memoria histórica e identidad

10
gutmaro gómez bravo  43 memoria colecti v a y memoria hist óric a El miedo a la diferencia, e l protecc ionis mo y el aislamiento cul tural se disparan en las crisis económicas. No existe idea ni proyecto de futuro común que no haya perdido fuerza o se haya desvanecido en un mundo postindustrial que se aferra cada vez más a los elementos tradicionales de identidad, aquellos que a menud o desembocan en el nacionali smo exclu-  yen te. En est e pro ceso globa l de cambio ace lera do, la int erpr etac ión del pa- sado juega un papel cada vez más destacado. Tal vez por eso, en la última década el revisionismo se está empleando con tanta fuerza en influir en la opinión pública banalizando los grandes acontecimie ntos históricos del siglo  xx y en especia l sus peores dictad uras. A través de los grandes cana- les de comuni caci ón de masas, y con un fuert e impulso en los medios di- gitales e In ter net , se prod uc e un ju icio al na zi smo, al fascismo, al estali ni smo o al franquismo , relativizado y a valado “c ientífica mente”. Al rebajar el ni vel de destrucción y represión que alcanzaron estas dictaduras y disfrazarlo de normali da d, ro mpe n con el ori ge n y el pr op io conc ept o de hu man ida d as en - tado tras l a Segun da Gue rra Mundial, atacando, prec isam ente , la legiti ma- ción fu nd acional del mu nd o oc ci de nt al y su mi sma ra íz de moc rática 1 . MEMORIA HISTÓRICA E IDENTI D AD Gutmaro Gómez Bravo Universidad Complutense historia –––––––––––––– 1. P oggi o, P P  , Naz ismo y revisionismo histó rico . Madrid, Ak al, 2006.

Upload: bebayona

Post on 07-Oct-2015

9 views

Category:

Documents


0 download

DESCRIPTION

el Ministerio deDefensa desclasificó losConsejos deGuerra hasta los años 50,mientras queel archivo delMinisterio de Asuntos Exteriores se ha cerrado a cal y cantoa los investigadores. Un aspecto que contrasta abiertamente con la políticade archivo de la mayoría de los países occidentales, donde es posiblefotografiar documentación sin restricción alguna

TRANSCRIPT

  • gutmaro gmez bravo 43

    memoria colectiva y memoria histrica

    El miedo a la diferencia, el proteccionismo y el aislamiento cultural sedisparan en las crisis econmicas. No existe idea ni proyecto de futurocomn que no haya perdido fuerza o se haya desvanecido en un mundopostindustrial que se aferra cada vez ms a los elementos tradicionales deidentidad, aquellos que a menudo desembocan en el nacionalismo exclu-yente. En este proceso global de cambio acelerado, la interpretacin del pa-sado juega un papel cada vez ms destacado. Tal vez por eso, en la ltimadcada el revisionismo se est empleando con tanta fuerza en influir en laopinin pblica banalizando los grandes acontecimientos histricos delsiglo xx y en especial sus peores dictaduras. A travs de los grandes cana-les de comunicacin de masas, y con un fuerte impulso en los medios di-gitales e Internet, se produceun juicio al nazismo,al fascismo,al estalinismoo al franquismo, relativizado y avalado cientficamente. Al rebajar el nivelde destruccin y represin que alcanzaron estas dictaduras y disfrazarlo denormalidad, rompenconel origen y el propio conceptodehumanidadasen-tado tras la Segunda Guerra Mundial, atacando, precisamente, la legitima-cin fundacional del mundo occidental y sumisma raz democrtica1.

    MEMORIA HISTRICAE IDENTIDAD

    Gutmaro Gmez BravoUniversidad Complutense

    h i s tor i a

    1.Poggio, P P, Nazismo y revisionismo histrico. Madrid, Akal, 2006.

  • 44 letra internacional

    Nos guste o no, el tiempo presente est vinculado a la herencia del to-talitarismo. Las ideologas autoritarias han profundizado en su voluntad desometer toda forma de vida social por medio del control y la represin. Losefectos que estos medios producen en las personas se han diversificado ypocos se atreven a discutir ya la presencia real de aquello que hace tan slounos aos era calificado de simple profeca2. Todo totalitarismo ofrece lle-nar el vaco de una sociedad que parece ir a la deriva.Pronto se instala comosustituto de la religin y adopta su forma mesinica, ocupando el lugar delonovedoso, la vanguardiadelmomento,hasta realizar su ambicin ennom-bredel Estado, laNacino el Pueblo.ParaHannaArendt, rescatada ennues-trosdaspor el cine,esta experienciadelmal totalitario condiciona fatalmentela existencia humana, resultando del todo imposible eludir la pesada cargadel sigloxx como el tiempoms violento de la historia.ElHolocausto comobarrera infranqueable que conduce a una identidad fallida3.

