión que una locura colectivahabía atacado a los miserablesdetenidos, elevando su rabia a loincomprensible en el lenguaje humano.

Y así quedaban… ¿cuánto tiempo?… ¡Oh, Dios piadoso! ¿Cuánto tiempo?…

Hasta que sus inimaginablescondiciones de suicidas, de muertos-

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vivos, permitiesen su transferencia a unlugar menos trágico…

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CAPÍTULO IILOS CONDENADOS

En general aquellos que se arrojan alsuicidio, esperan librarse para siemprede los sinsabores que creeninsoportables y de sufrimientos yproblemas considerados insolubles porla tibieza de la voluntad sin educación,que se acobarda muchas veces ante lavergüenza del descrédito o de ladeshonra y de los remordimientosdeprimentes que ensucian su conciencia,consecuencias de acciones practicadascontra las leyes del Bien y la Justicia.

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Yo también pensé así, muy a pesarde la aureola de idealista que mivanidad creía de mí mismo. Me engañé,sin embargo, y luchas infinitamente másgraves me esperaban dentro de la tumbapara castigar a mi alma de incrédulo yrebelde, con merecida justicia.

Las primeras horas que siguieron algesto brutal que usé para conmigomismo, pasaron sin que verdaderamenteyo pudiese darme cuenta. Mi espíritu,gravemente violentado, parecía habersedesmayado sufriendo un colapso. Lossentidos, las facultades que traducen el"yo" racional, se paralizaron como si unindescriptible cataclismo hubiese

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desbaratado el mundo. Sin embargo,prevalecía por encima de los destrozos,la fuerte sensación del aniquilamientoque sobre mí acababa de caer. Era comosi aquel estampido maldito, que hastahoy resuena siniestramente en misvibraciones mentales, —siempre que,abriendo los velos de la memoria comoen este instante, revivo el pasado—hubiese dispersado una a una lasmoléculas que constituían la vida en miser.

El lenguaje humano carece devocablos comprensibles para definir lasimpresiones absolutamenteinconcebibles que pasan a contaminar el

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"yo" de un suicida después de lasprimeras horas que siguen al desastre,que suben y se agrandan, se conviertenen trastornos y se radican y cristalizancada vez más en un estado vibratorio ymental que el hombre no puedecomprender, porque está fuera de susposibilidades de criatura que, gracias aDios, se conservó exento de esaanormalidad. ¡Entenderlo y medir conprecisión la intensidad de esa dramáticasorpresa, sólo lo puede hacer otroespíritu cuyas facultades se hayanquemado en las efervescencias delmismo dolor!

En esas primeras horas, que por sí

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mismas configuran el abismo en que seprecipitó —si no representasen sólo elpreludio de la diabólica sinfonía queestará obligado a interpretar por lasdisposiciones lógicas de las leyesnaturales que violó—, el suicida, semi-inconsciente, atormentado, desmayadosin que, para mayor suplicio, se leoscurezca del todo la percepción de lossentidos, se siente dolorosamenteconfundido, nulo y disperso en susmillones de filamentos psíquicosviolentamente alcanzados por elmalvado acontecimiento.

Lo absurdo en torbellino gira a sualrededor, afligiendo su percepción con

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martirizantes explosiones desensaciones confusas. Se pierde en elvacío… Se ignora… Sin embargo seaterra, se acobarda, siente laprofundidad asustadora del error contrael que chocó, se deprime en laaniquiladora certeza de que sobrepasólos límites de las acciones que le eranpermitidas practicar, se desorientaentreviendo que avanzó demasiado, másallá de la demarcación trazada por larazón. Es el traumatismo psíquico, elchoque nefasto que le desgarró con sustenazas inevitables, y que, para sercompensado, le exigirá un camino deespinas y lágrimas, decenios de rudos

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testimonios hasta que se reconduzca alas vías naturales del progreso,interrumpidas por el acto arbitrario ycontraproducente.

Poco a poco, me sentí resucitando delas sombras confusas en que sumergí mipobre espíritu, después de la caída delcuerpo físico, el atributo máximo que laPaternidad divina impuso sobre aquellosque, al paso de los milenios, deberánreflejar su imagen y semejanza: laconciencia, la memoria y el divino donde pensar. Me sentí helado de frío ytiritaba. La impresión incómoda de tenervestimentas de hielo que se me pegabanal cuerpo, me provocó un increíble

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malestar. Me faltaba además el aire parael libre mecanismo de los pulmones, loque me llevó a creer que, ya que yohabía deseado huir de la vida, era lamuerte que se aproximaba con su cortejode síntomas dilacerantes.

Unos olores fétidos y nauseabundosatacaban brutalmente mi olfato. Un doloragudo, violento, enloquecedor, acometióinstantáneamente mi cuerpo por entero,localizándose particularmente en elcerebro e iniciándose en el aparatoauditivo. Presa de convulsionesindescriptibles de dolor físico, llevé ladiestra al oído derecho: la sangre quecorría del orificio causado por el

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proyectil del arma de fuego que habíausado para el suicidio, me manchó lasmanos, las ropas, el cuerpo… Sinembargo, no veía nada. Convienerecordar que mi suicidio se derivó de larebeldía por encontrarme ciego,expiación que consideré superior a misfuerzas, injusto castigo de la naturalezapara mis ojos necesitados de ver, conlos que obtenía, con el trabajo, lasubsistencia honrada.

Me sentía pues, todavía ciego; y,para colmo de mi estado dedesorientación, me encontraba herido.¡Solo herido y no muerto! porque la vidacontinuaba en mí como antes del

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suicidio.Recopilé ideas, a mi pesar. Volví a

ver mi vida en retrospección hasta lainfancia y sin siquiera omitir el dramadel último acto, programación extra bajomi entera responsabilidad. Sintiéndomevivo comprobé que la herida que tenía,intentando matarme, había sidoinsuficiente, aumentando así los ya tangrandes sufrimientos que desde hacíamucho tiempo venían persiguiendo miexistencia. Supuse que estaba preso a unlecho de hospital o en mi propia casa.Pero la imposibilidad de reconocer ellugar, pues no veía nada, laincomodidad que me afligía y la soledad

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que me rodeaba, fueron angustiándomeprofundamente, mientras lúgubrespresentimientos me avisaban que losacontecimientos irremediables se habíanconfirmado.

Grité pidiendo ayuda a misfamiliares, a amigos que yo conocía yque me habían acompañado en losmomentos críticos. Sólo tuve porrespuesta el más sorprendente silencio.Pregunté malhumorado por enfermeros,por médicos que posiblemente meatenderían, dado que no me encontrabaen mi residencia sino retenido en algúnhospital; por servidores, criados, fuesequien fuese, que me pudiese ayudar,

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abriendo las ventanas del aposentodonde creía que estaba, para que lascorrientes de aire puro reconfortasenmis pulmones, que me diesen calor, queencendiesen la chimenea para aminorarel frío que me entorpecía los miembrosy proporcionasen un bálsamo a losdolores que me torturaban el organismo,y alimento y agua, porque yo teníahambre y sed.

Con espanto, en vez de lasrespuestas amistosas por las que tantosuspiraba, lo que pude oír, pasadasalgunas horas, fue un voceríoensordecedor, que, indeciso y lejano alprincipio, como salido de una pesadilla,

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se definió gradualmente hasta hacerserealidad en sus menores detalles. Era uncoro siniestro, de muchas vocesmezcladas confusamente, perturbadas,como si fuese una asamblea de locos.

Sin embargo, estas voces nohablaban entre sí, no conversaban.Blasfemaban, se quejaban de múltiplesdesventuras, se lamentaban, reclamaban,aullaban, gritaban enfurecidas, gemían,se extinguían, lloraban desoladoramente,derramando un hediondo llanto, por eltono de desesperación con que seemitían, suplicando rabiosas, socorro ycompasión.

Aterrado sentí que extraños

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empujones, como escalofríosirresistibles, me transmitían influenciasabominables, venidas de ese todo que serevelaba a través de la audición,estableciendo una corriente similar entremi ser sobrexcitado y aquellos cuyovocerío distinguía. Ese coro, rutinario,rigurosamente observado y medido ensus intervalos, me infundió tan granterror que, reuniendo todas las fuerzasque podría mi espíritu disponer en tanmolesta situación, me moví conintención de alejarme de donde meencontraba para un lugar en el que no leoyese más.

Tanteando en las tinieblas intenté

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caminar. Pero parecía que unasvigorosas raíces me retenían en aquellugar húmedo y helado en que meencontraba. ¡No podía despegarme! ¡Sí!Eran pesadas cadenas que me prendían,raíces llenas de savia, que me teníansujeto en aquel extraordinario lechodesconocido, imposibilitándome eldeseado alejamiento. Además, ¿cómohuir si estaba herido, destruyéndome enhemorragias internas, con las ropasmanchadas de sangre, y ciego,positivamente ciego? ¿Cómopresentarme al público en tan repugnanteestado?…

La cobardía —la misma hidra que

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me llevó al abismo en el que ahora meconvulsionaba— prolongó aún más sustentáculos insaciables y se apoderó demí, irremediablemente. Me olvidé queera hombre, por segunda vez. Y quedebía luchar para intentar vencer,aunque lo pagase en sufrimientos. Mereduje a la miseria del vencido. Y,considerando insoluble la situación, meentregué a las lágrimas y lloréangustiosamente, no sabiendo queintentar para mi socorro. Pero mientrasme deshacía en llanto, el coro de locos,siempre el mismo, trágico, fúnebre,regular como el péndulo de un reloj, meacompañaba con singular similitud,

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atrayéndome como imantado porirresistibles afinidades…

Insistí en el deseo de huir de laterrible audición. Después dedesesperados esfuerzos, me levanté. Micuerpo helado, los músculos tensos porel entorpecimiento general, medificultaban sobremanera el intento. Sinembargo, me levanté. Al hacerlo, un olorpenetrante a sangre y víscerasputrefactas apareció a mí alrededor,repugnándome hasta las náuseas. Partíadel lugar exacto donde yo estabaacostado. No comprendía cómo podíaoler tan desagradablemente el lechodonde me encontraba, que para mí era el

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mismo que me acogía todas las noches.Y, sin embargo, multitud de oloresfétidos me sorprendían ahora.

Atribuí el hecho a la herida que mehice con la intención de matarme, paraexplicar de algún modo la extrañaangustia, por la sangre que corría,manchándome las ropas. Me encontrabaempapado de secreciones, que como unlodo asqueroso que chorrease de mipropio cuerpo, cubría la indumentariaque usaba, pues, con sorpresa, me vitrajeado ceremoniosamente, acostado enun lecho de dolor. Pero, al mismotiempo que así me justificaba, meconfundía interrogándome cómo podría

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ser así, visto que no era posible que unasimple herida, aunque la cantidad desangre derramada fuese mucha, pudieseexhalar tanta podredumbre sin que misamigos y enfermeros lo limpiasen.

Inquieto, tanteé en la oscuridad conla intención de encontrar mi habitualpuerta de salida, ya que todos meabandonaban en una hora tan crítica.Tropecé, sin embargo, en un momentodado con algo e, instintivamente, meagaché, para examinar lo que así meinterceptaba el paso. Entonces,repentinamente, la locura irremediablese apoderó de mis facultades y comencéa gritar y aullar como un demonio

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enfurecido, respondiendo en la mismadramática tonalidad a la macabrasinfonía cuyo coro de voces no cesabade perseguir mi audición enintermitencias de angustiosa expectativa.

¡El montón de escombros era nadamenos que la tierra de una tumbarecientemente cerrada!

¡No sé cómo, estando ciego, pudeentrever, en medio de las sombras queme rodeaban, lo que había a mialrededor! ¡Me encontraba en uncementerio! Las tumbas, con sus tristescruces en mármol blanco o maderanegra, al lado de imágenes sugestivas deángeles pensativos, se alineaban en la

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inmovilidad majestuosa del drama quesimbolizaban. La confusión creció: —¿Por qué me encontraría allí?

¿Cómo vine si no tenía ningúnrecuerdo?… Y ¿qué había venido ahacer sólo, herido, dolorido, extenuado?… Era verdad que "había intentado"suicidarme, pero…

Un susurro macabro, cual sugestióninevitable de la conciencia aclarando ala memoria aturdida por lo inaudito quepresenciaba, repercutióestruendosamente por los másrecónditos rincones alarmados de miser:

¿No quisiste el suicidio?… Pues ahí

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lo tienes…¿Pero, cómo?… ¿Cómo podía ser…

si yo no morí?… ¿Acaso no me sentíaallí vivo?… ¿Por qué entonces sólo,inmerso en la soledad tétrica de lamorada de los muertos?…

Los hechos irremediables, sinembargo, se imponen a los hombrescomo a los espíritus con una majestuosanaturalidad. ¡No había acabado todavíacon mis ingenuas y dramáticaspreguntas, y me veo, a mí mismo comoante un espejo, muerto, tendido en unataúd, en franco estado dedescomposición, en el fondo de unasepultura, justamente esa sobre la que

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acababa de tropezar!Hui despavorido, deseoso de

ocultarme de mí mismo, obsesionadopor el más tenebroso horror, mientrasunas carcajadas estruendosas, deindividuos que yo no lograba verexplotaban detrás de mí y el coronefasto perseguía mis oídos torturados,donde quiera que me refugiase. Como unloco, que realmente me había vuelto, yocorría, corría, mientras a mis ojosciegos se dibujaba la hediondez satánicade mi propio cadáver pudriéndose en latumba, empapado en barro, cubierto deasquerosos gusanos que, voraces,luchaban por saciar en sus pústulas el

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hambre inextinguible que traían,transformándole en el más repugnante einfernal monstruo que nunca hubieseconocido.

Quise esconderme de mi presencia,tratando de recaer en el acto que mehabía llevado a la desgracia, es decir,reproduje mentalmente la escenapatética de mi suicidio, como si porsegunda vez tratase de morir paradesaparecer en la región que, en miignorancia de los hechos de más allá dela muerte, yo suponía, que existía eleterno olvido. Pero no había nada capazde aplacar la malvada visión. ¡Todo eraverdad! Una imagen perfecta de la

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realidad que se reflejaba sobre miperiespíritu, y por eso me acompañabadonde quiera que fuese, perseguía misretinas sin luz, invadía mis facultadesanímicas en choque y se imponía a miceguera de espíritu caído en pecado,torturándome sin remisión.

En la fuga precipitada que emprendí,iba entrando en todas las puertas queencontraba abiertas, para ocultarme enalguna parte. Pero en cada lugar en queme refugiaba, en la insensatez de milocura, era expulsado a pedradas sinpoder distinguir quién me trataba así,con tanto desprecio. Vagaba por lascalles tanteando aquí, tropezando allá,

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en la misma ciudad donde mi nombreera endiosado como el de un genio,siempre afligido y perseguido. Respectoa los acontecimientos que serelacionaban con mi persona, oícomentarios destilados en críticasmordaces e irreverentes, o llenos depesar sincero por mi fallecimiento, quelamentaban.

Volví a mi casa. Había unsorprendente desorden en mis aposentos,alcanzando a objetos de mi usopersonal, mis libros, manuscritos yapuntes, que ya no se encontraban en ellugar acostumbrado, lo que meenfureció. ¡Parecía que se había

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prescindido de todo! ¡Me encontré comoun extraño en mi propia casa! Busqué aamigos y parientes. La indiferencia quesorprendí en ellos hacia mi desgraciame chocó dolorosamente, agravando miestado de excitación. Me dirigí entoncesa consultorios médicos. Intentéquedarme en hospitales, ya que sufría,tenía fiebre y alucinaciones y unsupremo malestar torturaba mi ser,reduciéndome a este estado desoladorde humillación y amargura. Pero dondeiba, me sentía desprotegido, me negabanatenciones, todos estabandespreocupados e indiferentes ante misituación. En vano les reprendía

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presentándome y exponiendo mi estado ylas cualidades personales que miincorregible orgullo reputabaimportantes: parecían ajenos a misalegaciones, no concediéndome nadie nisiquiera el favor de una mirada.

Afligido, impaciente, alucinado yabsorto por las ondas de agobiantesamarguras, no encontraba en ningúnlugar la posibilidad de estabilizarmepara lograr consuelo y alivio. Mefaltaba algo irremediable, me sentíaincompleto. Había perdido algo que medejaba así, atontado, y esa "cosa" que yoperdí, una parte de mí mismo, me atraíaal lugar en que se encontraba, con la

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fuerza irresistible de un imán, mellamaba imperiosa e irremediablemente.Y era tal la atracción que ejercía sobremí, tal el vacío que había producido enmí ese irreparable acontecimiento, tanprofunda la afinidad, verdaderamentevital, que a esa "cosa" me unía que, nosiendo posible, de ninguna manera,quedarme en ningún lugar, volví al sitiotenebroso de donde había venido: ¡elcementerio!

¡Esa "cosa", cuya falta meenloquecía, era mi propio cuerpo —micadáver—! ¡Pudriéndose en laoscuridad de una tumba! [4].

Me incliné, sollozante e

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inconsolable, sobre la sepultura queguardaba mis míseros despojoscorporales, y me retorcí en pavorosasconvulsiones de dolor y de rabia,revolcándome en crisis de furordiabólico, comprendiendo que me habíasuicidado, que estaba sepultado, peroque, no obstante, continuaba vivo ysufriendo, más, mucho más de lo quesufría antes, superlativa ymonstruosamente más que antes delgesto cobarde impensado.

Cerca de dos meses deambulédesorientado y atontado, en unatribulado estado de incomprensión.Ligado al cuerpo que se pudría, vivían

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en mí todas las imperiosas necesidadesde ese cuerpo, amargura que, aliada alas demás incomodidades, me llevaba auna constante desesperación.Rebeliones, blasfemias, crisis de furorme acometían como si el mismo infiernosoplase sobre mí sus nefastasinspiraciones, coronando así lasvibraciones maléficas que me rodeabande tinieblas. ¡Veía fantasmasdeambulando por las calles del camposanto, no obstante mi ceguera, llorosos yafligidos, y, a veces, terroresinconcebibles me sacudían el sistemavibratorio a tal punto que me reducían aun singular estado de desmayo, como si

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mis potencias anímicas desfalleciesen,sin fuerzas para continuar vibrando!

Desesperado ante el extraordinarioproblema, me entregaba cada vez más aldeseo de desaparecer, de huir de mímismo para no interrogarme más sinlograr lucidez para responder, incapazde razonar que, en verdad, el cuerpofísico, modelado del barro terrestre,había sido realmente aniquilado por elsuicidio; y que lo que ahora yo sentíaera confundirme con él, porque estabasólidamente unido a él por leyesnaturales de afinidad que el suicidiodefinitivamente no destruye, era elperiespíritu, indestructible e inmortal,

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organización viva, semimaterial,predestinada a elevados destinos, a unporvenir glorioso en el seno delprogreso infinito, relicario donde searchivan, cual cofre que encerrasevalores, nuestros sentimientos y actos,nuestras realizaciones y pensamientos,envoltorio de la centella sublime querige al hombre, es decir, ¡del alma!¡Eterna e inmortal como aquel que de SíMismo la creó!

En una ocasión en que iba y venía,tanteando por las calles irreconocibles aamigos y admiradores, pobre ciegohumillado en el Más Allá de la tumbagracias a la deshonra de un suicidio;

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mendigo en la sociedad espiritual,hambriento en la miseria de Luz en queme debatía; angustiado fantasmavagabundo, sin hogar, sin refugio en elmundo inmenso, en el mundo infinito delos espíritus; expuesto a peligrosdeplorables, que también los hay entrelos desencarnados; perseguido porentidades perversas, bandoleros de laerraticidad, que gustan de sorprender,con celadas odiosas, a criaturas en lascondiciones amargas en que me veía,para esclavizarlas y engrosar con ellaslas filas obsesoras que desbaratan a lassociedades terrenas y arruinan a loshombres llevándoles a las tentaciones

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más torpes, a través de influenciasletales, al doblar una esquina me topécon una multitud, cerca de doscientosindividuos de ambos sexos. Era denoche. Por lo menos yo así lo suponía,pues como siempre, las tinieblas meenvolvían, y yo, todo lo que vengonarrando, lo percibía más o menos biendentro de la oscuridad, como si viesemás por la percepción de los sentidosque por la misma visión. Además, yo meconsideraba ciego, pero no meexplicaba hasta entonces como,destituido del inestimable sentido,poseía no obstante la capacidad para vertantas torpezas mientras que no la tenía

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siquiera para reconocer la luz del Sol ydel azul del firmamento.

Esa multitud, sin embargo, era lamisma que venía concertando el corosiniestro que me aterraba, habiéndolareconocido porque, en el momento enque nos encontramos, comenzó a aullardesesperadamente, lanzando a los cielosblasfemias ante las cuales las míasserían meras sombras.

Intenté retroceder, huir, ocultarme deella, aterrorizado por habermereconocido. ¡Sin embargo, comomarchaba en sentido contrario al que yoseguía, me envolvió rápidamente,mezclándome en ella para absorberme

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completamente en sus ondas!Fui llevado en tropel, empujado,

arrastrado, a mi pesar; y tal era laaglomeración que me perdí totalmenteentre ellos. Apenas me percataba de unhecho, porque eso mismo oía murmuraralrededor, y era que estábamos todosguardados por soldados, que nosconducían. ¡La multitud acababa de seraprisionada! Cada momento se juntaba aella otro y otro vagabundo, como habíasucedido conmigo, que del mismo modo,no podrían salir más. Se diría que elescuadrón completo de milicianosmontados nos conducía a la prisión. Seoían los cascos de los caballos sobre el

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pavimento de las calles y lanzas afiladasbrillaban en la oscuridad, imponiendotemor.

Protesté contra la violencia de laque me reconocía objeto. A los gritosdije que no era un criminal y me hiceconocer, enumerando mis títulos ycualidades. Pero los caballeros, si meoían, no se dignaban responder.Silenciosos y mudos, marchaban en susmonturas rodeándonos en un círculoinfranqueable. Al frente el comandante,abriendo camino dentro de las tinieblas,empuñaba un bastón en lo alto del cualfluctuaba una pequeña llama, dondeadivinábamos una inscripción. Sin

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embargo eran tan acentuadas lassombras que no podríamos leerla,aunque la desesperación que nosfustigaba nos diese una pausa paramanifestar tal deseo.

La caminata fue larga. El fríocortante nos congelaba. Mezclé mislágrimas y gritos de dolor ydesesperación al coro horripilante yparticipé de la atroz sinfonía deblasfemias y lamentaciones.Presentíamos que jamás podríamosescapar. Llevados lentamente, sin quelográsemos arrancar un únicomonosílabo a nuestros conductores,comenzamos finalmente a caminar

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penosamente por un valle profundo,donde nos vimos obligados a enfilarnosde dos en dos, mientras hacían unaidéntica maniobra nuestros vigilantes.

Surgieron cavernas de un lado y otrode las calles que parecían estrechasgargantas entre montañas abruptas ysombrías, todas numeradas. Se trataba,ciertamente, de una extraña "población",una "ciudad" en la que las habitacioneseran cavernas, dada la miseria de sushabitantes, que no tendrían dinerosuficiente para hacerlas agradables yhabitables. Sin embargo, lo que eracierto, es que todo allí estaba por hacery que bien podría ser aquella la morada

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exacta de la Desgracia. No se veíanterrenos, sino piedras, barrizales,sombras, pantanos… Bajo los ardoresde la fiebre excitante de mi desgracia,llegué a pensar que, si tal región nofuese un pequeño antro de la Luna,existirían allá, lugares muysemejantes…

Nos internaban cada vez más enaquel abismo… Seguíamos,seguíamos… Y, finalmente, en el centrode una gran plaza encharcada como unpantano, los caballeros hicieron alto.Con ellos paró la multitud.

En medio del silencio querepentinamente se estableció, vimos que

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los soldados volvían sobre sus propiospasos para retirarse. ¡En efecto!, uno auno vimos que se alejaban todos en lascurvas tortuosas de los callejonesembarrados, abandonándonos allí.

Confusos y atemorizados seguimossu rastro, ansiosos por irnos también.¡Pero fue en vano! Las callejas, lascavernas y los pantanos se sucedían,barajándose en un laberinto en que nosperdíamos, pues, adonde nosdirigiésemos, encontrábamos siempre elmismo escenario y la misma topografía.Un inconcebible terror se apoderó delgrupo. A mi vez, no podía siquierapensar o reflexionar, buscando la

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solución para el momento. Me sentíacomo envuelto en los tentáculos de unahorrible pesadilla, y, cuanto mayoresesfuerzos hacía para explicarmeracionalmente que pasaba, menoscomprendía los acontecimientos y másabatido me confesaba en mi terribleasombro.

Mis compañeros eran hediondos,como también los demás desgraciadosque encontramos en ese valle maldito,que nos recibieron entre lágrimas yestertores idénticos a los nuestros. Feos,dejando ver rostros asustados por elhorror; escuálidos, desfigurados por laintensidad de los sufrimientos;

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desaliñados, inconcebiblementetrágicos, serían irreconocibles poraquellos mismos que les amasen, a losque repugnarían. Me puse a gritardesesperadamente, acometido de unaodiosa fobia o ¿pavor? Un hombrenormal, sin que haya caído en las garrasde la demencia, no será capaz deevaluar lo que padecí desde que meconvencí de que lo que veía no era unsueño, una pesadilla motivada por ladeplorable locura de la embriaguez ¡No!¡No era un alcohólico para verme así enlas garras de tan perverso delirio! Noera tampoco un sueño, o pesadilla,creada en mi mente, prostituida por el

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libertinaje de los hábitos, lo que sepresentaba a mis ojos alarmados por lainfernal sorpresa como la más punzanterealidad que los infiernos pudieseninventar la realidad maldita, asombrosa,feroz, creada por un grupo decondenados del suicidio aprisionado enun medio ambiente de acuerdo a sucrítico estado, como precaución ycaridad para con el género humano, queno soportaría, sin grandes confusiones ydesgracias, la intromisión de talesinfelices en su vida cotidiana [5].

¡Imaginad una asamblea numerosa decriaturas deformes —hombres y mujeres—caracterizada por la alucinación de

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cada uno, correspondiente a casosíntimos, vistiendo, todos, ropasimpregnadas del lodo de las sepulturas,con las facciones alteradas y doloridasmostrando los estigmas de penosossufrimientos! ¡imaginad un lugar, unpoblado envuelto en densos velos depenumbra, gélida y asfixiante, donde seaglomerasen habitantes del Más Allá dela tumba abatidos por el suicidio,ostentando, cada uno, el estigma infamedel género de muerte escogido en elintento de burlar la Ley Divina que leshabía concedido la vida corporalterrestre como preciosa oportunidad deprogreso, invalorable instrumento para

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el pago de pesadas faltas del pasado!Pues así era la multitud de criaturas quemis ojos asombrados encontraron en lastinieblas que les eran favorables alterrible genero de percepción,olvidando, en la locura de mi orgullo,que también yo pertenecía a tanrepugnante todo, que era igualmente unfeo alucinado, un pegajoso ignominioso.

Les veía por todos ladosmanifestando, de cuando en cuando, conreflejos nerviosos, las ansias delahorcamiento, con gestos instintivos,altamente emocionantes, para librar sucuello, entumecido y violáceo, de losharapos de cuerdas o de paños que se

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reflejaban en las repercusionesperiespirituales, ante las vibracionesmentales faltas de armonía que lestorturaban. Yendo y viniendo comolocos, en correrías espantosas, pidiendoauxilio con voces estentóreas,creyéndose, a veces, envueltos enllamas, aterrorizándose con el fuego queles devoraba el cuerpo físico y que,desde entonces, ardía sin tregua en lasensibilidad semimaterial delperiespíritu. Me di cuenta que estosúltimos eran, generalmente, mujeres. Derepente aparecían otros con el pecho, eloído o la garganta bañados en sangreinalterable, permanente, que

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verdaderamente nada conseguiría hacerdesaparecer de la sutileza delperiespíritu sino la reencarnaciónexpiatoria y reparadora.

Esos infelices, además de lasmúltiples modalidades de penurias porlas que se veían atacados, estabansiempre preocupados, por intentarestancar aquella sangre chorreante, biencon las manos, con las ropas o concualquier otra cosa que encontrasen a sualcance, sin conseguirlo nunca, pues setrataba de un deplorable estado mentalque les incomodaba e impresionabahasta la desesperación. La presencia deestos desgraciados impresionaba hasta

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la locura, dado el inconcebibledramatismo de los gestos rutinarios,inalterables, a los que, sin proponérselo,se veían forzados. Y aquellos otros,sofocándose en la bárbara asfixia delahogamiento braceando en ansiasfuriosas en busca de algo que lespudiese socorrer, tal como habíasucedido en la hora extrema y que susmentes registraron, ingiriendo agua engorgoteos ininterrumpidos, exhaustivos,prolongando indefinidamente escenas deagonía salvaje, que los ojos humanosserían incapaces de presenciar sinalcanzar la demencia.

¡Había más todavía!… El lector

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debe perdonar a mi memoria estosdetalles poco interesantes quizás para subuen gusto literario, pero útiles comoadvertencia a su posible carácterimpetuoso, llamado a vivir lasinconveniencias de un siglo en que elmorbo terrible del suicidio se volvió unmal endémico. No pretendemos, además,presentar una obra literaria para deleitarel gusto y temperamento artísticos.Cumplimos tan sólo un deber sagrado,buscando hablar a los que sufren,diciendo la verdad sobre el abismo quecon malvadas seducciones, ha perdido amuchas almas incrédulas en medio delos disgustos comunes a la vida de cada

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uno.Mientras, próximo al lugar en que

me había encerrado buscandorefugiarme del siniestro grupo, sedestacaban, por su fealdadimpresionante, media docena dedesgraciados que habían buscado el"olvido eterno" tirándose bajo lasruedas de un tren. Con los periespíritusdesfigurados, con monstruosadeformidad, las ropas en haraposflotantes, cubiertos de cicatricessanguinolentas, despedazadas, confusas,en una maraña de golpes, así estabafotografiada, en aquella placa sensible ysutil, es decir, en el periespíritu, la

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deplorable condición a la que elsuicidio había reducido su cuerpo ¡esetemplo, oh Dios mío, que el DivinoMaestro recomienda como vehículoprecioso y eficiente para auxiliarnos enel camino en busca de las gloriosasconquistas espirituales!

Enloquecidos por tremendossufrimientos, llenos de la supremaaflicción que pueda alcanzar el almacreada en la centella divina, presentandoa los ojos del observador lo que loinvisible inferior tiene de más trágico,emocionante y horrible, esosdesgraciados aullaban con lamentos tandramáticos e impresionantes que

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inmediatamente contagiaban con suinfluencia dolorosa a quien quiera quese encontrase indefenso en su camino,que entraría a participar de la locurainconsolable que manifestaban… puesese terrible género del suicidio, de losmás deplorables que tenemos pararegistrar en nuestras páginas, habíaconmovido tan violenta y profundamentesu organización nerviosa y lasensibilidad general del cuerpo astralentorpeciendo, por la brutalidad usada,incluso los valores de la inteligencia,que yacía incapaz de orientarse,dispersa y confusa en medio del caosque se formaba alrededor suyo.

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* * *

¡La mente edifica y produce! ¡Elpensamiento es creador, y, por tanto,fabrica, corporifica, retiene imágenesengendradas por él mismo, realiza, fijalo que pasó y, con poderosas garras, loconserva presente hasta cuando sedesee!

Cada uno de nosotros, en el ValleSiniestro, vibrando violentamente yreteniendo con las fuerzas mentales elmomento atroz en que nos suicidamos,creábamos los escenarios y respectivasescenas que vivimos en nuestros últimosmomentos en la Tierra. Tales escenas,

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reflejadas alrededor de cada uno,llevaban la confusión al lugar, esparcíantragedia e infierno por todas partes,aumentando la aflicción de losdesgraciados prisioneros. Se topaban,aquí y allí, con escenas que balanceabanel cuerpo del propio suicida, evocandola hora en que se precipitó en la muertevoluntaria. Vehículos de todas clases,trenes humeantes y rápidos, atropellabany trituraban bajo sus ruedas a esosmíseros desvariados que buscaron matarsu propio cuerpo por ese medioexecrable, y que ahora, con la mente"impregnada" del momento siniestro,reflejaban sin cesar el episodio,

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poniendo a la vista de los compañerosafines sus hediondos recuerdos [6].

Ríos caudalosos e incluso trechoslejanos del océano surgíanrepentinamente en medio de aquellascallejuelas sombrías: eran una mediadocena de condenados que pasabaenloquecida, dejando muestras deescenas de ahogamiento, por arrastrar ensu mente el trágico recuerdo de cuandose tiraron a sus aguas…

Hombres y mujeres transitabandesesperados: unos ensangrentados,otros retorciéndose en el suplicio de losdolores del envenenamiento, y, lo queera peor, dejando a la vista el reflejo de

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sus entrañas carnales corroídas por eltóxico ingerido, mientras otros másexcitados pedían ayuda en correríasinsensatas, contagiando un pánicotodavía mayor entre los compañeros dedesgracia, que temían quemarse a sucontacto, poseídos todos por la locuracolectiva. Y, coronando la profundidade intensidad de esos inimaginablesmartirios, las penas morales: losremordimientos, la añoranza de losseres amados, de los que no teníannoticias, los mismos sinsabores quehabían dado origen a la desesperación yque persistían… Y las penas físico-materiales: —el hambre, el frío, la sed,

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exigencias fisiológicas en general,torturantes, irritantes, desesperantes.

La fatiga, el insomnio depresivo, ladebilidad, el síncope… Necesidadesimperiosas, desconsuelos de todaespecie, insolubles, desafiandoposibilidades de suavización. La visióninsidiosa del cadáver pudriéndose, sufetidez asquerosa, la repercusión, en lamente excitada, de los gusanosconsumiendo el cuerpo, haciendo que eldesgraciado mártir se creyeseigualmente atacado de la podredumbre.¡Algo sorprendente! Esa escoria traía,pendiente de sí, fragmentos de un cordónluminoso, fosforescente, despedazado,

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como violentamente roto, que sedesprendía en astillas como un cablecompacto de hilos eléctricos reventados,desprendiendo fluidos que deberíanpermanecer organizados paradeterminado fin. Ese detalle,aparentemente insignificante, tenía unaimportancia capital, pues era justamentedonde se establecía la desorganizacióndel estado del suicida.

Hoy sabemos que ese cordónfluídico-magnético, que une el alma alcuerpo físico y le da la vida, solamentedeberá estar en condiciones apropiadaspara separarse de este, con ocasión dela muerte natural, lo que entonces se

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hará naturalmente, sin choques, sinviolencia. Con el suicidio, sin embargo,una vez roto y no desprendido,rudamente arrancado, despedazadocuando todavía estaba en toda a supujanza fluídica y magnética, producirágran parte de los desequilibrios quevenimos indicando, ya que, en laconstitución vital para la existencia quedebería ser, muchas veces, larga, lareserva de fuerzas magnéticas aun no sehabía extinguido, lo que lleva al suicidaa sentirse un "muerto-vivo" en la másexpresiva significación del término.Pero en la ocasión en que lo vimos porprimera vez, desconocíamos el hecho

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natural, imaginándonos que era unmotivo más de confusión y terror.

Ese deplorable estado de cosas,para las que el hombre no tienevocabulario ni imágenes adecuadas, seprolonga hasta que se agoten lasreservas de fuerzas vitales y magnéticas,lo que varía según el grado de vitalidadde cada uno. El mismo carácterindividual influye en la prolongación deldelicado estado, cuando la persona hayaestado más o menos atraída por lossentidos materiales, groseros einferiores. Es pues, un trastorno, quesólo el tiempo, con una extensa ristra desufrimientos, conseguirá corregir.

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* * *

Un día, tuve una profunda postracióna causa de la prolongada excitación. Unadebilidad insólita me conservó quieto,desfallecido. Muchos otros de mi grupoy yo estábamos extenuados, incapacesde resistir por más tiempo la situacióntan desesperante. La urgencia de reposonos hacía desmayarnos frecuentemente,obligándonos a recogernos en nuestrasincómodas cavernas.

No habían pasado ni siquieraveinticuatro horas desde este nuevoestado, cuando una vez más nos alarmóel significativo rumor de aquella misma

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caravana o "convoy", que ya en otrasocasiones había aparecido en nuestroValle.

Yo compartía el mismo antro conotros cuatro individuos, portuguesescomo yo, y, a lo largo del tiempo encomún, nos hicimos inseparables, afuerza de sufrir juntos en el mismotugurio de dolor. De todos, uno meirritaba sobremanera, predisponiéndomea la discusión, ya que usaba, a pesar dela situación precaria, el inseparablemonóculo, el frac bien entallado y elrespectivo bastón con mango de oro,conjunto que, bajo mi punto de vistaneurasténico e impertinente, le hacía

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pedante y antipático, en un lugar dondese vivía torturado con olores fétidos ypodredumbre y en el que nuestraindumentaria parecía empapada deextrañas substancias grasas, reflejosmentales de la podredumbre elaboradaalrededor de nuestro cuerpo físico. Yo,no obstante, me olvidaba de quecontinuaba usando mi atuendo, la capade los días ceremoniosos, el pobladobigote peinado… Confieso queentonces, a pesar de la largaconvivencia, no sabía sus nombres. Enel Valle Siniestro la desgracia esdemasiado ardiente para que elcondenado se preocupe de la identidad

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ajena…El conocido rumor se aproximaba

cada vez más…Salimos de un salto a la calle… Las

callejas y plazas se llenaron decondenados como en otras ocasiones, almismo tiempo que los mismosangustiosos gritos de socorro resonabanpor las quebradas sombrías, con laintención de despertar la atención de losque venían para el acostumbradoregistro…

Hasta que, dentro de la atmósferadensa y la penumbra, surgieron loscarros blancos, rompiendo las tinieblascon poderosos reflectores. Paró la

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caravana en la plaza embarrada y bajóun pelotón de lanceros. Enseguida,damas y caballeros, —que parecíanenfermeros, más el jefe de laexpedición, el cual, como anteriormenteaclaramos, usaba turbante y túnicahindúes— silenciosos y discretosiniciaron el reconocimiento de aquellosque pudieran ser socorridos. La mismavoz austera de ocasiones anteriores hizo,pacientemente, la llamada de los quedeberían ser recogidos, que, al oír suspropios nombres, se presentaban por símismos.

Otros, sin embargo, por nopresentarse a tiempo, imponían a los

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socorristas la necesidad de buscarles.Pero la extraña voz indicaba el lugarexacto en el que estarían los míseros,diciendo simplemente: refugio númerotal… calle número tal…

O, conforme a la circunstancia:demente… inconsciente… no seencuentra en el refugio… vagando en talcalle… no atenderá por el nombre…reconocible por tal detalle…

Se diría que alguien, desde muylejos, apuntaba un poderoso telescopiohasta nuestra desgraciada morada, paraasí informar detalladamente a losexpedicionarios…

Los obreros de la Fraternidad

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consultaban un plano, iban rápidamenteal lugar indicado y traían a los llamados,algunos cargados en sus brazosgenerosos, otros en camillas…

De repente resonó en la atmósferadramática de aquel infierno donde tantopadecí, repercutiendo estruendosamentepor los más profundos rincones de miser mi nombre, ¡llamado para laliberación! Enseguida, se oyeron los delos cuatro compañeros que estabanconmigo en la plaza. Entonces conocísus nombres y ellos el mío.

Dijo la voz lejana, sirviéndose deldesconocido y poderoso altavoz: refugionúmero 36 de la calle numero 48.

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¡Atención!… refugio número 36,ingresar al convoy de socorro.¡Atención!… Camilo Candido Botelho,Belarmino de Queiroz y Souza,Jerónimo de Araújo Silveira, Juan deAcevedo, Mario Sobral, subid alconvoy… [7].

Entre lágrimas de emociónindefinible subí los pequeños escalonesde la plataforma que un enfermeroindicaba, atento y paciente, mientras losguardias cerraban el cerco alrededormío y de mis cuatro compañeros,evitando que los desgraciados quetodavía quedaban subiesen con nosotroso nos arrastrasen en su torbellino,

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creando confusión y retrasando elregreso de la expedición.

Entré. Eran vagones amplios,cómodos, confortables, con butacasindividuales acolchadas con armiñoblanco que presentaban el respaldovuelto hacia los respiradores, queparecían las ventanillas de los modernosaviones terrestres. En el centro habíacuatro butacas idénticas, donde seacomodaron los enfermeros, dando aentender que permanecían allí paracuidarnos. En las puertas de entrada seleía la leyenda entrevista antes, en elestandarte empuñado por el comandantedel pelotón de guardias:

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Legión de los Siervos de MaríaAl rato la tarea de los abnegados

legionarios estaba cumplida. Se oía enel interior el tintinear apagado de unacampanilla, seguido de un movimientorápido de subida de puentes de acceso yembarque de los obreros. Por lo menosesa fue la serie de imágenes mentalesque concebí…

El extraño convoy osciló sin queninguna sensación de temblor ni el másleve balanceo impresionase nuestrasensibilidad. No contuvimos laslágrimas, sin embargo, al oír elensordecedor coro de blasfemias, lagritería desesperada y salvaje de los

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desgraciados que quedaron, por no estarsuficientemente desmaterializadostodavía para alcanzar niveles invisiblesmenos densos.

Las señoras que nos acompañaban,velando por nosotros durante el viaje,nos hablaban con dulzura,convidándonos a reposar,confirmándonos su solidaridad. Nosacomodaron cuidadosamente en lasalmohadas de las butacas, comodesveladas y bondadosas hermanas de laCaridad…

Se alejaba el vehículo… Poco apoco la cerrazón de cenizas se ibadisipando a nuestros ojos torturados,

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durante tantos años, por la más acuciantede las cegueras: —¡la de la concienciaculpable!

Se apresuraba la marcha… Laneblina de sombras quedaba atrás comouna pesadilla maldita que se extinguía aldespertar de un mal sueño… Ahora loscaminos eran amplios y rectos,perdiéndose a lo lejos… La atmósferase hacía blanca como la nieve… Vientosfertilizantes soplaban, alegrando elaire…

¡Dios Misericordioso!… ¡Habíamosdejado el Valle Siniestro!… ¡Alláquedó, perdido en las tinieblas de loabominable!… ¡Quedó allá, incrustado

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en los abismos invisibles creados por elpecado de los hombres, fustigando elalma de aquel que se olvidó de su Diosy Creador!

¡Conmovido y pálido, pudeentonces, elevar el pensamiento a lafuente inmortal del bien eterno, parahumildemente agradecer la gran mercedque recibía!

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CAPÍTULO IIIEN EL HOSPITAL

“MARÍA DENAZARET”

Después de algún tiempo de marcha,teniendo la impresión de estarvenciendo grandes distancias, vimos quese abrieron las persianas, dándonos laposibilidad de distinguir, en el horizonteaún lejano, un severo conjunto demurallas fortificadas. Una pesadafortaleza se elevaba imponiendo respetoy temor en la soledad que le cercaba.

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Era una región triste y desolada,envuelta en la neblina como si todo elpaisaje estuviese recubierto por elsudario de continuas nevadas, aunqueofreciendo posibilidad de visión. No sedistinguía al principio, ningunavegetación ni señales de habitantes enlos alrededores de la inmensa fortaleza.Sólo extensas planicies blancas ycolinas salpicando la inmensidad,semejando montículos acumulados porla nieve. Y al fondo, en medio de esamelancolía desoladora, unas murallasamenazantes y la grandiosa fortaleza,como una vieja fortificación medieval,teniendo por detalle primordial media

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docena de torres cuyas líneasenormemente sugestivas despertarían laatención de quien por allí transitase.

Una profunda inquietud repercutióvigorosamente en nuestra sensibilidad,reviviendo recelos que surgierondurante el trayecto ¿Qué nos esperaríamás allá de tan sombrías fronteras?…pues era evidente que nos llevabanallí… Vista de lejos, la edificaciónasustaba, sugiriendo rigores y disciplinaaustera… Nos asaltó tal impresión depoder, grandiosidad y majestad que nossentimos pequeños, acobardados sólo deverla.

Aproximándose cada vez más, el

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convoy finalmente paró ante un granportón, que debía ser la entradaprincipal. Más allá de la cornisa,esmeradamente trabajada, y entrelazadasen letras artísticas y grandes, se leía enportugués esta inscripción ya conocidanuestra, que al descubrirla, serenónuestra agitación como por encanto.

Legión de los Siervos de MaríaCon esta indicación a continuación

que nos forzó a nuevas preocupaciones:Colonia CorreccionalSin tener respuesta a las

indagaciones confusas del pensamientoaun aturdido por las largasmortificaciones que me venían

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persiguiendo desde hacía mucho, noquise averiguar más y dejé que las cosassiguiesen su curso, notando que miscompañeros hacían lo mismo.

No le faltaba a la fortaleza nisiquiera la defensa exterior de un foso.Un puente bajó sobre él y el convoyvenció el obstáculo, haciéndonosingresar definitivamente en la Colonia,no eximidos, sin embargo, de seriaspreocupaciones respecto al futuro quenos aguardaba. De entrada, notamos porlas inmediaciones a numerososmilitares, como si allí se acuartelase unregimiento. Se parecían mucho a losantiguos soldados egipcios e hindúes, lo

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que nos admiró mucho. Sobre el pórticode la torre principal se leía otrainscripción, pareciéndonos todo muyinteresante, como un sueño que nosllenase de incertidumbre:

Torre del Vigía¿En que lugar estaríamos?…

¿volveríamos a Portugal?…¿viajaríamos por algún paísdesconocido, mientras la nieve seesparcía dominando el paisaje?…

Pasamos sin parar por esa granplaza, convencidos de que se trataría deuna fortificación militar idéntica a las dela Tierra, aunque revestida deindefinible nobleza, inexistente en las

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conocidas en toda Europa, pues nopodíamos, entonces, determinar laverdadera finalidad de su existencia enaquellas regiones desoladas de loinvisible inferior, cercadas de peligrosmás serios que lo que podíamosimaginar.

Comprobamos con sorpresa queentrábamos en una ciudad muy animada,aunque recubierta por extensos mantosde nieve y cerrazón pesada. No obstanteno hacía un frío intenso, lo que nossorprendió, y el Sol, mostrándosemedroso entre la cerrazón, nos permitíano sólo calentarnos, sino tambiéndistinguir lo que había alrededor.

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Se apreciaban soberbios edificios,en el hermoso estilo portugués clásico,que tanto nos hablaba al alma.Individuos atareados, entraban y salíande ellos en afanoso movimiento, todosuniformados con largas batas blancas,ostentando en el pecho la cruz azul-celeste con por las iniciales: L. S. M.

Los edificios parecían ministeriospúblicos o departamentos. Las casasresidenciales se alineaban, graciosas yevocativas en su estilo noble y superior,trazando calles artísticas que seextendían pintadas en blanco, comoasfaltadas de nieve. Ante uno deaquellos edificios paró el convoy y

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fuimos convidados a bajar. Sobre elpórtico se definía su finalidad en letrasvisibles:

Departamento de Vigilancia(Sección de Reconocimiento yMatricula)

Se trataba de la sede delDepartamento donde seríamosreconocidos y matriculados por laDirección, como internos de la Colonia.Desde ese momento estaríamos bajo latutela directa de una de los másimportantes grupos pertenecientes a laLegión dirigida por el gran EspírituMaría de Nazaret, ser angélico ysublime que en la Tierra mereció la

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misión honrosa de seguir, con solicitudmaternal, a Aquel que fue el Redentor delos hombres.

Fuimos conducidos a un patioextenso y majestuoso, que nos recordabaa antiguos claustros de Portugal, fuimosenseguida transportados en pequeñosgrupos de diez, hacia un despacho dondevarios funcionarios colaboraban en lostrabajos de registro. Allí dimos laidentidad terrena, así como las razonesque nos indujeron al suicidio, el génerodel mismo y el lugar donde yacían losdespojos.

En caso que el recién llegado noestuviese en condiciones de responder,

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el jefe de la expedición suplíarápidamente la insuficiencia, puesestaba presente en la ceremonia, dandocuentas al Director del Departamento dela importante misión que acababa dedesempeñar. Tan arduo trabajo, en tornoal grupo, llevó una media hora, ya quelos procesos usados no eran idénticos alos conocidos en la Tierra.

Las respuestas eran grabadas enunos discos singulares, una especie delibros animados de escenas ymovimientos, gracias a la ayuda deaparatos magnéticos especiales. Esoslibros reproducían el sonido de nuestravoz, nuestra imagen y la prolongación de

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las noticias sobre nosotros mismos, yaque puesto en contacto con unaadmirable maquina, exactamente comolos discos y películas en la Tierra,reproducen la voz humana y todos lossonidos e imágenes existentes en ellosque deban ser retenidos y conservados.

Nuestra identidad era fotografiada:las imágenes emitidas por nuestrospensamientos, en el momento de lasrespuestas a las preguntas formuladas,eran captadas por procesos que en esaocasión escapaban a nuestracomprensión.

Durante mucho tiempo perdimos devista a las mujeres que habían llegado

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con nosotros al Departamento deVigilancia. Los reglamentos de laColonia imponían la necesidad desepararlas de sus compañeros dedesventura.

Siendo así, después de la llegada einmediatamente antes de la matrícula,fueron confiadas a las damasfuncionarias de la Vigilancia para serencaminadas a los DepartamentosFemeninos. Desde el momento en quenos matriculaban, nos separaban delelemento femenino.

Al rato, entregados a nuevosservidores, cuyas tareas sedesarrollaban dentro de los muros de la

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institución, nos hicieron ingresar ennuevos medios de transporte, que todoindicaba eran para uso en los perímetrosinternos, por cuanto debíamos continuarlo iniciado desde el Valle.

Nuestros vehículos ahora eran levesy graciosos, como trineos ligeros yconfortables, tirados por las mismasadmirables parejas de caballosnormandos, y con capacidad para diezpasajeros cada uno. Al cabo de una horade viaje, durante la cual dejamos atrásel barrio de la Vigilancia, entrando, porasí decir, al campo, porque avanzandoen una región despoblada, aunque lascarreteras se ofrecían esmeradamente

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proyectadas y orladas de arbustosblancos como flores de los Alpes,avistamos grandes hitos, como arcos detriunfo, indicando el ingreso a un nuevoDepartamento, una nueva provincia deesa Colonia Correccional localizada enlas fronteras invisibles de la Tierra conla Espiritualidad propiamente dicha.

En efecto. Allá estaba la indicaciónal frente de la arcada principal, guiandoal recién llegado para ayudarle yaclararle posibles dudas:

Departamento HospitalarioA uno y otro lado sobresalían otras

en que unas flechas indicaban el iniciode nuevos caminos, mientras que nuevas

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inscripciones satisfacían la curiosidad onecesidad del viajero:

A la derecha — Psiquiátrico.A la izquierda — Aislamiento.Los conductores nos hicieron

ingresar en la del centro, donde tambiénse leía, el subtítulo:

Hospital María de NazaretUn inmenso parque ajardinado nos

sorprendió más allá de la entrada,mientras amplios edificios se erguían enlugares apacibles. Construidos en estiloportugués clásico, esos edificiosexhibían mucha belleza y ampliassugestiones con sus arcadas, columnas,torres, terrazas, donde flores trepadoras

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se enroscaban acentuando la agradableestética. Para quién, como nosotros,angustiados y miserables, veníamos deaquellas regiones, semejante lugar,aunque insulso, gracias a su inalterableblancura, aparecía como la supremaesperanza de redención Y no faltaban,adornando el parque, estanques conlabrados artísticos borboteando agualímpida y cristalina, cayendo ensilencio, en cascadas, graciosas gotascomo perlas, mientras mansas aves,como un bando de palomas graciosassobrevolaban ligeras entre azucenas.

A diferencia de las demásdependencias hospitalarias, como el

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Aislamiento y el Psiquiátrico, elHospital María de Nazaret, u "HospitalMatriz", no estaba rodeado por ningunamuralla. Sólo árboles frondosos,azucenas y rosas formaban graciosasmurallas. Muchas veces pensé, en misdías de convalecencia, como sería dearrebatador el paisaje si la policromíanatural rompiese el blanco sudario queenvolvía todo aquello, entristeciendo elambiente de incorregible monotonía.

Fatigados, somnolientos y tristes,subimos las escaleras. Grupos deenfermeros atentos, todos hombres, acargo de dos jóvenes vestidos a lohindú, asistentes del director del

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Departamento —más tarde supimos quese llamaban Romeu y Alceste— nosrecibieron de las manos de losfuncionarios de la Vigilanciaencargados, hasta entonces de nuestraguardia, y, amparándonosbondadosamente, nos condujeron alinterior.

Atravesamos galerías magníficas, alo largo de las cuales amplias puertasvidrieras, con molduras levementeazules, dejaban ver el interior de laenfermería, lo que venía a mostrar queel enfermo jamás estaría a solas.Nuestros grupos se separaron porindicación de los enfermeros: — diez a

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la derecha… diez a la izquierda… Cadadormitorio tenía diez lechosblanquísimos y confortables y ampliossalones con balcones que daban alparque. Nos dieron, caritativamente, unbaño, vestidos de hospital, lo que nosprodujo lágrimas de reconocimiento ysatisfacción. A cada uno de nosotros lefue servido un delicioso caldo, tibio,reconfortante, en platos tan blancoscomo las sabanas: y cada uno sintió elsabor de aquello que le apetecía. Hechosingular: —mientras comíamos, era elhogar paterno el que acudía al recuerdo,las reuniones en familia, la mesa de lacena, la dulce figura de nuestras madres

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sirviéndonos, la figura austera del padrea la cabecera… Y lágrimas indefiniblesse mezclaron al alimentoreconfortante…

Una chimenea calentaba el recinto,proporcionándonos alivio. Y arriba,suspendida en lo alto de la pared, queparecía ser de porcelana, una fascinantepantalla de color, luminosa y comoanimada de vida e inteligencia, despertónuestra atención luego que traspusimoslos acogedores umbrales. ¡Era un cuadrode la Virgen de Nazaret, algo semejanteal célebre de Murillo, que yo tan bienconocía, pero sublimado por elementosinexistentes entre los genios de la

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pintura en la Tierra!Al terminar la cena, dos hindúes

entraron en nuestro cuarto, eranmédicos. Venían con otras dos personas,que deberían acompañarnos durante todanuestra hospitalización, pues eran losresponsables de la enfermería queocupábamos. Se llamaban Carlos yRoberto de Canalejas, eran padre e hijo,respectivamente, y, cuando estabanencarnados, habían sido médicosespañoles en la Tierra. No les pudimosdistinguir completamente, dado el estadode debilidad en que nos encontrábamos.Se diría que soñábamos, y lo quevenimos narrando al lector era visto por

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nosotros como en un sueño…Los hindúes se aproximaron a cada

uno de los lechos, nos hablarondulcemente a cada uno, pusieron sobrenuestras cabezas atormentadas lasdelicadas y blancas manos queaparecían translúcidas, acomodaronnuestras almohadas, obligándonos alreposo; nos cubrieron paternalmente,acercando cobertores a nuestros cuerposhelados, mientras cantaban tonadas tancariñosas y sugestivas, que una pesadasomnolencia nos venció inmediatamente:

—Necesitáis de reposo… Reposadsin recelo, amigos míos… Sois todoshuéspedes de María de Nazaret, la dulce

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Madre de Jesús… Esta casa su casa…Otros asistentes, hacían lo mismo

con los demás componentes del trágicogrupo recogido por el Amor de Dios.

* * *

Al despertar, después de un sueñoprofundo y reparador, me pareció haberdormido largas horas, y de algún modosentí que se aclaraba mi razonamiento,ofreciendo una mayor posibilidad deentendimiento y comprensión de lascircunstancias. Me veía seguro de mímismo, libre de aquel estado de

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pesadilla, que tantas exasperaciones meacarreaba. ¡Pero, ay de mí! ¡Semejantealivio mental me sumergía más que mecuraba en mi angustia, pues meimpulsaba a examinar con mayor dosisde sentido común y serenidad laprofundidad de la falta que contra mímismo había cometido!

Un ardiente sentimiento de disgusto,remordimiento, temor y decepción, meimpedía apreciar debidamente lamejoría de la situación. Y una incómodasensación de vergüenza gritaba a miorgullo que me encontraba allíindebidamente, sin ningún derecho a queme asistan tanto, sólo tolerado por la

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magnanimidad de individuos altamentecaritativos, iluminados por el verdaderoamor de Dios.

En mi mente revoloteaban las dudas.No era posible que hubiese muerto. ¡Elsuicidio no me había matado! ¡Yocontinuaba vivo y bien vivo!… ¿Quéhabía pasado, entonces?… Miscompañeros de enfermería y todos losdemás que integraban el extenso cortejoproveniente de las oscuridades delValle, debían estar entregados aidénticas elucubraciones. Se estampabael asombro, el temor y el pesarinconsolable en aquellos semblantesdesfigurados…

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Y, acompañando la nueva serie deamarguras que nos invadía a pesar de lahospitalización y del sueñoreconfortante, los dolores físicos de laherida que nos hiciéramos continuabatorturando nuestra sensibilidad, comorecordándonos nuestro estadoirremediable de condenados. Jerónimo yyo gemíamos de cuando en cuando, porla herida hecha en el oído por el armade fuego que habíamos utilizado en elmomento trágico, Mario Sobral seretorcía, el cuello, entumecido,debatiéndose en reflejos periódicoscontra la asfixia, pues se habíaahorcado, Juan de Acevedo, reteniendo

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en la mente torturada el envenenamientode su cuerpo, lloraba mansamente,exigiendo la visita de un médico yBelarmino desangrándose con el brazodolorido, entorpecido, ya paralítico —preludiando, desde ese momento, eldrama físico que sufriría en laencarnación posterior— pues se habíasuicidado cortándose las venas.

Pero el alivio era sensible.Observamos que ya no veíamos lasescenas mentales de cada uno,reproduciendo en asombrosas escenas elmomento supremo, tal como sucedía enel Valle, donde no existía otro paisaje.La enfermería era muy confortable.

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Existían incluso lazos de arte y bellezaen aquellos atrios de molduras azules,forradas de sustancias pulidas como laporcelana; en aquellas cortinas bordadastambién azules, en las trepadorasblancas que subían por los balcones,metiéndose dentro de la terraza, comoespiando nuestras caras de condenados.

Súbitamente, la voz de un enfermo,compañero nuestro, quebró el silenciode nuestras meditaciones, como sihablase para sí mismo:

—Llegué a la conclusión —dijo,pausada y amargamente— que lo mejorque todos tenemos que hacer esencomendarnos a Dios, resignándonos

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buenamente a las peripecias que aún nossobrevengan… ¡De nada valedesesperarse, sino para ser todavía másdesgraciados! ¡Tanta rebelión einsensatez… y nada obtuvimos a no seragravar nuestras ya tan atrocesdesgracias!… Hemos escogido caminosequivocados para nuestros destinos…¡Es innegable, no obstante, que estamostodos subordinados a una DirecciónMayor, independiente de nuestravoluntad!… ¡Eso es así!… No sé bien simorí… Pero, sinceramente, creo queno… Mi madre era una persona sencilla,humilde, de pocas letras, pero devota yrespetuosa de Dios. Nos decía, muy

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convencida, cuando estábamos al pie dela chimenea para enseñarnos lasoraciones nocturnas, mezcladas con losprincipios de la fe cristiana, que todaslas criaturas traemos un alma inmortal,creada por el Ser Supremo y destinada ala gloriosa redención por el amor deJesucristo, y que esa alma algún díadaría cuenta al Padre Creador. ¡Nuncamás, desde entonces, adquirí una cienciamás valiosa! Las clases que mi madrenos daba eran muy superiores a las quemás tarde aprendí en la Universidad.Lamentablemente para mí, me reí de lasabiduría materna, sumergiéndome enlos desvíos de las pasiones mundanas…

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¡Sin embargo, oh madre mía, yoaceptaba la posibilidad de la hermosacreencia que intentaste infundir en mialma rebelde! ¡No fui realmente ateo!

¡Hoy pasados tantos años, y despuésde tantos sufrimientos, situado antesituaciones que escapan a mi análisis,estoy convencido de que mi madre teníarazón: debo tener un alma, realmenteinmortal!

Se puede escapar y restablecerse deun tiro de revolver o curarse de laingestión de un veneno, cualquiera quesean las circunstancias en que lohayamos usado. Pero no se escapa deuna fuerza como a la que yo me destiné.

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Y si estoy aquí y si sufrí tanto sinconseguir aniquilar dentro de mí laspotencias de la vida, es porque soyinmortal. Y si soy inmortal es porquetengo un alma, sin duda, porque encuanto al cuerpo humano, ese no esinmortal, pues se consume en la tumba.Y si tengo un alma dotada de la virtudde la inmortalidad es que ella provinode Dios, que es Sempiterno… ¡Oh,madre mía, tu decías la verdad! ¡Oh,Dios mío! ¡Dios mío! ¡Tú existes! ¡Y yorenegándote siempre, con mis actos, mispasiones, mi desobediencia a tusnormas, mi indiferencia criminal a tusprincipios!… Ahora que ha sonado la

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hora de rendirte cuentas del alma que Tucreaste, de mi alma no tengo más quedecirte, Señor, sólo que mis pasiones lahicieron infeliz, cuando lo quedeterminaste al crearla era que yo lacondujese obedientemente a tu regazo deLuz. ¡Perdóname! ¡Perdóname, Señor!…

Las abundantes lágrimas semezclaron con estertores de asfixia.Pero a pesar de reflejar la intensaamargura, ya no traían lo macabrocaracterístico de las convulsiones queprovocaban en el Valle. Era MarioSobral el que así hablaba.

Mario tenía grandes ojos negros, lacabellera revuelta y el mirar alucinado.

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Había estudiado en la Universidad deCoímbra y se reconocía en él a unbohemio rico de Lisboa. Suconversación, generalmente era nerviosay fácil. Sería un excelente orador, si dela Universidad hubiera salido sabio y nobohemio. En el cautiverio del Valle erauna de las entidades que más sufría yque tuve ocasión de conocer, también sedestacó en eso durante todo el largoperíodo que estuvimos internados en laColonia.

Con ese discurso se inicio una seriede confidencias entre los diez. No séporque, pero deseábamos conversar. Talvez la necesidad de mutuo consuelo nos

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empujaba a abrir los corazones, recurso,además, ineficaz para suavizarangustias, porque, si le es difícil a unsuicida el consolarse, no es recordandodolores y desgracias pasadas como seconsigue amenizar la penuria que leoprime el alma.

—Me gustó lo que dijiste, amigo, tefelicito por el progreso en el modo derazonar, no te conocía así del otrolugar… —dije yo, un tanto incomodadopor la quiebra del silencio.

—¡También yo lo creo así y admirola lógica de sus consideraciones, amigoSobral! —intervino un portugués degrandes bigotes, mi vecino de cama,

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cuya herida en el oído derecho,sangrando sin intermitencia me causabaun infinito malestar, puesto que, siempreque le miraba, me recordaba quetambién yo traía una herida idéntica yme torturaba en reminiscencias atroces.Era, ese, Jerónimo de Araújo Silveira,el más impactante, pretencioso eincoherente entre los diez. Prosiguiódiciendo:

—Además, yo jamás negué laexistencia del Dios, Creador de todaslas cosas. ¡Fui…, es más, soy! ¡Yo soy,ya que no morí, católico militante,hermano de la venerable Hermandad dela Santísima Trinidad, de Lisboa, con

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derecho a bendiciones e indulgenciasespeciales, cuando las necesite!…

—Creo, amigo mío, que llegó, o yava pasando, la ocasión de que reclameslos favores a los que tienes derecho…No puedes estar más necesitado deellos… —repliqué, con un creciente malhumor, haciéndome el obsesor.

No respondió, y continuó:—Fui, sin embargo, muy impaciente

y nervioso desde mi juventud. Meimpresionaba fácilmente, era indomabley disconforme, a veces melancólico ysentimental… y confieso que nunca tuveen cuenta los verdaderos deberes de uncristiano, expresados en las santas

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advertencias de nuestro consejero yconfesor de Lisboa. Por eso mismocuando me enfrenté a la ruina de misnegocios comerciales, pues no sé sisabéis que fui importador y exportadorde vinos, lleno de deudas impagables,sorprendido por una estruendosa eirremediable quiebra, sin posibilidad deevitar la miseria que a mí y a mi familiaabría sus fauces irremediables, acusadopor propios y extraños como únicoresponsable del dramático fracaso,abatido por la perspectiva de lo quesucedería a mi mujer e hijos, a quien yo,por mucho mimar, había acostumbrado auna excesiva comodidad, realmente al

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lujo, y ahora que me veían castigado ysufriendo, me responsabilizabancrudamente de todo, en vez de ayudarmea llevar la cruz del fracaso, que a todosnos abatía, flaqueé en el coraje quehasta entonces había tenido y "traté" dedesertar ante todos y hasta de mí mismo,para evitarme censuras y humillaciones.Pero me engañé, cambié sólo de lugar,sin conseguir encontrar la muerte, yperdí de vista a mi familia, lo que me haacarreado insoportables contrariedades.

—¡Sí, es lastimoso! —Dijo Mariocon el mismo tono abatido, como si nohubiese oído lo precedente—, caí en lastinieblas de la desgracia, cuándo tan

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buenas oportunidades encontré durantetoda la vida, facilitándome el dominiode las pasiones para un futuro deconquistas honestas. Me olvide que elrespeto a Dios, a la familia, al deber,era el objetivo sagrado a alcanzar, puesrecibí buenos principios de moral en lacasa paterna… Joven, seductor,inteligente, culto, me envanecí con lasdotes que me favorecían y cultivé elegoísmo, dando alas a los instintosinferiores, que reclamaban placeressiempre más febriles… La Universidadhizo de mi un pedante, un tonto, cuyasúnicas preocupaciones eran lasexhibiciones ostentosas o

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escandalosas… De ahí a perderme en lavorágine de las pasiones deprimentes…Y, después, cuando no conseguí másencontrarme para reconducirme a mímismo, busque la muerte suponiendopoder esconderme de losremordimientos tras el olvido de unatumba… ¡Me engañé! ¡La muerte no meaceptó! ¡Me encontró demasiado vilpara honrarme con su protección! ¡Poreso me devolvió a la vida cuando elsepulturero tuvo la honra de cubrir mifigura repulsiva de la luz del sol!…

Mi madre, sin embargo, no seengañó: — ¡yo soy inmortal y nuncamoriré! ¡He de existir por toda la

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eternidad en presencia de Aquel que esmi Creador! ¡Sí! ¡Porque, parasobrevivir a las desgracias quecrucificaron mi sentir, desde aquellanoche aciaga de la primavera del año1889, sólo podría hacerlo un ser que seainmortal!

Extendió la mirada congestionada,como trayendo recuerdos pasados alpresente y murmuró, anhelante,aterrorizado, ante la página más negraque le condenaba la conciencia:

—¡Si, Dios mío! ¡Perdóname!¡Perdóname! ¡Yo me arrepiento y mesometo, reconociendo mis errores! ¡Meperdí ante Ti, Dios mío, ante la

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desesperante pasión que nutrí porEulina!… Pero si me lo permites, merehabilitaré por amor a ti…

¡Eulina!… ¡Tú no valías siquiera elpan que yo te daba para saciar tuhambre! Sin embargo, te amaba, másallá de todas las conveniencias, adespecho hasta de la misma honra. Eraspérfida y malvada… Yo, sin embargo,debía ser todavía más bajo que tú,porque estaba casado, siendo mi esposauna noble y digna señora. Era padre detres inocentes criaturas, a las que debíaamor y protección. Les abandoné por ti,Eulina, me desinteresé de sus encantos,porque me arrebaté irremediablemente

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de los tuyos, extraña belleza de lastierras sudamericanas… ¡Oh, como erasde linda!… Pero no me amabas… Ydespués de arrastrarme de caída encaída, explotando mi bolsa y micorazón, me abandonaste a ladesesperación de la miseria y de laingratitud, al rechazarme por aquelcapitalista brasileño, compatriota tuyo,que te pretendió.

Fui a tu casa y me vi despechado…Te supliqué, me arrastré a tus pies comoun loco, desesperado al perderte, comoun insensato que siempre fui. Implorémigajas de tu compasión, viendo que yano sería posible tu amor. Provoqué la

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discusión, viendo que te hacías lainsensible a mis desesperadas tentativasde reconciliación… y, ciego por losinsultos que repetías, te agredí, hiriendoel rostro que yo adoraba, te golpee sinpiedad, te maltraté a puntapiés, ¡Diosmío! ¡Oh Dios mío! ¡Te estrangulé,Eulina! ¡Te maté!… ¡Te maté!…

Paró sofocado, en las convulsionesodiosas de un perfecto condenado, paracontinuar después, como dirigiéndose alos compañeros:

—Cuando, lleno de horror,contemplé lo que había hecho, sóloacudió un recurso a mi mente, rápidocual impulsivo obsesor, para escapar a

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las consecuencias que, en aquelmomento, se me hacían insoportables:¡el suicidio! Entonces, allí mismo, sinperder tiempo, rasgué las sabanas de ladesgraciada… y me colgué de una vigaexistente en la cocina…

Qué forma de morir un amante, tanpoco poética… —comenté, enfadadocon la larga descripción que desde elValle diariamente oía repetir. Apuestoque el profesor, que tan elegantementedeseó morir, recordando a Petronio, ¿lohizo por el amor platónico de algunaseñora inglesa, rubia y bien parecida?…Portugueses ilustres, como tú,demuestran ser así, les gusta conquistar

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a las damas inglesas…Me dirigía ahora a Belarmino de

Queiroz y Sousa, cuyo nombre denotabaaristocracia. Hasta ese momento todavíame irritaban las actitudes del pobrecómplice del gran drama que también yovivía; y, siempre que había unaoportunidad, le ridiculizaba, defectomuy mío y que me costó muchosvejámenes y sinsabores el corregirlo,durante los trabajos de reforma interiorque impuse a mi carácter en la PatriaEspiritual.

Belarmino era alto y seco, muyelegante y fino de maneras. Decía queera rico y hombre de mundo, profesor de

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dialéctica, de filosofía y matemática, erapolíglota, un respetable patrimoniocultural para un hombre, llevando elmonóculo, frac y el bastón, en laspocilgas del Valle Siniestro, durante laestancia que tuvo allí, por habersesuicidado. Yo le había echado eso encara en muchas ocasiones, malhumoradoante la vanidosa enumeración que hacíade sus diferentes títulos. El doctor —porque era doctor, honrado por más deuna universidad—, jamás respondió amis impertinencias. Educado,sentimental, hubiera llegado también a labondad de corazón si a la par de tanexcelentes dotes no hubiese unido los

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defectos del orgullo y del egoísmo deendiosarse a sí mismo por juzgarsesuperior a todos.

Al oírme, no respondió conirritación sino en un tono suave, aunquepesaroso, que se expandió, dirigiéndosea todos:

—Yo creía, sinceramente, que latumba absorbería mi personalidad,transmutándola en la esencia que seperderá en los abismos de la Naturaleza:—¡que sería la Nada!— Discípulo deAugusto Comte, la filosofía me llevó almaterialismo, al mecanicismo accidentalde las cosas —única explicaciónsatisfactoria que ofrecí a mi razón ante

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las anomalías con que me encontraba acada paso por toda la existencia, quesorprendían mi corazón y decepcionabanmi mente.

¡Siempre sentí una gran ternura ycompasión por los hombres, a los queconsideraba hermanos en la desgracia,aunque me alejase de ellos cuanto fueraposible, temiendo amarles demasiado, y,por tanto, sufrir por ello! ¡Yocomprendía mejor que nada, que elnacer era para el hombre solo unadesgracia; nacer, vivir, trabajar, sufrir,luchar por todos los pretextos… paradespués deshacerse irremediablementeen el polvo en la tumba!

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No me enamoré nunca de mujeres declase alta ni baja. ¿Para qué amar,construir una familia, contribuyendo alanzar a la vida a otros desgraciadosmás, si la Filosofía me habíaconvencido que el amor era apenas unasecreción del cerebro?… Fui unestudioso, eso sí, y estudiaba paraaturdirme, evitando un cúmulo deelucubraciones sobre la miserablesituación de la humanidad. Siendo así,no me sobraban horas para cultivar elamor junto a damas inglesas niportuguesas… Estudiaba para olvidarque un día también me perdería en elvacío. Fui un infeliz, como toda la

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humanidad lo es. Solamente en elambiente sereno del hogar disfrutaba dealguna satisfacción… Me aferré al hogartodo lo posible, temiendo ser forzado aabandonarlo para aniquilarme entre losgusanos que destruían mi persona. Mimadre, que compartía mis convicciones,porque también las había recibido de mipadre, era mi única compañía en lashoras de ocio. El móvil de mi "tentativa"de suicidio, como veis, no fue eldisgusto amoroso, sino la perdida de lasalud. Fui siempre físicamente débil,delgado, un soñador infeliz, triste einsatisfecho, aterrorizado de existir. Unincorregible desconsuelo oscureció los

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días de mi vida. Encerrado en estecírculo deprimente, vi como latuberculosis se apoderaba de miorganismo, un mal hereditario que no mefue posible combatir. ¡Desengañado porla ciencia, preferí entonces acabar deuna vez, sin mayores sufrimientos, con lamateria miserable que comenzaba apudrirse bajo la desintegraciónproducida por una molestia incurable,materia que, por su misma naturaleza,estaba destinada a la podredumbre de lamuerte, a la eterna caída en lasvorágines de la Nada!

¿Para qué iba a esperar que elavance doloroso de la tuberculosis

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extinguiese mi persona en un lentosuplicio, sin consuelo, sin esperanzacompensadora en el porvenir del MásAllá de la muerte, donde no encontraríasino el aniquilamiento absoluto, ladesintegración perfecta, un espantajohumano del que huirían todos, incluso mipropia madre temiendo los peligros delcontagio?…

Morir era una buena solución, muylógica, para quien como yo, sólo veíaante sí el futuro de un cuerpo aniquiladopor la enfermedad y la destrucciónabsoluta del ser.

—No poseo tu competencia,profesor, ni podría razonar con tanta

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exquisitez. Pero con el debido respeto atu persona, considero un execrablepecado que el hombre no acepte laexistencia de Dios, Su Paternidad paracon sus criaturas y la eternidad del alma,por más criminal y abyecto que sea.Felizmente para mí, esas fueron cosas enque siempre creí con vehemencia… —dijo Jerónimo con sencillez, sin serconsciente de la tesis profunda quepresentaba a un ex-profesor deDialéctica.

—¿Cómo y por qué, entonces, terebelaste contra las circunstanciasnaturales de la vida humana, es decir, alos sufrimientos que tenías por herencia,

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al punto de confesar que deseaste morir,Jerónimo?… ¡Es concebible que yo,desfavorecido por la fe, carente deesperanza, desamparado por laincredulidad en un Ser Supremo, amerced del pesimismo al que misconvicciones conducían, para quien latumba apenas significaba olvido,aniquilación, la absorción en el vacío,me haya desorientado con la desventuray me haya querido matar para evitar lalucha desigual e inútil!…

Pero ¿vosotros?… Vosotros,creyentes en la paternidad de un Dioscreador, sede de perfecciones infinitas,como decís, bajo cuya dirección sabia

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camináis; vosotros, convencidos de lapersonalidad eterna, destinada a lamisma finalidad gloriosa de su Creador,heredera de la propia eternidad existenteen aquel Ser supremo, hacia la cualmarcha por el orden natural de la ley deatracción y afinidad, caer endesesperaciones y rebelarse contra lamisma ley, sabiendo que la creencia enun poder absoluto prohíbe la infraccióndel suicidio, es una paradojainadmisible. Portadores de tal ciencia,corazones alumbrados por los ardoresde tan radiante convicción, energíasvitalizadas por la fortaleza de tansublime esperanza, deberíais

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consideraros también dioses, hombressublimados para quienes los infortuniosserían meros contratiempos delmomento…

¡Oh! si yo pudiese convencerme deesa realidad, no temería enfrentarmenuevamente ni a los disgustos quearruinaron mis días, ni a la tuberculosisque me redujo a lo que veis —replicócon lógica férrea el discípulo de Comte,cuya sinceridad despertó mi simpatía.

—¿Y ahora, cuál es tu opinión sobreel momento presente? ¿Qué explicaciónsugiere la filosofía comtista para lo quepasa?… —pregunté, lleno decuriosidad, interesándome por el debate.

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—¡Nada! —respondió simplemente.No sugiere nada… Continúo igual… Noconseguí morir…

Era evidente que las dudas nosatacaban a todos, y a él también. Lo queno queríamos era inclinarnos ante laevidencia. Teníamos miedo de encararde frente la realidad.

—Dinos algo de ti, Camilo —seatrevió a pedirme Juan. Desde hacemucho tiempo nos observas, pero sólotenemos el silencio sobre tu persona,que tan interesante nos parece… ¡Encuanto a mí, no deseo permanecer deincógnito! Bien sabéis los motivos queme arrojaran al suicidio: la pasión por

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el juego. ¡Me lo jugué todo! ¡La honrainclusive, y la propia vida!…

—¡Perdón, amigo Juan, ¿cómo tejugaste la vida… si estás ahíhablándonos de ti?! —intervinoJerónimo desconcertado.

El interlocutor se sobresaltó y, sinresponder, insistió:

—Vamos, ilustre novelista, viejobohemio de Oporto, baja de tu feopedestal del orgullo… Ven a decir algode tu "majestuosa" superioridad…

Sentí la mordacidad en lasdescorteses expresiones de Juan, quedebía tenerme tanta antipatía comoBelarmino y yo a él, del cual era muy

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amigo, y que dejó un momento delloriquear para provocar mi mal humor.

Me enfadé. Siempre fui un individuosusceptible, y la muerte no habíacorregido todavía la grave anormalidad.

—¿Por qué?… ¿estaba forzado aconfesar intimidades a tal canalla, sóloporque ellos habían confesado lassuyas?… ¿Debía yo tener cualquierconsideración a esa ralea que encontréen el Valle inmundo?… —pensé,sofocado por el orgullo, juzgándomerealmente superior.

La poca consideración que concedíaa mis compañeros de infortunio no laexpresaba conmigo mismo, creyendo

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que si yo había sido arrojado al Valle,era en mi caso una injusticia calamitosa,que yo no merecía aquello porque eramejor, más digno y acreedor de favoresque los otros que se habían matado.Fuese como fuese, prefería no darexplicaciones debido a mi orgullo. Perolas personas de nuestra infeliz categoríano están a la altura de vencer impulsosdel pensamiento callándose ante losiguales ni tampoco saben dominaremociones, esquivándose de lavergüenza de las indagaciones en elcampo íntimo, en presencia de extraños.Siendo así, los torrentes de vibracionesmaleducadas se derraman de su interior

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configuradas en un palabrerío ardiente yemotivo, aun sin querer, como si lascompuertas magnéticas que las reteníanen los abismos mentales, se hubiesenroto gracias a las agitaciones de que sehicieron presas.

Además, el tono sincero, la hermosasencillez del profesor de filosofía ydialéctica, invitándome a una actitudmenos descortés de la que había tenidohasta entonces, me hizo ceder a lasugestión de Juan de Acevedo. Pero lohice dirigiéndome preferentemente aaquel que, creía que sólo su elevadacultura estaría a la altura decomprenderme. Dije gravemente,

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concediéndome una importancia ridículaen la humillante situación en que meencontraba:

—Yo, profesor, soy un individuoque me imaginaba iluminado por unsaber sin mancha, pero que, en verdad,hoy comienzo a comprender queignoraba, y continuo ignorando, lo que ados dedos de mi propia nariz existe. Fuipaupérrimo (digo "fui" porque algo ledice a mi ser que todo eso perteneció alpasado), con el insoportable defecto deser orgulloso. Un hombre, finalmente,que no negaba la existencia de un sersuperior presidiendo su creación, escierto, pero que, considerándole una

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incógnita que desafiaba susposibilidades humanas de descifrar susenigmas, no solamente no respetaba aese Ser en su vida sino que no le dabaninguna explicación de lo que hacía opretendía hacer para placer de susmismos caprichos y pasiones. Será pues,una redundancia afirmar que, muy sabio—como me consideraba— arrastraba laignorancia de la incredulidad en laposibilidad de existir leyesomnipotentes, irremediables, partiendode una Divinidad creadora y orientadorapara dirigir la creación, lo que me hizocometer errores gravísimos.

Sufrí, y mi existencia fue fértil en

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desánimos… La resignación nunca fuevirtud a la que se amoldase mi carácterviolento y agitado por naturaleza. Laprofundidad de mis sufrimientos mevolvió irritable e irascible. El orgullome aisló en la convicción de quedespués de mí sólo existirían valoressufribles…

Después de décadas de luchasmalogradas, de aspiraciones desterradasde la imaginación por irrealizables en elcampo de la objetividad, de idealesdecepcionados, de deseos tan justoscuanto insatisfechos, de esfuerzosrechazados, de energías barridas porsucesivas decepciones, las voluntades

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conjugadas hacia el bien volvieron alpunto de origen debilitadas y rotas porimpíos fracasos —la ceguera, ¡amigo!que apagó mis ojos cansados—, comoun desconcertante premio a las luchasque habían exigido de mí esfuerzossupremos:

¡Quedé ciego!¡El espectro negro de la eterna

oscuridad extendía sobre mis ojos sumanto de tinieblas, que ni la ciencia delos hombres, ni la fe candorosa eingenua de los amigos que me intentabanllevar a la conformidad, ni laspeticiones de los corazones que meamaban a las potestades celestes serían

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capaces de desviar! Negué a las mismasPotestades.

¡¿Ciego?! ¡¿Ciego, yo?!… ¡¿Cómoviviría yo, ciego?!…

Creí que, si el Ente Supremo que yono negaba su existencia, realmenteexistía, tal cosa no se daría, porque noquerría que me sucediese esa desgracia.¡Me olvidaba de que existían esparcidospor el mundo millones de hombresciegos, muchos en condiciones todavíamás apremiantes que la mía, y que erantodos, como yo, criaturas venidas delmismo Dios! ¡Negué porque entendí que,si había otros ciegos, que los hubiese;pero que yo no debería serlo! ¡Era, sí,

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una injusticia! ¡¡Ciego!!… ¡Era lomáximo!

Tan profunda y sorprendentedesesperación devoraba mi voluntad, mienergía mental, mi coraje moral,reduciéndome a la inferioridad delcobarde. ¡Yo, que tan heroicamentehabía superado los obstáculos queentorpecían mi marcha hacia laconquista de la existencia,sobreponiéndome a ellas, de ahí enadelante iba a encontrarmeimposibilitado de continuar luchando!Me di por vencido. Ciego, creía que mivida era como una cosa que pertenecieseal pasado, una realidad que "fue", pero

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que ya no "era"…La obsesión fatal del suicidio entró a

rondarme. Me enamoré de ella y le dicobijo con todo el abandono de mi serdesanimado y vencido. La muerte meatraía como el remate honroso de unaexistencia que jamás dobló la cervizante nadie. ¡La muerte me extendía losbrazos seductores, mostrandofalsamente, a mis conceptos viciadospor la incredulidad en Dios, la paz de latumba en consoladoras visiones!…

Una vez confirmada la resolución enbase a sugestiones enfermizas;atormentado y a solas con mi grandesgracia; abandonado por el sereno

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consuelo de la fe, que habría suavizadoel ardor de mi íntima desesperación yexcitada la imaginación, ya por sí mismaaudaz y ardiente, creé una aureola entorno de mí mismo y, considerándomemártir, me condené sin apelación.

¡Tuve miedo y vergüenza de serciego!…

¡Me maté con la intención deencubrir ante la sociedad y los hombres,así como de mis enemigos laincapacidad a la que había quedadoreducido!…

¡No! ¡Nadie se vanagloriaríaviéndome recibir el amargo pan de lacompasión ajena! ¡Nadie contemplaría

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el espectáculo, humillante para mí, demi figura vacilante, tanteando en lastinieblas de mis ojos incapacitados parala visión! ¡Mis enemigos no disfrutaríanla venganza de asistir a mi irremediablederrota! ¡Mil veces no! ¡Yo no mebrutalizaría en la inercia de mirar dentrode mí mismo, cuando el universocontinuaba irradiando vida fecunda yprogresiva alrededor de mi sombraempobrecida por la ceguera!…

¡Me maté porque me reconocíexcesivamente débil para continuar,dentro de la noche de la ceguera, lajornada que, incluso a la buena luz delos ojos, ya estaba llena de obstáculos y

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trastornos!…¡Era demasiado! ¡Me rebelé hasta lo

indecible contra el destino que me habíareservado tan desconcertante sorpresa yseguí creyendo en la dramáticaingratitud que pensaba provenía deDios! ¡Para mí, la providencia, eldestino; el mundo, la sociedad, estabanerrados todos, sólo yo tenía razón,exagerando la tragedia de midesesperanza!…

¡¿Por qué?!… ¡Yo, que poseía unacapacidad intelectual superior, erapaupérrimo, casi hambriento, mientrascirculaban mi alrededor ricosignorantes!… ¡Yo, que me sentía

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idealista y bueno, vivía cercado poradversidades sin posibilidad devictoria! ¡Yo, cuyo corazón sentimentalse abrazaba en ansias generosas ytiernas, de excelencia quizá sublime, alsaberme incesantemente incomprendido,herido por amargas desconsideracionesa mi sensibilidad! Yo, honesto, probo,recto, que seguía directrices sanas porentenderlas más bellas y ajustadas alidealismo que profesaba, obligado atratar con bellacos, a comerciar conladrones, a disputar con hipócritas, aconfiar en pusilánimes, a atender atraficantes!…

¡Si, era demasiado!…

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¡Y después de tan extenso panoramade desventuras —porque, para mí,individuo impaciente nada conformista,esos hechos, tan vulgares en mi vidacotidiana, actuaban como verdaderascalamidades morales— el dolorosoremate de la ceguera reduciéndome a lainsignificancia del gusano, en la angustiadel desamparo, en la inercia del idiota,en la soledad del encarcelado!…

¡No pude más! ¡Me faltócomprensión para tan gran anomalía!¡No comprendí a Dios ni entendí su Leyni la vida! ¡Un torrente de confusión sinsolución llenó mi pensamiento aterradoante la realidad! ¡Sólo comprendí una

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cosa, y era que necesitaba morir, debíamorir! ¡Y cuando una criatura deja deconfiar en su Dios y Creador, se vuelvedesgraciada! ¡Es un miserable, undemonio, un condenado!, ¡Quiere elabismo, busca el abismo, se precipita enel abismo!…

"Me precipité"…

* * *

No sé que malvadas sugestionesesparció mi elocuencia blasfema por elambiente mórbido de nuestra enfermería.Lo que sí sé es que la triste asamblea se

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dejó caer hacia las vibraciones faltas dearmonía, entregándose al llanto doloridoy a crisis impresionantes, en especial elantiguo exportador de vinos, Jerónimo, yMario Sobral, el universitario, que eranlos que más sufrían. Yo mismo, mientrasproseguía en mi angustiosa exposición,infectada de conceptos enfermizos,retrocedía mentalmente a las situacionestemerarias de mi pasada vida carnal, alas fases doloridas que me habíandeprimido crudamente y las lágrimasvolvían a correr por mis mejillasmortificadas, mientras nuevamente se meoscurecía la visión y las tinieblassustituían a los dulces detalles de los

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coordinados azules, flotantes, y de lasrosas trepadoras en las columnas de losbalcones.

Acudieron algunos enfermerossolícitos a ver lo que pasaba, ya que elincidente no estaba previsto. En elHospital María de Nazaret el enfermo,rodeado de las emanaciones mentalesvivificantes de sus tutelares y dirigentes,bañados por ondas magnéticassaludables y generosas, que tenían porobjetivo beneficiarle, debería ayudar altratamiento conservándose silencioso,sin entretenerse jamás enconversaciones sobre asuntospersonales.

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Convenía reposar, tratar de olvidarel pasado tormentoso, barrer recuerdoschocantes, rehaciéndose cuanto fueseposible de las largas dilaceraciones quedesde hacía mucho le atravesaban.Fuimos advertidos, por tanto, comoinfractores de uno de los másimportantes reglamentos internos. Y nopodíamos disculparnos alegandoignorancia, porque, a lo largo de lasparedes había letreros fosforescentesque a cada momento despertaban nuestraatención con permanentes peticiones desilencio, mientras la propia institucióndaba el ejemplo moviendo su constanteactividad bajo el control de una sabia

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discreción.Y, aunque bondadosamente, dijeron

que una reincidencia implicaría otrasmedidas por parte de la Dirección,como la transferencia para elAislamiento, pues, si se repetía elhecho, produciría disturbios deconsecuencias imprevisibles, no sólopara nuestro estado general, sinotambién para la disciplina del hospital,que debía ser rigurosamente observada,lo que nos llevó a percibir que eran másausteras las reglas en el Aislamiento ymás temible su disciplina. Y para evitaresa medida tan extrema, se establecióuna severa vigilancia en nuestra

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dependencia. Desde aquel momento, unguardia del regimiento de lanceroshindúes, acuartelados en elDepartamento de Vigilancia, fuedesignado para la guardia en nuestrosapartamentos.

Cerca de un cuarto de hora después,un joven enfermero rubio y risueño, alque habíamos visto al entrar en elhospital y que nos recibió junto conRomeu y Alceste, nos visitóacompañado de dos trabajadores de lacasa; e, irradiando simpatía, fuediciendo afectuosamente:

—Amigos míos, me llamo JoelSteel, soy —o fui, como quieran—

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portugués pero de origen inglés. Enverdad el viejo Portugal fue siempremuy querido a mi corazón… Jamás pudeolvidar los días venturosos que en suseno generoso pasé… Fui feliz enPortugal… pero después… los hados mearrastraron para el País de Gales, cunanatal de mi querida madre, Doris MarySteel da Costa, y entonces… Bien, escomo compatriota y amigo que os invitoal gabinete quirúrgico para que seáissometidos a los exámenes necesarios,para iniciar los trabajos de cirugía…

Nos preparamos, esperanzados. ¡Nodeseábamos otra cosa desde hacíamucho tiempo! Los dolores que

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sentíamos, nuestra indisposicióngeneral, reflejando penosamente lo quehabía sucedido con el cuerpo físico, noshacían desear hacía tiempo la visita deun médico.

Mario y Juan, cuyo estado eradelicado, fueron transportados encamillas, mientras los demás lesseguíamos apoyados en los brazosfraternos de los enfermeros bondadosos.Pude entonces observar algo de esa casamagnánima asistida por la cariñosaprotección de la excelsa Madre delNazareno.

No sólo el excelente conjuntoarquitectónico era digno de admiración.

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También el montaje, los grandiososequipos, conjunto de piezasextraordinarias, apropiadas a lasnecesidades de la clínica en el astral,demostrando el elevado grado que habíaalcanzado la Medicina allí, aunque ellugar donde nos encontrábamos no erauna zona adelantada de laEspiritualidad.

Médicos dedicados y diligentesatendían solícitamente a los míserosnecesitados de su servicio y protección.Se reflejaba en sus rostros bondadososel compasivo interés del ser superiorpor el más frágil, de la inteligenciapreocupada por el hermano infeliz

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todavía inmerso en las tinieblas de laignorancia. Pero no todos vestíanuniformes a lo hindú. Muchos llevabanlargas batas vaporosas y blanquísimas,parecidas a túnicas, de un tejidofosforescente…

No asistí a lo que ocurrió con miscompañeros de desdichas. Pero, encuanto a mí, al llegar al pabellónreservado a las labores asistenciales, fuitransferido de los cuidados de Joel Steelpara los del joven doctor Roberto deCanalejas, que me llevó a unadependencia, donde mi periespíritu fuesometido a exámenes minuciosos eimportantes. Allí me atendieron Carlos

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de Canalejas, padre del joven Roberto,venerable anciano, antiguo facultativoespañol que había hecho de la Medicinaun sacerdocio, pagina heroica deabnegación y caridad digna delbeneplácito del Medico Celeste, yRosendo, uno de los psicólogos hindúesque nos ayudaron a nuestra llegada.Roberto asistió a esa labor comosiguiendo las lecciones de los maestrosen los santuarios de la Ciencia, lo quedemostraba que se encontraba todavíaen aprendizaje de esa medicina local.

Mi periespíritu recibió socorrosfísico-astrales justamente en lasregiones correspondientes a las que, en

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el cuerpo físico, fueron afectadas por elproyectil del arma de fuego que utilicépara el suicidio, es decir, el aparatofaríngeo, auditivo, visual y cerebral,pues la herida alcanzó toda esa delicadaregión de mi infeliz envoltorio carnal.

Era como si yo, cuando fui unhombre encarnado (y realmente así escon todas las criaturas) poseyese unsegundo cuerpo, molde o modelo delque fuera destruido por el acto brutal delsuicidio; como si yo fuera el "doble" yel segundo cuerpo, poseyendo lafacultad de ser indestructible, seresintiese cuando le sucediese algo alprimitivo, como si extrañas propiedades

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acústicas mantuviesen repercusionesvibratorias capaces de prolongarse portiempo indeterminado, haciendoenfermar a aquel.

Sé que los tejidos semimateriales delas regiones ya citadas de miperiespíritu, profundamente afectadas,recibieron sondas de luz, baños depropiedades magnéticas, bálsamosquintaesenciados e intervenciones desustancias luminosas extraídas de losrayos solares, que extraían de ellosfotografías y mapas con movimiento ysonoros, para análisis especiales; y queesas fotografías y mapas más tarde losllevarían a la "Sección de Planificación

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de Cuerpos Físicos", del Departamentode Reencarnación, para estudiosconcernientes a la preparación de lanueva vestidura carnal que necesitaríapara el retorno a las pruebas yexpiaciones en la Tierra, que yo creíahaber podido evitar con mi gestosuicida.

Sometido al extraño tratamiento yenvuelto en aparatos sutiles, luminosos,transcendentes, permanecí una hora,durante la cual el viejo doctor y el hindúse desvelaron cariñosamente,reanimándome con palabras de coraje,exhortándome a la confianza en el futuro,a la esperanza en el supremo amor de

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Dios. Y también sé que fui la causa deduros trabajos, incluso de fatigas paraaquellos abnegados siervos del bien dequienes exigí preocupaciones,obligándoles a deducciones profundashasta que en mi periespíritu seextinguiesen las corrientes magnéticasafines con el cuerpo físico, quemantenían el clamoroso desequilibrioque ninguna expresión humana podríadescribir.

El "cuerpo astral", es decir, elperiespíritu —o mejor, el "físico-espiritual"— no es una abstracción, niuna figura incorpórea, etérea, como sepueda suponer. Es, al contrario de eso,

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una organización viva, real, sede de lassensaciones, donde se imprimen yrepercuten todos los acontecimientosque impresionan la mente y afectan alsistema nervioso, al que dirige.

En ese envoltorio admirable delalma —de la esencia divina que en cadauno de nosotros existe, señalando elorigen del que provenimos—, persistetambién una sustancia material, aunquequintaesenciada, que le permiteenfermar y resentirse, ya que semejanteestado de materia es muy impresionabley sensible, de naturaleza delicada,indestructible, progresiva, sublime, nopudiendo, por eso mismo, padecer, sin

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grandes problemas, la violencia de unacto brutal como el suicidio, para suenvoltorio terrestre.

Mientras recibía tantos cuidadosmédicos crecían más mis dudas encuanto a mi situación. ¡Muchas veces,durante la desesperante permanencia enel Valle Siniestro, llegué a creer quehabía muerto, oh, sí! Y que mi almacondenada expiaba en el infierno lostremendos desatinos practicados envida. Ahora, sin embargo, más sereno,viéndome internado en un buen hospitaly sometido a intervenciones quirúrgicas,aunque sus métodos fuesen diferentes alos que me eran habituales, una nueva

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incertidumbre inquietaba mi espíritu:¡No! ¡No era posible que yo hubiese

muerto!…¿Sería esto la muerte?… ¿Sería la

vida?…En un momento dado de aquel

primer día, llorando desconsolado bajolas desveladas atenciones de Carlos yRosendo, grité excitado, febril, incapazde contenerme por más tiempo:

—¿Pero, al final, donde estoy?…¿Qué pasó?… ¿Estaré soñando?…¿Morí o no morí?… ¿Estaré vivo?…¿Estaré muerto?…

Me atendió el cirujano hindú, sindetenerse en la delicada actuación.

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Mirándome con dulzura, tal vez parademostrar que mi situación le causabalástima o compasión, escogió el tonomás persuasivo de expresión, yrespondió, sin dejar margen a segundasinterpretaciones:

—¡No, amigo mío! ¡No moriste nimorirás jamás… porque la muerte noexiste en la Ley que rige el Universo! Loque pasó fue, simplemente, unlamentable desastre con tu cuerpo físico,aniquilado antes de la ocasión oportunapor un acto mal orientado de tu razón…La vida, sin embargo, no residía enaquel cuerpo y sí en este que ves ysientes ahora, que es el que realmente

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sufre, vive y piensa y que posee lacualidad sublime de ser inmortal,mientras que el otro, el de carne, querechazaste, aquel, apropiado sólo parasu uso en la Tierra, ya desapareció bajola sombría losa de una tumba, comoropaje temporal de este otro que estáaquí… Cálmate, ya… Comprenderásmejor a medida de que te vayasrestableciendo…

Me trajeron en camilla a laenfermería. Mi estado requería reposo.Me sirvieron un caldo reconfortante,pues tenía hambre y me dieron de beberagua cristalina para mi sed. Alrededor,el silencio y la quietud, envueltos en

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ondas de bienestar y beneficencia,invitaban al recogimiento. Obedeciendoa la caritativa sugestión de Rosendo,traté de dormir, mientras la desilusión,fruto de la inapelable realidad, hacíaresonar en mi mente atormentada:

—¡La vida no residía en el cuerpofísico, que destruiste, y sí en este queves y sientes ahora, que posee lacualidad sublime de ser inmortal!

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CAPÍTULO IVJERÓNIMO DE

ARAÚJO SILVERA YFAMILIA

No teníamos noticias de nuestrafamilia ni amigos. Una punzanteañoranza, como ácido corrosivo queroía nuestros sentimientos, lanzabasobre nuestros corazones infelices ladecepcionante amargura de milangustiosas incertidumbres. Muchasveces, Joel y Roberto nos sorprendíanllorando a escondidas, suspirando por

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nombres queridos que jamás oíamospronunciar. Caritativamente, esosbuenos amigos nos reanimaban conpalabras de coraje, afirmando que esacontrariedad era pasajera, pues íbamossuavizando nuestra situación, y esoresolvería los problemas más urgentes.

No obstante, teníamos permiso parainformarnos de las visitas mentales yvotos fraternos de paz y felicidad futurasasí como cualquier gentileza emanadadel amor, y que proviniesen de los entesqueridos dejados en la Tierra o de lossimpatizantes además de los que nosamasen en las moradas espirituales,interesándose por nuestro

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restablecimiento y progreso. Siempreque esos pensamientos fuesen irradiadospor una mente verdaderamente dirigida alo Alto, nos eran transmitidos por unmedio muy curioso y eficiente, que nosdejaba perplejos, dado nuestro desajusteespiritual, pero que posteriormentecomprendimos que se trataba de unacontecimiento natural y frecuente en loslugares del Astral intermedio.

Existía en cada dormitorio unaparato muy delicado con sustanciaselectromagnéticas, que, acumulando unpotencial de atracción, selección,reproducción y transmisión, reflejaba enuna pantalla, que formaba parte del

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mismo, cualquier imagen y sonido quebenévola y caritativamente nos fuesendirigidos. Cuando un corazón generoso,perteneciente a nuestras familias oincluso de los desconocidos, lanzabavibraciones fraternas por la inmensidaddel espacio, al Padre altísimo invocandomerced para nuestras almas enlutadaspor los sinsabores, éramosinmediatamente informados por unaluminosidad repentina, que, traduciendoel balbuceo de la oración, reproducíatambién la imagen de la personaoperante, lo que, a veces, nos sorprendíasobremanera, viendo que personas fuerade nuestro entorno afectivo se

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presentaban frecuentemente en el espejomagnético, mientras que otras, muyestimadas por nosotros, raramentemitigaban las asperezas de nuestrasituación con el bálsamo de la oración.Sabíamos de esta forma lo que pensabansobre nosotros, de las súplicas dirigidasa la Divina potestad y de todo el bienque nos pudiesen desear o practicar anuestro favor.

Lamentablemente, ese hecho, quetanto podía aminorar la soledad en quevivíamos, que era como un bálsamo paranuestras añoranzas, era poco frecuenteen el hospital, referente a los afectosdejados en la Tierra, ya que el genial

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aparato sólo era susceptible de registrarlas invocaciones sinceras, aquellas que,por la naturaleza sublimada de lasvibraciones emitidas en el momento dela oración, pudiesen armonizarse a lasondas magnéticas transmisoras capacesde romper las dificultades naturales yllegar a las mansiones excelsas, dondela oración es acogida entre fulgores ybendiciones.

Sin embargo, esto no nos brindaba laposibilidad de obtener noticias respectoa la persona que lo practicaba, tal comolo desearíamos. ¡De ahí las angustiasamargas, y la añoranza por sentirnosolvidados, privados de cualquier

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informe!No obstante, esos instrumentos de

transmisión incesantemente revelabanque éramos recordados por habitantesdel Más Allá. Desde otras zonasastrales, así como de otros lugares denuestra propia Colonia, llegaban votosfraternos de paz, alivio amistoso yánimo para los días futuros. Oraban pornosotros en súplicas ardientes, no sóloinvocando el amparo maternal de Maríapara nuestras inmensas debilidades, sinotambién la intervención misericordiosadel Maestro Divino.

De la Tierra no eran raras las vecesque los discípulos de Allan Kardec, con

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cristiana actitud, se reuníanperiódicamente en lugares secretos,como los antiguos iniciados en elsecreto de los santuarios, y, respetuosos,obedeciendo a impulsos fraternos poramor al Cristo Divino, emitíanpensamientos caritativos en nuestrofavor, visitándonos frecuentemente através de cadenas mentales vigorosasque la oración santificaba, llenas deternura y compasión, que caían en elfondo de nuestras almas crucificadas yolvidadas, como fulgores deconsoladora esperanza.

No obstante, no era sólo eso.Procedentes de zonas espirituales

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más favorecidas, entraban en nuestraregión caravanas fraternas, de espíritusen estudio y aprendizaje, asistidas pormentores, para traer su piadosasolidaridad en visitas que nos calmabanmucho. Así hicimos buenas relacionesde amistad con individuos moralmentemucho más elevados que nosotros, queno desdeñaban honrarnos con su estima.Esas amistades y afectos seríanduraderos, porque estaban basados en eldesinterés y en los elevados principiosde la fraternidad cristiana.

Sólo mucho más tarde se nosconcedió la satisfacción de recibir lasvisitas de los entes queridos que nos

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habían precedido en la tumba. Aun así,debíamos contentarnos con visitasrápidas, pues el suicida está en la vidaespiritual como el sentenciado en lasociedad terrena: no es una situaciónnormal, vive en un plano expiatoriopenoso donde no es lícita la presenciade otros que no sean sus educadores,mientras que él mismo, dado su precarioestado vibratorio, no puede alejarse delpequeño círculo en que se mueve…hasta que los efectos de la calamitosainfracción sean totalmente expurgados.

—…Y serás atado de pies y manos,lanzado en las tinieblas exteriores,donde habrá llanto y crujir de dientes.

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De allí no saldrás mientras no pagueshasta el último cetil… —avisó elceleste Instructor, prudentemente, hacemuchos siglos.

* * *

En los primeros días que siguieron anuestra admisión a ese Instituto delastral se produjeron dos acontecimientosde profundo significado para el ajuste denuestras fuerzas al plano espiritual.Dedicaremos el presente capítulo al mássensacional, reservando para elsiguiente la exposición del segundo, no

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menos importante, por la leccióndecisiva que nos proporcionó.

Cierta mañana, nos comentó el jovenDr. Roberto de Canalejas que estábamosinvitados a una importante reunión paraesa misma tarde, debiendo todos losrecién llegados reunirse con el directordel Departamento al que estábamosconfiados en ese momento, paraaclaraciones de interés general.

Jerónimo, cuyo malhumor seagravaba alarmantemente, declaró nodesear comparecer a la misma, puestoque no se creía obligado a obedienciasserviles por el simple hecho deencontrarse hospitalizado, y que además

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sólo se interesaría por la obtención denoticias de su familia. Roberto, sinembargo, dijo delicadamente, sinmuestras de ninguna irritación, que eraportador de una invitación y no de unaorden, y que, por eso mismo, ninguno denosotros sería forzado a asistir.

Avergonzados ante la actitud groseradel compañero, nos quedamossorprendidos y agradecimos con lamejor sonrisa que pudimos la honra quenos dispensaban.

En ese momento ya estábamossometidos a un tratamientoespecializado, que más adelantetrataremos y que tampoco aceptaba

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nuestro compañero, el hermano de laSantísima Trinidad de Lisboa, cuandosupo que la terapia se basaba en lasfuentes magnético-psíquicas, asuntos queno admitía en absoluto. No obstante,impaciente y displicente, se dirigió albondadoso facultativo, después delincidente, y dijo, sin acordarse ya de sulamentable actitud anterior:

—Sr. Doctor, necesito algo de usted,confiando en los sentimientos generososque adornan su noble carácter…

Roberto de Canalejas que, antes deser un espíritu convertido al bien ydedicado trabajador de la fraternidad,había sido en la sociedad terrena un

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perfecto caballero, esbozó una sonrisaindefinible y respondió:

—Estoy a su entera disposición,amigo ¿En qué puedo atenderle?…

—Es que… tengo la necesidadimperiosa de dirigir una petición a labenemérita dirección de esta casa… Meaflijo por la falta de noticias de mifamilia, que no veo desde hace mucho…ni siquiera sé desde cuando… En vanohe esperado noticias… y ya no mequedan fuerzas para sufrir más estaansiedad… Deseo obtener el permiso dela digna dirección de este hospital, parair hasta mi casa, a comprobar losmotivos que ocasionan tan ingrato

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silencio… No me visitan los míos. Norecibo cartas. ¿Es posible que Ud.exponga esto al Sr. Director? ¿Noprohibirán esta actitud los reglamentosinternos?…

Como se puede observar, el pobreex-comerciante de Oporto parecía nodarse cuenta de la situación en que seencontraba, y, se perdía más que losdemás en un desorden mental, entre losestados terrestre y espiritual.

—¡De ningún modo, querido amigo!¡No existe prohibición! ¡El director deeste establecimiento tendrá lasatisfacción de oírle!, —afirmó elpaciente médico.

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—¿Podré hacer hoy mismo lapetición?…

—Tramitaré la solicitud… y Joel lecomentará el resultado…

Una media hora después, Joel volvíaa la enfermería para comunicar alafligido enfermo que el director lerecibiría personalmente en su despacho.Venia, sin embargo, pensativo, ydescubrimos un acento de pesar en susemblante generalmente sonriente.

Nuestro compañero que era, entrelos diez, el más rebelde eindisciplinado, exigió que Joel ledevolviese el traje que le retiraron a laentrada, pues le repugnaba presentarse

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al despacho del director envuelto en unafea bata de enfermo, tal como nosencontrábamos todos.

Joel, muy serio, le devolvióenseguida su indumentaria y salieron.

No habían transpuesto aun la galeríainmensa, hacia donde daban las puertasde los dormitorios, y de repente, eljoven Dr. de Canalejas y uno de nuestrosasistentes hindúes entraron en nuestrahabitación, diciéndonos:

—Queridos amigos, os invitamos aacompañar a vuestro amigo Jerónimo deAraújo Silveira en la peregrinación quedesea realizar. Somos conscientes deque ninguno de vosotros se siente

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satisfecho con los reglamentos de estacasa, que de ningún modo interceptanoticias provenientes de los planosterrestres. Sin embargo, debemosinformaros que, si eso fuese posible,sería por vuestro bien aunque no existauna formal prohibición para una rápidavisita a la Tierra, como veréis dentro depoco.

Atended en este aparato de visión adistancia que ya conocéis, y acompañadlos pasos de Jerónimo desde estemomento. Si obtiene el permiso, comoasí espero dada su insistencia en ello,haréis con él el viaje que tanto deseapara ver a su familia, sin que os mováis

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de aquí… Y mañana, si todavía deseáisbajar a vuestros antiguos hogares envisita prematura, seréis atendidosinmediatamente… para que la rebeldíaque hiere vuestra mente no retrase másla adquisición de nuevas tendencias queos puedan beneficiar en el futuro…Todos los demás enfermos en idénticascondiciones reciben la mismasugerencia en este momento…

Se acercó al aparato y lo amplificóhasta que pudiese reflejar la imagen deun hombre en tamaño natural. Perplejose interesados, dejamos el lecho, queraramente abandonábamos, parasituarnos ante la pantalla que comenzaba

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a iluminarse. Nos hicieron sentarcómodamente, en los sillones que habíael recinto, mientras aquellos celososcolaboradores del Bien tomaron lugar anuestro lado. Era como si aguardásemosel inicio de una pieza teatral.

De repente Joel surgió ante nosotros,tan visible y natural, destacándose en elmismo plano en que nos encontrábamos,que creímos que estaba dentro de laenfermería, o que nosotros leacompañábamos… Sostenía a Jerónimopor el brazo… caminando en busca de lasalida de servicio… y tan intensa se ibavolviendo la sugestión que nos llegamosa olvidar que, en verdad, continuábamos

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cómodamente sentados en sillones, ennuestro aposento…

Más real que el cine y superior a latelevisión actual, ese magnífico receptorde escenas, tan usado en nuestra Coloniay que tanta admiración nos causaba, enesferas más elevadas es muy superior,evoluciona hasta alcanzar lo sublime enel auxilio para la instrucción deespíritus que necesitan adquirir valoresteóricos que les permitan superar, en elfuturo, pruebas decisivas en las luchasterrenas, buscando y seleccionando, enel espacio celeste, el propio pasado delglobo terráqueo y de su humanidad,historia y civilizaciones, así como el

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pasado de los individuos, si esnecesario, que se encuentran esparcidosy confundidos en las ondas etéreas quese agitan, se eternizan por lo Invisible, ypermanecen fotografiados, impresoscomo en un espejo en dichas ondas,conservándose con otras imágenes, talcomo en la conciencia de las criaturasse imprimen también sus propioshechos, sus acciones diarias.

De esta forma atravesamos algunasalamedas del parque blanco yalcanzamos el edificio central, donde seencontraba la dirección de aquel grupode científicos iniciados que trabajabanen el hospital.

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Jerónimo llegó a la antesala deldespacho del director y Joel se retiródejándole en manos de un asistente, quele hizo pasar a una sala donde lasamplias ventanas permitían la vistahacia el jardín. Era un despacho, unaespecie sala de visita, adornado al estilohindú. Un perfume sutil, de algunaesencia desconocida para nuestro olfato,nos deleitó, al mismo tiempo quedespertaba aún más nuestra admiraciónpor la excelencia del aparato queteníamos delante. Una leve cortina,flexible y centelleante, se agitó en lapuerta y el director general del hospitalse presentó.

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De un salto, el pobre Jerónimo quese había sentado, procuró levantarse ysu primer gesto fue de fuga, en la que sevio interceptado por su acompañante.

Ante sí estaba un hombre de entrecuarenta y cincuenta años, rigurosamentetrajeado a lo hindú, con un turbanteblanco donde centelleaba una hermosaesmeralda, una túnica de grandesmangas, la faja a la cintura y sandaliastípicas. El rostro, moreno, era de unapureza clásica de líneas, y de sus ojosbrillantes y penetrantes se desprendíanchispas de inteligencia y penetraciónmagnética. En el anular de la manoizquierda llevaba una gema preciosa,

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semejante a la del turbante, que ledistinguía, quizás como maestro de losdemás componentes del grupo demédicos al servicio del Hospital Maríade Nazaret.

Asombrados como el propioJerónimo, nos sentimos vivamenteatraídos por la noble figura.

El asistente Romeu, pues así sellamaba, dijo al director:

—Querido hermano Teócrito, aquíestá nuestro hermano Jerónimo deAraújo Silveira, que tanto nos vienepreocupando… Desea visitar a sufamilia en la Tierra, pues cree no poderresignarse más a la obediencia de los

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principios de nuestra institución… Yafirma que prefiere la acumulación depesares a esperar una mejor ocasiónpara lo que desea…

Irreverente, el presentadointerrumpió con nerviosismo:

—¡Eso es cierto, Sr. Príncipe! —Pues se imaginaba en presencia de unsoberano—. Prefiero envolvermenuevamente en el remolino del dolor delcual salí hace poco, a soportar por mástiempo la añoranza que sufro por la faltade noticias de mi familia… Si,realmente, no existe una prohibiciónintransigente en las leyes que permitenesa posibilidad, ruego a la generosidad

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de vuestra alteza la concesión paravolver a ver a mis hijos… ¡Oh! ¡A misqueridas hijas! ¡Cómo son de hermosas,señor! Son tres y un varón; Arinda,Marieta, Margarita, que dejé con sieteaños, y Albino, que contaba ya losdiez… ¡Sufro de tanta añoranza, Diosmío! mi esposa se llama Zulmira, unabonita mujer, y bastante educada… Medesespero y no consigo calma paracomprender mi rara situación actual… Ypor eso ruego humildemente a vuestraalteza compadecerse de mi angustia.

Los ojos chispeantes del directorcayeron enternecidos sobre el espírituintranquilo de ese hombre que tardaría

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todavía a aprender a dominarse. Lecontempló bondadosamente, con penaante la desarmonía mental delsuplicante, adivinando las grandesluchas que necesitaría hasta llegar a larenuncia o la conformidad. Sorprendido,Jerónimo, que creía estar ante losacostumbrados burócratas terrenos a losque estaba acostumbrado, percibió enaquella mirada indagadora la humildadde una lágrima oscilando en laspestañas.

El noble varón le tomó dulcementedel brazo, y le hizo sentar delante de él,en un cómodo cojín, mientras Romeu, depie, observaba respetuosamente. El

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hindú ofreció al suicida un vaso de aguacristalina que le sirvió él mismo. Elportugués la sorbió, incapaz derechazarlo y después, más sereno, tomóla actitud de espera para el resultado desu solicitud.

—¡Amigo mío! ¡Jerónimo, hermano!—dijo Teócrito. Antes de responder a tupetición, debo aclararte que, no soy unpríncipe, como supones, y, por esomismo, no tengo el título de alteza. Soy,simplemente, un espíritu que fue unhombre que, habiendo vivido, sufrido ytrabajado en varias existencias sobre laTierra, aprendió, en ese viaje, algo quese relaciona con la propia Tierra. Un

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siervo de Jesús Nazareno, es lo que mehonro de ser, aunque muy modesto,pobre de méritos, rodeado de señores.Un trabajador humilde que, junto avosotros, que sufrís, ensaya los primerospasos en el cultivo de la viña delMaestro Divino, destinadotemporalmente, y por su ordenmagnánima, para los servicios de Maríade Nazaret, su augusta Madre.

Entre nosotros dos, Jerónimo —tú yyo—, hay muy pequeña diferencia, unacorta distancia: que he vivido mayornúmero de veces sobre la Tierra, sufrímas, trabajé un poco más, aprendiendo,por tanto, a resignarme mejor, a

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renunciar siempre por amor a Dios, y adominar las propias emociones;observé, luché con más ardor,obteniendo, así, una mayor experiencia.No soy, como ves, soberano de estosdominios, y sí un simple operario de laLegión de María, única majestad quegobierna este Instituto Correccionaldonde te encuentras temporalmente. Unhermano tuyo más viejo, aquí está laverdadera cualidad que en mí debesver… sinceramente deseo colaborar enla solución de los graves problemas quesufres… Llámame pues, hermanoTeócrito, y acertarás…

Hizo una breve pausa extendiendo

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los bellos ojos por la amplitud nebulosaque se adivinaba a través de lasventanas, y prosiguió:

—¿Deseas volver a ver a tus hijos,Jerónimo?… ¡Es justo, amigo mío! Loshijos son parcelas de nuestro ser moral,cuyo amor nos proporciona emocionessupremas, pero frecuentemente tambiénnos ofrecen serios disgustos.Comprendo tus ansias violentas depadre amoroso, pues sé que amaste a tushijos con sinceridad y desprendimiento.Conozco la dureza de tus dudas actuales,alejado de tus seres queridos que alláquedaron, en Oporto, huérfanos de tudirección y amparo. Yo también fui

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padre y también amé, Jerónimo.Teniendo en cuenta tus sentimientos ycomparándoles con los míos, me parecióbien antes que mal tu petición, por lomucho que dice en favor de tu respetopor la familia. Sin embargo, de ningúnmodo te aconsejaría que dejes esterecinto, donde tan penosamente tedeshaces, de las influencias de losambientes terrestres, aunque sea sólopor una hora, para buscar informes detus hijos…

—¡Señor! Con el debido respeto avuestra autoridad, suplicoconmiseración… Se trata de una visitarápida… os doy mi palabra de honor

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que volveré… pues bien sé que soy sóloun prisionero… —dijo impaciente,perdiéndose nuevamente en sushabituales confusiones mentales.

—Aun así, no aprobaré larealización de ese deseo en estemomento, aunque lo vea justo… ¡Frenaun poco más los impulsos de tu carácter,Jerónimo! Aprende a dominar tusemociones, a retener ansiedades,volviendo a un equilibrio bajo laprotección santa de la esperanza.Recuerda que fueron esos impulsosdesequilibrados, basados en la falta deresignación, en la impaciencia y la faltade sentido común, los que te llevaron a

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la violencia del suicidio. ¡Verás, sí, atus hijos! Sin embargo, en tu propiobeneficio te pido que estés de acuerdoen dejar el proyecto para de aquí aalgunos pocos meses… cuando estésmejor preparado para enfrentar lasconsecuencias que se produjerondespués de tu desordenado gesto.Jerónimo, no te preocupe someterte altratamiento conveniente a tu estado,como lo hacen buenamente tuscompañeros, confiando en losservidores leales que desean ayudaroscon amor y desprendimiento. Acude a lareunión de hoy por la noche, porqueobtendrás de ella inmensos beneficios

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mientras que una visita a la Tierra eneste momento, el contacto con la familia,en las precarias condiciones en que teencuentras, iría en contra de los planesya elaborados para que logres la tannecesaria reorganización de tusfuerzas…

—Pero… yo no tengo serenidadpara ningún proyecto futuro mientras nosepa de ellos, señor… ¡Oh, Dios delCielo! ¡Margarita, mi pequeña, que alláquedó, con siete años, tan rubia y tanlinda!…

—¿Ya pediste al SeñorTodopoderoso, tener valor para laresignación de una prudente espera, que

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estaría coronada por el éxito?…Queremos tu bienestar, Jerónimo,nuestro deseo es ayudarte a alcanzar unasituación que te dé tregua para lanecesaria rehabilitación… Vuélvetehacia María de Nazaret, bajo cuyoscuidados fuiste acogido… es precisoque tengas buena voluntad para elevarteal bien. Ora… procura ponerte encontacto con las vibraciones superiores,capaces de empujarte a la redención…Es indispensable que lo hagas por librey espontánea voluntad, porque no tepodremos obligar a hacerlo nipodríamos hacerlo por ti… ¡Renuncia,pues, a ese proyecto contraproducente y

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confía en nuestros buenos deseos deauxilio y protección hacia ti!

Pero el ex-comerciante de Oportoera inaccesible. El carácter rebelde yviolento, que en un instante devoluntariedad siniestra prefirió lamuerte a tener que luchar paraimponerse a la adversidad, replicóimpaciente, no comprendiendo lasublime caridad que recibía:

—¡Confiaré, señor. hermanoTeócrito… viviré de rodillas a los piesde todos vosotros, si es necesario!…pero después de volver a ver a mis seresqueridos y enterarme de las razones porlas que me abandonaron, superando, de

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algún modo, esta añoranza que medespedaza…

Cumplido su deber de consejero,Teócrito comprendió que sería inútilinsistir. Contempló a Jerónimo deshechoen lágrimas y murmuró tristemente,mientras Romeu sacudía la cabeza, conpena:

—¡Dices una gran verdad, pobrehermano! ¡Sí! ¡Sólo después!… ¡Sólodespués encontrarás el camino derehabilitación!… ¡Hay tendencias quesólo los duros aguijones del dolorpueden corregir, encaminándolas haciael deber!… ¡Aún no sufriste losuficiente para acordarte que desciendes

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de un Padre Todo misericordioso!…Se quedó algunos instantes pensativo

y continuó:—Podríamos evitar este incidente,

impedir la visita y castigarte por laactitud tomada. Tenemos autoridad ypermiso para eso. ¡Pero estas aúndemasiado materializado, padeciendo,por tanto, muchos prejuicios terrestres,para que nos puedas comprender!…Además, nuestros métodos, que sonpersuasivos y no punitivos, seríanincompatibles con una prohibiciónintransigente, aunque la razón nosasista… Sin embargo, consultaré anuestros Instructores del Templo, como

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es nuestra obligación en dilemas comoel que acabas de crear…

Se concentró firmemente,retirándose hacia un compartimentosecreto, contiguo al despacho. Secomunicó telepáticamente con ladirección general del Instituto, queestaba al lado del Templo, y, después deun corto espacio de tiempo, volvió,dando la respuesta final:

—Nuestros orientadores mayores tepermiten libertad de acción. Aunque unaentidad en tus condiciones no puedadisfrutar de la libertad de un espíritulibre de las ataduras carnales, nopodemos obligarte a deberes que te

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repugnarían. Visitarás a tus seresqueridos en la Tierra… Irás, por tanto, aPortugal, a la ciudad de Oporto, donderesidías, a Lisboa, tal como deseas… Ycomo la ternura paternal del Creadorlleva a extraer, muchas veces, de un actoimprudente o condenable, ejemplossaludables para el propio delincuente opara su observador, estoy convencido deque tu inconsecuencia no será estérilpara ti mismo ni dejará de agrandarprofundas advertencias para cuantos debuena voluntad las conozcan. Atiendesin embargo, lo siguiente, queridoJerónimo; dejando de aceptar nuestrosconsejos y sublevándote contra los

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reglamentos de este Instituto, cometerásuna falta cuyas consecuencias recaeránsobre ti mismo. Esa visita será realizadabajo tu exclusiva responsabilidad Nohay permiso para ella: es tu librealbedrío el que la impone. Si eldescontento con el resultado de ellaexcede de tu capacidad para elsufrimiento, dirigirás las quejas contra timismo, porque nuestros esfuerzos sólose emplean en dulcificar infortunios yevitarlos cuando son innecesarios… Poreso mismo dejamos de daros las tandeseadas noticias por los medios quedisponemos… pues la verdad es que nohabía necesidad de alejarte de aquí para

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obtenerlas…Se volvió hacia el asistente y

prosiguió:—Prepárenle para que vaya…

Satisfagan los caprichos socialesterrenos… porque muy rápido va adetestar la Tierra… Que le dejen actuarcomo desea… La lección será amarga,pero le dará una más rápidacomprensión y por tanto una oportunidadde progreso…

* * *

Se hizo una pausa en la secuencia de

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la reproducción de los acontecimientos.Sufríamos una gran ansiedad mientrascensurábamos al compañero por sucomportamiento. Estábamos de acuerdoen atribuir a la mala educación deJerónimo la falta de respeto manifiesta alos reglamentos de la noble Institución,cuando fuimos interrumpidos por losservidores presentes:

—Es cierto que la buena educaciónsocial favorece la adaptación a losambientes espirituales. Sin embargo, nolo es todo. Los sentimientos depurados,el estado mental en armonía con losprincipios elevados, las buenascualidades del carácter y del corazón,

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que conforman la "buena educación"moral, son los que constituyen elelemento primordial para unaprometedora situación en el Más Allá…siempre que un suicidio no venga aanular esa posibilidad…

—¿No podrían los responsables deesta casa dar las noticias solicitadas, sinque el enfermo se arriesgase a un viajede penosas consecuencias para su estadogeneral?… —pregunté.

—Sí, si esas noticias favorecen elbienestar del paciente. Además, porregla general, conviene a entidades envuestras condiciones abstenerse decualquier choque o emociones que

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alimenten el estado de excitación en quese encuentran… Las noticias de laTierra jamás nos reconfortan a ningunode nosotros, que pertenecemos a laEspiritualidad y en este caso es evidenteel deseo de la administración de la casade ocultar al pobre enfermo algo que leva a herir profundamente, sin necesidad.Si se sometiese de buena voluntad a losreglamentos protectores, la realidad queverá dentro de poco vendría en untiempo en que él estuviesesuficientemente preparado paraafrontarla, lo que evitaría choques muydolorosos. Su insubordinación le colocaen una situación delicada, razón por la

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cual fue entregado a su propiainconsecuencia, que hará el trabajoeducativo con violencia, el mismotrabajo que sus consejeros efectuaríansuave y amorosamente…

En un momento volvimos a observarmovimientos en la luminosidad delreceptor de imágenes. Y lo que entoncespasó excedió tanto nuestrasexpectativas, que pasamos a sufrir conel desventurado Jerónimo losdramáticos sucesos que sucedieron consu familia después de su muerte.

* * *

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El asistente Romeu dio órdenes alDepartamento de Vigilancia, del cualdependían todos los servicios exterioresde la Colonia. Olivier de Guzmán, suceloso director, apeló a la Sección deRelaciones Externas, para proporcionardos guías vigilantes, de competenciacomprobada, que acompañarían alvisitante a la Tierra, pues no eraadmisible exponer a los peligros de esaexcursión a un enfermo de la Legión delos Siervos de María, aún sinexperiencia y débil.

Se presentaron —Ramiro de Guzmán—, en el cual reconocimos al jefe de lasexpediciones que visitaban el Valle

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Siniestro, bajo cuya responsabilidadsalimos de allí; y otra persona cuyonombre ignorábamos, ambos vestidoscon la ya popular indumentaria de losiniciados orientales.

Comenzábamos a comprender que,en ese Instituto modelo, los puestosavanzados, de mayor responsabilidad,las tareas delicadas, que exigían mayorcantidad de energía, voluntad, saber yvirtudes, estaban a cargo de esospersonajes atractivos y bellos, enquienes comprobamos, desde losprimeros días, elevadas cualidadesmorales e intelectuales.

A las órdenes de Olivier se preparó

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la expedición, en la que no faltabasiquiera la guardia de milicianos.

Mientras, una transformaciónsensible se operó en la actitud del pobreJerónimo. La obsesión de la visita a lafamilia, perturbándole, le volvía ajeno atodo lo que le rodeaba, reintegrándolemás que nunca a su condición cuandoera hombre: un burgués rico de Portugal,comerciante de vinos, celoso de laopinión social, esclavo de lospreconceptos y cabeza de familiaamoroso. Le veíamos ahora vistiendouna buena capa, una vistosa corbata,bastón de mango dorado y bajo el brazoun ramillete de rosas para ofrecer a su

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esposa, pues todo había exigido de lapaciente vigilancia de Joel, a quienhabían recomendado satisfacer susdeseos. Y nuestros mentores, presentesen la enfermería, viendo nuestraadmiración, aclararon que, sólo muylentamente, los espíritus vulgares o muyhumanizados consiguen deshacerse deesas pequeñas frivolidades inseparablesde las rutinas terrestres.

Rigurosamente vigilado y viajandoen un vehículo discretamente cerrado,Jerónimo parecía, en efecto, unprisionero. Él, sin embargo, parecía nodarse cuenta de eso ni distinguirrealmente la presencia de Ramiro y sus

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auxiliares, tan abstraído se encontraba,creyendo que viajaba como en otrasocasiones en su vida pasada.

El vehículo arrancó. Si no fuera porla presencia de los guardianes,recordando a cada instante la naturalezaespiritual de la escena, creeríamos quese trataba de un carruaje que nada teníade "creación semimaterial", que lanecesidad de los métodos educativos delMás Allá impone, y si de un muy pesadoy confortable medio de transporte, quebien podría pertenecer a la propiaTierra.

Vimos que recorrían carreterassombrías, gargantas cubiertas de nieve,

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desfiladeros, valles de lodo comopantanos desoladores, cuya visión nosdejaba inquietos, pues nos dijeronnuestros atentos asistentes que talespanoramas eran productos mentalesviciados de los hombres terrenos y deinfelices espíritus desencarnados,arraigados a las manifestacionesinferiores del pensamiento.

Los viajeros, sin embargo, llegabana lugares que eran como aldeasmiserables, habitadas por entidadespertenecientes a los planos más bajos delo Invisible, bandoleros y hordas decriminales desencarnados, queembestían al carruaje, rabiosos,

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deseando atacarle por adivinar que suinterior contenía a criaturas más felicesque ellos. Pero la banderola de blancurainmaculada, llevando el emblema de larespetable Legión, les hacía retrocederatemorizados. Muchos de esos futurosarrepentidos y regenerados —puestendían todos al progreso y a la reformamoral por derivar, como las demáscriaturas, del amor de un creador todojusticia y bondad —se descubrían comosi homenajeasen el nombre respetableevocado por la banderola, conservandotodavía el hábito, tan común en laTierra, del sombrero en la cabeza,mientras otros se alejaban gritando y

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llorando, profiriendo blasfemias eimprecaciones, causándonos pasmo yconmiseración… Y el carro proseguíasiempre, sin que sus ocupantes sedirigiesen a ninguno de ellos,convencidos de que todavía no habíasonado para sus corazones endurecidosen el mal, el momento de ser socorridospara voluntariamente pensar en supropia rehabilitación.

De repente, un grito unísono, aunquediscreto, salió de nuestros pechos comoun sollozo de añoranza enternecedora,vibrando dulcemente por la enfermería:

—¡Portugal! ¡Patria venerada!¡Portugal!…

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—¡Oh! ¡Dios del Cielo!… ¡Lisboa!¡El Tajo hermoso y orgulloso!…¡Oporto! ¡La ciudad de tan gratosrecuerdos!…

—¡Gracias, Señor!… ¡Gracias porvolver a ver la tierra natal después detantos años de ausencia y añoranza!…

¡Y llorábamos enternecidos,gratamente emocionados!

Paisajes portugueses, todos muyqueridos a nuestros doloridoscorazones, nos rodeaban como si, talcomo nos dijeron los mentorespresentes, formásemos parte de lacomitiva del pobre Jerónimo.

Gracias a la excelente visualización

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del receptor, se acentuaba más ennosotros la impresión de quepersonalmente pisábamos el sueloportugués, cuando la verdad era que nohabíamos salido del hospital…

La silueta al principio lejana, de laciudad de Oporto, se perfilópálidamente en las brumas tristes queenvuelven la atmósfera terráquea, comoun dibujo a lápiz en un lienzo ceniciento.Algunos instantes más y la extrañacaravana caminaba por las calles de laciudad.

Algunas calles portuguesas, viejasconocidas de nuestro tumultuoso pasado,desfilaron ante nuestros ojos, cuajados

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de conmovido llanto, como si tambiéntransitásemos por ellas. Agitadísimo,Jerónimo, presintiendo la realidad deaquello que su angustia le susurraba aloído, y que sólo la locura del pavor a loinevitable se obstinaba inútilmente enencubrir, paró frente a una residencia debuena apariencia, con jardines ybalcones, subiendo precipitadamente lasescaleras, mientras los tutores sepredisponían caritativamente a laespera.

Era su residencia.El antiguo comerciante de vinos

entró desembarazadamente y su primerimpulso de afecto y añoranza fue para su

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hija menor, por quien sentía la másapasionada atracción:

—¡Margarita, hijita querida! ¡Aquíestá tu papá!, ¡Margarita!… ¿Mar-ga-ri-ta?… —como la llamaba antes, todaslas tardes, al volver al hogar después delas penosas luchas diarias…

Pero nadie acudía a sus amorosaspalabras. Sólo la indiferencia, lasoledad decepcionante augurandodesgracias todavía más duras de las quehabía soportado su corazón hasta allí,mientras en las profundidadessentimentales de su alma atormentadapor múltiples sinsabores, retumbabandesoladoramente los alaridos amorosos,

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pero inútiles, de su cariño de padre, nocorrespondidos ahora por la mimosaniña ya alejada de aquel lugar, tanquerido por él.

—¡Margarita!… ¿Dónde estás,hijita?… ¡Margarita!… ¡Mira que es tupapito el que llega, hija mía!…

Buscó por toda la casa. Parecía, quehabían desaparecido debajo de la luzdel Sol todos aquellos pedazossacrosantos de su alma, que habíadejado allí, y que él, únicosuperviviente de la inconmensurablecatástrofe, no se podía acomodar a lairrefutable realidad de volver a verdeshabitado, dramáticamente vacío, el

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hogar que tanto había amado…Llamó a su esposa, y a sus hijos uno

a uno, y finalmente a los criados; ¡Noveía a nadie! Sin embargo, unas sombrasy figuras extrañas, se movían por lashabitaciones que pertenecieron a lafamilia y le dejaban gritar y preguntarsin dignarse responder, no percibiendosu presencia… puesto que se trataba deindividuos encarnados, eran los nuevoshabitantes de la casa que había sidosuya. El propio mobiliario, ladecoración interior, todo se presentabadiferente, indicando acontecimientos quele confundían. Sufrió una decepciónpunzante transformando el primitivo

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entusiasmo de su alma para dar lugar auna penosa aflicción. Al mirar en unaposento, su mirada se fijó en uncalendario colocado en un ángulo de laestufa, cuya hoja indicaba la fecha deese día. Leyó ahí:

—6 de noviembre de 1903—Un escalofrío de terror insoportable

pasó lúgubremente por sus facultadesvibratorias. Hizo un esfuerzo inaudito,escudriñando sus recuerdos, sacudiendoel polvo mental de mil ideas confusasque nublaban su claridad derazonamiento. El vértigo de la sorpresaante la realidad irremediable, que hastaallí había intentado retrasar se hizo

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patente: ¡no había sido consciente de lasfechas durante mucho tiempo! La verdadera que perdió la noción del tiemposumido en el volcán de las desgraciasque sucedieron después de su suicidio.Tan agudo fue el estado de locura en elque se debatió desde ese trágicomomento y tan grave la enfermedad quele alcanzó después del choque por lapenetración del proyectil en su cerebro,que, gracias a los tormentos de ahíresultantes, perdió la cuenta de los días,se alucinó dentro de lo desconocido sinaveriguar más si los días eran noches, silas noches eran días… pues, en elabismo en el que se vio aprisionado

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tanto tiempo, sólo existían tinieblas.Para él, para su percepción, la fecha erala misma del día aciago, pues no seacordaba de otra después de esa:

—15 de febrero de 1890—¡La hojita que tenía delante,

indiferente, pero expresiva, sirviendo auna grandiosa causa, le revelaba quehabía estado ausente de su casa durantetrece años!

Salió a la calle corriendo, abatido yaterrorizado frente al choque del pasadocon la realidad del presente, la menteconfusa y con un gran desconsuelo.Preguntaría a los vecinos por elparadero de la familia, que se había

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mudado en su ausencia. Los lanceros,sin embargo, en la puerta, cruzando lasarmas, formaron una barrerainfranqueable, interceptando su fuga, yobligándole a refugiarse en el interiordel carro. Ante las protestasimpresionantes del infeliz, descontentocon la prisión en la que creía estar,acudieron curiosos y vagabundos delplano invisible, espíritus todavíaescondidos en las capas de la Tierra.Entre chanzas y carcajadas leatormentaban con incriminaciones ycensuras, de paso que le informaban delo sucedido a su familia. Ramiro deGuzmán y sus auxiliares no interfirieron

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para evitar que Jerónimo les oyese, yaque la visita corría bajo suresponsabilidad, y sólo les habíanrecomendado garantizar su regreso a laColonia dentro de pocas horas.

—¿Pretendes saber el paradero de tuamada familia, oh miserable príncipe delos buenos vinos?… vociferaban losinfelices. Pues debes saber fueron todosexpulsados de ahí, hace muchos años…Tus acreedores les sacaron la casa y lopoco que, para tus hijos, anduvisteocultando a última hora. Busca a tu hijoAlbino en la Penitenciaría de Lisboa. Tu"Margarita" está en las alcantarillas delembarcadero de la Ribeira, vendiendo

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pescado, haciendo recados y amores aquien se digne remunerarla con másprodigalidad, explotada por su propiamadre, tu esposa Zulmira, a quienacostumbraste al lujo exorbitante para tuposición, y cuyo orgullo le impidededicarse al trabajo digno y a lapobreza… ¿Y tus otras hijas Marieta yArinda?… ¡Oh! La primera está casada,sobrecargada de hijos enfermizos,luchando en la miseria, pasando hambre,golpeada por un marido ebrio y rudo…La segunda… criada de hoteles dequinto orden, lavando el piso, bruñendocacerolas y limpiando botas de viajantesinmundos… ¿Lo oyes y te espantas?…

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¿Tiemblas y te aterrorizas?… ¿Por qué?… ¿Qué esperabas, entonces, quesucediese?… ¿No fue esa la herenciaque les dejaste con tu suicidio, canalla?…

Y pasaron a insultar aldesventurado, intentando atacar el carropara arrebatarle, lo que fue impedidopor la guardia protectora.

No obstante, exigió el rebeldeenfermo de la Legión de los Siervos deMaría que le llevasen donde seencontraba su hijo, que había sido laesperanza de su vida, aquel brotequerido, que tenía diez primaverascuando él, su padre, le había dejado

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huérfano, matándose.Convulsionado bajo el ardor de un

llanto insólito, se dio cuenta que lellevaban y que atravesaba los murossiniestros de una cárcel, sin poderdistinguir si se encontraba en Oporto orealmente en Lisboa.

¡En efecto! Ahí estaba Albino,metido en una celda sombría, implicadoen crímenes de chantaje y latrocinio,condenado a cinco años de prisión y aotros tantos de trabajos forzados enÁfrica, como reincidente en lasgravísimas faltas. A pesar de ladiferencia evidente por trece años deausencia, Jerónimo reconoció a su hijo,

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escuálido, pálido, maltratado por losrigores del cautiverio, embrutecido porlos sufrimientos y por la miseria, pruebapatética del hombre destruido por losvicios…

El antiguo negociante contempló elmísero bulto sentado sobre un banco depiedra, en la penumbra de la celda, conel rostro entre las manos. De los ojosmortecinos, fijos en las losas del piso,caían lágrimas de desesperación,comprendiendo el suicida que el jovensufría profundamente. Un extenso desfilede pensamientos corría por la mente delcautivo, y, dada la circunstancia de laatracción magnética existente entre

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ambos, pudo Jerónimo enterarse de lasconmovedoras peripecias que aldesventurado mozo le habían arrastradohasta allí, apenas salió de la infancia.Como si la presencia de la atribuladaalma de Jerónimo impregnase deadvertencias telepáticas su sensibilidad,Albino recordó, satisfaciendo, sinsaberlo, los deseos de su padre, queansiaba enterarse de los acontecimientosy, como avergonzado de las malasacciones cometidas, recordaba alprogenitor muerto hacia trece añosdiciendo a su mismo pensamiento,mientras las lágrimas corrían por surostro y Jerónimo le oía como si hablase

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en voz alta:—¡Perdóname, Señor, mi buen Dios!

¡Y ven con tu misericordia a socorrermeen esta emergencia penosa de mi vida!No fue, exactamente, mi deseo elprecipitarme en este horror que meatormenta para siempre. ¡Yo quisiera serbueno, Dios mío, pero me faltaronamigos generosos que me ofreciesen sumano y ocasiones favorables a ser máshonesto! Me vi en el abandono despuésde la muerte de mi padre, siendo todavíauna criatura indefensa e inexperta y notuve recursos para instruirme, para serun hombre de provecho. Pasé hambre, yeso maltrata al cuerpo y provoca

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rebelión. Tirité de frío, y el frío, quehiela el cuerpo, también hiela elcorazón. Sufrí la angustia de la miseriasin esperanza y sin tregua, la soledad delhuérfano que añora su pasado, envejecíen plena juventud, gracias a tantasdesilusiones. No me pude acercar a losbuenos, honestos y respetables, para queme comprendiesen y ayudasen en laconquista de un futuro digno, porque losantiguos amigos a quien busqué,confiado, me rechazaron condesconfianza, pensando que yopertenecía a una descendencia marcadapor la deshonra porque, además, mimadre se perdió tan pronto se vio

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desamparada y sola.Me hice un hombre entre los peores

elementos de la sociedad. ¡Necesitabavivir! Me dolía el orgullo herido, laindomable ambición de salir de lamiseria que me acosaba sin tregua desdeel suicidio de mi pobre padre. Me viarrastrado a tentaciones perversas, queen mi ignorancia y debilidad, creía queeran soluciones salvadoras… Y cedí asus seducciones, porque no tuve elamparo orientador de un verdaderoamigo que me indicara el caminocorrecto… ¡Oh, Dios mío! ¡Qué triste esverse huérfano y abandonado, en lainfancia, en este mundo repleto de

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torpezas!… ¡Mi pobre y querido padre!¿Por qué te mataste, porqué?… ¿Noquerías a tus hijos, que se perdieron contu muerte?… ¿Por qué te mataste, padremío?… ¡Oh! ¿No tuviste siquieracompasión de nosotros?… Me acuerdotanto de ti… ¡Yo te quería!… ¡Muchasveces, en aquellos primeros tiempos,lloré inconsolable, añorándote, ¡tanbueno eras con nosotros!… ¿Si nosquerías, por qué te mataste, porqué?…¿Por qué preferiste morir, lanzarnos a lamiseria y al abandono, a luchar poramor a nosotros?…

¿Por qué no resististe a lossinsabores, teniendo en cuenta que con

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tu ausencia nos dejabas solos?… ¡Sivivieras y nos hubieras terminado decriar yo sería hoy un hombre útil,respetado y honesto, en lugar de unpreso manchado por la deshonra!…

Esas vibraciones sombrías,repercutían en la conciencia del padresuicida como estiletes que rasgaban sucorazón. Se sentía el único culpable delos desastres insolubles del hijo, cadavez más intensamente, torturándole amedida que los recuerdos, saliendo dela mente de Albino, desfilaban ante susojos aterrados de tránsfuga del deber.Jamás un hombre en la Tierra recibiríauna acusación ante ningún tribunal, como

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la que el desventurado suicida lanzabacontra sí mismo al comprobar losinfortunios a través de los recuerdos delhijo, en el escenario de aquel presidiosombrío.

Desorientado, se precipitó hacia eljoven, con un deseo incontenible deresarcir tantas y tan profundas amargurascon el testimonio de su presencia, de suinterés paternal y su amor presto aextenderle su mano amiga y protectora.Quería disculparse, suplicar su perdón,darle expresivos consejos que lereconfortasen, y le ayudasen a levantarsu ánimo. ¡Pero todo era inútil, porqueAlbino dejaba correr el llanto, sin verle,

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oírle ni siquiera poder imaginar supresencia a su lado!…

Entonces el mísero se puso a llorartambién, emitiendo vibracionesnegativas, reconociéndose impotentepara socorrer al hijo encarcelado. Ycomo su presencia, al expresardesaliento y diseminar ondas nocivas depensamientos dramáticos, podría actuarfunestamente sobre la mentalidad frágildel detenido, sugiriéndole quizás elmismo desánimo generador del suicidio,Ramiro de Guzmán y su asistente seaproximaron y neutralizaron susvibraciones, escondiendo a Albino de suvisión.

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—Volvamos a nuestra mansión depaz, amigo mío, donde encontrarásdescanso para tus atroces penurias. —decía amigablemente el jefe de laexpedición. ¡No insistas! ¡Vuélvete alamor de Aquel que, clavado sobre elmadero, ofreció a los hombres y a losespíritus, las reglas de la conformidaden el infortunio, de la resignación en elsufrimiento!… ¡Estás cansado…precisas serenarte para reflexionar,porque, en el delicado estado en que teencuentras, no podrás hacer nada enbeneficio de quien quiera que sea!…

Pero, al parecer, Jerónimo aún nohabía padecido lo suficiente para seguir

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las advertencias de sus guíasespirituales.

—¡No puedo, discúlpeme, señor!…—gritó. ¡No dejaré a mi hija, miMargarita! ¡Quiero verla! ¡Necesitodesenmascarar a la turba demaledicentes que la vienen difamando!… ¿Mi chiquita, tirada al embarcaderode la Ribeira?… ¿Pescadera?…¿Mandados?… y… ¡Era lo que faltaba!… ¡Imposible, es imposible tantadesgracia acumulada sobre un sólocorazón!… ¡No! ¡No puede ser verdad!¡Confío en Zulmira! ¡Es madre! ¡Velaríapor su hija en mi ausencia! ¡Quieroverla, Dios mío! ¡Necesito ver a mi hija,

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oh Dios del Cielo!Sin embargo era cierto, que nuevos y

más atroces torrentes de decepciones seiban a derramar sobre su corazónherido, lleno de dolores irreparables.

Todavía a lo lejos, se ofrecía a lavisión ansiosa del extraño peregrino laperspectiva del embarcadero de laRibeira, lleno de personas que iban yvenían. Abundaban las vendedoras yrecaderas, mujeres que se alquilabanpara mandados, de ínfima educación ydudosa honestidad.

Jerónimo se puso a caminar entre lostranseúntes, seguido de cerca por susguardias y el paciente vigilante, que

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parecía su propia sombra. Angustiosospresentimientos le advertían de laveracidad de lo que afirmaban los"difamadores". Pero, deseando mentirsea sí mismo, repugnándole aceptar laterrible realidad, miraba una y otra vezlas caras de las recaderas; iba, y volvía,nerviosamente, afligido, aterrado ante laidea de encontrarse entre aquellasdespreocupadas e insolentes criaturaslas facciones añoradas de su adoradahija menor.

Se detuvo súbitamente, acababa dereconocer a Zulmira gesticulando,discutiendo acaloradamente con unajoven rubia y delicada, que se defendía,

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llorando, de las injustas e insufriblesacusaciones que le eran vertidas poraquella. Se acercó apresuradamentecomo impelido por un resorte, paraparar en seco al reconocer en la jovenllorosa a su Margaritita.

¡En efecto, vendía pescado! A sulado estaban los cestos vacíos. Traía elvestido típico de su clase y unos zuecosinmundos. Zulmira, al contrario, sevestía casi como las señoras, lo que nole impedía portarse como las recaderas.

La discusión entre ambas girabaalrededor del mercado del día. Zulmiraacusaba a su hija de robarle parte delproducto de las ventas, desviándolo

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para fines oscuros. La moza protestabaentre lágrimas, avergonzada y sufriendoafirmando que no todos los clientes deldía habían pagado sus deudas. En elcalor de la discusión, Zulmira,excitándose más, abofeteó a su hija, sinque las personas presentes pareciesenadmiradas o intentasen impedirlo,tranquilizándolas.

Indignado, el antiguo comerciante seinterpuso entre ellas, con la intención desolucionar aquella escena deplorable.Amonestó a su esposa y hablócariñosamente a su hija, tratando deenjugar su llanto y sugiriéndole que sefuese a casa. Pero ninguna de las dos

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mujeres podían verle, ni oírle, no sedaban cuenta de sus intenciones, lo quele irritaba sobremanera, convenciéndoseal final de la inutilidad de sus tentativas.

Margarita alzó los cestos, se losechó al hombro y se alejó. Zulmira, aquien las adversidades mal soportadas ycomprendidas habían arrastrado a losexcesos, transformándole en una brujainnoble, la siguió rabiosa, explotando envituperios e insultos soeces.

El recorrido fue breve. Residían enuna buhardilla sombría, en lasinmediaciones de la Ribeira. Y al llegaral miserable domicilio, la madreinhumana comenzó a golpear

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dolorosamente a la pobre moza,exigiéndole a toda costa el dinero delmercado, su hija imploraba tregua ycompasión. Finalmente, la desalmada —para quien el espíritu atribulado de suleal esposo le había traído del Astral unramillete de rosas— salióprecipitadamente, arrastrando ondasturbias de odio y pensamientos oscuros,lanzando a los aires insultos, blasfemiasy groserías que, ahora eran su lenguajecomún y de lo cual Jerónimo sesorprendió, confesando desconocerla.

La joven quedó sola. A su lado lafigura invisible de su amoroso padrelloraba desconsoladamente,

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imposibilitado de socorrer al adoradopedazo de su corazón, su Margarita, quepara él era mentalmente, tan rubia ylinda como en la inocencia de los sieteaños… Pero, como pasó con su hermanoAlbino, la infeliz muchacha ocultó elrostro bañado en lágrimas entre lasmanos y, sentándose en un rincón,rememoró dolorosamente los oscurosdías de su corta y accidentada vida.

Margarita abrió las compuertas delos pensamientos, y ondas de punzantesrecuerdos se desprendieron aborbotones, mostrando a su padre elextenso calvario de desventuras quehabía recorrido desde el día nefasto en

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que se convirtió en reo ante laProvidencia, huyendo del deber de vivirpara protegerla, y hacer de ella unamujer honesta y útil a la sociedad, a lafamilia y a Dios. La oía como si ella lehablase en voz alta. A medida que seconsolidaban las desgracias de lamísera huérfana, se acentuaba ladecepción, la sorpresa, el dolorinconsolable, que le partía el corazóncomo puñales, robándole la vida. Cayóde rodillas a los pies de su desventuradahija menor, con las manos juntas ysuplicantes, mientras su alma llorabaconvulsivamente y su espíritu se veíasacudido por temblores traumáticos.

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Y en esa humillada posición deculpa, Jerónimo recibió el supremocastigo que las consecuencias de sudesafortunado suicidio infringía a suconciencia.

Este es el resumen del drama vividopor Margarita Silveira, tan común en lasociedad actual, donde diariamentepadres inconscientes desertan de lasagrada responsabilidad de guías de lafamilia y madres vanidosas y livianas,sin importarles su deber, pierden lavirtud por las pasiones insanas,facilitadas por la perversión de lascostumbres:

Siendo huérfana de padre a los siete

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años, la rubia y linda niña, frágil ydelicada como un lirio floreciente, secrió en la miseria, entre rebeliones eincomprensiones, junto a su madre que,habituada a los excesos de su orgullo yvanidad, nunca se resignó a ladecadencia financiera y social queacarreó la trágica desaparición de sumarido.

Zulmira se prostituyó, esperando, envano, volver a su antigua posición deesa manera condenable. Arrastró a suhija inexperta al barro en que estabacontaminada. Indefensa y desconocedorade las insidias brutales de los ambientesy hábitos viciados que la rodeaban, la

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moza sucumbió muy pronto a losenredos del mal, aunque su natural serno presentase esas inclinaciones. Ladecadencia llegó tan rápida como habíallegado la caída deshonrosa.

El trabajo exhaustivo y elEmbarcadero de la Ribeira con susmercados les ofrecieron recursos parasuperar, ella y su madre, la tortura delhambre. Zulmira agenciaba mandados,ventas variadas, negocios no siemprehonestos, empleando generalmente en suejecución las fuerzas y la juventudatractiva de su hija, a quien habíaesclavizado aprovechándose de ellapara su exclusivo interés. La pobre

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pescadera, sin embargo, cuya modestiainterior no se acostumbraba a la hiel deese repugnante servilismo, sufría por nover ninguna posibilidad de sustraerse ala miserable existencia que le habíareservado el destino. E, inculta,inexperta, tímida, no sabía actuar endefensa propia, conservándose sumisa ala oscura situación creada por su propiamadre. Como Albino, también pensó ensu padre, notando en el fondo delcorazón su invisible presencia, ymurmuró, oprimida y anhelante:

—¡Qué falta tan grande me haces,querido y añorado papá!… ¡Me acuerdotanto de ti!… y mis desventuras nunca

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permitirán olvidar tu memoria, tan buenocomo fuiste con nosotros… ¡Cuantosmales me habría ahorrado el destino, sino hubieras huido del deber de velar portus hijos hasta el final!… ¡Dónde estés,recibe mis lágrimas, perdona la maldadque sobre tu nombre involuntariamentelancé, y compadécete de mis vilesdesdichas, ayudándome a salir de esteambiente terrible que me sofoca sin verningún rayo de esperanza!…

Era lo máximo que el prisionero delAstral podía soportar… No poseíaenergías para continuar asimilando lahiel de las amarguras provocadas en elseno de su propia familia por el acto

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condenable que había practicado contrasí mismo. Oyendo los lamentos de ladesgraciada hija, a quien tanto amaba, sesintió herido en lo más profundo de sucorazón paternal, donde los infernalesclamores del remordimiento repercutíanviolentamente, despertando en susentrañas espirituales un dolorinconsolable y redentor de la mássincera compasión que podríaexperimentar.

Desesperado, ante la imposibilidadde prestar socorro inmediato a la hijitainfeliz o de hablarle, por lo menos,proporcionándoles ánimo con elconsuelo de su presencia, o

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aconsejándola, Jerónimo amplificó aúnmás los desatinos que le eran comunes yse entregó a la alucinación,completamente influenciado por lalocura de la inconformidad.

Acudieron los lanceros a unaimperceptible señal de Ramiro deGuzmán. Le rodearon, protegiéndolecontra el peligro de una posible evasión,alejándole rápidamente. Condolido antelos infortunios de la joven Margarita,Ramiro, que había sido padre y tenidouna hija muy amada pero todavía másinfeliz, se acercó cariñosamente y,posando en su frente las manos, letransmitió suaves efluvios magnéticos,

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reconfortantes y de ánimo.Margarita se acostó, durmiéndose

profundamente, bajo la bendiciónpaternal del siervo de María… mientrasel suicida, debatiéndose entre el "llantoy el chirriar de dientes", suplicaba quele dejasen ayudar, de cualquier modo, asu hija despreciablemente ultrajada.Hablándole enérgicamente, parapermitirle razonar por un momento, elpaciente guía replicó:

—¡Basta de desatinos, hermanoJerónimo! Llegaste a lo máximo de ladesobediencia y capricho que podemostolerar. ¿No quieres entender que nadapodrás hacer en beneficio de tus hijos,

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mientras no conquistes las cualidadesimprescindibles para ello, y que tantoescasean en ti mismo?… ¿Nocomprendes que tus hijos, luchandocontra pruebas muy ásperas,sucumbirían fatalmente al suicidio comotú, si permaneces junto a ellos,influenciando sus indefensassensibilidades con tus vibracionesfunestas, ya que no quieres serconsciente del estado general que teempeñas en conservar?… ¡Vámonos,Jerónimo! Regresemos al hospital… ¿Oquieres todavía ver a Marieta y Arinda?…

Impactado por la acción de fuerzas

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renovadoras, el enfermo tuvo unmomento de tregua consigo mismo y,alejando las desesperantesalucinaciones que cegaban su razón,respondió:

—¡Oh! ¡No! ¡No, mi buen amigo!¡Basta! ¡No puedo más! ¡Mis pobreshijos! ¡A qué abismo os arrojé, yomismo, que tanto os amé! ¡Perdón,hermano Teócrito! Ahora comprendo…Perdón, hermano Teócrito…

Y, desde nuestra habitación, vimosque volvieron con las mismasprecauciones…

Jerónimo ya no volvió a formarparte de nuestro grupo.

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CAPÍTULO VEL

RECONOCIMIENTO

El segundo acontecimiento que, a lapar del que acabamos de narrar, marcóuna etapa decisiva en nuestros destinos,se inició en la invitación que recibimosde la dirección del hospital para asistira una reunión académica, de estudios yexperiencias psíquicas.

Como sabemos, Jerónimo se negó aaceptar la invitación, y, por eso, en latarde de aquel mismo día en que visitó a

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su familia, mientras nos dirigíamos a lasede del Departamento a fin asistir aella, él, presa de una desolaciónprofunda y de un supremo desconsuelo,solicitaba la presencia de un sacerdote,pues se confesaba católico apostólicoromano y sus sentimientos le impelían ala necesidad de aconsejarse yreconfortarse, para reforzar su fe en elpoder Divino y serenar su corazón que,como nunca, sentía despedazado.

Aceptó el magnánimo orientador delDepartamento hospitalario,comprendiendo que en el espíritu del ex-mercader portugués sonaba el momentodel progreso, y que, dados los

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principios religiosos que tenía, a los quese apegaba intransigentemente, por supropio beneficio sería prudente que lapalabra que más respeto y confianza leinspirase fuese la misma que lepreparase para la adaptación a la vidaespiritual y sus transformaciones.

En la Legión de los Siervos deMaría y en los servicios de la Colonia,existían espíritus eminentes que, enexistencias pasadas, habían vestido lasotana sacerdotal, honrándola deacciones nobles inspiradas en lossacrosantos ejemplos del DivinoPescador. Entre los que colaboraban enlos servicios educativos del lugar, se

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destacaba el padre Miguel de Santarém,siervo de María, discípulo respetuoso yhumilde de las Doctrinas consagradas enlo alto del Calvario.

Era el director del Aislamiento,institución anexa al hospital María deNazaret, que ejercía métodos educativosseveros, manteniendo inalterablesdisciplinas por acoger sólo aindividualidades recalcitrantes,perjudicadas por excesivos prejuiciosterrenos o endurecidas en lospreconceptos insidiosos y en lasamarguras ardientes del corazón.

Portador de una increíble paciencia,ejemplo respetable de humildad,

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cordura y conformidad, aureolado porelevados sentimientos de amor a losinfelices y corrompidos y lleno de unapaternal compasión por todos losespíritus de suicidas, era el consejeromás conveniente y el mentor adecuadopara los internos del Aislamiento.

Además de sacerdote era también unfilósofo profundo, psicólogo ycientífico. En una existencia pasada,hacía mucho, había cursado doctrinassecretas en la India, aunque despuéstuvo otras existencias terrestres,mostrando siempre las mejoresdisposiciones para el desempeño delapostolado cristiano. Entre éstas, la

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última fue en Portugal, donde vivió bajoel nombre arriba citado, que usó másallá de la tumba, en calidad de religiososincero y probo.

El hermano Teócrito entregó alpenitente Jerónimo a ese trabajadordevoto, convencido de su capacidadpara resolver problemas de tan espinosanaturaleza. Aquella misma tarde, cuandoel crepúsculo llenaba de nubes pardaslos jardines nevados de los arrabalesdel hospital, Jerónimo de AraújoSilveira fue transferido al Aislamiento,bajo los cuidados protectores de unsacerdote, tal como deseaba. Desde esedía perdimos de vista al pobre

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compañero de culpas. Un año más tarde,sin embargo, tuvimos la satisfacción dereencontrarle. En capítulos posterioresvolveremos a tratar de este queridocompañero de luchas rehabilitadoras.

Al día siguiente de nuestro ingresoen el Instituto del Astral, pasamos afrecuentar diariamente los gabinetesclínico-psíquicos donde nosadministraban tratamientos magnéticosmuy eficientes, pues después de algunosdías ya nos veíamos más animados yrazonando con mayor claridad,gradualmente fortalecidos como sihubiésemos ingerido tónicosrevitalizantes. Íbamos todas las mañanas

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a esos gabinetes acompañados pornuestros amables enfermeros.Entrábamos, en grupos de diez, a unaantecámara rodeada de pequeños bancosacolchados, donde esperábamos uncorto espacio de tiempo. Existían variasdependencias como esa, todas situadasen una extensa galería donde sealineaban unas sugestivas columnas enuna perspectiva majestuosa.Predominaba en esos recintos el estilohindú, invitando a la seriedad y a lameditación.

Entramos a las salas.Impregnado de fosforescencias

azuladas, todavía imperceptibles en ese

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momento a nuestra capacidad espiritual,las dimensiones de esos gabinetes noeran grandes. Había unos pequeñoscojines orientales de felpa blanca,dispuestos en semicírculo, parasentarnos. Seis hindúes esperaban a lospacientes, concentrados en su caritativalabor.

Al principio esas ceremonias,sugestivas y casi misteriosas, nosintrigaron mucho. No conocíamos apsicólogos hindúes en Portugal.Tampoco nos habían llamado la atenciónlos estudios de naturalezatranscendental. Por eso nossorprendíamos ahora bajo la

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dependencia y protección de un grupo deiniciados orientales, en cuya existenciareal habíamos creído sólo relativamente,imaginándonos que era excesivamentemística y legendaria.

El ambiente donde estábamos,impregnado de unción religiosa queactuaba poderosamente sobre nuestrasfacultades, suavizándolas al impulso deun religioso fervor, imprimía tanprofundas y atrayentes impresiones ennuestros espíritus que, perturbados porlo que considerábamos inédito,creíamos soñar. Cuando entramos a esosgabinetes saturados de ignoradasvirtudes, las primeras veces, nos

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acometió una invencible somnolencia,que nos llevó a un estado parecido a lasemiinconsciencia.

Nos sentamos, a una indicación delos hindúes, en el semicírculo formadopor los cojines. Cinco de esospsicólogos espirituales se situarondetrás de nosotros, distanciados unos deotros por un espacio simétrico,uniforme, abarcando el semicírculo. Elsexto se colocaba al frente, comocerrando el círculo dentro del cualquedábamos nosotros prisioneros, conlos brazos cruzados a la altura de lacintura, la frente atenta y cerrada, comoemitiendo fuerzas mentales para una

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caritativa revista e inspección en elinterior de nuestro atormentado ser.

Oíamos alrededor nuestro unossusurros armoniosos de oración. Pero nosabríamos distinguir si oraban,invocando las excelsas virtudes delMédico Celeste para nuestro alivio o sinos advertían y adoctrinaban. Lo que nonos dejaba duda, porque era evidente,que atravesaban nuestro pensamientocon los poderes mentales que poseían,penetraban en nuestro interior,examinando nuestra personalidad moralpara hallar la corrección másconveniente, como lo hace el cirujanoinvestigando las vísceras del enfermo

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para localizar la enfermedad ycombatirla.

Esa certeza nos provocaba múltiplesimpresiones, a pesar del singular estadoen que nos encontrábamos. La vergüenzapor haber pretendido burlar las leyessuperiores de la creación, ofendiéndolascon el acto brutal que cometimos, elremordimiento por el desprecio a lamajestad del Omnipotente, la deprimenteamargura de haber dedicado nuestrasmejores energías a los gozos inferioresde la materia, atendiendopreferentemente a los imperativosmundanos, sin jamás observar lasurgentes necesidades del alma, dejando

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de darnos momentos para la iluminacióninterior eran dolorosos estiletes queentraban hasta el fondo de nuestrasalmas durante la sublime inspección aque nos sometían, inspirándonos pesaresy disgustos que eran el preludio de unreal y fecundo arrepentimiento.

Nuestros menores actos pasadosvolvían de los abismos tenebrosos enque yacían para reanimarse antenosotros, nítidamente impresos. Nuestravida, que el suicidio había interrumpido,era reproducida desde la infancia anuestros ojos aterrorizados ysorprendidos, sin que fuese posibledetener el torrente de las escenas

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revividas para su examen. Hubiéramosquerido huir para escapar de lavergüenza de poner al descubierto tantainfamia, juzgada oculta siempre hasta denosotros mismos, pues, en efecto, eradramático, excesivamente penosodesatar volúmenes tan variados demaldad y de torpezas ante testigos tannobles y respetables.

¡Pero en vano lo deseábamos!Sentíamos que nos vinculábamos aaquellos cojines por la acción devoluntades que se habían posesionadode nuestro ser. Después de algunosminutos, suspendían la operación. Sedisipaba el entorpecimiento. Las

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lúgubres sombras del pasado eraneliminadas de nuestra visión, pues eranrecogidas en el abismo revuelto de lasubconsciencia, aliviando la crudeza delos recuerdos. Entonces la frentecargada del hindú se serenaba como undiáfano arco iris. Un aire de amorosacompasión salía de él, y, acercándose,abría sobre nuestras cabezas sus manosblancas, mientras los cinco asistentesrestantes le acompañaban en los gestos yen las expresiones. Compasivos, acontinuación nos hacían asimilar fluidosbeneficiosos —terapia divina— queiban gradualmente, a ayudarnos acorregir las impresiones de hambre y de

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sed; a postergar la insana sensación defrío intenso, que en un suicida resulta dela gelidez cadavérica que se comunicaal periespíritu, a atenuar los apetitos yatracciones inconfesables, tales comolos vicios sexuales, el alcohol y eltabaco, cuyas repercusiones y efectosproducían desequilibrios dañinos ennuestros sentidos espirituales,impidiendo posibilidades de progreso eimponiéndonos notables humillaciones,al señalar la ínfima categoría a la quepertenecíamos, en la respetablesociedad de los espíritus que nosrodeaban.

Entre los esfuerzos que nos sugerían

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emprender, se destacaba el ejercicio dela educación mental en lo que respecta ala necesidad de limpiar de nuestrasimpresiones el dramático y pavorosohábito, convertido en el reflejo nerviosode un alucinado, de socorrernos anosotros mismos, en la tenaz ansiedadde aliviarnos del sufrimiento físico quenuestra clase de muerte habíaprovocado.

Como ya expuse anteriormente,estaban aquellos que se preocupaban enparar hemorragias, estaban losahorcados debatiéndose de vez encuando, porfiando en la ilusión dedeshacerse de los restos de cuerdas o

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trapos que pendían de su cuello; losahogados, braceando contra lascorrientes que les habían arrastrado alfondo; los "despedazados", que securvaban en intervalos macabros, con lailusión de recoger los fragmentosdispersos, ensangrentados, de su cuerpocarnal que quedo allí, en otro lugar,destrozados bajo las ruedas del vehículoante el cual se arrojaron, creyendo huirdel sagrado compromiso de laexistencia...

Esos gestos, repetidos, a fuerza dereproducirse desde el instante en que seprodujo el suicidio, y cuando el instintode conservación imprimió en la mente el

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impulso primitivo para intentar salvarse,habían degenerado en un reflejonervioso mental, pasando a través de lasvibraciones naturales al principio vital,plasmadas en la mente y transmitidas alperiespíritu.

Era necesario que la caridad,siempre presta a abrir sus alasprotectoras sobre los que padecen,corrigiendo, amenizando, dulcificandomales y sufrimientos, impusiese subenevolencia a las anomalías de tantosdesgraciados perdidos en los pantanosde falsas alucinaciones. Para eso,mientras ponían las manos sobrenuestras cabezas, envolviéndolas en

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ondas magnéticas apropiadas a lacaritativa finalidad, los hermanoshindúes susurraban estas palabras,mientras que sugestiones magnánimasrebotaban por los laberintos de nuestro"yo" repercutiendo con fuerza, como unclarín, y despertándonos a una alboradade esperanzas:

—¡Recordad que ya no soishombres!... ¡Al alejaros de aquí nodebéis pensar sino en vuestra calidad dealma inmortal, a quien no deben afectarmás los disturbios del cuerpo físico!...¡Sois espíritus! ¡Y como espíritusdeberéis proseguir la marcha deprogreso en los planos espirituales!

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* * *

La convocatoria a la reuniónpresidida por Teócrito nos había dejadosatisfechos. Éramos sensibles a lasdemostraciones de afecto yconsideración.

Un escalofrío de horror recorrió misensibilidad al reconocer en la ampliaasamblea a las figuras hirsutas,desgreñadas y terribles del ValleSiniestro, aunque las encontré másserenas, tal como nos sucedía a mí y amis compañeros de apartamento. Deboaclarar que los componentes de nuestrogrupo podrían ser calificados como

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"arrepentidos", y, por eso mismo,dóciles a las orientaciones dadas por losinsignes instructores del hospital quenos acogía.

Alguno que otro se mantenía menossereno, dando algún problema más serioque resolver. Pero era cierto que lamayoría se conservaba fuertementeanimalizada, tal vez a consecuencia dela inferioridad de su propio carácter ocomo resultado de la violencia delchoque ocasionado por la brutalidad delsuicidio escogido.

Entre estos se destacaban los"destrozados": ahogados, despeñados degrandes alturas, etc., etc. Pasmados,

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como atontados, no conseguíanfácilmente el suficiente nivel deraciocinio para comprender lasimposiciones de la vida espiritual. Seencontraban en el psiquiátrico pormuchas razones, entre otras por lanecesidad de esconderles a nuestravista, ya que nos repugnaba supresencia, provocando impresionesinarmónicas, perjudiciales para laserenidad que necesitábamos paranuestro restablecimiento.

No obstante, estaban en el local dela reunión; y, cuando, acompañados pornuestros dedicados amigos Joel yRoberto, entramos en el amplio salón,

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les vimos allí entre otros muchosenfermos que, como nosotros, habíansido invitados.

Mirando a los antiguos compañerosdel Valle de las Tinieblas, vi que seesforzaban, como nosotros mismos lohacíamos desde algunos días atrás, paracorregir los reflejos ya mencionados,pues, si la costumbre nos impelía a surepetición, lo recordaban a tiempo yfrenaban a medio camino el impulsomental que los producía, atendiendo a lasugestión hecha por los amorososasistentes. Entonces, se reían de símismos en un conmovedor desahogo,nerviosamente, pensando que ya no

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deberían sentir los efectos físicos delacto macabro. Se reían unos de otroscomo felicitándose mutuamente por elalivio recibido a través de lainformación de que "ya no debían sentiraquellas impresiones" y como si la risales pudiese retirar las vibracionestormentosas.

Se reían para desacostumbrarse deaquel llanto malévolo que despertabasensaciones temerarias... En el hospitalestaban prohibidas las rabiosasconvulsiones del Valle Siniestro... yllorar, con la desesperante aflicción conque antes habíamos llorado, era destaparla compuerta del torrente de agonías que

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la caridad sacrosanta de María mitigabaa través del desvelo de sus siervos...

Y yo, observándoles, también reía,pareciéndome a ellos...

A una señal de Roberto, nossentamos.

La sala no tenía nada que despertaseuna particular atención. Sin embargo, sihubiéramos tenido el grado de visiónnecesaria para alcanzar las sublimesmanifestaciones de caridad que seproducían a nuestro alrededor,habríamos notado que unas delicadasvaporizaciones fluídicas, como rocíorefrescante, se esparcían por el recinto,impregnándole de suaves vibraciones.

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En un ángulo del estrado, al fondodel salón, había un aparato muysemejante a los existentes en lasenfermerías, aunque con ciertasparticularidades. Dos jóvenes iniciadosse pusieron a examinarle al mismotiempo que el hermano Teócrito tomabalugar en la cátedra acompañado porotros dos compañeros, a los quepresentó a la asamblea comoinstructores que nos deberían orientar, ya quienes debíamos el máximo respeto.Reconocimos en ellos a los dos jóveneshindúes que nos recibieron a nuestraentrada en el Hospital: Romeu yAlceste.

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Un silencio religioso se extendió enondas armoniosas de recogimiento porel amplio salón, donde nosencontrábamos cerca de doscientosespíritus, envueltos en las másembarazosas redes de la desgracia,arrastrando el pesado equipaje denuestras propias debilidades y de lasamarguras incontables que oscurecíannuestras vidas.

El crepúsculo nos hacía llegar sutenue luminosidad, que muchas vecesarrancaba lágrimas de nuestroscorazones, tal era la pesada melancolíaque nos provocaba.

Seis melodiosas campanadas de un

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reloj que no veíamos, sonarondulcemente en la amplitud de la sala,como anunciando el inicio de la reunión.Y el cántico armonioso de la oración,emocionada y envolvente, se elevógradualmente como si llegase a nuestrosoídos a través de las ondas invisiblesdel éter, provenientes de un lugardistante, que conocíamos, mientras sedibujaba en una pantalla junto a lacátedra del hermano Teócrito elsugestivo cuadro de la aparición deGabriel a la Virgen de Nazaret,anunciando la llegada del Redentor a lasingratas playas del Planeta.

Era el instante tierno del Ángelus...

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Levantándose, el director hizo unbreve y emocionante saludo a María,presentándonos reunidos por primeravez para una invocación. Un dulceconsuelo se extendió sobre nuestroscorazones. Comenzamos a llorar ya quetantas emociones gratas surgieron denuestro interior, despertadas por losrecuerdos del hogar paterno, de la lejanainfancia, de nuestras madres, a quienesninguno de nosotros amó debidamente,al enseñarnos al pie de la cama elbalbuceo sublime de la primeraoración...

Todo eso estaba distante, casiborrado bajo las vorágines de las

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pasiones y las desgracias que resultaronde ellas... De repente, esos recuerdossuscitaban benditas imágenes que veníanpara imponerse con el sabor de besosmaternos en nuestras frentes abatidas...Una honda añoranza dilató nuestrospensamientos, predisponiéndoles a laternura del grandioso momento que nosofrecían como una bendita oportunidad...

Seria largo enumerar los detalles delas enseñanzas y experiencias querecibimos desde esa tarde memorable,que constituían nuestro delicadotratamiento, una especie deadoctrinamiento o terapia moral,decisiva para las reacciones necesarias

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a nuestra reeducación.En esa primera clase fuimos

sometidos a operaciones tan delicadas,llevadas a cabo en nuestroentendimiento íntimo, que despejaroncualquier incertidumbre respecto alestado espiritual en que nosencontrábamos. Quedamos totalmenteconvencidos de nuestra calidad deespíritus separados del cuerpo físico, loque hasta entonces, para la mayoría, eramotivo de amargas confusiones yterrores incomprensibles. Y todo sedesarrolló sencillamente, siendonosotros mismos los compendios vivosusados para las magníficas

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instrucciones. Veamos como los eruditosinstructores llevaron esto a cabo:

Belarmino de Queiroz y Sousa que,como sabemos, era portador de unaamplia cultura intelectual, además de seradepto a las doctrinas filosóficas deAugusto Comte [8], fue invitado, comodespués lo fueron otros, a subir alestrado donde se realizaría la hermosaexperiencia instructiva. Debemosdestacar que el hermano

Teócrito formaba parte en tandelicada ceremonia como presidente dehonor, profesor insigne de losprofesores en acción.

Colocaron al ex-profesor de idiomas

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ante el aparato luminoso que habíallamado nuestra atención a la llegada, yle unieron a él por una diadema ligada atenues hilos que parecían centellasimponderables de luz. Mientras Alcestele conectaba, Romeu le informó, quedebería volver a algunos años de suvida pasada, coordinando lospensamientos en la secuencia de losrecuerdos, y partiendo del momentoexacto en que la resolución trágica sehabía adueñado de él. Para conseguirlo,le ayudó, reforzando su mente conemanaciones generosas, que extraía deél mismo.

Belarmino obedeció, pasivo y dócil,

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a una autoridad para la que no teníafuerzas para desagradar. Y, recordando,revivió los sufrimientos de latuberculosis que había padecido, lasluchas sustentadas consigo mismo antela idea del suicidio, la tristezainconsolable, la agonía que se apoderóde él por el conflicto entre el deseo devivir y el miedo a su enfermedad,torturándole sin treguas y la urgencia delsuicidio para, según su enfermizo modode pensar, alcanzar más suavemente elfinal al que la enfermedad lo arrastrababajo atroces sufrimientos.

A medida que se aproximaba eldesenlace, sin embargo, el filósofo

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comtista se esquivaba, resistiéndose a laorden recibida. Su frente amplia depensador estaba bañada en sudoreshelados, donde se acentuaba el terrormás y más, estampando expresiones dedesesperación a cada nuevo recuerdo...

Lo más sorprendente era que, en lapantalla fosforescente a la cual estabaconectado, se iban reproduciendo lasescenas evocadas por el paciente, hechoimpresionante que a él mismo, como a laasistencia, le permitía ver, presenciartodo el amargo drama que precedió a suacto de desesperanza y los detallesemocionantes y lamentables del terriblemomento. A esto seguían las

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consecuencias del acto, las tormentosassituaciones del Más Allá de la tumba, eldrama abominable que le habíasorprendido y las confusas sensacionesque durante tanto tiempo le mantuvieronenloquecido.

Mientras el primer instructorayudaba al paciente a extraer losrecuerdos, el segundo los comentabaexplicando los acontecimientos en tornodel suicidio, antes y después deconsumado, como un profesor a susalumnos. Lo hacía mostrando losfenómenos originados deldesprendimiento del ser inteligente de sucuerpo, violentado por el desastroso

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gesto practicado contra sí mismo.Asistimos a la sorprendente, y

oscura odisea vivida por el espírituexpulsado de la existencia carnal bajosu propia responsabilidad, a escaparsecomo un loco rebelde a la ley que violó,presa de los tentáculos monstruosos desecuencias inevitables, creadas porinfringir las leyes naturales, sabias,invariables y eternas.

Esas escenas extraordinariasanularon las convicciones materialistasdel filósofo comtista, ya bastantedisminuidas, permitiéndole darse cuenta,con un minucioso examen, de laseparación de su propio astral del

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envoltorio corporal que le revestía,sobreviviendo lúcido, a pesar delsuicidio, a la descomposicióncadavérica.

A través de este eficiente método, lagran mayoría de los asistentes pudocomprender la razón del ardorindescriptible de los sufrimientos porlos que venía pasando, de lassensaciones físicas atormentadoras queperduraban todavía, de las múltiplesperturbaciones que impedían laserenidad o el olvido, que erróneamenteesperaban encontrar en la tumba.

Entre otras observaciones llevadas acabo, una merece especial comentario,

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el hecho de todos traer pendientes de laconfiguración astral, cuando todavíaestábamos en el Valle, fragmentosrelucientes, como si de un cableeléctrico roto se desprendiesen lostenues hilos de que estaba compuesto,sin que la energía se hubiese extinguido.Los mentores explicaron que en esecurioso fenómeno se encontraba toda laextensión de nuestra desgracia, ya queese cordón, por la muerte natural,hubiera sido suavemente desatado,desligado de las afinidades quemantiene al cuerpo físico, a través decaritativos cuidados de trabajadores dela Viña del Señor responsables de la

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sacrosanta misión de asistencia a losmoribundos, mientras que, por elsuicidio, se rompe violentamente y, loque es peor, cuando las fuentes vitales,preparadas para una existencia a veceslarga, lo hacían más sólido, manteniendola atracción necesaria para el equilibriode la misma.

Nos dijeron que, para deshacernosdel profundo desequilibrio que tal hechoproducía en nuestra organizaciónfluídica (no ya de la desorganizaciónmoral, todavía más dolorosa), nos seríaindispensable volver a animar otrocuerpo físico, ya que, mientras no lohiciésemos, seríamos criaturas

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inarmónicas con las leyes que rigen eluniverso, privadas de cualquierrealización que nos permitieseprogresar. Mientras, Belarmino sedebatía, presa de llanto y convulsionesespasmódicas, reviviendo las dolorosasaflicciones que le acometieron, mientraslos asistentes se solidarizaban con él,obteniendo valiosas deducciones deaquella pavorosa demostración.

El instructor nos comentó:—Podéis observar, amigos míos,

que, aunque el hombre deseó huir de laexistencia planetaria por los engañososacantilados del suicidio, no se eximió,absolutamente, de ninguna de las

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amargas situaciones que le disgustaban,sino que sumó desdichas nuevas, másardientes y punzantes, al bagaje de losmales que antes le afectaban, quehabrían sido soportables si unaeducación moral sólida, basada en elcumplimiento del deber, inspirase susacciones diarias.

Esa educación orientadora,consejera, salvadora, por tanto, dedesastres como el que lamentamos eneste momento, el hombre no la adquiereen la Tierra porque no la quiereadquirir, ya que a su alrededor existen,numerosas instrucciones y enseñanzascapaces de encaminar sus pasos hacia el

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bien y el deber.El incauto viajero terreno ha

preferido siempre desperdiciar lasoportunidades benéficas proporcionadaspor la Divina Providencia con vistas asu engrandecimiento moral y espiritual,para libremente engancharse a laspasiones que mantienen los vicios ydesatinos que le empujan a lairremediable caída en el abismo.

Sumergido en el torbellino de lasatracciones mundanas, en las pruebasque le martirizan, en las vicisitudesdiarias, sin considerar que son el medioen que realiza las experiencias para elprogreso, como un hogar próspero y

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feliz, jamás se le ocurre al hombreemprender ningún esfuerzo para lailuminación interior de sí mismo, lareeducación moral, mental y espiritualnecesaria para el futuro que su espírituserá llamado a conquistar por el ordennatural de las Leyes de la Creación. Niél mismo comprende que posee un almadotada de los gérmenes divinos para laadquisición de excelentes prendasmorales y cualidades espiritualeseternas, gérmenes cuyo desarrollo lecorresponde realizar y mejorar a travésdel glorioso trabajo de ascensión haciaDios, hacia la vida inmortal.

Ignora que es en el cultivo de esos

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dones donde reside el secreto de laobtención perfecta de sus ideales másqueridos, de que los sueños que suspirase hagan reales, y sobre todo que,despreciando el ser divino que palpitadentro de él, que es él mismo, su espírituinmortal, descendiente delTodopoderoso, se entregavoluntariamente a la condena por eldolor, cayendo por los tortuosos desvíosde la animalidad y hasta del crimen, quele arrastrarán inexorablemente a lasreparaciones, renovaciones yexperiencias dolorosas en lasreencarnaciones necesarias. ¡Cómo seríade suave la ascensión si meditase

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prudentemente, buscando el propioorigen y el futuro que debe alcanzar!

Fue esa fatal ignorancia, la que osimpulsó a la desoladora situación en quehoy os encontráis, queridos hermanos.Aunque nuestro interés fraternal,inspirado en el ejemplo del DivinoCordero, intentará dar remedio, sólo eltiempo y vuestros propios esfuerzos, ensentido opuesto a los verificados hastaahora, serán el método más convenientepara vuestra recuperación.

Como veis, destruisteis el cuerpofísico, propio de la condición delespíritu reencarnado en la Tierra, únicoque reconocisteis como poseedor de la

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vida. Sin embargo, no desaparecisteiscomo deseabais, ni os liberasteis de lossinsabores que os desesperaban. ¡Vivís!¡Vivís todavía! ¡Viviréis siempre!¡Viviereis por toda la eternidad una vidaque es inmortal, que jamás, jamás seextinguirá dentro de vuestro ser,proyectando sobre vuestra conciencia unimpulso irresistible hacia adelante,hacia el Más Allá!...

Sois la luz de valor inestimable,fecundada por el foco eterno quederrama su inmortalidad sobre toda lacreación que de sí irradió,concediéndole las bendiciones delprogreso a través de los evos, hasta

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alcanzar la plenitud de la gloria en lacomunión suprema de su seno.

Lo que contempláis en vosotrosmismos, en este momento inolvidable ysolemne, que se refleja en vuestra menteimpresionada con lo que veis, marcaránetapas decisivas en la trayectoria queseguiréis en el futuro. De ahora enadelante desearéis aprender algorespecto de vosotros mismos... pues laverdad es que desconocéis todo sobre elser, la vida, el dolor y el destino... apesar de los títulos que ostentabais conorgullo en la Tierra, a pesar de lasdistinciones y honores que tantoexaltaban vuestras insulsas vanidades de

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hombres divorciados del ideal divino...Reanimado por las energías

magnéticas proporcionadas por losinstructores, Belarmino volvió al lugarque ocupaba en la sala, mientras queotro paciente subía al estrado para unnuevo examen. Volvía, reflejando en susemblante, antes abatido y cargado, unaluminosa esperanza. Al sentarse anuestro lado, nos apretó furtivamente lasmanos, exclamando:

¡Sí, amigos míos! ¡Soy inmortal!¡Acabo de ver en mí mismo, sin ningunaduda, la existencia concreta de mi "yo"inmaterial, del ser espiritual que negué!¡No sé nada! ¡No sé nada! ¡Debo

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recomenzar los estudios!... Pero sóloaquella certeza constituye para mí unagran conquista de felicidad: ¡Soyinmortal! ¡Soy inmortal!...

En los días siguientes, durante lasmismas reuniones examinamos, con todaminuciosidad, los actos erróneospracticados en el transcurso de laexistencia que habíamos destruido,observando la maraña de prejuiciosmorales, mentales, educativos, socialesy materiales, que nos llevaron a ladetestable situación en que nosencontrábamos.

Asistidos por los pacientes mentoresretrocedimos con el pensamiento hasta

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la infancia y volvimos sobre nuestrosmismos pasos, y, muchas veces bañadosen copioso llanto, y avergonzados, nosconfesamos los reales autores de losdesengaños que nos arrojaron en losvolcanes del suicidio. ¡Qué malhabíamos actuado en el desempeño delas tareas diarias que la sociedadimponía y cómo nos habíamos portadosalvajemente en todo momento, a pesardel barniz de civilización del que nosenorgullecíamos!...

En el grupo de arrepentidos, muchosmanifestaron el fruto nefasto de laescasa educación moral recibida en loshogares desposeídos de la verdadera

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iluminación cristiana. Jóvenes que,apenas salidos de la adolescencia,habían caído inermes al primer choquecon las contrariedades normales de lavida, prefiriendo la aventura delsuicidio, completamente faltos de ideal,sentido común, respeto por sí mismos, ala familia y a Dios.

Las desgracias que ellosencontraron, además del suicidio, erancomo una terrible prueba contra lairresponsabilidad de los padres oresponsables por ellos ante Dios, laprueba de la falta de atención con que seportaron al no proporcionar una sólidaedificación moral en torno a ellos.

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Supimos que, en esos casos, deberánprestar cuentas en el futuro a lassoberanas leyes los padres descuidadosque dieron alas a las perniciosasinclinaciones de sus hijos, sin intentarcorregirlas, favoreciendo losdesequilibrios desesperados quetuvieron como resultado el suicidio.

Después de esos cuidadososexámenes nos reuníamos de nuevo paraaprender como debíamos haber actuadopara evitar el suicidio, cómo deberíanhaber sido los actos diarios, losemprendimientos, si no nos hubiéramosalejados del raciocinio inspirado en eldeber, en la fe en nosotros mismos y en

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el paternal amor de Dios:En varios casos, la solución para los

problemas que abrieron las puertashacia el abismo, se encontraba a dospasos de distancia del sufridor, surgiríael socorro enviado por la Providencia asu hijo bien amado, en algunos días,unos pocos meses, bastando solamenteque éste soportase la breve espera, en unglorioso testimonio de voluntad,paciencia y coraje moral, necesario parasu progreso espiritual. Entonces vimoscon decepcionante sorpresa que fácilhabría sido la victoria y hasta lafelicidad, si hubiéramos buscado en elAmor Divino la inspiración para

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resolver esas circunstancias de la vidaen vez de destruirla para siempre.

Esas instrucciones nosproporcionaron sensibles beneficios atodos. Se repetían quincenalmente, coninteresantes conferencias explicativas acargo de nuestros mentores. Habíamosexperimentado mejoras prometedoras ennuestro aspecto general, y una dulceesperanza susurraba edificantesconsuelos a nuestros corazonesdoloridos. La presencia de losinstructores constituía un motivo deinmensa satisfacción para nuestras almasconvalecientes de tan ásperadesesperación. Las palabras que nos

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dirigían durante las lecciones eran comouna lluvia refrescante para el volcán denuestras aflicciones así como susconferencias e instrucciones, el tratocariñoso y compasivo de los auxiliaresy otras tantas razones para sentirnosconfiados y esperanzados.

Sin embargo, jamás les veíamos a noser en aquellos momentos oportunos; y,cuando estábamos en presencia de ellos,tanto nos intimidábamos, a pesar de laternura que nos dispensaban, que no nosanimábamos a pronunciar siquiera unapalabra sin que nos preguntasen.

En poco más de dos mesesestábamos habilitados para extraer

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conclusiones, cotejando las leccionesrecibidas y madurando sobre ellas en elrecogimiento de nuestros apartamentos.

De esos análisis provenía la certeza,cada vez más clara, de la gravedad de lasituación en la que nos encontrábamos.El hecho de estar aliviados de lostrastornos pasados no implicaba unadisminución de culpabilidad. Alcontrario, la posibilidad de razonarpormenorizaba la extensión del delito,lo que nos decepcionaba y entristecíamucho. Y, de las instrucciones yexperiencias cariñosamenteadministradas a título de base eincentivo para una urgente reforma

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íntima, necesaria para emprender elprogreso, destacaremos las notas quesiguen:

1. El hombre es un compuesto detriple naturaleza: humana, astral yespiritual, es decir, materia, fluido yesencia. Ese compuesto podemostambién denominarlo: cuerpo físico,cuerpo fluídico o perispíritu, y alma oespíritu, de este último se irradian vida,inteligencia, sentimiento, etc., etc. es lacentella donde se verifica la esenciadivina y que en el hombre señala laherencia celeste. De esos tres cuerpos,el primero es temporal, obedeciendosólo a la necesidad de las circunstancias

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que le rodean, destinado a ladesintegración total por su propianaturaleza putrescible, oriunda del barroprimitivo: es el de carne. El segundo esinmortal y tiende a progresar,desarrollarse, perfeccionarse a través delos trabajos incesantes en las luchas delos milenios: es el fluídico operiespíritu; mientras que el espíritu,eterno como el origen del que proviene,luz imperecedera que tiende a volver abrillar siempre hasta retratar en gradorelativo el brillo supremo que le dio lavida, para gloria de su mismo Creador.Es la esencia divina, imagen ysemejanza (que lo será algún día), del

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Todopoderoso Dios.2. Viviendo en la Tierra, ese ser

inteligente, que deberá evolucionarhacia la eternidad, se denomina hombresiendo, por tanto, el hombre un espírituencerrado en un cuerpo de carne oencarnado.

3. Un espíritu vuelve varias veces atomar un nuevo cuerpo físico sobre laTierra, nace varias veces para volver aconvivir en las sociedades terrenas,como hombre, exactamente como éstecambia de ropa muchas veces...

4. El suicida es un espíritu criminal,fracasado en los compromisos que teníacon las Leyes sabias, justas e inmutables

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establecidas por el Creador, y que se veobligado a repetir la experiencia en laTierra, tomando un cuerpo nuevo, ya quedestruyó aquel que la Ley le confiarapara instrumento de auxilio en laconquista de su propioperfeccionamiento, depósito sagradoque debía haber estimado y respetadoantes que destruirle, ya que no teníaderecho a faltar a los grandescompromisos de la vida planetaria,establecidos antes del nacimiento enpresencia de su propia conciencia y antela Paternidad Divina, que le dio la viday medios para ello.

5. El espíritu de un suicida volverá a

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un nuevo cuerpo terreno en condicionesmuy penosas de sufrimiento, agravadaspor los resultados del gran desequilibrioque el gesto desesperado provocó en sucuerpo astral, es decir, en su perispíritu.

6. La vuelta de un suicida a un nuevocuerpo físico responde a la Ley. Es laLey inevitable, irrevocable: unaexpiación irremediable, a la que tendráque someterse voluntariamente o no,porque no hay otro recurso sino larepetición del programa terrestre quedejó de ejecutar, en su propio beneficio.

7. Sucumbiendo al suicidio, elhombre rechaza y destruye una ocasiónsagrada, proporcionada por la Ley, para

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la conquista de situaciones dignas yhonrosas para la propia conciencia, pueslos sufrimientos, cuando sonheroicamente soportados, con voluntadsoberana de vencer, son como unaesponja mágica para eliminar de laconciencia culpable las tinieblasinfamantes, que son el resultado, enmuchas ocasiones, de un pasadocriminal, en anteriores etapas terrestres.Pero, si en vez del heroísmo salvador, elhombre prefiere huir a sus pruebas,valiéndose de un atentado contra símismo que revela la degradación morale inferioridad de su carácter, retrasaráel momento de satisfacer sus más

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anhelados deseos, ya que jamás se podrádestruir porque la fuente de su vidareside en su espíritu y éste esindestructible y eterno como el focoSagrado del que descendió.

8. Raramente el suicida permanecemucho tiempo en la Espiritualidad. Enfunción del daño producido, sereencarnará con rapidez o retrasará suvuelta a un cuerpo físico en el caso queexistan circunstancias atenuantes quepermitan su ingreso en cursos deaprendizaje educativos, que facilitaranlas luchas futuras, favoreciendo surehabilitación.

9. El suicida es como un clandestino

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de la Espiritualidad. Las leyes queregulan la armonía del mundo Invisibleno admiten su presencia antes de laépoca fijada; y son tolerados,amparados y convenientementeencaminados porque la excelencia deesas mismas leyes, derramada del senoamoroso del Padre Altísimo, establecióque sean incesantemente renovadas lasoportunidades de corrección yrehabilitación a todos los pecadores.

10. Renaciendo en un nuevo cuerpocarnal, se enfrentará de nuevo el suicidaa la programación de los trabajos a losque imaginó erróneamente poderescapar por el suicidio; experimentará

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nuevamente tareas, pruebas semejantes oabsolutamente idénticas a las quepretendió esquivar; pasaráinevitablemente por la tentación delmismo suicidio, porque él mismo secolocó en esa difícil situaciónacumulando para la reencarnaciónexpiatoria las amargas consecuencias deun pasado delictivo. Sin embargo, podráresistirse a esa tentación, ya que en laespiritualidad fue debidamentealeccionado para esa resistencia. Si, noobstante, fallase por segunda vez —casoimprobable—, se incrementará suresponsabilidad, multiplicando la seriede sufrimientos y luchas rehabilitadoras,

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ya que es inmortal.11. El estado indefinible, de angustia

inconsolable, inquietud aflictiva, tristezae insatisfacción permanente, lassituaciones anormales que aparecen ypermanecen en el alma, la mente y lavida de un suicida reencarnado,indescriptibles a la comprensión humanay sólo asimilables por él mismo,solamente le permitirán el retorno a lanormalidad al terminar las causas quelas provocaron, después de existenciasexpiatorias, donde sus valores moralesserán puestos a prueba, acompañados desufrimientos, realizaciones nobles yrenuncias dolorosas de las que no se

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podrá librar... pudiendo exigir esa laborsuya la perseverancia de un siglo deluchas, de dos siglos... tal vez más...según sea el grado de sus propiosméritos y su disposición para las luchasjustas e inalienables.

Esas conclusiones no nos permitíanilusionarnos acerca del futuro que nosaguardaba. Comprendimos muy prontoque, en la espinosa actualidad quevivíamos, sólo existía un camino comorecurso a un porvenir más positivo cuyadistancia no podíamos prever:Someternos a los imperativos de lasleyes que habíamos infringido y seguirlos consejos y orientaciones ofrecidos

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por nuestros amorosos mentores,dejándonos educar y guiar bajo sus altoscriterios, como ovejas sumisas ydeseosas de encontrar el supremoconsuelo de un refugio...

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CAPÍTULO VILA COMUNIÓNCON LO ALTO

“Dijo entonces Jesús estas palabras:Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la

Tierra,porque escondiste estas cosas de los

sabios y delos entendidos, y las revelaste a los

niños”.S. Mateo, 11:25.

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“Porque donde están dos o trescongregados

en mi nombre, allí estoy yo en medio deellos”.

S. Mateo, 18:20.

No obstante la eficiencia de losmétodos utilizados en el recinto delhospital y, más aún, entre los enfermosdel Aislamiento y del Psiquiátrico,estaban aquellos que no habíanconseguido reconocer todavía su propiasituación como sería de esperar.

Permanecían confundidos,

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semiinconscientes e inmersos en unlamentable estado de inercia mental,incapacitados para cualquieradquisición que favoreciese el progreso.Urgía despertarles y hacerles revivir lasvibraciones animalizadas a las queestaban acostumbrados, permitiéndolesser capaces de entender algo a través dela acción y de la palabra humanas.

¿Qué hacer, si no llegaban acomprender la palabra armoniosa de losmentores espirituales, ni siquiera verlescon la claridad necesaria, aceptando suscaritativas sugerencias, aunque sematerializasen ellos cuanto les eraposible, para hacer más eficientes las

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operaciones?¡La augusta Protectora del Instituto

tenía prisa por verles también aliviados,pues así lo deseaba su excelso corazónde Madre!

Los abnegados servidores de lahermosa Legión gobernada por María novacilaron en echar mano de otrosrecursos para conseguir el objetivodeseado.

Nuestros instructores —Romeu yAlceste— plantearon al director delDepartamento Hospitalario la necesidadurgente de ir a la Tierra en busca deaprendices de ciencias psíquicas [9] pararesolver los trastornos mentales de

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algunos internos, insolubles en laespiritualidad. Una vez al tanto de todoslos detalles, el hermano Teócritonombró una comisión que deberíadirigirse a la Tierra para ver lasposibilidades de una eficientecolaboración terrestre. Al mismo tiempose cursó una petición de asistencia alDepartamento de Vigilancia,responsable del movimiento deintercambio entre nuestra Colonia y lacorteza terrestre.

Olivier de Guzmán, con la rapidezque caracterizaba las resoluciones yórdenes en todos aquellos núcleos deservicio, puso a disposición de su

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antiguo colega de luchas benéficas elpersonal necesario, competente para elintento, al mismo tiempo que solicitabade la Sección de Relaciones Externasindicaciones precisas en cuanto a laexistencia de grupos de estudio yexperiencias psíquicas reconocidamenteserios, distinguidos por el emblemacristiano de la verdadera fraternidad deprincipios, en el perímetro astralcompuesto por Portugal, España, Brasil,países latinoamericanos y coloniasportuguesas, así como las fichasespirituales de los médiums reunidos enlas mismas. Se eligió Brasil, dada laabundancia de organizaciones científicas

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donde el sentido religioso y la moralcristiana consolidaban el ideal de amory fraternidad, tan admirado por laLegión, teniendo en cuenta la existenciaen este país de médiums bien dotadospara esta tarea, que constaban en losficheros de la Institución.

Esa misma noche, del Departamentode Vigilancia partió una pequeñacaravana con destino al Brasil, a cargode nuestro amigo Ramiro de Guzmán.Como se trataba de espíritus lúcidos,completamente desmaterializados, no seutilizaron vehículos de transporte,empleando el vuelo para el viaje, porser más rápido y acorde con sus

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experiencias espirituales.Integraban esa caravana, además de

los instructores Alceste y Romeu, doscirujanos responsables por los pacientesen cuestión, expertos en periespíritu.Iban, con poderes conferidos por eldirector, a examinar las posibilidadesde los médiums cuyos nombres yreferencias recomendables habíanobtenido de la Sección de RelacionesExternas. De ese examen dependería laelección definitiva de los grupos avisitar. No obstante, antes de la partidade esa comisión, se cursó un mensajetelepático de la Dirección General delInstituto, localizada en la mansión del

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Templo, a los directores y guíasinstructores espirituales de los grupos alas que pertenecían los citados médiums,así como a sus propios guías y mentoresparticulares, solicitándoles elindispensable permiso y la preciosacolaboración para los trabajos a serrealizados.

Los servicios que prestarían losvehículos humanos —los médiums—deberían ser voluntarios. Nada enabsoluto les sería impuesto o exigido.Al contrario, los emisarios del Institutosolicitarían, en nombre de la Legión delos Siervos de María, el favor de sucolaboración, pues era norma de las

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escuelas de iniciación a las quepertenecían los responsables delInstituto Correccional María de Nazaret,perteneciente a aquella Legión, noimponer nada a nadie, sino convencerpara la práctica del cumplimento deldeber.

Por vía telepática quedó establecidoel acuerdo de que los mentoresespirituales de los médiums en cuestión,les sugiriesen el irse a la cama antes delo usual y les sumergiesen en un suavesueño magnético, permitiendo una mayoramplitud de acción y lucidez a susespíritus para el buen logro de lasnegociaciones que se realizarían durante

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toda la noche. Una vez desprendidos desus cuerpos físicos por el sueño, losmédiums serían llevados a la sede delgrupo al que pertenecían, lugar escogidopara los encuentros.

Una vez programado todo, partió delInstituto la caravana misionera,compuesta por ocho personas: cuatroservidores especializados del hospital, ycuatro asistentes de la Vigilancia, queles guiarían con seguridad a laslocalidades indicadas.

Sonaban las veintitrés horas en loscampanarios sencillos de las primeraslocalidades a ser visitadas, cuando losdedicados siervos de María comenzaron

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a planear en las latitudes pintorescasbrasileñas, dirigiéndose con precisión alcentro del país.

Las suaves claridades emitidas porlas últimas fases del plenilunioderramaban dulcemente sobre el planetade pruebas, tonos melancólicos ysugestivos, mientras que los oloresvivos de la flora brasileña, rica enesencias virtuosas, embalsamaban laatmósfera, como quemando incienso enhonor a los nobles visitantes, sabiendosus predilecciones de iniciadosorientales…

Consultaron el mapa que traían conlas necesarias indicaciones; escogieron

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algunas de las ciudades del centro de lagran nación, donde según la Sección deRelaciones Externas existían gruposserios de estudios y aprendizajepsíquicos; y, separándose en cuatrogrupos de dos, alcanzaron rápidamentelos puntos determinados. De esta formavisitarían cuatro ciudades cada vez, enbusca de los médiums; y, una vezestablecidos los acuerdos, se reuniríanen determinado lugar de laEspiritualidad, con sus guías y mentores,para ultimar importantes detalles.

En varios núcleos de experiencias,en esa noche serena del interior delBrasil, donde la quietud y la sencillez de

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costumbres no contaminan de gravesimpurezas el medio ambiente social, lacaritativa actividad del mundo astral seefectuaba en lugares humildes, sinninguna opulencia ni vanidad, perodonde la sacrosanta lámpara de lafraternidad se mantenía encendida parael culto inmortal del amor a Dios y alprójimo.

Los emisarios expusieron a lo quevenían, pidiendo a los médiums, cuyosespíritus habían sido conducidos allímientras sus cuerpos continuabanprofundamente dormidos, su ayudapiadosa para la iluminación de míserossuicidas incapacitados de convencerse

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de los imperativos de la vida espiritualsi no es con la ayuda astral.

Se comentó por los solicitantes elestado lamentable en que se encontrabanaquellos infelices. Los médiums debíancontribuir con gran parte de sus propiasenergías para alivio de esosdesgraciados. Se agotarían,probablemente, en el caritativo afán dedetener su sufrimiento. Era posible que,durante el tiempo que estuviesen encontacto con ellos, sufriesenimpresiones de indefinibles amarguras,malestar inquietante, pérdida del apetito,demencia y disminución del peso naturalde su cuerpo.

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Aun así, la dirección del InstitutoMaría de Nazaret ofrecía muchasgarantías como la restauración de lasfuerzas consumidas, orgánicas, mentaleso magnéticas, inmediatamente despuésde efectuado el trabajo, y que la Legiónde los Siervos de María, a partir deaquella fecha, jamás les dejarían sin suapoyo fraternal y agradecido. Si searriesgaban a esa ayuda era porquecreían que los médiums educados a laluz de la moral cristiana son iniciadosmodernos, y, por eso deben saber quelos puestos que ocupan, en el seno de laEscuela a la que pertenecen, tendrán queobedecer a dos principios esenciales y

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sagrados de la iniciación cristianalegados y ejemplificados por su insigneMaestro: ¡amor y abnegación!

No obstante, eran libres en sudecisión, ya que el trabajo debía sertotalmente voluntario, sin presiones deninguna clase, basado en la confianza yen el sincero deseo del Bien.

Así se realizaron los primerosacuerdos en doce poblaciones visitadas,con veinte médiums de ambos sexos.Entre estos, sólo cuatro mujeres,humildes y bondadosas, desprendiendode su envoltorio astral estrías luminosasa la altura del corazón, ofrecieronincondicionalmente su ayuda a los

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emisarios de la Luz, dispuestas para elgeneroso trabajo.

De los hombres, sólo dosconsintieron, pero sin expresar una totalabnegación, aunque fieles alcompromiso asumido, como unempleado responsable de su deber perono excesivamente motivado a surealización. Los restantes, aunquehonestos y sinceros en el ideal abrazadopor amor a Jesús, no se animaron a uncompromiso formal, ya que estaban tanimpresionados por las escenas quepudieron ver, que mostraban el precarioestado de los pacientes que debíansocorrer y su sufrimiento más allá de la

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tumba, que se echaron atrás en suimpulso asistencial, ofreciéndose, sinembargo, para un auxilio permanente através de las irradiaciones de oracionessinceras. Se les eximió, por tanto, decualquier compromiso directo, dándoselos visitantes por satisfechos.

Es de destacar que se escogióBrasil, por el hecho de encontrarse allímédiums dotados, honestos, sinceros, yabsolutamente desinteresados. Acontinuación se efectuaron losindispensables exámenes de laorganización astral y del envoltoriomaterial de los que se comprometieronal trabajo.

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Se realizó una inspección minuciosaen sus cuerpos durmientes. Se analizaroncon detalle el vigor cerebral, lasactividades cardíacas, la armonía de lacirculación, el estado general de lasvísceras y del sistema nervioso, y hastalas funciones gástricas, renales eintestinales. Las deficiencias observadasserían reparadas por la acción fluídica ymagnética, pues todavía tenían pordelante veinticuatro horas para lospreparativos.

Pasaron enseguida a la inspeccióndel envoltorio físico-astral, es decir, delperiespíritu. Fueron llevados a uno delos Puestos de Socorro vinculado a la

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Colonia en las proximidades de éstacomo de la propia Tierra, una especiede Departamento Auxiliar dondefrecuentemente se realizabanimportantes trabajos de investigacionesy otras tareas, afectos a los servicios dela misma Colonia.

Los espíritus de los seis médiumsfueron minuciosamente instruidos encuanto a los servicios que deberíanprestar, se examinaron sus periespíritus,reforzándoles con aplicaciones fluídicasnecesarias para el trabajo, así como elvolumen y nivel de las vibracionesemitidas, corrigiendo los excesos odeficiencias presentadas, para que

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resistiesen sin sufrir cualquierperturbación y de esta forma pudiesendominar y beneficiar en lo posible, lasemanaciones mentales nocivas,enfermizas y desesperantes de losdesgraciados suicidas absorbidos por lalocura.

Se puede realmente considerar queel contacto mediúmnico con los futuroscomunicantes se estableció en esemomento, cuando las corrientesmagnéticas armoniosas fueron de unospara otros, determinando de esta formala atracción simpática y la combinaciónde los fluidos, factor indispensable parala operación de los fenómenos de esta

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delicada clase.Una vez ultimados esos

preparativos, devolvieron a loscolaboradores terrenos a sus hogares,liberándoles del sueño en que les habíansumergido, para que volviesen a suscuerpos cuando les pareciese bien. Losincansables héroes del amor fraterno,volvieron a sus puestos en lo Invisible,realizando una nueva serie deactividades preparatorias para lajornada de la noche siguiente, cuando seiniciasen las reuniones en cuatrociudades del interior del Brasil. Y no esde extrañar que así lo hiciesen, sabiendoque todos los iniciados graduados son

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doctores en Medicina, con ampliosconocimientos también de lasorganizaciones físico-astrales.

Desde el regreso de la comisión depreparación previa, se observaba unespecial movimiento tanto en laVigilancia como en el hospital. A lamañana siguiente nos informaron que, alcaer el crepúsculo, partiríamos en visitade instrucción al plano terrestre, lo quenos alegró mucho, con la idea de volvera ver a nuestras familias y amigos.

Al alba, desde el Departamento deVigilancia, partieron grupos deoperarios y técnicos, portando losaparatos necesarios para el importante

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trabajo a realizar en las primeras horasde la noche. Tanto los Directores denuestra Colonia como los instructores yeducadores, sus auxiliares, eran muycuidadosos en los métodos empleados ymeticulosos en todo lo referente alintercambio entre el Mundo Astral y laTierra, fieles a los programasestablecidos por los santuariosorientales, donde, hacía mucho, cuandoeran hombres, aprendieron la magnaciencia del Psiquismo.

Por eso mismo, un escuadrón delanceros bajó y, después deinspeccionar rigurosamente el interiordel edificio donde se realizaría la

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reunión de psiquismo, o, comousualmente se denomina —la reuniónespírita—, se puso de guardiaestableciendo una ronda de seguridaddesde las primeras horas de lamadrugada. Quedó así, rodeada pormilicianos hindúes, semejante a unainvencible barrera, la casa humilde,sede del Centro Espirita escogido parala primera etapa, mientras el emblemarespetable de la Legión fue izado en loalto de la fachada principal, invisible alos ojos humanos comunes, pero no poreso menos real y verdadera, ya que elCentro había sido temporalmente cedidoa aquella insigne y benemérita

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corporación espiritual.Un equipo de trabajadores

dedicados, bajo la dirección de técnicosy responsables de la Sección deRelaciones Externas, preparaban elrecinto reservado para la práctica de losfenómenos, transformándole, cuantofuese posible en un ambiente idéntico alque el Instituto tenía para la instrucciónde los pacientes. Se solicitó al directorespiritual del Centro recomendar aldirector terrestre, por vía mediúmnicaque no permitiese la asistencia depersonas laicas o desatentas a losimportantes y delicados trabajos de esanoche pues, nada menos que un grupo de

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espíritus suicidas iba a ser llevado hastaallí para de ser asistidos, y trabajos detal naturaleza es necesario que seanocultos, admitiéndose solamente a ellosa los aprendices aplicados y sinceros dela iniciación cristiana, moralizados porlas virtudes evangélicas.

Se esparcieron pródigamente fluidosmagnéticos en el recinto de la sala deoperaciones, obedeciendo a dosfinalidades: servir como materialnecesario para la creación de cuadrosvisuales demostrativos, durante lasinstrucciones a los pacientes, y comotónicos para neutralizar las vibracionesnegativas de los espíritus sufridores

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presentes e incluso de algúncolaborador terrestre que dejase de orary vigilar en aquel día, arrastrando a lareunión con lo Invisible las emanacionesde su mente intranquila.

Una vez preparado todo, al atardecerse inició el transporte de las entidades.Por la mañana del mismo día, sinembargo, después de la lección previaque seguía a las aplicaciones balsámicaspara nuestro tratamiento, en losgabinetes ya descritos, fuimosinformados de algunos puntos respecto ala importancia de la reunión a la queíbamos a asistir:

—Durante el viaje sería preferible

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abstenernos de conversar. Deberíamosequilibrar nuestras fuerzas mentales,impulsándolas en sentido generoso. Queprocurásemos recordar, durante eltrayecto, las instrucciones que veníamosrecibiendo desde hacía dos meses,recapitulándolas como si fuéramos ahacer un examen. Eso nos mantendríaconcentrados, ayudando a nuestrosconductores en nuestra defensa, puesatravesaríamos peligrosas zonasinferiores de lo Invisible, dondepululaban hordas de vagabundos delAstral inferior, lo que indicaba la granresponsabilidad de aquellos que teníanel trabajo de cuidarnos durante la

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excursión. El silencio y la concentraciónque pudiésemos observar imprimiríanuna mayor velocidad a los vehículos quenos transportaban, alejando laposibilidad de tentativas de asalto porparte de aquellos malhechores, aunquetuviesen los legionarios la certeza depoder dominar fácilmente sus posiblesataques.

—No nos podríamos separar delgrupo en ningún caso, ni siquiera con laloable intención de visitar la patria o ala familia. Tal indisciplina podríacostarnos muchos sinsabores y lágrimas,pues estábamos débiles y éramosinexpertos y poco conocedores de lo

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invisible, donde proliferan lasseducciones y las tentaciones, lahipocresía, mistificación y la maldad,todavía más que en la Tierra. En otraocasión podríamos visitar a los nuestrossin ningún contratiempo.

—En el recinto de las operacionesdeberíamos portarnos como ante elpropio Tabernáculo Supremo, puestoque la reunión era ante todo respetable,al ser realizada bajo la invocación delsacrosanto nombre del Altísimo, y suHijo estaría presente a través de lasirradiaciones misericordiosas de su granamor fraterno, ya que eso mismo leshabía prometido a los discípulos

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sinceros de su Excelsa Doctrina, que ensu nombre se reuniesen para lacomunión con el cielo.

—Es deber del cristiano honesto yserio acallar las pasiones y deseosimpuros, procurando escudarse en labuena voluntad para dominarlas,reeducándose diariamente, y en especialen los momentos en que estuviésemospresentes ante el venerable Templodonde se consagraría el sublimemisterio de la confraternidad entremuertos y vivos para cambiarimpresiones, iluminándose mutuamente.Convenía a todos, hombres y espíritus,prevenirse con las actitudes más dignas

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posibles, apelando a los pensamientosmás saludables para llenar las mentes denobleza de acuerdo con la situación, esdecir, olvidar pesares y preocupaciones,afianzando los sentimientos caritativoscon intención de beneficiar al prójimo.Nos recordaron que, en nuestro mismogrupo, iban entidades todavía másdesafortunadas que nosotros, quetodavía no habían conseguido ningúnalivio, al mantener la desorganizaciónnerviosa y la dispersión mental, y a lasque, por deber de fraternidad, debíamosayudar a pesar de nuestra debilidad,contribuyendo con nuestrospensamientos benevolentes y vibrando

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en sentido favorable a ellas. Si así lohiciéramos, las rodearíamos de un vigornuevo, suavizando las angustias que lesoprimían y concediéndonos al mismotiempo el mérito de la verdaderacooperación.

Nos dijeron además que, en laTierra, no todos los hombres admitidospara el trabajo guardaban la higienemoral y mental necesaria para la buenamarcha del intercambio con lo Invisible.Que, en los días siguientes, entre losencarnados existía incluso liviandad yabuso en la práctica de las relacionescon los muertos, lo que es lamentable yaque, todo aquel que actúa de forma

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liviana o sin criterio, en tan respetable ydelicado asunto, acumularesponsabilidades gravísimas para símismo, que pesaran amargamente en suconciencia en días futuros.

Por eso mismo son escasas lasreuniones donde sería posible la visiónde muchas grandezas espirituales, puesno siempre los componentes de unequipo de operadores son realmentedignos del alto mandato que presumenpoder desempeñar.

Se olvidan que, para que lasverdades de los misterios celestes seabran a su entendimiento, paradesvelarles lo sublime de ellas, fue, es y

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siempre será indispensable a losinvestigadores la autodisciplina moral ymental, es decir, una preparaciónindividual previa, que obliga amodificaciones sensibles en el interiorde cada uno, o, por lo menos, el deseovehemente de reformarse, la voluntadconvincente de alcanzar el verdaderocentro del Bien…

Pero a pesar de todo, ordena eldeber de fraternidad que los espíritusangelicales miren frecuentemente hacianúcleos donde esas infracciones seproducen, observando caritativamente lamejor oportunidad para comparecer aellas, buscando aconsejar a aquellos

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mismos imprudentes, e instruirles en loposible, despertando en sus concienciasel sentido real de la granresponsabilidad que tienen, dejando devestir las túnicas de la virtud, indicadaen la vieja parábola del celesteConsejero como traje obligatorio para lamesa del divino banquete con lassociedades astrales y siderales… [10].

Actuando así, dichos espíritus nadamás hacían que observar los principiosde la fraternidad establecida por elMaestro Nazareno, que no desprecióbajar de las esferas superiores hasta elabismo tormentoso de las maldadeshumanas, para dirigir a los pecadores en

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el camino del deber y a la práctica delas virtudes regeneradoras.

Al atardecer, pues, partimos, fuimosa los planos terrestres. Nos custodiabauna pesada escolta de lanceros, gruposde asistentes, psicólogos y técnicos dela Vigilancia, puesto nadie de ningunadependencia de la Colonia, ni delTemplo, podía visitar la Tierra u otroslugares vecinos sin la ayuda valiosa delos abnegados e intrépidos trabajadoresde aquel Departamento, que en verdaderan los responsables de las más durastareas que allí se realizaban.

Ya estábamos algo instruidos, por loque nos portamos a la altura de las

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recomendaciones recibidas. Nuestroscompañeros en peores condiciones,justamente aquellos por quienes tantostrabajos se realizaban, fuerontransportados en carros apropiados,especie de prisiones volantes,rigurosamente cerrados y guardados porla fiel milicia hindú, lo que nos impidióverles. Sus gritos punzantes, susgemidos y el llanto convulsivo que tanbien conocíamos, llegaban hastanosotros indistintamente, lo que nosconmovía, despertándonos una hondacompasión. Intentamos ayudar almalestar originado en base a lasprudentes recomendaciones de Romeu y

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Alceste, afirmando nuestras fuerzasmentales en vibraciones caritativas yfavorables a ellos, lo que también nosbenefició a nosotros.

Llegados al final del viaje, nossorprendió un deslumbramiento, al tenernuestros ojos habituados a las brumasnostálgicas del hospital. Podíamos vermejor todo en derredor, una vez en laTierra, pues, en ningún momento, jamáshabíamos visto un edificio tanmagníficamente engalanado de lucescomo aquella humilde morada lo estabapor los esplendores que de lo Alto seproyectaban, envolviéndola en un abrazode diáfanas vibraciones.

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Allá arriba, estaba el emblema delos siervos de María acuartelados en elInstituto, con las iniciales que yaconocíamos, cuyo centelleo azuladoconfundía y arrebataba. Los lancerosmontaban guardia en la pequeña mansióntransformada en solar de estrellas.También había un cordón luminoso,como un círculo de densa neblina,rodeándola cuidadosamente,separándola de la vía pública desdecerca de dos metros. A un entendido nole sería difícil percibir la finalidad detales precauciones exigidas por losilustres trabajadores del Instituto Maríade Nazaret. No deseaban la intromisión

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de emanaciones mentales negativas en elrecinto de las operaciones,previniéndose en lo posible cualquieramenaza exterior de cualquiernaturaleza.

Entramos. Nuestra admiraciónaumentaba…

La agitación del plano espiritual eraintensa. En cuanto a la parte que tocabaal hombre ejecutar aparecía diminuta,conforme fue fácil observar…

Al ingresar en el salón indicado parael noble acontecimiento, sóloencontramos a un anciano, absorto en lalectura de un manual de filosofíatranscendental, que parecía arrebatarle,

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pues, realmente concentrado en lospensamientos que iba captando de lassabias paginas, dejaba irradiar de sufrente centellas luminosas que decíanmucho de él en el ambiente de loInvisible. Todo indicaba que lecorrespondía la responsabilidad de lostrabajos de aquella noche, que sobre sushombros también pesaban, y, por eso, sepreparaba a tiempo, estableciendocadenas armoniosas entre él y susamigos espirituales. Era el directorterrestre del Centro.

La escena a contemplar, erasugestiva y majestuosa.

Habían desaparecido los límites de

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la sala de trabajos, como si las paredesfuesen mágicamente alejadas paraampliar el recinto. En su lugar veíamostribunas circulares, como graderías.Parecía un anfiteatro para académicos.Nuestros guías vigilantes nos indicaronlas graderías y los lugares reservadospara nosotros. Nos sentamos allí,mientras los infelices compañeros, cuyoestado grave era la razón de lostrabajos, eran pacientemente conducidospor sus médicos asistentes y enfermerosy colocados en primer plano en lasgraderías, en un lugar apropiado a suscondiciones.

En la sala ya se encontraban

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reunidos los elementos terrestresseleccionados para aquella noche, esdecir, los médiums indicados, loscolaboradores de buena voluntad,ocupando cada uno su lugar. Para ellossólo había en el tosco aposento ademásde las paredes blancas y sin adornos, lamesa con un sencillo mantel, libros,papeles en blanco esparcidos, a la alturade las manos de los médiums, y algunoslápices.

Los dotados de videncia, yapercibían algo inusitado y fuera de lonormal, y comunicaban tímidamente asus compañeros, en discretaconfidencia, que una visita importante

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del Más Allá honraba a la Casa esanoche, dando algunos detalles, como lapresencia de la milicia de lanceros, delos médicos con sus batas y emblemas yenfermeros atareadísimos, en lo que, enverdad, no eran creídos, pues, todavíaen el primer decenio de este siglo,muchos de los espíritas másconvencidos tenían dificultad paraaceptar la posibilidad de que en elEspacio se necesitasen militares enacción y enfermeros y médicosdesarrollando sus funciones para losenfermos desencarnados…

Nosotros, si no fuera por nuestrainferioridad espiritual, que nos impedía

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tener una gran amplitud de visión,abríamos abarcado el escenario en sutotalidad, en vez de percibirpálidamente lo que nuestros guías ymentores veían en todo el esplendor desu glorioso significado:

—En el centro del salón sedestacaba la mesa de trabajos de loscolaboradores encarnados. Estabansentados a ella el director, presidente dela misma, y los médiums y otrostrabajadores. Lo que de lejos habíamosnotado al entrar, ahora se volvía de unablancura inmaculada, pues de losconfines de lo Invisible Superior sederramaba una cascada de luz

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resplandeciente, elevándola al nivel dealtar venerable, donde la comunión de lafraternidad entre hombres y espíritus serealizaría bajo los divinos auspicios delCordero de Dios, cuyo nombrerespetable se invocaba allí.

—Abarcando esa primera cadenamagnética producida por las vibracionesarmoniosas de los encarnados, existíauna segunda, compuesta por entidadestranslúcidas y hermosas, cuyas faccionesmal podíamos mirar, por los vivosreflejos que emitían, pareciendo siluetasencantadas, orladas de rayos cristalinosy puros: eran los espíritus Guías delCentro visitado, los protectores de los

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médiums, asistentes y familiares de laspersonas presentes, que, abnegadamente,tal vez desde hacía milenios sededicaban al objetivo de su redención.

—Además de ésta, ocupando elmayor espacio en el recinto y, como lasdos primeras, dispuestas en círculo, lasupercadena compuesta, en su totalidad,por el personal especializadocomisionado por el Departamento deVigilancia y subordinado a la Secciónde Relaciones Externas, a cargo denuestro amigo Ramiro de Guzmán.

—En la cabecera de la mesa, ellugar de honor ocupado por el directordel Centro, el cual requiere de su

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ocupante elevadas disposiciones haciael bien, y que, para los métodos hindúesusados en el Instituto, sería la llave delcírculo propicio al noble desempeño, seapostaban, además de éste, su directorespiritual y el jefe de nuestra expediciónRamiro de Guzmán, mientras que másarriba se encontraban Romeu y Alceste,los instructores directos del atormentadogrupo, cuyo delicado desempeño se va arealizar a través de la palabra delinstructor terreno, el presidente de lamesa.

Ambos deben recoger lasvibraciones de los pensamientos y de laspalabras del presidente, desarrolladas

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durante el trabajo, asociarlas a loselementos quintaesenciados de quedisponen, mezclados con las ondasmagnéticas de los circunstantesencarnados, elaborarlos ytransformarlos en escenas, dándolesvida y acción, concretándolas ymaterializándolas hasta que los infelicesasistentes desencarnados sean capacesde comprender todo con facilidad. Paraeso cuentan con el apoyo del personalespecializado de la Vigilancia, es decir,por la Sección de Relaciones Externas,y la ayuda amorosa e indispensable delos gabinetes científicos localizados enel hospital, a cargo de Teócrito.

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En cuanto a nuestros médicos yenfermeros ya estaban en sus puestos,yendo y viniendo junto a los médiums yal lado de los enfermos, fieles alsublime sacerdocio que en el astral lamedicina les confiere, todavía másnoble que en la Tierra porque, además,se dedican a tan nobles laboresúnicamente bajo la augusta inspiracióndel amor y de la fraternidad.

Y serenos en sus puestos, loslanceros —esos colaboradoresarrojados y silenciosos— que traían sufuerza no en las lanzas, que en sus manosno expresaban violencia, y sí en susmentes rigurosamente moldeadas en las

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forjas de trabajos austeros y disciplinas,de renuncias y aprendizajes realzados enel dolor de los sacrificios.

Una vez todos en el puesto que lescorrespondía, había que iniciar lallamada, según los métodos de lainiciación. Le tocó al hermano Conde deGuzmán llevarla a cabo, comoresponsable de la numerosa comitiva.Los comisionados por los jefes delInstituto María de Nazaret para la tareade aquella noche, estaban presentes.

A su petición le imitó el directorespiritual del Centro, notificando quetambién sus subordinados correspondíanal santo compromiso. En cuanto a los

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compañeros terrestres, los auxiliareshumanos, no todos se encontrabanfielmente reunidos a la hora marcada. Ala llamada que recibieron del planoespiritual, había nada menos que tresausentes al cumplimiento del deber…

Se iniciaron, finalmente, los trabajosen el nombre sacrosanto del Altísimo yla protección solicitada del ExcelsoMaestro de Nazaret. Visiblementeinspirado por los pensamientosvigorosos de las entidades iluminadaspresentes, el presidente del Centro hizouna conmovedora y profunda oración,que predispuso a nuestros corazones alenternecimiento y al fervoroso

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recogimiento. A medida que oraba, sinembargo, con mayor vigor incidíansobre la mesa los reflejos blanco-azulados emanados de lo alto, como unabendición que nos hizo imaginarrelámpagos de la mirada caritativa deMaría orientando a sus trabajadores enla piadosa misión de socorro a pobresarruinados.

Suplicamos a los mentores presentesla gracia de concedernos por unosinstantes el poder de la visión adistancia, que en ellos es uno de loshermosos atributos del progresoadquirido, y que no poseemos todavía, yrespetuosamente acompañamos esa

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cascada azulada que engalanó la sedehumilde del grupo de los discípulos delgran iniciado Allan Kardec, intentandodescubrir su origen…

Fuimos complacidos en nuestraspretensiones, con la condición deconducir al lector en el giro queemprenderemos a través de las deseadasinvestigaciones… Una vez puesto, elbinóculo mágico nos reveló que, bajolos brillos purísimos que visitaban eltosco albergue, desaparecieron loslímites que le encerraban en una simplehabitación terrestre para transformarlaen blanco de irradiaciones generosaspor parte de los directores de nuestro

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Instituto.Veíamos, reflejada en las ondas

pulcras de aquellos dulces reflejos, lareproducción de lo que, en el mismomomento, se desarrollaba en el gabinetesecreto del Templo-santuario, donde sereunían los responsables de los quevivían en la Colonia, ante la excelsadirección de la Legión. También esosausteros maestros, por tanto, estánpresentes en la reunión donde estamos,puesto que les vemos: están, comonosotros, reunidos en torno a una mesaaugusta y de blancura inmaculada —lamesa de la comunión con lo Más Alto—,altar venerable que testifica todos los

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días sus elevadas manifestaciones deidealistas, sus investigaciones profundasde científicos cristianizados, en torno ala creación divina y de los gravesproblemas referentes al género humano ysus fervorosas vibraciones de amor yrespeto al omnipotente Padre y alprójimo.

Son doce varones, bellos, nobles,cuya edad, a primera vista, no se podríacalcular, pero que un examen máscuidadoso revelaría que bien podría serla que les fuese más grata al corazón oal recuerdo. De sus mentes graves ypensantes, así como de sus corazonesgenerosos, irradian centellas plateadas,

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testimoniando la gran firmeza de losprincipios virtuosos que les impulsan.

No tienen asistentes para la reuniónque efectúan. Están solos, aislados en ellugar santificado por las vibraciones desus oraciones, arrebatados por la fe. Nisiquiera los discípulos inmediatos, losque diariamente cooperan para elprogreso y bienestar de la Colonia, sonadmitidos en aquel secreto. La reuniónes íntima, sólo de ellos. Necesitan de lamás sólida homogeneidad de que podrándisponer sus fuerzas dirigidas en elsentido del bien, pues es precisomantener la armonía general de laasamblea que se ha reunido en nombre

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del Creador Supremo delUniverso y ante la vista de su Hijo,

cuya presencia se solicitó ardientementeal iniciarse los trabajos.

Ante María son ellos losresponsables de lo que ocurra en lahumilde casa de los discípulos de AllanKardec, donde se asentó el emblema desu Legión. Y, lo que es todavía másimportante, ante su Augusto Hijo, elMaestro y Redentor, a quien todas lasLegiones prestan obediencia, porque esÉl el director mayor a quien el Creadordio poderes para redimir el planetaTierra y sus habitantes, y Ella laresponsable por lo que pasa allí, además

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de las responsabilidades de ellosmismos, motivo por el que esabsolutamente imprescindible laconservación de la armonía para laobtención de los buenos éxitos.

Para que el Maestro amado seaglorificado; para que su nombre excelsono sirva de pretexto para livianasrealizaciones; para que no se cometa elsacrilegio de hacer degenerar en unasimple fórmula banal la invocaciónhecha al Cordero Inmaculado de Dios;para que esté presente en dichostrabajos, y para que sea real supresencia, en espíritu y verdad, en elsantuario de los seguidores de Kardec,

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visitado por sus devotos, vibran allíellos, reunidos en secreto, elevando lospensamientos en aspiraciones sublimes,concentrados y firmes, extendiendo, conlas mejores reservas mentales quetienen, sus propias almas en la súplica,para que sean todos merecedores de lapresencia del gran Consolador,estableciendo así los eslabonesinvencibles y virtuosos para aquellanoche, que son la unión entre lapresencia del Maestro Divino y unareunión espirita terrestre seria y biendirigida.

Por eso mismo los demásservidores, aunque dedicados y

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sinceros, no pueden presenciar esamagna asamblea realizada en el MásAllá. No alcanzaron todavía el nivelhomogéneo de vibración con las suyas,tal como requiere la santidad deltrabajo. En el Instituto María de Nazaret,solo esos doce maestros de iniciación seencuentran perfectamente idénticos encualidades morales, grados de virtud yde ciencia y estado de espiritualizaciónpara la comunión en el sublime ágapeque efectúan.

Son, no obstante, sencillos ymodestos. Saben que de sí mismos pocotienen para distribuir con los másnecesitados y sufridores, porque

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consideran pequeño el patrimonio deciencia adquirido, a pesar del largocamino de experiencia que comparten yla serie de peregrinaciones por las víasdel sacrificio y de las lágrimas.

Saben que se encuentran todavíadistanciados de la perfección, perointentan caminar con pasos siemprefirmes en pos del grandioso ideal queacarician: la unión definitiva con Jesús,y revelan, con demostracionesirrefutables, que ni pasiones personales,ni deseos impuros agitan ya susvoluntades templadas en el amor, en lajusticia y en el deber.

Por esa razón oran y suplican en un

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armonioso conjunto, sin que ninguno seconsidere suficientemente digno para serllamado maestro o jefe de los demás.Sólo saben que deben servir, porque nopasan de siervos de una grancorporación donde la ley es el amor alprójimo, la devoción a las causasgenerosas, a la justicia, a la abnegación,al trabajo, el progreso hacia la conquistade lo mejor. Para ellos, el verdaderojefe, el Maestro, es Jesús de Nazaret, ycomo tal le honran e invocanrespetuosamente siempre que lascircunstancias lo requieren. Y comosiervos y discípulos y subordinadosdesean practicar acciones dignas,

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alcanzar méritos para elevarse hacia elAmado Señor.

Creen fervorosamente que el magnoInstructor, a quien imploran asistencia yprotección, no desatendió lasinvocaciones salidas del fondo mássensible de sus espíritus, sino que bajó,misericordioso y tierno como siempre,no sólo hasta el diáfano santuario dondesólo ellos entran, sino también a lahumilde casa en la que se efectúa eldivino banquete de la fraternidad, dondetambién concurren hombres y mujeresaún encarnados, atravesando pruebaspara su aprendizaje redentor. El torrentede luz sideral que la santifica lo

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atestigua. La certeza de la presencia deJesús en las reuniones engrandecidaspor las virtudes y disposiciones moralese intelectuales de sus orientadores, yasea encarnados o desencarnados,proviene del hecho de que jamás se hanextinguido de su audición espiritual lasexpresiones de aquella voz amorosa,inolvidable y sublime, afirmando lapromesa inmortal: "Porque donde estándos o tres congregados en mi nombre, yoestaré en medio de ellos" [11] como suelesuceder en las reuniones legítimas de lainiciación espírita-cristiana, cuyosprincipios elevados imponen a su adeptocomo base la autorreforma moral y

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mental, en aquella noche memorablepara todos los de mi grupo se escogió eltema evangélico a ser estudiado ycomentado. Como vemos, la enseñanzaera administrada por Jesús, consideradoallí profesor magnífico, presidente dehonor, cuyas lecciones levantaban elpedestal de todo lo que iba a suceder.

Se inició la lectura del Evangelio, ala que siguió una explicación hermosa yfecunda por parte del presidenteterrestre. Las parábolas explicativas, lasacciones magnánimas y cariñosas, laspromesas inolvidables, una vez másenternecieron el corazón de losaprendices de la escuela de Allan

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Kardec, que rodeaban la mesa,estableciendo gratamente, por primeravez, en el interior de cada uno denosotros, el divino convite para laredención, pues hasta entonces nohabíamos oído todavía disertacioneshumanas de ese tipo.

Para las criaturas terrestres allípresentes se trataba sólo del hermanopresidente leyendo y comentando elasunto escogido, en una hora deinspiración radiante, en que chorros devivísimas intuiciones, centelleaban,como en una cascada de lo Altoreviviendo la extensa relación de losejemplos del Modelo Divino y las

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expresiones de su magnífica moral. Paralos espíritus que se aglomeraban en elrecinto, invisible para la casi totalidadde los humanos presentes, y,particularmente, para los desdichadosque habían sido llevados allí parailuminarse, había mucho más que eso.

Para estos últimos, eran figuras,bultos, secuencias que se agitaban acada frase del orador. Era una claseextraña de una terapia especial que nosadministraban como medicamentoceleste para suavizar nuestrasdesgracias. La palabra, las vibracionesdel pensamiento creador, repercutiendoen ondas sonoras, donde se retrataban

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las imágenes mentales del que lasemitía, esparciéndose por el recintosaturado de sustancias fluido-magnéticasapropiadas y fluidos animalizados delos médiums y asistentes encarnados, esrápidamente accionada y concretada,volviéndose visible gracias a efectosnaturales que producían las fuerzasmentales conjugadas de los Tutelaresreunidos en el Templo, con las de losdemás cooperadores en acción.

Se intensificaron las actividades delos técnicos de la Vigilancia,encargados de la delicada labor de lacaptación de las ondas donde lasimágenes mentales se reflejaban, de la

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coordinación y estabilidad de lassecuencias, etc., etc. La palabratrabajada de esta forma en elmaravilloso laboratorio mental,modelada y retenida por eminentesespecialistas devotos al bien delprójimo, se hizo realidad, creando laescena viva de lo que se leyó y expuso.

Desde nuestras graderías, rodeadosde lanceros como prisioneros delpecado, lo que en verdad éramos,tuvimos la grata sorpresa de asistir aldesarrollo de las narraciones escogidas,en movimiento, en la bandaresplandeciente que bajaba de lo Alto,iluminando la mesa y el recinto. Hacía

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referencia a la personalidadinconfundible del Maestro Nazareno —era la reproducción de Su augustaimagen que se dibujaba—, ¡tal comocada uno se había acostumbrado aimaginarlo en el fondo de supensamiento desde la infancia!

Se recordaban sus hechos, su vidade ejemplos sublimes, sus gestosinolvidables de protector incondicionalde los que sufren además le veíamos talcomo el texto evangélico le describía:bondadoso y afable distribuyendo lasfragancias de su manantial de amor y delas virtudes de las que era el excelsorelicario a los pobres y sufridores,

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ciegos y paralíticos, lunáticos, locos yleprosos, ignorantes, niños y viejos, alos de buena voluntad, a los pecadores yadúlteras, a los publicanos, samaritanos,doctores, a los desesperados y afligidos,a los enfermos del cuerpo y del espíritu,a los arrepentidos y a los propioscreyentes de su doctrina de luz y a suspropios apóstoles!…

Mientras, el director del Centro, queno veía con sus ojos materiales esoscuadros majestuosos que se elevaban desu lectura y del comentario, pero sentíalas vibraciones armoniosas que losproducían conmoviendo su sensibilidad,iba repitiendo y comentando las

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encantadoras, e inolvidables palabrasque tantas lágrimas han enjugado através de los siglos, tantos corazonesávidos han aplacado, tantas y tanangustiosas incertidumbres hantransformado en la serenidad de unaconvicción sólida e inquebrantable:

—Venid a mí, vosotros que sufrís yos encontráis sobrecargados, y yo osaliviaré.

Tomad sobre vosotros mi yugo yaprended conmigo, que soy blando yhumilde de corazón, y hallaréis reposopara vuestras almas pues es suave miyugo y leve mi fardo.

—Bienaventurados los que lloran y

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sufren, porque serán consolados.—Bienaventurados los hambrientos

y los sedientos de justicia, pues seránsaciados.

—Bienaventurados los que sufrenpersecución por amor a la justicia,pues que es de ellos el reino de loscielos.

—Bienaventurados vosotros, quesois pobres, porque vuestro es el reinode los cielos.

—Bienaventurados vosotros queahora tenéis hambre, porque seréissaciados.

—Dichosos sois, vosotros queahora lloráis, porque reiréis.

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—Dios no quiere la muerte delpecador, y sí que él viva y searrepienta.

—El hijo de Dios vino a buscar ysalvar lo que se había perdido.

—De las ovejas que el Padre meconfió, ninguna se perderá.

—Si quieres entrar en el reino deDios, ven, toma a tu cruz y sígueme…

—¡Yo soy el Gran Médico de lasalmas y vengo a traeros el remedio queos ha de curar!

¡Los débiles, los sufridores y losenfermos son mis hijos predilectos!¡Vengo a salvarlos!

Venid pues a mí, vosotros que sufrís

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y que os halláis oprimidos, y seréisaliviados y consolados.

—Vengo a instruir y consolar a lospobres desheredados. Vengo a decirlesque eleven su resignación al nivel desus pruebas, que lloren, por cuanto eldolor fue consagrado en el Jardín delos Olivos, pero que esperen, puestoque también a ellos los ángelesconsoladores vendrán a enjugar suslágrimas.

Vuestras almas no están olvidadas,yo, el Divino Jardinero, las cultivo enel silencio de vuestros pensamientos.

Dios consuela a los humildes y dafuerza a los afligidos que la piden.

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Su poder cubre la Tierra y, portodas partes, junto a cada lágrimacolocó Él un bálsamo que consuela.

—Nada queda perdido en el reinode nuestro Padre y vuestros sudores ymiserias forman el tesoro que os haráricos en las esferas superiores, dondela luz substituye a las tinieblas y dondeel más desnudo de entre todos vosotrosserá tal vez el más resplandeciente [12].

Era un desfile arrebatador deescenas, donde el amable Consolador sedestacaba irradiando una invitaciónirresistible para nosotros, condenados,sufridores y sin esperanzas, mientras elorador recordaba las divinas acciones

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practicadas por Él…Un silencio religioso presidía las

tribunas. Una vibración de emocionesdesconocidas llegaba, a lasprofundidades sensibles de nuestrosespíritus atribulados y tristes, unaalborada de confianza, un preludioprometedor de la fe que nos deberíaimpulsar hacia los albores de lasalvación.

Atónitos por el interés de laenseñanza poderosamente seductora,mirábamos extasiados aquellas escenassugestivas, creadas momentáneamentepara nuestra iluminación, y en las quesobresalía el Nazareno socorriendo a

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los desgraciados, mientras la palabraafable del orador, envuelta en ondasfluídicas del pensamiento caritativo delos seres angélicos que nos asistían,instruía tiernamente, con entonacionesque repercutían hasta el fondo denuestros espíritus sedientos de consuelo,como imprimiendo en lo más profundo,para siempre, la imagen incomparabledel Médico Celeste que nos deberíacurar. Entonces sentimos que, porprimera vez, desde hacía muchos años,la esperanza bajaba su manto de luzsobre nuestras almas enlutadas por lastinieblas del desánimo y de la impíaincredulidad.

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De repente, un grito angustioso, desuprema desesperación, rasgó lamajestad del religioso silencio quebendecía el salón.

Uno de nuestros compañeros, deaquellos a quienes denominábamos"destrozados" durante el cautiverio en elValle Siniestro, por conservar en elcuerpo astral las trágicas sombras deldestrozo del cuerpo bajo las ruedas depesados vehículos, y cuyo estado deincomprensión y sufrimiento, muy grave,había exigido la ayuda humana parapoder ser aliviado, esperando recibirtambién alivio a los padecimientos quele exasperaban, se arrojó de rodillas al

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suelo y suplicó entre lágrimas, tanpunzantes que llenaron de compasión lasfibras de los presentes, como en otrotiempo habrían hecho los desgraciadosante la presencia del dulce Rabino deGalilea:

—¡Jesucristo! ¡Mi Señor ySalvador! ¡Compadeceos también de mí!¡Yo creo, Señor, y quiero vuestramisericordia! ¡No puedo más! ¡Nopuedo más! ¡Enloquecí en elsufrimiento! ¡Socorredme, Jesús deNazaret, a mí también, por piedad!…

A una señal de Alceste y de Romeu,los bondadosos enfermeros leampararon, conduciéndole hasta la

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médium, una señora joven, que en lavíspera se había comprometido paraeste trabajo, según las investigacionesde los trabajadores del Instituto antes demarcar la reunión. Dos médicos,responsables por el espíritu en cuestión,le acompañaron, estableciendo su unióncon el precioso vehículo, y tambiénofreciendo a éste la más desveladaasistencia, para que no sobrevinieseningún contratiempo.

¡La escena entonces alcanzó el cénitmás patético y, al mismo tiempo, el mássublime que se pueda imaginar!

Apoderándose de un cuerpo que leprestaban piadosamente por algún

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tiempo, con la intención cristiana debeneficiarle y ayudarle a conseguiralivio, el desgraciado suicida sintió, entoda su plenitud, la tragedia que hacíalargos años venia experimentandoviviendo en las tinieblas de un martirioinconcebible… pues tenía ahora, a sudisposición, otros órganos materiales,en los cuales sus vibraciones, ardientesy tempestuosas, encontradasbrutalmente, volvían plenamenteanimalizadas para producir en sutorturado cuerpo astral repercusionesminuciosas de lo que ocurrió. Reflejósobre la médium todo el pavorosoestado mental que arrastraba, gritos

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punzantes, estertores macabros, terroresindecibles, que tradujo, tanto cuanto lefue posible a los encarnados allípresentes, la asombrosa calamidad quela tumba encubría.

Enloquecido, viendo sobre la mesalos fragmentos en que se habíaconvertido su desgraciado cuerpo decarne, tirado por él mismo bajo lasruedas de un tren, ya que su estadomental le hacía ver el mal que existía ensí mismo y que violentaba su conciencia,arrebató a la joven médium en penosasagitaciones y, de bruces sobre la mesa,se puso a juntar aquellos mismosfragmentos, intentando reorganizar los

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pedazos del cuerpo, que veía, lleno dehorror, eternamente dispersos sobre lasvías, presa dramática de una de las másterribles alucinaciones que el Más Alláacostumbra a registrar.

Era la viva estampa de la afirmacióndel Evangelio:

— "y seréis arrojados en lastinieblas exteriores, donde llorareis ychirriareis los dientes"

La infortunada oveja descarriada,que desdeñó oír las advertencias delprudente y sabio Pastor de Galilea, ibanerviosamente, tirando papeles, libros ylápices que estaban colocados sobre lamesa, a disposición de los psicógrafos,

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y, creyendo reconocer en ellos suspropias vísceras despedazadas, huesostriturados y carnes sangrientas, elcorazón, el cerebro, reducidos amontículos repugnantes, los mostraba,llorando convulsivamente, al presidentede la reunión, a quien veía con facilidad,suplicando su intervención ante Jesús elNazareno, ya que tan bien le conocía,para remediar la alucinación de sentirseasí despedazado y reconocerse, ysentirse vivo. Nervioso, inquieto y muyexcitado, el prisionero de los tentáculosmalvados del suicidio, reía y lloraba aun mismo tiempo, suplicaba y gemía, seretorcía y aullaba, y veía, sofocado en

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lágrimas inflamadas por el martirio, eldrama inconmensurable que para símismo había creado con el suicidio, elremordimiento inconsolable de preferirla incredulidad en que había vivido ymuerto a la conformidad que aconsejaprudencia frente a las penas de laadversidad, pues, reconocía ahora,tardíamente, que todos los dramas que lavida terrena presenta son meroscontratiempos pasajeros, contrariedadesbanales, comparados a los monstruosossufrimientos resultantes del suicidio,cuya naturaleza e intensidad ningún serhumano, ni siquiera un espíritudesencarnado, es capaz de medir, si no

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lo ha experimentado.El presidente, a quien inspiraban

amorosamente tutelares invisibles,conmovido, le habla piadosamente y leconsuela mencionando la luz sacrosantadel Evangelio del Maestro Divino comoel recurso supremo y único capaz desocorrerle, dándole su palabra de honor,que el Médico Celeste intervendrá,proporcionándole alivio inmediato a losextraños males que le afligen.

Hizo una oración, sencilla yamorosa, después de invitar a todos loscorazones presentes a elevarse con él enel espacio infinito, en busca del senoamoroso de Jesús, para suplicarle

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merced inmediata para el desgraciadoque necesitaba serenidad para eliminarde la mente la visión macabra que supropio delito, desertando de la vida porel atajo del suicidio, fustigaba su alma.

Le acompañaron de buena voluntadtodos cuantos se interesaban por elinfeliz alucinado: encarnados quecomponían la mesa, desencarnadosinstructores y vigilantes, asistentes guíasdel Centro, lanceros y hasta nosotros,los delincuentes, más serenos, yprofundamente conmovidos.

Los Directores de nuestra Coloniaque desde el secreto del Templo, asistena todo cuanto se desarrolla entre

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nosotros oran; lo mismo hacen Teócritoy sus adjuntos, que, desde el hospital,asisten a los trabajos a través de losextraordinarios aparatos que conocemoso simplemente sirviéndose de la doblevista, que accionan fácilmente.

Y así, gracias al impulso vigorosode los pensamientos homogéneos detantos corazones fraternalmente unidosbajo la más bella y desinteresadacaridad, la oración depurada y santa setransformó en una cadena vigorosa deluz esplendorosa, que en unos minutosalcanzó el blanco sagrado y volviófecundada por el abrazo de su divinamisericordia. Cada pensamiento, que se

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une a los demás en compasión, cadaexpresión caritativa extraída delcorazón, que sube en busca del PadreAltísimo a favor del infeliz castigadopor el suicidio, que necesitó la ayudahumana para adaptarse al Más Allá, sonvoces esperanzadoras y bálsamofecundo que proporciona descanso eindicios de bonanza en las tempestadesque sacuden su espíritu, inmerso en ladesgracia.

A la oración siguió un silencioimpresionante, como sólo existió sobrela Tierra en otro tiempo, durante lapráctica de los misterios, en lossantuarios de los antiguos templos de

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ciencias orientales. Todos estabanconcentrados, sólo la médium seretorcía y lloraba, traduciendo elasombro de la entidad comunicante.

Poco a poco, sin proferir palabra, ymientras trabajaban sólo las fuerzasmentales de desencarnados yencarnados, se produjo la divinaintervención… que debemos describir,por su trascendencia.

Las vibraciones mentales de losasistentes encarnados, y particularmentede la médium, cuya salud físico-material, físico-astral, moral y mental,se encontraba en condicionessatisfactorias, según el análisis previo

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llevado a cabo por los instructores,reaccionaban contra las delcomunicante, que, viciadas, enfermas,positivamente descontroladas, chocabanviolentamente sobre aquellas, comoondas revueltas de un inmenso torrenteque se derramase en el seno del océano,hermoso y arrogante, reflejando losesplendores del firmamento soleado.

Se estableció, así, una dura lucha, enla sublime operación psíquica, en quelas influencias saludables, fluidosmagnéticos mezclados de esenciasespirituales, donados por la médium ypor los guías asistentes, deberíanimponerse y domar a las emitidas por la

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entidad sufridora, incapaz de produciralgo que no fuese inferior.

La cadena poderosa dio, en pocotiempo, los frutos saludables que eran deesperar, dominando suavemente a lasvibraciones nefastas del suicida despuésde pasar por la médium, quematerializándolas y adaptándolas enafinidad con el paciente, hacía que él lasasimilase. El cuerpo astral del espírituse resentía de las impresionesanimalizadas dejadas por el cuerpocarnal que se extinguía bajo la piedradel sepulcro.

Era como si se aplicase anestesia enla organización fluídica del penitente,

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aliviando su excitación, para situarla encondiciones de recibir la verdaderaterapia requerida por el caso. Era comoun sedativo divino que extendíapiadosamente sus diáfanas virtudessobre sus llagas anímicas, a través delfiltro humano representado por elmagnetismo mediúmnico, sin el cual elinfeliz no podía asimilar ningúnbeneficio que se le quisiera aplicar. Lainfiltración de esencias preciosas que lamédium recibía de lo Alto, o de losmentores presentes, transmitiéndolas alpaciente era como una transfusión desangre en un moribundo que le devuelvea la vida después de haberse encontrado

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al borde de la tumba.Lentamente la médium se quedó

tranquila, porque el desgraciado"destrozado" se calmó. Ya no veía lassecuencias mentales del acto temerario,es decir, que desapareció la visión delos fragmentos de su propio cuerpo, queen vano intentaba recoger pararecomponerlo.

Una grata sensación de alivioatravesaba sus fibras periespiritualesdoloridas por la amargura soportada portanto tiempo… Continuaba el silencioaugusto propicio a las dulcesrevelaciones inmateriales del amparomaternal de María, y de la misericordia

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inefable de su Hijo inmaculado. Por elrecinto repercutía todavía la melodíaevangélica, como una sinfonía sideralque prodiga esperanzas:

—"Venid a mí, vosotros que sufrís yos halláis sobrecargados, que yo osaliviaré… "

Mientras, él lloraba desahogándose,atisbando la posibilidad de una mejorsituación. Sus lágrimas ya no traducíanlos estertores violentos iniciales, y sí laexpresión agradecida de quien siente laintervención saludable…

Entonces, Alceste y Romeuaccionaron las fuerzas de la intuición,con vehemencia, sobre la mente del

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presidente de la mesa, que se coronó deluminosidad. Se aproximaron lostécnicos del aparato mediúmnico, al queel infeliz se ajustaba. Le explica elpresidente, detalladamente, cuanto lesucedió y porqué le sucedió. Le da unaexplicación clara, de lo que aquellosagentes corporifican con la creación deescenas demostrativas. Vimos que serepetía entonces en la sesión espiritistaterrena lo que habíamos asistido en lasasambleas del Hospital presididas porel insigne Teócrito: la vida del pacienteresurge, como fotografiada, y reflejadaen esas escenas, de sus mismosrecuerdos, desfilando ante sus ojos

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desde la cuna hasta la tumba cavada porel mismo.

Volvió a ver lo que hizo, asistió alos estertores rápidos de la agonía quese ofreció a sí mismo bajo las ruedasdel tren; contempló, perplejo y aterrado,los destrozos a los que su gesto brutalredujo su configuración humana llena devigor y de savia para la continuación dela existencia… pero lo hizo ahora ya sinaquellos destrozos, como si hubieradespertado de una horrible pesadilla…

Observó realmente, deshecho enlágrimas, que manos piadosasrecogieron sus despojos ensangrentadosde las vías; asistió conmovido al sepelio

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en tierra consagrada de los mismos… yvio la figura reconfortante de una cruzmontando guardia en su sepultura.Comprendió de esta forma y aceptó elacontecimiento que tenía dificultades yrepulsa en acatar, es decir, que erainmortal y continuaría viviendo,viviendo todavía y para siempre, a pesardel suicidio.

De nada le había servido laresolución infernal de pretender burlarlas leyes divinas sino para sobrecargarsu existencia, así como la conciencia, deresponsabilidades graves. Si el cuerpomaterial se extinguía en el polvo de unsepulcro —el espíritu, que es la

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personalidad real, porque desciende dela luz eterna del supremo Creador,marcharía indestructible hacia el futuro,a pesar de todas las dificultades ycontratiempos, vivo y eterno como lamisma esencia inmortal que le habíadado la vida.

¡Oh, Dios del Cielo! ¿Qué oficioreligioso superará en gloria a esasencilla reunión, desprovista de atavíosy repercusiones sociales, pero donde elalma atribulada de un suicida, incrédulode la misericordia de su Creador,desesperada por los sufrimientos y lainclemencia de los remordimientos, seconvierte a la fe, por la dulzura

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irresistible del Evangelio del DulceNazareno?… ¿Qué ceremonia, quéritual, festividades y pompas existentessobre la Tierra podrán codearse con lamagnificencia del santuario secreto deun núcleo de estudios y trabajosespirituales donde los misioneros delamor y de la caridad del unigénito deDios en su nombre sobrevuelan,inmersos en vibraciones puras y sinmancha, ofreciendo a los iniciadosmodernos, que se congregan en cadenasmentales excelentes, el preciosoejemplo de una nueva práctica de lafraternidad?…

¿En qué sector humano encontraría

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el hombre glorificación más honrosapara condecorar su alma, que esa, de serelevado a la meritoria categoría decolaborador de las esferas celestes,mientras los embajadores de la luz ledesvelan los misterios de la tumbaofreciéndole la sacrosanta enseñanza deuna moral redentora, de una cienciadivina, con la intención de reeducarlepara su definitivo ingreso en el redil delDivino Pastor?…

¡Hombre! ¡Hermano, que, como yo,desciendes del mismo foco glorioso deluz! ¡Alma inmortal predestinada aexcelsos destinos en el seno magnánimode la eternidad! ¡Apresura la marcha de

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tu evolución hacia lo alto en los caminosdel conocimiento, reeducando tucarácter a la luz del Evangelio delCristo de Dios! ¡Cultiva tus facultadesanímicas en el silencio augusto de lasmeditaciones nobles y sinceras; olvidalas vanidades depresivas, relega losplaceres mundanos que para nada sirvensino para excitar tus sentidos enperjuicio de las felices expansiones delser divino que palpita en ti, aleja bienlejos de tu corazón el egoísmo fatal quete hace inferior en el concierto de lassociedades espirituales… pues todo esono son más que escollos terribles quedificultan tu ascensión hacia la luz!…

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¡Abre tu seno para la adquisición devirtudes activas y deja que tu corazón sedilate para la comunión con el cielo!

Entonces, las aristas del calvarioterrenal por el que caminas seránaliviadas y todo parecerá más suave ymás justo a tu entendimiento aclaradopor la comprensión sublime de laverdad, pues habrás acogido en tu seno alas fuerzas del bien que emanan delsupremo amor de Dios… Y después,cuando hayas renunciado, cuando seascapaz de las rígidas reservas necesariasal verdadero iniciado de las cienciasredentoras, cuando hayas apartado tucorazón de las ilusiones efímeras del

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mundo en el que experimentas lasabiduría de la vida, y tu alma se sientaconmovida por el santo ideal del amordivino —que tus dones mediúmnicos seentreabran cual preciosa y cándida florceleste, hacia la convivencia ostensivacon el Mundo Invisible, deshojandopétalos de caridad fraterna al paso delos infelices que no supieron prevenirsea tiempo, como tú, con las fuerzasindestructibles que al alma leproporciona la ciencia del Evangelio deCristo.

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CAPÍTULO VIINUESTROS

AMIGOS, LOSDISCÍPULOS DEALLAN KARDEC

En los intervalos que existían entreuna reunión y otra no volvíamos anuestro refugio de la espiritualidad.Permanecíamos en el mismo ambienteterrestre, por ser el viaje a emprenderexcesivamente difícil para un gruponumeroso y pesado como el nuestro,

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para repetirlo diariamente.Quedamos pues, entre los hombres,

cerca de dos meses, tiempo necesariopara la realización de las reunionesíntimas ya que carecíamos de otrosgrupos de preparación iniciática. En losotros, sólo existían los principios yconceptos morales y filosóficos que eranexaminados, sin la práctica de losmisterios.

Nuestra calidad de suicidas, cuyaaura virulenta por radiaciones inferiorespodría llevar a la perturbación y a larepugnancia a las pobres criaturasencarnadas a las que nos acercásemos, orecibir de ellas influencias perjudiciales

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para el delicado tratamiento al queéramos sometidos, nos inhibía depermanecer en cualquier recintohabitado o visitado por almasencarnadas.

Conviene aclarar que éramosentidades en vías de preeducación, y,por eso, sometidas a reglas muy severasde conducta, lo que impedía queviviéramos tranquilamente entre loshombres, influenciando negativamente ala sociedad terrestre… cosa quefatalmente sucedería sipermaneciésemos rebeldes yrecalcitrantes en el error.

Nos conducían a lugares

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pintorescos, en los alrededores de loslugares en que nos encontrásemos, ydonde era difícil ver hombres: bosques,prados sombreados por árboles frutalesy colinas fértiles y verdes donde elganado saboreaba el pasto fresco de supredilección. Se levantaban tiendas ysurgía bajo el azul del cielo brasileño ylos rayos del sol, una aldea graciosa ybucólica, invisible a los ojos humanos,pero muy real para nosotros.

Por la noche, una tierna melancolíaendulzaba nuestras amarguras deexiliados del hogar y de la familia,cuando, a la vuelta de las conferenciasevangélicas durante las reuniones de los

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espiritistas cristianos, nos quedábamos ameditar, bajo el silencio inalterable delas colinas o de la placidez de losvergeles, rememorando las leccionesfecundas sobre la existencia del sersupremo como creador y padre, mientrasmirábamos el cielo tachonado deestrellas.

En ese momento, ampliaban nuestroraciocinio profundas elucubraciones,mientras contemplábamos, enternecidoscomo jóvenes enamorados, aquelespacio sideral pleno de la gloria con laque el arquitecto Supremo le dotó:astros fulgurantes e inmensos, solespoderosos, centros de fuerza, de luz, de

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calor y de vida, mundos arrebatadoresde belleza y grandeza inconcebibles,cuyo esplendor llegaba hasta nuestravisión de presos del mundo invisiblecomo amorosa señal fraterna,confirmando que también ellosalbergaban a otras humanidades, almashermanas nuestras en marcha hacia laredención, enamoradas del bien y de laluz, y, como nosotros, provenientes delmismo soplo paternal divino que ennuestro interior sentíamos ahorapalpitar, a pesar de la extrema pobrezamoral en que nos debatíamos. Por todaspartes se notaba la expresión gloriosadel pensamiento del Altísimo hablando

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de Su poder, de Su amor, de Susabiduría…

Era frecuente que, bajo el susurrotierno de los árboles de aquellascolinas, ante las dulces vibraciones querefrescaban la noche clara, nuestrosamigos, los discípulos de Allan Kardec,es decir, los médiums, losadoctrinadores, los evangelizadorescuyo altruismo y buena voluntad tantocontribuían para alivio de nuestrasinquietudes, nos visitasen en nuestrocampamento, en lo callado de la noche,aunque sus cuerpos físicos reposaban enun sueño profundo.