    Esta interiorizacin negativa del recuerdo traumtico fue abrindosepaso a la necesidad de nuevos referentes, hasta anclarse en unamemoria co-lectiva con vocacin de futuro4. De estemodo, la memoria histrica entr aformar parte de la cadena de factores necesarios para la recuperacin delpulso moral de la sociedad europea salida de la guerra mundial. Europa noslo sali de la crisis, vivi casi tres dcadas ininterrumpidas de crecimiento,sent las bases de sumodelo de desarrollo y bienestar, y puso enmarcha suproyecto de integracinms ambicioso sobre la base de no repetir los erro-res del pasado. El imaginario europeo, fraguado en un enorme sufrimiento,se insert enuna estela pragmtica ypositiva,hasta dar formaaun relato co-lectivo que, lejos de caer en el pesimismoms absoluto, sirvi comomediode afirmacin.

    Lugares de memoria, como los defini Nora, que con el paso deltiempo sehan erigido enuna crtica a la persistencia en la sociedadmodernadeprcticas totalitarias, incluyendoalmesianismoultraliberalque suprimetoda bsqueda del bien colectivo y cierra las posibilidades de cambio yme-jora, apelando precisamente al fin de la historia. Gracias a esa dimensin

    2.Todorov, T, La signature humaine. Essais 1983-2008. Paris, Seuil, 2009.

    3. Arendt, H, Eichmann en Jerusalem. Un estudio sobre la banalidad del mal. Barcelona,Lumen, 2009.

    4.Halbwachs,M, La mmoire collective. Paris, PUF, 1968.

  • gutmaro gmez bravo 45

    crtica, didctica y moral, la memoria ha llegado a determinados mbitosmuchoms all que la propia poltica, jugando un papel fundamental en lalucha contra el mal de nuestro tiempo, sobre todo en un comienzo del sigloxxi en que las guerras, los genocidios, las torturas, siguen haciendomuy di-fcil constatar moralmente cualquier progreso colectivo.

    El fin de la historia no ha llegado pero se ha producido una aceleracinenel ritmode los cambios,y, sobre todo,en ladifusinde los acontecimientosen tiempo real y a escalamundial queno tiene precedente alguno.As, el des-plome de las estructuras de posguerra fue seguido automticamente por lareformulacin de las identidades nacionales contemporneas dejando deladomuchas de las caractersticas de lamemoria histrica anterior por con-siderarlas oficiales y caducas.Las identidadesnuevasbasculanmuchomshacia nociones memorialsticas y esencialistas, simplificando el pasado envctimas y verdugosporun lado,y hroes ymalvadosporotro.De estemodola memoria, por el mismo mecanismo por el que recordamos mucho msel dolor que nos han hecho que el que nosotrosmismos causamos, se vuelveestril. Los crmenes cometidos en las ltimas guerras, desde las de Corea yArgelia pocos aos despus del fin de la Segunda GuerraMundial, hasta lasms recientes del siglo xxi, demuestran lo rpido que es posible olvidar endeterminados conflictos, mientras que en otros el olvido se convierte prc-ticamente enunaprohibicin; las diferencias entre lasmemorias del nazismoo del comunismo son los casos ms conocidos, pero la memoria se pierdeen otras muchas direcciones de nuestro presente. La memoria es necesariapara el tiempo presente, pero no suficiente, porque tendemos a utilizarla ennuestro fin.Por todo ello, es necesario huir delmaniquesmo e irms all devisiones suprfluas que remedian todos losmales de hoy valindose nica-mente de la defensa terica y difusa de los derechos humanos5.

    memorias enfrentadas

    La memoria se ha colocado en el centro de los debates pblicos sobre laidentidad nacional, desde ngulos tan diferentes como algunos de los se-

    5.Alix Lloredo,V De ser humanos a hacernos humanos: en torno al concepto de huma-nizacin del castigo en Gmez Bravo, G. (coord) La violencia en la esfera pblica.Cua-dernos de Historia Contempornea,Vol 33, 2011, pp 54-68.

  • 46 letra internacional

    alados anteriormente. Uno de los primeros impulsores de estas polticasdememoria en el siglo xxi fueNicolas Sarkozy, quien durante su presiden-cia promovi la investigacinde la deportacinmasivadenios judos desdeFrancia a la Alemania nazi. Con independencia de su utilizacin circuns-tancial, este hecho no slo cuestiona el escepticismo de los crticos con ladimensin pblica y social de la memoria, sino que desmonta el mito quela vincula exclusivamente a una izquierda trasnochada6.