Hablaban con nosotros piadosa y

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amorosamente, pues tenían libre accesoa nosotros, ampliaban aclaracionessobre la excelencia de las doctrinas queprofesaban, revelándose respetuososcreyentes de la paternidad de Dios, de lainmortalidad del alma y de la evolucióndel ser hacia su todo poderoso creador.

Grandes entusiastas de la fe, nosinvitaban al amor a Dios, a la esperanzaen su paternal bondad, a la confianza enel porvenir reservado por Él al génerohumano, al coraje para vencer, como labase para tener serenidad en el granesfuerzo por el progreso.

Todos ellos, aseguraban ser unaprueba de la excelencia de las

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enseñanzas filosóficas ofrecidas por ladoctrina que seguían, cuyas bases,asentadas en la moral grandiosa deldivino modelo y en la ciencia de loinvisible, les había transformado enrígidas fortalezas de fe, capaces deresistir a toda adversidad con el ánimosereno, la mente equilibrada y la sonrisaen los labios, indicando el cielo quetraían en sí mismos, gracias a losconocimientos superiores que tenían dela vida y el destino humano.

Exponían, entonces, llenos deelocuencia, los ardores de la adversidadcon la que muchos de ellos luchaban, y,oyéndoles, nos asombrábamos,

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viéndoles superiores: este varónrespetable, cabeza de familia numerosa,era paupérrimo, luchando sin tregua porla subsistencia de los suyos, aquel otro,incomprendido en el hogar, aislado en elseno de su propia familia, que norespetaba su derecho sagrado de pensary de creer como mejor le pareciese, estaseñora, cargando la pesada cruz de unmatrimonio desventurado, subyugada alimperativo de duras humillaciones ydisgustos diarios… esta otra, que viomorir a su hijo único en plena juventud,soporte y dulzura de su viudez y de suvejez, y esta joven, en vísperas de laesperada boda, se había visto

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traicionada por aquel a quien amaba…pues el ser iniciado en el EspiritismoCristiano no excluye la necesidad degrandes reparaciones y testimoniosdolorosos.

Sin embargo, la serenidad y unapaciente conformidad presidían esoschoques en sus corazones, al habersevuelto confiados hacia el seno amorosode Jesús, fieles al convite que recibíande Él permanentemente. Habían abiertosus corazones y su entendimiento a lasdulces influencias celestes,sublimándose a los influjos asistencialesde sus guías instructores… y ahoramarchaban confiados, esperando el

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futuro y la victoria final.No tuvieron vergüenza, antes bien

fue con visible buen humor que dijeronque entre ellos había los que iban parael cumplimiento del deber en susreuniones sin haber cenado, por escasezde recursos, pero que no por eso sesentían desgraciados, pues esperabanque el Padre supremo, que viste loslirios de los campos y provee lasnecesidades de los pájaros que vuelanen el aire [13], también remediaría susituación, tan pronto como fueseposible… y se sentían fuertes para, porsí mismos, y escudados en la fe y en elbuen ánimo consecuente de ella,

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reaccionar contra la penuria delmomento oportuno, y vencer.

De esa diaria convivencia, seestablecieron grandes afectos, sobretodo entre nosotros, desencarnados, quenos sentíamos sinceramente agradecidospor el interés que nos dispensaban y lainestimable gratitud que les debíamos[14].

Teníamos permiso para seguirles ensus jornadas laboriosas, en eldesempeño de la beneficencia. Esaslabores nos servían de magníficalección, ya que, arraigados al insanoegoísmo, no comprendíamos comopodría alguien dedicarse al bien ajeno

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con tan elevada demostración dedesinterés y amor fraterno. Dedicaréalgunas líneas de este relato a ladescripción de esa laboriosidad a la queasistimos, sólo refiriéndonos a lorealizado por ellos en cuerpo astral,durante las horas dedicadas al sueño yal descanso físico-material.

Los médiums, y demás iniciadoscristianos encarnados, comisionados porel Instituto María de Nazaret, merecíansu confianza y estaban bajo su vigilanciahasta terminar los compromisos quehabían asumido con sus directores.Muchas veces, sin embargo, esavigilancia se extendía por tiempo

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indeterminado, pasando el aprendizterreno a formar parte del grupo detrabajadores de la Colonia, es decir quese convertía en colaborador de la magnaLegión de los Siervos de María.

Si estaban verdaderamentededicados al ministerio apostólico queexperimentaban bajo los auspicios de laDoctrina de Allan Kardec, no limitabanla ayuda de su buena voluntad a lassesiones semanales en el Centro. Alcontrario, ensanchaban el radio deacciones propias haciendo un esfuerzofavorable para la causa a la que servían.

A lo largo de la noche, setransportaban a grandes distancias, en

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cuerpo astral, uniéndose a sus mentoresy guías para nobles realizaciones. Engrupos de diez o menos, lesacompañaban con la intención deinstruirse y seguirles en lasperegrinaciones dignificantes en pro dela causa abrazada por el Maestromagnánimo. Sus tutelares y asistentesdirigían los servicios, y los mentores dela Legión formaban también parte de lacomitiva.

Durante los dos meses de nuestraconvivencia en la Tierra, tuve ocasiónde seguirles algunas veces, acompañadode otros compañeros, inclusoBelarmino, y de nuestros amigos, los de

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Canalejas y Ramiro de Guzmán.Dirigidos por sus instructores

espirituales, visitaban hospitales en elsilencio de la noche, acercándose a loslechos en que gemían pobres enfermosdesesperanzados y tristes, con elpiadoso interés de darles alivio y vigorcon aplicaciones magnéticasrevitalizadoras. Les hablabanamigablemente, valiéndose de lasomnolencia en que les veíansumergidos, les reanimabaninfundiéndoles la fe y esperanza queiluminaban sus espíritus de creyentesfieles, les daban coraje y voluntad devencer a través de consejos y

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sugerencias cuya inspiración recibían desus bondadosos acompañantes.

Ingresamos también en domiciliosparticulares, observando que laintención que llevaban era siempre la deservir y aprender, ya fuera una visita alos palacios, a las chozas y hasta a losprostíbulos, pues entendían, con susguías, que también aquí había corazonesa consolar y espíritus enflaquecidos quelevantar y aconsejar…

Otras veces solicitaban nuestracooperación en el empeño de consolar agrandes infelices, es decir, a personasencarnadas que vivían dolorosaspruebas, y que tendían, fatalmente, al

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desánimo y la desesperación. Nosllevaban al Centro al que pertenecían y,allí, mientras sus cuerpos materialescontinuaban en profundo sueño, asícomo los de aquellos por quienes seinteresaban, reanimaban a los pobressufridores exponiéndoles conceptosvivos y prudentes, administrándoles lasgrandiosas enseñanzas evangélicas queenriquecían sus propias almas y hacíande ellos grandes y animosos luchadoresdiarios, incapaces de darse porvencidos, ni desanimarse odesesperarse…

En esos momentos prestábamosnuestra dolorosa experiencia, hablando

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del abismo del suicidio al que nuestrafalta de ánimo nos arrastró. Belarminoencontraba la oportunidad, entonces,para expandir su verbo arrebatador deorador fecundo y brillante; y más de unavez pudo salvar, de una caída cierta, ainfelices que ya se inclinaban hacia laoscura región de la cual veníamos. Todoeso nos sirvió de valiosa enseñanza,ejemplos y aclaraciones de alto valor, ala vez que la reacción consoladora nosreanimaba y daba esperanzas.

Pasados dos meses, y no necesitandoya recibir nada más del plano materialterreno, se ordenó el regreso de el grupoa la Colonia del Astral.

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Emocionados, abrazamos en laúltima visita a nuestra bucólica aldeapara las despedidas a esos tiernos ysencillos amigos, cuyos corazones noshabían comunicado tanta placidez yprestado tanto vigor a nuestras almasvacilantes. A pesar que sus cuerposcarnales se mantenían adormecidoscuando iban a vernos, les veíamosrealmente, como hombres o mujeres, sinque llegase a impresionarnos ladiferencia del envoltorio.

Les juramos afecto inquebrantable ygratitud eterna, les prometimos visitasfrecuentes tan pronto como lopermitiesen las circunstancias, así como

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recompensar las gentilezas y pruebas deconsideración con que nos habíanhonrado, en el momento queestuviésemos capacitados para ello. Asu vez prometieron continuarinteresándose por el drama que nosaprisionaba, bien orando a la clemenciadivina en nuestro favor, otransmitiéndonos sus expresiones deamistad a través de las misivastelepáticas que sus facultades anímicascomenzaban a producir, promesa quenos halagó inmensamente.

En efecto, después de llegar anuestro hospital, frecuentementeveíamos sus figuras amigas

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destacándose en la lucidez de nuestrosaparatos de televisión, envueltassiempre en las ondas opalinas de laoración y de los pensamientos generososcon que elevaban a Dios los votos quehacían por la mejoría de nuestrasituación.

Pasando dos largos meses sobre laCostra terrestre, huéspedes de losserenos cielos brasileños, losguardianes no nos concedieronautorización para visitar los sitiosqueridos de nuestra Patria, cuyo añoradorecuerdo humedecía de llanto las fibrassensibles de nuestras almas, pero nospermitieron, sin embargo, conocer a

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estos amigos serviciales y gentiles,dóciles y humildes, discípulos del noblemaestro de la iniciación —Allan Kardec—, a cuya memoria, desde entonces,pasamos a rendir respetuoso homenajede admiración. Pensábamos, con ternuray sinceridad: —¡Una doctrina como esa,capaz de elevar los corazones,iluminándoles con las manifestacionesde la Bondad, como veíamosirradiándose en torno de nuestros nuevosamigos, no puede estar lejos de lasverdades celestes!

Pasaron dos años, largos ytrabajosos, en los que lloramos muchobajo el peso de los remordimientos,

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analizando diariamente el errorcometido contra nosotros mismos, contrala naturaleza y las sabias leyes delsempiterno, volviendo a la situaciónamarga dejada por el suicidio.Asistimos en ocasiones a otrasreuniones en los gabinetes terrestres deexperimentos psíquicos, visitando anuestros amigos y hablándoles por víamediúmnica.

En ese tiempo me relacioné con unmédium dotado de una extraordinariafacultad, que nos visitabafrecuentemente, a mí y a los demás, biena través de los pensamientos eirradiaciones benévolas que dirigía a

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nuestro favor o en el fervor de laoración.

Debo confesar que era compatriotamío, lo que me atrajo y sensibilizópoderosamente. Minucioso, valiente,impávido, incluso imprudente, eratambién un entusiasta de las cienciasinvisibles, para las que se inclinaba confervor, al extremo de rondar, cualromántico enamorado, las murallas denuestra Colonia, en cuerpo astral,durante el reposo nocturno o enexpresivos trances mediúmnicos,intentando atraernos para ponerse encomunicación directa con nosotros, loque preocupaba soberanamente a

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nuestros instructores y a la dirección dela Colonia.

No le permitían la entrada por sermuy peligroso para él el contacto tandirecto con un ambiente exclusivo decondenados, pero le proporcionabanguardia y asistencia para el retorno,tomando en cuenta la sinceridad de susintenciones, ya que tenía que pasar porlugares peligrosos de la espiritualidad.

Ese amable e intrépido amigoposeía, es cierto, consejeros y guías,asistencia particular, como médium queera. Pero tenía también su librealbedrío, es decir la voluntad de actuarcomo quisiera, ya que le fue

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recomendado seguir la disciplinaapropiada al ejercicio de las facultadesmediúmnicas, que el iniciado debeobservar con el máximo rigor

Él, sin embargo, se arrojabaimprudentemente por lo invisible,atreviéndose por sombrías regiones sinesperar la invitación de sus mentores,escudándose en la ardiente fe que leinspiraba el deseo del bien. Una de lasveces que visitamos a nuestros amigosbrasileños, los mentores nosconcedieron una entrevista con elcompatriota.

Le visitamos de forma inesperada yfuimos vistos fácilmente por él, que se

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alegró sinceramente, mientras me dabanórdenes de decirle algo por víamediúmnica, como recompensa a su grandedicación. De repente me vi,conmovido, indeciso, perturbado,escribiendo para mis antiguos amigos deLisboa y de Oporto, después de tantosaños de ausencia. Visitamos sólo almédium, volviendo a los puestos deconcentración del grupo inmediatamente.

A pesar de todo eso, proseguían lasdisciplinas de los primeros días sinalteraciones: continuábamoshospitalizados, sometidos a untratamiento meticuloso y a ejercicioscomplejos para corregir los vicios

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mentales así como a instrucciones y a lapráctica en los servicios depreeducación.

Conocíamos ya la lógica férrea de lareencarnación —fantasma que asustabaa cualquier espíritu delincuente y enparticular a un suicida—, ya que él seniega a aceptarlo, aunque estáíntimamente convencido de que esverdad, lo niega porque lo teme,sintiendo todavía, que cada día quepasa, cada minuto que transcurre en elestadio consolador donde le asisten susguías, es atraído por la reencarnacióncomo un trozo de acero lo es por unimán poderoso e irresistible, aunque

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trate de alejarla de sus pensamientos,sabiendo que es un destino tan inevitablecomo lo es la muerte para los humanos.

Pero todavía no la habíamosexperimentado personalmente en loreferente a las vidas anteriores,escudriñando los archivos delsubconsciente para contemplar nuestroser en la plenitud de su inferioridadmoral. Nuestra calidad de suicidas,cuyas vibraciones excitadas nostorturaban la mente con repercusiones eimpresiones excesivamente dolorosas,retrasaba lograr ese progreso que, por elcontrario, se verifica fácilmente en lasentidades normales o evolucionadas.

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Para ese tiempo habíamosestrechado poderosamente nuestrasrelaciones de amistad con el personal delos servicios hospitalarios, yparticularmente cada grupo con susguías responsables más directos, esdecir, médicos, enfermeros, vigilantes,instructores y psicólogos.

El asistente que más asiduamentenos seguía era el joven médico españolRoberto de Canalejas, cuyas excelentescualidades intelectuales y moralesveíamos diariamente. Él, su padreCarlos de Canalejas, hidalgo español,alma de apóstol, corazón angelical, yJoel Steel, merecían las más efusivas

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demostraciones de amistad y respeto, denuestro pabellón en general y de nuestraenfermería en particular.

Roberto, sin embargo, no era unaentidad muy evolucionada, aunque fueseaventajado su capital de prendasmorales adquiridas por él duramente através de existencias planetarias. Setrataba de un espíritu en marcha hacia elprogreso, y había venido de la tumba nohacía ni siquiera un siglo, después deuna encarnación reparadora muy dura,en la que el dolor de una brutal traiciónconyugal había despedazado su corazóny la felicidad que creía disfrutar.

Roberto había visto desmembrarse

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su hogar por el perjurio de la esposa aquien había amado con todo su corazóny vio morir a su hija querida, laprimogénita de esa unión que todo hacíasuponer era venturosa y duradera, a lossiete años de edad, víctima de lanostalgia originada por la ausenciamaterna, agravada con la tuberculosisheredada de su padre, que, a su vez, lahabía adquirido en sus investigacionescon enfermos portadores del terriblemal, ya que, como médico, se dedicabaa estudiarlo.

Sufrió humillaciones penosas y milsituaciones difíciles, a causa deldesigual casamiento que hizo, al

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apasionarse irremediablemente por laencantadora Leila, hija del conde deGuzmán, nuestro muy amado amigo de lavigilancia. Correspondido convehemencia por la voluble muchacha,que entonces contaba apenas quinceprimaveras, se unió a ella en matrimonioa pesar de la oposición de D. Ramiro,que, conociendo a su hija, no augurabaun final feliz para la pareja. Roberto deCanalejas, en verdad, no pasaba de unpobre y oscuro hijo adoptivo de unhidalgo generoso que le dio nombre yposición social, pero que había gastadosu fortuna en meritorias obras desocorro y protección a la infancia

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desvalida.A fines del siglo xvii vivió Roberto

una existencia en el centro de Europa,suicidándose en el año 1680. Por esadolorosa razón, en el siglo XX, en queestábamos en la espiritualidad, aúnsufría las consecuencias de ese acto,pues su drama conyugal sucedió enEspaña, en la primera mitad del sigloXIX, pero esa experiencia no fue igual alas vivencias que no soportó a fines delsiglo XVI.

Ese noble amigo, cuyo aspecto gravey meditabundo tanto nos atraía, tenía enel Más Allá la misma apariencia que enla última existencia, pasada en España:

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estatura media, barba negra y cerradaelegantemente terminada en punta, comousaban los aristócratas de la época, yacompañada de bigotes bien tratados;cabellera voluminosa y abundante, tezblanquísima, casi nívea, ojos negros,grandes, pensativos, que recordaban alos gitanos andaluces, y manos de dedoslargos indicando el ejercicio continuodel pianista o el mal terrible por el quemurió en su última encarnación.

Me relató él mismo esa síntesis desu vida, durante los paseos en que nosacompañaba por los senderos tranquilosdel parque del hospital. Lo hizo con laintención altruista de esclarecernos,

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intentándonos dar valor para enfrentar elduro futuro que nos aguardaba, ya que elsuicida debe reparar la debilidad de quedio prueba, remontando el desánimo quele ata a la inferioridad, con testimoniosdecisivos de fortaleza y resolucionessalvadoras.

Nos unió una afectuosa simpatía porél, quizás porque había conocido yamado a Portugal, viviendo allí losúltimos meses de su vida, donde habíasido sepultado o porque, además demédico, era también un artista deelevado mérito, cultivando la literatura yla música, y nuestro grupo se componíade intelectuales portugueses orgullosos

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de su patria. Este sentimiento seconvirtió más tarde en un inmortal afectofraternal.

Belarmino de Queiroz y Sousa, elpoliglota filósofo que, por ese tiempo,sólo a veces se acordaba del antiguomonóculo, era uno de sus más devotosnuevos amigos, pues pretendía descubrirde algún modo en él un igual. Robertonos confesó que había tenido la desdichade profesar doctrinas materialistascuando estuvo encarnado, renegando dela idea de un Ser supremo y rechazandola luz de los sentimientos cristianos porel dominio exclusivo de la ciencia,hecho que le había desamparado mucho

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ante los continuos sinsabores de laexistencia, agravando, más tarde, supropia situación moral, cuando sufrió elsupremo golpe en su hogar.

Continuamente se enfrascaban enlargas disertaciones en torno de los tanpalpitantes temas materialistas a la luzde la ciencia psíquica, respondiendoRoberto con lógica irrefutable a losargumentos vivos de Belarmino, quesólo había iniciado la reeducación en elcampo espiritual, pues traía aquel, sobreel interlocutor, la ventaja deconocimientos mucho más profundos nosolo en filosofía sino también en cienciay moral…

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Y había que verles, discutiendoamistosa y fraternalmente sobre los másbellos y profundos asuntos; el poliglotadeseando volver a aprender, renovandosus patrimonios sobre las ruinas de lasantiguas convicciones; el joven doctorencendiendo para él antorchas de lucesinéditas con las que orientar latrayectoria del porvenir, basándose enhechos positivos que eran tan del agradodel interlocutor. Muchas veces nosotros,los oyentes, sonreíamos furtivamente, alver la nulidad del pobre Belarmino, quese había considerado un iluminado en laTierra, ante un simple asistente dehospital de una Colonia de suicidas,

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humilde trabajador que ni siquiera teníaméritos sensibles en la Espiritualidad…

Un día en que se retrasó un poco másen la visita a nuestros apartamentos,dándonos la noticia de que recibiríamosalta dentro de pocos días, le dije:

—Mi querido doctor. Los pequeñosrelatos de tu vida, que tuviste lamagnanimidad de confiarme, llegaron alo más profundo de mi ser,conmoviéndome profundamente, yhaciéndome reflexionar. Fui novelista enla Tierra y procuré estampar en mishumildes producciones un determinadocarácter moral. Dejé en la Tierra unaobra voluminosa si no en calidad, —

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pues hoy reconozco que bien pequeñasfueron mis capacidades intelectuales—por lo menos en cantidad…

Confieso, sin embargo, queraramente inventaba mis novelas. Eranmás bien hijas de la observación con losretoques sentimentales que usé enocasiones para adornar la dureza de larealidad y así cautivar más rápidamentea editores y lectores, de los quedependía mi bolsa casi siempre vacía…lo que no debe ser una cualidad muyrecomendable para un escritor terrestre.

Ojalá, doctor, pudiese obtener de tufranqueza algunos informes acerca de tupropio drama personal, que tanto me

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impresionó, para que algún día pueda yovolver a la Tierra y, a través de unmédium, narrar a los hombres algointeresante intercalado con lasluminosas doctrinas que comienzo aaprender…

Quién sabe si podría yo transmitir alos antiguos lectores de mis obrasterrenas las maravillosas novedades conlas que aquí me enfrenté, adornándolascon aspectos reales de la vida íntima,tan humana y tan instructiva, de espíritusde aquí que conozco, y que fueronhombres y también sufrieron, y amaron,lucharon y murieron, como toda lahumanidad…

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Y digo esto porque he oído afirmar anuestros instructores, que es muymeritorio para un espíritu, deseoso deprogresar, romper las barreras de latumba para relatar a los hombres lasimpresiones recogidas en laespiritualidad, la moral que a todos losrecién venidos de la Tierra aquísorprende…

Él se quedó pensativo, mientras unaruda melancolía le ensombrecía elsemblante que yo me habíaacostumbrado a ver sereno, lo que mehizo arrepentirme de lo que había dicho.Pasados algunos instantes, sin embargo,respondió, como resucitando del pasado

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por mí tímidamente recordado:—¡Sí! Es meritorio para un espíritu

esa labor, precisamente por tratarse deuno de los más difíciles géneros quepodamos alguno de nosotros realizar.

Es más fácil penetrar en un antro deobsesores, en las capas más bárbaras dela esfera terrestre, para retenerlos,limitando su libertad, o a un antro demagia con su arsenal de patrañas, dondese practican atrocidades condesencarnados y encarnados, para anularsus intentos criminales; inclusoconvencer a un endurecido en el mal avolver a una reencarnación expiatoria,que conseguir vencer las barreras que

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representan la mente de un médium paraintentar transmitir la luz que aquí nosdeslumbra.

De entrada quiero aclarar que noexisten muchos médiums dispuestos atan delicado género de tareas, y cuandose nos presenta alguno que otro dotadocon las aptitudes necesarias, además noposeer la educación en moral cristiana,elemento indispensable para el finidealizado por los grandes instructoresque estimulan ese género deexperiencias, suelen estar atrincheradosen la comodidad, sin disposición para ladisciplina que por su propio beneficiose exige de ellos, así como en la duda y

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en la vanidad de que presumen estariluminados, predestinados,indispensables para el movimiento depropaganda de lo invisible, tanto, queanulan completamente nuestroentusiasmo, como si sus mentes nosbañasen con duchas heladas. De ahí elpreferir a las almas sencillas, a loshumildes y pequeños, que, a su vez, porno disponer sino de un pequeño capitalintelectual, exigen de nuestra parteperseverancia, dedicación y trabajoexhaustivo para revelar algo a loshombres a través de sus facultades.

Mi vida, querido amigo, o mejor,mis vidas, a través de las migraciones

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terrenas en las que he experimentado laslides del progreso, si fuesen relatadas, atus lectores, les ofrecerían lecciones queno serían de rechazar. La vida decualquier hombre o espíritu es siemprefértil en secuencias para iluminación,una novela instructiva que arrebata,porque refleja la lucha de la humanidadcontra sí misma, a través de largasjornadas en busca del puerto de laredención. Podrás tomar tus notas aquímismo, pues en los límites de esainstitución hay buenos temas educativospara transmitir a los humanos por víamediúmnica.

Pero debo advertirte que toparás con

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decepcionantes dificultades, porquetodos los obstáculos surgen ante unsuicida, ya que te pusiste en unasituación anormal, que afectó hasta lamás insignificante fibra de tuorganización psíquica, así como tudestino. Pero, tus nobles intenciones,perseverancia, tu amor al trabajo y tusansias por el bien y lo bello podránoperar milagros y estoy convencido deque tus futuros maestros y guíaseducadores te orientarán al respecto.

En cuanto a los datos que me pidestendría mucha satisfacción en dártelos,amigo mío. Creo que estás sinceramentebien intencionado, y el espíritu, una vez

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despojado de los preconceptos terrenos,pierde el pudor, que el hombreconserva, de revelar a los amigos losinfortunios y particularidades que leangustian.

Lamentablemente, sin embargo,todavía no tengo el desprendimientonecesario para revivir el drama terribleque aún me presiona. Observar elpasado cuyas cenizas aún se encuentranpalpitantes, tibias por el fuego interiorde un amor inolvidable, que amortaja deañoranzas y pesares implacables todosmis pasos en la espiritualidad, sacar delas sombras del subconsciente la imagenidolatrada de la perjura, a quien no pude

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jamás despreciar, intentandoconcederme el consuelo supremo delolvido; verla resurgir del abismo de misrecuerdos tal como existió todavía ayer,hermosa y seductora, enlazada a midestino por el matrimonio, y revivir lashoras felices de la convivenciaconyugal, cuando las imaginabainmortales, sin percibir que eranmentiras, ficticias, tan sólo oriundas demi sinceridad, de la fe que me inspiraba,de mi buena voluntad, será padecer porsegunda vez la insoportable aflicción desaberla adúltera cuando todo mi seransiaba por verla redimida de esainfamia.

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¡No puedo, Camilo, no puedo! Amoa Leila y siento que tal sentimiento seprolongará conmigo a través de lossiglos, porque me ha acompañado a lolargo de mi destino desde hace muchossiglos… desde cuando la voz compasivade Pablo de Tarso resonaba victoriosa ypura, anunciando la Buena Nueva en lavieja Hispania… Y no descansarémientras no la tenga nuevamente a milado, libre de la afrenta dirigida a mí, ya sí misma, a la ley de Dios, a nuestroshijos y a su calidad de esposa y madre,por las reparaciones a que se sometió,llevada por los remordimientos.

Hizo una pausa, durante la cual dejó

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entrever en sus ojos la inmensa ternuraque vivía en su corazón y continuó entono humilde, que me llevó a admirartodavía más su carácter, que yoobservaba diariamente desde hacía tresaños:

—Si yo pudiese, Camilo, evitaríalos dolores de la expiación para mipobre Leila, llamándola para unaconvivencia cariñosa y borrando denuestro entendimiento, como antes lointenté, las manchas del delito con elbeso del perdón que desde hace muchovoluntaria y buenamente le concedí. Sinembargo, ella misma no quiere aceptarnada de mí antes de resarcir su propia

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deuda a través de una reencarnaciónamortajada en las lágrimas de durossufrimientos, para poder considerarsedigna de mi amor y del perdón de Dios.

Su conciencia ennegrecida por elerror fue el austero juez que la juzgó ycondenó, pues, con el alma llagada porlas dentelladas del remordimiento, seaterra tanto con su propio pasado, quenada, nada será capaz de mitigar losardores que le torturan sino el dolorirremediable en el sacrificio de laexpiación terrena…

Yo quisiera acercarme a ella ypaliar mi añoranza hablándolepersonalmente, en vigilia o durante el

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sueño, consolándola e incitándola a lalucha por la victoria con mis promesasde perenne amistad. Pero no puedo, nisiquiera aproximarme porque, si mepercibe, se aterroriza y procura huir,avergonzada con la mancha acusadoraque tiene en su conciencia. En cuanto amí, podré verla o acompañarla encualquier momento que lo desee, perocautelosamente, para que no me percibay evitar desorientarla…

—Cada vez me convenzo mas,doctor, de cuanto mis lectoresapreciarían que les narrase losconmovedores episodios que veo entodo lo que dices…

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—Pediré al padre de Leila que mástarde lleve a tu conocimiento, queridoescritor lusitano, el drama que tanto teatrae… ¿Quién sabe?… El trabajo es elelemento primordial para el progreso yla intención noble y generosa que inspiraal trabajador sincero siempre obtendráel beneplácito divino para surealización… Ramiro de Guzmán está ala altura de hacerlo. Se trata de unespíritu fuerte, experto en las luchas delinfortunio, y que sabe dominar susemociones, poseyendo una disciplinamental en grado adelantado. Podrá yquerrá hacerlo, pues se comprometióconmigo mismo a luchar por la

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preeducación moral de la juventudfemenina en la Tierra, en memoria de suinfeliz hija tan amada por su corazón depadre, pero que tantos y tan amargosdisgustos le causó… a pesar de laeducación primorosa que se esforzó endarle. Le hablaré al respecto.

Viéndole dispuesto a retirarse y fiela la impertinencia de la antiguacuriosidad del novelista, que en todaspartes huele sustancias sentimentalescon que engrandecer sus temas, le dije:

—Y… perdóname, querido doctor…Tu esposa… la hermosa Leila… ¿dondese encuentra actualmente?…

Se levantó con calma, fijó el

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pensamiento gravemente, comoejercitando un mensaje telepático a susmentores, y enseguida se aproximó alespléndido receptor de imágenes, losintonizó cuidadosamente para la Costraterrestre y esperó, murmurando comopara sí mismo:

— Debe estar atardeciendo en elhemisferio sur occidental… ¿No seráindiscreto intentar verla en estemomento?…

¡En efecto! Al rato, la figura de unacriatura se destacaba en la penumbra deun aposento de una familia paupérrima.Todo indicaba que se trataba de unhogar brasileño de los más modestos,

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aunque no miserable. Una niña,aparentando unos cinco años de edad,cuyas facciones concentradas y tristesindicaban la violencia de lastempestades que agitaban su espíritu, seentretenía con sus modestos juguetes,pareciendo mentalmente preocupada conrecuerdos que se barajaban con loshechos del presente, pues le hablaba alas muñecas como si conversase conpersonajes cuyas imágenes se diseñabancomo contornos a lápiz en susvibraciones mentales. Roberto la mirótristemente y, volviéndose hacia mí, queestaba deslumbrado ante la majestad deldrama cuyos inicios me daban a

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conocer, me dijo:—Ahí está. Reencarnada en el

Brasil… donde pasará su dolorosocalvario de expiaciones… Vive ahorafuera de los ambientes que tanto amaba,desamparada por la ausencia deaquellos que tan profundamente laamaban, pero cuyos corazones humillócon la más cruel ingratitud. Leiladesapareció para siempre en la voráginedel pasado… Su nombre ahora es otro:—la llaman María… el nombrevenerable de nuestra augustaguardiana… Para el mundo terrestreserá una linda y graciosa niña, inocentey cándida como los ángeles del cielo.

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Pero ante su conciencia, sin embargo, esel resultado del juicio de la leysacrosanta que infringió, es la graninfractora que cumplirá su merecidapena, es la adúltera, perjura, infiel,blasfema y suicida, pues Leila fuetambién suicida, que renegó de padres,esposo, hijos, familia, honor y deber,por la funesta atracción de las pasionesinferiores…

Dos lágrimas oscilaron en elterciopelo de sus bellas pestañas deandaluz, sin embargo, continuóconmovedoramente:

—¡Oh, Camilo! ¡Gloria a Dios!¡Gracias a su paternal bondad, que hace

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olvidar a los hombres encarnados elcortejo siniestro de sus errores pasados!… ¿Qué sería de la sociedad humana sicada criatura pudiese recordar susvidas?… ¿Si todos los hombresconociesen el pasado espiritual de cadauno?…

De repente, un grito indefinible,mezcla de pavor, de emoción overgüenza, que rozaba la locura, rompióel silencio del humilde hogar brasileño,resonando en la placidez de nuestraenfermería del Más Allá: la niñaacabara de presentir a Roberto, le veíacomo reflejado en ondas telepáticas,pues el remordimiento decía a su

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conciencia que era él, la gran víctima desus desatinos, y, llorando, buscó refugioen los brazos maternos, sin que nadiecomprendiese la razón de la súbitacrisis…

Se detuvo el asistente de Teócrito,apagando rápidamente el impresionanteaparato.

—Siempre es así —dijo tristemente—no tiene valor para verme… Noobstante, piensa en mí y desea volver avivir conmigo…

Se despidió y se retiró meditabundo.Nunca más volví a hablarle del asunto.Pero en esa misma tarde inicié losapuntes para la preparación de estas

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humildes páginas…¿Quién podía saber lo que la

misericordia del Altísimo me teníareservado?… Tal vez no me fuese deltodo imposible escribir como antes…Ahora tenía algunos amigos terrestrescapaces de oírme y comprenderme…

¡Sí! Yo había mejorado muchísimo,gracias al eficiente tratamiento usado enel Hospital María de Nazaret… Lodemostraba la esperanza radiante quefortalecía mi espíritu…

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SEGUNDA PARTE

LOSDEPARTAMENTOS

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CAPÍTULO ILA TORRE DEL

VIGÍA

¿Qué os parece? Si un hombre tienecien ovejas,

y se descarría una de ellas, ¿porventura no deja las

noventa y nueve y va por los montes abuscarla que

se había extraviado? Así, no es de lavoluntad de

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vuestro Padre, que está en los cielos,que perezca

uno de estos pequeños.(Mateo, 18:12 y 14).

El hermano Teócrito nos habíaenviado un mensajero con una invitaciónpara una asamblea en la sala de audicióndel Hospital.

Al llegar percibimos que unreducido número de hospitalizadoshabía sido convocado, pues sólointegraban la asistencia aquelloscomponentes de nuestro grupo que iban

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a recibir el alta del tratamiento al quevenían sometiéndose.

No se hizo esperar el director delDepartamento Hospitalario.Acompañado de Romeu y de Alceste,tomó asiento con ellos en la cátedra dehonor, mientras el cuerpo clínico, quenos había asistido durante nuestraestancia allí, aparecía en segundo plano,en la tribuna que le estaba destinada.

Haciendo uso de su acostumbradadignidad, y con suma cortesía, elpreclaro iniciado se dirigió a lospresentes en estos términos:

—¡Seguro que Dios, creador detodas las cosas, en lo más alto de los

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cielos, mis amados hermanos y amigos,es testigo de esta reunión para la cualimploramos su bendición de padre yseñor!

Una sincera satisfacción hace quehoy nuestras almas se llenen de gratitudal Maestro magnánimo, con el júbilo deltriunfo que contemplamos: —vuestraconversión al estado de sumisión a lapaternidad divina y, por tanto, a laaceptación del espíritu como originariode la centella emitida por la voluntaddel todopoderoso y destinado a unagloriosa evolución a través de laeternidad. Seguís, no obstante, todavíadébiles, vacilantes y pequeños. Pero

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tenéis delante de vosotros una carrerainfinita a través de los milenios futuros,convidándoos a la perseverante labordel progreso para la conquista de laredención definitiva en el seno amorosodel Cristo de Dios. Convencidos de queun padre misericordioso, justiciero,amantísimo, vela con dedicación porvosotros, dispuesto a extender su manoprotectora para elevaros a las alegríasde su reino, ¿quién de entre vosotros nose sentirá lo bastante estimulado yanimado para la lucha compensadora,convencido de la victoria final? ¿Quiéndejará de reunir toda la buena voluntadque pueda disponer para intentar

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elevarse todos los días un grado en lalarga y difícil, pero no imposible,ascensión, cuyo ápice es la comunióncon el Maestro bien amado, en la unidadgloriosa de su amor?

Os reunimos para comunicaros quese cierra hoy la etapa a la que os erapermitido llegar en este hospital, deacuerdo a las condiciones orgánicas devuestro periespíritu, obteniendosensibles mejoras, que es todo lo quepodríais recibir de nosotros. Pero, nosólo todavía no estáis curados sino quecontinuáis enfermos… y enfermoscontinuaréis por mucho tiempo si nodisponéis de una voluntad disciplinada y

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fuerte para el restablecimientocompleto.

Somos conocedores de losindefinibles males, las pesadas angustiase indisposiciones aflictivas que envuestro interior claman socorro, sin quecomprendáis por qué os liberamos de laetapa hospitalaria cuando todavía sentísla falta de tantos cuidados. Pero,queridos hermanos, entráis ahora en unanueva fase del tratamiento que convienea vuestra recuperación de ordenexclusivamente moral y mental, pues laverdad es que ya no necesitaríais de unhospital, ni de cirujanos y enfermerospara conseguir la recuperación del plano

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espiritual, si fueseis individuos decualidades morales elevadas y de undesarrollo mental basado en las virtudesdel corazón y en el cumplimiento deldeber.

Entonces, vuestra voluntad,conjugada a las vibraciones superiorescon que deberíais armonizar vuestraspropias vibraciones, abrirían los velosdel conocimiento espiritual hacia el cualvuestras mentes estarían habilitadas,gracias a las afinidades espontáneas… eingresaríais natural y francamente almundo invisible como si lo hicieseis envuestro propio hogar, como patria deorigen que es, lo invisible, de todas las

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criaturas.Lamentablemente, sois conscientes

que vuestra vida terrena, así como lasacciones que practicasteis no implicaronlas actitudes necesarias para la admisiónde un espíritu en las sociedades delmundo astral.

Descuidasteis la nobleza de losprincipios, la elevación de los fines,maleducasteis vuestro carácter a laacometida de las pasiones que en laTierra intoxican la mente, esclavizasteisel corazón a los preconceptosmaliciosos, rebajasteis vuestra propiaalma a los impulsos del orgullodesorientador y rematasteis la serie de

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imprudencias, en las que oscomplacisteis, con el atentadoinnominable contra la ley de aquel quees el único señor de toda la creación, yque, por eso mismo, también es el únicosoberanamente poderoso para disponerde la vida de sus criaturas.

En tales condiciones, unidas aprejuicios calamitosos, no lograríaisasimilar en la espiritualidad más que elrecurso de las formas concretas y lasacciones a que vuestra mente estabahabituada. Convenía tolerar vuestraignorancia y debilidad mental enbeneficio de vuestro propio progreso yconvenía, asimismo, aplicar la caridad,

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para conseguir los máximos resultadosen un corto espacio de tiempo.

Infinitamente misericordiosa, laprovidencia suprema permite a susejecutores libertad para servir al bien, através de métodos suaves, prudentes ypersuasivos. Por eso todos vosotroshabéis recibido, en medio de lacalamidad a que os entregasteis, eltratamiento que mejor favorecería avuestro estado mental, por ser másrápido y eficiente en el auxilio urgentede que carecíais cuando bastaría, enverdad, vuestra propia reacción mentalpara conjurar el mal que os afligía, siestuvieseis en estado de intentarla.

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Merced a la Sabia Providencia, hoynos reunimos aquí para estas sencillasinstrucciones a las que ya podéis prestarel valor debido.

Todo lo que nos competía hacer enbeneficio vuestro fue íntegramenterealizado, es decir, llevar hábil ypacientemente vuestro estado vibratorioa las condiciones de soportar la nuevaprogramación en vuestra trayectoria deespíritus delincuentes que, por esomismo, mucho tendrán que realizar. Unavez recuperados al estado espiritual,deberéis trabajar en pro de vuestrarehabilitación. Vuestra permanencia eneste Departamento fue como el curso

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preparatorio para la admisión a planosdonde será preciso que demostréis todoel valor y la buena voluntad de que soiscapaces.

En vuestro caso será inevitable unanueva reencarnación. Deberéis repetir laexperiencia terrena que malograsteis conel suicidio, negándoos al cumplimientodel sagrado deber de vivir elaprendizaje del dolor, en beneficio devosotros mismos, de vuestro progreso yde vuestra felicidad futura. No obstante,sois libres de realizarla ahora o mástarde, cuando estéis mejor equipadoscon el patrimonio moral que podéisadquirir entre nosotros y os consideréis

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aptos para, en una sola etapa terrena,resolver los compromisos expiatoriosmás urgentes, lo que será de muchoprovecho para vuestros espíritus y muymeritorio.

Comprenderéis, que eso quiere decirque, si reencarnáis ya, resolveréisapenas una pequeña parte de la deudaque adquiristeis; si reencarnáis mástarde, la resolveréis toda, porqueestaréis en condiciones favorables parala resistencia a las luchas que exige talproceso de purificación.

Sería aconsejable que retraséis unpoco la reencarnación para lareparación. Mientras tanto, podríais, si

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os sentís inclinados verdaderamente alos estudios de la ciencia de loinvisible, hacer un curso de iniciaciónentre nosotros, lo que os capacitaríasobremanera para la victoria, aliviandola amargura y los trastornos inherentes alas experiencias rehabilitadorasdolorosas, pues lo que os ofrecemos,con esa enseñanza, es justamente laciencia de la vida, bajo los auspiciosdel gran educador Jesús de Nazaret,cuya doctrina la humanidad insiste enrechazar, desconociendo que, actuandoasí, postergan a un futuro remoto sufelicidad y la gloria de su destinoinfinito.

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Esa ciencia podríais aprenderlatambién en la Tierra, porque allá existenvarios elementos, sólidos y veraces,capaces de iluminar cerebros ycorazones, impulsándolos hacia elcamino de la verdad. En la historia de lahumanidad resplandecen figuraseminentes, señaladas con las verdaderascredenciales de las virtudes y de lasabiduría que les otorgaron el título deinstructores capaces de orientar a loshombres hacia sus magníficos destinosde hijos de Dios.

Ellos bajaron de las altas esferasespirituales, reencarnaron entre sushermanos, los hombres, se rebajaron al

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sacrificio del cuerpo carnal, para servira los soberanos designios del Creador através del amor a las criaturas menosevolucionadas, a las que tratan deeducar y elevar, concediendo a lostrabajos en torno de tan sublime idealsus mejores esfuerzos y la buenavoluntad que subliman sus almas demisioneros e instructores.

En Jesús de Nazaret encontrareis lamás eminente de esas respetables figurasque visitaron las sombrías regionesterrenas, y bajo cuya orientaciónactuaron las demás, ya que hasta hoyninguna entidad que habitó la Tierratuvo capacidad para alcanzar, con el

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pensamiento remontado a los orígenesdel planeta, la época exacta en que Élrecibió de las manos del Todopoderosola Tierra y su humanidad para elevarlasdel abismo inicial, educarlas yglorificarlas en las irradiaciones de laluz inmortal.

Pero… hace milenios que venísreencarnando en la Tierra y hasta ahora,tan preciosos tesoros depositados enella por las inestimables bondades delcielo, jamás pensasteis utilizar… anteellos habéis pasado indiferentes, sinreconocer siquiera su valor, siendo detemer que, si partís de aquí sincapacitaros adecuadamente, lo que allá,

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en la Tierra, también podríais realizar,continuéis debatiéndoos en el mismocírculo vicioso en que veníspermaneciendo… pues sois débiles, nosabéis resistir a las tentaciones delmismo orgullo y necesitáis de fuerzaspara recomenzar el camino…

De todos los que ingresaron aquí convosotros hace tres años, muchoscontinúan en condiciones de no poderintentar nada en absoluto, por elmomento. Algunos, presos a losrecueros de las pasiones absorbentes,endurecidos en el error de laincredulidad y del desánimo,completamente incapacitados moral y

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mentalmente para los servicios delprogreso normal, requerirán todavía dela tolerancia de la caridad del amorsanto de María, que tanto se compadecede los desgraciados, como Madremodelo que es.

Otros deberán, por el contrario,reencarnar inmediatamente, paracorregir disturbios gravísimos quepermanecen en sus periespíritus comoresultado de la violencia del choquerecibido con la muerte voluntaria. Sinque reencarnen para corregir esosdisturbios, que les oscurecen hasta larazón, nada podrán intentar, ni siquierala repetición del drama que les llevó a

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quitarse la vida, drama que tendrán quevivir nuevamente, ya que era un rescatede crímenes practicados en existenciaspasadas o bien consecuencias dedesvíos actuales de los que eranresponsables ante la gran ley, y de losque quisieron huir a través del suicidio,a los que también tendrán que responder,porque así lo exigirá su mismaconciencia, desarmonizada y envilecidaante sí misma.

Estamos hablando de aquellos cuyotipo de suicidio, muy violento, hizoimposible su alivio a través de laterapia psíquica aplicada en vosotros, ya los que conocéis lo bastante para que

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tengamos que nombrarles. La largaestancia en el cuerpo terrestre será laterapia urgente y de excelenciacomprobada, ya que corregirá eldesorden vibratorio disminuyendo suintensidad, encaminando al espíritu,después de tan alucinante paréntesis, ala lucidez propicia a la nueva etapa,pudiéndose ocupar, sólo entonces, conlas experiencias de rehabilitación, puesya se encontrará en estado de hacerlo,con posibilidades de éxito.

¡Como veis, queridos amigos, unsiglo, dos siglos… tal vez todavía más!… y el suicida estará sorbiendo la hielde la consecuencia espantosa de su acto

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irrespetuoso con la ley del gran Creadorde todas las cosas.

Oíamos atentamente, curiosos y conmiedo ante la perspectiva del futuro,incapaces de precisarlo, temerosos de lagravedad de la falta que cometimos, quesuponía para nuestra alma un sabor másamargo que una condena al patíbulo,apenados al comprender la necesidad dedejar aquel caritativo refugio a cuyasombra, si bien no habíamos encontradola satisfacción por la que suspirábamos—ya que no la merecíamos— sinembargo, habíamos adquirido el másprecioso bien al que un espíritudelincuente puede aspirar para servirle

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de luz en el camino donde se resolverásu calvario de expiaciones: abnegadoshermanos, amigos tutelares, fieles a loselevados principios cristianos del amory de la fraternidad.

Teócrito continuó, satisfecho porpercibir nuestra actitud mental, quesolicitaba un consejo sincero:

—Llegó la oportunidad de visitar laTierra, como tanto deseáis. Osproporcionaremos guardianes y mediosseguros de transporte, ya que soisinexpertos y continuáis unidos a laLegión, por lo que no damos porfinalizada la ayuda que os debemosprestar para vuestra rehabilitación. Una

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vez llegados a la Costra terrestre,conviene que reflexionéis con la máximaprudencia —orando y vigilando—,como aconsejaría nuestro Divinomodelo, es decir, razonando claramentea las inspiraciones del deber, de lamoral, del bien, y no dejándoosarrebatar por antiguos deseos yseducciones, por las vanidades, por laociosidad tan común en las bajasregiones del planeta.

Os advertimos que haréis mal sipreferís permanecer en la Tierraolvidando a vuestros amigos de estaColonia, y al amparo fraternal ycristiano que aquí disfrutáis. Intentad no

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perder el deseo de volver con losacompañantes que os servirán. Sivolvéis a este hogar, que temporalmenteserá el único verdadero al quepertenecéis, entregándoos buenamente ala dirección maternal de nuestra AugustaProtectora, se permitirá vuestro ingresoen otro Departamento de este Instituto,mejor dotado que la Vigilancia y elHospital, y para el cual subiréis, no paradisfrutar alegrías a la que no tenéisderecho todavía, porque no lasconquistasteis, sino para capacitarospara las luchas del progreso que debéisalcanzar.

Antes de partir a la Tierra estáis

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invitados a una visita de instrucción alos Departamentos que componen losprimeros planos de nuestro Instituto. Noperdéis nada con los esclarecimientosque os darán en la Vigilancia, y lasdependencias del DepartamentoHospitalario, es decir, el Aislamiento,el Psiquiátrico, así como elDepartamento de Reencarnación y susinteresantes secciones, que osinteresaran mucho… pues la verdad esque no debéis volver a ver la patriaterrena sin los conocimientos quenuestros Departamentos osproporcionarán: estaréis más fuertespara resistir a los recuerdos de las

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antiguas seducciones…Conviene, no obstante, que no os

hagáis ilusiones en cuanto a lo que osaguarda en esa peregrinación por laTierra; ¡recordad a Jerónimo!… Haceya muchos años que dejasteis vuestrocuerpo en el sepulcro… Muchos devosotros ya fueron olvidados poraquellos a quienes lastimaron con elsuicidio… si no completamente, por lomenos lo bastante para habersedesinteresado por la suerte del ingratoque no vaciló en herirles con tan amargodisgusto: envuelto en las efervescenciasde la vida material, el hombre olvidatodo con facilidad… No creáis qué vais

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a encontrar alegrías en esaperegrinación.

Además, la Tierra jamás concediócompensaciones al que, sabiendo serdescendiente de una centella divina,busca marchar hacia Dios impresionadopor las alegrías celestes que adivina…Nos sentimos, sin embargo,despreocupados respecto de esosdetalles. Con vosotros no sucederá loque con Jerónimo: estáis preparadospara las posibles decepciones, para loschoques inesperados de sucesos queignoráis.

Ahora, id a reposar… Y que elMaestro divino os conceda

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inspiración…A la mañana siguiente, cambiamos

de residencia. Joel nos condujo a unpabellón anexo al Hospital, a unaespecie de albergue donde sehospedaban los recién desligados de lagran institución, enguirnaldado de rosastrepadoras y rodeado de esbeltoscipreses, recordando paisajes clásicosde la vieja India, tan querida ycelebrada por todos los maestros a losque nos veíamos unidos. Le llamabanPabellón Hindú o la Mansión de lasRosas. No obstante, las brumasamortajaban de nostalgias también eserincón plácido, envolviéndole en su

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eterno sudario blanco.Un bienestar indefinible llenaba

nuestra alma en esa mañana encantadora.Belarmino, que de ordinario se manteníaserio y pensativo, estaba risueño ycomunicativo. Juan de Acevedo seconfesaba muy esperanzado y afirmabaestar dispuesto a realizar todo lo que elhermano Teócrito había aconsejado,para lo que pretendía dialogar con eldirector. En cuanto a mí, me sentía hastafeliz, permitiéndome hasta la veleidadde proyectos literarios para el futuro,pues creía que en la próxima visita a laTierra conseguiría un estruendoso éxitode Más Allá de la tumba, volviendo a

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las lides literarias que me fuerancomunes con la ayuda del primermédium que encontrase.

Todavía estábamos lejos desospechar el volumen de las luchas quela reparación iba a exigir de nuestrosesfuerzos… y el consuelo, la cariñosaacogida recibida de aquellos abnegadossiervos del bien, habiendo deshecho latrágica capa que, cubriendo de dolornuestros espíritus, nos llevaba a razonarque, al final, el suicidio no había sidotan cruel como querría parecer…

Mario Sobral era el único que no seilusionaba, pues nos dijo, viendo nuestrasatisfacción en las primeras horas que

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pasamos en el Pabellón Hindú:¡Que Dios os conserve así para

siempre, amigos míos!… ¡Mi concienciano me permite tanto!… ¡Me acusaconstantemente, no permitiendo treguas ami desgraciado corazón! ¡El silencioque nuestros amigos guardan, acerca delcrimen que cometí, me asustaba más quesi me acusasen diariamente,anunciándome represalias!… No esposible que mi actitud con mi esposa ehijos, con la desgraciada Eulina, conmis pobres padres, pase desapercibida ala ley cuyos umbrales comienzan aabrirse a mi razón… Si soy un criminalpara conmigo mismo, suicidándome, lo

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seré también por el mal practicado aotros… ¿Sabes, Camilo?… Hace yaalgún tiempo que vengo sintiendo lasmanos entorpecidas… vacías… como sihubiesen sido cortadas… ¡A veces lasbusco, confuso, pues dejo de sentirlasconmigo… y, de repente, mientras mepregunto lo que podría motivar esto, unavisión dolorosa intranquiliza micerebro: veo a Eulina abatida sobre elsofá, retorciéndose bajo las bofetadascon que le destrocé el rostro… entre mismanos asesinas… que allá están,separadas de mis puños,estrangulándola!… ¡Oh, Dios mío! ¿Quérepresentará semejante anormalidad?…

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¿Qué mayor confusión mental surgirápara castigarme?… ¿Qué pasa?, Camilo,amigo mío, dame tu opinión valiosa…

—Deben ser los pesares quealucinan tu mente, querido amigo… Losremordimientos que inquietan tuconciencia… pues, a pesar de todo, nodejaste de amar a aquella pobre mujer…¿Por qué no pides consejo al hermanoTeócrito?

—Ya lo hice, Camilo, ya lo hice…—¿Y entonces?… ¿qué te dijo?…—Me aconsejó confiar en la

providencia Divina, que jamás abandonaa ninguna criatura que suplique suasistencia; a resignarme ante lo

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irremediable de la situación por mímismo creada y a través de la fe paracorregirla… Me aconsejó la oraciónconstante, y el esfuerzo para estableceruna cadena magnética, en súplicas aMaría para que me socorra, ilumine yconsuele, preparándome íntimamentepara el futuro… pues no existe otrorecurso a mi alcance, por el momento…

—¡Pues hazlo!… Si él te aconsejóeso, es lo que necesitas…

—¡Lo he hecho, Camilo, lo hehecho!… —insistió, excitado. Pero,cuanto más lo intento y me consagro alfervor, más creo que es una visión, unanuncio del futuro: al reencarnar, como

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afirman Alceste y Romeu, para expiarmi doble crimen iré mutilado, sin lasmanos… porque ellas están ocupadas enotra parte, al servicio del crimen… ellasse deshonraron en mi compañía,estrangulando a una pobre mujerindefensa… Ya ni siquiera las tengo,Camilo…

No las siento, no las veo… fueronsepultadas con el cuerpo de Eulina… ypara volverlas a ver, honradas yredimidas de la mancha infame,necesitaré padecer el martirio de unaexistencia terrena despojado de ellas,para aprender en el sacrificio, en lastorturas inimaginables de ahí

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consecuentes, en la vergüenza de laanormalidad humillante, que las manosson un patrimonio sacrosanto delaparato carnal, que solamentedeberemos emplearlas al servicio delbien y de la justicia, y no del crimen…

Eulina estaba indefensa por partidadoble, por ser mujer, y, por tanto, frágil,y desamparada de la familia y de lasociedad, pues era apenas unadesgraciada prostituta. Pero… antes deser así, tan infeliz y desgraciada, era,por encima de todo, una criatura deDios, hija de un ser supremo,todopoderoso y justiciero… como yotambién lo soy, como tú, amigo Camilo,

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y toda la humanidad.Ese Padre, que a todos los hijos ama

indistintamente, ahora me pide cuentasde la vida que yo corté, bien supremodel que sólo Él puede disponer yconceder. Nadie podría arrebatar aEulina su derecho de hija del Creadorsupremo… A ella, pobre infeliz, queningún otro derecho tenía en aquelmundo abyecto, ni siquiera el de vivir,puesto que yo no quise que ellacontinuase viviendo y por eso la maté.¡Yo maté a Eulina!… Y, ahora, oigorepercutir, en lo más recóndito yprofundo de mi espíritu impregnado deremordimientos, la voz austera y

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conmovedora de la conciencia, que escomo la voz del propio Diosrepercutiendo en nuestro ser inmortal:"Caín, Caín!… ¿Qué hiciste de tuhermano?…" ¡Oh, Camilo, Camilo,amigo mío!… Cuando estrangulé aEulina, me olvidé de que también ellaera hija de Dios y que también teníasagrados derechos concedidos por esePadre misericordioso y justo! Y ahora…

Las lágrimas corrían a borbotonesentrecortando sus palabras, y una nubeconmovedora cubrió de tristeza el airesereno de la Mansión de las Rosas.Además, la satisfacción intima quetuvimos esa mañana se basaba tan sólo

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en el hecho de haberle causado alegría aTeócrito con el progreso conquistadodurante aquellos tres años deinternado…

* * *

Carlos y Roberto de Canalejas nosacompañaron en la visita de instrucciónsugerida por el Director delDepartamento Hospitalario. Lainiciamos en la Torre del Vigía que,cual fortaleza invencible en plena regiónbárbara de lo invisible, defendía unpuesto avanzado de vigilancia contra las

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embestidas nocivas de múltiplesgéneros, ya que hasta las emanacionesmentales inferiores, provenientes delexterior, se combatían allí como sifuesen las peores invasiones.

La extensión a recorrer era grande.Un carro sencillo y ligero nos recogió,pues ni siquiera imaginamos hastaentonces, la posibilidad de impulsarnoscon el pensamiento, practicando elvuelo. A cierta altura del viaje, estandoya bien distanciados del Pabellón hindú,respondiendo a una confidencia deMario Sobral, oímos que Roberto decía:

—¡El desánimo es mal consejero,amigo Sobral! Es interesante que

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medites serenamente en la propuestaofrecida por la experiencia del hermanoTeócrito. Aparentemente es un consejotrivial e inexpresivo. Pero debes saberque encierra una sabiduría profunda yrepresenta la llave con la que podrássuperar las barreras que encontrarás enel camino de la rehabilitación. Queimporta, además, una existencia detreinta, sesenta años de sacrificios, en laque el cuerpo carnal pueda ser mutilado,si a través de ella reconquistamos lahonra espiritual, la paz que nos falta a laconciencia, la oportunidad para larealización salvadora que nosidentificará con la Ley que infringimos?

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… No temas los trabajos de laexpiación, Mario, ya que todos nosotros,los que erramos, la necesitamos paraaliviar la conciencia y, por tanto, eldestino, de las responsabilidadesenvilecedoras, que tanto nos indisponencon la armonía de la Ley Divina,creando anormalidades alrededor denosotros.

Tienes el futuro ante ti paraauxiliarte en la renovación moral quenecesitas. Él afirmará tu raciocinio, si tepropones llegar a conclusionesprudentes y serias, con las que podráseliminar del alma el reflejo humillantede las malas acciones mediante los

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deberes santificantes.Por eso es necesario renovar la

experiencia terrena en un cuerpomutilado, para que aprendas, en lasdificultades que resulten de ello, aservirte de todo el conjunto de tu cuerposolamente en un sentido digno. Novaciles, enfréntate al sacrificio, puesestás convencido de que te equivocaste,y por eso considerarás justo el asumir laresponsabilidad de los actos quepracticaste en detrimento de ti mismo, yaque la honra espiritual y la dignidadmoral del espíritu así lo exigen.

Y si sabes esclarecer a tiempo tu sercon los resplandores de la confianza en

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Dios, de la esperanza en su paternalbondad, con coraje y resignación,convencido de que jamás te abandonaráen la severidad del camino reparador,que el amor de aquel Padre que nocondena y sí ayuda a su criatura aerguirse del abismo en que se dejó caer,podrás incluso sonreír a la desgracia yencontrar encantos a lo largo delcalvario que recorrerás.

La vehemencia con que el jovendoctor hablaba parecía reanimar anuestro compañero, que calló,mostrándose sereno el resto del día.

De repente, a lo lejos vimos el lugardel Departamento al que pertenecíamos.

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Pensativo, murmuré, sin pensar que meoirían:

—¿En qué sitio estará el pobreJerónimo?…

—Vuestro amigo Jerónimo deAraújo Silveira se encuentra más allá,detenido en el aislamiento —replicóCarlos de Canalejas—, como infractorde los reglamentos del hospital.

—¿Porqué llamarán Aislamiento aesa dependencia?… —preguntó Marioreceloso. Porque allí son enviadosaquellos cuyo comportamiento secontrapone a las disciplinas exigidaspor los reglamentos del hospital, losincontrolados, que abusan de la libertad,

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sin ser, todavía, verdaderos rebeldes…Es como una prisión… Repugna, noobstante, este término humillante a losdirectores de la Colonia, y que, además,no traduce la verdadera naturaleza de lafinalidad a que se destina, comoveréis…

—¿Jerónimo se encuentra, por tanto,detenido?…

—¡Claro!… Para su propiobeneficio y para bien de aquellos aquienes ama…

Mario se agitó, impresionado,volviendo a preguntar:

—¿Cómo es posible comprender,doctor, que Jerónimo, padre y esposo

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amantísimo, se encuentre preso, mientrasque yo, dos, tres, diez veces criminal,estoy entre buenos amigos?…

—Eres un espíritu sinceramentearrepentido, Mario, que te dejasaconsejar por los responsables de tututela ante María; que deseas ser guiadohacia normas salvadoras, ya que temuestras dispuesto a los más rudossacrificios para borrar el pasadoculpable… mientras que Jerónimo seobsesionó con la inconformidad y laincomprensión apegándoseintransigentemente a todos los recuerdosdel pasado, cuya pérdida lamenta y delos cuales vive, sin fuerzas para

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olvidarlo, opuesto a entender elementospara suavizar la situación, que sería muydiferente si tuviese la prudencia de laresignación…

Además, ¿no estuviste largos añosprisionero de las tinieblas siniestras delValle, cautivo, en desesperación,amargado ante el peso férreo quedestrozaba tu conciencia?… ¿Y acasono te conservas moralmente cautivo de timismo, pues tu mente triste einconsolable no impide cualquiersatisfacción a tu corazón y a tuentendimiento?…

—Me sorprende comprobar que,cuando morimos, podremos sufrir, entre

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muchas cosas inesperadas ysorprendentes, el hecho de vernos en unacárcel… —murmuré, contrariado con lanovedad, que se me antojó absurda.

Carlos, sin embargo, con delicadeza,conquistó mi razón como habíaconquistado mi corazón, con esta sensatay lógica exposición:

—En primer lugar, Camilo, tú terefieres a una "cárcel", cuando yo sólomencioné "aislamiento", pues la palabra"prisión" era impropia para lo que allísucede. En segundo lugar, estaréis deacuerdo, todos vosotros, que no deberíaser una sorpresa la existencia deprisiones aquí, en el Más Allá. Fuisteis

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intelectuales… y esa ignorancia destaca,precisamente porque sois esclarecidos.

Pensamos aquí, muchas veces,cuando llegamos a comprender lasactuaciones generales de los espíritusdesencarnados inferiores, sobre lo quesería la humanidad terrestre si noexistiese represión en las sociedadesespirituales, ya que, incluso existiendo,hay hordas siniestras de malhechores delplano invisible que atacan a todas horasa los hombres incautos que favorecen suacceso, contribuyendo para su caída ypara el desorden entre las naciones.

En la Tierra no hay quien ignore larealidad que acabáis de descubrir aquí y

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que tanto parece disgustaros. Jesús serefirió a ese importante hecho variasveces, y hasta insinuó la posibilidad deatar al delincuente de pies y manos. Lasreligiones insisten en pregonar tansombría enseñanza; y, aunque lo haganimperfectamente, no por eso dejan deanticipar una realidad.

A su vez, la Tercera Revelación,que, en la Tierra, desde hace ya algunosaños viene presentando extensas noticiasdel Mundo Invisible, pone aldescubierto, para el entendimiento decualquier inteligencia, impresionantesdetalles al respecto de la palpitanterealidad que hasta los pueblos más

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antiguos aceptaban y comprendían en sujusta expresión, como verdades dignasde respeto.

Si os sorprendéis en este momento alconocer que vuestro amigo se encuentradetenido en el aislamiento de losrebeldes, será porque nunca ospreocupasteis con asuntos realmenteserios, prefiriendo orientar vuestrasdotes intelectuales hacia las frivolidadesimproductivas, propias de lassociedades humanas que se complacenen la ociosidad mental y en la inercia dela comodidad intelectual…

Me callé, rememorando muchasreferencias que a tal respecto había

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obtenido cuando era hombre, a través delecturas y estudios, pero a las que nopresté sino una relativa atención, pues,cegado por la vanidad de suponermesabio, prudente y lógico, considerabalas filosofías religiosas, en general,fuentes sospechosas del interéscolectivo que las creó, reservandorespetuosas deferencias sólo para losSantos Evangelios, a los queconsideraba excelentes códigos demoral y fraternidad, establecidos por unHombre Superior que se presentaríacomo el modelo de la humanidad, apesar de ser excesivamente místico parapoder ser imitado por criaturas en lucha

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perenne con obstáculos opresivos, tantoque, para mi enfermizo entendimiento,envenenado por la ignoranciapresuntuosa, que, fuera del propioámbito, exacerbado por el orgullo, sólotinieblas puede encontrar, habíafracasado Él mismo en la práctica de lasmagníficas normas que expuso, pues sedejó vencer en un patíbulo infame,mientras que la humanidad continuócayendo en insondables abismos.

Roberto de Canalejas, sin embargo,continuó, manteniendo la conversación:

—¿Además, por que no iban aexistir de este lado de la vida prisionesy rigores si hay aquí un mayor

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porcentaje de delincuentes que allí, puesgrandes errores han sido cometidos porlos hombres, contra los que no hay penasestablecidas en las leyes humanas, peroque tienen un gran peso en losincorruptibles estatutos de la justicia delMás Allá?

¿Cuántos crímenes dejan de recibircastigo en la Tierra, no obstante estarpenalizados por sus leyes? ¿O pensáisque puede el hombre vivir en rebeldía ala justicia, sin que no pase nada?…¿Creéis que la muerte transforma enbienaventurados a cuantos se excedieronen la práctica de desatinos en el mundomaterial?… ¡Os engañáis! El hombre

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que vivió como un impío, desafiandocon sus actos diariamente las leyesdivinas en contra de sí mismo, delprójimo y de la sociedad, con unatremenda falta de respeto al futuroespiritual que le aguarda, entrará comoimpío, como reo que es, en el mundo delas realidades, donde será castigado porlas consecuencias lógicas eirremediables de las causas que creó.

Por eso le veis aquí o en otrasregiones en las que son mayoría loselementos espirituales inferiores, ytambién en el propio escenario terrestre,ya que la Tierra ofrece a la JurisdicciónDivina campos vastísimos para el

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ejercicio de las penalidades necesariasa sus reos: acumulación de sufrimientos,luchas duras, incontables, en el sentidode borrar de las conciencias culpablesel fuego del remordimiento… Y comoen las estancias sombrías de lo invisiblesólo ingresan espíritus criminales quecreen todavía hombres, voluntariosos yprepotentes, queriendo continuaractuando en perjuicio del prójimo y desí mismos, se impone la necesidad derigores, de la misma forma que en lasociedad terrena pasa con aquellos queinfringen las leyes humanas, pues debéissaber que las organizaciones terrestresson copias imperfectas de las

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instituciones modelo de laEspiritualidad.

Se deslizaba el vehículo,acercándose a nuestro destino. Se hizoel silencio alrededor nuestro,quedándonos todos pensativos con loque acabáramos de oír. Tan sencillo, tanreal se presentaba aquel mundo astral,que su misma realidad y suimpresionante sencillez contribuía parala confusión de creernos hombres,cuando éramos espíritus.

* * *

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La Torre del Vigía se dibujabaincrustada en capas cenicientas,recordando a las antiguas fortalezas deEuropa. Su porte majestuoso, infundiríarespeto o temor al transeúnte de las víasde lo Invisible que no conociese sufinalidad.

Acompañados de los guías quellevábamos, entramos libremente. Unaconmoción penosa llenó de vibracionesde angustia a nuestro ser acobardado porel recuerdo de los sinsaboressoportados, pues aquel ambiente pesadoy sombrío nos recordaba los dramasvividos en las penumbras del ValleSiniestro.

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La Torre era, como sabemos,dependencia del Departamento deVigilancia, y, aunque fuese autónomo,debía cooperar con la DirecciónGeneral de aquel Departamento, encohesión perfecta de ideas y fraternasolidaridad. Podríamos decir que era elpuesto de mayor responsabilidad detoda Colonia, si es que allí pudieseexistir alguien menos responsable queotro, porque estaba situada en una zonapeligrosa del astral inferior, rodeada deelementos nocivos y perturbadores,siendo su deber combatir y desviar aéstos, impidiendo el asedio de espíritusasaltantes, encaminar hacia otros parajes

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a infelices perseguidos por obsesores,que a toda costa se quisiesen refugiar enla Colonia, lo que no sería posible,porque se trataba de un localespecializado para el alojamiento desuicidas.

La Dirección interna estaba a cargode un ex-sacerdote católico, portugués,que hace mucho tiempo fue iniciado enlos templos científicos de la India. Bajosu orientación servían varioscondiscípulos no iniciados, sometidos,todavía, a las más exhaustivas laboresen regiones inferiores, serviciosescogidos por ellos mismosvoluntariamente, como expiación por los

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desmanes con que habían tratado losintereses del Evangelio del Crucificado,cuando en la Tierra, investidos de la altadignidad de pastores de almas, a la quehabían manchado con la mentira, lahipocresía, las falsas y astutasinterpretaciones. Las funciones delDirector eran sólo a título interno,limitadas a una supervisión general,porque las funciones de defensa eranresponsabilidad de la sede central delDepartamento.

Recibidos por unos amablesasistentes, fuimos inmediatamenteconducidos a la sala del Director ypresentados por nuestros buenos amigos,

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los de Canalejas, que a su vezpresentaron la credencial de Teócrito,solicitando la conveniente visita a losgrupos que iniciaban su instrucción.

Bondadosamente acogidos, nossaludaron en nombre del Maestro de losmaestros y de la Guardiana de la Legión,haciendo el Director votos por nuestrorestablecimiento completo y progreso.Encantados, notamos que no existíasuperficialidad o afectación social enlas maneras de aquellos que noshablaban. Al contrario, la sencillez y lashermosas expresiones de verdaderasolidaridad irradiaban indefiniblesatractivos, cautivándonos gratamente.

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Una vez concertado el programa devisitas entre nuestros guías y el Director,padre Anselmo de Santa María, noperdimos tiempo en conversacionesociosas, sino que el digno dirigenteinició importantes explicacionesmientras caminábamos hacia los pisossuperiores.

Tenemos el grato deber de concluireste capítulo con la informaciónobtenida durante la visita.

—Comenzaré aclarando, misqueridos amigos —iba diciendo elpadre Anselmo, mientras subíamos—,que la Torre del Vigía, en este momento,tiene una gran actividad, dada la

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circunstancia de no estar todavíadefinitivamente establecidos. Haycarencia de trabajadores especializadosy todos nuestros departamentos seencuentran sobrecargados,desdoblándose en actividades múltiples.Nosotros, por ejemplo, los de la Torre,atendemos a casos tan diversos comodifíciles, como veréis, realmentediferentes de la especialidad que sólodeberíamos tratar.

Habíamos, ya, alcanzado el piso máselevado, pues nuestra inspección iba ensentido inverso, es decir, del pisosuperior hacia los inferiores.

Un amplio salón circular, inmerso en

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la penumbra, como si las quintaesenciasde las que estaba construido se basasenen los más pesados ejemplares que porallí existiesen, surgió a nuestro frente,rodeado de cómodos bancos conalmohadones. Unas puertas anchas, convidrieras, se extendían alrededor,dejando ver lo que pasaba en el interiorde cada aposento. A una indicación delamable guía nos acercamos a las puertasy examinamos en lo posible el interior,pero no nos fue franqueada la entrada.Sin embargo, no oíamos ningún sonido:—las vidrieras debían ser de unasustancia aislante, a prueba de ruidos.

En el primer gabinete se encontraban

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unas extrañas baterías de aparatos queparecían ser grandiosos telescopios,maquinarias perfeccionadas, elevadas alestado ideal, para visualizar a grandesdistancias, una especie de "rayos x",capaces de sondear los abismos delEspacio infinito, así como del MundoInvisible y de la Tierra. Otros, sinembargo, no teníamos la menor idea desu utilidad.

En el segundo gabinete unaspantallas luminosas, colosales, con lasque las existentes en las enfermerías delhospital parecían graciosas miniaturas,que respondían a la necesidad deretratar acontecimientos y escenas

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ocurridas a distanciasinconmensurables, haciéndoles visiblesa los técnicos y observadoresacreditados para ello, para su examen yestudio. Semejantes aparatos, cuyaperfección el hombre aún no concibe, noobstante, de estar ya en su búsqueda,permite al operador conocer hasta losmínimos detalles de cualquier asunto,incluso el desarrollo de los infusoriosen los lechos abismales del océano, sifuese necesario.

De la misma forma verían lasecuencia de una existencia humana quese debiese conocer o las acciones de unespíritu en actividades en lo Invisible,

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en las capas inferiores o durantemisiones penosas y viajes de losservicios asistenciales. Sin embargo, losreglamentos, rigurosamente observados,prescribían su utilización sólo en casosverdaderamente necesarios.

Existía todavía un tercer gabinete, elmayor de todos, pues ocupaba todo unpiso de la majestuosa torre, que parecíaun taller mecánico, donde lostrabajadores debían ser científicos. Estelocal estaba reservado a la maquinariamagnética que permitía el uso de losmagníficos aparatos existentes en laColonia, y el sistema de iluminaciónnocturna, especie de central

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electromagnética distribuidora dediversos fluidos, necesarios para elbuen funcionamiento de los mismosaparatos.

En todos los compartimentos senotaba una actividad sin interrupciones,una labor incesante y dura, quizásexhaustiva. Había muchas mujeres entrelos trabajadores que desarrollaban allímeritorias actividades. Parecían figurasaladas, yendo y viniendo en silencio,serias y atentas, envueltas en bellosvestidos blancos y resplandecientes,particularidad que nos despertó laatención, suponiendo en nuestraignorancia espiritual que eran uniformes

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cuando en verdad era sólo el buenpatrón vibratorio de sus mentes. ¡Seesforzaban por disminuirlo, en un lugarincompatible con su verdadero nivel!

—Esta fortaleza —continuóAnselmo de Santa María—, a la cualpertenece no sólo la Torre del Vigíasino las demás que aquí se ven,acuartela al regimiento de milicianos ylanceros especializados, que hacen laguardia y defensa de la misma contraposibles contratiempos venidos delexterior. Muchos de los integrantes deese regimiento son discípulos de laIniciación Cristiana, y ensayan losprimeros pasos en la senda de los

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trabajos edificantes, camino de laredención. Algunos fueron tambiénsuicidas, que ahora experimentan connosotros la reparación de antiguosdeslices. Otros salieron de la más negraimpiedad, pues fueron, además desuicidas, temibles obsesores, y susdelitos, los crímenes que practicarondurante tan lamentables oficios, son bienfáciles de evaluar.

Todos son tratados por la Direcciónde la Colonia con desvelado amor ycaridad cristiana. En cuanto a losúltimos, es decir, los obsesores, existenrecomendaciones especiales venidas delo Más Alto, ya que la Insigne

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Guardiana de la Legión desea verlesintegrados lo más rápido posible en lashuestes de los verdaderos convertidosde la doctrina de su amado Hijo, en laLegión de los trabajadores devotos de lacausa magnánima del Maestro demaestros.

Además de los trabajos quedesempeñan y que también forman partede las enseñanzas que reciben, todosestudian y aprenden con sus instructoresnociones indispensables de amor,justicia, del deber y del bien legítimo yse habilitan en la moral del Cristo deDios, en el respeto debido alTodopoderoso, hasta que vuelvan a la

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próxima reencarnación. No obstante,muchos ya vencieron las primerasetapas, es decir, volvieron ya de lasterribles reencarnaciones expiatorias,continuando aquí su instrucción paraprogresos futuros. Debo citar a losbatallones de lanceros hindúes aquíacuartelados, que, voluntaria yabnegadamente, se dedican a servir demodelo para los recién arrepentidos,supervisándoles y cooperando connosotros para su rehabilitación, mientrasprestan su inestimable ayuda a ladirección de nuestro Instituto. Esoshindúes, antiguos discípulos particularesde los iniciados aquí domiciliados,

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algunos ya bastante encaminados haciala luz de la verdad, son, como se puedever, el verdadero sustento del orden ydisciplina que mantiene la paz entre losdemás.

Nuestra vigilancia ha de serincansable, rigurosa y minuciosa, dadala zona de desórdenes en que seencuentra situada nuestra morada, vecinade la Tierra y recibiendo de ésta susmúltiples reflejos perturbadores, de lasgargantas siniestras donde se localiza elvalle en el que están aglomeradosnuestros futuros huéspedes, de lasregiones inferiores donde proliferan loselementos negativos provenientes de las

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sociedades terrenas, y de los caminospor donde deambulan hordasendurecidas en el mal, cuyo trabajo esseducir, atrayendo a sus huestes, aespíritus incautos e inexpertos, comovosotros. Todo eso sin mencionar lasondas malignas invisibles de fluidos yemanaciones mentales que suben desdela Tierra, engrosando las de lo invisibleinferior, y a las que, desde esta Torre,damos caza como lo haríamos amicrobios endémicos de la peste.

A través de los aparatos que veis,estamos en unión permanente con lossucesos desarrollados en el Valle de losSuicidas. Gracias a ellos nos enteramos

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de lo que ocurre allí, todo sabemos ytodo oímos. Podríamos ejercitar laclarividencia, la visión a distancia, asícomo otros dones anímicos queigualmente poseen nuestros técnicos,para enterarnos de lo que necesitamossaber, pues tenemos en la Torre,técnicos capaces de tan gran y delicadoservicio, como aquellas laboriosashermanas que más allá observamosatentas en el cumplimiento del deber.

Preferimos utilizar los aparatos,porque sería sacrificar sin necesidad,tan preciosas facultades anímicas en unlugar heterogéneo como éste, cargado deinfluencias pesadas, que exigirían de

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ellas un gran gasto de energías preciosasy esfuerzos supremos, cuando losaparatos que disponemos realizan elmismo servicio sin grandes exigenciasde orden mental.

Por muy desgraciados que sean loscondenados del Valle, o los desviadosque se complacen en el mal y cuyo radiode acción se encuentra en el camino denuestras actividades, jamás estarándesamparados, pues los siervos deMaría velan por ellos con la ayuda deestos magníficos aparatos de visión ycomunicación y les socorren en elmomento oportuno, es decir, desde queellos mismos estén en condiciones de

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ser socorridos y trasladados para otrolugar.

Pero… existe un hecho en el mismoacto del suicidio, que impide que seansocorridos con la rapidez que sería dedesear de la caridad propia de losobreros de la fraternidad: no estar ellosradicalmente desprendidos de los hilosque les unen al envoltorio carnal, esdecir, conservarse semiencarnados osemidesencarnados, como queráisllamarlo.

Las potencias vitales que laNaturaleza Divina imprimió en todos losgéneros de la creación y, en particular,en el ser humano, actúan sobre el

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suicida con todas las energías de sugrandiosa y sutil actividad. Y esogracias a la naturaleza semimaterial delcuerpo astral que posee, además delcuerpo o envoltorio material.

Su periespíritu tendrá que vivir así,de la vida animal, por mucho tiempo, apesar de la desorganización del cuerpocarnal, en muchos casos. Palpitarán enél, con pujanza impresionante, lasatracciones vivísimas de su calidadhumana, hasta que las reservas vitales,suministradas para el período completodel compromiso de la existencia, seagoten por haber alcanzado la época,prevista por la ley, de la

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desencarnación. Permanecerá el suicidaen tan deplorable y anormal situación,sin que nada podamos hacer parasocorrerle, a pesar de nuestra buenavoluntad [15].

Eso, hijos míos, es realmente así, yvosotros lo conocéis, mejor que nadie.Es la ley, ley rigurosa, incorruptible,irremediable porque es perfecta y sabia,y nosotros debemos intentarcomprenderla y respetarla, para no sermás desdichados por el intento quetuvimos de violarla.

Esto explica la desgracia quesobreviene a los suicidas y laimposibilidad de abreviar los males que

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les afligen. Lo que les sucede es unefecto natural de la causa creada porellos mismos, pues se colocaron en unadelicada situación en que sólo el tiempopueda ayudarles. Lo que podemosintentar en su beneficio, lo hacemos sinreparar en sacrificios.

Y, de vez en cuando, o mejor dicho,en la ocasión justa y adecuada,organizamos expediciones demisioneros voluntarios, que bajan hastasu infierno para traerles a estainstitución, donde son recogidos ydebidamente orientados hacia el respetoa Dios, del que no se acordaron jamás,cuando eran hombres. Y nos reunimos

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para el cultivo de oraciones diarias ensu beneficio, irradiando nuestrasvibraciones benéficas alrededor de susmentes sobrexcitadas, procurandoaliviar el ardor de los sufrimientos queexperimentan con suaves intuiciones deesperanza.

Si no se conservasen tan alucinadosy exacerbados en los callejones de ladesesperanza, de la funesta incredulidaden Dios, en la que siempre secomplacieron, percibirían la invitacióna la oración que todas las tardes lesdirigimos, al caer el crepúsculo, asícomo las palabras de valor, intentandodespertarles para la confianza en los

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poderes misericordiosos del PadreAltísimo, pues no debemos olvidar quetratamos con cristianos que más o menosse emocionan al recordar la infanciadistante, cuando, al pie de la chimenea,junto al regazo materno, balbuceaban lasdulces frases de la anunciación deGabriel a la Virgen de Nazaret, quehabía recibido como hijo al Redentor dela Humanidad… y nosotros nos vemosen la preocupación de utilizar todos losrecursos lícitos para, de algún modo,enjugar las lágrimas de esos míserosincrédulos que se precipitaran en tanpavoroso abismo.

Siempre que un condenado haya

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extinguido o aliviado la carga devitalidad animalizada, esté sinceramentearrepentido o no, avisamos al serviciode socorro de la Vigilancia, que partiráinmediatamente en su busca, para traerlea la guardia de la Legión. Entonces,según sea su condición moral —arrepentido, rebelado, endurecido— eseDepartamento le trasladará al lugarcorrespondiente, como ya sabéis: —elHospital, el Aislamiento, el Psiquiátricoe incluso a estas Torres, pues, comodijimos, en virtud de que todavía noestamos debidamente instalados,acumulamos trabajo, manteniendo, aquímismo, puestos auxiliares para custodiar

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a grandes criminales a los que se les hasuspendido su libertad por excesivapermanencia en las vías del error, esdecir, suicidas obsesores.

Nuestros aparatos de visión adistancia —clarividente-magnético-mecánico— traen hasta nosotros loshechos y las escenas que necesitamosconocer, seleccionándoles de otrastantas, gracias a nuestros técnicos, —como un imán poderoso atrayendo alacero— localizamos al que debemossocorrer, trazamos el esquema deltrayecto, presentándolo enseguida a ladirección de la Vigilancia; estaproporciona los elementos para la

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expedición… y arrebatamos, con elfavor de Dios y el beneplácito de SuUnigénito, a una oveja más de las garrasdel mal…

Está rigurosamente prohibida laentrada a estos gabinetes a quien noejerza alguna actividad. Por eso noentraremos para realizar una visita alconjunto de aparatos. Los trabajadoresson espíritus de élite, misioneros delAmor, técnicos especializados en esetipo de servicio, que, pudiendodesarrollar actividades en esferasfloridas de luz y bendiciones, prefierenbajar a los infiernos sombríos de ladesgracia para servir, por amor al

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Maestro Divino, a la causa sacrosantade sus hermanos inferiores e infelices —como verdaderos ángeles guardianes delos infortunados por quienes velan.

Cada grupo se sustituye por otrocada doce horas y descansan, si lodesean, en los jardines del Templo, que,como sabéis, es el más elevado plano denuestra humilde Colonia; o se dedican aotros menesteres que les gusten o puedenelevarse a las moradas a las que enverdad pertenecen. Se rehacen, ahí, delas angustias soportadas en el ambientetenebroso donde heroicamente trabajanen favor del prójimo y vuelven al díasiguiente, fieles al deber que

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voluntariamente han abrazado… puesdebo deciros, amigos míos, que, paralos servicios de socorro y protección alos parias del suicidio, no existennombramientos ni imposiciones deleyes, ya que él mismo, el suicidio, estáfuera de la ley.

Son tareas, por tanto, realizadas porvoluntarios, luz sagrada de lossentimientos de caridad y abnegación deaquellos que desean ejercerlas por amora las doctrinas inmaculadas del Corderode Dios, de aquel modelo divino quehizo de la caridad la virtud porexcelencia, ya que la ley que permite elderecho de ejercerla confiere el

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ejercicio de todo el bien posible enfavor de los que sufren.

—Me admira ver a personajes tanaltamente dotados dedicarse en lugares ytrabajos tan poco agradables —dijoBelarmino con la ácida impertinencia dequien, en la Tierra, llevó una vida decapitalista ocioso y consideraba undescrédito los duros trabajos en lasluchas continuas del deber. ¿No hay enla Legión trabajadores espiritualmentemenos evolucionados, más acordes, portanto, con la naturaleza del ambiente yde los exhaustivos trabajos que sedesarrollan en él?… sufrirían menos, yaque tendrían un menor grado de

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sensibilidad…Anselmo se rió con bondad y

simpatía, replicando:—Bien se ve, hermano Belarmino,

que desconoces la delicadeza y laprofundidad de los asuntos espirituales,cuya intensidad no es siquierasospechada en el globo terrestre.Nuestro cuerpo de trabajadores menosevolucionados, policías, asistentes,enfermeros, vigilantes, etc., etc., podrápresentar un óptimo contingente debuena voluntad, como realmente así es,permanente disposición para el trabajo,deseo de progresar a través de actosheroicos, pero no se encuentra aún a la

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altura de tan magno desempeño.Solamente un espíritu dotado de virtudespuras y conocimientos expertos podríadistinguir en los meandros del caráctertrastornado de un infractor, como elsuicida, las verdaderas predisposicionespara el arrepentimiento, o si en superiespíritu ya no se reflejan influenciasdel principio vital muy pesadas para, enese caso, proporcionarle auxilio yllevarle a un lugar donde esté seguro.

Sólo un técnico, investido deextensos conocimientos psíquicos, sabráextraer de la memoria profunda de unode esos reos, martirizados por elsufrimiento, sus existencias anteriores,

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retrocediendo con él por las vías delpasado, volviendo a ver su historiavivida en la Tierra, para, a partir de ahí,en base a su biografía, estudiar la causaque le impulsó al fracaso, orientando deahí en adelante el programa reeducativoque le aplicarán más tarde en elInstituto, pues gracias a los informes delos técnicos de los Departamentos de laVigilancia y del Hospital los pacientesadmitidos en la Colonia seránclasificados y encaminados a los variospuestos de recuperación que tenemos,que se extienden incluso a los parajesterrestres, a través de los serviciosreencarnatorios.

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Solamente un ser abnegado, bastanteevolucionado y seguro de sí mismo,podría contemplar, sin horrorizarsehasta la locura, los lugares inferioresdonde la degradación y el doloralcanzan la cumbre del mal, que, encomparación con el Valle dondeestuvisteis, éste último parecería hastaconfortable.

Por ejemplo: Existen almas desuicidas que no llegan a ingresar alValle por vías naturales. Ingresar allí yasupone para el delincuente estar más omenos amparado bajo nuestra asistenciay vigilancia, aunque oculta, y serinscrito en los registros de la Colonia

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como candidato a la futurahospitalización. Existen tambiénaquellos que son aprisionados, oseducidos y desencaminados, antes dellegar al Valle, por bandas deobsesores, que, a veces, también fueronsuicidas, o mistificadores, entidadesperversas y criminales, cuyo placer es lapráctica de vilezas, escoria del MundoInvisible desorientados por sus propiasmaldades, que continúan viviendo en laTierra al lado de los hombres,contaminando la sociedad y los hogaresterrenos que no les ofrecen resistencia através de la vigilancia de los buenospensamientos y prudentes acciones,

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haciendo infelices a incautas criaturasque les dan acceso con su mismainferioridad moral y mental.Esclavizado por semejante horda, elsuicida comienza a experimentar torturasante las cuales los acontecimientos quesuceden en el Valle —que son elresultado lógico del acto del suicidio—parecerían cosas agradables.

Al no disponer de poderesespirituales verdaderos, esos infelices,que viven divorciados de la luz del bieny del amor al prójimo, se alojan,generalmente, en lugares pavorosos ysiniestros de la propia Tierra, afinadoscon sus estados mentales, tales como en

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el seno de los bosques tenebrosas,catacumbas abandonadas de loscementerios, cavernas solitarias demontañas, muchas veces desconocidaspor los hombres, y hasta en los antrossombríos de roquedales marinos ycráteres de volcanes extintos.

Hipócritas y mentirosos, hacen creera sus víctimas que esas regiones sonobra suya, construidas por el poder desus capacidades, pues envidian a lasColonias regeneradoras dirigidas porlas entidades iluminadas, y,aprisionándoles, les torturan de todaslas formas posibles, desde la aplicaciónde malos tratos "físicos" y de la

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obscenidad, hasta enloquecer susmentes, ya inflamadas por laprofundidad de los sufrimientos quesentían antes.

Les infligen suplicios, finalmente,cuya concepción sobrepasa laposibilidad de raciocinio de vuestrasmentes, y cuya visión no soportaríaispor ser todavía excesivamente débilespara aislaros de las pesadas sugestionesque sobre vosotros caerían, capaces dellevaros a enfermar.

Pero… a los trabajadoresespecializados, iluminados por unexcelente progreso, nada les afecta.Están inmunizados, dominan el propio

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horror al que asisten con las fuerzasmentales y vibratorias de que disponen,y hasta las más extrañas regiones delglobo bajan las lentes de sus telescopiosmagnéticos, de su televisión poderosa,así como la solicitud de sus elevadospensamientos de fraternidad cristiana…Y van en busca del alma atribulada delos desgraciados que se vierondoblemente desviados de la ruta lógicadel destino, por el mismo acto delsuicidio y por la afinidad inferior queles arrastró a la unión con los elementosde la más baja especie existente en loinvisible.

Les encontramos, a veces, después

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de investigaciones perseverantes yexhaustivas. No siempre, sin embargo,al localizarlos, podremos arrebatarlosinmediatamente. El informe llega a laDirección de la Vigilancia, que, a suvez, se entiende con la DirecciónGeneral del Instituto. Entonces se trazaun plan para el rescate, un programadefinido, bien delineado, solicitando laayuda de otros grupos, a veces muyinferiores a los nuestros en capacidad ymoral, pero conocedores del terrenoáspero y tenebroso en el que se realizarála operación, diligencias, embajadas,negociaciones, insistencias y hastatrucos y violentas batallas, donde la

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espada no interviene, sino la paciencia,la tolerancia, el interés hacia el bien, laenergía moral, el coraje para el trabajo.Todo esto se utiliza por los liberadores,que causan admiración y respeto por elheroísmo del que dan testimonio.

No es raro que tengan que bajar alos lugares satánicos donde el almacautiva se retuerce flagelada por losverdugos que desean adaptarla a suspropias costumbres. Se infiltran en lahorda. Se someten a la dramáticanecesidad de dejarse superar, muchasveces, por secuaces de las tinieblas…Invariablemente, sufren en esasocasiones esos abnegados trabajadores

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del amor. Derraman lágrimas amargas,fieles, sin embargo, a los sacrosantoscompromisos para con la causaredentora a la que se han consagrado.Pero no vacilan en el puesto demisioneros, al que se comprometieroncon el Divino Modelo que se sacrificópor la humanidad, y prosiguen,enérgicos y heroicos, en los serviciospara el bien de sus hermanos menores…

Y finalmente, después de luchasinimaginables, liberan a los sufridoresque, en su momento, no se habíanencaminado hacia el Valle; y lesentregan a la Vigilancia, que, a su vez,les traslada al lugar adecuado,

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generalmente al Psiquiátrico, pues losdesgraciados salen enloquecidos de lasredes obsesivas en las que se dejaronenredar…

Y, lo que es sumamente importante:traen también a los obsesores, a losverdugos, que no son más que espíritusaudaces, de hombres malos que hanvivido envueltos en las tinieblas delcrimen, apartados de Dios. Si, ademásde obsesores, son también suicidas,podremos retenerles en nuestra Colonia.Les alojamos mientras, aquí mismo, enla Vigilancia, en un lugar apropiado deesta fortaleza, ya que ellos no tienenafinidades para ningún otro plano mejor

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que éste, y son considerados elementospeligrosos e indeseables endependencias donde se opera laelevación de la moral de otrosdelincuentes ya predispuestos al bien.

Les mantenemos bajo severacustodia, procurando en lo posible,darles fuerzas y medios para reeducarsey rehabilitarse. De aquí no se elevarán aplanos más confortables sin volver antesa una nueva existencia carnal, paradespojarse del peso de los crímenes másrepugnantes que cometieron, pues suscondiciones morales y mentales,excesivamente perjudicadas, lesimpiden mayores posibilidades.

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Su instrucción se limitará a un breveaprendizaje acerca de sí mismos,nociones de las leyes fraternas expuestasen el Evangelio del Señor y trabajosregeneradores ejercidos en la Tierra,bajo la dirección de asistentesrigurosos, o en nuestro regimiento demilicianos, donde mentoresespecializados en este tipo de casos, lesguiarán a la práctica de serviciosennoblecedores, en oposición al granmal que practicaron en el pasado.

Como milicianos, darán caza a otrashordas de obsesores que conozcan,indicándonos antros maléficos que biensaben que existen aquí y allá, prestando

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una valiosa ayuda a nuestra causa, loque les será llevado en cuenta en laprogramación de sus expiaciones. Si setrata, sin embargo, de elementossimplemente perversos, no suicidas, nonos es permitido acogerles, pero nuestroservicio de Socorro les llevará a lospuestos de refugio existentes en laszonas de transición, un poco por todaspartes. Son una especie de puestospoliciales de lo Invisible y, una vez ahí,tendrán el destino que mejor convenga asu triste condición de espíritusinferiores, destino acorde, no obstante,con las leyes de la afinidad, de lajusticia y de la fraternidad.

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Siguió un corto silencio. Estábamosatónitos, sorprendidos con la inesperadaexposición que nos hacían, que,verdaderamente valía por una clase deelevada erudición. Anselmo de SantaMaría fijó dulcemente la mirada ennuestros semblantes preocupados por laatención despertada por su palabra, ymurmuró, como si extendiese elpensamiento a través de los floridoscaminos perfumados por la esenciaincomparable del Evangelio delMagnánimo Educador:

—¡Sí, hijos míos!… Eso es lo quesucede, pues el mismo Nazareno afirmóque el buen pastor deja su rebaño

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obediente, amparado en su redil, y parteen busca de la oveja extraviada, sólodescansando después de reconducirla, asalvo de los peligros que la rodeaban…Y resaltó, para justicia y gloria denuestros esfuerzos en cooperar con Él:

—De las ovejas que mi Padre meconfió, ninguna se perderá…

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CAPÍTULO IILOS ARCHIVOS

DEL ALMA

“Honrad a vuestro padre y a vuestramadre”.

(Decálogo)

Éxodo, 21:12

Iba atardeciendo. Las sombras seacentuaban en el horizonte plomizo de la

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pesada región. Descendimos al pisoinmediatamente inferior y, en el trayecto,pregunté:

—Reverendo padre, disculpe eldeseo de investigar pormenores de unasunto que afecta a mis sentimientos decristiano y a mi preocupación deaprendiz, ¿Cómo llegan los Directoresde esta magna Institución a saber quéespíritus infelices por el suicidio sonaprisionados por grupos hostiles,estando desaparecidos?…

—Por nuestro compromiso conJesús como auxiliares de su ideal deredención, afiliándonos a la Legiónpatrocinada por su venerable Madre —

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respondió—, mantenemos técnicos enesta Torre con la función exclusiva debuscar a los desaparecidos, auxiliadospor los aparatos que acabáis de ver…En cada uno, están señaladas lasregiones que deberán rastrear… Por otraparte, antiguos obsesores, regeneradosbajo nuestros cuidados y agregados alcuerpo de milicianos, tocados por elarrepentimiento, indican voluntariamentelugares de lo Invisible o de la Tierraque conocen, donde están aglomeradaslas víctimas de la opresión obsesiva ydonde se practican las mayoresatrocidades. Una vez comprobada suexistencia, esos lugares se visitarán y

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sanearán…Generalmente, sin embargo, los

avisos y las órdenes vienen de lo Alto…de allá, donde sobrevuela la asistenciamagnánima de la piadosa Madre de laHumanidad, la gobernadora de nuestraLegión… Si las entidades consideradasno pertenecen a su tutela directa deGuardiana, podrá el guardián del grupoo de la Legión a la que pertenecensolicitar su favor en pro de losdesviados, su amorosa ayuda para elblanco pretendido, ya que existe unafraterna solidaridad entre las sociedadesdel Universo Sideral, infinitamente másperfectas que las existentes entre las

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naciones terrestres…Igualmente, por más desgraciado y

olvidado que sea un delincuente, existirásiempre quien le ame y se interese por élsinceramente, dirigiendo invocacionesfervorosas a María en su favor, odirectamente al Divino Maestro o almismo

Creador. Si un suicida no deja en laTierra alguien que se apiade de suinmensa desgracia, orando por él, essiempre cierto que en el Más Allá habráalguien que lo haga afectos remotos,antiguos amigos, temporalmenteolvidados gracias a la encarnación;seres queridos que le acompañaron en

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peregrinaciones pasadas en la Tierra, sututelar, el amoroso guardián que conocetodos sus pasos y sus menorespensamientos, le asistirán converdaderos testimonios del amorfraterno, que cultivan inspirados en elamor de Dios.

Si se dirige a María la súplica,inmediatamente serán expedidas órdenesa sus mensajeros, que, distribuidas poréstos a los diversos puestos e institutosde socorro y asilo a los suicidas,mantenidos por la Legión, indican a losservidores los detalles que rodean alnuevo sufridor, su nombre, nacionalidad,la fecha del desastre, el lugar en que se

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verificó y el tipo de suicidio escogido.Con esos informes, si, por ejemplo, elindividuo en cuestión se encuentra enuna región perteneciente nuestro radiode acción, se realizará la búsqueda porlos siervos de la Vigilancia, comodijimos anteriormente.

Será localizado dondequiera que seencuentre a costa de cualquiersacrificio. Generalmente, el trabajo seráfácil si no fue arrebatado de la situaciónnormal por las hordas perversas yobsesivas que le asediaban desde antes.En otro caso si la tarea es muy espinosay dura, por necesitar la ayuda de otroselementos de nuestra misma Legión o

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extraños a ella, tenemos el derecho desolicitarlos, siendo atendidos conrapidez. Hay casos, como dijimos antes,en que nos vemos en la necesidad deapelar hasta a la ayuda de elementosinferiores, es decir, de grupos inferioresen moral y esclarecimientos.

Pero, si la súplica se dirige a otroeminente espíritu, será encaminada aMaría y se seguirán las mismasprovidencias, pues, como venimosdiciendo, es María la sublime acogedorade los condenados que se arrojaron a lostenebrosos abismos de la muertevoluntaria… Todo eso, sin embargo, noquiere decir que nuestra Excelsa

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Directora necesita esperar súplicas ypedidos de quien quiera que sea paratomar sus caritativas providencias. Alcontrario, éstas han sido siempretomadas, manteniendo los puestos deobservación y socorro especiales parasuicidas; con los no especializados,pero que igualmente les acogerán en elmomento oportuno, diseminados portodas partes, tanto en lo Invisible comoen la Tierra, y con los propiosdispositivos de la ley del amor yfraternidad, que manda quepractiquemos todo el bien posible,haciendo al prójimo lo que desearíamosque él nos hiciese, ley que en lo

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Invisible esclarecido es observadaamorosa y rigurosamente.

De cualquier forma, sin embargo, laoración, como visteis, exteriorizada conamor y vehemencia en favor de unsuicida, es el sacrosanto vehículo queconlleva siempre inestimable consuelo yfavores celestes para aqueldesafortunado, ya que es uno de losvaliosos elementos de socorroestablecidos por la citada ley en favorde los que sufren, elemento con quecuenta para accionar vibracionesbalsámicas necesarias para eltratamiento que la carencia de lapersona requiere, constituyendo, por eso

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mismo, un error terrible la negativa, porparte de las criaturas terrestres, a orarpor ellos en la injusta suposición de quesería inútil su aplicación por ya nopoderse remediar la desgraciadasituación de los suicidas.

Muy al contrario, la oración, es unacto de tan loable y benévolarepercusión, que aquel que ora por unode vosotros, se hace voluntariocolaborador de los trabajadores de laLegión de María, colaborando con susesfuerzos y sacrificios en la obra dealivio y reeducación a la que seconsagran.

Como habéis percibido, de esta

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pequeña muestra, nuestra labor esconsiderable e intensa. Si las criaturasque atentan contra el sagrado patrimoniode la existencia corporal —concedidopor el Todopoderoso al alma culpadacomo oportunidad bendita y noble derehabilitación— conociesen la extensiónde los sufrimientos y sacrificios que porellas arrostramos, se detendrían a lavera del abismo, reflexionando en lagrave responsabilidad que iban aasumir, ya no por amor o compasión desí mismas, sino en consideración yrespeto a nosotros, sus guías espiritualesy amigos devotos, que tantas luchasexhaustivas, tantos sinsabores

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soportamos y tantas lágrimasarrancaremos del corazón hasta que ospodamos encaminar hacia lasconsoladoras estancias protegidas por laesperanza.

* * *

El amable guía nos comentó laexistencia, en una de aquellas sombríasdependencias que circundaban la torrecentral, denominada simplemente —laTorre—, de aquellos temidos obsesores,jefes o prosélitos de grupos tenebrosos yperversos, que, además de suicidas, son

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también responsables por crímenesnefastos, previstos en las leyes sublimesdel Eterno Legislador como puniblesmediante reparaciones durísimas através de los siglos.

Manifestamos el deseo de verles.Creímos que se trataría de entidadesanormales, desconocidas completamentepor nuestra capacidad de imaginación,monstruos apocalípticos o tal vez,fantasmas infernales que ni siquierapresentarían forma humana. Sonriendopaternalmente, el viejo doctor deCanalejas comentó a nuestro amableguía, si sería posible ver a alguno deellos, ya que sería de utilidad conocerle

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para precavernos durante el próximoviaje a los planos terrestres, dondepululan numerosas bandas de la mismaespecie. El Padre Anselmobondadosamente aceptó, aunqueimponiendo una pequeña restricción:

—Estoy informado, por el directorde vuestro hospital, de lo que conviene alos aprendices aquí presentes. Estoy deacuerdo, por tanto, en presentarles unpequeño panorama del lugar dondealojamos a los pobres hermanosresponsables por tantos delitos, que esjustamente la Torre que nos queda cerca.Allí se encuentran las llamadasprisiones, donde son custodiados sin

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interrupción, como jamás lo serían losprisioneros en la Tierra. Deboinformaros de que esos obsesores yaestán en vías de regeneración. Lessacude el pesado entorpecimiento en elque han mantenido sus conciencias acausa de los golpes aflictivos de losprimeros remordimientos. Se acobardancon el fantasma del futuro. Saben bien loque les espera en la angustiosa región delas expiaciones, bajo el ardor de lasreparaciones que tendrán que acometertarde o temprano. Amedrentados antesus propias culpas, creen que, mientrasse resistan a la regeneración, estaránliberados de sus obligaciones… De

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aquí, sin embargo, no lograran salir,volviendo a ser libres, sin que elarrepentimiento marque el nuevo caminopara sus conciencias, aunquepermanezcan enclaustrados durantesiglos, lo que no es muy probable quepase.

¡Queridos amigos, vosotros, queiniciáis los primeros pasos en las sendasredentoras de esa ciencia divina queredime y eleva el carácter de la criatura,sea hombre o espíritu, vosotros, cuyavisita a mi humilde puesto de trabajadorde la siembra del Señor tanto me honra yalivia! ¡Colaborad con nosotros en estadifícil sección del Departamento de

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Vigilancia! ¡Colaborad con la Direcciónde este Instituto, bajo cuyaresponsabilidad pesan tantos destinos decriaturas que deben ir hacia Dios!¡Cooperad con la Legión de los Siervosde María y con la causa de la redención,abrazada por el Maestro divino, orandofervorosamente por estas ovejasdesviadas que se resisten a la llamadade su dulce Pastor!

Este puede ser el primer paso con elque iniciáis la extensa caminata de lasreparaciones que deberéis practicar y elgesto de sublime caridad que volverá aencender sus inmortales y benéficosaromas en el seno amoroso del Cristo de

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Dios: —la oración por la conversión deestos infelices tránsfugas de la ley, quese arrojaron, temerarios y locos, al mástenebroso y trágico abismo en el quepuede deshonrarse una criatura dotadade razón y libre albedrío. ¡Orad!¡Creedlo, os lo aseguro, que de estaforma empezaréis brillantemente laprogramación de las acciones quedeberéis realizar para la confirmaciónde vuestro progreso!

Continuó, después de una pausa queno osamos interrumpir con ningunaindiscreción:

Sin embargo, aquí están asistidospor dedicados celadores. Teniendo en

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cuenta la ignorancia de la que han dadomuestras, escogiendo la práctica delmal, el único atenuante con el quepueden contar para merecer protección yamparo, es la misericordia expuesta enla ley que nos rige que nos ordena darlesenseñanzas y esclarecimientos, mediosseguros de rehabilitarse para elreingreso a las vías normales de laevolución y del progreso, elementos conque puedan combatir, ellos mismos, lastinieblas en que se encuentran.

Para eso, reteniéndoles ysuspendiéndoles la libertad, de la quemucho, mucho, han abusado, les damosconsejeros y maestros, figuras expertas

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en el secreto de las catequesis desalvajes y nativos de las regionesbárbaras de la Tierra, tales comoÁfrica, Indochina, América, de laPatagonia distante y desolada…

Venid y asistiréis, a través denuestros aparatos de visión a distancia,lo que pasa en la cercana Tierra…

Se dirigió a un amplio salón queparecía un despacho de supervisióngeneral del Director. Todo lo que teníael solitario compartimento era unmobiliario sobrio, utensilios de estudioy muchos aparatos de transmisión devisión y sonidos, permitiendo una rápidacomunicación con toda la Colonia. Nos

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invitó a sentarnos, mientras él seconservaba de pie cual maestro que era,siguiendo al instante su interesanteexplicación:

—Estas son las "prisiones" en esterincón sombrío del Instituto María deNazaret…

Se aproximó a los aparatostelevisivos, accionándoles…, y nosencontramos milagrosamente en unaextensa galería cuyas arcadas,recordando antiguos claustros,revelaban el estilo portugués clásico,que tantos recuerdos traía a nuestraalma.

No sé si las ondas fluido-magnéticas

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que se producían en esos aparatostendrían el poder de infiltrarse en lasfibras de nuestro periespíritu, uniéndosea nuestras irradiaciones; o si,extendiendo sus propiedades por elambiente, nos predisponían la mentepara el elevado fenómeno de sugestiónlúcida o bien si esto era el frutopoderoso de la fuerza mental de losmaestros del magnetismo psíquico quenos acompañaban cuando nos llevaban aexaminar las transmisiones, pero locierto es que, en aquel momento,teníamos la impresión de quecaminábamos realmente, por aquellagalería envuelta en una pesada

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penumbra, que transmitía penosasimpresiones de angustia y temor anuestros inexpertos espíritus.

Los "calabozos", a un lado y otro dela galería, se presentaban a nuestrosojos sorprendidos como pequeñosrecintos para estudio y residencia, talescomo una sala de clases, comedor ydormitorio, ofreciendo la suficientecomodidad para no enfrentar al reclusocon la humillación de la necesidadinsoluble, predisponiéndole a ladesconfianza y a la rebelión. Parecíanpequeños apartamentos de un internadomodelo, en el que el alumno recibíahospedaje individual, ya que esos

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aposentos eran la habitación de sólo unprisionero.

No me pude contener y me atreví aexteriorizar mis impresiones,dirigiéndome al padre Anselmo:

—Pero… ¡Aquí veo un colegio, nouna prisión!… Rodeados de ampliasventanas y bellos y sugestivos balconespor donde penetran un viento saludable,desguarnecidos de rejas y de centinelas,estos aposentos invitan al recogimiento,meditación y al estudio provechoso,dado el silencio inquebrantable del queestán rodeados… Veo bien la influenciade misioneros educadores, habituados ala dirección de instituciones escolares, y

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no de carceleros que se imponen por laviolencia…

—Si —replicó sonriendo el noblegobernador de la Torre—, cumplimoslas leyes del amor y de la fraternidad,bajo las normas esencialmenteeducadoras del Maestro magnífico. Nodebemos castigar a nadie, por máscriminal que pueda ser, por que ni Él lohizo. Nuestro deber es instruir yreeducar, levantando el ánimo decaído,el carácter vacilante, a través deexplicaciones sanas, para laregeneración por la práctica del bien…,puesto que ya tiene el delincuente elcastigo dentro de sí mismo, como el

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infierno en que se convirtió suconciencia atacada sin interrupción pormil diferentes aflicciones…, por lo queno hay que atormentarle con máscastigos y represalias. Él mismo sejuzgará y aplicará en sí mismo loscastigos que merezca… ¿Queréis unejemplo vivo, de los más sugestivos?…Prestad atención…

Se aproximó a uno de aquellosaparatos, accionó atentamente un nuevobotón luminoso y, mientras sereproducía en la pantalla una figuramasculina, semejante en todo a nosotros,de unos cuarenta años, nos ibaexplicando:

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—Aquí está uno de los temiblesobsesores, jefe de un pequeño grupo deentidades endurecidas y malvadas,portador de múltiples vicios ydegradaciones morales, criminal ysuicida, que arrastró a su abismo devileza y miserias a cuantos incautos —desencarnados y encarnados— pudoseducir y convencer a seguirle, y cuyoscrímenes se agrandan con tal gravedaden los códigos de las leyes divinas queno nos admiraríamos ver llegar, de una aotra hora, órdenes de lo alto paraencaminarle a los canales competentespara una reencarnación expiatoria fueradel globo terrestre, en un planeta más

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inferior que la Tierra, o para un estadioespiritual en sus alrededores astrales, enlas cuales, en un período relativamentecorto, podría expiar el débito que en laTierra requeriría siglos. Pero eso seríauna medida drástica que repugnaría a lacaridad y al inimaginable amor denuestro dulce Pastor, que preferiráprimero, agotar todos los recursoslógicos y legales para persuadirle alarrepentimiento así como a laregeneración, sirviéndose de la granternura y piedad de las que sólo Él sabedisponer.

María intercedió por este infeliz,junto a su divino Hijo, y a nosotros nos

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recomendó la máxima paciencia, la másfecunda expresión de caridad y de amorde las que fuésemos capaces, para seraplicados en su lamentable caso. Así esque, aunque está prisionero, como veis,recibe sin interrupción toda la asistenciamoral, espiritual y hasta "física", si asíme puedo expresar, que su naturalezaanimalizada y grosera necesita.

Se le ofrece diariamente la moralcristiana, que absolutamente desconoce,como alimento indispensable del que nopuede prescindir, en la indigenciatraumatizada en que se encuentra… Y larecibe a través de la enseñanza delEvangelio bendito, en clases colectivas,

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figuradas y escenificadas, comopresenciasteis en aquellas reunionesterrenas a las que fuisteis conducidos,que no son más que pequeños puestosauxiliares de los servicios realizados enlo Invisible; y es, como los demásalumnos prisioneros, ayudado aexaminar las excelsas enseñanzas delRedentor y compararlas con sus propiasacciones…, aquel Redentor que, fiel asu finalidad de Maestro y Salvador, leextiende su mano compasiva, llevándolea levantarse del pecado.

Nuestros métodos, también tienenotra especie de enseñanza, enérgica,casi violenta, a la cual solamente los

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iniciados pueden asistir, dada ladelicadeza de la operación, que requiereuna técnica especial… Por esa razónesta parte se confía siempre a un técnicoespecializado de nuestra Colonia:Olivier de Guzmán, a quien conocéiscomo director del Departamento deVigilancia. Sobre él pesan,acumulándose, tareas de las másdelicadas, no sólo por ser el deber quele corresponde, ya que en la siembra delSeñor jamás un buen obrero estaráinactivo, sino también debido a laescasez de trabajadores, a la que mereferí. Apreciad lo que pasa en elapartamento de este reo-alumno y

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evaluad por vosotros mismos…Sentado en la mesa de estudio, con

el rostro entre las manos, en actitud dedesánimo o preocupación profunda, conlos cabellos revueltos, abundantes yondulados y el semblante atormentadopor pensamientos perturbados, queemitían en torno del cerebroevaporaciones espesas como nubesplomizas, allí se encontraba elprisionero, frente a nosotros, como siestuviese presente en el mismo salón enque nos encontrábamos.

Reconocimos sorprendidos en eseterrible obsesor sólo a un hombre,simplemente un hombre —o un espíritu

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que había sido hombre, pero no a un serde fantasía. Un espíritu apartado de lasformas carnales, es cierto, pero con laestructura espiritual humanizada, groseray pesada, indicando la inferioridadmoral que le distanciaba de laespiritualidad.

Vestía como en el momento en quedesencarnó bajo el golpe del suicidio:un pantalón de fino tejido de lana negra,que indicaba que, en la Tierra habíasido un personaje de elevado nivelsocial, y camisa de seda blanca conpuños y pecho de encaje de Flandes. Ajuzgar por la indumentaria pensamos queandaría cerca de un siglo su estancia

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entre las sombras de la maldad delplano Invisible, lo que llevó un penosotemblor de compasión hasta lo másprofundo de nuestro ánimo. A la alturadel corazón, a pesar del largo tiempotranscurrido, un estigma trágico lemarcaba como integrante del siniestrogrupo de condenados al cual tambiénpertenecíamos: —la sangre, viva yfresca, como si hubiera comenzado achorrear en aquel momento, sederramaba del ancho orificio producidopor un florete o puñal, hiriendo sinpiedad su periespíritu, se derramabasiempre, sin interrupción, a pesar deltiempo, como si se tratase de la

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impresión del hecho ocurrido sobre lamente alucinada y tenebrosa deldesgraciado.

Entró en el recinto el maestro que leasistía, que, piadosamente, iba, deaposento en aposento, a encender en loscorazones incultos de aquellos míserosdelincuentes las luces del conocimiento,para que se dirigiesen gracias a ellas aun camino más adecuado.

El antiguo obsesor se levantórespetuosamente, haciendo unareverencia propia de un gentilhombre.Olivier de Guzmán —pues era él elmaestro— le saludó cariñosamente:

—¡La paz del Señor sea contigo,

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Agenor Peñalva!El reo no respondió, manteniendo el

ceño fruncido, y, a una señal de aquel,se sentó nuevamente a la mesa, mientrasel tutor permanecía de pie.

Con rostro sereno, actitud delicada yconversación paternal, Olivier deGuzmán, que, como los demás iniciadossuperiores, vestía la indumentaria delgrupo de trabajadores al que pertenecía,expuso al discípulo la explicación deldía, haciendo que lo anotara en uncuaderno, es decir, llevándole aanalizarla, a meditar sobre ella para,cuidadosamente imprimirla en la mente.Al día siguiente el discípulo debería

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presentar la reseña de las conclusioneshechas sobre el tema en cuestión.

Esa clase, presenciada por nosotros,consistía en una importante tesis sobrelos derechos de cada individuo, en lasociedad terrena como en la astral, a laluz de la ley magnánima del Creador; losderechos de mutuo respeto, solidaridady fraternidad que la humanidad debeposeer en la armoniosa cadena de lasacciones de cada criatura en sí misma ycon sus semejantes. El alumno debíaanalizar la tesis delicada en contrastecon sus propias acciones cometidasdurante su última existencia en la Tierray durante su permanencia en lo Invisible

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hasta aquel momento, comparándolascon las normas expresas en las leyes querigen el mundo astral y en los códigos dela moral cristiana, indispensables parael progreso y el bienestar de todas lascriaturas, y de las que ya veníarecibiendo esclarecimientos desde hacíaalgún tiempo. Al alumno le asistía elderecho de presentar objeciones,exponer las dudas que pudiese tener, yhasta de cuestionar… observandonosotros la cantidad de preciosasaclaraciones que el maestro daba a cadaimpugnación del endurecido discípulo[16].

¡Y ese trabajo, de exclusiva

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competencia de la conciencia, podíaintentar ser realizado por todos losreclusos, independientemente de sucultura intelectual!

Perplejos ante la intensidad yextensión de los servicios en la Torre,preguntamos al paciente expositor:

—Cuando este pobre espíritu seconvenza de la necesidad del bien,¿hacia donde será dirigido?… ¿qué va aser de él?… ¿Y por qué tiene, a pesar dela mala voluntad manifiesta, un maestrode tal categoría, y leccionesprofundísimas como las quepresenciamos, mientras que nosotros,que nos disponemos a caminar en el

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futuro buenamente a través de vuestrosconsejos, no vemos todavía a esosiniciados que tanto nos agradan, y niconseguimos siquiera un texto dondeaprender las leyes que nos regirán deaquí en adelante, ni instrumentos paraescribir?…

La respuesta no se hizo esperar:—En primer lugar —aclaró el Padre

Anselmo—, no deberíais olvidar quesois enfermos a quienes ahora hanconcedido el alta del Hospital, y que,habiendo ingresado hace sólo tres añosen este refugio, no pasáis de reciénllegados que ni siquiera han finalizadoel reajuste psíquico… Todo eso,

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además, se ve en vuestras condiciones,que no admiten siquiera opiniones encontra. No os admiréis, por tanto, queeste hermano que estamos observando,obtenga lo que parece inmerecido…vuestro momento de iluminación vendráa su tiempo y no perderéis nada poresperarlo con paciencia… Hace treintay ocho años que ingresó Agenor Peñalvaa esta Torre y sólo ahora está deacuerdo en consagrarse al indispensableestudio de sí mismo para acatar la ley ymejorar su propia situación, que le vienepesando amargamente… Por otro lado,debido a la inferioridad moral que lerodea, necesita mayor vigilancia y

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asistencia que vosotros, cuya tendenciapara la conversión a la luz augura unbuen futuro…

Su corazón endurecido, en el que seatrincheró, temeroso de lasconsecuencias futuras de los actos queconvirtieron en tinieblas su vida, harequerido un laborioso trabajo. Ha sidonecesaria la perseverancia paternal deun Olivier de Guzmán, experto en eltrato con los nativos del Norte ysemibárbaros del Oriente, paraconvencer al gran desviado que ahítenéis a animarse para la corrección. Enbreve volverá a reencarnarse. Seencuentra excesivamente perjudicado, en

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sus condiciones mentales, para poderconducirle a situaciones de verdaderoprogreso. Sólo una existencia terrestrelarga y dolorosa, que redunde endecisivas transformaciones mentales,librando a su conciencia, sobrecargadade sombras, de una considerablecantidad de impurezas, le brindará laoportunidad para nuevos caminos en laruta del progreso normal…

Para eso está aquí, paraconvencerse, voluntaria ysatisfactoriamente de tal resolución, sinobligarle jamás y prepararle para laadquisición de fuerzas suficientes paralas tremendas luchas a las que se

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enfrentará en la Tierra, procurandomoralizarle lo más posible,reconciliándole consigo mismo y con laley.

Si no lo hacemos así, su próxima einevitable reencarnación le llevará almismo círculo vicioso en el que hadegenerado las demás, lo que no leconviene a él en absoluto ni tampoco anosotros, ya que somos responsables porsu reeducación ante la misma ley.

Continuad, no obstante, observandolo que pasa en sus aposentos…

Prestando la máxima atención, nossorprendieron los acontecimientos quese desarrollaron seguidamente, que, por

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su naturaleza altamente educativamerecen ser narrados con especialcariño:

A un gesto del preceptor, vimos queel paciente se levantó para acompañarlesumisamente, como tocado porinfluencias irresistibles. Caminaron, conOliver delante, a lo largo de la galeríaextensa, donde se hallaban otras"prisiones". Entraron en un espaciosorecinto o sala de experimentoscientíficos. Parecía un tabernáculodonde se desvelaban misteriossacrosantos, mostrando al observador loque le convenía aprender y progresar enpsiquismo, para hacerse merecedor de

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la herencia inmortal que el cielo legó algénero humano.

La citada sala se manteníaperennemente saturada devaporizaciones magnéticas apropiadaspara la finalidad, que suavementeemitían fosforescencias azuladas, tenues,sutiles, casi imperceptibles a nuestravisión aun muy débil para las cosasespirituales, y absolutamente invisiblesa la percepción embrutecida del reo queiba a someterse a la operación. Sobre unsuelo pulido como el cristal había unasilla de una sustancia transparente, y ensu interior pasaba un fluido azul,fosforescente, como la sangre que corre

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por las arterias de un cuerpo carnal, alaccionar botones minúsculos, comopequeñas estrellas, que se observabanen el conjunto de todo ese extrañoaparato. Delante de esta singular pieza—parecida a la existente en la sala derecepción del hospital, donde habíamosasistido a nuestro propiodesprendimiento de la organizaciónmaterial, retrocediendo mentalmentehasta la fecha del suicidio, bajo ladirección de Teócrito y la asistencia deRomeu y Alceste—, se destacaba uncuadrilátero de cerca de dos metros,brillante como espejo, una placa fluido-magnética ultra-sensible, capaz de

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registrar, en su inmaculada pureza, lamenor impresión mental o emocional delque allí estaba, y que vimosensombrecerse gradualmente, a laentrada de Agenor, como si un vahoimpuro la hubiese empañado.

Pregunté, impaciente y curioso,reparando en el aparato y olvidándomede la discreción que debía mantener:

—¡Parece un gabinete defenomenología transcendental! ¿Para quévale, reverendo Padre?…

—Dices bien… En efecto, se tratade un sagrario de operaciones muytrascendentales, amigo mío. Losaparatos que veis, armonizados en

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sustancias extraídas de los rayos solares—cuyo magnetismo ejercerá lainfluencia del imán—, es una especie determómetro o máquina fotográfica, conla que acostumbramos medir, reproduciry movilizar los pensamientos, losrecuerdos, los actos pasados que seimprimieron en lo más íntimo delpsiquismo de la mente, y que, por laacción magnética, resurgen como porencanto, de la memoria profunda denuestros discípulos, para impresionar laplaca y hacerse visible como la mismavivencia real…

Un estremecimiento de terrorsacudió nuestras fibras psíquicas. El

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primer impulso que tuvimos, captando lasucinta y profunda respuesta en toda suamplitud, fue el de huir, tan asustadosque quedamos ante la perspectiva de vertambién investigados de esta formanuestros pensamientos y accionespasadas.

Íntimamente estábamos convencidosque nuestros mentores conocíanminuciosamente todo a nuestro respecto,sin excepción hasta del mismopensamiento. Pero la discreción y lacaridad de esos incomparables amigos,que jamás se valían de ese poder paraafligirnos o humillarnos, nos dejabantranquilos, quedando en nuestro interior

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la cómoda opinión de que íbamos a serenteramente ignorados.

Lo que, en verdad nos alarmaba, noera el ser totalmente conocidos porellos, y sí la posibilidad de ver,nosotros mismos, esas fotografías delpasado; asistiendo a las monstruosasescenas que fatalmente se reflejarían enaquel espejo, analizándolas ymidiéndolas, lo que nos parecía como unpatíbulo que nos aguardaba como unanueva clase de suplicio.

—Una entidad iluminada —continuóexplicando el director interno de laTorre del Vigía—, ya educada enbuenos principios de moral y ciencia, no

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utilizará esos aparatos cuando desee onecesite extraer de los archivos de lamemoria sus propios pensamientos, losrecuerdos, el pasado, en fin le bastará lasimple expresión de la voluntad, laenergía de la mente accionada en sentidoinverso… y se hará presente el pasado,viviendo los momentos que evoque, talcomo los ha vivido antes en la realidad.Para la reeducación de los inexpertos einferiores son muy útiles eindispensables, motivo por el que losutilizamos aquí, facilitando sobremaneranuestro servicio.

Aun así, todo lo que obtenemos de lamente de cada uno será para nosotros

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como un sacrosanto depósito que jamásserá traicionado, y sólo el maestroinstructor del paciente será eldepositario de sus terribles secretos,guardándolos celosamente para lainstrucción del mismo, pues así lodeterminan las leyes de la caridad.Esporádicamente, como en estemomento, podremos ver algo, ya que setrata de la iluminación de un colectivo, ycon mayor razón cuando esacolectividad se arma de buena voluntadpara el progreso, como vemosirradiando en vosotros…

Mientras, Agenor, visiblementeasustado con el aspecto que iban

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tomando los acontecimientos, apeló a lamistificación, ignorando la elevadamentalidad del que le servía, que,piadosamente, se rebajó para ser mejorcomprendido:

—¡No señor maestro, no señor! ¡Nofui mal hijo para mis padres!… Lasanotaciones que ayer presenté de esaetapa de mi vida son verdaderas, ¡os lojuro!… ¡Debe existir algún error en eldetalle que le llevó a rechazarlas!…¡Error y rigor excesivos conmigo!…¡Me hace escribir las normas de un buenhijo, de acuerdo con las leyes de DiosTodopoderoso, que yo temo y respeto!¡Quiere que, una vez más, yo las estudie

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para, mañana, exponer mis recuerdosrespecto de mi condición de hijo, en laspáginas del diario íntimo que estoyforzado a escribir, analizándolas encomparación con aquellas normas… Sinembargo, si tengo certeza de lo quevengo afirmando respecto de misrecuerdos, ¿para qué tan exhaustivalabor?… Le pido que encamine a quiencorresponda mi ruego de libertad. ¿Porqué me hacen sufrir tanto?… ¿No existe,pues, perdón y benevolencia en la leydel buen Dios, que yo tanto amo?…,pues soy profundamente religioso yestoy arrepentido de mis grandespecados… ¡Me encuentro aquí hace

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tantos años!… Pasé por infernalescalabozos, en manos de una hordamalvada que me raptó, después delsuicidio, y me unió a su banda…Atormentado, vagué por islas desiertas,antes de someterme a sus detestablesdeseos… Enfrenté las furias tétricas delocéano, abandonado y perdido sobreroquedales solitarios… ¡Durante diezaños me vi encadenado al antro inmundode un cementerio, donde sepultaron micuerpo asqueroso, embarrado y fétido!Fui perseguido por grupos siniestros deenemigos vengadores; golpeado como unperro rabioso, maltratado como unreptil, corroído por millones de gusanos

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que me enloquecieron de horror yangustia, bajo la tortura suprema de laconfusión que nada permite esclarecer,sin lograr comprender la trágicaaflicción de sentirme vivo y encontrarmesepultado, podrido, devorado porinmundas bacterias!…, me llevaronprisionero, los malvados, atado concuerdas resistentes, y me prendieron ami propia sepultura en la que yacía…bien…, quiero decir… usted lo sabe,maestro… En la que yacía aquella queyo amé… ¡Sí! La que yo violé y despuésasesiné, temiendo represalias de sufamilia, ya que se trataba de una niñaaristócrata… Nunca nadie identificó al

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asesino… pero aquellos malvados losabían todo y después de mi suicidiovengaron a la muerta… De tal forma mevi perseguido que, para librarme de suyugo y escapar de los malos tratos querecibía, tuve que unirme a la banda yconvertirme en uno de ellos, pues esaera la alternativa que ofrecían… Debo,por tanto, tener muchos atenuantes…Después fui aprisionado por lanceros yencarcelado en el Valle Siniestro, dondepadecí una nueva serie de horrores… ¡Yahora, en esta Torre, privado de milibertad, sin siquiera poder recrearmepor las calles de Madrid, que yo tantoamaba, ni respirar el aire puro y fresco

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de los campos, como tanto me gusta!¿Soy o no soy hijo del buen Dios? ¿Oseré hermano del mismo Satanás?…

Demostrando la más singularserenidad, replicó el generoso mentor:

—Si te oyera alguien ajeno a tuseternas quejas, Agenor Peñalva,supondría que se cometen injusticias enel recinto iluminado por los benignosfavores de la magnánima directora denuestra Legión… Sin embargo, la largaserie de infortunios que expusiste tienesu origen sólo en los excesospecaminosos de tus propios actos y en latruculencia de los instintos primitivosque conservas…

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¡Hace treinta y ocho años que vienessiendo pacientemente exhortado a unareforma íntima, que te aseguresituaciones menos ingratas! No obstante,te niegas sistemáticamente a darcualquier paso hacia el bien,enclaustrado en la mala voluntad de unorgullo que intoxica tu espíritu,entorpeciendo los movimientos en prode los progresos que deberías haberrealizado hace mucho. Hemos tenido unagran tolerancia contigo, a pesar de noreconocerla. Sabes muy bien que turetención en nuestro círculo devigilancia supone para ti la proteccióncontra el yugo obsesor del grupo que

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liderabas, y asimismo no ignoras que deti depende la libertad que tanto deseas.

Jamás te molestamos aquí y teofrecemos diariamente tesorosespirituales diariamente, con el deseo deverte enriquecido con la adquisición delas luces que irradian. Eres huésped dela Legión de María, Ella te recomendó ala dirección de este Instituto, en elsentido de reencarnar hasta que alcancesun grado de progreso eficiente para elbuen éxito en las futuras pruebasterrestres, que serán duras, dada lagravedad de tus deudas según la ley.

Se exponen diariamente, para quelos examines, los motivos de la

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privación de tu libertad. Sabes que eresculpable, que arrastraste al torbellinodel suicidio a una decena de hombresincautos, que se dejaron seducir por lasfunestas sugestiones de tus mañas deobsesor inteligente, llevándoles a ladesgracia por el simple placer depracticar el mal o por envidiarles dealgún modo, como antes, cuando erashombre, cuando arrancabas la virtud apobres doncellas enamoradas yconfiadas, impulsándolas al suicidio através de la amarga traición con que lasdecepcionabas, como antecedente delobsesor que serías en el futuro…

Pero tu orgullo sofoca las

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conclusiones lógicas del razonamiento yprefieres la rebelión y otros argumentospor ser más cómodos, esquivando turesponsabilidad por permanecerdilatando la aceptación de compromisosque te asustan, porque tienes miedo delfuturo que tú mismo preparaste con lasiniquidades que practicaste. Ahora, sinembargo, hay órdenes superiores conrespecto a ti: urge que apresuremos tumarcha hacia el progreso, evitándote lapermanencia indefinida en el círculovicioso que prolonga tus sufrimientos.Para que pongamos fin a tan lamentableestado de cosas, haremos la experienciasuprema. Quisiéramos evitarla por

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dolorosa, concediéndote un plazo másque justo para, que por ti mismo,busques el camino de la rehabilitación.

Te advierto que, a partir de estemomento, harás diariamente un examensobre ti mismo, planteado por nosotros,lento, gradual, minucioso, que te permitaconvencerte de la urgencia en la reformainterior que careces… Sé que serápenoso… Pero lo provocaste, sinembargo, tú mismo, con la resistencia enla que te vienes manteniendo para elingreso en el camino de la elevaciónmoral.

¿Dices que fuiste un buen hijo paratus padres?… Tanto mejor, nada

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deberás temer ante la evocación de esepasado. Será, por tanto, por esaconfrontación donde iniciaremos la seriede análisis necesarios para tu caso, yaque el primer deber que cabe al hombrecumplir en la sociedad en que vive es enel santuario del hogar y de la familia.Veamos, pues, los méritos que tienescomo hijo, pues todos los que puedastener serán rigurosamente acreditados entu favor, suavizando tus futurasreparaciones:

¡Agenor Peñalva! ¡Siéntate ante esteespejo, bajo el dosel magnético quefotografiará tus pensamientos yrecuerdos! ¡Vuelve tu atención a tus

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cinco años de edad, en la últimaexistencia que tuviste en la Tierra!¡Recuerda todos los actos quepracticaste con a tus padres, con tumadre en particular!… Asistirás aldesfile de tus propias acciones y túmismo te juzgarás, a través de tuconciencia, que en este momentorecibirá el eco poderoso de la realidadde lo que pasó y del que no te podrásesquivar, porque fue fiel yrigurosamente archivado en lo másíntimo e imperecedero de tu almainmortal…

Como todo espíritu grandementeculpado, en ese momento Agenor quiso

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intentar evadirse. Se acurrucó, derepente, en un ángulo del aposento,gritando aterrorizado, en el auge de laaflicción con la mirada desvariada de unperfecto condenado:

—¡No, señor maestro, por favor, selo suplico!… ¡Déjeme regresar a miaposento por esta vez, para una nuevapreparación!…

Pero, por primera vez desde queentramos al magno establecimientoeducativo, sonó en nuestros oídos unaexpresión fuerte y autoritaria, proferidapor uno de aquellos delicadoseducadores, porque Olivier de Guzmánrepitió con energía:

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—¡Siéntate, Agenor Peñalva! ¡Te loordeno!

El pecador se sentó, dominado, sinproferir palabra. Suspendimos hasta larespiración. El silencio se extendióreligiosamente. Parecía que la venerableceremonia recibía la bendición de laasistencia sacrosanta del divino médicode almas, que desearía presidir alcortejo de la conciencia de otro hijopródigo dispuesto a encaminarse a losbrazos del Padre.

Agenor parecía ahora estar muycalmado. Olivier, cuyo semblante sevolvió profundamente grave, como siconcentrase las fuerzas mentales a la

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más alta tensión, le acomodóconvenientemente, envolviéndole lafrente con una banda de tejido luminoso,cuya blancura resplandeciente parecíaprovenir de la misma luz solar. Labanda, que parecía una guirnalda, seunía al dosel que cubría la silla a travésde hilos luminosos, casi imperceptibles,de idéntica naturaleza, por lo quededujimos que el dosel era el motorprincipal de ese mecanismo tan simple ymagnífico en su cometido. La pantalla, asu vez, estaba igualmente unida al doselpor múltiples estrías centelleantes, yparecía estar en armonía con en elmismo elemento de luz solar.

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La voz del mentor se elevó, aunqueautoritaria, envuelta, sin embargo, enintraducibles vibraciones de ternura:

—Tienes cinco años de edad,Agenor Peñalva, y resides en casa de tuspadres, en los alrededores de Málaga…Eres el único hijo varón de unmatrimonio feliz y honrado… y tuspadres sueñan con darte un futurodestacado y brillante. Sonprofundamente religiosos y practicannobles virtudes en su vida diaria,acariciando el ideal de consagrarte aDios, haciéndote vestir la sotanasacerdotal… Despierta de lo más íntimode tu alma tus acciones como hijo, con

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tus padres… con tu madreparticularmente. ¡Hazlo sin vacilar!¡Estás en presencia del Creadortodopoderoso, que te dio la concienciacomo portavoz de Sus leyes!…

Entonces, surgió ante nuestros ojosasombrados lo inenarrable en ellenguaje humano. El pensamiento, losrecuerdos del desgraciado, su pasado,sus faltas, sus crímenes, como hijo, antesus padres, traducidos en escenas vivas,moviéndose en el espejo sensible eimpoluto, ante él, retratando su propiaimagen moral, para que asistiese a todo,volviendo a ver todas sus caídas, comosi su conciencia fuese un repositorio de

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todos los actos practicados por él, y losque, ahora, arrebatados del fondo de lamemoria adormecida por unatranscendental atracción magnética, selevantasen violentamente, triturándolecon el peso insoportable de la tenebrosarealidad.

La lamentable historia de esepersonaje —asesino, suicida, seductor,obsesor— ocuparía un libro entero,profundamente dramático, que no vamosa narrar. Para finalizar el presentecapítulo, sin embargo, presentaremos unpequeño guión de lo que presenciamosen aquella memorable tarde del MásAllá, y que creemos será interesante

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para el lector, ya que, lamentablementehoy, tampoco son habituales los hijosmodelo en el respetable instituto de lafamilia terrestre.

* * *

—Desde los primeros años de sujuventud, Agenor Peñalva fue un hijorebelde y esquivo a la ternura y alrespeto a sus padres. No reconociójamás las atenciones de que fue objeto:sus padres eran esclavos cuyo deberconsistía en servirle, preparándole undigno futuro, pues él era el señor, es

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decir, el hijo.—En la intimidad del hogar

mantenía actitudes invariablementedespóticas, hostiles, irreverentes ycrueles pero fuera del hogar, sinembargo, prodigaba amabilidades,afabilidad y gentileza.

—Era rebelde a toda y cualquiertentativa de corrección.

—Deseosos de garantizarle un futurosin trabajos excesivos, en las durasluchas de la agricultura, que tan bienconocían; y sabiendo que era ambiciosoy estaba disconforme con la humildad desu nacimiento, se arrojaron los heroicosprogenitores a sacrificios

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inconmensurables, manteniéndole en lacapital del reino y pagándole losderechos para la adquisición de un lugaren la compañía de los ejércitos del rey,ya que no sentía atracción hacia la vidaeclesiástica, desencantando el ideal quetenían los padres. Quería hacer lacarrera militar, más acorde con susaspiraciones mundanas, y que facilitaríasu ingreso en los ambientesaristocráticos que envidiaba.

—Se avergonzaba de la condiciónhumilde de aquellos que le habían dadoel ser y velado abnegadamente por suvida y bienestar, por lo que repudió elhonrado nombre paterno, de Peñalva,

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por otro ficticio que sonaba mejor a losoídos aristócratas, proclamándosefalsamente descendiente de generales,cruzados y nobles caballeroslibertadores de España del yugo árabe.

—Al fallecer su viejo padre, a quienno visitó durante la pertinaz enfermedadque fue víctima, desamparóinhumanamente a su propia madre. Learrebató los bienes, chupándole losrecursos con que contaba para la vejez yolvidándola en la provincia, sin mediosde subsistencia.

—Le hizo verter inconsolableslágrimas de desilusión ante la ingratitudcon que se portó cuando más estaba

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carente de protección y cariño,relegándole a un doloroso "vía crucis"de humillaciones ya que tuvo que irse avivir con unos parientes lejanos, dondela pobre mujer representaba un estorboindeseable.

—Se negó a recibirla en su casa deMadrid, ya que era una pobre vieja rudaen el trato, simple en el lenguaje yrústica en su aspecto y su piso erafrecuentado por personajes destacadosentre la alta burguesía y la pequeñanobleza, donde quería contraermatrimonio, haciéndose pasar por noble.

—La envió en secreto a Portugal,visto que insistía la pobre en valerse de

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su protección en la miseria insoluble enque se veía zozobrar. La envió a un tíopaterno que hacía mucho se fue aOporto. Lo hizo superficialmente, sincomprobar antes el paradero exacto delaludido pariente. Su madre no logrólocalizar a su cuñado que ya no residíaallí, y se perdió en tierras lusitanas,donde fue acogida de favor por unoscompatriotas piadosos.

—Le escribieron esos compatriotas,contándole la angustiosa situación de sumadre, que de nuevo le implorabasocorro. No respondió, disculpándoseante su conciencia con un determinadoviaje que emprendería en breve.

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—En efecto, alimentando idealesdesmedidamente ambiciosos, se fue a lalejana América, abandonando realmentehasta a su esposa, a quien habíailusionado con falaces promesas, para alfin escaparse a consecuencia de unrepugnante caso pasional, en el que unavez más, asumió el papel de verdugo,seduciendo, vilipendiando y hastainduciendo al suicidio a una pobre eingenua doncella en sus relaciones.Desinteresándose completamente de sumadre, la abandonó para siempre,viendo a la infeliz viejita al extremo dearrastrarse miserablemente por lascalles, a merced de la caridad ajena,

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mientras tanto él prosperaba en la librey auspiciosa América.

Eran cuadros dramáticos yrepulsivos, que se sucedían en escenasde un realismo conmovedor, angustiandonuestra sensibilidad y disgustando a losmentores que estaban presentes, quebajaban la cabeza, entristecidos.

Agenor, que al principio parecíasereno, se exaltó gradualmente, hasta ladesesperación; y, llorandoconvulsivamente, ahora gritaba, enalaridos alarmantes, que le perdonasen yque el instructor se compadeciese de él,rechazando las visiones como si elmismo infierno amenazase con

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devorarle, con el semblantecongestionado, enloquecido por lasuprema angustia, atacado de la fobiacien veces torturadora delremordimiento.

—¡No! ¡No, maestro, mil veces no!—vociferaba entre lágrimas y gestosdramáticos de desesperada repugnancia.—¡Basta, por el amor de Dios! ¡Nopuedo! ¡No puedo! ¡Enloquezco dedolor, mi buen Dios! ¡Madre! ¡Mi pobremadre, perdóname! ¡Aparece, madremía, para saber que no maldices a tuhijo ingrato que te olvidó, y me podrésentir aliviado! ¡Socórreme con lalimosna de tu perdón, ya que no puedo ir

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donde estás a suplicártelo, pues vivo enel infierno, soy un condenado por lasabia ley de Dios!… ¡No puedo soportarla existencia sin tu presencia, madremía! ¡Las más angustiosas añoranzasdesorientan mi corazón, donde tu imagenhumilde y vilipendiada por mí se grabóen caracteres indelebles, bajo el fuegodevorador del remordimiento por el malque practiqué contra ti! ¡Que venga tufigura triste a aclarar las tinieblas de ladesgracia en que se perdió mi miserableser, envenenado por la hiel de tantoscrímenes! ¡Aparécete al menos ensueños, en mis alucinaciones, para quetenga el consuelo de intentar un gesto

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respetuoso contigo, que suavice laamargura insoportable de la tortura queme destroza por haberte ofendido!¡Aparece, para que Dios, por ti, mepueda perdonar todos los males de quevilmente te hice!… ¡Perdón, Dios mío,perdón! ¡Fui un hijo infame, oh Diosclemente! ¡Sé que soy inmortal, Diosmío! ¡Y que Tú eres la misericordia y lasabiduría infinitas! ¡Concédemeentonces la gracia de volver a la Tierrapara purificar mi conciencia de laabominación que la deforma! ¡Déjamereparar la falta monstruosa, Señor!¡Dame el sufrimiento! ¡Quiero sufrir pormi madre, para merecer su perdón y su

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amor, que fue tan santo, y que no tuve enconsideración! ¡Castígame, Señor! ¡Yome arrepiento! ¡Yo me arrepiento!¡Perdóname, madre mía! ¡Perdóname!…

Le retiró el profesor la bandacentelleante de la frente.

—¡Levántate, Agenor Peñalva! —ordenó, autoritario.

Se levantó el desgraciado,tambaleante, con los ojos alucinados,como embriagado. Habían cesado lasvisiones.

Inconsolable, se arrojó de rodillas,cubrió su rostro trastornado con lasmanos crispadas y continuó llorando,vencido por el más impresionante

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desaliento que me fuera dado presenciaren nuestro Instituto hasta aquella fecha…

Olivier de Guzmán no intentóconsolarle. Sólo le levantó y,sosteniéndole paternalmente, le condujoa su apartamento. Al llegar allí pusosobre la mesa de estudio un grancuaderno, cuyas páginas aparecíanarrugadas; y, en una hoja en blanco,escribió un título y un subtítulo cuyaprofundidad lanzó a nuestra alma unestremecimiento de penosa emoción:

—TESIS: El 4° Mandamiento de laLey de Dios: "Honrad a vuestro padre ya vuestra madre, para que viváis largotiempo en la Tierra que el Señor vuestro

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Dios os dará".—Descripción de los deberes de los

hijos para con sus padres.Luego se alejó sin articular palabra.

Otro discípulo le esperaba. Una nuevatarea requería su desvelada actividad.

El Padre Anselmo tocó un minúsculobotón del aparato y finalizó nuestravisión.

No me pude contener y,malhumorado, dije:

—Entonces ¿dejan al infeliz asídesamparado, entregado a tandesesperante situación?… ¿Habrá en esegesto suficiente caridad por parte de lostrabajadores de la magnánima Legión

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que nos acoge, responsable de suprotección?…

Carlos y Roberto sonrieronvagamente, sin responder, mientras elviejo sacerdote iniciado satisfacíabondadosamente mi indiscreta pregunta:

—Los mentores conocenminuciosamente a sus discípulos y lastareas a las que se dedican. ¡Saben loque hacen, cuando operan!… Decualquier forma ¿quién os dice que elpenitente quedará sólo y desamparado?¿No se encuentra bajo la tutela maternalde María de Nazaret?…

Cuando los portones de la fortalezase cerraron detrás de nosotros, para

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iniciar nuestro retorno, oíamos todavía,resonando angustioso en nuestras mentesatontadas, el alarido del mal hijo entresus convulsiones rabiosas.

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CAPÍTULO IIIEL PSIQUIÁTRICO

“Por tanto, si tu mano o tu pie esocasión de

caer, córtalo y échalo de ti; mejor te esentrar en

la vida cojo o manco, que teniendo dosmanos

o dos pies ser echado en el fuegoeterno”.

(13) Mateo, 18:8.

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Vamos a transcribir lassensacionales impresiones querecibimos en la segunda visita de laserie programada por el hermanoTeócrito, para nuestra instrucción, en latarde del día siguiente al que visitamosla Torre.

Se abrieron de par en par losmagníficos portones del Psiquiátrico,permitiéndonos el paso. Como loindicaba su nombre, recogía a laspersonas cuyo estado mentalexcesivamente deprimido por lasrepercusiones originadas del efecto delsuicidio, impedía la facultad de razonarnormalmente.

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Era el director del Psiquiátrico unantiguo psiquista natural de la viejaIndia —cuna de la sabiduría espiritualde la Tierra— y conocedor profundo dela ciencia esotérica del alma humana,lúcido y experimentado psiquiatra,cuyos cabellos nevados escapando delturbante parecían una hermosa corona delaurel evidenciando sus méritosadquiridos en el trabajo y en ladedicación a sus hermanos infelices. Sunombre —un nombre cristiano—adoptado después de la iniciación en laluz redentora del Cristianismo, era Juan,el mismo del apóstol venerado que ledesveló los arcanos radiantes de la

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Doctrina Inmaculada a la que parasiempre se consagró, desde entonces. Ycomo el hermano Juan, simplemente,conocimos a ese encantador personajesobre cuyos hombros pesaba latremenda responsabilidad de losenfermos más graves de toda la Colonia.

Suficientemente materializado, parapermitirnos una mejor comprensión, elhermano Juan mostraba la tez morena,como generalmente la tienen loshindúes, grandes ojos penetrantes, frenteamplia e inteligente, cabelloscompletamente encanecidos y estaturaelevada. En el dedo anular de la manoizquierda tenía una esmeralda, que

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indicaba su calidad de médico, así comoen lo alto del turbante, pues, en verdad,no habíamos visto aún a ninguno deaquellos sabios iniciados que no sevistiesen de la misma manera que losdemás compañeros, excepción hecha delos sacerdotes, que preferían conservarla sotana sacerdotal atendiendo aexigencias circunstanciales.

Nos acercamos a esa figuravenerable, rodeándole sin másceremonias, como si le conociésemoshacía largo tiempo, atraídos por lasespléndidas vibraciones que emitía,mientras nos dirigíamos hacia el interiordel importante establecimiento que

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comprobamos estaba rigurosamentemontado bajo los auspicios de lafraternidad inspirada en el divino amorcristiano, así como en las exigencias dela ciencia médico-psicológica.

—Antes de tratar cualquier asuntointeresante —aclaró, gentil y atento—,debo informaros que mis queridospacientes son inofensivos, simplementeson entidades anormales a causa delsufrimiento. Algunos están todavía en unestado de alucinación; otros inmersos enuna postración impresionante,necesitando de nuestros cuidadosespeciales, conforme veréis.

Digo, sin embargo, que son

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inofensivos, tomando por base a un locoterreno, pues mis pobres pacientes noharían nada a nadie conscientemente; noagredirían, no atacarían, comogeneralmente acontece con los locos delos hospitales psiquiátricos terrenos. Noobstante, son portadores de los másnefastos peligros —no sólo parahombres encarnados, sino hasta paraespíritus aun no inmunizados por lasactitudes mentales sanas y vigorosas—,razón por la que los tenemos separadosde vosotros, manteniéndoles aislados.

Sus deplorables estados vibratorios,rebajados a un nivel superlativo dedepresión e inferioridad, son tan

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perjudiciales que, si se aproximasen aun hombre encarnado, permaneciendojunto a él veinticuatro horas, y si esehombre, ignorante en temas psíquicos,les ofreciese analogías mentales,prestándose con su pasividad para eldominio de las sugestiones, podríanllevarle incluso al suicidio,inconscientes de que lo hacían, opostrarle gravemente enfermo,alucinado, realmente loco. Al lado de unniño podrían matarle a causa de un malsúbito, si el pequeño no tuvieraalrededor de él a alguien que, pordisposiciones naturales, atraiga para sítan perniciosas irradiaciones, o una

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terapia espiritual inmediata, que lesalvaguarde del funesto contagio, que,en ese caso, sería considerado como elefecto lógico de alguna peste que sepropagó…

Impresionado, Belarmino inquirió,frunciendo el ceño:

—¿Cómo puede darse un casodelicado de esos, hermano Juan?¿Existen tales posibilidades bajo la Leysabia del Creador?… ¿Cómo he decomprenderlas sin perjudicar mi respetopor las mismas?…

El interlocutor esbozó un gesto deindefinible amargura y respondió:

—La Ley de la Divina Providencia,

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hijo mío, preconizó el bien, comotambién lo bello, como patrón supremopara la armonía en todos los sectoresdel Universo. Distanciándose de esemagnífico principio —camino evolutivoincorruptible— el hombre seresponsabiliza por toda la falta dearmonía en que está sumido. Esos casosque tratamos, tienen posibilidades desuceder y son el resultado deinfracciones cometidas por nuestrosestados de imperfección, perjuiciosdesagradables y constantes de lainferioridad del planeta en que se dan.

Debéis notar, sin embargo, que nodigo que tales casos sean frecuentes, y sí

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que pueden suceder, y lo han hechorealmente. Así ocurre cuando existesemejanza de tendencias —afinidades—entre las dos partes, es decir, entre eldesencarnado y el encarnado. En cuantoal niño, ser delicado e impresionablepor excelencia, convengamos que essusceptible de afectarse por factoresmuy insignificantes, bastando que noestén estos de acuerdo con su delicadanaturaleza. No ignoramos, por ejemplo,que un susto, una impresión fuerte, unsentimiento dominante, como laañoranza de alguien muy querido,podrán igualmente llevarle a enfermar yabandonar su pequeño cuerpo.

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La misma Ley, bajo la contradicciónde la cual aquellas posibilidades podránsubsistir, también da a los hombresmedios eficaces de defensa.

A través de la higiene mental,reajustando los sentimientos en lapráctica del verdadero bien, así como enel cumplimiento del deber, en lasvibraciones de armonía originadas en lacomunión de la mente con la luz que delo Alto proporciona rayos debeneficencia para aquellos que labuscan, el hombre encarnado puedeinmunizarse de tal contagio, así como lohace contra males epidémicos, propiosdel mundo físico, con las substancias

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profilácticas apropiadas a laorganización carnal, es decir, vacunas…Tratándose de un virus psíquico, estáclaro que el antídoto será análogo,basado en energías opuestas, tambiénpsíquicas… Por nuestra parte, ya que enla Ley que orienta la patria Invisible,existen órdenes perennes para evitar enlo posible calamidades de ese tipo,empleamos todos los esfuerzos paracumplirlas bien, constituyendo un debersagrado, para nosotros, el preservar alos hombres en general, y a los niños enparticular, de accidentes de esanaturaleza.

Infelizmente, no siempre somos

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comprendidos y auxiliados en nuestraintención, porque los hombres seentregan voluntariamente, a través deactitudes impías y completamentedesgobernadas, a esas posibilidades,que conforme venimos afirmando,aunque anormales, podrán suceder…

Para aquel que se deja vencer por elasedio de la entidad desencarnada, losmales que resultan son la consecuenciadel descuido, de la inferioridad de lascostumbres y sentimientos, del conjuntode actitudes mentales inferiores, delalejamiento de la idea de Dios, a la quese prefiere paralizar, olvidando de quees el manantial inmarchitable que

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proporciona elementos imprescindiblespara el bienestar, para la victoria, encualquier sector en que se mueva lacriatura. Para el causante "inconsciente"del mal evidenciado, supone una cargamás, derivada del acto de su suicidio, ycuya responsabilidad irá a unirse a lasdemás que le sobrecargan…

—¿Y no existe algún medio segurode prevenir al hombre del nefastopeligro al que está expuesto, como sipisase en un terreno falso, minado porexplosivos?… —interrogué, pensativo,pensando en muchos dramas terrenalescuya causa estaría en la exposición quenos hacían.

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—Sí, existen. —replicó vivamenteel esclarecido doctor. Existen variosmedios por los que se les avisa yrealmente puedo asegurar que la alarmaes permanente, incansable, sininterrupción, eterna. Y no sólo dirigida aéste o aquel grupo de ciudadanos, sino ala humanidad entera.

Esa alarma que disponen loshombres para desviarse no sólo de eseabominable resultado y de los demástormentos que pueden alcanzarlesdurante los ensayos terrenos para elprogreso, está en las advertencias de lapropia conciencia de cada uno, que es elportavoz de las leyes por las que se

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debe regir, indicándole la práctica deldeber como protección contra cualquierfracaso que pueda sorprenderle, tanto enla sociedad terrestre como en laespiritual. Están en las creencias ytradiciones sagradas de todos lospueblos, a lo largo de generaciones,asimismo se encuentran en las reseñasde la moral educativa legada al génerohumano, como espíritus pertenecientesen la Tierra, por el gran MaestroNazareno, que, lejos de ser el fruto delmisticismo e imaginación de un puebloapasionado y fantasioso, como presumenlos supuestos espíritus fuertes, es, alcontrario, la norma lógica y viva, cuya

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aplicación en los actos de la vidapráctica diaria vendrá a garantizar alhombre —a la humanidad— los estadosfelices con los que sueña desde hacemilenios, por los que se debate a travésde luchas incesantes y sin gloria, peropara cuya conquista han desperdiciadoun tiempo valioso dejando de abrazarlos únicos elementos que le ayudarían enla heroica odisea, es decir, el respeto alas leyes que rigen el universo ypresiden su destino y la consecuenteauto-reforma indispensable.

Y actualmente, con absolutaeficiencia, están en los códigosluminosos de la llamada Nueva

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Revelación que preside, en los tiemposactuales, sobre la Tierra, latransformación social que se esboza enel planeta.

Proporcionando relaciones sincerasentre los planos objetivo e invisible,estableciendo y popularizando lacomunión de ideas entre nosotros, losespíritus desencarnados, y los hombresaun retenidos el cuerpo, la NuevaRevelación instruirá a cuantos seinteresen por los edificantes y grandesasuntos de su especialidad, permitiendoa los hombres de esta forma, recibir delo Invisible todo lo que necesitenrealmente, para fortalecerse para la

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ciencia de la victoria.De esta manera, el hombre conocerá

todos los aspectos de la vida de loInvisible que el estado de su progresomoral y mental le permita. Le seránreveladas sus glorias y bellezas, asícomo los supuestos secretos queenvolvían a la muerte y se encontrabanen niveles inaccesibles, seránsolucionados por hechos clarividentes yexplicativos, así como los peligros quele rodean —como los que tratamos—los abismos y las calamidades de lasque podría ser víctima por parte dehabitantes de lo Invisible, todavíainferiores.

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Todo cuanto los espíritus han podidointentar para despertar la atención de loshombres con la intención de instruirlos,advirtiéndoles en lo que concierne a susdestinos espirituales, ha sido realizado através de la Nueva Revelación.

Pero los hombres sólo atienden debuena voluntad a los imperativos de laspasiones. Les interesan tan sólo lasopiniones personales y los goces delmomento. Atienden con preferencia a lasatisfacción de sus propios caprichos,aunque deprimentes, como lasexigencias del egoísmo generador decaídas fatales, y, por eso mismo,frecuentemente se evaden de todo que

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los podría elevar hacia Dios,evitándoles desgracias y decepciones —posibilidades pavorosas como las queacabé de mencionar—, pues no serácondenándose diariamente, al ímpetu delas ruines pasiones, como se podráinmunizar contra una especie de malescuyo único antídoto se encuentra en lapráctica de las virtudes reales, como enla elevación mental hacia los dominiosde la Luz.

Se hacen adrede los sordos a lasinvocaciones del Protector Divino, quedesea resguardarles de las embestidasdel mal a la sombra de su Evangelio deamor, así como a la Nueva Revelación,

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que, en Su nombre, convoca a todos parala sublime transformación, al advertir:

—Oh, hombre, criatura forjada delaliento radiante del Foco Divino: —¡Recuerda que eres inmortal!… ¡Piensaque todo lo que ves, todo lo que palpasy tienes —las conquistas modernas quefomentan el orgullo en tu seno, lasvanidades que cortejan tu egoísmo, laslocas pasiones que arrasan tu carácter,comprometiendo tu futuro, las ficticiasglorias mundanas que lisonjean y adulantu vanidad, esclavizándote a la materia— todo pasará, desapareciendo un día,destruyéndose ante el fuego implacablede la realidad, inmersas en el olvido de

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las cosas que no podrán prevalecer en elseno de una creación perfecta.

Pero tú persistirás siempre.Quedarás en pie para contemplar losdeplorables escombros de tus propiosengaños, aguardando con miedo laaurora de los nuevos sucesos delporvenir. Recuerda que los mundos queruedan en el infinito azul, esos focos deluz y energía, que tonifican tus ideascuando, por la noche, disfrutando delmerecido reposo después de las luchasdiurnas, te abandonas para observarlesbrillando a distancias impenetrables,esos planetas lejanos que en diversosparajes siderales del Universo Ilimitado

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crecen, progresan y relucen a lo largo demilenios, cargando en sus espaldasgenerosas a otras humanidades,hermanas tuyas, en ascensión constantehacia el Eterno distribuidor de la vida, yarrastrando en su órbita hermosaspléyades de otras tantas joyas delinimitable contenido del Universo, elmismo astro rey que te vio nacer yrenacer tantas veces sobre la Tierra,prestándote vida, guiando y entibiandotus pasos, sonriendo ante tus victorias deespíritu en marcha, velando por tu saludy protegiéndote en la noche de losmilenios, colaborando contigo en lasbatallas de los aprendizajes necesarios

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para tu educación de heredero divino —igualmente pasaran, morirán para sersubstituidos por otros ejemplares nuevosy mejores, que a su vez alcanzaranidénticos destinos. Tú, sin embargo, nopasarás. Resistirás a la sucesión de losevos, como Aquel que te creó y te hizoeterno como Él mismo, dotándote con laesencia de la vida que es Él mismo, y decuyo seno provienes.

Cuídate por eso mismo, ¡oh hombre!estando tú, por derecho de filiación,predestinado a la gloria divina en elseno de la eternidad, no podrás huir alos servicios de la evolución que esimprescindible que realices y de los

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movimientos de ascensión propios de tunaturaleza, para que alcances la órbitade la que desciendes!…, y, en ese largotrayecto que te será indispensablerecorrer, cuantas veces infrinjas losdispositivos que determinan laarmoniosa escala de tu elevación, tantasveces sufrirás los efectos de ladisonancia que creaste contrariando laLey a la que estás sujeto como criaturade un Ser perfecto!… ¡Cuida de timientras haya tiempo!…, mientras estásen el camino del trayecto normal, que tepide sólo buenas realizaciones… no iráel dolor a visitarte, obligándote aestadios penosos, por tu negligencia en

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el cumplimiento del deber, forzándote alavar la conciencia, con reparacionesinapelables, a la vez que aquellasrealizaciones…

¡Aprende con tu Padre Altísimo, quetan bien te dotó para la gloria de Sureino, el amor y el respeto al bien, baseinconfundible en la que te deberásapoyar para alcanzar la magníficavictoria que estás invitado a alcanzar enhonor de ti mismo, felicidad que, porley, es atributo de tu Espíritu inmortal!… ¡Trata, pues, de modelar tu carácterabrillantando de virtudes esa alma quedeberá reflejar, en algún día de laeternidad, la imagen y semejanza de su

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Creador!…Para conseguir tan glorioso objetivo

te fue concedido por el cielo magnánimo—el Modelo ideal, el Instructorinsuperable, capaz de guiarte hasta lacumbre del destino que te es reservado:—Jesús de Nazaret, el Cristo de Dios.

¡Ámale! ¡Síguele! ¡Imítale! ¡Yalcanzarás el Reino del Padre Altísimo!

Así habla la Nueva Revelación quelos invisibles proclaman sobre laTierra.

Pero ¿quién se dispone a oírla conreverencia aceptando la sublimeinvitación que el Cielo, abriéndose através de ella, dirige a los hombres?…

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Los hijos del infortunio, depreferencia aquellos, cuyas almasabatidas por las supremas desilusionesdel mundo, hacen que sus corazonesrevivan al influjo de las verdadescelestes que sus enseñanzas preciosasdejan entrever. Los bondadososidealistas, de almas sensibles yhumildes, enamoradas del bien y de lobello, los cerebros pensantes, nocontaminados de indigestas teorías hijasde falibles opiniones personales, ycuyos vuelos mentales sobrepasaron lasbarreras terrestres, con el deseogeneroso de afinarse con las armoniosasvibraciones que se irradian de lo

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Perfecto…No obstante, los grandes y

poderosos, los mandatarios endiosadospor las buenas situaciones terrestres,cuya bolsa bien provista y mesa repletadesafían preocupaciones: el capitalinmenso que sólo cree en sí mismo ysólo se adora a sí mismo, porque podrácomprar todos los caprichos y saciartodas las pasiones, regocijándose en lasruines alegrías que engañan los sentidosmientras envenenan su alma —esosprefieren no entender nada de eso,dando la espalda a todo lo que podríadetener su caída en el precipicio… hastaque, en efecto, allá se despeñan, a pesar

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de los reiterados avisos esparcidosdesde hace milenios por todo elmundo… Y allí se quedan, reduciéndosea este deplorable estado… ¿Queréiscomprobarlo?…

Avanzando, caminó hacia unabarandilla que daba a un extenso patio,especie de claustro pintoresco dondearbustos graciosos limitaban el paisaje.Algunos bancos artísticos adornaban laspequeñas alamedas, donde tristes eimpresionantes figuras, de entidadessufridoras que, como nosotros, habíansido hombres, se sentaban para, ensilencio, descansar.

El hermano Juan nos invitó a

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inclinarnos sobre la barandilla, que seelevaba cerca de un metro encima delnivel del patio, y continuó:

—Estas extrañas figuras quecontempláis, pues no conviene que osaproximéis a ellas, llegaron, comovosotros, del Valle de los Suicidas.Pero mientras vosotros recuperasteis laserenidad, consiguiendo condicionessatisfactorias para intentosprometedores, estos pobres hermanossólo lograron desprenderse de lasexasperaciones de las que se castigabanpara caer en la apatía, lo que indica queestán bien lejos de vuestro nivel moral ydel grado de responsabilidad en el

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suicidio… Están atontados,entorpecidos bajo las impresionesviolentas y, por ahora, invencibles.

No pueden razonar como sería dedesear en un espíritu desencarnado nireflexionar con la plenitud de sussentidos, y sólo comprenden lo que pasaalrededor de ellos como si desde elfondo de un sarcófago viesen larealidad. Los empujones dramáticos queles sorprendieron en las tormentas desus propias inconsecuencias y latruculencia de los males que desde hacemucho se rodearon, se elevaron a unaextensión tal que les adormeció lavivacidad propia del espíritu, del ser

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consciente originario de un impulsodivino.

Aquí, en la desoladora estrechez deeste patio, que la misericordiasempiterna del Señor de todas las cosaspermitió fuese dotado de comodidadesagradables, se encuentran, en una granpenuria moral, muchas entidades quefueron hombres ilustres en la Tierra, alos que admiradores solícitosprepararon necrológicas elocuentes enpáginas de periódicos importantes y enmemoria de quienes se celebraronexequias pomposas, que poseían todo lomejor que existe sobre la Tierra, peroque, lamentablemente, se olvidaron de

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que no todo en el universo ilimitado seresume al placer ni a éxitos temporales,y que no siempre las elevadasposiciones sociales o las riquezasmateriales son garantía para aquellosque las asociaron a los errores y nosiempre la práctica de abominaciones olas inconsecuencias de la inmoralidad,así como las odiosas actitudes delegoísmo, quedan impunes, cayendo losque las cometen en el descensoirreparable a las tinieblas.

Aquí se encuentran orgullosos ysensuales que creyeron poder disponerlivianamente de sus mismos cuerposcarnales, entregándose a la disolución

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de las costumbres, saciando sus sentidoscon mil gozos funestos, sabiendo, sinembargo, que perjudicaban su salud y seirían a la tumba antes de la fechaprevista en los códigos de la creación,porque de eso mismo les prevenían losmédicos a quienes recurrían cuando losexcesos de todo orden traíanindisposiciones orgánicas en suscuerpos —en caso no se detuviesen atiempo, corrigiendo sus disturbios con lapráctica de la templanza.

¡Todos estos lo sabían también! Sinembargo, continuaban practicando elcrimen contra sí mismos. Sentían losefectos depresivos que el vicio nefasto

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producía en sus contexturas físicas ymorales. Pero proseguían, sin ningunaintento de enmienda. Se mataban, pues,lentamente, conscientemente,convencidos del acto que practicaban,ya que habían tenido tiempo parareflexionar. Se suicidaron fría eindignamente, obcecados por los vicios,conscientes de que se mataban,debilitando la prenda invalorable quedel Sempiterno recibieron con aquelcuerpo que les daba la oportunidad denuevos progresos.

Observareis, queridos amigos, que,entre tantos, muchos querrían olvidarpesados infortunios con el

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adormecimiento cerebral provocado porlas libaciones. Que, inconsolables,apremiados por angustias irremediables,buscarían el supremo consuelo en laembriaguez que les llevaría,posiblemente, a la deseada tregua ante elsufrimiento. Pero ese supuesto atenuantees el argumento propio del inveteradorebelde, porque la invitación al aliviode los pesares, que afligen y persiguen ala humanidad, desde hace dos mileniosresuena por todos los rincones delPlaneta, y os puedo realmente garantizarque ni un sólo hombre, desde que fueproferido por el Gran exponente delamor, que se dio en sacrificio en lo alto

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del Calvario, dejó de conocerlo, ya seacuando le fue dado el instrumento carnalo durante su estancia en lo Invisible a laespera de la reencarnación, y, por eso,ciertamente, también estos pobres queaquí están tuvieron la ocasión de oírloen algún lugar de la Tierra o de la PatriaEspiritual:

—Venid a mí, vosotros que estáisfatigados y cargados, y os harédescansar… [17]

¿Cómo, por tanto, quisieran olvidarpesares e infortunios torturantes en laslibaciones viciosas, desmoralizadoras ydeprimentes, que no sólo no podríansocorrerles sino incluso agravar su

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situación, convirtiéndoles en suicidascien veces responsables?… Pues sabedque infractores de este tipo cargan unmayor grado de responsabilidad que eldesgraciado que, traicionado por laviolencia de una pasión, en un momentode supremo desaliento se deja arrebatarhacia el abismo.

Atended, a esta nueva clase: son loscocainómanos, los amantes de lasdrogas en general, viciosos que serebajaron al último estado dedecadencia al que un espíritu, criaturade Dios, podría llegar. Se encuentran enun lamentable estado de depresiónvibratoria, verdaderos débiles mentales,

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idiotas del plano espiritual, humilladosmoral, mental y espiritualmente, puessus monstruosos vicios no sólodeprimieron y mataron el cuerpomaterial, sino que comunicaron alperiespíritu las nefastas consecuenciasde la abominable intemperancia,contaminándole de impurezas, deinfluencias pestíferas que mancharonatrozmente —a esa constituciónimpresionable y delicada, entretejida dedelicado brillo, que debería el hombreenriquecer con la adquisición devirtudes meritorias y ennoblecer a travésde pensamientos puros, irradiados enimpulsos ennoblecedores que limitan

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con las aspiraciones divinas —perojamás, jamás rebajar con la práctica detan tristes conductas…

Efectivamente, veíamos, siguiendocon la mirada interesada lasindicaciones que el instructor nos hacía,personas desfiguradas por el mal queconservaban en sí, las consecuenciascalamitosas de la falta de templanza —atontadas, llorosas, doloridas, abatidas,cuyas facciones alteradas, feas,deprimidas, recordaban todavía lostrágicos panoramas del Valle Siniestro.Excesivamente manchadas, dejaban a lavista, en su periespíritu, los estigmas delvicio al que se habían entregado,

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algunos ofreciendo realmente la idea deestar leprosos, mientras que otrosexhalaban olores fétidos, repugnantes,como si la mezcla de tabaco, de alcoholy drogas, de los que tanto abusaron,fermentasen exhalaciones pútridas cuyasrepercusiones contaminasen sus mismasvibraciones que, pesadas, viciadas,traducían el virus que había envenenadoel cuerpo material.

Los "destrozados" integraban elgrupo internado en el Psiquiátrico.Conservaban todavía cicatricessanguinolentas. De vez en cuando, lessacudían horribles espasmos como si semortificasen con el recuerdo del pasado.

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Los movimientos que hacían eranpesados, con dificultad, mostrando lacarencia de fuerzas vibratorias paraaccionar la mente y usar las facultadesnaturales tanto del hombre como delespíritu. Parecían reumáticos, enfermosenvueltos en ataduras que les envolvíandificultando la agilidad de lasarticulaciones…

Entristecidos ante tan durossufrimientos, y espantosa decadenciamoral, preguntamos, llenos de angustia:

—¿Y qué va a ser de estas pobrescriaturas?… ¿Qué futuro les aguarda?…

Rápidamente y con el mismo tono devoz, el jefe del establecimiento

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respondió nuestra pregunta, traduciendola tristeza que enternecía su noble almade discípulo del Evangelio, ante tanlamentables manifestaciones deinferioridad:

—¡Que dramático futuro les aguarda,en la confusión expiatoria de lareencarnación próxima e inevitable! —Los ejemplos que os presento ahora sonirremediables en la vida espiritual.Nada, aquí, podrá sanar las ferocesangustias que les oprimen, ni cambiar lasituación embarazosa que para símismos crearon con su incontinencia, yla imprevisión que creyeron buenosaciarse, en el libre curso de los vicios

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a los que se hicieron adictos.Ellos mismos y sólo ellos, serán los

agentes de la misericordia para consigomismos, ya que voluntariamente seresponsabilizaron por los desvíos de losque no quisieron evadirse. Pero esto lescostará disgustos, opresiones y doloresinfinitamente amargos, ante los que unapersona se quedaría aterrada. Para quese convenzan de la propia situación,sometiéndose más o menosresignadamente a las consecuenciasfuturas de las pasadas imprevisiones, esnecesario de nuestra parte, mientrasestán aquí, un trabajo duro decatequesis, aplicaciones incansables de

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terapia moral y fluídica especial y unacariñosa asistencia de hermanosinvestidos de una sagradaresponsabilidad.

Sucede frecuentemente, sin embargo,que muchos de estos infelices traen larebelión en el corazón, la rabiaimpenitente por la desgracia deconsiderarse víctimas y noresponsables. No se resignan a laevidencia del presente e inconformes,parten a tomar un nuevo cuerpo,agravando su misma situación con lamala voluntad en la que se ratifican, porfalta de sumisión y paciencia,acobardados ante la expectativa de las

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luchas tormentosas de la expiaciónirremediable.

Tal como se encuentran aquí, norepresentan más que una pequeña bandade futuros leprosos que renacerán entrelas amarguras de las sombrías vertientesdel globo terrestre, en los planosmiserables de la sociedad planetaria, decancerosos y paralíticos, débilesmentales e idiotas, nerviosos,convulsivos, enfermos incurables llenosde complejos desorientadores para lamedicina terrena, desafiando los intentosgenerosas de la noble ciencia, pesandomientras desagradablemente en lasociedad humana, pues son fruto de ella,

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de sus errores, le pertenecen, siendojusto que ella misma les hospede ymantenga mientras sea necesario, hastacuando se atenúe la calamitosasituación.

Reencarnarán en breve.Permanecerán con nosotros sólo eltiempo necesario para rehacerse de lascrisis más violentas, bajo el cuidado denuestros dedicados cooperadoresresponsables de su vigilancia. Partiránhacia un nuevo renacimiento así comoestán, pues no hay otro remedio capaz dedisminuir la profundidad de los malesque cargan. Llevaran al futuro cuerpo,que moldearán con la configuración

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manchada con la que actualmente seencuentran, todos los perjuiciosderivados de la disolución de lascostumbres de las que se hicieronesclavos… y allí, como quedó aclarado,serán grandes desgraciadosarrastrándose penosamente en miserias ylágrimas…

Tan ardientes manifestaciones desufrimiento, sin embargo, redundarán enbuenas adquisiciones de provechosfuturos. Bajo el fuego redentor delinfortunio, las capas impuras queimpiden el brillo de ese cuerpo astral sereducirán, dando lugar a que lasvibraciones se activen, reanimándose

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para acciones precisas en el campo delas reparaciones. Sus corazones,impulsados por el dolor educador,ascenderán en aspiraciones de súplicasvibrantes en busca de la causa supremade la vida, en un incremento constantede vehemencia y de fe, hasta alcanzarlas capas luminosas de la espiritualidad,donde se reflejaran, afinándose alamparo de vibraciones generosas ysuperiores, que, lentamente, educaranlas suyas… Poco a poco, el virus se irádeshaciendo hasta que, con ladesaparición del cuerpo físico, seencuentren aliviados y en condicionesde aprender algo aquí con nosotros,

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incentivando su misma reeducación,después de recibir el alta de nuestroestablecimiento…

—Si entendí bien, la reencarnaciónque aguarda a esos hermanos ¿les esimpuesta, simplemente, como untratamiento médico hospitalario de estasección de nuestro Departamento?… ¿setrata de un antídoto, de un medicamento,verdad?… —pregunté, sacudido por unaaguda decepción.

—¡Sí! —dijo tristemente elinstructor— ¡sólo un medicamento! Untipo de tratamiento que la urgencia y lagravedad del mal imponen al enfermo.Una operación dolorosa que nos pesa

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hacer, pero a la que no vacilamos enconducir a los pacientes, convencidosde que sólo después de realizada escuando entrarán en convalecencia.

No se trata de un castigo, pues nadiele condenó ni dictó sentencia, bien alcontrario, todos los que aquí servimos ala Ley, nos esforzamos, en lo posible,por suavizar esa situación. Es el efectode la misma causa que el paciente creócon los excesos en los que se deleitó…Como tuvisteis ocasión de saber, noobstante, la solicitud maternal de María,sometida a la ley de la Fraternidadpreconizada por el Amigo incansableque nos conduce a la redención, les da

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una asistencia desvelada y constante.Reencarnados, inmersos en las ondasterrestres de la expiación, continuaránbajo nuestra dependencia,hospitalizados y registrados en nuestroDepartamento, visitados y asistidos pornuestros médicos y vigilantes como sitodavía estuviesen aquí… y aquí mismovolverán, al finalizar el destierro para elque les preparamos.

Seguimos visitando los gabinetesmédicos en el interior del edificio. Alpasar por ellos, el hermano Juan noshizo entrar en las enfermerías donde seencontraban aquellos que continuabanpresos de una postración impresionante

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desde su ingreso desde el ValleSiniestro, ya que, deprimidos porexcesos de toda naturaleza,especialmente en los de carácter sexual,sus facultades anímicas se habíandeprimido, reduciéndoles a aquellainsólita situación, prueba indudable delos instintos a los que se aficionaron.

Acostados en lechos que la bondadexcelsa de Jesús les dio el derecho deusar, a través de los dispositivosamorosos de las leyes de caridad queinspiraban todos los servicios de laColonia, estaban aislados de los demás,en amplios recintos, completos.Pertenecían a todas las clases sociales y

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nacionalidades admitidos en lacircunscripción de la Colonia.Pesadillas atroces les tenían enconstantes sobresaltos, sin que, a pesarde eso, lograsen despertar. Incapaces demoverse y de hablar, exponiendo lostormentos que remolineaban en sucerebro, apenas proferían gemidosdébiles, acompañados de repugnantescontorsiones, como si estuviesenatacados de un virus desconocido.

Emocionados, pasamos entre lasfilas de los lechos, observándoles a lasindicaciones del mentor, que nos ibaexplicando:

—Si tuvierais bastante desarrollada

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la visión espiritual, veríais las terriblesemanaciones que se elevan de susmentes, contemplando en figuras yescenas deprimentes y vergonzosas, elresultado de la disolución de suscostumbres, de los actos practicadoscontra la decencia y la moral, puessabed que tanto los actos practicadospor los hombres como los pensamientosemanados de su mente se imprimen encaracteres indelebles en su estructuraperiespiritual, mostrándose después anuestros ojos, cuando, sin respetar laley, pasaron a este lado de la vida. Enestos lechos hay suicidas de todos tipos:—desde los que empuñaron el arma o el

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tóxico fatal hasta aquellos que seconsumieron víctimas de sus mismosvicios. Les une la más abyecta afinidad,la de la inferioridad del carácter y delos sentimientos…

En efecto. Si no podíamos ver lasescenas mentales indicadas, como enotro tiempo en el Valle Siniestro,cuando destacamos las relacionadas conel acto violento del suicidio, sinembargo percibíamos vapores oscuros,como nubes espesas, elevándose de suscerebros, esparciéndose en ondasvoluminosas por el ambiente, que seoscurecía envolviendo los aposentos enuna penumbra crepuscular acentuada,

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como si las sombras nocturnas allífuesen eternas… podríamos afirmar que,para aquellas pobres víctimas de símismos, no saldría todavía la aurorareconfortante que para nosotros ya sevislumbraba en el horizonte del futuro.

No podía ser de otra forma ya queallí se encontraban criminales morales,verdugos que habían pervertido y hechoinfelices a su prójimo, impulsados porla torpeza de los instintos, monstruoshumanos que tantas veces se saciaron enla calamidad que hacían caer sobre elcorazón y el destino ajenos…

¿Cómo no habría oscuridad ypenumbra, si las tinieblas que les

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rodeaban provenían de ellos mismos,pues siempre se recrearon en sus vicios,provocándoles y saciándose en ellosdurante la vida social e íntima quevivieran, acentuándoles con el rematecruel del suicidio?… Allí les veíamos,tales como eran ayer en la Tierra,hombres galantes, seductores,insinuantes, hipócritas, mentirosos, sinmoral, muchas veces situados en losmejores puestos sociales, licenciosos,borrachos, incrédulos del bien,incrédulos de Dios, siervos del mal,esclavos de la animalidad, arrastrándoseen el lodo de los instintos, rivalizandocon los gusanos, olvidados de que eran

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criaturas de Dios y que a Él rendiríancuentas un día, del abuso que hacían dela libertad en que la Creación mantieneal ser humano? Ahora estabananiquilados, estigmatizados por elpasado vergonzoso, cuya imagen lesseguía como un fantasma acusador,demostrando la situación de indigencia,única que deberían soportar comoresultado de sus conductas.

Viendo nuestro interés, el expositorprosiguió, fiel a la solicitud de Teócrito,para instruirnos:

—La reencarnación es el únicocorrectivo bastante enérgico para quelevanten sus deprimidas fuerzas. Aquí,

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sólo asimilaran muy débilmente losfluidos tónicos perennemente esparcidosen el recinto de las enfermerías, pues lascapas de impurezas que rodean susfacultades son muy espesas para quepuedan beneficiarse, como les pasa aotros internos en nuestro Instituto. Igualque sus semejantes de esteestablecimiento, frecuentemente sonconducidos a la Tierra para lograrbeneficios al contacto con médiumsmoralmente aptos para favorecerles conirradiaciones fluídicas capaces deactuar benéficamente, auxiliándoles enel despertar…

—¿Y cuándo van a reencarnar?…

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¿Cómo se presentaran en la sociedad enla que vivieron en otro tiempo?… —preguntó el antiguo estudiante deCoímbra, con sus ojos encendidos por elinterés.

—En el momento en que se atenúe elestado de postración, les encaminaremosa nuevos renacimientos, sin que enrealidad se den cuenta de eso, lo queequivale a decir que serán incapaces desolicitar algo para la nueva existencia(para eso les faltarían méritos), decolaborar en las providencias para laimportante lucha en la que nodesempeñaran el principal papel —observó, bondadoso, el siervo de María.

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Sólo nosotros, los responsables delPsiquiátrico, así como los técnicos delDepartamento de Reencarnación,gestionaremos los acontecimientos entorno a ellos, de acuerdo con la justiciade las leyes establecidas por el Creadory bajo las órdenes de la amorosacaridad del Maestro Salvador, que atodos los desgraciados trata de socorrercon el consuelo de su ternura, y al quetodos los obreros deben sumisión,respeto y veneración. El grupo de mispobres pacientes emigrará entonces, enretorno expiatorio, para la Tierra. Nopuedo dar más detalles. Pero losconocimientos adquiridos por mí en

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asuntos espirituales me dan el derechode examinar aquí a retrasados mentales,locos, epilépticos, posiblementesordomudos de nacimiento y hastaciegos —todos deplorablementeatormentados por la infamia de que serodearon, en un grado equivalente a losdelitos practicados.

—¿No es excesivamente severo elcastigo citado, Sr. Director…, partiendodel principio de que toda la humanidadyerra, cometiendo crímenesdiariamente?… —pregunté disconforme,mientras ante mi visión interior sedesarrollaban panoramas análogos a lassugestiones presentadas por el instructor

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y por mis recuerdos de la Tierra.—¡No lo creas, amigo mío!—

respondió gravemente. —Reflexiona enlo que expuse sobre la Ley de Causa yEfecto, establecidas por el LegisladorSupremo intentando advertir al hombre ya los espíritus, de los errores quepractican en oposición a la armonía delas demás leyes. Ved el castigo impuestopor la persona que violó aquellas leyes,colocándose en la situación de sufrir sureacción, pues las facultades concedidaspor el Sempiterno a las criaturas, jamásserán contaminadas por impurezas por elmal uso que haga de ellas su poseedor,sin que le alcancen consecuencias

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inevitables.Siendo el bien la base suprema de la

vida, ¿en qué amarga situación sepondrá el ser que las manchó, dándoseal mal, desviándose todos los días deltrayecto natural que asciende hacia laperfección, arrastrado por actosopuestos a los que el Señor estableciócomo normales en la sublime jornada?… ¿Olvidáis las lágrimas que estosinfelices hicieron derramar a sushermanos, a los que infligierontormentos provenientes de su egoísmo yde las demás vilezas que salían de sucorazón infame?… ¿De las difamacionescon que hirieron a sus víctimas,

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complaciéndose en lanzarles aldescrédito de las personas de buenareputación?… ¿De las delaciones, lascríticas ácidas y las ignominias con quemuchas veces ensuciaron el nombrerespetable del prójimo, valiéndose delas facultades del raciocinio y de lainteligencia solo para perjudicar a otros,preparando también, para sí mismos, losabismos en que se habían de despeñar?… ¿Pensasteis en la ingratitud, en lastraiciones cometidas a los sencillos eingenuos corazones femeninos, queenredaron en sus garras abominables,impulsados por sórdidos instintos?…,¿en la inocencia infantil y juvenil, que

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muchos de estos que aquí veis,pervirtieron monstruosamente?… ¿en lasescenas degradantes creadas por ellos ypracticadas comúnmente, durante laexistencia terrena, llevando a lacorrupción y a la perversión a loshabitantes de los planos objetivo einvisible que las presenciasen, ycontaminando las cadenas fluídico-magnéticas que suben de la Tierra hacialo invisible, sobrecargándonos anosotros de preocupaciones porobligarnos a exhaustivos servicios desaneamiento e higienización, para quenuestras propias Colonias no fuesencorrompidas?…

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¡Ah, hijos míos! ¿Cómo os admiráis,ahora, de que renazcan estos pobrestullidos con incapacidades invenciblessi de la existencia que les fue concedida,para tratar de progresar, hicieron unarma contra las reglas sagradas delpropio Creador de todas las cosas, aquien ofendieron mucho, ofendiéndose así mismos y al prójimo?… Además, noestarán eternamente caídos en losabismos llenos de las iniquidades quecometieron… El dolor educadorcorregirá sus anomalías,reconciliándolos con la Ley ¡Dios es lamisericordia infinita, amigos míos! Ydesea que sus criaturas armonicen con la

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belleza eterna de sus leyes. Y sisabemos que esas leyes sonincorruptibles, debemos observarlas yrespetarlas para no sufrir la hielirremediable de las consecuencias quecreamos por nuestra propia voluntad aldesviarnos de la ruta natural yluminosa…

Bajé la frente, como siempre, ante lalógica abrumadora de aquel discípulodel Maestro Nazareno…

* * *

Por las galerías y antecámaras

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próximas a los gabinetes médicos,donde se realizaba caritativamente ladistribución de efluvios, vimos que ibany venían los enfermeros, protegiendo aenfermos débiles y atemorizadosvenidos del patio que acabáramos devisitar y de otras dependencias, para sertratados. Vimos que a los "destrozados"les daban una especial atención, ya quesólo se podían mover muy penosamente.A juzgar por la exposición del hermanoJuan, al respecto de lo que les esperaba,eran futuros paralíticos y enfermos denacimiento, revelando anormalidadesimpresionantes desde la más tiernaedad.

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Sus actitudes estaban impedidas pordificultades externas de vibraciones, acausa del choque terrible, sus gestospesados y torpes, como embarazadospor las sombras de los golpes ycontragolpes que se fotografiarontrágicamente en el espejo sensible de superiespíritu. Lloraban sin interrupción,como si el llanto hubiese degenerado enun hábito atroz creado por la intensidaddel martirio, inquietos siempre bajo laangustia de un perenne malestar, aunquesumisos, incapaces de blasfemar, comogeneralmente sucede a los suicidas muydesgraciados.

Dejando atrás los gabinetes

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médicos, donde no entramos, llegamos aun amplio salón, una especie deauditorio sencillo y sugestivo, donde seimpartían enseñanzas moralizadoras porun joven que, en una existencia remota,llevó dignamente el habito de religiosofranciscano, pero cuya alma se iluminóbajo las virtudes aprendidas en lasenseñanzas redentoras del testamentodel Divino Misionero.

Usando aquella inconfundibledulzura, atributo de los caracteresmoldeados en la verdadera escuela de lainiciación cristiana, ese legionarioexponía sencillamente, como quien daconsejos o enseña a observar, la idea de

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Dios y de su paternidad sobre toda laCreación, así como también la misiónmesiánica y sus dilatadas consecuenciasbenéficas para el género humano.

Se repetía y explicaba todos los díasla invitación a la oración, al examenindividual interior, antes del ingreso alos gabinetes para la higienizaciónfluídica realizada por los dedicadospsicólogos. Esos eran los principalesrecursos que se utilizaban para eltratamiento de los enfermos, ya que eranintentos para la reeducación mental,ejercicios que llevarían al paciente aestablecer más tarde cadenasarmoniosas con los benéficos poderes

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de lo Alto, y esa enseñanza trascendenteera enunciada sencillamente, conmétodos al alcance de aquellas mentesperturbadas, y bajo inspiraciones de unadulce y fraternal caridad cuya fraganciapenetró hasta el fondo nuestras almasconmovidas ante la visión de tan noblescorazones dedicados al auxilio amorosodel prójimo.

El joven trabajador, sincero yhumilde en su inconmensurable esfuerzopor la caridad, no veía, en aquelloscondenados feos y repulsivos a quienesservía, individuos manchados por loserrores vergonzosos, ni el periespíritudel que fuera un hombre disoluto que

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dilapidó la facultad noble de lossentidos en el dominio de los gozosimpuros. Lo que él veía y piadosamenteamaba, deseando servir y engrandecer,era a hermanos menores que él, a losque el deber ordenaba que fuesenayudados por los más expertos a subirlas laderas del progreso, eran almasdestinadas a la glorificación de la Luz,que necesitaban orientarse en el largocamino en el que realizarían el espinosotrayecto de la ascensión hacia el focosublime, generador de la vida.

—¿Nos podrían dar detallesrespecto a la reencarnación de esoscompañeros?… —preguntó nuevamente

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el doctor de Coímbra, a quieninteresaban vivamente las referencias aldelicado asunto de un renacimiento en laTierra, ya que, en su conciencia, intuíael deber urgentísimo, pendiente en sucaso, de una nueva reencarnación, pararescatar, a través de la expiación, elcrimen cometido con aquella a quienhabía amado.

—¡Si, mi joven amigo —dijo elamable guía—, no es sólo posible, sinoindispensable poneros al tanto de lostrabajos generales en torno a eseimportante asunto que os interesa atodos. Pero no es cometido nuestro eldar aclaraciones más amplias, ya que

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existe en el Instituto un Departamentoautorizado para los servicios generalesdel retorno a las existencias corporales.Lo visitaréis. En ese Departamentoveréis que destacan, por su importancia,los laboratorios donde se concretanplanes para la delicada lucha, donde sepreparan los diseños y planos para losfuturos cuerpos a ser habitados poraquellos cuya tutela nos estemporalmente confiada. Si una personadebe renacer en un cuerpo físicodeforme, o adquirir alguna enfermedadcomo la ceguera, por ejemplo, en lasecuencia de la existencia, oaccidentarse en su curso, quedándose

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mutilado, el plano que le sea destinadoserá trazado con las necesariasindicaciones, pues ya sobre superiespíritu existirá la señal de la futuradeformidad física, porque su estadomental y vibratorio, coaccionado por losremordimientos, imprimió en lapoderosa sensibilidad de aquella sutilorganización la voluntad de quedarsemutilado, ciego, mudo, etc., etc., paraexpiar el mal pasado, como vienerealmente sucediendo con vosotros,querido hermano Sobral, que estásfuertemente impresionado con el caso detus propias manos… La preparación deesos diseños está siempre a cargo de

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técnicos conscientes de su granresponsabilidad, lo que indica que sonespíritus merecedores de la plenaconfianza de los Directores de estaColonia.

Una vez concluidos se llevan a laDirección de los gabinetes de análisis,que harán su trabajo en función de laexpiatoria del interesado, contemplandotanto los méritos que tenga como lasdesventajas de la falta demerecimientos, todo de acuerdo con lasconclusiones anteriormente hechas porla sección de "Programación de lasRecapitulaciones". Todo cuanto seaposible para suavizar las penurias de las

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pruebas, se concede por ley a la personaque vuelve a renacer en la Tierra. Porotro lado, se estimarán y equilibrarán sufuerza moral y su capacidad deresistencia.

Conviene destacar, queridos amigos,que la reencarnación es una concesiónsublime hecha por el Padre Supremo asus criaturas para que progresen y seengrandezcan, preparándose para laherencia que les está reservada en lagloria de Su reino. Es la Ley. Y no haynadie que alcance su destino inmortalsin recorrer los escalones de losrenacimientos, en la Tierra o en otrosmundos planetarios. Sin embargo, si el

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alma rebelde ha desperdiciado un largotiempo, abusando de esa concesión, conmanifiesta falta de respeto a la LeyMagnánima que le permite tantas vecesla misma ocasión, vemos que se trata deuna concesión todavía más apreciableporque, generalmente, en esos casos,existe la intercesión del propio MaestroRedentor, que suplicará al CreadorSupremo nuevos ciclos para que elrebelde pueda…

—De lo expuesto ¿podemos deducirque, siendo el cuerpo físico un depósitosagrado, como verdadera dádiva celesteque es, las criaturas encarnadasprocederían más inteligentemente si

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estuviesen a la altura de la concesiónrecibida, portándose con respeto,consideración y prudencia durante suestancia en la Tierra?… ¿y eso evitaríala repetición de existencias expiatorias,dolorosas e inevitables, que sonresultado de la falta de respeto a lasleyes venerables a que es sometida laVida Universal?… —dije yo.

—¡Así es, amigo mío, se evitaríanasí muchos dolores! —respondió eldirector del Psiquiátrico. Y si el cuerpofísico es un depósito sagrado que elhombre debe respetar y proteger, elperiespíritu, que es lo que tenéis ahora,no lo es menos, mientras que nuestra

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alma, inteligencia, conciencia, razón,sentimiento, el ser, en fin, es la mismaesencia del Creador, partícula Suya,centella extraída de Su supremo ser.

Como podréis ver, queridos amigos,todos somos templos venerables, puestoque tenemos la gloria de traer a Dios ennosotros, y que, ya en la Tierra, comoseres humanos, o en lo Invisible, comoespíritus libres, debemos respeto yveneración a nosotros mismos y anuestros semejantes, sabiendo que todaslas criaturas son perfectamente igualesante su Creador, joyas muy amadas deljoyero eterno de Aquel que es lasuprema razón de la vida. No olvidemos

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la ley básica divina:—Amar a Dios sobre todas las

cosas y al prójimo como a ti mismo.A eso siguió una pausa prolongada

mientras el leal servidor atendía a lasexigencias de su cargo y durante la cualnos quedamos, pensativos y silenciosos,observando lo más posible a las figurasangustiadas de los pobres internos quepodíamos contemplar. A su vuelta,Mario Sobral, impaciente e interesado,rompió el silencio, diciendo:

—Quisiera, si es posible, seguiroyendo sus explicaciones técnicas,venerable hermano…

El viejo siervo de Jesús sonrió y,

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correspondiendo a la humilde solicitudcon un amigable gesto, continuó,atrayendo nuevamente nuestra atención:

—Aun así, como os decía, ha habidocasos en que nuestra Guardiana nopermite la reencarnación tal como fueproyectada por nosotros,concediéndonos entonces el graciosofavor de su inspiración para unaprogramación más acertada, de acuerdocon el estado de la persona. Noobstante, la planificación de unaencarnación es rigurosamente estudiada,combinada, realizada y revisada, deacuerdo siempre con la más equitativajusticia… cumpliendo siempre la

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sentencia inmortal sancionada por elMaestro Divino, que viene a esclarecertambién todos los grandes eirremediables problemas que afligen ydecepcionan a la Humanidad:

—A cada uno le será dado según susobras.

Normalmente es la persona que va aencarnar la que escoge las pruebas porlas que pasará, y los espinos queencontrará en su nueva existenciaterrestre para ayudarlo a remediar lasconsecuencias del pasado culpable.Suplicará a las Potestades Guías nuevasocasiones propicias que le permitandemostrar su arrepentimiento, y el deseo

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de iniciar el camino regenerador, quefavorezcan la ocasión de corregirse delos impulsos inferiores queanteriormente le arrastraron… , y esademostración podrá ser realizada tantoen un cuerpo cualquiera, dominado porgrandes sufrimientos morales, como enuno mutilado o tullido por enfermedadesirremediables, si así lo imponen losagravantes de sus errores, o la falta deméritos acumulados…

El mismo paciente organizará eltrazado de los planos para su futuroestado corporal y la programación delos acontecimientos principales einevitables que deberá vivir, efectos

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lógicos e inseparables de las causascreadas con las infracciones cometidas,pero asistido siempre por sus mentores.

En lo que concierne a los internadosen esta dependencia hospitalaria, no esel caso. Mis pobres enfermos no seencuentran en condiciones de intentaralgo voluntariamente. Su vuelta alrenacimiento carnal supondrá elcumplimiento de un dispositivo de laGran Ley, que permite una nuevaocasión al infractor siempre que hayafracasado en la ocasión anterior… Seráel movimiento de impulso hacia elprogreso, el medicamento decisivo queha de colocarles en situación de

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convalecientes, señalando la alboradade etapas redentoras en sus destinos…

Aturdido ante esta profunda ydelicada tesis, que, podría caber enmuchos volúmenes, pregunté acontinuación, mientras salíamos hacia elexterior, pensando en el regreso:

—Disculpe mi insistencia, hermanoDirector… El tema que acaba deexponer, por su carácter inédito, y laintensidad y profundidad de losrazonamientos que provoca nossorprende al pensar en ello,conmoviéndonos sinceramente… ¿Seríaposible examinar ya algunas de esasplanificaciones, incluso antes de la

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preparación de las que noscorrespondan?… ¿Cómo son?… ¿O esanoble labor debe estar oculta a los ojosprofanos?…

Me sentía realmente conmovido yacobardado, recordando que también yoera un reo, que me había suicidadohuyendo de la ceguera de los ojos, quetodo indicaba que el pobre Mariotendría en su futuro mapa corporal lasmanos mutiladas, y que algo me decíaque yo debería volver a ser ciego, decualquier forma, pero ciego…

El hermano Juan percibió la angustiaensombrecía mi mente y el corazón,puesto que asumió una expresión de

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inconfundible bondad al responder:—Es cierto que un servicio de tanta

responsabilidad no se realizapúblicamente, para divertir a curiosos,que también los hay aquí. No obstante,con la autorización competente,podremos efectuar una visita. Estoyconvencido que lo haremos, ante lanecesidad de instruiros… Intentad nodesanimaros ante las perspectivasfuturas, amigo mío. Confiad en la ternurade nuestro amado Maestro y Señor, quees el guía infalible de nuestrosdestinos… Y recordad también queAquel que estableció la sabiduría de lasleyes que rigen el Universo también os

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sabrá fortalecer para la victoria sobrevosotros mismos…

* * *

Todo era suavidad en torno delPabellón hindú, donde acabábamos dellegar. Oímos la dulce invitación para lameditación de la noche. Era el momentosolemne en que la Colonia seconsagraba a la comunión mental con suaugusta tutelar María de Nazaret…

Me acuerdo todavía que, en esatarde, nuestras oraciones fueron mástiernas, más humildes, más puras…

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CAPÍTULO IVOTRA VEZ

JERÓNIMO YFAMILIA

“¡Ay del mundo por los tropiezos,porque es

necesario que vengan tropiezos!, ¡ay deaquel

hombre por quien viene el tropiezo!”(15) Mateo, 18:7.

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Carlos de Canalejas vino abuscarnos al Pabellón Hindú bientemprano, y, después de algunosefusivos saludos, nos dijo:

—Soy de la opinión de que laprogramación de hoy comience por elAislamiento. Allí está vuestro amigoJerónimo de Araújo Silveira yaprovechareis la oportunidad parahacerle la visita que hace tanto venísproyectando. Él se va a sentirreconfortado con vuestra presencia, a lavez que habréis cumplido un delicadodeber de solidaridad y fraternidad.

El Aislamiento no estaba lejos deledificio central, en cuyas inmediaciones

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estábamos alojados.El importante Departamento se

hallaba en un lugar elevado, donde seperdía la vista, envuelto en neblina. A lolargo del camino destacaban lasazucenas y rosas blancas, que parecíanser las flores más adecuadas para elmelancólico retiro. El DepartamentoHospitalario, así como el de laVigilancia, parecían grandes barrios deuna gran metrópoli, de una magnituddifícil de imaginar. Charlábamosfamiliarmente, sin darnos cuenta de queya no éramos hombres y sí espíritusdespojados de las vestiduras carnales.

La dirección del Aislamiento, así

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como el tratamiento fraternal dispensadoa los pacientes, eran idénticos a los delas demás secciones que habíamosvisitado, todos inspirados en la másconvincente justicia, en la caridadamorosa y fraternal.

Más allá de aquellos murosinmensos, que disponían incluso de unpuente levadizo, estaban recogidospobres colegas nuestros a quien losdolores impuestos por el desánimo o larebelión superaban al arrepentimientopor el mal acto practicado, que selimitaba al insoportable pesar de llegara la conclusión que el suicidio sólosirvió para dilatar y prolongar los

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sufrimientos juzgados antesinsoportables, además de, entre otras, ladecepción de verse con vida, peroseparados de los objetos de sus mayorespredilecciones. Se puede realmenteafirmar que el Aislamiento estabaespecializado en los casossentimentales, pues es sabido que elsentimentalismo llevado al excesoconstituye una enfermedad moral queproduce los más deplorables resultados.

Encontramos allí los más variadoscasos de suicidios sentimentales, en losque el condenado es agitado por unverdadero sentimiento extraído delcorazón, sin duda, aunque

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desequilibrado: desde el amanteanhelante de pasión y celos por lafelicidad concedida al rival feliz hastael cabeza de familia desorientado porsituaciones difíciles o el padresubyugado por el desaliento ante lamuerte del ser que era la razón de sufelicidad. Una consternación generaldominaba el ambiente de esa sección delHospital María de Nazaret. Sushuéspedes, insatisfechos, presentaban lacaracterística de las criaturas sinresignación e impacientes por todo,además de entregadas al dolor sinintentar ningún esfuerzo para vencerlo,reteniéndolo con la exageración de un

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sentimentalismo enfermizo y exagerado,mientras engendraban nuevos motivospara sufrir, a través de autosugestionespesadas que les envenenaban porcompleto.

La dirección interna delAislamiento, así como la de la Torre,estaba confiada a un sacerdote católico,en lugar de uno de aquellos iniciadosque ya estábamos acostumbrados a veral frente de las organizaciones de laColonia. Todo el cuerpo de auxiliaresinternos, estaba constituido porreligiosos católicos, excepción hechadel cuerpo clínico, que se componía depsiquiatras iniciados. No obstante, el

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cargo más importante, el de Director,consejero y educador, era ocupado porun sacerdote, que estaba tambiéniniciado en las elevadas doctrinassecretas. Era un espíritu de élite,poseedor de méritos distinguidos ante laLey, y destacado en la Legión de losSiervos de María, además de estargraduado en el seno del grupo decientíficos que gobernaba el InstitutoCorreccional María de Nazaret.

La disciplina era semejante a la deun convento.

Era urgente alejar de aquelloseternos insatisfechos y caprichosos lasatracciones por las pasiones mundanas y

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personales, los impulsos impuros ycaprichosos que les habían perdido. Lainstitución debía instruirles hacia laresignación en la desventura, lasresoluciones decisivas y las renunciasinalienables, reconciliándoles con laverdadera fe cristiana, que hastaentonces habían despreciado conocer ala luz del debido criterio.

Todos ellos habían sido educados enla Tierra bajo los auspicios deenseñanzas católico-romanas. En suscorazones y en sus mentes y en lasconcepciones religiosas que dirigían suspensamientos, no existía lugar para otrosconceptos que no viniesen de la Iglesia

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que acataban desde la infancia.Sentimentales fanáticos y obstinados,ablandados mentalmente por el descuidoen el ejercicio del razonamiento sobreelevados asuntos, ensanchaban lamorbidez de los preconceptos que eranpropios a las conclusiones religiosasdadas por los catecismos,apasionándose intransigentemente portodo cuanto las tradiciones católicashabían infundido en el entendimientopoco maduro de la humanidad. Muchosno tenían ni siquiera una creenciadefinitiva. Incrédulos, y hasta impíos,jamás se habían preocupado con elaspecto religioso o divino de las cosas.

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Pero, acostumbrados a la Iglesia porcomodidad y tradición, sólo concedían aella los derechos de guiar conciencias,considerando que sólo ella disponía desuficiente sabiduría para lasinterpretaciones pertinentes.

Era caritativo pues, que lareeducación de tales mentalidades sehiciese a la sombra de un ambienteidéntico a aquel que les inspirabaconfianza y respeto.

Por lo tanto, un sacerdote católicoles hablaría del Evangelio de la Verdad,para que aprendiesen que por encima desu fanatismo dogmático sobrevolaba eleterno lucero de las realidades que

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necesitaban aceptar para saber venerardebidamente al Creador. También lesinstruiría sobre la vida del mundo astral,enseñándoles observaciones yexperiencias y retirando de su cerebrolas tontas suposiciones a las que seamoldaron perezosamente, rasgando losvelos del conocimiento verdadero a suentendimiento, para que concluyesen porsí mismos que, tanto en el seno de lareligión como en el de la ciencia, puederesplandecer el ardor de aquella fe quedirige al corazón hacia lo alto,purificándole al calor siempre vivo delamor de Dios.

Después de la visita, cuyos detalles

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omitiremos por ser similares a lasdemás efectuadas, manifestamos eldeseo de visitar a un amigo retenido allíy el Padre Miguel de Santarém, Superiorde la comunidad, exclamóbondadosamente, entre risueño ysatisfecho:

—¡Hicisteis bien en venir, hijosmíos!… Os agradezco el afectuosointerés por un compañero tan carente dealiento como ese en cuestión. Visitar aun enfermo y reanimar con vuestrapresencia consoladora al pobreentristecido por la angustia deremordimientos implacables, es unaobra meritoria auspiciada por el Modelo

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Divino, amigo de los pobres y de lospequeños… Jerónimo quedarásatisfecho… Le mandaré llamarinmediatamente…

Mientras hablaba, reconocimos en élal religioso que reconfortó al antiguomercader de vinos, en la memorabletarde de la visita a su familia hacíacerca de tres años. El hermano Teócritole reclamó para asistir al rebelde, apetición del mismo, y, desde entonces,Jerónimo se encontraba a cargo delcompetente consejero.

Mientras aguardábamos la presenciadel compañero de desdichas, el directordel Aislamiento nos dijo:

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—Vuestro amigo entra en una fasede transición, precursora delrestablecimiento. En las circunstanciasque le rodean podréis observar elmodelo de los demás internos que estánaquí, pues el Aislamiento se interesa porcasos que tienen, más o menos, la mismabase, como sucede en las demásorganizaciones de nuestro Instituto.Después de vencer la apatía a que lecondujo la rebelión inútil, resultante dedesilusiones, estará preparado para larepetición de las experiencias en las quefracasó.

Se encuentra bajo una asistenciarigurosa, como todos los que nos son

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confiados, pues su periespíritu, y supropia mente, necesitan de profundoscuidados. El tratamiento que leadministran nuestros clínicos se puederesumir que es moral y consta deaplicaciones magnéticas especiales, conlas atenciones inspiradas en los estatutosde la Legión, que en este caso, se dirigea la reeducación, porque el mal queafectó a Jerónimo, como el que osatormenta a vosotros, solamente puedeser removido con la renovaciónindividual, operada interiormente por elmismo paciente…

La pasión mórbida y desequilibradaque alimentó por su esposa y sus hijos,

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se prestó como instrumento para laexpiación de las deudas que sus seresqueridos tenían por la Ley de Justiciaque rige los destinos humanos. Jerónimoamaba de un modo egoísta,desorientado, atrincherando el corazóncontra toda posibilidad de amparo quela razón y el razonamiento lúcidopodrían conferir… y, como sabéis,debemos estar siempre advertidos deque el hombre no debe amar, ni siquieraa sus propios hijos, arbitrariamente conlos impulsos ciegos de la pasión.

Su devoción a la familia leproporciona méritos ante el LegisladorSupremo, es cierto. Pero más honrosos

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serían los laureles si hubieraencaminado a sus seres amados al cultolegítimo al cumplimiento del deber, y noproporcionándoles lujos y gozosmundanos mientras descuidaba laeducación moral que debería promoveren primer lugar, incluso luchando contrala pobreza adversa, ya que todas lascriaturas del Señor son aprovechables ypara ello confiere Dios la autoridadpaterna al hombre encarnado, paraauxiliarles a progresar y educarse ensentido benéfico. Si lo hubiese hechoasí, cumpliendo el sagrado deber depadre previsor y honrado, Jerónimo sehabría ahorrado la amargura de las

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situaciones embarazosas, de las que fueresponsable por su suicidio… Mirad,ahí llega… os dirá cosas interesantes…

Acompañado por el hermanoAmbrosio, un asistente religioso, elantiguo comerciante de Oporto entró enla sala donde estábamos y se arrojó ennuestros brazos, conmovido.

—¡Gracias, queridos compañeros!—exclamó—, por haberos acordado demi humilde persona tan gentilmente.¡Vuestra visita me llega tan dentro en micorazón!… ¡Si supieseis qué terribleshan sido mis aflicciones!…

Le abrazamos efusivamente, dándolevotos por su felicidad personal, pues

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otra cosa no sabíamos, hasta entonces,decir o desear a los amigos.

Nos pareció Jerónimo muycambiado. Le veíamos más sereno y conunas maneras más distinguidas queantes. Y pensamos que el Aislamiento,dirigido por virtuosos espíritus deantiguos sacerdotes, tendría la misión deelevar también el nivel de la buenaeducación social, como interno que eraen ese convento.

Ardíamos en el deseo de interrogaral antiguo cómplice del Valle Siniestro yrecoger noticias de sus desgraciadoshijos, que quedaron allá, en la Tierra,llenos de lágrimas y desdichas. Pero nos

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detuvo el miedo a ser indiscretos, lo quehizo que el silencio se prolongasedespués de los saludos. Sin embargo, elvirtuoso mentor Santarém nos dio lafeliz oportunidad, conociendo lasinceridad que nos impulsaba:

—Hablábamos de ti, queridoJerónimo… Tus amigos desean saber site sientes mejor y más reconfortado en elamor de Dios, pues partirán en brevehacia otro plano de nuestra Colonia y,han venido para despedirse, queríanllevarse la impresión de que dejan atrása un amigo en vías de un verdaderorestablecimiento…

Corroboramos esas expresiones con

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la intención de mostrarnos ante élresignados y confiados en el futuro, yañadimos:

—Gracias a los amigos tandesvelados que hemos encontrado aquí,nos podríamos sentir hasta felices, si nofuese por los pesares que nos persiguenpor la deshonra con que envilecimosnuestra alma…

El antiguo compañero bajó la frentecon tierna humildad, diciendo:

—¡Tenéis razón, queridos amigos!¡Será posible, sí, para nosotros, elalivio supremo en la conquista de laresignación y de la fe, que llevará a laconformidad!… Felices, sin embargo,

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no creo que podamos ser tan rápido,porque no será por las vías del suicidioque la persona encuentre a la diosafelicidad, que más se aleja cuanto másmayores han sido la rebelión y lainsubordinación en el corazón que ladesea.

Yo quería que el suicidio hubieseexterminado para siempre mi ser. ¡Perono fue así!… Y comprendí que sólo mequedaba rendirme a la evidencia,enfrentando con resignación y fortalezade ánimo la amarga situación creada pormí mismo. Debo a la solicitud delhermano Santarém, a sus consejos yejemplos edificantes, así como a sus

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abnegados asistentes y a las reglasverdaderamente providenciales de estamansión educadora, la transformaciónque se viene operando en mí.

Igual que vosotros, sorbí mi cáliz dehiel, tragué muchas amarguras entreaullidos de desesperación y blasfemiasde condenado. Pero ahora me siento otrapersona, a quien la confianza en el amordel Ser Supremo resucitó de losescombros de la más nefastaincredulidad, porque ésta, disfrazadacon la hipocresía de la falsa fe y de laafectación de la virtud, como sueleocurrir tradicionalmente, aunquesatisface las apariencias sociales, no

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vale ni siquiera para convencer almismo que las simuló, y mucho menospara edificar su alma ante el Creador…

Yo podría ser feliz, amigos míos, dealgún modo, rodeado con la atención deestos nobles y excelentes protectores,instruido, fortalecido, reconfortadocomo me veo por su incansable caridad,convencido de las luchas y deberes quedebo afrontar. Pero cometí un crimen deduras consecuencias para mí y los míos.Me veo cargado de faltas… y no puedo,de ningún modo, sentirme satisfecho enningún lugar, cuando el arrepentimientovivo y ardiente me persigue, exigiendoun rescate inmediato para que la

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serenidad vuelva a mi corazón,permitiéndome nuevos emprendimientos,dignificantes y honrosos… justamente loopuesto de los actos de antaño.

Debo confesaros que, cuando fui uncomerciante fallido y arruinado,traicioné los compromisos y laconfianza de firmas honestas, deinstituciones bancarias honorables, yhasta de las autoridades municipales,pues ocasioné grandes perjuicios aHacienda y a las Aduanas, ya quepractiqué muchas veces el contrabando.Me avergüenzo por no habermeesforzado por salir honrosamente de esamaraña de situaciones y de no haber

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resuelto esos compromisosescondiéndome bajo la macabra ilusióndel suicidio, que el rubor sólodesaparecerá de mi rostro cuando mesea posible ser comerciante otra vez,para resolverlos personal, digna, yhonestamente…

¡Cuántos actos indecorosos cometíante la sociedad, amigos míos! ¡Debí yno pagué, defraudé a los sacrosantosderechos de la patria, de la benditatierra en que viví! ¡Tengo compromisosvencidos, préstamos, cuentas y máscuentas, letras y más letras que pagar yno rescaté nada hasta el momento! ¡Elpeso de esta deshonra convirtió mis días

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en una tortura constante, a la vez que lasdesventuras que, por culpa mía,alcanzaron a mis hijos!…

—Felizmente, sin embargo, la Leyde la sabia Providencia confiere alespíritu en bancarrota medios honrosospara liberarse de situaciones incómodasy vejatorias como esas, y Jerónimo, enun futuro no muy lejano, podrá repararesos compromisos, recuperando elbeneplácito de su misma conciencia, através de nuevas experiencias yoportunidades, gracias a lareencarnación, que a todos nos permiteprogresar y rehabilitarnos, y él seencuentra muy animado para la nueva

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jornada… —dijo el hermano Santarém,cortando la expresividad humillantepara el mismo expositor.

—Me alegro de verte reconfortado ydecidido a la lucha por el honor de unavictoria que retire de tu conciencia lavisión deshonrosa de la caída que tearrastró a la desgracia, amigoJerónimo… Quiera Dios que las fuerzasse centupliquen en tu alma como lasmías se multiplican a cada nuevavibración de mi propio dolor… puestambién estoy animado a las más rudasexperiencias, con tal de alejar de misíntimas visiones el trágico fantasma delos remordimientos por el monstruoso

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delito que practiqué —dijo MarioSobral, a quien sacudió unimpresionante estremecimiento,haciéndole agitar las manos comoesforzándose por desprenderlas de algoque le inquietaba y afligía.

—La oración, que aprendí apracticar, se ha convertido en unmanantial indispensable para mi pobrealma, guiado por las fértilesexhortaciones del hermano Santarém —continuó el ex-comerciante de Oporto—,las súplicas vehementes que aprendí adirigir a María —nuestra Madre y Guía— me concedieron la tregua precisapara reunir los pensamientos

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atropellados por la desesperación yfijarles en mi razón… lo que haconstituido la llave para la solución demuchos problemas consideradosinsolubles por mí…

La suerte de mis infelices hijos, alos que tanto y tanto amaba, la conductade Zulmira, prostituida y envilecida —incapaz como yo, de consagrarse aldeber, venciendo honestamente lascircunstancias de la miseria— eranhechos que me hacían perder la razónhasta la locura y la blasfemia,convirtiendo mi alma en la de un reomás salvaje y furioso que una fiera delas selvas africanas. La oración continua

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y humilde, tal como el buen consejerome recomendó, corrigió la anomalía; y,poco a poco, recobré la lucidez y eltino, teniendo la sensación, después deserenar mi ánimo, que había estadodurante siglos inmerso en las tinieblasinferiores de la irresponsabilidad. ¡Aunasí, la situación de mis hijos, querecordareis, me llevaba a sufrimientosinconsolables!…

Según iba evocando, Jerónimo sereanimaba. Nuestro grupo está muyatento, vibrando homogéneamente con elemocionado narrador. Y tales fueron loscolores vivos y sugestivos con que supoesbozar los acontecimientos que le

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sucedieron, y las expresiones ardientesemitidas por las vibraciones con quetraducía las sutilezas de la memoria, queintentaremos transmitir al lector sudiscurso:

—Cierto día, al atardecer meencontraba casi absolutamente sólo,deambulando tristemente por las callesmelancólicas del inmenso parque queveis… Se aproximaba el dulce,emocionante momento del Ángelus. Launción religiosa —consuelo y esperanzade los desafortunados irremediables—sutilmente se infiltró por los rincones demi ser, llevándome el pensamiento alseno maternal de María, Madre

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Amantísima de los pecadores yafligidos… No ignoráis que el momentode la salutación a María es fielmenterespetado por sus legionarios yhomenajeado con sincerasdemostraciones de gratitud en estaColonia, que se edificó, creció yprodujo excelentes frutos de amor ycaridad a la sombra augusta de suprotección, utilizando las palabras queoigo de mis bondadosos instructores.

Me senté en la hierba, dispuesto arecogerme también. Con el corazónpalpitante de fe aguardé el solemnemomento de la oración, que luego fueanunciado por las dulcísimas melodías

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que del Templo se amplían hacia losrincones más distantes de estahabitación —ecos de las vibraciones delos directores mayores de la Colonia encomunión con los planos superiores—sirviéndome de las expresiones de losmentores de esta casa…

Oré esa vez, como nunca jamáshabía orado. Supliqué a la amorosaMadre de nuestro Redentor asistencia ymisericordia para mis hijos. Le pedí queintercediese ante Jesús Nuestro Señor,para beneficiar a las infelices criaturasabandonadas por mí a las inclementesembestidas de la adversidad. Nombré aMargarita, mi pobre hija menor, tirada

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al lodo de las cunetas por la orfandadque provocó mi suicidio y recordé aAlbino, encerrado en una cárcel en sujuventud, por no haber tenido su padre lasuficiente dignidad para abrirle caminosy orientaciones honrosos, ya que yo,yo… que fui su padre, que ante Dios y lasociedad me comprometí a la noblemisión de la paternidad, me deshonré yle deshonraré con los malos ejemplosque le dejé como única herencia.

Pedí su maternal intervenciónrespecto a la angustiosa situación deambos, aunque mis propios sufrimientosse dilatasen por tiempo indeterminado.Le ofrecía, como garantía de mi

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reconocimiento por cualquier beneficioque les concediese su tierna compasiónde Madre, la renuncia a ellos mismos,pues bien reconocía yo no merecer lasacrosanta misión de la paternidad. Mealejaría para siempre, si eso fuesenecesario… pero que Margarita, bajo sumaternal amparo, fuese apartada delEmbarcadero de la Ribera y Albino nofuese llevado a la desesperación hastaarrojarse al suicidio, y que se resignasea la cárcel, al exilio, donde, más tarde,podría rehabilitarse, ¿quién sabe?…

El hermano Ambrosio, vigilanteresponsable de reunirnos al anochecer,vino a encontrarme bañado en lágrimas.

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Una vez más le narré mis desventuras,poniéndole al tanto de las suplicas queacababa de dirigir a María. Me diotiernas expresiones de aliento,llenándome de esperanza el corazóndolorido, concluyendo, mientras mesostenía bondadosamente para elregreso a la comunidad:

—¡Debes perseverar en esos ruegos,querido Jerónimo! Hazlo con buenánimo y coraje, exaltandoenérgicamente, en lo posible, el gradode tus vibraciones, para que repercutanarmoniosamente tus peticiones en elmomento justo, en las capas astralessuperiores donde brota, irradiando

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flores de auxilios y bendiciones, laamorosa caridad de la dulcísimaGuardiana de nuestra Legión. Noobstante, te aconsejo orar en conjunto,reuniendo a otros a tu pensamiento, paraque tus fuerzas, todavía inexpertas, serefuercen y exalten al calor de losdemás, pues tus súplicas de estemomento son muy importantes,representando un verdadero mensajedirigido a María… Hablaré de loocurrido a nuestro bondadoso consejero.

A la mañana siguiente, el hermanoMiguel de Santarém me visitódiscretamente, invitándome a tomarparte en sus reuniones particulares, con

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otros afines para que, fraternalmenteunidos, solicitásemos los favores quedeseaba sobre lo que más me apenaba,ya que era justo que ayudasen, no sólopor ser yo un discípulo del internadoque dirigían, sino, por encima de todo,porque era caritativo asistir a quiensufría, deber que alegrementecumplirían, dado lo justo de lasaspiraciones alimentadas por mí entorno a mis seres queridos.

Así se hizo.Bajo los árboles frondosos, en un

rincón aislado del inmenso parque, ycuando las melodías de la salutacióndiaria a María cautivaban con suaves

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sugestiones la quietud armoniosa delcrepúsculo, el hermano Santarémelevaba el pensamiento fiel y,humildemente, transmitía en sentidasoraciones mi pedido a la celestialSeñora. Dejé, así, varias veces, a mialma arrastrarse a través del trazadoluminoso que iban dejando las mentesvirtuosas de mis buenos consejeros, yacompañaba, vibrante de confianza y deesperanza, las expresiones que, delfondo de su ser, arrancaban en mibeneficio.

Se repitieron estas reunionessencillas y dulces muy en secreto, variasveces seguidas, y siempre generosas y

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ardientes. Allí se pronunciaban losnombres de mis hijos diariamente,siendo un consuelo para mi compungidoespíritu oír que se referíancaritativamente a ellos los amorososseguidores del complaciente Maestro ySeñor —que hasta en los brazosinfamantes de la cruz trataba deregenerar a los pecadores, condolido desus grandes miserias— y una tiernaesperanza, humilde paciencia, yrespetuosa resignación visitaron elinterior de mi ser, como un rayo de Solelevando aleluyas en las tinieblasangustiosas después de una noche detormenta…

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Pasados algunos pocos días, mesorprendí al ver reclamada mi presenciaen el despacho del hermano Director.Me presenté inquieto y conmovido, pueshacía muchos años que me habíaacostumbrado a sólo encontrar disgustosen mis encuentros. El Director, sinembargo, me serenó después depresentarme un pequeño rollo depergamino, especie de "papiro"compuesto de rayos de luz, mientras meinformaba de lo que sucedía:

—¡Antes de nada, da gracias alSeñor todo bondadoso y misericordioso,querido Jerónimo! ¡Tus mensajes aMaría han tenido éxito ante las leyes

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eternas e incorruptibles!… Aquí está larespuesta de nuestra amable Señora yguardiana, que, en honor a su augustoHijo, atiende a lo que le rogaste… DelTemplo, donde militan los responsablesde nuestra Colonia y adonde llegan lasinstrucciones de lo Más Alto, nos envíannuestros orientadores estasinstrucciones, una especie deprogramación a realizar con tus hijosAlbino y Margarita… Como tiene laaprobación del hermano Teócrito, hoymismo podremos iniciar la tarea…

Aturdido con lo inesperado de lanoticia, no respondí nada de momento,dejando, no obstante, que mi alma,

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expresase, en el secreto delpensamiento, mi agradecimiento al Diosbueno y misericordioso que tanrápidamente permitía atenderme en misdeseos más grandes del momento.

Tomé el pergamino centelleante,girándole varias veces entre las manos,sin atreverme a abrirlo. El mismodirector, con la bondad que le especuliar, vino en mi auxilio,desdoblándole cuidadosamente…

Eran cuatro páginas sueltas quecentelleaban con reflejos de estrellas, ensus manos. Tenía caracteres azulados,como si estrías del firmamento azulsirviesen a los iluminados del Templo

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para transmitir las sublimesinspiraciones que recibían en el sentidode beneficiar a los sufridores ytraducían las órdenes que la MagnánimaSeñora enviara para mi socorrosupremo.

Ordenaban que tanto mi pobreMargarita como Albino, fuesen, sin mástardanza, atraídos a un puesto deemergencia mantenido por este Institutoen la Tierra, o en sus inmediaciones,para someterse a un tratamientomagnético especial, con vistas alreajuste psíquico de los sistemasnervioso y mental, ambos muyenraizados en las garras del medio

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ambiente viciado en que sedesarrollaban y desorganizados por laintensidad de los choques derivados delas luchas que enfrentaban diariamente.Que se aconsejase, advirtiese y aclarasea los pobrecitos porque de lo que máscarecían era de la iluminación interiorde sí mismos. Y que se estableciese,alrededor de ambos, una caritativacadena de amor, simpatía y protección,porque el Astral Superior se encargaríade crear las oportunidades necesarias alos acontecimientos…

Debo confesaros, sin embargo,bondadosos amigos, que bien poco,hasta ahora, entiendo de estas cosas…

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Las expongo como el que sabe de unhecho por haberlo presenciado, sinaptitudes para realizar el necesarioanálisis…

En cuanto a Marieta y Arinda, debíaestar tranquilo; eran honestas ytrabajadoras, encontrándose ambas enarmonía con las situaciones que lescorrespondían. Debíamos perseverar,sin embargo, en socorrer al infelizesposo de la primera —por quien yo nohabía rogado en mis ardientes súplicas,pero que no había sido olvidado por laamable Madre del Señor Jesús—, puesestaba preso a impulsos inferiores, quele convertían en el tirano del hogar. Una

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severa vigilancia se debía realizar en sufavor, pues sería dócil a las influenciasgenerosas. Sus obsesores deberían seraprisionados y conducidos a lasrespectivas comunidades astrales, lo queles daría nuevas oportunidades ybeneficios…

—Vemos que es bien dura la laborresponsabilidad del Aislamiento y losesfuerzos máximos que requieren, detodos vosotros, sobre todo la buenavoluntad —interrumpió Roberto deCanalejas, también visiblementeinteresado. —¿Ya iniciasteis elmovimiento regenerador?…

El hermano Santarém, a quien él se

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había dirigido, se adelantó sonriente,satisfaciendo nuestra curiosidad.

—Si —dijo—, y con muy buenéxito, ya que tenemos a la Madre de lasMadres como patrocinadora de estoscasos de redención… cuyas excelentesconsecuencias fácilmente entrevemos…

—Le ruego nos aclare respecto aldesempeño de tan espinosa y nobletarea, hermano Santarém —dijo el jovendoctor.

—Con gran placer, mi joven amigo,ya que hablamos con amigos generosos ysinceros, que podrán incluso prestarnosel auxilio de su fraternal simpatía…

Como debía ser —continuó el noble

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religioso—, asumí la dirección de laempresa, con órdenes del hermanoDirector del Departamento, convencidoque la intervención de nuestra augustaProtectora, así como la generosaasistencia de nuestros Superiores delTemplo, no nos abandonarían a laindecisión de las propias flaquezas.

Esa misma mañana se dirigió unapetición a la dirección del Departamentosolicitando auxiliares voluntarios parala empresa, pues sabéis que para esaclase de tareas no hay obligatoriedad ennuestro núcleo. Los trabajadores paraservicios externos han de ofrecerespontáneamente su ayuda, atendiendo a

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la petición, además de que losservidores de nuestra Colonia son todosvoluntarios…

Atendido sin dilación, me entrevistécordialmente con los colaboradores quese presentaron, todos animados deinterés y buena voluntad por la causa delbien, quedando establecido que, antes deproyectar el programa decisivo,visitásemos a los personajes encuestión, estudiando todas las facetasdel asunto y comparándolas con nuestraspropias posibilidades. Así lo hicimos,hasta que, en la noche del tercer día,después del homenaje que muygratamente prestamos diariamente a

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nuestra Guardiana, partimos todosjuntos, hacia la Tierra…

Era plenilunio. La luz dulce ymelancólica de la luna —la humildehermana de la Tierra— aclaraba loscaminos tristes del astral inferior pordonde deberíamos transitar. Para eltransporte nos servimos de unalevitación lenta, visto que las zonaspesadas por donde gravitaríamos no nospermiten el empleo de la rapidez sinocon gran esfuerzo de nuestra parte, loque de ningún modo convendría hacerporque necesitábamos reservas deenergías para los servicios a realizar.

¡Ah, queridos amigos! —continuó el

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antiguo sacerdote con dulzuraintraducible. Avistamos con emoción loscontornos de la vieja ciudad de Oporto,envuelta en los velos de las ondasatmosféricas, que la presentaban comoinundada de un sutil torrente de humotransparente a nuestros ojos de espíritus,para quienes el vacío es un vocablocarente de significado.

Nuestro preclaro hermano, el CondeRamiro de Guzmán, que, como sabéis,dirige las expediciones misioneras alexterior de nuestra Colonia, y que, comosiempre, fue el primer voluntario enatender nuestra petición para el servicioextra, nos llevó a dar una vuelta por la

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ciudad que tanto habíamos amado, puestambién había vivido en Oporto, bajoaquellos techos amigos, cuyas cornisas yvidrieras ahora distinguíamosiluminadas por las tiernas centellas delplenilunio…

Buscamos a Margarita Silveira porlas inmediaciones del Embarcadero dela Ribera. El Duero, río amigo, seagitaba dulcemente, ofreciéndonos supoesía a nuestra audición deportugueses, para quienes las dulzurasdel viejo terruño natal —que lo seríanuevamente, en posterior encarnación—no se había extinguido todavía, a pesarde la larga permanencia en la patria

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Espiritual, el Espacio…—¿Y Jerónimo formaba parte de la

expedición?… —pregunté.—¡Oh, no! No sería prudente que lo

hiciese. Debíamos evitarle el disgustode realidades durísimas… y hastapodría constituir un estorbo paranosotros, en lugar de ayuda…

No voy a describir el espectáculoamargo en el que encontramos aMargarita representando el principalpapel. Imaginad, sin embargo, uno deaquellos antros de vicio y libertinaje,como tantos que, infelizmente, existen enel sombrío globo terrestre, clasificadopolicialmente como de quinto orden,

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como si pudiesen existir vicios menosdegradantes unos que otros. Pensad en loque sería la falta de pudor allí reinante,la licencia, los torpes impulsos de losinstintos inferiores y deprimidos por laperversión de las costumbres y tendréisuna pálida idea del infierno del quedeberíamos sacar a Margarita Silveira—porque así lo había ordenado elAstral Superior, solícito a nuestrasinvocaciones.

¿Cómo podríamos hacerlo?…Ante las escenas lamentables que

veíamos, la angustia de la repugnanciaintentó dominar nuestras almas,haciéndose necesaria de nuestra parte la

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vigilancia de la comunión mental connuestros directores del Templo y de loMás Alto, para que nuestras voluntadesno se debilitasen, perjudicando lamisión.

Torturada por infamias inclementes,vilipendiada por la degradación,maniatada al miserable tronco de unasituación insoluble para suinexperiencia, Margarita aparecía comola gran víctima de un nuevo Calvario,donde también faltaban el consuelo, elsocorro de corazones generososdispuestos a aliviar y consolar. Lavimos, a despecho de su misma íntimarepugnancia, inmediatamente

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reconocidas por nosotros, sometida alos torpes caprichos de clientesdesalmados, que la forzaban a tomaralcohol, intoxicándola yemborrachándola, sin piedad. Ladesgraciada, semidesnuda, pues tenía lasropas rotas por las brutalidadesinfligidas por los verdugos, yempapadas de vino; los cabellosdesgreñados y los ojos alucinados porlos desvaríos del alcohol, la bocaespumante, desfigurada por gestosridículos, se veía también forzada adanzar al son de guitarras tediosas,cantando las piezas más en boga, paradivertir a los asistentes. Al no poder

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hacerlo mejor, dado el lamentableestado en que se encontraba, recibíabofetadas por parte de unos y otros,mientras desgarraban brutalmente elresto de sus vestidos.

Recordando que las instruccionesrecibidas de lo Más Alto recomendabanque la pobre muchacha fuese retiradacon urgencia de aquel malsano ambiente,no dudé en tomar providenciasinmediatas, haciendo uso de medidasextremas. Le dije a un aprendiz de laVigilancia, que venía conmigo, deaquellos que se iniciaban enexperiencias regeneradoras a través delos servicios de beneficencia al

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prójimo, señalando a la mísera joven:—Es necesario arrebatarla de

aquí… El Astral Superior recomiendaasistencia inmediata para ella…Adormécela, mi amigo, con unadescarga magnética fuerte, sirviéndotede los elementos fluidos de lospresentes. Dale la apariencia de unaenfermedad grave… y aleja con prestezaa estos infelices que la maltratan…

Este aprendiz sabía operar concierto desembarazo, a pesar de que susconocimientos no eran muy grandes y sucapital moral pequeño. Había sido, nohacía mucho, jefe de un grupo contrarioal bien y al amor. Convertido desde

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hacía cierto tiempo al aprendizajesincero de la Luz y de la Verdad, ahoraera un trabajador sumiso y subordinadoa la dirección de entidades iluminadas,capaces de guiarlo a la regeneracióncompleta, que no sólo lo ayudaban ainstruirse sino a elevarse moralmente,ofreciéndole oportunidades de serviciosrehabilitadores. Se llamaba Osorio y,como es natural, aún se encuentra bajonuestros cuidados. En otro tiempo vivióen las selvas brasileñas, donde habíapracticado ritos y magias africanas.

El resultado de la orden no se hizoesperar.

Se aproximó a la infeliz pescadera

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del Embarcadero de la Ribera, le pasóambas manos a la altura de las rodillas,como aflojándolas. La pobre muchachase tambaleó, sujetándose en un bancopróximo. Casi sin interrupción, el mismo"pase" se repitió a la altura del busto y,enseguida, rodeando la frente, a toda lacabeza Margarita cayó tiesa en el piso,presa de convulsiones impresionantes,llevándose la mano al pecho y gimiendo.Sin interrupción, y mientras yo distribuíaotras recomendaciones a los demásvoluntarios, Osorio se acercó a uno delos asistentes que estaba estupefactoante el incidente, y le cuchicheó algo aloído, con vehemencia y emoción,

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interesado en el buen éxito de su trabajo.El individuo se sobresaltó de repente,exclamando aterrado, creando un pánicoindescriptible entre los clientes:

—¡Cielos! La pobre va por morirpor nuestra culpa… ¡Huyamos!¡Huyamos antes que venga la policía!…

Salieron en confusión, empujándosemutuamente, dejando a la pobre víctimaa merced de los posibles sentimientosde caridad del propietario del antro.

Margarita, en efecto, se debatíapareciendo estar en el borde de laagonía. La rodeamos, mis dedicadosauxiliares y yo, con la intención deayudarle con los bálsamos que en el

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momento podríamos disponer. Convieneaclarar, sin embargo, que a ninguno denosotros podían presentirnos, ni ella nilos demás presentes del plano material,pues nuestra calidad de espíritusdesencarnados nos hacía inalcanzable asu visión.

Mientras, la moza experimentaba losefectos nerviosos de la descargamagnética recibida. Le aplicamosbálsamos sedantes, compungidos antesus sufrimientos. Quedó inanimada,calmándose poco a poco, tirada sobrelas losas del antro, mientras eltabernero, desecho en pánico por elacontecimiento, buscaba ayuda médica y

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un lecho en el interior de la casa, puesdebía ocultar la verdad del caso, parano tener complicaciones con la policía,dada la actividad ilegal que se efectuabaen su local.

Nosotros, los siervos de María,deseábamos verla en un hospital y no enla cárcel. Por esa razón alejamos laposibilidad de la presencia de lapolicía, mientras buscábamos la ayudade algún médico cuyos sentimientos decaridad nos inspirasen confianza.

Algunos minutos después, llegó elmédico, que la consideró gravementeenferma debido a la intoxicación por elalcohol. Nosotros tomamos medidas

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humanitarias tejiendo alrededor de éluna corriente armoniosa de sugerenciascompasivas…

Y así fue que, tal como habíamosdeseado y era necesario, pasadas lassombras dramáticas de aquella nochedecisiva, la hija de nuestro pupilo aquípresente ingresaba en un modestohospital, bastante caritativo pararesguardarla, mientrasprovidenciásemos sobre sus díasfuturos, guiados por las inspiracionesgenerosas de María…

Con ánimo de investigar, pregunté:Si Jerónimo no debía tomar parte en laexpedición, para evitarle ardientes

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amarguras, ¿cómo está informado de losacontecimientos?… y dirigiéndome a micompañero, le dije:

—¿No te sientes mal al oír estasdescripciones, amigo mío? … Ademásporque son extraños los que las oyen.

—En efecto, me siento amargado, yno podría ser menos… Además, laamargura y el pesar han sido miscompañeros en todo momento… Noobstante, el sufrimiento y lasinstrucciones que vengo aquí recibiendome iluminaron lo bastante para razonarmejor hoy que en otro tiempo…Conviene que reflexiones, queridoBotello, que si el hermano Santarém

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describe para vosotros losacontecimientos que me atañen, seráporque aquí vinisteis para los serviciosde instrucción, además de que soisamigos sinceros y hermanos afinescapaces de actitudes fraternales no sóloen mi beneficio, sino también el deaquellos que me son muy queridos.Nuestro afecto no es de hoy, recuerdobien que estamos unidos por unaconmovedora amistad desde las tristesperipecias del Valle Maldito…

—¡Sí! —intervino el instructor—, éldebería ser informado de todo, en unmomento oportuno, aunque la caridadhubiese aconsejado su ausencia del

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teatro de los acontecimientos… Nadapodría realmente ignorar, ya que eraresponsable por todo lo que resultó delabandono de su familia y porque todavíale urgía meditar sobre los delicadosacontecimientos con vistas a los planespara las próximas reparaciones…

Al incidente siguió una pequeñapausa, que fue quebrada por el mismoJerónimo, al exclamar:

—Le ruego continúe explicando amis compañeros de jornada la secuenciade mi drama personal, hermanoSantarém, pues como tantas veces me hahecho analizar, creo que será tambiénválido para edificar e instruir a otros…

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—Sí, hijo mío, estoy convencido deque vendrá bien a sus almas oír elepisodio que venimos narrando… —dijo pacientemente el sacerdote, cuyasonrisa bondadosa dulcificó el malestarcreado por mi impertinencia. Además, lavida de cada uno de nosotrosproporciona enseñanzas majestuosas ysublimes, siempre que nos tomemos eltrabajo de comprenderla a la luz de lasleyes divinas que rigen los destinoshumanos…

Se interrumpió por un momento,como si recopilase recuerdos,continuando enseguida:

—En el instante en que Margarita

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Silveira caía sobre las losas de lataberna, tratamos de llevar a su espíritu—parcial y temporalmente desligado delcuerpo físico— al puesto de Emergenciaque este Instituto mantiene en lasproximidades del globo terrestre.

Los servicios allí son variados yconstantes como en el interior de laColonia. Muchos enfermos encarnadosson curados por la medicina del planoespiritual, muchas criaturas desviadasdel camino del deber han recibido bajoaquel hospitalario refugio nuevasfuerzas para la enmienda y consecuenteregeneración, mientras que muchoscorazones afligidos y llorosos han sido

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consolados, aconsejados, dirigidoshacia Dios, a salvo del suicidio yreintegrados en el plano de las accionespara las que nacieron y de las que sehabían alejado.

Conducida allí en espíritu, Margaritafue sometida a exámenes rigurosos,viendo nuestros hermanos las precariascondiciones en que se encontraba suorganización fluídica —el periespíritu— y que se hacía urgente un tratamientoriguroso. Mientras eso ocurría, elcuerpo físico también era examinado porel médico terrestre en el hospital dondehabía sido transportada en estadocomatoso.

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Resolvimos que, a beneficio delfuturo de Margarita Silveira, el estadoletárgico se debía prolongar por variosdías, tantos cuantos fuesen necesariospara la asistencia moral que la urgenciade la situación requería. Por eso mismo,ofrecimos todo el interés y los cuidadosmás delicados a su cuerpo físico, al quetransmitíamos fuerzas vitales necesariaspara su salud y conservación. Además,la joven no estaba verdaderamenteenferma, sino sólo intoxicada por elalcohol. Presentaba órganos normales, aexcepción del sistema nervioso, quesufría los resultados de la amargaanormalidad que vivía. Sus sufrimientos

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más graves, cuya naturaleza estabaexigiendo desvelos abnegados, eran losmorales, razón por la que los médicosdel hospital de Oporto, donde seencontraba su cuerpo, la dejaron enobservación, confundidos con elsingular estado letárgico.

El hermano Santarém se detuvo poralgunos instantes, consultando si nosinteresaría la secuencia de la narración.Le suplicamos que no se detuviese, yaque, no sólo nos preocupaba la suerte dela pobre muchacha, que por tanto haberoído hablar de ella a su padre desdehacía tantos años, la llegamos a estimar,como también nos atraían profundamente

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las enseñanzas. Además, el mismoJerónimo animaba la exposición de loshechos, lo que constituía el mejorincentivo para el narrador.

Agradeció el bondadoso consejerocon una amable sonrisa y continuó,mientras le atendíamos.

—Sabed amigos míos, queMargarita no sólo no era mala sino queno se amoldaba por su gusto al vicio.Hasta le repugnaba, ansiando liberarsede él. En su caso doloroso, lo que habíaera una tenebrosa expiación, secuenciafunesta e imprescindible de accionesarbitrarias practicadas por ella mismaen anteriores encarnaciones y que

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quedaron clamando justicia yreparaciones a través de los siglos, nosólo en los rincones de su propiaconciencia, sino también en losarmoniosos códigos de la Ley Suprema,que no permiten ningún desvío delcamino recto.

—¿Podría darnos una pequeñamuestra de las acciones practicadas porel espíritu de esta joven en otrasencarnaciones para causar las gravessituaciones que experimenta en estemomento? —me atreví a solicitar,llevado por el sincero deseo deaprender.

—El estudio de la Ley de

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Reencarnación es profundo y delicado,amigo mío, a la vez que simple y defácil comprensión, ya que nos aclaramuchos problemas que persiguen a lahumanidad, aparentemente insolubles.En el futuro lo haréis con vosotrosmismos, volviendo a leer las páginas dellibro de la conciencia… Hasta esemomento, sin embargo, no hay ningúninconveniente en satisfacer vuestranatural curiosidad, ya que lasenseñanzas os beneficiarán…

Sí, amigos míos, la profundidad delas leyes divinas es vertiginosa,pudiendo realmente asustar a losespíritus mediocres, no capaces todavía

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de comprenderlas. Pero la justicia queresulta de esas leyes destila tantasabiduría y tan gran misericordia, que eltemor se transformará en respetuosaadmiración, ante un examen másprudente y minucioso. Por más increíblee incómodo que os parezca, enanteriores vidas planetarias, es decir, enmás de una existencia terrena, el espírituque actualmente conocéis con el nombrede Margarita Silveira anduvoreencarnado en cuerpos masculinos,existiendo como hombre —porque elespíritu no está subordinado a losimperativos del sexo, tal como se creeen la Tierra— y abusó de la libertad, de

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las prerrogativas que la sociedad terrenaconcede a los varones en detrimento delos valores del espíritu, y pervirtiódeberes sagrados.

Como hombre, llevó a la deshonra ahogares respetables, envileció adoncellas confiadas, esparció la hiel dela prostitución en torno de sus pasos,desgració y destruyó destinos queparecían maravillosos y esperanzasdulcemente acariciadas… Pero… llegóel día en que la Suprema Ley, que noquiere la destrucción del pecador, y síque él viva y se arrepienta —le impidiócontinuar esos atentados contra Susoberanía.

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Le impuso la ocasión propiciafavorable para rehacerse de la anomalíade tantas iniquidades, impeliéndole arenacer en un cuerpo femenino, paraprobar la misma hiel que hizo sorber aotros, y así ahorrarse un tiempo preciosoen la programación de los rescates, porsujetarse al rigor de penalidadesidénticas a las que impuso, en otrotiempo, por su mal orientado librealbedrío.

Reencarnó como mujer paraaprender, en la desgracia de sertraicionada en su castidad,desacreditada, vilipendiada yabandonada, una arrebatadora lección

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de que además de no deberse infringiren vano uno sólo de los mandamientosde Dios, uno se debería educarbuscando la finalidad sublime del amora Dios y al prójimo.

Un gran malestar inquietó a nuestramente sorprendida con la expectantenovedad. Nos estremecimos, mientrassentíamos rezumar un sudor helado ennuestra epidermis. En aquel momentorecordábamos, vivamente, que habíamossido hombres y que nuestras concienciasno se encontraban libres de culparespecto al gravísimo asunto. Noobstante, fiel a mi defecto por lapolémica, que arrastraba conmigo más

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allá de la muerte, dije, decepcionado yaturdido:

—Si fue así, ¿cómo Jerónimo sevolvió responsable por los desastres desu hija?…

—¡Ah, amigo mío! ¡Bastaría unapequeña dosis de razonamiento paracomprender que no por ser así laconciencia del pobre padre dejará deacusarle duramente!… —suspirótristemente el sacerdote. "¡El escándaloha de venir, mas ay del hombre porquien el escándalo venga!" —afirmónuestro Sabio Maestro y educadorincomparable, ya que, si procedió así,era porque él estaba en desacuerdo con

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los dictados virtuosos de la LeySuprema.

Margarita Silveira teníareparaciones que efectuar, es cierto;pero lamentablemente, el suicidio de supadre, desamparándola, fue la piedra detoque que la llevó a precipitarse en lostristes acontecimientos. La deuda debíaser rescatada a través del tiempo,aunque podría no ser obligatoria para lapresente existencia, quedando pendientede una ocasión más oportuna.

Mientras tanto, el libre albedrío desu padre, llevándole al error fatal delsuicidio, precipitó los acontecimientoscuya responsabilidad bien podría dejar

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de pesar sobre sus hombros, para que,ahora, no sufriese las consecuencias delremordimiento. ¿Qué me dirías, queridoamigo, de un hombre que fuese la causade la muerte trágica de un ser amado,aunque no tuviese intención deasesinarlo, abominando hasta la idea deverlo morir?… ¿acaso no sufriría?…¿No viviría corroído de remordimientosel resto de sus días, amargado, desoladopara siempre?… Margarita debía expiarel pasado, es cierto. Pero no eranecesario que el escándalo que lealcanzó estuviese motivado por lasconsecuencias de un acto practicado porla imprevisión de su propio padre…

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Decepcionado, me callé, mientras elhermano Santarém continuaba:

—Ya que la joven no se complacíacon el vicio, por el contrario sufría lahumillante situación esperando la horade librarse de él, nos fue más fácil anosotros ayudarle a levantarse yconvencerla de su regeneración,dirigiéndose hacia un fin seguro.

Durante los seis días que estuvo enel Departamento de Reposo delmencionado Puesto, conversé a menudocon ella, ya que, me asignaron comoconsejero y agente de los verdaderosGuías que trabajan a favor de suregeneración. Allí la llevamos a una

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sala apropiada, una especie delocutorio, en el que ondas magnéticasfavorecían la retención de mis palabrasen su conciencia, actuando fielmentesobre su memoria y llevándole aregistrar en su subconsciente, todas lasrecomendaciones que yo le hacía y quele convenía recordar cuando despertase,en la ocasión oportuna para laejecución, lo que, en efecto, vino a hacermás tarde, sin darse cuenta que sólocumplía las recomendaciones que a suespíritu le habían sido aconsejadasdurante el letargo en que estuvo inmersosu cuerpo material, pues, al despertar,olvidó todo, como era natural.

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Exhorté a Margarita, en primerlugar, a la oración, lo que hizo bañadaen lágrimas. Le di a conocer el recursosalvador de la oración como luzredentora capaz de arrancarla de lastinieblas en que se confundía, paraguiarla a parajes rehabilitadores. Le di,tanto cuanto me permitían el cortotiempo que disponía y lascircunstancias, rudimentos de educaciónmoral religiosa que ella no habíarecibido nunca, hablando de los deberesimpuestos por el Creador Supremo ensus Leyes, recordando que, en el amordel Divino Crucificado, encontraría lapresencia de ánimo necesaria para

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remover las montañas de iniquidadesque le venían esclavizando a lainferioridad, así como el mejor bálsamopara dulcificar la hiel que hacía infelizsu vida.

Le infundí esperanzas y nuevosánimos, valor para una segunda etapaque se hacía necesaria en su destino,confianza en el Amigo Celeste queextiende su mano compasiva yprotectora a los pecadores,amparándoles en la renovación de símismos… y le convencí de que, si comomujer había sido desgraciada, sinembargo su alma encerraba valores deorigen divino y que su fuerza de

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voluntad exigía acciones nobles yheroicas, capaces de promover surehabilitación ante su propia concienciay en el concepto de Aquel que de símismo extrajo rayos de luz para darnosla vida.

Fiel a las observaciones que recibíapor vía telepática del Templo, leimpulsé a alejarse de Oporto, y hasta dePortugal. Continuar en su tierra natalsería imposibilitar la reacción de lavoluntad para la consecución de laenmienda, cuando ella necesitabarealmente olvidar que un día vivió en elEmbarcadero de la Ribera. Debía crear,con el esfuerzo heroico de la buena

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voluntad, un abismo entre sí misma y supasado nefasto, para iniciar una nuevafase de vida.

Era imprescindible que confiase ensí misma, juzgándose buena y fuerte paravencer en la lucha contra la adversidad.,porque el Cielo le enviaría ocasionespropicias para la renovación. Brasil erauna tierra hospitalaria, amiga de losdesgraciados, y sus puertos, como elcorazón de sus hijos, eran bastantegenerosos para acogerle sin preocuparsepor su pasado… Debía preferir el exilioen suelo brasileño, porque seconvertiría más tarde en su verdaderohogar…, porque el espíritu es ciudadano

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universal y su verdadera patria es elinfinito, lo que lo llevará a entender que,donde quiera que se encuentre, elhombre estará siempre en su patria, a lacual deberá siempre amar y servir,honrándola y engrandeciéndola para losaltos destinos morales. Tenía queolvidar su pasado. Y, con el alma y elcorazón vueltos hacia el eternoCompasivo, podía esperar la acción deltiempo, las dádivas del futuro: lasolicitud celeste no la dejaría huérfanaen la experiencia para la regeneración.

Oíamos conmovidos, apreciando elvalor de estos razonamientos queservían a cuantos estuviesen inmersos en

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idénticas penalidades. Guardábamostodavía silencio, mientras el dignoeducador, cuyas palabras se endulzabana medida que se arrebataba en suhermoso discurso, continuó, después dealgunos instantes de pausa:

Convenía despertar a Margarita, esdecir, hacer que su espíritu volviese alcuerpo para continuar las tareasimpuestas por el curso de la existencia.

Como realmente no estaba enferma,el despertar se operó natural ysuavemente, bajo nuestra desveladaasistencia, como si volviese de unprolongado y benéfico sueño. Médicos yenfermeros se quedaron atónitos. La

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joven, sin embargo, tenía pena por habervuelto a la vida objetiva, y derramabaabundantes lágrimas. Una terribleangustia pesaba en su corazón. No seacordaba de nada de lo que pasó con suespíritu durante aquellos seis días desueño magnético. Sólo mantenía unavaga sensación de ternura, unamisteriosa dulce añoranza en el fondo desu ser, que no podría definir…

Después de algunos días de ansiosaexpectación, decidió viajar hasta Lisboaen busca de su hermana Arinda, quesabía estaba sirviendo en un hotel debuena reputación.

La situación, sin embargo, se

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presentaba difícil para la desventuradajoven. No poseía recursos paraemprender el viaje. Su pasado y suinfeliz reputación le impedían trabajaren casas honestas, como criada. Peroalrededor de los desgraciados existensiempre ángeles tutelares dispuestos aintervenir en la ocasión oportuna,remediando situaciones consideradasinsolubles.

En cuanto a Margarita laintervención del Cielo se presentó, paraconseguir el dinero necesario para eltransporte, en sus compañeras delhospital, que, viéndola llorarfrecuentemente, le arrancaron la

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confesión de la amarga situación.Pobres, humildes, bondadosas,sufridoras, y, por eso mismo, pudiendointerpretar mejor las desdichas ajenas,las buenas criaturas contribuyeron,exigieron ayuda a sus maridos yparientes y, al cabo de pocos días,Margarita recibió lo necesario paraviajar a la capital del reino.

Arinda acogió a su hermana. Leperdonó los pasados desvaríos,comprendiendo, finalmente, que en tanlamentable drama había más ignoranciay desgracia que verdadera maldad, puesno poseía esclarecimientos capaces depercibir, en los acontecimientos que

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rodeaban a su hermanita menor, losantecedentes espirituales que acabé derevelar.

La empleó en un hotel, cerca delsuyo, procurando habilitarla en losmenesteres domésticos pensandocolocarle más adelante en ambientesfamiliares. Sucedió sin embargo, misamigos, que la hija de Jerónimo fue alBrasil más deprisa de lo que esperaba…En este hotel, se hospedaba una familiaportuguesa residente en Sao Paulo, elgran centro industrial brasileño. Estabanvisitando su tierra natal y la capital…Margarita, guiada por la hermana, lessirvió con atenciones y bondad… Hubo

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simpatía de parte a parte… La familia leinvitó a acompañarles para ir a Brasil,como criada… Arinda intervino,entendiendo las ventajas de esasituación… Margarita estuvo totalmentede acuerdo… y después de algunos díasse cerró la página negra de su existenciapara recomenzar nuevas experiencias yocasiones de progreso y realización…

Nos miramos todos, como en unsingular desahogo, deteniéndonos amirar a Jerónimo, el personaje queostentaba, en la tormentosa odisea queacabábamos de oír, la tremendaresponsabilidad, ante la ley divina, dehaberla provocado con su suicidio. El

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ex-comerciante de vinos, sin embargo,mantenía la frente baja, concentrada enpensamientos profundos.

De repente, en medio del silencioque siguió a la conmovedora exposición,una voz compasiva, revelando cariñosasentonaciones, preguntó, sinceramenteinteresada:

—¿Y Albino, hermano Santarém?…¿el Cielo le concedió también algunadádiva?…

Era Belarmino, cuya almabondadosa, convertida a la enmienda,presentaba ya las mejores y más sólidascaracterísticas de fraternidad, entre losde nuestro grupo.

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—¿Albino?… —dijo sonriente eldigno sacerdote, como absorto en gratorecuerdo. Albino va muy bien, muchomejor que su hermana… El aislamientode la cárcel fue propicio a lameditación, haciéndole reflexionar conmadurez y llevándole a buscar a Dios através del sufrimiento. Tal comohicimos con su hermana, adoctrinándoleen nuestro Departamento de Reposo, y,aceptando fácilmente nuestros consejos,se resignó rápidamente a la dolorosasituación, comprendiendo el justocastigo, puesto que realmente seequivocó en el seno de la sociedad.

Se dedicó a lecturas y estudios

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educativos, guiado muy de cerca por unalma de élite en quien depositamosmucha confianza, y actualmenteencarnada en la Tierra —nuestro agentefiel y portavoz sincero— es decir unmédium, un iniciado cristiano de laTercera Revelación, llamadoFernando…

En los servicios realizados en elcitado Puesto de Emergencia, le dieroninstrucciones al querido intérpreterespecto de lo que debería hacer paraayudarnos con relación al joven, siendotransportado su espíritu laborioso aaquella sala, durante el sueño profundo.Fernando, que ejerce su actividad

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profesional en la Policía, como adeptoque es de la Tercera Revelación buscasiempre en lo posible, testimoniar lospreceptos del Divino Misionero. Entrelos innumerables actos generosos querealiza como espírita cristiano,destacaremos el interés tomado por losencarcelados y sentenciados, a los queprocura asistir y servir, llevándoles unrayo de amor en cada visita que leshace. Infunde esperanzas en suscorazones desfallecidos, calma surebelión interior con la suavidadfraternal y buena de su palabrainspirada, de donde fluyen aclaracionesregeneradoras para apagar en lo posible

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su sed de justicia y protección.Albino se sintió atraído por aquellas

expresiones tiernas que le revelaron lasdulzuras del Evangelio del Reino deDios, como hablando de un mundonuevo, una era nueva que surgía en suvida de joven desamparado. Los ojosgrandes y soñadores de Fernando,reflejando el manantial de Luz quedeslumbraba su alma de escogido delCielo, impresionaron fuertemente al hijode Jerónimo, que, aturdido y dominadopor una singular simpatía, le confió supropia historia atormentada. Nuestroquerido agente se conmoviósinceramente. Reconfortó al joven, le

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dio educación moral-religiosa bajo lasinspiraciones de la Tercera Revelación,tal como le habíamos recomendado, loque nos evitó un gran trabajo con eljoven encarcelado…

En la soledad de la misma cárcel,Albino pudo recibir directamentenuestros incentivos, pues, gracias a lospiadosos esfuerzos del siervo del Señory a la buena voluntad del propio preso,se le hizo posible a éste hablarnos,tomándole de la mano y dictándolepreceptos educativos, que tanto y tantonecesitaba fortalecerse para el caminoredentor. Y el propio Albino escribió loque le susurrábamos al pensamiento a

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través de la intuición, bañado enlágrimas, emitiendo una buena voluntadcontinua para el futuro.

Sin embargo, no acabó allí la laborfraternal de nuestro querido Fernando.

Tenía buenas relaciones en elPalacio Real. Se empeñó y obtuvo lasatenciones de su majestad, la reina Dña.Amel ia [18], para el infeliz hijo denuestro suicida. Le hizo comprender quese trataba de un huérfano desamparado,a quien la inexperiencia y las malasseducciones habían desdichado, pero aquien se podría ayudar todavía,convirtiéndole en un ser útil a lasociedad, con un poco de protección y

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ayuda fraterna.Aquí, en nuestro Instituto, se sabe

que el espíritu de esa ilustre dama de lasociedad terrena es generoso,compasivo y deseoso siempre deenmendar. Para el progreso moral yespiritual de Albino, según lasinstrucciones que recibíamos de lo MásAlto, era indispensable prolongar laprueba de la cárcel todavía por tresaños. Apoyamos, por tanto, losesfuerzos de Fernando, fielmenteinspirado por nosotros, en el sentido deobtener cuanto antes el traslado delprisionero a África, donde, como fueestipulado, quedaría en libertad…

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—Perdón, respetable PadreSantarém ¿no sería mejor que Albinohubiese sido enviado al extranjero?…Al Brasil, por ejemplo, la segundapatria de los portugueses, donde nosgusta tanto vivir y también morir, aldejar Portugal… ¡Pobre Albino!¡África!… ¡Inhóspita e inclemente!… —se atrevió ingenuamente a decir MarioSobral, sin pararse a pensar loinconveniente de su expresión.

—No, mi joven amigo. Albinonecesita todavía ser conservado encustodia, ya sea policial terrenal ya seaespiritual, por parte de los que velan porsu futuro… En Brasil encontraría

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demasiadas facilidades, que podríanalejarle de la unción en la que se vieneconservando desde que conoció aFernando y se afilió a la magna cienciade la espiritualidad. Tendría excesivalibertad y la gran democracia brasileñano es lo que le conviene en estemomento… Le arrastraría,posiblemente, a desvíos perjudiciales,cuando, al iniciar su propiaregeneración, rodeado deresponsabilidades, estaría todavía muydébil para vencer tantas y tan grandestentaciones, como las que encontraría enel seno de aquel generoso país. ElÁfrica inclemente es más propicio a los

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intereses espirituales. Es más caritativoenviarle allí que a ambientes contrariosa la enmienda que debe intentar parabien de su propio destino inmortal.Esperamos, pues, verle trasladarse paraLourenço Marques u otra cualquierlocalidad africana…

Considerando que losacontecimientos descritos por elconsejero del Aislamiento influiríannecesariamente en el corazón afligido deaquel padre suicida, ofreciéndole almismo tiempo recuerdos torturantes yesperanzas de ánimo, le felicitésinceramente por el hermoso éxito desus ruegos de oraciones, loando con

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júbilo, la amorosa solicitud de la Virgende Nazaret, cuya intervención habíaremediado situaciones supuestamentedefinitivas. Y concluí con una pregunta,cuya respuesta me pareció taninteresante, que la adjuntaré a estasnotas, finalizando el capítulo.