    El fenmeno es ms complejo y presenta varios rasgos distintivos. Elprimero yms caracterstico de todos es un autntico boom de estudios quehan desplazado las explicaciones vigentes hasta hace muy pocos aos sobrelas actuales races temporales del presente. Por ejemplo, las responsabilida-des criminales atribuidas a los alemanes durante la Segunda Guerra Mun-dial, sobre todo en tornoal exterminio judo, se hanampliadohacia distintossectores que en cada pas ocupado tomaron parte activa tambin en la per-secucin de la oposicin poltica y de otras minoras tnicas y culturales,como el caso francs ya sealado. La constatacin de que la colaboracin delas lites locales en estos y otros planes no fueronmeros hechos aislados, hadado pie a un proceso de revisin de las historias nacionales construidas enlos aos cincuenta. El caso francs, con el rgimen de Vichy a la cabeza, talvez vuelva a ser elmsparadigmtico,pero lo cierto es que el debate se ha ex-tendido como la plvora.Desde Italia yAlemania, fundamentalmente, se hatrasladado el foco de atencin hacia la creacin de un fuerte consenso socialen el ascenso y consolidacin del totalitarismo en sus pases7.

    La historia escrita a finales del siglo xx no se reconoce en nada con lafijada medio siglo antes, y el pasado se reintepreta de manera totalmentedistinta. Emerge con fuerza una realidad desconocida o deliberadamenteoculta otras veces, cuya aparicin ha tenido una gran importancia en laconsolidacin de una identidad colectiva renovada, donde el pasado dejade ser un mito o una carga, para formar parte de un proyecto de cambio,pero disolviendo, como se ha sealado, todo elemento de crtica hacia elpresente. Todo ello ha sucedido de manera especialmente vertiginosa enaquellos casos que haban sufrido dictaduras largas y con un alto perfil re-

    6.Vidal, D,M.Nikolas Sarkozy: la memoire et lhistoire. LeMonde Diplomatique, enero2008, pp 36-43.

    7.Gellatelly, R, No solo Hitler. La Alemania Nazi entre la coaccin y el consenso. Barcelona,Critica, 2002.

  • gutmaro gmez bravo 47

    presivo. Los pases situados dentro de la rbita comunista durante la Gue-rra Fra muestran la evolucin ms clara al respecto. De la urgencia pordescribir los crmenes de la represin comunista, en especial durante la eraStalin, se ha ido avanzando hacia el conocimiento de las relaciones que seestablecieron entre sus clases dirigentes tradicionales y los sucesivos parti-dos comunistas a nivel nacional8.

    Entre los pases del Cono Sur que sufrieron dictaduras militares, espe-cialmente Argentina y Chile, la cuestin sigue estando centrada en el pro-blema de los desaparecidos y en la discusin, poltica y jurdidica, de lasdenominadas leyes de punto final. El debate sobre lamemoria sigue estandomuy presente en la vida pblica de estos pases, tras el que se observa unafuertedivisin ideolgica,que tambinpuedepalparsedesdehace tiempoenel rea centroamericana. Para una parte de la sociedad, el recordar la dicta-dura esundeber yunode losderechos civilesms importantes,mientras quepara otro gran sector, la funcin de la dictadura fue claramente positiva enmaterias comoel ordenpblico o la economa.Las posturas son casi siempreirreconciliables ymuestranclaramente el efectodeunamemoria enfrentada9.

    El caso espaol presenta prcticamente todas las caractersticas des-critas anteriormente, pero presenta algunas peculiaridades importantes.En primer lugar, Espaa sufri un violento conflicto provocado tras ungolpe de Estado que no triunf pero tampoco fracas. Una situacin quedesemboc en una guerra deliberadamente alargada por el general Franco,para consolidar su poder personal pero tambin para realizar una ampliaoperacin de limpieza, para la que se necesitaba ms tiempo. Termin laguerra pero la represin continu y se perfeccion de otrosmodos propiosde las dictaduras militares y presentes en todos los gobiernos autoritarios.En el caso de las relaciones entrememoria e identidad que aqu nos ocupa,tuvo al menos dos aspectos decisivos que manifiestan el cambio que su-fri la sociedad despus de la guerra:

    1. La sociedad de posguerra se estabiliz en torno a una fuerte divi-sin entre vencedores y vencidos.

    2 La dictadura convirti la gestin de la memoria en parte impor-tante de su tarea de control social.8. Figes, O, Los que susurran. La represin en la Rusia de Stalin. Barcelona, Edhasa, 2009.