Pregunté a Jerónimo, abrazándolefraternalmente, mientras los compañerosparecían apoyar mi gesto, con sonrisasamistosas:

—…Y ahora, mi querido Jerónimo,resueltos los problemas más urgentesque ensombrecían de amarguras tu vida,¿no te sientes más sereno para cuidar delfuturo que, según veo, ya ha sido

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bastante perjudicado por las afliccionesconstantes e impacienciascontraproducentes, en que te sumía elrecuerdo de tus hijos queridos?…

¿No te alegras, sabiendo que elheredero de tu nombre está dispuesto aservir honradamente a la sociedad, ytiene el corazón abierto a las aurascelestiales de una fe religiosa que escomo la bendición del Todopoderosoglorificando su futuro?… ¿No sonríes,sabiendo que tu rubia Margarita está enel seno de una familia respetable, tanrespetable que fue honrada con lasatenciones de la Virgen, a quiensuplicaste, para dirigirle a la

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rehabilitación eterna?… Jerónimo,¡estarás muy alegre! ¡Todos nosalegramos contigo, amigo mío!…

Sólo entonces levantó su semblanteentristecido, mientras respondía con unaentonación lacrimosa:

—¡Si, amigo Camilo! Tan grandes yde tan profundo alcance han sido losbeneficios recibidos por mí a través dela asistencia dispensada a mis seres másqueridos, que jamás serán bastanteelocuentes cuantas expresiones pueda yotener para ofrecer a la Madre Santa demi Salvador la gratitud que enternece mipecho… a no ser que, por misericordiatodavía más grande, me permita

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convertirme en protector de huérfanos yabandonados, evitando que se despeñenpor los abismos en que vi inmersos amis queridos hijos.

¡Me alienta la esperanza de que esemilagro suceda, Camilo! Pues aprendícon mis dedicados maestros de estaacogedora casa que el espíritu vivesobre la Tierra sucesivas vidas,naciendo y renaciendo en formashumanas cuantas veces sean necesariaspara el desarrollo de su ser en busca dela bendición de Dios.

Espero, por tanto, hacer eso mismoun día, en la Tierra, con otra formahumana que me sea concedida. Si, como

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hoy, ardiente y sinceramente acepto, quetenemos un alma inmortal, marchandoprogresivamente hacia Dios, demostrarémi reconocimiento a las potestadescelestes, creando, reencarnado en laTierra, orfanatos, internados amorosos yacogedores, hogares cristianos dondelos pequeños huérfanos estén a salvo delas dramáticas situaciones en las que misuicidio lanzó a mis indefensos hijos…

¡Sí! Estoy reconfortado, agradecidoy esperanzado, pero alegre, aún no,porque una avalancha incómoda dedeudas a pagar abrasa mi conciencia,quemándola con los fuegos impíos demil razones para los remordimientos. No

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acuso a Zulmira, porque también mesiento culpable de su nefasta caída. Lapobreza irremediable, las privacionesacumuladas, el hambre torturante, fueronverdugos que la persiguieron yvencieron, encontrándola pocopreparada moralmente para laresistencia necesaria, para las luchasdiarias contra la adversidad, pues lainfeliz, estuvo demasiado consentida enel hogar paterno, y por mí, que la amabatanto, estaba acostumbrada a lacomodidad excesiva y contraproducentey a la ociosidad nefasta que el dineromal dirigido produce.

Si yo, el hombre, que tenía el deber

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sagrado de velar por el futuro de mifamilia, educando a la prole,defendiéndola, honrándola, fracasédesastrosamente, abandonándola en ladesgracia, ocultándome tras un suicidiopara evitar la lucha honrosa, sin valorpara el desempeño de la misión quehasta los seres inferiores de la Creaciónobservan con apego, ternura ysatisfacción; si yo, el jefe natural, queante los hombres con el matrimonio, yante Dios con la paternidad, me habíacomprometido a conducir el rebaño dela familia al santuario de la honra y lafelicidad, les abandoné al fuego vivo delas iniquidades mundanas,

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escondiéndome bajo la tumba cavadapor la cobardía de un suicidio —¿Quiéndebía recoger el deber que era mío?…¿Qué podría hacer la pobre Zulmira, siyo, peor que ella, llegué a matarme paraevitar el cumplimiento de deberesinalienables?…

¡Oh! para que Zulmira hubiesevencido a la desgracia, defendiendo yhonrando cuatro hijos menores, erapreciso que hubiese conocido la luz deprincipios elevados, bajo la orientaciónde una elevada comprensión cristiana,como tantas veces afirmó el hermanoSantarém, viéndome sufrir al no estarconforme con su procedimiento. ¡Pobre

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Zulmira, que, como yo, ignoraba inclusoque era creación divina… a pesar de laafectación religiosa exigida por lasociedad hipócrita en que vivíamos! Laoración es mi alivio, así como losestudios que vengo realizando respectoa la nueva concesión de un cuerpoterreno… Y dando gracias a Dios portodo eso, amigo mío, ya es mucho paraquien, no hizo nada en absoluto paramerecer tanta misericordia…

— ¿Podría darnos algunainformación respecto a las condicionesen que se realizarán las nuevasexperiencias de nuestro queridoJerónimo, hermano Santarém? —

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pregunté, atraído por las enseñanzas quese desprendían de todos aquelloshechos.

—Será un razonamiento simple,amigo mío, al alcance de todo aprendizaplicado.

Cuando, en la sociedad terrena,practicamos delitos irremediables, alvolver a la patria espiritual debemosprepararnos para más tarde volver alteatro de nuestras infracciones, enexistencias posteriores, para recapitularel pasado, actuando de modo contrarioal de nuestro fracaso. Partiendo de esaregla, en este caso, necesariamente,Jerónimo deberá enfrentarse de nuevo

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con la ruina financiera, la deshonracomercial, tal como la Tierra considerala bancarrota de una firma comercial,con la pobreza, con la falta de crédito—motivos que ayer le llevaron alsuicidio—, para que pruebe elarrepentimiento que siente y los valoresmorales que la amarga experiencia delMás Allá le llevó a adquirir. Para queeso se haga posible, la ruina deberáproducirse a despecho de sus esfuerzospor evitarla y a pesar de su probidadpero nunca por las causas que acaba deexpresar, dilapidando en goces yvanidades mundanas el préstamo de lafortuna que el Distribuidor Supremo le

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había confiado para su progreso y el desus semejantes. Quedará el problemacreado con su familia, a quien abandonóen una situación espinosa, huyendo aldeber sagrado de luchar paradefenderla… La conciencia leaconsejará sobre los detalles en eldesempeño de tan delicada reparación,pues él tiene su libre albedrío.

Las luchas de la expiación, losmomentos amargos y los dramas quevivirá para su labor de reparación seránagravados por un precario estado desalud orgánica y moral, malesindefinibles, que la ciencia de loshombres no curarán, porque serán

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repercusiones dañinas de lasvibraciones del periespíritu perjudicadopor el traumatismo, resultante delsuicidio, sobre el sistema nervioso de sucuerpo físico. Es posible que inclusosufra sordera y una parálisis parcial, quequizás afecte su visión, en su futuroestado de reencarnado… porque élprefirió matarse destrozando su aparatoauditivo con el proyectil de un arma defuego… y sabéis, amigos míos, que elcuerpo astral —el periespíritu—,siendo, como es, una organización vivay semimaterial, también se resiente,forzosamente, con la brutalidad de unsuicidio, y así modelará su cuerpo futuro

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padeciendo mentalmente los mismosperjuicios…

* * *

Nos despedimos del hermanoSantarém emocionados. No teníamosexpresiones con las que agradecer lagentileza de las aclaracionesproporcionadas. Abrazamos a Jerónimoy salimos, apenados con la gravedad desu situación, pues, a pesar de todocuanto acabábamos de conocer, el pobrecompañero seguía siendo un solitariorecogido en el Aislamiento, de donde no

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saldría ni siquiera para visitar a sushijos, sino para instruirse dentro de lamedida de sus capacidades, y bajo lavigilancia severa de los mentores.Cargado de vibraciones pesadas, elcontacto con los seres queridos podríasugestionarles angustiosamente,arrastrándoles a posibilidadesdesastrosas.

—Debéis cerrar esta serie de visitascon una al Departamento deReencarnación —advirtió el viejodoctor de Canalejas—, ya que, enalgunos días, deberéis realizar vuestroantiguo sueño, volver a ver la patria y elantiguo hogar…

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El pequeño vehículo nos esperaba.Cayó el inmenso puente levadizo ysalimos al campo matizado de azucenas.Una indefinible amargura apretónuestros corazones, mientras yo creíaunar las impresiones de todos mispobres cómplices, al exclamar:

—¡Adiós, pobre Jerónimo! No sé sinos veremos otra vez, antes que lainevitable jornada de la reencarnaciónnos separe… ¡Que el CelesteBienhechor se apiade de tu espíritu,iluminando con los favores de Supaternal clemencia la ruta por dondeperegrinarás rodeado de espinos ydecepciones! ¡Tu historia es también la

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nuestra, bien lo sé!… Cuando el noblehermano Santarém explicaba tusproblemas con su palabra sugestiva yeducadora, me daba perfecta cuenta queél, caritativamente, deseaba advertirnossobre los momentos difíciles que atambién nos esperan a nosotros…

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CAPÍTULO VPRELUDIOS DE

REENCARNACIÓN

“Respondió Jesús y le dijo: De cierto,te digo,

que aquel que no naciere de nuevo, nopuede ver el

reino de Dios". "No te maravilles de loque te

dije: Os es necesario nacer de nuevo”.Juan, 3:3 y 7.

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El Departamento de Reencarnaciónse localizaba en el extremo de laColonia Correccional María de Nazaret,limitando con las regiones propiamenteconsideradas espirituales, o zonaeducacional. Podemos comprender esaubicación fácilmente sabiendo que, tantode la zona inferior como de laregeneradora de la Colonia, veníanfrecuentemente grupos de pretendientesa la reencarnación planetaria.

El núcleo de servicios comprendíalas siguientes secciones, ejerciendotodas funciones destacadas, aunqueinterdependientes:

1. Recogimiento.

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2. Análisis — (Salas secretas,inaccesibles a los visitantes).

3. Programación de lasreencarnaciones.

4. Investigación.5. Planificación de los cuerpos

físicos.6. Laboratorio de Reducción —

(Salas secretas, inaccesibles a losvisitantes).

Gran parte de los trabajadores quedesarrollaban allí su labor, estabacompuesta de espíritus femeninos. Sinembargo, los puestos clave, así como laDirección General del Departamento,eran responsabilidad de los iniciados

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que conocemos.Al traspasar sus límites demarcados

por murallas inaccesibles a visitantes noautorizados, fue una grata sorpresarecibir la suave luz del sol, percibiendosus tonos coloridos por primera vez encuatro años de hospitalización.

Con sorpresa, vimos una ciudad muyanimada, donde se elevaban edificiossoberbios, en elegante estilo hindú. LaIndia legendaria y sugerente surgía enaquellas avenidas pintorescas yencantadoras, invitando a la meditación,al estudio, al elevado cultivo de lascosas sagradas de la Espiritualidad y delos destinos del alma.

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En aquellos palacios rodeados decolumnas o adornados de cúpulastípicas, como también en las mansionesresidenciales, graciosas y sugestivas,hermosas miniaturas de aquellos, ydonde residían los servidores dedicadosa la causa redentora del Maestro deJerusalén, se imprimía la belleza grave eindescriptible del ambiente sacrosantode lo Invisible, servido por entidades deélite cuyo ideal era la observación de laLey Suprema, los servicios de Jesús y laprotección a los pequeños y débiles.Parecía encontrarse allí la verdaderacivilización hindú, que solo fueentrevista entre los éxtasis de los

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iniciados de los antiguos santuariossecretos, y que nunca fue comprendida y,por eso mismo, jamás practicada sobrela Tierra.

Nos sentíamos bien, plenos deemociones que hablaban de consuelo yesperanza a nuestras almas. Y paramayor satisfacción nuestra, el Solhermoso, reuniendo en las mismasdulces expresiones de belleza parques yjardines, lagos y cascadas chispeantes,el caserío como el horizonte que seextendía hasta el infinito, acariciándolescon tonos suaves, como si su luz de orofluido se colase a través de velostranslúcidos, reduciendo el tamaño del

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panorama como si todo estuvieseconstruido en finísima porcelana…

Guiados por nuestros queridosamigos, los de Canalejas, entramos aledificio donde se encontraba el gobiernocentral del Departamento.

La bondad y gentileza del eminentegobernador, el hermano Demetrio, nosconcedió un instructor local, dispuesto aprestarnos los esclarecimientosnecesarios, como principiantes en lavida espiritual. Era una joven, cuyosemblante risueño y atractivo nosinfundió una inmediata confianza. De tanamable personaje nada más logramossaber que se llamaba Rosalía y había

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vivido en Portugal su últimaperegrinación terrena.

Pudimos prescindir de la presenciade Carlos y Roberto. Nos entregaron,pues, a los cuidados de Rosalía y sedespidieron para atender a labores másurgentes, con la promesa de venir anuestro encuentro, para volver alpabellón donde residíamos.

Nos reunió la joven a su alrededor,y, en el centro del grupo nos dijo, yabajando las escaleras del edificio:

—Empezaré la pequeña tareaordenada por nuestro querido jefe, elhermano Demetrio, queridos amigosdiciendo, que es inmensamente grato a

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mi corazón servir a vuestra instrucción,como si lo hiciese con hermanos muyamados. Siento que el loable deseo deobservar para aprender y progresarflorece en vuestras mentes y por eso, osauguro un formidable futuro en nuestrogrupo, cuya finalidad es servir paraengrandecer al prójimo carente de amory auxilio. Pero, omito cualquierfelicitación, porque sería prematuro.Deseo para vosotros, el alientomisericordioso de lo Alto, para que osayude en el mantenimiento de los buenospropósitos actuales…

Le dimos las gracias, encantados.Seguimos caminando por una de

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aquellas magnificas avenidas ornadas deprimorosas plantas, mientras iban yvenían, cruzándose con nosotros,trabajadores apresurados, dando grananimación al ambiente. Un singularsilencio reinaba en ese nuevo núcleo, talcomo sucedía en los demás yaconocidos, lo que no dejó de despertarnuestra atención.

La joven continuó, mientras unasensible corriente de superioridad sedesprendía de su personalidad,infiltrándose en el fondo de nuestro ser yasí despertando las mejores actitudes derespeto y veneración que éramoscapaces:

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—Como vais a comprobar, nadieque sea acogido en este Instituto comohuésped temporal, que necesiterecapitular experiencias terrenas, podráhacerlo, sin antes ingresar en nuestroDepartamento para una estancia quevaría de uno a dos años, de acuerdo a suestado, antes de iniciar las actividadesrelacionadas con el cuerpo que serállamado a animar. Diariamentecomparecen aquí espíritus ansiosos porvolver al teatro de sus propias caídas,presurosos por reparar el pasado cuyorecuerdo les desespera, de expiar faltas,de recapitular el drama íntimo, paraconseguir vencer el remordimiento

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tiránico que quema sus conciencias,fantasmas sangrientos de sí mismos,encadenados al infamante resultado delsuicidio.

Obteniendo el beneplácito delTemplo para su reencarnación, el cual asu vez, ya lo recibió de lo Más Alto,donde está la dirección soberana de laLegión, el pretendiente, al presentarse ala jefatura de este Departamento,primero irá a la sección deRecogimiento, donde se confeccionaránsus registros relativos a la Tierra,admitiéndole allí bajo los cuidadospaternales de guías que le asistiránfielmente a partir de esa fecha,

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acompañándole incondicional eininterrumpidamente durante su "víacrucis" expiatorio en los escenariosterrestres.

Resuelto el primer problema,acudirán los técnicos de la Sección deAnálisis, que deberán estudiar sustendencias características, estudiandopormenorizadamente su psique: su alma,su ser y los rincones más remotos de suconciencia serán escudriñados por esostrabajadores del Señor, que, por seriniciados superiores, están a la altura deesta delicada misión. Utilizando lasfacultades magnéticas superiores queposeen, obligan al paciente a abrir las

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páginas del libro inmenso del Alma,recapitulando en él el pasado, y asírevelándose tal como realmente es,pues, sabed —si todavía lo ignoráis—que todas las criaturas traen la historiade sí mismas impresa en caracteresindelebles en los laberintos del ser,siendo capaces, en determinadascircunstancias, de revivirla en detalle ydarlas a otros para igualmenteexaminarlas, estén todavía presas a loslazos carnales, o liberadas de ellos…

Sin embargo, existen excepciones,como son los asilados del Psiquiátrico.Estos, lamentablemente, reencarnarán talcomo se encuentran. No es posible

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intentar nada para beneficiarles, a no serel retorno al cuerpo físico, que será laterapia impuesta para correctivo deldescontrol general de las vibraciones,creando, así, ocasiones para nuevastentativas futuras. Esa terapia, ayudadapor la oración que diariamente les seráadministrada en cadenas simpáticas,dulces y benéficas, hechas en su favordesde aquí, es todo cuanto, de momento,lograrán obtener esos infelices, a pesardel gran deseo que tenemos de verlesserenos y dichosos.

Una vez concluidos los trabajosanalíticos del carácter, los mismostécnicos harán un informe de lo que

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comprobaron, minucioso yrigurosamente exacto, pasando entoncesel caso a la sección de Programación delas Reencarnaciones.

Por lo expuesto habréiscomprendido que estos análisis sonindispensables ya que establecen elprograma de la existencia a seguir. Losméritos y deméritos del reencarnante,las caídas pasadas más graves y que,por eso mismo, mayor urgencia exigiránen la reparación, las concesionesatenuantes que se les pueda hacer, lapreparación, en fin, de la existenciaproyectada, se establecerá a través de lainvestigación descrita, aunque debo

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aclarar que esa importante elaboraciónse divide en dos partes distintas, con unasensible diferencia en la forma deoperar.

Es difícil, exigiendo hasta variasexperiencias, realmente torturantes,cuando la persona que va a reencarnarprocede de la zona inferior de laColonia, es decir, de los Departamentosdel Hospital y las prisiones de la Torre,mientras que supondrá una mera revisióny constatación de los informes cuando elpretendiente sea un interno del Institutopropiamente dicho, es decir, de laregión regeneradora dedicada a lareeducación, el Colegio de la Iniciación,

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etc., donde no tardareis en ir vosotros.De cualquier forma, ese trabajo sefacilita en gran manera por los informesderivados del Templo y por la ayuda delos Guías misioneros indicados por elAstral Superior, ya que sin su presenciano se hará nada en absoluto para lafinalidad de la reencarnación.

Una vez establecida la programacióny concluido el borrador de las luchasexpiatorias o reparadoras delreencarnante, de acuerdo con sus fuerzasde resistencia moral, es decir, de lasposibilidades que dispone para lavictoria y previstos los emprendimientosque pueda concretar a la vez que las

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expiaciones, las realizaciones para lasque tenga capacidad; las facilidades quedeba encontrar por el camino, que sonefecto de los méritos anteriormenteconquistados o las dificultades que, ensu propio beneficio, encontrará duranteel desarrollo de la existencia,consecuencia de los deméritos quearrastre del pasado, planificado, en fin,el panorama de la vida que le esperadentro de la reencarnación terrestre, quetanto le conviene, y que, generalmente,es tan deseada por la misma personaacosada por el arrepentimiento, todoeste magnífico trabajo, verdaderaepopeya sabiamente trazada, es enviado

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a la Dirección General de la Colonia,que lo examinará [19].

Hay casos que necesitaráncorrecciones, que podrán referirse a ladisminución de las pruebas, dejandopara un futuro remoto la solución dealgunos problemas, o el incremento delvolumen de reparaciones para unperíodo más corto, siempre de acuerdocon las posibilidades generales delamparado. El mismo Templo, noobstante, sólo expedirá órdenes en esteúltimo sentido cuando recibaautorización de lo Más Alto.

Tanto los Guías misioneros de lapersona como los técnicos del

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Departamento de Reencarnación, sonespíritus de elevado linaje en lasregiones virtuosas del Más Allá,portadores de una gran sabiduría ygloriosa inspiración al servicio de lacausa de la redención humana,generalmente los programas que ellosestablecen tienen el beneplácito delGobierno General de la Legión que, através del Templo, autoriza lapreparación del nuevo cuerpo físicopara el aprendizaje en la Costra delplaneta…

Nos habíamos parado bajo losárboles que había a lo largo de laavenida por donde caminábamos, y

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oíamos tales exposicionesinteresadísimos acordándonos de lascitas que nos daban ciertos librosantiguos sobre las clases que dabanPitágoras, Sócrates y Platón, rodeadosde discípulos, y más o menos basadas enprincipios análogos, a la sombra de losplátanos, en los parques de Atenas.

Intervino Belarmino, que atendía laspalabras de Rosalía con atención:

—Hermana, ¿podemos deducir detus palabras que los dramas de la vidahumana, las desgracias, las tragediasque diariamente sacuden el globo,convirtiendo a la humanidad en unjuguete de fuerzas ciegas y superiores,

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son dirigidas por una fatalidadinexorable?…

Sonriendo con encantadorasencillez, la lúcida sierva de María dijo,mientras nos invitaba a subir lasescaleras del noble edificio rodeado decolumnas y arbustos floridos y árbolesfrondosos, en cuyos pórticos se leía estasimple inscripción: "Recogimiento":

—¡No, amigo mío! El sentido comúnindica que la humanidad no puede serregida por la ceguera de la fatalidad.Eso que llamáis fatalidad no es sino elefecto de una causa que el mismohombre crea con el conjunto de lasacciones practicadas en la Tierra,

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cuando vive divorciado del bien, de lamoral y del deber, o, en el Más Allá,como espíritu desviado de la Ley,embrutecido en las tinieblas de las quese rodeó, pues es él mismo, a través delos actos buenos o malos que practica,quien determina la naturaleza de supropio futuro.

La fatalidad existirá, si así loqueréis, no ciegamente, reduciendo a lahumanidad a un mero juguete, sino comouna secuencia lógica, inteligentementecorrectiva, de los desvíos delictivos,programada por su propio libre albedríoal preferir el error a las reglas de larazón y de la conciencia. Al ser un

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correctivo, ese estado de cosasdesaparecerá en el momento en que secorrija la causa que le dio origen, esdecir, los restos inferiores de la maldaden que se fundaron los actospracticados.

Asimismo, en los programas que seelaboran aquí, para el futuro de lapersona, no se incluyen los pormenoresni las actividades diarias quedesarrollará en los trabajos, de la vidaterrena, así como las particularidadesnecesarias para alcanzar lo inevitable.Sólo anotamos los puntos principales,los que constituyen reparaciones, hechosdecisivos y secuencias que han marcado

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los pasados acontecimientos, es decir, lacausa. La expiación se encuentra de talforma arraigada en la conciencia de lapersona, como efecto de losremordimientos y de la necesidad deprogreso por un pasado criminal, que élmismo, bajo el impulso de su librevoluntad la cumpliría, aunque no fueseproyectada bajo nuestro criterio.Conviene, sin embargo, que así lohagamos, porque, entregado a sí mismo,quizás caería en excesos perjudiciales,creando posibilidades desastrosas.

Igualmente, se anota también lacapacidad que tenga para realizacionesmeritorias, pudiendo incluso ser

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discriminadas e indicadas…, puesningún espíritu, encarnado o no, sóloporque se encuentre encadenado a suspruebas, será inhibido de colaborar consu propio progreso mediante sudedicación a las causas nobles,dedicándose a actividades para el biendel prójimo. El reencarnado, es libre deefectuar o no aquellas metas que secomprometió a alcanzar, antes de lareencarnación, cuando se proyectabanlas líneas de su futuro.

Será libre, sí. Pero, en caso dedesviarse del compromiso asumido, leangustiarán grandes pesares más tarde,al sentir que, además de haber faltado a

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la palabra empeñada con sus Guías,dejó de adquirir méritos que podríanhaber abreviado mucho su camino derecapitulaciones. Como ves, amigo mío,no se trata de fatalidad, sino de unencadenamiento armonioso de causas yefectos…

Entramos en un amplio salón conmuchos compartimentos, teniendo cadauno, en lugar de puertas, discretascortinas de suavísimo tejido azulceleste. Un silencio impresionantellamaba nuestra atención, creyendo queno habría nadie allí. Un aroma delicadoy sugestivo, prestaba un encantoindefinible a ese interior lleno de

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atractivos, donde una luz dulcementedorada penetraba por unas claraboyasovaladas adornadas con rosas blancas.El recinto estaba adornadodiscretamente con esas flores, dejandoentrever un exquisito gusto femenino ensu decoración.

En un ángulo del salón, sobresalía unmostrador semicircular. Una señora deedad indefinible se levantóinmediatamente al vernos, y, dejandoaflorar en los labios una bondadosasonrisa, nos saludó con esta fórmulasingular, mientras caminaba en nuestradirección, extendiendo gentilmente sumano:

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—¡La paz del Divino Maestro seacon vosotros!

Rosalía nos la presentó,amablemente:

—¡Ya os esperaba, amigos míos! Elhermano Teócrito se comunicó conmigoesta mañana, informándome de vuestranecesidad de rápidas aclaraciones sobreesta sección… Os acompañaré yomisma por este Recogimiento, que osrecibirá un día a todos vosotros, pues nohay nadie, internado en esta Colonia,que deje de pasar por aquí…

Era una religiosa. Su hábito blanco,matizado por fosforescencias de oropálido, que parecían venir de la luz que

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se proyectaba sobre el apacible recinto,era muy bello, como si se tratase de latúnica de una Virgen legendaria de lospoemas sagrados.

No identifiqué a que congregaciónreligiosa pertenecía, cuando vivía en laTierra, esa dama encantadora que,ahora, en el Mundo Espiritual, nossorprendía como trabajadora de unaColonia auxiliar para corrección desuicidas, colaborando, al lado deilustres iniciados de las DoctrinasSecretas, en los servicios de la Viña delSeñor. Sé, sin embargo, que, honrandociertamente el hábito humilde en eldesempeño de tareas terrenas

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ennoblecedoras, veía ahora sublimarleen al Más Allá, en el seno de unacongregación fraterna y modelo, dondemerecía dirigir una de las másimportantes secciones, el Recogimiento,como fiel iniciada cristiana que era.

Gentil y bondadosa, nos invitó areposar por algunos instantes,ofreciéndonos a cada uno de nosotros, ya Rosalía, una de sus bellas rosas,mientras hablaba, risueña y simple,como una grácil muchacha:

En la época, en que viví, reclusa enel Convento de Santa María, en miexilio terreno, cultivaba rosas en mishoras de ocio, cuando no solicitaban mis

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servicios los enfermos más allá de losmuros que me aislaban… Este fue elúnico pasatiempo del que disfruté en elmundo de las sombras, durante mi últimaperegrinación en él. Yo hablaba a lasrosas y a las otras flores. Las entendía,educaba y criaba como si lo hiciese conpersonas muy queridas, me divertía conellas, y tenía mis confidencias con ellas,depositando en sus pétalos las lágrimasque los infortunios de las desilusiones yde la tierna añoranza salían de micorazón.

En la comunidad no se permitía tenerni siquiera un animalito, un pájaro, nadaque pudiese desviar el afecto y las

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atenciones de las reclusas de losdeberes austeros a que eran obligadas ode la contemplación íntima a que sedeberían invariablemente dedicar, conla intención de limpiar el carácter y lossentimientos para la buena sintonía conlos efluvios divinos… Incluso las flores,no las cultivaba para mí, sino para lacomunidad… Pero yo seguía las normasestablecidas por Francisco de Asís yestaba convencida de no haber ningúnmal en dedicar un poco de mis afectostambién a las mimosas flores quesurgían de la tierra bajo mis cuidados…Me acostumbré a ellas, desdeentonces… y no sólo no me impidieron

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estar en armonía con las vibraciones conlos planos del Amor y del Bien, sino quelas continúo cultivando en la plenaintensidad de la vida espiritual, sinjamás olvidarlas…

Impresionado con los encantos quese desprendían de la religiosa,Belarmino hizo una pregunta, queconsideré indiscreta y de muy mal gusto:

—Si —dijo él—, veo que siguecultivando rosas en estos parajes delmundo invisible… Me siento un tantoconfuso… ¿es posible eso, hermana…?

—…hermana Celestina… paraservirte, querido hermano Belarmino.¿Cómo dices?… ¿No ves ahí las flores?

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… ¿cómo no va a ser posible, entonces?¿Y por qué no se cultivarían flores en elMás Allá, si es aquí, y no en los mundosmateriales, donde existe el verdaderomodelo de la Vida, enriquecido cada díacon los progresos de cada uno de sushabitantes?… ¿Acaso existirá en laTierra alguna cosa, en lo que concierneal bien y a lo bello, que no sea unapálida reminiscencia conservada de laPatria Espiritual por las personas allíretenidas?… El fluido de la vida, quehace germinar las flores y plantasterrenas, perfumándolas, yembelleciéndolas, ¿no es por ventura elmismo que fecunda y anima la

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quintaesencia y sus derivaciones, de lasque nos servimos en estas regiones?…El Artista Divino que adornó la Tierra,con tantos motivos hermosos, ¿no es elmismo, que vivifica y embellece todo eluniverso?…

Agradecimos la dádiva, que parecíarefulgir y vibrar, poseída de ignoradosprincipios magnéticos. Aspiramos elaroma sutil que impregnaba el salón,mientras la interlocutora nos hacía pasara una extensa galería, sustentada pormajestuosas columnas. Parecía unclaustro. A un lado y otro, se alineabanpuertas esculpidas en motivos clásicoshindúes. Y, de arriba venía la misma

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claridad fluida y dulce, encendiendotonalidades doradas, infundiendoconfianza y alegría a cada paso.

Nos guió la gentil señora a una deaquellas puertas y, mientras entrábamos,comprobamos sorprendidos quepertenecían, a extensos dormitorios. Nosexplicó:

—Cuando es evidente la necesidad yel momento en que el asilado de estaColonia vuelva al aprendizaje de lacarne, para completar el compromiso dela existencia interrumpida con elsuicidio, se presenta al Departamento deReencarnación acompañado de losmentores que le asisten, con las

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recomendaciones y autorizacionesnecesarias, provenientes de la jefaturadel Departamento donde estuvo connosotros.

Del despacho del hermanoDemetrio, vendrá a esta sección y aquípasará a residir como interno. Lehospedamos con afecto y satisfacción,procurando hacer su estancia lo másconsoladora posible… porque,generalmente, el suicida es un ser tristea quien nada le alegra, un inconsolableque, sabiendo que no tardará en volver ala Tierra en durísimas condiciones,mucho más se angustia al entrar aquí,donde permanecerá mientras duren los

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preparativos para su retorno.Sus miedos, las meditaciones acerca

de lo que pasará en el futuro,enclaustrado nuevamente en lavestimenta carnal, se van dilatando acada minuto que pasa, pues no ignora,sino que percibe con claridad, lo que leaguarda en la vida en que deberárehabilitarse para la conquista de símismo, para los planos del verdaderoBien.

Ese estado de ansiedad, agravándoseen la proporción que se van haciendolos preparativos, se vuelveverdaderamente angustioso, provocandolágrimas frecuentes en sus corazones

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desgarrados por el arrepentimiento, porel temor y la añoranza…, pues, desde eldía que un pretendiente a lareencarnación traspasa los umbrales delRecogimiento, se despide de la Coloniao del Instituto, de los maestros que lehan instruido, de los compañeros yamigos que tuvo allí, sólo losreencontrará más tarde, al terminar elexilio…

Aunque es verdad que, una vezreencarnado, no estará separado deestos, como a primera vista se podríasuponer. Al contrario, continuará siendoel blanco de las atenciones todos los quevelaron por él durante la estancia en la

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Colonia, ya que la permanencia en elplano físico no disminuirá el deber deestos para con él, ni estará, por eso,desligado de ella. Podrá inclusocontinuar siendo recibido aquí,aconsejado, instruido, confortado porsus antiguos mentores, gracias al sueñodel cuerpo físico, que le permitirá unarelativa libertad, y lo hará,necesariamente, pues no se desligó aúnde nuestra tutela, está de la misma formainternado en nuestro Instituto porque lareencarnación a que se somete no essino uno de los recursos con quecontamos para el trabajo de educaciónnecesario para su recuperación al plano

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normal de la marcha gloriosa hacia elprogreso. Pero…, ellos saben que, unavez en el cuerpo físico, ya no serán tanlúcidos y olvidaran la convivenciafraterna, las caritativas bendiciones dela presencia de aquellos que fueroncomo ángeles tutelares que enjugabanlas lágrimas de la desgracia, y por eso,se angustian y sufren…

Mis auxiliares y yo velaremos porellos aquí, en el Recogimiento,ayudándoles a la readaptación a lascosas de la Tierra, despertándoles elgusto por la existencia en el senogeneroso del planeta tan bien dotado porla Sabiduría del Todo Misericordioso, y

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que sólo los desvaríos del hombre levuelven inclemente e ingrato…, puesconviene no olvidar que el suicida sedesencantó de la permanencia en lasociedad terrena, la detesta y quisieraafinarse con otra que hablase mejor asus íntimos deseos. Muchos, asustadoscon las perspectivas de las expiaciones,que sólo conocen minuciosamentedespués de ser internados aquí, searrepienten de la intención que traían y,acobardados, piden retrasar un pocomás la época del renacimiento, en lo queson atendidos. En lágrimas, sonreconducidos, entonces, al lugar dedonde vinieron y entregados a sus

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tutores locales, quedando sin otrosprogresos hasta que se decidan al únicorecurso que les proporcionará laposibilidad de días mejores: lareencarnación.

Aquí, no permanecen inactivos, a laespera de quien les prepare la moradaterrena del futuro. Trabajan con susinstructores en los preparativos para surenacimiento, colaboran en la exhaustivalabor de las investigaciones paraescoger los padres que mejor convengana las pruebas que deberán presentar antelas leyes sacrosantas que infringieron,porque, generalmente, los suicidas noreencarnan para la expiación en los

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círculos de afectos que les son másqueridos, sino fuera de ellos, para queestudien, bajo la orientación de los guíasmisioneros, la programación de susactividades en la Tierra, aprendiendo,en una especie de clase práctica,ofrecida a través de cuadros inteligentesy animados como escenas teatrales ocinematográficas, a desarrollarlas,realizarlas, remediarlas y llevarlas a unafinalidad positiva, actuando con aciertoy prudencia.

Viajan asiduamente a la Tierra,donde están siempre acompañados desus tutelares generosos, procurandoorientarse en las costumbres a las que

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tendrán que adaptarse, según sean losambientes en los que arrastrarán laprueba que consigo llevan porque lesconviene a ellos mismos que se resignena la situación antes del ingreso en elcuerpo carnal, para que no sientandemasiado el cambio de costumbres queles proporcionó la convivencia connosotros; y, después de ultimar lasinvestigaciones y escogido el mediofamiliar en que ingresarán, estaránalrededor de sus futuros padres,procurando ajustarse con ellos,conocerles mejor, adaptarse a suscostumbres, principalmente si esnecesario para el progreso la difícil

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situación de aceptar para elrenacimiento un medio hostil, dondepueden existir enemigos de otras vidas oespíritus extraños, indiferentes por tantoa los infortunios que les sacudirán…

—Quiere decir hermana, que esasinvestigaciones a que se refiere… —pregunté, aprovechando una pequeñapausa de la elocuente interlocutora.

—… se mueven en torno de labúsqueda de una familia, de unambiente, de padres bastante caritativospara estar de acuerdo en recibir en suseno a un hijo extraño, que será motivode constantes preocupaciones, dadas laspruebas que acompañan la

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reencarnación de un suicida. Existenrealmente casos penosos, difíciles deser resueltos, amigos míos. Tenéis unejemplo en esas personas, las quevisteis en el Psiquiátrico, cuando sequedan aquí, en el Recogimiento,esperando que se les consigan padres,pues, como sabéis, ellos, además deincapacitados para colaborar con susmentores en su beneficio, el estado enque están es de tal forma precario que,para el renacimiento, sólo se les permiteun cuerpo entorpecido por achaquesinsolubles, inaccesible al estado normalde la criatura encarnada, constituyendouna angustiosa prueba para los padres

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que les reciban.Como ya explicamos, muchos de

esos infelices volverán a la vidaplanetaria ocupando cuerpos carnalesparalíticos, dementes, sordomudos,enfermos incurables, etc., etc., y su vidatranscurrirá en ambientes donde existangrandes pruebas a ser expiadas por lospadres. Para eso, sus guías y dedicadosmentores establecen, con los posiblespadres, conmovedores convenios,acuerdos supremos como este:

—Que estén de acuerdo en recibiren su seno a aquellos desdichados, comohijos, y les amparen en el "vía crucis"de su expiación, pues necesitan la

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reencarnación para volver en sí delentorpecimiento a que el suicidio lesarrojó, y, así, mejorar su situación.

—Que practiquen esa sagradacaridad, por el amor del DivinoCordero, inmolado en lo alto delCalvario por amar a los pecadores ydesear su recuperación para la vidainmortal, porque la suprema Ley delamor al prójimo les otorgará el méritode la buena obra, favoreciéndolesoportunidades dignificantes pararealizaciones rápidas en el plano de laevolución, para conseguir un estado felizy compensador.

—Que consientan en convertirse

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temporalmente en agentes de la Legiónde María, aceptando en su hogargeneroso a sus enfermos infelices por elpasado pecaminoso, hasta que finalicenla expiación necesaria, resultante de lalección pavorosa del suicidio… Pues,determina la Ley que la caridad cubrauna multitud de pecados…, y ellos,padres, que también han fallado contrala supremacía de la incorruptible Ley,verían lavados muchos delitos por esasublime virtud que bien pudieronpracticar, sirviendo a los sagradosdesignios del Creador.

Pero, si algunos están conformesbondadosamente con cumplir la honrosa

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y amarga tarea, hay otros que larechazan, prefiriendo reparar laspropias faltas hasta el último céntimo, acontribuir con sus servicios para queuno de estos infelices repare lasconsecuencias del gesto macabro quecometió, bajo un techo amoroso yhonrado. No sintiéndose obligados a esopor ley, prefieren sus propias pruebas,al lado de una prole sana y graciosa, asuavizar las penas, con la concesión deoportunidades generosas ycompensadoras, bajo la condición deejercer la sublime caridad de prestarse ala paternidad de pequeños monstruos yanormales, que sólo les acarrearían

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disgustos e inquietudes…—¿Y cómo pues, reencarnaran esos

pobres compañeros de desgracia, Diosmío?… ¿Cómo reencarnaremos entoncesnosotros, a quienes todo nos faltará,incluso padres?… —pregunté,impresionado y ansioso, recordando queyo volvería al cuerpo ciego, Mario sinlas manos y Belarmino enfermizo einfeliz desde la cuna…

—Os darán informes en la Secciónde Investigación, queridos hermanos.Ahora, visitemos estas dependenciasque también os alojarán un día, aliniciarse las jornadas reparadoras…

Era el Recogimiento como un

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enorme internado, compuesto de cuatropisos bien diferentes, aunque no hubieseninguna diferencia en su disposicióninterna.

En el primero, se reunían espíritusvenidos de las regiones menos infelicesde la Colonia, es decir, los internos yaprendices del Instituto, ya iniciados enla ciencia de la Espiritualidadpropiamente dicha. En el segundo,permanecían las personas del HospitalMaría de Nazaret que habían preferidola reencarnación inmediata, y los delAislamiento, mientras que el tercerotenía a los prisioneros de la Torre, y elcuarto era reservado a los del

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Psiquiátrico. Para los espíritusfemeninos existía un alojamientoidéntico, localizado en un lugar vecinoal nuestro, en un edificio separado.

Celestina nos llevó a conocer todo.Allí se registraba al reencarnante: —sunombre, el lugar donde renacería, lafecha, nombre de sus padres, el tiempoprevisto de existencia planetaria, etc.,etc., todo, quedaría perfectamentearchivado.

Los internos vivían allí hermanadospor idénticas preocupaciones orientadospor los asistentes incansables, que lointentaban todo para verles salirvictoriosos en las luchas terrestres. A

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cualquier parte a que las obligacionesdel momento les llamasen, es decir, a laTierra, a las salas de Análisis, dondeeran sometidos a la delicadaintervención ya descrita; a las seccionesde programación de lasRecapitulaciones y de Investigación, elRecogimiento siempre era el punto deretorno, donde estaban todos hasta elfinal de los preparativos y también haciadonde gravitarían más tarde, cuandoacabase la existencia corporal para laque entonces se preparaban.

Los preparativos, frecuentemente sedilataban por algún tiempo, excepto losenfermos del Psiquiátrico, cuyas

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gestiones para el retorno a la Tierra eranbreves, limitándose casi exclusivamentea los trabajos de Investigación.

Una vez concluidos los preliminares,venía la fase de las realizaciones. Lajefatura del Departamento daba órdenesal Laboratorio de Reducción parainiciar la operación magnéticanecesaria, así como la atracción hacia elfeto, cuyos elementos biológicos ya seencontrarían en proceso de desarrollo enel óvulo fecundado, dentro de la madre,cuyas entrañas serían la continuación delLaboratorio, como una dependenciatemporal, o de emergencia delDepartamento de Reencarnación, sujeta

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a la vigilancia de los técnicosresponsables del grandioso servicio yde los guías misioneros del espíritu que,reducido y restringido en susvibraciones normales, iba modelando elcuerpo a medida que se adelantaba lagestación.

También nos explicaron que elmolde ideal para ajustarse a la forma deese feto en elaboración era el cuerpoastral que disponíamos en ese momento—el periespíritu—, lo que nos aclarósuficientemente cómo vendría a ser elfuturo cuerpo que ocuparíamos,estructurado bajo el magnetismoenfermizo de vibraciones oriundas de

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grandes desgraciados, como nosotros,según lo que, ya nos habían comentadolos pacientes mentores.

No pudimos visitar el Laboratoriode Reducción, ni las salas de Análisis.Pero nos informaron que, al ingresar enel Laboratorio, no se quedaba la personaen él. Al contrario, a través depoderosas cadenas magnéticas queparten de las mismas fuerzas ilimitadasy divinas, que mantienen el Universo,era impulsado hacia el cuerpo que debíahabitar, afinándole con éste, al mismotiempo que armonizaba su periespíritu alde la mujer que había consentido,voluntariamente u obligada por la Gran

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Ley, en ser su madre, para sufrir y llorarcon él la consecuencia dramática eirremediable del suicidio.

Durante esa atracción, que se operalentamente, a medida que progresa lagestación, la persona va perdiendo pocoa poco la facultad de recordar su propiopasado, ya que su cuerpo astral sufriólas reducciones necesarias al fenómenodel modelaje del feto, lo que se verificatambién gracias al auxilio magnético yvibratorio de los psicólogosresponsables, sobre la voluntad y sobrelas vibraciones mentales del paciente.

A medida que avanza el estado degestación en el seno materno, sus

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vibraciones, comprimiéndose más ymás, van limitando profundamente en elperiespíritu los recuerdos, lasreminiscencias y las impresiones vivasde los dramas dolorosos vividos por élen el pasado, produciéndose entonces elolvido impuesto como un regalo deMisericordia por parte del LegisladorSupremo, condolido de las desgraciasque sucederían si los hombres pudiesenrecordar libremente los verdaderosmotivos de porqué nacen en la Tierra encondiciones lastimosas, muchas vecesluchando y llorando desde la cuna a latumba.

Al entrar allí, se inicia en su ser un

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estado parecido al preagónico, fácil deser comprendido por la reducción quesufren todas sus facultades, su mente ysus vibraciones. Tal estado, muy penosopara cualquier espíritu, se vuelve odiosopara un suicida, ya que su periespíritu seencuentra angustiosamente perturbadocon el choque sufrido por la violenciaproducida en él por el suicidio, y delque sólo será aliviado muchos años mástarde, cuando al desencarnar, severifique la desconexión natural y lentade los lazos magnéticos que le unen alcuerpo, al que comienza a estar unidodesde la intervención en el Laboratorio.

Supimos que esa epopeya, digna de

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la Creación Divina será facilitada en sucumplimiento, y suavizada en susperspectivas, cuando el pacientedemuestre un arrepentimiento sinceropor el pasado que vivió, y buenavoluntad y humildad para repararerrores cometidos y progresar en buscade los beneplácitos dignos de laconciencia, pues entonces, su voluntadse hará maleable bajo la acciónprotectora de los desvelados Guías, queemplearan todos los esfuerzos paraayudarle a salir victorioso yrehabilitado de la maraña de caídas ydelitos contra la Ley Incorruptible delTodopoderoso.

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Pasando por todas las dependenciasy obteniendo siempre valiosasaclaraciones de la hermana Celestina,Rosalía, o de los jefes de las salas,llegamos a los recintos reservados a laProgramación de Reencarnaciones, cuyafinalidad ya describimos en este mismocapítulo. Destacaremos tan sólo que, alingresar en el confortable edificio dondeestaba aquella sección, recibimos unaagradable sorpresa [20]: Todas lastrabajadoras eran mujeres de diversasedades, desde adolescentes hastavenerables ancianas. Activas, lúcidas,perfectamente capaces para el elevadodesempeño que les era confiado,

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consultaban las notas venidas de lassalas de Análisis y las órdenes delTemplo y trazaban con sabiduría elesquema de la existencia que convendríaa cada enfermo de la Colonia que volvíaa la Tierra.

Eran dirigidas por sabios iniciados yGuías misioneros de cada uno, con losque formaban un perfecto equipo. Comoya dijimos, vimos que muchosreencarnantes colaboraban en esosmismos planes que suponían el rosariode sus expiaciones, los días de angustiaque les arrancarían lágrimas de sucorazón oprimido y las pruebas que tododelincuente siente necesidad de

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presentarse a sí mismo para aliviar laconciencia de la deshonra que le aflige,en especial a un suicida, inconsolableante el abismo creado por sí mismo.

No me pude contener. Ante unejemplar de esos esquemas —verdaderocompendio de salvación que, al serobservado, haría del pecador el hombreideal, convertido a la sublime cienciadel deber—, pregunté, dirigiéndome auno de los técnicos que dirigían lasección:

—¿Y todos nosotros, los suicidas,una vez reencarnados, llegaremos acumplir esa programación?…

El psicólogo sonrió, sin mitigar sin

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embargo, cierta expresión melancólica,al tiempo que respondía:

—Si todo lo que hay ahí, amigo mío,se deriva de una causa, es evidente quela misma causa debe ser corregida paraque los respectivos efectos se armonicencon la ley incorruptible que rige laCreación. Si hay una programación acumplir, es que la Justicia Supremapuede dictarla, y, por eso, seráobservada a despecho de cualquierconveniencia o sacrificio. La legislaciónque fundamenta los principios de estaInstitución es la misma que mueve elUniverso Absoluto. Por eso nuestrasdeterminaciones están de acuerdo con la

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más perfecta ecuanimidad, lo queequivale a decir que no será posibledejar de ser rigurosamente cumplida porla persona una programación de estas,ya que, si ella existe, es porque elmismo paciente la creó con las causasque produjo con su mal proceder. Ella,pues, existe y está con él y en él,formando parte de su personalidad.

Y será preciso que la observe paraliberarse del cortejo de sombras que lainobservancia proyecta en su alma. Esmás, él puede observarla, teniendo paraeso todas las posibilidades. Si no lohace, será porque se desvió nuevamentedel buen camino. Entonces, adquirirá

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nuevas responsabilidades, y repetirádos, tres, cuatro peregrinacionesplanetarias para que pueda pagar, hastael último céntimo, las deudas que hayaadquirido con la Suprema Ley, según laadvertencia del Insigne Maestro…

En ese momento nos despedimos dela amable cultivadora de flores, dejandola sección de Programación deReencarnaciones para ir a la deInvestigación.

Un gran número de trabajadoresprestaban allí eficiente colaboración,bajo la dirección de un jefe y variossupervisores, pues los servicios seelaboraban por comisiones compuestas

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de dos a cuatro personas y unsupervisor, que eran responsables de lapreparación de posibilidades para lareencarnación de un determinado grupode personas.

No obstante, el número detrabajadores era insuficiente, por lo queencontramos, prestando valiosa ayuda enese Departamento, a algunos personajesya conocidos nuestros como el propioTeócrito, dirigiendo una pequeñacaravana de investigaciones, cuyostrabajos se desarrollarían, comosabemos, sobre la costra terrestre, ycompuesta de sus discípulos Romeu yAlceste; el conde Ramiro de Guzmán,

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como jefe de otra comisión, de la cualformaban parte los dos Canalejas;Olivier de Guzmán, el educador de laTorre, al lado del Padre Anselmo, Elhermano Juan, venerable en su presenciaimpresionante de oriental, y variosotros, todos eficientes, prudentes yesclarecidos para el desempeño de esaalta misión.

Reconocimos conmovidos labenevolencia de esos siervos del DulceNazareno, que, a ejemplo del Maestroque tanto amaban —que no desdeñópresentarse en la Tierra vistiendo laconfiguración humana, para servir a lainstrucción de las criaturas confiadas

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por el Padre Supremo a Su Guardia—,se disminuyeron también, disminuían suspropias vibraciones, se materializaban,tornándose densos y casi humanizados,con la intención de servir a la causaabrazada por Aquel Maestro inolvidablee incomparable. Nos admiraba el hechode merecer por su parte tan expresivasdemostraciones de fraternidad, mientras,enternecidas, nuestras almasmurmuraban a nuestro entendimiento quedebíamos corresponder con nuestraactitud a las amorosas solicitudes,dignas de tan nobles instructores. Elhermano Teócrito nos sacó de esospensamientos, dirigiéndose hasta

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nosotros, saludándonos ypreguntándonos, sonriente:

—Por lo que puedo comprobar,amigos míos, habéis aprovechadobastante las instrucciones que os handado… Estoy informado de vuestrointerés por todo, lo que me causa unaexcelente impresión, porque demuestracambios compensadores en vuestrasresoluciones y, necesariamente, envuestros destinos… ¿Qué deducís de loque visteis hasta ahora?…

Belarmino de Queiroz y Sousa sehizo portavoz de la opinión general:

—Deducimos, querido hermano —dijo con vehemencia—, que, si

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hubiéramos conocido estas cosas cuandofuimos hombres, sería muy probablehaber evitado el suicidio, rigiéndonospor sistemas opuestos a los que nosperdieron…

En cuanto a lo que a mí concierne enparticular, entiendo que seré fuerte paralas consecuencias que habré deafrontar… hasta cubrir los déficits queensuciaron mi conciencia. ¡Oh, queridohermano Teócrito! Aunque sufra, mesiento ahora otro hombre…, es decir,otro espíritu. Se ha encendido una luz deesperanza en mi ser que me fortalece yreanima poderosamente, impulsándomea partir en busca del futuro, sea cual sea.

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Saber positivamente que existo, quesoy, que seré, convenciéndome de que niuno sólo de mis afectos más santos, demis aspiraciones, mis ideales, así comode los esfuerzos empleados para elenriquecimiento de mis patrimoniosintelectuales y morales se perderánjamás, triturados en los recovecosexecrables de la muerte, que yo creíaantes era el punto final de todo cuantoexiste; convencido de que la eternidades mi sublime herencia, a la que measisten derechos legítimos, por lafiliación divina de que, como espíritu,desciendo, y, por eso, tambiénconvencido de que deberé alcanzar la

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sucesión de los evos progresandoincesantemente, enriqueciendo misfacultades con atributos que me llevarána alcanzar honrosamente los planosmagníficos de la Espiritualidad, con laconquista de mí mismo para larealización del ideal divino, saber todoeso, es para mí una felicidadarrebatadora, que hará oscurecersacrificios y lágrimas, domar fatigas,afrontar todas las consecuenciasdelictivas del pasado, para sóloocuparme de la conquista del futuro,aunque tenga que pasar calvariosdolorosos.

Jamás como hombre, concebí ser el

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héroe de tan sublime epopeya. Estoydispuesto a luchar, hermano Teócrito, aluchar y sufrir, para aprender, realizar yvencer. Sé lo que me aguarda en eltranscurso de las existencias que habráen mi trayecto. Sé cuantas horas amargassacudirán mi alma, en los siglos quepasen en mi jornada evolutiva. ¡Pero noimporta, no importa! ¡Soy inmortal!

Y si un Dios Todopoderoso medestinó a la eternidad, será para larealización de un ideal sublime, cuyaverdadera perfección escapa a mientendimiento de huésped de unaColonia Correccional; no para errar ysufrir siempre, ya que el Creador

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omnipotente no se limitaría a dejar a sudescendencia tan parcos recursos deacción… ¡Oh, venerable Teócrito! mesiento disminuido todavía. No medespojé siquiera de los bacilos quecorroyeron mi última organizaciónanimal, destruida por mí antes que elvirus de la tuberculosis terrible lapudriese finalmente, enervado comoquedé al verla nauseabunda y detestable!Sé que tendré que volver a la Tierra muyen breve, pobre, huérfano, tuberculosotodavía, tullido por decepciones diarias,sujeto a quien no dará una ilusión: ¡Losé! Pero estoy dispuesto a aguantarlotodo… Incluso me alegro con la

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severidad de esa justicia soberana,porque su lógica la revela tambiénoriunda de una sabiduría que imponecon la fuerza del derecho.

¡Y me inclino, resignado yrespetuoso!…

Teócrito sonrió. Pasó,complacientemente, su mano sobre elhombro del interlocutor y dijo,paternalmente:

—¡Qué lúcidas y vehementespalabras, querido Belarmino! Mientrashablabas, estuve pensando en cómoserían de bellos los discursos queproferías en tus aulas clásicas deDialéctica… Mis más sinceros votos

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para que perseveres en tan hermosas yedificantes resoluciones… puesto que,siendo así, los caminos del progreso queserás obligado a realizar serán fácilesde vencer… Sin embargo, no te dejesarrebatar demasiado por el esplendordel panorama divino de la vida que, amuchos otros, antes de ti, ofuscó… Laevolución del espíritu hacia la Luz esbella y grandiosa, no cabe duda. La vidadel hombre, en su incesante escaladahacia lo mejor hasta lo divino, es unagloriosa epopeya que honra a aquel quela vive. Pero el trayecto es duro, amigomío. Los cardos y las espinas llenanesos caminos redentores, exigiendo del

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peregrino de la Luz las más activasenergías y los más edificantessacrificios.

Te veo sincero, idealista, animadode una digna buena voluntad, y eso mesatisface mucho. Sin embargo, elentusiasmo por sí sólo no llevará anadie a la victoria real, sino a laaventura dudosa. Medita sobre lanecesidad de disponer de armas moralessólidas, para la travesía tumultuosa a laque te obligarás para conquistar elprimer escalón de esa inmensa espiralevolutiva de tu destino, que ha de ser,simplemente, la próxima existencia quetomarás en la arena terrestre…

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Vienes de una encarnación en la quefuiste primogénito de una buena familia,donde no te faltaron atenciones yrespeto. Fuiste un individuo culto,viviendo fácilmente entre gozos ycomodidades, prestados por el oro y porlas atenciones de una madre tierna ydedicada… A pesar de todo eso,fallaste, no soportando siquiera lasaflicciones de una enfermedad física,patrimonio común a toda la humanidad.Piensa, ahora, querido Belarmino, en loque será tu vida, siendo tú, como deseas,huérfano, pobre, enfermo, vacío deconsuelos y esperanzas y perseguido poruna adversidad inevitable… Será

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también una epopeya no pequeña ni librede sublime grandeza, a ser vivida yvencida —pues tu quieres vencer—porque será un calvario de redenciónque deberás andar con resignación ydignidad, jamás entre rebeliones yultrajes a la Providencia, porque esoempalidecería la victoria, inclusopudiéndola anular… Será necesario algomás que el entusiasmo, Belarmino,mucho más… y conviene que te preparesantes de iniciar la lucha…

Mario Sobral se aproximó,intranquilo como siempre:

—¿Puede atenderme un instante,hermano Teócrito?…

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—Aquí me tienes, hijo. Dime todo,con confianza…

—Es que…, deseo tomar unaresolución…, la tomé ya… peronecesito ayuda…, me sientodesorientado…

—Bien lo sé, Mario, continua…—respondió el director del Hospital Maríade Nazaret.

—Hermano Teócrito ¿quién es elresponsable directo por mí, en estaColonia Correccional en la que estoy?…

—Soy yo, Mario…—¡Gracias a Dios! Espero encontrar

facilidades para los proyectos que meinteresan… Señor… hermano…

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Apiádese de mí, ¡no puedo más! Permitami retorno a la sociedad terrestre,¡quiero ser hombre otra vez! ¡Quierolibrarme de los ultrajes llevados a cabopor mí mismo en el seno de mi familia!… A mi madre, Dios del Cielo, a quiencubrí de disgustos desde pequeño, a miesposa, a quien traicioné y abandoné…A mis hijos, a los que rechacé yolvidé… y a Eulina… Quiero sacarmela obsesión ejercida en mis recuerdospor el remordimiento por el crimencometido contra aquella pobre mujer.Necesito olvidar, hermano Teócrito,para lograr tregua y serenidad, paradesarrollar acciones apaciguadoras,

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capaces de amansar las angustias quehierven en mi conciencia… Quierointentarlo todo, para también progresarya que la Ley es progreso incesante paratoda la Creación, de acuerdo a lasinstrucciones que aquí recibimos.¡Quiero expiar y reparar!

La imagen humillada y frágil deEulina, indefensa bajo mi brutalidad,debatiéndose en la agonía malvada delestrangulamiento entre mis manos,absorbe mis facultades, impidiéndomemeditar, obsesionando mis ideas yenloqueciendo las fibras más íntimas demi ser. Y yo preciso alejar de la menteese cuadro satánico para poder sentir el

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perdón del Cielo y rociar de esperanzasmi conciencia inconsolable.

¡Quiero sufrir, hermano Teócrito! Latrágica tormenta del Valle Siniestro nofue suficiente. No fue por Eulina lo queallí sufrí sino por mí mismo, por mi actode suicidio. Prometí, de rodillas, a lasombra dolorosa de Eulina agonizante,ser otra vez hombre, arrastrar unaexistencia, de la cuna a la vejez y a latumba, sin las manos que laestrangularan… Yo mismo me impondréese castigo, como muestra de mi sinceroarrepentimiento. No es Dios el que mela impone, ni la Ley quien me la exige:soy yo el que, voluntariamente, suplicó

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al Padre todo-misericordia que me laconceda como supremo aliento a midesventura de tránsfuga de Su Ley deamor al prójimo, como suprema ocasiónde rehabilitación, ya que la muerte esuna quimera ilusionando a los incautosque se arrojan en el suicidio. ¡Sí! Pasarésin las manos que sirvieron paraasesinar a una pobre mujer indefensa.¡Que se vuelva contra mí el crimencometido contra Eulina! ¡Y que yo mevea tan indefenso, sin manos, comoEulina sin fuerzas, en aquella nocheabominable, sorprendida ante miferocidad! Creo, hermano Teócrito, quesólo así tendré alivio para, después,

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encarar de frente las demás deudas a sersaldadas, con la ayuda paternal de Dios,mi Creador…

El antiguo bohemio de Lisboahablaba deshecho en llanto, mientras quenuestro digno tutor espiritual,enternecido, comentó gravemente:

—¿Ya reflexionaste maduramentesobre las responsabilidades queafrontarás con semejante reencarnación,mi pobre Mario?…

— ¡Ya, hermano Teócrito!—¡Sí! ¡Te veo sincero y fuerte para

el rescate y plenamente arrepentido delpasado culpable! Realmente, ese será elrecurso aconsejable para tu caso, una

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medida drástica que acelerará larehabilitación honrosa que de ti exige laconciencia. Pero ten en cuenta que fuistetambién suicida y, por eso, lascondiciones precarias en que seencuentra tu periespíritu, modelador queserá de tu futura estructura carnal, tellevara a recibir, con el renacimiento, uncuerpo enfermo, debilitado por achaquesirreparables en el plano físico…

—¡Lo deseo, hermano Teócrito!…¡Todo, todo, es preferible al suplicio deeste remordimiento que me tieneencadenado al infierno que se extendiópor mi alma!… Al menos, como hombre,cuando todo me falte, para que sólo las

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desgracias me flagelen, tendré unconsuelo, el cual la Misericordia delTodopoderoso Padre concederá comolimosna suprema a mi irremediablesituación: ¡El olvido!…

Teócrito prometió interesarseinmediatamente por su pretensión,añadiendo paternalmente:

—En el momento que se terminen lasinstrucciones planificadas, visítame, enmi Departamento, Mario, paraestablecer los preparativos previos detan delicadas realizaciones…

Enseguida nos invitó a tomar parteen la comitiva que bajo sus cuidadosinvestigaría medios para la

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reencarnación, ya ordenada yprogramada, de algunos pacientes suyos,que se someterían, así, a la terapia porexcelencia, aun bajo su vigilancia,aunque ya varios de ellos no dependíandel Hospital María de Nazaret. Iríamoscomo simples observadores, ya quenuestras condiciones no permitíancolaborar de ninguna forma.

Una vez en posesión de lasinstrucciones necesarias, preparado parala espinosa misión, el abnegado paladínde María se volvió hacia nosotros,exclamando:

—Tenemos todavía mucho tiempo,pues los servicios solamente pueden ser

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realizados en la tranquilidad de lanoche. Id a reposar, queridos amigos,hasta que os mande a buscar para ir allugar indicado, ya que hasta altas horasde la madrugada no estaremos devuelta…

Roberto y Carlos de Canalejas seacercaron, con la intención dereconducirnos al Pabellón donderesidíamos. Rosalía se despidió,prometiendo reencontrarnos en el mismolugar, ya al día siguiente, para seguir lasrecomendaciones de nuestro queridotutor, el hermano Teócrito.

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CAPÍTULO VI“A CADA UNO

SEGÚN SUS OBRAS”

“De cierto te digo que no saldrás deallí,

hasta que pagues el último cuadrante”.Marcos: 5:26.

Cerca de la media noche, muyemocionados, dejamos el PabellónHindú atendiendo a la llamada de

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nuestro paternal amigo, por intermediode los dos Canalejas.

Hasta entonces no habíamos salidojamás de noche. La disciplina rigurosade las mansiones hospitalarias,verdadero método correccional, nosimponía el deber de recogernos a lasseis de la tarde, no permitiéndose a uninterno la permanencia fuera de losmuros de su albergue después de esahora. Solamente el director delDepartamento podría permitir unaexcepción, y muy raramente lo hacía,solo para fines de instrucción.

Los sitios por donde fuimos hasta elde la Vigilancia, así como los demás

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núcleos y Departamentos, no seencontraban, todavía, en tinieblas, sinoiluminados por un sistema de luces queno podemos comparar con nadaconocido. No comprendíamos cuál erala naturaleza de esa luz que se extendía alo largo de las alamedas inmensasrodeadas de árboles cubiertos deneblina. Más tarde, dedujimos que era lapropia electricidad condicionada demodo favorable al ambiente astral. Loque era cierto es que ese sobrio ydiscreto fulgor, producía efectoscristalinos muy apreciables, realmentebellos, sobre la blanca estructura dellugar.

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Nos aguardaba un vehículo de losque normalmente usaban los internospara viajes locales. Al llegar a la sedede la Vigilancia, vimos que una enormecaravana integrada por milicianos ylanceros se disponía a partir.

Durante algún tiempo le sentimosdeslizarse suavemente, sin ningunadificultad. Era tanta la naturalidad quede ningún modo nos daríamos cuenta dela verdadera naturaleza del medio detracción.

El vehículo paró de repente,mientras un vigilante nos convidaba abajar, lo que hicimos, curiosos ysatisfechos.

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Nos encontrábamos en un ampliopatio rodeado de majestuosas murallas,donde, a pesar de lo adelantado de lahora, había una gran movimiento detranseúntes, desencarnados y hasta deencarnados, aunque se presentasen estosúltimos sólo con sus periespíritus,mientras los cuerpos materiales yacíandescansados en sus lechos, entregados aun sueño reparador. Al fondo, eledificio inmenso, muy iluminado, todoblanco y centelleante a la claridad depoderosas lámparas, nos pareció unhotel o un lugar oficial destinado aexpedientes nocturnos. Realmente era unanexo de la Colonia, un sitio necesario

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para la variedad de servicios realizadospor aquella noble institución, un puestode emergencia móvil del que nos hablóel jefe de nuestro Departamento, y el queno nos resultaba totalmente extraño porhaber oído referencias de él en el casode Margarita Silveira. Los milicianos dela Legión se apostaban de centinelas enlos portones de entrada, e incluso porlos alrededores.

Cada grupo de expedicionarios teníaen ese edificio dependenciasparticulares, donde situaban su despachode trabajo. Llegando al lugar reservadoa Teócrito, vimos que era una sala detrabajo con diversos aparatos, ya

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conocidos de la Colonia, y un locutoriosecreto.

Teócrito reunió a Romeu y Alcestey, mientras nos invitaba a sentarnos enlos confortables sillones que había en laantecámara les entregó dos direccionesdiferentes, diciendo:

—Hace cerca de dos horas que estasdamas, cuyas direcciones os confío,conciliaron el sueño reparador.Traédmelas aquí, después de reforzar sucuerpo físico con reservas magnéticas…Intentad traer con ellas a sus respectivosesposos o compañeros… Sin embargo,no es indispensable esta últimarecomendación…

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Les proporcionó auxiliares de laguarnición del mismo Puesto ymilicianos para las garantías necesarias,despidiéndoles con animosas palabras.Enseguida, se volvió hacia nosotros y,sentándose a nuestro lado, inició connosotros una animada charla.

Nos sentíamos muy satisfechos. Lapresencia de ese atrayente personaje,cuya actitud democrática tanto nosaliviaba, nos infundía interiormente tansuaves y benévolas impresiones, que nossentíamos renovados y encantados. Unanatural timidez, sin embargo, nos inhibíade dirigirle la palabra antes de serinterpelados. Él, leyendo en nuestros

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pensamientos las preguntas que flotaban,no se hizo esperar, viniendo a nuestroencuentro con esclarecimientosutilísimos, bondadoso y sonriente:

—Conozco bien —dijo— lapregunta que desde esta tarde os excitala curiosidad, loable curiosidad en estecaso, porque veo irradiar de vuestrospensamientos el noble deseo deaprender. Mientras esperamos el regresode la misión de mis auxiliares,aprovecharemos la ocasión parapequeñas observaciones. Estoy a vuestradisposición, preguntadme…

Fue Mario, como siempre, el que seatrevió, pues, como sabemos, se agitaba

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todas las veces que oía referencias a laTierra y a las reencarnaciones en ella:

—¿Podríamos saber, queridomaestro, lo que fueron a hacer en laTierra vuestros ayudantes?…

—¡Cómo no, amigo mío! Yo no ostraería aquí sino para proporcionarosalgunas observaciones en torno anuestros trabajos de investigación.Romeu y Alceste fueron a la isla de S.Miguel y a un lugar del Nordestebrasileño —lugares donde la penuriadel infortunio alcanza proporcionesinconcebibles a los felices habitantes delos centros civilizados— a la búsquedade dos hermanas nuestras cuyos nombres

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están registrados en nuestros archivoscomo grandes delincuentes del pasado,que, en este momento, procuranlevantarse moralmente, a través de unaexistencia de severas pruebas dearrepentimiento, resignación, humildad,paciencia…

Mis ayudantes traerán sus espíritusaquí, cuando sus cuerpos físicos esténinmersos en un sueño profundo yreparador, gracias a lo adelantado de lahora. Aquí, negociaremos la posibilidadde ser madres de dos pobres internosdel Psiquiátrico, cuyo único recurso porintentar, en este momento, paraaliviarse, será la reencarnación en un

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círculo familiar oscuro y sufridor, puessolo ahí conseguirán liberarse de lasdeprimentes sombras de las que secontaminaron…

—Por lo que venimos observando,¿esos infelices renacerán en condicionesmuy problemáticas?… —intervinoBelarmino, impresionado.

—¡Si, hermano Belarmino! —continuó. Se encuentran en situación tandesfavorable que, antes de lasexperiencias, que deberán repetir, yaque huyeron de ellas con el suicidioconsciente y perfectamente responsable,sólo podrán animar un cuerpo físicoenfermizo, donde se sentirán tullidos e

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insatisfechos a lo largo de toda laexistencia.

Una vez en posesión de ese cuerpo—con el cual se afinaran por lasacciones que practicaron—, cumpliránel tiempo que les quedaba depermanencia en la Tierra, interrumpida,antes del tiempo justo, por el suicidio.De esa forma se aliviarán de laperturbación vibratoria que crearon, yobtendrán capacidad y serenidad pararepetir la experiencia en la quefracasaron… pero esto implicará unasegunda etapa terrestre, es decir, unanueva reencarnación, como se puedecomprender…

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Ya hemos consultado a variasmujeres, en otras localidades, si seprestarían, de buena voluntad, a lacaridad de aceptar hijos enfermos, poramor al bien y respeto a los sublimespreceptos de la fraternidad Universal.Lamentablemente, sin embargo, ningunade ellas tenía principios de moralbastante elevados para aceptar elservicio a la causa Divina conabnegación, voluntariamente. La vueltaal mundo de aquellos sufridores, poreso, sufría retrasos, cuando era urgenteproporcionarles alivio por ese mediosupremo. Entonces, la DirecciónGeneral del Instituto nos envió datos

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sobre las dos señoras ya mencionadas,capaces ambas de enfrentarse a laespinosa misión por ser deudoras degrandes reparaciones ante las Leyes dela Creación…

—Supongamos, hermano Teócrito,que se nieguen… —pregunté, fiel alpesimismo que todavía no me habíaabandonado.

—¡No es probable, querido Camilo,ya que se trata de dos almas bastantearrepentidas de un mal pasado, y que,actualmente son humildes e ignoradas,deseando sólo la rehabilitación por elsacrificio y la abnegación. Estoyencargado de convencerles para que

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acepten buenamente la delicada yheroica tarea. Sin embargo, si larechazan, la Divina Providenciaencarnada en la Ley que rige el plan delas causas estará en el derecho deimponerles el mandato como prueba enlos servicios de reparación de las malasacciones pasadas, pues ambas sonespíritus que, en anteriores existenciasplanetarias, se equivocaron comomadres, huyendo, criminalmente, a lassublimes funciones de la maternidad,sacrificando, en sus propias entrañas,los cuerpecitos en preparación paraespíritus que deberían renacer en ellas,algunos en misiones brillantes, y

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descuidando, lamentablemente, loscuidados y celos a los hijos que lamisma Providencia les había confiadootras veces…

Ahora, inmersas en las tinieblas delos crímenes que cometieron contra laDivina Legislación, por menospreciar lanaturaleza, la moral, el matrimonio, losderechos ajenos y a sí mismas,encarceladas, una en la soledad de unaisla de donde jamás podrá escapar, laotra en lo áspero de un desiertoinclemente, en vez de hijos misioneros,inteligentes, considerados nobles ydignos en el Plano Astral, y, por esomismo, útiles y queridos por todos,

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tendrán que expiar los infanticidiospasados, inclinándose sobre miserablescunas donde darán a luz, chirriando susdientes, a otros espíritus, ahoraculpables, reputados como grandescondenados en el plano espiritual,transformados por el renacimientoexpiatorio en monstruos repulsivos, alos que deberán dedicarse comoverdaderas madres: amorosas,pacientes, resignadas y dispuestas parael sacrificio en defensa del fruto de susentrañas, por más falta de armonía quesuponga…

Después de un penoso silencio, en elque todos nosotros, razonando

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angustiosamente, nos perdíamos enconjeturas confusas, aparecióBelarmino, justificando su antiguorenombre de profesor de dialéctica:

—Dígame, hermano Teócrito: ¿nosobliga la Ley a reencarnar entre extrañoscomo hijos de padres cuyos espíritusnos sean completamente desconocidos?… Creemos que semejante castigo serásumamente doloroso…

—¡Si, es doloroso, no queda lamenor duda, amigo mío! Pero no por esodejará de ser justo y sabio.Generalmente, eso sucede no sólo asuicidas, sino también a aquellos quefallaron en el seno de la familia

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llevando, de cualquier forma, el disgustoa los corazones que les amaban. Elsuicida, sin embargo, perturbando elseno de su propia familia al infringirleel amargo disgusto con su gesto,ultrajando, con el menosprecio del quedio prueba, el santuario del hogar que leamaba, incapacitándose para laconquista de un nuevo hogar afín, secolocó, de cualquier forma, en la penosanecesidad de reeditar su propiaexistencia corporal fuera del círculofamiliar que le era grato. Existen casos,no obstante, en los que podrá volver aun ambiente afectuoso, si posee afectosremotos que se encuentren nuevamente

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presentes en las experiencias terrestres,en la época en que haya de reencarnar,si estas consienten en recibirle paraayudarle en la expiación… De cualquiermanera, sin embargo, renacerá en uncírculo favorable al tipo de pruebas quedeberá prestar.

Hay otros casos más comunes, sonlos más dolorosos, en los que tendránque reiniciar el aprendizaje carnal, delque huyeron, entre espíritus enemigos, loque será mucho peor que si lo hiciesenentre extraños, simplemente… Además,todas las criaturas son hermanas por suorigen espiritual y es preciso que esascosas se cumplan bajo la sublime ley de

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amor que debe atraer y unir,indisolublemente, a todos los hijos delmismo Creador y Padre…

En ese momento, entraban en la salados infelices asilados del Psiquiátrico,amparados por auxiliares del hermanoJuan. Tristes y ajenos a todo lo que lesrodeaba, la mirada vaga e indecisa y elandar lento, con expresión de angustia.Conducidos al locutorio, entraron conTeócrito, desapareciendo de nuestravista. Pasaron algunos minutos. Losasistentes del hermano Juan aguardabannuevas órdenes en la misma sala dondenos encontrábamos, conservando unarespetuosa actitud. No nos atrevíamos a

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emitir siquiera una palabra. El silenciodominaba el amplio ambiente del Puestosingular y un vago temor nos inhibíaproseguir la conversación.

De repente, notamos como si algomuy importante pasase en el exterior…,y Romeu, Alceste, Carlos y Roberto, conalgunos auxiliares más, entraron en elsalón conduciendo a dos mujeres dehumildísima condición social, conlanceros a ambos lados, comoprisioneras de gran importancia.

Las examinamos con curiosidad.Una, flaquita, delicada, pareciendoenfermiza y frágil, rubia, reflejando ensu periespíritu los trajes que llevaba en

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su vida diaria, era portuguesa y tendríaunos dieciocho años, todo indicaba quese trataba de una recién casada. Elmarido la acompañaba, humilde yrespetuoso, era ¡un pescador! La otra,trigueña, vivaz, asustadiza y nerviosa,parecía brasileña, con el tipo clásicoegipcio, con los cabellos negros y lisosque caían por su espalda, bienpronunciados las pómulos del rostro,una expresión enigmática en los bellosojos profundos y relucientes, donde laslágrimas parecían señalar grandesamarguras. Se encontraba sola. ¡Noestaba casada! El engaño de un seductorla había abandonado a merced de los

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acontecimientos provenientes de unamor infeliz, mal conducido y profanadopor la traición masculina, en unasociedad que no perdona a la mujer eldejarse engañar por el hombre en quiendepositó su confianza, eso lo supimosmás tarde, con pena.

Los tres estaban protegidos por unfinísimo envoltorio que parecía cristal,cuya forma correspondía exactamente ala de la silueta que traían, y de ellos sedesprendía una estrecha banda luminosa,extendiéndose, estirándose como siestuviese atada a las paredes de unaprisión invencible [21].

Teócrito les acogió

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bondadosamente, y, tratándolos coninmensa ternura, les hizo entrar a losgabinetes del locutorio, donde ya seencontraban los pacientes del hermanoJuan. Enseguida nos sorprendimos conla presencia del propio hermano Juan,que se acercó, sonriente. Noslevantamos respetuosos y emocionadosante su presencia, recibiendo de él uncordial saludo. Entró, con Teócrito, enel locutorio, y el silencio cayó de nuevoen el salón.

Aunque nos encontrásemos allí parainstrucción, no asistimos a lo que pasóen secreto entre los trabajadores deJesús y los pacientes necesitados de

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redención. Hoy, sin embargo, trazandoun esbozo de estas memorias —treintaaños después que estas escenas pasaran— podré aclarar al lector el dramáticoepisodio desarrollado en aquel augustorecinto que entonces nos era vedado,pues, en ese largo espacio de tiempo,adquirimos un sólido conocimiento, quenos permite explicarlo.

* * *

Teócrito y Juan procuraban entrar ennegociación con la pareja portuguesa ycon la brasileña sobre la ventaja del

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renacimiento, gracias a ellos, deaquellos infractores de la Soberana Ley,necesitados de la existencia corporalterrestre para aliviar los insoportablessufrimientos por los que venían pasando.Se explicaron los pormenores a los trescon detalle, mientras les presentaban alos pretendientes a la calidad de hijos entoda la dramática veracidad de lascircunstancias en que se debatían. Lospacientes instructores actuaban comoportavoces de la Suprema Legislación,exponiendo con eficiencia y nobleza elsublime alcance de la medida queaconsejaban. Los posibles padres, quepodrían recibir el sagrado depósito de

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los hijos de Dios que necesitabanhacerse hijos del hombre para surehabilitación, se resistían a lainvitación:

—¡Oh, no, no! —decía la humildepareja de portugueses. —No deseamoshijos enfermos, defectuosos o débilesmentales. Nos casamos hace apenas unmes. Y nuestro sueño más querido esque el buen Dios nos conceda paranuestro primogénito un niño rosado ysano. Queremos hijos, sí, pero que seanfuertes y alegres… y que quizás nossirvan de soporte en nuestra vejez…

La brasileña, avergonzada, ante unaentidad como Teócrito, que conocía sus

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más secretos pensamientos, y todas lasacciones por ella practicadas, dijo:

—¡No señor, no puedo ser madre,prefiero antes la muerte! ¿Cómo podríallevar esa vergüenza ante mis padres,mis vecinos, y mis amigas?… seríamenospreciada por todos… incluso por"él", ¡bien lo sé! ¿Un hijo paralítico?…¡Dios del Cielo!, ¿cómo podré criarle ysoportarle?…

Intervino Teócrito, secundado por elhermano Juan, con gravedad, dignodefensor de la Causa Redentora, cuyojefe expiró en los brazos de una cruzmostrando a los hombres el caminosublime de la abnegación:

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—Si te equivocaste como mujer,descuidando tus deberes morales,deberás rehabilitarte por la abnegacióndel sacrificio, observando con fidelidadla Ley, que te permite ser generosa entus acciones. Tienes ahí la oportunidad,que resulta de tus propios actos. Sí,necesariamente, serás madre, ya que lamaternidad es una función natural de lamujer fecundada para el divino serviciode la reproducción de la especiehumana, y debes aceptarla para animar aquien se reproducirá en ti, un pobreespíritu sufridor, como tú, y tambiénnecesitado de rehabilitación.

Ayudándole a salir del abismo

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donde se arrojó, ayudaras a tu propiaredención, y te garantizo, hija mía, ennombre del Divino Mesías, que,cumpliendo tus deberes de madre,aunque los hombres te cubran deoprobio y humillaciones, castigándotepor tu error, el Cielo te dará ánimosuficiente para que superes todos losobstáculos y venzas la prueba,glorificándote espiritualmente por elheroísmo que hiciste gala como madrede un enfermo, de un pobre suicida delpasado, que no tiene a nadie lo bastantecaritativo para amarle y protegerle apesar de su desgracia, y que, sirviendo alos misericordiosos designios del

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Señor, vele por él, trayéndole a lasexpiaciones de una nueva permanenciaen la carne.

En la cuna pobre y humillada de tuhijo menospreciado por todos, pero nopor tí ni por la Divina Providencia,sonriendo con amor al pequeñoparalítico que te buscará con los ojostristes llenos de confianza, reconociendotu voz entre mil y tranquilizándose con tuafecto maternal, habrás encontrado, hijamía, la mejor forma de lavar tus errorespasados…

Los interlocutores seguíanresistiéndose. Pero Teócrito y Juancontinuaban la exposición de las

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ventajas que les suponía aceptar estasituación y de los méritos queconquistarían ante la Ley Suprema, de laasistencia celestial que tendrían, de loshonores que recibirían, en el futuro, dela Legión patrocinada por María, comopremio supremo al gesto de caridad quetendrían con sus pobres amparados.

Mientras sucedía todo esto, losenfermos, que estaban presentes,captando con mucha dificultad lo quepasaba, se sentían atraídos hacia las dosmujeres, afinándose con el tonovibratorio emitido por sus emanacionesmentales y sentimentales, pudiendoafirmar que la atracción magnética,

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indispensable al fenómeno deincorporación a través del nacimiento,había comenzado a recibir el impulsodivino que la debería consolidar. Sinembargo, ya que los tres personajeshumanos no se animaban a establecer elacuerdo definitivo, los dos incansablesinstructores, requiriendo la colaboraciónde Romeu y Alceste, se decidieron atomar una medida vigorosa, capaz deconvencerles buenamente.

Bajo la acción de la voluntad de losdos mentores, pasaron las dos mujeres yel varón a visualizar sus pasadasexistencias vividas en la Tierra yarchivadas en las capas incorruptas del

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periespíritu: las acciones inconfesablespracticadas contra la Ley Soberana, enperjuicio del prójimo y de sí mismos,los crímenes nefastos, cuyasconsecuencias estaban exigiendo siglosde reparaciones y reajuste, entre laslágrimas de dolores decepcionantes.

La pareja de portugueses se volvió aver como adinerados emigrantes enBrasil, extrayendo de brazos deesclavos el bienestar del que se sentíanorgullosos, llevando a la desesperacióna míseros africanos que subyugaban,enfermos y exhaustos, bajo la rudeza detrabajos excesivos, maltratados cada díapor nuevas disposiciones arbitrarias e

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impías.La brasileña, a su vez, se vio como

una dama orgullosa de su propiahermosura, en una existencia planetariaanterior, irreverente y vanidosa,profanando los deberes conyugales conla falta de respeto al matrimonio,negándose además, a ser madre,cometiendo incluso infanticidio.

Un desfile siniestro de faltasabominables, de errores calamitosos yde acciones irreverentes emergieron delas profundidades de la conciencia deaquellos infortunados, que habíanencarnado deseosos de surehabilitación, y ahora, como un

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incremento de misericordia concedidapor el Todopoderoso, recibían lainvitación para ayudar a su propia causapracticando la excelente acción deprestar su paternidad terrestre a otros,que como ellos, carecían de evolución yprogreso moral. Y tal fue la intensidadde las escenas revividas, que se oíangritos espantosos desde la sala dondenos encontrábamos, lo que nosemocionaba y sorprendía vivamente.

Pasado algún tiempo, el silenciovolvió a reinar en la sala. Se abrieronlas puertas de los despachos secretos,dando paso a cuantos allí estaban.Triste, pero resignada y dispuesta para

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cumplir su generosa misión, laportuguesa caminaba al lado de suesposo, que compartía su conformidadcon lo inevitable, mientras la brasileña,deshecha en lagrimas, se veíareconducida bajo la ayuda fraterna delviejo de Canalejas y de su inseparablehijo Roberto.

Al día siguiente, nos vinieron abuscar para proseguir la visita deinstrucción que debíamos realizar antesde retirarnos de la tutela delDepartamento Hospitalario.

En el edificio central delDepartamento que íbamos a visitarencontramos a Rosalía, tal como

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prometió hacerlo, y que, solícita, nosaguardaba.

—Haremos hoy nuestra últimaexcursión —nos dijo— el hermanoTeócrito desea llevaros a la Tierra,donde finalizaréis vuestra girainstructiva. Como ya tenéis una idea delo que es un trabajo de investigaciónpara observar el medio ambientefavorable a las condiciones en quedeberá uno de vosotros encarnar, osllevaré a la Sección de Planificación decuerpos físicos.

Sabéis, amigos míos, que antes deestablecer definitivamente lareencarnación de uno de vosotros, ha

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sido estudiado no sólo el medioambiente sino incluso el estadofisiológico de los futuros padres, esdecir, su salud, la herencia física, etc.,etc., en especial si el espíritu culpabledebe sufrir deformaciones físicas,enfermedades graves e incurables, etc.Sólo después de esclarecer todo eso, seesbozarán los planes para los futuroscuerpos, que, no se construirán sin quelo conozca el espíritu reencarnante nitampoco los científicos, representantesdel Señor para la tarea que debensupervisar.

—¡Sed bienvenidos a esta casa,amigos míos!— exclamó la dama que

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nos recibió, y a quien fuimospresentados por nuestra gentilacompañante. —Entrad con todaconfianza… La hermana Rosalía osacompañará.

Nos condujo a una sala degrandiosas proporciones, rodeada depuertas con arcos de fina labor artística,que estaban cubiertas por extensascortinas centelleantes y flexibles comola mejor seda. Entramos al interior poruna de ellas y nos presentaron a untécnico risueño y simpático.

Observamos, sorprendidos, queaquel lugar parecía como un legitimocenáculo de arte, un rincón seductor, si

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se nos permite la expresión, un taller deartistas donde los maestros de las artesplásticas practicaban sublimes encargos,conscientes de las responsabilidades dela que les investía la acción de la DivinaProvidencia.

Varias salas se sucedían en unabonita perspectiva circular, pudiendopasar de unas a otras directamente através de magnificas arcos, trazados enla más pura arquitectura hindú, y cadauna comunicándose con el exterior conuna entrada independiente, como vimosen la antesala guardada por el vigilante.

En la primera dependencia de esaadmirable fila de salas circulares se

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destacaban técnicos venidos de otrassecciones como la de Análisis,Investigación y del Templo, trabajandosobre páginas de apuntes y documentosimportantes para los servicios arealizar, relativos a los pretendientes alingreso al mundo objetivo o material.

Era una larga fila de escritorios deestudio y trabajo, dispuesta en formasemicircular, como la sala, bajo unaimpresionante claridad azul dorada quebajaba de la majestuosa cúpula,recordando las antiguas catedrales.Desde las ventanas, sugestivos encantosde arquitectura, destacaba el ampliopanorama del Departamento con sus

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jardines suavemente coloridos bajo elazul del cielo sublimado por la luz delsol que, allí, esparciendo los sanosvalores de su magnetismo, parecía unabendición inspiradora iluminando lamente de los artistas.

Una vez se estudiaba allí elcontenido de los apuntes venidos delexterior, se enviaban las órdenes para lasección de Modelaje, en la salasiguiente, para esbozar el futuro cuerpotal como las instrucciones determinaban,a saber:

a) Mutilado de nacimiento.b) Factible de serlo en el transcurso

de la existencia, por enfermedad o

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accidente.c) Factible de la adquisición de

enfermedades graves e incurables.d) Normales, lo que indicaba, por

tanto, hechos decisivos en laprogramación de la existencia a vivirpor el paciente, de acuerdo a lasexpiaciones y pruebas de cada caso,pues conviene no olvidar que muchos deaquellos compañeros nuestros,reencarnarían posiblemente en cuerposfísicos normales y hasta bellos y sanos,por así exigirlo sus nuevas experiencias,aumentando, en esos casos, luchas ysufrimientos irreparables, solamente deorden moral.

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En el gabinete siguiente se veíantambién las réplicas de los cuerposprimitivos, es decir, de los que elsuicidio había desperdiciado y destruidoantes de su hora, hábilmenteclasificados, en un lugar apropiado, defácil acceso al observador, y en unpedestal apropiado, pues estas réplicaseran como estatuas móviles,enormemente bellas, dadas la perfeccióny naturalidad que tenían, dando unaapariencia real del cuerpo destruido.Citamos la clasificación:

a) El cuerpo primitivo, tal comoexistió y fue aniquilado por el suicidio.

b) Al lado, en una placa

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fosforescente, la descripción del estadoen que se encontraba en la ocasión delsiniestro, a saber: estado de salud,volumen de las fuerzas vitales, grado devibración, estado mental, grado deinstrucción social, ambiente en quevivió, fecha de nacimiento, fecha en quese hubiera debido dar la extinción de lafuerza vital y desencarnación, fecha delsuicidio, lugar del desastre, tipo delmismo, causas determinantes, nombredel infractor.

c) El órgano alcanzado por elatentado, cuya alteración motivó laextinción de las fuentes vitaleslocalizadas en el cuerpo, estaba

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señalado en la réplica, con la lesiónidéntica a la que sufrió el cuerpomaterial.

d) Casos especiales: ahogamiento,trituración por destrucción, caída.Reproducción plástica de los restos delcuerpo, tal como quedó reducido por elsuicidio. La impresionante perfección deesta última reproducción impresionaríaa cualquier observador que no estuvieseesclarecido, como aquellos maestros, ono hubiese sufrido dolorosasexperiencias, como nosotros.

A esta sala, que era la más bella ysugestiva, si hubiese allí algún lugarinferior a los demás, le seguía el de la

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preparación de las réplicas para loscuerpos futuros de la siguienteencarnación. Era la Sección deModelaje. Idéntica las otras, destacaba,sin embargo, por la intensidad ydelicadeza de los trabajos desarrolladosy por el elevado número detrabajadores.

Los mapas o réplicas encomendadosse realizaban siguiendo rigurosamentelas instrucciones recibidas, enviándosedespués para revisión y aprobación delTemplo, de las secciones de Análisis,Investigación y hasta para elRecogimiento, donde los pretendienteslos examinaban con demora, bajo el

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criterio de sus mentores y Guíasparticulares.

No era raro que sus futurosocupantes los aprobaran entre crisis deangustiosas lágrimas, dándose a vecescasos de retrasar los preparativosfinales, para poder fortalecerse mejor ytener valor para lo inevitable. Pero si elestado del paciente, por ser demasiadoprecario, no le permitía la lucidezsuficiente para un examen conveniente ysu respectiva aprobación, el Templo ysus Guías misioneros suplían lasdeficiencias, velando por sus interesescon justicia y amor, como un abogadocon sus clientes.

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Recorrimos las salas con una granemoción, observando todo con elmáximo interés. Nos acompañaban,dándonos explicaciones, además denuestra buena Rosalía, el responsable dela sección, el hermano Clemente, cuyacultura y grado de elevación en elmundo en que vivíamos eran fáciles deadivinar a través de la responsabilidadde la que estaba investido.

—¡Sí, queridos amigos, hermanosmíos!— decía Clemente, mientraspaternalmente nos guiaba de sala ensala, proponiéndonos tesis hermosas yreconfortantes respecto de las SoberanasLeyes de las que él era digno intérprete,

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que tantas aclaraciones llevaron a mipobre alma oscurecida por el error, queme permitiré transcribir en estasmodestas páginas del Más Allá:

—¡Si, amigos míos!, bendito sea elCreador Supremo, Dirigente delUniverso, cuya sabiduría y bondadinsuperables nos sacan de lasincomprensiones del error hacia laselevadas vías de la regeneración, através de los servicios ininterrumpidosde los renacimientos planetarios. En laTierra, los hombres están aún lejos deconocer la sublime expresión de esa Leyque sólo el pensamiento Divino,realmente, sería capaz de establecer

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para dotar a Su creación conposibilidades de victoria.

La ignorancia de los elevadosprincipios que presiden los destinos dela humanidad, la mala voluntad dequerer participar de conocimientos queles conducirían a las fuentes de la vida,así como los preconceptos inseparablesde las mentalidades esclavizadas alservilismo de la inferioridad, hanimpedido a los hombres reconocer eseamplio y glorioso cimiento de su propiaevolución y de su emancipaciónespiritual.

El hombre de ciencia, por ejemplo,considerado un semidiós en las

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sociedades terrestres, de las que exigetodos los honores y glorias ficticias, noadmitirá, en ningún caso, por el granorgullo que arrastra, parejo a suilustración, que posteriormente puedaser conducido a una reencarnaciónoscura y humilde, en la que su corazón,reseco y árido de virtudes edificantes,adquirirá los dulces sentimientos deamor al prójimo, las delicadasexpresiones de la verdadera fraternidad,que sólo el respeto y la veneración a lacausa cristiana podrán inspirar, mientrasel intelecto reposa…

El soberano, el magnate, las clasesconsideradas "privilegiadas" por la

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sociedad de la Tierra, que usan conliviandad las concesiones hechas por elSoberano Supremo para que contribuyanen la labor de protección a la humanidady al desarrollo del planeta, no admitiránque sus excesos cometidos enincompatibilidad con las divinas leyesles induzcan a renacimientosdesgraciados, en los que existiránmiseria, esclavitud, humillaciones,luchas continuas y adversas, para que entan laboriosas recapitulaciones expíenpor la indiferencia o la maldad quedieron pruebas en el pasado, dejando defavorecer a las clases oprimidas, elbienestar general de la sociedad y de la

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nación en la que vivieron, prefiriendo elegoísmo cómodo y pusilánime a lasolidaridad fraterna, debida por loshombres unos a otros.

El blanco, celoso de la pureza de laraza que la que su orgullo y vanidad lehace suponer que está privilegiado porel favor divino, no estará de acuerdo enrendir homenaje a una Ley universal ydivina capaz de imponerle, un día, lanecesidad de renovar la existenciacarnal ocupando un cuerpo de pielnegra, o amarilla, bronceada, mestiza,etc., etc., obligándole a reconocer que esel espíritu, y no su cuerpo materialpasajero y circunstancial, el que

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necesita clarearse y resplandecer, através de las virtudes abnegadas yadquisiciones mentales e intelectuales,cosas que podrá obtener en el seno deuna o de otra raza. Y es más: que negros,blancos, amarillos, etc., todosdescienden del mismo principio de Luz,del mismo foco inmortal y eterno, que esel Padre supremo de toda la creación.

Pero, amigos míos, lo quieran o notodos esos respetables ciudadanosterrestres, aunque a ellos y también avosotros os repugne el imperativo deesa Ley magistral, lo cierto es que esirremediable e indestructible y que, poreso mismo, todos los hombres mueren en

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un cuerpo para resurgir en la vidaespiritual y después volver a renacer ennuevos cuerpos humanos… hasta que lessea concedido, por el progreso yarealizado, ingresar en planetas másdichosos —también reencarnados— encuyas sociedades iniciaran un nuevociclo de progreso, en la escalaascensional de la larga y gloriosapreparación para la vida eterna. Esto,sin embargo, llevará milenios ymilenios…

Ningún hombre, por tanto, comoningún espíritu, podrá huir de lasatracciones irresistibles de esa Ley, leguste o no le guste, ya que es necesaria a

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toda la creación, como factor principalde su progreso, de su ascensión hacia lomejor, hasta lo perfecto.

En la Viña del Señor —el universoinfinito— existen trabajadores indicadospara el delicado servicio depromoverla. En lo que concierne a laTierra, están bajo el control delUnigénito de Dios, responsable de laredención del género humano. Así comodiariamente el hombre asiste al nacerdel Sol y a su ocaso en el horizonte, asícomo siente soplar los vientos y ve caerla lluvia, crecer y fructificar las plantas,emitir sus perfumes las flores y losastros brillar en el infinito del espacio,

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sin evaluar la inmensidad y aspereza deltrabajo que todo eso significa, y aunmenos la dedicación, los sacrificios quetan sublime labor requiere de laslegiones de siervos invisibles que, en elmundo astral, están encargados de laconservación del planeta, según losaltos designios del OmnipotenteCreador, también diariamente asiste amillares de renacimientos de semejantessuyos, y de muchos otros seres vivos yorganizados, ignorando la emocionante,encantadora epopeya divina quecontempla…

Y tanto se habituó el hombre a verserodeado de las manifestaciones divinas,

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que se volvió indiferente a ellas, nopensando en la apreciación y el loor asus grandezas, considerándolasnaturales, y hasta comunes, comorealmente son. ¿Cómo, no va a ser así, siél mismo está inmerso en el seno deluniverso divino, como descendiente delDivino creador de todas las cosas?…

Lo oíamos todo con mucho agrado,sin perder detalle. Todo aquello eranuevo y muy emocionante para nosotros.Nos sentíamos disminuidos y molestosen una sociedad para la que nosreconocíamos incapacitados. Y nosadmiraba recibir de ella un trato tangentil y atenciones tan amistosas, como

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en aquel momento.Nos llevaron hacia una de las

espléndidas galerías donde se alineabanlas bellísimas estatuas-planos. Enfrentede cada una de ellas se encontraba lamesa de trabajo del operador. Variostécnicos iniciados se encontraban allí,fieles al noble deber de servir ahermanos con menos experiencia en laciencia de la vida, más atrasados en laperegrinación hacia Dios.

Algunos examinaban detenidamentelos detalles de la configuración a sucuidado, otros estudiaban apuntes einstrucciones, y otros examinaban lafotografía de los despojos, realizando

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mapas de los futuros cuerpos a serenviados para las pruebas, etc., etc. Ycada uno, empleando en eseextraordinario trabajo lo máximo deatención y buena voluntad que erancapaces, nos hizo concebir el ideal delfuncionalismo perfecto, consciente deldeber a cumplir.

Nos aproximamos a las estatuas.Eran réplicas del cuerpo anterior alsuicidio. Observamos con sorpresa queesos modelos singulares estabananimados de movimientos y vibraciones,formando así, el tipo ideal a serplasmado. A través de las arterias,veíamos deslizarse, con toda la pujanza

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y precipitación naturales al cuerpohumano, un líquido rojo luminoso,indicando la sangre con susmanifestaciones normales en un cuerpomaterial terreno. Las vísceras estabantrazadas por sustancias fluídicasluminosas sutilísimas translúcidas, comosi para obtenerlas tuviesen quecomprimir reflejos de la luz delicada dela luna… En cuanto a los cartílagos, elencaje de los nervios, la carne, eranigualmente representados pororganizaciones delicadas, de coloresdiferentes: blancos, jade, rosados,respectivamente, por lo que la piezatenía una expresión de gran belleza. El

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pequeño universo del cuerpo humanocon todos sus detalles, se encontraba allíideado con la maestría de verdaderosartistas y anatomistas.

Había dependencias exclusivas paralos modelos y para los casos femeninos.En nuestras observaciones, nunca vimosservicios mixtos, en ningún sector.

Pasados algunos minutos, oímos queRosalía decía, con singular emoción:

—¡Efectivamente, amigos míos! ¡Esun mecanismo magnífico!… El hombreterrestre debería considerarse honrado ydichoso, por obtener de la bondad delCreador la merced de poder hacer lapropia evolución planetaria en la

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posesión de un vehículo así… En eluniverso infinito existen mundos físicosdonde el espíritu que en ellos reencarnatiene que arrastrar ciclos de progresoocupando cuerpos materialespesadísimos, que comparados con estos,serían considerados monstruosos…

Callamos, sorprendidos, sin ánimopara discutir, iniciando polémicas tan denuestro agrado, dada la ignorancia enque nos encontrábamos respecto alimpresionante asunto… El nobleinstructor, sin embargo, intervino,dirigiéndose a nosotros, risueño comosiempre:

—¡Sí! Es más que una simple

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máquina, amigos míos… Es el propiouniverso en miniatura, donde sereproducen fabulosos fenómenos en todomomento, pues, en efecto, su naturalezaparticipa de muchas condicionescontenidas en la organización del propioUniverso. ¡Es un templo!… Un santuariodonde se depositará la centella sagradaque emanó del Todopoderoso, es decir,el alma inmortal, para que se embellezcay perfeccione en la secuencia de losrenacimientos…

¡Ved el corazón! Órgano sensible yheroico, infatigable centinela, destinadoa los más elevados servicios de unareencarnación, cofre donde el espíritu

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localiza la sede de los sentimientos quelleva consigo desde la vida espiritual…Examinad el cerebro, aparatoprodigioso, joya solo imaginada por elExcelso Artista, tesoro inapreciable queel hombre recibe al nacer, sobre el queactuará la mente espiritual, sirviéndosede él para las nuevas adquisiciones delos trabajos realizados. Es otro universoen miniatura, el farol que dirige lamisma vida humana, brújula generosa enmedio de las tinieblas delencarcelamiento físico-terrestre.

¿Y el aparato visual?… Que lleva alcerebro la impresión de las imágenes,traduciéndolas en entendimiento,

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comprensión, certeza y hechos… ¿No esun digno compañero de los primeros?…¿No es en ese precioso relicario de luzdonde se acumulan las potenciassublimes de la visión espiritual,dosificadas armoniosa y sensatamente,para el uso conveniente del individuodurante la estancia en la carne,facilitándole así las realizaciones que lecompeten en el concierto de lassociedades humanas?…

¡Observad, estas joyas auditivas,laberintos perfectos que presentanindudables armonías con losantecedentes! Tan bien dotados yperfectamente dispuestos, que permiten

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al terrestre alcanzar las más delicadasvibraciones, que son necesarias para elprogreso y tareas que deberá realizar, eincluso, en muchos casos, la sutilexpresión provenida de un murmullo delos planos invisibles…

¡Pero no es solo eso! Aquí está laorganización gustativa, detentora delpaladar. Sutil, oscura, modesta, tanpreciosa cualidad del cuerpo peroabsolutamente indispensable al génerohumano, auxiliándole generosamente,copartícipe del trabajo de laalimentación, fiel colaborador de laconservación del cuerpo. Qué grandiosadebe parecer la labor de la lengua al

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observador consciente, órgano quetraduce, además el pensamiento de lacriatura encarnada, a través de la magiade la palabra enunciada. ¡Cómo sería elhombre de respetable si ese aparatosublime lo usase sólo al servicio delbien, de lo bello, de la verdad! De suscomplejas fibras se desprenden lasvibraciones emitidas por elpensamiento, haciendo posible elentendimiento entre la humanidad através de la palabra. Gracias a suproductiva labor que se concretan lossonidos de las más bellas expresionesconocidas en la Tierra, tales como lasdulces promesas de amor, cuando el

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corazón entusiasmado, ennoblecido porelevados proyectos sentimentales, seinflama de ardientes deseos; lasarmonías arrebatadoras de vuestros másqueridos poemas, así como las suavesnanas del amor materno junto a la cunaen la que adormece al querubínrisueño… y también el nombre sagradodel Todopoderoso, en los murmullosfervorosos de la oración…

¡Ninguna pieza es inútil! ¡Ningunalínea superflua o consagrada a lainactividad! Todas las particularidadesson esenciales, integrando un todogeneroso; son indispensables para suarmonía magistral, se completan, se

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corresponden, se atraen, confraternizanen una belleza majestuosa deactividades, dependiendo unas de otraspara formar un conjunto favorable alequilibrio del espíritu que habitará en éltemporalmente, como una lámparasagrada en un santuario eficaz…

La naturaleza, amigos míos, que esla voluntad de Dios manifestada bajo lapresión soberana de Su divino podermagnético, convirtió al cuerpo humanoen habitación suntuosa para el espíritunecesitado de la reencarnación para elaprendizaje en el ciclo terrestre… puesconvenceros de que la finalidad de lareencarnación es la preparación del ser

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espiritual para el triunfo en lainmortalidad, y no sólo para losservicios de la expiación. Esta última esla consecuencia del desvío de laverdadera ruta, simplemente, y existeúnicamente por la responsabilidad del"yo" de cada uno.

El estado definitivo de los cuerposhumanos para la habitación temporal delespíritu, que proviene de un soplodivino, el modelo originado de lavoluntad del Sublime Artista,penosamente evolucionado a través delos siglos, es la belleza. La existencia dedesarmonías en el conjunto proviene deque los espíritus que lo modelaron para

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habitar en él, sirviendo a su propioprogreso o a causas excelentes, lodesearon así, ya fuese por modestia yhumildad o por comodidad o recelo desituaciones perturbadoras, pues labelleza física, muy admirada sobre laTierra, se convierte, sin embargo, en unacualidad peligrosa en sus sociedades,ante las tentaciones y excesos a los quese ve expuesta. También muchas vecesla rechazan, prefiriendo lo inverso o lamediocridad de líneas discretas,aquellos que renacen expiando grandeserrores pasados, pues no ignoráis que elestado de fealdad, de anormalidad detrazos, que por no ser lo natural, se torna

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repugnante y penoso para el que loarrastra, constituyendo una prueba.

¡Ved estos modelos en tamañonatural!… Al reencarnar, susposeedores recibieron cuerpos carnalesasí de perfectos: hermosos, dotados defuerzas vitales y magnéticas quegarantizarían excelentes funcionesorgánicas, salud permanente, capacidadpara las competiciones diarias. Nada lesfaltó a sus ocupantes sino la fuerza devoluntad, el coraje de vencer. La ayudaque dependía de la naturaleza, para quevenciesen, le dio el cuerpo apropiado altipo de trabajo que debían desarrollar,como una armadura sólida de otros

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cruzados que luchasen por la victoriadel espíritu. A pesar de todas lasreservas concedidas por el Cielo en suprovecho, no solo fallaron, huyendo delos deberes para los que habíanreencarnado, sino que destruyeron elprecioso cuerpo puesto en su poder, tanbien dotado, aniquilándolo con elsuicidio…

No nos caían bien en la conciencialas exposiciones del ilustre técnico dePlanificación. Una amarga tristeza ibaavasallando nuestras más íntimasfacultades a cada nuevo conceptoproferido. No obstante, le seguimosbuenamente cuando nos invitó a

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acercarnos a las mesas donde losinspirados anatomistas trazaban losplanos de futuros cuerpos a sermodelados en la carne por el espírituculpable, pronto a reencarnar.

—En estos bancos de trabajo —continuó— mis colaboradores preparanmapas corporales para suicidasportadores de deudas grandiosas,aquellos que, antes del fracaso, habíanrecibido aparatos materiales biendotados en toda su admirableorganización.

Ellos abusaron de la magnífica saludque tenían. ¡Salud! El bien inapreciableque el hombre desdeña, fingiendo

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ignorar que se trata de una ayuda divinaque la solicitud del Altísimo concede alas criaturas, para darles valor para lostrabajos dignos que le permitiránconseguir los laureles del progresoespiritual…

Sin la mínima muestra de respeto ala autoridad del Creador, estosdesdichados hermanos nuestrosenvenenaron sus cuerpos con excesos detodo tipo. Lentamente, les depredaroncon los abusos del alcohol, lesintoxicaron con las inhalaciones deltabaco o les envilecieron con los viciossexuales. Los animalizaron con losexcesos alimenticios, desviándose a la

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gula, lo que supuso alteraciones en lasfunciones gástricas, infartando lasglándulas hepáticas, dañandolamentablemente, por exceso de trabajo,el delicado aparato digestivo, que veisallá, en el modelo primitivo, retratadoen aquellas estatuas que tantoadmirasteis.

Otros, no satisfechos con ese gravedesacato a sí mismos como al Generosodonante de la vida, que sólo por símismo, respondería por un autenticogesto de suicidio, fueron incapaces desoportar las consecuencias de tantaintemperancia, ya sea, un cáncer, latuberculosis torturante, una úlcera, la

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neurastenia, un desvío mental,alucinaciones producidas por el pésimoestado del sistema nervioso, lahipocondría, enfermedades físicas,mentales y morales que para sí mismoscrearon, usaron de una violenciaigualmente reprobable… Y coronaron elcúmulo de inconsecuencias destruyendocompletamente y matando brutalmente elcuerpo concedido por la bondadpaternal de Dios, empuñando contra símismos armas homicidas.

¡Aquí está, sin embargo, el resultadodel que se asustan!

No murieron, porque el verdaderoser no era aquel santuario destruido,

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sino lo que en él habitaba. Y ahora,arrepentidos, martirizados por elinalienable dolor de los remordimientosy convencidos del error que practicaron,vuelven al teatro de los desatinoscometidos, animando arcillas corporalesya no idénticas a las destruidas por suespontánea voluntad, pero apropiadas algénero de expiación que crearon con laconsecuencia natural de su acción…

A esa altura nos sentíamos fatigadosde aflicción y profundamentemelancólicos. La fuerte realidad queirradiaba de aquellos planteamientos, elmismo ambiente, rodeado porsugestiones inherentes a las

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reencarnaciones expiatorias, infiltrabaun angustioso malestar en nuestroscorazones, llevándonos hasta laansiedad. Pero el estado de aprehensióny angustia era un acontecimiento tanvulgar en nuestro ser, que no nosquejamos de nada, callándonos,pensativos.

Nos invitó a continuar oyéndole, enreposo, ofreciéndonos confortablessillones donde nos sentamos. Y,tomando lugar a nuestro lado, recomenzófraternalmente el hermano Clemente:

—Sabéis ya por la hermanaCelestina cómo se realiza vuestroingreso en este Departamento, así que no

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me extenderé en ello. Diré sólo queseremos responsables de vosotrosmientras dure vuestra existenciaplanetaria, esa existencia anormal quecreasteis fuera de la programaciónestablecida por la divina providencia.Asistiremos vuestros momentos difícilesde vuestra expiación; enjugaremosvuestras lágrimas en los momentosculminantes, insuflando nuevo ánimo envuestros corazones a través desugerencias benéficas, que noescatimaremos en vuestro favor; ossusurraremos recursos para lasaflicciones que os alcancen, a través devuestra facultad de intuición, activa por

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el sufrimiento; velaremos por vuestrasalud, por vuestras condiciones físicas,necesarias para la permanencia en laexperiencia terrestre; vigilaremos paraque no se agraven las pruebas por lasque pasaréis, dadas las condicionesegoístas en que se mantienen lassociedades en que seréis llamados aprobar el arrepentimiento en quepermanecéis, que os podrían dificultardemasiado la victoria, acumulandodolores excesivos en vuestro trayecto,ya de por sí contaminado de brezos yespinos…

Y solamente acabaremos esta ampliay espinosa misión cuando, una vez

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finalizada vuestra expiación reparadoradel acto del suicidio, cortemos lasconexiones fluídicas que os ataron alcuerpo, convertido naturalmente encadáver, y os reconduciremos haciaaquí, enviándoos al Departamento delcual os recibimos, y que, a su vez,aguardará órdenes del Templo parallevaros a nuevos lugares que porderecho y afinidad os convengan…

Jamás —insisto— el retorno alplano físico-material se efectuará si noqueréis. Puede dilatarse vuestrapermanencia en esta Colonia por largotiempo, porque, contra vuestra voluntad,no reencarnareis. Ni siquiera la Ley

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soberana os obligará a nuevos intentosen la Tierra porque, uno de sus mássublimes dispositivos, que nos empuja ala adquisición de honrosos méritos, esexactamente el no imponer elcumplimiento del deber a nadie, sino dara todos las posibilidades de observarlavoluntariamente. Lo más que haremos,para animaros para el buen desempeño,es aconsejaros, tratando de convencerosde la importancia del renacimiento através del razonamiento y del examen delos hechos. Esos procesos seránefectuados durante la estancia en elDepartamento al que ingresasteis y no enéste, como ya sabéis por las

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instrucciones que habéis tenido.Generalmente, sin embargo, el

suicida se ve en tan precariascondiciones, bien físico-astrales omorales y mentales, que pocas vecestenemos el trabajo de convencerle parala reencarnación. Él mismo la deseaardientemente, se apresura en obtenerla,la suplica realmente al Todomisericordioso, a través de fervorosasoraciones, muchas veces en el momentoinadecuado, lo que nos fuerza aobligarle a una espera que permitirámayores probabilidades de éxito…

El respetable instructor se permitióuna pequeña pausa para atender a

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algunos colaboradores, que leconsultaron sobre detalles del servicio.

Les observamos con mucho interés,durante los minutos en que conversabacon los suyos. No supimos de lo quetrataban. Sin embargo constatamos queconservaba, invariablemente, en sudelicado semblante, una cautivadorasonrisa que debía ser la característicade su ser eternamente afable. El hermanoClemente era muy joven y dotado de unagran pureza de líneas. Parecía el modeloideal que a los escultores de la Greciaantigua inspiró las obras que nunca máslos hombres produjeron. Parecía noalcanzar todavía los treinta años, lo que

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nos sorprendió bastante, dada la elevadaresponsabilidad de la que le veíamosinvestido, pues, entonces, ignorábamosque el espíritu es independiente de laedad, pudiendo presentarse con elaspecto fisonómico que fuese más gratoa su corazón y a su recuerdo. Leveíamos como si fuera realmente unhombre, noblemente vestido con eluniforme del grupo. Pero algo seirradiaba de su personalidad, indefiniblepara nosotros, confirmando su excelentecalidad espiritual, a pesar del caritativofavor de materializarse tanto, paraconsolarnos y servirnos.

Volviendo a nuestro grupo, continuó,

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paciente y grave:—De todo el extenso grupo de

pacientes que han pasado por aquí, hayque exceptuar de lo que os he explicadoantes a los internos del Psiquiátrico.Excesivamente perjudicados, bajo unapresión vibratoria limitadísima,reencarnarán bajo los imperativos de laLey, pero igualmente asistidos por lapaternal solicitud de Aquel que es elamor supremo para todas las criaturas.No estando en situación de facilitarauxilio en provecho propio, sus lagunasserán llenadas por su guardián mayor ydemás guías dedicados, que pasaran adirigir directamente todo lo que más

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convenga al pobre amparado,incapacitado para el ejercicio delraciocinio ni del libre albedrío…

Nos ofreció para examinar ciertosplanos que tenía entre sus manos,tomados a uno de sus colaboradores.Eran réplicas para el futuro, miniaturasencomendadas para la próximaencarnación, mientras que las estatuas entamaño natural eran las que, en verdad,deberían estar en actividad, porquerepresentaban al cuerpo aniquilado porel suicidio. Tomando las miniaturas,vimos que no se encontraban en ellas, nisiquiera diseñados, nada parecida aaquellas, y sí figuras escuálidas,

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torturadas por síntomas impresionantesde profunda amargura interior,caricaturas marcadas por indicios deenfermedades atroces, como la parálisis,la ceguera, la demencia, etc., que tantoafligen a las criaturas en todas las clasessociales terrestres.

Nos hizo caminar con él hasta uno delos clásicos modelos que se veían a lolargo de la hermosa galería de lasestatuas y explicó, no sin dejar entreverun expresivo acento de tristeza,mientras, asombrados, leíamos sobre laplaca del pedestal esta inscripción:

Vicente de Siqueira Fortes. [22]

Reencarnado el 10 de Octubre de

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1868.Debería retornar al hogar Espiritual

a los setenta y cuatro años de edad, esdecir, en el año 1942.

Se suicidó en Río de Janeiro, Brasil,en el año 1897, tirándose bajo un tren,con veintinueve años.

—¿Veis esta miniatura? —continuóClemente, señalando una de las queexaminábamos. —Pues, así alterada,reproduce el estado mental y vibratorioal que se redujo Vicente con eldesesperado gesto que practicó. Fuesacada del mismo estado actual de superiespíritu, lo que es lo mismo quedecir, si así se encuentra, es porque así

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se hizo, pues la Ley que crea la bellezano impone este estado dramático y feo asus criaturas. Ahora, el pobre Vicente,como tantos otros que están entrenosotros, es obligado a retomar elcuerpo carnal, nacer de nuevo paracompletar el tiempo que le faltaba parael compromiso de la existencia quedestruyó. Es urgente, además quereencarne, con sólo nueve años deestancia en lo Invisible, porque, tangrave fue el choque provocado en superiespíritu por la infernal resolución dematar su cuerpo físico que, para lograrla comprensión que le permita unprogreso razonable, será precisa su

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permanencia en la carne, única terapia,como ya sabéis, bastante eficaz paraaliviarle.

Pero volverá plasmando el cuerpobajo el molde periespiritual que estemomento arrastra, lo que significa decirque renacerá enfermo, presa de atrocesmales, irremediables en el planoobjetivo, indefinibles fuera de las leyespsíquicas, abatido por vibracionesanormales, que le incapacitarán para quedisfrute de buena salud, aunque heredede sus padres una genética vigorosa, asícomo de cualquier expresión de paz y dealegría. Y en base a esa genética, depadres sifilíticos, por ejemplo, o

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anémicos, alcohólicos, etc., etc., seráposiblemente paralítico, débil mental, otuberculoso, etc., etc.

—¿No podría el infeliz permaneceren el Psiquiátrico hasta que, decualquier forma, se atenúe tanlamentable estado de cosas, para noexponerse a situaciones tan dramáticas ydolorosas, en el plano de lareencarnación? —pregunté, desolado.

—¡Oh, no! no conviene esa demoraen absoluto a sus intereses espirituales—respondió el jefe de la Planificación.—sería demasiado largo y doloroso eseproceso. Él no tiene ni podrá adquirirpercepciones para la vida espiritual

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mientras se encuentre en este estado.Debe rehacerse al contacto con lasfuerzas vitales que, con el suicidio, sedispersaron indebidamente por superiespíritu, con el que concertabanpoderosas afinidades químico-magnético-psíquicas, dando comoresultado este tenebroso efecto, estaincalificable intoxicación delperiespíritu y mental, no prevista por laley, más realizada por aquel que sedisoció de las leyes mentales y moralesque se inclinan hacia la verdadera ideade Dios…

—¡Pero… hermano!… ¿Tal estadode cosas demostrará el elevado modelo

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de la justicia celeste, en la que tantaesperanza depositábamos?…¿considerando lo que hace poco dijo, esdecir, que el supremo amor del PadreAltísimo acompañaría a estosdesgraciados en sus renacimientosexpiatorios?… Pregunto… ¿nosacompañará a Belarmino, a Mario, aJuan, o a mí?, pues también estamosencadenados a este grupo infortunado…¿Existe misericordia al consentir laprovidencia este montón de desgraciascon lo infelices que somos? —Si nosperdimos en el suicidio, fue porquemúltiples desventuras nos hacíaninsoportable la existencia… —pregunté

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yo, poseído de una gran angustia.El hermano Clemente sonrió con

bondad, no teniendo mis protestas enconsideración. Respondió simplemente,con una naturalidad desconcertante paranosotros:

—¿Olvidaste, amigo mío, que todoel universo está sometido a leyesinmutables y armoniosas, que debemostratar de conocer y respetar,honrándonos con su sublimeobservancia? ¿Por qué se descuidantanto los hombres encarnados respectodel deber de estudiarse a sí mismos paraconocerse mejor, procurando respetarse,dándose a sí mismos el valor que

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merecen como creación divina que son?…

El caso que vemos ahora sólo setrata de una falta de observancia de lasmencionadas Leyes… ¡Es el simpleefecto lógico de una desarmonía, nadamás!… Es lo que es, lo que los hombresinventaron para torturarse, endesacuerdo con lo que el Creadorestableció con sus leyes armoniosas,inmutables y perfectas para sufelicidad… Además, ¿no es para aliviaral suicida, justamente, apartándole deese estado de cosas, insostenible para unespíritu, que la Ley le impulsa a lareencarnación?…

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¿Qué creéis, entonces, que debíamoshacer a Vicente o a cualquiera devosotros, bajo los planes amorosos delMédico celeste y los consejosmaternales de su Madre, por quiensomos orientados?… La reencarnaciónpara Vicente, en sus condiciones, es elmedicamento apropiado para el caso.Reencarnado, continuará perteneciendoa nuestro Instituto. Estará, de la mismaforma, hospitalizado en el psiquiátrico,tal como está en este momento, asistidopor los médicos y psicólogos de eseestablecimiento, además de la vigilanciaejercida por la dirección delDepartamento hospitalario, del

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Departamento de Reencarnación, de laDirección General del Templo, asícomo por los asistentes misionerosnombrados por lo alto. Estareencarnación, que parece horrorizaros,será como una delicada intervenciónquirúrgica, una medida drástica,prevista por la gran Ley para la reacciónde lo mejor sobre lo inferior, pero queproporcionará alivio y cura, un resurgirde las fuerzas vibratorias y unarecuperación de las facultadesdestrozadas por el atroz traumatismo.

Decís si puede existir amor ymisericordia en que la Ley permita elretorno a cuerpo físico en la condición

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actual?… ¿Cómo podéis concebir unmayor ejemplo de tolerancia, amparo ymisericordia que esa, de conceder elAltísimo nuevas oportunidades al granpecador —llamado suicida— levantarsedel abismo en que se despeñó, maslevantarse honrosamente, bajo la tuteladel dulce Nazareno, y a costa de suspropios esfuerzos, de la noblezaedificante del deber fielmentecumplido?… ¿Acaso creéis que él notiene los derechos de criatura de Dios,de espíritu en marcha evolutiva hacia lagloria de la vida inmortal?… ¿No ledan, por el contrario, oportunidadespreciosas, con la reencarnación?… ¿No

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estará amparado, hoy como mañana, porlos cuidados de Jesús el Nazareno,paternalmente asistido por sustrabajadores, por legionarios de María,que le ayudarán en ese calvario forjadopor el acto insano que practicó enrebelión contra la Ley de Dios?… Losespíritus que sobrevuelan las esferascelestes, como el mismo divino Médicode las almas, ¿no están preocupados conél, solicitando al Soberano omnipotentenuevas oportunidades para que sereconstruya al calor de actos justos ymeritorios, saliendo de la humillantesituación en la que yace en estemomento, dentro del menor plazo

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posible?…Si él sufre, ¿de quién fue la

responsabilidad?… ¿No es, además, elsufrimiento, una lección magnífica, queacumula sabiduría a través de laexperiencia?…

¿Quién, en la Tierra, ignora que elsuicidio es una infracción que no sedebe cometer por ser contraria a lanaturaleza, a la Ley y al amor de Dios?…

En la Tierra, las religiones, la razón,el sentimiento, el sentido común, lahonra, todos lo condenan…

Ahí tenéis el porqué: elpensamiento, la intuición que el buen

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sentido tiene de la deplorable situacióna que se reduce el alma de un suicida…

A Vicente, como veis, la Ley leotorgó el sagrado derecho de existirsobre la Tierra animando un cuerpofísico perfecto, como el modelo que estáaquí, en este pedestal…

Sin embargo ¿qué hizo él de esecuerpo?…

¡Le rechazó y humilló! ¡Le lanzóbrutalmente a la destrucción!… ¡Tanirrespetuosamente como si se lo tirasede vuelta a la cara del mismo Dios! ¡Eseinsulto a la Ley, le costará todavía muycaro!

Expiará las consecuencias naturales

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de su acto, reparará los desastresocasionados a sí mismo, como a otros,si alguien, además de él, fueperjudicado; se amargará entresacrificios y lágrimas, herencia lógicadel desatino practicado, hasta queconsiga fuerzas vibratorias suficientespara obtener de la providencia laconcesión de otro préstamo corporalequivalente al destruido, otro templo,perfecto y sano, para recomenzar elcamino normal de la evolución,interrumpido por la caída en los desvíosdel suicidio.

Él sufre, es cierto. Pero…, ¿quién lehizo sufrir?… ¿Por qué sufre?… ¿Dónde

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está el mayor responsable por sussufrimientos?…

Triste, bajé la cabeza, prefiriendocallar.

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CAPÍTULO VIILOS PRIMEROS

ENSAYOS

“De cierto os digo que en cuanto nohicisteis

a uno de estos más pequeños, tampocopor mí lo

hicisteis”.Mateo, 25:45

Pasaron dos días desde los

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acontecimientos narrados, durante losque nos dedicamos a sopesar todo loque habíamos visto y aprendido en lasvisitas a los Departamentos del hospital.

Comprendimos las lecciones.No era posible tener ninguna ilusión

más después de concluir el estudio deaquella Biblia cristalina y sabia querepresentaba cada una de las seccionesvisitadas. ¡Estábamos angustiados! Ytodos lloramos en el recinto delPabellón Hindú, rodeados de nostalgia ysoledad.

A la mañana del tercer día Robertode Canalejas contribuyó paraimpedirnos resbalar hacia un estado de

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depresión, invitándonos a pasear por elparque en su compañía.

Sirviéndose de la encantadoraafabilidad que era característica en él,discreta y simple, nos comentó mientrascaminábamos:

—¡El desánimo es siempre malconsejero, que debemos atacar con todasnuestras fuerzas! Reaccionad, amigosmíos, volviendo vuestra voluntad haciala fuerza suprema, de donde emanan laenergía que alimenta el universo… yluego sentiréis que unas inclinacionesregeneradoras reforzarán vuestracapacidad para proseguir la jornada…

¡Cuándo os sintáis pusilánimes y

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tristes ante lo inevitable, trabajad!¡Buscad en la oportunidad, en la acciónnoble y honesta la restauración de lasfacultades en crisis! Nunca seremos taninsignificantes y faltos de posibilidades,ya sea en la Tierra como hombres o enlo invisible como espíritus, que nopodamos servir a nuestro prójimo,cooperando para su alivio y bienestar.En vez de refugiaros en este Pabellón,perdidos en pensamientos dolorosos eimproductivos, que agravan vuestrossufrimientos, venid conmigo a visitar avuestros hermanos que sufren más quevosotros y están todavía hospitalizados,sumergidos en el drama de las tinieblas

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que también se extendió sobrevosotros… Volvamos al Hospital paravolver a ver a los amigos, a los colegas,a los enfermeros que bondadosamentevelaron por vosotros, consolandovuestros corazones angustiados por eldolor, a los médicos que os ayudaron aexpulsar de la mente las impresionescontumaces que os restaban valor…

Aceptamos. Acompañados por éldurante todo el día, visitamos a nuevosenfermos, dirigimos frases solidarias apobres recién llegados del ValleSiniestro, abrazamos a Joel y a losdemás dedicados amigos que sedesvelaron por nosotros días y noches

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de angustiosa memoria, presentamosnuestros respetos y agradecimiento a loseminentes psicólogos que tantas vecesse acercaron a nuestros lechos dándonosalivio con las reconstituyentes energíasde sus diáfanas virtudes…

Y gracias a eso el ánimo volvió anosotros, enseñándonos a buscar treguapara los propios dolores, aliviando losdolores ajenos, estando junto acorazones virtuosos capaces decomprendernos.

A la tarde, de regreso al albergue, unemisario de Teócrito nos comunicó que,al día siguiente, deberíamos ir a la sedede la Vigilancia, uniéndonos a la gran

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caravana que iría a la Tierra.Teócrito no tomaría parte en ese

viaje. Sus asistentes Romeu y Alceste lerepresentarían, velando por nuestrosintereses y necesidades mientras nosencontrásemos en libertad, no obstantedeberían hacerlo disimuladamente, parano privarnos del mérito y de laresponsabilidad. Carlos y Roberto deCanalejas, Ramiro y Olivier de Guzmán,el Padre Anselmo y otros amigos que yaconocíamos y queríamos, integraban elnumeroso cortejo, encargados, porórdenes superiores, de las instruccionesque fuesen precisas, en el caso de quenuestra conducta durante la libertad

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impusiese otras necesidades.Y cuando los primeros paisajes del

terruño natal se dibujaron entre lasemanaciones pesadas de la atmósfera, elllanto me salió de lo más íntimo, en unasacrosanta aspiración de añoranzas,respeto y alegría.

¡Hacía dieciséis años que mi cuerpo,recibido de la madre naturaleza para, através de su inestimable ayuda,habilitarme para el reinado de lainmortalidad, había caído enconvulsiones siniestras, triturado en lasgarras del suicidio! ¡Dieciséis años deprisión, de lágrimas, de doloresespantosos e inenarrables en su

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verdadera expresión!Aturdido y desambientado en mi

propia tierra natal, me asaltó unirreprimible recelo de recorrer sólo lastan conocidas y añoradas calles deLisboa, de Oporto, de Coímbra, que yotanto había amado. Me sentí angustiadoy triste, viéndome en posesión de lalibertad. Nuestros amigos se retiraron denuestra visión, refugiándose en lainvisibilidad inalcanzable a nuestrascapacidades, y nos dejaron entregados anosotros mismos, aunque no nosabandonaban del todo. Mi interior seveía diferente por profundos cambios,debido a la larga estancia de

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sufrimientos en lo invisible, porque mereconocí tímido y asustado al estar, caraa cara, otra vez, con aquella sociedad aquien yo había amado y despreciado almismo tiempo; y que yo había criticadosin contener la ira al descubrir susdefectos morales, para después enocasiones, exaltarla en conmovidaspáginas salidas del corazón, heridosiempre por dramáticas razones.Recordé las adversas etapas que habíanconstituido mi existencia, que ladesesperación acabó por destruir, que,si bien no destacaron por las virtudes,que no demostré tener, si lo hicieron porel infortunio que la destruyó.

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Una vez despierto el subconsciente,tan cariñosamente tranquilizado yadormecido por la terapia del InstitutoMaría de Nazaret, ante la vuelta al teatrodel pasado, el drama que viví sedesarrolló en mi recuerdo con el mismosabor ácido de antaño, agitándome lasentrañas del alma con las tribulacionessoportadas en otro tiempo. Recordé alos que amé y a los que me amaron, o,por lo menos, a los que tenían el deberde amarme, y tuve miedo de buscarles…

Tenía muy vivas en mis recuerdo lasdesilusiones sufridas por JerónimoSilveira para que, imprudentemente, mearrojase a provocármelas, visitando, sin

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pensarlo, el viejo hogar, los amigos, laparentela de quien yo apenas habíatenido noticias, sin haber recibido jamásde ella demostraciones de añoranza através de buenos votos dirigidos a mí,en el fervor de una oración.

Apelé al afecto de Belarmino, aquien yo había conocido en los días dedesgracia, suplicándole que no meabandonase, y que mejor caminásemosjuntos,…, pues Mario se fue en busca denoticias de su esposa y de sus hijos, delos cuales nunca había sabido en loInvisible, hasta ese momento.

Belarmino estaba acometido poridénticas impresiones, aunque se

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mantenía mudo y firme, mientras yoexteriorizaba mi pensamiento porcualquier motivo.

Volví con él al antiguo solar que levio nacer y vegetar, donde habíadisfrutado de la convivencia amorosa dela familia, que tanto le había apreciado,y por cuyas salas alfombradas la figurade su inconsolable madre parecíatodavía moverse alucinadamente, desdeel momento en que le vioextinguiéndose, con las venas cortadas.Ya no pertenecía a los de Queiroz ySousa la quinta, ni allá estaba laamorosa anciana que él, ahora, con losremordimientos brotando de los

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archivos del alma, buscaba conaflicción, inconsolable por no habertenido nunca noticias de ella, cuandotodo su ser vibraba en ansias deañoranza…

Vi al antiguo profesor de Dialécticallorar ante la chimenea, de rodillas en ellugar exacto donde en otro tiempo seencontraba el sillón de la ancianaseñora, rogando su perdón por eldisgusto atroz infligido a su tiernocorazón de madre, suplicando, con unllanto entre aflictivo y conmovedor, suañorada presencia, aunque fuese poralgunos instantes, para amainar en supecho el dolor feroz de la añoranza que

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le destrozaba el alma. La buscó portodas partes donde creía posibleencontrarla como un peregrino desolado.La amorosa anciana, sin embargo, paraquien la vida, la alegría y la felicidad seresumían en él, no estaba en ningúnlugar. Hasta que una idea desconcertantele indicó la última posibilidad: sedirigió al panteón de la familia, dondereposaban las cenizas de susantepasados. Su madre quizás estaríaallí…

¡En efecto! El nombre adorado alláse encontraba, grabado en la lápida, allado de su propio nombre…

Belarmino se arrodilló, a la vera de

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su propia tumba, y oró por su madre,deshecho en lágrimas.

Atardecía cuando, silenciosos,bajamos la cuesta alfombrada delcementerio. Traté, en la medida de misposibilidades, de levantar el ánimo demi amigo, y mientras vagábamos por lascalles, observé, esforzándome porparecer confiado y consolador:

—Es fácil deducir el destino de tuvenerada madre, amigo mío. Seguro queno está enclaustrada en aquella jaula demármol y podredumbre, pulverizándosecon los últimos elementos materialesque allí se encierran… ya que ni tú teencuentras allí… El sentido común nos

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dice que, siendo nosotros dos seresportadores de personalidad eterna,también ella lo será y que, comonosotros, se encontrará en el lugarapropiado a su existencia extra corporal,pero nunca en la tumba…

—¡Sí!… Ya lo había pensado,Camilo… Sin embargo, ¿dónde estará?… ¿En qué lugar del infinito invisible?… ¿Y por qué será que nunca más,siendo yo inmortal, pude encontrar a mimadre querida?… ¿Por qué no la vijamás, reflejada en los grandiososaparatos de nuestra enfermería, en visitatelepática?… ¿La veré algún día?…

—Perdón, Belarmino… ¿Me pareció

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oírte decir que también tu madrecompartía las creencias materialistasque tú profesabas?… ¿Cómo quieresque viviese orando por ti, reflejándoseen un medidor de vibracionesespiritualizadas, como les llamannuestros instructores de la Colonia?…Indaguemos antes sobre su paradero alDr. de Canalejas o a Roberto… Por miparte, no dudo que tú la volverás a ver.Si todo cuanto nos ha rodeado, desdeque entramos en el Más Allá, se imponepor la precisión de la lógica, la mismalógica te conducirá a volver a ver a tumadre, tarde o temprano…

—Sí, preguntemos otra vez a los

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doctores de Canalejas… Ya lo hice,pero ambos esquivaron darme unarespuesta… Pero… ¿donde lesencontraremos ahora?… No dejaronninguna dirección…

—¡Esperemos, entonces, hastaencontrarles… Seamos pacientes, amigomío… En dieciséis años de desgraciassorprendentes, creo que aprendírudimentos de la sublime virtud llamadapaciencia…

—Sin embargo, Camilo, prefería nohaber vuelto a Portugal… Me sientointranquilo y triste…

Nos sentíamos fatigados y queríamosdescansar. Pero, ¿dónde encontrar

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refugio?…El decoro y el respeto al domicilio

ajeno nos inhibían de buscar hospedajeen casas extrañas… En cuanto a losviejos amigos, no pudiéndonos ver, seconvertían en más respetables paranosotros, por no desear participar de suintimidad como intrusos o indiscretos.Acostumbrados a la sólida disciplinadel Instituto y presionados por laañoranza de un refugio, continuábamostransitando por las calles de la ciudad.Una irreprimible tristeza nublabanuestros corazones, mientras elcrepúsculo derramaba nostalgiasalrededor, agrandando las sombras y las

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impresiones que recibíamos.Belarmino sugirió que nos

alojásemos en una iglesia, cuya nave,repleta de fieles, invitaba francamente aentrar. Rechacé la sugerencia, fiel a miantigua incompatibilidad con losrepresentantes del clero. Recordamosmuchos sitios, pero al decirlos, losrechazábamos inmediatamente…

De repente, como si la fraternalsolicitud de Teócrito nos viese a travésde las pantallas magnéticas,acompañando nuestros pasos como lohabía hecho con Jerónimo, una ideasalvadora me iluminó la mente y grité,jubiloso:

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¡Fernando!…¡Sí, Fernando de Lacerda! El

protector inolvidable, cuyos caritativospensamientos de amor y de paz, diluidosen centellas de oraciones, tantas vecesme había visitado en el desconsuelo delas tinieblas, donde mi alma expiaba laosadía del suicidio. Ese buen corazónque continuaba, incansable y piadoso,cautivándome con sus constantes visitasmentales, sus abrazos amorososconvertidos en radiaciones benéficas denuevas oraciones para nuevas conquistasde días mejores para mi destino…

Conocíamos el domicilio del viejoamigo y el lugar donde ejercía su

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honesta labor y donde se reunía paraexperimentos científicos y culturales, allado de atentos compañeros dedicandosus mejores esfuerzos, por haberle yavisitado la primera vez que logramosbajar a la Tierra. Nos dirigimos pues, asu domicilio, refugiándonos allí,discretos y humildes, ocupando uncuarto encima del tejado, que parecíahaber sido preparado por lo Invisiblepara huéspedes de nuestra categoría.

Algunos días de permanencia al ladode Fernando y sus amigos fueronsuficientes para readaptarme a losacontecimientos terrenos, volviéndome aambientar a la vida social, aunque con

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sensibles problemas, añorandosinceramente la convivencia serena yleal de la sociedad Invisible a la que yame había acostumbrado.

Me confesé mucho a este médium tanestimado en nuestro Instituto. En aqueldulce refugio reuní ideas y resolvírealizar un programa, para llevar a cabolas recomendaciones de Teócrito.Debería, antes de nada, volver aesclarecer a mis antiguos amigos,colegas, editores, y hasta a losadversarios, que el suicidio no habíalogrado cortar mi vida, ni la inteligenciay la acción. Entonces escribí, hablandoal cerebro de Fernando, en coloquios

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amistosos que me reconfortaban mucho ysirviéndome de su mano como de unguante que calzase a mi propia mano,largas cartas a los amigos de antes, quela muerte no me hizo olvidar, noticiassinceras y verídicas de mis impresiones,procurando identificarme a través delestilo literario con que me conocían.

Ya no había vanidad en mi gesto.Pretendía preparar el ambiente parareportajes futuros más amplios. Miintención era avisarles, antes de nada,que yo continuaba vivo, bien vivo ypensante, no obstante la tragediainconcebible que la tumba habíaocultado a los débiles ojos humanos. Mi

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deseo era revelarme a aquella mismasociedad que me había conocido yalegrarla con la noticia de que, como yo,también ella era inmortal, prevenirla, enfin, conscientemente, de los peligrosexistentes tras el monstruo llamadosuicidio.

Pero… a pesar de mi buena voluntady de la dedicación del generoso amigo,que me prestaba su inestimable ayuda,pasé por la decepción y la vergüenza deser rechazado por la mayoría deaquellos mismos a quienes deseabaservir revelándome como una personapensante, una inteligencia viva,independiente y normal, a pesar de mi

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estado invisible. Sin querer, acarreégrandes disgustos al pobre Fernando, aquien yo quería, respetaba y honraba envirtud del magnífico don que traía, el detransmitir fácilmente el pensamiento delas almas difuntas: Fue el blanco decríticas demasiado ardientes e injustas,insultos ingratos y burlas abusivas.

Me quedé decepcionado ycontrariado. No podía defender al nobleamigo, ya que no me querían oír. Denada valían tantas y tan interesantesnoticias que traía yo del Más Allá parasorprender a los antiguos competidoresen la literatura, tantos y tanimpresionantes dramas y narraciones

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con que enriquecer a otros editores quenecesariamente me reconocerían através del lenguaje que les había sidohabitual. Me veía forzado a callar,porque bien pocos eran los que meaceptaban.

No obstante, la convivencia conFernando me compensaba de lasderrotas en los otros sectores, me sentímuy elevado gracias a las charlas queentablaba con él, dándole mi mayorafecto, y agradeciéndole la simpatía que,tanto a mis amigos como a mí,demostraba infatigablemente.

Una tarde soleada, un mes despuésde nuestra llegada a Portugal, cuando los

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perfumes amenos de las adelfas semezclaban al sugestivo olor de losmanzanos esparciendo vida y encantopor la atmósfera serena, volví, solo ypensativo, en un gesto abusivo ytemerario, a la finca de S…

Los recuerdos dolorosos se erguíancomo duendes obsesores a cada pasopor el sendero alfombrado y tibio… y elpasado se imponía poco a poco,sacudiendo de mis recuerdos las cenizasdel olvido, que los dulces favorescelestes habían esparcido sobre misdolores, reavivándolos para de nuevocrucificar mi corazón…

Me pareció abandonado el viejo

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caserón. Uno a uno visité los solitarioscompartimentos bajo el ácido mental derecalcitrantes ansiedades. Sobre miraciocinio incidían sombras de odiosasamarguras, llevándome hacia atrás acada recuerdo que establecía unaextraña retrospección de mi vida, tanabundante en episodios adversos ydecepcionantes.

En mi conciencia, sobrexcitada porel fenómeno de la introspecciónvoluntaria, se desarrollaba un panoramaauténtico de lo que había sido mi vivir,con las luchas y responsabilidades deldía a día, obligándome a sentir, sufrir yrevivir íntegramente lo que había

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lastimado mi alma en el pasado. Mi serastral sufría, denunciando a laconciencia la completa ausencia deméritos, para que no tuviese laoportunidad de auto justificaciones enaquel momento. Podría decirse que losepisodios evocados por las emocionesimpregnadas en el ambiente en que viví,pensé, actué e impregné de fuerzasmentales, se agigantaban ante esahipersensibilidad momentánea,convirtiéndose en fantasmas tiránicosque me acusaban, llevándome a ladepresión.

La insoportable convivencia con laintimidad doméstica, de las que las

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paredes eran mudos testigos, la falta dearmonía e incompatibilidadesconstantes, que me convertía en unocéano agitado, el peso lúgubre depensamientos viciados por lainsatisfacción enfermiza, que laneurastenia arrastró a la completadesorganización nerviosa, la desolaciónde las tinieblas que se confirmaban,tapándome la luz de los ojos, que secegaron, la larga premeditación para eldesenlace siniestro, la desesperaciónsuprema y la caída final hacia el abismo,todo salía asombrosamente, de lasentrañas de mi "yo", bajo las sugestionespesadas del ambiente que presenció los

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últimos días de mi existencia dehombre…

Y, sobre todo, la grandiosa facultad,que tanto premia como castiga laconciencia, según sean las acciones quese hayan fotografiado en ella. Volví aver, sintiendo sus efectos, hasta lasúltimas escenas, es decir, los estertoresmacabros de la muerte aniquilando,antes del justo plazo, a aquel cuerpo queme confió la solicitud divina comosagrado deposito, para la recuperaciónhonrosa de un pasado, cargado dedeudas.

Desorientado y subyugado por unacrisis conmovedora, perdí la memoria

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del presente, envuelto como estaba enlas sendas del pasado, como absorbidopor una infernal demencia retrospectiva,y empecé a gritar, como el condenadoque había sido en las convulsionessiniestras de antaño, a gemir, blasfemary llorar con el llanto satánico de aquelpara quien se había extinguido laesperanza de consuelo y la tregua parareposar y reflexionar… Y si alguien, allídentro o en los alrededores, hubiesepasado y fuese un sensitivo, percibiendola tragedia que yo estaba rememorando,podría afirmar que dieciséis añosdespués de mi muerte me presentíatodavía, entre gemidos y aturdido por

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incontenibles dolores.Cuando volví en mi, rehecho del

colapso, Romeu y Alceste, tiernos ysolícitos, aplicaban en mi frente losrefrescantes efluvios de su potenciamagnética, que me tonificaban el almacomo una niebla caritativa sobre laplanta reseca y débil.

En el cielo, la luna revelaba quehabía pasado así muchas horas,alucinado dentro del círculo del pasado,pues era ya de noche y brillaban lasestrellas lejanas, adornando elfirmamento. Me vi reposando bajo elfrescor de la arboleda perfumada, y losviejos ramajes del viñedo próximo me

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dijeron que me encontraba aún en lafinca. Mi corazón sentía un inenarrabledisgusto, mientras las lágrimas caíansuavizando la opresión que sofocaba mipecho.

Rogué a los Guías que, por un favorespecial, me recondujesen al PabellónHindú, donde me encontraría seguro, asalvo de cualquier celada de la mentetodavía trastornada por el pasado.Portugal con sus recuerdos amargos,Lisboa, el viejo Oporto —la Tierra enfin— todo ennegrecía mi espíritu,predisponiéndole a la extracción desombras y sufrimientos que yo deseaba ynecesitaba olvidar. Pero no fui atendido,

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en beneficio de mi propia rehabilitaciónmoral, afirmando los mentores que yodebería realizar algo en aquellosmismos ambientes, como testimonio dela capacidad de renuncia ydesprendimiento adquirida para nuevasincursiones en los planos espirituales,que ni mis compañeros ni yo habíamosverdaderamente alcanzado hastaentonces, a pesar del tormento infligidopor los recuerdos.

Conmovido hasta las lágrimas, emitíentonces una ardiente súplica,intimidado ante las pesadasresponsabilidades que mesobrecargaban:

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—¡Nobles y queridos mentores,indicadme entonces que es lícito intentarpara mitigar las torturas morales queintoxican mis energías, debilitando mivoluntad!… Los recuerdos revividos, elambiente, las desilusiones, el olvidosentimental de aquellos en quienes másconfié, son sinsabores que lastimandolorosamente mi corazón,sobreexcitando mi sensibilidad hasta ungrado insoportable… Quiero actuar conacierto, practicar algo meritorio y lobastante honroso que me permitaconsuelo y alivio. ¡Aconsejadme!…

Dicho esto, y mientras las imágeneshermosas de los dos jóvenes se reducían

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cada vez más, desapareciendo bajo losrayos lunares, oí que me respondían conuna pregunta:

—¿Cuáles fueron las advertenciasde Roberto a vuestro grupo, en lavíspera de vuestra partida?

—¡Ah! sí, me acuerdo… Queintentásemos paliar nuestras facultadesconvulsionadas por el sufrimiento…llevando auxilio a sufridores en peorescondiciones… Y que nos reanimásemosal contacto de los buenos y sincerosamigos, cuyos corazones, iluminadospor autenticas virtudes, fuesen bastantefuertes para calentarnos el frío deldesánimo, indicándonos los pasos para

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un camino más prometedor…—Pues haced eso… Roberto os

aconsejó correctamente…Reuní entonces todas las fuerzas de

que era capaz, impuse serenidad a lossentidos perturbados por las emociones,elevé las energías mentales recordandolas invocaciones al Maestro Nazareno, yoré también, fervoroso y humilde,pidiendo socorro y protección.

¡Me aterraba la soledad que había ami alrededor! Contemplé el caseríosiniestro y sentí los escalofríos deodiosas emociones que me impulsaban aalejarme muy lejos, donde fuese posibleolvidar la tragedia que todo aquello

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suponía para mí. Apuré el paso y mealejé… pero, al poco tiempo, unacompensadora sorpresa me aguardaba,con toda seguridad era la respuesta a lasúplica hecha al Amigo divino:

¡Ramiro de Guzmán y Roberto deCanalejas estaban allí esperándome!

—¡Loado sea Dios! —exclamé, conun suspiro de gratitud profunda…

Y confiado seguí a tan valiosacompañía, que me llevó piadosamente aun modesto domicilio terrestre,retirándose enseguida.

* * *

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Obedientes a los impulsos de largaselucubraciones, provenientes deantiguos consejos, advertencias yejemplos de nuestros vigilantes einstructores, organizamos una"asociación de estudio", por asíllamarlo, con la intención de estudiar yrealizar acciones contrarias a las ideasde suicidio y a las inclinacionesmórbidas, que mantenían la infernalpredisposición que contaminaba a lasdiferentes clases sociales, a las que,ahora, podríamos volver, comoentidades invisibles que éramos. Laempresa no nos parecía nada fácil… Ysi no fuera por los eficientes socorros de

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la luminosa asistencia que nos inspiraba,ciertamente no habríamos logradoningún resultado satisfactorio.

En principio quisimos volvernosvisibles y comprensibles a los hombres,que creyeran nuestros conceptos a travésde los testimonios, sinceros yminuciosos, que les dábamos, de larealidad del mundo en que vivíamos,bien evidenciando nuestra identidad, opor varias otras particularidades anuestro alcance. Queríamos tenerrelaciones amistosas y serias con ellos,conversaciones interesantes yesclarecedoras, un intercambiopermanente de noticias, que nosotros

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considerábamos de la mayor utilidadpara todo el género humano, porquetendía a advertir del peligrodesconocido que representaba elsuicidio para la sociedad terrestre.

Pero eran raros, sin embargo,aquellos que consintieron en aceptarnuestra sinceridad, y casi todos estabanfuera de Portugal. Normalmente sucedíaque, después de grandes esfuerzos yfatigas para crear el ansiado momento,después de muchos días de experienciasexhaustivas con médiums ansiosamentedescubiertos aquí y allí, y a vecesporque nuestra palabra del Más Allá sepresentase algo desfigurada del estilo

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habitual, sin tener en cuenta el esfuerzode vencer las dificultades presentadas,no sólo por los sensitivos sino por laexigente e impía comitiva quegeneralmente les rodea, se negaban adarnos crédito y nos rechazaban,criticándonos con burlas y chanzasofensivas, impropias de corazoneseducados, ahuyentándonos como avagabundos e indeseables del Astral,tratándonos de mistificadores ymalintencionados.

Sí, intentábamos describir lassorprendentes peripecias encontradaspor el desvío del suicidio, o la vida delMás Allá, con toda su crudeza, creyendo

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un deber de solidaridad el ayudar a losincautos a percatarse, desviaban laatención del plano espiritual digno yserio para permitirse preguntarnos sobreasuntos superficiales que sólo lesinteresaban a ellos mismos, y queignorábamos completamente,humillándonos la idea de solicitar ayudaa nuestros nobles instructores parapoder ser agradables. Preferían tratar defrivolidades y cuestiones mediocres, conpoco criterio, lo que nos decepcionaba yentristecía, provocando frecuentementenuestras lágrimas, pues el tiempo pasabay no obteníamos nada que tuviese algode bueno y meritorio en el severo libro

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de nuestra conciencia.Nos encontrábamos, así, luchando

para conseguir ese objetivo, cuando nosasaltó el deseo ardiente de irnos aBrasil. Sabíamos que era un paíshermano, campo amplio y fácil para losejercicios que teníamos en mira, conmuchos menos preconceptos que elencontrado en nuestra patria. Nosacordábamos todavía de la hermosareunión a la que asistimos una noche, enel interior de Minas Gerais, donde nosllevaron en grupo nuestros instructoresdel Instituto, y queríamos, ahora, tratarde hablar con los brasileños, a ver silográbamos algo más positivo. Pero

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¿cómo hacer para llegar hasta allá?…Fueron los incansables legionarios

los que acudieron a los vehementesgritos de socorro dirigidos por nuestrasmentes ansiosas, unidas en oraciones, ala caridad sublime, de la que erandignos representantes. Nos llevaron allugar deseado, transportándonosfácilmente bajo su protección,situándonos con nuevas instrucciones enun asilo seguro, bajo la protección delcual estaríamos a salvo de sorpresasdesagradables. Se trataba de unabenemérita institución registrada en elMundo Espiritual como depositaria deinspiraciones superiores, sirviendo de

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modelo para las demás que se quisiesenexpandir en tierras brasileñas,dedicándose a los estudios y prácticasde las doctrinas secretas y a los hechospropios de verdaderos iniciadoscristianos.

Comenzamos, entonces, una luchaardua y exhaustiva.

Con todos los recursos disponiblesque teníamos, intentamos encontrarmédiums brasileños para el santoproyecto que teníamos en vista.Humildes, dóciles, afables, amorosos,sinceros en el deseo de servir,encontramos a varios de ellos quepodríamos llamar cirineos de nuestras

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aflicciones, suavizando nuestro calvariode reparaciones y experiencias. Lohicimos todo para utilizar sus facultadespara los trabajos literarios con los quequeríamos testimoniar a Dios nuestroarrepentimiento por infringir Sus Leyes.

Pero. ¡oh! ¡La tortura del idioma!¿Porque los brasileños, Dios del

Cielo, descendientes nuestros, denuestra raza, nuestra misma sangre, tantose desviaron del gusto por la lenguapatria?… ¿Por qué los hombres no tratande comunicarse en un idioma universal,que tanto a nosotros, los espíritus, comoa ellos, nos daría la posibilidad deexpresarnos brillantemente y podernos

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servir de excelentes médiums como loshay en tierras del Brasil? Me acordé, delas advertencias de Roberto,previniéndome de las dificultades conque tropezaría para comunicarme conlos hombres, y entendí que eran justas yverdaderas.

¡Me invadió el desánimo! Unaprofunda tristeza amenazaba renovarsinsabores deprimentes, humillando mialma, cuando, una noche en queestábamos reunidos, tratando tristementede lo que tanto nos preocupaba, ennuestro refugio de la magna instituciónbrasileña, fuimos sorprendidos por lavisita de Fernando, cuyo cuerpo físico

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dormía profundamente, en su domicilio,en el viejo y amado Portugal, pues alláeran altas horas de la noche. Habíaorado en nuestro beneficio al recogerse,impresionado con nuestras frecuentesapariciones e impulsado porinspiraciones caritativas del planoetéreo, no tardó en descubrirnos paraservirnos piadosamente otra vez,servicial como siempre.

Se estableció entonces una amistosay útil conversación en el silenciopropicio de aquella casa. Nos invitó aejercer con más frecuencia el santodeber de la oración, para establecer através de ella medios de comunicación

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más directos con nuestros mentores, yrecibir de ellos la inspiración permitidaen el caso, pues éramos como alumnosque ponían a prueba enseñanzas yarecibidas para permitirse oportunidadesnuevas en el futuro.

Reiteró su ofrecimiento para laintención que teníamos, viéndonosafligidos ante las barreras que sepresentaban. Nos incitó a continuardiciendo algo al mundo sirviendo élmismo de vehículo, y que no nosdiésemos por vencidos ante lasalgarabías de adversariosacostumbrados al hábito de la críticainsana, dejando a nuestra disposición,

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como siempre, sus diáfanas facultadespsíquicas, donde nos podíamos reflejarcomo en un espejo. Extrajo consejos yadvertencias de su corazón generoso,mitigando la ansiedad que nos oprimíaante la idea de un fracaso en los penososexámenes a los que nos veíamosexpuestos. Y añadió, conmovido ysincero, deseoso de impulsarnos alcamino recto:

—Si en vez de lo que venísintentando sin provecho, buscaseis elmedios de convertiros en agentes de laautentica fraternidad, ejercida con tantaeficiencia por el Divino modelo delamor, alcanzaríais la victoria y estaríais

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alegres en lugar de mostrar vuestra almatriste y agitada. La caridad, amigos míos—permitidme que os lo recuerde—, esla generosa redentora de aquellos que sedesviaron de la ruta delineada por laprovidencia. Por eso mismo el sabioRabí de Galilea la ofreció comoenseñanza suprema a la humanidad, queÉl sabía que estaba divorciada de laLuz, por ser el camino más fácil yrápido hacia la regeneración. Debéispensar ya con desprendimiento en eldivino mensaje traído por Jesús y desaturar las profundidades de vuestro sercon algunas gotas de sus esenciasinmortales e incomparables. Reparando

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el rápido gesto que os impelió alabismo, podréis practicarla, sirviendo aun mismo tiempo a la causa vuestra yajena.

Día a día aumentan en lassociedades terrestres, así como en lasinvisibles, problemas dolorosos asolucionar, desvaríos a moderar,infinitas modalidades de desgracias,desventuras terribles que afligen a lahumanidad, solicitando ayuda fraternade cada corazón generoso para poderser resarcidas y consoladas.

En los hospitales, las prisiones, lasresidencias humildes así como en laopulencia de los palacios, por todas

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partes se encuentran mentes enlutadaspor la incomprensión y por ladesesperación, corazones imprudentespor el ritmo violento de pruebas y deproblemas insolubles en este siglo. Encualquier rincón donde se haya ocultadola incredulidad, donde la pasión seinstale y la desventura y el infortunio semezclen con la rebelión o el desánimo;donde el honor, y la moral, el respetopropio y ajeno no cuentan en lasconductas, y donde, en fin, la vida seconvirtió en fuente de animalidad yegoísmo, se siembra la posibilidad deuna caída en los abismos de tinieblasdonde os agitasteis entre rabiosas

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convulsiones.¡Intentad encontrar esos rincones:

están por ahí, a cada paso!…¡Aconsejad al pecador a detenerse, ennombre de vuestra experiencia!… eindicadle, como bálsamo para susproblemas, a Aquel mismo quedesdeñasteis cuando erais hombres yhoy reconocéis como el único alivio, laúnica fuerza capaz de elevar a lacriatura de la desgracia paraennoblecerla a la luz de la conformidaden las luchas donde saldrá victoriosa,sean cual sean las decepciones que laazoten: el amor a Dios! ¡La sumisión alo irrevocable!

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Convertíos en consoladores,ejercitando la bondad, sugiriendomensajes reconfortantes al corazón delas madres afligidas, de los jóvenesdesesperados por las desilusionesprematuras, de las desgraciadas mujerestiradas al lodo, cuyos infortuniosraramente encuentran la compasiónajena, las que sufren aisladas entre losespinos de sus propias inconsecuencias,sin valor para reclamar para sí mismasla ternura paternal de Dios, a la que,como las demás criaturas tienen susacrosanto derecho. Todos estos sonseres que están buscando el alientoprotector de los corazones sensibles,

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bien intencionados, aunque sólo sea conla dádiva luminosa de una oración. Puesdadla, ya que también la recibisteis dealmas serviciales y tiernas, cuando osencontrabais braceando entre bramidosde dolor, en las tinieblas que ossorprendieron después de la tragedia enque os sumergisteis.

Contadles lo que os sucedió,impulsadles a sufrir todas lassituaciones deplorables que osdeprimían, con la paciencia y valor queos faltaron a vosotros, para que novayan a pasar por los trances dramáticosque os enloquecieron en el Más Allá.

Y cuando encontréis médiums cuyas

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vibraciones se adapten a las vuestras, noos preocupéis con vuestros laurelespasados, con vuestro nombre entre loshumanos. Esta gloria se perdió convosotros en el pasado, al no saberlahonrar debidamente. Huid del vanidosoplacer de identificaros al hacer vuestrosdiscursos o mensajes psicográficos através de los médiums. Aunque digáisgrandes verdades, no podréis ser comofuisteis, como os ha ocurrido hastaahora. Vuestro nombre fue tan popularen la Tierra que ahora no seconformarán en verlo filtrado por lamente humilde de médiums sencillos…

Debéis preferir la caridad discreta y

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oscura… Y entonces sentiréis, en esoscaminos, el alivio y la luz de una granalegría…

Le oímos con mucho agrado einterés. Fernando, hablando en cuerpoastral, mientras su cuerpo dormía másallá, en Portugal, parecía inspirado poralguien de nuestra añorada Colonia,interesado en nuestros éxitos.Reconocimos varias veces, en sudiscurso vigoroso y tierno a un mismotiempo, las expresiones dulces deTeócrito, el acento paternal, simple,amoroso, del amigo distante que no nosolvidaba… y las lágrimas rodaron pormuestras mejillas, mientras una honda

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nostalgia embargaba nuestro corazón…Al día siguiente decidimos visitar

hospitales y enfermos en general,dejando para más adelante otrosservicios de auxilios al prójimo. Éramosen total treinta entidades, y acordamosdividirnos en tres grupos distintos,imitando los métodos de nuestro refugiodel mundo astral.

Con sorpresa notamos que, no sólonos percibían los pobres enfermos ensus lechos de dolor, sino que nos oían,gracias al sopor en que les mantenía lafiebre y la postración de los fluidos queles ataban al cuerpo físico. Llevamos enlo posible a esas amargadas almas

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enjauladas en la carne nuestrasolidaridad, inspirándoles conformidaden el presente y esperanzas para elfuturo y procurando, por todos losmedios a nuestro alcance, mitigar lascausas morales de los muchos disgustosque percibíamos que agravaban susmales.

Belarmino, a quien la tuberculosis leimpulsó al suicidio, prefirió dirigirse alos enfermos de ese tipo, parasusurrarles sugestiones de paciencia,esperanza y buen ánimo a los que de estaforma expurgaban deudas embarazosasde existencias pasadas o consecuenciasdesastrosas de actos del mismo

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presente.Yo, que fui tan pobre que preferí

huir del deber de vivir mi vida, hasta elfinal, por los caminos de la ceguera,dándome a la aventura endiablada de unsuicidio, fui impelido, por elremordimiento, a buscar, no sólo en loshospitales a aquellos que se ibanquedando ciegos a despecho de todoslos recursos, sino también por las callesy caminos, a pobres ciegos y miserables,para servirles de consejero,murmurando a sus pensamientos, comopodía, el gran consuelo de la moralradiante que vi al contacto de loseminentes amigos que me habían

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asistido y reconfortado en la estanciadel hospital donde me recogió el favordel Señor supremo.

Muchas veces vi que alcanzaba eléxito, que corazones marcados por eldesánimo y por la desolación sereanimaban ante mis sinceras y ardientesexhortaciones telepáticas. Juan deAcevedo, el desgraciado que sedeshonró en las tinieblas de terriblesconsecuencias espirituales,esclavizándose al vicio del juego, que losacrificó todo al abominable dominio delas cartas y de la ruleta: fortuna, salud,dignidad, honra, y hasta su propia vida yla paz espiritual, volvió, angustiado y

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oprimido, a los antros tan conocidos envida por él, para sugerir advertencias yconsejos prudentes a pobres dominadospor el vicio, con la intención de alejardel abismo al menos a uno sólo deaquellos infelices, suplicando fuerzas alo Alto y ayuda a los mentores queestaban dedicados a la acción dedesviar del suicidio a incautos que sedejan rodear por mil ocasionesdesastrosas.

Eran más ásperos todavía lostestimonios del desventurado MarioSobral.

Fijada en los hábitos del pasado, sumentalidad le arrastraba a los lupanares,

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contra la voluntad del sinceroarrepentimiento que tenía. Le exigíareparaciones difíciles para un espíritu,actividades que frecuentemente lellevaban a sufrimientos indecibles,provocándole lágrimas de dolor. Leveíamos queriendo sacardesesperadamente a la juventudinconsciente que se esclavizaba a losmalos principios, contando a todos, através de discursos en lugaresinadecuados, sus propias desventuras,pero donde no aceptaban sus ideas,porque en los antros donde la perversiónha mantenido su imperio, las intuicionesdel Más Allá no se hacen sentir, ya que

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las excitaciones de los sentidosanimalizados, viciados por tóxicos tantomateriales como psíquicos, de repulsivainferioridad, se convierten en barrerasque ninguna entidad en sus condicionespodría remover para hacersecomprender.

Extendimos tales ensayos, después, alas prisiones, teniendo éxito en elsombrío silencio de las celdas donde seformaban remordimientos, en el trabajode la meditación… Y por fininvadíamos domicilios particulares enbusca de sufridores inclinados a laposibilidad del suicidio, y queaceptasen nuestras advertencias

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contrarias a través de sugestionesbenévolas. Había casos en que el únicorecurso que nos quedaba al alcance erael sugerir la idea de la oración y de la feen los poderes supremos, induciendo aaquellos a quienes nos dirigíamos,generalmente mujeres, a una más ampliadevoción a la creencia que poseían.Pero sufríamos, porque el trabajo erademasiado rudo, excesivamente grandepara nuestra debilidad de penitentescuyo único mérito estaba en lasinceridad con que actuábamos y en labuena voluntad para el trabajoreparador.

Viajamos por el interior del Brasil

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procurando en lo posible, prevenircontra la mala tendencia observada,tristemente por nuestros guías, en elcarácter impulsivo de los brasileños,tendencia que producía una estadísticainquietante en los casos de suicidios.

Conocimos, así, las extensionesdesoladas del inclemente Nordeste,rindiendo homenaje al campesinoheroico que, en duras e incesantesluchas con la penuria de la eternasequía, no niega jamás ni a su Dios ni alfuturo, esperanzado siempre en la venidade días mejores, de una patriacompensadora que, realmente, sóloencontraría en el seno de la

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inmortalidad.En los viajes altamente instructivos

a que nos llevaban, recibimos grandeslecciones, que calaron muyprofundamente en nuestros corazones,iluminando nuestras mentes con nuevas yfecundas apreciaciones filosóficas.Dignos representantes de la direcciónespiritual de las tierras de Brasil, comoel gran, y buenísimo Bezerra deMenezes, y el tierno poeta del Señor —Bittencourt Sampaio— nos enseñaban,junto a nuestros mentores, ejemplosfecundos cogidos en la vida cotidiana demuchos brasileños, sobre los quelloramos de pena y arrepentimiento,

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pues tuvimos ocasión de examinar conellos modalidades de desgracias ysufrimientos comparados a los cualesaquellos que nos habían llevado a ladesesperación no eran sino comopequeñeces propias de bohemiossentimentales… Mientras, los destinos,amazónicos y hasta nativos del centroinexplorado del país lo superaban todorefinadamente, incluso la indiferencia desus compatriotas más felices, con elpensamiento vigoroso de aquel que sabecreer, que sabe esperar…

Veíamos, apenados, que MarioSobral se distanciaba poco a poco delas posibilidades de otro futuro

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inmediato distinto al escogido por élmismo, único, además, hacia el que sesentía impulsado: el retorno inmediato ala encarnación, para rescates pesados,en un medio familiar correspondiente asu estado mental. No acudíafrecuentemente a las reuniones y viajesexplicativos presididas por losasistentes, faltaba a las expedicionespiadosas de visita a los sufridores,olvidando deberes sagrados que leconvenía cumplir para su propiarehabilitación.

Parecía que, al contacto con lasociedad terrena, se dejaba animalizarpor las antiguas atracciones mundanas,

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olvidándose de las vehementes protestasde obediencia emitidas en elDepartamento Hospitalario. Se sentíaarrastrado hacia los locales degradantesque fueron sus preferidos en otrotiempo; y, con el pretexto de intentarconvertir a desviados e inconscientes ala moderación de las costumbres, secomprometía mucho ante los Guíasobservadores, afinándose con el pasadohasta tal punto que, a su alrededor,presentíamos la posibilidad de unrenacer en las bajas esferas del vicio.Fue advertido piadosamente en variasocasiones, por Alceste y Romeu, queintentaban convencerle de los peligros

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de aquella predilección para ejerceractividades reparadoras.Lamentablemente, la pasión por Eulinaque le había convertido en undesgraciado en la Tierra y después leturbó tanto en lo invisible, le impulsabaal pretencioso deseo de, en su memoria,intentar sacar del barro de los vicios,prematuramente, a otras tantas criaturascaídas del pedestal del deber.

Nuestra estancia en la Tierra eracomo un examen para ascender a nuevoscursos. Teníamos libertad de acción, auncuando no estuviésemos desamparados yfuese muy relativa la libertad con quecontábamos. Hasta ahora veníamos

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aprobando los exámenes. Mario, sinembargo, era candidato al suspenso.

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CAPÍTULO VIIINUEVOS RUMBOS

“No se turbe vuestro corazón; creéisen Dios,

creed también en mí. En la casa de miPadre hay

muchas moradas; si no fuera así, os lodiría;

porque voy a prepararos el lugar”.Juan, 14: 1 y 2.

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Hacía cerca de dos meses que acabónuestra estancia en la Tierra.Regresamos al Instituto María deNazaret y nos instalamos de nuevo en elpabellón anexo al Hospital, donderesidíamos desde que recibimos el alta.No logramos aún, ver al hermanoTeócrito para conocer su opinión sobrecómo fue nuestra conducta en libertad.Lo que más nos preocupaba era suopinión y las deliberaciones de laDirección General sobre nuestro futuro.

¿A dónde iríamos?… ¿Qué sería denosotros una vez separados de Teócrito,de Roberto, de Carlos, de Joel, deaquella élite acogedora de los

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Departamentos del Hospital?…¿Reencarnaríamos inmediatamente, encaso de no haber conseguido méritospara un mayor estadio en el aprendizajeespiritual?…

Uno de aquellos días de ansiosaexpectación, nos sorprendió la visita delviejo amigo Jerónimo de AraújoSilveira.

Llegó al Pabellón Hindú por lamañana, acompañado del asistenteAmbrosio, a cuya bondad tanto debía.Había pasado ya por el Hospital, adespedirse de Teócrito y sus auxiliares,en cuyos corazones encontró siempre unsólido afecto; y ahora nos buscaba para

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retribuir las visitas que le hiciéramos ytambién para despedirse, pues aquellamisma semana se dirigiría alRecogimiento, a cuidar de lospreparativos de la próximareencarnación. Se veía la amarguraimpresa en sus facciones, con untremendo aspecto de postración. Élnunca había conseguido resignarse ydesde los tiempos del Valle Siniestro leconocíamos como de los más faltos dearmonía de nuestro grupo. Le sugerí, conpena y midiendo mis palabras para noherirle:

—¿Por qué no retrasas un poco másla vuelta al teatro de los infortunios que

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tanto daño te hicieron, amigo Silveira?… Me consta que no es obligatorio, endeterminados casos, la vuelta de maneraobligatoria… En cuanto a mi trataré dedilatar lo más posible mi permanenciaaquí… si no surge nada en contra…

Pero, es cierto que lasdeliberaciones tomadas después de laúltima visita que hicimos al Aislamientofueron muy serias e importantes, porquerespondió con ardor y vehemencia:

—No conviene en absoluto a misintereses personales dilatar por mástiempo el cumplimiento del deber…¿qué digo?… de la sentencia labradapor mí mismo el día en que comencé a

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desviarme de la Ley soberana que rigeel universo. Fui bien preparado por loshermanos Santarém y Ambrosio, misdignos tutores, para ese servicio que seimpone a mis críticas necesidades delmomento. Después de mucho pensar,llegué a la conclusión de que debo,realmente, renovar la existencia humanacuanto antes, ya que mis errores fuerongraves y grandes mis responsabilidades,con su abundante carga de deudas.Ahora, mi inquieta conciencia, meobliga a expurgar de ella los reflejosdeshonrosos que la ensombrecen, y esosólo será posible volviendo al teatro demis infracciones para realizar

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nuevamente, y de forma honrosa, lomismo que en un pasado indignodesbaraté, incluso mi propiaorganización material.

—¿Quieres decir que renacerás enOporto?… —preguntamos a coro.

—¡Si, amigos! ¡Loado sea Dios!…Renaceré realmente en Oporto, como enotro tiempo… Pasare la vida en unahacienda… Seré de nuevo una personarica, cuidaré de recursos económicostanto míos como ajenos y me enfrentarépor segunda vez a las rigurosastentaciones inspiradas por el orgullo, lavanidad y el egoísmo… Subiré en elconcepto de mis semejantes, me

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consideraran una persona honrada ygrata… Seré el mismo, tal cual fuiayer… Pero no me conocerán más con elnombre deshonrado de Jerónimo deAraújo Silveira, porque recibiré otro alnacer, para cubrirme de la vergüenzaque sigue mis pasos… Todo eso lorealizare como expiación, la terribleexpiación de tener riquezas, másarriesgada y temible que la de lamiseria, más difícil de conceder méritosa su infeliz poseedor…

La cercanía de una nueva cuna paraser una vez más hombre y resarcirantiguos delitos me conmueve hasta laslágrimas por comprobar la paternal

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bondad del Omnipotente,concediéndome la gracia del retornoprotegido por el olvido, por el disfrazde un nuevo cuerpo y un nuevo nombre,para que mi deshonra de otros tiemposno sea reconocida y rechazada por todala sociedad en que viví; y yo, confiado yfortalecido de esta forma, pueda intentarmi rehabilitación ante la Ley universalque infringí de todas las formasposibles, incluso ante mí mismo… Puesdebéis saber, amigos míos que lavergüenza de la deshonra me ruborizatodavía el rostro espiritual, como en eldía aciago en que me suicidé, intentandolibrarme de ella…

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—¡Me impresionan tus argumentosJerónimo! Compruebo con satisfacciónque no fueron inútiles los esfuerzos delos hermanos Santarém y Ambrosio en tucaso… —intervino Juan de Acevedo.

—Sí, —intervine, conmovido ypreocupado en desmenuzar las noticiaspara los apuntes de mis proyectadasmemorias. —Observo que serioscambios han producido un milagrosoefecto en tu modo de pensar… Pero, ¿enqué familia renacerás, Silveira?…Todavía nos acordamos de variasfamilias ricas de allá…

—Aunque lo supiese, no te lo podríarevelar, querido Botello. Me informaron

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mis tutores de que ese hecho esestrictamente confidencial, por nopermitir la Ley Magnánima ningunaindiscreción que pueda perturbar labuena marcha de la evolución aconfirmar… Según explicaciones delhermano Ambrosio sabremos, comomucho, el lugar donde iremos., hasta quenos internemos en el Recogimiento,donde nos informarán con todo detalle…

—Sin embargo, asistí a unaentrevista de dos reencarnantes delPsiquiátrico con sus futuros padres. y heoído decir a algunos vigilantes nuestros,que se pueden dar muchos pormenoressobre ese asunto, incluso a los

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hombres… —dije, recordando la visitaal Puesto de Emergencia de la Colonia,con la expedición del Departamento deReencarnación.

El hermano Ambrosio intervino,corroborando con autoridad lo que decíael futuro capitalista de Oporto:

¡Sí! Para estudio colectivo oesclarecimientos personales queproduzcan efectos saludables, y tambiéncomo premio a la sinceridad de lasintenciones y a la dedicación al trabajo,se permiten ciertas revelaciones sobreel delicado acontecimiento, incluso a loslegos. A los hombres, principalmente,les han sido dadas muchas indicaciones

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al respecto, para que les sirvan deincentivo para el progreso e incluso dealivio durante las reparaciones. Sinembargo, para satisfacer la meracuriosidad, ya sea entre nosotros o entrelos humanos, nunca se desvelará nada.Al reencarnante se le explicará, alinternarse en el Recogimiento, lo que aél respecta, de lo que sea útil ynecesario. ¿Te refieres alacontecimiento del Puesto deEmergencia?… Pero, ¿quiénes sonaquellos personajes?… ¿Sus nombres?… ¿Sus residencias?… Una islaexistente bajo bandera portuguesa…Cierta localidad del inmenso nordeste

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brasileño… Estemos de acuerdo, amigomío, que el sacrosanto secreto no fuerevelado, ¿no es verdad?…

Bajé la cabeza, mientras Belarmino,interesado, se volvía hacia Jerónimo:

—¿Y tienes confianza en la victoriade la rehabilitación?…

—¡Sinceramente, sí la tengo! Auncuando me sienta dolorido ante la ideade reproducir, acto por acto, concircunstancias agravantes, la existenciaen que fracasé. Creo estar preparado,porque, si no lo estuviera, dejaría derecibir el visto bueno de mis mentoresmayores para proseguir en el únicointento rehabilitador que debo realizar.

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Además, no lograré alcanzar del planoinvisible nada más sin responderdebidamente a mis inmensos débitos.

Hay que entender que hicedesgraciada a mi propia familia y quelancé a la miseria a otras familias queme prestaban la ayuda con sus propiosbienes y su trabajo, que se vieronvilipendiados por mí gracias a mi locurade jugador y libertino. Debo recordarque engañé a mi patria, crimen querepugna a cualquier hombre honrado,dejando mal incluso a funcionarios que,bondadosamente, intentando socorrerme,dándome plazo para rehabilitarme, nome embargaron como era su deber ni me

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denunciaron a la justicia ni decretaronmi bancarrota, etc. Todo esto pesa en labalanza de una conciencia despierta porel arrepentimiento, Belarmino, pues lohice bajo la influencia de la de miscostumbres licenciosas, de lairresponsabilidad y del desamor al bien.Me enredé de tal forma en el siniestrodel suicidio, que ahora me siento tanencadenado al pasado que, para realizaralgo en los planos espirituales, debovolver al escenario de mis errores parasubsanarlos, rehaciendo dignamente loque insensatamente hice.

Jerónimo prosiguió sin que leinterrumpiésemos, mientras la tristeza

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ensombrecía nuestros corazones:—¡Mis hijos no estarán más junto a

mí! Dejando de velar por mi familiahasta el final; rechazando a mediocamino la honrosa tarea de cabeza defamilia, concedido por el cielo con laintención de hacerme ascender enméritos, me situé en la desgraciadasituación de no tener la oportunidad enmi próxima existencia, de constituir unhogar y ser padre de nuevo.

No obstante, para resarcir mi actitudcon Zulmira y mis hijos, prometí aMaría, madre buenísima de mi Redentor,cuya solicitud maternal rehabilitó aMargarita y Albino, emplear todos los

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esfuerzos, cuando esté en la Tierra, en elsentido de amparar a criaturashuérfanas, levantar, de cualquier modo,refugios que acojan a la infancia, yvolverme un padre de los pobrecitoscomo lo sería de mis propios hijos. Eseserá mi ideal en la existencia expiatoriaa la que no tardaré en regresar…

—¡Quiera Dios que construyas esosrefugios para la infancia desvalida,antes que la ruina económica te alcance,amigo Jerónimo! —interrumpí yo,sorprendido con el valor que destilabansus afirmaciones.

—¡Dios lo quiera, amigo mío!…porque, antes o después de la ruina que

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me aguarda en la expiación terrestre,debo proteger a muchos huérfanos: lasimágenes llorosas de mis hijosarrojados al desamparo y a la desgraciapor mi muerte prematura estánindeleblemente fotografiadas en miconciencia, esperando por mi parte eldebido rescate, a costa del sacrificioque sea!…

Nuevamente interrumpió el hermanoAmbrosio, aclarando cautelosamente:

—Sí, quiera Dios que, en el apogeode las posibilidades económicas o en elocaso de las mismas, sus pensamientos ysu voluntad no se desvíen de la rutarehabilitadora que resolvió caminar En

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este momento nuestro penitente estáanimado de las mejores intenciones.Pero la victoria en lo que pretende,dependerá de su fuerza de voluntad y dela continuidad en los buenos propósitosque abriga. Generalmente el espíritu,una vez reencarnado, se deja engañarpor las fraudulentas atracciones delmedio ambiente a que se ve sometido,olvidando los compromisos de honorasumidos en la espiritualidad, por lo quemucho conviene, a la persona que losolvida, que sean cumplidos a la alturade la importancia que tienen… Pero, sila voluntad firme de vencer le impulsasin descanso, sobreponiéndose a las

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influencias del mundo egoísta, es biencierto que establecerá una armoniosacorrespondencia telepática con susmentores invisibles, que procurarananimarle a través de sanas y discretasinspiraciones, auxiliándole según la leyde solidaridad establecida con el intentode fraternizar el universo entero…

—Supongamos que Jerónimodescuidase las promesas hechas alreencarnar… ¿Qué pasará?… —pregunté, con mi pesimismo habitual.

—Tendrá siempre su concienciainquieta, y, más tarde, al regresar a laespiritualidad, se avergonzará de haberfaltado a su palabra, comprendiendo,

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además, la necesidad de cumplirla enuna nueva existencia… Esperamos, sinembargo, que eso no suceda en estecaso. Jerónimo tiene el principal factorpara realizar lo prometido: la buenavoluntad y la ternura por el hermanoabandonado…

Súbitamente, en medio del rápidosilencio que se produjo, Belarmino,cuyos sentimientos delicados el lectorya tuvo ocasión de apreciar, levantó lavista interesada hacia el futurocapitalista de Oporto y preguntóafectuosamente:

—¿Qué noticias nos puedes dar de tuMargarita?… ¿Se fue al Brasil?… ¿Y

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Albino?… ¿continua en prisión?… ¿Sumajestad se interesó por él, realmente?…

—¡Ah, sí!… —dijo el inconsolablepadre suicida, como si en las cuerdas desu corazón hubiesen vibrado acordespunzantes. Iba a comentaros las buenasnoticias… No pude visitarles más, comosabéis, por no permitírmelo mi situaciónmoral, capaz de muchasindiscreciones… Pero estoy bieninformado que Margarita, al llegar alBrasil, se casó con un compatriota,hombre probo y honesto, que le dioamor leal y un nombre honrado. ¡Loadosea Dios! ¡Qué bien hace a mi alma el

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daros esta noticia!… En cuanto aAlbino, es un modesto comerciante enLourenço Marques y se escribeasiduamente con su amigo Fernando, quele ha aconsejado honradamente e hizotodos los esfuerzos posibles paraproporcionarle un medio honrado devida, instruyéndole además, en laciencia de los espíritus, de la que es fieladepto. Se casó también, hace poco másde un año, con una bonita morena afro-portuguesa, ahora es padre de dos lindasgemelas recién nacidas…

—¿Les pudiste ver, aunque no lesvisitases, Jerónimo?… —pregunté,compartiendo la añoranza que se

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desprendía de sus expresiones.—¡Sí, amigo Botello! Les veo a

través de los aparatos del hermanoSantarém, y es como si les viese de biencerca y hablase con ellos, pues eso melo permiten… En cuanto a Zulmira,cómplice infeliz de mis desatinos,termina su desgraciada vida amparadapor nuestras dos hijas mayores, que nose negaron —gracias a Dios— aayudarle, cuando las buscó. Intentóimpedir la ida de Margarita al Brasil,sin conseguirlo. ¡Pobre Zulmira! ¡Laamaba tanto, Dios mío! Fui elresponsable de su caída. También a ellale debo reparaciones, que más tarde

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compensaré, con el favor del cielo…Dos días después, Roberto de

Canalejas volvió a visitarnos con unainvitación del hermano Teócrito paratener una reunión solemne en la Sede delDepartamento Hospitalario por la noche.Se trataba, decía el joven Canalejas, deuna ceremonia de despedida, durante lacual nos liberarían de la tutela delDepartamento y nos consideraríanhabilitados para emprender otroscaminos en busca de las reparacionespara los servicios del progreso.

De los barrios anexos al hospitalasistirían antiguos amparados, queinteresaba a todos profundamente. Como

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se puede comprender, el movimiento eraintenso, en ese crepúsculo en que todaslas dependencias del gran Departamentoenviaban a contingentes de espíritusconsiderados aptos o necesitados denuevas encarnaciones expiatorias,debido al mayor crimen que puedecometer la criatura ante su Creador.

Al entrar por primera vez en la sededel Departamento donde Teócrito teníasus despachos de dirección, nossorprendió la majestuosa estructurainterior del mismo, en el habitual estiloportugués clásico, de gran belleza ysobriedad de líneas.

Al llegar, nos llevaron a la amplia

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sala de asambleas, que parecía unaCámara representativa, donde lastribunas de los conferenciantes seríanocupadas por el gran público, es decir,por nosotros, los amparados, reservandoel nivel inferior a los Directores, comoen un anfiteatro. Sobresalía el magnoescenario, por una singular palideziluminada de manera que parecíaprovenir del exterior, llenando elambiente de irisaciones blanco azuladas.

Poco a poco se llenó el recinto. Loslugares reservados a las secciones eranrigurosamente separados por líneasdivisorias, convirtiéndose las graderíaso tribunas, como grandes camarotes

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destinados a clases sociales diferentes.Allí, sin embargo, no era social ladiferencia existente, sino moral yvibratoria, lo que quiere decir que cadagrupo se armonizaba completamente,teniendo un grado idéntico en la escalade las responsabilidades, de los méritosy deméritos.

Mientras, los responsables de lasdiferentes dependencias del granDepartamento se mantenían al lado de sudirector, es decir, de Teócrito, la tribunade honor situada al nivel de la sala. A suvez, los asistentes y vigilantesacompañaban a los internos en lastribunas, codeándose fraternalmente con

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ellos, como modestos espectadores.Entre los primeros, notamos la

presencia del Padre Anselmo, educadordel grupo de suicidas-obsesoresprisioneros de la Torre; del hermanoMiguel de Santarém, el abnegadoconsejero del Aislamiento; del hermanoJuan, el venerable anciano, guía pacientey caritativo del triste grupo delPsiquiátrico, todos rodeando al directordel Departamento, responsable, a su vez,por el Hospital María de Nazaret,mientras que sus asistentes se manteníancon nosotros, a excepción de Romeu yAlceste que, como iniciados,pertenecían a la graduación más elevada

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en la jerarquía espiritual, aunque fuesenasistentes de Teócrito.

A lo lejos, pudimos distinguir, a laclaridad plateada que bajaba de lamajestuosa cúpula, a algunos antiguoscompañeros, como Jerónimo, cabizbajoy pensativo, a Agenor Peñalva, elobsesor convertido bajo los cuidadosdel Padre Anselmo y de Olivier deGuzmán, después de treinta y ocho añosde pacientes esfuerzos, y cuyasfacciones, severas, duras, parecíanexpresar desconfianza, expectativaansiosa y sombría, así como un pavorindefinible.

En medio de la augusta sencillez, se

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desarrolló la magna ceremonia. Ningunaparticularidad sorprendió nuestraatención ávida del sensacionalismomórbido de la Tierra. Quiera Dios que,un día, los hombres encarnados,responsables por los graves problemasque agitan a la humanidad, aprendan conlos espíritus la sencillez que entoncestuvimos ocasión de apreciar, cuando sereúnan en festividades o deliberaciones.Sin embargo, se trataba de una sesiónmagna, en la que se dirimían losdestinos de centenas de criaturas que sedeberían recuperar del error paramarchar hacia Dios.

Teócrito se levantó, dejando irradiar

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de su semblante fino, casi translúcido,una sonrisa amable para sus pupilos,como si les saludase fraternalmente, y,después de una seña afable, comenzóinspirando nuevos ánimos de vida ennuestras almas y el rejuvenecimientopara las luchas del porvenir:

—¡Os saludamos a todos, queridoshermanos en Jesucristo! ¡Y en Sunombre excelso os deseamos la gloriosaconquista de la paz!

La voz del insigne director, o lasvibraciones de su pensamiento generosoen nuestro favor, que entendíamos comosi se tratase de su voz, llegaba a nuestroentendimiento dulce y leve, casi

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confidencial. Sin embargo, la granasistencia le oía nítidamente, sin perderun sólo monosílabo. Los españolesafirmaban después, que el orador habíahablado aquella noche en su idiomapatrio, utilizando incluso expresionesusuales de su lengua, conocidas porellos desde la infancia, lo que mucho lesconmovía y sensibilizaba. Nosotros, losportugueses, sin embargo, lescontradecíamos, pues lo que habíamosoído era un buen portugués clásico deCoímbra, mientras que los brasileñospresentes pretendían haber oído el suavey tierno lenguaje de las tierras nativas,con sus acentos y modulación propios

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[23].Un sincero encanto emocionaba a

toda la asistencia… Él, no obstante,prosiguió:

—No desconocéis, amigos míos, elmotivo de la presente reunión. Esvuestro futuro y el destino que osaguarda el que aquí se proyecta, queserán concertados en la programaciónque deberéis no sólo conocer, sinoprincipalmente, establecer y aprobar.

Desde el día en que abrimos laspuertas de esta Colonia Correccional,por órdenes de lo Alto, para recibiros yalojaros, habéis vivido entre lasalternativas de un hospital-presidio. Lo

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hicimos en vuestro propio beneficio,para que no fuesen más profundasvuestras desgracias ni más áridasvuestras responsabilidades en losdesvíos de las inconsecuencias funestasque fatalmente os habrían absorbidototalmente, por siglos de gravísimastransgresiones, si no hubiese sido por laintervención caritativa del PastorInmaculado que partió en busca devosotros, ansioso por traeros al aprisco.

Pero hoy vengo para comunicarosque, a partir de este momento, losmismos portones que se cerraron detrásde vosotros, aprisionándoos porimposiciones de severa protección y

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vigilancia, se abren ahora,permitiéndoos la libertad. Sois libres dela tutela del Departamento Hospitalario,hermanos. Todo cuanto a esta Coloniadebía intentar para ayudaros en laemergencia crítica en la que estabaissumidos, fue realizado. De ahora enadelante se imponen en vuestro trayectonuevas tentativas. Los nuevosquehaceres y condiciones de vidareclaman por vuestra parte una actividady energía que sinceramente deseamosemitáis sin desaliento ni tibieza… puesya habéis comprendido bien que jamáshabréis de morir. Nunca conseguiréisdesaparecer de vosotros mismos, ni de

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la creación, ni del universo.Y esto os sucede porque sois

criaturas emanadas del fluido eterno dela mente divina, en vosotros reside lavida eterna de Aquel que os concedió lagloria de crearos a Su semejanza, lo queequivale a decir que seréis como Él:¡eternos!

¡Ved que, poseyendo la vida eterna,una finalidad gloriosa reclama vuestrapresencia en el seno de la patria eterna,donde el soberano Señor del universomantiene la intensidad de Su gloria!

¿Para qué, entonces, habéis deluchar contra vuestro origen divino?¿Por qué se disminuye la criatura en la

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desobediencia contumaz a las leyesinmutables de la creación, si en sucumplimiento es donde encontrará losverdaderos motivos para sentirsehonrada, así como la felicidad por laque tanto se empeña y suspira, laalegría, la paz, la gloria inmortal?…Vuestro suicidio, ¿de qué os sirvió?…Sólo para demostraros vuestro grado deignorancia e inferioridad, presumiendoposeer mucho saber y mucha ciencia;sólo para dilatar vuestras amarguras amagnitudes incalculables para vuestroentendimiento, mientras que sería muchomás leve, porque es meritorio,acomodaros a las imposiciones de la ley

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que permite las tribulaciones cotidianascomo incentivo al espíritu para elprogreso y para el desarrollo de lasfacultades sublimes de las que esdepositario.

Que os sirva la amarga lección de laexperiencia, amigos míos y que laslágrimas vertidas por vuestras almas,inconsolables ante la realidad que veníscontemplando, se perpetúe en el fondode vuestras conciencias como unasaludable advertencia para los díasvenideros, cuando, renovando lasexperiencias en las que fracasasteis,practiquéis el sublime intento de larehabilitación.

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Dándoos la libertad que la ley osotorga, nos referimos al derecho quetenéis que, por vosotros mismos, y bajovuestra responsabilidad, de tratar devuestros intereses, presidiendo convuestro propio raciocinio los destinosque os aguardan. ¡Sí! sois libres deescoger lo que mejor os parezca. Aquíhabéis recibido todo tipo deesclarecimientos, que os permitiránelegir con buen acierto:

¿Queréis volver a la Tierrainmediatamente, ocupando un nuevocuerpo, vosotros, cuya razóndebidamente esclarecida se percató dela necesidad imperiosa e indispensable,

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de la terapia de la reencarnación, laúnica que os conducirá a la curadefinitiva de los complejos que os hanhundido en los pantanos deirremediables amarguras?…

¡Tenéis libertad para hacerlo, ya queestáis preparados para eso!

¿Preferís quedaros y cooperar connosotros, durante algún tiempo,retrasando la época del inevitableretorno al orbe terráqueo, aprendiendo aservir en el cuerpo de nuestra milicia odesarrollando facultades de amor en elaprendizaje fraterno de catequesis a losgrupos obsesores que infectan la Tierray lo invisible inferior, o en la ayuda a

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nuestros hospitales y enfermerías, esdecir, en asistencia benemérita decaridad y consuelo fraternal, vigilancia,etc.?…

¡Podéis escoger!Nuestro campo de acción es intenso

y muy amplio, y en las filas de nuestrogrupo siempre es bien recibido elvoluntario que, amando al Señor yrespetando sus Leyes, deseando trabajary servir para progresar, sometiéndose anuestros principios y dirección, si esinexperto, quiera colaborar para elengrandecimiento del bien y de lajusticia.

Ved a Joel, a quien tanto queréis:

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aquí entró en vuestras mismascondiciones. El amor de Jesús leconvirtió en una oveja pacífica. Y apesar de lo mucho que todavía tendráque experimentar en la Tierra, comoresultado del infeliz suicida, en cuantoal amor que sabe dar a sus hermanossufridores, ¿cuántos gestos nobles ymeritorios distribuye todos los díasentre los que están confiados a suvigilancia?…

¿Quizás deseáis quedaros aquí, sinintentar nada en beneficio propio,ambulando de Departamento enDepartamento, observando, presos a uncírculo vicioso de contemplación

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improductiva, o entre lo invisibleinferior y la Tierra, arriesgándoos apeligrosas tentaciones, inactivos,ociosos, ejerciendo la mendicidad en loastral, sin hacer nada de meritorio,aunque incapaces de la práctica del mal,ya que no sois malos?…

¡No nos opondremos tampoco,aunque, con todas las fuerzas de nuestraalma y el sincero empeño de nuestroscorazones, os aconsejemos que noprocedáis así, porque esto redundaría endaños penosísimos para vuestrasituación, en angustias evitables,prolongadas en estados insosteniblesque os harían acumular desventajas

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amargas y responsabilidades queconvendría mucho que evitéis!…

¿O, también, si deseáis prolongar lapermanencia a nuestro lado, parainiciaros en los conocimientossuperiores de la vida, consagrándoos alos cursos preparatorios para laverdadera iniciación, solo posibledespués de los rescates a que oscomprometisteis con la propiaconciencia?

¡Sed bienvenidos, amigos míos! Yaprended con el Maestro de losmaestros los principios que os hanfaltado. Y recibid en Su nombre loselementos con que os fortificareis para

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la consecución de los ideales del amor,de la justicia y de la verdad.

Muchos de vosotros, presentes enesta asamblea, ya son capaces de seguirese curso preparatorio. Para otros, sinembargo, el momento aún no llegó. Susconciencias les susurran el camino aseguir sin que tengamos que indicárselonosotros. Incluso para los que son yacapaces, nada les obligará a aceptar lainvitación que les hacemos. Aceptadlosi lo queréis, por libre y espontáneavoluntad…

Un murmullo discreto recorrió laasistencia, admirando la caritativasutileza del método puesto en práctica,

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que inhibía a todos los de nuestro grupo,de juzgarse favorecidos con cualquierclase de superioridad, ya que nopodíamos evaluar los dictados denuestras conciencias, así comoeliminando cualquier predilección porparte de los mentores. Teócritocontinuó, después de una pausa:

—Os será concedido un plazo detreinta días para que meditéisdeliberadamente sobre lo que acabáis deoír; pues, aunque estéis desde hacebastante tiempo adoctrinados yesclarecidos para tomar, por vosotrosmismos, la decisión que os conviene, latolerancia manda que tengáis algún

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tiempo de meditación con respecto avuestras tentativas futuras.

Durante ese plazo, os atenderándiariamente en la sede delDepartamento, si deseáis informacioneso más esclarecimientos en lo que osinterese particularmente… y podréis, sinningún tipo de obligación, expresaronampliamente con el que os reciba aquí,porque él hablará en nombre del divinoPastor, y porque os conoce en todas lasparticularidades y sutilezas, leyendo envuestras almas como en un libro abierto.También, estáis invitados a lasreuniones que se realizarán en estemismo local para vosotros, en las que

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trataremos todo cuanto, de modogeneral, os pueda esclarecer, instruir yreanimar para el futuro al que seréisimpulsados por vuestras afinidades. Alagotarse el plazo concedido,comunicaréis a la Dirección de laInstitución, a la que estáis afiliados, lasresoluciones tomadas, y ella, entonces,bajo nuestra planificación, os llevaráhacia el destino que voluntariamentehayáis escogido.

A estas sencillas e importantespautas siguió la primera exposición delos deberes que tendríamos comoespíritus arrepentidos y deseosos derehabilitación. Era la primera

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conferencia de la serie a la que nosconvocaban y el orador fue el mismoTeócrito. Habló paternalmente yaconsejó, sin éxtasis apasionados deoratoria, pero dejando penetrar hasta elfondo de nuestras almas, profundasreflexiones sobre las particularidadesinferiores de cada uno. Parecía que,como legítimo conocedor de loscomplejos que mantenían nuestro ser,traía el objetivo de ayudarnos areconocerlos, medirlos, desmenuzarlos,para animarnos a darles combate.

Nos retiramos, en esa nochememorable, reconfortados y fortalecidospor maravillosas esperanzas… Y allí

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volvimos muchas veces todavía paraoírle expresarse sobre los más elevadosconceptos que podríamos concebiracerca de la vida, las leyes del universo,las magnificencias morales resultantesdel cumplimiento del deber, laobservancia de la justicia, la prácticadel amor y de la fraternidad, laobediencia a la razón como a la moral ya todos los demás principios del bien.

Una vez agotado el plazoestablecido por los reglamentosinternos, hubo un gran movimiento en elDepartamento Hospitalario y la Torre.Grupos de asilados cruzaban lasalamedas nevadas de los parques, yendo

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a la sede del Departamento,acompañados de sus mentores, paracomunicar a la autoridad máxima delnoble grupo las resolucionesdefinitivamente tomadas después de lasmás graves elucubraciones y análisissobre la situación propia, asistidos porlos desvelados consejeros y educadoresy orientados por el mismo Teócrito,como vimos.

Agenor Peñalva, así como otrosprisioneros de la Torre, suicidas-obsesores que habían sembradodesorden, lágrimas, incontablesdesgracias en el pasado, bien en calidadde hombres encarnados o, más tarde,

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como espíritus inferiores que eran,Jerónimo de Araújo Silveira, MarioSobral y otros prefirieron lareencarnación inmediata, dada laincomodidad de los remordimientos ylas angustiosas perspectivas del pasadoque obsesionaban sus mentes,incapacitándoles para cualquier otrointento. Tenían urgencia de expiación,para conseguir treguas en el olvidotemporal de los servicios de renovaciónplanetaria, para después, atender, másserenos, mayores realizaciones.

Otros se decidieron por la estanciaen los trabajos de la Vigilancia, dondepodrían aprender algo para fortalecerse

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un poco más, porque aún tibios eindecisos, temían todavía el contactocon la carne, desconfiando de suspropias flaquezas. Algún tiempo decontacto con las caravanas heroicas, enel servicio de socorro y auxilio tanto alos desgraciados del Valle Siniestrocomo de la Tierra, desempeñando labeneficencia, creían que les prepararíacon mayor seguridad, señalándolescaminos más amplios en la senda de lafraternidad.

Belarmino, Juan de Acevedo y yo,así como otros pocos que se afinabanmuy bien con nosotros, todos delHospital María de Nazaret, atraídos por

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las magníficas enseñanzas del preclarodirector del Departamento, después demuchas y cuidadosas investigacionesdentro de nosotros mismos, nospresentamos ante él, declarando que, siéramos merecedores de proseguir en lassendas preparatorias de la iniciación, apesar de los errores que sobrecargabannuestras conciencias, nosotros lopreferíamos, porque nos seducía laperspectiva del conocimiento quepudiésemos adquirir.

—¡Sed bienvenidos, amigos! —fuela respuesta. Mañana mismo podréisseguir vuestro nuevo destino… ¿Paraque aguardar más?… Sin embargo, no

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dependeréis de mí… Mi misión junto avosotros está finalizada, y caminaréishacia adelante, bajo los cuidados denuevos mentores… Nos unirá, sinembargo, para siempre, el dulce afectoque se estableció en nuestros espíritusdurante el tiempo que aquí pasasteis…

Convencidos de que al día siguientedejaríamos el DepartamentoHospitalario, separándonos de losgenerosos amigos que tanto nosconsolaron en la desgracia, una tristezaprofunda nos ensombreció el corazón.Sin embargo, todos nosotros sabíamosque la permanencia en un hospital estemporal, y generalmente corta.

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Nos despedimos, comenzando por elpropio Hospital, que estaba cerca. Joel,nos abrazó entre una sonrisa y un minutode intervalo en los quehaceres que eranmuchos aquella mañana, ya que, enpocas horas, llegaría un nuevocontingente de condenados traídos delValle, y nos dijo, reconfortándonos unavez más:

—No penséis que estaréis separadosde nosotros… Nos veremos muchasveces… Paciencia, amigos míos,paciencia…

Carlos y Roberto, como siempre, seofrecieron a guiarnos en las visitas dedespedida. Volvimos a ver y abrazamos

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a todos los nobles mentores, amigos deincansable dedicación, a quienesdebíamos los conocimientos queobtuvimos fuera de nuestroDepartamento, que se extendieron através del tiempo, solidificándose enperpetuo afecto.

Estábamos en el Departamento deReencarnación, acompañados de lasgentiles hermanas Rosalía y Celestina,en el momento que daban entrada avarios pretendientes a la matrícula en elRecogimiento. Era doloroso verlesmadurar sobre los dramas nefastos queles impulsaban hacia el futuro redentor.Parecían condenados expulsados del

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paraíso por falta de afinidad para vivirallí por más tiempo, el triste éxodo delos condenados por las más gravesdesobediencias a las Leyes del Señortodo bondad y misericordia.

Era un grupo de arrepentidos que,entre las luchas de las incomprensionesde las pruebas terrestres, iban a limpiarsu conciencia manchada por el pecado, através del bautizo en el fuego redentordel sufrimiento y, de esta forma, sacarlade la deshonra.

Caminaban en una extensa fila, dedos en dos, subiendo las escaleras de lasede del Departamento y desaparecíanenseguida en el interior del mismo…

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Prisioneros de un pasado abominable,esclavizados por su mente oscura,incapacitados, en vista de sus punzantesremordimientos, para cualquier tentativaantes de una reencarnación expiatoria,seguían cabizbajos, tristes y temerosos,dando la impresión de que se sometíansólo porque no habían encontrado otroremedio para restituir el honorespiritual, la serenidad íntima, más queese providencial recurso señalado porla Ley magnánima: volver a serhombres. Se renovarían en las luchasplanetarias a través de los ejerciciosrehabilitadores del cumplimiento deldeber.

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Una desoladora sensación de pavorestremeció nuestras fibras más sensiblesal encontrarnos con un grupo conducidopor el hermano Juan, director delPsiquiátrico. Incapaces de razonarlibremente seguían hacia sureencarnación, impulsados por lanecesidad imperiosa de una mejora yalgún progreso; y sólo los escasosatenuantes que deberían traer, así comolos deméritos que evidentementemostraban y sus lastimosos estadosvibratorios establecerían lascondiciones para la existencia quebuscaban. El Hermano Juan, el generosoTeócrito, los técnicos del Departamento

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de Reencarnación, la dirección generalde la Colonia, sus guardianes mayores,todos inspirados en la justicia y en lamisericordia de las Leyes soberanas delOmnipotente creador, eran los quesuplían sus incapacidades de justodiscernimiento para libremente escogersu futuro, estableciendo en consejo loque mejor les convenía, y recibiendopara eso el beneplácito del Maestroredentor.

No pudimos contener las lágrimas alver a Jerónimo y a Mario, nuestrospobres compañeros y afines desde lasombría desesperación del ValleSiniestro. El primero, abatido, curvaba

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la cabeza sobre el pecho, como elcondenado sumiso en el momentosupremo. No nos vio, ya que seguíaabsorto en las ondas aflictivas delpensamiento. El segundo, sin embargo,sonriente y valeroso, con los cabellosrevueltos, como el primer día en que levimos; el pecho erguido desafiando lasluchas futuras, los ojos vivos mirando alfrente, como un soñador que prevé lavictoria de la empresa penosamenteiniciada entre los sacrificios exigidospor la razón y las lágrimas vertidas porel Corazón, unidos por un sinceroarrepentimiento. Al vernos, nos saludóamigablemente, en un adiós que parecía

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el último, mientras un rumor deindescriptible horror angustiaba nuestrasalmas: el desgraciado nos saludó consus brazos, donde no existían manos,mientras que éstas allá estaban,arrancadas, enclavadas en su propiocuello, recordando la muerte violentapor estrangulación, la misma que élprovocó a la infeliz Eulina.

—Bien seguro que vencerá —profetizó la hermana Celestina,pensativa. Su próxima existenciaterrestre será un duro calvario, propiode las almas valientes, que searrepienten. Sólo conocerá lágrimas dela cuna a la tumba. Se arrastrará sin

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esperanza ni compensaciones, mutilado,enfermo, humillado, ridiculizado,traicionado por su propia madre, que lerepudiará al darle la vida, pues sóloobtendrá un cuerpo en los ambientesviciosos donde anduvo en otro tiempo…

Pero es preciso que sea así para quese reconcilie con su propia conciencia yse reencuentre armonizado con elprogreso natural de cada criatura enbusca de Dios. Así lo comprendió,puesto que él mismo escribió lasentencia que le convenía y la entregó alhermano Teócrito para dirigirla a laDirección General y conseguir laaprobación de su guardián mayor, es

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decir, de María, gobernadora de laLegión a la que pertenecemos… Mariose impuso una expiación durísima, comotantos y tantos hermanos nuestrosexistentes sobre la costra de la Tierra,en rescate severo y decisivo.

Al atardecer del día siguientedejamos el DepartamentoHospitalario…

Nos vino a buscar un pequeñovehículo, del tipo usual en el interior dela Colonia. Silenciosamente,conmovidos, nos sentamos y, animadospor la presencia de Romeu y Alceste,que nos acompañarían al nuevodomicilio, observamos mientras se

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deslizaba suavemente, que las nievesmelancólicas se deshelaban y el paisajese coloreaba de hermosos tonos demadreperla, las flores surgían en unafiesta policroma a la vera de un caminoamorosamente cuidado, mientras losprimeros edificios de una magnificametrópoli hindú aparecían ante nuestrosojos sorprendidos, que creían soñar.

¡Loado sea Dios! ¡Era, pues, verdad,que habíamos progresado!

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TERCERA PARTE

LA CIUDADUNIVERSITARIA

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CAPÍTULO ILA MANSIÓN DE LA

ESPERANZA

La primera noche la pasamos enansiosa expectación. Nuestros aposentosdaban al jardín y desde allí veíamos elamplio horizonte de la metrópoli,adornado de pabellones graciosos queparecían construidos en madreperla y decuyos cobertizos, que lo adornabanpintorescamente, emanaban fraganciasdelicadas de miríadas de arbustos ytiernas flores, que ya no eran monótonas,

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blancas, como en el DepartamentoHospitalario.

Todo indicaba que estábamos, segúnnuestras afinidades, en una CiudadUniversitaria, donde iban a concedernosnuevos ciclos de estudio y aprendizaje,según nuestro deseo.

Mientras paseábamos, ante nuestrosojos interesados se extendía un paisajeameno y seductor, donde soberbiosedificios, en un estilo fantástico, queparecía el modelo de una civilizaciónque nunca llegaría a concretarse en laTierra, nos llevaron a meditar sobre laposibilidad que neblinas ignotas,irisadas de palideces también

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desconocidas, habían servido a losartistas de aquellas cúpulas seductoras,los encajes sugestivos, el pintorescoencanto de los balcones convidando a lamente del poeta a devaneos profusos,camino al ideal.

Unas inmensas avenidas se abríanentre arboledas majestuosas y lagosdulcemente encrespados, orlados deramilletes floridos y perfumados. Y,alineadas, como en una visióninolvidable de una ciudad de hadas, lasfacultades donde el infeliz suicidadebería capacitarse para sus decisivasreformas personales, indispensablespara ser admitido a la verdadera

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iniciación, más tarde, después de unanueva encarnación terrena, dondetestificase los valores adquiridosdurante la preparación.

No es posible describir el encantoque irradiaba de ese barrio donde lascúpulas y torres de los edificiosparecían filigranas resplandeciendodiscretamente, como rociadas, y sobrelas que los rayos del astro rey,proyectados en conjunto conevaporaciones de gases sublimados,prestaban tonalidades de efectos cuyabelleza no se puede comparar con nada.

En todo, sin embargo, se adivinabauna augusta superioridad, desprendiendo

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sugestiones grandiosas, inconcebibles alhombre encarnado. Pero no se trataba deuna residencia privilegiada, sino sólo unnivel más arriba del triste asilohospitalario…

Emocionados, nos detuvimos antelas facultades donde íbamos a estudiar.Allá estaban, coronándolas, los letrerosdescriptivos de las enseñanzas querecibiríamos:

—Moral, filosofía, ciencia,psicología, pedagogía, cosmogonía, eincluso un idioma nuevo, que no iba aser sólo una lengua más, utilizada en laTierra como adorno de ricos uornamento frívolo de quien tuviese

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recursos monetarios suficientes paracomprar el privilegio de aprenderla.¡No! El idioma cuya indicación allí nossorprendía sería el idioma definitivo,que había de estrechar en el futuro lasrelaciones entre los hombres y losespíritus, por facilitarles elentendimiento, removiendo igualmentelas barreras de la incomprensión entrelos humanos y contribuyendo para laconfraternización ideada por Jesús deNazaret:

¡Una sola lengua, una solabandera, un solo pastor!

Ese idioma, cuya ausencia entremédiums brasileños me había

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imposibilitado realizar obras como yohubiese deseado, contribuyendo paraque fuese más penoso el trabajo de mirehabilitación, tenía un nombre que sealiaba al dulce alivio que aclarabanuestras mentes. Se llamaba, comonuestro barrio, Esperanza, y allá estaba,junto a los demás, el majestuoso edificiodonde se impartía su aprendizaje.Convenía que lo aprendiésemos, paraque, al reencarnar, llevándolo impresoen el fondo del Espíritu, nodescuidásemos de ejercitarlo en laTierra.

El benéfico frescor matinal traía anuestro olfato el perfume dulcísimo, que

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creímos provenían de los claverossanguíneos que las portuguesas tantogustan de cultivar en sus jardines y delas tiernas glicinias, excitadas por elrocío saludable de la alborada. Y lospájaros, cantaban a lo lejos tiernasmelodías, completando la dulzura delcuadro. Habíamos llegado la víspera,cuando las estrellas comenzaban abrillar irradiando caricias luminosas.

Romeu y Alceste nos presentaron ala dirección del nuevo Instituto y sedespidieron enseguida, dando porterminada su misión junto a nosotros. Nofue sin profunda emoción que vimospartir a los jóvenes a quienes tanto

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debíamos, y a los que abrazamos,conmovidos, aunque, sonriendo, nosdijeron:

—No estaremos separados. Sólocambiasteis de recinto, dentro delmismo hogar. ¿No es el mismo universoinfinito el hogar de las criaturas deDios?…

El hermano Sóstenes era el directorde la ciudad Esperanza. Nos hablógrave, discreto, bondadoso, sin que nosanimásemos a mirarle:

—¡Sed bienvenidos, queridos hijos!Que Jesús, el único Maestro que aquíencontrareis, os inspire la conducta aseguir en la nueva etapa que hoy

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iniciáis. ¡Confiad! ¡Aprended!¡Trabajad! para que podáis vencer. Estacasa es vuestra. Habitáis, por tanto, enun hogar que es el vuestro, y dondeencontrareis hermanos, como vosotros,hijos del Eterno. María, bajo elbeneplácito de su Augusto hijo, ordenósu creación para facilitaros laindispensable rehabilitación.Encontrareis en su amor de Madre labase sublime para vencer los erroresque os alejaron de los pasos del granMaestro a quien debéis amor yobediencia. Es necesario, por tanto,apresurar la marcha y recuperar eltiempo perdido. Espero que sepáis

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comprender con inteligencia vuestraspropias necesidades…

No respondimos y las lágrimashumedecieron nuestras mejillas. Éramoscomo niños tímidos que se viesen asolas por primera vez con el viejo yrespetable profesor todavía difícil decomprender. Después, nos condujeron alinternado donde íbamos a residir.Pasamos allí la noche y por la mañana,salimos a pasear.

En los parques que rodeaban laciudad, encontrábamos a grupos dealumnos oyendo a sus maestros bajo lapoesía dulcísima de arboledasfrondosas, atentos y absortos como en

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otro tiempo lo habrían sido losdiscípulos de Sócrates o de Platón, bajoel murmullo de los plátanos de Atenas;los iniciados del gran Pitágoras y loshabitantes de Galilea y Judea,Cafarnaúm y Genesaret, embebidos antela intraducible magia de la palabramesiánica.

Las jóvenes caminaban por lasalamedas, acompañadas de asistentescomo Marie Nimiers, a quien más tardeconoceríamos muy de cerca; o comoVicenta de Guzmán [24], joven religiosade la antigua orden de S. Francisco,hermana de nuestro antiguo benefactor,Ramiro de Guzmán, que igualmente

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pasamos a bien querer cuando supimossu parentesco con aquel magníficoservidor de la Sección de lasRelaciones con la Tierra.

Absortos, consentíamos que laimaginación se desbocase arrastrada porlas sugestiones, dejando palpitar ennuestra mente múltiples impresiones,cuando alguien me tocó suavemente enel hombro, produciendo en misensibilidad la tierna emoción de unacaricia infantil que me despertaba de unprolongado entorpecimiento. Me volví,ya que sólo estaba con Juan yBelarmino, y los demás se habíaninternado en el Recogimiento. Dos

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damas estaban a nuestro lado,invitándonos para una reunión de honorconvocada para el pequeño grupollegado ayer. Decían que íbamos a serpresentados a nuestros nuevos mentores,aquellos que nos darían la educacióndefinitiva. Nos iban a entregar a elloscomo los verdaderos guardianes quevelarían paternalmente por nosotroshasta terminar el curso de experienciasrenovadoras que urgía realizar ennuestra próxima encarnación en el planoterrestre.

La primera de ellas, justamente laque había tocado mi hombro, era unajoven rubia y delicada, que tendría unos

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quince años, muy agraciada. Vestíacuriosamente de una manera que noescapó a nuestro análisis: Una túnicablanca atada a la cintura, manto azulcolgado al antiguo uso griego y unapequeña guirnalda de minúsculas rosasadornándole la frente. Parecía un ángel aquien le faltasen las alas. Al comienzocreí que era víctima de una alucinación,ya que, salido del Valle de losCondenados para la Ciudad de laEsperanza, tendría el don de crear loopuesto de lo hediondo, o sea, loagradable y lo bello. La niña se llamabaRita de Cassia de Forjaz Franzáo,nombre de una familia aristócrata en su

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última etapa terrestre en Portugal. Mástarde, pasados algunos días, me explicóel origen de su vestimenta:

—Me sepultaron así, o mejor, asívistieron mi cuerpo, cuando lo abandonépor última vez, en la Tierra. Tan gratafue a mi corazón la vuelta a lo invisible,a pesar de la tristeza que ocasionó a unser muy querido para mi, que retuve enmi mente el recuerdo del último"vestido" terrestre…

La segunda, alta, también rubia,debería haber dejado el cuerpo no lejosde los cincuenta años, conservando aunlas impresiones mentales que permitíanesas observaciones. Simpática y

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atractiva, me extendió la mano muygentilmente, presentándose a nosotros:

—Tengo la certeza que ya oísteishablar de mí… Soy Doris Mary Steel daCosta y vengo de una existencia pasadaen la que muy gratamente serví de madrea mi pobre Joel… vuestro amigo delDepartamento Hospitalario.

Nos sentimos encantados, sinpalabras suficientemente expresivaspara traducir la emoción que nosconmovía. Respetuosamente besamos sumano pero sinceramente, sin laafectación que antes teníamoscostumbre…

A la hora señalada entramos en la

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sala de reuniones, situada en la sedecentral del nuevo Departamento,acompañados por las hermanasvigilantes encargadas del serviciointerno.

Nuestro grupo, cerca de doscientaspersonas, era de los más grandes quehabía en ese momento en la Ciudad,contando en su conjunto con un grancontingente de damas brasileñaspertenecientes a diversos planossociales de la Tierra, lo que nossorprendió, reconociendo que laestadística de suicidios de mujeres en elBrasil era mucho mayor que la dePortugal. Presidía la magna reunión el

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Director del Instituto, el hermanoSóstenes.

De entrada, nos exhortó a unhomenaje mental al Creador, lo quehicimos orando íntimamente, tal comonos fuese posible, impulsados por unsincero respeto. A su derecha estaba unanciano, cuyas blancas barbas, bajandohasta la cintura, para terminar en punta,le imprimían tal aspecto venerable que,emocionados, nos creímos en presenciade uno de aquellos patriarcas que loslibros sagrados nos retratan o a un faquirhindú experto en virtudes y ciencias através de las más austeras disciplinas. Ala izquierda, otro iniciado nos despertó

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la atención con su perfil hindú clásico,lo que infundió a nuestro espíritu unsingular sentimiento de atracción. Tanvenerable como el otro, el nuevopersonaje tenía, sin embargo, menosedad, reflejando antes la madurez con lapujanza de su equilibrio racionalestampada en el vigor de sus faccionesque nos dejaba ver con nitidez. Másallá, un joven casi adolescente nosdespertó mayor atención, ya queocupaba otra cátedra de maestro, y no ellugar reservado a los adjuntos. Con unrostro angelical, por así decirlo, superfil hebreo irradiaba una dulzura tanimpresionante que creíamos tratarse

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antes de una aparición de las quemencionan los libros orientales, si nofuese por la realidad indiscutible detodo cuanto nos rodeaba. Sóstenesestaba a la derecha, al lado del anciano.

A una seña del hermano Sóstenes, seinició la llamada de los pacientes.Nuestros nombres, registrados en elvoluminoso libro de matrícula dondefirmamos al llegar resonaban, uno a uno,proferidos por la vigorosa voz de unadjunto que, al lado de la tribuna dehonor, ejercía como secretario de lareunión. Y, oyendo que nos llamaban,respondíamos tímidamente, comocolegiales bisoños, mientras el eco

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hacia repetir nuestros nombres más allá,entre salas y galerías, llevándolos, através de las alamedas distantes, de losparques de la ciudad que se extendíaentre flores y pabellones grandiosos,para perpetuarles, ¿quién sabe?repercutiéndoles a través del infinito yde la eternidad…

El director se levantó para eldiscurso de honor:

—Iniciáis en este momento unanueva fase en vuestra existencia deespíritus, queridos amigos. Entre tantospacientes que llegaron con vosotros aesta Colonia, fuisteis los únicos enalcanzar las condiciones indispensables

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para las luchas del aprendizajeespiritual que os proporcionará una basesólida para adquirir valores personalesen el porvenir. Seréis matriculados ennuestras Facultades, ya que presentáis elnecesario desarrollo moral y mentalpara la adquisición de esclarecimientosque os permitirán la próximareencarnación recuperadora, capaz dedaros la rehabilitación decisiva delerror en que sucumbisteis.

Como debéis haber percibido desdehace mucho, no sois condenadosirrecuperables a los que la Ley universalaplica medidas extremas, relegándoos ala eterna inferioridad del presente y al

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abandono de las angustias inconsolablesactuales, por excluiros vosotros mismosde la armonía apropiada a toda criaturaoriginada del Sempiterno amor. Alcontrario, os decimos que tenéis elderecho de esperar mucho de la bondadpaternal del Omnipotente creador,porque, la misma Ley, establecida porÉl, que infringisteis con el suicidio, osproporcionará a todos la posibilidad derecomenzar la experiencia interrumpidapor el suicidio, dándoos, honrosamente,la oportunidad de una rehabilitaciónsegura.

Nada conocéis, sin embargo, de lavida espiritual y es preciso que la

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conozcáis. Hasta ahora vuestrasestancias en la erraticidad vienenverificándose en zonas inferiores de loinvisible donde poco habéisaprovechado moralmente, a causa de lacoraza de animalidad que envuelvevuestras vibraciones mentales unidas,particularmente, al dominio de lassensaciones. Hace cerca de un siglo, sinembargo, llegó la época de anteponerrigores a vuestros continuados desatinosy despertaros del círculo vicioso en queos dejasteis estar encaminándoos haciala alborada de la redención con Jesús,que os conducirá al verdadero objetivoque, como criaturas de Dios, debéis

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forzosamente alcanzar.Muchos de vosotros, que fuisteis

doctos en la Tierra, lúcidas inteligenciasque se impusieron en el concepto de lasociedad terrestre, desconocéis, todavía,los más rudimentarios principios deespiritualidad, llevando realmente ladisplicencia al extremo de negarlos ycombatirlos, cuando los descubristeis enel carácter del prójimo. Debéis, por esomismo, iniciar con nosotros un curso dereeducación moral-mental-espiritual,que es lo que os ha faltado, ya que laspredisposiciones para ello seencontraban en las invocacionesdesesperadas de los sufrimientos por los

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que pasáis.Si no hubiera sido por el gesto audaz

de precipitación, contrario a las leyesinvariables que aun desconocéis, hoyestaríais glorificados por una victoriamagnífica, laureados por elcumplimiento del deber, preparadospara nuevos ciclos de aprendizaje. Sinembargo, el suicidio, que no os trajo lamuerte, porque la muerte es ficción eneste universo vivo y regido por leyeseternas provenientes de la sabiduría delCreador eterno que no os concedió nireposo, ni olvido, ni aniquilamiento,porque no alcanzó sino al cuerpo físicoy nunca al espiritual, donde reside

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vuestra personalidad verdadera y eterna.El suicidio, insisto, arrebató todo elmérito que podríais tener,precipitándoos a una situacióncalamitosa, de la que no saldréismientras no se realice una restauracióntotal. Y os advierto, mis amigos, que, enla lucha que emprenderéis paraconseguir tal objetivo, más de un siglopresenciará las lágrimas quederramareis sobre las consecuencias delexecrable acto irrespetuoso tanto haciavosotros mismos, como hacia Dios.

Sin embargo, las enseñanzas que osadministraremos influirán bastante en lavictoria que alcanzaréis. Pero, no

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saldréis de este local, alcanzandoesferas espirituales más compensadoras,mientras de nuestro Instituto, o devuestras conciencias, no recibáiscertificados de rehabilitación, que ospermitirán el ingreso a lugares normalesen la jerarquía de la evolución, y talescertificados, mis amigos, solo os seránconfiados después de la reencarnaciónque deberéis abrazar, una vez terminadoel curso iniciado en este momento…

Siguió una breve pausa, dándonos laimpresión de que nuevas disposicionesdespertaban las fibras de nuestras almas.Volviéndose hacia los tres compañerosque le rodeaban, el orador continuó,

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acaparando más nuestra atención:—Aquí tenéis a vuestros

educadores. Son como ángeles tutelaresque se inclinarán sobre vosotros yvuestros destinos, amparándoos en laespinosa jornada. Os acompañarán, apartir de este momento, todos los díasde vuestra vida, y solo darán porcumplida la noble misión junto avosotros, cuando, una vez glorificadospor la observancia de la Ley queinfringisteis, volváis de la Tierra,nuevamente, a este asilo, recibiendo,entonces el pasaporte para otralocalidad espiritual, donde iniciaréis laruta evolutiva normal interrumpida por

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el suicidio.Las credenciales de los maestros a

quienes, en este momento, os entregamosen nombre del Pastor celeste, seextienden, en virtudes y méritos, a unpasado remoto, comprobado muchasveces en testimonios santificantes.

A mi derecha, está Epaminondas deVigo, quien, en escala ascensionalbrillante, viene desde el antiguo Egiptohasta los sombríos días de la EdadMedia, en España, sirviendo a la verdady exaltando el nombre de Dios, sin quesus triunfos se hayan aminorado en losplanos de la Espiritualidad hasta elmomento presente. En los tiempos

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apostólicos, donde, como discípulo deSimón Pedro, glorificó al MaestroDivino, tuvo el honor supremo de sufrirel martirio y la muerte en el circo deDomício Nerón.

En España, bajo el imperio de lastinieblas que rodeaban las leyesimpuestas por el llamado Santo Oficio,brilló como estrella salvadora,mostrando caminos sublimes a losdesgraciados y perseguidos, así como amuchos corazones ansiosos por el idealdivino, empuñando antorchas deciencias sublimadas en el amor y en elrespeto a los Evangelios del CorderoInmaculado, ciencias que había ido a

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buscar, desde hacía mucho, enperegrinaciones devotas, a los arcanossagrados de la vieja India, sabia yprotectora, en la Tierra, de verdadesinmortales.

Pero justamente porque brilló enmedio de las tinieblas, le sacrificaronnuevamente, ya no tirando su viejocuerpo carnal a las fieras hambrientas, ysí quemándole en la hoguera pública,donde, una vez más, probó él suincorruptible dedicación al Señor Jesúsde Nazaret.

A la izquierda tenéis a Souria-Omar,antiguo maestro de iniciación enAlejandría, filósofo en Grecia, después

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de la venida de Sócrates, cuandocomenzaban a encenderse para el pueblolos brillos inmortales, hasta entoncesalejado de los conocimientos sublimes,ya que estos eran mantenidos en secretoy sólo para conocimiento y uso desabios y doctos. Como eminenteprecursor del Gran Maestro, enseñó ladoctrina secreta a discípulos elevadosde las más modestas clases sociales, alos desheredados e infelices; y, a lasombra benéfica de las hayas frondosaso bajo la poesía de los plátanos, lesproporcionaba enseñanzas llenas dedivina magnificencia, transportándolesde felicidad en la elevación de los

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pensamientos hacia el Dios sempiterno,creador de todas las cosas, aquel Diosdesconocido cuya imagen no constaba enla colección de los altares de piedra dela antigua Hélade…

Más tarde, le tenéis reencarnado enla propia Judea, atraído por la figuraincomparable del Maestro de losmaestros, manifestándose en actitudeshumildes, oscuras, pero generosas ysanas, por seguir los pasos luminososdel celeste Pastor. Entrado ya en edadavanzada, conoció las férreaspersecuciones de Jerusalén, después delapedreamiento de Esteban. Estoico,fortalecido por una fe inquebrantable,

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sufrió un largo martirio en el fondosiniestro de un antiguo calabozo;torturado con la ceguera, por serconsiderado hombre letrado y, por tanto,peligroso, nocivo a los interesesfarisaicos; martirizado con golpes ymutilaciones dolorosas, hasta sucumbir,ignorado por la sociedad, irreconociblepor la propia familia, pero glorificadopor el Maestro Excelso, por cuyo amorsoportó todo con humildad, amor yreconocimiento.

Souria-Omar, como Epaminondas,tuvo la mente vuelta, desde hace muchossiglos, hacia las altas expresiones de laespiritualidad, con el alma

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fervorosamente entregada en la pirasagrada de la ciencia divina y del amora Dios. Hoy, se encuentra trabajando enla región de angustias en que nosencontramos todos, materializado hastael punto de poder ser reconocido porvosotros en su última estructuracorporal. No será porque le falten lucesy méritos para alcanzar otros lugares, enarmonía con sus méritos, sino porquefieles, ambos, a los principios de lainiciación cristiana, que observa porencima de cualquier otra norma, prefiereextender atenciones y amor a los másdesgraciados y desprovistos de ánimo,dedicándose a encaminarles a la

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redención inspirados en el ejemplo delPríncipe celeste que abandonó Su reinode glorias para darse, en sacrificioscontinuos, al bien de las ovejas de laTierra…

Y Aníbal, queridos hijos. Este jovenque conoció personalmente a Jesús deNazaret, durante sus sermonesinolvidables a través de la sufridaJudea. Aníbal de Silas, uno de aquellosniños presentes en el grupo que Jesúsacarició cuando exclamó, demostrandola inconfundible ternura que una vez másexpandía entre las ovejas aun vacilantes:

"Dejad que los niños vengan a mí,porque de ellos es el reino de los

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Cielos… "Aníbal, que os dará enseñanzas

cristianas exactamente como las oyeradel mismo Rabí, a quien ama conarrebatos de idealista entusiasta yardoroso, desde la infancia lejana,pasada, entonces, en Oriente.

Dice que, cuando el Señor enseñabasu hermosa doctrina de amor, surgíanescenas explicativas, de maravillosaprecisión y encanto inefable, a la visióndel oyente de buena voluntad,explicando todo de manerainconfundible, al imprimir en losarcanos del ser de cada uno el ejemploque nunca más sería olvidado. Por eso,

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hablando, conseguía el gran Enviadorefrenar, con una serenidad inalterable,multitudes hambrientas por largas horas,dominar turbas rebeldes, arrebataroyentes, convencer corazones que, o searrodillaban a su paso, tímidos yaturdidos, o se prendían a su doctrinapara siempre, encantados y fieles.

Los impíos, sin embargo, cuyasmentes viciadas permanecíandesafinadas con las vibraciones divinas,no percibían nada, oyendo sólo relatoscuya sentido excelso no eran capaces dealcanzar, ya que traían las almasimpregnadas del virus letal de la malavoluntad. Uno de esos cuadros o

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escenas, ciertamente el más bello decuantos el Maestro amado creó parainstruir a sus ovejas descarriadas, el quelo retrataba en su gloria de unigénito delAltísimo, bastó para que Saulo de Tarsose transformase en ardiente defensor dela doctrina redentora con que honró almundo.

Aníbal creció, se hizo hombre,sintiéndose siempre envuelto por lasradiaciones del divino Pastor, que nuncamás se apagaron en sus recuerdos.Trabajó por la causa, repitió aquí y allílo que oyera del Señor o de susApóstoles, prefiriendo, sin embargo,instruir a criaturas y jóvenes,

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acordándose de la dulzura indecible conque Jesús se dirigía a la infancia. Viajóy sufrió persecuciones, ultrajes, injurias,injusticias, porque era de buen gustosocial criticar a los adeptos delNazareno, ofenderles, perseguirles ymatarles. Y, una vez llegado a Roma, sevio glorificado por el martirio, por amoral Enviado celeste: su cuerpo fuequemado en uno de aquellos postes deiluminación festiva, en la célebreornamentación de los jardines de Nerón,a los treinta y siete años de edad. Pero,entre la tortura del fuego y el espanto delsublime testimonio, él, que seconsideraba humilde e incapaz de

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merecer tan elevada honra, volvió avisualizar de nuevo las márgenes delTiberiades, el lago hermoso deGenesarét, las aldeas simples ypintorescas de Galilea y a Jesúsevangelizando dulcemente la BuenaNueva celestial con aquellasarrebatadoras escenas que, en la horasuprema, se mostraban aún más bellos yfascinantes a su alma de adepto humildey fervoroso, mientras su voz dulcísimarepetía, como el beso de laextremaunción que bendecía su alma,destinándola a la gloria de lainmortalidad:

"Venid a mí, benditos de Mi Padre,

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pasad a mi derecha… "Como enamorado sincero de la

Buena Nueva del Cordero inmaculado,esa será la enseñanza que osadministrará, pues, para él, sois niñosque todo lo ignoráis acerca de ella… Ylo hará como aprendió del Maestroinolvidable, en cuadros demostrativosque os representen, lo más fielmenteposible, el encanto que para siempre learrebató y prendió a Jesús.

Para especializarse en tan sublimenivel mental le han sido necesarias aldevoto Aníbal vidas sucesivas derenuncias, trabajos, sacrificios,múltiples y dolorosas experiencias en el

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camino de su progreso, pues solamenteasí es posible desarrollar en lasfacultades del alma tan precioso don. Éllo consiguió, sin embargo, porque jamásen su corazón faltó la voluntad devencer, jamás olvidó los días gloriososde los sermones mesiánicos, elmomento, sempiterno en su espíritu, enque sintió la diestra del celesteMensajero posándose sobre su frágilcabeza de niño, para el conviteinolvidable:

"Dejad que los niños vengan a mí…"

Aníbal venía siendo preparadodesde eras lejanas para eso.

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Vivió en los tiempos de Elías,respetando el nombre del verdaderoDios. Fue, más tarde, iniciado en losmisterios augustos de las ciencias, en laantigua escuela de los egipcios. Elrespeto y la devoción al Diosverdadero, y a la esperanzainquebrantable en el advenimientolibertador del Mesías divino,iluminaban su mente desde entonces,entre antorchas de virtudes que nuncadesaparecerían.

No obstante, después del sacrificioen Roma, trabajador e infatigable,renació de nuevo sobre la costra delplaneta. Le seducía la voluntad poderosa

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e inflexible de seguir las pisadas delMaestro, siguiendo a Sus divinasinvocaciones. Sufrió, por eso, nuevaspersecuciones en tiempos de Adriano, yse alegró con la victoria de Constantino.

Desde entonces, se dedicóparticularmente al amparo y a laeducación de la infancia y de lajuventud. Sacerdote católico en la EdadMedia, en más de una ocasión seconvirtió en el ángel tutelar de pobrescriaturas abandonadas, olvidadas por laprepotencia de los señores de entonces,convirtiéndolas en hombres útiles yaprovechables para la sociedad y enmujeres honestas, dedicadas al culto del

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deber y la familia. Y tanto Aníbal sepreocupó con la infancia y la juventud,tanto fijó sus energías mentales enaquellas caritas hermosas y dulces, quesu mente imprimió en sí misma un eternorostro de adolescente gentil, pues, comoveis, se diría que aún es el niñoacariciado por el Maestro Nazareno, enJudea, hace casi dos mil años… hastaque un día, glorioso para su espíritu desiervo fiel y amoroso, una orden directabajó de las altas esferas de luz, comogracia concedida por tantos siglos deabnegación y amor:

—Ve, Aníbal… y ofrece tusservicios a la Legión de Mi Madre.

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Socorre con Mis enseñanzas, que tantoaprecias, a los que encuentres máscarentes de luces y de fuerzas, confiadosa tus cuidados… Piensa,preferentemente, en aquellos cuyasmentes han desfallecido bajo las penasdel suicidio… Les entregué, desde hacemucho, a la dirección de Mi Madre,porque sólo la inspiración maternal eslo bastante caritativa para levantarleshacia Dios. Enséñales Mi palabra.Despiértales, recordándoles losejemplos que dejé. A través de Mislecciones, enséñales a amar, a servir, adominar las pasiones, oponiendo a ellaslas fuerzas del conocimiento, a encontrar

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el camino de redención en elcumplimiento del deber, que tracé paralos hombres, a sufrir con paciencia,porque el sufrimiento es anuncio degloria y palanca poderosa delprogreso… Ábreles el libro de tusrecuerdos. Recuerda cuando me oías, enJudea… e ilumínales con la claridad deMi Evangelio, pues solo es eso lo queles falta…

Y aquí le tenéis, queridos hijos,modesto, pequeñito como unadolescente, pero tocado por la llamainmortal de la inspiración que le une a labondad del Maestro Excelso… A él osconfío.

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Una intensa conmoción alcanzabanuestras almas, extrayendo de lo másíntimo de nuestro ser sentimientos deadmiración por las tres figuras que nospresentaban y que tan estrechamente seligarían a nuestro destino por un tiempoque no podíamos prever en absoluto.También la inconfundible figura delNazareno nos estaba siendosingularmente presentada. La verdad esque, hasta entonces, Él aparecía ennuestro pensamiento más como algosublime e ideal, incomprensible a lamente humana, que como unapersonalidad real, capaz de hacersecomprensible e imitada por las demás

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criaturas. Nuestros tres maestros, sinembargo, habían sido contemporáneossuyos. Le conocieron y le oyeron hablar.Realmente hablaron con Él, porque erase notaba que el divino Maestro jamásse negó a hablar con quien le buscase.Uno de aquellos mismos maestros habíasentido la blanda caricia de su manoacariciarle la cabeza. Jesucristo, asíconocido, visto y amado, atraía nuestraatención.

Muchos internos presentes habíanbajado la frente. Otros se abandonaban aun llanto silencioso y discreto quebajaba rociando sus almas, en un grato yfervoroso bautismo. Se produjo un

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silencio por algunos instantes, despuésSóstenes continuó:

—Como nunca es aconsejable lapérdida de tiempo, porque, algunosminutos desperdiciados en la benditalabor del progreso podrán acarrear en elfuturo sinsabores difícilmentereparables, iniciaremos hoy mismomedidas favorables a vosotros. Seréisnuevamente divididos en gruposhomogéneos de diez individuos,continuando separados, como en elHospital, las damas de los caballeros.Solamente durante las clases o en díasfijados para reuniones recreativas,podréis veros e intercambiar ideas. Eso

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sucede porque traéis aún restos penososde la materia, inquietudes mentalesperturbadoras, que conviene educar.Vuestros pensamientos deberánhabituarse a la disciplina higiénica,encaminándose lo más rápidamenteposible hacia las buenas expresiones delespíritu, para pensamientos cuya metaesté en la idea de Dios.

Haréis con nosotros el ejerciciomental de elevación del ser hacia elInfinito; pero para que consigáis esoserá indispensable que os desprendáisde preocupaciones subalternas. La ideadel sexo es una de las más incomodastrabas para las conquistas mentales. Las

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inclinaciones sexuales oprimen lavoluntad, turban las energías del alma yentorpecen sus facultades, arrastrándolaa vibraciones pesadas e inferiores, queretrasan la acción del verdadero estadode espiritualidad. Por eso, es prudenteel aislamiento, mientras no progreséis losuficiente, será un buen consejero que osllevará al olvido de que ayer fuisteishombres y mujeres, recordándoos que,ahora, os debéis buscar preferentementecon el amor espiritual y con elsentimiento fraterno e inclinacióndivina, apropiada para los arrebatos delespíritu.

No obstante, entidades ya educadas

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en las reales afinidades del alma, y queanimaron en la Tierra cuerposfemeninos, van a acompañaros tanto enla misión educativa, como en la familiar.Escogidas en nuestro cuerpo devigilantes, serán preceptoras que osauxiliarán en la verdadera adaptación alambiente espiritual, que en verdaddesconocéis, ya que vuestras estanciasen el Más Allá han sido, hasta ahora,sólo entre las capas inferiores de loInvisible, lo que no es la misma cosa…Ellas oirán vuestras confidencias, osconsolarán con sus consejos yexperiencias, cuando las fatigas o lasposibles añoranzas amenacen vuestro

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ánimo; atenderán vuestras peticiones,transmitiéndolas a la dirección de estaMansión, y, actuando así, mantendránalrededor de vuestros corazones losdulces y sacrosantos sentimientos de lafamilia, impidiendo que les olvidéis poruna larga separación, pues no podréisprescindir de estos sentimientos, comoson experimentados en la Tierra, porquereencarnareis todavía muchas veces ensus escenarios, reconstituyendo hogaresque no siempre supisteis apreciar,testimoniando enseñanzas que habéis deaprender en el plano espiritual, convuestros maestros, delegados de Jesús.Desempeñarán junto a vosotros el papel

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de la solicitud materna y del interés y ladedicación fraterna.

Como veis, toda la ayuda que la Leypermite en vuestro caso, os seráconcedida por la magna Dirección de laColonia Correccional que os recoge,cuyos estatutos, fundamentados en ladoctrina excelsa del amor y de lafraternidad, tienen por ideal el educarpara elevar y redimir.

Avanzad, pues, queridos amigos yhermanos, valientes y decididos, para labatalla que os concederá la libertad delas graves consecuencias que creasteisen la hora de la infeliz y temerariainspiración.

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* * *

En un salón que precedía a la sala deasambleas, encontramos a las Damas dela Vigilancia, noble corporación delegionarias que ejercían el aprendizajesublime para las futuras tareasfemeninas que experimentarían en laTierra, y lo hacían junto a nosotros, sushermanos sufridores carentes deconsuelo. Esperaban a sus protegidos,para ser debidamente presentadas. Elgrupo formado desde el Hospital porBelarmino de Queiroz y Souza, Juan deAzevedo y yo, con algunos aprendicesafines, portugueses y brasileños, recibió

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como futuros "genios buenos" a lasdamas que nos habían llevado a lareunión de la que saliéramos, es decir,Doris Mary y Rita de Cassia.Encantados con el acontecimiento,porque una irresistible simpatía yaimpulsaba nuestros espíritus hacia ellas,confesamos conmovidos la satisfacciónque nos inundaba al besarles la manoque bondadosamente nos extendieron.

Sin pérdida de tiempo, fuimosencaminados al noble edificio en el quese impartían las clases de filosofía ymoral, uno de los magníficos palaciossituados en la hermosa avenidaacadémica.

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Cuando entramos al recinto de lasaulas, una suave conmoción agitó lasfibras doloridas de nuestro ser. Era unsalón inmenso, dispuesto en semicírculo,cuyas cómodas graderías tenían untrazado idéntico, mientras una placaluminosa de grandes dimensionesdespertaba la atención del visitante, y enel centro, junto a ella, la cátedra delexpositor, profesor emérito deltrascendental curso que íbamos a iniciar.Notamos que no nos resultaban extrañoslos aparatos. Ya los habíamos visto másde una vez en los servicios del Hospital.Sin embargo este parecía perfeccionado,presentando una ligereza y dimensiones

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diferentes.Suaves tonalidades blanco azuladas

proyectaban en el ambiente en queentrábamos por primera vez el encantosugestivo de los santuarios. Jamáshabíamos sentido tan profundamente lainsignificancia de nuestras personascomo al entrar al extraño anfiteatrodonde el primer detalle que despertónuestra atención era la sublimeinvitación del Señor de Nazaret, escritoen caracteres fulgurantes sobre lapantalla:

"Venid a mí; todos los que estáisfatigados y cargados, que yo os harédescansar. Llevad mi yugo sobre

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vosotros, y aprended de mí, que soymanso y humilde de corazón, y hallareisdescanso para vuestras almas. Porquemi yugo es fácil, y ligera mi carga" [25].

De repente el tintinear suave de unacampanilla despertó nuestra atención.Apareció el maestro: —era el jovenAníbal de Silas, a quien habíamos sidopresentados hacía pocos minutos. Veníaseguido de dos adjuntos, Pedro ySalustio, dos adolescentes como él,delicados y atractivos, queinmediatamente iniciaron lospreparativos para la magna actividad.Los pensamientos remolineabanprecipitadamente por los rincones de mi

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conciencia, dejando que recuerdosqueridos de la infancia aflorasengratamente al corazón… y me volví aver de pequeño, conmovido y temerosoal enfrentar, por primera vez, al viejomaestro que me dio a conocer lasprimeras letras del alfabeto…

Los adjuntos conectaron al sillón,donde Aníbal estaba ya sentado, hilosluminosos imperceptibles, y prepararonuna diadema parecida a la que vimos enla Torre, para las explicaciones deAgenor Peñalva. El silencio erareligioso. Se percibía una granhomogeneidad en la asamblea, pues seimponía la armonía, creando un

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bienestar indefinible a todos nosotros.Sufridores, excitados, afligidos,angustiados, aplacamos las quejas ypreocupaciones personales, aguardandola secuencia del momento.

Sobre el estrado se presentaron seisiniciados más. Se sentaron en cojinesdispuestos en semicírculo, mientrasAníbal se conservaba en el centro yPedro y Salustio se distanciaban.

Aníbal se levantó. Parecía que besosmaternales rociaban nuestras almasdensas. Nuevas ansias de esperanzasusurraban misteriosamente a nuestroscorazones obstruidos por la largadesesperación, y emitimos suspiros de

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alivio, que hicieron descender nuestraopresión. Oímos sonidos lejanos yarmonías de conmovedoras melodías,como un himno sacro, quepredispusieron a nuestros espíritus,alejando del ambiente cualquierresquicio de preocupación subalternaque aún permaneciese en el aire.Instintivamente nos vimos presa de unprofundo y singular respeto, que llegabarealmente a una impresión de temor.Escalofríos desconocidos rozabannuestras fibras psíquicas, calentándolasdulcemente, mientras que un extrañorocío de lágrimas refrescaba nuestraspupilas ardientes por el llanto inflamado

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de la desgracia. Era evidente que, através de los sonidos de aquel himnoadmirable nos llegaban ondasmagnéticas preparativas, que unificabanuestras mentes a los balanceos deacordes irresistibles, haciéndonosvibrar convenientemente, en unagradable estado de concentración depensamientos y voluntades.

En medio de un gran silencio, en elque no nos distraíamos siquiera con lasmolestias de los males que nosafectaban, la voz de Aníbal, grave ycariñosa a un solo tiempo, esparció porla sala una tierna invitación:

—¡Vamos a orar, hermanos! Antes

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de intentar nada para fines elevados,tenemos el honroso deber depresentarnos a Dios Altísimo a través delas fuerzas mentales de nuestro espíritu,homenajeándole con nuestros respetospara que solicitemos Su bendicióndivina…

Las pupilas encendidas, con elfulgor de la inteligencia, entraron en lomás íntimo de nuestros corazones, comosi levantasen de las sombras interioresde nuestro ser el conjunto de nuestrospensamientos, con la intención deiluminarles. Tuvimos la impresión deque aquella mirada chispeante era unaantorcha viva que iluminaba nuestras

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almas temerosas y abatidas, una a una, ybajamos la cabeza, amedrentados ante lafuerza psíquica superior que entraba enlo más recóndito de nuestras almas.

Bondadoso, prosiguió, como en unagradable preludio:

La oración, queridos hermanos, seráel vigoroso baluarte capaz de mantenerserenos vuestros pensamientos ante lastormentas de las experiencias yrenovaciones indispensables para elprogreso que haréis. Aprendiendo aelevar la mente al infinito, en las suavesy sencillas expresiones de una oraciónsincera e inteligente, estaréis enposesión de la llave dorada que

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promoverá el secreto de una buenainspiración. Orando, y presentándoos,confiados y respetuosos, ante el PadreSupremo, es un deber de cada uno denosotros, de Él recibiréis la benditainfluencia de fuerzas desconocidas, queos capacitarán para las luchas en lasrealizaciones diarias, propias deaquellos que desean avanzar por elcamino del progreso y de la luz.Impulsados por la oración bien sentida ycomprendida, aprenderéis,progresivamente, a sumergir elpensamiento en las regiones acariciadaspor las claridades celestes, y volveréisesclarecidos para el desempeño de las

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tareas más difíciles.Con la intención de iniciaros en ese

camino provechoso os convido aextender el pensamiento por el infinito,acompañando al mío… No importa queel ardiente recuerdo de los delitoscometidos en el pasado os pese en lasconciencias, ni que, a causa de ello,tengáis dificultades de expansión queparezcan impedir el necesariodesprendimiento. Lo que es preciso, loque es urgente e impostergable es quereriniciar el intento, y entonces osarrojareis, reanimados por el más vivocoraje que podáis extraer de lo profundodel ser, para el camino por los

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compensadores canales de la oración…porque, sin que os preparéis en estecurso iniciático de unión mental con losplanos superiores, ¿cómo podéis entraren ellos para vuestra renovación?

Y Aníbal oró, atrayendo nuestrospensamientos hacia aquellas víassuaves, distribuidoras de los bálsamosconsoladores, de las fuerzasrenovadoras. A medida que oraba, unabanda fosforescente, de radiación entreblanca y azulada, se extendía sobre él, y,abarcando a la asistencia, nos envolvíaa todos como un beso maravilloso debendiciones. El himno acompañabadulcemente, sin estrépito, las palabras

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ungidas de fe, que Aníbal profería… ydulcísimas impresiones suavizaban lascontusiones todavía doloridas delpasado…

Aníbal de Silas se sentó en el centrodel semicírculo formado por los seisiniciados que le acompañaban. Pedro ySalustio le colocaron en la frente ladiadema de luz, conectándola a unapantalla a través de los hilos plateadosque citamos. Un minuto grave derecogimiento y fijación mentalpredominó entre el grupo de maestrosque veíamos en acción, concentrando yarmonizando sus voluntades. Aníbalinició la explicación de esa importante

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clase.Por la magnitud de lo que pasó, no

sólo en aquel día, sino en los siguientes,durante esas clases inolvidables, por lainmensa influencia que ejerció sobrenuestro destino, nuestro desarrollomoral y mental y la importancia delmétodo pedagógico, absolutamenteinédito para nosotros, dedicaremos uncapítulo especial para su exposición,conscientes de que, a pesar del esfuerzoy de la buena voluntad que empleemos,lo que presentemos al lector será unpálido reflejo de lo que presenciamos.

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CAPÍTULO II“VENID A MI”

Aníbal comenzó comentando laurgencia de que cada uno de nosotros yde la humanidad entera, bien del planofísico o del invisible inferior eintermediario, se reeducase bajo laorientación de las fecundas normascristianas. Afirmó, en un análisissucinto, contrariando las ideas quemuchos de nosotros abrigábamos, que noexistían ni misticismo supersticioso nihechos milagrosos y anormales en laepopeya magnífica del cristianismo,

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epopeya que no se limitaba del pesebrede Belén al drama del Calvario, sinoque se extendía de las Esferas de Luz alas sombras de la Tierra, perennemente,en sucesos patéticos, positivos ysublimes, que sólo la ceguera de laignorancia deja de apreciardebidamente. Al contrario de eso, elcristianismo, doctrina universal cuyoorigen se fija en las propias LeyesSempiternas, poseía bases prácticas porexcelencia, teniendo por finalidad larecuperación moral del hombre para símismo y la sociedad en que sea llamadoa vivir en su larga caminata evolutiva,con vistas al engrandecimiento de la

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humanidad ante las Leyes Sabias delCreador.

Recordó que los hombres terrenoshabían proyectado sombras sobre lasenseñanzas del Excelso maestro,envolviéndolas en complejoscalamitosos, al empañar el brillo de laesencia primitiva con innovaciones yadornos propios de la inferioridadpersonal de cada uno, desfigurando, deese modo, la verdad de que son, lasmismas enseñanzas, el exponentemáximo. Afirmó con vehemenciaimpresionante, de la que no juzgaríamoscapaz a un adolescente, que sólo losmagnos y altruistas conocimientos de las

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doctrinas educativas expuestas por elexcelso catedrático Jesús de Nazaret nospermitirían a nosotros y a la humanidad,la ocasión para la imprescindiblerehabilitación, preparándonos para laadquisición de una nueva y elevadamoral, para acciones capaces de hacersurgir en nuestros corazones amplioshorizontes de resurgimiento personal ycolectivo, de un progreso legítimo, en laescala de ascensión para la vidaabundante de la inmortalidad.

Que por, doctos, sabios o genios quefuésemos, de nada nos serviría todo esosi ignorásemos las normas de la moraldel Cristo de Dios, en cuya aplicación

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reside la gloria de la felicidad eterna, yaque sabiduría sin amor y sin fraternidadtiene sus ficticias glorias sólo en el senode las sociedades terrenas…

Nos comentó que su primera claseconsistiría en presentarnos a nosotros,sus discípulos, su persona. Que seríanecesario que le conociésemosíntimamente, para que su ejemplo nosestimulase en la senda espinosa en laque deberíamos solventar grandesdeudas, porque siempre es pedagógicoque el mentor presente sus propiosejemplos a los alumnos, y también paraque aprendiésemos a amarle, a confiaren él, convirtiéndonos en sus amigos y

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considerándole lo bastante digno de seroído y acatado. Que pudiésemos, en unprimer análisis, observar en él mismolos efectos de un carácter reedificadopor el amor del buen Pastor, redimido através de los preceptos que deberíamos,a nuestra vez, conocer para levantarnosde las sombras de la impiedad en la queyacíamos, pues la verdad era quedesconocíamos totalmente elcristianismo legado por el Maestronazareno, no éramos cristianos, sinoadversarios de Cristo, ovejas rebeldesque, en verdad, no conocían a su Pastor.

Entonces, el joven Aníbal nos contósu vida. No sólo la última existencia, en

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tierras de Italia durante los azarososdías de la Edad Media, sino las vidaspasadas terrestres en la evolución que lecorrespondió, sus deslices como espírituen marcha, las luchas por la redención,los sacrificios y las lágrimas de lasreparaciones, los impulsos hacia el bien,las incansables labores que le aportaronméritos en las inspiraciones delverdadero arrepentimiento por el tiempoperdido, trabajos siempre crecientes,cada vez más duros, como también elaprendizaje realizado durante laerraticidad, las tareas y misiones en elplano Astral y en el físico, para probarla eficiencia de los progresos

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adquiridos, su devoción a JesúsNazareno, a quien se unió por losardores de una pasión que nada máspodría ensombrecer o enfriar.

Oíamos las palabras de Aníbaltraducidas en imágenes y escenas que sereflejaban en la singular pantalla queestaba a su lado. Mientras hablaba, larealidad de sus transmigracionesterrestres y espirituales se reproducían,allí, con tal nitidez, que creíamosparticipar con él a través de las edadesresucitadas de la reserva secreta de suspensamientos, pues la elevada sugestiónejercida sobre nosotros dominabanuestras facultades, ligándolas a la

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voluntad del mentor y de suscompañeros allí presentes, yllevándonos a olvidar que no pasábamosde meros alumnos que recibían laintroducción a la primera clase. Muchomás real, completo y sugestivo que elcinematógrafo de nuestros días y másconvincente que las escenas teatralesque tanto absorben y arrebatan alespectador, porque era la vida en símisma, natural, humana, realmentevivida, el examen retrospectivo delpensamiento de Aníbal fue pasandogradualmente por la pantalla mientras nisiquiera de él nos acordábamos, pues nole distinguíamos, sino los hechos

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conmovedores que se imprimían ennuestras mentes como estímulos parafuturas acciones. Cuando cesó eldramático desfile, el bello instructoradolescente aparecía en nuestroentendimiento como un ser amado dequien nunca más queríamos apartarnos.Fue, por así decirlo, una participacióncompleta de nuestras almas con la suyalo que se produjo a través de lasexposiciones realizadas, porque, nosimpulsaba hacia él la más viva atracciónafectiva, correspondiendo, de estaforma, nuestros sentimientos a susnobles y fraternales deseos.

No obstante, observando nuestra

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confusión, pues todavía no teníamosconocimientos suficientes para entenderperfectamente la clase, el profesor dijo,terminando los trabajos del día:

—Queridos discípulos, las escenasque acabáis de ver, en esta pantallareproductora, que es un espejo singular,desconocido para vosotros, donde dejéque se reflejase mi propia alma, fueronmis recuerdos, despiertos intactos,vivos, de los rincones supremos de laconciencia.

Todos los hijos del Altísimo, alvivir las existencias planetarias yespirituales, las imprimen en losarchivos del alma, en las capas

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profundas de la conciencia, toda la granepopeya de las trayectorias vividas, lasacciones, las obras y hasta lospensamientos que conciben. Su larga ytumultuosa historia se encuentragrabada, como la historia del globo,donde ya vivimos, está archivada en lascapas geológicas y eternamentereproducida, fotografiada, igualmentearchivada, en las ondas luminosas deléter, a través del infinito del tiempo.

A su vez el periespíritu, elenvoltorio que tenemos actualmente,como espíritus libres del cuerpo físico,aparato delicadísimo y fiel, cuyamaravillosa constitución todavía no

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podéis comprender, registra, con nitidezidéntica, los mismos depósitos que laconciencia almacenó a través deltiempo, los archiva en sus arcanos, losrefleja o expande conforme a lanecesidad del momento —tal como lohice ahora—, bastando para eso laacción de la voluntad educada.

Si tuvieseis educadas las facultadesde vuestra alma, si, habiendo ido a lasuniversidades, en la Tierra yesclareciendo inteligencias comohombres que fuisteis, hubieseiscultivado igualmente los preciososdones del espíritu, conquistando lossublimes conocimientos de las Ciencias

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Psíquicas, además de no haber existidoen vosotros la derrota producida por elsuicidio, por haber estado en planossuperiores a los de las pasiones ylocuras que provocan este lamentableacto, ahora estaríais a la altura decomprender mis expresiones mentalessin la ayuda material, por así decirlo, deeste aparato que fotografió y animó mispensamientos y recuerdos,reproduciéndoles, para vosotros, talcomo están archivados en los librossecretos de mi espíritu.

Es una operación delicada la queacabáis de ver. Exige sacrificio porparte de quien lo realiza. Mis hermanos

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de ideal aquí presentes y mis discípulosproporcionaron los fluidos magnéticosnecesarios para corporificar lasimágenes y la reproducción de lossonidos, para que mi esfuerzo no fueseexcesivo, y envueltos en un ambientedominado por ondas especiales, de unmagnetismo superior, que es nuestroprincipal elemento, vosotros mismos ossugestionasteis en la convicción de vivirconmigo mis vidas, cuando la verdad esque sólo asistíais al desarrollo delpasado depositado en mi ser…

Os comunico que no tardaréis ensufrir las mismas experiencias,extrayendo de vosotros mismos el

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pasado que aun duerme, porquemantenéis, embrutecidas por lasrepercusiones de vuestro estado desuicidas, dones del alma que en lasentidades normales despiertan confacilidad al ingresar en laespiritualidad… sin embargo, no es mimisión el orientaros en este rigurosoexamen retrospectivo…

El conocimiento que adquiristeis conel hecho que habéis presenciado esnormal en los planos de laespiritualidad, aunque vulgarísimo y undía enriquecerá las adquisicionesintelectuales y científicas de la Tierra,para galardón de los hombres, a través

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de la Ciencia Psíquica Transcendental.Hasta ese momento, tendrá el hombreque moralizarse y desarrollar facultadespreciosas del espíritu, que, hasta elmomento, ignora poseer, para, sóloentonces, hacerse digno de tan sublimeadquisición, para que no se sirva de undon de naturaleza divina comoinstrumento de crímenes y pasionessubalternas, como ha sucedido con otrosvalores sagrados que hasta hoy harecibido.

En la propia Tierra, ese don, cuyovalor inestimable todavía esdesconocido para las inteligenciasvulgares, fue ejercido para las altas

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finalidades de la educación de lasprimeras masas que se hicieroncristianos. Sería difícil hacercomprender el sublime alcance delEvangelio del Reino a criaturas simplesy analfabetas, sólo con el ardor de laoratoria y la magia de la palabra. ElNazareno, compasivo y amoroso, señorde poderes psíquicos incalculables paranosotros, donó la mayor fuerza mentalque podamos concebir, y al exponer sushermosas lecciones creaba escenas y lascorporificaba, dando a los oyentesmaravillados el esplendor de visionesinteriores, que su pensamiento fecundo ypoderoso no se cansaba de distribuir.

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Es cierto, sin embargo, que no todosaquellos que le oían estaban a la alturade comprenderle. Incluso entre losescogidos para auxiliarle en elministerio redentor hubo quien no lecomprendió. Pero los otros, paraquienes Él representaba la luzincorruptible de la Verdad, loshumildes, los sufridores sedientos dejusticia y esperanza, los de buenavoluntad, destituidos de vanidad, enquienes el egoísmo no hacía mella,vibrando más o menos en armonía conÉl, seguían las ondas creadoras de Supensamiento luminoso y absorbían Susenseñanzas ejemplificadas de todas

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formas. Sus discípulos, del mismomodo, al hablar de Él,inconscientemente proyectabanrecuerdos y pensamientos que,recogidos por los cooperadoresespirituales encargados de asistirles,eran inmediatamente corporificados, ensugestiones poderosas, para la visióndel oyente sincero y de buena voluntad,que pasaba de oír una narración avisualizarla, y la veía como si estuviesepresente en los hechos sublimes delinolvidable Maestro.

De la misma forma, queridosdiscípulos, daremos nuestras leccionessobre la doctrina legada por el Divino

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Instructor, pues la dirección de estaColonia tuvo la muy acertadainspiración de adoptar este método parala instrucción de sus internos, ya que conél es imposible que existaninterpretaciones personales, conceptoserróneos, argumentos o interpolaciones.