    9.Groppo, B, Flier, P (comp), La imposibilidad del olvido. Recorridos de la memoria en Ar-gentina, Chile y Uruguay. La Plata, Ediciones Al Margen, 2001.

  • 48 letra internacional

    Al mantener viva esa fractura moral con un alto componente psico-lgico demiedo durante prcticamente cuatro dcadas, el franquismo ter-minpor crear una identidadnacional y unamemoria nica que glorificabasu accin y la propia guerra como fuente de legitimidad10.

    El caso espaol, por tanto, no puede englobarse junto a ninguno delos modelos descritos anteriormente, pero tampoco queda radicalmentefuera de ellos. La dictadura termin hace menos de cuatro dcadas y, enlugar de una onda expansiva como la que reflot la sociedad de posguerraeuropa, Espaa tuvo que enfrentarse a una fuerte crisis econmica. En esecontexto qued enmarcada la transicin a la democracia, algo que, unidoal propio desarrollo poltico y legal del proceso, dificultaba las posibilida-des de consolidar una memoria histrica verdaderamente colectiva, posi-tiva e integradora11.

    El proceso de transicin a la democracia concluy con xito la ope-racin de recuperacin del Estado deDerecho y sent las bases para resta-blecer un marco de convivencia plural. Sin embargo, la cuestin de lamemoria no se abord desde la poltica oficial por la fuerte divisin exis-tente en torno a lo que realmente haba sucedido en el pasado.La conocidacomo Ley de Amnista (Ley 46/1977 de 15 de octubre de 1977) eliminaba laresponsabilidad ante cualquier delito poltico cometido hasta diciembre de1976. Habra que esperar ms de treinta aos para que se volviera a deba-tir, y finalmente se aprobara, un proyecto de ley sobre la Memoria Hist-rica, cuya aplicacin gener una fuerte controversia.En septiembre de 2006se inici a trmite un proyecto de ley, que tras una larga y dura tramitacinparlamentaria, fue aprobado el 31 de octubre de 2007, por 185 votos a favory 137 en contra 12.

    Desde finales de los aos 90, sobre todo a partir de la localizacin yexhumacin de las fosas comunes de la guerra civil, la sociedad espaolaha experimentado un creciente inters por conocer mejor su pasado re-

    10.Gmez Bravo, G y Marco, J, La obra del miedo. Violencia y sociedad en la Espaa fran-quista. Barcelona, Pennsula, 2011.

    11.Gomez Bravo, G (ed) Conflicto y consenso en la transicin a la democracia en Espaa.Madrid, Fundacin Pablo Iglesias, 2007.

    12.Gil, A. La justicia de transicin en Espaa: de la Ley de Amnista a la memoria histrica.Barcelona, Atelier, 2009.

  • gutmaro gmez bravo 49

    ciente.En este perodo han aflorado prcticamente por todo el pas las aso-ciaciones memorialsticas, que, normalmente, desde un mbito de ac-tuacin provincial se han sumado a otras iniciativas de mbito estatal ydistinta ndole.El auge de estosmovimientos socialesmuestra el importantepapel jugado por la propia sociedad civil en la normalizacin de las rela-ciones entre una memoria traumtica y la relectura de la historia aceptadapor todos. Esto ltimo parece haberse conseguido en torno al perodo de latransicin a la democracia, donde reina el consenso en los dos grandes par-tidos que agrupan la intencinde voto generalizada.Sin embargo,nopuededecirse lo mismo en torno a la guerra civil y el franquismo como muestrael desarrollo prctico de la propia Ley deMemoria Histrica13.

    El puntoms conflictivo parece ser el de la reparacinmoral, ya quela rehabilitacin del nombre de los vencidos y los represaliados bajo elfranquismo encuentra una fuerte oposicin en determinados sectoresque ideolgica o corporativamente se sienten amenazados por esta di-mensin pblica de la memoria histrica. El caso ms conocido ha sido eldel juez Garzn, reconocido internacionalmente por su tarea en la perse-cucin de los crmenes contra la Humanidad, mientras que en Espaa sevi sometido a un proceso por investigar las desapariciones durante la dic-tadura a instancias de organizaciones muy vinculadas a ella como Falange.Pero los problemas, las trabas y, en definitiva, la oposicin a que se investi-gue seriamente este perodo, los vienen sufriendo mucho antes las familiasque buscan an a miles de desaparecidos y han visto sistemticamente de-negadas todas sus solicitudes de revisin de sus sentencias.En Espaa, y estaes una de las reivindicaciones que los informes de Amnista Internacionalao tras aohan reiteradohasta llegar a laComisinde laVerdad auspiciadapor la ONU,no ha prosperado hasta la fecha ninguna autorizacin del pro-ceso de revisin de sentencias de los Tribunales Militares de la dictadura14.