* * *

A partir de aquel día asistíamosperiódicamente a las clases de Aníbal,iniciada ya definitivamente, nuestrapreparación moral a la luz de lasdoctrinas superiores expuestas por la

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maravillosa palabra del Divino Mesías.El catedrático explicó, al principio,

las causas de la venida de Jesús a laTierra. Un arrebatador desfile decivilizaciones pasó, gradualmente, porla mágica pantalla, mostrando a nuestrasmentes sorprendidas la más fecundaexposición de las necesidades humanas,muchas de las cuales jamás habíamostenido ocasión de percibir. Sin lapalabra mesiánica las sociedadesterrenas, nos parecieron, como bien loconceptuaba Aníbal de Silas, un mundosin la tibia luz de un globo solar, uncorazón vacío de la fuerza impulsora dela esperanza. El maestro hablaba y sus

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historias, sus exposiciones magistrales,sus ejemplos más que convincentes,irresistibles, y su palabra entusiasta yardiente arrancaban del torbellinopolvoriento de los siglos muertos, de lasedades desaparecidas y hasta de losmomentos contemporáneos, imágenes yescenas, motivos reales, ejemploscolectivos o individuales, que, bajo elcalor magnético de su superior voluntad,asociada a la de sus compañeros, sehumanizaban delante de nosotros,llevándonos a examinarles y estudiarlesbajo el criterio explicativo de susorientaciones.

Iniciamos entonces un curso superior

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y atractivo de filosofía y análisiscomparado. Y era conmovedor, bello eimpresionante, resucitar del silencio delos siglos con nuestro instructor laexistencia de las sociedades que sesucedieron en los tiempos, suscostumbres, sus caídas, su heroísmo, susvictorias… Ante nuestro entendimientose presentó la vida de la humanidaddesde los orígenes, ofreciéndonos elmás bello estudio que pudiésemosconcebir, la más fecunda explicaciónque nuestras mentes serían capaces deabarcar, porque la historia magnífica delcrecimiento de las sociedades quelucharon sobre la costra del planeta, de

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los grupos que iniciaron allí su propiodesarrollo moral y mental, que nacierony renacieron muchas veces y después sefueron, alcanzando ciclos mejores enotras moradas del universo, y dandolugar, de esta manera, a otros grupos yhumanidades, sus hermanas, que, a suvez, lucharían también, a través de losrenacimientos, trabajando continuamenteen busca del mismo progreso,enamoradas del mismo objetivo: laperfección.

Al realizar estas observaciones, erantantas las desgracias que descubríamospara estudiar, los sufrimientos, lasapremiantes situaciones, los problemas

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indefinidos, los complejos engendradospor el egoísmo con sus múltiples modosapasionados, tan grandes las luchas dela humanidad ignorante de su propiafinalidad, que era imposible permanecerindiferentes como un frío observadorque estudia sólo el cadáver. Formandoparte de esa sociedad terrena, de esahumanidad desgraciada, impía ysufridora que desconoce a Dios porpreferir sus pasiones, éramos solidarioscon sus mismos infortunios, puesto quetambién eran nuestros, y una pesadaangustia se infiltraba en nuestro espíritu,despertando ansias inexpresables,estados mentales y alucinatorios

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inconcebibles al pensamiento humano,como un deseo sacrosanto de algo quenos liberase de las tinieblas en las quenos sentíamos inmersos…

Hasta que, en una clase, un díaameno en el que palpitaban en nuestrointerior un vago deseo de esperanza, depromesas benditas que entonasenaleluyas por nuestro ser, Aníbal nospresentó la figura inconfundible einolvidable del Dulce Rabí de Galilea, através del recuerdo reproducido en lapantalla magnética con el colorido vivoy seductor de la realidad. Entonces, sedesarrolló magistralmente la epopeyaaugusta del cristianismo, desde el

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pesebre humilde de Belén transformadaen cuna celeste, en estudios fecundospara nuestro entendimiento, quecomenzó a deletrear, sólo entonces, lapalabra sacrosanta de la redención.

Las escenas descritas por elprofesor, que tan bien había conocido laépoca de la venida de la Buena Nuevadel reino de Dios, mostrabancircunstancialmente, con claridadimpresionante, las predicacionesinolvidables del Divino mensajero, losdiscursos sugestivos, animados por elvivo colorido de los cuadros citados,las lecciones resplandecientes de la máselevada y pura moral, lanzadas a los

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aires de la humilde y oprimida Judea,pero resonando por los rincones máslejanos del mundo como una invitaciónamistosa y perenne a la regeneración delas costumbres para el reinado delverdadero bien, invocaciones amorosasde confraternización personal y social,para la concreción de una patria ideal enla Tierra, cuyas normas de gobierno Élofrecía a través de su oratoriaimpecable, de su ejemplo en la vidapráctica sin precedentes, así como en elbrillo inmortal de aquella Doctrina cuyoobjetivo era la educación moral delhombre, cuya finalidad era su exaltaciónhacia la gloria de la vida sin ocasos y de

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la vida eterna en la unidad con Dios.La imagen seductora del enviado

celeste se grabó, por así decirlo,también en nuestras mentes, en trazoscautivadores e indelebles, convirtiendoa cada uno de nuestros corazones en unsincero enamorado del cristianismo,predispuestos a adquisiciones moralesbajo sus benéficas inspiraciones, pues,mientras Aníbal narraba hechos,recordando pasajes enternecedores,mientras su palabra vibraba en ondassonoras de comentarios fértiles,extrayendo esencias de enseñanzascapitales para nuestra iluminación,veíamos los escenarios que servían a la

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acción grandiosa del Gran Maestro, almismo tiempo que su figurainconfundible dominaba la expresión,ejerciendo el apostolado sublime.

Teníamos la impresión convincentede oírle en el Sermón de la Montaña,mientras la brisa perfumada que veníadulcemente de la cumbre de la colinahacía ondear su manto y sus cabellos…Otra vez, era a las márgenes delTiberiades, era en Genesarét, por lasciudades de Judea o por las aldeaspobres de Galilea, como si lesiguiésemos también, formando parte deaquella masa de pueblo ávido de suspalabras consoladoras, de sus

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dulcísimos favores…Y por todas partes: en

conversaciones con partidarios, amigoso discípulos; en el Templo, explicando alos intérpretes de la ley de la época lasreglas doradas de la buena nueva quetraía, o curando, favoreciendo,protegiendo, consolando, exaltando,educando, enseñando, redimiendo,Aníbal nos llevaba a oírle y a aprender,con

Él mismo, los caminos para nuestraurgente rehabilitación. Lo hacíapacientemente, tejiendo comentarioscomo un profesor celoso de la claridadde las tesis expuestas, para la buena

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comprensión de los alumnos…Fuimos informados de que no sólo la

Tierra recibió el premio de la buenanueva, a través de su palabra de bondady redención, sino también el Astralinferior fue visitado por su presencia, yaque Él tenía suficiente poder parapresentarse en cualquier lugar,haciéndose visible como quería, y yaque se trataba de un lugar donde losinfortunios y las calamidades de ordenmoral son, indudablemente, más intensosy profundos que los del planeta, allítambién comparecía, convirtiendoespíritus que permanecían hacía siglosen las tinieblas de la ignorancia o en el

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pozo del ostracismo, tal como en laTierra convertía hombres, extendiendo atodos su mano fraterna y redentora.

Igualmente nos decía que el mundoterrestre desconoce gran parte de lasenseñanzas traídas por Él, puesto que,fueron destruidos muchos aspectos,verdaderamente importantes, de laverdad divina expuesta por Él, quefueron rechazados por la mala fe o porla ignorancia presuntuosa de loshombres. Pero llegaría el momento enque su doctrina grandiosa seríadebidamente situada para elconocimiento de todas las sociedades.Para eso, la Tercera Revelación de Dios

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a los hombres había sido ya ofrecida ala humanidad en nombre del Redentor…y nosotros mismos, que éramosespíritus, estábamos invitados acolaborar con ese movimiento dirigidopor el Maestro, intentando hablar conlos hombres para revelarles todas estascosas, porque la llamada TerceraRevelación no era más que unintercambio ostensivo y minucioso, deideas entre los espíritus y la humanidad,subordinado a los dictámenes tanto de laciencia universal como de la moralexcelente del propio Cristo de Dios.

Después, al terminar el drama delCalvario, conocimos las ardientes

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luchas de los discípulos por la difusióndel testamento regenerador del Maestro,el martirio de los humildes y abnegadoscristianos, inspirados siempre por lafuerza inmanente de la fe… y la reformaconsiguiente de los individuos que sesometían a aquellos principiosregeneradores y educativos. Estudiamos,analizamos e investigamos todo cuantoera posible a nuestra mentalidad admitirrespecto a la doctrina de JesúsNazareno. Muchos tomos complejos ydelicados necesitaríamos escribir parapoder dar cuenta al lector de laprofundidad y extensión de esaincomparable doctrina que tiene origen

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el propio pensamiento divino, y que,siendo la misma Ley establecida por elCreador de todas las cosas, un díaenvolverá con su brillo inmortal a todoslos sectores de las sociedades terrestresy espirituales.

Nos sentíamos atraídos yarrebatados. Sólo entoncescomprendimos la razón de la súbitatransformación de María Magdalena, tanseductoramente señalada en elEvangelio del Señor; de Saulo de Tarso,persona escogida por el Mesías Celeste;y lo que antes nos parecía un mito oleyendas fabulosas de místicosorientales, se agrandó en nuestro

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entendimiento como un hecho lógico eirresistible, que no podría dejar deexistir tal como se dio y las tradicionesnarraron.

Presentado a nuestra comprensión deesta forma, naturalmente, con sencillez,sin los adornos de los misterios con quelos hombres se obstinan en ofuscar sugrandeza, el Enviado celeste se impusoa nuestra convicción realmente como elMaestro por excelencia, el guíaincomparable, dedicado al superiorideal de la regeneración humana a travésdel amor, de la justicia y del trabajo. Lecomprendimos y amamos lo necesariopara abastecernos de fe y de la

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esperanza, cualidades indispensables alespíritu en marcha hacia el progreso,que, hacía siglos, nos faltaban en elpatrimonio de nuestros corazones.

Ese admirable curso requirió nuestrabuena voluntad y esfuerzo, y de laabnegación de nuestro preceptorespiritual, así como largos años dededicación y estudios incansables, deejemplos y práctica, ya que la doctrinamesiánica es práctica por excelencia,confirmándose invariablemente a travésde la vida cotidiana de cada adepto. Erala iniciación cristiana rigurosamenteadministrada, para no dejarnos motivosni ocasiones para futuros deslices en los

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campos de la moral.Pero el camino parecía

extremadamente largo y duro paramuchos de nuestros compañeros, que sedejaban vencer ante la labor espinosa yconstante, que era imprescindibledesarrollar todavía. Habíamos llegado auna época de nuestra existencia deespíritus en la que ya no era posibleparar, aplastados bajo los engranajesdel desánimo. Reaccionábamos contralas amenazas de la debilidad, de laangustia que nos rondaba,comprendiendo que debíamos seguir apesar de las infinitas luchas que nosesperaban en el porvenir, mientras que

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la protectora voz de la conciencia nosadvertía que, con el profesor magníficode Nazaret, tendríamos los recursosnecesarios para la jornada que sepresentaba ante nuestro entendimiento dedelincuentes arrepentidos: "Venid a mí,los que sufrís, y yo os aliviaré…"

Atendíamos a la dulce e irresistiblellamada y avanzábamos… yseguíamos… Jesucristo, DivinoRedentor de las almas frágiles yrebeldes cumplía la promesa: nos atraíacon sus enseñanzas sublimes, nos acogíaen su redil y nos convencía a perseveraren sus consejos, probándonos todos losdías, a través de la transformación

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milagrosa que se operaba en nuestro sery su caritativo interés en desviarnos dela desgracia para encaminarnos a laredención.

Impresionados por este cursoatractivo, que tanto alivio nosproporcionaba, olvidábamos los dramaspenosos, el desequilibrio de laspasiones que nos habían llevado a ladesgracia, olvidábamos la Tierra y sólonos acordábamos de ella gracias a otrosestudios que recibíamos de formaalternativa, para una preparación máseficiente, pues, como ya hemos citado,teníamos clases prácticas, dondeafianzábamos el aprendizaje teórico,

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antes de que las pruebas reales en unanueva encarnación terrestre nos diesenla palma de la rehabilitación.

No era raro recibir la visita, durantelas clases, de otros antiguos maestros deiniciación, que, presentados por nuestrocatedrático, exploraban conceptos yapreciaciones respecto a las doctrinas ynormas cristianas, con un ardorimpresionante y sublime. Obteníamosnuevos motivos para nuestra instrucción,ni menos bellos ni agradables de lo quelos que diariamente nos exponían.Vivíamos como reclusos, bien cierto, nohabía permiso para salir de la Colonia ano ser en grupos escoltados, en los

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grupos de aprendices, pero también noera menos verdadero que vivíamosrodeados de una asistencia selecta, en elámbito social de una pléyade deeducadores e intelectuales cuyaelevación de principios sobrepasabatodo cuanto podríamos concebir.Comprendíamos que esa reclusión erauna dádiva magnánima para ayudarnos aprogresar, y nos resignábamos a ella conpaciencia y buena voluntad.

Diariamente, al atardecer, podíamosdescansar en el gran parque de launiversidad. Nos reuníamos en gruposhomogéneos y conversábamos sobrenuestras vidas y la situación presente.

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Nuestras buenas preceptoras, lasvigilantes de cada grupo, generalmentetomaban parte en esos descansos, ytambién nuestras hermanas de losDepartamentos Femeninos, lo que nospermitió ampliar mucho nuestrasrelaciones de amistad. Era difícil,después de diez años de internado en elInstituto de Ciudad Esperanza,reconocer en nosotros las figurasenfurecidas y trágicas del ValleSiniestro, aquellos seres reproduciendoa cada instante el acto maléfico delsuicidio y sus satánicas impresiones.Sosegados por la esperanza y aliviadospor la magia envolvente del amor de

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Jesús, bajo la inspiración de cuyasenseñanzas ensayábamos un nuevovuelo, éramos entidades que podrían serconsideradas normales, si no fuera porla conciencia que teníamos de nuestrapropia inferioridad de tránsfugas deldeber, lo que mucho nos afligía yavergonzaba, considerándonos indignosnosotros mismos y no merecedores delauxilio del que nos rodeaba.

Las solemnidades del Ángelus nosencontraban, frecuentemente en elparque. Se acentuaba la penumbra ennuestra ciudad y la nostalgia dominabanuestros sentimientos. Del Templo,situado en la Mansión de la Armonía,

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donde iban con frecuencia los directoresy educadores de la Colonia, partía lainvitación a los homenajes que,debíamos prestar a la Protectora de laLegión a la que pertenecíamos todos:María de Nazaret.

En ese momento, por los rinconesmás sombríos de la Colonia resonabandulces acordes y melodías, entonadaspor las vigilantes. Era el momento enque la Dirección General daba graciasal Eterno por los favores concedidos acuantos vivían bajo el abrigo generosode aquel lugar, bendiciendo la solicitudincansable del Buen Pastor en torno delas ovejas rebeldes, tuteladas de la

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Legión de su Madre amorosa y piadosa.Y era cuando bajaban órdenes de lo MásAlto, orientando los intensos serviciosque se efectuaban bajo laresponsabilidad de los dedicadossiervos de la Legión. Sin embargo, nonos obligaban a orar. Lo hacíamos sólosi queríamos. Sin embargo, jamástuvimos conocimiento de que algúnaprendiz o interno se negase a agradeceral Nazareno o a su buenísima Madre,entre lágrimas de sincera gratitud, losfavores recibidos de su inapreciableamparo.

La ternura de aquella oración, tansencilla como excelsa, despertaba en

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nuestras mentes los más tiernosrecuerdos de la existencia: volvíamos aver, los dulces y añorados días de lainfancia, las figuras cariñosas denuestras madres enseñándonos el dulcehomenaje del Arcángel a la Virgen deNazaret, y las palabras inolvidables deGabriel, ungidas de veneración yrespeto, repercutían en lasprofundidades de nuestro "yo"impregnadas del añorado sabor deldesvelo materno que, en la vidaplanetaria, jamás supimos debidamenteconsiderar. ¡Llorábamos!

Y rodeaban a nuestro ser agudasañoranzas familiares y de la cuna natal,

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del hogar que habíamos menospreciadoy enlutado, de los entes queridos yamigos a los que herimos con ladeserción de la vida, predisponiéndonosa un gran pesar en nuestros sentimientos,como nuevas fases de remordimientosdolorosos. Entonces orábamos, allímismo, en la tranquilidad del parque orecogidos en un lugar determinado,orábamos sintiendo cada día un benéficoaliento vivificando nuestras almas, comosi misericordiosos bálsamos refrescasennuestras conciencias de los excesivosardores que habían rasgado nuestro serlas garras infames del suicidio que noshabía deprimido y desgraciado ante

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nosotros mismos. Y, mezclado con elconsuelo, súbitamente se agrandaba lanecesidad imperiosa de hacernos dignosde esa misericordia que nos amparabatanto: la necesidad de los testimoniosque probasen a Dios nuestro inmensopesar por reconocernos gravesinfractores de sus magníficas leyes.

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CAPÍTULO III¡HOMBRE,

CONÓCETE A TIMISMO!

Asistimos a otros cursos, no menosimportantes para nuestra reeducación,alternándoles con el de moralestablecida por el insigne MaestroNazareno. Uno de ellos trataba de laciencia universal, cuyos rudimentos nosdieron a conocer, dos años después deiniciados en el curso de MoralCristiana, a través de estudios

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profundos, análisis tan penosos comosublimes. Y en estos análisis se incluíala necesidad de estudiarnos a nosotrosmismos, aprendiendo a conocernosíntimamente. Se efectuaban exámenespersonales delicados con detallespenosos para nuestro orgullo y vanidad,pasiones dañinas que nos habíanayudado en la caída hacia el abismo, almismo tiempo que, siendo las clasesmixtas, adquiríamos la doble enseñanzade analizar también el carácter, laconciencia, el alma, en fin, de nuestroshermanos y hermanas de infortunio, loque nos proporcionaba un valiosoconocimiento del alma humana.

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El profesor de esa cátedra magníficaera el venerable Epaminondas de Vigo,espíritu cuya rigidez de costumbres,virtudes inatacables y energíainquebrantable, nos infundían más querespeto, una verdadera impresión depavor. En su presencia nos sentíamos,desnudos de cualquier disfraz oatenuante que nos pudiese justificar, elpeso vergonzoso de la inferioridad quenos marcaba, el oprobio de la incómodasituación de responsables por delitosdegradantes, pues inundaba nuestramente la convicción de que nopasábamos de ser rebeldes cuyainsensatez obligaba a los trabajadores

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abnegados del Mundo Espiritual asacrificios permanentes para conseguirelevarnos de las tinieblas en las que noshabíamos precipitado. La vergüenza quesentían nuestros espíritus en presenciade Epaminondas era un suplicio nuevo einesperado, de naturaleza absolutamentemoral, pero superlativa, que sepresentaba en esta segunda fase denuestra situación de suicidas enpreparación de futuras realizacionesreparadoras.

El instructor nos ayudaba a hojear lapropia conciencia, llevándola a abrirsehasta los recuerdos remotos de nuestrasvidas pasadas. Cuando preguntaba a

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nuestra alma, penetrándola con lamirada centelleante de fuerzas psíquicasque eran como baterías de irresistiblesenergías, los estremecimientos sacudíanlo más íntimo de nuestro ser, mientrasalucinaban nuestros sentidos,acometiéndonos deseos de fugaprecipitada, que nos librase de supresencia y de la nuestra propia.

Mientras Aníbal de Silas, con laternura consoladora del Evangelio,encendía en nuestro seno antorchasbenéficas de confianza en el porvenir,aclarando nuestras vidas con lasbenditas posibilidades de redención,Epaminondas arrancaba lágrimas de

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nuestros corazones, renovaba angustiasal obligarnos a estudiar en el inmensolibro del alma, arrastrándonos a estadosde sufrimientos cuya intensidad yaterradora complejidad, absolutamenteinconcebible a la mente humana, noshacían alcanzar los límites de la locura.

Por esa razón le temíamos, y éramosdominados por el temor y una angustiairreprimible al subir, diariamente, lasescaleras de la academia para aprendercon él los principios de la terribledisciplina exigida igualmente a losantiguos iniciados de las Escuelas deFilosofía y Ciencias de Egipto y de laIndia: el reconocimiento de la

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inferioridad personal para el método dela elevación moral por la autoeducación.

Pero esas clases eran tan necesariaspara nuestro desarrollo psíquico comolas de Aníbal. Eran realmente sucontinuación, como pasaremos aexponer más adelante.

Había, todavía, un tercer curso,donde se resumía la aplicación, en lavida práctica, de los valores adquiridosdurante los estudios y observaciones delos cursos anteriormente mencionados.Sin embargo, en vez de instruirnos parauna "práctica profesional", como sediría en lenguaje terrestre, ese tercercurso, orientado hacia la práctica de la

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observancia de las Leyes de laProvidencia, que habíamos infringidohacía siglos, tenía por mentor alProfesor Souria-Omar y se desarrollabageneralmente fuera del recinto de laEscuela, preferentemente en lasuperficie terrestre y en los dominiosinferiores de nuestro Instituto.

Los domingos reposábamos teniendoen cuenta que éramos seres cuyasfacultades espirituales pocodesarrolladas y perturbadas por eltraumatismo vibratorio provocado por elsuicidio, no permitían trabajoscontinuos, como veíamos ejercer anuestros instructores, que jamás estaban

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ociosos. Descansábamos, y hasta nosdivertíamos, en reuniones fraternasefectuadas por las vigilantes o visitando,en viajes amistosos, otrosDepartamentos de la Colonia, inferioresal nuestro, volviendo a ver a viejosamigos y antiguos maestros, comoTeócrito, y de esa forma, prestandosolidaridad y alivio a hermanos másdesdichados que nosotros, que seencontraban en aquellas dependenciasconocidas.

Nunca dejábamos totalmente, comovemos, de ejercer actividades.Aprendíamos y progresábamos enconocimientos obteniendo en las citadas

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reuniones, nociones de Arte ClásicoTranscendental, del que eran dignosexponentes no sólo nuestros maestros,sino también otros que caritativamentenos visitaban, y hasta nuestrasvigilantes, que ensayaban con ellos unanueva modalidad de servir a Dios y a laCreación, o sea, utilizando lo bello,empleando la belleza…, pues convienedestacar que nuestros maestros, a pesarde ser científicos, también se revelabancomo amantes de la estética,enamorados de la suprema belleza quese origina del sempiterno Artista.

Veamos, no obstante, en quéconsistían las importantes y pavorosas

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clases del eminente preceptorEpaminondas de Vigo, que, comosabemos, fue maestro de iniciación enantiguas Escuelas de la doctrina secreta,en la India y en Egipto.

* * *

En uno de los encantadores palaciosde la Avenida Académica se instalaba laEscuela de Ciencias de la Universidaddel Barrio de la Esperanza.

Majestuoso y severo en sus líneasarquitectónicas, al traspasar susumbrales nos acometía la impresión de

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que allí se veneraba a Dios con todaslas fuerza de la razón, de la lógica y delconocimiento. Soplos de indefiniblesconvicciones agitaban nuestro ánimo,dándonos la intuición de nuestra propiapequeñez ante la sabiduría, mientras quefuertes emociones nos infundían unsingular respeto por lo desconocido queallí encontraríamos, llevándonos a loslímites del terror. Nos acordábamosentonces de Aníbal. Su recuerdo nostraía la imagen dulcísima del Maestro deNazaret, a quien en toda la Coloniallamaban el Maestro de los maestros, elmagnífico rector de la Espiritualidad.Eso nos aportaba valor y el

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convencimiento de que estábamos bajosu dependencia, refugiados en su redil yamados y protegidos por Él.

Idéntica en dimensiones a la saladonde se administraba la Ciencia delEvangelio, el aula tenía la diferencia deostentar el célebre precepto griegoornamentando en fulgores diamantinosen lo alto de la pantalla, que existía entodas las salas para la captación de lasvibraciones del pensamiento: "¡Hombre!¡Conócete a ti mismo!" antes de una nomenos célebre sentencia cristiana cuyaprofundidad todavía revolverá el mundoterrestre y sus sociedades, una especiede autorización del verbo divino para

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los trabajos que se desarrollaban bajo lainvocación de sus Leyes: "Nadie entraráen el reino de Dios si no renace denuevo".

Era evidente que los educadores quenos dirigían subordinaban sus métodos alas normas establecidas por Jesús deNazaret, al que inequívocamentedemostraban venerar como orientador yjefe del movimiento no sólo en nuestrofavor, sino en el de toda la humanidad.No teníamos pues, ninguna duda que setrataba de iniciados cristianos deelevada clase moral. Y si eran filósofos,científicos, investigadores, sociólogos ypedagogos, como más tarde tuvimos

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ocasión de comprobar, también estabafuera de duda que era en la sublimeescuela de moral y de fraternidadestablecida por el Cristo de Dios dondeextraían los modelos y métodos paraejercer, entre los hombres encarnados ylos espíritus en tránsito, las elevadasaptitudes que poseían.

Intrigados con todo lo queobservábamos, nos acometían vértigos aveces al pensar sobre la realidad de lavida que encontrábamos en el Más Allá,cuando habíamos creído no existir másdespués que la última palada de tierraocultase nuestro cuerpo inerte de lavisión humana.

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Presintiendo acontecimientosimportantes sobre nosotros mismos,oímos que el tintinear de una campanillanos advertía, atrayendo nuestra atención.Un respetuoso silencio dominó elrecinto. Se diría que todos lospensamientos se entrelazaban en la uniónfraternal de sentimientos homogéneos,mientras ondas fluídicas de lo Más Altobajaban en chorros de bendicionesesclarecedoras, protegiendo einspirando los sacrosantos trabajos quese iban a realizar a continuación.

Se levantó Epaminondas de Vigo ypor primera vez "oímos" su voz.

Enérgica, positiva, intrépida,

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imperiosa, la palabra del nuevo maestro,que había afrontado en otro tiempo elsuplicio de la hoguera por amor a loselevados ideales de la Verdad, seextendió por el salón inmenso, vibrandobajo las bóvedas que nos abrigaban yreproduciéndose para siempre en laprofundidad de nuestras almas,preparándonos para nuevas conquistasmorales, mentales, intelectuales yespirituales.

Delgado, modesto, venerable con sularga barba, que tenía una inmaculadablancura de luminosidadestranscendentes, aquel anciano que nospresentaron dos años antes, y a quien

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supusimos un tanto decrépito surgía antenuestros ojos en actitud varonil, cualgigante de la oratoria, exponiendo lasbases de una Doctrina Renovadora hastaentonces desconocida para nosotros, ycuyos fundamentos se asentaban en laciencia universal.

De entrada nos explicó quedebíamos recibir, en primer lugar, lasenseñanzas morales expuestas en losEvangelios del Redentor, para que, alencanto de sus palabras, pudiéramosadquirir criterio suficiente para despuésalcanzar otros esclarecimientos que, sinconocimiento de la reeducación moralprevia ofrecida por aquellos, resultarían

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no sólo estériles sino hasta nulos oincluso perjudiciales.

La moral divina del Maestro Jesús,saneando de algún modo nuestra mentey, por tanto, nuestro carácter, de lavileza que congestionaba nuestrasfacultades, había, en aquellos dos añosde aplicación incansable, predispuestonuestro "yo" para recibir ahora lacontinuación del curso que noscapacitaría para, decisivamente,levantar nuestra moral. Por esa razón,ahora íbamos a entrar en contacto con él.Bajo su dirección haríamos un cursoleve, rápido, o preparatorio, de CienciaUniversal, denominada, en los tiempos

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antiguos como Doctrina Secreta, que seenseñaba sólo a mentalidades muyesclarecidas y fuertes, aptas, por tanto,por las virtudes de las que diesenpruebas, de penetrar los misterios deorden divino, que se conservan ocultos alas inteligencias vulgares, ociosas opresuntuosas.

En los tiempos remotos, anteriores ala venida del Misionero Celeste, lasenseñanzas secretas sólo eran dadas aindividuos que, durante diez años, por lomenos, diesen las más rigurosas pruebasde sanidad moral y mental y que, enidéntico espacio de tiempo,demostrasen, de forma inequívoca, la

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propia reforma interior, es decir, eldominio de las pasiones, los instintos ylos deseos y emociones en general, portener la voluntad iluminada con lassantas aspiraciones del bien y lostestimonios de las virtudes.

Pero, con la bajada del Maestrocomplaciente de las esferas de luz a lassombras de la Tierra y a las regionesastrales inferiores del mismo planeta, sepopularizó la enseñanza secreta, porquesu Doctrina, una vez afirmada en elcorazón de la criatura, la capacita paraun entendimiento más amplio en elterreno científico-psíquico. La DoctrinaMesiánica trajo a la humanidad otros

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esclarecimientos, rechazados por loshombres, que expresaban los valoresinmortales de la ciencia psíquica.

Desde entonces, los decretos divinoshabían ordenado que se diese laenseñanza secreta a todas las criaturasterrenas así como a espíritus en tránsitoen las regiones astrales inferiores quecircundan el Planeta, pues el Padresupremo, condolido con las amargurashumanas, provenientes de la ignorancia,deseaba que todos sus hijos fueseniluminados por el sol de las verdadeseternas. Comenzaron entonces muchasluchas insanas ante el anuncio de la Luz,con los detentores de las pasiones

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inferiores, una lucha dura y constanteque se dilataba por casi dos mil años, ylos trabajadores del Mesías habíanutilizado todos los recursos posiblespara instruir a los rebeldes en lasVerdades Celestes, que se obstinaban enno aceptar.

Por eso mismo, habían bajadonuevos decretos de lo más alto, paraofrecer las enseñanzas de manera másostensiva, con toda la eficacia posible, ytambién con la mayor claridad, no a unoo dos de buena voluntad sino a toda lahumanidad y a todos los espírituserrantes que deseasen aprender, yafuesen virtuosos o pecadores, ya que era

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urgente ayudar a la regeneración delgénero humano, al ser inminente unarigurosa selección por parte de laProvidencia, entre los espíritus y loshombres pertenecientes a los núcleosterrestres, porque el planeta sufriría enbreve la expulsión para mundosinferiores de los incorregibles desdehace dos mil años, para conservar en suseno sólo a los mansos y a los pacíficos[26], a los de buena voluntad, y entoncesestablecer, no sólo en el planeta sinotambién en sus continentes astrales, laera de progreso soñada por el Maestrode Galilea, presidida por el socialismofraterno establecido en los divinos

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códigos de su doctrina.Por eso mismo, recibiríamos

también los rudimentos de la EnseñanzaSecreta, sólo rudimentos, suficientespara fortalecernos para la eficacia de lareparación que debíamos ante la Ley,pues éramos aún muy frágiles, mentestraumatizadas por la violencia del actoque se había cometido en contra de laLey de la naturaleza y caracteresviciados por el abuso de siglos y siglosinmersos en el materialismo. Laenseñanza seria gradual, de acuerdo connuestras capacidades, por esa razón nosdividían en grupos homogéneos. LaDoctrina Secreta en su plenitud solo la

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conocían el Señor Jesús de Nazaret, queera uno con Dios Padre, y susArcángeles, grupos de auxiliares, oministros, que eran unos con Él.

Esa enseñanza comenzaba en laTierra, en parcelas diminutas para loshombres inmersos en las sombrasiniciales, y ascendía en progresión sinlímites hasta lo infinito del seno divino.Por eso mismo se llamaba a dichoconocimiento Ciencia Universal y quenosotros, suicidas, ínfimos ciudadanosdel universo de Dios, parias de lassociedades del Astral, para quienes sehacía necesario crear siempre coloniasde refugio, estábamos invitados a

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compartir la asamblea luminosa de laVerdad, porque había sido la falta deesas enseñanzas lo que nos llevó, decaída en caída, hasta la caída máxima através del suicidio. Él, en nombre deJesús Nazareno, a quien debíamos elresurgir de nuestras almas para laredención, y en el de María, su Madre, aquien debíamos el amparo recibidohasta el momento presente, nos invitabaal rigor de un ensayo para una severainiciación, más tarde, en los misterios,pues, de nuestra buena voluntad y denuestro valor en la aplicación delexperimento presente, iban a dependernuestros futuros éxitos.

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Vibrante y fecunda hasta eldeslumbramiento, como puede observarel lector, esa pieza oratoria aunó nuestrosincero interés, por lo que, íntimamente,ovacionamos al catedrático al finalizar.Expresándose en portugués clásico;brillante para portugueses y brasileños,y en español claro y puro paraespañoles, Epaminondas de Vigoutilizaba la palabra en inflexionessuaves y melodiosas, o vibrantes yfuertes como si un himno literario, quebien podría parecer también musical, siél lo hubiese deseado, nos deleitase losoídos y la sensibilidad.

Encantados, Belarmino, Juan, los

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amigos brasileños Raúl y Amadeo,recién llegados al grupo, y yo, nossentimos atraídos hacia el nuevomonitor, ansiosos por las lecciones queseguirían. Y suponemos que idénticasimpresiones animaban a los demáscolegas, porque percibíamos sonrisas desatisfacción y auténtico interés en losasistentes.

Mientras, el aprendizaje científicosiguió su curso normal, alternándose conel que veníamos ya recibiendo, más losconocimientos prácticos a través de lasclases del eminente Souria-Omar.

El respetable anciano nos ofreció lamaravilla de presenciar el nacimiento y

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progresión, lenta y esplendorosa, delpropio globo terrestre, que conocíamossuperficialmente a través de la cienciaterrestre, es decir, de la geología, laarqueología, la geografía y la topografía.El ilustre instructor descorrió el velo delos milenios para ofrecernos como unregalo descrito en escenas vivas, enactividades reales, como si hubiéramosestado allí, el nacimiento y crecimientodel planeta del sistema solar que un díanos albergaría, protegiendo nuestraascensión hacia el infinito, ayudándonosen el perfeccionamiento del germendivino que en nosotros, hombres, comoen él mismo, también palpita.

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Presenciamos todo: la centella enebullición, las tinieblas del caos, losaguaceros y diluvios aterradores, losgrandes cataclismos para la formaciónde los océanos y ríos, el maravillosoadvenimiento de los continentes y elnacimiento de las montañas majestuosas,cadenas graníticas eternas como elpropio globo, tan conocidas y amadaspor aquellos que en la Tierra han hechosu ciclo de progreso: los Alpessombríos como monarcas poderososdesafiando las edades, los Pirineosgraciosos, el Himalaya y el Tíbetvenerados, la Mantiqueira sombría ymajestuosa [27], todos, en diferentes

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épocas, surgieron ante nuestros ojosdeslumbrados, arrancando lágrimas anuestras almas, que se inclinabantímidas ante tanta grandeza, belleza ymajestad. Pero, antes de eso, en uncontinuo mágico de maravillas, la luchade los elementos furiosos para elcrecimiento del pequeño planeta delcielo, el océano conflagrado enconvulsiones pavorosas, sacudiendo elseno naciente del mundo inmerso en lasoledad, el cataclismo de los vientos ytempestades del que no podemos dar alhombre una idea aproximada… asícomo las primeras señales demovimiento y vida en el inmenso lecho

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de las aguas convulsas, la vegetación,fabulosa y tétrica, en el gigantescovolumen de las proporciones… losdinosaurios monstruosos, los lagartos deforma y fuerza inconcebibles, ladelicadeza corporal del hombre, losmastodontes, la Prehistoria.

Era un libro tenebroso, inmenso,magnífico, la Epopeya divina de lacreación, soltando algunos pocosacordes de su inmortal sinfonía a travésdel infinito del tiempo, de la eternidadde las cosas. Y en ese librodeletreábamos el "a, b, c" de lainiciación, gradualmente, pacientemente,a veces impresionados hasta el delirio;

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otras, bañados en lágrimas hasta eltemor, pero siempre ávidos yencantados, ansiosos por másconocimientos, lamentando más quenunca nuestras diminutas fuerzas desuicidas, que no nos permitía entrever nisiquiera la tercera parte del programaexcelso ofertado por la naturaleza.

Un desfile indescriptible deperíodos genésicos se abrió a nuestraobservación y análisis, durante el cual,diariamente, imbuía en nuestro espírituel respeto, la veneración por aquel Sersupremo y creador a quien habíamosnegado, de quien dudamos a lo largo delos siglos, pero a quien ahora dábamos

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las gracias, asustados e ínfimos frente asu grandeza, a la vez que muy felices porreconocernos como sus hijos yherederos de su gloria eterna.

Aquí, eran la flora y la faunainmensas en la variedad de las especies,la geología rica de atracciones yencantos, poblando el seno del globocon la multiplicidad de los minerales,más allá, el infinito laboratorio delplaneta, el océano con sus infusoriosprodigiosos, sus infinitos depósitos devida, de creación, de especies, deriqueza indudablemente divina, y todo ala mano del hombre, todo creado paraél, pero que él desconoce, viviendo

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como vive, engañado en las tinieblas dela animalidad a través de los milenios,incapaz, por eso mismo, de tomarposesión de ese paraíso que el Señorideó y creó para él con todo su amorinfinito de Padre, con toda la fuerza desu mente poderosa de supremo creador.

Y así surgió, en lecciones siempreseguidas y hábilmente secuenciadas, laedad del hombre, la división de lasrazas, la suprema gloria del planetaalbergando, finalmente, la parceladivina que, un día, deberá reflejar laimagen y la semejanza de su Creador.

Durante largos años ininterrumpidos,diariamente deletreamos ese libro

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asombroso cuya intensidad ymagnificencia nos solían causar vértigospor lo que necesitábamos aspirar nuevasenergías mentales al contacto de losclínicos encargados de nuestravigilancia, siendo el mismoEpaminondas uno de los más dedicadosa la causa de nuestro restablecimiento…Y hoy, en la víspera de nuestra vuelta ala Tierra, que ahora conocemos desde sunacimiento, sólo averiguamos quetodavía nada pudimos aprender, queapenas deletreamos las primeras letrasdel plano físico terrestre.

¿De qué forma, sin embargo, podíanEpaminondas y sus asistentes darnos

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esas clases, haciendo visible en elpresente lo que los milenios devoraronen el pasado?… ¿Cómo reflejar contanta realidad, al punto de asustarnos,las edades primitivas del planeta y losperíodos devastados por el tiempo?…

Es porque vivimos todos en plenaeternidad, somos ciudadanos delinfinito, y para la eternidad lo que existees el momento presente, sin lapsos nipasados. La eternidad vive dentro delpresente, porque justamente es esta suparticularidad.

Epaminondas extraía de las ondasluminosas del éter invisible, es decir, delos archivos del infinito así como de los

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depósitos de la eternidad, el materialpara sus clases. Las imágenes que seeternizaron, retenidas en las ondasvibratorias del éter luminoso, lareproducción de lo que pasó en la Tierradesde su creación, guardada,fotografiada, impresa en las vibracionesde la luz como el paisaje en la fragilidadde una pompa de jabón, eranseleccionadas por los técnicos de laciencia transcendente, captadas ytransportadas hasta nuestroconocimiento a través de procesos yaparatos cuya sensibilidad y potenciamagnética ya hoy el hombre no ignoratotalmente.

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Epaminondas podía, al conversarcon un igual, reportarse al pasado sinnecesidad de aparatos. Pero nosotros,los necesitábamos, a menos que elabnegado monitor disminuyese todavíamás sus propias posibilidades parahacerse comprensible, agrandándonoslas nuestras a la vez en un tremendoesfuerzo, lo que no iba a hacer. Lo ciertoera que un equipo de técnicosespecialistas en el servicio y artistas dela palabra y de la sugestión,escudriñaban el éter con sus poderes deatracción científico-transcendentes, enbusca de lo que convenía, y lo reflejabaen la pantalla sensible a través de

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sugestiones poderosas, y todo con talperfección que era como si asistiésemosrealmente a todo cuanto veíamos.

Ese proceso común y normal en elmundo invisible, esa forma de captaciónde la imagen y de los acontecimientos,llevará un día al hombre a la mismaposibilidad, así como al conocimientode los propios planos del astralintermedio. Sólo es necesaria una únicacosa para acelerar tal conquista de laciencia para la humanidad: el dominiode la moral en sus sociedades y elimperio de la honradez.

No puedo dejar de citar el sublimeespectáculo de la armoniosa marcha de

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los astros, que nos enseñaron durante laprolongación de los mismos estudios,obedeciendo no ya a los procesoslimitados a un recinto académico, y sí aviajes en pleno espacio, viajando através del infinito, como universitariosen un curso práctico. Nuestras limitadasfuerzas, no nos permitieron la mágicacontemplación de los mundos estelaresen el conjunto sorprendente de sugrandeza.

Solamente como estímulo, nosdieron visiones más o menosaproximadas de esa esplendorosagrandeza, a través de diversos aparatos,apropiados para la percepción de la

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astronomía, en la que no profundizamos.Nuestras observaciones y estudios, portanto, no sobrepasaron losconocimientos sino de otros planetas denuestro sistema solar, permitiéndonoslas más bellas adquisiciones a que, ennuestro estado podríamos aspirar, lo queya nos encantaba y satisfacíamuchísimo… hasta que pasamos alestudio de nosotros mismos, joyas quesomos, todos nosotros, las almas, deljoyero sideral, futuros adornos de lacorte universal en la que se imprimió elsello sagrado del pensamiento supremo,y para quien todo, todo fue imaginado ycreado por el Padre amoroso que nada

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necesita, que nada quiere sino que nosamemos unos a los otros.

Nos explicó el maestro a lo largodel aprendizaje, la triple naturalezahumana, probando prácticamente su tesiscon análisis llevados a averiguacionesen torno de nosotros mismos y de otros,lo que, a veces proporcionaban grandessorpresas para nuestros preconceptos yorgullo. Habíamos empezado a ver esemismo estudio en el DepartamentoHospitalario, donde el paciente aprendíarudimentos de su propia calidad deespíritu, sin alcanzar todavía lospormenores que en Ciudad Esperanza seabrían para nosotros.

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Expuso la realidad de las vidassucesivas, sus leyes, sus consecuenciasbenéficas, su finalidad magistral,sublime, su inalienable necesidad parala gloriosa evolución del ser. Nosindicó la jornada espinosa del espírituen esa ascensión sublime hacia lo alto,sometido al trabajo de los renacimientosy renovaciones en cuerpos carnales, enlos estadios en el Más Allá, en lostrabajos ininterrumpidos en uno y otroplano. Veíamos abrirse, emocionados através de esos estudios, los campos del a vida espiritual, que sólo entoncescomenzamos a comprender debidamente,pues su realidad, a veces amarga,

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derribaban viejas conviccionesfilosóficas, destruían arraigadospreconceptos religiososcondescendientes y modificabanconceptos científicos que las tradicionesy también el orgullo ciego del fanatismomaterialista habían enseñado ymantenido.

Para conocer bien ciertasparticularidades de la personalidadhumana partíamos con nuestrosmaestros, en viajes de estudiosprácticos. Souria-Omar era elcatedrático de esa nueva modalidad,acompañado de sus asistentes.Visitábamos los Departamentos

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Hospitalarios, observando, comoacadémicos de Medicina, la constituciónde los cuerpos astrales de nuestroshermanos allí detenidos, ayudados porTeócrito, que nos facilitaba todo yfraternalmente asistidos por nuestrosamigos Roberto y Carlos de Canalejas.

Bajábamos a la Tierra,periódicamente, visitándola duranteaños consecutivos, en estancias dealgunas horas, por los hospitales y casasde salud, estudiando el fenómeno de losdesprendimientos, siempre asistidos porentidades de la patria espiritual, asícomo por las casas particulares y hastaen prisiones, a la espera de sentenciados

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a la pena capital, pues debíamosenriquecer la mente con análisisalrededor de todas las modalidades delfenómeno de la separación de un espíritude su temporal envoltorio carnal, desdeel feto, expulsado voluntariamente o no,del órgano generador materno, hasta elcondenado por la justicia de loshombres a la muerte en el patíbulo.

Cada carácter, cada personalidad ogénero de enfermedad, así como lanaturaleza del desprendimiento, era unanueva adquisición de esclarecimientos,a través de estudios minuciosos ysublimes. Era bien cierto que jamásasistimos a ninguna escena de asesinato

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o catástrofe. Llegábamos siempredespués del drama, a tiempo de recogerla explicación necesaria. Nos eraimpuesto con frecuencia el dolorosodeber de acompañar el penosodesprendimiento, envuelto en trabajosde repercusiones aterradoras, murosadentro de un cementerio.

Allí Souria-Omar impartía susclases magistrales como catedráticogenial, digno de ser oído por atentosdiscípulos. Y, bajo el susurrar delramaje donde los pajaritos piaban a lanoche, enternecidos, soñando con laalborada, o a la sombra augusta de losmajestuosos cipreses, en la noche

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tachonada de estrellas o bajo elresplandor del astro rey , recibíamos lasanotaciones del antiguo maestro deAlejandría, aprendiendo con él elfenómeno magnífico del alma que sedespoja de la vestidura que laenclaustraba, para volver a la libertadde los páramos espirituales.

En muchas ocasiones no podíamosevadirnos a las vivas impresiones desufrimiento durante tan augustosespectáculos. El aprendizaje implicabala contemplación de muchas desgraciasajenas, agudos dolores, angustias,miseria y desesperación ante las quecorrían nuestras lágrimas y se

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estremecía nuestro corazón. Pero eranecesario aprender, con esosespectáculos, el dominio de lasemociones, imponer serenidad a lasfuerzas mentales y al sentimiento,intentando reflexionar, para aplicaresfuerzos encaminados a ayudar yremediar situaciones, sin perder untiempo precioso con lamentacionesestériles y lágrimas improductivas.

Semejantes impresiones alcanzaronsu cénit cuando nos vimos obligados aobservar los desprendimientosprematuros ocasionados por el suicidio.Entonces, la locura que nos habíaacometido en otro tiempo subía de las

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profundidades anímicas adonde habíasido relegada e irrumpía a pesar nuestro,afligiéndonos con el espectro de unpasado que se convertía en presente.Nuestra rebeldía y rabia pasadas seagrandaba en la fiebre de los recuerdos,desorientándonos y haciéndonosresbalar hacia la alucinación colectiva.

En ese momento toda la energía,caridad y sabia asistencia de nuestrosGuardianes entraba en acción,imponiendo silencio a nuestrasemociones y repeliendo nuestrasalucinaciones, eliminando, al contactobenévolo de sus terapias fluídicas, lasexcitaciones mentales provenientes de

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los recuerdos, hasta que el presente seimpusiese.

Volvimos, así, al Valle Siniestro,integrando las caravanas de socorro,fieles al sublime aprendizaje, y, allí,llorando sobre nuestra misma desgracia,tuvimos ocasión de asistir a nuestroshermanos inmersos en la mismasituación calamitosa que tan bienconocíamos, examinándoles connuestros maestros, viendo si estarían encondiciones de partir al Departamentode la Colonia correspondiente. Leshablábamos piadosamente, animándolesy consolándoles. Pero no noscomprendían, pasábamos

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anónimamente… Así fuimosbenévolamente asistidos nosotros enotro tiempo por otros, sin que nuestrasprecarias condiciones lo pudieransospechar…

De todos los conocimientos quegradualmente íbamos adquiriendo,debíamos presentar resúmenesrealizados por nosotros mismos, crearejemplos en tesis que honrarían mucho alos institutos terrenos, en el caso quequisieran adoptar las mismas enseñanzaspara esclarecimiento y moralización desus alumnos; extraer análisis, todo loque pudiese probar nuestroaprovechamiento en la iniciación del

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Psiquismo.Nos daban para ello álbumes

bellísimos, cuadernos y libroscentelleantes como algodón de estrellas,e incluso aparatos delicados, que nosenseñaban a manejar, para que tambiénaprendiésemos a proyectar para otroslos ejemplos que creábamos, o inclusolos análisis extraídos de los ejemplosdados por los maestros durante lasclases prácticas en la Tierra o en otralocalidad de nuestra Colonia.

De ahí la creación de mis novelas ymi deseo de dictar obras a los médiums,pues, durante las clases prácticas existíapermiso para hacerlo, siempre que el

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trabajo compuesto por nosotrosconsiguiese aprobación de losinstructores, de ahí nuestro sacrificio deintentar durante cerca de treinta añosescribir algo, que a la vez testimoniase aDios nuestro reconocimiento por lomucho que su misericordia nos permitíay el deseo de relatar a nuestroshermanos de infortunio, encarcelados enlos dolores terrestres, lo que el MásAllá les reservaba. Para ello no eranecesario ser escritores, porque elaprendizaje con nuestros mentores noseducaba el sentimiento, equilibrándonosel razonamiento de manera quepudiéramos conseguir servir a la verdad

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que nos rodeaba.Esos estudios trascendentes exigían

mucha aplicación y dedicación, ya quetanto los campos de observación comolos motivos diariamente encontradoseran muy numerosos. Enumero lasmaterias estudiadas por nosotros hastadonde nos permitieron las fuerzasmentales que teníamos:

—Génesis planetaria o cosmogonía.—Prehistoria.—La evolución del ser.—Inmortalidad del alma.—La triple naturaleza humana.—Las facultades del alma.—La ley de las vidas sucesivas en

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cuerpos carnales terrestres, oreencarnación.

—Medicina Psíquica.—Magnetismo.—Nociones de magnetismo

transcendental.—Moral Cristiana.—Psicología.—Civilizaciones terrenas.

Alternativamente con las clases deEvangelio, esos estudios presentabanuna íntima correlación con aquellas, loque nos impulsaba a comprender mejory venerar la sublime personalidad deJesús Nazareno, al que pasamos adistinguir, como lo hacían nuestros

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instructores, como el jefe supremo de laIniciación, pues, en efecto, en todos loscompendios que consultábamos,buscando explicación en la Ciencia,encontrábamos lecciones, clarasenseñanzas, actos y ejemplos de aquelGran Maestro, como modelo máximo desabiduría y verdad, y brújula que nosinvitaba a seguir para alcanzar el fin sinlos desvíos provenientes de la adulaciónastuta y de las falsas interpretaciones.

Como ya aclaramos en más de unaocasión, nuestros estudios eranenriquecidos con la práctica y elejemplo. Ese detalle, sin embargo,implicaba incluso realizaciones en

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nuestro futuro, durante la renovaciónimprescindible en un cuerpo carnal, queno siempre nos daban satisfacciones alcorazón. Al contrario, frecuentemente leocasionaba grandes angustias,arrancándonos lágrimas dolorosísimas yhasta momentos tenebrosos dedesesperación que nos abatían,llevándonos a enfermar. Las situacionescríticas y los vejámenes aumentabansobre nosotros, como veremos, sin quepudiéramos eximirnos a cosas tandesagradables, porque todo eraconsecuencia del bagaje moral inferiorque con nosotros llevábamos al MásAllá.

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Después, en el primer día de clase,el venerable Epaminondas de Vigo,lanzó una advertencia que nunca más seborraría de nuestras almas:

—Ninguna tentativa para larecuperación moral será eficiente sicontinuamos presos en la ignorancia denosotros mismos. Es indispensable,primero, averiguar quiénes somos, dedonde vinimos y hacia dónde vamos,para que nos convenzamos del valor denuestra misma personalidad y de quedebemos dedicarnos a su elevaciónmoral, consagrando a nosotros mismostoda la consideración y la máximaestima. Hasta aquí, mis queridos

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discípulos (al contrario de Aníbal, quenos mimaba con el tierno tratamiento dehermanos, Epaminondas sólo nos dabaun trato académico), habéis caminadociegamente, por las etapas de lasexistencias en la Tierra y estancias en elAstral, moviéndoos en un círculovicioso, sin conocimientos ni virtudesque os hayan llevado a un progresosatisfactorio. Seducidos por los deseosimpuros de la materia, pasivos ante losimpulsos ciegos de las dañinas pasioneso embrutecidos por los instintos, habéisignorado, a propósito, gracias a la malavoluntad, o absortos en una criminalindiferencia, que el Todopoderoso

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enalteció nuestro ser con esencias que leson propias, y que debemos cultivarbajo las bendiciones del progreso, hastaque florezcan y fructifiquen en laplenitud de la victoria para la quefuimos destinados…

Dijo esto y señalando a uno de loscompañeros que estaba más próximo enlas graderías, le hizo entrar al círculo enque se levantaba su cátedra y donde seagrupaban, concentrados y mudos, susasistentes.

Determinó el azar, o la propiaclarividencia del profesor, que laelección alcanzase a nuestro compañerode grupo, Amadeo Ferrari, un brasileño

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de origen italiano, natural del interiordel Estado de Sao Paulo, que, segúnconocimos en ese mismo instante, sehabía suicidado a los treinta y siete añosde edad, creyendo posible escapar a lavergüenza de la prisión, debido a ciertoshechos imprudentes, así como también ala amenaza de un cáncer que habíacomenzado a entumecerle la garganta.Delante de él, le pregunto:

—¿Cuál es tu nombre, queridodiscípulo?…

Un súbito malestar nos dominó atodos, advirtiéndonos que algo muygrave iba a ocurrir. Queríamos huir,escaparnos a la responsabilidad terrible

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del aprendizaje que creímos, de repente,demasiado grandioso y delicado comopara seguirlo. Tuvimos la intuición deque irían a pasar cosas irremediables,que marcarían una nueva era en nuestrosdestinos, y tuvimos miedo. Epaminondasde Vigo se nos presentaba como un juezinflexible que nos juzgaría,arrastrándonos hasta encontrarnos con eltribunal temible de nuestra propiaconciencia, y un profundo terror nosinspiró su venerable presencia, mientrasla figura jovial y tierna de Aníbal deSilas, con sus exposiciones sobre laBuena Nueva, que tanto nos habíanconsolado, acudió a nuestra

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imaginación, produciendo una profundaañoranza de su palabra mansa quecariñosamente rememoraba los hechossublimes del Dulce Nazareno. Pero elanciano nos advirtió, en un aparteprecioso y enérgico, sorprendiéndonoscon el conocimiento, que demostró, delas impresiones que había suscitado ennuestra mente:

—Acordaos que el Señor Jesús deNazaret, a quien invocáis en estemomento, es el gran Maestro que nosinspira, y que, bajo sus auspicios, osdamos las enseñanzas sagradas queengrandecerán vuestros espíritus para laconquista de los méritos futuros, pues es

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Él el jefe supremo de nuestra Escuela ydistribuidor de nuestra ciencia…

Se volvió hacia Amadeo y repitió:—¿Tu nombre, por favor?…—Amadeo Ferrari…—¿Donde vivías antes de ingresar

en este lugar?…—En la ciudad de XXX… en el

Brasil…—¿Por qué abandonaste tu destino,

cuya finalidad debía ser la unidad conJesús, nuestro Redentor, confiándote a lailusión de un suicidio?… ¿No sabíasque practicabas un crimen contra DiosPadre, y contra ti mismo, ya que escierto que todos traemos centellas del

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Creador en nosotros?… ¿Creías, quizás,poder aniquilar los elementos de vidaexistentes en ti, esa vida que es eternaporque la recibiste del eterno Creador?…

Visiblemente forzado, Amadeo seesquivó a través del argumento, únicorecurso que se le ocurrió para estadelicada situación:

—Afortunadamente, señor, fue sólouna pesadilla… una alucinación… Yono me pude matar, aunque lo desease,puesto que estoy vivo… ¡Vivo! ¡Vivo,loado sea Dios, estoy vivo!…

Pero, con una serenidaddesconcertante, que a nosotros nos

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irritaría si no estuviésemos sinceramentedispuestos a dejarnos conducir, insistióel sabio anciano:

—Reitero la pregunta, AmadeoFerrari, ¿por qué deseaste desaparecerde la presencia tanto de ti mismo comode tus semejantes, cuando el poema deluniverso cantaba a tu alrededor elsacrosanto deber del compromiso, comoes la excelsa belleza de la existenciahumana, que debe habilitar al alma parael reinado de la inmortalidad?

—Señor… Es que… yo medesanimé… yo… si… Pero, ¿tengo queresponder aquí, en presencia de todos?… ¿Estoy, pues, de nuevo,

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enfrentándome a un tribunal?…—Existe, claro que sí, un tribunal, y

todos vosotros os enfrentáis con él: esvuestra conciencia, que inicia eldespertar del largo letargo que desdehace siglos la mantiene presa a las másdeplorables inconsecuencias. Y esimprescindible que yo, autorizado porlos poderes máximos de nuestroRedentor, os oriente para que,examinándola, aprendáis a despojarosdel orgullo que os ha cegado desde hacemuchos siglos, impidiendo que osreconozcáis a vosotros mismos y, portanto, a la soberanía de las Leyes querigen los destinos de la humanidad.

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—Señor, la miseria, la enfermedad,el desánimo, fueron la causa… Cometíuna falta grave, ante tan dolorosascircunstancias… No tuve otro recurso ano ser lo que hice… La prisión… laenfermedad…

—Y ese acto —el suicidio— ¿lavóla mancha con la que te habíascontaminado antes?… ¿Te considerasinculpado, honesto, honrado, aúndespués del acto?…

—¡Oh, no! No puedo huir a laresponsabilidad de los actos quepractiqué. Me siento deshonrado porhaber abusado del dinero que me fueconfiado…, aunque lo hiciese intentando

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recuperar la salud, pues la amenazatenebrosa de un cáncer me desorientaba,justamente cuando estaba presto arealizar un matrimonio cuya expectativaera mi razón de ser… La cantidad eragrande… yo era un empleado delbanco… la prisión o la muerte… Elcáncer, el robo, pues era robo… Elideal de mi amor desmoronado. Preferíel suicidio… Sé que fueron grandescrímenes… Pero me siento todavíaconfuso, a pesar de haberme esclarecidomucho, últimamente… ¿Por qué fuicolocado en tan desgraciadascircunstancias?… La confusión es comoun remolino en mi mente… Tengo

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intuiciones pavorosas que me susurranun pasado del cual tengo pavor… ¡OhJesús de Nazaret! ¡Misericordia!…Tiemblo y vacilo… No comprendobien…

—¡Pues vas a comprender, AmadeoFerrari! ¡Es imprescindible que locomprendas!

Llamó a dos asistentes queaguardaban sus órdenes. Hicieron sentaral penitente ante una pantalla clara,colocándole una diadema idéntica a lausada por el maestro para lasdisertaciones.

Había en el ambiente una sinceraemoción religiosa.

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Sentíamos que un grandioso ysacrosanto misterio iba a revelarse enaquel momento, y contritos y temerososaguardábamos, mientras benéficasinfluencias envolvían el momentosagrado que vivíamos.

Epaminondas se volvió hacia laasamblea de discípulos y clamó:

—¡Atended! ¡La historia de estehermano vuestro es también la vuestra!Sus caídas no representan más que lascaídas de la propia humanidad en luchasdiarias con sus propias pasiones. Por lamisma razón no debéis comentar lo quevais a presenciar, pero observad lalección que se os brinda como ejemplo,

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del que debéis extraer la moralnecesaria para aplicarla en vosotrosmismos… pues es útil recordar que soistodos almas decaídas a quienes lainiciación en principios de moralelevada y redentora trata de conducir alas puertas del deber.

Se puso de manos cruzadas hacia elinfinito, en actitud de oración yconcentración fervorosa. Se leacercaron los asistentes, como paraayudarle mentalmente en sus intenciones.Una poderosa cadena fluídica seestableció, envolviéndonos a todos enfuertes ondas, que estábamos atentos yrespetuosos. Hasta que, de pronto,

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resonó en tono enérgico una ordensingular que no admitía réplica.

Epaminondas de Vigo imponía aAmadeo Ferrari la vuelta al pasado, esdecir, a un minucioso examen deconciencia pasando revista a los hechosde sus pasadas vidas en la Tierra, paraque comprendiese en toda su plenitud larazón de las circunstancias dolorosas enque se había visto colocado,circunstancias a las que no se habíaresignado y que, para resolverlas, secomprometió aun más con el suicidio.

En sentido retrospectivo, pasandodel suicidio al inicio de su existencia,de repente le encontramos en

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condiciones bien diferentes. Era verdadque estaban los motivos de aquellapobreza que desafió todos los esfuerzospara remediarla en una encarnaciónanterior, ya que Amadeo había sidoobstinado en el trabajo y en la fuerza devoluntad contra aquel cáncer que letorturaba con sus garras invencibles,corroyéndole la lengua y la gargantalentamente y de aquel repudio de amorque absorbió sus últimas fuerzas,quitándole el deseo de vivir.

La cortina del presente se abrió… Elprimer velo de la conciencia fuesuspendido para que, en el escenario deotra existencia terrena, se revelase un

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drama inmenso, drama que no alcanzósólo a una o dos personalidades, y sí auna colectividad, implicando realmentea toda una raza heroica y sufridora.

Amadeo Ferrari se nos apareciódescrito por su propia mente en el año1840, como traficante de esclavosnegros de Angola para el Brasil… Teníaentonces nacionalidad portuguesa, y deahí nuestra afinidad con él. En viajesreiterados, se enriquecía con aquelcomercio abominable, no ahorrandoesfuerzos ante la torpe ambición devolver millonario a la metrópoli,infligiendo martirios incontables a laspersonas que arrancaba de su patria para

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esclavizarles por parte de otrosdespreciables cómplices de las mismasalucinadas ambiciones. Con un instintoinhumano, se cebaba en el maltrato a losnegros, ordenando azotarles por la másinsignificante falta o incluso porninguna, infligiéndoles castigos cuyacrueldad gritaba a los cielos, tales comoel hambre la sed, la tortura y laseparación de las familias, puesto quevendía, aquí a los hijos, más allá a lamadre, más allá, al padre… que nuncamás se encontrarían a no ser más tarde,en el Más Allá, muriendo muchos deestos desgraciados atacados por lanostalgia y por la añoranza de los seres

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amados.Cierta vez, en su hacienda, humilló a

una esclava negra adolescente. Y porqueel desventurado padre de ladesgraciada, un viejo esclavo de sesentaaños, que en un momento de supremadesesperación, loco de dolor, ante elcadáver de su hija que buscó en supropia muerte encubrir la vergüenza deque se sentía poseída, le gritase su vilprocedimiento, acusándole del suicidiode la joven, mandó que ferocescapataces quemasen la lengua del viejoesclavo con un hierro al rojo vivo, hastaverle caer exánime, en las convulsionesde la agonía…

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Ahora, mientras nos esclarecíamoscon la majestuosa lección, Amadeo sereconocía tal como era: portador depasiones inferiores, múltiples defectos,grandes desmerecimientos, y se debatíaviolentamente, presa de convulsionesindescriptibles, acobardado frente altormento que le infligía la conciencia,desorientada en la tortura de losremordimientos.

—¡Apiadaos de mi, Señor!—gritaba con expresiones de dolor yarrepentimiento, repitiendo en presenciade la numerosa asamblea la súplicavehemente que había producido laexistencia expiatoria que, al final,

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interrumpió criminalmente, enredado encomplejos desconcertantes. ¡Quédesgraciado y miserable que soy! Dejadque vuelva otra vez al cuerpo y vea mipropia lengua, la boca y la gargantadesaparecer bajo cualquier maleficio,reducidas al punto que reduje las deldesventurado esclavo Felicio… ¡Dadmela miseria, Señor! ¡Quiero sufrir elsuplicio del hambre y de la sed, y que nisiquiera pueda hablar para quejarme!Que se aparten de mí todos con asco,dejándome limpiar sólo esta manchainfamante que me humilla ante mímismo…

El noble orientador, sin embargo, le

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impuso silencio, a través de fluidosapaciguadores. Después nos dijo, comorespondiendo:

—¡Es inevitable tu retorno a lasreencarnaciones expiatorias, AmadeoFerrari ya que esa es la ocasión benditapara la remisión de las culpas! De nuevola pobreza, el cáncer, el perjurio…agravados, ahora, con los malesacumulados por el suicidio… ya que noquisiste someterte debidamente… Peroes imprescindible que no te hagasilusiones: será necesaria más de unaencarnación expiatoria para reparar lasacciones que hemos visto…

La lección continuaba

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desarrollándose, viniendo su remate aasustarnos todavía más:

Una vez muerto el viejo esclavo,pasaron los años…

El gran señor lo olvidó, como todo,absorto en la agitación de la buenasuerte… Volvió a Europa, feliz,habiéndose enriquecido a costa del"trabajo honesto", bien visto yconsiderado por la gran riqueza quetrajo de Brasil…

Pero, un día murió: exequiassolemnes, cánticos, gran luto, lágrimas ymuchas flores, porque el vil metaladquirido en la iniquidad puede comprartodo eso.

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De repente se encontró en el MásAllá. Es el momento sagrado de larealidad, del cumplimento integral de lajusticia incorruptible. Le vimosdebatirse, perdido en pleno desiertoafricano, atacado por un grupo defantasmas negros sedientos de venganza,que venían a pedirle cuentas de losdesgraciados compatriotas esclavizadospor él y perdidos para siempre, lejos desus tierras nativas. Eran los padres quehabían perdido sus hijos, arrancados porél para llevarles lejos y las madresdespojadas de hijos pequeñitos, que élhabía vendido a otro, como si fuesenobjetos. Eran las hijas ultrajadas y

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sacrificadas lejos de los padres y loshijos que, en lugar de cariciasmaternales sufrieron el látigo inclementedel señor a quien servían.

Y todos le pedían cuentas de losmartirios que sufrieron. Aprisionaron suespíritu en el seno de los bosquestenebrosos y le martirizaron a su vez,aterrándole con la reproducción de lasmaldades que había practicado contratodos. El silencio de la selva, sólointerrumpido por ruidos amenazadores,las tinieblas inalterables, el rugir de lasfieras, las acusaciones perennes delremordimiento, la rabia y el bramido delos fantasmas alternándose con todos los

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demás pavores, acabaron porenloquecerle. Entonces, le abandonarona su suerte, cautivo de sí mismo y de lastorpezas que realizó contra hermanossuyos indefensos, hijos como él delmismo Creador y Padre y portadores dela misma esencia inmortal.

El hambre, la sed, mil necesidadesimperiosas se juntaron para torturarleaún más, aferrado a la animalidad de losinstintos y apetitos inferiores, comotodavía se conservaba… Vagódesesperadamente, presa de las másabsurdas alucinaciones, flagelado por sumente, que sólo se había alimentado delmal. A cada súplica que intentaba

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emitir, sólo recibía como respuesta elllanto de los esclavos que morían deañoranza, separados de sus entesqueridos. Si un grito de misericordia sele escapaba en la incertidumbre de lademencia, venía el estallido del látigosobre la desnuda espalda de los negroscautivos de la hacienda, sobre el bustoprofanado de las desgraciadas cautivasque amamantaron a sus hijos, criándolescon amor mientras los de ellas mismaseran relegados al hambre y al mal trato.A un sollozo de remordimientorespondía el lamento de agonía dealguien que sucumbía atado al poste deltormento o el grito postrero de aquellos

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que, ingenuos, sufridores, desgraciados,se tiraban al barranco o a la corriente delos ríos, impulsados por el terror al tratoque recibían…

Se alejaba entonces en loca carreraa través de los matorrales salvajes,presa de la más perturbadora demenciaespiritual. Pero, a cualquier sitio quefuese, entre el ramaje del majestuosobosque o en pantanos movedizos, en elespinoso suelo que pisaba, en cualquierlugar encontraba a sus víctimasllorando, agonizantes, desesperadas…

Hasta que, cierta noche en que sesentía exhausto, en pleno terror, ydespués de muchos años… en una

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alameda que repentinamente se abrióante él, vio al esclavo Feliciocaminando a su encuentro, trayendo unaantorcha mágica, que iluminaba eltenebroso camino, permitiéndoleorientarse… Felicio venia lentamente,sereno, grave, no más torturado por elhierro ardiente, compasivo,extendiéndole la mano e intentandolevantarlo:

Salga de ahí, "mi señó", levántese…Vámonos…

Él acompañó a Felicio… Y a travésde la continuación del intenso dramavimos que el viejo esclavo habíaperdonado a su verdugo e intercedió por

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él ante la Divina complacencia… y sefue a conseguir liberarle de las garras delos que no le habían perdonado…

Todo eso era percibido intensamentepor nosotros, como si estuviéramosviviendo tan dramáticas escenas, graciasal privilegio, que el hombre desconoce,de las profundas capacidades inherentesal espíritu alejado de la carne,capacidades que le llevan a sufrir,sentir, comprender, impresionarse,conmoverse, alegrarse, etc., en gradosuperlativo, lo que fulminaría a unacriatura encarnada, en el caso queintentase experimentarlo. Mientras sedesarrollaba el drama, el maestro emitía

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conceptos, elevando la moral de lospersonajes presentados, enseñando consabiduría la tesis magnífica a la luz de laciencia sagrada en la que nosiniciábamos. Y añadió, severo,rematando la serie de pequeñosdiscursos que el pasado espiritual deAmadeo había provocado, vibrante, conla voz enérgica que tan bien traducía elcarácter inquebrantable del que afrontóel suplicio del fuego por amor a laverdad:

—La sociedad brasileña, queridosdiscípulos, sufre hoy y sufrirá todavía,por un espacio de tiempo que estará a sualcance dilatar o acortar, las

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consecuencias de las iniquidades que enpleno dominio de la era cristianapermitieron que fuesen cometidas en suseno. Me refiero, como bien sabéis, a laesclavitud de seres humanos, tratadospor esa sociedad con mayor rigor que alos animales inferiores, para conseguirposesiones y riquezas que lespermitiesen el gozo y el imperio de laspasiones. Al no ser un crimen individualy sí colectivo, será la colectividad laque expiará y reparará el gran oprobio,el gran martirio infligido a una razacarente del amparo fraternal de lacivilización cristiana, para que, a su vez,también se beneficiase de las bondades

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de la educación ofrecida a través de laBuena Nueva del reino de Dios.

Bajo los cielos señalados por elsímbolo augusto de la iniciación comoel del cristianismo —la cruz—,resuenan todavía, repercutiendoangustiosamente en la espiritualidad, losgritos angustiosos de millares decorazones torturados que durante el pasode los decenios sufrieron a causa de lainfamia de la que eran víctimas. No handejado de repercutir todavía en lasondas delicadas del éter, donde seasientan las esferas de protección de lassociedades humanas, los rumorestrágicos del látigo temible de los

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capataces diabólicos, azotando ahombres y mujeres indefensos, cuyaslágrimas, recogidas una a una por laincorruptible justicia del Todopoderoso,han sido esparcidas, por ley, sobre esamisma colectividad criminal, para que, asu vez, las absorba en luchasposteriores, purificándose de lasmaldades e infamias practicadas.

Por esa razón el gran paíssudamericano se debate en problemascomplejos, con su sociedad en luchadolorosa consigo misma, víctima de uncúmulo de daños que la desorienta,ocupando hoy un lugar más favorableaquellos que ayer se han visto

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oprimidos, y sufriendo bajo afliccionescolectivas y relegados a la indiferenciade las clases favorecidas, los orgullosose imprevisores del pasado, que no setuvieron en cuenta los ejemplos delceleste Enviado, renegando de lacordura y de la fraternidad para con sussemejantes, ni previeron sembrar amorpara recibir misericordia en el día deljuicio supremo.

Y así proseguirán hasta que la vozceleste de los misioneros del Señor lesoriente para una finalidad apaciguadora,en el trabajo sublime de lareconciliación individual por amor aCristo. Vosotros, discípulos que

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presenciáis los dramas antiguo ymoderno —vividos por Amadeo Ferrariy que presenciasteis su pasado como supresente, rematado por un suicidio, delque ha de dar igualmente cuentas alSeñor de las vidas y de las cosas. Sabedque entre los esclavos que, bajo loscielos de Brasil lloraron, agotados porel trabajo excesivo, hambrientos, rotos,enfermos, tristes, anhelantes,desesperados ante la opresión, la fatiga,la maldad, no todos traían lascaracterísticas íntimas de lainferioridad, como muchas veces ha sidocomprobado por testigos idóneos; notodos presentaban caracteres primitivos.

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Grandes grupos de romanos ilustres,del imperio de los Césares; de patriciosorgullosos, de guerreros altivos,autoridades de las huestes deDiocleciano, de Adriano y Majencio,dolorosamente arrepentidas de lasmonstruosas series de arbitrariedadescometidas en nombre de la fuerza y delpoder contra pacíficos adeptos delCordero Inmaculado, pidieronreencarnar en el África infeliz ydesolada, para demostrar nuevospropósitos al contacto de expiacionesdecisivas, fustigando, así, el desmedidoorgullo que la raza poderosa de losromanos había adquirido con las

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mentirosas glorias del exterminio de ladignidad y de los derechos ajenos.Suplicaron, siempre valientes y fuertes,nuevas conquistas pero ahora, en lasluchas contra sí mismos y en el combateal orgullo dañino que les perdió en otrotiempo. Suplicaron por tener un disfrazcarnal como armadura redentora, encuerpos negros de pueblos que iban aser sometidos y esclavizados, sinfacilitar sus posibilidades de reacción, yenarbolando en sus conciencias lablanca bandera de la paz, concedida porla reparación del mal. Y los antiguosconquistadores de tantos pueblos ytantas generaciones dignas, los

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inhumanos señores del mundo terrestre,que reían mientras gemían los oprimidosy que se alegraban y mofaban delmartirio y la sangre inocente de loscristianos, limpiaron bajo el cautiveriode los africanos la mancha queensuciaba su espíritu.

De ahí, mis queridos discípulos, ladulce y sublime resignación de esa razaafricana, digna por todos los motivos denuestra admiración y de nuestro respeto,la pasividad heroica que no siempre sebasó en la ignorancia y en laincapacidad oriunda de un estadoinferior, sino en el deseo ardiente ysublime de la propia rehabilitación

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espiritual. Y sabed además que elesclavo Felicio, que acabáis de vercomo símbolo entre todos, redimido deuna serie de culpas calamitosas, comotantos otros, cuando vivió ejercióautoridad bajo las órdenes de Adriano,volvió a Roma en espíritu, al terminar sucompromiso entre los de la razaafricana, retornando a Italia y…

Un murmullo de sorpresa sacudió alos atemorizados asistentes al ver queAmadeo Ferrari caía de rodillas,dejando escapar un grito que no supimossi era de sorpresa, de horror, alegría,vergüenza o de otro cualquiersentimiento indefinible, sólo

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experimentado por entidades en susdeplorables condiciones, mientras queun llanto violento le sacudía con granagitación:

A una señal de Epaminondas seabrió una puerta lateral silenciosamentey apareció Felicio, sereno y grave,dirigiéndose hacia su antiguo señor deotras vidas… Amadeo le contemplabaaterrado, al conocer el pasado de suespíritu… Pero, lentamente, Felicio setransformó bajo el poder de la voluntad,que actúa fácilmente sobre elperiespíritu, y se dejó ver ahora, en laactual persona de Rómulo Ferrari, elpadre de Amadeo.

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Volviendo al entorno que lecorrespondía, Felicio reencarnó allípara proseguir en la peregrinación parala redención completa, bajo losauspicios de aquel dulce Nazareno aquien había perseguido en tiempos deAdriano, en la persona de sus adeptos.Efectuó una nueva fase de progreso bajootro nombre; emigró, aun joven, alBrasil, llevado por un fuerte sentimientode atracción, formando allí su familia yconsintiendo piadosamente en servir depadre para su antiguo verdugo…

Ahora, seguiría ayudándole aexpulsar de la conciencia una nuevainfracción: la del suicidio.

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Cuando, pensativos y silenciosos,dejamos la sala, donde nos habíandesvelado tan sublime misterio con laprimera lección, repercutía en lo másíntimo de nuestra alma esta profunda,inenarrable impresión:

—¡Oh, Dios de misericordia!¡Bendito seas por habernos concedido laley de la reencarnación!…

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CAPÍTULO IVEL “HOMBRE

VIEJO”

Volvimos a la Tierra muchas veces,permaneciendo en sus sociedades, conpequeños intervalos, desde el año 1906.Nos reclamaban allí múltiples deberes.Era un amplio campo de eficientesexperiencias, porque, teniendo quevolver todavía muchas veces, era degran utilidad ejercitar entre nuestroshermanos los conocimientosgradualmente adquiridos en los

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servicios de la espiritualidad. Bajo loscuidados de Aníbal de Silas, y teniendopor asistente práctico a Souria-Omar,ampliamos los trabajos de beneficenciainiciados bajo la dirección de Teócrito,multiplicando nuestros esfuerzos paraservir a los corazones sufridores de losplanos materiales o en lo invisible bajolas dulces inspiraciones de las leccionesde Jesús.

Nos servimos de los puestos deemergencia de la Colonia a la quepertenecíamos, del Hospital María deNazaret y sus filiales, integramoscaravanas de socorro a infelicessuicidas perdidos en las soledades de lo

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invisible inferior y en los abismosterrenos, acosados por gruposobsesores; seguimos el rastro denuestros maestros de la Vigilancia,aprendiendo con ellos la caza a jefestemibles de grupos mistificadores,perseguidores de los mortales, a los queindujeron muchas veces al suicidio,visitábamos frecuentemente lasreuniones organizadas por discípulos deAllan Kardec, colaborando con ellostanto como ellos mismos lo permitían.Acudimos ante la necesidad imperiosade muchos sufridores ajenos a las ideasespiritas, pero verdaderamente carentesde socorro, fuimos a presidios y

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hospitales, descubrimos desoladosdesiertos brasileños y africanos,intentando fortalecer el ánimo y proveersocorro material a desgraciadosprisioneros de un mal pasado espiritual,que habían vuelto para su rehabilitaciónen cuerpos desfigurados por la lepra,humillados por la demencia o marcadospor la mutilación, y entramos incluso enlos domicilios de los grandes de laTierra, donde, también, pululabanposibilidades de dolores intensos y degraves ocasiones para el suicidio, apesar de las ficticias glorias de las queestaban rodeados. Y por todas partesdonde hubiese lágrimas a enjugar,

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corazones exhaustos a reanimar y almasvacilantes y desfallecidas por losinfortunios a aconsejar, Aníbal nosllevaba para guiarnos con lasenseñanzas del Maestro modelo, con lasque aprenderíamos a ejercer, a nuestravez, el apostolado sublime de lafraternidad.

Nuestras actividades semultiplicaron durante muchos años enlos diferentes sectores de la caridad,ostensivas a través de la colaboraciónmediúmnica organizada para finessuperiores, ocultas y oscuras a través deacciones diversas, imposibles de sernarradas íntegramente al lector, y, si en

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más de una ocasión nos afligía elcontacto de las angustias ajenas, muchasmás veces obtuvimos un dulce consueloal sentir que nuestra buena voluntadhabía contribuido para enjugar algunalágrima, o para que alguien recibiese laesperanza, el amor y la fe que nosotrosigualmente, aprendíamos a sentir.

A cada lección del Evangelio delSeñor, explicada por el joven instructor,a cada ejemplo del Maestro inolvidable,debían seguir nuestros trabajos, en lapráctica entre los humanos y losdesventurados sufridores, así comoanálisis a través de temas que debíamosdesarrollar y presentar a una junta

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examinadora, que comprobaría nuestroaprovechamiento y comprensión deltema.

Frecuentemente, producíamosartículos basados en temas elevados einspirados en el Evangelio, en la moraly en la ciencia, romances, poemas,noticias, etc., etc. Una vez aprobados,estos trabajos podrían ser dictados pornosotros o revelados a los hombres, sieran instructivos, educativos oconvenientes para su regeneración; y lohacíamos esto a través del trabajomediúmnico, subordinados a unafilosofía, o sirviéndonos de sugestionese inspiraciones para cualquier

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mentalidad que, siendo seria, fuesecapaz de captar nuestras ideas sobreasuntos moralizadores o instructivos. Ycuando suspendíamos, repetíamos laexperiencia hasta hacer coincidir eltema con la verdad que abrazábamos ytambién con las expresiones del arte, delque no podríamos prescindir.

Los días consagrados a esosexámenes eran festivos para todo elBarrio de la Esperanza. Legítimoscertámenes de un arte sagrado —el delbien—, el encanto que destilaba de esasreuniones sobrepasaba cualquierconcepto anterior de belleza quepudiéramos tener. Se esforzaban las

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vigilantes en la decoración de losambientes, con juegos y efectos de lucestranscendentes indescriptibles en ellenguaje humano, mientras los mentoresde nuestra Colonia, como Teócrito,Ramiro de Guzmán y Aníbal de Silas serevelaban como artistas portadores dedones superiores, tanto en la literaturacomo en la música y oratoriadescriptiva, es decir, en la exposiciónmental, a través de imágenes, de laspropias producciones.

Venían grupos fraternos, bajando deotras esferas vecinas, a prestar brilloartístico y reconfortante a nuestrasexperiencias. Nombres que en la Tierra

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se pronuncian con respeto y admiraciónacudían bondadosamente a reanimarnospara el progreso, activando en nuestroshumildes corazones el deseo deproseguir en las luchas prometedoras.No faltó realmente en esas reuniones elestímulo genial de figuras como VíctorHugo y Federico Chopin, este últimoconsiderado suicida en la patriaespiritual, dado el desinterés quemantuvo respecto a su propia saludcorporal. Ambos, como muchos otros,cuyos nombres sorprenderían igualmenteal lector, expresaban la magia de suspensamientos, dilatados por lasadquisiciones de un largo período en la

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Espiritualidad, a través de creacionesintraducibles para las apreciacioneshumanas del momento.

Tuvimos, así, ocasión de oír al grancompositor que vivió en la Tierra másde una experiencia carnal, siempreconsagrado al arte o a las letras, susmejores energías mentales, traducir sumúsica en imágenes y narraciones, enuna variedad increíble de temas,mientras que el genio de Hugo mostrabaen lecciones inapreciables de belleza einstrucción la realidad mental de suscreaciones literarias. El poder creadorde esta mentalidad, a quien la Tierra aúnno olvidó y que volverá a ella al

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servicio de la verdad, sirviéndola bajoprismas sorprendentes, en verdaderamisión artística al servicio de Aquel quees la suprema belleza, deslumbrabanuestra sensibilidad hasta las lágrimas,atrayéndonos hacia la adoración al Serdivino con idéntico fervor y atraccióncon que lo hacían Aníbal de Silas yEpaminondas de Vigo valiéndose delEvangelio de la redención y de laciencia.

El pensamiento del gran Víctor Hugose vivificaba por la acción de larealidad, concretada de forma quepodíamos conocer los maticesprimorosos de sus vibraciones emotivas

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traducidas en temas encantadores de laepopeya del espíritu a través desucesivas vidas en la Tierra y estanciasen lo invisible, colaborando en la obrade nuestra reeducación. Nos sorprendióla noticia de que el genio de VíctorHugo se asentaba en la Tierra desdehacía muchos siglos, partiendo deGrecia para Italia y Francia, dejandosiempre tras de sí un rastro luminoso decultura superior y de arte. Su espíritu,pues, en varias edades diferentes ha sidovenerado por muchas generaciones,mereciendo positivamente la gloria quetiene en los planos intelectuales. Encuanto a Chopin, alma insatisfecha, que

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sólo ahora comprendió que con elhumilde carpintero de Nazaretencontraría el secreto de los sublimesideales que saciarían su espíritu, enmaravillosas expansiones de músicaarrebatadora, convirtiendo la magia delsonido en el deslumbramiento de laexpresión real, nos ofreció el dramáticopoema de sus vidas pasadas, una deellas anterior al advenimiento del granEmisario, pero ya al servicio del arte,cultivando las letras como poetainolvidable, que vivió en pleno imperiode la fuerza, en la Roma de los Césares.

En cuanto a nosotros, los ensayosque deberíamos realizar serían

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igualmente, traduciendo nuestrascreaciones mentales en imágenes yescenas, como hacían nuestros mentorescon sus lecciones y los visitantes con sugentileza. Para ese objetivo contábamoscon la ayuda de técnicos encargados deldelicado servicio, un equipo deeminentes científicos, poseedores delsecreto de la captación del pensamientocon los aparatos a los que nos hemosreferido. Algunos médiums de confianzade nuestro Instituto eran atraídos a esasreuniones, bajo la tutela de susGuardianes, y ahí entreveían con algunadificultad lo que para nosotros serevelaba en todo su esplendor. Para

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ellos era un estímulo al trabajomediúmnico para el que secomprometieron al reencarnar, inherenteal programa de reeducación adecuado asu progreso de intérpretes del MundoInvisible y sobre todo, el medio menosdifícil para prepararles para los trabajosque deberían desarrollar.

Nos llenamos de santo entusiasmopor juzgar fácil la tarea de informar alos hombres de las novedades queíbamos consiguiendo, convencidos deque serían inmediatamente aceptadosnuestros esfuerzos en ese sentido. Nocontábamos, sin embargo, con elproblema desconcertante del poco deseo

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existente en el corazón de los médiumsde sinceramente sumergirse en losideales cristianos, que ellos creendefender cuando al mismo tiempo sonincapaces de realizar una sola renunciani la mínima adhesión a los altosestudios inherentes a todo aquel que secree iniciado, ni de su tibieza en laredención de sí mismos y de sussemejantes, a los que tienen el debersagrado de defender de la ignoranciarelativa a las cosas espirituales, ya queestán dotados de facultades apropiadaspara ello, ni cuando, por falta de propiaarmonía interior y con las esferasiluminadas, traducen efectos mentales

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propios y conceptos personales,creyendo que interpretan el pensamientode los espíritus, cuando la verdad nosdice que nada hicieron para merecer elalto mandato, ni siquiera la moralizaciónde su propia mente.

Es con la más profunda tristeza queseñalamos en estas páginas, escritas connuestro más ardiente deseo de servir, eldisgusto de cuantos se interesan por elbien de la humanidad, en el Más Allá, alver la falta de vigilancia mantenida porlos médiums en general, sus pocosdeseos de desprenderse de losatractivos y de las ociosidades naturalesdel plano material, huyendo del deber

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urgente de despojarse de muchasactitudes nocivas al mandato sublime dela mediumnidad, de las que la vozdulcísima del buen Pastor aún noconsiguió desprenderles. Nos valemos,pues, de estas palabras, para resaltar elhecho de que ellos mismos, losmédiums, lamentablemente dificultan laacción de los espíritus instructores delplaneta, porque muchos de ellos, conexcelentes disposiciones físico-psíquicas caen en el ostracismo y laimproductividad de cosas serias,mientras se acumula el servicio delSeñor por falta de buenos trabajadoresen el plano terreno y la humanidad se

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agita en las tinieblas, en pleno siglo delas luces, prosiguiendo desorientada porfalta del pan espiritual, hambrienta de laluz del conocimiento, sedienta del aguaviva que calmará su alma desconsoladay triste por la acumulación dedesgracias.

* * *

Dos acontecimientos de granimportancia vinieron a modificar losdetalles de una situación que parecíaindecisa e indefinible, aunque estuviesenseparados por un espacio de dos años.

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Fue uno de aquellos días festivosque permitían las visitas.

En la víspera, nos informaron quelos internos recibirían visitas de sus"muertos" queridos, es decir, miembrosde su familia, seres queridos yadesencarnados. Creímos que se referíasólo para los más antiguos que nosotrosen el aprendizaje del Instituto, y, poreso, nos limitamos a esperar que algúndía nos tocaría también a nosotrosvolver a ver a los nuestros. Buenas ycaritativas, como toda mujer que tiene laeducación moral inspirada en el idealdivino, las damas vigilantes dispusieronlos parques para la gran recepción que

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se celebraría al día siguiente, utilizandotoda la habilidad de que eran capaces; y,con arte y talento, crearon rinconesdulcísimos a nuestra sensibilidad,ambientes íntimos encantadores quellamaban a los recuerdos más queridostanto de la infancia como de la juventud,cuando las desesperanzas de laexistencia no nos habían dado todavía asorber el cáliz fatal de las amarguras.

Y, creándolos para nosotros, nos losofrecían como agradables sorpresas,para recibir a nuestros parientes yamigos, a medida que llegaban. Creadosal aire libre y diseminados por losnumerosos parques y jardines, a la vera

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de los lagos serenos, sobre las laderasde las graciosas colinas que parecíanbrillar, suavemente irisadas bajoreflejos multicolores, esos rincones noeran permanentes, existiendotemporalmente, mientras durasennuestras necesidades de comprensión yconsuelo. Muchos de ellos traducían elhogar paterno, aquel recinto en quetranscurrió nuestra infancia y donde lasprimeras ansias de vida y las primerasesperanzas habían florecido, recordadocon añoranza por quien encontró sólotinieblas y desesperación al llegar alMás Allá. Otros recordaban escenariosedificados bajo las dulzuras del amor

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conyugal: un rincón de la sala, unabaranda florida, mientras que otrosmostraban un paisaje más grato de latierra natal: un puente bucólico, untrecho sugestivo de playa, una alamedaconocida, por donde muchas vecespaseábamos del brazo protector denuestras madres… y fue, pues, en elpropio escenario que parecía la casadonde nací, donde tuve la inefablesatisfacción de volver a ver a miquerida madre, que había visto morir ysepultar en mi infancia, y besarle lasmanos como en otro tiempo, mientras metiraba, sollozando, en los brazosprotectores de mi anciano padre,

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aliviando el corazón de una añoranzaque jamás se había esfumado de micorazón, torturado siempre por laincomprensión y mil razones adversas.

Volví a ver a mi esposa, a quien lamuerte arrebató de mi destino en plenosueño de un matrimonio venturoso, y a laque yo podría haber reencontrado en loInvisible desde hacía mucho, a no serpor mi suicidio. De todos ellos recibícariñosas advertencias, consejospreciosos y el testimonio de un afectoperenne, reparando que ninguno mepedía cuentas del desperdicio en que laspasiones y las desdichas me habíantransformado la vida. y les recibí como

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si estuviésemos en nuestro antiguo hogarterreno: los mismos muebles, la mismadecoración interna, la mismadisposición del ambiente que yo tan bienhabía conocido… porque Rita de Cassiay Doris Mary habían preparado todopara que se perpetuasen en mi corazónlas impresiones sacrosantas de losverdaderos lazos de familia.

Ambas dijeron más tarde quenosotros mismos, sin percibirlo,habíamos proporcionado los elementospara que todo se realizase así, ya quenuestros maestros, que siendoinstructores y educadores eran tambiénauténticos agentes de la caridad,

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examinando nuestros pensamientos eimpresiones mentales más queridas,descubrieron lo que llegase mejor anuestros corazones y lo transmitieron através de planos y visiones equivalentes,para que la reproducción fuese lo másexacta posible, porque necesitaríamosde toda la serenidad y del mayor estadode placidez mental posible, paraaprovechar mucho el aprendizaje queharíamos.

Para mayor sorpresa, nuestros seresqueridos destacaron que no pudieronhacer nada en nuestro beneficio debido ala situación delicada que creamos con elsuicidio, situación equivalente a la del

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sentenciado a muerte terrestre, a quienlas leyes del país imponen un método devida separado de los demás ciudadanos.Derramé muchas lágrimas, escondiendomi rostro avergonzado en el senocompasivo de mi madre, cuyos consejossaludables reanimaron mis fuerzas,reavivando en mí la esperanza de díasmenos ácidos para la conciencia.

Y bajo el cortinado oloroso de losárboles, reunidos todos bajo el doselflorido que recordaba a los pomares y alpatio de la vieja casa en que viví,acunado por la protección de misinolvidables padres, me demorabamuchas veces en dulce coloquio con

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muchos miembros de mi familia que,como yo, habían muerto. A su vez, miscompañeros de infortunio lo hacíanigual, no habiendo allí favoresespeciales ni predilecciones, sino unarigurosa justicia basada en las leyes deatracción y afinidad.

Y, finalmente, Belarmino de Queirozy Sousa pudo encontrar a su madre, aquien amaba con todas las fuerzas de sucorazón, recibiendo su visita inesperadaaquella misma tarde. Le comentó eldolor profundo e inconsolable que habíatenido con la sorpresa de verle sucumbiral suicidio, afectando su saludirremediablemente, sucumbiendo ella

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también, medio año después, sinresignarse jamás a la desventura dehaberlo perdido tan trágicamente.Después de su muerte le asaltaron lasmás angustiosas decepciones, ya que,creyendo encontrar el supremo olvido enel seno de la Naturaleza, se encontróviva después de la muerte y muydisgustada, al no tener ningunacapacidad mental y espiritual que lepudiese indicar las regiones felices oconsoladoras de lo Invisible.

En vano le buscó por las sombríasregiones por donde anduvo acosada porfunestas confusiones, debatiéndose entrelos sorprendentes efectos del orgullo y

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del egoísmo que marcaban supersonalidad y el arrepentimiento porhaber renegado a las dulces efusionesdel amor a Dios por el dominioexclusivo de la ciencia materialista,dado que su conciencia le decía quetenía una gran dosis de responsabilidadpor el desastre de su hijo, al ser ella unamadre incrédula de los ideales divinos,imprevisora y orgullosa, cuyasaspiraciones no iban más allá de losgozos y de las pasiones mundanas,modelando así el carácter de su hijo ydándole de beber del mismo virusmental que a ambos arrastró a tandeplorables caídas morales.

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Pero, llegada finalmente la razón,gracias a los imperativos del doloreducador, había trabajado, luchado ysufrido resignadamente el espaciodurante varios años. Suplicó,sinceramente convertida a la verdad deDios y sus leyes, y, de esa forma,teniendo en cuenta su ardiente deseo deenmienda y progreso, había recibido elpermiso para volver a ver a su hijocomo una dádiva misericordiosa del Sersupremo, ahora reconocido con respetoy contrición.

Doris Mary y Rita de Cassiaproporcionaron a la madre y al hijo elalivio de un gratísimo y nostálgico

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ambiente: la vieja biblioteca de lamansión de los de Queiroz y Sousa; elhogar crepitando alegremente; lamecedora de la vieja señora y elpequeño sillón de Belarmino junto alregazo de su madre, como en suinfancia…

El segundo acontecimiento paraleloal primero, aunque dos años más tarde,marcó un camino decisivo para miespíritu, fue el conocimiento que tuve demí mismo, rebuscando en el grancompendio de mi alma los recuerdos delpasado, que desde hacía mucho yacíancobardemente adormecidos debido a lamala voluntad de la conciencia para

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revisarla integral y meticulosamente.Algunos días después de la primeraclase de ciencias dada por Epaminondasde Vigo, me tocó la vez de extraer de losarcanos profundos de mi ser el recuerdode las encarnaciones pasadas de miespíritu en luchas por la conquista delprogreso, memoria que mi orgullorepudiaba, confesándose asustado conlas perspectivas que veía a mialrededor.

Epaminondas, incisivo y autoritario,no retrasó el momento exacto destinadoa tal evento. Me senté, pues, en la sillaque imaginábamos como el venerabletribunal de la suprema justicia, en

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aquellos momentos terribles en que nosenfrentábamos al lúcido instructor. Unsilencio absoluto llenaba el recinto,como siempre. Sólo las vibracionesmentales de Epaminondas, traducidas envocabulario correcto, llenaban laatmósfera respetable donde lossacrosantos misterios de la cienciaceleste se revelaban para iluminarnos elespíritu ensombrecido por la ignorancia.

No ignoraban los asistentes la clasede individuo que yo fui en Portugal,caracterizado por un gran orgullo quecorrompió mi carácter, porque tan ruinbagaje moral todavía me rondaba, apesar de la humildísima condición a la

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que me veía reducido. Lo que tal vez notodos supiesen, porque se trataba de unhecho que mi orgullo raramente mepermitía esclarecer, era que yo fuipaupérrimo de fortuna, luchandosiempre ásperamente contra laadversidad de una pobrezadesconcertante, que no sólo no me dabacuartel sino que parecía desafiarcualquier recurso que emplease parasuperarla, y que, para huir a lacalamidad de la ceguera que sobre misojos extendía un denso velo de sombras,reduciéndome a la indigencia másdespiadada que, en mi concepto, podíadarse en este mundo, fue por lo que me

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precipité en el suicidio cuyas dolorosasconsecuencias me condenaban a lascircunstancias que todos conocían.

Los auxiliares me prepararondelicadamente, tal como convenía al reoque se va a examinar, frente a frente conel tribunal de la conciencia, juzgándosea sí mismo sin los atenuantesacomodaticios de los conceptos ysubterfugios humanos, porque lo que vaa ver, es lo que él mismo dejó registradoen los archivos vibratorios de su alma através de cada una de las acciones queanduvo practicando durante la existenciacomo espíritu, encarnado o noencarnado.

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Me rodearon los maestros, lanzandosobre mí poderosos recursos fluídicos,con la intención caritativa de ayudarme.Era como si fuesen médicos queoperasen en mi alma, poniendo aldescubierto su anatomía para que yomismo la examinase descubriendo elorigen de los males inflexibles que meperseguían, sin acusar más a laprovidencia.

Una intuición angustiosa augurabadesesperanzas en mi pecho. Estaríabañado en un sudor helado, si todavíatuviese mi cuerpo físico. La sensaciónde pavor me acobardó y quise resistir,previendo la vergonzosa situación que

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me esperaba frente a los circunstantes, y,derramando lágrimas amargas, pedísuplicante, de manera a ser oído apenaspor Epaminondas:

—¡Señor, por piedad!¡Compadézcase de mí!

—¡No vaciles! —respondió en aqueltono imperioso que le era peculiar,mientras sus palabras resonaban por elanfiteatro, oídas por todos. Para realizarla renovación interior que llevará anuestras almas a la redenciónnecesitamos apoyarnos en nuestro valor.Sin decisión, ni heroísmo, ni valor, noconseguiremos progresar nimarcharemos hacia la gloria. Recuerda

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que los pusilánimes son castigados conla propia inferioridad en que se dejanestar y con la degradación de que serodean. Recuerda que es por turehabilitación por lo que el dolor seacerca a ti y siempre que el sufrimientohace vibrar dolorosamente las fibras detu ser. Sé fuerte, pues, porque el Sumocreador premia a las almas valerosascon la satisfacción de la victoria.

Me conformé al influjo de aquellamentalidad vigorosa, invocandoíntimamente el auxilio maternal deMaría de Nazaret, a quien yo habíaaprendido a venerar desde que ingreséen el caritativo Instituto, recordando que

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estábamos bajo sus amorosos cuidados.Entonces, armonizando mi propia

voluntad con las de los instructores ytécnicos que me dirigían, no sépositivamente describir lo que sedesarrolló en mí. Vi a Epaminondas y asus auxiliares acercándose yenvolviéndome en extraños chorros deluz. Un síncope me atontó el cerebrocomo si de las potencias sagradas de mi"yo" se produjeran repercusionesexcepcionales, extrayendo de losrepositorios del alma, para reanimar enmí, toda la larga serie de vidasplanetarias que yo había tenido en usode la responsabilidad y del libre

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albedrío.También acompañaron a los dramas

pasados en la Tierra las estancias en loInvisible entre una y otra reencarnación,ya que esos estadios son inseparables delas consecuencias acarreadas por losactos practicados en el plano terrestre.Tuve la extraordinaria impresión deencontrarme ante mi propio "yo" —o demi doble—, si así me puedo expresar,tal como si ante un espejo pasase a verque en mi propia memoria se ibasucediendo un revivir espantoso. Lapalabra irresistible del instructorrepercutió, dominante, en el interior demi espíritu apaciguado por la voluntad

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de obedecer, e invadió todos losrincones de mi conciencia, como lairrupción de olas que saltasen los diquesy se proyectasen en un impulsoirresistible, inundando una regiónindefensa:

—Yo te lo ordeno, alma creada parala gloria de la elección en el SenoDivino: Vuelve al punto de partida yestudia en el libro que traes dentro de timisma las lecciones que lasexperiencias proporcionan. Y contigomisma aprende el cumplimiento deldeber y el respeto a la Ley de aquel quete creó. Traza, después, tú misma, losprogramas de rescates y edificación que

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te convienen, para que a ti misma debasla gloria que tienes que construir paraalzar vuelos redentores hasta el senoeterno de donde partiste…

Lentamente, me sentí envolver porun singular entorpecimiento, como sigirase vertiginosamente todo a mialrededor… Rodeaban mi frentesombras espesas, como nubesamenazadoras… Mi pensamiento sealejó del anfiteatro, de la CiudadEsperanza, de la ColoniaCorreccional… Ya no distinguía aEpaminondas, ni siquiera le conocía, yni me acordaba de mis compañeros deinfortunio… ¡Pero, no estaba

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durmiendo! Continuaba lúcido yrazonaba, reflexionaba, pensaba,actuaba, lo que indica que meencontraba en posesión absoluta de mímismo… aunque retrocediese en laescala de los recuerdos acumuladosdurante los siglos… Perdí, pues, elrecuerdo del presente y zambullí miconciencia en el pasado…

Entonces, me sentí viviendo en elaño treinta y tres de la era cristiana. Yo,sin embargo, no recordaba,simplemente, yo vivía esa época, estabaen ella como realmente estuve.

La vieja ciudad santa de los judíos—Jerusalén— vivía horas febriles en

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esa mañana cálida y soleada. Meencontré poseído de una alegríasatánica, yendo y viniendo por las callesllenas de forasteros, promoviendodesórdenes, intrigando y sembrandorumores inquietantes, pues estábamos enel gran día del Calvario y se sabía queun cierto revolucionario, llamado Jesúsde Nazaret, había sido condenado a lamuerte en la cruz por las autoridades delCésar junto con otros dos reos. Corrí alPretorio, sabiendo que de allí saldríapara el patíbulo el sentenciado a quientanto los judíos maldecían. Yo eramiserable, pobre y malo. Debía favoresa muchos judíos de Jerusalén. Comía las

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sobras de sus mesas y me vestía con lostrapos que me daban. Ante el Pretorioovacioné, frenético, a la figura hirsuta ytorpe de Barrabás, mientras que, ante laúltima tentativa del Procónsul paralibrar al carpintero Nazareno, pedí laejecución de éste con estertores dedemonio enfurecido, pues me complacíaver tragedias y emborracharme con lasangre ajena, contemplar la desgraciahiriendo a indefensos e inocentes, a losque despreciaba, considerándolespusilánimes… Y al ver a aquel delicadojoven, tan bello como modesto, subiendopacientemente la cuesta pedregosa bajolos ardores del inclemente sol, con el

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pesado madero a los hombros,alcanzado por los azotes de los rudossoldados romanos, contrariados ante eldeber de realizar una subida tan arduaen pleno calor del mediodía, era unespectáculo que sabía bien a la maldadde mi carácter y al que, de cualquierforma, no podría dejar de asistir…

No obstante, volviéndome a ver enese pasado, la misma conciencia, quehabía guardado este acontecimiento, lorechazó, acusándose violentamente.Sudores de pavor y agonía surcaron mifrente, alucinada por el remordimiento, ygrité enloquecido, sintiendo que mi gritorepercutía por todos los rincones de mi

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espíritu:—¡Oh! ¡Jesús Nazareno! ¡Mi

salvador y mi Maestro! ¡No fui yo,Señor! ¡Yo estaba loco! ¡No me veo máscomo enemigo Tuyo! ¡Perdón! ¡Perdón!¡Jesús!…

El llanto quemó mi alma y alejé elrecuerdo amargo del pasado. Pero,vigilante, gritó enseguida el instructorilustre, velando el progreso de sualumno:

—¡Adelante, alma, creación divina!Prosigue sin desánimo, que de la lecturaque ahora haces en ti misma esnecesario que salgas convertida alservicio de ese Maestro que ayer

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apedreaste…Yo no me podía escapar al impulso

vibratorio que me arrojaba en el sondeode ese pasado remoto, porque allíestaban, con sus voluntades conjugadaspiadosamente en mi favor, Epaminondasy sus auxiliares; y proseguí, entonces, enla deprimente recapitulación:

Súbitamente me encontré ante elPretorio, en actitud hostil. No huboinsulto que mi palabra traicionera dejasede proferir contra el Nazareno. Feroz enmi insistencia, le acompañé en lajornada dolorosa gritando burlas soeces,y confieso que sólo no le agredí apedradas o golpes con mi brazo, por la

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guardia que tenía a su alrededor. Mesentía inferior y mezquino en todaspartes donde me llevaban las aventuras.Nutría envidia y odio a todo lo queconsideraba que era superior a mí. Feo,hirsuto, abyecto, mutilado, pues mefaltaba un brazo, degenerado,ambicioso, mi corazón destilaba el virusde la maldad. Maldecía y perseguía todolo que reconociese como bello y noble,consciente de mi imposibilidad dealcanzarlo.

Integrando el extenso cortejo, entré aperturbar con difamaciones viles ysarcasmos infames a su Madre sufrientey humilde, ángel conductor de ternuras

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inenarrables para los hombresdesterrados en los sufrimientosterrestres, ya entonces, la misma María,piadosa y consoladora, que ahora mealbergaba maternalmente, con celestesolicitud. Y después, en secuenciassiniestras y aterradoras me vicontinuando con el abominable papel deverdugo: denunciando a cristianos alSanedrín, persiguiendo, espiando cuantopodía por cuenta propia, apedreando aEsteban, mezclado con la turba temiblede la gente de baja ralea; traicionando alos "santos del Señor" por el simpleplacer de practicar el mal, pues no measistía ni siquiera el celo que impulsaba

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a la raza hebraica en la suposición deque defendían un patrimonio nacionalcuando intentaba exterminar a loscristianos: ¡yo no era hijo de Israel!Había venido de lejos, incrédulo yaventurero, de la Galia distante, dondeera un forajido en mi tribu, y fuicondenado a muerte por el doble crimende traición y homicidio, habiendoescapado a Judea casualmente, en losúltimos meses del apostolado delSalvador.

Me fue, pues, concedida laoportunidad máxima de regeneración yyo la rechacé, sublevándome contra la"Luz que brilló en medio de las

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tinieblas"…Siguió el curso del tiempo

arrastrándome a luchas constantes. Lasreencarnaciones se sucedieron a travésde los siglos… Yo pertenecía a lastinieblas… y durante el intervalo de unaexistencia y otra, me complacía enpermanecer en las capas inferiores de laanimalidad… Me hacían reiteradasinvitaciones para los trabajos deregeneración o en cualquier plano enque me encontrase, en la condición dehombre o en la de espíritu sin cuerpo,porque también en las regiones astralesinferiores resuenan las dulzuras delEvangelio y la figura sublime del

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Crucificado es tenida como el modelogeneroso a imitar. Pero me hacía elsordo, cegado por la mala voluntad delos instintos, como sucede a tantosotros… Ni siquiera llegaba a percibircon la debida claridad la diferenciaexistente entre la encarnación y lasestancias en lo invisible, pues mi modode ser era siempre el mismo: laanimalidad.

Hoy sé que la ley inmanente delprogreso, como imán sabio eirresistible, me impulsa hacia nuevasposibilidades en cuerpos carnales, bajola orientación de dedicados trabajadoresdel Señor, haciéndome renacer como

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hombre para que la expiación y lasluchas incesantes inherentes a lascondiciones de la vida en la Tierra y lossufrimientos inevitables, provenientesdel estado de imperfección tanto delplaneta como de su humanidad,desarrollasen lentamente en mí laspotencias del alma embrutecida por lainferioridad. En la época que me refiero,no percibía nada de eso, y tanto laexistencia humana como el intervalo enel Más Allá me parecían la misma cosa.

Pero a través de los siglosexperimenté también grandesinfortunios.

Como era un criminal impenitente,

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ateniéndome a las prácticas nefastas delmal, sufría, como es natural, el reversode mis propias acciones, cuyos efectosse reflejaban en mi propio estado.Subía, a veces, a alturas notables de laescala social terrena, lo que noimplicaba tener virtudes, porque eranilimitadas las ambiciones que meorientaban. Esas ambiciones, viles ydegradantes, me llevaban a grandescaídas morales, revolcándome cada vezmás en el pantano de los deméritos, ycreando responsabilidades espantosaspara mi conciencia.

Mis reencarnaciones siempre sedieron entre pueblos cristianos. Todo

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indica, en la vida laboriosa ydisciplinada de lo Invisible, que losespíritus son registrados en grupos ocolonias, y bajo sus auspicios se educany evolucionan, sin disociarse de sututela hasta que se complete el cicloevolutivo normal, es decir, una vez esténadquiridos los patrimonios que lespermitan transmutaciones difíciles yútiles al bien propio y ajeno. Lo ciertoes que nunca me moví de Francia o de laPenínsula Ibérica, como lugares denacimiento, hasta el momento presente.

La idea de la regeneración comenzóa insinuarse en mi pensamiento a fuerzade percibir lo susurrado a mis oídos a

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través del tiempo, en la Tierra bajoforma humana o como espíritu en laspenumbras propias de los seres de miinferior categoría. Acepté calculada einteresadamente, buscando recursos parasolucionar las pesadas adversidades queperseguían mi destino a través de lossiglos, en esa doctrina cristiana que,según afirmaban, tantos beneficiosconcedía a aquel que se confiase a sututela. Lo que yo no podía comprender,sin embargo, absorto en mi mundoíntimo inferior, era el elevado alcancemoral y filosófico de tales consejos,repetidos siempre en torno de mí encualquier lugar terreno o astral en que

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estuviese… y por eso esperaba de lagran Doctrina sólo ventajas personales ypoderes misteriosos, que me ayudarían aconquistar la satisfacción de milcaprichos y pasiones…

Sin embargo, al oír referencias deaquel Maestro Nazareno cuyas virtudeseran modelo para la regeneración de lahumanidad, me sentía alucinado por unsúbito malestar, como si vibrasen en miinterior incómodas repercusiones,mientras una corriente hostil seestablecía en mi conciencia, que parecíatemer cualquier investigación sobre eldelicado asunto. Era verdad que si miinteligencia y mis conocimientos

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intelectuales se reforzaban con lasluchas por la existencia y a través de losinfortunios bajo el impulso del propioesfuerzo y de las ambiciones, el corazónyacía inactivo y helado y el almaembrutecida para las generosasmanifestaciones del bien, la moral y dela justicia.

La primera mitad del siglo xvii mesorprendió en una deplorable confusión,en la oscuridad de una cárcel terrestreenvuelto en tinieblas, a pesar de micalidad de habitante del mundoinvisible.

¿Qué odiosa serie de hechoscriminales, provocó tan amarga

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represión para la dignidad de un espírituliberado de las cadenas de la carne?…¿Qué abominables razones habría dado ala ley de atracción y afinidad para quemi estado mental y de conciencia sóloafinase con las tinieblas de la mazmorrade una prisión, infecta y martirizante?…

Conviene que te enteres de lo quehice en aquel tiempo, amigo lector…

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CAPÍTULO VLA CAUSA DE MICEGUERA EN EL

SIGLO XIX

Transcurrían los primeros deceniosdel siglo XVII cuando renací en losalrededores de Toledo, la antigua ynoble capital de los visigodos, que lasaguas amigas susurrantes del viejo Tajorodean como un incansable centinela…

Me arrojaba a otro renacimiento enla escena terrestre en busca deposibilidades para el urgente

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aprendizaje que liberase mi espírituconfuso, que debería aliviar los débitosde mi conciencia ante la incorruptibleley, pues se imponía la necesidad de lostestimonios de resignación en la pobrezay en la humildad pasiva y regeneradora,de conformidad ante un perjurio de amorque tenía en los registros del pasadocomo deuda.

Pertenecía entonces a una antiguafamilia noble arruinada y, perseguidapor adversidades insuperables en elmomento, tales como rivalidadespolíticas y religiosas y desavenenciascon la corona.

En mi primera juventud era un

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analfabeto, trabajando en las durastareas del campo. Apacentaba ovejas yaraba la tierra, repartiéndome enmúltiples quehaceres bajo la miradasevera de mi padre, rudo hidalgoprovinciano a quien el desmedidoorgullo religioso, inspirado en las ideasde la reforma, había hecho caer endesgracia, según el concepto delsoberano, al ser sospechoso deinfidelidad a la fe católica por lo que sele vigilaba. Era riguroso en el trato conla familia y con los siervos, como uncondestable con los feudos. Los rígidosdeberes que me ataban a lasresponsabilidades agrarias, atizaban en

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mi interior la nostalgia singular quedesalentaba mi carácter, pues en looculto de mi alma se hallabanambiciones vertiginosas, impropias deun joven en mis penosas condiciones.

Soñaba, nada menos, que conabandonar el campo, rebelarme contra eldespotismo paterno y convertirme en unhombre culto y útil como los primosresidentes en Madrid, militares algunosde ellos, cubiertos de glorias ycondecoraciones y otros formando en lapoderosa compañía de Jesús, eruditosrepresentantes de la iglesia consideradapor mí como la única justa y verdadera,en oposición con las opiniones paternas,

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que la repudiaban. Envidiaba a esaparentela rica y poderosa, sintiéndomecapaz de los más pesados sacrificiospara alcanzar idéntica posición social.

Un día revelé a mi madre el deseoque, con la edad, se agrandaba, y mehacía sentir insatisfecho e infeliz. Lapobre señora que, como los hijos y lossiervos, también sufría a opresión deltirano doméstico, me aconsejóprudentemente, como inspirada por elCielo, la moderación de los anhelos porla obediencia a los principios de lafamilia, alegando que era indispensablemi presencia en la casa paterna, para labuena continuidad del cuidado de los

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cultivos que aseguraban nuestrasubsistencia. No obstante, dada miinsistencia, intercedió ante el señor ypadre en el sentido de permitirinstruirme, lo que me valió toda clase demalos tratos y castigos inconcebibles enun corazón paterno.

Con la íntima rebelión que sentía, sefortaleció el deseo y se convirtió en unaobsesión irresistible, que podía contenera duras penas y con un inmensosacrificio, dado mi genio impetuoso yrebelde.

Recurrí al párroco de lacircunscripción, a quien sabía servicialy amigo de las letras. Le expuse las

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desventuras que me humillaban,expresando el deseo de alfabetizarme einstruirme cuanto fuese posible. Aceptócon bondad y desprendimiento, pasandoa enseñarme cuanto sabía. Y como setrataba de un hombre culto,intelectualmente superior, devoré laslecciones que caritativamente meconcedía, demostrando siempre tantalucidez y buena voluntad que el dignoprofesor se esmeraba todavía más,encantado con las posibilidadesintelectuales encontradas en su alumno.

A petición mía, y comprendiendo,con elevado espíritu de colaboración,las razones expuestas, mi familia no fue

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puesta al corriente de talacontecimiento. Mi frecuencia de visitasa la casa parroquial se interpretó comouna ayuda a la parroquia para el cultivode la tierra, favor que mi padre no osabanegar, temeroso de represalias ydelaciones.

Un día, después de mucho tiempopasado de martirizar la mente en buscade la solución para lo que considerabayo mi desventura, surgió en el fondo demis ambiciones la infeliz idea dehacerme sacerdote. Sería, pensé, unmedio seguro y fácil de llegar a los finesque deseaba… No se trataba de unahonrosa vocación para los ideales

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divinos, ni de servir a las causas delbien y de la justicia a través de unapostolado eficiente, puesto que, en lasmanifestaciones de religiosidad que nosimpulsaban a mi madre y a mí, noentraban la verdadera creencia en Diosni el respeto debido a sus leyes.

Expuse al párroco, mi antiguomaestro, la intención que mispretenciosas ambiciones considerabanloable. Para mi sorpresa me aconsejó,bondadosa y dignamente, evitar cometerel sacrilegio de servirme de la sombrasanta del divino Cordero en beneficio delas pasiones personales que inquietabanmi corazón, oscureciendo la razón…

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pues percibía muy bien, por ver aldescubierto mi carácter, que no teníaverdadera inclinación para el difícilministerio.

—El Evangelio del Señor, hijo mío—dijo una vez, después de uno de losprudentes discursos en queacostumbraba a exponer las gravesresponsabilidades que pesan sobre laconciencia de un sacerdote—, debe serservido mediante el amor al bien ycontinuas renuncias, durante las quedebemos muchas veces morir paranosotros mismos, así como para elmundo y sus pasiones, con un trabajosiempre activo, incansable, renovador,

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en beneficio ajeno y para gloria de laverdad, y que se destaque por sulegítima honestidad, espíritu deindependencia y cooperación, sin ningúnpersonalismo, porque el servidor deJesús debe darse incondicionalmente ala causa, abstrayéndose de las opinionesy voluntades propias, que ningún valorpueden tener su doctrina. Es un caminoáspero, sembrado de espinas ypercances, de inacabables testimonios,sobre el que el peregrino derramarálágrimas y se herirá continuamente, alcontacto de enormes disgustos. Sólorecogerá las flores, cuando puedapresentar al excelso Señor de la viña los

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preciosos talentos confiados a su celode siervo obediente y servicial…"Quien quiera venir tras de mí —fue Élmismo quien lo dijo—, renuncie a símismo, tome su cruz y me siga".

Fuera de eso, querido hijo, sólosirve al ambicioso el regalo de lasambiciones personales, alejándose delSeñor con acciones reprobablesmientras finge servirle. ¿No tienesvocación para la renuncia que se imponeante ese honroso desempeño?… Estatetranquilamente, sirviendo al prójimo conbuena voluntad y como puedas, en elseno de tu familia, que no andarás mal…¿No te sientes verdaderamente sumiso a

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la palabra de aquel que se dio ensacrificio en los brazos de una cruz?…No te precipites, entonces, queriendoarrostrar responsabilidades tangrandiosas y pesadas que puedencomprometer tu futuro espiritual.

Vuelve, hijo, a tus obligaciones deciudadano, cumpliendo tus deberescotidianos y experimentando a cadapaso la decencia de las costumbres…Vuelve a tu aldea, cuida tu ganado y tuscampos, libérate de ambicionesprecipitadas, que eso te va a ser másmeritorio que traicionar un ministeriopara el que no te encuentras aúnpreparado… Ara cuidadosamente la

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tierra amiga, velando por el terruño quete sirvió de cuna… y esparciendo en sugeneroso seno las semillas pequeñas yfecundas y bien pronto comprenderásque Dios está contigo, porque verás susbendiciones siempre renovadas en losfrutos sabrosos de tus pomares, en lasespigas rubias del trigo que alimentará atoda tu familia, en la leche nutritiva querobustecerá el cuerpo de tus hijos…crea tu hogar y educa a tus hijos en elrespeto a Dios, en el culto a la justicia yen el desprendimiento del amor alprójimo. Sé amigo de cuantos te rodean,sin olvidar tus plantaciones y losanimales amigos que te sirven tan bien

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como tus propios siervos, que todo esoes un sacerdocio sublime, es serviciosantificante del Señor de la viña…

* * *

La idea del matrimonio sustituyó conrapidez a las antiguas aspiraciones,quedándome impresionado con losconsejos del digno siervo del Evangelio,que me habían llegado muy hondo. Meentregué apasionadamente al nobleanhelo, y me preparé, con el corazónarrebatado, para hacerlo realidad. Sinembargo, dada la situación delicada en

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la que me encontraba en la casa paterna,llevándome mal con mi padre, y lapobreza que dificultaba las acciones,mantuve en secreto los proyectos delmatrimonio elaborados cariñosamentepor mi corazón, que se enamoróperdidamente…

Entre las numerosas muchachas queadornaban nuestra aldea con la gracia delos atractivos personales y las prendasmorales que eran sus mejoresrecomendaciones, se destacaba una,sobrina de mi madre, a la cual hacíamucho que admiraba, sin que meatreviese a exteriorizar a nadie losardores que avivaban mi pecho al verla

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y hablar con ella.Se llamaba María Magdalena y era

esbelta, linda, sonrosada, con largastrenzas negras y perfumadas que le caíanhasta la cintura, y un bello par de ojoslánguidos y seductores. Como yo, erahija de nobles arruinados, con la únicaventaja de haber adquirido una buenaeducación doméstica y hasta social,gracias a la buena predisposición de suspadres.

Pasé a buscarla con ardor y muyenamorado, tal como era lógico en uncarácter violento y rebelde. Me sentícorrespondido, sin sospechar que sólola soledad de una aldea aislada entre los

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arrabales tristes de Toledo, dondeescaseaban jóvenes galantes, habíacreado la oportunidad consideradairresistible en mis sueños. Amé a lajoven con indomable fervor,depositando mi destino en sus manos.Me habría refugiado de buen grado parasiempre en la paz de un hogarhonradamente constituido, poniendo enpráctica los consejos del generosoconsejero.

Pero la adversidad, rondaba lospasos, presentándome fuertestentaciones en los trabajos de lostestimonios impostergables, tentacionesde las que no me pude librar, debido a

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mi genio que destruía mi carácter, a lainsumisión del orgullo herido y a larebelión que predominaba siempre enmis actitudes ante un disgusto o unasimple contrariedad.

María Magdalena, con quien, ensecreto, había concertado elcompromiso matrimonial para unaocasión propicia, me rechazó por unjoven madrileño, primo de mi padre,adepto oculto de la Reforma, que habíavisitado nuestra humilde mansión, parapasar el verano con nosotros. Se tratabade un guapo militar de veinticinco años,a quien le quedaban muy bien loscabellos largos, los bigotes brillantes y

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arreglados, como buen caballero de laguardia real que era; la espada de mangoreluciente como el oro, los guantes degamuza y la capa oscilante y olorosa,que le daba aires de héroe.

Se llamaba Jacinto de Ornelas yRuiz y se creía, o realmente era, condeprovinciano, heredero de buenas tierrasy buena fortuna. Entre su figurareconocidamente elegante, las ventajasfinancieras que tenía y mi sombrarústica de labrador bisoño ypaupérrimo, no era difícil escoger parauna joven que no llegaba a los veinteaños.

Jacinto de Ornelas no volvió solo a

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su mansión de Madrid.María Magdalena quiso unir su

destino al de él por los vínculossagrados del matrimonio, dejando laaldea y alejándose para siempre de mi,risueña y feliz, aprovechándose, para latraición infligida a mis sentimientos dedignidad, del secreto de nuestrosproyectos, porque nuestros padres loignoraban todo al respecto, mientras queyo, humillado y con el corazónsangrando insoportables torturasmorales, tuve, desde entonces, el futuroirremediablemente comprometido paraaquella existencia, fracasando en losmotivos para los que reencarné,

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olvidando los consejos y advertenciasde abnegados amigos, a causa de ladisconformidad y rebelión que eran elatributo de mi personalidad.

Juré odio eterno a ambos. Rencorosoy despechado, les deseé toda suerte dedesgracias, mientras mi mente elaborabacon maldad proyectos de venganzaconvirtiendo mi existencia en un infiernosin bálsamo, en un desierto deesperanzas. Mi aldea se me hizo odiosa.Por todas partes donde iba era como sime enfrentase a la imagen graciosa deMaría Magdalena con sus trenzas negrasbalanceando a lo largo de su cuerpo…Me ahogaba en una añoranza

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inconsolable, humillándomeprofundamente. Me avergonzaba ante elpueblo por la traición de la que habíasido víctima y me sentía ridiculizado,apuntado por antiguos compañeros dejuerga, creyendo girar mi nombre encomentarios chistosos, pues muchoshabían descubierto mi secreto. Perdí lasganas de trabajar. El campo se mevolvió intolerable, por sentirmehumillado ante el recuerdo del eleganteaspecto de mi rival que me habíaarrebatado los sueños de novio.

En vano mis compasivos amigos meaconsejaron escoger otra compañerapara asociarla a mi destino,

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advirtiéndome de que el hecho, que tanprofundamente me había herido, era algonormal en la vida de cualquier hombremenos riguroso e irascible. Ardiente yexageradamente sentimental, sinembargo, eliminé el matrimonio de misaspiraciones, encerrando en mi corazónsublevado la añoranza del cortonoviazgo que me convirtió en undesdichado.

Entonces volvieron nuevamente a mimente las antiguas tendencias hacia elsacerdocio. Las acogí ahora conalborozo, dispuesto a no dejarmeseducir por las cantilenas de quienfuese, encontrando gran serenidad y

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alivio en la idea de servir a la iglesiamientras eso sirviese para elevar mihumildísima condición social. No iba aser muy difícil; si bien los recursoseconómicos escaseaban, tenía un nombrerespetable y parientes bien vistos que nome negarían ayuda para la realizacióndel gran intento. Me amparé en laimpetuosa esperanza de vencer, de seralguien, de subir, por el medio quefuese, con tal de sobrepasar a Jacinto enla sociedad y en el poder, haciéndolecurvarse ante mí, y al mismo tiempohumillar a María Magdalena,obligándole a preocuparse por mí,aunque sólo fuese para odiarme.

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La muerte de mi padre ayudó a larealización de mis nuevos proyectos. Noatendí las razones alegadas por mimadre, en cuanto a hacerme cargo de ladirección de nuestras propiedades, en ellugar del difunto. Una inquietudinsoportable ocupaba mis días e ideasobsesivas minaban mi cerebro en unestado permanente de agitación yangustia, implantando un problema en miser, difícil de solucionar en el curso deuna existencia.

Presa de pesadillas alucinatorias,soñaba por noches enteras, que mi viejopadre, así como otros amigos fallecidos,volvían de la tumba para aconsejarme

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detenerme en la pretensión adoptadarespecto al futuro, prefiriendo elmatrimonio honesto con alguna de miscompañeras de infancia, pues ese era elcamino más digno para proporcionarmedicha y tranquilidad de conciencia. Peroel resentimiento hacia María Magdalena,convertía en irrealizable cualquiernuevo intento sentimental y deshacíarápidamente las impresiones sugeridaspor los venerables amigos espiritualesque deseaban impedir que practicasenuevos y deplorables deslices ante laley de la providencia.

¡Me hice sacerdote con granfacilidad!

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La Compañía de Jesús, famosa porel poderío ejercido en todos los sectoresde las sociedades regidas por la IglesiaCatólica Romana y por los hechos queno siempre primaron por la obediencia yel respeto a las recomendaciones de suExcelso Patrono, de cuyo nombre usó yabusó, me proporcionó una ayudainestimable e inapreciables ventajas. Meinstruí brillante y rápidamente a susombra, como tanto ansiaba desde lainfancia. Absorbía, ávido, el manantialde ilustración que me ofrecían en lacomunidad al ver mis ambicionesvehementes, como fácil instrumento queapuntaba ser yo para amoldarse bajo el

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férreo dominio de sus garras.Era como si mi inteligencia sólo se

acordase de lo que debía aprender, talera el poder de asimilación que existíaen mis facultades. Mi gratitud, a su vez,no conoció límites. Me uní a laCompañía con todas las fuerzas quedisponía mi alma ardorosa. Obedecía alos superiores con un celo fervoroso,sirviéndolos satisfactoriamente, yendorealmente en busca de sus deseos.Aprendí a respetar los intereses de laIglesia, y los de la organización clericalen que me encontraba, por encima detodas las demás conveniencias, fuesenlas que fuesen, tal como haría un

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verdadero jesuita.No me referiré a la causa divina. No

la desposé, pensando edificar mi almacon las claridades de la justicia y deldeber. Tampoco aprendí a amar a Dioso a servir al Maestro redentor en el senode la comunidad en la que estaba.

En la Compañía de Jesús existíansiervos eminentes, cuyos desempeñocristiano se podría equiparar a los delos primeros trabajadores delapostolado mesiánico. Pero no mesolidaricé con esos. No les conocí nilograron interesarme sus existencias. Dela poderosa organización religiosa quefue la Compañía de Jesús, yo sólo

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deseaba la posición social que me podíaproporcionar, compensando laoscuridad de mi nacimiento, así comolos deleites del mundo, las locassatisfacciones del orgullo, lasambiciones inferiores y las vanidadessoeces, ya que el perjurio de la noviaidolatrada había cortado mis nacientesproyectos honestos.

Siendo así, es decir, para lograradquirir todo ese detestable patrimonio,serví con celo frenético a las leyes de lainquisición. Perseguí, denuncié,calumnié, intrigué, mentí, condené,torturé y maté. Habría denunciado a mipropio padre, tal era la demencia que se

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había posesionado de mí, llevándoleante el tribunal como agente de laReforma, si protegido por laMisericordia Celeste, no hubieseentregado antes su alma al Creador. Nolo haría, sin embargo, con refinamientosde maldad; mi intención era servir a lossuperiores, engrandecer la causa de laCompañía, probar con dedicación eternala incondicional gratitud que dominabami alma apasionada, por el amparo queme habían ofrecido. Fui, yo mismo,víctima de la institución, porque,sabiéndome sumiso y agradecido por losfavores recibidos, mis superioresexplotaban esos sentimientos,

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induciéndome a la práctica de crímenesabominables, seguros de mi aceptación.

Si, en vez de esta Compañía, hubieseoptado por alguna comunidadfranciscana, me habría educado,transformándome en un alma creyente eincapaz de prácticas dañinas. Por lomenos me habría habituado a lahonradez de las costumbres, al respetoal nombre del Creador, al interés por lasdesgracias ajenas, pensando enremediarlas. La Compañía de Jesús, sinembargo, a pesar del nombre excelsodel cual se valió para inspirarse, meconvirtió en un réprobo, ya que meatrajo justamente el departamento

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político-social, que tantos abusoscometió en el seno de las sociedades, ¡yen nombre de la religión!

Durante mucho tiempo olvidé aaquellos que me habían traicionado. Noles busqué, no me importó el destino quehabían tomado. La verdad es que sefueron a Holanda, donde Jacinto deOrnelas tenía cierta misión militar. Masun día el azar me puso nuevamente antesu presencia. Habían pasado ya quincelargos años desde que su visita a lamansión de mis padres había convertidoa mi corazón sentimental en un horno deodios. Los deberes profesionales, que lehabían alejado de la patria, ahora le

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hacían retornar, gozando de un excelenteconcepto hasta en las antecámaras realesy disfrutando una envidiable posiciónsocial.

Al verme obligado a estrechar sumano en una ceremonia religiosa, lo hicecomo a un extraño, sintiendo, noobstante, que en mi corazón, a causa dela antigua rivalidad, hervía la dolorosaangustia experimentada en el pasado,que creció ante su presencia,previniéndome que, si el sentimiento deamor por María Magdalena habíadesaparecido, sofocándome en lavergüenza del perjurio indigno, la llagaque se abrió entonces aún sangraba,

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clamando por desquites y represalias.Procuré observar su vida, sus pasos

de adepto a la Reforma, su pasado y supresente, lo que hacía, lo que pretendía,cómo vivía, el grado de armoníaexistente en el hogar doméstico y hastalas particularidades de su existencia,gracias al experto cuerpo de espías queestaba a mis órdenes, como buen agenteque era yo del Santo Oficio. Jacinto deOrnelas era feliz con su esposa y seamaban tierna y fielmente. Tenían hijos,a los que procuraban educar en lospreceptos de una buena moral. MaríaMagdalena, dama hermosa y cortejada,que se imponía en la sociedad por

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virtudes inatacables, tenía la bellezaaltiva y digna de sus treinta y tresprimaveras, y, desorientado,enloquecido por mil proyectos nefastosy degradantes, al verla por primera vez,después de tantos años de ausencia,sentí que no la había olvidado como alprincipio supusiera, y que todavía laamaba, para desventura de todosnosotros.

La antigua pasión, difícilmenteadormecida por el tiempo, irrumpió aúnmás ardiente desde que comencé a verlanuevamente, todas las semanas,practicando oficios religiosos en una delas iglesias de nuestra diócesis, como

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buena católica que deseaba parecer,para ocultar sus verdaderasinclinaciones reformistas que animabana toda la familia.

Deseé atraerla y cautivar, ahora, lasatenciones amorosas negadas en otrotiempo, y, bajo la presión de tal intento,la visité ofreciéndole ayuda y deshechoen amabilidades. No lo conseguí, aunquelas visitas continuaron. Recrudeció enmi pecho el furor sentimental,sabiéndome totalmente olvidado, talcomo la erupción inesperada y violentade un volcán adormecido durante siglos.Intenté cautivarla tiernamente,arrastrándome en mil actitudes serviles,

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apasionadas y humillantes. Me resistiócon dignidad, probando el absolutodesinterés por el afecto que ponía a suspies, como también por las ventajassociales que yo le podría ofrecer. Intentésobornarla llevándola a comprender elpoder del que disponía, la fuerza que elhábito de la Compañía meproporcionaba en todo el mundo, losfavores que podría prestar a su marido,incluso reales garantías para ejercer sufe religiosa, pues yo sabría protegerloscontra las represiones de la ley, siempreque estuviese de acuerdo en consentir amis proyectos de amor. Sin embargo merechazó, sin compasión ni temor,

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escudada en la más santificantefidelidad conyugal que yo había vistohasta entonces, dejándome, además,convencido de que se había abierto másque nunca un abismo entre nuestrosdestinos, que yo creía unidos parasiempre.

Ahora, Jacinto de Ornelas y Ruiz,que era conocedor de la pasión que medestruyera la existencia, viéndomeasediar su hogar con actitudesamistosas, percibió fácilmente lanaturaleza de los intentos que meanimaban. Yo, además, no procurabadisimularlos. Actuaba, al contrario,provocativamente, dado que la persona

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de un jesuita y, aun más, oficial delSanto Oficio, era inviolable para unlego. Puesto al corriente de los hechospor su misma esposa, que buscaba en élfuerza y consejos para resistir misinsidiosas propuestas, se llenó de temor,no confiando en los lazos de parentesco;y, de acuerdo con sus superiores, sepreparó para dejar Madrid, buscandorefugio en el extranjero para sí mismo ysu familia.

Sin embargo, le descubrí a tiempo.Vivir sin María Magdalena era unatortura que ya no podía soportar. No meimportaba sentirme desgraciado, inclusodespreciado por ella, quería realmente

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ser odiado con todas las fuerzas de sucorazón, pero poderla tener al alcancede mis ojos, que la viese a menudo, quela supiese junto a mí, aunque en verdadestuviésemos separados por duras eirremediables circunstancias.

Desesperado, pues, deseando loinalcanzable a cualquier precio,denuncié a Jacinto de Ornelas comoprotestante, al Tribunal del SantoOficio, pensando librarme de él parapoder conquistar a su esposa. Probé conhechos la denuncia; libros heréticos conrelación a la Virgen Madre, que siemprefueron armas terribles en las manos delos denunciantes para perder a las

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víctimas de sus persecuciones,espantajos fabricados, casi siempre, porlos mismos que hacían la denuncia;correspondencia comprometedora conluteranos de Alemania; acuerdos conadeptos dispersos por el país entero y enFrancia; su ausencia sistemática alconfesionario, los propios nombres delos hijos, que recordaban a Alemania y aInglaterra, pero no a España, y cuyosregistros de bautismo no pudo presentar,alegando haber sido realizados enHolanda. Todo lo probé, no, por celo ala causa de la religión que debíaconsiderar digna de respeto, y sí paravengarme del desprecio que, por amor a

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él, María Magdalena me profesaba.Una vez preso y procesado, Jacinto

me fue entregado por orden de missuperiores, que no me pudieron negar laprimera solicitud de este género que yoles hacía, dados los buenos serviciosprestados por mí a la institución.

Le conservé desde entonces en elfondo de una mazmorra infecta, donde eldesgraciado pasó a soportar una largaserie de horribles privaciones, angustiasy sufrimientos indescriptibles,inconcebibles a la mentalidad delhombre moderno, educado bajo losauspicios de democracias que, aunquetodavía bastante imperfectas, no pueden

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permitirse la comprensión exacta de laaplicación de las leyes férreas yabsurdas del pasado. Cebé en él larebelión que me retorcía el corazónsintiéndome despreciado por la mujeramada, por su culpa. Mi despechoinconsolable y los celos que me habíanalucinado desde hacía tantos años meinspiraron toda clase de torturas feroces,que le aplicaba poseído de un placerdemoníaco, recordando el rostrosonrosado de María Magdalena, que yano había podido besar más; las trenzasondulantes cuyo perfume no aspiraba;los lindos brazos que a él y no a míhabían abrazado tiernamente contra su

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corazón. Cobré, uno a uno, a Jacinto deOrnelas y Ruiz, en la sala de torturas deltribunal de la Inquisición de Madrid,todos los besos y caricias que me habíarobado de aquella que yo había amadohasta la locura y la desesperación.

Hice que le arrancaran las uñas y losdientes, que le fracturasen los dedos ydislocasen las muñecas, que lequemasen la planta de los pies hastaconvertirlas en una llaga, pero lenta ypacientemente, con láminas calentadassobre brasas, que le azotasen sus carnes,destrozándolas, y todo bajo el pretextode salvarle del infierno por haberanatematizado, obligándole a

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confesiones de supuestas conspiracionescontra la Iglesia, bajo cuyo nombre meoculte para la práctica de vilezas.

Presa de enloquecedora inquietud,María Magdalena me buscó…

Me suplicó, entre lágrimas, piedad ycompasión. Me recordó que ambos eranparientes míos, los días lejanos de lainfancia encantadora, disfrutados en ladulce convivencia campestre, entre lasalegrías del hogar doméstico, protegidosambos por una intimidad casi dehermanos…

Cínico y cruel, le respondí,preguntándole si fue pensando en todosaquellos detalles inefables de nuestra

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juventud que, ella misma, o tal vez conJacinto, concertaron la traiciónabominable que me perpetraron…

Me habló de sus hijos, que iban aquedar a merced de durísimasconsecuencias, con el padre acusado porel Santo Oficio, y, todavía más, si élmuriese, a causa del encarcelamientoprolongado, concluyendo por suplicar,bañada en lagrimas, por la vida y lalibertad de su marido, como también pormi protección para refugiarse enInglaterra…

Hablé entonces, después de lanzarleen el rostro la odiosa hiel que salía demi alma, viéndola a merced de mi

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resolución:—Tendrás a tu marido, María

Magdalena… pero con una condición,de la que no desistiré jamás: ¡Entrégate!¡Sé mía! Consiente en unir tu existenciaa la mía, aunque a escondidas… y te lodevolveré sin incomodarle más…

La desgraciada se resistió todavíadurante algunos días. Me expuso, entrelágrimas y súplicas, todas las razonesque una mujer virtuosa, fiel a suconciencia y a los deberes de esposa,podría concebir para que mi afán deconquistador sin escrúpulos, renunciasea su propósito. Pero yo hice oídossordos, como ella, cuando en otro

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tiempo le supliqué, desesperado alverme abandonado, que se apiadase demí, no traicionando mi amor en favor deJacinto. Aquella mujer que yo tantohabía amado, que habría hecho de mí unesposo dedicado y humilde, meconvirtió en una fiera con su perjurio enfavor del otro. Se levantaban, del fondode mi ser psíquico, las remotastendencias maléficas que, en Jerusalén,en el año 33, me hicieron condenar aJesús de Nazaret en favor de la libertaddel bandolero Barrabás.

Además, existía mucho de caprichoy vanidad en las actitudes que mellevaban a desear la ruina de María

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Magdalena, y, mientras la pareja sufríael drama punzante que el hombremoderno no puede comprender sino através del colorido de la leyenda, yo mealegraba con la satisfacción de vencerla,destrozando su felicidad, que tantoincomodaba a mi orgullo herido.

Cuando, algunos días después denuestra reunión, la desventurada noviade mi juventud, bajando a la sala detorturas, vio el espectro a que se habíareducido su bello oficial demosqueteros, ya no dudó en acceder amis innobles caprichos. Yo la habíallevado hasta allí a propósito, con laexcusa de visitarle, viendo que su

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rechazo amenazaba prolongarse.Para suavizar los sufrimientos de su

marido, ahorrándole las torturas diarias,que lo extenuaban y para salvar aquellavida, para ella preciosa sobre todos losdemás bienes, que yo amenazaba conexterminar, la infeliz accedió a mispretensiones, inmolándose para que susacrificio permitiese la liberación y lavida del padre de sus hijos.

Pero mi despecho se exasperó con eltriunfo, puesto que más que nunca, me virechazado. Yo había pretendidoconvencer a María Magdalena aasociarse para siempre a mi destino,concediéndole el retorno de su esposo.

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Ella, sin embargo, que se habíasacrificado a mis exigencias intentandosalvarle la vida, no podía ocultar eldesprecio y el odio que mi persona leinspiraba, lo que, finalmente, meprovocó el cansancio y la rebelión.

Entonces me detuve, exhausto deluchar por un bien inalcanzable, yrenuncié a los insensatos anhelos que meenloquecían. Pero, aun así, una siniestravenganza se engendró en mi cerebroinspirado en los poderes del mal, que,realizada con el más detestablerefinamiento que puede fluir de lasprofundidades de un corazón envidioso,despechado y celoso, fue la causa de las

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desgracias que desde hace tres siglospersiguen mi espíritu como una sombrasiniestra de mí mismo proyectada sobremi destino, desgracias que los siglosfuturos todavía verán en sus dolorososepílogos.

María Magdalena me pidió la vida yla libertad de su marido y mecomprometí a concederlas. Se olvidó,sin embargo, de hacerme prometerdevolverle intacto, sin mutilaciones.Entonces, hice que le vaciasen los ojos,perforándoles con puntas de hierrocandente, y así desgraciándole parasiempre y lanzándole en las tinieblas deun martirio intolerable, sin darme cuenta

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que existía un Dios todopoderosocontemplando, de lo alto de su justicia,mi acto abominable, que yo habíaarchivado en lo más íntimo de miconciencia como reflejado en un espejo,para acusarme y exigirme inapelablesrescates a través de los siglos.

Todavía hoy, tres siglos después deestos tristes hechos, recordando tantenebroso pasado, me hiere en el alma lavisión de la desgraciada esposa que,yendo, a petición mía, a recibir a supobre compañero en el patio de laprisión, al ver la extensión de miperversidad no hizo sino contemplarmesorprendida para, después, deshacerse

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en llanto, postrada de rodillas ante suesposo ciego, abrazándole las piernasvacilantes, besándole las manos conindescriptible ternura, recibiéndolemaltratado e inválido con increíbleamor, mientras yo me burlaba, entrerisas.

—Te concedí la vida y la libertaddel hombre amado, tal como consta ennuestro acuerdo… No puedes negar migenerosidad para con la novia perjurade otro tiempo, puesto que, pudiendomatarle, le pongo en tus brazos…

Pero estaba escrito, o yo así loquise, que María Magdalena seguiríarecorriendo un duro calvario en aquella

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desventurada existencia; Jacinto deOrnelas y Ruiz, sin poderse resignar conesa situación tan inesperada comoterrible, no queriendo ser un estorbopara la vida de su dedicada compañera,que ahora llevaba su hogar,multiplicándose en actividades quepermitían la subsistencia de los suyos,abandonada por los amigos, que temíanlas sospechas del mismo tribunal quehabía juzgado a su marido y olvidadahasta por mí, que me desinteresé deposeerla, aburrido de las inútilestentativas para hacerme amar, Jacinto,que deseaba salvar de la persecuciónreligiosa que amenazaba sin tregua a

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ella y a sus hijos, se suicidó dos mesesdespués de obtener la libertad, ayudadoen su gesto siniestro por su hijo másjoven, que, en la inocencia de sus cincoaños, entregó a su padre el puñalsolicitado discretamente por éste, y queusó poniéndole en su garganta mientrasapoyaba la otra extremidad sobre elborde de una mesa, poniendo, fin a suexistencia.

María Magdalena volvió a la aldeanatal con sus hijos, desolada e infeliz.Nunca más, hasta el momento en queescribo estas páginas, pude verla o tenernoticias de ella. ¡Y ya pasaron tressiglos, oh Dios mío!…

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* * *

El arrepentimiento no tardó en hacermella en mi disminuido ser. Nunca más,desde entonces, logré tranquilidad nisiquiera para conciliar el sueño. Unindescriptible estado de sobreexcitaciónnerviosa me mantenía continuamenteaturdido y perplejo, haciéndome ver laimagen de Jacinto de Ornelas,martirizado y ciego, por todas partesdonde me encontrase, como si se hubieraestampado en mis recuerdos de formaindeleble.

Puedo asegurar que mi deseo deenmienda comenzó en el momento justo

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en que, al entregar a Jacinto a su mujer,la vi postrarse ante él, cubriéndole lasmanos de besos y de lágrimasmostrando, en el ápice del infortunio, unsentimiento sublime de amor ycompasión, que yo no estaba a la alturade comprender. Desde entonces traté deevitar cumplir las tenebrosas órdenes demis superiores, lo que, lentamente meindujo a la inobservancia de los deberesa mí confiados, y me hizo perder laconfianza que hasta entonces me teníany, más tarde, me llevó a la prisiónperpetua. Desde la segunda mitad, delsiglo XVII hasta ahora, entré a expiar, yaen la Tierra como hombre o en lo

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invisible como espíritu, los crímenes yperversidades cometidos bajo la tuteladel Santo Oficio.

Un arrepentimiento sincero y que yoos garantizo, amigos míos, que hainspirado todos mis actos, me haanimado a enfrentar situaciones contodos los matices del infortunio, con talde borrar de mi conciencia la mancha dehaberme valido del nombre augusto deldivino Crucificado para la práctica deacciones criminales.

Narrar lo que han sido esas luchashasta hoy y las lágrimas que han ardidoen mi alma arrepentida y desolada, losremordimientos terribles, impuestos por

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la conciencia exacerbada, la serie, enfin, de los acontecimientos dramáticosque desde entonces me persiguen, seríauna tarea fatigosa y realmente horrible, ala que no me expondré. Seríannecesarios, además, algunos libros, paracada etapa…

Hasta que, en la segunda mitad delsiglo XIX, me preparé ¡sólo entonces!para la última fase de las expiacionesinapelables: la ceguera.

Debía perder, de cualquier forma, lavista, viéndome impedido de esa forma,de garantizar mi subsistencia, yprivarme del trabajo honroso paraaceptar la ayuda, que cuanto más

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compasiva y tierna era, más vejatoria yhumillante resultaba para el desmedidoorgullo que todavía no pude arrojar demi carácter rebelde, desbaratar ideales,deseos, ambiciones, viendo, al mismotiempo, caer mis valores morales eintelectuales, mi posición social, paraaceptar la oscuridad inalterable con misojos apagados para siempre. Perotambién debía hacerlo resignada ydignamente, demostrando pesar por lassalvajes acciones cometidas contra elrival de otros tiempos, demostrandorespeto y probando íntimos homenajeshacia aquel mismo Jesús cuya memoriahabía sido ultrajada por mí tantas veces.

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Todos vosotros sabéis la debilidadque me asaltó al verme ciego. No tuvefuerzas en absoluto para el terribletestimonio, en la hora culminante de mirehabilitación. ¡Oh, la justicia inmanentedel Creador, que nos deja entregados anuestra propia responsabilidad, para quenos castiguemos o nos glorifiquemos através de las acciones que cometemos alo largo de las sucesivas existencias!

El mismo horror que Jacinto deOrnelas sintió con la ceguera lo sentí yotambién, tres siglos después, al percibirque había perdido la luz de mis ojos.Los tormentos morales, las angustias, lashumillaciones insufribles, la

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desesperación inconsolable, al verseuno a merced de las tinieblas, y quellevaron a aquel desgraciado al funestoerror del suicidio, también seacumularon en mí con tal dominio queimité su gesto, convirtiéndome en 1890,en suicida, como lo había sido él amediados del siglo XVII…

Todo eso ocurrió así. Cierto, erradoo discutible, así fue como sucedió… ytal como fue es como lo debía relatar.

De este enredo pavoroso, ¿habríaque considerar que la suprema ley delCreador me imponía como expiacióncometer un suicidio para sufrir susconsecuencias?

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¡Absolutamente, no!La suprema Ley, que se asienta en la

supremacía del amor, la fraternidad, elbien, la justicia, así como del deber ytodas sus gloriosas consecuencias, yque, al mismo tiempo, previene contratodas las posibilidades de falta dearmonía y heterogeneidad con sussublimes vibraciones, no estableceríacomo ley jamás, la infracción máxima,condenada por ella misma. Lo que pasóconmigo fue el efecto lógico de unacausa creada por mi desconocimiento dela ley soberana y armoniosa que rige elUniverso. Falto de armonía con ella yenredándome en problemas cada vez

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más deprimentes a través de lasacciones cometidas en la sucesión de lasexistencias corporales, fatalmentellegaría al desastre máximo, como unaroca que, cayendo de lo alto de lamontaña, rueda rápidamente hasta elfondo del abismo…

Y la fatalidad es esa creaciónnuestra, generada con nuestros errores einconsecuencias a través de las edades ydel tiempo.

Que me creas o no, lector, nodestruirá las líneas de la verdadexpuesta en estas páginas; la tristehistoria de la humanidad con su carga dedesgracias, que tan bien conoces, ahí

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está, diariamente dando ejemplosidénticos al que acabo de presentarte…

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CAPÍTULO VIEL ELEMENTO

FEMENINO

Dejé la sala donde el misterio detantas existencias había salido del fondode mi alma, ofreciéndome a mí mismo ya mis compañeros preciososesclarecimientos, amparado por losbrazos compasivos de Pedro y Salustio.Había resultado exhaustivo el esfuerzopara rememorarlas, a pesar de lapresencia y la ayuda poderosa de losinstructores que me asistían. Los

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recuerdos del pasado delictivo, lossufrimientos experimentados a lo largode las edades vividas por mí, y ahorareanimados y acarreados para suapreciación en el presente, meimpresionaron profundamente, abatiendomi ánimo y traumatizando missentimientos y mis facultades.

Me sentí enfermo, ya que la mente ylos sentimientos, se habían unido en unagotador y delicado servicio de revisiónpsíquica personal, y, por eso, mellevaron a un gabinete clínico anexo alpropio recinto de las singulares ysublimes experiencias. Había allí dostécnicos de guardia, ya que, accidentes

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como el experimentado por mí, erandiarios y normales entre los discípuloscuya penoso bagaje mental les lanzaba acrisis insoportables de alucinación, enlas que, a veces, llegaban al borde de lademencia.

Fui bondadosamente recibido endicha dependencia, donde la caridaddaba a aspirar su fragancia a nuestrosespíritus frágiles y pusilánimes y allí meadministraron aquellos dedicadosservidores de la Legión un tratamientomagnético balsámico, para la urgenciadel momento, efectuando, en los díassiguientes, un seguimiento clínico-psíquico especializado y muy eficiente.

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Pasados algunos días, y vuelto a laluz de la realidad, completamente lúcidoen cuanto a mi verdadera personalidad,reflexioné con madurez y llegué a unaconclusión única para poderme, algúndía, sentir plenamente rehabilitado antemi propia conciencia y la Ley supremaque venía infringiendo hacía tantotiempo: ¡Reencarnar! ¡Sí, renacer unavez más! Sufrir digna y serenamente, laprueba de la pérdida de la visiónmaterial, en la que hacía poco habíafracasado, prefiriendo el suicidio aseguir viviendo con la incapacidad dever, hacer lo contrario de lo que habíahecho antes, es decir, amar compasiva y

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caritativamente a mis semejantes,proteger, auxiliar y servir al prójimo,utilizando todos los medios lícitos a mialcance, llegando, si fuese necesario, ala abnegación del sacrificio, bajo lashecatombes morales de mi pasadoamargo, construyendo santos aspectosdel bien legítimo, que me ayudasen aresarcir las tinieblas que habíasembrado hasta entonces.

Una tristeza irresistible, todavía máspenosa de la que tenía hasta esemomento, cubrió de nuevas angustias lashoras que vivía, y las impresionesingratas y dominantes de unremordimiento, que nada entre los

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humanos será capaz de traducir,impedían la posibilidad de alcanzarcualquier forma de verdadera felicidad.

Sin embargo, los bondadososinstructores, los amigos que nosrodeaban y las vigilantes caritativas yafables reanimaban mis fuerzas, comotambién lo hacían a mis compañeros deluchas e infortunios, pues lossufrimientos de uno reflejaban los de losdemás, dando lo mejor de sus consejos yejemplos, insistiendo en las leccionesdel aprendizaje, que seguía su cursonormal, y motivándonos para el trabajoreconstructivo, sin esperar una nuevareencarnación, que no estaba ni siquiera

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proyectada.Ahora, uno de los grandes incentivos

que nos ofrecían para conformarnos conla situación, eran las reuniones de arte ymoral a las que ya tuvimos ocasión dereferirnos, que, con el paso del tiempo,asumieron un aspecto especial porservir a la causa de la rehabilitaciónparticular, en los ejemplos, lasdemostraciones y en los análisis que nosofrecían, indicándonos caminos a seguir,ejemplos a imitar, etc., etc.

En los parques de la ciudad, cuyaextensión no habíamos conseguidoevaluar hasta entonces, existían rinconescon una belleza sugestiva inconcebible a

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un ser humano, tal era la superioridadideal del conjunto como de cada detalle,y los matices evocativos que atraían alpensamiento hacia el dominio de laarmonía en el arte. Se trataba deresidencias y habitaciones, en que laarquitectura y el arte decorativo,sobrepasaban todo lo que los clásicosterrenos han imaginado de más noble ybello; miniaturas de ciudades o aldeaspintorescas y lindas, con lagos rodeadosde alfombras floridas y olorosas,templos consagrados al cultivo de lasletras y de las artes en general, enespecial de la música y de la poesía,que allí notamos alcanzaban

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proporciones vertiginosas einimaginables para cualquier pensadorterrestre, como en el caso de FedericoChopin, a quien tuvimos ocasión de vertransfigurar la magia del sonido, enencanto de vocabulario poéticotraducido en una secuencia arrebatadorade visiones ideales, que sobrepasabannuestras posibilidades en cuanto a laidea de lo bello, arrancándonos lágrimasy una ternura inédita, ayudando así aldespertar de facultades espirituales queyacían latentes en nuestro ego.

Parecía que eran la música y lapoesía las artes preferidas por losiniciados —si es posible afirmar tales

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predilecciones en mentes como aquellas,educadas bajo los más adelantadosprincipios del ideal que podríamosconcebir. Y hasta reproduccionesexactas, presentadas en un sublimeestado de quintaesencia, bellas hasta ellímite, construidas fluídicamente bajo elinflujo de voluntades adiestradas en lasuperioridad de los conceptosmagnánimos del amor y del bien, de lospaisajes evocativos de la peregrinaciónmesiánica, escenarios sugestivos yatractivos de los primeros acordes de lapalabra inmortal que había bajado de lasregiones celestes para consuelo de lossufridores y liberación de los

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oprimidos.De esta forma, nos fue concedida la

grata satisfacción de caminar a lo largode los lagos de Genesarét y Tiberiades yde otros lugares nostálgicos, testigos deldivino apostolado del Señor; y, taleseran las sugestiones de que seimpregnaban de esas reproducciones,que era como si el Divino Amigo sehubiese alejado de allí hacía apenasunos pocos momentos, pues recibíamostodavía, en nuestras repercusionesmentales, el dulce murmullo de su vozcomo emitiendo los últimos acordes,que se dirían vibrando en el aire, de lamelodía inolvidable que tan bien ha

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calado en el corazón de losdesheredados, hace dos mil años:"Venid a mí, vosotros que sufrís, y yo osaliviaré. Aprended conmigo, que soyblando y humilde de corazón, y hallaréisreposo para vuestras almas…"

Ante esas augustas expresiones deamor y veneración al Maestro,concedidas por las nobles entidadesejecutoras de la belleza del lugar dondevivíamos, muchas veces me sumergí enmeditaciones profundas y tiernas,mientras dejaba rodar lágrimas dearrepentimiento ante la evocación deaquel año 33, que, ahora, yo podríarecordar con facilidad, cuando, madero

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al hombro, paciente, humilde, resignado,el Mesías, ahora venerado en micorazón, subía la cuesta rumbo alCalvario, mientras yo vociferabademoníacamente, exigiendo su suplicio.

A la entrada de cada uno de esoslocales se veía el distintivo de la Legióny el nombre de las servidoras que losimaginaban y realizaban, pues convieneexplicar que todas esas minucias eranrealizadas por la mente femenina consede en los servicios educativos denuestro Instituto.

Cada día de reunión, eran ofrecidasa los circunstantes, en particular a losinternos, horas gratísimas de sublime

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aprendizaje, durante el cual nos dabanconmovedores ejemplos de abnegación,de dedicación al prójimo, de humildad ypaciencia, así como de heroísmo y valormoral frente a la adversidad, que caíanen nuestra alma como un generosoestímulo al progreso que necesitábamosrealizar. Ese aprendizaje, realizado através de la magnífica explicaciónextraída de la propia historia de lahumanidad con sus luchas y doloresinnumerables, sus victorias yrehabilitaciones, era administrado,conforme nos dijeron, por nuestrospropios maestros y mentores o por losgrupos de visitantes de otras esferas que

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bajaban hasta nosotros con el intentofraterno de contribuir para nuestro alivioy progreso.

Nos permitieron conocer muchosdramas, vividos por las propias damasde la Vigilancia, así como porpersonajes destacados de nuestraColonia, como Ramiro de Guzmán y losdos de Canalejas, como ejemplo yadvertencia, presentados realmentecomo modelos dignos de ser imitados. Yesos dramas no eran más que ladescripción de las luchas sustentadasdurante las experiencias de progreso yde los sacrificios testimoniados en laencarnación o a través de trabajos

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incansables en el Espacio. Sobre esto,nos invitaban a opinar y a hacercomentarios morales y artísticosdespués, observando nosotros, entreotras muchas cosas importantes paranuestro reajuste en los campos de lamoral, el hecho sorprendente deencontrarse el hombre rodeado de lasmás hermosas expresiones de un artesuperior entre todos, en las luchasprofundas de cada día; el arte gloriosode aprender a desarrollar en sí mismolos valores espirituales que seencuentran latentes en sus profundidadesanímicas.

Un día, finalmente, fuimos

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informados de que había llegado la veza nuestras bondadosas vigilantes depresentar el fruto de sus meditacionesbrillantes, de su sensibilidad noblementeinclinada hacia los ideales superiores.Un gran alborozo agitó nuestro grupo,como era natural; la expectativa nosemocionaba, y con una gran satisfacciónel día marcado, nos dirigimos a loslugares creados por aquellas tiernasamigas, cuyo fraternal desvelo manteníasiempre encendida en nuestra alma lallama el amor sacrosanto a la familia, elhogar y el respeto a nosotros mismos.

Rita de Cassia era poetisa. Susensibilidad de creyente convencida y su

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hermoso carácter fortalecido en elfervor diario de actos de amor ydedicación al prójimo, en el seno de lasociedad en que espiritualmente vivía oen el desempeño de tareas a su cuidadoconfiadas para los trabajos en el planoterrestre, se realizaban al ritmo de unalegítima inspiración. Ella misma vino alInternado a requerir nuestra presencia,conduciéndonos a su residencia, dondeentramos por primera vez. Se trataba deuna delicada sala construida bajo eldominio de sugestiones conmovedorasde su gran piedad filial, pues ella lahabía imaginado a través de añoranzassantificantes y resignadas de los que

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fueron sus padres en la Tierra, que lahabían amado mucho, pues Rita era unmodelo de hija amorosa tierna,agradecida y respetuosa. Imprimió a suresidencia en Ciudad Esperanza elreflejo del hogar paterno, pero muchomás bello, donde vivió su cortaexistencia planetaria, la última vez, enPortugal, desencarnando allá el año1790…

Atardecía suavemente y suavestonalidades se mezclaban con múltiplesreflejos en la atmósfera melancólica dela Ciudad Universitaria, que parecíallena de fluidos suavizantes yregeneradores, que inducían a todas las

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mentes que allí se encontraban avibraciones tiernas, impulsando a todoslos corazones hacia ritmos superiores.

Eran pocos los invitados que recibíaaquella hermosa entidad esa tarde. Susalumnos, algunos amigos más íntimos ylos maestros iniciados, cuya presenciaera indispensable, puesto que ellatambién al contacto de las lúcidasmentalidades que nos educaban,componían toda la asistencia. Entre losamigos vimos con placer a los dos deCanalejas, Joel Steel, a quien lamuchacha parecía rendir un cultofraterno y fervoroso, y a Ramiro deGuzmán.

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Una vez reunidos todos, la jovenpoetisa nos llevó a un rincón del jardín,donde el efecto de los últimos rayos delastro rey, unidos a los fluidos delambiente, proporcionaban unos maticesmaravillosos, que, para nosotros, pobresignorantes de los fascinantes motivoscomunes al mundo espiritual, parecía unretazo del cielo, trasplantado allí comobendición encantadora y consoladora.Entramos entonces, en una cámara dedimensiones amplias y agradables, unverdadero lugar de ensueño, cuyagracilidad y dulce belleza eran unademostración delicada de la gentileza desu creadora, muchacha cuya mente, a

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pesar de ser muy esclarecida,conservaba la delicada sensibilidad delas quince primaveras.

Se trataba de un pequeño salón alaire libre, engalanado de rosastrepadoras cuyo aroma deleitaba,estimulando el sentido de lo bello. Unosartísticos y originales sillones sealineaban en semicírculo, y parecíanhechos con ramas de arbustos floridos,predisponían graciosamente el recinto,como si se esperasen ángeles o hadaspara una reunión selecta, mientras arribael firmamento dulcemente azuladomostraba la claridad lejana de losplanetas y de los soles multicolores,

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derramando también con ella la armoníaesplendorosa de su celestial belleza.

Un arpa, que parecía estar hecha deesencias brillantes doradas, muy bellasy translúcidas, se destacaba al lado deuna pequeña mesa de idénticaconstrucción, artística como una joya ysobre ella un libro —un gran álbum—,un primor fluídico, luminoso como unapequeña estrella azul, despertabainmediatamente la atención de lospresentes.

Rita de Cassia se sentó a la mesa,después de haber acomodado a losconvidados en los sillones, estandonosotros, sus amparados, en primer

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plano. Tomó el libro la gentil preceptoray le abrió. Se trataba de la más recientecolección de sus composicionespoéticas, creaciones de su mentedirigida hacia ideales superiores, en loscampos del noble y meritorio arte delbuen verso. Los caracteres luminosos,como si estuviesen accionados por unindefinible magnetismo, centelleabanreproducidos en estrías besadas por losreflejos que las estrellas distantescompartían con nosotros la armonía delatardecer. La joven anfitriona solicitó alhermano Ramiro de Guzmán que leacompañase al arpa, en lo que fuegentilmente atendida. Unos acordes

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clásicos de una suave melodíaserpenteaban por el recinto florido yperfumado, dando la extraña impresión,de que se oía una orquesta completaapoyada solamente en la protecciónsugestiva ofrecida por el divinoinstrumento.

Entonces, en el silencio armoniosode la Ciudad Universitaria, bajo elflorido dosel de las rosas centelleantes yla bendición brillante de las estrellas,Rita declamó sus producciones poéticas.Y nosotros, que, apenas acabábamos deacomodarnos al ambiente y, que, a pesarde eso, ya habíamos recibido hermosaslecciones de moral, filosofía y ciencia,

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fuimos también agraciados con visionesinéditas de indescriptible bellezaliteraria, hasta entonces inconcebibles anuestras mentes. Rita leía en su libro.Pero, su lectura superior, sudeclamación más que maravillosa,divina y artísticamente entonada porvibraciones cuya arrebatadora dulzurasobrepasa cualquier posible descripciónque hagamos, sugerían encantos yemociones inimaginables, mientrasRamiro completaba la fascinación de lapieza con los acordes de una músicaelevada y pura.

Como espíritu ya capacitado paralos caminos de un auténtico progreso,

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Rita de Cassia de Forjaz Frazao, cuyonombre era, por sí mismo, poesía,también era una de las pocas vigilantesque sabían plenamente crear las escenasdel pensamiento, coordinarlas, darlesvida y rodeándolas de un aspecto moraly pedagógico, realizando, en un mismotrabajo mental, lo bello del arte, lamoral de la Ley, la utilidad de la lecciónque indique el sagrado deber de cadauno servir a la causa de la verdad conlas dotes intelectuales y mentales quetenga.

Nosotros, el grupo de los diezalumnos presentes, habíamos cultivadolas letras cuando estuvimos encarnados

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en la Tierra. Ninguno de nosotros, sinembargo, supo ennoblecer el donmagnánimo conferido por la laborcontinua del pensamiento, aplicándole alservicio regenerador de los lectores.Fuimos útiles, como mucho, a nuestrapropia bolsa, vanidad y orgullo, y nossentimos satisfechos, por creernosprivilegiados, señores de una situaciónespecial, apartados de los demás, peroen verdad produciendo sólo banalidadesdestinadas al olvido, o con teoríaserróneas, pudiendo envenenar la menteimpresionable de algún lector, tanfrívolo como nosotros, que nos tomaseen serio.

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Pero en el Más Allá, una muchachade apenas quince años nos presentaba elmodelo del intelectual moralizado,enseñándonos a servir a la noble causade la redención propia y ajena mientrascultivaba lo agradable y lindo,ofreciéndonos, así, la provechosalección que captamos con nuestroentendimiento, confundiéndonos yavergonzándonos ante el recuerdo deldesperdicio de los valores intelectualesque tuvimos.

Mientras declamaba la gentilpoetisa, leyendo en su libro de color deestrellas, de su mente marfileñaemanaban ondas luminosas, que,

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ocupando todo el recinto adornado derosas, le absorbía en sus vibracionesdulcísimas, impregnando todo con suauténtico poder sugestivo. Las escenasdescritas en los deliciosos versos secorporeizaban alrededor de nosotros,tenían vida y movimiento arrastrándonosa la ilusión inefable de estar presentesen todos los escenarios y paisajes,asistiendo, cual espectadores a laselegías, epopeyas o a los dulcesromances de amor magníficamenteexpresados a través de los más lindos yperfectos poemas que hasta ese momentopudimos concebir.

El desfile poético que la Tierra

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venera como patrimonio inmortal,legado por los genios que la hanvisitado, era una pálida idea de lo quepresenciamos aquella tarde suave en elBarrio de la Esperanza. Los versoscantaban preferentemente a lanaturaleza, tanto de la Tierra como delespacio, y de algunos otros planetashabitados, estudiados por ellaatentamente, loando en arrebatadasaspiraciones o glorificando en dulzurasde oración la obra de la divinasabiduría, envuelta siempre en lasmaravillosas expresiones de la belleza yla perfección.

Aquí eran los mares y océanos

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deslumbrantes, retratados hábilmente anuestra vista, a medida que declamabala poetisa, poniendo de relieve lasuntuosa belleza que tienen. A la páginasiguiente venían las odas triunfales lasmontañas altaneras e imponentes,monumentos eternos de la naturaleza a lagloria de la creación, ricas depositariasde valores inestimables, cofres sagradosdonde el Omnipotente ocultó tesoroshasta que el hombre, por sí mismo, tomedigna posesión de ellos, como herederosque son de la divina herencia.

Más adelante, la exuberancia de lasselvas, mundos desconocidos ante loscuales la criatura mediocre se intimida y

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retrocede, pero que al idealistaemociona y vigoriza de fervor en elrespeto a Dios. ¡Las selvas! sagrariofecundo y profuso, como el océano, encuyo seno un tropel de seres inician elgiro multimilenario en la ascensiónhacia los pináculos de la existencia, yseres, como toda la creación, marcadoscon las bendiciones del Sempiterno, queles dirige a través de la perfecciónsuprema de sus leyes. Pero eso no eratodo; más allá, en otra página, florecíanelegías hablando de los panoramashumanos en busca de la redención,historias emocionantes y atractivas, deamigos de la poetisa, y que recorrieron

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un largo camino de sacrificios, paraalcanzar dichosos planos en la escalaespiritual…

Nuestras mentes vibraban con el artepoético de Rita, captando sus mismasemociones, que penetraban en nuestrasfibras espirituales como bálsamosrefrescantes que daban una tregua,serenando nuestras constantes penuriaspersonales. Era como si estuviésemospresentes, con su pensamiento, en todasaquellas secuencias imaginadas;navegando por los inmensos mares,escalando montañas suntuosas para verhorizontes arrebatadores, exaltandoespacios estelares, inmersos en el éter

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irisado para el éxtasis de lacontemplación de la marcha armoniosade los astros; participando en dramas yacontecimientos narradoselocuentemente, con las elevadas ysublimes expresiones a las que sólo lalegítima poesía era capaz deproporcionar.

Ciertamente, los temas presentadosno nos eran desconocidos.

Ella hablaba, simplemente, deasuntos existentes en nuestrosconocimientos. Por eso podíamos captarhasta el deslumbramiento la grandiosabelleza que se irradiaba de todo. Susanálisis de orden superior revelaban

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aspectos inéditos para nuestrapercepción, traduciendo una novedadimpresionante para nuestros espíritusatados a las conjeturas simplementehumanas, cuando lo que estábamospresenciando era la clase elevada conque, literariamente, se podría acceder alplano divino. Cuando calló su voz y elsonido del arpa se desvaneció en losacordes finales, nosotros, que desdehacía mucho nos habíamos olvidado desonreír, dejamos escapar de nuestrocorazón una auténtica sonrisa desaludable satisfacción. Ella hizo uso dela palabra, dirigiéndose a nosotros:

—Como habéis comprendido, mis

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queridos hermanos, procuré asociar laidea de lo divino a mis humildescomposiciones. Os invité, comoceladora que soy del progreso delsentimiento moral-religioso en vuestroscorazones, para recordaros queolvidasteis de incluir en vuestrosensayos literarios, cuando fuisteishombres, nexos benéficos a lasmagnificencias que el Universo ofrece allegítimo pensador… Tenéis a Diosrevelándose a vuestros ojos,representado en las maravillas de lanaturaleza. Podríais glorificarlehaciendo de vuestras produccionesexaltaciones a la verdad, y así ayudando

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a otros, menos esclarecidos quevosotros, a encontrar el pensamientodivino esparcido en la gloriosa historiade la creación…

Pero habéis preferido el negativismodestructor, formas y análisis insulsos,conceptos puramente humanos,infectados, por tanto, de prejuicios, ydestinados al olvido, porque ni siquierafueron capaces de edificaros a vosotrosmismos, preparándoos para lavictoria… Lo que presenté esta tarde, lohabéis recibido como la más elevada ysublime expresión literaria que podríaisconcebir. Pero debéis saber que, paranosotros, es apenas el punto inicial, un

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simple abecedario de los conocimientosartísticos, pues sólo soy una aprendizahumilde y todavía titubeante, de laciencia universal…

* * *

No finalizaremos esta exposición sindar cuenta al lector de lo que sedesarrollaba en los DepartamentosFemeninos. Tratamos hasta ahora de loscasos de suicidio relativos al elementomasculino. Sin embargo, bien pocotendré que añadir sobre lo descrito eneste volumen, y sólo en lo que se refiere

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a ciertas particularidades de instruccióny reeducación íntima, algo diferente paraespíritus que deban renacer, bajo laapariencia carnal femenina, pararenovar esfuerzos fracasados o reparardelitos graves, para el sexo o para laentidad que los ha cometido.

Como espíritus que son, todas lascriaturas tienen idéntico grado deresponsabilidad en los actos quepractican dentro o fuera de losdispositivos de la ley soberana que rigetodo, es decir, que nuestras hermanas,las mujeres que se dejan llevar por ladesesperación del suicidio, están sujetasa los mismos efectos resultantes de la

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causa que han creado con un acto de supropia voluntad, efectos yasuficientemente expuestos en estaspáginas. Son, pues, tan responsables porsus propias acciones, pensamientos yestados mentales, como nosotros, loshombres. De ahí se desprende que elbagaje moral que tengan, óptimo opésimo, influirá sobremanera en elestado al que se verán reducidas por elsuicidio, estado ya de por sí calamitosoy, por eso mismo, digno de ser evitadocon el uso de la valentía y el corajemoral ante los embates comunes a laexistencia, y con resignación ante loinevitable.

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Durante el desarrollo de nuestroaprendizaje práctico, en el que teníamospor instructor responsable al insignemaestro Souria-Omar, entidadextraordinaria, cuyas reencarnacioneshabían abarcado todos los sectoressociales terrenos y que, por eso mismo,había obtenido amplios conocimientossociológicos, en experiencias pococomunes en el terreno psicológico,Souria-Omar, cuyas clases solo sedaban en sentido práctico, nos llevó enuna ocasión a observaciones muyinteresantes en las dependencias dondeestaban nuestras hermanas de infortunio,infelices mujeres que, huyendo al noble

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papel de depositarias de sublimesvirtudes, en el mundo, se dejaronarrastrar hasta el mismo abismo de laspasiones desordenadas, que nosconsumió a nosotros.

Nos acordamos que, al llegar alValle Siniestro, todavía en elDepartamento de Vigilancia y al serinscritos como amparados de la Legiónde los Siervos de María, nos separaronde ellas, en virtud de la necesidad deocupar locales indicados para nuestrarecuperación. Nuestro reajuste espiritualse realizaba, pues, en sectoresdiferentes, aunque dirigidos poridénticas normas y bajo la tutela de la

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misma institución.Jamás convivimos con el elemento

femenino suicida. Al ingresar en laCiudad Universitaria, sin embargo,coincidimos con ellas, ya que habíatambién varias mujeres suicidascursando el mismo aprendizajerenovador y, tal como nosotros,viviendo allí mismo hasta el momentode la reencarnación, existiendo, noobstante, una completa separación entreellas y nosotros.

Una mañana clara y fresca adornabade tonalidades azuladas y doradas lasinmensas avenidas de aquella parte de laCiudad de la Esperanza, que mostraban

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un movimiento inusual. Era un grangrupo de alumnos que partían, con suspreceptores, en visita de instrucción alos Departamentos Femeninos, situadosal otro extremo de la Colonia. Íbamostodos, con nuestra sensibilidad a flor depiel y satisfechos y reconfortados por elatractivo que suponía la selectacompañía que nos honraba con suprotección, porque también Aníbal deSilas, Epaminondas de Vigo y variasvigilantes formaban parte de lacaravana.

Hacía diez años que habíamosingresado en Ciudad Esperanza. Ya nonos arrastrábamos, caminando por el

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suelo o necesitando la ayuda de unvehículo, como en otro tiempo.Habíamos progresado y hecho menosdensos, menos sujetos las atraccionesplanetarias. Habíamos aprendido aplanear por el espacio, transportándonospor un impulso de la voluntad, en vuelossuaves que nos complacían mucho, enespecial en el perímetro de nuestraColonia, donde todo parecía ser másfácil, como lo que sucede en la propiacasa paterna. Ese es la forma normalpara transportarse un espíritu, peronuestro estado disminuido de pacientesnos lo había impedido por largo tiempo.

Para alcanzar los Departamentos

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Femeninos, iniciamos la caminatapartiendo del límite entre la Vigilancia ylos Departamentos Hospitalarios, puesallá estaban las fronteras en la magníficaavenida divisoria, indicando ladirección para los diversos sectores dela solitaria Colonia Correccional delastral intermedio.

Al entrar al DepartamentoHospitalario Femenino, creímosencontrarnos en el nuestro propio, dondenos alojamos al llegar, tal era lasemejanza existente entre ambos. Lasmismas áreas, el Aislamiento, elPsiquiátrico, etc., etc., e idénticascaracterísticas en el estado moral y

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mental de las hermanas que allí residíany en la organización interna. Ladirección de los establecimientos era lamisma, ya que Teócrito era el directorgeneral de los hospitales, el hermanoJuan a la cabeza del Psiquiátrico, elpadre Miguel de Santarém en losservicios del Aislamiento, y el padreAnselmo como responsable de la Torreasí como los técnicos internos, sinembargo los enfermeros, vigilantes,guardias etc., ya no eran los mismosconocidos nuestros en los sectoresmasculinos.

Ocupaban esos cargos, allí,hermanas cuyos méritos y virtudes nada

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tenían que envidiar a los varones de losDepartamentos Masculinos. Alcontrario, en el altruista afán de instruir,consolar, acompañar, velar y dirigir lasactividades internas de aquel barrio,encontramos figuras femeninas tanrespetables y virtuosas que lasrecordamos con gran emoción,procurando retratarlas en estas páginas.Del principio al fin de nuestrasobservaciones, una gran verdad resaltó anuestros ojos mientras que en nuestroego se inició la construcción de unlegítimo respeto por la mujer, a la quepasamos a juzgar con más elevadaconsideración y mayor dosis de buena

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voluntad; el espíritu reencarnado muchasveces para tareas y misiones femeninasadquiere con mucha más rapidez yeficiencia las virtudes sólidas yredentoras, engrandeciéndosemoralmente en menos tiempo.

Las técnicos de los sectoresfemeninos, como podían ser lasasistentes de los instructores, hay quereconocerlo, tenían cualidades moralesy espirituales mucho más elevadas quenuestros de Canalejas, Joel Steel, elHermano Ambrosio, etc., etc., a los quetanto debíamos por la atenciónincansable con que nos habían asistido.El cuerpo clínico, compuesto, como

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sabemos, por científicos iniciados, erael único representante masculino queejercía tareas allí. Aun así, discretos, ysólo presentes en los breves minutos enque operaban, eran también paranuestras compañeras de la Colonia elmismo enigma que había sido paranosotros. No supimos jamás susnombres, ni siquiera oímos sus voces.Pero ¡cuántos favores les debíamos ycuántas bendiciones celestiales tendríanpara suavizar los dolores íntimos,gracias a sus poderes psíquico-magnéticos! Les vimos dedicarse a lacausa de nuestro reajuste,consolándonos las exaltaciones mentales

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al influjo de bálsamos fluídicospoderosos, aliviando los ardores de lasrepercusiones feroces que durante tantosaños habían perseguido a nuestrosperiespíritus perturbados por el choquederivado del suicidio.

El hermano Teócrito, sonriente, nosrecibió en la sede del Departamento,autorizando nuestra visita a loshospitales. Nos acordamos que, cuandoestábamos bajo su responsabilidad,fuimos visitados muchas veces porgrupos idénticos al nuestro, y sonreímosahora, comprendiendo lo que entonceshabía pasado…

Había una vicedirectora, que se

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encargaba de transmitir las órdenes delos instructores a las técnicos que, bajosu dirección, desempeñaban nobles ysantificantes labores. Se llamabaHortensia de Queluz, aparentaba unostreinta años y la vimos irradiando unasingular belleza, probando el serenoequilibrio de sus pensamientos dirigidoshacia el bien y de las vibracionesarmoniosas de la mente fortalecida porincorruptibles directrices. Se ofreciópara acompañarnos bondadosamente, y,mientras caminábamos sobre las anchasavenidas recubiertas por la neblinablanca tan conocida nuestra, que allí,como en nuestro antiguo Departamento

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hospitalario, presentaba la característicade las zonas astrales muy densas,Hortensia hablaba, mostrando elevadosconocimientos referentes al carácterfemenino.

—Os llevaré primero, conforme a laorientación de vuestros maestros, a unade los más duras áreas de nuestroInstituto, donde veréis lo inconcebiblereflejarse en efectos inesperados, ennuestras infelices hermanas pacientes…Es oportuno recordar, hermanos, antesque vuestros mentores inicien losesclarecimientos que necesitaréis, queen la Tierra la mujer, en una granmayoría, lamentablemente, todavía no

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llegó a comprender el verdadero motivopor el que reencarna en ese sexo ni elpapel que le corresponde en el conciertode las naciones terrestres y en el seno dela humanidad, que está llamada a servir,de igual forma que el hombre.Acostumbrado a que le juzgasen inferiora lo largo de los siglos, el elementofemenino terrestre acabó, en granmedida, por acomodarse a lainferioridad, sin ánimo para elevarsevirtuosamente de la presión quesoporta… hasta tal punto que, en losdías de hoy, como en el pasado, selimita al servilismo en pro del elementomasculino, incrédula de los ideales

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redentores, sin capacitarse para cumplirlas intenciones del Creador ydisminuyéndose más aún cuando creeequipararse al hombre, imitando suspasiones y actos sucios, que, sidesacredita a los representantes delprimer género, a las del segundo enredaen un laberinto de deméritos ante lasoberana Ley. De ahí las desgracias quevienen sobrecargando a la mujer, queserían ciertamente insolubles si laprovidencia no estableciese lasnecesarias correcciones a través de susleyes tan misericordiosas cuanto sabias,correcciones que tienden siempre a larehabilitación justa y rápida de la mujer,

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en los campos de la moral espiritual…Observad, sin embargo, con vuestrospropios ojos… Vuestros preceptoressabrán qué presentar para la lección deldía…

Legamos al psiquiátrico. Unareligiosa nos recibió. Era Vicenta deGuzmán, la noble hermana de nuestroamigo de la Vigilancia.

Después de los fraternales saludos ypresentaciones, Hortensia nosrecomendó a la hermana Vicenta, aquien dio autorización para llevarnos alos recintos prohibidos a las visitascomunes, pues se trataba, en este caso,de las instrucciones programadas para

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los aprendices universitarios,retirándose enseguida. Amable ydelicada, la joven religiosa que atendíael área, en ausencia del hermano Juan,nos llevó a un patio de enormesdimensiones, pintoresco y agradable,hacia donde daban numerosas ventanas,todas enrejadas, pertenecientes ahabitaciones, o mejor dicho, a celdasindividuales donde se debatían espíritusde mujeres suicidas atacados del másabominable género de demencia quepude observar durante el largo tiempoque pasé en el Más Allá. Gritosdesesperados y gemidos aterradoresllenaban el lugar de ondas trágicas,

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transformándole en repulsivo y de malagüero, como una verdadera casa delocos. A pesar del tiempo quellevábamos en la caritativa Colonia, nosacordamos del Valle Siniestro yadmiramos profundamente oír allí elcoro nefasto propio de aquellos parajesde tinieblas. No preguntamos nada,seguros de que las explicacionesvendrían a su tiempo.

Intuyendo nuestro interés, la propiareligiosa nos aclaró las dudas, al mismotiempo que nos hacía acercarnos a lasventanas para ver el interior de lasceldas, ya que era imposible entrar allíde otra forma:

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—Son las suicidas que tienen mayorgrado de responsabilidad en la prácticadel delito y que, por eso mismo,arrastran la mayor cantidad deperjuicios para el futuro, enfrentándosea lo largo del tiempo a situacionesatroces, que llevarán quizás siglos paraestar completamente curadas. Estasinfelices, queridos hermanos, se dejaronesclavizar por trastornos siniestros, quese extienden en secuencias tandesastrosas que, moralmente, es comoquien, naufragando en el lodo, serevuelve más en él, humillándose paraliberarse…

Un componente de estos pavorosos

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trastornos es el vergonzoso motivo queles arrancó de la existencia terrestreantes de la época determinada por laacción de la ley natural… Muchas,además, traicionaron la moral delcompromiso conyugal, olvidando que, alreencarnar, habían prometido a la Ley ya sus Guardianes, ser fieles a la familia,educando a sus hijos en las leyes deldeber y de la justicia, intentandoconvertirles en ciudadanos útiles a supatria y a la humanidad y, por tanto, a lacausa divina y a la ley de Dios. Consemejantes compromisos en suconciencia y ante la suprema ley, nosolo profanaron su matrimonio sino

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también las leyes de la creación,negándose a ser madres y entregándose alas pasiones y a los vicios terrestres, sincumplir sus sacrosantos deberes ydominadas por las vanidades propias delas esferas sociales viciosas y andandopor los caminos de la inferioridadmoral.

Expulsaban de sus propias entrañaslos cuerpecitos en gestación, esquivandolos compromisos meritorios y sublimesde la maternidad, que iban a ser lahabitación temporal de pobres espíritusque tenían compromisos por desempeñartanto a su lado como en el seno de lamisma familia, y que necesitaban

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urgentemente renacer en ellas, paraprogresar en su ámbito familiar y social,practicando ese crimen muchas veces yanulando las benditas labores llevadas acabo, en los planos espirituales, portrabajadores dedicados de la viña delSeñor, que habían preparado la sublimehazaña de la reencarnación del espíritucarente de progreso, con todo el mimo ycuidado para que el éxito compensaselos esfuerzos, y, lo que es más gravetodavía, después que la entidadreencarnante ya se encontraba unida a sunuevo cuerpo en preparación, es decirque, conscientes de lo que hacían,cometían infanticidios abominables.

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Al final de tantos y tan gravesdesatinos a la luz de la razón, laconciencia, el deber y la moral, asícomo del pudor pertinente al estadofemenino, dejaron prematuramente elcuerpo carnal, suicidándose, en uno delos más vergonzosos ultrajes cometidoscontra los sagrados derechos de lanaturaleza. Otras, después de extinguiren sí mismas las fuentes sublimes de lareproducción, propias de su condiciónhumana, adquirieron, como secuencianatural, enfermedades lastimosas, comola tuberculosis, el cáncer, infeccionesrepulsivas, etc., etc., que les hicieronprematuramente ir al plano invisible,

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sacrificando con el cuerpo carnaltambién el futuro espiritual y la paz de laconciencia, manchando además superispíritu con estigmas degradantes,conforme podréis examinar… yrodeándose de ondas vibratorias tandensas y faltas de armonía que lodeformaron por completo, reduciéndolea la expresión vil de sus propiasmentes…

Nos aproximamos, temerosos de loque íbamos a ver, mientras Vicentaañadía:

—Pertenecen a todas las clasessociales terrenas, pero aquí se igualanpor la idéntica inferioridad moral y

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mental. La mayor parte de ellas, sinembargo, viene de las clases elevadas,con agravantes insolubles hasta dentrode dos o tres siglos e incluso más… yaque, lamentablemente, hermanos, debodeciros que existen algunas que, paralibrarse de las garras de tanto horror enmenos tiempo, tendrán la terriblenecesidad de reencarnar en mundosinferiores a la Tierra durante algúntiempo, porque que la criatura no puedeimpedir en vano la marcha de losdesignios divinos ni de la LeySuprema…

A un gesto de la hermana miramos elinterior de las celdas, pero nos echamos

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atrás inmediatamente, con uninvoluntario gesto de horror. Souria-Omar se acercó, obligándonos a unaactitud digna y respetuosa, mientrasVicenta se retiraba hacia un rincón.

Volvimos a la observación, y,mientras nuestro instructor nos aportabalas explicaciones pertinentes al examenpráctico de lo que veíamos, y que podríaocupar un libro entero, se destacaban anuestros ojos espirituales lasenvilecidas figuras de las infanticidas,también consideradas suicidas.

¡Oh, Señor Dios Misericordioso!¿Cómo pueden existir talesmonstruosidades bajo la luz sacrosanta

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del universo que creaste para que elhombre se glorificase en él, progresandoen amor, virtud y sabiduría hastaalcanzar Tu imagen y semejanza?…¿Qué formas repelentes y abominablesse presentaron, entonces, ante nuestrosojos de espíritus que pretendíandeletrear las primeras frases delmajestuoso libro de la vida?… ¿Cómopuede la mujer, ser delicado y lindo,rodeado de encantos y atractivosindudables, bajar moralmente tanto, parallegar a tan funestos resultados?… Loque veíamos, allí… ¿Sería una mujer?…¿Un monstruo primitivo?…

¡No! Veíamos, eso sí un espíritu

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defraudador de la más sublime yrespetable ley del Creador, la Ley de lareproducción de la especie que permiteel progreso. ¡La ley divina de laProcreación!

Bultos negros, desgreñados, queparecían envueltos en harapos, trágicaimagen de la ruina de todo tipo,braceaban contra mil formasperseguidoras que llenaban el recintorodeándoles. A lo largo de sus cuerpos,ennegrecidos por las impurezasmentales, había placas o llagas, sobrelas que aparecían dibujos singularesmarcados a fuego o sangre. A una señaldel instructor, fijamos la atención,

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procurando observar mejor. Se tratabade la reproducción mental de embrioneshumanos que tendrían que habersedesarrollado en otro tiempo, en suscuerpos femeninos, pero que se vieronrechazados del sagrado óvulo maternopor un acto de falta de respeto tanto a lanaturaleza como a la paternidad divina,permaneciendo, todavía reflejados en elperiespíritu de la madre infiel, como elproducto mental de un crimen cometidocontra un ser indefenso y merecedor detodo el amparo y de la máximadedicación.

Varias de aquellas criminalesentidades se veían desfiguradas por tres,

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cinco o diez imágenes pequeñitas, lo quealteraba sobremanera sus vibraciones,dejando su estado mental totalmentefalto de armonía. Escenas deplorables,fieles productos de la mente que sólo sealimentó de la ociosidad nociva delpensamiento, recuerdos lujuriosos,pruebas de la conducta infiel a la moralpoblaban el lúgubre recinto,transformándole en la habitación de unacolectividad enloquecedora. Luchabanlas pobres, braceando sin tregua,intentando rechazar las visionesmacabras que provenían de sus propiospensamientos.

Los pequeñitos seres, sacrificados

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por ellas en sus entrañas en otrostiempos, sobrevolaban a su alrededor,llevados por las repercusiones delperiespíritu a las ondas vibratorias de lamente, y ahí reflejadas a través de laconciencia, castigando a la infractora enla secuencia de leyes naturales,accionadas por ellas mismas al cometerla infracción. Eran como moscaszumbando continuamente alrededor de lapaciente, desequilibrándola ydesorientándola hasta la locura.

Algunas, además, estabancompletamente obsesionadas por lasentidades que deberían haber vivido enaquellos cuerpos repudiados, entidades

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que, al no perdonarles el aborto, porperjudicar sus urgentes interesesespirituales, pasaron a perseguirlas conodio y afinaron sus periespíritus con losde ellas por los enlaces magnéticosnaturales de los procesos creadores delrenacimiento carnal, unidos ambos,como si continuase en el Más Allá elproceso de gestación fetal iniciado en elestado humano físico que el infanticidiointerrumpió.

Estas últimas, parecían monstruosfabulosos y ninguna expresión dellenguaje humano habrá que puedadescribir la fealdad que arrastraban.Renacerían, expiando el error fatídico,

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como nos explicó el instructor, locasirremediables, en un intento de corregirlas desarmonías vibratorias, ya que talescasos son irremediables en el estadoespiritual. Serían monstruos repulsivos,deformes, enfermos, cuyo grado deanormalidad llevaría a los hombres adudar de la sabiduría de un Diosomnipotente, cuando justamente estaríanante una hermosa página de la excelsasabiduría. Y otras marcharían a lastinieblas exteriores, donde chirriaríansus dientes y llorarían hasta que sepudiesen liberar del mayor oprobio quepuede deprimir al espíritu de una mujerante su creador y Padre.

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Esas tinieblas exteriores, sinembargo, no eran más que la estancia enplanetas inferiores a la Tierra, eldestierro para aquel que no merecióconsideración entre las sociedadescivilizadas de un planeta que tiende aelevarse en el concierto del progreso,rumbo a la fraternidad y la moral.

Horrorizados ante lo que veíamos ynos decía el instructor, y no sinsorpresa, vimos que los casos delpsiquiátrico femenino eran másdolorosos y graves que los de loshombres, porque sobrepasaban a estosen la tragedia de las consecuencias.

Nos sentíamos impresionados ante

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tanta miseria, que, a pesar deconsiderarnos culpables, jamáshubiéramos podido concebir.Preferíamos la palabra tierna de Aníbal,repleto de la magia suave del Evangelioy de las visiones encantadoras delapostolado mesiánico… Pero debíamosaprender, porque teníamos el propósitode progresar, y todo cuanto estábamosviendo era una labor de reeducación yde experiencia para enriquecernos lamente y el corazón.

Uno de los aprendices expresó unapregunta que rondaba en la mente detodos:

—No nos acordamos de haber visto

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a estas mujeres en el Valle Siniestro…¿El estado en que están no es más propiode lugares como aquel?…

—¡Creéis que las personasculpables son obligadas por la ley, apermanecer en una única y determinadaregión de lo Invisible? —aclaró elmentor— ¿o ignoráis, que también searrastran por las bajas capas terrestres,en contacto con ámbitos viciosos con losque se afinaban antes de sudesencarnación?… ¿Que su infierno, elardor que quema sus conciencias, seencuentra en realidad, en losremordimientos surgidos en su propiamente por ellas mismas?…

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¡No! Estas mujeres, que veis ahí, noestuvieron en el Valle Siniestro, porque,el simple hecho de una entidad suicida irallí, ya supone algo que implica unaafinidad para su progreso normal…Estas infelices hermanas, sin embargo,totalmente afinadas con las tinieblas,con su conciencia emponzoñada portremendas responsabilidades, yacompañadas, todas, desde hace mucho,por un siniestro cortejo de entidadesempeñadas en la práctica del mal, acuyas sugestiones se prendían a travésde lazos mentales idénticos, aldesencarnar, fueron envueltas en lasondas vibratorias maléficas que les eran

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afines, permaneciendo así hasta ahora ysiguiendo así en el futuro, hasta que através de expiaciones durísimas yexistencias fértiles en los servicios enpro del bien legítimo, puedan desatar lasligaduras que les esclavizan al mal,expurgando de sus conciencias todo esepatrimonio siniestro que ahora lesdesfigura…

En la lamentable situación en que lasvemos, es cierto que se encuentran enmejor estado que ya estuvieron… Por lomenos están bajo la dedicada protecciónde fieles amigos del bien, refugiadas enun lugar seguro donde no las perturbaránmás los odiosos cómplices adquiridos

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en la práctica del mal, ni los enemigosque desde hace mucho les siguen lospasos, como los cuervos olfateando lacarnaza. Muchas que ahí vemos —aldesencarnar fueron arrebatadas por loscomponentes del grupo perverso quemerecieron con los desatinos quepracticaron y aprisionadas en lugarestétricos de lo invisible y de la propiaTierra, siendo allí sometidas a malostratos y vejámenes inconcebibles,indescriptibles.

Hay casos en que los seres quedebían nacer de ellas, y fueronrechazados con un montón de perjuiciosy sufrimientos, se asocian a los seres

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perversos que les rodean para tambiéncastigarles, vengativamente. Otras,llevadas por antiguas propensiones,permanecerán en antros de perversión einmoralidad, en la Tierra durante largotiempo, viviendo animalizadas ymentalmente esclavizadas a instintossoeces; mientras que otras, todavíafrancamente desesperadas, se acercan aotras mujeres, todavía encarnadas, y queles permiten acceso, para sugerirles lapráctica de acciones idénticas a las queellas cometieron, tejiendo, así, unaacción detestable por inspirarse en losmás degradantes testimonios de laenvidia y del despecho, al no disponer

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ya ellas de un cuerpo.No vamos a comentaros ahora los

exhaustivos trabajos que se imponen losservidores de la Sección de RelacionesExternas y los demás voluntarios, paraliberarles de las garras de tamañadegradación, ya tenéis algunas nocionesde eso, gracias a vuestra colaboraciónen los servicios de la Vigilancia, queforma parte, como sabéis, delaprendizaje que debéis realizar entrenosotros. Reencarnarán tal como seencuentran y ya se tomaron todas lasprecauciones para ello… No estando encondiciones de escoger nadavoluntariamente, la Ley les impone

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encarnar de nuevo para la conquista deuna mejor situación, de acuerdo al gradode responsabilidad que traen, o mejordicho, el demérito acumulado por loserrores practicados les impulsa areencarnaciones expiatorias terribles, loque quiere decir que, cuando cometieronesos errores en otro tiempo, ellasmismas trazaban ese destino detinieblas, lágrimas y expiaciones, de lasque no podrán escapar.

Los trastornos que padecen soninsolubles en el Más Allá y, por suurgente necesidad de mejoría vibratoria,renacerán en cualquier medio familiarterrestre donde igualmente haya rescates

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dolorosos o bastante cristianos yabnegados para que ejerciten la caridadde recibirlas por amor a Dios… lo queno es tan fácil…

Las demás dependencias delPsiquiátrico, así como las filiales delAislamiento y de la Torre ofrecían anuestros ojos, un dramatismocomparable al que ya expusimos, que novamos a repetir. Todo eso nos demostróuna gran y esplendorosa verdad; lamujer es tan responsable como elhombre, espiritualmente, ante la GranLey, porque, antes de ser mujer, es,antes que nada, un espíritu que debeafinarse con el bien, la justicia y la luz,

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aceptando buenamente desempeñar lasnobles y santificantes tareas que le sonconfiadas por la ley del Creador, si noquiere incurrir en los mismos errores yresponsabilidades.

Descubrimos en el DepartamentoFemenino una sección inexistente en losparques residenciales masculinos, y queconviene describir. Era el Internado delas Jóvenes —como le llamaban lasbuenas vigilantes—, una especie deColegio modelo para jóvenes suicidas,que habían cometido este acto pordesequilibrios sentimentales o no,desilusiones amorosas, etc., etc.

Esa dependencia existía tanto en el

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parque del hospital como en CiudadEsperanza, lo que vino a explicarme porqué no vivían en compañía con losdemás casos femeninos, desde suingreso en la Colonia. Durante laestancia en el hospital, estaban sujetas aun severo tratamiento psíquico, bajo loscuidados de los mismos médicosabnegados que nos asistían a nosotros,que conseguían las suficientes mejorasvibratorias para el ingreso a la secciónreeducativa de la Ciudad Universitaria.

Eran dirigidas por virtuososespíritus femeninos, que trataban deprepararles para su retorno a laspruebas de la Tierra, teniendo en cuenta

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los deberes abandonados por elsuicidio, y además tareas apropiadas alos desvelos de la mujer. La iniciaciónse realizaba a través de los mismosmaestros que nos atendían a nosotros,así como el aprendizaje en los sectoresde la cooperación a los serviciosinternos y externos de la Colonia, comoya citamos. Cursaban, en una FacultadFemenina, donde debían aprender ellegítimo papel al que es llamada lamujer a ejercer en la Tierra, es decir, elpapel de un ser virtuoso y cristiano,porque precisamente el móvil de susuicidio fue la desviación de ese ajuste.No obstante, del Psiquiátrico y del

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Aislamiento era raro que saliese alguienpara los cursos de esa Facultad.Generalmente, esos grupos eranpequeños y, como pasaba con nosotros,los hombres, partían del Hospital. DelInternado de las jóvenes siempre acudíaun mayor porcentaje para los diversoscursos de la Ciudad Universitaria.

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CAPÍTULO VIIÚLTIMOS TRAZOS

Hace cincuenta y dos años quehabito el mundo astral. Por haberloalcanzado a través de la violencia de unsuicidio, todavía hoy no logré alcanzarla felicidad, ni la paz íntima que es eldeleite inmortal de los justos yobedientes de la Ley. Durante tan largotiempo he postergado voluntariamente elsagrado deber de renacer en un nuevocuerpo en el plano, lo que me preocupaya ahora, a pesar de haber recibido laeducación necesaria de mis nobles

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instructores, para una vez inmerso en lacarne, protegerme lo suficiente parasalir victorioso en las grandes luchasque enfrentaré rumbo a la rehabilitaciónmoral-espiritual.

Aprendí mucho durante este mediosiglo en que permanecí en esta ColoniaCorreccional que me albergó en los díasen que eran más ardientes las lágrimasque lloraba mi alma, más dolorosos losestiletes que herían mi corazón vacilantey más atroces las decepciones quesorprendieron mi espíritu, dentro de latumba cavada por el acto terrible delsuicidio. Pero, sobre todo aprendí algode lo que ignoraba y era necesario para

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mi rehabilitación, también sufrí y llorémucho, ante la perspectiva de laresponsabilidad de los actos practicadospor mí. Incluso disfrutando de laconvivencia reconfortante de tantosamigos dedicados y tantos mentorescelosos del progreso de sus alumnos,derramé abundante llanto, mientras que,en muchas ocasiones, el desánimo, esahidra avasalladora y maldita, intentabadetener mis pasos en las vías delprograma que tracé.

También valoré respetar la idea deDios, lo que ya era una fuerza vigorosaque me escuda, ayudándome en elcombate contra mí mismo. También

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aprendí a orar, conversando con elMaestro amado en la oración autentica yprovechosa. Trabajé mucho,esforzándome diariamente durantecuarenta años, con las leccionessublimes de maestros virtuosos y sabios,para que, de las profundidades de miser, surgiese la imagen de la humildadpara combatir la figura perniciosa delorgullo que durante tantos siglos meviene acompañando en el mal yzarandeando en la animalidad. Al influjocariñoso de los legionarios de Maríatambién comencé a deletrear lasprimeras letras del divino alfabeto delamor, y colaboré con ellos en los

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servicios de ayuda y asistencia alprójimo, dedicándome a aquellos quesufren, como nunca me hubiese creídocapaz.

Luché por el bien, guiado por esasnobles entidades, extendí las actividadestanto en los parques de trabajosespirituales accesibles a mi humildecapacidad como también en el planomaterial, donde me fue permitidocontribuir para que en varios corazonesmaternos volviese a brillar latranquilidad, y despuntase la sonrisa denuevo en muchos rostros infantiles,después de días y noches de impacienteexpectativa, durante los que la fiebre, la

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tos y la bronquitis les habían debilitado,y hasta en el corazón de los jóvenes,desesperanzados ante la realidadadversa, pude colocar la lámparabendita de la esperanza que hoy dirigemis pasos, desviándoles de la rutatraicionera del desánimo, que les habríaimpulsado a abismos idénticos a losconocidos por mí.

Durante cuarenta años trabajé, pues,denodadamente, al lado de mis queridosGuardianes. No serví sólo al bien, conactitudes fraternas, sino también a lobello, aprendiendo con insignes artistasy "virtuosos" a homenajear a la verdad yrespetar la Ley, dando al arte lo que de

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mejor y más digno fue posible extraer delo profundo de mi alma.

No obstante, nunca me sentísatisfecho y tranquilo conmigo mismo.Existe un vacío en mi ser que no sellenará sino después de lareencarnación, después de estar yomismo convencido del deber que nocumplí como debía en la últimaencarnación, abreviada por el suicidio.El recuerdo doloroso de aquel Jacintode Ornelas y Ruiz, al que provoqué unaceguera irremediable en un gesto dedespecho y celos, permanece indeleble,imponiéndose a las cuerdas sensibles demi ser como un estigma trágico del

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remordimiento inconsolable, pidiendopara mi destino futuro idénticapenalidad, es decir —la ceguera, ya quela prueba máxima de ser ciego la anuléen la primera ocasión ofrecida por laProvidencia, mediante el suicidio conque pensé liberarme de ella, quedando,por tanto, con esa deuda en miconciencia. Ya hace mucho que deberíahaber vuelto a la carne.

Todo lo que pude aprender en lasAcademias de Ciudad Esperanza se medio generosamente, por la magnánimadirección de la Colonia, que no pusoninguna traba al largo aprendizaje quedeseé hacer. Adquirí incluso

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aventajados conocimientos de lamedicina psíquica al contacto de losmaestros, durante las clases de Cienciadesarrollando tareas en las enfermeríasdel Hospital María de Nazaret, dondesirvo desde hace doce años,sustituyendo a Joel, que partió paranuevas experiencias terrestres, para laspruebas que a la Ley debía, comosuicida que también fue. Tal aptitud mepermitirá ser un "médium curador", mástarde, cuando habite de nuevo en lacostra del planeta donde tan grandes ygraves expresiones de sufrimientoexisten para flagelar a la humanidadculpable de errores constantes.

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Todavía me faltaba el idiomafraterno del futuro, aquel empeñoinestimable de la humanidad, que tendráque envolverla en el abrazo unificadorde las razas y de los pueblosconfraternizados para la conquista delmismo ideal; el progreso, la armonía yla civilización iluminada por el amor.Ese era un estudio voluntario, como,todos los demás que realizábamos, peroque los iniciados aconsejaban enespecial que hiciéramos, dándole unagran importancia, porque ese idioma,cuyo nombre simbólico es el mismo denuestra Ciudad Universitaria, es decir,Esperanza —(Esperanto)—, resolverá

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problemas incluso en el Más Allá,permitiendo a los espíritus elevadoscomunicarse eficiente y brillantemente, através de obras literarias y científicas,que el mundo terreno recibirá de loInvisible en los días futuros —sirviéndose de médiums que lo hayanaprendido— para lograr éxito en lamisión que, en nombre de Cristo y poramor a la verdad y a la redención delgénero humano, deberán ejercer.

Por eso, conveníaextraordinariamente a mis intereses engeneral y a los espirituales en particular,la adquisición, en el plano Invisible, deese nuevo conocimiento, del idioma

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"Esperanto". Al reencarnar, llevándoleimpreso en las fibras luminosas delcerebro periespiritual, en la ocasiónoportuna tendría la intuición de volver aaprenderlo al contacto de maestrosterrenos. Me informaron, además, quesería médium en la existencia futura yme comprometí a trabajar, una vezreencarnado, por la difusión de lasverdades celestes entre la humanidad, apesar del inconveniente de mi ceguera.Medité profundamente en lo convenienteque sería el empleo de un idiomauniversal entre los hombres y losespíritus, y de lo que yo mismo, comomédium, podré producir a favor de la

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causa de la fraternidad —la misma deCristo—, una vez que mi intelecto poseatal tesoro. Obtuve pues, el permiso pararecibir el curso, me matriculé en laFacultad que lo enseñaba y me dediquéfervorosamente al noble estudio.

No se trataba de un edificio más, enla extensa Avenida Académica dondesuntuosos palacios se alineaban con elmagistral efecto del arte puro, y sí unejemplo de belleza arquitectónica, quellevaría al pensador al sueño y aldeslumbramiento. Era también untemplo, como las demás edificaciones, yen sus majestuosos recintos interiores, lafraternidad universal era homenajeada

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sin cesar bajo las inspiraciones de laEsperanza, por ministros del bien,incansables en la laboriosidad tendenteal beneficio y progreso de la humanidad.

Localizado en un extremo de laarteria principal de la ciudad del Astral,se elevaba sobre un ligero montículorodeado de jardines, enviando ofrendasde perfumes al aire fresco, que seimpregnaba de esencias agradables ypuras. Una arboleda florida,caprichosamente mezclada detonalidades verdes y translúcidasrepleta de árboles esbeltos y frondosos,se alineaban en las alamedas y pequeñasplazas del jardín, prestando al

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encantador rincón el idealismo augustode los ambientes creados bajo el fulgorde las inspiraciones de esferas máselevadas.

Con un estremecimiento de emociónen mi espíritu, lentamente subí lasescaleras que llevaban a la alamedaprincipal, acompañado, la primera vez,de Pedro y Salustio, comorepresentantes de la Dirección de laUniversidad del área, es decir, comoinspectores escolares.

A lo lejos, el edificio brillabadulcemente, construido en esmeraldinostonos de delicada quintaesencia delAstral. Parecía que los rayos del astro

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rey, que penetraba muy suavemente porel horizonte de nuestro sector, cayendosuavemente por las bóvedas y cornisas,lo envolvían en bendiciones diarias,apoyando con besos de fraternalestímulo la idea genial procesada en suinterior por un grupo de entidadesesclarecidas, enamoradas del progresode la humanidad y de realizacionestranscendentales en las sociedades de laTierra y del Espacio.

Era, sin embargo, la únicaedificación que brillaba con tonalidadesesmeraldas y doradas, a diferencia desus iguales, que centelleaban conmatices azulados y blancos, y que no

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obedecía al clásico estilo hindú.Recordaba más bien al estilo gótico,

evocando realmente ciertasconstrucciones famosas de Europa,como la catedral de Colonia, con suconstrucción bordada como una joya defiligrana y sus torres apuntandograciosamente hacia lo alto entreresplandores que parecían ondastransmisoras de perennes inspiracioneshacia el exterior. Los recintos interioreseran de lo más bello y noble que pudeapreciar dentro de la Ciudad Esperanza.Con aspecto de catedral, y efectos deluces sorprendentes y un acento de artefluídico de la más fina clase que pudiese

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concebir, comprendí inmediatamenteque no eran orientales ni tampocoiniciados sus idealizadores y que nopertenecían al grupo que cuidaba denuestra reeducación, sino que deberíatratarse de una realización trasplantadade otros grupos, una embajada especial,situada en otras regiones, pero conelevadas misiones entre nosotros, y cuyafinalidad sería altruista, sin ningúngénero de dudas.

Así era. Al preguntarlo, Pedro ySalustio respondieron que se trataba deuna filial de la gran Universidad deCiudad Esperanza del Astral, con sedeen otra esfera más elevada, que

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irradiaba inspiraciones para susdependencias de lo Invisible, incluso enla Tierra, donde ya se iniciaba unapreciable movimiento en torno de lanobilísima lucha, entre intelectuales ypensadores de todas las razasplanetarias.

De la misma forma no estaba, comolas demás Facultades de nuestro sector,dirigida por iniciados en DoctrinasSecretas. Sus directores eran neutrales,en la Tierra como en el Más Allá, enmateria de conocimientos filosóficos ocreencias religiosas en general. Eranpreferentemente renovadores porexcelencia, idealistas pugnando por un

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mejor estado en las relaciones sociales,comerciales, culturales, etc., etc., quetanto interesan a la humanidad.

Descubrimos allí a grandes figurasreformadoras del pasado prestando suvaliosa ayuda a la hermosa causa,algunos de ellos habiendo vivido en laTierra aureolados por insospechablesvirtudes, y con sus nombres registradosen la Historia como mártires delprogreso, porque trabajaron en variasetapas terrenas, noble y heroicamente,por la mejora de la situación humana yde la confraternización de lassociedades. Sorprendido, allí encontréuna pléyade de intelectuales de toda

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Europa adheridos al movimiento, entreotros al gran Víctor Hugo, por referirmea un sólo representante de Francia,genial y trabajador, ayudando con sumagnífica energía a la difusión de uninapreciable patrimonio para lahumanidad. Cuando tomé lugar en elamplio y bien iluminado salón para lasprimeras clases, me sentí atraídosobremanera hacia ese admirable grupode servidores de la Luz.

Una vez en el recinto, dondetonalidades esmeraldas se unían a lostonos dorados de la arquitectura fluídicay sutil, prestándole sugestionesencantadoras, comprobé que el elemento

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femenino era superior en número almasculino, en lo que alumnos se refiere.Y, durante todo el interesante curso,pude comprobar con qué fervor misgentiles colegas de aprendizaje, lasmujeres, se dedicaban a la granconquista de almacenar en el fondo desu cerebro periespiritual las basesespirituales de un idioma que, una vezreencarnadas, sería un grato consuelo enel futuro y un afán generoso paraabrirles horizontes más vastos, tantopara la mente como para el corazón,ampliando las posibilidades de suavizarsituaciones críticas, remover obstáculosy solucionar problemas que se

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encontrarían en las reparaciones ypruebas del porvenir. Durante miestancia, recibí sensaciones de un afectopurísimo. Al amparo de mis compañerosde ideal esperantista, desde losprimeros días armonizaron nuestrasvibraciones y se llenó mi espíritu de unaindecible satisfacción, y abriendo micorazón para la llegada de la esperanzade mejores días presidiendo lassociedades terrestres del futuro, dondetantas veces todavía renaceríamos,rumbo a las sublimes regiones delprogreso.

Igual que en las lecciones dadas porlos antiguos maestros Aníbal y

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Epaminondas, desde el primer día declase en la Facultad de Esperanto se vioun magistral desfile de las civilizacionesterrenas. Se analizaron sus dificultadesmuchas no remediadas hasta hoy, antenuestra interesada visión, en escenascomo en el cine, mostrando a lahumanidad debatiéndose contra lasondas hasta hoy insuperables de lamultiplicidad de idiomas y dialectos,dificultades que aparecían allí como unode los flagelos que asolan a laatribulada humanidad, complicandorealmente hasta su futuro espiritual,porque incluso en el Mundo Invisible selucha contra inconvenientes motivados

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por la diferencia de lenguas, en laszonas inferiores o de transición, dondeprolifera el elemento espiritual pocoevolucionado o todavía muymaterializado.

Todo fue magistralmente examinado,detalles, ramificaciones, consecuenciassorprendentes incluso dentro del hogardoméstico, obstáculos desalentadores enla prolongación de las relaciones y hastadel amor, entre las naciones, los pueblosy los individuos, desde las primerascivilizaciones del planeta hasta el sigloXX, que yo no había alcanzado en elplano material. Y, después, lasimplificación de esos mismos casos, la

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caída de esas barreras y la aurora de unauténtico progreso, basado en laclaridad de un idioma que serápatrimonio universal, de la misma formaque la fraternidad y el amor, uniendoideas, mentes, corazones y esfuerzospara un único movimiento general, unagloriosa conquista; la difusión de lacultura en general, la aproximación delos pueblos para el triunfo de la unidadde puntos de vista, y la felicidad de lascriaturas.

Deletreamos, entonces los vocablos.Nos eran presentados artística ygentilmente, a través de escenas vivas einteligentes. Se mostraban en secuencias

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admirables de lectura, dándonos lo quenecesitábamos para alcanzar lossecretos que nos permitirían más tardehasta hablar fluidamente. Eran, portanto, libros móviles, inteligentes,animados por algún fluido singular, paraenseñarnos la conversación, la escritura,todo el contenido de un idioma que seiba imprimiendo en nuestro intelecto,permitiéndonos, al reencarnar, laeclosión de intuiciones brillantes cuandonos encontrásemos en la pista delasunto.

Y tales eran las perspectivas que nospresentaba aquella conquista, que nossentimos triplemente hermanados a toda

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la humanidad; por los lazos amorosos dela doctrina de Cristo; por el beneplácitode la ciencia que nos iluminaba elcorazón y por la finalidad a la que nosarrastraría el uso de un idioma que en elfuturo nos habilitaría para sentirnoscomo en nuestra propia casa,estuviésemos en nuestra patria oviviendo en el seno de naciones situadasen los más diferentes rincones del globoterrestre, y hasta en el mundo Invisible.

La Embajada Esperantista en nuestraColonia no se limitaba a darnoselementos lingüísticos capaces deconfraternizar con los demás ciudadanosterrestres, con quienes viviríamos en los

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pueblos de la costra planetaria, en unfuturo próximo. De cuando en cuando,desde las esferas más elevadas bajabanvisitas de confraternización, con laintención generosa de dar valentía a loshermanos de ideal inmersos en lasdificultades de antiguos delitos. Esasvisitas a nuestra Facultad eranverdaderos congresos y trataban, enasambleas brillantes, del interés de lacausa, de las actividades para lavictoria del ideal, de los sacrificios yluchas de muchos compañeros del nuevoemprendimiento para su difusión yprogreso. Ahí teníamos ocasión deevaluar la colaboración de aquellas

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figuras eminentes que vivieron en laTierra y cuyos nombres registró lahistoria, y que citamos anteriormente.Grandes grupos de alumnos, aprendicesdel mismo movimiento, y pertenecientesa otras esferas, se adherían a esoscongresos, colaborando caritativamentepara el alivio de sus pobres hermanossuicidas.

Esos eran días festivos en CiudadEsperanza. En las suntuosas plazas yjardines que rodeaban el majestuosopalacio de la Embajada Esperantista,sobre suaves tapetes de gramíneas,mezcladas de flores azules y azaleasblancas o rosadas, se creaban los juegos

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florales, perfectos torneos de arteclásico, durante los cuales el alma delespectador se dejaba transportar alápice de las emociones gloriosas,deslumbrada ante la majestad de lobello, que se revelaba en todos losdelicados y tiernos matices posibles a sucomprensión.

Se destacaban los bailes de conjuntoe individuales, llevados a escena porjóvenes esperantistas, cuyas almasreeducadas a la luz benéfica de lafraternidad no desdeñaban testimoniar asus hermanos el aprecio y laconsideración que les tenían, bajando delos parajes luminosos y felices en los

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que vivían para la visita amistosa,proporcionándoles una tregua en suspreocupaciones a través de magnificasexpresiones artísticas.

La belleza del espectáculo alcanzabaen ese momento lo indescriptible,cuando, deslizándose graciosamente porlas flores y sobrevolando en el airecomo libélulas multicolores, loshermosos conjuntos evolucionabantraduciendo el hermoso arte deTerpsícore [28] a través del tiempo y delas características de los grupos quemejor supieran interpretarla; ahora, eranjóvenes que vivieron en otro tiempo enGrecia, interpretando la belleza ideal de

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los "ballets" de su antigua cuna natal;después, eran egipcias, persas, hebreas,hindúes, europeas, una extensa grupo decultivadoras de lo bello que venían aencantarnos con la gracia y la gentilezade que eran portadoras, cada grupomostrando el sublime talento queenriquecía su ser, mientras suntuososefectos de luz inundaban el escenariocomo si fuegos mágicos de artificiobajasen de los confines del firmamentopara irradiar en bendiciones de luzsobre la ciudad, que se engalanaba detonalidades multicolores y maticesdelicados y lindos, que se convertían acada momento en rayos que se

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entrechocaban, indescriptiblemente, enartísticos juegos de colores,entrecruzándose y derramándose encentelleos siempre nuevos ysorprendentes.

Y todo ese conmovedor eintraducible espectáculo de arte, que porsí solo sería una oferta al Supremodetentor de la belleza, realizada al airelibre y no en el recinto de los Templos,se hacía acompañar de orquestacionesdelicadas donde los sonidos másdelicados, los acordes llorosos depoderosos conjuntos de arpas y violines,que eran como pájaros gorjeandomodulaciones siderales, arrancaban de

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nuestros ojos deslumbrados, de nuestroscorazones enternecidos, aspiraciones deemociones generosas que tonificabannuestros espíritus, alimentando nuestrastendencias hacia lo mejor, abriendo anuestro frágil ser horizontes jamásimaginados hacia el plano intelectual.

Muchas veces músicos célebres quevivieron en la Tierra acompañaron a losgrupos esperantistas a nuestra Colonia,colaborando con sus sublimesinspiraciones, ahora mucho más ricas ynobles, en esas fraternas festividadesque promovían el amor al prójimo y elculto a la belleza. Pero todo eso eramanifestado en un estado de

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superioridad y grandiosa moral que loshumanos están lejos de concebir.

Se sucedían, los conciertos; cánticosde orfeones alcanzaban expresionesmaravillosas, piezas musicales ante lasque empalidecerían las más arrebatadasmelodías terrestres, certámenes poéticoscon escenas de declamación cuyasuntuosidad rozaba lo inimaginable,arrebatándonos hasta el éxtasis. Y elidioma selecto que utilizaba ese grupomagnífico de artistas pertenecientes agrupos que vivieron y progresaron bajola bandera de todas las naciones delglobo terrestre, era el esperanto, el queiría a coronar la iniciación que

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habíamos hecho, reeducándonos en losconceptos de la moral, de la ciencia ydel amor.

Sólo se admitía, el arte clásico. Ennuestra ciudad Universitaria jamásvimos regionalismo o folclore decualquier clase. Y después que laslágrimas bañaban nuestro rostro,conmovidas nuestras almas ante tantoesplendor y maravillas, nos decíannuestras buenas vigilantes, de vuelta alinternado para el reposo nocturno. No osadmiréis, amigos míos. Lo que visteis esapenas el inicio del arte en el MásAllá… Se trata de la expresión mássimple de lo bello, la única que vuestras

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mentalidades podrán alcanzar, porahora… En esferas más altas que lanuestra existe más, mucho más… sinembargo, el alma pecadora deberehacerse de las caídas en las queincurrió, haciéndose virtuosa a través dela renuncia, del trabajo y del amor, paramerecer ir hacia ellas…

* * *

El sentimiento del deber me lleva apensar seriamente en la necesidad devolver a la Tierra para probar el deseode afinarme definitivamente con la

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ciencia de la verdad que he descubiertodurante mi estancia en esta Colonia. Nodebo permanecer más en CiudadEsperanza, a menos que pretendaagravar mi responsabilidad con unestado de estacionamiento incompatiblecon los códigos que acabo de estudiar yaceptar. Incurriría en una grave faltaretrasando por más tiempo la reparaciónque me debo a mí mismo, como tambiéna la ley del Sempiterno, incumplida pormí desde hace muchos siglos.

De los antiguos compañeros yamigos que vinieron del Valle Siniestroy que ingresaron en la CiudadUniversitaria procedentes del hospital,

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soy el único que está aquí, sin valentíade experimentar sus propias fuerzas enlas luchas de la Tierra. Belarmino deQueiroz y Souza, el amigo cuyo afectosuavizaba gratamente las difíciles luchasespirituales camino de la rehabilitación,hace diez años que partió para nuevasexperiencias, habiendo preferidorenacer en Brasil, por la mayor facilidadque ofrecía, allí, el amparo de laprotectora doctrina que abrazó durantesu preparación en las Facultades.

Me agaché, conmovido y afectuoso,sobre su triste cuna de pobre huérfano,pues perdió a su madre, tuberculosa, unaño después de su nacimiento. Muchas

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veces he susurrado palabras tiernas asus oídos infantiles, durante las horasdesoladas en que se pone a meditar,pequeñito e infeliz, en las espinas que yale hieren el corazón. Y he llorado muchode compasión y tristeza contemplando suangustiosa infancia; el brazosemiparalítico, herencia inevitable delsuicidio en el siglo XIX, hijo marchito yenfermo de una tuberculosa, con unidéntico futuro aguardándole cuando seaadulto.

Deseé partir con él y servirle dehermano, viviendo a su lado paraampararle y consolarle, reanimándome amí mismo al contacto de su leal afecto.

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Sin embargo, era imposible hacerlo. Erauna misión de amor que no estaba alalcance de un condenado como yo,carente de los mismos socorros yatenciones. En la Tierra, nuestrosdestinos y situaciones iban a serdiferentes. Sólo más tarde, después de lavictoria de las pruebas bien soportadas,nos reencontraremos aquí mismo, parareiniciar la marcha hacia lo mejor.Doris Mary se presentó a su favorigualmente. Deseaba seguirle en elcírculo familiar, puesto que le amabatiernamente, disponiéndose a sacrificiospor desear suavizarle las mismasamarguras con los desvelos de un

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sentimiento basado en la fraternidadcristiana. No le concedieron el permisopara ello, porque tal abnegaciónimplicaría un círculo de infortuniossucesivos y Doris tenía méritos,derechos y compensaciones concedidaspor la Ley, en el panorama socialterreno, por haber venido de unaexistencia en que transitó una áspera víade amarguras bien soportadas al lado deun esposo incomprensivo y brutal, víaque el suicidio de Joel desdichó aúnmás. Ahora, sus guías no aconsejabannuevos sacrificios por el hijo en laspruebas que debía superar y tampocopor Belarmino, que le causo idéntico

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disgusto a su anciana madre. Ellavelaría por ambos, como una sombraluminosa y protectora que proyectabadesde el Más Allá, sobre el camino arealizar, inspiración y consuelo en lashoras decisivas.

Como vemos, no sólo Belarmino,sino también Joel había bajado a lasrenovaciones reparadoras. Juan deAcevedo y Amadeo Ferrari volvieronigualmente al deber de renovar lasexperiencias fracasadas, y ya hace ochoaños que les vi ingresar en elRecogimiento para los debidospreparativos. Este último, presa dedisgustos e inconsolables

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remordimientos, ni siquiera terminó elcurso de preparación que nospasábamos todos. Se proveyó del corajesuficiente a la luz de las enseñanzas deldivino Emisario y partió al Brasil,solicitando el favor de un cuerpo decolor y humildísimo, donde evidenciasepacientemente el doble pesar que leafligía, el suicidio de ayer y la tiranía deotro tiempo, como señor de esclavos. Yno sé, Dios mío, porqué no me animotodavía a imitar su noble gesto, cuandoincluso el mismo Roberto de Canalejasya no formaba parte del cuerpo demédicos interinos del DepartamentoHospitalario, pues acaba de tomar nuevo

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vestido carnal en una hermosa misión enlos campos de la Tercera Revelación, ytambién Rita de Cassia, la linda yencantadora vigilante que tantaslágrimas enjugó de mis ojos torturadosde penitente, Rita que me trató con lamás dulce ternura fraternal posible,imitó el gesto de Roberto.

En las luchas planetarias no existiráel matrimonio para este amigoadmirable. Fiel al antiguo sentimientopor su adorada esposa, prefirió servir acausas más amplias, esforzándose enactividades en pro de la colectividad.Rita, sin embargo, de carácterinquebrantable y con su corazón

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dispuesto hacia las altas aspiraciones ycapaz, por eso mismo, de realizarmisiones femeninas de granresponsabilidad, pidió y obtuvo permisopara seguir los pasos de Joel, casándosecon él después de la pruebaindispensable ante la repetición de lasexperiencias en las que fracasó,surgiendo en su vida como radiantealeluya después que él se rehabilite antesu propia conciencia. Se amaban y lopercibí rápidamente. Y, mientas escriboestas líneas, me pongo a pensar sobre laexcelsa bondad del Señor de los mundosy de las criaturas, que permite al almahumana tales compensaciones, después

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de resurgir de las tinieblas del pecado…[29]

Rita será, en la Tierra como fue enel Espacio, la vigilante amorosa y gentilque, en el círculo familiar terreno, serodeará de almas aún carentes deamparo, consolándolas y reanimándolasbajo las dulzuras de su afecto, al mismotiempo que, a través de virtuososejemplos, les impulsará para loscaminos de la victoria.

En el amplio dormitorio delInternado de Ciudad Esperanza, dondehabito desde los albores del año 1910,solo existen "novatos". A veces unaprofunda desolación viene a postrar mi

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alma, como si alguien que, viviendo enla Tierra muchas décadas, se viesedespojado de la presencia de los amigosy familiares más queridos, viendo lasruinas que la ausencia de los seresamados, tragados por la muerte, dejaronpara su vejez, donde se ubica el hielo delas íntimas agonías, haciéndoleincomprensible e intolerable para lo quepiensan los jóvenes que ahoraacompañan mis días. Los lechos de misviejos amigos están hoy ocupados porotras entidades que, aunque tambiénafinadas por idénticos principios eideales, no están tan tiernamenteestrechadas conmigo por las cadenas

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forjadas en el tiempo e infortuniospasados juntos…

Allí está la ventana de columnasbordadas, amplia, dividida en tres arcosde fina labor artística, recordandoconstrucciones hindúes sublimadas poruna clase superior. Al amanecer,Belarmino se asomaba a ella parasaludar la alborada y comulgar con loAlto mediante la oración. Aquí, lasencilla mesa en que me parece vertodavía inclinada la figura y triste deJuan de Acevedo ejercitando laprogramación de las actividadesconvenientes que debía acometer en laTierra. Más allá, dispuestos

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pintorescamente bajo el cortinadooloroso de los árboles del parque, losbancos donde mis viejos compañeros deinfortunio y yo nos recreábamos,hablando de las esperanzas queproporcionaban nuevas energías.

Contemplando esas pequeñas cosaslas lágrimas me corren de los ojos. Es laañoranza que susurra angustias a lo másíntimo de mi alma, diciendo que deboimitarles sin demora, para resolver lasdeudas incómodas de la conciencia.Nunca, sin embargo, estuve ocioso.Procuro serenar mi corazón entristecido,al lado de mis queridos consejeros, ysirviendo a los más sufridores que yo.

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Me reparto entre las tareas del Hospitaly varias otras actividades a mi alcance,tanto en la costra del planeta como en elperímetro de nuestra Colonia, únicoslímites en los que podré transitarmientras no presente a la gran Ley lostestimonios debidos.

Pero nada de eso será capaz dealejar de mis ansiosas preocupacionesel juicio que tengo de mí mismo, juiciodespreciativo del que sabe quecomienza a incurrir en nuevas faltas,agravando voluntariamente susresponsabilidades que ya le pesan.Parece que no paso de ser un parásito,ocupando un sitio que mejor le vendría a

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otro. Y el rubor cubre mi rostro siempreque, por las alamedas pintorescas de laCiudad, me cruzo con Aníbal de Silas,Epaminondas de Vigo y Souria-Omar,que desde hace mucho ya no me tienenen sus clases, hasta que, a través de lareencarnación, pueda yo dignamenteprobar los valores adquiridos.

Sonriéndome bondadosamente, memiran con interés. Pero las miradas queme dirigen son como flechas de fuegopreguntando a mi conciencia la razónporqué no me animé todavía alcumplimiento del deber.

Carlos de Canalejas y Ramiro deGuzmán me han aconsejado mucho en

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estos últimos tiempos. Antes de partir ala reencarnación, Roberto hizo que seestrechasen mis relaciones de amistadcon su antiguo suegro y amigo,recomendándole que no olvidasecontarme algún día, la historia dramáticade Leila, cuyo amor transportó a lascumbres del dolor al corazón de ambos.He trabajado con él frecuentemente, loque me dio un amplio campo de trabajoen el sector terrestre, pues, comosabemos, es el jefe de la Sección deRelaciones Externas.

Bajo su orientación he visitado a losamigos de otros tiempos, ahora en laTierra. Hace cerca de dos meses regresé

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de una estancia de doce semanas en lastierras brasileñas, donde diversosservicios, en el campo de la propagandade las verdades sublimes que hoy meedifican, absorbieron mispreocupaciones. Me llevó el buenmentor a visitar a Mario Sobral,reencarnado en una capital tumultuosade Brasil. No me contuve y estallé encopioso llanto junto al catre en el que vireposando el cuerpo mutilado deldesgraciado amante y asesino de lahermosa Eulina.

Su habitación miserable, construidade frágiles tablas de pino y chapas dezinc arruinadas por el tiempo, es la

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expresión de la más sórdida miseria delos brasileños unidos a las expiacionesdolorosas, en la reconstrucción sublimede sí mismos. Pero es también el únicohogar que conviene a la reencarnaciónde un antiguo bohemio vanidoso de susdotes físicas, que, por los antros de ociobrillante y la vileza de los lupanares,dilapidó la herencia paterna adquiridahonrada y dificultosamente en laslabores del campo.

Andrajosamente vestido, sus piesdescalzos callosos por el continuocontacto con las piedras y el polvo delos caminos, mutilado sin manos, loscabellos aún revueltos, despeinados,

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como le veíamos desde el ValleSiniestro, en lo invisible, los rasgosfisonómicos semejantes a los queconocíamos en el Más Allá, enfermo ynervioso, atacado por una extrañaenfermedad que le tortura la tráquea y lafaringe, lo que lo lleva frecuentemente acrisis penosas, con fiebre alta ydejándole afónico, sin familia, porqueen otros tiempos, en Lisboa, ultrajó elcírculo familiar en el que había nacido,honrado y amoroso, que la providenciale diera para que a su contacto virtuosose nutriese de buena voluntad pararealizaciones honestas, pobre,miserable, incluso hambriento, porque

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no fue depositario fiel en el pasado delos bienes materiales que el cielo leconfió, sino que los disipó, valiéndosede ellos para la perversión de suscostumbres; analfabeto, ya que, cuandofue universitario en Coímbra en laexistencia pasada, no aprovechó paraninguna finalidad noble la rica culturaintelectual de la que estaba dotado,dejándose caer en la improductividad yalterándose en la brutalidad de lascostumbres e incapacidad moral para laedificación tanto de sí mismo como desus semejantes.

Lo que yo veía ahora ya no era aquelMario cuya palabra brillante y extenso

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vocabulario encantaba a los compañerosde la enfermería, y sí a un infelizmendigo, que suplicaba la caridad delos transeúntes. Era la ruina socialreducida al más bajo y amargo nivelposible, y, por eso, estallé en llantocompadecido y angustiado. Pero a milado Ramiro de Guzmán sonreíaenternecido, intentando reconfortarmecon la luminosidad consoladora de estaspalabras:

—¡Exageras, Camilo! No vemos unaruina en esta pobre casa o en ese cuerpomutilado, y sí el resurgir de un almaperteneciente a la inmortalidad, a quienlos fuegos de sinceros remordimientos

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fustigaron, impulsándola a noblesconquistas. Profundamente arrepentidode su mal pasado, como puedesrecordar, Mario trazó —él mismo— elplan de expiaciones que ahí ves, ya queel suicidio por ahorcamiento dio origena la enfermedad nerviosa y a lainsuficiencia vibratoria de los aparatosfaríngeos, ya que su organismoperiespiritual se vio alcanzado en granmedida por las repercusiones de esteacto… lo que viene a demostrar quetodo este lamentable presente es obra desu propio pasado y no el castigo de unjuez severo o inclemente que se quieravengar. ¿Dices que ves ruinas?… Pues

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bien, de esta ruina que amarga tu visión,despuntará para tu amigo Mario Sobraluna alborada de progresos nuevos,porque, rehaciéndose, está pagando ladeuda deshonrosa que le ataba a lagalera del remordimiento,rehabilitándole ante sí mismo y ante lasleyes que infringió… Además, ¿creesque está aquí abandonado, a mercedsólo de la caridad de las criaturashumanas?… Te engañas… Pues ¿no esun alumno de la Legión de los Siervosde María?… ¿No pertenece al HospitalMaría de Nazaret? Debes recordar quetal encarnación es el tratamientoconveniente a los casos graves como el

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suyo y una sublime cirugía que le llevarárápidamente a la convalecencia…

¿No está el hermano Teócritopendiente de sus pasos? Los vigilantes yenfermeros del Hospital, y delDepartamento al que pertenezco, ¿no leasisten cariñosamente, velando por élcomo por un enfermo grave,reforzándole diariamente con valor yesperanzas, siempre nuevas y mássólidas, con la sublime preocupación deayudarle a remover las pesadasiniquidades provocadas en su destinopor los actos por él mismo cometidos encontra del bien?… Frecuentemente, levisito, como en este momento lo hago,

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fiel a las obligaciones que mecorresponden, y encamino su espíritu,muchas veces, a nuestros puestos deemergencia del astral, parareconfortarle, avivando las energíasfluídicas en su periespíritu, para quepueda soportar las pruebas que se trazósin excesivo desfallecimiento… Nosabes, además, que mantiene unaconformidad que le ayuda a conseguir lavictoria en sus propósitos… Él se sienterealmente feliz, pues, en lo profundo desu conciencia, tiene la certeza de queasí, como le ves, está cumpliendo elsagrado deber de ciudadano inmortal,cuyo destino será lograr afinidad con las

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vibraciones armoniosas de la ley delbien y de la justicia universal.

Me callé, resignado y pensativo,meditando sobre las resolucionesurgentes que debería tomar. De Guzmánpuso las manos translúcidas sobre lafrente del antiguo alumno de Teócrito,transmitiéndole energías fluídicas quebeneficiasen su disnea. Me concentrérespetuosamente, suplicando a laGobernadora amorosa de nuestra Legiónque concediese alivio al antiguocompañero de mis desventuras.Terminada la generosa operación elnoble amigo, dijo:

—La Providencia nos depara

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caminos de gloria, querido amigo, enluchas fecundas entre lágrimas yoportunidades de redención… Y, en eltrayecto, concede a los penitentesarrepentidos compensaciones quegeneralmente no están a la altura deapreciar, dado que se encuentran en uncuerpo físico…

Se volvió hacia un rincón de la casa,que yo no había examinado, preocupadocon la escena presentada por Marioreencarnado, y apuntó hacia una formaque, humilde y silenciosa, velaba alenfermo, mientras cosía remiendos enropas ya rotas, y dijo:

—¿Ves esta pobre mujer?… No te

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puedes imaginar el trabajo de redenciónque, ante la vista del excelso Maestro,se opera en lo más íntimo de su alma,tan arrepentida como la de Mario, entrelas espinas de la pobreza extrema y deluchas tan duras como dignamentesoportadas…

Me fijé, conmovido e interesadoante el acento enternecido del nobleinstructor. Al lado de la puerta deentrada, la única existente en elpaupérrimo domicilio, buscando unpoco de claridad que le auxiliase en eltrabajo humilde en el que se entretenía,vi a una mujer de color, pobrementevestida pero aseada, aparentando cerca

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de cincuenta años. De rostro sereno sedesprendía sencillez y humildad.Admirado, pregunté al caritativo mentor:

—No la conozco… ¿De quién setrata?…

—Haz un esfuerzo, Camilo… Entraen las ondas vibratorias de supensamiento, que progresa en el trabajode los recuerdos, y mira lo que sucedióhace cerca de cuarenta años, es decir, enla época en que volvió Mario a laTierra…

Obedecí, intrigado, mientras lamujer se aproximaba al enfermo,dándole un medicamento homeópata, ylevantándole cariñosamente la cabeza

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para luego, volver al trabajo. A sualrededor, el silencio fomentaba laeclosión de los recuerdos. Atardecía yel Sol de Brasil hervía el occidente consus rayos ardientes de oro festivo,iluminando el firmamento con milreflejos coralinos. La mujer pensaba ypensaba… En su cerebro las imágenesse levantaban agitadas en secuenciascaprichosas, mientras, asustado yconmovido, yo leía y comprendía comoen un libro instructivo abierto ante misojos:

—Mario ha renacido en unlupanar… Su madre, inconforme con lamaternidad, viendo, para cúmulo de

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desgracia, la mutilación deprimente, y alhijo sin fuerzas para soltar los alegresgritos de un recién nacido, mediosofocado por contraccionesespasmódicas como si manos férreasquisieran prematuramente estrangularle,se llenó de horror y estalló en llanto,rechazando al monstruo que habíaconcebido. Se trataba de una infelizpecadora, para quien la maternidad eraun obstáculo contra su libertad.Apurada, confió el miserable retoño auna pobre lavandera que vivía por lasinmediaciones, trabajando honestamenteen las duras tareas impuestas por lapobreza, prometiendo gratificarle

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mensualmente por los serviciosprestados al pequeñito.

Accedió la buena mujer, nocontemplando sólo el dinero que vendríabien a sus escasos recursos, y sí,principalmente, obedeciendo a losimpulsos caritativos de su corazón,porque era adepta de un gran manantialde luces y esclarecimientos —laTercera Revelación—, a pesar de lacondición oscura que ocupaba en elplano social, sabía que la adopción deesa entidad que entraba en la vidaterrena, rodeada de tan sombríosinformes del pasado y tan desoladorasperspectivas en el presente, era un

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designio trazado por lo alto. Le recibió,pues, en su humilde choza, procurandoamarle todo lo posible, ya que llamó asu puerta al nacer.

Tenía además una hija, una niña dediez años, pensativa y trabajadora, quecooperaba obedientemente con su madreen las luchas difíciles de cada día. Seaficionó al hermanito que el destinohabía lanzado en sus brazos y, paraayudar al esfuerzo materno, criópacientemente al desgraciado enfermo,dedicándose durante cuarenta años aesta misión, como jamás lo haría unagran dama. Muerta su madre hacía másde quince años y falta de la promesa de

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gratificación de la irresponsable madrenatural, estaba allí todavía, fiel yabnegada, trabajando para que sudesventurado hermano tuviese quemendigar por las calles lo menosposible…

Me acerqué a la mujer y, en un gestode agradecimiento por lo mucho quedaba a mi querido amigo, puse la diestrasobre aquella frente de color que, paramí, en aquel momento, era como si setuviese una aureola de reflejosbrillantes:

—Que Jesús te bendiga, hermana,por lo mucho que haces por el pobreMario, a quien siempre conocí tan

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sufridor, —murmuré, sintiendo quelágrimas de dolor invadían mis pobresojos espirituales.

Ramiro de Guzmán, se aproximógrave, reverenciando la Ley sublimecuyo magnánimo esplendor centelleabaen aquel pobre hogar propicio a laredención, susurró, sorprendiéndomehasta el asombro:

—Quizás todavía no has adivinadoquien está ahí, cubierta en este cuerpode color, desviviéndose en actividadescristianas al servicio de su propiorenacer espiritual…

Y al mirarle con gesto deinterrogación, dijo:

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— ¡Eulina!…

* * *

Tomé la resolución impostergable;iré mañana al Departamento deReencarnación, y de allí alRecogimiento, para proyectar mi futurocuerpo físico, investigando el ambientemás propicio para el renacimientoreparador. Consulté a todas lasautoridades de la Colonia dedicadas ami caso y fueron unánimes enreanimarme para la indispensable yprovechosa lucha. Quise sugerir, yo

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mismo, el programa para mis tareas dereajuste a las leyes infringidas por elsuicidio, puesto que creo disponer de lalucidez suficiente para asumir unaresponsabilidad de esa importancia.

He de quedar ciego a los cuarentaaños, pero irremediablemente ciego,como si las órbitas vacías de Jacinto deOrnelas se transfiriesen a mi rostrodespués de tres siglos de expectativa demi espíritu dolorosamente asustado antela imagen incorruptible de la justicia.Consulté, pidiendo inspiración y auxilio,a los queridos maestros —Aníbal deSilas, Epaminondas de Vigo, Souria-Omar y Teócrito—, que cariñosamente

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atendieron a mi solicitud para ayudarmea equilibrar las líneas generales de laprogramación con los dispositivos de laLey.

Sin embargo, sólo después deingresar en el Recogimiento subirán losinformes para el visto bueno delTemplo. Me dieron mucha confianzaaquellos amigos queridos, que sepreocuparon de mí, guiándome en lasenda del deber e inspirándome en lashoras decisivas como instructoresresponsables mientras durase miestancia en este generoso Instituto. Medijeron que la asistencia médica delDepartamento Hospitalario acompañará

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la evolución de mi próximo cuerpofísico desde el embrión hasta losúltimos instantes de la agonía y de laseparación de mi espíritu del cuerpo quearrastraré para la recuperación deltiempo perdido con el suicidio.

Se producirá mi liberación del planofísico-terrestre a los sesenta años,teniendo, por tanto, veinte años paramirar sólo hacia dentro de mí mismo ypara realizar el trabajo fecundo yglorioso de la autoeducación quecontrole las manifestaciones del orgulloque en mi ser no se extinguió todavía.Frecuentemente me asalta el recelo deuna nueva caída, del olvido de los

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deberes y tareas a cumplir una vezinmerso en el océano de unareencarnación, olvido normal para elespíritu en rehabilitación. Pero misinstructores me advirtieron que llevarésólidos elementos de victoria adquiridosen el largo estadio reeducativo, y que,por eso mismo, es poco probable que mivoluntad se corrompa al punto dearrastrarme a mayores y más gravesresponsabilidades.

Me despedí de todos los amigos ycompañeros de los Departamentos de laColonia, comenzando por la Vigilancia,con Olivier de Guzmán y el PadreAnselmo. Todos fueron unánimes en

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prometerme asistencia durante elirremediable exilio, a través de susoraciones a Dios. Me siento,prematuramente, añorando este tranquilolugar que por espacio tan largo detiempo me albergó, y donde tantos ypreciosos esclarecimientos adquirí parael reinicio de actividades en los mediossociales en los que tendré que probarnuevos valores morales. Hace algunosdías viene a este Internado un verdaderodesfile de amigos, a visitarme. Jefes desección, enfermeros, vigilantes, inclusopsiquiatras, psicólogos e instructores meabrazan, felicitándome por la resolucióntomada y augurando días gloriosos para

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mi espíritu en los servicios derehabilitación. Me dan, votos de victoriay adquisición de méritos, llenos debondad.

Y por todo eso me sientoagradecido, convencido de que, en losnuevos testimonios que me esperan enlas márgenes del viejo y querido Tajoque tanto he amado y del que inclusoahora no me deseo separar, un grupoluminoso de entidades amigas estarápresente para reanimarme con sualentadora inspiración. Y ayer meofrecieron una fiesta de despedida. Unagran sorpresa me esperaba en medio deesa reunión donde la fraternidad y la

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belleza dictaban, una vez más susintraducibles expresiones; a través denuestros majestuosos aparatos de visióna distancia pude ver, por primera vez, lahermosa Mansión del Templo, en laplenitud de su armoniosa e intraduciblebelleza ambiental.

Asistí, de esta forma, a una asambleade iniciados, oí sus discursos sublimes,inspirados en las más elevadasexpresiones de la moral, de la filosofía,de la ciencia, de lo bello —de laverdad, en fin— que nunca oí. En elsantuario donde se reunían, allá estaban—en la mesa augusta de la comunióncon lo alto— los doce varones

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responsables por toda la Colonia unidosen identidad de puntos de vista e idealespara el solemne momento de la oración.Y después el panorama arrebatador delsector al que yo no podré entrar sino a lavuelta de la encarnación que me espera,la sucesión de residencias, los vastoshorizontes floridos atenuados pordelicadas tonalidades azuladas a los quelos rayos del astro rey transmitencentelleos dorados… Las lágrimasinundaron mis ojos, mientras que,imprimiendo la maravillosa visión en lomás íntimo de mi conciencia, comobenéfico estímulo para las ásperasluchas del futuro, mi alma se decía a sí

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misma:¡Valor, peregrino! Vuelve al punto

de partida y reconstruye tu destino yllena de virtudes tu carácter con el doloreducador. Sufre y llora resignado,porque tus lágrimas serán el manantialbendito donde se saciará tu concienciasedienta de paz. Deja que tus piessangren entre los cardos y las aristas delos infortunios de las reparacionesterrenas, que tu corazón se despedace enlas forjas de la adversidad, que tushoras se envuelvan el negro manto de ladesilusión, llenas de angustia y soledad.Pero ten paciencia y sé humilde,recordando todo eso es pasajero, y que

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tiende a modificarse con tu reajuste a lassagradas leyes que infringiste… yaprende, de una vez para siempre, queeres inmortal y que no será por losdesvíos temerarios del suicidio donde lacriatura humana encontrará el puerto dela verdadera felicidad…

* * *

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[1] Después de la muerte, antes queel espíritu se oriente gravitando hacia elverdadero "hogar espiritual" que lecabe, será siempre necesario la estanciaen una "antecámara", en una región cuyadensidad y aflictivas configuracioneslocales corresponderán a los estadosvibratorios y mentales del reciéndesencarnado. Ahí se detendrá hasta quesea naturalmente "desanimalizado", esdecir, que se desprenda de los fluidos yfuerzas vitales de que están impregnadostodos los cuerpos materiales. Laestancia en ese umbral del Más Alláserá temporal, aunque generalmentepenosa. De acuerdo al carácter, las

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acciones practicadas y el género de viday muerte que tuvo la entidaddesencarnada —así serán el tiempo y lapenuria en ese lugar. Existen algunosque sólo se demoran ahí algunas horas.Otros llevarán meses, añosconsecutivos, volviendo a lareencarnación sin alcanzar laEspiritualidad. Y tratándose de suicidasel caso asume proporciones especiales,dolorosas y complejas. Estos sedemorarán ahí, generalmente, el tiempoque todavía les quedaba para concluir elcompromiso de la existencia queprematuramente han cortado. Trayendograndes cargas de fuerzas vitales

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animalizadas, además del bagaje de laspasiones criminales y unadesorganización mental, nerviosa yvibratoria completas, es fácil entrevercual será la situación de esos infelicespara los que existe un solo bálsamo: laoración de las almas caritativas.

Por muy larga que sea esa etapa, lareencarnación inmediata será la terapiaindicada, aunque dolorosa, lo que serápreferible a pasar muchos años en tandesgraciada situación, completándoseasí, entonces, el tiempo que faltaba paraterminar la existencia cortada. Volver

[2] A las impresiones y sensaciones

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penosas, oriundas del cuerpo carnal, queacompañan al espíritu aúnmaterializado, las denominamosrepercusiones magnéticas, en virtud delmagnetismo animal, existente en todoslos seres vivos, y sus afinidades con elperiespíritu. Se trata de un fenómenoidéntico al que siente un hombre quetuvo el brazo o la pierna amputados,picazón en la palma de la mano que yano existe, o en la planta del pie,igualmente inexistente. Conocimos encierto hospital a un obrero que teníaambas piernas amputadas, sintiéndolastan vivamente así como los pies, que,olvidando de que ya no los tenia, trató

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de levantarse, cayendo estrepitosamente.Esos fenómenos son fáciles de observar.Volver

[3] Las propiedades de esta hermosapiedra han sido reconocidas desdetiempo antes de Cristo, y se le havalorado fuertemente a raíz de susasociaciones con la sabiduría y elconocimiento superior. Los médicosantiguos llevaban un anillo que debíatener esmeraldas o piedras de colorverde (nota del traductor). Volver

[4] Cierta vez, hace cerca de veinteaños, uno de mis mentores —Charles—

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me llevó a un cementerio público en Ríode Janeiro, para visitar a un suicida querondaba sus propios despojos enputrefacción. Aclaro que tal visita fuerealizada en cuerpo astral. Elperiespíritu de dicho suicida, hediondocual demonio, me infundió pavor yrepugnancia. Se presentabacompletamente desfigurado eirreconocible, cubierto de cicatrices,tantas cicatrices cuantos habían sido lospedazos a que había quedado reducidosu cuerpo físico, pues el desgraciado setiró bajo las ruedas de un tren, quedandodespedazado. ¡No hay descripciónposible para el estado de sufrimiento de

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ese espíritu! Estaba enloquecido,aturdido, a veces furioso, sin podercalmarse para razonar, insensible a today cualquier vibración que no fuese suinmensa desgracia. Intentamos hablarle:—no nos oía. Y Charles, tristemente,con un acento indefinible de ternura,dijo: —"Aquí, sólo la oración tendrá lavirtud capaz de imponerse. Será el únicobálsamo que podemos utilizar en sufavor, suficientemente santo para,después de cierto periodo de tiempo,poder aliviarlo…" — ¿Y esascicatrices? —pregunté, impresionada.—"Sólo desaparecerán, aclaró Charles,después de la expiación del error, de la

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reparación en existencias amargas, querequerirán de ininterrumpidas lagrimas,lo que no llevará menos de un siglo, talvez mucho más… Que Dios secompadezca de él, porque, hasta allá…"Durante muchos años oré por ese infelizhermano en mis oraciones diarias (notade la autora). Volver

[5] Efectivamente, en el Más Allá dela tumba, las vibraciones mentaleslargamente violadas del alcohólico, delsensual, del cocainómano, etc., etc.,podrán crear y mantener visiones yambientes nefastos, pervertidos. Si,además, traen los desequilibrios de un

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suicidio, la situación podrá alcanzarproporciones inconcebibles. Volver

[6] En varias sesiones prácticas queasistimos en Centros Espíritas delEstado de Minas Gerais, los videnteseran unánimes en afirmar que nopercibían sólo el espíritu atribulado delsuicida comunicándose, sino también laescena del mismo suicidio, revelando asus facultades mediúmnicas el momentosupremo del trágico suceso (nota de laautora). Volver

[7] Perdóneme el lector por notranscribir todos los nombres de estos

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personajes, tal como fueron reveladospor el autor de estas páginas (nota de laautora). Volver

[8] El Positivismo es una corriente oescuela filosófica que afirma que elúnico conocimiento auténtico es elconocimiento científico, y que talconocimiento solamente puede surgir dela afirmación positiva de las teorías através del método científico. Elpositivismo surge en Francia a iniciosdel siglo XIX de la mano del pensadorfrancés Auguste Comte y del británicoJohn Stuart Mill y se extiende ydesarrolla por el resto de Europa en la

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segunda mitad de dicho siglo. Según lamisma, todas las actividades filosóficasy científicas deben efectuarseúnicamente en el marco del análisis delos hechos reales verificados por laexperiencia (nota del traductor). Volver

[9] No se refiere a psiquiatras opsicólogos, sino a "psíquicos", es decir,"sensitivos" o "médiums". El bajopatrón vibratorio de los enfermosrequería alguien similar en la escalavibratoria, como puede ser unencarnado, para comunicarse con ellos(nota del traductor). Volver

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[10] Mateo, 22:1 a 14. Volver

[11] Mateo, 18:20. Volver

[12] El Evangelio Según elEspiritismo, de Allan Kardec(comunicación del Espíritu de Verdad).Volver

[13] Mateo, 6:19 a 21 y 25 a 34.Volver

[14] En efecto, en el curso de misactividades mediúmnicas tuve ocasiónde hacer sólidas relaciones de amistadcon habitantes del plano invisible. En

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determinada fase de mi existencia,cuando testimonios dolorosos ydecisivos me fueron impuestos por laLey de causa y efecto, un pequeño grupode antiguos sufridores a los que habíaauxiliado, incluso algunos suicidas y dosex-obsesores que se hicieron amigosmíos durante los trabajos prácticos parala cura de obsesionados, se hicieronvisibles en cierta visita que me hicieron,ofreciéndome ayuda para aliviar lasituación. No pudiendo hacerlo, ya queésta era irremediable, mezclaron suslágrimas con las mías, visitándomefrecuentemente y proporcionándome ungran alivio con la prueba, que me

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dieron, de tan bondadoso afecto (nota dela médium). Volver

[15] La excelsa misericordiaencamina generalmente esos casos, losmás graves, a reencarnacionesinmediatas donde el delincuentecompletará el tiempo que le faltaba parael término de la existencia que cortó.Aunque muy dolorosas, y hastaanormales, tales reencarnaciones sonpreferibles a la desesperación en el MásAllá, evitando, además, una granperdida de tiempo al paciente. Veremosentonces a hombres deformados, mudos,sordos, débiles mentales, idiotas o

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retrasados de nacimiento, etc. Sólo es untema de vibraciones. El perispíritu notuvo fuerza vibratoria para modelar lanueva forma corporal, a pesar de laayuda recibida de los técnicos delmundo invisible. Así concluirán eltiempo que les faltaba para finalizar elcompromiso de la existenciaprematuramente cortada, corregirán losdisturbios vibratorios y, lógicamente, sesentirán aliviados. Se trata de unaterapia, nada más, recursos extremosexigidos por la calamidad de lasituación. Es el único, además para loscasos en que la vida interrumpidadebiera ser larga. ¡Vosotros que leéis

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estas páginas, cuando encontréis por lascalles a un hermano vuestro con estetipo de anormalidad, no dudéis de oraren su presencia: vuestras vibracionesarmoniosas serán también una excelenteterapia! Volver

[16] Se trataba de una"adoctrinación" llevada a cabo por elinstructor, como las que acostumbramosa asistir en las reuniones mediúmnicasbien dirigidas, por supuesto aventajadaspor las circunstancias y el nivel desabiduría del expositor. Volver

[17] Mateo, 11:28. Volver

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[18] En 1889, Amelia de Orleans setransformó en reina de Portugal juntocon su esposo que fue proclamado reycomo Carlos I. El 1 de febrero de 1908,a su regreso a Lisboa, la familia realsufrió un atentado en la Plaza delComercio de Lisboa, en el cualresultaron muertos el rey, de formainstantánea, y el príncipe real, veinteminutos después; queda vivo su hijomenor, Manuel. Doña Amelia seconvirtió en una especie de tutora delnuevo rey, Manuel II. En 1910 con laabdicación de su hijo Manuel II dePortugal y el advenimiento de laRepública, Amelia de Orleans abandonó

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Portugal con el resto de la familia real(nota del traductor). Volver

[19] No se debe hacer conclusionesexageradas de esa exposición. Antes dela encarnación, el Espíritu podráescoger las pruebas de la pobreza, porejemplo, sujetándose entonces a lasperipecias del grado de pobreza que leconvenga acarrear a su existencia. No sedebe creer, por tanto, que en el MásAllá hayan sido discriminadosminuciosamente todos los detalles yaccidentes de la pobreza prevista. Si laprueba es la ceguera o mutilación, esovendrá a suceder sin que sea necesario

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indicar en la programación hecha antesde la vuelta al cuerpo carnal, elaccidente o la enfermedad que leconducirá al estado conveniente deprueba. Esto es lo que se concluye delas obras básicas de la Doctrina (nota dela médium). Volver

[20] La sorpresa, indudablemente, sedebe a la mentalidad que, en esemomento, todavía tenía el espíritu quehace el relato, fruto de su incipienteelevación espiritual. Recordemos quehabía vivido y desencarnado en unaépoca, donde a las mujeres no se lesconcedían responsabilidades en la

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sociedad humana, e incluso se lesnegaban abiertamente (finales de sigloXIX y principios del XX). En el MundoEspiritual no hay distinciones entre losespíritus por razón del sexo (nota deltraductor). Volver

[21] Se trata del revestimiento defluidos vitales propios de todos losseres vivos y del cordón fluídico queune el espíritu al cuerpo material,durante la encarnación, respectivamente(nota de la médium). Volver

[22] Nombre ficticio. Cualquiersemejanza será mera coincidencia.

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[23] Incluso entre desencarnados,solamente los espíritus muy elevadospueden producir semejante fenómenotelepático. Volver

[24] Personajes de una narraciónincluida en los apuntes concedidos porel verdadero autor de estas páginas en elcurso de veinte años de experienciasmediúmnicas, pero que su compiladortuvo a bien omitir en el presentevolumen, reservándolo para un nuevoensayo literario espírita. Volver

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[25] Mateo, 11:28,29, y 30. Volver

[26] Mateo, 5:5 - Bienaventuradoslos que son mansos. Porque ellosposeerán la Tierra. Volver

[27] La Sierra de la Mantiqueira (enportugués Serra da Mantiqueira) es unaformación geológica que data delperíodo Cretáceo; esta compuesta por unmacizo rocoso que posee una gran áreade tierras altas, entre 1.000 hasta casi3.000 metros, a lo largo de los Estadosde Sao Paulo, Río de Janeiro y MinasGerais, siendo en este último donde selocaliza la mayor parte de la formación

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rocosa; su nombre tiene origen en unapalabra tupí que significa montaña quellora (nota del traductor). Volver

[28] En la mitología griega,Terpsícore (en griego Tepyixópn "Laque deleita en la danza") es la musa dela danza, de la poesía ligera propia paraacompañar en el baile a los coros dedanzantes y también se le consideracomo la musa del canto coral.Representada como una joven esbelta,con un aire jovial y de actitud ligera.Guirnaldas de flores forman su corona yentre sus manos, hace sonar una lira(nota del traductor). Volver

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[29] ¡Cuántas veces, en lasefervescencias de un sufrimiento creídoirremediable, la criatura se desespera,tirándose a la aventura siniestra delsuicidio, sin pensar que dentro de uncorto espacio de tiempo, encontraría lasolución para su problema, y lacompensación, el auxilio de laprovidencia como consuelo del quecarecía! Le faltó la paciencia y la calmanecesaria para reflexionar y esperar lamejoría de la situación, y por eso tendráun abismo de tinieblas, en siglos deluchas y renovaciones idénticas a lasfracasadas, las que se creó para sudestino; aprendiendo que lo que le

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conviene es la fortaleza y paciencia enla adversidad, pero nunca la rebelión yla desesperación, que de nada sirven.Volver