    Los historiadores no han quedado fuera de este vendaval. Tal vez poreso, sobre la demanda de memoria histrica han proliferado distintos fe-nmenos oportunistas. El ms pernicioso de todos para la verdadera inte-gracin pblica de lamemoria histrica, es aquel que utiliza el pasado como

    13.Arstegui, J (ed),Espaa en lamemoria de tres generaciones.Madrid,UCM-FLargoCa-ballero, 2007.

    14. Fernndez-Crehuet, F y Garca Lpez, (eds),Derecho, memoria histrica y dictaduras.Granada, Comares, 2009.

  • 50 letra internacional

    arma arrojadiza. Revisionismos que, desde distintas posturas, legitiman ladictadura, juzgando,acusandoy culpandoa todos los que arrojan luz enotradireccin. Los excesos represivos del franquismo quedan justificados porlos cometidos por la Repblica. Los crmenes de los rojos resurgenmitifi-cados por la fuerza meditica de estos sectores que se oponen precisamentea que el debate pblico sobre la memoria tenga normalidad y continuidad.Por estas y otrasmuchas razones, lamemoria histrica enEspaaha seguidoun proceso de articulacin no siempre paralelo al de la construccin de laidentidad nacional democrtica que parte de la Transicin. 15.

    Para desbloquear esa situacin se necesita algo ms que un memo-rial e ir ms all de una poltica cultural conmemorativa. Para evitar losabusos partidistas o la utilizacin poltica del pasado, hay que encauzar eldebate hacia la dimensin representativa de la identidad nacional que lamemoria posee.Desde el siglo xix ya se han dejado pasar demasiadas oca-siones, y la necesidad no parecemenos perentoria ahora cuando lo que esten juego es el propio proyecto de futuro. Los historiadores podemos y de-bemos facilitar ese proceso denormalizacinde lamemoria, simplementehaciendo nuestro trabajo. No debemos eludir ningn perodo ni aspectopor problemtico que parezca. La violencia republicana debe ser estudiadapero no superficialmente para explicar lo que vino despus comouna ven-ganza aislada ymomentnea enmanos de unos cuantos fanticos descon-trolados; tampoco deben extrapolarse aspectos como la persecucinreligiosa para justificar la toma de postura de la Iglesia actual en el temade la memoria. Esto slo sera vlido para la Iglesia de 1936, lo que nos lle-vara a tener que reconocer automticamente la posicin de todos los ac-tores delmomento,desde losmilitares sublevados a los partidos, sindicatosy milicias. Esto nos devolvera automticamente al punto de partida. Unade las claves para que esto no suceda pasa por consolidar el proceso de aper-tura y de acceso a las fuentes documentales que hasta ahora no eran acce-sibles. Y aqu el claroscuro espaol vuelve a ser evidente: el Ministerio deDefensa desclasific losConsejos deGuerra hasta los aos 50,mientras queel archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores se ha cerrado a cal y cantoa los investigadores. Un aspecto que contrasta abiertamente con la pol-tica de archivo de la mayora de los pases occidentales, donde es posiblefotografiar documentacin sin restriccin alguna.

    15. Salas, N, La otra memoria histrica. Crdoba, Almuzara, 2006.

  • gutmaro gmez bravo 51

    A pesar de que una gran parte del franquismo sigua siendomateriareservada, se hamejoradomucho su conocimiento.An quedamucho ca-mino por recorrer, pero las diferencias de volumen, significado y natura-leza entre la violencia republicana y la franquista se puedenmostrar ya conevidencias documentales de la poca y no slo con testimonios omemo-rias posteriores de vctimas. Este ser, a nuestro entender, uno de los as-pectos que puede inclinar el debate hacia las implicaciones que para lasociedad espaola tuvieron aquellos fenmenos violentos que se interio-rizaron y se transmitieron demanera distinta, sobre tododespus de la gue-rra, cuando se impuso lamemoria oficial de los vencedores sobre el silencioy el olvido deliberado de los vencidos. Y en este camino tan slo se handado los primeros pasos por la reconstruccin sincera, metdica, docu-mentada y contrastada de nuestro pasado reciente, que debe integrarse contotal normalidad en una memoria que sirva a un proyecto de futuro y noa otras lgicas interesadamente heredadas del pasado16.

    16.Yates, F, El Arte de la Memoria. Ediciones Siruela,Madrid, 2005.